Cuando el humor sobra Es irónico. Por fin se realiza un film noir con actores argentinos que tiene una historia que justifica, la estética, el tono, los personajes de los mejores policiales negros nacionales de la década del ’50. Aquellos que realizaban Hugo Fregonese o Kurt Land como Apenas un Delincuente o El Asalto. Por fin se recupera la tradición noir, con una trama histórica tan absurda que podría ser real. Por fin, Guillermo Francella puede demostrar que es un gran actor dramático y puede ser un protagonista serio, profundo, creíble. Si ¡Atraco! tenía todos los motivos para ser un gran policial, provocando olvidar el bodrio que fue La Señal de Ricardo Darín, rememorando el tono romántico-épico que Eduardo Mignona supo construir en La Fuga… entonces, ¿por qué si la película tendría los condimentos necesarios para convertirse en un éxito asegurado, tenían que meterlo a Nicolás Cabré interpretando un personaje cómico? Parece que Eduard Cortés y los demás productores no confiaban que podría funcionar bien el film sin una cara bonita, y una dosis de humor contemporáneo. El efecto termina siendo contraproducente. Cabré, su personaje y los momentos cómicos, perjudican una historia bastante atrapante. 1955. Perón está en Panamá. Uno de sus secretarios, Landa (maravilloso y soberbio Daniel Fanego) pretende empeñar los joyas de Evita para conseguir el dinero suficiente para que el General pueda establecerse en Madrid. Sin embargo, Franco no quiere que un presidente exiliado viva a su gusto en España. Landa no se rinde. Ya ha empeñado las joyas y hará lo posible para que Perón se quede en Madrid. Al mismo tiempo, se entera que en la joyería donde hizo el empeño acude Doña Carmen, esposa de Franco y exige las joyas de Evita. Landa y el dueño de la joyería planean un falso robo para sacar las joyas de España antes que Doña Carmen se las lleve. Para eso manda a un ex guardaespaldas y un joven actor desempleado para que cometan el “atraco”. Cortés logra hacer una exacta reconstrucción de época y ayudado por la fotografía de David Omedes, genera climas líricos. El problema es el tono de las actuaciones que afecta a todo el relato. Lo que empieza siendo una comedia negra sobre una pareja despareja que debe robar una joyería (Francella es meticuloso, serio, experto; Cabré es tonto e inocente) deriva a un policial hecho y derecho, con un chica en el medio (Amaia Salamanca, basta sólida), que si bien no funciona en el rol de femme fatale, termina siendo el talón de Aquiles de uno de los personajes, para terminar en un melodrama previsible. Aún así, el salto de género es evolutivo y la película tiene ritmo, ya que cuando la participación de los ladrones se agota, pasamos a conocer a dos detectives (Martínez y Jaenada) que funcionan como espejo de la pareja que conforman Francella y Cabré. La relación padre-hijo/veterano-discípulo funciona mejor en el segundo caso que en el primero, porque el tono interpretativo y la química se da en forma más natural. Por el lado argentino, en cambio, Cabré parece salido de una comedia televisiva. Esto no es culpa del actor, que se esmera un poco por estar más contenido y expresivo que en otras películas, pero sí de la dirección de actores o de las intenciones de los productores que buscan con su presencia y “gracia” enganchar a la audiencia femenina. El contraste es Francella, que sí consigue salirse del rol del comediante. La madurez del protagonista ya se había visto en El Secreto de sus Ojos y acá se confirma. Francella puede ser dramático y carismático al mismo tiempo, adaptándose al momento histórico que vive el personaje. Más allá de esto, no se trata de un producto mediocre. Hay buen ritmo, el suspenso está dosificado, se genera tensión. Podría crecer un poco más sobre el final y ser menos melancólico, pero igualmente el efecto funciona. Apoyado en la banda sonora de Federico Jusid, se genera un tono sentimental, romántico, empático con los personajes, sin llegar al desborde. Pero sino fuera por el mal uso del humor y la fallida elección de Nicolás Cabré interpretando a… Nicolás Cabré, estaríamos hablando de un film mucho mejor, que haría justicia a la historia del cine policial nacional.
La punta del iceberg Esta producción de Argentina Sono Film y España aborda un caso policial ocurrido en la década del cincuenta para contar una historia en la que se mezclan el romance, la política y los toques de humor. Atraco!, coescrita por Marcelo Figueras, Piti Español y Eduard Cortés, cuenta con la dirección de éste último, y comienza con el robo de una joyería que planifican cuidadosamente dos hombres disfrazados de militares. La acción irá hacia atrás y situará a estos dos personajes (Guillermo Francella y Nicolás Cabré) que empiezan a trabajar para un General argentino (Daniel Fanego) radicado en Panamá, en una trama que esconde secretos, joyas de Eva Perón y una visita de la mujer de Franco a la joyería en cuestión. El relato se mueve al ritmo del mambo y cruza varios géneros acertando en la creación de climas y en la cuidada reconstrucción de época para narrar un asalto (arreglado) que no sale como estaba planificado y que sólo es la punta de un iceberg, de un mecanismo más complejo, en el que dirán presentes la política, la aparición de una enfermera enamoradiza y de otras relaciones por descubrirse. Atraco funciona cuando se pone en marcha la investigacíon policial que se lleva adelante sobre el caso que tiene un gran impacto en la sociedad de la época, pero también pierde el rumbo cuando entran en juego demasiados elementos. Los protagonistas, armados y uniformados que asaltan el negocio de la Gran Vía madrileña, colocan en primer plano a la "pareja despareja": un profesional que se desempeñó como guardaespaldas de Eva Perón y a un joven inexperto que acepta esta "propuesta" de trabajo, y que le sienta mejor que no hacer nada. Guillermo Francella sigue con el camino actoral que demostró en El secreto de sus ojos, con un personaje duro e inseguro que también se permite (sin desbordes) sus momentos de humor jugados con astucia a través de su mirada. Por su parte, Nicolás Cabré, arrastra las morisquetas de la televisión y, recién al final de la película, parece encontrar al personaje. El que realmente se lleva los aplausos es Daniel Fanego, un hombre de duras decisiones que se ve atrapado entre la espada, el asma y la pared, y es quien enciende la mecha de la historia. Una apuesta arriesgada desde el vamos y con una idea muy interesante que se explota al máximo desde lo policial cuando no se deja tentar por el ritmo del mambo.
El misterioso robo de las joyas de Evita Un policial oscuro con algunos toques de comedia romántica es la propuesta del español Eduard Cortes (The Pelayos, 2012) en ¡Atraco! (2012). Film cuyo núcleo radica sobre una hipotética teoría acerca del famoso robo que sufrieran las joyas de Eva Perón a mediados de la década del 50. Radicado en Panamá, tras el golpe que lo derrocó, el entorno más cercano del ex presidente argentino Juan Domingo Perón planea instalarlo en España. Las finanzas no alcanzan y su mano derecha decide empeñar, sin que el general se entere, las joyas de la ex primera dama Eva Perón, guardadas en una caja de seguridad madrileña a la que solo él tiene acceso. Así las joyas de Evita irán a parar a una exclusiva joyería habitué de la esposa de Franco hasta que puedan volver a recuperarlas. Pero no todo sale bien y por un error las ve la esposa del dictador quien las quiere para ella sin que importe razón alguna. La única solución para impedir el capricho es planear un falso robo donde todos serán cómplices y nada podrá salir mal. Pero los planes fallan y lo que iba a resultar un juego de niños termina en un desastre con desenlace muy poco feliz. Con un elenco en el que se destacan los actores argentinos Guillermo Francella y Daniel Fanego (tal vez en el mejor personaje que haya hecho en cine) junto al histriónico Nicolás Cabré (al que si alguien le contralara sus tics televisivos podría convertirse en un actor interesante para el cine), ¡Atraco! funciona como un policial de época, con reminiscencias a películas como La fuga (2001), de Eduardo Mignona o La señal (2007), de Ricardo Darín y Martín Hodara (basada en guion de Mignona), al que Eduard Cortes le imprime algunos toques de romance y comedia gracias a un Francella que remata cada gag con el tono justo sin caer en el cliché, algo a lo que a Cabré se le va de las manos provocando una destemporalización de la época en que sucede la trama producto de una actuación no muy convincente. Con una puesta en escena dinámica y una impecable reconstrucción de época, ¡Atraco! también se sostiene gracias a un guion funcional y el buen manejo del género por parte de Eduard Cortes, jugando con elementos históricos, fantasía y realidad para generar una ficción en su estado más puro. Más allá de denotar cierta previsibilidad en el desenlace de la historia y algún que otro momento incrédulo (provocado por Cabré) ¡Atraco! es un film interesante que propone una vuelta a un cine de género industrial con resultados altamente positivos, algo que no se ve con cotidianidad, y que en esta ocasión tiene todo para no defraudar.
Dotada de apropiadas medidas de drama y comedia, una gran recreación de época y fundamentalmente un atrapante trasfondo político, Atraco depara un estupendo momento fílmico. La película del sólido cineasta catalán Eduard Cortés logra además, como pocas veces, que se justifique y potencie la colaboración entre las cinematografías hispana y argentina, en esta coproducción que aborda un episodio real ocurrido a mediados de los años 50. En él se ven involucradas mujeres ligadas a la elite política como Doña Carmen, esposa del generalísimo Franco y nada menos que Eva Perón. Lo cual tampoco deja a fuera a sus carismáticos esposos y líderes (la figura de Perón llega a vislumbrarse en una ventana), cada uno con su impronta operativa. Filmada íntegramente en España, Atraco se ocupa en esencia de un hecho violento que se emparenta con el título, sólo una breve porción de una apasionante trama que se va desmadejando lenta pero seguramente. El destino de unas joyas pertenecientes a Evita son la clave y el desencadenante de una intriga cruzada por fuertes ambiciones políticas, en las que se combinan, en un sino trágico, la militancia (peronista) y el autoritarismo (franquista). El ajustado guión se integra bien al alto nivel de producción, enriquecido a su vez por un brillante elenco de ambas nacionalidades. El excelente desempeño del cada vez más maduro Guillermo Francella se ve acompañado por un sorprendente Nicolás Cabré, medido y emotivo tras un arranque a puro humor. Junto al notable Daniel Fanego; los aportes de Jordi Martínez, Oscar Jaenada y la bellísima Amaia Salamanca redondean un óptimo nivel actoral. Por último Federico Jusid vuelve a demostrar con sus partituras su valía como autor de bandas de sonido.
