Pesada y superficial Warcraft llega al cine como consecuencia de la fama de la franquicia de videojuegos a su vez diversificada en muchos otros universos. Es decir, carga con su público cautivo y sus fans, con su historia previa y su iconografía. Pero eso no le quita ni agrega nada a la película en lo que a calidad artística se refiere. Y calidad artística es lo que falta, por más que su director podía crean cierta expectativa entre los espectadores que lo conocen. Hablamos del realizador Duncan Jones, director de Moon y 8 minutos antes de morir. Humanos y orcos se enfrentan en este film gigantesco, más grandote que grandioso, y a su vez cada bando tiene sus propias internas. Los personajes buenos de ambos bandos buscan la empatía del espectador, cosa que logran por momentos, pero la obviedad en exceso trillada de diálogos y situaciones tiende a desconcentrar. Hace años que los efectos especiales han logrado una perfección que no había hecho olvidar de aquellos excesos de décadas pasadas. Los efectos se habían podido integrar a las tramas. Curiosamente, Warcraft es un retroceso en ese aspecto. Los aciertos con los personajes de los orcos no se hacen extensivos al resto, y los efectos parecen ser un fin en sí mismo, generando cansancio y distanciando la emoción que el film necesita. Demasiados parecidos con films anteriores que todos hemos visto, una pesada herencia de la línea Avatar y referencias religiosas tan forzadas que causan algo de gracia. Hay películas que tienen un encanto logrado a fuerza de rigor, coherencia y convicción, pero Warcraft parece ir casi todo el tiempo en dirección contraria. Poco rigurosa, incoherente y muy poco convencida del material, la película tarda en arrancar y lo hace sólo para llegar al final, gritando alegremente que habrá secuela. Las franquicias cinematográficas deberían considerar seriamente ser más humildes y más generosas. Dar lo mejor desde el comienzo, no transmitir la impresión de que se guardan todo para más adelante. Salir al ruedo como si fueran a realizar muchos films y no dar nada en el primero es una apuesta que puede salir mal. Veremos si hay secuelas de Warcraft, por ahora hay una película sin personalidad, sin identidad, grande y aburrida, con un elenco que tampoco está convencido de lo que hace, desde el primero hasta el último.
El regreso del trazo autoral. Sinceramente representaba todo un misterio qué podría surgir del encuentro del universo de Warcraft, uno de los videojuegos de estrategia en tiempo real más famosos de los últimos veinte años, y la idiosincrasia fantástica/ humanista de Duncan Jones, hijo del gran David Bowie y responsable máximo de las extraordinarias En la Luna (Moon, 2009) y 8 Minutos antes de Morir (Source Code, 2011), dos de las poquísimas joyas que nos ha dado la ciencia ficción de los últimos lustros. La obra resultante es una maravillosa sorpresa porque ofrece una visión específica e integral del material de base y se despega de la infinidad de productos similares con los que nos viene torturando el mainstream: mientras que la lucha entre seres humanos y orcos está planteada desde una óptica adulta que analiza los intereses de ambos bandos, la epopeya nunca se engolosina con la espectacularidad barata y esa sensiblería de cotillón de -por ejemplo- los opus recientes del otrora valioso Peter Jackson. Dicho de otro modo, a diferencia del resto del cine épico hollywoodense actual y su eterna catarata de exploitations de rasgos televisivos (pensemos en los bodrios de superhéroes o los duplicados del insoportable Harry Potter), Warcraft (2016) sí incluye una generosa dosis de desarrollo de personajes, no necesita mechar una secuencia de acción cada cinco minutos y en general avanza con la disciplina de los mejores relatos corales de antaño, esos que evitaban centrarse en un único protagonista todopoderoso, lo que también implica que aquí no tenemos a un adolescente palurdo en pleno “camino del héroe”. Sin descuidar el sustrato mitológico del enfrentamiento, la película adopta una lógica cercana a los vaivenes bélicos y políticos reales, sin duda toda una rareza tratándose de un blockbuster de estas características: invasiones para colonizar, desacuerdos estratégicos e intentos de golpes de estado son algunos de los pivotes del primer film sobresaliente inspirado en un videojuego. El catalizador que utiliza el guión de Charles Leavitt y el propio director replica el conflicto principal de las consolas, el de la Alianza encabezada por los humanos contra la Horda de los orcos, y enfatiza la desesperación de estos últimos y el apuro por defenderse de los primeros. Como Draenor, el reino de los orcos, está agonizando, el hechicero Gul’dan (Daniel Wu) unifica a los distintos clanes y abre un portal hacia Azeroth, el hogar de los humanos, con el fin de emigrar y garantizar la supervivencia de los suyos. En el bando de los orcos nos encontramos con la historia de Durotan (Toby Kebbell) y su familia, un jefe guerrero que comienza a percatarse que la muerte de Draenor se debe al apetito insaciable de Gul’dan, quien se dedica a extraer la fuerza vital de todo lo que lo rodea para alimentar su magia destructora. Entre los humanos están el comandante militar Anduin Lothar (Travis Fimmel), el mago Khadgar (Ben Schnetzer) y Medivh (Ben Foster), el Guardián de Tirisfal. Una jugada muy interesante por parte del film pasa por el hecho de que decide trabajar las dicotomías primordiales, las correspondientes a Durotan/ Lothar y Gul’dan/ Medivh, a la distancia y sin choques directos, a lo que se suma la presencia de Garona (Paula Patton), una mestiza con atributos semejantes a los de los hombres. Considerando el belicismo bobalicón y maniqueo de la mayoría de la producción cinematográfica norteamericana de nuestros días, resulta refrescante descubrir que en Warcraft se construye un retrato sutil de los entretelones de una contienda en la que las facciones en combate no funcionan como todos homogéneos y en la que el concepto de “guerra total” no está presente para suprimir las diferencias por matices. En este sentido, Jones logra respetar la idiosincrasia del juego para volcarla hacia un verosímil que balancea los componentes fantásticos -vinculados a Calabozos y Dragones– y las interpretaciones del siglo pasado de las leyendas medievales. Precisamente son esos ecos lejanos de las aventuras literarias de J. R. R. Tolkien y Robert E. Howard los que predominan en el opus del británico, aportando una riqueza dramática que se percibe en especial en la interrelación de los personajes y el prodigioso desarrollo de la trama, en la que cada ingrediente calza perfecto sin necesidad de recurrir a latiguillos de manual o una verborragia inconducente. Otro punto a destacar es la utilización de los CGI, por fin puestos al servicio de la estructuración narrativa vía el énfasis en los pormenores del rostro de las criaturas y su acervo emocional. Hoy los orcos no son unos monstruos sin corazón que se regocijan con carne humana y los hombres tampoco actúan como unos agentes incorruptibles de la verdad y la justicia: Jones, asimismo, incluye fuertes arrebatos de violencia explícita como no veíamos hace tiempo y hasta saca provecho de Garona para incorporar algún que otro detalle de índole sexual. Ubicándonos en las antípodas de las focas aplaudidoras de la prensa y el público para con la despersonalización contemporánea del mainstream, sólo resta celebrar la vuelta de los trazos autorales a las propuestas de gran envergadura y el empoderamiento del relativismo humanista que rechaza todo absoluto…
Mucho para mostrar y poco para ver Basada en el popular juego homónimo de Blizzard Entertainment, Warcraft: The Beginning fue una de las películas más esperadas del 2016. Lamentablemente, también fue una de las más grandes decepciones. Dirigida por Duncan Jones, a quien quizás conozcan del drama minimalista de ciencia ficción Moon (2009), Warcraft: The Beginning nos cuenta la historia de la guerra que recién empieza. El pueblo bárbaro de los Orcos ha destruido su mundo, luego de sucumbir a un tipo de magia maligna llamada Fel, que para dar poder primero requiere un tributo de vida. Por esto mismo viajan a través de un portal que sólo se abre con esta horrible magia y llegan a Azeroth, un reino pacífico de humanos, que quieren conquistar y tomar para ellos. Crítica - Warcraft 3 Si uno no es jugador asiduo de Warcraft, puede que no disfrute ni entienda demasiado la película. La cantidad de personajes y razas que se informan en los primeros quince minutos de son abrumadores. Pero luego la historia se hace más simple: del lado de los orcos están Durotan (Toby Kebbell), uno de los “orcos buenos”, al que la magia Fel le da mucha desconfianza; su antagonista es Gul’dan (Daniel Wu) un orco brujo bien malo que lo único que quiere es esclavizar Azeroth y que los orcos le obedezcan sin reparos. Del lado de las víctimas de los orcos están los humanos, todos en papeles muy estereotipados: el soldado rebelde (Travis Fimmel), el rey benevolente (Dominic Cooper), el mago extravagante (Ben Foster), el sabio aprendiz (Ben Schnetzer) y la “media-orca” sexy, que se enamora del soldado y en quien todos confían automáticamente, aunque venga del bando contrario (Paula Patton). Crítica - Warcraft 2 En general, Warcraft: The Beginning se puede definir con una sola palabra: torpe. Para ser una película con semejante presupuesto y tanta publicidad, parece hasta hecha por un principiante. Y tal vez así sea, no hay demasiados directores que pueden tomar estos enormes proyectos y estar a la altura de las circunstancias. Empecemos por lo malo: El guion, escrito por Duncan Jones y Charles Leavitt, es absolutamente predecible, tiene giros poco creíbles y situaciones forzadas, que suceden porque sí, sin ninguna explicación. Las actuaciones de los humanos dejan mucho que desear. Aunque para ser justos, esto seguramente se deba a que los personajes son tan chatos y sus diálogos tan faltos de realismo que ni el mejor de los actores podría remontarlos. El montaje de la película en general es de principiante, sobre todo en las batallas. A ver, la película se llama Warcraft y el juego se basa en dos especies que viven de guerra, entonces, ¿cómo puede ser que las batallas sean tan confusas? ¡Deberían ser lo más importante de la película! Sin embargo, el montaje es torpe e impreciso y sigue cometiendo el error de muchas películas de guerra, donde dos personajes se ponen a hablar lo más campantes mientras a su alrededor se produce una matanza descarnada. Pero no todo es malo en Warcraft: The Beginning y sería injusto no señalar lo bien hechos que están los orcos. La forma en la que sus rostros expresan emoción, se podría decir que superan a todos los actores de carne y hueso juntos. También cuenta con algunas escenas interesantes, en las que se puede realmente sentir el poder y el peso de estos temibles seres. Crítica - Warcraft 1 En conclusión, Warcraft: The Beginning no alcanza a cumplir las expectativas, pero no por no tratar. Si la hubiera dirigido otra persona con un poco más de experiencia en este tipo de películas, probablemente no hubiera sido tan mala. Por otro lado, la cantidad de fanáticos que tiene el juego le garantiza supervivencia a la saga por venir, por lo que quizás las próximas entregas de la historia sean más interesantes. Mi consejo, aquellos que crecieron y aún hoy siguen jugando Warcraft, no se la pueden perder. Los demás…sigan adelante porque no hay mucho para ver. Por Mariana Van der Groef
Si buscás entretenerte viendo los mejores momentos de un video juego, pero sin la molestia de jugarlo, lo vas a pasar bien, porque sino esta fantasía medieval basada en Warcraft tiene, al igual que éste, muchas batallas, muchos efectos, mucha parafernalia visual, pero lamentablemente un...
