El encanto del disfraz El Buen Mentiroso (The Good Liar, 2019) constituye uno de esos pequeños placeres que en otras épocas eran moneda corriente y que casi no existen en el cine contemporáneo, una y otra vez saturado de productos descartables y extremadamente estúpidos que pasan sin pena ni gloria por la memoria del espectador: hablamos de una película muy atrapante de misterio y manipulación de impronta clasicista basada más en las sutilezas, el desarrollo de personajes y -en especial- las actuaciones de los dos actores principales, nada menos que Ian McKellen y Helen Mirren, que en los latiguillos y la parafernalia de cartón pintado a la que nos tiene acostumbrado el Hollywood más perezoso de nuestros días. El realizador Bill Condon le saca todo el jugo posible al sencillo pero cumplidor guión de Jeffrey Hatcher, inspirado asimismo en la novela homónima de 2015 de Nicholas Searle, un trabajo deudor de Patricia Highsmith y John le Carré en lo referido a la complejidad de los protagonistas. La excusa de base es el encuentro entre un estafador veterano, Roy Courtnay (McKellen), y su más reciente víctima potencial, Betty McLeish (Mirren), una mujer solitaria que atesora una generosa fortuna, tiene un nieto bastante metiche llamado Steven (Russell Tovey) y en esencia se abre camino como una presa perfecta para un señor acostumbrado a convencer a terceros de que entreguen su dinero bajo promesas de multiplicarlo vía inversiones un tanto difusas aunque definitivamente tentadoras. Mientras que por un lado avanza en materia romántica con Betty y esquiva el trato poco cordial que recibe de parte del muchacho, Roy embauca a un grupito de burgueses tontos para que realicen una transferencia bancaria y después desaparece simulando una redada policial, lo que deja bien en claro que Courtnay no se echa atrás a la hora de destrozarle la mano a un cómplice que se pasó de ambicioso o de asesinar a una víctima que lo acosa en el metro reclamándole que le devuelva su dinero. Condon, un artesano heterogéneo que filmó su mejor película con McKellen allá lejos a comienzos de su carrera, léase la fenomenal Dioses y Monstruos (Gods and Monsters, 1998), hoy supera por mucho a opus mediocres en la línea de las primigenias Detrás del Espejo (Sister, Sister, 1987) y Candyman 2 (Candyman: Farewell to the Flesh, 1995), las dos partes de La Saga Crepúsculo: Amanecer (The Twilight Saga: Breaking Dawn, 2011 y 2012) y trabajos varios apenas correctos como Dreamgirls (2006), El Quinto Poder (The Fifth Estate, 2013) y La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017), ubicándose en términos prácticos en el nivel cualitativo de las también disfrutables Kinsey (2004) y Mr. Holmes (2015). Más allá de un remate a la Los Sospechosos de Siempre (The Usual Suspects, 1995) con mentiras entrecruzadas de por medio, gran parte del relato se sostiene en el juego de las identidades trastocadas y en el extraordinario desempeño de los dos protagonistas, de la mano de una Mirren que interpreta a la “viuda ingenua” que busca compañerismo y de un McKellen que se calza los zapatos de un depredador porfiado que sin embargo duda a escala moral porque a la mujer supuestamente le queda sólo un año de vida a raíz de una serie de diminutos accidentes cerebrovasculares que la vienen acosando. Apelando en iguales proporciones a la codicia y a una sed de revancha arrastrada desde hace mucho tiempo, El Buen Mentiroso no apresura la acción y permite el despliegue de los acontecimientos no sólo para que haya empatía del otro lado de la pantalla sino con el objetivo manifiesto de explicitar el talento para el embuste de los personajes y el mismo encanto de unos disfraces sociales que bajo la máscara de toda esa vulnerabilidad en lo que atañe a la salud o lo anímico/ psicológico se esconden fieras agazapadas esperando su oportunidad de rapiñar a quien sea. En este sentido, la película va más allá del maravilloso detalle de desacralizar a la “tercera edad” en tanto empardada al estereotipo hilarante e irreal de abuelitos sabios y bondadosos de gran corazón, debido a que logra enfatizar que las tendencias psicopáticas pueden aparecer en cualquier punto de la vida y que la responsabilidad por las propias acciones no se extingue con el paso del tiempo, provocando más bien que la eventual impunidad derive en un afán de justicia que no se detendrá ante nada ni nadie hasta dar con esa ansiada reparación de turno. Sin ser precisamente una joya del séptimo arte, el film de Condon aprovecha la flema y/ o pantomima cultural británica poniendo en primer plano su sustrato fingido, soberbio y condescendiente oportunista...
La delicadeza de lo sutil Editada en 2016, The Good Liar, la primera novela de Nicholas Searle, se convirtió rápidamente en un gran suceso de la mano de excelentes críticas especializadas que resaltaban la intrincada trama de suspenso que remitía a lo mejor de John le Carré y Patricia Highsmith. Con un guión de Jeffrey Hatcher, responsable de La Duquesa (The Dutchess, 2008), Casanova (2005) y Mr. Holmes (2015), y la dirección de Bill Condon, conocido por su segundo film Dioses y Monstruos (Gods and Monsters, 1998), la adaptación de La Bella y la Bestia (The Beaty and the Beast, 2017) y El Quinto Poder (The Fifth Estate, 2013), el film sobre Wikileaks, El Buen Mentiroso (The Good Liar, 2019) es una traslación a medida con Helen Mirren e Ian McKellen como protagonistas. El film narra una historia con varios giros inesperados alrededor de una anciana pareja de viudos que se conocen a través de un sitio de citas por Internet. Rápidamente Betty (Mirren) y Roy (McKellen) inician una relación platónica a pesar de la reticencia del nieto de la mujer, Stephen (Russell Tovey). Betty es una acaudalada viuda que solo desea compañía tras la pérdida de su esposo y su hijo y Roy interpreta ante ella el papel de un viudo con las mismas intenciones, pero en realidad es un conocido estafador de poca monta que vive del engaño y las mentiras junto a su socio Vincent (Jim Carter). El Buen Mentiroso es una obra sobre las máscaras que las personas usan en sus interacciones cotidianas y la facilidad que Internet provee para explorar el uso de esos disfraces que ocultan la verdadera identidad. Condon y Hatcher construyen en base a la obra de Searle un film de capas que se van deshaciendo para revelar secretos enterrados, mentiras transformadas en identidades y crímenes cubiertos por las arenas del olvido pero recordados patentemente. La película expone desde el costado más patético de la pesquisa de altos retornos financieros por parte de inversores hasta las pequeñas estafas a su alrededor, pasando por la búsqueda de la verdad que la historia deja para los archivos. La velocidad de la trama de suspenso no permite reflexionar demasiado sobre la cuestión de la identidad y pasa rápidamente de descubrimientos a revelaciones y mentiras que se acumulan, pero detrás de los conflictos subyace un entramado complejo sobre el concepto de identidad que persiste hasta el final del film. Condon entrega aquí uno de sus mejores trabajos en una pieza de relojería bien adaptada del lenguaje literario al cinematográfico, con una impronta clásica y formal, pero quedando un poco rezagada respecto de su mejor film hasta la fecha, Dioses y Monstruos, una película sobre los últimos días de James Whale, el mítico director de la primera adaptación cinematográfica de la aterradoramente icónica obra de Mary Shelly, Frankenstein (1818). El Buen Mentiroso es así un buen thriller con extraordinarias actuaciones a la medida de sus protagonistas y una trama apasionante de pequeñas sutilezas que sorprende con cada develamiento, pero también tiene un buen despliegue fotográfico en Londres y Berlín, rubro a cargo del alemán Tobias Schliessler. La música del experimentado Carter Burwell agrega el suspenso necesario a un relato que tiene como centro la química entre Mirren y McKellen, una dupla que no defrauda gracias a una interpretación exquisita, plena en gestos y detalles. El film logra de esta manera, al igual que la novela, atrapar al espectador en una intrincada red de mentiras y engaños en los que siempre subyace una motivación que es revelada a su debido momento.
Por fin un film con protagonistas que no sólo son excelentes actores, sino que son de la tercera edad, algo poco habitual, ya que todos los papeles parecen escritos para jóvenes. El director Bill Condon, se basó en el libro de Nicholas Searle y dirige nada más y nada menos que a Ian Mc Kellen (Roy Courtnay), un estafador apasionado y despiadado que vive su vida haciendo fechorías junto a un socio, embaucando damas de la tercera edad, con una personalidad bonachona que parecería no hacer daño ni a una mosca, aunque dirige una organización con varios matones. Aquí entra en juego Betty McLeish (Hellen Mirren), bastante ingenua, muy dulce, considerada y muy interesada en el frágil Roy, con una fortuna heredada de su marido, fallecido y lograda a través de tantos años de trabajo. Después de la cita virtual se conocen en un restaurante. “El Buen Mentiroso” te va a mantener toda la película pensando dónde está la trampa y cuándo todo va a estallar, cuándo uno de los dos va a pegar el zarpazo, porque se huele permanentemente la sensación de que algo no está bien. A pesar de las sonrisas, las salidas y la sensación de bienestar, el ambiente huele a engaño y manipulación. Hay alguien que molesta los planes de Roy y es el nieto de Betty, Stephen (Russell Tovey) quien constantemente interfiere, se inmiscuye y está en el medio de la pareja, investigando, porque no cree en Roy y quiere proteger los intereses de su abuela. Los giros del guión son impensados e impredecibles,tiene todo, también mucho humor y magníficas interpretaciones. No conviene spoilear nada de lo que sucede a partir de que se conocen , sólo dejarse llevar por éstos dos increíblemente talentosos actores hasta el final. ---> https://www.youtube.com/watch?v=bgMAKUCTjL8 TITULO ORIGINAL: The Good Liar DIRECCIÓN: Bill Condon. ACTORES: Helen Mirren, Ian McKellen. ACTORES SECUNDARIOS: Russell Tovey, Jim Carter. GUION: Jeffrey Hatcher. FOTOGRAFIA: Tobias Schliessler. MÚSICA: Carter Burwell. GENERO: Drama . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: No informada CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: Warner Bros FORMATOS: 2D. ESTRENO: 05 de Diciembre de 2019 ESTRENO EN USA: 15 de Noviembre de 2019
Identidad camuflada. Un thriller de misterio y suspenso, con personalidad y estilo inglés; dos potentes y sofisticadas figuras con las que el espectador se deleitará, debido a las exquisitas interpretaciones. Nos sentiremos atrapados por ambos personajes, desde el comienzo en esta interesante y elegante historia. The good liar (2019) es un film dirigido y coproducido por Bill Condon, escrito por Jeffrey Hatcher y basado en la novela de Nicholas Searle. El consumado estafador profesional Roy Courtnay (Ian McKellen) ha conocido online a la adinerada viuda Betty McLeish (Helen Mirren). A medida que ella le abre su corazón, Roy se sorprende a sí mismo al darse cuenta de que alberga sentimientos hacia ella, convirtiendo lo que debería ser una estafa fácil y sencilla en una de las situaciones más complejas de su vida. Bill Condon dirige muy bien este film, generando una atmósfera de tensión, misterio e incertidumbre. La película se destaca por su estética de contrastes en los colores, en las locaciones y el vestuario muy atractivos, describiendo así, las personalidades del protagonista y del antagonista. Además la música acompaña muy bien y contribuye con el ritmo del desarrollo del relato. El guión puede pecar por ciertos tramos de previsible, no obstante, las performances del inmejorable y encantador dueto de actores, sobrepasan la pantalla, consiguiendo credibilidad en el relato. El guión además da ciertos giros inesperados, alimentando así, el suspenso. Incluye a un personaje, "el tercero en discordia", se trata del sobrino de Betty, quien desconfía de Roy, aportando una cuota de obstáculo en la relación que se genera. Las locaciones londinenses son muy interesantes, al igual que las de Berlín, en donde sucede parte de la trama. Sin lugar a dudas, lo mejor de este film, son las interpretaciones de Ian McKellen y Helen Mirren. Todos somos dueños de secretos y mentiras; de traumas que no pudimos sanar y alimentamos con odio y rabia a lo largo de los años. A veces, pensamos que la venganza es lo que nos libera y, en todo caso, nuestras oscuridades y luces, forman parte de lo mismo, como el ying y el yang. No podría existir luz sin oscuridad y viceversa, tanto en el interior de una persona, como en el motivo que une a dos personas que desean lo mismo, con la misma fuerza, pero de manera inconsciente. Seres supuestamente opuestos que se necesitan más de lo que imaginan.
