Sin duda, El Conjuro es uno de los más recientes éxitos del cine de terror. Una historia inspirada en hechos reales, acerca de una casa, posesiones… Pero a modo de actriz secundaria, en unas pocas pero inquietantes escenas, logró destacarse ella: Annabelle, una muñeca como las de antes, de la altura de un niño, que provoca miedo con solo verla. Y si agregamos que también está inspirada en un episodio verídico, la pesadilla se vuelve muy real. Entonces, entre el público -y, sobre todo, por el lado de los responsables del film- surgió la siguiente pregunta: ¿por qué no debería tener su propia película? Pero más acá en el tiempo siguió otro interrogante: ¿podrá este oscuro juguete cargar con el protagonismo de su propia historia? Annabelle transcurre un tiempo antes de lo acontecido en la obra de James Wan: fines de los ’60, época en la que el flower power se escurría entre los dedos de una realidad cada vez más infernal, con la Guerra de Vietnam, el asesinato de líderes políticos y las actividades del Clan Manson. De hecho, un matrimonio joven, a la espera de un bebé, sobrevive justamente al ataque de dos miembros de una secta satánica. Uno de los asesinos es Annabelle Higgins, quien muere de manera muy sangrienta… no sin antes poseer a la muñeca ya conocida. De ahí en más, la familia, ahora con la pequeña hija nacida, deberá sobrellevar toda clase de fenómenos sobrenaturales. El fantasma busca algo, y la pareja deberá hacer lo imposible por protegerse del Mal. Siguiendo la línea de El Conjuro, el estilo es climático, sugestivo, con suspenso y sustos en momentos específicos. Una fórmula que supo ser exitosa aquella vez, en los films de La Noche del Demonio (también de Wan) y, sobre todo, en los más grandiosos exponentes del terror hollywoodense: El Bebé de Rosemary, El Exorcista y La Profecía. La película podría ser definida como El Bebé…, y Chucky, el Muñeco Diabólico, ya que, si bien Annabelle es distinta (no anda corriendo con un cuchillo ni habla, sino que cambia de lugar sin que la veamos o levita), el origen de su aura tenebrosa tiene algunas similitudes. Igual, a los pocos minutos la presencia de la muñeca se vuelve cansadora, cada vez provoca menos miedo y hasta lleva a pensar por qué los personajes principales no se esfuerzan en deshacerse de ella, lo que habla de varios agujeros en el guión. Además, a la hora de aterrar es opacada por un ente demoníaco que surge en las pocas escenas inquietantes. El director John R. Leonetti viene de ser director de fotografía de Wan y, mucho más atrás, debutó iluminando juguetes homicidas en Chucky 3. La puesta en escena y el trabajo con las luces y las sombras evidencian su talento en el área donde se desempeña normalmente. Sin embargo, como director le falta pulso, y lo que queda es una desabrida imitación de La Noche del Demonio. Annabelle todavía tiene potencial como nuevo ícono del terror, pero esta película no la ayuda demasiado, debido a que resulta mucho menos de lo que promete. Si tendrá una nueva oportunidad como estrella o sólo se quedará en una escalofriante figura de reparto, dependerá del éxito de este film. Igual, ¿cómo no temerle un poco a esas muñecas que parecen humanas?
The Conjuring fue una sorpresa en todo sentido. Un film original de horror, basado en un caso real, que no era ni secuela ni reinvención de una saga, con mucho pedigree actoral y un presupuesto módico, que en la manos de un director capaz y un guión bien armado logró convertirse en uno de los éxitos comerciales más rotundos del año pasado. La fiebre por los Warren no podía contenerse por mucho tiempo, y la secuela -ahora pospuesta hasta 2016- no se hizo esperar, además de darle luz verde a un spin-off con uno de los elementos que caló más hondo en los espectadores: la aterradora muñeca Annabelle. Lejos de ser una encarnación femenina del endiablado Chucky, esta es una figura quieta que atemoriza por su sola presencia más que por hacer las proezas malignas ella misma. No obstante el miedo que causaba originalmente, que funcionaba desde un esmerado prólogo en The Conjuring, en Annabelle resulta apenas en una sombra. Lanzada casi un año y meses después del estreno de la la primera, el apuro del estudio por no perder el interés del público generó un efecto dominó al estilo de las clásicas Saw, filmadas una por una a la velocidad de la luz y estrenadas con un año de diferencia entre ellas. Se nota que hubo una sesión de brainstorming rápida para pensar los orígenes de la muñeca macabra y, en el comienzo, la idea de atar esos orígenes a problemáticas de la época es muy interesante. Con el advenimiento de los cultos satánicos -en especial uno que se menciona casi específicamente en el film- la idea es en fin bastante similar al origen de Chucky, pero escondiendo la carta de película serie B en sus mangas. En esta ocasión no van a encontrar caras conocidas, pero sí una amorosa pareja joven en Annabelle Wallis y Ward Horton, viviendo el sueño americano hasta que una noche todo cambia para peor. Uno de los errores más crasos de Annabelle es su alarmante falta de sustos, así como que tampoco haya una escala significativa y agobiante de terror. Es más, los mejores sobresaltos de la película nada tienen que ver con la muñeca, sino con factores alternos que no vale la pena revelar en este momento. Llegada cierta parte de la trama, casi como que el guionista Gary Dauberman -cuyo nombre aparece en films de género de dudosa calidad- se olvida de que el centro siempre tiene que ser la dulce Annabelle y se extiende hacia otros territorios, obviando que el foco es la que le da el nombre al título. Tampoco ayuda el hecho de que Wallis y Horton tienen bastante química en los momentos en los que interactúan el uno con el otro, pero a la hora de sufrir y gritar por su vida, ella queda opacada por el peso del papel, que ni siquiera debería agobiarla. Para salvar las papas del fuego está la condecorada Alfre Woodward, que borda su pequeño papel con suficiente fuerza gravitatoria para darle peso a la trama. Hay una sola escena con la cual sentí que Annabelle realmente podría dirigirse hacia territorios muy pantanosos y estaba feliz de que pudiesen haberse animado a ir por ese camino. En cuestión de instantes, el film hace borrón y cuenta nueva y sigue su camino hacia el previsible final, con la nota que la conecta con The Conjuring. Para ser un producto apresurado, el film es lindo de ver estéticamente, pero difícilmente un cuarto de lo que generó su superior predecesora.
Aquella devoción malsana. Hubo una época no tan lejana en la que la industria estaba superpoblada de creaciones deslucidas como Annabelle (2014), en lo que constituía un panorama bizarro que hasta podía resultar gratificante porque dentro de esa catarata de “películas flojas” siempre estaba latente la posibilidad de encontrar alguna joya encubierta. Lo que desapareció con los años fue precisamente ese componente involuntario, ya que la producción y distribución actual están controladas por una camarilla de marketing que reemplazó a las figuras despóticas del pasado, quienes -mal que pese- nos brindaron unas cuantas anomalías gracias a que sus elecciones dependían del capricho, el principio subjetivo fundamental del acervo cultural. Así las cosas, hoy por hoy a nivel mainstream debemos conformarnos con obras deslucidas a secas, cortadas con una misma tijera orientada a una taquilla que se autosustenta mediante la duplicación ad infinitum de resortes vetustos que necesitan sí o sí de una mano maestra detrás de cámara para inyectarles un poco de vida: los días en los que predominaban las propuestas accidentalmente simpáticas quedaron en el ayer (aquí dejamos de lado a los proyectos independientes y/ o periféricos, el manantial de la frescura contemporánea anti Hollywood). La presente realización de John R. Leonetti, director de fotografía habitual de James Wan, ejemplifica esta ausencia de una mínima novedad por fuera de la base estándar. Como ya se dijo en innumerables ocasiones, estamos frente a un spin-off de El Conjuro (The Conjuring, 2013), que a su vez funciona también como una precuela porque transcurre un año antes de la original y se concentra en la historia de la muñeca del título. Con un tono marcado por un automatismo exasperante que respeta al pie de la letra la puesta en escena clasicista de Wan, el film carece de personajes que despierten verdadera empatía, construye un desarrollo anodino y en muchos sentidos parece una relectura deficitaria de convites similares y muy superiores como Chucky, el Muñeco Diabólico (Child’s Play, 1988), de Tom Holland, y la entrañable Muñecos Malditos (Dolls, 1987), del enorme Stuart Gordon. Nuevamente tenemos a la parejita de turno, John Gordon (Ward Horton) y su esposa Mia (Annabelle Wallis), siendo aterrorizada por sucesos paranormales luego de un ataque por parte de dos satanistas obsesionados con invocar a un asalariado del averno vía el sacrificio de un inocente. El paupérrimo desempeño del elenco, una ejecución desapasionada a manos de Leonetti y un guión que recurre a demasiados estereotipos son factores que terminan empantanando la progresión narrativa y condenando la película al olvido. Este brillante envase vacío lo único que consigue es confirmar el poco vuelo de determinados productos que desaprovechan la devoción malsana de antaño, esa que tantas satisfacciones nos dio…
La historia de la muñeca Annabelle, inspirada en hechos reales, fue uno de los momentos destacados del film de James Wan, El conjuro. A raíz de la repercusión que tuvo el personaje en el público el estudio Warner enseguida puso en marcha esta producción que se hizo a las apuradas. El pasado mes de enero comenzó el casting de los actores y para fines de febrero la película ya estaba terminada. No hubo mucho tiempo para pensar una buena historia. Annabelle presenta un origen ficticio de la maldición de la muñeca que se desarrolla unos años antes de los hechos resumidos en el prólogo de El conjuro. En el pasado el género de terror brindó películas muy divertidas relacionadas con juguetes macabros que matan gente (ver nota: Muñecos malditos en el cine). Annabelle lamentablemente no quedará en el recuerdo entre las grandes historias que se hicieron con esta temática. La gran debilidad del film es que la muñeca sobresalió mucho más en las primeras escenas de El conjuro que en los 99 minutos que dura este estreno. La trama brinda otro trillado argumento de posesiones satánicas donde una sucesión de hechos paranormales representan los momentos más destacados de la película. Con algunas referencias al trabajo de Roman Polanski, El bebé de Rosemary, y un demonio cuya presencia en el argumento no tiene sentido, el film narra las tribulaciones que sufre un insulso matrimonio joven de Los Ángeles. El rol de Annabelle en el conflicto se limitó a ser un objeto de utilería que simplemente llama la atención por su exagerado aspecto macabro. Es evidente que los productores evitaron hacer otra típica historia de Puppet Master. Sin embargo, la historia no terminó por aprovechar al personaje de la muñeca y se limitó a ofrecer otro predecible cuento de fantasmitas vengativos. También incluyeron los típicos clichés raciales, donde no falta la clásica mujer negra que la tiene clara con el ocultismo. La dirección estuvo a cargo John R.Leonetti, quien había sido director de fotografía de Chucky 3. Esta fue su tercera película como realizador luego de Mortal Kombat: Annihilation y El efecto mariposa 2. Más allá de acudir a los efectos de sonido para genera algún shock en la trama, el cineasta no presenta demasiados recursos en su narración para evitar escenas trilladas que ya vimos infinidades de veces en otros filmes. Los momentos de terror más logrados son aquellos en los que Leonetti decide calcar el estilo de James Wan para impactar al espectador. En lo personal me pareció decepcionante que Annabelle no fuera más aprovechada en el conflicto. Toda la promoción de los afiches y los avances giraban en torno al personaje y después en el film te encontrás con otra cosa. No deja de ser llamativo que en la actualidad las mejores propuestas de terror se ven en la televisión con producciones como The Walkind Dead o American Horror Story que por lo menos brindan más satisfacciones que los estrenos cinematográficos. Esperemos que las cosas mejoren la próxima semana con REC 4.
