Una película entretenida y que se deja ver a pesar de su último tramo, ya que si en la primera hora no tenías ni idea cuál iba a ser el desenlace, a partir de la hora de proyección empezás a adivinar lo que va a pasar casi...
Sobre la catatonia cinematográfica Frente a propuestas tan deficitarias y soporíferas como la que nos ocupa, uno como espectador termina dudando de la buena fe de los responsables del film y poniendo en tela de juicio su sentido común artístico, ese que debería torcer el rumbo ante tantos errores… Así como el horror constituye el género por antonomasia en el que se dificulta diferenciar al mainstream del indie liso y llano porque de por sí el rubro no necesita de presupuestos abultados ni estrellas de renombre, los directores especializados suelen mantener un cierto nivel cualitativo muy parejo, ya sea para lo positivo o lo negativo, algo bastante infrecuente en el ámbito del séptimo arte si lo comparamos con las generosas variaciones de la escala habitual de otros colegas con un rango de trabajos más heterogéneo. Dicho de otro modo, mientras que los amigos de los sustos suelen ser unos artesanos eficientes, el resto de los realizadores varían su popurrí de éxitos y fracasos según cómo soplen los vientos del género de turno y cuántos apellidos y dólares dispongan para la producción. De hecho, hoy estamos ante un opus de terror encarado por uno de esos “turistas” de la facción contraria. Los problemas que acumula Presencia Siniestra (Shut In, 2016) abarcan una gama de colores francamente sorprendente: el film hace casi todo mal, muy mal, y para colmo logra desperdiciar un elenco excelente que podría haber levantado “un poco” el devenir dramático, porque a decir verdad los inconvenientes están enraizados en lo más profundo de la propuesta, léase la paupérrima labor del director Farren Blackburn -un asalariado con mucha experiencia televisiva y la lamentable Hammer of the Gods (2013) a cuestas- y de la guionista Christina Hodson, aquí entregando su primer trabajo industrial. La primera parte toma prestadas las premisas básicas del J-Horror de la década pasada, esas vinculadas a los fantasmas y los jump scares cronometrados que impuso Hollywood a falta de nuevas ideas, y la segunda mitad reproduce cual carbónico el eje de El Resplandor (The Shining, 1980). En esta oportunidad la fatalidad en cuestión viene por el lado de un prólogo en el que un matrimonio, compuesto por Richard (Peter Outerbridge) y la psicóloga Mary Portman (Naomi Watts), decide enviar a su problemático hijo Stephen (Charlie Heaton) a un internado especial. En el camino al colegio un accidente automovilístico mata al hombre y deja al joven en un estado catatónico, quien de inmediato pasa a depender de una decaída Mary, su madrastra. Al mismo tiempo tenemos la historia de Tom (Jacob Tremblay), uno de los pacientes del personaje de Watts, un niño prácticamente mudo que primero lo apartan de su cuidado por otra de las tantas arbitrariedades de la trama, luego escapa para regresar con Mary y finalmente desaparece sin dejar rastros. Ella a su vez se hace tratar con un psiquiatra, el Doctor Wilson (Oliver Platt), por su sentimiento de culpa y sus pesadillas. Más allá de los enormes agujeros que va dejando el relato y de la ausencia de aunque sea un ápice de originalidad, la película es aburrida y demasiado torpe, incapaz de construir un verosímil que despierte algo de simpatía para con una serie de personajes extremadamente esquemáticos y unidimensionales. En este sentido, el ejemplo excluyente de ello se resume en el tratamiento que padece Tremblay, un actor glorioso que descolló en La Habitación (Room, 2015) y Somnia: Antes de Despertar (Before I Wake, 2016) y aquí está relegado al mutismo y a ser el “nene en peligro” que debe rescatar Watts. Como ya lo demostraron varios films de los últimos meses, el bus effect está lejos de estar “finiquitado” en términos retóricos dentro del terror, aunque debe ir acompañado de algún tipo de desarrollo porque caso contrario nos seguiremos topando con despropósitos desganados como el presente…
El suspenso superficial En Presencia siniestra (2016), Mary Portman (Naomi Watts) vive en las afueras de la ciudad, trabaja como psicóloga de niños y jóvenes mientras cuida y atiende a su hijastro que se encuentra en estado vegetativo. Con la aparición de un niño, comenzarán a ocurrir hechos paranormales que llevarán a Portman a descubrir una verdad que amenazará su vida y la de su entorno. Presencia siniestra se plantea como otra película de terror y suspenso en la cual, el miedo y el desequilibrio del personaje llegará fuera de cuadro alimentando la imaginación del espectador. Al principio, distintos sucesos paranormales comienzan a oprimir el pensamiento racional de la protagonista haciendo dudar de la veracidad de los hechos que ocurren en su hogar y su familia. El quiebre en la película es el momento que empieza a revelarse el misterio. Logra evitar la opción más predecible de películas del género. Sin embargo, a pesar ser un momento de ruptura positivo, por no caer en el lugar común, termina por ser negativo debido a la forma en la que llegó hasta ahí, ya que desacredita parte de lo visto anteriormente. Al no tener un argumento creíble no puede sostener la explicación de los hechos. El terror por eventos paranormales mutó en una forma más violenta y psicológica a la vez, algo que no fue bien manejado en la transición, ya que el guion de Christina Hodson no tuvo la suficiente consistencia para consolidar el argumento. Respecto a la dirección de Farren Blackburn, logró escenas atrapantes, genera suspenso en el espectador pero no agrega mucho más. Ciertos planos y secuencias en directa relación con la fotografía de Yves Bélanger constatan una buena simetría en las intenciones del director respecto al ambiente del film. Con personajes cliché, el elenco de Presencia siniestra continuó por el camino conformista y mediocre del director: actores como Jacob Tremblay, Oliver Platt y David Cubitt no generaron una empatía con el espectador por lo superficial y común de sus personajes. Naomi Watts cumplió pero no pudo amplificar un personaje muy básico y superficial. Si habría que destacar a alguien sería el caso de Charlie Heaton que, a pesar de llevar a cabo una actuación un tanto sobreactuada, dejó los mejores momentos en el film. Presencia siniestra reunió a un buen elenco y propuso una historia con un buen giro argumental, dentro de lo que podría esperarse de una historia del género, pero no fueron buenas las decisiones en el aspecto de dirección como del guion, el núcleo y corazón del film. Dentro de este esquema tan marginado de maniobra, quedó una tarea difícil para los actores de representar algo que supere los vaivenes en la parte creativa de la película.
