Caminos cruzados La película de Rodolfo Durán pone el acento en el reencuentro de los viejos afectos y en las relaciones a lo largo del tiempo, con una realidad que ha cambiado pero con sentimientos que afloran en los momentos menos pensados. Cuando yo te vuelva a ver cruza los caminos de Margarita (Ana María Picchio), una docente jubilada que ahora tiene un microemprendimiento de catering para fiestas, y de Paco (Manuel Callau), quien regresa a la Argentina para apadrinar la boda de un amigo. Un amor de juventud que quedó trunco y merece un reencuentro. Este es el puntapié de un relato que combina presente y pasado y revela algunos secretos escondidos a lo largo de los años. Entre el aeropuerto y Balcarce, desfilan por la historia Ethel (Miriam Lanzoni), socia de Margarita y amiga de su hija Valeria (Malena Solda), una nieta y un amigo de Paco (Alejandro Awada). Una boda, cartas que no fueron respondidas, un cruce de personajes en el mismo lugar pero sin un encuentro concreto y un video de la fiesta forman los pilares de esta comedia dramática que avanza como el changuito que la protagonista empuja en el supermercado. La idea de recuperar tiempo perdido, el tono nostálgico impuesto a lo largo de la trama, los diálogos cotidianos -y nada rimbombantes- y la buena actuación de Ana María Picchio hacen que la película capture la atención y el corazón del espectador con buenos recursos. La actriz regresa al cine con un protagónico luego de veintisiete años (Chechechela, una chica de barrio) y coincide con su hija y su nieta en la vida real (Delfina Peña y Juana Dates), que forman parte del elenco.
Después de muchos años, Ana María Picchio vuelve a protagonizar una película (con idea propia de por medio), de la mano del director Rodolfo Durán y acompañada por Manuel Callau, Malena Solda, Alejandro Awada y Miriam Lanzoni. Y aunque el film tiene las mejores intenciones y brilla a nivel actoral, lo desparejo de la narración hace que el resultado final no termine siendo del todo satisfactorio. Que treinta años no es nada Hace 30 años Paco (Callau) partió hacia España dejando atrás a Magarita (Picchio), a quien a pesar de los años nunca olvidaría, y hoy está de regreso en Argentina para apadrinar la boda de una pareja amiga. Es aquí, con desencuentros de por medio, donde volverá a tener noticias de ella. Margarita hoy es una docente jubilada, viuda y maneja una pequeña empresa de catering junto a su socia Ethel (Lanzoni), quien es a su vez amiga de su hija (Solda). Cuando Paco y Margarita se reencuentran no tardará mucho en florecer aquel viejo amor que los unió por primer vez hace ya tantos años, pero viejos rencores y repeches saldrán a la luz de la mano de un secreto que se mantuvo guardado por años y podría cambiar la vida de ambos para siempre. El sabor del encuentro No es muy difícil sentir simpatía por Paco y por Margarita desde los primeros minutos de película. El director Rodolfo Durán, de la mano de la guionista Marcela Sluka, hace un muy buen trabajo presentándonoslos y estableciendo el interesante conflicto que se está por venir. Durán juega con el público y se divierte, paseando a sus personajes por una misma locación y al mismo tiempo, pero sin dejarlos cruzarse, postergando el encuentro, aunque quizás postergándolo por más tiempo del que debería. No caben dudas de que el film gira en torno a Paco, Margarita y la relación o encuentro entre ambos, pero los momentos se alargan innecesariamente hasta la llegada de este. Paco recorre la ciudad que dejó atrás hace 30 años y al mismo tiempo vemos flashbacks de su vida cuando aún era joven y vivía en Buenos Aires, cuando conoció a Margarita y ese horrible momento donde debe dejar todo atrás y partir hacia una nueva tierra. Si bien muchas de estas escenas nos ayudan a comprender lo que está por venir, la realidad es que muchas otras no, y daría la sensación de que están simplemente para ganar minutos y no terminar con una duración más cercana al mediometraje (la película dura alrededor de 85 minutos). Una vez que se concreta el encuentro entre Paco y Margarita la película retoma la buena senda, incluso con un “giro” que se ve venir casi desde los primeros minutos. Picchio, Callau y Solda sacan a relucir todo su oficio y entregan maravillosas actuaciones. Cuando yo te vuelva a ver no es ajena a dos problemas que aquejan ya casi de manera preocupante al cine nacional (o al menos a gran parte de él). El primero de todos es la musicalización. Me escapa si esto está directamente relacionado a cuestiones presupuestarias o son simplemente decisiones artísticas, pero aun se sigue musicalizando como si esto fuera una novela que se transmite al medio día durante cualquier canal de aire. La acentuación de la música en las escenas dramáticas roza el nivel de lo burdo y pareciera que lo único que le falta a la película es un subtitulo bien grande al fondo de la pantalla con la leyenda: ACA ES CUANDO TE TENES QUE EMOCIONAR. Y el segundo problema es la resolución, de la cual no voy a hablar mucho porque no me gustaría arruinar el final a quienes vayan a ver el film, pero déjenme decirles que uno sale con gusto a poco luego de acompañar a estos queribles personajes en lo que fue su encuentro después de 30 años. Conclusión Cuando yo te vuelva a ver es una película que está lejos de ser una obra maestra pero se las rebusca para contar una linda historia con buenos personajes. Si bien narrativamente no podría ser más dispar, el film logra mantenerse a flote gracias a las maravillosas actuaciones de gran parte de su elenco, entre los cuales sobresalen Picchio, Callau y Solda. No caben dudas de la película tiene mucho esfuerzo detrás y cuenta con las mejores intenciones, pero quizás con un guión mas fuerte el resultado hubiera sido otro.
Nunca es tarde para amar Más de un lustro después de Terapias alternativas, Rodolfo Durán y Manuel Callau vuelven a unir esfuerzos en Cuando yo te vuelva a ver. El actor interpreta a Paco, un argentino radicado en España hace 36 años que vuelve por un par de días con el fin de apadrinar el casamiento de un amigo. Por otro lado está Margarita (Ana María Picchio), dueña de una empresa de catering, madre de una hija embazada por segunda vez, viuda y, desde entonces, sentimentalmente sola. No hace falta demasiado para presuponer que entre ambos hubo una historia de la que aún perviven secuelas. Secuelas que se harán carne luego de un reencuentro inicialmente trunco, pero luego concretado a raíz de la complicidad de la amiga y socia de ella (Miriam Lanzoni) y el hermano de él (Alejandro Awada). A partir de ese momento, la andanada de recuerdos en común y los sentimientos no dichos durante décadas hacen de Cuando yo te vuelva a ver un melodrama bienintencionado, honesto e incluso tan noble como sus personajes. El problema es que las situaciones y la construcción narrativa y de los distintos protagonistas, la cantidad excesiva de frases impactantes, revelaciones y música destinada a subrayar los sentimientos y sensaciones de los personajes hablan de un film más cercano a los códigos narrativos y formales de los seriales vespertinos de la televisión que del cine.
