LA DIGNIDAD DEL FINAL En Truman, Julián (Darín) está muriendo y su única preocupación parece ser con quién va a dejar a su perro. Este hecho menor dispara en él otras despedidas que debe afrontar, la de sus seres queridos. Cuando su mejor amigo llega desde Canadá para pasar cuatro días con él sabemos como va a terminar la historia. La película funciona por su dirección formal y su estructura clásica y en gran parte por la química entre Julián y Tomás (Javier Cámara). Por momentos una mezcla entre road y buddy movie, el film logra emocionar sin caer (demasiado) en el golpe bajo. La moraleja pintada a brocha gorda es obvia pero realista: si nadie puede decirnos como vivir, tampoco deberían decirnos como morir.
Una película sensible para el espectador. Siempre el tema de la muerte toca a los seres humanos. Los protagonistas, Ricardo Darín y Javier Cámara, son amigos que se reúnen luego de un tiempo, y saben que esa será la última despedida antes de la partida final. Ambos se muestran contenidos en escena, se ajustan para no dar golpes bajos: hablar de la muerte en cine no es algo nuevo. Y lo tocan de manera seria, y hasta con un poco de humor ácido, pero en una cuota correcta y que funciona en pantalla grande. Darín se preocupa por el destino de su perro Truman cuando él ya no esté a su lado. Y mientras muestran cómo es su vida. Dolores Fonzi, también demuestra su emoción y la química del equipo cierra bien. También el film plantea quién decide como vivir el último suspiro, y eso es algo que siempre genera controversia.
Réquiem para un galán argentino. La muerte como acontecimiento es la culminación de un largo proceso que denominamos vivir. Nos define, nos arrincona y nos deja mudos. Nos recuerda que todos somos iguales y eso es intolerable en nuestra cultura. En la actualidad la muerte tiene un carácter doble de mercancía y de cuerpo biopolítico. En tanto que mercancía la muerte es tan solo otro producto, pero en tanto que fenómeno biopolítico la muerte es plausible de ser controlada, categorizada para que el abismo de sus misterios nos encuentre en el marco de alguna certeza religiosa o en algún éxtasis hedonista. Truman (2015), la última película del director y guionista Cesc Gay, es una coproducción argentino española que trata el tema de la muerte a partir de la decisión de un enfermo terminal de cáncer de abandonar su tratamiento al enterarse que se ha producido una metástasis. Al igual que en Una Pistola en Cada Mano (2012), su anterior film, Gay vuelve a trabajar en este proyecto con el guionista Tomàs Aragay y los actores Ricardo Darín y Javier Cámara, quienes interpretan a dos amigos que se reencuentran en Madrid después de muchos años. Retomando explícitamente las ideas del libro de la Doctora Iona Heath, Ayudar a Morir, editado por la editorial Katz, la película crea una historia alrededor de Julián (Darín), un actor argentino radicado en Madrid que les comunica a sus allegados el empeoramiento de su enfermedad. Su mejor amigo, Tomás (Cámara), viaja desde Canadá a España para acompañarlo y convencerlo de que retome el tratamiento a pedido de la prima de Julián, Paula (Dolores Fonzi). A partir de la reunión, ambos amigos comienzan una reflexión sobre la vida y la muerte en función del concepto biopolítico de “muerte digna”. El opus de Cesc Gay recorre toda una gama de preguntas propuestas por el libro de Heath respecto del diálogo con aquellos que van a partir con soltura y calidez, en consonancia con un guión encantador y la buena actuación de todo el elenco. Con corrección, Truman construye su relato alrededor de la enfermedad pero sin atreverse realmente a mirar a la muerte y siempre apegado a la despedida como eje narrativo. Las distintas escenas y personajes le sirven al realizador para ejemplificar los distintos puntos de vida y las situaciones comunes que ocurren al enterarse que alguien conocido va a morir. A pesar de una sensación de redundancia en algunas escenas, Gay logra imponer los conceptos que propone a través de la fuerza de la emotividad del relato y de la conexión entre Darín y Cámara, dos experimentados actores que sostienen junto al perro, un hermoso mastín inglés adulto, todo el film. Una buena labor de fotografía de Andreu Rebés, que hace hincapié en los primeros planos y en las panorámicas turísticas, completa la interesante propuesta que se apoya en sólidas ideas sobre las apreciaciones en torno a las formas de morir en nuestra sociedad biopolítica de un control que iguala todo en el mercado oligopólico. Sin embargo, la vida sigue en el barro y la ilusión de la muerte digna recorre como un fantasma la crisis de una clase media alta ahogada en el hedonismo.
Cita con la muerte Ricardo Darín y Javier Cámara se lucen en esta tragicomedia sobre la despedida entre dos viejos amigos cuando a uno de ellos se le diagnostica un cáncer terminal. Experto en historias corales, el catalán Cesc Gay cambia por completo en Truman de estructura narrativa para ofrecer una película íntima y confesional, concentrada en dos personajes (y el perro del título). Una tragicomedia que va del melodrama (asordinado, unplugged) a un bienvenido humor negro para describir la despedida de un amigo a otro que se está yendo. Un film duro y doloroso, sí, pero que elude con sabiduría y sensibilidad el riesgo permanente del golpe bajo (aunque se le escapa alguna trompada) para constituirse, en definitiva, en un acercamiento sincero y visceral a la amistad masculina. Julián (Ricardo Darín) es un actor argentino que vive en Madrid, trabaja en teatro y al que le diagnostican un cáncer terminal. Ha decidido abandonar cualquier tipo de tratamiento y prepararse para morir de la forma más digna posible. Sus obsesiones pasan, por ejemplo, por conseguirle un nuevo dueño a su viejo perro Truman. Tomás (Javier Cámara), un profesor universitario que vive en Winnipeg, Canadá, llega para acompañarlo y despedirse luego de mucho tiempo sin verlo. Las tensiones, reproches y silencios iniciales se irán disipando para dar lugar a una conexión que Gay y sus dos intérpretes trabajan a pura contención. Así y todo, es casi imposible no llorar durante buena parte de la película y salir del cine con el corazón destruido (y ni les cuento cuando suena Canción para los días de la vida, de Spinetta). Es que en la propia esencia del film (basado en una historia real que le ocurrió al director de Hotel Room, Krámpack, En la ciudad, Ficció y Una pistola en cada mano) conviven su profunda humanidad y su desgarro emocional. Julián y Tomás viajarán a Amsterdam para encontrarse con el hijo veinteañero del primero; y en escena también aparecerá Paula (Dolores Fonzi), quien condensa y exhibe toda la tristeza, la angustia, el enojo y el agobio ante semejante trance que los dos hombres tratan de disimular. La muerte, se sabe, no es un tema precisamente marketinero y, por lo tanto, será todo un desafío para la exitosa carrera de Ricardo Darín ver si puede llevar también a este film a buen puerto comercial. A nivel artístico, su trabajo es encomiable y aporta mucho para lo que en definitiva es una exploración inteligente y sensible de un conflicto tan extremo.
Decidir el final Protagonizada por Ricardo Darín y Javier Cámara, Truman (2015) cuenta la historia de un enfermo terminal que se reencuentra con un amigo al que no ve hace varios años. La nueva película de Cesc Gay (Una pistola en cada mano, 2012) traslada a la pantalla grande un tema complejo y sensible, sin caer en demasiados golpes bajos. Después de decidir dejar el tratamiento de quimioterapia, Julián (Ricardo Darín) comienza a buscar una familia que adopte a Truman, su enorme y tranquilo perro bullmastiff. Pero inesperadamente recibe en su departamento de Madrid la visita de Tomás (Javier Cámara): un amigo de la infancia que vive en Canadá y que viajó con la intención de hacerlo recapacitar sobre la drástica medida. A partir de ese reencuentro, se suceden diversas situaciones y diálogos relacionados a la vida y a la muerte, que ponen de manifiesto la química de una dupla actoral que el espectador disfrutará desde el comienzo. Darín y Cámara logran los mejores momentos del filme, acompañados en algunas escenas por Dolores Fonzi (en el papel de Paula, la prima de Julián) y el expresivo Troilo (Truman). La película de Cesc Gay es una comedia dramática que utiliza los momentos de humor para descontracturar un tema tan real como difícil. El público toma contacto con la crudeza del argumento desde el inicio, pero la forma que elige el director para contarlo permite comprender la decisión del protagonista y también la posición que ocupa cada uno de sus seres queridos. Y precisamente, en la relación con los afectos y el distanciamiento de la vida, el vínculo que une a Julián con su perro es muy significativo. Truman atraviesa diferentes sensaciones que se transforman en risas y lágrimas. Diversas emociones que no pasan desapercibidas y por momentos se entremezclan. Cesc Gay apela a la identificación personal, lo que puede dar como resultado la aceptación o el rechazo por parte del espectador. Pero seguramente, la película modificará algo en todos, o al menos abrirá un debate más que interesante.
Que difícil que es analizar y criticar un sentimiento ¿no? porque con Truman me sucede eso. Si bien es una película, no puedo reseñarla de la misma manera en la cual lo hago con todas aquí semana a semana. Es que me pegó mucho, me afectó, me emocionó por demás, me hizo sufrir y muchas sensaciones más. Pero por sobretodo, y lo que más rescato, es la sensación con la cual salí del cine: caminé en silencio pensando mucho en la gente que quiero y en la amistad. Que una película logre algo así no es poca cosa y me parece sumamente injusto someterla a un frío análisis de estructura de guión y realización aunque lo haga un par de líneas más abajo. Es por eso que quiero resaltar primero lo que me generó. Se puede apuntar contra Truman en que busca el golpe bajo porque estamos viendo como un tipo con una enfermedad terminal se va despidiendo y como su perro cumple un factor fundamental en todo ese proceso tanto literal como metafóricamente. Esto es algo que en el cine ya hemos visto unas cuantas veces, ¿entonces qué es lo diferente acá? Resulta que vemos a Ricardo Darín muriéndose y eso nos toca el corazón. Esta película nos confirma algo que ya sabíamos pero que ahora exteriorizamos: queremos mucho a este hombre y que sea su figura la que personifique a este mal tan común y tan injusto como lo es el cáncer no pasa desapercibido, no es un actor más. Ahora bien, esto no significa que veamos a Ricardo Darín persona en el film porque no es lo que sucede. Aún sin alteraciones físicas ni prostéticas vuelve a demostrar que es el mejor actor de su generación y probablemente el mejor actor argentino de la historia. Su interpretación es perfecta, casi matemática (con la ironía que esta comparación trae) y demuestra, una vez más, porque es el mejor en lo que hace. Sus tiempos, miradas y pausas dan testimonio de esa verdad inexorable ya planteada en esta reseña. Y en esta oportunidad se encuentra muy bien escoltado por otro monstruo de la actuación llamado Javier Cámara, que devuelve todos y cada uno de los pases del protagonista con maestría y solides. Por su parte, Dolores Fonzi aporta aquel toque que solo una mujer puede dar en este tipo de historias. Atrás queda su sensualidad innata para darle paso a un personaje breve pero entrañable. El director Cesc Gay transmite de forma brillante la historia que quiere contar a pesar de los golpes bajos. La fotografía y la música van de la mano a un compás de pura armonía entre lo técnico de la puesta en escena y lo humano del guión que sin ser una maravilla del séptimo arte es redondo por donde se lo mire. Una última cuestión para tener en cuenta es que Truman es una película española cuyo rol titular es interpretado por un argentino y es una buena amalgama porque el film no pierde identidad y el personaje principal acentúa la suya. Truman es de esas películas que nos recuerda que el cine es algo más que entretenimiento, que es más que un arte. Truman es un homenaje a lo más importante que un ser humano puede cosechar -dejando de lado a los hijos y pareja- la amistad. Si algún día tengo que explicarle a alguien qué es un amigo, le voy a dar una copia de este estreno. No se pierdan está película (y lleven carilinas).
