Nada nuevo para ver El cine de terror esta hastiado de niños que viven experiencias paranormales. Lo macabro termina entonces por convertirse en irritante y tal característica resulta ser la constante de Caso 39 (Case 39, 2009). En el film, además, se pone de manifiesto el viejo cliché donde las apariencias engañan, un guiño más que habitual en productos de este género tan transitado, como lo es el terror psicológico. Renee Zellweger interpreta a una trabajadora social que a lo largo de su trayectoria profesional tuvo que enfrentarse a todo tipo de tragedias domésticas. En esta ocasión se encuentra frente a una niña quien vive en un hostil ambiente familiar que la tiene muy angustiada. Al involucrarse de manera personal con la pequeña, la profesional descubre un mundo perturbador lleno de terror, tormento y fuerzas sobrenaturales. El film parece por momentos un rejunte de otras incursiones bastante mas exitosas en estas temáticas siniestras como lo fueron La Profecía (The Omen, 1976)y encontrando también reminiscencias en el j-horror tan popular en Hollywood por estos tiempos. La sensación será entonces para el espectador, de una historia previsible que ya le fue contada. Y los típicos recursos a la hora de asustar, lejos de agobiar resultan faltantes de sorpresa. El debutante Christian Alvart concibe una película que conjuga los elementos mas básicos del genero, se ajusta de forma llana a la formula tantas veces empleada y que garantiza una propuesta complaciente que sigue al pie de la letra terrenos facilistas cuya ambición no se plantea objetivos artísticos. La irregularidad del film también opaca a su elenco, encabezado por Renee Zellweger, una actriz últimamente acostumbrada a dar tumbos en su carrera. Caso 39 es un auténtico despropósito, torpe por algunos momentos, ridícula en otros deja al desnudo las evidentes falencias que apremian al cine mas comercial made in Hollywood. Por si caben dudas, en cierta parte de la meca cinematográfica no hay lugar para un poco de moralidad y buen gusto, solo éxito, descaro y estrategias. Y el género de terror, repetido hasta el cansancio, posee la urgente necesidad de ser revitalizado.
Si no viste el trailer todavía, sería bueno que vayas a ver el film sin verlo, ya que el mismo muestra ciertas cosas que hace que se pierda demasiado el suspenso o la sorpresa ante ciertas secuencias. Si ya lo viste, vas a perder bastante de la intriga. En mi caso personal nunca ...
Emily Jenkins (Renée Zellweger) es una trabajadora social que se ve conmovida por el caso de Lillith, una pequeña de 10 años que se salva de ser asesinada por sus propios padres, y decide adoptarla. Poco a poco, esta mujer descubrirá que un misterio esconde esta niña para que sus propios padres hayan querido matarla. En primer lugar, esta película revela que hasta el momento Hollywood se había perdido a una gran actriz de terror, como ha demostrado serlo en esta ocasión Renée Zellweger. Sus caras de espanto, que en algunas películas cómicas nos resultaban un poco descolocadas, aquí encajan a la perfección. En segundo lugar, es verdad que la idea de un niño endemoniado es uno de los argumentos más pavorosos entre los tópicos de terror, pero en esta película alcanza clímax irrisorios. No se entiende cómo, los poderes sobrenaturales de esta niña no alcanzan nunca a su madre adoptiva y esta mujer debe luchar puño a puño para defenderse de esta pequeña. Emily no logra nunca hacerle honor a la diferencia física que se supone que hay entre un adulto y un menor. Sin embargo, como dije anteriormente, Hollywood ha descubierto una joya en la interpretación del cine de horror a la que seguramente le sacará su jugo correspondiente. Lo único rescatable del film: la impresionante actuación de la pequeña Jodelle Ferland.
Réene Zellweger filmó esta película en el 2006 pero por razones absolutamente incomprensibles del estudio Paramount se postergó su estreno en los últimos años y en Estados Unidos al final la editaron directamente en dvd. La verdad que estrenaron películas peores recientemente por lo que no queda claro por qué patearon tanto este estreno. Caso 39 es una historia relacionada con historias de niños siniestros que es una temática bastante trabajada en el género de terror. En realidad esta película se desarrolló dentro del thriller más que el horror y pese a que ya vimos en el pasado esta clase de cuentos la trama está bien contada con muy buenas escenas de suspenso. Las actuaciones entre Réene y Jodelle Ferland (quien tiene 16 años pero parece mucho menor) son lo mejor de la película y la causa principal por la cual este estreno se vuelve entretenido. Los efectos especiales podrían haber sido mejor si hubieran tenido más presupuesto, pero el fuerte de Caso 39 no pasa por los impactos visuales, sino las situaciones de tensión que construye el director Cristian Alvart con los actores El cineasta alemán el año pasado también se destacó con Pandorum, otro film de terror que no pasó por los cines. Pese a que la temática viene bastante explotada últimamente con filmes como La huérfana o la producción inglesa The Children este trabajo de Zellweger zafa a la hora de brindar una historia de suspenso.
Hay casos que nunca deben abrirse Emily Jenkins, correctamente interpretada por Renée Zellweger (El Diario de Bridget Jones, Nueva en la Ciudad o Chicago entre otras,) es una consagrada trabajadora social especializada en problemas familiares que ha visto todo tipo de horrores domésticos, mentiras, negligencia y abuso. Como toda trabajadora social cuenta con mucho trabajo y como ella misma cuenta: Tiene 38 casos. Hasta que le designan un nuevo expediente, su caso número 39. El de Lillith Sullivan, papel interpretado por Jodelle Ferland, una niña de 10 años de edad, cuya familia perturbadora y hermética deja a Emily conmocionada y preocupada. Pero a la vez, se genera desde un principio un vínculo entre Lilith y Emily que va más allá de lo profesional. Lilith repite que sólo quiere que la quieran. Cuando los padres de Lillith tratan de hacerle daño en un ritual nocturno, Emily interviene y logra salvarla. Desconsolada por la soledad e inocencia de Lillith, Emily decide algo que nunca antes había hecho: involucrarse íntimamente. Con la esperanza de ayudar a la retraída niña, Emily le ofrece a Lillith un hogar cariñoso y feliz hasta que encuentre una familia adoptiva. Y este argumento es el primer paso a una nueva vida en la existencia de ambas, para bien o para mal, ya que luego de este acercamiento, raros sucesos comenzarán a suceder y muy difícil será probar si realmente existe un culpable o son solo hecho fortuito y accidentes frecuentes. Se puede decir que la película está dividida en dos partes bien definidas, una más oscura con datos inciertos y con muy poca claridad de que tema se está hablando. Y una segunda, en donde con todas las cartas sobre la mesa, la protagonista no sabe cómo hacer para seguir y terminar con lo que empezó: un expediente que nunca debió abrir. El film del director Christian Alvart rodó otra película con mucho suspenso llamada Pandorum, y sigue usando como recurso el miedo psicológico. Y lo hace bien, ya que resulta efectivo y logra conectar al público con la pantalla. Entre los que acompañan a Renée Zellweger, se encuentra uno de los actores más aprovechados por Hollywood en los últimos tiempos, Bradley Cooper (¿Qué pasó ayer?, Alocada Obsesión), que si bien se lo vincula con la comedias, las historias románticas o las de acción, como será próximamente el caso de Brigada A, lleva dignamente su papel de psicólogo infantil y a la vez le abre un camino a un rubro diferente. La película cumple su cometido: atrapa, altera e inquieta, ¿Pero qué cosa tan terrorífica puede esconder una pequeña que aparentemente sólo busca que la quieran?...
