Un amor imposible es una buena propuesta en la cartelera de cine ideal para los que gustan de las historias de amor cálidas y tranquilas. El film es elegante y tiene un encanto especial. La excelente dirección lleva a buen puerto el muy buen guión que logra entretener con una historia atípica muy bien contada donde hay mucho amor en el aire y poco contacto físico. Sin embargo, esta característica...
Como pez en el agua Lasse Hallström es un director, guionista y productor sueco, que supo relatar historias de una manera muy peculiar, incluso hasta siguió los pasos de Abba para la realización de un documental de la banda. Sus más reciente trabajos fueron las emotivas Siempre a tu lado (Hachiko) con la actuación de Richard Gere, y Querido John, en la que entremezclaba la verdad de la guerra con el amor. Ahora se sumerge en las aguas dulces del salmón y juega con los antónimos caracteres de los personajes: el doctor Alfred Jones (Ewan McGregor) un científico especialista en peces con una vida personal insulsa. Y la contraparte, la bella Emily Blunt en el papel de Harriet, una representante legal de un excéntrico jeque. Un Amor imposible asegura que todo puede ser posible, tanto como el título original del film, “La pesca de salmón en Yemen”.del film. Todo suena extraño hasta que se hace realidad y es, exactamente, lo que le pasa al árabe, pagando hasta lo inverosímil para que en el medio del desierto se pueda ver saltar a ese hermoso ejemplar, el salmón. Un pez que nada contra la corriente, al igual que el trío protagónico. Con ricos encuentros y deseados desencuentros, el realizador sabe mechar actores secundarios como Kristin Scott Thomas, en el papel de una mandataria capaz de todo con tal de dejar bien parado al primer ministro, y un jefe que chantajea al mundo entero para conseguir miles de ejemplares acuáticos. Con una imagen cuidada al extremoy una paleta de escasos colores, el realizador se mueve como pez en el agua y entrega una más que digna comedia romántica.
Pescando Ilusiones Según la gacetilla de prensa, Un Amor Imposible, se basa en una novela que pretende satirizar la forma en la que el gobierno británico (y acaso cualquier gobierno imperialista) hace lo imposible por cambiar la imagen negativa que el pueblo puede tener de ellos. La estructura narrativa del libro se basa en el intercambio de mails (como si fuese un diario) entre los personajes protagónicos. Teniendo en cuenta, que el humor político británico suele ser bastante ácido y crítico, no tengo dudas que el tono elegido para adaptarlo cinematográficamente, no fue el apropiado, e incluso, me atrevo a decir que dieron vuelta el mensaje de la historia. Como bien dice el título original en inglés, la película narra la historia de un jeque de Yemen que pretende criar salmones para implementar la pesca en su pueblo. El problema es que no hay salmones en la región porque el clima y la temperatura del agua no son apropiadas. Por esto mismo, la representante legal del Jeque en Inglaterra, Harriet (Blunt) le pide a un doctor especialista en pesca, el Dr. Jones (McGregor) que trabaja para el Ministerio de Agricultura, que se las ingenie para llevar salmones a Yemen. La idea es ridícula, pero la jefa de prensa del primer ministro británico la quiere implementar como publicidad positiva acerca de las buenas relaciones entre un país de medio oriente y el imperio británico, para distraer al pueblo sobre las malas maniobras que hizo el gobierno en el conflicto de Afganistán. Jones y Harriet viajan a Yemen para conocer el honesto plan del Jeque (Waked). Ambos no solamente depositan su “fe” en el proyecto, sino que se van enamorando de a poco, al mismo tiempo que viven un momento de “crisis” con sus respectivas parejas. Es una verdadera lastima que una vez que Ewan McGregor se muestra suelto, cómodo y espontáneo con un personaje y Emily Blunt, transmite emoción y credibilidad con un personaje, ambos tenga que sufrir trabajar con un guión tan pretencioso y obvio como el de Simon Beaufoy. El guionista de la paupérrima ¿Quién quiere ser Millonario? se une al romanticón de Lasse Hallström para realizar una obra política, a la que no le interesa la política, sino “llegar al corazón” con el retrato de dos perdedores en el amor que se “encuentran” en medio oriente, gracias a los sanos y moralistas consejos del jeque. No solamente es cursi, repleta de clisés e imágenes metafóricas obvias (el Dr. Jones camina a contramano de todos, al igual que el salmón. ¿No se hizo muchas veces esto?), la ironía política pasa de lado cuando Hallström decide convertir la crítica en fantasía, y todo termina como un cuento de hadas de Disney. La guerra y los soldados terminan siendo banalizados. El conflicto razón contra fe no se profundiza. Toda la sátira es reducida a un par de diálogos literales, y solamente las expresiones caricaturescas de Kristin Scott Thomas (se maneja bien en la comedia) aportan un poco de humor inglés y parodia política, pero en forma superficial. Un trama principal que no avanza, por lo que necesita el apoyo de subtramas predecibles y forzadas forman una película que no nada, que se estanca, que no genera ni emoción, ni simpatía, ni empatía. La artificialidad de la puesta en escena de Hallström, un especialista en comedias dramáticas romanticotas, no permite que nos involucremos con el conflicto de los personajes. Ahí es donde contrastan las interesantes interpretaciones con la dirección. El tono nunca se define. No voy a decir que Hallström es santo de mi devoción, pero al menos, con Las Reglas de la Vida, Chocolate y especialmente Atando Cabos (película injustamente maltratada) había logrado climas más interesante, micro universos simpáticos, que tocaban alguna fibra. Acá no. A pesar de fotografía cálida, el tono es frío, denso, indefinido. Y encima los salmones se parecen a las pirañas de la película de Alexandre Ajá. Una comedia que no saca una sonrisa (ni siquiera en forma involuntaria); un romance sin tensión; un drama sin conflicto. Solo un espejismo en el desierto. Ni una canción de Calamaro la salva del aburrimiento.
Orgullosamente cursi Hubo un tiempo en que el sueco Lasse Hallström era un director de prestigio y nivel, con películas de la talla de ¿A quién ama Gilbert Grape? Sin embargo, en las últimas dos décadas se decidió por productos más comerciales y elementales hasta convertirse en un artesano tan eficaz como impersonal. Con Un amor imposible -transposición del best seller de Paul Torday-, ofrece una película digna de un culebrón centroamericano (de los de antes): un triángulo amoroso bastante edulcorado que se sostiene a partir de una propuesta excéntrica, con conflictos casi ridículos, siempre apelando al subrayado y el trazo grueso. Sin ánimo de salir en defensa del film, valoro que jamás trata de esconder su origen, su búsqueda, su tono, su objetivo, su método. Es una película desaforadamente cursi, concientemente grasa, desprejuiciadamente demagógica, obscenamente manipuladora, pero orgullosamente romántica. No hay aquí delirios de grandeza, no hay ánimo de trascendencia, no hay ansias de prestigio. Se sabe lo que este tipo de público quiere y se lo dan en dosis más que generosas. Dos protagonistas confilctuados (traumados) que de a poco se irán conociendo y enamorando (Emily Blunt y Ewan McGregor), un proyecto tan faraónico como absurdo financiado por un jeque musulmán (implementar la pesca del salmón en pleno desierto) y un toque de negrura y cinismo político de la mano de Kristin Scott Thomas, quien se divierte y divierte como la ácida y oportunista jefa de prensa del gobierno, aunque con su chispa y su ironía parece estar trabajando en otra película. El resto... el resto no engaña, pero es pura fórmula.
