La adolescencia del cine Hay por lo menos tres películas buenísimas que funcionan como antecedentes de Proyecto X y la vuelven una promesa para golosos de la comedia de “noche de joda con amigos”: Supercool, porque los tres amigos de Proyecto X están claramente inspirados en el trío de Greg Mottola (el flaco y responsable, el gordito y el que se cree más canchero y ganador porque se viste retro), ¿Qué pasó ayer?, porque el nombre de Todd Phillips como productor y algunos rasgos de diseño en común en el afiche nos convencen de que vamos a ver algo que tenga que ver con la película que nos hizo amar a Zach Galifianakis de una vez para siempre, y la más reciente Poder sin límites, donde otro trío de adolescentes con superpoderes más concretos no tiene tiempo para fiestas pero termina por llegar a un nivel de destrucción parecido al de esta película. Como en Poder sin límites, que fue realmente una sorpresa de varias ideas por minuto, Proyecto X simula ser el registro filmado cámara en mano de una aventura adolescente, en este caso esa clase de épica en la que los varones -perdón, pero hasta ahora no se conocen casos similares protagonizados por chicas- se ponen a prueba en su capacidad de ser más desinhibidos, más salvajes, más todo, al punto de llegar al borde de la ley y cargarse a la policía por ruidos molestos y otras rebeldías similares. La premisa es boba a más no poder; Mottola y Todd Phillips lo entendieron y fueron capaces de llenar esa estupidez de cariño y de locura cinematográfica con historias que son tanto sobre la amistad como sobre jugar a hacer lo que siempre se ve en las películas: robarse un patrullero, casarse en Las Vegas, complicarse con un mafioso, besar a la chica que te gusta. En cambio, Proyecto X parece tomársela bastante en serio, y tal vez es ahí donde deja de ser divertida. Porque después de presentar a sus personajes con un par de chistes que están bien y parecen una invitación a hundirse sin prejuicios en un mundo donde lo pavo es ley y se lo mira como tal -al gordito se le para en el vestuario, el papá del protagonista le dice a la madre que no se preocupe por dejar al chico solo en la casa porque “total es un loser y no va a hacer nada”- la película revierte su postura inicial para mostrar una y otra vez que los chicos se convierten en ganadores frente a todos los compañeritos de escuela y eso, qué duda cabe, es lo más importante que les pueda pasar en la vida y lo justifica todo. Lo que se pierde en el camino es nada menos que la libertad y lo gratuito de la fiesta que se vuelve pesada hasta para Thomas, el dueño de casa flaquito y devenido centro de un huracán lleno de vasos rojos, canchereadas, perritos voladores y chicas que se sacan el corpiño. Mil veces se nos muestra que Thomas la está pasando mal pero después se sube al techo, levanta los brazos y todos lo vitorean, entonces se supone que está todo bien. La filmación casera a cargo de un misterioso chico dark, que promete ser una garantía de espontaneidad y de capturar lo imprevisto, es el puñal en la espalda de Proyecto X, que no deja de caer minuto a minuto en situaciones previsibles y lugares comunes que le dan a toda la noche un aire de fiesta exprés, tan pautada como esos casamientos en los que a determinada hora se corta el pastel o se tira el ramo de la novia. Porque, al revés de Poder sin límites, que llega del video casero al cine a medida que sus personajes crecen y adquieren la furia de Carrie o la nobleza de Superman y sorprende en el camino, los personajes de Proyecto X se disuelven en la fiesta, ese monstruo que lo traga todo: no hay amistad, no hay amor, no hay diversión, sólo los gestos que intentan indicar esos elementos precisamente donde faltan (y si no vean la manera en que Thomas se tira sobre su amiguita Kirby porque sí: eso no es torpeza adolescente, es torpeza de directores y guionistas). La fiesta que tendría que ser una ocasión liberadora se transforma en el sujeto excluyente de la película, una especie de dios voraz al que se debe sacrificarlo todo -en ese punto Proyecto X le hace mala prensa a su supuesto espíritu adolescente, lo carga de gravedad- y, aunque se saquen un vendedor de porro con lanzallamas y un enano de la galera, la diversión no puede ser divertida si se transforma, pfff, en un deber.
Seguro que durante los últimos años de secundaria, uno pensó que esa época era el tiempo de gloria para salir de fiesta, emborracharse y pasar las mejores noches de sus vidas. Ni lerdo ni perezoso, Todd Phillips, director de películas descontroladas como Old School, Due Date y las Hangover, vio una oportunidad de llevar el desenfreno de las despedidas de solteros de sus últimas películas hacia un territorio más juvenil. El resultado es Project X, una comedia que separa las aguas, en el sentido que está dirigida a un sector demográfico específico que de seguro disfrutará con fervor este alocado festejo, aunque el resto no encontrará quorum al verla. Al comenzar la historia, un trío de perdedores (típicos arquetipos de este tipo de productos) planea una noche fuera de serie para ganarse un nombre por sí mismos y terminar el colegio con un sacudón de popularidad. No hay nada más raro en ella, sino que sigue los mismos patrones de las nuevas comedias de adolescentes como Superbad y demás: los eternos derrotados terminan conquistando la noche, convirtiéndose en leyendas y superando todo obstáculo imaginable. Donde cambia el enfoque es en el guión de la misma y por cómo encara su narración. El escritor devenido en guionista Michael Bacall, quien firmó la extremadamente recomendable Scott Pilgrim vs. The World, junto con el novato Matt Drake, rellenan la trama con personajes básicos pero con diálogos frescos cargados de mala leche. Este clásico comportamiento de adolescentes se produce en el marco de muchas situaciones que devienen en una espiral fuera de control, las cuales culminan en el caos máximo. El director debutante Nima Nourizadeh opta por tomar el interesante punto de vista "cámara en mano" para contar esta desopilante historia bien de cerca. Mediante un chico más que filma toda la odisea y a través de los teléfonos que tienen varios protagonistas, se crean varias perspectivas que realmente hacen sentir que uno está dentro de esta celebración del mal comportamiento. El trío de desconocidos protagonistas hacen un buen trabajo con una química palpable entre ellos, aunque el amigo gordo, Jonathan Daniel Brown, sirva de punching ball verbal y apenas sobresalga como personaje, y el agregado de Martin Klebba este completamente de más como el enano desquiciado. Alcohol, drogas, sexo, no falta nada en este combo de entretenimiento asegurado que presenta Project X. Mayores de 35, abstenerse, esta no es su clase de fiesta...
¿Alguna vez soñaste con asistir a la fiesta más grande de toda la historia? “Project X” parte de esta premisa. Tres jóvenes deciden organizar una “pequeña reunión” para festejar el cumpleaños de uno de ellos y lo que debía ser algo para disfrutar termina saliéndose de control de una forma más que descomunal. Thomas, Costa y JB nos llevan, junto con Dax que realiza la filmación, a través de esta fiesta, desde su organización hasta su fin. A medida que el film avance seremos espectadores de lo que sucede cuando miles de adolescentes deciden festejar y divertirse hasta el amanecer, sin medir las consecuencias. La película presenta un humor que, pese a no ser tan sofisticado, logra entretenernos de una manera desenfrenada a través de diferentes situaciones que se les presentan a los tres personajes principales en el transcurso de la fiesta. Estas situaciones hilarantes se irán presentando una atrás de otra sin darnos mucho tiempo a respirar entre risas. Lo que tiene a favor el film, y lo que seguro lo identifica, es esa sensación que te deja el sentirte entretenido con una situación que simplemente se va al carajo de una forma más que genial. Este es el motivo que mueve toda la película hasta el final, el hecho de querer ver como todo esa fiesta que deriva en desastre va a terminar. Pese a que toda la película está filmada con cámara en mano hay que admitir que las últimas producciones que han trabajado con esta técnica la supieron manejar bastante bien y con la posibilidad de tener múltiples cámaras para hacer cambios de planos. Algo similar se vio recientemente en “Chronicle” que resultó ser una interesante pieza de ciencia ficción. Su director, Nima Nourizadeh, quien debuta cinematográficamente con este film, ha logrado mantener un ritmo interesante durante todo el film midiendo bien los espacios entre los momentos de comedia con la idea de que siempre tengamos algo que nos cause gracia, ademas resuelve de una buena forma el final de algo que parece ser una situación sin fin. “Project X” plantea este nuevo tipo de comedia en la cual la gracia no basa en un personaje sino en una situación en general que determina las acciones de los diferentes individuos que participan de ella. De este forma la película deja marcado su paso de una forma bastante entretenida e interesante que servirá de referente para futuras comedias que presenten una temática similar.
