Aliento de motor Realizar una película en base a un deporte, o sobre algún hecho particular de la historia del mismo, conlleva el riesgo de alienar al público con poco o nada de interés en la actividad si no se desarrollan determinados elementos personales y de relación entre los personajes para que la audiencia general pueda identificarse con una parte del metraje; e incluso puede no satisfacer a los fanáticos de ese deporte por falta de conocimiento y respeto hacia el mismo. Ese es el desafío aceptado por James Mangold en Contra lo Imposible (Ford v Ferrari, 2019), donde el director relata los sucesos ocurridos durante 1966, cuando la automotriz Ford se propuso arrebatarle a la enorme Ferrari el prestigioso y antiguo título de las 24 Horas de Le Mans para cortar la racha de la escudería italiana luego de ganarlo cuatro años consecutivos. La responsabilidad central para llevarlo a cabo fue asumida por Carroll Shelby (Matt Damon), un ganador del título de Le Mans devenido en diseñador e ingeniero automotriz por problemas de salud que le imposibilitaron seguir corriendo, y Ken Miles (Christian Bale), un veterano de la Segunda Guerra Mundial y un dotado piloto profesional de carrera. Alrededor de los preparativos enfocados en la construcción de una máquina que pueda superar a la escudería italiana, vemos todos los manejos y las luchas empresariales entre ambas automotrices para mantener su prestigio o revalorizarlo en las pistas. No exenta de clichés como la representación de un empresario “bueno” y otro “malo” o mostrar a la Ford como una compañía con trabajadores contentos, satisfechos y casi admirando a su líder empresarial Henry Ford II (Tracy Letts), Contra lo Imposible logra salir airosa demostrando pasión y respeto por el deporte automotor y cede a la audiencia general, al menos, personajes carismáticos junto con una construcción de la historia a fuego lento que permite involucrarse en menor o mayor medida con los protagonistas. Las interpretaciones, más allá de algún gastado chiste del estereotipo italiano, son aceptables y es un acierto del director centrarse en la relación afectuosa pero tensa entre Shelby y Miles con el mismo interés otorgado a las escenas de competición automovilística que logran transmitir una parte del sentimiento temerario, junto con la adrenalina y la incertidumbre vivida por los conductores en plena carrera. Damon está en piloto automático durante todo el metraje, haciendo gala de ese carisma hollywoodense bien ensayado que aquí rinde pequeños frutos, no por un esfuerzo actoral sino por acotarse simple y llanamente a lo que la historia demanda para hacerla llevadera. Bale, por otro lado, se despacha con un trabajo más convincente (con reminiscencias a su actuación en The Fighter, 2010), si bien no libre de sobreactuaciones, y estira sus músculos actorales prestando su histrionismo personal a la interpretación de Ken Miles, retratándolo como un hombre de familia con una personalidad confrontativa hacia los magnates de la Ford y con un conocimiento mecánico que solo es igualado por su pasión por la pista. Los puntos endebles del film se ubican en la extendida rosca empresarial que le quita dinámica a la mitad de metraje y en la relación de Miles con su pareja e hijo, la cual atraviesa conflictos que podrían ofrecer más profundidad al desarrollo pero se elige solucionarlos en la siguiente escena, haciendo evidente que son una excusa para sumar metraje a una cinta a la cual le sobran varios minutos para poder ser algo más concreta. Entre tanto octanaje, los personajes están construidos mediante una fórmula bien de fábrica, razón por la cual en momentos la trama se hace algo plástica y sobrevuela la sensación de presenciar solo otra película alabando el “sueño americano” de mitad del siglo XX. Otra problemática es el lugar que ocupa Caitriona Balfe interpretando a la esposa de Ken Miles, y es que observando el espacio tan secundario y hasta descartable que el guión y el director le otorgaron dentro de la película, da claras cuentas de que estamos ante una historia plenamente orientada hacia el género masculino sediento de nafta y testosterona. No estamos hablando de un film ofensivo, pero la escasísima participación de personajes femeninos puede llegar a contrariar a un sector de la audiencia al cual las carreras de autos no despiertan el más mínimo interés. Teniendo en cuenta todas estas fallas, Contra lo Imposible se disfruta durante determinados momentos porque Mangold sabe cómo contar, filmar e imponerle ritmo a un argumento conocido en su mayor parte solo por los fanáticos de la historia del automovilismo y al mismo tiempo logra captar un mínimo de la atención del público no iniciado en la temática y en búsqueda de una trama donde el carisma de los actores principales sea el punto fuerte del desarrollo. En fin, no estamos en presencia de un trabajo cinematográfico en vías de convertirse en un clásico del cine de deportes pero tampoco frente a un producto industrial de experiencia frustrante como suele suceder: Contra lo Imposible consigue llegar a su meta, aunque las paradas en boxes hayan sido largas e innecesarias.
Decir que James Mangold es un narrador extraordinario no es ninguna novedad. Todo aquel que haya visto Tierra de policías, Johnny & June – Pasión y locura o, más recientemente, Logan lo sabe perfectamente. En este sentido, el estreno de su última película, Contra lo imposible, no sólo se presenta como la oportunidad ideal para poner a prueba y confirmar, una vez más, esa certeza, sino también como la manera más emotiva y entretenida de hacerlo. Por qué se decidió dejar de lado su perfectamente traducible título original, Ford v Ferrari, para el estreno local nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que, desde el vamos, la película nos promete un enfrentamiento: una guerra de egos entre dos de las compañías automotrices más famosas del mundo. Sin embargo, uno de los tantos hallazgos de Contra lo imposible reside en su decisión de no atarse a dicha oposición y, en cambio, apelar a ella como mero marco dramático desde el cual disparar y encauzar su trama. Eludiendo una posible lógica de alternancia entre los avances y retrocesos de cada una de las partes —una estructura bastante convencional y ya explorada en films como Rush: Pasión y gloria—, la película circunscribe su foco a los obstáculos que sólo una de ellas debe superar para triunfar por sobre la otra. En consecuencia, si la guerra prometida oficia como llave de contacto de este atrapante relato de autosuperación, entonces su motor reside nada menos que en los protagonistas; dos hombres seguros de sí mismos que, encarnados por Matt Damon y Christian Bale, deben librar las más diversas batallas: el uno contra el otro (en una de las escenas más cómicas), contra ellos mismos (específicamente, contra sus respectivas decisiones y personalidades) y, sobre todo, contra la desconfianza y la lógica empresarial (toda una fuerza antagónica, pertinentemente personificada en un gerente de marketing). En pocas palabras, una serie de ricos conflictos que, a modo de síntesis, fueron reducidos a la oposición “imposible” del título local. Ante esta ambiciosa cantidad de frentes y allí donde otros directores menos avispados probablemente hubieran perdido la contienda, James Mangold avanza con seguridad, humor y una confianza en sí mismo comparable únicamente a aquella de los protagonistas. De hecho, incluso cuando la narración flaquea un poco hacia su mitad y pierde parte del ritmo con que se desarrolló hasta ese entonces, el cineasta logra mantener al espectador en vilo y hacer que, por ejemplo, una situación totalmente anodina —como la de un personaje escuchando un relato radial— se torne una secuencia de gran interés narrativo. Y, encima, lo hace con poco más que una precisa puesta de cámara, un intérprete iluminado y unas cuantas ideas visuales bajo el brazo. Asimismo, como cineasta clásico y económico que es, Mangold sabe perfectamente que un sutil pero apenas perceptible travelling-in, que un rápido cambio de foco o que un simple primer plano sostenido unos pocos segundos más de lo esperado acarrean consigo un mar de significancia. En consecuencia, al ver Contra lo imposible, uno no puede evitar sorprenderse; en primer lugar, por su rigor formal, el cual jamás cae víctima de la vorágine del relato —por el contrario, contribuye a su coherencia—; y, en segundo, por haber logrado que cada uno de sus planos y escenas parezcan indudablemente imprescindibles en el crescendo dramático del film; un mérito que, teniendo en cuenta su duración de dos horas y media, no es en absoluto trivial. Por último, es fácil y hasta inevitable elogiar las actuaciones de Damon y Bale, pero no por ello debemos dejar de reparar en el resto del destacable elenco (particularmente en Tracy Letts y su caracterización de Henry Ford II), en la tensionante banda sonora de Marco Beltrami y Buck Sanders o en el impresionante diseño de sonido de las carreras, por citar tan sólo algunos de los tantos factores que hacen de Contra lo imposible uno de los films más excitantes y memorables del año. Y si durante su desarrollo más de un personaje afirmó con total seguridad que Ken Miles era el conductor perfecto para el Ford GT40, del mismo modo, tras ver la última película de James Mangold, más de un espectador querrá decir lo mismo acerca de quien supo ocupar su silla de director y, entre otras cosas, retratar una carrera de 24 horas en menos de una. Una misión —en apariencia— imposible, que Mangold llevó a cabo con un admirable poder de síntesis, sin descuidar la emoción y sin nunca perder de vista la meta: ese mágico momento en el que —como sostiene la voz en off del film— “todo se desvanece”.
El ámbito automovilístico es, para un gran grupo de personas, un terreno más que desconocido. A veces sólo sabemos aquello que escuchamos en la televisión o vemos como noticia, pero este film nos acerca este mundo mediante un suceso ocurrido en el año 1966. Con este producto interesante, James Mangold regresa a la pantalla grande luego de haber dirigido, en el 2017, “Logan”. El guion fue escrito por Jez y John-Henry Butterworth y Jason Keller. El elenco, por su parte, está encabezado por dos grandes actores: Matt Damon y Christian Bale. La empresa automotriz Ford toca fondo y, como última maniobra para intentar reflotar, deciden contactar al diseñador automotriz Carroll Shelby (Damon) para que construya un auto de carreras y ganar una competencia de 24 horas de duración cuya corona estaba en posesión de Ferrari. Entonces, Lee Iacocca (Joe Bernthal) es enviado a negociar con Shelby, quien deberá pelear contra la burocracia de esa empresa para que Ken Miles (Bale) sea su piloto de autos para la misión. La historia es más que interesante: la adrenalina de las carreras y la velocidad son factores que llevan a que el espectador esté al borde de su asiento. Mangold, allí, tuvo mucho que ver: el trabajo realizado al filmar las escenas de carreras está logrado de una gran manera. A su vez, los personajes son presentados al inicio de la película y la identificación con ellos es casi instantánea. Cada uno tendrá su propio desarrollo, aunque quizás ni tan complejo ni tan difícil de entender. Sin embargo, los cambios personales son manejados de una buena forma y, en cuanto a historia, nunca se estanca. A pesar de esto, la película posee un humor de bajo nivel de a ratos, aunque son intercalados con pequeñas frases que sí causan risa. Christian Bale y Matt Damon están cómodos en sus papeles, aunque su actuación no arranca de la mejor forma. Igualmente, a medida que la tensión avanza y los problemas alcanzan su punto culmine, es donde ambos otorgan una buena performance, un poco más acorde a lo que se espera de ellos. “Contra lo imposible” es una historia peculiar dentro de un mundo desconocido para gran parte del público. El director nos introduce en las previas de las carreras de autos y los conflictos por los que podrían pasar los competidores, además de que nos pone en contexto de la importancia de cada evento. En otras palabras, se encarga de recuperar información necesaria para el espectador ajeno al automovilismo y logra su objetivo. Un film entretenido y para disfrutarlo de principio a fin.
“Contra lo imposible”, de James Mangold Por Jorge Bernárdez En 1963 el gigante de la industria automotriz Ford se encontraba en problemas, no solamente porque no vendía la cantidad de autos suficientes sino porque su público había cambiado, bueno en realidad lo que había cambiado era el resto del mundo, su público se mantenía fiel pero los hijos de sus consumidores los baby boomers tenían otros gustos y otros valores. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y las industrias como la Ford Motor Company habían crecido, el mundo del capitalismo se afianzó y los valores del sueño americano se fortalecieron pero los sesenta también trajeron novedades y no precisamente buenas para el tradicional estilo de vida americano. Los jóvenes habían vuelto su mirada hacía Europa que comenzaba a despertarse de los años de ruina, comenzaba a pisar fuerte en las nuevas tendencias de la moda y en distintos rubros que no vienen al caso para esta crítica. En el comienzo de Contra la imposible, Henry Ford II (Tracy Letts) se enfrenta a los trabajadores de la planta y los desafía a crear nuevos autos y a pensar formas de seducir al comprador americano. Lo que sigue es una charla de directorio en la que Lee Iacocca (Jon Benthalm), el famoso genio de los negocios y de la industria, que por esos días era una de la cabezas de Ford Motor, que le propone al director de la empresa una alianza inédita. El CEO le dice a Ford que cruce el océano y se reúna con Enzo Ferrari, el diseñador y fabricante italiano que necesitaba fondos para su empresa. Iacocca imaginaba una alianza entre ambas empresas, en donde a cambio de los dólares contantes y sonantes de la Ford, la empresa italiana insuflaría algo de prestigio y fama como innovadores. La reunión se llevó a cabo pero termina a las patadas. Ferrari usa a Ford para hacer entrar a la Fiat en la negociación. El resultado de ese intento fallido lejos de amedrentar al gigante americano, lo empuja a meterse en un mundo que no manejaba y es entonces que aparecen los protagonistas de esta historia: Carrol Shellby (Matt Damon) y Ken Miles (Christian Bale). Carroll Shelby era un corredor que por algunos serios problemas de salud debe salir de las pistas y dedicarse al diseño de autos de carrera. El personaje es un independiente que con sus coches pone en jaque a las grandes empresas. Iacoca lo invita para subirlo a una empresa poco menos que imposible: crear un coche que fuera capaz de competir con los de Ferrari. El objetivo era correr en las famosas 24 Horas de Le Mans y ganar. Shelby acepta pero dice que hay un solo corredor con el que se puede hacer, su amigo Ken Miles. Lo de amigo es una manera de decir porque Miles es un obsesivo, que pese a ser una gran corredor esta fuera del negocio por intratable. James Mangold logra con esta historia una película noble y clásica como pocas. Con personajes entregados a su obsesión que ponen en juego todo para lograr lo que buscan pero que también reflexionan sobre cuestiones como el honor o que cosas se consiguen con dinero y cuáles no. En un año de muy buenas películas y en las que se dabate que cosa es cine y que cosa no, Mangold, Demon y Bale nos traen una belleza que dan ganas de que termine nunca. CONTRA LO IMPOSIBLE Ford v Ferrari. Estados Unidos/Francia, 2019. Dirección: James Mangold. Guión: Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller. Elenco: Christian Bale, Matt Damon, Caitriona Balfe, Jon Bernthal, Tracy Letts, Josh Lucas, Noah Jupe, Remo Girone, Ray McKinnon, John Joseph Feild. Producción: James Mangold, Jenno Topping y Peter Chernin. Distribuidora: Fox. Duración: 152 minutos.
Los responsables de Ford Motor Company, deciden que es hora que la empresa se haga de un nombre en las carreras, en especial, en Las 24 de LeMans. Por esto deciden contratar al diseñador de autos Carroll Shelby, quien a su vez le pide ayuda a su amigo y piloto Ken Miles. Pero las trabas que pone la propia empresa, así como tratar de vencer a Ferrari en su propio juego, va a poner en aprieto el sueño de estos hombres. Cuando se anunció Contra lo imposible (Ford v Ferrari en su título original) no fuimos pocos los que pensábamos que esta película era serie candidata a pisar fuerte en las nominaciones a los diferentes premios que se otorgan a lo mejor del cine. Pero una vez vista la cinta, la verdad es que el gusto a poco que nos deja es bastante importante. Contra lo imposible es de esas películas que cumplen con todos los apartados. Es decir, buenas actuaciones, bien dirigida, argumentalmente no tiene errores que salten a la vista, y al ser de época, está bien ambientada. Pero la falta de alma, de espíritu que tiene, es bastante evidente, haciendo que como película en general, se nos haga bastante sosa. Esto se puede notar sobre todo en las partes de las carreras, lo que debería ser uno de los puntos fuertes del film. Si recuerdan Rush, es donde más destacaba la película, atrapándonos hasta a los que no nos gusta el automovilismo; pero esto no sucede en Contra lo imposible; de hecho, hasta podríamos decir que los momentos de diálogos y tensión sobre las pruebas fallidas de los autos, son más interesantes que cuando los vemos correr. Es una lástima que esto suceda, ya que como mencionamos antes, el resto de los apartados están bien ejecutados, en especial el de las actuaciones. Pese a que Matt Damon y Caitrona Balfe están desperdiciados (sobre todo ella, en un rol que podría haber hecho cualquier actriz), Christian Bale es quien mejor sale parado de todo el elenco; pese a un acento que le pusieron, que se escucha bastante extraño. Contra lo imposible es una aceptable película, que está por sobre la media del cine más regulero que se puede encontrar en cartelera, pero que nos deja una enorme sensación a poco, y que podrían haber explotado mas tanto la trama como a sus actores. Un resultado bastante agridulce para el talento con el que se contaba.