La posesión va por dentro Emily Jenkins (Renée Zellweger) trabaja como asistente social, su labor es intentar conseguir armonía en hogares donde los chicos pueden estar en riesgo, sea por desatención de sus padres o por algún tipo de violencia ejercida por ellos. Con muchos casos que revisar y sin el tiempo que desearía tener recibe un nuevo fajo de expedientes, entre ellos uno que le llama la atención de manera especial. Se trata del caso de una niña de diez años, llamada Lillith, que demuestra una personalidad retraída y se duerme en clase. El director alemán Christian Alvart nos muestra como Emiliy visita la casa de la niña, su entrevista con los padres, de aspecto desquiciado, claramente trastornados, y la lucha de la asistente por alejar a la chica de esa casa. También nos hace partícipes de como Emiliy junto a un policía amigo consiguen salvar a Lillith de una muerte segura, y como se establece un lazo afectivo entre la chica y la asistente social. Pero lo que nos muestra Alvart es apenas un señuelo, una pase de manos, ilusión que lamentablemente se desmorona demasiado pronto. Pierde la oportunidad de ser sutil, de sugerir, y descubre el juego con torpeza para dar lugar a un devenir de clichés y referencias a filmes varios que sólo consiguen ansiar el desenlace. No es que las actuaciones estén mal, ni la cinematografía en general. Es apenas una más de terror y suspenso cuando prometía ser algo distinto. De esas que no dan vergüenza ajena y se dejan ver si se es fanático del género o se está aburrido una tarde en casa, haciendo zapping.
El demonio no le tiene miedo al ridículo Emily, la asistente social cuya paciencia infinita cree traducir Renee Zellweger en el invariable susurro de su voz y la no menos invariable expresión de su rostro, está sobrecargada de trabajo, pero lo mismo se las arregla para seguir de cerca cada uno de los difíciles casos que se le presentan en la escuela donde trabaja. El 39, por ejemplo, que es el de Lilly, una chica de 10 años que con sus calificaciones en baja, su aislamiento y su eterna cara de miedo, tiene todo el aspecto de ser una víctima del abuso familiar. Aunque de las entrevistas con los padres se infiere que algo no anda muy bien en la relación, los especialistas de psicopedagogía deciden que sin pruebas no puede acusárselos de nada. Pero Emily, tan enteramente consagrada a su trabajo que ni tiempo tiene para concretar su relación con un joven colega, no abandona el asunto, se gana la confianza de la nena en un abrir y cerrar de ojos, se compromete a protegerla y le da su número de teléfono para que acuda a ella cuando la necesite. Menos mal, porque cuando se produce el primer pedido de auxilio, la protagonista sale a toda velocidad acompañada por un policía amigo e irrumpe en la casa justo en el momento en que los papás acaban de encender el gas para cocinar a la nena en el horno. Es uno de los momentos más cómicamente ridículos de esta historia sin pies ni cabeza que mezcla psicopatía infantil con satanismo y se vale de cualquier recurso para horrorizar aunque por lo general termina produciendo más risas que sustos. Lo malo es que el humor, en este caso, no parece deliberado. Queda claro por qué el film, rodado en 2006 por el alemán Christian Alvart, debió esperar tres años para su estreno.
Horror en familia Un filme de terror psicológico y maltrato infantil, con Renée Zellweger. Caso 39 podría haber sido original, revulsiva, y al menos en su elección argumental lo es: la violencia de padres sobre hijos suele tener menos prensa que la de género y víctimas aun más indefensas. En la apertura del filme, el alemán Christian Alvart despliega esta problemática y, a mitad de partida, practica un enroque imprevisto entre atormentados y atormentadores. Desde allí, intenta combinar el terror "familiar" -lo cotidiano cuando se vuelve extraño- con el sobrenatural, menos eficaz. Logra, sobre todo al principio, pasajes de suspenso y de horror psicológico. Después, abusa del cine de fórmula: hasta que todo atisbo de originalidad se desvanece. Renée Zellweger interpreta a una asistente social -agotada, escéptica, un tanto anestesiada por la rutina- que de pronto siente una empatía especial con una nena de diez años (gran trabajo de Jodelle Ferland) a la que intuye maltratada por sus padres. Los niños, en esas situaciones (que corren el riesgo de repetir de adultos), no suelen tener el beneficio de la palabra ni la opción de la ruptura de lazos: el personaje de Zellweger intenta suplir esas imposibilidades ajenas. Pero su propia historia de vida, no muy feliz, hace que todo sea más complejo. Un giro posterior, que dará vuelta la trama, ubicará a los adultos en situaciones de horror ante niños: en algún momento veremos a Bradley Cooper, en el papel de un psicólogo, y a la propia Zellweger jaqueados -aterrados- por pequeños. En el caso de ella, al punto de una transformación violenta. Es una pena que la inclusión de elementos diabólicos, y la utilización de recursos muy transitados en el género, vayan haciendo cada vez más previsible al filme. Y que terminen por adueñarse de él. Un caso de posesión, pero cinematográfico. Es evidente que la incursión norteamericana le quitó espíritu innovador a Alvart. Y que su decisión -¿temerosa, obligada?- de mezclar clichés de distintas ramas del cine de terror le anuló las chances de ir a fondo con la violencia familiar ejercida sobre niños, una cadena más temible que el demonio. La (oscura) idea de que sólo pueden causarnos un mal extremo aquellos que amamos.
