Militancia y cuenta regresiva. Queda más que claro que De Ahora y para Siempre (Freeheld, 2015) es una de esas tantas películas que anulan gustosas la dimensión cinematográfica con vistas a subordinarla ante el sustrato militante que las enmarca y les da sentido, una jugada ideológica que por cierto está perfecta porque el cine -como el arte en general- se ubica unos cuantos peldaños por debajo de la política en lo que respecta a su importancia social, mal que pese (en décadas pasadas existía un desequilibrio menos pronunciado, hoy desaparecido). En el fondo da lo mismo el soporte del “panfleto” de turno, sea gráfico, sonoro o visual como en este caso, lo relevante es el mensaje que se pretende transmitir: el film explora uno de los muchísimos incidentes de discriminación y homofobia institucionalizada en Estados Unidos antes del reconocimiento del matrimonio gay el 26 de junio de 2015 por parte de la Corte Suprema. Lo que comienza como una suerte de versión homosexual de Love Story (1970), con cáncer terminal de pulmón de por medio, pronto deriva en una interesante epopeya testimonial en pos de la igualdad de derechos en relación con las parejas heterosexuales: Laurel Hester (Julianne Moore) es una detective de la Policía de New Jersey que inicia un noviazgo con Stacie Andree (Ellen Page), una joven mecánica con la que eventualmente se casará según las disposiciones del primer lustro de la década anterior. A pesar de que la unión de hecho y los estatutos del período le permitían asignar a Andree como benefactora de la pensión que le corresponde por sus años de servicio, los representantes del poder político del momento desconocen una y otra vez las normas, el deseo de Hester y los reclamos posteriores, lo que abre un frente de colisión que ya había sido retratado en el excelente corto Freeheld (2007). Tomando de base aquel trabajo documental, el cual hasta consiguió alzarse con el Oscar en su categoría, el realizador Peter Sollett y el guionista Ron Nyswaner construyen un relato prolijo que se sustenta principalmente en una progresión narrativa sencilla pero cumplidora y en la gran labor del elenco en su conjunto. El maravilloso desempeño de Moore y Page de la primera mitad de la propuesta encuentra su contrapeso en las contribuciones -hasta cierto punto, más enérgicas- de unos Michael Shannon y Steve Carell muy inspirados, ya en el siguiente acto del convite: el primero compone a Dane Wells (el compañero de patrulla de Hester de toda la vida) y el segundo encarna a Steven Goldstein (un activista y cabeza de una organización que lucha por el matrimonio igualitario). Mientras que la pareja se recluye por la enfermedad y ayuda desde la distancia, el dúo de hombres agita con ímpetu su causa. En buena medida Nyswaner, un reconocido defensor de los derechos de la comunidad gay, aquí corrige varios de los excesos dramáticos de guiones formalmente similares como los de Filadelfia (Filadelfia, 1993) y Soldier’s Girl (2003), trabajos correctos en los que no obstante desbarrancaba un poco en el desarrollo de personajes vía la redundancia de algunos diálogos y situaciones. Comparándola con aquellas, De Ahora y para Siempre es un opus más humilde que nos habla de las injusticias previas a la victoria del 2015, lo que sin duda resta vigor discursivo a la película; pensemos en el influjo de Sicko (2007), del inefable Michael Moore, si hubiese visto la luz luego de la reforma del sistema de salud norteamericano del 2010. Un gran punto a favor del film es que administra con dignidad y mesura esa “cuenta regresiva” que caracteriza a toda historia sobre pacientes terminales…
Una buena película que merece su visión en pantalla grande. La historia de amor es sumamente realista logrando empatía inmediata con el espectador ya que logra llegar al corazón gracias al modo respetuoso en que...
Sin ella. De entrada, si observamos la ficha técnica de De ahora y para siempre y atendemos a la cantidad de buenos profesionales que participan en esta producción norteamericana podemos afirmar que existen suficientes mimbres para poder fabricar un buen cesto. Participación de actores consagrados e instalados con comodidad en el estrellato de ahora 6hollywoodiense (Julianne Moore, Ellen Page, Steve Carrell, Michael Shannon), un guionista reconocido con un Oscar en 1993 por Philadelphia (Ron Nyswaner, autor también de algunos capítulos de Prisionero de guerra y Ray Donovan); un realizador experimentado que ya ha demostrado con creces su buen hacer detrás de las cámaras -Peter Sollett, con títulos como Nick y Nora, Una noche de música y amor (2008) o Educando a Víctor Vargas (2002)- y una buena historia, de esas en las que tienes que ser un poco torpe para no rascar algo en temporada de premios, basada en el caso real de una cruzada por la equidad de beneficios y ante la ley de una pareja del mismo sexo. En fin, que nos las podíamos prometer muy felices, pero por desgracia, el resultado final desmerece en parte tan jugosas premisas.
Si uno de los méritos de la recientemente estrenada Carol era exponer los prejuicios de las clases altas ante un romance lésbico, De ahora y para siempre, mucho más cercana en el tiempo y basada en una historia real, no hace más que confirmar que el conservadurismo en algunos sectores de la sociedad norteamericana continúa vigente. Aquí hay también un amor entre dos mujeres de distinta edad, pero, a diferencia del film de Todd Haynes, la trama toma ribetes legales (de hecho, este caso marcó un precedente para que Estados Unidos sancione el matrimonio igualitario recién en junio pasado). La historia pone en escena a Laurel Hester (Julianne Moore), una aguerrida policía de New Jersey que, en un ambiente rebosante de testosterona y machismo, debe mantener oculta su homosexualidad. Laurel conoce a Stacie Andree (Ellen Page), casi veinte años menor, se enamoran, se mudan juntas y deciden blanquear la relación a través de un acuerdo de convivencia, que contempla menos aspectos -sobre todo, económicos- que el matrimonio. Las cosas se complican cuando a Laurel le detectan un cáncer de pulmón que avanza a pasos agigantados. Consciente de que su vida se acorta, ella quiere que Stacie pueda acceder a su pensión, pero las leyes del condado no dejan lugar a que la "viuda" salga beneficiada. A partir de allí, la pareja protagónica se corre del eje de la narración para que cobre relevancia el punto de vista de los actores secundarios: un compañero que en principio tuvo onda con Laurel pero ahora se desvivirá por ayudarla, un histriónico activista gay judío, un díscolo integrante del inflexible concejo deliberante del lugar. La intervención de estos personajes intentará que a la película no se la devore el drama íntimo y la solemnidad, pero estas pequeñas bocanadas de humor y política no logran darle al film el aire fresco necesario. A favor de De ahora y para siempre, hay que destacar las interpretaciones principales, favorecidas por la dirección de arte (impacta ver a Moore rapada a cero y la caracterización de Page es fiel a la original Andree). Son, sin embargo, escasos méritos en relación a sus descontadas buenas intenciones.
Una conmovedora historia de amor protagonizada por dos mujeres que luchan contra los prejuicios y la homofobia. Julianne Moore y Ellen Page se destacan en esta película que combina con emoción el drama y el costado tribunalicio. Esta es una historia de amor entre dos mujeres, como recientemente vimos en Carol, con dos grandes actrices y basada en el mediometraje documental Freeheld que muestra la incansable lucha por obtener justicia que emprendieron Laurel Hester y Stacie Andrée. El film plasma con emoción uno de los tantos hechos de discriminación y homofobia ocurridos en los Estados Unidos antes de la instauración del matrimonio gay el 26 de junio de 2015 por parte de la Corte Suprema. Laurel Hester -Julianne Moore-, una policía de Nueva Jersey, comienza una relación con Stacie Andrée -Ellen Page-, una chica que arrastra conflictos familiares y trabaja como mecánica, de quien se enamora perdidamente, y deciden ir a vivir juntas. Cuando a Laurel le diagnostican un cáncer terminal y desea dejar su pensión ganada durante años a su pareja de hecho, comienza una verdadera batalla campal contra todo un entorno político y social, alimentado por los prejuicios y la intolerancia de los funcionarios del condado. El relato impone el tema de la conciencia social y la igualdad bajo la lupa del director Peter Sollett -responsable de un episodio de la aplaudida serie Vinyl- que logra momentos conmovedores en esta trama que combina las aristas policiales con el costado romántico y tribunalicio que ocupa la última parte del metraje. Emocionante y con escenas que podrían haberse salteado para paliar lo lacrimógeno, De ahora y para siempre tiene el mérito de contar con una siempre convincente Julianne Moore -ganadora del Oscar por Siempre Alice- y una destacada Ellen Page -Juno-, la muchacha de aspecto varonil que muestra su lado más vulnerable. Michael Shannon tiene peso propio como el detective que sale en defensa de su eterna compañera y Steve Carell aparece como un activista homosexual que se adhiere a la lucha de la protagonista. Su papel, inclinado al desparpajo, desentona por momentos con el clima dramático generado en la primera parte. Aún asi, De ahora y para siempre muestra la lucha personal y el corazón de una mujer que se desarrolla profesionalmente en un ambiente machista que también trae sus sorpresas.
