El régimen animal Border (Gräns, 2018) es una película sumamente extraña -y por ello, interesante- que sabe cómo combinar esquemas narrativos muy diferentes con una inusitada eficacia, hablamos de detalles varios del drama identitario, el romance, el thriller policial, la epopeya de marginados y hasta el terror de impronta mitológica/ folklórica. Esta segunda obra del director y guionista de ascendencia iraní Ali Abbasi luego de Shelley (2016), aquel intrigante retrato de la maternidad como una maldición parasitaria en plena expansión, se centra en Tina (Eva Melander), una mujer que trabaja como oficial en el servicio aduanero portuario de Suecia y que debido a una anomalía cromosómica tiene un rostro deforme y es incapaz de engendrar hijos. El componente fantástico del relato pasa por su extraordinaria capacidad para percibir en terceros estados como la vergüenza, la culpa, el miedo y la rabia mediante su olfato, lo que la transforma en un verdadero éxito a nivel laboral aunque no tanto en su vida personal, ya que cohabita con el patético Roland (Jörgen Thorsson), un vividor hiper fanático de los rottweilers que a su vez la detestan y le ladran todo el tiempo. El guión del realizador, Isabella Eklöf y el inefable John Ajvide Lindqvist, a partir de un cuento de este último que se asemeja muchísimo a su otro trabajo literario conocido por el gran público, el que inspiró la excelente Criatura de la Noche (Låt den Rätte Komma in, 2008), se divide entre -por un lado- la repentina colaboración de Tina con la policía para el desmantelamiento de una red de pornografía infantil y -por el otro- la aparición de un extraño llamado Vore (Eero Milonoff), quien definitivamente padece la misma alteración cromosómica y en una revisación en la aduana descubrimos que posee genitales femeninos a pesar de la presencia de un cuerpo masculino, lo que desde ya no impide que surja una relación romántica entre ambos. Aquí Abbasi supera por mucho lo alcanzado en ocasión de Shelley porque decide esquivar aquellos instantes contemplativos símil cine arty y los clichés almidonados del horror de antaño para apostar en cambio por una historia más lineal que balancea de maravillas los silencios y un puñado de palabras que ofrecen la dosis justa de información a medida que avanza una aventura muy orientada al film noir y la sorpresa. El sustrato animalizado de Tina y Vore (gruñidos, temor a las tormentas eléctricas, una comunicación sobre todo intuitiva, el mismo sentido superdesarrollado del olfato, etc.) va transformándose desde la comarca de los hipotéticos hombres lobos o hasta los eslabones perdidos entre el neandertal y el homo sapiens hacia lo que promediando el metraje se define como trolls, en términos prácticos los sustitutos de los vampiros de Criatura de la Noche y una nueva excusa -ahora en el ámbito bucólico- para pensar la marginación social, la enorme malicia del ser humano y el anhelo de los protagonistas en pos de consolidar una vida pacífica que garantice la no estigmatización compulsiva de la comunidad. Tratándose nuevamente -al igual que Shelley- de una propuesta muy en sintonía con el sentir de los países escandinavos porque Abbasi tiene lazos tanto con Suecia como con Dinamarca, la película indaga en temáticas pesadas como el abuso sexual contra niños, la tortura, el capitalismo de los psicópatas más perversos, el robo de bebés y la negación con respecto a los orígenes de una manera franca que no disfraza para nada los acontecimientos de base. Indudablemente el gran punto a favor de Border pasa por su planteo visceral de cuento de hadas para adultos que saca partido de la curiosa sexualidad de los trolls basada a la par en el régimen animal de fondo y en una especie de inversión en relación a su homóloga humana (hoy macho y hembra no son compartimentos estancos, precisamente), amén de la construcción escalonada de un misterio y una furia de venganza que se disparan en el último acto desde un nihilismo totalmente inesperado que asimismo refuerza aquello de que el hombre es el peor enemigo de sí mismo, ya que apenas con un “empujoncito” cualquier individuo cae en las barrabasadas más demenciales (a diferencia de lo que suele ocurrir en el ecosistema hollywoodense, aquí los momentos fantásticos no apuntan a una “magia” cándida o a correspondencias retóricas infantiloides sino a una potencialidad tenebrosa que tampoco cae en abstracciones huecas símil terror mainstream, debido a que permanece bien cerca de una cotidianidad de abusos que las mayorías populares deciden no ver desde el conformismo y la idiotez). Debajo del inmejorable maquillaje de Melander y Milonoff se asoman unas muy buenas interpretaciones que hasta obvian el facilismo de idealizar a los atribulados protagonistas para edificar un entramado psicológico muy sensato y complejo…
Desde los márgenes: Introducción: Una mujer trabaja en un control de aduanas portuario de Suecia. Tanto su rostro, que evidencia una anomalía genética, como su habilidad para detectar el contrabando de sustancias, objetos u actividades ilegales a través del olfato, la sitúan de entrada como un ser especial. Este es el comienzo de Border (Gräns, 2018), segundo largometraje del director sueco Ali Abbasi, que llega precedido por haber ganado el premio como Mejor Película en la sección Un certain regard de la pasada edición del Festival de Cannes. Desde del punto de vista del género, podría decirse que el director hibrida hábilmente el thriller policial con la ficción fantástica tradicional del folclore sueco, incluyendo también elementos del terror sobrenatural y de romance. La trama se va desenvolviendo gradualmente, entregando a cada paso nueva información que le permitirá al espectador enriquecer sus lecturas posibles. El director logra que los elementos grotescos de su ficción no caigan en lo bizarro ni el ridículo, mediante la maniobra de anclar el relato tradicional en el tiempo presente abriéndolo a nuevas resonancias. Concretamente lo que hace Abbasi es tomar el mito escandinavo de la especie antropomórfica de los trolls, temible por su hábito de raptar bebés de los humanos para cambiarlos por los deformes de su especie; para hablarnos de los efectos del fenómeno de la segregación en la actualidad. El orden de lo humano: Tina (Eva Melander), pese a su condición de diferente, se encuentra inserta en la sociedad, desempeñándose en la aduana portuaria. Ella vive en una casa en el bosque junto a Roland (Jörgen Thorsson), un hombre ordinario que se dedica a la cría de perros. Roland encarna el tipo de hombre común que trabaja y al finalizar sus tareas, queda capturado por las imágenes de la pantalla del televisor y el alcohol y que busca satisfacer sus necesidad sexuales en completo silencio, sin mediar diálogo ni palabra amorosa hacia su pareja. Bajo la apariencia de vida “normal” de Tina, van despuntando ciertas cuestiones que ponen en jaque esa supuesta “normalidad”. Tina tiene una conexión especial con la naturaleza, lo cual percibimos durante sus paseos descalza por el bosque en los cuales se acerca y se le acercan animales e insectos. Por otra parte, posee la habilidad de detectar con el olfato, aquello que los humanos buscan ocultar; don que es bien explotado por la sociedad al insertarla en un puesto de control de migraciones. El director nos muestra detalladamente cómo Tina olfatea y muestra sus dientes, asemejándose a un perro, cuando las personas pasan por el corredor de control. De esta manera, el realizador ya pone en cuestión la tan enarbolada “inclusión” de las minorías diferentes, sea por cuestiones raciales, incapacidades físicas/psíquicas o diversidades sexuales. Hay inclusión, pero siempre en calidad de ciudadanos de segunda. En este línea resulta interesante recordar que el director de la película es sueco, pero ha nacido en Irán, lo cual también le otorga como cineasta un lugar y una mirada muy particular. Por otro lado, respecto de la habilidad de Tina podemos mencionar dos aspectos interesantes. En primer lugar, Tina le dice a la fiscal que la convoca a colaborar de incógnito en la recolección de pruebas para desbaratar a una red de pedofilia, que sabe cuándo las personas ocultan algo porque detecta con su olfato sus afectos como la vergüenza, la culpa o la rabia. Según refiere la teoría psicoanalítica, el efecto de la prohibición del Goce todo por la intervención de la ley paterna, tiene con efecto la represión de las pulsiones sexuales anárquicas que buscaban su satisfacción inmediata y el advenimiento del orden de la cultura, donde el empuje pulsional a la satisfacción puede ser demorado, sublimado y puesto al servicio de un objetivo socialmente valorado. Dice Freud en sus Tres ensayos sobre teoría sexual (1905) que los afectos de vergüenza, asco y la moral se constituyen como los diques pulsionales. De esta manera, lo que caracteriza a lo humano, en tanto atravesado por el lenguaje y la cultura, es detener sus acciones ante la aparición de afectos como la vergüenza, la culpa, el asco, la compasión o el temor. Se dibuja entonces una frontera (aquí tenemos una primera referencia al título, ademas de la literal vinculada al control migratorio) que permite distinguir lo humano de aquello que no lo es. De esta manera, Abbasi pone en cuestión la lógica del sentido común que situaría lo deforme o lo monstruoso, vinculándolo a la apariencia física. Tina desde la apariencia podría ser etiquetada como monstruo, pero de acuerdo a sus actos (la benevolencia con que trata al adolescente que quiere pasar alcohol, el cuidado con el bebé de su vecina, su pudor ante la pregunta de su padre acerca de si tiene relaciones sexuales con Roland, su asco vacilante cuando se le ofrezca comer un gusano) podemos situarla como humana. Es así como ella se presenta y define: sou humana. Por otra parte, veremos que aquellos implicados en la red de pornografía infantil tienen apariencia humana, pero sus actos los sitúan por fuera de orden de lo humano al dañar salvajemente nada menos que a niños, que son precisamente aquellos que enseguida despiertan nuestro cuidado. Lo humano y lo aberrante no se define entonces desde la imagen, desde la portación de rostro, sino por la posibilidad de estar sujetos al orden de un límite al goce mediado por la ley y al orden del deseo como su consecuencia (La condición del deseo, es que haya prohibición). A la vez, no pocas veces nos vemos tentados a avanzar en el goce, transgrediendo la barrera del deseo, y así dañando a otros. Las fronteras entre lo humano y lo inhumano no son tan claramente discernibles y hasta interpela aquello de nosotros mismos que puede volverse inhumano en cualquier momento. Esta linea permite entender también porqué Tina no puede detectar nada concreto, más allá de su apariencia desagradable, intimidante y misteriosa, cuando se encuentre con Vore (Eero Milonoff). Tina, no solamente no podrá detectar nada porque la atracción que comience a sentir por él obnubilará sus sentidos, sino también porque Vore no presenta esos afectos humanos de vergüenza, culpa o asco. Conforme vaya avanzando la trama, Tina invitará a Vore a vivir en su casa de huéspedes y así podrá conocerlo en si intimidad. Vore se revelará como un presencia inquietante y oscura en la vida de Tina, una suerte de igual que hará estallar los cimientos sobre los cuales afirmaba su identidad. Vore se definirá a si mismo como perteneciendo a otra especie que lo humano, dirá que es un troll y ninguna moral ni compasión lo detendrán en su voluntad de dañar a los humanos y hacerlos sufrir. Y poco a poco, seremos testigos de la degradación de lo humano en Tina, a medida que se acerque más y más a Vore. Sus diques pulsionales irán cediendo y se entregará a él, fundiéndose en la voluptuosidad de la carnalidad de sus cuerpos. Así Tina deviene la metáfora o alegoría de la degradación del orden simbólico en nuestra época, esa que imponiendo el derecho a gozar como emblema, empuja a la satisfacción inmediata y desdeña como obsoleto el juego del deseo; esa que barre con las fronteras entre lo intimo y lo público, despreciando la vergüenza o el pudor como marcas soportes del sujeto. No por nada cada vez no enteramos de mayores atrocidades capaces de cometer alguien que calificaríamos aparentemente como humano, es que la desvalorización de la función del padre en nuestro tiempos, retorna bajo una oscuridad y maldad que es peor que el orden de la prohibición y de un goce limitado del cual muchas veces solemos quejarnos. Sexualidad y sexuación: El interesante tratamiento que Abassi le da a la sexualidad y a los cuerpos en Border, permite diferenciar varias cuestiones: la apariencia física, el género, el sexo biológico y la sexuación. A nivel de la imagen visible, Tina tiene una apariencia femenina, a nivel del género, sus dotes en la pesquisa y el control así como sus poses, le dan un aire simiesco masculino; a nivel del sexo biológico, su cola funciona como un pene. Desde la sexuación (posición respecto del goce), podríamos decir que su posición es femenina: Tina tiene un anclaje en el goce fálico, en el goce medido que le da su inserción en la cultura y la sociedad y a la vez, conserva ese lado animal, esas intuiciones que no se atienen a la razón, que no pueden ser domesticadas totalmente por el amo, que le permiten conectarse con el goce femenino. Tina aquí es ocasión para ilustrar la posición femenina en tanto goce de ser no-toda, es decir, no sin relación al falo, aunque esté más allá de él. Si tomamos a Vore, desde la apariencia y el género es un hombre, en cuanto a su sexo biológico es una mujer, pero desde el punto de vista de la sexuación quedaría del lado del goce femenino, ese goce ilimitado, que no conoce el freno de la vergüenza, el asco o la moral. Como puede verse, ninguno de estos órdenes coinciden en Tina o en Vore y tampoco tendrían porqué hacerlo en el orden de lo humano, donde por estar atravesados por el lenguaje, se pierde cualquier referencia a lo natural o lo instintual. El encuentro de Tina con Vore, la llevará (como mencionamos más arriba), a ir perdiendo progresivamente su amarre en el goce fálico, y alejarse del orden de la cultura para ir asumiendo la Otredad e irse sumiendo cada vez más en la infinitud del goce femenino. Totalitarismo y segregación: El monstruo no lo es por que sí, es un producto de la sociedad. Aquí en la idea del fenómeno y del monstruo, Abbasi se incluye en una tradición que va desde Frankenstein (1818) de Mary Shelley, Freaks (1932, Tod Browning), También los enanos empezaron pequeños (Herzog, 1970) y El hombre elefante (Lynch, 1980)), por mencionar algunas. Se trata de seres que fueron rechazados hasta por su propio creador, que fueron explotados, utilizados, marginados o incluidos como centro de un espectáculo. Vore dice que lo han hecho sufrir. Su sufrimiento en el pasado, es su único atisbo de humanidad, Los padres de Vore fueron sometidos a experimentos psiquiátricos en los años 70, el padre de Tina le revelará que sus padres fueron encerrados en un establecimiento psiquiátrico, donde él trabajaba como celador, ofreciéndose a cuidarla cuando sus padres murieron. La deformidad aquí es símbolo de cualquier rasgo que sea soporte de una diferencia de cualquier orden: racial, sexual, religiosa, etc. Y en este punto es donde se vuelve crucial el fenómeno de la segregación, que es un efecto discursivo producto de constituir un conjunto. Si digo los argentinos, es porque dejo afuera del conjunto a quienes no lo son. El problema es cuando este fenómeno discursivo se vuelve el soporte del totalitarismo y del odio cuando aspira a convertirse en un universal como por ejemplo: la raza aria. El capitalismo mismo como máquina simbólica que apunta producir cada vez mayor acumulación de capital, constituyéndose en un imperio, produce sus propios desechos. En esta lógica universal, homogeneizante y dominante, no sorprende que el efecto sea el odio desde esos mismos residuos sociales como modo de agujerear esa totalidad que se impone y que se puede expresar por ejemplo en el terrorismo o un feminismo radical que rechaza al hombre. En este punto Abbasi instala la pregunta por ¿cómo responder ante los discursos sociales y económicos dominantes? ¿Se trataría de imponer por la vía del odio, que apunta a suprimir el ser del opresor diferente, a la propia especie también como totalidad? ¿O de instaurar por la lucha simbólica la conquista de derechos e ir ganando espacio sin anular las diferencias? ¿Sería posible lograr equidad a nivel social y a la vez convivir con las diferencias? Esta segunda vía, requeriría poder soportar la diferencia y una posición que no busque reducirla desde ninguno de los dos lados, sino que esté abierta a lo que ese Otro en tanto distinto podría aportarme. Momento de concluir: En consonancia con el título, el realizador sueco-iraní ofrece en Border una propuesta diferente, difícil de clasificar en las fronteras y las convenciones clásicas de los géneros del terror, el policial y hasta el romance. Las referencias a estos géneros no quedan al servicio del mero entretenimiento vacío. Aquí hay un cuidado de autor por la puesta en escena y en las interpretaciones de la pareja protagónica, explotando al máximo las resonancias simbólicas y las complejidades psicológicas en cada secuencia. La paleta de colores luminosos y brillantes del comienzo, va opacándose y oscureciéndose acertadamente, sumiéndonos en una aura opresiva y tenebrosa, apta para interrogarnos sobre la propia inhumanidad que habita en nosotros, contenida por fronteras, pero agazapada y siempre dispuesta a aparecer. En Border, Ali Abbasi nos brinda una experiencia perturbadora y a la vez fascinante.