Cada uno se va como quiere Julián (Ricardo Darín) está muy enfermo, y ha tomado algunas decisiones respecto a su enfermedad. Por eso Tomás (Javier Cámara), un amigo de toda la vida que ahora vive en Canadá, donde ha formado una familia, se ha tomado unos días para ir a visitarlo a Madrid. Como si el tiempo no hubiera pasado, Julián y Tomás tienen la misma química de antes, se quieren, se abrazan, disfrutan estando juntos, y tienen esa conexión que solo los verdaderos amigos tienen. Pero no están solos, Truman, el perro de Julián, irá con ellos a todas partes. No es fácil enfrentar la enfermedad de un amigo, a veces no se sabe qué decir, como tratarlo, no se ha estado estado en su lugar, y tal vez ni siquiera se sienta el derecho a opinar, pero Tomás no puede quedarse en el papel de simple observador y durante esos días acompaña a su amigo a todas partes: al médico, a su trabajo en el teatro, a visitar a su hijo en Amsterdan, pero especialmente a buscar un nuevo dueño para Truman, un nuevo hogar para su perro, al que quiere como un hijo, por eso necesita saber que estará bien cuidado luego de su partida. Julián elige seguir siendo persona, no el portador de una enfermedad, quiere elegir cómo y cuando. Siempre fue bohemio, gracioso, creativo, y así como vivió se quiere ir, aún haciéndose cargo de que no todos estarán de acuerdo con su decisión, pero eso es parte de la vida. La película se esfuerza en evitar golpes bajos, y salvo alguno que otro, lo logra. La protagonista no es la muerte, sino la amistad, esa que atraviesa los momentos buenos y los malos, y aquí la muerte se muestra como parte de la vida. El humor recorre toda la historia - humor bastante negro por momentos - y es donde mejor apreciamos como han construido su amistad, en base a ver el mundo de forma similar y de reirse de las mismas cosas. Los diálogos de ambos tienen momentos muy altos, llenos de humor, de ironía y un toque de cinismo. Cesc Gay realiza una narración prolija, lineal, un relato muy emotivo, que conmueve, y nos hace reflexionar sobre la muerte o recordar a aquellos que perdimos, pero también nos hace reir muchisimo, y pone como eje la capacidad de tomar una decisión, de elegir cómo, aún en los peores momentos, pero sin moralejas ni bajadas de línea. El filme tiene muy buena fotografía y una excelente elección de canciones que acompañan este relato en el que ambos actores se lucen con su interpretación. Como ya lo demostró en "Una pistola en cada mano", Cesc Gay sabe como explotar historias pequeñas, simples, mostrándolas con sensibilidad y profundidad.
‘¿Vamos a ver la de Darín?’, suele ser una de las razones para ir a ver cine nacional, o una coproducción con actores argentinos. Supongo que en España debe pasar lo mismo ya que les encanta escuchar nuestro porteño acento. La mayoría de las veces esta práctica no defrauda y en Truman no será la exepción a la regla. Segunda colaboración entre el director catalán Cesc Gay y nuestro Ricardo Darín, para la ocasión acompañado por Javier Cámara (un actorazo que se lució en la serie de abogados de Antena 3, "LEX", que les recomiendo con fervor y sus 16 capítulos pueden verse por YouTube), y Dolores Fonzi, que luego de ‘La Patota’ ha adquirido madurez en pantalla y le toca una escena de "sexo catártico" (dixit). Ahora la pregunta es quién es Troilo, y aquí viene también parte de la explicación del título de la película, si es que la hay: Troilo es el verdadero nombre de Truman y Truman es un perro. El tema es que breve tiempo después de terminado el rodaje, Troilo murió y eso fue un golpe para todos los que lo conocieron en la filmación, ya que era un acompañante terapéutico para niños autistas y en esta peli, según cuenta Darín, fue muy dócil y se encariñaron con el pichicho a más no poder. Tanto apego hubo con Troilo, que el ex galancito, se quebró en la conferencia de prensa al recordarlo y los periodistas pensábamos que estaba bromeando y tuvo que decir con firmeza que iba en serio. De todas maneras, es una anécdota, el nombre propio del título fue un capricho de Cesc Gay, -infidencias de la preproducción-, ya que al saber que el perro se llamaba Troilo y que el protagonista sería un argentino en España, podrían haberle dejado ese onomástico tan evocante de la Reina del Plata. Pero no… Así es que Truman se convierte en el comienzo de un camino para dos amigos que se encuentran después de varios años de no verse. El motivo no es el mejor para uno de ellos. Julián (Darín) está enfermo y ha decidido abandonar su tratamiento. Tomás (Cámara) irá a escucharlo, a acompañarlo y si puede convencerlo de que cambie su decisión. Paula (Fonzi), es la prima de Julián y quien lo ha cuidado durante un año, en el recrudencimiento de su enfermedad y luego de que Julián se separara de su mujer y el hijo del matrimonio se fuera a estudiar a Holanda. Ella tiene bronca por el camino que escogió su primo; Tomás trata de no decir nada, la procesión va por dentro. Se quedará 4 días y luego volverá a Canadá, donde reside. La idea es encontrarle un hogar a Truman para cuando Julián ya no pueda cuidarlo. La historia se centra en algo que la sociedad actual trata de borrar, de esconder, de tapar y que tarde o temprano sucederá con uno mismo y con los que nos rodean, la muerte. Lo que para algunos es paso y esperanza, es volver a donde comenzamos nuestro andar. Para otros es miedo y sin sentido. La peli a través de un guión que no hace de la cuestión un melodrama, como los de Luis Miguel en la década de los 80 sino qué pasa con lo secular y sus ritos, desacralizar sin caer en golpes bajos, o por lo menos tratando de no hacerlo a partir de un humor ácido, cómo son las despedidas, cómo es la aceptación de aquellos que por lo bajo, quieren retener a toda costa a aquél que ya sabe que se ha cumplido su tiempo, su hora. Julián trata por todos los medios de dejar en paz a sus afectos, al menos lo intenta. Vemos como el mundo le será desagradecido, o bien le devolverá incomprensión porque no quiere ser carne de cañón de ningún experimento, sabe que su vida por acá ya se termina. Es un filme que nos hará derramar lágrimas pero que es sanador, que tiene momentos en que se palpa lo que es la amistad; estar en las buenas y en las malas, quizá sin hablarse, permaneciendo. Me pareció muy acertada para los tiempos que corren cuando se habla de “muerte digna” y se olvida la dignidad de la vida para poder hacer nuestro paso en esta calidad. El papel de la medicina y sus dictámenes que extienden la expectativa de vida aunque al mismo tiempo no mejoran sus cualidades. Por momentos sonará polémica y es bueno que así sea. Se las recomiendo desde el corazón y aunque estén pasando por una situación que les suene conocida. Miren, a Ricardo Darín, la experiencia de haber actuado en esta peli, le sirvió para meterse en su pasado y resolver cierto conflicto de comunicación con su padre que no quería hablar del poco tiempo que le quedaba sino concentrarse en el nacimiento de su primer nieto, -el "Chino" Darín, que lleva el mismo nombre de su abuelo-; es decir, se concentró en la vida de los otros para irse de la suya. Al mismo tiempo, se dice que esta visión que nos regala Cesc Gay es una experiencia propia y si llegan a acercarse a esta obra, verán que no le fue tan mal.
Un perro a punto de quedarse huérfano ¿Qué cara tiene un tipo de menos de 60 que sabe que se va a morir? ¿Cómo organiza su vida, cómo son sus días? ¿Cómo se relaciona con los demás? A esas preguntas responde la nueva película protagonizada por Darín, en uno de los picos de su carrera. ¿Está prohibido hablar de la muerte? En una reunión social podrá no ser de muy buen gusto, pero el cine no es una reunión social. ¿Es un golpe bajo hacerlo? Sólo si se usa la inminencia de la muerte, la enfermedad terminal, lo inevitable, para comprarse al estimado público con bagatelas, para chantajearlo emocionalmente. Nadie dijo que la muerte no pueda tratarse como un tema más: eso es lo que es. Con lágrimas de por medio, pena y despedidas, pero un tema más. Así la asume Truman, la película más reciente del catalán Cesc Gay, conocido por Krámpack, En la ciudad, Ficción, Una pistola en cada mano. Interpretado por un Ricardo Darín en uno de los picos de su carrera (podría ganar perfectamente, este sábado, el premio correspondiente en San Sebastián), el protagonista de Truman se está por morir. La película es la crónica de cuatro de sus últimos días, con tono de despedida general. Tono elegíaco, dolorido, de cruel autoironía de a ratos. No por mera voluntad de distensión, sino porque el protagonista es Ricardo Darín. Su personaje público siempre fue autoirónico y Julián, actor famoso y ex galán, se le parece muchísimo.Ni mar de lágrimas ni hacer como que no pasa nada: la de Cesc Gay en Truman es una valentía noble, libre de especulaciones. Escrita por el realizador junto a Tomàs Aragay, uno puede imaginarse a ambos planteándose cada escena como si fuera la expedición a un planeta desconocido. ¿Qué cara tiene un tipo de menos de 60 que sabe que se va a morir? ¿Cómo organiza su vida, cómo son sus días? ¿Cómo se relaciona con los demás? ¿Seres queridos y ex esposa, pero también aquellos que se hacen los que no lo ven, por no saber lidiar con la muerte? ¿Qué valor tiene para él la presencia de un perro a quien considera “su segundo hijo”, al que sabe que va a tener que dejar en manos de otros? Truman no golpea bajo, no culpabiliza, no degrada tema ni personajes. No predica, no baja línea, no la tiene clara. Intenta comprender la situación de la que habla, algo que el cine contemporáneo raramente se atreve a intentar.Julián Barbieri tiene bigote, barba y muchas canas. Es argentino y está radicado en Madrid. Suele vestir de oscuro, su fama no siempre le permite andar tranquilo por la calle, está separado y tiene un hijo al que hace mucho no ve. Su única compañía es Truman, buenazo de más de 60 kilos que basta que él lo mire para que mueva la cola. De golpe cae a visitarlo Tomás (el gran Javier Cámara, de Hable con ella, La mala educación, las propias Ficción y Una pistola en cada mano), su amigo de toda la vida, radicado en una Canadá a la que Julián llama Groenlandia o Polo Norte. Sorpresa, largos silencios, miradas que cuentan décadas, mucha emoción contenida y alguna picardía: gran escena, la del reencuentro entre ambos. Julián tomó una decisión, Tomás está al tanto y vino para ver si puede convencerlo de lo contrario. Difícil: el otro lo pensó largamente y lo tiene demasiado resuelto. Será cuestión de pasar juntos esos cuatro días de despedida definitiva.En esas ciento seis horas habrá alguna visita al veterinario, alguna salida, algún porro (Julián fuma, Tomás no), un par de visitas al teatro, donde Julián hace de Mersault en Las relaciones peligrosas, un par de encuentros con Paula, hermana de Julián (Dolores Fonzi confirma sus progresos; en dos o tres escenas, Gay y Aragay hacen de ella un personaje autónomo), búsqueda de adoptantes para Truman, que no por nada da título a la película (el verdadero nombre del mastín era Troilo: se lo hubieran dejado), apropiadísimos fragmentos de Spinetta, cruce casual con Gloria, ex de Julián, y viaje a Amsterdam para ver a Nico, hijo veinteañero. El tramo narrativamente más débil (la relación entre padre e hijo no llega a tomar cuerpo), pero emotivamente más XL. Allí y hasta el final hace eclosión lo que hasta entonces no pasaba de ojos húmedos, silencios, gestos apenas perceptibles, miradas tristonas de Truman.Hay entre el público más “educado” una larga y justificada aversión por las lágrimas en el cine. Truman, que participa por estos días de la Competencia Oficial de San Sebastián, viene a recordar que en los peores casos la culpa no es de las lágrimas, sino del que les da de llorar. Cuando son genuinas, vienen a coronar un dolor que el film lleva consigo, y cuyo subrayado el realizador tuvo el buen gusto y la inteligencia de borrar. Este es uno de esos casos.
