Hace quince años se estrenaba en nuestras salas Cien años de perdón, película dirigida por José Glusman que de alguna manera preanunciaba lo que ocurriría en diciembre de 2001. Dos hombres desclasados, movidos por el hambre y el desempleo, se ven obligados a secuestrar a un tercero sin ninguna experiencia previa en el "rubro". No podría ser más distinto el flamante film homónimo a cargo del español Daniel Calparsoro. Aquí, además de tratarse de una superproducción con rostros conocidos e impecable desde lo formal, estamos ante verdaderos profesionales del delito. Ladrones de guante blanco, con códigos (según las leyes no escritas del mundo del hampa), dispuestos a no desperdiciar ni un solo tiro...a menos que las circunstancias dispongan lo contrario. Sin embargo, a partir del título, ambas propuestas definen un enemigo que justifica el accionar de sus protagonistas: las instituciones .La policía, por el lado de Glusman, y los banqueros, por el de Calparsoro. Son ellos los malos de la(s) película(s). Coproducida por, entre otras compañías, K&S Films y Telefónica Sudios (tándem detrás de éxitos como Relatos salvajes y El clan), la "nueva" Cien años de perdón sitúa su historia en una lluviosa mañana de Valencia. Como si se tratara de una metáfora impiadosa, el clima tampoco es mejor dentro del Banco Metropolitano de esa ciudad, no sólo entre los clientes (la crisis española aun está vigente y peligran algunas hipotecas) sino también en su junta directiva (circula una lista con eventuales despidos). El mal humor se disipa cuando, de golpe, irrumpe un grupo de asaltantes que toma de rehén a todos los que están allí. La banda está liderada por El Uruguayo (Rodrigo De la Serna), seguido de cerca por El Gallego (Luis Tosar). y mas atrás, El Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres). Con total "educación" irán despojando a los presentes de sus pertenencias, pero lo que buscan son las cajas de seguridad. Y El Uruguayo, más precisamente, la del político Julián Soriano. No queda muy claro el interés por la caja del tal Soriano. Al parecer, es un hombre de peso dentro del oficialismo y tiene consigo una información que perjudicaría a sus propios compañeros. Atentos a este posible "carpetazo", el gobierno mueve cielo y tierra para que estos datos no salgan a la luz. De ahí a la conexión con el cabecilla de la banda hay un solo paso. Pero, por circunstancias que no develaremos, El Gallego también está al tanto de esa data candente, y así comenzarán las primeras fisuras y pases de facturas dentro del grupo. Calparsoro logra generar un inteligente thriller con ritmo intenso, al que le adosa pinceladas de humor que permitirán que el film respire entre tanta tensión (hay mérito del talentoso guionista Jorge Guerricaechevarría, colaborador permanente de Álex de la Iglesia). Excediendo el típico molde de las películas de estafas, se agrega aquí un trasfondo político actual con sus consiguientes juegos de poder. Lo mejor del film son las actuaciones protagónicas, con un De la Serna en estado de gracia (va siendo hora de que desplace a Federico Luppi del puesto, en caso que lo hubiera, de "Mejor puteador del cine nacional") y un Tosar que no se queda atrás (por estos días, al actor de lo pudo ver en algunas películas del ciclo Espanoramas). A la saga están Furriel (menos convincente que su rol en El patrón) y Cáceres, lo mismo que la escudería española ( Raúl Arévalo, Marian Álvarez, Patricia Vico), que apenas cumple. Si se exceptúa esta (mínima) observación y alguna situación inverosímil (cuesta creer, sin embargo, cuánto hay de ficción y cuánto de realidad en las altas esferas), aunque recién transcurre marzo, Cien años de perdón puede convertirse en una de las películas del año. Todavía se puede apuntar a la masividad sin dejar atrás la calidad.
La ley del dinero. Desde hace muchos años la relación cinematográfica entre Argentina y España se viene fortaleciendo a través de coproducciones que tienden puentes entre ambos países, promoviendo un intercambio cultural basado en la proximidad del lenguaje y la asidua relación comercial que se manifiesta principalmente en el ámbito de la cultura. La nueva estrella de esta extensa relación, 100 Años de Perdón, es un policial sobre el robo a un banco en Valencia. El guión de Jorge Guerricaechevarría toma sagazmente cuestiones socioculturales de la actualidad para orientar la película desde el principio hacia la política y las consecuencias de la crisis económica europea que golpea duramente a España. La historia se centra en un grupo comando liderado por “El Uruguayo” (Rodrigo de la Serna), quien intenta atracar un banco en medio de una tormenta. La banda pronto se da cuenta de que su líder tiene una agenda secreta y que en realidad busca cierta información escondida en una caja fuerte sobre un escándalo reciente que compromete a los principales líderes del partido gobernante. A medida que crece la paranoia de los políticos, progresa también el operativo policial para reducir a los ladrones y desbaratar el plan de escapar por las alcantarillas. El guión tampoco olvida la necesaria relación entre los delincuentes y los rehenes, que tiene su clímax en los diálogos entre la directora del banco, Sandra (Patricia Vico) y “El Gallego” (Luis Tosar). La construcción de los distintos personajes nos permite entrever las relaciones culturales que subyacen a la historia y las diferencias políticas que marcan la división del país entre los socialistas y los populares, que gobiernan alternadamente casi desde el regreso a la democracia. 100 Años de Perdón utiliza con éxito el diálogo fluido entre las idiosincrasias de ambos países para generar empatía y tender así puentes entre Latinoamérica y Europa, especialmente gracias a las peculiaridades aportadas por Joaquín Furriel, Rodrigo de la Serna y Luis Tosar. La cámara busca en todo momento la exageración de las mismas sobre todo a través del personaje de “El Loco”, interpretado por Furriel. Las buenas actuaciones de todo el elenco se suman a una gran labor de dirección a cargo de Calparsoro, quien logra mantener la acción y la tensión en todos los frentes que abre. También es destacable la fotografía de Josu Inchaustegui, que busca marcar la relación de los personajes alrededor del imponente banco. A pesar de la similitud de la historia con El Plan Perfecto (Inside Man, 2006), la película norteamericana dirigida por Spike Lee y protagonizada por Denzel Washington, Clive Owen y Jodie Foster, 100 Años de Perdón logra construir una historia sólida sobre la corrupción política, la relación entre la delincuencia profesional y la política, y los pormenores de un robo bancario en un contexto de crisis económica en la que subyace un colapso sociocultural tamizado por el desempleo y la recesión.
Ladrón que roba a ladrón... Con un nivel de producción inusitado para el cine local y logradas actuaciones de los protagonistas, "100 años de perdón" (Argentina/España, 2016) del realizador Daniel Calparsoro, se plantea como un filme efectivo de género que además plantea algunas cuestiones bien locales. En una supuesta Valencia, en uno de los días más lluviosos del año, una banda de ladrones de liderada por "el uruguayo" (Rodrigo De la Serna) y "el gallego" (Luis Tossar), verá como sus planes de hacer rápido el robo terminará por complicarse y, a su vez, verse envueltos en una compleja trama de intereses políticos al encontrarse en la bóveda del lugar el disco rígido de un importante funcionario. "100 años de perdón" cumple al pie de la letra con cada una de las convenciones del género de robo de bancos, con una impactante facturación que asemeja la propuesta a grandes producciones extranjeras. Ese es uno de los puntos más fuertes del filme, al igual que las logradas interpretaciones de Tossar y De la Serna como la dupla que guiará al resto de la banda hasta, claro está, que los intereses de ambos comiencen a chocar. Al dúo se sumarán "el loco" (Joaquín Furriel) y "Varela" (Luciano Cáceres), quienes aportarán a la dinámica de "100 años de perdón" la cuota necesaria de humor, por un lado, y cordura, por el otro, necesarias para que el timming del film pueda seguir generando tensión hacia la resolución del conflicto. Los ladrones, así, no sólo deberán luchar, como siempre, con el tiempo, sino que además, en esta oportunidad, deberán combatir con la naturaleza (esa lluvia que les complica los planes) y también con el sistema financiero y político, el que, corrupto, nuevamente intentará golpearlos. Una serie de secundarios, como por ejemplo Cristina (Marian Alvarez), una ejecutiva de alto mando del banco, que ve como su fuente laboral está a punto de ser eliminada, o Ferrán (Raúl Arevalo), un asistente de gobierno inescrupuloso que sólo intenta recuperar el disco rígido, además, ofrecerán nuevos puntos a superar por parte de la banda de ladrones. Esa incorporación de cierta temática relacionada a la crisis, la corrupción, la explotación, y una mirada romántica sobre el robar a ladrones de guante blanco, hacen que la película sume un atractivo punto temático a la ya tradicional trama de robo. Falta emoción, impacto, pero la buena interpretación y la espectacularidad de algunas escenas, hacen que "100 años de perdón" pueda presentarse como una propuesta autóctona a un género con tantos admiradores y fanáticos. Puntaje: 6/10
Asalto en crisis Al igual que El desconocido (2015), donde también actúa Luis Tosar, 100 años de perdón (2015) es una película de género de acción -el robo de banco con toma de rehenes en este caso- que funciona apegada al manual en su estructura, sirviendo de discurso para hablar de la crisis financiera europea. El director español Daniel Calparsoro (Invasor, Combustión) vuelve a trabajar desde el género en esta coproducción española argentina. En el robo entra al banco el grupo comando que lideran El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar), junto a sus secuaces interpretados por Luciano Cáceres, Joaquín Furriel y Pablo Pinto. Ellos planean llevarse el monto de las cajas fuertes y las reservas para luego escaparse por los túneles subterráneos. Algo sale mal y deben quedarse recluidos en el edificio con los rehenes pensando otra salida mientras negocian con las fuerzas de seguridad que los acorralan en el lugar. La historia está contada desde el punto de vista de los asaltantes, los buenos del relato aunque violen la ley, mientras que los villanos son los empresarios y las instituciones que los amparan. Una buena idea aunque no muy novedosa que le da una pequeña vuelta de tuerca al relato de policías y ladrones. Lo que sigue es el desarrollo de los vínculos entre los personajes para simpatizar con ellos y justificar sus motivaciones en un cine clásico previsible aunque no por eso poco solvente. Trabajar desde el género supone un contrato previo con el espectador al que se le aseguran ciertas convenciones esperadas, pero también la construcción de fantasías cinematográficas -donde es posible el triunfo del bien sobre el mal- para canalizar mensajes simbólicos sobre injusticias sociales. Los americanos hicieron de los ladrones de bancos carismáticos todo un género después de la Gran Depresión del año 29. Por ahí va la cosa en la película. No se trata de hacer nada nuevo ni original en materia cinematográfica: la cuestión pasa por el cómo se reitera una y otra vez la misma historia. Si está bien hecha por más que sea una historia ya vista la película funciona. 100 años de perdón busca efectividad y no originalidad en su argumento. La logra en parte. Por un lado tiene una factura técnica increíble para una producción que no salga de Hollywood: cuidado de la imagen, del sonido y todo el dispositivo puesto en función de contar la historia. Por otro lado es tan previsible que no termina de agregar ese plus necesario para destacarse a una historia narrada tantas veces. Sobre todo teniendo en cuenta que el guionista es Jorge Guerricaechevarría, responsable de tantas buenas películas de género españolas (muchas de Alex de la Iglesia). Dentro de su convencionalismo y narración clásica 100 años de perdón no deja de ser una película potente y funcional, con solventes actuaciones de sus protagonistas argentinos y españoles en un combo de elenco y acción que tiene todo para ser uno de los estrenos taquilleros del año.