Volver con la frente marchita Cuando yo te vuelva a ver (2013) es un drama romántico sobre una pareja que reflota un amor de la adolescencia a los cincuenta años. Dirigida por Rodolfo Durán (Terapias Alternativas), el film cuenta con un gran elenco que incluye a Ana María Picchio, Manuel Callau, Alejandro Awada y Malena Solda, entre otros. Margarita (Ana María Picchio) vive una tensa relación con su hija (Malena Solda) y su nieta, mientras realiza servicios de catering con su socia (Miriam Lanzoni). Ella quedó dolida por una relación interrumpida con Paco (Manuel Callau), un novio de la adolescencia que se fue a vivir a España. Luego de 34 años Paco vuelve a la Argentina para participar de la boda de un amigo, se aloja en la casa de su compañero Félix (Alejandro Awada), y se reencuentra con su antiguo amor. No hay que ser exigente al sentarse a ver Cuando yo te vuelva a ver, ya que estamos frente a un relato que presenta problemas de realización. En primer lugar la narración avanza a los tumbos: hay una falta de fluidez narrativa y peor construcción de tensión dramática, producto de la poca imaginación en la puesta en escena, la puesta de cámara y el diseño de vestuario, por mencionar sólo algunos rubros. La producción parece no querer correr ningún riesgo e ir a lo trillado en las decisiones técnicas: plano y contra plano, música de piano para exacerbar los momentos tristes, estereotipos en la elaboración de los decorados y época (la estética hippie en los flashbacks setenteros es tremenda), y ni hablar de los diálogos que sólo se sostienen por la talla del elenco. En el inicio Durán realiza un montaje paralelo (al estilo Extraños en un tren) para trazar las similitudes ente Paco y Margarita que al menos pretende un simpático juego de asociación. El resto es una película con formato de telefilm melodramático, sin ninguna otra pretensión que generar empatía con el espectador. Y es justamente en ese punto donde los actores sacan a relucir su carisma, al mejor estilo tira Pol-ka, para levantar un producto muy pero muy pobre desde su realización.
La cartelera cinematográfica suele colmarse de títulos románticos, edulcorados, con parejas jóvenes que descubren el amor real por primera vez y no pueden frenar la ardiente pasión que sienten. También aparecen de vez en cuando, películas destinadas al público mayor, en las cuales el amor llega tardíamente (o nuevamente) en parejas de muy entrada edad, y casi siempre se tiñe todo de un aire dramático o tragicómico, haciendo referencia a la vivencia de un amor más propio de los jóvenes dentro de cuerpos que ya no responden de la misma manera (sin olvidarse del casi obligatorio final... amargo, digamos). Desde este punto de vista, una propuesta como la de Cuando yo te vuelva a ver puede traer algún aire interesante; estamos frente a dos personas, de edad adulta pero no ancianos, que reencuentran su amor, pero de una manera realista, y esta última palabra es fundamental, realista. Paco (Manuel Callau) está de regreso en nuestro país luego de una larga estadía en España de 30 años con visitas muy esporádicas. El propósito, además de visitar a sus viejos amigos, es salir como padrino de bodas de uno de los antiguos muchachos de la barra, y se hospeda en casa de Félix (Alejandro Awada), otro de los amigos. Por su parte, Margarita (Ana María Picchio) es una abuela viuda, que maneja una empresa de catering con Ethel (Miriam Lanzóni), una amiga de su hija nuevamente embarazada Valeria (Malena Solda) y se la rebusca vendiendo unos tejidos artesanales. En dicha boda, por supuesto, el catering será de Margarita y Ethel, esta última comienza una suerte de noviazgo con Félix, es así como Paco y Margarita, después de 30 años se van a reencontrar; el resto, aunque obvio y esperable, será mejor que lo descubran ustedes mismos. Como podrán imaginarse por su premisa de base, Cuando yo te vuelva a ver apunta a una suerte de rama costumbrista del cine argentino, aquel que se caracteriza porque sus espectadores se vean reflejados en la pantalla. La historia no es un cúmulo de originalidad y hasta puede parecer previsible, pero las guionistas Gisela Benenzon & Marcela Sluka apuntan a una simpleza de contenido, a un público que busca pasar un momento agradable y poder ver en la pantalla a gente como uno; el mismo camino toma su director. Con cuatro películas en su haber, Rodolfo Durán (Cerca de la frontera, Terapias alternativas) se caracteriza por contar relatos envueltos de simplicidad de recursos, quizás un método que “atrasa” algunos años dirán, pero no siempre lo pasado es malo. Cuando yo te vuelva a ver no va a sorprender desde lo técnico (es más, datos como su banda sonora o alguna ambientación antigua le juegan en contra), como así tampoco desde lo narrativo (en donde algún atento puede encontrar hilachas), pero al finalizar se termina con una sonrisa complaciente. Al contrario de lo que podríamos esperar de su errado afiche, no estamos frente a un drama puro, nos ubicamos en el terreno de la comedia dramática, y ese es el mayor acierto de la película, eludir todos los golpes bajos, los melodramas, mostrar a sus personajes con sentimientos humanos, reales, ante situaciones realistas. Como es de esperarse las labores actores son más que cumplidoras, aunque hay que decirlo, Picchio copa la pantalla cada vez que aparece. Margarita es un ser triste, opaco (vive sin la luz del sol, casi a oscuras), y la actriz la convierte en entrañable, adorable. Por su parte, Callau cumple un rol de galán maduro y tierno, los cruces entre ellos (cuando al fin se den) serán lo mejor del film. Cuando yo te vuelva a ver no es un film perfecto, tiene problemas aquí y allá para la mirada aguda, pero la ternura, simpleza y realismo que despierta hace que se le perdone casi todo. La sensación al abandonar la sala es casi la misma a la de haber visto una película redonda.