Sin haber leído la novela en la que se basa, esta película desarrolla un logrado relato durante su primera parte, presentando a los dos personajes protagónicos, para terminar con desenlace precipitado, de mal gusto, y que en el golpe bajo termina por chocar con los dos personajes centrales, seres despreciables por donde se los mire, pero que en el mismo desprecio se funda la atracción por ellos. Mirren y McKellen impecables
Dos ancianos se comunican a través de una aplicación de citas online, se encuentran en un restaurante y en la charla admiten que han “maquillado” un poco la información. Inician luego una suerte de sereno romance, comparten algunas “inversiones” (de él sabremos enseguida que es un estafador profesional) y, a partir de entonces, comenzará una serie de sorpresas que, como en todo buen thriller, es mejor no anticipar. No es novedad (teniendo en cuenta incluso el título de la película) que los juegos de seducción, la mentira, el engaño, las confabulaciones, las trampas cruzadas y ciertos hechos del pasado que regresan al presente en forma de venganza estarán en el centro de la escena de este film dirigido con mucho oficio y bastante eficacia por el prolífico y ecléctico realizador de Dioses y monstruos, Kinsey: El científico del sexo, Soñadoras: Dreamgirls, El quinto poder, La Bella y la Bestia, Mr. Holmes y hasta dos entregas de la popular saga Crepúsculo / Amanecer. Y tampoco es novedad que, para sostener este duelo casi siempre circunscripto a dos personajes, este juego de gato y ratón (en el que nunca se sabe a ciencia cierta quién es quién), se necesitaban dos intérpretes de la experiencia, el aplomo, la ductilidad y la solvencia de Ian McKellen y Helen Mirren. Es cierto que hay buenos aportes secundarios de Jim Carter (el asesor financiero del Roy Courtnay de McKellen) y de Russell Tovey (el nieto de la Betty McLeish de Mirren), pero El buen mentiroso -que bebe de las fuentes de Patricia Highsmith, John le Carré y David Mamet- se termina sobreponiendo a algunas dosis de crueldad y a ciertos subrayados en su estructura de thriller psicológico con ínfulas moralistas gracias a dos intérpretes sabios, nobles y virtuosos, pero que jamás necesitan regodearse en su indudable capacidad expresiva.
Cuán agradable es ver una película como las de antes, en el que los duelos interpretativos, las vueltas de tuercas, la manipulación entre los personajes y también del guionista y el director al público nos deja con una sensación de satisfacción. ¿Le pasa seguido cuando sale del cine? El buen mentiroso tiene una base novelesca. Adapta la novela de Nicholas Searle, y si bien tiene una resolución, eso sí, un poquito traída de los pelos, durante más de una hora y media atrapa y no suelta. El protagonista es Roy Courtnay (Ian McKellen, que es y ha sido mucho más que Gandalf en El Señor de los anillos), un estafador que atrapa a sus víctimas embaucándolos con que podrá duplicar sus fortunas, para luego quedarse con el dinero. El filme comienza con él y con Betty (Helen Mirren, más que La reina) conociéndose en una red de citas. Ambos mienten con sus nombres y sus pasados (The Good Liar no admite género, y puede ser la mentirosa buena), pero de entrada queda claro que el tramposo es él. Ambos serían viudos, y Betty tiene una fortuna considerable, además de un nieto que no ve con buenos ojos al señor que de a poco, comienza a tener más lugar en la vida (y en la casa) de su abuela. Pero Roy es un ave de rapiña, que mientras enamora a la viejita y se hace el enfermo, es capaz de seguir estafando y hasta mandar a destrozar alguna parte del cuerpo al que piense desafiarlo. La película, dirigida por Bill Condon, un cineasta capaz de hacer Dioses y monstruos y dos películas de la saga de Crepúsculo, y hasta Dreamgirls y la útima La Bella y la Bestia de Disney, va mutando una vez que la confianza de Betty hacia Roy es total, y cuando el golpe parece certero. La empatía que tanto el embustero como la víctima generan en el espectador va mucho más allá, obviamente, de que se trate de dos personajes que transitan la tercera edad de una manera admirable. Nada que ver con dos ancianitos, porque Roy y Betty tienen mucho para vivir. Tan cierto como que McKellen y Mirren son dos intérpretes de excepción, y que cosen a sus personajes y Condon hilvana su(s) historia(s) con tacto y buena mano. Hasta ese desenlace que anunciábamos y que, si bien no desmerece todo lo visto anteriormente, ya se sabe que el cinismo es un camino de ida.
El buen mentiroso comienza como una historia sobre los encuentros virtuales entre solos y solas en la tercera edad, continúa bajo la forma de un clásico relato de estafadores expuestos al riesgo de quedar a su vez estafados y termina como un grave melodrama sobre secretos guardados a lo largo del tiempo. La primera impresión puede engañar: a pesar de sus dos venerables figuras protagónicas y de un prolijo dispositivo de producción detrás, ninguno de los registros mencionados funciona. Ni siquiera convencen en una mínima forma. Todo aquí resulta caprichoso, forzado, ajeno a cualquier sentido más o menos lógico de continuidad narrativa y sentido dramático. Las simulaciones de los personajes centrales resultan insostenibles, los clisés más elementales de las peores películas de suspenso afloran a cada momento (y eso que en algún momento hay una escena que parece burlarse de esa alusión) y actores del prestigio de Mirren y McKellen parecen trabajar a reglamento, tratando al menos de disimular un poco que no creen para nada en lo que están haciendo. Todo es tan incongruente que en un momento surge la desesperada obligación de sobreexplicar un desenlace sacado a la fuerza de la galera. Nada nuevo para un realizador que hace mucho tiempo viene en picada. La última película interesante que dirigió Condon fue Dioses y monstruos, también con McKellen. Hace 21 años.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
The Good Liar es una película estadounidense de suspenso dirigida y coproducida por Bill Condon y escrita por Jeffrey Hatcher basada en la novela de Nicholas Searle. Está protagonizada por Ian McKellen y Helen Mirren y fue estrenada en 2019 por Warner Bros. La historia gira en torno a Roy Courtnay, un experimentado estafador que luego de conocer a Betty McLeish mediante una cita pactada vía Internet, decidirá jugarle una estafa prometedora y exuberante. Una trama que inicia con un dramático y cariñoso encuentro entre dos personas mayores, aquejando sentimientos de soledad y ausencias de compañía. Veremos como la relación entre ellos ira creciendo poco a poco, mientras a sus espaldas también emergen secretos ocultos que nos acompañaran hasta el final de la película. Teniendo a su favor a dos actores de trayectoria como McKellen y Mirren y un guion bastante sólido, la película se aventura en una historia que mezcla elementos del suspenso, crimen, drama y hasta algunos toques de humor. Todo envuelto en un manto de misterio y tensión que se desarrolla con cada escena, sin huecos ni relleno alguno. La fotografía oscura es clave para resaltar los momentos inquietantes que, junto con la música, recrean un escenario que varía entre la felicidad y el dolor. La historia se va construyendo con calma pero sin estancarse en ningún momento. Donde los giros de tuerca son fundamentales para desviar nuestra atención hacia caminos impensados de la trama. Tanto es así que nos hará transitar varios estados de emoción que culminaran con un final que busca ser diferente. En lo personal, la película se llevó mi total atención por la correcta sucesión de hechos que me fueron interesantes, por la historia variante que va un lado al otro y por contar con pequeños elementos de la historia universal. Lo único negativo que puedo expresar es sobre su final, que a pesar de intentar ser inesperado, termina siendo muy predecible.