El reto. Reneé ha transitado por distintos tipos de comedias, dramáticas, musicales y las denominadas “screwball”, con versatilidad, logró cautivar a un público por su espontaneidad y dulzura, una “niña bien”, de aspecto siempre jovial, de hacer muecas y gestos ridiculizados, hasta llegar al pico de los relatos feministas con El Diario de Bridget Jones. Transitar por el género de terror parece haber sido su nueva ocurrencia, decisión aprobada por poca oferta laborar, por mantenerse en cartelera o vaya uno a saber por que. Reneé interpreta a una asistente social llamada Emily Jenkins, de vinculación a niños que sufren ejemplos de violencia familiar, es la encargada de mediar, de advertirlos y conciliar con padres e hijos mediante conversaciones esclarecedoras. Es soltera, no ha pasado por la experiencia de tener hijos propios y tiene un novio que la presiona con la idea de vivir juntos. Un dia, sobre su escritorio, reposaban 38 carpetas, 38 niños, sobre ellos uno nuevo se posó, el de una niña tímida, que ha bajado la calificación de notas escolares bruscamente. Advertencia para la cual, Emily pondrá atención frente a las señales recogidas. La pequeña se encariña con la asistente, determinador sucesos y melosidad mediante, Emily acepta la tenencia de la menor y comienzan a convivir juntas. El caso, no sólo invoca a films como El Exorcista, La Huérfana y Sexto Sentido. Existe violencia gráfica, recursos intencionados abruptamente para generar un salto en la audiencia, y hasta mas de una escena de sobreexplotación de efectos visuales, no creibles. Emily era una experta en su trabajo hasta que conoció a la niña, al igual que los espectadores, estafada por otro de los casos en que todo lo que creíamos puede ser de otra manera, una invitación a desconfiar. Dentro de los secundarios tenemos a Ian McShane, como un policia / detective amigo que está siempre dispuesto a recibir llamados a la madrugada y salir corriendo a asistir a Emily. Confesor por momentos, absurdo en sus conclusiones, es apenas, el único personaje presentado que genera la sensación de haberse insertado en su rol. Dos mujeres rubias y el horror. El resultado de la incursión de Renée (actriz ganadora de un Oscar) es olvidable, lastimosa, desentonada. Ahora, la otra rubia, más marginal, a mi pesar una muy mala actriz, sin embargo, consigue impactar, cambiar radicalmente su perfil y convertir placentera la visión de un film que si bien contiene muchas fallas funciona en gran parte debido a su tarea, pero esa es otra historia, esperen al estreno de La Caja Mortal.
Un collage de horror despreocupado Cuando no es Bridget Jones (un personaje de esos que tienen vida propia más allá de la calidad de los filmes que los contienen) Renée Zellweger va y viene entre películas buenas y malas, como cualquier actor. El problema es que ella siempre parece desubicada, escondida detrás de un rostro que se ensancha –y se achina– película a película, pasible de gestos estandarizados y mohínes turbadores. Sí, a Renée el cine le está quedando incómodo, como si fuese un vestido que le chinga por todos lados. Éste, su penúltimo film antes de retornar a la dulce perdedora de Jones (lo que también está bien: todo actor debería tener su John McLane) es, antes que malo o bueno, raro. En realidad, a medida que va juntando hilo en el carretel, resulta un collage despreocupado que tanto toma del J-Horror japonés como de las distintas Profecías. Aquí Zellweger es Emily, una asistente social que se toma demasiado en serio la problemática familiar de Lilith (la inquietante Jodelle Ferland), a quien literalmente salva de ser horneada viva por sus padres. Con la ayuda de un colega (Bradley Cooper) y de un amigo policía (Ian McShane), Emily adopta transitoriamente a Lilith mientras va desentrañando una madeja que pone en crisis lo que, en principio, parecía una decisión correcta: no todo lo que se ve es exactamente lo que parece en esa niña presuntamente indefensa. Hay un mérito en la realización de Caso 39: la despreocupación mentada más arriba; una herramienta que, a pesar del saqueo descarado a otras películas y un guión que hace agua por todos lados (a cuya debilidad le corresponden tanto los efectos especiales como el desarrollo de algunos de los secundarios), la vuelve ridícula y culposamente divertida. Es así: el director alemán Christian Alvart luce muy orondo su permiso para afanar. Claro que ese mérito, en tanto gesto unidireccional, es también lo que, por otro lado, hace de ésta una película fallida. Porque no provoca más que esa mirada ni sabe agarrar para otro lado. Casi como una parodia fílmica que se cree una película en serio.
¿Puede una actriz que por momentos se vuelve insoportable arruinar por completo una película? Sí, por supuesto, casi siempre. No hay más que mirar a buena parte de los films de Angelina Jolie, Nicole Kidman y otras divas durante los últimos años. A Renée Zellweger no le da el piné para ponerse a la altura de la fama del resto de las divas pero sí su índice de intratabilidad. Caso 39 por suerte resiste hasta ese afán de la rechonchona simpaticona de Bridget Jones por exagerar cada grito que le provoca esa nena que, como trabajadora social que es, salvó de las garras de sus padres cuando la sometían a un peligroso ritual. Pero esas situaciones terroríficas que construye el alemán Christian Alvart resisten todo y eso transforma a Caso 39 en una película sólida que mete miedo y se acerca, aunque no le alcance, a esa joyita del terror del año pasado que fue La huérfana.
Caso 39 es una película de terror light, protagonizada por Renée Zellwegger. Allí la primera sorpresa: ¿Qué demonios hace Zellwegger en una “de miedo“? Igualmente aclaro que, sin sobresalir de forma sorprendente, tiene un aprobado en la materia. Zellwegger es Emily Jenkins, una asistente social que trabaja sobre todo con menores. O sea: le llegan denuncias o se enteran de supuestos casos de abusos a chicos y el Gobierno interviene. Trabajan junto con los padres, hacen visitas y, si no hay modo de remontar la situación, los llevan a los orfanatos hasta que consigan familias adoptivas. Emily está tapada de trabajo, tiene 38 casos y le llega… el Caso 39: una nena de unos 11 años que empieza a tener actitudes extrañas en el colegio, sus notas caen estrepitosamente e incluso se duerme en clase. Avisan, y Emily visita a la familia. Una familia bastante peculiar por cierto: los padres actúan de forma rarísima, todos pálidos, medio zombies, y esta nenita se mueve totalmente atormentada por ellos. La jovencita, Lilith, tiembla al ver a sus progenitores, pero finalmente se abre con Renée y le dice que ha escuchado a sus padres decir que quieren matarla. Emily hace lo posible por rescatar a la niña, investiga, se involucra, le deja su número de celular a Lilith por cualquier cosa y, una noche, la nena la llama porque los padres la quieren asesinar en ese preciso instante. Emily va a rescatarla (la mejor escena de la película es el intento de asesinato de los padres). Ellos son puestos en un loquero a ellos y a la niña la dejan en adopción, pero ellas se encariñaron, y Emily pide ser tutora. ¿Para qué? Porque resulta que la niña no era ninguna santa, sino que… ¡las víctimas eran los padres! Sinceramente, me resultó mejor de lo que pensaba, aunque es cierto que imaginé un bodriazo de casi 2 horas. Da más suspenso que terror. Recomendada a los que les gusten las de miedo suaves. No es una de las coreanas que no querés dormir nunca más. No recomendada para los públicos extremos: si no te gusta para nada el terror, no la veas. Si sos fan, tampoco.