Los robos a grandes entidades bancarias podrían considerarse un subgénero en sí mismo, ya que el cine siempre vuelve a esa trama de ladrones que se organizan para cometer un asalto maestro y las cosas se les complican en su ejecución. 100 Años de Perdón es una co-producción entre Argentina y España que se marina en ese género y, con un elenco decente y un guión que cubre sus falencias con mucho arte, sale airosa en su resultado final, que es en resumidas cuentas entretener a su audiencia. En uno de los días de lluvia más torrenciales que ha presenciado la ciudad de Valencia, la actividad de un banco céntrico se ve abrumada de pronto por un grupo reducido de asaltantes. Portando máscaras para proteger su identidad, el líder ofrece un cierto resguardo de seguridad a todos los presentes, indicándoles que si siguen sus reglas, su periplo terminará en un santiamén. No hay que ser muy avispado para saber que las cosas no saldrán a pedir de boca, y que es necesario el conflicto para llevar a buen puerto la trama. El guión de Jorge Guerricaechevarría -frecuente colaborador del absurdamente genial Álex de la Iglesia- lo sabe y juega con las expectativas de la platea, agregando aquí y allá algún que otro giro orgánico a la narrativa. Está más que claro que el grupo del Uruguayo -Rodrigo de la Serna- está en la búsqueda de algo más que un poco de dinero fácil y joyas varias. Es un buen botín, sí, pero cuando la búsqueda se torne más frenética, sus compañeros irán sospechando que algó más se cuece a espaldas suyas. Uno de ellos es el Gallego -Luis Tosar- quien gracias a la inestimable ayuda de la próxima ex-directora del banco descubre lo que se trae entre manos su compañero, lo que genera aún más chispas en la ya complicada circunstancia. Con la situación ya en medidas angustiantes, el guión de Guerricaechevarría elige elevar la apuesta con un misterio de tintes políticos que embarra la cancha. La toma de rehenes dentro del banco, con toda la opresión que le imprime el director Daniel Calparsoro, se va diluyendo cuando la acción pase de ocurrir en una sola locación a las ramificaciones que este atraco está teniendo en las altas esferas gubernamentales, que se ven perjudicadas si cierto material sensible llega a abandonar el banco. La dinámica de ida y vuelta ayuda muy poco a los picos de tensión que maneja la historia, y su resolución tampoco es que brilla por su inteligencia. Para enderezar un poco el desnivel narrativo, no hay mejor oportunidad para que el elenco se luzca. De la Serna y Tosar pueden considerarse entre lo mejor de lo mejor tanto en talento argentino como español, y ambos se sacan chispas con cada escena que comparten juntos. Los personajes secundarios son predominantemente visitantes, mientras que dentro del grupo de ladrones, los argentinos siguen sumando puntos con un sobrio Luciano Cáceres y un tremendo Joaquín Furriel, que conforma el alivio cómico de la trama, estandarte que porta a mucha honra. Si bien su papel al principio es una hoja de calcar de lo transparente y tipificado que resulta, poco a poco sus acciones y decires terminan comprando al espectador, y sin quererlo empuja la trama hacia nudos impensados con su insistencia casi infantil. 100 Años de Perdón no pasará a la posteridad como un momento definitivo en el cine de grandes robos, pero su argumento es lo suficientemente intrigante para interesar al espectador, y su elenco subsana cualquier bajón de calidad que la historia se permita. En un terreno donde las coproducciones a veces le aciertan y otras caen redondas en el suelo antes de terminar, es admirable que la película de Calparsoro haya salido indemne.
En Valencia, España, un grupo de ladrones liderados por “El Uruguayo” entra a un banco a robar y un trabajador logra activar la alarma para que venga la policía. A partir de ese momento un robo que iba a durar unos minutos ser termina extendiendo algunas horas. Por como inicia la película, parecía que teníamos un plan perfecto que debería durar media hora pero todo se complica y quizás ese es el primer problema de la película. No es que se hace larga e interminable, pero dan muchas vueltas para terminar como deber terminar.
100 años de perdón es una entretenida propuesta de suspenso que brinda un buen exponente del subgénero conocido como Heist movie. Una de las temáticas más trabajadas del cine policial que suele presentar historias relacionadas con la planificación de un gran robo y las repercusiones que ese hecho trae para los protagonistas. En el caso de este relato se trata de una co-producción entre España y Argentina dirigida por Daniel Calparsoro, un realizador que desde su debut en 1995 viene desarrollando su filmografía en el cine de género. El artista de Barcelona es considerado uno de los mejores realizadores que trabajan las secuencias de acción en España, algo que demostró en sus trabajos previos no estrenados en nuestro país, como Asfalto (1999), Guerreros (2002) y Combustión (2013). Un aspecto interesante de este film es que a lo largo de su desarrollo el director fusiona distintos géneros como el suspenso, el drama y la comedia. Algo que estuvo muy bien trabajado en el guión de Jorge Guerricaechavarría, clásico colaborador de Álex de la Iglesia, que presenta un conflicto dinámico que tiene referencias a la crisis económica que se vive en España por estos días. Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel y el español Luis Tosar son las figuras más destacadas del reparto, quienes además tuvieron los personajes más ricos dentro de esta historia. Los ladrones que interpretan son presentados como villanos en un comienzo pero luego se ganan la simpatía del espectador cuando descubrimos que hay personajes peores que ellos dentro de la trama. La película de Calparsoro no tuvo más pretensiones que brindar una historia entretenida de suspenso bien realizada y la verdad que cumple con esa meta sin problemas. Me gustó 100 años de perdón y definitivamente es una propuesta que recomiendo tener en cuenta.
Ladrones y ladronzuelos. Con una rápida y eficaz presentación de personajes y conflictos desde el inicio mismo del filme, la trama se desarrolla con fluidez, sin mayores tropiezos. Así, un banco cuyo personal está en la cuerda floja debido a la crisis es tomado por asalto durante una lluviosa mañana. El grupo de delincuentes es liderado por "el uruguayo", un tipo de buen hablar, centrado y con un propósito claro. Una vez controlados los rehenes, la banda se dedica vaciar las cajas de seguridad mientras uno de sus miembros,"el gallego", se asegura de que la vía de escape esté en condiciones. Pero hay un problema con el que no contaban: la lluvia. Ante lo inesperado suge otro conflicto. Al parecer "el uruguayo" tiene un propósito extra en el banco, algo que el resto de la banda no sabe, un "encargo" muy especial que vincula el golpe con el mundo de la política.El guión de Guerricaechevarría -habitual colaborador de Álex de la Iglesia- desarrolla una buena trama de idas y vueltas entre ladrones declarados con máscaras y ladrones de traje disfrazados de servidores públicos. Aún cuando el relato tiene un par de giros poco verosímiles, gana por síntesis y momentos divertidos. "100 Años de Perdón" ostenta un buen trabajo actoral en general y una dirección de Calparsoro correcta, sin tomar riesgos.