Demasiado monstruo humano Sin lugar a dudas el nuevo opus del iraní Ali Abbasi es un cuento fantástico, sin moraleja ni lecciones de moral estériles y que desde la mezcla de elementos genéricos como el thriller, el policial, el drama y apuntes que ocultan cierto enfoque crítico o denuncia frente a una sociedad que necesita de monstruos o deformes para esconder su propia monstruosidad se generan toda clase de aristas por las cuales transitar con un análisis. La primera sensación que genera tomar contacto con la protagonista Tina (Eva Melander) y su antagonista Vore (Eero Milonoff) es el rasgo de animalidad detrás de la impronta de la deformidad. Ella explota su cualidad olfativa en pos de un orden que establece una escala de valores y presta el servicio a las autoridades aduaneras en Suecia. Cualquier serie yankee, que utiliza este tipo de personajes para asociarlos con una institución mayor como por ejemplo El mentalista o Castle por citar ejemplos al alcance de la mirada hubiese exacerbado el físico de Tina, sus rasgos y deformidad desaprovechando la riqueza psicológica de su traumática existencia, que incluye la crisis de identidad entre muchos otros tópicos que la hacen sumamente atractiva más no empática. En Vore se respira otra cosa: la distancia entre lo humano y lo monstruoso pero el entorno en realidad ya de por sí para ambos personajes está muy lejos de un cuento de hadas con un bosque encantado. Desde el vínculo carnal y olfativo Tina y Vore encuentran su identidad, sienten esa libertad que el cuerpo deforme necesita a escondidas de los otros “normales” con los que conviven como Roland (Jörgen Thorsson) , la pareja de Tina, obsesionado con sus perros, aquellos que ladran al aparecer ella y su instinto por delante. Como lo indica el título Border que se traduce como frontera va más allá de la frontera geográfica o incluso de la del físico, los fronterizos del mundo de hoy o los marginales de ayer son aquellos que no cuajan en una matriz donde todo parece perfecto y donde lo imperfecto es peligroso, se vuelve autosuficiente y hasta puede llegar a generar resentimiento por ignorancia. Afortunadamente existen películas de este calibre, que renuncian a cualquier mecanismo o dispositivo facilista o efectista para dejarnos con finales abiertos y reflexivos como el que propone este nuevo opus del iraní Ali Abbasi.
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Sacando la legendaria Palma de Oro, en el Festival de Cannes se entregan varios premios. Algunos oficiales y otros no tanto. Definitivamente una de las categorías y premios más valiosos para el público es la sección Un Certain Regard que colecta producciónes más que curiosas o alternativas con una fuerte vision que desborda personalidad. La ganadora de este año, y elegida como la representante sueca para los Oscars, es “Border”. Dirigida por el inmigrante iraní, y ciudadano sueco, Ali Abbasi, y basada en una historia corta del autor de “Let the Right One In”, novela de género alternativa que se adaptada en la increíble película sueca del mismo nombre hace unos años ya. La película sigue a una empleada de aduana que es especialmente buena en su trabajo, pudiendo “oler” a las personas que llegan al país con algo que no deberían. Al mismo tiempo que una de sus usuales capturas va a revelar una investigación muy importante de la que va a empezar a ser parte, llega a su puesto un hombre del que curiosamente no sabe qué pensar. Es la primera vez que le ocurre algo parecido, y habiendo sufrido toda la vida ser una persona apartada socialmente ve en él alguien con quien conectarse. Conociendo a este no-tan-extraño comienza a redescubrirse a sí misma. Un trabajo verdaderamente valiente que Abbasi consigue mantener tan provocador como apto para el público, que de todas maneras va a tener que ser igual de valerosos. Una mezcla de géneros que desemboca en un thriller dramático con toques de un submundo sobrenatural en medio de nuestra realidad. Con escenas de violencia sugerida muy fuerte, y una sexualidad explícita que conforman una de las escenas de sexo más extrañas y memorables del cine moderno. Uno podrá pensar que sabe lo que se viene, pero definitivamente no está preparado para ver cómo. Entre la producción tan impecable como imaginativa también tenemos la suerte de disfrutar interpretaciones desatadas por parte de dos de los actores protagonicos, Eva Melander y Eero Milonoff. Aunque no termine de redondear una experiencia superlativa, definitivamente es un film único que encuentra en casi todos sus elementos individuales algo valioso. Vale la pena buscar la forma de verla, y es necesario saber lo mínimo posible para disfrutarla al máximo.
Brillante propuesta que juega con los límites de la percepción de los géneros, contando la historia de seres en desgracia, propias y ajenas, que se complementan y necesitan para salir ilesos ante la mirada que juzga y critica.
Ganador del premio máximo de la sección oficial Un Certain Regard y del galardón FIPRESCI de la crítica internacional en el último Festival de Cannes, el segundo largometraje de este director nacido en Irán hace 37 años, pero formado en Suecia y radicado en Dinamarca, se dio el gusto de competir hace pocos días por el Oscar en la categoría de mejor maquillaje. El resultado es una de las películas más audaces y fascinantes de los últimos tiempos. Este film tan fascinante como atípico podrá gustar o disgustar en la misma medida, pero no dejará a nadie impasible. El director de origen iraní Ali Abbasi tomó la historia homónima de Jon Lindqvist (autor de autor de la célebre novela que inspiró a Criatura de la noche y a su remake hollywoodense Déjame entrar) y realizó una película que –como su título- circula entre el film noir, el terror, el melodrama y el cuento de hadas con monstruos, todo ambientado en los bosques de Escandinavia. Justamente de Escandinavia son originarios los troles o trolls, seres del bosque de origen legendario desde la Edad Media, de aspecto antropomórfico y con una cola, más frecuentemente ligados al mal que al bien, que suelen secuestrar humanos, preferentemente niños, y reemplazarlos. Tina es una mujer singular, de una fealdad absoluta con rasgos primitivos, una controladora de aduanas cuyo talento consiste en un finísimo y extraordinario olfato que capta de manera infalible a todo individuo que pretende cometer cualquier ilícito, o introducir elementos ilegales o irregulares, por el particular olor que emana. Tina vive en los bosques con un hombre dedicado a sus perros, únicamente para sentirse acompañada. Pero su placer consiste en vagar en contacto con la naturaleza forestal, bañarse desnuda en un lago en pleno invierno, o empatizar con los animales. Su padre está internado en un hogar y no siempre la reconoce. El orden de su vida se ve alterado cuando se cruza con Vore, un ser idéntico a ella, el primero con quien comete un error profesional. Tina queda atraída por ese ser con el que se identifica, y ya nada será como antes. Simultáneamente, Tina empieza a desovillar una red de pedófilos que abusan haciendo pornografía con niños, y ambas historias se trenzan, en una peculiar historia de amor, policial nórdico y búsqueda de la identidad. Después de ver la película, investigué a la actriz que encarna a Tina. La caracterización que han llevado a cabo es impresionante: con una máscara fruto de horas de maquillaje, la talentosa –y hermosa- Eva Melander logra transmitir la confusión que atraviesa Tina cuando su orden se altera, en su búsqueda por sus verdaderos orígenes, la contradicción en los sentimientos que le despierta ese ser tan parecido a ella. Entre ambos nace una relación misteriosa, que se aparta de todo lo convencional y aun natural, manifestando una sexualidad diferente. La escena de sexo resulta una de las más fuertes y singulares que haya visto. La evolución de la historia sorprende a cada paso, porque no se ajusta a ningún cliché de los géneros que abarca, y sabe articularlos de manera absolutamente inusual y sugerente. Como su título Border = límite, este film puede tener muchas lecturas: sobre el ser diferente o marginal, sobre la banalidad de los humanos, el choque entre cultura y lo primitivo, sobre la fuerza de la naturaleza salvaje y la naturaleza animal del ser humano. Los límites de difuminan.
La película con guión y dirección de Alí Abbasi (iraní) fue la Ganadora de la sección Un Certain Regard en el último Festival de Cannes y candidata al Oscar como Mejor Película Extranjera por Suecia. Lo más probable es que nadie salga indiferente de la sala; al terminar de verla, uno tiene la sensación de que es la película más extraña que vio en su vida, y seguramente más de uno me dará la razón. Tina (la hermosa Eva Melander) es, gracias a un excelente trabajo de maquillaje, singularmente fea, cuasi deforme. Trabaja en la Aduana de Suecia y su olfato único le permite detectar quien viaja con algo ilegal o fuera de lo común, su habilidad consiste en sentir la culpa, vergüenza, remordimiento y rabia de los que pasan. Ella posee una deformidad de origen cromosómico, no puede tener hijos y comparte su casa con Roland (Jörgen Thorsson) quien adiestra perros rottwailers y muestra cierto interés amoroso por Tina, no correspondido. El guión de Isabella Eklöf, Alí Abbasi y John Ajvide Lindqvist, basado en un cuento corto de su autoría, además de “Déjame Entrar” y “Criatura de la Noche”, continúa cuando la protagonista conoce a Vore (Eero Milonoff), un ser de características similares a las suyas cuando él pasa por la Aduana y llama su atención. Inmediatamente se atraen, y comienzan a compartir tiempo juntos, tanto es así que ella le ofrece su casa de huéspedes para quedarse. Viven su pasión como animales salvajes, se gruñen demostrándose cuánto se gustan y son libres y felices por un tiempo hasta que un hecho cambia el curso de los acontecimientos. El film navega entre el terror sobrenatural, la ciencia ficción, algo de policial y temas como la discriminación, la aceptación de lo que uno es, el abuso infantil y el descubrimiento por parte de Tina acerca de los “trolls” (seres oriundos del bosque Escandinavo ligados a la maldad que secuestran niños y los reemplazan). Pero ella, al contrario de Vore tiene buenos sentimientos y los demuestra con sus vecinos, por ejemplo, aunque su unión con su semejante la acerca a lo más primitivo. Por momentos incómoda, en otros genial, (la escena de sexo entre ambos es de lo más bizarro que me tocó presenciar) es algo único y fuera de lo común. No conviene develar más, sólo recomendarla para que vivan la experiencia. ---> https://www.youtube.com/watch?v=QUT_PK7RghQ ---> TITULO ORIGINAL: Gräns ACTORES: Eva Melander, Eero Milonoff, Matti Boustedt. GENERO: Thriller , Romance . DIRECCION: Ali Abbasi. ORIGEN: Suecia. DURACION: 101 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 28 de Febrero de 2019 FORMATOS: 2D.
Original manera de evidenciar una realidad que puede abrumar a algunos espectadores es Border (Gräns, 2018), un film que combina el folklore sobrenatural con el realismo social-contemporáneo, para crear una alegoría sobre el racismo y el miedo a la verdad. Border es el último film del director y guionista iraní Ali Abbasi (Shelley, 2016), inspirado en el cuento original de John Ajvide Lindqvist (autor de Déjame entrar en el cual se basa la también sueca Criatura de la noche) y cuenta la historia de Tina (Eva Melander), una oficial de aduanas de la frontera sueca conocida por su extraordinario sentido del olfato, -puede olfatear hasta los sentimientos de un individuo-, filtrando a las personas que quieren ingresar contrabando al país. Tina tiene un defecto cromosómico que conduce a una cierta deformidad de la cara. Sólo con un hombre pierde el instinto, Vore (Eero Milonoff), de apariencia sospechosa. Ella sabe que Vore está ocultando algo pero no logra identificar qué y, así y todo, siente una extraña atracción por él. En paralelo se relata la búsqueda policial de una red de pedofilia, el talento de Tina será crucial para encontrar al criminal. Ganadora en Un Certain Regard del 71 Festival de Cannes, Border es un film que perturba a simple vista, y que luego invita a profundizar sobre lo expuesto en pantalla. No es una película para aquel espectador que busca respuestas rápidas ya que, de manera hábil, nos desestructura desde el comienzo, dificultándonos el poder comprender con precisión la trama. Quienes gusten de Akira Kurosawa o Apichatpong Weerasethakul, podrán apreciar este singular film de narración lineal, aunque trabaje sobre un guion íntegro, impredecible y que comunica a muchos niveles. Ali Abbasi se constituye en un observador minucioso, que fusiona el salvajismo del ser humano con la humanidad de los animales en una estética muy particular, tal vez, difícil de asimilar. Para lograr esto hay un destacado trabajo de maquillaje. Esta historia habla de la crisis existencial por la que atraviesan los que perciben o intuyen otra realidad, y presienten que hay algo más allá de lo impuesto por la sociedad. Luego de obtener la respuesta sobre la verdadera identidad no hay vuelta atrás, es un camino de ida para la protagonista. El director eligió la fantasía como registro quizás, porque aún no esté naturalizada en nuestra cultura occidental y gane el miedo a la subjetiva mirada del otro. Salir de nuestra zona de confort, de la cómoda meseta de mentiras y abrir los ojos por primera vez al mundo real, es quizás el mensaje más revelador de este film.