La mentira entre la mentira Es una buena idea consultar con el trailer de El buen mentiroso (The Good Liar, 2019) antes de describir la historia, la cual serpentea tanto que resumirla con precisión requiere anticipar varias de las curvas que le dan gracia al thriller. La premisa, de acuerdo con todo el material publicitario, es la siguiente: Roy (Ian McKellen) y Betty (Helen Mirren) son dos viudos de setenta y pico que se conocen a través de un sitio de citas en internet y deciden probar suerte con una cena. Él busca “romance”, ella “compañerismo”. Luego de un poco de incomodidad rompen el hielo confesando trivialidades y la cita concluye con la promesa de otra. Roy, en realidad un estafador profesional, está contento: su plan es cortejar a Betty, ganarse su confianza, insinuarse en su vida (y casa) y eventualmente robarle sus millones. Aprendemos todo esto en la siguiente escena durante una de las muchas estafas de Roy y su colega Vincent (Jim Carter), quienes se dedican a ganarse la confianza y el dinero de los crédulos y afluentes. Su estrategia consiste en fingir riesgos que en realidad no están tomando y distraer a sus víctimas con adversidades ficticias que difuminen la culpa. Todo al servicio del viejo truco: hacer creer a la víctima que es la victimaria, o ideóloga, de lo que termina siendo su ruina. Lo cual es cierto, en un sentido perverso. La cuestión es que El buen mentiroso miente tan obvia y descaradamente como su protagonista, y lo deja tan en evidencia desde el comienzo - incluso desde antes de los títulos introductorios - que la gracia del thriller no pasa por separar lo falso de lo verdadero así como descubrir el cómo y el por qué de todas las mentiras, que se van desprendiendo capa por capa. El guión lleva buen ritmo pero no es particularmente tenso. Dado que anticipamos la naturaleza de las revelaciones - aún sin entrar en detalles - la gracia pasa menos por el truco y más por su explicación, la cual rara vez es satisfactoria. En materia de explicaciones, la segunda mitad de la película se inunda con ellas. Mientras Roy lidia con los gajes de su oficio - incluyendo el sobrino protector de Betty, Stephen (Mike Tovey) - la película está en su punto más atrapante. Luego comienzan los flashbacks, los temas cambian, el tono oscurece, la trama se complica y hacen erupción las explicaciones y contra-explicaciones. Tan descomunal es el alud de información impartido en tan poco tiempo y tan drásticas se vuelven las revelaciones que la película hace el ridículo cuando pretende tener su momento más significativo. Es prácticamente una tautología alabar las actuaciones de McKellen y Mirren, veteranos cuyo porte y talento elevan cualquier proyecto, incluyendo éste. Suelen ser relegados a papeles secundarios y es un placer tenerlos aquí en primera plana, dentro de un género que suele prescindir de artistas de su edad o categoría. Pero en cierto sentido su mera presencia, digna e inteligente, delata algunos de los “giros” de la trama. Y la historia queda a medio cocer entre thriller y drama, sin sobresalir en ninguno.
Ian McKellen y Helen Mirren protagonizan El buen mentiroso, la nueva película de Bill Condon. Es una adaptación de la novela homónima de Nicholas Searle. La película nos presenta a Roy Courtnay (Ian McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren), dos jubilados que deciden tener una “cita” tras conversar amigablemente por una aplicación para buscar pareja. Él, un exsoldado con una rodilla destrozada y un hijo con el que no tiene contacto. Ella, una modesta exprofesora de Oxford. Claro está que, como dice el título de la película, él es, en realidad, un “buen mentiroso”. Su rodilla está bien y su situación económica aún mejor. Se pasa sus días estafando, de una manera muy pulcra y profesional, a quien sea que se le cruce por el frente. Casi de un segundo al otro (sin argumentos realmente fundamentados, al menos de una manera mínimamente lógica), la simpática anciana le ofrece a Roy que se vaya a vivir con ella. Él, claramente, acepta. A partir de la convivencia, la relación entre ellos irá in crescendo, hasta el punto de organizar viajes juntos (y proyectos de compartir lo que queda les queda de vida). Claro está que nosotros, como espectadores, sabemos que él no es realmente ese viejito indefenso que se muestra ante Betty y su familia. Es así que la trama pretenderá constantemente llevarnos y traernos en una suerte de thriller romántico. Mientras más avanza la trama, más preguntas comienzan a instalarse: ¿Roy realmente la quiere a Betty?, ¿Betty es verdaderamente tan buena como se muestra? La realidad es que ninguno de estos ganchos logra realmente atrapar e intrigar al espectador. La trama hace demasiado énfasis en lo superficial, en lo que se ve de afuera (una pareja de ancianos que pretende rehacer su vida), que termina dejando el suspenso (propiamente hablando) en un plano completamente secundario. El final pretende tomarnos por sorpresa, pero termina siendo torpe por donde se lo mire. La resolución del conflicto es completamente tirada de los pelos. Es tan pero tan poco creíble y descabellado lo que se nos muestra, que el personaje interpretado por Helen Mirren debe dedicarle varios minutos para explicarlo punto por punto. El plot twist final no sólo es fallido, sino que además peca de ser pretencioso; dos puntos que terminan de aniquilar una trama ya fallida desde el comienzo. Ni siquiera la imagen de dos actores tan consagrados como Ian McKellen y Helen Mirren hacen que la experiencia con El buen mentiroso sea aunque sea un poco amena. Sus personajes no solo son aburridos y llenos de estereotipos, sino que además sus acciones se contradicen constantemente (un problema persistente en el guión). Pese a sus intentos por ser intrigante y atrapante, la trama va desdibujándose mientras avanzan los minutos. El buen mentiroso es, en resumen, una película que pretende mucho más de lo que realmente da. Ni siquiera se termina de aprovechar la presencia de figuras como Ian McKellen y Helen Mirren.
Ian McKellen es el buen mentiroso del titulo. Según la novela de Nicholas Searle, es un veterano maestro de la estafa, con décadas de fechorías, que sigue sintiéndose a sus anchas en la Inglaterra de 2009. Mientras ejecuta un trabajo complejo y realmente redituable, este carismático y, en un principio, casi querible delincuente de la tercera edad va entrando en confianza con una inocente viuda a la que contacta online en la formidable secuencia de títulos. Claro, como esta victima ingenua es Helen Mirren, el espectador rápidamente sospechará que el asunto no será tan sencillo. Partiendo de la premisa, hipotética pero casi segura, que en el momento adecuado Mirren sabrá cómo enfrentar a McKellen, la trama se toma todo el tiempo y los artilugios necesarios para darle credibilidad a esta improbable relación platónica entre gente grande que apenas se acaba de conocer. A medida que el director va revelando la cara más siniestra de su villano en un par de secuencias notables y fuertes (con homenajes a clásicos de los ’70 como “El archivo de Odessa”), esa relación cobra más verosimilitud. Justo en ese punto, la trama da un giro imprevisto hacia cruentos flashbacks históricos que, aun mas que la premisa original, dejan ver hacia dónde apunta el argumento. Conciliar esos flashbacks ambientados en los años ‘40 con el resto del film genera un poco de ruido. Lo que no impide que el conjunto funcione como un sólido thriller con algo que decir. Pero “El buen mentiroso” es, sobre todo, un gran show para el talento de McKellen, que se luce como nunca. Una Helen Mirren extremadamente contenida le sigue el juego, brillando especialmente cuando logra mantener su moderación aun en los trances mas furibundos de su personaje.
Un verdadero dúo de peso se encarga de llevar adelante “EL BUEN MENTIROSO”. Roy Courtnay (Ian McKellen) es un estafador profesional que no puede creer su suerte: ha conocido online a la adinerada viuda Betty McLeish (Helen Mirren). A medida que ella le abre su corazón, Roy se sorprende a sí mismo al darse cuenta de que alberga sentimientos hacia ella, convirtiendo lo que debería ser una estafa fácil y sencilla en una de las situaciones más complejas de su vida. Inspirada en la novela homónima de Nicholas Searle publicada en 2016, esta cinta nos propone la cautivadora novedad de ver a dos legendarios del cine juntos por primera vez en pantalla. Es refrescante ver a una pareja protagónica entre los 70 y 80 años en un thriller de suspenso. Personajes interesantes, cargados de conflictos y contradicciones que, por supuesto, nuestra dupla sabrá aprovechar y muy bien. Y es que ellos son el plato fuerte de la velada. No necesitan presentación: Helen Mirren e Ian McKellen. La invitación a disfrutar del oficio, experiencia y dotes que tienen para ofrecernos mientras los vemos interactuar es una oferta realmente tentadora. Pero más allá de la veterana pareja. ¿Qué más tiene este film para ofrecernos? Bill Condon, director de variadas cintas, esta vez nos trae un thriller en donde, si bien no hay asesinatos o un crimen que resolver, nos propone una dinámica que busca tenernos ávidos de información para dilucidar ese desenlace que intentará sorprendernos. El director brinda un abordaje fílmico bastante tradicional pero correcto tanto en cinematografía, edición como actuación. Sin embargo, en mi humilde opinión, la principal falla se encuentra en el guión que no está a la altura. La historia pareciera carecer de fuerza a medida que avanza la cinta. Si bien la primera parte logra adentrarnos en el relato dejándonos llevar por la sólida dinámica de los actores, el giro final resulta extremadamente evidente que hasta puede dilucidarse desde sus primeros planos (e incluso sólo por mirar el póster). Luego hay otra información que se expone al final de la que, para evitar spoilers, sólo puedo decir que se siente forzada e innecesaria buscando darle al film un peso que nunca tuvo. No hay pistas que pudieron pasarnos por alto, simplemente agrega una serie de conflictos y motivos que se sienten innecesarios. El cine y el arte al fin de cuentas se resume en gustos y opiniones, es por eso que siempre mi intención apunta a entender que todo se trata de públicos y estilos dejando a cada uno con el veredicto final. Pero también mi rol es el de ser sincero con este “BUEN MENTIROSO” y decir que la considero una buena película para aquellos que quieran ver a dos actores nadando en su mejor hábitat. El set. Por Matías Asenjo
l singular estilo de la comedia costumbrista moderna se actualiza bajo las brillantes interpretaciones de Helen Mirren e Ian McKellen. Los salones de los restaurants más “elegantes” (por no decir cajetillas) son el recordado escenario aristocrático del antiguo juego de las apariencias y la hipocresía. El entramado de relaciones, que recuerda a las tupidas telarañas, confunde a las presas y las fieras en largas coreografías de secretos e intrigas internacionales. La invulnerabilidad de las normas éticas solo se ve amenazado por el pulso de la ambición y el del amor, contrapunto que lleva a los protagonistas al encuentro, una y otra vez, para reescribir ante el espectador el relato artificial de sus identidades. Este dúo tiene tanta impronta que sin ningún tipo de aspereza se enredan en la trama sin perder el equilibrio, derrochando carisma los personajes conquistan toda situación con una sorprendente naturalidad. La deliciosa sospecha no se hace esperar y se mantiene a gusto durante casi toda la película. Condon se saca las ganas de nuevamente trabajar, cuando allá por 1989 en Dioses y Monstruos McKellen interpreta al famoso James Whale, director de Frankenstein. El gustito por la cita cinéfila recorre la propuesta poniéndole un poco de sazón al guion de Jeffrey Hatcher, inspirado en una novela policial contemporánea. Parece que ahora los monstruos encuentran un poco de satisfacción en reconocer y recorrer sus “partes” como componentes de una ficción apetitosa. Recordando Strange Behaviour de 1981 Condon se complace con un poco de slasher para poner toda la carne al asador. Tanto así que la fascinante mirada de Mirren esconde y recuerda tantas otras horríficas como eróticas escenas del cine gourmet tan poco ofrecido hoy en día. Una tarantinesca reflexión sobre los buenos y los malos dialoga con la recreación de la magnífica Berlín de Speen devastada por los bombardeos, la cara oculta de los valientes héroes salvadores que depredaron un pueblo devastado. EL BUEN MENTIROSO The Good Liar. Estados Unidos, 2019. Dirección: Bill Condon. Guión: Jeffrey Hatcher. Interpretes: Ian McKellen, Helen Mirren, Russell Tovey, Jim Carter, Mark Lewis Jones, Laurie Davidson, Phil Dunster, Lucian Msamati, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Tunji Kasim. Duración: 109 minutos.
