Pornografía sentimental Preciosa es una película que, con toda seguridad, provocará airadas reacciones, a favor y en contra, allá por donde pase. Ubicado del lado de los detractores, intento comprender la admiración manifestada por un importante sector de la crítica norteamericana (entre los que cabe incluir a una mente brillante como Amy Taubin). Pero no llego a encontrar más razones que el frágil argumento sociológico (la necesidad de crear un espacio cinematográfico con el que pueda identificarse la comunidad afroamericana) y la, de por sí, insuficiente apelación referencial (se supone que el melodramatismo de la propuesta engarza con el de Douglas Sirk). Antes de entrar al análisis, permítanme listar el cúmulo de miserias que afectan a la protagonista de la película, Precious, todas ellas mostradas en los primeros minutos del film: 1) Vive en la zona más marginal del barrio de Harlem de Nueva York. 2) La chica sufre de sobrepeso y se siente acomplejada. 3) Su despótica madre la somete a abusos psicológicos, físicos y sexuales. 4) Fue violada por su padre desde niña. 5) Su primer hijo, fruto de las violaciones de su padre, tiene Síndrome de Dawn. 6) Está embarazada de un segundo hijo. Y eso no es todo. Nuevas penurias van golpeando a Precious mientras avanza el relato; basado, como anuncia el título, en una emblemática novela de la poetisa y activista social afroamericana Sapphire. ¿Cómo sobrellevar narrativamente tal cúmulo de factores dramáticos? Lee Daniels, el director, arrincona cualquier tipo de pudor para recrearse en las penurias de Precious. Y lo hace mediante un montaje entrecortado y efectista, hijo de la estética pop, que aspira a sondear el universo interior de la protagonista, pero que no pasa de ser una cruel imposición de la mano demiúrgica de Daniels. El intento de penetrar en la subjetividad del personaje alcanza su cénit en la construcción de una figura fantasmal: una Precious que habita un idealizado universo paralelo. Ese mundo aparte, abonado al kitsh más visceral, toma en ocasiones la forma de un videoclip lleno de ampuloso y frívolo glamour. También emerge cuando Precious se mira al espejo y descubre que su imagen reflejada es la de una chica rubia y delgada. Aunque el momento cumbre llega cuando se traslada, junto a su madre, hasta el interior de las imágenes de Dos mujeres / La ciociara (1960), de Vittorio De Sica. El argumento bajo el que se escuda Daniels es evidente: todo vale cuando se trata de denunciar con furia una determinada injusticia social. Un discurso que se centra en los motivos y los métodos para olvidar las consecuencias. Y es que Preciosa no hace más que alimentar una cultura abocada al sensacionalismo, una forma de explotación emocional que amenaza con convertir no sólo el arte, sino también la idea de “información” y “entretenimiento”, en escaparates de la más abyecta pornografía sentimental.
Algunos puede llegar a pensar que los tristes temas que toca son demasiados como para que le ocurran todos a una sola persona, pero cuando lleguen al final de la película verán que es ...
Haz algo pobre, Preciosa Hace un par de días vi un capítulo de Los Simpson llamado “Any Given Sundance” en el que Lisa se dedica al curioso oficio del cine independiente en los Estados Unidos. Después de ver a Homero y a Bart robando comida decide filmar un documental sobre su familia llamado “Capturing the Simpsons“, alusión al retrato de otra familia disfuncional que hizo Andrew Jarecki con Capturing the Friedmans. Los programadores del festival de Sundance aceptan la película de Lisa más por las características extravagantes de la directora que por las cualidades del documental. La familia viaja a Utah para presenciar su estreno y, después de la función aclamada por un público esnob, piensan que han sido humillados por la película que los mostraba en situaciones vergonzosas. Lisa se siente culpable por haber abandonado ese gusto por las imágenes simples y bellas que tenía antes de empezar con este proyecto y por haber cedido al pedido de mayor dramatismo de parte de su productor. Mientras en la calle los festivaleros le piden a Homero que diga algo disfuncional para su diversión, Lisa no sabe si su familia la va a poder perdonar y se pregunta si no es ella el verdadero monstruo de la película. Todo este capítulo puede ser una excelente parodia del camino recorrido por Precious desde su estreno en el mismo festival hasta los elogios recibidos por la crítica estadounidense y su reciente nominación al Oscar como mejor película. Precious no es un documental como el de Lisa, es una ficción que se dedica a otras miserias mucho más escandalosas que las simpáticas desventuras de la familia amarilla con las que cualquiera se podría identificar. La película de Lee Daniels sufre uno de los problemas más graves que se puede tener cuando se hace cine: a medida que la protagonista se ve aporreada, una y otra vez, se empieza a abrir un abismo entre el espectador y el personaje. A Clareece ‘Precious’ Jones (Gabourey Sidibe) la envían a una escuela especial para que aprenda a leer, su madre la maltrata de la peor manera, tiene una hija con síndrome de Down y está embarazada porque su padre la viola desde los tres años. También, mientras camina por las calles de Nueva York, un tipo la empuja porque es gorda. Esas y otras mortificaciones recibidas en silencio que por razones de espacio prefiero no contar, hacen que el espectador, mientras se van sucediendo una tras otra, se aleje cada vez más de la posibilidad de identificarse con el personaje y se acerque a la lástima y quizá, lo que es más delicado, se sienta contento de no estar en su lugar. En la vil manipulación que lleva a cabo, este director no se priva de ninguna herramienta con tal de empujar la lágrima afuera del ojo. Desde la música hasta el nombre con el que Precious llama a su hija enferma (Mongo, sí, así la llama) le sirven a su pretendida pincelada de un estado de situación que probablemente no hace más que confirmar los prejuicios que la platea tiene de cierto sector social. Como Daniels parece creer que el problema moral estaría en mostrar, por ejemplo, una violación, cada vez que la protagonista es denigrada corta y nos trae las imágenes de sus fantasías para que podamos ver cómo hace Precious para sobrellevar semejante carga y cuáles son sus anhelos de una vida mejor moldeados por los medios de comunicación. De cualquier forma, esos sueños televisivos no sirven como descanso, no sirven para eliminar eso que sucede fuera de campo. Mientras Precious imagina ser una estrella de cine a la salida de una premiere, al otro lado, la realidad sigue trabajando en la miseria. La fugaz atención del enfermero interpretado por Lenny Kravitz –puesto ahí sólo en función de la taquilla– y el liviano apoyo que recibe de su profesora no logran balancear el peso de las desgracias. Al final, mientras se va con sus hijos después de haber tomado, por lo menos, una decisión, no hay futuro por delante ni un camino recorrido. Precious no está muy lejos de donde empezó. A la pregunta que se hacía Lisa sobre si su familia la iba perdonar por su manoseado retrato, el cine le da una respuesta similar a la que recibe quien guste de Precious. La pequeña directora entra junto a un amarillo Jim Jarmusch en una sala para ver otro documental estrenado en el festival de Sundance. Nelson, su compañerito white trash, dirigió una película sobre su vida con una madre alcohólica en una casa de remolque. Después de ver en pantalla escenas patéticas de la vida cotidiana de Nelson cargadas de una música y una voz en off dispuestas para emocionar, Lisa obtiene una sensación de alivio y una lección: que otras personas tienen problemas familiares mayores que los de ella. En la calle, Nelson y su madre se exhiben como fenómenos mientras un festivalero les pide que digan algo de pobres. Quizás a Gabourey Sidibe alguien le haya gritado lo mismo en el mismo lugar.
Clarice Precious Jones es el nombre de la protagonista, y quien le da el título a la película "Precious" ("Preciosa" en español). Quienes hayan visto el trailer de la película, sabrán que la historia que se cuenta no es una comedia ni mucho menos. La trama gira entorno a la vida de "Precious", una adolescente que está embarazada (de su segundo hijo), que vive con su madre (con quien tiene serios problemas familiares), y que como si fuera poco, está en una situación socio-económica que dista bastante de ser la ideal. Pero a pesar de todo esto, "Precious", cree que todavía puede convertirse en alguien mejor que su propia madre, y no sólo insertarse dentro de la sociedad, sino también brindarle un futuro mejor a sus hijos. Por esta y otras razones, decide inscribirse en una nueva escuela (luego de que la echaran de la anterior por estar embarazada), y así poder graduarse y asistir a la universidad en un futuro no muy lejano. Como se imaginarán, todo esto no es tan sencillo como parece, y más de una vez "Precious" se siente confundida y cree que no está haciendo lo "correcto". Las actuaciones están realmente muy bien, y le aportan un realismo único a la película, que sin dudas le suma varios puntos a favor, más que nada porque justamente la idea es mostrar bien a fondo a la personalidad y sentimientos de cada uno de los personajes. "Precious" nos brinda una buena dosis de realismo y drama, y además nos hace valorar aún más a nuestra propia familia, ya que si bien por momentos, la familia que se muestra en el film parece "irreal", lamentablemente no lo es, y muchos jóvenes no cuentan ni con el apoyo de su propia familia para seguir adelante, y aspirar a un futuro mejor que el de sus padres.
Los contrastes de la vida Nominada a seis premios Oscar, el jueves se estrena una historia tan demoledora como veraz, sobre una adolescente obesa, analfabeta, ultrajada por su padre y por su madre, pero dueña de una enorme fortaleza interior. La mamá le pega con furia, la insulta hasta reducirla a escombros; tiene un hijo down cuyo padre es su propio padre, que la volvió a embarazar; además es analfabeta, pesa 130 kilos, devora comida chatarra que roba porque vive entre la mugre y la pobreza. ¿Algo más? Sí, se llama Preciosa, aunque cueste creerlo. El jueves se estrena este film titulado "Preciosa", que es de esas historias sin anestesia, que cachetea al espectador una y otra vez. No es apta para públicos sensibles, ya que dejará sin aliento a unos cuantos debido a la aspereza de un relato que describe el calvario de una chica de 16 años, víctima de un ensañamiento emocional y psicológico no muchas veces visto en cine comercial. Amada y odiada por igual, la expresión "es demasiado" será más que repetida. Activistas de la comunidad negra alzaron su voz en contra del film, porque el rol del hombre queda defenestrado. Con realismo y crudeza, "Preciosa" obligará a comprender que lo que le sucede a esa chica es una radiografía de la realidad, aquí, en el Bronx, en Angola o en la India. Actuando por un sueño Dirigida por Lee Daniels, que estuvo detrás de impresionantes films dramáticos como "El hombre del bosque" (Kevin Bacon) o "Cambio de vida" (Halle Berry), "Preciosa", nominada a seis premios Oscar, es una cinta intimista que retrata la bestialidad y la irracionalidad de la naturaleza humana, las cuales impactan de lleno en esta chica que desde la entrega de los Globos de Oro, el mes pasado, resulta una cara cada vez más conocida. Pensar que hasta hace un par de años, Gabourey Sidibe, afroamericana, de 26 años, era telemarketer, pero un impensado casting, al que concurrió por insistencia de terceros y sin tener ningún tipo de preparación actoral, giró su vida 180 grados. Y hoy, esta muchacha de tamaño king-size está cerquísima de encaminarse al escenario para retirar la estatuilla más preciada, y desbancar a pesos pesado como Meryl Streep, Sandra Bullock y Helen Mirren en el rubro Mejor actriz. Algo similar podría suceder en el rubro Mejor actriz de reparto, donde, entre la glamorosa Penélope Cruz y las consistentes Vera Fármiga y Maggie Gyllenhaal, irrumpe, como una piedra en el zapato, Mo'Nique, quien encarna con fascinante perversión a la demoníaca madre de Precious. Mo'Nique viene de quedarse con el Golden Globe. Como se analiza en la columna de la página 2, "Preciosa" es la convidada de piedra, la Cenicienta de los Oscar, la película políticamente correcta que tiene detrás, en la producción, a la popular Oprah Winfrey, y cuya trama -deliberadamente o no, vaya uno a saber- calará hondo. Todo esto la hace favorita y un dolor de cabeza para otros films y actores candidatos. Sin llegar a los momentos de mayor zozobra del film, en muchos aspectos, la vida de Preciosa y de la actriz Gabourey Sidibe tienen algunos paralelos. En la reciente entrega de los Golden Globe, Sidibe reconoció que nunca imaginó que pudiera ser actriz, porque, señaló, las chicas como ella (léase negra, gorda, pobre y habitante del Harlem neoyorkino) que lograron el éxito se pueden contar con los dedos de una mano. "Me acuerdo de toda la gente que me decía que no lograría nada en la vida hasta que perdiera peso, y de todas esas chicas que se ven feas y se avergüenzan de sí mismas", afirmó la flamante actriz, que estudió psicología, faceta que le ayudó y mucho para entender la filosofía del personaje que encarna y su tenebroso entorno. Y con una sonrisa tierna, esta hija de padre taxista y madre cantante dejó en claro que ella y Preciosa son diferentes. "Yo me dejo ver, y ella quiere esconderse, ser invisible". De todas formas, admitió cuán difícil le resultó luchar contra su aspecto, eje de numerosas cargadas en la escuela, discriminación en la vida cotidiana y pérdidas de trabajo. Entre tanto bajón, el logrado film ofrece dos gratas sorpresas entre los integrantes de su elenco: las actuaciones de Mariah Carey y Lenny Kravitz, quienes componen -a cara lavada y sin el brillo que suele rodearlos como cantantes- de manera sobria y realista a una asistente social y a un enfermero que resultarán pilares indispensables para que Preciosa, con una férrea voluntad mediante, salga adelante. Vale la pena una frase de la propia Sidibe para entender este milagro impensado: "Espero seguir actuando. Le demostré a Hollywood que, aunque no soy rubia ni visto talla menuda, puedo protagonizar una película. Ojalá tenga la chance de hacer comedia o una historia de amor''.