Amigos son los amigos Más que sobre la inminente muerte del protagonista (Ricardo Darín), el filme aborda la amistad masculina. Es toda una incógnita saber cómo responderá el público ante Truman. Porque si el tema que encara -la muerte inminente de un hombre que decide no seguir con su tratamiento contra un cáncer- es claramente espantaespectadores, en verdad el centro de la película es otro. La decisión de Julián (Ricardo Darín) es lo que sirve para que Truman desarrolle, sí, su principal inquietud, o interés: la amistad masculina. “Lo que queda en la vida son las relaciones”, dice Julián, un personaje querible pero no por lo que está atravesando. Darín lo compone como ha hecho a tantos: el suyo es un ser con dobleces, al que se le perdona casi todo por su simpatía. Pero es un tipo que va al frente. Tomás (Javier Cámara) es como su contrapeso. Se adivina que la relación que mantuvieron en el pasado fue fortísima, y que se complementan. Eso no está en la pantalla, en palabras ni en flashbacks, y representa un mérito. Lograr que el espectador sienta y no escuche cómo es una relación entre dos personajes no es para nada común. Tampoco lo es en el cine de Cesc Gay, que suele ser coral (En la ciudad, Una pistola en cada mano), que haya una trama intimista, que apuesta a la emoción. Y si hay instantes en los que es difícil que no se escape un lagrimón, la película no apela a lo lacrimógeno, ni a los clisés del hombre ante la muerte. No transforma a Julián en un mártir ni en un héroe que se rebela ante lo inevitable. Julián es por momentos detestable, como cualquier hijo de vecino, y Darín, al interpretarlo sin apelar a gestos, mohínes o cambios en su figura física, acertó. Ya sabemos cómo se comunica con quien está del otro lado de la pantalla. Su actuación le sale de las entrañas, aunque a veces tanta naturalidad lo acerca al Darín que reconocemos como persona, no como personaje. Truman tiene a tres protagonistas: Julián, un actor argentino que vive en Madrid, trabaja en teatro, está separado y su hijo vive en Amsterdam; Tomás, amigo de Julián que viaja desde Canadá para pasar cuatro días con él; y Truman, el perro de Julián. La excusa del encuentro entre los amigos es acompañar a Julián, y también ayudarlo a encontrar un muevo hogar al perro. Gay muestra con acidez el comercio alrededor de la muerte, pinceladas de humor negro, pero le pifia en el vínculo entre Tomás y la prima de Julián (Dolores Fonzi, un tanto desaprovechada: siempre molesta o enojada). El director decidió abrir y cerrar Truman con un plano de Tomás, determinación que no habrá sido sin meditar, y que refuerza lo antes dicho. Más que la muerte, Truman trata sobre lo que nos deja una relación.
Un transitar con entereza Julián (Ricardo Darín) tiene cáncer y como el desenlace es inevitable, está tomando las decisiones que considera necesarias para que sus últimas semanas tengan la mayor cuota de dignidad dentro de lo que esté a su alcance. Entonces resuelve que no se va a someter al último tramo del tratamiento, también llega a la conclusión de que de ninguna manera va a angustiar más de lo necesario a su hijo que está estudiando en Holanda, que sabe de su enfermedad pero que no está enterado de que ya no hay remedio. Y claro, está Truman, el perro que lo acompaña desde hace mucho tiempo, desde antes de que se divorciara, testigo de sus aventuras amorosas, de sus regresos después de una función agotadora -porque Julián es actor, tiene, tuvo una vida intensa y todo parece indicar que tal vez un poco caótica-, así que hay que buscarle un nuevo dueño que cumpla con una serie de requisitos imprescindibles para quedárselo. Pero están los otros, como Tomás (Javier Cámara) su amigo que está en Canadá y no lo visita hace años y Paula (Dolores Fonzi) su ex pareja que está cerca ahí en Madrid. Y también los otros, los que lo conocen y dan vuelta la cara porque saben y no quieren constatar su propia mortalidad. Porque el tema de Truman es la muerte pero no, es sobre la entereza de decidir cómo va a ser el fin y sobre la amistad frente a un plan maestro, calculado, pensado largamente pero que inevitablemente va a friccionar con las personas que lo quieren, que quieren que esté, que aguante un poco más, que siga con los tratamientos para prolongar su vida. El séptimo film del catalán Cesc Gay tiene una sutileza, una comprensión del tema que está tratando que apabulla. No es que sólo evita con inteligencia los golpes bajos y la sensiblería gratuita, sino que el relato recurre al humor negro o sorprende con otro recurso para derribar cualquier prevención emocional, como por ejemplo una mirada entre Julian y Tomás -Darín y Cámara que se complementan de manera perfecta-, que da cuenta de una profunda amistad que no necesita de muchas palabras. Dos amigos y Paula en el medio, que no entiende y ellos que están ahí para que acepte. El riesgo es permanente, la tristeza está presente durante todo el relato, porque Truman no elude la sensibilidad a flor de piel, por el contrario, se hace cargo pero desde la sutileza y, a su manera, es una película esperanzadora, porque en cada escena está dando testimonio que la amistad y la dignidad pueden trascender más allá de la tragedia.
La amistad, antes del adiós En Truman somos testigos de una despedida, la más triste que pueda imaginarse. Nuestra mirada es la de Tomás (Javier Cámara), un profesor universitario que vive en Canadá y se prepara en el comienzo de la película, envuelto en un silencioso y gélido invierno que es todo un presagio, para viajar a Madrid e ir al encuentro de su viejo amigo del alma. Quien lo espera es Julián (Ricardo Darín), un actor argentino que después de años de pelearla encontró allí su lugar, el reconocimiento artístico y la compañía inseparable de un mastín, la mascota que le da título al film, también expuesto (a su modo y en silencio) al más doloroso de los adioses. Durante ese tiempo que contemplamos a través de los ojos de Tomás sabemos que los dos asumen desde el vamos la certeza de lo inexorable. Pero a lo largo de ese breve camino descubrimos las decisiones, las dudas y las perplejidades de alguien que quiere dejar este mundo con la misma altura y vitalidad con la que eligió vivir, pero sin ostentaciones ni alharacas. Con una sensibilidad profunda para el detalle y la observación de conductas, Cesc Gay atraviesa del mejor modo la delgada línea que separa la genuina emoción del previsible golpe por debajo de la cintura al que siempre se expone quien se anima a contar este tipo de experiencias límite. Entre todos los aciertos del diestro realizador, uno se impone sobre todos los demás: el talento para contar una desgarradora despedida desde la perspectiva de una amistad entrañable y profunda entre dos hombres. Todo lo que ellos sienten, imaginan y presienten se construye a través de silencios, miradas, balbuceos, pequeños impulsos y vacilaciones, con espacio para el llanto y también para el humor. Lo que nos dice Truman es que la renuncia a la pelea por la vida resuelta por Julián es apenas aparente. Detrás de ese arrebato hay otras luchas (la búsqueda de un destino para la mascota es la más importante) que revelan la profunda humanidad de los protagonistas y la aceptación (nada mansa, por cierto) del destino. La película ofrece una sola certeza: nadie sabe muy bien cómo reaccionar frente a una situación como ésta. Cada vez que Julián se enfrenta a alguien (el productor de su obra teatral, el médico que lo trata, algún ex compañero de trabajo, su propio hijo) experimentamos, como Tomás, una paleta de incómodos estados de ánimo, del rechazo a la piedad, expuestos con austera, honesta y profunda humanidad. Las interpretaciones son extraordinarias. Darín logra con asombrosa naturalidad que cada gesto y cada paso dado se correspondan con las decisiones de su personaje, sin concesión alguna al desborde, al énfasis ni a la sensibilidad recargada. Cámara (como todos nosotros) va construyendo y aceptando en silencio todas las explicaciones y deja que la angustia, el enojo y la resistencia a lo irreversible exploten en un personaje clave, el de la maravillosa Dolores Fonzi.
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El verdadero talento, decía alguien por ahí, consiste en hacer fácil lo difícil, tornar algo complicado en otra cosa, una que hasta parece sencilla y natural. El ejemplo más claro que se me ocurre para ilustrarlo es Roger Federer. El hombre juega al tenis como quizás nadie jugó en la historia, pero hace que todo parezca posible, natural, orgánico. Su magia está en escaparle al show-off, a humillar con la habilidad o a parecer que lo que hace es algo imposible, inhumano y que requiere un esfuerzo y un conocimiento propios de unos pocos iluminados. Pensaba en esto cuando veía TRUMAN. No en Federer, pero sí en Cesc Gay, Javier Cámara, Dolores Fonzi y, especialmente, en Ricardo Darín. Ese cuarteto –más todo el equipo detrás de la película– lograban hacer que algo complicado de resolver y potencialmente muy problemático en términos de resolución, fluyera, emocionara y funcionara de una manera natural, lógica, agraciada. Me atrevería a ir un poco más lejos. Tal vez sí, tal vez Darín sea una especie de Federer de la actuación. Es esa clase de persona que puede sacar algo mágico de cualquier situación sin necesidad de asombrar con ningún truco y sin humillarnos con su habilidad. Lo hace como si tal cosa, porque le sale, porque no lo podría hacer de otra manera, como si no implicara mucho esfuerzo. Es, casi, como si tuviera una línea directa con la sensibilidad de buena parte del público. Darín conecta. Haga lo que haga (casi sin excepciones, más que en una o dos películas), no parece fallar. No se trata de lucimiento actoral en el sentido más convencional. Al contrario, con el tema que trata esta película cualquier actor de esos con un ego gigante y vitrinas con premios que lustra cada mañana al despertarse habría optado por ventilar todos los esfuerzos y sacrificios posibles que implica hacer el típico rol de enfermo terminal (perder decenas de kilos, el pelo, etc, etc), pero Ricardo no cae en ninguna de estas trampas estrujacorazones. truman 2Lo que hace –y en gran medida gracias a la dirección y al guión de Gay, y a un Javier Cámara que juega al mismo deporte y casi tan bien como él– es ser esa mezcla de tipo querible e impresentable que siempre es, capaz de actitudes repulsivas pero con una sonrisa compradora que nos hace perdonarle casi todo. Claro, tiene un cáncer terminal y un perro tristón y con eso no hay forma que uno no lo quiera, si bien hace todos los esfuerzos por ser un pesado de aquellos. Acaso lo sea, acaso no. Lo que importa es que, a lo largo de las casi dos horas que dura TRUMAN, Darín nos convence de que hay verdades que salen a la luz en una pantalla de cine que nos agarran, desprevenidos, cuando menos lo esperamos. Y que se escapan de los papeles, de los textos, de las previsiones. Seamos sinceros: no mucha gente se desvive por ver una película sobre un hombre con un cáncer terminal. Y cuando TRUMAN empieza, con sus toses y visitas médicas, uno teme que el asunto va a evolucionar por los caminos más convencionales, la transformación de su protagonista en un santo, en un martir, en un ejemplo de vida. Y no. TRUMAN no es una película sobre el cáncer ni es una sobre un enfermo. Es una película sobre la amistad, sobre el cariño y sobre la comprensión, un drama que intenta convencernos –y lo logra– que lo que finalmente importan son las relaciones, la manera en la que logramos conectarnos con el otro. La muerte, en todos los casos, es siempre una cuestión de tiempo. truman 4Es cierto que a Julián (Darín) le queda menos tiempo que a la mayoría de nosotros. Y de entrada vemos a Tomás (Cámara), su amigo de toda la vida, que hoy vive en Canadá, yendo a visitarlo a Madrid. Julián es un actor argentino radicado allí y el filme será la crónica del reencuentro de estos dos amigos que van a pasar unos días juntos en la que tal vez sea la última vez que se vean. Julián tiene una misión: encontrar una familia que cuide a su perro Truman cuando él ya no esté. Y será esa la excusa argumental del relato. Pero, finalmente, lo importante estará en la relación entre ambos, la de ellos con Paula (Fonzi), la prima de Julián y quien se ocupa de cuidar su salud. El tema es que Julián no tiene demasiadas ganas de vivir una larga agonía con su cuerpo cada vez más fragil y la lucha ahí estará entre su prima y su amigo –que intentan convencerlo de seguir peleando a toda costa– y su forma más pragmática, sincera pero brutal, de lidiar con sus asuntos. Si bien no es la intención de Gay hacer un recorrido por la vida de su protagonista, lo conoceremos lo suficiente a lo largo de esos pocos días para darnos una idea no solo de qué tipo de persona es, sino de su historia personal y hasta profesional. truman 3Lo que logran Gay y su elenco es que TRUMAN jamás caiga en los golpes bajos esperables, tenga muchos momentos de comedia y sea bastante ácida en más de un momento respecto, digamos, al “negocio de la muerte”. Tampoco es el drama inspiracional acerca de un hombre que descubre el valor de la vida cuando está a punto de morirse. No. TRUMAN es una película sobre personas (especialmente una) que, enfrentadas ante una situación trágica, encuentran en el otro (en los otros) lo más parecido a una tabla de salvación. Y también es una película sobre la aceptación: del otro tal cual es y de las malas jugarretas del destino… No diré que TRUMAN es revolucionaria porque no lo es. Se trata de un drama bastante tradicional en su forma y contenido. Pero, como decía al principio, lo que Gay logra es que con una serie de elementos potencialmente combustibles (enfermedad, perro viejo y tierno, amigos que no se ven, la posibilidad de la muerte inminente) sacar una película humana, digna, tierna y emotiva sin apelar ni a trucos ni a trampas ni a excesivos golpes bajos. Al contrario, la película –y especialmente Darín– parecen hacer lo posible por evitar todo el tiempo los excesos lacrimógenos y es por eso que cuando esas lágrimas llegan se vuelven inevitables y merecidas, una suerte de liberación emocional que sigue al esfuerzo de contenerse. Como cuando uno espera que alguien se vaya para largarse a llorar porque no quiere importunarlo o incomodarlo, cuando las lágrimas llegan en TRUMAN uno siente que se han ganado en buena ley. truman1Para cerrar, vuelvo a Darín, artífice en buena medida de que la emoción en la película sea contenida, esté matizada por momentos de mucho humor y jamás se sienta forzada. En sus idas y vueltas con Cámara, en la manera en la que reacciona ante las distintas circunstancias narrativas que le toca atravesar a su personaje (ya las verán, preferentemente no adelantar ninguna) está ese genio, ese talento de hacer fácil lo difícil, esa técnica invisible, dominada o gobernada por alguien que entiende algunas cosas del andar por la vida que no muchos logramos entender del todo. Darín ha hecho mejores películas, probablemente (la inmensa EL AURA, acaso, sea su mejor filme y papel) pero muy pocas veces ha dejado en claro, en cada escena, en cada plano, qué es lo que lo convierte en el mejor actor de habla hispana de los últimos veinte o treinta años. En nuestro Roger Federer.