Con honesto apego a las normas del culebrón Cuando yo te vuelva a ver es una película disociada de sus coordenadas ideales de exhibición. Siempre es un riesgo incurrir en potencialidades, sobre todo si del negocio cinematográfico se trata, pero el contenido lacrimógeno en constante in crescendo y la forma televisiva invitan a pensar que encontraría un público más predispuesto en el ciclo Historias de corazón, con presentación de Virginia Lago incluida, que en el habitué de los complejos multipantalla. Lo que es no algo necesariamente negativo. Al contrario, si hay un aspecto para elogiarle al director de Terapias alternativas es su apego a las normas del culebrón y la honestidad con que recurre a ellas. El opus cuatro de Rodolfo Durán son dos películas en una. La primera plantea las especificidades del relato. Por un lado, está Paco (Manuel Callau), un argentino radicado en España desde hace 36 años, de visita en su tierra natal por un par de días para asistir con su hermano (Alejandro Awada, bien como casi siempre) a un casamiento. Y por el otro, Margarita (Ana María Picchio), madre de una mujer (Malena Solda) que transita su divorcio al mismo tiempo que su segundo embarazado, dueña de una empresa de catering y, claro está, con el corazón herméticamente cerrado desde su viudez. “Los tipos con los que deberían salir las señoras de mi edad se los levantan ustedes”, le espeta a su socia y amiga un par de décadas más joven (Miriam Lanzoni). La narración alternada de esas situaciones evidencia que los protagonistas se enlazarán más temprano que tarde, que hay cuentas pendientes entre ellos o, por qué no, ambas. Y el casorio, con él como invitado y ella como encargada de la gastronomía, es un lugar ideal para comprobarlo. A partir de ese momento comienza la segunda película, una mucho más desatada y atada que la anterior. ¿Suena contradictorio? Bueno, no lo es. En los últimos cuarenta, cincuenta minutos, Durán rompe con lo que hasta entonces era contenido y subrepticio para ponerlo a flor de piel en todos los personajes, arrojándolos de cabeza a los códigos más puros y duros del melodrama seriado. Es el turno, entonces, de una serie de flashbacks que expliciten el pasado en común: una parejita de adolescentes desunida a raíz del distanciamiento forzado, todo ambientado en unos ’70 a pura camisa colorida y una coyuntura sociopolítica de cartón. Le seguirán peleas entre madre e hija, revelaciones –y cartas– almacenadas durante años, frases cargadas de tremendismos y algún que otro secretito develado al primer cálculo de fechas, entre otras cosas. El resultado es una película para acompañar con té y masitas.
Sensatez y sentimientos A través del montaje paralelo se presentan los dos personajes centrales. Por un lado, Paco (Callau) retorna al país después de treinta años para concurrir a una boda. Por el otro, Margarita (Picchio), viuda y jubilada, está a cargo de una empresa de catering junto a su socia. Los minutos iniciales abordan un esquema lógico que tendrá relación con el pasado de los dos personajes y el recuerdo de una trunca historia de amor que la película irá desovillando entre preguntas y cuentas pendientes. Otras miradas estimularán o no la hipótesis de conformación de la pareja: la hija de Margarita (Solda), su compañera de trabajo (Lanzoni), el hermano de Paco (Awada). Las indecisiones de ambos irán completando la tesis de la película, entre vacilaciones, peleas, entuertos familiares y consejos que parecen extraídos de una tira diaria de décadas pasadas. En ese punto, el argumento de Cuando yo te vuelva a ver bucea en el aspecto errante y desconcertante de Paco, recorriendo una ciudad ahora desconocida para él, y en las discusiones entre Margarita y su hija, un personaje que actúa como espejo de su madre. En ese deseo de la pareja central por intentar recuperar el tiempo perdido, la película obtiene algún interés dentro de unos códigos formales que pocas veces se alejan de la obviedad y de una puesta que en varias escenas llega a la concluyente definición de "teatro filmado". La música, invasiva hasta arribar a lo insoportable, un par de flashbacks de manual y el subrayado naturalismo constituyen otras de las marcas que identifican a un film que parece concebido en décadas pasadas. Bienvenido el retorno de Ana María Picchio en un protagónico para cine, con una importante gama de matices.
Cuando yo te vuelva a ver es una película que promete pero que se queda en el camino para cumplir. O sea, la premisa que se puede leer en la sinopsis está bien llevada pero al no tratarse de un film que innove en la materia se le exige un poco más de originalidad y lamentablemente no la encontramos. La historia es sencilla y linda pero le falta la épica necesaria para terminar de enganchar al espectador con ese cuento de amor truncado en el tiempo y la distancia. Sin embargo, al recurrir a esa fórmula ya probada y que se sabe que funciona, el director Rodolfo Durán hace un buen trabajo generando climas y construyendo los personajes en las dos líneas temporales: un pasado de descubrimiento e idílico y un presente de anhelos y miedos. En líneas generales el elenco está bastante bien salvo alguna que otra secuencia en donde se nota un guión un tanto forzado en las escenas que pretenden ser de humor y que incluyen al distribuidor devenido en actor, Pascual Condito, quien insta (o instaba) a los realizadores a incluirlo. El estreno marca el regreso al cine de Ana María Picchio, quien en el papel de Margarita logra transmitir mucho al igual que su compañero y dupla protagónica Manuel Callau. Las miradas de este último denotan una buena habilidad por decir mucho sin esbozar una sola palabra y gran pericia del director por poder transmitirlo. Acompañan muy bien Malena Solda y Alejandro Awada con papeles importantes y claves. No son solo nombres para rellenar el poster. Es una película universal aunque sea argentina y eso no es poco decir. Ideal para los que les gustan las historias de segundas oportunidades y para los que se quieran alejar un poco de los efectos especiales y los grandes despliegues de Hollywood.
De encuentros y desencuentros Luego de separarse en España, Paco vuelve a la Argentina para el casamiento de un amigo. Allá queda su hijo a cargo del negocio y parte de su vida, que ahora compara con ésta de la ciudad en la que vivió su infancia y su adolescencia. TRES GENERACIONES Ciudad de las primeras experiencias y los primeros amores como el de Margarita, con la que se reencuentra. Margarita ahora es maestra jubilada y emprendió una nueva actividad, esta vez totalmente comercial. Con ella quiso establecer una relación estable, pero no pudo ser. Tampoco Margarita se olvidó de él y ahora prueban el reencuentro, y por qué no, la posibilidad de un final feliz. ‘Cuando yo te vuelva a ver’ es un filme de pequeñas situaciones, sentimientos fuertes y personajes queribles, que incluye flashbacks y buenos actores. Con un comienzo mejor quizás que los finales y algunas situaciones que dejan con las ganas al espectador de una mayor permanencia de la pareja protagónica, el filme tiene una estructura sencilla y un lenguaje simple. Lo mejor está a cargo de la pareja protagónica. Ella es la cálida Ana Maria Picchio (‘La tregua’) y el excelente Manuel Callau, con la solvencia actoral de Alejandro Awada, Malena Solda, y un buen elenco secundario. Mínima historia de encuentros y desencuentros con locaciones en Balcarce y la particularidad de que su protagonista femenina está acompañada de su hija y su nieta en la vida real.
Una historia de de secretos familiares, de reencuentros con el primer amor, de cartas sin abrir y confesiones calladas. Una historia contada de manera tradicional que crece al calor del gran trabajo de los actores. En especial, Ana Maria Picchio, inspirada, junto a su propia hija y su propia nieta, divina. Acompañada por la calidad de Manuel Callau. Verlos es un placer.
