Acción en la mediana edad Bad Boys para Siempre (Bad Boys for Life, 2020), el último y lamentable producto de la franquicia iniciada con aquella ópera prima bobalicona de Michael Bay de 1995, nos retrotrae a la época en la que el susodicho recién salía de las comarcas de la publicidad y los videoclips y todavía era una incógnita -para algunos ingenuos incluso una promesa- dentro del cine de acción más pomposo, esos años que abarcaron tanto su mejor película en términos concretos, La Roca (The Rock, 1996), con Sean Connery, Nicolas Cage y Ed Harris, como esta mixtura de segunda mano entre dos de las realizaciones decisivas del campo de las buddy movies de las décadas del 80 y 90, Un Detective Suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop, 1984) y Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), por supuesto sin que Will Smith y Martin Lawrence logren alcanzar la química en pantalla de Mel Gibson y Danny Glover ni mucho menos la sagacidad todo terreno del joven e incendiario Eddie Murphy. Así como Bay pronto tiraría a la basura toda esperanza que se podría haber depositado en él con la espantosa trilogía de films que vino luego de La Roca, aquella compuesta por Armageddon (1998), Pearl Harbor (2001) y Dos Policías Rebeldes 2 (Bad Boys II, 2003), los ahora directores por encargo Adil El Arbi y Bilall Fallah, un dúo de cineastas belgas, venden su alma a Hollywood y entregan un producto un poco mejor -aunque no mucho- que los dos primeros eslabones de la saga, fundamentalmente reemplazando las caóticas fotografía, edición y mezcla de sonido del acervo estándar de Bay con un enfoque bastante más tradicional y reposado, pero desde ya manteniendo todos los clichés de las comedias de acción y un metraje extenso hiper innecesario y redundante, como si cada “giro” del relato o el patético desarrollo de personajes no pudieran verse a kilómetros a la distancia bajo la estructura de siempre de las parejas disparejas y los malos más malos bajo el sol de Miami. A simple vista pareciera que Smith todavía no superó el halo narrativo de la deficitaria Proyecto Géminis (Gemini Man, 2019), sin duda la peor película de Ang Lee, porque en Bad Boys para Siempre continúa esquivando las balas de una versión más joven y veloz de él mismo aunque en esta oportunidad latina, hablamos del villano mexicano Armando Armas (Jacob Scipio): el guión de Chris Bremner, Peter Craig y Joe Carnahan divaga alrededor de lo que el mainstream entiende como la crisis de la mediana edad de los señores, con el Detective Marcus Burnett (Lawrence) convirtiéndose en abuelo y optando por el retiro cuando ve cómo acribillan en la calle a su compañero Mike Lowrey (Smith), de lo que éste eventualmente se recupera al punto de comenzar a investigar quién es el que osa atentar contra la vida del “policía estrella” de narcóticos de la Florida, precisamente ese Armas que viene de liberar a su madre de prisión, Isabel Aretas (Kate del Castillo), una mujer que supo encabezar un cartel junto a su hoy fallecido marido. Así las cosas, resulta evidente que Aretas guarda un encono especial contra Lowrey y por ello, además de utilizar a Armando como un sicario que se carga a los uniformados responsables de su encierro, pretende que su ex amante sufra largo y tendido, circunstancia que a su vez provoca que ambos protagonistas unan fuerzas para detener a la dupla de malvados de la nación vecina. La película es todo lo elemental y poco imaginativa que se puede esperar y lo mejor que puede decirse de ella es que ni Lawrence ni Smith pasan vergüenza con sus cincuenta y tantos años y que las escenas de acción son menos confusas, estúpidas y descabelladas que sus homólogas de antaño, aquellas que tenían estampado el “sello Bay” de la mediocridad fanática del gigantismo para lelos. Bad Boys para Siempre vuelve a confirmar que la fórmula basada en la premisa “personaje bufonesco/ familiero/ sensible” (Lawrence) y “personaje canchero/ mujeriego/ adusto” (Smith) está en crisis en el cine hollywoodense desde hace mucho tiempo, a lo que se suma el doble hecho de que aquí está desperdiciado el interés romántico de turno de Lowrey, Rita (Paola Núñez), y que la muerte del Capitán Howard (Joe Pantoliano), asesinado por Armando en plan francotirador a la mitad del film, nos deja sin una verdadera tercera pata de peso sobre la cual sostener los estereotipos. Los realizadores ya habían demostrado en Image (2014), Black (2015) y Patser (2018) que saben encarar thrillers remanidos aunque más o menos eficaces y una vez más vuelven a hacer lo mismo sin mayor horizonte que el abultado cheque hollywoodense, por lo menos explicitando que es mucho mejor un vehículo tonto para estrellas old school como el presente que la catarata impersonal de CGI de tantos productos masivos de hoy en día…
Will Smith y Martin Lawrence protagonizaron la primera de esta trilogía allá por 1995, cuando eran jóvenes y despiertos. En 2003, llegaría la segunda (ambas fueron dirigidas por Michael Bay) con los mismos personajes, un mayor desarrollo de la historia y más acción. Y en época de remakes y secuelas, no podía faltar su tercera parte 17 años después. Esta vez con Fallah y El Arbi detrás de cámaras, los Bad Boys ya no son tan chicos. Están crecidos y avejentados. En un cuestionable acto de fe de no más violencia, Marcus (Martin Lawrence) decide retirarse de la policía, mientras que Mike (Will Smith) deberá indagar en su pasado para saber quién quiso acabar con él recientemente y poder vengarse. Con la ayuda de algunos viejos conocidos de previas cintas y otras caras nuevas, la película logra divertir a la audiencia casi lo suficiente para no prestarle atención a la enlatada trama. La química entre Lawrence y Smith, al igual que en sus predecesoras, es lo más resaltable del film, que nuevamente está cargada de condimentos super-utilizados en este tipo de películas de acción. Peleas, tiros y explosiones a mansalva. Y algunas carcajadas. Pero no más que eso. La historia es un rejunte de clichés, organizados de manera tal para diversificarlos en las dos horas de duración. Eso sí, técnicamente es más cuidada que las anteriores y no pierde el genial estilo musical que siempre caracterizó a Bad Boys. Se tocan temas como la familia, la vejez y la fe, pero no logran emocionar ni llegar con ningún mensaje claro al espectador. Los puñetazos pegan más que lo sentimental. Bad Boys – Para siempre es una cinta ideal para los amantes de la acción, pero no para aquellos que vayan en búsqueda de una historia original o que toque fibras sensibles. Es un compendio de chistes y tiros que se reúnen en una trama de cotillón. Puntuación: 5,5 / 10 Manuel Otero
Aún con balas en la recámara. Aprovechándose del éxito de la saga Arma mortal y del paradigma que estableció, el mago de la acción de la década de los 90, Jerry Bruckheimer, apostó por aplicar el modelo de buddy movie, esta vez yendo más allá y tomando a dos actores afroamericanos para los roles principales. Su salto no fue del todo al vacío, ya que contó con dos estrellas televisivas que, inevitablemente, despertaban las simpatías de todo el mundo, con lo cual penetró en toda diversidad de públicos. El inmenso triunfo ha llevado a la franquicia, tras un lapso de 17 años, a su tercera entrega. Y, ya desde el título, la propuesta no engaña a nadie: los dos policías encarnados por Will Smith y Martin Lawrence siguen y seguirán igual. La fórmula de acción, sangre, humor y poquitas lágrimas se mantiene y continúa funcionando con la misma solvencia. Y, pese a que su trama criminal no difiere mucho de cualquier filme de acción rutinario de cine o directo a vídeo, lo que le inyecta interés y algo de distinción es la evolución que han sufrido unos personajes fieles a si mismos, pero afectados por el progreso de sus vidas. No estamos ante una obra eminentemente crepuscular, pero si se aprecia el azote de la madurez en los dos agentes, de maneras distintas. Mientras que Marcus (Lawrence) ha aceptado su edad y se está adaptando a una cotidianeidad más tranquila, Mike (Smith) sigue anclado en su juventud y rechaza todo síntoma que pueda sugerir envejecimiento. Dos formas de encarar un hecho opuestas que a la vez se complementan, como ha pasado siempre con estos policías terrenales cuya gracia ha caído siempre en la imponente química entre Smith y Lawrence, para nada agotada después de tantas persecuciones y chascarrillos. Es por ello que la cinta encuentra su mayor lucidez en los momentos íntimos de la pareja, donde dan rienda suelta a su dinámica de colegas a la vez que exponen ese inexorable paso del tiempo que vienen sufriendo. Ya en un plano menor se sitúa una acción funcional pero efectiva que los realizadores belgas especializados en el género, Bilall Fallah y Adil El Arbi, han sabido captar de un Michael Bay que afianzó un estilo acelerado, hiperbólico, explosivo en el que de vez cuando irrumpía una cámara lenta resultona, forjando una identidad visual que ha sentado cátedra en el blockbuster hollywoodense. De ella cabe más esperar una actualización del espíritu cinematográfico noventero de corte conservador que una obra profundamente contemporánea y progresista, como se ha visto en otros ejemplos del género. El feminismo es un breve apunte en forma de un par de secundarias en una cinta marcadamente testosterónica apoyada en una ecuación básica pero adecuadamente ejecutada. Salvando su falta de riesgo, es un entretenimiento digno y disfrutable que no decepcionará a los fans de la saga y a todo aquel que acepte sus convenciones. Pocas sorpresas, nada de aburrimiento, un carisma implacable.