De ahora y para siempre es de esos films que si te agarran en un momento de bajón emocional te puede terminar de destruir porque es muy fuerte. Aquí no hay ningún spoiler porque ya se puede leer en la sinopsis: es una historia real de una mujer lesbiana que padece de una enfermedad terminal y que lucha apara obtener derechos igualitarios. Gran parte del mundo occidental ha avanzado mucho al respecto en los últimos años por eso este film es importante, porque da testimonio de una gran causa y la manera en la cual está narrada te atrapa y sumerge en ese mundo. El director Peter Sollett, quien ya nos había regalado la genial Nick and Norah’s Infinitive Playlist (2008) y que hace poco hizo debutar con todo la serie Vinyl, demuestra gran compromiso con esta obra. Julianne Moore y Ellen Page están excelentes en sus papeles y de ninguna manera sería justo juzgar a sus personajes por estereotipados dado a que sus contrapartes en la vida real hablaban y se vestían de la forma en la cual fueron interpretadas. Este estreno es un melodrama, no se puede negar eso. Lo que no implica que no sea una buena película porque realmente lo es. Hace llorar pero deja un mensaje y apoya una buenísima causa aún cuando todo sea previsible (el único punto flojo del film). Así que si la duda radica en secar o no los lagrimales sepan que van a tener que hacerlo pero que valdrá la pena.
Peter Sollet lleva a la pantalla grande una historia basada en hechos reales sobre la lucha de una mujer por conseguir igualdad. El resultado es una película correcta, pero que a nadie le resultará inolvidable. Cuando en 2005 la teniente Laurel Hester se enteró de que tenía cáncer terminal, decidió que quería pasarle los aportes de sus 23 años de trabajo en la policía a su pareja Stacie Andree, para que ésta pudiera mantener la casa que habían construido juntas. Ante la negativa de la junta de Ocean County, New Jersey, las mujeres debieron luchar para ser tratadas de la misma manera que las parejas heterosexuales. Peter Sollet (Nick & Norah’s infinite playlist) lleva esta historia real- que previamente había sido retratada por Cynthia Wade en el cortometraje homónimo que ganó el Oscar a mejor corto documental – a la pantalla grande y el resultado es correcto, pero deja gusto a poco. El mayor acierto de la película es su reparto: Julianne Moore y Ellen Page se ponen en la piel de Hester y Andree, respectivamente, y ambas realizan un buen trabajo, mientras dejan ver el dolor y las dificultades por las que son puestas a prueba. Michael Shannon, como el compañero de trabajo de Laurel en la policía, es probablemente la mejor interpretación del film. A medida que la historia avanza, su personaje se transforma en el mayor impulsor de la lucha y es el que logra mayor empatía con el espectador. Steve Carrell, como el fundador y presidente de una asociación que trabaja para que se apruebe el matrimonio igualitario, es simpático, pero por momentos su histrionismo se siente desubicado frente a un escenario desolador. ¿Qué es entonces lo que no convence de Freeheld? Más allá de que cuente una historia real, Peter Sollet hizo un largometraje previsible y que no arriesga demasiado. A diferencia de otros films como Milk (2008) de Gus Van Sant, que también retrata la lucha por los derechos de los homosexuales, Freeheld no emociona. Ni tristeza por la enfermedad de Laurel Hester, ni rabia por la indiferencia de los fiscales, la película no llega a conmover al espectador, quien probablemente mire la historia desde afuera y sin sentirse interpelado.
Amor igualitario. La película se basa en la historia real de Laurel Hester (Julianne Moore), una eficiente policía de Nueva Jersey que mantenía en secreto su homosexualidad hasta que conoció a Stacie Andrée (Ellen Page). Se enamoraron, armaron una pareja estable y feliz, y compraron una casa juntas. Todo iba muy bien hasta que Laurel es diagnosticada con cáncer, la enfermedad crece rápidamente y sabiendo que va a morir quiere hacer todo lo posible para que la destinataria de su pensión sea su pareja, y así pueda terminar de pagar la casa en la que viven. Como el matrimonio entre personas del mismo sexo no era legal en Nueva Jersey, la pareja debe embarcarse en una batalla legal para lograr su cometido. Ambas se enfrentan a un batallón de prejuicios, trabas legales, homofobia, y unas cuantas peripecias más para poder lograr su cometido. Con la estructura y la estética de un telefilme, de forma detallada y testimonial la película muestra la historia de ambas y su lucha, haciendo eje en el romance y en el dolor al atravesar la enfermedad, pero mostrando también la reacción de los compañeros de Laurel, de una sociedad bastante pacata, y de políticos que no quieren quedar mal con sus votantes. Es al exponer la respuesta social, que la película se pone bastante redundante; son las buenas interpretaciones las que hacen que el filme valga la pena a pesar de cierto tono melodramático y predecible. Especialmente las de la pareja central, pero también las de Michael Shannon y Steve Carrel quien interpreta a carismático activista gay -un tanto exagerado pero efectivo- que gracias a su experiencia se convierte en una gran ayuda para ambas. Técnicaménte es un filme que apenas cumple, no hay nada que lo destaque visualmente. Con un relato tranquilo y equilibrado, basado en hechos significativos y con buenas interpretaciones, el relato no tiene fuerza ni profundidad, y elige el camino seguro del romance y el melodrama con lugares comunes, sin profundizar ni indagar en las causas y consecuencias de una sociedad homofóbica.
Cine militante Un melodrama que por momentos cede a la tentación de la bajada de línea, pero que el director de las notables Educando a Víctor Vargas y Nick y Norah: Una noche de música y amor logra sacar a flote. Parece que Julianne Moore le tomó el gustito a mostrarse en pantalla padeciendo el sufrimiento de un deterioro físico irremediable. Poco más de un año después de su oscarizado rol de una maestra con Alzheimer en Siempre Alice, la pelirroja –aquí rubia- vuelve a ponerse al servicio de una enfermedad terminal en este dramón con aires militantes llamado De ahora y para siempre. El opus tres de Peter Sollet (el mismo de las muy buenas Educando a Víctor Vargas y Nick y Norah: Una noche de música y amor) arranca como un remedo tardío de las tearjerkers o “películas para llorar”, planteando la historia de amor entre una reputada policía (Moore) y una joven mecánica (Ellen Page, también productora) truncado a raíz del sorpresivo y fulminante cáncer del pulmón de la primera. Podría pensarse en una suerte de Love Story en versión lésbica, pero De ahora y para siempre prioriza la faceta política de la cuestión. Esto es, la lucha para que el Estado conceda la pensión a la pareja de ella y toda la serie de reclamos -primero solitarios y luego multitudinarios- en favor de la igualdad de derechos (la pensión corresponde sólo para esposas o maridos). De allí en adelante, el film recorrerá los tópicos habituales de este tipo de relatos, campeando entre los avances de la enfermedad y las consecuentes visitas al hospital cada día más frecuentes, y el progresivo apoyo social a la causa. Social y también laboral, ya que los compañeros, a excepción de Dane Wells (Michael Shannon), irán del rechazo al respaldo de su compañera. Consciente del material de la propuesta, Sollet tiene la cintura suficiente como para coquetear con los golpes bajos sin abrazarlos. Quizá así se entiende por qué le concede unos buenos minutos a un militante judío homosexual crucial no sólo para la cruzada burocrática, sino también para la película toda. El personaje de Steve Carrell descomprime, airea, vigoriza una historia mediante un rol volcado a la comedia. Así, y aun cuando De ahora y para siempre es un film deliberadamente militante que subsume sus formas a la masificación de su mensaje, el resultado es digno exponente ideal para mojar unos cuantos pañuelos en la soledad de la sala oscura.
