Terror en Chernobyl viene de la mano de Oren Peli, el mismo de Actividad Paranormal y sus secuelas. Ok, Peli no dirige pero escribe y produce, y es la verdadera fuerza creativa detrás del proyecto. La idea de ir de expedición a la ciudad fantasma de Pripyat (en donde vivía el personal que trabajaba en la contigua planta nuclear de Chernobyl y la cual fuera abandonada a causa del masivo accidente atómico de 1986) suena deliciosa como premisa de película de terror, pero los resultados obtenidos no son tan efectivos como uno podría esperar. Es posible que el enfoque de cámara en primer plano - a lo Blair Witch - esté comenzando a mostrar signos de desgaste, pero también es cierto que el libreto es demasiado mecánico y no contribuye a mejorar la puntería de la historia. Acá hay un grupo de turistas que decide hacer "turismo de alto riesgo" y contratan a un guía turístico re-pirata que los lleva a Chernobyl. Por supuesto el panorama es desolador - si bien no está filmada en las locaciones reales, la reconstrucción que hacen para la película se ve muy verosímil - y parece salido de un episodio de la serie "La Tierra sin Humanos" del Discovery Channel: edificios rajados, montañas de mugre, autos abandonados y cubiertos por la vegetación, manadas de femélicos perros salvajes que se lanzan sobre cualquier cosa que se mueva, etc. Los norteamericanos de turno pasan un par de horas ahí, se asustan con un oso que se les aparece encima en un departamento y, después de reirse un rato, intentan irse. ¡Para qué!. El guia ruso no logra arrancar la camioneta y, cuando levantan el capó, descubren que ha sido saboteada. Y, a partir de entonces, la película empieza a patinar. No diría que Terror en Chernobyl es un mal filme, pero al menos es uno que desperdicia una idea muy buena. Hay dos cosas que torpedean la efectividad de la pelicula: la primera es el enfoque en primer plano, al que aquí le han hecho tantos cambios que terminaron afectando su eficiencia. Usualmente en estos filmes hay un nardo que está grabando todo el tiempo - incluso aunque el bicho de turno se lo esté devorando vivo -; mientras que eso le da inmediatez, por otro lado no dejar de ser algo ilógico (si a mi me estuviera atacando algo, le partiría la cámara en la cabeza del bicho en vez de seguir rodando). Para resolver esa incoherencia terminaron por inventar otra, que es la del cameraman "fantasma": se mantienen los primerísimos planos (y las reacciones nerviosas de la cámara ante los ruidos y los golpes), pero ninguno de los protagonistas está filmando. La cámara flota y sigue a los protagonistas como si perteneciera al grupo... pero también se asusta, corre y se cae al mismo tiempo que ellos. Mientras que en un principio este enfoque no está taaan mal, pronto demuestra tener sus limitaciones e incompatibilidades; la cámara de pronto se aleja 100 metros (como si fueran los ojos de las criaturas que acechan al grupo) o da un plano aéreo de la escena a 50 metros de altura. Todo eso deriva en una narración esquizofrénica que, cuando cambia de primer a tercer plano, aniquila toda la tensión que había creado. Pero si la cámara es distrayente, al menos lo suyo no es tan grave como el diseño de los personajes, que son superficiales, mecánicos e ilógicos. Esta gente jamás hace preguntas sobre lo que está ocurriendo - quién rompió el auto, quién secuestró a un par de miembros del grupo, quién asesinó al guía ruso, etc, etc - si no que se la pasan pensando en ellos mismos (¿estás bien?; esperemos por ayuda; no, no quiero caminar hasta la ruta; no, quiero quedarme a buscar a fulano; no, quiero tal o cual cosa). Son tan egocéntricos que jamás elaboran una teoría de lo que ocurre, o diseñan algún plan, o siquiera se arman como es debido. En un momento se topan con una horda de criaturas, pero ni siquiera discuten qué es lo que han visto (!). Cuando huyen, ni siquiera cierran las puertas para entorpecerle el paso a las cosas que los persiguen. Son un grupo de individuos anónimos, carne de cañón que manipula el libreto mandándolos de un lado para otro sin demasiado sentido: hay que ir para allá porque, en el medio, haremos una escena en donde las criaturas nos atacarán; ahora hay que ir para el otro lado... así dejamos solo a fulano y lo secuestran. Por Dios, cuánta gente estúpida. En sí, Terror en Chernobyl no es un engendro. Hay algún que otro momento efectivo, y la historia tiene su enganche... lástima que los cambios de estilo narrativo diluyan la tensión de la premisa, y que el libreto esté poblado de tipos con dos neuronas en la cabeza. Si tuviera que hacer un resumen, le diría que espere a que la den por cable: no se pierde demasiado con la espera y puede utilizar el mismo dinero de la entrada para ver en el cine una película de terror mucho más efectiva que ésta.
Escrita por Oren Peli, director y guionista de "Actividad Paranormal", esta película presenta una premisa muy interesante, llevada al comienzo con originalidad por Bradley Parker, pero con una falta de suspenso que, llegando a los momentos cruciales y más intensos de la propuesta, se hace notar y perjudica su correcto disfrute.
Terror en Chernobyl es ideal para los novatos o los muy fanáticos del género. Lo mejor sucede aproximadamente en su primer media hora cuando entran a la ciudad, la empiezan a recorrer y sucede "el problemita" con el trasporte. El resto ya está más que visto y no aporta nada interesante más que gritos y artimañas varias usadas hasta el cansancio para asustar...
No prendas la luz, la imagen te desfiguró. “Terror en Chernobyl” (en realidad, si se interesaran en traducir bien el título, sería Chernóbil castellanizado, pero me manejaré como figura en cartel) es una película escrita y producida por Oren Peli, el alma máter de “Actividad Paranormal”, y dirigida por el debutante Bradley Parker, quien fue el encargado de los FX de films como “El Club dela Pelea” o la remake de “Déjame Entrar”. La película trata sobre seis adolescentes que pasean por Europa y deciden contratar a Uri, un guía ucraniano de turismo extremo, para visitar la abandonada ciudad de Pripyat, donde vivían los trabajadores de la central nuclear de Chernobyl hasta el desastre ocurrido en 1986. Tras varios percances llegan, exploran la ciudad, pero quedan atrapados y Pripyat no está tan abandonada como se pensaba. Una de terror (en ambos sentidos de la palabra) Nos vamos a encontrar con un argumento previsible sobre adolescentes atrapados y acechados por algún ente desconocido (algo que venimos viendo desde La Masacre de Texas del ´74), y a pesar de contar con una locación fascinante que es postmodernismo puro y podría ser aprovechada mucho más, notamos que visualmente se queda estancada. En cuanto a la estética, vemos una cámara en mano que no asfixia como debería ocurrir en éste género y no produce esa sensación de pavor y angustia de los protagonistas, salvo por un abuso de las secuencias de oscuridad donde una luz de linterna es la única salvación. Pero aún así, en estos momentos de oscuridad donde el sonido debería jugar un papel importantísimo, no hay un recurso fructífero para que nos sacie el terror que buscamos en la sala. Asimismo, como frutilla de los clichés ya gastados, se ven jóvenes lindos, con buena moral y valientes como para que logremos identificarnos desde la butaca. Conclusión Sinceramente me gusta que las películas me provean de material para analizar y realizar análisis constructivos, pero en algo tan vacío, sin ningún tipo de recursos donde apunta a un espectador sumamente básico, me obligan a ser escueto. Ni siquiera es efectiva para aquel joven tímido que busca una película de este género para abrazar a esa chica que invitó. Recomendarla sería subestimarlos por sobremanera.
Hay algo allí! Existen sitios que de por sí dan escalofríos y, sin lugar a duda, uno de ellos es la ciudad de Pripyat, el hogar de los obreros que trabajaron en la central nuclear de Chernobyl, una suburbio que aún hoy se encuentra desierto, pero mantiene viva la memoria de la catástrofe. Solo basta recordar lo sucedido para saber que no es uno de los mejores sitios para visitar en Rusia y menos para pasar la noche. Sin embargo un grupo de seis jóvenes decide visitarlo y se embarca en un “tour extremo” de la mano de un ex militar que auspicia de guía. Para los jóvenes la acción no tarda en llegar y la sensación de intranquilidad logra contagiar al espectador. La ciudad fantasma presenta sorpresas que sacuden de igual modo a los personajes como a quienes los están viendo desde la butaca: lo desolado se vuelve peligroso y la quietud se transforma en amenazante. Los personajes no están solos. Si bien el registro con "cámara en mano" es un recurso muy visto, en Terror en Chernobyl logra su cometido, sumándole a esto, un ingrediente más: el efecto claustrofóbico de la oscuridad. El juego del gato y del ratón se amplía aun más con el correr de los minutos y lo que pretendía ser un paseo, se convierte en una verdaderal pesadilla. Dentro de la producción se encuentra el creador de Actividad Parnormal, Oren Peli, quien trabajó acá en el guión, mientras que la dirección estuvo en manos del realizador Brad Parker, uno de los encargados de los efectos visuales de películas como El Club de la Lucha y Déjame Entrar, entre otras. Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries) genera un buen clima a partir de una idea atrapante y deja un final para futuras secuelas.