"Warcraft" no sólo es la digna adaptación de una franquicia de videojuegos que se necesitaba. Es fantasía medieval pura construida excelentemente, algo que al medio cinematográfico se le estaba escapando hace tiempo. Los videojuegos son un terreno difícil para las películas. Más allá de la inseguridad económica que genera el encarar estas adaptaciones, siempre se han dividido entre ser lo más fiel posible al material original o utilizarlo como excusa para narrar una historia distinta. Warcraft viene a cambiar esto, encontrando un equilibrio sin igual de la mano de Duncan Jones, director de Moon y Source Code, acompañado de Travis Fimmel, Tobby Kebbel, Paula Patton, Dominic Cooper, Ben Foster y Ben Schnetzer. La historia narra los eventos que originaron la guerra entre Orcos y Humanos en la tierra de Azeroth. Los primeros, salvajes clanes de guerreros despiadados, escapan de su mundo natal Draenor, una estepa desolada por la mano de su líder, el hechicero Gul´Dan; su objetivo de encontrar un nuevo mundo donde habitar. Los Humanos deberán descubrir los secretos que esconde la oscura magia del brujo orco y encontrar la manera de salvar los reinos de Azeroth. El conflicto de la película no sirve como su motor principal de avance, todo se profundiza gracias al excelente desarrollo de personajes. He aquí la principal fortaleza del film: el equilibro que se genera gracias a los individuos de cada bando. Aunque la película carezca de un protagonista central, la trama se divide entre dos grandes exponentes de ambas razas: por un lado, Durotar (Tobby Kebbel), jefe del clan orco Frostwolf, quien se ve inmerso en la disyuntiva de traicionar a su raza o condenar nuevamente a otro mundo con su destrucción; luego está Anduin Lothar (Travis Fimmel), comandante de las fuerzas militares humanas que tratará de defender su tierra natal y a sus seres queridos a toda costa. La travesía que realizan estos dos personajes se ven reforzadas por el gran reparto secundario que completa al largometraje. Ninguno de los mismos se ven forzados en la trama ni sobreexpuestos, todos tienen un papel que cumplir y lo hacen de manera correcta y funcional. Aunque mucho de esto no tiene que ver con las interpretaciones de los actores, las cuales no son malas pero dejan sabor a poco. Por eso, el fuerte del film se encuentra en la historia que cada uno de ellos cuenta y cómo funciona en el todo. Las caracterizaciones que sí valen la pena mencionar son las de los personajes generados por computadora. Aunque muchos de los Orcos sean animados, en algunos se utilizaron actores reales como base para traducir en la pantalla grande sus movimientos y expresiones. Es impresionante la humanidad y profundidad, así como también el salvajismo y brutalidad que se puede demostrar en los rostros, miradas y gestos de cada uno ellos, llegando al nivel de superar las interpretaciones de las personas reales. Con respecto a los efectos especiales, vale la pena aclarar que en ningún momento defraudan. Es cierto que en los primeros tráilers podía notarse un poco la falta de calidad en el CGI, pero el producto terminado resulta una fusión perfecta entre efectos prácticos y digitales. Traducir un mundo de videojuegos a la pantalla grande y que parezca no sólo creíble, sino poco exagerado y funcional, es una tarea titánica. Los diseños de personajes, armaduras, razas, edificaciones, la magia y sus colores, nada llega hasta el punto del ridículo o la falta de imaginación, todo parece creíble. Pero al mismo tiempo, cada uno de estos detalles refuerzan la idea de que este mundo es el mundo de Warcraft. Esto eleva muchísimo el desempeño de Duncan Jones a la hora de elegir los planos y narrar la historia que él ayudó a desarrollar, contentando con guiños a los fanáticos y nunca insultando la inteligencia del espectador. Más que una adaptación, sin importar las actuaciones mediocres ni el alargamiento del guión, Warcraft es una película hecha y derecha digna de ser vista tanto por amantes del material original como por entusiastas del género fantástico.
Con 20 años de historia, desde cuando salió el primer juego Orcs vs Human, Warcraft, el juego de Blizzard, tiene alcance de historia y material diversos comparados al mismísimo Señor de los Anillos. Queriendo aprovechar la probable comparación, decidieron sacar al cine su insignia, marca que domina el MMO en el mundo del games y tiene un grupo de fanáticos seguidores para dar envidia a muchas franquicias de cine. Pero se olvidaron de que no sólo de los fanáticos vive una película, pecando principalmente en llevar una cantidad colosal de detalles y nombres a la pantalla grande, perdiéndose a casi todos aquellos que no tengan ningún conocimiento del juego. A pesar de una calidad muy por encima de otras producciones del género, la película no consigue escapar a la maldición que corre sobre películas basadas en franquicias de games. La historia muestra a los Orcs, que ante la destrucción de su mundo necesitan buscar uno nuevo para sobrevivir. Ellos terminan cayendo en la necesidad de usar un portal mágico para llevarlos a otro mundo, el cual está habitado por humanos, enanos y otras razas de la Alianza. Del lado de los Orcs tenemos a Durotan (Toby Kebbell), jefe de su clan y guerrero honrando, que ve como el camino que el mago supremo de su raza, solo lleva a muerte y destrucción. Del lado de los humanos tenemos al General Lothar(Travis Fimmel), guerrero que enfrenta esa primera invasión, pero con una visión distinta de la situación percibe que no todos los orcs son iguales. Ambos defienden su pueblo, y la película intenta equilibrar las razones de los dos, para mantener a los fans contentos. La trama en si está basada en el primer juego del ´94, donde vemos cómo empezó la enemistad de las dos razas y la primera guerra. Para los jugadores, tal vez uno u otro punto puede tener ciertas adaptaciones que llegue a molestar un poco, pero en general son cosas para simplificar y dar cohesión a la trama. Pero en general la película dirigida por Duncan Jones(hijo de David Bowie), es muy bien sucedida en satisfacer el fandom, ya que Duncan es un fanático asumido, y además tuvo ayuda de Travis Fimmel que ya fue jugador profesional. Todo perfecto para que la película sea una de las mas fieles del género. El problema mayor es que se olvidaron de los que nunca tuvieron contacto con el juego, siendo una película muy hermética dentro de lo que se ofrece al público, a diferencia de géneros como las de super héroes, donde el público general tiene una base un poco amplia de conocimientos, acá estamos en un mundo casi totalmente desconocido para el común de la gente. Además la película no ayuda mucho en eso, es un bombardeo de información, nombres, lugares, intrigas, que para quien no tuvo tiempo en el juego no dice absolutamente nada, al contrario, termina perjudicando la experiencia ya que en muchos momentos estamos totalmente perdidos. La famosa película de fans para fans acá termina jugando en contra. Sobre la parte técnica, en momentos sorprende el nivel al que logran llegar con los efectos de hoy, los closes en Durotan muestran un nivel de detalles realmente impresionantes. Pero el resto termina quedando muy artificial, algo que por ejemplo una película del 2000, como los Señor de los anillos con sus 16 años, todavía consigue mostrarse actual. Un intento más de juntar las dos midias más importantes del día de hoy, cine y video juegos, que puede quedar en el camino. A la película le falta un poco de personalidad y termina siendo más una introducción de conceptos que un inicio de franquicia. Lo malo es que tal vez nunca veamos una secuela donde podría lucirse el verdadero potencial de la franquicia.
Otra adaptación fichinera llega a la pantalla grande y no es tan terrible como uno esperaría. Partamos de la base de que soy una completa ignorante en cuanto a los juegos de Blizzard se refiere. Hecha esta aclaración, y sacando cierta confusión inicial que presenta la película al tirarnos a la cara una sarta de nombres y lugares imposibles de memorizar en apenas unos minutos, “Warcraft: El Primer Encuentro de dos Mundos” (Warcraft, 2016) puede ser disfrutada por cualquiera, tenga o no, conocimiento de la historia que plantean los fichines. La tercera película de Duncan Jones es, básicamente, una aventura épico fantástica repleta de acción, extrañas criaturas, hechiceros, valientes guerreros y orcos, muchos orcos que, como bien reza su título, tendrán un primer encontronazo cunado sus mundos (Azeroth y Draenor) queden conectados mediante un portal interdimensional que traerá más desgracias que satisfacciones. Draenor, hogar de los Orcos, está siendo devastado por una fuerza maligna conocida como “fel magic” (vil) y deben buscar una nueva tierra para seguir subsistiendo. Gul'dan, un poderoso hechicero orco, logró unir a los clanes para atravesar el portal y apropiarse de Azeroth -reino que los humanos comparten con criaturas más pacíficas como duendes y magos-, utilizando la mismísima magia vil para drenar la vida de sus prisioneros y así alimentar esta salida de emergencia. Así, un pequeño grupo de orcos, incluyendo a Durotan (jefe del clan Frostwolf/Lobo Gélido), logra cruzar hacia el otro lado con la intención de asegurarse más “energía” y volver a abrir el portal para traer al resto de la horda. Pero su presencia en Azeroth no pasa desapercibida y pronto pone en alerta al rey de Stormwind (Ventormenta), Llane Wrynn (Dominic Cooper), a su comandante militar y mano derecha Anduin Lothar (Travis Fimmel) y a un joven mago, Khadgar (Ben Schnetzer), que siente la presencia de la magia vil y urge en contactar a Medivh (Ben Foster), el poderoso Guardián de Tirisfal. Los humanos corren con bastante desventaja en cada uno de los encuentros con las gigantescas y violentas criaturas, pero las filas orcas, especialmente Durotan, tampoco están muy contentas con los procedimientos de Gul'dan que fue corrompido por el uso excesivo de esta fuerza y ya no respeta sus propias tradiciones. Por ahí viene la historia y, de alguna manera, humanos y orcos, con la ayuda de la mestiza Garona (Paula Patton), deberán aprender a confiar los unos en los otros y unir fuerzas para detener esta fuerza oscura que quiere arrasar con Azeroth. No podemos evitarlo, pero todo tiene ese airecito a las aventuras cinematográficas que ya conocemos, especialmente “EL Señor de los Anillos” (The Lord of the Rings) que guarda una gran semejanza desde sus escenarios y personajes. “Warcraft” es entretenida, una historia fantástica llena de acción, espadas y lealtades encontradas que no quiere parecerse a un videojuego, sino a una experiencia cinematográfica. Sus intenciones son buenas, aunque cae en muchos lugares comunes (tal vez demasiados) y termina siendo un poco simplista y apresurada al final (a pesar de sus dos horas de duración) con la única intención de sentar las bases para una secuela. La desprolijidad de los efectos especiales se nota, pero no molestan en su conjunto. Así los personajes en CGI terminan pareciendo más humanos (suponemos, gracias a la técnica de captura de movimientos), que algunos de los estereotipos que presenta el bando contrario (te estamos mirando a vos Dominic Cooper). El humor es breve y desentona un poco entre tanta épica y fantasía, pero también lo hace el drama desmesurado que convence menos que la telenovela de la tarde. “Warcraft” se luce mucho mejor cuando más se concentra en el género, en pasearnos por estas tierras mágicas y sus personajes, y en los conflictos que no dejan de justificar las acciones de ambos bandos. Se toma un poco en serio y eso le juega en contra, pero igual se disfruta por lo que es, una gran aventura pochoclera.
Según los entendidos, existe una maldición respecto de las adaptaciones a la pantalla grande de videojuegos. Con más de dos décadas realizándose (se considera a Super Mario Bross de 1993 como la primera de ellas), aún no ha existido aquella que contente a todos los públicos, el cinéfilo y el gamer. Ante el estreno de cada una se reabre el debate sobre sí ambas plataformas son incompatibles, y una esperanza de que esta vez sea la definitiva. ¿Puede ser Warcraft la encargada de congeniar? La respuesta es dudosa. El universo de Warcratt viene siendo desarrollado en diferentes plataformas; juegos de estrategia bélica desde 1994, novelas y libros de rol, juegos de mesa, y una nueva saga llamada World of Warcraft con la que comparte universo, pero en un desarrollo diferente. Todo en un ambiente que le debe mucho a Calabozos & Dragones, y por supuesto a El Señor de los Anillos. Había la suficiente tela para cortar, sin embargo, el guion ideado por Charles Leavitt y el director Duncan Jones no se centra en ningún juego en particular, contando la historia dentro del universo. Género fantástico de hechicerías y tierras desconocidas. El mundo de los Orcos ha sido devastado. Para recomponerse deben salir a conquistar otras tierras. La apertura de un portal les permitirá ingresar al mundo de los humanos conocido como Azeroth. Pero para eso, deben utilizar una magia llamada Fel que se alimenta de los vencidos y posee/corrompe a quien la utiliza. A partir de esta base, que es más sencilla de ver que de explicar, se desarrollan una serie de intrigas palaciegas en ambos mundos. El orco Durotan, líder del clan Frostwolf comprende que una guerra entre ambas sociedades sólo llevará a la destrucción, e intenta detener al brujo Gul’Dan decidido a atacar corrompido por el Fel. Del lado de los humanos, el Rey Llane Wrynn y el General Anduin Lothar son quienes deberán planear las estrategias y combatir el ataque. Hay una dama, prisionera orco de los humanos, que se encuentra en el medio, Garona, y un guardian/brujo, Medivh, que irá cobrando relevancia a medida que el argumento avance. Visualmente impactante, esta historia se vale del hecho de poder narrar lo sucedido desde ambos bandos, trazando paralelismos y logrando comprender razones en uno y en otro. Es inevitable que una película que presenta la mitad (y más) de sus personajes en CGI, y se desarrolle en abiertos ambientes en donde también se nota la mano digital, resulte algo abrumadora. No obstante, las batallas logran comprenderse por más que están llenas de ráfagas de magia y luces, y hay también el suficiente tiempo para el desarrollo del conflicto. Los personajes tienen razones, hay una historia expandible por detrás y se les permite el momento para las emociones. Warcraft es una película bien diferente a las dos anteriores de Jones, Moon y Ocho minutos antes de morir, pero estas también eran distintas entre sí. Si algo une a las tres, es la carnadura de sus personajes, el peso que el realizador le ponea los mismos al enfocarse en ellos. Claro está que no estamos frente a una nueva El Señor de los Anillos, la épica no llega al mismo nivel, y en sí, el origen es diferente. Warcraft proviene del más puro mundo de hechicerías, y este debe abrazar su esencia de cine para entretenimiento. Sus mejores exponentes provienen de estilo clase B, y esta, a pesar de ser una superproducción, guarda en su espíritu algo de ese toque lúdico e inverosímil de aquellas. No estamos frente a un film de interpretaciones entre las que podríamos contar a Travis Fimmel, Paula Patton, Dominic Cooper, Ben Foster, y hasta una pequeña aparición de Glen Close. Cada uno se limita a lo que el guion les exige y sus roles son perfectamente identificables con los tópicos conocidos; no habrá sorpresas por ese lado. Como así tampoco desde un guion prototípico para esta clase de films sin el vuelo para lograr diferenciarse. No necesariamente debe ser un film que pase a la historia, Warcraft: El Primer Encuentro de Dos Mundos cumple con lo que promete desde su premisa, ser un exponente digno del cine fantástico. Para los amantes del videojuego quizás queden en el debe algunas diferencias, y esa monotonía lógica de no poder cazar las riendas del asunto. Después de tantas idas y venidas en su producción, se presenta un film que sirve como arco de apertura para una posible nueva saga, el primer paso es bastante respetable.