Un tema duro, una estupenda comedia dramática Un hombre está enfermo de cáncer y decide aceptar su destino. Dicho así, parece una película triste. Bueno, es algo triste, pero es una comedia. Más que el destino inexorable, acá tiene peso la hombría del enfermo, preocupado por los demás antes que por sí mismo. Sobre todo, preocupado por dejar a su perro en buenas manos. Es un perro grandote y viejo. Cuando joven habrá dado miedo. Su dueño, también cuando joven, era galán de teatro. "¡Yo era un galán!", se repite la única vez que lo vemos afligido y abochornado por la evidencia de su enfermedad. Uno o dos días antes, en medio de una charla casi de negocios, bastante risueña, le vimos de pronto el primer quiebre. Pero no le vamos a ver ni la sombra del último. Y entre medio va a saludar a quienes le rehúyen, a disculparse con un colega por una graciosa cuestión de faldas, en fin. El perro más o menos lo acompaña, y un viejo amigo llega también a acompañarlo, paciente y obediente igual que el perro. Hay otros personajes, incluso una prima caracúlica y recriminadora y un hijo, una nuera, una ex, y cuatro o cinco personas más, pero lo importante son esos amigos de fierro, de toda la vida. Todo está contado con curiosa elegancia. Se respira un humorismo fino, propio de quien no quiere perder la compostura, y no la pierde. "Me quedan pocas funciones", dice, refiriéndose tanto a la obra teatral que está haciendo, como a la expresión de entereza que está mostrando en público. Se va a despedir de pie, si es que se despide. Ese personaje admirable está a cargo de Ricardo Darin, que lo vuelve directamente inolvidable sin siquiera una sola agachada, un golpe bajo, ni una mueca de dolor extremo. Maestro. Lo mismo Javier Cámara, actor con mayúscula, y los varios artistas que se suceden, como el funebrero Javier Gutiérrez, el veterano José Luis Gómez, Eduard González, buen elenco. Y el perro. En una escena el enfermo anuncia una decisión. La prima pega el grito, harta de todo. El amigo le hace el aguante. El perro, tirado en el suelo, con esos ojazos que todo lo observan, pega un suspiro hondo como una queja. El autor es Cesc Gay, buen observador, buen director de actores, a veces un tanto artificioso, pero no aquí. Ésta es su película más sencilla, y es la mejor de todas. Por supuesto, algunos snobs le recriminarán la falta de artificio, la entrega al público, el "sentimentalismo". Pero es mejor que las otras, incluso mejor de lo que promete el afiche, y mucho, muchísimo mejor que la posible remake que haría Hollywood si llegara a clavar sus ojos en ella.
Crítica emitida por radio.
Cuando un amigo se va Asumir la propia muerte o la de un ser querido es una las experiencias más difíciles que nos toca vivir como seres humanos. Es algo que tarde o temprano todos tendremos que enfrentar en algún momento. Y como en casi todas las circunstancias de la vida, el cine nunca deja de ser un reflejo de nuestras vivencias. Truman (2015) cuenta la historia de Julián (Ricardo Darín), un actor argentino radicado hace varios años en Madrid haciendo teatro -uno de los pioneros en los tiempos en que los actores argentinos no eran contratados en el teatro español- al que le diagnostican un cáncer terminal. Decidido a no continuar con la quimioterapia y no prolongar una posible agonía, a Julián le preocupa más encontrarle un nuevo hogar a su perro Truman para cuando él no esté, que finalizar sus asuntos pendientes. Es así que en este panorama desolador su mejor amigo Tomás (Javier Cámara) regresa a España con la intención de acompañarlo en este difícil momento, pero a su vez convencerlo de que prosiga con el tratamiento. A partir de este rencuentro los dos amigos irán recuperando algunos códigos de su amistad, mientras Julián intenta despedirse de su hijo que vive en Ámsterdam, de su prima Paula (Dolores Fonzi), sostén emocional en el día a día, y por último de Tomás. En un proceso de aceptación de la enfermedad que no solamente lo afecta a él, sino que también afecta a su círculo más cercano. Basada en una historia real de su director (el guionista español Cesc Gay), Truman se concibe como una película con un alto grado de identificación por parte del público. Es un film que aborda de una manera sutil y acertada la complejidad que implica afrontar una enfermedad tan desgastante como es el cáncer, pero sin una solemnidad capaz de caer en golpes bajos. Y parte de esto se debe en gran medida a la química que reflejan en pantalla Darín y Cámara como dos entrañables amigos frente y detrás de escena. Una confianza que se intuye que desarrollaron durante su participación en “Una pistola en cada mano” (2012), uno de los últimos largometrajes de Gay. También es de destacar la participación de Dolores Fonzi en el rol de la prima del protagonista. En las contadas escenas en las que su personaje se hace presente, la talentosa actriz argentina representa, casi sin diálogos, la angustia y el agotamiento que implícitamente generó el tratamiento de quimioterapia al que se sometió Julián, y del que su amigo Tomás sólo pudo enterarse a distancia mediante correo electrónico. En determinados momentos la historia se vuelve algo predecible y desde el principio el mensaje pro-muerte digna se hace un poco obvio y artificial. Aunque no se puede pasar por alto que Cesc Gay se maneja con facilidad a la hora de representar amistades y lazos afectivos. Y esto es algo que sobresale aún más cuando hay una temática tan delicada como premisa principal. Intima, dolorosa pero optimista, Truman conmueve y motiva por partes iguales.
En Truman, Julián, un actor argentino radicado en Madrid les comunica a sus allegados el empeoramiento de su enfermedad y su decisión de abandonar su tratamiento. Su mejor amigo, Tomás, viaja desde Canadá a España para acompañarlo y convencerlo de que retome sus cuidados médicos. Cesc Gay, dirige este drama sobre la amistad, el dolor de las pérdidas y la finitud de la vida. Y lo hace sin caer en golpes bajos, (aunque en algunos momentos es imposible contener las lágrimas), valiéndose de dos grandes intérpretes Ricardo Darin y Javier Camara. El dúo de intérpretes, acompañados por un perro, un mastín ingles cuyo nombre titula el filme, sostienen el relato, intimista, combinando momentos emotivos casi melodramáticos con otros divertidos que nadan en aguas del mas profundo humor negro y lo hacen en un marco natural imponente y bellamente fotografiado Para ver con una caja de pañuelos en la mano.
"Truman": la triste despedida ¿Serías capaz de comprender y respetar la decisión de otro sin juzgarlo? Esa es básicamente la pregunta que plantea "Truman" (2005), la película dirigida por Cesc Gay, una coproducción de nuestro país con España. Una gran filme del cual es imposible salir indemne. Tomás (Javier Cámara) vive en Canadá con su esposa y su hijos. Se ha hecho una vida en ese país y hace años que no regresa a su España natal.Pero ahora sucede algo que hace que arme las valijas y viaje por unos días de regreso a Madrid. Paula (Dolores Fonzi), la prima de su mejor amigo Julián (Ricardo Darín), le envió mails con malas noticias sobre el estado de salud de su familiar. ¿Y quién es Julián? Es un actor argentino cincuentón que llegó al país para trabajar y del que nunca más se pudo ir. Julián es alguien que siempre hizo lo que quiso con quien quiso y cómo lo quiso, todo lo opuesto a Tomás -lo cual justifica su gran amistad-. Así como vivió toda su vida, piensa hacer lo mismo con lo que le resta de tiempo. Tiene un cáncer terminal y no le queda mucho, así que mientras su mejor amigo vuelve al país para estar a su lado durante cuatro días lo aprovechará para cerrar todas las puertas que le quedan: escoger un ataúd para su entierro, emprender un viaje a Ámsterdam para visitar a su único hijo, terminar con su trabajo en el teatro, organizar una fiesta de despedida y, lo más importante y lo que más le preocupa, encontrar un nuevo hogar para su querido y fiel perro Truman. De esto es lo que trata el filme escrito también por Cesc Gay, un director muy bueno que allá por marzo de 2013 estrenaba en nuestro país la comedia "Una Pistola en Cada Mano" (2012). En ese largometraje, que contaba las historias de ocho hombres diferentes, fue donde trabajó por primera vez con Darín (Javier Cámara era también el protagonista de una de ellas y es un incondicional del realizador). "Truman" está basada en una experiencia personal de Gay, que adaptó a la pantalla con su habitual colaborador Tomàs Aragay. Sorprenden varias cosas de este largometraje. A saber: el realizador vuelve a demostrar que puede manejar cualquier tipo de género con soltura, pasa de hacer comedias a dramas sin ningún problema. La preocupación permanente por no caer en el golpe bajo y evitar la mayor cantidad de clichés posibles. El desarrollo de los personajes y lo que demuestran: Julián que aparenta sabérselas todas y estar más allá de lo que le pasa, aunque demuestra su fragilidad ante su propia muerte; Tomás que no necesita de muchas palabras o acciones para acompañar en su último viaje a su amigo; y Paula que representa la mirada de aquél que no puede entender las decisiones del otro. Los trabajos de Cámara y Darín son, a falta de mejores palabras, soberbios. El español tiene un enorme talento y sólo con miradas y gestos le basta para comunicarnos lo que siente Tomás. Darín, con un personaje vulnerable que pocas veces compuso, le pone el alma y sale airoso de algo tan pesado y cargado de emotividad. El perro sólo es la excusa para contarnos el amor que se tienen estos tres personajes y cómo lidian con la desaparición de uno de ellos. Por estos días la película se encuentra en la edición número 63 del Festival Internacional de San Sebastián compitiendo en la sección oficial por el palmarés. Tiene muchas chances de ganarlo y, aparentemente, Ricardo Darín también podría llevarse el premio a la mejor interpretación masculina. Un largometraje intenso, conmovedor, que mueve cada fibra del espectador. Buen cine para disfrutar.