El gran desastre Un guión sólido, una propuesta narrativa original, buenas actuaciones, buen manejo de cámara, estos son los componentes básicos para una buena película, curiosamente son todas las cosas que Terror en Chernobyl no tiene. Lo primero que pensé cuando me enteré de la realización de esta película es en el mal gusto que constituía hacer una película de terror y más específicamente de "mutantes" basándose como premisa en el terrible desastre ocurrido en Chernobil, nunca vi una manera más grotesca de hacer leña del árbol caído, esto sin embargo, no es lo único grotesco de este estreno. El argumento de esta película es de lo más simplón, un grupo de chicos sin nada mejor que hacer deciden ir a Pripyat, ciudad donde vivían los obreros que trabajaban en el reactor nuclear, una vez ahí obviamente van a encontrar ciertas cosas extrañas que los van a hacer decidir irse de ahí pero cuando se suben a la camioneta para querer irse... la camioneta no arranca obviamente y ahí empieza la verdadera travesía. TODO en esta película es tan obvio como su premisa, los personajes son totalmente unidimensionales, los actores que los interpretan... también, los "sustos" son en circunstancias tan clichés que los ves venir un minuto y medio antes de que sucedan, los efectos muy malos, la banda sonora, inexistente. El director debutante Bradley Parker (trabajó anteriormente como supervisor de efectos en varias cintas incluyendo Déjame Entrar y como artista digital en Fight Club) no nos permite sentir empatía por ningún personaje, algo más que llamativo en una película de terror, así que nunca nos permite sentir ni miedo ni tensión ni desesperación junto a los personajes por lo que la película cae rápidamente. Debo reconocer sin embargo que noté cierta intención de innovar en cuanto al manejo de cámara, esta película salió de la mente de Oren Peli (director de Actividad Paranormal) que acá trabaja como guionista y productor, sin embargo este no es un falso documental aunque comparte la misma estética que éstos y es ahí en donde se ve el interés por darle un poco de originalidad a esta película, constantemente la cámara es desprolija, se mueve mucho, nunca está estática, re encuadra constantemente y se posiciona la mayor parte del tiempo en lugares que nos mantienen alejados de la acción (un truco clásico en los falsos documentales) al mismo tiempo que tiene la soltura que no tienen las películas que dejan expuesto a un supuesto camarógrafo. Este aspecto me resultó interesante aunque particularmente en esta película no funciona, primero porque no funciona la película y segundo porque la técnica de la "desprolijidad" se pasa de rosca otorgándonos encuadres horribles que lucen sumamente amateurs (y en algunos casos ni siquiera). Terror en Chernobyl representa sin dudas un tropezón en la largada de Bradley Parker como director y una de las películas más flojas del año.
Tras explotar la taquilla en 2009 con Paranormal Activity, Oren Peli se llamó a tareas de productor para el resto de la saga y no escribió ni dirigió nada hasta firmar de su puño y letra el capítulo doble inicial de la pobre serie The River. Con Chernobyl Diaries vuelve a crear una historia en la que la locación lo es todo, pero en la que la trama, tan usual como repetida, atrasa en lugar de innovar. La historia comienza entonces cuando el joven Chris viaja con su novia y una amiga a través de Europa para visitar a Paul, su hermano, la oveja negra de la familia, quien los invita a hacer un poco de turismo extremo al visitar las ruinas de lo que fue el peor desastre ecológico de los años '80. Como siempre, no todo sale como uno lo esperaba y lo que prometía ser un viaje inolvidable... bueno, se convertirá en un recorrido para el recuerdo para este cuarteto de americanos y una pareja noruegoaustraliana. El director ingresante Brad Parker trabaja muy bien con la estupenda y tenebrosa locación de Prypiat, un escenario único e irrepetible, nunca antes visto en una película de terror. Lamentablemente, es pobremente utilizado con un argumento que se limita a copiar otros ya vistos. Básicamente, estamos viendo un refrito de The Hill Have Eyes (la original o la excelente remake) pero en Chernobyl. La gran mayoría del metraje (increíblemente, fuera del territorio del found footage, bastión de guerra por excelencia de Peli) se encarga de aislar a los protagonistas y enfrentarlos a situaciones límite. Por desgracia los sustos llegan tarde y en pequeñas dosis, por lo cual la situación no llega a escalar a su máxima expresión y termina con una explicación innecesaria y, además, bastante agarrada de los pelos. Poco y nada puede hacer el elenco para remar este bote haciendo aguas: incluso con ciertos veteranos del género (Ingrid Bolsø Berdal, Jonathan Sadowski, Nathan Phillips) las relaciones entre ellos apenas si se sienten convincentes, y menos aún a la hora de transmitir el horror en carne propia a la audiencia. Aún con una premisa intereante y una locación excelente y novedosa, Chernobyl Diaries no puede dejar de sentirse como un déjá vu del género, demasiado corto y carente de originalidad.
Las perspectivas de una película en la que la “estrella” es su guionista y productor, cuyo antecedente destacado es haber sido el realizador de Actividad de Paranormal (2007) no pintaban demasiado alentadoras para un detractor de esa flojísima saga. El hecho de que se abandonara la idea del found footage pero que la idea rondara en torno a un grupo de turistas americanos haciendo algo así como “turismo extremo” en Ucrania y el posible diálogo con la seguidilla de Hostel tampoco mejoraban las expectativas…
No estamos solos Chris (Jesse McCartney), Paul (Jonathan Sadowski), Natalie (Olivia Taylor Dudley) y Amanda (Devin Kelley) son cuatro jovenes norteamericanos de vacaciones en Europa, que deciden tomar una excursión de turismo extremo por Pripyat, la ciudad donde vivian los trabajadores de Chernobyl. Junto con el guía y otros dos turistas llegan a la devastada ciudad. El lugar no solo está abandonado, sino que ha sido el escenario de una tragedia, todo sigue como lo dejaron y ya han pasado más de 25 años. El clima de la película cambia por completo una vez que los protagonistas entran a la ciudad, el sitio mete miedo, aun sin apariciones sobrenaturales. Los turistas sacan fotos, recorren el lugar, y ya tenemos la sensación de que alguien los observa, lo que se confirma cuando la camioneta no arranca, y se ven obligados a pasar la noche allí, aislados, sin transporte, sin señal en los celulares, con frío y con miedo. Es apenas el comienzo. De ahí en más, el suspenso le da lugar al terror, las persecuciones, y los aullidos, rodeados de radiación. En su primera mitad, la película logra un clima interesante y el suspenso nos va atrapando, pero luego el guión ya no tiene nada más para ofrecer, y todo lo que sigue es predecible. Las actuaciones son las esperables para este tipo de películas. Lo destacable es su estética, la detallada reconstrucción de la ciudad, hecha en una fábrica de tractores en Serbia y en una base de la fuerza aérea húngara. Es la ciudad la que sin decir nada, nos cuenta desde un principio de que se trata todo esto, y termina sosteniendo a una película que tiene menos para contar que la propia ciudad.