Duncan Jones lo pudo hacer. Su inventiva y capacidad para plasmar en una película el universo del uno de los videojuegos más famosos del mundo destaca en una de las producciones más esperadas de los últimos años. Y doblemente su logro es interesante ya que hace tiempo que una cinta inspirada en un videojuego no podía trasladar la épica y la mística que atrapa a los gamers de todo el mundo. Quizás sea el 2016 el año en que esa tendencia finalice, porque con la adaptación de “Angry Birds” (USA, 2016) y ahora con “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” (USA, 2016) la imaginación o las ideas preconcebidas sobre una posible transposición que refleje fielmente los juegos en los que se inspiran se han hecho reales. Así, en el arranque de “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” nos adentraremos en la historia de Durotan, uno de los líderes orcos, que a punto de ser padre verá cómo su mundo trastabillará al ser obligado a trasladarse a la Tierra siguiendo la decisión de Guldan, uno de los más siniestros magos de su raza, a quien nada ni nadie le interesa. En ese atravesar el portal, en un despliegue irrefrenable de efectos especiales comienza el filme, y a partir de allí continuará con la historia del paso de mundos a través de un portal, y el enfrentamiento ancestral entre orcos (gigantescos seres sedientos de venganza) y hombres, consolidando a “Warcraft” como una apuesta al género de acción. El filme, además de la impronta realizada desde la animación, además toma aditamentos y estereotipos de aquellas clásicas y recordadas cintas en las que la épica potenciaba conflictos narrativos e inspiraba su empatía con la necesaria identificación con alguno de los líderes presentados. En esta oportunidad, cuando Durotan comienza a luchar por él, su pueblo, su hijo y su estirpe, y además genera alianzas con los humanos y con Garona (la ascendente Paula Patton), la mujer que encierra en sí misma parte humana y parte orco, para poder, de alguna manera evitar el deseo de conquista irrefrenable de Guldan y los suyos, la película avanza con una solidez narrativa única. La representación de los orcos, de una calidad increíble, como así también la presentación de escenarios en los que las batallas, pero también la reflexión sobre los dos mundos, acercan el filme a relatos como “Avatar”, en los que, más allá de la impronta relacionada a las batallas, prima cierto trabajo superficial sobre la ecología. Y si “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” supera justamente las limitaciones con las que se encontraba antes de poder arrancar con el relato, es porque en la elección de una narración clásica y convencional le permite superar cualquier obstáculo con el que originalmente podría haberse topado. Si la historia de los orcos es más importante que la de los humanos, es porque justamente la imaginativa de Jones y el grupo de creadores de “Warcraft” posibilita un viaje hacia un mundo fantástico en el que estos seres invitan a un viaje único lleno de aventuras y entretenimiento.
Publicada en edición impresa.
ORCOS, MAGOS, PORTALES Y HUMANOS Basada en un famoso videojuego, toma mucho de la saga de “El señor de los anillos” aunque en esta versión cinematográfica, que mezcla lo medieval con un mundo de Orcos, no llega nunca a la estatura épica de Tolkien. El realizador y guionista, Duncan Jones, el hijo de David Bowie, se metió en la difícil tarea de adaptar un entretenimiento con muchos fans en el mundo entero. Y es posible que ese público responda con creces. Para los que se acercan por primera vez se encontraran con un film con voluntad de saga, no faltan ni las referencias bíblicas, y un despliegue visual que enfrenta elementos mágicos, la lucha de un demonio que esclaviza a los orcos para que destruyan la raza humana y la posibilidad de una convivencia. Visualmente atractiva y bien lograda, no consigue que el espectador logre empatía con los personajes, por la cantidad de tramas y subtramas. Demasiado abarcativo posiblemente para no traicionar a los seguidores del videojuego.
Warcraft nos presenta un mundo de fantasía en el que conviven humanos, enanos y elfos, que entra en guerra cuando una raza de Orcos intenta colonizarlos. Una interesante adaptación de un videojuego mítico, en el que se fusionan actores reales con personajes digitales, efectos especiales sorprendentes, acción, aventuras y climas mitológicos. El director Duncan Jones supo construir una película para todos los públicos sin olvidar a los fanáticos del juego, que encontrarán muchas referencias y guiños a lo largo del metraje. La cinta no da respiro, la acción es trepidante y los amantes de las historias de espadas y dragones la disfrutarán desde el primero hasta el último fotograma.
Pirotecnia y solemnidad La película basada en el popular videojuego defrauda, sobre todo por los buenos antecedentes que traía su director. Los comienzos de la carrera de Duncan Jones estuvieron signados por las dudas generadas por su condición de “hijo de”. No era para menos: su padre era David Bowie. Pero con el díptico compuesto por En la Luna y 8 segundos para morir, el realizador mostró que los vínculos filiales eran simplemente eso, y que en él había un director interesante, con ideas y una visión del mundo. Todo eso hasta ahora. Basada en el popular juego de estrategia homónimo, Warcraft, que aquí se estrena con el subtítulo El primer choque de dos mundos, es otra de esas superproducciones ruidosas, pirotécnicas, vacías y solemnes a la que Hollywood ha acostumbrado al público en los últimos años. El film plantea el enfrentamiento entre la comunidad de los Orcos, provenientes de un mundo que ya no existe, y el de los humanos. Los primeros están dominados por una magia “mala” y verdosa, mientras que los segundos los combatirán no sólo con espadazos y fuerza física, sino también con una magia “buena”. Si lo anterior suena a delirio se debe a que lo es. Los personajes y las acciones suceden no tanto por la lógica del relato como por la voluntad de un guión de hierro, atado a todas y cada una de las fórmulas del cine de gran espectáculo moderno. Las escenas de las batallas, eso sí, tienen una violencia poco habitual, mientras que algunos personajes parecen estar ahí con miras a una secuela. Los pésimos resultados de taquilla y crítica en Estados Unidos invitan a pensar que quizás nunca se filme, aunque su éxito con récord en China podría cambiar esa decisión. Lo concreto es que El primer choque de dos mundos resulta una película del montón.
Post-cine de superacción Cruce de caminos: el del cineasta Duncan Jones, hijo de David Bowie, con el del videojuego Warcraft. Jones ha declarado que le gusta el juego y que se propuso para dirigir la adaptación cinematográfica. La carrera de Jones venía bien aspectada, con En la luna y Ocho minutos antes de morir, dos films ambiciosos y de concordia entre crítica y público. No ha sucedido lo mismo con esta producción global, en la que primero figura China entre los países aportantes. La crítica en general la ha tratado con desprecio, pero el público fan del juego la ha defendido. En productos como Warcraft suelen darse esos cruces y desavenencias: fantasía de orcos gigantes, magos, enanos, hechiceros y humanos, luchas, personajes y situaciones pomposas. También hipogrifos, lobos que funcionan como caballos, imaginario diverso del juego y pretendidos lazos con sagas exitosas como El hobbit y El señor de los anillos más el medievalismo de Game of Thrones. Explicaciones, caras compungidas, peleas, absorciones de energía (visualmente muy efectivas), referencias al Moisés bíblico con un bebe orco, traiciones, rayos, sacrificios y luces de poder. Jones es un cineasta cabal y desarrolla una película basada en un videojuego sin confusión visual, con lógica narrativa y con magníficas peleas, muy aptas para el lanzamiento en Imax. Sin embargo, a diferencia de otras adaptaciones de videojuegos, como Resident Evil, aquí el atractivo para los profanos es escaso, porque el interés por los personajes y sus situaciones está muy atado a la base de fans y se apela menos a resortes cinematográficos clásicos que a esos factores de venta de "marca previa" que tanto contaminan el cine de hoy. O quizá mejor decir "productos de hoy", resultados de cruces, de aprovechamientos de tecnología, un poco fuera del género de aventuras más entrañable y emocionante, un poco falsos, como esos colmillos que usa Paula Patton, un poco vulgarmente lujosos, con 160 millones de dólares invertidos en buena medida en efectos deslumbrantes y con Glenn Close en un papelito. Estamos en época de encrucijadas, de la entrada de China como jugador cada vez más presente en el cine global, con películas a medio camino entre lo monstruoso y lo efectivo. Cine un tanto frankensteiniano, quizás algo así como post-cine.
La conquista de los orcos Dirigida por el hijo de Bowie, y basado en un videojuego, el filme es el primero de una saga con crédito abierto. Basada en una popular saga de videojuegos, Warcraft se inscribe dentro del género fantasy: todo transcurre en un universo de aires medievales poblado por seres fantásticos, donde la magia es una realidad tangible y el honor, un valor primordial. Un universo deudor tanto del imaginario de Tolkien como de la serie de libros y juegos de rol de Dungeons & Dragons. Lo que aquí se narra es un choque de civilizaciones: el enfrentamiento entre orcos y humanos. Con su propia tierra devastado, los orcos -criaturas enormes, horripilantes, dientudas, suerte de eslabón perdido entre Shrek y Hulk- deciden conquistar otro planeta. A través de un portal mágico, una avanzada de orcos aterriza en Azeroth, un mundo poblado por humanos. Guerreros por naturaleza, los orcos tienen una excusa perfecta para desplegar sus instintos belicosos: necesitan prisioneros que funcionen como combustible de la magia maligna de su líder, que pretende crear otro portal para transportar al resto de la horda orca. Pero los invasores se topan con la resistencia de los humanos. Duncan Jones -hijo de David Bowie, fanático de los videojuegos, director y también guionista de Warcraft- decidió que la narración siguiera los pasos de los dos bandos, con un héroe destacado por lado. Una buena elección, aunque los personajes de los orcos están mejor construidos y todo lo que sucede en torno a ellos termina siendo mucho más interesante que las peripecias de los humanos. La película tiene un gran inconveniente: Game of Thrones, quizá el mejor exponente de fantasy actual. En la inevitable comparación, la serie de HBO deja a Warcraft cubierta de una pátina berreta. En todos los rubros. A nivel visual, aquí hay grandes aciertos (como los orcos), pero también escenas donde se le ven las costuras al uso de la tecnología. A nivel narrativo, sobreabundan las explicaciones verbales -incluyendo unas ridículas escenas donde los personajes se ponen a hablar en medio del fragor de la batalla-, algo que hace que las dos horas se sientan. Y a nivel actoral, este es un elenco mediocre. Pero esta saga recién empieza: el crédito está abierto.
