Amanda Seyfried es una joven que se está consolidando en Hollywood por todas las razones correctas excepto una: buenas películas. Si bien tiene rachas con cierta aceptación y proyectos interesantes (Chloe, In Time) son más las veces que se utiliza su cara bonita para atraer a la audiencia que por la calidad intrínseca de los mismos (Red Riding Hood, Dear John, Jennifer's Body). En Gone esta variable se vuelve bastante polarizante, con su trama digna de cualquier capítulo de una serie policial á lá CSI pero que curiosamente tiene el detalle de un protagónico por parte de la actriz lo suficientemente atrapante como para cumplir su cometido. Jill es una joven moza de una cafetería que vive con su hermana universitaria; por razones que más temprano que tarde conoceremos, es una chica muy paranoica. Hace dos años alguien la raptó y la dejó en un pozo en el medio de un parque nacional inmenso, aunque es la única víctima mujer que logró escapar de sus garras. Cuando su hermana desaparece, Jill está convencida de que es el mismo asesino que ha regresado por ella. ¿La vuelta de tuerca? La policía no le cree nada, debido a que no encontraron ninguna evidencia de su rapto y por ello fue encerrada en un instituto mental. Con las fuerzas policíacas en su contra y sin nadie que le crea, es tarea de Jill encontrar a su hermana antes de que se le acabe el tiempo. Gone goza de una producción estupenda: una dirección impecable, cortesía de Heitor Dhalia, brasileño que debuta en el cine angloparlante, una cinematografía hermosa que muestra a los bosques de Oregon en todo su esplendor, un elenco suficientemente aceitado relleno de actores mayormente secundarios pero solventes y una banda de sonido agradable. El aspecto que no le permite sobresalir es el guión, firmado por Allison Burnett, alguna vez escritora de la romántica Autumn in New York y que en su reciente haber tiene Untraceable, Fame y Underworld: Awakening. El mismo es sencillo, casi de manual, siguiendo un camino de evidencias cual sendero de migas hasta el conflicto final, con un desarrollo en donde no faltan las pistas falsas ni las miradas sospechosas. El pegamento que mantiene unido a todos estos elementos es la magnética actuación de Amanda Seyfried quien, incluso con una historia carente de escenas creíbles de suspenso, se carga la película al hombro y se pasea durante todo el metraje mintiendo y amenazando para descubrir el paradero de su hermana menor. Bajando las expectativas al mínimo quizás uno pueda disfrutar de Gone, ya que es lo suficientemente competente como para mantener al espectador interesado por lo que ocurre en la pantalla. Aquellos que busquen una película de suspenso con una trama más revuelta saldrán decepcionados.
Caperucita no aprendió ¡Qué linda es Amanda Seyfried!. Al menos permítanme exótica. Pero usar y abusar de su rostro, ojos llorosos y prominentes labios, no es garantía de nada. Además, verla correr de un lado para el otro en una historia que parece ir desarrollándose a los tumbos, más que en heroína la convierte en una suerte de burro de carga, con la casi plena responsabilidad de hacernos creer cualquier cosa a cualquier precio.
Certeza o Locura Amanda Seyfried conocida por su papel en Mamma Mia! (2008) protagoniza 12 horas (Gone, 2012) un thriller dirigido por Heitor Dhalia. El film sabe recrear el ambiente que envuelve a una película de suspenso, sobre todo en su fotografía y en la construcción del personaje de Jill (Amanda Seyfried) bordeando el thriller psicológico. Desde el comienzo se plantea el tema del acecho que irá cobrando intensidad a medida que avance la trama. Jill (Amanda Seyfried) fue víctima de un secuestro y, a partir de la desaparición de su hermana Molly (Emily Wickersham), no solo deberá enfrentarse a sus recuerdos sino ante la posibilidad que sea el mismo asesino. Si hay algo que caracteriza al género de suspenso es la creación de un ambiente que genere tensión, es en este sentido donde la representación del espacio se vuelve primordial, no sólo como el lugar donde se desenvuelve la historia sino sobre todo como ese lugar extraño que atemoriza a los protagonistas. La ciudad de Portland pero principalmente el parque Forrest representan ese espacio del acecho y es allí donde la fotografía de Michael Grady logra su cometido. La trama gira ante la dualidad del personaje de Jill, ¿Es cierto lo que le sucedió o fue todo producto de su mente? esta caracterización es lo que lleva a la película a un costado más psicológico. La contra-cara de la protagonista es la policía que pone en tela de juicio su salud mental. Aunque justificado por el argumento, algunos puntos rozan lo inverosímil. Los personajes se pierden un poco en la historia, sobre todo el papel del detective Hood (Wes Bentley), pasando a ser un personaje que sólo acompaña con muy poco desarrollo. Aún así, 12 horas logra generar desde la imagen y desde el ritmo del relato, un ambiente acechante.
Amanda Seyfried (Mamma Mia!, La chica de la capa roja, El precio del mañana) es la protagonista absoluta de este mediocre, previsible thriller psicológico dirigido por el brasileño Dhalia. A Jill nadie le cree. Con sus problemas psiquiátricos a cuestas, todos la toman como una fabuladora, una chica inestable que vive fuera de la realidad. Por eso, cuando su hermana desaparece, ni la policía de Portland la toma en serio. Iniciará, sola y contra todos, una investigación épica, una odisea personal para desenmascarar a un perverso que ha acumulado no pocas víctimas. Ni el guión ni la realización ni la esforzada actuación de la estrella superan la media de la producción más convencional y estandarizada de Hollywood.
