Cada tanto aparece en el cine una actriz que con su carisma y simpatía es capaz de llenar toda la pantalla. Ocurrió con Julia Roberts y Meg Ryan en las comedias de los años 90, y ahora sucede lo mismo con Rachel McAdams en "Morning Glory". Este es el principal acierto en el nuevo trabajo del director Roger Michell ("Notting Hill"), donde una mala elección de actriz para este rol (digamos Jennifer Aniston o Katherine Heigl) seguramente hubiera arrojado un resultado muy diferente. Escrita por Aline Brosh McKenna, guionista de "The Devil Wears Prada", ésta es una comedia ligera y divertida, muy en la linea de aquel film protagonizado por Meryl Streep y Anne Hathaway (quien también habría encajado perfecto en el papel interpretado por Rachel McAdams). Así como "The Devil..." mostraba el detrás de escena del mundo de la moda, "Morning Glory" lo hace con el mundo de la TV. La historia se centra en los desafíos laborales que debe enfrentar una joven productora cuando asume el control de un programa matutino de noticias en decadencia, relegando a segundo plano el lado romántico que todas estas películas suelen tener, con la relación entre esta mujer y un productor (interpretado por Patrick Wilson). Además de la encantadora Rachel McAdams, la película se nutre de un excelente elenco secundario conformado por Harrison Ford (como el desganado y malhumorado conductor del noticiero, su mejor actuación en años), Diane Keaton, Jeff Goldblum y John Pankow. Evitando el humor ordinario y con un estilo que remite a las viejas comedias "screwball" de los años 30, "Morning Glory" logra convertirse en una propuesta simpática y previsible que no busca sorprender ni hacer pensar, sino que va a lo seguro y cumple el simple objetivo de entretener.
El sudafricano Roger Michel (Un lugar llamado Notting Hill) narra la historia de una productora televisiva ambiciosa y workaholic (Rachel McAdams) que intenta revivir un show matinal de variedades cuyo rating está por el subsuelo y corre un serio riesgo de ser levantado, llevando como co-conductor a un prestigioso y malhumorado periodista cansado del oficio y de la vida (Harrison Ford) para que comparta la pantalla con la no menos cínica Diane Keaton. El film -sin ser gran cosa y apelando a todo tipo de clisés- resulta bastante simpático en su presentación del universo televisivo, pero los convencionalismos de su desenlace le quitan algo de brillo. El trío protagónico y los aportes de secundarios como Jeff Goldblum (el mandamás de la cadena) y Patrick Wilson (el novio de ella) aportan cierta gracia y frescura para un producto a pura fórmula que se ve sin molestia, pero que se olvida demasiado rápido.
Si bien no es para andar riéndose a carcajadas todo el tiempo, el film te mantiene con una sonrisa en los labios, y divierte bastante. La historia es simpática y está bien contada, aunque lo más divertido está en la primer hora de proyección. Harrison Ford está muy bien en su personaje y en la escena donde hace...
Una mañana conocida. La mejor forma de describir Una Mañana Gloriosa es decir : Se acuerdan de El Diablo Viste A la Moda? y todo lo que funcionaba y la hacia muy buena? Bueno, piensen el mismo estilo de película, solo que todo lo que funcionaba bárbaro allí. La relación entre la mega estrella y la novata, las amistades que la ayudan a llegar y sus transformaciones, su viaje personal, todo eso, no funciona. Lo peor de todo es que, aun cuando admitimos que este tipo de film no es nuestra primera opción a la hora de elegir un genero, a veces rellenan una película con tantos grandes actores de reparto que resulta interesante el resultado final. Y teniendo a Jeff Goldblum, Patrick Wilson y Harrison Ford en sus lineas, esperábamos tener una experiencia mucho mas divertida a la hora de ver las aventuras de Rachel McAdams (quien si nos gusta mucho). La historia nos cuenta como una gran y tenaz productora ejecutiva de una pequeña estación de Tv en una pequeña región se encuentra repentinamente con las riendas de el programa matutino de una de las cadenas de televisión mas importantes de Estados Unidos, quienes solían estar en la gloria, pero hace años no son relevantes. Cualquiera que haya visto este tipo de películas sabe como se desenvolverán las situaciones, los traspiés que aparecerán, los conflictos y como todo ira mejorando hasta un final en donde nuestro personaje central entrara en una disyuntiva y no sabrá como reaccionar. El jugador mas valioso del film es lejos Harrison Ford, quien parece despertarse un poco de la siesta que venia tomando hace como 10 años y al menos por momentos le inyecta un poco de vida a su papel y nos recuerda la estrella carismática que supo ser en los ochenta y noventa. Rachel McAdams, sigue siendo una de las actrices jóvenes mas lindas y simpáticas del momento. Se nota que intenta con todo su ser el traer esa energía a la pantalla. Por ciertos momentos lo logra, y por otros no tanto. El film parece empecinado en nunca levantarse de la mediocridad. De lo que esta bien. Nunca pasando a Muy Bien o especial. Punto aparte merece ser completamente denunciado el maltrato de Patrick Wilson. Un actor sobresaliente que hizo películas como Little Children y Watchmen en el pasado, aquí es relegado a dos o tres escenas sin ningún tipo de arco o vida propia. Solo es un interés romántico para nuestra protagonista, sin mucho protagonismo. Seguramente habrá un publico femenino que disfrutara del film. Aunque hay muchas otras ofertas de productos similares y mucho mejor armados. Un Despertar Glorioso es un despertar conocido y sin muchas novedades. Nublado y mirando TN mientras tomamos un café.
¡Viva la TV Basura! Un despertar glorioso (Morning glory, 2010) tiene una ideología nefasta. Bajo el aspecto de comedia romántica, simpática, de narración clásica y fluida, se entrelee una subtrama que enfrenta dos tipos de televisión: la que basa sus contenidos en entretenimiento, dispersión y de tono burlón vs. La intelectual, informativa, que efectúa denuncias de corrupción. ¿Adivinen cuál gana? Becky Fuller (Rachel McAdams) es una productora de TV obsesiva por el trabajo y carente de vida propia, es decir, vive para el trabajo. Asignada a un programa matutino, se ve envuelta en la difícil tarea de mejorar el rating para no ser despedida. Para ello contrata al respetado y malhumorado periodista de investigación Mike Pomeroy (Harrison Ford) que le traerá más problemas que soluciones. Hasta aquí la trama se basa en una pelea de egos entre sus conductores estrella Coleen Peck (Diane Keaton), una suerte de Maru Botana engreída, y Mike Pomeroy, un Santos Biasati inteligente, por mencionar dos paralelos porteños. La subtrama plantea algo mucho más grave éticamente hablando: el entretenimiento burdo del programa matutino, que apela a cualquier recurso para levantar el rating vs. El periodismo informativo serio. Diane Keaton representa el lado pasatista de la TV y Harrison Ford el serio -y aburrido para el filme- costado intelectual y de reflexión. Esta subtrama pasa por alto a simple vista porque la narración está centrada en la pobre Becky que tiene que lidiar con ambos personajes para conservar su puesto de trabajo. Como ella es joven, necesita trabajar y hacer carrera no tiene ninguna pretensión ideológica. Por ende el filme resuelve todo –entiéndase simplifica- a una guerra de egos entre ambos conductores estrella: la pasatista y el comprometido con la realidad, y la productora tratará de apaciguar las aguas, hacer que convivan para que el programa no desaparezca. Un despertar glorioso refiere en su título a la convivencia armoniosa que debe haber entre entretenimiento y noticias. Lo glorioso viene a significar el éxito, única posibilidad de ser feliz en el medio, motor de la otra subtrama, la que tiene a Becky pudiendo dejar su obsesión por el trabajo y entablar una relación con el chico que le gusta, sólo cuando al programa le va bien. Y es en este sentido que la película da tristeza. Da tristeza porque da por sentado varios tópicos que maneja la televisión como medio éticamente incorrectos. Uno es que el éxito trae la felicidad y el otro que la TV basura debe convivir con la seria o –peor- que la TV seria debe existir siempre y cuando pueda ser entretenida. Paradójico es el papel de Harrison Ford cuya carrera tiene paralelos con su personaje. El periodista que interpreta luego de una larga trayectoria y de estar un tiempo fuera del aire vuelve a este programa matutino a humillarse. Harrison Ford luego de una prolífera carrera y de estar desparecido de la cartelera en producciones directo al dvd vuelve a la pantalla grande con esta comedia humillante. Entiéndase, Un despertar glorioso como producto cinematográfico que pretende ser (comedia romántica clásica que apela a los estereotipos, con personajes entrañables y carismáticos, bien actuada, etc.) cumple sus requisitos. El problema es la ideología que subyace en ella.