Duncan Jones, hijo de Bowie, tiene la oportunidad de consagrarse como el nuevo Peter Jackson en esta saga de extracto tolkiano. Adaptación del videojuego Warcraft, la película trata sobre la guerra de orcos y humanos: Gul’dan, jefe de los primeros, consigue dominar el Fel, una magia negra que le permite abrir un portal para invadir Azeroth, planeta donde conviven elfos, enanos y seres humanos de atuendo medieval. Resulta imposible abstraerse de Lord of the Rings, pero Jones elaboró tanto el universo orco que consiguió darle a la película una entidad propia. Los orcos son moles de animación, un ejército de Hulks que además habla un dialecto especialmente diseñado. Y el conflicto interno entre el feroz Gul’dan y el honesto Durotan, que percibe la magia negra y la consecuente fractura en la probidad de su tribu, añade un tinte moral como de leyenda. Del lado humano también aparece un conflicto. Mientras el guerrero Lothar (Travis Fimmel) y el rey Wrynn (Dominic Cooper) traman una resistencia estratégica contra este enemigo formidable, sus esfuerzos se ven boicoteados por el extraño comportamiento del mago Medivh (Ben Foster). Dos personajes secundarios gradualmente se apoderan de la trama: Garona (Paula Patton), una mestiza que ayudará a los humanos, y Khadgar (Ben Schnetzer), un aprendiz de brujo que muestra el costado más frágil y humano, y donde se conserva cierta inocencia esencial a la fantasía de raigambre tolkiana. Es interesante el tratamiento del Fel, cuya magia se nutre de vidas humanas, por lo que Gul’dan acumula campos de prisioneros, estilo Holocausto, a los que chupa la energía. Hay muchas buenas ideas, pero la película no las desarrolla, quizá por reservarlas para el resto de la trilogía. Ese recorte se percibe y deja con gusto a poco.
De la mano de Legendary Pictures y Universal Pictures llega el estreno de “Warcraft” que es una adaptación del conocido videojuego homónimo. Es fundamentalmente una película de guerra con mucha fantasía aventura y acción. Se nota que el no tan joven director de este largo Duncan Jones (hijo del cantante David Bowie) fue un apasionado jugador, que también se animó a formar parte del equipo de guionistas. Por un lado tenemos los humanos rodeados de elfos enanos y brujos con sus líderes naturales que viven en Azeroth y por el otro los Orcos, personajes fantásticos cuasi mitológicos provenientes de Draenor, donde dejaron un reinado desbastado. Estos humanoides gigantes con enormes mandíbulas y colmillos sobresalientes ingresan a través de un portal abierto por obra de un maldito hechicero, y llegan con sed de guerra y conquista. En este mundo mágico donde chocan estas dos razas la venganza por los que mueren adquiere protagonismo y el conflicto no podrá detenerse. Con pasajes por momentos casi bíblicos cobra mucha realidad la historia y nos invita a involucrarnos y sufrir por lo que ocurre. Pensada con un final abierto para que la historia continúe, con imágenes impactantes, banda de sonido potente, enorme trabajo en el área artística digital y un gran elenco, es un film muy interesante para ver en 3D. Recomendado para aquellos que saben discernir muy bien la realidad de la fantasía, no para alimentarse de agresión y odio, ya que de eso estamos desbordados en nuestro mundo.
El arsenal digital no disimula la falta de creatividad El film conformará a medias incluso a a los fans del videojuego original. "Warcraft" es antes que nada un videogame jugado por millones de personas on line tomando la identidad de personajes al estilo Tolkien que pelean en una guerra interminable en un mundo mágico. La película llega después de años de anuncios y preparación, con un gran presupuesto, efectos digitales al por mayor y dirección y guion a cargo del hijo de David Bowie, Duncan Jones, que hasta ahora había filmado un par de buenas películas fantásticas de mediano presupuesto como "8 minutos antes de morir". La película mezcla actores humanos y digitales y narra el origen de la guerra entre humanos y orcos, unos grandulones bastantes monstruosos, pero no carentes de honor, que quieren dominar el mundo entrando desde otra dimensión a través de un portal mágico abierto por un horrible brujo capaz de manejar una energía que usa la vida ajena como combustible. Para defenderse de este tipo de peligros sobrenaturales el reino humano de Azroth tiene un llamado "guardián", hechicero que domina las ciencias ocultas pero que lamentablemente no está en su mejor momento, o quizás haya sido dominado por las malas artes. Por suerte hay un aprendiz de guardián que puede ayudar a salvar el mundo, igual que una bella orca tomada prisionera y tratada con dignidad por la realeza humana. Por momentos, Jones consigue contar más o menos coherentemente un argumento elemental y excesivo al mismo tiempo, aunque no logra darle una estética uniforme a una película que tiene grandes momentos épicos dominados por el impresionante arsenal digital y muchas escenas dialogadas con personajes que apelan a demasiados términos de la mitología del juego original. Aunque hay partes interesantes y divertidas, las dos horas de película se hacen notar demasiado, y da la sensación de que a los fans del juego les gustaría más comandar los personajes con un joystick en vez de mirar cómo pelean con vida propia. Probablemente a los que no conocen ni les importa el juego esto no les caerá como otra cosa que una versión elemental y un poco berreta de "El señor de los anillos".
Para ser una película que basa su entretenimiento en reinos místicos, criaturas fantásticas y grandes batallas entre hombres y monstruos, Warcraft suele quedarse corta en imaginación y emoción. Desde los avances se veía una épica espectacular, con imágenes que empujaban a la audiencia a creer que estaban frente a otra Avatar, pero en resumidas líneas es una que sólo un ávido gamer podría disfrutar con ganas: es pura fachada, con poca sustancia en el interior. Podrá ser el film basado en videosjuegos más taquillero de su clase, pero no es excusa para no tener una historia sólida por debajo de la ola de efectos visuales que pueblan la pantalla en cada fotograma. Si algo hay que entender desde el principio, es que Warcraft está diseñada casi específicamente para el sector demográfico que hizo de la saga una explosión, cuando se estrenó el primer videojuego. El espectador casual que pase a ver una épica fantástica al estilo Lord of the Rings tardará bastante en aclimatarse a todos los elementos que se conjuran en la trama, y es difícil que sienta empatía por alguno de los dos bandos enfrentados en esta contienda, incluso cuando está más que claro que hay un bando bueno y otro malísimo. Habrá alguna que otra pincelada de grises morales, pero estamos hablando de un film con elementos intercambiables con otras sagas fantásticas, tanto que resulta casi increíble que de a ratos funcione y resulte entretenida. Y si la historia es carente de emoción y/o diversidad, por lo menos se redime con la acción. Aún cuando algunas escenas tengan un gusto familiar, los combates a veces son impresionantes y hasta tienen una cualidad de inmersión que bien vale la pena verlos en pantalla grande. La mente ingeniosa de Duncan Jones -presente en las geniales Moon y Source Code- parece haber sido aplastada por la maquinaria hollywoodense, que le exigió demasiado a él y a su co-autor Charles Leavitt -a quien la fantasía lo tiene a mal traer luego de la triste The Seventh Son el año pasado-. El estudio prácticamente les pedía lo imposible, adaptando una franquicia para fanáticos que también actuase como faro para neófitos del juego, a su vez de resultar un entretenimiento pasable para desconectar la mente y jugar a humanos versus orcos. Era mucho y el peso se hace notar. El elenco, por supuesto, hace lo que puede con el material a su disposición. Travis Fimmel logra diferenciar un poco a su héroe humano aportándole ciertos tics y características que hacen que su Lothar no sea un Aragorn cualquiera, mientras que el orco Durotan de Toby Kebbell es la única criatura que merece la atención del espectador. Este último sabe cómo trabajar un personaje enteramente digital al estilo Gollum -ya hizo un excelente trabajo en Dawn of the Planet of the Apes- y junto a Fimmel hace una dupla que se roba el foco de interés siempre que están en pantalla. Por otra parte, Paula Patton está muy incómoda con su personaje cruza entre humano y orco con prótesis dudosas, que encima tiene la tarea de crear un interés romántico para Lothar, el cual nunca termina de convencer. El resto del elenco, tanto humanos como orcos, tanto buenos como malvados, caen en las líneas genéricas de personajes unidimensionales. Con una duración de dos horas, Warcraft es admirable desde lo visual, pero carece de una espina dorsal que cuente una historia fresca. En el eventual caso de que ese corte del director que dura 40 minutos más vea la luz del día, quizás el encuadre narrativo sea diferente y le agregue algo más de peso a la fábula fantástica que llega a las carteleras hoy. Por el momento, es puro fuego artificial que deja una linda estela en el cielo, pero desaparece segundo a segundo luego de esa primera explosión.
Parecía que nunca iba a pasar, pero finalmente una de las franquicias más exitosas del videojuego llega al cine; Warcraft: El primer encuentro de dos mundos de Duncan Jones (Moon, Source Code) arranca la guerra entre la horda y la alianza. Era 1994 cuando Blizzard daría inicio a una de las sagas más importantes en el mundo gamer, con Warcraft: Orcs & Humans , un juego de estrategia lanzado para PC. Pero su conquista llegaría diez años después con World of Warcraft, un juego de rol masivo online, que aún hoy alberga más de 7 millones de suscriptores. E incluso se expandió a otros formatos como juegos de cartas, libros y mucho cosplay. Tanto fanatismo y seguidores, que era evidente que en algún momento llegaría su adaptación al cine. La historia de Warcraft: El primer encuentro de dos mundos, da comienzo a una saga. Para que el público desconocedor del material no se sienta perdido, Universal y Blizzard presentan el ¿por qué? del enfrentamiento entre Orcos y Humanos. El pacífico reino de Azeroth está a punto de entrar en guerra para enfrentarse a unos terribles invasores: orcos guerreros que han dejado su destruido reino para colonizar otro. Al abrirse un portal que conecta ambos mundos, un ejército se enfrenta a la destrucción, y el otro, a la extinción. Si lo que buscaban era el realismo fantástico que producciones como Game of Thrones han marcado, este no es el caso. Warcraft es fantasía clásica, sin violencia desmedida; y apoyándose más en estos mundos construidos en los imaginarios de los gamers. Aquellos que han recorrido el mundo online, encontrarán miles de referencias, puestas solo por el objetivo de simpatizar con ese público. Aquí la mano de Duncan Jones no se ve claramente, el director de Moon y Source Code; no aporta ningún aspecto de su visión ante esta mega producción de CGI. Los héroes; el humano Lothar y el orco Durotan, no tienen una gran implicancia a la hora de identificarse con el espectador. Su desarrollo es bastante vago, y en general todos los personajes del film están estereotipados. Pero es aquí donde reside el logro de su adaptación. Mientras que sagas como Resident Evil, se apoyan mucho en su protagonista y deja en libre albedrío la adaptación del entorno. En Warcraft hay protagonistas, pero el fuerte es su entorno. Una especie de “error buscado”, se podría decir. El film puede ser disfrutable para toda clase de público, pero el espectador promedio será el que haya jugado el videojuego. El apartado visual es impecable, recordando las cinemáticas de presentación que Blizzard hace de todos sus productos.
Zablazos, trompadas y hechizos. Ver Warcraft: El primer encuentro de dos mundos en una avant premiere rodeado de fanáticos del juego que sirvió de materia prima al film puede ser muy ilustrativo. Juego que es, vale aclarar, uno de los más populares y clásicos –su primera versión data de 1994– del género de estrategia en tiempo real y un auténtico ícono entre los gamers que hoy rondan los 30 años. Lo que se escuchó al inicio de los créditos finales fue una tibia ola de esos aplausos que se conceden más por cortesía que por reconocimiento, como si ellos, los fanáticos, se hubieran conformado con la módica satisfacción de haber visto y reconocido en la pantalla grande una porción de la iconografía que viene acompañándolos desde la adolescencia. A riesgo de tomarse la parte por el todo, podría decirse que si la adaptación a cargo de Duncan Jones no interpeló de forma directa a quienes debía hacerlo, menos lo hará con aquellos espectadores neófitos en este universo fantástico de orcos y humanos, de magos y hechiceros, de energías negativas y positivas, de mundos paralelos tendientes a confluir en la enésima batalla de la guerra eterna entre el Bien y el Mal que Hollywood viene tematizando una y otra vez desde sus mismísimos inicios. Menudo padre le tocó al pobre Duncan Jones: un tal David Bowie. Pero el muchachito superó con creces el rótulo de “hijo de” gracias a dos muy buenas películas de ciencia ficción como Moon (2009) –editada aquí en DVD con el título En la Luna– y Ocho minutos antes de morir. En ambas se percibía quizá no una voz autoral, pero sí una con intereses, temas y una visión del mundo claros y definidos. Todo eso aquí brilla por su ausencia debido a la tendencia de las grandes producciones a esmerilar cualquier atisbo de huella de sus responsables en pos de la espectacularidad y la grandilocuencia. En ese sentido, un pequeño punto a favor de El primer encuentro de dos mundos es que esas ínfulas son funcionales al relato y no al revés. Incluso el guión de Jones y Charles Leavitt apuesta por desarrollar sus personajes, en línea con la idea de sacarles todo el jugo en una secuela que, dados los pésimos resultados de taquilla y crítica en Estados Unidos, posiblemente nunca vea la luz. Que ellos tengan nulo gramaje emocional y capacidad de empatía se debe, primero, a la pluma autómata detrás de los diálogos, pero también a un elenco compuesto por intérpretes de madera, cada cual más musculoso que el anterior pero hermanados en la desgracia de un carisma tendiente a cero. La mitología del juego es enorme y compleja, acorde al sinfín de expansiones y nuevas versiones editadas desde 1994 hasta la actualidad. La condensación en dos horas de metraje obliga al recorte, limitando el arco dramático al avance de los orcos sobre el mundo humano, al cual llegan gracias a un portal abierto a fuerza de energía verde “mala”. A ella, claro, se le opone una azul y “buena” administrada por un mago pelilargo, con barbita y de habla parabólica sacado de una adaptación bíblica de Franco Zeffirelli. Jones replica de Game of Thrones el campeo narrativo entre las internas de la cocina del poder de ambos bandos y los esperados enfrentamientos entre ellos, siempre a puro sablazos, trompadas y algún que otro hechizo sacado de la galera cuando no hay resolución narrativa coherente a la vista.