REALIDAD Y LAGRIMAS Una historia real que demuestra cuanto debe adelantarse todavía en un país como EEUU en cuanto al derecho de las minorías. La historia de una valiente oficial de policía lesbiana que oculta por apariencia su relación con una mujer más joven, hasta que una dolorosa enfermedad la enfrenta a la necesidad de luchar por una mínima justicia. En este caso que se reconozca a su pareja gay como merecedora de la pensión por la muerte de la policía. Si bien la historia es lineal, inevitablemente emotiva, los trabajos de actores tan profundos como Julianne Moore, Ellen Page y Michael Shanon aportan calidad a esta biopic predecible.
El amor y el Estado Basada en una historia real, la película de Peter Sollett aborda el caso de Laurel Hester, una mujer lesbiana que motivó un cambio en la legislación sobre las pensiones que reciben los viudos y las viudas. Laurel (Julianne Moore) es una detective comprometida, dura, incorruptible. Fuera de su trabajo, encuentra algunos momentos para distenderse un poco. Y en uno de esos momentos conoce a Stacie (Ellen Page), una joven que siente un inmediato flechazo por ella. Hasta aquí, una suerte de girl meet girl que el director Peter Sollett aborda de manera clásica. El punto de giro de De ahora y para siempre (Freeheld) es el diagnóstico de cáncer de Laurel. Diagnóstico que no augura una cura, y que es mitigado por el incondicional apoyo y acompañamiento de su pareja, en medio de la batalla legal que debe emprender para que, una vez muerta, Stacie reciba una pensión. De ahora y para siempre muestra, como tantas películas, una lucha íntima que deviene inexorablemente lucha civil, social, y política. Y, como suele ocurrir, el film retrata los avances en materia democrática con buenas intenciones, amoldados a una puesta austera, televisiva. Porque “lo que importa” no está en el cómo sino en el qué. Lo que aquí se pone en juego es la ampliación de derechos para mejorar el sistema, ampliarlo, hacerlo más justo. En este caso, la lucha es contra el conservadurismo de los legisladores del condado de Nueva Jersey, una especie de metonimia del Tea party, el conservadurismo americano en su esplendor. La cuestión –para estos señores- es respetar el beneficio de la pensión, siempre y cuando se trate de matrimonios heterosexuales. La pareja protagónica recibe el apoyo del compañero de Laurel (Michael Shannon, vaciado de la locura de sus personajes más logrados) y de un activista gay (Steve Carell) que sabe tanto de derechos humanos como de marketing político. Más allá de ese afuera que se conecta con esos dos hombres, reposa y sufre Laurel, quien en la piel de Moore transmite fragilidad y encanto. Page acompaña con dignidad, y es evidente que su compromiso con la causa (explicitó su condición lesbiana en un mordaz y sentido discurso, algún tiempo atrás) fue el que la llevó a producir el film. Sabemos que hoy, afortunadamente, existe el “Matrimonio Igualitario” en Estados Unidos. Y si no lo sabemos o lo olvidamos, una placa final –previsiblemente- nos lo recordará.
Entre la igualdad civil y la chatura de ideas Si en algo puede y debe diferenciarse el cine de hoy es en contar las mismas historias de siempre pero atento a respetar el ojo y la sensibilidad del espectador contemporáneo. Y eso no significa apuntarle a un nivel de exquisitez distintivo, sino a buscar las variantes para que una película basada en una anécdota dramática de las que existen por millares, no sea relacionada con otra mucho mejor retratada y sea rápidamente olvidada. Por ejemplo, no es posible ver De ahora y para siempre y no pensar, casi de inmediato, en que esto ya lo vimos en (polémica de acuerdo al tiempo de su estreno) Filadelfia (1993). Porque en ambas realizaciones se plasma el tema de la discriminación sexual, de la enfermedad que desnuda desigualdades y de cómo la ley no se hace cargo ni contempla a una minoría -que ya ni debe ser tal- cuyos derechos deben valer lo mismo que los de los demás. Que el guionista Ron Nyswaner haya participado en ambos proyectos no es para nada casual. En el caso de De ahora y para siempre la historia nos ubica junto a la oficial de policía Laurel Hester (Julianne Moore), dedicada al trabajo hasta que aparece la joven y desenvuelta Stacie Andree (Ellen Page) que la lleva a reordenar su vida de acuerdo a su homosexualidad y a blanquear la situación a pesar de los prejuicios. Su compañero, el oficial Wells (Michael Shannon) en principio se resiente por el ocultamiento de la verdad al que lo sometió su compañera pero luego comprende e intenta ayudarla sobre todo cuando se le diagnostica cáncer terminal. Y como no podía ser de otra manera, el conflicto mayor surge cuando la ley se niega a reconocer a la pareja de Laurel como para que reciba en caso de deceso su pensión. La historia no es más que el reflejo de lo que sucediera realmente en el 2005 en New Jersey, incluso manteniendo en el film el nombre de los protagonistas reales. La lucha por ese derecho, la toma de conciencia de sus compañeros y conciudadanos, la mediatización y la presión sobre el aparato burocrático y vetusto del condado son el eje y motor de esta película de la cual nadie espera un final feliz pero sí muy emotivo. Y en cierta forma lo tiene aunque predecible y sin ningún encanto especial. El problema surge cuando esa emotividad es acotada, no explota, no revoluciona al espectador o logra que estalle de bronca ni impotencia. Por supuesto que debiera ser así, que debiera incomodarnos y hacer que analicemos todo lo que está mal en esa situación, y esto sucede porque se está contando la misma historia que vimos ya muchas veces sin nada que se pueda agregar. Ellen Page es una militante ferviente por los derechos de la comunidad gay y por eso quizás extrañe su tibieza en la interpretación. Moore también está correcta, pero casi no hay química entre ellas, algo fundamental en esta anécdota que intenta plasmar el dramatismo de una pareja cuyo destino está signado. Y con eso, se logran destacar las labores de Michael Shannon y Steve Carell que se lucen con solidez y sobriedad, aún sobreactuando y parodiando un poco como en el caso del comediante. Esto hace deducir que la dirección de Peter Sollett (Una noche de música y amor) también fue pobre y acotada, y no supo moldear su materia prima para estar a la altura. Y la cartelera ya está llenándose de películas cuyo tema central es el conflicto social frente a la aceptación de la diversidad sexual, la reciente La chica danesa (2015) o la más lejana Los muchachos no lloran con la increíble interpretación de Hilary Swank, además de la ya mencionada Filadelfia. Todas ellas tienen una marca distintiva, algo que las hace recordables y de lo que la producción que nos ocupa carece. Probablemente cause algunas lágrimas porque Moore sabe lograr empatía a pura sobriedad y transparencia en su mirada, tal vez nos indigne la actitud persistente de los magistrados -o freehelders según el cargo original- que determinan en esa corte que la comunidad gay no tiene los mismos derechos que sus pares. Pero sigue faltando esa vena abierta que pulse y marque el ritmo del problema de raíz, de lo importante que es que no exista en estos tiempos una gota más de esa intolerancia. Como decía antes y con respecto a los secundarios, Carell se destaca en la composición de un rabino gay muy colorido, Shannon sorprende con su personaje que se aleja del desquicio habitual de sus psicópatas, mafiosos o policías trastornados y hasta estos freehelders -entre los que se puede reconocer la cara de ese villano frecuente que suele encarnar William Sadler- son los que se encargan de darle el contexto adecuado a la historia para que pueda ser tejida por la pareja protagónica con la que no se termina de conectar por alguna razón que se intuye en falta de esmero por parte de la dirección. Lamentablemente, De ahora y para siempre no será recordada como un punto de inflexión en el cine de denuncia social o en el intento por movilizar al espectador a reconocer a las minorías sexuales como a sus pares sin ninguna clase de discriminación, quedará en el archivo como una película correcta sobre cómo la unidad de toda la ciudadanía es la única que puede lograr un cambio en la mentalidad de las propias autoridades que ellos mismos han puesto allí. Y de esas ya tenemos bastantes.