Que golpe de adrenalina espectacular que te pega esta película. Sin dudas una gran sorpresa y que se convierte -a toda velocidad- en uno de los estrenos del año. En lo particular, conocía muy poco sobre esta historia y me alegra haberla descubierto de una manera tan épica. Al igual que con Rush (2013), aquel genial film de Ron Howard en donde pudimos ver bien la rivalidad entre James Hunt y Niki Lauda, aquí sucede lo mismo pero entre dos empresas, que en realidad son dos símbolos y están muy bien jerarquizados. Además de su espectacularidad, el film es muy sincero, transmite mucho sentimiento a través de sus personajes. Y es Christian Bale quien, otra vez, se roba el show. Más allá de su pérdida de kilos y transformación de su cara como consecuencia, otra vez nos brinda una deslumbrante interpretación de la cual es imposible escapar y caer rendidos como espectadores. Con Matt Damon a su lado, componiendo una gran dupla. Una fantástica historia de amistad entre dos personas diferentes, pero con una pasión muy definida. Se maneja un humor muy inteligente y bien dosificado durante las dos horas y media de duración. El director James Mangold, quien viene de hacer las dos últimas películas de Wolverine, mantiene un gran ritmo a través de una historia que podría llegar a aburrir pero que nunca lo hace. La puesta en escena es fantástica y las secuencias de carrera te generan tensión verdadera por lo bien que están realizadas. Gran laburo de recreación histórica en todo concepto para elevar aún más la experiencia. No entiendo cómo es que a algunos les puede resultar una película lenta porque es todo lo contrario. Ford v Ferrari, o “Contra lo imposible”, tal como reza el pésimo título que le pusieron para su estreno en la región, es una de esas películas que te dejan maquinando y que recordás cómo la pasaste cuando la viste en el cine.
Necesidad de velocidad Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) dramatiza la histórica rivalidad entre las compañías automotoras Ford y Ferrari, las cuales pelearon en 1966 por el título mundial en la carrera de resistencia “24 Horas de Le Mans”, pero la biopic no trata sobre un duelo entre corporaciones así como los intentos de dos hombres por pelear sus propias batallas en su campo predilecto. Del lado de Ford Motor Company se encuentran Carroll Shelby (Matt Damon), diseñador de autos, y Ken Miles (Christian Bale), piloto de carreras. Ambos son veteranos de guerra y apasionados por la velocidad, pero Shelby había renunciado a las carreras tras ganar Le Mans en 1959 y Miles se encontraba a punto de tocar fondo debido a problemas económicos y su “difícil” reputación. Ambos saltan ante la oportunidad de probarse a sí mismos nuevamente, diseñando el Ford GT40 y poniéndolo a prueba contra Ferrari, que llevaba ganando 5 años consecutivos. La trama se encuentra, apropiadamente, en un constante estado de fricción: entre Shelby y Miles, que difieren sobre cuán personal se toman su deber; entre la dupla y Ford, que encara todo como una cuestión de marketing, a menudo contraproducente; y entre Ford y Ferrari, encabezados por Henry Ford II (Tracy Letts) y Enzo Ferrari (Remo Girone). Su rivalidad es, por metonimia, la misma que históricamente ha tensado la relación entre Estados Unidos y el Viejo Mundo: la pretensión del nuevo rico y la arrogancia de la vieja élite. Nadie produce autos en cantidad como Ford y nadie produce autos de calidad como Ferrari. Cuando el primero intenta comprar al segundo, Il Commendatore los saca carpiendo y por orgullo Ford le declara la guerra. Dado que hay tantas cosas en juego a lo largo de tantos niveles de conflicto, la trama mantiene el interés y posee más dimensión que una sencilla oda al deporte. No que se desatiendan las secuencias automovilísticas. Son tan espectaculares como las leyes de la física lo permiten. Filmando en primera persona los puntos de vista de los autos con ángulos bajos y lentes angulares, las carreras poseen una intensidad y visceralidad a la altura de las persecuciones de Contacto en Francia (The French Connection, 1971) y Ronin (1998). No sólo sentimos la velocidad de los autos sino el peso de las máquinas y cuan real es el riesgo de un accidente segundo a segundo. Damon y Bale dan dos interpretaciones excelentes. Bale es la mitad idealista del dúo, actuando con su acostumbrada intensidad y corporalidad. Hay algo de autorreferencia cómica en la famosa testarudez de Ken Miles, que es una mezcla paradójica de buen humor y mal carácter. Damon tiene un papel menos ostentoso pero igual de engañoso, utilizando su sentido común para aplacar el id de Miles por un lado y apelar a la vanidad de ejecutivos corporativos por otro. Así como el conflicto se escinde en varios niveles, Shelby es un hombre peleando en varios frentes a la vez. Dirigida por James Mangold, la película se alarga demás hacia el final de sus dos horas y media, pero es un atractivo balance entre drama y espectáculo, sostenida por las actuaciones principales, roles secundarios atractivos, una trama atrapante y de las mejores escenas de alta velocidad que el cine tiene para ofrecer estos días.
Contra Lo Imposible se consolida como una de las mejores películas del año en donde su dúo protagonista y las formas para contar una historia superan al hecho en sí y logran ser trasversales a un público determinado. Bajo la dirección de James Mangold (Logan) y con guion de los hermanos Jez y John-Henry Butterorth (Edge of Tomorrow) llega a las pantallas de todo el mundo la dramatización de una de las historias que cambiaron para siempre la historia del automovilismo: la famosa carrera de las 24 horas de Lemans en 1966 cuando un grupo de ingenieros y pilotos lograron terminar con la hegemonía de victorias de Ferrari ante todas las otras compañías automotrices. La empresa que logró terminar con ese reinado fue la de Ford Motor Company gracias a un trabajo exhaustivo de ingenieros y pilotos que trabajando a contrarreloj y contra la fuerza de la empresa italiana y que ahora Mangold viene a poner en foco con Contra Lo Imposible (Ford v Ferrari). En esta película se nos presenta a Caroll Shelby (Matt Damon) un ex corredor de autos y campeón que logró imponerse en Lemans previo a que el dominio de Ferrari iniciara pero que tuvo que dejar de competir debido a diferentes problemas de salud. Un tiempo después ya establecido como ingeniero automotor y en pleno momento de victoria constante de la empresa italiana, los empresarios más importantes de Ford se dan cuenta de que en el mercado ellos deberían tener un auto compitiendo y es por eso que recurren a Shelby para que los asesore sobre cómo construir el auto perfecto para empezar a ser conocidos en todo el mundo. Luego de muchas pruebas y pocos resultados, Shelby deberá recurrir a Ken Miles (Christian Bale), un ex compañero suyo en la guerra y que al mismo tiempo es aficionado a los autos y a las carreras, para que le de una mano como mecánico y luego cómo piloto principal. Ambos deberán lidiar contra las constantes presiones de la empresa y sus estrictas reglas para crear el auto perfecto y así terminar de una vez con las victorias de Ferrari. El acierto principal de Mangold a la hora de encarar esta película era el de poder crear un relato que no sólo fuese efectivo y convincente para aquellos que son frecuentes de las carreras y de quienes le gustan los autos. Para su fortuna, su labor no podría haber sido mejor ya que ha logrado construir el reflejo de una historia que logra ser más inclusiva en cuanto al público que lo que pudo haber sido la realidad. Habiendo logrado ese primer y fundamental ítem, la película lo tiene todo; Grandes escenas de acción en donde la tensión aumenta y la adrenalina está a flor de piel, dramatismo por el desarrollo de cada uno de sus personajes, la música que ayuda a la hora de generar ambientación, la fotografía y su cinematografía que hacen de cada plano estático y de cada cuadro una belleza visual y una puesta en escena que arroja en cada toma una respuesta. Algo que también está implementado de manera brillante es el sentido que se le da al “sueño americano” muchas veces utilizado de manera equivocada y sin un contexto en donde hacer base, está película comparte ese sentimiento que tan bien logró despertar Rocky (1976) en la que se demuestra que alguien al que nadie apuesta, puede lograr vencer al más poderoso si se rodea de la gente adecuada y deja todo de si para conseguirlo. El guion no se queda atrás ya que el mismo aborda todos los frentes posibles que esta historia podía tener y así se cuida de no dejar ningún hueco argumental que pueda atentar contra la historia. A lo largo de las más de dos horas y media de duración de la cinta la intensidad nunca para y eso logra que la atención del público esté siempre presente y hasta el menos “fierrero” pueda verse representado en la pantalla. El único reproche que se le puede hacer al guion es con la poca fuerza que termina la cinta, ya que el clímax se da promediando la hora cuarenta y en el final no se vuelve a producir una emoción de la misma manera y queda con gusto a poco. Las actuaciones están al nivel de los actores protagonistas pero sobre todo Christian Bale, quién después de haber aumentado de peso para protagonizar Vice (2018) vuelve a bajar una cantidad sustancial de kilos para ponerse a tono con el personaje, pero lo bueno de su labor es que no sólo termina ahí lo que puede destacarse de él ya que con cada frase pronunciada, cada postura corporal tomada y cada mirada lanzada, Bale logra hacer una de las mejores actuaciones del año. Simpático y dramático por partes iguales, su papel pareciera ser “sencillo” de lograr pero una vez que se lo ve encarándolo es imposible poder asemejar ese personaje a otro actor. Matt Damon también logra tener una labor convincente pero en otro tipo de papel, en donde su personaje tiene muchas menos responsabilidades físicas pero si desde lo discursivo y ese rol le queda de maravilla. Haciendo de un tipo canchero y que se las sabe todas, un trabajo en el que pocas veces se lo ve, Damon puede construir un personaje que se lo puede querer y entender desde el primer plano en el que participa. El resto del elenco logra acompañar de la mejor manera; Jon Bernthal, Tracy Letts, Caitriona Balfe, Josh Lucas y Noah Jupe hacen que sus personajes, secundarios y hasta de tercera linea en algunos casos, logren darle a la obra lo necesario para que todo el tiempo sea una película que se disfruta y en ningún momento decae. A simple vista Contra Lo Imposible (2019) parecería ser una película sólo de autos, pero esa afirmación está lejos de ser verdad a tal punto que la parte del deporte podría cambiarse y aún así ser efectiva. Una propuesta sobre la amistad, los lazos, el poder de convencimiento y el famoso “sueño americano” viven en armonía con las formas de un director que hay que darle más oportunidades para que siga haciendo películas como ésta. Directo a lo mejor del año, esta película va a lograr sacar el lado más “fierrero” hasta del más reacio de los espectadores.
"Contra lo imposible": los opuestos destinados a juntarse Del melodrama familiar a la fábula de superación, el director James Mangold maneja a la perfección los resortes de la película deportiva. Es muy probable que quienes lleven más de medio de siglo en este bendito planeta recuerden Le Mans, aquella película de 1971 en la que Steve McQueen se ponía el buzo antiflama para subirse a uno de los autos que intentaban ganar las 24 horas de Le Mans, una de las carreras de autos más prestigiosas e importantes del mundo motor. Con casi cien años de historia, ese circuito francés acumula varias anécdotas que, de adaptarse a la pantalla grande, se convertirían en clásicos de ese subgénero infalible que es el deportivo. Porque así como no es posible manejar durante un día a 300 kilómetros sin épica ni espíritu de equipo, tampoco hay buenas películas sobre boxeo, automovilismo, básquet o fútbol americano sin esos componentes. Contra lo imposible -título de stock para el auténtico aunque algo más de nicho Ford vs. Ferrari- aborda una de esas historias con un amor por la narración arrollador, casi demodé y definitivamente inocentón en tiempos de guiños y metadiscursividad. Usa como refugio cada una de los postas habituales de este tipo de relatos con un tono que va de la comedia física al melodrama familiar y de allí a la fábula de superación deportiva. Si a eso se suma que Ford es uno de los faros culturales y económicos de los Estados Unidos, el principio y modelo indiscutido de su poderosa industria automotriz, el resultado será una película auténticamente enraizada en la tradición americana. Pero la acción no arranca en este continente sino en Europa, más precisamente durante la edición de 1959 de esa carrera, en vísperas de la consagración de Carroll Shelby como el primer estadounidense en subirse al lugar más alto del podio. La gloria, sin embargo, no alcanza para evitarle un retiro tempranero debido a un problema médico. En esos años a Ken Miles le va bien arriba de los autos pero no abajo. Impulsivo, contestatario, algo bruto pero de enorme sintonía con el lenguaje de los fierros, el piloto inglés (Christian Bale, en otra de sus actuaciones perfomáticas y exageradas con olor a nominación de Oscar) está tapado de deudas y a duras penas puede sostener el taller mecánico donde trabaja. Años después, el buenazo de Carroll (Matt Damon, que junto a Mark Wahlberg es el arquetipo de laburante yanqui) está desarrollando sus propios autos, al tiempo que Miles sigue juntando monedas para despuntar el vicio de correr. Los hombres son opuestos destinados a juntarse, dos criaturas perfectamente construidas por un guión que se toma todo el tiempo necesario para definirlas, dotándolas no solo de un enorme carisma sino de motivaciones concretas para actuar como actúan. Incluso los estilos actorales de Damon y Bale están en las antípodas. El factor aglutinante es una caída en las ventas que lleva a los ejecutivos de Ford –liderados por Henry Ford III, que obviamente vive a la sombra de los logros de su abuelo– a pensar estrategias para atraer a ese público joven que asocia los autos tamaño lancha de los ’50 con una idea de familia con la que no comulga. La solución, entonces, es vender velocidad. Y vender velocidad es ganar Le Mans. Pero enfrente está Ferrari, ese monstruo rojo imbatible en las tierras de Napoleón. Y ahora, ¿quién podrá ayudarlos? Pues Shelby, contratado como jefe del equipo deportivo de Ford con la flamante misión de triunfar allí donde un auto norteamericano nunca pudo. Para eso, afirma, necesita a Miles, pedido que no cae bien en la cúpula de la empresa, en especial en ese encargado de marketing que hará lo imposible con tal de que el inglés no se suba al auto. Ese pulgar abajo será el primero de varios escollos que la dupla protagónica deberá sortear durante las dos horas y media de metraje. Ciento cincuenta que no se sienten porque el director James Mangold (El tren de las 3:10 a Yuma, la extraordinaria Logan) maneja a la perfección los resortes de las películas deportivas, abrazando sin prurito alguno un arco dramático atravesado por las caídas, pasiones, redenciones y reinvenciones, todo emanando un olor suave y pregnante a grasa de motor. Un mérito nada menor para una película de pura estirpe fierrera.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Dos amigos frente a la adversidad “Contra lo imposible” (Ford v Ferrari, 2019) es una película biográfica de drama y acción dirigida por James Mangold (Inocencia interrumpida, Logan) y co-escrita por Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller. Protagonizada por Matt Damon y Christian Bale, el reparto se completa con Josh Lucas (Una mente brillante), Tracy Letts (Lady Bird), Caitriona Balfe (Outlander), Noah Jupe (Un lugar en silencio), Jon Bernthal (Baby driver), Ian Harding (Pretty little liars), Ray McKinnon, entre otros. El filme tuvo su premiere mundial en el Festival de Cine de Telluride que se realizó a fines de agosto. Ambientada en la década de los 60, la historia gira alrededor de Carroll Shelby (Matt Damon), un diseñador de autos que es contratado por Henry Ford II (Tracy Letts) con el objetivo de construir un vehículo de carreras ultra veloz que pueda vencer al legendario Ferrari en las 24 Horas de Le Mans, corrida de resistencia más prestigiosa del mundo que se realiza en Francia. Al estar en quiebra, Ford busca marcar tendencia en el automovilismo, tarea complicada teniendo en cuenta que Ferrari se alzó con la victoria de Le Mans en 1958 y cada año desde 1960 a 1965. Con muchas dudas, Shelby tiene algo muy en claro: el piloto debe ser el profesional Ken Miles (Christian Bale), veterano de guerra y hombre de familia que no se encuentra en un buen momento económico a pesar de sus grandes habilidades. Cuando Carroll le comunique a Ford que Miles es el piloto indicado para ganar la carrera, la empresa no estará para nada conforme debido a que Ken no resulta una buena imagen para la marca. De esta manera, Carroll Shelby se encontrará ante una encrucijada decisiva. Divertida, apasionante y adrenalínica, “Contra lo imposible” es de esas películas que da placer ver en la pantalla grande por muchísimos motivos. Por empezar, el filme de dos horas y media de duración nunca llega a sentirse pesado ni aburrido gracias a un guión súper bien construido que mantiene enganchado al espectador desde el inicio, logrando que el tiempo vuele al estar sumamente interesados en lo que les ocurre a los personajes principales. En cuanto a éstos últimos, el director se toma su tiempo para presentárnoslos, por lo que la empatía se genera de inmediato al conocer sus esfuerzos, ambiciones y dificultades. Tanto Christian Bale como Matt Damon brillan en esta producción en la cual no se necesita conocer nada sobre el automovilismo para poder disfrutarla. Ahí es donde recae uno de los grandes aciertos de la obra: James Mangold no quiso contar otra historia de carreras más, sino que su prioridad fue reflejar el lado humano de estas personas que tenían en su contra a la propia empresa donde trabajaban. Aunque el título que se decidió darle en Argentina no es acertado, tampoco lo es el original, ya que Ferrari no es tan importante en el relato como sí lo son los chanchullos dentro de la corporación Ford. Más que versus Ferrari, la película es una muestra de la amistad de dos trabajadores que están dentro de una empresa que no los valora por dar mayor importancia al marketing y al negocio. La dupla compuesta por Ken Miles y Carroll Shelby funciona a la perfección porque, a pesar de tener personalidades opuestas, lo dos dan todo de sí para cumplir un único objetivo. Mientras que Miles es impulsivo, peleador e irrespetuoso, Shelby es más estratégico y calmo. Complementados, son dinamita. Los personajes secundarios tampoco se quedan atrás. Josh Lucas como Leo Beebe, ejecutivo de Ford, consigue ser un villano tan detestable y embaucador que dan ganas de meterse en la pantalla a pegarle una trompada. Por otro lado, Caitriona Balfe interpreta a Mollie, esposa de Ken que no tiene miedo a expresar lo que piensa en un ambiente sumamente masculino. Sin embargo, el que más se destaca es el niño Noah Jupe, que encarna al hijo de Miles. La relación con su padre está desarrollada de una forma bellísima, siendo el nene el que otorga la cuota emocional genuina desde sus transparentes gestos y preguntas. Si decidís ver esta película por las carreras de autos, también vas a salir de la sala satisfecho ya que las secuencias de las diversas corridas son alucinantes. Con una edición de sonido impecable y unos planos vertiginosos, las competencias están tan bien filmadas que ni siquiera vas a tener ganas de pestañear para no perderte nada de lo que ocurre. Los percances, las condiciones climáticas y la presión forman parte de un evento inigualable y atractivo que también puede llegar a ser fatal. Con una dirección grandiosa, un guión excelente, actuaciones a la altura de las circunstancias y una fotografía que por sí sola merece ser apreciada en cine, “Contra lo imposible” sin lugar a dudas se convierte en una de las mejores películas del año. La camaradería entre Shelby y Miles es el centro de esta historia bien ejecutada que debería contar con varias nominaciones en las próximas premiaciones.