Y por último, los hombres A no asustarse, el peronismo está presente en este filme pero desde una visión ajena al "relato" imperante localmente. Como en otras ocasiones, vemos a nuestros actores mejor aprovechados por directores vírgenes de sus vicios, que los trabajan como arcilla nueva en sus manos. Perón, Evita y hasta Franco utilizados apenas como excusa, recursos para situar la acción en un momento histórico, dotarla de un verosímil extra al hecho real en el que se basa la historia. El general está exiliado en Panamá luego de ser derrocado por la autodenominada "revolución libertadora", el dinero no sobra y hay que solventar sus gastos. Uno de los pocos que integran la comitiva que acompañan a Perón es Landa (Daniel Fanego), fiel "compañero" a quien se le ocurre una idea: empeñar las joyas de Eva Perón en Madrid. Lo que sería un simple trámite, obviamente se complica. La esposa del general Franco, dictador que gobernaba España en aquellos años, visita la joyería donde están las joyas de Eva; las ve, le gustan y las pide. Landa no está dispuesto a perder las alhajas y para ello trama una operación, aparentemente, sin riesgos. Los encargados de ejecutar el plan son Merello y Miguel -Francella y Cabré, respectivamente-, el primero jefe de seguridad al servicio de Perón, un "culata", y el segundo, un joven recién llegado a Panamá en busca de Landa y de una nueva vida. El filme tiene todos los elementos de un policial negro, género en el que la fotografía -en este caso a cargo del español David Omedes- adquiere una especial preponderancia, crear climas y tallar los rostros de los actores, en especial el de Fanego, dotando de mayor dramatismo al relato. En cuanto a las actuaciones, a Guillermo Francella se lo nota bien dirigido, controlado, dosificando su histrionismo, trabajando el gesto mínimo, aplomado. Daniel Fanego ofrece uno de los mejores trabajos que le hemos visto. Introspectivo, sin fisuras, hace de Landa un ser contenido, frío en apariencia, pleno de matices. El director supo aprovechar su rostro, lleno de surcos, ideal, más que atractivo para la cámara. La chica, siempre hay una chica en este tipo de películas, es Teresa, encarnada por la española Amaia Salamanca, quien luce segura y ofrece ductilidad en su interpretación. En cuanto a Nicolás Cabré diremos que su personaje es el que aporta algo de humor a la trama, demuestra que lejos de sus manierismos televisivos es capaz de brindar una actuación realista y creíble, aunque su rol no parezca del todo definido. Junto a Francella forma una buena pareja-despareja. En roles secundarios se destacan los españoles Óscar Jaenada y Jordi Martínez, como la dupla de policías encargados de investigar el robo. El catalán Eduard Cortés dirige acertadamente, con buena puesta en escena y encuadre, este filme que tiene además una excelente recreacion de época y destacable banda sonora a cargo de Federico Jusid. El director sabe con qué cuenta, y da lugar a que todos los talentos artísticos que participan del filme tengan su espacio para lucirse. Algo poco habitual, algo que es bienvenido.
Ninguna joyita Inspirada muy libremente en hechos reales, esta coproducción argentino-española es una combinación entre el thriller político, el policial, la comedia de enredos y el drama romántico que tiene un look old-fashioned y espíritu de cine clásico. El film transcurre en la España de 1956 (hay algunas escenas iniciales en Panamá) y tiene como eje a las valiosas joyas de Eva Perón, empeñadas en un negocio de la Gran Vía madrileña y objeto de un robo "arreglado", pero que así y todo sale bastante mal. Los protagonistas son Guillermo Francella y Nicolás Cabré, quienes deben concretar el atraco del título. En un principio, el tono es bastante leve, cercano al de una buddy-movie (Francella es el peronista dispuesto a todo y con cierta experiencia; y Cabré, un aspirante a actor con absoluta inocencia y torpeza), pero luego la película intenta ponerse "seria", casi melodramática, con la planificación, concreción y consecuencias del golpe, una historia de amor épica y derivaciones varias que llegan a las historias de cárcel y al mismísimo entorno de Francisco Franco y señora. La película -con su guión "de hierro"- abarca mucho (y aprieta bastante poco). El catalán Cortés es un digno narrador, prolijo, y todos los elementos de la producción lucen cuidados, profesionales, vistosos si se quiere. Sin embargo, el film nunca levanta vuelo, resulta bastante chato, previsible, menor. Es una pena, porque había buenos recursos (actorales, presupuestarios) para una historia con múltiples aristas que podían llegar a enganchar al espectador. Sin embargo, si bien se sigue con cierto interés, se extrañan la fluidez y la contundencia necesarias como para entretener, emocionar y divertir como sí lo han hecho tantos notables exponentes del cine de género.
Una película que comienza con un leve tono de comedia, con un anclaje entre histórico y mito urbano que implica a las joyas de Evita empeñadas cuando Perón tenía todas sus cuentas intervenidas. La codicia de la mujer de Franco y un robo desesperado y consensuado llevado a cabo por dos perdedores. Lo que comienza leve se torna tenso y crece gracias a un dedicado trabajo de Guillermo Frnacella, un hombre que sabe mirar y entender en qué está metido y tiene el temple de aguantarlo todo. Bien Cabré, muy intenso Daniel Fanego (no hay papeles chicos para grandes actores). Un buen entretenimiento.
Robaron, huyeron... y los pescaron Guillermo Francella y Nicolás Cabré son los ladrones que en “¡Atraco!” hurtan las joyas de Evita en la Madrid de 1955. Las películas de robo, sea a un banco, a un casino o al malvado de turno, tienen siempre como aliado al espectador. Aunque los personajes sean delincuentes, el corazón de uno está con ellos. Será motivo de otro análisis si es por alguna proyección inconsciente, pero Merello (Guillermo Francella) y Miguel (Nicolás Cabré), los protagonistas de este “¡Atraco!” , siguen otros fines más altruistas al robar las joyas de Eva Perón de una joyería madrileña, por noviembre de 1955. Ya en los títulos se aclara que es una ficción, inspirada por informaciones de la época. Lo cierto es que con Perón en el exilio en Panamá, el General necesita efectivo para instalarse en España, y uno de los tantos secretarios/auxiliares que lo secundaban (Landa, interpretado por un gran Daniel Fanego) decide, sin que el Pocho se entere, empeñar las joyas de Evita en una joyería en la Gran Vía. Pero como la mujer del Generalísimo Franco se las quiere llevar, Landa organiza el robo, que en verdad no sería tal ya que el dueño del local está al tanto y es partícipe del hurto. Lo que realmente importa en la trama y en el desarrollo de esta coproducción con España, rodada allí, es la relación entre Merello y Miguel. El primero es un ex custodio de Eva, a quien Landa convence de realizar el desfalco más por una cuestión patriótica –Merello es un peronista de la primera época, leal, obediente, bienintencionado-. El segundo es un aprendiz de actor que llega a Panamá siendo hijo de una amiga de Landa, ingenuo y sumamente torpe. Por qué Landa lo une a Merello no es una incógnita: sin ellos no habría película. Por que ésta es una comedia de enredos, que de a poco comienza a ponerse más seria, a mezclar el thriller de ribetes políticos y de corrupción, con policías tras los ladrones sudamericanos, en el terreno siempre patinoso del dúo desparejo. Y por si fuera poco hay un interés romántico (la enfermera que encarna la bella Amaia Salamanca). La película tiene una estructura firme, pero le cuesta empinar, levantar más vuelo y apartarse de los convencionalismos. El profesionalismo detrás de cámaras, con la realización del catalán Eduard Cortés, hace que se siga siempre con interés, más allá de las actuaciones de los protagonistas argentinos -ambos están muy bien- como estos soldados de Perón.
No todo lo que brilla es oro Hay dos problemas que arrastra Atraco, coproducción argentina-española, dirigida por Eduard Cortés, también responsable del guión junto a Marcelo Figueras y Piti Español: no acierta en el tono al quedar en una nebulosa entre el policial negro y la estereotípica comedia de pareja dispareja y en la excesiva duración para un relato que tranquilamente puede resolverse en 90 minutos. Las actuaciones en este caso tanto de Guillermo Francella en una cabal demostración de su enorme ductilidad para cambios de registro y de Nicolás Cabré en los roles principales no son en sí mismas responsables de una falta de criterio por parte del director para decidir el rumbo de una trama, que parte de una premisa un tanto absurda y que comete el error de avanzar progresiva y cronológicamente. Francella resulta excelente para el aspecto policial y Cabré funcional a una idea más liviana y con paso de comedia, gracias a la enorme generosidad del primer actor. En un orden menos descollante, pero no por ello poco significativo, se destaca Daniel Fanego como Landa, secretario de Perón y Amaia Salamanca, suerte de interés amoroso y femme fatale. Con una reconstrucción de época aceptable -aunque hay ciertos errores por falta de rigurosidad- la historia se remonta al año 1955 con el general Perón en el exilio; Franco en el poder de España y un insólito operativo para financiar la estadía del ex presidente argentino en Madrid: empeñar las joyas de Eva Duarte de Perón para recaudar dinero sin que el general se entere. Sin embargo, al aparecer en escena doña Carmen, esposa del generalísimo y amante de las joyas, lo que en un principio parecía funcionar debe sufrir una serie de modificaciones que llevarán a la organización de un falso robo de las joyas para evitar que doña Carmen se apropie de ellas. Los encargados de tal misión serán un viejo guarda espaldas, soldado de Perón, interpretado por Guillermo Francella, a quien acompañará un inexperto actor vocacional que azarosamente se cruzará en su camino, encarnado por Nicolás Cabré. Atraco hubiese sido un más que interesante ejercicio de estilo Noir dado que cuenta con todos los ingredientes del género, pero malogra esta posibilidad a partir de la integración de una serie de subtramas que desvían la atención del policial hacia otros carriles que en vez de sumar, restan y eso a la larga se siente en carne propia.