Ser madre en la periferia Las familias disfuncionales son un lugar cada vez más común en nuestra realidad cotidiana. Preciosa viene a mostrar (en lugar de sugerir, lo hace de forma cruda y certera) cómo se vive en los barrios satélites a la Gran Manzana (Nueva York es un estado muy poderoso de los Estados Unidos, pero también tiene un altísimo número de población carenciada, sobre todo afroamericana y latina). En Harlem, 1987, una joven obesa e iletrada llamada Claireece Precious Jones vive en un vecindario marginal soportando un duro presente: su madre se aprovecha de su nobleza, su padre la violó en continuas ocasiones y tiene hijos pese a sus decisiones. De cualquier manera, soportando el hastío constante de una vida en problemas, Precious intentará salir adelante aprendiendo a leer y buscando contención en una escuela alternativa. Atravesado por distintas problemáticas (pobreza, analfabetismo, incesto y maternidad bastarda) la película sostiene un ritmo trepidante que lleva a sufrir en carne los pormenores de la protagonista. Las escenas violentas son tan logradas y están tan bien ambientadas (un trabajo con los oscuros excelente) que hacen del largometraje un instintivo y visceral documental de contexto encubierto en brillante ficción. Nominada a 6 premios Oscar, el film Preciosa (Precious: Based on the Novel Push by Sapphire, 2009) posee un interesante nivel de poesía a la hora de evadir con imaginación problemas severos de la cotidianeidad. Cuando la protagonista está en momentos embarazosos, siempre imagina una existencia paralela junto con un buen hombre que la proteja. Un escape que la mantiene viva hasta las últimas consecuencias. Con un elenco repleto de mujeres influyentes y talentosas (la debutante Gabourey Sidibe como la adolescente que da nombre al título; Mo’Nique como una madre totalmente sacada; la bella Paula Patton como Miss Rain, personaje que intentará darle educación a la protagonista; Mariah Carey como Mrs. Weiss en un papel sobrio y destacado), Preciosa es la segunda película de Lee Daniels quien, además de contar con un destacado grupo de actores, tuvo la suerte de tener a, por ejemplo, Oprah Winfrey (la Susana Giménez norteamericana) como una de las principales productoras ejecutivas. Deambula también por el cast: Lenny Kravitz como un simpático enfermero. De carácter e intenciones “indie”, este drama del universo femenino encuentra su lugar en el mundo al anclarse en un espacio lamentablemente cotidiano: ser madre sin los recursos para serlo. Por otra parte, la calidad del film (en su todo gestáltico: guión, historia, interpretaciones, montaje y experiencias cinematográficas realistas) es directamente proporcional a la gente que está entrometida en el proyecto. Grandes talentos, algunos nuevos, otros consagrados, en el filme que va a arrasar en taquilla (si la conciencia acompaña). Enorme película.
A pesar del horror, una luz de esperanza Una bienvenida realización independiente que tiene 6 nominaciones para los próxima entrega de los premios Oscar. Se trata de un drama intenso y brutal que ha tenido muchísimo éxito y desató la polémica en los Estados Unidos. Un tema real y shockeante. Precious Jones es obesa, tiene dieciséis años, es negra y casi analfabeta, y espera el segundo hijo de su propio padre. Precius (consagratoria labor de Gabourey Sidibe) vive en Harlem y es tan humana como amenazante cuando la provocan. Convive con una madre que la humilla (Mo´nique, también nominada en el rubro mejor actriz) , y tiene una abuela que se hace cargo de su hija. Con este panorama desolador, el film muestra que a persar de todo, hay una luz de esperanza, y el relato muestra a dos personajes que prestan particular atención a Preciosa: la maestra que le enseña con paciencia y pasión; y una asistente social (una irreconocible Mariah Carey) que le presta el oído. Ella deambula de un instituto a otro por su último embarazo y cae en un instituto para casos especiales. Preciosa es una topadora, pero no puede expresar con palabras todo el horror que ha pasado. Y expone con sensibilidad e inteligencia el lado más oscuro de una enorme y vulnerable adolescente.
Preciosa es una película miserable porque se regodea en el sufrimiento y la humillación de su protagonista. Para Daniels pareciera no haber límites en cuanto a qué se puede contar y cómo hacerlo, y su película es una seguidilla de golpes bajos que apuntan a la emoción fácil y calculada. Como muchas otras películas que buscan el impacto en lugar de la reflexión, en Preciosa todo es contraste grueso y agresión hacia espectador. La fotografía saturada, la cámara en mano, el exceso de primeros planos, las puteadas repetidas y subrayadas, las imágenes reiteradas de una nena con síndrome de Dawn, la antítesis tosca que surge cuando se comparan los padecimientos de Clarise (Preciosa) con sus fantasías de convertirse en una estrella pop o los ataques sorpresivos que recibe de parte de su madre, todo está dispuesto para generar conmoción y shock. Lo increíble es que, incluso con esta batería de recursos deleznables, Preciosa es una película con un universo propio que de a ratos parece resistir estoicamente los embates de la puesta en escena de Daniels. La misma Preciosa es el estandarte de esa resistencia: su cuerpo, nunca o muy pocas veces visto en cine, es una geografía cinematográfica nueva que invita a ser recorrida por primera vez. Sobre todo en los momentos de descanso, cuando Clarise camina por la calle: allí el suyo es un físico que se separa del de los demás, que genera curiosidad y hasta impone un cierto respeto. El resto del tiempo, Preciosa es más o menos la historia de las múltiples violencias que pueden aplicarse sobre un cuerpo, ya sea cuando es golpeado por su madre, por los chicos en la calle, violado por su padre, herido por el nacimiento de un hijo o amenazado por el sida. Poco hay para rescatar fuera de Gabourey Sidibe, que interpreta a Preciosa: quizás también el paisaje de Harlem, que de alguna manera la fotografía brillante y granulada ayuda a realzar en toda su miseria y podredumbre, tornándolo el espacio vital perfecto para servir de telón a las caminatas de Clarise. Lo que queda son estereotipos exagerados y reconocibles (la maestra Rain es la profesional abnegada, prolija y exigente que cree en sus alumnos; Joann la chica hueca y pretendidamente sofisticada que quiere ganar mucha plata), las apariciones “premiables” de Mariah Carey y Lenny Kravitz, y un villano memorable: la madre de Preciosa, que en una película de género, sin aspiraciones de verdad ni denuncia como la de Daniels, podría llegar a ser un personaje delicioso, para la posteridad. Preciosa es condenable moral y cinematográficamente porque no repara en los medios con tal de alcanzar su fin: la exhibición de una nena con síndrome de Dawn (cuya cabeza permanece forzadamente dentro del plano y cerca de cámara en una esquina del cuadro -la idea parece ser la de explotar su cara al máximo, que en esas escenas el espectador no la pierda nunca de vista), con el único objetivo de producir impacto, de conmocionar al público, es una falta ética grave, y ninguna explicación narrativa o de otra índole alcanza para justificar la decisión. Pero incluso con su falta total de pudor, Daniels se cuida de no ofender a su auditorio con una imagen que habría sido interesante ver: en las fantasías de Preciosa, ella aparece rodeada de lujo, glamour y éxito, siempre siendo ella misma. Sin embargo, en más de una ocasión Clarise dice que le gustaría ser flaca y de piel clara (Daniels le concede su deseo pero lo hace en una escena muy breve, cuando el espejo de Preciosa le devuelve la imagen de una chica rubia y delgada). Esta incoherencia, la de retratar los sueños de Clarise con su propio cuerpo y no con el que ella desea tener, me hace mucho ruido: ¿por qué un cineasta como Daniels, que no escatima en recursos con tal de golpear al espectador, no se atreve a mostrar a Preciosa como ella se imagina a sí misma, fuera de ese plano fugaz del espejo? ¿Cuál sería el problema de mostrar así a su personaje, si total ésta no es una historia de revalorización del cuerpo de la mujer como lo era, por ejemplo, Las mujeres verdaderas tienen curvas? ¿Será que semejante idea podría interpretarse como racista o discriminatoria? Lo cierto es que Daniels le niega a Preciosa la posibilidad de al menos inventarse a sí misma, y en esa negación se condensa como nunca todo el maltrato y la humillación que padece la protagonista durante la historia. La película pareciera decir: “te van a golpear y maltratar, te va a pasar una topadora por encima, pero con eso y todo no te vamos a dar la satisfacción de que te imagines como vos querés”. A Daniels se le cae la careta, y su pose de cineasta crudo y arriesgado se deshace en esa concesión a la corrección política: nena Dawn sí, pero gorda negra que se imagina flaca y rubia, no.
Con los ojos llenos de dolor La candidata al Oscar es un drama sobre una joven obesa e iletrada, abusada por su propia familia. Historias como la de Preciosa, el personaje central del filme, deben multiplicarse por miles, no sólo en el Harlem, en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. Drama -dramón- acerca de una adolescente negra, excedida de peso, madre de un hijo con síndrome de Down producto de una violación (de su propio padre), que espera otro bebe -también de su padre-, que es analfabeta y fuertemente abusada por su madre, Preciosa persevera por la vida sabiéndose fuerte por dentro, aunque nadie a su alrededor parezca constatarlo. Preciosa ha encontrado una manera de atemperar los abusos, al menos, en su mente. Imposibilitada de decir lo que realmente pasa, inventa un universo en el que las fotos le hablan, por caso, o suelta su imaginación cuando su padre la viola. No hay quien la contenga, hasta que vaya a un colegio especial, donde una maestra (Paula Patton), y luego su asistente social (Mariah Carey) abran los ojos, casi tan grandes como el espectador. Y todavía habrá más. Una escena es ciertamente difícil de ver y no sentir ganas de bajar la vista. Es un diálogo, o casi un monólogo en el que la madre abusadora (Mo'Nique, quien seguramente se habrá de llevar el Oscar a la mejor actriz secundaria) da más que innecesarios detalles de los ultrajes a los que se sometía a su hija de pequeña. No hay que esconder las verdades, y no por disfrazar los hechos se llega a mejor puerto, pero la violencia de esas palabras -quienes han leído la novela original aseguran que ciertos aspectos, relaciones y hasta el tono se han morigerado- es lo suficientemente terrible como para querer que l que se escucha no sea cierto. Preciosa tiene momentos en los que el director Lee Daniels parece tirarle al espectador más y más escombros. El resultado es devastador. Insiste con los planos, refuerza el agobio. Está claro que escena tras escena la vida de Preciosa va cada vez más barranca abajo, y es en los ojos de Gabourey Sidibe -otra de las seis nominaciones al Oscar que tiene el filme- donde mejor se refleja. Cada espectador sabrá discernir qué está bien y qué mal en Preciosa, y saldrá del cine respirando profundo. Es una experiencia fuerte, decididamente no apta para todo público.
Un film premiado y polémico Las grandes actuaciones de Gabourey Sidibe y Mo´Nique apuntalan a Preciosa Precious es la obesa adolescente negra de Harlem víctima de todos los abusos, violencias, humillaciones y desgracias imaginables. Violada desde chica por su propio padre, ha tenido un hijo a los 12 años y está esperando ahora un segundo; la madre, que la acusa de haberle robado el hombre, la desprecia y esclaviza; los muchachones del barrio se burlan de ella; en la escuela prefiere pasar inadvertida. A su hijo, que padece síndrome de Down, apenas lo ve cuando lo suman al cuadro de familia necesario para asegurarse el cheque de la asistencia social. El único escape para Precious está en su interior: una fantasía que a veces ilustra sus sueños kitsch (se ve como estrella acosada por sus fans o pretendida por apuestos galanes blancos) y a veces suena postiza (prestada por el director), como cuando en plena guerra familiar se pierde en la imagen del televisor para reencarnarse como hija de la Sophia Loren de Dos mujeres y sentir algo de calor materno. Lee Daniels busca reflejar la interioridad de la chica, pero de paso emplea esas escenas luminosas para echar algo de oxígeno al relato y para amenguar el impacto que pueda tener en sus espectadores la exposición tan "cruda" de una miseria que saben próxima pero prefieren no observar. Así, el film cumple con su misión de denuncia de un modo algo menos escandaloso que el que suelen utilizar los documentos de TV y tranquiliza al observador con esta fábula de redención cuyos mayores méritos están en la elocuencia insustituible de Gabourey Sidibe (Precious) y en el despliegue histriónico de Mo´Nique (la madre). Que la chica sea capaz de emerger de su oscuro infierno, torcer el destino de marginación y miseria que le espera y hacerse cargo de su futuro constituye una suerte de epopeya individual, lo que en parte explicaría la buena acogida que el film tuvo en los Estados Unidos, donde tampoco faltaron polémicas: los defensores señalan que la obra otorga a la comunidad negra una voz en la cual reconocerse. Tal vez. Sin exagerar en lo sentimental, y con cierta discreción, Daniels se concentra en el arduo proceso que vive la protagonista desde que el cambio de escuela le provee dos ángeles guardianes: una santa maestra (Paula Patton) y una asistente social (Mariah Carey, casi irreconocible). Curiosamente, o no, quienes le tienden una mano son siempre blancos. Salvo que se considere al improbable enfermero que sirve de excusa para incorporar al elenco a Lenny Kravitz.