La nueva película de James Mangold, "Contra lo imposible", es de esos proyectos con la temporada de premios en la mira. El vigor de Mangold para dirigir, y las actuaciones, en especial de Matt Damon, la elevan, un poco, sobre la media. Estamos en el último cuarto del año, y eso, entre otras cosas, significa una cosa, comienzan a llover los estrenos que, desde su génesis, sabemos que tienen altas chances de aparecer entre los nominados (y ganadores) de los premios de mayor popularidad. En la lista final puede aparecer alguno(s) que le escapa a esta lógica, pero esos no suelen ser películas cuya producción tengan en vista el Oscar desde el vamos, sino más bien como algo colateral (caso "Joker"). De acá en más se avecinan esos estrenos a los que hay que prestarles atención si queremos armar el prode ganador. Contra lo imposible es eso, sin disimulo. Es ese tipo de película que tiene todos sus ingredientes medidos para caer bien en la Academia, que no tienen en sus planes tomarse ninguna osadía, y generan – aun sin saberlo a ciencia cierta – sus promociones de taquilla en estas posibles nominaciones. Es llamativo el título local. "Contra lo imposible" es una horrible “traducción” desapasionada del original "Ford vs Ferrari" más fiel a la historia. Pero también, este título genérico local, desnuda más esas intenciones prototípicas y edificantes que el film se propone. Más allá del vs del título original, Contra lo imposible nos cuenta la historia de una amistad. También es una biopic básica y doble, que toma un momento conjunto y específico en la vida de dos personajes célebres para el mundo del automovilismo norteamericano. El Ford GT40 es un auto insignia de la marca del óvalo y, lo dicho, del automovilismo de su país de origen. Durante la década del ’60 ganó consecutivamente las míticas 24hs de Le Mans, y es el único automóvil estadounidense en lograr ese título. "Contra lo imposible" nos presenta la historia de los dos hombres que lo hicieron posible, el mecánico y automovilista Ken Miller, y el diseñador Carroll Shelby. Son los vibrantes años ’60, años de mucho estilo, elegancia, y masculinidad. Atrás quedó el mito de Ford como esa empresa que metió un coche en la casa de cada obrero. La empresa no atraviesa sus mejores años, y su gerente Leo Beebe (Josh Lucas) no parece encontrarle la vuelta a una reactivación. Por otro lado, Ferrari se convirtió en el líder indiscutido de las pistas, y si bien no tiene una producción gigante y popular, se convirtió en una marca de prestigio y prestancia que amenaza a nivel mundial a la más mundana empresa yanqui. Con la soga al cuello, el plan de Beebe es imitar a sus competidores, y lanzarse a la producción de un auto competitivo que haga ver a Ford como una marca que también tiene con qué. Carroll Shelby (Matt Damon) y Ken Miller (Christian Bale) son dos amigos que se desarrollan como automovilistas y mecánicos. Sus personalidades son algo contrapuestas. Mientras Shelby es más diplomático y carismático, Miller puede ser irascible, incontrolable, y no está dispuesto a conceder para pertenecer. Se sabe que Miller es el mejor automovilista de su generación, pero su carácter no solo no lo ayuda, le hace perder todas las oportunidades. Cuando la Ford busque a Shelby para que diseñe un automóvil para ellos, este aceptará, y luego presionará, manipulará, para que contraten a Miller como el piloto principal para la carrera de las 24hs horas de Le Mans. Por supuesto, Contra lo imposible es una historia de superación. Un personaje que viene de las clases trabajadoras estadounidenses, de los suburbios más clase media humilde, con una familia tradicional, una esposa abnegada, un hijo idílico por el que vale la pena hacer todo para salir adelante, y mil tropiezos hasta el triunfo ¿Se puede ser más cliché? Sí, porque en frente tiene al magnate de Ford y su gerente, y peor aún a los italianos soberbios de Ferrari (a los que ni siquiera se les da una personalidad muy definida, son arrogantes). Carroll Shelby es como el puente entre ambos, el personaje con un pie acá y otro allá, también funcional a los propósitos edificantes de la historia, la amistad entre dos seres de clase distinta es posible. Si existe una formula para este tipo de películas, el guion escrito a seis manos entre Jez Butterworth, John-Henry Butterworth, y Jason Keller la aplica al pie de la letra sin salirse ni una coma. Desde las frases protótipicas a ese patriotismo (no muy) solapado, todo está ahí. También una película que enaltece bastante la masculinidad y el paternalismo, en una época en la que el feminismo pareciera regir más la agenda bien pensante. Ni se lo cuestiona, los autos son un símbolo de virilidad, el hombre es el proveedor, y el único personaje femenino relevante es apoyo incondicional y condescendiente a la conducta más salvaje y antisocial de sus esposo. Por suerte, detrás de cámara se ubica James Mangold, un director que silba bajito, no mantiene un perfil muy alto en Hollywood, pero hace dos décadas que viene metiendo títulos destacables aún en películas por encargo. Desde "Copland"," Identidad", o "Walk the line", a "Kate & Leopold" y "Logan", todas tienen algo que las elevan entre sus similares, y aquí repite. Ese algo es su presencia. Mangold filma con criterio y pasión. Se sube arriba del auto y pisa el acelerador, nos hace parte, sentimos el vértigo sin hacerlo convulsivo ni un mero efecto de montaña rusa adrenalínica. Se equipara a aquella hermosura de Ron Howard en "Rush", la pasión por las pistas logra ser transmitida en el lente del realizador. También pisando suelo, Mangold transmite emoción con sus encuadres, sus tiempos, sus elecciones para la composición de cuadro. Cada vez que el guion descansa sobre un manual que tiene prohibido innovar, Mangold, aún con clasicismo (y alabado que así sea), lo rescata diciendo más con la imagen que en palabras. También demuestra ser un gran director de actores. De esos que arman el cuadro para que todos tengan su espacio sin pisarse y sin salirse de la marcación. La mirada está puesta sobre Christian Bale quien cuenta con el personaje con más herramientas para lucirse. El actor logra sus tics usuales, y un gran trabajo en maquillaje logra relucirse un rictus de cara alargada que lo favorece en este personaje clásico de su década. Matt Damon está más suelto, más desprovisto, y logra una interpretación carismática y brillante. Puede pasar del humor a la emoción en un segundo; y transmite con su mirada mucho más de lo que otros logran con un texto. "Contra lo imposible" es un film pulcro y correcto, que emocionará a los amantes de las pistas, y a quienes busquen historias edificantes. Aquellos que pretendan romper el molde, darle una vuelta de tuerca, o ir más allá, no lo van a conseguir, pero por suerte pueden refugiarse en los ojos de un gran director.
Responsable de varias valiosas películas como Tierra de policías (1997), Inocencia interrumpida (1999), Identidad (2003), Johnny & June - Pasión y locura (2005), El tren de las 3:10 a Yuma (2007), Wolverine(2013) y Logan (2017), James Mangold ratifica una vez más la nobleza de su cine, su solidez como narrador y su ductilidad como director de actores con este drama deportivo-familar que reconstruye la historia real del duelo entre Ford y Ferrari en la tradicional carrera de las 24 horas de Le Mans en 1966. Para cierto sector del público una propuesta como Contra lo imposible puede sonar en estos tiempos como demasiado inocente y hasta un poco demodé. Para quienes amamos y reivindicamos hoy el clasicismo de Hollywood (no como actitud conservadora o excluyente sino casi como un espacio de resistencia frente al cinismo y el imperio del impacto efímero reinantes) resulta un bálsamo y una posibilidad de disfrutar de las distintas aristas (los conflictos en esas corporaciones, la amistad entre los protagonistas y las escenas automovilísticas) en toda su dimensión, pureza y esplendor, sin ironías cancheras, regodeos ni artificios innecesarios. Mangold -digno heredero de Clint Eastwood- se da el tiempo necesario (la película dura dos horas y media que nunca abruman) para describir las distintas realidades laborales y afectivas de Carroll Shelby (Matt Damon) y el inglés Ken Miles (Christian Bale), la crítica situación de Ford en aquella época (impecable cada incursión de Tracy Letts como Henry Ford II), el tortuoso trabajo para diseñar el Ford GT40 y, claro, la épica carrera en la pista francesa con una sorprendente vuelta de tuerca que es preferible no spoilear. Contra lo imposible va y viene con absoluta naturalidad de la épica deportiva al melodrama y de allí a la comedia (excelente la escena en que Carroll y Ken se pelean cuerpo a cuerpo mientras la esposa de éste interpretada por Caitrona Balfe se sienta en el jardín a observar el duelo), le da un espacio digno incluso a los personajes más secundarios y, sin esconder el fuerte nivel de competitividad y hasta las trampas o engaños que se van haciendo unos a otros, nunca deja de ser un retrato querible. Entretenimiento old-fashioned. Cine en estado puro.
Los hechos narrados en Contra lo imposible forman parte de la gran historia del automovilismo deportivo. Transcurrieron en 1966 durante las 24 horas de Le Mans, una competencia ideal para su recreación cinematográfica. Pero a diferencia de la película ambientada en esa misma carrera que Steve McQueen protagonizó en 1971, esta obra está pensada para un público que va mucho más allá del mundo tuerca. Aquí hay secuencias vibrantes instaladas en la pista, extraordinarios alardes visuales y de montaje para llevarnos a vivir la experiencia plena de ese mundo vertiginoso, pero Contra lo imposible (título local bastante caprichoso) nos habla más que nada de otra cosa: del convencimiento y de la decisión de dos personajes dispuestos a superar adversidades para conseguir el triunfo, algo de lo que están plenamente convencidos. El mundo del automovilismo conoce de sobra la historia de Carroll Shelby, un piloto estadounidense que ganó Le Mans en 1959 y por problemas físicos se vio obligado a reconvertirse en diseñador y director de escudería. Y también la de Ken Miles, un corredor británico elogiado en su momento por su mezcla virtuosa de cálculo y riesgo al volante. Ambos conforman una alianza no exenta de chisporroteos para cumplir el deseo de Ford: derrotar a la orgullosa Ferrari (una marca orgullosa de su perfil más artesanal que industrial) en la carrera de autos más arriesgada del calendario. Con impronta clásica, narración fluida y emociones a granel, Contra la imposible parece todo un homenaje al cine de Howard Hawks: un mundo masculino de amistades férreas y convicciones profundas y profesionalismo a toda prueba siempre dispuesto a entrar en acción. Y en el que también la mujer es capaz de probar su fuerza y ayudar a que cualquier duda termine resuelta. Aquí funcionan a la perfección tanto las escenas de acción pura como los momentos de intimidad y profundidad dramática en los cuales se ponen en juego las certezas de los personajes. Y la película, a la vez, es el triunfo de la decisión individual por sobre cierta lógica encarnada por las estrategias corporativas, otra muestra del espíritu clásico que marca todo el relato. Los protagonistas están aprovechados como nunca. Damon vuelve a demostrar su talento para expresar todas las emociones de su personaje desde una contención admirable y Bale esta vez encuentra en su Ken Miles un vehículo perfecto para poner en juego toda su intensidad interpretativa. Junto a ellos, Letts se adueña de un par de escenas memorables como Henry Ford II.