El robo de las joyas de Eva Perón en Madrid, puntapié para un buen thriller catalán En mayo de 1956, una importante joyería de Madrid es asaltada. Los autores del delito son dos hombres que, vestidos como militares y armados hasta los dientes, logran llevarse piezas valuadas en varios millones de dólares, entre ellas algunas pertenecientes a Eva Duarte, que se encontraban en custodia en ese local. Los medios periodísticos aseguran que nunca había habido un golpe semejante en España en más de 20 años. ¿Quiénes son esos audaces ladrones? ¿Perseguían algo más que alzarse con las joyas? Rápidamente la policía desata una cacería sin cuartel que culmina con la detención de dos hombres de nacionalidad argentina. El botín es recuperado, a excepción de un lote de misteriosas joyas acerca de las cuales los ladrones guardan el más absoluto secreto. La ley de bandidaje y terrorismo, vigente en esa época franquista, permite juzgarlos rápidamente mediante una corte militar, y ambos son sentenciados a 25 años de prisión, donde se los somete a un estricto aislamiento. La historia, que parece llegar a su fin en ese momento, recién acaba de empezar. Sobre la base de este episodio real, el director catalán Eduard Cortés ( La vida de nadie, La caverna, As de espadas ) logró un thriller ágil, por momentos inclinado hacia la comedia, que va anudando los motivos del fabuloso robo hasta caer en un final en el que se apersona la tragedia. El director supo, además, elegir con inteligencia a sus actores, y de un elenco de parejos méritos sobresale netamente el trabajo de Guillermo Francella, cuya máscara es, sin duda, la más apropiada para encarnar a ese Merello que, casi sin saberlo, se ve envuelto en una trampa de la que no podrá salir. No menos correcta es la labor de Nicolás Cabré como su casi tímido cómplice, en tanto que Daniel Fanego vuelve a mostrar sus cualidades interpretativas en un papel que oscila entre el bien y el mal. Un impecable montaje, una excelente fotografía y una música de buen ritmo apoyan esta trama que, sin duda, logra su propósito de mostrar los fondos más oscuros de esos hombres que participaron de un hecho delictivo sembrado de misterio y de ocultas intenciones.
Para semejante robo, mejor poné a Francella La futurología es una de las principales enemigas del ejercicio periodístico. Sin embargo, cuando ésta se asienta en hechos validados en un pasado reciente, la cuestión toma un color más cercano a la proyección que a la predicción infundada. Se podrá decir, entonces, que las imágenes de Guillermo Francella vestido de policía y con un arma en la mano serán un gancho comercial más que suficiente para aquellos defensores acérrimos del comediante. A ese potencial espectador valdría advertirle que ¡Atraco!, del barcelonés Eduard Cortés, de amplia experiencia en la televisión ibérica, no será su película. O sí, pero sólo en parte y no por obra y gracia de Francella, que aquí sigue en la exploración de registros iniciada en El secreto de sus ojos, en este caso poniendo una gestualidad deadpan al servicio de una historia elaborada a base de dosis mal amalgamadas de comedia histórica, buddy-movie, drama romántico y policial clásico, lo que da como resultado un todo con gusto apenas a algo. Ese “algo” está en la primera parte, que se corta con tijera de la segunda después de la definición (o no) del robo del título. Asistente menor de Perón durante su estadía en Panamá, meses después del golpe de la Libertadora, Merello (Francella) responde directamente a Landa (buen trabajo de Daniel Fanego), encargado oficial de logística de la instalación del General en Madrid. Pero para eso falta liquidez, y qué mejor idea que empeñar las joyas de Evita hasta que los números cierren. El problema es que la esposa de Francisco Franco, nada menos, se enamoró de esos collares y pulseras. Y, claro, a la mujer del Generalísimo hay que darle lo quiere. Salvo que ocurra algo extraordinario. Un robo, por ejemplo. Y allí irán, entonces, el servicial Merello junto con Miguel (una versión apenas menos descafeinada que el habitual Nicolás Cabré marca Pol-ka), actor e hijo de una amiga de Landa, para fingir un asalto y recuperar el botín. Hasta ese momento, la película se articula como una comedia asentada en la contraposición de la inocencia exacerbada de Pedro con la experiencia omnisciente de su involuntario compañero, todo sobrevolado por un tono zumbón y la fantasmagórica presencia de Perón, quien para los personajes parece verlo y oírlo todo. En este sentido, lo más interesante de ¡Atraco! es la configuración de esa ubicuidad. Casi como en una novela de Osvaldo Soriano, el arraigo, simbolizado en este caso en el líder recluido, es una deidad a la que se ofrece el sacrificio de lo laborioso. Y al igual que ocurría en la historia del delegado municipal de Colonia Vela de No habrá más pena ni olvido o el diplomático de A sus plantas rendido un león, aquí la política excede la catalogación ideológica para devenir en propulsora de todas las acciones cotidianas, exhibiendo a través de ellas los límites casi irracionales a los que el fanatismo puede conducir. Lástima que después del robo aún reste más de media hora hasta los créditos finales. En ese último tramo, el eje vira hacia el seguimiento policial de la causa, relegando todo lo anterior a un segundo plano. O tercero, si se tiene en cuenta la veta romántica entre Pedro y una enfermera (la bonita Amaia Salamanca), cuya única razón es facilitar el encastre del rompecabezas argumental. Y si de encastrar se trata, mejor ni hablar de las funcionalidades de los árboles genealógicos. Para tanta casualidad mejor... Poné a Francella.
Un insólito robo para la señora Las joyas de Eva Perón son el preciado botín en esta película donde transitan personajes de gran melancolía. Guillermo Francella, Nicolás Cabré y Daniel Fanego protagonizan una interesante historia con trasfondo político. Film noir con trasfondo político, ¡Atraco! es una película inesperada, fuera de cualquier moda, interesada en esas historias que permiten trabajar a varios niveles a la vez que ofrecen un digno entretenimiento. En el exilio de Perón en Panamá, sus colaboradores se encuentran en problemas para lograr que se traslade a España para vivir allí. Desesperados y sin medios, empeñan las joyas de Eva Duarte en una joyería en España. El problema es que la esposa de Franco, habitué de las joyerías, le hecha un ojo a las joyas y fiel a su costumbre, planifica llevárselas sin pagarlas jamás. Entonces tienen pocos días los argentinos para intentar un insólito robo de común acuerdo con el dueño de la joyería a fin de evitar la pérdida definitiva de las joyas. Los protagonistas son los dos ladrones que llevarán a cabo el robo (Guillermo Francella y Nicolás Cabré), y él, que ha planificado todo el asunto (Daniel Fanego). La historia grande es sólo un fondo, algo que les pasa por encima a ellos pero que en el relato está detrás de los personajes principales. Indudablemente esto intensifica el dramatismo, ya que existe una gran melancolía en la pequeñez de los sentimientos y las ambiciones de estos personajes en relación con las figuras históricas. El mayor acierto de la película es sin duda la melancolía romántica de los personajes principales. Merello (Francella, brillante), guardaespaldas fiel hasta las últimas consecuencias de la ya fallecida Eva Duarte que, ideologías aparte, encuentra en esa figura a la que adora la razón de todas sus acciones; Miguel (Cabré), actor argentino desocupado que llega a Panamá y el azar lo coloca como cómplice para el robo en Madrid. También aparecerá Teresa (Amaia Salamanca) una enfermera que queda involucrada en el asunto de manera clave. En el film noir, el azar siempre juega en contra, sin excepción, y por eso los cruces parecen complicar las cosas desde el comienzo. Y finalmente Landa (Daniel Fanego), un personaje enorme construido por el guión pero también por el actor, que entrega la gran actuación de su carrera. La única –y no pequeña– objeción para hacerle al film es que la puesta en escena cae en clichés antiguos y subrayados. El mencionado Fanego tiene más sutilezas en su rostro que las que puede ofrecer la forma en que es filmado en los pasajes clave de la trama. Aun con defectos, el film sale airoso, porque la historia y los personajes son genuinamente interesantes.