Fue una de las más agradables sorpresas de la última edición del Festival de Cannes, y se llevó el Grand Prix a la mejor película en la sección Un certain regard (Una cierta mirada). Y es bien cierto que el nombre de la sección le cae de perillas a esta realización del iraní Ali Abbias, afincado en Suecia. Tina (Eva Melander) es una agente de policía destinada en un puesto de Aduana en un puerto. Paradita, los pasajeros que ingresan a Suecia desde el mar pasan a su lado. Tina tiene, ¿cómo decirlo?, un poder, una capacidad inusual en los humanos. Ella huele y percibe lo que sienten los otros, sea vergüenza, culpa, ira. Apenas eleva su labio superior, ensancha las fosas nasales (su nariz es algo exagerada, y su porte no es precisamente bello) y lo detecta. Contrabandistas, pedófilos, delincuentes, todos caen gracias a su particular aptitud. No es como los perros entrenados que descubren la droga, porque por algún motivo los perros que entrena su apática pareja (Jörgen Thorsson) en la casa que ella tiene en el bosque, le ladran. Mucho. Tina tiene a su padre en un geriátrico. El hombre está en el penoso proceso de perder la memoria, por lo que mucho del pasado, la niñez de su hija no la recuerda. Y Tina se pregunta por cierta cicatriz en la espalda. Border, que tiene que ver con la frontera, sí, pero que aquí podríamos comprenderlo también como que se refiere a un personaje fronterizo, es una historia de amor, una de intriga y un policial que sigue a una red de pedófilos. Todo se complica, o mejor dicho, se engrandece, extiende y enriquece cuando el que desciende de un barco es Vore (Eero Milonoff), de similares características físicas: dientes aserruchados, grandes cejas, nariz prominente, la boca casi siempre abierta, la mugre debajo de las uñas. El maquillaje y las prótesis, verán, son importantes. Border fue candidata al Oscar este año en ese rubro. Vean las fotos de los actores en la vida real y se sorprenderán. Tina es una mujer introvertida, que guarda un secreto. El encuentro con Vore, que conserva insectos, le abre otra perspectiva a su vida. Como si Tina saliera de su caparazón. Como si ese ostracismo y esa rutina que tan bien se ha construido mutaran para darle lugar a algo nuevo. Y Border es, a partir de allí, como un oscuro cuento de hadas, no el del patito feo, sino el de un ser que debe recomponer autodeterminación, su confianza en sí mismo. Abbasi se nutre de elementos del folclore nórdico, que no vamos a adelantar. El filme, que es ciertamente un film noir, concilia un clima fantástico y un horror casi sobrenatural con romance incluido. La trama pega un par de tours, nunca volantazos, que ascienden la curva dramática incluyendo un encuentro sexual inesperado y revelaciones varias. Las apariencias engañan. Aquí y en la vida misma. “Soy deforme”, le dice Tina a Vore. “Sos perfecta”, le musita Vore.
“Border”, de Ali Abbasi Por Marcela Barbaro El cine nórdico desde sus orígenes, se inclinó hacia historias donde lo fantástico, los mitos, el drama y el erotismo forman parte de su narrativa literaria y luego cinematográfica, destacándose en la estilización de las imágenes. El estreno de Border, del cineasta iraní Ali Abbasi (Shelley, 2016), radicado en Dinamarca, reúne todos estos elementos en un thriller intenso y enigmático bien narrado, que habla de las diferencias y la búsqueda de identidad. La película gira en torno a la vida de Tina (Eva Melander), una mujer que tiene potenciado el olfato y percibe los sentimientos de la gente: vergüenza, culpa, odio y miedo. Esa habilidad, le permitió trabajar como vigilante de aduanas, ayudando a identificar desde contrabandistas hasta pedófilos. Lejos de la rutina laboral, su felicidad radica en otro plano, más cerca de la naturaleza, donde se siente libre. A Tina le pesa sentirse fea y verse rara de cuerpo, hasta que se cruza con Vore (Eero Milonoff), que la mira de otra manera y le parece linda. Su atracción sexual se manifiesta de forma animal y hasta violenta. La similitud física entre ambos, es un interrogante que empezará a descubrirse, dando lugar a ciertas revelaciones. Él pondrá a prueba las habilidades y la tolerancia de Tina, llevándola a descubrir su verdadero origen. Basada en la novela “Gräns” de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de Criatura de la noche. Border mantiene una tensión latente a lo largo del relato. Una construcción de sentido, que el espectador encuentra en las acciones y en los hábitos de los personajes. Ellos parecen no encajar en una sociedad que los “Border”, de Ali Abbasi Por Marcela Barbaro - 27 febrero, 2019 Compartir Facebook Twitter El cine nórdico desde sus orígenes, se inclinó hacia historias donde lo fantástico, los mitos, el drama y el erotismo forman parte de su narrativa literaria y luego cinematográfica, destacándose en la estilización de las imágenes. El estreno de Border, del cineasta iraní Ali Abbasi (Shelley, 2016), radicado en Dinamarca, reúne todos estos elementos en un thriller intenso y enigmático bien narrado, que habla de las diferencias y la búsqueda de identidad. La película gira en torno a la vida de Tina (Eva Melander), una mujer que tiene potenciado el olfato y percibe los sentimientos de la gente: vergüenza, culpa, odio y miedo. Esa habilidad, le permitió trabajar como vigilante de aduanas, ayudando a identificar desde contrabandistas hasta pedófilos. Lejos de la rutina laboral, su felicidad radica en otro plano, más cerca de la naturaleza, donde se siente libre. A Tina le pesa sentirse fea y verse rara de cuerpo, hasta que se cruza con Vore (Eero Milonoff), que la mira de otra manera y le parece linda. Su atracción sexual se manifiesta de forma animal y hasta violenta. La similitud física entre ambos, es un interrogante que empezará a descubrirse, dando lugar a ciertas revelaciones. Él pondrá a prueba las habilidades y la tolerancia de Tina, llevándola a descubrir su verdadero origen. Basada en la novela “Gräns” de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de Criatura de la noche. Border mantiene una tensión latente a lo largo del relato. Una construcción de sentido, que el espectador encuentra en las acciones y en los hábitos de los personajes. Ellos parecen no encajar en una sociedad que los margina y rechaza por ser distintos. A partir de esa marginación que los aísla y los somete, la violencia parece ser la respuesta adecuada contra los abusos. Es ahí, donde se enfatiza el lado grotesco de los personajes, principalmente en la forma en que son mostrados como “freaks”, justificando sus comportamientos. Ali Abbasi construye una historia oscura e inclasificable en relación a los géneros, donde la intensidad visual y narrativa se coloca, en gran parte, sobre la sexualidad reprimida de sus protagonistas, justamente por el rechazo que han tenido, mostrándolos en un comportamiento primitivo y salvaje. Una sexualidad que, en otras personas, implica una patología perversa que humilla y somete, en torno al goce. En ese sentido, hay una mirada comparativa y recurrente, entre el comportamiento humano y el animal, remarcando las miserias humanas. En su presentación en los Festivales Internacionales, la película co producida en Suecia y Dinamarca resultó ganadora del premio Un Certain Regard en Cannes; del World Fiction a la mejor película en el Festival de Los Ángeles y del premio de la Crítica en el Festival Internacional de cine de Noruega; entre otras distinciones y menciones especiales. A través del buen uso narrativo de la iluminación y la fotografía, se construyen distintos climas que responden al proceso de cambio que manifiesta la protagonista junto a su entorno cada vez más adverso. A través de esos contrastes y dualidades, Tina comenzará una búsqueda introspectiva sobre sus orígenes. Border, resultauna suerte de fábula, que plantea la incertidumbre sobre lo real donde se pone a prueba la fragilidad de la verdad, como principio ético, en un mundo donde prevalece la mentira y la intolerancia. BORDER Gräns. Suecia-Dinamarca, 2018. Dirección: Ali Abbasi. Guion: Ali Abbasi, Isabella Eklöf (Novela: John Ajvide Lindqvist ).Intérpretes: Eva Melander, Eero Milonoff, Viktor Akerblom, Joakim Olsson. Música: Christoffer Berg, Martin Derkov. Fotografía: Nadim Carlsen. Duración: 101 minutos. margina y rechaza por ser distintos. A partir de esa marginación que los aísla y los somete, la violencia parece ser la respuesta adecuada contra los abusos. Es ahí, donde se enfatiza el lado grotesco de los personajes, principalmente en la forma en que son mostrados como “freaks”, justificando sus comportamientos. Ali Abbasi construye una historia oscura e inclasificable en relación a los géneros, donde la intensidad visual y narrativa se coloca, en gran parte, sobre la sexualidad reprimida de sus protagonistas, justamente por el rechazo que han tenido, mostrándolos en un comportamiento primitivo y salvaje. Una sexualidad que, en otras personas, implica una patología perversa que humilla y somete, en torno al goce. En ese sentido, hay una mirada comparativa y recurrente, entre el comportamiento humano y el animal, remarcando las miserias humanas. En su presentación en los Festivales Internacionales, la película co producida en Suecia y Dinamarca resultó ganadora del premio Un Certain Regard en Cannes; del World Fiction a la mejor película en el Festival de Los Ángeles y del premio de la Crítica en el Festival Internacional de cine de Noruega; entre otras distinciones y menciones especiales. A través del buen uso narrativo de la iluminación y la fotografía, se construyen distintos climas que responden al proceso de cambio que manifiesta la protagonista junto a su entorno cada vez más adverso. A través de esos contrastes y dualidades, Tina comenzará una búsqueda introspectiva sobre sus orígenes. Border, resultauna suerte de fábula, que plantea la incertidumbre sobre lo real donde se pone a prueba la fragilidad de la verdad, como principio ético, en un mundo donde prevalece la mentira y la intolerancia. BORDER Gräns. Suecia-Dinamarca, 2018. Dirección: Ali Abbasi. Guion: Ali Abbasi, Isabella Eklöf (Novela: John Ajvide Lindqvist ).Intérpretes: Eva Melander, Eero Milonoff, Viktor Akerblom, Joakim Olsson. Música: Christoffer Berg, Martin Derkov. Fotografía: Nadim Carlsen. Duración: 101 minutos.
El nombre de John Ajvide Lindqvist seguramente no suene para nada conocido, sin ninguna otra referencia que lo contextualice. Pero cuando hablamos del autor de “Déjame Entrar” la novela que dio lugar a la gran adaptación cinematográfica sueca de 2004 que luego tuvo su remake en el cine americano, el clima logrado con esa niña vampiro, ya nos despierta cierta curiosidad para asomarnos a su próximo trabajo, que se potencia más aún con sólo ver el tráiler de “BORDER”, basada en un cuento corto de este mismo autor que tiene ciertos puntos de afinidad con ese universo que es donde parece que Lindqvist se siente más a gusto. La película se inicia típicamente dentro del suspenso psicológico para luego ir mutando a medida que transcurra la historia, no solamente por las situaciones que genera Lindqvist desde el guion, sino por las diversas decisiones estéticas que toma el director, Ali Abbasi –de sorprendente madurez por ser su segundo filme-, precisas y contundentes. Es así como “BORDER” no se instala ni en el suspenso, ni en el género fantástico, ni en el drama ni en el romance, ni en el thriller ni en el policial, sino que va mezclando todos los géneros, buscando generar y construir(se) una identidad propia. Gracias a la claridad con la que el dúo Abbasi-Lindqvist maneja las riendas de la historia, en ningún momento se percibe como que los protagonistas pierdan el rumbo –aún en sus giros argumentales más extremos- generando una sensación de híbrido sino que, por el contrario, trabaja con una puesta en escena que subraya aún más el enrarecimiento paulatino dentro del clima en el que se sumergen los personajes. En las primeras escenas conocemos a Tina, una agente de aduana que trabaja en el aeropuerto intentando detectar alguna irregularidad en los pasajeros que ingresan al país. Tiene un olfato tan extraordinario que puede oler el miedo, la culpa, la vergüenza, el delito. Sencillamente con alguien que pase a su lado, puede detectar con completa exactitud lo que esconde en su equipaje o lo que lleva consigo que no está permitido, tal como sucede con un pasajero que esconde en un pendrive fotos y documentación que ponen al descubierto una red de pedofilia (y servirá para plantear, más adelante, los límites del ser humano para dañar a sus semejantes). Ya desde su aspecto físico, Vera no es completamente “humana”. Su cara más parecida un simio que a un humano, labios y nariz prominente y ciertas deformidades en sus rasgos, la presentan, a simple vista, con rasgos animales. Y sobre este dilema moral (¿ser o no ser humano? ¿Qué es lo que nos define como tales? ¿Nacer humanos o hacerse humanos?), se erigen los cimientos de todo lo que “BORDER” querrá contarnos posteriormente. Más allá de una deformidad física como se presentaban en los dramas más clásicos como “Máscara” de Peter Bogdanovich o la reciente “Extraordinario” con Julia Roberts, el conflicto que plantea Abbasi en el personaje de Tina es el profundo sentido de la búsqueda de una identidad propia, de la pertenencia, de poder moverse en un universo en donde ya no sienta que debe pagar el precio de ser la diferente, un enfoque más cercano al de David Lynch en “El hombre elefante” y su puja por sentirse humano. Es por eso que cuando cumpliendo con sus funciones en el aeropuerto, se cruce con Vore –un hombre de dientes grandes, nariz prominente, uñas sucias, boca entreabierta y ropa desprolija-, todo su universo tiembla y Tina registrará la pérdida inmediata de su poder de percepción frente a esa presencia tan magnética como extraña, intensamente perturbadora, por la que se siente fuertemente atraída, encontrando en él no sólo una simple atracción física sino el encuentro de un igual, un par, un semejante, nuevamente se hace presente el sentido de la pertenencia. El lazo especial que comienza a crearse entre ellos despierta facetas dormidas de Tina como su sexualidad, el contacto con el placer y el goce, terrenos en apariencia desconocidos, o al menos dormidos. Es aquí cuando Abbasi juegue justamente con los límites –parafraseando y en alusión al título del filme- que le permitirán desplegar las escenas más osadas y a la vez creativas, innovadoras y perturbadoras de “BORDER”, irrumpiendo desde ese momento el halo fantástico que se instalará por el resto de la historia. Pero, al mismo tiempo, los planteos de Vore hacen que entre en crisis todo un sistema de creencias con el que Tina se maneja y que, fundamentalmente, aparezca el conflicto de su identidad más básica: ¿ella es humana?. Vore, para bien o para mal, corre los velos, despierta su letargo, la sacude y estrella su rutina frente a otro sistema completamente diferente al que en esencia, parece pertenecer. “BORDER” se transforma en una fábula sobre los diferentes, sobre la animalidad y la naturaleza encerrada en cada uno de nosotros, sobre el instinto y la pertenencia. Si bien durante el tercer acto, el relato fantástico se encarama con algunos giros que complejizan demasiado la trama y encierran algún planteo demasiado alejado del disparador inicial, la pericia del director y del guionista hacen que en el epílogo, la historia puede retomar el rumbo y dejar esa extravagancia que la hace sonar algo disonante, para volver a los instintos más básicos que vuelven darle una estructura al personaje central. Como un gran desafío para todos los espectadores, “BORDER” propone un relato sinuoso, fantástico, complejo y de diversas lecturas en donde algunos podrán encontrar una historia de amor diferente, otros una alegoría sobre la animalidad del ser humano, la violencia dentro de cada uno de nosotros o el desprecio y la segregación a los diferentes. Abierta a la polémica y a la multiplicidad de miradas, sorprendió también en el último Festival de Cannes en donde se alzó con el premio a la mejor película de la sección “Un certain régard” y estuvo muy cerca de acariciar una nominación al Oscar dentro del rubro mejor película extranjera (siendo sí nominada por el excelente trabajo de Maquillaje realizado por Pamela Goldammer).