96 horas ¿Truman es una película sobre la muerte?; ¿Truman es una película sobre la amistad? O finalmente ¿Truman es una película sobre cómo se afronta un duelo? Cualquier respuesta afirmativa de estos interrogantes hace justicia para el nuevo opus del catalán Cesc Gay, quien nuevamente apela al talento de Ricardo Darín y de Javier Cámara, en co protagónico, para salir airoso de un relato, que tenía todas las probabilidades de ser cooptado por la impronta melodramática y que -de buenas a primeras- encuentra el tono adecuado entre la seriedad y la falta de solemnidad, sin rehuir de los planteos profundos y así movilizar, con armas nobles, al espectador. El título alude al perro viejo que el actor argentino, radicado en Madrid, Julián –Ricardo Darín-, a quien se le busca aquella persona capaz de cuidarlo una vez que su amo se despida para siempre. Cansado como su dueño, Truman arrastra el paso de los años y demuestra una simbiosis y empatía con su único referente, pero también la sensación de una irremediable aceptación ante su destino. Sin embargo, el pretexto de la búsqueda de una familia sustituta no hace otra cosa que demorar la despedida, a eso debe sumarse la llegada de Tomás –Javier Cámara-, desde Canadá, para pasar cuatro días con su amigo, en España, tras una larga ausencia, e intentar convencerlo que desista de una decisión drástica, algo que desde un comienzo queda más que resuelto por parte del protagonista. La sutileza con que el director de Ficción (2006) transita por el derrotero de Julián y Tomás, acumula por un lado escenas cotidianas con sabor a final en cada uno de los momentos, pero en las que prevalece la entereza del protagonista y el compromiso de su amigo para no juzgar y acompañarlo de la mejor manera posible. En eso reside la mayor virtud de Truman (2015): en la apariencia de haber pensado meticulosamente cada una de las escenas, sin traicionar a los personajes ni sumirlos en una pendiente hacia la angustia o la desesperanza. Es el duelo, en el sentido más amplio del término, siempre ligado a una pérdida concreta, aunque también simbólica, el concepto central del film. La sumatoria de Dolores Fonzi a este dúo, la presencia de la actriz argentina, complementa un verdadero trío autónomo, pero en el que los sentimientos son los lazos invisibles y el puente directo con la fibra sensible del espectador, desde el cambio de punto de vista sobre el mismo acontecimiento. El realizador catalán también sabe acompañar a sus personajes, encuentra en todo lo que no se dice o lo que falta por mostrar el elemento y recurso más sólido de su historia, sin ninguna concesión al golpe bajo o al subrayado moral, propio de películas de este estilo, que bajo la impronta del cine mainstream, en cualquier parte del mundo reciben una sobredosis de exposición o repetición de fórmulas por la propia pereza de sus autores. La premisa de Truman es tan sencilla que asusta, es tan proclive a desbarrancar en cualquier instante que solamente la confianza que transmite tanto Darín, con una composición digna y para el aplauso, como su contraparte, a cargo de Javier Cámara, convencen de antemano que estamos frente a una gran película y que la traición del golpe de efecto se aleja cada vez más de la pantalla. No hay una escena de más en estos cuatro días de convivencia entre dos amigos, diferentes, contradictorios, uno más cerca de la muerte que el otro, pero tan humanos y vulnerables como cualquiera. Por eso, si la lágrima nace en el espectador es bienvenida porque la raíz de su sentido se encuentra más que justificada y no como parte de un chantaje emocional al que estamos habituados.
En Truman, el catalán Cesc Gay indaga en un tema doloroso: la etapa terminal de un amigo del alma. Lo hace sin golpes bajos y con dos actores enormes de la talla de Ricardo Darín y Javier Cámara. Apenas cuatro días alcanzan para que los dos amigos puedan sellar el afecto que ha superado distancias y hábitos durante años. Tomás (Javier Cámara) va a ver a Julián (Ricardo Darín) que está muy enfermo. Cruza de Canadá a Madrid para compartir un tiempo decisivo. Truman, la película de Cesc Gay, rodea, abraza y entra en un tema doloroso: la etapa terminal de un amigo del alma. En torno a esa pérdida, el guion echa mano a Truman, el perrazo que es la única compañía de Julián. ¿Con quién quedará cuando todo haya terminado? Gay enfrenta el tabú aludiendo al perro y transfiere ese amor incondicional a lo humano, siempre más difícil de sobrellevar. El director enfrenta la cuestión con una estrategia sólo posible con actores de la talla de Ricardo Darín y Javier Cámara. "Lo único que importa en la vida son las relaciones", dice Julián. Es una de las pocas frases. Luego todo es acción, vínculo entre los actores, primeros planos y silencios. La intensidad de Cámara se encuentra con el modo histriónico de Darín que pone a Julián en el límite, con el humor negro de salvavidas. La decisión frente a la propia enfermedad instala el tema de la muerte digna ("cada uno se muere como puede", dice). Se intuye el sentido que asumen las costumbres y los detalles cotidianos bajo otra luz, con una fotografía de álbum y la música melancólica. Cada momento de Julián es único. Lo mismo ocurre en la película: cada escena es en sí, irrepetible y emocionante. Los personajes se mueven al filo de las lágrimas, sin caer en la catarsis. No hay golpes bajos en la historia que involucra a una prima (Dolores Fonzi), el hijo, el médico, el veterinario y la gente que constituye el mundo de Julián. Desde el encuentro de los amigos, Truman promete un viaje con sus riesgos. Los diálogos en cada escena reflejan la urgencia que impone el paso del tiempo. Formidable la visita a la funeraria, con Darín en el rol del hombre que disimula el miedo a lo inevitable. En cuanto al perro, pone la cuota de ternura pero no eclipsa a los dos inmensos actores que toman el collar y salen a la calle en busca de aire.
Un colosal Darín en un filme hondo, sugerente y emotivo Julián (Darín) tiene cáncer que se ha extendido. Es argentino, es actor teatral y vive en Madrid. Le queda poco tiempo de vida. Y resuelve no pelear más, sino prepararse lo mejor posible para la partida. “Cada uno muere como puede”, dice. Tomas (Cámara), su gran amigo viene de Canadá, viene a visitarlo. Se quedará cuatro días. No pasará nada especial. Pero todo está a flor de piel en este reencuentro que es una despedida. Tema difícil, que puede ser lastimero y lacrimógeno si se pasa de la raya. Por suerte está detrás de las cámaras al talentoso Cesc Gay (“Una pistola en cada mano”, “En la ciudad”) un artista que humaniza sus personajes, que los retrata en la mala pero con una fuerza interior y una naturalidad que conmueve. Filme noble, digno, sugerente, que no elude la sonrisa, que emociona con recursos legítimos, que no descarta ni la sorna ni la reflexión, triste pero consolador, el retrato demoledor de un personaje que sin discursos ni ruegos, aunque con bronca y miedo, le va diciendo adiós a la vida, a ese perro que fue su gran compañía, a sus seres queridos. El guión pivotea alrededor de las ideas de “Ayudar a morir”, el libro de la Dra. Iona Heath que plantea el derecho a elegir la mejor muerte y desde una perspectiva ética y moral. La película en el fondo es una cálida elegía sobre la amistad y el adiós. Es intensa, sugerente, estupendamente dialogada, duele pero también divierte. No tiene baches sino un alto voltaje emocional sostenido en la mirada de un artista que no descuida ningún detalle y que alude a los grandes temas del hombre sin palabra grandilocuentes. Y tiene como elemento decisivo un sobresaliente trabajo de Darín, que en cada gesto en cada mirada, con una magnífica economía de medios, nos da un Julián íntimo e inolvidable. Hay que verlo andar, mirar, dudar, escuchar al otro y escucharse a sí mismo. Un trabajo memorable. Una película arrasadora, que hace pensar y doler, pero que, por alguna extraña razón, también da paz.
Cesc Gay presentó "Truman" en el festival de San Sebastián con muchísimo éxito. En esta oportunidad nos entrega una película intensa y con actuaciones 100% reales por parte de Ricardo Darín, Javier Cámara y Dolores Fonzi. La historia gira en torno a la muerte, la amistad y el humor, que es un integrante muy importante en el día a día de estos personajes. Darín y Cámara son la pareja perfecta para repetir dupla en pantalla grande (cuando los veas vas a entender porque lo digo). Dolores Fonzi continúa entregando actuaciones deliciosas - y esta es una de ellas - y las escenas - que no son muchas - que tiene para interpretar son una mejor que la otra. El guión está delicadamente escrito para que en los momentos de bajón pases rápidamente a momentos de comedia que te harán sonreír y que no todo sea tan duro. Con España como escenografía principal, "Truman" de seguro te va a llevar de viaje a los sentimientos más profundos que puedas experimentar en pantalla grande. Una peli que hay que ver.
Amigos para siempre En la más sólida y a la vez comercial película de Cesc Gay, nos acercaremos a un universo en el que la amistad entre dos hombres, y la amistad de uno de estos con un perro, entrañable, inolvidable, serán tan sólo los disparadores para hablar de la vida y la muerte sin eufemismos ni lugares comunes. "Truman" (Argentina/España, 2015) es el recorrido que dos amigos deben realizar antes que uno de estos parta hacia un lugar del que nunca volverá. Pero antes, y justamente en esos días de reencuentro, de alcohol, de marihuana, de música, de reflexión, la posibilidad de un último acercamiento abrirá un duelo actoral entre los protagonistas excluyentes del filme, Ricardo Darín y Javier Cámara, como nunca antes el cine de estas latitudes ha posibilitado. Con la clara referencia de protagonistas "gruñones", que en muchas oportunidades generan más rechazo que acercamiento, Gay, elabora un complejo entramado de relaciones, nuevas y viejas, que servirán para contextualizar a los amigos y también darles un marco de referencia y acción en el que no sólo se sentiran cómodos, sino que también abrirán el juego hacia otros lugares, impensados, de reflexión. Julián (Darín) se está muriendo, y Tomás (Cámara) lo sabe, pero no quiere ponerse como víctima, al contrario, quiere seguir su vida sin siquiera esquivar las miradas compasivas que recibe de su grupo. "Truman" es una película honesta, que parte de la excusa de ubicar a un perro (que da nombre al filme) para construir una historia madura, que bucea en momentos dificiles para emerger con una épica historia de amistad, en la que tanto Julián como Tomás, aceptarán las decisiones del otro sin siquiera poder animarse a criticarlas o a padecerlas. La incorporación de Paula (Dolores Fonzi), como una prima que estuvo atenta al largo proceso de enfermedad de Julián, y que ahora acompaña a Tomás en el dificil y duro enfrentamiento sobre una realidad que no se puede cambiar. PUNTAJE: 8/10
Los últimos días Un hombre viaja desde Canadá a España cuatro días para visitar a su amigo moribundo. Tomás (Javier Cámara) es español, Julián (Ricardo Darín) es argentino, ambos pasarán cuatro días juntos que sin duda son una despedida. El amigo que se está muriendo aun lleva una vida casi normal, es el no querer seguir con el tratamiento para combatir un cáncer avanzado lo que le asegura una pronta muerte. Dos personajes más los acompañan. La prima de Julián, Paula (Dolores Fonzi) y el perro viejo que tiene Julián, Truman. No es Truman el personaje principal de la película como podría indicar el título o los afiches. No es una película sobre un perro, es una película sobre la amistad. Bueno, entre otras cosas, sobre la amistad. Para eso el director Cesc Gay, director y guionista, elige realizar su film más tradicional sin perder por eso un estilo sobrio, mesurado, con pocas y pequeñas explosiones dramáticas. Aportando, incluso, inteligentes pinceladas de humor. Es muy sutil la manera en la cual el director se diferencia del drama de explotación de enfermedad tan vulgar -y agotado- por la televisión y el mal cine. Cesc Gay film con estilo, elige encuadres bellos, nada perezosos, pero tampoco permite jamás que la puesta en escena llame la atención sobre su trabajo. Muchas resoluciones brillantes se mezclan con resoluciones tradicionales y más estándar, lo que le permite al film ser más masivo sin perder su esencia. Desde la primera escena, el juego de Truman es construir un relato donde la emoción esté rodeándolo todo pero nunca se manifieste del todo. Cada escena está llena de drama, de tristeza, de sentimientos. Pero esta amistad entre dos hombres no abre la puerta del llanto ni el golpe bajo. Como ellos, se guarda las palabras que provocarían la lágrima, le alcanza con pintar las viñetas que acompañan a los dos protagonistas a lo largo de esos cuatro días. La relación de ambos con la muerte y la reacción de otros tantos personajes frente a lo inevitable cuando se cruzan, tal vez por última vez, con Julián. Dos actores sostienen las ideas del director y el director se apoya en ellos para lograr que la película tenga sentido. Cámara y Darín, Darín y Cámara, ambos se lucen por igual, cada uno haciendo un papel distinto. El del premio cantado, el enfermo, el obligado a acompañar, que es el otro. Pero ambos están igual de bien, igual de sobrios. Lo mismo para Dolores Fonzi y para el grupo de actores que aparecen en pequeñas escenas. Salvo dos o tres instantes de explosión dramática y vueltas menos sofisticadas que el resto del film, Truman juega con temas difíciles y sale airoso porque ve más allá de la superficie. No hay grandes temas, hay grandes películas. Condenada al perfil bajo por su propia humildad, Truman es una película que triunfa ahí donde muchas otras fracasan, sin duda algo meritorio.