Muñeca brava Pariente cercana de Chucky, el muñeco maldito (Child's Play, 1988), Annabelle (2014) se presenta como el Spin-Off de El conjuro (The conjuring, 2013) narrando los acontecimientos que ubicaron a la muñeca en la vitrina de los objetos poseídos por espíritus malignos. Pero en su concepción la película dista de la saga del muñeco maldito asumiendo mayores parentescos con el clásico de Roman Polanski El bebé de Rosemary (Rosemary's Baby, 1968). La historia comienza en los pasados años que se contextualiza El conjuro. Claro que de manera estética y estereotipada: paredes empapeladas, la radio comenta asesinatos de Charles Mason y su clan, mientras que las muñecas son un adorno decorativo al igual que los dobladillos en los manteles y vestidos. Una joven pareja vive en las afueras de California, esperando el nacimiento de su pequeña hija. Pero una noche se presenta la desaparecida hija del matrimonio vecino que, para variar, practica el ocultismo. En un traumático episodio hiere a la mujer después de generar empatía con la llamativa muñeca. La pareja se muda a un edificio en el centro de ciudad y el mal los acecha, a ellos y a la beba recién nacida. Con estos datos y algunos otros el film arma su trama de sobresaltos con espíritus que otra vez, como en El conjuro, tendrán relación con el demonio. La muñeca no se mueve, no habla ni exhala siniestras carcajadas como Chucky, simplemente es –una placa lo indica en el inicio- canal de conducción para espíritus demoníacos. Entonces si asociamos banalmente los elementos propuestos tenemos la trama: muñeca poseída + secta satánica + el mismísimo demonio queriendo apoderarse de un alma. Como verán no hay nada novedoso en la trama, sin embargo –y sucedía lo mismo en El conjuro- la película está bien armada y mejor contada en su afán efectista: todo está puesto en crear un entretenimiento poderoso en el manejo de la espectacularidad del terror. La edición de sonido es magistral en cuanto detalle que provoque el salto en la butaca, el montaje cuida que los fantasmas y monstruitos satánicos –bastantes precarios por cierto- aparezcan la milésima de segundos necesaria para no quedar ridículos. Y así sucesivamente. James Wan, director de El conjuro aquí productor, cuida su producto y le da continuidad a su franquicia que generó un éxito inesperado. Por supuesto Annabelle tiene un par de defectos inconsistentes en desmedro de su film antecesor: las actuaciones son muy malas, hay que decirlo. Los actores no expresan nada, ni la pareja acosada por el espíritu y menos el cura que los ayuda. Son un adorno más del decorado. Por otro lado en la comparación con El bebé de Rosemary la historia pierde en esencia: no tiene la ambigüedad ni el misterio en lo cotidiano que tenía el film de Polanski. La protagonista se llama Mia y su marido John (recordemos que Mia Farrow y John Cassavetes protagonizaban el clásico de los sesenta), el cochecito del bebé es idéntico y la presencia de la secta evidente, pero Annabelle se encarga de dejar bien en claro en el inicio y en el final, que el bien y el mal están bien separados: el bien en la iglesia católica y el mal en las sectas satánicas. En ese sentido la película es bastante chupacirios. Annabelle cumple como precuela menor y de bajo presupuesto que su antecesora. No le pidan más, la película tampoco pretende serlo.
Un relato escalofriante Aunque se trata de un spin-off de la exitosa El conjuro, de James Wan, la película que nos ocupa se puede disfrutar de manera independiente gracias a su escalofriante atmósfera de terror, la misma que tenían los clásicos de cuarenta años atrás. Annabelle encuentra el terror en una muñéca vintage que llega al hogar de un matrimonio para sembrar el espanto y desatar una ola de extraños acontecimientos. Alejada de los clichés de títulos como Chucky y explorando los miedos infantiles, el relato se adueña del espectador desde el comienzo y juega permanentemente con un universo cotidiano transformado en una verdadera pesadilla. Las vidas de Mia (Annabelle Wallis) y John (Ward horton), la pareja feliz que espera un bebé y disfruta del hogar y de los buenos vecinos, cambia para siempre cuando los miembros de una secta satánica invanden su casa. El director de fotografía de El Conjuro y La noche del demonio 2, John R. Leonetti, se coloca detrás de cámara para contar esta escalofriante historia que juega correctamente con los climas de cada una de las escenas: Mia en la oscuridad de la baulera; la muñeca contemplando todo desde la repisa de la habitación; puertas que se abren y cierran; una máquina de coser que funciona sola por las noches y presencias fantasmagóricas que deambulan por la casa, son algunas de las sorpresas que el film tiene preparadas para el espectador. Sólo algunas. Como si se tratara de La profecia y con un universo que excede a la muñeca del título, también aparecen en la trama un sacerdote (Tony Amendola) y una mujer (la siempre convincente Alfre Woodard) que entiende lo que está ocurriendo. Un relato de presupuesto modesto que se mueve entre demonios y rituales, con la mención del matrimonio Warren, el mismo que estudió casos extraños y aparentemente inexplicables en los años setenta.
Muñeca brava Ingeniosa de a ratos, pero por momentos despareja en el balance final y algo torpe en resoluciones narrativas, se puede justificar en la puesta en marcha de este spin off, Annabelle, originado tras el éxito taquillero de El conjuro, los signos de los aciertos y desaciertos como nueva propuesta que se nutre de influencias setentosas para encontrar el hueco adecuado al mecanismo de construcción del susto. Más allá de los ángulos de cámara poco convencionales, o ciertos juegos en la puesta en escena, el primer defecto del film de John R. Leonetti consiste en no encontrarle la vuelta al guión para rodear satisfactoriamente a la anécdota de la existencia de una muñeca poseída, que no se mueve como Chucky sino que es transportada por diferentes demonios –cuando no por el mismísimo Lucifer- para aterrorizar más que a los personajes, al público. La aparición del caricaturesco príncipe de las tinieblas negro y con cuernos no le aporta absolutamente nada a esa impronta minimalista que se buscaba al traer a colación ese prólogo prometedor ya anunciado en El Conjuro, pretexto para retroceder a los anales que en teoría marcan el origen de esta maldición y que se remontan a la época de los rituales satánicos del clan Manson. Elipsis mediante y con la consabida aparición de la muñeca en la casa de Mía y su esposo, quienes están a la dulce espera de Lía, rápidamente el episodio conecta al público cinéfilo con aquella película El bebé de Rosemary, aunque aquí no hay vecinos misteriosos o personajes ambiguos de dos caras. La simpleza en el trazo de cada uno de los secundarios e incluso de esta madre primeriza, varias veces atacada antes de dar a luz, poco convincente con sus reacciones de miedo, hablan a las claras de que todo se deposita en la construcción de los climas y la atmósfera dejando en un plano rezagado el argumento. En los setenta, toda propuesta de terror contaba con una trama bien desarrollada y personajes menos chatos que los que abundan en productos de este milenio. Quizás por eso se comprenda que de los cinco millones de dólares del presupuesto se haya destinado tan poco al cachet de un elenco ignoto. Algo diferente a lo ocurrido en El Conjuro. Piénsese, por ejemplo, en la genial Magia, con un Anthony Hopkins joven y dirigida en 1978 por Richard Attemborough, lo escalofriante de ciertas escenas con el muñeco y la locura del ventrílocuo, por citar una película muy poco revisitada y que esperemos no tenga remake nunca. Sin embargo, no todos son escollos en la trama de Annabelle cuando aparece la eficaz utilización de los recursos cinematográficos y de la puesta en escena en conjunto para lograr esporádicos sobresaltos sin golpes de efecto. La iconografía básica de las películas de aparecidos o fantasmas en pena dice presente aquí, así como la idea de redención a partir del sacrificio de las madres para contentar la saciedad de almas inocentes, objetivo central de todo sacrificio satánico. Si uno tomara de referencia el inicio de Annabelle dentro de una iglesia y con un sermón que gira en torno al sacrificio para la purificación, tranquilamente sabrá o conjeturará de qué se trata todo y cómo puede llegar a terminar el film sin ser acusado de spoileador serial por algún espectador incauto. La mayoría del público habitué no prestará demasiada atención a ninguno de estos argumentos en base a la ansiedad por verse sorprendidos en la butaca, algo que lamentablemente deberán buscar en otra parte.
El peligro de jugar con muñecas El filme tiene todos los clichés del filme de terror con muñeca incluida. Nada nuevo. Todo previsible, pero hay cosas a favor. Su excelente director que tiene mano para hacer que uno tenga miedo y se asuste de vez en cuando. Es algo así como la parienta cercana del feo de Chucky, el muñeco maldito. Todo empieza muy parecido al inolvidable filme de Polanski ‘El bebé de Rosemary’. Estamos en los años ’70 en California y una chica rubia llamada Mia (como Mia Farrow de aquella película) casada con un médico recién recibido o en tren de recibirse, de nombre John están contentos de esperar su primer hijo en una linda casa con jardín. Hacen contacto con una pareja mayor sin hijos (perdieron uno o una hace un tiempo) que es asesinada esa misma noche por una supuesta hija adulta integrante de alguna secta. Bien. El caso es que un poco antes, el marido de Mia le regaló una muñeca de nombre Annabelle que ella siempre quiso tener. En realidad, el asunto es inexplicable, porque la cara de la muñeca es la de un monstruo bastante ridículo de ojos saltones y mejillas prominentes. SANGRE Y TERROR Lo que viene, se sabe, sangre, terror y la muñeca que hace de mediadora para que entren los demonios. Por supuesto habrá un bebé como en el filme de Polanski, en este caso una niña y una serie de situaciones bravas. ‘Annabelle’ tiene todos los clichés del filme de terror con muñeca incluida. Nada nuevo. Todo previsible, pero hay cosas a favor. Su excelente director que tiene mano para hacer que uno tenga miedo y se asuste de vez en cuando. Hay también un buen diseño de producción, lindos lugares, ropa elegante y una parejita joven que gusta, ella es Annabelle Wallis, una lánguida señorita, atractiva y un poco al borde del desmayo. El es Ward Horton y tiene cara de buen chico un poco insípido y también esta Tony Amendola como el cura imperdible con poco futuro y una morena (Alfre Woodard), que atiende la librería de la que una sospecha todo, pero luego parece ser inocente.