Cualquier metáfora será válida para decir que esta película es un gran vehículo para dos grandes actores en la carrera del Oscar, o que detrás del volante hay un director que conduce derecho a la meta y no vuelca. O que la película marcha, toda, todo el tiempo sobre ruedas. Contra lo imposible -otro título que se aleja semánticamente del significado del original, mucho más directo de Ford v Ferrari- es una película como las de antes. Es una producción hollywoodense de las que pueden denominarse clásicas, en su estilo de narración y hasta en su trama, pero rodada con los avances de la tecnología actual. Como no todo el público tiene por qué saber qué pasó en la carrera de las 24 horas de Le Mans en 1966, el director James Mangold -que salvo en Logan, que fue un aire fresco en el mundo de los X-Men, no se había mostrado mucho más que como un prolijo y correcto realizador- se toma su tiempo y presenta a sus protagonistas. La disputa entre ambas escuderías, la estadounidense Ford, la italiana Ferrari, tuvo su punto más alto de rispideces y tensión precisamente en el circuito francés ese 1966. Los personajes principales son Carroll Shelby (Matt Damon), que fue el piloto estadounidense que ganó Le Mans en 1959, y se dedicó a diseñar y vender autos ya retirado como piloto por un problema cardíaco, y Ken Miles (Christian Bale), piloto británico. Ambos juntaron fuerzas, dejaron controversias o desacuerdos entre ellos -la pelea cuerpo a cuerpo en la calle, mientras la esposa de Miles los observa sentada en su reposera en el jardín de adelante de su casa pinta a los protagonistas- para, contratados por Henry Ford II, vencer al Commendatore Enzo Ferrari (Remo Girone, estupendo). Eran épocas en que las carreras las ganaban los pilotos (y los hombres) antes que los automóviles. El conocimiento, el temple y la sagacidad vencían a lo mecánico y la (de nuevo) tecnología del momento. Contra lo imposible es una película de automovilismo, de acuerdo, pero también de valores, solidaridad, honor y bajezas. Así como Shelby se comportó en algún tramo de la carrera como un “bilardista” (le roba un par de cronómetros a los de Ferrari; les tira un bulón al suelo para que crean que algo está mal), lo peor vendrá de otra parte. Y no, para aquellos que no saben qué pasó en la carrera, no spoilearemos nada. Si Damon sigue siendo lo más parecido al estadounidense medio, que desde James Stewart, pasando por Tom Hanks, haya brindado el cine hollywoodense, hay que ver el rostro, la mirada, los gestos y la manera de hablar de Christian Bale como el británico Miles a bordo del Ford GT 40. Muchos lo recuerdan a Bale por Psicópata americano o el Batman de Christopher Nolan, pero este año mereció mejor suerte con El vicepresidente. A no olvidarlo. Tracy Letts, caracterizado y avejentado como Henry Ford II, está excelente cada vez que le toca participar, y Josh Lucas da perfecto como el ser al que todos debemos odiar. Todos méritos de ellos y de Mangold, que en Cop Land (1997) había sorprendido con otra historia básicamente masculina, sacando talento de la piedra que suele ser Stallone, con Keitel, De Niro y Ray Liotta.
A la gran mayoría nos consta que Ferrari, aparte de fabricar autos de alta gama, también fabrica autos de carrera. No obstante, a quienes no somos tan instruidos en materia automovilística, se nos hace difícil pensar que Ford, una marca vinculada a la historia del automóvil, una marca que vemos circular en las calles de nuestro día a día, también fabrique autos de competencia. Esta comparativa es necesaria traerla a colación porque Contra lo Imposible evoca en cierto modo a un David contra Goliath. Honor y Orgullo Si hay algo que no va a faltar en absoluto en Contra lo Imposible son sendas y vertiginosas escenas de carreras. Donde algo tan cotidiano como no poder cerrar la puerta de un auto se vuelve un elemento de tensión ante las hordas de autos destruidos que se acercan sin piedad al parabrisas del protagonista. Sin embargo, por eficientes que sean dichas escenas, el corazón de la película, lo que nos quiere contar, está en otro lado. Esto, lectores, es pura y exclusivamente una historia sobre el honor y el orgullo. Sobre cómo mantener uno y saber cuándo abandonar el otro. Sobre cómo quieren quitarnos el honor en nombre de las ganancias. El debate eterno e inestable entre hacer nuestro orgullo a un lado por un bien mayor o hacernos respetar. Es una historia que sabiamente enseña que no todo tiene un final con moño, y que el ganador no necesariamente es quien sostiene el trofeo al final. Es sobre ganarnos el respeto del contrincante. De la hermandad que existe entre los hombres. De ese irse a las manos que oculta algo de cariño. De esos momentos agridulces que nos deja la vida. Es una historia sabia, marcando que muchos visionarios, aquellos que dan vuelta el paradigma, que cambian las cosas para siempre, muchas veces tienen una apariencia muy alejada de lo ideal. Christian Bale entrega una comprometida performance como el piloto de carreras Ken Miles, con un marcado acento británico crucial para la idiosincrasia ácida, chistosa e iracunda de su personaje. Matt Damon también entrega un buen trabajo como el sobrio Ying del iracundo Yang de Bale. Un personaje con la misma sangre caliente, que aprende a tener orgullo al mismo tiempo que el otro aprende a dejarlo de lado. La puesta en escena de James Mangold te sumerge todo momento en lo que es esa pista riesgosa. Te hace sentir la velocidad, el espacio, el rugir de los motores, el silencio breve que da lugar al pensamiento. Estas ahí junto al piloto y muchas veces eres él. Pero no es solo en la pista donde las virtudes técnicas de Contra lo Imposible (Ford v Ferrari) se luce, sino también cuando se encuadran las escenas fuera de ella, los momentos íntimos donde se fortalecen los lazos de familia y amistad. Es acá donde podemos valorar la fotografía de Phedon Papamichael como un todo, haciéndo pensar que si hay una película que vale la pena ver en IMAX, es esta.
Datos reales y muy conocidos por los fanáticos de autos de carrera. Se trata de dos corredores- leyenda, Ken Miles y Carroll Shelby y el esfuerzo de la Ford por ganarle al Ferrari la legendaria carrera de las 24 horas de Le Mans. En los años 60 lo que estos dos hombres y sus equipos lograron es una historia que todos los que aman a las competencias de autos saben perfectamente. Pero esta película no es solo para ellos. El guion, escrito por Jez y John Henry Butterworth y Jason Keller, contiene buenos basamentos dramáticos: Los héroes, los malditos, las situaciones límite, los grises de cada personalidad. Pero también se ahonda en las vidas de los protagonistas, especialmente en el entorno familiar de Ken Miles. Contar con actores como Matt Damon y Christian Bale, esa clase de intérpretes que pueden hacer cualquier personaje y entre ellos además tuvieron la química perfecta, es realmente un acierto del film. Una historia que tiene el puntapié inicial en el enfrentamiento entre el genio de Enzo Ferrari que desprecia la corporación de Henry Ford II, que hace posible que el magnate quiera invertir en autos de carrera y vengarse. Hay también una mirada crítica a las internas entre ejecutivos, luchando entre conveniencias de una enorme empresa y la libertad de los genios personales en acción. En el elenco también brillan Tracy Letts, como Henry Ford II, Josh Lucas, Jon Bernthal, Remo Girone como Enzo Ferrari y el niño Noha Jupe. Pero por sobre todo están las carreras filmadas en cinco pistas distintas para recrear el viejo circuito de Le Mans, un verdadero desafío en términos de continuidad y el VFX (Efectos visuales) fue fundamental para corregir cualquier error. Las competencias y los autos fueron filmados para que el espectador sienta el vértigo, prácticamente a bordo. Un entretenimiento redondo.
Ford Vs. Ferrari Las películas basadas en historias de personas que empujan sus posibilidades un poco más allá, y detrás de ello arrastran a un equipo, están en algunos casos mal vistas porque en teoría suponen un ejercicio de alabanza del individualismo. La cosa es que muchas veces son necesarios estos personajes para llevar más lejos a un grupo. Pasa en la vida, pasa en TNT. Bueno, ya no. Ahora en Netflix. James Mangold, el muy buen director que cuenta en su haber, entre muchas otras películas, Inocencia interrumpida (Girl, Interrupted, 1999), Johnny & June: pasión y locura (Walk the Line, 2005), Wolverine: inmortal (The Wolverine, 2013) y Logan (2017), nos trae esta historia en que el visionario automovilístico Carroll Shelby, interpretado por Matt Damon suma al británico Ken Miles (Christian Bale) como su corredor estrella. Al elenco se une Jon Bernthal como Lee Iacocca, quien llegó a ser presidente ejecutivo de Ford company en 1970. Estos excelentes intérpretes fueron los elegidos para cubrir los roles más relevantes. La película incluye escenas con toques risueños y/o cómicos que tienen un gran nivel gracias a ellos. Es un film interesante y bien resuelto, con algunas situaciones y lugares comunes pero el elenco ayuda a que valga la pena a la hora de llevarlos adelante y en cuanto a los rubros técnicos, todos son correctos, de modo que no hay muchas cosas reprochables fuera de las cuestiones que más o menos podemos ver en cualquier película de este tipo. Tal vez se me hizo un poco larga por momentos, debido a un par de baches medio complejos, pero nada que no esté pasando en varias películas en el último tiempo. Contra lo imposible es una película interesante y bien resuelta, con adecuado ritmo, llevadera, se deja ver y en la evaluación general sale airosa.
Si algo le faltaba a la ecléctica filmografía de James Mangold (Logan) era incursionar dentro de la temática del drama deportivo, donde para variar vuelve a ofrecer uno de los estrenos más destacados del año. Desde el momento en que la cámara nos introduce dentro de un Ford GT40 la película se vuelve fascinante y uno no quiere abandonar la experiencia hasta el final del recorrido. A través de una detallada puesta en escena que recrea el mundo del automovilismo de los años ´60, Contra lo imposible describe la crónica de ese duelo fascinante que se dio entre las escuderías de Ford y Ferrari durante la carrera de las 24 horas de Le Mans de 1966. Un evento que hasta la fecha contaba en el cine con aquella gran producción de Steve McQueen de 1971 (Le Mans) que no fue muy apreciada en el momento de su estreno. El film de Mangold es muy diferente y se enfoca en describir la crónica de los hechos detrás esa duelo que se desató en las pistas, entre el equipo norteamericano y sus rivales europeos. No es necesario ser fanático del automovilismo o contar con información previa sobre la trama para disfrutar esta propuesta por el modo en que el director desarrolló su relato. Su narración inserta al espectador dentro de un mundo muy interesante y consigue que una discusión sobre cuestiones de mecánica o estrategias comerciales resulten fascinantes. Si bien el conflicto se centra en el duelo deportivo entre Ford y Ferrari, el verdadero corazón de la película pasa por la historia de amistad y camaradería entre los corredores Carroll Shelby (quien tranquilamente podría tener su propia biografía) y Ken Miles; interpretados por Matt Damon y Christian Bale respectivamente. Ambos actores, en un nivel excepcional, son los responsables de conseguir que uno se conecte emocionalmente entre los personajes y el competitivo mundo que los rodea. Todo el arco argumental que tienen los personajes es muy emotivo y genera que el film trascienda la anécdota deportiva. Por supuesto la gesta de la épica en las pistas de Le Mans es el disparador del conflicto pero las razón por la cual Contra lo imposible resulta tan emocionante se debe a lo que hacen Damon y Bale con sus personajes. Durante el desarrollo de la trama Mangold explora muy bien los diversos componentes que conforman la subcultura del mundo del automovilismo, desde los laburantes que trabajan en los detalles mecánicos de los autos hasta los empresarios y ejecutivos de marketing que manipulan como marionetas a los pilotos. En los campos más técnicos a la obra del director le sobran virtudes para obtener algunas nominaciones al Oscar, muy especialmente en los rubro de fotografía, edición y sonido. Toda la reconstrucción de ese período histórico del circuito francés es sensacional por todos los detalles que se pueden apreciar a lo largo de la trama. Obviamente las secuencias de acción con los autos se llevan el protagonismo con una labor impecable en la edición. Muy especialmente en la gran carrera final. El modo en que convirtieron un hecho verídico en un espectáculo atrapante es brillante y por eso también se convierte en una producción ideal para ser disfrutada en una pantalla de cine. Por lejos, uno de los mejores estrenos que ofreció la cartelera durante el 2019.
"Contra lo imposible", la película de James Mangold, nos transporta a la carrera de 24 hs de Le Mans de 1966 donde la automotriz Ford se propuso cortarle la racha de cuatro años a Ferrari. Carroll Shelby (Matt Damon) es un ex piloto y visionario diseñador de autos estadounidense. Cuando Henry Ford II decide actualizar su imagen corporativa compitiendo a nivel profesional en carreras, convoca a Sherlby para que lleve a cargo una tarea casi imposible: construir el auto más rápido. Junto con el veterano de la Segunda Guerra Mundial y conductor británico, Ken Miles (Christian Bale), lucharan contra la imposición corporativa, las leyes de la física y sus demonios personales, en un film deportivo clásico con mucho olor a nafta y testosterona. Atardeceres perfectos, desiertos y autos a toda velocidad. La combinación justa para el publico fierrero que se repite a lo largo del film. Si alguna vez vieron Top Gear saben de lo que hablo. Pero más allá de los autos, los verdaderos protagonistas son Matt Damon y Christian Bale con una relación afectuosa pero un poco tensa. Lejos quedó el Batimovil de Bale quien cambia de auto y se calza su traje de carreras para interpretar a Ken Miles, un piloto frío, volátil y sin pelos en la lengua. Si algo sabemos es que el actor británico se transforma físicamente y presta su histrionismo siempre a favor de sus personajes, aquí no hay excepción. Realiza un gran trabajo interpretativo a pesar que de a ratos se lo nota un poco sobreactuado. A su lado está nada menos que Matt Damon, un tanto opacado por Bale, quien parece poner primera al comienzo de la película pero no modifica el cambio. Nos brinda una actuación sin sobresaltos pero llena del carisma al que nos tiene acostumbrados. Desconociendo los hechos reales que inspiraron el film y sin ser fan n°1 de las películas de autos, la disfruté. Si bien a ratos sentí una leve sobredosis de carreras y desee que se aborde con mayor profundidad, por ejemplo, la relación de Miles con su pareja e hijo, la historia es llevadera y el director logra darle un buen ritmo. Lo más criticable quizás son los chistes un poco fáciles, pero a pesar de esto no fallan y hacen de la cinta más amena. Eso si, sorpresivamente la mejor escena no transcurre sobre ruedas sino en un día soleado en los suburbios con los protagonistas enfrentándose cual niños bajo la mirada de la esposa de Miles (No voy a spoilear pero es hilarante). "Contra lo imposible" nos mete de lleno al mundo del automovilismo brindándonos la información necesaria para salir de la sala convertidos en expertos de la materia. Mangold consigue su meta y nos deja un film un tanto "pochoclero" que nos hará vibrar al ritmo de los motores. Por Matías Villanueva
Tal vez hoy las 24 hs de Le Mans no tengan la fama que supieron tener en su momento, pero esta legendaria carrera dominó el imaginario de los desafíos automovilísticos durante años. Contra lo imposible narra el momento en el cual un desafío puntual logró aumentar la popularidad de la carrera como nunca antes. Le Mans 66 se llamaba esta película en el origen y Ford vs Ferrari se terminó titulando, prueba de lo mencionado en la oración inicial. En la década del sesenta Ferrari dominaba la competencia de forma contundente. Henry Ford II sentía que la empresa fundada por su abuelo Henry Ford estaba a la deriva. La década anterior había cerrado con el legendario fracaso del Edsel y los sesenta mostraban que el mercado iba en otra dirección. Fue entonces que Ford, según cuenta la película, desafía a toda su empresa a crear algo nuevo que cambie los aires de la empresa. Así es que surge la idea de poner a Ford a competir en carreras y dejar atrás la idea de coches aburridos y pocos desafiantes. Un enfrentamiento empresarial contra Ferrari lanza a Ford al reto de vencer a la empresa italiana en Le Mans. Para eso contratan Carroll Shelby, un ex piloto y diseñador de automóviles, con el fin de que diseñe el modelo que pueda ganarle a Ferrari. A su vez, Shelby no solo arma un equipo con su gente, también convoca al piloto británico Ken Miles, para que los lleve a la victoria. La película cuenta de forma minuciosa el trabajo de estos dos hombres por conseguir el objetivo. La historia de lo que ocurrió en ese momento se puede ver en el documental The 24 Hour War (2016) que se puede encontrar actualmente en Netflix. La película, por supuesto, se toma todas las licencias necesarias para no traicionar la historia en la que se basa pero tampoco descuidar lo más importante, que es el cine. Matt Damon como Shelby y Christian Bale como Ken Miles son la elección perfecta. Shelby es tradicional, ecuánime, honesto y apasionado, pero nunca pierde los estribos, solo busca cumplir con sus objetivos deportivos y su propia empresa, ahora asociada a Ford. Miles, por el contrario, es irascible, temperamental, también apasionado y muchas veces temerario. La dupla perfecta interpretada por los actores correctos. Un actor sobrio y clásico versus un actor histriónico y excesivo. Y el resto lo hace la magia del cine industrial. La película tiene una reconstrucción de época sólida e indiscutible. Los autos se ven increíbles y las carreras completamente reales. Es estar ahí, dentro de la carrera, con todo lo que esto implica. El director James Mangold tiene todo lo que el cine de este nivel puede ofrecer y le agrega dos ingredientes finales que cierran perfectamente el combo: clasicismo narrativo a rajatabla y una melancolía que subyace y le termina de dar un corazón enorme a la película. El automovilismo le ha dado grandes títulos al cine y Ford vs Ferrari no es la excepción.