Ali Abbasi nació en Irán hace 37 años, pero se formó en Suecia y está radicado en Dinamarca, donde -tras filmar Shelley (2016)- rodó esta fascinante, perversa y provocadora fábula sobre el miedo a lo diferente que está basada en un relato original de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de la célebre novela Let the Right One In que inspiró a Criatura de la noche y su remake hollywoodense Déjame entrar. El resultado impactó y conmovió a la cinefilia más exigente y a los distintos jurados tras su estreno mundial en el último Festival de Cannes, donde ganó el premio máximo de la sección oficial Un Certain Regard, así como el galardón Fipresci de la crítica internacional, y hace pocos días se dio el gusto de competir incluso por el Oscar en la categoría de mejor maquillaje. Tina (Eva Melander) trabaja en el control a pasajeros en la aduana de un remoto puerto sueco. Ella tiene la cara deformada (algo así como una versión soft de El hombre elefante, de David Lynch) y una capacidad única para oler los sentimientos ajenos. Lo de "oler" no es un eufemismo ni una licencia poética: literalmente descubre ilícitos (desde contrabando de drogas y alcohol hasta grabaciones de abusos sexuales a menores guardadas en la memoria de una cámara) con solo acercar su nariz. Cuando no está en el trabajo, la protagonista vive en una cabaña en medio del bosque y está casada con un adiestrador de perros bastante patético, pero -sin caer en spoiler- hay cosas que no cierran. ¿Es ella realmente humana? Cuento de hadas oscuro y a cada minuto más incómodo, inquietante y perturbador sobre la sexualidad y la identidad (sobre todo con la aparición del personaje de Vore, con el que Tina iniciará una relación apasionada), Border muta del costumbrismo inicial al realismo mágico, y está construido con un tono y unos climas fascinantes, con una dosificación de la información y unas vueltas de tuerca (cada escena nos llevará a nuevos descubrimientos) muy precisas e inteligentes. Ya conocíamos de sobra la capacidad de los cineastas nórdicos para este tipo de thrillers psicológicos con elementos fantásticos, pero lo que el director Ali Abbasi logra no es nada sencillo, porque en cada plano está al borde del ridículo y lo elude con las mejores armas de la narración cinematográfica para, en definitiva, regalar una de las revelaciones de la temporada 2018.
Un film extraño, fascinante, distinto. Está basada en un cuento de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor en la que se basó otro film desconcertante y bello sobre vampirismo que se llama “Déjalo entrar”. El director, nacido en Irán, exiliado en Suecia, Ali Abassi ,construyó su film lejos del encorsetamiento que supone decir que es “cine fantástico” lo convierte en una reivindicación de los distintos. Pero también reflexiona sobre los verdaderos límites de la naturaleza humana capaces de las crueldades más atroces y los delitos deleznables. Para Tina, una mujer que trabaja en una frontera, de ahí el título en ingles, la vida parece estable. Su rostro es distinto, su espalda tiene una cicatriz y le explicaron que por un desorden genético, ella nació así. Tiene la capacidad de oler el miedo y asi descubre con facilidad a los contrabandistas o a los maleantes. Solo es feliz cuando vaga descalza por el bosque y se cruza con animales. Un ser parecido a ella marcara el comienzo de una revelación inquietante, del descubrimiento del amor, del tiempo de tomar decisiones en posesión de la verdad. La protagonista es fundamental, es la actriz Eva Melander que para hacer este papel aumento 20 kilos, se sometió a cuatro horas de maquillaje durante cada día de la filmación, pero le puso todo su talento para crear a su “Tina” con lo asombroso e impresionante que tiene la película, pero con una emotividad que estremece.
Desde Escandinavia nos llega una fábula que mezcla fantasía, romance, nordic noir y mucho folclore. Si amaron la mezcla de noir nórdico, romance y terror de “Criatura de la Noche” (Låt den rätte komma, 2008), no pueden negarse a “Border” (Gräns, 2018), una nueva fantasía salida de la cabecita del escritor John Ajvide Lindqvist -una historia corta que forma parte de su antología “Deja que Mueran los Viejos Sueños” (“Låt de gamla drömmarna dö, 2011)-, quien coescribió el guión junto al director Ali Abbasi e Isabella Eklöf. Este nuevo drama romántico fue la selección sueca para competir por el Oscar a Mejor Película Extranjera -el que terminó en manos de “Roma” (2018)-, pero no llegó a las instancias finales, aunque tuvo una nominación consuelo por su increíble trabajo de maquillaje a cargo de Göran Lundström y Pamela Goldammer. Claro, porque los protagonistas, Eva Melander y Eero Milonoff, no se parecen en nada (físicamente) a sus extraños personajes. Tina (Melander) pasa sus días trabajando para la oficina de aduanas sueca, en gran parte, gracias a su inusual habilidad para detectar a aquellos que infringen las reglas. La chica puede descubrir todo tipo de contrabando al olfatear la culpa y la vergüenza que emana de aquellos que pasan por su puesto. Tras la jornada laboral se retira a su casita del bosque, la que comparte con Roland (Jörgen Thorsson), un supuesto novio que cría perros pero con el cual no mantiene ningún tipo de relación física, o visita a su papá en el asilo. Su rutina empieza a cambiar con dos sucesos muy diferentes: por un lado, logra desenmascarar a un sujeto que esconde una tarjeta de memoria con pornografía infantil, hallazgo que llama la atención de sus superiores, invitándola a sumarse, junto con sus extraordinarias habilidades, a la investigación policial. Por el otro, su encuentro con Vore (Milonoff), un hombre de rasgos muy similares a los de ella, que atraviesa la frontera cargado de gusanos. Claro que esto llama su atención, aún más al descubrir otras cosas que tienen en común. La curiosidad de Tina se sobrepone a su extrema timidez y decide visitar a Vore en un hostel cercano. Ambos comparten su afección por la naturaleza y sus criaturas, una conexión que, de a poco, se va a volver más intensa e íntima, empujando a la chica a replantearse toda su existencia. Como en “Criatura de la Noche”, acá nada es lo que parece, y la historia de Lindqvist nos sumerge en una hermosa fantasía que mezcla romance, folclore escandinavo, ese noir del Norte que tanto se ganó nuestro cariño en series televisivas como “Forbrydelsen”, “Wallander” o “Bron/Broen”, un poquito de terror y cuestiones socioculturales que rompen con varias convenciones entre géneros. En “Border”, lo femenino y lo masculino el cambio de roles juegan un papel central, pero no vamos a adelantar nada porque ahí residen el asombro y las sorpresas que los realizadores nos tienen preparados. En el medio, tenemos una truculenta trama detectivesca, y el propio camino que emprende Tina para escapar de esa mentira que vivió durante toda su vida. Tina tiene algo más que instinto El realismo fantástico toma la delantera y nos lleva de la mano por una historia tan extraña como original, cargada de giros inesperados y grandes actuaciones, en especial la de Melander, que juntó varios premios por su interpretación. Un personaje que, a simple vista, carga con sus “deformidades” y le hace frente a los prejuicios de los demás (y algunos propios), viviendo en armonía (aunque no en soledad) sin mucho miedo al qué dirán. Tina también tiene sus necesidades biológicas que, cree, no puede satisfacer con alguien como Roland; por eso es que Vore trae tantos cambios a su vida y algunos planes para el futuro. “Border” se mueve a su propio ritmo (esto es cine europeo y se nota, aunque no por ello es algo malo), siempre desde el punto de vista de su protagonista femenina. Abbasi no es un director con mucha experiencia -este es recién su segundo largometraje-, pero tiene los hermosos paisajes de Kapellskär (Estocolmo) a su disposición, y acá convertidos en un personaje más de la historia. El realizador no se detiene solamente en la fábula y los elementos fantásticos, sino que al igual que en la adaptación anterior de Lindqvist, utiliza estas características como trasfondo para contar algo diferente, más anclado en la modernidad y la coyuntura. Abbasi encuentra ese punto donde todo confluye, aunque por momentos un tanto forzado, pero satisfactorio en su conjunto. Atracción peligrosa La clave de “Border” es dejarse llevar por la historia, aceptando el universo intrínseco que nos ofrece. Un mundo tan parecido al nuestro como diferente en el que queda atrapada la protagonista, un tanto obligada a tomar una decisión entre lo que es y lo que quiere ser. El relato de Abbasi puede conectarse con muchas de las películas de Guillermo del Toro, si quieren una comparación inmediata, pero tiene su propio estilo visual y narrativo, tan alejado del planteo hollywoodense. Un “cuentito” tan bello como perturbador que, suponemos, se va a convertir en clásico d eculto para los amantes del género.
Con el mismo guionista del clásico del género “Let the Right one in” (John Ajvide Lindqvist), el joven director Alí Abbasi logra en Border (Gräns) un potente y original relato que bordea el fantástico sin dejar de preocuparse por cuestiones muy reales. Hay algo inhumano en Tina que va más allá de su aspecto rústico, algo que la hace conectar mejor con la naturaleza y sus bestias que con los humanos que la rodean. Es ese instinto animal el que le permite intuir las emociones ajenas y descubrir contrabandistas en su trabajo como guardia de frontera. Olfato Así sea un menor de edad cargando alcohol o un bien vestido pedófilo que será la punta del ovillo para desentrañar una red de pornografía infantil, le alcanza con tenerlos cerca para estar segura de que son culpables, de forma eficiente e implacable. Su rutina es simple entre el trabajo y una pareja no muy sólida, hasta cruzarse con un hombre al que su olfato acusa pero que no tiene nada ilegal en su persona. Un hombre, el cínico Vore, que comparte muchos rasgos con Tina, aunque parece mucho menos adaptado a la vida en sociedad que ella por tener su lado animal más a flor de piel. Intrigada y atraída por su presencia sin saber del todo el motivo, poco a poco se acerca a él sintiendo por primera vez en la vida que no está completamente sola en el mundo. Además de por fin encontrar a alguien más con el mismo extraño desorden genético que la hizo sentirse marginada desde niña, el extraño viajante parece ser la clave para desentrañar una mentira armada desde que nació, para ocultar sus verdaderos orígenes e identidad. A Cara de Perro Si algo hace bien Border es balancear los cambios de tono y tema para mantenernos expectantes, interesados en saber qué es lo que está pasando. Así es que logra plantear una historia de romance, cruzada por una trama policial que lejos de ser anecdótica le da herramientas para profundizar a los dos personajes principales. Un romance que nunca se basa en las cuestiones superficiales clásicas del género, porque el vínculo entre ambos va a las raíces de la identidad de cada uno y sus visiones del mundo. Si Tina se siente atraída es porque finalmente encuentra a alguien que la trata como una igual, que le demuestra que la diferencia no es una aberración sino algo que ni ella entiende realmente. Y en un giro que no podría existir en una historia romántica clásica, también pone un límite de lo que está dispuesta a aceptar dentro de ese juego, con líneas que no cruzará por más fuerte que sea el vínculo que se forma entre ambos. Mientras progresa el personaje de Tina, Bordercuestiona varios conceptos naturalizados por la sociedad desde la belleza normativizada, el amor romántico y el derecho a responder con violencia o crueldad a los abusos recibidos. Todo esto inserto en un contexto sutilmente fantástico que reimagina parte del folklore regional, insertándolo en el mundo contemporáneo sin que esto ponga en peligro el verosímil ni la solidez del relato.
Criaturas de la noche Basada en un relato de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de Let the Right One In, la película de Ali Abbasi empatiza con el punto de vista de aquellos que son distintos. Y lo hace de un modo tal que el realismo poco a poco se va convirtiendo en una noche transfigurada. Diez años atrás, la película sueca Criatura de la noche (Let the Right One In), arrancaba a los vampiros de los castillos del mito y los socializaba, haciendo de ellos seres obligados a ocultarse, a retirarse, a negarse a sí mismos. Ganadora de la sección Una cierta mirada de Cannes 2018, Border se basa en un cuento de John Ajvide Lindqvist, autor del relato Let the Right One In. Lindqvist es, por otra parte, coguionista de ambas. Ahora no se trata de vampiros sino de trolls, que en la mitología nórdica no es gente que anda jodiendo en las redes sociales sino seres no muy agraciados que viven en las montañas, alejados de la nunca muy confiable especie humana. Como en Criatura de la noche, el punto de vista del relato es empático con los protagonistas, aunque esta vez Lindqvist da un paso más e introduce una cuña de inhumanidad incluso en el universo de los distintos, complejizando las cosas un poco más. "¿Es una persona?", se pregunta el espectador ante la primera aparición de Tina (Eva Melander, excelente), cuyos rasgos (frente prominente, nariz de boxeador, ojos pequeños, espalda algo vencida, más tarde se descubrirán otros más extraños) hacen de ella una pariente desfavorecida del ser humano. Lo más raro es que el espectador se la encuentra trabajando en el mundo de los hombres, como inspectora de aduanas. Tina no necesita de rayos X, ni termodetección, ni ninguno otro artilugio tecno por el estilo. Como a un Beagle de casi dos metros, a ella le basta y sobra con el olfato. Callada y retraída, terminada la jornada, Tina parte hacia el corazón del bosque, donde vive con un tipo al que le importan más sus perras rotweillers para crianza que su mujer, que todas las noches duerme sola. No tienen hijos, porque Tina tiene cierta dificultad, que más tarde se verá. Una de las rarezas de Border es que, a su manera, es una love story, a partir del momento en que aparece, tan casual como Tina, un segundo troll llamado Vore (Eero Milonoff). Tina vivía hasta el momento en un estado de total aislamiento, aun (o sobre todo) entre la gente. Vore sabe cosas sobre los trolls, algo que permite a su nueva amiga entenderse un poco más, descubrir incluso que aquello que parecía carencia total escondía algo que permite fundirse en el otro. Al redescubrirse, Tina se interesa por su origen (como todos los "distintos" del cine, incluyendo a todos los superhéroes), para lo cual hace una visita no muy amigable a su padre, internado con Alzheimer. Como Criatura de la noche, Border es un film fantástico depre. Sólo el bosque y sus animales (bonito detalle para anunciar que Tina está en la frontera --border-- entre lo humano y lo animal) dan algo de paz, algo de hogar a la sufriente protagonista. En una de las escenas más intensas, Vore corre por el bosque, grita y aúlla de desesperación, porque su anatomía va en contra de su deseo. Hay una subtrama bastante confusa, con Tina investigando junto a un detective privado a un aparente grupo de abusadores de bebés. Esto deriva a otra subtrama, no tan confusa pero sí abstrusa, alrededor de unos bebés llamados "hiisit", que vienen como mal terminados (¿de dónde?) y entonces son comercializados (¿para qué?). Lo que importa de esto son dos derivados. Uno no lo vamos a decir, para no espoilear al prójimo. El otro es el que se comenta en el primer párrafo: no por ser víctimas del hombre algunos trolls dejan de comportarse de modo tan inhumano como el ser… humano. Ambigüedad: ni los malos son del todo malos, ni los buenos tampoco. Dirigida por el realizador iraní radicado en Cophenhague, Ali Abbasi, Border no tiene una narración lineal, aunque tampoco se juega a ninguna acronología. Lo que hace Abassi es diluir las continuidades espaciales, temporales y dramáticas entre escena y escena, dejando así a cada una de ellas en estado de flotación, como bloques de hielo en la corriente. Ese aislamiento se corresponde con el de Tina, planteando así una ajustada correspondencia entre forma y "contenido". Como Criatura de la noche, igualmente dark, la fotografía acentúa oscuridades y espacios vacíos nórdicos, con lógicos tonos verdoso-amarronados en las escenas del bosque. El trabajo de maquillaje, que le valió a la película una nominación al Oscar, es asombroso: no se notan las prótesis, apliques o lo que fuera, de tal modo que el espectador puede llegar a pasarse toda la película pensando si no será que los actores tienen efectivamente esos rostros.