Desde la aparición de James Dean y sus conflictos en Rebelde sin Causa, Hollywood nunca dejó de lado a los adolescentes. Sobre todo, cuando se divierten a lo grande, como sólo puede hacerlo alguien de esa edad. Y así aparecen las estudiantinas repletas de excesos varios. Desde Porky’s, en los ’80, hasta Supercool, pasando por American Pie, las películas con teenagers reventados nunca dejaron de ser desopilantes.
Todo sobre mi desmadre Cuando se decide llevar a cabo un proyecto de comedia sobre estudiantes hay herramientas que son fundamentales. Un guión ocurrente, una casa, una fiesta y la necesaria dosis escatológica y de humillación. Proyecto X (Project X, 2011) no sólo cuenta con eso. Con la asistencia y supervisión de Todd Phillips, el éxito en las taquillas está garantizado. En la vida de Thomas (Thomas Mann) se dan dos circunstancias provechosas. Su cumpleaños número dieciocho coincide con las vacaciones de sus padres. Siendo su último año de secundario y sin aún vislumbrar un nivel de popularidad entre sus pares muy anhelado, Su amigo Costa (Oliver Cooper) lo persuade de despedirse de la escuela con una fiesta monumental y sin precedentes. Sin estar muy convencido, Thomas accede con una sola condición; la casa deberá quedar en perfecto estado. Proyecto X reproduce el paradigma de fiesta norteamericana expuesto por películas como American Pie (1999) y repetido en otras más recientes como Super Cool (Superbad, 2007) o Viaje Censurado (Road Trip, 2000). Casas de dos pisos, patios frontales y traseros abarrotados y vasitos de cerveza de color rojo. Así, en ese contexto, las adversidades a sobrepasar tienden a relacionarse con la cantidad de alcohol, la concurrencia en aspecto general y la concurrencia femenina en particular. En esta película el primer obstáculo mencionado ni siquiera asoma a la superficie. De hecho, el trío protagonista es lo suficientemente osado y valeroso (de acuerdo al estándar actitudinal predominante en este tipo de personajes) como para hacerse con algunas drogas de la manera tradicional, con un dealer como único intermediario, y no con un segundo intermediario como en muchos otros casos. En cuanto a los problemas de concurrencia, si bien el exceso de gente termina generando el nudo conflictivo de la trama, inicialmente es utilizado para representar el temor constante al fracaso y a la intrascendencia de un conjunto de estudiantes cuya popularidad no excede a los límites de su propio endogrupo. El desafío en una historia tan genérica y reiterada es encontrar singularidad. Arribar a algún tipo de distinción. Si bien las diferencias se manifiestan en los signos de época (ropa, música, jerga y tecnología), que ciertamente han mutado con el correr de los años, el fuerte de este film es el carácter súbito en la bisagra narrativa que experimenta durante su segunda parte. Todo lo que hasta ese momento fue baile, intercambio de fluidos y jugos gástricos desperdigados se convierte en caos, miedo y destrucción. Y quien escribe no habla de euforia juvenil o espíritu adolescente, sino de un genuino y portentoso desmadre. Una vuelta de tuerca a lo ordinario, Proyecto X se encarga también de presentar nuevas caras de la comedia adolescente con un futuro promisorio.
Una fiesta supercool Con la comedia como variante, vuelve a nuestras carteleras un estreno con la "cámara en mano" como el reinante punto de vista de la cinta. Tres amigos de la secundaria deciden hacer una gran fiesta que los saque del completo anonimato que poseen en su escuela. La idea de ellos es realizar una fiesta inolvidable y obviamente que lo logran, aunque no del modo que lo tenían pensado. Basándose en el modelo de la gigante Supercool, Nima Nourizadeh toma a tres amigos (uno gordo freek, el flaco y tímido y el que se cree ganador con las mujeres) y su amistad para desarrollar esa idea de compañerismo hasta las últimas consecuencias y sin importar, justamente, los resultados de esa épica fiesta. Si bien esa es la base de la historia, como bien adelanté más arriba, Proyecto X utiliza la tan recurrida cámara en mano para lograr como un falso documental para intentar dar una idea de realidad que de alguna manera se contrapone y a la vez se contradice con la utilización de música extradiegética, planos con efectos de ralentí y distintas cuestiones que terminan perjudicando a ese concepto "de realidad" que quiere imponer la película. O sea, si vas a hacer una comedia que simule "la realidad" hacela completa, como bien lo hizo Cloverfield en el 2008, que vendría a ser uno de los máximos exponentes dentro del cine cámara en mano de ciencia ficción. Como así, es bueno recalcar que la elección del desconocido trío de protagonistas favorece al concepto que intenta desarrollar la cinta. Todd Phillips no es el realizador, pero si el productor, y su aura de humor descontrolado, adolescente y escatológico sobrevuela por completo el metraje de Proyecto X. Más allá de las mencionadas cuestiones, Proyecto X se caracteriza principalmente por tener un vertiginoso ritmo que hace que los minutos vuelen y desarrolla escenas muy ingeniosas y altamente graciosas, además de un puñado de potentes secuencias de un abrumador descontrol que sin dudas quedarán grabadas en nuestra retina, como por ejemplo el gran momento en el que todo se va al carajo y un hermoso Mercedez Benz termina nadando en una piscina. Proyecto X posee originalidad, humor, contradicción e incongruencia por igual, pero las carcajadas que se dan en sus 88 minutos terminan por mover la balanza hacía un resultado entretenido, aunque algo fallido.
La mamacita de todas las fiestas Proyecto X cristaliza en la pantalla grande un clásico anhelo adolescente: llevar a cabo una fiesta apoteósica que quede en la historia para siempre. Más que inolvidable sería mejor denominarla definitiva; algo así como la madre de todas las fiestas. De entrada Proyecto X apenas si aspira a una modesta reunión de un par de decenas de invitados pero paulatinamente degenera en lo que ya sabemos. La excusa para organizarla es un cumpleaños; claro, no es cualquier cumpleaños: el nerd Thomas (Thomas Mann) festeja sus 18 añitos y sus amigotes Costa (Oliver Cooper) y el gordito JB (Jonathan Daniel Brown), tan impopulares como él en el colegio, lo convencen para tirar la casa por la ventana aprovechando que los padres del muchacho se van el fin de semana a celebrar su aniversario de casados (lo cual da pie a una de las humoradas más felices de la película por parte del descarado de Costa). Las intenciones del trío reflejan lo que quiere la mayoría de los chicos: ser aceptados socialmente, divertirse (y no sanamente para ser sinceros) con gente de su edad y por sobre todas las cosas concretar la tan mentada tercera base con el sexo opuesto (al que ven de lejos con no poca tristeza). Ya lo dijo el maestro Dolina: “Las mujeres son la causa de todas las acciones de los hombres”. Y a los 18 años ni hablar… La desconfianza en el éxito de la empresa lleva a Costa a tomar medidas extremas para difundir el evento anunciándolo en sitios de Internet y programas de radio, además del boca a boca que se inicia en el ámbito estudiantil para trasladarse a otros. Acto seguido se juntan entre 1500 y 2000 personas en una casa de suburbio con pileta durante ocho frenéticas horas. ¡Un delirio absoluto! La fiesta que deviene de esta idea es una típica fantasía masculina en la que todas las chicas tienen carita de modelo, cuerpo de actriz porno y ninguna parece hacerle asco a parrandear con muchachos (el contacto carnal se da por descontado); además hay peripecias para todos los gustos (como la colorida presencia del sacado enano interpretado por Martin Klebba), y un desmadre tan grande en el final que más allá del sello de Todd Phillips (realizador de ¿Qué pasó ayer? y su secuela) se adivina la mano de uno de los productores más hiperbólicos del cine de acción de Hollywood: Joel Silver (el de la saga Matrix). Los disturbios con que cierra la historia catapultan la fiesta a otro nivel que sólo puede ser descrito como épico. ¿Creíble, verosímil? Ni por asomo. Todo el concepto obedece a los dictámenes de una mente teen calenturienta y los elementos que se observan responden a esa necesidad. Probablemente el target deje de lado a las mujeres porque el punto de vista del filme es nítidamente varonil. En Proyecto X las figuras femeninas sólo cumplen la función de objetos sexuales y por desgracia carecen de cualquier arista de interés. Para plasmar esta visión el director británico de origen hindú Nima Nourizadeh, de gran trayectoria como creador de videoclips y publicidades para marcas top, no se hace drama en acumular gratuidades de todo tipo (sexo, drogas, violencia, lo que quieran aquí lo tienen… amplificado). Enhebrar situaciones con adolescentes en ebullición dispuestos a todo parece algo muy trillado pero Nourizadeh (que rodara en el 2008 el famoso spot House Party para Adidas: sin dudas un antecedente válido para Proyecto X) ha salido bien librado de esta primera experiencia cinematográfica por su bagaje en el rubro audiovisual. El hombre sabe filmar, edita con fluidez y la hora y media de película se va desarrollando con un ritmo fabuloso al compás de una banda sonora que es una aplanadora. El recurso para narrar esta party desmesurada vuelve a recaer en el falso documental pero por esta vez no hay quejas: las cámaras en mano y la estética casera se ajustan mucho mejor a una propuesta como ésta que a la reciente, por citar un ejemplo, Poder sin límites. Un detalle que llama la atención en el guión -especialmente por provenir de Hollywood- es que no hay un afán moralizante sobre las consecuencias de semejante fiestón. Es como si a nadie le importara nada. Los daños y perjuicios por la jodita montada podrían llevar a los responsables a la prisión pero el espíritu de la película, supuestamente inspirada en un caso real acontecido en Australia, apunta a la comedia más desaforada y quienes se le animen así deberán tomarla si pretenden disfrutar de esta pequeña travesura a espaldas de mamá y papá que fue in crescendo hasta adquirir proporciones colosales. Por si no queda claro, estos adolescentes se parecen más a los de American Pie y Porky’s en la era de MTv antes que a esos seres sensibles y confundidos que tan bien describiera Greg Mottola en algunas de sus obras. Y es lícito que existan tanto unos como otros. Para emocionarme y reflexionar me quedo con Supercool o Adventureland pero en lo suyo Proyecto X tampoco defrauda... siempre y cuando seamos concientes de que estamos frente a una pavada suprema, atada con alambre y con el único propósito de aturdir los sentidos (lo cual logra). Ideológicamente estoy seguro que debería pegarle más pero me reí demasiado como para hacerlo. Sospecho que esto no habla bien de mí…
El desorden anida detrás de todo orden Aunque se trate de una película para jóvenes que sólo cuenta la preparación, celebración y colapso de una fiesta de estudiantes, el film dirigido por el debutante Nima Nourizadeh sabe hacer coexistir radicalmente consumo pop con metafísica extrema. Crónica de una fiesta que se va al demonio (un demonio de dimensiones inimaginables), Proyecto X es un nuevo paso de Todd Phillips hacia la elaboración de su propia y definitiva Teoría del Caos. En películas como Old School, ambas ¿Qué pasó ayer? y Todo un parto, este nativo de Brooklyn observó, fascinado, cómo de pronto todo se descontrola, hasta derivar en un miniapocalipsis que vale la pena surfear. Ahora como productor, Phillips (nacido Todd Bunzl) vuelve a poner el mundo patas arriba, contemplando la destrucción como un Nerón anarco, convencido de que detrás de todo orden anida el máximo desorden. ¿Todo eso, en una peliculita para jóvenes, que lo único que cuenta es la preparación, armado, celebración y colapso de una festichola?, preguntarán los escépticos de siempre. Sí, todo eso. En sus mejores manifestaciones, el cine estadounidense siempre supo hacer coexistir consumo pop con metafísica extrema (sin darle ese nombre, por suerte), y Proyecto X –que no debe confundirse con el homónimo que desveló poco tiempo atrás a los medios locales– es una nueva y radical manifestación de esa capacidad. Unas semanas atrás, este crítico pedía, en ocasión del estreno de Poder sin límites, la abolición definitiva del truquito del falso documental, a esta altura usado, abusado y malversado. Por suerte, Matt Drake y Michael Bacall, guionistas de Proyecto X, no hicieron caso: la película dirigida por el debutante Nima Nourizadeh (nacido en Londres y conocido como director de clips de Lily Allen) demuestra que, bien usado, el falso documental deja de ser truquito y deviene puesta en escena. Puesta en escena de lo urgente, lo inmediato, lo que sucede ahora y se extinguirá en segundos. ¿Hay acaso algo más urgente, inmediato y efímero que una fiesta? En ocasión del cumpleaños número 17 de su amigo Thomas (Thomas Mann, sic), un muchacho lanzado, llamado Costa (Oliver Cooper, toda una revelación), decide que hay que tirar la casa –de Thomas– por la ventana, para dejar de ser los nerds y convertirse en héroes del college. Trío típico: Thomas es el chico apocado y virginal, Costa, el zarpado, y falta el gordito de anteojos. No, no falta, es JB (Jonathan Daniel Brown). Como los mosqueteros, los tres son cuatro. El cuarto es Dax, que a los 17 vive solo (¿?) y tiene a su cargo filmar en video todo lo que pasa. Y vaya que pasará de todo. Como en los films dirigidos por Todd Phillips, como sucederá a repetición en la piscina de la casa de Thomas, Proyecto X tira al espectador al agua sin el salvavidas del cliché, el lugar común, el prejuicio. Por apocado que sea, Thomas terminará tirando abajo (literalmente) la casa de papá. No se sabe si Costa es gracioso, desubicado, molesto, osado o psicópata, y lo más probable es que sea todo eso junto. JB es el gordito, pero como Jonah Hill en Supercool (una película que no puede dejar de citarse si se quiere hablar de ésta) no tiene un rulo de bobo. Todo indica que al organizar una superfiesta sin que sus compañeros de college sepan siquiera quiénes son, los tres amigos van a quedar mirándose las caras junto con Kirby, única amiga de Thomas (Kirby Bliss Blanton) y Dax, que no muestra la suya. ¿Y si en lugar de eso la fiesta se convirtiera en hito? No sólo por las superchicas en minishort, los megalitros de cerveza, las estimulaciones circulantes, las piezas habilitadas en el primer piso y el enano al horno (sí, en un momento alguien mete un enano en el horno), sino porque tal vez sólo la presencia de helicópteros y la Guardia Nacional en armas permitan conjurar, con las primeras luces del día siguiente, el levantamiento de adolescentes incendiarios. Levantamiento que quizá termine con un perro teñido de rosa, un auto en la piscina y el barrio entero despertando entre incendios, explosiones y motines. Filmada en tiempo real (el tiempo de la adolescencia, tal como Dazed and Confused, la película de Richard Linklater, probó a comienzos de los ’90), con una cámara que no se pierde nada y un montaje que tampoco, desde ya que Proyecto X puede interpretarse de dos o tres modos opuestos. Estarán quienes vean en ella una invitación al “rompan todo”, los que la tomen como advertencia de lo que puede llegar a pasar si se dejan en libertad las hormonas y aquellos que lean en esta salvajada la cifra de un salvajismo de clase, de modelos, de relaciones de poder entre jóvenes y adultos o de guerras tan próximas como remotas. Proyecto X sería así una de tres: celebración del anarquismo o su condena o explicación. Más posible es que Phillips, Nourizadeh, Drake, Bacall y sus muchachos y muchachas hayan deseado fantasear qué pasa si se saca el dedo del agujero del dique y se prende la cámara ante el tsunami que viene.