Lo desconocido Del mismo creador de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries, 2012), como es de suponer, transcurre en la ciudad azotada por la catástrofe nuclear más grande de toda la historia. Enmarcar una película allí es una decisión lúcida, ya que el pueblo fantasma es una ubicación lóbrega, pero sólo de ambientación no se vive. El título condiciona, y si se incluye la palabra terror difícilmente haya lugar para la sorpresa. Las películas de terror parecen convivir en un universo en donde el miedo suscita a partir de una imagen que no corresponde en tiempo y espacio y que sin embargo, por los clichés instaurados y la reiteración argumental, siempre pulula en los recodos sórdidos de alguien asustado que, sin advertir la ineficacia de su sufrimiento, recrea los peores escenarios posibles y especula en contra de su propia percepción. Por otro lado, en estas pesadillas terrenales juega un papel importante el espectro de personas, objetos y situaciones cotidianas, o por lo menos encuadradas dentro de lo concebible, y la manera en la cual logran resignificarse. Un oso comiendo en la tele es mucho menos urgente que un oso comiéndose la tele. En esta película los enemigos son deformes mutantes afectados por veinticinco años de radiación en Chernobyl. Habiendo apreciado su fisionomía, que no es mucho más estrambótica que la de cualquier víctima de catástrofe o de alguien maldecido por la genética, es seguro afirmar que los desfigurados de Chernobyl sólo representan una amenaza dentro de tu casa o en el medio de la suya. Películas sobre un grupo de humanos que se encuentra súbitamente combatiendo a una amenaza desconocida en su hábitat natural hay muchas y muy buenas. Terror en Chernobyl comparte esta característica con producciones como El enigma de otro mundo (The Thing, 1982) o Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979). Lo que condena al fracaso a la primera y a la gloria a las dos restantes, al margen de la intervención de sus realizadores, es el destino de sus protagonistas. Los clásicos mencionados retratan la tortuosa resistencia del humano en donde, culmine a favor de uno o del otro, las posibilidades de doblegar al enemigo son concretas y en donde el suspenso, alimentándose simbióticamente con la incertidumbre, no abandona nunca a la retina del espectador. En Terror en Chernobyl el director deja en claro que sus intereses radican simplemente en documentar el trayecto inevitable de una visita turística al desastre y de sus viajantes al perecimiento. El suspenso es inexistente. Lo único que sobrevive abúlicamente es el sadismo de querer presenciar las muertes de todos los personajes, con la esperanza ingenua de que allí se manifieste algún estilo de originalidad. No sucede. Lo audaz de la Actividad Paranormal de Oren Peli fue llevar el terror al núcleo cotidiano de sus personajes. Penetrar en su intimidad y así solventar el hecho de que los humanos fracasen. Situando la batalla allí, repite el esquema de Alien, el octavo pasajero o El enigma de otro mundo, en donde el local es derrotado por el extranjero, pero invirtiendo la perspectiva narrativa. Ahora nosotros contábamos con todas las comodidades y de la perspicacia de ellos dependía su victoria. El objetivo de estos filmes es recaudar mucho con poco presupuesto. Actividad Paranormal se terminó con 15.000 dólares y recaudo más de 193 millones. Terror en Chernobyl seguramente cumpla ese cometido pero, a diferencia de la primera, carece completamente de fortaleza.
Seguimos en la misma. Todavía no discerní que me aburré más, si ver otro fiasco del género de terror o tener que escribir lo mismo otra vez porque la situación no cambia. Hasta que los cineastas no se pongan las pilas y empiecen a laburar en serio en lugar de ver si la pegan copiando fórmulas que consiguieron éxito en la taquilla, este tedio que ofrecen estos estrenos van a seguir repitiéndose un largo tiempo. En el caso de esta producción es una lástima porque se desperdició un concepto que podría haber brindado una muy buena película. Prypiat es una escalofriante ciudad fantasma que existe al norte de Ucrania y que estaba cerca de la planta nuclear de Chernobyl, cuyo accidente nuclear en 1986, representó uno de los desastres medioambientales más grande en la historia de la humanidad. La gente que vivía en ese lugar en su gran mayoría trabajaba en la planta y cuando sucedió aquella tragedia todos los habitantes fueron evacuados. Prypiat hoy parece un típico escenario post apocalíptico de un film de zombies. Pese a que el lugar no podrá ser habitado hasta dentro de 200 años aproximadamente, debido a la radiación, existen viajes turísticos a ese lugar (algo que se conoce como turismo extremo) donde por unos dólares te guían por esa localidad dentro de las zonas donde la radiación no es peligrosa para la gente que tiene la feliz idea de pasear por ahí. Hay lugares de la ciudad que están prohibidos justamente por este tema. En You Tube pueden encontrar varios videos de turistas que anduvieron por ese lugar. La verdad que es más interesante escribir sobre esto que de la película. Hoy se cree que la ciudad está habitada por manadas de lobos que coparon, por decirlo de alguna manera, esa zona por lo que es necesario recorrer Prypiat con un guía porque es un lugar realmente peligroso. El punto es que el disparador del conflicto que plantea este film no es descabellado y realmente existe en la vida real ese tipo de excusiones a la zona de Prypiat, que sin duda representan un gran material para imaginar una historia de terror. Lamentablemente el concepto no estuvo bien ejecutado y Terror en Chernobyl es otro film olvidable con el que no te perdés nada si decidís dejarlo pasar. El trabajo del director Bradley Parker tiene sus puntos fuertes en la ambientación de Prypiat (que por motivos obvios fue reconstruida en otro lugar) y la atmosfera tétrica que genera con la locación. Lamentablemente el film se va a pique cuando sus protagonistas comienzan actuar como actores de filmes ochentosos del cine clase Z. Es como si el reparto y los guionistas hubieran conspirado para cagarle la película al director. Es gracioso porque cada vez que Parker crea una situación de suspenso interesante en la zona de radiación, los personajes arruinan el momento actuando de manera estúpida y obvia. Hubo gente a la que se le ocurrió la idea de refritar El Descenso en Chernobyl y lo que salió fue esto. La idea conceptual de una historia de horror en Prypiat estaba buena pero su ejecución fue tonta y predecible.
Ya el título lo dice todo. Grupo de jovencitos que se tienta con el turismo extremo, ir a la ciudad fantasma donde vivían los obreros que trabajaban en Chernobyl. Uno ya sabe de antemano que algo va a salir mal porque si no, el terror no llega. Animalitos, seres mutantes y uno a uno los del grupito turista son pasados a mejor vida con dolores intensos. Nada más.
Horror postsoviético Como la saga Hostel, Terror en Chernobyl nos muestra a jóvenes turistas estadounidenses metiéndose en la boca del viejo fantasma comunista, o ex comunista, o lo que Occidente construya/tema/imagine de él. En este caso, el siniestro tour a Europa del Este tiene menos gore y mejor ambientación. Porque los viajeros entran -contra la orden de la policía ucraniana, con un guía temerario- en la ciudad de Pripyat. Sepan, amantes del turismo de riesgo: el sitio sufrió un éxodo masivo en 1986, tras la tragedia nuclear de Chernobyl. Y en el ambiente -al menos en esta ficción- aún hay radiactividad y otras acechanzas. Brad Parker, realizador debutante, y Oren Peli, guionista experimentado, logran transmitir una atmósfera postapocalíptica y postsoviet , entre opresiva y deprimente. Con tristes monoblocks en ruinas, plagados de objetos abandonados, y algún severo mural de Lenin: ámbito en el que se mueven -festivas, eufóricas, frívolas- tres parejitas excitadas por la aventura. Contraste entre locación y personajes. El modo, tal vez, en que Parker-Peli ponen en escena sus -vagas- ideas sobre comunismo y capitalismo. Durante la primera media hora, cuando se activan estos contrapuntos y se sugiere el peligro, el filme funciona. Pero luego empieza a hacerse evidente la falta de desarrollo de los personajes y, más tarde, la falta de ingenio del guión. La película, filmada a modo de esos falsos documentales de moda -aunque no caiga en este gastado recurso- se va derrumbando y pareciendo a los filmes de terror juvenil de los ‘80. Con toques de filme de zombies, que también aludían a los seres anulados en distintos sistemas.