El placer de disfrutar juntos a Helen Mirren e Ian McKellen en roles protagónicos, sumado a la dinámica narración de Bill Condon (La Bella y la Bestia), levantan por completo un guión paupérrimo que no está a la altura del proyecto que merecía la reunión de estos artistas. El director consigue aprovechar a estos dos gigantes del cine con un misterio que en principio parece interesante, hasta que el conflicto derrapa por completo con un giro argumental que no tiene el menor sentido. La gran falencia que presenta El buen mentiroso es un problema que a menudo suele aparecer en las novelas policiales malas, donde la gran revelación proviene de una información que se le oculta a los lectores durante todo el relato. De un modo chapucero y manipulador el autor entonces ata los cabos sueltos con un concepto que nunca se había planteado en la trama y hay que aceptarlo porque así está escrito. En el caso de esta producción, durante los 20 minutos finales, Condon presenta prácticamente una película aparte con una larga explicación que tiene el objetivo de sostener un giro sorpresivo incoherente. La conclusión resulta inverosímil y lamentablemente no se pude desarrollar esta cuestión sin entrar en el terreno de los spoilers. Una pena porque la premisa general era interesante y McKellen (Mirren tiene un rol más chato) se hace un festín con el rol del estafador. Los matices que le otorga al carácter de su personaje y el modo en que manipula a sus víctimas es un espectáculo aparte que justifica el visionado de la película, pese a sus falencias argumentales. Bill Condon ya lo había dirigido en Dioses y monstruos (1998) y otro vez vuelve aprovecharlo con un relato que nos mantiene intrigados hasta ese fatídico acto final que hecha por la borda con su tontería el misterio construido. Si hay un motivo para ver este film es por la dupla fantástica que conforman los dos protagonistas, donde Helen Mirren además eleva con su presencia un personaje que tampoco le daba tanto material para sobresalir. El buen mentiroso no es para nada una mala película, pero podría haber brindado un gran thriller con un guión más sólido.
El buen mentiroso es un deleite actoral magnífico, tanto que queda por encima de la película en sí misma. Otro gran valor que posee es como va traspasando de un género al otro con el personaje de Ian McKellen como hilo conductor. Arrancamos con lo que aparenta ser una película romántica sobre dos personas en la tercera edad, para luego meternos en el drama, luego en el thriller y luego con un par de buenos -aunque esperables- plot twists. El ya nombrado McKellen compone un fantástico personaje que causa todo tipo de sensaciones en el espectador, desde simpatía hasta odio. Y Helen Mirren al principio aparece con un perfil muy bajo y luego lo eclipsa. Ambos logran una competencia magnífica que es que nos preguntemos ¿Quién está mejor en su papel? Y las respuestas serán correctas tanto de un lado como del otro. La trama tiene sus vaivenes, pero se deja disfrutar. Aún cuando algunas cosas resulten un tanto obvias en el tercer acto. El director Bill Condon, de ecléctica trayectoria ya que viene de dirigir la adaptación live action de La bella y la bestia (2017), y ha hecho sus aportes en la infame Saga Crepúsculo, así como también nos dio Dream girls (2006), hace un laburo correcto pero sin nada en particular para destacar más que la maravillosa manera en la cual muestra a Londres. Son pocos los films que te hacen sentir una ciudad, y aquí pasa de eso y es totalmente accesorio. Incluso también hay hincapié en otra gran metrópolis europea, tal como lo es Berlín, que juega un rol crucial para los personajes. El buen mentiroso hace honor a su título todo el tiempo, mostrando a este hombre como estafa, a veces con planes más elaborados y otras con menos, pero entreteniendo sin dudas a la audiencia.
El estafador profesional Roy Courtnay (Ian McKellen) conoce a una viuda adinerada llamada Betty McLeish (Helen Mirren) por internet. Comienzan una relación cuyo final es difícil de predecir, ya que a medida que Betty le abre las puertas de su vida y su hogar, Roy comienza a sentir algo por esta mujer. Dos gigantes del cine británico acompañados por un excelente elenco parecen un punto de partida difícil de arruinar, más cuando se trata de un guión de suspenso con giros en la trama y un delicado sentido del humor inglés. Para ser aún más británica la película está filmada en gran parte en Londres, con un gran uso de locaciones. Pero este duelo actoral y esta intriga de estafas se mantiene bien cuando es juguetona e inverosímil, pero se desbarranca cuando empieza a buscarle un sentido a todo lo que ocurre y viaja al pasado para mostrar el origen de todo. Tal vez en un libro pueda sorprender o interesar, pero en el cine el daño es irremontable. Para peor, se le nota la agenda ideológica coyuntural en cada escena, como si hubiera un manual universal de corrección política que todos los guionistas se pasan.
Hay dos clases de películas que representan un problema para el crítico: los grandes tanques donde todo es vértigo evidente y los “duelos actorales”, donde pasa lo mismo. En ambos casos, la producción provee lo que el espectador quiere comprar, ni más ni menos, sean historietas vueltas a la vida por la magia de la computadora o eximios intérpretes mostrando quién tiene el rictus más grande. Bien, El buen mentiroso narra la última estafa posible de un estafador: entrarle a los millones de una viuda inteligentísima. O sea, el juego del gato y el ratón aunque -esto es previsible, claro- finalmente uno no sabe cuál es cuál. Uno va al cine a ver a McKellen y Mirren jugar, nomás. Y está bien, se disfruta porque es ver una acrobacia actoral que no podemos presenciar sino en el cine. Pero uno quiere también otra cosa: que McKellen y Mirren desaparezcan y aparezcan criaturas de ficción en las que podamos creer. No es su culpa que solo veamos grandes actores haciendo grandes cosas sino de la habitual mediocridad de Bill Condon, director en alquiler.
"El buen mentiroso": de la comedia negra al melodrama oscuro Una pareja de actores notables sostiene la trama de esta película que en un momento da un vuelco radical. Todas las películas de tramposos le asignan al espectador una de dos funciones opuestas: la de cómplice y la de víctima. Esas funciones a veces se relevan en el curso de la trama, como ocurre por ejemplo en Los sospechosos de siempre, y a veces se excluyen mutuamente. Las comedias (El golpe, Dos pícaros sinvergüenzas) tienden a obturar la victimización, operando exclusivamente sobre la complicidad con unos personajes que representan lo que al espectador le gustaría ser, si se animara. En El buen mentiroso no hay victimización y casi tampoco complicidad. No al menos hasta los últimos cinco o diez minutos, cuando el relato de uno de los personajes vuelca por completo la empatía hacia él. En ese punto El buen mentiroso deja de ser comedia, para volverse melodrama. Uno bien espeso. Si dos actores van a llevar el peso de la película casi en soledad y durante cerca de dos horas, tienen que tener con qué. Helen Mirren e Ian McKellen lo tienen. Y sostienen toda la película, en planos de todos los tamaños. Betty (Mirren) y Roy (McKellen) se conocen, ya en la escena de créditos, en un lugar de citas online. En el primer encuentro cara a cara comparten un par de mentirillas, aunque él avisa que “si algo no puedo tolerar, es la mentira”. En la escena siguiente se devela a qué se dedica Roy, al menos en ese momento: a la estafa financiera, tan retorcida como el género dicta. Cuando Betty le cuenta que acaba de pagar un 0 km al contado, él vibra como un caballo ante una mosca. “¿Al contado?”, se queda pensando, con una sonrisa en el rostro. Todo avanza como un 0 km entre Betty y Roy … salvo por la presencia del nieto de ella, una especie de perro de presa, que prácticamente vive en casa de la abuela y parece tan celoso como Otelo. Durante casi todo su transcurso, El buen mentiroso es algo así como una comedia negra de salón, protagonizada por dos actores sabios, elegantes y capaces de representar la duplicidad.Habiendo sobrepasado los 70, no se puede creer lo bien que están ambos. La negrura se ve mechada del espíritu que los ingleses, sus más grandes cultores, llaman understatement, que tiene como bastiones la alusión y la sutileza. Se advierte la diversidad de orígenes representativos: el Gandalf de El señor de los anillos viene del teatro y su estilo es en consecuencia más florido, más visible, más emperifollado. Mirren es nativa cinematográfica y eso da por resultado no sólo un mayor realismo en la actuación sino también una confianza más acentuada en el valor de la mirada. La de la actriz de La reina es avispada, picante, brillosa. Notoriamente basada en una novela (la trama muy tramada así lo demuestra), El buen mentiroso juega con una carta tapada, de esas que al destaparse ponen todo el juego patas arriba. Esa inversión incluye el género, en tanto la comedia vira a un melodrama muy oscuro, y por tanto también al tono, que pasa del chisporroteo a la negritud. Cada uno sabrá si ese violento viraje lo pone en el lugar de cómplice del dolor o víctima del ocultamiento. Una curiosidad: pese a ser (locación, elenco, equipo técnico completo, de director para abajo) una de esas películas más inglesas que el Big Ben, El buen mentiroso no es inglesa sino estadounidense. Cuestiones de quién tiene el poder más largo.
Roy Courtnay (Ian Mc Kellen) y Betty Mc Leish (Helen Mirren) se conocen a través de una suerte de Tinder, que reúne corazones solitarios. Setentones, viudos, bien educados, se gustan y comienza una relación tranquila en la que el espectador, durante la primera parte del filme accede a la doble vida de Roy, que no es otro que un estafador de alto vuelo. Con su socio (Jim Carter, el mayordomo de "Downton Abbey"), se especializan en inversores que apuestan a ganancias rápidas. Si la primera parte se desarrolla en un atractivo country, donde Betty demuestra a Roy que es una viuda rica pero con un nieto molesto, la segunda parte entra en lo poco verosímil y ubica a los viudos en un viaje de placer, uno de cuyos destinos se convierte en la vuelta de tuerca del relato. Cuando uno suponía que Betty era la próxima víctima del elegante estafador, el viraje se mete en recurrencias a la Segunda Guerra Mundial con tufillo rancio. Lamentablemente dos peso pesados de la actuación, shakespearianos de tradición. Mirren y Mc Kellen tienen que "nadar" contra una trama previsible y sin la suficiente garra. La cosa parecía venir mejor, al menos en la primera parte, cuando uno dudaba que la Mirren, que en la estupenda "Prime Suspect" sorprendía con su olfato detectivesco, se tragara la caballerosidad del rugoso Mc Kellen. Pero no, a pesar de que Betty no es la "inocente" viuda engañada, lo que se viene que parece una ensoñación del maestro Gandalf (Mc Kellen en "El Señor de los Anillos"), no aporta nada a un pretendido buen policial. Comparada con "Dioses y Monstruos", una de las primeras películas de Bill Condon, en que develaba la vida secreta del director James Whale y su jardinero, "El buen mentiroso" es una decepción, sólo aceptable por los grandes actores que la protagonizan.