Una correctamente ejecutada producción con un Francella a la cabeza que sigue creciendo y sorprendiendo. Las películas de atracos siempre llaman la atención. Lo que las hace atractivas es el por qué se hace y cómo se preparan los atracadores para dar su golpe maestro. Pero lo que garantiza la compra del boleto es que dicho atraco esté a cargo de, pongámosle, personas poco o nada aptas para la tarea en cuestión. ¿Cómo está en el papel? El guion es sencillo: 1956. Perón planea exiliarse en Madrid. Para poder solventar este exilio uno de sus hombres de confianza, Landa (Daniel Fanego), vende las joyas que alguna vez fueron propiedad de Evita a un joyero madrileño. Si bien Perón ayudó a España después de la Segunda Guerra Mundial exportándoles trigo, el que sea excomulgado por la Iglesia le complica las cosas a su séquito. Como si esto fuera poco, la mujer del generalísimo Franco, una mujer que tiene la mala costumbre de “tomar prestados” los artículos de las más elegantes joyerías, mostró interés por las joyas de Evita. Sabiendo de su reputación, se pone en marcha un plan para recuperarlas a como dé lugar, para lo cual reclutará a Merello (Guillermo Francella) un otrora guardaespaldas de Evita y Miguel (Nicolas Cabré), un actor de vaudeville que no agarrá un arma en su vida. Con esta premisa el guion inicia su desarrollo, el cual no depara muchas sorpresas o vueltas de tuerca. Hay algunas situaciones de humor aun a pesar de que la película ya ha establecido su tono de seriedad. Estas mayoritariamente se dan en cómo el personaje de Francella debe soportar la inexperiencia del personaje de Cabré. Un tipo de humor que hace recordar en más de una oportunidad al de los Hermanos Coen en Fargo, Quémese Después de Leerse o El Quinteto de la muerte. Caben destacar dos cosas: Uno, el que a pesar de que los personajes sean militantes peronistas, es de apreciarse que dicho fanatismo quedará como un rasgo de personaje en vez de exacerbarlo al punto de volver panfletaria la película. Dos: La subtrama de los policías madrileños que investigan el atraco es tan rica que incluso suscita más interés que la principal, más que nada por la multidimensionalidad que se les da. Cosa que no pasa seguido. ¿Cómo está en la pantalla? A nivel técnico se destaca la fotografía de David Omedes, la dirección de arte de Edou Hydallgo, y claro está la siempre efectiva música de Federico Jusid que últimamente le da otro valor a las películas nacionales. A nivel actuación brilla Guillermo Francella, rectificando la solidez que tanto tiempo nos costó descubrir. Su Merello es un personaje entrañable y la manera sincera en la que él le da vida es el mejor justificativo para pagar boleto. Fanego tampoco se queda atrás y ejecuta bastante bien un personaje tiene más protagonismo que el que la película parece darle. No se puede decir lo mismo de Nicolas Cabré ya que parece insistir en la interpretación de neuróticos, y acá eso le juega demasiado en contra; incluso para las escenas románticas. Conclusión Un cuento bien contado, muy bien actuado y de impecable factura técnica. No va a pasar a la historia pero cumplió con lo que se proponía dentro del tono al que se encaminaban y el clima en el que se quisieron meter. Disfrutable.
La tragicomedia de las joyas de Evita La historia real habla de dos argentinos con pasaporte chileno que fueron directo desde Buenos Aires a darse la gran vida en las noches madrileñas, y el 8 de mayo de 1956 asaltaron la joyería Aldao, en plena Gran Vía, con un rifle de aire comprimido disfrazado de metralleta y una pistola oxidada. El dueño los enfrentó con una Parabellum, y ellos salieron corriendo con ocho millones de pesetas en piedras y una bala en el pecho del mayor de los pícaros. La policía los arrestó apenas cuatro días más tarde. Muy deportivos, felicitaron a los pesquisas por su habilidad para encontrarlos. El régimen franquista los condenó a 23 años, 4 meses y 1 día de reclusión. Dos años y medio después, en un raro epílogo, se fugaron con dos mecánicos españoles. Sin embargo, a un mecánico le faltaban cuatro meses para cumplir su condena. ¿Quién se fuga faltándole tan poco? Y un argentino decía haber sido edecán del general Perón. Sobre ese detalle crecieron algunas leyendas. El catalán Eduard Cortés nos presenta aquí una de su invención, quizá la más hermosa y triste que pueda haber. Cambia para ello varios nombres, la nacionalidad de los pasaportes, las circunstancias, la fecha (noviembre de 1955) y sobre todo la intención. Acá los protagonistas no son dos pícaros, sino dos soldados de Perón. Uno de ellos, más bien soldado de la Señora. Tal es su devoción que jamás, jamás, la menciona por el nombre. Son las joyas de la Señora, las que están allí y él debe rescatar antes que caigan en manos de la esposa del Caudillo, una vieja harpía. El otro es un joven simple, cuanto mucho un galancito latino años 50, enamorado de una linda enfermera (como el del episodio real) cuya inocencia los hará caer. Pero está ahí por una razón tan noble y sentida, que cuando se sepa, casi al final del relato, tocará el corazón del público. El jefe de ambos también tiene algo de espíritu superior. Los tres hacen pensar en aquello del Mio Cid, «¡qué buen vasallo fuere, si hubiere buen señor!» Y por ahí va la mano, que nos enorgullece, nos admira y nos duele. El lado español se equilibra con dos investigadores policiales de carrera, también buena gente, bajo el mando de quienes no los merecen. La historia transcurre así de la evocación al drama, del cuadro medio pintoresco al óleo oscuro y al remate de brillo irónico, de la sonrisa amable a la pena. Excelente todo, empezando por los argentinos Guillermo Francella, Nicolás Cabré (otra vez en nivel), Daniel Fanego, Mario Vedoya, que allá tiene escuela, el compositor Federico Jusid, también protagonista, y a qué altura, el sonidista Carlos Faruolo, que allá hizo carrera, y en particular el coguionista Marcelo Figueras. Muy bien armada en cada detalle, la obra nos hace conocer además a un director de excelente oficio, que ya había tenido éxito en su país con otra historia de pícaros basada en personajes reales pero sin tanta nobleza, «The Pelayos». Da gusto. Posdata: En cuanto a las auténticas joyas de Evita, la Libertadora liquidó la mayoría en dos remates (1956, 1958) y otra parte quedó en custodia del Banco Ciudad, hasta su traspaso al Museo Histórico Nacional, ya visitado por otra clase de ladrones.
Una impecable reconstrucción de época en un policial ambientado en 1956, durante el exilio de Perón. Producida por Argentina Sono Films y filmada en Madrid costó más de 4 millones de euros. El director Eduard Cortés se basa en un hecho real y a la vez impensado que sacudió a España, y ocupó los titulares de los diarios de la época: dos argentinos robaron una joyería que frecuentaba la esposa de Francisco Franco. Todo comienza en noviembre de 1955 en Madrid cuando dos hombres (Guillermo Francella y Nicolás Cabré) armados y vestidos de militares escapan después de robar la “Joyería de Ferran” todo bajo el tema musical de mambo. Luego nos situamos tres semanas antes en Panamá cuando vemos a Moisés Landa (Daniel Fanego) quien trabaja para el General Perón. Su misión es cuidar las joyas de la Señora Eva de Perón, pero Landa debe empeñarlas porque el General necesita dinero, (sin que este sepa), en la Joyería de Ferran. Todo se complica cuando la Señora Carmen (esposa de Francisco Franco- Presidente del Gobierno de España 1938 –junio de 1973) visita el lugar y le interesan dichas joyas; nadie podía negarle nada, (era sabido que jamás las devolvía). Este gran tesoro para muchos argentinos se encuentra en peligro y hay que salvarlo, es cuando Landa y el dueño de la joyería Antonio organizan un plan para robar las joyas en cuestión. Para ello contratan a un ex guardaespaldas Merello (Guillermo Francella) fiel a la causa, y a un joven actor Miguel (Nicolás Cabré) inexperto para dicha tarea, pero ambos son fieles el lema “dar la vida por Evita y por Perón”. Los arreglos se van intercalando entre cabaret, noches, alcohol, mujeres, música y de esta forman van organizando lo que sería un gran golpe, sin violencia aunque tengan que llevar armas y muchos serán cómplices, pero el torpe de Miguel complica las cosas y su compañero Merello resulta herido por Maribel una empleada del lugar. La trama tiene secretos, romance, mentiras, suspenso, con algunos ingredientes de humor. Es un policial negro donde no falta una bella mujer en este caso Teresa (Amaia Salamanca) que puede llegar a complicarlo todo, no es un personaje de mujer fatal, en algunos puntos son bastante previsibles; las actuaciones de: Fanego y Francella son correctas, este último en un papel diferente a los que vemos en televisión, Cabré utiliza sus tics televisivos, y no compone ningún personaje. Es correcta la actuación del actor español Óscar Jaenada (Actor de: Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas). El film tiene ritmo, y la reconstrucción de época bien lograda por: la fotografía de David Omedes, la dirección de arte en manos de Edou Hydallgo; El Montaje obra de Fernando Pardo y la muy buena música de Federico Jusid.
Entre un policial, un drama y una comedia A principios de 1956, mientras Perón se encontraba en su exilio de Panamá, sin que este lo sepa, uno de sus secretarios, Moisés Landa, lleva a España las joyas de Evita para empeñarlas y conseguir los fondos para poder establecer el exilio del General en ese país. El problema surge cuando se enteran que las joyas están por desaparecer en manos de la esposa Franco. Landa, con la venia del joyero, trama un robo para así preservar las joyas. Para eso enviara a realizar el robo a un guardaespaldas de suma confianza y un joven actor, ambos patriotas que darían la vida por Perón. Estos hechos están ficcionados sobre un hecho real algunos estudiosos podrán decir que tiene de verdad, que de ficción y a quien representa cada uno de los personajes. ¡Atraco ! Es una buena película por guión y por un trabajo fantástico de sus actores, sobre todo de Guillermo Francella, Nicolás Cabré y Daniel Fanego. Ellos son los que realmente se ponen la película al hombro y la sacan adelante. El director incurre en un solo error y es que quizás no quiso definirse por que tipo de película hacer. Es que hay veces que los films no tienen que tener un denominado género para ser calificado, pero hay otros que la falta de definición de hacia donde dirigir la película puede complicarlo. Esto es lo que sucede con la película de Eduard Cortés. Tiene un principio dirigido hacia la comedia, un medio netamente policial y un final al que le suma el drama, con lo cual el espectador no sabe bien como manejarse, como sentir o a que atenerse. Más allá esto es una película que se deja ver bien, que el público igual la va a disfrutar y que se vuelve a ver al mejor Francella, un muy buen Cabré y un fantástico, como siempre, Daniel Fanego. ¡Atraco ! es un film para ver más allá del género que sea.