Aunque el Diablo cambie de sexo... Hace casi 5 años atrás, El Diablo Viste a la Moda sorprendía mostrando una crítica y ácida mirada al mundo de las revistas de la moda, y la moda en general. Con simpatía y el encanto del duelo interpretativo que invocaban Anne Hathaway y Meryl Streep, El Diablo, se convirtió en un éxito sorpresa. La historia, básicamente narraba los contratiempos a los que tenía que enfrentarse una joven emprendedora que no provenía de un sector acomodados ni había atendido a las mejores universidades, y aún así salir adelante y poder enfrentarse a una importante empresaria come personas. Aunque para muchos, este tipo de historia resulta una novedad, en 1988, el gran Mike Nicholls, exponía algo similar en Secretaria Ejecutiva. Allí, Melanie Grifftith tenía que hacer valer su posición en un mundo machista… liderado por una mujer (Sigourney Weaver). Además, ambas debían competir por un hombre… Harrison Ford. Como en Hollywood, todo lo que funciona se debe repetir, y nada es original sino reciclado, J.J. Abrams llamó a Aline Brosh McKenna, guionista (pero no escritora) de El Diablo para crear la historia de una joven emprendedora que debe salir adelante en un mundo tan “competitivo” como la televisión. Lo cuál, nos remite a otra clásica comedia de los ’80: Al Filo de la Noticia, de James L. Brooks, donde Holly Hunter, debía encontrar su lugar en una cadena de noticias, al tiempo que Albert Brooks y William Hurt competían en el programa. En Un Despertar Glorioso, se mezclan las tres películas, y como suele suceder cuando se meten demasiadas intenciones y en un guión superfluo, los resultados son desafortunados. Acá, el diablo, Mike Pomeroy, no es otro que Ford, interpretando a un periodista renombrado, serio, maduro y solitario. Creído y soberbio. Es terco y hosco. Debido a una falla en su contrato se ve obligado a tomar el puesto de conductor de un programa matutino junto a una veterana Ex Miss Arizona (Keaton). Básicamente, y sin ánimo de ofender, es como si pusieran a Santo Biasatti junto a Susana Gimenez conduciendo un programa de Maru Botana. Pero la verdadera protagonista es Becky (Mc Adams), la típica workalcoholic, que debe salvar al programa, y al mismo tiempo llevar a buen puerto su vida laboral y sentimental. Lamentablemente, el guión de McKenna es muy básico y tiene la misma estructura que El Diablo, pero con personajes más débiles y mucho menos ingenio que la anterior para crear escenas dinámicas. De hecho, los giros del guión son poco creíbles y demasiado forzados. Si bien, el conflicto personal (y duelo actoral) entre Becky y Mike (Mc Adams-Ford) son lo más profundo e interesante de la trama, el desentendimiento de todos los personajes secundarios (especialmente el de Keaton y el interés romántico de Becky), es lo alarmante. Ninguno tiene cuerpo o sentimientos, están al servicio de los protagonistas, y quedan seriamente olvidados. Cayendo en todos los clisés y lugares comunes acostumbrados, parece que a McKenna se le ha olvidado que los demás personajes tengan algo más de maquillaje en la cara. Roger Mitchell, director de Un Lugar Llamado Notting Hill y Venus, entre otras, carece de ingenio para crear una obra dinámica, más allá de un montaje demasiado sostenido en una banda sonora de canciones “pegadizas” y “modernozas” (asoma por ahí “Stuck in the Middle with You” pero cantada por Michael Bubblé). A diferencia de la película con Hugh Grant y Julia Roberts, el timing humorístico no es acertado. Todos los intentos de humor, son demasiado vistos y no aportan a la historia. Tampoco llega a enganchar el trasfondo dramático. Y si existe una crítica a la televisión “basura”, esta brilla por su ausencia. Es más, la moralina parece ser: es bueno equilibrar la basura con un poco de “periodismo serio”. O sea, ahora entiendo porque tenemos la televisión que tenemos. Si Un Despertar Glorioso se deja ver es más que nada, por la gracia, simpatía, belleza, carisma e inteligencia de Rachel Mc Adams. Actriz todoterreno, a McAdams la comedia le sienta bien sin dudas. Enfrentada a Diane Keaton, podemos ver, que la joven canadiense de 32 años, tiene esa personalidad fuerte y destreza para llevar adelante sola una película. No por nada, es la protagonista de la última película de Woody Allen. En cambio, es lamentable en lo que se ha convertido la primera musa alleniana. Una burla de sí misma, Keaton, es una sombra de lo que era en su juventud. Imposible analizar porque elige personajes tan superfluos y estereotipados. Se trata de una actriz que supo enfrentarse a los hombres más duros de su generación, de personalidad e inteligencia. Además, una gran directora. Pero hace mucho, que Keaton es solo una sesentona que se ríe de la edad y el paso del tiempo. Del elenco secundario, tanto Patrick Wilson como Jeff Goldblum están desperdiciados, y una lástima que pierda protagonismo el personaje de John Pankow, una gran actor secundón de sitcoms (Loco por Ti) Por último Harrison Ford, interpreta a un personaje que sirve de metáfora de si mismo: un hombre respetado, duro, con mala fama, pero que todavía tiene sus armas, y así como el personaje pide a gritos atención y respeto, y no rebajarse antes las insulsas propuestas de una joven caprichosa, él mismo hace un llamado: “hago estos personajes para demostrar que aún puedo hacer cualquier cosa. Todavía soy versátil. Llámenme”. Su actuación se destaca por la verosimilitud que le imprime el protagonista de Testigo en Peligro. Realmente cree en el personaje. No niega que la comedia no es su terreno. Fuera de cámaras, no deja de insistir a su amigo Steven, que le dé la oportunidad de ponerse el sombrero, la campera marrón y el látigo una vez más. Lamentablemente, así como el personaje debe resistir, él también. Pero los que sufrimos viéndolo rebajarse, somos sus fanáticos. La brújula de J.J. Abrams ha perdido por fin su rumbo. Un Despertar Glorioso es un producto demasiado previsible, superficial, que no logra funcionar en la comedia, el drama, el romance o la crítica. La pareja protagónica hace lo que puede, pero ni los mejores periodistas pueden sacar adelante un programa repleto de malas noticias.
Un despertar glorioso es una comedia romántica extraña donde la gran historia de amor pasa por la que vive la protagonista con su trabajo. Es ese su gran amor. El film por momentos es una versión de El Diablo viste a la moda pero desarrollada en el mundo de los medios de comunicación. De hecho, los mismos guionistas de aquel film fueron los autores de esta trama y se nota. Si uno la tiene que comparar con historias similares que se hicieron en el pasado y que hoy son clásicos del cine, como Al filo de la noticia (1987) película producida por J. J.Abrams la verdad que es pobre. En aquella gran película de James L. Brooks con Jeff Bridges y Holly Hunter también se ofrecía una historia romántica con gente adicta al trabajo como el personaje de Rachel McAdams, pero además brindaba un brillante retrato sobre cómo se trabaja en los noticieros televisivos de Estados Unidos y el mundo de los medios de comunicación Un despertar glorioso es un film sumamente superficial y banal en ese sentido y el foco principal de la historia pasa más que nada por las típicas situaciones de enredo que se trabajan en este género. Lo bueno es que tiene un elenco excelente que permite que uno disfrute la historia y se entretenga un rato. Harrison Ford, quien no suele hacer demasiada comedia, está muy bien acá y tiene buenos momentos en las escenas que comparte con Diane Keaton. Comparado con las cosas que se estrenaron en este género últimamente la verdad que esta es por lo menos una película decente que está para ver.
La tercera peor persona del mundo En los primeros minutos de Un despertar glorioso, con una breve escena de presentación, ya nos formamos una imagen bastante nítida sobre su enérgica protagonista, la productora de TV Becky Fuller (una encantadora Rachel McAdams). La chica vive por y para su trabajo en un programa matinal de noticias. Se acuesta todos los días a las 8 de la noche y se levanta a la 1.30 de la madrugada para empezar a preproducir el show que se emite a las 4. Con una vida social inexistente y sin ningún novio a la vista (ni siquiera un candidato al puesto ya que lo ahuyenta en la escena antes aludida), Becky deposita todas sus esperanzas en su carrera. Cuando la llegada de un advenedizo la deja injustamente en la calle, por un momento se mueven los cimientos de esta joven perennemente animosa. Lejos de desalentarse la hiperquinética chica sale resuelta a conseguir otra oportunidad. Tras mucho perseverar –llamados, mails y currículums mediante- Becky por fin es citada para una entrevista de trabajo en la cadena IBS de Nueva York. El director Jerry Barnes (Jeff Goldblum) le ofrece el cargo de productora ejecutiva del desprestigiado noticiero tipo magazine “Daybreak”. Becky recibe la propuesta como un desafío sabiendo que los números de rating no son buenos, y acepta. La primera medida de su gestión es echar al sexualmente perverso conductor del programa Paul McVee (Ty Burrell). La co-host seguirá siendo la ácida Colleen Peck (Diane “Algún día te vas a tener que jubilar” Keaton), los columnistas serán los de siempre y para ayudarla en la puesta a punto diaria, ahí está el eficiente jefe de producción Lenny Bregman (un notable John Pankow). La falta de presupuesto para convocar a un profesional de carrera que reemplace a Paul obliga a Becky a buscar entre la plantilla de contratados de IBS. Es así que aparece Mike Pomeroy (impecable Harrison Ford), una suerte de Santo Biasatti yanqui, personaje odioso si los hay, a quien se le paga un contrato millonario pese a que fue desafectado de su último show. El trato con este sesentón soberbio, egocéntrico y multipremiado es prácticamente imposible pero con ardides legales (por la plata baila el mono, amigos) lo persuade para que se sume al grupo. Colleen y Mike se llevan mal (no podía ser de otra forma) pero Becky cuenta con tiempo para pulir la relación. Su incipiente romance con otro productor de la cadena, Adam Bennett (Patrick Wilson), de algún modo pareciera darle algo de sentido a su acelerada existencia. Claro que su inveterado optimismo se ensombrece cuando Adam recurre a su experiencia personal con Mike Medavoy para arribar a una terrible conclusión: “-Es la tercera peor persona del mundo (luego de Kim Jong-Il y… Angela Lansbury!!!)”. El esforzado armado de ese magazine alocado y berretón; más la difícil responsabilidad de ser la mediadora de dos personalidades explosivas y contrapuestas es en líneas generales lo que cuenta esta vertiginosa comedia bien escrita por Aline Brosh McKenna (El diablo viste a la moda) y elegantemente dirigida por el sudafricano Roger Michell (Un lugar llamado Notting Hill). La película está narrada desde la perspectiva de la omnipresente Becky cuya característica más notoria es su verborragia incansable. En manos de otra actriz este personaje tal vez sucumbiría sin remedio pero Rachel McAdams es una mujer que irradia tanta belleza y carisma –sin perder su condición de “chica de al lado”- que se pone al espectador en el bolsillo de inmediato. Harrison Ford ha hecho pocas comedias en su larga trayectoria y posiblemente ninguna de ellas integrará nunca una antología del género; sin embargo, su desempeño como ese periodista serio y cascarrabias debería incluirse entre lo más saliente de su filmografía. Diane Keaton alguna vez fue una actriz de nobles atributos; hablamos de cuando era la musa inspiradora de un Woody Allen irrepetible (Annie Hall- Dos extraños amantes, Manhattan) y entregaba interpretaciones arriesgadas como la de la aquí inédita en cine Buscando al Sr. Goodbar (Richard Brooks, 1977). Como otros actores de su generación (De Niro, Nicholson, Pacino) la Keaton con los años se aburguesó y su insistencia en reiterar el mismo papel de señora bien, independiente, intelectual y habitualmente juvenil (cuando su documento la delata como una madura dama de casi sesenta y cinco añitos) a esta altura sólo causa más enojo que pena. No es mi actriz favorita, está dicho, pero en Un despertar glorioso cumple con su rol a la perfección. Quienes esperen una comedia romántica saldrán defraudados del cine: el triángulo que surge aquí no es amoroso sino laboral. Y uno muy divertido, por otra parte… Si bien el desarrollo pudo explotarse un poco más y el remate no deja de ser convencional a las normas más tradicionales de Hollywood, este noveno filme de Roger Michell se permite poner el foco en una actividad con gancho para el común de la gente: la “cocina” televisiva. Por más exagerada que luzca en sus observaciones –¡es una comedia, recordemos!- el guión dispara certeras verdades sobre la fauna del medio. Nadie que haya trabajado en algún canal dejará de reconocer y reconocerse en ella. Confiemos que con mejor humor que Mike Medavoy…
Anexo de crítica: A pesar de sus desaciertos y falta de originalidad, esta comedia del sudafricano Roger Michell (Un lugar llamado Notting Hill) se contagia en el mejor sentido de la palabra, del ritmo y vértigo de una cadena de noticias de un magazine matinal, cuya emprendedora y audaz productora debe hacer lo imposible para competir contra internet, las otras cadenas y sobre todo con las vanidades de sus dos presentadores, un reconocido y famoso veterano del periodismo interpretado por un Harrison Ford completamente desaprovechado y la opacada presencia de Diane Keaton, que si bien intenta aportar desfachatez a su personaje se la nota muy poco cómoda en esa lucha de perro y gato con su parco antagonista masculino. Sin dudas, el mayor defecto del film lo constituye un guión pobre y sumario de clisés, con escasos apuntes humorísticos, donde el personaje que interpreta la protagonista Rachel McAdams se lleva la peor parte y se pasa de torpe e hiperquinética…
Es tan adorable... Una entradora Rachel McAdams se roba el protagonismo. Es sumamente probable que comedias como ésta usted haya visto montones. Los primeros títulos que saltan a la memoria van de Secretaria ejecutiva a El diablo viste a la moda , no sin pasar por Detrás de las noticias o El diario , porque Un despertar glorioso tiene una protagonista workaholic como las de las dos primeras -y tiene que soportar jefes o compañeros de trabajo insufriblemente egocéntricos- y transcurre en un medio de comunicación, aquí la TV. Y no cualquier TV: la de la mañana, o mejor, la de la primerísima mañana. No es extraño que hasta los conductores se queden dormidos a la hora de presentar las noticias en el canal en el que Becky (Rachel McAdams, de Diario de una pasión a Sherlock Holmes ) es una productora que promete. Pese a ello, es echada de su trabajo y consigue un lugar en otra televisora -ahora sí, en Manhattan- con una misión cuasi imposible, aceptando un salario inferior al que tenía y con conductores y equipo de producción tan adormecidos que uno no sabe si cuando los ve se acaban de despertar o nunca se acostaron. En fin, digamos que Roger Michell ( Un lugar llamado Notting Hill ) no hace más que acomodar el ambiente para que McAdams se luzca -siempre- y se sienta a sus anchas al lado de dos pesos pesados como Harrison Ford y Diane Keaton, que deben asumir a la fuerza la conducción de Daybreak , un programa de TV a punto de desaparecer por los bajos ratings. Se lo merecen: por momentos Keaton parece presentar un Boluda total de Fabio Alberti, y Ford, que hace de periodista prestigioso obligado a cumplir un contrato, no quiere saber nada con esto. La comedia tiene esos elementos que distinguen a las producciones hollywoodenses que pretenden emular aquella otrora era dorada. Y no será casualidad que el guión sea obra de Aline Brosh McKenna, quien cada dos años ofrece trabajos como Las reglas de la seducción , El diablo viste... y 27 bodas , en los que suele colarse el glamour y el ingenio en las situaciones planteadas y los diálogos. Lo dicho: McAdams está tan adorable que al filme pueden perdonársele unos cuántos -muchísimos- clisés (desde el quedarse dormida y levantarse a las corridas, hasta las metidas de pata en un videograph o lo que fuere que salen al aire). El elenco que la acompaña ciertamente no desentona, y además de Ford y Keaton -el gancho para el público más adulto-, están un Jeff Goldblum desatado y con las mejores líneas de diálogo, y el ascendente Patrick Wilson, como su novio. Divertida, Un despertar glorioso es como una brisa en una cartelera adocenada. Pasajera, pero brisa al fin.