Julián (Ricardo Darín) es un actor argentino que está radicado en Madrid, fue un galán en su juventud y trabaja en el teatro. Hace más de un año viene luchando contra un cáncer rebelde, pero ahora, ya cansado de los tratamientos, decide abandonarlos porque no tiene más esperanzas. Julián vive solo con su perro, un mastín inglés viejo llamado Truman, y un buen día le cae de visita Tomás (Javier Cámara), un antiguo amigo que vive en Canadá y que llega para acompañarlo y tratar de convercerlo de que siga con la quimioterapia. Así planteada, “Truman” pintaba para un drama lacrimógeno, con primeros planos de un perro haciéndose el simpático. Pero el afiche es engañoso y la nueva película del catalán Cesc Gay (“Krámpack”, “Una pistola en cada mano”) es más bien todo lo contrario. El director y guionista transita un tema tan delicado como la cercanía de la muerte sin apelar a los golpes bajos, construyendo con sutileza una comedia agridulce y frontal, que puede recurrir al humor negro y también tener momentos de gran ternura. Estos dos amigos redescubren su vínculo en miradas silenciosas, o con las palabras justas, caminando por Madrid mientras buscan a una familia que quiera adoptar a Truman o viajando a Amsterdam para una tensa visita al hijo de Julián. Darín, que a esta altura ya parece infalible, se agiganta en esta película, y encuentra en el talentoso Javier Cámara a su contrapunto ideal.
Notable Darín, en una oda a la amistad Afectado por una enfermedad terminal, Julián recibe la visita de su amigo Tomás, llegado desde la lejana Canadá. Es un reencuentro emotivo y cargado de significados. Juntos afrontan la tarea de encontrarle un hogar a Truman, el perro de Julián. Además de ser, básicamente, una película sobre la amistad, “Truman” habla de despedidas. Julián va soltando amarras con los cercanos y con los lejanos. Necesita un hogar para Truman, que ya no es un cachorro y está acostumbrado al “piso” madrileño. Con Tomás y con Paula, su prima, Julián se permite todos los desbordes. La gente lo sorprende: de quienes aguarda un saludo recibe silencio; el amigo al que traicionó le extiende la mano. Con su hijo sobran las miradas y faltan las palabras. Julián atraviesa esa sucesión de momentos conmocionantes escudado por Tomás, una sombra bonachona, otro Truman dócil y fiel. La química que conecta a Ricardo Darín y Javier Cámara fluye, profunda y creíble. Julián se está muriendo y Darín sostiene con el cuerpo ese paso. Es otro trabajo extraordinario del máximo actor del cine nacional. Hay una escena en extremo sensible en la que Darín expone el sufrimiento interno de Julián. Está en una funeraria, pidiendo presupuestos para su propio sepelio. Hablan con el vendedor del tamaño de las urnas. ¿Es suficiente para guardar tanta ceniza? De repente queda mudo, concentrado en la luz de una ventana. Allí está la vida que se le escapa. La economía gestual de Cámara encaja a la perfección con la carga dramática y las pinceladas de humor que despliega Julián, el actor al que bajan de cartel en plena temporada. Ya le encontraron un reemplazante y se lo dicen sin anestesia. Cámara y Eduard Fernández son un clásico en la filmografía del catalán Cesc Gay. En su anterior proyecto (“Una pistola en cada mano”) también había participado Darín. Aceitado, el equipo funciona como un reloj. Gay rodó “Truman” con sobriedad y justeza en cada plano. Le salió una película sensible, que reniega de los golpes bajos, bien escrita (en el guión vuelve a trabajar con Tomás Aragay) y mejor actuada.
Mi vida sin mi El director Cesc Gay le hace frente a un texto por demás doloroso, pero con el inmenso cuidado de no caer nunca en golpes bajos, el filme no los necesita, los personajes y los actores no se lo merecen. La historia de dos amigos que luego de muchos años se vuelven a encontrar, en realidad uno de ellos viaja a visitar al otro, tiene excusas. Amigos desde la primera juventud, ahora transitando la mediana edad, Julián y Tomás, se reúnen después de muchos años y pasan unos días juntos, pocos pero intensos, principalmente debido a que su reunión, y ambos lo saben, es también una tierna despedida. “Truman”, el titulo del filme, es el nombre del más fiel compañero de Julián en los últimos años, algo así como parafraseando a Diógenes de Sinope, “mientras más conozco a la gente, más quiero a mi perro”, sin embargo toma la decisión de entregarlo en adopción, por lo que esa búsqueda será parte importante del relato y sostendrá el ritmo para hacer avanzar la trama principal sin sobresaltos. El director de la magnifica “Una pistola en cada mano” (2012) renuncia en éste caso a jugar desde la estructura, tal como en aquella ocasión jugaba desde la temporalidad del relato y el sinfín de situaciones de pequeñas historias se iban acomodando estéticamente sobre lo narrado. Ahora, y cambiando en tanto y en cuanto a el cómo desde la estructura, hace pie firme en el género del drama subrayando el cómo desde la escritura del guión en la conformación de las situaciones, en la delineación de los personajes, en la construcción y desarrollo de los mismos. Para ello cuenta con la invalorable colaboración de dos grandes interpretes: Ricardo Darín (Julián) y Javier Cámara (Tomás). El actor español hace gala de todo un andamiaje histriónico envidiable, casi todo lo dice sin necesidad de muchas palabras, rostro, ojos, cuerpo, en cambio Ricardo Darín es en esta ocasión el menos Darin de sus interpretaciones, y el más de sí al mismo tiempo. Será que su personaje es otro como él, actor argentino exitoso en España, sobreviviendo en su profesión y muriéndose en la vida. Casi con estilos opuestos Darin posee un estilo naturalista en sus composiciones de personajes, que siempre es creíble, en tanto Javier Cámara, es un camaleón que se disfraza para cada ocasión, en ambos casos, y sucede lo mismo en esta cinta, te olvidas del actor y terminas seducido por el personaje, a punto tal que la idea de otro actor en ese personaje sería imposible, Muy bien acompañados por Dolores Fonzi, Eduard Fernández, Jose Luis Gomez, entre otros. No obstante, lo trágico del texto fílmico el realizador no se resigno a no provocarnos, producirnos una sonrisa, con momentos en tono de comedia, haciendo alarde de un humor punzante. En tanto el tema principal es la amistad, toda una lección de vida, es sutil en las formas y muy profunda en su discurso.
Aunque en los últimos años el catalán Cesc Gay se ha vuelto un poco más convencional (recordemos películas como Krampáck y Ficció), aún conserva la estrategia de eludir ese momento del lugar común que nos suena a falso. Aquí, con la ayuda de Ricardo Darín y Javier Cámara, cuenta con humor y ternura adulta la historia de un hombre que, tras ser diagnosticado con una enfermedad incurable, quiere cerrar todo antes de partir. Logran que la amabilidad se imponga.
La gente se despide como puede Mi viejo empezó a sentir una especie de calambre permanente a fines de mayo del 2011. Ya a principios de junio le detectaron un cáncer de pulmón con metástasis en el cerebro. El 25 de julio falleció. En el medio, un poco con plena consciencia y otro poco de forma prácticamente inconsciente, trató de cerrar sus cuentas pendientes: se juntó con amigos a los que hacía rato largo no veía; intentó acomodar los respectivos vínculos con sus hijos; buscó en la medida de lo posible preparar a su madre para lo que venía. Algunas cosas le salieron mejor que otras, determinados procesos los completó y otros no, tomó algunas decisiones pensando en los demás y otras sólo en sí mismo. Su cuerpo sólo acompañó un tiempo corto, pero en el momento final le concedió en cierta forma lo que deseaba: murió durmiendo, sin haber sufrido un gran dolor. Se despidió de a poco, con algunos gestos y frases donde se percibía que intuía lo que se le estaba acercando rápidamente, pero sin acciones altisonantes, dependiendo en buena medida de los demás, porque nunca la despedida se hace en solitario. Era un gran tipo, repleto tanto de virtudes como defectos, y trató de sostener cierta coherencia hasta el final. Recorrió el camino como pudo, como la gran mayoría seguramente debe hacerlo. Truman, la nueva reunión entre el director Cesc Gay y Ricardo Darín, trata un poco de eso, de gente tratando de construir una despedida desde diferentes posiciones: tenemos a Julián (Darín), un actor que después de luchar durante largo tiempo contra un cáncer, ha decidido dejar de lado su tratamiento, esperando que su muerte sea lo menos dolorosa y extensa posible. De sorpresa se le aparece su mejor amigo, Tomás (Javier Cámara), y lo que vendrán serán cuatro días en los que se buscará ir cerrando diversos asuntos, mientras Julián intenta solucionar su preocupación más urgente y grave: encontrarle un hogar a Truman, su perro, que se ha ido convirtiendo en su segundo hijo. Hay toda una serie de decisiones que tomar para los personajes, y el film las acompaña, jugando con los lugares comunes, pero también eludiéndolos, en un doble accionar que puede parecer contradictorio pero es en verdad coherente con lo que pide el relato. Ahí no deja de ser llamativo cómo determinadas acciones o elecciones son realizadas fuera de campo, en un antes o después de esos cuatro días que el realizador elige recortar. En lo anteriormente señalado hay un fuerte posicionamiento ético y moral de Gay. Al igual que en Ficción, el cineasta trabaja las emociones desde lo que no se dice, lo que no se termina de expresar, lo que queda afuera, resaltando de este modo precisamente lo que sí termina haciendo su aparición desde la palabra o el gesto. Incluso se permite problematizar determinadas instancias de reconocimiento mutuo -hay un diálogo donde Julián y Tomás se dicen qué aprendieron uno del otro, que parece diseñado para una secuencia del final, pero está dentro de los primeros quince minutos del metraje- y hasta apostar a escenas plagadas de incomodidad, en una paciente deconstrucción de las emociones de los personajes. Gay parece decirnos todo el tiempo que decir adiós toma tiempo, que no es un proceso fácil, y es su puesta en escena concisa, sin grandes alardes formales, la que permite que surjan emociones como resultados de procesos más que de momentos puntuales. Se podrá decir que hay escenas donde los intercambios entre los personajes no terminan de cerrar o que el personaje de Dolores Fonzi no llega a cuajar dentro de la trama con el peso que correspondería, pero esos defectos forman parte de una apuesta donde lo primario es la sensibilidad masculina, la amistad masculina convertida en otro nivel del amor. Y es la conducción desde detrás de cámara de Gay la que habilita sendas actuaciones convertidas en declaraciones de principios. En primera instancia, de Cámara, quien va cimentando una performance basada en ubicarse en un segundo plano o incluso por fuera del cuadro, con un rostro y una mirada donde se intuyen muchas cosas que después no son dichas. Cámara es un actor discreto, medido, que rehúye la intensidad, que busca siempre el lugar justo para interpelar al espectador desde lo cotidiano. Y en segundo lugar, la declaración de principios es de claro, Darín. De él se viene diciendo desde hace un rato largo comentarios que van por esta senda: “actúa bien, pero siempre hace de sí mismo”. Daría para preguntar cuántos actores no repiten modismos, gestos y hasta rasgos de personalidad entre un personaje y otro. O señalar que en verdad hay notorias diferencias entre el Darín de Nueve reinas y el de El aura, y que hay distintos matices en los personajes que encarna en El secreto de sus ojos, Carancho o Tesis sobre un homicidio. Pero plantear estos argumentos será en vano mientras no se entienda que la sofisticación en la composición no sólo pasa por el maquillaje, los discursos trascendentes, los gritos fuertes y las “historias reales”: también implica saber manejar niveles y tonalidades emocionales, vinculados con lo humano. A Darín parece difícil por ahora que vayamos a verlo en un biopic, y hasta parece una pequeña broma socarrona verlo en esta película encarnando a un intérprete que protagoniza una versión teatral de Las relaciones peligrosas y que debe ponerse una tonelada de maquillaje para su papel. Darín explora las emociones de los hombres comunes, de los individuos despojados de lo extraordinario y enfrentados más que nada a sus dilemas internos. Truman es posiblemente su labor más abierta y comprometida con lo primario del hombre, con sus miedos, sus deseos, sus frustraciones. Justo en el año de los fuegos pirotécnicos de El clan, Truman, desde el aporte de sus tres vértices creativos, va para el lado precisamente contrario e hilvana un drama que deja de lado las remarcaciones, los énfasis redundantes, la música fuerte, las gestualidades exageradas, las ambiciones desmedidas, en pos de un cine sutil, moderado, que no pretende ser más de lo que es y que hasta podría decirse que es orgullosamente imperfecto. Un film sobre gente que hace lo que puede con su vida y que constituye su identidad a partir de los pequeños afectos que los rodean, como ese perro gigante que nos hace lagrimear con tan sólo su mirada.