El que roba a un ladrón Las coproducciones entre Argentina y España son bastante frecuentes. En los últimos años las exitosas Relatos Salvajes (Damián Szifrón, 2014) y El Clan (Pablo Trapero, 2015) fueron hechos con capitales argentinos y españoles, ahora llega el caso de 100 años de perdón. Un grupo de asaltantes entra a un banco de Valencia y toma de rehén a todos los que están allí. La banda está liderada por El Uruguayo (Rodrigo De la Serna), seguido de cerca por El Gallego (Luis Tosar). Más atrás, El Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres). Buscan una de las cajas de seguridad pero no cuentan con la información completa, solamente que pertenece a alguien importante y eso ocasionará choques entre El Uruguayo y El Gallego poniendo en jaque a todo el grupo. Escrita por el español Jorge Guerricaechevarría, habitual colaborador de Álex de la Iglesia, desarrolla una historia donde incluye varios temas sobre la situación sociopolítica en España (y en Argentina) pero no puede evitar caer en todos los lugares comunes de las películas sobre robos a bancos, deja algunas cosas sin explicar y a los únicos dos personajes que desarrolla completamente son los de De la Serna y Tosar. Daniel Calparsoro dirige esta película filmada en Buenos Aires pero que es camuflada para parecer una Valencia lluviosa, con un ritmo intenso que si bien crea unos momentos de tensión no es capaz de transmitirlo durante todo el film, un error importante que comete es omitir una escena donde los protagonistas tienen que sortear un obstáculo importante y podría transmitir más esa tensión que le falta. Rodrigo de la Serna es el mejor de los actores argentinos y es la contraparte perfecta de Luis Tosar, Joaquín Furriel interpreta a un típico “chorro” argentino malhablado y que intenta ser el personaje cómico del grupo pero solo es molesto. La participación de Luciano Cáceres es la que menos se destaca ya que es quien tiene menos minutos en pantalla, su personaje indica que es un cómplice enfocado en su tarea. Con su trama política se asemeja a El plan perfecto (Inside Man, 2006) de Spike Lee pero lo que esta resolvía al final, en este caso lo desarrolla en simultáneo con el robo y se pierde el interés en ambas tramas. 100 años de perdón podría haber sido mejor pero a pesar de los problemas narrativos y que el interés va mermando, otorga lo que promete pero no mucho más.
El gran golpe de los sudacas en España La última entrega de los Premios Goya será recordada en estos pagos por las estatuillas a Ricardo Darín y a El clan. Para los españoles, en cambio, lo será por haberse tratado de una de las ceremonias más politizadas que se recuerden, con varios discursos venenosos, incluido el del protagonista de El secreto de sus ojos, disparados a la cabeza de los encargados de comandar la suerte del país ibérico. En ese sentido, no parece casual que varios de los films más nominados de aquella noche reflejaran ese enojo mediante el agregado de elementos críticos de la coyuntura a los habitualmente clásicos núcleos argumentales que tanto agradan a los académicos. 100 años de perdón no participó de la gala, pero, de haberse estrenado unos meses antes, tranquilamente podría haberlo hecho. Al fin y al cabo, este nuevo policial de la cada día más aceitada y redituable asociación artística y económica entre Telefe y la productora KyS con estudios españoles intenta colar amargura y desencanto –con el sistema, con la clase política, con los responsables de la economía– a una base narrativa conocida por el gran público.La búsqueda de un anclaje se patentiza desde una de las primeras escenas, aquella que muestra una arquetípica fauna de hombres y mujeres de clase media negociando la ejecución de sus hipotecas con los empleados de un banco valenciano. Las respuestas son negativas, lo que marca que para el film de Daniel Calparsoro los “malos” ocupan escritorios y visten trajes. Esa misma mañana, un grupo de ladrones entra al edificio dispuesto a vaciar las cajas de seguridad y después huir con un par de gomones por los desagües pluviales. Si la metodología suena conocida se debe a que es un calco a la del robo al Banco Río de Acassuso en enero de 2006. Las referencias no terminan ahí: el líder de la banda (Rodrigo de la Serna) es apodado El Uruguayo, igual que su colega rioplatense Luis Mario Vitette Sellanes.La diferencia es que El Uruguayo de aquí y los suyos saquearon cajas al voleo. Los de 100 años de perdón, en cambio, apuntan directo a una que alberga información política de potencial radiactivo si cayera en manos incorrectas. ¿Casualidad o premeditación? Uno los asaltantes (Luis Tosar) no es partidario de la primera teoría, sobre todo porque un pasado en común con El Uruguayo lo condena. El resto (Joaquín Furriel y Walter Cáceres, que tiene una argentinidad for export sacada de Caminito) irá descubriendo las auténticas intenciones a medida que avance el relato. Y vaya si lo hace: de los vaivenes internos del grupo a las vicisitudes de manual para la concreción o no del golpe (la negociación, el vínculo con los rehenes, algunos imprevistos logísticos de último momento) pasando por la reacción de la clase política ante el peligro del carácter confidencial de la información de la caja, el ritmo es puro vértigo.Igual que Séptimo y Tesis de un homicidio, dos de los referentes más cercanos de la asociación binacional, 100 años... exhibe un acabado técnico y un conocimiento de los mecanismos narrativos a la hora de sostener el suspenso y la atención del espectador dignos de manos expertas. Tan expertas que le cuesta despegarse de ellas, recortando sus posibilidades de levantar vuelo propio. El arco de la amargura, que arranca como tema y termina como elemento casi decorativo, muestra que Calparsoro está conforme con el modesto logro de redondear uno de esos buenos productos industriales que se disfrutan durante la proyección y se olvidan antes de la primera porción de pizza.
Gran despliegue y diversión Un equipo técnico en su gran mayoría español y un elenco con preponderancia argentina unieron fuerzas para una coproducción que incursiona con solvencia y solidez en el cine de género, aunque la sumatoria de subtramas y capas que recubren el conflicto principal (el golpe a un banco) no siempre agregan demasiado y en algunos casos incluso terminan restándole algunos puntos a lo que en definitiva es un producto bastante entretenido. Jorge Guerricaechevarría -habitual guionista de Alex de la Iglesia- escribió esta historia sobre un grupo comando liderado por El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar) e integrado por un par de argentinos, El Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres), que en un día lluvioso y de tráfico imposible irrumpen en la sucursal de un banco de Valencia que justo está en pleno proceso de reestructuración. Los delincuentes planean saquear las cajas de seguridad y huir por unos túneles, pero el diluvio ha anegado las alcantarillas y obliga a cambiar los planes. Además, el misterioso contenido de una de esas cajas generará no sólo una tensión entre los dos líderes de los asaltantes sino también una creciente preocupación en los distintos negociadores y en las altas esferas de la política española. El director Daniel Calparsoro -de amplia experiencia en el thriller- ratifica su profesionalismo y ductilidad para el género, pero la película, que funciona razonablemente en el terreno clásico del robo a un banco (remite en varios aspectos a El plan perfecto), termina siendo engordada con demasiadas hormonas y se pone además algo obvia y moralista cuando denuncia las miserias y corrupciones del poder. Allí, cuando intenta justificar su título que responde al viejo dicho sobre quien roba a un ladrón, es donde resulta menos eficaz. De todas formas, el imponente despliegue de recursos en la producción, el ingenio en varias de sus vueltas de tuerca y el talento que se reunieron delante y detrás de cámara alcanzan para convertir a 100 años de perdón en un más que digno producto con aspiraciones masivas.
Quién es quién El thriller de Calparsoro está lleno de intrigas, con muy buen elenco argentino y español. Son ladrones profesionales a uno y a otro lado del mostrador, los que animan 100 años de perdón, la coproducción española-argentina dirigida por Daniel Calparsoro (Invasión, Ausentes). Un policial, un thriller que transcurre en Valencia con una banda de rioplatenses entrando a robar un banco. Su plan es perfecto, o casi, y el trasfondo son los grandes negocios financieros. Políticos, banqueros y ladrones van mostrando sus verdaderos rostros con el correr de la trama, pero unos deben disfrazarse. “Argentinos”, anota en un papel el negociador de la policía ni bien se comunica con el líder de la banda, El Uruguayo (Rodrigo de la Serna). Debe su apodo a uno de los hechos reales que inspiró este guión, El robo del siglo, perpetrado acá nomás, en el Banco Río de Acassuso. También El Gallego (Luis Tosar), el otro líder de la banda, construye su personaje con elementos de ese atraco. Y entre ellos hablan del corralito, de la “estafa” de las hipotecas, como para que quede claro que no son los únicos ladrones. Pero adentro del banco algunos planes salen mal y el robo se complica. Siempre hay variables de ajuste en esos edificios. La historia se construye entonces en varios planos, con lo que ocurre dentro del banco, donde la banda desanda sus vínculos desarrollando las tensiones entre Tosar y De la Serna, o aportando una cuota de humor a través de El loco (Joaquín Furriel). Y en las afueras con el rol de los negociadores, y con la trama política que se teje entre Madrid y Valencia. Sospechas, desconfianza, información sensible para el gobierno de turno, corrupción en todos los niveles, son el verosímil contexto de este thriller que atrapa con guiños para el público español y el argentino en igual medida. Y que con buenas actuaciones cautiva por frentes varios. El cinematográfico primero, con mucho ritmo y la demostración de que las películas de género son cada vez más precisas acá y allá; el histórico, porque apela a la conciencia colectiva; y hasta cautiva el parentesco arquitectónico de ambos países, porque aún con la lluvia como actor de reparto no deja de ser atractivo descubrir cómo todo lo que ocurre en ese banco, en esa ficción que transcurre en Valencia, se filmó en gran parte en Buenos Aires. El thriller es el gran anzuelo, sí, pero qué curioso es el prisma global y particular con el que se puede ver este robo.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Un grupo de ladrones armados hasta las manos y cubiertos de explosivos irrumpe en un banco en Valencia con solo un objetivo… o tal vez dos. Cien años de perdón es una película de atracos dirigida por Daniel Calparsoro (Salto al vacío, Asfalto) que se asimila al famoso robo del Banco Río de Acasusso (Entre Ríos, Argentina) en 2006. Nace de una coproducción entre España, Argentina y Francia, donde KS Films dice presente. Por un lado se encuentran el “Uru” (Rodrigo de la Serna) y el “Gallego” (Luis Tosar), líderes de una banda de atracadores -entre ellos los personajes de Luciano Cáceres y Joaquín Furriel– que parecen entender sus objetivos. Por el otro, el sector político y policial, que discute cómo resolver un asunto bastante complicado que implica un video muy controvertido. Es por eso que Ferrán (Raúl Arévalo, protagonista de La isla mínima) y Mellizo (José Coronado) harán lo posible para salir limpios de una situación que implica a todo un país. El objetivo de el Uruguayo -quien realmente es el líder de la banda- se le complicará tanto como la película complica a los espectadores. A medida que la historia, de lo que parece ser un robo convencional, avanza a base de unas sólidas actuaciones y gags cómicos, el conflicto con las afueras del edificio crece tanto que llega al punto en el que la banda queda un poco lado. El método de hurto no requiere mucha explicación ni misterios que resolver. A la media hora de película se sabe cómo y cuándo escaparán los ladrones. Allí entran en juego los imprevistos y un video que implica a un importante funcionario del gobierno en una situación non sancta. Quizá los reiterados entreveros entre el Uruguayo y los negociadores le dan al film veinte minutos que no tendrían que haber estado. La película juega con la posibilidad de escape de los protagonistas, casi siempre trunca. Cien años de perdón empatiza, como el título lo expresa, con los ladrones, que no son menos que unos tipos simpáticos y se hace notar, también como el título refuerza, la política de acallamiento. Se enfrenta, de alguna manera, a la posición ética entre la población española y los bancos. El reparto está de por sí excelente. Rodrigo de la Serna demuestra obra tras obra que está a la altura de ser uno de los mejores actores argentinos de la época; Furriel, en un personaje muy divertido, se afirma en producciones cada vez más grandes y Tosar, recientemente nominado en los Goya por El desconocido, representa firmemente al local del grupo.
