En el bosque nadie puede oírte gritar En principio El bosque siniestro (The Forest, 2016) tiene el atractivo de un tópico novedoso, hasta que una rauda visita a Wikipedia revela que ha habido al menos cuatro películas sobre el Aokigahara – “El Bosque del Suicidio”, a pies del Monte Fuji – en los últimos seis años. Una de ellas dirigida por Gus Van Sant, ni más ni menos. Su Sea of Trees (2015) fue abucheada en Cannes el año pasado y aún no se estrena en Argentina, lo cual es injusto. No puede ser peor que El bosque siniestro. Aparentemente los japoneses solían abandonar a sus ancianos en épocas de hambruna o sequía en el epónimo bosque; eventualmente se convirtió es uno de los sitios predilectos de los suicidas, y al día de hoy la policía descuelga cadáveres. Corre la leyenda de que el bosque está embrujado por los yurei (fantasmas) de todos los que se han quitado la vida en él. Este es el tipo de premisa que necesita de muy poco embelesamiento para transformarse en una película de terror con una trama original y tétrica, pero El bosque siniestro no le hace justicia al material. Toca la típica balada de sustos aurales (silencio, acorde, silencio, estridencia) pero no funcionan porque ni el espacio ni la atmósfera se construyen debidamente. La trama se esboza a las apuradas en los primeros minutos del film, que tiene en foco a dos hermanas gemelas, ambas interpretadas por Natalie Dormer. Una serie de flashbacks nos ponen al tanto de que una de las hermanas se ha exiliado en Japón y que la otra viaja a buscarla cuando desaparece misteriosamente. Se la vio por última vez ingresando al Bosque del Suicidio, y ninguna advertencia la detendrá de seguir sus pasos. Cualquier americano que viaje solo al peligroso exterior se alía inmediatamente con el primer americano que se cruza. En el caso de Sara se trata de Aiden (Taylor Kinney), un periodista que se interesa por su historia. Se les une un tercero en su incursión al Aokigahara, el guía Michi (Yukiyoshi Ozawa), quien advierte a Sara: 1) no caminar sola, 2) no salirse del camino, 3) no hacer noche y 4) no confiar en las visiones del bosque. Hacia la mitad de la película Sara ha roto todas estas reglas. Allá ella. Gran parte de la cinta consiste en Sara gritando “¡Jess! ¡Jess!” así como los pobres diablos de El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) se la pasan gritando “¡Josh! ¡Josh!”. Como en El proyecto Blair Witch, el bosque debería ser el protagonista de la película, pero en vez de eso la atención cae sobre el melodrama entre las dos hermanas y el obscuro episodio que marcó sus vidas de niñas – lo cual no es muy interesante, porque poseemos muy poca información o contexto sobre estos personajes. Ni ayuda al suspenso que cada tanto se nos muestre lo que está ocurriendo fuera del bosque con el marido de Sara o las autoridades del Fuji. El punto focal debería anclarse sólo dentro del bosque, sólo en tiempo presente. La película no es totalmente incompetente y luce algunas que otra buena idea. Es ingeniosa la forma en la que establece a Sara como una narradora poco confiable, por ejemplo. Pero a fin de cuentas El bosque siniestro no solo termina siendo otro film de terror mediocre sino que socava sus propios sustos con situaciones demasiado rebuscadas y pésimas decisiones sobre qué mostrar, cuándo y cómo.
"Vas a ver cosas extrañas, pero ninguna es real. Todo está es tu cabeza", le dice a Sara el guardia del bosque de Aokigahara, un lugar que la mitología japonesa le otorgó un aura suicida. Al parecer, muchos de los que están cansados de la vida se internan allí y no vuelven. A ese "mar de árboles" llega Sara (Natalie Dormer, conocida por su participación en Game of Trones y Los juegos del hambre) buscando a Jess, su díscola hermana gemela, que se perdió en Aokigahara tras una excursión con el colegio donde enseña. ¿Otra película sobre bosques encantados y fenómenos sobrenaturales? Sí, y sin demasiadas novedades que ofrecer respecto a sus similares. El debutante Zada juega con la premisa de que nada dentro del bosque puede ser cierto, lo cual lo habilita pasa mechar sustos aislados en un guión que presenta más de una fisura. Sino, ¿qué aporta a la historia que Jess haya visto los cadáveres de sus padres? ¿Y qué papel juega la adolescente que Sara encuentra en el bosque ? Por no hablar de la tosquedad en las actuaciones y de algunas situaciones colocadas a puro torniquete. El Aokigahara existe en realidad en Japón, país que posee una de las tasas de suicidios más altas del mundo. La película al menos tiene un mérito: le hace una propaganda tan poco inspirada al bosque que quienes tengan en principio la idea de dejar el mundo quizás lo piensen un poco mejor.
Una chica norteamericana busca a su hermana gemela perdida en un bosque cercano al Monte Fuji. Una travesía fantástica en la que lo sobrenatural se da la mano con las apariciones fantasmales y un juego de "espejos". El film tiene algunos buenos momentos pero el final decepciona. Nuevamente un bosque se convierte en el escenario para desarrollar el terror en esta película del director Jason Zeda que funciona como un viaje fantástico donde lo sobrenatural se da la mano con las apariciones fantasmales, las apariencias engañosas y el juego de "espejos". Y no es casual que la historia esté protagonizada por dos hermanas gemelas. En la trama, Sara -Natalie Dormer, la actriz que participó enLos juegos del hambre: Sinsajo- Parte 1 y 2, y en las series Los Tudor y Juego de Tronos- es una chica norteamericana que viaja a Japón en busca de Jess, su hermana gemela desaparecida -con quien mantiene un lazo emocional profundo- en el bosque Aokigahara, en la base del Monte Fuji.A pesar de la advertencia de los lugareños de “no salirse del camino”, Sara entra al bosque dispuesta a encontrar la verdad sobre lo ocurrido junto a Aiden -Taylor Kinney-, un joven aventurero que escribe para una revista australiana sobre turismo y a un guiía oriental. Con este esquema el director -también guionista del film de terror The Houses October Built- va construyendo un relato en el que el miedo a lo desconocido funciona mejor en la primera parte que en su segundo tramo. En ese sentido, resulta inquietante la llegada de la protagonista a una suerte de morgue improvisada, los susurros del "más allá" que la atormentan, la escena de la carpa en medio de la espesura del bosque y la presencia de diabólicas colegialas porque que su hermana es profesora de un instituto.Entre árboles amenazantes y un sendero sin rumbo, la película también prosigue su marcha con los conflictos de las dos jóvenes durante su niñez, apariciones fantasmagóricas que sobresaltan al espectador y un escenario natural habitado por presencias que vigilan, almas atormentadas que asedian a cualquiera que entra en ese lugar prohibido y elegido por muchos para suicidarse. El bosque siniestrono profundiza demasiado en ese tema y hereda el clima de algunas producciones asiáticas de terror que marcaron tendencia años atrás, pero remata con un final flojo que saca intriga y misterio.
Terror que brilla por su ausencia No deja de ser curiosa la coincidencia que dos actrices que se han hecho populares gracias a la exitosa serie de televisión Game Of Thrones, la referencia es para Natalie Dormer y Hannah Murray (quienes dan vida respectivamente a Margaery Tyller y Gilly) cuenten entre sus últimos trabajos con dos películas de temáticas tan similares que parecen gemelas. En ambas, dan vida a dos mujeres que, por oscuras circunstancias, se ven obligadas a adentrarse en un siniestro bosque donde la gente penetra con un único fin: acabar con su vida. Y aunque pueda parecer mentira, hasta sus personajes se llaman igual: Sara.