Un poco de turismo extremo Mientras seguimos esperando la retrasadísima Area 51, el segundo opus oficial como director de Oren Peli y un proyecto que parece atrapado en un limbo producto de la disconformidad del estudio y la “necesidad” de refilmar escenas, hoy llega como consuelo la eficiente Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries, 2012), una realización que -como era de esperar- repite la fórmula de la archiconocida Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) pero en exteriores. Así tenemos sustos minimalistas basados únicamente en la ambientación claustrofóbica, la fotografía y los giros que va presentando la narración. Con semejante título no hay mucho que decir en cuanto al planteo inicial, sin dudas uno de los típicos catalizadores del género: un grupo de turistas norteamericanos está recorriendo Europa y durante la etapa ucraniana del viaje no tienen mejor idea que aceptar una propuesta de “turismo extremo” que consiste en ingresar ilegalmente a la ciudad fantasma de Prypiat, en la actualidad abandonada luego del desastre nuclear de 1986. Alertados de que no deben permanecer mucho tiempo en el lugar si no quieren sufrir los efectos del envenenamiento por radiación, los muchachos descubrirán que no están solos como creían. La película es respetuosa para con la tragedia y se destaca en el apartado formal no sólo por la inteligente utilización de las locaciones y por ser una de las pocas obras de “horror a cielo abierto”, sino también por su enfoque irónico hacia lo que sería el formato “obligatorio” -según los parámetros de nuestros días- para una experiencia de esta clase: si bien el film comienza como un clásico “falso documental” con jóvenes haciendo monerías mientras uno de ellos lo registra todo, el relato de inmediato corta a tercera persona aunque paradójicamente manteniendo un trabajo de cámaras similar al propio del mockumentary. Peli conservó el rol de productor y guionista y cedió la silla del director al debutante Bradley Parker, una movida que continúa por el camino del sarcasmo porque el señor es un especialista en efectos especiales: de hecho, el convite toma prestados elementos varios de Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, 1977) pero sin la intervención del gore, el erotismo o la violencia. La economía técnica/ conceptual es la norma en una película en donde el peligro llega de tres frentes, léase una jauría de lobos hambrientos, la exposición a la radiación y esa infaltable camada de mutantes que gustan de raptar a los forasteros…
Con el título basta, pero además están esas primeras imágenes que lo anticipan todo. El clásico grupito de muchachos y chicas está exultante, lo que significa que en pocos minutos más lo que ellos suponen que será un viaje inolvidable por las capitales europeas (que culminará en Moscú, cuando la única parejita consolidada de la pandilla formalice su compromiso) se convertirá fatalmente en pesadilla. Alguna encarnación del mal se ensañará con ellos, y el espectador tendrá, otra vez, la oportunidad de apostar a ese juego clásico impuesto por cierto cine de horror: "¿Quién es el próximo que va a morir?". En este caso, no se trata de adolescentes irreflexivos y precipitados, sino de jóvenes más mayorcitos, lo que no impide que actúen como verdaderos cretinos, siempre dispuestos a tomar la decisión más imprudente. Así les va. Por ejemplo, cuando en Kiev resuelven hacer "turismo extremo" y contratar una excursión a Prypiat -la ciudad donde antes de la catástrofe residía el personal de Chernobyl, hoy convertida en ciudad fantasma- y comprueban que no está tan deshabitada como se presume. Peor le va al espectador cuando la pesadilla se prolonga. Porque aparte de un oso y algunos perros feroces y del riesgo de contaminación, el peligro, es decir el enemigo, el monstruo, el demonio o lo que sea que amenaza a los viajeros no se ve, sólo se hace oír en la banda sonora, generosa en ruidos. El director debutante Brad Parker está muy ocupado, cámara en mano, agitándola de un lado a otro para evitar que se lo descubra en una densa oscuridad apenas interrumpida por el haz de una linterna igualmente movedizo. Lástima que ese recurso impida entender qué está pasando y mantener algún interés en una historia que se vuelve cada vez más ilógica, repetitiva e incoherente, cuando no disparatada. Parker desperdicia los sugestivos escenarios hallados en Hungría y en Serbia; sólo busca repetir (sin mucha fortuna) la estética del falso documental a la manera de The Blair Witch Project y sus innumerables herederos. El "sorpresivo" final no compensa tanta mediocridad.
Sustos a mitad de camino Para empezar vale la pena aclarar que Terror en Chernobyl en realidad transcurre en una localidad cercana a la ciudad donde estaba ubicada la central nuclear que en 1986 tuvo una falla en su reactor y produjo lo que se considera el mayor desastre nuclear de la historia, con miles de personas afectadas por la radiación y un área devastada casi para siempre. Y abundando en las aclaraciones, hay que decir que Terror en Chernobyl tampoco es un film “de” terror, en el mejor de los casos, apenas incursiona en el género. Delimitado el espacio y el error conceptual del título con que se estrena en la Argentina, el film del debutante Bradley Parker –aunque en realidad esté detrás Oren Peli, el mismo de Actividad Paranormal y sus secuelas– tiene como único mérito ubicar a los protagonistas en una locación inusual para el género que dice transitar, con un grupo de jóvenes que contratan a un guía para visitar Pripyat, la ciudad donde residían los trabajadores de Chernobyl en plan de turismo de riesgo, teniendo en cuenta que la zona mantiene altos niveles de radiación y el paseo necesariamente debe ser corto. Por supuesto, la excursión pronto se complica, la camioneta que los transporta deja de funcionar y el largo etcétera incluye unas criaturas siniestras aunque apenas delineadas, gracias a una cámara nerviosa alla El Proyecto Blair Witch, para citar un título afín. Es decir, a la premisa típica de las películas de terror, esto es, la culpa de los protagonistas por su juventud, por arriesgarse, por ser irresponsables, aquí se le suma la cuestión moral de espiar un lugar atravesado por la tragedia y tomarlo como algo así como un parque temático sobre las consecuencias del desastre atómico sobre la vida de miles de personas. Un film correcto que podría haber sido mucho más interesante.
Sin dudas, saltar del anonimato al éxito de un día para otro, tiene sus ventajas. Algo así es lo que le sucedió a Oren Peli, este ex programador de sistemas que tras recaudar casi 600 millones de dólares con Actividad Paranormal y sus (por ahora) dos secuelas, parece tener vía libre en Hollywood para escribir y producir dentro del mismo rango. lo que quiera. Y eso fué lo que hizo con "Terror en Chernobyl", un fallido intento por lograr un film de terror que se queda en una descripción de lugares comunes en los que no sobresale ninguna idea en particular. Filmada con el recurso de cámara en mano, pero esta vez como testigo y no siendo uno de sus protagonistas quien la lleva, el film nos trae al típico grupo de adolescentes, bastante carente de sentido común por llamarlo de algún modo, que una vez más mete sus narices donde no debe. En esta ópera prima de Bradley Parker (Quien hasta ahora se había desempeñado como asistente de dirección y supervisor de efectos visuales), la trama sigue a Chris (Jesse McCartney, sin parentesco alguno con Paul), a su novia Natalie y a su amiga Amanda por un Tour en Europa. Previo a la llegada del grupo a Moscú, hacen una parada en Ucrania para visitar al hermano de Chris y es éste, quien antes de que sigan viaje, les propone hacer una visita "Ilegal" a Pripiat, la ciudad fantasma ubicada en Kiev y una de las zonas más afectadas tras la explosión del reactor número cuatro en la central de Chernobyl en 1986. Una vez que aceptan y luego de que se les una una pareja de mochileros, son conducidos a la zona por el guía turístico Uri, que tras ver que el ingreso se encuentra vallado y custodiado, busca otro modo de entrar. La recreación de la ciudad, con sus calles desoladas, sus edificios viejos, sucios, de paredes agrietadas, hacen de un gran trabajo en el diseño de arte, lo único destacable del film, al punto de creer por momentos que fue filmada en los escenarios reales, cosa que es imposible. Lástima que la sencillez y austeridad del guión no lo sepa aprovechar, porque desde el momento que igresan allí hasta el final, todo lo que vamos a ver es una suceción de escenas previsibles y repetidas hasta el hartazgo dentro del género. Los cables de la camioneta cortados que les impide partir, la omnipresente amenaza de algo que no se vé, pero se puede percibir alrededor del grupo, son motivos suficientes para que hasta un chico de cinco años se pregunte que es lo que está sucediendo. Sin embargo ellos no se cuestionan nada, no arman un plan para salir de ahí, lo único que hacen es encerrarse en el auto o correr de un lado para otro, tratando de escapar por donde sea y esquivando las zonas más afectadas por la radiación. Como fiel amante del cine de terror siento que es una pena que con cada film que aparece siga viendo como los recursos e ideas parecen agotarse al punto de no recordar cuando fué la última vez que realmente un producto llegó a hacerme pegar un sobresalto, aunque más no sea. Y este, lamentablente, no es uno de esos casos. Seguiremos esperando...