Para nosotras, la igualdad Las actuaciones de Julianne Moore y Ellen Page tienen un peso propio en un drama de la vida real. No es sencillo llegar al final de la proyección de De ahora y para siempre y no sentir, en algún momento, estremecimiento. No llega a conmover, pero la historia de la mujer policía de Nueva Jersey que, sabiendo que tiene una enfermedad terminal, desea dejarle su pensión a su pareja toca resortes de emoción. Ocurrió en la vida real, hace una década y fue antes de que la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos aprobara el casamiento entre seres de un mismo sexo. La policía Laurel Hester estaba en el closet, hasta que conoció a una joven mecánica, Stacie. Se enamoran, se mudan juntas y enfrentan la dureza del Concejo de Ocean County, cuyos miembros sistemáticamente dijeron que no a la petición de que su pareja de “sociedad doméstica” -no estaban casadas porque no estaba permitido- pudiera obtener los beneficios de la pensión. Cualquier empleado del lugar que estuviera casado podía hacerlo. Ellas, no. Lo cierto es que con el correr de los minutos, la película pasa de ser un drama en el que una policía no se atreve a decir su preferencia sexual a sus compañeros a uno sobre una mujer que sufre un cáncer terminal, a otro sobre los derechos de los gays en los Estados Unidos. Por momentos el centro de atención es tan cambiante que el espectador no sabe si el director desea que se preocupe más por la agonía de Hester, los derechos que defiende un abogado gay y judío (Steve Carell) o la historia de amor entre las protagonistas. Un punto flojo es precisamente que el guión no profundiza en la relación entre Laurel y Stacie, con lo cual queda esa trama como detrás de las otras. Cáncer, derechos gays y cierta “corrupción” en el Concejo -que no vamos a adelantar- quizá sean demasiados ingredientes para un mismo plato. Y es por eso que el peso recae en las actrices. Julianne Moore viene de un año con suficientes pérdidas (sufrió Alzheimer prematuro en Siempre Alice y ganó el Oscar, ahora ésta) y como Stacie está Ellen Page, la actriz de La joven vida de Juno, abiertamente homosexual. Al tener a Michael Shannon como policía, uno podía hacerse una idea de su papel, pero por fortuna el actor de Sólo un sueño va contra los prejuicios y demuestra por qué es un muy buen actor en un rol alejado de clisés.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
El derecho al amor igualitario La legalización del matrimonio igualitario con la igualdad de derechos como pancarta puede ser uno de los más grandes logros de la comunidad homosexual en los últimos años. Principalmente a la hora de instalar el debate en la sociedad, dándole mayor notoriedad a una cruzada que hace mucho tiempo lleva intentando ser reconocida en varios países del mundo. Uno de los hechos más representativos fue el de Laurel Hester, quien en 2005 luchó contra el gobierno norteamericano para lograr que su pensión fuera destinada a su pareja del mismo sexo, luego de que ella falleciera a causa de un cáncer. Claramente son historias de vida como esta las que valen la pena que sean contadas a través del cine. Basada en este caso real, De ahora y para siempre (Freeheld, 2015) nos presenta a Julianne Moore como la verdadera Hester, una agente de policía del estado de Nueva Jersey, que pesar de ser una eminencia en su trabajo, debe mantener su homosexualidad en secreto de sus conservadores colegas. Pero incluso cuando encuentra el amor de su vida, una joven mecánica llamada Stacie (Ellen Page), a Laurel le será imposible contar la verdad por miedo a que eso le perjudique en su carrera. Sin embargo, la pareja vive feliz por sobre los prejuicios. Es así que al poco tiempo de conocerse comienzan a convivir y hasta planean a futuro sin darle importancia a la diferencia de edades. Pero cuando Laurel es diagnosticada con un cáncer terminal, ella deberá hacer pública su condición frente a los retrógrados legisladores de la ciudad, y de esta manera conseguir que Stacie pueda conservar la casa y su pensión, al igual que cualquier matrimonio heterosexual. Contando con la ayuda de su ex compañero de la policía Dan Wells (Michael Shannon) y el activista gay Steven Goldstein (Steve Carrell), esta situación tendrá la repercusión suficiente para que llegue a los medios de comunicación antes que sea demasiado tarde. freeheld 2015 El guión de Ron Nyswaner – responsable de “Philadelphia”, uno de los films más recordados sobre la temática LGTB – junto al director Peter Sollett, retrata al pie de la letra la historia de Laurel Hester pero sin conseguir que el espectador llegue a involucrarse con los personajes, más allá de la protesta social. Y esto no se debe precisamente a una falencia desde el punto de vista actoral. La relación de Laurel y Stacie se saltea tantas instancias lógicas durante la primera parte del argumento, que antes que nos demos cuenta la pareja ya se encuentra comprando una casa, adoptando un perro y luchando contra a una enfermedad lapidaria. Evidentemente el elemento más importante de la película es la lucha por la igualdad de derechos, antes que el origen del enamoramiento de las protagonistas. Pero esta decisión no hace más que despersonalizar el mensaje de equidad, quitando gran parte de la empatía del público hacia la pareja. De todas formas, Julianne Moore se destaca en la misma línea de su última película “Por siempre Alice” (2014), representando con solvencia la postura frente a la muerte de un paciente terminal. Como así también Ellen Page, quien desde un lugar menos solemne demuestra que los papeles dramáticos son su fuerte. Ellas dos se destacan en un elenco algo discreto, el cual tiene a Steve Carrell como uno de los actores más desaprovechados. De ahora y para siempre cuenta una historia que merece ser más conocida, sumado a la presencia de un dúo protagónico a la altura de las circunstancias. Pero si dejamos esto de lado, probablemente sean únicamente esas dos características lo mejor que la película tiene para ofrecer.
Terminal disease melodrama gives way to battle for equality POINTS: 5 Freeheld stars Julianne Moore, Ellen Page, Michael Shannon, and Steve Carell in a story based on true events: the lead character is diagnosed with a terminal disease and embarks on a legal battle in order to have justice prevail. It’s directed by Peter Sollet, a largely unknown director with only two previous films, Raising Victor Vargas (2002) being the only one worth mentioning. And it’s scripted by Ron Nyswaner, mostly a television screenwriter with just a few films under his belt, Philadelphia (1993) being the main achievement. As for Freeheld, let’s say it’s nothing much to write home about. It concerns New Jersey police lieutenant Laurel Hester (Julianne Moore), who’s dying from terminal lung cancer and so wants to make sure that her pension benefits are granted to her same-sex partner, Stacie Andree (Ellen Page), who’s almost 30 years younger and works as a car mechanic. However, under New Jersey’s Domestic Partnership Law, this request cannot be granted to state employees, so Laurel’s appeal is set aside by the decision of five state freeholders. In the meantime, she gets sicker and sicker while Stacie does her best to manage her harsh treatments. Amid so much despair, they are aided by Laurel’s longtime detective partner Dane Wells (Michael Shannon), who tries to help advance the case by appearing at every single town hall meeting with the freeholders. In addition, there’s Steven Goldstein (Steve Carell), a colourful, Jewish gay rights activist and the chairman for Garden State Equality. As it’s easy to see, it’s not the raw material that’s devoid of interest or singularity — on the contrary. But as is always the case, what matters is how this material is shaped into a film, and in turn how such a film is narrated. And this is where Freeheld fails by many accounts. All the scenes set at the town hall are pretty awful. Too often, the tone switches from fine drama to facile melodrama while ideas are spelled out to viewers as though they were dimwits. No subtext is to be found anywhere, characters come across as either victims or victimizers, and a sentimental edge makes it all the more unrealistic. You have your usual scenes where central characters stand up and address both their contenders and viewers with agitated speeches in favour of their cause. Which are justified and right by all means, ideologically speaking. But Nyswaner turns these scenes into soap opera stuff. Then, there’s the predictably annoying yet effective gay activist played all over the top by Carell. In fact, in terms of acting, he seems to belong to another movie — if there’s one thing to commend Freeheld for, it’s the performances of Moore (impeccable), Page (very convincing) and Shannon (pretty decent). When these three actors interact in some of the less spectacular scenes, the film acquires a ring of authenticity. I guess one can also be thankful for the omission of many scenes related to Laurel’s decline and suffering. So don’t expect anything in the vein of, say, Gus Van Sant’s Milk. It’s true that Freeholder could’ve been worse — for instance, one redeeming quality is the straightforward way in which Laurel and Stacie domestic relationship is portrayed — but still, it looks and sound as your average (and often below average) cable movie of the week where the terminally-ill fight for their rights against all odds. This material certainly deserved a better treatment. If it weren’t because of the actors, Freeheld would be of very little significance. production notes Freeheld (US, 2015) Director: Peter Sollet. Screenwriter: Ron Nyswaner, based on the documentary short by Cynthia Wade. With Julianne Moore, Ellen Page, Michael Shannon, Steve Carell. Director of photography: Maryse Alberti. Editor: Andrew Mondshein. Running time: 103 min.