El bosque siniestro es una película de terror con una temática interesante que gira en torno a un lugar especial de Japón conocido como el Mar de árboles.Una zona forestal en el noroeste del Monte Fuji, asociada con entidades demoníacas del folclore asiático, que en la actualidad es famosa por ser un lugar que mucha gente de ese país elige para suicidarse.Debido a esta situación se cree que el bosque está embrujado por las almas de las personas que se quitaron la vida.Una leyenda urbana que sin duda tiene su potencial para construir un relato de horror y que sin embargo el cine japonés prefirió evitar. Probablemente porque lo último que necesitan es promover ese lugar.El cine norteamericano en cambió trabajó esta idea en dos películas malísimas como fueron Forest of the Living Dead (2010) y Grave Halloween (2013).El bosque siniestro es una producción mucho más decente que representa la ópera prima de Jason Zada.El director hizo un muy buen trabajo con la construcción del misterio de la historia que logra ser interesante. Algo que se vio favorecido también por la interpretación de Natalie Dormer, figura de la serie Juego de Tronos, quien hizo una muy buena labor con su personaje.La dirección de Zada presenta un buen uso del recurso del flashback para indagar en los traumas de la protagonista, pero hacia el final la intriga que se había construido en la narración se desinfla cuando la película entra en un terreno más genérico. A las apariciones fantasmagóricas les faltó también una pulida en los efectos especiales que se ven algo artificiales y por eso motivo no contribuyen demasiado a generar situaciones de miedo.De todos modos es una propuesta que se centra más en el misterio sobrenatural que en el género clásico de terror.En Estados Unidos El bosque siniestro fue masacrada por la prensa de ese país y la verdad que no es para tanto.En los últimos meses se estrenaron películas peores en la cartelera argentina con fallas más groseras que las que se le pueden objetar a esta propuesta.No es una gran historia de terror pero se deja ver si sos aficionado a esta clase de historias.El Dato Loco: La popularidad del bosque Aokihara llegó a tal punto en Japón que en 1993 el escritor Wataru Tsurumi publicó “El completo manual del suicidio”. Una guía práctica que ofrece distintos métodos para quitarse la vida en ese lugar.
Lindo para un campamento. Sara y Jess Price (Natalie Dormer) son gemelas, con una conexión particular y un pasado bastante trágico. Cuando Jess desaparece luego de una excursión en un bosque de Japón, Sara no duda en tomar un avión e ir en su búsqueda.El bosque donde su hermana se ha perdido es conocido como el bosque de los suicidios, donde cientos de años atrás se abandonaba a los ancianos para dejarlos morir, y en la actualidad muchos jóvenes elijen ese lugar para terminar con sus vidas.Al llegar a Japón Sara descubre los mitos y leyendas sobre el lugar, y a los espíritus que allí habitan, pero aun así con la ayuda de un guía y un turista al que apenas conoce se adentra en el bosque para buscar a Jess.La cultura del suicidio en Japón, las almas en pena y el fuerte vínculo entre las gemelas son temas interesantes para un filme, pero cuando la búsqueda comienza la historia no tiene nada demasiado nuevo para ofrecer, y cae en los tópicos comunes de este tipo de filmes: sobresaltos, un bosque tenebroso y fantasmas que meten miedo. El suspenso que atrapa al principio de la historia se pierde cuando el filme se vuelve tan confuso como predecible.Natalie Dormer realiza una muy buena interpretación en esta película que cuenta con una hermosa fotografía y una buena dirección, pero con un guión desparejo que no mantiene la tensión, y finalmente aburre un poco.
El Bosque Siniestro pone como eje central para la construcción de sus personajes principales (las siamesas Sara y Jess Price, interpretadas por la bella Natalie Dormer) la idea de cómo la vivencia de una experiencia traumática en la infancia puede determinar la vida adulta de las personas. En este caso las siamesas de niñas están presentes en la casa cuando sucede la violenta muerte de sus padres. Mientras Sara no registra la escena visualmente, Jess ve atentamente el cuerpo de sus padres fallecidos. Toda esta secuencia es mostrada por el realizador Jason Zada utilizando el montaje paralelo de los distintos tiempos narrativos alternando con la actualidad, donde Sara va en busca de su hermana a Japón cuando la policía la reporta como perdida. El recurso de la secuencia de la infancia construye el espesor de los personajes: Sara, la que no vio la tragedia, lleva una vida burguesa acomodada, usa vestimenta elegante y es la responsable de la familia. Jess en cambio tuvo intentos de suicido (regresando al modo que murieron los padres) y lleva una vida más errática. Ella era profesora de inglés en Japón y se la vio desaparecer en el Bosque de Aokigahara, un lugar que utilizan los lugareños para suicidarse. El valor simbólico de la conexión entre siamesas hace que Sara cruce todo el mundo para buscar a su hermana, la sensación de que Jess no había muerto siempre estuvo latente y debía buscarla: ahí es donde el bosque empieza a jugar como espacio cinematográfico, un bosque con la pulsión de los fantasmas del cine asiático de terror, pero que Zada no utiliza con convicción. El bosque como lugar asfixiante, claustrofóbico, nunca llega a ser tal porque el director no consigue que el mito del bosque suicida sea creíble. Las apariciones espectrales, básicas en el género, no tienen timing cinético ni anclaje en el mito; Aiden (Taylor Kinney), un periodista australiano que acompaña a Sara en la búsqueda para escribir un artículo, nunca consigue forjar una química con ella (su personaje está mal estructurado y no se entiende su verdadera motivación). La idea sacrificial de Sara de arriesgar la vida por su hermana tiene el peso de la culpa de no haber sido ella la que vio la experiencia violenta en la niñez y el peso de llevar una vida acomodada, eso lo vemos desde el guion, pero Zada no sabe darle peso cinematográfico a este nudo narrativo; y solo vemos fantasmas que asustan poco, imágenes repetidas de una carpa en una noche y un sinfín de clichés que utilizan estas películas con escaso valor cinematográfico.
Mientras el lobo no está A los pies del imponente Monte Fuji en Japón, se encuentra el silencioso bosque Aokigaha también conocido como Jyukai (Mar de Árboles). En sus 3000 hectáreas de extensión es elegido por gran cantidad de personas para acabar con su vida. Si bien en el siglo XIX el bosque era donde familias pobres dejaban morir a algunos de sus integrantes por la imposibilidad de hacerse cargo de ellos, fue en 1993 con la publicación de libro “El manual completo del suicidio” donde es descrito como el mejor lugar para morir y el ahorcamiento como la mejor manera de hacerlo. Se han encontrado cadáveres que entre sus pertenencias llevaban el libro, es por eso que sus ventas fueron pausadas por tiempo indeterminado. Las autoridades japonesas han creado una inmensa red de concientización para hacer recapacitar a la mayor cantidad de gente: en el bosque se encuentran distribuidos varios carteles que resaltan las bondades de la vida y de contar los problemas a seres queridos, desde material informativo en hoteles y lugares turísticos hasta sumar a habitantes locales como voluntarios quienes conversan con los visitantes para impedir que tomen la fatal decisión. No hay números precisos ya que en las últimas décadas la cantidad fue en aumento, se estima que por año hay entre 70 y 100 muertos. Ante estos datos fue irrestible para Hollywood hacer un film que se sitúe en El bosque siniestro. Sara (Natalie Dormer) es un típica norteamericana clase media. Tiene una gemela llamada Jess (Natalie Dormer también) quien vive en Japón y se gana la vida como maestra de inglés en un colegio. Algunas conductas autodestructivas en el pasado y un trauma que no la deja en paz fue el motivo por el que decidió irse, y cuando Jess desaparece todas las pistas parecen indicar que la vieron adentrarse en el bosque Aokigahara. Ahora Sara viajará a Japón convencida que su hermana no está muerta y corre grave peligro, acompañada por Aiden (Taylor Kinney) un periodista que quiere contar la historia de la búsqueda de Sara y Michi (Yukiyoshi Ozawa), un guía que conoce el bosque más que nadie. Desviarse del camino indicado puede ser fatal y aquellos espíritus que no descansan en paz van a atormentarla convirtiendo todo en una pesadilla. Con un argumento prometedor pero con baches en el guion y varios clichés del género, esta película se pierde en el recurso de asustar al espectador desprevenido en lugar de tomarse tiempo en crear un clima. Los personajes que acompañan a la protagonista también son clichés (el joven guapo que intentará ayudar a la dama, el guía que sabe bastante) y no hay interés por parte de los guionistas en sacarlos de ese rol. La fotografía es el punto fuerte, el trabajo de Mattias Troelstrup realmente saca provecho del bosque en todos los momentos del día pero en especial cuando la noche cae. Otro de los rubros técnicos destacados es el sonido el cual está muy bien diseñado y encuentra el punto justo entre lo callado por la poca vida silvestre que habita en el bosque y los puntos donde necesita complementar los sustos. El bosque siniestro atrae por su historia y por ver a Natalie Dormer interpretar a los dos papeles principales y aunque no está mal hay algo que no fluye del todo en la química con sus compañeros. A medida que transcurre el relato se va diluyendo y se pierde el interés, cuando vuelva a tener la atención es para un final mal resuelto que es dado por una serie arbitraria de hechos.