Este último jueves de febrero llega a las salas porteñas Border, una coproducción entre Suecia y Dinamarca dirigida por el joven director sueco de origen iraní Ali Abbasi, basada en la novela homónima de John Lindqvist, autor sueco de novelas de terror. La película viene precedida por los laureles de haberse alzado con el premio A Certain Regard en el Festival de Cannes de 2018, además de haber estado preseleccionada como candidata a Mejor Película Extranjera y haber sido nominada para Mejor Maquillaje en la edición 2019 de los Premios Oscar. En su momento la película pasó por las salas argentinas como parte de la semana de Cannes (2018) y nuestro especialista en cine, Fabio Albornoz escribió una reseña con su ojo técnico para @ociopatas: https://ociopatas.com/2018/12/21/cine-border-de-ali-abassi-candidata-oscar-2019/. Border nos va sumergiendo en una atmósfera extraña e inquietante en torno de Tina (sensacional creación de Eva Melander), cuyos días transcurren entre su trabajo en el control de aduanas en la frontera entre Suecia y Dinamarca, su casa en un rincón idílico y apartado del bosque, y las visitas al geriátrico a visitar a su anciano padre. Hasta acá es el devenir un tanto desganado de una vida bastante opaca y ordinaria, si no fuera porque Tina tiene ciertas cualidades, en particular su olfato, fuera de lo común, que la vuelven un ser muy singular. Un día esa rutina y su mundo familiar se ve alterada por la llegada de un extraño al que Tina percibe como un verdadero par que abrirá una puerta desconocida hacia el descubrimiento de su verdadera naturaleza. El título, tanto de la novela como de la película, es una de las claves para el espectador. El relato de estas criaturas que parecen sacadas de un libro de Tolkien o que quizás pertenecen a otra especie, una suerte de eslabón perdido, se desarrolla en una frontera entre dos países pero el director también intenta explorar otras fronteras: entre lo humano y lo animal, entre lo femenino y lo masculino, entre lo civilizado y lo salvaje, entre lo primitivo y lo monstruoso. Esta metáfora postmoderna retoma el debate filosófico sobre la naturaleza del ser humano que en el siglo 18 planteara el Emilio de Rousseau o Sarmiento con su Facundo (en el siglo 19), y también podría tener lecturas relacionadas con los atroces experimentos humanos del nazismo y con la apropiación de niños. Definir el género de esta película no es tarea fácil. Tal como lo expresa su director se podría comparar con una ópera de Wagner, donde la obra no se trata de una sola cosa sino de muchas y esa alquimia le suma una cuota de incertidumbre que resulta atrapante. En efecto, podríamos decir que es una especie de thriller psicológico que oscila entre un “cuento de hadas” nórdico y un relato de cine fantástico con incursiones en lo siniestro, lo que le da un tono que se podría comparar con las novelas de Samanta Schweblin. Probablemente si tuviera que sintetizar la impresión que causa la película, una vez que decantan un poco todas las sensaciones que genera (desde la ternura al asco), me inclinaría por decir que es un filme “inquietante”, de esas historias sin lugar para la indiferencia que te va a dejar pensando y que te obliga a abrir el debate en la mesa de café a la salida del cine.
Tina es una agente de aduanas reconocida por su eficiencia y por su extraordinario olfato. Pero cuando Vore, un sospechoso hombre, pasa junto a ella, sus habilidades se ponen a prueba por primera vez. Tina sabe que Vore oculta algo, pero no logra identificar qué es. “Border” (Gräns, 2018) es una película dramática sueca dirigida y co-escrita por Ali Abbasi. Basada en la historia corta homónima de John Ajvide Lindqvist, con un reparto de desconocidos (por lo menos para mi) que incluye a Eva Melander, Eero Milonoff, Sten Ljunggren, Jorgen Thorsson, Ann Petrén, entre otros. Tina (Eva Melander) posee la capacidad de oler (literalmente) sentimientos, que son imposibles para el ser humano, como la culpa, la rabia y la vergüenza. Esta especie de “don” lo aplica para su trabajo como vigilante de aduanas, en donde detecta a las personas que llevan algo extraño o sospechoso en sus maletas. Hasta que sus capacidades son puestas a prueba cuando Tina siente algo que nunca había percibido al olfatear a un hombre llamado Vore (Eero Milonoff).Quien posee rasgos parecidos a los de ella, la hará descubrir algo que jamás se hubiese imaginado. La vi con muchas dudas pero mientras menos se sepa mejor, por eso traté de no explayarme con spoilers. Merece totalmente la pena (si no se impresionan fácil) porque no se parece en nada que haya visto antes, la película no tiene miedo de barajar un sinfín de escenas super incómodas pero muy bien plasmadas dentro el ambiente adecuado; además el director hace un estupendo trabajo para que el espectador logre empatizar con la protagonista desde el minuto cero. Abbasi acierta por completo al construir una atmósfera sensorial impecable. Lo primero que observamos tanto en Tina como luego con Vore son sus extraños rasgos físicos, y eso la película se lo debe al impresionante labor de maquillaje y las prótesis que confeccionó Göran Lundström. La cinta recibió el premio Un Certain Regard en el Festival de Cine de Cannes y estuvo nominada en la categoría Mejor Maquillaje y Peluquería de los pasados Premios Oscar. Sin dudas uno de los mejor filmes que vi en lo que va del año, aunque llegue un poco tarde a nuestras salas.
Si "Border" hubiera sido estrenada en los años "80, uno al terminar de verla se hubiese quedado con la intriga de saber cuánto de realismo y cuánto de fantasía existía en esos actores y en esa dirección. Hoy, Google nos disipa todo y, para bien o para mal, nos ecualiza la genialidad de su director, en este caso el iraní sueco Ali Abbasi. El mismo que irrumpió con su ópera prima "M For Markus", con la cual le avisó al mundo cinéfilo que llegaba para hacer mucho ruido, con una vitrina vacía en su living para llenarla de premios en lo inmediato. Los pasos son los siguientes: confiar en esta crítica sabiendo que "Border" es una muy buena película e ir a verla. Que se verá un guion jamás visto en cine (adaptación del libro "GrŠns" del autor John Ajvide Lindqvist) y que las actuaciones son superlativas, al menos la de la protagonista. Después sí, disfrutarla o resistirla, y cuando todo haya decantado, inspeccionar sobre todos los ítems (por ejemplo, quién es la protagonista, Eva Melander) en la web para rendirse definitivamente ante la visión de este joven director de apenas 38 años. MEZCLA DE GENEROS "Border" trata sobre Tina (Melander), una vigilante de aduanas que posee la habilidad de oler la culpa, la vergüenza o la rabia de la gente, y así detectar si los viajantes ocultan algo entre sus pertenencias o en sus vidas. De extrema eficacia en su métier, le facilita la tarea a la policía local, a la cual ayuda a descubrir contrabandistas o redes pedófilas. Pero su don entra en crisis cuando se topa con Vore (Eero Milonoff), un ser extraño tanto en lo físico como en lo cotidiano. Y atraída por este sujeto, Tina comienza a hacer una retrospectiva en 360 grados, que la lleva a redescubrirse. No es un filme de terror y tampoco de ciencia ficción, pero sí una mezcla de muchos géneros, para que el espectador reconozca en cada escena uno diferente. El romántico se plasma en lo ingenuo de una corrida por el bosque para concluir en uno de los actos sexuales más primitivos que pudo dar el séptimo arte en su historia. Con actuaciones brillantes y una dirección minuciosa, en la que el guion desconcierta y rompe con todas las suposiciones, "Border" se convierte por momentos en una película terca, gótica y corrosiva. La historia fluye, los bajones de Tina se sienten y la intranquilidad que le superpone Vore a su rutinaria y mediocre vida, tensiona. Todo intercalado por lo bucólico de esos bosques suecos que invitan a visitar alguna vez el país nórdico. Con un impredecible final que justifica el inesperado giro que la historia da al comienzo.
Ah, John Ajvide Lindqvist, qué retorcido sujeto. El escritor sueco, autor de la turbia novela “Déjame entrar” que dio paso a las excelentes adaptaciones suecas y americanas, está de vuelta con otra tortuosa historia en Gräns, una fábula adaptada a los tiempos que corren que mezcla romance, misterio y autodescubrimiento de una forma ingeniosa y con audacia, sin tapujos.
Debido a un defecto congénito, Tina no es una chica muy agraciada, pero tiene el don de un olfato casi paranormal, lo que le permite lucirse en sus funciones de agente de aduana. Ella puede oler sentimientos como la culpa, la maldad o el miedo, e inclusive olfatear objetos escondidos. Sus dones también incluyen una conexión especial con los animalitos del bosque donde vive con un novio con el que, paradójicamente, no tiene el menor contacto sexual. Su trabajo en la aduana le permite conocer a otro extraño personaje que físicamente se le asemeja. Se trata de una mujer que luce como hombre -lo que se descubre en una exhaustiva revisión aduanera- y que se dedica a la cría de gusanos. Mientras crece la relación de la protagonista con este extraño personaje, la policía le pide su ayuda para desbaratar una red de pedofilia y pornografía infantil. Ganadora del primer premio en la principal muestra paralela de Cannes, Un certain regarde, “Border” es un film disparatado y perturbador por partes iguales. El argumento no deja de arrojarle nuevas sorpresas al espectador, lo que se vuelve un poco demasiado dado el planteo extremo del que parte todo el asunto. Con todo, es como mínimo original, aunque finalmente es ese tipo de películas más raras que realmente logradas.
Border: Ajena al hombre. Suecia nos trae este peculiar, bello e intrigante film que indaga en el costado animal del ser humano, la búsqueda de identidad y las relaciones afectivas. Todo esto reunido en un drama potente con tintes fantásticos. Border resultó ser una de las gratas sorpresas de 2018. Una película que cosechó el elogio tanto de la crítica como del público y que obtuvo varios reconocimientos entre los que se destacan la nominación al Oscar a Mejor Maquillaje y el galardón en el prestigioso Festival de Cannes en el marco de Un Certain Regard, donde cada año se presentan una serie de películas con diferentes tipos de visiones y estilos; obras “originales y diferentes” que buscan el reconocimiento internacional. El largometraje fue dirigido por Ali Abbasi (Shelley) y está basado en una historia corta escrita por Ajvide Lindqvist, autor de la novela de vampiros titulada Let The Right One In, la cual también fue exitosamente adaptada en un largometraje de origen sueco y en una posterior remake norteamericana. La película cuenta la historia de Tina (Eva Melander), una agente de aduanas reconocida por su eficiencia y su peculiar habilidad, la cual consiste en poder reconocer e identificar la culpabilidad de un individuo por medio de su potenciado sentido del olfato. Sin embargo, Vore, un hombre aparentemente sospechoso, pasa junto a ella y sus talentos se ponen a prueba por primera vez. Tina sabe que Vore (Eero Milonoff) oculta algo, pero no logra identificar qué es. Lo interesante de la propuesta dirigida por el realizador de origen iraní reside en la construcción de un relato inquietante y perturbador que genera continuamente atmósferas opresivas y un clima avasallante pero al mismo tiempo seductor. El espectador se ve inmerso en una experiencia cinematográfica profunda cuyo fuerte no solo radica en el maquillaje, en el gélido trabajo de fotografía y en las poderosas actuaciones del dúo protagónico sino también en un trabajo de guion inspirado que propone un thriller con tintes de cine fantástico que teoriza sobre la búsqueda de identidad, las perversiones y el costado más primitivo del ser humano así como también en cuestiones como la venganza, la justicia por mano propia y la sexualidad. Abassi incomoda al espectador al igual que a la misma protagonista que se encuentra en pleno proceso de búsqueda y autodescubrimiento. Resulta fascinante e hipnótico esa especie de “cuento de hadas” nórdico oscuro cuyo fuerte radica en cómo se va desarrollando la narración y en su progresiva evolución. Border (o Gräns en su idioma original) es una propuesta atípica, extraña y sumamente atrapante que logra una correcta mixtura de géneros y un inspirado trabajo a nivel narrativo. Un film que se nutre de la fantasía para revelar, denunciar y/o exponer el lado oscuro de las sociedades modernas. Una de esas películas para descubrir, recomendar y disfrutar.
La cinta va mezclando lo fantástico y el thriller nórdico y nos introduce en las vivencias de seres diferentes que viven en armonía con el resto de la población siendo distintos. Tina conoce a Vore con quien se huelen los sentimientos, su comportamiento es animal y cuando están juntos su pasión es animal al igual que su aspecto. En algún momento tiene una pequeña similitud a “El hombre que ríe” (Paul Leni) o El hombre elefante (David Lynch), entre otras, donde seres imperfectos, eran mal vistos y discriminados por la sociedad, con la incapacidad de incluirlos. En cambio aquí Tina aunque tiene un aspecto monstruoso es totalmente aceptada por sus compañeros, sus vecinos y hasta es respetada, ella goza de algunas habilidades para descubrir a los criminales tiene un olfato especial y está al servicio de la comunidad. Tiene una dosis de humor negro, tensión, misterio, estos seres se descubren juntos, Tina descubre su pasado y se reencuentra con su interior. El espectador puede hacer distintas lecturas y el director de origen pakistaní Ali Abbasi (“Shelley”, 2016), deja cierto mensaje esperanzador. Es posible que no todos puedan ingresar en este mundo extraño con ciertas particularidades.