Una psicóloga infantil, que ha quedado viuda, cuida de su hijastro adolescente que se encuentra parapléjico. Entre sesiones de terapia y extraños sucesos que rodean a la protagonista, la película juega con el suspenso pero resulta forzada y previsible. Con la atmósfera de algunos relatos de Stephen King, la nueva película protagonizada por Naomi Watts juega con el aislamiento y las inesperadas jugadas de la mente en Presencia siniestra, un relato de suspenso que resulta convencional y previsible, pero se apoya en un elenco que cumple con las expectativas. Mary -Watts-, es una psicóloga infantil que ha quedado viuda y ahora al cuidado de su hijastro adolescente -Charlie Heaton, la estrella de la reconocida serie de Netflix, Stranger Things- que se encuentra parapléjico luego de un accidente de auto en el que falleció su papá. Entre sesiones de terapia con un niño sordomudo -Jacob Tremblay, visto este año en La habitación- y extraños acontecimientos que comienzan a suceder en la casona de Nueva Inglaterra, la película juega con buenos climas al comienzo y da un giro, que se adivina, y pierde en sustos y fuerza dramática. Con sobresaltos potenciados por la música, la trama acumula a personajes sospechosos que rodean a Mary: el padre de un paciente adolescente; una amiga que la ayuda cuando más lo necesita y un psiquiatra -Oliver Platt- con el que se conecta a través de la computadora. En tanto, la soledad, los ruidos extraños que hay en la casa, el comienzo de la tormenta de nieve y una desaparición, la llevarán a un estado de desesperación. Presencia siniestra -una traducción local poco feliz del original Shut in- echa mano a recursos ya vistos -como el tema de las pesadillas recurrentes- pero el mayor problema es que no construye una base sólida para lo que desarrolla después. La presencia siniestra a la que alude el film servirá como excusa para que Watts encienda su potencial de buena intérprete y lo vuelque en la difícil relación que mantiene con su hijo postrado. El film, que recuerda a varios exponentes del género, suma inquietud y violencia en los minutos finales y el verosímil queda perdido en medio de la nieve.
Sustos eran los de antes En una película que ya vimos cientos de veces, el suspenso vuelve a la pantalla de la mano de una excelente actriz como es Naomi Watts y dos estrellas ascendentes como Jacob Tremblay y Charlie Heaton (si, el pibito de Stranger Things). En una mezcla de El Resplandor, Piscosis y El Orfanato, sale Presencia siniestra. ¿Cuál es el mayor problema de esta película? Que el villano no le llega ni a los talones a Naomi Watts, quien de a poco se ha ido convirtiendo en una de la preferidas para este tipo de films. Watts es Mary, una psicóloga infantil que vive en una aislada casa del bosque con su hijastro Stephen, un adolescente en estado vegetativo desde el accidente de coche en el que murió su padre. Mary ha decidido trasladarle a un centro especializado en el cuidado de pacientes como él, pero antes debe prepararse para pasar una gran tormenta que se acerca. Pesadillas muy reales, ruidos detrás de las paredes y apariciones completan este film de terror que promete pero se desinfla de a poco...