Infierno y redención en Harlem Fenómeno indie de la última temporada, desde sus exitosas presentaciones en Sundance y Cannes hasta la reciente nominación en seis de las más importantes categorías del Oscar, Precious es una película abierta a toda clase de discusiones. Estas han ido, hasta el momento, desde la imagen que da de la comunidad afroamericana hasta cuestiones nodales, vinculadas con la ética y estética cinematográficas. La resolución de esas múltiples discusiones tal vez sea más sencilla de lo que parece, ya que es probable que todos tengan (parte de) razón. Desde quienes le atribuyen el ejercicio de una pornografía de la miseria hasta los que se emocionan hasta las lágrimas (o hasta la ovación de quince minutos, como sucedió en Cannes). Desde quienes le endilgan un emocionalismo de golpes bajos, torpezas de estilo, tremendismo dramático, el reciclado de fórmulas probadas, hasta aquellos que ensalzan la inusual energía, el carácter mutante, el desprejuicio brutal, la apuesta a matar o morir, el infrecuente poderío dramático y narrativo. Bienvenidos a la película-desconcierto del año. Basada en Push, novela publicada a mediados de los ’90 por la poetisa afroamericana Sapphire, dicen que el original es más extremo que la versión cinematográfica. Y eso que la película despliega maltrato materno, violencia familiar, abuso sexual desde la más tierna edad, intento de asesinato, dos hijos que la protagonista tuvo con su padre (el de ella), Down y sida. Claro que todo eso se contrapone con la voluntad de supervivencia a toda prueba por parte de la protagonista. Voluntad que la película hace suya, se diría que desde las entrañas. Pero conviene ir por partes. Preciosa (la debutante Gabourey Sidibe, nominada con justicia al Oscar a la Mejor Actriz Protagónica) es una chica afroamericana de 16 años, 150 kilos y semianalfabeta, que vive, a fines de los años ’80, en un tugurio de Harlem, en compañía de su madre (la impresionante Mo’Nique, nominada como Actriz de Reparto). Acomplejada por su sobrepeso, retraída y sin un amigo o amiga a la vista, que la chica vaya al colegio se explica en tanto eso permite a su madre desempleada cobrar el seguro social, basada en el argumento de quedar al cuidado de la hija de su hija. Aunque en realidad es la bisabuela la que lo hace. Como la nena es Down, Preciosa la llama, sin el menor rastro de falso pudor, Mongui. De modo más o menos sistemático, el guión (escrito por el debutante Geoffrey Fletcher) contrapone lo terrible con aquello que Preciosa hace para sobreponerse. Así, las escenas en las que la madre la usa como esclava (incluida la insinuación de esclavitud sexual, que la novela hace explícita), aquellas en las que le tira sartenes y otros utensilios por la cabeza (más tarde será un televisor) o los flashbacks de pesadilla en los que el padre la viola, con anuencia de la querida madre, alternan con otras que muestran los lentos, dificultosos avances de la protagonista en la escuela alternativa a la que ha sido derivada. Escuela que comparte con un grupo selecto de chicas afroamericanas y latinas, todas ellas más o menos descastadas y conducidas por una profesora (Paula Patton, la bella mulata de Déjà Vu), cuya buena onda tal vez la convierta en versión femenina del Sidney Poitier de Al maestro con cariño. Hay otro ámbito de recuperación que a la larga tendrá consecuencias. Es la oficina donde atiende, con la mezcla justa de distancia profesional e interés personal, una psicóloga del Servicio Social (Mariah Carey, morocha, irreconocible, asombrosamente impecable). Ubicada en tiempos de Reagan, la Harlem de Preciosa es un infierno de crack, abandono y descuido oficial. Toda posible salida de ese purgatorio no es producto del sistema como tal, sino de la voluntad de remar que dos o tres servidores públicos ponen en el asunto. Filmada con un look adecuadamente “sucio”, no parece casual que en un momento madre e hija vean, en un televisor, imágenes de Dos mujeres (De Sica). Teniendo en cuenta las escenas en las que la protagonista se imagina como Disco Queen tamaño XXXL, al estilo impreso por el afroamericano Lee Daniels podría etiquetárselo como posneorrealismo mágico. ¿Son acaso impertinentes esas intrusiones fantasiosas? ¿En nombre de qué clase de dogma habrían de serlo? Combinando –en ocasiones con fortuna, en otras con torpeza– realismo sucio y cuento de hadas (con la monstruosa madre como trasposición del Ogro o la Bruja), feísmo y preciosismo, tratamiento de shock y drama íntimo, golpes bajos y sinceridad a toda prueba, lo que está fuera de discusión es que Preciosa es un pastiche hecho y derecho. Lo cual no tiene nada de malo: el pastiche es un estilo como cualquier otro. En cuanto a la moral que la anima... A la sensación de que se va armando sobre la marcha, la película de Lee Daniels le suma el estar contada desde la propia experiencia de la protagonista. Eso la convierte en diario íntimo, cerrándole el paso a toda posible tentación de explotar la miseria y el dolor ajenos. En Preciosa nada es ajeno, todo se vive como propio.
Podría hacerla simple y seguir al trencito de la crítica con frases como “una obra maravillosa y sensible sobre el poder del espíritu humano frente a las adversidades de la vida”. Quedaría como un duque, pero no estaría siendo honesto y escribiendo lo que realmente pienso. Preciosa es una película que parece haber sido escrita por los guionistas de los talks show que hacía Moria Casán hace unos años. Se destaca por ser una de las propuestas más deprimentes realizadas en los últimos tiempos que por muy poquito casi le quita la corona en esa categoría a Combat Shock (en mi opinión el film más deprimente en la historia del cine norteamericano), la obra maestra de la productora Troma, de 1986. Ojo, que sea deprimente no es para nada un inconveniente ni algo negativo, el tema es que la trama se pasa de rosca con el exceso dramatismo y me parece que termina siendo pretenciosa y superficial en la manera que trabaja la temática de la violencia y los abusos familiares. Se fueron de mambo mal en ese aspecto. Un breve repaso. Precious es una chica que vive en un ghetto de Nueva York en los años ´80. Sufre un severo problema de obesidad y a los 16 años tiene dos hijos que tuvo con su padre. Como si esto no fuera poco, su primera nena tiene síndrome de Down y la llama “Mogo” como abreviación de mogólica y su madre es un ser abominable que parece salida de la comedia Norbit (Eddie Murphy) que se aprovecha de ella y la maltrata física y emocionalmente. No tiene amigos y apenas sabe leer. Su sueño es ser blanca, rubia y famosa. Me reservo otros datos terribles importantes para no arruinarles la historia. Realmente faltó que al final de la película se rapara la cabeza y decidiera matar un político, estilo Taxi Driver, para hacerla completa. El director Lee Daniels ofrece otro dramón sumamente manipulador lleno de golpes bajos dentro de lo que es su zona de comodidad. Sus películas anteriores Cambio de vida (Halle Berry) y Shadowboxer estuvieron encarados en la misma línea y con su nuevo trabajo no hace otra cosa que ofrecer más de lo mismo. 110 minutos de constantes golpes a los testículos. Si querés llorar, llorá. Lejos de ser una historia inspiradora el film no hace otra cosa que retratar situaciones durísimas y ultra dramáticas que vive la protagonista como si trataran de emular las viejas novelas de Charles Dickens. La diferencia es que el viejo Charlie lograba conectar al lector con los personajes principales debido a que estos se sacrificaban por salir adelante y tenían esperanzas por más terribles que fuera su realidad en conseguir un futuro mejor. Precious hace lo que puede y sus banales fantasías de fama y popularidad son el único refugio que tiene para seguir adelante. La protagonista genera empatía simplemente porque nos da lástima. Por supuesto que existen este tipo de historias en la vida real, pero no es creíble que una sola persona tenga todos los boletos de la lotería de la miseria extrema. Lo más gracioso de todo esto es que el propio director Daniels concuerda en que se les fue la mano con las situaciones fuertes de la trama y por eso en un principio (fueron declaraciones de él) le dio vergüenza presentar el film en Cannes porque le parecía que mostraba a la comunidad negra norteamericana desde una óptica demasiado negativa. Un aspecto que no se puede obviar es el trabajo del reparto donde sobresalen en participaciones especiales Mariah Carey (no es joda) y Lenny Kravitz. Mariah se redimió en la actuación después de su lamentable trabajo en Glitter y acá sorprende con una labor muy cuidada y creíble en situaciones emocionales fuertes que son las que abundan en todo este film. Garbourey Sidibe, por otra parte, lleva muy bien el rol protagónico por ser su primer trabajo en el cine, pero su actuación tampoco es para alquilar balcones. Va a ser muy interesante ver como sigue su carrera en adelante, si puede hacer otras cosas o se queda estancada con esta clase de personajes. Pero bueno, hay público para todos los gustos y seguramente Precious tendrá sus seguidores. Para los amantes de las historias depresivas esta película es como un pase libre a Disneylandia.
Triste princesa de Harlem Corre el año 1987. Precious (Gabourey Sidibe) es una adolescente de Harlem, obesa y huraña, que parece haber llegado a un punto muerto en su vida. Lo único que la motiva ligeramente es el colegio; le gusta escuchar atentamente a sus profesores y sentarse al final de la clase, sin hacer caso de las burlas y la brutalidad de sus pares tanto en la calle como en las aulas. Es que a sus dieciséis años ya ha pasado por todos los círculos del infierno y vive en la más aberrante de las miserias, víctima de una madre abusadora en lo físico y lo psicológico, y violada por su propio padre. Al momento en que la historia comienza, Precious espera su segundo hijo y acaban de expulsarla del colegio, dándole la posibilidad de reinsertarse en una escuela alternativa. Sin mucha esperanza pero con una necesidad enorme de escapar de su propio espanto, la jovencita ingresa al programa "Each one teaches one" (Uno enseña a uno) y encuentra con el correr de las semanas una motivación para salir adelante. Sin embargo, hija del drama, la tragedia la acecha, todavía, de maneras inimaginables. En esta historia de esperanza en medio de la marginalidad extrema, con actuaciones notables, se destaca muy, muy lejos la interpretación de Mo´Nique como la psicótica y abandónica madre de la protagonista. Un retrato tan bien compuesto desde lo emocional que por sí mismo justifica la película y el único personaje en toda la historia que sostiene una coherencia interna, desafiando los saltos temporales y la progresión de los acontecimientos. Es una pena que Precious, destinada por mérito de su historia intrínseca a ser uno de esas interpretaciones inolvidables, se quede a medio camino entre transiciones inexplicables, que se dejan libradas a la imaginación del espectador. Con una puesta y dirección algo esquizofrénicas, Lee Daniels parece coexistir con varios espíritus artísticos en sí mismo; de una escena de violencia y evasión absolutamente coherente con la trama y el tipo de narración (el momento de la violación de Precious) pasa a otro que no sólo rompe con la armonía propuesta en este sentido, sino que deviene incómodo y anticlimático (un espantoso montaje de fotos en el momento más álgido de la película). Este tipo de incoherencias atentan contra una historia que podría haber sido mejor contada, sin tantos golpes bajos y escapándole un poco a lo que se espera de este tipo de filmes. Es necesario decirlo: cine independiente no tiene por qué ser cine improvisado, o refritado. "Preciosa" es una especie de epítome del cine norteamericano de bajo presupuesto con temática marginal, y como tal cae en todas las aberraciones que debería evitar. Por supuesto, estos detalles pasan inadvertidos a la hora de nominar un producto de tinte sensible y efectista, pensado (oh, ironías) para certámenes de alto vuelo.
En la cima del horror cinematográfico De gran éxito en Estados Unidos, esta película expone de manera casi pornográfica la desgracia de una adolescente negra, obesa, pobre, abusada por su madre, violada y embarazada por su padre, para generar lástima tranquilizadora. En las antípodas del cine. En una historieta de Trillo y Altuna de los 80, un par de viajeros en el tiempo recalaban en el Hollywood de los 40. La intención era satírica: conocían a un intelectual neoyorquino que iba a “cambiar las películas” y se lamentaba de que le hubiesen rechazado su guión. Uno de los viajeros le respondía: “Quizás el hecho de que el protagonista fuera judío, homosexual, negro y comunista les pareció un poco mucho”. Hollywood ha cambiado y, si bien entre sus pliegues se cuela aún la intención clásica del relato, de la épica, de la metáfora (cosas que aparecen en varias nominadas al Oscar, films grandes como Avatar, Vivir al límite, Amor sin escalas y Bastardos sin gloria, que a veces usan lo social-contemporáneo, pero para mostrar otras cosas más universales), existen objetos audiovisuales hechos para “quedar bien” y hacer que el medio pelo se sienta tranquilo por emocionarse ante una desgracia –cuando en realidad sintió una lástima tranquilizadora–. Objetos que se cargan de prestigio por “lo que dicen” y nunca, jamás, por lo que muestran, cuando el cine es un arte del mostrar. Es el caso de Preciosa, sin dudas la peor película estrenada en lo que va del año y unánimemente saludada en los Estados Unidos como valiente obra independiente. Cuando no tiene nada de valiente, hablar de obra es mucho, y la única “independencia” que ejerce es respecto del cine mismo. El film está basado en una novela, pero esto es lo de menos. Trata de la vida y la historia de superación personal de una adolescente obesa, negra, pobre, violentada por su madre y dos veces abusada y embarazada (el primer hijo tiene síndrome de Down, de paso) que, gracias al amor de una maestra, y a la poesía, se descubre a sí misma. La lectura que de la novela hace el director Lee Daniels no interpreta ni un renglón: simplemente ilustra de modo literal. Al punto que los títulos remedan la escritura torpe y mal trazada del personaje protagónico (debajo se los “escribe bien” para que se entiendan). El procedimiento recuerda un chiste de esa cima del humor negro español llamada Torrente: allí el impresentable policía interpretado por Santiago Segura ponía a su padre inválido a pedir limosna con un cartel que tenía faltas de ortografía. “Oye, está mal escrito”, decía el pobre hombre. “Mejor –respondía Torrente–, así te tienen más lástima”. Daniels es como ese Torrente, salvo que se lo toma en serio –o es igualmente cínico–. Porque esto no sería indignante si el realizador “se retirara” de la puesta en escena y no apelara a chiches de cámara y montaje (fotos que hablan, “imaginaciones” de la protagonista como estrella glamorosa –dejando en claro, de paso, una defensa del exitismo entendido del modo más rancio–, uso de la música) o a golpes bajos coreografiados (ver cuando la madre intenta reventar la cabeza de la joven con una sartén, una breve escena tremendamente manipulada desde la actuación, la cámara y el sonido) para sólo mostrar, sin juzgar, el mundo. No: Lee Daniels cree que somos tontos y que su film es “importante”. Es más, cree que un film es importante si dice de modo casi pornográfico –y pedante, señalando con el dedo– lo mal que anda el mundo. Lo que logra es forzar a la lástima en lugar de a la comprensión, a la vergüenza ajena en lugar de a la piedad. Por eso, de paso, usa a estrellas pop (Lenny Kravitz, Mariah Carey) “afeadas”, para dejar bien claro que el asunto “es serio”. Ahí, también, hay una enorme falsificación. El cine es un arte cuando habla de cosas universales, cuando nos deja pensando y soñando, no cuando copia los peores procedimientos de los noticieros demagógicos. Preciosa es, de todas las películas vistas en el último tiempo, la más alejada de ese arte. Una mala producción de América Noticias tiene más verdad y arte que esta hora y media de horror.
Preciosa tiene todo lo que necesita una película para ser una de las que “hay que ver“: una historia dramática pero atrapante, un guión genial, actuaciones brillantes y sobre todo una coherencia que no se rompe cayendo en los clichés de hollywood. Clarise Precious Jones es una madre soltera de 16 años de raza negra y obesa que, más que vivir, sobrevive en el Harlem. Sus compañeros la molestan y en su familia no puede encontrar refugio: mientras que su madre la trata prácticamente como basura, la golpea y la insulta constantemente, su padre se ha fugado, no sin antes haberla violado varias veces, entre ellas la que provocó su primer embarazo y la que ha generado que Precious esté embarazada por segunda vez. Este segundo embarazo le causa problemas en la escuela, a pesar de que, gracias a mantenerse callada, tiene las mejores notas de su clase. La directora le propone ir a una escuela alternativa, un lugar en donde Precious finalmente conocerá que hay una luz en medio de la oscuridad que le ha planteado el destino. A pesar de esto, aclaro que no es la típica novelita rosa en la que una cenicienta de los barrios bajos emerge gracias a la educación. La historia propone una dureza abrumadora, demostrando que las historias de princesas quedan sólo para los cuentos de hadas. Además de destacar el guión, que es sinceramente excepcional, sin dudas lo que brilla son las actuaciones. La joven Gabourney Sibide interpreta a Precious, y cualquier adjetivo o calificación que intente volcar en este texto no alcanzará para describir su performance. Es sencillamente cautivante. Pero tampoco quiero olvidarme de Mo’Nique, responsable de encarnar a Mary, la madre de la protagonista. Baste decir que me generó tal odio que tardé unas horas en despegarla del personaje y comprender que, en tanto a esa madre la condenaría a prisión, por eso mismo la actriz merece ser premiada. Se vienen muchas entregas de premios y entre todas ellas se destacan los Oscar. No sé si se llevarán estatuillas, estimo que sí. Pero más allá de los galardones, este film merece ser destacado. Es una película durísima, pero no por ello deja de ser excelente.