Se agradece una película protagonizada por personajes de la tercera edad en el actual panorama cinematográfico y con esta historia clásica que reúne romance crepuscular, estafa y misterio. Bajo la dirección de Bill Condon y guión de Jeffrey Hatcher, inspirado en la novela homónima de Nicholas Searle de 2015, El buen mentiroso tiene el mérito de tener una pareja protagónica de lujo: Helen Mirren e Ian McKellen -quien trabajó con Condon en Dioses y monstruos- como dos ancianos que se conocen por internet y se citan para encontrar una segunda oportunidad en sus vidas. Ambientada en Londres y Berlín de 2009, Roy -McKellen- esconde sus verdaderas intenciones porque es un viejo estafador que engaña a incautos con supuestas inversiones que multiplican sus ganancias. Sin embargo, cuando encuentra a la adinerada viuda Betty -Mirren-, a quien ve como la presa ideal para sus planes, comienza a tener otros sentimientos por ella. Ambos no tienen nada que perder en esta nueva etapa de sus vidas: Roy tiene un hijo y Betty lo perdió en un accidente automovilístico. "El iluso se une con el desesperado" en esta trama que transita con comodidad por el romance otoñal -la primera cita en el restaurante y la salida al cine para ver Bastardos sin gloria- y deja lugar al engaño en su segundo tramo. Aunque se puedan adivinar algunas situaciones, la película cumple por la química que se genera entre ambos, el desarrollo de los personajes y las situaciones que los empujan hacia un desenlace que recurre a los flashbacks para dar otra vuelta de tuerca. La tercera pata importante del relato recae en Steven -Russell Tovey-, el nieto de Betty que protege y no ve con buenos ojos la llegada al hogar de la nueva "conquista amorosa" de su abuela. En esa ciudad vertiginosa también hay tiempo para que Roy despliegue su segunda vida debajo de su mirada compradora y casi angelical que lo relaciona con un mundo marginal y peligroso, rodeado de abogados, sospechosos y hasta un sangriento "accidente" en el subte. Los móviles, las identidades y la -des-confianza se pondrán en marcha con el correr de los minutos en este efectivo juego de las apariencias engañosas.
Roy Courtnay es un anciano, pero, sobre todo, un estafador nato. Su nueva meta, es seducir y robarle todo su dinero a Betty, otra mujer mayor y solitaria como él. La pareja parece llevarse bien, pese a que el nieto de Betty sospecha de Roy, pero el pasado de este se hará presente, creando varias dificultades. Casi sin hacer ruido, llega a nuestros cines El buen mentiroso, film que se apoya en su totalidad, en las presencias de Hellen Mirren y Ian McKellen, quienes no solo logran cargarse el peso del film a sus espaldas, sino que deben ser de los pocos actores de la tercera edad, que llegaron a grandes sin casi hacer el ridículo en películas de dudosa calidad. Sobre la historia mucho no podemos contar, ya que cualquier cosa aparte de la sinopsis podría resumirse como spoiler. Pero sí podemos decir, es que el film por alguna extraña razón, se nos presentaba como alguna comedia de atracos, cuando en realidad, estamos ante un thriller bastante interesante, que hace foco en el pasado de ambos personajes centrales. Así que como es de suponer, Mirreny McKellen se roban la función con sus actuaciones. Ambos son viejitos encantadores y cariñosos, pero cuando la trama lo pide, cambian de personalidad, volviéndose unos personajes bastante perturbados y misteriosos, al grado que no nos gustaría cruzarnos con ninguno de ellos. También hay que recalcar la sobria fotografía que tiene la película. Todo en tonos muy apagados y fríos, demostrándonos que hasta en los momentos de felicidad de los personajes, algo turbio está sucediendo por detrás. Poco más se puede decir sobre El buen mentiroso. Es de esas cintas correctas, muy bien actuada, y que nos va a entretener en sus casi dos horas de duración. Pero al mismo tiempo, salvo por sus protagonistas, nadie se la va a acordar al cabo de una semana.
MENTIRAS VERDADERAS El Buen Mentiroso es un thriller lleno de sorpresas Helen Mirren e Ian McKellen son pura química en este thriller des supenso con demasiadas vueltas de tuerca. Bill Condon es un realizador multifacético con una extraña y variopinta trayectoria. En su haber tiene cosas como “Candyman 2” (Candyman: Farewell to the Flesh, 1995), joyitas independientes como “Dioses y Monstruos” (Gods and Monsters, 1998), musicales como “Soñadoras - Dreamgirls” (Dreamgirls, 2006) y el desenlace de la saga “Crepúsculo” (Twilight). Su último paso por los cines fue con el mega éxito del live action de “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017), una película que deja en claro su buenas intenciones, pero no sus destrezas tras las cámaras. Con “El Buen Mentiroso” (The Good Liar, 2019) vuelve a juntarse con Ian McKellen de la mano de la adaptación de la novela homónima de Nicholas Searle, un thriller de misterio que nos lleva a la Londres de 2009, donde Roy Courtnay (McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren), dos viudos con ganas de sociabilizar, concretan su primer encuentro vía un sitio de citas en Internet. De entrada queda claro que Roy es un hombre tosco y que Betty todavía no está preparada para intimar, pero ambos van encontrando sus puntos en común y, tal vez, las claves para un futuro juntos. Lo que Betty no sabe es que Courtnay es un estafador de profesión. Junto a su compañero de fechorías, Vincent (Jim Carter), se encargan de buscar a los aspirantes más incautos y sacarles su dinero, muchas veces, con un poco de violencia de por medio. Tras descubrir que McLeish tiene una pequeña fortuna ahorrada, esta ex profesora de Oxford se convierte en su próxima víctima, más allá de que su nieto Stephen (Russell Tovey) tiene unas cuantas reservas sobre este hombre reservado que, de repente, se muda a la casa de su ingenua abuela. Condon y el guionista Jeffrey Hatcher (“Mr. Holmes”) se apoyan en estos dos monstruos de la actuación para plantear un primer acto muy llevadero que logra atraparnos (y conquistarnos) con los encantos de este delincuente, sus misterios y lo que pueda pasar. De a poco, se va develando que Courtnay esconde algo mucho más grave que su prontuario criminal y es ahí donde la trama se empieza a descarrilar. De repente, “El Buen Mentiroso” suma revelación sobre revelación, vuelta de tuerca sobre otra vuelta de tuerca, y un pasado enmarañado que la convierte en otra película. Así, ambas historias intentan convivir dentro de la narración sin mucho éxito, porque lo que arrancó de una manera más ‘inocente’, se transforma es un drama con otros condimentos, medio sacado de la galera. Estos encuentros no son nada fortuitos Imposible entrar en detalles sin revelar puntos importantes de la historia, pero sólo nos podemos conformar con esa primera mitad, mejor estructurada por los realizadores. La atmósfera de engaños y suspenso que se crea, siguiendo los detallados tropos del género, choca con lo anticlimático de un desenlace apresurado que sólo busca lograr un impacto en el espectador. Lamentablemente, no lo consigue, desaprovechando buenas ideas y las actuaciones de sus dos protagonistas. En Mirren y McKellen, un poco más en este último, residen las verdaderas virtudes del film que se sostiene gracias a sus carismas y actuaciones. No estamos tan acostumbrados a ver a Sir Ian Murray en un papel tan oscuro (bah, mentira) y se agradece que Hollywood todavía tenga tiempo y ganas para sus estrellas más maduras. La química que se establece entre ambos intérpretes es tan sincera como palpable; así también como las locaciones reales elegidas por el director, tan identificables de Gran Bretaña y Alemania. Siempre hay que desconfiar El resultado final de “El Buen Mentiroso” se hubiera beneficiado de la clásica máxima ‘menos es más’. Entendemos que Hatcher sigue los lineamientos de la novela, pero ahí reside el arte de la adaptación, puliendo y dejando lo que mejor favorece a la trama en sus diferentes formatos. La falta de simplicidad y la abundancia de giros narrativos es el obstáculo más grande para esta historia, que hubiera sido más apreciada con muchos menos elementos. Probablemente, también hubiera sido OTRA historia, pero eso no podemos saberlo.
Es una película que de entrada, con su pareja protagónica, promete mucho. Ya desde el título se anticipa que él, nada menos que Ian McKellen no se portará decentemente con ella, la diosa Hellen Mirren, la gran actriz capaz de sutilizas capas de comprensión de su personaje, con cambios impresionantes solo con gestos sutiles. Parece un entretenimiento de famosos interpretes, por primera vez juntos, destinado a una audiencia adulta, como pocas películas lo hacen. Pero en el desarrollo del film muy bien hecho por Bill Condon, prolijo, detallista, sin fisuras tiene un gran inconveniente. El galán maduro de MacKellen, engatusa demasiado fácilmente a esa viuda con un buen capital, una tentación demasiado grande para un estafador serial. Salvo el nieto de la señora, Russel Tovey (“Years and years”) que se opone a la relación, el personaje de Mirren le abre inocentemente su casa al nuevo amigo. Y ahí es donde la película en su segunda hora se precipita en vueltas de tuerca previsibles, retorcidas, y demasiado traídas de los pelos. No todos los libros son para trasladar al cine, como este de Nicholas Searle. Y el director con tal pareja de actores merecía un libro mucho más ingenioso que el que escribió Jeffrey Hatcher. Un film construido con detalles y datos ocultos, frío, que pretendió tener un suspenso que no llega. Junto a los grandes, esa pareja fantástica, están además Jim Carter (Dowtown Abbey) y un buen grupo de jóvenes actores. Por ese nivel de interpretación vale la pena.