Presencia, no muy siniestra Presencia siniestra (Shut In, 2016) es una película de terror del más bajo orden, hecha a base de sonidos molestos, imágenes trilladas y diálogo del nivel de “Debo estar volviéndome loca” y “¡No existen tal cosa como los fantasmas!”. Lo que es peor, el film humilla a una actriz de la estirpe de Naomi Watts con un papel que en el mejor de los casos debería ir a alguien con la mitad de su talento o reconocimiento. ¿Qué vio en el guión de Christina Hodson? ¿Se dejó llevar por el hecho de que formaba parte - de alguna forma - de la Blacklist del 2013 (un listado de “guiones favoritos” sin producir)? ¿Le dio nostalgia de regresar al género años luego de recibirse con La llamada (The Ring, 2002)? ¿Vio en el personaje de la psicóloga infantil más estúpida e incompetente del mundo otra chance al Oscar y el Golden Globe? Watts interpreta a la Dra. Mary Portman, que enviuda al principio de la película y queda a cargo de su hijastro, que lleva varios meses comatoso y sin dar señales de lucidez. Comparten una casa perdida en un bosque nevado, siempre una locación propicia, pero la cuestión del aislamiento está ineptamente trabajada. El guión la inunda de todo tipo de resquicios y momentos simpáticos que constantemente causan distensión. Atiende a sus pacientes en el consultorio de al lado. Sale a pasear con su secretaria. Tiene una trama romántica con otro padre soltero. Casi siempre es de día y está en compañía. La atmósfera está tan mal construida que cuando llegan los “sustos” quedan en evidencia, aunque cuesta imaginar un marco en el cual funcionarían. El intruso que resulta ser un animal. El ruido súbito y totalmente gratuito. Se abusa tanto del “susto que en realidad era un sueño” que llega un punto en que la película se cansa de mostrar a Portman despertando y simplemente corta a la mañana siguiente en vez de concluir la escena. Algún tipo de presencia vaga y hostil acosa a Watts, que se entrevista con su psicólogo por Skype (Oliver Platt) para recibir soporte moral y el susodicho memo sobre fantasmas. En un momento de urgencia le indica qué estrategia mental debe emplear para desarmar a un intruso y el efecto es tan risible que podría haberle dicho “Usa la fuerza”, tan básica e ilusa es la comprensión psicológica de la película. Pobre Watts termina en la categoría de aquellos actores inmensamente dotados que “hacen lo que pueden” con el guión. La cuestión es que ella está convencida de que está siendo atormentada por el espíritu de su último paciente (Jacob Tremblay), que se perdió en el bosque tras una última (fallida) sesión. A la par empieza a tener fantasías sobre matar a su hijo, o lo que queda de él. La ley de la economía cinematográfica nos enseña que de alguna forma hijo y paciente están conectados y que Watts va a terminar salvando a uno a expensas del otro. Aún entonces el film logra arruinar un sencillo arco redentor con un giro sorpresa tan insultante que el film entero parece una broma dirigida a quien lo vea.
Naomi Watts es la protagonista de esta turbadora historia de horror intimista Naomi Watts es una psicóloga infantil que habita una casa en medio de la nieve acompañada solo por un hijo tetrapléjico al que cuida amorosamente. La llegada a su vida de un niño huérfano sordomudo la llevará a vivir experiencias extremas de horror en las que nada es lo que parece. Farren Blackburn dirige esta interesante y original cinta, que con pocos actores y recursos de producción mínimos logra generar climas de terror y suspenso de manera efectiva. Watts logra transmitir sus sufrimientos, primero como una madre castigada por la vida y luego como una "reina del grito" sutil. El elenco que la acompaña cumple, aunque vuelve a sobresalir por encima del resto el niño de La Habitación, Jacob Tremblay (otra vez como un infante dócil, aunque en esta oportunidad apelando a ciertas cuotas de misterio detrás de su inocente mirada). Bien filmada y entretenida, con algunos homenajes a "El Resplandor", hay en el guión una clásica vuelta de tuerca sobre el final que resulta un tanto previsible. Pese a eso, es un filme que sin ser una obra maestra del género se deja ver.
El film de horror de la semana parte de una idea difícil: lo temible es un niño con problemas psiquiátricos y discapacitado. O quizá, dos. Todo está puesto allí para que la dulce psicóloga infantil que interpreta Naomi Watts lo pase mal. Vive sola, en medio del bosque, con el chico, al que cuida con amor de madre y esmero de enfermera. Se viene una tormenta histórica. El niño tiene competencia, y no le gusta. Más allá de los dudosos vaivenes de su argumento, esto asusta poco o nada.
Presencia siniestra es -en principio- una gran estafa porque toda su campaña promocional te hace pensar que se trata de una película de terror (o al menos terror psicológico) cuando en realidad se trata de un mal thriller. Su único peso es el nombre de su actriz protagónica y hoy en día Naomi Watts ya no es quien era a nivel prestigio y taquilla. Está llena de lugares comunes y ni las buenas interpretaciones de Charlie Heaton (Stranger Things) y la joven promesa Jacob Tremblay la salvan de los falsos climas. El director Farren Blackburn, que trabaja mayormente en televisión y que esta es su segunda película no logra generar ningún tipo de buen clima y la tensión es muy escasa cuando tendría que ser todo lo contrario. Además hay ciertas secuencias muy previsibles y de manual, por dar un ejemplo sin spoilear: es muy fácil darse cuáles personajes sobreviven y cuáles no. En resumen es más de lo mismo pero de lo malo.
Terrible desperdicio de intérpretes, tremendo gasto de energía para construir un thriller psicológico con elementos paranormales que se transforma, vaya uno a saber por qué, en una serie de perezosos golpes de efecto que no terminan de conformar una historia. Aún cuando Watts hace lo imposible por otorgarle credibilidad a la pesadilla en la que se ve envuelta, el realizador no confía en sus criaturas sino en el cliché probado. No porque sea pertinente, sino porque no entiende su historia.