Los beneficios del retroceso Bad Boys es una película de 1995, Bad Boys II es del 2003. ¿Era necesaria Bad Boys para siempre, la tercer entrega de la franquicia, 15 años después de la original? ¿Qué tiene para decirnos el regreso de esta saga como para justificar su existencia? No sé si la película en sí nos lo dice explícitamente… Pero hay muchas cosas para reflexionar. El cine de acción tuvo un pico muy alto en la década de los 80 y los 90. Películas como «Duro de matar» (1988), «Fuego contra fuego» (1995) o «Arma mortal» (1987) exhibían una forma algo frenética pero a la vez muy controlada sobre cómo filmar tiroteos o persecuciones. Hasta la ciencia ficción se animaba a hacer películas como «Terminator» (1984) o «RoboCop» (1987), que claramente tenían una visión autoral sobre las formas y su significado, dentro del cine comercial, algo similar al surgimiento del terror en los 70 con «Halloween». Casi al final de esta generación de cine de acción comercial, Michael Bay, (el tipo de las explosiones) dirigió su ópera prima, la cual llamó Bad Boys, y aunque no haya sido la mejor de todas las que acabamos de mencionar, si es la que más deja claro su faceta de transición hasta la acción más moderna. badboys2 En Bad Boys vemos planos en cámara lenta, vemos explosiones por doquier y vemos una tendencia clarísima hacia el exceso total, todos elementos que pueden ser tomados como características de algunas de las películas más célebres y populares del siglo XXI. Pero, por otro lado, la química entre sus dos actores principales (Will Smith y Martin Lawrence) bebía un poco más de ese cine de acción que tanto apreciamos. Algunas de sus escenas de acción hasta jugaban con la creatividad y el estilo del que hablamos. Luego Michael Bay abandona casi por completo estas ideas y se precipitó más al estilo actual de cómo filmar escenas y películas de acción. Bad Boys para siempre no está dirigida por Michael Bay, el director de las dos antecesoras, sino que tiene a sus mandos a una pareja de directores belgas poco conocidos y con una identidad autoral mínimamente dudosa. Bilall Fallah y Adil El Arbi, son unos perfectos imitadores. Este estilo que tenemos en las primeras películas de la franquicia es repetido y copiado continuamente en el nuevo film. Esa acción barata se conecta con secuencias creativas y a la vez, con personajes aparentemente interesantes que, aunque siguiendo clichés y estructuras arquetípicas, logran diferenciarse de la multitud. Esto que sucede en la dirección podría ser tomado como una reinterpretación de la dirección de Michael Bay, ya que el guion habla un poco sobre dejar lo nuevo y aceptar la vejez y la edad, pero teniendo en cuenta la mano de los directores, parece ser más una coincidencia que una búsqueda consciente. Esta poca mano de los directores se vislumbra porque, rítmicamente y visualmente, Bad Boys para siempre es super desprolija. Los saltos de eje, los errores de continuidad y la desconexión de la paleta de colores se muestran claramente como errores de novato en esta historia, que en ningún momento son molestos realmente debido al tono del film, pero que claramente si comprueban el trabajo por encargo y el poco compromiso de los directores. Más que el de copiar y mimetizar un estilo ajeno. Del lado contrario tenemos el trabajo de Will Smith y Martin Lawrence, que obviamente funcionan muy bien. Muchos de los personajes anteriores vuelven para esta tercer entrega, pero vale la pena aclarar que no es necesario en lo absoluto hacer un maratón previo al film para poder entender la trama o la gran mayoría de los chistes. La pareja actoral deja todo en este film para sacar lo mejor que se podía hacer. Se nota que es una franquicia importante para ambos, ya que en su momento supo llegar en instancias cruciales para las carreras de ambos intérpretes, y es quizás por esa razón que vemos este muy buen trabajo, específicamente en Will Smith. Luego los secundarios están correctos, quizás con la sorpresiva aparición de Vanessa Hudgens (Gabriella Montez de High School Musical) y con un grupo de actores un poco más robóticos pero que cumplen. Es en el guion de la película donde vemos, quizás, uno de los pocos cambios interesantes en relación a las anteriores entregas que, vale la pena aclarar, no repitieron equipo de escritores en ninguna ocasión. Aún así, las dos primeras películas si mantenían un estilo similar entre sí. Esta tercera, aunque no se aleje del todo, si apuesta por llevar la historia a algo mucho más personal. Mientras que en las primeras dos el conflicto era casi siempre una cuestión nacional y monumental, acá vemos un desarrollo mucho más interno sobre los protagonistas. No es que no haya existido en las entregas anteriores, pero teniendo en cuenta todo lo que copia de lo previo, se agradece. Y bueno, después de hacer todo este análisis, ¿vale la pena Bad Boys para siempre? ¿Qué trae de nuevo? La respuesta es clara. No trae nada nuevo. Pero, por otro lado, se siente definitivamente como una película de los 90, algo que es quizás de agradecer. ¿Es de agradecer? ¿Son los hermanos Russo (directores de las principales películas de Marvel) peores que los primeros años de Michael Bay? No me animaría a definir eso, pero si es interesante que existan ambos estilos. Como fanático de las primeras dos, la película cumple con lo que promete. Soluciona (muy poco) algunos de los vicios de Michael Bay y trae consigo un retroceso a un mundo donde las películas de acción atendían a un subtexto. Había algo más, casi siempre. Con ello, se trae también algunas de las cosas más planas y poco interesantes de ese estilo porque, de nuevo, no lo reinterpreta en lo absoluto, sino que lo copia. Y copia de alguien que tampoco hacía las cosas tan bien. En conclusión, Bad Boys para siempre es una película de acción entretenida y que se siente como una historia de los 90, pero en 2020. Will Smith y Martin Lawrence están muy bien y repiten una química que está probada, chequeada y recontra chequeada con anterioridad, pero que se mantiene casi intacta. Desde la dirección también vemos una repetición bastante robótica y poco inspirada, pero que plantea y recuerda a un cine que hoy cada vez se hace menos. Los fanáticos la disfrutarán, y si va bien en taquilla, quizás funcione como un ejemplo para que, mínimamente, se pueda repetir un formato que ya no se hace tanto. Y que existan ambos. ¿No estaría bueno ser un poco malos de vez en cuando?
Más rebeldes que nunca. Bad Boys para siempre es la tercera entrega de la franquicia de películas de acción encabezada por Will Smith y Martin Lawrence, como Mike Lowery y Marcus Burnett; dos policías que combaten el narcotráfico en las calles de Miami. En este caso la dirección está a cargo de Adil El Arbi y Bilall Fallah, y completan el elenco Vanessa Hudgens, Jacob Scipio, Paola Núñez, Kate del Castillo y Joe Pantoliano, entre otros. En esta ocasión, Mike Lowery sobrevive a un intento de asesinato por parte del hijo de la líder de un cartel mexicano, y junto con su compañero Marcus Burnett deben detenerlo antes de que mate a todos los responsables de la muerte de su padre. Y a su vez deberán trabajar con un equipo de jóvenes policías que utilizan la tecnología para combatir el crimen comandado por Rita (Paola Núñez), exnovia de Mike. Lo primero que vale la pena destacar es que no se nota el cambio de director, porque esta pareja de directores conserva la puesta en escena de Michael Bay, director de las primeras dos entregas, respetando así su estética similar a la del videoclip. Esta consiste en el uso de lentes de gran angular, el uso excesivo de tonos cálidos y el montaje rápido de las escenas de acción. Dándole así una mayor importancia al espectáculo por sobre la verosimilitud, algo que caracterizó a este género durante la década del 90, cuando comenzó esta saga, lo que justifica el uso excesivo de los disparos y las explosiones. Pero lo que hace que esta película funcione es la química entre sus protagonistas, porque se trata de una buddy movie, es por eso que Mike y Marcus se llevan bien a pesar de ser opuestos, lo que da lugar a una serie de gags efectivos. Porque el primero es carismático, metrosexual, mujeriego y adicto a la adrenalina, en cambio el segundo ya es abuelo y busca retirarse para pasar más tiempo en familia. Pero la lealtad hacia su compañero hace que lo acompañe en esta búsqueda del sicario que atentó contra su vida antes de que termine de llevar a cabo su venganza. En conclusión, Bad Boys para siempre es una película que triunfa donde fracasó Proyecto Géminis, porque supo aprovechar el carisma de Will Smith. Porque ofrece una larga serie de escenas de acción exageradas que priorizan el gran espectáculo lo que, sumado a los gags producto de la química con Martin Lawrence, hacen que el espectador disfrute de dos horas de puro entretenimiento.