Un thriller sin suspenso El joven cineasta brasilero Heitor Dhalia, quien se sumerge en el cine "for export", no fue efectivo en la realización de 12 Horas (Gone) o como se la llamó en muchos países hispanos, Desaparecida, quizás augurando lo que le podría sucederle a este film. Heitor Dhalia con ganas, pero poco criterio, desarrolla un thriller sin suspenso. La historia presenta a Jill Parrish (Amanda Seyfried) una joven considerada desquiciada en Portland, que lucha contra una pesadilla del pasado: su secuestro. Al regresar a su casa, luego de una noche de trabajo como camarera, no encuentra a su hermana y mientras ella está convencida de que un asesino serial la tiene, la policía y sus allegados creen que esta desequilibrada. Sin nadie en quien confiar o a quien recurrir, ella se pone en marcha para encontrar a su hermana Molly (interpretada por Emily Wickersham: Soy el número cuatro) y acabar con el secuestrador. Un guión endeble, actuaciones mediocres a pesar de la presencia de Seyfried, un ineficaz dirección y un desenlace apresurado hacen de 12 Horas un film olvidable. Que no merece, quizás, el dos por uno de las revistas de cable. Con un elenco de reconocidos y desperdiciados actores como Wes Bentley de la reciente y exitosa Los juegos del hambre; Jennifer Carpenter (Fuera de la ley), Sebastian Stan (El Cisne Negro), Socratis Otto y Daniel Sunjata, recordado por su paso en El Diablo se viste a la Moda, se podría pensar que el couch de actores no resultó ser el adecuado. Una perlita es la aparición de Michael Paré (como el jefe de policía), un ícono del cine de acción de los años ochenta, visto en Calles de Fuego. La advertencia está hecha: desaparecerá rápidamente de cartel y de la memoria.
MI VILLANO FAVORITO A determinada edad, los hombres aprenden a no creer demasiado las historias de las mujeres, en muchas ocasiones erróneamente. Pero sin duda, podemos aceptar todo lo que Hollywood propone sin chistar. Y quizá, hasta cierto punto, esto resulte más saludable, en particular para los policías que no aceptan la dura realidad de una chica trastornada. De hecho, los problemas de Jill Parish (Amanda Seyfried) son serios. Hace un tiempo ya que, aparentemente, fue secuestrada por un maniático que la mantuvo cautiva en un bosque en las cercanías de Portland (Oregon, EEUU), práctica que los huesos humanos hallados por la joven demostraban le era habitual. No obstante, poco y nada pudo ser probado, más que su desaparación, que le valió un tiempo en un neuropsiquiátrico. Y ahora el loco suelto volvía por su hermana, una alcohólica en recuperación que para los oficiales de policía se había ido "de gira" por los bares nuevamente. Sola y loca, Jill emprendería la búsqueda de su hermana, metiéndose en todos los sitios en los que un asesino puede esconderse, bajo la mesa, en el callejón o detrás de un árbol en la profunda noche. El director Heitor Dahlia nos propone en 12 horas (Gone), un fugaz e impertinente entretenimiento que nunca intoxica, pero cae algo pesado, como comida de bodegón. En consecuencia, no es nocivo que este tipo de films exista y se exhiba en importantes salas, aunque con ello se impida que algunas otras películas continúen o se coloquen en cartelera. Claro que la televisión podría acoger 12 horas con los brazos abiertos y sin duda lo hará, de modo que el consejo final redundaría más bien, en el biógrafo o en el sofá de casa: paciencia, siempre podemos aguardar por el momento de la superación personal y cinematográfica.
Amanda Seyfried sigue perdida en el bosque Parece que la belleza magnética en ciertos casos más que ser una bendición termina siendo una desgracia en la vida de quienes la poseen. Sino veamos el caso de Amanda Seyfried quien aún no nos permite recuperarnos de la soporífera Chica de la capa roja, especie de engendro entre el clásico cuento y una visión crepuscular de la vida (amores inconclusos, pasiones adolescentes, triviales conflictos. Pues bien en este caso Amanda no necesita limpiarse el musgo de sus zapatos porque nuevamente le toca recorrer el bosque, esta vez no en búsqueda del lobo sino para encontrar a su hermana en el thriller psicológico (¿?) 12 horas plagado de todos los lugares comunes que una película mediocre requiere: chica traumada a la que nadie le cree, policía con experiencia descreído, policía novato cómplice, búsqueda desenfrenada, fin a los apurones. La historia nos cuenta que Jill (Amanda Seyfried) ha sido secuestrada por un psicópata del cual logra escapar (no sin que esto quiebre su estabilidad emocional); un tiempo después su hermana desaparece de su hogar y ella sabe a ciencia cierta (movida por el instinto) que se trata del mismo asesino. Con sus ojazos suplicantes Jill recorre las oficinas de policía sin respuesta alguna, salvo una tibia ayuda de un policía novato (interpretado por Wes Bentley); pero nada la detiene y entonces inicia la búsqueda de su hermana por sí sola, desenfrenadamente, hasta el final del film. Ni la belleza de Amanda Seyfried ni las actuaciones de Wes Bentley y Jennifer Carpenter logran darle contenido a un guión plagado de lugares comunes que parece condenado a las tardes de cable de los sábados. Nuevamente Amanda está perdida en el bosque y más vale que se oriente en la elección de su próximo proyecto o no saldrá nunca mas de ahí.
Amanda Seyfried necesita cambiar urgente de representante. Dentro de las actrices de su generación claramente sobresale entre las mejores que surgieron en los últimos años y tiene un gran potencial para hacer una gran carrera en el cine, pero en el último tiempo no para de elegir proyectos mediocres que no están a la altura de lo que ella pueda dar como artista. De hecho, es tan buena actriz que por lo general siempre sale bien parada de los filmes malos que vienen haciendo últimamente como Miedo al amanecer, Diabólica tentación, Caperucita Roja y Querido John. Por eso da lástima verla en este tipo de trabajos porque que es una figura que da para mucho más. El film presenta una premisa que en principio funcionaba para una buena película de suspenso. En este caso una mujer que fue víctima de un secuestro en el pasado es la encargada de buscar a su hermana que habría sido raptada por el mismo asesino serial que la capturó a ella un tiempo atrás. A esto se le suma que la policía cree que la protagonista está enferma y aparentemente su secuestro nunca habría ocurrido. Había elementos para hacer un film entretenido y es muy probable que la misma historia con un director competente hubiera presentado una película más decente. En este caso la dirección corrió por cuenta del realizador brasileño Heitor Dhalia, quien no hizo otra cosa que ofrecer una película mediocre y previsible donde cuenta esta trama con todos los clichés posibles del género. Por no mencionar que el personaje principal investiga, usa armas y maneja autos mejor que todos los policías de la trama. Lo cierto es que el suspenso brilla por su ausencia. 12 horas es la típica película clase B hecha para televisión que canal 9 te pasa un domingo por la tarde para rellenar la programación. Se puede invertir la salida al cine en otras propuestas mejores. La verdad que es un milagro que esto se haya hecho para la pantalla grande. Ojalá podamos ver pronto a Amanda Seyfried en una buena película otra vez porque es una actriz que debería trabajar en producciones de mayor nivel.