Una ingeniosa comedia policial con base realista "Cien años de perdón" era la primera película de José Glusman, simpática historia de deudores chicos y madres cargosas, filmada en Entre Ríos. También hay un corto chileno con el mismo título. Y ahora esta coproducción hispano-argentina dirigida por Daniel Calparsoro, cuyos personajes pueden pasar el resto de sus vidas gozando del sol del Caribe, o unos cuantos años a la sombra. No corresponde anticipar mucho. Sí, que el vasco Jorge Guerricaechavarría, el mismo que le escribe los libretos a Alex de la Iglesia, se inspiró en dos hechos reales. Uno, el caso Bárcenas, que evidenció como pocos la crisis de valores de la clase política española. Otro, el increíble asalto a la sucursal Acassuso del Banco Río, hace ya diez años. Acá se le rinde homenaje, incluso en el apelativo que lleva el jefe del grupo: el Uruguayo, aunque en realidad es argentino. Ahora bien, si ese día hubiera llovido a mares, ¿por dónde salían los asaltantes? La cosa se complica. Por eso la acción se ambienta en Valencia, donde existe un famoso Día de la Gota peor que nuestra Santa Rosa. Y donde hay una línea de subterráneos sin habilitar. Eso no es todo. Hay más complicaciones para este boletín. Pero no las diremos. En pantalla, el uruguayo ad honorem Rodrigo de la Serna, el gallego Luis Tosar, Joaquín Furriel, Luciano Cáceres, el petiso Luis Callejo como un policía negociador capaz de enfrentar a sus superiores sin bajar la vista, el veterano José Coronado, o sea, una banda de actores que se roban la película, a los que se suma Patricia Vico en pose de gerente manejadora que dan ganas de matarla. Para lo cual hay una parva de empleados, clientes hipotecados y policías armados, sin contar los chorros, que tampoco la bancan. Hay acción, tensión, vueltas de tuerca, cajas de seguridad al alcance de la mano, lluvia a lo loco, salidas sarcásticas en los diálogos y salidas frustradas, un momento en que a cualquiera le agarra claustrofobia, gran lucimiento de la parte argentina (todo se filmó en Buenos Aires aunque diga ser Valencia), y, qué lástima, también hay algunos descuidos menores en el guión, y en la puesta en escena. Por suerte no molestan demasiado. También los de Acassuso tuvieron algún descuido.
Con un elenco muy llamativo llega a la cartelera 100 años de perdón, una coproducción Argentino-Española que aspira a ser uno de los estrenos más recaudadores del año en nuestro país. Rodrigo De La Serna, Joaquin Furriel, Luciano Cáceres y el español Luis Tosar, componen el cuarteto de delincuentes que ingresan a un banco en Valencia, con la intención de robar las cajas fuertes y escapar en un tiempo récord, con un plan maestro que, como suele pasar en estos films, falla bastante rápido. Es así como los ladrones se ven forzados a transformar el atraco en un secuestro de rehenes. Y es durante esas horas que las verdaderas intenciones y personalidades de cada uno de los delincuentes se van a poner de manifiesto, y en su capacidad de acercamiento y negociación estará el éxito o fracaso de la misión. Con un timing perfecto, 100 años de perdón sigue a la perfección los códigos del género, haciendo que esta película que mezcla el thriller, algo de acción y bastante de comedia, sea muy entretenida y dinámica, atrapando al espectador y haciendo que la trama fluya rápidamente. Sin duda alguna, el encanto mayor del film reside en su elenco, todos de primera línea, que pueden construir desde la complejidad de sus personajes y no desde el cliché. Particularmente la química entre De La Serna y Furriel genera los momentos más entretenidos en pantalla. Lo único muy criticable es que el director, o tal vez el montaje final de 100 años de perdón, deja poco metraje a Luciano Cáceres, un actor con mucha personalidad que acá no tiene tanto tiempo de exposición como para poder contar por completo cuál es su personaje. Un plus para el público va a ser el de poder reconocer los lugares donde se filmó la película, ya que con la excepción de algunos planos aéreos de Valencia, el resto de la fotografía retrata (y con mucho cariño y cuidado) las calles y edificios del microcentro de Buenos Aires. 100 años de perdón es un producto entretenido que gracias a su mezcla de géneros se vuelve disfrutable para todo tipo de público, una muy buena opción para ver en cartelera.
100 años de perdón se desarrolla en una mañana tormentosa. Seis hombres armados asaltan la sede central de un banco en Valencia. Lo que parece un robo limpio y fácil pronto se complica, uno de los atracadores tiene un encargo que el resto de la banda no sabe. Esta coproducción entre nuestro país y España es una cinta de acción y suspenso de manual. Rodrigo de la Serna a pleno, como "El Uruguayo", carismático líder de la banda se bate en duelo actoral con el enorme Luis Tosar, un intérprete que hace todo bien. Rodada desde el punto de vista de los ladrones, con una gran puesta de cámara y un afilado manejo de la tensión el director Daniel Calparsoro suma esta pequeña joya a la tradición de las clásicas cintas de atracos a bancos. Personajes empáticos, una subtrama política y un giro argumental final hacen de esta película una excelente opción para los amantes del entretenimiento fílmico.
La coproducción Española - Argentina suma un gran elenco a una trama ya abordada magistralmente por grandes producciones, pero igualmente logra entretener y se lucen las actuaciones. Me pareció interesante y divertido comenzar este comentario con tres sinopsis, muy concretas y contundentes, de tres películas que dejaron sus huellas muy marcadas en el género, y que tal vez sinteticen y representen fielmente lo que vi en Cien años de perdón y cuánto se distanció de las expectativas que previamente me generó.El plan perfecto -Inside man, 2006-, dirigida por Spike Lee, en la que un grupo de encapuchados entran a un banco, desactivan las cámaras de seguridad y toman muchos rehenes manteniendo a los policías desorientados en todo momento, pero todo se complica cuando entra en escena una mujer contratada por el poderoso director del banco, quien guarda en su caja de seguridad un oscuro secreto.El gran golpe -The bank job, 2008-, basada en hechos reales, en la que un grupo de ladrones roba una sucursal del Lloyd’s Bank en Londres en 1971 llevándose, además de dinero y joyas, documentos privados sobre un caso de corrupción que involucra a altos funcionarios del gobierno y a un miembro de la familia real.Atracción peligrosa -The Town,2010-, dirigida y protagonizada porBen Affleck, en la que un grupo de ladrones que atracan bancos, cuyo principal integrante decide dejar de dedicarse a ello después de un "ultimo robo", se valen de unos planes perfectamente elaborados y cronometrados para llevar a cabo el ultimo robo y evitar se atrapados por los policías. Pero todo se complica cuando uno de los miembros del grupo rompe una de las reglas y se lleva una rehén con la que se involucra emocionalmente.Ahora bien, Cien años de perdóntoma muchos -o casi todos- los elementos, clichés y rasgos característicos del género, y éstos grandes films en particular, para combinarlos con un reparto de primera línea que se mueve con soltura -a excepción del personaje que encarna Joaquín Furriel que funciona como contrapunto cómico y no logra ser verosímil, por lo menos en nuestros pagos-, una prolija puesta en escena y correcta dirección.Pero el film pareciera haber sido creado bajo la imperiosa necesidad de exponer una crítica político-social de actualidad para España, y por que no también la nuestra, que se queda en la superficie, no logra el compromiso del espectador y sólo funciona a efectos de la trama.Lo que prometía ser una historia interesante, de haber sido desarrollada posterior al robo mismo, no surte efectos y sólo queda la moraleja básica del Robin Hood -que ni siquiera es español-, donde buenos y malos invierten roles entreteniendo con buen ritmo de comienzo a fin.