Este film nos lleva de visita a un lugar al que ni los que viven en la cercanía quieren acercarse. Bienvenidos al Bosque Siniestro. Alrededor del mundo hay muchos lugares famosos, frecuentados por gente que quiere quitarse la vida. Uno de ellos, en uno de los países con la tasa más alta de suicidios, es Aokigahara, el Bosque de los Suicidas en Japón. En él se encuentran alrededor de 100 cuerpos al año, mayormente ahorcados y en menor medida muertos por sobredosis. Suele haber civiles que recorren el bosque en busca de personas para convencerlas de no matarse, así como también de cuerpos perdidos para devolverlos a la familia. Muchos creen que los espíritus de los fallecidos, yūrei, se quedarán en el bosque hasta que los ritos fúnebres de su cultura sean realizados. Una noche, Sara Price recibe un llamado de la policía japonesa, para avisarle que vieron a su hermana gemela Jess entrar en el bosque Aokigahara. Sospechan que está muerta pero ella está segura de que no. Sara viaja a Japón para buscarla y conoce en el camino a Aiden, un norteamericano que escribe para una revista de turismo. Como él debe realizar una historia sobre el tenebroso bosque, la invita a recorrerlo con él y Michi, un civil japonés que hace vigilancia mientras intenta evitar suicidios. Ella acepta y los tres pasan el día buscando a Jess. No encuentran nada salvo su carpa y Sara decide pasar allí la noche. El Bosque Siniestro causó mucho revuelo en las redes sociales, ya que Aokigahara y el suicidio son problemas muy serios en la sociedad japonesa. Consideran que es una falta de respeto llevar hechos tan terribles y reales al cine solamente para asustar a un grupo de espectadores. El aspecto sobrenatural que presenta esta película también enrarece un poco el asunto, pero al ser parte del folklore japonés es natural que esté incluido. Como el gobierno japonés no permite que se hagan filmaciones dentro de Aokigahara, todas las escenas que suceden en el bosque fueron filmadas en Tara, Serbia. La trama ocurre de día, lo cual es una vuelta interesante. Como es normal en el cine de terror, todos los personajes toman decisiones de dudoso criterio pero que se compensan con sustos muy inteligentes y bien pensados. El Bosque Siniestro es la primera de película de su director, Jason Zada. Su carrera anterior a esta idea se concentró en hacer campañas de publicidad entre otros proyectos del mismo ambiente. En una entrevista explicó que se obsesionó con la historia de Aokigahara y no podía creer que nadie hubiese hecho una película de terror con el lugar como locación. Natalie Dormer hizo un papel muy completo y creíble, algo a veces difícil de lograr cuando toda la película gira alrededor de un actor. La belleza del paisaje, tanto dentro del bosque como afuera, sumado a las escenas en la ciudad y en los hoteles del campo transmiten con mucha calidez los lugares más típicos de Japón.
El arranque de “El bosque siniestro” (USA, 2016), de Jason Zada, es contundente. Una joven llamada Sara (Natalie Dormer, de “Game of Thrones”) recibe la sorpresiva comunicación desde Tokio sobre la desaparición de su hermana gemela. Ajustando algunos temas que no puede dejar librados al azar la joven decide viajar hacia el lugar para conocer más detalles acerca del paradero de su hermana. Tokio se presenta como una posibilidad, un espacio desconocido en el que el errabundeo y el desconocimiento, más allá de las intenciones de encontrar a su familia, pesarán más que cualquier presunción que Sara tenga sobre sí misma. Zada muestra a la ciudad opulenta, inmensa, brillante, hasta que la Sara vuelve en sí y comienza, a través de flashbacks, a recordar algunas situaciones sobre su pasado, una historia dolorosa en la que su hermana Jess (Dormer) tiene tanta importancia como relevancia. Al comenzar a investigar detalles sobre la desaparición, Sara conoce la leyenda sobre el misterioso bosque de Aokigahara, aparentemente el lugar en donde Jess fue vista por última vez, y al que van las personas a quitarse la vida. La misma leyenda relata que ese bosque impenetrable, ubicado en la base del monte Fuji, es un lugar atestado de fantasmas, de almas en pena, las que al ingresar terminan por influenciar a uno a tomar decisiones inesperadas al potenciar la tristeza y el dolor con el que cada uno convive diariamente. Pese a las advertencias, y ante la inevitable realidad de no encontrar más pistas sobre Jess, Sara decide ir al bosque a buscar, pese a todo, a su hermana. Hasta ese punto la película se desenvuelve correctamente, con atmósferas y climas específicos y necesarios para realzar el misterio sobre las hermanas Jess/Sara, su pasado, pero también sobre el bosque, que imponente se alza demostrando la inferioridad de los hombres ante su majestuosidad. Pero el guión de Ben Ketai, Nick Antosca y Sarah Cornwell va perdiendo con cada paso que la joven dé dentro de la vegetación fuerza y comienza a apelar a recursos convencionales para transformar el misterio y potencia inicial en una caricatura sobre aquello que planteaba originalmente. En el camino Sara conoce a Aiden (Taylor Kinney) un periodista que se interesa por la historia de las gemelas, y que se sumará a Sara para encontrar a Jess. Las lagunas en los relatos que éste hace sobre su profesión y su desinteresada y sorpresiva ayuda, se sumarán como un desvío de la historia original, transformando ahora a “El bosque siniestro” en una cinta que apela al desenmascaramiento del otro como tema narrativo. Mientras cuestiones básicas sobre las hermanas aparecen, y la duda sobre éstas nunca se resuelven, se termina por elegir la lucha con la otredad, como eje principal, para evitar profundizar en olvidos y lagunas (muchas) que el guión posee. La recurrencia de los flashbacks, la rápida evaporación de cuestiones interesantes ante la inevitable caída del relato inicial, la falta de solidez interpretativa de los protagonistas, la ridiculización del recurso de la actriz para interpretar dos papeles, y, principalmente, la falta de rumbo que hacia mitad del metraje se impone en la película, hacen que “El bosque siniestro” termine por perder la posibilidad de construirse como un relato sólido de género.