Historia de amor otoñal bien actuada Un hombre que hace rato emigró a Europa con un encargo de sus mayores y allá formó familia, vuelve ahora para ejercer de padrino en la boda de un viejo amigo. La jefa de catering de la fiesta de casamiento es una docente jubilada. No se cruzan ese día, pero él descubre su imagen mirando el video del casamiento. Y el corazón le da un vuelco: esa mujer había sido su gran amor de juventud. No podían vivir separados. Y quiere reencontrarla, solo que ahora ella se niega. Por lo menos inicialmente. Tal es el planteo de la agradable comedia sentimental que ahora vemos, hecha de diálogos risueños, momentos tiernos y buenas actuaciones a cargo de dos queridos intérpretes: Manuel Callau en su primer protagónico, y Ana María Picchio en el primero de los últimos 17 años. El anterior fue en 1986 con otra comedia sentimental, "Chechechela, una chica de barrio", de Bebe Kamin. Y antes, los memorables "Breve cielo", su debut en 1969, y "La tregua", de 1974. Actriz excelente que acá se luce a pleno, parece mentira que el cine la haya desaprovechado tantos años. Detalle risueño, ahora su galán quiere recuperar la juventud como Fausto ante Margarita, que así se llama su personaje, pero él es medio ganso, como el Paquito de "Breve cielo", y para mayor asociación encima le dicen Paco. Pero también es insistente, buenazo y confiable, como corresponde en estas circunstancias. Y otro detalle risueño: Delfina Peña, que hace de Margarita joven, es la propia hija de Picchio, y la nena Juana Dates, que hace de nieta, es su propia nieta. Ninguna de las dos sigue la carrera, pero no puede negarse que llevan el talento en la sangre. En fin, no corresponde agregar más, porque ésta es de esas películas que van de sorpresa en sorpresa. Autor, Rodolfo Durán, hombre formado en el cine popular de los buenos tiempos. En el reparto, Malena Solda, ideal para el necesario momento de crisis, Miriam Lanzoni como la socia dispuesta al amor, Alejandro Awada, Pascual Condito (el novio de la boda), Atilio Pozzobon y el joven Nicolás Condito. Se disfruta debidamente.
Paco es un argentino al que las vicisitudes de la vida obligaron a radicarse en España. Pero un buen día se ve también en la necesidad de volver al terruño para ser padrino de la boda de uno de sus grandes amigos, reencontrándose allí con su hermano Félix. Éste, que es un seductor empedernido, durante la fiesta de casamiento queda encandilado con Ethel, quien junto con su amiga y socia Margarita se encarga del catering de la reunión y merced a su insistencia consigue el número de teléfono para arreglar una cita. Lo que no sabe Félix es que su hermano se sentirá atraído por Margarita, a la que no cruza en la fiesta pero sí reconoce en el video de bodas, aunque también descubrirá que es una vieja herida nunca cerrada de un lejano amor. Entre guiños a la comedia romántica y con la dosis necesaria de drama (pero con su innecesaria y remanida cuota de música incidental), Cuando yo te vuelva a ver plantea reencuentros y emociones con especial interés en la platea femenina al bucear en los conflictos de pareja sin omitir la reflexión sobre el rol de la mujer. Si bien en la historia algunas situaciones se reiteran y otras no se explican demasiado, la simpleza de los diálogos apuntala eficazmente la labor del elenco donde se destaca el protagónico de Ana María Picchio, que luego de Chechechela -hace más de 25 años- no había tenido hasta este film una labor tan plena como las que había realizado en Breve cielo y La tregua . Su partenaire es Manuel Callau como su eterno enamorado, que confirma una vez más su gran calidad actoral, secundado por un elenco compacto (Alejandro Awada, Miriam Lanzoni, Malena Solda y Nicolás Condito) que incluye en la ficción a las auténticas hija y nieta de la protagonista. Cuando yo te vuelva a ver resulta una película noble y sencilla, que demuestra a Durán como un cineasta con sensibilidad y oficio..
Segundas oportunidades Corrían los años ´70 cuando Paco y Margarita se conocieron por casualidad y tuvieron un breve romance que se terminó porque él viajó a España, a instancias de sus padres, para desarrollar allí un futuro. Treinta y seis años después, Paco (Manuel Callau) regresa a la Argentina y escucha, otra vez por casualidad, el nombre de aquella chica (cuya versión adulta es interpretada por Ana María Picchio), y busca reencontrarla. En un drama romántico que cumple con muchas de las características del culebrón, Rodolfo Durán narra una historia de amor protagonizada por dos personas que, al contrario de las historias que suelen verse en cine, tienen la expresión de no haber sido del todo felices en la vida. Más allá de la edad (rondan los sesenta años) tampoco son ricos, bellos y exitosos, algo poco frecuente en el género. La historia no brilla por su originalidad, aunque es claro que evitaron caer en todos los clichés disponibles, sobre todo los históricos. Si bien se hace referencia al convulsionado clima que se vivía en Buenos Aires en 1973, es de manera solamente anecdótica, sin moralejas ni lamentos al respecto. De todos modos, no todos los lugares comunes se pudieron salvar, y hay secretos y cuestiones del pasado bastante previsibles. El filme está muy bien actuado, con un elenco bastante parejo en cuanto a las interpretaciones, lo que facilita para el espectador el identificarse con los distintos personajes y sus reacciones. Junto con Picchio y Callau están Alejandro Awada, y Malena Solda como excelentes complementos actorales. Durán pretendió contar la historia con ciertos toques “originales” que no resultan del todo afortunados, pero supo evitar el abuso de flashbacks, detalle que se agradece. La narración por momentos tiene sus saltos, y es algo despareja: hay situaciones que tardan mucho en desarollarse, mientras que otras se desencadenan más rápido de lo esperable. En general la película está bien lograda, con una banda de sonido original que hace mucha referencia a los estilos de los años ´70, y el aura esperanzadora de que más allá del tiempo, siempre hay posibilidades de enmendar errores.
