Prerrogativas de la fuerza pública. Dentro del terreno de los thrillers de acción post 24, el nuevo film de Denis Villeneuve rankea como uno de los mejores y más completos estudios de lo que ha sido históricamente la política del gigante del norte en lo que respecta a la “lucha” contra el terrorismo, el narcotráfico, la venta de armamento y demás actividades non sanctas. A partir de la popularización de la serie protagonizada por Kiefer Sutherland, se fue dando un proceso de admisión discursiva en el mainstream que abarcó un doble sincericidio: ya no sólo los otrora intachables representantes de la ley ven desvanecerse la línea que los separa de los criminales, sino que hoy además descubrimos que muchos de ellos son cómplices de lo acaecido y que las agencias que monopolizan el control de la fuerza pública adoptan iguales o peores métodos de “avance” en el campo táctico, en función de prerrogativas execrables. La trama sigue el reclutamiento de Kate Macer (Emily Blunt), una experimentada agente del FBI, por parte de Matt (Josh Brolin), la cabeza de un grupo secreto de la CIA dedicado a la exterminación de miembros de los carteles mexicanos y a un cúmulo de misiones paralelas de índole clandestina, impunidad mediante. La asistencia del misterioso Alejandro (Benicio Del Toro) tendrá un rol fundamental en el encuadramiento despiadado de las operaciones, el juego de tensiones y el manejo con cuentagotas de la información. Gran parte del metraje transcurre en la frontera entre ambos países, haciendo especial énfasis en el desinterés de los agentes estadounidenses por mantener delimitada su jurisdicción y en el desapego para con cualquier marco legal en lo referido a la detención y los interrogatorios de los involucrados (hablamos de razias, secuestros, torturas, fusilamientos varios, etc.). El canadiense continúa superando lo hecho en la primera etapa de su carrera, léase las interesantes Maelström (2000), Polytechnique (2009) e Incendies (2010), y construye su tercera obra maestra consecutiva, luego de las también excelentes El Hombre Duplicado (Enemy, 2013) y La Sospecha (Prisoners, 2013). Aquí se luce con un tono seco que examina el régimen de violencia consentida que domina tanto en las comunidades semi feudales de nuestra periferia como en las todopoderosas metrópolis, poniendo al descubierto la hipocresía y la manipulación de las que se suelen jactar -por debajo de la mesa- esas mismas instituciones estatales que proponen reducir al mínimo los derechos, la justicia y las libertades individuales en pos de una supuesta “eficacia” antidelito que no es tal y que para colmo se desentiende de toda ética, convalidando la barbarie circundante. Definitivamente los dos protagonistas principales de la epopeya, si obviamos por un momento a Villeneuve, están posicionados en extremos opuestos de la cámara: por un lado tenemos la extraordinaria fotografía de Roger Deakins, quien nos regala un sinfín de tomas sublimes del desierto (recordemos la escena en Juárez), y por el otro está Benicio Del Toro, un intérprete que descuella con una labor que directamente se termina comiendo a la película en su conjunto (el desenlace da pruebas sobradas de ello). El carácter aguerrido de Sicario (2015), y su mérito dentro del cine para adultos pensantes, radica en su capacidad para esquivar los atajos de la argumentación grandilocuente y para centrar sus esfuerzos en el vigor que se desprende de la propia dialéctica narrativa, en la cual -como en los westerns crepusculares de antaño- un gesto, una arremetida o una bala valen más que mil palabras. Aquí prima la retórica política de los puntos equidistantes: a la miseria y los atropellos se le contraponen la vanagloria y la maquinaría bélica. Entonces, ¿la crueldad salva distancias?
La nueva droga de Villeneuve El director canadiense Denis Villeneuve es un talento sobresaliente que en los últimos años se ha desempeñado en dramas adictivos y de primer nivel, provistos de actuaciones soberbias, atmósferas envolventes y temáticas incómodas. Falta dar un vistazo a sus tres últimas producciones, tanto Incendies (2010), como Prisoners (2013) y Enemy (2013) son películas de una solidez y una factura formal sorprendentes. Lo más difícil es, considerando semejante trayectoria, mantenerse a la altura de las expectativas, pero el cineasta no sólo lo logra sino que además ha demostrado ser un bicho muy raro en lo que refiere al panorama del cine internacional: se supone, por infinidad de experiencias, que los directores "extranjeros" (es decir, todos los no estadounidenses) que comienzan a trabajar en Hollywood terminan adaptando su estilo a los requerimientos y los formatos de la industria, viéndose su autoría y sus libertades cercenadas y sus películas convertidas en una caricatura artificiosa de lo que alguna vez fueron. Pero en el caso de Villeneuve, hasta ahora la situación parecería ser la inversa; el director se las ha ingeniado para plantear películas con una impronta muy personal, utilizando a su favor el andamiaje de Hollywood y su star-system. Así como es imposible empezar a hablar de este filme sin hablar de Villeneuve, también lo es sin nombrar al inmenso Benicio del Toro. Si bien el actor portorriqueño nos viene sorprendiendo desde hace rato, nunca había participado en una película que le calzara tan bien. Está claro que ninguna otra persona podría haberse desempeñado en el papel de ese ambivalente, complejo, atribulado y profundamente oscuro y misterioso agente, y que sólo del Toro con su presencia y su calma expresividad podía darle al papel la fuerza requerida. De no haberse conseguido a este actor, claro está que la película habría sido otra, muy diferente. La trama nos sitúa de lleno en un ambiente truculento: la lucha de los Estados Unidos contra los cárteles y el narcotráfico mexicano en su ingreso al país. La protagonista (Emily Blunt, notable como de costumbre), una agente del FBI especializada en secuestros es reclutada para una misión especial, cuyo cometido ignora por completo y en la que su superior (Josh Brolin, también estupendo) se regocija dosificándole la información de a cuentagotas, por lo que tanto ella como el espectador, en idéntico desconcierto, irán iniciándose en una suerte de tour a través de los horrores del narcotráfico, desde El paso a Ciudad Juárez, donde la violencia es ejercida por ambos bandos y los agentes estadounidenses incurren en cuanta ilegalidad existe para "combatirlo". Como en Sin lugar para los débiles, se pondrá en entredicho la viabilidad de ciertos principios, de ciertas formalidades y, por supuesto, de los viejos heroísmos aplicados a la lucha contra un insondable entramado de corrupción. Lo más importante, y el gran acierto conceptual de Villeneuve es el de plantearlo ya no como una lucha –hasta se demuestra lo ridículo que es pensar en ello– sino en la estrategia más viable de entretejer influencias y alianzas y, para postre, de concretar alguna que otra venganza personal. El veterano director de fotografía Roger Deakins trabajó con los Coen, Darabont, Scorsese, Costa-Gavras y decenas de directores más, pero nunca se había visto un trabajo tan poderoso de su autoria; asimismo, la progresiva banda sonora del compositor islandés Johan Johansson provee a los parajes desérticos y a los amplios cielos de apagados y progresivos tambores de guerra, contrapunto perfecto para propiciar un suspenso permanente y redoblar una propuesta inmersiva. Lo que sí podría rechinar en algún tramo es el purismo intachable de la protagonista, que raya en comentarios de su parte no sólo muy ingenuos sino prácticamente suicidas. Pero cuando una película es tan poderosa, minucias de este tenor tienen poca relevancia.
La eterna historia estadounidense, sobre los buenos que tienen que romper las reglas, por el bien mayor y la seguridad de toda la nación, vuelve a aparecer en este brillante guion de Taylor Sheridan, en donde hombres de la CIA no se detendrán en nada para destruir uno de los carteles más importantes del narcotráfico mexicano. Desde el comienzo de la película, el espectador y Kate Mercer, interpretada magistralmente por Emily Blunt, van empatizando en las reacciones a las atrocidades que se le atribuyen al cartel de Juarez y coincidiendo en el rechazo al accionar ilegal la CIA, pero siendo cómplice todo el tiempo. El gran trabajo de Villeneuve logra llevar al personaje y al espectador paralelamente hacia la identificación. La destacadísima actuación de Benicio Del Toro, transmitiendo tanto en cada silencio, cada mirada y cada reacción del cuerpo, como en cada uno de sus diálogos, encarna perfectamente el papel de Alejandro quien acompaña a la CIA en calidad de consultor en misiones relacionadas a los carteles. JoshBrolin, encarnando un personaje muy diferente a Alejandro se adueña de todos los silencios disponibles en su presencia dándole ritmo y tornando divertidas las escenas que comparten con Del Toro. Una decisión artística muy acertada, es el uso de contraluces naturales que además de dar verosimilitud a una secuencia de escenas nocturnas, resultan sumamente agradables. El manejo rítmico del montaje y la mano experta del director hacen que la cinta sea constantemente atrapante. La apariencia de que siempre está por pasar algo, y la cantidad de información que se va revelando controladamente, mantienen un alto nivel de tensión durante toda la película. A pesar del enorme esfuerzo de las películas estadounidense por culpar a otros países de guerras, desastres y en este caso el narcotráfico, la película es sumamente profunda y entretenida. El trabajo técnico no defrauda y las actuaciones y diálogos están al mejor nivel de los nombres que las acompañan.
Las contradicciones por (no) hacer lo correcto Después de las aclamadas Prisoners y Enemy (ambas de 2013), el director Denis Villeneuve apostó fuerte por un thriller que plantea la difícil situación fronteriza entre México y Estados Unidos. Tras ser reclutada por Matt Graver (Josh Brolin) para enfrentar a las principales redes del narcotráfico, Kate Macer (Emely Blunt) comienza a replantearse los principios y valores que la propia organización promueve cuando se sobrepasan los límites de aquellos que no respetan ninguna ley. La participación de su enigmático nuevo compañero Alejandro (Benicio Del Toro), hacen dudar a Macer sobre su visión y papel en esta misión. Sicario es el reflejo de una realidad paralela que la mayoría no ve. La guerra interna entre los aparatos secretos, norteamericanos como de la CIA, para contrarrestar el tráfico de drogas al precio que fuere. En el film recurrentemente aparece el accionar, o modus operandi, de los carteles mexicanos ubicados entre la frontera de un país y otro. En un contexto que sobrepasa las leyes y las normas, la única que es aceptada es la de la violencia, el miedo o los asesinatos. El tráfico de drogas, trata de personas o encargos de homicidios son moneda corriente en la Ciudad de Juárez. Allí, la línea entre el bien y el mal, lo aceptado moralmente y humano es muy difusa. En el modo de actuar, la diferencia entre federales y traficantes recae únicamente en la portación de placas y uniformes. Las Black Ops (operaciones especiales secretas) encabezadas por Graver, siguen una única regla: terminar con el objetivo, sin limitarse en las consecuencias. La justicia, derechos ciudadanos y civiles hacen eco por su ausencia en la zona más oscura y siniestra de la Ciudad de Juárez. Entre medio de esa encrucijada aparece la agente del FBI Kate Macer. En ella, reside el único faro moral de lo que realmente ocurre, con las contradicciones internas que llevan a replantearse si está del lado correcto de la ecuación. El derrumbe ético y moral de la protagonista sucede a medida que va socavando más profundo en las raíces de Juárez y sus ciudadanos, sean compañeros o traficantes. Blunt brilla, mientras su personaje oscila entre las agallas por seguir al frente, y la vulnerabilidad de ver a su mundo ético-moral de rodillas y al revés, donde el modo de justicia se realiza a mano propia. S_D18_05049.NEF S_D18_05049.NEF En la brillante interpretación de Benicio del Toro encontramos la esencia del film. Su personaje esconde una personalidad tan introspectiva y compasiva pero por momentos oscura y despiadada, creando un clima incómodo e indescifrable tanto para Macer como para el espectador. Alejandro es la aceptación de ese mundo tal cual como es, teniéndolo como rey, torre y alfil en este juego de ajedrez. “La vacuna para terminar con tal mal”, como según el mismo vocifera en la mitad del film. Es el dilema ético entre los valores y seguridad: ¿Qué precio es aceptable para brindar seguridad?. Si hablamos de Denis Villeneuve, hablamos de palabras mayores en cuanto a la fotografía y dirección de arte. Con planos panorámicos impactantes de la propia Ciudad de Juárez, como también momentos donde se utilizó a Albuquerque, Nuevo México; El paso, Texas; y en Veracruz, México. Un deleite visual gracias a la participación de Roger Deakins (11 veces nominado al Oscar) y el director de arte Patrice Vermette (también nominado al premio de la Academia). A pesar de abusar un tanto de estos soberbios paisajes y su inmensidad, el mensaje de Villeneuve es claro: en la amplitud de la nada misma, similar a un desierto, carente de fertilidad y vida, habita la libertad de acción, el libertinaje donde no existen leyes ni normas que acatar para dar pie a la delincuencia. Estas imágenes, tan abarcativas para el espectador pero un poco distantes, se balancean con momentos íntimos entre los personajes. Después de un gran trabajo en Prisoners, el director dejó en las manos de Jóhann Jóhannsson la banda de sonido. Acompañados de un conciso montaje en cuanto al emparejamiento con la dirección de arte y la marca intacta del director, la música en Sicario da pie a grandes escenas de tensión, suspenso y clímax total entre secuencias de acción o diálogos muy breves pero efectivos entre los protagonistas. Lo bueno, lo esencial de Sicario es hacer sentir al espectador que está allí junto a los protagonistas, entre los quiebres ideológicos de Kate y la difícil personalidad de Alejandro, que varía de un compañero compasivo a un asesino senil a sangre fría en cuestión de segundos. El punto más flojo (si hay que encontrarle uno) recae en el guión, a cargo de Taylor Sheridan. Una estructura lineal, sin demasiados sobresaltos y predecible (algo distinto a lo que acostumbra Villeneuve). Sin la mano diferente de su director y equipo creativo, quienes imponen una estética inusual y hasta reconocida, estaríamos frente a otra película sobre el narcotráfico y la violencia interamericana. Sicario se destaca entre los films de esta temática gracias al enfoque de su director, que logró marcar una estética e identidad en sus películas. Con pocos puntos de sutura a corregir, Sicario cumple y se codea entre los grandes estrenos de la temporada 2015/2016.