Venìa esperando con ansias el estreno comercial de "Salmon fishing in the Yemen". La novela en que se basa el guión, es de un inglés ácido como pocos (Paul Torday), quien utiliza la metáfora del título ("la pesca del salmón en Yemén") para hablar básicamente, de política. De engaño a los ciudadanos. Y del manejo que la prensa del gobierno hace para manipular la información. Ese es el espíritu del libro, sin dudas. El guionista de "Slumdog Millionaire", Simon Beafoy, fue elegido para transformarlo en una comedia romántica más clásica y menos comprometida ideológicamente. Lasse Hallström tomó las riendas del asunto (director de "Chocolat" y "The Cider House Rules", gran favorita de este cronista) y reunió un elenco más que interesante para el proyecto cuyas máximas aristas son Ewan McGregor, Emily Blunt y Kristin Scott Thomas. Hay que tener en cuenta que el bestseller de Torday era, si mal no recuerdo, correspondencia, emails, memos, artículos de prensa... El desafío era generar el hilo conductor y alumbrar un producto interesante, dentro del género rom-com. "Un amor imposible" parte de lo que para nosotros sería un absurdo (alguien en serio puede pensar que con el clima de Yemen se podría plantear pesca de salmones?), presenta un escenario descontracturado, que hay que aceptar para adentrarse en su propuesta. Conocemos primero a Fred (McGregor), un oscuro técnico del área respectiva (Agricultura y Pesca) quien recibe una petición extraña: es invitado a responder ante la empresa de un jeque "amigo" del gobierno británico, si existe la posibilidad de introducir el movedizo pez en un uadi (cauce seco o estacional) en la región del Yemen. El no tiene mejor idea que aportar alguna estrategia para esa idea, y la gente de prensa del estado que opera en las sombras se pone de buen humor. Patricia, la asesora de imagen del Primer Ministro (Scott Thomas) sabe que de Medio Oriente llegan solo malas noticias y ve el filón para obtener rédito político con el proyecto. La representante del carismático jeque compuesto por Amr Walked, que lleva adelante la gestión estratégica y el enlace es Harriet Chetode-Talbot (Blunt), una dulce y joven mujer que a pocos días de conocer un novio interesante, lo pierde (militar, el caballero), en una confusa acción de combate, de la que poco y nada se sabe. Fred y Harriet luego de resolver algunas diferencias, se ponen a trabajar en la delirante idea del título. No quiero olvidarme (dato importante), de decir que nuestro funcionario y pescador estrella (inventó un modelo de anzuelo y todo!), está casado y en crisis. La película es muy británica (a pesar de ser dirigida por un sueco). Cuidada en sus aspectos técnicos, irónica de a ratos en los contrapuntos que tiene Scott Thomas con cada interlocutor (no tienen desperdicio), bellamente fotografiada y con dos actores de peso (McGregor y Blunt), quienes despliegan una seducción contenida y simbólica, lejos de lo más tradicional en el género. En el debe, hay que decir que la historia no logra corporizar con fuerza suficiente el romance de la pareja central. Por mucho que se esfuerzan, no generan la química que enciende a los espectadores. La idea del absurdo que se esconde en la materialización de la propuesta de pesca, por otra parte, tiene sus desniveles. De a ratos brilla (cuando el jeque apela a su utopía y se juega la representación de la naturaleza del pez elegido) y por momentos se apaga (en lo mágico de la resolución de los obstáculos que van apareciendo). Esa falta de unidad le juega en contra al producto. Si debe señalarse tmabién que quizás el registro elegido por Hallström no es todo lo absurdo que necesitaría ser, y su ritmo está lejos de lo que los espectadores latinos prefieren ("Love actually" y "Happy-go-luck", son dos ejemplos distintos que ilustran lo que puede el cine inglés dentro de este rango), pero en definitiva, hay que reconocer que "Salmon fishing in the Yemen", se deja ver y hasta puede disfrutarse si se la entiende como un producto singular, más cercano al romance, que a la comedia de sonrisa fácil.
Un amor previsible La última película de Lasse Hallström cuyo título original es Salmon fishing in the Yemén (La pesca del salmón en Yemén) y que ha sido llamada en Argentina Un amor imposible (2011), es una comedia británica que parte de la unión de diferentes elementos como la ciencia, la política, la publicidad y que, bajo un argumento que tiende a lo absurdo y el drama, puede preverse desde el comienzo el desenlace entre los personajes interpretados por Ewan McGregor y Emily Blunt. El doctor Alfred Jones (Ewan McGregor) es célebre por su trabajo en la pesca con mosca y el estudio de los salmones. Su jefe le ordena llevar a cabo un proyecto de pesca de salmón en Yemen, pero lo rechaza. Sin embargo, el proyecto será financiado por un jeque árabe (Amr Waked) empeñado en introducir la pesca de salmón en Yemen. Este proyecto de números y motivos increíbles será impulsado por la jefa de prensa del gobierno Británico quien ve una excelente oportunidad para que el Primer Ministro mejore su relación política con el Medio Oriente. Entonces el doctor Alfred Jones decide hacerse cargo del proyecto cuando comienza a colaborar con la representante británica del jeque (Emily Blunt). A partir de ahí la película se concentra en este proyecto desmedido y que une más los caminos de sus protagonistas. Muy ágil en los diálogos y en el montaje, características propias del humor británico, aunque el argumento tiene subidas y bajadas por la cantidad de temas que son tocados con superficialidad. Pues el romanticismo y los gags parecen banalizarlos. Tanto así que deja una extraña sensación la distancia que se genera entre los dramas que envuelven al doctor Jones y a la representante del jeque y el proyecto caótico en Yemen. Del cual son los únicos motores. Existe el deseo de introducir la absurdidad en el guión, que dicho sea de paso, posee momentos que animan el relato (como la interpretación de la jefa de prensa del gobierno británico y el surgimiento de un triangulo amoroso hacia el final) pero el proyecto al igual que las profesiones y los objetivos podrían haber sido diferentes. Esto porque el foco principal es el de contar un drama amoroso. Si bien la historia presenta giros desde la aparición del jeque y es interesante que los personajes y las escenas se vayan adaptando al nuevo ambiente del medio Oriente, no pierde el interés de ser emotivo usando la música y una loable fotografía con planos que luzcan y embellezcan los espacios. Sobre todo porque es un filme que busca dejar un mensaje (como algunos espectadores a veces esperan encontrar). A pesar de sus vaivenes, termina reteniendo la atención hacia una desenlace de por si conocido, por las acertadas interpretaciones de Ewan McGregor y Emily Blunt.
Si uno logra sobrevivir al título original de la película (pesca del salmón en Yemen) Un Amor Imposible ofrece una agradable y encantadora comedia romántica, que es mucho más realista que lo que hace creer el extravagante rótulo y su propia premisa. Si bien toma un rato acostumbrarse a la idea de estar viendo una comedia romántica mientras se aprecia la trama del film (la idea de importar salmones para su pesca en el medio del desierto de Yemén suena completamente loca) esta es completamente abrazada con aprecio por la jefa de Publicidad del Primer Ministro británico (una extremadamente graciosa Kristin Scott Thomas), en un intento de atenuar las conflictivas relaciones entre el Reino Unido y el Medio Oriente. Para llevar a cabo su plan no tiene mejor idea que chantajear al desventurado experto en peces Alfred Jones para realizar el sueño del jeque árabe y que la nación quede apreciada positivamente; claro que el mayor incentivo proviene también de la mano de la hermosa consultora del poderoso hombre: Harriet. A la idea del romance entre los personajes de Ewan McGregor y Emily Blunt se le resta importancia en los momentos iniciales, ya que ella tiene un novio militar que luego desaparece de la trama al estar perdido en acción. Poco a poco, mientras va transcurriendo el metraje, la historia de dos profesionales motivados por un jeque optimista que tiene fe en que las cosas funcionarán en el final (aunque todo esté en su contra) va atrayendo a estas dos almas más y más cerca. Dado el título, es razonable pensar que gran parte del tiempo es utilizado para averiguar cómo hacer viable este proyecto logísticamente. Todas las pruebas que tienen que superar los personajes son increíblemente sorprendentes y, promediando el final, uno no puede más que alentar para que el plan tenga éxito, aunque parezca imposible. Lo que realmente hace que Salmon Fishing in the Yemen funcione son las actuaciones de Emily Blunt e Ewan McGregor: ambos interpretan a personajes más que agradables y creíbles, con fuerza propia. McGregor no se siente muy lejano a su papel apático y emocionalmente distante que interpretó en Beginners, mientras que Blunt es su contraparte, una versión adorable y llena de optimismo, muy carismática, que lo sacará a flote en sus momentos más cruciales. No se puede negar también el derroche de calidad puesto en Kristin Scott Thomas, en un papel rutilante que se roba todas las escenas en las que aparece en pantalla. Salmon Fishing in the Yemen es una encantadora comedia romántica de bajo calibre, ideal para contrarrestar los grandes tanques pochocleros que se vienen próximamente. Un gran canto a la fe; si se quiere, se puede, como dice el dicho.