Un ejército de desagradables orcos invade la tierra y los humanos, aliados con algunos de ellos, deben defenderse. Este traslado al cine de un exitoso videojuego respira como película autónoma y hasta entretiene, aunque uno esperaba más de Duncan Jones, hijo de David Bowie y director de la notable En la Luna. Los efectos especiales son desmesurados y comiqueros, el argumento plagado de solemnindades. Entre batallas salpicadas de sangre verde y un grupo de actores solventes, encabezados por Travis Fimmel, de Vikingos, una fantasía con aire de clase B que se deja ver y no quedará en el recuerdo.
Crítica emitida por radio.
Desde su aparición, a Warcraft se la pudo ver a través de: novelas, historietas, distintos juegos de mesa y, por supuesto los videojuegos, resulto un bum. Tiene diversos personajes, locaciones, y las batallas épicas son el mayor atractivo, era de esperar que en algún momento llegará al cine y ese día llegó para todos los fans, seguidores y futuros interesados de “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos”. Resulta un enorme espectáculo visual, majestuoso, con una gran tecnología y acertados efectos especiales, el diseño de producción y el vestuario. Figuras como hechiceros, guerreros, Rey, una mestiza, mitología, entre otros, forman parte de los distintos conflictos. Un film entretenido, contiene mucho ritmo no da respiro, y hasta tiene un toque bíblico con una figura similar a la de Moisés.
El Señor de los Fichines Llega a las pantallas locales la película más exitosa basada en un videojuego hasta la fecha pero que, sin embargo, guarda varias sorpresas en su interior. Cuando llega la hora de hablar sobre películas basadas en videojuegos, la primera imagen que llega a la cabeza es la hiper fallida versión de Super Mario Bros protagonizada por Bob Hoskins y John Leguizamo hace más de veinte años. Ni siquiera la buena performance que tuvo Mortal Kombat en 1995, pudo sacar de la estigmatización al género, que además debió soportar otros bodrios del calibre de Double Dragon o Final Fantasy el Espíritu Interior en los años siguientes. Sin embargo, la brecha la marcó hace algunas semanas Angry Birds que se alzó con más de 330 millones de dólares a nivel global, y que sin embargo palidecen ante los casi 500 millones que ha recaudado esta Warcraft, un film que llega con un retraso de casi un mes con respecto a los Estados Unidos. Sin embargo, de la friolera mencionada con anterioridad, Warcraft sólo obtuvo 40 millones en los Estados Unidos, siendo que el resto corresponde al exterior, con especial énfasis en China, de donde son originarios la mayoría de los capitales que financiaron esta aventura fílmica. Yendo al film, el mismo esconde debajo de la "adaptación" un relato al más puro estilo de "El Señor de los Anillos", historia con la que el videojuego guarda similitudes que más que "homenajes" podrían ser calificadas de plagio, pero como en el momento en que salió a la venta no había productos de este tipo, sus fanáticos le perdonaron "todo". Warcraft es la tercera producción que dirige Duncan Jones, más conocido en el ámbito musical por ser el hijo del gran David Bowie, que sin embargo ha dejado de lado los rótulos con dos filmes muy bien catalogados como "En la Luna" y "8 Minutos antes de Morir". En este caso, el marco de Warcraft limita bastante las ideas visuales de Jones, que sin embargo logra superar el estilo que Peter Jackson impuso en el género con sus seis películas de "El Señor de los Anillos" y "El Hobbit", y marca un pulso propio en lo referente al dinamismo con los que se mueven los personajes, tanto los humanos como los orcos y demás especies que habitan este universo. Para quien no conozca la historia, se trata de una guerra que se desata entre los humanos y los orcos por la posesión de un territorio. En la película, los primeros defiende el reino de Azeroth de una invasión que dirige el malvado hechicero Gul´dan debido a que ya han agotado los recursos en su mundo de origen. Sin embargo, el film no peca en condenar a los orcos –"diferentes" ellos- a ser "los malos" sino que se ubica una y otra vez en las trincheras de ambos bandos rescatando héroes por aquí y por allá, con menciones especiales para el mago Medivh (un muy prolijo Ben Foster), su aprendiz Khadgar (Ben Schnetzer), la orca Paula Patton y el guerrero Anduin (Travis Finmmel), todos ellos parte de un elenco seleccionado a través de todo el mundo como para que el producto final tenga atractivo para todos los mercados. Por acá, bien gracias pero los fans de "El Señor de los Anillos" y del fichín no se quejarán ante el resultado final. Con efectos especiales acordes al presupuesto de 160 millones de dólares, este Warcraft no defrauda en casi nada, salvo en el hecho de que, como se anuncia en el título (Warcraft: el primer encuentro entre dos mundos), esto es solamente la introducción a una historia pensada para durar varios filmes. Si es así de divertido, bienvenidos sean.
Warcraft es otra película que fue víctima de un ensañamiento sin sentido por parte de la crítica norteamericana. Si uno se deja llevar por muchas de esas reseñas podría quedarse con la noción equivocada que este es uno de lo peores estrenos del año y la verdad que ese no es el film que vas a encontrar en el cine. El nuevo trabajo del director Duncan Jones (hijo de David Bowie) no soló se destaca entre las mejores adaptaciones que brindó este arte sobre un video juego, sino que además ofrece una buena propuesta dentro del género de fantasía. Esta es la tercera película del realizador luego de Moon (2009) y Ocho minutos antes de morir (2011), con Jake Gylenhaall, que fueron historias de ciencia ficción. Warcraft es una sólida producción de aventuras y fantasía que logra ser muy entretenida por el conflicto que narra y el trabajo que hizo Jones con las secuencias de acción. Para quienes no somos fans del video juego la historia en un principio puede resultar algo abrumadora por la enorme cantidad de personajes que se presentan en un breve período de tiempo. Con esta película ocurre algo similar al caso de Día de la independencia 2, donde la narración del director está tan enfocada en la acción que apenas le da tiempo al espectador para que conozca este universo de ficción que propone y sus personajes. Duncan se vio obligado por el estudio Universal a eliminar 40 minutos de escenas de su corte original y esto afectó muchísimo la narración del film. La trama salta constantemente entre distintos escenarios y por momentos el relato resulta algo caótico. De hecho, hay personajes que se desarrollan a gran velocidad y se hace evidente que a la película le faltan algunas escenas. De todos modos en mi experiencia personal con el film me pareció muy entretenida la historia. El planteo que presenta de la comunidad de los orcos creo que se destaca entre lo más interesante. Sobre todo porque no se los retrata como villanos tontos sino que sus acciones tienen un fundamento. No ocurre lo mismo con los personajes humanos que son un poco más aburridos. Travis Fimmel (de la serie Vikingos), quien en estos últimos años evolucionó muchísimo como actor, interpreta a un héroe de acción digno que tiene el perfil de los clásicos personajes de Dungeons & Dragons. No es un protagonista precisamente carismático pero termina siendo funcional en la trama. Un tema para objetarle al guión del director es la nefasta historia romántica entre Lothar (Fimmel) y Garona , la semi orca, que resultó completamente forzada. Los personajes se conocen dos minutos y de la nada se convierten en Aragorn y Arwen. Me quedó la sensación que el romance se incluyó por cuestiones marketineras del estudio Universal más que por un propósito dramático. Al menos lo podrían haber trabajado con más sutileza. Desde los aspectos técnicos el film de Duncan es bastante positivo. La recreación de los orcos con el sistema de animación de captura de movimiento estuvo muy bien realizado y los personaje se ve creíbles en la pantalla. No obstante, el tratamiento del CGI en la película resultó algo irregular. Hay escenas espectaculares que son una belleza (como los vuelos de Travis Fimmel en el hipogrifo) y otros momentos como la introducción del mundo de los orcos, en los minutos iniciales, donde el trabajo de Duncan directamente parece un film de animación computada. Durante el desarrollo de la historia esta cuestión encuentra un mayor equilibrio y en la batalla final se redimen esas imperfecciones. No hay que buscarle la quinta pata al gato. Warcraft no tiene el contenido de un relato de Tolkien ni Michael Moorcock (Elric de Melnoboné) pero es una propuesta de fantasía decente para pasar un rato ameno en el cine.
La cosa en Hollywood está que arde: han llevado al cine la necesidad de que todo sea un gran espectáculo lleno de fantasía e imposibles, que introduzca mediante sonido envolvente y efectos 3D al espectador en la pantalla, que provoque nervio y genere adicción. Y no, no solo no es fácil sino que no existe una fórmula infalible. La primera estrategia es tomar una marca conocida y transformarla en película, y ahí están los films de Marvel (con personajes que tienen cincuenta años) o los relanzamientos de sagas como Star Wars. Warcraft es el intento de lanzar una franquicia nueva, basada en un ultraconocido juego de computadoras que hoy no es tan popular como lo fue pero que justifica(ba) la inversión. El resultado es visualmente, y en ocasiones, atractivo. En cuanto a la historia en sí, hay de todo pero demasiado, con tantas líneas que uno se pregunta si pensaron en tres o treinta películas. Por otro lado, todo es bastante elemental: hay orcos y humanos, hay buenos y malos de los dos lados, hay un mensaje de tolerancia por el diferente (si estos aparatos fílmicos no tienen un mensaje, parece que son comercialmente inviables) y también hay algo bastante cursi en el uso del color y el diseño. Al realizador Duncan Jones lo conocemos por dos muy buenas películas de ciencia ficción (Moon y 8 minutos antes de morir), y parece que el salto a la hiperproducción, más allá de algunas hazañas técnicas, no ha sido demasiado cómodo. Algo queda de aquel realizador, sobre todo el brío y ciertas bellezas.
El amor atraviesa todas las batallas Ir al cine con la idea de ver la versión fílmica de un viejo juego de la playstation será una frustración para los amantes de "Warcraft". Pero lo bueno es que la película de Duncan Jones toma vuelo por sí misma y dejará con una sonrisa a flor de labios a los que no conozcan absolutamente nada de jueguitos de play. Es que el director le puso un condimento emotivo que atraviesa la historia. Quizá sensibilizado por una cuestión dramática personal (su mujer enfermó de cáncer en medio del rodaje), el realizador planteó una historia cuyo nudo central es la batalla entre los humanos y los orcos, sobre una estética guerrera de la era medieval. Pero entre líderes carismáticos, magos siniestros y aprendices ingeniosos, se desandan dos historias de amor con un peso específico determinante. La primera es la de dos orcos, el jefe Durotan y su esposa embarazada, cuyo hijo será el protagonista de la secuela, como se deduce en el final del filme no en vano subtitulado "El primer encuentro de dos mundos". Y la segunda es la de los protagonistas: el humano Lothar (Travis Fimmel) y la mujer orco Garona (Paula Patton), quienes pelearán por la misma causa y ya se insinúa que concretarán su amor en la próxima película. Hay traiciones y lealtades en una producción que se disfruta mucho más en la versión 3D, sobre todo en las batallas, ya que los recursos digitales son empleados con más ingenio que efectismo. Para ver con o sin play.