Hace un año que Julián está planeando un viaje muy, muy largo. Un viaje que no tiene boleto de regreso… ¿Me explico? Lo que más le interesa en la vida es el bienestar de su mejor amigo perro, quien dio nombre a la película. Tener la hora señalada es una experiencia que prácticamente nadie quiere vivir en carne propia, pero hay veces en que los caprichos del destino hacen que uno tenga que abandonar a los seres queridos mucho antes de lo que nuestros padres lo habrían planeado al momento de crearnos. Hay que tener mucho tacto para escribir y contar un guión sobre alguien que padece una enfermedad terminal, la cual se toma de una manera muy particular, y además meter en el medio una historia de amor eterno entre un can y su dueño; algo que sensibiliza a una enorme porción de personas. El catalán Cesc Gay no enumeró prejuicios a la hora de hacerlo y se lanzó a la pileta con Truman (2015). Ricardo Darín protagoniza esta comedia dramática junto a Javier Cámara, quien interpreta a un viejo amigo llamado Tomás. La “acción” comienza en Canadá, donde él vive junto a su familia, pero enseguida viaja a Madrid por cuatro días para visitar y despedirse de Julián. Ambas personalidades no son muy compatibles que digamos, pero cuando alguien está en una situación tan compleja, no hace más que adoptar una posición de compasión. Sin embargo, no todo el mundo se siente cómodo con esa actitud. Julián es un tipo que demuestra haber disfrutado sus años de juventud, entonces, prefiere acelerar las cosas y que nadie lo tenga que ver postrado o algo así. Pese a que tiene un hijo estudiando en Holanda y una ex esposa en algún otro barrio madrileño, prefiere pasar sus días con Truman y molestar otro tanto a su prima Paula (Dolores Fonzi). truman_loco_x_el_cine_2 Todo aquel que haya atravesado por una situación emparentada con la historia de esta película, se sentirá algo tocado. Ya sea desde el humor negro, las despedidas, el malestar diario, etc. Aunque todo esté hecho con respeto, siempre habrá alguien que lo tomará como un golpe bajo. En España está teniendo un éxito sensacional, veremos qué pasa con los argentinos y resto de Latinoamérica. A menos que se trate de asesinos seriales o géneros similares, la muerte es un tema muy difícil de tocar. Pero elegir ver el film pasa por cada uno, ya están advertidos. Truman es tierna, a veces graciosa (todo por obra de Darín); y también muy “humana”. Porque más allá del tema delicado que aborda, es lo más natural del mundo tener que enfrentar algún día, de una manera u otra, el sueño eterno. En este caso, el perro funciona como herramienta o nexo para explicar ese desprendimiento que uno necesita hacer de lo terrenal. Incluso hasta te lleva a pensar en qué afortunado es aquel que cuenta con el tiempo suficiente como para decir adiós, por más feo que eso suene. truman_loco_x_el_cine_1 Las actuaciones están muy bien. De todos modos, si hubiesen sido fallidas, la peli hubiese resultado un total fiasco. El director hizo una elección correcta de casting, acompañó con una muy buena fotografía y se animó a trabajar con una mascota, algo que no es muy recomendable que digamos. Hasta las lágrimas, con nudo en la garganta o sin inmutarse… El público de “lo nuevo de Darín” será muy heterogéneo. Pero lo que sí, hay que verla en tono realista (aparentemente se basa en una experiencia real vivida por Cesc Gay), fuera de que te tomes o no con humor la vida después de la muerte.
ANTES DEL FIN Sorpresa: la película del hombre con cáncer terminal y su perro no es un dramón. Se llora en el cine, sí, pero no es un dramón. ¿Golpes bajos? No hay. ¿Llantos desmedidos? Menos aún. Al contrario, en uno de los pasajes del film Julián (Ricardo Darín) le pide perdón a su amigo, y se retira. ¿Adónde vas?, le pregunta Tomás (Javier Cámara). A llorar un poco. Las lágrimas quedan fuera de campo: el dolor no es un espectáculo. Javier llora solo, de espaldas y en el fondo del plano… es la distancia que exige el respeto. Inspirada en hechos de la vida del director, el experimentado catalán Cesc Gay (Krámpack, En la ciudad) se mete con la muerte, tema espinoso y universal. Truman es la historia de dos amigos que, a lo largo de cuatro días, escribirán el que quizás sea el capítulo final de una amistad de años ya que uno de ellos morirá próximamente. Los días de Julián están contados (le quedan “pocas funciones”, según él) y si bien parece haberlo aceptado, mientras espera a su médico para informarle que abandonará la quimioterapia en vistas a vivir menos pero mejor, su mirada se detiene en un almanaque. Allí ve un cuadro pintado por Rembrandt, que no es otro que La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. En él varios cirujanos observan a otro diseccionando un cadáver. Tal es su destino (y, digamosló, el de todos nosotros): ser un puro cuerpo inanimado. De ahí la angustia que siente Paula (Dolores Fonzi), la amiga que no está de visita sino que lidia con el presente de Julían día tras día. No se trata, en el fondo, de la muerte como idea romántica sino del muerto, de eso que quedará ahí y que habrá que velar (vía cremación, entierro o lo que fuere) para poder seguir adelante. Por eso, antes del fin, es mejor organizarse y al mismo tiempo despedirse: visitar al hijo que vive en otro país, buscarle un nuevo dueño a ese hijo de cuatro patas que es Truman, discutir, emborracharse, ir al teatro, comer, hablar, sentir… estar juntos. Todo se tiñe de último para Julián. Circula en Truman una vibra similar a la de los temas de Spinetta, una belleza amable y sutil como la Canción para los días de la vida que forma parte de la banda sonora. Esa sutileza, tan difícil de construir y que parece tan natural, le valió a Cámara y a Darín un premio compartido a la mejor interpretación masculina en la reciente 63ª edición del festival de cine de San Sebastián. En la vereda contraria a la deliberadamente lacrimógena Marley y yo, Truman cierra (igual que Wendy & Lucy) con un gesto de amor. Bienvenido sea el brillo en los ojos, entonces. Bienvenida sea la muerte, también, si gracias a ella nos juntamos a celebrar que (todavía) estamos vivos.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
Una vez más vuelve a brillar la sublime interpretación de Ricardo Darín tocando un tema muy difícil: la muerte. Todo comienza con un bello paisaje de Canadá, casas y árboles cubiertos de nieve, todo muy pintoresco, como un cuadro. Allí vive Tomás (Javier Cámara, en un papel difícil que logra muy bien) un profesor universitario, con su familia que después del llamado de Paula (Dolores Fonzi) decide viajar a España donde vive su amigo de toda la vida Julián (Ricardo Darín, una actuación majestuosa y muy sentida), un reconocido actor argentino que se encuentra padeciendo un cáncer terminal, él ha decidido abandonar todos los tratamientos,quiere vivir sus días con ciertas libertades y uno de sus objetivos es encontrarle una familia substituta a Truman (es quien le da el nombre al film) su perro, no quiere que caiga en manos de cualquiera, es una de sus preocupaciones. Cuando lo presenta dice “tengo dos hijos Nico (Oriol Pla) y Truman (las mascotas son familia)” que es encantador con su mirada tristona. Todo se va desarrollando en el transcurso de tan solo 4 días, con una sutil delicadeza, bien intimista, bien dirigida por el catalán Cesc Gay (“Una pistola en cada mano”, “En la ciudad”), se centra en los momentos que van viviendo estos dos amigos, muy bien interpretados y que gozan de un buen guión (Tomàs Aragay y Cesc Gay). Una historia que te enseña a ser valiente, a enfrentarte a las distintas situaciones por más difíciles que sean, a valorar lo que tenes, el amor incondicional y con un mensaje esperanzador. Estos dos actores juntos traspasan la pantalla, tienen mucha ternura y una gran química, se destacan en cada mirada, gesto, expresión, diálogos, son naturales y sus interpretaciones son soberbias. Llena de situaciones hilarantes y conmovedoras, humor negro, con buenos planteos, que te dejan pensando, para reflexionar y toca un tema difícil: la muerte digna. Es hermoso ver esta amistad entre dos hombres y ese amor incondicional. Una cinta muy bien construida, muy humana, que toca varios temas, entre ellos está el de las perdidas, los reencuentros, la lucha, la vida, los afectos, la despedida, entre otros y a lo largo de su desarrollo es casi inevitable que no llores, pero ojo no apela al golpe bajo, además tiene toques de romanticismo, vuelve a brillar Dolores Fonzi como contenedora y la que intenta poner los límites. Cuenta con una maravillosa fotografía y la música acompaña acertadamente.
La vida sin uno mismo “Truman” es la crónica de cuatro días especiales, donde -como puede- el protagonista tiene que organizar su vida y la de su mascota antes de partir. Es una comedia dramática que utiliza frecuentes momentos de humor para descontracturar un tema tan real como difícil: ¿cómo son los días de una persona aún joven para morirse, cuando sabe que su cuerpo ha entrado en cuenta regresiva hacia el adiós definitivo?, ¿cómo organiza su vida y cómo se relaciona con los demás? A esas preguntas responde la nueva película protagonizada por Darín, en uno de los picos de su carrera. En la historia se llama Julián y es un actor argentino que vive en Madrid, donde es bastante reconocido. Tiene barba, muchas canas y un aspecto juvenil; está separado y tiene un hijo estudiando en Amsterdam, al que hace bastante no ve. La película se inicia con el diagnóstico de su enfermedad terminal y la decisión de abandonar los tratamientos convencionales propuestos para prolongar lo que se sabe irreversible. El protagonista está decidido a partir de la forma más digna posible, más entera, escapando de todo encarnizamiento terapéutico. Su preocupación central es conseguirle un nuevo dueño a su viejo perro Truman, su compañero inseparable y preferido, al que quiere como a un hijo. Luego de años sin verse, Tomás (Javier Cámara), radicado en Canadá, viaja a España para acompañarlo y convencerlo de que retome el tratamiento a pedido de la prima de Julián, Paula (Dolores Fonzi). La película empieza y termina con este amigo yendo de Canadá a Madrid y viceversa. Abarca solamente cuatro días, que es el tiempo que durará esa visita al amigo. Ese breve plazo temporal colma de intensidad la breve anécdota y sostiene una película íntima y confesional, concentrada en dos personajes y el perro del título. Cine desnudo Cine minimalista, que explota al máximo tiempos, miradas y pausas. Es confortante que la película no predica ni baja línea. Construye su relato alrededor de la enfermedad sin descargar golpes bajos, siempre ligado a la despedida como eje narrativo. Las distintas escenas y personajes le sirven al realizador para ejemplificar los puntos de vista y las situaciones vivenciales que ocurren con el entorno, cuando alguien cercano va a morir. No hacen falta grandes discursos, reiteradas palabras, sino unos grandes actores que traspasan la cámara, y un director que sabe qué contar y deja que las emociones fluyan en la escena. La fotografía y la música van de la mano con la humanidad del guión que, incluso con su elevada cuota de misoginia y misantropía, no deja de ser una tragicomedia con humor liberador para describir la despedida de un amigo, aprovechando a exponer que, en nuestra sociedad, ni la muerte escapa de las leyes de mercado y se puede elegir el ataúd o la urna, el modelo y la parcela, recibiendo los distintos presupuestos por e-mail. Porque el director jamás renuncia a provocarnos una sonrisa y las acciones fluyen y emocionan de una manera tan natural que olvidamos la representación. Tal vez porque ante todo “Truman” es una película sobre los afectos y la comprensión. Y también sobre la aceptación del otro tal cual es y de las jugarretas inevitables del destino, al que se puede ladrar o cascotear con sonriente estoicismo.