Buen melodrama con mensaje igualitario Preparen los pañuelos: este drama de la vida real provoca lágrimas a granel, aunque lo mejor que tiene para ofrecer es el mensaje sobre el derecho al matrimonio igualitario. Y este mensaje está apoyado por intérpretes excelentes, empezando por la protagonista, Julianne Moore, una detective de New Jersey que al saber que le queda poco tiempo de vida debido a una enfermedad terminal, encima descubre que las autoridades de su condado extremadamente conservador han decidido no avalar las leyes de "pareja cívica" o unión social que rigen en todo el estado, por lo que cuando muera no le podrá dejar su pensión a su pareja, Ellen Page. La película empieza con la narración de cómo una sumamente seria detective preocupada por evitar que se conozca su orientación sexual dentro de la policía se enamora de una mecánica mucho más joven que ella. La historia de amor es discretamente atractiva y pronto se interrumpe por el drama de la enfermedad. Ahí es cuando el film empieza en serio, con la lucha por los derechos de esta detective y su pareja en la que participa un divertidísimo Steve Carell, como un abogado y activista gay, y un formidable y adecuadamente seco Michael Shannon, como el compañero de la protagonista dentro de la fuerza. Estos personajes son los que equilibran el melodrama con humor y sobre todo la energía que necesita un buen ejemplo de cine de mensaje. En este sentido es clave el personaje de Shannon, ya que aporta el punto de vista del típico norteamericano medio reaccionando ante una flagrante injusticia. El apego a la corrección política y al melodrama del director impiden que el film levante más vuelo, aunque lo importante del tema y todas las actuaciones ayudan a recomendarlo.
Un film que mezcla el drama romántico con la acción en tribunales, de gente sencilla que da batalla contra esos grandes prejuicios sobre los que se construyeron las leyes que todavía hoy nos gobiernan. [Escuchá la crítica completa]
Relato solvente y bastante televisivo. Desde que Akira Kurosawa dirigiera, hace ya más de sesenta años, su indispensable Vivir, la “película-de-enfermedad-terminal” –con su decena de variantes posibles y, tantas veces, imposibles– se ha convertido en un género cinematográfico por derecho propio. El de De ahora y para siempre (extraño, gramáticamente sospechoso título local para Freeheld) resulta un caso interesante no sólo por estar basado en hechos reales recientes sino, fundamentalmente, por los intentos del guionista Ron Nyswaner y el realizador Peter Sollett (el mismo de la más que recomendable Educando a Víctor Vargas) por reconvertir el film en un drama de denuncia social y político, un poco a la manera de Filadelfia. La historia es la de Laurel Hester, una mujer policía de Nueva Jersey con cargo de teniente y un gran historial sobre sus espaldas que, ante la aparición de un cáncer de pulmón y posterior metástasis, decidió exigir una pensión para su pareja, otra mujer. Terrible manera de salir del closet e inicio de una batalla legal que desnudó prejuicios e hipocresías de propios y ajenos (la letra escrita pre matrimonio igualitario negaba el traspaso de una pensión entre parejas de hecho del mismo sexo). Las presencias centrales de Julianne Moore y Ellen Page aseguraban de entrada un piso de nivel actoral muy alto y, si bien la película incluye –en particular durante sus últimos tramos– varias de esas escenas que parecen diseñadas especialmente para su lucimiento en pantalla (léase: lágrimas y más lágrimas), lo cierto es que ambas aportan a sus respectivos personajes una potencia que basada más en los detalles y las sutilezas que en los desbordes, en particular durante algunas escenas domésticas. De ahora y para siempre completa su reparto con Michael Shannon, en la piel del compañero de patrullero de Laurel, y Steve Carrell como un militante lgbt judío jugado al “alivio cómico”. A tal punto cómico que algunas de sus escenas parecen literalmente tomadas de otro universo, aunque ello no implique de por sí algo malo. Si el film también surfea la ola del melodrama realista (oxímoron de comprobable existencia), en particular luego del avance de la enfermedad, Sollett logra reunir todos esos elementos en un relato solvente y relativamente eficaz. Y bastante televisivo. La limitación fundamental de películas como Freeheld es la escasa capacidad (aunque, tal vez, se trate sencillamente de falta de interés) para ir un poco más allá de su cualidad de ilustración de hechos, de empaque audiovisual para la transmisión de ideas biempensantes, envueltas en un formato políticamente correcto que no ofenda a ningún potencial espectador, salvedad hecha del más radicalmente conservador. Se trata de una fórmula probada por el cine norteamericano y mundial desde hace mucho tiempo y su capacidad de fuego suele confirmarse en premiaciones y galardones de todo tipo. Queda así poco lugar para las complejidades o la ambigüedad, y el film termina transformándose en una consigna o estandarte prolijo en sus formas e ideológicamente blindado. La genialidad de aquel film de Kurosawa era su costado enigmático, las aristas nunca iluminadas del viejo interpretado por el gran Takashi Shimura; De ahora y para siempre deja todo en claro y lo afirma con implacable vehemencia.
Una historia de amor que modificó la ley Un cortometraje documental con un marcado contenido de denuncia social, Freeheld, ganó el Oscar en 2008 y tuvo una decisiva influencia en la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en los Estados Unidos. Contaba la historia (real) de Laurel Hester, una policía de Nueva Jersey enferma de cáncer terminal y la tenaz lucha que sostuvo para conseguir que se le reconocieran los derechos sucesorios a su pareja homosexual, una joven mecánica de automóviles llamada Stacie Andree. Aquel breve film del que la propia Hester participó algún tiempo antes de morir tuvo un gran impacto en la comunidad homosexual y se ha convertido ahora, a instancias del director Peter Sollett, interesado en extender el alcance del film a un público más numeroso, en un largometraje que conserva el título original y narra la historia de la pareja según un guión que fue encomendado a Ron Nyswaner, el libretista de Filadelfia. Que Julianne Moore y Ellen Page, la actriz de La joven vida de Juno y una de las pocas que en Hollywood ha hecho pública su condición homosexual, se hayan hecho cargo de los papeles centrales, puede haber añadido un atractivo extra a la producción, sobre todo por la calidad de sus trabajos, que ayudan a sostener la correcta primera parte de un film sin demasiado vuelo. Pero a medida que avanza la acción, cuando los argumentos de las protagonistas (y los reclamos de los activistas que las apoyan) chocan contra el tradicionalismo y los prejuicios (o la homofobia) de un panel de cinco republicanos, se hacen más visibles las simplificaciones, los estereotipos, los lugares comunes y las forzadas apelaciones a la emoción a que recurren el libretista, el director y el músico. No resulta suficiente entonces el esfuerzo de las protagonistas y de los demás integrantes del elenco, entre quienes se destaca Michael Shannon en el papel del policía compañero de Hester. Vale anotar que entre la escritura del guión y el estreno del film, la Corte Suprema de los Estados Unidos legalizó el llamado matrimonio igualitario en junio de 2015.