Cuando lo real asusta más que la ficción El prólogo parece dirigir el argumento hacia el género de los Hostel que tanto han redituado últimamente. Pero esta «Terror en Chernobyl» tiene buenos momentos de horror ecológico que asustan casi más en sus partes realistas que cuando se vuelve completamente fantástica. Es que las imágenes de una ciudad abandonada hace décadas por haber albergado a los trabajadores de Chernobyl basta por sí sola para estremecer al espectador (más allá de que por motivos obvios surgidos de la trama, este film clase B no fue rodado ni por asomo cerca del sitio de la catástrofe atómica más grave de todos los tiempos, sino en ominosos escenarios de Serbia y Hungría), La historia tiene que ver con unos típicos turistas estadounidenses más o menos insoportables recorriendo Europa, que ya en Rusia, deciden postergar su ida a Moscú para hacer algo que un ex militar ruso denomina «turismo extremo para viajeros especiales». La idea es pasar un par de horas en la ciudad lindera a Chernobyl, totalmente abandonada, sin sufrir ninguna consecuencia de exponerse a la radiacion dado que sólo irán a las partes menos contaminadas y durante un tiempo limitado incapaz de constituir un auténtico riesgo para el grupo de turistas aventureros. La primera parte del film que se ocupa del tour en cuestión, apenas condimentado con un par de detalles horribles pero menores, sustos nada más, que el mismo guía turístico no se esperaba, es lejos lo mejor y más original, ya que es verosímil y muy pero muy tenso. Sobre todo, no deja ver al público por qué lado va a venir el terror anunciado en el título local. Luego las cosas se van volviendo auténticamente horripilantes, pero de un modo bastante convencional, aunque el director (un ex encargado de efectos especiales de producciones mucho más costosas que ésta) se las arregla para mantener la tensión y. especialmente, para aprovechar al máximo los atemorizantes decorados de un paisaje urbano abandonado, cuidadosamente mal iluminado para sugerir mucho más de lo que se muestra. Lamentablemente, hacia el final todo se vuelve muy previsible, lo que es una pena, ya que «Terror en Chernobyl» daba para más.
Otra de miedo cámara en mano Dos parejas chico-chica viajan desde los Estados Unidos a Europa con la idea de vivir su gran aventura continental. En medio de su estadía en Rusia, se ven tentados de visitar lo que alguna vez fue Pripyat, pueblo de trabajadores ubicado junto a Chernobyl, el gran ícono de los desastres nucleares de las últimas décadas. Sin embargo, y confirmando todas las suposiciones que pueden existir antes de asistir a la proyección del film, lo que iba a ser un breve paseo por una ciudad radiactiva, termina siendo una espeluznante estadía en un terreno hostil y con presencia de extrañas apariciones (un oso, niños que hacen su entrada triunfal en el momento menos esperado) colocadas con sabiduría para asustar al espectador neófito. Puede que Terror en Chernobyl asuste a los fanáticos de la saga Actividad paranormal (creada por el mismo guionista que este título que nos ocupa), puede que le atraiga a quienes se entusiasman con la estética de relatos contados cámara en mano para ofrecer algo de lo que logra provocar la narración ¿Necesitó Roman Polanski hacer temblar la cámara para que millones temieran a sus vecinos luego de ver El bebé de Rosemary? Un reactor nuclear y un poco de oscuridad en pantalla dan como resultado aquí apenas un poco de terror con pretensiones adultas pero resultado adolescente y deudor, para colmo, de largometrajes que hasta hace poco se conseguían en cualquier cadena de alquiler de videos con nulas pretenciones cinéfilas. Más de lo mismo.
VideoComentario (ver link).
Una ciudad donde hasta los silencios causan miedo Chris, su novia Natalie y la amiga de ambos, Amanda, están de viaje por Europa e irán a pasar unos días a Kiev donde vive Paul, el hermano de Chris. Una vez allí Paul los convence de hacer un tour de turismo extremo al que se sumaran Zoe y Michael, unos mochileros. El tour, que es guiado por un ex-militar, es ni más ni menos que a Pripyat, la ciudad que fuera abandonada en 1986 ya que allí vivían las familias de los operarios de la central atómica de Chernobyl. En dicha ciudad abandonada solo podrán estar un par de horas por la radiación aun reinante y siempre con un medidor Geiger para ver la radiación del lugar. Por alguna causa los militares no los dejan entrar, pero el guía sabrá como hacerlo. A partir de allí comenzará un viaje a algo tan desconocido como terrorífico. El solo pensar que es cierto lo de la Ciudad de Pripyat y que se realicen esos viajes como turismo extremo solo guiados por personal extremadamente preparada, es lo que le da un plus extra a este film. Más allá de que, obviamente, es una ficción, el saber todo esto y al poder ver las imágenes reales de la ciudad y ver que es un verdadero pueblo fantasma idéntico al de la película le da un plus extra. Si a todo esto le sumamos un guión verosímil, dentro de lo que puede ser una ficción sobre el tema y de una película de género, se convierte en uno de los mejores films de este estilo. “Terror en Chernobyl” empieza como una típica película para adolescentes donde lentamente se van conociendo los personajes, la ´psicología de los mismos y las relaciones entre ellas, para empezar a crecer en ritmo y en climax a medida que van llegando a Pripyat y se van adentrando en la ciudad. El director, Brad Parker, comienza manejando los silencios de una manera espectacular logrando que solo la ausencia de sonido lleve a convertirse en un momento de gran tensión para el espectador. “Terror en Chernobyl” es sin lugar a dudas es uno de los mejores films de este género entre los estrenados últimamente.
RADIOINACTIVA ¿Vieron cuando llegan unos parientes de un crucero o de algún viaje por tierras lejanas y uno tiene que sentarse con ellos a escuchar sus anécdotas y mirar tooooodas las aburridas fotos que sacaron con la camarita digital? Bueno, esa es una linda forma de representar la experiencia de ver TERROR EN CHERNOBYL (CHERNOBYL DIAIRES), un film escrito y producido por Oren Peli, el creador de la franquicia ACTIVIDAD PARANORMAL. La película cuenta la historia de un grupo de amigos yanquis que deciden hacer un poco de “turismo extremo” y contratan un tour por una ciudad abandonada que queda cerca de la planta de energía nuclear de Chernobyl, en la que 25 años atrás hubo un terrible accidente. Al principio, todo es joda y diversión (y hay que reconocer que el punto de partida es atractivo), pero después descubrirán los peligros de la radioactividad. O, mejor dicho, de la radioinactividad, porque nunca pasa nada interesante. Es curiosa la forma en la que está filmada la película: los avances parecían adelantar que veríamos oootro bodrio con formato de falso documental, pero no. Si bien TERROR EN CHERNOBYL está rodada cámara en mano, en realidad no hay un personaje que sostenga la filmadora (los personajes tampoco interactúan con la cámara porque para ellos no hay una cámara allí). Este formato nos hace sentir parte de la excursión, aunque sin la necesidad de tener que justificar al nabo que filma todo el tiempo. El abuso de este recurso no convence y termina por darle a la película un aire amateur y berreta, cuando lo que se buscaba era provocar una sensación de realismo. Las actuaciones son bastante flojas y encima hay varios planos secuencia (por la forma elegida para contar el relato) que los actores lamentablemente no logran resolver con eficacia. Por otra parte, TERROR EN CHERNOBYL cae en el lamentable recurso de utilizar los sonidos fuertes y sorpresivos para asustar, como golpes o gritos, en vez de tratar de generar miedo de otra manera. Quizás lo único que se pueda rescatar de esta producción es la impresionante locación, la fantasmal ciudad de Pripya, con sus edificios grises, su mugre añeja, su chatarra herrumbrada y ese silencio ubicuo y ominoso. Una pena que no se haya podido aprovechar más el paisaje. Lo único que queda es esa filmación aburrida que seguramente nadie querrá volver a ver.
Una excursión algo arriesgada El desastre nuclear del reactor de Chernobyl en abril de 1986, en Ucrania, Rusia, advirtió una vez más al mundo sobre los peligros del manejo de la energía nuclear. Solo las cifras de evacuados, más de ciento treinta y cinco mil (quince mil viven en nuestro país), los desastres en forma de innumerables enfermedades y daños al eco sistema dan testimonio de la catástrofe. La película estrenada ambienta la acción en Pripyat, a 10 kilómetros de la estación atómica del desastre y es el lugar que eligen para hacer una excursión, un grupo de jóvenes turistas estadounidenses: la morocha Amanda (Devin Kelley), la rubia Natalie (Olivia Dudley) y los hermanos, Michael (Nathan Phillips) y Chris (Jesse McCartney), a los que más tarde se suma una pareja integrada por una noruega y un australiano. Desde Kiev contratan una visita al lugar prohibido, la ciudad de Pripyat y con un guía "border" incursionan en lo que ellos llaman "turismo de riesgo". CIUDAD DESHABITADA La visita a la ciudad deshabitada les hará saber que no está tan deshabitada como se dice y que todo puede acabar en un desastre. Filme de suspenso, con un poco de horror que se siente, pero que casi no se ve es la atracción de esta película menor, que se destaca por los exteriores desiertos y tétricos y las apocalípticas locaciones de la ciudad fantasma. Cámara en mano, no demasiadas explicaciones, puro escape de monstruos que se imaginan mutantes radiactivos y que no aparecen, al menos no son vistos por el espectador, son características de "Terror en Chernobyl", con la interesante figura de Dimitri Diatchenko en el papel de Uri, el guía. La no autorización de filmación en la real Pripyat, hizo que se utilizaran las abandonadas bases secretas y túneles de la Segunda Guerra Mundial, utilizadas por la Fuerza Aérea soviética en Belgrado, Serbia.