Verdadero desperdicio de talento para los amantes del género Los entretelones de la televisión están hechos a la medida de las comedias de enredos. Después de todo, la mayoría de lo que vemos en la pantalla suele llegar allí por una combinación de tenacidad, vértigo y simple suerte más que por verdadero designio de sus responsables (véase Sopa de jabón , con Robert Downey y Whoopi Goldberg). Como el cine siempre ha tenido una relación un poco tirante con su hermanita menor, se siente más cómodo en el drama comprometido y la denuncia de las muchas falencias de ésta ( Poder que mata, Detrás de las noticias, The Truman Show ) que en cualquier movimiento que intime respeto por el medio. Y, en los papeles, la idea -joven productora en ascenso consigue el trabajo de su vida sólo para descubrir que su éxito depende de una tarea imposible: resucitar un programa malísimo- no era lo único que parecía tentador para los sufridos amantes del género. Tanto su director (el sudafricano Roger Michell, responsable de Notting Hill ) como su guionista (Aline Brosh McKenna, la de El diablo viste a la moda ) acreditaban películas de fuste dentro de la historia reciente, y el hecho de que el centro de la historia girara alrededor de la talentosa Rachel McAdams no hacía más que confirmar los pronósticos. Pero poco en Un despertar glorioso hace honor a sus prolegómenos: desde una historia que pierde el rumbo demasiadas veces y fuerza incontables gags hasta un montaje frenético que no logra insuflarle ritmo a un film impersonal y anémico, todo aquí está más cerca de un capítulo genérico de Ally McBeal que de la comedia brillante y alocada que McAdams trata de impulsar (con un timing impecable y la justa dosis de picardía y encanto) durante eternos 107 minutos. Qué decir entonces del hecho de que Un despertar glorioso desperdicia por completo a Harrison Ford y Diane Keaton -los conductores del programa a los que el personaje de McAdams debe domar - confinados aquí a estereotipos que la TV abandonó en la época de El show de Mary Tyler Moore . Quizá que ellos, McAdams y acaso el sufrido público tendrán su revancha.
Programa anodino ¿Qué ocurriría si el ámbito profesional de El diablo viste a la moda fuera trocado por el competitivo segmento de los magazines mañaneros de la televisión americana? Un despertar glorioso, probablemente. Tal vez no sea casual que la guionista de ambos films sea la misma persona. Si en aquel largometraje la protagonista debía lidiar con los aborrecibles modales de su nueva jefa, una de las figuras más influyentes del mundo de las revistas de moda, aquí otra joven profesional tiene que vérselas con un conductor televisivo de extensa trayectoria y poquísimas pulgas. El lema sería “si sale bien una vez, por qué no intentarlo nuevamente”. A ello habría que sumarle algunas pizcas del clásico de los años ochenta Detrás de las noticias, pero allí se acabarían las similitudes con ese par de comedias, porque Un despertar glorioso, último esfuerzo del realizador Roger Michell por repetir el éxito de Un lugar llamado Notting Hill, es la típica película que escupe rutina en cada plano, donde todo parece estar en su lugar pero nada sobresale por encima de una mediocridad amable. No es que Rachel McAdams, como una productora televisiva workaholic y algo torpe en su vida no laboral, no aporte algo de frescura, más allá de algunos excesos de histrionismo no siempre oportunos. Y no deja de resultar atractivo, al menos a priori, ver a Harrison Ford interpretando a ese veterano anchorman atacado por la melancolía de los buenos viejos tiempos cuando el periodismo de investigación no había sido desplazado por el impacto y la banalidad. El problema es que esta comedia costumbrista que pretende refractar con el prisma de la sátira un ámbito desconocido para la mayoría de los espectadores no es incisiva, ni reflexiva, ni inteligente, ni ácida. Apenas simpática por default, en gran medida gracias al aporte de un reparto que, incluso en piloto automático, es capaz de mantener a flote el más enclenque de los navíos. Cansino y cansador, el film termina entreverado en una importante confusión ideológica respecto del origen, alcances y efectos de la televisión basura, a la cual parece celebrar para luego subvalorar y de allí nuevamente a la idea original, y del Dios Rating como rector absoluto del universo catódico. En última instancia, Un despertar glorioso es tan anodina como uno de esos shows de tevé de los cuales parece reírse.
Joven profesional busca desafío Becky Fuller (Rachel McAdams), una treintañera adicta al trabajo y llena de energía, no ha conseguido acercarse siquiera a su mayor sueño: producir el programa "Hoy", el matutino más exitoso de la televisión abierta nacional. Sin embargo, está conforme con su trabajo en un programa de segunda línea; eso, hasta que deciden despedirla en lugar de promoverla. Porque Becky, con toda su experiencia, dedicación y entusiasmo, no es graduada universitaria ni experta en marketing. Pese al desaliento momentáneo, Becky busca trabajo en cualquier otro lugar donde sus servicios puedan ser apreciados. Por eso, cuando Jerry Barnes (Jeff Goldblum), responsable de una pequeña cadena, le ofrece revitalizar un programa de casi cinco décadas al aire, ella acepta encantada... sólo para encontrarse con un absoluto caos. "Amanecer" es un matutino de tercera línea, cuyo único elemento inmutable es su conductora femenina, la ácida Colleen (Diane Keaton); ansiosa por probar su valía, Becky contrata como partenaire de Colleen a un periodista legendario, Mike Pomeroy (Harrison Ford), conocido por su mal genio y su temperamento difícil. Becky deberá probarse frente a sus empleadores no sólo como la trabajadora incansable y creativa que es, sino como una mujer de temple frente a unos cuantos veteranos del negocio televisivo, que no le ponen las cosas fáciles a la hora de rescatar un programa en la cuerda floja. En esta cinta con guión de Aline Brosh Mckenna (responsable de comedias simpáticas y muy eficaces como "El diablo viste a la moda" y "27 bodas") podría decirse que el cine se ríe de la televisión. Pero toda la trama es tan ligera que el peso de la historia y su mayor interés reside inevitablemente en los personajes y sus interacciones. Las bambalinas de un programa matutino resultan el condimento de una cinta que pasaría sin pena ni gloria si no fuera por el trabajo de algunos de los actores. Y no precisamente de los más renombrados... Por momentos el veterano periodista a cargo de Harrison Ford (¿o quizás él mismo?) genera una incomodidad que es un poco hija de su gestualidad acotada, y de un guión que lo deja como personaje incoherente o poco verosímil, más que como un hombre cínico y fuera de lugar en la estructura de "Daybreak", que es lo que posiblemente hubiera funcionado mejor. Por suerte, Rachel McAdams es un buen prospecto para cintas de este tenor, una buena contraparte para Diane Keaton (bastante desaprovechada en un rol que podría haber sido de cualquier otra actriz) y tan arquetípica por momentos, que se vuelve simpática sin mayores pretensiones, eficaz sin llegar a deslumbrar (como sí pasó en "Chicas pesadas"), y un muy buen elemento cohesivo para ese equipo de producción que se roba todo el interés de la trama.
Quizás sea porque me gusta el género o que la película me haya enganchado por su protagonista, pero Un despertar glorioso la disfruté de punta a punta. Seguramente mucho haya tenido que ver también que el director haya metido algunas tomas no habituales para el género, con una gran belleza visual en la particular ciudad de Nueva York. Obviamente no es la primer película que cuenta una historia del detrás de escena de un programa de televisión, pero no por eso es poco atractiva. Además de Rachel McAdams, que cada vez actua mejor y además su encanto crece exponencialmente, tiene a los dos veteranos laburando más que dignamente a su lado, con buenos personajes, don Harrison Ford y Diane Keaton, que simplemente hacen lo que uno cree que son. La película dura lo justo, tiene buena musicalización y paga con creces la entrada. Un despertar glorioso, simplemente es una buena película en su género y hace pasar un buen rato.