Me quieren volver loca Amanda Seyfried busca a su hermana secuestrada. Si usted anda de paseo por Portland, Oregon, sepa que allí la gente es muy amable. En extremo. Porque aunque sea la primera vez que la vean, a Jill, la protagonista de 12 horas , le cuentan en detalle todo cuando la joven se los cruza averiguando datos del posible criminal que la secuestró a ella hace un tiempo, y que cree que hizo lo mismo con su hermana hace apenas unas horas. Porque Jill tiene una capacidad y una facilidad para la mentira elogiables. No les dice la verdad. Se inventa relaciones y les saca claves para rastrear al secuestrador. Desde aquel secuestro -en el que nadie cree- aprende defensa personal, tiene un revólver en la cartera de la dama y desconfía de todo. Y de todos. Bueno, Jill tiene antecedentes psiquiátricos. Dice que un hombre la sacó de su cama y la metió en un pozo en un parque, donde luego fue encontrada llena de lodo. Nunca lo vio, y cuando la revisaron no encontraron rastros de ataque sexual, ni lesiones, ni adn de un extraño en su cuerpo. Nada. Ella dice que escapó y que el hombre ha vuelto, que intentó secuestrarla, pero se llevó a su hermana al no hallarla en su casa a ella, que es moza por las noches. Por eso no durmió en toda la noche. “¿Por qué no vas a dormir?”, le preguntan. “Dormiré cuando (el secuestrador) esté muerto”, responde. Para los policías todo está y estuvo en su imaginación. Peor: la policía está tras ella porque saben que está armada. Ellos no le creen, pero el espectador, sí. Y eso es lo que cuenta. Pero el mayor enigma de 12 horas -el tiempo que Jill cree que tiene para encontrar con vida a su hermana- es ¿cómo hace el director Heitor Dhalia para, pese a todo, generar tensión a lo largo de todo el relato? Amanda Seyfried, bien lejos de Mamma mia! , está el 95% del tiempo en pantalla. Esa pueder ser una respuesta. La otra hay que buscarla en la construcción del relato, que con agujeros y todo no deja de intrigar, con y sin pistas falsas. Y hasta hay algo de El silencio de los inocentes (el pozo en el que tiraron a Jill, las pistas en la casa de un sospechoso)... Entre los investigadores están Wes Bentley, como un recién llegado a Homicidios -sólo él dice creerle, a espaldas de sus compañeros- y Michael Pare, sí, el de Calles de fuego . Paranoia, ansiedad, sed de venganza... Ingredientes de un cóctel inflamable. Ya verán por qué.
"12 horas" que dan miedo No hay nada, absolutamente nada en 12 horas que justifique su estreno en una cartelera comercial. La historia de la joven que busca a su hermana desaparecida (o ida, según la traducción literal del título original, "Gone") se enmarca en una estructura formal anoréxica, carente de todo interés más allá del mínimo que puede llegar a despertar un thriller con protagonista rubia sexy entre un público sin expectativas. El film dirigido por el brasileño afincado en Hollywood, Heitor Dhalia, sería una buena elección para la programación de televisión por cable en la grilla de la madrugada, allí donde los desvelados encuentran algún título que los salve del insomnio. Es más, se trata de una película a la que la ausencia de oficio, ideas para el guión, líneas de diálogo mínimamente inteligentes y originalidad en el perfil de los personajes, la hubiera condenado hace una década o más a figurar entre los VHS menos requeridos en cualquier video club de barrio. Con el correr de los minutos, la trama de Gone se vuelve desesperante para cualquiera que busque algo de sustancia. El desfile de sospechosos con cara de muy sospechosos y posibles asesinos es, en lugar de un acierto de casting, un monumento a la obviedad de lo peor de la fórmula de los estudios antediluvianos. Y así podríamos seguir enumerando razones por las cuales 12 horas es, ya, candidata a ser una de las peores películas del año.
Súper chica Algo raro pasa con Jill (Amanda Seyfried), todos la miran raro, como si no le creyeran siquera cuando dice buen día. Cuando su hermana desaparece esa actitud social no le ayuda para buscarla. La policía no parece dispuesta a iniciar una investigación por algo que consideran es fruto de su imaginación. Según parece, Jill habría sido secuestrada un año atrás pero jamás hallaron al culpable. Ahora ella emprende por su cuenta la investigación que la lleve al rescate de su hermana. Falsas pistas, dudas sobre la salud mental de la protagonista que tiene una determinación a toda prueba, y que fuerza la paciencia del espectador al que solo le resta esperar ver que traje de súper heroína lucirá en algún momento. No alcanza a ser una thriller psicológico, algunas actuaciones no merecen ser parte ni siquiera de una soap opera y el suspenso se quedó en la intención del guionista. El director cumple a reglamento con el material que tiene entre manos, del que solo vale rescatar la actitud de la bonita Amanda, una ascendente actriz que esta vez erró feo con su elección laboral.
Una excelente locación y la actuación de Amanda Seyfried tratan de llevar una película que mucho no sorprende. Este nuevo film para los amantes del suspenso liderado por Amanda Seyfried y con las actuaciones de Wes Bentley y Jennifer Carpenter entre otros, nos demuestra que géneros tan utilizados como el suspenso psicológico no son fáciles de lograr. La historia se centra en Jill, una jóven que trabaja en una cafetería y vive con su hermana Molly. Jill fue raptada hace un tiempo y nunca encontraron al culpable, ni ningún tipo de evidencia de los hechos, por lo cual la policía termina por no creerle y la encierra en un centro psiquiátrico. Debido a esto, cuando su hermana desaparece de su hogar, ella comienza a creer que este hombre quiere vengarse ya que fue la única víctima que se le escapó de las manos. En su búsqueda comienza por pedirle ayuda a la policía, la cuál tampoco le cree y termina tomando las riendas del caso para encontrar a su hermana antes de que sea demasiado tarde. Este simple guión, que pretende mostrarnos una historia de suspenso con algunas vueltas en el camino para hacernos dudar de la cordura de nuestro personaje principal, no genera lo que toda película de este género tendría que lograr, esos pequeños momentos de tensión que tanto nos gustan cuando estamos sentados en nuestras butacas. El reparto no está mal pero es completamente secundario, lo cuál es una pena ya que hay algunos personajes que le podrían haber dado un peso drámatico a la historia, pero parece que la decisión fue mantener el argumento completamente sobre los hombros de Amanda Seyfried, que no está para nada mal, pero tampoco sobresale en su interpretación. La locación (Portland, Oregon) se merece un párrafo aparte ya que es el único elemento que genera la tensión y oscuridad que merece una película de este género, con un cielo siempre gris y un clima perfecto para la historia que nos quieren contar. Un guión de manual con un par de huecos y muchos clichés del género que no comienza mal, pero no logra mantener la intensidad hasta el final. Si no buscás nada nuevo, esta película se puede ver tranquilamente para pasar el rato, pero si sos un fanático del suspenso vas a preferir volver a ver alguna de tus viejas favoritas.