Había una vez unas joyas "¡Atraco!" es un entretenimiento efectivo, más allá de algunos giros demasiado previsibles y una dirección de actores deficitaria. ¡Atraco! no es una comedia, tampoco un drama histórico y mucho menos un biopic. También está a años luz del camino que lleva al policial negro hecho y derecho, bien transitado por La señal, por mencionar una ficción cinematográfica nacional que hundía sus raíces en el halo de misterio sobre algunas cuestiones íntimas del peronismo visceral de mediados de siglo pasado. Sin embargo, es prácticamente una obligación destacar una ambientación preciosita de la época en que transcurre el relato (1956), aunque mucho más cuando lleva la acción a Madrid que cuando lo hace en Panamá, los dos puntos del globo en los que ubica a sus personajes centrales, víctimas y orgullosos portadores de un gen militante de auténtica cepa justicialista. De más a menos, el hipotético boletín de calificaciones de ¡Atraco! iría con una nota algo menor en el rubro fotografía, y definitivamente peor en el de guión. Uno de los puntos más flojos, posiblemente atribuible a la catalanidad del director Eduard Cortés, es la evidente falta de adaptación del lenguaje: como si fueran viajeros en el tiempo, Guillermo Francella y Nicolás Cabré hablan un argentino con entonación y giros muy poco ceñidos a la época que pretenden habitar. El contraste se acentúa en las escenas en que se suma Daniel Fanego, quien sí logra una brillante interpretación de Landa, el oscuro secretario de tercera línea del mismísimo Perón, a cargo de conseguir financiamiento para el exilio español del líder. Francella, en cambio, zafa apenas correctamente del arsenal de tics efectivos que lo hicieron célebre (aunque cada vez que asoman se conviertan en lo más festejado por la platea), mientras que Cabré parece buscar en Los Únicos el tono para conquistar a una enfermera madrileña de los años cincuenta. En esas coordenadas, las joyas de Evita son el catalizador de una trama argumental demasiado inocente y previsible como para constituirse en ejemplo del cine de género al que apela la película en su intención formal. Tanta linealidad y giros anunciados, de todas formas, no le quitan al filme su principal atractivo: entretiene.
La sala estaba llena, completísima. En general hay una respuesta popular específica a Francella y a Cabré, por ser actores venidos de un medio masivo como la televisión. "Atraco", prometía mucho, por su lo que conocíamos de su dirección de arte y el peso de muchas figuras conocidas para el gran público. Debo decir que el cine de género nunca me pareció mala palabra. Respeta constantes y el argumento por momentos se hace predecible, pero en muchos casos uno disfruta tanto el relato que no necesita anticiparse si no dejarse llevar. Con "Atraco" sentí que me sumergían en un momento histórico con un gran despliegue, con actores que respondían, con la música que terminaba de completar ambientación y vestuario, pero sin un guión sólido o convincente. "Atraco", que en España se usa para “robo”, es la historia de dos militantes que deben salvar de las manos de la mujer de Franco a las joyas de Evita que Perón tiene que vender en orden de financiar su exilio. Acá hay justicialistas realmente involucrados con la causa y hay otros que se hacen ver, delineando el escenario a instalar. La película se plantea como extremadamente liviana y extrañamente, se hace muy dramática de a ratos, casi sin justificación. Si los actores están bien en sus papeles, no queda otra que pensar que es la historia lo que falla. Y en este caso es así. Tampoco es que se haya elegido una de las dos partes: en el género del policial negro generalmente se ata la cámara o el relato al personaje del detective y, en el caso del subgénero gangster al ladrón que tiene un final nefasto. Pero en este caso no se toma esa decisión, sino que vemos a ambas partes en un sinfín de enredos. Imagínense que hacia el final contamos con una escena con un trineo cual Rosebud y un epílogo en el que la cámara se mueve sola para terminar de completar el relato. También vale aclarar que el cine de género negro de estilo clásico generalmente se sostiene por ser clásico. No por el dinamismo, si no por la mística de las figuras y demás. Esta película no cuenta ni con la figura carismática, ni con el final en el que todo lo soluciona, ni nada. Tengo que remarcar la labor de Francella y eso que yo no soy su fan número uno. Honestamente, un papel sentido, bien ejecutado. Cabré logró medirse y no llenar de tics su interpretación por lo que fue funcional a la historia. Daniel Fanego también cumple con su rol de abogado del diablo que hacia el final se va ablandando. Y Óscar Jaenada cumple con el perfil del detective. Digamos que toda la estructura funciona pero falla la historia. Muchísimos recursos tuvo a su disposición Eduard Cortés, para realizar esta cinta, pero parece que no alcanzaron el nivel esperado ("Atraco" tiene grandes atributos técnicos) y la falta de un libro que interese y vaya en una dirección clara, hace que en el balance final, todos abandonemos la sala un poco decepcionados. Otra vez será.
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Las fabulosas joyas de Evita Recientemente la prensa se vio conmovida por el descubrimiento de los responsables del robo de las joyas de Eva Perón, que incluían sofisticados y modernos componentes, desde falsos jeques árabes, gemólogos prestigiosos hasta una banda delictiva de Europa del Este. Con todo esto hay material para una película de James Bond. Pero ahora nos llega otra, con elementos de realidad y ficción que también tiene como protagonistas a las joyas de la esposa del ex presidente Juan Domingo Perón, quien gobernara la Argentina por tres períodos. Policial con aristas sentimentales, el filme se inicia con un robo en la joyería española en que se exhiben las joyas mencionadas. En un salto al pasado, asistimos al por qué del hecho que pasa por la necesidad de recuperar las joyas, ubicadas comercialmente para asegurar la residencia del general Perón durante su exilio en Panamá. TRIO DELICTIVO Hay un tal Landa (Daniel Fanego), organizador del atraco, que contrata a un ferviente peronista, Merello (Guillermo Francella) y lo hace acompañar por Miguel (Nicolás Cabré), hijo no reconocido del mencionado Landa. "Atraco!" es una buena comedia policial con aristas melodramáticas e ingredientes políticos muy bien manejadas por el director catalán Eduard Cortés. Sus puntos altos, el sólido guión, la reconstrucción histórica (década del "50) y actuaciones como la de Daniel Fanego, consagratoria labor en su papel de Landa y Guillermo Francella, que continúa una ascendente superación dramática, logrando un acabada composición del fanático ladrón. Con ellos, en un destacado nivel, Oscar Jaenada, Amaia Salamanca, Jorge Suquet y Jordi Martínez. La marcación juguetona de Nicolás Cabré, aunque simpática, rompe un tanto la línea del personaje. La película, de impecable musicalización tiene un correcto diseño técnico y estético.
Auto robo de joyas La historia recrea un suceso real: en 1956 dos argentinos, armados con metralletas de juguete, asaltaron una joyería en la Gran Vía madrileña. El dueño los enfrentó, pero salieron corriendo con el botín. Uno de ellos fue herido y en su momento la historia causó mucho ruido. Esta comedia negra arranca desde allí y hace algunos cambios: estamos en 1955, Perón exiliado en Panamá y las joyas de Evita empeñadas en Madrid. Para recuperarlas, arman un auto robo y meten en escena a un par de argentinos, novatos y muy diferentes. Les aseguran que todo está arreglado y que no habrá problemas. Pero los hay. E l filme funciona potenciando las diferencias entre esos dos aprendices de ladrones: Merello (un Francella siempre eficaz) es un peronista leal a Eva, y Miguel, un joven con sueños de actor (Nicolás Cabré acompaña bien) y amores pendientes. Es una buena historia, que va rotando desde el costumbrismo a la comedia de enredos para encontrar un desenlace a la altura de estos simpáticos perdedores que a pura corazonada se meten en medio de una trama que los sobrepasa y los sacrifica. No está mal, incluso tiene partes divertidas, más que nada gracias al oficio de un Francella más contenido pero de rica gestualidad y a otra buena labor de Daniel Fanego, exacto en la piel de un dirigente cínico y sobrador. Es cierto, le falta más intensidad en el libro, en sus pincelazos humorísticos y en su negro final, pero tiene buenos secundarios (los polis españoles y el asistente de Perón están bien elegidos), una historia llevadora y la pintura sensible de este par de antihéroes que llevan la derrota dibujada en el alma.