Si se tuviera en cuenta el calvario personal que atraviesa la protagonista de Preciosa a lo largo del film, podría decirse sin riesgo a exagerar que se trataba de un relato con todos los aditamentos básicos para abrir la puerta al cine de golpe de efecto, ese que se regodea con las miserias ajenas y manipula la fibra emocional del público a cualquier precio. Ahora bien, pese a que esta película del afoamericano Lee Daniels no cae en el facilismo, eso no significa que la historia en sí misma se despegue del dramatismo y el sentimentalismo como así tampoco de la retórica explicativa. Debatible en todos sus niveles con un elevado cúmulo de polémicas, Preciosa conserva un eje narrativo sólido aunque elemental y un tono y estilo que mezcla el texto intimista, a modo de diario confesional, sin abuso de la voz en off, con el registro casi documental para lograr una proximidad mayor con los personajes y las situaciones, matizado con secuencias de fantasía que terminan por cerrar este prolijo collage cinematográfico. En ese sentido es poco lo que pueda objetarse al tratamiento conceptual efectuado por el director manteniendo una adecuada distancia con la historia y con el punto de vista de la protagonista. Este nivel de objetividad en la mirada les permite mayor desarrollo a los personajes, pese a algunas decisiones de puesta en escena que le juegan en contra, sobre todo en aquellas donde se representa el mundo imaginario que acciona cada vez que la joven desea escapar de la realidad. Claro que con un panorama tan sórdido y denigrante, que incluye violencia doméstica, esclavitud sexual, violaciones y en mayor proporción un constante abuso psicológico, la víctima no encuentra otra salida que la de la esporádica irrealidad, que la convierte en celebridad o en joven rubia y esbelta (en la realidad pesa 150 kilos). Ese es a grandes rasgos el juego de contrastes que opera en la dialéctica narrativa de la trama que el guionista debutante Geoffrey Fletcher concentra en la transformación psicológica de Clarisse (Gabourey Sidibe, nominada al Oscar), una adolescente afroamericana de 16 años, semi- analfabeta, que vive en Harlem en los años 80 con una madre abusiva y violenta (Mo''Nique, también nominada al Oscar). El único momento de paz para la muchacha es el de la escuela, donde aprende matemáticas aunque su estadía allí pende de un hilo al enterarse en la institución que nuevamente está embarazada de su padre, de quien ya tuviese una hija con síndrome de Down, apodada Mongo por su propia madre. Por este motivo queda libre y debe concurrir a una escuela alternativa, en la cual aprenderá, junto a sus compañeras latinas y descastadas, a leer y escribir gracias a la constancia y paciencia de una profesora (Paula Patton) y a la supervisión de una psicóloga (la irreconocible Mariah Carey), en quienes encuentra una malla de contención afectiva lo suficientemente amplia como para alejarse a fuerza de voluntad de su madre y un entorno conflictivo. Basado en la novela "Push" de la poetisa Sapphire, el opus de Daniels es un contundente relato de autosuperación que bordea -sin eufemismos- el universo femenino a partir de la lucha silenciosa de un grupo de mujeres que en épocas del gobierno de Ronald Reagan se enfrentaron a un sistema perverso de exclusión social y que aún hoy, en la era Obama, persiste. Sin embargo, no se trata de un film político sino de un buen drama intimista, crudo, sin pudores y honesto.
Preciosa (Precious: Based on the Novel Push by Sapphire, 2009) es el típico producto “independiente” sobre discapacitados y /o marginales que le encanta nominar a la Academia y que a fin de cuentas está diseñado para el consumo de burgueses hipócritas, quienes cada cinco minutos manifestarán su seudo indignación- compasión ante el desfile de patetismos acaecidos en pantalla. Estamos hablando de la historia de una adolescente obesa, negra, analfabeta, abusada por ambos padres, con una hija con síndrome de down y otro en camino... En sí la película se mueve en un rango que va desde la mediocridad a lo pasable, a veces glorificando el sistema estadounidense de asistencia social y en otras ocasiones relativizando sus alcances concretos: hay tantos estereotipos de cartón pintado que el film en conjunto parece una radiografía hecha por los demócratas del país que “le dejaron” los republicanos, todo con el sello de aprobación de Oprah Winfrey incluido. Los obreros, las clases bajas y los indigentes en general nunca desarrollarán la vieja y querida “conciencia para sí” marxista; esto únicamente sucede en la ficción. Gabourey Sidibe y Mo'Nique cumplen sin lucirse demasiado, al igual que el resto del elenco (Mariah Carey y Lenny Kravitz por suerte no dan vergüenza). Mucho más interesante es la reacción que despierta en ciertos sectores de la crítica... la gran mayoría de los que hoy festejan este tipo de propuestas son los mismos palurdos que en su momento ensalzaron mamotretos como Rain Man (1988), Forrest Gump (1994) o Una mente brillante (A Beautiful Mind, 2001). Por lo menos en este caso no encontramos esa repugnante solemnidad ya que la narración está condimentada con detalles cómicos y alucinaciones- quimeras modelo denuncia a la Réquiem para un sueño (Requiem for a Dream, 2000). Uno no puede dejar de sonreír al recordar los dardos de "South Park", las realizaciones de los hermanos Farrelly o la parodia específica de Ben Stiller en Una guerra de película (Tropic Thunder, 2008). Ahora bien, para completar la colección de oro de la manipulación cinematográfica sólo restan proyectos varios acerca de un autista con una libido de proporciones, un parapléjico campeón en las olimpíadas o un travesti japonés que superando su condición aprende a manejar...
Tengo muchas cosas que hacer, hace calor, tengo hambre y encima me levanté más temprano que de costumbre, solo para ver esta “cosa” de la que tengo que hablarles ahora. Así que intentaré ser breve para no invertir energía de más en algo que no vale la pena y además, porque “destrozar” el trabajo de otro –por peor que me parezca–, no es una actividad que me agrade. Hollywood lo hizo otra vez. Nos engañó con el viejo cuento de la “joyita indie”, “la revelación de los premios”, “el film más crudo y conmovedor”… Yo le respondo a todo eso como ellos mismo dirían: “bullshit!”. Llamar “culebrón de cuarta” a esta película es poco. Y no es que tenga algo en contra de los melodramas, ni de las películas “sentimentales” ni nada de eso; por favor, no quiero perturbar la memoria de mi querido y respetado Douglas Sirk quien, en su estadía en los Estados Unidos, supo dar los mejores exponentes de este género. Porque lo que hoy vi, he leído por ahí que pretende ser una suerte de “melodrama realista”, pero no es más que una sucesión de golpes bajos de mal gusto y totalmente carentes de respeto alguno hacia los delicadísimos temas que trata y hacia el espectador que merece ver cine, no una dramatización de hechos monstruosos que bien podrían formar parte de un informe del programa de Chiche Gelblung sobre el abuso, la pobreza, el analfabetismo, la discriminación y demás miserias, que Preciosa reúne en unos eternos e insufribles 110 minutos. Ya ni me esfuerzo en tratar de responderme a mí misma qué es lo que tanto le gustó a la crítica del mundo y a la Academia de este olvidable pastiche de aberraciones… Igual se me ocurre que tal vez podrían ser las “brillantes y muy premiadas” actuaciones, que en realidad no son tal, quizás porque el guión no ayuda demasiado… Tampoco ese montaje videoclipero sin ningún valor narrativo, ni artístico. Ni siquiera puede ser el “hallazgo” de contar con las actuaciones de unos irreconocibles Mariah Carey y Lenny Kravitz, cuyo único mérito es el de arriesgarse a aparecer en cámaras “al natural”, sin ostentar el glamour que los caracteriza arriba de los escenarios. Me retracto: esto es mucho más que un “culebrón”. Es una peligrosa especie de la fauna cinematográfica, cruza de culebra ponzoñosa con boa constrictora, que solo para ganar unos millones y algunos premios, te asfixia durante casi dos horas con una historia forzadamente deprimente, mientras te pica sin cesar con imágenes y diálogos morbosos y hasta nauseabundos (literalmente) y finalmente, como en un juego macabro, te deja ir, lleno de agujeros y amargado por tanto veneno que te hizo tragar sin sentido alguno. Sí, Preciosa es una película de muy mal gusto. Y no porque toque temas complicados, sino por la impunidad con la que lo hace. A diario en el mundo muchísimas niñas y mujeres de todas las edades sufren el calvario de este personaje en carne propia y en la vida real, por eso me indigna ver películas que hacen uso y abuso (nunca mejor dicho) de estas cuestiones para provocar una falsa emotividad o toma de conciencia en el espectador. Me da vergüenza ajena el solo hecho de pensar que todo el revuelo entorno a esta película pudiera tener algo que ver con esta creciente moda de “integrar” a la población negra que durante siglos sometieron, marginaron y maltrataron en Estados Unidos pero que, desde la asunción del primer presidente afro-americano, parece ser lo más “IN” del momento (léase con la entonación de Brüno, un personaje mucho más sincero que la película que estamos comentando). La demagogia expresada hacia esta película es tal que da la sensación de que todos los premios y halagos solo son una forma delicada que encuentra la sociedad para lavar culpas y así poder decir –hablando mal y pronto, diría mi abuela–: “¡Qué buenos que somos! ¡No solo les damos premios a los negros, sino que nos conmovemos con la miseria que pasan!”. Tal vez me esté yendo por las ramas y no es mi intención herir susceptibilidades, pero insisto en que toda esta película es una gran falta de respeto generalizada a muchos sectores. Basta, no quiero decir más nada porque me indigno más. Nadie les prohíbe verla pero yo no la recomiendo. No digan que no les avisé.
Preciosa, sí, Clareece Precious Jones, es preciosa. Uno podría creer que tener a una adolescente negra, obesa de tan sólo 16 años de edad, analfabeta, maltratada física, psíquica y sexualmente, con una familia quebrada y disfuncional, con una hija con síndrome de down producto de una violación y un nuevo hijo a cuestas podría ser referencia al film Palyndromes de Todd Solondz, el controversial director, pero, creo que ni éste se animaría a tan cruel relato. Creía que con Slumdog Millionaire ya había visto algo similar pero...¿No es esto demasiado? Créanme que no, esto es sólo el comienzo. Un film que aparenta demostrarnos una realidad cruda, involucrarnos, ser conscientes y hacernos sentir mal, muy mal, por lo que la esbelta niña afronta, su paso a convertirse en una mujer, su liberación frente a los maltratos, su educación. Precious (Gabourey Sidibe) está realmente harta de ver lo que le está sucediendo, en parte cree lo que vive es normal, su ambiente lo justifica, ella es enamoradiza, nunca tuvo un novio pero siente al igual que todos nosotros, se mira en el espejo y ve una chica blanca, delgada, rubia, hermosa, odia inclusive sus rasgos raciales. Su madre (Mo’Nique) se mantiene gracias a ella, pensión mediante, constituye en gran parte el centro de los pesares de la niña. El film abarca otros temas relacionados a los centros de contención sociales, de maternidad y escolares, completando el cast con una asistente social (Mariah Carey), un enfermero (Lenny Kravitz), una maestra especial (Paula Patton). Preciosa es un film completamente absurdo y de mal gusto, toca temas profundos irresponsablemente, maniobrando al espectador ética y sentimentalmente. Golpes bajos por todos lados. No creo que ninguno de nosotros pueda permanecer intacto luego de ver tan desgarradora historia basada en una novela, ni siquiera real. Podríamos haber tenido un indicio de lo que estábamos a punto de ver conociendo que el film es coproducido por Oprah Winfrey, conocida conductora de programa televisivo norteamericano de tono amarillento quien ha sabido lograr roles cinematográficos en El Color Púrpura y Amada Hija (Beloved). Ver que un film como éste, acapare la atención de galardones a comienzos de año, duele. Si bien el duelo actoral es intenso entre Sidibe y Mo’Nique, es innecesario. ¿Cómo un ser no ha de ser precioso internamente si tras toda ésta mochila de pesares a cargar todavía tiene fuerzas como para seguir adelante?
Normalmente comienzo hablando acerca de interpretaciones sobre la película, aplicar esa otra mirada que muchas veces se nos escapa, otras, trato de abordar la película al estilo Roger Ebert, hablando acerca de cómo me hizo sentir, y luego me acerco más a detalles técnicos, como la dirección, el guión, la fotografía y por supuesto, las actuaciones. En este caso si bien podría optar como hizo mi compañera Florencia Gasparini Rey y aglomerar estos detalles, Trataré de hacer un poco de las dos y hablar acerca de lo despiadado del filme, se que es duro decirlo, pero no se me ocurre una mejor palabra para describir Preciosa, que no sea como una película despiadada, para con el personaje y para con el espectador. La historia de un personaje sufrido en exceso, por el tipo de sufrimiento, la forma en la que se estructura ese sufrimiento y se le va develando la información al espectador para ir destruyéndolo cada vez un poco más, no deja más remedio que pensar así de la película. Lee Daniels comienza su film con un pañuelo rojo, en un poste de luz, un farol. Eso es el filme. Un punto rojo en medio de la nada, algo que te grita a los cuatro vientos “¡Mírenme!” pero no tiene nada concreto para decir. Si bien seguramente pretendía ser una metáfora estilo la bolsa de Belleza Americana o la pluma de Forrest Gump y ese pañuelo luego tiene algunas apariciones, tristes y lamentables, pero apariciones al fin y a cabo, a lo largo del filme, no deja de ser una pobre metáfora que no tiene lugar en la película, puesto que se lo presenta todo como un paquete, la película sola hace por el espectador todos los procesos de interpretación, parece que viniera con un manual incorporado de “como leer Preciosa: Basada en la Novela “Push” de Sapphire en cada fotograma. Se podría decir que mi trabajo como crítico ya esta hecho, la diferencia esta en que respeto mi profesión y trato de ahondar un poco más, no demasiado, pero al menos intentarlo. Creo que el vicio más grande que tiene el filme es su desprolijidad, pero no por el uso narrativo que se le pueda dar (si esa era la intención, esta horrorosamente ejecutada). Las actuaciones son desparejas, hay una marcada tendencia hacia la sobreactuación, asi como esta plagada de los vicios más comunes que pueda llegar a tener una performance. Orson Welles dijo una vez “Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”, y eso es todo lo que se puede reflexionar sobre el trabajo de Daniels, la ausencia de ese ojo en el corazón de un poeta, la falta de poesía en el montaje, de matices en las actuaciones, de una banda sonora que resalte y acompañe. La falta de un papel activo de la cámara. Lo más triste de todo, es que de alguna manera u otra creo que ese descuido era intencional, como si Daniels y los productores pensaran que bastardear al espectador de esa manera fuera necesario, como si la única forma de emocionar al espectador fuera a través del uso sistemático del golpe bajo como principal recurso narrativo. Si he de juzgar a la película como lo que pretende ser, un circo de abusos, debo confesar que es excelente, no obstante, si debo juzgar la película como una obra de arte, no me queda otra opción que decir que me ha decepcionado.