Con poco tiempo para salvar a la víctima de la sociedad Al argumento de este "thriller", pareciera que fue ideado para convertirlo en una serie de televisión, pero finalmente terminó siendo una película. "Doce horas" detalla el drama de una joven, una chica, que por las noches trabaja de camarera en un bar y vive con su hermana, en un caserón, cercano a un bosque en Portland, Oregón, Estados Unidos. La chica, Jill, fue secuestrada un tiempo atrás y finalmente en un descuido del asesino logró escaparse. Ese hecho marcó su vida y más aún, cuando a lo largo del tiempo, se da cuenta que las denuncias ante la policía, e incluso el padecimiento que sufrió y contó a sus padres, no le sirvieron de nada, porque en apariencia nadie le cree, la consideran una joven con problemas psicológicos. Lo cierto es que un día, cuando Jill regresa a su casa por la noche, descubre que su hermana desapareció sin dejar huellas. LA DESAPARICION El novio, los amigos del colegio al que concurre la chica no son de gran ayuda para Jill, nadie puede aportar datos y todos la miran con asombro, cuando ella les cuenta que posiblemente fue secuestrada por el mismo criminal que la raptó a ella. Lo curioso es el papel que juega la policía, la que sin consultar a su departamento médico, califican a la muchacha de psicótica. Sólo un agente le promete ayudarla. Ante tal indiferencia, Jill decide ir ella misma tras la pista del secuestrador y finalmente logra algunos datos importantes, que tal vez la lleven al encuentro con su hermana, si aún permanece viva. Dirigida por el brasileño Heitor Dhalia, la película tiene un guión bastante débil en recursos narrativos y no resulta demasiado convincente en muchas de sus resoluciones, al intentar ilustrar un caso de estas características. No obstante el filme cuenta con una actriz como Amanda Seyfried que resulta convincente y atrapa al espectador, a partir de un continuo accionar individual, que en algunos aspectos y lejanamente recuerda el ritmo de "Corre, Lola, Corre". Acá como en aquella película, su protagonista tiene escasas horas para encontrar una solución.
Obsesión mejorada por el director Si la sinopsis dice, con entusiasmo digno de mayor causa, «Cuando su hermanita desaparece, Jill está convencida de que ha vuelto el asesino serial que tiempo atrás la había secuestrado», etc., ¿qué duda cabe de que el asesino serial ha vuelto de veras, que la chica estará sola en medio de la noche, que la policía tardará en creerle y mostrar eficiencia, que ella se largará a investigar y provocar a las fieras por su cuenta, en pleno bosque y en plena noche, y todo lo demás? ¿Y que por ahí nos entrará la duda, y en una de esas la policía tiene razón y la loca es ella? ¿Y que a esta película ya la vimos, y si no fue ésta fue una bastante parecida? Lo bueno de estos entretenimientos de miedo es que uno puede asustarse o inquietarse por el destino de la chica, al mismo tiempo que se divierte con los lugares comunes y las tonterías del argumento, el ritmo de los acontecimientos, y sobre todo con el juego de adivinar el final. Para el caso, quien firma el guión es Allison Burnett, culpable de haber hecho los libretos de «Otoño en Nueva York», «El juego del amor» y «Fama» (la remake). Pero el director es Heitor Dhalia, que algo aporta. ¿Y quién es este brasileño de apellido tan florido? Bueno, es el libretista de «As tres Marías», que se tomaban tamaña venganza a través de sus hijas, y el realizador de «Nina», un thriller con dibujitos que para algunos fue la mezcla de Dostoievski con David Lynch, y de una historia que lo llevó a Cannes y fue distribuida por una major, «A deriva», donde una nena está feliz con su familia hasta que ve a su padre con otra mujer que no es la madre, y ve también una pistola (el padre lo interpreta Vincent Cassel, siempre con cara de degenerado). Pero, sobre todo, Heitor Dhalia es el autor de «O cheiro do ralo», que cordialmente podría traducirse como «El olor a desagüe tapado». En este caso el personaje es un prestamista obsesionado por la preciosa bunda de una camarera y el asqueroso olor que hay en el baño. Nunca se sabe para dónde va a dispararse la historia, ni hasta dónde llegará el personaje con sus obsesiones. Todas las criaturas de este director son obsesivas. Incluyendo la de «Doce horas», que por suerte dura poco más de hora y media. Si se estiraba un poquito ya hubiera aburrido, o, peor aún, más gente le hubiera adivinado el final. No corresponde contar ni siquiera el desarrollo. Pero sí decir que Dhalia está pagando su derecho de piso en Hollywood, y que la protagonista Amanda Seyfried está bastante linda, aunque siempre se la verá mejor en las comedias románticas. Esta de romántica no tiene mucho que digamos.