En busca del rating basura, contado desde una comedia. “Un Despertar Glorioso” es una comedia fresca, graciosa, simpática y liviana con un costado preocupante sobre el presente y el futuro de los programas. Nos muestra el verdadero mundo de la TV, y lo que es peor, de un noticiero que se viene a pique. Por eso comenzarán a hacer pavadas al aire para que el rating levante. La atmosfera que se vive detrás del noticiero matutino es interesante: cómo se consigue una noticia, qué hace un productor ejecutivo, cómo elaboran las ideas y planifican las historias, y al mismo tiempo el glamour y la histeria de los egos que se enfrentan. Eso es la TV señores. Tenemos un Harrison Ford como el conductor cascarrabias del noticiero, con su cara de perro al frente de las cámaras, con un perfil intelectual y un largo curriculum de premios periodísticos, coberturas de guerras, y notas a las mas grandes personalidades del mundo. El papel le sienta de maravillas: las caras, los gestos y las frases del viejo gruñón le dan simpatía al personaje. Respecto a Diane Keaton, ella es la co-conductora del matutino diario, la parte “sonriente” del programa frente a las cámaras. Un papel creíble y simpático. Rachel McAdams es la productora ejecutiva. Necesita trabajar y hacer carrera, habla sin parar, sufre de adicción al trabajo y vive completamente estresada. También transmite muy bien su personaje, aunque en ciertas oportunidades Se excede en su interpretación. Es como comentaba al principio de la nota, el viejo cara de perro, la simpática torpe y la productora histérica llevándose el mundo por delante, que hacen de este cóctel de personajes una comedia divertida y pasatista donde cada tanto puede hacernos esbozar una sonrisa. Ojo, cada tanto…
Cómo sobrevivir en la televisión El reconocido realizador sudafricano Roger Michell (Un Lugar llamado Notting Hill) pone en sus hombros esta comedia romántica que narra la vida profesional y sentimental de la responsable y eficiente productora de televisión, Becky Fuller (Rachel McAdams de Sherlock Holmes, 2010) y cómo se desmorona su mundo cuando es despedida de su cargo como productora de una cadena local. Un Despertar Glorioso Pero lo más interesante resulta su nuevo empleo en el programa "Daybreak" (un noticiero matutino con menor rating) que ella se propone sacarlo a flote contratando al legendario conductor Mike Pomeroy (Harrison Ford). Quién deberá amalgamarse con su opuesto en el rubro televisivo, una ex reina de belleza convertida en una personalidad de los noticieros matutinos, Colleen Peck (Diane Keaton). Es obvio que las cosas no están preparadas para salir del todo bien, pero la realidad es que en estos casos el temple y el carisma serán los vencedores de esta lucha de egos. La cinta tiene elementos de El Diablo se Viste a la Moda y de Secretaria Ejecutiva, conserva su atractivol, pero podría haber mejorado sus diálogos.. Con dos grandes en pantalla como Ford y Keaton realizando los papeles estelares, Un Despertar Glorioso, es un film para aquellos que no les interese analizar la televisión por su contenido, sino para los que busquen una historia en la que el trabajo aleja a las personas.
Hay muchas cosas que no funcionan en Un despertar glorioso, y la enumeración de problemas puede empezar con la traducción del título. El carisma de los personajes (que no es lo mismo que el de sus intérpretes) tampoco ayuda demasiado, sobre todo si se tiene en cuenta las canalladas laborales que se cometen una tras otra. Pero Rachel McAdams y Harrison Ford consiguen, con la ayuda de Diane Keaton y Jeff Goldblum, que no importe demasiado que la película este siempre a mitad de camino entre la comedia y el romance. Un despertar glorioso encuentra el rumbo en la descripción de las miserias universo laboral contemporáneo y, sobre todo, de la lucha en los medios de comunicación entre periodismo y entretenimiento.
DETRAS DE LAS CAMARAS, OTRA REALIDAD Una comedia sencilla, satisfactoria y, por sobre todas las cosas, que no pretende mucho más de lo que muestra. Eso es lo que es "Un Despertar Glorioso", una película entretenida, que no se preocupa por mostrar situaciones diferentes a las ya vistas en otros films del género, ni vueltas de tuerca poco previsibles, pero que logra crear una muy bien planteada atmósfera laboral y que logra triunfar gracias al buen trabajo de Rachel McAdams en el papel protagónico. Luego de quedar sin trabajo, Becky consigue poder entrar en una cadena televisiva y producir un programa informativo con un estilo muy particular, que se emite por las mañanas. Luego de despedir al viejo conductor, ella necesita un reemplazante que tenga experiencia y sepa qué es lo que tiene que hacer. Es por eso que contrata a Mike, un periodista que se ganó el cariño del público y que tiene sus años recorridos frente a las cámaras. El estilo del programa y la seriedad del nuevo conductor van a ser los dos problemas que Becky va a tener que enfrentar para poder salir adelante. La cinta se introduce, se desarrolla y se remata con un mismo estilo visual y sonoro, manteniendo siempre un espíritu alegre y optimista que, pese a los problemas típicos que los personajes van teniendo, no se ve interrumpido en ningún momento. Esta es una de las principales y más acertadas características de esta propuesta, ya que no solo el veloz ritmo hace de esta historia mucho más disfrutable y rápida, sino que muestra, como si fuese un reflejo, el ánimo de la protagonista y se le intenta recrear al espectador su obsesión y continuo movimiento referido al trabajo. El humor es simple, los gags están presentes (algunos algo innecesarios), el brillo que poseen algunos personajes tiene sus momentos y, aunque cae en la previsibilidad y en la extrema sencillez, el conflicto y la manera en la que fue planteado, teniendo en cuenta una crítica a la sociedad televisiva de hoy en día, están muy bien logradas. Los personajes son muy alegres, obviamente dejando de lado a Mike, y tienen algunas situaciones, aunque no son precisamente alocadas ni memorables, en las que se destacan y, si bien son detalles, aportan divertimento a la historia (la amante del jefe, los momentos entre Becky y Adam y los chistes del experimentado periodista y nuevo conductor), sin dejar de mencionar el bien logrado trabajo de cámaras que acompaña y le da forma al relato. Las actuaciones son correctas, en especial el trabajo realizado por Rachel McAdams y Harrison Ford. Rachel aquí interpreta a una mujer muy optimista, que actua y habla sin pensar, impaciente, activa y amante de su trabajo. Cada uno de los momentos en los que se destaca son precisamente en los que exagera la identidad de su personaje (esa primera entrevista, o la primera cita). Harrison Ford, en cambio, encarna un rol soberbio, egoísta, malhumorado, que no le importa el prójimo y que solo trabaja por conseguir dinero, muy correctamente interpretado. Lo interesante de su personaje es que no cae en la previsibilidad y en el típico cliché del género, él sigue siendo así hasta el final y, aunque se ablanda un poco, mantiene su identidad intacta. Quienes los acompañan también están bien, pero no se destacan: Diane Keaton pudo haber sido aprovechada con más lucidez; Patrick Wilson aparece poco, pero está correcto y Jeff Goldblum, bien en su personaje. "Un Despertar Glorioso" es una película muy sencilla y que no pretende cambiar el rumbo del género ni innovar demasiado, pero está bien planteada, con un desarrollo muy atractivo visual y musicalmente y con actuaciones correctas. Una cinta previsible, pero entretenida y bien lograda. UNA ESCENA A DESTACAR: Becky descontrolada.
DETRAS DE LAS NOTICIAS Del director de Notting Hill, Un amanecer glorioso es una comedia ambientada en el mundo de la televisión, que si bien incluye ingredientes de comedia romántica, basa su fuerza en la historia de una productora que intenta salvar un programa contratando a un prestigioso pero poco amable periodista. Para saber de qué trata Un despertar glorioso es necesario ver cuál es el clímax del film. Cuando ese momento llega, queda claro que de lo que trata es del vínculo entre una joven productora de televisión (Rachel McAdams) y una leyenda del periodismo venido a menos (Harrison Ford). Ella contrata a su ídolo para un programa de televisión matutino en crisis. Todo lo que se desvíe de este tema –por ejemplo, la historia de amor con otro joven productor- atenta contra el humor, la coherencia y la emoción del film. No es raro que hasta que no aparezca Ford, la película resulte irrelevante y aburrida. El personaje que interpreta McAdams, Becky Fuller, es una insufrible hiperquinética e insegura joven, que es contratada para levantar un programa en crisis en el que los productores duran muy poco. Becky demuestra inteligencia y coraje, pero no le alcanza para conseguir que el show levante. Por eso se le ocurre la locura de contratar a Mike Pomeroy, un periodista serio y ermitaño, interpretado por Harrison Ford. De este vínculo surge lo mejor del film, a lo que hay que sumarle también a la co-conductora del show Colleen Peck (Diane Keaton), con quien Mike se llevará terriblemente mal. A estos actores de lujo, deberá sumársele una pequeña pero impecable participación de Jeff Goldblum, interpretando a Jerry Barnes, el jefe de Becky. Emoción, humor, mucho profesionalismo y un elenco que no falla parecen ingredientes más que suficientes para lograr una excelente película. Pero la historia de amor mencionada es demasiado esquemática y se la adivina incorporada al guión luego del plan original, ya que no aporta nada a lo que realmente importa en el film. Por otro lado, existe una película llamada El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (Anchorman: The Legend of Ron Burgundy, 2004), de Adam McKay, con Will Ferrell, escrita por ambos. Esta película transcurre en el mundo de las noticias pero es una comedia absurda en estado puro que hace que Un despertar glorioso llegue un poco tarde a ciertos gags. Aun así, sigue siendo recomendable como película en tanto aporta entretenimiento y brillo con un material pequeño y efectivo.