Sin ningún lugar a dudas, Contra lo Imposible (2019) es una de las mejores películas del año. Y más allá de la temática en sí —épica y vertiginosa, por lo menos en lo que atañe al mundo del automovilismo— es el cómo está narrada, referenciando a la premisa básica —muchas veces despreciada en busca de experimentos vanguardistas en donde se da más importancia al contenido que a la forma— que asevera que no es tan importante el qué se cuenta sino el cómo. - Publicidad - En la última película de James Mangold, ambas cosas son importantes. El contenido: la rivalidad que existió en la década del ´60 entre Ford y Ferrari por alcanzar la gloria —en el caso de Ferrari, la supremacía; en el caso de Ford, el arrebato de esa supremacía— en una de las competencias más icónicas y extenuantes del automovilismo: las 24 horas de Le Mans, circuito francés que, hasta el día de hoy, es un verdadero desafío para la integridad física y emocional de los pilotos que allí participan. Por el otro, la forma: lo maravilloso de deleitarnos con una buena historia, sin confusos saltos temporales, sin abusivas metáforas para entendidos, sin recursos estilísticos para cinéfilos de academia, simplemente el disfrutar de dos enormes actores que brindan, a través de sus personajes, una empatía que comienza desde el minuto cero de la película. El contenido y la forma plegadas sobre sí mismas como un cinta de Moebius en un verdadero estado de gracia. Claro que para que eso ocurra tiene que haber por detrás un excelso director de actores. Y Mangold lo es. Un realizador que tuvo entre sus filas a nada menos que Robert De Niro, Harvey Keitel y Ray Liotta en Cop Land (1997); a Winona Ryder y Angelina Jolie, esta última ganó el Oscar por esta interpretación, en Inocencia Interrumpida (1999); a Joaquín Phoenix y Reese Whitespoorne en Walk the Line (2005); a Russell Crowne y Christian Bale en 3:10 to Yuma (2007), entre otros. En su última película vuelve a convocar a Christian Bale, esta vez para el papel de Ken Miles, mítico piloto que compitió en el circuito de Le Mans de 1963, y a Matt Damon como Carroll Shelby, el constructor que diseñó el prototipo para semejante hazaña. Ambos, en un duelo actoral que recuerda a otro duelo de la misma envergadura que tuvimos este año —Leonardo di Caprio y Brad Pitt en Érase una Vez en Hollywood de Quentin Tarantino— nos sumerge en una historia de desafíos, de bajezas, de envidias y mezquindades que no vienen precisamente de los dueños de las grandes corporaciones —Henry Ford II y Enzo Ferrari— sino que se entreteje en la mismas entrañas, entre los mismos ejecutivos de la Ford Motor Company; los mismos que solo conocen el vértigo de las ganancias y no el vértigo que se corre en las pistas de carrera. La historia es una de las tantas del Hollywood clásico, el de la vieja escuela: el desafío de vencer a un contrincante muy superior a través del esfuerzo, la imaginación y la fuerza de voluntad, claro que en este caso, hay unos cuantos millones de dólares dando vueltas para que eso pueda hacerse realidad. En la década del ´60 existían dos corporaciones muy funcionales dentro de su propio nicho: Ferrari producía pocos autos y se dedicaba a romper récords en cuánta competencia automovilística se presentara. Le Mans era una de ellas y las venía ganando desde 1960. Ford, producía millones de autos para una clase media norteamericana que amaba esos vehículos kilométricos con diseños cada vez más elegantes, pero incapaz de aventajar a cualquier otra marca en cuanto a velocidad, y en ellas entraban no solo Ferrari, sino Jaguar, Porsche y McLaren, un ejército de torpedos con ruedas capaces de incendiar las pistas más difíciles. Por eso, cuando Henry Ford II (una excelente actuación de Tracy Letts) decide, luego de que fracasara un intento de aliarse con Ferrari, poner un pie en ese mundo tan competitivo, no tiene mejor idea que asociarse con unos de los mejores constructores de automóviles del momento: Carroll Shelby (Matt Damon), quién había ganado una competencia en Le Mans y conocía muy bien a qué se enfrentaba. Pero para semejante proeza necesitaba no solo diseñar un buen auto —el futuro GT40— sino tener un buen piloto. Ese piloto no podía ser otro que Ken Miles (Christian Bale), viejo conocido de Shelby, pero algo impredecible y bastante violento cuando se trataba de seguir ciertas reglas que contradecían las propias. La unión parecía imposible, pero lo imposible —ganar las 24 horas de Le Mans con un Ford— lo parecía más. Es así que entablan una sólida pareja en donde la pasión por el diseño y la velocidad los vuelve entrañables amigos. Con la venia de Henry Ford II comienzan esta odisea de superación. Claro que para que haya épica tiene que haber un antagonista. Y en este caso, no viene del enemigo a vencer sino de las mismas filas del bando amigo. Leo Beebe (Josh Lucas), ejecutivo de Ford es el que pone palos en la rueda —nunca tan bien utilizado el término— para que Ken Miles no sea el piloto. Una cuestión personal que hace zozobrar en más de una ocasión los planes de Shelby. Pero el constructor protege a su piloto estrella contra viento y marea. La escena en que lleva a dar una vuelta a Henry Ford II a 200 km por hora para demostrarle que no cualquiera puede manejar un auto que él mismo financió es antológica y muestra a las claras hasta dónde es capaz de llegar. Y si Beebe no se dará por vencido, Shelby tampoco. Hasta la última vuelta del Le Mans ´66 estarán enfrentados en un duelo sin precedentes por defender cada uno sus puntos de vista. La grandeza del último film de Mangold es hacernos partícipes entusiastas de una carrera de autos aunque no seamos afín a este tipo de competencia deportiva. Y si bien toda la película retrata con sumo detenimiento la psicología de cada personaje —eso la vuelve más profunda y emotiva— las escenas de las carreras es sumamente adrenalínica; con montajes y tomas increíbles al mejor estilo Frankenheimer —director de Grand Prix (1966)— y una banda de sonido de Marco Beltrami y Buck Sanders que se complementa de manera magistral con el rugido de los motores. Mención especial para la increíble y exhaustiva recreación de lo que fue el año 1966, no solo en los talleres y fábricas sino en las ciudades y los ínfimos detalles que aparecen en todo el metraje. Contra lo imposible —en el original Le Mans ´66, Ford Vs. Ferrari— es junto a Las 24 Horas de Le Mans (1971) de Lee Katzin con un gran Steve McQuinn, Peligro, Línea 7000 (1965) de Howard Hawks, Rush (2013) de Ron Howard y el ya mencionado Grand Prix (1966) de John Frankenheimer, de las mejores películas sobre automovilismo que se han filmado en lo particular y una gran lección de cine en lo general. Y no hay que ser un entendido para poder disfrutarla, porque la maestría de Mangold hace que este film de dos horas y media de duración vuele a 4000 revoluciones por minuto sin que nos demos cuenta.
Con el estreno de su onceava película, es momento de reconocer a James Mangold como el talentoso director que es.
Si a una película de carreras de autos le sumamos clasicismo narrativo, actores talentosos y la medida justa de drama familiar y comedia de amigos, el éxito está asegurado. En Contra lo imposible, el director James Mangold (El tren de las 3:10 a Yuma, Logan) se vale de estos elementos para reconstruir la historia del mítico duelo entre Ford y Ferrari en las 24 Horas de Le Mans en 1966. El resultado es un relato épico-deportivo que emociona y entretiene en partes iguales. El filme interpretado por Christian Bale y Matt Damon es una sinfonía de motores en marcha que acelera su ritmo y se intensifica hasta convertirse en una efectiva mezcla de individualismo competitivo y proeza grupal. Mangold demuestra una vez más que sabe cómo contar una historia con ingredientes que gustan a todo el mundo: tensión, dramatismo, humor, buenas actuaciones. La clave es entretener con una historia sólida, bien contada, que acelera y frena cuando tiene que hacerlo. A los fanáticos de las carreras les va a encantar por sus tecnicismos, guiños y complicidades. Pero la gran virtud de la película es que alterna la información específica del deporte en cuestión con la información apta para todo público, para que no resulte una película pesada pero tampoco demasiado liviana. Es en este equilibrio donde residen su grandeza y su encanto. Ken Miles (Bale) es un genio de la mecánica que tiene un carácter difícil y un alto sentido de la competitividad. Mientras que Carroll Shelby (Damon) es un talentoso diseñador automovilístico que pronto se convertirá en el primer estadounidense en vencer en Le Mans. Shelby también es un gran vendedor y sabe del talento inigualable de su piloto y amigo, a quien los de la compañía Ford no quieren ver ni en figurita, sobre todo por su aspecto poco atractivo para la imagen de la empresa. Sin embargo, los dos se las ingenian para fabricar un auto superior al de Ferrari. Bale y Damon no solo demuestran por qué son grandes actores, sino que también interpretan a dos compañeros de pista que se complementan a la perfección. Nadie mastica chicle como Shelby/Damon mientras mira con odio a uno de los ejecutivos de Ford. Y nadie demuestra ser tan exigente consigo mismo como Miles/Bale. Sin dudas, son ellos dos el verdadero motor de la película. Pero lo más interesante es cómo el filme retrata el espíritu del capitalismo fordista, su burocracia kafkiana y su personalidad competitiva. No hay diferencia entre la megalomanía egocéntrica e individualista de Henry Ford II y la de Ken Miles, ya que ambos son hijos inconscientes del sistema, dañados por su filosofía, que hace creer que el sentido de la vida está en ganar dinero o una carrera.
La carrera por los Oscars ya comenzó (nunca mejor utilizada esa expresió) y Contra lo imposible ya se posiciona como una de las grandes favoritas. Dirigida por James Mangold (mismo director que The Wolverine y Logan), la película está basada en la rivalidad entre Ford y Ferrari por el dominio en la carrera de resistencia de Le Mans en el 66. Sin embargo, no es una película sobre autos y carreras, sino una historia real bien humana que nos demuestra como con la unión y amistad se puede llegar a grandes logros. Si, como yo, no tenés idea de automovilismo y pensas que nada te puede atraer menos que una película sobre este tema, es hora de dejar los prejucios de lado e ir a ver una de las mejores películas del año. Y se vuelve mejor todavía cuando el elenco está encabezado por Christian Bale y Matt Damon. Damon interpreta a Carroll Shelby, un ex piloto (primer estadounidense en ganar las 24 horas de Le Mans) que por un problema de salud debió dejar de correr y dedicarse a la ingeniería automovilística, el cual es contratado por Henry Ford II para crear el primer auto de carreras de la marca y competir en Le Mans para destronar a Ferrari. Shelby no solo acepta en crear lo que sería el Ford GT40 sino que pone como condición que su piloto sea Ken Miles (Bale), un piloto y mecánico de mal genio que no es bien visto por la escudería. Miles y Shelby no solo deben competir contra Ferrari, sino también contra grandes ejecutivos dentro de Ford a quienes ven en peligro sus intereses, además de hacer fuerte su relación, la cual si bien es de una gran amistad, por momentos predominan los roces y la lucha de egos. Pero no solo estamos ante una película con una gran historia y grandes actuaciones. Todos los detalles téncios y la fotografía son espectaculares. Los juegos de cámara y el diseño de sonido te hace sentir como su estuvieras en la pista, con la adrenalina al máximo. La butaca se transforma en el asiento del copiloto. Sin dudas, Contra lo imposble es la película en cartelera que hay que ir a verla en cine y vivir esta experiencia.
LUCES Y SOMBRAS DEL SUEÑO AMERICANO No viene mal recordar que Contra lo imposible es un proyecto que viene desarrollándose desde hace muchos años y que en un momento iba a titularse Go like Hell, con Brad Pitt y Tom Cruise como protagonistas, bajo la dirección de Michael Mann. Vale la pena detenerse en el último nombre, no solo porque el realizador terminó siendo el único involucrado en la versión final (aunque como productor ejecutivo), sino porque unas cuantas tonalidades de su cine están presentes en la película finalmente dirigida por James Mangold y con Christian Bale y Matt Damon en los protagónicos. Es que, al fin y al cabo, lo que vemos es una oda al profesionalismo pero también un lente para observar los claroscuros de ese imaginario conocido como el “american dream”. Es que el film, centrado en la historia real de cómo el piloto Ken Miles (Christian Bale) y el diseñador de autos Carroll Shelby (Matt Damon) se unieron para llevar a Ford a una victoria impensada contra Ferrari en la edición de 1966 de las 24 horas de Le Mans, es una verdadera suma de contrastes y confluencias. No solo por cómo son los protagonistas –Shelby un tipo carismático y entrador, Miles uno de esos lobos solitarios al que solo entienden su esposa e hijo-, sino también por el camino repleto de obstáculos que enfrentan, en el que el principal adversario es la propia organización que los contrata. Ford es retratada en la película como una corporación sustentada un pasado glorioso y que se propone actualizarse a los tiempos que corren, pero que a la vez no puede dejar de comportarse como una entidad burocrática y calculadora, plagada de ejecutivos que no tienen una verdadera conexión con el ámbito del automovilismo. De ahí que Mangold, así como en Logan se apoyaba en el western para entender a su protagonista y un mundo que lo dejaba marginado, en Contra lo imposible recurre al género deportivo para contraponer visiones éticas sobre lo que debe ser el profesionalismo. Miles y Shelby encarnan lo americano desde la aplicación entre metódica y artesanal del talento, desde la vocación por darle lugar a la creatividad e incluso la improvisación sin dejar de lado los planes preestablecidos, pero chocan con otra representación de lo americano, que son las estructuras corporativas, los comités de ejecutivos que para finales de los sesenta anticipaban la globalización. En Contra lo imposible hay máquinas y maquinaciones, cálculos y calculadores, gente que quiere alcanzar la gloria y gente que quiere adueñarse de la gloria. En ese despliegue de paradojas, el film de Mangold no busca salidas fáciles y se permite –al igual que El informante, esa gran película de Mann sobre la ética periodística enfrentándose con la corporativa- arribar a un cierre con conclusiones amargas aun en el marco del triunfo. Luego de seguir a dos tipos honestos como Shelby y Miles, de resaltar que con el talento individual no alcanza y que se necesita el apoyo del círculo profesional y afectivo –la mujer de Miles es probablemente el otro gran personaje del relato-, Contra lo imposible se ocupa de dejar en claro que hay costos a pagar. La escena final, conmovedora y confirmando la estupenda actuación de Damon –que junto a Bale construyen un dúo perfecto-, escapa al heroísmo banal y superficial, encontrando los pliegues y grises que la historia oficial muchas veces elude.