¡Rompan todo! Un cumpleaños se escapa de control en esta violenta comedia. La fiesta inolvidable, Despedida de soltero, Animal House ... La historia del cine tiene varios filmes sobre fiestas descontroladas, que se van de las manos, pero acaso ninguna sea del todo como Proyecto X . Por un lado, porque está filmada como un falso documental, usando la que supuestamente es la cámara de un amigo que graba todo lo que sucede en la noche en la que se arma un fiestón de cumpleaños para un adolescente al que, digamos, no le sobran ni los amigos ni las chicas. Y, por otro, porque la película no tiene más que contar que la fiesta en sí.Cuando sus padres se van convenientemente de vacaciones, Thomas decide aceptar la propuesta de su amigo Costa y armar una gran fiesta para ganar popularidad en el colegio. Thomas quiere algo normal -30, 50 personas-, pero el asunto explotará vía redes sociales y pronto serán cientos y cientos de personas las que se diviertan, descalabren y terminen causando el caos en la casa del cada vez más confundido (y borracho) adolescente.El problema de Proyecto X es que, narrativamente, no es más que la suma de los momentos que van llevando al caos total. Casi no hay una trama o una idea narrativa que sostenga lo que se ve: una cadena de clips musicales con gente bailando, gente tirándose a la pileta, chicas sacándose la ropa, o objetos rotos de todo tipo, de vidrios a coches, a la cuadra entera. Por lo que, una vez planteada la lógica bestial del desastre, no quedará más que sentarse y verlo desarrollarse. Una subtrama sobre una amiga de Thomas con la que tiene una confusa relación tampoco agregará mucho al paquete.Si algún interés tiene el filme es pensar hasta qué punto una película como ésta refleja un cierto estado de cosas en los Estados Unidos. No se trata de un descontrol contracultural, ni de un personaje que desarma una fiesta ordenada, ni hay una boda en camino. Se trata, simplemente, de un ejercicio en romperlo todo, con lo contundente y a la vez monótono que eso puede ser como experiencia para el espectador, que no participa en la fiesta. Tal vez sea una señal de las motivaciones de una generación que no se ve con demasiado futuro: una especie de grito punk de las clases medias californianas cuyo futuro, acaso, no incluye el nuevo modelo de iPad. Y si hay que romperlo todo por eso, a no dudarlo.
La fiesta inolvidable se convierte en un campo de batalla. En los tiempos que corren, en los Estados Unidos, el poder político vive un nuevo problema: la corriente Occupy (en inglés, ocupar), que se trata nada más ni nada menos que de una corriente social de gente (más que nada jovenes) que cansados de las políticas excluyentes, belicistas y demás asuntos de la cartera gubernamental, salen a tomar las calles. La más trascendente fue la que ocurrió en Wall Street hace unos pocos meses. Ahora, ¿qué pasaría si ésta ocupación no es una protesta, sino la fiesta más grande de todos los tiempos? Por ese lado va el argumento de Proyecto X (Project X, 2012), una película que nos cuenta cómo un grupo de rechazados de la secundaria se convierten en los personajes más populares de la ciudad gracias a una gran fiesta que dieron en su casa. La historia nos presenta a Thomas (Thomas Mann), Costa (Oliver Cooper) y J.B. (Jonathan Daniel Brown), tres amigos que deciden hacer una gran fiesta para celebrar el cumpleaños del primero, a su vez que intentarán subir su status social entre las paredes de su escuela, y, de paso, conseguirse alguna chica para pasar la noche. Al comienzo, Thomas solo busca algo pequeño, una fiesta en el patio a la que no más de 50 personas asistan, pero todo se va de las manos, y el reviente ocupa cada uno de los sectores de la casa hasta llegar a la mismísima calle. Allí, policía y vecinos se complotarán para hacer que esto termine, pero ¿podrán? La rebeldía y la fantasía de una fiesta eterna se enfrentan al orden y a sus fuerzas, en lo que termina siendo una batalla campal de botellazos vs. gases. Esta comedia, dirigida por el debutante Nima Nurizadeh y con la producción del responsable de la saga ¿Qué pasó ayer?, Todd Phillips, tiene algunos pasos acertados dentro de lo que es el humor-adolescente-drogón-virgen, pero falla en, bueno, todo lo demás. Es que, si bien el formato de cámara en mano no le cae del todo mal a la película, el mayor problema que tiene es que hay muy poca historia dentro de este compendio de imágenes-videoclíp en lo que, finalmente, Proyecto X se convierte. Hay más escenas montadas de gente bailando y tomando que de argumento y, finalmente, eso es lo que menos risas saca. Las escenas graciosas son las menos. Los personajes no están mal, y todos podemos identificarnos o identificar a cualquiera de ellos, pero tienen tan poco tiempo de desarrollo, y todo finalmente se convierte en algo tan poco creíble, que termina alejandonos hasta de aquellos a los que más simpatía les teníamos. En definitiva, si bien Proyecto X fue un éxito (no requería demasiado, ya que fue realizada con un muy bajo presupuesto) y su secuela ya está confirmada, no parece haber allí mucho más para explotar. A menos, claro, que vayan con cámaras a cubrir el nuevo Mardi Gras para un compilado de Girls Gone Wild. En lo que a cine se refiere, la historia estaba muerta antes de comenzar.
Crónica de una alocada fiesta adolescente que no alcanza a divertir Dentro de las comedias adolescentes, las que se concentran en una fiesta constituyen un género en sí mismo con sus reglas propias (léase con sus excesos de sexo, drogas y rock'n'roll) y situaciones muchas veces extremas que los antihéroes de turno tratan de sobrellevar como pueden. Los protagonistas de Proyecto X -producción de esa nueva estrella del humor hollywoodense que es Todd Phillips (responsable de las dos entregas de ¿Qué pasó ayer?)- son tres auténticos perdedores, de esos que las chicas lindas evitan en los pasillos del colegio secundario y los varones fortachones toman como víctimas de sus burlas (cuando no de sus golpes). Para salir de la categoría de losers absolutos, deciden festejar con todo el cumpleaños de uno de ellos en el jardín y la pileta del fondo de la casa, aprovechando que sus padres se van de viaje por el fin de semana. Ante el miedo (el pánico) de que nadie vaya, empiezan a promocionar el evento por todos los medios posibles. En estos tiempos de hiperconectividad y redes sociales, la noticia se expande a gran velocidad y, así, por la noche serán cientos, miles, los que llegarán hasta la casa del atribulado Thomas. Lo que sigue es la crónica de un fiesta descontrolada filmada desde la perspectiva de un improvisado cameraman amigo de ellos (el recurso de la cámara subjetiva a cargo de los propios personajes ya está empezando a agotarse en el cine contemporáneo). La película apuesta por la acumulación de enredos sexuales (el principal motor de estos adolescentes), de hechos de violencia, de momentos escatológicos (hay un "festival" de vómitos) y de situaciones absurdas, pero la película -más allá del desenfreno y el delirio- no alcanza a divertir ni entusiasmar demasiado. A Proyecto X le falta tanto el timing de La fiesta inolvidable como la empatía de Supercool y se queda, por lo tanto, en la mera exaltación de la épica juvenil (los humillados protagonistas cumplen, a pesar de todo y de todos, el sueño de convertirse en héroes populares). El despliegue de golpes de efecto es abrumador pero -cual estruendosos fuegos artificiales- una vez que la luz y el ruido se disipan, sólo quedan la oscuridad y el vacío.
Juerga que supera a “¿Qué pasó ayer?” Todd Phillips, el director de la excelente comedia juerguista «¿Qué pasó ayer?», es el productor de esta fuertísima comedia de una juerga que no sólo esta planteada en un nivel más realista, sino que lo hace con personajes mucho más jóvenes. El argumento toma algunos elementos prestados de la obra maestra de las comedias de adolescentes de los 80, «Un experto en diversión» (Ferris Buelllers Day off), ya que consiste en una fiesta de dimensiones épicas en el cumpleaños del loser protagónico, de tal manera que pueda volverse un chico popular. Su cumpleaños de 17 es el momento perfecto dado que sus padres cumplen a la vez su aniversario de casados y se van solos a celebrar. Antes, le dan indicaciones de lo que no puede hacer en su cumpleaños, pero no se preocupan mucho porque saben que su hijo es un perdedor y creen que no va a poder convocar a nadie a su fiesta. El formato de cine reality que ya ha aparecido varias veces este año (en «Poder sin límites» y «Con el diablo adentro»), aquí también está aplicado pero con mayor verosimilitud, ya que tiene sentido que los amigos contraten un cameraman para que grabe todo si van a producir la mayor fiesta de la historia. Con todo, hay algunas exageraciones, como que el cameraman se ponga a grabar la compra de marihuana para la fiesta a un dealer de drogas. A medida que la fiesta va perdiendo el control, en general la película se pone un poco descriptiva, aunque las cosas que pasan bastan por sí solas para resultar divertidas hasta lo feroz para el espectador. Pero, sutilmente, en medio del desmadre se van colando detalles argumentales que vuelven a «Proyecto X» uno de los pocos experimentos interesantes en su estilo narrativo. Hay que aclarar que las salvajadas que se ven en el film hacen que las viejas «Porkys» y hasta las modernas «American Pie» parezcan totalmente inocentes. Pero más allá de las imágenes y situaciones hiper fuertes, la idea de alguien que se juega el todo por el todo, poniendo en riesgo su futuro y su carrera para obtener algo de felicidad, aunque lo haga de la forma incorrecta, no deja de resultar emocionante.