Última Oportunidad En lo que parece ser un golpe de suerte para ambos, dos adultos mayores se conocen a través de una página de citas y tienen un encuentro durante el que conectan inmediatamente. Cada cual con su pasado a cuestas, Roy (Ian McKellen) y Betty (Helen Mirren) entablan una relación de compañerismo que parece ser bastante desigual, cuando queda claro que él lleva una doble vida como estafador junto a un cómplice que se hace pasar por inversionista y banquero. Para sostener esa pantalla Roy se convierte en dos personas muy diferentes, pudiendo ser un anciano cariñoso en casa y un matón decidido cuando se trata de negocios, experto en el engaño y la manipulación pero capaz de llegar a la violencia cuando es necesario. Betty lo deja entrar en su vida para compartir su soledad con alguien que parece tener mucho en común. Solo su nieto desconfía inicialmente de sus buenas intenciones, algo de lo que ni siquiera Roy parece estar completamente convencido. De Londres a Berlín La trama de El Buen Mentirososostiene un buen ritmo y tiene algunos giros que -aunque puedan ser previsibles- están bien puestos. Como gran parte de la historia está contada desde la perspectiva de Roy, hay cierto desbalance entre el desarrollo de ambos personajes, y el conflicto pierde fuerza al no tener un antagonismo real con nadie ni profundizar en sus dudas internas. Mientras que él claramente tiene un plan y metas que cumplir, Betty permanece en su rol de víctima ingenua sin nunca cuestionar abiertamente esas intenciones, las cuales aunque son evidentes no se menciona. Tampoco se expone realmente lo que pasa por la mente de ninguno de los dos, resultando que todo sea mucho más chato de lo que podría parecer a primera vista. El conflicto no llega desde el costado criminal de Roy ni del trabajo que está llevando adelante en paralelo a su relación con Betty, por lo que nunca se siente en peligro en ninguno de los frentes que maneja, ni siquiera cuando sus planes encuentran algún escollo obligándolo a improvisar o incluso confrontar con sus rivales. Es por esto que si algo sostiene aEl Buen Mentiroso es el trabajo de sus protagonistas, que cuentan con suficiente oficio como para ponerse al hombro un guion sin grandes fallas pero con muy poco brillo, llevado adelante por un director que aunque tiene una carrera considerable, es tan variada y despareja que es difícil encontrarle un estilo propio definido. Todo se mantiene dentro del rango de la corrección y no se le pueden remarcar defectos importantes, pero al mismo tiempo es tan genérica que tampoco se le pueden destacar mayores aciertos por fuera de la selección de un elenco estelar que nunca termina de acomodarse del todo dentro de sus lugares.
UN JUEGO DEMASIADO SERIO Lo de El buen mentiroso es un caso particular: el film del irregular Bill Condon (realizador de películas tan disímiles como La bella y la bestia, Mr. Holmes y las dos últimas partes de La Saga Crepúsculo) es uno de estafas y engaños que se quiere engañar a sí mismo pretendiendo ser algo más para lo que no tiene capacidad y estructura de largo alcance. Basado en una novela de Nicholas Searle, apela a una narración plagada de giros, de marchas y contramarchas, de revelaciones sucesivas, que funciona mientras privilegia el lado lúdico del asunto, pero que se cae a pedazos cuando se pone serio y sentencioso. En la primera mitad, se percibe que Condon confía en el carisma de los actores principales para contar este juego de gato y ratón donde no termina de quedar claro quién es quién. Y hace bien, porque a Ian McKellen le sale de taquito la interpretación del estafador Roy, que va pasando de un pequeño golpe a otro, manejándose con habilidad en el submundo londinense; y lo mismo se puede decir de Helen Mirren respecto a Betty, una reciente viuda que se convierte en el blanco más anhelado por Roy y que parece esconder algo más que una fortuna a la cual no termina de disfrutar en plenitud. De ahí que la primera parte de El buen mentiroso sea un entretenimiento simple y liviano, pero también efectivo, que se permite ser bastante oscuro en algunos pasajes –particularmente una secuencia en una carnicería- sin dejar de lado el típico humor negro británico. Pero ya entrando en la segunda mitad, cuando se empieza a entrar en los tramos donde las máscaras deben empezar a caerse y al mismo tiempo los protagonistas mostrar mayores tonalidades, El buen mentiroso pretende hacerlo realizando un doble movimiento: por un lado, retornando hacia el pasado sombrío y arrasado de la Alemania de posguerra; y por otro, construyendo una alegoría entre feminista y anti-machista. Lo cierto es que esa apuesta se revela como totalmente fallida, porque no solo es tremendamente superficial desde lo discursivo, sino también torpe en su ejecución e incluso irrespetuosa de su propio posicionamiento ideológico. Pero lo peor es cómo en el camino se pierde todo rasgo de jugueteo, diversión y retorcimiento de las reglas: la última media hora se vuelve así afectada, innecesariamente seria e incluso previsible –las vueltas de tuerca se ven venir a la distancia-, lo que conduce al aburrimiento. Teniendo a dos estrellas como McKellen y Mirren, que saben aplicar su carisma y talento para los relatos clásicos, El buen mentiroso quiere dárselas de adulta y actual, y trastabilla en ambos aspectos. No se trata de que tuviera que apostar a la diversión aun teniendo elementos escabrosos a disposición, sino de que supiera torcer sus propias reglas narrativas pero sin romperlas, encontrando el equilibrio necesario que requería su premisa. Pero Condon no es Brian De Palma: no tiene su astucia, lucidez o atrevimiento para hacer creíble lo increíble, y por eso El buen mentiroso arruina sus méritos iniciales con un final torpe y estirado. A veces, la seriedad mata a la inteligencia.
Mientras la cartelera mundial se prepara para despedir el año a lo grande con la lluvia de espectadores que supone la space opera de Disney y LucasFilm, esta semana aterriza en nuestro país un nuevo thriller con una premisa familiar y reminiscencias al cine clásico. Se trata de El Buen Mentiroso (The Good Liar), dirigida por Bill Condon y basada en la novela homónima de Nicholas Searle. Ambientada en 2009 en Londres, la historia nos presenta a Betty (Helen Mirren) y Roy (Ian McKellan), dos ancianos viudos con un buen pasar económico que se conocen a través de una aplicación de citas. Luego de dejar en claro que ambos han mentido con algunos pequeños detalles de su vida, deciden continuar construyendo su relación. Pero las cosas parecen ir a pasos agigantados cuando la confiadaBetty le ofrece a Roy hospedaje en su casa. Ante la mirada condenatoria de su nieto (Russell Tovey), quien está convencido de que Roy no es quien dice ser, la anciana avanza despreocupada por una telaraña de secretos, estafas y cuentas bancarias. El guionista de la adaptación de Chicago y director de los musicales Dreamgirls y la versión live-actionde La Bella y la Bestia, como así también de la ampliamente reprobada saga Crepúsculo, propone en esta oportunidad un thriller psicológico enrevesado, cuya trama forzada a encajar con la revelación del acto final a como de lugar se ve salvada casi en su totalidad por las brillantes actuaciones de la dupla protagonista. Ver a dos interpretes ingleses tan sofisticados y solventes como McKellan y Millerjugando al gato y el ratón en una típica historia donde nada es lo que parece, representa sin duda un deleite para los amantes del suspense. El tono amable, la cuidada puesta en escena y la estética que remite al cine clásico hitchcockiano, posibilita que le demos una oportunidad y continuemos con el visionado a pesar de las varias inverosimilitudes presentes desde un comienzo. Por supuesto, la vuelta de tuerca del film es fácilmente anticipable, aunque aquello no sería un problema si la adaptación a cargo de Jeffrey Hatcher (quien ya había trabajado con el director en el guion de Mr. Holmes) se hubiese asegurado de plasmar un relato sólida en vez de calcar al pie de la letra lo pautado en la novela. El Buen Mentiroso es una película formidable tanto desde su repertorio como en el aspecto técnico y su hábil realización. Lamentablemente, aquí el material llevado a la pantalla grande no es de lo mejor y los esfuerzos por darle un sentido más profundo a través del elemento histórico y sus escenas retrospectivas resultan decepcionantes.
Secretos y engaños “El buen mentiroso” (The good liar, 2019) es una película de suspenso y drama dirigida y producida por Bill Condon (Amanecer parte 1 y 2, La bella y la bestia). Basada en la novela homónima escrita por Nicholas Searle, el guión corre por parte de Jeffrey Hatcher. Protagonizada por Ian McKellen y Helen Mirren, el reparto se completa con Jim Carter (Downton Abbey), Russell Tovey, Laurie Davidson, Phil Dunster, Spike White, Mark Lewis Jones, Jóhannes Haukur Jóhannesson, entre otros. En el 2009, dos personas de la tercera edad se conocen a través de un sitio web de citas y deciden verse cara a cara en un restaurante. Ellos son Betty McLeish (Helen Mirren), una ex profesora de historia en Oxford que quedó viuda hace un año, y Roy Courtnay (Ian McKellen), un anciano que está solo ya que casi ni tiene relación con su hijo, el cual vive en el extranjero debido a su trabajo. No obstante, no todo es lo que parece: Roy es un estafador profesional que pretende ganarse la confianza de Betty para acceder a su millonaria fortuna. Haciéndole creer que su rodilla está en malas condiciones como para poder subir las escaleras de su hogar, Roy consigue alojarse en la casa de Betty, aunque esto no es bien visto por Steven (Russell Tovey), nieto de la señora. Junto a su socio Vincent (Jim Carter), y unas cuentas mentiras más, Roy buscará convencer a Betty de que abrir una cuenta bancaria conjunta es la mejor alternativa para generar inversiones. El director Bill Condon en esta ocasión reúne a dos veteranos de la actuación para brindarnos un atrapante juego del gato y el ratón. Con una música elegante por parte de Carter Burwell, la película presenta una buena estructura narrativa que, sumado a un acertado guión, logra mantener la atención del espectador durante todo el metraje. Muy fácil de spoilear, el filme se disfruta en mayor medida si se va a la sala de cine conociendo solo lo esencial. Luego de roles fallidos y bastante lamentables en cintas como “Belleza inesperada” (Collateral beauty, 2016), “La maldición de la casa Winchester” (Winchester, 2018), “El cascanueces y los cuatro reinos” (The nutcracker and the four realms, 2018) y la desastrosa “Anna” (2019), por fin podemos ver de vuelta a Helen Mirren en un papel que le calza a la perfección. Por otro lado, Mckellen está incluso mejor que ella ya que su Roy presenta una maldad que se va acentuando cada vez más con el transcurso de las escenas. Esta dupla constituye uno de los mejores aspectos del filme, siendo un deleite verlos interactuar en la pantalla grande. A pesar de que el primer flashback puede llegar a descolocar en un principio, ya el segundo resulta orgánico y necesario para lo que se quiere mostrar. En cuanto al giro del tercer acto, éste no escapa de la previsibilidad. Sin embargo, funciona por todo lo que va más allá, que definitivamente no lo veíamos venir y nunca deja de perder el sentido. Teniendo en cuenta que diciembre se caracteriza por la escasez de buenas películas en cartelera, “El buen mentiroso” triunfa ya sea por sus actuaciones protagónicas, su guión o la música. Entretenida de principio a fin, Bill Condon demuestra que sabe cómo mantener el ritmo al armar una historia de fácil comprensión para el espectador.