Crítica emitida por radio.
Le falta muñeca... Ya se sabe que si hay algo que no abunda por Hollywood, son ideas, y que cuando una pega, como cláusula gatillo se dispara la secuela, la precuela o un spin off, que es como llaman elegantemente a echar mano a algún personaje de la película que fue éxito y hacerle su propia película. Annabelle es eso, el ejemplo más acabado, y para más, fue y es un negocio redondo. A años luz de imaginación, climas, suspenso y pesadillas de El conjuro, costó casi nada (US$ 6,5 millones) y lleva recaudados 150 millones en todo el mundo. Anabelle era la muñecota pelirroja que era utilizado por un demonio para atrapar el alma de un inocente. Así que años antes, aquí Anabelle es la muñecota que es utilizada por un demonio para atrapar el alma de un inocente. La familia que cae en desgracia está en formación. Es un matrimonio embarazado de una beba, que una noche sufre el ataque de la hija de unos vecinos, que integra una secta satánica. A partir de allí, por más que se muden, Annabelle -la muñeca más cara de la colección que tiene Mia, la esposa- les hará la vida imposible. Mia tiene apariciones diabólicas, la arrastran por el suelo, le estalla el pochoclo en la cocina, se corta con la máquina de coser, en fin, le pasa de todo. Al marido, que es médico y que siempre encuentra una explicación lógica a lo ilógico, no. Deambulan por la trama Alfre Woodard, como una librera, y Tony Amendola como el cura -latino- que más que ayudar, baja línea. Floja desde donde se la observe -hubieran disimulado el bajo presupuesto haciendo más escenas de exteriores, y no casi todo entre cuatro paredes-, Annabelle, de John R. Leonetti, no aporta nada, ni siquiera a los espectadores más jóvenes que hayan visto poco cine de terror.
Continuación previsible y obvia Uno de los grandes éxitos de crítica y público de 2013 fue El conjuro, la historia de una casa embrujada en la que aparecía una aterradora muñeca llamada Annabelle. Rápidos de reflejos para capitalizar el fenómeno masivo y antes de la secuela que llegará recién en 2016 -otra vez de la mano de James Wan- los productores concibieron este spinoff dedicado a Annabelle. El resultado, lamentablemente, es mucho menos logrado que en la película que le dio origen. Todo aquello que brillaba en El conjuro (los personajes, las actuaciones, los climas, la economía de recursos, la construcción de suspenso, el uso austero de los efectos visuales) se vuelve mediocre, obvio y previsible en Annabelle, film que rodó sin ningún destello particular John R. Leonetti, habitual director de fotografía de Wan. La acción transcurre en 1969 cuando Annabelle llega como regalo de un joven marido que está a punto de recibirse de médico (Ward Horton) para su bella esposa, que está con un avanzado embarazo (Annabelle Wallis), quien la incluirá en su colección de muñecas en una casa de Santa Mónica. Como bien indicaron varios críticos, el film tiene algunos puntos en común con El bebé de Rosemary, de Roman Polanski, y -en ese sentido- la aparición de imágenes televisivas y situaciones ligadas al clan Manson (cuyos integrantes mataron a Sharon Tate, esposa de aquel realizador) parece una decisión bastante torpe por parte del guionista Gary Dauberman. Las múltiples referencias religiosas tampoco se escapan de los lugares comunes de este subgénero de fuerzas sobrenaturales y posesiones diabólicas. Si en El conjuro Wan "dialogaba" con los admirados directores de la generación del 70 (John Carpenter, Brian De Palma, William Friedkin o el apuntado Polanski), aquí parece como si los realizadores no confiaran en sus propias capacidades. Annabelle está sostenida por una música ampulosa y, sobre todo, por efectos de sonido que acentúan todos y cada uno de los picos de tensión. Si bien hay unos cuantos sustos y situaciones bastante logradas, la película nunca consigue la fluidez ni la intensidad de su predecesora. Mientras en Hollywood ya planean una "cruza" entre Annabelle y otro muñeco famoso del género como Chucky, habrá que esperar al regreso de Wan con El conjuro 2 para recuperar todo lo que aquí se ha perdido.
Muñeca brava, y maldita Esta “precuela” de El conjuro, la película de terror más exitosa de la temporada anterior, se centra en una de las reliquias del mal que provenían del productor anterior, una muñeca capaz de meterle miedo al mismísimo Chucky. Si se aplicara un viejo dicho campero para definir una de las grandes tendencias dentro de la producción del cine industrial contemporáneo, no estaría mal decir que toda película que camina va a parar al asador de las sagas. Y eso es exactamente lo que pasó con El conjuro, de James Wang, que llegó a los cines locales el año pasado y fue sorpresa. Aunque es cierto que representó lo mejor que se había visto en materia de terror clásico en mucho tiempo, El conjuro no llega a ser una película redonda: mientras más se va acercando al final va dejando de ser una relectura de los grandes títulos del género de la década del 70, para irse convirtiendo de a poco en un remedo, en más o menos lo mismo de siempre. Algo parecido, pero con menos ambición, ocurre con Annabelle, de John R. Leone-tti, una precuela de la historia contada por Wang. La misma se centra en una de las reliquias del mal que la pareja de parapsicólogos que interpretan Patrick Wilson y Vera Farmiga juntaba en el sótano de su casa. Es decir, la muñeca espantosa que da nombre a la película. Sí las acciones de El conjuro se desarrollaban durante la primera mitad de los años ‘70, Annabelle retrocede un poco más para ubicarse a fines de la década anterior. Y, como ocurría con la otra película, el contexto elegido no podría ser mejor. Una pareja de recién casados que espera a su primer hijo se muda a una casita ubicada en un lindo barrio suburbano. Mientras él se concentra en completar su residencia médica, ella pasa el tiempo dedicada a la costura frente al televisor, medio por el cual el guión introduce macabros toques de época. El informe de un noticiero habla acerca de La Familia, la famosa secta de Charles Manson que todavía no había despanzurrado a nadie. Entonces, el espanto: él le regalará a su mujer una estrafalaria muñeca, porque ella las colecciona, y esa misma noche son atacados por dos fanáticos de un culto satánico. En un interesante giro, esa noche de horror verdadero, de la cual la pareja consigue salir con vida, se convertirá en la puerta de entrada a un terror de otro mundo. Así como era fácil detectar los antecedentes sobre los que Wang construyó su película, lo mismo pasa con la de Leonetti. Si la presencia de una secta ocultista atacando a una embarazada remite con trazo firme al asesinato de Sharon Tate y a la película que su marido, Roman Polanski, rodaba en ese momento (El bebé de Rosemary), otros detalles como un cura fotógrafo trae a la memoria a La profecía, de Richard Donner. Y la muñeca a su pariente Chucky, de Tom Holland (aunque Annabelle no tenga ni una pizca del carácter paródico que fue tomando la serie del muñeco maldito). En cambio abunda en exitosas escenas de miedo, incluyendo un par que pueden afectar a los impresionables. Pero Annabelle vuelve a fallar en la misma instancia que su antecesora, el tiro del final, donde la idea cristiana del sacrificio vuelve a ser (otra vez) el centro del asunto.
El regreso de una muñeca maldita Con las mismas herramientas de siempre, la película profundiza la estética del cine de terror. Su director, John Leonetti logra mantener el suspenso y provocar miedo en los espectadores sin sangre pero con inteligencia. Annabelle no viene sola. El cine de terror es el cine en el que con más énfasis se han realizado y multiplicado las secuelas. Desde la década del treinta, con los clásicos monstruos de la Universal hasta la actualidad, el cine de terror ha vuelto sobre sus personajes una y otra vez. En el año 2013 una obra maestra del cine de terror llegó a las pantallas de todo el mundo. Se llamaba El conjuro (The Conjuring) y su director era James Wan, un experto en cine de terror, creador de la saga de El juego del miedo. El conjuro era un film de terror poseedor de un estilo fuera de moda, filmada con recursos de la década del cuarenta, como los films de la RKO. Gran utilización del fuera de cuadro, suspenso, puertas que rechinaban y efectos especiales que no intentaban apoderarse de la historia para convertirla en un show de post producción. La película demostró que con inteligencia y un refinado trabajo de dirección, se puede asustar y mucho a los espectadores, aun a los que están más acostumbrados al género. No podían quedarse en un solo film. Annabelle es una precuela de aquel film, que narra los hechos anteriores al comienzo de aquella historia y tomando como centro a la figura de la muñeca. Una pareja que espera familia compra la muñeca y la lleva a la casa para formar parte de la colección que tienen. Durante el embarazo ocurre un incidente con un culto satánico que parece dejar una secuela siniestra en Annabelle. El embarazo quedará a partir de ese momento bajo amenaza de una fuerza desconocida que parece querer quedarse con el bebé. Nada más se puede adelantar sobre la trama, el resto se develará poco a poco, siempre con la muñeca como figura ominosa y escalofriante. Annabelle es leal al estilo visual de El conjuro aun cuando no logre alcanzar su nivel. Pero no se produce un cambio estético notorio y las herramientas para asustar son las mismas. El temor a que un bebé esté en peligro es más que suficiente para que el espectador esté inquieto y algunos momentos muy inspirados producen una tensión que no permite la indiferencia. Los efectos especiales son pocos y los que aparecen tienden a ser utilizados de forma muy realista, lo que sin duda aumenta mucho más el terror. Menos sangre, más miedo, esa es la fórmula. Mientras tanto, ya se anunció El conjuro 2, dirigida por James Wan. Habrá que esperar ansiosos, porque por ahora, las historias y las películas son buenas. Eso sí, si tienen una muñeca en sus casas, seguro está noche dormirá afuera. No lo tomen a la ligera.
Sin la calidad argumental de EL CONJURO, pero con los mismos elementos de terror implícito que son una marca de fábrica de todos los productos de JAMES WAN, el film es poderoso desde lo visual, terrorífico en las secuencias más extremas y combina un excelente montaje, que logra crear climas de intenso suspenso y terror, con una banda de sonido que acentúa la experiencia. Enfrentarse a ANNABELLE es enfrentarse al espanto en estado puro.
Como un spin off, del film “El conjuro”, la muñeca del título tiene su protagónico. Ella, que tiene movilidad de independencia terrorifica, es la puerta para que lleguen los demonios. Con el malayo James Wan otra vez como director, los sobresaltos, aunque esperados, igual logran asustar y entretienen a los adictos al género.