Ambientada en la ciudad que fue el centro del peor accidente nuclear que se tenga memoria, la peor catástrofe medioambiental de la historia. Esta ciudad ucraniana fue abandonada tras el estallido de la central nuclear de Chernobyl. Sus habitantes fueron evacuados en 1986 para alejarlos de la radiación de esta forma Prípiat se transformó en una ciudad fantasma. Unos turistas: Chris (McCartney), Natalie (Taylor Dudley) y Amanda (Kelley) recorren Europa, en Kiev se encuentran con el hermano de Chris, Paul (Sadowski), conocen a dos mochileros Michael (Nathan Phillips), y Zoe (Ingrid Bolsø Berdal) . A partir de ese momento deciden una aventura, contratan a un guía de viajes de nombre Uri (Diatchenko), quien sabe cómo evadir el cerco militar que impide el acceso a la zona, se internan en un bosque y llegan a la ciudad abandonada. Luego de varias horas en el lugar, estos jóvenes comienzan a escuchar ruidos, sienten que los vigilan, unos animales los acechan, y descubren que los edificios no están vacios. Ellos deciden volver, pero el motor de su camioneta fue dañado, ahora saben que no están solos en Prípiat e intentaran frente a todos los obstáculos regresar a su casa. Viene de la mano del director debutante Bradley Parker (quien realizo los efectos visuales de películas “El Club de la Lucha”; “Déjame Entrar”, entre otras). Para aquellos que se asoman al género se encontraran con sorpresas y vivirán momentos de tensión. La película cae en la utilización de la cámara en mano, un recurso muy visto, una historia simple que entretiene algunos minutos, está plagada de clichés, su guión es previsible, carece de buenas interpretaciones y cae en lugares comunes. El film en ningún momento pretende que el espectador tome conciencia de la tragedia de Chernobyl, solo intenta aterrorizar hasta el final dejándolo abierto para una secuela.
Una sombra ya pronto serás Terror en Chernobyl tiene un gran comienzo. Un grupo de chicos que están de vacaciones por Europa entra ilegalmente a Prípiat, una ciudad ucraniana que queda muy cerca de la planta nuclear de Chenobyl. Los visitantes recorren la ciudad abandonada (desde el accidente de 1986) como si se encontraran en un lugar turístico cualquiera: hacen chistes, se sacan fotos, piden al guía que les cuenta historias sobre el hecho. Este principio, a pesar de la pobreza general y los trazos simplones con que aparecen delineados los personajes (las actuaciones tampoco ayudan), es por lejos lo mejor de la película; los realizadores entran en un pueblo fantasma y consiguen imprimirle una dosis increíbles de tragedia y melancolía. La ciudad en ruinas es sobrecogedora y alarmante a la vez, incluso de día de resulta un espacio notablemente cinematográfico. Los relatos de Uri, el ex agente de fuerzas especiales que dirige el grupo, le suman una carga importante de dramatismo al ya de por sí desolado paisaje. Se tiene la sensación de que la película podría haber transcurrido así durante todo el metraje, como si fuera una especie de Stalker en versión adolescente y americana. Pero Terror en Chernobyl quiere ser cine de terror, y los realizadores entienden el género de manera un poco torpe. Hay una fórmula que se repite infinitamente hasta que parece que el guión no hace otra cosa: uno o varios personajes recorren alguno de los recovecos de Prípiat, se crea un momento de tensión, un golpe de sonido y alguna imagen impactante rematan la escena buscando el susto fácil. Claro, se está hablando de un recurso típico del género, pero Terror en Chernobyl lo usa constantemente, sin respiro; al final, termina cansando y pierde su efectividad. Por otra parte, las amenazas funcionan solo a medias. Durante el día, el mayor peligro son unos perros que no inspiran nada de miedo, y en la oscuridad, la falta de luz y el movimiento confuso y atolondrado de la cámara escamotea a la vista los monstruos que persiguen a los protagonistas. Este es uno de los mayores problemas, porque Terror en Chernobyl no es La mujer pantera ni una película con fantasmas; justamente, una de los atractivos de la premisa era el hacer horror con criaturas que no son seres de ultratumba, zombies ni infectados por un virus a lo Resident Evil, sino personas alcanzadas y destruidas por la radiación: deformes, locos, mutantes; una nueva especie de monstruo cinematográfico que, para cumplir su papel dentro de la historia, pedía ser mostrado, había que exhibir las lesiones en su piel o lo contrahecho de sus cuerpos. Al menos en este caso, la vieja máxima que reza que hay que ocultar al monstruo antes que mostrarlo juega claramente en contra. Pero hay un problema más grande y es que, a medida que cae la noche y los personajes se aventuran en los edificios, la oscuridad se adueña de todo y el lugar pierde su encanto particular. La ciudad se convierte en un montón de pasillos en tinieblas a ser atravesados mediante la formulita descripta antes, y el clima inquietante y triste que habían logrado establecer los directores se desvanece por culpa de las exigencias del género más formateado y atolondrado: los personajes corren de un lugar a otro escapando de criaturas que nunca son observadas en detalle y se los encuadra en molestos planos temblorosos que no duran más de medio segundo. La oscuridad lo iguala todo y ya no queda nada del aire pestilente de Prípiat que tan bien se supo aprovechar al comienzo. La chatura de los personajes hace que nunca terminemos de sentirnos cerca de ellos, y el guión muestra sus puntos más flacos en algunos momentos arbitrarios o forzados, como en la escena con la nena siniestra que aparece de la nada, con vestido y todo (como si esto fuera El resplandor o alguna otra película de terror que gusta mostrar a niños espectrales) o los avisos automáticos del contador Geiger que, sin que ningún personaje lo active, suena solo cada vez que se adentran en una zona con mayores niveles de radiación. A su vez, en medio de esas sombras que se apoderan de la imagen, el contador viene a recordar que no se está en cualquier lugar, que se está muy cerca de Chernobyl, donde la radiación representa un peligro casi tan terriblr como los perseguidores misteriosos. Ese recordatorio es el signo más evidente de que la película es consciente de sus falencias: la ciudad y su aura se desvanecen en un laberinto de pasillos apenas iluminados, y se supone que un ruido que indica la presencia de radiación debe volver a decir, por las dudas, en dónde se está parado. En el final se esboza una explicación a las apuradas que intenta despejar un poco el misterio pero sin que se esclarezcan detalles de la trama, todo resulta un híbrido inverosímil que no se decide entre dar la información que brindaría cualquier otra película y el hermetismo explicativo del cine de Romero.
Para sábado a la noche Terror en Chernobyl es una película norteamericana que lleva el terror por un camino conocido, y que, como tal, sólo empuja al espectador hasta una emoción tutelada, una especie de miedo sin sorpresa ni tanto vuelo. Claro que todo depende de lo que busque el espectador. Algunos pasarán el rato con lo que tienen, otros le demandarán al filme un plus. Seis jóvenes se trepan en Kiev (Ucrania) a un recorrido de turismo extremo comandado por un guía de dudosa calaña. El objetivo del viaje, que algunos se resisten a emprender, siendo finalmente llevados por la mayoría, es realizar una visita a Pripyat, ciudad colindante a Chernobyl, abandonada luego del famoso accidente nuclear e infestada por la radiación. Sólo que la radiactividad pasará a segundo plano cuando descubran que dentro de ese perímetro, vigilado por el ejército, no están tan solos como creían. El dibujo grueso de los personajes, que desecha una parte importante de cualquier trama, pero sobre todo impide identificarse con ellos, es uno de los puntos flacos de este filme. En cambio, uno de los gordos, es el siempre recomendable recurso de mantener al generador del miedo lejos del alcance de la cámara, motivando así a los demonios de la mente del público a jugar su propio papel. Lástima que la materialización de ese miedo no esté entre lo más inspirado de la producción artística. Algo muy bueno del filme debut de Bradley Parker (formado como especialista en efectos especiales en la industria norteamericana) es el modo en que utiliza a Chernobyl como personaje de la historia. Podría decirse incluso que el filme tiene dos tipos de suspenso. Uno alimentado por la extraña figura de la ciudad, abandonada y radiactiva, y luego el que se filtra como una niebla, a partir de que los personajes caen en la cuenta de que hay algo cazándolos. Una película que no se aparta de las modas del género, pero ofrece pasar un buen rato.