Una gran orquesta narrativa en natural expectativa por los Oscar Luego de haber incursionado en las fuentes del mundo de superhéroes rompiendo casi todos los parámetros con esa muestra de cine negro que fue “Logan” (2016), James Mangold se mete en la historia del automovilismo con una curiosa anécdota que deriva en uno de los hitos de ese deporte. Había quedado alta la vara cuando en 2013 Ron Howard entregaba “Rush: pasión y gloria”, que centraba su eje dramático y anecdótico en ese gen competitivo que derivó en la eterna rivalidad y amistad entre John Hunt y Nikki Lauda, pero a diferencia de aquella entretenida muestra de antagonismos, aquí hay una virtud adicional y destacable en el guión de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller: La construcción del "villano", del cuco a vencer. Hay en la primera media hora un sólido armado de personajes en escenas muy simples, pero de situaciones contundentes. Carroll Shelby (Matt Damon) destacado ex corredor, y ahora devenido en emprendedor de negocios, encara el relato con su voz en off para hablar de la velocidad y de cómo a cierta cantidad de RPM todo deja de existir y el auto es un objeto flotando en el espacio-tiempo (o algo así). Ken Miles (Christian Bale) y su particular forma de moverse, es un eximio piloto con exceso de rabieta, y un mecánico sobresaliente que ama los autos. Está en su taller despachando pícaramente a un cliente que cree que sabe de autos "solo por tener un súper sport", Henry Ford II (sólido Tracy Letts) entra en su área de producción y ensamble, hace apagar todas las máquinas y frente al silencio total vocifera a ejecutivos y operarios: "¿Escuchan? Es el sonido de la bancarrota. Si para el lunes no vienen con ideas nuevas ni se molesten en venir", y Lee Iacocca (Jon Bernthal) como gerente de marketing, sale con la disparatada (en un principio) idea de poner la marca Ford en la cabeza del consumidor a partir de lograr ganar la famosa carrera 24 horas de Le Mans. Lo único que deben encontrar es un buen emprendedor de renombre y un eximio piloto y mecánico. Todo esto, claro, colabora para que estas cuatro vidas se crucen en pos de un aparente mismo objetivo: ganarle a Ferrari. James Mangold sabe bien que hay trampa en una película como esta y por eso apuesta casi cien por cien al relato humano. Al vínculo entre Ken y Carroll que en definitiva es lo que sostiene el eje dramático de la historia con sus idas y vueltas, sus peleas y sus formas de reconciliarse. Matt Damon y Christian Bale logran que cada uno de nosotros quiera ser amigo de estos dos y tomar una cerveza juntos, incluso si acaban de pelearse en la vereda con la esposa de uno de ellos como testigo (sentada en una reposera tomando una cerveza, en una de las mejores escenas del filme). Ese vínculo se vuelve poderoso por fuerza actoral obviamente, pero también por el tiempo que se toma el director para afianzar ese trabajo en el guion escrito. El relato crece a medida que crece esa relación y tácitamente se agiganta ese otro "cuco" tan bien construido por referencia de los personajes. Salvo por la aparición de Enzo Ferrari (Remo Girone), y algunas tomas de su figura encumbrada, el monstruo automovilístico ruge a las sombras de los intentos por mejorar la mecánica del novato competidor y se agiganta ante cada fracaso. No era necesario cambiar el título para su estreno local. Lo elemental del original es lo suficientemente contundente para cualquiera que se ponga a imaginar la contienda luego de escucharlo: Ford vs Ferrari. David contra Goliath. Es suficiente. En “Contra lo imposible”, todo funciona como una gran orquesta narrativa. Son esperables las nominaciones a edición y mezcla de sonido, banda sonora, montaje, etc y es que efectivamente, estamos frente al relato tradicional arraigado en lo más profundo de la cultura cinematográfica norteamericana, con el aditamento personal del realizador que, sin dejar de cumplir con el objetivo, se guarda cuatro o cinco momentos de firma personal (la escena de la llave inglesa, la pelea en la vereda, el encuentro con Enzo Ferrari y, por supuesto, la clara crítica al corporativismo cuando este va en desmedro de la fuerza de trabajo que lo hace funcionar. “Contra lo imposible” irá por el Oscar sí, pero no dejará de ser una buena muestra de cine bien hecho cuando éste sirve para mostrar lo agridulce de algunas leyendas gloriosas.
Esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio. Esta columna no trabaja alrededor de la idea “buenos actores + buena fotografía + bueno (n)...= “buena película”. Eso no es criticar (que implica mirar la relación del todo) sino una fórmula que no aporta nada a comunicar un motivo para ver un filme. Aclaramos porque lo primero a decir de “Contra lo imposible”, que se llama en realidad Ford Vs. Ferrari y es la historia de cómo las dos marcas compitieron intensamente en las 24 horas de Le Mans de 1966 (duelo extraordinario que muchos todavía recuerdan) es que es excelente en todo rubro técnico y estético. Pero ese genial vestido perfecto –que incluye los trabajos de Matt Damon y Christian Bale absolutamente poseídos por la tensión del hecho y del relato– es imprescindible para comunicar algo mayor: cómo la obsesión por lograr algo no sólo requiere de coraje sino, también y fundamentalmente, de saber. Sí, esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio. La relación entre el diseñador que interpreta Damon y el corredor que personifica Bale es, además, la construcción de un solo y único personaje que se cristaliza en el auto, vehículo –sí, bueno, ¿qué palabra usaría?– de puras ideas y de puro vértigo. Dirige un gran realizador de westerns modernos, James Mangold, el de “Copland”, “Logan” y “El tren de las 3.10 a Yuma”, un tipo al que hay que reevaluar seriamente.
James Mangold se encuentra recargado en Contra lo Imposible (Ford v Ferrari), una película que pone la pasión en primer lugar y la victoria en segundo puesto. Protagonizada por Christian Bale, Matt Damon, Jon Bernthal y Josh Lucas, las vueltas de la pista y las vueltas de la vida se fusionan y dan algo único a puro entretenimiento con un ritmo marcado en el motor de un coche. Todos los caminos de Ford v Ferrari llevan al Le Mans del año 66′; aquel año que dejó una huella enorme en la historia de la industria automotriz. Matt Damon encara a un Caroll Shelby post Le Mans 59′. Shelby es un ex-campeón y como todo ex-campeón tiene hambre de – en este caso – una vuelta más hacia la victoria. A todo esto sumamos a Ken Miles (Christian Bale) como un piloto/mecanico rebelde pero brillante detrás del volante. Bale y Damon son una combinación ganadora en química sobre la pantalla grande. Las escenas fluyen, los motores rugen y estos dos actores dejan nuevamente en claro que las cosas son lo que son gracias a ellos; Damon es la chispa que inicia la película y Bale es el fuego que consume todo y no deja nada tras su paso. Dos señores actores que se complementan y simplemente se nota que la pasan de maravilla en esta película. Pero Mangold dirige y entrega astutamente las piezas necesarias para que la película triunfe como el espectáculo que és, lo logra cómodamente gracias a la ayuda del lente de Phedon Papamichael y el guión de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller. Todo el apartado técnico se luce de impecable forma – hay que observar detenidamente como la sombra de un avión recorre el rostro de Miles mientras él siente un deseo de venganza tras un injusto fallo – y sin dudas Ford v Ferrari es una de esas películas que necesita ser vista en pantalla grande; La experiencia no es la misma en una televisión, pulgada que sea, hay que repetirlo… ¡la película de Mangold es para pantalla grande!. Contra lo Imposible puede pecar en su sobredosis de simpatía, no obstante no resulta molesta en sus bases y lejos de ser una Le Mans (1971) de Steve Mcqueen encontramos 152 minutos de puro entretenimiento con un buen desarrollo de personajes concluido por una excelente química de todo el elenco. Una de las mejores películas del año para los amantes de los autos y para los que no entienden nada sobre los mismos; entretenimiento absoluto. Valoración: Muy Buena
Adrenalina compartida Ha llegado a la pantalla grande la historia que unió al conductor y mecánico automotriz Ken Miles, con el piloto y diseñador Carroll Shelby en un filme traducido al español como Contra lo imposible, cuyo título original es "Ford v Ferrari" Por Denise Pieniazek De la mano del director James Mangold –Inocencia interrumpida (1999), Walk the line (2005), Wolwerine: inmortal (2013) y Logan (2017)- llega al cine el momento en la historia automotriz en que la marca Ford intenta competir por primera vez con la triunfante Ferrari, en la carrera “24 horas de Le Mans” en 1966. Para ello el hijo del magnate y heredero de Ford contrata al ex piloto y diseñador Carroll Shelby, quien a su vez necesita a un compañero con conocimientos tanto de mecánica como de conducción, Ken Miles. El filme en cuestión se titula innecesariamente en español Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) y está basado en hechos y personas reales, es decir que pertenece al género de la biopic. El relato se centra especialmente en la figura de Ken Miles, desarrollando de forma sutil y profunda la psicología de dicho personaje interpretado carismáticamente por Christian Bale, como por ejemplo se hace referencia a su pasado como comandante del ejército británico en la Segunda Guerra Mundial para justificar su peculiar temperamento. A diferencia de otros hombres que eligen deportes peligrosos en otros filmes, como puede ser este mismo deporte o el boxeo, la esposa de Miles en este caso si lo apoya a que haga lo que le gusta. En adición, el vínculo de Miles con Carroll Shelby, interpretado efectivamente por Matt Damon, resulta más que verosímil pues a ambos los une la pasión por los autos, es algo que solo ellos pueden entender. Juntos complementarán sus saberes para crear el emblemático Ford GT. Si bien el tono general de la película enaltece a Estados Unidos como potencia (algo recurrente en los filmes norteamericanos mediante el solapado nacionalismo), también es cierto que mediante el humor se burla de algunas cuestiones norteamericanas. Éstas son esbozadas por ejemplo a través de los comentarios del personaje que representa al ya mayor Enzo Ferrari, marcando grandes diferencias culturales entre europeos y norteamericanos. Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) es una película muy sólida, que tiene tanto entretenimiento como emoción. A través de un excelente guión logrará mantener expectante e intrigado al espectador en todo momento. Su acierto más grande es que podrán realmente sentir la adrenalina tanto los fans de los autos como los que no lo son, y esto es posible gracias a la excelente dirección de James Mangold, y a las sólidas actuaciones de ambos protagonistas, Bale y Damon, y a la interacción entre sí. Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) es en consecuencia una película que nos enseña que el verdadero motor no es el que se esconde bajo la carrocería de un auto, sino el deseo y la pasión de quien lo conduce.
Cada tanto, y no necesariamente de la mano de Clint Eastwood, se produce una película americana de estilo clásico ligada al mundo del deporte y la épica de la competencia. Con un relato estructurado (principio, desarrollo, fin), héroes reconocibles y asuntos de resonancia universal. Muchas salen bien, muy bien: Rush, Moneyball, con guión de Aaron Sorkin, Invictus, Million Dollar Baby, Senna o Trouble with the curve, con Eastwood delante de cámaras, entre las que vienen a la cabeza del último tiempo. Ford v Ferrari, que aquí lleva el título poco feliz Contra lo imposible, se suma a esa lista de honor con herramientas nobles (?). La emocionante historia real de los dos amigos que se asociaron para cumplir el sueño corporativo del gigante Ford: competir en Le Mans, la carrera imposible, e intentar ganarle al campeón, el todopoderoso Ferrari. Una hazaña equiparable a pedirle a un equipo de fútbol recién armado que salga a ganar el mundial. Estados Unidos v Italia, Europa. Producción en serie mediocre y en crisis v arte mecánico de alto nivel, y en crisis. Con uno de esos paisajes de potentes secundarios masculinos, los burócratas de la Ford, desesperados por reconvertirse, James Mangold recorta una historia de amistad masculina. Entre Carrol Shelby (Matt Damon), que diseña autos tras abandonar, por problemas cardíacos, su carrera como piloto, y Ken Miles (Christian Bale), un talento tan apasionado para manejar y entender a las máquinas más veloces, como inadaptado para las convenciones sociales. Con modales de hooligan, té en una mano y tuerca en la otra, Miles es uno de esos tipos con olor a taller al que le gusta tanto lo que hace que no le importa perder dinero. Por eso, cuando su amigo le propone intentar el desafío, acepta no ya por la gloria o la plata, aunque la necesita, sino por su propia curiosidad. Por placer, por pasión. Este es uno de los temas centrales de Ford v Ferrari: una película sobre gente que ama lo que hace, como se explicita en un discurso brillante de Shelby, en una escena divertida. En el centro, dos grandes actores, con destaque especial para el camaleónico Bale, componiendo un personaje entrañable en su paradoja: hecho para caer mal. Miles es poco marquetinero, da mala imagen, no tiene el carisma vendedor del que se alimentan las industrias, todas las industrias. Es un flaco desgarbado, que dice malas palabras y no tiene problema en mandar al diablo a quien sea. Mangold dedica las trepidantes escenas de velocidad, con su ruido a chatarra bullente, a crear esa relación casi romántica del tipo con la máquina, a la que habla (y se habla a sí mismo), mientras fuerza sus palancas y pedales. Entendiéndose con su amigo en cada curva, con una mirada y, a veces, también con unas trompadas, como dos chicos a los que la empresa les queda grande. Frente a la mirada del chico verdadero, hijo de Miles, y acaso más maduro que su padre. Su héroe de carne y hueso. El director de Logan o Inocencia interrumpida ha hecho una gran película, no se la pierdan.
No es nuevo para el cine el mundo automotor, ambiente que al séptimo arte le ha resultado por demás atractivo. Desde “Grand Prix” (1966, John Frankenheimer) a “Las 24 Horas de Le Mans” (1971, con un inolvidable Steve McQueen). De allí a la taquillera “Días de Trueno” (Tony Scott, 1990) o la más reciente “Rush” (de Ron Howard, sobre la batalla deportiva de Lauda versus Hunt). He aquí la más flamante incursión en el sub-género. Fanáticos de competencias automovilísticas, fierreros consumados amantes de la mecánica, apasionados nostálgicos de viejos automóviles de carrera y colección, clásicos seguidores del deporte motor contemporáneo que supieron apreciar tiempos más románticos y menos virtuales como los que corren en estos tiempos. Esta película es para ustedes. “Contra lo Imposible” (absurda traducción del título original) nos retrotrae a los míticos años ’60. Un tiempo de absoluto encanto en donde héroes al volante podían ser recios competidores y también atractivos sex symbols del ambiente deportivo. Tiempos más románticos, como dicho, pero también repletos de peligros. Carreras que eran gestas heroicas. Se requería gran valentía para subirse a esos bólidos, despojados de las protecciones y la seguridad que gozan las máquinas del siglo XXI. Una época de oro, al fin, una década después que nuestro Juan Manuel Fangio dominara el automovilismo internacional. Una era que vio brillar a grandes ases del volante: John Surtees, Dan Gurney, Bruce McLaren, Chris Amon, Lorenzo Bandini y Richie Ghintier, entre otros. La Fórmula 1 otorgaba prestigio, también competencias como Daytona y la mítica carrera de Le Mans. Allí se emplaza este drama deportivo, suerte de biopic sobre dos figuras fundamentales del mencionado ámbito. Carroll Shelby (el siempre descomunal Matt Damon), ex piloto y exitoso fabricante de chasis y Ken Miles (valiosísima composición de Christian Bale), intrépido y bravucón piloto inglés devenido en mecánico de pueblo a punto de quedar en bancarrota. Por allí desfilan también las enormes figuras de Enzo Ferrari y Henry Ford II, dueños de dos imperios a ambos lados del Atlántico. No cruzan una escena, pero se sacan chispas a través de sus emisarios. Es ciertos que ambos están delineados con una plétora de lugares comunes, pero es una exquisitez verlos interpretar a sendos ‘mandamás’. A lo largo de las dos horas y media de metraje, el efectivo realizador James Mangold (“Tierra de Policías”, “Tren a Yuma”, “Johnny & June”) recreará de forma sumamente atractiva las escenas de carrera de las competencias que involucran, a través de varios años, el desarrollo de esta historia real. Se podrá palpar el nervio, la tensión y la adrenalina de estos coches en busca de la vuelta más rápida y de sus conductores a la conquista de una hazaña deportiva sin igual, venciendo el cansancio, las inclemencias que se presenten y, también, obstáculos que exceden lo deportivo. La contundencia visual ejercida por el director nos hará palpitar semejante vértigo, sin embargo, su empleo del artificio cinematográfico es en absoluto artificioso. Las escenas de acción no empañan una mirada puesta sobre un drama humano, aderezado con cuotas de bienvenido humor, propio de la idiosincrasia latina o anglosajona, según se verá. Merced a una excelente recreación de época (vestuario acorde, diseños de colección, vetusta tecnología y sponsors clásicos), el abordaje de Mangold es tan amplio que nos convida del sucio, burocrático y vil detrás de escena de un negocio disfrazado de altruismo deportivo. Midiendo en dólares su rédito o en lucrativas campañas de promoción una foto que justifique la supremacía deportiva. Detrás, subyace un drama emotivo de supervivencia, traumas y frustraciones, encarnados en sendos protagonistas principales. El realizador prefiere un enfoque humanista que enriquezca la propuesta. El prólogo y el epílogo nos regala un precioso monólogo narrado en off por Matt Damon. Si alguna vez pudiera resumirse, en una frase, la esencia de un piloto de carreras y la pasión que este siente por su oficio, “Contra lo Imposible” no pudo haberlo guionado mejor: ‘Un cuerpo lanzado en tiempo y espacio por velocidad, a 7.000 revoluciones por minuto, donde todo se desvanece’. Estos héroes deportivos anhelan el máximo trofeo, cruzar primero la línea de llegada, recibir la bandera a cuadros y bañarse de gloria eterna. No todos estos ases del volante tuvieron un final feliz, pero en la lucha diaria encontraban el sabor, mientras perseguían la esquiva victoria.