A Amanda Seyfried, o más exactamente a su personaje, Jill, le pasa como al pastorcito mentiroso, sólo que en este caso el cuento muestra algunas variaciones. La joven mesera de un local en Portland, Oregon, nunca pudo recuperar el equilibrio psicológico después de que fue atacada por un desconocido que la violó, la secuestró y la arrojó, en medio del bosque, en un pozo colmado de huesos de otras víctimas enterradas vivas. La policía nunca dio con el pozo ni con el desconocido por lo que con el paso del tiempo y a pesar de los repetidas denuncias de Jill sobre los merodeos del misterioso atacante (o quizás a causa de ellos y de la evidente alteración nerviosa de la chica) terminaron por no creer nada de toda la historia. Ya que nadie le cree, Jill, que vuelve del trabajo de madrugada y reside sola con su hermana en un lugar alejado del pueblo, toma sus precauciones: vive en estado de alerta permanente y rehuyendo el contacto social, y además ha estudiado defensa personal y carga una 38 en el bolso, por si acaso. Con tales antecedentes, ¿a qué otra razón si no a un nuevo ataque del desconocido puede adjudicar la repentina desaparición de su hermana? Esto es lo que sucede en principio. Lo demás -la desconfianza de la policía, la decisión de la chica de asumir el papel de detective y hasta la intervención de un policía "bueno" que a veces le da una mano- no es muy difícil de imaginar. El director brasileño Heitor Dhalia rodea a Seyfried de elementos que son bien familiares para los conocedores del género, pero no basta con los lugares comunes ni con los golpes de efecto, ni siquiera con el ritmo más o menos sostenido para dotar al thriller de la indispensable tensión cuando se parte de un guión en el que sobran giros sorpresivos y caprichosos (casi todos previsibles) y falta sentido común. Sólo cabe sospechar que en otras manos el tema pudo haber alcanzado algún resultado más convincente. Los relativos aciertos de Dhalia residen en su aprovechamiento de los exteriores (en especial los bosques) de la región de Oregon, donde se rodó el film. En cuanto a Amanda Seyfried, cuya presencia en pantalla es casi constante, hace lo que puede (poco) con el personaje que le tocó. Y da otro paso en falso más en su tambaleante carrera.
Caperucita caza secuestradores Amanda Seyfried, luego de protagonizar La Chica de la Capa Roja y El Precio del Mañana, vuelve a nuestras carteleras con un thriller que no termina de explotar el potencial que presenta su historia. Jill es una joven que al sufrir la desaparición de su hermana, y ante la falta de ayuda de la policía por su inestable pasado, decide ella misma emprender la búsqueda debido a que según su propia experiencia solo tiene 12 horas para encontrarla viva. Los thrillers delimitados con una determinada unidad temporaria, siempre utilizan ese límite para agregar más tensión y vértigo a la narración. Además 12 Horas cuenta con una subtrama psicológica. Ambas premisas no son explotadas dentro de su historia por completo debido a las falencias narrativas de su director y también por el poco desarrollo en los personajes secundarios. El realizador brasileño Heitor Dhalia no consigue desenmarañar este thriller con soltura, suspenso y una pequeña dosis de originalidad, cayendo en todos los lugares comunes habidos y por haber dentro de este género, dejando sin lugar a alguna sorpresa en su poco creíble, predecible y aburrido relato. Relato, que a priori, contaba con elementos para finalizar en un resultado bastante más redondo. Hay algunas tomas aéreas y generales de la ciudad de Portland y en particular del bosque Forrest en la puesta en escena por parte de Dhalia y su director de fotografía Michael Grady que son utilizados de manera eficaz para poner en situación y contexto el desarrollo de la película. Quizás en su repetición termine pareciendo forzado, pero se valora la intención. Amanda Seyfried, que más allá de algunos bodrios que ha protagonizado representa a una de las mejores actrices que dio su generación, se banca bien el rol de joven atormentada y quizás representa el punto más alto de esta anodina y mediocre cinta. Si 12 Horas en parte funciona, es por la garra y el corazón que le pone la actriz de encandilantes ojos saltones a su personaje. Ojalá en sus próximos proyectos encontremos a la bella Amanda un poco más acompañada que en esta mediocre película llamada 12 Horas.
El miedo es la película Si alguna vez se pensó que a partir de Mamma Mía! la joven Amanda Seyfried tenía un talento para desarrollar (en Chicas pesadas estaba bien, hay que reconocerlo, aunque eso fue antes), la muchacha se está empecinando en tirar abajo su carrera: Querido John, Cartas a Julieta, La chica de la capa roja, El precio del mañana son demasiadas malas películas para hacerlas todas juntas y sin ponerse colorado. Evidentemente la piba o necesita filmar mucho para instalarse como la nueva estrellita de Hollywood o no tiene un buen representante que la aconseje respecto de qué decisiones tomar. A esta serie de desaciertos se suma ahora 12 horas, uno de esos thrillers sin pies ni cabeza que la juega de misterioso, que pretende tirar un final revelador -en algún sentido- y que no es más que una serie de incongruencias pegadas por obra y milagro de un guionista con demasiada buena voluntad en hacer pasar sus mediocres ideas por giros interesantes. 12 horas hace recordar a aquellos thrillers medio pelo que en los 90’s eran mayoría y que, muchos de ellos, llegaban directo al VHS. Un film carente de interés y sólo apreciable en su última media hora, cuando si uno suspende la incredulidad puede tensionarse algo con el viaje de la joven protagonista al medio de un bosque donde fue supuestamente abusada tiempo atrás. Seyfried es Jill, una chica que debe vivir bajo control por sus desequilibrios psiquiátricos desencadenados por episodios recientes, cuando según ella fue secuestrada por un asesino serial y metida en un pozo en el medio de un bosque. Jill vive con su hermana -sus padres murieron- y está obsesionada con aquel suceso. Más aún, porque nadie le cree: la policía nunca halló rastro del supuesto asesino, ya que la chica logró escapar y contar su historia pero nunca más volvió a encontrar la guarida y demás elementos probatorios. Así las cosas, la hermana de Jill desaparece y no faltará mucho para que esto dispare viejos recuerdos de la muchacha: ante el descrédito de los agentes del orden (por poco que le toman el pelo), ella misma se pondrá a investigar el caso. Al menos en mi caso, cuando cuento mucho de la trama es porque no tengo nada para decir de la película. Es que 12 horas avanza sobre una premisa casi imposible: que una víctima de un abuso tal tenga el coraje para inmiscuirse en algunos asuntos como se mete esta chica, es un disparate que se choca con la realidad. Y el problema de este thriller de Heitor Dhalia es que nunca llega a construir un verosímil que nos haga creíble lo que ocurre. A partir de eso, es imposible seguir con un mínimo interés el film, mucho menos cuando comienzan a aparecer personajes imposibles como el de Wes Bentley, que uno no sabe muy bien qué rol cumple para el peso que se le da. 12 horas es definitivamente un film ridículo, al que hay que sumarle un final imposible por tonto y porque supone cierta canchereada ingeniosa. Como se dice habitualmente, una película innecesaria: mucho menos para Seyfried, que si sigue involucrada en este tipo de películas se convertirá en la chica de los thrillers pedorros.