Presencia siniestra es una producción mediocre que desaprovecha en un guión horrible dos buenos artistas como Naomi Watts y Jacob Tremblay, el niño que este año se lució en La habitación. Aunque en los avances promocionales se la vende como una propuesta de terror, en realidad es un film de pseudo suspenso que fracasa por completo a la hora de construir un conflicto interesante. Creo que esta película debe tener el récord de escenas de sustos falsas, donde se amaga con una supuesta amenaza que luego resulta un sueño o una confusión de la protagonista. El director Farren Blackburn, quien construyó su carrera en la televisión inglesa, presenta una historia con una severa crisis de identidad, donde no queda claro si deseaba filmar un slasher de terror o un thriller sobrenatural. El film no es ninguna de esas cosas y ofrece un relato tonto que encima incluye un giro sorpresivo completamente ridículo. Ni siquiera Naomi Watts, que es una gran actriz, pudo levantar este bodrio que usa de manera obscena los momentos de sustos falsos. Tampoco ayudó que la narración de Blackburn tarda una eternidad en establecer el conflicto y casi 40 minutos de la película se centran en situaciones intrascendentes. Entre las propuestas de este género que llegaron este año al cine, Presencia siniestra es una de las peores y se hace imposible encontrar algún elemento que justifique su recomendación.
Presencia siniestra: una de terror que desbarranca Presencia siniestra empieza como un thriller psicológico, filmado con elegancia, con una locación de ensueño digna de una comedia romántica de Nancy Meyers y buenas actuaciones. No tiene nada muy original y abusa de los sobresaltos generados por efectos de sonido sorpresivos y del clásico "menos mal que sólo era un sueño". De todas maneras, hasta cierto punto resulta entretenida esta historia de una psicóloga infantil viuda, interpretada por la siempre impecable Naomi Watts , quien vive en una casa aislada en Maine con su hijo (Charlie Heaton), que quedó cuadripléjico por un accidente, y se ve perturbada por la desaparición de uno de sus pacientes (Jacob Trembley). En el comienzo se plantea un juego con el misterio del germen del terror, es decir, si lo que le sucede a la protagonista es la consecuencia lógica del trauma de una madre angustiada o si de verdad hay un fantasma que la está acechando; algo que tan bien funcionó en The Babadook y en otras películas del género, pero acá no lo logra. La posibilidad de un entretenimiento no demasiado inteligente pero aceptable se derrumba cuando el guión da un volantazo que lo lleva al terreno del ridículo. Para ese entonces ya es demasiado tarde para que la película se convierta en un producto de consumo irónico con el que reírse abiertamente, se hace difícil seguir la historia y se añora esa primera parte que lograba mantener la atención y ofrecía el plus de admirar los divinos sweaters que luce Naomi.
Hay un loquito suelto en la casa Es una película que ya vimos mil veces, pero con un psicópata que no asusta. Naomi Watts es una actriz versátil, difícilmente encasillable, pero desde La llamada hasta hoy, pasando por El camino de los sueños de David Lynch, se convirtió en una de las mejores scream queens de la actualidad. Por eso, su protagónico en Presencia siniestra era toda una promesa de terror de buena calidad. Una promesa incumplida, porque aquí no hay guión ni villano que respalden a la siempre cumplidora rubia australiana. Watts es Mary, una psicóloga de niños y adolescentes que atiende en una casona en medio de un bosque, donde además convive con Stephen (Charlie Heaton, famoso por su Jonathan Byers de Stranger Things), su hijastro. El detalle es que el muchacho está ido y cuadripléjico a consecuencia del accidente automovilístico en el que murió su padre. Mary tiene que cargar sola con el cuidado de Stephen, y además vive aquejada por pesadillas sumamente realistas. Para peor, se viene una tormenta de nieve que los dejará aislados durante un tiempo. Todo está servido para una disfrutable sesión de terror psicológico, con dilema moral incluido: ¿hasta qué punto es soportable la carga de un familiar discapacitado? Pero además de abusar del recurso de “era un sueño” y de los sobresaltos estilo “era el gato”, la película toma un camino perjudicial con la aparición de un psicópata grotesco. Que no da miedo y, además, explica los motivos de su accionar patológico con largas parrafadas. Consejo: para asustarse con personajes atrapados dentro de una casa con un maníaco al acecho, véase otro estreno de 2016, No respires, que sí le da una vuelta al asunto.
LA NOCHE Y LOS PEORES TEMORES La cuota de terror de la semana pero esta vez con una estrella como protagonista Naomi Watts con Charly Heaton y Jacob Tremblay (el chiquito de “La habitación”) Lo que se presenta como siniestro con los clichés del género; Casa cercana al bosque, solitaria, una desgracia que dejo a la protagonista viuda, con su hijo político postrado y la desaparición de un pequeño que ella atiende como psicóloga, arma el suspenso. El entretenimiento funciona hasta que la resolución final, tiene una explicación lógica pero un tanto forzada. Con un nivel superior a lo que suele verse últimamente para aprovechar a los fans del genero, sin embargo no se redondea como corresponde.