Los chicos se dan una fiesta Director de videos de música pop y dance, el inglés Nima Nourizadeh, hijo de padres hindúes, se animó a su opera prima con "Proyecto X". Su filme es ideal para el segmento adolescente, que sólo busca pasar un buen momento, observando lo que son capaces de hacer tres chicos de su misma edad, cuando los padres de uno de ellos se ausentan por un fin de semana. Para "Proyecto X", el director eligió una estética de "cámara en mano", con narrración fragmentada y una serie de situaciones que parecen ir a la deriva de una historia sin mayores pretensiones. Es que el filme no intenta ser ni moralista, ni aleccionador, solo muestra lo que le sucede a un chico algo tímido de diecisiete años, cuando deja que un audaz amigo le organice su fiesta de cumpleaños y otro registre cada uno de sus pasos con una cámara. EL PROTAGONISTA "Poder sin límites" que se vió hace algunas semanas atrás, también la protagonizaban tres jóvenes y se sostenía a través de una estética similar, con la diferencia que se ubicaba en el terreno de la ciencia ficción y no en el género de comedia. Thomas (cuyo actor se llama Thomas Mann, igual que el escritor) es un muchacho algo introvertido, todo lo contrario de Costa, que es arremetedor, no retrocede ante nada y sabe cómo convocar chicas y chicos a una reunión y convertir el agasajo en una megafiesta. Aunque lo que no sabe el muchacho, lógicamente, es lo que puede llegar a suceder, cuando cientos de jóvenes invaden todos los rincones de una casa, consumen drogas, bailan y beben sin control. Lo interesante de observar de "Proyecto X", es cómo un segmento juvenil de los Estados Unidos, se deja arrastrar a una especie de infierno, con incendio de casas, incluído. El filme da cuenta, con estilo "nervioso", de lo que son capaces de hacer algunos "nerds" y jóvenes "cool" cuando están solos. Cómo es su relación con los vecinos, los padres, la policía y de qué manera defienden sus derechos. La película está contada con un lenguaje bastante anárquico y con tres protagonistas jóvenes: Thomas Mann, Oliver Cooper y Jonathan Daniel Brown, que son para tener en cuenta en el futuro.
Delirio perfectamente planificado. Como un supuesto documental, con gente del equipo creativo de “Qué pasó ayer”. La idea es mostrar con formato de documental, la historia de tres chicos que no son populares y sueñan con festejar los l7 de uno de ellos como la fiesta mas espectacular. Y pasa de todo. LLegan las más lindas, los ganadores, el descontrol, un dealer con lanzallamas, corre la droga y llega la destrucción.
Pude ver Proyecto X en la avant de la web. Seguramente si la veia en una función de prensa, con personas que van a juzgar una película el resultado hubiese sido otro. La gente de la avant se sentó esperando divertirse... y eso es lo que sucedió. Proyecto X va en busca del mismo tipo de humor resacón de ¿Que pasó ayer?, pero ahora con más jóvenes. Uno se olvida del sistema de filmación "Blair Witch" que este verano viene seguidito en la cartelera. La historia y la sorpresa no pasa por ahí. Pese a que uno se imagina ciertos chistes o situaciones por los personajes en si, como pudo pasar con la secuela de The hangover, se sorprende con varios. Las actuaciones están muy bien, los personajes son muy pintorescos. Algunos son realmente ridículos como es el caso de los chicos de seguridad, pero acá uno no fue a ver El discurso del Rey y realmente se la pasa muy bien. Proyecto X pretende ser un simple y efectivo entretenimiento en una sala de cine. Y sin lugar a dudas lo logra. Es muy divertida.
Quinta a fondo Si hay un aspecto que siempre se ha puesto en debate en el cine norteamericano juvenil, situado en el mundo de las escuelas secundarias o las universidades, es la cuestión de la popularidad, los grupos de influencia y los marginados. Films como Elefante, Chicas pesadas o Supercool, por nombrar sólo algunos, han sido extremadamente críticos con la configuración ética, discursiva y de conductas en el ámbito educativo estadounidense. Por otro lado, en buena parte del cine de Todd Phillips vemos una celebración de la fiesta adolescente, aunque con un giro un tanto tramposo: en Viaje censurado, Aquellos viejos tiempos o ¿Qué pasó ayer? se presentan personajes que andan siempre amagando con enfiestarse, con romper todas las reglas, pero que al final se resignan a la monogamia, la institución familiar en su vertiente más retrógrada y las “buenas costumbres”. Antes, debo dejar en claro mi posición: no tengo problemas con que la gente se emborrache, se drogue o tenga mucho sexo. Tampoco creo que la monogamia deba ser la única opción. En realidad, me parece que todo es cuestión de cada individuo y que se puede hacer lo que se quiera, mientras no se dañe a los demás. Eso no me hace un ultra liberal, sino simplemente alguien no muy estricto. Con lo que sí estoy bastante en desacuerdo es con los conceptos de “joda” y “popularidad” que marcan a fuego a la adolescencia norteamericana (y que en muchos aspectos se esparcen a lo largo de todo el mundo), ya que implican un machismo extremo; colocan a la mujer en el lugar de mero objeto sexual; se aísla al que es diferente (que sólo puede integrarse si acepta ser como manda lo establecido); y se toma o se coge no por placer individual, sino por mera apariencia hacia el exterior. Pues bien, ver entonces Proyecto X puede ser problemático para una persona como yo, ya que todo el relato se basa en lo que anteriormente cuestioné: tres pibes, que son unos parias absolutos en su colegio, deciden organizar una mega fiesta en la casa de uno de ellos, garantizando la mayor cantidad de drogas y alcohol posible. Y allí se celebra que las mujeres sean “perras”, el derroche de culos y tetas, la muchachada reventando todo no se sabe bien por qué y el ponerse en el mapa siendo igual que todos los demás. No sólo hay una contemplación de eso, sino también un aval por parte de la puesta en escena. Pero hay que reconocer que ese guiño positivo es totalmente honesto. No hay doble discurso, no hay bajadas de línea conservadoras o políticamente correctas, no hay personajes con actitudes contradictorias o incoherentes. En eso, se podría pensar a la película como la más honesta de la factoría Phillips, quien acá oficia sólo de productor, aunque el marketing resaltó su figura como una suerte de presentador. De hecho, esa fiesta que rápidamente se sale de cauce aumenta sus virtudes gracias a la honestidad de los protagonistas, que se admiten ante ellos mismos (y por ende, frente al espectador) que lo único que quieren es ser como los populares, que quieren integrarse y que es perfectamente lógico que sean marginales mientras no logren posicionarse en otro lugar. La trama sigue, de este modo, a pibes que quieren ser como los mismos que los oprimen (el ejemplo perfecto es la escena donde se los ve echando a unos chicos que quieren entrar a la fiesta, simplemente porque son de primer año). Proyecto X puede compararse con el reciente estreno de Poder sin límites, otro film situado en el contexto escolar, y no sólo por el recurso a las cámaras portadas por los mismos personajes (aunque en el primer caso es mucho más flexible, permitiéndose entrar y salir de esa modalidad con mayor fluidez en el montaje y condicionando menos la narración). En la cinta de ciencia ficción se ve al oprimido rebelándose. En esta comedia se lo ve aceptando las reglas, incorporándose a la manada. Otro factor que ayuda a que la película sea más interesante de lo que parece es su ritmo narrativo y su permanente vocación de choque. Una vez que arranca, la historia no para y todas las vueltas de tuerca tienen como objetivo el agrandar el caos. Pareciera que se hubieran recopilado todas las leyendas urbanas sobre festejos, para juntarlas todas en hora y media de cine. Y que al final, todo reviente por el aire, literalmente. Esa explosividad, sustentada en su honestidad, obliga a no descartar tan rápidamente a Proyecto X, un film al que vale la pena pensar un poco.