Bad Boys For Life es la típica película de acción en la que uno permanentemente sabe que es lo que va a suceder y sin embargo el espectador logra disfrutar ese camino. Gracias a la vertiginosidad de su montaje y la química de sus protagonistas este recorrido furioso por Miami generará las ganas de ser uno más con Will Smith y Martin Lawrence. 17 años han pasado desde la última vez que pudimos ver a la pareja de detectives conformada por Mike Lowrey (Will Smith) y Marcus Burnett (Martin Lawrence). En aquella oportunidad, y luego de tener dos películas en el lomo, la franquicia de los chicos malos parecía que tenía fecha de vencimiento ya que la última cinta había bajado considerablemente su calidad en comparación con la primera y la baja respuesta de la crítica parecía haber terminado para siempre con la historia que el explosivo Michael Bay había llevado a los cines. Pero como de reboots, remakes y secuelas vive la industria en estos tiempos, los detectives más pesados de Miami volverán a hacer de las suyas en lo que se espera sea su última misión en Bad Boys for Life. Ahora con Adil El Arbi y Bilall Fallah a la cabeza del proyecto, la tercera entrega de la franquicia de acción policial vuelve a ubicarnos en la Miami cuidada por Mike (Smith) y Marcus (Lawrence) pero con éste último ya pensando seriamente en el retiro de la fuerza, un retiro que se hará concreto luego de que Mike sea baleado en el medio del centro de la ciudad por un misterioso criminal del que nada se sabe. Mientras Marcus se distancia de la fuerza, Mike -luego de su recuperación- comenzará una misión de venganza y justicia por mano propia para encontrar a quién intentó acabar con él. Pero como no podrá hacerlo solo él tendrá que unirse con AMMO, una fuerza de elite que cuenta con las mejores armas y la tecnología necesaria como para encontrar al misterioso criminal. De ésta forma Mike tendrá todo a su disposición para encontrar a quién quiso eliminarlo e incluso aclarar algunos aspectos de su vida que él creía terminados. Esta nueva aventura cargada de adrenalina y acción llega manejando el mismo estilo de película que sus predecesoras. ¿Que quiere decir esto? Muchas explosiones (muchas sin sentido), un derramamiento de balas exagerado, persecuciones a toda velocidad por autopistas, muchos insultos y una trama que encuentra elementos puntuales para continuar cuando pareciera haberse agotado. A pesar de que en una primera instancia estos elementos, y su enumeración, puedan parecer que conforman una película más del montón e insufrible, la experiencia termina siendo totalmente inversa y logran definir a ésta entrega de la franquicia cómo un paso adelante con total firmeza. Con un guion escrito por Chris Bremmer, Peter Craig y Joe Carnahan, la historia no se diferencia bastante a lo que ya hemos visto pero las formas es lo que cambian y éstas terminan haciendo la diferencia, siempre teniendo en cuenta los límites y el veraz que una película de acción como ésta tiene. Hasta el más reacio a este tipo de cintas no va a poder evitar divertirse viéndola y eso se debe principalmente a la química entre protagonistas y al sentido del humor que tiene la película, un humor que si bien tiene sus altibajos y a veces la reiteración de chistes tiende a cansar un poco, son mas las veces que las situaciones hacen reír que las que no. Las escenas de acción están muy bien coreografiadas y los momentos en donde todo explota por los aires y las balaceras comienzan se ven realmente muy bien. Un punto clave para la cinta es su montaje y edición ya que gracias a esto el relato fluye naturalmente y lo suficientemente ligero como para que en los momentos más calmos el espectador no se aburra y toda su atención se pose en los segmentos de acción pura y desenfrenada. Todas la perfomances de los actores y actrices están sobre el estándar que estás películas suelen manejar. Con algunos momentos mejores que otros y sobre todo mermando en lo que a idioma se refiere, cada uno de los personajes logra tener su momento de ser protagonista y cada una de las piezas funciona de la mejor manera. Obviamente todas las luces están puestas sobre Will Smith y Martin Lawrence y ellos, a pesar del paso del tiempo que ya se empieza a notar, no defraudan y mantienen entre sí la química que hizo que la franquicia tenga un sentimiento tan particular y propio de ellos. A fin de cuentas Bad Boys Para Siempre es el fiel regreso de una de las sagas de acción de culto gestada dentro del presente milenio y que tiene todo para seguir explotándose a futuro. Su humor, las escenas de acción y la velocidad de un montaje que la vuelve frenética son las razones por las que ésta película marcará al espectador a tal punto que lo hará ser uno de estos chicos malos de Miami.
Buddymovie por excelencia, esta nueva entrega de la saga pone en valor la icónica historia logrando momentos de gran lucimiento para sus protagonistas, sin sobresaltos ni innovaciones.
Crítica a “Bad boys for life” Los chicos malos vuelven a reunirse en la pantalla grande, en una historia donde el pasado los persigue. Will smith y Martin Lawrence ya están mayores. No están más para hacer las locuras de la parte 1 y 2 de la saga. A tal punto que el personaje de Lawrence, Marcus Burnett, planea retirarse. Sin embargo, un atentado contra la vida de Mike Lowrey (Will smith) le hace replantearse la idea de que los “Bad Boys” vuelvan a las suyas. Asi se plantea esta película, donde la química entre ambos protagonistas esta intacta, luego de trabajar tantos años juntos. En el film se combina perfectamente la acción y algunos tintes de comedia, que muchas veces relajan situaciones tensas. No falta, claro, la parafernalia típica de este tipo de películas. Abundan los tiros, persecuciones, choques, piñas y muertes. Una buena fotografía y escenas extremas acompañan muy bien esta faceta de la cinta. Sobre el final, se abre una nueva posible historia para Bad boys 4, explotando así aún mas el éxito de Smith y Lawrence. “Bad boys Para siempre” cumple con las expectativas, haciéndola una cita obligada para los amantes de la saga y de las películas de acción. Bad boys For life
Mike y Marcus son compañeros de trabajo hace 25 años, pero la vida previa a ser uno de los dúos más famosos de la policía de Miami está a punto de volver para cobrar venganza. Isabel, una líder narco, acaba de fugarse de una prisión de máxima seguridad y con la ayuda de su clan comenzará a eliminar, uno a uno, a los responsables de la muerte de su marido, incluyendo jueces, peritos y al propio Mike. A punto de retirarse para disfrutar de la tranquilidad de su casa y de su nieto recién nacido, a Marcus le cuesta acceder al pedido de su amigo: una última misión de los Bad Boys para descubrir la verdad tras esa serie de sangrientos asesinatos.
Uno querría creer que 20 años no es nada y 25 tampoco es tanto, pero siempre hay pruebas que lo desmienten. Basta por ejemplo ver la primera Bad Boys de 1995, a su vez primera película de Michael Bay, y darse cuenta no solo que su estilo de acción canchera lleno de ralentis, de explosiones y caídas filmadas y repetidas desde varios ángulos, y que se copió y repitió hasta el cansancio, hoy se ve viejo y grasa, sino también que varios de sus abordajes entonces naturalizados hoy serían por lo menos cuestionables: racismo, sexismo, cosificación de la mujer, glorificación de la violencia policial y otros ítems que hoy harían levantar algunos ceños. La secuela de 2003 no sólo no mejoró las cosas sino que además amplió el espectro étnico de los villanos (cubanos, rusos, haitianos) y terminó con el dúo protagónico infiltrándose en Cuba junto a la DEA y la CIA y refugiándose finalmente en la base de Guantánamo. Si solo concluimos que ahora estamos transitando la era Trump, todo esto no sería nada, pero también es una era de corrección política hipervigilante de la que Hollywood no escapa y un nuevo regreso de la franquicia requería alguna que otra actualización para no ser inmediatamente señalada. Y aunque en este caso parece tan fatigoso cómo enseñarle computación a un jubilado, Bad Boys para siempre, tercer film de la saga, al menos lo intenta. Es cierto que algunos vicios quedan: los villanos son todos latinos y México es mostrado como un lugar siniestro, a la vez que se siguen añorando los apremios ilegales (a un testigo le sacan información a martillazos en la mano) mostrados como trucos Old School que todavía funcionan y a los que cada tanto hay que acudir pese al aggiornamiento, la tecnología y (Ufa) las reglas. Como toda Buddy Movie, cualquiera de las películas de la saga se basa en la relación amistosa y tirante de su pareja policial protagónica, donde Marcus (Martin Lawrence) es el hombre de familia, un poco miedoso y torpe, y Mike (Will Smith) es el temerario, mujeriego y banana. Los dos son irritables, malhablados y se la pasan peleando, pero también son amigos de fierro, se quieren y se bancan. La misión en cada caso, generalmente obvia y genérica, es apenas la excusa para que esta relación se despliegue, para que los actores disparen sus gags, y también para que haya un número razonable de escenas de persecución y tiroteos que tienen que aparecer cada tantos minutos. En esta tercera entrega todo esto está. Con dos protagonistas ya cincuentones, parte de los chistes ahora son a costa de su edad, sobre todo en el caso de Marcus que ahora está pensando seriamente en un confortable retiro. Mike no se resigna a esa perspectiva y convoca a su eterno compañero a una última misión que lo involucra personalmente ya que un misterioso asesino está matando una serie de personajes (policías, testigos, jueces fiscales) y descubren que Mike es el blanco privilegiado, donde de lo que se trata entonces es del Quién y sobre todo el Por Qué. En esa empresa se embarcan ambos aunque la novedad es que la pareja no está sola y se le suma todo un equipo de investigación que, ahora sí, cumple con los requisitos mínimos de representación exigible. Dos de ellas son mujeres, una de ellas latina (la mexicana Paola Núñez) que además es jefa y con la que hay una tensión constante con Mike, mientras el resto del team multiétnico incluye un asiático y también un blanco rubio como para que el público WASP no llore porque lo dejaron afuera. Aquí se juega también la tensión entre estos jóvenes que trabajan con lo último en tecnología y metodologías precisas y estos viejos tozudos que insisten en sus métodos más artesanales y expeditivos, a veces desprolijos y muchas veces ilegales. En esa trama de thriller policial no muy original se le agrega en el último tercio un giro más osado en cuanto al pasado de Mike que hace la cosa un poco más interesante y que, con cierto nivel de autoconciencia el personaje de Marcus lo va a calificar como de “telenovela” (así, en español). Por otros lado, la villana líder (la también Mexicana Kate del Castillo) a quien califican de Bruja y adora a la Santa Muerte, promete algún elemento oscuro y esotérico que después no cumple. Michael Bay ya no está en la silla del director y la verdad no se lo extraña. Se lo puede ver por ahí haciendo un cameo, pero los directores belgas de origen árabe Bilall Fallah y Adil El Arbi no intentan (por suerte) replicar su estilo en las escenas de acción, que aquí son mucho más dinámicas y vertiginosas, aunque se reservan algunos ralentis grasas para tomas cuasi turísticas de la ciudad de Miami. Bad Boys para siempre no tiene demasiadas pretensiones, es un entretenimiento descerebrado, violento, mersa, un poco ridículo e inverosímil, pero en general divertido, que se deja consumir como fast food, donde los gags causan gracia y las escenas emotivas también, y sobre todo la química entre Lawrence y Smith se mantiene, que eso es al final lo que justifica todo. BAD BOYS PARA SIEMPRE Bad Boys For Life. Estados Unidos. 2020 Dirección: Bilall Fallah, Adil El Arbi. Intérpretes: Will Smith, Martin Lawrence, Vanessa Hudgens, Kate del Castillo, Paola Nuñez, Alexander Ludwig, Charles Melton. Guión: Chris Bremner, Peter Craig, Joe Carnahan. Fotografía: Robrecht Heyvaert. Montaje: Dan Lebental, Peter McNulty. Música: Lorne Balfe. Producción: Doug Belgrad, Jerry Bruckheimer, Will Smith. Producción ejecutiva: Bill Bannerman, James Lassiter, Chad Oman, Mike Stenson, Barry H. Waldman. Diseño de producción: Jon Billington: Distribuye: UIP – Sony. Duración: 124 minutos.