Naomi Watts cree ver gente ¿muerta? Este film de terror empieza correctamente, generando intriga con un planteo bastante original, pero una vez que revela su misterio se va quedando más y más corto. Naomi Watts es una psicóloga especializada en chicos que vive en una zona apartada de Nueva Inglaterra. Cuando su marido y su hijastro chocan de frente con un camión, ella queda viuda y cuidando sola al adolescente, ahora convertido casi en un vegetal. Pero además la protagonista continúa con su trabajo de psicóloga, entablando un vínculo especial con un nene sordo de nueve años con dificultades de comportamiento, lo que redunda en romperle un brazo a un compañerito. Aunque a ella le gustaría seguir el tratamiento del nene huérfano, las autoridades se lo llevan a una institución en Boston. O mejor dicho, esa era la idea, porque el nene huye y le aparece a la psicóloga en la casa a mitad de la noche, para luego volver a huir. Como eso sucede en medio de una tempestad de nieve, todos dan por muerto al chico. Por eso cuando la protagonista empieza a escuchar ruidos en su casa y hasta cree ver al chico, comienza a creer que está conviviendo con un fantasma. Obviamente pasan cosas raras, y durante la primera mitad el film plantea ese enigma, si es que el nene sigue vivo, hay un fantasma o una combinación de ambas cosas sumadas al joven vegetativo. Pero la revelación es demasiado obvia, y como cuando es explicada aún queda media película por delante, el guión debería haber buscado algún otro giro más interesante. Como no lo hace, y el director tampoco se juega con los niveles de suspenso y violencia, todo el asunto termina resultando muy apagado y apenas salvable por la buena actuación de Noami Watts.
Su trama mezcla el terror, thriller psicológico y drama. Su ritmo es pausado, resulta bien y te atrapa los primeros 45 minutos. Quien se pone la historia al hombro es Naomi Watts quien interpreta muy bien su rol como la psicóloga Mary Portman, le pone los matices donde la historia lo requiere. Con algún toque al libro "El resplandor" de Stephen King. Pero el último tercio de la película va cayendo, con una sucesión de hechos predecibles y no logra sostenerse.
Nieve y soledad. Un adolescente con problemas de conducta es enviado a una escuela internado cuando sus padres finalmente deciden que ya no pueden controlarlo, pero en el trayecto discute con el padre y el auto se estrella de frente contra un camión. El resultado es la muerte del hombre y el joven regresando a la casa en estado catatónico, requiriendo que su madre dedique devotamente sus días a satisfacer todas sus necesidades. A los pocos meses la situación comienza a volverse insoportable y ella comienza a ceder ante las sugerencias de su entorno de poner al hijo en una institución donde tenga cuidados médicos permanentes. Al principio la culpa no la deja tomar la decisión de volver a intentar deshacerse de él, pero la oportunidad de rearmar su vida adoptando a un niño mudo que tiene de paciente la ayuda a decidirse, hasta que el niño desaparece. Se asume que huyó al bosque nevado que rodea la casa y a los pocos días nadie salvo su terapeuta guarda esperanzas de encontrarlo con vida. O quizás sólo prefiere creer que sigue vivo porque siente su presencia rondando la casa y la alternativa es asumir que está perdiendo la cordura. Ya hablamos de los trailers que arruinan la película, pero el de Presencia Siniestra es un ejemplo de todo lo contrario. No es que la venda como algo revolucionario del género, pero con una edición intencionada para despistar al público, intenta lograr lo que no puede el guión: hacernos dudar sobre lo que está pasando o lo que va a pasar. No hace falta haber visto muchas películas del género para verle los hilos bastante rápido a la historia de Presencia Siniestra, anticipándonos incluso a cada intento de sobresalto remarcado con un efecto sonoro a todo volumen: cada vez que un gato salta de atrás de un basurero o una sombra que cruza por el fondo, entre otros de sus toscos intentos de convencernos de que sucede algo diferente para sorprendernos con el final, que es el que seguramente adivinamos a la media hora de película. Naomi Watts hace lo que puede con lo que le tocó y se carga al hombro casi toda la historia con pequeños aportes de Jacob Tremblay (con toda la presión del mundo desde su éxito en Room), mientras que a Charlie Heaton (Stranger Things) no le alcanza su natural cara de paciente psiquiátrico para sostener el papel que le toca, por más chato y absurdo que estuviera escrito. Presencia Siniestra no se decide a ser thriller, terror sobrenatural ni slasher pero intenta fallidamente pasar por todos ellos, fallando princilamente porque la trama de misterio que intenta contar se cae bajo su propio peso sin causar inquietud ni interés por la salud de los protagonistas, recurriendo a aburridos giros gastados y golpes de efecto que pretenden causar sobresalto pero que cualquiera que haya visto dos o tres películas de terror los ve llegar. Conclusión: Aburrida y previsible hasta volverse absurda, la única Presencia Siniestra es la de esta película en la cartelera.