Otra de terror sostenida apenas en pocos cosas: oscuridades, amenazas constantes, monstruos que siempre están por llegar, crueldades varias. En el centro, un grupo de jóvenes que se lanzan al turismo aventura. Contratan un guía para dar un paseo por Prypiat, la ciudad donde antes de la tragedia residía el personal de la tétrica Chernobyl. Pero la ciudad no está deshabitada, como le habían asegurado. El auto se rompe, el guía desaparece, no tienen ni comida. Ahí empieza la tortura. No sólo ellos sufren, también el espectador. Lo de siempre: cámara en mano, recursos repetidos, música inquietante, poco presupuesto, puertas al misterio y un mal que va cambiando de rostro (contaminación, lobos, locos fugados) y encima, con un aliado temible: el sistema, que no quiere que ningún curioso pueda contar lo que allí pasa.
Un lúgubre terreno de mutantes ¿Osos, perros, mutantes? Nunca queda en claro cuál es el peligro que corren las tres parejas de jóvenes que deciden realizar turismo aventura en el pueblo de Prypiat para conocer la antigua planta de Chernobyl. Todo transcurre entre las abandonadas edificaciones del pueblo ucraniano, donde la catástrofe nuclear parece haber matado a todo ser vivo. Una apasionante excursión se convierte en la peor pesadilla signada por la muerte. Amenazados por la radiación que aumenta a cada paso, los seis turistas deberán sobrevivir mientras el espectador delibera quién será el siguiente en morir. Original, en absoluto. Todo relato de suspenso supone precisamente eso, suspenso. Sin embargo, en esta película la repetición de escenas, el diálogo gastado y el abuso de linternas derivan en un desenlace predecible. Reiteradas son las coincidencias con “El Proyecto Blair Witch” donde prevalece el escenario natural, los pastizales y el desarrollo de los crímenes a cielo abierto. Un filme ilógico, carente de una trama sólida y mucho menos terrorífico que la real tragedia de Chernobyl del año 1986.
Lo sentimos: el fanático del cine de terror seguramente se sienta tentado a este film realizado “cámara en mano” (basta por favor: cómprense un trípode) sobre cosas que atacan a los visitantes medio idiotas de aquel lugar donde se fundió una central nuclear (y, de paso, la Unión Soviética). Pero es mejor eludirlo: sustos en lugar de miedo, truquitos en lugar de personajes, sonido al máximo en lugar de clima. Una película más que es, en realidad, una película menos.
Hablando de otra cosa Terror en Chernobyl es uno más de los productos post Actividad paranormal, incluso, el responsable de su escaso guión es Oren Peli, director (y creador en general) de la primera película de la saga de los fantasmas esquivos a las cámaras familiares y las eternas elipsis. No me voy a detener a hablar mal de Actividad paranormal, porque me gusta y además creo que en el balance general sigue siendo mayor su efectividad que su carencia de verosimilitud. Y sin embargo, tampoco quiero detenerme más de lo necesario con Terror en Chernobyl, porque es mala e intrascendente por algunas razones que inmediatamente intentaré explicar, para luego hablar de otra cosa: [REC 3] Génesis. Sobre Terror en Chernobyl. Entonces, decíamos que Terror en Chernobyl es otra de las herederas de Actividad paranormal. En principio estamos hablando de la forma de contar la historia, filmada con la famosa “cámara en mano” con un artefacto digital corriendo con los protagonistas. Pero, a diferencia de otros films del mismo estilo, aquí no es un protagonista quien va filmando sin parar, ni las cámaras de seguridad de algún edificio, ni la cámara web que quedó prendida y registro todo. No, sólo se utiliza el aspecto de este tipo de filmaciones en crudo. Con esta elección los autores se liberaban de los límites autoimpuestos por el subgénero, y no debían apelar a estupideces para que los personajes sigan filmando. Y a pesar de todo, el director Brad Parker (quien ha trabajado en efectos especiales de muchos films como Let me in, 2010 y hasta esa locura llamada Lake Placid de 1999), se choca con un guion inexistente, como si los guionistas hubieran pensado: “un grupo de turistas norteamericanos imbéciles, van a conocer una ciudad abandonada post incidente de Chernobyl, y ahí vemos qué onda”. Se sugiere que el peligro son zombies o animales alterados por la radiación, la misma radiación, o vándalos y delincuentes, en fin, para cuando se deciden ya no importa, la película se pierde en estos potenciales, y es incapaz de despertar nuevamente el interés. Es que, parece imposible luchar contra el principal atractivo del género: películas hiperbaratas que funcionan demasiado bien en taquilla. Sobre [REC 3] Génesis. La tercera parte de la saga española REC, iniciada por Jaume Balagueró y Paco Plaza, es también una de las herederas de aquello de filmar “cámara en mano”. Con una potente primera parte y una irregular pero interesante segunda parte, REC se ha mantenido sólida y rebosante de ideas en cada una de sus entregas. La tentación de escribir sobre la tercera parte de la saga surge porque, hasta ahora, tres de las cuatro películas estrenadas del subgénero que estamos tratando han sido particularmente flojas (Con el diablo adentro, Donde habita el diablo y Terror en Chernobyl). Entonces me parece justo reseñar la única que está bien, y que por diferentes causas (sobre todo su intrascendencia y estreno tardío en Mar del Plata) no ha tenido reseña en FANCINEMA. Continúen leyendo que va a ser corto, lo juro. REC 3, pasados los primeros minutos del film Paco Plaza, explicita fuertemente su intención, destruye la cámara del protagonista y comienza su film convencional de zombies. Abandonando la atmósfera espesa y llena de peligro de las anteriores entregas de la saga, Plaza va transformando su versión del comienzo de la historia en un homenaje guarango a los films de Romero (el padre nuestro de los zombies) y con rastros de aquella película maravillosa de los ochenta dirigida por Dan O´Bannon (El regreso de los muertos vivientes). Llena de humor, mala leche, gore y un cura leyendo el libro génesis por unos parlantes gigantes que al parecer atonta aún más a los zombies (al parecer leer la Biblia atonta aunque no seas zombie), [REC3] Génesis es una de las películas más divertidas de este año y que demuestra que para hacer algo mejor sólo hay que guardar la cámara de aficionado y ponerse a filmar de verdad, con ideas y un poco de talento.
Se me ocurre que hay muchas maneras de evaluar un filme para no ponerme demasiado en el lugar de la erudición, que no me corresponde, así que podría, en este caso, tomar la variable del tiempo en pos de un análisis un poco más objetivo. Digamos que la proyección dura 86 minutos, muy corta, es verdad; digamos también que se le pueden restar al menos 4 minutos de los créditos (son los que aparecen al finalizar la película), quedaría en 82 minutos; si le extrajéramos los títulos, siendo amables 1 minuto, estamos en los 81, que en realidad es lo que dura el relato. Pero ¿cuánto dura el suspenso? Aquí hay al menos otras dos maneras de medirlo. Una, diría la más condescendiente, hasta que termina la presentación de los personajes, ¿cuánto? ¿Quince minutos, veinte? La otra posibilidad dura significativamente menos. ¿Cuánto tarda usted en leer “Terror en Chernobyl” mirando el afiche? Bien, eso es lo que duraría el suspenso. Pero vayamos a este conjunto mal habido de imagen en movimiento con sonido. Dentro de la estética y estructura narrativa de las películas “Hostel” (2005, ¡vaya uno a saber por que numero van!), donde un grupo de jóvenes veinteañero, uno más idiota que el otro, y esto no debe ser tomado como un insulto sino más bien como diagnostico, se ven envueltos en situaciones traumáticas. En este caso se trata de turistas que se internan por Europa y llegan a la ciudad fantasma de Chernobyl, cosa que ya lo sabemos desde el titulo, lugar de la todavía increíble explosión nuclear ocurrida en 1986. Digamos que están en edad de no haber vivido concientemente ese episodio trágico, pero sí pudieron haber visto “Godzilla” (1998) que comienza hablando del tema de la radiación permanente y sus consecuencias actuales. Pero no, estos chicos llegan a ese destino y todos sabemos lo que les va a pasar, sólo restaría adivinar el orden en que ello vaya sucediendo. Si a esto le agregáramos que la única posibilidad que le encontraron para generar un poco de miedo, sin lograrlo, es trabajar desde la poca visibilidad, ya sea por la oscuridad imperante en la mayor parte del metraje, acumulando la idea que la cámara en mano debería hacer lo suyo, situaciones que finalmente sólo logran que el espectador esté esperando que ya termine. Esta situación incluye otra variable de sensaciones temporal, como la culinaria que estaría dada por la incomodidad de estar sentado y comenzar a moverse ya que la película nunca logra atrapar de manera tal que uno fije su atención de manera permanente sobre la pantalla. Sólo los exabruptos sonoros producen algún sobresalto que impedirían soñar placidamente mientras las luces están apagadas. Nada hay de novedoso. Nada rescatable. Ni actuaciones, ni estética, ni de búsqueda en este ejemplar del peor cine del género de terror. Lo único que mete miedo es la posibilidad de una secuela. A veces, y desde un análisis intencional sobre el discurso, me pregunto si esto no es otra campaña orquestada por los yankees (es una producción de los EEUU) contra el turismo en el viejo continente.