Precious muestra como, más allá de lo crítica que pueda resultar una historia de vida, siempre hay lugar para crecer y mejorar. Vivir su vida Cualquiera que haya visto el trailer podrá suponer que esta película es un festival de golpes bajos, un canto a la lágrima fácil, una de esas historias de vida que en la comparativa nos dicen que la nuestra es, definitivamente, un jardín de rosas. Y entonces se niegue a ver “una de llorar” porque para triste, la realidad. Y sería una pena. Convengamos que la risa no está a la orden del día en la vida de Precious (una enorme actuación de la novata Gabourey Sidibe), adolescente obesa y cuasi analfabeta, violada por su padre, con una hija con síndrome de Down y un nuevo embarazo frutos de ese abuso incestuoso, violentada psicológica y físicamente por su madre, -que además la usa para cobrar un subsidio estatal-, la joven vegeta su vida transcurriendo los días. Viviendo en un Harlem donde la marginalidad y el abandono están a la vuelta de la esquina, al ser expulsada del colegio y enviada a un sistema de educación especial la joven experimentará en esa movida un cambio posible que será el germen para que su destino se tuerza. A veces hay vidas que entran en una espiral descendente donde cada paso que se da es un escalón al infierno más temido y la muestra de que siempre se puede caer más abajo. Como en un culebrón de los peores la protagonista suma humillaciones, dolores y “castigos” que aunque el espectador sienta como imposibles de sobrellevar por una sola persona el filme de alguna manera consigue también volver verosímiles. Si en un comienzo ciertos toques estéticos videocliperos y algún poco feliz y nada sutil montaje (la escena de la violación es una desacertada elección formal) preanuncian un desagradable desfile de penurias, -donde la línea sutil que separa lo mostrable y lo mirable se diluye-, poco a poco la película retoma el carril del realismo, matizado con los toques fantasiosos de los sueños de Precious para escapar de la realidad, y esquiva los golpes bajos y el melodrama, -procurando un estilo seco y sin recurrir al ardid efectista de la música-, y se queda con el simple encadenamiento de las situaciones, se aferra a un elenco de lujo (dentro de un gran casting asombra la performance de Mariah Carey) y a esa impronta de diario personal que como tal deja todo expuesto en primera persona. Sin juzgar a sus personajes (que no es lo mismo que decir que los personajes no se juzguen entre sí) siembra ambigüedades hasta en la propia humanidad de una madre que no supo cómo reaccionar ante lo inaudito y actuó, como mínimo, equivocadamente. La apabullante actuación de Mo’Nique en el rol de esa madre abusiva y cómplice en el mal hace que el dedo acusador se detenga y que uno comprenda que hacia ahí se encaminaba su hija de no haber encontrado una mano tendida en su camino. Y en el final uno crea fervientemente que es posible que las cosas se den así y no sea un simple querer tranquilizador. Sólo con mucha fuerza interior se superan los escollos que nos parecen infranqueables, sólo cuando uno puede darse cuenta de que se comienza con estar en los lugares, con ser parte de la vida que se vive, con hacer algo con eso que hicieron de nosotros, con soltar el destino prefijado y permitir lo bueno (el otro que se acerca más allá del “por qué a mi”). Sólo asumiendo que el reflejo en el espejo debe ser el nuestro y no el de los mandatos sociales y paternos uno se comienza a ver. Y puede que la vida no se cure ni se arregle ni milagrosamente se evaporen los males, pero uno se lanza a vivir lo elegido. Y eso, -elegir la vida-, es más de lo que muchos hacemos.
El suplicio de una madre Tranquilamente, podríamos establecer una analogía entre la sufrida protagonista de Precious y la conflictiva joven de Rosetta. Pero, a ver, aclaremos algo, para evitar suspicacias y controversias: no se trata de comparar la filmografía de Lee Daniels -afroamericano con dos films en su haber, y segundo en su raza en competir por el Oscar a mejor Director- y los hermanos Dardenne -ganadores dos veces de la Palma de Oro en Cannes.- No establecerémos aquí las virtudes y defectos del cine de autor que pueden practicar los Dardenne, o del patchwork narrativo al que nos somete Daniels. Se trata, simplemente, de enfocar la cuestión de un modo más original, pues quien haya visto ambos films, bien sabe que los roles de Gabourey Sidibe (nominada con justicia al Oscar) y Émilie Dequenne (ganadora como mejor Actriz en Cannes '99) son víctimas de un atroz círculo social y familiar. Siguiendo con la línea trazada: ¿por qué Precious es considerada por algunos como “pornografía audiovisual” y Rosetta es una “obra maestra”? Seguramente, porque Precious tiene un nivel de explicitud y de morbo que los Dardenne siempre evitarían. Sin embargo, ambas logran sus objetivos: en determinado momento, sus protagonistas, o las circunstancias dadas, explotan. Precious tiene el dialecto, los mohínes y ciertos clichés de los films encabezados por actores negros en personajes marginados. Desde Haz lo correcto hasta Hustle & Flow, pasando por Boy’z N the hood o Sugar, pero con la diferencia de que aquí las que llevan las riendas, para bien y para mal, son mujeres. La potencia de Mo’nique es arrasadora. Desde miradas gélidas hasta sonoros improperios, demuestra en presencia y esencia a una madre de temer, y logra que Faye Dunaway interpretando a Joan Crawford en Mamita querida parezca una serena mujer. Gabourey Sidibe, como esa hija sufrida y humillada, tiene la difícil tarea de enfrentarse a la amargura de su contexto, y esta joven sabe explotar todos los matices posibles, con el cuerpo y el alma. Daniels, por si quedan dudas, no se mide. Va a los extremos, y sin ningún reparo hace uso alguno de la mesura. Antes que él, su guionista Geoffrey Fletcher lo precede. Y primera en el podio, Sapphire, la poetisa debutante en la novela con Push, el libro que inspiró al director para registrar las peores miserias. Sabiendo lo sabido, entendiendo y siendo concientes de qué trata el film, y cual es el registro elegido, queda en los espectadores juzgarlo a Daniels. Si Danny Boyle generó una guerra sin fin de polémicas con la mucho más discreta Slumdog millionaire, Precious seguramente será más recordada por el ruido que ha generado. Lo dicho: el film está bien actuado y dirigido, y hasta escrito, con sus licencias y sus elecciones. Pero también, y a diferencia del film de Boyle, hay en Precious un film mucho más permeable a los odios y rechazos, a las polémicas y a los fervores, y todo ello opaca lo que queda con el tiempo, o no. Y Precious no será recordado como un film trascendental.
Una muchacha inmensa. Preciosa se estrenó en el festival de Cannes y recibió aplausos, que duraron 15 minutos. La película del debutante Lee Daniels recibió elogios de la crítica norteamericana, y finalmente acabó cosechando varias nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor película. Eso no significa que la crítica (más que nada, en nuestro país, como se puede ver en las calificaciones acá arriba) no haya generado polémica. Como Slumdog millionaire un año atrás, a Preciosa se la acusa de pornográfica, hipócrita, bastarda. Algo de razón hay, pero también hay elementos que la redimen. Para este crítico, tal como Slumdog millionaire, la película tiene sus defectos pero también sus aciertos. En primer lugar, basta la sinopsis de la película (o la mini-biografía de la protagonista) para intuir el por qué de la cólera de quienes la defenestran. Preciosa es una joven negra, obesa, que vive en Harlmen en la dédaca de los '80. Se encuentra embarazada de su segundo hijo (el primero nació con síndrome de down), es semi-analfabeta, la expulsan de su escuela, es violada por su padre y violentada por su madre. Debe recurrir y mentir en la asistencia social para que el Estado siga dándoles dinero. Y tiene 16 años. Esto que parece un compendio de desdichas, a primera vista, sí, resultaría lastimoso y pornográfico. Es decir, lo que nos interpela a mirar la película es qué desgracia (hay muchas más por venir) le va a tocar a la joven. Es como uno de esos talk-shows que rozan el patetismo. Acá no va la excusa de "denuncia social" o "realismo crudo" porque, obviamente, todo esto está aggiornado (y hasta acá comparte con Slumdog... que también tenía pobreza glamourizada). Una buena película se sustenta no por sus intenciones, sino por cómo están llevadas a cabo. Si uno quiere ver una historia moral y éticamente bien relatada, podría ver Taxi driver, que es una de las joyas del cine. Acá en Preciosa por más que la fotografía a veces sugiera cierta "suciedad", no deja de verse todo como espectáculo. De ahí también otro de los grandes puntos flojos de la película: La elección de estrellas como Lenny Kravitz y Mariah Carey para roles secundarios. Sí, la cantante está irreconocible. Pero tal como Paula Patton (la protagonista de Déjà vu, de Tony Scott), ambas hermosuras estan muy bien disimuladas. Es más, a Mariah la cubren con maquillaje y prótesis para que no se parezca a la pop-star. Hay un rasgo que ambas comparten: a las dos les disimulan las tetas. No es un dato menor: habla de la ética de la película. Recurre a nombres famosos que podrían ayudar en la taquilla, pero se ocupa de afearlos para que sea "serio". Eso puede ser acierto o fallo. Para, mí, es lo segundo. Sin dudas, el peso de Preciosa está en las dos protagonistas principales. Ambas nominadas al Oscar. Son Gabourey Sidibe como Clarice "Precious" Jones, un tour de force, una chica que pelea por algo que está más allá de las miserías de la película. Cada plano trata de abarcar (no sólo) la inmensidad física de la protagnista, sino su espíritu combativo, su nobleza y su empuje para tratar no de salir (quizás, en la nota pesimista, no tenga salida) sino por superar ciertos obstáculos. Si de historias de underdogs se trata, siempre es bueno remitirse a Rocky, ese clásico donde el perdedor peleaba contra sí mismo antes que contra otros. El rol del antagonista lo ocupa Mo'Nique, quien seguramente gane el Oscar a Mejor actriz de reparto. Si bien su personaje por momentos ronda el cliché (y algun detractor se resguardará diciendo que la película vive en el patetismo y cae en el mismo lugar que Norbit). La madre de Preciosa es una mujer desocupada, que se pasa todo el día sentada mirando la televisión. Guarda rencor con su hija, a quien maltrata y golpea siempre que tiene la oportunidad. Quizás la transfomación de Mo'Nique no logre convencer a todos, pero basta la secuencia con la asistenta social (no con el personaje de Mariah Carey, sino antes) para ver qué bien manipula la mujer sus emociones y a su personaje. Hay algunas secuencias donde Preciosa escapa en su mente de los momentos más terribles. La idea no es original, pero por lo menos sirve para que el film no se rogodee con algunos abusos. De todos modos, los momentos más duros parecen ser aquellos donde la joven golpeada se quiebra. Es una chica que tiene que ser mujer a los tumbos. Habla poco, no sabe leer, y apenas dirige una mirada. Tiene sus fantasías, pero a veces debe "terminar" las fantasías de su madre. Tiene un ideal de justicia y de belleza, con el que sueña, pero no por eso deja la realidad. Tiene esperanzas en el fondo, aunque sabe que quizás esté confinada. La película tiene sus fallas pero también tiene sus aciertos. Aunque en el tercer acto despiste un poco más (con llantos y redención, sin adelantar nada, incluída), Preciosa no es una mirada cínica y despiadada de gente "bien" sobre "probes desafortunados". Lee Daniels es un hombre negro y gay. Quizás haya sentido parte del rechazo y la marginación que tuvo la protagonista (tampoco hay que ser crédulo: es el productor de Cambio de vida) pero su mensaje aflora entre todos los errores del film: la esperanza es lo último que se pierde.
La suma de todos los males Preciosa del director Lee Daniels se postula como la gran sorpresa “independiente” de los próximos Oscars por su contenido comprometido, dispuesto a resaltar (y exaltar) un retrato de vida que pone en el centro del relato a una adolescente de 16 años cuya vida parece balancearse constantemente en el umbral de la tragedia. Ningún problema con eso, pero la construcción del film basado en la novela de culto Push de Sapphire está relleno de malas elecciones y, esencialmente, poco tacto. Si hay algo que destacar es que hay un trío actoral (Gabourey Sidibe, Mo´Nique y Paula Patton) capaz de de brillar con luz propia, más allá de la opinión que se tenga sobre el conjunto de la trama. Sí, es cierto, las actuaciones son en función de la trama, pero por momentos, en algunos diálogos, alcanzamos a vislumbrar una línea de fuga actoral que permite una mayor complejidad en la composición de esos personajes, un escape de esa construcción horrible y caricaturesca que parte del texto. Pero el resto es una enorme decepción que consiste en una suma de golpes bajos dotados de un trabajo precario en el guión. Pero para evitar la etiqueta categórica sin fundamento alguno hablemos un poco de porque es un film fallido. Hay un mensaje detrás de todo eso que le sucede a Preciosa (Gabourey Sidibe) que tiene que ver con sobreponerse a la tragedia individual en la línea de lo planteado por libros de autoayuda, y que es un rasgo muy típico de Oprah Winfrey que, no casualmente, es la productora. No hay matices ni niveles de análisis como para analizar ese entorno social que afecta al individuo y la construcción familiar, ni hay una intención de elaborar al problema desde una visión global o, aunque sea, menos superficial. La película se somete a la visión del individuo y esto, dado el punto de vista que tiene el film sería correcto si no estuviera lleno de baches: en el diálogo sobre el final, en un enfrentamiento con su madre (Mo´Nique), cada frase parece sacada de un texto de autosuperación y la construcción visual de ese momento la hacen una secuencia completamente aislada e inconsecuente con los personajes. Entonces, si esa subjetividad es la que sostiene el relato, es imposible que la trama tenga algún atisbo de coeherencia porque la acción se condice con los diálogos de la manera más burda posible. No se trata de una película que fluya, es mas bien fragmentaria entre aquellos diálogos determinantes y aislados (ya sea con la docente interpretada por Paula Patton o con su madre) y acciones que aportan flashbacks (violaciones y maltratos) o recargan al personaje de elementos grotescos (¿era necesario lo del pollo frito? , ¿mostrarlo de esa manera?). En el medio el director evita la contundencia de ser completamente gráfico a través de la evasión, estrategia explotada en otros films como Requiem por un sueño. Pero aquí se es más sutil, aunque la acumulación de conflictos que sobrevengan sobre la protagonista se tornan en una suma que en lugar de generar acercamiento nos distancia, porque consiste en una condensación de desgracias que exploradas en 100 minutos caen en una enumeración absurda (incluso los flashbacks son mostrados): violación, golpiza, insultos, acomplejamiento por sobrepeso, HIV positivo y hasta un televisor que casi la aplasta en una secuencia prácticamente cómica. Y luego si, la superación de todo eso en una línea positiva en la cual hay que creer porque carece de verosimil sobre el desenlace. Naturalmente, esa es la razón por la cual el drama se diluye casi inmediatamente y se transforma en un melodrama serie B. En definitiva, poco para aportar y poco más para decir o fundamentar, salvo que tiene pocos atributos estéticos destacables y que se regodea en el grotesco para exaltar una condición social. Y lo hace con el artificio puro de la imagen, alejándose de cualquier registro cercano a lo real. Es puro videoclip con best sellers de autoayuda, y una protagonista que sufre pero encuentra una “supuesta” esperanza. Si acaso el mensaje es creíble.