Ultima chance para el amor El realizador Rodolfo Durán es especialista en comedias dramáticas costumbristas y tiene en su haber un módico éxito con Terapias alternativas, protagonizada en 2007 también por Manuel Callau. Historias generacionales de tipos de cincuenta, que se encuentran en aquella etapa de la vida entre el balance de lo vivido, el recuerdo de las derrotas y de las victorias, y el comienzo de una nueva etapa de adultez. En el caso de Cuando yo te vuelva a ver el acento está puesto más en el drama que en la comedia y el tono es de nostalgia extrema pero bien equilibrada. Paco (Callau) es un argentino que se fue a España cuando era joven y vuelve al país para asistir al casamiento de un amigo. Tiene una ex mujer española que todavía lo acosa telefónicamente y se ve que no ha tenido una vida feliz en términos sentimentales. Margarita (Ana María Picchio), que trabaja en el servicio de catering de ese mismo casamiento, es viuda y tiene una hija (Malena Solda) y una nieta (Juana Dates Peña, nieta real de la actriz). Tampoco ha sido feliz y se nota que no ha logrado cumplir sus sueños, ni sentimentales ni laborales. Pronto sabremos que ambos habían tenido una relación fugaz pero intensa cuando eran jóvenes, bruscamente interrumpida por el exilio forzoso de Paco. Aquellos veinte días de amor no fueron olvidados por ninguno y los dos continuaron sus vidas sin la plenitud de compartirla juntos, cada uno haciendo su vida por separado. La primera mitad de la película cuenta el camino lento y sinuoso hasta el encuentro de ellos dos con un ritmo y un suspenso por momentos bastante logrados, pese a ciertos subrayados del guión. Quizás la música y el tono general suenen demasiado graves y nostalgiosos, pero la historia avanza sin tropiezos. La segunda mitad, a partir del reencuentro y de algunas revelaciones sorpresivas, no termina de cumplir lo que la primera preparaba y prometía. Quizás con demasiada sutileza para una película que se proponía ser sencilla, no hay acá un final a toda orquesta ni tono de comedia romántica clásica, como podría haberse esperado. De todas formas, esa fue la elección de Durán y de las guionistas Gisela Benenzon y Marcela Sluka, que redondearon un filme correcto, sin pretensiones y que termina por transmitir cierto cariño por esos personajes tristes que acceden a una última oportunidad.
Atrévete a olvidarme Paco y Margarita, una joven pareja que a pesar de las lágrimas debe separarse ya que él emprende un viaje de descubrimiento personal a Europa. Treinta y seis años pasaron, aún con el recuerdo intacto, estos dos personajes se reencuentran de manera casi casual. Paco, interpretado por Manuel Callau y Margarita por Ana María Picchio, ambos defienden la película con maestría en sus actuaciones. Todo comienza con un breve flashfoward, ella en pleno Camino del Abra (punto geográfico real que no llega la señal celular) y en un montaje paralelo, él en el aeropuerto. El director de Cuando Yo te Vuelva a Ver, Rodolfo Durán, utiliza distintos recursos que no logran asimilarse unos con otros. Por dar un ejemplo, la banda sonora se asemeja más a la melodía de un demo que se encontraban en los teclados Casio, modelo ´90. Momentos de silencio absoluto que es interrumpido por una composición para enfatizar un momento dramático, todo acompañado por una rara iluminación en cada escena. ¿Por qué intentó incorporar el humor y los chistes no resultaron graciosos? ¿Por qué Ethel, la amiga de la protagonista, aparece con una curita en la cara sobre el final? ¿Por qué Valeria, hija de la protagonista, se enoja con Paco y lo trata como un desconocido si ya sabía de su existencia? ¿Por qué el decorado de la casa de Félix, hermano de Paco? ¿Por qué se parece más a una mala novela mexicana que a una película? Más allá de todos estos interrogantes que no son contestados en ningún momento de Cuando Yo te Vuelva a Ver y que hubiesen ayudado a un desarrollo con más relieve para la historia, Ana María Picchio, Manuel Callau, Alejandro Awada y Malena Solda, realizan un excelente trabajo actoral. Como también se destaca la actriz que interpreta a Margarita en la adolescencia (siendo la hija real de la Picchio), de la misma manera lo ha hecho su nieta, Juana Dates Peña, en el mismo papel.
Te vi y te perdí Hay películas argentinas que por su forma más que desde el contenido funcionarían mucho mejor en televisión. Básicamente porque detrás de los proyectos de este tipo se cuenta con buenos actores, alguna que otra interesante idea pero no se piensa demasiado en los códigos del cine más allá de estar atado a los cánones de un género como en este caso el melodrama costumbrista. Según los créditos, Cuando yo te vuelva a ver, cuarto opus de Rodolfo Durán (Terapias alternativas, 2007) se inspira en una idea original de Pascual Condito –para quien se reserva un personaje en la película- y cuenta con el guión a cargo de Gisela Benenzon y Marcela Sluka, quienes desarrollan el reencuentro de dos jóvenes que en los setenta tuvieron un fugaz romance de veinte días y que luego se separaron a causa del exilio para dividir rumbos e historias de vida que en el presente vuelven a unirse. Así las cosas, Paco (Manuel Callau) regresa a la Argentina luego de treinta y seis años de ausencia en España para asistir al casamiento de un amigo (Pascual Condito) y pasar unos días con su hermano (Alejandro Awada). Sin embargo, lo que nunca se iba a imaginar, ocurre: en ese casamiento se encuentra Margarita (Ana María Picchio) trabajando en el catering, la mujer que debió abandonar en su juventud y a quien estuvo buscando durante todo su exilio, incluso desde las cartas que jamás fueron respondidas por la destinataria. Es en el encuentro de estos dos personajes que se deben esa charla aclaratoria para sanar heridas donde se concentra la trama y en las consecuencias de una toma de decisiones del pasado que alteraron el presente de cada uno de ellos con un denominador común: la frustración. El problema del film de Durán obedece al tono y registro elegido para contar la historia en primera instancia por un innecesario subrayado y un excesivo nivel dramático, propio de una novela televisiva de las de antes. Se puede reflejar humanidad en los personajes sin que esas emociones parezcan sobreactuadas y es en ese umbral donde se aprecia una buena película que trata de narrar sin pretensiones una historia sencilla. Por otra parte, el recurso del paralelismo y la alternancia en el montaje para que avance la historia del pasado y la del presente a fuerza de flashbacks no es el más adecuado y tampoco equilibrado teniendo en cuenta que toda la carga se deposita en el aquí y ahora de Paco y Marga. No obstante, debe reconocerse una buena subtrama en relación al vínculo entre Marga y su hija (Malena Solda), depositaria de todas las frustraciones de su madre y víctima involuntaria de las malas decisiones. Tal vez con un mayor énfasis en esta relación se hubiese alcanzado un mejor desarrollo de la historia de Paco como ese hombre ausente para un relato donde las mujeres son protagonistas y los hombres convidados de piedra, nostalgiosos y poco convincentes.