Un jeque multimillonario, al que le sobra la plata, quiere introducir salmones vivos en la península arábiga para practicar la pesca deportiva. ¿Puede existir un tema menos interesante para desarrollar una historia de amor? El título local que le pusieron a este estreno (el original es La pesca del salmón en Yemen) resultó profético en ese sentido, ya que es imposible encontrar algo de romance en esta historia. Una película bastante rara del director sueco Lasse Hallstrom (Chocolote). En primer lugar por la trama, que se enfoca más en las consecuencias políticas del proyecto loco del jeque, que en la historia de amor de los protagonistas, que por otra parte, es absolutamente inverosímil. Por como se desarrollan los hechos en el film se hace muy difícil comprar la idea que los personajes de Ewan McGregor y Emily Blunt pudieran formar una pareja. Sobre todo porque los aspectos románticos y sentimentales en esta producción están totalmente tirados de los pelos. Hace mucho que no veía una película tan fría e insulsa como esta. Si te dejás llevar por el afiche parece una historia de Nicolas Sparks pero el film tiene otros intereses. Hay que destacar el trabajo de los actores, quienes dentro de todo hicieron llevadera una propuesta que podría haber resultado mucho más terrible. Ewan McGregor tiene algunos momentos simpáticos en la trama y contra todo los pronósticos, quien realmente sobresale aportando humor en el relato es Kristin Scott Thomas, una de la actrices más frías y aburridas que existen en el mundo del cine. Esto fue toda una sorpresa porque jamás en la vida me imaginé que Thomas pudiera desenvolverse con éxito en la comedia. Acá presenta un trabajo distinto y la verdad que está muy bien. El problema de este trabajo del director Hallstrom es que la historia es una gran ensalada que mezcla asuntos políticos con cuestiones de fe, atentados terroristas y un triángulo amoroso forzado, donde no queda claro adonde quería llegar el guionista con este argumento. Como propuesta romántica resultó un bodrio cuyo 107 minutos hacia el final se sienten en la butaca.
Cuestión de fe Por una vez -y sin que sirva de referente- antes de ver el último trabajo de Lasse Hallstrom prefería el nombre de La pesca del salmón en Yemen, título de la novela de Paul Torday en la que se basa el film que vamos a comentar a continuación y título a su vez con que se estrenó la película en España, a Un amor imposible (o Amor imposible, como se ha llamado en México), que ha sido la cabecera escogida en los países latinoamericanos para el lanzamiento de la película. Amores imposibles existen muchos y muy variopintos, pero gente pescando en el desierto ya es otro cantar. Lo que ocurre es que una vez finalizado el visionado del film uno se queda con la sensación de que ha asistido a un auténtico culebrón, de esos que suelen enganchar a las grandes audiencias; una cinta que si bien comienza de forma trepidante con un tono de comedia muy medido y acertado, con unos diálogos ajustados e hilarantes y con unas interpretaciones soberbias de todo el elenco, paulatinamente va torciendo su feliz planteamiento para proponernos una edulcorada y prescindible historia de un triángulo amoroso imposible, que hace aguas por todos lados. Pero vayamos por partes: que al director de esta singular adaptación del best seller al que hacíamos referencia con anterioridad le gusten los melodramas no es ningún descubrimiento, y así anteriores trabajos como Las reglas de la vida (ganadora de dos Oscars de la Academia), ¿A quién ama Gilbert Grape? o la más reciente Siempre a su lado, vienen a corroborar lo dicho. Lo que sorprende un poco más es su buen tino a la hora de integrar los elementos más comicos y surrealistas en el engranaje melodramático. Existen momentos en el film en el que la esgrima verbal entre los protagonistas es tan acertada que parece que estemos viendo cualquier obra clásica de un Billy Wilder o Ernst Lubitsch. Las réplicas y contraréplicas se suceden a un ritmo vertiginoso en el film y el espectador goza a la par que los intérpretes, quienes son capaces de transmitir con sus desacostumbradas actuaciones una empatía instantánea con el espectador. Y quien se lleva la palma, sin duda es una espléndida Kristin Scott Thomas (esta mujer está bien siempre, da igual que sea un dramón de los que no se puede soltar el pañuelo o una película de acción desbocada, o una comedia desenfrenada, lo cierto es que la actriz británica, afincada en Francia, lo borda). Aquí luce estupenda en su rol de asesora del primer ministro inglés, que debe hacer lo indecible para que las relaciones entre el Imperio Británico y los países musulmanes se lleven lo mejor posible. Para ello, y con una mordacidad digna de las mejores series y películas de humor británico (me vienen a la memoria la estupenda serie de los ochenta Yes minister y el film más actual In the Loop, de Armando Iannucci, estrenado en Argentina directamente en DVD) no cejará en su empeño, aunque ello signifique cometer las mayores y más arriesgadas empresas, como la que da origen a la trama del film, que no es otra que trasladar un montón de salmones escoceses al árido desierto yemení para introducir el noble arte de la pesca en unos parajes donde hasta ese momento su práctica parecía utópica y así hacer feliz a un filantrópico jeque árabe que ve en esta osada peripecia una buena oportunidad de introducir paz en terrenos belicosos. En su enconado y muy interesado empeño recibirá la inestimable ayuda de un atolondrado y taciturno profesor, experto en pesca con mosca (Ewan Mc Gregor) y una consultora, representante del acaudalado inversor árabe (Emily Blunt), quien acaba de perder en el frente de Afganistán a su novio soldado. Cuando el centro de atención de la propuesta es el alambicado y dificultoso operativo que se debe poner en marcha (tanto técnico como humano) para llevar a buen puerto la alocada idea, la película funciona muy bien. Ya la novela en la que se basa el film obtiene sus mayores elogios cuando se mezclan de un modo ágil y sugerente trozos de diarios de los implicados; declaraciones y entrevistas, emails, párrafos de comunicados de prensa... Aquí, son impagables los emails con bocadillo,a modo de comic incluídos, que se cruzan el primer ministro y su asesora, y que sirven para sentar las bases de las futuras acciones a llevar a cabo. Sin embargo, en cuanto abandonamos la situación humorística (que en alguna ocasión llega a filirtear incluso con el slapstick) y acudimos a los momentos más trágicos y dramáticos del relato, lo que se nos cuenta pierde sustancia y acaba por invitar al respetable público al bostezo más delator. Es una lástima que Hallstrom no haya optado abiertamente por la parodia y el humor absurdo como hilo conductor porque estaríamos hablando entonces de una muy buena película, y no de una obra símplemente correcta.
Echale la culpa al río Romance e ironía política, del director de “¿A quién ama Gilbert Grape? y ”Chocolate”. Lo hemos dicho y escrito mil y una vez: combinar más de un género a través de subtramas en una película, puede atraer distintos públicos, pero a la vez repeler a todos. El romanticismo, vinculado a una ironía o crítica política, puede convivir, aunque convengamos en que la pátina kitsch con la que el director Lasse Hallström pinta esta historia termina asemejándolo a esos malabaristas que manejan más bolos que los que deberían. Pero por otro lado, el director de ¿A quién ama Gilbert Grape? y Chocolate contó con Ewan McGregor y Emily Blunt como la pareja despareja, los británicos que uno muy diferente al otro se encuentran en medio de un embrollo internacional. Las relaciones entre Yemen y el gobierno inglés no son las mejores, pero cuando un jeque propone afrontar todos los gastos que sean necesarios para instalar en su reseca patria la pesca deportiva del salmón (de ahí el título original del filme, Salmon Fishing in the Yemen ) y de la novela en que se basa), más de un político ve una oportunidad. El que no entiende cómo se pueden llevar 10.000 salmones hasta Medio Oriente es el doctor Alfred Jones (McGregor), un científico dedicado a los peces que vive su propia crisis de la mediana edad con su esposa. Y quien debe convencerlo de encaminar el asunto –por pedido de la vocera del primer ministro inglés (Kristin Scott Thomas, en un papel reconstruido a su medida)- es Harriet, a quien Blunt, la secretaria desplazada de El diablo viste a la moda , le confiere toda su simpatía y entrega. Halsström, que se granjeó su buen nombre con títulos notables y significativos hace unos años -el sueco ya tiene 66-, ahora ya no va tras utopías trascendentes, y opta por asignar a sus intérpretes el peso del relato. Alfred y Harriet –cuyo novio es dado por desaparecido en combate- son dos personas comunes, que en un ámbito lejano se descubren afines. El resto lo pone la música del toscano Dario Marianelli y el almíbar que cae en torrente. Pero lo realmente importante de Un amor imposible es que el filme nunca parece tomarse demasiado en serio a sí mismo. Como si Hallström fuera consciente y no quisiera dar rodeos y mostrarse naif sin ambages. Insistimos: sin el escocés McGregor y la londinense Blunt, otra sería el resultado.