Muñequita de susto El relato inicial nos suena familiar. Las dos jóvenes que narran su experiencia con la muñeca maldita son las mismas que se presentan en comienzo de "El Conjuro". Tiene sentido, sus dichos sirven para ratificar y afianzar el cuento; horroroso, macabro cuento. La acción transcurre en el límite entre la década del 60 y el 70. El joven matrimonio Gordon está a la espera de su primer hijo, viven en una bonita casa, en un tranquilo barrio californiano, y el horror solo les llega desde la tv cuando ven en el noticiero las andanzas del clan Manson. No imaginan siquiera que ese horror vivirá con ellos muy pronto. Mia colecciona muñecas, por eso un día John le obsequia una que ella deseaba tener desde hacía tiempo. La muñeca pasa a ocupar un lugar preponderante en la habitación que pronto será para el bebé que ambos esperan. Habitación que en breve será escenario del trágico hecho que convertirá a esa muñeca en un objeto maldito. Conoceremos el origen de la maldición y la diabólica motivación que lleva al inanimado objeto a perturbar la paz de la pareja. Con un suspenso bien manejado y constante, el filme no da respiro. El director se toma su tiempo para introducir a los personajes y darles entidad propia, al tiempo que hace uso de una cinematografía clásica que por momentos bien nos remite a clásicos como "El Bebé de Rosemary" o "El Exorcista", sin caer en burdos "tributos". "Annabelle" tiene un plus, el de instalarse como un mito contemporáneo apoyado en testimonios de personas reales, lo que le da un carácter más verosímil y por ello, truculento. Es una muñeca que existe, y que, por las dudas, esperamos que siga bien guardada.
Nada por aquí Voy a comenzar la crítica previniendo al espectador que se acerque al cine movido por aquel hermoso halo que El Conjuro (The Conjuring) dejó en los amantes del terror. Annabelle, que se supone un spin off, sólo mantiene del el film de James Wan a la muñeca en cuestión y a un tal John R. Leonetti, director de fotografía en la primera y director general en esta. Annabelle es sobre todo una película aburrida. Esta aclaración significa que no existe ni el clima de la obra de Wan, ni su nivel actoral, ni la calidad técnica de su desarrollo. Cuando sacamos estos factores lo que queda es la historia de una pareja feliz que se muda a una nueva casa + una rubia embarazada + un marido escéptico que cree que todo lo que le pasa a su esposa de algún trauma referente a su embarazo + un cura abierto de mente que cree en demonios + una negra (que por serlo claramente sabe sobre demonios porque parece que así es estados unidos). Todos ellos girando alrededor de una muñeca poseída. Este panorama argumental que se aclara a los primeros minutos no evoluciona dramáticamente en ningún momento y eso da como resultado que la mejor forma de catalogar a Annabelle sea decir que es muy aburrida. Cualquier cosa puede estar mal en una película pero que cueste mantener la atención en ella es algo grave. Me resulta difícil aceptar que la película está dirigida por una persona que se desempeñó como director de fotografía ya que se ve realmente muy mal. Por momentos la elección de los planos me recordó a aquellas directo a DVD que andan dando vuelta por las esquinas. La diferencia es notable, las directas a DVD se hacen cargo de eso e intentan compensar por otro lado, argumento políticamente incorrecto, gore, o aunque sea en actrices voluptuosas. El film de Leonetti, por su parte, carece de esta consciencia. Annabelle es sobre todo una película aburrida. En una de las primeras escenas la película hace emerger el tema de los crímenes de la “Familia” Manson para luego irse completamente para otro lado subestimando esa acción y la carga que generan en el espectador. Con esa misma falta de criterio a la hora de hacerse cargo de los elementos que se exponen se maneja la película en todos sus otros ámbitos. Si tenemos una muñeca poseída tenemos que hacer algo con eso, no necesariamente que corra como Chucky pero por favor, algo, que la muñeca maldita haga algo!! La baja calidad de Anabelle me hizo investigar un poco a su director y al ver entre sus productos anteriores estaban El Efecto Mariposa 2 y Mortal Kombat Aniquilación entendí que es un hombre al que le pagan por arruinar películas haciendo sus secuelas. Se ve que, cansado de eso, decidió dar un vuelco a su carrera arruinando spin offs. No puede decirse mucho de un producto así, más allá de advertir sobre su nocividad para un cine de terror que va intentando (a los tumbos) acercarse a eso que alguna vez fue.
“Annabelle” no será original pero asusta con eficacia En la excelente película "El conjuro", la muñeca que ahora tiene su propio film ocupaba sólo una subtrama que ofrecía algunos de los momentos más aterradores, y también se mencionaba una vieja historia que es justamente la que ahora se cuenta en esta precuela. Igual que en "El conjuro", la intención es volver al terror de cuño clásico para diferenciarse del cine de "found footage" que abunda en el siglo XXI. Pero "Annabelle" apela a recursos un poco más trillados, empezando por los fantasmas que atormentan mujeres embarazadas, golpe bajo pero efectivo si no, habría que preguntarle a Roman Polanski-, sólo que en este caso está la muñeca de por medio, y también una secta satánica. De todos modos, la historia sigue siendo interesante a pesar de no ser original, y la verdad es que el director Leonetti (que viene de una familia con una larga tradición de directores de fotografía) conoce perfectamente los recursos del género, logrando que el espectador salte de su butaca aun sabiendo más o menos qué es lo que está por pasar. Básicamente, la historia es la de una pareja que espera un bebé y que tiene la mala suerte de incluir a Annabelle en su colección de muñecas. Con el ataque de los miembros de una secta, que hieren a la embarazada, la cosa se pone más tensa, más aún cuando en los meses siguientes empiezan a pasar cosas sobrenaturales, una de las cuales desemboca en el nacimiento un poco adelantado de una hermosa beba. Pero a partir de ahí las cosas raras no cesan, y entonces tanto un sacerdote como una escritora experta en lo paranormal (Alfre Woodard, lo mejor del film a nivel actuación) tratan de ayudar descubriendo que hay un demonio reclamando un alma. Los fans del género van a apreciar las escenas de intenso terror y se burlarán de algunas copias obvias, pero lo cierto es que. como divertimento sobrenatural, "Annabelle" funciona y se puede ver sin miedo, o mejor dicho, con una buena dosis de miedo.
¿Estas con ganas de pasar miedo en el cine? Annabelle es tu opción para este finde... Te aseguro que la vas a pasar mal en varios momentos. Película que se desprende de la exitosa "El Conjuro" (que si no la viste, fue uno de los mejores estrenos del género el año pasado). En esta oportunidad, como lo dice su título, nos sumergimos en el mundo de la muñeca "Annabelle" (la protagonista de esta peli se lleva el mismo nombre... dato de color, solo eso), en los orígenes de la maldición, y flor de julepe que te vas a pegar. Escenas efectivas de "terror/suspenso" que suceden en una baulera (de mis favoritas), en un ascensor, en la habitación, en los pasillos y escaleras del departamento, y muchas más, que harán que saltes de la butaca una y otra vez. Seguramente mientras veas la peli te vas a preguntar ¿a quién le puede gustar esa muñeca horriiiible? Por suerte solo a la protagonista, que al comienzo está fascinada porque es una pieza muy buscada. Gran peli para asustarse y divertirse viendo a tus amigos reaccionar ante los efectos sonoros. Anda a verla, es genial.
SEIS SALTOS Y UNAS SONRISAS Cuando se piensa al cine como género, los creadores de películas se permiten seguir un camino estructurado para la obtención de su obra. De esta manera, las actuaciones, los elementos, los diálogos y los argumentos se repiten escena tras otra, creando así una película meramente de terror, por ejemplo. Y eso es lo que sucede con “Anabelle”, por lo que termina siendo una pochoclera que da miedo. Siendo precuela de la exitosa “El Conjuro”, que contó con la dirección de James Wan (creador de “Saw” e “Insidious”) parecía obvio que iba a haber una cantidad importante de público esperando este estreno. Por suerte para algunos, la ansiedad se terminó en gran parte y ya se están cortando tickets y vendiendo más pochoclos con esta nueva película en cartel. Acá se nota la poca mano de Wan, quien aquí hace de productor y parece ser que sí dirigirá la verdadera segunda parte para 2016, y los antiguos personajes casi ni chistan. En esta ocasión, tenemos al director de “Efecto Mariposa 2” y a una pareja joven yanqui en la pantalla. John y Mia Gordon (Ward Horton y Annabelle Wallis) deciden comprarle una terrorífica muñeca a quien va a ser su primera hija y la acomodan en una repisa junto a otras. Partiendo de la base, sabemos que nadie jamás le regalaría ese espanto a su bebé recién nacida. Luego, una noche muy fea, unos locos satánicos invaden la casa, aumenta la tensión y vuela sangre. Todo se justifica con que ‘los locos hacen locuras’ pero todos sabemos bien que la muñeca es mediadora de un demonio. A partir de ahí, será una misión alejar al diablo de sus almas. Adentro de la sala, los espectadores se encontrarán con una muñeca que no hace ni una mueca pero se mueve por arte de magia satánica y verán carteles de ‘Exit’ como los del hotel de “El resplandor” y un carrito para la futura criatura como el de “El bebé de Rosemary”. Elementos que ya conocemos se pasean por la pantalla. Y como en todas las de terror, el protagonista se enfrentará estando solo en la casa de noche a los ruidos misteriosos que vienen de otra habitación, en vez de salir corriendo y llamar a la policía, y los diálogos se mantendrán al 50% de la velocidad normal para generar mayor suspenso. Verosímil o no, los recursos funcionan. El miedo podrá invadir por momentos sus pieles y los hará saltar varias veces de sus butacas, aunque por otro lado, en algunos pasajes la película se ridiculizará a sí misma y quizás hasta les saque alguna que otra sonrisa. En resumen, nos encontramos con una creación forzada más dentro del cine de terror, uno de los géneros más difíciles de trabajar sin que el relato se convierta en una fantasía. “Anabelle” venderá gracias a lo que fue “El Conjuro” y algunos podrán satisfacer su necesidad de enfrentar al miedo adentro de una sala de cine. El que quiera un poco de eso, vaya. Al que no le interesa, siga tranquilo con su vida. Hay cosas mejores.