El bosque Aokigahara, o Mar de Árboles, es una zona de Japón, a 30km del Monte Fuji, que debido a las leyendas que existen a su alrededor se convirtió en un retorcido atractivo turístico. Dentro de la mitología japonesa se lo menciona como un lugar relacionado a los demonios. En el Siglo XIX, asolados por la hambruna, niños y ancianos eran abandonados en sus profundidades cuando no podían ser mantenidos. En la década del ’60 la novela Nami No Tou incrementó su fama utilizándolo como lugar para el suicidio de sus protagonistas, y en 1993 se publicó una guía para el suicidio que lo ubicaba como un lugar predilecto. Gracias Wikipedia. Semejante historia alrededor no podía ser desaprovechada por Hollywood, y su manía a la hora de realizar films de terror, de ubicar todo tipo de horrores fuera de su país. El Bosque Siniestro acomoda la mitología a su gusto y nos cuenta la historia de dos gemelas, Sara y Jess (Natalie Dormer x 2) con el pasado turbio que toda protagonista de terror tiene que tener. Jess se encontraba en Japón cuando desapareció, la última vez que se la vio fue penetrándo en el bosque. Sara viaja hasta ese país con la idea de atar cabos y encontrarla, y nada la detendrá frente a su deseo de entrar al susodicho lugar con tal de localizar rastros. El guión, escrito por tres personas (Nick Antosca, Sarah Cornwell, y Ben Ketai), narra algunos hechos previos a las apuradas para crear un contexto, y de inmediato nos pone en escena con Sara dentro del bosque acompañada en un principio por un periodista estadounidense que de casualidad se encuentra en el país oriental, y un guía del bosque que le da una serie de instrucciones. Pero luego, retoma esos hechos del pasado, y también nos muestra la búsqueda desde del afuera por las autoridades de Sara, que por supuesto, rompe las reglas y se pierde. El bosque siniestro no se ahorra unos cuantos sustos, algunos más logrados que otros. Si la leyenda dice que los espíritus de los suicidas se quedan dentro del lugar, no hay que ser muy avispado para saber con qué se encontrará Sara, aun así, los sobresaltos llegan. El problema es que los tres guionistas y el director operaprimistra Jason Zada no pudieron darle fluidez a la narración. La sucesión es aclimática, precisamente por esa necesidad apurada de presentarnos a la protagonista en el lugar maldito, y luego retroceder sobre sus pasos cortando los cuadros. La historia de las hermanas no termina de armarse, y no se entiende bien para qué existe más que como excusa para lo que vendrá luego (como si fuese necesario). Se trata de enfatizar los momentos en el bosque con los recursos ya conocidos de la soledad y los imprevistos por cualquier lado. Pero este ritmo cortado, hace que se note lo gastado de los recursos, que de haber formado un solo bloque se hubiese disimulado mejor. De todos modos, El bosque siniestro, como modesto film de horror logra sostenerse sin mayores esperanzas que las de ver una más. Natalie Dormer cumple una labor satisfactoria para este tipo de películas y sostiene con su solo rostro buena parte del relato. La historia real del bosque, y la iconografía del lugar (en las que aparentemente hay hasta carteles que advierten a los turistas con frases para evitar las ganas de matarse y ese tipo de cosas) ya de por sí son bastante interesante como marco para una película de terror, el resto puede ser sólo un agregado. Un final que dividirá aguas, terminará por dar el veredicto final sobre esta película, para saber, en cada uno, si la experiencia fue satisfactoria, o una pérdida de tiempo. Lo que sí es seguro, sea cual sea el resultado, a ninguno que la vea le darán ganas de suicidarse, las hay mejores, pero también peores.
Los bosques siempre son malos Luego del éxito de La llamada (Gore Verbinski, 2002), remake de la película japonesa Ringu (1998) de Hideo Nakata, el cine de terror norteamericano comenzó absorber todo lo que provenía del terror japonés, hablamos de conceptos, convenciones e imágenes. Esta tendencia se tradujo en una cantidad insostenible de remakes, combinaciones, reversiones, que se hicieron hasta que ya no fue redituable. El bosque siniestro rescata, con éxito moderado, aquella tendencia justamente olvidada. El asunto sucede en Japón, precisamente en el bosque Aokigahara, lugar particular que muchos japoneses elijen para suicidarse. Allí desaparece Jess Price (Natalie Dormer), y su hermana gemela Sara (también Natalie Dormer) viajará desde Estados Unidos para buscarla, alegando que ella sabe que su hermana está bien porque los gemelos tienen una conexión mística inexplicable pero cierta. Así las cosas, El bosque siniestro es un pequeño relato de terror cuyo guión presupone y necesita cierta credulidad de nuestra parte. Si aceptamos las reglas del juego, estamos ante una película disfrutable. Jason Zada retoma el viejo tópico de la existencia de lo sobrenatural en los bosques, por lo cual necesita conseguir cierto clima ambiguo y opresivo, aunque también apele al susto guarango e injustificado. Cuando la trama se trata acerca de cómo se puede sugestionar una mente incrédula la película logra ponerse interesante. Luego el resto de las subtramas son genéricas, olvidables y de un abrumador trazo grueso, como cuando se detiene a hablar del profundo trauma que produjo una división en la relación entre las gemelas protagonistas. Es sabido que los bosques están repletos de criaturas poco confiables. Hace poco se estrenó la irlandesa Los hijos del diablo (Corin Hardy, 2015), que con una temática similar a El bosque siniestro tenía un poco mas de pericia a la hora de rescatar la tradición de relato oral que fundamentaba el horror en su caso. Aquí parece que los fantasmas japoneses son más insidiosos e iracundos por el sólo hecho de ser japoneses, aunque debemos decir que logramos sentir ese extrañamiento propio de cuando nos enfrentamos a la tradición japonesa, su solemne, y un poco retorcida para nuestros estándares, visión de la realidad. El bosque siniestro no es ninguna maravilla, y su retorno a las fuentes japonesas se queda a mitad de camino. Sin embargo, cierto tono a serial televisivo de terror y algunos climas bien logrados la vuelven una experiencia disfrutable.
Los comienzos de cada año, en particular sus dos primeros meses, son conocidos mundialmente y sobre todo en suelo norteamericano por ser un reguero de película descartadas por todos los grandes estudios. Son pequeños proyectos, usualmente de horror, con bajo presupuesto y apuntadas al sector adolescente. Si logran enganchar a esa platea, atraídos por terror descartable y una calificación PG-13 que los favorece, el rédito económico no será mucho pero suficiente para saldar las cuentas. Es una pena absoluta que detrás de la interesante premisa que maneja The Forest se esconda esa película que los estudios tanto desdeñan, rebosante de momentos muy usados en el género y el desperdicio de una fantástica actriz principal. La asombrosa historia del bosque de Aokigahara, en Japón, es demasiado llamativa para que no haya sido trasladada a la pantalla grande antes. En las laderas del monte Fuji, es conocida la costumbre de acercarse a dicho bosque y sumergirse en su profundidad frondosa para encontrar el final de la vida. Es en este mismo bosque que Jess, la gemela idéntica de Sara -Natalie Dormer- se extravía durante días y es tarea de su hermana el viajar a tierras asiáticas a recuperar a la oveja descarriada de la familia. Durante el primer tramo del film, es imposible no sentirse atraído a la moda de la década del '00, cuando la aparición de reimaginaciones del género de terror brotaban de abajo de las piedras. La excelente The Ring, las mediocres The Grudge y muchas otras más. La trama se presta a la confusión entre costumbres, la tristeza ante la posible pérdida de un familiar muy cercano, todo encaja de perlas en el sutil y hermoso filmar que tiene la opera prima de Jason Zada. Como escenario, el misterio está en cada fotograma y por ese lado, la película es escabrosa. El guión es lo que saca de sus ejes a The Forest. El trabajo a seis manos de Nick Antosca, Sarah Cornwell y Ben Ketai elige la ruta de una búsqueda desesperada hacia un terror de sustos momentáneos, mechando con un poco de horror psicológico, alucinaciones y un par de fantasmitas japoneses que apenas dan miedo. No hay sustos inteligentes, sino apariciones raudas seguidas de un volumen elevado que toma por sorpresa al espectador pero que a la larga no lleva a ningún lado. Habrá algún que otro susto bien pensado, pero son poquísimos, y se ahogan entre la otra clase. Para cuando las ruedas del tercer acto comiencen a moverse, la trama está totalmente deshilvanada, y como resolución ofrece un final muy pobre y, sí, trillado. Dormer hace lo que puede dándole vida a una historia de dos hermanas, cada una con su diferente personalidad, y entrega profundidad allá donde el guión no la ofrece. Algunas decisiones de Sara no son del todo acertadas, siempre desde un guión que apunta a empujar la trama hacia adelante con pasos en falso de parte de la protagonista, pero en boca de Dormer dichas decisiones se notan acertadas. Natalie es el corazón de la película... si bien está acompañada por Taylor Kinney, es una cara bonita cuando tiene que serlo y un verdadero árbol endurecido cuando la ocasión lo requiere. Lo que comienza como un viaje sugerente a un hábito cultural siniestro y oscuro termina por encontrar su lugar en una película de horror pasatista, obligada terminar su paseo por el bosque de la manera más arbitraria posible. Más de lo mismo, aunque posee uno de los escenarios más bellos que se hayan visto en el cine de género reciente.