RÁPIDOS Y (NO TAN) FURIOSOS Contra lo Imposible es mucho más que una película de carreras Christian Bale y Matt Damon se complementan en la pantalla para recrear uno de los hitos más celebrados del mundo automovilístico. La historia del deporte está plagada de hitos que, muchas veces, pasan desapercibidos para los simples mortales, pero no para aquellos iniciados. Por suerte existe Hollywood, que los rescata del panteón y los convierte en relatos irresistibles para cualquier tipo de audiencia, incluso para los que no suelen apostar por este tipo de películas a la hora de entregar sus pesitos en la boletería. Por eso, las mejores incursiones cinematográficas deportivas son las que logran apartarse del modelo ganador, la disciplina en sí, las rivalidades y los triunfalismos, y contar algo más, como es el caso de “Contra lo Imposible” (Ford v Ferrari, 2019). James Mangold resultó ser un director versátil y muy correcto. En su haber tiene todo tipo de proyectos como “Johnny & June - Pasión y Locura” (Walk the Line, 2005), la remake de “El Tren de las 3:10 a Yuma” (3:10 to Yuma, 2017) y “Logan” (2017), para muchos, una de las mejores películas comiqueras de los últimos años, una historia más seria y oscura que ayudó a cimentar el éxito de películas como “Guasón” (Joker, 2019). Mangold y los guionistas Jez Butterworth (“007: Spectre”), John-Henry Butterworth (“Al Filo del Mañana”) y Jason Keller (“Espejito Espejito”) rescatan uno de esos hitos, pero se concentran en la amistad y la tenacidad que lo llevó a cabo. Más precisamente la colaboración entre el diseñador e ingeniero automotriz Carroll Shelby (Matt Damon) y el experimentadísimo (y temperamental) piloto inglés Ken Miles (Christian Bale), principales responsables de la creación y suceso del Ford GT40, auto de carreras que se le animó a la imparable Scuderia Ferrari. Todo arranca en los primeros años de la década del sesenta cuando Henry Ford II (Tracy Letts) busca una mínima gota de inspiración entre sus numerosos ejecutivos para revitalizar la estancada Ford Motor Company. Ahí es cuando entran en juego las absurdas (y no tanto) ideas de Lee Iacocca (Jon Bernthal), vicepresidente de la empresa: comprar Ferrari (junto a su famosa escudería) para aumentar sus ventas y, de paso, estampar su nombre en la línea ganadora de Las 24 Horas de Le Mans, la carrera de resistencia más longeva y afamada del mundo. Shelby, el que pone la cara Cuando el engreído Enzo decide romper el trato y aliarse con Fiat ante la inminente bancarrota, el aún más orgulloso Henry II le ordena a Iacocca y su gente concentrarse en su propio equipo de careras y construir ESE auto capaz de vencer a Ferrari en Le Mans. Shelby, piloto retirado y campeón de dicho certamen en 1959, resulta ser el mejor hombre para la tarea junto a su propia empresa automotriz, pero decide aliarse con su buen amigo Miles, cuyo temperamento no cae tan bien entre los trajeados muchachos de Ford, sobre todo Leo Beebe (Josh Lucas), encargado de la imagen y el marketing de la compañía. “Contra lo Imposible” es un relato clásico y sencillo desde su narrativa que muestra la lucha de este dúo dinámico para cumplir las exigencias de Ford y sus propios sueños, el ensayo y error para crear la máquina perfecta, ponerle el pecho a las constantes negativas de Beebe, y no arriesgar su amistad en el camino. Claro que hay encontronazos y golpes (literales) de por medio, pero si algo es seguro, es que hay algo inherente que une a estos dos personajes, alma y pilares de la historia que Mangold decide contar. Por supuesto que nos pasea por las vertiginosas pistas de Francia y otros tantos lugares, dejando la adrenalina para el final, pero es la relación y sus logros conjuntos, lo que más se conecta con el espectador. Carroll y Ken, juntos a la par Bale y Damon hacen una pareja perfecta y se cargan al hombro esta aventura súper tuerca que, no por ello, deja de ser muy sincera y visceral. Sí, estanos a mediados de la década del sesenta, y sí, la testosterona se vuelve protagonista, pero los realizadores no desperdician ni un segundo de Caitriona Balfe en la pantalla como la incondicional esposa de Ken, Mollie Miles, ni los del joven Noah Jupe como su hijo Peter, humanizando todavía más a estos ídoslos de las pistas. No hay nada glamoroso en “Contra lo Imposible”, pero sí una historia emocionante y muy bien llevada que atrapa más allá de la anécdota de Ford, Ferrari y Le Mnas. Hay humor, hay drama y esos momentos electrizantes de tensión cuando llega el tercer acto y Mangold saca a relucir todas sus armas y dotes, recreando esta carrera que quedó en los anales. Su presupuesto no es acotado y esos millones están muy bien invertidos en la reconstrucción de la época y la velocidad de las pistas, pero también en al cachet de un elenco que se luce. El equipo de los sueños La música de Marco Beltrami y Buck Sanders, la fotografía de Phedon Papamichael, el montaje, todo está en función de contar la mejor versión de esta historia biográfica que tiene ganas de colarse entre las nominadas al Oscar de este año. Claro que se ajusta a la perfección a los cánones más clásicos de la Academia, pero lo hace con dinamismo y frescura, una visión ‘empresarial’ más moderna que siempre choca con lo artístico -porque también hay arte a la hora de crear un vehículo y probarlo en las pistas- (¿les suena esta discusión?), y el talento de dos figuras protagónicas que hacen honor a sus contrapartes de la vida real.
Son de fierro James Mangold no se detiene. Después de construir una reputación sólida gracias a joyitas como “Tierra de policías”, la remake de “El tren de las 3:10 a Yuma” y en especial “Logan”, Mangold suma a su filmografía uno de sus puntos más altos con “Contra lo imposible”. La película, basada en la famosa carrera de Le Mans del 66, en un principio iba a ser dirigida por Michael Mann, pero luego de algunos cambios en la producción, la tarea finalmente cayó en manos de Mangold. Con Matt Damon y Christian Bale a bordo del elenco, estaba todo listo para convertir en ficción la legendaria historia que enfrentó a dos pesos pesados del automovilismo como Ford y Ferrari. Porque sabemos que Hollywood no podía perderse la oportunidad de llevar al cine aquella competencia donde los norteamericanos se consagraron campeones por primera vez. Mangold cumple con la tarea y entrega una película de corte clásico, podríamos decir fordiana, filmada con una pasión por el género como pocos directores saben hacerlo hoy en día. Pero además de sus atributos técnicos y narrativos, “Contra lo imposible” también funciona gracias al desempeño de sus actores. La química entre Damon y Bale se fortalece a medida que nos van paseando por talleres y circuitos de carrera, haciendo de esta amistad un viaje que emociona hasta las lágrimas.
Contra lo imposible: El duelo definitivo. Christian Bale y Matt Damon protagonizan “Contra lo imposible” (2019), una película basada en hechos reales sobre la carrera de autos “Le Mans” de 1966. Pero, a diferencia de lo que podríamos pensar todos, esta película no va sobre autos. Sus reflexiones no hablan de las carreras y su autentica búsqueda viaja por carreteras muy distintas. ¿De qué trata “Contra lo imposible”? Dirigido por James Mangold (Logan, Walk The Line), este largometraje cuenta la historia de Ken Miles, un conductor de carreras británico que recibe un desafío imposible desde la empresa Ford. Caroll Shelby, ex-conductor y actual diseñador de coches de carrera para la empresa, le propone ir a correr la carrera «Le Mans«, siendo esta uno de los eventos más prestigiosos del automovilismo, y ganadas continuamente por la marca Ferrari. Esta trama funciona únicamente como el aceite del film. Es verdad que ayuda y le da fuerza y estructura a la historia, pero lo que realmente la coloca en el siguiente nivel y le abre las puertas a otro tipo de relato es lo que se cuenta por detrás de este conflicto. Este segundo relato es tan rico y está tan lleno de referencias que uno podría estar escribiendo una enorme cantidad de párrafos detallando y desarrollando las alegorías y la profundidad de esta historia aparentemente simple, pero claramente requeriría hablar con spoilers y no lo haremos en esta review. Lo único que adelantamos es que, se agarre o no agarre todos estos juegos que plantea el film, Contra lo imposible tiene como objetivo principal y primordial el entretener al espectador. Pese a su duración de 2 horas y media, la película vuela ante nuestros ojos y realmente se siente muy dinámica y entretenida. Este entretenimiento se potencia por una cinematografía genial. Como se podrán imaginar, hay carreras en esta cinta. La forma en que el director James Mangold propone relatar estos acontecimientos, con varias herramientas sonoras y recursos visuales esplendidos, realmente son uno de los puntos más altos de la historia. Técnicamente hay pocos ejemplos que realmente le den a uno la sensación de estar dentro de la película y desearle lo mejor al protagonista para que doble bien una curva o pueda pasar a su contrincante. Vale la pena aclarar que no es necesario en absoluto saber de autos o de carreras para disfrutar el film, ya que el que les escribe tiene un conocimiento bastante bajo desde ese aspecto y aún así, la disfrutó un montón. Otro punto para destacar enormemente son las actuaciones de los dos protagonistas del film. Christian Bale y Matt Damon son una de las duplas más frescas que hemos visto en el cine en los últimos tiempos. El acento británico de Bale es también algo muy entretenido y divertido de ver, sobre todo si uno está acostumbrado a su acento estadounidense (recordemos que es originalmente británico y que el acento yanki es el falseado) en producciones como The Dark Knight o Vice. Matt Damon, por el otro lado, termina sorprendiendo más desde el punto de vista dramático. Algunas de sus escenas nos recuerdan por qué debe ser considerado una superestrella de Hollywood y lo deja, por lo menos, al mismo nivel que su co-protagonista (algo muy destacado teniendo en cuenta quién lo acompaña). Entre los dos se potencian y generan que la suma de ambos llegue a algo mejor aún. Aún así, hay que tener en cuenta que es una película algo simple en algunas ocasiones. Principalmente en el segundo acto del film veremos una estructura un poco obvia y recursos de guion que terminan achatando el potencial de la historia. Teniendo en cuenta la potencia y el efectismo de algunas de sus escenas, queda un poco reiterativo y repetitivo la insistencia de momentos y situaciones que no llevan a nada y personajes que simplemente aparecen para ser «la oposición». Aún así, esto termina siendo un detalle si recordamos lo fresca y fácil de ver que es. En conclusión, Contra lo imposible es una excelente película. Puede que no venga a revolucionar el mercado cinematográfico y también puede que se destaque más por estar enmarcada una época donde este tipo de historias se hacen con muchísimo menos cariño del que se invirtió para hacer este film. Su director, James Mangold narra una historia tan interesante de analizar que le termina ayudando a plantearse ya de una vez por todas como uno de los realizadores estadounidenses más interesantes de los últimos años, y alguien en quien poner el ojo. Su segunda trama, esa que está escondida y aparece solo cuando se la analiza en perspectiva, es la que termina haciendo la diferencia y posicionándola como una de las mejores del año, y obviamente con un potencial enorme para la carrera de los Oscars. Veremos si logra quedar en primera posición.