Diario de una sobreviviente En la apertura hay una cita de Ken Keyes: “Todo en el universo es un regalo”. No es precisamente un buen inicio para una película sobre múltiples abusos sexuales (y simbólicos), postergación racial (y de clase), un bebé con síndrome de Down, una madre portadora de VIH y una protagonista afroamericana que supera los 120 kilos y que en su fantasía se percibe rubia y de unos 50 kilos. En esta contradicción estructural, Preciosa despliega sus virtudes y sus horrores. Es un filme tan espantoso como querible, tan adulterado como auténtico. Todo transcurre en Harlem, en 1987. La voz en off de la protagonista nos advierte su padecimiento y sus deseos (fragmentos de algunos pasajes de su diario íntimo). “Quiero ser normal”, nos dice, mientras asiste a una escuela pública. La obesidad no es el problema de Clareece Precious Jones, quien prefiere ser llamada por su segundo nombre. Es su soledad infinita y el maltrato sistemático de quienes la rodean su obstáculo esencial. Su primera hija y la criatura que lleva en su vientre son vástagos de su padre. Su madre no solamente ha sido cómplice y testigo, sino que, además de tener celos de su hija y vivir indirectamente de ella (y del servicio social), es capaz de lanzarle una sartén o tirarle un televisor por la cabeza. Precious sostiene un deseo: aprender a leer y luego estudiar. No quiere ser como su madre, a quien percibe “como una ballena enfrente de su televisor”. Su llegada circunstancial a una escuela alternativa y la ayuda de una profesora serán los elementos de reconstrucción de una vida signada por la desgracia sistemática. Lo mejor del filme es su intento de impugnar una cierta descripción de la pobreza. Así, Preciosa apuesta a la resiliencia y propone un modelo de cooperación mínima entre individuos, a veces con el apoyo de ciertas agencias sociales, aunque su filosofía social es precisa: todo pasa por el individuo. Pero hay muchas más Precious en Harlem sin la misma suerte de la protagonista, que aquí justifica discretamente con su ejemplo la retórica liberal, tan norteamericana y hollywoodense, de la redención individual. El último plano del filme sintetiza un sistema de valores y una ideología específica.
El Mundo ajeno y propio. Este filme de Lee Daniels, realizador anteriormente de la controvertida y también dura "El hombre del bosque", muestra en primera persona las vivencias de Clarice Preciosa Jones, a quienes todos llaman "Preciosa", de 16 años, que carga con sus 150 kilos, es fea en extremo, casi analfabeta y es madre de dos hijos que le hizo en reiteradas violaciones su propio padre, quien bien previsto por el guión nunca se lo ve, salvo en un par de escenas donde su rostro nunca es mostrado. Agreguemos por el mismo precio que "Preciosa" vive atendiendo a su madre, quien la trata como esclava, la maltrata y golpea, y que la primera hija nació con sindrome de down y es apodada significativamente como "Mongui". Del otro lado de la balanza está la cierta perseverancia de la protagonista en continuar educándose, aprendiendo, intentar relacionarse con el mundo, para que este no le sea tan ajeno y abominable. Su vida joven pero eslabonada de sinsabores no hace perder la calma a esta genuina piloto de tormentas cotidianas, a quien su madre todo el tiempo recordará que "debía haberla abortado", y que solo su vida vale para que ella pueda vivir mirando TV, sentada en su casa a oscuras, y cobrando el cheque de la seguridad social. Puf..lo que se dice mucho. Sin embargo en medio de tanto eje doloroso, habrá una maestra que la ayudará, le dará su cariño y compresión (a cargo de la bellísima, y buenisima actriz: Paula Patton), lo cual no le hará bajar los brazos a esta aprendiz de sueños, que oníricamente se vé arreglada, vestida elegante y conquistando a todos como una "star" en algunos flashes que pasan por su imaginación. Hay una escena memorable de ella frente al espejo, donde el reflejo es el de una chica de su edad pero bonita, rubia y flaca. Si bien alguna crítica le dió "palos", citando que es un filme lleno de golpes bajos al espectador, o demasiado efectista, hay que destacar que el filme es honesto y allí radica su valor, ni que decir de las actuaciones que brinda: sencillamante notables, la debutante Gabourey Sidibe está perfecta en su rol, pero la madre que encarna Mo´Nique, y que acaba de ganar su Oscar por ello es demoledora y de una fuerza suprema en su parte del monólogo explicando todo su proceder a la asistente social (otra increíble: nada menos que la sexy cantante Mariah Carey, aquí sobria en extremo e irreconocible como morocha), la maestra de Paula Patton es también de una marcado trabajo a destacar a pleno, y hay otros secundarios que surgen aceptablemente como el del enfermero carismático que interpreta Lenny Kravitz. Si bien la peli tienen sus reservas para admitir sus espectadores, -abstenerse consumidores de boludeces o comedietas fáciles- requiere una lectura profunda de una realidad que no solo puede tener sitio en Harlem sino en cualquier barrio alejado del centro en ciudades como Rosario, Buenos Aires o Córdoba. La dureza de lo ajeno y propio a la vez de nuestra sociedad cabe en nosotros.
El filme arribó a las salas con una promoción brutal. Y tras los Oscars se potenció más aún. Pero "Preciosa" no es la película excelente que afirman los afiches. Preciosa es una joven negra de 16 años, obesa y fea, a la que le pasa de todo. Su madre la golpea, su padre la violó y le dejó dos hijas, una down, encima tiene ausencias en las que divaga más de la cuenta. Y como si fuera poco, también es VIH positiva. Demasiado para que la historia se torne creíble, más allá de la brillante actuación de Mo´Nique, la madre tirana, distinguida por la Academia de Hollywood, y de las sorpresivas interpretaciones de Mariah Carey y Lenny Kravitz. El director Lee Daniels le dio vuelo a la historia, sobre todo en el primer segmento cuando se describe a los personajes, pero no supo darle una vuelta de tuerca para que "Preciosa" sea un filme distinto.
Cualquier acción que comete un ser humano está atravesada por la ética. La dirección de cine nunca está exenta de la ética profesional que se vuelca en ella. Si esta puede existir en una comedia o en el cine de ciencia ficción, ni hablar de cuando al cine le toca mostrar un acto aberrante. Aquí vemos a una chica violada por su padre y maltratada por su madre, que sueña con el brillo de la fama y que a los dieciséis años va por su segundo embarazo (el primero nació con síndrome de Down). Este drama terrible merecía una dirección capaz de tener la elegancia o la corrección que requiere algo tan difícil de mostrar, una dirección con la inteligencia suficiente para calibrar el drama y potenciarlo sin caer en escenas explícitas y degradantes. La humillación física y psíquica de la protagonista no debería habilitar una exposición tan degradante como los propios acontecimientos que se muestran. Evidentemente, esto no lo pensó Lee Daniels, y vaya uno a saber cómo, terminó con una nominación al Oscar filmando este drama de la forma más sensacionalista posible, mostrando sin tapujos la violación, valiéndose de molestos ralentís en las escenas en que la madre agrede a su hija, y apelando a un cúmulo de golpes bajos que se suceden sin respiro. Si bien la película se centra en la lucha de una adolescente obesa por liberarse de los tormentos familiares y por comenzar una vida nueva junto a sus hijos, apoyada por docentes y psicopedagogos, es el pasado que va dejando atrás el que se coloca en el centro de la escena, a fuerza de torturas domésticas que golpean directamente al espectador y no permiten que se cuele un resquicio de luz para la protagonista. De hecho, cuando uno ya piensa que la protagonista se encuentra encarrilada hacia su salvación definitiva, un nuevo dato aparece para sabotear su intento de felicidad. Si bien estos elementos hunden toda posibilidad de un drama equilibrado, Daniels consigue un relato genuino en la descripción del paso de la adolescencia a la adultez, cuando nos muestra a Precious cambiando el sueño del brillo etéreo y la fama por la necesidad de convertirse en una buena madre. Es ahí cuando la película logra poner en segundo plano todo el dolor que acarrea la protagonista, un digno contrapeso a tanto sufrimiento sin atenuantes. Lo que enaltece a esta película son sus actuaciones. Desde Paula Patton, en el papel de la docente que intenta brindarle una nueva oportunidad a Precious, y una irreconocible Mariah Carey, precisa en un rol que adquiere peso en el momento más dramático del film (Lenny Kravitz también está irreconocible, aunque su papel no posee tanta relevancia), hasta la debutante Gabourey Sidibe, perfecta en su personaje y sin apelar a desbordes gratuitos, y Mo’nique, lejos lo mejor del film, con una sobrecogedora escena final y un monólogo que exponen la compleja psiquis de su personaje. Si bien esa escena alude directamente a la violencia sufrida por Precious durante años, la interpretación final de Mo’nique hace que la primera hora de permanente violencia quede sepultada bajo la gran actuación que explica la razón de tanto sufrimiento. Ahora bien, si el drama consigue tanta fuerza hacia el final, Lee Daniels nos podría haber ahorrado una hora de un drama indigerible, o al menos, podría haber tenido la audacia de preguntarse a sí mismo cuál es la manera más inteligente de filmar la sufrida vida de Precious, en vez de creer que la mejor forma de que entendamos el conflicto de la protagonista es estampárnoslo en la cara, sin un mínimo sentido del buen gusto ni de la solidez dramática. La explicitud irreflexiva del drama suele ser el talón de Aquiles del género, y este es un claro ejemplo de una película que no sabe sortear la violencia de las imágenes en función de un drama conmovedor.
LA VIDA NO ES BELLA Lee Daniels, en su segunda labor como director luego del film “Shadowboxer” estrenado en el 2005, logró una serie de emociones y cuestiones en su nueva película que desarrollan una profundidad extrema, muy dura, difícil de mirar y escuchar pero que es cierta y que mimetiza una cruel realidad. La historia cuenta la vida de Precious, una muchacha de 17 años, obesa, madre de una hija, que vive sola con su madre, quien la desprecia, la odia y la discrimina continuamente. Se relata el camino por la que ella decide transitar para tratar de superar su vida y salir del infierno que tantos años la atormentó. El primer factor que aparece en escena y que se destaca en todo el transcurso de la narración es la calidad de todas las actuaciones. Gabourey Sidibe interpreta una adolescente muy sufrida, que tuvo que aprender a ser adulta por obligación, otorgándole mucho sentimiento, versatilidad y un realismo muy emocionante. Desde el primer segundo el espectador se identifica con ella y cada una de las situaciones que la van perjudicando se sienten como propias, por lo que el sentimiento de injusticia e impotencia aparece minuto a minuto. Una gran actuación. También Mo’Nique, en el papel más complicado de toda la cinta y uno de los más importantes, logra un personaje totalmente odiable, repugnante, y gracias al trabajo realizado en la primer hora y media, su discurso final se siente y se potencia al máximo. Paula Patton, en un rol secundario pero a la vez interesante y primordial, está muy bien, es la encargada de darle la chispa de esperanza a la protagonista y su interpretación es muy fluida y cálida. Mariah Carey a su vez está perfecta, sus pocos minutos y sus pocos diálogos se ven amenazados continuamente por las expresiones de su rostro, que dotan al relato de la justa riqueza emocional. Esta es una película sobre la obesidad, la discriminación, el abuso, el rechazo, la belleza, el sueño, la adolescencia y el amor. Se muestra lo peor del ser humano, su punto más bajo y humillante, pero a la vez se plantea una realidad que molesta ver y oír y que lamentablemente el hombre es quien la desarrolla y la mantiene viva. Es por eso que esta película triunfa, porque le hace sentir al hombre una basura y aunque no obremos con tal desprecio seguramente con alguna palabra, expresión o personaje recordemos algo. Pero también está el punto de vista de Precious, quien hace todo lo posible por salir adelante, hacer oído sordo y seguir, aunque duela y no soporte más su vida. Es allí donde, con un ingenioso trabajo de edición, se viaja a lo platónico, a lo que esta muchacha quiere ser. Ese contraste es fenomenal. Por el lado técnico, el film mezcla diferentes tipos de música, los cuales complementan los sentimientos y dichas ilusiónes de Precious; la edición es muy buena; la dirección muy astuta; el maquillaje sucio y perfecto para que cada uno de los personajes cobre importancia y cada uno de los matices desarrollados con los movimientos de cámaras muy fluidos. “Precious” es una película fuerte, muy difícil de ver, pero que muestra una realidad tal y como la es y que cuya única intensión es tratar de hacerle abrir los ojos al espectador, a olvidar el prejuicio y a aceptar o darle una oportunidad al compañero. Una película excelentemente actuada, con un mensaje increíble y una historia de vida emocionante y muy lastimosa. Una de las mejores películas del 2009 del género. LO BUENO: actuaciones, guión, mensaje, final, crudeza, parte técnica, música, dirección LO MALO: no es para cualquiera UNA ESCENA A DESTACAR: la llegada de la asistente social a la casa de Precious
Avanti morocha Precious abandona el edificio de asistencia social, para no volver. Atraviesa la puerta con su hijo menor, Abdul, en los brazos, y su hija con síndrome de down de la mano. Todos tienen mucho abrigo, porque es una tarde fría en Harlem, una de tantas en ese invierno que tardó tanto en terminar. La camperita rosada, la bufanda blanca y negra, el pullover naranja. Bajan de uno en uno los escalones, y en cada uno Precious pisa y deja atrás la patología y la mediocridad de sus padres, el incesto, el desamor, la violencia, el abuso, el analfabetismo y los complejos con su cuerpo. Su hija grita aquí y allá, el rostro de Precious brilla iluminado por un sol cada vez menos tenue, la cámara pierde velocidad... it took a long time... la música gana presencia... acomoda a Abdul haciéndole upa, mira que su hija esté bien, el viento juega con su pelo negro y áspero, y caminando hacia el futuro entre la gente esboza una sutil y avasallante sonrisa. Basada en la primera novela ("Push", 1996) de la poetisa afroamericana Sapphire, la película cuenta con actuaciones remarcables: Mo'Nique (premio Oscar 2010 Mejor actriz de reparto), Gabourey Sidibe (Precious), Paula Patton como la luminosa Ms. Rain, y una inesperada y profunda Mariah Carey, que interpreta a una asistente social cuyo trabajo consiste en escuchar algunas de las historias más duras de New York. Lenny Kravitz tiene su lugar en el filme como el enfermero que asiste a Precious en su segundo parto. El recurso A lo largo de toda la película, en los momentos más traumáticos, Precious evade completamente la realidad y se imagina a sí misma atravesando una alfombra roja (acosada por flashes), en un videoclip o en un coro gospel. Cuando el director emplea éste recurso la fotografía cambia por completo, y pasa de los grises o tonos oscuros a un colorido empalagoso. Una frase textual "Tuve mi primer bebe en el suelo de la cocina, con mi madre dándome patadas..." (Precious)
Este es el segundo film de Lee Daniels, un director que realizo este trabajo pensando que iba a ser editado directo a dvd, pero luego de presentarse en algunos festivales consiguió que Oprah Winfrey y Tyler Perry se asociaran como productores, lo que cambio el destino del film. Tras obtener excelentes criticas, tuvo un estreno limitado con un promedio muy alto de espectadores, lo que permitio ampliar el número de salas y así convertirse en un éxito. Esta es una de las historias mas tristes y duras que vi en mucho tiempo. Precious es una adolescente pobre que fue violada por su padre (quedando dos veces embarazada) y vive con su madre abusadora, quien la culpa de haberle "robado" a su novio por no haberse resistido a los abusos del hombre. La película termina con una dedicatoria a "todas las chicas como Precious", queriendo resaltar una situación que se repite en esta escala social norteamericana. Seguramente el apoyo de Winfrey y Perry llego con el objetivo de crear conciencia sobre esta realidad horrible que viven muchas mujeres. El director trata el tema de forma real, sin melodrama ni exageraciones, con algunas escenas fuertes que impactan. El principal merito de Lee Daniels son las actuaciones que obtiene del elenco elegido. Hay varias elecciones arriesgadas para los papeles principales que previamente pueden parecer erradas. Gabourey Sidibe interpreta a Precious, quien en su debut actoral sorprende con una gran actuación como una chica abusada que busca una mejor vida. Mo´Nique es una comediante con una carrera actoral muy floja, que aquí se luce con un papel digno de una nominación al Oscar. Interpretando a la madre abusadora, crea un personaje odioso que se come cada una de las escenas que aparece. Su monólogo llegando al final es impresionante. Todos los personajes secundarios también tienen sus buenos momentos: Paula Patton como la maestra, Lenny Kravitz como el enfermero y todas las alumnas que acompañan a Precious. Pero el que mas me sorprendió es el de Mariah Carey, quien esta irreconocible como la asistente social que intenta ayudar a Precious. Un drama durísimo y super recomendable.