Con Dos policías rebeldes (1995) y la secuela Bad Boys II: Vuelven más rebeldes (2003), el director Michael Bay y el productor Jerry Bruckheimer construyeron una combinación entre el thriller y la comedia que catapultó a la dupla protagónica de Will Smith y Martin Lawrence a la cima de la buddy movie, ese subgénero de compinches decididamente opuestos entre sí, pero unidos por la camaradería y la lealtad. Han transcurrido 25 años (para los actores, los personajes y el público) y la saga se hace cargo del paso del tiempo con todo tipo de chistes “geriátricos” sobre Viagra, canas y otras cuestiones ligadas a, por ejemplo, la menguante velocidad física. El agente Marcus Burnett (Lawrence) sigue casado y no solo con hijos sino ya con... ¡un nieto!, mientras su colega Mike Lowrey (Smith) conserva la sonrisa ganadora y la postura de seductor a bordo de un reluciente Porsche. Mientras el primero está cerca del retiro, el segundo sigue actuando como si fuese un eterno adolescente. Lo que no cambia nunca es la amistad a prueba de balas entre ambos. Pero desde la Ciudad de México surgirán los antagonistas de turno (una traficante experta en brujería que se escapa de prisión interpretada por Kate del Castillo y su hijo de armas tomar encarnado por Jacob Scipio). Pronto ambos recuperarán el control del submundo de Miami e iniciarán una sangrienta venganza contra jueces, fiscales y policías, incluido el propio Mike, quien se salva de milagro de una balacera. Los directores marroquíes radicados en Bélgica Adil El Arbi y Bilall Fallah (firman simplemente como Adil y Bilall) le dan al film una bienvenida espectacularidad (las vertiginosas set-pieces tienen bastante del espíritu de la franquicia de Rápidos y furiosos) y el resto pasa por aprovechar la simpatía de los cincuentones Lawrence y Smith, quien sabe cómo desplegar en cada plano su particular histrionismo y su carisma de estrella.
CUANDO LAS COMPARACIONES FAVORECEN (AUNQUE NO ALCANCE) No es necesario darle muchas vueltas: Bad boys para siempre es la mejor entrega de su saga. O la menos mala, porque no llega a ser un film óptimo y encima la vara no estaba precisamente muy alta. La primera parte había sido un éxito bastante inexplicable, una película de acción sumamente mediocre, sin dosis de originalidad (más allá de tener como protagonistas a dos afroamericanos, lo cual en su momento era un pequeño avance para Hollywood) y con el dudoso mérito de haber puesto en el mapa a un director nefasto como Michael Bay. La segunda era un desastre absoluto, un batifondo sexista, racista y fascista que incluía una bajada de línea anti-castrista tan torpe que ni el castrismo podía tomársela en serio. Este regreso de Mike Lowrey (Will Smith) y Marcus Burnett (Martin Lawrence) arranca como para confirmar las peores expectativas, aunque se les note a los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah capacidad para encauzar un poco mejor la pirotecnia verbal del dúo protagónico. También, hay que reconocerlo, para manejar de forma más acertada la cámara, colocándola en los lugares precisos para que las secuencias de acción se entiendan y tengan un mínimo de coherencia en esa constante superficie que es Miami. Aun así, la primera hora es cuando menos errática, con Mike siendo atacado por un cartel de drogas que busca venganza por un hecho del pasado; y Marcus eligiendo retirarse tras convertirse en abuelo. Por momentos, Bad boys para siempre parece más ocupada en explicar (a veces a los gritos) que en narrar, como si no conociera un idioma distinto al ruido. Recién entrada en su segunda mitad, a partir de un par de giros con una dosis considerable de sorpresa, es que el film encuentra algo de propósito, algo para contar mínimamente interesante. Desde ahí empieza a coquetear con un drama algo telenovelesco pero definitivamente autoconsciente, que le permite incluso recurrir a un humor entre oscuro y absurdo. La película se hace cargo de que lo que cuenta roza lo inverosímil y eso le permite soltarse, buscar un camino propio y salir de la mera repetición de todos los guiños cancheros para la tribuna. Así, termina siendo más una continuación que una mera secuela. Pero si esa segunda hora es más llevadera y hasta atractiva, no alcanza para redondear un buen film, aunque ahora los personajes parecen un poco más humanos y meros estereotipos. Bad boys para siempre es como una reversión de Arma mortal 4 –con toda su reflexión sobre el paso del tiempo, la vejez, los afectos y la familia- aunque en clave más torpe y brillosa. Eso sí, las comparaciones la favorecen y no molesta tanto como sus predecesoras.
El reemplazo de Michael Bay en la dirección de Bad Boys 3 por la dupla de realizadores belga, Adil El Arbi y Bilal Fallah, despertaba curiosidad por ver el espectáculo que ofrecerían en la nueva entrega de la franquicia. Sobre todo porque se trataba de un equipo de cineastas que provenían del circuito independiente y no contaban con antecedentes notables en este género. La tercera entrega resultó ser la película más elogiada de toda la saga por la crítica norteamericana y esto se relaciona con el guión de Joe Carnahan, Peter Craig y Chris Benner que le aportó un poquito más de contenido a la historia. La trama explora mejor, como no se hizo en los filmes previos, el vínculo de amistad entre Mike (Will Smith) y Marcus (Martin Lawrence) y nos permite descubrir otra faceta de estos personajes. Inclusive el conflicto por momentos brinda algunas situaciones dramáticas inesperadas que se contrastan con el perfil más light y cómico que habían tenido las producciones de Bay. Dentro del argumento trabajaron muy bien la influencia del paso del tiempo en los protagonistas, en especial en el caso de Lawrence quien aparece más avejentado que su compañero. El humor por lo general funciona, la historia es decente y la película consigue ofrecer un pasatiempo entretenido. Aclaradas todas estas cuestiones que le otorgaron a Bad Boys 3 mejores críticas, también hay un pequeño tema que no se puede ignorar. En materia de acción la labor de los nuevos cineastas es penosamente mundana y genérica. No hay una sola escena de este film que aspire a acercarse al nivel de jerarquía que suelen tener los trabajos de Michael Bay en los campos técnicos. Al cine de este realizador se le pueden objetar miles de cosas con las que voy a estar de acuerdo. No me olvido que fue el responsable de la infumable saga de Transformers, sin embargo cuando se trata de construir secuencias de tiroteos y persecuciones de autos hay que aceptar también que es uno de los mejores de la industria hollywoodense. Uno recuerda lo que hizo en Bad Boys 2 con la persecución en la autopista de Miami y después ves el tratamiento de la acción que proponen los belgas y la diferencia en materia de calidad es abismal. Esta nueva película está más cerca de lo que suelen ser las producciones clase B de Dolph Lundgren para el mercado de dvd ruso, que el nivel que tuvo esta franquicia en las entregas previas. El cine de acción de El Arbi y Fallah ofrece un espectáculo mundano sin personalidad, contaminado por efectos malos de CGI que te sacan de la película en más de una ocasión y representan una debilidad de esta entrega que tampoco se puede ignorar. De todos modos a quienes no les interesan esos detalles y solo quieren pasarla bien con la dupla que forman los protagonistas no saldrán decepcionados, ya que la química entre ellos sigue intacta y esta vez contaron con una mejor trama.
Otra vez Will Smith y Martin Lawrence juntos con sus aventuras por Miami. Es la tercera de la saga que amenaza ya con una cuarta. Michael Bay no es de la partida y la dirección de dos belgas Adil El Arbi y Bilall Fallah la transforman en la mejor. La número uno se estreno en l995, la número dos en el 2003, la más larga, con sus 147 minutos. Aquí la fórmula se mantiene, el detective determinado a seguir en acción, el compañero que se transforma en abuelo y sueña con el retiro aunque la acción lo llamara una y otra vez a pesar de sus promesas religiosas. Will Smith luce igual a pesar del paso del tiempo aunque un chiste del guión parece sacado de la realidad, se tiñe las canas. Lo demás es un historia contundente donde su personaje es atacado y sobrevive de casualidad, su jefe asesinado y él revela un amor prohibido y descubre que tiene un hijo, mientras otra mujer-una colega- parece esperar el amor con paciencia. En el medio acción y tiros, persecuciones, en fin la receta pochoclera que solo pretende entretener y lo hace bien para los que buscan solo diversión, una pizca de emoción y acción. Los guionistas Chris Bremner, Peter Craig y Joe Carnahan cumplen dándole toques exóticos a la historia, momentos humorísticos y un poco de exageración con el valor de la amistad y los juramentos. Y la acción frenética claro. Bien filmada por el dúo de directores, un entretenimiento que tendrá éxito.