Llevar salmones desde Escocia a Yemen para poder practicar la pesca con mosca en medio del desierto. Sí, el proyecto puede ser descabellado pero ¿qué importa si todos los involucrados en el asunto se ven beneficiados? El gobierno británico, por ejemplo, que aportando el saber de sus especialistas busca compensar con alguna buena noticia sobre Medio Oriente las torpezas que comete en una guerra cada vez más impopular. El infinitamente millonario jeque árabe que invertirá lo que sea con tal de hacer realidad el sueño de ver correr el agua por futuros campos verdes en su país, progreso que (supone) favorecerá el entendimiento con los sectores más reaccionarios de la región y de paso le permitirá disfrutar de su deporte favorito. Y el director Lasse Hallström, que encontrará el pretexto para entregarle al público, como suele hacerlo en los últimos años, otra fabulita complaciente que seduzca a la platea con las imágenes, la distraiga con alguna referencia a la actualidad y manipule sus emociones con una muy tenue intriga política y con el suspenso romántico de un amor que parece tan imposible como el proyecto mismo. Lástima que para llegar a este anhelado objetivo comercial, el director de ¿A quién ama Gilbert Grape? haya partido de una novela que, según dicen quienes la leyeron, abundaba en apuntes satíricos sobre el nacionalismo, el patriotismo, los terroristas y la burocracia británica, y que en manos de Hallström y de su maleable libretista Simon Beaufoy ( ¿Quién quiere ser millonario? ) se reemplazan por un rutinario cuento de amor. El es un experto inglés del departamento de Pesca y sobrevive a un aletargado matrimonio; ella, también británica, es la asesora más confiable del poderoso jeque y acaba de enamorarse de un soldado que a los pocos días de conocerla fue enviado a Afganistán. Y mientras la faraónica obra se desarrolla hasta llegar a un final (que tendrá que ser feliz, cueste lo que cueste), se añaden unas cuantas divagaciones acerca de la conducta de los salmones, la fe, el progreso, la tradición y el entendimiento entre los pueblos. Los villanos, o sea los opositores, sólo se hacen notar cuando es necesario agregar algún toque dramático o para mostrar cómo es posible salvar una vida con una caña de pescar. Mientras Ewan McGregor, Emily Blunt y el egipcio Amr Waked se reparten los papeles centrales (y apenas logran aportar a sus personajes algo más que su oficio y su buena presencia), Kristin Scott Thomas se divierte jugando con el papel de la terrible secretaria de prensa del primer ministro británico y poniendo algún humor en la tarea; lo hace en un tono que no armoniza demasiado con los demás, pero suma alguna vivacidad a una fábula que en el fondo sólo busca entretener. La fotografía de Terry Stacey sabe aprovechar los imponentes paisajes.
De sátira ácida a fábula humanista La premisa es digna de Bienvenido Mr. Marshall, Un, dos, tres, de Billy Wilder, o la novela Noticia bomba, de Evelyn Waugh. Cuando un destacamento británico vuela por los aires una mezquita afgana, la jefa de prensa de Downing Street emprende un operativo relámpago de propaganda, cuestión de instalar la idea de que británicos y árabes mantienen unas relaciones divinas. Gritando bingo, sus asesores dan con cierto sheik yemenita que decidió levantar un lago artificial en su desértico país. ¿Para qué? Para dedicarlo a la pesca de salmones. Salmones ingleses, para más datos. Mejor todavía, una agencia británica representa los intereses del sheik. Desde ya que el proyecto, que incluye el traslado y posterior supervivencia de diez mil peces escoceses –a través de medio mundo y por un costo no menor a los 50 millones de dólares– es absolutamente irrealizable. Eso es lo de menos, lo importante es hacerlo ya. Basada en una novela y con guión de Simon Beaufoy (Todo o nada, Slumdog Millionaire), el camino de Salmon Fishing in the Yemen (título original) se presenta allanado: no habría más que desarrollar ese punto de partida para sacar de allí una sátira como la gente. Pero sucede que para todos los implicados en Un amor imposible esa premisa es apenas un disparador para otra cosa. ¿Qué cosa? Lo archiconocido: una historia de amor y superación, utopía políticamente correcta, redenciones al por mayor. La magia del cine (contemporáneo), convirtiendo en fábula “humanista” lo que comenzó como ácida sátira política. Personajes de esta mutación: un biólogo, oscuro burócrata del Ministerio de Agricultura y Pesca (Ewan McGregor), que sabe que es todo un disparate, pero terminará casi más seducido por las nobles intenciones del sheik que por la belleza de la representante de éste. La interpreta Emily Blunt y su novio, capitán del ejército, acaba de ser dado missing in action en Afganistán (antes de la media hora, la comedia va dando lugar al melodrama). Por obra y gracia de la political correctness, el sheik en cuestión (Amr Waked) resultará no ser el recontrasupermillonario, autócrata y dispendioso que da toda la sensación de ser, sino un árabe sabio, educado, animado de las mejores intenciones... y recontrasupermillonario, claro. Ultima agonista y resorte principal de la sátira que Un amor imposible debió haber sido: la jefa de prensa del primer ministro, todo un Maquiavelo con pollera (Kristin Scott Thomas, desembarazada del costado de señora bián que la acecha desde siempre como una sombra). ¿Que Un amor imposible rebosa, en muchos de sus diálogos y en la inteligencia con que está planteada más de una situación, de lo que suele llamarse “humor inglés”? Rebosa, sí. El problema es que lo que durante el planteo funciona como motor de propulsión, de allí en más se convierte en premio consuelo.
Comedia retro con lectura política Lasse Hallström dirige este film sobre la relación que se establece entre un tímido científico, interpretado por Ewan McGregor y la representante de un jeque árabe, personificada por Emily Blunt. Anacronismo sin vueltas. Allá por los lejanos ’80 el sueco Lasse Hallström sorprendía con su cálida visión de la infancia según contaba en El año del arco iris. Luego vendría una filmografía despareja, ya lejos de su país natal y producido por los Estados Unidos y Francia. En los inicios de la década del ’90 volvería su nombre a las grandes ligas con ¿A quién ama Gilbert Grape? y dos estrellas embrionarias como Johnny Depp y Di Caprio, y ya en este siglo, la comedia Chocolate, con la hermosa Juliette Binoche, no podía disimular su tono empalagoso y de formalismo qualité. Películas industriales, menores y mayores, actores prestigiosos y géneros diversos constituyen la obra de Hallström, que a través de Un amor imposible reitera las sostenibles fluctuaciones de una carrera ciclotímica. Entre el título original y Un amor imposible no hay parecido alguno, ya que el primero refiere al tema de la película y al lugar donde se desarrolla la historia, en tanto el segundo, alude a la trama romántica que se establece entre el tímido científico que encarna Ewan McGregor y la representante de un jeque árabe que personifica Emily Blunt. Como comedia romántica Un amor imposible no acusa demasiados logros, ya que el efecto es menor, sólo expresado a través de una banda de sonido donde sobresalen docenas de violines estentóreos. Por su parte, la lectura social también es superficial: el film de Hallström sólo aborda de forma lateral las relaciones entre el capitalismo salvaje del Primer Mundo y el poder económico de los árabes, refugiándose en explicaciones didácticas y sin interrogante alguno. En realidad, esa ausencia de centro es aquello que perjudica al relato, que peca de una transparente ingenuidad. Pese a estos reparos, Un amor imposible es un nuevo déjà vu que la aproxima a otros films estrenados este año, como La fuente de las mujeres y El exótico Hotel Marigold, en cuanto a narrar una fábula sin demasiadas pretensiones donde se entremezclan subtramas con dosis similares de comedia, drama y una mirada coyuntural no demasiado comprometida con aquello que cuentan las imágenes. Como ejemplo de un cine híbrido y de corto vuelo, Un amor imposible se destaca sólo por un par de escenas románticas de la pareja central, confirmando su anacronismo sin vueltas y su autoconsciente mirada näif que recuerda al cine clásico. Tal como si se estuviera mirando una comedia romántica del Hollywood de los años cincuenta o de décadas anteriores.
Hay pique El sueco Lasse Hallström nos ofrece una simpática comedia romántica con toques melodramáticos, bien actuada y con un notable trabajo de fotografía. Se trata de una amable propuesta a la que bien le cabe el calificativo de "inspiradora". Se nos presenta al Dr. Jones (Ewan McGregor), empleado del departamento de agricultura y pesca que es contactado por Harriet (Emily Blunt), empleada de una consultora que le ofrece una misión aparentemente imposible: llevar la pesca del salmón a Yemen. El jeque de Yemen, al sur de Arabia, desea generar una industria ictícola para su pueblo, de ahí que haya encargado a una consultora la tarea de convocar a un especialista. El desafío es grande y allá va Jones, dejando atrás una relación vacía con su esposa, para compartir tiempo y experiencias con Harriet, quien sufre la incertidumbre de tener a su novio en una misión en Afganistán. Hallström construye el relato sin poner el acento en la pareja protagónica, de hecho el filme es rico en personajes y hechos secundarios que lo dotan de una relevancia que equilibra la historia , construyendo así un filme más rico en contenido. Interesante en principio, con buen ritmo y ágil montaje, el filme hacia el final toma el rumbo de un cuento de hadas y -consecuentemente- pierde fuerza, mas no su encanto.