Robarle al ladrón "100 años de perdón" cuenta la historia de un grupo de delincuentes que asalta la sede central de un banco en Valencia, España. Lo que parecía un robo fácil pronto se complica y provoca desconfianza entre los dos líderes de la banda por una de las cajas de seguridad. Las actuaciones de De la Serna y Tosar hacen que valga la pena pagar la entrada. Un grupo comando de delincuentes, dirigido por El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) asalta un banco de Valencia, España, aprovechando una falla en el sistema de alarmas. La banda no sólo está armada hasta los dientes sino que también carga explosivos en sus propios cuerpos, indicador que los delincuentes están dispuestos a todo. El líder cuenta con El Gallego (Luis Tosar) como genio en la logística de escape, y al Loco (Joaquin Furriel) y Varela (Luciano Cáceres) como especialistas en la apertura de la caja fuerte. Pero lo que era un atraco sin dificultades se ve boicoteado por la tormenta que azota la ciudad, ya que el agua tapa las cloacas que utilizarían como plan de escape. La policía los rodea y apura al grupo para que todo se solucione rápido y sin la baja de los rehenes. Si bien todos tenían sus posiciones bien determinadas, cuando el Gallego y el Uruguayo se dan cuenta que los dos buscan algo específico además del dinero en las bóvedas, todos empiezan a desconfiar de todos. Tensión in crescendo Desde el título del filme “100 años de perdón”, segunda parte del famoso refrán que inicia con “Quien roba a un ladrón...”, comenzamos a sospechar que algo se esconde detrás del operativo inicial para el robo. Sin embargo, la tensión aumenta de a poco y nadie sabe quién es el malo y quién es el bueno en este juego entre ladrones expertos. Esa virtud de aumento en el suspenso, con el correr de las escenas se convierte en su defecto, pues a pesar de las buenas intenciones, la amenaza inminente de hacer volar todo por el aire con los explosivos se refleja en el estancamiento de resolución del conflicto, y la bomba nunca llega a explotar. Por otro lado, vale destacar la producción y la forma de narrar, gracias al director Daniel Calparsoro y la fotografía de Yosu Inchaustegui, que le dieron grandes aires al largometraje. Las actuaciones de De la Serna y Tosar, como contrapartes, hacen que valga la pena pagar la entrada de cine, tratándose de dos de los más grandes actores de nuestra generación y conviviendo impecablemente en la pantalla grande. Sobresaliente por momentos, exagerado en otros, está Joaquín Furriel, que es el encargado de la sección humorística de “100 años de perdón”, aunque eso no baste para que, en la parte de acción-thriller, todo sea un tanto más llano en los giros de la historia, sólo haciéndose fuerte en los tonos de lo previsible.
Tiene varios puntos a favor: la súper producción, el tema, y el elenco. Maravillosa dupla e interpretaciones de Tossar y De la Serna quienes tienen mucha química. Otros personajes son Furriel como “El loco” y Cáceres, se destacan, además contiene buenos toques de humor. Habla de la crisis económica europea y el desempleo, roza temas políticos y la corrupción. Contiene: buenos diálogos, buen ritmo, mantiene la tensión, el suspenso y aporta a la narración la fotografía de Josu Inchaustegui. El elenco secundario está compuesto por: Raúl Arévalo ("La isla mínima"), José Coronado (“Betibú"), Patricia Vico (“Perdona si te llamo amor”), entre otros. El resultado final del film posee una leve similitud a “El plan perfecto” (2006) de Spike Lee. Viendo ciertas secuencias algunos espectadores que vivieron el corralito y perdieron su dinero en el 2001 disfrutaran pensando en aquel refrán que reza “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”
La cleptocracia. Más allá de los indiscutibles méritos comerciales de esta nueva coproducción entre Argentina y España para consolidar la estrategia comercial con temáticas rentables en ambos países, 100 años de perdón es un prolijo ejercicio de estilo, que logra amalgamar los elementos del subgénero atraco bancario con apuntes de la coyuntura política y social española que tienen por denominador común las crisis económica de ambos países y sus consecuencias.
La doble moral 100 Años de perdón, coproducción argentina-española surgida por la fructífera asociación entre Telefé y KyS nos presenta una historia que a priori, parece bastante simple: el robo a un banco de Valencia. El grupo de asaltantes tiene como líderes al Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar), y completan el elenco los argentinos El Loco (el excepcional Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres). El plan parece sencillo e infalible: vaciar las cajas de seguridad y luego huir por los túneles, pero los protagonistas no cuentan con la lluvia torrencial que azota a la cuidad, y que ha obstruido su vía de escape. De esta forma el plan lentamente va complicándose, y los maleantes se ven obligados a plantear una nueva opción, mientras la tensión en el grupo crece, sobre todo entre los líderes de la banda. Además, un giro en la trama de 100 Años de perdón nos permite conocer el contenido de una de las cajas y entender que incluso las altas clases políticas españolas están involucradas en el robo. Así, Daniel Calparsoro pareciera querer decirnos algo más, algo que desde el título mismo del film está implícito: los verdaderos villanos no necesariamente son ni se visten como asaltantes, sino que tal vez son bancarios, profesionales o más precisamente, políticos. Confeccionada como un producto masivo, y un impresionante despliege de producción, 100 Años de perdón da como resultado un film entretenido (aunque con resoluciones bastante obvias) , con actuaciones correctas -quien más se destaca es el virtuoso De la Serna-, pero sin demasiadas pretensiones más.
Mentiras, secretos, ladrones y todos los elementos necesarios para una película sobre robo de bancos. Las películas de atracos o robos de banco deberían ser un genero aparte. Por el paso de los años nos hemos deleitado con grandes películas que tocan este mismo tema, pero que sin embargo cada caso logra tener su encanto y su personalidad propia. Por mas que algunos elementos se repitan en todos los casos, como por ejemplo las mascaras, el plan, el conflicto interno en el grupo de ladrones y la latente traición de alguien en el grupo, hay un encanto inigualable en ver que traen los actores a la mesa a la hora de una nueva película que trate sobre el asalto a un banco.100 Años de Perdón comienza como tiene que comenzar una película del “genero, con un asalto a un banco el Barcelona, que parece ser mas fácil de lo que finalmente va a ser. Con el grupo de ladrones al cargo de El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar), entraran a vaciar las cajas fuertes de un establecimiento, sin esperar que las cosas pronto se complicarían de maneras que van llevarlos a tener que tomar las medidas mas extremas. Los secretos, las traiciones y las mentiras surgirán entre el grupo, al mismo tiempo que los problemas harán que tengan que pensar fuera de su plan original.El filme es dirigido por Daniel Calparsoro, un director español conocido por películas como “Guerreros” y “Salto al Vacío”. En su labor logro en conseguir una película que es muy solida visualmente y muestra tener una muy buena narrativa de este lado. Si bien la película no intenta salir mas allá de ciertas casillas de calidad, el nivel de producción y de trabajo puesto en la misma se nota a kilómetros de distancia. Desde lo visual, hasta el uso del sonido son muy solidos y se borra la línea ente una de esas producciones de Hollywood de presupuesto medio y lo que se ve en esta película.Las actuaciones de Tosal y De la Serna son fuertes durante la duración de la película, ambos amplían a través de la trama muy bien a su personaje. Muestran distintas caras, sus motivaciones y logran mantener al publico entretenido, ya sea en sus momentos mas serios como en los momentos que se hacen chistes. Y esto es algo que se repite constantemente. Uno de los recursos mas usados entre los personajes es que haya una chispa de comedia en la interacción de alguno de los personajes. Por lo general el personaje de Rodrigo de la Serna mostrara cierta astucia con las palabras y cierto descaro a las situaciones, pero se vera complementado con el personaje de Joaquín Furriel (El Loco) y de Luciano Cáceres (Varela), que harán constantemente un ping pong de comedia a partir de la segunda mitad de la película. Si bien estas situaciones logran hacer reír al publico, en algunos momentos se convierten en un recurso muy usado, especialmente cuando Furriel sufre cierta sobreactuación en muchos momentos, haciendo que su actuación en momentos parezca bastante floja.En cuanto al guión y la trama, se utilizan elementos ya conocidos, pero logra salvar a la película de convertirse en algo repetitivo y ya visto. Principalmente lo que salva los puntos mas flojos y aburridos de la trama es la buena química que tienen los protagonistas entre si. Fuera de la parte de los ladrones la película tiende a perder peso y al mismo tiempo calidad. Algunas cosas de la trama parecen puestas ahí solo para servir el propósito de seguir adelante y como construcción necesaria para la trama y no por que realmente sea algo que la enriquezca.Finalmente la lluvia constante, los pasos de comedia y la trama un poco borrosa pero solida a fin de cuentas hacen que “100 años de perdón” sea una de esas películas perfectas para ver en el cable en una tarde de domingo.
La caja de Pandora Un robo en el Banco de Valencia pone a la banda en la mira de las altas esferas del poder político español. El robo con rehenes es un tópico que alimenta el cine de acción con distintos niveles de efectividad, según las vueltas del guion y la estrategia que destina a los delincuentes. La clásica escena del atraco al banco en día hábil toma en la película de Daniel Calparsoro, 100 años de perdón, caminos previsibles, aunque sostenidos por un buen elenco binacional. El gallego (Luis Tosar) y el uruguayo (Rodrigo de la Serna) son los jefes de la banda que toman por asalto un banco en el centro de Valencia. El plan que a poco de iniciada la película suena bastante ingenuo, no ha tenido en cuenta algunos detalles obvios. A la banda le queda grande el robo. La película gira en torno a la relación de los cabecillas, el ocultamiento de información, la impunidad del sistema bancario y las cajas de seguridad. Cualquier espectador puede transferir en minutos la historia a latitudes cercanas. En una entrevista, el actor español Luis Tosar dijo que hay que apurarse a verla, antes de que ocurra en la realidad. 100 años de perdón vuelve sobre el tema que cruza el poder político con el sistema bancario que, de tan discreto es cómplice de maniobras que dañan la credibilidad de las sociedades democráticas. Para los cordobeses, affaire CBI mediante, suena a historia conocida. También es inevitable la comparación con El plan perfecto, de Spike Lee, un tanque sobre el tema que 100 años... apenas puede emular. La crisis española aparece esbozada y luego es el personaje de Rodrigo de la Serna quien recuerda con amargura y humor negro el corralito de 2001 en Argentina. Los roles de Joaquín Furriel y Luciano Cáceres aportan la caracterización de los delincuentes improvisados. Los actores colaboran para crear el ambiente de la película. Se luce Furriel como el tipo corto de entendimiento que de todas maneras olfatea el escándalo a gran escala en que están metidos. 100 años de perdón entretiene con poca acción y algo de suspenso. No hay novedades. Sobre todo para la platea argentina que recuerda el asalto del Banco Río de Acasuso, un episodio real que el cine no puede superar.