Roy es un estafador. Su mayor ventaja es que nadie sospecharía jamás de un hombre de 80 años con aspecto señorial. Encuentra su próxima víctima en una viuda que busca una relación, pero se irá involucrando emocionalmente y eso complicará las cosas. The Good Liar es un drama de intriga con dos grandes actuaciones y con giros interesantes, pero que no llegan a hacerla una gran historia.
El buen mentiroso: El plato que se sabe mejor frío. Un thriller de misterio de elegancia inglesa, con 2 potencias actorales como Ian McKellen y Helen Mirren, que atrapa de principio a fin. Como una película de antaño, donde el placer estaba en el misterio del cine clásico, con personajes bien marcados y sutilezas por doquier, la convierten en una distinguida obra entre tanto cine marketinero. El buen mentiroso (2019) es un film dirigido por Bill Condon, con guion de Jeffrey Hatcher y basado en la novela homónima de Nicholas Searle, que resultó un éxito en 2015. El personaje del enorme Ian McKellen actúa como eje de la historia que mezcla drama, suspenso, policial y toques de comedia. La trama tiene algunos puntos flojos, pero se disfruta durante las casi 2 horas, aun cuando algunos giros en la última parte se encuentren un poco forzados. Roy Courtnay (McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren) son 2 viudos que se conocen en una página de citas online. Rápidamente inician una relación de compañerismo y simpatía, a pesar de la reticencia del nieto de ella, Stephen (Russell Tovey). Lo que ellos no saben es que Roy está lleno de mentiras, como por ejemplo, que es un estafador profesional que vive de eso junto a su socio Vincent (Jim Carter). Betty, una adinerada viuda que sólo desea compartir sus días con un buen hombre. Pero esta película muestra lo fácil que resulta ocultar las verdaderas identidades en Internet. A medida que ella le abre su corazón, Roy se sorprende a sí mismo al darse cuenta de que alberga sentimientos hacia ella, convirtiendo lo que debería ser una estafa sencilla en una de las situaciones más complejas de su vida. Con muchísimos giros inesperados, el espectador se va sorprendiendo a medida que va descubriendo verdades sobre los personajes y sus propósitos. Si algo encandila a la historia en sí son las magníficas actuaciones de sus protagonistas. Los renombrados McKellen y Mirren forman una dupla fantástica, cómplices y enemigos, depende lo que el momento del guion demande. Todo el tiempo parece ser un duelo actoral y se define por empate. El director Bill Condon, ese que nos supo dar Gods and Monsters (1998), The Twilight Saga: Breaking Dawn (2011 y 2012), The Fifth Estate (2013) y la adaptación live action de Beauty and the Beast (2017), hace un trabajo correcto de impronta clásica pero que no va más allá de hacer brillar aun más a los actores, que ya lo hacen por sí solos, y mostrar hábilmente Londres y Berlín. Como sucede siempre con las traducciones, el título en inglés, The Good Liar, no admite género, lo cual en español se traduce en masculino y da por sentado que es Roy el que miente. Lo que se disfruta es que sea una película con muchas capas que se va desenmarañando de a poco. La historia es ágil, sin permitir reflexionar sobre algunos tópicos que toca por arriba, pero que va mucho más allá de un estafador y ya, es un entramado de complejos de personalidades. Es un buen thriller con extraordinarias actuaciones y una trama apasionante que sorprende con cada revelación, y además con una excelente fotografía por Londres y Berlín. La música de Carter Burwell agrega el suspenso necesario. El guion puede pecar de previsible, no obstante, las interpretaciones del inmejorable dúo de actores, sobrepasan la pantalla, consiguiendo credibilidad y empatía. El buen mentiroso (2019) atrapa al espectador en una intrincada red de engaños, en los que todos tienen una acertada justificación. Es una película que muestra la vulnerabilidad de las personas por más fuertes que parezcan, las heridas que subyacen a pesar del paso del tiempo, la responsabilidad de las acciones cometidas, y que nadie es quien parece. Muy entretenida.
Dirigida por Bill Condon y basada en una novela de Nicholas Searle, “El buen mentiroso” es un thriller que tiene como protagonistas a dos personas de la tercera edad, acá protagonizada por renombrados y talentosos actores como lo son Ian McKellen y Helen Mirren. Si no se vio el tráiler (lo ideal porque es fácil adivinar toda la película desde él), la película comienza pareciendo una historia sobre encontrar a alguien en la tercera edad en la época de las redes sociales. Dos personas solitarias deciden, después de chatear un poco y abrirse sobre sus vidas a través de esos textos, juntarse a tomar un café o comer algo. Rápidamente eso queda atrás cuando se nos devela que él es un estafador, un hombre frío que solo quiere aprovecharse de esta mujer a la que se la ve sola y frágil y que cuenta con un muy buen pasar económico. Durante gran parte del relato vemos esos dos opuestos: ella, generosa y vulnerable; él, frío y calculador. Y no mucho más que esto acentuado. “El buen mentiroso” pretende crear misterio pero lo cierto es que nunca lo consigue. Primero, porque el ritmo no es adecuado y los actores hacen lo que pueden con el material que tienen entre sus manos y segundo, porque la vuelta de tuerca que revela quién engaña a quién es evidente desde el primer minuto. Lo que único que no se anticipaba era un golpe bajo, lo que se termina convirtiendo en la verdadera razón para hacer lo que se hace, que pretende ser tremenda y queda descolocada, caprichosa, arbitraria. Condon (que dirigió películas dispares como "Kinsey", un par de "Twilight", "Mr. Holmes" y la última versión de "La bella y la bestia", entre otras) dirige “El buen mentiroso” a través de una Londres gris que no consigue aprovechar para expresar los supuestos grises de sus protagonistas. Supuestos porque los trazos son tan gruesos que en realidad no hay muchas capas. Así, “El buen mentiroso” se mueve sin mucha gracia a través de casi dos horas y media que pesan por el aburrimiento que genera. Mirren y McKellen no logran salvar del tedio un thriller que no genera nada.
Difícil adivinar con qué saldrá Bill Condon cada vez que estrena una película. A “Soñadoras” (2006), “Dioses y monstruos” (1998, por la cual ganó el Oscar a mejor guión adaptado) y “Mr. Holmes” (2015) se le oponen una larga lista de productos mediocres, empezando por las dos primeras entregas de la saga “Crepúsculo, Candyman 2” (1995) y todas las producciones de suspenso que dirigió en los ’90, cuando el género era lo más buscado en las bateas de los video clubs. Por supuesto incluimos en “el debe” la remake de “La Bella y la Bestia”, estrenada hace dos años, salvo que se piense que hay mérito en calcar cuadro por cuadro una película que hizo otro. Es decir, el recorrido por su filmografía indica que hay poco material como para salir en defensa del neoyorkino, y claramente el thriller de suspenso es el que peor le sale de manera tal que es un verdadero misterio tratar de entender por qué insiste. Pero vamos a la introducción de “El buen mentiroso”. Ese momento mágico de éste género, tantas veces descripto y honrado por el maestro Alfred Hitchock y que sirve para enganchar al espectador, instalar el cuadro de situación y presentar al. o a los, personajes centrales de la trama. El mismo momento que Bill Condon, en el caso de su nuevo opus, se encarga de malograr como hacía el “Mencho” Medina Bello en River Plate cuando le pegaba un fierrazo a la pelota y el público miraba azorado como ésta abandonaba el estadio para siempre. ¿Por qué? Porque en una escena simple, como la del comienzo, que debería haber instalado algo de intriga respecto de los dos protagonistas, el realizador no hace otra cosa que mostrar todas las cartas del mazo. Sin haber empezado el juego, ya sabremos cómo termina. Roy (Ian McKellen) está conectado a internet a una de esas páginas de “solos y solas” en donde se pregunta y se responde en busca de alguna afinidad. Del otro lado del chat está Betty (Helen Mirren), también interesada en conseguir pareja, y si bien quedan en verse a tal hora y en tal lugar, el espectador atento sabrá algo que no debería y que signará su grado de aburrimiento, desde ese sexto minuto de proyección en adelante: ambos mienten. Así que si el relato está inclinado hacia uno de los dos, el que dará el giro es el otro. Adiós suspenso. Efectivamente, veremos que Roy es un viejito pícaro. ladrón de plan perfecto si se quiere, con puestas en escena al estilo de “Los Simuladores” (la gran serie de Damián Szifrón) pero para realizar estafas, y su próxima víctima es la buena de Betty que sino fuese por Helen Mirren su exceso de amabilidad sería sospechoso. Pero esto no es todo. A medida que avanza el relato nos vamos dando cuenta que éste, como no podía ser de otra manera al revelar semejante obviedad, se encierra en su propia trampa. Son dos los guionistas y en algún punto se deben haber agarrado a piñas disputándose qué historia contar. En una esquina del ring estuvo Jaffrey Hatcher, en su segunda colaboración con Bill Condon luego de “Mr. Holmes” y autor de varias películas de época y de impronta refinada como “La duquesa” (2008) o “Casanova” (2005). En la otra esquina está Nicholas Searle que antes de ésta película no escribió ni un telegrama. Uno de los dos (imposible pensar que fueron ambos) es responsable de haber escrito, dentro de esta misma trama, y con intención de explicar la motivación de toda la movida que se arma, otra película distinta que nos lleva a la época de la Segunda Guerra y que es peor que lo visto hasta ese momento. Pese a la buena factura de puesta en escena en tanto, decorados, muebles, vestuario refinado, fotografía de clima de resignación, banda sonora acorde. y por supuesto dos excelsos intérpretes, el realizador jamás logra entablar siquiera un mínimo de intriga. Apenas si puede plasmar algo de empatía hacia sus dos criaturas, aunque luego la derribará por completo al someter a ambos a una de las peores, ridículas e inverosímiles, escenas de pelea jamás filmada. Nada más. Es cierto, hay un buen mentiroso en éste estreno: Estuvo todo el tiempo detrás de la cámara.