La suma de todos los miedos Si Caso 39 hubiese sido simplemente un thriller psicológico estaríamos hablando de una muy interesante propuesta sobre el maltrato infantil, con el foco puesto en una familia de padres abusivos y trastornados que intentan por todos los medios aniquilar a la pequeña Lillith, a quien consideran demoníaca. Sin embargo, en lugar de jugar en el terreno de la ambigüedad el director alemán Christian Alvart sumerge y estanca la trama por el camino de lo sobrenatural -con atisbos de terror- para caer en el atajo más convencional que recuerda, entre tantas otras películas, a La Profecía. No obstante, el ritmo no decae aunque las sorpresas y sobresaltos se vuelven cada vez más predecibles. Así las cosas, estamos frente a la trillada historia de una niña -con apariencia angelical- que se gana el corazón de una asistente social (Renée Zellweger, con trauma infantil de por medio) luego de que ésta última la salvara de las garras de sus padres asesinos para hacerse cargo más adelante, y por pedido expreso de la víctima, de su cuidado y manutención. Pero tras una serie de incidentes y episodios confusos que involucran muertes del entorno de la protagonista, la mirada sobre la dulce Lillith (Jodelle Ferland, saludablemente perturbadora) cambia de manera rotunda y la empatía con los padres se acrecienta cuando son revelados en el relato un par de secretos. Si bien Renée Zellweger intenta aportar una cuota de sensibilidad en un registro a la que no está acostumbrada, apenas cumple con las exigencias de su rol cuando está claro que los laureles se los debe llevar la pequeña Jodelle. Una idea desaprovechada al máximo a pesar de resultar al menos entretenida para un público poco exigente.
Esta mixtura estándar de La huérfana (Orphan, 2009) y La profecía (The Omen, 1976) entretiene sin grandes pretensiones y hasta por momentos está bastante bien editada. Pero la historia nunca llega a atrapar del todo debido a un guión predecible, efectos digitales baratos, el abuso de lugares comunes y una Renée Zellweger poco verosímil dentro de la estructura del género. Por lejos lo mejor del film es la actuación de Jodelle Ferland, la talentosa protagonista de Tideland (2005) de Terry Gilliam. Tan amena como olvidable, desaparecerá rápidamente sin pena ni gloria…
Este apenas aceptable thriller sobrenatural rodado en el 2006 podría haber sacado un mayor rédito de haberse conocido antes que La huérfana. Dado que el excelente filme del catalán Jaume Collet-Serra le saca varios puntos de ventaja en todos los rubros, sólo nos resta concluir que el único motivo de su estreno es el filón comercial propiciado por estos niñitos portadores del "síndrome Damien". Curiosidad: Bradley Cooper -el más carilindo de los actores de Qué pasó ayer?- no la pasaba tan mal en una ficción desde la sesión de tortura a su personaje de Will Tippin en la serie Alias...
Diablito de barrio Hay un efecto curioso en algunos films recientes con niños diabólicos como La Huérfana o la recién estrenada Caso 39, y es que parece colarse el mensaje de que ser solidario quizás no sea buena idea y que ayudar a un niño desamparado solo puede traer problemas. Se trata seguramente de un efecto no buscado que poco y nada tendrá que ver con los infortunios de la virtud o con una buñuelesca inutilidad de la caridad a la Viridiana, pero no deja de llamar la atención. De cualquier modo son varias las películas que últimamente han tocado el tema de los niños malignos, como la mencionada e interesante La Huérfana o las no tan interesantes Eden Lake y Susurros de Terror. Caso 39 comparte además con está última el hecho de optar por el lado sobrenatural del asunto. Emily (Renée Zellweger) es una asistente social especializada en niños en situación de riesgo que se topa con el caso de Lilith, una niña que se siente amenazada por sus padres, un tipo de amenaza que parece ir más allá de la ya de por sí preocupante pero más frecuente violencia domestica. Emily realmente se preocupa por la suerte que Lilith pueda correr y, desoyendo recomendaciones superiores, sigue el caso hasta rescatar a la niña (con un policía a punta de pistola) del intento de los padres de encerrar a la nena en el horno (encendido, claro). Con los tutores legales tras las rejas y lógicamente imposibilitados de ejercer la custodia, y con la niña con destino cantado en una institución, Emily que, como corresponde a cualquier servidor público retratado por Hollywood sea policía o asistente social, se toma el caso de manera personal y pide la custodia de Lilith hasta que aparezca una familia sustituta. Al poco tiempo se dará cuenta que la nena no es tan inocente y no solo es una manipuladora de temer, sino que la gente que toma algún contacto con ella enloquece o muere de maneras horribles. Averiguando un poco más nos damos cuenta que la dulce niña no solo no es tan dulce sino que tal vez ni siquiera sea una niña en el sentido estricto sino una suerte de entidad demoníaca caprichosa y vengativa. No era su rubro pero, si se hubiera interesado en temas esotéricos o antropológicos, ya Emily debería haber empezado por sospechar por el nombre de la niña porque, aunque no se lo mencione en ningún momento, es obvio que el nombre Lilith hace referencia a un celebre demonio de la mitología hebrea y mesopotámica. De hecho en algunas tradiciones se la menciona como la primera mujer de Adán (antes que Eva) de espíritu inquieto y por ende peligroso, mientras en otras se la sindica como la vampira originaria. Como sea, la Lilith que Emily se lleva ingenuamente a vivir a su casa empieza a manifestar sus intenciones cada vez más claramente y a manifestar sus poderes de manera también contundente, con lo que Emily se encuentra paradójicamente en la misma incomoda situación de los padres de la niña que acusaban la malignidad de la niña y solo conseguían victimizarla más y atraer las miradas de sospecha sobre sí mismos. Es cierto que la historia no es nada original y el desarrollo es bastante previsible. Y sin embargo como film de suspenso tiene cierta efectividad y las escenas de mayor tensión funcionan aunque más por cierta habilidad u oficio en la realización que por un guión lleno de agujeros y obviedades (el guionista es uno de los responsables de asesinar Kairo, la gran película de Kiyoshi Kurosawa, con una remake desastrosa que aquí se llamó Latidos). Igualmente, aunque por algunos momentos sea capaz de mantener cierto interés o provocar cierta inquietud, no va a ser un film que se destaque de entre los ya muchos que utilizan el mismo recurso argumental. Lo que quizás logre es que uno lo piense mejor antes de abrirle las puertas del hogar algún posible monstruo sanguinario disfrazado de pobre angelito en apuros.