VideoComentario (ver link).
Con la clara intensión de querer emular el estilo de "The Hangover" y "Superbad", dirigiendo el relato a un público adolescente, esta propuesta está plagada de golpes de efecto, de una premisa (falso documental) que se siente gastada y que poco ayuda a la conexión con los personajes, y de una falta de humor que la convierten en una superficial y anecdótica comedia.
El esteriotipo de la pavada Hay películas que solo se hacen con fines comerciales, que su único interés es llegar a un público determinado y así generar una interesante recaudación, para lo que se dejan de lado la creatividad, el cine y el arte...
Un pequeño festejo de cumpleaños trepa hasta los dos mil invitados: de allí al descontrol total sólo hay un paso, de allí a una revuelta y una anarquía adolescente sólo median litros de alcohol y cerebros vacíos. Una única intención: dejar de ser anónimos y convertirse en los populares de la escuela. La consecuencia: un barrio en ruinas. El mensaje que proponen los realizadores deja bastante que desear. Con el recurso (en vías de saturación) de la cámara en mano y planos subjetivos, cualquier fiesta privada es más divertida que estos intrascendentes noventa minutos. Hollywood sufre de una espantosa sequía de ideas y este hecho cada vez se nota con mayor asiduidad. Proyecto X se basa en el exagerado y sin sentido desborde hormonal adolescente, en el placer de la destrucción per se, sin medir consecuencias. Un derroche de recursos fílmicos y celuloide.
Dentro de la ya –muy- transitada fórmula de la cámara en mano que va narrando una historia (y que después por necesidades resolutivas va trasladándose a otras cámaras ocasionales), Proyecto X posee una estética muy afín a la aún en cartel Poder sin límites. Sólo que en el film protagonizado por adolescentes superpoderosos, la cosa se pone melodramática -con varias muertes y todo- y aquí, si bien el descontrol es descomunal; no. Además de recordar a una película que a su vez es un remix de otras, e incluir toques de las viejas Porky’s o American Pie, se puede decir que Proyecto X es una suerte de Supercool extrema, porque también está protagonizada por tres nerds, que para destacarse deciden organizar una fiesta inolvidable. Un cumpleaños absolutamente extremo que se les va de las manos, con desastres varios que convocarán a la policía y los medios de comunicación. Detrás está el sello de Todd Philips (¿Qué Pasó Ayer?), que se nota en el humor sexual, escatológico, el caos y la oda al mal comportamiento; pero también en su falta de reflexión acerca de estos hechos. Sea como fuere, la película está bien hecha por el británico de origen árabe Nima Nourizadeh y depara un momento de desmedida diversión, ideal para aquellos “fiesteros”, jóvenes y no tanto, que aman las raves con accesorios.
Seguramente se preguntarán de qué va "Proyecto X". Con una hábil campaña marketinera, lograron instalar una propuesta menor y presentarla como original y trasgresora. La idea era proponer un estilo de filmación que simula ser casero (home footage), buscando conectar el relato con un realismo supuesto que enmarca la acción. En definitiva, la película recrea lo que en teoría fue una fiesta real. El planteo es el obvio: chicos que no se sabe por qué no son demasiado populares y piensan que ésta es la forma de entrar en el mapa. Para esto que parece una temática obvia hay una serie de propuestas buenas: los actores son casi amateurs o sea que no los vimos nunca y apoya “la magia” de que parezca real y, por otro lado, que el personaje presente el hecho a la cámara y hablen constantemente a ella o de ella justifica lo que estamos viendo te subraya lo supuestamente natural. De paso justifica malas actuaciones. Cuando el caos llega, usan recursos de falsos noticieros y hasta el late show de Jimmy Kimmel pero nada supera el rechazo de un padre festejando la hazaña de su hijo como si fuera que por ello va a ser más hombre. El proyecto entero se considera experimental. Y se nota. Entiendo la novedad, pero la mitad del tiempo (y sobre 1 hora y veinte minutos) parece una peli que la puedo estar viendo por YouTube y que ni siquiera se merece la inversión en quemarla en DVD. El director Nima Nourizadeh, es el mismo que fue responsable de los comerciales de Adidas que tenían la temática fiesta y recibió el apoyo de Todd Phillips (director de “¿Y qué pasó ayer?”), quien produjo el proyecto y lo publicitó. El film tiene exactamente el mismo tipo de humor que la de la resaca en Las Vegas (que, aclaro, yo no disfruto para nada) pero se le perdona más por el hecho de tener menos pretenciones. Sabe que es una película liviana y divertida sin ser una genialidad, y mantiene eso durante toda la película. Michael Bacall, el guionista, escribió la historia a partir de anécdotas diversas de fiestas como ésta y las unió para esta idea insuperable de la mega fiesta cobrar forma. Y si, en este tiempo, los chicos se ponen violentos, el alcohol pega fuerte y no es lo único que circula en festicholas. El resultado final es desparejo porque más allá de que el recurso (la cámara, fundamentalmente) atrae la curiosidad del público al comienzo (y le da esa pátina de "creible"), lo cierto es que "Proyecto X" es más bien convencional y demasiado lineal para lo esperado.Ya conocemos historias similares de los mismos personajes anti héroes ("Superbad"), que dan el salto. No termina de cerrarme la cinta, pero quizás, si la ven relajados y predispuestos, pasen un momento no tan aburrido...
Bueno. Veamos si podemos ir desandando el camino por descarte. El formato "found footage" y el de "falso documental" están definitivamente instalados en este siglo, como una alternativa natural a la estética narrativa clásica. El primero, propone construir una trama a partir de "material de archivo encontrado", a veces con agregados narrados, otras concatenando testimonios (“El proyecto Blairwitch”, 1999). El segundo, usa actores que "actúan" de gente común frente a una cámara que, por lo general, los toma a un costado del cuadro en primer plano, además de combinar grabaciones y tomas en un formato de noticiero para darle ribetes de realismo (“Borat”, 2006). Adicionalmente, el nuevo siglo vio en los reality shows, con Gran Hermano a la cabeza, la veta para exponer la vida real ante los ojos de un mundo, que se erigió a su vez en juez de la moral pagando algunos centavos para echar o beneficiar a los participantes. Irónicamente parece ser que se cree más en el poder de ese voto que en el de elegir un presidente, pero esto es harina de otro costal. Desde hace un par de años largos se sumó con bastante fuerza una tercera variante a estas tres formas televisivas de hacer cine. Se trata del "registro webero" que tiene la premisa de grabarlo todo con celulares, cámaras, i.phones, laptops, y todo aquel aparato de electrónica que permita filmar metraje con el objeto de subirlo a internet, y a cuantas redes sociales o páginas de almacenamiento de video existan (youtube). Esto que alguna vez empezó como bromas pesadas y físicas entre estudiantes, se convirtió en la serie Jackass para MTV, luego tomado por la nueva generación que transformó esos videos en su propio y egocéntrico reality. La obsesión de la fama a cualquier precio hizo, y hace, que aquellos con posibilidades de crear su propio canal puedan explotar al mismo nivel el morbo y la creatividad, el arte y la basura, la moral y los excesos. Así, un video de una chica borracha vomitando en el auto de la policía rápidamente trepa los rankings de visitas y adquiere rating virtual propio. Hace dos semanas se estrenó “Poder sin límites” con un poco de todos estos elementos, pero más tirada a la ficción de historieta, de modo que podemos decir que “Proyecto X” es, hasta ahora, la muestra más cabal de todo esto que decía más arriba. Humor producido por Todd Phillips significa “gags” zafados, sexuales, escatológicos, y algunos etcéteras. El hombre detrás de la saga “¿Qué pasó anoche?” (2009, 2011) y “Todo un parto” (2010), sabe cuál es su público y qué busca en sus productos. Por lo ya especificado estas tres producciones se diferencian de la que nos toca hoy, pero la idea es que usted vaya percibiendo de cómo vine la mano. Thomas (Thomas Mann), Costa (Oliver Cooper) y JB (Jonathan Brown) son tres adolescentes típicamente poco populares en una escuela secundaria de Pasadena. El primero quiere festejar el cumpleaños en su casa aprovechando que sus padres no están. Los otros también, pero Costa desea además tener sexo e incrementar la popularidad organizando la fiesta más espectacular, y con más excesos, de la cual la gente tenga memoria. Hay un cuarto integrante que apenas se ve, pues está todo el tiempo registrando con la cámara todo lo que pasa. De hecho la película transita un ritmo al estilo "montaje en cámara", ya que toda la acción transcurre en un día. “Proyecto X” parte de la base de dar por entendido que todos conocemos a los jóvenes, sus problemáticas, su relación con sus pares, etc; evitando así tener que presentar personajes, conflictos... Un guión... ¡bah! Utilizando simulaciones de improvisación y cierta frescura en todos, y todo lo que aparece en imágenes, da la sensación de ver un montaje en cámara o una filmación que tuvo lugar durante 24 horas, de la cual se extrajo esto que vemos en pantalla. Evidentemente este recurso se vuelve limitado y en poco tiempo cae en su propia trampa. Traspasa los límites que se autoimpuso y uno empieza a pensar: ¿Quién está filmando esto? ¿Donde se ubicó para hacerlo? Si el falso camarógrafo está arriba del techo para tomar a alguien que se tira desde ahí a una pileta, ¿cómo hace para luego tomarlo desde abajo al mismo tiempo? ¿Se tiró dos veces? La ruptura del verosímil tampoco parece importar en estos casos. Así y todo puedo decirle que “Proyecto X” será una producción tremendamente exitosa, porque tanto el productor como el realizador supieron combinar perfectamente el formato que busca el público joven, con el aggiornamiento de gags extraídos de “Porky's” (1982), “El último americano virgen” (1982), “American pie” (1999, 2009) y otras comedias sobre tetas y alcohol correspondientes a la "irreverencia" de cada generación. En este sentido, las escenas en la que se ve a los chicos irse al carajo en una fiesta que pondera llegar al límite de los excesos, más que escandalizar a nadie podrían funcionar como un espejo de lo que hoy ocurre. Si usted entra en el juego propuesto, y está más allá de lo estético a la hora de conectar con este tipo de humor, habrá momentos rematadamente graciosos. ¿El cine? Definitivamente está lejos de estar representado por esta película.