Atraco al sistema El que le roba a un ladrón tiene 100 años de perdón, promete el refrán que le da título a esta coproducción argentina española. El punto de partida de esta historia surge cuando un grupo de ladrones profesionales liderado por El Uruguayo (excelente interpretación de Rodrigo de la Serna), El Gallego (Luis Tosar), El Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres) deciden asaltar a un banco de Valencia. Con la dirección del español Daniel Calparsoro y el guión de Jorge Guerricaechevarría, que suele trabajar junto a Alex de la Iglesia, este thriller de acción despliega recursos en todos los niveles. Pero todo plan delictivo puede fracasar. Y esto es lo que sucede en “100 años de perdón”, en donde todo lo que parecía en marcha comienza a tambalear por culpa de El Loco, que por su torpeza e ingenuidad arruina el robo del siglo. Una muy buena opción para quienes buscan entretenimiento, por su ritmo, agilidad y dinamismo y una cuota interesante de suspenso que aporta el cine de género. Con destacables actuaciones y escenarios que varían entre el interior del magno banco y la calle valenciana, los políticos y policias tejen una subtrama intensa en la que se entremezclan el sistema financiero y la corrupción política. Una producción impactante en la que el talento argentino y español se fusionan para dar un filme digno de ver.
Otra fuga de película Cien años de perdón no es más que otra película de robos. Los dilemas éticos que anuncia el título y un reparto -a priori- interesante se funden en una historia que se agrieta con el paso del metraje. Jorge Guerricaechevarría, guionista distinguido de Alex de la Iglesia, en esta ocasión está más cercano a su trabajo aceptable en Los crímenes de Oxford que al notable de El día de la bestia. Como thriller no funciona y tampoco se salva con las constantes dosis de humor exagerado, compitiendo para estar entre las apuestas por el cine de género argentina–españolas más olvidables. El director, Daniel Caparsoro, plantó bandera española en el set y a pesar de contar con un elenco mayoritariamente argentino fijó como destino principal la audiencia del viejo continente. Ahí comienzan y terminan muchas de las fallas en el idioma y en los vocablos. A veces es irritante y otras confusa, pero no deja de ser entretenida. El objetivo es un banco de Valencia y por lo poco que sabemos, antes de la irrupción de los ladrones, la realidad supera la ficción. “¿Quién roba a quién?”, anuncia el cartel de la película y el anclaje con la realidad nos deja entrever como contexto ineludible la burbuja financiera que asola el país europeo. En ese bodoque de cemento nadie parece estar ganando nada: a los empleados los están por echar y los clientes se anotician de sus embargos. El presidente de Bankia estuvo preso, un uruguayo (nacionalidad y apodo del personaje de De la Serna) encabezó el motín al Banco Río de Acassuso y la mitología del hampa de personalidades como Dani el Rojo ayudan a delinear historias que no nos parecen tan descabelladas, pero en este caso está contada de manera tan irregular que deja casi tantos interrogantes como las páginas de policiales. Una tormenta imprevista tuerce el destino de una fuga subterránea y el paso fugaz por el banco termina siendo una eternidad. La negociación está signada por el trasfondo político, donde funcionarios esconden pruebas en cajas de seguridad. Hay una que termina siendo el propósito fundamental del golpe, la 314. Los climas están bien recreados e incluso se pueden establecer ciertos paralelismos de la crisis española con la argentina: en un momento Tosar y De la Serna piden pizza y brindan con champagne (de una de las cajas) como metáfora de ciertas políticas de libremercado. Respecto a los seis ladrones, sabemos que saben bien lo que hacen desde los primeros minutos, de ahí la construcción de esos personajes es muy difusa. De algunos no conocemos nada más y los principales van perdiendo tensión a medida que ven inmersos en pequeñas historias dentro y fuera del banco. Luis Tosar reafirma que es uno de los mejores actores del cine español y Rodrigo de la Serna que casi cualquier traje le queda bien; el que desentona (y mal) en este sexteto de atracadores profesionales es Joaquín Furriel. Es raro. Viene de hacer uno de sus papeles más jugados en El patrón, radiografía de un crimen, donde confesó que le habían ofrecido interpretar al opresor pero optó por el oprimido y se lo ponderó por su gran desempeño. Furriel es “El loco” y en ese trastorno se justifica lo injustificable: es una caricatura del pibe chorro que de buenas a primeras se ve inmerso en un golpe grande. No se termina de entender la relación con su padre, porque su incorporación a esta banda surge de un supuesto favor en circunstancias desconocidas. Cien años de perdón es una película para ver un domingo en cable (puede ser Telefé, involucrado en la producción) después que tu equipo de fútbol haya perdido y así te conformás con que puede haber cosas peores. El exceso de connotación moral termina de vapulear una historia que tenía todos los ingredientes para ser, al menos, interesante. Hablando de robos, hay graves denuncias de plagio con un largometraje venezolano que cuenta una historia muy parecida.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
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Hay un banco, hay una banda de ladrones que inclue a argentinos, españoles y uruguayos, hay un plan elaborado para llevarse cajas de seguridad y hay, como casi siempre, un problemón que pone el asunto en riesgo. Hay más porque una de las cajas tiene un secreto. Sí, se parece a El plan perfecto de Spike Lee (lo mejor de este subgénero de asaltabancos) y a otras más, pero está narrada con precisión y sin (demasiadas) derivas innecesarias. Cine de género efectivo y en castellano.
Esta bueno que el cine argentino se fortalezca en intercambios con la Madre Patria. "Cien años de perdón", es un proyecto integrado por productores de primer nivel de Argentina y España (desde Vaca y Morena Films, K&S , Telefónica, Fox International y una larga lista que incluye cadenas de Francia) que muestra un respetable producto a la altura de los mejores thrillers de estafa y robos que cada tanto trae Hollywood. "Cien años de perdón" cuenta la historia de un grupo de delincuentes que se lanza a robar un banco en la ciudad de Valencia. El grupo que lleva adelante el golpe, está liderado por el uruguayo ( Rodrigo De La Serna), el ibérico Luis Tosar y dos argentinos en su line up principal (Joaquin Furriel demasiado mimetizado con su rol previo en "El patrón" para nuestro gusto y Luciano Cáceres). Lo que comienza como un asalto donde lo primordial es el dinero y las joyas, se complica cuando no todo es lo que parece y el real objetivo del golpe aflora. Al parecer, no todos los miembros de la banda saben que hay una caja en particular que es el objetivo encubierto de la operación. En dicho compartimiento se protegen documentos de un político que, de conocerse harían caer un gobierno... Para peor, la primera via de escape, por un túnel subterráneo, se hace inaccesible (llueve a morir) y las cosas se complican, como todo film de este tipo. Negociaciones, luchas internas entre los asaltantes, violencia con los rehenes, intereses políticos y negociaciones por fuera de la ley... todo el combo. Bien hecho, intenso y ejecutado con precisión. El intenso LuisTosar (uno de los líderes del grupo, por experiencia) y De La Serna encabezan la tarea y hacen lo suyo con sobrada naturalidad. Acompañan grandes promesas del cine argentino y multipremiados en España como Raúl Arevalo y José Coronado, integrando un cast potente, carismático y que logra construir tensión con efectividad. Probablemente hayas visto películas similares a esta en el circuito mainstream americano, pero los estándares de producción de "Cien años de perdón" están a la altura de las mejores. Si bien su resolución no es de las más logradas, nadie puede negar que la historia está correctamente narrada y ostenta una atmósfera intensa de principio a fin. Recomendable.