Los niños malévolos aparecen cada vez con mayor frecuencia en el cine de terror. Hay un par de posibles razones para este fenómeno: El horror que esconde un envase aparentemente inocente aún sorprende y vende, o simplemente se debe a que faltan muchas ideas en el cine de terror americano, y hay que seguir extrayendo ideas de películas taquilleras para sobrevivir. Lo curioso de este caso es que Case 39 salió casi en paralelo a La huérfana, otra película con niñita pérfida (La huérfana se estrenó en julio de 2009, mientras que Case 39 comenzó su recorrida de estrenos en agosto, sin haber sido estrenada en Estados Unidos, según información recogida en IMDb), y mientras La huérfana es un ejemplo de thriller sólido, con buen pulso narrativo y sin las obviedades del cine de terror actual, Case 39 es justamente lo opuesto. Lo primero que llama la atención es la presencia de Renée Zellweger, que hace tiempo no acierta un protagónico decente, y viendo esta película uno piensa que está mal asesorada, o que por alguna razón elige adrede esta clase de proyectos que no la favorecen. Cuando uno la ve en esta clase de films, es difícil no extrañar su histrionismo cómico, el único aspecto que sabe aprovechar su habitual tendencia a la sobreactuación. Sin la carta de la comicidad en la mano, simplemente actúa de tal manera que nos hace imposible creerle una palabra, mucho menos cuando comienzan los sustos de ocasión. A Zellweger no le sirven esta clase de protagónicos, y a la película tampoco le sirve su presencia. Por otro lado, también llama la atención la espantosa previsibilidad de su desarrollo. Case 39 parte de un caso de violencia de los padres hacia una hija, y luego de la terrible escena climática del caso (con ellos encerrándola en el horno), uno puede establecer dos hipótesis: O los padres están poseídos y/o tienen algo que los hace intentar destruir a su hija, o ella es la causante de esa reacción irracional en ellos. Si la primera fuese la hipótesis correcta, la película terminaría a la media hora. Lamentablemente, sólo nos resta pensar que es la segunda, y ahí se acaba toda posibilidad de sorpresa que podía guardar el film. Si volvemos a la comparación inicial, notamos que en La huérfana se sabe de entrada cómo se desarrollará la trama, pero aquella no pretende apelar a las sorpresas repentinas y a los bruscas vueltas de timón. Antes que en el terror, La huérfana funciona dentro de la lógica del suspenso, y por ello no precisa más que una minuciosa construcción de personajes y cierta inteligencia a la hora de exponer la tortura psicólogica de la villana que da título a la película. En Case 39, en cambio, la propuesta, que apela permanentemente al efectismo y al susto fácil, que cuando se mete con aspectos psicológicos apela a los traumas del pasado de la manera más llana posible (la escena en la que Lilith, la niña, fuerza a Emily/Zellweger a recordar a su madre es un claro ejemplo de esto), demandaba un desarrollo capaz de interactuar con los recursos efectistas que se ponen en escena, y a los notorios defectos y facilismos del film se le suma un argumento carente de sorpresas y de un mínimo de originalidad. Si había algo que Case 39 podía llegar a aportar al género, Christian Alvart (quien luego de esta dirigió la también mediocre Pandorum) se ocupa de despejarnos toda duda. No hay nada peor para un director que pretende hacer películas de terror que olvidarse de todo tipo de recursos o ideas visuales mínimamente originales, o de una convincente construcción de personajes. Por eso, en medio de semejante sobreproducción de películas de este género, películas como La huérfana no abundan. Y ni hablemos de Let the right one in, el último exponente internacional que barre con la idea de que el cine de terror es un género bobo e irreflexivo, idea a la que claramente abonan películas como Case 39.
Una trabajadora social está harta de ver casos de violencia familiar con niños sufridos.Y decide deterse en un caso, el 39, para salvar la vida de Lilith (una brillante Jodelle Ferland). Por proteger a la niña de diez años se topará con el peor momento de su vida, ya que toma la decisión de adoptarla y llevarla a vivir con ella, sin saber que Lilith está muy lejos de ser una nena del montón. La película tiene de positivo que lleva al espectador de la mano hasta el final, pero lo grave es que cae en lugares comunes, ya que muestra casi todos los tics de las películas del género. Pese a que en la primera mitad de la película no parece una película de terror, en la segunda parte sobran las apariciones sorpresivas detrás de la puerta con el impacto musical, la reiterada utilización de los insectos y el estigma del héroe, o en este caso la heroína, que es capaz de luchar sola contra el mal, aunque no sea terrenal.
La Culpa es de los padres Hay películas que tienen poco, muy poco que aportar. Su intrascendencia es tal que uno podría pensar que ya ha visto lo mismo con diferentes nombres y que no vale la pena reseñarlas en absoluto. Pero no estamos hablando de la misma trama, sino de casi exactamente la misma forma de contar las cosas sin el más mínimo ápice de originalidad. A esto sumémosle lo desdibujados que aparecen los personajes, la endeble resolución de la historia, la torpeza para romper climas y manipular los efectos visuales de carácter digital y tendremos como resultado a Caso 39. Pero uno, que se propuso escribir justificando su postura, va a tratar de decir lo que más o menos está bien, teniendo en cuanta que es una mala película que quizá le sirva a un amante del género de terror para acumular material en el historial de su visionado. Y ver lo que quizá Alvart podría aportar a otro tipo de material con mejor suerte. Es la típica historia con chicos malditos: parecen inocentes pero en verdad son jodidos y detrás de su apariencia encierran lo inasible, lo incontrolable, para las siempre racionales mentes de quienes los ven. El subtexto de esta manifestación puede tener una connotación religiosa, social, moralista, sexual o psicológica, pero lo cierto es que siempre incluyen el miedo ante lo desconocido y lo imprevisible de la naturaleza humana detrás de una fachada superficial. En este caso podríamos ver alguna cuestión social y psicológica ya que el resto de las mismas carecen de relieve dentro de este film. Pero incluso en estas dos cuestiones, sobre las cuales es evidente que la película quiere profundizar, hay un descuido en el guión tal que es imposible que a uno le importe dilucidarlo. La protagonista es una asistente social que resuelve casos de chicos maltratados, ahí tienen una punta sobre la que quiere hablar la película. Los traumas infantiles y psicológicos es otra punta que aparece explorada de manera superficial pero que es, sin lugar a dudas, parte fundamental de la trama. La culpa de que no tengamos en cuenta detalles de guión tan metafóricos como interesantes, como el uso de la voz como transmisor del miedo y la culpa o las relaciones de poder paterno-filiales (que en un momento aparecen invertidas) es que los personajes son insustanciales y la trama es insólitamente derivativa. Emily (una olvidable Renée Zellweger) conoce desde aproximadamente mediados del film a lo que se enfrenta pero recién hacia el desenlace se decide a hacer algo. La razón es tratar de darle mayor grosor a la relación con la niña maldita en cuestión (Jodelle Ferland), pero el vínculo aparece tan poco elaborado en la introducción del film y durante el desarrollo es tan poco convincente que no existe una impresión de realidad, sino que es todo artificio fruto de cambios bruscos. “Cambios bruscos” en una película de terror en general son muertes, o casi, y en Caso 39 no faltan. Lo que sucede es que estas muertes tienen un impacto emocional prácticamente nulo sobre los protagonistas: el hecho de que haya una secuencia de funeral no demuestra dolor alguno, sino que lo aísla sin ninguna consecuencia sobre el carácter de, por ejemplo, Emily. Siempre se mantiene en el umbral de la sospecha, sin demostrar emoción alguna, a lo que se suma una actuación insoportable de Zellweger, de lo peor de su carrera. Lo que más irritará, además del pésimo trabajo cinematográfico y el desastroso guión es la visión social que existe sobre los hogares con chicos maltratados. En lugar de realizar un análisis global de la situación, lo único que parece retumbar es la miopía de la frase “la culpa es de los padres”, sin dar lugar a tratar de comprender lo que afecta a los chicos o sus padres, el contexto social al que pertenecen, el espacio que ocupa la violencia, etc. Esto se lleva a la caricatura más patética con la madre de la protagonista, que en el final vemos porque dejo traumada de alguna manera a Emily con un recuerdo espantoso. En fin, salvo algunas secuencias y cierto imaginario perturbador de películas serie B (que igual está mal aplicado), se trata de un film de terror absolutamente olvidable, con alguna cuestión creativa interesante que palidece inmediatamente ante lo mediocre del resto de los aspectos que hacen a Caso 39.