Llega una nueva cinta de terror, una más en este caso, El Bosque siniestro con la actriz de Juego de Tronos; Natalie Dormer. Se trata de la historia de Sara, una mujer estadounidense que busca a su hermana gemela desaparecida en el bosque Aokigahara, en la base del Monte Fuji. Japon A pesar de las advertencias de todo el mundo para que no entre en el bosque, Sara acaba yendo para descubrir la verdad sobre el destino de su hermana. Sin embargo, tendrá que confrontar a almas atormentadas y muertos que se aprovechan de cualquier persona que vaga por allí. Ya desde la premisa, el film se encierra en si mismo, sin denotar ningún aspecto original o que se destaque. El recurso de hermanos gemelos ya esta tan usado, que sin una vuelta de tuerca interesante, no hay manera que impacte en su conflicto. Pesadillas, alucinaciones, y un grupo de estudiantes japonesas “poco” sospechosas; pierden la credibilidad y el enganche del público desde el primer minuto. En todo film de terror, el protagonista debe ir escalando en sus miedos, ampliando el suspenso en la pantalla hasta el climax. Aquí la historia, previsible o no, se desenvuelve de manera uniforme, y los actores parecen estar tan perdidos como sus personajes en el bosque. Y este último, “El bosque”, que debe funcionar como un personaje más en la historia; véase La Bruja de Blair; aquí solo es un contexto de la historia y cae en recursos ya vistos o que no generan ningún sobresalto.
Un thriller con fantasmas y suicidas Natalie Dormer, más conocida como Margaery Tyrell de Game of Thrones, es el gran hallazgo de esta película de terror, que entretiene pero pierde el rumbo. Con una actriz menos talentosa y carismática, al espectador no le resultaría tan fácil involucrarse en la historia de Sara, una joven que viaja a Japón al enterarse de que su hermana gemela, Jess, desapareció en el bosque Aokigahara, en el que mucha gente se suicida y que se supone lleno de fantasmas. Sara entrará allí, a pesar de las advertencias, acompañada de un guía local y un periodista australiano con motivos dudosos. El bosque siniestro resulta entretenida con su juego entre el thriller psicológico y lo paranormal, apoyada en la muy buena actuación de Dormer. Los mayores problemas llegan en la segunda mitad del film, cuando todo debe resolverse, para bien o mal. Entonces la ambigüedad se diluye, aparecen los clichés y se pierde el interés.
Buscando a la hermanita perdida Si bien parece que romperá los clisés del género, bien pronto se aboca a todos ellos. Con el correr de los años y las películas, sorprender en el cine de terror se está haciendo más difícil. El debutante Jason Zada lo logra en la primera mitad de El bosque siniestro, cuando conjuga flashbacks y lanza rápidamente una intriga sin demasiados golpes de efecto, ni visuales ni sonoros. Bien dicen que los filmes de terror no tienen el mismo efecto si se los ve, pero no se los escucha. En El bosque... confluyen la narración habitual del género cuando lo dirigen estadounidenses con las tradiciones de terror niponas. De hecho Sara (la inglesa Natalie Dormer, de Game of Thrones) parte hacia Japón cuando recibe el llamado de una policía para avisarle que su hermana gemela desapareció luego de ser vista caminar por un bosque. No cualquier bosque. Aokigahara, al pie del Monte Fuji, es conocido como el Bosque de los suicidas: muchos no salen con vida de allí. La leyenda dice que el lugar se alimenta de la tristeza de las personas que lo visitan. Y hacia allí va Sara. Una pregunta: ¿para qué, cuando pregunta si la vieron, muestra la foto de su hermana si son gemelas? No importa. Lo que sí interesa es que Sara ingresará al bosque a buscar a Jess, ayudada por un periodista que ve una historia por contar. Por supuesto que las hermanas tuvieron un pasado traumático. Por supuesto que, aunque le digan que no pase la noche allí, Sara se quedará. Y por supuesto que lo que comenzó sin golpes de efecto, lamentablemente dará un giro. No sólo porque se torna efectista, sino porque en un momento parece cambiar de género. Lo que pudo ser como un laberinto entre los árboles se vuelve algo un tanto engañoso. ¿Si el espectador la pasará bien? No sufrirá mucho, ni tanto como Sara. A la hora de gritar, cada uno sabe lo que lo asusta.
MIX DE LUGARES COMUNES Aokigahara o “el mar de árboles” es una amplia y misteriosa porción del bellísimo Monte Fuji en las afueras de Japón que esconde entre su frondosa vegetación uno de los rituales más oscuros: miles de personas por año acuden a la pasmosa soledad de sus entrañas para aclarar sus mentes y decidir si continuar o no con sus vidas. Llevan sus carpas y alguno de sus objetos más preciados y se pierden en la espesura del bosque con el fin de encontrar el mejor lugar, aquel en el que sus cuerpos darán paso a la brutal mortalidad. Es de libre acceso y el turismo ama recorrer sus senderos en busca de algún indicio que remita al cadáver de algún mortal en pena, pero los japoneses no cesan de advertir que el mar de árboles lleva consigo una larga tradición mitológica llevándolo a la historia como un bosque maldito. El bosque siniestro (The Forest, como preferiría llamarla) es un filme de terror que como su título lo indica, transcurre en un bosque; y es precisamente Aokigahara el elegido. Allí es donde Jess se perdió luego de una excursión con sus alumnos de Inglés y será Sara, su gemela, quien acudirá en su búsqueda arriesgándolo todo. La trama es simple y atractiva sabiendo que la promesa de la exploración de la temática del doble puede aparecer en cualquier momento, y más aún cuando coincide que la locación es el misterioso mar de árboles. Sin embargo, las expectativas se diluyen a pocos minutos de comenzar el filme cuando el metraje revela que otra vez más se trata de la misma historia de siempre: la protagonista “gringa” se cree una chica súper poderosa, viaja a oriente (lugar de costumbres que para ella son mágicas y rudimentarias) y allí se encarga de menospreciar la cultura milenaria desafiando sus límites. Si bien esto podría ser un rasgo interesante en la construcción del personaje, aquí aparece como uno más de la lista de clichés que narra The Forest. Lo bueno. La elección del tenebroso Aokigahara con toda la significación que ello implica (una antigua costumbre heredada de los tiempos de guerra en la que los parientes de ancianos o gente enferma y/o inválida ante la escasez de alimentos los llevaban allí para dejarlos morir) y el intento por la narración clásica de un filme de terror que involucra tópicos como por ejemplo la transgresión voluntaria de la norma que conlleva a la acción trágica, o el juego de las luces y las sombras (que aunque muchas veces recurra a lo artificial de la inagotable batería de Iphone presenta una búsqueda estética medianamente aceptable). Lo malo. En primer lugar el abuso del efecto. A estas alturas de la vida del género los realizadores que deciden poner en escena una película de estas características deberían pensar en formas nuevas de crear el terror y no caer en el típico recurso del grito, el acercamiento veloz a la pantalla o la inverosímil luz parpadeante de los pasillos infinitos, será que siempre hay baja tensión…. Y, en segundo lugar el inagotable repertorio de lugares comunes que como un desfile de modas se suceden unos tras otros aburriendo hasta el hastío y la gracia. Mezcla de El anillo con Así en la tierra como en el infierno, The Forest es simplemente una más entre el montón. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Una película que asusta La película El bosque siniestro falla al concentrar el terror en efectismos. Hay al menos dos tipos de películas de terror: las de susto y las de miedo. Las primeras se concentran en hacer sobresaltar al espectador a la fuerza (como cuando alguien se esconde detrás de la puerta para sorprenderlo con un "¡Bu!"). Las segundas, en cambio, entienden que para "meter miedo" no hay que recurrir al golpe de efecto sino que hay que inocularlo de a poco (con la puesta en escena, la música, los personajes, la atmósfera). El susto es pasajero; el miedo dura. El bosque siniestro es un mal ejemplo del primer tipo de películas, ya que su director, Jason Zada, cree que el terror se reduce a meter abruptamente rostros horripilantes. Y el verdadero terror está más cerca del segundo grupo, donde se encuentran grandes títulos como El exorcista y Te sigue, que, por otra parte, demuestran una seria preocupación por lo cinematográfico. El otro error que comete el filme es también frecuente: pretender un realismo dramático cuando todo es del orden de lo inverosímil. Quizás hayan sido los japoneses quienes mejor respuesta dieron al asunto. Siempre hay que elegir una de las dos cosas, o en todo caso optar por un humor autoconsciente, como lo hacen, por ejemplo, Takashi Miike en Llamada perdida y Sion Sono en Ekusute. La historia es simple: una mujer llamada Sara Price (Natalie Dormer) llega a Tokio para buscar a su hermana gemela, quien se perdió misteriosamente en el bosque Aokikagahara, parte del Monte Fuji. La leyenda dice que es el lugar donde la gente va a suicidarse. Todos son malos augurios, todos dan por muerta a su hermana y todos le advierten no entrar sola al bosque. Pero Sara sabe que está viva. La actriz Natalie Dormer encarna a las dos hermanas, aunque nunca llega a conectarse con la historia ni a transmitir tensión. El bosque está lleno de Yuurei (fantasmas japoneses enojados) y los usa para engañar a los que se adentran en él. De tal modo, el imaginario de la película está lleno de los típicos fantasmas del terror nipón, con sus colegialas mechudas y sus ancianas espeluznantes. El bosque siniestro tiene elementos de El conjuro (hay sótanos, hay pasillos con luces que se prenden y apagan), pero no es El conjuro. Tiene cosas de películas japonesas al estilo La llamada, pero no es La llamada. Todos son intentos inefectivos, mal resueltos. Asusta con caras terroríficas que aparecen de golpe. Y eso es todo.