Truman, the new film by Spanish filmmaker Cesc Gay (Una pistola en cada mano, Ficció, En la ciudad) tells a far from original story, the kind of story that, with some variations, has been told endless times by filmmakers from all over. Yet, what makes Gay's feature singularly enticing is the sensibility and care he uses to approach the main issues. Handled by less talented directors, Truman would have certainly been just one more tearjerker. And while there's nothing wrong with a good tearjerker, truth is, not many melodramas excel as such. So moving away from the terrain of melodrama and venturing into that of drama filled with genuine sentiment, Truman tells the story of Julián (Ricardo Darín) an Argentine stage actor in his mid fifties who has been living in Madrid for a long time. He’s been diagnosed with cancer and while at first the illness is somehow controlled, it then spreads and becomes terminal. But Julián is not the depressive type, so you won’t see him crying and cursing desperately all day long. At the same time, he's not willing to wait for the disease to finish him off in the worst possible way. He decides to quit all medical treatments, go on with his life as best as he can until the arrival of death, to make it as painless as possible under the circumstances. He seems to have only one chief worry: finding a new master for Truman, an old dog he's lived with for years. In fact, he loves him so much that the prospect of leaving him with new people is sometimes too painful to endure. He is aided by Tomás (Javier Cámara), his best friend, a university lecturer living in Canada. Tomás flies to Madrid to spend time with Julián. To be more precise, Tomás wants to convince Julián to not give up the medical treatment, which is very unlikely to happen. So what first strikes one the most about Truman, the film, is the restrained, non-manipulative tone with which the story is narrated. Which doesn’t mean that Gay’s film is aloof and detached. After all, an upcoming death is both visceral and stirring. Instead, emotions and feelings do take centre stage, all the more so when they seem to be contradictory, and you are bound to be moved by every single thing that transpires on the road before the long goodbye. But you will be moved in a legitimate, humanistic way, with no unnecessary punches. At times, restrained feelings give way to emotional outbursts and heated conversations, which not always end that well. However, it's all part of the rites of passage involved in an unsolvable conflict. In this regard, Truman, the dog, can be seen as a symbol of letting go. No wonder why no prospective new owners seem suitable to Julián. He has to find the right person to bestow one of the beings he loves the most. A minor subplot involves Julián’s son, and this also proves quite relevant, smartly intertwined in the whole affair. By the way, there's also room for humour and even comic relief. For Truman is not a film that relies on solemnity, but on dignity and humanism. production notesTruman. Argentina / Spain, 2015. Written by: Cesc Gay and Tomás Aragay.Directed: by Cesc Gay. With: Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi, Eduard Fernández, Pedro Casablanc, José Luis Gómez. Cinematography: Andreu Rebés. Editing: Pablo Barbieri. Sound : Jesica Suárez. Produced by BDCine and K&S. NR. Running time: 108 minutes. Production notes Truman. Argentina / Spain, 2015. Written by: Cesc Gay and Tomás Aragay.Directed: by Cesc Gay. With: Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi, Eduard Fernández, Pedro Casablanc, José Luis Gómez. Cinematography: Andreu Rebés. Editing: Pablo Barbieri. Sound : Jesica Suárez. Produced by BDCine and K&S. NR. Running time: 108 minutes.
Hablar de la muerte no es fácil y aceptar que uno se va a morir tampoco debe serlo. No creo que haya personas el mundo que realmente se quieran morir pero, aceptar que eso va a pasar es parte de la vida, porque todos nos moriremos algún día. El problema llega cuando te avisan que te toca antes de lo planeado. Julián (Ricardo Darín) es un actor argentino que vive en Madrid junto a su perro Truman, llega Tomás (Javier Cámara) desde Canadá a visitarlo unos días. ¿Por qué? Julián tiene cáncer terminal y decidió no seguir adelante con el tratamiento. El trabajo de Tomás es tratar de convencerlo para que siga con el tratamiento. Pero de lo que no son conscientes él y la prima (Dolores Fonzi) es que ya tomó una decisión, que lo que le queda ahora no lo quiere pasar en el hospital.
La muerte nos acerca "Truman" es un drama-comedia español acerca de la muerte, la amistad y el legado; dirigida por Cesc Gay ("Krámpack") y protagonizada por Ricardo Darín ("El secreto de sus ojos") y Javier Cámara ("Hable con ella"). El film ganó muchos premios en el circuito europeo y tuvo un gran éxito tanto en su país de origen, España, como en Argentina. La temática es de por sí atractiva: Julián es un actor divorciado de unos 50 años que está muriendo de cáncer y comienza a hacer un balance de vida y tratar de dejar las cosas en orden antes de partir. Un atractivo adicional no menor, es que ese actor es personificado por otro actor muy querido tanto Argentina como en España, Ricardo Darín. Es prácticamente imposible no pensarlo por algunos momentos de esa manera, lo que eleva la empatía que establecemos con el protagonista. En estos últimos momentos de su vida es visitado por un gran amigo de la vida, Tomás (Cámara), uno de esos amigos que por más que uno no vea hace años, sabe que es con el que puede contar cuando realmente es necesario. Truman su perro, es su segundo hijo y es uno de los motivos por el cual comienza una serie de trámites y acciones para asegurarse de que quede en buenas manos. Para mi gusto, me quedó chica la intervención del perro en la trama. La película explora la relaciones familiares y de amistad en momentos críticos como la inminente muerte. Si bien el director pone algunos golpes bajos distribuidos en el film, la mayor parte del tiempo trata de evitarlos y eso es loable. No le hace falta caer todo el tiempo sobre el golpe de efecto para transmitir la vivencia de los protagonistas. Sin embargo, hay algunas relaciones que presenta que no las explora demasiado y nos deja con las ganas, como es por ejemplo la relación de Julián con su hijo, su ex mujer o su amiga Paula, interpretada por Dolores Fonzi. Tanto la actuación de Darín como la de Cámara son muy buenas y en parte son las que mantienen a flote esta historia un tanto depresiva. La química entre ambos es excelente. Las intervenciones de Fonzi son acotadas pero también efectivas. Algo que no me gustó tiene que ver con lo que considero es un capricho del director, y está bien que así sea, pero a mi personalmente no me agradó. Esto fue la encamada fugaz y de despecho para con la vida que tiene lugar entre el personaje de Paula y Tomás, que está casado con otra mujer y tiene hijos. No aporta nada a la trama, no tiene un sentido importante y sólo genera que muchos espectadores le pierdan cariño a Tomás por calentón e infiel. "Truman" es una película que explora de manera muy realista la importancia de la amistad y la familia en momentos críticos de la vida. Posee muy buenas actuaciones y combina bastante bien el humor negro con el drama. Creo que igual a Cesc Gay se le fue un poco la mano con el tono gris y le faltó jugarse más por la profundidad en las relaciones del protagonista. Una buena película que no llega a ser genial.
El cine ha abordado infinidad de veces historias de seres cuyos días están contados, en el tramo final de alguna enfermedad crónica o repentina. En términos generales, la mayoría de estos films se circunscriben a la etiqueta "lección de vida bañada en lágrimas". Para nuestra grata sorpresa, en lo que va del año se han estrenado dos películas que abordan el tema de la muerte, y el dolor que se produce en el entorno de la persona que se va, desde una perspectiva tan genuina como sensible. Una de ellas es Mia madre, del gran Nanni Moretti, la otra es Truman, del catalán Cesc Gay (Krámpack, En la ciudad, Ficción, Una pistola en cada mano). Julián (Ricardo Darín) ha conseguido hacerse un lugar en la escena madrileña como actor, tras lo que se adivina como un largo y dificultoso camino. Desde hace un año viene batallando con un cáncer, que según él dice "se ha ido a hacer turismo por todo su cuerpo". La decisión de abandonar el tratamiento y pasar su último tiempo de vida fuera del hospital, activa todo tipo de mecanismo de alerta y contención de quienes lo rodean. "Cada uno se muere como puede", le dice Julián a su entrañable amigo Tomás (Javier Cámara), que ha viajado desde Canadá para acompañarlo, y la película describe con enorme sutileza cómo también cada uno acompaña como puede. Cesc Gay confía en el talento de los dos protagonistas, y sin caer en subrayados, entreteje un relato emotivo en el que la nobleza - humana y cinematográfica- se eleva por encima de todo golpe bajo. Truman apuesta por una puesta en valor de lo más sublime que hay en la vida: los vínculos y el afecto como lugar de eterno refugio. La película se permite algunos momentos de incómoda dualidad, en la que se debate entre la angustia y el humor negro, sintetizada elocuentemente en la escena en la que Julián y Tomás van a una compañía funeraria para consultar los servicios disponibles. El empleado que los atiende enumera un largo listado de ítems, con algunas descripciones que expuestas en un momento tan crítico, rozan el absurdo. En medio del despliegue de ese burocrático negocio de la muerte, Julián se verá sorprendido por el pequeño tamaño de las urnas, y una vez más una mezcla de angustia y sinsentido teñirá su expresión, al chocarse en directo con las apretadas dimensiones a las que se verán reducidos sus restos. Tomás, que desde hace mucho tiempo no viaja a Madrid, se dedicará a acompañar a su amigo con estoica entereza. Sin apelar a un sinfín de anécdotas de momentos compartidos entre este par de entrañables compañeros, asistimos a esa construcción de amor incondicional de una amistad que ha trascendido los límites del tiempo y el espacio. Así y todo, no todo es aceptación y entendimiento, la dupla atravesará algunos momentos de tensa confrontación, con uno que otro pase de factura. Y si Tomás siente algo de culpa por haberse ausentado durante tantos años, Paula (Dolores Fonzi), la prima de Julián, ha tenido que atravesar todo ese calvario en directo. También está Nico (Oriol Pla), el hijo de Julián que vive en Amsterdam, un estudiante algo bohemio que procesa la pérdida con una angustia tan permanente como contenida. ¿Y quién es Truman?, nada más y nada menos que el ladero de Julián durante buena parte de su vida, su perro, que claro está no es una simple mascota, es su segundo hijo. La búsqueda de una familia adoptiva para el veterano compañero condensa la tristeza de la despedida y la continuidad de lo que queda, poniendo en evidencia el hecho de que por mayor integridad que se tenga, nunca será sencillo soltarse y dejar ir. Para amortiguar tanta adversidad, tanto los personajes como la película, apelan al dispositivo de la ironía para sobrellevar el adiós. Sin desbarrancar en el cinismo, confiando en la complicidad de una mirada, y en la dignidad de aquello que aún sin ser puesto en palabras, adquiere el estatus de un legado íntimo y perdurable. Truman / España-Argentina / 2015 / 108 minutos / Apta mayores de 16 años / Dirección: Cesc Gay / Con: Ricardo Darín, Javier Cámara, Eduard Fernández, José Luis Gómez y Álex Brendermühl.