Nacido para matar (del otro lado de la frontera) En Sicario (2015) el director de La sospecha (Prisoners, 2013) y El hombre duplicado (Enemy, 2013) realiza un relato crítico sobre el papel de las fuerzas especiales norteamericanas en la frontera con México. Mitad cine bélico, mitad drama ético, el film tiene la fuerza dramática de la implosión interna de sus anteriores obras aunque en esta oportunidad se intente expandir los dilemas a un nivel mayor. La historia se centra en Kate Macer (Emily Blunt, que ya demostró sus dotes de chica guerrera en Al filo del mañana), una joven comandante de un equipo de fuerzas especiales que opera contra el narcotráfico cercano a los carteles. Ante un episodio traumático, es convocada a participar en otro equipo ultra secreto que opera directamente en territorio mexicano al límite con la ilegalidad. La mujer acepta sin saber bien a qué -ni a quiénes- se enfrenta, quedando bajo las órdenes de los siniestros y misteriosos personajes que componen Josh Brolin y Benicio Del Toro. Sicario, que pasó por el 68 Festival de Cannes y el 63 Festival de San Sebastián, tiene la insignia de Zero Dark Thirty - La noche más oscura (Zero Dark Thirty, 2012), aquel film dirigido por Kathryn Bigelow donde Jessica Chastain debe hacer lo imposible para atrapar nada menos que a Bin Laden, comandando un equipo que deja la legalidad de lado en varias de sus operaciones encubiertas, generando un conflicto de orden ético para su protagonista. El hecho de que el papel principal esté a cargo de una mujer con características femeninas en su rasgos y actitudes, infiere debilidad ante las atrocidades bélicas, y a su vez, cordura en un ambiente donde la locura se apodera de la escena. En contraste con ella están perfectos los personajes de Matt Graver (Brolin) y Alejandro (Del Toro), salvajes, prepotentes, y por momentos, monstruosos en sus actos. La diferencia de género funciona como un dilema psicológico civilizador si se quiere: La mujer madre que no puede conducir ni imponer el orden al grupo. Como en otras películas de Denis Villeneuve, tales como Incendies (2010) o La sospecha, el terror es interno, está entre nosotros y en nuestro accionar (refiere directamente a un público norteamericano), parece decirnos la película en su mea culpa planteada. El diseño del sonido es fundamental para construir una tensión latente desde los primeros minutos y a punto de estallar en cualquier instante, desde la explosiva escena inicial y marcando cada momento de la trama. En este recurso el director logra trasmitir el clima de constante inestabilidad y la angustia percibida por su protagonista. Sicario no es lo mejor del director canadiense pero es la decisión clara de tomar postura sobre los conflictos bélicos de Estados Unidos para, desde el temor y la locura interna de un personaje (como viene desarrollando en su obra), mostrar la demencia de un grupo armado que masacra -supuestamente- por el bien de la humanidad.
Directo en el blanco Tras su paso por la competencia oficial del último Festival de Cannes, llega este thriller concretado con indudable solvencia y pericia, aunque algo afecto a los excesos. Tras El hombre duplicado y La sospecha, el director canadiense Denis Villeneuve construyó un potente y tenso thriller sobre el sicario del título (Benicio Del Toro), contratado por las fuerzas estadounidenses para encontrar y aniquilar a los jerarcas del cartel de Sonora en México. Josh Brolin lidera el grupo de élite y Emily Blunt interpreta a una agente recién ingresada al FBI que funciona a la vez como la voz de la conciencia entre tanto desmadre. La excesiva estilización visual con sus tomas aéreas (Villeneuve nos recuerda todo el tiempo que este no es “sólo” un policial sino la obra de un autor “importante” como él) y la recurrencia decididamente morbosa a la hora de mostrar una y otra vez cadáveres mutilados y colgados de los puentes (la mexicana Heli es un poroto al lado de esta) conspiran un poco contra un film que, debe admitirse, tiene casi siempre una notable factura técnica y narrativa, y se constituye así en un sólido exponente de género.
Hollywood tiene su historia con México, los carteles y los narcotraficantes. La frontera es un nido de violencia e ilegalidad y muchas películas han reflejado ese submundo de la cultura del lugar. Sicario se suma a esa lista, pero con una visión visceral de la realidad y hurgando más profundamente en las políticas, el accionar policial en esa zona y, especialmente, la moralidad de quienes participan. Kate Macer (Emily Blunt, en una actuación memorable) es una agente del FBI que trabaja siguiendo las reglas y que sabe cumplir con su deber. Matt Graver (Josh Brolin), un canchero agente del Departamento de Defensa, la convoca para ser parte de un grupo de elite que busca luchar contra el narcotráfico desde adentro y hacer un cambio significativo en la guerra de las drogas. Junto a este grupo también se encuentra Alejandro (Benicio Del Toro), una misteriosa figura de quien en un principio no sabemos mucho y a quien Kate interroga para saber por qué razón específica está ella ahí. Afortunadamente, el foco de la película se mantiene entre estos personajes, sin desviar nuestra atención con discusiones entre cadenas de mando, generales, directivos y todo eso como ya hemos visto muchas veces. En cambio, Sicario nos mete de lleno en el accionar de este grupo, rastreando personas y buscando información que los acerque un poco más a los “capos” narco, dejando en el camino serias interrogantes que nos hacen cuestionar sobre lo que está bien y lo que está mal. ¿El fin justifica los medios? El canadiense Denis Villeneuve es un director que concentra todo su poder narrativo en los personajes, los lugares y algunos detalles visuales. No necesita mucho más que eso para ser efectivo a la hora de contar lo que está sucediendo. Por ejemplo, apenas un tenso recorrido en la entrada a Juárez-México (sin música alguna ni ninguna edición extraña a lo ‘Tony Scott’) basta para sentir que estamos en un lugar complicado, donde las expresiones de los personajes nos hacen entender qué es lo que les está pasando por la cabeza: desde la seguridad experimentada de Del Toro hasta la incomodidad de Blunt y el aire de tensión que prevalece durante toda la escena. Acá es donde es indispensable el excelentísimo director de fotografía Roger Deakins, que hace que cada frame se vea perfecto. Deakins ya trabajó con el director en Prisoners (y volverá a hacerlo cuando se dispongan a filmar la secuela de Blade Runner) y ayuda a resaltar la importancia y el cuidado que Villeneuve tiene en cada toma y lo que quiere transmitir. Sicario no deja de ser un thriller de primera categoría, pero disminuye y pone a un lado la acción bombástica para concentrarse en el suspenso que antecede al climax. Desde las tenebrosas primeras escenas donde empezamos a percibir que algo no anda del todo bien, hasta una inquietante y sorpresiva redada en una autopista congestionada de autos, hay una sensación constante de que algo va a ocurrir en cualquier segundo. Ahí es cuando los momentos donde todo “explota” pisan fuerte y son verdaderos momentos de tensión. Dijo el director: “La cinta plantea preguntas sobre la forma de los estadounidenses para solucionar sus problemas, muchas veces al margen de la ley”. En este punto es donde el personaje de Emily Blunt se encuentra encerrada, entre su motivación para hacer el bien y hacer justicia de la forma correcta, establecida por la ley, y las nuevas realidades que descubre en la nueva tarea que le fue asignada, donde no todo es blanco o negro. Blunt hace un trabajo envidiable manifestando las diferentes facetas que transita su personaje, mostrando que es una mujer valiente, con sus ideales como parte primordial de su personalidad, pero que también puede quebrarse cuando la situación en la que está es más fuerte que ella. Podemos ver y sentir en sus ojos la impotencia en ciertos momentos y ahí es cuando la película mejor comunica la problemática central que explica el director. Benicio del Toro, por otro lado, es todo un duro. No se sabe muy bien su historia y parece alguien que logra lo que se propone, a toda costa. Sus cruces con Emily Blunt y las situaciones que llevan a la revelación de su pasado son algunas de las mejores escenas de Sicario. Ciertas complicaciones de la trama promediando la película pueden resultar un poco difíciles de seguir, pero una vez que termina y las piezas caen en su lugar, todo se empieza a aclarar. Lo que hace que Sicario sea sumamente efectiva es que da la sensación de que todo lo que cuenta y muestra puede suceder en la vida real. No se siente que estamos viendo ficción, sino una muestra detallada de lo que pasa en la realidad como consecuencia del avance del narcotráfico, especialmente en esa frontera (aunque no hace falta ir tan lejos para sentirnos un poco identificados). Impredecible, fuerte y por momentos oscura, Sicario es un muy buen thriller dramático que trata temas difíciles y bien actuales, revelando verdades incómodas del mundo real en el que diferentes posiciones reaccionan frente a la violencia y el complejo sistema criminal en el que vivimos.
Los túneles de los espectros. El flujo inmigratorio hacia los Estados Unidos, la política de contención de parte del gobierno de ese país y la industria ilegal que vive alrededor de la droga y el tráfico de personas conforman uno de los cuadros más rapaces y miserables de nuestra cultura del espectáculo y la muerte, que evade la verdad y cualquier noción de moralidad para dejarnos frente a frente con nuestro mezquino reflejo. Sicario (2015), el último film del director canadiense Denis Villeneuve (La Sospecha, 2013; El Hombre Duplicado, 2013), indaga -a través de este espejo de nuestra cultura- sobre la ética, las leyes y las certezas en un mundo donde el estado de excepción se impone a través de operaciones encubiertas. En medio de una serie de asesinatos realizados por los carteles mexicanos de Ciudad Juárez, en lugares cercanos a la zona fronteriza del lado estadounidense, la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt) es convencida por un grupo de cooperación entre agencias gubernamentales, liderado por Matt Graver (Josh Brolin), para colaborar con él y un enigmático y taciturno personaje, Alejandro (Benicio Del Toro), con el fin de combatir el arraigamiento del narcotráfico en Estados Unidos. Una extraña relación de incomodidad se incuba entre los tres y Kate comienza a sospechar de los orígenes de Alejandro y los motivos de Matt. La cooperación deviene rápidamente en un esquema parasitario para encubrir peligrosas operaciones de la Agencia Central de Inteligencia en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos, y Kate se ve envuelta en situaciones que no comprende pero que no aprueba ética, moral y legalmente. Sin preocuparse demasiado por los pruritos y la seguridad de Kate, Matt y Alejandro siguen con su tenaz operativo para desbaratar las redes de los líderes del narcotráfico, desentrañando así una telaraña de grandes dimensiones. Con un estilo cansino pero agazapado, Villeneuve rescata retazos de la estética de Sin Lugar para los Débiles (2007), de los hermanos Coen, y retoma lateralmente la moral de Traffic (2000), de Steven Soderbergh, para adentrarse en los resquicios más sórdidos de la guerra contra las drogas. El guión de Taylor Sheridan se fusiona perfectamente con las ideas de Villeneuve para cuestionar el lugar de la frontera como “no lugar” y su régimen de excepción. La dirección de arte de Paul D. Kelly y Bjarne Sletteland, y la fotografía de Roger Deakins, trabajan conjuntamente en una atmósfera desértica, indefinida y desolada que se une a una imagen siempre perturbadora que refiere y conduce hacia la muerte como constante de la condición del territorio fronterizo. Con Sicario, Villeneuve vuelve a subir la apuesta en pos de un cine arriesgado que conjuga una estética de gran valor visual y conceptual con un guión extraordinario que pone en juego una historia en la que el bien y el mal se disuelven en un magma informe. Ya desde el comienzo el opus roza el terror pero no como género sino como consternación sobre la crueldad y la dureza humana. Solo los lobos pueden sobrevivir en la frontera, en medio de los restos.
Contra el enemigo. Sabemos que el tratamiento administrado por aquellas producciones cinematográficas destinadas a fomentar la política de los servicios de inteligencia estadounidenses consiste primordialmente en suministrarnos entretenimiento. Este conformismo intenta desviarse de los cuestionamientos respecto a la burocracia que intercepta a terroristas internacionales y criminales poderosos, con mecanismos que atentan el bienestar para preservar la seguridad nacional. La propuesta de Sicario es relativa a estos procedimientos industriales debido a su impronta de violencia mainstream, aunque su desarrollo consigue aprovechar los rasgos de estilo de su realizador para redondear un trabajo inteligente e incluso atrapante. A Denis Villeneuve se lo conoce por sus narraciones intrincadas con personalidades sometidas a situaciones desconcertantes (desde la aclamada Incendies que el autor atraviesa este modelo). Los componentes del canadiense se instalan en ambientes donde deambulan conductas que permiten la revelación de una identidad siniestra (tómese como ejemplo La Sospecha, donde su profundo dramatismo reflejaba la desintegración de la moral americana mediante un creyente religioso que terminaba recurriendo a la tortura como recurso). En Sicario el director prefiere trabajar estas cuestiones a través de una operación clandestina que penetra la frontera mexicana, basándose en influencias gubernamentales para desmantelar un circuito de narcotraficantes. El recorrido acompaña a Kate Macer (Emily Blunt), una agente del FBI especialista en secuestros, que es reclutada por Matt Graver (Josh Brolin), un asesor del departamento de defensa, para integrar una organización que persigue a los líderes importantes de los carteles. Durante el operativo Kate presencia desconcertada las metodologías de Graver, además de sospechar sobre la verdadera identidad de su compañero Alejandro (Benicio Del Toro). El proceso en conjunto va tejiendo una conspiración encubierta de la que se desprenden diferentes entidades, revelando un clientelismo conectado a sectores corruptos y poniendo en discusión sus maniobras (negociar con inmigrantes involucrados y contratar a mercenarios para llevar a cabo las misiones). Nuevamente comprobamos que Villeneuve sabe conseguir secuencias impresionantes desde sus aportes visuales (el allanamiento de apertura, el tiroteo durante la intercepción, la emboscada dentro del túnel, el enfrentamiento del desenlace) y sostener un desarrollo de las tensiones como nadie. También sobresale el territorio que dimensiona la estremecedora fotografía de Roger Deakins, un libreto consistente a manos de Taylor Sheridan y una personificación sublime por parte de Benicio Del Toro. El discurso de la película atraviesa las gestiones invasivas de los norteamericanos para terminar con quienes son considerados como sus enemigos, aunque los procedimientos son contrastados por las decisiones de sus protagonistas. Como resultado notamos que los ribetes ideológicos del argumento terminan delineando una atmósfera pesimista, antes que un consentimiento de las actividades cometidas. La postura barajada en Sicario solo atestigua la desaparición del puritanismo como modelo, mientras se encarga de retratarnos un paisaje devastador.