NADIE LE CREE Un thriller psicológico que no aporta nada nuevo. Estamos en un pueblito de Oregon. Una muchacha denuncia haber sido atacada y haber sido secuestrada por un loquito de gustos raros que la tenía metida en un pozo. Logra salvarse y hace la denuncia. Pero la policía no le cree. Ella es medio rarita y el suceso -inventado o no- le agregó nuevos elementos a su paranoia. Meses después vuelve a la comisaría: dice que el malvado volvió y que secuestró a su hermana. Y la poli tampoco le cree. Así que ella debe tratar de salvar a su hermana, dar con el canalla y además esquivar a la poli que la quiere encerrar. El film no elude ningún lugar común. Es mediocre y previsible. La incrédula policía no pega una: investigando, fallan y persiguiendo son de lo peor. Pero no son los únicos chapuceros de Oregón: el villano es otro fracaso total.
Una pelìcula al servicio de una actriz que está peleando -no se lea en ello nada peyorativo- por ser una estrella. Es buena, Amanda Seyfried, y tiene el tipo de rostro que puede darle fama absoluta en algún momento. Hoy es como esos equipos buenos de mitad de tabla que en cualquier momento pegan el salto al campeonato, pero que no son nunca los candidatos puestos. Este film es un thriller de suspenso con todos y cada uno de los lugares comunes de este tipo de fórmula: chica que dice haber sobrevivido al ataque de un asesino serial (nadie le cree) imagina o sabe que su hermana ha sido secuestrada por error. La policía no se hace cargo de investigar nada y ahí va ella al rescate. El resto lo puede imaginar perfectamente: el gran atractivo del film reside en ver a Seyfried mirar, conducir, correr, disfrazarse, ponerse nerviosa y blandir un arma. Decir que el film “critica a la institución policial” porque los investigadores pueden ser categorizados cientìficamente como “nabos” es demasiado: que la policía sea inútil es otro de esos lugares comunes frecuentes en este tipo de ficciones. El suspenso funciona bastante bien durante gran parte de la proyección y uno sale tranquilo, pensando en los ojos que tiene esa chica...¿cómo se llama?
Dicen los que saben que el cine de género suele ser opuesto al de autor porque responde a cierta cantidad de características en orden de poder entrar en él. Así es como lo que reconocemos como recursos y lugares comunes, no son más que el reflejo de eso. Está bien, los conocemos y hasta coqueteamos con estos clichés, pero nunca pensé que iba a verlos todos juntos en tan poco tiempo. Durante una hora y media vemos a Jill (Amanda Seyfried) con su carita angelical que no puede expresar todo lo que el personaje le pide. Mientras ella tendría que ser una paranoica y semi violenta, vemos a esta carita angelical y su poca capacidad de imponerse en pantalla, que se desdibuja la historia completa. Jill vive con su hermana Molly. Hace dos años la secuestraron cuando estaba dormida y no ha podido recuperarse. Molly intenta sacarla, que vuelva a vivir, pero ella sigue con la sensación de que él va a aparecer. Tiene razón, pero esta vez su presa es su hermana. A lo largo de toda la película vamos teniendo flashes de cómo la tuvieron a ella y de lo que pasó. Nadie cree la historia de Jill porque después de que la encontraron, no hallaron más pruebas. Ella terminó haciendo terapia, estando drogada y paranoica. La policía la trata como a una enferma, lo que la impulsa a ella a hacer las investigaciones. OK, estamos de acuerdo que cualquiera que haya visto tantos policiales tiene más o menos una idea de cómo es el procedimiento pero de ahí a que en cada punto encuentre una pista, que siempre se percate cuándo le están hablando de verdad y cuándo quieren atraparla es como demasiado. O a lo mejor no sería tan espantoso si ella no fuera tan mala actriz. El director, Heitor Dhalia, de origen brasilero y que tiene una trayectoria en thrillers psicológicos, se ve que no ha logrado extraer demasiado de su casting. Pero ha hecho sus méritos. Tiene buenos enfoques en la presentación de personajes y de resoluciones para tratar de explicar la facilidad con que ella ata los cabos o cómo y cuando presenta los flashbacks. De todas formas no es suficiente. Amanda tendrá que volver a hacer de damisela en peligro… Y con esto tengo mi primera nominada para los Razzies (anti Óscars) del año que viene…
Cuando Amanda Seyfried hizo su primera aparición en el cine en el filme “Chicas Pesadas” (2004) llamo la atención. Si bien su personaje era secundario, ya en esa ocasión robaba pantalla. Algo había en esta chica que, teniendo un papel chico, aunque se diga que no existen, los espectadores, sobre todo la platea masculina, la recordaba de la misma manera que a sus protagonistas. Luego construyo una carrera cinematográfica signada por las malas elecciones. Algunas tuvieron su éxito comercial, como fue el caso de “Mamma Mia” (2008), junto a grandes como Meryl Streep, Julie Walters, Pierce Brosnan, Colin Firth, donde fue tan buena su performance que no quedo opacada por la selección de actores y actrices que la acompañaron. También tuvo grandes fracasos, como “Chloe” (2009), “Cartas a Julieta” (2010), o “La Chica de la Capa Roja” (2011), si bien ello no fue debido a su actuación pues ella siempre sale airosa. En “12 horas” estamos en el mismo recorrido. Podría decirse que hay demasiada actriz para un personaje sin demasiado vuelo en un argumento cinematográfico remanido, previsible, chato, tratando de instalarse como un thriller psicológico o de suspenso. No hay ni una cosa ni la otra. Aunque habría que reconocer que el director brasilero afincado en Hollywood le pudo dar una impronta que el guión no expresaba en ningún sentido, creando climas que hacen más llevadera la progresión dramática del relato. Los elementos están. La idea original, aunque realmente no lo sea, hasta parece buena. Comienza mostrándonos a una joven que busca reconocer los espacios en un bosque, no sabemos cual es la razón, pero se instala esa búsqueda en la primera secuencia donde se despliega lo mejor del filme, ya que sin que nada ocurra la inquietud del personaje se transforma, y se transporta, como inquietante para el espectador. Luego el guionista y el realizador desvían esa estructura y la estética utilizada, ya sea desde la música, los movimientos de cámara, la luz, el color, los tonos, para pasar a un producto meramente de industria al terminar la primera secuencia. Allí pierde todo el vigor ganado en los primeros minutos. Jill (Amanda Seyfried) regresa a su casa luego del trabajo y descubre que su hermana, con la que vive, ha desaparecido. Sospecha, por algunos indicadores y señales en el espacio físico, que ha sido secuestrada por la misma persona que la había raptado a ella hace dos años, de la que pudo escapar de milagro atravesando el bosque presentado en la primera secuencia. Nadie le cree, ni ahora ni antes. La creencia más común por parte de toda la policía es que ella, siendo una ex paciente psiquiatrita, luego de su experiencia, alucina tal cual una psicótica delirante, salvo el novato Peter Wood (Wes Bentley), quien no sabemos si le cree por que es extremadamente bella o por que lo convence el relato de ella. Sola, sin nadie como apoyo, decide ir en busca de su hermana. Salvarla es la premisa principal, y si de paso se puede vengar mejor, para lo que sabe que cuenta con muy poco tiempo. De estructura clásica, muy centrada en el género con todos los giros narrativos comunes de este tipo de cine, aunque con muchos baches, esta trabajada con buen ritmo en cuanto al montaje, buena dirección de arte, destacándose la fotografía, un buen diseño de sonido y una presencia en pantalla casi constante por parte de su protagonista, que, como mencione anteriormente, sale gallarda. Lo cual uno debería suponer que lo que debe hacer la bella Amanda no es cambiar de profesor de actuación sino de representante, ya que los proyectos que le traen la van a terminar de hundir en el ostracismo.