"Bad Boys - Para siempre": en busca de acción policial noventosa La película, ruidosa y explosiva, confía su suerte a los gags físicos y verbales de Will Smith y Martin Lawrence. Hubo una época no tan lejana en la cual Michael Bay era amo y señor de la superproducción explosiva, ruidosa, plástica y, por sobre todas las cosas, grasienta. A tal punto que alguien se animó a arrimar su nombre a las filas de la autoría cinematográfica. Signo de los tiempos, el apellido Bay no figura en la lista de talentos involucrados en este regreso inesperado (a pesar de ello, el director de Transformers y La roca sigue en plena actividad). Tercera y tardía entrega de la saga iniciada en 1995 con la Bad Boys seminal, en esta ocasión dirigida por la dupla de realizadores belgas conocidos como Adil & Bilall, Para siempre intenta regresar a los goces de la acción policial noventosa, a su vez deudora de las buddy movies de la década anterior, aquella que dio origen a Arma mortal, Un detective suelto en Hollywood y, claro, la nave nodriza: 48 horas, de Walter Hill. Y si bien todos los títulos mencionados incluyen sus dosis de comedia, Bad Boys supo elevar la potencia humorística al máximo, confiando en los gags físicos y verbales y el carisma de sus protagonistas, Will Smith y Martin Lawrence. Con resultados casi siempre menores y algún que otro chispazo de ingenio. Los chicos malos versión 3.0 no ejemplifican la excepción. Más bien todo lo contrario. Se agradece, eso sí, la autoconciencia, no sólo de la grasitud de la experiencia (los planos de autos carísimos pisteando cerca de la costa de Miami marcan el terreno) sino también del tono melodramático de sus secciones más serias. No es casual que Marcus (Lawrence), retirado luego del hecho que da origen al núcleo de la trama, pase varias horas por día maratoneando una telenovela mexicana de baja estofa. Aquellos que andan detrás del compañero Mike con la intención de acabar con su vida no son otros que una madre y un hijo nacidos del otro lado de la frontera, una dupla dispuesta a todo con tal de vengar la muerte del pater familias. Un intento fallido de asesinato deja al detective interpretado por Smith fuera de circulación y a su eterno compinche en las puertas del retiro definitivo. No ocurrirá, desde luego, y los villanos de turno no pasarán. Ni la madre, suerte de bruja narco imbuida de “pasión latina” (Kate del Castillo), ni su hijo, un esbelto joven experto en artes marciales, preciso francotirador y excelente motociclista. Y por ahí van los tiros. Y las luchas mano a mano. Y las persecuciones en auto y en moto. Y las caídas y golpes. Los chistes sobre las edades de los protagonistas salpican las dos horas de proyección –dolores físicos, pastillas para el sexo, ansiedades varias– y el guion le adosa a la dupla un grupo comando de policías especializados en nuevas técnicas y tecnologías, cosa de poder contrastar diversas generaciones. Nada nuevo bajo el sol, aunque la historia va resintiéndose a medida que transcurren los minutos. Con guiño literal a la más famosa creación de George Lucas, Bad Boys – Para siempre cierra con inflamadas revelaciones y quichicientas explosiones, grandotas y con helicóptero incluido. Al menos ahí hay un buen gag, de esos que rompen la cuarta pared, para variar un poco el blanco de la destrucción.
Todavía hay mucho Bad Boys para dar El reguetonero Nicky Jam protagoniza uno de los villanos. Pasaron 25 años desde los inicios de los detectives Marcus Burnett (Martin Lawrence) y Mike Lowrey (Will Smith). Con una segunda parte en 2003, este jueves se estrena la tercera y de la mano de los directores belga Adil El Arbi y Bilail Fallah. “Bad Boys: para siempre” mantiene la misma chispa de acción y comedia que caracterizó a la cinta y la llevó a ser un nombre conocido en Hollywood. A veces las secuelas parecen no triunfar del todo y en algunos casos terminan en fracasos rotundos donde no alcanzan ni un tercio de la fama que tuvieron sus películas anteriores. En este caso, todavía hay mucho Bad Boys para dar. El paso del tiempo es ineludible y el film jugará con eso para mostrar que a pesar de que estén más lentos y viejos aún hay más peleas, disparos y persecuciones que los oficiales puedan soportar. Marcus ya no es el mismo que antes, en la actualidad ve poco y recientemente fue abuelo. Sabe que los mejores tiempos de policía pasaron y que hoy lo primordial sería el retiro y disfrutar de la tranquilidad en su casa. Pero del otro lado, su fiel compañero piensa todo lo contrario y sabe que Bad Boys serán para siempre. Un esposo y padre fallecido harán que “La Bruja” Isabel y su hijo quieran vengar la muerte del ex líder narco que años atrás el propio Mike mató en un intento de terminar con sus delitos. El mismo detective recibirá un disparo que ponga en peligro su vida y que más tarde dictamine la inevitable vuelta del dúo más letal de Miami. Pero esta vez junto a un grupo de jóvenes que cuidarán sus espaldas ya que los años pasan y las cosas serán distintas. La mística de Smith y Lawrence es el gran éxito de la película. La acción, los toques de comedia y las hilarantes escenas lograron que la historia llegue nuevamente a los cines. Y además, con la confirmación de una cuarta parte. Al fin y al cabo, serán Bad Boys… para siempre. Puntaje 65/100.
Texto publicado en edición impresa.
Dos policías rebeldes Terceras partes no siempre son buenas y eso sucede más a menudo de lo que se cree. Los ejemplos pueden ser innumerables y en lo particular creo que pocas trilogías se sostienen y se bancan una historia bien construida, dentro de lo que es posible pedir, personajes con peso grupal y soltura individual (sobre todo cuando se trata de una dupla principal), y la sensación de sentir que dichos personajes tienen aún algo que decir, por más pequeño o banal que ello pueda ser. En el caso de Bad boys 3 para siempre, la química entre Will Smith y Martin Lawrence se mantiene vital, siempre con el gran apoyo que significa contar con el primero en un elenco. Su carisma suele superar, en ocasiones, los embrollos en que pueden meterlo con una producción endeble trabajada a partir de un flojo guion, como sucedió por ejemplo recientemente con Proyecto Geminis. La dirección de Bilall Fallah y Adil El Arbi encuentra un buen punto de inicio para continuar contando la historia de estos dos policías que empiezan a sentir que el tiempo ha pasado y la sombra del retiro se acerca cada vez más. Este juego puede ser bien utilizado como recurso para mostrar a los personajes en una faceta que los exponga un poco más “humanos”, cercanos al resto de los mortales y, por lo tanto creíbles dado el paso del tiempo. Recordemos que la primera entrega de los “chicos malos” tuvo lugar en 1995, y han pasado trece años de la segunda parte. Con buenos momentos de humor, un relato que rara vez decae (tal vez solamente en una de las escenas en que los personajes centrales se encuentran en un avión, y los chistes se hacen un poco largos, y estiran con ellos a dicha escena) y acción bien utilizada, sumando a un nuevo equipo (AMMO) que acude como soporte a la dupla principal. Los personajes secundarios dan un toque: Joe Pantoliano se destaca, repitiendo su personaje del capitán Howard; Theresa Randle retoma como Theresa, la esposa de Marcus; Vanessa hudgens como Kelly (integrante del nuevo equipo de investigaciones especiales); Paola Nuñez como Rita Secada, jefa de AMMO y ex novia de Mike; Nicky Jam hace su aparición como Lorenzo “Zway-lo” Rodríguez y la aparición especial de Michael Bay, director de las anteriores dos películas, a quien, según las palabras de los directores de la nueva entrega con gusto le dejaron dirigir su propio segmento. Tema aparte para una posible secuela que siempre se ve venir aún antes de ver la película y de la que ya se venía hablando, y, a la espera de un bastante probable éxito en la taquilla, comience a ser una posibilidad certera para unos bad boys que, al fin de cuentas, no piensan realmente en el retiro definitivo Los Bad Boys al parecer vuelven para quedarse, en una buena entrega que balancea comedia y acción, encabezada por una dupla que sostiene la química de las películas anteriores y es apoyada por muy buenos personajes secundarios.
Mientras promediaba la proyección de «Bad Boys for life», una pregunta martillaba mi cabeza internamente: ¿era necesario reactivar esta franquicia? Sí, ya se. Ideas en Hollywood hay pocas, cuando se habla de invertir en serio. Se trata de restringir el margen de pérdida y para eso, hay que buscar nombres convocantes y apostar a las franquicias. La lucha contra el streaming obliga a los estudios y productores a pensar en líneas muy directas y rentables, como el cine de acción y aventuras, el familiar y el terror. No hay más dinero fresco para otros proyectos, cuando hablamos de grandes números. Apostar a una dupla como Will Smith y Martin Lawrence, es jugar en cierta manera sobre seguro. Son dos comediantes exitosos y la franquicia no era una saga larga (dos entregas), así que quizás podría pensarse que reactivarla sería una buena apuesta. Me da curiosidad porqué se buscó a una interesante dupla de noveles directores belgas ( Adil El Arbi, Bilall Fallah) para llevarla adelante. Estos pibes hicieron dos largos muy interesantes, («Black», un dramón social y «Patser», un thriller clásico de género) pero se ve que no había demasiadas opciones para negociar un guión más transgresor. Como siempre, desde el punto de vista crítico, hay que reafirmar (como en las entregas anteriores, la última de 2003) que su no vemos ninguna idea nueva en la trilogía y que si me apuran, tiene demasiados elementos que lo unen a la última entrega de «Die Hard» (sin entrar en mucho detalle) o a otras realizaciones («2 guns», «The other guys», «The Hitman’s bodyguard») de las que no habría que tomar demasiado (porque han sido fallidas). Quiero decir, el tema es, los muchachos se están poniendo viejos, acostumbran romper todo a su paso, sin respetar la ley que ellos mismos defienden, pero sostienen ciertos valores (la lucha contra el crimen) que son el centro de su acción. Ya sabemos eso. Esta vez, Marcus (Lawrence) se vuelve abuelo y ya en los primeros minutos tomamos contacto con su intención de jubilarse pronto. Todo bien con su compañero, pero Marcus necesita pasar a otra etapa de su vida. Claro, en el lugar donde están (Miami), las cosas nunca se ven tranquilan. Hay una narco mexicana (Kate del Castillo) que sale de prisión y a partir de ahí comienza una caza de policías, jueces y demás de primer nivel, que obligará a la fuerza policial a organizar una nueva task force para enfrentarla. Los amigos y cercanos a Mike (Smith), comenzarán a caer, y habrá que dar con el asesino y entender cuál es su plan de ataque. En el entretanto, la dupla debatirá sobre el tema del retiro, la edad y las responsabilidades de lo que hacen bien y mal. Incluso en «Bad boys for life» hasta se menciona, en varios momentos, cierta intención de no utilizar la violencia, como primera respuesta. Y hasta se coquetea con cierto sentido religioso puesto al servicio de la historia (humorístico, desde ya). Pero no. Vamos a lo que quiere la gente. Persecusiones, tiros, peleas, explosiones, algo de humor y no mucho más. Me gustó (sorpresa) el pibe nuevo, serio, carismático (Jacob Scipio) y la ductilidad de Paola Nuñez, a quien no tenía registrada en este último tiempo. Hay algunos secundarios que aportan lo mínimo (Vanessa Hudgens, Joe Pantoliano, etc) y un clima de «subí el volumen que la fiesta, acaba de reiniciarse». Y listo. Si la pregunta final es «¿Smith y Lawrence siguen teniendo química para bancarse toda una peli?», la respuesta se cae de madura: sí. Totalmente. La peli es sólo entretenimiento liviano y nada más, pero ellos la pasan bien y la audiencia se reirá con algunas situaciones y secuencias. «Bad boys for life» es discreta, pero si te gusta la acción a lo grande, tiene algo para ofrecer.