El diablo televisa a la mañana Hay dos superficies sobre las que uno puede surfear en Un despertar glorioso. Por un lado, aquella que es la columna vertebral del film: cómo la joven productora Becky Fuller (Rachel McAdams) logra que el programa televisivo matutino Daybreak pase del fondo de la tabla del rating a ser uno de los más vistos, cuando tiene todo en contra. Y por otra parte, esa otra cuestión que aborda la película de Roger Michell de modo lateral, aunque fundamental: cómo esa misma productora logra que el eximio periodista Mike Pomeroy (Harrison Ford) pase de ser un tipo despreciable, impasible ante el dolor ajeno, a por lo menos alguien un poco más amable. Todo esto ocurre en medio de un film que es principalmente una comedia, pero que deriva por momentos hacia lo romántico para aumentar aún más la torpeza de la pobre Becky. Tal vez la palabra del párrafo anterior que mejor le calza a este producto es “superficies”. Porque Un despertar glorioso llega en todos los temas que aborda, desde los más banales hasta los más importantes -y hay cosas interesantes que se debaten allí dentro-, hasta apenas los primeros cinco centímetros de profundidad. Esto es malo y es bueno. Malo porque estando bien presente la cuestión de la televisión como espectáculo -siempre berreta- o como didáctica e informativa, el guión de Aline Brosh McKenna sólo se anima a hacer los comentarios más obvios. Y bueno, porque después de todo se trata de un film carente de pretensiones, que no quiere ir más allá del entretenimiento más o menos brilloso, que por momentos logra. El nombre de Aline Brosh McKenna es para tener en cuenta. La guionista fue también autora de la adaptación de la interesante El Diablo viste a la moda, film que ponía también a una joven profesional, workaholic para más datos, en medio de un ámbito laboral complejo y en el que tenía que lidiar contra una jefa terrible y tremenda. Aquí, con sus diferencias, pasa más o menos lo mismo. Aunque Michell parece menos preocupado en el subtexto que en desarrollar el conflicto a toda velocidad, teniendo más presente la comedia clásica con sus diálogos en forma de dardo que la vertiente más moderna. Un despertar glorioso, entonces, abandonada a la suerte de su efectividad como comedia, espera siempre que el carisma de McAdams y Ford, más Diane Keaton, tenga a mano una chispa especial para encenderla. Decíamos que uno de los temas que la comedia abordaba era la lucha entre la televisión entretenimiento en su costado más bajo (lo que muchos llaman “televisión basura”) o la posibilidad de ser un medio para comunicar cosas de valor para la sociedad, representado en el Pomeroy de Harrison Ford, un viejo periodista que se ve obligado por contrato a conducir Daybreak con evidente fastidio. Y en este sentido hay apenas anotaciones al margen sobre qué debería ser la televisión, aunque por momentos se celebre la berreteada con la que el programa escala en el rating. Sin embargo -en lo más interesante que tiene para aportar la película- Un despertar glorioso nunca termina por definirse ni por dejar una idea más o menos cabal sobre qué piensa del asunto. Esa confusión ideológica es relevante porque pasa la pelota al espectador para que decida él mismo, si es que tiene ganas, y luego de haber disfrutado -si es que la pasó bien- cómo sufría el pobre Pomeroy. Y es que los guiones de McKenna, tras su trivialidad y su adoctrinamiento a fuerza de clisés, tienen una cierta honestidad que los hace rescatables. Y así las cosas, si Un despertar glorioso termina por ser un entretenimiento menor y simpático es por el carisma que desprenden en su relación McAdams y Ford, y por cómo ese vínculo se va forjando. El agrio, obviamente, se vuelve más amable a partir de las lecciones que le va dando la otra, sumamente enérgica y vital, quien parece nunca agotarse de los desplantes del periodista. Y, para más datos, el film deja de lado cualquier conexión romántica entre ellos -e incluso se olvida de la relación entre la joven y otro periodista- para centrarse efectivamente en el vínculo que nace entre dos colegas, dos profesionales, con sus razones, frustraciones y demás, sin mayores pretensiones que eso. Como la película misma.
“Un despertar glorioso” es una comedia que tiene su desarrollo en el particular mundo de la televisión estadounidense, pero no difiere en mucho a la argentina. El relato se inicia describiendo el ámbito, las tensiones y los intereses en juego que gravitan en el armado y sostenimiento de una programación. La historia tiene como eje a uno de los personajes clásicos que gravitan en todo programa con salida al aire: la productora ejecutiva. Todo el peso de la historia que se narra recae sobre Becky Fuller (Rachel Mc Adams), productora ejecutiva de un canal de segunda línea, quien es despedida por falta de presupuesto, y baja audiencia, sin atender sugerencias para una reactivación del programa en cuestión.. Después de inundar con curriculum a los directores de todo canal posible, finalmente logra ser aceptada para integrar un noticiero matutino, “Draybreak”, en Nueva York, de poco rating, responsabilidad que asume como un desafío para sacarlo adelante. Propone la incorporación como co-conductor al veterano profesional Mike Pomeroy (Harrison Ford), en la actualidad venido a menos, que gozó de gran protagonismo televisivo, siendo varias veces galardonado como cronista de importantes acontecimientos mundiales, además de agudo entrevistador), a quien el canal lo mantiene contratado aunque sin aparecer en pantalla por desacuerdo en cuanto al tipo de programa en el cual quieren incluirlo. Admirado por Becky, la emprendedora productora ejecutiva libra sus batallas para convencerlo a fin de que acceda a retorar a la pantalla chica, objetivo que logra merced a una cláusula contractual que lo obliga a participar en temas que no le interesan, tales como cubrir moda y cocina, no aceptando, además, compartir cartel en la co-conducción con Colleen Peck (Diane Keaton), una celebridad en programas matutinos. A esta altura comienza la segunda parte del relato, enfrentamientos y guerra de egos como, por ejemplo, quien dice la última palabra de cierre de cada emisión, el último “adios” de la jornada en pantalla. Todo se convierte en una pesadilla para la protagonista, donde priva la presión de su jefe Jerry Barnes (Jeff Goldblum), quien le anticipa que de no mejorar la audiencia el programa serálevantado. Beeky negocia la situación, acordando una semana más de tiempo, incluido el minuto a minuto, para alcanzar un determinado rating para permanecer en el aire y de esa manera que todo el equipo conserve su trabajo. No falta el toque romántico, con Adam Bennett (Patrick.Wilson), otro productor del canal, que llega a comprenderla por lo que está pasando y le enseña a tener vida propia, aún desde el pequeño todo de humor de guardar el teléfono celular en la heladera para disfrutar los momentos de intimidad con él. En suma, se trata de comedia bien planteada y desarrollada en un guión dinámico con situaciones y diálogos que, sin ser originales, resultan simpáticos, sustentando un ritmo muy apropiado para el género. Rachel McAdams denota estar bien dotada para el juego de comedia al cubrir con solvencia a la protagonista, columna vertebral de la historia, afirmándose en el recuerdo de su labor en "El diablo viste a la moda" (2006). Por su parte Diane .Keaton asume con autoridad un personaje al que el guionista no supo extraerle mejor partido, aun así supo aprovechar aportándole una buena cuota de humor. En Harrison Ford se nota el paso de los años, pero conserva su perfil, ahora como galán maduro, moviéndose con comodidad como el periodista algo ermitaño, de mal genio, afecto a la bebida, decepcionado y con voz impostada. El elenco se completa con una muy apropiada selección de intérpretes para cubrir los personajes secundarios y circunstanciales. El realizador de origen sudafricano (nació en Pretoria, hace 61 años) Rogel Michell, con carrera teatral, televisiva y fílmica desarrollada en Inglaterra, ratifica ser un realizador dueño de un sólido oficio, de quien el título más representativo para el espectador argentino es “Un lugar llamado Notting Hill” (1998).
La película empieza mostrando a Becky Fuller (Rachel McAdams), una joven productora de televisión, obsesionada con su trabajo, que no puede ni siquiera entablar una relación amorosa. Cuando cree que esto le va a generar un ascenso la echan, y repentinamente se convierte en una niña, que a sus 28 años parece de 18, que busca su primer trabajo, que no sabe cómo buscarlo, que no sabe cómo desempeñarse en una entrevista, que se humilla y se muestra desesperada. Apenas consigue trabajo y cuando creemos que esa niña sin experiencia va a fracasar, vuelve a ser la del principio, una mujer obsesionada por su trabajo que, nueva información, es muy buena en lo que hace. Hasta este momento la película construye mal a su personaje principal. Y después va a seguir igual con el resto, pero hago un parate porque en este momento entran en escena Diane Keaton como Colleen Peck, una suerte de Anabela Ascar del primer mundo; y Harrison Ford como Mike Pomeroy, haciendo el papel de Meryl Streep en El Diablo Viste a la Moda pero menos creíble... mucho menos creíble. Dentro de la línea principal de la película, una productora intentando salvar a un programa de televisión y a su carrera mientras lucha con un presentador intratable, se teje muy gruesamente y con un hilo muy fino una comedia romántica que pasa desapercibida. Más allá de esto la película entretiene y carga con algunos buenos momentos (pobre consuelo). No solo los personajes de Harrison Ford y Meryl Streep tienen en común esta película con El Diablo... (uno bien logrado y el otro no), sino que comparten a Aline McKenna como guionista (que realizó un guión bien logrado y el otro no). Aunque hay que ser justos, este es un guión original... no, no se confundan con esa palabra, mejor digamos que, a diferencia de El Diablo..., este es un guión que no fue adaptado de un libro. El director Roger Michell (Notting Hill) hace lo que puede y nos trae una película que parece decirnos: basta de televisión seria, un poco de televisión basura y popular también es bueno... Déjenme decirles que este humilde servidor no está de acuerdo en lo más mínimo. Ahora los dejo porque empezó Gran Hermano.
Glorioso regreso al clasicismo. Desde hace más de un lustro, algunos de mis colegas más queridos y admirados ponderan las virtudes de aquellas películas a las que agrupan con el mote de “Nueva comedia americana”. Personalmente creo que la “Nueva comedia americana” vive la misma crisis que la comedia americana en general (por no irme más allá de los límites de Estados Unidos). La mayoría de lo que se exhibe en nuestras salas año a año, y las que pueblan las bateas de los, pocos DVDclubs que sobreviven en Buenos Aires, están bastante lejos del nivel de los grandes clásicos del género. Por eso es de elogiar que Un despertar glorioso intente alcanzar la brillantez de aquellas grandes comedias con un vital regreso al clasicismo puro. El filme cuenta la historia de Becky, una productora de televisión adicta al trabajo que consigue hacerse cargo del programa matinal menos visto de la televisión. En su intento por sacar a flote a ese Titanic de seudo periodismo, contrata a Mike Pomeroy, una gruñona estrella del periodismo más áspero, a quien no le queda otra que aceptar. Las dos grandes armas con las que cuenta el director sudafricano Roger Michell (Notting Hill) para sacar adelante este trabajo, son una narrativa fluida y una dirección de actores extraordinaria. Porque para lograr el perfecto timming de la comedia se necesita de intérpretes que estén a la altura de la circunstancia. En Un despertar glorioso Hay dos actores con trabajos insoslayables, Rachel McAdams en el papel de Becky y Harrison Ford dándole carnadura a Mike Pomeroy. Ellos se destacan, pero el resto del reparto acompaña atildadamente. Hay cosas que se le pueden reprochar a este filme. En particular algunos sostienen que este filme anuncia el triunfo de la TV basura contra el periodismo “serio”. Y esa es una tesis más que atendible. Pero Becky intenta hacer un programa de Televisión que pueda mantenerse en pantalla y Pomeroy al acompañarla nunca renuncia a hacer periodismo, se vuelve un poco más dócil, más humano, más sensible y acepta los cambios como algo natural pero sin bajar sus banderas y eso es lo que cuenta.