La actriz Amanda Seyfried deja las melosas películas románticas, por lo que resulta más conocida, para adentrarse en el género de suspenso (o thriller) con 12 horas y el resultado en líneas generales es bastante aceptable. Hoy en día el público está muy avezado en este tipo de géneros y realizar una película que no caiga en lugares comunes, en la previsibilidad o el aburrimiento es cada vez más difícil y creo que estos son algunos de los aspectos que el director brasileño Heitor Dhalia sortea la mayor parte del tiempo. Es por esos puntos claves que el film es disfrutable aunque esté lejos de ser una obra maestra del suspenso. Jill (Seyfried) es una joven atormentada que fue víctima de un secuestro hace un año, trata de recuperar su vida y, sobre todo, de superar el trauma que le dejó esa situación. Jill es la única que escapó de aquel asesino de mujeres que nadie pudo atrapar y vive con miedo de que vuelva para terminar lo que empezó. Ese miedo se hace tangible cuando una noche su hermana Molly (Emily Wickersham) desaparece y Jill está convencida de que es el mismo asesino quien la tiene secuestrada. Inmediatamente se dirige para denunciar el caso con la Policía pero Jill tiene muchas cosas en su contra: aún no han pasado las horas suficientes para considerar a su hermana como desaparecida y para colmo sus antecedentes de una enfermedad psicológica tampoco la ayudan. Es así que, a pesar de que nadie le crea, comenzará una búsqueda desesperada por su hermana ya que sabe que, si se trata del mismo asesino, las horas están contadas. Una de las cosas que Dhalia logra a la perfección junto con su equipo es la recreación que genera el ambiente, la atmósfera ideal para que se desarrollen el suspenso. La increíble fotografía, el clima gris de la ciudad de Portland en invierno y principalmente el bosque elegido, que juega una parte vital de la trama, son elementos que sirven de un gran marco para la historia. Otra cosa para destacar es la construcción del personaje de Seyfried y esa ambigüedad que plantea Jill, a quien a veces elegimos creerle y a veces no, según suceden los hechos. Además la actuación de Seyfried, que aparece casi en cada cuadro del film, resulta bastante aceptable y convincente por ser su primera incursión en el género. En resumen, 12 horas es una película correcta a la que no le sobra nada, pero que a base de un guión bien trabajado con buen ritmo y una ambientación excelente logra que la historia funcione y, sobre todo, que mantenga interesado al espectador. Una buena opción para los que buscan un poco de suspenso.
Es un thriller psicológico, una joven fue raptada hace poco y ahora por las noches trabaja de camarera, desconfía de todo, vive aterrada o está loca. Se desarrolla en Portland, Oregon, la cámara sigue constantemente a Jill (Seyfried), mientras corre en todo momento, esta toma algunos datos en el recorrido y al llegar a su casa vemos a su hermana Molly (Emily Wickersham, actriz de “Soy el número cuatro”) quien se encuentra estudiando, el director va marcando las distintas situaciones cotidianas y el espectador esta sobre aviso que algo va a suceder a través del movimiento de cámara. Rápidamente notamos que Jill vive alterada y tiene sus razones: fue secuestrada un año antes, la tuvo cautiva en un pozo, colmada de huesos de otras víctimas, ella logro escapar y la policía nunca encontró el pozo, ni tampoco pudieron dar con el desconocido, sigue denunciándolo y vive alterada porque aun piensa que su secuestrador viene a buscarla. Parece que las cosas suceden como ella lo piensa hace tiempo porque una noche llega a su casa cansada de su trabajo como camarera y al ingresar a la misma nota que su hermana Molly no se encuentra y vertiginosamente deduce que fue secuestrada por el mismo hombre que lo hizo hace un tiempo con ella y como no la encontró se llevo a su hermana en su lugar. Ella está convencida de todas sus conjeturas, la policía piensa que está loca, que es una fabuladora, y no están dispuestos a utilizar todo su equipo en buscar a un fantasma. Temerosa de que Molly esté muerta para el atardecer, Jill se verá sola con una persecución a toda velocidad para encontrar al asesino, exponer sus secretos y salvar a su hermana, como lo indica el título del film solo le quedan horas y el pasado influye. El director brasileño Heitor Dhalia desarrolla un thriller psicológico con una dosis de suspenso y nerviosismo, pero previsible con un flojo guión de Allison Burnett ("Otoño en Nueva York, 2000"), actuaciones flojas y desaprovechadas como: Amanda Seyfried (La chica de la capa roja); Wes Bentley (Los juegos del hambre); Jennifer Carpenter (El exorcismo de Emily Rose), Sebastian Stan (El Cisne Negro), Socratis Otto (Matrix recargado) y Daniel Sunjata (Sólo por dinero), la historia podría adaptarse muy bien para la televisión con pequeños momentos de tensión y suspenso.