Border o Gräns , según su título original en sueco, es un filme de yuxtaposición de géneros que se explaya entre el fantástico, el policial y el drama con un vuelco hacia el tópico romántico de una manera bastante peculiar. Muchos llegamos al filme siguiendo los pasos del autor del relato homónimo John Ajvide Lindqvist que fue el mismo autor y guionista del filme aquí llamado Déjame entrar, de origen sueco, y dirigido por Thomas Alfredson. Esa película fue una pequeña joyita del género del terror que logró una eficiencia dramática y una tensión atrapante, todo esto con una trama muy pequeña, logrando un preciso relato y una construcción de personajes sublime. En este nuevo filme basado en la úlitma novela de Lindqvist la historia es muy diferente. Tima es una joven y extraña mujer que trabaja como “perro de aduana” en el aeropuerto ya que con su olfato puede detectar las ilegalidades de los pasajeros entre otros males o trangresiones. Mientras que por su extraordinaria capacidad es convocada para trabajar a las órdenes de una fiscal para desarmar una red de pedofilia. Tina conoce a Vore, un ser tan singular como ella, por el cual se ve fatalmente atraída, ese vínculo podrá develar otra parte hasta ahora oculta de sus orígenes y de su identidad. En Border Lindqvist transpone su nueva novela y la guiona junto al director – Abbasi- e Isabella Eklof, con resultados mucho más imprecisos, mucho más cargado de diálogos que su anterior trabajo, y exponiendo una superposición de temas que exceden a lo que relato alcanza a profundizar. Pero no todos los temas se le escapan al filme y hay dos que particularmente hechan raíces en la capa más profunda de la trama: la identidad y la otredad. Como su nombre lo indica, Border es un relato acerca de las fronteras, de los límites, de esa línea que en apariencia separa los mundos, pero que a la vez une a los opuestos, y en la misma operación acerca a los complementarios. Esa frontera como figura que divide puede devenir en una pregunta sobre cuán nítidos y fijos son los mundos a cada lado, o sea pone en evidencia la mutabilidad de la construcción identitaria. La identidad como materia metamórfica se presenta en este filme de manera constante, allí donde las definiciones acerca de lo que somos o que deberíamos ser quiere cerrar puertas, con esa perspectiva inmóvil acerca de las identidades que pareciera concebimos de manera única e inamovible. Aquí está la idea del “ser” en estado móvil y de permanente definición – indefinición que busca un lugar de pertenencia y habita en varios mundos a la vez. Hay un nexo clave entre la idea de identidad y la de pertenencia, eso que nos enlaza a lo “semejante” y contribuye a nuestra idea de ser en el mundo y de pertenecer a un universo particular. En esta historia su protagonista busca a lo largo de todo el filme su genuina semejanza, su auténtica pertenencia y lucha con las fuerzas internas que la arrastran entre las tensiones de “lo humano” y lo “no humano”. La identidad es un concepto lógico, muy empleado en filosofía, que designa: “el carácter de todo aquello que permanece único e idéntico a sí mismo, pese a que tenga diferentes apariencias o pueda ser percibido de distinta forma”. Tina tiene en su misma constitución diferentes apariencias, la humana por su capacidad de sentir empatía, piedad, vergüenza y miedo. Pero al mismo tiempo una pulsión interna la conecta con otros seres no humanos del universo, esos a los que ella biológicamente ve como semejantes, tal cual Vore que funciona como una energía hacia la pulsión sin límites. A partir del uso en el relato de la mitología escandinava en la figura de los trolls, una mítica raza antropomórfica del folklore fantástico nórdico que vive en las colinas y bajo la tierra, es que se materializa la explicación de la condición originaria de Tina. Estos seres se los conoce por dedicarse al rapto de niños que intercambian por otros seres “no humanos”, como un castigo a la raza humana en una infinita venganza ancestral. Esta criatura es la que Tina encarna en el filme, exhibiendo un aspecto entre animal y humano con es condición extraordinaria de percibir con el olfato “el mal”. Su condición antropomorfa está definida en dos o tres elementos clave: posee la capacidad de sentir y de pensar acerca del bien y del mal, de temer o avergonzarse como un humano cualquiera y elije el bien sobre el mal por lo menos hasta que la tentación de Vore la tracciona hacia el otro mundo, al que pertenece. A ese mundo de trolls su cuerpo y sus sentidos se ven totalmente enlazados, su sexualidad es fálica desde lo genital y femenina desde lo simbólico, a lo que ambas habitan la pertenencia al mundo de lo extraordinario aun manteniendo una conexión con esa humanidad que también la define. Utilizar la metáfora de la monstruosidad para hablar de la diferencia o la ajenidad no es una novedad, es en todo caso este estado de híbridos de identidad lo más atractivo del planteo. La idea de “el otro” como un monstruo permite pensar en varias formas de marginalidad la del sistema que separa por clases sociales, la de la condición de etnias que separa por razas, la de la condición de género que divide por sexo, la de la belleza o la fealdad que separa por prejuicios basados en las reglas de las apariencias. Border entra a muchos terrenos que logra habitar con solvencia, eso se suscita por su ambición narrativa al yuxtaponer tantos géneros y tantos temas en simultáneo, por lo que se le escurren varias aristas. Aunque por momentos las preguntas más existenciales quedan desdibujadas por lo anecdótico de la trama, que no es particularmente lo más original de la propuesta. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Diferentes e iguales “Border” (Gräns, 2018) es una película dramática sueca dirigida y co-escrita por Ali Abbasi. Basada en la historia corta homónima de John Ajvide Lindqvist, el reparto incluye a Eva Melander, Eero Milonoff, Sten Ljunggren, Jorgen Thorsson, Ann Petrén, entre otros. La cinta recibió el premio Un Certain Regard en el Festival de Cine de Cannes y está nominada en la categoría Mejor Maquillaje y Peluquería de los próximos Premios Óscar. Tina (Eva Melander) tiene la habilidad de oler sentimientos tales como la culpa, la rabia y la vergüenza. Su peculiaridad le sirve muchísimo para su trabajo como vigilante de aduanas, en donde detecta a las personas que portan algo extraño en sus maletas. Con una vida tranquila junto a su pareja Roland (Jorgen Thorsson), que se dedica a entrenar perros para competencias, y visitando regularmente a su padre, Tina siente algo que nunca había percibido al olfatear a un hombre llamado Vore (Eero Milonoff). Este señor de rasgos grotescos parecidos a los de ella la hará descubrir algo que jamás se hubiese imaginado. Rara, salvaje y con una originalidad suprema, “Border” es de esas películas que cuanto menos se sabe antes de entrar a la sala, mejor. Sin tener un género definido (es mucho más que un drama), el filme es algo que con absoluta certeza nunca se vio antes, por lo que el interés por saber qué es lo que está pasando se acrecienta a medida que pasan los minutos. Sería muy fácil spoilear algunos aspectos centrales de la trama pero así se perdería toda la gracia y la experiencia ya no sería la misma. Lo que sí se puede decir es que el misterio, las sorpresas y los giros que van ocurriendo son completamente inesperados y nunca sueltan al espectador, por el contrario lo hacen partícipe del autodescubrimiento que atraviesa la protagonista. Para plasmar en la pantalla grande una historia como esta se necesitaba de un director súper valiente y arriesgado, al que no le importaría que muchos cataloguen a su film de alocado y asqueroso. Ali Abbasi sale muy bien parado al construir una atmósfera sensorial única, donde el bosque, los lagos y los insectos son tan importantes como los personajes mismos. Por otro lado, Abbasi consigue que conectemos con Tina a pesar de que en un principio nos es fácil juzgar su aspecto físico. Al meternos en su mundo y llegar a conocerla en profundidad, la empatía se da naturalmente. Párrafo aparte para la excelencia del maquillaje y las prótesis que confeccionó Göran Lundström. Su trabajo resulta aún más increíble al googlear a los actores principales luego y ver lo diferentes que son, en especial Eva Melander, la cual da todo de sí en un papel para nada fácil. La actriz no solo tuvo que actuar con prácticamente otro rostro y dentadura sino que también engordó para darle vida a Tina. Es increíble lo metida que Melander está en su papel, lo que genera que nunca nos parezca falso lo que va sucediendo por más alucinante que sea la historia. Identidad, adaptación, humanidad, acoso al distinto, maldad, compasión y el inicio de un amor son solo algunos de los tópicos que aborda Border desde una perspectiva innovadora. No apta para impresionables, la película es una cita obligada para los amantes del cine que buscan seguir reflexionando mucho tiempo después del desenlace.
Naturaleza animal. Con una belleza visual y narrativa, el director de origen iraní Ali Abbasi se sirve de elementos de géneros reconocibles para deformar un relato que de convencional tiene poco o nada. La historia se centra en Tina (Eva Melander) una mujer que además de su particular fealdad física, en apariencia causada por una deformación cromosómica, posee un marcado instinto animal primitivo, el cual le permite trabajar en el control de aduana gracias a su extraordinaria capacidad olfativa de captar olores y sensaciones que el común de los humanos no reconoce, como la culpa, la ira o incluso yendo más lejos percibiendo rastros de pedofilia al oler un pendrive. Con una calma descriptiva, Abbasi construye y nos muestra la vida de esta mujer, más en contacto con el entorno salvaje que socialmente, naturalizando los comportamientos primitivos que en primera instancia podrían alejar al espectador de la protagonista y volviéndolos hermosos elementos de comprensión para con ella en la forma de un cuento de hadas sobre la búsqueda de identidad. Tina se halla sola, sin más que la compañía de un hombre que vive con ella dedicándose la mayor parte del tiempo a criar perros de exposición, o las visitas que ocasionalmente le hace a su padre en el geriátrico. Pero es a partir de que conoce a Vore (Eero Milonoff), un hombre con la misma particularidad física que ella, que la mujer posee por vez primera una relación con alguien que la entiende y la ve sin prejuicio alguno. De esta manera, el relato apela a los condimentos románticos pero trastocados por la extrañeza de sus personajes, lo que hace que todo elemento convencional sea eliminado, desconcertando al espectador sin nunca poder adelantarse a los hechos de la historia. Así, con el lenguaje de lo conocido, Abbasi ofrece algo que se percibe nuevo y original. El guion, basado en la obra del escritor sueco Jon Lindqvist, responsable del clásico vampírico Déjame entrar que tuvo dos versiones cinematográficas y que también apelaba a lo fantástico dentro de lo cotidiano, se desarrolla de una manera poética y provocativa jugando con los géneros pero también con un notable uso de la importancia de los instantes. La descripción geográfica acompaña y transmite una amalgama de sentimientos que refuerzan el lugar en el mundo que ocupa Tina y su incapacidad de ser del todo parte de él pero que encuentra su lugar junto a Vore y la liberación de ambos en contacto con la hermosura indescriptible de los bosques de Suecia, sumergidos en su espesura lejos de la mirada de aquellos que los ven como aberraciones. Anclada en las leyendas nórdicas de los Trolls, criaturas malvadas de los relatos fantásticos, la historia busca marcar una diferencia ante la aceptación del distinto, del marginado social, dotándolo de un realismo mágico tanto extraño como encantador. Esto lo logra con el romanticismo apasionado de Tina y Vore, con el salvajismo de sus encuentros —lo que incluye una de las escenas sexuales más raras e intensas de la historia del cine- y con el respeto por la vida silvestre en contraposición al aberrante comportamiento humano representado a través de la red de pedofilia a la que Tina ayuda dar caza. Tina es alguien que busca constantemente saber quién es; su búsqueda de identidad la lleva a percibir lo bueno y lo malo de la naturaleza humana y todo lo que a la vez conlleva aceptarse como un ser de bien y poder desechar la maldad de su propia especie. Detrás de toda incomodidad que puede ocasionar estar ante Tina y su particular comportamiento, el director afea las situaciones con el fin de encontrar en los rasgos y actitudes primitivas el reconocimiento de quien se siente un extraño. En los tristes ojos de Tina se encuentra la mirada humana que la hace un ser sensible, que debe aprender a aceptarse a sí mismo, en vez de proyectarse en los ojos del otro. De igual manera, la responsabilidad del espectador se encuentra en observar y comprender al otro y auno mismo. De esta manera, el film de Abbasi comunica y transmite con fuerza sin la necesidad de que sus espectadores posean un desarrollado olfato.
SENTIR A TRAVÉS DE SUS OJOS En Border, las sensaciones predominan por sobre la historia. Claro que hay un eje en cuestión, pero el impacto está dado por las formas con las cuales vamos observando la vida a través de los ojos de la protagonista. La historia de Tina fluye hasta generar un vínculo con ella, que en un principio se nos mostraba como alguien extraño. El personaje principal, Tina, es una oficial de aduanas. Ella tiene mucha capacidad para detectar el miedo y la vergüenza en las personas, hecho que la lleva directamente a encontrar a delincuentes en su puesto de trabajo. Su aptitud está vinculada a su gran olfato. Y esto tiene algo de literal y algo metafórico. Es verdad que ella tiene agudizado el sentido olfativo, pero, a su vez, su vida (y algo que luego descubrirá) le otorgaron una observación hacia el otro mucho más aguda. Es, en este sentido, como el personaje de Fragmentado, al cual el dolor que le ocasionaron le generó nuevas habilidades. El aspecto físico es lo que más llama la atención desde un primer momento. Al principio como otredad y luego ya como distintivo y característico de este personaje que se vuelve tan cercano. Tina no pasa desapercibida porque nació con una deformidad en su rostro. Pero no es sólo eso, las cámaras apuntan todo el tiempo a su cara, es una imagen fija. Son sus ojos y su nariz el vínculo que nos conecta hacía las sensaciones que tiene y sobre todo con ella. La conexión que tiene Tina con la naturaleza la mantiene muy cerca de los animales. Para esto, los sonidos y la música son los que ambientan este trance, al que accede cuando logra estar sola. El hecho de caminar descalza en la tierra le da imagen al vínculo que ella tiene con la naturaleza. Sus comportamientos aparecen en un límite entre lo humano y lo animal. En esta misma sintonía aparece el sexo. El film nos provee de una escena en la que la iniciación sexual está dada como descubrimiento, pero también con una pasión tal que conecta a los personajes con lo más salvaje de su ser. Establecen un acto de amor genuino y hasta idílico. El vigor que toma lo fantástico aquí es impresionante, ya que le otorga al momento una combinación entre un hecho extraordinario con un sentir en sintonía. Este film aprovecha la fantasía para generar un reconocimiento del entorno. A través de los ojos de Tina podemos ver el alrededor de una forma más directa. Cuando ella recorre la tierra nos muestra elementos cotidianos que no siempre apreciamos. El film logra detenerse en la observación del entorno, pero no pierde nunca el ritmo. Border tiene una dosis de crítica social y otra de fantasía que logran convivir en armonía. No hay análisis marcados en el film, sólo varias puntas que quedan sueltas. Es una película que genera sensaciones y deja la puerta abierta para que se pueda hablar de ella.
Interesante vuelta de tuerca en la temática del mundillo vampirísta Luego de muchas temporadas de premios Oscar hay tantas teorías conspirativas como galardones otorgados, así que para no ser menos vamos a suponer que algo de fuerza hizo la nominación a mejor maquillaje y peinado para que el espectador se pregunte por “Border”: sentí algo hermoso, esta pequeña gema que se estrenó esta semana. Antes de hurgar en los pliegues de la trama es bueno saber que John Ajvide Lindqvist es, junto al director Ali Abbasi y una tal Isabella Elköf, el guionista. El apellido suena desde aquella más que interesante “Criatura de la noche” (Thomas Alfredson, 2008) que se encargaba (muy bien) de bajar el mundillo de los vampiros a tierra, para alejarlos de la mitología de cruces y estacas, en pos de utilizarlos para contar otra cosa. Ese costado pocas veces explorado en el género como el dolor de la existencia eterna. De la misma manera, es decir, con la habilidad que los buenos escritores tienen para mutar, fusionar los géneros, “Border” sentí algo hermoso, también instala una temática nutriéndose de elementos que juegan a reflejar los prejuicios humanos. Contrastada con los cánones de belleza femenina de la última parte del siglo XX y este inicio del siglo XXI, Tina (Eva Melander) es fea. Luego veremos que deliberadamente se la presenta así, pero en principio hay una búsqueda estética que funciona claramente por contraste, como si ella perteneciese a la etapa anterior de la evolución del homo sapiens. Su rostro (el trabajo de maquillaje es realmente prodigioso) se asemeja a alguna de las criaturas que Peter Jackson mostró en la saga de “El señor de los anillos”, una suerte de orco salido de las leyendas nórdicas, cosa que luego comprobaremos, no es casual. Es agente de aduana con una especial habilidad: su olfato para detectar pasajeros que andan en cosas raras. El desarrollo de este sentido es cuasi bestial pues, así como algunos depredadores del reino animal, Tina puede oler culpa, vergüenza, furia, etc, de manera infalible. Así detecta desde un traficante de pornografía infantil a mulas con droga encima. Están tan bien contados estos dos polos, sobre los que se apoya la introducción, que el tema de la discriminación se transforma en pregunta sutil en nuestra mente: si ésta mujer de aspecto tosco, facialmente deforme, introvertida, y de pocos amigos no tuviese esta increíble virtud ¿estaría trabajando allí, o en cualquier otra parte? Un día de rutina, a bastante distancia, nuestra protagonista huele algo fuera de lo común (para ella). Algo que nunca había percibido antes en su rutina y que, por supuesto, se transforma en el punto de giro del argumento. Huele a alguien como ella, de su mismo aspecto, digamos. Vore (Eero Milonoff) accede a ser revisado, pero en esas miradas entre ambos hay impulso, identidad, y deseo contenido. Segunda sutileza temática que se instala en dos o tres planos y un momento clave para el desarrollo de la historia. Lo que sigue en adelante conviene no adelantarlo, justamente porque de ahí en más el casi debutante director Ali Abbasi, además de engrosar sólidamente las bases argumentales de su relato, ofrece pequeños indicios de fusión de género. Drama y fantasía podrán convivir armoniosamente, porque para entonces todo lo que han construido los actores con sus personajes crece con la suficiente fuerza como para dejar instalado un drama profundamente humano, independientemente de la forma. “Border”: sentí algo hermoso, es virtualmente una fábula sobre el miedo a lo distinto y, a su vez, un alegato sutil sobre la convivencia y los falsos prejuicios. Pero no es el guión (en forma directa) ni una compaginación de búsqueda tendenciosa lo que hace esto conclusivo, es decir no hay una bajada de línea con moraleja. Para el realizador alcanza con el texto cinematográfico y con la meticulosa dedicación al confeccionar los planos para dejar que sea el espectador quien pueda interpelar su conciencia e idiosincrasia. Nada mejor como logro para una obra de arte.