Despertarse con una sonrisa Es raro, pero el saludo matutino no agrada a todo el mundo. Ustedes ya saben: es un acto de cortesía y amabilidad desearle un "buen día" a la otra persona, pero no siempre se toma como tal. Están esas personas que, bueno, empalagan. Y provocan el efecto adverso. En ese sentido, el personaje de Rachel McAdams es un poco como Sally Hawkins en La felicidad trae suerte (Happy-go-lucky, de Mike Leigh): una persona que irradia felicidad y optimismo pero no siempre logra contagiarlo. McAdams es el espíritu y el alma de la película. Está bastante bien, y como si fuera poco, está secundada por Harrison Ford y Diane Keaton. Él es el nuevo conductor de un programa de noticias en caída libre. El equipo de producción es un desastre, y la presentación de los informes roza lo ridículo. Lo hace por contrato. Es un profesional ganador de varios premios Pullitzer. De ahí que siempre tenga cara de pocos amigos (incluso, un compañero lo describe como "la última persona con la que querrías trabajar). Becky (McAdams), la flamante productora sabe el potencial que se está desperdiciando con él, así que arma un nuevo equipo junto a Collin (Diane Keaton, que de Annie Hall en adelante, dejó de tomarse las cosas demasiado en serio). Los dos no se llevan para nada bien, aunque ese no es el único desafío de la joven. Además tiene que equilibrar una fracasada vida personal, donde es incapaz de establecer relaciones duraderas con hombres. Es la típica obsesiva workaholic (o "adicta al trabajo" en inglés...) que controla todo. Hasta acá parece que la película es puro cliché, y en cierto sentido lo es. No es una comedia que se destaque por su originalidad, sino por la elaboración. El director de la fallida Notting Hill le gusta lo cursi. En algunas películas funciona y en otras no. En esta, se notan todos los lugares comunes del sub-género de "programas periodísticos" (por favor, piensen en las comedias, no en Network) pero sale a flote gracias a la infatigable y carismática protagonista. McAdams ya coqueteó con la comedia en Los rompebodas y Sherlock Holmes, pero no había tenido la oportunidad de probarse hasta que le tocó este papel. Me deja con ganas de ver un poco más en pantalla, no sólo de ella, sino de los otros actores también. Decía que Diane Keaton ya no se toma las cosas muy en serio... y tampoco lo hace Harrison Ford. Ambos crean caricaturas más que personas: él con el ceño siempre fruncido, ella con su sonrisa cínica. Pero son grandes actores y saben cuando ponerse serios. Cuando la película lo requiere, ellos están ahí. En cierto punto, la comparación no es tan descabellada, pero el cómic a Ford le sienta muy bien: cuando lo veía acá recordaba cuánto me divertí con Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Siempre entendí las críticas contra la película, pero también dije que iba por otro lado. A fin de cuentas, Un despertar glorioso peca a veces de empalagosa. Reúne todos los lugares comunes del sub-género (periodistas que no se quieren, productora con problemas románticos, etc.) pero se salva por los actores. Eso de se salva quizás sea muy duro: es una buena película. Hay que aceptarla tal como es, y como de quién viene. Como los saludos de la mañana.
Un Detrás de las noticias moderno La televisión sigue siendo una picadora de carne y así lo vive la joven productora de un noticiero que debe lidiar con los caprichos y vanidades de dos conductores veteranos. Si el público aún recuerda a la productora televisiva de Detrás de las noticias (1987), el film donde además de tratar la ética profesional de un programa de noticias seguía la vida de la desenfrenada neurótica protagonizada por Holly Hunter (que cada vez que se aflojaba lloraba en soledad), va a encontrar muchos puntos de contacto con Becky Fuller (Rachel McAdams), la protagonista de Un despertar glorioso. Tan neurótica, adicta al trabajo e infeliz como la otra, el personaje resulta francamente odioso en el comienzo de la película, con todos los tics que se supone que debe tener una desbordada productora televisiva. Sin embargo, con el correr de los minutos, cuando el relato se centra en un nuevo empleo –a cargo de un programa matinal en franca decadencia–, lo que parece un gigantesco error de los tantos que se estrenan todos los años, se transforma en un film correcto, que incluso tiene grandes momentos. De los ’80 de Detrás de las noticias la realidad de la televisión, del mundo actual, cambió y para peor. La película de Roger Michell (Un lugar llamado Notting Hill) muestra la picadora de carne del mundillo televisivo como un campo de batalla en donde el rating medido minuto a minuto hace que productores, periodistas y entretenedores hagan cualquier cosa por un punto más. Tal vez lo sorprendente de Un despertar glorioso sea que muestra la degradación de la profesión, con la joven productora que, ni por asomo, tiene los pruritos de otros periodistas de antaño. Y si bien el personaje puede ser repelente, cuando entra en la historia Mike Pomeroy (Harryson Ford) como un malhumorado periodista de prestigio que se ve obligado a compartir pantalla con Colleen Peck (Diane Keaton), una ex reina de belleza que conduce desde hace años un programa matinal, la película se encamina y hasta se hace disfrutable, aunque siempre dentro de varios convencionalismos. Así, mientras en principio se ve la tirantez entre ambos conductores, la posibilidad cierta de que se levante el programa, la negativa de Pomeroy a hacer notas superficiales, se van deslizando algunos diálogos memorables, como cuando Fuller le dice al veterano periodista que se tiene que aflojar, que no sea tan serio, y rápidamente llega la ácida respuesta: “La gente me dice esto cuando me va a meter un puño en el culo.” Livianita, llena de clishés pero entretenida, Un despertar glorioso no es una gran película ni pretende serlo, en todo caso es un producto industrial bastante digno. <
En la cocina de la tele Las comedias deben entretener y, si es posible, hacer reir. Y con buenos artilugios, "Un despertar glorioso" lo consigue. El guión no es de lo más original, pero las actuaciones y el tono distendido del relato ayudan. El manido cuento de la chica a la que le va mal pero... refleja aquí la vida de una productora de TV que debe salvar un histórico programa de su cancelación. Y para ello debe lidiar con un conductor estrella amargado y un equipo de trabajo desganado. Es allí donde aparecen la experiencia de Ford y Keaton, la soltura de McAdams, y una dirección que no se detiene en perfiles psicológicos. Así el filme alcanza sus objetivos jugando con la cocina de los noticieros y sin querer termina discutiendo la turbia relación entre periodismo y show televisivo.
Seriedad para noticias decadentes Protagonizada por Rachel McAdams, Harrison Ford y Diane Keaton, la película aborda la cotidianeidad de un noticiero matutino con una mirada conciliadora, que en lugar de cuestionar deja espacio para combinar la seriedad y la estupidez. Si la televisión ha cambiado con el tiempo, será oportuno señalar que el cine dedicado a mirar la televisión también. En este sentido, puede trazarse un largo camino entre un film referencial como Network, poder que mata y el presente Un despertar glorioso, producción en la que participa, dicho sea de paso, la ya famosa Bad Robot, compañía liderada por J.J. Abrams, padre de Lost y tantos otros éxitos televisivos. Network asoma como una mirada de lucidez crítica todavía vigente, donde la televisión era lugar de advertencia para una mediocridad que crecía y podía alcanzar momentos entonces inimaginables. El propio director, Sidney Lumet, supo referenciar que si todavía nadie se había pegado un disparo de arma en cámara --tal como ocurría en su película- sólo era cuestión de tiempo. No se equivocó, un famoso y triste episodio televisivo en uno de los canales periodísticos porteños, el de títulos rimbombantes, tuvo como protagonista de rating absoluto a un hombre desesperado y un arma a punto de hacer fuego. Algo que finalmente ocurrió. El caso de Un despertar glorioso deja asomar otras lecturas, menos cuestionadoras, más conciliadoras. Aquí deberán convivir dos instancias que, parece, no necesitan estar reñidas para aceptar las posibilidades mutuas: de lo que se trata es de armonizar, desde la mañana periodística, la estupidez noticiosa con la seriedad periodística. Para ello, entonces, los impagables Diane Keaton y Harrison Ford. La primera como dama de una mañana decadente, habituada a tolerar las notas más estúpidas y el trabajo más cansino. El segundo como rostro ceñudo de un pasado glorioso, allí donde supiera brillar la dignidad del oficio, mismo rasgo que en Network corporizara el gran William Holden. Entre ambos, la joven e infatigable productora. Rachel McAdams compone histéricamente y hace que el film sea lo mismo que ella hace: correr, gritar, no dormir, idear ratings, en un montaje tan frenético como el mismo quehacer televisivo. Sin tiempo para ella, sólo para el trabajo, y un amor circunstancial que, virtud hollywoodense, sabrá cómo equilibrar su balanza. En este sentido, la propuesta del film no es más que la de una comedia de tintes apenas críticos, más apegados a la gracia de las situaciones que a su observación reflexiva. Como si se quisiera buscar un punto de encuentro que disculpe tantas horas de televisión basura, al tiempo que subraya su necesidad comercial. Es así que Pomeroy (Ford) sabrá tragarse sus palabras ante lo irresistible de ver freír una tortilla tanto como el hecho de noticiar acerca de un escándalo político. Rasgo de cocina que, vale apuntar, hace de la manufactura televisiva lo mejor del film, allí cuando la pantalla grande muestra lo que la pantalla chica no: un detrás de cámara que da cuenta de que, finalmente, son los números los que cuentan. Algo que, desde ya, ratifica desde su planteo la propia película.