No todo es lo que parece cuando abundan las mentiras Puede intrigar que El buen mentiroso esté ambientada en un Londres de hace diez años (¿por qué no actual?), siendo que no se refiere a una historia real con fecha precisa sino de pura ficción. Y recién hacia al final el espectador comprenderá el justificado “lapso” de apenas una década. Desde el mismo comienzo, cuando un hombre mayor como Rob se conecta por internet con Betty a través de uno de esos sitios, que actualmente se contactan por celular, queda claro quién es “el buen mentiroso”. Ian McKellen, más conocido por el personaje de Gandalf, muestra la hilacha desde el inicio cuando lo vemos pergeñando con su socio una estafa financiera a ilusos inversionistas. Su próxima víctima será la viuda que encarna la gran Helen Mirren, Oscar por La Reina, con quien se encuentran por primera vez en un restaurant. Cuando Rob le propone acompañarla a su casa se encuentra con la inesperada sorpresa de que a ella la espera, para conducirla a su hogar, su joven nieto. Stephen (Russell Tovey), tal su nombre, está investigando los años en que Albert Speer, arquitecto del nazismo y luego ministro de defensa de Hitler, pasó detenido en Spandau (Berlín). De hecho en un viaje que la nueva pareja de viudos emprende a la capital de Alemania, sus caminos volverán a cruzarse. La elección del lugar no es caprichosa, ya que la trama bruscamente se bifurcará. Es probable que para algunos espectadores las nuevas “mentiras”, que develarán algo bruscamente el relato, no le resulten del todo verosímiles. De acontecer ello la película perderá para ellos buena parte del interés. Para los demás, probablemente menos exigentes a la hora de la rigurosidad, las revelaciones le resultarán convincentes, potenciadas por la calidad interpretativa del dúo central. No es casual que esto ocurra ya que tanto McKellen como Mirren son ingleses y su carrera actoral no se limita al cine sino también al teatro, sobre todo en el caso del primero. Dirigió Bill Condon, realizador irregular, cuya obra más lograda (Dioses y mosntruos) también contaba con la participación de Ian McKellen. Será la tercera vez que se encuentren ya que también lo hicieron en la no estrenada Mr. Holmes.
Ian McKellen es un veterano estafador, el Buen Mentiroso, que conoce online a una viuda, no sólo rica, sino dispuesta a abrirle las puertas de su casa. Todo parece demasiado fácil como para un nuevo golpe de demasiada suerte. Pero claro, las cosas se van a complicar cuando descubra que siente cosas por ella, al punto de que le importa más de lo que había imaginado. Con la estupenda Helen Mirren junto a McKellen, y una estructura plagada de ambiciosos flashbacks, funciona más como una clase de actuación a cargo de dos grandes que como una película memorable.
Entre el pasado y las máscaras Pensada como un juego de apariencias, de simetría progresiva, la película de Bill Condon indaga las heridas de un pasado que es, siempre, presente. Ingresar al verosímil que supone El buen mentiroso es un disfrute per se. Así como lo proponía Un ladrón con estilo, donde Robert Redford gana toda simpatía como ladrón de bancos. Invariablemente, algo similar sucede si al estafador añoso prometido lo asumen los rasgos de Ian McKellen. Ni qué decir si la combustión actoral ocurre junto a Hellen Mirren. ¿Cómo resistirse? En este sentido, el film que dirige Bill Condon apela a una fórmula narrativa de vínculo genérico con el thriller o el espionaje. En verdad, las variaciones podrían ser también otras; entre ellas, las películas de estafadores y/o de “edad avanzada”. Cada uno puede hacer su lista favorita. En todo caso, El buen mentiroso propone un diálogo que es consciente de estas filiaciones. Así, el espectador se sabe en territorio conocido, puede acceder desde lo que ya ha visto, y permitir que el film se desarme y rearme cuando así lo disponga. Lo dicho es sustancial. Porque allí cuando la película se deshaga y rehaga, el procedimiento no será formalmente novedoso, está claro, pero las consecuencias semánticas estarán a tono con las discusiones sociales del presente; algo que el cine, desde ya, asume siempre: aquí está la virtud mayor de El buen mentiroso. En tal sentido y desde luego, no se revelará el devenir argumental al cual se aludió, sino sólo señalar que Roy (McKellen) es un habilidoso chanta que se queda con ganancias millonarias, mientras los incautos caen a su alrededor. Es en este derrotero habitual –se trata de alguien que, parece, se ha ganado la vida de esta manera– en donde aparece la figura de Betty (Mirren). Allí el conflicto y sus ambigüedades, entre las mentiras inevitables y el vínculo que surge. Y claro, no estará demás reiterar lo que ya se sabe o presume: entre actriz y actor la película encuentra el encanto mayor. De nuevo: ¿por qué resistirse? Ahora bien, vale comentar un sostén mayor, que hace de la película una pieza de encastre en la obra de un director no demasiado brillante pero no por ello menos atendible. Junto a Ian McKellen, el neoyorkino Bill Condon ya había colaborado en otras ocasiones: Mr. Holmes y la espléndida Dioses y monstruos, sendas variaciones otoñales del detective de Baker Street y del director cinematográfico James Whale. Pero también, claro, revisiones melancólicas del whodunit y el terror frankensteiniano (Whale dirigió Frankenstein y La novia de Frankenstein). Es en la estela que dibuja este diálogo con el cine sucedido, donde puede y debe imbricarse El buen mentiroso. En su caso, la revisión de la película alude también a citas que integra y reorienta. Ya en una de sus primeras secuencias, Betty y Roy van al cine a ver Bastardos sin gloria: “Ojo -dice él- los jóvenes se creen cualquier cosa”, en relación al asesinato falsario y vía metralleta de Hitler; pero ella disiente. La inclusión del film de Tarantino obedece a cuestiones que El buen mentiroso guarda de manera ulterior. Además, las réplicas entre Betty y Roy son también señales cifradas, porque ojo, el cine es la verdad/mentira puesta en escena, todo depende de cómo se diga lo dicho, y de cómo se muestre lo visto. Así como el film de Tarantino tiene su eje y conflicto en la Alemania nazi, en El buen mentiroso no tardarán en surgir revisiones temporales que la resitúen en aquella guerra, mientras el nieto de Betty profundiza sus estudios sobre Albert Speer y se vuelve un escollo para los planes de Roy. Éste, en tanto, algo parece que sabe sobre aquellos años tortuosos. Entonces, ¿qué hacer con el pasado? ¿Dejarlo tranquilo? Lo hecho, hecho está, dice él. Pero del pasado se puede aprender, agrega ella. Así como el film de Tarantino, hay dos referencias sustanciales más que destacar. Una de ellas se vincula con la extraordinaria Trágica sospecha, de Robert Wise –y no se dirá por qué, sino sólo recordar que aquella película de Hollywood es de 1951, tan cercana al final de la guerra pero tan candente en su planteo-; la otra con una historieta de culto, también de los ’50 y precursora del cómic de autor: en Master Race, los guionistas Bill Gaines y Al Feldstein, junto a los lápices del asombroso Bernie Krigstein, narraban cómo un sobreviviente del Holocausto reencontraba a su torturador en un subte de Estados Unidos. El buen mentiroso guarda una secuencia puntual en un ámbito igual, que reverbera de forma intensa con la propuesta de aquella historieta maestra. En cuanto a lo narrativo, tal vez de modo inevitable, la película de Condon tendrá que jugar con las cartas desde las cuales se propone. Vale decir, la instauración del verosímil habrá de vérselas con la reorientación del argumento. Para ello, los resortes dramáticos y sus recursos quizás se resientan un poco, pero nada hay de reprochable en ello. Seguramente haya algo, bastante, de exageración en relación a lo plausible; pero la película no deja de ser un juego de caras dobles tan cambiante como los ya propuestos (magistralmente) por David Mamet en Casa de juegos, y David Fincher en Al filo de la muerte. Además, en El buen mentiroso hay una mirada que actualiza hechos aberrantes, porque al pasado, como ya lo dice Betty, hay que revisarlo para aprender. Es por eso, justamente, que nada hay de perdón hacia ciertos hechos. Y es por eso que no habrá cantidad de años suficientes que hagan evanescer tales responsabilidades. Así como ese secreto que sobre su desenlace guardaba la película El plan perfecto, de Spike Lee: a la vista de todos, apenas disfrazado, y más vale descubrirlo. Hay que descubrirlo porque de ello depende todo lo demás. Una cuestión esencial que la película asume desde un juego de engranajes que responden a un enigma. La diversión narrativa que tales juegos prometen está, y resulta atractiva. Y lo es todavía más cuando lo que asoma es algo que dice de manera intensa, mayor y subversiva.
Basada en la novela homónima de Nicholas Searle, «El Buen Mentiroso» se centra en Roy y Betty, dos adultos mayores cuyas parejas de hace muchos años fallecieron y buscan rehacer su vida a través de un sitio de internet. Sin embargo, las cosas no son siempre como parecen: Roy no tiene tantas intenciones de encontrar una nueva compañera pero sí pretende quedarse con su dinero. A lo largo de todo el film, la historia logra atrapar al espectador por su ritmo dinámico y a partir de las distintas maniobras que realiza Roy para acercarse a Betty. Tiene que afrontar una gran cantidad de obstáculos para cumplir con su objetivo, principalmente porque el nieto de la protagonista no ve con buenos ojos a este nuevo pretendiente, y deberá mantenerse siempre alerta. La trama y el clima de suspenso se sustentan principalmente por las buenas actuaciones de una dupla ideal: Helen Mirren e Ian McKellen, dos de los grandes actores británicos que logran encarnar de buena manera a sus personajes. Mientras que ella es inocente, compañera y dedicada, él nos ofrece un papel más picaresco, con mucho ingenio y formas de salir bien parado. Sin embargo, el film decae hacia su final. Con historias atrapantes como estas se espera un desenlace sorprendente e impactante. Y si bien nos ofrece un giro que le otorga otro sentido a la trama, resulta por un lado predecible en su forma y rebuscado en su contenido. Se justifica a partir de un flashback que nos cuenta algo que nunca se sugirió a lo largo de toda la película, volviéndose forzado y hasta absurdo. Como que para querer darnos un final impactante se buscó algo salido de la nada. Eso hace que el buen sabor que nos estaba dejando la cinta se vea perjudicado por cierta incoherencia de la historia. Habría que ver si lo que se cuenta en la novela se resuelve de la misma manera y esto es simplemente una fiel adaptación o si vino de la mente propia del guionista. En síntesis, «El Buen Mentiroso» es una película que atrapa durante todo el film y que nos cautiva no solo desde un guión ágil y que nos mantiene atentos, sino sobre todo por la grandeza y eficacia de su elenco. Sin embargo, el final no termina de ser convincente, bajando la calidad del film.