Con una excelente labor de Emily Blunt, lo nuevo canadiense Denis Villeneuve se perfila como uno de los mejores thrillers del año. El horror… el horror… Al igual que la novela de Joseph Conrad, Sicario es un lento viaje de descenso a los infiernos. Mientras que en El Corazón de las Tinieblas, (o por consiguiente Apocalypse Now, la libre adaptación de Coppola reubicada en plena guerra de Vietnam) el marino Charlie Marlow es contratado para recorrer los peligrosos ríos de África en busca del Señor Kurtz. Aquí, la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt) acepta trabajar en conjunto a una agencia especial del gobierno de Estados Unidos, para ampliar su jurisdicción y poder poner tras las rejas a los miembros de un cartel de drogas, responsables de un violento y sádico crimen que la tocó de cerca. Pero más allá de las evidentes diferencias entre la novela de 1899 y la nueva película de Villeneuve, el destino de ambos viajes pareciera ser el mismo: la deshumanización. Blunt es nuestra puerta de entrada a este infierno. Es un personaje con moral e ideales bien definidos que solo busca hacer lo correcto, o por lo menos lo que ella cree que eso significa, hasta que choca de frente contra la realidad. Poco a poco irá descubriendo que el bien no puede existir sin el mal y que la linea que separa a uno de otro es sumamente barrosa. Su mundo ya no es blanco y negro, la oscuridad de a poco se acomodó dentro de ella expandiéndose como un cáncer. Difícilmente estemos descubriendo a esta altura la calidad actoral de Blunt, pero siento la necesidad de recamar esta interpretación como una consagratoria. Es un rol muy diferente a cualquiera en que la hayamos visto hasta ahora, sin dudas el mayor desafío de su carrera y del que sale triunfante. Un escalón más abajo podríamos ubicar a Benicio Del Toro y su interpretación del misterioso -y silencioso- Alejandro, un papel que no escapa demasiado de otros roles en los que supimos ver al actor de Traffic, pero que bajo el mando de Villeneuve adquiere una mística especial. Su personaje es, en definitiva, otra cara de la misma moneda, alguien que completó el circulo y ya se encuentra en el mismo lugar emocional al que se dirige Blunt. Pero mejor no ahondar más en esto, ya que el film se reserva unas cuantas sorpresas y hablar de más sobre su personaje podría arruinarlas. También resulta un acierto la elección de Josh Brolin como Matt, un clásico yankee que se despeña como jefe de las operaciones de dudosa legalidad. Un papel que no tiene un arco tan atractivo y definido como el de Blunt o Del Todo, pero al que Brolin le aporta todo su experiencia y termina elevándolo sobre el material original. Sin lugar para los buenos Vivimos en un presente donde las historias de narcos y cárteles de droga están a la orden del día. Series, documentales, libros y películas, la oferta es tan grande como la demanda. Y ¿en que punto se diferencia Sicario del resto? Principalmente en que no glorifica a ninguno de los dos bandos. Hay una escena promediando el segundo acto en donde Brolin tiene que sacarle información a un peso pesado de un cártel mexicano. Cuando el sospecho no accede a contar lo que sabe por las buenas, Matt, el personaje de Brolin, relaja y con una sádica sonrisa en su cara se prepara para el espectáculo. Es ahí cuando entra en escena Alejandro (De Toro), caminando lenta pero firmemente por el pasillo, con bidón de agua en mano y silbando el himno norteamericano, listo para hacer el trabajo sucio de la nación que lo contrató. Para combatir a un monstruo hay que convertirse en uno, parece ser el lema que mejor lo define. En definitiva, nuestra única héroe en este lío es Kate Macer, la oficial del FBI interpretada por Blunt, que empieza como el clásico arquetipo de la dura mujer policía que la luchó desde abajo en un mundo dominado principalmente por varones y con la sola intención de hacer el bien, pero que en el camino se irá dando cuenta que el bien y el mal son relativos. El tagline de la primera temporada de True Detective decía algo como: Toca la oscuridad y la oscuridad te tocará a ti. Y eso es exactamente lo que pasa acá. No hay lugar para los buenos, porque tarde o temprano dejás de ser uno. Conclusión Con su nuevo film, Denis Villeneuve logra un thriller que de seguro no pasará desapercibido. Violento, elegante, ambiguo, inmersivo, con un ritmo preciso y escenas memorables de las que seguiremos hablando hasta días después de haber visto la película. Una obra potente y cautivante de la que no podemos quitar los ojos de la pantalla y que posicionan al realizador de Incendies, La Sospecha y El Hombre Duplicado, como uno de los más destacados de la actualidad. Tiene un gran trabajo de fotografía a cargo del veterano Roger Deakins, buenas actuaciones de Del Toro y Brolin, pero es Emily Blunt quien verdaderamente termina brillando.
Denis Villeneuve es un director canadiense que en los últimos años brindó muy buenas películas que fueron bien recibidas por la prensa y el público, como Incendies, El hombre duplicado (Jake Gyllenhaal) y Prisioneros (Hugh Jackman). En Sicario presenta un intenso thriller sobre el mundo del narcotráfico, un tema que volvió a ponerse de modas estos días en el cine y la televisión. La prensa norteamericana enloqueció con este nuevo film de Villeneuve que tiene enormes méritos si bien no es la obra maestra que intentan vender en los medios. Quiero resaltar primero los aspectos positivos. Como propuesta de suspenso Sicario es una historia brutal que explora con mucha crudeza la violencia y los estragos que causan en la sociedad el dominio de los cárteles de droga. El film de Villeneuve sobresale principalmente por su maestría para generar situaciones de tensión en su narración. Ya sea con un impactante tiroteo o una conversación entre dos personajes, el director consigue que el espectador no pierda nunca el interés por la historia. El operativo táctico que se desarrolla en Ciudad Juárez para detener a un narco es probablemente una de las mejores secuencias de suspenso que se vieron en el cine este año. La labor del director en el tratamiento de la acción y la adrenalina que genera con la narración es fascinante. Una película que encima se vio favorecida por la extraordinaria fotografía de Roger Deakins (clásico colaborador de los hermanos Coen), que si el año que viene no se lleva el premio Oscar por este trabajo es uno de los grandes robos de la década. El trabajo que hizo con las secuencias nocturnas, muy especialmente en el operativo militar que se lleva a cabo hacia el final, es un auténtico prodigio técnico que no debería ser ignorado por la Academia de Hollywood. Dentro del reparto Emily Blunt brinda una magnifica interpretación con un personaje complicado que atraviesa un infierno psicológico durante el desarrollo de la trama, mientras que Benicio del Toro se luce en un rol misterioso que genera un enorme atractivo por la ambigüedad de sus acciones. Ahora bien, más allá de las virtudes técnicas y las interpretaciones de los protagonistas, Sicario no ofrece nada nuevo en el tratamiento de esta temática que no se haya visto en decenas de películas previas. El film de Villeneuve carece de la complejidad de Traffic (Steven Soderbergh) y el modo en que se aborda el tema del narcotráfico es bastante superficial. La película trabaja algunas cuestiones interesantes como el concepto de acudir a tácticas clandestinas para acabar con los narcos por encima de la ley y la idea que plantea el conflicto tiene un enorme atractivo. Sin embargo, el foco de atención de Villeneuve estuvo puesto en brindar un thriller hollywoodense más convencional y la película nunca se juega a fondo con este tema. Por otra parte la trama tiene una estructura narrativa extraña. La película empieza con Emily Blunt como la gran protagonista y hacia el final su personaje queda relegado a un rol menor, mientras que Benicio del Toro, que tenía un personaje secundario, pasa a convertirse en la gran figura de la historia. En lo personal disfruté de esta película del director canadiense pero no me volvió loco como para destacarla entre los mejores estrenos del año. En resumen, Sicario es un muy buen thriller que se disfruta más si uno no se deja llevar por los elogios exagerados que venden una obra maestra que después no encontrás en el cine.
Denis Villenueve, el director de PRISONERS (estrenada en Argentina como LA SOSPECHA), es esa clase de cineasta que tiene la sensación de estar contando siempre algo muy serio, profundo e importante, algo revelador sobre “la condición humana” y que, además, sus películas exploran asuntos políticos y sociales complejísimos. Es probable que una trama como la deSICARIO pueda contener todas esas ambiciones, pero desde el momento que él las asume como tales y las pone al frente, cuando filma con la conciencia de estar dando algún tipo de lección sobre “cómo funcionan las cosas” y “cómo funcionamos las personas”, el poder de que los personajes revelen ese peso por sí solos desaparece. O se atenúa muchísimo. El tema deja de ser orgánico y pasa a ser impuesto por las decisiones de puesta en escena. Lo que tiene Villenueve, de todos modos, es un gran talento para crear escenas de alto impacto. Acá, trabajando con Roger Deakins en fotografía y con un trío protagónico extraordinario que integran Emily Blunt, Benicio del Toro y, especialmente, Josh Brolin, la película logra ser por momentos atrapante porque el hombre tiene recursos para narrar bien (algo parecido sucedía en LA SOSPECHA, que era tan atrapante como pretenciosamente profunda). La primera media hora del filme promete y mucho, tras dos secuencias intensísimas que incluyen un raíd a una casa de narcos mexicanos en Estados Unidos donde hay decenas de muertos escondidos y, luego, una incursión a Juárez para llevarse en un operativo descomunal a un narcotraficante de allí. sicarioLa historia, luego, pondrá el eje en las diferencias políticas entre los distintos personajes/bandos que integran la misión de capturar a otro, más importante narcotraficante. Está la CIA, que trabaja fuera de los Estados Unidos y el FBI que trabaja dentro, por lo que se ven forzados a colaborar juntos, si bien la agente federal que interpreta Blunt no está para nada de acuerdo con meterse en otro país y “chupar” a un hombre, más allá que sea un criminal reconocido. Un debate ético que jamás contempla la posibilidad de una legalización, digamos. Y luego está el misterioso Del Toro, cuyos motivos reales iremos conociendo a lo largo del desarrollo del filme. No contento con eso Villeneuve quiere poner en primer plano otros dos ejes: el de la experiencia personal/traumática con la violencia descarnada del narco y una cuestión de género que lleva siempre a la protagonista a estar un poco incómoda en un territorio donde priman los marines y soldados tamaño biblioteca. Villeneuve es obvio por momentos. Cuando quiere subrayar una escena, pone la cámara muy cerca de un rostro, hace una sutil cámara lenta, deja correr el tiempo de una manera que no es usual en los filmes de acción y/o suspenso. Necesita que sepamos que lo que está contando es mucho más que un thriller para ver en un multiplex –o en video hogareño– un fin de semana. Y a la larga no, no lo es. Hay, sí, una intricadísima trama de secuestros de narcos, pasos fronterizos, trampas para desviar la atención del enemigo, venganzas de larga data, discusiones ético/políticas. Y así… Nadie niega que “the war on drugs” es un tema serio, pero el material del filme se acerca más al thriller de fin de semana, por más que el realizador intente convencernos de lo contrario. Por otro lado, claro, se podrá discutir la representación de Juárez, de México, de la corrupción de la policía en ese país, de los inmigrantes ilegales y de casi todo lo que parezca latino que circula por el filme. Si bien Villeneuve tiene el cuidado o la astucia de mostrar algunos personajes latinos “inocentes”, eso no lo redime. De hecho, se parece más a esas excusas del tipo “yo no soy antisemita, tengo un amigo judío”… Cualquier espectador caucásico en los Estados Unidos verá SICARIO y no hará más que seguir mirando a todos los que viven al sur del Río Grande –o ya dentro de su país– con cara de pocos amigos…
El reconocido director Guilles Villeneuve ( “Incedios”, “La sospecha”) se mete con el tema del tráfico de drogas pero no con los carteles sino con las fuerzas de Estados Unidos que los combaten: los dilemas morales de actuar sin importar los métodos porque el fin lo justifica. Especialmente en los personajes de los brillantes de Emily Blunt y Benicio del Toro.