Uno de los estrenos nacionales más fuertes desde lo comercial llega esta semana a las pantallas. Hablamos de un co-producción que en lo cierto, tiene más de española que de argentina, Cien años de perdón. Película de género, de fórmula, con una idea clara; si el cine entra por los ojos, se impone la estética ante todo. Una de robo a un banco, eso es el nuevo film de Daniel Calparsoro. Las hay de todo tipo y clase, con más o menos personajes, con más o menos rigor, y algo que queda claro, Cien años… no busca innovar, no tiene necesidad de hacerlo. La acción transcurre en Valencia, seis ladrones irrumpen en la sede principal de un importante banco con la clara idea de vaciar las arcas. Pero desde el vamos sabemos que hay algo más, que puede que los atracadores lo sepan o no, y que involucra un secreto guardado en las cajas de seguridad relacionado a una figura política de renombre. Seis ladrones, tres argentinos y tres españoles… aunque a uno de ellos le digan “El Uruguayo” y a otro “El gallego”, ¿o no? ¿Será que El uruguayo es realmente de Uruguay y lo que se ve escrito en un papel está mal? ¿Dos de los tres ladrones españoles, serán realmente españoles? Son algunas de las preguntas que la historia no se hace, pero que sin dudas surgen durante el metraje. Más allá de algunos problemas de sonido, con el típico volumen de la música incidental por sobre las voces, los rubros técnicos de Cien años de perdón son impecables. Valencia se presenta en permanente tormenta, con planos abiertos, aéreos, y una clara distinción en la fotografía para el interior del banco y otra para el exterior. Todo esto le otorga fluidez que se realza con un montaje ligero, que comete el pecado menor de transformarse en algo videoclipero en ciertos tramos. Pero todo el esfuerzo puesto desde la técnica, queda nulo frente a la pobreza en el resto de los rubros. El argumento posee varios baches, visibles aún para el menos avispado. La clásica y necesaria estructura de una introducción, un nudo y una conclusión se derrumba con una introducción demasiado escueta, y un desarrollo a mitad de camino; como por el medio no supiesen como completar el tramo faltante. La construcción de personajes no ayuda, no solo el detalle en la confusión de los “alias” (lo cual es un detalle realmente menor, circunstancial). Cada uno cumple un rol determinado y no posee personalidad propia o un background. Se acumulan los clichés, desde los diálogos y desde el modo en que son dichos. Para coronar, los mencionados dos ladrones españoles son directamente borrados del metraje (o casi) dando una extraña sensación de haber quedado en la mesa de edición. El rubro interpretativo hace un esfuerzo, pero el peso del guión es mayor. Rodrigo de la Serna (el Uruguayo) se ve en la necesidad de gritar permanentemente y repetir modismos porteños, puteadas incesantes incluidas. Luciano Cáceres no logra impregnar de alguna característica a un personaje que nunca encuentra su lugar dentro de la historia. Luis Tosar es quien quizás salga mejor parado en una suerte de galán rudo, o ladrón noble, pero su historia no termina de cerrar. Por último Joaquín Furriel es quien más sufre en medio de un personaje realmente odioso, una suerte de ¿cliché de villero? ¿iletrado?. No tenemos dudas de la capacidad interpretativa del conjunto, cada uno lo ha demostrado con creces en otros productos, y hasta aquí mismo, en ráfagas, cuando logran por un instante salirse del encasillamiento, demuestran una gran solvencia. Lo llamativo del guión en manos de Jorge Guerrica Echevarría (con una trayectoria rica e interesante), es su constante indefinición. Hay pasajes de comedia, y otros de rigorismo abstracto. Los dos polos no llegan a unirse creando un híbrido. Definitivamente un film fallido, Cien años de Perdón queda en las intenciones de hacer un producto comercial con un empaque vistoso y llamativo. Lamentablemente la impericia desde el guión, que suena a una excusa para poner las cosas en acción; y la dirección de actores, hace que los resultados queden en eso, intenciones.
QUIEN ROBA A UN LADRÓN… 100 AÑOS DE PERDÓN. IMPERDIBLE. El film 100 Años de Perdón viene segundo en taquilla esta semana y si todavía no la viste, te la recomiendo, porque la vi. “100 Años de Perdón” es una co-producción hispano-argentina protagonizada por Rodrigo de la Serna, Luis Tosar, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres y dirigida por Daniel Calparsoro. Ambientada en Valencia, España, el film te transporta a un robo en un banco. Es una de esas películas que te mantiene en vilo de principio a fin. Por su despliegue, fotografía e impacto visual, parece un film de Hollywood pero está hecha por argentinos y españoles. Rodrigo de la Serna es el Uruguayo, aunque su apodo no responde a su origen. Su personaje es el que lidera el atraco en el banco y su banda lo sigue incondicionalmente, al menos al principio; aunque no saben muy bien la misión asignada que en realidad tiene el Uruguayo. Tensión entre ellos, planes frustrados, toques de comedia de parte de Joaquín Furriel, hacen que “100 Años de Perdón” tenga todos los condimentos que queremos ver en un Thriller. Si todavía no la viste, es un excelente plan para el fin de semana, no te la pierdas.
Star-studded cast can’t save trite and charmless genre piece 100 años de perdón It’s a rainy morning in Valencia, Spain. A group of masked thieves led by El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) and El Gallego (Luis Tosar) is about to rob the headquarters of a well-known international bank. They are supposed to break into a large number of the safe deposit boxes and then escape via a tunnel dug to join the bank’s building with an abandoned subway station. In theory, it was to be an easy heist with no consequences. But as the plan unfolds, the truth is that the thieves are truly looking for one particular safe deposit box where Gonzalo Soriano, a former member of the government now in a coma as a result of an accident, had left noteworthy documents with compromising information. What’s even more worrisome is that only El Uruguayo knows what their real mission is, and when his comrades begin to suspect he hasn’t told them the whole truth, their carefully constructed plan starts to go awry. All the more so when the tunnel they were supposed to use to flee is flooded by heavy rain. Now, they have no choice but to stay in the building with a group of hostages. Soon enough, the police will be on their way and their confrontation is not going to be pretty. 100 años de perdón, directed by Spanish director Daniel Calparsoro and starring Argentine actors Rodrigo de la Serna, Luciano Cáceres and Joaquín Furriel together with Spanish actors Luis Tosar, José Coronado, and Marian Álvarez, is a bank-robbery-movie-with-a-twist that despite being reasonably well crafted, it still doesn’t bring anything new to an already overworked subgenre. Yes, you have the social and political backdrop, meaning Spain’s ongoing economic crisis, which is of some interest. And yet it’s just a backdrop and nothing else. There are no insights or explorations here that lead to something else. As regards the heist plot itself, let’s just say it’s rather dull and mechanical. You can see a lot coming from a mile away and what you can’t predict isn’t that interesting either. It’s as if the screenwriter had watched several bank robbery movies and then cooked up some kind of mélange that bears no personal imprint. Some action sequences are well-shot, granted, and there’s some sort of suspense from time to time. But that’s it. Genre cinema stuff, but done without charm or wit. On the plus side, it should be noted that De la Serna’s performance is gripping enough to keep you watching the film, for the most part. For that matter, Tosar also does a very good job, even though the subplot involving him and the bank’s director rings false by all accounts. It’s a shame that the character played by Furriel doesn’t have more screen time to flesh it up better and the same goes for the character played by Cáceres, who is virtually inexistent. But then this shouldn’t be that much of a surprise considering that many co-productions with remiss screenwriters go for big names in an attempt to make up for what they lack in substance. And it never really works. Production notes 100 años de perdón (Argentina, Spain, France, 2016). Directed by Daniel Calparsoro. Written by Jorge Guerricaechevarría. With Rodrigo de la Serna, Luis Tosar, Joaquín Furriel, Luciano Cáceres, Raúl Arévalo, Patricia Vico, José Coronado. Cinematography: Josu Inchaustegui. Editing: Antonio Frutos. Running time: 99 minutes. @pablsuarez
100 años de perdón gana por dos factores: Primero, porque tiene el atractivo que tienen las clásicas películas de asalto a un banco. Segundo, porque es un film que juega con el atractivo de los antihéroes.
Unas pinceladas veloces le alcanzan a la película para presentar su mundo: una España en crisis con bancos usureros y ejecutivos sin alma conforman a las apuradas otro retrato sobre los males del capitalismo. Empieza el robo y el guion apela al tradicional motivo del ladrón noble: Jorge Guerricaechevarría no demuestra grandes dotes para la construcción de personajes, pero la figura se revela igualmente eficaz. Los malvivientes son en su mayoría argentinos (hay un uruguayo y un español, además) y los intérpretes deben sobreactuar su origen: putean, gritan, mienten, explotan la tan mentada viveza criolla. La aparición del grupo casi funciona como un comentario metafórico de calibre grueso: la debacle europea se ve certificada por la irrupción de estos marginales del tercer mundo que toman por la fuerza lo que una economía desigual no les da. El director tiene entre manos una película encantadora que no requiere de mucho esfuerzo de su parte: la fórmula del caper film trae consigo el cine y parece estar blindada contra las malas decisiones de realización; por decirlo de alguna forma: la película se cuenta sola (aunque, en rigor, los caper film cuentan la preparación de un robo y su posterior ejecución, mientras que acá lo que debe prepararse es, justamente, la fuga). Carpalsoro lo sabe y por eso se dedica a trabajar lo mejor que puede desde las sombras dejando que el género brille por sí mismo, sin intentar ninguna clase de pirueta o truco cinematográfico demasiado complicado. Extrañamente, el director filma los diálogos (que son muchos) casi siempre apelando al rutinario plano contraplano, pero es capaz de aprovechar con inteligencia el espacio del banco, por el que puede verse yendo y viniendo incansablemente a los protagonistas, en especial a Rodrigo de la Serna, que debe realizar algunas corridas formidables de un lugar a otro. Los personajes no están todos elaborados con la misma atención al detalle, y mientras el guion se concentra en el suyo y en el de Luis Tosar (y en el ajuste de cuentas que pesa entre los dos), descuida a otros como los de Luciano Cáceres y, sobre todo, el de Joaquín Furriel, que hace de un exagerado argentino medio bruto y casi de comedia costumbrista que rompe el verosímil del caper. El relato avanza y la demagogia crece hasta niveles difíciles de tolerar: además de los clientes del banco estafados y los atracadores de buen corazón, ahora la película se despacha con una pintoresca galería de políticos corruptos y sin escrúpulos. Sin embargo, el género acolchona cualquier referencia al presente de España y reencauza la película hacia la ficción: ese retrato algo edulcorado con héroes y villanos, después de todo, no deja de evidenciar los signos de la narración clásica, es decir, del cine y su artificio. Los contratiempos que suma el guion no siempre funcionan bien, pero los actores (en especial los ladrones), sostienen la película con dignidad: el contrapunto de De la Serna y Tosar, por ejemplo, resulta ser bastante más sólido de lo que se podía pensar en un principio. Uno crece frente al otro y la dupla llega a apropiarse de la película toda, eclipsando a los demás. El trabajo de De La Serna es el más magnético, tal vez porque en una película muy hablada (el primer tiroteo tarda muchísimo en ocurrir), la suya es una actuación física, que emplea todo el cuerpo y le imprime alguna cuota de dinamismo a las imágenes por momentos televisivas. Tosar, en cambio, confía en su rostro (particular, por cierto), al que puede someter a modulaciones sutiles y casi imperceptibles con una habilidad poco frecuente. Tosar es milimétrico, en cambio, De la Serna apuesta al exceso como ya hiciera antes en Okupas o Revolución: El cruce de los Andes: lo suyo es la explosión, el derroche de energía. Las escenas de acción por momentos escasean y Calparsoro tampoco es Jean-Pierre Melville como para jugar al despojamiento y la contemplación, pero la película igualmente fluye y exhibe un placer evidente por recorrer todos y cada uno de los lugares comunes del caper film.