Cuando el dinero todo lo puede Con una buena fotografía y un humor por momentos algo disparatado y absurdo, esta nueva película del director de ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’, cuenta con muy buenas actuaciones de Ewan Mc- Gregor y Emily Blunt. Una historia de amor que tiene como escenarios Inglaterra y Yemen, en tierras árabes, es lo que propone el director sueco Lasse Hallström, con este filme en el que Emily Blunt y Ewan McGregor, sostienen un romance que nace de a poco, pero va consolidándose a través de una química tan suave como efectiva. ‘Un amor imposible’ va entretejiendo una trama en la que coincide la historia personal de un biólogo marino, junto con algunos conflictos políticos de su propio país, Gran Bretaña Alfred Jones, apodado Fred (Ewan McGregor) trabaja para el gobierno en el área de pesca, un día es llamado por un jeque árabe con una propuesta insólita. El empresario es un fanático de la pesca y en Yemen, una de las tierras más pobres y conflictivas de la Península Arábiga, construyó una villa con un lago, en el que aspira a ‘plantar’ salmones. MISION POSIBLE Cuando Sheikh Muhammed consulta a Fred, el biólogo no logra salir de su asombro, porque ve que la misión es imposible. Pero el pensamiento oriental no es lo mismo que el occidental y el jeque árabe se empeña en lograr el milagro de poder ver a un cardumen de salmones en los jardines de su casa. La en apariencia disparatada propuesta del millonario árabe, no es desoída por el gobierno inglés, que ve una buena oportunidad de mejorar las relaciones entre ambos países. Para llevar adelante la negociación, interviene la encargada de comunicaciones del Primer ministro británico, Patricia Maxwell, personaje que está a cargo de Kristin Scott Thomas, en uno de los escasos papeles en que la actriz puede demostrar su gran capacidad de comediante. Precisamente es Patricia Maxwell la que elige a Alfred Jones, para que lleve adelante la misión y encuentre la forma para que el capricho del árabe se haga realidad. COMEDIA IRONICA El guionista Simon Beaufoy logró una buena adaptación de la novela de Paul Torday. Si bien su contenido de comedia irónica y romántica, por momentos se distrae en elementos que hacen a los conflictos políticos que se desarrollan en tierras árabes, lo esencial es la historia de amor que nace entre Fred, el biólogo y Harriet (Emily Blunt), la asistente del jeque árabe. El biólogo inglés lleva una vida por demás monótona, tanto en su profesión, como en su matrimonio, mientras que Harriet tiene un novio desaparecido en el campo de batalla. El filme en verdad es la historia de dos personas, un hombre y una mujer con sus respectivas parejas en conflicto, que logran encontrar un punto de afecto en común, además de descubrir nuevas facetas de sus personalidades. Con una buena fotografía y un humor por momentos algo disparatado y absurdo, esta nueva película del director de ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’, cuenta con muy buenas actuaciones de Ewan Mc- Gregor y Emily Blunt.
Una historia de amor con dos grandes actores, Ewan McGregor y Emily Blunt, que tienen calidad e intensidad para darle carnadura a sus personajes, inmersos en una historia que quiere ser irónica con el poder y que tiene en un poderoso jeque árabe que todo lo puede con su fortuna, a un consejero espiritual. Salvo los protagónicos, los demás se manejan en el terreno de la parodia pueril.
El film tiene en castellano un título cuya inspiración es nula. En inglés se llama “Pesca del salmón en Yemen” y cuenta cómo un joven científico (Ewan McGregor, que de joven solo tiene el rostro) deja de lado su estructurada vida inglesa para trabajar con un jeque yemenita que quiere tener esos bichos en sus aguas. Como todo film de Lasse Hallstrom (Las reglas de la vida), la amabilidad es tan grande que uno, inevitablemente, se duerme. Con la sonrisa amable de mirar lindos paisajes y lindas chicas, eso sí.
Anexo de crítica: -Lasse Hallström sabe manejar los códigos del melodrama pero a la hora de fusionar este género con el de la comedia romántica, su película pierde peso más que por el reparto, integrado por buenos actores como Ewan McGregor y Emily Blunt, por la falta de criterio para contar una historia que utiliza el recurso del viaje transformador a partir de la empresa alocada de un multimillonario jeque árabe filántropo que quiere introducir la pesca del salmón en Yemen para pacificar al pueblo y dejar un mensaje de esperanza que va contra la corriente, igual que el salmón en este fallido proyecto del director de Siempre a tu lado.
El Gran Pez Dorado David Lynch alguna vez escribió: "Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas. En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos". Después de ver Un Amor Imposible no encontré metáfora mejor para describir esta particular película. La Pesca del Salmón en Yemen, como sería la traducción literal del titulo de este film de Lasse Hallströn es un pez disfrazado, un pez pequeño que parece nadar muy poco profundo pero que se zambulle en más de una ocasión en las profundidades para mostrar su verdadera naturaleza. El aburrido Dr. Alfred Jones (Ewan McGregor) conoce a la emocional Harriet Chetwode-Talbot (Emily Blunt) gracias a la idea excéntrica de un jeque árabe que quiere introducir el Salmón en un ambiente tan hostil como es Yemen. De más está decir que ambos a pesar de tener personalidades tan poco compatibles como la idea de este jeque van a enamorarse, hasta acá una película clásica, un pez pequeño, un eje de romance de formula. Lo que hace que la película se corra de lo ordinario es por ejemplo que hasta casi la primera hora el romance no se desarrolla (aunque obviamente se intuye), ¿Cómo se lleva adelante una hora de película romántica en donde no hay romance? Decenas son las respuestas posibles pero la que interesa ahora es la opción que toma Lasse Hallströn que utiliza toda la aparente simpleza y liviandad de la trama para desarrollar temas paralelos y dejar en clara su visión sobre la vida en Occidente. Cuando Alfred Jones y Harriet llegan a Yemen sus personalidades tan estereotipadas comienzan poco a poco a desestructurarse, se convierten en personajes multidimensionales, se humanizan. Entonces sus "diferencias" que en realidad tienen que ver con lo cultural, comienzan a diluirse, esto no es una casualidad. Tampoco es una casualidad que al llegar, Fred le muestre a Harriet a unos musulmanes orando y le diga que en Occidente la gente ya no reza para concluir diciendo "Ahora los domingos vamos al Shopping", por supuesto Fred es un hombre de Ciencia y él mismo afirma que no cree en la fe, por eso él hace este planteo, según Hallströn él es lo suficientemente objetivo para realizar ese planteo. El tema de los manejos políticos por parte de los medios con la representación de una Kristin Scott Thomas que le aporta humor al asunto y un atentado al proyecto que no tiene importancia porque el portavoz del Primer Ministro ya consiguió "LA" foto son otros claros ejemplos de por donde viene la cosa. Un Amor Imposible es una película entretenida y con interesantes ribetes argumentales que la sacan del casillero de la comedia romántica, una sorpresa.