Protagonizada por Travis Fimmel, Paula Patton, Ben Foster, Dominic Cooper y Ben Schnetzer, llegó a los cines "Warcraft: El primer encuentro de dos mundos". La película está basada en el juego, que probablemente todos hayan jugado y está dirigida por Duncan Jones. Los ogros llegan a un nuevo mundo y liderados por Gul'dan quieren conquistar los Siete Reinos. Dentro del ejército de los ogros tenemos a Durotan, un líder de un clan que no cree que esta sea la mejor manera de vivir en este nuevo mundo. Del otro lado, tenemos al Rey Llane Wrynn, al líder del ejército, Lothar y a los hechiceros Khadgar y Medivh. Ellos trataran de impedir que esta guerra sea ganada por los extranjeros.
Comienzo tambaleante pero triunfal "Warcraft" es la esperada adaptación del famoso video juego que llega a las salas de cine con una polémica que no es nueva. La opinión de la crítica especializada versus la opinión de los gamers fanáticos y espectadores circunstanciales amantes de la fantasía, que en definitiva son el target del film. Si alguno estuvo leyendo comentarios en internet, sabrá que los críticos del mundo y en especial los estadounidenses en su mayoría, la defenestraron diciendo que es una de las más grandes decepciones desde "Battlefield Earth", aquella película fallida de ciencia ficción del año 2000 protagonizada por John Travolta y Barry Pepper entre otros. Personalmente debo disentir con esa apreciación que me parece muy exagerada e injusta para con este producto del director Duncan Jones ("Moon", "Source Code"). "Battlefield Earth" sí era ridícula, exagerada, berreta, estaba horriblemente narrada y pretendía exaltar la teoría de la cienciología. La suma de sus errores cinematográficos era realmente una catástrofe. "Warcraft" tiene varios problemas de guión y actuaciones cuestionables, pero no está ni cerca de ser algo tan pobre como la película con la cual se la compara. En primer lugar, es realmente impresionante el parecido que tienen los diseños de los personajes de la película con los del video juego, algo que resulta fundamental para el público gamer. Aclaro que no soy fanático del juego, pero me puse a googlear un poco acera del mismo para desburrarme y la verdad es que la fidelidad del film para con éste es bastante impresionante. Se nota que le pusieron ganas y talento técnico al producto. Los populares orcos están generados por CGI, pero lejos de ser algo muy artificial lograron que sea vean reales y a la vez imponentes. Lo mismo sucede con otras criaturas fantásticas que desfilan por el film. El detalle de los movimientos faciales y la expresividad que tienen recuerda a "Avatar". Aprovechando la dosis de efectos especiales de calidad, Jones no escatima a la hora de tirar carne al asador. Orcos, grifos, lobos, hechiceros, enanos, pájaros gigantes, paisajes de ensueño, peleas emocionantes, todo para el disfrute visual de los gamers fans de "Warcraft". Ahora, si vamos al guión, hay varias cosas negativas. Es demasiado grandilocuente para un film de dos horas. No se puede pretender meter toda esa cantidad de historia y personajes y hacer que el espectador en tan poco tiempo se involucre tanto con ellos. Dicen que el estudio le cortó unos 40 minutos al trabajo original de Jones, lo que quizás derivó en algunos baches y torpezas en la fluidez de la narración que se pueden identificar. Hay contradicciones y algunas resoluciones simplistas de la trama en las cuales se nota que no se pensó demasiado en cómo hacer fluir un guión realista y coherente. Otra cuestión que me pareció bastante floja es la interpretación general de los protagonistas. Actúan mejor los orcos generados por CGI que los humanos. Lo de Paula Patton (Garona), Travis Fimmel (Lothar) y Ben Schnetzer (Khadgar) me pareció medio burdo, con bastante sobreactuación. ¿Vale la pena ir a verla al cine? Creo que sí, sobre todo si sos fanático del juego y del género fantástico en el cine. No es de las películas más memorables que vas a atesorar en tu mente cinéfila, pero creo que cumple con el objetivo de entretener y ofrecer un espectáculo visual magnífico. Ojalá para su segunda entrega mejore en l que a guión se refiere, porque como todos sabemos, el impacto de ver una historia de este tipo en cine dura la primera entrega. Para la segunda la sorpresa ya se disipó y el espectador empieza a buscar evolución no sólo audiovisual sino intelectual.
VIDEOJUEGOS Y CINE NO SE MEZCLAN Warcraft: el primer encuentro de dos mundos (un anti-título), es un proyecto de esos que producen un ruido extraño desde el comienzo de su existencia. Porque hay que decir que, a pesar de que se sabía que iba a ser dirigida por alguien interesante como Duncan Jones -En la luna (2009); 8 minutos antes de morir (2011)-, el hecho de que sea la adaptación de un videojuego (trasposición que casi siempre sale mal), y luego del visionado de los adelantos impersonales y burocráticos con los que fue promocionada, uno podía augurar un auténtico desastre. Por supuesto, las expectativas tienden a la exageración, y al final del día la película de Jones no puede ser declarada una calamidad aunque sea previsiblemente mala. Warcraft arranca siendo un desastre narrativo que da por sentado una gran cantidad de información, y que pretende establecer un universo fantástico a lo Avatar a la fuerza. Pero Jones no logra emular la maestría que tiene James Cameron (y, a veces, Peter Jackson) en esto de introducir al espectador en nuevos mundos fantásticos artificiales y hacerlos sentir como naturales y propios; el mundo de Warcraft nos es ajeno durante todo el film. Por lo demás, el director se toma casi hora y cuarto en lograr producir algún asidero para quienes estamos viendo su obra, y lo termina consiguiendo gracias a dos personajes del bando de los orcos en los cuales delega cierto peso dramático que parecía que una película como esta nunca iba a conseguir. La historias del arrepentido líder de clan llamado Durotan (Toby Kebbell) y de la mestiza Garona (Paula Patton), que se vuelven interesantes pasada largamente la primera hora del film, tienen además una resolución inesperada, compleja y, dado el contexto, sorprendente. Aún así, todo el movimiento apenas alcanza para salvar el honor. Los demás problemas que tiene la película parecen venir de su propio origen. El primer juego de Warcraft es de 1994, uno de los primeros en el género de estrategia en tiempo real, que como casi todas las sagas de la industria se ha ido complejizando en cada entrega en el plano narrativo. De hecho Wacraft deviene en el juego de rol en línea llamado World of Warcraft, con un rico y gigantesco catálogo de personajes e historias, cuyo éxito demuestra lo mucho que a los usuarios les importan esos personajes y sus circunstancias. Pero el cine mainstream de alto presupuesto es otra cosa, es un lenguaje que necesita construir el entretenimiento desde la contemplación pasiva, sin contar con esa herramienta hipnótica que es la experiencia de inmersión que es capaz de producir un videojuego. Para que nos importe lo que les pasa a unos terceros que vemos en pantalla tenemos que sentir empatía, cosa que Warcraft: el primer encuentro entre dos mundos apenas logra hacia el final, cuando ya es demasiado tarde para salvarse. Una lástima, porque Jones no es el idiota de Michael Bay como para andar haciendo estas cosas.
Crisis energética. Para empezar hay que decir que Warcraft es la visión personal del director Duncan Jones sobre el videojuego de estrategia que lleva veinte años de reinado. También es la oportunidad de ver en cine la diferencia entre un video juego filmado y la inspiración desde esa fuente para darle sustento haciendo valer los recursos narrativos del cine.
Duncan Jones llamó la atención como promesa tener en cuenta con su primer film, En la luna (Moon, 2009), una producción pequeña e independiente con elenco unipersonal que remitía a ciencia ficción introspectiva de los 60 y 70. Su segunda película, 8 minutos antes de morir (Source Code, 2011), todavía con un presupuesto mediano, confirmó la promesa, con una historia intrincada que le debía un poco a la paranoia de Philip K. Dick y a los juegos narrativos de Christopher Nolan. Warcraft su tercera película, basada en un popular videojuego que no para de expandirse desde 1994, marca su ingreso al mundo de los tanques millonarios y el cine de franquicias. El proyecto de llevar ese universo al cine viene anunciándose desde hace diez años, con Jones incorporándose al puesto de director y co-guionista en 2013. El primer lanzamiento de la serie de videojuegos, y que inspiró el film presente, se titulaba Orcos y Humanos. Y de eso se trata exactamente. De la horda de los orcos invadiendo a través de un portal mágico la tierra de los humanos, y de lo que pasa cuando ambos esos mundos chocan. 134235La cuestión se complejiza (un poco) entre los bandos ya que, del lado de los humanos, tenemos traidores que ayudan a abrir la puerta y, del lado de los orcos, una fracción que quiere conseguir la paz y poner fin a la invasión cuando se dan cuenta que la magia que les permite trasponer la barrera tiene un costo vital altísimo. Quienes hayan disfrutado la breve pero interesante filmografía previa de Duncan Jones, probablemente se sientan decepcionados con este Fantasy de manual. Poco hay en este film de encargo del autor original que trataba de jugar con las posibilidades del cine fantástico. Es cierto que el universo en el que transcurre Warcraft, el videojuego, es principalmente derivativo, en el que su mayor inspiración está en la imaginería propuesta por Tolkien, con sus paisajes, personajes (guerreros, hechiceros) y especies (orcos, enanos, elfos), y también hay un sincretismo que hace posible la aparición de un golem o apelaciones directas al mito de Moisés. Pero también es cierto que el Fantasy, o Fantasía Épica, es un género bastante extenso y rico como para permitir propuestas más arriesgadas (y ahí está Game of Thrones para probarlo). Se trata de un género que tiene sus reglas, sus convenciones, y también sus lugares comunes. Son estos últimos los que Warcraft, la película, despliega en una ronda de reconocimiento de dos horas. Batallas épicas, magia pura o maligna, apelaciones al honor, a la camaradería, amores entre personajes de distinto origen, héroes sin fisuras (los buenos que traicionan lo hacen porque están poseídos o porque han sido engañados) y malos irredimibles. Además de un tono grandilocuente, solemne, ñoño y con cero humor. Como es regla en el mundo de las franquicias, todo está servido y desplegado para las secuelas. Esto en caso que los números acompañen. Quizás sea del agrado de los fanáticos del juego que quieren ver plasmados en acción real (bueno, no tanto) a sus personajes queridos. Quizás lo sea de los fanáticos duros del Fantasy, a aquellos a los que no les moleste que les cuenten lo mismo una y otra vez. Pero para el resto lo poco que se puede decir en favor el film es que por momentos es entretenido y que se pasa rápido. La contrapartida es que se olvida igual de rápido. WARCRAFT Warcraft. Estados Unidos. 2016 Dirección: Duncan Jones. Intérpretes: Travis Fimmel, Paula Patton, Ben Foster, Dominic Cooper, Toby Kebbell, Ben Schnetzer, Ruth Negga y Daniel Wu. Guión: Charles Leavitt y Duncan Jones, basado en el videojuego del mismo nombre. Fotografía: Simon Duggan. Música: Ramin Djawadi. Edición: Paul Hirsch. Duración: 123 minutos.