Thriller con bravura El nuevo filme del director de “Incendies” se centra en la lucha contra los narcos, con Benicio Del Toro y Emily Blunt. El ambiente de Sicario es vastamente conocido para la ficción cinematográfica, de Traffic a Sin lugar para los débiles: la frontera de los Estados Unidos con México, y la ciudad de Juárez. Esta lucha entre agencias del gobierno de los Estados Unidos y el Cartel de Sonora -por la superficie, porque se verá que las raíces del asunto llegan mucho más profundo- es seguida desde los ojos de Kate Macer (Emily Blunt). Agente del FBI, en la escena que abre el filme irrumpe con su escuadrón en la casa de un narco, dentro de cuyas paredes hay decenas de víctimas que tuvieron una horrenda muerte. El efecto será devastador. A partir de allí, le ofrecen integrar un grupo de elite que llegue hasta el cerebro del Cartel de Sonora. Ella, que parece fría, decidida, aceptará porque desea vengar las muertes de dos de sus compañeros. Así se involucrará en una pelea desigual -también se irá viendo por qué- al lado de Matt (Josh Brolin) y Alejandro (Benicio Del Toro). No tiene en claro para qué agencia trabajan ni quiénes son, y medio en ayunas participará de este combate con más vueltas que una oreja. Denis Villeneuve tiene una predilección por colocar a sus personajes ante dilemas morales. También, por mostrar los efectos de la violencia más que regodearse en la violencia en sí misma. Kate, y algún otro personaje, se emparenta con Keller (Hugh Jackman) en La sospecha (2013), el padre que hacía cualquier cosa por encontrar al responsable del secuestro de su hijita. Dentro de los muchos puntos a favor que tiene Sicario, además de la bravura con que está narrada, el manejo de la tensión y el suspenso que tiene Villeneuve, se suma que, como dirá Alejandro, aquí no hay buenos ni malos, sino lobos que puedan sobrevivir. Y para los ojos atentos y quienes quieran leer entrelíneas, está más que latente cómo la CIA se enfrenta a los carteles, pero también se nutre de ellos para sus actividades ilegales. En ese sentido, Sicario se asemeja a La noche más oscura, donde Kathryn Bigelow mostraba las atrocidades de los estadounidenses tras la búsqueda de Bin Laden... con otro personaje femenino como protagonista. Es que Emily Blunt tiene el papel que Jessica Chastain jugaba en La noche… Entre la ingenuidad y la valentía, más que heroína será víctima y testigo de atrocidades y brutalidades, de acciones ilegales. ¿Se atreverá a denunciarlo? Ya se habla de una secuela. Blunt está, aunque parezca imposible, afeada. Cabello sucio, recogido, cejas sin depilar, Kate es útil para el director, pero el personaje también sirve a los intereses de quienes la llevan al frente, al territorio mexicano. La historia se recorta allí, en esa frontera entre los Estados Unidos y México, y la labor del maestro de la iluminación Roger Deakins (una docena de nominaciones al Oscar, director de fotografía de los Coen, y de Skyfall, y Sin lugar…), que es un exquisito a la hora de retratar espacios abiertos. Blunt y Del Toro, que cuanto más oculta y menos habla logra que Alejandro sea más intrigante y atrape al espectador, son las dos caras del filme, con un Brolin tal vez estereotipado. Curioso, porque Sicario elude muchos clisés del filme narco, y aunque tenga situaciones poco creíbles casi al arribar al desenlace, tiene una encomiable potencia en narrar con imágenes y pocas palabras.
Tensión y nervio en un vigoroso thriller Quienes conocen el cine de Denis Villeneuve (Incendies, La sospecha, El hombre duplicado) ya saben de la sobrecogedora tensión que es capaz de imponer a sus relatos, de la depurada concepción de sus imágenes (en este caso con el aporte invalorable del maestro Roger Deakins) y de la precisión de su montaje (aquí, a cargo de Joe Walker), factor decisivo para la generación de un suspenso que administra con probada destreza. También, claro, de la intensidad de sus oscuras historias de una violencia no necesariamente sobrecargada, si bien en una escena clave en el comienzo de este relato sobre la guerra contra el narcotráfico hay imágenes de estremecedora crudeza. Cierta ambigüedad moral y la voluntad de proponer desenlaces que desafían las normas de Hollywood son otros elementos que cabe esperar del realizador canadiense. "Qué estoy haciendo yo aquí?", se preguntará más de una vez Kate Mercer (Emily Blunt, excelente), y tiene por qué. Como agente del FBI en Arizona asignada a casos de secuestros, ha asumido la misión de liberar a rehenes de un poderoso cartel en la zona próxima a la frontera mexicana, pero lo que allí descubre (la impresionante escena clave aludida) es mucho peor y terminará comprometiéndola como voluntaria, a ella y a su compañero, con la excusa de perseguir a terroristas cuyas bombas están matando norteamericanos, aunque en realidad se trata de la guerra contra el narcotráfico. Lo que no le dicen es que sus métodos distan bastante de lo admitido por la ley, que poco respetan la justicia y las jurisdicciones en las que ella cree ciegamente, y que el acuerdo que ha asumido (quizás en una decisión demasiado ingenua) podrá forzarla a traicionar sus valores morales y éticos. El comando especial es dirigido por un agente del gobierno bastante sospechoso (Josh Brolin) y también lo integra un presunto fiscal de origen colombiano más misterioso todavía (Benicio del Toro), que además tiene razones personales para involucrarse en esta operación conjunta de la CIA, la DEA y el FBI. No hay mayores diferencias entre los que están de un lado y otro de esta especie de guerra clandestina. Los narcos pueden amar y proteger a sus familias; los agentes federales torturar y matar sin titubear. La siempre peligrosa idea de que el fin justifica los medios sobrevuela la película, pero Villeneuve parece preferir distraerse de ella y dar preponderancia a la calidad formal de un film que desde su concepción apuntaba alto (por algo compitió oficialmente en Cannes) y que no admite tiempos muertos. El canadiense supo extraer lo mejor de cada uno de sus colaboradores, desde el libro firmado por un actor, Taylor Sheridan, que hace un más que interesante debut como guionista, hasta el músico islandés Johan Johansson, que mucho contribuye al tenso clima del relato, y por supuesto todo el magnífico elenco encabezado por el brillante trío central. Algo para destacar y que también lo diferencia de la producción habitual de Hollywood: Villeneuve no se pone límites a la hora de exponer la violencia, pero tampoco la celebra.
Cártel de droga estilizado A veces el prestigio alcanzado por ciertos directores no tiene demasiados fundamentos. El caso del canadiense Denis Villeneuve, protegido por festivales clase A, es otro ejemplo válido que permite sospechar sobre la actualidad del cine y su relación con los celebrados eventos donde se exhiben películas antes de que salgan al ruedo y ocupen mercados en el mundo. La potencia visual de El hombre duplicado y La sospecha, por nombrar dos de sus títulos, resulta indiscutible, como también invocar los rubros técnicos en sus películas (iluminación, música, escenografía), valiosos por sí solos y con cierto afán de transcendencia. Pero Villeneuve, en sus virtudes y defectos, es un director de envoltorios y de impecable concreción visual que, en oposición, debilita sus argumentos en donde, otra vez, triunfa cierto aire trascendente. Es lo que ocurre en las dos horas de Sicario, violenta radiografía sobre los cárteles de drogas y el accionar de la CIA que toma como pretexto al thriller político para transmitir sus intenciones ideológicas. Tres personajes circundan el relato junto a un paisaje desértico que también actúa como protagonista. Por un lado, la agente recién egresada Kate Mercer (Emily Blunt) como punto de vista ético de la historia; por el otro, el jefe de la CIA Matt (Josh Brolin), aplicando la política secreta del Pentágono en cuanto a la liquidación de mexicanos en forma clandestina y, completando el triángulo, el aura entre siniestro y seductor que caracteriza a un tal Alejandro (Benicio del Toro), sujeto fronterizo desde lo geográfico y moral y el personaje al que alude el título del film. Villeneuve confía en el excelente DF Roger Deakins y en la soberbia (y poco sutil) banda de sonido del islandés Jóhann Jóhannsson para promulgar su clásico envase visual de indiscutible factura. Pero esa manía del director por embellecer el horror, estilizar la violencia y acumular cadáveres mutilados para el goce gratuito y eficaz del espectador (cuestiones que ya se observaban en Incendies, otro título de Villeneuve celebrado en festivales) convierten a las idas y vueltas de los tres personajes principales en una instalación genérica sobre el tema de los cárteles mexicanos y el accionar de la CIA y del gobierno de los Estados Unidos. Sicario se aproxima en intenciones temáticas y formales a Traffic (2000) de Steven Soderbergh: films presuntuosos, viscerales y políticos que parecen guionados por un ex empleado de la DEA. Y en las dos dice presente Benicio del Toro, gran intérprete en ambas.
¿Podemos afirmar ya con este filme que Denis Villeneuve es uno de los directores más creativos y talentosos que el último cine internacional ha ofrecido? Porque en la habilidad con la que construye lentamente el contexto y las escenas para que los protagonistas de “Sicario” (USA, 2015) jueguen la sangrienta epopeya en la que se ven inmersos, está la mano de un artista que, además, ama el cine como expresión cultural. “Sicario” posee una trama simple que dispara un conflicto también clásico, buceando en el trabajo de un equipo multidisciplinario para combatir el narcotráfico en la frontera USA/México, Villeneuve habla de cuestiones como la lealtad, la pasión por las tareas y, principalmente, de los egos que devoran la posibilidad de construir esfuerzos mancomunados para terminar con los objetivos, y en el fondo, muy en el fondo, de poder clarificar posiciones fundamentalistas sobre la inmigración y sus derivados. “Sicario” arranca con una movilizante secuencia en la que vemos como un grupo de elite, comandado por una agente del FBI llamada Kate (Emily Blunt), desenmascara, de manera imprevista, miles de asesinatos realizados hace tiempo dentro de una vivienda en la que se creía que se iba a encontrar un laboratorio ilegal de drogas. El horror que habita el lugar es explorado no sólo con primerísimos primeros planos, sino que, además, se lo refuerza con cada uno de los vómitos del miembro del equipo que asistió a tamaña atrocidad. Villeneuve nos introduce en ese siniestro hogar para contextualizar una historia en la que lentamente, y a medida que se incorporen otros personajes oscuros como los que interpretan Josh Brolin o Benicio del Toro, tan necesarios para esta tragedia como lo es Kate. Luego de superar esa primera prueba, la mujer acepta un ofrecimiento para desenmascarar el cartel que detrás de la matanza se encuentra, y que sigue asesinando a miles diariamente a través de las drogas que reparte en la ciudad. La aridez del paisaje, además, suma un factor importante al relato, con imponentes espacios abiertos que no hacen otra cosa que remarcar la soledad de los protagonistas, tan pequeños frente a la aventura que emprendieron como ante sus particularidades y miedos y deseos personales. El relato avanzará a fuerza de idas y venidas entre el trío, con una hiperbolización de las características de cada uno y pensando por momentos en un cuento del que emana una poesía tan única como inexplicable. “Sicario” funda su historia en la muerte, se regodea en ella y a pesar de intentar escaparse, como su protagonista femenina de ella, termina por encerrarse en un laberinto del cual no puede nunca más salir, hasta claro, la revelación final. Hermana de “Trash”, pariente cercana de “Heat” y con una narración que abruma en detalles e información sobre el conocimiento de la droga y el sórdido mundo que la habita, “Sicario” es una de las películas de la temporada, y que a pesar de esto, puede pasar desapercibida para los espectadores por su imposibilidad de capturar su esencia en una mera sinopsis descriptiva.
Sicario se desarrolla en la zona fronteriza que se extiende entre Estados Unidos y Mexico. Kate una idealista agente del FBI, es reclutada por un oficial de las fuerzas de élite gubernamentales, para ayudar en la creciente guerra contra las drogas. Liderado por Alejandro, un enigmático consultor con un pasado oscuro, el equipo se embarca en un viaje clandestino a una tierra sin ley. Tan asfixiante como pesimista este nuevo opus del canadiense Denis Villeneuve es un crudo relato de acción y suspenso de un tema tan candente como apasiónante. Extremadamente asfixiante que envuelve al espectador apenas asoma el primer fotógrama y ya no lo suelta hasta el fundido a negro final. Emily Blunt se luce como una heroína de armas tomar, al igual que Benicio del Toro en un papel oscuro e intimidante. Un thriller impactante que no puede dejar de verse.