Una historia de amor inteligente, pausada y para debatir con rico té inglés con scones. Hace años que una pareja adorable no brilla en la pantalla gigante como otrora hicieran Tom Hanks y Meg Ryan, una pareja que fuera " made in heaven ", pero para suplir esta ausencia llega a nuestras carteleras Un amor imposible. El romance viene de la mano de Emily Blunt (a quien amáramos a pesar de ser detestable en " El diablo viste a la moda") y Ewan McGregor , sobre quien no es necesario que digamos demasiado, ¿no? La historia de amor es tan impensada como interesante: él es un estricto y estructurado investigador sobre pesca y razas acuáticas que trabaja en Centro Nacional para el Fomento de la Piscicultura, atrapado en un matrimonio sin pasión, y pasa sus días en su triste oficina comiendo sandwiches que su mujer le envía en su lunchera. Nada parece salir de la rutina eterna en la que esta inmerso. Emily Blunt trabaja en una firma que se ocupa de llevar a cabo ambiciosos proyectos para magnates que requieran algún tipo de asesoramiento financiero, en este caso un importante millonario de Yemen le encarga la introducción de las artes de la pesca en las áridas tierras que el habita. Inicialmente el proyecto es rechazado por el joven investigador por su irracionalidad, pero luego una asesora del primer ministro británico empujará para su realización para limpiar la maltrecha imagen del mandatario. Así, poco a poco ambos se verán metidos de cabeza en este plan que poco de realizable tiene, pero que responde al tipo de sueños que solo los acaudalados pueden darse. La presión de la asesora de prensa del primer ministro hace de lo imposible algo probable (como tantas veces ha pasado) y ciertas cuestiones personales de la vida de Harriet (Emily Blunt) que no develaremos para no spoilearles el film, harán que ella se vuelque totalmente al proyecto. Lo cual unido a la tediosa vida del investigador Jones los llevará a un mágico viaje a las tierras del proyecto donde los números y las proyecciones se convierten en realidad. Alli ambos comenzarán a ser personas diferentes, mas desacartonadas (no olvidemos que estamos hablando de británicos) y vencerán poco a poco sus falencias emocionales, enfrentándolas. Un film con brillantes diálogos y esa delicadeza que posee las comedias inglesas que tanto nos deleitan, desde su vestimenta, sus reflexiones hasta una ligera pero certera crítica al mundo de los medios y su manipulación en el ámbito de la política.
Simpática comedia romántico-política Como para que cada espectador atienda la parte que más le interesa y disfrute también las otras, esta película británica dirigida por un sueco residente en EE.UU. y filmada en Marruecos (aunque ambientada en Yemen), es una muy agradable combinación de comedia romántica, humorada política y fábula ecofilosófica. La unión de los dos primeros elementos ya era una tradición en el cine inglés de los 50 y primeros 60. Lo otro es menos habitual, pero bienvenido. En el asunto participan un jeque soñador, una jefa mandona, un biólogo que debería abrirse a las delicias de la vida, y una dulce criatura que puede ayudarlo. Ewan McGregor, demasiado carilindo para su personaje, y Emily Blunt, tan tierna ella, son los protagonistas. El egipcio Amr Waked y Kristin Scott Thomas, en cambio, son los personajes más interesantes, ella por lo que dice y él por lo que quisiéramos que siga diciendo. La historia es así. La jefa de prensa del Primer Ministro debe publicitar algún gesto amable entre el gobierno de Su Majestad y los países árabes. Típica funcionaria, elige una propuesta inaplicable pero llamativa. Sin embargo, el que tuvo la idea cree sinceramente que se puede aplicar. A fin de cuentas él solo pide una cosa sencillita: pescar salmones en Yemen tal como hace en Escocia. Para lo cual habría que transportar y aclimatar unos cuantos miles de salmones. Ah, y ver también. Esa es la parte donde entra en acción nuestro héroe, desde su puesto público, su pequeño estanque, y su apagada vida conyugal, hacia el gran desafío en tierras extrañas. Y también hacia un grande e inesperado encuentro amoroso, aunque de esto tarde un poco en darse cuenta. Hay que ver, al respecto, la carita de la Emily propiciando ese encuentro. Y ver, además, otros encuentros, de culturas diferentes, de la mera ciencia y la inesperada fe, de la lógica y el sueño, porque el jeque de esta fábula realmente tiene algo en la cabeza y es bueno enterarse. No corresponde contar más, simplemente decir que la historia suaviza una novela satírica del ingeniero Paul Torday, hombre que desarrolló gran parte de su vida laboral en Medio Oriente. Que el adaptador y guionista es Simon Beaufoy, el mismo de «Full Monty», «¿Quién quiere ser millonario?» y otros textos destacables que amalgaman la emulación personal con la crítica social. Y que el director es Lasse Hallstrom, un tipo tan bueno para hacer dramas y melodramas («El año del arco iris», «¿A quién ama Gilbert Grape?», «Las reglas de la vida», «Siempre a su lado», etc.) como lindas comedias («Abba, el gran show», «Mi querido intruso», «Chocolate», esta que ahora vemos, etcétera.). Se pasa un buen rato, con linda gente, paisajes y música, se refresca el recuerdo del viejo humor inglés, irónico y ligero, que hoy poco disfrutamos, y se aprende algo.
Una antigualla un poco sosa Hubo un tiempo que fue hermoso y donde el sueco Lasse Hallström era un tipo confiable. Sus películas, casi siempre pequeñas historias familiares donde los conflictos estaban marcados por un tono social, eran obras que variaban entre la comedia y el drama con mano segura, y que se terminaban decidiendo por un espíritu naif, donde casi no había villanos y los personajes eran bastante nobles. Luego de su amplia trayectoria en Suecia llegó a Hollywood, donde en los 90’s hizo algunas películas interesantes: Mi querido intruso, ¿A quién ama Gilbert Grape? o Las reglas de la vida fueron obras que incluso tocando temas difíciles o importantes (el aborto, por ejemplo) no dejaban de ser obras cálidas, fluidas y amenas. También es cierto que desde 1999 con Las reglas de la vida (hace ya 13 años) que no mete una película interesante, más allá de que soy víctima del placer culpable con la ñoña y ramplona Chocolate. Y ese transitar afable, diluido en litros de insulsez con el que el director sueco ha transitado esta última década cinematográfica, vuelve a hacerse presente en Un amor imposible, donde un registro clásico y la presencia de los siempre carismáticos Ewan McGregor y Emily Blunt permiten que las cosas no sean tan terribles como podrían haber sido. Vale decir que los personajes de McGregor y Blunt son imposibles: él es un introvertido elevado a la enésima potencia, ella una tímida que no se da cuenta que está buenísima (sepan disculpar el exabrupto). Los tiempos en esta pareja, entonces, no son los tiempos habituales del romance de hoy: y las cosas se irán dilatando para bien de la película, porque precisamente los mejores momentos son aquellos que ambos comparten, unos diálogos registrados como si entre la década de 1940 y el presente no hubiera pasado nada, y el espectador tuviera la misma paciencia para enfrentarse a una película. Igualmente no voy a ser yo quien se queje de esto: McGregor y Blunt son tan carismáticos que uno atraviesa con ellos la experiencia del conocerse y enamorarse, progresivamente, y Hallström sabe que lo que nace allí es un amor clásico, antiguo, a la vieja usanza. Así lo registra porque ese es el tiempo que deben tomar las acciones en esta película. Si Un amor imposible fuera sólo eso, estaría muy bien y uno se iría conforme de la sala, sabiendo que hay todavía gente que confía en las emociones simples y en la nobleza de los personajes lindos. Pero no. Lamentablemente Un sueño imposible (no termino de entender el título que le han puesto en la Argentina) se empecina en muchas cosas. Y además del romance algo demodé, algo insulso también -porque los personajes son demasiado buenos y las situaciones bastante leves, convengamos-, Hallström se mete con las diferencias entre oriente y occidente en ese jeque árabe que quiere llevar la pesca del salmón a Yemen, también con los entresijos de la política británica, y quiere ser comedia política, y comedia británica, y sátira social, pero también comedia romántica naif, y por qué no drama sobre la guerra, y por el final gran épica romántica a lo David Lean pero totalmente asordinada. Y lo que queda es un film que no se decide por nada, que no tiene con qué darle a sus pretensiones, y que comete la rara contradicción de querer ser gran relato a partir de personajes íntimos e introvertidos. Un amor imposible sobrevive, como decíamos, gracias a McGregor y Blunt, dueños de un ángel especial, y capaces de interpretar las voluntades de sus personajes. Como siempre en Hallström, no es un cine que moleste considerablemente, pero aquí su falta de energía contagió malamente a una película que luce antigua y algo insulsa. Lo primero no está nada mal, lo segundo es su pecado mortal.