Lugares Comunes Hay pelis que uno se pregunta realmente porque llegan a las salas, aunque hayan tenido una buena producción (costosa a eso vamos) como este título filmado hace un par de años y que por un tiempo, sus productores no supieron que hacer, es obvio que de no estar Renée Zellweger como protagonista, la historia hubiese sido otra: estreno directo a DVD, cosa que por otro lado ocurrió en su país de origen. Porque a la trabajadora social que encarna la actriz de Bridget Jones, le sucede que decide un día rescatar de los horrores domésticos que vé, a una niñita de aspecto angelical e inocentón, que de a poco dejará ver la hilacha de un caótico personaje, que bien podría ser comparable al Damian de "The omen" (La profecía), con rasgos similares a otras "enfants" terribles del cine que van desde "La mala semilla" (The bad seed, 1956) a la reciente y muy buena: "La huérfana" (Orphan, 2009), por citar dos antecedentes cinéfilos de peso. Pero aquí solo hay una manipulación berreta de efectos y situaciones vistas hasta el cansancio, que pasan por los típicos recursos del "psycothriller-tramposo", el que los directores y/o productores imaginan..."y ahora acá, al público le hacemos creer estoo...y cuando aún no terminó de digerirlo...rápidamente le hacemos aparecer una invasión de moscas....o muchas sombras y ruidos de cerraduras...y alguna que otra extraña voz al teléfono...etc...!!". Y está Renée en los planos sufriendo, llorando, allí está haciendo pucheros, y sus enojos -no se sabe si por el arrepentimiento de haber hecho esta peli o qué-, que rema y rema con destino a ningún sitio, salvo a un final de los denominados "colgados, o pinchados con alfileres", que no resisten ningún peso, y de hecho se caen de una. Un día de un futuro lejano, en Hollywood se reunirán a tomar el té tres actrices mayores, y recordando sus carreras, tratarán de borrar de su memo, sus metidas de pata en pesados y abominables filmes del género: Juliane Moore en "Misteriosa obsesión" (2004), Hillary Swank por "Prueba de fé" (2007) y René Z. por ésta.
De terror Hay pocas cosas tan imperdonables dentro del cine de terror -y mucho más cuando se mezcla con el género del suspenso- como el hecho de que un relato comience mintiéndonos. Avalemos el truco hitchcockiano de que las cosas no sean lo que parecen, de que lo que supone ser la puerta correcta es en verdad una ventana fatal. Pero el engaño solapado y disfrazado de vuelta de tuerca, no. No. Feo, caca. La cupla creativa Christian Alvart & Ray Wright, en Caso 39 lo que hace es mentirnos descaradamente con una trama que, para colmo de males, tiene un comienzo brillante, unos primeros diez minutos que parecen la puerta de entrada a un pequeño clásico de época. El relato nos muestra a una asistente social (Renée Zellweger) que en un dia de trabajo da con el caso de una niña que parece sufrir mucho, demasiado, en manos de unos padres que hablan sobre ella en secreto, a escondidas y que, horror, elucubran nada menos que el asesinato de la menor. Pero allí está ella, la ex Bridget Jones, a cargo de la misión divina de hacer el bien, de rescatar a la púber y de terminar con la maldad existente sobre el planeta tierra. O más o menos eso, según lo que se deduce de la pasión que pone en su labor. El film, tal lo antedicho, maniquea al espectador con malas artes, y aquí el peor de los pecados cinematográficos que pueden cometerse, ya que, supongamos por un instante, está muy bien jugar con la buena fe de los demás, pero siempre y cuando el resultado, al menos, alcance como para que al salir del cine la sensación de bronca por haber sido manipulados se vea compensada con haber asistido a un trabajo de guión y dirección mínimanente decentes. Algo que, por si es necesario aclarar y recordando antecedentes temibles como el de Godsend, no sucede en este fallido opus de terror agarrado con las uñas de una sola idea y sin mayor desarrollo que el de ajustar la tuerca hasta lo indecible. Chicos, repasen la lección y vuelvan en marzo.
Un film tan poco creíble como duradero. Su ritmo no sólo le impide el paso al suspense, sino que además hace que todo parezca un montón de sucesos sin sentido. La película dirigida por Christian Alvart está hecha a base de una simple y gastadísima fórmula casi matemática en todo proyecto de "terror" berreta: Sustito prefabricado + Ritmo frenético + Malas actuaciones + Final malísimo = X X= Case 39 (en este caso). Renée Zellweger aparece con una actuación muy por debajo de lo que su comprensivo e ingenuo personaje pedía a gritos para combatir al malo malísimo (en este caso, como ya anticipamos antes, una niñita -- Jodelle Ferland, a quien la producción o la gente de casting quiso vendernos como una especie de demonio -- ¡¿WTF?!). La blonda quedó encasilladísima en el bodriazo number one de Bridget Jones, repitiendo esa sonrisa falsa que da a uno pensar que siente dolor al hacerla. En fin, los personajes secundarios -- entre los que sólamente se rescata a Ian McShane -- pasan sin pena ni gloria, y la historia no cuaja en ningún momento. El final es una suerte de consejo de autosuperación y confianza para vencer a Lucifer totalmente patético. Quizás se lleven algún que otro sobresalto a causa de una embustera edición de sonido que hace que un "toc toc" en la puerta suene más fuerte que la caída de un mueble. La única escena medianamente rescatable es la de la oficina de los servicios sociales completamente vacía y a oscuras con la silla que minutos (de la película, no de la trama) antes había sido ocupada por Lillith (Ferland) girando a toda velocidad a lo lejos mientras Emily (Zellweger) recorre el lugar impactada por lo paranormal que se ve todo. Un film de terror olvidable, que nada se compara con el aceptable concierto de clichés que analizaremos a continuación.