Una historia de amor que perdura pese a la distancia y el tiempo. El cineasta Rodolfo Durán (“Terapias alternativas, 2007) vuelve a trabajar con Manuel Callau. En esta historia interpreta a Paco, él vuelve a la Argentina después de 36 años de ausencia, se encuentra radicado en España donde armó su vida y ahora regresa a su país natal por unos días porque es el padrino de la boda de su amigo Eliseo (Pascual Condito). A su sobrino Pablo (Nicolás Condito) le encanta filmar, dice que su sueño es estudiar cine, (un toque muy simpático), se encarga de hacerlo de manera amateur en dicha boda. En esa fiesta hay distintos personajes que no se desarrollan demasiado (luego vemos que otro es el punto), pero no falta el borracho que da la nota (se podría haber explotado mas). Entre copa y copa Félix (Alejandro Awada) conoce a Ethel (Miriam Lanzoni) encargada del catering, entablan un pequeño acercamiento. Mientras Zoe (Juana Dates, nieta de Ana María Picchio en la vida real) conoce de manera ocasional a Paco, esta niña es parte de la fiesta de forma circunstancial en realidad acompaña a su abuela Margarita. De esta manera varios personajes se van entrelazando. Luego de esa fiesta la vida de cada uno de los personajes ya no será la misma, Paco ve en la filmación de su sobrino a Margarita (Ana María Picchio), rápidamente a través del flashback vemos la vida de ambos .El primer encuentro en una librería Margarita (Delfina Peña la interpreta de joven, quien en la vida real es la hija de Ana María Picchio) y Paco más joven (Francisco González Gil) vivieron en Buenos Aires una intensa historia de amor y él decidió en los 70 partir hacia otras tierras. Ahora todo en él comienza a movilizarse, surgen los recuerdos y un recorrido por los lugares de su juventud, la historia va y viene en el tiempo, vamos comprendiendo un poco más como fueron esos días. Y nos sirve para conocer un poco más a Paco quien aun se siente ahogado por su ex mujer española Pilar, desde que está en Buenos Aires no deja de llamarlo por teléfono, ellos tuvieron un hijo adolescente. Y por otro lado sabemos de Margarita :es maestra jubilada, viuda, tiene un micro emprendimiento de catering junto a su socia y amiga Ethel, es madre de una hija divorciada y embarazada por segunda vez, es Valeria (Malena Solda), esta intenta reconstruir su vida. En conclusión sus vidas sentimentales no fueron del todo felices, se encuentran atravesando una angustiante soledad, ellos no lograron sus sueños, proyectos y no han encontrado el amor. Y así cada una de estas escenas nos moviliza con ese amor que quedo trunco en el pasado y hoy con la ayuda de su socia Ethel y Félix el hermano de Paco, organizan ese reencuentro tan esperado para Paco y para nosotros los espectadores, viendo esas expresiones en sus rostros tan especiales. En todo momento la historia es acompañada con toques musicales, se van creando diferentes climas y los actores Picchio, Callau, Awada y Solda sobresalen con sus excelentes actuaciones (despuntan todo su oficio), salen los antiguos rencores, reproches, ausencias, cartas sin abrir, fotos, orgullo y secretos. ¿Puede renacer el amor? ¿Uno se puede reencontrar con los afectos? ¿Se puede recuperar el tiempo perdido? ¿Existen las segundas oportunidades, después de tanto tiempo? Y así surgen varios otros interrogantes que el espectador ira resolviendo, bajo un relato nostálgico, simple y costumbrista. No cuenta con un gran guión, pero es muy agradable, tierna, emotiva te llega al corazón desde: la música, con muy buenos planos y actuaciones sublimes.
“El primer amor nunca se olvida” dice un refrán que fue tomado por muchos guionistas como base de elaboración de las historias de muchísimas películas eligiendo, la mayoría de las veces, los amores que quedaron truncos. Gisela Benenzon y Marcela Sluka escribieron el guión de “Cuando yo te vuelva a ver” siguiendo una idea original del actor y distribuidor Pascual Condito, con una historia de un primer amor que quedó trunco pero sus cenizas se reavivan después de treinta años. Benenzon y Sluka construyeron diálogos simples, claros y cotidianos para perfilar a los personajes como seres comunes y corrientes, sin ninguna particularidad, y la película fue dirigida por Rodolfo Durán. Sinopsis Paco (Manuel Callau) se ha radicado hace treinta años en España y regresa a la Argentina para apadrinar la boda de un amigo (Pascual Condito), y se aloja en la casa de Félix (Alejandro Awada), su hermano, quien vive con su hijo Pablo (Nicolás Condito), un joven que aspira ser director de cine. Margarita (Ana María Picchio) es una docente jubilada que para seguir en actividad atiende catering en fiestas privadas, junto a su amiga Ethel (Miriam Lanzoni), mientras trata de mejorar la relación con su hija Valeria (Malena Solda), quien embarazada por segunda vez atraviesa una crisis matrimonial. Él como padrino y ella como encargada del catering estarán en la fiesta de casamiento, pero no se cruzarán; algunos días después Paco, gracias a la vocación de cineasta de Pablo, descubrirá que Margarita estuvo muy cerca de él, y con la complicidad de Félix y Ethel buscará la forma de encontrarse con ella. Paco y Margarita se amaron, se separaron, y ahora se reencuentran después de tres décadas. Han cambiado, los rodean otras personas, la situación emocional de ambos transita una época inestable, habrá reproches, explicaciones, impulsos, negativas y secretos que se revelarán. Crítica Como se mencionó en un párrafo anterior el filme fue dirigido por Rodolfo Durán y comienza con un juego de situaciones paralelas para la pareja protagónica que resulta interesante y plantea la vida cotidiana y la situación emocional de ambos. Los diálogos son simples y sin pretensiosas sentencias, por lo que la película sigue un código cinematográfico hasta el reencuentro de los protagonistas y luego, repentinamente, toma un formato televisivo. No profundiza en sentimientos sino en reacciones a situaciones del pasado y continuamente pone en el relato del espectador el cuestionamiento del “¿por qué?” El elenco La segunda parte de la película está sostenida por las buenas actuaciones, si bien tanto Ana María Picchio como Manuel Callau recurren a algunos tips de televisión logran darle un sólido y convincente perfil cinematográfico a sus personajes. Malena Solda y Alejandro Awada demuestran su capacidad actoral, al igual que Nicolás Condito que película a película evidencia su incesante crecimiento profesional. Miriam Lanzani se destaca porque si bien su rol tiene algo de la gestual frivolidad de otros personajes que ha interpretado en cine, en esta oportunidad la actriz lo ha trabajado para darle los matices que evidencian lo que sucede en el interior de esa mujer que se acerca a la cuarta década. El espectador encontrará un drama romántico que lo entretendrá, sobre todo si se trata de personas de más de cuarenta años. El cinéfilo podrá observar que Rodolfo Durán, a pesar de ser docente de imagen y diseño, no se jugó demasiado en el desarrollo técnico del filme, ni se atuvo a los simbolismos y códigos para que la película tuviera un mensaje contundente.
PACO REGRESA Tras 36 años en España, Paco regresa al país para apadrinar la boda de un amigo. Aquí se encontrará con su hermano y sus recuerdos, pero sobre todo con Margarita, un amor de juventud que siempre siguió latiendo. Paco en España tiene mujer y un hijo. Y Margarita es viuda, con hija y nieta, una mujer triste y vacía. Y se reencuentran y todo parece querer empezar entre esos dos seres que el destino quiso separar. ¿Qué hacer? Una inesperada revelación obligará a los dos a decidirse. Comedia romántica, de gestos suaves, buena gente, silencios, reproches. Con personajes sin encanto que hacen lo que pueden en medio de esta historia sabida y chiquita que se escapa entre los dedos sin dejar huellas.