Corre Jill, corre... El personaje atormentado en torno del cual gira la trama debe correr, pensar y sortear peligros varios en un clima de paranoia que no le da respiro. El parque Forest encierra un terrible secreto. Sólo ella lo conoce, pero nadie la escucha ni da crédito a sus vivencias. Es un thriller de esos que llevan la impronta de los estudios de Hollywood. Impecable por los escenarios elegidos y por la fotografía, apoyada en una excelente banda de sonido. La película repite la receta magistral que allá por los 50 se patentó para las de este género. No falta nada; se cumple todo el muestrario de lugares comunes, fácilmente identificables, y una historia vista hasta el hartazgo en las series de televisión actuales... pero quizás precisamente por eso asegura al espectador un entretenimiento mayúsculo. Hay una chica hermosa, Jill Parrish; la encarna Amanda Seyfried, quien asume el rol con la solvencia que exhibió como la sensual y maquiavélica prostituta de "Chloe" y como la casamentera joven de "Mamma mia!" Ella tiene una historia para contar y nadie quiere escucharla. La atormenta la idea de haber podido huir de un psicópata y de que este regrese a completar su tarea. Sabe que el secreto que la atormenta está en el Parque Forest, al que conoce como a la palma de su mano. Es una buena chica que trabaja y comparte sus días con su hermana, Molly. La policía de Portland, cuyos miembros aparecen retratados como soberbios e ineptos, ignoró en su momento la denuncia de Jill y ahora ella revive la historia, porque su hermana ha desaparecido. Nadie investiga; sólo un policía nuevo le cree a medias la historia, de modo que a Jill no le queda más alternativa que comenzar a atar cabos para llegar a la verdad. Tiene 12 horas para hacerlo. En ese lapso piensa, maneja como poseída, corre, se disfraza y se altera. El suspenso funciona bien y uno se relaja al pensar que lo bueno llegará en los últimos minutos. Y, como debe ser, la película incluye un final que vale la pena disfrutar.
12 horas es un thriller que a los pocos minutos de comenzar ya te engancha y da la sensación de que vamos a ver una muy buena película de intriga, pero lamentablemente el desenlace es muy apresurado, no trae nada que impacte o llame la atención, y al final todo lo que nos mantuvo atrapados termina desinflándose rápidamente y sin sorpresas. Con todo respeto, pareciera...
Curiosas las vueltas del cine, mientras que con "Al borde del abismo" no tenia ninguna expectativa y termino gustándome mucho, "12 horas" que pintaba tener todo lo que me gusta (la actriz, la trama de pariente desaparecido y búsqueda frenética contra reloj) me resulto una peli del montón mal. Ojo al piojo que tiene cosas buenas: no aburre, Amanda Seyfried le pone toda la garra para componer esta piba reparanoica y hasta el tramo final mantiene la curiosidad de uno por saber como va a terminar... hasta que se desinfla mal, como un globo pinchado. Donde podría haber puesto una buena vuelta de tuerca o dejado todo en un aire de ambigüedad que tampoco estaba mal, el guionista decide cerrar todo de la manera más boba y predecible. Y no se lo reclamó de rencoroso porque el film en si me enganchó sino porque realmente te veías venir algo groso, te estaba cebando para eso. Media pila, muchachos, es lo único que faltaba. Y ya que estamos, tanto personaje al pedo, que no aporta nada a la peli excepto llenar metraje (como el cana de Wes Bentley... que poco bueno que hiciste después del pirucho de "Belleza Americana") solo logra hacernos pensar "uy, con este va a pasar algo groso"... ¿ven porque les digo que ceba mal? Piola para ver en casa cuando ya no quedan capítulos de las series habituales o mejor propuesta en cable pero nada más, la verdad que no me arrepiento de no haberla visto en cine.
Juguemos en el bosque Si lo tuyo son los bosques, perderte en la oscuridad y seguir el hilo del suspenso podés adentrarte en 12 horas, el tiempo que tiene Jill Parrish, encarnada por la bella Amanda Seyfried, para rescatar a su hermana de las garras de un misterioso secuestrador. En la ciudad de Portland, Oregon, los días transcurren sin prisa, con ese espíritu bucólico característico del paisaje entre árboles y hojas. Pero al igual que en muchísimas películas, esa tranquilidad se quiebra con la amenaza de un lunático que no tiene mejor idea que coleccionar chicas perdidas. Ese fue el supuesto caso de Jill, quien hacia algunos años salió (con la ayuda de su captor) y escapó de un pozo ubicado en medio de la espesura del bosque. Desde ese momento la pesadilla del secuestro persiguió noche tras noche a la rubia protagonista. Su empleo nocturno en una cafetería del pueblo y el coqueteo con el amanecer siempre la mantuvieron en vilo. Esa sensación de incertidumbre al borde de que todo tome un giro inesperado es uno de los puntos fuertes de la película. El desbalanceo del guión recae en el humor de Jill Parrish, propensa a inventar historias y esquivar la ley creando sus propias reglas (ojo, que ahí no escapa a la realidad en los tiempos que corren) La paranoia de la joven se hace realidad cuando su hermana es secuestrada y allí Seyfried encaminará su cruzada para encontrar al culpable, cueste lo que cueste. La lucha contra la incredulidad policíaca (piensan que su anterior desaparición fue algo ficticio) y su background relacionado a la internación en un neuropsiquiátrico por su obsesión boscosa complota contra el personaje. Amanda hace una discreta interpretación en un film donde todo ocurre a gran velocidad y los primeros planos abundan. Estado físico no es algo que le falte a la protagonista, y curvas tampoco: como las que se ven a través de las cortinas mientras se da una ducha nocturna. La noche y el histórico temor a la oscuridad en medio de la naturaleza desata una persecución, en base a pistas telefónicas, de Jill con el eventual secuestrador. El resto es predecible para una película que no le suma demasiado al género thriller de suspenso.