El robo interminable Los cambios de registro dentro de una misma película, saltar de la comedia al policial sin solución de continuidad, de ahí pasar al drama trágico con ribetes historicistas, tal vez merezcan la atención de un director y de un guión capacitados para hacer que esos puentes que van de un género al otro se resuelvan con fluidez y homegeneidad narrativa. No es el caso de ¡Atraco!, donde los saltos generan la sensación en el espectador de estar viendo varias películas a la vez, pero lo curioso es que no es eso lo que hace de este film de Eduard Cortés una película fallida. Más bien hay en esta apuesta algo desbordada a pasear la historia de un par de atracadores que buscan quedarse con las joyas de Eva Perón por diversos géneros, un problema de resumen y de tiempos para trabajar cada subtrama. El inconveniente con lo complejo no es la complejidad en sí misma, sino cuando esa complejidad viene a enroscar algo que era bastante simple. ¡Atraco!, en pos de ese rulo constante puntuado por los géneros que va abordando, se estira, se hace un chicle y termina abrumando al espectador algo desorientado con sus múltiples finales y resoluciones que se tardan en llegar. Hay que tener la habilidad de un Hitchcock en Frenesí para que la historia de un asesino serial pueda derivarse hacia la vida doméstica de un investigador, sin que el film se resienta y, por el contrario, adquiera nuevos niveles de lectura. Ese desborde también lo practicaba más acá en el tiempo David Fincher con Zodíaco, pero con la intención explícita del director de que esa narración extendida en el tiempo fuera un contrapunto exacto de lo que se veía en la pantalla. Con ¡Atraco! no se genera esto porque la sucesión de capas se va dando de manera demasiado estancada y los tiempos narrativos impiden que el que mira se acostumbre inconscientemente a esto que pasa. La coproducción hispano-argentina arranca como una buddy movie algo irritante en la que un guardaespaldas y un actor del montón son reclutados en Panamá para montar un robo en una joyería madrileña, con el fin de recuperar unas joyas que pertenecieron a Evita. Digo irritante porque hay que aguantar a Nicolás Cabré -en el rol del tonto de la pareja despareja- repitiendo los tics de la televisión. No pasa lo mismo con Guillermo Francella, a quien se lo nota bastante sólido y consiguiendo una presencia en pantalla que podemos adjudicar a sus cada vez más constantes apariciones cinematográficas. Francella juega una cuerda melancólica, ya vista en El secreto de sus ojos, que hace de su Merello un personaje bastante entrañable. Hay que decir que el de la buddy movie, que es el segmento más extenso del film, tiene sus problemas, más allá de constituir el mejor pasaje de la película. Para que el juego al tonto y el listo funcione, se debe generar un universo donde esa dualidad no suene extemporánea. Si ¡Atraco! se hubiera conformado con su tono farsesco de la primera parte, seguramente uno creería que esas dos personas son las indicadas para el trabajo. Pero con la gravedad que va surgiendo, resulta muy difícil de sostener que especialmente el personaje de Cabré haya sido elegido para semejante tarea: o el actor construye un personaje que no es o el guión falla enteramente. También otro asunto complejo del subgénero es que en algún momento, invariablemente, el personaje menos dotado vivirá una instancia que lo modifique. Y tampoco eso está contado de manera coherente, adquiriendo el personaje características poco probables dada su tontería e ingenuidad extremas. Pero el mayor problema de ¡Atraco! llegará luego, cuando de la comedia policial se pase de manera abrupta al policial y al drama liso y llano, con dos policías que vienen a sumar conflictos y subtramas que no hacen más que derivar el asunto hacia el terreno de la complejidad. De lo cristalino pasamos a lo barroco, y desde ahí la película entra en una franca decadencia que la hace interminable. Si hay algo que podemos destacar del film, es una cosa que le reprocho particularmente al cine nacional y que aquí se utiliza bastante acertadamente. Y es esa posibilidad de la ficción de jugar con la realidad histórica. ¡Atraco! se vale de un caso real para fantasear mucho. El modo en que las figuras de Perón, Eva Duarte, el generalísimo Franco y su esposa son utilizados por el guión, convirtiéndolos en sombras que se proyectan sobre los personajes sin que nunca lleguemos a hacerlos tangibles, es una forma inteligente de seguir bordando los mitos y la historia de los pueblos. Y esto va más allá de las ideologías, porque lo que se permite pensar ¡Atraco! es cómo la influencia de determinadas figuras influyen en los comportamientos sociales, haciéndolo desde un terreno fantástico y de cuento, casi fantasmagórico. Es por estos asuntos y por lo ya apuntado que ¡Atraco! no puede ser descartada como una mala película, aunque la gravedad que va ganando terreno y algunas escenas pésimamente resueltas sobre el final se empecinen en derribar todo lo bueno. Por suerte todo eso llega cuando la película, en verdad, ya no nos interesaba demasiado.
Entre dos mundos ¡Atraco! de Eduard Cortés es una película que se mueve continuamente entre polaridades, entre la historia y la leyenda, entre el humor y la tragedia y entre soldados del Peronismo y soldados del Franquismo. Estas polaridades resultan peligrosas y en ciertos momentos la forma de mezclarlas orgánicamente no termina de ser muy feliz, pero aún así resulta en una propuesta muy interesante. Sin ánimo de adelantar demasiado diré que la historia gira en torno al supuesto robo de las joyas de Eva Perón, joyas que fueron empeñadas para financiar el asilo político de Perón que tenía sus cuentas intervenidas en ese momento, el problema surge cuando la esposa del general Franco se enamora de esas joyas que ve en Madrid y decide comprarlas, es así entonces que por honor a "La Señora" (como es llamada Eva en la película) se decide robar las joyas en un plan que supuestamente resultará muy simple. Basándose en un robo real sucedido en Madrid allá por el 55 se lo retoma desde la perspectiva de la leyenda imaginando qué hubiese motivado a estos dos tipos a cometer una locura semejante. La dirección de Eduard Cortés en cuanto a lo técnico tiene momentos sublimes, pasajes que resultan casi poéticos y todo esto acompañado de una banda sonora para destacar por parte de Federico Jusid y una ambientación excelente de los años 50. Las actuaciones son otro punto a destacar, Guillermo Francella está en su mejor momento, el tipo se reinventó y llegó a un punto en el que está sólido en el papel que lo pongas, la dupla española formada por Óscar Jaenada y Jordi Martínez se destaca también al igual que la bella Amaia Salamanca aunque el que se lleva todos los laureles es Daniel Fanego que tiene acá sin dudas la mejor actuación de su carrera. Nicolás Cabré por su parte aporta un poco de su humor característico (para no decir el mismo de siempre), pero cuando la historia se torna más trágica no logra acompañar ese cambio de forma fluida. En cuanto al guión es interesante la mirada sobre el Peronismo y sobre todo sobre la Lealtad en general ya sea de un bando o del otro, digo interesante porque sus autores no son argentinos, lo que les da la suficiente objetividad como para animarse a hacer una película que hable sobre el tema. Sin embargo el guión tiene algún que otro bache y varios giros que resultan forzados en su construcción y desarrollo. ¡Atraco! es una opción entretenida y con momentos para resaltar, una opción recomendable.
Por las joyas de Eva Perón Eduard Cortés partió de un hecho verídico, como el robo de las joyas de Eva Perón en la década del 50, para construir un filme con pincelazos de policial oscuro y pasajes de comedia. De la mano del talento interpretativo de Francella y un aceptable coequiper como lo fue Cabré, "¡Atraco!" transita un relato dinámico, que atrapa y entretiene, más allá de que está lejos de ser considerada una gran película. La historia comienza con un robo en Madrid, con dos hombres vestidos de policía, que se fugan con un botín de una joyería. La acción continúa con una imagen ambientada en Panamá, una semanas antes. El tema es conseguir fondos para que el general Juan Domingo Perón pueda instalarse en Madrid. Desde allí, Landa (un exquisito Daniel Fanego), que compone a un cuadro peronista de peso, contactará a Merello (Francella), un ex custodio de Eva Perón que tiene un amor platónico con ella. El comandará, junto a Miguel (Cabré), que da vida a un actor de poca monta, el asalto de joyas que fueron de Eva y están empeñadas en una joyería top de Madrid. Cortés explotó de un modo logrado el vínculo entre el sabelotodo y el pibe (Merello-Miguel) y aprovechó algunos argentinismos del lenguaje para contraponerlo al español típico y desatar algunas sonrisas. La película tiene un adecuado tratamiento de la imagen, cuenta con algunos guiños del policial oscuro y un final que es la frutilla del postre.
Hay algo excepcional -en el sentido de “raro”- en este film: que cuaje lo “argentino” dentro de lo español, cuando por norma esto no sucede. Aquí la historia de un robo de joyas en España por un par de argentinos deriva en una intriga que tiene lazos con la política y con el exilio de Perón en la península, lo que en términos generales hace de la historia muy atractiva. Sigue la presencia de Francella, que ha descubierto cómo tomarle el tiempo a la cámara cinematográfica y a quien le sería imposible hoy volver a esas comedias a medio cocinar que lo tuvieron de protagonista. Si la película no llega a ser mejor no es porque sus ingredientes no sean los adecuados sino porque son muchos y carece de la debida concentración dramática. Como suele suceder con el cine español de gran presupuesto, deriva en una estética del mostrarlo todo, del regodeo en el detalle que conspira contra el drama y las aristas más interesantes de la historia. Un film que se ve bien pero que se queda a mitad de camino.