Dentro de los últimos estrenos nacionales, Cuando yo te vuelva a ver se destaca claramente como una comedia dramática evocativa dotada de interesantes matices y un alto contenido emotivo. Dirigida a un público adulto y maduro, este film del artesano Rodolfo Durán presenta una trama sentimental bien hilvanada, con sólidos recursos narrativos y visuales. El consustanciado reparto sabe traducir el sensible guión de Gisela Benenzon y Marcela Sluka, que aborda una historia de amor detenida en el tiempo y reavivada por un regreso acaso no casual, que le permite a un hombre algo mayor intentar recuperar un sentimiento que nunca creyó haber perdido. Obsesión que traerá aparejada conflictivos reencuentros y poderosas revelaciones afectivas. Con diálogos muy cuidados y dosis melodramáticas salpicadas en su justa medida, el film va moviendo con sutileza fuertes resortes emocionales. Luego de una comedia fallida como Vecinos, Durán arriba a su mejor película, conduciendo con sapiencia a una capacitada pareja protagónica en la que Manuel Callau se muestra hondo y conmovedor y la reaparecida Ana María Picchio, notable, compartiendo además elenco con su hija Delfina Peña y su nieta Juana Dates Peña. Las buenas participaciones de Malena Solda y Alejandro Awada y la apropiada música que homenajea a Procol Harum y su Con su blanca palidez redondean una pieza nostálgica y entrañable.
Hay un hombre que vuelve de un exilio español, hay una mujer que amó y que, por azar y por la manipulación de algún amigo, reencuentra; hay un desencuentro y hay un secreto. Podría decirse que es una telenovela, pero no: Rodolfo Durán cree siempre en sus personajes, y logra que nos emocionen incluso si se adivinan sus pliegues. La Picchio siempre es una enorme actriz.
(anexo de crítica) “Cuando yo te vuelva a ver” (Argentina, 2012) de Rodolfo Durán, protagonizada por Ana María Picchio, Manuel Callau y Malena Solda cuenta la historia de un amor, el de Margarita (Picchio) y Paco (Callau), quienes luego de 30 años se reencuentran. Pero en este volver a ver también aparecen, cuando no, los reproches y entre ambos se genera una vez más una enorme distancia. Margarita y Paco tuvieron en los años setenta del siglo pasado un breve romance, que se vió finalizado por un viaje a España en años conflictivos para nuestra tierra. Margarita se quedó sola y luego tuvo una hija. Salió adelante armándose una coraza y evitando mostrar debilidades y sentimientos. En la actualidad la conocemos viuda y durante el día cuidando a su nieta en el oscuro y triste (como ella) caserón que posee. “Dulce Soy” es el emprendimiento de catering para eventos que tiene con su amiga Ethel (Lanzoni), emprendimiento que fortuitamente la lleva a reencontrarse con Paco (quien vuelve al país para ser el padrino de bodas de un amigo). El reencuentro es la bisagra para contar otra historia, primero asistiremos a la vida de dos personas independientes que siempre se quedaron con el “cómo hubiese sido” y continuaron su camino, tristes, mirando hacia adelante y luego a la de una pasión, 30 años después, con arrugas y anteojos a la que hay que ubicar en algún lugar, y decidir como continuarla, o interrumpirla, una vez más. Con planos simples y cerrados, saltos de eje y poca iluminación la película elige un registro simple para dejar hacer a los actores. Se apoya en el oficio y el carisma de Ana María Picchio, pero se notan algunas deficiencias en el guión, alguna reconstrucción no tan lograda y decidimos, quedarnos sólo con la composición de cada personaje, lo más redondo de un film con altibajos.
Otra oportunidad Durante años las historias románticas del séptimo arte han sido capitalizadas por parejas en "la flor de la edad", pero de un tiempo a esta parte el cine se ha animado a extender la franja etaria apostando a dúos protagónicos que atravesaron el meridiano de los 50. La premiada Amour, Hope Springs, o la local Elsa y Fred son algunas de las cintas que surcaron el camino por el que también decidió aventurarse Rodolfo Duran. El director convocó a Ana María Piccio y Manuel Callau para narrar la historia de un amor que tras 36 años de interrupción se juega una segunda oportunidad. Paco vuelve a su suelo natal después de pasar más de tres décadas en España. El motivo del regreso es el casamiento de su mejor amigo, en el que Margarita presta servicio de catering junto a su joven y atractiva socia. Contrariando las predicciones por única vez, el guion no reencuentra a los protagonistas en la boda, él la reconoce a ella en un video de la fiesta que filma un sobrino pretendidamente freak. Mientras se posterga el reencuentro, la cinta gira hacia atrás en una serie de flashbacks que llevan al espectador a los escasos 20 días de relación entre Margarita y Paco, en la década de 1970. Exacerbando el estereotipo y cediendo a los clisés, la película salta al pasado de dos jóvenes con uniformes hippies, portadores de sueños que en la vuelta al presente se ven truncados. La Margarita actual es más sólida, interpretada por una Piccio que ha resignado la impronta picaresca de su registro actoral para configurar una creíble viuda desganada, que lleva el orgullo como marca central de su personalidad. Con ayuda de su hermano (encarnado por el preciso Awada), el tímido Paco se acerca finalmente a su enamorada, y el guion apresura los hechos, revelando secretos no tan secretos y cediendo al inoportuno termostato del melodrama. El elenco que secunda a la dupla protagónica aporta otros matices a la historia. La dramaticidad se incrementa en la relación madre-hija, la comicidad asoma en la lujuria de Awada y la ternura aflora en la naturalista actuación de la pequeña nieta de "Marga". Colores más, colores menos, la película no llega a ponerse al lado de otros ejemplares logrados del género. La elección musical es desacertada y el guion carece de esmero, pero valga la intención de contar y de darle otra oportunidad al amor y al cine nacional.