Nunca entendimos a Michael Bay. Tampoco es que nos hayamos perdido gran cosa, pero había algo allí, una celebración del cine popular, de acción y de los géneros que la mayoría de los críticos no supo ver (estarían ocupados denunciando patrioterismo, superficialidad y cosas por el estilo). ¿Volvieron a ver alguna película de Michael Bay? Puede ser que se encuentren con algo más que explosiones, músculos y culos. O no, tal vez solo haya eso, pero filmado con un pulso singular, exuberante, gozoso, una vitalidad inhallable en el resto del mainstream actual (hablo en pasado: 6 Underground, estrenada en Netflix, es un desastre irredento; ya ni Michael Bay puede filmar como Michael Bay). La últimas películas de Transformers gustaron más que las otras a la crítica: decían que el director había crecido, que se había refinado y que volvía a una especie de clasicismo perdido para sus contemporáneos. Com el tiempo parece que Bay cambió, mejoró, ¿aprendió? O tal vez todo lo demás se deterioró demasiado rápido y recién nos estamos dando cuenta: traten de ver Bad Boys para siempre, si no. Como la mayoría de las veces, el cine es solo cuestión de segundos. Unos planos aéreos presentan burocráticamente el escenario: es Miami, una ciudad hecha a la medida del cine de acción esteroideo; playa, autos de alta gama y restaurantes caros: Michael Bay, Miami, no se sabe quién imaginó primero a quién. La película apenas muestra el lugar, como si no tuviera idea de qué hacer con semejante fondo. Hay una persecución: un montón de patrulleros y el auto de los protagonistas siguen a unos criminales. No se entiende qué pasa, no se siente la velocidad, el nervio de la carrera, el peligro, nada. Estamos en el auto: Will Smith y Martin Lawrence intercambian one-liners sin timing. La mayor parte del tiempo ni comparten el plano: cada uno dice sus líneas a la cámara, a nadie. Lawrence está mareado por la velocidad e infla los cachetes: quiere mostrar que va a vomitar. Will Smith hace lo suyo con el entusiasmo de siempre: es como un emprendedor apasionado que se ocupa personalmente y con celo de los negocios menos estimulantes. Se agradece: él y Joe Pantoliano deben ser los únicos comprometidos con lo que pasa alrededor. Se mueven, hablan y miran como si entendieran perfectamente lo que sucede: saben pararse delante de una cámara, un arte que les resulta insondable a sus compañeros, todos a merced de lo que el montaje pueda hacer de ellos. La película habla de llegar a viejo, de tener una familia, de reconciliarse con el mundo. Smith empuja él solo la trama policial y a Lawrence le encargan la comedia torpe del hombre retirado. Ninguna de las dos funciona, a pesar de que a Smith le pongan alrededor suyo a un equipo de policías high-tech y de que a Lawrence lo sometan a las degradaciones de la ancianidad. Hay una idea buena, un as bajo la manga que debía compensar algo de la insipidez general. Los villanos son una madre mexicana y su hijo, herederos de un narco muerto que se proponen rearmar el cartel familiar. Como si los guionistas fueran conscientes de que esta vez no lo tienen a Michael Bay, es decir, que iban a faltar las explosiones hiperbólicas, los tiroteos alambicados y el tono siempre over the top del director. Hacía falta suplir todo eso de alguna manera: se les ocurrió que los personajes mexicanos podían traer con ellos una trama de telenovela y que la comedia de acción se viera contaminada por viejos resentimientos, parentescos improbables y algo de magia negra. Un culebrón excesivo y mortífero. Pero la película tarda una eternidad en desarrollar ese universo, en apropiárselo e impornérselo a los personajes, y apenas se lo aprovecha al final; un final lindo y un poco delirante, por otra parte, por lejos lo mejor de la película. Nos quejábamos tanto de Bay, no pensábamos que el cine de acción pudiera ser este bloque de automatismos y gestos anodinos, este páramo.
La de Bad Boys no es una franquicia que se haya desarrollado en la forma habitual. La primera supuso el debut cinematográfico de Michael Bay, con un presupuesto moderado en comparación con los que iba a disponer a partir de entonces, y marcó un éxito en las carreras de Martin Lawrence y Will Smith, quienes encabezaban sus propias series de televisión en simultáneo y se preparaban para pisar con fuerza en la pantalla grande.
Parece increíble, pero se nota a la legua que esta tercera entrega de la dupla Lawrence-Martin no fue dirigida por Michael Bay. No porque le falten explosiones o violencia a lo pavo, sino porque está montada con algo más de decencia de lo que suele hacer el aturdidor serial de “Armageddon”. Dicho esto, el mayor valor que tiene esta película consiste en que los dos actores principales son muy simpáticos y que no sólo se potencian sino que, cosa curiosa, se restringen a lo justo. Uno al otro. Lawrence desatado es insufrible; Smith, también. Pero al ceder cada uno espacio al otro, aparece cierto equilibrio y una química indudable que nos permite sentir algo de placer mientras la película –una trama de malos malísimos violentísimos contra dos policías que viven al margen de las reglas y se unen para una última misión– va desgranando a puro digitalismo los lugares comunes obligados del menú.
ARMA MORTAL Y RECARGADA Bad Boys para Siempre rescata el espíritu de la buddy cop movie Will Smith y Martin Lawrence se vuelven a juntar después de casi veinte años, para una nueva aventura de esta dupla policial con mucho ritmo y métodos dudosos. Pasaron 17 años desde que Mike Lowrey (Will Smith) y Marcus Burnett (Martin Lawrence), los mejores detectives de la División de Narcóticos del Departamento de Policía de Miami-Dade, tuvieron su última aventura en la pantalla grande de la mano del explosivo Michael Bay. El tiempo no transcurre solo, y las expensan siguen aumentando, por eso la dupla vuelve a la carga con la tercera entrega de esta saga que le debe mucho a “Arma Mortal” (Lethal Weapon) y otras tantas buddy cop movies de la década del ochenta y noventa, aunque también supo impregnar su propio estilo (digamos, mucho más afroamericano). Bay se fue a explotar cosas a Netflix y los ignotos Adil El Arbi y Bilall Fallah tomaron la posta detrás de las cámaras, transformando a “Bad Boys para Siempre” (Bad Boys for Life, 2020) en una digna trecuela y, por qué no, una buena companion de “Rápidos y Furiosos” (Fast & Furious), pero con menos locura y más estereotipos dañinos. El guion de Chris Bremner, Peter Craig y Joe Carnahan -gente que de acción desenfrenada sabe algo- vuelve a juntar a estos dos amigos y policías que, cada día, están más cerca del retiro... aunque no quieran admitirlo. Sus métodos poco ortodoxos ya no se adaptan a las nuevas técnicas ni a los oficiales más jóvenes, pero esto no parece detenerlos, al menos, hasta que un viejo enemigo de Lowrey entra en acción con ganas de venganza. Isabel Aretas (Kate del Castillo), viuda del líder de un cartel mexicano, escapa de una prisión azteca con la ayuda de su hijo Armando (Jacob Scipio) y pone en marcha un plan para recuperar su poderío y su territorio en las costas de Miami, además de llevar a cabo la esperada revancha contra los hombres que llevaron a su esposo Benito a la cárcel. Entre ellos, el eterno soltero Mike que, a pesar de que su compañero ya es abuelo (literal), no pretende bajar la velocidad. La anticipada jubilación de Marcus pone en jaque a Lowrey, quien tras el primer atentado de Armando se ve obligado a unir fuerzas con un nuevo equipo de investigadores -AMMO (Advanced Miami Metro Operations)- liderado por Rita Secada (Paola Núñez) y sus jóvenes discípulos: Vanessa Hudgens (Kelly), Alexander Ludwig (Dorn) y Charles Melton (Rafe), ¿el futuro de esta serie? Juntos, en las buenas y en las malas De ahí en más, “Bad Boys para Siempre” es una seguidilla de persecuciones vertiginosas por las calles de Miami, escenas de súper acción, muchos lugares comunes (y dale con los mexicanos narcotraficantes y delincuentes) y la química de la pareja protagonista en primer plano, lo único que realmente funciona en este rejunte que no se aparta de ninguno de los convencionalismos del género y juega constantemente con la nostalgia de una franquicia que ya tiene 25 años de edad y no se adapta del todo a los tiempos que corren. La ausencia de Michael Bay en la silla del director se siente, pero de manera positiva, ya que no tenemos que aguantar su excesivo patriotismo y ese desfile constante de traseros femeninos al que nos tiene tan acostumbrados. Igual, Arbi y Fallah saben cómo tomar el testigo y continuar su legado, aprovechando la exuberancia femenina (que, al parecer, no puede faltar) y los clichés más telenovelescos. Mike se niega a bajar la guardia Por lo demás, “Bad Boys para Siempre” cumple con lo que propone: una comedia policial que se preocupa mucho más por sus coreografiadas secuencias de acción (muy bien filmadas, por cierto) que por un guion previsible y un tanto simplista cuando llega el desenlace. No es que debamos esperar mucho más de “este tipo de películas”, pero después de 17 años, podrían hacer ese pequeño esfuerzo en favor de la audiencia. La aventura de Will y Martin entretiene y se disfruta -a pesar de sus quichicientas persecuciones y sus extensas dos horas- porque la dupla funciona y su estrecha relación sigue siendo el centro de la trama. No importan los narcotraficantes, las conspiraciones vengativas, ni los superiores que quieren mantenerlos a raya, mientras la amistad sea irrompible, la música siga bien alta y los autos sean cancheros y veloces. No deberíamos ponernos tan exquisitos, pero después de que la franquicia de Dominic Toretto irrumpió en la pantalla, ya no dejó mucho lugar para la imaginación ni los trucos, y cualquier saga que quiera destacarse va a tener que mostrar su mejor carta. Por los viejos tiempos La tercera entrega de “Bad Boys” lo logra a medias, pero sigue satisfacciones a los fans más acérrimos del género y de la franquicia que comencé Michael Bay en 1995 cuando este tipo de historias eran moneda corriente y Martin Riggs y Roger Murtaugh ya nos estaban quedando demasiado vejetes para perseguir a los más malos. Ahora, ¿quién va a venir a relevar a esta dupla?