¿Cuál fué la última película de carreras que vieron y que valió la pena?. ¿Grand Prix?. ¿Esa con Thor y el Barón Zemo como James Hunt y Nikki Lauda? ¿O ese engendro con Stallone?. En general las películas sobre pilotos profesionales suelen ser bastante torpes en lo dramático, ya sea porque inventan culebrones entre carrera y carrera o porque se meten con sanata pura, pirotecnia verbal de odio entre conductores para llenar tiempo. Pero Ford v Ferrari (¿a quién se le ocurrió la estupidez del v en vez de versus? ¿a algún fanático de Batman v Superman?) no es solo carreras y palabrería sino un duelo de personalidades, cada una mas abrasiva e imperante que la otra, lo cual funciona de maravilla en la pantalla. Eso no significa que la película sea perfecta. Yo estoy harto de los monstruos cinematográficos que duran mas de dos horas, y pareciera que esa es la tendencia generalizada. Al filme le sobra media hora y, por mas entretenido que sea, hay un momento en que uno desea de que esto termine de una buena vez. Pareciera que los directores han perdido la capacidad de optimizar las historias, de narrarlas con los elementos justos y son cada vez mas indulgentes con la duración de los relatos. Por supuesto, lo que ocurre es que los personajes son deliciosos, sean por su tozudez, su carisma, su locura o su retorcida personalidad. El filme se basa en una anécdota de la industria automotriz, y mas bien debería figurar comentada en nuestro portal AutosDeCulto; pero no se necesita ser un fanático de la historia de las carreras (o de las marcas) para entender el conflicto y por qué ocurre lo que ocurre. Si hay un mensaje subliminal en esto, es que los americanos siempre ganan a fuerza de dinero y recursos ilimitados. Claro, hay talentos de su lado – Carroll Shelby, Ken Miles – y el esfuerzo de crear una maravilla tecnológica desde cero, pero todo comienza como una afrenta personal entre Henry Ford II y Enzo Ferrari, y el capricho del americano por darle un cachetazo en la arena deportivo al icónico constructor italiano. Vale decir, se trata del capricho de un tipo pedante que busca vengar su banal orgullo y por eso se embarca en una tarea millonaria. Mientras que Enzo aprecia la estructura pequeña, intima y casi familiar de su exquisita fábrica, Ford se relame con la opulencia, la burocracia y los recursos ilimitados, y lo suyo es una demostración de poder. Claro, es un industrial versus un artesano – y alguien que los mismos italianos aprecian, hasta el punto que la FIAT le compra la empresa a Ferrari por el doble del precio ofrecido por Ford, y le respetan no solo el puesto a Enzo sino que le dan carta blanca para que opere con total independencia; ¿cómo decirle al Dios de la Velocidad lo que debe hacer? -, un tipo que tiene vibra con los motores y para el cual las carreras son su vida. En cambio el otro es un fabricante de productos, el cual quiere hacer algo único y de calidad por primera vez en su vida. Allí es cuando entra Caroll Shelby – un delicioso Matt Damon, haciendo su mejor imitación de Matthew McConaughey en la pantalla grande (luego de mofarse afectuosamente en montones de shows de TV) -, un tipo con un talento enorme que se retiró de las carreras por una afección cardíaca y que puede decifrar los problemas de un motor con tan solo escucharlo. Claro, Shelby diseña y construye pero precisa un alter ego para montar a la bestia que ha creado y el suyo reside en un piloto inglés, mordaz y bastante chiflado, un rebelde de aquellos que rebosa de talento por todos sus poros: Ken Miles (Christian Bale). La relación dentre Shelby / Damon y Miles / Bale es magnífica. Nunca vi a Bale tan gracioso y desquiciado. El tipo habla solo, va cantando mientras el Ford GT-40 ruge en la carretera, putea como un camionero y es un loco de la guerra como pocos. Pero el tipo sabe, siente la carretera y el filme hace un esfuerzo supremo para demostrarte que lo suyo no es simple profesionalismo sino un talento innato, un sexto sentido que le permite la comunión entre hombre y máquina – y es algo que Shelby también posee, lástima que su salud lo obliga a estar alejado del asiento del conductor -. Como Miles es demasiado excéntrico, los burócratas de Ford intentan domarlo y hasta radiarlo de la escena, pero es Shelby quien se pone en el medio para defender a su amigo.. porque sabe que él es el único que puede llevar al GT-40 a su mayor rendimiento. Todos son locos: buenos, malos, carismáticos, chiflados, geniales. Damon está muy bien pero los ladrones de escenas son Bale (que merecería una nominación al Oscar) y Tracy Letts como Henry Ford II, que rebosa de veneno y prepotencia… hasta que Shelby lo saca de paseo con el GT-40 y lo hace mear encima (en la mejor escena de la película). Cosa curiosa, el GT-40 fue un proyecto de Ford y un gran triunfo para Ford, pero acá la Ford es la villana de la película, sea por la arrogancia de Henry Ford II o el chupamedias serial de Leo Bebbe (Josh Lucas), un burócrata que sólo piensa en términos de marketing y que siempre le arruina las cosas a Shelby y Miles. Otra cosa curiosa que ocurre con el film es el perfil de Lee Iacocca (Jon Bernthal), al cual lo pintan como un tercer banana cuando en realidad el tipo era una estrella de los negocios, el verdadero padre del Ford Mustang (acá lo pintan como su fuera una idea de Bebbe) y un tipo que en la vida real chocaba a muerte con Henry Ford II por una cuestión de celos profesionales a pesar de haber diseñado algunos de los autos mas icónicos de la Ford. A Iacocca lo fletarían y recién sería apreciado como el Dios que era en la Chrysler, a la cual sacó de la quiebra y la convirtió en una máquina de fabricar autos económicos, populares y de solida calidad, desde la minivan (proyecto despreciado por Ford II), pasando por la popular plataforma K hasta la adquisición de la AMC y la marca Jeep en los años 70. A mi me gustó mucho Ford v Ferrari. Cuando está en la pista, emociona y tiene algunas de las mejores tomas de carreras desde la mítica Grand Prix. Pero fuera de la pista sigue siendo igual de apasionante – tanto para el conocedor como para el lego – porque los datos anecdóticos condimentan de manera deliciosa el relato pero la historia dramática de por si es muy interesante… y porque es un circo de personajes mas grandes que la vida misma – aun en los papeles mas pequeños como la esposa y el hijo de Miles, o la gente del staff de Shelby – gente con la cual empatizás de entrada y cuyas vivencias te mantienen atado a la butaca hasta el fotograma final.
La película del realizador de “Logan” es un sólido y clásico relato centrado en los intentos de la compañía Ford para imponerse en la mítica carrera de las 24 horas de Le Mans. Matt Damon y Christian Bale protagonizan esta historia de dos amigos apasionados por los fierros enfrentados a la burocracia. Por primera vez —y muy probablemente por última— voy a proponer que un título local de un film, si bien no es ninguna maravilla ni un dechado de originalidad, es mejor y tiene más sentido que el real. Es que FORD VS. FERRARI, tal como se llama la película de Mangold originalmente, es un título un tanto engañoso. Sí, hay una rivalidad entre ambas escuderías y una competencia (las míticas 24 horas de Le Mans) que, en los años ‘60, la gran factoría norteamericana trató de sacar de las manos de la empresa italiana que lo ganaba siempre. Pero el principal conflicto del film es interno en la propia Ford Motors, una compañía inmensa y burocrática que hizo todo lo posible para boicotear las intenciones y los deseos de un eximio constructor de autos y de un audaz piloto por lograr ese cometido a su manera. Si bien este proyecto precede la compra de Fox (distribuidora de la película) por parte de Disney, de alguna manera la trama bien podría ser una metáfora acerca de lo que pasa cuando una gran empresa, cada vez más corporativa, tiene que lidiar con ideas y personajes que no se amoldan del todo a sus tradiciones. Tampoco vamos a decir que 20th. Century Fox era una pequeña compañía independiente ni mucho menos, pero al lado del megapolio en que se ha convertido Disney, hoy quedó casi como eso. Y CONTRA LO IMPOSIBLE —también por el tipo de película que es, totalmente alejada de las franquicias que hoy dominan el mercado— puede verse casi como una defensa de los creadores, los inventores, los audaces (sean pilotos, constructores de autos o cineastas) que están dispuestos a desafiar el sistema. Ford Ferrari El “versus” también es engañoso porque, más que sobre una rivalidad, la de Mangold es una película sobre una amistad, la que mantendrán —con sus peleas y tensiones, pero con la vista puesta en un horizonte similar— Carroll Shelby, un intenso, famoso y nervioso ex piloto convertido en fabricante de autos deportivos y el audaz e irrespetuoso piloto y mecánico inglés Ken Miles. A ambos los define una palabra: apasionados. Por los coches deportivos, por las carreras, por su trabajo. Matt Damon y Christian Bale, que alguna vez fueron los heroicos Bourne y Batman de la ficción, hoy conservan de esos roles la intensidad, cierta oscuridad y el deseo de triunfar a su manera, sin seguir necesariamente las reglas. En todo lo demás son muy distintos. Las reglas en este caso las pone Ford. Si bien el disparador de la película es el deseo de la compañía de modernizarse, en los ‘60 y frente a una pérdida enorme en el mercado local, participando (y, fundamentalmente, ganando) estas glamorosas carreras europeas, los modos son muy distintos. El hijo de Henry Ford contratará a Shelby para fabricar autos que puedan lograr lo que parece imposible—ganarle a las elegantes y veloces Ferraris, empresa que quisieron y no pudieron comprar— pero su equipo corporativo tiene ideas diferentes. Y es ahí donde estos dos tipos audaces tienen que superar todos los obstáculos que le ponen y tratar de ganar a su manera, más que nada porque saben que es la única posible. Ford Ferrari Bale CONTRA LO IMPOSIBLE es un relato clásico, sólido, de la mejor escuela hollywoodense, esa que parece ir desapareciendo en medio de tanta franquicia. Como Shelby, la película es audaz en su ritmo pero a la vez se mueve de manera segura en cada uno de sus pasos. No se trata de ser disruptivo solamente sino de saber que las películas, como los buenos autos de carrera, funcionan mejor si se les saca el peso de sobra y si tienen un equipo creativo dedicado tras ella que lo hace más por amor que por dinero. El mercado no pide productos como CONTRA LO IMPOSIBLE pero los necesita hoy más que nunca. Son la prueba de que el mejor cine se sigue haciendo con materiales nobles y humanos. Y con valores similares. No hay mucho que decir acerca del elenco: Damon y Bale son dos actores descomunales y, en el caso del segundo, se agradece que el guion y Mangold hayan sabido contener los posibles excesos en los que el intérprete a veces cae, especialmente cuando hace personajes excéntricos como Miles. El tipo podía ser un tanto maniaco y bastante brutal en su trato profesional (un clásico “pocas pulgas”), pero Bale lo convierte en una criatura generosa y querible. Damon, como ya es su costumbre, funciona un poco más como el intermediario, casi el representante del espectador en esta batalla entre el corredor y la compañía que lo necesita pero desprecia. Ford Ferrari Damon La película puede tener algunos problemitas de guión (algunas situaciones son confusas, especialmente para el espectador que no es fanático de las carreras de autos de resistencia; la caracterización del villano de la película —un importante ejecutivo de Ford interpretado por Josh Lucas— es un tanto caricaturesca) pero son detalles, a la larga, menores. Sus dos horas y media pasan, literalmente, a 300 kilómetros por hora, como las rectas más célebres de Le Mans, y Mangold narra esta no muy conocida historia a la David vs. Goliath (pero con los corredores como David y Ford como Goliath; Ferrari es un testigo de lujo) con el mismo clasicismo que hizo de su LOGAN una de las pocas películas de superhéroes que pudo escaparle a la fórmula. Acaso esa experiencia (que, imagino, debe haber sido también toda una batalla contra el estudio, en ese caso, la propia Fox) se haya colado en la respiración de esta extraordinaria película que, muy en el fondo, no es otra cosa que un western en una pista de carreras. Los mismos valores, los mismos objetivos y las mismas metas. Lo que importa puede ser triunfar, sí, pero no de cualquier manera.
Matt Damon y Christian Bale se sacan chispas recreando una mítica carrera Se trata de la competencia de Le Mans de 1966, en la que la marca de automóviles norteamericana Ford logró opacar a la escudería italiana Ferrari Comienzos de la década del sesenta. La empresa Ford construye autos en masa, pero no alcanza que su marca tenga la mística de la italiana Ferrari. Aconsejado por sus asesores, Henry Ford II delega en el diseñador de automóviles Carroll Shelby (Matt Damon) y en el piloto e ingeniero británico Ken Miles (Christian Bale) la responsabilidad de terminar con el reinado italiano en las pistas. De esta manera, ambos personajes se embarcan en una “carrera” contra el tiempo, la burocracia y las leyes de la física para construir un auto revolucionario que logre la victoria en la mítica prueba de resistencia francesa conocida como “las 24 Horas de Le Mans”. James Mangold, responsable de Logan, recrea el circuito galo en 1966, con una reconstrucción de época prodigiosa. Un viaje en el tiempo, cargado de adrenalina, imágenes épicas y el vértigo de las pistas. Colocando la cámara a bordo del Ford GT40, el realizador logra que el espectador se sienta uno de los copilotos en la competencia bisagra de la historia de las carreras y la industria automotriz. Con el clasicismo de las viejas películas de Steve McQueen y la solvencia de un elenco de carismáticos actores, Contra lo imposible es una historia de superación, heroísmo y terquedad. Un entretenimiento fílmico que atrapa y no suelta al espectador en ningún momento de los 150 minutos de metraje y que logra su clímax a través de la tensión y la velocidad de una carrera tan agotadora como es Le Mans. La química entre Christian Bale y Matt Damon traspasa la pantalla. El primero como un piloto indomable, políticamente incorrecto, pura pasión e impulsos. El segundo, el ser pensante que debe debatirse entre sus convicciones y lo que es mejor para el equipo de competición. En la intimidad de los talleres, en los boxes y hasta en las oficinas de las multinacionales, el largometraje está construido a base de escenas emocionantes, creíbles y sin maniqueísmos. Ni los capos de Ford son unas carmelitas descalzas, ni Enzo el mandamás de Ferrari es El Padrino. Todos los personajes muestran grandezas y miserias, por eso resulta sencillo empatizar con ellos. Sin dudas que los fierreros disfrutarán de esta gema, pero el filme no es elitista, por el contrario, maneja un código narrativo ATP sin dejar de lado tecnicismos y jerga mecánica. Contra lo imposible compite por la Pole Position de lo mejor del año.
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por Mishel Patiño "El viaje de la vida" Este quizás sea un caso excepcional en que el título en español es más adecuado que el original. En esta oportunidad, el director y Guionista James Mangold da un giro interesante a las películas biográficas, puesto que mostrar una faceta de una persona es más importante que conocer todo de una historia, sobre todo interesante para el público. En este sentido, Ford v Ferrari (2019) trata sobre cómo Carroll Shelby (Matt Damon), un diseñador de autos y piloto retirado, junto a Ken Miles (Christian Bale) piloto y mecánico autodidacta, bajo las órdenes de la Ford Motor Company unen fuerzas para construir el mejor auto de carreras que pueda acabar con el dominio de Enzo Ferrari en la prestigiosa carrera 24 Horas de Le Mans de Francia en los sesenta. Como era de esperarse de los talentosos actores, las interpretaciones de Damon y Bale se apoderan de la pantalla, siendo el punto fuerte de esta película. Contando con un argumento de varias capas que se complementan muy bien. En la trama se entretejen varios tópicos, no solo vemos La carrera de piloto Ken Miles, es el principal tema y los demás giran en torno a él, la rivalidad corporativa y la burocracia. No obstante, la mejor cualidad de la trama dramática recae sobre las personas, consiguiendo la empatía del espectador, al revelarnos cómo se relacionan los protagonistas. Dando como resultado una película llena de valores y lecciones para llevarse a casa, sin ser melodramática y con un giro en su narrativa lo suficientemente diferente para hacerla destacar y que sea memorable. Sin sobresaturar de canciones y dando más importancia quizás al diseño de sonido, para escuchar lo que Ken Miles escucha. Con un buen montaje, diseño de producción atractivo y una inmejorable dirección. Tratándose de una película de época le da cierto estilo atemporal evitando caer en lo vintage. Todos sus elementos se alinearon muy bien para satisfacernos por completo. "A veces una biopic no se trata del destino ni la victoria sino sobre el viaje y con este film, el recorrido de Ken Miles vale transitar junto a él y tenerlo presente." Calificación: 9/10. Título original: Ford v. Ferrari Año: 2019 Duración: 152 min. País: Estados Unidos Dirección: James Mangold Guion: Jason Keller, James Mangold, Jez Butterworth, John-Henry Butterworth (Libro: A.J. Baime) Música: Marco Beltrami Fotografía: Phedon Papamichael Productora: Coproducción Estados Unidos-Francia; Chernin Entertainment / 20th Century Fox Género: Drama. Acción | Biográfico. Coches / Automovilismo. Amistad. Años 60. Basado en hechos reales
La vida de Keen Miles finalizo yendo para el horizonte, hacia la luz y en un lugar desértico donde solo los héroes mueren. Todos estos elementos en conjunto (sol, desierto, heroes, horizontes y montañas) parecen ser las claves en el cine de John Ford y Howard Howks. Directores que James Mangold siempre rememoro en otras ocaciones como en “3: 10 to Yuma” uno de los mejores westerns actuales, el cual fue un poco subvalorado y que claramente es un homenaje a todas aquellas películas de la época resignificando la figura de héroe de familia y también la moral y ética del bandido. Luego llegaría “Logan” donde también vemos una nostalgia y mirada al pasado, no solo en el personaje de Wolverine, sino también a las películas de Vaqueros o Cowboys que fueron hechas en el cine clásico de Hollywood, justamente lo viejo, el pasado. Y ahora vuelve con una película como “Ford vs Ferrari” que esta filmada de manera impecable. Las escenas de carreras con subjetivas, contrapicados, primeros planos tan cercas de los autos y de la pista que de verdad se siente de vida o muerte. Una carrera entre Corporaciones, quien va mas rapido, que industria es la mas fuerte, Ford o Ferrari. La dupla de Bale y Damon es muy buena tambien, los actores que no solo estan en las ligas mayores en esta peli, sino en Hollywood. Italia, el cine de Leone o Cabucci compitiendo contra el cine de Hollywood que en su momento tuvo su recaida y volvio a surgir en los 70. Excelente pelicula. Una de Corporaciones, mas bien, de unos hombres que se quieren destacar y hacer historia en estas industrias aun asi estando bajo reglas. Mangold nos enseña que no existen formulas o recetas de marketing para hacer una pelicula o ganar una carrera. Siempre se necesita de un hombre que no quede atrapado en el auto y no se prenda fuego simbolicamente. Los heroes como Miles, Eastwood o Wayne deben ser recordados como los que salvaron una industria, en este caso a la empresa Ford.