Una película casi imposible La historia va así: tras el envío de tropas a Afganistán el gobierno inglés decide inventar un golpe de efecto para atenuar el malestar que provoca la intervención. Contactan a un sheik yemenita que tiene tierras en Gran Bretaña y se les ocurre intentar la cría de salmones en Yemen. Se trataría de un encuentro amistoso de Oriente y Occidente ante los ojos del mundo. Casi sin darle tiempo a que se dé cuenta dónde se metió, la coordinación de todo el asunto recae en un atolondrado empleado del algún área estatal que resulta ser, igual que el árabe de marras, un apasionado de la pesca. De paso se encuentra con una chica linda y se puede olvidar de su monstruosa mujer de toda la vida. O más o menos así. En realidad, Un amor imposible podría ser un amable canto al mundo de los negocios en el que resuena, mal aprendido, un fragmento de Adam Smith según el cual en el intercambio mercantil se verifica un reconocimiento recíproco de ese otro que es mi semejante. Esta voluntariosa premisa, sin embargo, se desvanece de inmediato a causa de la intrascendencia del personaje del sheik, reducido fervorosamente a mero figurante a cargo de un orientalismo al paso que la película ni siquiera acierta a tomarse en broma. Es que no se ve claro que Un amor imposible aspire a ser reivindicada desde el disparate absoluto, como uno de esos divertimentos que hacen de la risa irresponsable su tasa de efectividad. Sus rutinas minúsculas de sátira política (siempre inofensiva), sus maniobras de melodrama mustio y su etiqueta de “chico que conoce chica” –desbordante de apatía y de enjundia ridícula por partes iguales: pocas veces un romance resultó menos creíble y, a la vez, fue llevado a cabo con tanto empeño–, todo eso parece más bien parte de cierta tendencia de escritura dramática del cine industrial actual, que entrega varias cosas en un mismo envase. Así como la película utiliza el recurso de la pantalla dividida, el guión dispara líneas argumentales que coexisten en un inesperado protocolo de pastiche no asumido: Un amor imposible desdeña enseguida cualquier atisbo de autoconciencia para ir en pos de una dramaturgia laboriosa que recorre el arco de varias películas posibles, a cual más ñoña y envarada. Ewan McGregor aprieta las palabras con dedicación, acaso para extraer hasta la última gota de acento british que pueda, mientras ensaya algún que otro pasito de comedia tímida y le concede el tono de humor apolillado y simpático que la película exhibe en su primera media hora, siempre a despecho de la bella insipidez de Emily Blunt, que aparenta encontrarse en otra película. La historia de amor entre salmónidos que protagonizan los dos en ningún momento simula crecer ante los ojos del espectador, como sería deseable, sino que se ve reducida a una mera imposición de orden literario. Por otro lado, la tesis acerca de la naturaleza insensible de los funcionarios de la alta política queda pronto circunscripta a los manierismos faciales del personaje de Kristin Scott Thomas, ese derroche de gestualidad andrógina –símil Dama de Hierro– con el que la actriz construye su pequeño unipersonal dentro de la película, quizá para no aburrirse. En contraposición, y acorde con la tradición del cine inglés, el sheik que solo quiere salir de pesca sin que nadie lo moleste tiene toda la pinta de un chabón disfrazado que aprendió a tener siempre listas sentencias profundas para proferirlas en cada escena en la que aparece. De esa manera, un venerable sentimiento de imperialismo rancio recorre la película al exagerar los rasgos de una nobleza esencial que proviene de Oriente, convenientemente a salvo de molestas coyunturas de índole política. Parece una comedia pero no lo es del todo.
Los protagonistas vivirán una aventura mágica, surge el romance, los peligros y tal vez se produzca el milagro de lo imposible. Esta es una comedia romántica dirigida por el sueco Lasse Hallström (“Querido John”; “Siempre a tu lado: Hachiko”, “¿A quién ama Gilbert Grape?”; “Las reglas de la vida”; entre otras) y protagonizada por Ewan McGregor, Emily Blunt y Amr Waked, está basado en una novela del británico Paul Torday que se publicó por primera vez hace seis años. La historia muestra a Harriet (Blunt), que no encuentra a su novio. Este es un soldado que se encuentra en Afganistán, mientras maneja las inversiones de un poderoso jeque yemení Sheikh Muhammed (Amr Waked- Actor de “Syriana, 2005”) este quiere llevar el deporte de la pesca con mosca al desierto de Yemen. Para que esto se haga realidad deben buscar un científico que realice los estudios para hacerlo posible, este es el Dr. Alfred Jones (Ewan McGregor- Trainspotting, Big Fish), un aburrido funcionario estatal, algo esquemático, se encuentra viviendo la crisis de los 40, no cree en nadie, su vida la siente estancada y perdido la fe, y quien los acompaña es la jefa de prensa del premier británico Patricia Maxwell (Kristin Scott Thomas). Ahora juntos deben poner en práctica la difícil tarea, toda una aventura llevar la pesca con mosca (y diez mil salmones vivos) desde Escocia, donde el jeque tiene un castillo, hasta la Península Arábiga. Una comedia romántica británica, una muy buena química entre Ewan McGregor y Emily Blunt, nos habla de la fe, los anhelos y la esperanza, una estupenda interpretación de Kristin Scott Thomas, por momentos tiene un buen humor político, (en época de Tony Blair), entretiene, una estupenda fotografía, tiene algunos problemas de guión y su ritmo resulta monótono y le sobran algunos minutos.
Hay cuestiones subyacentes al texto fílmico que supera toda posibilidad de querer entender la razón de la elección de una novela de características poco recreables desde la imagen, es maltratada y traicionada desde la idea primaria. “Salmón fishing in the Yemen”, escrita por Paul Torday, es una especie de reconstrucción satírica de las esferas del poder en Gran Bretaña, tomando como base una sucesión de mensajes escritos por correo electrónico, aquellos asuntos que se cocinan en privado, que se terminan filtrando para llegar vía Internet a conocimiento público. Tanto el titulo de la novela, como el en ingles del filme, y parte de su síntesis como asimismo el principio del desarrollo de la historia, me hicieron recordar a “Wag the dog” (1997), de Barry Levinson, producción en la que el gobierno de los Estados Unidos manipula al público con la construcción de una noticia falsa. En este caso es el gobierno de Gran Bretaña el que debe limpiar su buen nombre por hachos acaecidos en los países árabes, y en los que no sólo están involucrados sino que son responsables directos. Para ello la jefa de prensa del Gobierno ingles Patricia Maxwell (Kristin Scott Thomas) encuentra una noticia que podría distraer la atención del pueblo ingles. Un jeque yemenita tiene intenciones de construir un gran lago artificial en su país, todo un gran desierto, para plantar salmones ingleses y promocionar la pesca, no sólo como deporte sino también como base industrial. Así de absurdo, así de satírico. La representante del jeque en Londres es Harriet (Emily Blunt), quien se contacta con un biólogo del departamento de pesca del gobierno británico, el Dr. Alfred Jones (Ewan McGregor) para llevar a cabo la empresa. Jones sabe de la locura que esto representa y en principio se niega, pero ante la presión de Patricia viaja a Yemen junto a Harriet. Esta es la presentación de los personajes. En medio del viaje Harriet se entera que su novio, un capitán del ejercito ingles, es declarado desaparecido en acción. Un rato antes nos enteramos de las desavenencias amorosas del Dr. Jones para con su esposa A partir de ese momento para la mayoría de los distraídos, para otros antes empieza a jugar en contra el cambio de titulo de la película, denominarla como “Un amor imposible”, va a constituirse como el primer elemento de predictibilidad del argumento. El desarrollo del relato perderá todo tipo de originalidad, y humor inglés impuesto en los primeros minutos, para transformarse en un pastiche de película romántica más típica de Hollywood que de producción británica. Plagada de lugares comunes y decontruyendo, por no decir destruyendo, los personajes que habían sabido presentar en esos primeros minutos, sólo se salva y mantiene una estructura y desarrollo el de la jefa de prensa, casi un Maquiavelo de la modernidad enfundado en polleras con aires de Cromwell resucitado. En contrapartida, tenemos el personaje del jeque que nunca es creíble, ni su aspecto, ni sus modales, ni su ideología a ultranza entre naif e ingenua, sólo su ostentación de poder ejercida por el dinero es casi realista. Todos los rubros técnicos están en pos de jerarquizar las imágenes, la música empática, la fotografía que intenta ser calida aunque el relato se este muriendo en un freezer, de esta frialdad no son culpables los actores principales, tanto Mc Gregor como Blunt, quienes cumplen es sus roles con mucha “química” entre ellos, como se suele decir. La que se destaca en el rubro de la actuación es Kristin Scott Thomas, responsable de su personaje pequeño en relación al tiempo en pantalla, pero decisivo en dirección del desarrollo narrativo, y ella demuestra ser todo un camaleón en cuanto a conformar personajes disímiles. Pero no alcanza.
NADAR CONTRA LA CORRIENTE El salmón enseña el camino en esta agradable comedia romántica que tiene a la dulce Emily Blunt en el centro de una historia sobre imposibles. Hay un millonario emir que quiere trasladar miles de salmones escoceses al árido Yemen, con la aspiración de convertir el desierto en un vergel. Pero su misión irá más allá. Porque también hará un vergel del desierto corazón de ese biólogo escocés que debe llevar adelante esa experiencia. El biólogo es un tipo opaco, aburridón, con un noviazgo a su altura. Y en esas arenas, tan movedizas como sus vínculos, conocerá a una relacionista que se quedó sin novio. Y entre todos, nadaran contra la corriente. El film pregunta: ¿es posible el amor entre dos personas distintas que apuestan a lo imposible? Una película elegante, bien armada, sensible que aconseja no desfallecer ante lo imposible. Los personajes dudan, pero el salmón tiene la respuesta.