La película que acaba de estrenarse en cines está basada en el videojuego “Warcraft” de Blizzard Entertaiment, especialmente en el primero de la serie titulado “Warcraft: Orcs & Humans”, donde los humanos del mítico reino de Azeroth enfrentarán a los orcos invasores ademas de otras criaturas fantásticas. Comienza en el mundo de los orcos, una tierra devastada, estéril y moribunda. Unos de los protagonistas es un orco llamado Durotan, líder del clan lobo gélido, cuya esposa Draka está embarazada. Gul´dan, quien comanda la horda de los orcos, ha sido consumido por la magia vil y ha tomado como prisioneros a seres de otras razas para quitarles la energía vital y así poder abrir un portal para cruzar al nuevo mundo: el mundo de los humanos, a quienes los considera débiles, y por ello los usará para sus fines malvados, porque según sus propias palabras “el combustible de su magia es la vida de sus enemigos”. La primera partida de orcos llega al reino de Azeroth, y Draka da a luz a su hijo. Una vez allí comenzarán a atacar las aldeas de todos los reinos, provocando incendios y tomando nuevos prisioneros para tener mas energia vital de la cual disponer cuando necesite abrir el portal para traer al resto de la horda. Anduin Lothar es el protagonista humano, cuñado del rey Llane Wrynn, y es quien deberá investigar los incidentes relacionados con los ataques de un enemigo desconocido. Se cruza con Khadgar, un joven aprendiz de mago de los Kilin’ tor (una raza parecida a los elfos), quien al examinar el cadaver de una víctima descubre que hay fuerzas oscuras involucradas. Con el permiso del rey Llane, Lothar y Khadgar se dirigen a la fortaleza de Karazhan donde habita Medivh, el guardian protector de todos los reinos que forman la Alianza, y el más poderoso de todos los magos de la época. Medivh se une a la investigación y los tres se enfrentan a los orcos en el bosque de Ellwyn donde son observados por Durotan, y consiguen tomar una prisionera para interrogar. Se trata de Garona (nombre que en su lengua natal significa maldecida) una mujer mitad orco con apariencia casi humana, a quien el rey Llane le ofrece la libertad a cambio de información y ayuda. Al ver que Gul´dan puede infiltrar a su gente con magia vil para dominarlos, y que esa magia diabólica consume todo a su alrededor tal como ha ocurrido en su mundo de origen porque nace de la muerte y el precio es la vida que toma, Durotan presiente que no habrá esperanza para su pequeño hijo ni futuro para los suyos a menos de que logre detener a Gul’dan antes de que abra el nuevo portal, y para derrotarlo Durotan intentará forjar una alianza con los humanos ya que estos también poseen magia poderosa. “Warcraft: el primer encuentro de dos mundos” está dirigida por Duncan Jones, hijo de David Bowie, siendo este su tercer largometraje; los otros dos son: “En la luna” (Moon) (2009) que no tuvo estreno comercial pero paso por el cine Bama el año pasado como parte de un ciclo de ciencia-ficción, y “8 minutos antes de morir” (2011) que si se estrenó en Argentina. El guión fue escrito por Charles Leavitt y Duncan Jones. Se destaca la banda sonora compuesta por Ramin Djawadi, y los efectos visuales de Industria Light & Magic. Se presenta en varios formatos de proyección: 2D, 3D, XD, D-Box, 3D Imax, y 4D E-Motion, en idioma original subtitulada y doblada al castellano. El elenco está compuesto por: Travis Fimmel (Anduin Lothar), Paula Patton (Garona), Ben Foster (Medivh), Dominic Cooper (Rey Llane), Toby Kebell (Durotan), Ben Schnetzer (Khadgar), Daniel Wu (Gul’dan), Robert Krazinsky (Orgrim, amigo de Durotan), Ruth Negga (Lady Taria, hermana de Lothar y esposa del rey), Anna Galvin (Draka), Callum Keith Rennie (Moroes, asistente del guardián), Burkely Duffield (Callan, hijo de Lothar), y como perlita hay una pequeña aparición de Glenn Close. Aventuras, género fantástico, y buen ritmo caracterizan esta historia donde predomina el uso de la magia, tanto de la luz como de la oscuridad, que se enfrentan entre sí tal como ocurría en “El Señor de los Anillos” de J. R. R. Tolkien, saga de la cual se puede notar una marcada influencia debido a las razas involucradas: humanos, orcos, enanos, elfos y magos, pero además el personaje de Lothar nos recuerda a Aragorn (interpretado en la saga fílmica por Viggo Mortensen) en muchos aspectos, el físico por sobre todo. A pesar de ser un producto de entretenimiento, esta historia posee momentos de profundidad: “La magia vil mata, y corrompe a quien la usa”, tal como se puede observar a lo largo del relato; “los verdaderos guardianes del mundo son las personas que lo habitan, y nadie puede vencer solo a la oscuridad”, son las palabras de un personaje enigmático que aparecerá en la segunda mitad del film; “de la luz nace la oscuridad, y de la oscuridad nace la luz”, una frase que aparece en un libro y que tendrá relevancia hacia el final de la película. Por todo esto, “Warcraft: el primer encuentro de dos mundos”, se podrá disfrutar aún sin conocer el videojuego, pero seguramente para aquellos adictos al mismo será una experiencia muy diferente.
El gran problema actual de la cinematografía, o de los productores, es creer que realizando traslaciones de videojuegos tienen asegurada una cualidad suprema. En realidad lo único que podrían tener asegurado, y sólo en parte, es el reflejo en la taquilla a partir del origen de la producción. Pero como hablamos de cine, la chispa original, la fuente que otorga la idea primaria para el filme, en un principio, supongo, convertido luego en guión cinematográfico, debería desaparecer en la proyección del mismo. Con esto quiero significar que no importa su umbral, si es literatura, o historia, o hasta pictórica, recuerdo “Ronda nocturna” (2007), de Peter Greeneway, o “El molino y la cruz” (2011), de Lech Majewski, ambos basados en pinturas, de Rembrandt y Pieter Brueghel respectivamente. Por lo que su origen no importa, si lo cobra el resultado y si hablamos de mundos, personajes, desconocidos, es de vital importancia la fundamentación en la creación de ese nuevo y desconocido universo. Situación que la producción que me ocupa peca por varios motivos. Dicho esto, es posible instalarse como por fuera de los fans del video juego para analizar otro material con un sustento diverso, que si bien se apoya desde lo audiovisual, es otro lenguaje. La historia es sencilla, un enfrentamiento entre dos grupos diferentes, uno que combatirá a partir del instinto de autoconservación, y el otro por desaparición de las posibilidades de vida en el propio, por conquistar nuevos mundos con la necesidad de extinción de sus contrincantes, con algunos agregados, nada nuevo bajo el sol, mundos paralelos, magia, fantasía, De original poco y nada, su relación es casi directamente proporcional bochornos como “Dia de la independencia 2: Contraataque”” de reciente estreno en Argentina, o “La guerra de los mundos” (2005), por citar algunos. Entonces todo depende de la forma de instalar un verosímil que permita desarrollar el relato a partir de la creación de ese universo, con su simbología, mitología y arquetipos, que para la mayoría de quienes frecuentamos salas de cine son desconocidos. El primer pecado de ésta producción radica en que deja de lado la importancia de quienes le darán existencia al producto: los espectadores. Es imposible que produzca empatía con nada y nadie, pues a partir de la cantidad de personajes que se despliegan, con sus inherentes subtramas, claro que muchas de ellas deberían ser innecesarias. Con momentos de protagonismo para cada uno de ellos, que lo único que logra es una superficialidad extrema en todo y la imposibilidad de elección por parte del espectador de priorizar alguna, sobre todas y cada una de las pequeñas historias dentro de un relato que debería englobarlas, y no soóo no lo logra, sino que además, esas líneas argumentales en vez de ser causa de la anterior y efecto de la próxima, sólo logran competir por el valor propio dentro del supuestamente constituyente de todos, lo que produce una falta total de fluidez y ritmo sobre lo contado. Además, y casi inevitablemente, cae en una cantidad de cliches que la tornan extremadamente previsible, ergo aburrida. Si a esto le sumamos, como para llenar el cartón, el subtitulo, cuya traducción del original seria “El Origen”, para el caso llamarla “primer encuentro...” da lo mismo, lo presumible se hace omnipresente. Tenemos de todo y para todos. El filme comienza con una escena en la cual dos personajes están por enfrentarse y uno de ellos se instala como el narrador que nos cuenta que la guerra entre los Orgs y los humanos del reino de Azeroth lleva ya demasiados años. Hay un gran flashback que, por supuesto, logra que el retorno funcione para que el cuento se construya de manera progresiva, lineal, pues bien, porque siempre hay un pero, esa escena nunca retorna, deberá suponerse que será en alguna de las próximas que continúen con la saga. Entonces tenemos en tanto presentación de ambos bandos, los jefes, o sea los poderosos, enfrentados entre si, los secuaces de cada uno de ellos, los héroes, sus necesarios sacrificados para que ellos sobrevivan, los otros sacrificados para que el relato tenga más definida su secuela. La llave de la puerta del reino que se abre o cierra como por arte de magia, esto no es una chanza, es así. Las descendencias que por generaciones continuaran en la disputa, hasta una historia de amor tipo “Romeo y Julieta”, siendo estos sólo algunos de los relatos. ¿Demasiado, no? Por supuesto que la grandilocuencia de la cinta también dice presente, desde el diseño de arte, partiendo del la dirección de fotografía sería la única que más o menos cumple con su cometido, siguiendo con el maquillaje de unos para terminar con en el vestuario de otros. La banda musical infaltable y del mismo tenor insoportable, nunca soporífera, pues haciendo alarde de el último grito de la moda en tanto tecnología, juegan con un sonido, por ellos mismos calificado como envolvente, ¿Será que nos están queriendo empaquetar? Pues en realidad uno debiera aquí decirles que están confundiendo sonido, en tanto variable de capacidad narrativa, con volumen y efecto producido. Hasta las escenas de batallas, que las hay, haciendo uso de un montaje de acción como corresponde, aparecen como insubstanciales en la sumatoria al relato, no son de buena factura, no se siente el clima que debería reinar en la escena, no se percibe el fragor de la misma, El director Duncan Jones había dado muestra de un cierto talento con sus filmes anteriores, “Moon” (2009) y “Código fuente” (2011), posiblemente aquí se haya visto sobrepasado por la infinidad de situaciones y elementos que deseó abarcar, tampoco se destacan las actuaciones ya que todos los personajes son débiles en su construcción y de un desarrollo demasiado unilateral, sin variables que no permite el lucimiento de ninguno.
Warcraft, una de las sagas de videojuegos más queridas y masivas de todos los tiempos, finalmente tiene su traslado a la pantalla grande luego de 10 años en el limbo. Dirigida por Duncan Jones, el genio detrás de Moon e hijo de David Bowie, nada puede malir sal. Folklore El “lore” de la saga Warcraft, (así se llama a la historia específica de alguna saga originariamente no escrita), comprende miles y miles de paginas, por lo cual llevarla al cine siempre iba a ser algo riesgoso. Una saga con 10 veces más páginas que toda la saga de Tolkien, era obvio que iba a dejar cosas afuera. Corriendo el riesgo de dejar a los fans insatisfechos. Además, sabemos que trasladar tamaño material a otro lenguaje como es el cine, va a tener que haber cambios necesariamente, por temas narrativos, de ritmo y porque a veces algunas cosas en los videojuegos son un tanto ridículas, y lo digo como gamer. Aun así, el resultado es altamente satisfactorio. Así es, Warcraft: El primer encuentro de dos mundos (primera y ultima vez que llamare a esta película de ese modo), es una buena película. El Enojo Aun no entiendo por que la “crítica” se ensaño tanto con Warcraft. Es una película bien contada, bien construida, entretiene y no deja afuera a nadie. Los fans pueden soportar tranquilamente los pequeños cambios de la historia, y alguien que jamás le puso un dedo encima a la saga va a poder ver la película, entender todo y divertirse. Warcraft esta bien. Cumple todo lo que se propone, y más que nada, divierte. Lo único que cabe pensar es que hay otro tipo de razón detrás, como el de no dejar entrar como productora de cine a una empresa como Blizzard. Ya paso hace años, cuando Square fundó una empresa de cine, para sacar Final Fantasy: The Spirit Whitin, la cual fracasó estrepitosamente a pesar de ser una película más que aceptable, con buenas actuaciones y una animación adelantada 20 años a su tiempo. ¿Resultado final? Square quebró y cerro su rama cinefila para siempre. Orcos vs. Humanos La historia de Warcraft hace hincapié en el primer éxodo de Orcos a Azeroth, el mundo de los humanos. Este choque de razas llevado adelante por dos fuerzas ocultas que envenenan a ambos bandos funcionará a la perfección. Personajes muy queridos por los fans harán su aparición, y serán bien presentados a los que no los conocen, incluso para que puedan encariñarse con ellos. La animación por otro lado, es más que convincente, (mucho mejor que el Doomsday espantoso que soportamos en Batman vs Superman), lo cual es muy importante, ya que ambas razas comparten pantalla casi constantemente. La historia de traiciones, tejes y manejes está mas que bien armada y contada con el material previo y existente, y es llevada adelante con coherencia y buen gusto. Es por eso que Warcraft entretiene, divierte y ,más importante aún, no decepciona a los fans. Travis Flimmel, conocido por la serie Vikings, lleva adelante muy bien un papel muy querido como lo es Anduin Lothar. Lo mismo se puede decir de Paula Patton y su Garona, dotada de mucho más realismo y profundidad de lo que se ve en el videojuego. Mucho más del guion no voy a contar, porque para muchos fans sera un spoiler de que parte de la historia se cuenta, o mejor dicho, desde donde a donde se cuenta. Los fans mas acérrimos, si están con los ojos atentos, verán cantidades enormes de guiños a los juegos, tales como razas ocultas, ruidos, sonidos, menciones, etc. Conclusión Warcraft entretiene, divierte y es una muy buena épica fantástica. Duncan Jones dotó de realidad y justicia a una película de un género tan difícil como es el traslado de un fichin a la pantalla grande. No será la que salve a todas las películas del género, pero sin dudas es un buen film. Y sin duda alguna es una buena adaptación de un videojuego, lo cual de por sí no es para nada poco. Si sos fan de la saga, andá, no te vas a arrepentir en lo más mínimo. Si no conoces la saga, pero te gusta el estilo de películas, dale para adelante, no vas a quedar afuera y la vas a pasar de diez. Lamentablemente Warcraft no está recibiendo todo el amor que merece, y es una pena ya que hay mucha tela para cortar y estrenar secuela tras secuela, todas totalmente merecidas y justificadas por un mundo gigante y lleno de imaginación.