Rachel McAdams es una gran bola de emociones que pasa de un estado a otro sin escalas, en automático, capaz de quebrarse o soltar una carcajada en cualquier momento; Diane Keaton repite una vez más a la vieja canchera y cínica que ya le sale de taquito; Harrison Ford sobreactúa sin llegar a creerse su papel ni por una milésima de segundo, y de a ratos hasta parece que estuviera tratando de imitar pobremente el gesto hosco y la voz aguardentosa de Clint Eastwood. Pero no es solamente la desidia absoluta de los actores. También está la música: una banda de sonido juvenil con aires adolescentes se escucha de fondo o, peor, suena a todo volumen mientras se pasan las imágenes más grasas posibles (las partes en cámara lenta del final, con corridas por la calle y palomas que se vuelan, son de no creer). La idea que se tiene del tema que se trata también es nefasta: trabajadores de medios de comunicación masivos y populares, los personajes de Un despertar glorioso se debaten entre los polos del magazine matutino y del periodismo “serio”, así, sin matices ni gradaciones. Y el único diálogo posible entre ambos es una noticia de contenido político que además tiene algo de impacto amarillista, como el arresto sorpresa a un gobernador que consigue Mike Pomeroy, el periodista multipremiado, comprometido y de trayectoria. Pomeroy no hace otra cosa que ridiculizar públicamente a un político al que la policía va a buscar en ese preciso momento (Policías en acción y Facundo Pastor, un poroto al lado de eso) pero, por algún motivo, la película vende el hecho como un hito del periodismo, un cruce entre compromiso y “gran televisión”, como le dice la productora Becky Fuller a Pomeroy. Obvio, no se podía de esperar otra cosa de una tarada como Becky que concibe el mundo del periodismo como una disputa a saldar entre el formato magazine y las noticias “serias” o, como lo dice ella, entre las rosquillas dulces y la avena amarga. Lo bueno (o no, depende de cómo se lo vea) es que la película se divierte a cuatro manos haciéndole la vida imposible a Becky hasta los límites de la crueldad: le enloquece el teléfono en medio de una cita (y Becky no consigue muchas), la deja sin trabajo justo cuando parecía que la iban a subir de puesto, y hasta le corta un polvo largamente ansiado con un imprevisto laboral. El guión tampoco es muy generoso (ni lúcido) a la hora de darle una personalidad a Becky: adicta incurable al trabajo con un padre fallecido y una madre que la humilla en la única escena que comparten, la productora es un personaje de manual de psicología de bolsillo. En Daybreak, el nuevo noticiero para el que trabaja, va a tratar de formar una familia feliz (carteles de neón: la que no tiene en la vida real) con la presentadora Collen (neón de nuevo: que tiene la edad de su madre y que tampoco confía en ella) y el veterano Pomeroy (lluvia de neones: ¡que podría ser su padre!). Claro, la nena Becky está más interesada en la construcción de esa falsa familia laboral (y por eso mismo, para ella, perfecta, ideal) que en la relación concreta (y adulta) que tiene con Adam, un productor que le aguanta todos los rayes. El director Roger Michell deja ver tal falta de sutileza y respeto hacia el público que hasta se atreve a a mostrar a Pomeroy diciéndole en la cara a Becky que la productora sería víctima de un complejo paternal, trauma que explicaría sus fuentes inagotables de energía. Cada tanto, aunque durante mucho tiempo desaparecen inexplicablemente de la película, las actuaciones de Jeff Goldblum y Patrick Wilson, contenidas y con buenos diálogos, hacen las veces de soporte silencioso que apuntala la endeble estructura general de Un despertar glorioso. Goldblum y Wilson están lejos de la caricatura incluso dentro de roles estereotipados, y sus apariciones balancean un poco el tono grosero y tonto del resto de los actores. Los dos hablan de cosas concretas, y sus fugaces comentarios sobre los medios, las noticias y el rating son más acertados y creíbles que todos los discursitos imbéciles de Harrison Ford y Rachel McAdams juntos.
Peligro de buenas intenciones Hay por lo menos tres buenas intenciones que impulsan esta comedia protagonizada por Rachel McAdams, lo que en términos viales implica el empedrado total del camino del infierno. La buena intención es lo que queda de una idea cuando se la reduce a un impulso voluntario. Y la pura voluntad es lo contrario de la gracia. No hay nada menos cómico que la pretención de ser cómico. La primera buena intención de Un despertar glorioso es exaltar la capacidad de trabajo de una mujer. Pese a su inventiva, su obsesión y su energía inagotable, la productora Becky Fuller (McAdams) es despedida de una cadena televisiva de Nueva Jersey. Después de inundar con su currículum y acosar por celular a los ejecutivos de diversos canales, es contratada por un programa matutino en caída libre. La segunda buena intención es exponer en clave caricaturesca el choque cultural entre el periodismo de vieja escuela (centrado en la búsqueda de noticias importantes) y el nuevo periodismo capaz de combinar entretenimiento y contenidos interesantes en un mismo combo. Este choque tiene, además, un componente de conflicto generacional, entre la productora y el viejo periodista (Harrison Ford) que nunca es desarrollado de todo. La tercera buena intención es contar una historia de amor entre dos personas (la protagonista y Patrick Wilson) que se respetan, se comprenden y se apoyan casi desde el primer minuto que se ven. Lo que equivale a sacarse de encima el problema de hacer una comedia romántica. Todas estas buenas intenciones combinadas dan como resultado una comedia energética pero sin humor. Sólo la sostienen la tremenda simpatía de la actriz principal y los pases de magia de Diane Keaton, en el rol de una veterana de vuelta de todo. Una frase que el personaje de Harrison Ford le dice a Becky Fuller resume de manera bastante cáustica la sensación final que deja la película: “Tu energía es repelente”.
Todo vale en la lucha por el rating El director Roger Michell sabe perfectamente que tiene entre manos una comedia amable y divertida y dedica todos sus esfuerzos a contarla como mandan las reglas del género. Cuenta para ello con una protagonista bonita y simpática y con un elenco de primeras figuras para desarrollar los personajes secundarios. Rachel McAdams, a cargo del rol protagónico, cumple con las expectativas y anima con buenos recursos a una productora de televisión que pone todo lo que tiene a mano en la tarea de levantar el rating de un alicaído programa. La película centra su acción en el particular mundo de los shows de la mañana, esos espacios en los que se pasa con gran naturalidad del detalle de una receta para preparar omelettes a un adiestrador de ranas e, inmediatamente, a un móvil desde un choque múltiple en una autopista. También pinta la despiadada lucha por una centésima de punto en la medición de audiencia, el altar moderno en el que se sacrifican el buen gusto, la prudencia, los códigos de ética periodística y hasta la dignidad profesional de muchos de los que allí intervienen Pero a Michell no le interesa hacer una reflexión profunda sobre la televisión, a la manera de la inolvidable "Poder que mata" ("Network", Sidney Lumet, 1976) -entre otras- sino aprovechar ese ambiente de ambiciones personales, frustraciones profesionales y principios morales difusos para desarrollar allí la historia de esta joven productora que tiene que salvar del naufragio al programa en cuestión. Harrison Ford encarna a una ex estrella del periodismo que acepta a regañadientes integrarse a un envío que desprecia y detesta, Diane Keaton a la conductora del programa (una ex reina de belleza en franca decadencia), Jeff Goldblum al poco escrupuloso gerente de la emisora y Patrick Wilson a un compañero de tareas de la protagonista, apuesto y simpático, para dar lugar al costado romántico de la historia. Si se los hubiera explotado al máximo, mucho mejor habría sido el resultado.
Luego de haber perdido su trabajo como productora en un magazine nocturno Becky asiste a una entrevista para hacer lo mismo pero en una cadena de televisión. Habla demasiado, gesticula todo el tiempo y, como suele sucederle en su vida privada, arruina el encuentro y debe irse derrotada una vez más. La cámara acompaña de frente a la joven abatida mientras un piano musicaliza la triste situación. Esta estructura de cuento infantil, a saber: la protagonista es la mejor en lo suyo pero sólo ella y los espectadores lo sabemos, mientras que jefes y su propia madre la llaman patética, es algo que se va a mantener a lo largo de toda la película, que será reforzada con personajes muy lineales y con todos los elementos puestos a la orden del siguiente gag. Como si se tratase de uno de los programas matutinos que ella produce, con bajo presupuesto y utilizando tarde lo que otros ya hicieron, Morning Glory se construye en base a retazos de otras películas. Aline Brosh McKeena saca mucho de su guión de uno muy bueno que escribió años atrás, The Devil Wears Prada / El diablo viste a la moda, calcando el papel de Rachel McAdams del que interpretara Anne Hathaway y privilegiando nuevamente el ámbito laboral al romántico en la construcción de la historia. Por otro lado el juego entre Diane Keaton y Harrison Ford parece repetir Something’s gotta give / Alguien tiene que ceder, con la “gran” diferencia de que en esta oportunidad es el hombre el amargado y no la mujer. Da la sensación que si se la dejaba fluir con mayor naturalidad se podría haber obtenido un resultado más simpático, sin embargo se necesita sobreexplicar tanto que los personajes terminan pareciendo maniquís. Esto se vislumbra en forma más evidente con Becky y Mike Pomeroy (Ford), en quienes la película se termina centrando haciendo literalmente a un lado a Keaton. Que McAdams constantemente agite sus brazos, se atropelle al hablar y se golpee con cada elemento del decorado parece tan actuado que llega el punto en que termina por molestar, en especial porque en algunas escenas se la verá dialogando sin mayores inconvenientes y se extrañará esa soltura. En el caso de él la faceta de hombre duro y enojado está demasiado exagerada, lo peor serán las caras en que mezcle firmeza y estupor, incluso soltando gruñidos como si se tratase de Clint Eastwood en Gran Torino, sin embargo el mejor Harrison que se vea será aquel que se mantiene rígido pero no en forma tan evidente. Son estos detalles puestos tan en la superficie los que acaban por construir una historia a fuerza de gags ya mostrados y personajes trillados. El director de Nothing Hill, Roger Michell, es el encargado de llevar adelante una historia poco original que desperdicia los recursos que tiene a su favor, y que sólo logra ser divertida por escasos minutos cuando en el programa se pierde cualquier temor al ridículo y se hace lo necesario para levantar el rating. En las películas citadas anteriormente son paradójicamente los roles de los mayores los que las revitalizan, con una Meryl Streep en uno de sus mejores papeles en los últimos años, o con una Diane Keaton y Jack Nicholson ofreciendo un duelo cómico actoral sumamente atractivo. Quizás se podría haber intentado esta fórmula en Morning Glory en lugar de dejar que Ford opaque a su compañera de equipo. Habría sido más interesante ver cómo se sacan chispas entre ellos en lugar de reducir el triángulo que la historia propone a una figura con sólo dos lados.