Denis Villeneuve me voló los sesos con la eximia y oscura Prisoners, para acto seguido jugarse por la polarizante Enemy. Desde el momento que enganché con la primera, sabía que era un director a tener en cuenta. Y en Sicario las altas expectativas no fallan en contra de una película dura y muy realista, a tono con la filmografía de un canadiense que viene pisando fuerte hace rato y que con este último proyecto quizás haya encantado la atención de la próxima temporada de premios. La guerra contra el narcotráfico es un tema candente que es retratado una y otra vez tanto en el cine como en el mercado de las series. Sin ir más lejos, el año pasado en el país hubo un boom con la novela Escobar, el patrón del mal y ahora Neftlix estrenó la serie Narcos. La droga está en todas partes y el film de Villeneuve no le escapa a esa veta, pero acercándose de una manera diferente. El punto de entrada con la trama es la idealista agente Kate Macer, que interpreta Emily Blunt con un arrojo impensado de la otrora tímida actriz, que de un tiempo a otro ha cobrado una intensidad feroz en su currículum. En una clara batalla perdida contra un escurridizo cártel de la droga, sus superiores la acercan a un grupo especial de élite dedicado a encontrar y finiquitar de una vez por todas a dicha mafia. En su afán de poner fin a la amenaza, Kate acepta, pero no sabe todavía la magnitud de los problemas que se le vienen encima. Desde el guión del actor devenido en escritor Taylor Sheridan, el seguimiento de la historia puede parecer confuso y hasta demasiado enrevesado, pero es la idea de Villeneuve y compañía arrojar al personaje principal de Blunt en una maraña de mentiras y moralidad ambigüa, lugar donde el equipo comandado por Matt Graver -un siempre sólido Josh Brolin- y secundado por el misterioso Alejandro -brutal Benicio del Toro- se siente muy a gusto. Ya no se trata de lo que está bien y lo que está mal, sino de solucionar problemas que atraen más problemas, cueste lo que cueste, haciendo compromisos incómodos y en algunos casos haciendo la vista gorda al crimen y la muerte, de donde sea que provenga. Sabemos ya que a Villeneuve no le tiembla la mano al filmar escenas incómodas de violencia y en Sicario no se queda atrás. La ya consabida crueldad extrema de los cárteles queda en evidencia desde la primera escena y su salvajismo se nota en cada escenario, en particular en todo el territorio de la acción que se desarrolle en México. El mote Tierra de nadie nunca le calzó mejor. Lo que se sabe también es que el canadiense tiene un pulso específico a seguir, uno que no acelera la acción sino que se regodea en ella, entregando escenarios que rebosan de tensión y que rozan el puro terror, todo aderezado con una soberbia fotografía de Roger Deakins y una aplastante banda de sonido de Jóhann Jóhannsson, dos colaboradores con los que trabajó en el pasado y que juntos son dinamita. Una gran parte de que Sicario funcione tan efectivamente como lo hace es gracias al trabajo de estos dos grandes. Y si bien la dirección, la historia y los aspectos técnicos son por demás férreos, es el elenco el que nos transporta a la acción, y no decepcionan ni por un segundo. Blunt viene entregando papeles cada vez más aguerridos luego de su paso por la acción/ciencia ficción en Edge of Tomorrow, y en este caso es igual de arrojada pero menos aguerrida. Su Kate es una agente que ha mordido más de lo que puede masticar, y su honor y deber para con la justicia se ve fracturado por las acciones que su equipo realiza con tal de destruir al cártel. Es un personaje recio pero vulnerable al mismo tiempo, que Emily tiene la fuerza para sacar adelante. Brolin se relame las patas con un personaje en el que encaja con calzador, con una actitud relajada enfrente de tanto horror que tiene que visitar, pero los aplausos se los lleva Del Toro con Alejandro, ese misterio de persona de hablar calmado y actuar aún más calmo. Poco a poco Alejandro se va revelando como una fuerza a tener en cuenta y, al final, sus verdaderos colores salen a flote en lo que se puede considerar uno de los mejores papeles en la carrera del puertorriqueño. Sicario una vez más muestra que Villeneuve es un director para tener en cuenta, que sabe construir una película con mucha emoción, pero también con violencia y tensión. El tópico a discutir no es uno muy amable y la resolución es en general bastante agridulce, pero el mundo no está pintado color de rosa, sino en la gama de grises que el director saca a relucir con cada una de sus películas. Y le agradecemos mucho por eso.
Entre crudo retrato social y policial de pura cepa La tremenda escena inicial de "Sicario" no sólo impone el nivel de tensión extrema y violencia pesadillesca del resto del film. También sirve para explicar las razones por las que la meticulosa jefa de un grupo antisecuestros del FBI (Emily Blunt) decide unirse a una dudosa fuerza multisectorial antinarcos liderada por un agente de la CIA en ojotas (Josh Brolin) y un monosilábico consultor hispanoparlante (Benicio del Toro) que parece ser todo un experto en carteles. Si el principio toma por sorpresa al público, todo lo que va a suceder en la primera mitad del film es minuciosamente anunciado no una sino varias veces por distintos personajes. Sin embargo, no hay modo de estar preparado para la visita a la ciudad fronteriza de Juárez, extenso y formidable momento culminante que, entre otros hallazgos, logra un equilibrio notable entre la más cruda verosimilitud de un retrato político-social y el suspenso y la acción de un policial de pura cepa. Esta parte esencial de "Sicario" lleva el problema narco a un nivel cinematográfico digno del mejor Costa-Gavras. Pero obviamente sostener algo de este calibre durante lo que falta de las dos horas de metraje es improbable. A favor del director canadiense Denis Villeneuve (el del ominoso thriller "Prisoners", aquí rebautizado "La sospecha") se puede decir que cuando el público empieza a darse cuenta de que ya puede respirar tranquilo, casi se puede dar por terminada la película. El lado malo es que no hay modo de no imaginar cómo seguiría el asunto si la escena de Juárez diera lugar a otras situaciones que la superen. Además de las excelentes actuaciones y un guión que busca la manera astuta de tratar un tema tan actual, Villeneuve tiene como principal aliado al director de fotografía Roger Deakins (a cargo de muchos films de los hermanos Coen), cuyo talento se esfuerza para usar genuina "visión nocturna" a otra feroz secuencia sobre una misión fronteriza, además de buscarle el clima visual más imaginativo a cada momento dramático. Si bien la confrontación entre los personajes podría tener un mensaje menos ambiguo, hay diálogos para destacar por clarificadores, por ejemplo: "Deberías mudarte a un pueblo chico donde aún se respeten las leyes".
El director de "Sicario" viene de deslumbrarnos con varias pelis, pero una las últimas, "La Sospecha", fue lejos lo mejor del 2013. Es el momento de un nuevo escalón en la carrera de este director y que mejor que hacerlo con esta producción que no da respiro. Claramente Villeneuve sabe manejar muy bien el suspenso y "Sicario" es el claro ejemplo. La dirección de actores de la peli es magistral, haciendo que todos brillen a más no poder: Emily Blunt, Benicio Del Toro, Josh Brolin, Jon Bernthal y el resto, impecables. Una peli interesante sobre un tema que no tiene fin como lo es el narcotráfico, en esta oportunidad bajo la mirada de un grande, Villeneuve. Gran gran gran peli para ir al cine.
Bambi perdida en las fronteras narco En este thriller algo infatuado del director de Incendios y La sospecha, una agente novata del FBI descubre que su vocación de servicio se topa con personajes tan ambiguos como su superior inmediato o un colombiano obviamente peligroso.En el momento mismo en que aparece en escena, tomado primero de espaldas y recién después de frente –con la clase de mirada ladeada que la imagen estándar otorga al que oculta algo o mucho–, cualquiera se da cuenta de que ese señor que dice representar al Departamento de Estado no juega con cartas de curso legal. Más todavía si lo encarna Josh Brolin, que siempre parece estar guardándose uno o más ases. Qué y cuánto oculta, cuándo, cómo y por qué va a querer trampear a esa Bambi con chaleco antibalas que es Kate Macer (que más que agente del FBI parece agente de tránsito, por su nivel de ingenuidad) es lo que queda por develar en el siguiente par de horas de este thriller de narcos y antinarcos, de uno y otro lado de la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez. Thriller que por sus aires de seriedad parecería encaminado a destapar connivencias bastante más graves, de mucho más alto nivel, que las un poco de entrecasa que finalmente trama.Dirigida por el canadiense Denis Villeneuve –quien tras ese festival del golpe bajo políticamente correcto llamado Incendios (2010) saltó a Hollywood con la dupla de Prisioneros y El hombre duplicado, ambas de 2013–, Sicario arranca con un primer acto de denso clima amenazante. Un comando del FBI, conducido por la agente Macer (Emily Blunt, obligada a la expresión de asombro de una alumna de jardín) se topa, en el desierto de Arizona, con un hallazgo tan macabro que les revuelve el estómago a todos. Suena un poco forzado que eso les ocurra a miembros de una brigada especial, pero el carácter truculento le permite cumplir su función persuasiva sobre el espectador. La cosa se torna más persecutoria a partir del momento en que sus superiores ponen a Macer en manos de Brolin, que la interroga como si fuera ella la culpable.Cierra ese primer acto el operativo que tiene a narcos mexicanos por objetivo, y que podría llevar del otro lado de una frontera tan real como simbólica. Participan de él un tipo que no se sabe a qué intereses responde (Benicio del Toro, suavemente siniestro) y un montón de comandos a los que uno no quisiera tener de amigos, mucho menos de enemigos. Quienes lo conducen advierten reiteradamente que las posibilidades de que el ficcional cartel de Sonora intente asesinarlos son tantas como las de que Boca Juniors salga campeón este año. Por las dudas que no haya quedado claro, en Ciudad Juárez los reciben cuatro cuerpos desmembrados, colgados de un puente.Toda esa primera mitad, que se remata con un tiroteo muy bien construido, está vista a través de los ojos de la inexperta Macer. Punto de vista que permite al espectador hallar un alter ego que lo represente. Aunque, claro, el espectador difícilmente comparta su curiosa tendencia a creerles todo a sus superiores. A partir del momento en que consuman su objetivo, el protagonismo se va desplazando de Macer a Medellín, seudónimo con el que en los bajos fondos fronterizos conocen al personaje de Del Toro. Medellín tiende a ejercer sobre la trama el efecto de una aspiradora, chupándose la identificación que, mal que mal, el personaje de la agente permitía generar. Y todo para consumar una venganza demasiado chiquita, en relación con la densidad dramática a la que este thriller algo infatuado aspira.
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Tierra de lobos. Dos años más tarde de haber presentado uno de los mejores policiales negros de las últimas décadas, Denis Villeneuve vuelve a sacudir la pantalla grande con otro thriller implacable, ambientado en el universo del narcotráfico, y más precisamente, en la frontera entre EEUU y México. Sicario es ficción, pero su base narrativa es real. La de la droga, no es una guerra entre buenos y malos, sino entre malos y malísimos, y creo que la película logra transmitir a la perfección ese mensaje, gracias al impecable trabajo de su reparto. Blunt, Del Toro y Brolin, los tres protagonistas de la historia, le dan vida a sus personajes con un realismo envidiable, lo que facilita que el espectador quede poco menos que hipnotizado ante el desarrollo de la trama. Villeneuve es, por sobre todas las cosas, un genio de la fotografía. Ya sean planos fijos o en movimiento, para generar suspenso o para impactar con una secuencia de acción, el director canadiense demuestra un dominio absoluto de la cámara, muy por encima del promedio de la industria. Sicario es una propuesta oscura, violenta y visceral, que cautiva y sorprende sensorialmente, de principio a fin, con escenas que cortan aliento. Ése quizás sea el mayor mérito, pero no el único, de esta joya del género. Sicario no presenta un argumento extraordinario, pero nutre su trama con personajes vivos, que le sacan chispas a la pantalla. Otra soberbia y enorme dirección de Villeneuve, quien se apuntala en el género suspenso como uno de los grandes realizadores del cine contemporáneo. Probablemente Sicario sea una de las mejores películas del 2015.
Fines sospechosos Denis Villeneuve vuelve al ruedo con Sicario, un intenso thriller moral sobre el narcotráfico mejicano, con cierta tendencia a la divagación. Había expectativas por un nuevo filme de Denis Villeneuve después del soberbio thriller dramático La sospecha y la exquisita digresión de ciencia-ficción existencial de El hombre duplicado. Sicario viene a comprobar que el director canadiense tiene las ambiciones grandilocuentes de directores como Cristopher Nolan o Alejandro González Iñárritu, pero el proyecto esta vez se le va de las manos. Kate Macer (Emily Blunt) es una especialista en secuestros que se mete sin querer con un sanguinario cártel de Sonora (México), accidente que le abre la puerta a un grupo estadounidense encubierto que combate el narcotráfico de manera clandestina. Las cabezas combatientes de la entidad son Matt Graver (Josh Brolin) y el colombiano Alejandro (Benicio del Toro), a los que Kate se une sin mucho convencimiento después de ser invitada a la acción. A través de las muecas de shock e incomprensión de la protagonista se asiste a la sobrecogedora entrada a Ciudad Juárez (presentada por Alejandro como "La bestia"), plena de cuerpos mutilados, caripelas hostiles y helicópteros rasantes, donde Matt y Alejandro emprenden contra unos mejicanos armados un tiroteo confuso que Kate padece con angustia. La amoralidad de los dos colegas, opuesta a la obsesión procedimental de Kate, se mantendrá a lo largo del filme, aunque la tensión constante entre pares despierta más un tono torpe de comedia involuntaria que una auténtica intriga. En eso colabora la cara risueña de Brolin y el currículum violento de Del Toro, ya un estereotipo de sí mismo. El virtuosismo de Villeneuve a la hora de generar nudos en el estómago es lo único que se mantiene vigente en la película, que en términos generales sucumbe al desvarío y la divagación y, sobre todo, al manierismo: por momentos uno no sabe si está viendo un filme gangsteril de los hermanos Coen; una cruda reflexión moral sobre la política exterior estadounidense al estilo de La noche más oscura; o un coqueteo esteticista sobre la frontera como El abogado del crimen, de Ridley Scott. Para peor, las vueltas de tuercas de guion que a Villeneuve tanto le gustan (y que en Incendies estaban bien resueltas) desembocan en una pueril historia de venganza donde la conclusión breve y no demasiado novedosa es que ya no existe la ley, sólo la justicia individual. Puede que el realizador esté buscando nuevos ritmos narrativos después de la proeza sin respiro que es La sospecha, pero acá el experimento fracasa: Sicario es un filme de diseño forzado y deshonesto, sin más moral que la de un mercenario que busca soluciones efectistas.