Mary trabaja en una alejada cabaña como psiquiatra infantil, al mismo tiempo que intenta re hacer su vida cuidando de su hijastro que ahora se encuentra parapléjico. Mientras un niño local que es paciente suyo desaparece, y con una gran tormenta de nieve acercándose, Mary empezara a sufrir pesadillas y alucinaciones, todo esto sumado la lleva a dudar de su salud mental o si en verdad hay una presencia en su casa. Casi desapercibida nos llega Presencia Siniestra, un film de terror y suspenso con la siempre interesante y cumplidora Naomi Watts en el rol principal; y lamentablemente ahí se terminan las cosas positivas que tiene para ofrecer Shut In (nombre original de esta película). No es que seamos malos, ni que no nos gusten los films de estos géneros, pero es que de verdad sorprende ver cómo a veces actores de renombre y que nos tienen acostumbrados a grandes papeles y películas terminen participando en estos proyectos; salvo que fuera porque tienen algún contrato por x cantidad de cintas con determinada productora, y bueno… los contratos se respetan. En el caso de Presencia Siniestra se parte de una buena idea que hasta los primeros compases de la trama parece que va a ser interesante, ya que por un lado tenemos a esta madre (madrastra, mejor dicho) viviendo con el hijo de su difunto esposo en una cabaña en el medio de un bosque aislados del resto del pueblo, por otro lado tenemos la condición casi vegetativa del adolescente y a esto le sumamos la desaparición de un niño pequeño que tenía cierta conexión con nuestra protagonista a días de una tormenta de nieve que azotara a todo el poblado. Es una lástima que todo esto termina siendo echado por tierra casi a los quince minutos de metraje, cuando nos vemos venir el desenlace y la trama se convierte en una sucesión de momentos WTF constantes con tal de intentar sorprendernos con el giro final, siendo que la mayoría de los espectadores lo verán venir desde el inicio. Todo esto provocando que la película por momentos cause gracia cuando no se lo proponga, o peor aún, se vuelva tediosa cuando apenas dura una hora y media. Sólo podemos destacar el trabajo realizado por Naomi Watts, que por suerte se tomó el proyecto de forma profesional y da lo mejor de sí, volviendo creíble su personaje pese a que la trama se esfuerza en hacerla parecer bastante tonta. También hay que mencionar al joven Jacob Tremblay, quien ya nos había sorprendido a finales del año pasado o inicio de este (dependiendo del país que sean, la fecha de estreno fue variando) con La Habitación. Gran futuro le espera a este niño si los padres no lo explotan y elige mejores proyectos. Presencia Siniestra es una floja película, muy de manual y con un giro final que la mayoría de los espectadores ya habitúes al género verán venir a la legua. Con casi nada que destacar, sólo esperamos que a nadie se le ocurra hacer una secuela…
En uno de los afiches de promoción de Presencia siniestra, ópera prima de Farren Blackburn, Naomi Watts reposa en una bañera mientras en el fondo se ve la silueta de un hombre formada en el vapor. La imagen amenazante es prometedora. Y si a esto le sumamos los nombres del pequeño actor Jacob Tremblay (a quien vimos lucirse este año en La habitación) y del joven Charlie Heaton (uno de los protagonistas de la aclamada serie Stranger Things), las expectativas aumentan. Sin embargo, en Presencia siniestra todo está mal. El filme no tiene tacto para el suspenso ni la mínima capacidad para construir la verosimilitud del drama que aborda. El paisaje nevado es sólo decorativo, nunca un elemento que refuerce la atmósfera de terror que pretende tener. La luz tenue, casi a oscuras, tampoco logra transmitir la angustia y la desesperación de su protagonista principal. Mary Portman es una psicóloga para niños que queda viuda. El marido y el hijo adoptivo tienen un accidente terrible, en el que el mayor muere y el joven queda parapléjico. Mary pasa sus días entre su trabajo y el cuidado del adolescente inválido. Un día llega a su vida un niño retraído llamado Tom, personaje que en un comienzo parece traer la clave del filme, pero que después se desvanece como hielo al sol, hasta el punto que no se sabe muy bien cuál es la función que cumple en la trama.
Bostezo en la oscuridad En la mayoría de las películas de suspenso los personajes se sienten más cómodos recorriendo sus casas a oscuras en lugar de prender la luz... Bueno, “Presencia siniestra” cuenta con varias de esta ya repetida escena, entre otros lugares comunes del género. M. Night Shyamalan dejó una profunda huella con su intensa “Sexto sentido”, pero lamentablemente en esa huella la mayoría de las películas que quisieron seguir el paso, hicieron sapo. Este también es el caso de “Presencia siniestra”, que sólo cuenta con la atracción de que Naomi Watts es la protagonista del filme. Pero, claro, no alcanza. Watts hace de Mary, una psicóloga infantil que vive aislada en una casa del bosque con su hijastro Stephen, un adolescente en estado vegetativo desde el accidente de coche en que murió su padre y marido de Mary. Al mismo, tiempo aparece y desaparece un niño que es paciente de Mary, y también aparecen los primeros ruidos misteriosos en la casa. Encima, se acerca una gran tormenta, pero lo mismo las escenas son largas, oscuras, lentas, silenciosas... Un gran bostezo. Y cuando llega el terror y el suspenso intenta apoderarse de la historia, la audiencia seguramente ya está desencantada y entonces todo se parece demasiado a un gran truco.