Este film trata de imaginar y presentar una posible teoría sobre el destino de algunas de las joyas de Eva Perón, supuestamente desaparecidas en España desde el año 1956. Esta basado en datos reales extraídos de los diarios españoles de la época, y a partir de allí se construyó una ficción en la que Merello (Guillermo Francella), ex guardaespaldas de la ex primera dama argentina, acompañado por Miguel, un joven peronista fanático, son obligados a “robar” las joyas depositadas en una joyería famosa de Madrid, dejadas como garantía para recibir un préstamo de dinero, necesario para que Juan Perón se instale en esa ciudad, después de abandonar Panamá. La necesidad del robo, o sea aquello que justificaría la trama principal, esta puesta en la avidez de la esposa del dictador Francisco Franco, jefe del gobierno español por esa época, quien habiendo visto las joyas en cuestión las desea “comprar”, pero esto no podría, no debería, suceder bajo ningún aspecto, debiendo ser evitarlo a cualquier costo. De la manipulación desde lo políticos, la obsecuencia de los fanáticos, de traiciones, amores, y desencuentros, trata el texto fílmico. El problema es que la estructura narrativa esta dada por la mezcla de géneros, ya sea debido a algunos diálogos que apuntan a intenciones humorísticas, en la presentación y desarrollo de los personajes principales, en las antípodas uno de otro, situación contrapuntística que estaría subrayando y acrecentando las diferencias entre ellos, y situaciones de corte dramático, sin obviar otros de tono romántico. Esto último con la inclusión de la bella actriz española Amaia Salamanca, quien no sólo es una coprotagonista de la subtrama romántica sino que, además, termina siendo una pieza importante para la resolución de la trama principal, Esto sucede cuando se produce un quiebre en el relato. Cuando desaparece todo aquello que trabajaba la diversidad de géneros y el tratamiento se torna demasiado serio y poco creíble, pues en realidad estuvimos siempre inmersos en el genero policial, sustentado en primer lugar en la actuación de Guillermo Francella, quien vuelve a repetir, en cuanto a estilo de personaje e interpretación, lo mismo que realizo en “El Secreto de sus Ojos” (2009). Un escalón más abajo aparece Nicolás Cabré, quien al principio logra darle un perfil muy bueno a su personaje, para terminar desdibujándolo, tanto por el desarrollo del guión como por las marcaciones actorales que le impusieron. Bien construida, con muy buen diseño de arte y vestuario, la reconstrucción de época es lo más logrado. Cuenta con muy buena fotografía y buen nivel de un elenco homogéneo en el cual sobresale Daniel Fanego. Todo redunda para que la realización resulte placentera más allá de algunas cuestiones mínimas, paro cuyo saldo la aleja, para bien, de la media en la actual producción de ficción en la cinematográfica argentina.
Los límites del control El cine, se sabe, es tanto lo que se ve en la pantalla como lo que, ya sea real o imaginario, se ubica por fuera. Es una de las tantas cosas que lo distancia de la pintura y la fotografía, en las que la mirada es reenviada hacia el interior del encuadre, mientras que en el cine lo que existe dentro del plano solo puede hacerlo a condición de suponer un espacio más grande por fuera de los límites del cuadro. El cine empuja los objetos y la mirada del público constantemente hacia fuera, hacia el off que el encuadre se ve obligado a escamotear, y ese mundo exterior siempre completa y da carnadura a lo que se observa en la pantalla, una película siempre es una relación entre esos dos espacios. ¡Atraco! es cine que se lleva mal con el fuera de campo, la relación se desenvuelve mal o directamente no funciona. El mayor problema lo constituye la debilidad de todo lo que habita el off pero que es mencionado constantemente por los protagonistas hasta conferirle un peso fundamental: Perón, Eva, el peronismo, Franco y también la Madrid de mediados de los 50. Todos esos nombres, que corresponden a personas y a una ciudad que nunca se ven, son invocados una y otra vez para fijar un cierto sentido en la imagen: por ejemplo, está la adoración entre fanática y pasional que Merello (Francella) profesa por Eva y que aflora sobre todo cuando él cuenta algún episodio de su vida o una anécdota sobre ella, o la lealtad hacia el peronismo de la que hace gala en más de una ocasión Miguel (Cabré). No es casualidad que los dos personajes sean endebles narrativamente, con apenas uno o dos rasgos que los definen siempre de manera chata y reiterativa: esa gigantesca galaxia de referencias, objetos y actos que viene a convocar el peronismo, en ¡Atraco! no es más que la sumatoria de unas cuantas referencias inertes, los puntos cardinales de una memoria emotiva que son nombrados con aires de solemnidad y nada más. Perón, del que tanto se habla, nunca deja de ser una presencia vaporosa de la historia con mayúsculas que aparece construida con los trazos de un realismo tímido e inofensivo, y nunca alcanza a convertirse en una figura con la densidad suficiente para operar alguna clase de empuje narrativo sobre los protagonistas. Eva, una de las personalidades más carismáticas del país, capaz de despertar tantas pasiones contradictorias hasta el día de hoy, en la película dirigida por Eduard Cortés no constituye más que el objeto de fe y adoración de uno de sus protagonistas: ella nunca llega a rozar la superficie del relato, ni siquiera como fantasma que venga a inyectarle un poco de amor o de odio, de vitalidad al clima más bien apático de ¡Atraco! Lo mismo va para Madrid: la esquina de la joyería es la única parte de la ciudad que se muestra. Algunos autos viejos y el vestuario son todos los elementos visuales con los que la película sostiene o quiere sostener la época de la historia, pero no es suficiente. La esquina se revela como un escenario suntuoso, reconstruido laboriosamente y en detalle, al que la cámara vuelve una y otra vez, y la sensación es la de estar en el teatro, donde la escenografía supone un exterior ficticio que requiere de la colaboración activa del público para existir como tal. No hay Madrid en ¡Atraco!, solo una esquina y unos transeúntes ajustados a la iconografía de los 50; no hay recursos que le permitan a la ciudad materializarse con mayor fuerza en el off, instalarse en el fuera de campo de manera sólida para brindar un contexto un poco más sólido a los personajes. Por eso es que se notan tanto las fallas. Si Merello y Miguel resultan una dupla de buddy movie que cada tanto aspira a convertirse sin éxito en un dúo dramático y a pulsar las cuerdas de la tragedia (como en el final), eso se debe, además de a los diálogos pobres y a la unidimensionalidad de los personajes, al vacío que rodea y acecha la imagen. No hay nada fuera del encuadre, está claro que en ¡Atraco! ni Perón, Eva o Madrid son reales o poseen mayor densidad que la de una palabra que se pronuncia y desaparece en un diálogo signado por la rutina; los planos cerrados sobre los actores y los objetos, que encarcelan la mirada y la confinan a una porción muy reducida de imagen, son menos el gesto de una película obsesionada por controlar y dirigir el ojo que el síntoma de un malestar que no se puede disimular.
Las joyas de la discordia Esta coproducción argentino-española cuenta con dirección catalana y protagonismo argentino compartido, con los conocidos actores Francella y Cabré al frente. El guión tiene numerosas vueltas de tuerca, en un marco histórico que transcurre por canales clásicos de género: pasa por tramos de comedia, melodrama y finalmente se instala en lo más oscuro de la tradición policial. La trama reconstruye muy libremente algunos hechos acerca del misterioso robo de las joyas de Eva Duarte de Perón a mediados de la década del ‘50, cuando ante dificultades económicas del ex presidente exiliado en Panamá, la leyenda dice que éstas fueron secretamente empeñadas por un secretario personal, en la película, un tal Landa, interpretado por Daniel Fanego en una de las caracterizaciones más acertadas. Así, ese invalorable tesoro va a parar a una joyería de la Gran Vía madrileña con la promesa de retorno a su origen. Pero el azar juega en contra y la esposa del generalísimo, aficionada a las joyas, se interesa en adquirirlas. Ante esta situación, el responsable de restituirlas trama la simulación de un robo (“atraco” en español), para lo cual recurrirá a un ex guardaespaldas incondicionalmente peronista y a un joven inexperto que aparece circunstancialmente a buscar trabajo como actor en un cabaret centroamericano, donde el entorno del General pasa la mayor parte de sus días en el exilio. A partir de aquí, todo ocurre en torno de esta dupla despareja de argentinos que deben simular lo que no son. La película, antes de ponerse tensa y dramática, capitaliza con humor las diferencias del experimentado (Francella) y el aprendiz torpe e ingenuo (Nicolás Cabré). Además, incluye una agradable historia de amor que permite el lucimiento de la actriz española Amaia Salamanca como una bella enfermera lejos de la tradicional malignidad de femme fatal. A la sombra de la historia Con datos históricos reales y otros ficcionalizados, se teje una buena trama que va rotando desde el costumbrismo a la comedia de enredos, hasta encontrar un desenlace a la altura de estos conmovedores personajes menores, a la sombra de otros poderosos, pero que a puro sentimiento se meten por fidelidad en medio de circunstancias que los sobrepasan. Se destacan las precisas actuaciones tanto en los roles principales como secundarios: un Francella más contenido que trabaja los gestos mínimos; Daniel Fanego, exacto en la piel de un dirigente cínico duro pero con un resquicio de escondida humanidad y en distinto nivel; Nicolás Cabré, con un personaje simpático pero lleno de tics televisivos aunque hacia el final parece encontrar un perfil más profundo a su personaje. Del lado español, se destacan los dos detectives y sus diálogos. Condimentos excesivos Le sobran méritos a “Atraco” para destacarse como una interesante incursión en el policial negro pero se dispersa demasiado en otros estilos que desvían la atención hacia carriles que en vez de sumar, restan, como una mesa bien servida con ingredientes de calidad pero en exceso. Éstos terminan por saturar el paladar y la intensidad se disgrega quedando un buen entretenimiento que no acierta en el tono. Con una reconstrucción de época preciosista a pesar de anacronismos, como los inhaladores de plástico que aparecen durante el ataque de asma de Landa o el habla de los argentinos que no responde a los modismos y entonaciones de época. El director catalán Eduard Cortés es un digno narrador y todos los elementos de la producción lucen cuidados y vistosos. También se da lugar a que todos los talentos artísticos que participan del film tengan su espacio (algo poco habitual y siempre bienvenido). Más allá de sus indefiniciones de tono, algunos clichés y anacronismos, el film siempre mantiene un nivel que no baja de un bueno muy alto.