Ladrones de buen corazón Con una magnífica panorámica sobre la ciudad de Valencia, “Cien años de perdón” se inicia en medio de una tormenta muy fuerte, que según la voz en off de un locutor, complica la transitabilidad por rutas y caminos. La cámara se detiene ante las majestuosas puertas de un Banco muy importante pero donde el clima tampoco es mejor que afuera: se respira hostilidad y desánimo de clientes desesperados por hipotecas que amenazan quedarse con sus viviendas. Incluso los mismos empleados murmuran entre los pasillos, acerca de quienes figuran en las listas de futuros despidos. En medio de este clima enrarecido (que evoca la crisis española reciente, en la que también los argentinos podemos reconocernos), inesperadamente irrumpe un pequeño grupo de atracadores enmascarados que los toma de rehenes a todos, a un lado y otro del mostrador. La banda está liderada por “el Uruguayo” (Rodrigo de la Serna) y su mano derecha, “el Gallego” (Luis Tosar), apoyados por “el Loco” (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres). Aunque temibles, se manifiestan con humor y hasta con buenos modales, mientras van despojando a los presentes de sus celulares, vigilándolos al tiempo que los cabecillas se dirigen a las cajas de seguridad. Todo parece haber sido rigurosamente planificado, pero aparecerán cartas inesperadas: la lluvia que complica la salida por un túnel hacia el exterior y un secreto oculto en una de las cajas de seguridad que contiene información política secreta, muy comprometida para el gobierno oficial. Surgirán idas y vueltas, donde la vida de todos dependerá de un hilo cada vez más tirante adentro y afuera. Romántica sin romances El guión privilegia la acción y no hay espacio para una subtrama amorosa, aunque se insinúan un par de instantáneas en ese sentido. En lo esencial y más allá de las derivaciones y vueltas de tuerca, se trata de una historia muy masculina de amistad y compañerismo, en medio de una situación límite, de lucha contrarreloj, que espeja no solamente a la España de los días que corren sino a todo el desaforado capitalismo globalizado. La película toma elementos de la crónica policial argentina, inspirándose en el mediático robo del banco en Acassuso de 2006, con muchos paralelismos, pero difiere en lugares y agrega mucho trasfondo cáustico. Superando el típico molde de las películas de estafas y atracos, el guión remite siempre a denunciar los amorales juegos de poder más allá del robo. El director Calparsoro logra generar un inteligente thriller de ritmo intenso, al que le incorpora algunas breves y bienvenidas notas de humor, que permiten al film respirar entre tanta tensión, donde no ocupan poco espacio las argentinísimas puteadas argentinas que compiten con los exabruptos ibéricos. Con su accionar, estos ladrones son vistos desde una mirada idealista, que privilegia los códigos y acuerdos antes que los tiros u otro tipo de violencia que -por momentos- pareciera no poder contenerse, aunque la malicia es desplazada por el guión hacia otro enemigo múltiple, con uniforme o de traje y corbata, que justifica el accionar de estos atracadores. La película cumple al pie de la letra cada una de las convenciones del género de robo de bancos, con una muy buena factura técnica, uno de los puntos más fuertes del filme, al igual que las logradas interpretaciones de Tossar y De la Serna, a los que se suman Joaquín Furriel y Luciano Cáceres, quienes están desaprovechados por el bajo perfil de sus personajes, pero igualmente convincentes aun desde lo pequeño. “Cien años...” exhibe un diestro conocimiento de los mecanismos narrativos a la hora de sostener el suspenso y la atención del espectador, aunque se echa de menos el sello de un “plus” que le permita despegar de esos buenos productos industriales, disfrutables durante la proyección pero que se volatilizan prontamente en el recuerdo.
“Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón” reza la dicho que también intentará definir quién le roba a quién en esta nueva co-producción argentino-española. Ladrones de medio pelo Un grupo comando irrumpe en un poderoso banco español. En un principio parece ser un simple robo, pero poco a poco las cosas se irán complicando, tanto para los criminales como para las fuerzas de la ley. Es que no es dinero lo que buscan los asaltantes, si no algo que podría poner en peligro a la mismísima corona española. Cien Años de Perdón pintaba bien, muy bien. El trailer nos mostraba una de asaltos a bancos al estilo El Plan Perfecto, con los ladrones jugando a placer con la policía, estando varios pasos por delante y siendo verdaderos profesionales. Pero a los pocos minutos notamos algo a nivel guion que se podría tomar como una alarma. No es un spoiler ni nada parecido, pero rápidamente vemos a Rodrigo De La Serna puteando con modismos argentinos -aunque su personaje se llama El Uruguayo- y a un policía anotando en su libreta como primera pista la palabra “argentinos”. Es una escena que nos hace reír y nos saca totalmente del policial serio que se nos prometió. Es sólo un avance que nos hace el guion para mostrarnos que su responsable, Jorge Guerricaechevarría (usualmente un genio en la materia), nunca se decidió entre el policial o la comedia de atracos. Este es un lastre que sufre el film en sus 98 minutos de duración. Saltando entre géneros y logrando que el espectador no se tome en serio la película, a pesar de la solemnidad que transmite de a tramos. Si eligen verla como una comedia, tanta seriedad los va a aburrir y probablemente le echen un vistazo al reloj en más de una oportunidad. Sumemos que pese a tener un buen elenco, los actores están bastante desaprovechas en personajes desdibujados. Y peor aún, con alguno de ellos (De La Serna, por ejemplo) hablando en “argentino” pero intercalando palabras que no se usan demasiado aquí pero si en España. O al insoportable ladrón que compone Joaquín Furriel, haciéndonos acordar en más de una oportunidad al Faisán compuesto por Nicolás Vázquez en Kryptonita, y ya sabemos todos como terminó eso. Quizás lo más destacable de Cien Años de Perdón sea lo referente a los apartados técnicos. La dirección de Daniel Calparsoro y la fotografía con tonalidades frías que decidió usar, dotan al relato de un dramatismo visual que a nivel historia claramente no tiene. Conclusión Cien Años de Perdón tenía bastante materia prima para ser una de esas buenas co-producciones entre Argentina y España. Pero debido al pésimo guion que nunca se decide a que género a atacar, tenemos como resultado un film aburrido, y en muchos casos, sin sentido.
Una de robo de bancos, pero una especial. Por un lado tiene ajustado el mecanismo de relojería que requiere un asalto, algo que falla y la policía rodeando el lugar que entretiene del principio al fin con las consabidas vueltas de tuerca eficaces. Pero también una mirada a la crisis económica, de ahí el título, la corrupción política, a la falta total de escrúpulos cuando el poder debe salvarse. Un buen elenco donde brillan los argentinos: Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres.
Casi una película argentina Un filme español reúne un casting soñado para cualquier producción nacional: Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres conforman una banda de delincuentes que roban nada menos que un banco Las coproducciones del cine nacional con España son cada vez más comunes en los últimos años y de esta manera han llegado a las pantallas locales éxitos como El Secreto de sus Ojos, la más reciente El Clan, Metegol y , entre otras, pero también decepciones como Séptimo, Corazón de León, El Desafío, y un largo etcétera que demuestra que a gran presupuesto no hay nada garantizado. Cien Años de Perdón, que se estrena esta semana, viene a poner algo de equilibrio en estas dos listas. Por un lado tenemos un reparto multiestelar compuesto por tres actores argentinos de primera línea como Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres, y por el otro un filme que parece quedarse en buenas intenciones. Vayamos por partes: No es que las actuaciones de los ya mencionados -a los que se les suma el local Luis Tosar- sean malas ni mucho menos; ni que la dirección sea errada (nada más lejos de la realidad) sino que lo que nos están vendiendo es una película española disfrazada de argentina. La historia del filme narra como una banda de delincuentes liderados por El Uruguayo (De la Serna) toma por asalto un banco con la intención de saquear las cajas de seguridad y escapar por las alcantarillas (toda similitud con el "Robo del Siglo" liderado por el también oriental Luis Mario Vitette Sellanes en 2006 es pura coincidencia o quizá un robo con 100 años de perdón) hacia una estación de subte abandonada. Pero... ¡oh! Resulta que el día elegido para dar el batacazo es una suerte de convergencia de desgracias: una lluvia torrencial ha inundado el túnel, la gerenta del banco ha sido despedida y planea su propio golpe y los políticos de turno parecen muy interesados en una caja de seguridad en particular. En definitiva, la primer media hora de película resulta por demás interesante pero luego la cosa deriva en un filme de negociaciones que se vuelve pesado e interminable con el paso de los minutos, cortesía del guionista que estáacostumbrado a productos de este tipo. No es que sea su culpa. De todas maneras, la producción tiene sus muy buenos momentos de tensión, de acción y hasta de humor de la mano del personaje de Joaquín Furriel que en esta ocasión no desperdicia ninguna de sus apariciones en pantalla y deja una imagen más que positiva. De la Serna cumple como siempre con un personaje memorable, mientras que Cáceres hace lo propio con una suerte de contrapunto con el personaje de Furriel, con bastante efectividad. En definitiva, si elige esta semana Cien Años de Perdón no se arrepentirá aunque con tantos buenos productos en pantalla que la entrega del Oscar nos dejó, será sólo una opción más entre varias.