Annabelle: Muñeca brava El director James Wan tomó el trono vacante que existía de "El Rey Terror" gracias a las interesantes y efectivas películas que realizó en la última década: "El Juego del Miedo", "Dead Silence", "La Noche del Demonio" y "El Conjuro". Esta última tomó mucha más relevancia gracias a que se "inspiró" en hechos reales que vivieron Ed y Lorraine Warren, una pareja de investigadores de fenómenos paranormales. El filme empezaba presentándonos a la pareja protagonista teniendo una conversación con tres amigos en donde les explicaban que tenían una muñeca que, entre otras cosas, aparecía en distintos lugares sin que nadie la tocara. El veredicto de los Warren era que la muñeca, llamada Annabelle, estaba poseída por una entidad maligna y se la llevaban a su hogar para que nadie se vea afectado por ella (ya metidos más en la historia tendría una pequeña escena tétrica con la hija de ellos). Hagamos un punto acá. La muñeca real, es decir la protagonista verdadera de la historia que cuentan los jóvenes, era una Raggedy Ann -que es de trapo y no porcelana, con hilos rojos como cabello y nariz triangular- y es una de las más populares de la historia de Estados Unidos, tanto que en el 2002 ingresó en el Salón Nacional de la Fama del Juguete. Una de ellas le fue regalada en 1970 a una chica llamada Donna por su madre y junto a Angie, su compañera de cuarto, notaron estos fenómenos extraños que ocurrían en su departamento. En la actualidad reposa en el Museo de lo Oculto de los Warren y pueden conocerla entrando a la página oficial que tienen: www.warrens.net. ¿Ya les dio miedo? El hecho es que la muñeca Annabelle de la película despertó mucho terror y curiosidad, y los realizadores no dudaron en hacer este spin-off de "El Conjuro" que funciona como precuela, ya que relata su historia. Y en el mundo de las malas ideas, hacer este largometraje se ganó un lugar de privilegio. Mia (Annabelle Wallis) y John (Ward Horton) son una pareja joven espera su primer hijo. Ella es coleccionista de muñecas y, como su marido está a punto de recibirse de doctor y está algo "ausente", le regala una que ella estaba buscando a modo de resarcimiento. Esa misma noche son atacados por un hombre y una mujer de una secta satánica y logran sobrevivir de milagro. Los atacantes mueren pero uno de ellos, una mujer, fallece con Annabelle en sus brazos y a partir de allí, por más que se mudan, eventos extraños empezarán a sucederse en su vida. Desde que se anunció esta película se generaron muchas expectativas y era muy esperada. Pero "Annabelle" se presenta casi como un producto Clase B, sin el cuidado y el tratamiento que tuvo su antecesora. Está claro que el elenco no tiene el mismo nivel actoral, ni el presupuesto es el mismo, pero el filme falla en que no logra generar la misma tensión, opresión o terror que "El Conjuro". Se han hecho grandes obras con muñecos poseídos y "Annabelle" tenía todos los pergaminos para entrar en este universo, pero desperdiciaron una oportunidad importante. Salvo un par de cosas puntuales que son interesantes (la escena del ascensor y la de la escalera), lo demás es algo remanido y puro golpe de efecto que no sorprendena nadie. Cualquier fanático del terror en busca de emociones fuertes y novedosas va a salir decepcionado, así que pueden quedarse con la tremenda campaña de prensa que da más miedo que el filme. El único susto que podría generar este largometraje es que anunciaran una segunda parte. Ahí sí van a poder escuchar a este periodista gritar horrorizado.
El miedo tiene cuerpo de muñeca Annabelle es un eficaz producto de terror surgido de El conjuro, aunque no está a la altura de aquel éxito. Una de las mejores y más exitosas películas de terror de los últimos años fue El conjuro. Su fórmula consistía en revivir no sólo la estética del cine de este género de los años 1970 sino también su sentido del suspenso. Annabelle es lo que en lenguaje técnico se denomina una precuela spin off de El conjuro. Es decir: una historia que cuenta un episodio anterior en el tiempo y cuyo argumento se desprende de un elemento de la película precedente. En este caso, de la muñeca expuesta en el gabinete de objetos extraños de los Warren, un matrimonio dedicado a estudiar fenómenos paranormales. La reconstrucción de época vuelve a ser sobria y cuidada, pero sobre todo cargada de sentido. Sin dudas la distancia temporal aún relativa contribuye a que la atmósfera sea más siniestra que tétrica, al revés de lo que ocurre con las películas ambientadas en la era victoriana, por ejemplo. Si bien un televisor en blanco y negro, una máquina de coser o un cochecito no plegable son objetos del pasado, conservan todavía un aura de familiaridad que los vuelve mucho más ambivalentes que un objeto del siglo XIX reglamentariamente terrorífico. No obstante, la muñeca sí es más antigua, y eso genera una especie de anacronismo, funcional a la trama, pero un tanto inverosímil, porque nadie en su sano juicio podría convivir con una criatura inanimada tan reluctante (por no decir repulsiva) en su casa. No es raro que su presencia resulte más poderosa cuando se la muestra de forma parcial (los pies, el perfil o la sombra). Pero no sólo los objetos remiten al pasado en Annabelle, también se menciona a los asesinatos cometidos por la secta de Charles Manson, una de cuyas víctimas fue Sharon Tate, la actriz esposa de Román Polanski, el director de El bebé de Rosemary, la película canónica sobre posesiones diabólicas que involucran a un recién nacido. En el fondo -y no tan en el fondo- la historia es la misma: una madre (la impresionante Annabella Wallis) que trata de defender la vida y el alma de su bebé. Es obvio que John Leonetti, más experimentado como fotógrafo que como director, juega con las reglas (y con las expectativas que estas provocan en los fanáticos del terror) y las subvierte de manera sutilísima. Lamentablemente, ese recurso se transforma en una especie de tabla de salvación narrativa al final, lo que produce una decepción más perdurable que las contadas veces en que por falta de fe en la invisibilidad del mal necesita mostrar al demonio.
Crítica emitida por radio.
Una gota de sangre de Annabelle Higgins (Tree O'Toole), una mujer poseída, transforma a una muñeca de juguete en el vehículo para que las fuerzas malignas hagan su ingreso en la tierra, o algo así. Con esa premisa "Annabelle" (USA, 2014), de John R. Leonetti, busca reflotar el cine de terror enfocado en marionetas o muñecos y que de alguna manera cobran vida para cometer atrocidades. El intento esta, pero en vez de asustar al mejor estilo "Chucky" y así poder descansar en el placer de género, y de reírse de sí misma, la historia vira hacia una recuperación de aquellos filmes en los que una pareja (Annabelle Wallis y Ward Horton) deberá lidiar con sus conflictos y a su vez luchar con las fuerzas del mal para proteger a su hija. El director apuesta a la construcción de atmósferas y climas sugerentes para poder así impactar con algunas escenas solo en aquellos espectadores más desprevenidos, porque responden a un intento efectista se asustar. Cuando el año pasado "El Conjuro" trajo de vuelta las películas de posesión, con un respeto por la narración y la generación de un estilo propio, en la oportunidad de la creación de este spin off y también precuela de dicho filme, había mucho interés y curiosidad. Pero con el intento mucho no se logra, y la película deambula entre la falta de poder imponer su identidad y el poco logrado climax, con un conflicto que se incorpora ad hoc bien avanzado el metraje. "Annabelle" pudo haber sido otro filme, pero prefirió quedarse en una zona de confort sin innovación evocando historias ya vistas e insuperables, como “El bebé de Rosemary” o “La profecía”, por sólo citar algunos ejemplos. Cuando los protagonistas tienen problemas van a la Iglesia a intentar solucionarlos, porque la fe es uno de los motores de la historia, pese a que no logra convertirse en la verdad de los protagonistas, que deambularán sin saber qué hacer hasta que se topan con una misteriosa vecina (Alfre Woodard), que demostrará un interés exacerbado por ellos y su niña. El clasicismo de sus imágenes, la reconstrucción de época y la baja energía de los actores (Wallis y Horton, como la pareja atormentada) tan solo reafirman la imposibilidad de utilizar el coletazo de los expedientes Warren como potente guía, pero se termina generando un producto menor que no asusta y que sólo reafirma que se quiso aprovechar una oportunidad de negocio sin importar la historia y la manera en la que se iba a contar la película. Una lástima.
Tras el éxito de “El Conjuro” era cuestión del tiempo para que no sólo se hablara de una secuencia, sino de un spin off, que tan de moda parecen estar últimamente. En este caso enfocado en esa muñeca que se quedaba impregnada en la mente del espectador. James Wan ya jugó con muñecos cuando hizo una pequeña gran película de terror, “Dead Silence”, pero en este caso sólo aparece como productor, recayendo en John R. Leonetti la dirección de “Annabelle”. John R. Leonetti tiene una filmografía poco extensa y muy despareja como director (dirigió las segundas partes de “Mortal Kombat” y “El efecto mariposa”), pero trabajó también siempre con James Wan desde la cinematografía, por lo que no sorprende que se haya confiado en él para este proyecto. La película empieza con las enfermeras a quien una de ellas su madre le regaló una muñeca, Annabelle. Ellas explican (aunque no los veamos, sabemos que son los Warren) cómo comenzaron a darse cuenta de que algo raro sucedía con ella. Pero sólo funciona como introducción, porque rápidamente entramos a la historia que abarca principalmente la película y es anterior. Mia y John esperan su primer hijo, mientras él está por terminar la residencia para médico, y ella se queda en la casa. Asisten a la iglesia y hacen buenas migas con una pareja vecina cuya hija los abandonó recientemente. Pero pronto sufren un ataque, que involucra a la joven, y esta fallece con la muñeca en sus brazos. El guión de Gary Dauberman ya desde el principio comienza a introducir personajes y hechos que hacen ruido, y que a lo largo del film comprueban que no terminan de funcionar. Mientras tras las promos, y sobre todo tras el rumor de que en una próxima película se podría juntar a Annabelle con Chucky, otro muñeco maldito, se enfocaban principalmente en esta muñeca, algo a favor del film es que siempre intenta generar un clima similar a los de James Wan en sus películas anteriores. Enfocado principalmente en objetos que se mueven, artefactos que funcionan o dejan de funcionar caprichosamente, figuras oscuras que acechan y alguna fuerza sobrenatural que amenaza constantemente, el film no juega demasiado con la muñeca, permitiendo que dé miedo simplemente por su mirada, y esos ojos que juramos que en algún momento van a voltear hacia uno. Pero por más que ellos se muden, o intenten deshacerse de la muñeca, sigue estando esta fuerza acechándolos y amenazando con llevarse algo o alguien. Es así que “Annabelle” termina pareciendo una copia mediocre de “Insidious” y, especialmente, “El Conjuro”, queriendo acercarse a ese terror demoníaco pero sin lograrlo demasiado. Quizás porque ninguno de sus personajes, a excepción quizás de su protagonista femenina, está bien desarrollado (el personaje del marido no tiene dimensión prácticamente), e incluso la resolución termina pareciendo azarosa e improvisada. O quizás porque el terror no está del todo logrado y funciona más que nada por golpes de sonido. O quizás porque además el mensaje religioso que se subraya durante la película no termina de sentirse auténtico, está demasiado forzado, y el final termina de probarlo. Resumiendo, “Annabelle” es una película que no debería dejar de ver ningún acérrimo al género, ni hablar si les gustó “El Conjuro”, porque completa historias (esas historias verídicas e increíbles en que están basadas), pero lo cierto es que el resultado termina sintiéndose flojo, no porque sea tan mala, sino porque es tan básica que no sorprende.