Una gran actuación de Julianne Moore que vuelve a mostrar todo su oficio, una actriz de gran talento, que vuelva a sobresalir y a quien acompaña bien Ellen Page, como así también Carrell, en una historia fuerte y audaz. Una vez más vemos la hipocresía social y los prejuicios, se encuentra bien narrada.
Basada en la historia real y en el documental que registró la lucha de la policía de la policía Laurel Hester, enferma de cáncer, para que su pareja, Stacey Andree pudiera cobrar su jubilación. Aunque los realizadores no vuelan más allá del principio, desarrollo y fin esperables -y algo remanidos-, la convicción y la fuerza de las estupendas Julianne Moore y Ellen Page, bien acompañadas por el resto del elenco, hace de este alegato por la igualdad sexual un drama recomendable.
PROTESTA FALSEADA Cuenta una historia real: la lucha por igualdad de una pareja homosexual en el conservador estado de Nueva Jersey, en 2006. Laurel Hester (Julianne Moore), agente de policía, y Stacie Andree (Ellen Page), una pareja homosexual de clase media que tuvieron que luchar contra los llamados ‘freeholders’ (autoridad local) del Condado de Ocean de Nueva Jersey para que a Laurel se le concediera la pensión de Stacie, que agoniza luchando contra un cáncer terminal. La primera parte, aporta un poco de interés. Está bien presentada, aunque suene demasiado endulzada esa relación, algo que suele suceder los amores con mensaje reivindicador. Pero después, al abordar la cuestión de fondo, todo se desbarranca. Es superficial, estereotipado, básico, poco creíble. No tiene ni emoción ni fuerza y abunda la manipulación, tanto al plantear las demandas como al recorrer la enfermedad de Laurel o los argumentos del temible tribunal del condado.
Éste filme está basado en la vida real de Laurel Hester (Julianne Moore) y Stacie Andrée (Ellen Page) en su lucha por la igualdad. En esa puja estarán acompañadas por el oficial Dane Wells (Michael Shannon), compañero de Laurel durante toda su carrera en la fuerza policial. A Laurel, una condecorada policía de Nueva Jersey, le diagnostican un cáncer de pulmón, ante la inminencia del desenlace desea que su pareja femenina, con la cual realizo los trámites legales de convivencia, sea la beneficiaria de su pensión. Sin embargo los funcionarios del condado, los llamados Freeholders no ven con beneplácito el pedido de la mujer policía por su condición de homosexual, y con artilugios legales para nada morales se lo niegan permanentemente. Aquí entran en juego los significados de las palabras, el poder de los “freeholder”, cuya traducción sería”propietario absoluto” en su idioma original, de ahí se desprende el neologismo del titulo. “Freeheld” algo así como “libertad retenida”. Un freeholder es quien tiene el poder absoluto en algunas cuestiones legales y locales de temas que nunca llegarían a la corte suprema de Justicia de los EEUU. Por eso una de las cosas que más molestan es ver a Steve Carrel personificando a Steven Goldstein, un abogado judío observante, homosexual, que lucha en prosecución del matrimonio igualitario. La performance redundante, estereotipada, estridente y bulliciosa del actor gritando en la sala del Condado “¡tienes el poder!” en una de las escenas más panfletarias e inverosímiles de ésta producción (en realidad es casi la única), hasta da vergüenza ajena. Sin embargo, tiene como principales atributos las actuaciones del trío de protagonistas, por supuesto que por tiempo en pantalla, y por los cambios de registro, el compromiso histriónico y el esfuerzo corporal realizado Julianne Moore se llevaría todas las palmas. Pero la actuación de Ellen Page es sobresaliente, con otro tipo de rendimiento más intimista en los aspectos más intangibles e incontrolables del comportamiento humano, sobre todo las emociones. Distinto, no tan evidente desde lo físico, pero muy eficaz en la construcción y desarrollo de su personaje. Otra de las importantes esencias del filme se desprenden del guión, específicamente del personaje de Laurel, el sostenimiento en su idea de luchar por la igualdad, en ningún momento nuestra heroína habla del matrimonio gay, es lo que coloca al personaje de Laurel por encima de lo estrictamente la elección de la sexualidad, su lucha está atravesada por la justicia, que ella creyó defender durante 23 años de servicio. Además es que la narración no cae en la sensiblería común y corriente, no le hace falta, la historia en sí misma es empática. Buen trabajo del diseño de arte y la dirección de fotografía. El problema es que su estructura narrativa es tan clásica, tan previsible, tan de manual, demasiado formalismos estéticos, todos juntos, montaje que acompaña al desarrollo, e increíblemente la banda de sonido compuesta por Hans Zimmer se hace notar constantemente. Como si se tratara de un telefilme, todo esto conspira hasta que termina por dar la sensación de ser una torpe manipulación y convertirlo en uno más de tantos.
Filme torpe e ingenuo El filme trata sobre un romance entre una agente de policía y una joven menor que ella. Cae en lugares comunes y estereotipos torpes. ¿Hasta cuándo vamos a ver a Julianne Moore con alguna enfermedad? Al menos desde Safe, obra maestra de Todd Haynes, hasta hoy la hemos visto en el mismo papel (algunos mejores que otros). Basada en un caso real, De ahora y para siempre cuenta la historia de Laurel Hester (Moore), una policía homosexual de Nueva Jersey, que se enamora de Stacie Andree (Ellen Page), una mujer mucho más joven que ella. El romance, no exento de dificultades, da un giro cuando a Laurel le diagnostican una enfermedad terminal. Ella brindó su servicio durante 23 años y ahora quiere que le concedan la petición de asignar sus beneficios de pensión a Stacie. Sólo pide igualdad. La vergüenza ajena se apodera del filme de Peter Sollett porque todo es de una sobreactuación insoportable. Lo de Ellen Page como Stacie no se puede creer. Ser lesbiana para el director es el estereotipo más inverosímil que se puedan imaginar (ellas ven béisbol en la tele y Stacie arregla una moto, por ejemplo). Todo está como montado por un estudio más interesado en facturar que en hacer cine y el intento por hacer militancia en la causa es retrógrado, ingenuo y torpe. No se piensa la puesta en escena, las actuaciones son malas (Steve Carrell tiene un papel ridículo), el guion da saltos terribles, no se logra construir el drama para que el espectador sienta y viva lo que están sufriendo los personajes. Los lugares comunes y los golpes bajos están mal utilizados y por momentos hasta se convierte en una falta respeto a la comunidad gay.
Mordiéndole los talones a Carol, el exitoso último film de Todd Haynes, Freeheld (título original) muestra otra historia de amor entre mujeres, pero basada en hechos reales. Laurel Hester (Julianne Moore) es una condecorada policía de Nueva Jersey; buscando abstraerse de su obsesión por el trabajo, y a la caza de ocio productivo, se incorpora a un equipo de voley y así conoce a Stacie Andree (Ellen Page), una chica varios años menor, con quien inicia un romance. Hay un talento innato en Moore para hacer de este tipo de minihistorias algo excepcional, y la química con Page resulta más de lo que uno podría esperar (no sólo difieren en edad las actrices, sino en atributos físicos y estilo), pero es también un logro del director Peter Sollett (que indagó temas similares en Nick and Norah’s Infinite Playlist) llevar la relación a buen ritmo. Tras el diagnóstico de un cáncer fulminante y la lucha legal de Laurel para legar sus bienes a su pareja (las consecuencias, insinúa Sollett, se verían diez años después, con la promulgación de la ley de matrimonio igualitario), la película toma un inmenso dramatismo, solo piloteado por las actuaciones de Moore, Page y el inestimable Michael Shannon.