Levantate y anda La obviedad es un recurso que a la mayoría de los realizadores de hoy en día le queda mal a la hora de mostrar el producto final. No es el caso de Lee Daniel. Este director relativamente nuevo no tendrá mucha mano para la ambientación, pero sin duda da un batacazo con este drama contundente sobre la complicada vida de una joven negra y obesa de 16 años, abusada por su padre y maltratada por su madre. Las injurias hacia la desgraciada persona que encarna muy bien Gabourey Sidibe es el eje central de la historia, cada vez más cruda a medida que avanza el justo metraje, que mantiene en vilo al espectador entre tanta injusticia y reflejo grosero y obvio de la vida segregada que se padecía en la Harlem de los '80. Sin dudas, el plato fuerte de esta película es el reparto, compuesto por un grupo de actores con no mucha chapa pero que aquí dan muestra de muchísima sangre para interpretar a sus personajes. La que más destaca, por lejos, es Mo'Nique, que personifica a la madre abusadora y victimaria con un realismo contundente y abasallador, por momentos hasta coqueteando con la exageración (nótese la prolífica escena final en el centro de asistencia social). La otra cara conocida es la de la cantante Mariah Carey, quien en un papel irreconocible despliega muchísimo talento para darle vida a un relato que por momentos sesga con un letargo pesadumbroso y frío, dejando un poco de lado la idea central, que sería -a grosso modo- la vida de Precious (Sidibe). En última instancia tenemos a una hermosa y deslumbrante Paula Patton haciendo de Ms. Rain, y Lenny Kravitz interpretando a un personaje pasajero e insulso, pero que vale su reconocimiento por el intento. Lo más llamativo del filme es ese jugueteo cuasi infantil que se expone en los momentos más crudos, cuando se intercalan escenas de lo más horrendo de la vida de la muchacha, madre de dos hijos productos de las violaciones de su padre, con las fantasías que ella tiene, como la fama, la belleza, y -lo más despreciable de esta obra producida por Oprah Winfrey, que encima se hace autobombo en algunas líneas del guión- "ser blanca, rubia y de pelo largo". El racismo entra con los tapones de punta contra la moral del espectador en algunos momentos en que uno se pregunta si había necesidad de caer tan bajo para contar una historia que con su propia simpleza de relato de vida onda biopic documental (hasta tenemos voz en off de protagonista y todo, ojo) ya se defiende entre las mejores del año. Dichos horrores ideológicos argumentales, tales como el mencionado racismo, la discriminación e incluso la homofobia, no logran opacar una historia que se vale de una técnica difícil de ensamblar por su estética tan festiva y jazzera (homenaje digno de aplausos a la cultura negra y sus raíces que dieron vida a la música que hoy consumimos indiferentes de su procedencia) como contraparte del reflejo principal del relato, característica que no va en desmedro de su propia originalidad. Es que muchos no entenderán el porqué de las fantasías o flashes/delirios de la protagonista cuando le están haciendo las peores porquerías que se le puedan hacer a un ser humano, y eso se debe a su rara forma de presentar las reacciones de la susodicha. Tal vez podríamos darle el beneficio de la duda por la ambivalencia que ofrece, y darle un punto por esa propuesta a la interpretación según el grado de resentimiento del espectador. Celebro eso. Y celebro que exista una obra tan oscura (no malinterpreten), tan cruda, y tan bien actuada por un reparto que está increíble. Ese complemento equilibrista es su punto fuerte. Lee Daniels fue multipremiado en todo el mundo por este espectro de drama y otros cachibaches del séptimo arte, y bien merecido que se lo tienen, él y su "Preciosa" historia sobre el tan trillado pero nunca desubicado mensaje de "valora tu vida, hay gente que la pasa peor".
“Érase una vez una princesa mágica, que vivía en una burbuja mágica bajo el mar, y era de la tierra...” (cita que se lee en el filme) En un oscuro y eclipsado piso de un ochentoso Harlem transita la vida de Clarice “Preciosa” Jones, una adolescente afroamericana de 16 años, que parece estar muy lejos de una vida sin desventura. Analfabeta, obesa, víctima de persistentes e irritantes violaciones físicas y mentales de parte de su madre, Preciosa lleva en su vientre a su segundo hijo, fruto de una relación incestuosa con su padre drogadicto. Push es el nombre de esta honda y vibrante historia que nació de la pluma de la autora americana Sapphire y que Lee Daniels decidió tomar como base para su segundo filme. También Push es quizás, por qué no, lo que alguna comadrona le pudo haber gritado a Preciosa al dar a luz a sus hijos, o es acaso la palabra que por instinto o naturaleza tiene grabada en su frente y la empuja con ahínco a seguir adelante constantemente. Sea como sea, Push con sus innumerables significaciones, es un sugerente vocablo que parece resumir eficazmente la historia, al mismo tiempo que deja puertas entreabiertas. “Te debí haber abortado” son las palabras más brutales y desalmadas que una joven podría escuchar de parte de su madre en toda su vida, pero Preciosa las oye con frecuencia. Aunque da la sensación de que aquí todos tienen su historia, la impotencia y el desprecio ya son moneda corriente para esta joven. Sin embargo, el peso del dolor es exiguo y las tormentas son remotas para ella si es capaz de refugiarse en un sosegado silencio de pompas y sueños. Es así como en el medio de un hostil y sombrío contexto, Preciosa abre una burbuja en el aire y fantasea dentro con una vida de enamoramientos y alegrías. Su imaginación que no tiene tiempo ni gravedad es tal vez protección, tal vez huída y evasión, tal vez deseo y realidad, aquella que quiere para sí y percibe tan lejana. Nunca ha alzado su voz en clase para decir nada, pero esa misma nada son infinitos pensamientos para ella, que la sumergen en un océano silente de afasia y alucinación. No obstante Preciosa es consciente de su situación y con (cada vez más) lucidez puede reconocer su problema: “...algo va a suceder, me voy a liberar...”. El pequeño pero vital paso para comenzar un largo camino de redención. Es conocida la sentencia sartreana “uno es lo que hace con lo que hicieron de uno”. Esta historia nos sitúa en el centro de uno de los interrogantes más polémicos y debatidos de toda la ética: la responsabilidad individual frente a nuestros actos, la compleja tarea de establecer hasta qué punto los acontecimientos pasados justifican los actos presentes. Es evidente que si la respuesta fuera demasiado, Preciosa tendría un vale de perdón para utilizar de por vida. Empero su espíritu que (por naturaleza o convicción: eso no se alcanza a dilucidar) es implacable, no la detiene en este análisis y la impulsa para adelante siempre, convirtiéndola en la única responsable de cada día de su empinada vida. Preciosa pide ayuda y se deja ayudar. Cada caída se hace pretérita raudamente con un montón de ganas de superarse. Es probable que se trate de un espíritu virgen e inocente, por lo tanto curioso, exento de la laboriosa tarea de desaprender lo aprendido, confiado en una esperanza sin nombre y abierto al inconmensurable mundo de la oportunidad. La elección del vaso medio lleno que toma Preciosa cada vez, mandando al carajo todo pensamiento negativo. En definitiva, la historia toca problemas sociales de profunda significación: el incesto y la violación, el maltrato familiar, problemas en la educación, el embarazo en adolescentes, el sida. Sin embargo, no son éstas mas que excusas para sumergirse de lleno en un drama individual de una persona que decide cuidar su propio jardín, en vez de esperar que otros le traigan flores. Creando su propia realidad, superando su pasado, ensalzando su presente, pujando por su futuro. Pujando. De la trágica, desgarradora y sórdida novela Push quedan apenas pistas. Sin embargo, es un filme logrado, motivador, con cierto tono poético, brillantes interpretaciones, momentos de intenso drama (es probable que tenga que respirar hondo varias veces al verla) y que también atesora algunos instantes de ingenioso humor que descontracturan y distienden una excelente historia, en esencia muy poco digerible.
Terrible dramón sobre una adolescente neoyorkina que la pasa muy mal. Es pobre, casi analfabeta y tiene problemas de salud graves. Encima su padre la viola desde niña y ya tiene dos hijos de el, mientras que su madre es una loca que vive encerrada y la tortura psicológicamente día y noche. La peli no es mala, pero andá solo si querés llorar y no tenés motivo. Lo más impresionante es la gran actuación de una irreconocible ¡Mariah Carey! No, no es chiste y no enloquecimos. Olvidate, bah ya te debés haber olvidado, de “Glitter”.