¿Una nueva Chuky? Dentro del género de terror existen varios elementos que resultan atractivos, resulta efectivo lo que es poseído, como lo fue el muñeco “Chucky” ya pasado de moda. En esta oportunidad se trata de un spin-off de la exitosa “El conjuro”, de James Wan, que recaudó más de 318 millones de dólares con un presupuesto de unos 20 millones. Para darle un mayor efecto a su relato, se cuenta que la muñeca Annabelle se encuentra en un museo dentro de una urna de cristal, (fue fabricada por Raggedy Ann en 1915) y que una mujer le regala a su hija una muñeca de esta marca y comienzan a suceder hechos extraños. Quienes los comienzan a investigar son los parapsicólogos Ed y Lorraine Warren en 1970 y descubren que se encuentran frente a algo que está considerado como uno de los fenómenos paranormales. Todo gira en torno a John Gordon (Ward Horton) quien está casado con Mía (Annabelle Wallis), que se encuentra embarazada. Ella es coleccionista de muñecas y le regalan una que es antigua, difícil de conseguir y que luce un vestido blanco de novia. Pero el encanto de Mía con Annabelle no durará mucho. El matrimonio pasa una noche horrible, cuando su hogar es invadido por miembros de un culto satánico, quienes atacan violentamente a la pareja. La sangre derramada y el terror no son lo único que el culto deja en esa casa. Todo lo que continúa son una serie de hechos siniestros, catastróficos, llenos de exorcismo y sangre. Antes de su estreno viene con un fuerte marketing. Desde el comienzo intenta generar suspenso, intriga y terror. Al espectador en algunas secuencias le producirá sobresaltos, escalofríos e interés. El director es un generador de distintos climas, la cámara se sitúa bien en los momentos requeridos y tiene sorpresas, cumplen un rol importante, personajes infaltables como un sacerdote de apellido Perez (Tony Amendola) y un personaje cuyo nombre es Evelyn (Alfred Woodard). Se ve un breve homenaje a la película “el bebé de Rosemary” solo por la escena que se ve el cochecito del bebé. Todo lo que sigue es previsible y, para aquellos que vimos muchas de este género, no hay tantos elementos que sorprendan. Solo nos resta esperar el 2016 porque esto continúa.
De las brillantes ideas de Hollywood denominadas “encuentra un éxito y exprímelo al máximo”, llega Annabelle, spin-off (o precuela) de El Conjuro, filme de James Wan de 2013, que refrescó el género de terror. Ahora, con la historia de la muñeca poseída, que si bien no era parte central de la trama de El Conjuro, si formaba parte de filme sacando unos cuantos sustos, llega este filme dirigido por John R. Leonetti, (Mortal Kombat), que deja mucho que desear. Precedida por una intensa campaña viral, Annabelle prometía más sustos que El Conjuro. Y sin embargo, se queda solo en la promesa. Desafortunadamente, si uno se dedica a buscar por internet, encuentra que si bien la muñeca existió, nada tiene que ver con la historia en el filme. Acá, John y Mía son un matrimonio recién formado, con una bebé en camino, y cuyo regalo es la muñeca. A partir de ahí, experimentan una serie de sucesos extraños que inician cuando son testigos (y casi víctimas) de un asesinato-ritual. A pesar de contar con el visto bueno de la original Lorraine Warren (la investigadora paranormal que se cruzó con la muñeca en sus investigaciones), la historia carece de profundidad. Recurre a los típicos clichés del cine de terror como las figuras en las sombras, las apariciones extrañas y hasta más de un guiño a la saga de Actividad Paranormal. Si bien para los más sensibles al cine de terror puede funcionar (razón por la que le añadimos una estrella más a la calificación), pues puede provocar un buen susto, lo cierto es que Annabelle carece de todo el carisma de El conjuro, se pierde al intentar contar una historia profunda y termina siendo la misma historia: pareja nueva, en casa con objeto poseído. Para olvidar.
La muñeca de James Wan Anabelle probablemente sea la muñeca más fea y terrorífica jamás fabricada, a tal punto que nadie en su sano juicio se la regalaría a un niño a menos que le desee el mal. Esta fealdad/maldad tan obvia es el primer ataque contra le verosimilitud del film y el primer escollo que debemos sortear como espectadores si nos interesa seguir viéndola. La película de John R. Leonetti, quien tiene una intrascendente experiencia como director aunque una larga trayectoria como director de fotografía, es un intento de ampliar el universo de El Conjuro de James Wan, contando el origen de la maldición que arrastra consigo la dichosa muñeca. James Wan Los últimos cuatro años han sido más o menos mediocres dentro del cine de terror: salvo excepciones puntuales (Oculus, por ejemplo), se estrenan una cantidad de películas repetitivas, sin garra, y lo peor, hechas sin el más mínimo amor por el género. Las películas de James Wan son una excepción dentro del promedio que se filma todos los años. Porque, más allá de haber dirigido la que quizás sea la única entrega de El juego del miedo que valga la pena (la única que no festeja el fascismo terminal de Jigsaw), ha iniciado desde Silencio del mas allá (2007) una búsqueda que apunta a aquellas fuentes del relato terrorífico, cuyos temas son lo oculto, lo sobrenatural y lo demoníaco. Su sorpresa fue La noche del demonio (2010) pero en perspectiva quizás su mejor película dentro de esa búsqueda sea El conjuro (2013). Películas basadas en un guión decidido, que no desisten a la facilidad de burlarse de sí mismas sino que empujan hacia adelante con su propuesta, actitud que se agradece. Aunque habría que dejar en claro que ninguna de las anteriormente mencionadas son obras maestras ni mucho menos, pero comparten la virtud de estar un poco por encima de lo que se viene filmando. Muñeca Con Annabelle, Leonetti comete el error de querer calcar el estilo de Wan, lo que no termina de salirle del todo. Aunque se le puede rescatar el diseño de algunos sustos que entran dentro de la categoría de bellos por la destreza con la cual están filmados y también el manejo exasperante que hace de la tensión. Además, hay que mencionar que no le hace demasiado caso a esto que llamamos guión, porque Annabelle está construida bajo el mismo molde de una 200.000 películas sobrenaturales. Si somos generosos, podremos descubrir por ahí ciertas reminiscencias de El bebé de Rosemary. Y si directamente somos Bono o algún otro campeón del altruismo, diremos que Annabelle es directamente una reescritura de aquella joya de Polanski. No me atrevo a optar por ninguna de estas afirmaciones, soy un tibio como Annabelle, que se parece al gobierno de Pepe Mujica: queda bien con los que tiene que quedar bien y de pasada entretiene.
Annabelle ocupa el puesto de honor este año para la cartelera de Halloween, aprovechando la gran ventana que resultó ser para esta historia la aclamada El Conjuro en 2013, que desde mi punto de vista (junto con La Noche del Demonio y El Exorcismo de Emily Rose) representa lo mejor del terror hollywoodense en los últimos 10 años. Ya sin la mente creativa de James Wan, quien sólo se limitó a producir en esta ocasión (está en plena post-producción de Rápido y Furioso 7), John R. Leonetti tenía la retadora meta de superar lo conseguido por su antecesora y hacer funcionar al nuevo spin-off de manera independiente y tomando en cuenta la gran expectativa creada alrededoer de esta horrible muñeca. Inspirada en eventos reales, Annabelle inicia situándonos algunos años antes de la primera vez que conocimos a la pareja Warren, en un momento donde Estados Unidos estaba por fin recuperándose social y económicamente de la Segunda Guerra Mundial. Mia y John Gordon son una pareja felizmente casada que está en espera de su primogénito, en un intento de enmendar una pequeña discusión, John le obsequia a su esposa la única muñeca que faltaba en su amplia colección -que adorna el cuarto del futuro bebé-: Annabelle. Debo iniciar señalando que soy un muy mal espectador de películas de miedo, un tanto asustadizo al punto de no poder criticar este género correctamente al ser mi objetividad afectada por mis saltos y grititos de nena en plena sala, pero creo que sé reconocer un buen trabajo de terror en el cine cuando lo veo, o al menos, cuando una peli de horror trascenderá más allá del primer semana de locura en taquilla, y hay que admitir que Annabelle se queda muy lejos del impacto que prometía ofrecer. La película, hablando en términos de realización, es técnicamente impecable, su mayor virtud y al mismo tiempo, su principal problema. Desde la primera media hora (donde sucede absolutamente NADA) te das cuenta que James Wan no se paró ni una vez por el set para aconsejar a Leonetti, quien a diferencia de su antecesor, oopta por una narrativa visual muy limpia y obedeciendo a todos los clichés visuales posibles. Desde la clásica pareja americana hasta la ya gastada ambientación sesentera, Leonetti falla en el punto que tanto le funcionó a Wan con El Conjuro y La Noche del Demonio: Wan optó por una fotografía que integraba al espectador a la historia, como si fuese un testigosilencioso de toda la trama, con una iluminación sucia y casi mal hecha a propósito. Con Annabelle, siempre sabes que se trata de una película y nada más, sabes que terminará la función y te irás a casa para tardar un poco más de lo normal en dormirte y listo. Sin embargo, y he aquí el motivo suficiente para que pagues tu boleto y la veas en pantalla grande, Annabelle cuenta con unos 30 minutos estupendamente bien elaborados y que te mantendrán al filo de la butaca. Se agradece que Leonetti se haya dado cuenta a media película de que los espectadores querían que pasara algo y nos recompensa con una media hora de sustos muy bien pensados y que estoy seguro le sacarán un escalofrío al más extremo cinéfilo de terror. La trama se ve fortalecida en el clímax de la película por actuaciones sólidas de los dos protagonistas (Ward Horton y Annabelle Wallis, sí, la actriz principal se llama Annabelle), y contra todo pronóstico, esta cinta será muchas cosas, menos predecible. Ni en secuencias ni en desarrollo del guión pude adivinar los giros de la historia, lo cual es muy bueno en cualquier película de cualquier género. Si queremos encontrar un común denominador en las producciones que se vuelven clásicos en la historia del cine de terror, es que prácticamente todas cuentan con un desgarrador descenlace que deja a la audiencia boquiabierta y estupefacta de lo que acaba de presenciar. Si bien hay un momento donde Annabelle es efectiva en el objetivo de asustar, esa media hora tan bien lograda por Leonetti, decae rápidamente y es reemplazada por otro bloque de 30 minutos que representan un final aburrido y tedioso. La conexión con su secuela es bastante forzada y carente de ingenio, creando paralelismos con El Conjuro que no aportan nada al filme. Annabelle es una película que te hace preguntar “¿Eso fue todo?”. Es una pena que cuando Annabelle se perfilaba para ser un clásico del cine de terror, se quede sólo como una peli que deberá a agradecer su fugaz éxito en taquilla al equipo de marketing, con un trailer que resultó ser mucho mejor que la peli completa.
"El Conjuro" fue una de esas pocas propuestas de Hollywood que año a año se estrenan y dejan algún tipo de esperanza de que el género no está perdido. "Annabelle" se centra en contar lo sucedido antes de la historia central del film dirigido por James Wan y el resultado no es el esperado. Una propuesta poco original y de manual que, por sobre todas las cosas, no asusta.