Fronteras borrosas en un estupendo filme de acción La escena inicial es magistral: tras una explosión, la comitiva anti narcos visita la ciudad de Juárez. Hay gente del FBI, de la Cia, de la DEA y hasta un ex fiscal colombiano. Esa secuencia es una obra maestra en miniatura: tensión, clima, miradas, violencia solapada, estudio de los personajes y desde las ventanillas, la ciudad, su gente, sus casas y su geografía. Y aunque el resto del film no mantiene ese nivel (imposible de sostener) estamos ante un thriller impecable y robusto que no descuida un detalle, que tiene personajes ricos y oscuros y que se mueve a sus anchas en una historia que transmite desde su textura la ambigüedad, las dudas y la confusión del ambiente retratado. Un reencuentro con el buen cine que se disfruta de punta a punta. Kate (Emily Blunt) es una agente del FBI que trabaja en antisecuestros. Después de un atentado, se une a un equipo que anda tras terroristas y carteles en la frontera entre México y Estados Unidos. Se desplazan por un terreno incierto, tan resbaladizo como sus métodos. “¿Qué estoy haciendo aquí?” se pregunta, rodeada de tipos raros. De a poco se irá enterando que la calle tiene otras leyes, que su mundo ético choca una y otra vez contra los métodos de dos personajes que andan en los bordes: uno de ellos (estupendo Benicio del Toro) detrás de una venganza personal, y el otro, un tipo al servicio de raros designios. En esa frontera física y moral, las almas atraviesan cualquier límite. Los roles se confunden, la metodología se contagia, la droga revuelve todo. Un film potente, sutil, intenso, creíble que tiene un clima visual incomparable, que no descuida un rostro, que elige siempre el encuadre más expresivo, que no da respiro. Una historia densa y sangrienta sobre lo que cuesta cruzar las fronteras, las geográficas y las otras.
Una agente del FBI lidera una operación en Phoenix, Arizona, que culmina en un descubrimiento macabro: los caminos del narcotráfico no sólo están pavimentados de cadáveres, sino también edificados y decorados en base a éstos. La lección parece obvia y, sin embargo, no deja por ello de ser impactante: pronto la protagonista descubrirá que cada vez que cree estar aportando algo a una causa, apenas está arañando la superficie. Vemos los refugios, las cuevas y los túneles donde se esconde lo perverso, pero no vemos de qué están hechos. La dirección postal donde reside el diablo apunta a México, por el sólo hecho de que hace no tanto tiempo el hogar de Medellín se cayó (o lo cayeron) a pedazos, una vez que los cimientos ya crujían demasiado. La idealización y una cierta inocencia (quizás algo exagerada para el rol que ocupa el personaje, es cierto) llevan a la protagonista a adentrarse en la boca del lobo, acompañando campañas de “limpieza” más profundas. ¿Pero quiénes son esas personas que la acompañan a ella? ¿Más colegas del FBI? ¿La DEA? ¿La CIA? ¿Servicios de inteligencia y contra-inteligencia? Poco importa cuando, de un lado y el otro, los métodos no parecen tan distintos, mientras los profesores se vuelven alumnos y viceversa. La droga aparece representada en una mansión construida por corruptos arquitectos, alguna vez instruidos por los mismos que hoy planean su demolición. Sicario es la más reciente fábula desgarradora de Denis Villeneuve, un director empecinado en mostrarnos el mundo tal cual es, al menos según su visión pesimista: de apariencia hermosa en su exterior, de corteza hipócrita y horrible en su epicentro. Luego de las excelentes Incendies, La Sospecha (Prisoners) y Enemy (El Hombre Duplicado), su tono puede que no sorprenda pero no por ello acaso no inquieta. No hay “buenos”, no hay “malos”, no hay “redenciones”, “finales felices” o “tristes” sino simplemente humanos, haciendo lo mejor que saben hacer: perpetuarse e intercambiar poderes, en una lucha a veces librada detrás de una moral altamente ambigua. Y sí, como podemos ver, todos tienen familia y no por eso deberíamos sentir empatía o desagrado por ellos. Sin héroes ni villanos, las cosas a veces se tornan un tanto más complejas. Es ésta misma moral ambigua la que pone al frente de una guerra a un herido perro de caza como Alejandro (impecable Benicio del Toro), que empatiza, sangra y siente, pero no flaquea a la hora de tomar decisiones difíciles. Tiene en claro algo: no hay bandos y la guerra está perdida. Ése, irónicamente, es el único motivo por el cual vale la pena seguir luchando. Del otro lado está Matt Graver (Josh Brolin), líder cuestionable que actúa distendido pero inquebrantable, presenciando escenas descarnadas que, como todo, después de un rato en la vida se vuelven rutina y apenas otro día en la oficina. Y nuestra protagonista, claro, que poco a poco va aprendiendo que nada es lo que parece, y que no existen bondades sino tan sólo “lo que es malo” y “lo que puede ser peor”. La doble moral no se desata sólo en el campo de batalla, o será que éste acaso no se limita al terreno de las historias de malvados y héroes. La pelea comprende apenas dos figuras: productores felices de un lado, y consumidores ciegos del otro, que manejan la misma doble moral de quienes (a veces) critican. Nada más, nada menos. Villeneuve esboza con notable pulso una desesperanzada teoría de caos eterno, y sin tomar partido ni ponerse (demasiado) pretencioso, concluye el film de manera lógica e impactante. Se rumorean ya candidaturas tempranas al Oscar, muchas de ellas justificadas, y posibles secuelas. El absurdo loop que implica el tema del film, en eterno y triste crecimiento, podría alimentar cientos de miles de adaptaciones y, como sabe el director y los guionistas de esta película, jamás quedaría viejo.
La ley y el orden Hay todo un conjunto de películas que podrían agruparse bajo un subgénero al que podríamos denominar “social burgués”, ideales para sectores medios -entre los que me incluyo, debo admitirlo- que necesitan observar determinados temas perturbadores a la distancia, horrorizándose ante lo lejano, pero tranquilizándose a la vez porque lo que se observa es un otro muy distinto a uno. El cine hollywoodense ha construido toda una tradición alrededor de esto, y en la Argentina hemos seguido sus enseñanzas casi al pie de la letra: ahí tenemos a Relatos salvajes y El clan como ejemplos paradigmáticos de un cine destinado a un público de clase media y que a la vez mira hacia afuera buscando premios a nivel internacional, avalada por una crítica nacional cuanto menos complaciente, que muchas veces aplaude lo que reprobaría con similares expresiones de afuera. Sicario es otro ejemplo más de esta vertiente, y uno interesante, porque su potencia visual y discursiva esconde vacilaciones, idas y vueltas, avances y retrocesos, unas cuantas capas de sentido y ambigüedades. El arranque de Sicario es demoledor, pura fisicidad e impacto desde el profesionalismo. Ese operativo que encabeza la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt) a una casa que resulta estar repleta de cadáveres ocultos dentro de las paredes por orden de un cártel de drogas, es una secuencia opresiva, asfixiante y pavorosa, que coquetea definitivamente con los climas propios del cine de horror, siempre desde el profesionalismo extremo. Allí se ven buena parte de los méritos de la película de Denis Villeneuve, un realizador que en Incendies y La sospecha había demostrado que le importaba demasiado poner el mensaje por encima de todo lo demás y afirmar a los gritos cosas importantes, pero que se permite ceder en unos cuantos momentos al pleno desarrollo de las acciones, permitiendo que sean ellas las que se conviertan en discurso. Cuando el film se concentra en crear climas claustrofóbicos, en instaurar al terror como paraguas genérico -aprovechando la excelente banda sonora de Jóhann Jóhannsson-, concibiendo al narcotráfico como un espacio difuso, capaz de convertirse en algo cercano, es cuando más crece, cuando mayor complejidad adquiere. Pero claro, Villeneuve no puede con su genio y, de la mano del guión de Taylor Sheridan, se apresura en sentenciar, en bajar línea, en explicar demasiadas cosas. Y en eso, llamativa pero lógicamente, el principal problema es la protagonista: Kate es el personaje que encarna la ley y el discurso biempensante en ese viaje infernal que emprende acompañando a una unidad de elite encabezada por un agente de la CIA, Matt Graver (Josh Brolin), y tipo misterioso, que de a poco irá revelando una agenda propia, llamado Alejandro (Benicio Del Toro). Los otros dos encarnan la búsqueda de un orden -tal como le dice Graver a Kate- que no necesariamente esté encuadrado en la legalidad, sino que sea controlable por parte de los Estados Unidos. La dificultad de Kate como personaje no radica en la performance de Blunt -una actriz capaz de encontrar el espacio justo entre la fragilidad y la fortaleza-, sino en las líneas que porta: es el sujeto al cual le tienen que explicar todo -no sea cosa que el espectador se haya perdido con algo- y que realiza observaciones sobre el mundo que la rodea que son pura ingenuidad y que en cierta forma rozan lo hipócrita, porque ni siquiera es que su punto de vista es idealista. La ley que encarna se queda en los abismos de la irrealidad. Pero lo peor es la subtrama que desarrolla el film, donde se sigue a un policía mexicano -que luego tendrá un papel relativamente importante en el final del relato- y el vínculo con su familia, en particular con su hijo. Son minutos de pura arbitrariedad y obviedad, de retórica vacua, de lo peor que puede dar la mirada políticamente correcta que pretende que le importa lo que pasa a su alrededor pero siempre contempla a los demás con un paternalismo elevado a la enésima potencia. En verdad, Sicario debería haber sido más directa y concreta, tomando como protagonistas a Graver y Alejandro, quienes son verdaderamente profundos porque carecen de esa pesada mochila llamada culpa. Cada uno tiene su propio objetivo -aunque la misión los une en sus respectivos propósitos- y van para adelante sin miedo al qué dirán, a sangre y fuego, porque así se lidia con la escoria del mundo. En eso representan al auténtico estadounidense, a ese que está convencido de lo que hace, de que encarna el Bien frente a un Mal que son las drogas, y que no le debe explicaciones a nadie. Son América, y América los necesita. Pero claro, Sicario sale de Hollywood, donde impera la culpa. De ahí las disquisiciones, las vacilaciones, la necesidad de remarcar todo, porque permiten, otra vez, distanciarse, seguir mirando a lo lejos, no sea cosa de hacerse verdaderamente cargo.
Al director canadiense Denis Villeneuve le gusta lidiar con temas densos. Basta citar la escalofriante “La sospecha” (2013) para recordar su estilo: oscuro, perturbador, algo estilizado y siempre disparador de preguntas. Esta vez metió su cámara en el submundo de la lucha contra el narcotráfico: un universo de operativos encubiertos, mercenarios y policías corruptos. Todo está fuera de la ley pero en última instancia bendecido por el sistema. La protagonista es una agente del FBI que de golpe se encuentra envuelta en una misión especial para atrapar a un poderoso capo de la droga. Pero nada es lo que parece y los jefes del operativo irán revelando de a poco su modus operandi. El tema no es tanto lo que cuenta Villeneuve sino cómo: todo lo que toca lo convierte en un thriller vibrante, con una narración precisa y sin fisuras. La frontera entre México y EEUU se convierte aquí en un personaje más, como un fantasma omnipresente, y en ciertos pasajes la película recuerda a la atmósfera de “Sin lugar para los débiles”, un dato no menor teniendo en cuenta que comparten al mismo director de fotografía, el genial Roger Deakins. Hay algunos puntos flacos en “Sicario” (la protagonista demasiado ingenua) y se pueden hacer distintas lecturas sobre lo que se muestra de un lado y del otro lado de la frontera. Sin embargo estas cuestiones quedan relegadas a un segundo plano ante el impacto y el intenso viaje que propone la película.
Sicario es un interesante thriller de acción con muy buen ritmo y suspenso que se nota que no se escribió a las apuradas ni de taquito, incluyendo su bien pensado desenlace. El elenco completo realiza un muy buen trabajo, pero Emily Blunt se los come a todos, ya que su rico personaje le ofrece la ...
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
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El patrón del mal Me imagino a Denis Villenueve como un tipo serio, con gesto adusto. No puedo percibirlo como el tipo gracioso encargado de animar las reuniones de sus amigos o el tío copado que se disfraza de Papá Noel en Navidad para mantener viva la esperanza de los bajitos. Es que el director de La Sospecha (Prisoners) es de ese tipo de realizadores que narran una historia con un peso dramático mayor al habitual, como siempre contando algo profundamente importante. La cuestión es que el prolífico cineasta canadiense vuelve al ruedo con Sicario para contarnos cómo distintas agencias de seguridad de los Estados Unidos se unen, se pelean y se vuelven a juntar para cazar a un peligroso jefe de un cartel de drogas oriundo de México. Emily Blunt, Benicio Del Toro y Josh Brolin encabezan el lujoso reparto del sexto opus de Villenueve. Retomando el tema del comienzo, que una película sea demasiado “seria” no es un valor negativo per se. De hecho, La Sospecha es una muy buena obra, aunque por momentos pueda desbarrancar ante tanta solemnidad. Es que si hay algo para respetar de Villenueve es su capacidad para mantener a toda costa su seriedad y profundidad a la hora de contar una historia. Quizá en sus anteriores películas, la trama se prestaba más para mostrar la bajeza que habita en la humanidad que tanto le gusta remarcar, algo que en Sicario no termina de encajar del todo. La historia adquiere gravedad por los atributos que remarca Villenueve pero la ausencia total de humor o algo que aligere un poco la trama le termina jugando en contra. Los planos de los cuerpos mutilados al comienzo funcionan y potencian a pleno la idea de ese patrón del mal que impunemente mata y desmiembra por placer. Ahora, cuando Villenueve comienza a repetir ese tipo de información genera un efecto adverso, como una especie de empache de tanto morbo. En esos pasajes, Sicario pierde al tomar una muestra de su propia medicina. Si hay algo para destacar en Denis Villenueve es su convencimiento para mantener a toda costa su intensidad y profundidad a la hora de contar una historia. Más allá de lo mencionado arriba, es imposible no reconocer que Denis sabe filmar con tensión y nervio varias secuencias cruciales de Sicario. El allanamiento del comienzo o la excursión a Juárez por parte de las fuerzas de seguridad yankees son una genialidad. Desde el inicio hasta el final de ambas secuencias, se puede apreciar en el aire que algo malo va a suceder, que todo puede salir muy mal. Por otra parte, narrativamente la película se mueve con solvencia de principio a fin, a pesar de que la trama se complejiza a medida que avanza el metraje entre tanta agencia y personajes narcos. Incluso hay una ambigüedad en la forma en que Villenueve enmarca a ambos bandos que la vuelve una propuesta muy interesante. Sicario funciona a full como un thriller tensionante hecho y derecho, más allá de que por momentos se vuelva su propio enemigo mordiendo su propia cola.