Nuestro conocimiento general sobre el folklore escandinavo es bastante deficiente, incluso cuando un término distintivo de esa tradición nórdica suele estar al servicio del desdén y recientemente de la publicidad de automóviles. En nuestro endeble y primario imaginario político, el término trol, según la identificación política que se detente, alude tanto a una conducta de intolerancia como asimismo a un ejercicio gozoso de desprecio del oponente a través de la sentencia breve. Los troles de la extraordinaria Border: sentí algo hermoso, segundo largometraje del cineasta iraní Ali Abbassi, no son criaturas del ciberespacio y es por eso que no están hostigando, ni desde sus casas ni desde centros de reclutamiento clandestinos, a sus presuntos rivales ideológicos. La protagonista trol de esta perspicaz parábola tiene poderes casi sobrenaturales. Su olfato es prodigioso: puede oler la rabia, la culpa y la vergüenza, como también detectar con sus fosas nasales a perversos. ¿Quién podría si no sospechar que una típica pareja caucásica se dedique a la pornografía infantil? Tina trabaja en un control aduanero en algún punto limítrofe de Suecia descubriendo sustancias ilegales en los bolsos de los viajeros. En ese contexto, conocerá a un hombre que se le parece. Los pómulos salientes, la dentadura desordenada, la nariz hinchada los empareja visualmente. Desde una perspectiva humana, Tina y Vore parecen destinados a encontrarse; desde la mirada de un hipotético naturalista (o un exégeta de una tradición literaria), solamente pertenecen a otra especie, y en la Tierra son minoría. El mundo de Tina se presenta de a poco. Los zorros y los alces sienten confianza frente a su presencia, y Abbassi añade un par de escenas que sugieren una comunión con la naturaleza arraigada tanto en el olfato como en el tacto. ¿Cómo filmar la intangible experiencia de la olfacción y la impresión táctil? El placer de bañarse en un río mientras llueve o la paradójica ternura y violencia implícita en toda experiencia sexual pueden casi sentirse físicamente. El cineasta se las ingenia para trasponer dos formas de percepción imposibles para el cine, hasta puede conjurar el asco dietético de alimentarse de gusanos. El poder de Border: sentí algo hermoso es justamente traspasar los límites de algunos códigos con los que se ordena el mundo: lo hermoso y lo delicioso son formas del hábito. El alcance político de Border: sentí algo hermoso es manifiesto: los peligros del tribalismo y el desdén por los diferentes se exploran por igual. Una cierta misantropía, quizás un rasgo propio de la cultura sueca, sobrevuela, pero también es neutralizada por una discreta apelación a una ética universal que trasciende la pertenencia a la especie humana (o no sucumbe al relativismo cultural). Todo esto no se dice, se ve, articula los vínculos, labra las acciones, mientras avanza un relato enigmático y siempre impredecible. Basada en una novela breve de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de la pieza literaria Déjame entrar que dio como resultado la notable película Criatura de la noche, el filme de Abbassi tiene las mismas virtudes de aquel: sobre una firme estructura de género y una tradición literaria se erige un relato cinematográfico de una solidez indesmentible, que puede incomodar, hacer pensar y conmover.
Un oscuro cuento de hadas Esta película sueca presenta una historia que fusiona el suspenso del thriller tradicional con la fantasía de las leyendas escandinavas Tina (Eva Melander) es una agente de aduanas portuaria, cuyo rostro presenta las secuelas de una anomalía genética y que posee la extraña habilidad de oler los sentimientos de la gente. Este olfato exquisito sumado a un desarrollado sexto sentido le permite identificar y detener a los contrabandistas y dealers. Pero al encontrarse cara a cara con Vore (Eero Milonoff), un hombre aparentemente sospechoso, sus habilidades se ponen a prueba por primera vez. Tina se verá obligada a lidiar con aterradores revelaciones sobre ella y la humanidad en general. Con un poco del clima y la atmósfera de Déjame entrar (aquella película en la que una niña no-muerta trababa una relación de amistad con su vecino), el realizador Ali Abbasi nos sumerge en una historia plagada de secuencias increíbles, un relato que surfea entre el fantástico y el drama de suspenso. La presencia de un personaje femenino potente como protagonista, también recuerda a la mencionada cinta de vampiros sueca que rápidamente se convirtió en objeto de culto. Aquí, la mujer en cuestión, no necesita saciar su sed de sangre, pero igual que aquella debe lidiar con un mundo que la rodea que parece excluirla, un mundo en el que parece difícil encontrar el amor. El metraje avanza revelando poco a poco distintos elementos que le darán coherencia al relato. El folclore de los Trolls, legendarios personajes de la cultura nórdica, tendrán vital importancia en un guion que nunca cae en lo bizarro, lo macabro ni lo paródico. Un argumento en el que conviven temas tan disímiles como la pedofilia, el tráfico de niños, gnomos malignos, duendes del bosque y el instinto animal puede parecer un delirio. Pero la realidad es que todo es transitado de manera tan seria y creíble por los intérpretes que nunca se pierde el tono naturalista del relato. El despertar sexual, la integración, la realidad de las minorías, son tres temas que están presentes a través de esta historia que funciona como metáfora sobre la realidad de aquellos que se sienten diferentes o excluidos (imposible no pensar en una auto referencia del director, un iraní que vive en Suecia). Hay además un trabajo visual, y sobre todo sonoro, de excelencia, lo que agudiza la experiencia fílmica, y permite que el espectador se sumerja en estas secuencias casi oníricas que componen el largometraje. Probablemente Border: Sentí algo hermoso, no sea la película más tradicional con la que uno pueda toparse, pero es osada e incluye escenas memorables (incluida una de corte sexual que difícilmente pueda asemejarse a cualquiera que se haya rodado antes en la historia del cine). El visionado de este largometraje augura una experiencia fílmica tan extravagante como perturbadora. Lisérgica y emocionante. Única.
Ganadora del premio a la mejor película de la sección Un Certain Regard, esta coproducción sueca/danesa se basa en un cuento del mismo autor de “Criatura de la noche” y se centra en una mujer extraña que tiene el poder, con su nariz, de detectar a los que pasan contrabando por la frontera. Un día conoce allí a alguien que la hace descubrir un universo sensual, fascinante y peligroso. El nombre del director –y hasta el título de la película– puede hacer suponer al espectador que estará ante un drama sobre alguna zona de conflicto en Medio Oriente. Pero la película es cualquier cosa menos eso. Y si tiene alguna relación con esos temas es de una forma extrañamente metafórica. BORDER se basa en una novela del mismo autor de LET THE RIGHT ONE IN (CRIATURA DE LA NOCHE), John Ajvide Lindqvist. Y si bien el modo en el que los protagonistas se relacionan con el mundo “convencional” es formalmente muy distinta a la de aqul film, en lo profundo su lógica tiene bastantes similitudes. La protagonista del filme aquí es Tina, una mujer que parece tener el talento de detectar a quienes pasan contrabando a través de una frontera. Su habilidad pasa por su nariz prominente y es usada por las autoridades casi como si fuera un perro, pero es algo más que eso: detecta cuando los pasajeros están nerviosos, si esconden algo o tienen miedo. Bah, un perro podría hacer eso también. Tina no solo descubre drogas sino también personas que ocultan secretos bastante más perversos. Y hasta sabe donde encontrar cosas que no huelen, como si detectara lo que piensa el sospechado. Tiene, además, una muy particular relación con el mundo animal en general y alguna deformación fisica que explicaría eso. Un día, en el mismo aeropuerto, Tina se topa con un hombre, Vore, de idénticas facciones a las de ella, lo que la saca de centro (parece no poder acceder a sus secretos) y él sigue de largo en la Aduana. Ella queda fascinada no solo por haber sido inutilizada en su trabajo sino por haber encontrado a alguien como ella. De allí en adelante la historia se complicará en tres frentes: Tina empezará a dudar sobre si es simplemente una chica adoptada y tendrá problemas con su anciano y enfermo padre, descubrirá una trama de pedofilia que deberá ayudar a resolver y, sobre todo, empezará a verse más con Vore, quien le revelará muchos secretos acerca de la particular raza a la que ambos (y muchos otros esparcidos por el mundo, especialmente en Finlandia) pertenecen. Esa relación se abre a un juego también de sensualidad (en el que entran curiosos placeres culinarios), sexualidad (muy alejada de la convencional), violencias de todo tipo y hasta llevará a discusiones éticas respecto a que tipo de relaciones ellos deben tener –o no– con los humanos que los explotan por sus habilidades pero marginan por su aspecto. Estos ejes llevarán la película hacia su explosivo, intensísimo y violento final. Si bien por momentos su trama se vuelve un poco expositiva y la relación entre los distintos ejes del relato bordean lo excesivo, la película se sostiene muy bien porque esa especie de universo paralelo que se le ha creado a los personajes es muy creíble y funciona muy bien. Los actores son también increíbles y hay momentos entre ellos en los que la violencia y la tensión sexual se viven en paralelo de una manera muy potente. Se ponen tanto en la piel de los personajes que por momentos uno tiene la sensación de estar viendo dos animales seducirse y lastimarse a la vez. Como en CRIATURA DE LA NOCHE, en la que la cuestión era matar para sobrevivir con lo que ello conllevaba, aquí sucede algo similar pero sin el aspecto vampírico. Al duplicar los personajes, la película también se vuelve un debate sobre qué relación los de su raza deben tener con los humanos, de una manera que no es tan distinta a las que se plantean en los movimientos políticos revolucionarios o contra el racismo. ¿Convivir con los poderosos, con la raza dominante, o tratar de aniquilarlos? Todo esto es, además, nuevo para Tina, quien descubre con fascinación un mundo de placeres y sensaciones que desconocía. A la vez, esos descubrimientos la llevan a cuestionar su propia historia y su relación con sus seres queridos. La película se va volviendo más negra y violenta, la tensión se hace insoportable y algunos elementos quizás excesivamente extraños (ya los verán) aparecen en la historia buscando alimentar ese posible enfrentamiento entre modos de ver el mundo desde ese otro lado. BORDER es una película sobre marginales, sobre criaturas de los bosques y sobre la manera en la que ese “otro” trata de adaptarse, o no, a la sociedad convencional que –como suele pasar en países como los nórdicos, pero cada vez más en muchos otros lados– cuyos miembro ponen su mejor cara de aceptación pero en el fondo desprecian y utilizan a los que se ven y son diferentes.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Sumida en bosques escandinavos y con una rareza que inquieta y atrapa a la vez, "Border" es una de las joyas cinematográficas de los últimos tiempos. El filme del cineasta iraní Ali Abbias, instalado en Dinamarca, fue una de las sorpresas de la última edición del Festival de Cannes, y se llevó el Grand Prix a la mejor película en la sección Un certain regard. Tina es una criatura extraordinaria: esta mujer que trabaja de seguridad en la Aduana posee un agudo sentido del olfato que le permite percibir los sentimientos de las personas. Esta mujer posee características físicas similares a las de un simio. Lo cierto es que su vida cambia cuando conoce a Vore, una criatura como ella, de sexo indefinido y apariencia extraña. A partir de ese encuentro, este filme que desfila entre el thriller, el cine noir y la fantasía indaga en la naturaleza humana y -no tanto- y en los límites del romance y la perversión. ¿El resultado? Una gran obra lúgubre que seduce y horroriza.