Tercer film con Will Smith y Martin Lawrence como una pareja de policías con un particular estilo para resolver casos. Buddy movie con comedia y acción, que regresa jugando con el paso del tiempo de sus protagonistas. La acción está bien, el humor está bien, pero la trama se va volviendo pesada cuando intenta darle algo de seriedad. No consigue darle el tono irresponsable de una buena película de acción de los noventa, y aunque tiene una buena dosis de humor negro y fuerte, como las anteriores, su deseo de darle alguna vuelta de tuerca detiene todo el interés. A diferencia de los films de Arma mortal o Rápidos y furiosos, esta secuela no logra instalar la idea de familiaridad y simpatía por encima de la acción temeraria. Al contrario, al tener momentos solemnes sin ninguna emoción, pierde lo que supo ser la esencia de los dos anteriores films de Bad Boys, que dicho sea de paso, nunca fueron muy buenos.
Todos tenemos duplas preferidas en alguna película sea del género que sea, como por ejemplo Ben Stiller y Owen Wilson en Zoolander, pero si todavía no encontraste tu dúo dinámico favorito, "Bad Boys" te puede ayudar. Los chicos malos vuelven a la pantalla grande luego de 17 años en esta tercera entrega dirigida por Adil El Arbi y Bilall Fallah. Es una película estadounidense de comedia y acción al estilo 'Buddy Cop' (es aquella en la que sus dos protagonistas deben trabajar juntos para resolver un crímen o vencer a un criminal). Sobre el film en general hay muchas cosas para comentar y aunque me cueste creerlo son más buenas que malas, así que comencémos. Con las actuaciones de Will Smith y Martin Lawrence en sus papeles de siempre, la nueva cinta presenta a Marcus Burnett, ahora como inspector de policía, y a Mike Lowery, en una crisis de la mediana edad. Aunque en las entregas anteriores los críticos fueron muy duros con los personajes ahora se podría decir que se logró ese balance que tanto pedían entre la comedia y las escenas de acción. A pesar de que esta dupla se come la película, hay un gran reparto detrás que logra encajar muy bien con lo ya planteado en las anteriores. Este abanico de personajes estan interpretados por Vanessa Hudgens, Jacob Scipio, Kate del Castillo, Joe Pantoliano, Paola Núñez, Nicky Jam y DJ Khaled. El elenco no solo funciona muy bien sino que también cada personaje tiene su crecimiento propio sin aburrir ni generar más historias dentro de la principal. La elección de una antagonista mexicana es muy acertada y mucho más sabiendo que el personaje que interpreta Kate del Castillo es una traficante experta en brujería que se escapa de prisión y planea una fuerte venganaza. Decir que ‘’Bad Boys para siempre" no se toma en serio a sí misma no sería preciso, pues el filme sí que lo hace a pesar de ser una comedia. La violencia que se presenta (aunque es estilizada) no escatima en mostrar ejecuciones en primer plano y balazos directos en la cabeza con mucha sangre presente. Podría decirse que logra ser la mejor de las tres por muchos aspectos no solo en dirección, también en elenco, y principalmente guión. La utilización de guiños sobre melodramas mexicanos genera diálogos muy cómicos entre los protagonistas. Otra cosa a destacar es la paleta de colores elegida. Hay escenas que tienen una paleta de colores hermosa, el vestuario, FX y maquillaje fue muy bueno y lograron crear una sola pieza sin saltos. La fotografía es excelente y el trabajo de los directores en la postproducción deja bien en claro lo que ellos querían mostrar (hay pases de planos que son increíble) y los montajes estan muy bien realizados. Lo cierto es que esta nueva presentación se siente más fresca. Las escenas de Lawrence son a mi criterio lo mejor. Tener un personaje más entrado en edad logra separar la película de otras en las que aunque pasen los años dentro la historia los personajes siguen casi intactos. Humor del clásico, con distintos tipos de guiños y mezclados con un poco de acción, logran que esta entrega sea mejor que las anteriores. Más que recomendada para pasar un buen rato entre risas y balas. Por Keila Ayala
Después de 17 años de la segunda parte, Bad Boys para siempre vuelve a poner en acción a Mike Lowrey (Will Smith) y Marcus Burnett (Martin Lawrence), los amigos policías a los que vimos repartir piñas y tiros por primera vez en 1995, cuando el director Michael Bay daba a conocer las primeras armas de su inconfundible cine adrenalínico. Esta vez no está Bay en la dirección, pero la química entre ambos actores/personajes sigue intacta. Incluso, hasta se ve más potenciada por el paso de los años, ya que la madurez los favorece en el drama, que convierten en humor automáticamente, y en las escenas de acción, en las que se los ve más creíbles y queribles que nunca. Bad Boys para siempre es muy consciente de lo que es y sabe administrar las dosis de humor y de acción, además de contar con un elenco que encara las situaciones más descabelladas y las resuelve de manera efectiva. La clave de esta tercera parte es que cumple con lo que promete y entrega diversión y explosiones sin pretender ser otra cosa más que una comedia de acción mainstream para disfrutar con un balde de pochoclos bien grandote. Todo en la película dirigida por Adil El Arbi y Bilall Fallah está puesto en su justo lugar, y si bien el ritmo decae un poco en la segunda mitad, lo cierto es que entretiene en todo momento gracias a la chispa actoral de Martin Lawrence (aceitado como nunca antes) y el respaldo siempre rendidor de Will Smith. Qué bueno sería que todas las buddy cop movies (películas de una dupla policíaca) fueran como Bad Boys para siempre: grandes escenas de acción, chistes efectivos que intervienen cada vez que la cosa se pone un toque pesada (prestar atención a la escena en el avión), un homenaje al cine de Michael Bay con cameo incluido, una conexión endeble pero aceptable con la tradición de la telenovela mexicana (con la reina del género a la cabeza, Kate del Castillo) y un giro final/filial sacado de la galera, como para agregarle la autoconciencia traída de los pelos que toda película de estas características tiene que tener. Otro acierto del filme es la incorporación de los jóvenes policías que ayudan en la arriesgada misión a los protagonistas. Sobre todo la de su jefa y líder, interpretada por Vanessa Hudgens, quien se planta firme en su cargo y da órdenes con convicción, además de actuar muy bien la relación que tiene con el personaje de Smith, con gestos, con miradas y sutiles movimientos del cuerpo que lo dicen todo sin hacer nada. La música original de Mark Mancina y algunos hits latinos del momento le dan la cuota de nostalgia y de actualidad necesarias para encender la pasión de la popular. Ver Bad Boys para siempre en cine es lo más parecido a estar en una fiesta o en un boliche de moda. Inesperado regreso con gloria y gracia.
El fenómeno del blockbuster es la otra cara del Hollywood de alto presupuesto que ha prefigurado su esquema industrial de las últimas décadas mediante una fórmula sumamente exitosa: poco riesgo artístico y grandes efectos especiales que solamente buscan el rédito económico. Podríamos primero definir que entendemos por blockbuster: un término acuñado al nacimiento del relato posmoderno, sucedido en aquel cambio de paradigma que posibilitara fenómenos masivos como un modelo de film que excedió claramente la pantalla para convertirse en ícono popular. Como parte del aparato publicitario que el sistema de estudios avala, un blockbuster debe poseer un argumento high-concept. Esto significa que la sinopsis se puede resumir en una única frase o imagen impactante. Es decir, vincula el gusto del espectador contemporáneo con una extensa estrategia publicitaria, un fenómeno característico del citado relato posmoderno, evidenciado en la anodina repetición en la que se ha visto sumida Hollywood, ante lo cual esta reinvención de “Bad Boys” viene a corroborar la regla. Una corriente que termina cimentando a sagas, secuelas y remakes como las propuestas comerciales más rendidores los últimos años. Designando fórmulas originales en los últimos años, el cine de animación y la ciencia ficción se convierten en un referente de la experimentación virtual para el desborde (el llamado cine hiperbólico y de vocación consumista), que buscan unos propósitos menos arriesgados y personales, como indican los estudios de mercadeo. Michael Bay, cineasta que dirigiera los primeros dos episodios de “Bad Boys”, pareciera la persona más oportuna para llevar a cabo semejante empresa, habiendo saturado su filmografía de títulos prescindibles y pasatistas, que utilizan la parafernalia visual como centro motor del relato y no como instrumento anexo, saturando el film de acción incesante que cubra baches narrativos, en las antípodas del ritmo entendido como elemento gramático unificador. Similar estilo persiguen las mega producciones de Jerry Bruckheimer, rey del cine de acción más pochoclero y rendidor en taquilla en las últimas tres décadas. La pareja protagónica está conformada por Martin Lawrence, exitoso comediante americano y Will Smith, convocante y carismático intérprete, efectivo en el terreno dramático cuando se lo propone. Lejos de ese registro y en el eterno personaje que siempre intenta reestablecer el orden, recurre al héroe prototipo que encarnara en “Yo, Robot”, “Men in Black”, “Soy Leyenda” e “Independence Day”. Smith saltó a la fama con la serie televisiva “The Prince of Bel Air” y dos años después tuvo su bautismo de fuego cinematográfico con “Bad Boys”, una película que veinticinco años después luce pasada de moda. El viejo ardid de la buddy cop movie con toques de comedia y la pareja despareja que lucha contra el crimen es otro de los tantos clichés imposibles de sortear en esta ópera prima de Bilall Fallah y Adil El Arbi.