¿Cuál es la diferencia entre este film y, por ejemplo, Supercool? No, no que Proyecto X tenga camarita en mano: la diferencia fundamental es que en Supercool los personajes eran seres humanos con cosas buenas y malas, tiernos y capaces de ser nuestros semejantes, mientras que en Proyecto X se trata de una manga de adolescentes idiotas, carentes de cualquier posibilidad de empatía con el espectador y dedicados a repetir todo lugar común de propagandas de cervezas y aperitivos.
La Caravana Mágica Si alguna vez fantaseaste con una joda descontrolada en la que sos el ídolo de la fiesta o estuviste en una parecida, "Proyecto X" definitivamente te va a encantar. Joda fuerte, mucho descontrol y situaciones tan bizarras como divertidas que te van a asegurar 90 minutos de entretenimiento puro y carcajadas varias. Eso sí, tenés que ir dispuesto a ver una peli que te ofrece locura adolescente, momentos divertidos y adrenalina fiestera, no mucho más. Si estás esperando una historia de amistad, que te deje algún mensaje de vida o te desafíe intelectualmente, vas muerto, incluso los personajes no son ni muy entrañables ni lo mejor de la película, salvo por el gordito que se pasa. El film está producido por Todd Phillips, el mismo tipo que dirigió las dos "The Hangover", "Todo un Parto", "Old School" y "Viaje Censurado", todas producciones alocadas en las que se puede identificar su sello característico: Situaciones comunes que se salen de control a un punto tal de provocar un humor tan bizarro como efectivo. Ése es el gran acierto de Phillips, que sin ser santo de mi devoción, logró sacarme varias sonrisas con este trabajo. Por otro lado el director Nima Nourizadeh cumple muy bien con su debut en las grandes ligas, cayendo en algunas mañas hollywoodenses típicas de estos flms como la publicidad descarada de productos, pero nada grave que valga la pena remarcar. Utiliza el método "cámara en mano" que parece haber vuelto para quedarse, y al igual que "Poder Sin Límites", su puesta es cuidada y de calidad. Es una propuesta en la que la forma de filmación resultó fundamental para darle ese espíritu de "verdadero", esa sensación de que la festichola loca que vemos en pantalla, está sucediendo realmente o sucedió en algún momento no muy lejano. Una película para revivir fantasías de "ídolo de la noche", dejarse llevar y meterse mentalmente en un caos total de cuerpos moviéndose al ritmo de la locura. La fantasía de todo Nerd hecha realidad.
Lo mejor y lo peor puede pasar en una fiesta que se proyectó como para 50 personas y concurrieron 1.500. Todo se sale de cauce y lo que en un momento parece divertido termina siendo dramático. El filme, del mismo productor de "Qué pasó ayer", tiene puntos de contacto con "Súpercool", en la que lo más importante es el alcohol y la diversión a cualquier costo. Con el menú de sexo, drogas y baile hasta el amanecer, tres amigos coordinan hacer una megareunión para festejar los 18 años del bonachón de Thomas. La casa de sus padres, con piscina y Mercedes Benz, está disponible el fin de semana y hay piedra libre. El objetivo de los amigos es ser populares, aunque el caos los fagocite. Filmada con cámara en mano, la película deja una reflexión en el diálogo final entre padre e hijo, que permite ver lo patética que es nuestra sociedad de consumo y el desfasaje de los valores.
Proyecto X es una película sobre adolescentes cachondos ideal para ídem. Les va a resultar entretenida principalmente a todos los pre-adolescentes y adolescentes, a los adultos nostálgicos de esa edad (aunque no creo que ninguno haya estado en una fiesta asi), y a todos aquellos que la pasan bien con sólo oír una cantidad importante de palabras fuertes, ver unos cuantos desnudos y asistir...
Apología del sinsentido A principios del Siglo XXI, Todd Phillips ganó cierto renombre con una película zafada y ridícula llamada Old School (anteriormente ya había hecho Viaje censurado) en donde a tres amigos entrados en los treinta (Luke Wilson, Will Ferrel y Vince Vaughn) se les da por descontrolar cuando se hartan de lo mal que les va en sus vidas y aprovechan sus redimida libertad para volver a convertirse en los imbéciles inmaduros que alguna vez habían sido. Muchos años después Phillips volvió a las primeras planas cuando lanzó ¿Qué pasó ayer?, una buena comedia "juvenil-zafada" que sorprendía desde su narración intrigante y que llegó a ser considerada por muchos como una suerte de resurrección de la comedia estadounidense junto a las de la Factoría Apatow. A partir de ese momento, Phillips pasó a ser un nombre importante, un sello publicitario, una firma conocida dentro del género que sirve de respaldo desde la producción y atrae a los espectadores con solo aparecer de alguna forma en algún cartel de una película espantosa como puede ser Proyecto X. Proyecto X es la historia de una fiesta que -redes sociales mediante parecería insinuarse aunque nunca se aclara- se sale de todos los límites posibles de prever. Con la excusa de contar esa historia, el guión pone de protagonistas a tres estúpidos adolescentes y a un cuarto ser extraño que los filma durante el transcurso de la fiesta en lo que se supone que será un regalo para el cumpleañero Thomas una vez que todo haya acabado. Este tal Thomas (Thomas Mann) ofrece su casa para la fiesta cuando sus padres se van de viaje para festejar su aniversario de casamiento. Los clichés comienzan desde temprano con los tres personajes estereotípicos (el cancherito al que no le importa nada, el gordito nerd y el más centrado y culposo) y las primeras escenas del filme (el padre que le subraya "¡Que no le pase nada al Mercedes!"). De todos modos, esos estereotipos se van disolviendo rápidamente y sus marcas características terminan por desaparecer: los rasgos emblemáticos de cada uno (clichés, pero humanos al fin) se van homogeneizando y se transforman todos en entes inertes y faltos de sensibilidad a quienes nada en la vida parece importarles un comino. La fiesta que organizan tiene un motivo particular y nadie lo oculta: organizar una joda de proporciones los hará populares, ser alguien, que los reconozcan en el colegio, tener un nombre. No es una temática nueva para el cine (en especial el yanqui), pero cuando el filme nos remarca y subraya constantemente que lo único que vale la pena en sus vidas es la popularidad, que el ser reconocidos avala las transgresiones más insólitas y que todo lo que se destruya por el mero hecho de que "es una fiesta, viva la joda, rompamos todo" es en pos de que sepan tu nombre, ahí es cuando este filme se aleja de todos los filmes similares y pega el salto fundamental para convertirse en basura cinematográfica. Descontrolados Desde lo narrativo, este filme es un compendio de falencias. La historia no es la historia de sus personajes sino que es simplemente la historia de la fiesta. Sus personajes no importan, porque no nos interesan, porque son completamente vacuos, porque no nos generan la mínima empatía y menos aún simpatía (cosa que no sucedía en Old School, por ejemplo). Son tres idiotas con deseos de popularidad que están -cada vez más a medida que avanza el metraje- dispuestos a todo y no temen a las consecuencias. Precisamente esta falta de temor por las consecuencias, este borramiento de los rasgos de humanidad de los personajes (en especial del protagonista, al principio preocupado porque la fiesta se sale de control y luego simplemente le sigue el juego, disfrutando de las mieles de la popularidad) es lo que genera que la película no nos interese. Porque