Un pequeño pueblo en medio de un bosque; un niño sordomudo, otro en estado vegetativo; una desaparición; una tormenta que se avecina; un psicólogo; una madre desesperada. A primera instancia, los elementos disparadores de la trama de Shut In resultan interesantes. Lo mismo sucede con el trío protagónico Naomi Watts–Jacob Tremblay–Charlie Heaton. Sin embargo, el producto no es el esperado. A pesar de contar con todo lo que presuntamente tiene que tener un buen thriller psicológico al estilo de Sixth Sense, el tercer largometraje de Farren Blackburn (Hammer of the Gods) es irregular. Watts no es una actriz que tiene un palmarés distinguido, pero se lució en gran parte de su extensa filmografía, ya sea en películas como 21 Gramos, Lo imposible, Birdman, Mulholland Drive, The Painted Veil o Funny Games. El pequeño Tremblay cautivó al mundo a fines del año pasado con su performance en Room, así como también llamó la atención en la ceremonia de los Premios Oscar, en la que aprovechó todo momento para fotografiarse con famosos. Heaton, por su parte, acarrea la fama repentina por su participación en una de las series del año: Stranger Things. La buena elección del reparto no garantiza el andar de la película, aunque uno de los atractivos del film -si no el principal- es Tremblay. El talento y el momento del actor son desaprovechados por sus acotadas y esporádicas apariciones, que no condicen con su importancia en la trama. La complejidad física y psicológica del personaje de Heaton varía escena tras escena, lo cual indica una disparidad entre lo efectivo y lo que no lo es. Watts, a pesar del contexto cuasi ridículo que la rodea, sale airosa. Sin llegar al nivel de la extraña We Need to Talk About Kevin, ni a parecerse a un film con la firma de M. Night Shyamalan, Presencia Siniestra tiene toda la intención de ir más allá de lo genérico y plantear algún tipo de moraleja. Lejos está de lograrlo. Blackburn recurre a innumerables golpes de efecto, construye a un inverosímil psycho killer y recae en lo predecible. Al contrario que la mayoría de los thrillers, la excusa para hacer llegar “el mensaje” es el planteo de un film de manual, efecto conseguido en su firme posición paródica por The Cabin in the Woods. La desgraciada historia de los personajes está plagada de decisiones éticas y ajusticiamientos resueltos de forma desprolija. Shut In llama más la atención por sus intérpretes y su misterioso argumento que por sus creadores. Ni Blackburn, quien dirigió capítulos de las series Daredevil y Vera, ni la guionista debutante Christina Hodson están en los planes de aquel que espera los estrenos de las películas nominadas en alguna premiación. Cuando la historia por fin se encamina y se ubica cómodamente en lo que tendría que haber sido desde un principio, el espectador ya habrá visto su reloj y se habrá dado cuenta de que pasó casi una hora. Presencia siniestra juega en el límite entre lo mediocre y ambicioso, a costas de no enderezarse.
PRESENCIAS ABURRIDAS Todos los clichés típicos de los thrillers de los últimos 15 años más el protagónico de Naomi Watts (encasillada en ese tipo de papeles) hacen de Presencia siniestra, de Farren Blackburn, un producto intrascendente y aburrido, con una duración prolongada para este género que se encuentra devastado de ideas. Watts interpreta a una psicóloga infantil que pierde a su marido en un accidente de tránsito, en el que también su hijastro -interpretado por Charlie Heaton (el hijo adolescente de Winona Ryder en la sublime Stranger things)- queda cuadripléjico y casi en estado vegetativo. En una casa grande en el medio del bosque, la profesional se divide entre cuidar del joven y atender sus pacientes, entre los que se destaca el pequeño Jacob Tremblay -soberbio en el multipremiado drama La habitación-. Este niño huérfano y sordo casi con un papel algo similar a la floja Somnia, antes de despertar, de Mike Flanagan -y que recuerda al fenómeno de Dakota Fanning en los 90’-, se convierte en una obsesión para la protagonista cuando desparece sin dejar rastro. Avasallada por tanta labor, la mujer decide junto a un colega terapeuta que lo mejor será que su hijastro pueda ser atendido en una institución abocada a su dificultad. Sin embargo, las cosas se complican cuando por un lado una tormenta de nieve se avecina y extraños sucesos “fantasmales” comienzan a desarrollarse en su hogar. Esta ensalada de contenidos tan enmarañados, con una vuelta de tuerca recién a la hora, se presenta desacertada y ridícula. En el afán de atar cabos, se vuelve descabellado y poco creíble lo que propone Blackburn. Esta idea mal desarrollada ni siquiera se salva por su importante reparto. Tampoco ayuda su respetable factura técnica, ya que en lo narrativo recuerda mucho a thrillers realizados hace una década atrás; telefilms o películas clases B de este tipo de temática. A Presencia siniestra le cuesta demasiado su arranque y sostenerse a lo largo de su duración. Se vuelve forzada y densa, lejos de cualquier elemento de buen suspenso. Tampoco sorprende a espectadores expertos en estas producciones psicológicas de miedo u obsesión. Compararla a otros films sería contar un poco de su historia, que cae en lugares comunes y lejos de toda aparente sorpresa.