DEMOLEDOR DRAMA DE UNA MARGINADA La brecha entre ricos y pobres se agudiza cada vez más a lo largo de los años, de forma globalizada. El índice de pobreza humana da cuenta de las carencias o pobreza en aspectos como vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno. Ninguno de estos aspectos está cuidado en la vida de Precious, una adolescente de 16 años abusada por su padre desde muy pequeña. Conviviendo sólo con su madre, la joven debe soportar los constantes maltratos verbales y físicos de su progenitora, que la trata peor que a un animal. Estamos en Harlem, año 1987; una joven obesa e iletrada llamada Clarisse Precious Jones, vive en un barrio marginal aguantando un duro presente: su madre se aprovecha de ella, su padre la violó en continuas ocasiones y tiene una hija discapacitada y espera otro bebé, producto de esas relaciones incestuosas forzadas. A pesar de ello, soportando el hastío constante de una vida en problemas, Precious intenta salir adelante aprendiendo a leer y buscando contención en una escuela alternativa, ya que en su colegio no es aceptada por su condición. Las escenas entre madre e hija son de una intensidad apabullante, donde se huele la violencia ni bien Precious traspasa la entrada de su sombrío y caótico apartamento. Su madre, celosa (?) de que su hija está nuevamente embarazada de su propio marido, la trata como a una esclava, pidiéndole que le cocine y hasta se sugiere que la obliga a proveerle de favores sexuales. La pobre Precious soporta esta cruda realidad y, cuando se siente no poder más, inventa en su interior una vida paralela, en la que es una estrella acosada por sus fans, o es buscada por hombres que la desean… Todo lo contrario de lo que vive a diario. Nominada a 6 premios Oscar, "Precious: Based on the Novel Push by Sapphire" es una película dirigida por Lee Daniels. Su reparto, mayormente femenino, logra conmover y calar hondo en el alma del espectador, ya que muestra la vulnerabilidad ultrajada de jóvenes como Precious, que sufren el maltrato como una forma de vida. Gabourey Sidibe, como el personaje del título, conmueve con su sola presencia; sin embargo, cuando rompe en llanto por no soportar más su propia vida, lloramos con ella. Mariah Carey (sí, la cantante) como la asistente social y Paula Patton como la maestra alternativa, resultan un muy buen complemento. Párrafo aparte para Mo'Nique como la madre (Oscar asegurado): su personaje es llanamente detestable y perversamente abominable. El ímpetu y la fuerza que le pone a su maquiavélico rol resultan poderosos, y uno termina odiándola, a pesar de una escena de supuesta redención, donde saca a la luz las vejaciones a las que sometió a su hija. Ambas protagonistas son el alma de este filme que no da tregua, conteniendo escenas tan duras que son poco recomendables para cierto público. Aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver…
Durante el transcurso de la filmación de Precious quedaron en el camino: un editor, un director de arte, 3 jefes de locación, dos productores, dos asistentes de director, dos sonidistas, dos "caterers" y la lista sigue. Me pregunto si en algún momento Lee Daniels se habrá preguntado si no era esa una señal para dejar este proyecto a un lado o, como buen capricorniano, seguramente habrá hecho caso omiso de ese sentimiento para luego regodearse en que su testarudez lo llevó por buen camino ganando los festivales de Toronto, Sundance y varias nominaciones entre ellas para el Spirit Award o las 3 categorías del Globo de oro que nos compete: Mejor Film, Mejor actriz (Gabourey 'Gaby' Sidibe) y Mejor actriz de reparto (Mo'Nique). No caben dudas, y realmente como docente puedo dar fe de esto, que la vida de Precious es lamentablemente la vida de muchas adolescentes de 16 años que sufren abusos tanto físicos como verbales y que eso desde ya les dificulta su aprendizaje, su relación con el resto de la sociedad y las aspiraciones con respecto a su futuro. Ni hablar si todo eso lo condimentamos con el sinsabor de no encajar en los cánones estéticos de los pares o sociedad en general donde el sentido de pertenencia y referencia se hace tan importante en una edad donde el desequilibrio emocional es de por sí natural: se es chico y grande al mismo tiempo y tratar de definir cuándo ser uno o cuándo, otro marea a quien más; una edad en la que la guía es tan importante como comer o beber. También es indudable que si el film logra mantenerse en pie es por las actuaciones de sus protagonistas- sorprenden las participaciones escuetas de Lenny Kravitz y Mariah Carey- pero la dirección desfallece en un intento de mostrarnos todo y cuantos ejemplos de marginalidad, pesadumbre y sujeto de discriminación pueda pasarsele por su cabeza: negros, analfabetos, abusados, madres solteras, latinos, inmigrantes, sidosos, lesbianas, todo empaquetado en un guión que no se decide si está contando la difícil vida de una muchacha que finalmente puede levantar cabeza por sí misma- que a priori es lo que parecería querer vendernos el film- o si la cosa pasa por la inutilidad de los servicios sociales de un país aparentemente organizado, si el tema es en sí el racismo, o si todo eso licuado fue expresamente colocado para la gracia de un publico que busca el drama fácil y manipulador. Considerando que el film viene amparado por Oprah Winfrey se entiende que la película aparente un enorme cúmulo de historias dignas de cualquier reality con las manifestaciones típicas de tales: gritos e insultos a mansalva, llorisqueos forzados, líneas "emotivas" y demás. Precious podría llamarse Pretentious. Un film que se ha contado muchas veces pero no de maneras tan dispersas, sin tantos hilos que terminan por no unirse nunca. Comienzan con una niña que no puede leer ni escribir, que evade su realidad con incontables fantasías (que en este film en particular resta profundidad a la trama al ser mostradas) y que de a poco se va desvirtuando a la historia de una niña que lucha por recuperar a sus hijos y desprenderse de su inestable y violenta madre. Un film que en definitiva podría tener mucho para emocionar pero su forma narrativa y sus estereotipos insufribles dejan frío y hasta indiferente. Una hora cincuenta que se llegan a ser eternas.
Descarnada visión de la sociedad afroamericana en Nueva York Corría 1987 en Harlem, un suburbio de Nueva York, allí vive la obesa e inletrada afroamericana Claireece Precius Jones (Gabourey Sidibe) en compañía de su opresiva madre. La adolescente, como consecuencia de sufrir violaciones e incesto por parte de su padre, a los 12 años dio a luz a una criatura que nació con el Sindrome de Dawn. Ahora nuevamente embarazada por su progenitor, es obligada a dejar la preparatoria y concurrir a una especie de escuela especial donde su mundo (muy pequeño) cambia de una manera radical, aprendiendo por primera vez a valerse por si mi. Esta descarnada visión de la sociedad afroamericana actual en los Estados Unidos, tal cual puedo apreciar viviendo en el país, donde las personas sobreviven merced del WALFARE (entidad de ayuda a personas de bajos recursos), con estampillas de comida (food stamp), personas que trabajan seis meses y vuelven a pedir el apoyo del estado, aun cuando conducen autos ultimo modelo, visten y calzan de marca, fuman y beben todos los días. En esta sociedad el machismo es la moneda más fuerte. Las mujeres ocupan el ultimo lugar del escalafón, son las que trabajan, conducen, paren los niños y tienen todas las responsabilidades del hogar (es denigrante ver a las féminas conduciendo un automóvil y a los hombres durmiendo o comiendo al lado de ellas). Los zánganos, como se los conoce, viven de noche, duermen de día, en la casa o en el auto. Lee Daniels nos da un vistazo a esta parte de la sociedad. Toma como base el libro “Push” (empuje) de Sapphire. Describe hasta de que son capaces valerse algunas personas para seguir colectando (recibiendo ayuda) del gobierno. Trampas, abusos sexual, físico y psicológico, que nos pone en evidencia a lo más bajo a lo que algunos seres humanos pueden llegar, a veces obligadas por las circunstancias. “Preciosa” es una producción dura, descarnada, con un mensaje final muy prometedor: que todas aquellas personas que se lo propongan, con empuje (push) pueden cambiar su destino, sin importar a que parte de la sociedad pertenecen. Precious tomo su segunda oportunidad, luego de haber sufrido todo tipo de humillaciones, para que un mundo nuevo de oportunidades se pueda vislumbrar para ella. Cinematográficamente, la obra parte de un guión sólido, bien articulado, de Geoffrey Fhetcher, que Lee Daniels tradujo a imágenes de gran potencia narrativa, respaldado por sólidos equipos técnicos –como fotografía y compaginación -, y un elenco que trasmite convicción siguiendo una dirección precisa y muy segura. El soporte para el guión y la dirección lo constituyen el trabajo de Gabourey Sidibe, como Precious, en su debut en el cine, a los 16 años, después haber incursionado en el teatro, y la presencia de Mo’Nique (42 años) con amplia trayectoria teatral, televisiva y fílmica como reconocida intérprete de comedia, quien en su carrera se hizo acreedora a distintas nominaciones y premios, autora del bestseler “Skimy Woomen are Evil” (2003), y que en “Preciosa” es toda una revelación por su primer trabajo dramático encarnando a Mary, la madre de la protagonista. Todos estos aciertos (más allá de algunas observaciones) justifican ampliamente que la realización haya merecido su nominación a los Oscar en varios rubros, entre los que se encuentran mejor película, mejor dirección, mejor actriz protagónica (Gagourey Sidibe) y mejor actriz secundaria (Mo’Nique).
Logrado reflejo, Duro y cruel, de la sociedad moderna En “Preciosa” se plantean todos los problemas que a pesar de los años siguen vigentes. Una chica de 16 años es obesa, negra y, además, ha sido violada por su padre, de cuya relación nació una criatura discapacitada, cuando ella tenía 12 años. Su vida cotidiana es una historia de horror: está embarazada y en espera del segundo hijo de su padre, mientras es una esclava, física y psicológicamente, de su abusiva madre. En la escuela es el blanco de todas las bromas por su sobrepeso y carga con un secreto que la llena de vergüenza: no sabe leer ni escribir. El tema del SIDA también está planteado en este filme que compite en varios rubros por los premios Oscar. Aunque muchos lo quieran negar “Preciosa” es la vida misma. Aquí se vuelve a plantear el tema de la discriminación, de los abusos sexuales y la humillación, entre otros problemas, de la sociedad contemporánea que afloran en la narración. Es una historia que nos inquietante y conmovedora desde que comienzan a proyectarse los primeros fotogramas hasta que nos retiremos del cine. Imágenes muy crudas y duras nos harán reflexionar. ¡Ojalá! que a muchos les sirva de lección. “Preciosa” compite por el Oscar con, entre otras, “Avatar” y “Vivir al limite”, producciones muy distintas entre sí. Habrá que esperar el dictamen de los miembros de la Academia de Hollywood, pero más allá del resultado, plantea una historia y cuanta con una realización que nos tocará en el corazón, por lo menos a los sensibles.
Una preciosa joya del cine independiente Cada tanto, cada vez más esporádicamente, aparece una de estas películas que nos dejan sin aliento. Sin efectos especiales, sin grandes estrellas en pantalla, sin siquiera un guión completamente innovador, pero narrada con tanta franqueza y reflejando la realidad con un cristal tan claro, que no hay forma de poder recorrer "Precious" sin tener un nudo en la garganta y el pecho oprimido. Claireece Precious Jones es negra, hiperobesa, casi analfabeta, a sus 16 años ya está embarazada por segunda vez y está punto de ser expulsada de su colegio, donde es absolutamente discriminada por profesores y compañeros de clase. Como dato adicional, el padre de sus hijos es su propio padre, quien ha abusado de ella desde que tiene uso de razón. Vive en Harlem, sola con su madre violenta y descalificadora -su padre está completamente ausente- y Precious es más su sirvienta que su hija, en una relación de sometimiento y violencia mostrada con una crudeza singular y destilando una violencia que shockea. Y cuando parezca que ya todos los datos de Precious han sido mostrados, que el infierno en el que vive no puede ser peor, el guión comienza a desplegar datos de su primer hijo y de otros integrantes de su familia. Si creemos que en este punto, nuestra "heroína" ya ha pasado por todo, estaremos nuevamente equivocados, el destino tiene más malas noticias para Precious... Sin embargo, a esta altura de las circunstancias, ella ya ha sido derivada a un centro educativo para casos especiales en donde se vincula con personas que han llegado a su vida para ayudarla a transitar un camino de redención, para reconstruir su dignidad. Para gestar un cambio. En contacto con esta segunda oportunidad de ser madre, ayudada por su profesora (excelente Paula Patton), una trabajadora social y un enfermero, Precious quiere y necesita hacer una diferencia. Comenzar a escribir una nueva historia. Si bien todos los elementos del film lo convierten en la gran película independiente del año, las actuaciones de la debutante Gabourey Sidibe -sin experiencia previa en la actuación- como Preciuos y más aún la de Mo'Nique en el rol de su madre (por el cual ha ganado ya el Globo de Oro a la mejor actriz de reparto) son soberbias. La fatalidad y la sordidez reinantes en la vida de Precious se interrumpen en algunos momentos con escenas oníricas, en las que ella sueña con ser una estrella, tener un novio apuesto, deseada por los hombres, ser elegante... en las que el director Lee Daniels aprovecha a construir un juego contrastante, arriesgado y creativo y con el que la película sigue ganando en crecimiento. Aunque de una dureza no muy fácil de transitar, "Precious" se transforma en una película indispensable, una de las más interesantes y talentosas de este año.
Un sueño por cumplir El cine estadounidense se anima a mirar de tanto en tanto el otro lado del sueño americano, ése que desmiente el insultante mito del primer mundo civilizado y bonachón, hoy caído nuevamente en desgracia por sus propias mentiras y contradicciones. Dos películas de este llamado “neo-neorrealismo norteamericano”, en palabras del crítico A. O. Scott (New York Times), coincidieron hace unas semanas en nuestra ciudad, y dieron muestras de las diferentes miradas que tiñen al movimiento Indie contemporáneo, volcado más que nunca hacia la realidad social de los Estados Unidos. Una de ellas es la por cierto polémica Preciosa, de Lee Daniels, nominada al Oscar a Mejor Película (se llevó el de Mejor Actriz de Reparto, para Mo’Nique), pese a ser un filme duro, complejo y desafiante, que generó discusiones por dónde pasó. Basado en Push, una novela de la poetisa afroamericana Sapphire, el filme se hunde en la existencia de Clareece Precious Jones (la actriz amateur Gabourey Sidibe, excelente), una adolescente negra de 16 años del Harlem de los años `80, casi analfabeta y con 150 kilos de peso, que intenta a duras penas progresar en el colegio y sobrellevar una vida de maltratos físicos, psicológicos y afectivos por parte de su madre (Mo’Nique, aún más impresionante) y su padre, de quien tiene una hija con síndrome de Down, y de quien espera un hijo más, fruto de sendas violaciones. Es, como se verá, una historia dura desde el principio, y Daniels no se anda con pruritos: se lo puede cuestionar por cierta manipulación emocional que propone al espectador, varios golpes bajos que se repiten en su trama, cierta abyección en fin que se puede detectar en algunos tramos. Pero al mismo tiempo, se trata de una película directa, que pone en escena a una clase social casi siempre excluida de la cinematografía y el imaginario simbólico de Estados Unidos, que lo hace con una inusual potencia dramática, y que en definitiva intenta enfrentar los prejuicios que estigmatizan a miles de afroamericanos de clase baja en el norte. Claro que las formas (que es dónde se debe buscar la ética cinematográfica) pueden traicionar las mejores intenciones, y el filme de Daniels se mueve por una fina cornisa entre el sensacionalismo barato y la voluntad testimonial, entre la explotación emocional y la denuncia social. Quedará al lector definir el resultado. No será el caso del segundo filme en cuestión, del estadounidense de origen iraní Ramin Bahrani, estrenado en el Cineclub Hugo del Carril (junto a la también excelente Excursiones, de Ezequiel Acuña, que me comprometo a comentar para su estreno en DVD). Se trata de Goodbye Solo (que sí, ya se puede conseguir en los videoclubes de la ciudad), un filme que hace de la sutileza un dogma: con una puesta en escena minimalista y casi documental, Bahrani recorre los meandros de la amistad entre un taxista senegalés y un pasajero misterioso, parco, que posiblemente está buscando acabar con su propia vida. El primero es el Solo del título (Souleymane Sy Ravane, mismo nombre que su personaje), un taxista alegre y esperanzado pese a pertenecer a la clase de los inmigrantes, con todo lo que ello significa, y que una noche recoge con su auto a William (el actor Red West, en su tiempo conocido por haber sido guardaespaldas de Elvis Presley), un hombre que le ofrece mil dólares por llevarlo, dentro de unos días, a una montaña llamada Blowing Rock, de peligrosa altura. A partir de allí, Solo comenzará a construir una amistad compleja, sincera y desinteresada, con William, que al principio se resiste a su compañía pero que pronto la entiende como un bálsamo a su soledad, aunque no confiese nada de su pasado ni de sus planes futuros. La gran virtud de Bahrani consiste en apostar por la sutileza y la honestidad: su cámara, detallista, basta para expresar las emociones de sus personajes, y las manipulaciones no existen, como tampoco los sentimentalismo ni golpes bajos. Sólo hay dos personas condenadas a los márgenes de la sociedad, pero capaces de apostar a la solidaridad y el encuentro como una forma de salida. El contagioso optimismo de su protagonista no funge además como un hipócrita modelo de heroicidad: al contrario, Goodbye Solo confirma que el “american dream” es aún un sueño sin cumplir. Por Martín Iparraguirre