cuando el descontrol se sale de los límites es demasiado obvio que nada puede pasar, que no habrá consecuencias, que no hay nada que temer, que no hay motivos para seguir viendo la película porque lo único que mínimamente causa curiosidad es ver como todo el barrio termina prendido fuego (cosa que nos muestran en el trailer). Ni hablar de la vil excusa de pensar un filme siempre bajo la perspectiva de la cámara en mano del extraño muchacho que los filma durante la fiesta. Otra idea ganchera que no se sostiene desde el vamos y que cuando vemos el transcurso del relato descubrimos alimañas narrativas insalvables como que de repente aparezcan mechadas imágenes de celulares de otras personas, o contenido intercalado de un noticiero... ¡que encima cuenta con música extradiegética! La dirección de Nima Nourizadeh es torpe y hace demasiadas concesiones al tipo de relato que el mismo eligió. Eso sumado a que el filme en sí no tiene merito alguno, pone al novel director directamente en mi lista negra (ya puede acompañar a Eli Roth, Jason Friedberg, Aaron Selzer, Carlos Mentasti, Rodolfo Ledo y otros realizadores infames). "Se nos fue un poquito de las manos..." El filme no solo es berreta, carente de historia, estúpido en sus argumentos y un rejunte de imágenes puestas con idea de enganchar al espectador sin ningún sentido, sino que comete el peor pecado que puede cometer una comedia: no es gracioso en absoluto. A menos que te guste escuchar a tres amigotes adolescentes decirse groserías. A menos que te resulte gracioso ver como la juventud estadounidense elige reventarse sin motivo alguno, destruir sin motivo alguno, traicionarse sin motivo alguno, atar un perro a una docena de globos de helio solo para verlo volar. Ah, cierto. También incurre la presentación ininterrumpida de todo tipo de bajezas imaginables: vómitos por borrachera, chicas desnudas en una piscina porque "según el cartel, las chicas tienen que entrar desnudas en la piscina", drogas de todo tipo (el encuentro fortuito de un centenar de pastillas de éxtasis como si salieran de una enorme piñata es una invitación inevitable para los invitados de la fiesta que deciden unánimemente que las drogas gratuitas son una posibilidad que no pueden dejar pasar... ni siquiera sus tres protagonistas, que se bajan las pastillitas con unos tragos de birra). Y como si todo esto no fuera lo suficientemente molesto, Proyecto X también busca atraer público (¿o risas?) con el metodo Tinelliano/Gran Hermaniano de introducir un personaje enano (bien podría haber sido un ciego bailarín, un hermafrodita conflictuado) para encerrar en un horno o para que golpee a una decena de invitados en la ingle. Piscina sólo para chicas desnudas Sin ánimos de volvernos fundamentalistas, es necesario decir que Proyecto X es una película patética, aburrida y hasta peligrosa por los valores que difunde: la popularidad como dios y único anhelo, el renombre y lo cool como el único lugar al que pueden apuntar las miserables vidas de los adolescentes. Sobre lo que sería el epílogo del filme se llega al punto más triste de todos, cuando nos damos cuenta de lo que significó la fiesta para estos tres personajes. Proyecto X es basura, es humillante, difunde la ideología de la superficialidad y la exacerba como nunca antes haya visto, sin el menor atisbo de crítica al estado de situación de las cosas. Y lo peor de todo es que no es graciosa ni por asomo.
Vamos a hablar un poco de la película que dirige Nima Nourizadeh (si lo pronuncias bien te ganas un chupetin), la peli esta producida por Todd Phillips el director de The Hangover I y II, Old School y Due Date. La película nos cuenta como 3 amigos de la secundaria, que son los mas losers que puedan existir, deciden cambiar su ámbito y generar una fiesta épica como nunca se vio en Pasadena. Este el disparador de Proyecto X, el cumpleaños del joven Thomas. Lo que se puede decir cortito y al pie sobre esta película es que su punto fuerte obviamente es la comedia, pero no la comedia física, sino toda su riqueza se encuentra en los diálogos, parlamentos sencillos pero con mucha cultura pop, que solo va a dejar al margen a los mayores de 60 años. Seria muy hipócrita decir que la película no entretiene, porque la verdad es que se pasa muy rápido, tiene sus puntos fuertes en la música y el montaje entre diferentes calidades de cámaras uno lo empieza a aceptar. Si vamos a hablar de la parte técnica, podemos decir que este es un documental mas que un Found Footage (material encontrado), ya que se nutre no solo de la cámara que sigue a los 3 protagonistas, sino que intercala fragmentos de otras cámaras localizadas en personajes secundarios. En fin una película que se disfruta, me hizo reír y pasar un buen rato mirando como estos salvajes destruyen una casa que no es mía, aunque definitivamente me hubiera gustado estar en ese rodaje.
La casa y la vida por la ventana En un mundo no muy lejano, en el que los dioses son cuatro o cinco personas contratadas para escribir un guión para un director satélite de la industria (una en la que los productores están muy por encima de los realizadores, por muchos logros personales que estos últimos tengan), yace un concepto, un ideal. Sea cual sea, escapa a toda intención de análisis y entendimiento por parte de un espectador de cine que acude a la sala en busca de, como siempre que va para ver una de Hollywood, un poco de entretenimiento. Pero, por supuesto, también está Project X, del hasta ahora desconocido Nima Nourizadeh, la cual contempla, en pos del ideal que mencionábamos anteriormente, todo tipo de incorrecciones políticas y situaciones cómicas que rozan la pornografía infantil (incluso a veces hasta excediéndola), marcando además nuevos límites de lo que se puede y no se puede ver en la industria del cine. Por supuesto, esto es arte, y aquí todo vale. Pero no. No en Project X, un producto más de consumo, que intenta abarcar de la forma más trillada que ha traído consigo el Siglo XXI (el infame mockumental), cientos y cientos de estereotipos que no hacen más que reafirmar una verdad incómoda, que está ahí, latente, no en el mundo no-muy-lejano que mencionamos al comienzo, sino en nuestro mundo, el que está fuera de la sala del séptimo arte. Lo peligroso de obras como estas es la apología, la violencia visual y el mensaje que se da. De por sí, es un film muy inverosímil (sobre todo al promediar los tres cuartos de metraje, cuando la situación se torna tan caótica que ni el genio de Ben Stiller la podría solucionar), que por mucho que trata de castigar a los personajes a modo de corrección moral en un final agarradísimo de los pelos, no logra salvarse de la calamitosidad que fue en sus previos 80 minutos. Pero, indefectiblemente, tiene un mensaje. Si esto intentó ser una nueva perspectiva a la temática infantojuvenil que sólo la cabeza de Greg Mottola pudo abarcar con soltura (y nobleza) con la obra maestra Superbad (2008), mal por la película. Si intentó ser todo lo contrario, y buscó dar un mensaje flácido sobre dicho tópico con el sólo fin de divertir, mal también. Y, tal y como pasa con los acartonados protagonistas (el sacadito que lleva la batuta y se borra cuando las papas queman, el nerd que no se anima pero después -éxtasis mediante- se atreve a todo, y el gordito freaky que enternece la pantalla... todo filmado por un gótico que resulta ser un potencial asesino; y la lista de clichés continúa en un repertorio pocas veces visto), al fin y al cabo, la finalidad es una y sólo una: tirar la casa por la ventana.