¡PEQUEÑO DEMONIO! Reene Zellweger tenía un futuro más que prometedor, una radiante belleza y mucho talento actoral. Pero el papel de su vida también fue su maldición. EL DIARIO DE BRIDGET JONES (2001) la obligo a subir varios kilos de más y, aunque se ganó al público, su carrera fue a parar a lugares donde nunca habría llegado si la belleza aún la acompañara. Los kilos se fueron pero hay que aceptarlo, Reene pasó de ser la chica linda de las comedias románticas para convertirse en la mujer madura, trabajadora y seria. Puede seguir intentando aparecer en películas como JERRY MAGUIRE o IRENE, YO Y MI OTRO YO, pero los resultados no serán favorables (Así lo demostró con NUEVA EN LA CIUDAD). Los días de enamorar a Tom Cruise quedaron atrás y ahora solo le queda interpretar papeles en dramas o thrillers de suspenso/terror en los que el sex-apeal es lo de menos. Hablo de films como CASE 39 (2009). Es este, Reene interpreta eficazmente a una empleada de servicios infantiles que investiga su caso número 39: Un niña llamada Lilly (Jodelle Ferland) que casi es asesinada por sus desquiciados padres. Pero lo que no sabe es que la niña con rostro angelical esconde un terrible secreto y, por alguna razón, las personas a su alrededor empiezan a morir misteriosamente. Caso abierto. Hay que evitar la superficialidad para no distraerse con los arrugados cachetes de Reene Zellweger y, una vez alcanzada dicha meta, recién se puede empezar a hablar sobre la película. En primer lugar, y poniendo la atención sobre los atributos del film - que son pocos - , se puede decir que tiene buenos momentos de suspenso, algunas escenas fuertes e impactantes y una trama que se sostiene por una creíble evolución de los personajes. A esto le sumamos un bien logrado traspaso de drama-social a thriller-sobrenatural, y buenas actuaciones de todo el elenco, incluida la pequeña Jodelle Ferland que, aunque es creíble, no pudo ponerse a la altura de la aterradora Isabelle Fuhrman de LA HUERFANA (2009). Dejando de lado la obviedad de la progresión narrativa causada por los reveladores trailers, la verdadera sorpresa del film son sus escalofriantes escenas de violencia que valen la pena la entrada. Desde una niña dentro de un horno hasta una mandíbula quebrada, pasando por un impactante ataque de avispas a muertes con tenedores, martillos, fuego y más. Todo está al servicio del morbo y los amantes de la violencia explicita quedarán satisfechos. Diferente será para los que buscan atemorizarse con los elementos sobrenaturales del film. Estos son escasos y, en su mayoría, un fracaso en cuanto a efectos especiales. (SPOILERS) Las escenas en que Lilly cambia su dulce voz por la de un demonio o al final, con el auto bajo el agua, están pésimamente resueltas y son incluso irrisorias (FIN DE SPOILERS). Quizás sólo los cinéfilos lo sepan, pero la idea de generar un ambiente de suspenso usando a una tierna niñita no es original. Ya fue planteada en el cine en varias ocasiones, pero vale aclarar que CASO 39 no es el mejor exponente del género. Adentrarse al tema de “infante demoniaco” por medio del maltrato infantil le da originalidad a la trama, sin embargo la narración suele distraerse erroneamente en cuestiones sociales y problemas familiares que ralentizan el film y lo vuelven tedioso. El resultado: La aterradora y obvia revelación se presente tarde provocando que el final de la película - malísimo, por cierto - se extienda hasta cansar, dejándonos un film olvidable tanto para la carrera de Reene Zellweger como para el cine de terror en general. Caso cerrado.
Renee Zellweger no sólo hace comedias románticas o de Bridget Jones: también se prueba con el suspenso y el terror, pero lamentablemente no ha elegido el mejor guión de todos... "Caso 39" la tiene como una asistente social que se encarga de los asuntos familiares en los que pequeños niños son víctimas de abusos. Emily Jenkins, su personaje, piensa que en su campo lo ha visto todo, hasta que recibe en su escritorio un nuevo y misterioso expediente, su caso número 39: una problemática niña supuestamente maltratada llamada Lilith (Jodelle Ferland). Emily confirma sus peores miedos cuando los padres intentan matar a su hija ¡metiéndola dentro del horno encendido! Logrando salvarla, consigue la tenencia provisoria hasta que otra familia llegue para acogerla. Pero a medida que pasan los días pronto decubrirá que Lilith no es tan inocente como aparenta, y que sus padres no estaban tan errados en querer destruirla... Para el espectador desprevenido, este Caso 39 puede resultar más que turbador, ya que el planteamiento dramático resulta muy interesante, y Reneé se desenvuelve también muy bien en el drama. Lo que sucede es que, promediando la primera parte, a uno de los personajes secundarios le empiezan a salir bichos por los ojos y las orejas, y se muere, entonces comienza a entenderse el tono que, a partir de allí, toma el filme: ¡de terror!, y en más de un sentido. Esta película, dirigida por el alemán Christian Alvart, tenía que ser estrenada en 2007, pero por diversos motivos no pudo ganar pantalla, aunque viendo el filme todo, un poco se entiende por qué. Lo único que resulta atractivo es poder ver a Zellweger en un registro distinto, a pesar de que no le salga de maravillas, pero no vale demasiado la pena prestarle tanta atención a este caso... a ver si a Reneé le va mejor con su siguiente expediente.
Al igual que en “La Huérfana” (2009) de Jaume Collet Serra, esta realización que empieza como un film de suspenso / Thriller y queriendo terminar como de supuesto terror, instala muy someramente, casi superficialmente, o hasta se podría decir que esta mencionado al pasar, el tema de la droga. Entre tanta imagen de violencia y sonido perturbador se puede escuchar a algún personaje, en este caso al padre de la criatura, hablar de los excesos cometidos y por lo único que son responsables y/o culpables de haber generado un “monstruo”. De que va la película, una trabajadora social Emily Jenkins (Réene Zellweger) libra a una niña de 10 años, Lillith Sullivan (Jodelle Ferland), maltratada por sus padres, pero rápidamente se da cuenta que estos padres no estaban tan locos como se podría suponer a priori. Los guionistas nos entregan un libro cinematográfico que también pareciera (por supuesto que a priori) bien encaminado, hasta podría confundirse como de denuncia al maltrato de niños, pero se transforma en otra cosa, muy inverosímil desde la mirada realista del principio. Además poseedora de un final desconectado, que busca asombrar con una vuelta de tuerca que enreda los vínculos con el pasado de los protagonistas, pero que al no desarrollarlo se pierde irremediablemente en el transcurrir de los minutos y las imágenes. Si el director Chris Alvart pretendía renovar el género de terror, esto es traerlo desde lo cotidiano hacia lo extraordinario, no lo logro, ni tratando de imponerse con el deseo de crítica al sistema social imperante en los EEUU respecto de las leyes de adopción, ya que algo de esto también se filtra. En realidad se podría decir que desde lo textual no logra nada de lo que parece querer hacer o decir. Si su intención era implicarnos en una historia de dureza invariable y sustos que no permita movernos de la butaca, tampoco lo logra, pues el filme no aprovecha bien sus herramientas, ni con la dirección de arte, ni la fotografía ni los efectos especiales (FX) ni tampoco la música demasiado klishe y muy kitch, que aturde y no engalana nada. Todo aisladamente podría calificarse de correcto, pero en función de un proyecto que debería mancomunar las variables que hacen a una producción cinematográfica, fracasa y eso es entera responsabilidad del realizador. Lo único rescatable de esta producción se podría decir que son las actuaciones, con una maravillosa composición a cargo de Jodelle Ferland, que se pone al hombro todo lo que haría referencia directa al terror, aunque en definitiva no alcance, apoyada en una correcta interpretación de Réene Zellweger, que se despega de los tics de comediante enamoradiza, para hacer otra cosa, sobre todo en términos gestuales, específicamente en los cambios de la mirada, muy bien acompañadas por Callum Keith Rennie (el padre), Kelly O Malley (la madre) y Bradley Cooper (el psicólogo) Poco, demasiado poco