Los dignos regresos Ésta es una película ideal para los que gustan de historias sobre segundas oportunidades y para los que se quieran alejar de los efectos especiales y grandes despliegues de las superproducciones, porque las películas de Durand son muy simples y ponen mucho acento en los aspectos intimistas y emotivos. Como en su film “Terapias alternativas” (2007), el protagónico masculino está a cargo de Manuel Callau, interpretando a Paco, un argentino radicado en España desde hace 36 años, quien regresa por unos pocos días con el fin de apadrinar la ¡¡¡cuarta boda!!! de un amigo maduro con una muchacha mucho menor y en la fiesta se reencuentra con la pista de un amor que creía perdido en el pasado. Contada de manera tradicional, sin preocupaciones formales, la historia crece al calor del gran trabajo de los actores, aún en segunda línea, donde Alejandro Awada y Malena Solda aportan mucho oficio en sus intervenciones y apuntalan la solvencia de Ana María Picchio, quien desde hace mucho no había tenido un rol central en el panorama del cine nacional. La trama va develando progresivamente secretos familiares, reencuentros sentimentales y confesiones decisivas que remiten a la época en que Paco se fue del país. Filmada en noviembre del año pasado en locaciones de Buenos Aires y Balcarce, la temática tiene la singularidad de que la pareja protagonista (Picchio-Callau) es decir: Margarita y Paco, son abuelos jóvenes que cruzaron la franja de los sesenta, aunque ni ellos ni sus amigos renuncian a nuevos desafíos económicos ni sentimentales. En las antípodas de lo pretencioso Como todas las obras que mezclan comedia romántica con una dosis de drama subrayado con música incidental, “Cuando yo te vuelva a ver” es más bien un melodrama que bucea en los conflictos de pareja con una mirada especial sobre el rol fuerte de la mujer, en tanto ellas siempre salen adelante, aún con sus carencias afectivas. La película empieza con un montaje paralelo, donde por un lado se cuenta el regreso de Paco y por otro, el presente de Margarita, una narración alternada que presenta la situación actual de los protagonistas, hasta que ambas líneas confluyen para mostrar cuentas afectivas pendientes de un pasado común sin cerrar. A partir de ese momento comienza casi una segunda película. En los últimos cuarenta minutos, todo se precipita bajo los códigos del melodrama: flashbacks que muestran una parejita de adolescentes destruida por un distanciamiento forzado, todo ambientado en los años setenta, recreados según el estereotipo más convencional. La producción parece no querer correr ningún riesgo en las decisiones técnicas: puesta de cámara sobre la base de plano y contraplano, música de piano para resaltar los momentos tristes, nada original en la elaboración de los decorados y época. La decisión de no innovar en los aspectos formales y una tendencia al naturalismo constituyen las marcas que identifican a este film que pareciera concebido en décadas pasadas. Salvo el montaje paralelo inicial para trazar los derroteros de Paco y Margarita, el resto de la película posee un formato de telefilm melodramático, sin ninguna otra pretensión que generar empatía con el espectador. Y es precisamente en ese punto donde los actores sacan a relucir su carisma, para levantar un producto bastante magro pero igualmente efectivo.
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No estoy definiendo una cuestión. A lo sumo la estoy repensando una vez más, que para eso también está escribir. Una película chata no es una mala película. De hecho, una mala película puede pasar hoy en día más desapercibida que una película chata. Que chato tampoco es un film por constituirse como mera excusa para contar una historia. En “Cuando yo te vuelva a ver” hay una historia, hay un contenido y un mensaje. Paco (Manuel Callau) vuelve a la Argentina luego de estar muchos años en España y en un casamiento familiar se topa con Margarita (Ana María Picchio), la mujer que amó antes de partir y con quien jamás volvió a comunicarse. Seguro que esta es una historia de amor. Si me refiero al contenido, hay algo que apela a la fuerza del recuerdo, con un mensaje que entre otras cosas se enfoca en las segundas oportunidades; el volver a empezar. ¿Lugares comunes? Y sí. Si sabemos que el cine no abunda en temáticas: sabemos que los guiones se construyen sobre arquetipos, que los personajes experimentan un cambio porque hay un conflicto, que eso resulta en una evolución. Saliendo de este paréntesis teórico, es tan simple como decir que vamos al cine a ver historias; de amor, de la vida y todo lo demás. Si las formas de la ficción siguen vigentes, y si particularmente en el cine todavía lo tradicional le da pelea al 3D, es porque siempre se ha intentado contarnos, otra vez, la misma historia. Se trata de venderlo, de renovarlo y hacerlo atractivo a los ojos del espectador. Por eso las películas malas producen un impacto y casi ni nos dan tiempo a reflexionar sobre su condición. Nos tiran con todo aunque no nos cuenten nada. Lo chato es lo que va a ras del piso, lo que no se eleva. Es agarrar una cosa y dejarla como está, sin hurgar lo suficiente. Que “Cuando yo te vuelva a ver” se deje ver entera se debe en principio a la gran labor protagónica de Picchio, que le pone fuerza a planos que la tienen ahí sola, para que ella haga. El actor es materia prima, y en un film en el que no se lo resalta dramáticamente (porque se lo filma así nomás, y punto) su picardía va a valer el doble. Lo de Picchio y también lo de Alejandro Awada son cosas que sacan al film de Durán de la chatura. Sucede que la película da la impresión de haberse hecho sin mucho detalle de pensamiento, de intención; como si se hubieran tomado las escenas así como estaban, sin una mínima discusión. No ser chato es en cierto modo poner un plus. Quizá “Cuando yo te vuelva a ver” padezca de confiar demasiado en lo dado. A Campanella no le interesaba que Guillermo Francella fuese a asegurarle miles de espectadores; o sí, pero de igual forma le importaba otorgarle un personaje con vuelo, distinto, que lo volviera casi irreconocible. Entonces, si una película cuenta con Manuel Callau, no es provechoso que de eso por sentado. Su personaje es el protagonista y está como deambulando por ahí, sin dirección, al igual que su trabajo. Luego hay otras cosas. Hay vínculos como el de los hermanos que no resuenan, por más que los diálogos den a entender que hay una camaradería. El personaje de Nicolás Condito, hijo del de Awada, tiene inquietudes artísticas que lo asoman como alguien interesante, pero nada de eso se profundiza y al final su participación casi es irrelevante. Las locaciones en las escenas del pasado son dos tres lugares dados, típicos, que no se los tuerce. Librería, bar, casa. ¿No se puede trabajar algo más que el recuerdo del lugar desde el presente? ¿Una librería tan linda como la de la película, no abre otras posibilidades que las que se filmaron? No hay nada precisamente malo en estas decisiones; simplemente pienso ideas que destaquen más a la película. Con la música pasa algo similar. Es preciosa, delicada, pero irrumpe bruscamente y con demasiados motivos repetidos, por lo tanto más que lucirse termina cansando y desperdiciándose. Con un poco más de precaución, el resultado era otro. La de Paco y Margarita es una historia adulta, tierna. Allí hay una virtud que se evidencia en el respeto y cuidado que la película tiene, sabiendo lo que implica desarrollar una relación de personajes de esa edad. Así y todo, el gesto no suple el verdadero diálogo. “Cuando yo te vuelva a ver” tiene rasgos tradicionales y apuesta fuertemente a los personajes y a sus relaciones, entonces es decepcionante que el guión genere una escalada de expectativas sobre una buena premisa y que cuando llega ese momento la resolución filmada sea un montaje musical, con sonrisas de por medio. La película encara los conflictos y sale airosa, pero también se escapa, como Margarita, y nos queda el sabor amargo de querer explicarle que no pueden resolverse décadas de silencio en un “nos debemos una charla”.
Publicada en la edición digital #252 de la revista.