La misma nada "Chernobyl Diaries" es lamentablemente otro paso en falso para el género de Terror que últimamente viene haciendo agua a lo loco. La idea de utilizar un presupuesto bajo y gastar gran parte en la promoción del film debería estar asociada a una entrega que ofrezca algo distinto, que de cierta manera sorprenda gratamente al espectador... este no es el caso. El presupuesto bajo se nota y mucho, no por la falta de grandes efectos, sino por las pobres interpretaciones de sus protagonistas que deben haber costado bastante baratos. Un grupo de jóvenes, medio estúpidos por supuesto, están viajando por Europa y entre toda la joda que cargan y las ganas de vivir nuevas experiencias deciden contratar un tour medio clandestino para conocer Chernobyl, aquella ciudad de Ucrania que sufrió en 1986 el sobrecalentamiento de uno de sus reactores nucleares produciendo la muerte de 31 personas y la evacuación de todos sus habitantes. Bueno, en la vuelta de tuerca de esta historia de terror sobre lo sucedido en la vida real, se plantea un trama en la que los jóvenes se encuentran atrapados en la ciudad junto con el guía por un desperfecto del transporte en el que viajaban y comienzan a ser perseguidos y reducidos por personas mutantes que se quedaron viviendo en Chernobyl... Ok, no era la mejor trama del mundo, pero podría haber funcionado un poco mejor si se hubiera trabajado más sobre las motivaciones y características de estos habitantes mutantes y no tanto en la búsqueda del susto berreta con situaciones de gritos descontrolados y movimientos de cámara bruscos. En vez de conformar el elemento principal de terror del film, estos habitantes afectados por la radiación son un mero adorno, están pintados casi toda la peli. "Terror en Chenobyl" es mala e indefendible, no da miedo en ningún momento, no hay clima de tensión y los protagonistas tienen cero carisma, por lo cual nos da lo mismo si se los morfan los mutantes o se mueren de un tropiezo. No recomendable ni para los amantes del género.
Hay vida más allá de los tanques Concentración. En el cine, desde hace décadas, cada vez más público ve menos estrenos. Es decir, cada vez menos títulos concentran mayor porcentaje de público. Desde hace casi una década, en Argentina los diez estrenos más vistos se llevan más del 50% de los espectadores, y más porcentaje todavía de la recaudación (las películas más vistas tienden a darse en los cines de entrada más cara). De forma creciente, la mayoría del público registra, reconoce como estrenadas cada vez menos películas. Así las cosas, no solo las películas de neto alcance minoritario son minoritarias: lo son también muchas de mayores posibilidades de taquilla, películas de género, de narrativa clásica o, al menos, nada anómala. Sin campaña de instalación mediático-publicitaria, hay menos chances de éxito, o incluso de que la gente se entere del estreno. Y cada vez que alguien repite la cadena de repetidas repeticiones de “ahora el Hobbit van a ser tres películas” o “Peter Jackson se dejó la barba candado” o “ahora el Hobbit viene con dulce de leche”, lo que hace es seguir magnificando lo ya magnificado (que no necesariamente magnífico) y ayudar al ocultamiento de lo ya oculto (que no necesariamente ocultista). En la última década, es bastante grande la cantidad de buenas películas desapercibidas. Algunos pocos ejemplos entre muchos: Dark Blue (Azul oscuro, 2002), policial dirigido por Ron Shelton con Kurt Russell. Se iba a estrenar en cines, hasta hubo publicidad en la vía pública en Buenos Aires, finalmente salió directamente a video y DVD. Hoy puede recuperarse en diversos formatos. Otro ejemplo más reciente es Culpable o inocente, drama judicial con Matthew McConaughey, por acá escribí sobre él. Es increíble que Vampiros del día, apocalíptica, oscura, veloz, con un hermoso aspecto clase B y con resonancias sobre miedos contemporáneos (y con Willem Dafoe), una película con un potencial enorme, siga sin ser vista por mucha gente. Y ni que hablar de maravillas como Adventureland, de Greg Mottola, sonoro e injusto fracaso en los cines argentinos. Otro rasgo positivo de las nuevas tecnologías es que permiten recuperar cada vez más películas a las que los espectadores llegan, finalmente, por informaciones menos abrumadoras que los bombardeos que acompañan los lanzamientos elefantiásicos, recomendaciones amables del estilo “¿sabés qué vi el otro día y me gustó mucho?”. Y ahí películas muy buenas semi olvidadas o soslayadas, de nivel medio, que décadas atrás podían ser masivas (las películas de género que no eran necesariamente los tanques multitarget de Batman y el Hobbit y demás enmascarados y humanoides) hoy terminan encontrando su lugar de consumo mediano o minoritario de forma más sinuosa. La semana pasada se estrenó una de esas películas atractivas, de género, mayormente bien contadas, de esas que mejorarían mucho la cartelera si se estrenaran con mayor asiduidad: Terror en Chernobyl, de Bradley Parker, es una de esas películas, aunque no está tan indefensa porque pertenece al género proclamado en su título de estreno en Argentina, y el terror tiene muchos seguidores (como no los tiene el western), que no se fijan demasiado en las grandes campañas o en los grandes elencos. Una traducción más exacta y menos grasosa del título original era Los diarios de Chernobyl, aunque no es bueno ese título, porque induce a pensar en una narrativa que no emplea (afortunadamente y a pesar de que amaga con eso al principio) cámara diegética: cuando vemos a partir del dispositivo de grabación manejado por uno o varios personajes. La cámara diegética, a pesar de haber dado algunas buenas películas (sin ir más lejos, otra película mediana de este año, como Poder sin límites-Chronicle), corre muchas veces el peligro de bordear el capricho y convertirse en un mero gadget de moda ya un poco exhausto. Terror en Chernobyl amaga con ese dispositivo pero luego apela a una narrativa objetiva, que oculta lo monstruoso hasta muy cerca del final. Sí, cuando lo monstruoso finalmente aparece, la película baja la fluidez y pierde un poco el interés, pero todo lo anterior, con turistas buscando “lo extremo” en una visita a la ciudad abandonada cercana a la central nuclear, es impecable. Unos dos tercios de película construyen una enorme tensión con recursos de extrema nobleza; clima logrado por el fuera de campo, por la amenaza del pasado (reforzada por el más cercano desastre de Fukushima), por la inteligencia de crear tensión con un distractor como el de la amenaza pueril de los jóvenes lugareños a la salida del bar, por la anulación de twists argumentales facilistas. Lugar misterioso, pasado traumático, una pequeña falla técnica –en la que reverbera, también, el pasado– narrativa sin trampas, singular (en estos días) uso del fílmico, con luz opaca. Nada estrafalario, nada rebuscado: con la confianza cinematográfica depositada en la buena historia que se cuenta se revitalizan nuestras las ganas de ir al cine. Y de recomendar esas películas que no necesitan inundar las carteleras ni obnubilar al periodismo.
De la mano de los mismos creadores del filme que originó la saga “Actividad Paranormal”, esta nueva propuesta se centra en seis turistas de diversas nacionalidades (cuatro de ellos norteamericanos con diferentes relaciones de parentesco) quienes contratan a un guía para llegar hasta la abandonada ciudad de Pripyat, la antigua casa de los trabajadores del reactor nuclear de Chernobyl. Con un estilo desprolijo y “natural” -el uso de cámara en mano no es subjetivo, pero está al borde de serlo- descubrimos de a poco que la supuesta ciudad abandonada no lo es tanto y que extrañas criaturas habitan allí marcados por las consecuencias de las fugas radioactivas. La cacería de lo invisible hacia las indefensas víctimas no se hace esperar y los aterrorizados turistas sucumben uno a uno a manos de estos seres que poco tienen de humanos. La originalidad y terror genuino, bien gracias.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.