Con lentes y tintura Hace tiempo que empezó a sentir el peso de los años sobre el cuerpo, pero es el nacimiento de su primer nieto lo que logra que Marcus (Martin Lawrence) se replantee cómo quiere vivir sus próximos años, y que finalmente se convenza de que necesita retirarse de la policía para pasar más tiempo con su familia. Quizás porque el retiro de su amigo le recuerda su propia edad, su eterno compañero Mike (Will Smith), siempre preocupado por mostrarse joven y vigente, no se toma a bien el anuncio y genera un conflicto entre ambos. Para peor, la siguiente generación de detectives que viene a reemplazarlos no ve con buenos ojos sus métodos violentos e improvisados, convirtiendo poco a poco a la institución policial en una estructura donde Mike y Marcus guardan algo de prestigio pero tienen cada vez menos lugar. Mientras están atrapados en esta encrucijada, se fuga de la cárcel una peligrosa delincuente que lleva décadas amasando odio y ansias de venganza contra todas las personas que le arruinaron la vida, entre quienes se encuentra el propio Mike. Como en los 90 La idea del héroe de acción enfrentándose al paso de los años es bastante recurrente, y ya pasaron por ella varias de las estrellas del género de los 80s y 90s a medida que fueron superando el medio siglo. Bad Boys Para Siempre no tiene mucho que aportar en el tema, solo algunos chistes genéricos para burlarse del que pretende cambiar dejando en el pasado toda una vida de violencia, a la vez que ensalza al que pretende seguir comportándose como si tuviera veinte años menos. La dupla protagonista está rodeada de un equipo de jóvenes modernos que prefiere el uso de la tecnología para resolver sus casos, y enfrentada a un letal sicario que nunca se gastarán en desarrollar más allá del clásico estereotipo. Al menos tienen la decencia de burlarse abiertamente del hecho de que el actor es completamente incapaz de lograr el acento mejicano creíble que debería tener su personaje. Si hay algo que reconocerle a Bad Boys Para Siempre es que, aunque todo lo que narra es más antiguo que sus personajes, no parece importarle y ni siquiera intenta fingir un discurso modernizado a los tiempos actuales. Los latinos son todos criminales, las mujeres son todas decorativas o locas, y un hombre que se precie arregla sus problemas con sus puños, especialmente si tiene una placa que le permite saltarse las leyes como más se le antoje sin ninguna consecuencia. No hay hipocresía, es lo que quiere decir y no lo disimula. De lo que le pudo haberle traído el éxito originalmente, solo queda la buena química entre los protagonistas, suficiente como para lograr generar algo de humor a pesar de cargar con un guion previsible y sin vuelo. Lo más creíble de toda la película es la relación entre ambos, pero ese carisma no alcanza para mucho cada vez que los directores intentan armar un momento emotivo que resulta apático, o una sorpresa a la que se le ven los hilos sin buscarlos. Ni siquiera las escenas de acción son interesantes y están muy lejos de tener el atractivo de las que supieron ser sello de la saga con Michael “tengo descuento en Júpiter” Bay; aunque claramente intentan emular su nivel de ridículo haciendo explotar o incendiarse cada cosa que se les cruce en el camino, carecen de la destreza para que al menos sean divertidas.
Texto publicado en edición impresa.
“Es para verlos a ellos”. Definición de tribuna si las hay aunque no exenta de una gran porción de verdad y de poder de síntesis. Una frase que seguramente la mayoría habrá pronunciado a la salida de “El regreso de los repodridos” (Claude Zidi, 1990), “Arma mortal 3” (Richard Donner, 1993), “Starsky y Hutch” (2004), y tantos otros productos tan menores como efectivos. Una frase que además de ponderar la química de las duplas protagónicas (cuando funcionan), se puede interpretar como todo lo que la película no es, o no tiene. Algo así puede aplicarse al estreno de “Bad Boys para siempre” porque este dueto entre Will Smith y Martin Lawrence, viene disparando desde 1995 y sigue funcionando. Empezó cuando los dirigió Michael Bay en su época previa a Transformers; cuando todavía hacía videoclips y películas de acción cuyo argumento sí podía recordarse diez minutos después de abandonar la sala. Volvieron en 2003 bajo la misma batuta. En ambos casos los dos seguían combatiendo problemas de tráfico y carteles de droga mientras disparaban balas, chistes y remates pegadizos. Hoy Will y Martin, con 52 y 55 abriles respectivamente, regresan diecisiete años después de la última aventura. Podría decirse que el tema de la edad permitía jugar a otra cosa en un género en donde el físico es importante para el despliegue y la credibilidad de las escenas, pero si Sylvester Stallone puede reunir una brigada de musculosos del cine de los ‘80 y salir airoso, estos dos pueden estar tranquilos porque el montaje y los dobles de riesgo suelen hacer toda la magia. Como no podía ser de otra manera, la introducción arremete con una tremenda persecución que terminará en un gag que se viene venir desde el logo de Sony Pictures. La introducción no sólo sirve para que el público vea cómo andan los muchachos de joviales, sino para mostrar también algunos nuevos prodigios técnicos en materia de cine de acción. No obstante la mezcla de sonido pone demasiado al frente la banda sonora de diálogos entre ambos en todas las escenas de persecución. Los dos actores tienen un tono vocal que no se condice ni con la música ni los efectos ni con la situación de tensión. Suenan como si en medio de la guerra estuviesen hablando sentados en el living de su casa. Guión de fórmula. Marcus (Martin Lawrence) está retirándose del oficio. Mike (Will Smith) todo lo contrario. Lo que ninguno sabe es que Isabel (Kate del Castillo) escapa de prisión y como nueva jefa super capa de la droga da la orden a su hijo Rafe (Charles Melton) para que elimine uno por uno a todos los involucrados en la muerte de su padre, incluido Mike. Habrá enfrentamientos entre ambos y miradas de reconocimiento mutuo. Hay algo, un vínculo. Una conexión desconocida (para ellos, para el resto de la platea está todo muy claro). Lejos de ser la droga el elemento que da pie a la acción, el motor principal del guión de Chris Bremner, Peter Craig y Joe Carnahan es la venganza. Menos mal que no pretende otra cosa que entretener porque sino estaríamos frente a una mala parodia de tragedia griega. Hay situaciones que mueven a risa en “Bad Boys para siempre” y no son precisamente por la dupla protagónica. Tal vez en este costado de la historia familiar (madre-hijo) hubiese sido más acertado no tomarse todo tan en serio. Adil El Arbi y Bilall Fallah, los directores de esta entrega, sufren de “michaelbayismo” (dícese del síndrome de la acción por encima de la historia) en grado leve gracias a la necesaria reconstrucción de la química entre los dos amigos, sin la cual no habría película. Smith y Lawrence logran sobrevivir a situaciones que van desde promesas a Dios a brujería y lo hacen porque saben perfectamente lo que necesitan sus personajes y lo que van a generar desde la pantalla. Lo dicho al comienzo de esta reseña. Eso que de vez en cuando suele escucharse a la salida del cine: “Es para verlos a ellos”
Crítica emitida por radio.
Ojalá que no! Debo reconocer que nunca fui demasiado fan de esta saga policial humorística ni de la dupla protagonista, pero creo que podremos coincidir con la mayoría de los espectadores en que ha ido empeorando con cada entrega. Este nuevo título es bastante flojo, más allá de que incorpora más y mejor producción. Tiene algunos momentos de acción entretenidos y algún que otro diálogo divertido, no mucho más. Son muchos los aspectos negativos de esta nueva ''Bad Boys For Life''. Comienzo con el guión. Malo. Capo narco mexicano quiere vengarse del personaje de Will Smith por haberlo encerrado en la cárcel. El matón que envía para asesinarlo es básicamente un superhéroe... Invencible, se mueve a sus anchas como si no existiera algún tipo de vigilancia o seguridad en toda la ciudad de Miami. Hay momentos ridículos en los que el sicario hace básicamente lo que quiere sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Pero esto no es lo peor, lo más flojo viene sobre el final cuando una vuelta de tuerca muy innecesaria establece una conexión inesperada entre Will Smith, el sicario y el capo narco. De novela de bajo presupuesto este desenlace. Otro tema que no me gusta es la dinámica de la dupla. Will Smith en este personaje no resulta divertido ni copado, diría que al contrario, parece el salame que se cree divertido y del cual la gente se ríe por la bajo, pero no con él, sino de él. El personaje de Martin Lawrence cada vez peor también. Exagerado y con una personalidad mezcla de gruñón y miedoso que no resulta positiva. Te termina pareciendo más pesado que simpático. Juntos tampoco funcionan bien, no les veo química. Volviendo un poco sobre el guión, otra vez terminan en el cliché del narco mexicano. ¿Realmente? ¿Los únicos criminales que hay en Miami son narcos? Al menos le hubieran choreado alguna idea de partida a CSI. Siento que más allá de tener dos protagonistas afroamericanos, parece un film dirigido para el republicano blanco votante de Trump que se quiere hacer el inclusivo. No se... es hasta ofensiva la película en algunos momentos. Y bueno, si entramos en detalles de los momentos o escenas, podemos encontrar boludeces poco pensadas como la secuencia de inicio en la que ambos detectives violan todas las leyes tránsito posibles y llegan manejando un Porsche, marcha atrás, al hospital en el que está naciendo el nieto de Marcus, el personaje de Martin Lawrence. De este tipo, hay varias en la propuesta. En resumen, otra entrega de baja calidad que está pidiendo a gritos un cierre para siempre. Creo que no me van a dar bolilla. Por supuesto, el final abre la puerta a una secuela cuya premisa pinta para ser aún peor que la de este título.