ZONA DE (NO) RIESGO Ya hemos nombrado hasta el hartazgo en este espacio aquel tema de la crisis del cine de terror, pero es un tema recurrente y parece que seguirá siéndolo. Las últimas décadas han entregado poco más que remakes, sagas interminables y secuelas de los ’70; las películas originales parecen caminar torpemente por caminos con formas narrativas y argumentativas ya probadas, razones que derivaron en la crisis actual. En este contexto es que la industria ha decidido mirar hacia otros horizontes cuando de ideas nuevas se trata. Y es el cine japonés el que hace rato tiene lo que Hollywood anda buscando y encontró sus mejores réditos en La Llamada (The Ring, 2002), dirigida por Gore Verbinski y basada en Ringu (Hideo Nakata, 1998); y El Grito (The Grudge, 2004), cuyo director Takashi Shimizu también dirigió la original, Ju-on (2002). El Bosque Siniestro (The Forest) dirigida por Jason Zada toma esta tendencia de forma diferente, porque si bien no está basada en una película original japonesa, sí toma los elementos reales del bosque que rodea al monte Fuji. En el llamado Aokigahara se registran un promedio de entre 100 y 150 suicidios anuales, y la mitología japonesa lo asocia fuertemente con los fantasmas del pasado. De esta manera, la película nos cuenta sobre la travesía de Sara Price (Natalie Dormer), cuya hermana gemela Jess se encuentra en el mencionado bosque tratando de superar una crisis personal. Con la ayuda de un periodista angloparlante y un guía, Sara irá en busca de Jess. the-forest-taylor-kinney-natalie-dormer A pesar de ser su primer largometraje, hay ciertas características que Zada buscó imponer y que hacen que El Bosque Siniestro llame la atención desde el primer momento. Es en el montaje paralelo que cuenta la relación de las gemelas (que tienen una conexión mística inexplicable según afirma Sara), en ciertos climas que Zada logra construir, y en la fotografía que aprovecha el hermoso paisaje natural que termina siendo el monte Fuji (y Japón en general) y su correspondiente bosque. Pero una película es una historia -en este caso- y aquello donde El Bosque Siniestro logra acertar, son solo aditivos que mejoran una experiencia… fallida, en este caso. El mayor pecado de esta cuasi-novedosa premisa es que la película atenta contra sí misma desde el principio con la pobre construcción de personajes, y ese atentado impacta directamente en la credibilidad de conflictos, especialmente en la etapa de desenlace. Si bien, como se destaca en el párrafo anterior, el tratamiento de las átmosferas en conjunto con la fotografía de la película dan como resultado un clima tenso, agazapado, como si algo estuviera a punto de pasar, que no se complementa con la pésima idea de basar el terror de una película en simples sustos a base de cambios rápidos de plano. El Bosque Siniestro va desarrollándose a los tropiezos, con disparadores poco creíbles, cabos atados con reminiscencias a tiempos anteriores, sobre-explicaciones y sobre todo fantasmas del pasado que van a molestar a Sara vaya uno a saber por qué. Y no, la película no lo explica. Las malas decisiones implican riesgo, y El Bosque Siniestro no sólo no intenta tomarlas, sino que se apega a lo más mediocre del terror de las últimas décadas. Y no es que el susto como recurso esté mal, de hecho es uno de los pilares del cine de terror de James Wan, pero la diferencia es que el director de la saga El Conjuro lo utiliza muy bien. Es un recurso vació en sí, pero como recurso bien aplicado es incuestionable si de entretenimiento hablamos. El problema radica en el hecho de que una película de terror solamente busque dinamitar gente de su asiento y poco más, y si el bosque como entidad en sí misma debe considerarse un recurso importante, El Renacido (2015) realmente tiene justificada exposición.
El Bosque Siniestro (The Forest, 2016) llega para demostrarnos que en el género horror hay esperanza incluso en ese caldo desabrido que conforman las producciones del conservador terror ATP impuesto por la industria en los últimos años. Claro que en Los Huéspedes (The Visit, 2015), la genialidad de Shyamalan del año pasado, ya había un jaque a los preceptos moralistas de la MPAA, conseguido en parte por la utilización de un niño como protagonista, y por darle a la comedia una buena porción de la narración. Pero The Forest no tiene ninguno de esos guiños que podrían hacer recular a los censores encubiertos; de hecho, es bastante oscura para ser una película con la calificación estadounidense del PG-13. La densidad está presente desde su aparente tema principal: un trauma infantil que puede terminar en suicidio; aunque su verdadero tema es la reconstrucción y aceptación de un recuerdo reprimido para evitar una patología destructiva. Sara y Jess (Natalie Dormer) son gemelas, de niñas presenciaron la muerte de sus padres, con la diferencia de que Sara se tapó los ojos, mientras que Jess observó todo. Aplicando lo que en primera instancia parece psicologismo berretón, el guión nos presenta a las chicas ya grandes como dos hermanas con personalidades opuestas: Sara (la que supuestamente sufrió menos) es la de la vida ordenada por los valores tradicionales, y Jess un tiro al aire que se pierde en el mítico bosque japonés Aokigahara, donde Sara la irá a buscar para salvarla del suicidio. Si el primer acto de The Forest puede parecer una novelita sin luces por culpa de los diálogos vacíos, los feos clichés psicologistas, el brillo digital y las sobreexplicaciones, en los siguientes se desarrolla el verdadero conflicto, el que se desata con la locura de Sara. Si bien desde el inicio la película nos presenta a las dos hermanas, luego sólo sigue a una, a Sara; mientras que a Jess, la perdida (en el bosque pero también en la vida, según el discurso conservador de la película), sólo la vemos en flashbacks. Entonces lo que vemos de Jess son siempre recuerdos de Sara, nunca hay un plano en el tiempo presente (real) de la película. A su vez, esos mismos flashbacks van mutando a medida que avanza la narración: Sara va recordando cada vez más la negada muerte de sus padres a medida que se adentra en ese bosque siniestro símbolo de su inconsciente. Las decisiones cuasi absurdas y lineales del inicio de la película adquieren en el bosque otra densidad; The Forest adorna con fantasmas y sobresaltos de manual una historia más compleja que la que muestra, y lo interesante es que los adornos -junto con la violencia que desata el viaje introspectivo de Sara- logran llevar por un mismo carril a la trama y al subtexto de autodescubrimiento y superación de una experiencia traumática. Por desgracia la riqueza de tanta simbología se diluye con las decisiones obvias del guión: ¿era necesario que el bosque sea “el bosque de los suicidios”? Es una remarcación incluso más burda que la representación de las gemelas (una de blanco y una de negro, por ejemplo); ese espacio de alienación lo podría haber representado cualquier bosque (de hecho, se filmó en uno de Serbia), aunque -claro- se perdería el background de los fantasmas orientales. El Bosque Siniestro funciona como una entretenida reversión del doppelganger, sin mucho diálogo en su segunda (y mejor) mitad, y nos regala una violenta representación de un viaje introspectivo tan oscuro como necesario.