20 años tiene ya la saga del videojuego Warcraft, compuesta por una sucesión de juegos de estrategia en los que una buena cantidad de clanes de humanos y de orcos se daban palos unos contra otros, en batallas campales inagotables en las que se enfrentaban sucesivas hordas de guerreros. El jugador, como buen estratega bélico, debía dar órdenes a sus tropas, desplegando soldados, caballeros, arqueros, artilleros, brujos y conjuradores a través del campo, y evaluando los tiempos y los recursos requeridos. Pero el universo del juego se amplió más allá de las campañas bélicas y dio también lugar a otro videojuego de masividad inusitada, World of Warcraft, más orientado al RPG y a la interacción de jugadores en línea. Además, un juego de mesa, otro de rol, novelas y hasta un manga contribuyeron también a expandir una historia repleta de episodios, locaciones, personajes y giros argumentales. Esta película vendría a corresponderse a la segunda entrega del juego, Orcs & Humans, del año 1994, y se presenta como una primera parte de una saga cinematográfica que se extenderá quién sabe hasta cuándo. Que se trata realmente de un "universo" es algo que puede sentirse al momento mismo de iniciada la película. Y es que por detrás de la trama elemental y de los conflictos, es perceptible una riqueza particular. En el diseño estético de los personajes, en sus atributos, en las características de tal o cual paisaje se notan esos veinte años de acumulación de elementos. El director Duncan Jones (hijo del recientemente fallecido cantante y compositor David Bowie) es un fanático asumido de la saga, y si bien los personajes pueden ser bastante planos y estereotipados, se ven envueltos en situaciones elaboradas y coherentes, y en una historia que ha sido tomada muy en serio. Dentro del delirio que supone que los orcos vayan a la guerra vestidos con armaduras ornamentadas por varios cráneos y hasta por columnas vertebrales, existe un encanto muy particular en el esmero destinado a estos detalles. Es verdad, no hay nada demasiado nuevo en la propuesta y la película vendría a colmar esa cuota de superproducciónes de fantasía bélica que Hollywood vienen necesitando desde la primera entrega de El señor de los anillos. Pero esta Warcraft cuenta con varios atributos: da lo que promete sin mayores pretensiones, está bien filmada y relatada y, dentro de esta lógica de confrontación de humanos y orcos, propone la existencia de héroes y villanos en ambas filas. Cuando cerca del final, un grupo de humanos arenga en pos de declararle la guerra a los orcos in totum, al espectador no se le escapará que hay algo profundamente injusto en la generalización. Sin dudas, una complejidad preferible a las simplificaciones de buenos contra malos propias de El señor de los anillos, 300, o Mad Max, en las que, además, los héroes eran atractivos y los villanos extremadamente feos.
La historia de la horda vs la alianza llegó a la sala de cine después de años de estar en un limbo de ideas, una etapa de producción casi interminable e infinidad de atrasos de fechas de salidas. Warcraft está aquí: Duncan Jones (Moon, Source Code) es el encargado de dirigir este proyecto que desde el día uno contaba con un interminable viento en contra para ser realizado correctamente. No sólo por parte de la legión de fans que venían esperando una adaptación hace décadas (me incluyo) sino de caer en el maleficio de las famosas “películas basadas en videojuegos”. Por suerte Warcraft es una sólida primera entrega y Jones respeta bases de la historia de un modo en que los no familiarizados con los fichines puedan sentirse atraídos y consigan una grata experiencia de todas formas. Con personajes imponentes y un excelente uso del motion capture y CGI, Warcraft pisa fuerte. Sobre todo, en zonas problemáticas para una película “heavy” en efectos, que en su gran mayoría hacen que el público no salga convencido de lo que presencia a lo largo de la película. En estas cosas, el film cumple en su principal atractivo mostrando no sólo un mundo, sino figuras creíbles y con diferentes motivaciones las cuales los hacen verse realistas en un universo irreal. Ahora bien, a pesar de ser una película con un nivel visual excepcional, Warcraft recibe bastantes golpes bajos culpa de la edición de Paul Hirsch gran maestro de este departamento y editor de una de mis películas favoritas Planes, Trains & Automóviles). Hirsch desenfoca tanto las historias con una oleada de cortes abruptos que se vuelven predecibles y sumamente irritantes, puede haber funcionado en El imperio contraataca y Una nueva esperanza – sí, hablo de Star Wars – por la cantidad de sub tramas y personajes que hay, pero en este caso, por más que cuente la vida de dos razas resulta un trabajo descuidado por donde se lo mire. Warcraft cuenta una historia interesante, con un guión simplón a cargo de su director y Charles Leavitt. Hay muchos plotholes, muchas situaciones confusas que se resuelven a las apuradas y escenas de relleno sin ninguna razón que no llegan a nada. Esto da lástima porque se nota que tienen un amplio terreno para trabajar, pero de todas formas consiguen un resultado pobre. Warcraft: El primer encuentro de dos mundos es un notable inicio para la saga y se puede decir, la excepción de la regla de “adaptaciones de videojuegos”. Tiene grandes errores, de eso no hay duda, pero, se disfruta de principio a fin. Dentro de todo, son orcos vs humanos y ¿A quién no le gusta ver Orcos vs. Humanos dando pelea? Dato gracioso: Uwe Boll se ofreció a dirigir la película, pero Blizzard se negó a venderle los derechos, “especialmente” vendérselos a él.
¡La espera acabó! La esperadísima adaptación del mundo Warcraft ya está entre nosotros. Para quienes no lo conocen, Warcraft aparece en 1994 como uno de los primeros videojuegos RTS (estrategia en tiempo real) convirtiéndose rápidamente en uno de los pilares del género que no solo supo sacar sus precursores, sino que también cambio la infancia (o más) de mucha gente asidua a los videojuegos con la aparición del Word of Warcraft allá por el 2004, siendo de los videojuegos más importantes del genero MMORPG (videojuego de rol multijugador masivo en línea) desde sus inicios hasta la actualidad con millones de seguidores de este y sus expansiones. Saltando al tema que nos compete y focalizando principalmente en los seguidores, más allá de la confianza que se pueda tener en una empresa de la trayectoria de Blizzard, el experimentar en materia cinéfila justo con su mayor franquicia nos hacía dudar si lograrían traer una producción con el nivel necesario para satisfacer a sus seguidores, y por qué no sumar a otros. Aún con sus seguidores como detractores, finalmente la producción vio la luz y vamos a analizar si es digna de la franquicia Warcraft. Como bien nos anuncia su título, “Warcraft: El Primer Encuentro de Dos Mundos” nos lleva de lleno al inicio del más importante conflicto de razas en el mundo de Azeroth donde luego de años de paz un nuevo, desconocido y peligroso enemigo azota las tranquilas tierras del reino, focalizándose en los conflictos que dan origen al videojuego Warcraft: Orcs & Humans. En repetidas oportunidades escuchamos al director Duncan Jones mencionar que busco mantener lo más fiel posible la película a lo que representa Warcraft pero sin llegar al punto de sacar una producción que sea dirigida únicamente para los fans y no el público general que decide asistir a ver la producción y que no tiene la más pálida idea de que es Warcraft y su universo. ¿Lo logro? Si, claramente Warcraft es una película que logra satisfacer a los fans como también incentiva a interesarse con este maravilloso mundo a otros espectadores y porque no, fanatizarlos. Actuando esta primera entrega como “introducción”, Warcraft nos trae una historia que lejos está de apuntar a un público de niños, más allá de la sencillez de la trama aún con sus sorpresas, con un guion frio y maduro que no recae en el género de la comedia salvo un par de líneas y una historia que en contraparte de hacernos reír, nos emociona con el drama que presenta a lo largo de los minutos y que se acrecienta hasta el final. Uno de los puntos que tanta intriga generaba principalmente en los fans y que cumplió ampliamente. Dicho esto, donde si flaquea un poco la producción es en el desarrollo de los protagonistas. Aún con una participación súper equitativa entre los personajes principales de ambas facciones se nota un cierto favoritismo hacia la horda, que de igual forma nos termina dejando con sabor a poco, salvando a Gul'dan y Garona, y nos decepciona la poca participación de algunos otros como Orgrim del lado de la Horda, con un actor fanático de la franquicia que se podía haber explotado mucho más, y Karos del lado de la Alianza que prácticamente esta dibujado. Otra cosa que se extrañó, aunque justificable de acuerdo a donde está orientada la adaptación, es la mayor participación de otras razas que increíblemente asumen un papel únicamente diplomático y poco trascendental, que si bien entendemos se unirán a la causa en posibles futuras entregas de acuerdo a lo acontecido en la presente producción y el poderío Orco, le hubiese dado a la película un lindo grado de emotividad aún sin entrometerlas en la línea principal de la trama. Dejando de lado la historia, pasemos al punto ALTISIMO de la película. Técnicamente este año disfrutamos de El Libro de la Selva y creímos que difícilmente alguna producción del año superase el CGI que nos mostró, hasta que llego Warcraft. Como era de esperarse, Blizzard puede fallar en sus productos con algunas cuestiones, pero allí nunca reside la técnica y su producción cinematográfica es una clara muestra de ello. “Warcraft: El Primer Encuentro de Dos Mundos”, aún sin recurrir a grandes batallas, justifica el tiempo de desarrollo e impresiona en su nivel de CGI con decenas de locaciones maravillosas, escenas con planos excepcionales y personajes con un nivel de detalle que impresionan en su realismo y puesta en escena, además de un más que digno uso de la tecnología 3D. Todo esto prácticamente nos hace perder la atención en varios Easter Egg que se pueden encontrar en las escenas. Realmente dudamos nuevamente que alguna de las producciones restantes del año pueda superar el nivel de CGI que nos regala Warcraft. Respecto a la banda sonora, principalmente estilo orquestal, también indica un cierto aprecio principal hacia la facción Horda donde abunda lo sonoro frente a la Alianza con decenas de sonidos característicos de la facción, aunque en general no se siente tan preponderante en la tensión de las escenas. Warcraft, aún con sus errores, es una digna adaptación del famoso videojuego con una historia madura que no se deja caer en las facilidades del uso de recursos que harían perder la fidelidad de la franquicia, apoyada de un impresionante nivel técnico donde se destaca el uso de CGI.
Solo para fans. Hollywood ha aprendido, hace ya varias décadas, a adaptar best sellers literarios a la pantalla grande. Más recientemente ha logrado también extrapolar ese éxito a los cómics, luego de intentarlo durante mucho tiempo con muy escasa eficacia. Los videos juegos, sin embargo, siguen siendo una materia pendiente como musa cinematográfica, y Warcraft es otra prueba de ello. La versión fílmica de uno de los video juegos más populares de la historia brilla por partes. La magia de Duncan Jones está presente en múltiples escenas de acción y fantasía eximiamente logradas, pero el problema es que al ensamblarlas no se alcance una obra consistente. Warcraft acarrea los estigmas típicos de su sub-género: se enfoca en los elementos que hicieron célebre al juego, soslayando el aspecto narrativo. No hay una adecuada introducción ni de los personajes ni de la historia, dejando al espectador a la deriva visual. Como resultado, ésta quizás sea una gran película para los fans y apenas un regular entretenimiento para el resto de la audiencia. Es innegable que por momentos es una película impactante, pero también es cierto que resulta indiferente quién protagoniza los épicos combates, al carecer de protagonistas adecuadamente construidos. Las adaptaciones de los cómics comenzaron a funcionar cuando los realizadores entendieron que el cine necesita sustancia narrativa para convencer a una audiencia amplia. En lo que respecta a los video juegos, sin embargo, seguiremos esperando.