Es peligroso descubrirse a uno mismo Entre el realismo y su transgresión, el film del director iraní Ali Abbasi dialoga con el cine de terror, mientras hunde al espectador en una propuesta que es también una ratificación de las diferencias. Premiado su director en Cannes (Un Certain Regard), con galardones internacionales y hasta una nominación al Oscar (Mejor Maquillaje), Border, la película del iraní Ali Abbasi ha reunido laureles suficientes. Y méritos no faltan. A partir del cuento del escritor sueco John Ajvide Lindqvist (el mismo de Let The Right One In, con dos versiones al cine), Border apela a un tono realista, y sin embargo con fisura suficiente como para creer que algo más hay, extraño y a la espera. Tina (Eva Melander) trabaja en la aduana, en un puerto. Huele a quienes pasan por delante de ella. El trajín de gente es indiferente, pero ella, estólida, simplemente husmea. Y detiene a quienes señala. ¿Puede alguien oler de esta manera, y averiguar -por ejemplo- que alguien guarda en su teléfono imágenes que le incriminan? Sí, responde Tina a la policía. Tina es grandota y de rostro extraño. Sus facciones causan cierto rechazo. No encaja en el estereotipo de belleza femenina. Su vida transcurre en una casa sumergida en el medio de la foresta, junto a una pareja cuya única atención la constituye el bienestar de sus perros -bestiales, tendientes a la violencia-, cuidados con esmero para competencias. Toda una atención que contrasta con la que recibe la propia Tina. Sin embargo, ella lo tolera y se comporta como si fuese algo natural (¿ella como alguien tan amaestrada como los perros?). Evita las dentelladas, pero no tiene miedo. Por otro lado, Tina tiene a su padre en un asilo. Lo visita, y él no recuerda demasiado, cada vez menos. Pero la mira fijo, unos segundos, y sabe que se trata de su hija. Ahora bien, Tina es grandota y de rostro extraño. Sus facciones causan cierto rechazo. La belleza no la acompaña, al menos desde determinados parámetros sociales. Hasta que alguien más atraviesa la calma y regular hilera de visitantes aduaneros. Ella huele, está segura de sí. Pero alguna contradicción hay. Su sentido tan fino no se equivoca, aun cuando nada lo incrimine al extraño. La revisión del control desmiente su certeza, ella se altera. Sus facciones lo dan a entender. Hay algo que la quita del letargo: cuando Tina y el extraño se miren, el encuadre será simétrico. Uno como reflejo del otro. Es esa imagen devuelta la que comienza a obrar de modo inverso al habitual. Tina ve allí algo que la seduce, que la busca, desde maneras bruscas y con un saber que permanece a la espera de ser descubierto. Progresivamente, ella se sumerge. Y el film de Abbasi logra lo propio con el espectador, a partir de varias líneas narrativas. Como la que supone la investigación en la que Tina participa, tendiente a descubrir una red de pedofilia. Hallazgo de estupor -para el que Abbasi demuestra no tener imágenes posibles, sino sólo un prudente fuera de cuadro- que acciona sobre la pareja amiga que da a luz -a la cual Tina ayuda-, las preguntas que Tina hace a su padre sobre su niñez, y la maternidad que su cuerpo ¿extraño? presuntamente le niega. El film brinda una historia que va más allá de lo que indica la superficie. En este sentido, el trabajo de guión que Border manifiesta es preciso, atento a una variedad de líneas de acción que son, en esencia, variaciones de una misma idea. Vale decir: el nacimiento, el origen, el pasado y el devenir, están cifrados en cada una de ellas. El inicio del film ya lo exhibe, con el insecto que es cuidado por Tina, cuya vida resguarda. El desenlace le dará a esta acción su razón de ser, como complemento explicativo pero también metafísico. Es decir, hay acciones que no se sabe muy bien porqué se ejecutan, hasta que develan una interioridad que insiste y puja. En otras palabras, y de acuerdo con lo que Border señalará en un momento preciso, la mejor manera de llegar a ese lugar soñado o coincidente con ciertos deseos, es la de estar dispuesto a dejarse encontrar. Un paraíso que contrastaría con la rutina y el invierno pronto a llegar. Tina viste de uniforme riguroso, pero nunca es más plena como cuando sin ropas se baña en su escondite natural, tan semejante -dirá ella misma- a los cuentos de hadas. Un remedo de ese paraíso lejano. Por otro lado, el film de Abbasi acude a rasgos narrativos que articulan su película con el cine de terror y el fantástico. Lo hace desde una incomodidad pretendida, que deshace la frontera entre el realismo y su transgresión. Pero a la manera de dos instancias indisolubles, que se contaminan, aun cuando la predominancia sea de la primera. Es decir, el plano realista está acentuado -es lógico, el argumento lo justifica- y es ello lo que logra la incredulidad ante ciertas acciones. De todas maneras, la película logra gradualmente naturalizar lo que parece extraordinario -el olfato infalible- para poner en duda lo que a simple vista pareciera irrebatible. O también: ¿cuál es la película que se quiere ver?, ¿cuáles las expectativas del espectador durante los primeros minutos del film? En este movimiento, la película inclina la balanza para salirse de lo previsible. Al hacerlo, tiene que atravesar momentos tensos, algunos insoportables. De hecho, la propia Tina no puede terminar de asimilar lo que acontece, ya que hay ciertos límites que ponen a prueba su moral. Lo que a su vez ha sucedido es que ella se sabe ahora de otra manera, tan segura de sí como lo es con su olfato. Hubo un cambio cualitativo del que ya no podrá volver. Lo todavía más atractivo del planteo que Border sugiere, es que al ser dicha situación sólo posible desde la aceptación propia, primero hay que saber. Y para saber es necesario desmentir. Al arribar a la plenitud que supone saberse consciente, Tina se vuelve un cuerpo (y una voz) político, ratificado como tal. Por fuera de los cánones que la sociedad legitima, a la que Tina enfrenta, Border logra una de las más potentes propuestas tendientes a la defensa de la diversidad sexual. Hay acciones que no se sabe muy bien porqué se ejecutan, hasta que develan una interioridad que insiste y puja. Al inclinar la balanza en favor de tópicos vinculados al terror (o similares), el film se sitúa sabiamente en un lugar fronterizo -dado su registro pretendidamente naturalista- con el mejor cine de géneros, capaz de brindar una historia que va más allá de lo que indica la superficie. Y lo hace sin caer en resoluciones que satisfagan al limar sus aristas, sino que justamente son esos lugares incómodos, sin posibilidad de happy end, los que quedan a la vista, como heridas abiertas. Un dolor tal vez tan inevitable como la sonrisa que conlleva: allí, la promesa de un paraíso.
Border se basa en una novela del mismo autor de Let the Right One In (Låt den rätte komma in, película del 2008), John Ajvide Lindqvist. Este cine fantástico nórdico tiene entonces una nueva entrada bajo el imaginario de este escritor. Acá en esta coproducción entre Suecia y Dinamarca cuenta la historia de Tina, una mujer de aspecto raro, casi animal, que posee un talento extraordinario para detectar personas que intentan traficar cosas en la frontera. Este poder entre animal y sobrenatural la convierte en una valiosa oficial en la aduana. Hasta que de pronto aparece otro como ella, y no puede entender lo que huele ni percibir nada. Entre ambos surgirá un vínculo intenso, de amistad, misterioso sexo, violencia e identificación. Cada paso entre ambos parece estar marcado por algo siniestro, pero a la vez construyen un paraíso perdido en la naturaleza, alejados de la falta tolerancia de la sociedad. Aunque la película pueda volverse discursiva o repetitiva, su originalidad es indiscutible y lo que se disfruta del relato es que no se parece a casi nada que se pueda ver en el cine actual. Entre miles de estrenos anuales, cobran un valor extra aquellos que pueden sorprender estéticamente al espectador, aquello consiguen esa sorpresa con herramientas nobles, no solo con giros de la trama. Border no se parece a casi nada, tal vez a nada, y con eso le alcanza para que cualquier espectador de cine con interés por cosas nuevas salga agradecido de este oscuro relato de cine fantástico no exento de reflexiones sobre la sociedad actual
De un tiempo a esta parte las realizaciones cinematográficas suelen mezclar géneros. El típico western con todos sus códigos, el film bélico con sus convenciones preestablecidas o el melodrama en el que no faltaban las escaleras, dieron paso a tramas más complejas difíciles de encasillar en un solo estilo. As Boas Maneiras (Marco Dutra/Juliana Rojas – 2017) enriqueció el mito del hombre lobo al combinar de manera original el terror con el drama lésbico y el musical. Border, por su parte, le agrega al thriller nórdico lo fantástico y lo sobrenatural como metáfora de conflictos humanos junto a una trama, al igual que en el film brasilero, que cambia de rumbo de manera permanente con incógnitas que se resolverán hacia el final. Una inspectora de aduanas con un olfato potenciado, utiliza sus facultades extraordinarias para detectar irregularidades (introducción de drogas o bebidas alcohólicas) cometidas por los pasajeros a los que debe inspeccionar. Además, a través de ese sentido extra, desenmascara a personas con inclinaciones sexuales inmorales, involucrándose en un caso policial que está detrás de una red de pedófilos. Un día, en uno de los tantos controles rutinarios, se encontrará con un hombre con rasgos similares a los de ella del cual se enamora. A partir de esta nueva relación descubrirá qué es, sus ancestros, el engaño en el cual vivió en el pasado y hasta su sexualidad. Realidades que en un principio la harán dudar, para más tarde cambiar el destino de su vida. Una vez más, como sucedió en La favorita (Yorgos Lanthimos – 2018), ninguno de los personajes principales genera empatía en el espectador, pese a que los propósitos de la protagonista son honestos y genuinos. Tal vez sus rasgos deformados, producto del maquillaje que obtuvo una candidatura al Oscar, atenten contra una participación afectiva de la platea. El tema del distinto, del diferente al que la sociedad rechaza y maltrata, la venganza de esa minoría que aprovecha las bajezas humanas, es materia de análisis por parte del director y guionista iraní-sueco Ali Abbasi. En su primera mitad Border genera las clásicas expectativas de un film de suspenso, para más tarde introducir lo irreal, que puede gustar o no, como un rasgo diferenciado que llamó la atención de la crítica en los festivales en que se presentó. Una película polémica que despertará controversias, como así también sonrisas suspicaces por ciertas actitudes de los protagonistas y por asociaciones con parecidos de la política local.
¿Qué significa ser “diferente”? ¿Cómo se vive personal y socialmente bajo esa condición? ¿Qué siente una persona cuando recibe el apelativo “bagarto”? Tina, controladora aduanera en un embarcadero que conecta Suecia y Finlandia, es poseedora de una capacidad olfativa superlativa. Reconoce el trasiego de substancias prohibidas, fotografías o filmaciones de prácticas sexuales delictivas, etc., con solo oler, de cerca o de lejos, los fluidos corporales de los portadores de esos elementos. Como ella misma dice: huele “verguenza, culpa, rabia …” Vore, un hombre con características físicas similares a Tina, que comparte con ella ciertos rasgos felinos, es detectado por la controladora al intentar introducir una incubadora de insectos. El rostro y quizás su olor perturban de manera notable las circunstancias vitales y laborales de Tina. La parte personal de esta mujer transcurre en un entorno exuberante de vegetación y vida animal. Su casa está rodeada de un bosque donde habitan animales con los que ella se vincula y expresa su ternura.Repetidos travelling acompañan a Tina en sus recorridos donde explora su geografía y también descubre a aquellos que la comparten con ella. Una toma general la encuentra desnuda al borde del lago y la cascada. Se deja envolver y la cámara situada al nivel del agua la descubre en el centro del lago, en un primer plano su rostro gozoso y luego, en uno general, sumergida e inmediatamente emergiendo de ese manantial natural. La belleza de las cascadas cercanas a la casa hace que Vore y Tina evoquen los cuentos de hadas. El hecho de compartir el miedo a los rayos los impele a protegerse debajo de una mesa y cuando el miedo los invade se mantienen abrazados. Admirar la belleza del bosque cuando cesa la lluvia, descubrir que los une ciertos “defectos” físicos, encontrarse sexualmente en un acto amoroso con rasgos animales y algunas cosas más, desencadena el tema de la identidad. Un largo travelling acompaña a Tina y Vore mientras desnudos y gritando de felicidad recorren el bosque para finalmente culminar arropados por el lago, abrazándose y gruñendo de amor. Border no puede ser clasificada estrictamente en un sólo género. Podría considerarse como un thriller escandinavo, un drama o un cuento de Hadas, y todo eso no bastaría. Lo que no parece materia de discusión es que constituye un film de enorme riqueza de imágenes y de una fotografía que nos interpela. Pero no basta con reconocer solo los elementos anteriores. Es cierto que Border es un festival de fotografía pero también es una mina de metáforas. A nadie puede pasarle inadvertido que Border o Frontera, como se quiera denominar, es un film absolutamente contemporáneo y más puntualmente, una historia de franca actualidad. ¿Acaso los tópicos que aborda el film no retratan algunas de las cuestiones que nuestra propia sociedad y otras discuten airadamente? ¿No aluden de algún modo a las fobias raciales, de género o sociales que ocupan a nacionales, europeos, habitantes de América del Norte o buena parte de Asia? ¿ Hay alguna duda que un número importante de hombres y mujeres del mundo repudia a aquellos otros que no adhieren a sus gustos, identidades sexuales, preferencias políticas, estamentos sociales, modelos de belleza, modos de vestirse o color de piel? Pero vayamos por parte. La escena de Tina y Vore teniendo relaciones sexuales es de mucha riqueza de sentido. Los que se aman se convierten en animales o son animales. Lo masculino y lo femenino quedan relativizados. Sus cuerpos no satisfacen los modelos físicos establecidos. Por momentos ese encuentro sexual parece amplificar nuestras propias vivencias. Los ángulos fotográficos elegidos no responden a ninguna convención. Los besos no pertenecen a la versión cinematográfica acostumbrada. Tina, la “diferente”, es una colaboradora valiosa de la policía local. Es ella la que facilita a los investigadores la detección de una organización delictiva dedicada a una de los comercios sexuales más abominables que tiene cabida en la ciudad. Es Tina también la que descubre algo extraño en el interior de una refrigeradora de su entorno inmediato. Y como sucede a lo largo del film, las escenas interiores y exteriores, están filmadas con un registro diferente de los encuadres tradicionales. La cámara no está colocada en un soporte fijo. En todos los casos el ojo mecánico tal como sucede con el humano se mueve, a veces más a veces menos, pero siempre con el propósito de impedirnos estar afuera de los sucesos, con la intención de convertirnos en testigos privilegiados de este heterodoxo “cuento de Hadas”. Es casi imposible pensar en esta película sin las actuaciones de Eva Melander (Tina) y Eero Milonoff (Vore). De igual manera resulta con el aporte de los diseñadores del maquillaje Goran Lundstrom y Pamela Goldammer.
El jueves llegó a los cines argentinos el film sueco Border de Ali Abbasi, basado en un cuento corto escrito por John Ajvide Lindqvist (Déjame entrar). Tina trabaja en la Aduana chequeando lo que transportan los pasajeros. Tiene la particularidad de identificar a los contrabandistas gracias a su olfato, incluso si están nerviosos por algo. Un día en el trabajo conoce a Vore, un hombre que parece sospechoso pero que ella no puede percatar. Pronto siente una atracción hacia él y explora la faceta animal que los une. Border continúa algunos elementos ya presentados en Déjame entrar, como por ejemplo la historia romántica y la marginalidad. Aunque el salvajismo es similar, en este nueva película va más lejos. La inocencia de Oskar y Eli nada tiene que ver con Tina y Vore. Estos últimos saben que no pertenecen a la humanidad, la primera acepta su lugar escondiéndose en el bosque, aunque vive la dualidad de haber sido criada por los humanos. Y, aunque no por todos, está siendo usada como una herramienta o un animal para encontrar culpables. Por el otro lado, Vore que vive apartado de la sociedad, ya conoce su cuerpo y acepta su lugar. Todos estos aspectos son reforzados mostrando animales como zorros y perros, y su lugar en el mundo natural. A la par, se cuenta la persecución de la policía para revelar una red de pedofilia y cómo esta historia se conecta con la de Tina y Vore. Dividiendo el film en dos géneros paralelos: el romance y el policial, apoyados en un contexto fantástico. Puede que la forma de contar la historia choque al espectador más tradicional, que espera un policial clásico, pero es la correcta fusión de todos estos géneros lo que destaca a Border. Tanto Eva Melander y Eero Milonoff hacen una increíble interpretación como Tina y Vore respectivamente. Sus cuerpos expresan todo lo que sienten en la película, apoyados por un maquillaje que les valió una nominación al Oscar en este rubro.
No es fácil ser mujer en el mundo occidental contemporáneo, entre los mandatos, las discriminaciones y los imaginarios que nos siguen atravesando. Pero peor sería ser Tina (Eva Melander), la protagonista de esta historia. Una mujer/criatura -como nos anticipa el título de la novela en que está basada, Criaturas en la noche, de John Ajvide Lindqvist- con rasgos peculiares, una nariz con poderes y una cicatriz en la espalda cuyo motivo se ignora. Tina sabe que es distinta pero no reniega de ello sino que aprovecha, por ejemplo, ese sentido del olfato hiper-desarrollado para aplicarlo en su metodología de trabajo en la aduana, donde se encarga de detectar objetos de contrabando. Tan desarrollado que incluso es capaz de percibir cuando alguien miente o siente culpa, algo que le permite no sólo descubrir objetos fuera de lugar sino también seguir una red de pedofilia. Sus compañeros no se preguntan por las diferencias ni por su habilidad sino que la aceptan y aprovechan esa situación que les ahorra trabajo.