Este es uno de esos films que hacen ruido en la temporada Oscar (arranca ahora) y no está mal: pinta la difícil guerra al narco en la frontera entre México y los EE.UU., y los avatares morales que implica. El elenco tiene a un Benicio del Toro en buen estado y a una siempre buenísima Emily Blunt, lo que le hace sumar unos cuantos puntos. Nada original, un poco periodística y entretenida aún apostando al “mensaje”.
Moebius El último opus del director de la maravillosa “Incendies” (2010) hace gala de su sapiencia para presentar, construir y desarrollar un filme cuya tensión va creciendo a medida que avanza el relato, tensión que no decae en ningún momento. Esto en parte se debe a que la información que nos va entregando es en cuentagotas, lo mismo le sucede al supuestamente personaje principal, Kate Mercer (Emily Blunt), como si el punto de vista fuese ese. Esto promueve en parte a que el espectador se identifique con ella, pero que en realidad el realizador lo va a ir modificando, dependiendo del uso necesario con el fin de mantener al espectador atento a los sucesos que va narrando. Por momentos sería desde el personaje de Alejandro (Benicio del Toro), y en menor medida desde Matt Graver (Josh Brolin), sabiendo que hay un narrador constante, omnipresente, su director, el canadiense Denis Villeneuve Del mismo modo se desprenden tres posibles variables de acercamiento al texto fílmico, no dependiendo del supuesto punto de vista. No sólo un tema es el que atrapa, en apariencia el primordial, que sería el narcotráfico, ya mil veces presentado en el cine. Abre con una definición escrita del titulo: “sicario” derivado del latín “sicarius”, “asesino asalariado” en la lengua española, más allá de que para los yankees sea una palabra mejicana, y el guionista Taylor Sheridan es oriundo de Texas. Salvo ese pequeño desliz idiomático, el arranque es de un virtuosismo visual increíble, lo que podría haber sido un gran obstáculo para su progresión dramática, no lo fue en parte debido a que, Villeneuve posee una prodigiosa capacidad, a veces estremecedora, de radiografiar la violencia. Kate Mercer, jefe en un operativo antisecuestro organizado por el FBI, descubre un depósito de cadáveres que al mismo tiempo es una trampa y una advertencia, ya que fueron dejados como amenaza por algún cartel de la droga mejicano, en el que mueren dos de sus subordinados, por lo que queda atónita, pero no inmóvil. Esta joven e idealista agente del FBI es reclutada por Matt Graver, un oficial de un cuerpo de élite que responde a la DEA (Drug Enforcement Administration) administración para el Control de Drogas), agencia del Gobierno estadounidense. A ellos se les unirá Alejandro, agente de la C.I.A. (Agencia Central de Inteligencia), para ayudar en la guerra contra el narcotráfico, quien será el verdadero asesor en la zona en que se desarrollaran las acciones, la débil línea divisoria entre Estados Unidos y Méjico, la ciudad de Juárez y los túneles que existen a lo largo de la frontera. Poniéndose Alejandro a cargo de todo, de quien no se tienen muchos datos, un pasado que se intenta ocultar y una metodología que nadie acepta pero que todos callan, situación que obligará a nuestra heroína a replantearse todas sus creencias y poner como prioridad su propia supervivencia, lo que terminará siendo para ella un viaje iniciático. En todo ese recorrido que realizan la narración pone de manifiesto de manera subyacente las formas que se tienen de crear un sicario. Por momento estamos en presencia de este proceso, no tiene importancia quién es el sicario de turno, sino los motivos de su existencia. Sin embargo, y simultáneamente, la utilización de la historia viene a establecerse como una excusa para denunciar el orden de corrupción que genera el narcotráfico, en ocasiones con intereses personales, y en otros desde los lugares de poder que intentan tener cierta aceptación mientras en ese brutal universo no se produzca ningún caos. De manera que se pueda entender que hasta el crimen y el delito necesitan un orden, y sólo por cuestiones pragmáticas se explica esto. Impresiona además del estilo visual, el gran trabajo del veterano Roger Deakins como director de fotografía, la inteligencia que presupone el cómo esta narrado, el ritmo que le imprime, apoyándose en una muy buena banda de sonido compuesta por Johann Johannsson. Un punto sobre estas cuestiones, tanto técnicas como estéticas, se promueve a partir de la cadencia de las imágenes, sobre todo en las tomas aéreas del desierto, al mismo tiempo, y de manera elocuente, la impronta de los personajes, lo que deriva en reconocer que sin esas grandes actuaciones la realización sería otra cosa. Es un duelo actoral conformado por una trilogía perfecta. Por ultimo, haciendo referencia al discurso que instala la obra, es a lo que hace referencia el titulo de la nota, ”Moebius”, esta parece ser la historia sin fin, cambian las persona, pero se seguirán repitiendo los personajes, movidos por la venganza o la codicia.
En esta guerra no existen los límites No hay atisbos de moralidad en “Sicario”. En puntos candentes del globo, como las ciudades espejo El Paso/Juárez, la ley es la del lobo del hombre. Se lo dice Alejandro (Benicio del Toro) a Kate Macer (Emily Blunt): “andate, buscá un pueblito bien lejos, no pertenecés a este lugar”. Lo que se necesita para matar es una pátina reglamentaria, la firma en un papel que vale la destrucción de un castillo de convicciones. Esas que flaquean cuando hay una pistola apuntando a la cabeza. El de “Sicario” es un universo de perverso pragmatismo, sin lugar para los débiles ni para los que dudan. Un mundo carente de héroes y de límites. La lógica de la película es demoledora y peligrosa, por más que Denis Villeneuve intente contar la historia desde una pretendida neutralidad. Estados Unidos, sostiene “Sicario”, es la última frontera y de allí proviene su derecho al uso de la fuerza. En este caso es México; puede ser Irak o Afganistán. Ciudad Juárez, como lo fue históricamente Latinoamérica, es su patio trasero, y el patio es un espacio para hacer lo que venga en gana. “Todo esto es ilegal”, dice Kate cuando se da cuenta de que los mercenarios armados por la CIA van y vienen de México sin preocuparse por cuestiones tan molestas como las leyes internacionales. Alejandro, el asesino decidido a terminar con los narcos, y Matt Graver (Josh Brolin) le proporcionan un baño de realidad. Taylor Sheridan (actor de “Sons of anarchy”, entre otras series) debuta como guionista. Cuentan que se internó en Ciudad Juárez, acompañado por un agente del FBI, para diseñar la historia. El canadiense Villeneuve (director de la notable “La sospecha”) propone largos silencios, sobrevuela la frontera, se concentra en las reacciones de Kate y, cuando parece ralentizar la narración al máximo, golpea con extrema dureza. “Sicario” impacta, pero disipado el humo hay tela para pensar.
El narcotráfico, un tema crítico y mundial, utilizado en decenas de películas y series desde distintos puntos y formas tantas veces que pareciera ya estar quemado, pero no, Sicario es la prueba fehaciente de que la trama del narcotráfico, manejada como lo hace esta producción, tiene rienda suelta por un tiempo más, sin la necesidad de agregar más acción que algun otro film del mismo tema o revivir alguna vieja historia. Si bien la película comienza con escenas típicas, haciendo creer al espectador de que nos encontraremos con una nueva producción del montón pero con algo más de acción, rápidamente este pensamiento se desvanece y nos damos cuenta que nos vamos a encontrar con algo diferente. Con Sicario nos olvidamos de las típicas películas de pandillas y policías combatiendo el narcotráfico de alguna ciudad en particular ya que la historia nos lleva de lleno a las zonas donde los peces gordos hacen estragos, zonas principalmente desérticas tanto ambientalmente como urbanamente pero no así de negocios ilegales, donde la agente del FBI Kate Macer, especializada en tácticas de equipos anti secuestros, es reclutada por una fuerza de élite gubernamental luego de un lamentable y escalofriante hecho, para combatir desde la raíz el crecimiento de la distribución de drogas, pero que ese mundo que no conoce e ingresa, es más duro de lo que ella espera y al que debera adaptarse rapidamente si quiere sobrevivir. Kate (Emily Blunt), sumada a Alejandro (Benicio Del Toro) y Matt Graver (Josh Brolin) son el elenco principal de Sicario, realizando cada uno de ellos su papel de forma excelente pero que sin dudas el que más se destaca es Benicio Del Toro con una actuación soberbia de un protagonista que parece creado a la imagen y semejanza de Benicio, siendo con el que más nos identificamos sentimentalmente durante la película, mas allá de su perfil extraño y sospechoso. Prácticamente las 2 horas que dura Sicario, logra mantener al público expectante en la butaca siguiendo cada detalle de lo que pasa en una historia atrapante, llena de suspenso y con giros constantes. Historia que nos muestra en todo su esplendor como un fin puede justificar medios que parecen injustificables y donde los limites realmente no son limites, llevando a los protagonistas a un sorprendente nivel de concientización sobre dichos medios a causa del fin para algunos y de sobrevivir para otros. Sin embargo el plato fuerte es el recurso del suspenso, un suspenso constante, no así agotador, que Denis Villeneuve logra introducir perfectamente en el momento necesario y con la cantidad justa para que la película se pase volando y nos mantenga en vilo sin la necesidad de saturar de acción con escenas de tiroteos y explosiones, que no es lo que más abunda en Sicario y lo que la hace realmente sorprendente, además de la nula utilización de banda sonora, que resulta innecesaria en una película que lleva el suspenso lígada a ella. Sicario se estrena el 8 de Octubre en nuestras salas y sin duda es una película que no podes dejar pasar, por lo cual se lleva nuestro mayor puntaje
El director Denis Villeneuve nos vuelve a sorprender con otra de sus películas. Este director de 38 años, sigue demostrando que hacer películas es lo suyo, y pareciera ir mejorando su estilo y perfeccionando las historias. No hace grandes películas de Hollywood, no las necesita. Lo que si hace, son obras pequeñas y complejas que deslumbran al espectador por todas las razones correctas. Grandes actores de Hollywood se han percatado de esto y piden trabajar con él, desde Jake Gyllenhaal -en dos ocasiones-, pasando por Hugh Jackman, terminando con Isabella Rosellini. En esta oportunidad sube la apuesta con Emily Blunt, Josh Brolin, y el siempre impecable Benicio del Toro. En esta nueva etapa - se podría llamar Hollywoodense, pero lo estaría metiendo en una bolsa junto con otros directores cuyo cine es muy diferente-, Villeneuve crea tres grandes películas, superandose una tras otra. Estamos hablando de Enemy (2013), Prisoners (2013), y esta nueva entrega. La historia nos sitúa en la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, en el creciente conflicto de las autoridades de ambos países en contra del narcotráfico. Nuestra protagonista es una joven agente del FBI (Emily Blunt) que es reclutada por una especie de escuadrón especial, liderado por Josh Brolin y un asesor enigmático (Del Toro), con la promesa de que ayudará a destruir las grandes cabezas de las organizaciones más peligrosas de esta guerra. Sin embargo, desde el comienzo, todo se ve muy diferente a los procedimientos que suelen tomar en el FBI, y ahí es cuando la agente empieza a cuestionarse todos sus principios, ya que esta nueva fuerza tiene un gran desinterés en seguir los protocolos y respetar su jurisdicción, con tal de lograr su cometido. Y esa es la gran moraleja/dilema de la película: los "buenos" que rompen las reglas por un bien mayor. Con largos planos descriptivos de las locaciones desérticas de la frontera, el director de fotografía, Roger Deakins, va creando un ambiente de expectativa y suspenso, de drama y de incertidumbre. Imaginen lo bueno que es este veterano director de fotografía, que supo trabajar con los Coen, Scorsese, Ron Howard, Sam Mendes y Frank Darabont, y tiene 12 nominaciones a los premios oscar. Complementada con una gran banda sonora del compositor Johann Johannsson, crean un producto inmersivo y atrapante. Cabe hacer una mención especial a Benicio Del Toro, que se desenvuelve espectacularmente en un papel que le queda a la perfección. Tal es así, que con tan sólo escucharlo hablar español en el film, podemos denotar la tonada colombiana de su personaje, llamado Medellín. Detalle que sólo los hispanohablantes notarían, pero que él, sin embargo, incorpora sutilmente para moldear un personaje que roza la perfección. Veredicto: 8/10 - Seguí así, Denis Villeneuve, que los avisados espectadores estaremos esperando con ansia más de tus trabajos.