Un bosque de almas en pena Bosque y cabañas y fantasmas japoneses, pero de esos que no tienen efectos digitales sino maquillaje. De todos modos, hay un poco de los dos. El balance está bien y, dado el argumento, tendrá que ver con el equilibrio supuesto por las gemelas protagonistas. Una de ellas viaja en busca de la otra. A Japón, al bosque Aokigahara, donde los suicidas prefieren el retiro de sus almas. Antes bien, mejor dar cuenta de Jason Zada, el realizador detrás de El bosque siniestro, ópera prima de quien saltara a la palestra con Take this Lollipop, una aplicación que se vale del Facebook para aterrorizar al espectador: todavía puede consultarse su sitio web y personalizar la experiencia: un maniático revisará tus datos y saldrá a buscarte. Con El bosque siniestro, Zada se mete en el cine y a otra cosa. Se nota que está cómodo con el género terrorífico y que sabe situarse un paso más allá de lo previsible. Es decir, su película se parece a muchas pero tiene su toque distintivo. Desde el vamos, la variación temporal sacude la historia, con Sara (Natalie Dormer) desdoblada entre su vida en Estados Unidos y el viaje a Japón: flashback o flashforward, sueño o vigilia, anverso y reverso cuantas veces sea necesario, desde una cámara nerviosa, de imagen texturada, casi subexpuesta. En suma, dos caras de la misma situación que replica entre ella y su gemela, Jess (también Dormer). El relato adquiere línea temporal precisa una vez encuentra el camino que le guíe por el bosque suicida, ese ámbito que desde el Monte Fuji, dicen, parece un océano verde. Acá, de nuevo, el vínculo de límite raro del director: ver en el film las imágenes que Sara "googlea" es un acto que el espectador puede repetir en su ordenador: esas mismas imágenes horribles saldrán a su encuentro, Aokigahara no es un mito. Ese bosque existe y, según Sara, su hermana está viva. El sendero del que le advierten no apartarse es marca dramática para esta caperucita rubia, cegada por encontrar a su hermana pero, sobre todo, por redimirse de los ojos cerrados que le evitaron un horror de infancia. Quien sí presenció aquello es Jess. Entre estas dos miradas, se entreteje el argumento de El bosque siniestro. Un equilibrio que oscila entre lo cierto y lo imaginado, el mito y la verdad, la vida y la muerte. Jess y Sara como una unidad que deberá resolver una herida que todavía duele. En líneas generales, la propuesta del film se sostiene, atrapa, todavía más cuando una vez superadas las pruebas mayores, encuentre armonía en su desenlace. Entre lo mejor: el reconocimiento de un cadáver al que, ceremonialmente, Sara es invitada. Por eso, pueden pasarse por alto algunos golpes de efecto que no agregan demasiado, tal vez impuestos al ánimo del realizador, tal como lo supone el último plano, que parece desgajado del tono dramático, así como coincidente con un tipo de cine que nada tiene que ver con lo visto hasta ese momento.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Con una propuesta interesante arranca “El bosque siniestro”. Una de esas leyendas urbanas (o campechanas tal vez) que sienta las bases de la verosimilitud y engancha. En Japón hay un bosque que se llama Aokigahara al cual van aquellos que quieren suicidarse, aquellos cuyas almas no tienen paz y desean acabar con la pena de estar vivos, “el bosque” se los lleva. Se dice también que los espíritus andan por ahí acechando, con lo cual entrar en el bosque es peligroso, pero desviarse del sendero hecho para recorrido turístico lo es mucho más, aunque los más expuestos son los que sienten algún tipo de tristeza en el corazón. A ese lugar fue Jess (Natalie Dormer) quien siempre fue, de las dos gemelas idénticas, la de meterse en líos de todo tipo ante los cuales intercedía su hermana Sara (Natalie Dormer otra vez, pero rubia y sin piercing en la nariz). Dicho sea de paso, desde hace cuatro días que no hay señal de Jess. Ahí viaja entonces la versión rubia para encontrarla. ¡Ah!, la última vez que la vieron entraba al bosque Aokigahara. “Si ves o escuchas algo raro, recordá que no es real. Está en tu cabeza”, le dice a Sara el guía Michi (Yukiyoshi Ozawa), hombre conocedor de la topografía del terreno y sus misterios que junto con Aiden (Taylor Kinney), un columnista de una revista australiana a quien la heroína conoce en un bar la noche anterior, se ofrecen a llevarla bosque adentro para encontrar a Jess. Con cierta pericia y ritmo aletargado, el debutante director Jason Zada logra crear cierto clima de thriller psicológico jugando entre la realidad y la imaginación de los personajes, y por carácter transitivo en la mente del espectador. El bosque en cuestión, notablemente fotografiado por Mattias Troelstrup, se transforma entonces en otro personaje de la historia y ofrece momentos de incertidumbre gracias a su poderío natural de albergar sonidos y sombras inciertas. El problema surge pasados los cuarenta minutos, cuando la credibilidad de la acción comienza a derrumbarse inexorablemente a partir del hallazgo de la carpa de Jess. En adelante, todo lo que hace la hermana va destruyendo al personaje dada una serie de contradicciones y atentados contra la inteligencia (de ella misma y del espectador). Claro, al caerse éste personaje, el resto es sometido a un efecto dominó que provoca el efecto inverso al susto. Nada puede la actriz Natalie Dormer, de sólido (doble) trabajo, frente a un elenco bastante insulso, en especial Taylor Kinney, quien por falta de matices, ofrecidos claramente en el guión para ser aprovechados por cualquier actor, no resiste el peso dramático de su personaje. Al término de la proyección nos quedamos más con lo que podría haber sido, en lugar de lo que fue. Entre su factura técnica, la idea (que contada en voz alta suena más convincente que el producto final), las mencionadas actuaciones y algunos frenos a una banda de sonido que asusta por su volumen alto cada vez que alguien se da vuelta, “El bosque siniestro” se anima a instalar lo más innecesario de todo este recorrido: la posibilidad de una secuela.