Formas de asustar existen varias, pueden ser originales o remozar algún truco ya viejo y conocido pero eficaz. También se puede hacer el intento de asustar, acumular todos los recursos, y morder el polvo. Presencia Siniestra echa mano a unas cuantas ideas que ya vimos, trata de crear un halo de originalidad alrededor de ellas; y sí, fracasa rotundamente. Naomi Watts, quien alguna vez perfiló como esas estrellas capaces de vender con su solo nombre en el afiche, pero el thriller le fue siendo esquivo luego de la prometedora primera entrega de The Ring; es el centro de la escena y quien tendrá que cargarse todo el asunto al hombro. La rubia es Mary Portman, una psicóloga infantil que ni bien iniciado el film ya la encontramos a pleno drama. Tiene un hijastro problemático, Stephen (Charlie Heaton), al que su pareja llevará a una de esas escuelas pupilas ´para reformarlo durante una temporada. Hay llantos, despedidas, negación, y un forcejeo que hará que en medio del viaje Stephen y su padre sufran un accidente en el cual, el hombre perderá su vida. Tras un salto de seis meses, Mary parece estar condenada a más sufrimiento. Debe hacerse cargo de Stephen el cual perdió toda movilidad y capacidad de reacción; soporta su viudez reciente de un modo bastante aceptable; atiende a sus pacientes que también cargan con algunos inconvenientes; y para más vive en uno de esos pueblos típicos de película de terror, separado de todo el resto, con mucho bosque, y una tormenta de nieve que está por llegar y amenaza con aislarlos todavía más. ¿Puede soportar más Mary? Pues sí, porque se compromete afectivamente con uno de sus pacientes, el niño sordo Tom (Jacob Tremblay que se está haciendo especialista en hombrecitos traumados), quien también tiene algunas reacciones violentas y debe ser llevada a una institución de tratamiento pese a las sugerencias de la psicóloga. Una noche Tom se aparece imprevistamente en casa de Mary, el auto que lo trasladaba a la institución está estacionado frente a su casa averiado, y el niño solo y lastimado. Cuando Mary quiere asistirlo, Tom habrá desaparecido. Sí, hay más argumento; los días pasan y Tom no aparece, pero Mary comienza a sentir una presencia que la acosa de noche. Todo empeora cuando Tom sea considerado muerto, pero la mujer siga presintiéndolo. Increíblemente todo este argumento que podría ser descripto como una catarata de desgracias, se desarrolla en no más de veinte minutos. Lo que resta para la hora restante es ver el colapso de una mujer que es asustada no sabemos muy por qué, pero es cada vez peor. A una película de terror, o de suspenso que amenaza con bordear lo sobrenatural, no se le suele exigir demasiada verosimilitud, son las reglas del juego. Pero aun obviando los muchos baches, y lo poco creíble de que una persona pueda soportar todo eso en tan poco tiempo sin querer volarse la tapa de los sesos, le debemos sumar una total ineptitud desde el guion por generar empatía o interés por lo que sucede. ¿Cómo es que alguien que sufre tanto nos importe tan poco? Todo lo que la rodea, inclusive el ritmo de los hechos, es profundamente aburrido. Ni el director Farren Blakburn, ni la guionista Christina Hodson cuentan con experiencia fuerte en cine. Quizás esa sea una de las razones por las que Presencia Siniestra se parezca tanto a otras, desde Mente Siniestra, a The Ring Two, hasta la reciente Before I Wake. Como sea, la mezcla entre todos los tópicos conocidos genera cierta originalidad en la incertidumbre sobre lo que puede pasar, y mínimamente genera una curiosidad por cómo resolverán el misterio que han creado. Sin adelantar, la resolución ofrecida no podría ser más inadecuada sobrepasando todos los límites de la credulidad. Presencia Siniestra es fallida por querer enroscar más de lo necesario lo que pudo ser una idea más sencilla, práctica, y más eficaz. Desde la premisa todo parecía más interesante.
Pobre Mary (Naomi Watts), tras sufrir la repentina muerte de su marido en un accidente de tránsito debe lidiar a diario con los cuidados de su hijo (Charlie Heaton), quien también tras ese siniestro quedó cuadripléjico. Sus días se desenvuelven entre la rutina del aseo y alimentación del joven y alguna que otra entrevista en su oficina. Mary es psicóloga y trabaja con especial atención casos de niños con problemáticas complicadas antes de ser asignados a hogares/asilos. Entregada a sus pensamientos, cada día ve como pierde más espacio ante los inevitables cuidados de un joven que ni siquiera le puede retribuir con un gesto de agradecimiento la atención que le da. Pero cuando tras atender a un niño (Jacob Tremblay) sordo, y ver cómo éste un día desaparece misteriosamente en lo que se convierte el caso policial de mayor resonancia en el lugar, Mary comienza a escuchar algunas voces y sonidos en su casa que la alertan y perturban. Así “Presencia Siniestra” (Francia, USA, Canada, 2016), de Farren Blackburn, con producción de Europacorp, la empresa de Luc Besson, arranca elucubrando un thriller en el que el fuera de campo será la estrella del relato. Pero en el avance de la historia, que conjuga mucho de otros films de género y también va sumando elementos de nuevas narrativas, como las series de televisión de procedimientos, que terminan por configurar su estructura, el espíritu original del film se pierde. Si “Presencia Siniestra” tiene mucho del susto por sorpresa, del más clásico, pero también va relegando su lograda construcción inicial, más de autor, por giros y conflictos que no hacen otra cosa que resentir su propuesta. Naomi Watts posee oficio, y sabe qué tipo de heroína debe construir para la película, pero mientras avanza el relato su personaje no sólo pierde consistencia, sino que termina por transformarse en un esbozo de trazo grueso de aquello que era originalmente. Es una lástima que “Presencia Siniestra” termine cediendo a la débil idea que un filme de género de bajo presupuesto tiene que sorprender con lugares comunes, sabiendo que el verosímil y el placer de los espectadores debe además de la recurrencia, sustentarse en un sólido guión, que interpele al espectador desde aquello que sabe más que lo que no. Además, cuando el fuera de campo termina por incorporarse en la estructura, y se lo suplanta con inverosímiles situaciones, el resultado termina siendo algo que ni siquiera responde a aquello que originalmente se planteaba. “Presencia Siniestra” podría haber ido por un camino menos convencional para potenciar a las dos figuras (Tremblay/Watts) que poseía como atractivo, pero al elegir ir a lo seguro, que en este caso no asegura nada, termina por hacer agua por todos los lados. Fallida.
Este filme que supone ser un thriller abunda en situaciones sin sentido, una y otra vez. Aunque prometía, y mucho.