Pareciera ser regla que luego de la consagración de un actor, en un punto pegue un volantazo y comience a entregarse a películas cuyo único atractivo sea su presencia adornando el afiche. ¿Será cuestión de la dificultad para conseguir papeles con el paso del tiempo? Le está sucediendo a Meryl Streep en sus últimas películas, la semana pasada la tuvimos a Cate Blanchett en la intrascendente Toda la verdad, por citar roles femeninos, y ahora la grandiosa Julianne Moore vuelve a recaer en otro film que se ubica debajo de ella luego de su paso el año pasado por Siempre Alice (por más premiaciones que le haya valido). Casi que podríamos pegar la reseña de Siempre Alice y transcribirla para De ahora y para siempre. Varias son las similitudes, más aún el resultado final. Basada en hechos reales (y van…), es la historia de la pareja conformada por Laurel y Stacie. A Laurel, policía de la Ciudad de New Jersey, le diagnostican un cáncer terminal, y pretende dejarle su pensión a su pareja, más joven que ella. Este hecho, que pareciera simple, se complica frente a la imposible burocracia y las miles de trabas y negativas que las autoridades les pondrán por el hecho de tratarse de una pareja homosexual. Laurel y Stacie emprenderán una lucha que llegará a la sociedad toda creando una causa común. La historia de por sí tiene un potencial innegable, es más, estoy seguro que haber seguido la noticia real debe haber sido interesante. Pero el guión del ganador del Oscar Ron Nyswaner tropieza con todos los embrollos posibles de este tipo de historias. No solo no elude los golpes bajos, parece buscarlos hasta debajo de las piedras; se fuerzan todas las situaciones para que se vean puramente dramáticas, remarcádamente dramáticas. Otros asuntos que hacen a la importancia que el hecho tomó a nivel social, se tornan ligeros, como si uno ya debiera conocerlos, o simplificados en pos de otras cuestiones, los momentos íntimos en busca de pañuelos. El director, Peter Sollett (Nick y Norah’s Infinite Playlist) tampoco se esmera demasiado en dotar la película de la fuerza necesaria. Ni desde el montaje, ni desde la fotografía, ni desde la dirección actoral, se nota trascendencia. Tampoco graves errores, es cierto, se acomoda en la monotonía general. Ante este panorama, tanto Julianne Moore (Laurel), como Ellen Paige (Stacie) hacen lo que pueden, logran ricas interpretaciones, carnales, que se convierten en el mayor ¿único? atractivo. La película está al servicio de ellas, y hay que reconocer que cumplen sobremanera; tanto de forma individual, como en la química lograda y necesaria para que todo sea querible. El resto del elenco, entre quienes figuran Michael Shannon, Steve Carell, y hasta William Sadler, se ubica un escalón debajo de la pareja protagónica. De ahora y para siempre puede no ser un film detestable, tiene elementos para ser vista sin mayores pretensiones. Pero ni asoma a la intensión de ser algo memorable. Se conforma con ser una de esas que rápidamente se eternizarán en las tardes del corazón en nuestra televisión. Que dos intérpretes como Moore y Paige se presten a este tipo de films está hablando de algo. Se necesitan de grandes propuestas para grandes actrices.
Seguramente “De ahora y para siempre (Freeheld)” (USA, 2015), del debutante Peter Sollet, será una de aquellas películas en las que el espectador pueda encontrar muchas más preguntas que respuestas sobre el personaje principal que retrata. Pero, justamente, la magia del cine se cumple cuando una historia, en este caso dramática, en clave de biopic, genera en el espectador la necesidad de encontrar y buscar, luego de verla, disparadores para seguir en sintonía con aquello que se narró. “De ahora y para siempre (Freeheld)” es la historia de Laurel Hester (Julianne Moore), una aguerrida y temeraria agente de policía, que ve cómo de un día para otro su vida cambia, a partir de serle detectado un acelerado y terminal cáncer de pulmón. Laurel deberá tomar, a partir del anuncio de su enfermedad, algunas decisiones que la expondrán públicamente de una manera que quizás, hasta ese momento, ella no había imaginado. Reservada, y muy recelosa sobre aquello que la sociedad puede llegar a pensar sobre su persona, Laurel mantiene una relación con Stacie Andree (Ellen Page), una joven que trabaja en un taller mecánico, y con quien tuvo un flechazo desde el primer momento en que la vio. Sabiendo que su homosexualidad podría a llegar a jugarle en contra en su carrera dentro de la policía, Laurel, siempre ocultó esta faceta de su vida, y muy a su pesar. Cuando conoce a Stacie, su mundo cambia, radicalmente, la joven es la que comienza a exigirle una visibilidad que Laurel no sabe si en realidad quiere mantenerla, pero mucho menos sabe si el destino que se avecina es aquel que siempre imaginó para su vida. El sólido guión de Ron Nyswaner (ganador del Globo de Oro y el Oscar al mejor guión original por “Filadelfia”) buceará en Laurel y en su personalidad a partir del cambio que en ella acontece desde su encuentro con Stacie. “De ahora…” posee una etapa inicial de su desarrollo narrativo en la que el “cortejo” entre Laurel y Stacie es esencial para lograr generar una empatía con los personajes para una segunda instancia en la que el largo proceso de enfermedad y tratamiento, pero también de lucha por los derechos de igualdad de género ante la muerte, sean inmediatos. Una serie de personajes secundarios, como Dane (Michael Shannon, el compañero de trabajo de Laurel, o la participación de Steve Carrel como Steven Goldstein, una activista pro matrimonio gay, brindarán un sólido apoyo a una historia que no posee fisuras en su evolución. “De ahora…” no deja de ser una historia de amor en la que se pondrán en juego aspectos de la condición humana, y de las decisiones que éstos pueden a llegar a tomar sobre el resto, y que sabe construir, a partir del potente material que la inspira, un relato reforzado por las grandes interpretaciones del dúo protagónico. Moore deja todo como Laurel, principalmente en aquellas escenas en las que la enfermedad le exigen una transformación casi camaleónica. En esos momentos, en donde la quimioterapia, las largas sesiones de nebulización con drogas específicas, le dan la posibilidad de demostrar, una vez más, que lo suyo es la pantalla grande. Page como Stacey, la compañera incondicional, retraída y medida, de Laurel, logra componer su personaje con solidez y con una potencia inusual para las actuaciones que generalmente viene presentando. “De ahora y para siempre (Freeheld)” es un relato sin fisura sobre la búsqueda de amor, compañerismo, igualdad y lucha por los derechos de dos mujeres que supieron ofrecerse la una a la otra, y que en el fondo, además, pudieron quebrar tabúes y mitos dentro de la sociedad, prejuiciosa y discriminatoria, que las contuvo.
Julianne Moore y Ellen Page protagonizan De Ahora y Para Siempre, cinta dramática basada en hechos reales en la que una detective de policía de Nueva Jersey y una mecánica de automóviles se enamoran y deciden formar una familia. Lamentablemente los planes de la pareja se ven arruinados cuando a Laurel (Moore) se le detecta un cáncer pulmonar terminal, lo que marcará el pistoletazo de salida en una lucha por la igualdad para intentar dejarle una pensión a Stacie (Page), su pareja. Terapia de amor intensiva Peter Sollett dirige De Ahora y Para Siempre, film que cuenta con un guion escrito por Ron Nyswaner, quien supo firmar el libreto de Filadelfia, por el cual obtuvo una nominación al Oscar allá por 1993. El guion de Nyswaner se basa a su vez en el documental Freeheld del año 2007 en el que se relataba la historia de la detective de policía de Nueva Jersey, Laurel Hester la cual padecía un cáncer terminal, Hester sostuvo una lucha contra funcionarios de Ocean County con el fin de poder trasferir los fondos de su pensión a su pareja. El punto más fuerte sin lugar a dudas de esta propuesta es su poderoso elenco, cualquier director quisiera contar con Julianne Moore, Ellen Page, Michael Shannon o Steve Carell entre los miembros de su reparto. Lo que demuestra que a veces -no siempre-, a base de figuras de renombre pletóricas de talento se puede sacar una adelante una historia que roza lo mediocre y que no sale de los parámetros convencionales. Cabe destacar la ambivalencia existente entre Moore y Page en la cinta. Los momentos románticos entre ambas están pésimamente logrados, y cada caricia entre ambas se siente totalmente antinatural e incómodo para las actrices. Sin embargo, como pareja tienen una gran química, y los momentos dramáticos protagonizados entre ambas son los mejores de la cinta. Sin lugar a dudas, la historia de Laurel Hester y Stacie Andree es sumamente interesante, y muestra cómo fue un paso importante en el avance de la lucha en pos de conseguir que se apruebe el matrimonio igualitario, meta que fue alcanzada el año pasado, cuando en junio de 2015 finalmente se aprobó la ley en Estados Unidos. Pero el guion solamente rasca la superficie de tan profunda cuestión, y se queda únicamente con la relación amorosa de ambas mujeres, y esta historia llena de aristas se ve simplificada hasta el punto de parecer un relato sobre una pareja de mujeres que busca una pensión sin estar casadas. Sí, en la película hay sexismo, discriminación, homofobia e intolerancia, pero no son más que escenas de adorno. La dirección flemática impuesta por Sollett hace que la cinta se torne bastante plúmbea, hasta que hace aparición el personaje de Carell, quien interpreta a un activista gay y judío. Su interpretación histriónica rompe el ritmo displicente de la cinta, su personaje se vuelve una especie de panacea para esta historia y su aparición en pantalla marca una bisagra, ya que la historia se vuelve mucho más interesante en historia y el ritmo se mantiene hasta el final de la misma. Conclusión De Ahora y Para Siempre podría haber sido mucho más de lo que fue. La historia hace foco en la obtención de una pensión, dejando de lado otros aspectos interesantes en busca de los derechos igualitarios para los homosexuales. Afortunadamente, el director logra contar con actores y actrices de primer nivel para llevar adelante una historia que cuenta con un guion simplón y mediocre que por momentos se torna lacrimógeno, pero con grandes interpretaciones.