El Bosque Siniestro (The Forest) es una historia de terror situada en un famoso bosque japonés elegido por los suicidas. Es el primer largometraje de Jason Zada, para protagonizarlo viajaron Natalie Dormer y Taylor Kinney, ambos más reconocidos por su imagen que por sus dotes interpretativos. Mar de Árboles Aokigahara, conocido como Mar de Árboles, es un bosque de 35 km2 ubicado en la base del Monte Fuji en Japón y está asociado históricamente con demonios de la mitología japonesa. Además de ser un sitio turístico es el segundo lugar preferido por los suicidas a nivel mundial, llegando a encontrarse un centenar de cadáveres por año y apareciendo en el Manual del Suicida como un sitio recomendado. En algún punto su reputación cruzó el océano y como ya ha sucedido antes en un mismo año se hicieron dos películas con su historia, ambos sin buena recepción. Dormer interpreta a las gemelas Sarah y Jess, pero por suerte dejaron morocha a Jess para que no nos confundamos. Jess es la hermana atormentada, la que no encuentra su camino y en el intento de encontrarlo se establece en Tokio. Sarah es la centrada, la que se hace cargo de los problemas de su hermana, la que ofrece una cena elegante para los jefes de su pareja. La Rubia. No es poco común que los gemelos afirmen tener una mutua conexión que les permite saber el ánimo del otro a distancia, por lo que cuando Sarah recibe noticias de que su hermana desapareció en el bosque y la presumen muerta, ella viaja inmediatamente para rastrearla convencida de que está viva aunque en peligro. Después de las obligadas muestras de “rarezas” japonesas en Tokio y una recurrente pesadilla con una carpa en un sótano para la que curiosamente no usaron la misma toma que en el trailer, la escéptica Sarah llega al infame bosque buscando un guía que acepte ayudarla pero nadie se muestra dispuesto a entrar al bosque con ella. Como es de esperarse esa ayuda vendrá de mano de otro occidental, un periodista que le ofrece compartir el guía a cambio de dejarle escribir sobre su historia. Pesadillas y alucinaciones Como explica el guía local antes de entrar, los yūrei no son tan diferentes a los fantasmas occidentales, pero siendo japoneses es de esperar que sean un poco mas sutiles. Los residentes de este bosque siniestro son estrictamente etéreos y no pueden dañar a los vivos físicamente, por lo que utilizan el engaño, la tortura psicológica y la locura para presionarlos a autoinflirgirse daño y quedar atrapados con ellos. La premisa es interesante y construye una mitología medianamente coherente, pero toda esa fuerza se siente diluida por la necesidad de causar sobresaltos en vez de profundizar los motivos y mecanismos que tiene el bosque para atrapar a determinadas personas que se sienten atraídos a su interior. Tenemos alguna idea de quienes son más vulnerables a su influencia, de por qué las gemelas son parte de ese grupo y de por qué no es un capricho ese vínculo ente ambas, pero aunque tampoco es necesario saber cada detalle, todo se queda en una insinuación tibia. Porque aunque por momentos intenta ser una película climática que genere nerviosismo y miedo con las sutilezas de lo que implica la situación más que por lo que se muestra explicitamente, siempre termina cayendo en el impacto burdo que arruina el clima creado momentos antes. Los aciertos del guión no alcanzan a tener contundencia y las actuaciones acartonadas tampoco ayudan a que se lo tome demasiado en serio, por lo que resulta un poco mas rescatable es el tratamiento visual que recibe el bosque, el gran personaje de la historia que durante el día tiene una misteriosa e inquietante belleza y por el que la cámara se mueve fluidamente entre los árboles acompañando la búsqueda de la hermana perdida. Conclusión Luces parpadeantes ………………………. CHECK Susurros inaudibles………………………… CHECK Gente apareciendo de golpe……………… CHECK Personaje que advierte del peligro……….. CHECK Eye-Candy que lo ignora………………….. CHECK Agregar “Siniestro” o similar para que el público entienda que es una de terror …. CHECK Juntar todo en una historia interesante……. FAIL A pesar de tener una premisa potencialmente interesante y algunas ideas capaces de diferenciarla del promedio, El Bosque Siniestro es una película de manual pobremente resuelta que pretende explotar el estilo japonés sin atreverse a abandonar los lugares comunes de Hollywood, quedándose a mitad de camino de ambos. Seguramente escrita y dirigida por alguien que realmente entienda la mitología que representa y la cultura que la generó, hubiera resultado en un producto mucho mas interesante.
La cuota de terror de la semana. En este caso una chica viaja a Japón, a internarse en un bosque que circunda el monte o Fují donde la gente suele suicidarse. Allí se metió su hermana gemela y ella siente que necesita ayuda así desafía fantasmas y apariciones. Bajo presupuesto, entretenimiento moderado para amantes del género.
Terror americano a la japonesa Tras varios años sin adaptar ningún clásico nipón, el cine norteamericano regresa a ese país para contar una fábula sobrenatural que cumple con el objetivo de asustar Un bosque cercano al imponente Monte Fuji al que los jóvenes se dirigen para cometer el hara-kiri es el escenario de esta nueva incursión norteamericana en el terror aunque con condimentos propios del cine del país del sol naciente. Jason Zada, un director que debuta con este largometraje tras realizar varios cortos del género del chucho, busca –no sólo a través del bosque- sino con la experimentación constante los mejores planos para asustar a adolecentes desprevenidos para los cuales esta puede ser su primera salida a ver una de terror. Eso sí, los más veteranos en el género puede ir retomando la idea de comenzar a ver acción o comedia porque nada nuevo resulta de esta película que se apoya mucho en lo sobrenatural mediante maquillajes, oscuridad y efectos especiales y muy poco en las actuaciones de sus protagonistas. Natalie Dormer, la actriz británica que interpretó a Ana Bolena en la serie The Tudors y Margaery Tyrel en la no menos aclamada Game of Thrones interpreta en El Bosque Siniestro un doble papel: las gemelas Sarah y Jessica Price. La historia comienza cuando la primera parte a Japón desde los Estados Unidos a buscar a la segunda que ha desaparecido. Una vez en ese país, Sarah descubre que su depresiva hermana entró en el bosque y no consigue a nadie que la acompañe a buscarla hasta que un periodista y un guía le prestan atención y la llevan al lugar. Pero según los hombres, el bosque busca en el alma humana los miedos y los usa contra las personas por lo que Sarah deberá luchar contra sus demonios internos y preguntarse a cada paso si lo que ve es real o producto de su imaginación. Quedará en el público determinar si esta película hace buena taquilla y pasará a la posteridad por algún detalle en especial o quedará en la pila de DVD´s de terror de algún videoclub a la espera de que alguien la note. En el caso de este crítico, la segunda opción es la segura aunque gente joven siempre habrá.
Aokigahara o "el mar de árboles" es un bosque de 35 kilómetros cuadrados existente en la base del Monte Fuji, en Japón. Asociado siempre con demonios mitológicos, existen poemas de más de mil años de antigüedad que lo nombran como un lugar maldito. Además, cuenta la historia que en el Siglo XIX, en época de grandes hambrunas y epidemias, las familias más pobres abandonaban allí a los ancianos y a los niños que no podían alimentar, y es por esta razón que desde entonces han surgido innumerables leyendas referidas a espectros que habitan el bosque, almas en pena dispuestas a desquitarse con el primer paseante que por allí se aparezca. Por si todo esto fuera poco, hoy se trata de uno de los lugares predilectos para los suicidas, siendo el segundo sitio donde más gente se ha quitado la vida, luego del Golden Gate de San Francisco. Aún se encuentra arraigada la creencia entre la población japonesa de que existen fuerzas malignas en ese bosque, y de hecho, muchos locales no se atreven siquiera a pasarse cerca de él. ¿Qué ambientación podía ser más idónea para una película de terror? Semejante trasfondo no se presta para una sino para una docena de producciones y, de hecho, tanto Shawn4ever (2012) como The Sea of Trees (2015), ambas lanzadas con anterioridad, ya utilizaron como locación ese bosque. Aquí la protagonista es una estadounidense que ha perdido contacto con su hermana gemela. Las últimas noticias que obtiene de ella le informan que se internó en la espesura, y sale en su búsqueda con el temor de que haya ido allí para suicidarse. Como compañía para su pesquisa contará con un periodista interesado en escribir una crónica de la aventura y con un temeroso guía japonés, conocedor de las fuerzas paranormales que se presentan al caer la noche. En un principio todo parecería muy bien encaminado. El cúmulo de maldiciones ancestrales es señalado y se agregan otros elementos sumamente inquietantes, como la existencia de lazos o cordones que señalan el camino hacia los cadáveres –es que los suicidas los utilizan para señalarles a los guardabosques la dirección a seguir hasta su cuerpo– y la referencia a cuevas subterráneas. Lo que da pena es que todos estos elementos estén tan desaprovechados; la película recurre una y otra vez a los sustos fáciles sin elaborar una lógica interna para los mismos, y los personajes no tienen un comportamiento del todo creíble, sobre todo a la hora de internarse en el bosque en medio de la noche, o de correr a ciegas con las consecuencias físicas que ello les acarrea. El guión no aporta casi nada y, de hecho, abunda en situaciones absurdas, como que la chica llegue a Japón y en seguida dé con otro estadounidense que se apresta a guiarla (había que conseguir un interlocutor que justificara el uso del idioma), que cada vez que pregunta a los locales por su hermana gemela tenga que mostrarla en una foto, o el hecho de que a su celular jamás se le acabe la batería, y que al respecto no se haga mención alguna. No es mucho lo que puede sacarse de provecho; sí se propician algunos sobresaltos –en esto hollywood ha aprendido mucho en los últimos años– y hay, además, un notable flashback en el cual las imágenes contradicen el relato en off de la protagonista, demostrando que miente. Pero son tan sólo algunos chispazos mínimos, que no justifican el precio de una entrada.