Sicario, nueva película de Denis Villenueve después de “Enemys” (sinuosa e interesante adaptación de la novela de Saramago “El hombre duplicado”) donde su eje es la lucha de EEUU contra los carteles mexicanos de la droga, más adelante comentaremos el porqué de la elección de un vocablo en castellano para significar el origen del conflicto, marcando el tono y los límites de la propuesta. El film comienza con una redada del FBI en una casa/aguantadero en Arizona donde encuentran más de 40 cadáveres en bolsas de plástico y donde mueren oficiales de la ley al explotar una bomba “caza bobos”. El procedimiento es dirigido por la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt). El posterior interrogatorio a los dealers atrapados saca a relucir que el cartel opera en suelo norteamericano y por eso se la reasigna a un grupo de trabajo especial, reservado y con amplios poderes autorizados por Washington para combatir al cartel con todo tipo de medios. 941503_ori Los parámetros morales de la oficial Kate se irán paulatinamente desmoronando al observar el accionar del grupo especial comandado por el misterioso y sádico Matt Graver (Josh Brolin) con un más misterioso y vengativo Alejandro (Benicio Del Toro) ayudante ad-hoc de este grupo que pasará a vivir una temporada en el infierno. Kate tras cada procedimiento toma conciencia que no sabe contra quién está peleando y por quién está siendo utilizada pero no puede hacer nada para cambiar las cosas. Incursiones a un lado y otro de la frontera mexicana / norteamericana para secuestrar a los cabecillas de los carteles y llevarlos ilegalmente a Estados Unidos van marcando el ritmo de una película tensa por momentos trepidante por momentos lenta en demasía. El estupor que siente Kate como representante de la ley, se asimila al del espectador medio y bienintencionado, que toma conciencia cómo su país combate el terrorismo y la droga mostrando que la diferencia entre uno y otro bando no es de principios sino de poder de fuego. Inquietante banda de sonido de un maestro como Johann Johannsson que describe con belleza las distintas situaciones por las que atraviesa la protagonista desde desazón y desorientación, hasta ritmos marciales y profundas elegías. Convincente actuación de Emilie Blunt que sería mejor si el guión (del actor Taylor Sheridan) no cargará con tanto énfasis esa idea de hacerla representar a un espectador ideal que se abruma al tomar conocimiento de la manera en que se combate a la droga, Brolin y Del Toro superan el esquematismo de sus personajes, prestando sus máscaras para representar a los malos de los buenos. Gran fotografía de Roger Deakins que muestra cómo la frontera americana y sus recovecos cada vez se parecen más a las imágenes que muestra la CNN de Iraq, Afganistan y gran parte de Oriente medio exponiendo como los gobiernos del norte están transformando al mundo en un Desierto físico y moral. La película no profundiza sobre el origen del problema y que vínculos reales y funcionales tienen los gobiernos conservadores con los carteles ya que les sirven para la construcción del gigantesco y vergonzoso muro fronterizo, para conseguir plata “extra” para financiar sus avanzadas imperiales y por último para estigmatizar al “Latino” (como lo hace hoy el candidato Donald Trump) a la que le hace eco el título del film. Lo amoral para la cinta es el fuego contra fuego que sintetiza la política “no oficial” del amigo americano. Es el fin de la ingenuidad en la emergencia del personaje de Blunt que solo parece tener a la impotencia como salida. Consciente o no, el film habla de una geoética que relativiza los valores y el derecho, “dime de dónde eres y te diré que tipo de ley te aplicaré”, un doble estándar que entiende como “atentado terrorista” cuando grupos execrables matan civiles en alguna ciudad occidental y como “error de cálculo” o ”daño colateral” cuando se bombardea criminalmente un hospital en Oriente Medio. La civilización barbariza aún más al mundo.
El talento de Villeneuve en esplendor "Sicario" es el nuevo trabajo del aclamado director canadiense Denis Villeneuve, responsable de títulos muy buenos como "Polytechnique", "Incendies" y "La sospecha". Su cine serio, oscuro y dramático ha logrado cautivar a un gran número de espectadores alrededor del mundo que lo tienen en alta estima. Entre ellos, se encuentra quien escribe. ¿Por qué es un groso el tipo? En primer lugar sus películas abordan temáticas que son interesantes y violentas a nivel psicológico, que transforman al espectador que se involucra con ellas. Son películas que no resultan indiferentes. Así y todo, estos films reflejan situaciones de la vida cotidiana, duras, pero que no dejan de ser del día a día, bajo un tratamiento crítico y dramático que resulta muy atractivo de ver. En esta oportunidad forma equipo con el actor/escritor Taylor Sheridan para sumergirnos en el peligroso y traicionero mundo del narcotráfico, no el del menudeo, el de la gilada, si no en el mundo de los grandes cárteles mexicanos que manejan gobiernos, empresas, ciudadanos comunes y deciden sobre la vida de los demás de acuerdo a como les viene en gana y conveniencia. Como protagonista de la historia tenemos a Kate Macer (Emily Blunt), una agente del FBI que es seleccionada para ser parte de una operación de elite y clasificada nada menos que en el corazón narco de México, ciudad Juárez. Junto a ella tomarán parte personajes siniestros que juegan en la línea de lo correcto y lo criminal, como el agente Matt Graver (Josh Brolin) y el misterioso Alejandro (Benicio Del Toro). Lo mejor del film es la tensión y realismo que le imprime Villeneuve. La película te mantiene tenso prácticamente los 121 minutos que dura el metraje. Nos da un paseo de lujo por el estrés que pasa un agente que lucha contra el narcotráfico organizado. No hay forma de no ponerse tenso con lo que nos ofrece la gran pantalla. Situaciones de violencia extrema, traiciones, apariencias que engañan y dilemas morales a mansalva, algo que el director saber manejar casi a la perfección. El ritmo con el que se desenvuelve la trama tiene el sello del director. Detallista y lento, transmitiendo de esta manera las sensaciones que vive la protagonista. Hace tiempo que no disfrutaba tanto de un thriller como este, tan efectivo y bien ejecutado. Con muy buenas interpretaciones, una fotografía excelente, una banda de sonido para el infarto y la magistral dirección de Villeneuve. Recibió tres nominaciones para los Oscars 2016 en los rubros de fotografía, banda de sonido original y mezcla de sonido. Una película muy recomendable para los amantes del buen suspenso y el drama.
Todo vale contra los narcos El nuevo filme de Denis Villeneuve reafirma la fuerza que este realizador le imprime a sus trabajos y permite que sus tres protagonistas se luzcan en papeles por demás comprometidos. Recomendada La guerra de los Estados Unidos contra los cárteles de la droga mexicanos se ha convertido en una sucesión de batallas en las que la violencia y crueldad desplegada por éstos últimos se ha desmadrado de tal manera que los titulares de los periódicos de todo el mundo la reflejan en una sucesión de fotografías que causan impacto. En esta línea, el director canadiense Denis Villeneuve, que en 2014 resultó el nominado sorpresa a los premios Oscar con La Sospecha toma el mando de una historia que busca todo el tiempo impactar en base a su crudeza y realismo. La historia de Sicario relata cómo la agente del FBI Kate Macer (Emily Blunt) acepta trabajar con Matt Graver (Josh Brolin), oficial de una agencia gubernamental que la necesita para "legalizar" sus actividades a ambos lados de la frontera entre México y los Estados Unidos. Graver cuenta además con un asesor colombiano llamado simplemente Alejandro (Benicio Del Toro) que oculta tras su dureza un conflictivo pasado pero que resulta de fundamental importancia para forzar al máximo las leyes y poder enfrentar así a los que no tienen ley. El filme cuenta con un guión del actor Taylor Sheridan (de la serie Sons of Anarchy) que escarba en toda la mugre que se acumula en esa frontera, que antes se cruzaba por autopistas y ahora por túneles subterráneos, y que lleva a su país a desplegar una doble moral en la que el "fuego se combate con fuego". Sin embargo, el verdadero fuerte del filme es el manejo del suspenso del que siempre hace gala Villneuve y que han convertido a sus anteriores filmes (la citada La Sospecha así como también Incendies y El Hombre Duplicado) que provoca en el espectador un estado de alerta más profundo que en los propios protagonistas cuando deben enfrentarse a algún peligro. Claro que la historia no sería lo mismo sin la intervención del magistral director de fotografía Roger Deakins y la soberbia banda sonora de Johan Johannsson que conspiran para que las imágenes sean atrapantes durante las dos horas que dura el filme. Lo más destacable del filme es que, tomando el material disponible sobre el narcotráfico, los problemas fronterizos y las acciones de inteligencia, el director no se pega a ningún "bando" y retrata todo desde su condición de extranjero, como si de un documental se tratase aunque atendiendo a las demandas del mainstream cinéfilo que busca acción y buenas actuaciones. Y de estas dos requerimientos la película cumple y con abundancia ya que la acción no se limita a copiar las escenas típicas de tiroteos entre policías y narcos –que de esas hay y muchas- sino que Villenueve le agrega su toque macabro y brutal como en la secuencia inicial en la que los agentes del FBI encuentran una vivienda repleta con cadáveres actuando como relleno de paredes. Y aunque la realidad supera siempre a la ficción, en esta ocasión los tantos están, por lo menos, empatados. En el plano actoral, en tanto, se destaca la gran performance de Emily Blunt que se va adaptando a los avatares del guión con una versatilidad asombrosa. Si bien, su personaje es el hilo del relato pero se va diluyendo de una agente con la seguridad de una líder de equipo a una persona que se encuentra preguntándose todo el tiempo qué hace junto a gente de la calaña de Graver o Alejandro. "Kate está tentada por este mundo. Se da cuenta de que, aunque hace las cosas conforme a las reglas, no obtiene los resultados que espera, así que ahora quiere creer que puede hacer algo que realmente marque la diferencia; sin embargo, la simple idea de no seguir las reglas pone el mundo de Kate de cabeza y ya nada tiene sentido", contó Blunt acerca de su personaje que en más de un momento recuerda a su colega Jodie Foster en El Silencio de los Inocentes, papel que le valió el Oscar en 1992. El personaje de Benicio del Toro, párrafo aparte, llamó tanto la atención que la productora LionsGate ya pautó una secuela -basada sólo en él- que se filmaría el año próximo. El único punto flojo de Sicario es quizá su título, quizá no el más adecuado para una obra de esta envergadura, pero que a la razón de los títulos "comerciales" que llegan a Latinoamérica como The Martian - Misión Rescate se puede pasar por alto este detalle que en definitiva también conspira contra el suspenso del filme. Al igual que adelantábamos la semana pasada sobre la ya mencionada Misión Rescate, Sicario puede llegar a convertirse en una de las próximas multinominadas a la temporada de premios estadounidenses que comienza en enero y culmina con la entrega de los Oscar a finales de febrero. Eso podría suponer quizá una retribución para Blunt y sobre todo para el director de fotografía Deakins que ya lleva 12 nominaciones sin ser reconocido. Por este trabajo, se lo merece.
Una casa en medio de las desérticas tierras de Arizona que sirve como escenario de una riesgosa operación del FBI, un macabro descubrimiento y una espectacular explosión. Todo esto ocurre en los vertiginosos primeros 5 minutos de Sicario, la nueva película del canadiense Denis Villeneuve. En su nuevo trabajo, el realizador relata la historia de la Agente Kate Macer (una impasible Emily Blunt) que será reclutada por un oficial de la CIA (Josh Brolin) para emprender una operación para desmantelar las filas más peligrosas del narcotráfico en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, con la ayuda de un misterioso asesor colombiano (Benicio del Toro) cuyos objetivos serán diferentes. En Sicario, Villeneuve plantea la idea de un mundo hostil en constante crisis de valores éticos y morales de una forma similar a la de trabajos anteriores del director, como la oscura Prisoners o en menor medida la enigmática Enemy, tomando como excusa la problemática del tráfico de drogas. Desde el punto de vista un tanto ingenuo de Kate se desarrolla una trama en la que nadie es realmente lo que parece y donde no existe polarización entre villanos y héroes, algo que aleja al nuevo film del canadiense de la mirada estereotipada con la que el cine norteamericano suele tratar este tipo de temáticas. Con una estética caracterizada por un montaje frenético (a cargo de su colaborador usual, Joe Walker), planos aéreos grandilocuentes y secuencias en plena oscuridad con el uso de cámaras térmicas, Villeneuve lleva a cabo un manejo de la acción y el suspenso excelente, dosificando la tensión hasta hacerla insoportable para el espectador (la secuencia del embotellamiento en la autopista de Juárez es un buen ejemplo). En su retrato de la violencia, el canadiense hace gala de una crudeza explícita que lo emparenta con los últimos trabajos de la gran Kathryn Bigelow, una realizadora que ha sabido reinventar el género de acción dentro del cine comercial. Otros de los aspectos positivos del film, son sus actuaciones. Emily Blunt representa a una oficial del FBI que pese a las apariencias se muestra vulnerable en un entorno completamente masculino que en todo momento le es ajeno, dotando a su personaje de una fragilidad que contrasta con la dureza de la historia. Por otro lado, Josh Brolin y Benicio del Toro no se mueven de su zona de confort interpretando personajes antipáticos y agresivos en los cuales acostumbramos verlos, sin dejar de demostrar una vez más el alcance de sus capacidades interpretativas. Con una primera mitad excelente, en su intento por huir de los estereotipos y en búsqueda del giro argumental inesperado, el film diluye gran parte de la creatividad que desprende en su punto de partida. En su final, el eje de la historia cambia completamente y es difícil saber si Sicario realmente quiere explorar los efectos devastadores del narcotráfico o si solo quiere contarnos una simple historia de venganza. De alguna forma u otra, Villeneuve suma a su corta pero fructífera carrera un trabajo que termina de consagrarlo como uno de los realizadores más interesantes que ha dado el mainstream en los últimos años.