Sabrán disculpar si me plagio a mi mismo en este comentario, pero viene a colación del estreno de “Annabelle”. El año pasado se estrenó una de las mejores producciones de terror del último tiempo: “El conjuro” (2013). El primer párrafo de aquella crítica era el siguiente: “Hay algo extraño en la apertura de “El conjuro”, algo que parece presagiar un desastre, pero a la vez confunde y por suerte va por el camino contrario. Tres adolescentes están sentados en un sillón compareciendo, prácticamente, frente a un grupo de adultos. Cuentan algo que los asustó. Para una película de terror, y para los amantes del género, el relato es tan inverosímil como ridículo…” El recuerdo bien vale, porque “Annabelle” llegó para confirmar que todos esos temores iniciales podían ser ciertos. Como si fuera un guiño al mal gusto, como si el guionista Gary Dauberman hubiera sabido que íbamos a citarlo, el comienzo es calcado del de “El conjuro”. La misma situación, sólo que esta vez en lugar de focalizarse en otro segmento de la historia de los Warren, el guión nos lleva a conocer el origen de esta muñeca. Todo empieza cuando John Gordon (Ward Horton) se la regala a su esposa Mia (Anabelle Wallis) quien, a pesar de tener esa cosa bien vestida pero de horripilante apariencia, se pone chocha ante la mirada incrédula de su marido… y de toda la platea. Pero como sobre gustos no hay ley escrita, sigamos. A la señora le gusta, y ¿quién es uno para andar dando correctivos? La coloca en una estantería mientras la cámara se acerca con música tétrica. No vaya a ser que algún espectador desprevenido no haya visto el afiche y no entienda que algo malo va a pasar. Y pasa algo malo… además de que la película sigue proyectándose. Sin comerla ni beberla, Mia es atacada por sus vecinos, un hombre y una mujer adoradores del diablo que se meten en la casa. Cuando vea esta escena ni se le ocurra interpretar las imágenes porque no hay metáforas, ni simbolismos, ni elipsis. A pesar de un plano conjunto de ambas casas y del marido entrando en la de al lado por la puerta principal, usted nunca sabrá cómo llegaron los vecinos a meterse en la propia. La magia del cine, ¡vaya uno a saber! Si es por esto, “Annabelle” parece dirigida por Mandrake, porque este será sólo el puntapié inicial de una antología del ridículo y del inverosímil. Por si fuera poco, hay que aguantar, en la misma escena, al atacante clavando un cuchillo en la panza embarazada de Mia. Si al menos el camino hubiera sido apostar por el morbo total estaría justificado, pero la cosa no pasa de ahí. Antes de morir, el alma de la vecina "entra" en la muñeca. ¡Basta!, no me pregunte. Entra. Creer o reír. En algún momento algún personaje piadoso le contará al público que a veces el mal se posesiona de algunos objetos. Todo lo inherente a lo estético logrado en “El conjuro”, está absolutamente abandonado aquí. La dirección de arte es apenas un derivado, los efectos visuales son comunes, la banda de sonido directamente anuncia todo y abusa de la percusión para lograr el sobresalto fácil, y la fotografía tiene, sólo por momentos esa tendencia a los colores secos que tanto ayudaban a construir los ’70. Raro, porque aquí el realizador John R. Leonetti fue el director de fotografía de la anterior. El elenco cumple. Es loable ver como se esfuerzan para no romper en carcajadas ante líneas como la del fantasma de la vecina: "Me gustan tus muñecas", dice. o la propia Mia cuando, en un destello de piedad hacia quién escribe, pone en palabras la inevitable conclusión: "Hay cosas que pasan que no se pueden explicar".
La amante de Chucky John (interpretado por Ward Horton, uno de los brokers de “El Lobo de Wall Street”) está en las vísperas de su título como médico y felizmente casado con Mia (Annabelle Wallis), que se encuentra en la dulce espera. Él decide obsequiarle a ella una antigua muñeca de tamaño considerable que ella deseaba, y emocionada la ubica en lo que será el cuarto del bebé. Esa misma noche escuchan ruidos y un grito en la casa de al lado, los únicos vecinos que conocen hasta el momento ya que están recientemente mudados. John va a ver qué sucede y aparece manchado de sangre diciéndole a Mia que llame al 911 porque había ocurrido algo grave. Ella vuelve a su casa corriendo y mientras llama a la policía nota que hay personas en su hogar -un hombre y una mujer- que la atacan, intercede su marido y se arma una trifulca. La policía aparece y mata a los extraños, Mia nota que la mujer muere con la antigua muñeca, que le acaba de regalar su marido, en brazos. Luego de esta fatídica noche comienzan a ocurrir cosas extrañas que perturban a Mia. Todo que envidiarle a El Conjuro Pese a los pronósticos de todos mis compañeros de AltaPeli, seguía teniendo fe en “Annabelle” y la pedí exclusivamente, consciente de que no iba a ver una joya del género pero al menos iba a pasar un buen rato. 404 ERROR Parece que el director de “Annabelle”, John Leonetti, quien fue el director de fotografía de “El Conjuro”, no entendió absolutamente nada de lo que realizó James Wan en la anterior entrega. Esta precuela hecha a las apuradas, con fines netamente comerciales y cero interés artístico, se presenta con una película carenciada de guión y estética pero con mucho marketing alrededor y la herencia de lo que fue la película más importante del género de terror el pasado año. “Annabelle” carga con todos los cliches más paupérrimos del terror y parece, hasta por momentos, un cortometraje de estudiantes de cine. Aquel maravilloso travelling durante la mudanza de la familia de “El Conjuro”, que tiene un fin informativo y narrativo para presentar a los personajes, es utilizado una y otra vez -aunque más brevemente- sin ningún fin, pintó hacerlo y tenemos alquilado el steady para todo el rodaje. A todo esto se suma que las actuaciones de Annabelle Wallis y Ward Horton son bastantes mediocres, acartonadas y no nos transmiten nada a lo largo de los 98 minutos de película. Conclusión “Annabelle” es una película de la cual no puedo destacar nada. Quisiera poder rescatar aunque sea las actuaciones o la estética genérica de Hollywood, pero hasta en eso fallaron, incluso por momentos me reí. Como siempre decimos, si cuentan con el dinero vayan y saquen sus conclusiones, sino pueden esperar tranquilos a su salida en dvd que no se pierden demasiado.
Muñeca brava Este subproducto de El conjuro (el elogiado film de James Wan, del que acaba de anunciarse una segunda parte) retoma la historia con la que se abría aquella película y se vale de su indudable éxito para amplificar la experiencia, amparándose, como de costumbre, en el gastado recurso de lo “basado en hechos reales”. Pero esta vez esa premisa llega al extremo de mezclar el caso del fenómeno paranormal asociado a la muñeca Annabelle en 1970 con los asesinatos perpetrados por el Clan Manson un año antes. La ensalada de realismo se completa con citas muy directas a El bebé de Rosemary, la obra maestra del terror de Roman Polanski, cuya mujer (en la vida real), Sharon Tate murió asesinada precisamente por integrantes del citado clan Manson. Si parece mucho, es porque es mucho, y la suma resta. El propio Wan está a cargo de la producción, y la realización quedó en manos de su Director de Fotografía, John Leonetti, por lo que se mantiene el estilo de su predecesora. De todas formas, allí se terminan los parecidos, y el resultado queda a mitad de camino. La insulsa pareja protagónica que interpreta a John y a Mía (otra vez, nombres con referencias obvias al film de Polanski) están demasiado lejos de la contenida intensidad de los protagonistas de El conjuro, y los lugares comunes del género están a la orden del día, aunque queda espacio para uno que otro susto bien logrado. Más allá de la eficacia técnica, esta vez se deja de lado el sugestivo clima que generaba Wan, deudor del cine de terror de directores como John Carpenter, y en su lugar aparecen los golpes de efecto visuales y sonoros. Lo que convierte a Annabelle en un producto solo apto para aquellos que no puedan esperar hasta el año que viene para reencontrarse con la inquietante saga de los Warren.
Miedo sin oficio Hace unos cinco años la tendencia parecía ser otra, pero afortunadamente no se dio así. Parecía que el cine gore y de explotación de la tortura se iba a convertir en el nuevo cine de terror dominante, que nos dirigíamos hacia un embudo cinematográfico dentro del cual confluirían todas los intestinos, las tripas y los líquidos fisiológicos existentes. Pero luego de una decena de nauseabundos ejemplares, (Hostales y Juegos del miedo principalmente) la tendencia desapareció. En su lugar, surgió un cine de terror muchísimo más inquietante, infinitamente mejor logrado y mucho más efectivo en lo concerniente a dar auténticos sobresaltos. Fuertemente influenciado por el cine de terror asiático de los dos mil, comenzó a basarse en cambio en el suspenso, en los horrores psicológicos más atávicos, en lo sugerido o lo expuesto parcialmente. Hoy es esta la clase de cine de miedo la que ha ganado terreno y se ha instalado, imponiendo una nueva "moda". Y es muy bueno. Basta echar una ojeada para dar con títulos notables: Actividad paranormal (en varias entregas), Insidious (idem), El orfanato, La huérfana, Mamá, Sinister, La dama de negro, El conjuro, Oculus. Todas ellas presentan buenas atmósferas, alcanzan sorprendentes climas de tensión y, por supuesto, provocan sobresaltos mayores. Y de esta película puede decirse lo mismo. Pero Annabelle está más cerca del margen inferior del cúmulo de películas nombradas. Claro que si lo que se busca es pasar un mal rato y pegarse unos buenos sustos es una opción muy recomendable, pero en este caso particular se echan un poco de menos la originalidad y las buenas ideas. Otra vez hay una familia que comienza a ser acechada por fuerzas demoníacas, esta vez incorporadas a una desagradable muñeca. Luego de una muy simpática y sangrienta visita de una banda de ocultistas (son los años sesenta y causan revuelo los psicópatas tipo Charles Manson), de a poco comienzan a ser acosados por fuerzas sobrenaturales: los máquinas que se encienden solas, las puertas que se abren o cierran, las apariciones. Se utiliza notablemente el suspenso, llegándose a un punto de horror extremo en una escena dentro de un ascensor, secuencia perfecta que juega maravillosamente con el fuera de campo, la oscuridad y una ambientación particularmente siniestra. Pero los problemas son varios. El primero y más visible es puramente conceptual. No tiene ningún sentido que una familia quiera tener una muñeca tan pero tan horrenda en su casa, menos que menos que la consideren algo agradable y digno de tener cerca de su beba. Más allá de esto, los diálogos introductorios son de manual, carecen de chispa y no involucran al espectador en un ambiente cotidiano ni despiertan interés alguno en los personajes; para colmo, van acompañados de una música ambiental constante, que denotan la desconfianza en el material obtenido y la necesidad de "rellenar" esas escenas con algo. El director John R. Leonetti, director de fotografía en las Insidious y El conjuro, parecería tener la capacidad de generar esa ambientación necesaria para asustar, pero también parece que pasara de todo el resto: de los momentos de distensión, del desarrollo de personajes, de las transiciones que hacen avanzar la trama; elementos que también hacen a una película de terror.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
MUÑECO MALDITO Concebida e ideada como un spin-off, Annabelle cuenta los orígenes de la muñeca que hace su aparición en una de las mejores películas que vió el 2013, El Conjuro (James Wan). John (Ward Horton) y Mia Gordon (Annabelle Wallis) son una pareja que experimenta horrorosos sucesos que involucran una vieja muñeca de época a partir de la irrupción de unos sectistas satánicos en su casa. John Leonetti se embarca en la difícil tarea de agrandar la mitología de muñecas y posesiones empezada por Wan desde hace ya unos años. El director de la saga Insidious ha sido en los últimos años uno de los directores más destacados que el cine de terror ha dado. Con sus innegables obsesiones a cuestas (muñecos, posesiones y personajes femeninos atormentados), Wan ha sabido redescubrir y explorar con éxito, en mayor o menor medida, aquellos subgéneros que Hollywood ha descuidado ya sea por impericia o desinterés. En el 2004, el malasio de 37 años dió una bocanada de aire fresco al género (que ya venía viciado en reversiones y horrorosas secuelas) con su segundo largometraje, Saw (muñecos de vuelta), la cual, debido a su éxito, luego se convirtiera en una saga que desbordara una moralina gore insostenible (aunque él siguiera involucrado como productor ejecutivo). Años después, Insidious, Insidious: Capitulo 2 y El Conjuro terminarían de confirmar que Wan había dejado de ser una promesa para convertirse en una de las mejores realidades contemporáneas del cine de terror. ¿Pero por qué seguimos hablando de Wan si el director de Annabelle es John Leonetti? Porque más allá de que no esté en el sillón de director (productor de nuevo), Annabelle no escapa a ninguna de las grandes estructuras de Wan y parece auto-someterse voluntariamente a ello. La historia de una familia joven que es afectada por un muñeco, un demonio, un espíritu o cualquiera de sus variantes ya la hemos visto en las sagas antes mencionadas (en Dead Silence, de 2007, la diferencia es que el muñeco afecta a un joven) y allí es donde Leonetti comete su peor pecado: no haberle imprimido a Annabelle un sello personal significativo. De esta manera, si bien Leonetti logra una película directa y simple (en comparación con el universo que habita: las películas de Wan rozan las dos horas) y una tensión considerable sostenida efectivamente por el suspenso y el terror que plantean, Annabelle vaga en la intrascendencia de ser una película de relleno (¿otra franquicia?) y la imposibilidad de su director de aportar a esta precuela y a la saga en sí algo significativamente relevante. Sin embargo, puede que Leonetti haya caído en uno de los peores errores de Wan: su excesiva proliferación. Para este año se espera la tercera entrega de Insidious y para los próximos la ¡octava! de Saw y la segunda de El Conjuro está en duda. Entonces, Annabelle se convierte en una de las posibles consecuencias de querer expandir un universo: no tener nada nuevo para contar.