El desierto más frío que nunca "Salmon fishing in the Yemen" es un intento de comedia romántica dirigida por Lasse Hallstöm, que en este caso, le puso tanta pero tanta elegancia y seriedad a la trama que se pasó de rosca y terminó entregando una historia desabrida y superficial. Recordemos que el director estuvo al frente de películas como "¿A quien ama Gilbert Grape?" con Johnny Depp y el gran Leo Di Caprio en su rol más prometedor a los 18 años. También estuvo al frente de "Chocolate" (Juliette Binoche, Johnny Depp otra vez) y "Atando cabos" (Kevin Spacey, Julianne Moore, Cate Blanchett y Judi Dench) entre otras, por lo que estamos ante un tipo experimentado, con grandes títulos en su haber, por lo que considero que la exigencia debe ser mayor. Con este film hace agua y nos ofrece una historia de amor trillada, un triángulo amoroso que no funciona con las tensiones que debería suponer la mujer pretendida por 2 hombres, y que además, se narra con una frialdad absoluta que no permite simpatizar con casi nadie en la historia. Poco nos importa que terminará siendo de la vida de los protagonistas a los 60 segundos que tardamos en salir de la sala de cine, cuestión que demuestra la falta de espíritu y sensaciones de este producto. Es innegable que el entorno resultaba interesante, al menos desde la curiosidad... "¿cómo será esto de la pesca de salmón en un país desértico del mundo árabe?, ¿qué tan romántico será vivir una aventura con alguien bajo la luna llena del desierto?"... bueno, la verdad fue que la premisa resultó mucho más interesante que la realidad. Los actores están muy bien en sus roles, pero de comedia tiene poco y nada, o al menos no causó muchos momentos de risa simpaticona como los que debería producir un trabajo de este tipo. Yemen y sus paisajes resultan sumamente espectaculares, pero lejos de ser parte de la historia, se convierte en mera escenografía que da soporte a una trama chata que ya hemos visto muchas veces en el cine y que encima, flaquea en sensaciones y picante. Sólo para ver en un día de calor en el que la consigna sea bajar la temperatura y no subirla...
Diferente, pero no tanto La actriz principal de esta película, Emily Blunt, tiene razón cuando dice que el director Lasse Hallstrom tiene predilección por las historias que se salen de lo común. Basta recordar algunos títulos de cosecha de este realizador sueco traspasado al cine anglosajón, para comprobarlo. El año del arcoíris, filmada en su país natal en 1985, cuenta de una madre enferma y dos hermanos que se separan para ir a pasar una temporada con parientes, algunos de los cuales no son precisamente "normales". Le valió dos nominaciones al Oscar.¿A quién ama Gilbert Grape?, de 1993, con Leonardo Di Caprio, Darlene Cates y Juliette Lewis, es la de un muchacho está siendo consumido por la responsabilidad de cuidar a su madre obesa y a su hermano especial, cuando el amor le llega al comienzo como un problema más. Pero en los últimos años el trabajo de este realizador ha tenido algunos altibajos, y Amor imposible está entre ellos. Si bien el título que le dieron en Argentina la hace parecer como una película irremediablemente romántica, la obra original parece plantear otra cosa desde su propio nombre: Pescando salmones en Yemen. Tal vez influya nuestra propensión latina a poner el amor por encima de todo, pero la moderada valoración de esta película tiene que ver con otras cosas más. Una bastante importante es la amplitud de los temas que han querido abarcar los guionistas y el realizador. Un adocenado oficinista (McGregor) del departamento de Pesca del Reino Unido es contactado con una diferencia de horas por dos poderosos interlocutores. Uno es un jeque (Waker) que quiere hidratar el desierto e implantar salmones para la pesca en Yemen. La otra es la jefa de prensa (Scott Thomas) del premier británico, quien busca impulsar desesperadamente un proyecto pacifista para recomponer las relaciones con Medio Oriente. En el camino, el empleado del ministerio conocerá a la descorazonada secretaria del yemení (Blunt) y esto avivará la crisis en su matrimonio. Tenemos entonces: política, pesca, y romance, Gran Bretaña y Yemen, tres componentes que si bien hacen distinta de las demás a la historia, parecen robarse el ángel de los sentimientos que aparecen enunciados en la pantalla. En general, una película correcta, pero con poca vibración.
Pescados capitales Lasse Hallstrom supo hacer alguna que otra película interesante, nadando contra la corriente, para luego desarrollar una especie de fórmula efectiva y artesanal que consiste en contar las historias más infrecuentes de la manera más convencional. Con algo de gracia, extrema ligereza y buenos intérpretes le alcanza para agradar sin culpas. El ejemplo perfecto de esto es su film Chocolate, que tienta desde el mismísimo título. En este caso no hubo tanta suerte con la traducción, ya que los caprichos de la distribución determinaron que había que cambiar el curioso título original: “La pesca del salmón en Yemen”, basado en una novela del mismo nombre, por el mucho más obvio (y bastante mentiroso) “Un amor imposible”. Más allá de eso Hallstrom se siente como pez en el agua con la pintura amable de una pareja despareja que debe encarar el extraño desafío de criar salmones escoceses en el clima árido del desierto yemenita para cumplir con los caprichos de la agenda política británica, que pretende fomentar la buena relación con los países árabes para cubrir otros escándalos. Y si esta premisa improbable se sostiene es en buena medida gracias a los protagonistas, un científico aburrido interpretado por Ewan McGregor y una entusiasta consultora que compone Emily Blunt. Juntos deberán satisfacer las exigencias de un jeque tan obsesionado por los proyectos faraónicos como cualquier gobernador puntano. Ambos están siempre a tono con la ligereza de una propuesta narrativa que no escapa de ciertos lugares comunes, ni pretende hacerlo. Esa quizás sea su mayor virtud.
Publicada en la edición digital de la revista.
A contra corriente "Un amor imposible" es una película simple sobre las emociones humanas. No intenta ser profunda ni reveladora, lo único que busca es emocionar al espectador a través de pequeñas dosis de humor e ironía. Aunque sus mayores inconvenientes sean la previsibilidad de sus acontecimientos, la inverosimilitud del contexto o exceso dramático en ocasiones, es admirable como igualmente logra divertir y emocionar. Si bien el título argentino es desproporcionado y ridículo (el original era "Pesca de salmón en Yemen"), encaja perfectamente en el fuerte de la historia. Lo único destacable, a excepción de un muy divertido personaje de Kristin Scott Thomas, es el romance entre Emily Blunt y Ewan Mcgregor. La excusa del plan pesquero del jeque o las intenciones del gobierno británico son débiles y muy disparatadas. Incluso las expresiones filosóficas de la eminencia árabe son pobres y bastante desafortunadas. Tal vez el mayor inconveniente de la película sea la enorme previsibilidad con la que se dan los hechos. Es llamativo el esfuerzo creativo puesto en hacer dificultosa la continuidad del proyecto de la pesca cuando era evidente desde un principio que la tarea se iba a llevar acabo. Sin importar cuanto Ewan Mcgregor proteste al comienzo se sabía que iba a aceptar. Básicamente lo que hace entretenida a esta película es la tierna progresión amorosa entre los protagonista. Como lentamente se va percibiendo una conexión emocional entre ambos y como sus enormes necesidades de afecto los acercan mucho más. Simplemente es una lástima que no hayan podido haber desarrollado un poco más la participación del soldado en Afganistán, ya que la historia del personaje de Ewan Mcgregor con su esposa es perfecta hasta el más mínimo detalle. La última comunicación entre ellos por mensajes de textos contiene toda la sutileza y emoción que está película buscaba. En conclusión, la historia centra todo su potencial en su capacidad de enternecer al espectador, donde a través de sucesos ligeros y simpáticos se va avanzando en un relato sin golpes bajos pero de escasas emociones. Un equilibrado balance entre la comedia y el drama, logran darle al espectador un entretenimiento amable, entretenido y para toda la familia. Aunque siempre se prefieran historias más audaces o arriesgadas, es muy valorable que lleguen a nuestra cartelera películas cuya única pretensión no sea la notoriedad sino el entretenimiento del espectador.