Detrás de las noticias (el debate) En general, cuando uno comienza a leer las gacetillas de prensa, y ve quien produce, quien dirige, quién actúa, cuáles fueron sus trabajos anteriores, se da una idea de por dónde el film transitará. No digo que es infalible. No, para nada. Pero da una orientación que a veces, se cumple. La guionista de "The devil wears Prada" (Aline Brosh McKenna) nos trae una película, peligrosamente parecida a la anterior. Recordemos, (en "El diablo viste a la moda"), una chica de pueblo (en ese caso Anne Hathaway), llega a la gran Manzana (NY) y aterriza en la oficina de una importante figura del mundo de las pasarelas. Ahí, pasará las de Caín para adaptarse al medio; su lucha personal por decodificar cómo funciona ese mundo será el punto basal de la historia, más allá de que es una comedia romántica con todas sus letras. Es más, ahora que lo pienso, habría que presentar un nuevo género: "Comedia romántica workaholic"! Protagonista que se transforma en adicta al trabajo, dejano su vida de lado para entregarse a la profesión, un amor que se va acercando y problemas en el lugar donde ella intenta desarrollarse profesionalmente. Esa sería la idea. Volviendo a "The devil..." es TREMENDAMENTE parecida a "Morning glory" (o al revés?), pero con otro medio , dejamos la moda y nos metemos con el periodismo. Antes de seguir, ustedes se preguntarán..."Son tan iguales?". Y... si y no. La estructura del film es bastante parecida, pero (y aquí está el nudo de la cuestión), "Un despertar glorioso" aborda y reflexiona con crudeza sobre la televisión matutina como entretenimiento o información y en algún punto, intenta sentar las bases de un debate indirecto sobre qué prefiere el público a esa hora del día. Y no es cualquier debate. En "The devil...", el mundo de la alta costura nos parece lejano, exótico, glamoroso. De última, lo que pasa allí, a nosotros, los mortales, no nos afecta. En "Morning glory", vemos como funciona la producción de un programa matutino y cuáles son las estrategias para levantar el rating, y... debo decir que se parece peligrosamente a la televisión que tenemos en nuestro país (glup!)... O sea, si nos afecta. Entonces, lo que comienza entre sonrisas y guiños, llega un momento en que se pone serio: al menos, los que tenemos cierta mirada crítica, no podemos acompañar lo que se dice, porque nos afecta. Ya verán porqué cuando se adentren en el film. En pocas palabras, se juegan en la cinta dos posiciones encontradas sobre la labor periodistica en televisión; por un lado, están los que promueven el entreteniminto furioso y delirante, con algún toque de actualidad frívola, y por el otro, los que buscan informar con solemnidad. Debate muy interesante y jugoso que está tapado por la estructura de comedia romántica workaholic que tenemos sosteniendo la acción... Becky Fuller (Rachel McAdams) acaba de ser despedida de su trabajo en una productora televisiva. Ella estaba encargada de conseguir material para un programa matutino de primer hora, por lo que su vida estaba afectada por este hecho. Becky está abocada a su profesión (podríamos decir que es una enferma del trabajo). Tiene su Blackberry encendido todo el tiempo y no puede desconectarse de su actividad: está alerta todo el tiempo. A poco de quedarse desocupada, consigue una entrevista con un pope de un canal rival para ocupar la posición de productora en otra cadena de televisión. Jerry Barnes (Jeff Golblum) será el encargado de hacerlo un ofrecimiento irresistible: oficiar de productora en "Daybreak", su programa matutino caído en desgracia. Allí llegará Becky a tratar de remontar un envío que está en franco descenso. Su conductora es Colleen Peck (Diane Keaton), y en cuanto la nueva líder del grupo entiende el juego, despedirá al co conductor de la misma, y traerá a un periodista de renombre para "Daybreak", nada menos que a Mike Pommeroy (Harrison Ford). Pommeroy es un hueso duro de roer. Tiene prestigio, muchos premios ganados y hace periodismo serio... No quiere dejar su sello personal caer en un ciclo de incierto resultado. Aquí se expresa la controversia: periodismo en serio= bajo rating; periodismo de entretenimiento y del ridículo= rating en alza, dolorosa comparación que a quienes estamos en el medio nos parece, simplista, pero... real. Es así. En el medio de todo, Becky se enamorará (pero eso no es muy importante, les advierto) y tratará de sacar su relación y el programa adelante. Como saldrá todo, tendrán que averiguarlo en los 107 minutos de proyeccción. Que son disfrutables, entretenidos y amables. Rachel McAdams se luce en su papel y se roba la película, los baldes de pochoclo y los vasos largos de gasesosa: sabe a que juega y lo hace a la perfección. No podemos despegar los ojos de la pantalla, magnetismo puro que le dicen. Harrison Ford está mortal en su rol y es muy agradable saber que el tipo está intacto: cada aparición suya es un festival, sólido por donde se lo mire... y haciendo comedia con seriedad!!! Sólo podría haberlo reemplazado con éxito, Santo Biasatti. Nadie más. El sudafricano Roger Michell hace un trabajo sólido en la dirección. Tuvo buen cast y consiguió buenos resultados. En definitiva, si eligen "Un despertar glorioso" como comedia romántica pura, quizás se queden cortos... Porque el romance (que hay) está muy subordinado al debate. Pero la cinta, es divertida, no hilarante, pero aceptable. Y trae un buen regreso de Harrison Ford, lo cual ya de por sí solo paga el precio de la entrada. Para pasar un rato agradable, da. Sin dudas.
Comedia ligera de reparto pesado Morning Glory es una película dirigida por Roger Michell, quien ha sido responsable entre otras cintas, de las conocidas Notting Hill y Venus. En el reparto también hay estrellas experimentadas, con un talento conocido por la mayoría de los espectadores como Harrison Ford, Diane Keaton y Rachel McAdams, por lo que uno creería que se está por encontrar con la próxima "Alguien tiene que ceder" o " El diablo viste a la moda", pero la realidad es que esta se quedó un poco corta, aunque no puedo negar que si me entretuvo, pero sólo eso, no me voló la cabeza. La cinta se centra en Becky Fuller (McAdams), una excéntrica productora de programas de televisión que está casada con su trabajo, que inesperadamente es despedida. Con tal de volver a trabajar, acepta una propuesta como productora de un programa que va cada día peor, cuyos conductores presentan problemas de ego y personalidad, entre otras cosas, dignos de un diván. El desafío será probarse a sí misma y a los que la contrataron, que tiene el talento necesario para revivir el show y convertirlo en uno de los mejores de Norteamérica. El mayor problema de la película es que los primeros 40 minutos son bastante chatos, con algunos chistes por ahí, pero lenta al fin, hasta que la protagonista decide salvar el programa que produce introduciendo una serie de cambios que llevan a los conductores del programa Collen (Keaton) y Mike (Ford), a desarrollar una relación de odio que entretiene muchísimo y que por momentos hace reír de manera muy honesta al espectador. Un perlita, ¡el tipo del clima y los reportajes que le envían a cubrir!. Esta situación corta a la película en 2 partes bien distintas, una plana y pesada, y otra con buen ritmo y divertida, en la cual el humor se vuelve cada vez más desopilante e inteligente. Las actuaciones están muy bien, sobre todo Rachel McAdams y Harrison Ford que está más gracioso que nunca en el papel del conductor gruñón y amargado. Esperemos verlo en más roles de comedia. Concluyendo, creo la cinta cumple, pero no mucho más. Para pasar un buen momento es bastante útil y entretenida, pero sinceramente no se si amerita todo un programa de ir al cine y pagar un ticket, creo que hay en cartelera películas mucho más interesantes para ver. Aconsejo que si no es seguidor incondicional de alguno de los actores que protagonizan, esperen a que salga el dvd y estén con ganas de ver una comedia.
Despiertos sin gloria ¿Desde dónde podemos tratar de apreciar "Un despertar glorioso"? Teniendo en cuenta que el director es Roger Michell, el mismo del megaexito "Noting Hill" y la exquisita "Venus" y que el guión está a cargo de Aline Brosh Mc Kenna, autora de las reconocidas comedias "El diablo viste a la moda" y "27 bodas", finalmente podremos concluir que la suma de las partes dio mucho menos que el todo. Sin embargo, si pudiésemos no depositar tantas expectativas en sus componentes, y dar una mirada despojada y global, resultará que "Un despertar glorioso" es una comedia que se deja ver, ideal para los amantes de la comedia romántica, aún con algunos de sus desaciertos y afirmada en sus fortalezas. La historia se centra en Becky Fuller (Rachel McAdams) quien con su perfil altamente competitivo y que se encuentra completamente obsesionada y adicta a su trabajo logra, después de algunos esfuerzos y un golpe de suerte, logra finalmente insertarse en el programa de noticias matutinas "Daybreak" en una importante cadena de televisión de Nueva York. Su objetivo principal es sostener a este programa que se encuentra atravesando por una fuerte competencia en la franja y se tednrá que superar ese momento tan alicaído en el aire y ganar audiencia sea como sea. Y para eso intentará entre otras cosas, reflotar un contrato que tiene el legendario Mike Pomeroy (Harrison Ford) con esa cadena televisiva para que acompañe a la actual presentadora del show Collen Peck (Diane Keaton). Y si bien Pomeroy es malhumorado, arrogante y no soporta haber sido convocado para una franja tan mediocre como los shows de la mañana, nada parece interponerse en el logro del objetivo que le han dado a Becky de convertir a "Daybreak" en todo un éxito. Con estos componentes básicos, la historia de la jovencita que triunfa en la gran ciudad y que logra superar culaquier obstáculo aún inmersa en un medio tan competitivo como la televisión, tendría apuntes de sobra para construir una historia interesante. Pero el guión de Mc Kenna ahora metido de lleno en el medio de los shows televisivos como lo fue en su momento "El diablo..." para apuntar dardos al mundo de la moda, no logra hacer pie ni en la critica feroz a las noticias y del mundo de la televisión en general (que James L. Brooks puso de manifiesto en "Detrás de la noticias" o Gus Van Sant en "Todo por un sueño") ni lograr tampoco el timing para una típica comedia romántica como lo fue dentro del género "Secretaria Ejecutiva". Saca provecho de todos modos, en algunos momentos, a una mirada al feroz mundo del rating, de los egos televisivos, de las divas y divos presentadores, de la competitividad de los tiempos que corren y es ahí donde logra las escenas más divertidas, con una Diane Keaton compleatamente decontractée, muy lejos de las grandes heroínas como "Annie Hall" o su labor en "Reds" y un toque más cercano a los pasos de comedia de "Alguien tiene que ceder" o el éxito ochentoso de "Quién llamo a la cigueña? - Baby Boom". Harrison Ford por su parte, demuestra que tiene carisma para ocupar la pantalla, aún cuando su papel no sepa sacar todo el provecho que hubiese podido. Quizás con una caricatura muy rígida, tan contrapuesto con la liviandad con que Keaton le hace contrapeso, Ford cae esteriotipando el personaje. Rachel Mc. Adams asume el rol protagónico y en ella recae casi exclusivamente el peso de la película, guión al que lo dotaron de personajes secundarios que no tienen demasiado sentido (desdibujados Jeff Goldblum y John Pankow, entre otros), que no han sido delineados como historias de sostén sino de personajes satélites que acompañan a su "sueño americano", el de la chica workaholic que logra brillar en el medio tan competitivo. Aunque la mayoría de los comentarios que he leido alaban el trabajo de Mc. Adams, su prototipo histérico de trabajadora compulsiva que no se aparta ni por un minuto de su obsesión en el terreno laboral, la torna terriblemente insoporable y llena de mohines, ya desde las primeras escenas. Mc. Adams es indiscutiblemente carismática, muy bella y con un toque Audrey Hepbourn que puede favorecerla, siempre y cuando un buen director le haga el favor de bajarle el nivel de exageración e histeria interpretativa, para darle a su rol un poco más de carnadura y no transformarlo en una burda caricatura de lo que debiese haber sido. Patrick Wilson la acompaña en su rol de galán coprotagonista, aunque el espacio argumental que se propone para el amor es mínimo y es quien brinda quizás el trabajo más respetable del equipo, aunque no hay dudas de que Diane Keaton aún con un guión que no la favorezca saca conejos de la galera y sobre todo en el clip de las diversas entrevistas y notas de color a las que se tiene que someter para que el rating suba, impone la pequeña dosis de comedia disparatada que tiene el film. Para los que gustan de la comedia clásica hollywoodense con buenos actores y rubros técnicos bien cuidados, no cabe duda que "Un despertar glorioso" es una comedia que los dejará satisfechos. Para aquellos otros paladares que buscan en el cine además de eso algún destello de lucidez creativa, a la salida del cine les será entregada una raspadita en la que ineludiblemente leeran "segui participando". Otra vez será...