Publicitar nuevas películas como precuelas o secuelas de otras que tuvieron muchísimo éxito sólo para atraer espectadores es un recurso ampliamente utilizado por las distribuidoras. Y este fue uno de los principales motivos que me llevó a ver Annabelle. Los carteles en las calles la presentaban como el Spin-off de El Conjuro, gran película de terror estrenada en el año 2013. Pero cuando llegué al cine, me encontré con que de precuela no tenía mucho. La dirección de James Wan (creador de la saga Saw) hizo de El Conjuro una película realmente buena. Si bien trataba temas que ya se han visto por demás (casas embrujadas, posesiones demoníacas, etc.), Wan se tomó su tiempo para crear los ambientes correctos, utilizando la mezcla justa de música, silencios y buenas actuaciones. Y todo esto, que hizo de El Conjuro una gran película de terror, se pierde en su totalidad en Annabelle. Dirigida por John R. Leonetti (director relativamente novato que tiene pocas películas en su haber, entre ellas El Efecto Mariposa 2), cuenta la historia de Annabelle, una muñeca horrible pero inocente que se muestra brevemente en El Conjuro y cómo se convierte en la muñeca diabólica que termina acosando a una familia hasta el borde de la locura. Con una duración de 99 minutos, Annabelle intenta imitar el nivel de El Conjuro pero no lo logra. La película cuenta con largas escenas en las que no ocurre nada, alternadas con momentos “de miedo” donde siempre (o casi siempre) se recurre al golpe sonoro para asustar. Con excepción de algunas escenas que están bien logradas, como una que ocurre en una escalera dónde la protagonista corre prácticamente a ciegas (cuando la vean seguramente me den la razón), el resto pasa sin pena ni gloria. Se entiende que el cambio de director y el presupuesto menor (contó con casi la tercera parte del presupuesto de El Conjuro) ayuden a que la calidad disminuya. Pero esto no es excusa para engañar a los espectadores fieles vendiéndoles algo que no es. En conclusión, si realmente disfrutan del cine de terror y lo que quieren es ir al cine a pasarla bien y a asustarse mucho, Annabelle no los dejará satisfechos. Por Mariana Van der Groef
Una de terror en medio de la popular Todo esto (y mucho más) ocurrió el jueves, durante el estreno de “Annabelle” en el cine Atlas. Función de las 22.30 en la sala principal. Rango etario de la platea: 15/25. - Una gota de sangre se escurre por el ojo de la diabólica muñeca y alguien opina a todo volumen: “¡ah, bueno! - Al cabo de una escena truculenta una chica exclama: “¡esa Annabella no vale ni aca!” - Explican que todo es culpa de una “secta de adoradores del carnero” y un desaforado grita “¡chivooo!” - Aparece un fantasma asesino y un espectador le dice a la protagonista: “¡echate, echate para engañarlo!” Otras intervenciones no pueden (mejor dicho, no deben) reproducirse. Sobre todo los insultos al demonio de turno. Los apuntes de color están ligados a la experiencia de ver “Annabelle” en el medio de una hinchada que tomó por asalto un cine y vivió la película como en el living de su casa. La cuestión es que “Annabelle” se promociona como una precuela de la inquietante “El conjuro”. A no engañarse, el único hilo conductor es la presencia de la muñecota, fea a más no poder. De los guionistas de “El conjuro” no hay ni noticia y el director James Wan ocupa aquí créditos en la producción. Del proyecto se hizo cargo John R, Leonetti, quien lo condujo sin una pizca de imaginación. La película regala todos los lugares comunes que el género viene acumulando desde hace casi 100 años, sin una mínima vuelta de tuerca capaz de ponerle un poquito de interés. Las actuaciones van por el mismo camino, entre luces que se apagan, puertas que se golpean, la muñeca que mira a la cámara y un demonio al que le faltan ideas para ser tan malo como su maléfica condición indica. La época y la ambientación sugerían un homenaje a “El bebé de Rosemary”. A la hora de los bifes, “Annabelle” queda a la altura de las aventuras de Chuky.
Lo primero que hay que saber de este filme, es que no es El Conjuro, el filme del cual deriva; aunque es una película efectiva a la hora de asustar; tiene varios sustos muy bien hechos, tiene buenos climas; pero también tiene cosas previsibles y tiene el peso de ser la continuación (aunque precuela/spin of) de El Conjuro, la cual era muy superior; para los que vieron la primera, Annabelle podrá ser una decepción; para los que no la vieron, una buena forma de entrar en la saga y luego seguir con el plato fuerte. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
La muñeca que defraudó... "Annabelle" es el esperado spin off de la exitosa película de James Wan, "El Conjuro". La muñeca que tuvo sus 15 minutos de fama durante el metraje del film de Wan, consiguió el suficiente interés para ser producida y dirigida individualmente. Los resultados de calidad, lamentablemente no fueron los mismos. La dirección de "Annabelle" recayó sobre John R. Leonetti, director de fotografía habitual de las pelis de Wan con el que hizo algunos buenos laburos. Como director de largometrajes no tiene la misma chapa que como cinematógrafo. Algunos de sus trabajos anteriores son las fallidas "El Efecto Mariposa 2" y "Mortal Kombat: Annihilation", dos productos realmente para el olvido. Con esta nueva película no hace tanta agua como con aquellas, pero tampoco logra sacar adelante un promesa que se perfilaba como uno de los blockbusters del verano. Para empezar, la muñeca tiene un protagonismo débil, trucho. En toda la promoción se la mostró como eje central de la trama y la verdad es que eso cambia cuando uno ve el film completo. Entiendo que la muñeca de por sí sola no es la villana, sino que tiene un espíritu maligno que la posee, pero acá directamente la relegaron a un pedazo de madera con vestido que aparece cuando el demonio hace de las suyas... La que llamaba la atención en "El Conjuro" era la muñeca, no el demonio que la poseía. Así mismo, el demonio que cobra protagonismo por encima de Annabelle, tampoco es lo suficientemente interesante como para hipnotizar al espectador. En el metraje no se explica casi nada sobre su origen y personalidad, simplemente se limitan a mostrarlo como una entidad del mal, de las cuales hemos visto hasta el hartazgo en la gran pantalla. Mucho mejor hubiera sido profundizar sobre quien era el espíritu maligno y crear una conexión más fuerte entre el personaje y el público. Por último, los recursos para asustar utilizados por Leonetti no son de lo más creativos. Ruidos intensos que aparecen de la nada, voces en off susurrando, mobiliario que se abre y cierra solo... eso ya se ha visto. Los únicos momentos para resaltar son dos a mi criterio. Una es la secuencia en la que la protagonista intenta bajar en el ascensor reiteradas veces y no lo consigue, lo que realmente me generó una sensación de desesperación e impotencia; y la otra es cuando el matrimonio es ataco en su casa al principio del film. En general, no es un buen producto. No es un desastre como otros exponentes del género como "Actividad Paranormal" o "El último exorcismo 2", pero claramente no logra transmitir ni el miedo ni la conexión que sí se logró con "El Conjuro".
Publicada en la edición digital #267 de la revista.
VideoComentario (ver link).
Un relato no apto para impresionables Derivada de El conjuro (2013), repite, bajo otra dirección, la fórmula de terror clásico con base real y un manejo de la tensión muy efectivo. Acada Halloween le cabe su película. Del mismo modo, a cada éxito de taquilla, su spin-off. En tren de cumplir --y con ganas-- con esta (pseudo) máxima llegó Annabelle, un derivado de El conjuro que en 2013 recaudó fortunas y produjo más de una controversia que derivó en la suspensión de su exhibición. En aquella, se relataban sucesos paranormales ocurridos en los años '70 a la familia Perron en una granja de Conneticut, debidamente documentados por el matrimonio Warren, demonólogos e investigadores que presenciaron éste y varios casos más. Entre ellos se encuentra el de Annabelle --la muñecaque no existía en la historia de los Perron, pero que el director James Wan introdujo a la trama--, y que ahora tiene su propio relato, llevado al cine por John R. Leonetti. Con un extracto del testimonio de Donna y Angie (ver desglose) introduce este nuevo filme que, a manera de racconto, repasa el tránsito de la muñeca, un año antes, por la vida de John Form y Mia, un joven matrimonio que transcurre el final de lagestación y primeros meses de vida de su hija, acechados por los demonios que se expresan a través de Annabelle, una presencia tan pasiva como espeluznante.Almas impresionables, abstenerse.