Es un atracooooooo! El pùblico en su mayorìa va a la sala, creyendo que se va a encontrar con una comedia disparatada en la cual imagina verâ a Francella con sus tìpicos mohines y salidas, y a un Nicolàs Cabrè repitiendo a alguno de sus personajes con (tambièn) sus tics favoritos provenientes de los roles en las tiras de PolKa por TV. Asì cada vez que estos hacen un comentario algo irreverente el pùblico festeja con carcajadas, las cuales quedan desubicadas como cubetera en el horno. "Atraco!" no es una comedia de enredos, estos van por otro lado, si bien a veces suenan hilarantes, hay atràs de un guiòn bien diseñado un dejo a tragedia amarga, mezclada con thriller y cierta negrura. El filme de Eduard Cortès es sumamente prolijo, hecho con alta calidad, una fotografìa destacada y hasta con una impecable producciòn artìstica, los vestuarios sorprenden y si claro alguno quiere hallarle la mosca a la sopa, puede hacer notar que aparecen ciertos tèrminos en el papel de Cabrè que son màs de un chico de ahora que la dècada del 50(el "Ree.." por ejemplo). La farsa de un robo "arreglado" para recuperar las joyas de Eva Peròn en Madrid por parte de dos argentinos filtrados en la España Franquista, combinan cierto rigor històrico con una ficcionalidad bienintencionada. Francella le gana por varios cuerpos a Cabrè obviamente, sobresaliendo la belleza increible de Amaia Salamanca y la participacion de Daniel Fanego como el organizador del atraco.
Un robo que se fue por las ramas "¡Atraco!" es un coproducción argentina/española que cuenta la historia del intento de robo de las joyas de Eva Perón a una importante joyería española ubicada en plena Gran Vía en Madrid. El director catalán Eduard Cortés hace una adaptación libre de los hechos ocurridos en 1956 y compone un Thriller con algunas notas de comedia que logra entretener y sorprender por su producción, pero que no llega a generar la hipnosis y la tensión de otros grandes trabajos como "El Secreto de sus Ojos" o "Elefante Blanco". Fue bastante promocionada y anticipada por la participación de Guillermo Francella, que desde su interpretación como Sandobal en la película argentina ganadora del Oscar, no para de recoger elogios entre los espectadores, y aquí en "¡Atraco!" también cumple componiendo muy bien a un ex guardaespaldas de Evita a la cual ama e idolatra. La sorpresa interpretativa la da Nicolás Cabré, que debo admitir no es santo de mi devoción, pero en este film supo encontrar muy bien al personaje y ofrece momentos verdaderamente buenos y hasta divertidos. Fanego y Jordi Martínez completan muy bien el reparto elevando aún más la calidad interpretativa. La historia de "¡Atraco!" es interesante, los actores buenos y la producción es maravillosa... entonces, ¿cuál fue el inconveniente que no la dejó brillar en todo su esplendor? En mi opinión, hay varios espacios planos en el guión, la adaptación de Cortés no logra producir ese movimiento interno fuerte en el espectador que lo involucre, que lo atrape, sino que se va por las ramas y termina entrelazando muchos géneros juntos que no llegan a cerrar (Romance, Comedia, Drama, Thriller). Debería haberse jugado un poco más, hacer el policial bien negro o la sátira completa, apelar más de lleno a la emotividad o distanciarse con frío cálculo de director europeo, no querer abarcar tanto y mostrar un camino claro al público, pero por el contrario se lo termina recargando de situaciones que no surten el efecto deseado y dan la sensación de estar incompletas. Una buena peli que podría haber sido una gran peli.
¡Qué viva el policial! Es bueno ver cine de género en el cine argentino, sobre todo policial y del bueno. La película ya se gana al espectador desde la primera escena, en la que Francella y Cabré escapan de la joyería luego del robo. Atraco, además, cuenta con la presencia –y qué presencia- de Daniel Fanego, en una actuación más que destacable, ya que se roba la película; no por nada Cortés le dedica varios primeros planos muy acertados...
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Una película peronista Guillermo Francella y Nicolás Cabré. Sí, ya sé. Chistecitos, morisquetas, ademanes, latiguillos, "iuuuuuuu" y "no me cortés el teléfono". Ah, ¿pero la película es de un robo? Entonces es una comedia de enredos. Ah, que está basado en recortes periodísticos sobre el destino de las famosas joyas de Evita. Mhh, pero seguro te reís un montón. Ah, ¿no es del todo una comedia? Bueh, pero con esos dos algo te reís seguro. Hay que tener cuidado con ¡Atraco!, porque uno puede caer desprevenido creyendo que va a ver una comedia y lo cierto es que lo humorístico la atraviesa de cierto modo, pero no es lo central de este buen filme argentino-español del catalán Eduard Cortés. El cuento, inventado a partir de algunas noticias, trata de seguirle el rastro a las famosas joyas de Eva Perón, que según este guión del propio Cortés, Piti Español, Pedro Costa y Marcelo Figueras, fueron empeñadas por un allegado a Perón durante su exilio en Panamá para juntar fondos para supuestos financiamientos políticos del General. Pero una vez lejos de las manos peronistas, las joyas pueden perderse en cualquier momento, por lo que hará falta fingir un robo para recuperarlas y que no se pierdan para siempre. El énfasis en que la película no es una comedia propiamente dicha tiene que ver con lo que uno puede llegar a esperar de esos dos actores principales que han sabido hacer reír tanto a su audiencia en papeles televisivos. Aquí, en cambio, sus personajes son muy simpáticos y causan algunas risas, pero la historia -que atraviesa géneros constantemente y de una manera muy equilibrada y agradable- está mucho más centrada en el destino de las joyas y de sus protagonistas como para detenerse en algún chiste. ¡Atraco! tiene muchos condimentos: tiene sus momentos románticos, tiene sus momentos emotivos, tiene sus momentos de policial y en todos ellos sale airosa y sin dejarnos un sabor a pastiche caprichoso. Los personajes nos enamoran inmediatamente. Francella está muy medido (interpreta a una especie de guardaespaldas que daría todo por el General) y Cabré cumple con su rol tierno y tontuelo (su papel es de un joven inocente y con buenas intenciones que se mete en el lugar equivocado y en el momento preciso), pero están muy bien acompañados por un elenco amplio y variado dentro del que sobresalen Daniel "cara de piedra" Fanego entre los argentinos y la bella Amaia Salamanca (que actuó en series que se vieron en el país, como Los hombres de Paco y Sin tetas no hay paraíso) entre los españoles. Con una calidad de imagen y sonido que ojalá el cine nacional proponga como estándar, ¡Atraco! brilla tanto en la cuestión técnica como se defiende en lo narrativo. Su historia funciona porque atrapa e interesa, pero también porque sus personajes nos importan. Y cuando el punto de vista los aleja y se centra en la investigación policial, nuevamente nos encontramos con grandes personajes y un relato bien contado, aunque casi pareciera que estuviéramos viendo otra película. Lo único que se le puede criticar a la historia es que la mayoría de los hechos importantes para el desenlace se desencadenan casi exclusivamente por la idiotez lisa y llana de uno de sus personajes, que no puede evitar meter la pata una y otra vez. ¡Atraco! es una buena película porque es simple y sentida, porque no busca giros y sorpresas para lograr su cometido, porque cuenta una historia interesante y la cuenta bien, con personajes atractivos, y porque tiene muchos condimentos, atraviesa varios géneros y cambia mucho de puntos de vista, pero sin perder la identidad. Es una película muy peronista, eso sí, así que estén avisados los que por fóbicos se le paren los pelos.
A escasos días del 60° aniversario del fallecimiento de Evita, no debería sorprender el estreno de Atraco!, una película en donde la adoración, el patriotismo y el amor incondicional hacia esta figura son el principal impulso de toda la trama. Uno de los mayores logros de esta producción es su buen trabajo de arte, el que transporta al espectador a 1955 y la película llega a tomar ese tono de policial negro que tanto definió a los films de la época. Al hablar de Atraco!, entonces, se hace difícil no recordar a La Señal de Ricardo Darín y Martín Hodara, que se sitúa en el mismo tiempo, con una Evita en agonía y la acción trasladada a la Argentina. Un género en común, Eva Perón, dos protagonistas, un robo y un final predecible, potencian la comparación entre dos films distanciados por escasos cinco años. El guión parece tener una historia consistente, basada en un famoso robo ocurrido en ese período, y suma otra capa cuando se decide cruzarle el camino a la historia argentina, tras el derrocamiento del ex presidente Perón, siendo básicamente esto último lo que no termina de funcionar. Atraco! cuenta con las buenas actuaciones de un sólido Daniel Fanego (Landa, mano derecha del ex presidente) y Guillermo Francella (Marello, un jefe de seguridad que venera al General), a quien se le adjudica el desarrollo de la trama a través de sus ojos y devoción. En contraposición recurre también a Nicolás Cabré (Miguel, otro peronista de corazón), quien podría haber funcionado perfectamente como el compañero joven e inocente del experimentado Marello si no lo hubieran hecho abusar de los chistes y clichés que desarrolló en el último tiempo en la televisión. Dentro del marco del policial, se desarrolla un romance entre Miguel y la joven enfermera Teresa (interpretada por la española, Amaia Salamanca) que se constituye como otra de las fallas de la realización. Sucede que los vínculos que el director Eduard Cortés pretende formalizar a lo largo del metraje, nunca se terminan de reforzar. De hecho, durante la pesquisa, aparecen dos detectives que se presentan como los antagonistas, y si bien se pensaría que por la similitud con los protagonistas (se trata también de un novato y un veterano) podrían darle otro impulso a la película, su vínculo no excede lo meramente investigativo. A fin de cuentas, Atraco! es un trabajo bien establecido en la época, con actuaciones respetables y un desarrollo de la trama fluido con escenas de interés, pero al no dedicarse por completo a profundizar el policial negro que en algún momento propuso o enfatizar el progreso de las relaciones de ciertos personajes importantes, influye negativamente en su resultado final.