Film basado en hechos reales que relata la historia de amor entre Laurel Hester y Stacie Andree, y su lucha por la justicia y la igualdad. Comienza en 2002 cuando Laurel, una detective de la policía del condado Ocean en Nueva Jersey, junto a su compañero Dane Wells logran atrapar a un narcotraficante de cocaína. Una tarde Laurel decide practicar un poco de beisbol en un club y allí conoce a Stacie, una joven menor que ella con quien hace amistad. Días después tienen una cita en un bar de música country donde beben, conversan, bailan y se besan por primera vez. Pasan la noche juntas en el departamento de Laurel y en la mañana un malentendido casi arruina su incipiente relación, pero vuelven a encontrarse y a partir de ahí el vínculo se irá fortaleciendo cada vez más. Un año más tarde deciden vivir juntas, compran una casa y adoptan un perro. Consiguen un certificado legal de Asociación Doméstica, que en ese entonces era lo único a lo que una pareja gay podía aspirar para legalizar su relación. Es recién ahí cuando Laurel admite su condición homosexual frente a su compañero Dane, quien al principio no se lo toma muy bien pero luego continua siendo su mejor amigo. Stacie consigue empleo en un taller mecánico, oficio que había aprendido de su difunto padre, y de esa manera podrá ayudar a Laurel con los gastos de la nueva casa. Todo parece ir perfecto para la pareja pero eso cambia drásticamente cuando a Laurel le diagnostican un cancer terminal y lo que debía haber sido una relación de muchos años ahora podría terminarse en tan solo unos meses. Laurel debe dejar su trabajo para comenzar los tratamientos pero la posibilidad de revertir la enfermedad es mínima, por ello su mayor preocupación es que Stacie no pueda cobrar una pensión cuando ella ya no esté y además pierda la casa al no poder afrontar los gastos. Debido a esta necesidad, Laurel, Stacie y Dane asisten a una de las reuniones púbicas de los Legisladores del condado (Freeholders) para pedirles que modifiquen esa ley y le otorguen a Stacie la pensión de Laurel cuando ella muera. Laurel desea que voten a favor de la igualdad y es solamente eso lo que esta pidiendo: IGUALDAD! Hasta ese momento ninguna pareja del mismo sexo podía acceder a dicho beneficio según las leyes vigentes, mientras que si un policía moría su esposa cobraría automáticamente la pensión del marido solo por el hecho de estar casados y de ser heterosexuales. Los Freeholders rechazan la petición de Laurel alegando que ellos no tienen el poder para hacerlo, pero en realidad la negativa se debe a que les preocupa como se verá afectada su imagen pública si beneficiasen a una pareja homosexual. Es entonces cuando el asunto llega a oídos de Steven Goldstein, un activista gay, quien convence a Laurel de seguir luchando por la justicia ya que ahora él y su grupo le darán apoyo frente al comité de Freeholders, e informarán a la prensa para hacerlo público. Este caso real fue el que inspiró la ley por la cual se le otorga una pensión a las parejas del mismo sexo de los empleados públicos en EE.UU., dando lugar años despues al Matrimonio Gay, primero en Nueva Jersey en 2013 y luego en todo el país en 2015. La película está protagonizada por Julianne Moore y Ellen Page, con grandes actuaciones de ambas. Completan el elenco: Michael Shannon, Steve Carell, Kuke Grimes, Josh Charles y William Sadler. La dirigió Peter Sollet, fue escrita por Ron Nyswaner, guionista de Philadelphia (1993), y esta basada en la historia real mostrada en el corto documental “Freeheld” (2007) que recibió un Oscar en el 2008. En los créditos finales del film actual se oye una hermosa canción de amor titulada “Hands of Love” e interpretada por Miley Cyrus. El relato es en primera instancia una conmovedora historia de amor, que a la vez habla de la igualdad y la justicia, pero también de la injusticia con la cual trataron a esta mujer que siempre luchó por la justicia a través de su trabajo en la policía, y es justamente lo que negaban a ella: JUSTICIA! Para Steven representaba una oportunidad para intentar cambiar el mundo. Una historia sólida, que hará lagrimear a más de uno.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
De ahora y para siempre, dirigida por Peter Sollet, es la historia de Laurel Hester, interpretada por Julianne Moore, quien es una respetada mujer policía que oculta minuciosamente su homosexualidad. Su vida comienza a cambiar cuando conoce a Stacie Andrée (Ellen Page), pero su historia se ve interrumpida cuando a Laurel le diagnostican cáncer en su estado más desarrollado. Desde un principio se deduce que la película apelará siempre a la emoción del espectador: su traducción de Freeheld a De ahora y para siempre, el romance lésbico en la lucha por la igualdad y una banda de sonido armónica y dramática. Sin embargo, no se puede decir que cumple su cometido, pues los personajes no tienen el desarrollo suficiente como para que el público se conmueva ante las injusticias que el sistema les impone. Ya asumiendo su destino, Laurel decide dejarle su pensión a su pareja, Stacie -quién desde un principio se rehúsa a darle importancia al tema- pero los legisladores del condado, quienes están exageradamente representados como el conservadurismo, no ven con buenos ojos a la pareja gay y comienzan a ponerles trabas para impedir que Stacie reciba el dinero. Ahora es cuando Dane Wells (Michael Shannon), histórico compañero de Laurel en la policía local, y Steven Goldstein (Steve Carell), un "activista judío homosexual de clase media de Nueva Jersey", se organizan en la lucha por la justicia y la igualdad. Aquí es donde el verdadero conflicto del filme empieza, y la oportuna intervención de Carell levanta una película que tarda en arrancar. Si bien es importante que este tipo de películas se hagan para que siga en marcha la lucha por la igualdad, la cinta cae en todos los clichés que puede caer: el cómo se conocen Laurel y Stacie, la rebelión en la oficina de policía al Dane querer llevar oficiales a la protesta y el dolor de Laurel previo a su diagnóstico, entre otros. ¿Cuánto más interesante sería si estas situaciones se expusieran más implícitamente? Además, la película intenta tratar demasiados temas, con lo cual no profundiza en ninguno, ya que los personajes no están bien desarrollados y se tiene que apurar para llegar al conflicto, que termina apareciendo tarde y con una resolución rápida. No se puede negar que es una propuesta interesante, que está relatada prolijamente, pero no logra la actitud "políticamente incorrecta" o concientizadora que la película merece. Sin embargo, Sollet, en un trabajo correcto (y no más que eso) aporta su granito de arena en el camino a la igualdad, lo cual no es poco.