El diablo en Bridget Jones Emily Jenkins (Zellweger) es una asistente social a la que le adjudican el caso de Lillith, justamente su caso nro. 39. Es una niña que presenta problemas de todo tipo en su desarrollo escolar y tras la primer entrevista con sus padres, ya se comienzan a evidenciar serios problemas en los raros vínculos familiares con que se manejan. En un episodio extremadamente violento, Emily logra salvar a la ñiña de que sus padres la quemen viva en el horno de la casa. Finalmente, y a pedido de la niña, decide llevársela a vivir con ella. Pero pronto empezará a surgir la verdadera personalidad de Lillith. Y a esta altura, Emily ya estará en graves problemas... Con un muy buen planteo inicial -aunque no es nada original, por cierto ya que tiene puntos de contacto con cualquier película de terror/suspenso en la que trabajen niños-, "Expediente 39" logra, de todos modos, sostener el enigma que rodea al extraño comportamiento de Lillith e incluso seguir atentamente la evolución de su comportamiento a medida que se van develando algunas caras ocultas. Y logra sus mejores momentos de tensión cuando varios allegados a ellas empiezan a tener accidentes fatales (otro niño que es un caso con el que Emily trabaja; su novio y psicólogo de los chicos -papel a cargo del multi-visto por estos momentos Bradley Cooper de "Simplemente no te quiere" "Qué pasó ayer?" "New York, I love you" "Día de los enamorados") y comienza a aparecer una veta de terror sobrenatural suficientemente inquietante. Para este momento uno ya pasó por alto que la heroína de la película es nada menos que Renée Zellweger, incompresiblemente elegida para esta película, y dándole una nueva oportunidad libre de cualquier preconcepto, su actuación logra, llegado este punto, transmitir la desesperación y el miedo del personaje central, aunque uno sienta todo el tiempo que no alcanza a trasnmitir el tono justo de este tipo de películas. Toda la excelencia que pone en juego el director Christian Alvart en conducir algunas escenas que logran un alto impacto (como la esceña del baño de Bradley Cooper o cuando el Detective que encarna Ian Mc. Shane es perseguido por un perro furioso) se pierde con otros "sobresaltos" más previsibles y ya vistos en otras películas del estilo. Pero por sobre todas las cosas, es lamentable que el giro final sea totalmente desacertado e increíble, quedando completamente fuera del suspenso creciente y negro que el guión venía trabajando interesantemente. Un buen golpe de tuerca sobre el final hubiese hecho la diferencia, pero...
Y seguimos con la onda de niños sicópatas. En este caso tenemos un ejemplar manufacturado por el auteur de Pandorum, un alemán que probó suerte en Hollywood y que, después de fracasar con este proyecto, decidió regresar al viejo continente. Honestamente, Caso 39 arranca tan pero tan bien que es una lástima que se derrumbe en la segunda parte, en donde decide revelar la naturaleza de la amenaza: en vez de mantenerse como thriller sicológico el libreto se despacha con una onda de delirio sobrenatural al estilo de La Profecía: otra de niños con superpoderes que le hacen la vida imposible a los adultos que lo rodean. El problema es que el encastre no es muy pulido que digamos y arruina la credibilidad de la historia, aparte de que los shocks carecen de impacto (o son tan bobos que no asustan a nadie). El final es artificial y arma una conclusión insulsa con las últimas dos gotas de combustible creativo que le quedaban en el tanque a los guionistas. La idea del subgénero siempre ha sido buena - la posibilidad de que un niño termine siendo un monstruo asesino, sea porque es un sicópata o bien porque posee alguna especie de superpoder - , lástima que la mayoría de los resultados tienden a ser pobres en la práctica. Sea La Mala Semilla (1956), La Profecía (1976) o El Bebe de Rosemary (1968), son mas las excepciones que la regla en cuanto a calidad del producto terminado, y las cosas siempre terminan derivando en cliches reciclados sin analizar lo estremecedor del caso. Parte del problema es la posibilidad de encontrar buenos niños actores, pero el grueso del defecto le corresponde a los creativos de turno: aún sin gore, un filme como Tenemos que Hablar de Kevin es mucho mas devastador y ponzoñoso que uno del hijo del diablo haciendo suicidar a su niñera en medio de una fiestita infantil. El tema es la cercanía, la inmediatez, la sensación de que uno conoce casos parecidos y los cuales pueden derivar en resultados tan estremecedores como sangrientos. Incluso el subgénero puede plantear cosas apasionantes si trata debidamente el tema del origen del mal, ya no como una cuestión de entorno familiar / social o cultural, sino como algo genético, algo que viene por naturaleza y que se trata de un engendro que obtiene su única razón de ser en torturar a las personas que lo rodean. No es una cuestión de defensa contra la agresión, sino en una naturaleza destructiva, sádica e imparable que tiene que ver con una ausencia de alma o la existencia de una de compostura retorcida. Esos temas son tocados al inicio de Caso 39 con bastante altura. La primera hora es genial, con buen clima, buenas actuaciones y un misterio realmente intrigante. La chica que todos parecen abusar tiene un aspecto angelical y pareciera que está a punto de quebrarse; el tema es que, intervenida su familia, pronto revela su naturaleza manipuladora. La perfomance de Jodelle Ferland es buena, pero carece de cierto impacto al momento de exponer su verdadera razón de ser. Quizás el punto es que se ve demasiado fría e intelectual, cuando aquí se precisaba algún tipo de versión junior de Jack Nicholson. Hay un par de escenas inspiradas - cuando los padres quieren cocinarla viva en el horno; el tiroteo intelectual entre Ferland y el sicólogo que compone Bradley Cooper en donde las cartas cambian de mano y la niña termina dominando la sesión - pero después el filme decide saltar por la borda y dejar la sutileza. En sí lo de la niña no parece el gran superpoder - de hecho, el filme hubiera quedado mejor si respetaban la idea del dominio mental; de que la niña, tal como las sirenas, fuera capaz de lavar el cerebro a la gente que la rodea y les ordenara cosas tan insólitas como atroces, o simplemente los sugestionara de tal manera de volverlos locos -, pero da la impresión de que la película pasó por la prensa del estudio y decidieron añadirle escenas y efectos especiales como para que los espectadores tontos pudieran descifrar de que la piba es mala y brava. De ese modo el filme dejar de ser uno horror val lewtoniano a transformarse en una de Roger Corman, recargado de obviedades. Las puertas se hinchan y se tiran abajo, los muebles salen volando, y hay toda una parafernalia que escupe en las buenas intenciones de la cinta. Y ni siquiera el climax cumple como corresponde, ya que se precisaba terminar con una nota deprimente - e incluso dejando abierto la puerta a una secuela en vez de rescatar a la protagonista del caos simplemente porque es Renee Zellweger -. oferta software de sueldos Recomendaría a Caso 39 por la primera hora pero, en la segunda mitad, el filme se clava de nariz y arruina los excelentes méritos obtenidos al inicio. Hay buenas perfomances - la de Ian McShane es una delicia - pero eso no quita que sea un filme de terror con poco filo. Es mejor sugerir antes que mostrar, lástima que aquí decidieron trocarlo por un festival de truculencias que terminan arruinando una obra que estaba plena de interesante potencial.