Una posición relegada El gran golpe (2016) arrastra dos grandes defectos que rápidamente se transforman en imperdonables: por un lado desaprovecha a un Bruce Willis en “modalidad villano” y por el otro no aporta nada original a la fórmula de los films de robos a bancos… En el campo del mainstream norteamericano, ese que suele marcar el terreno para el resto de las cinematografías nacionales del globo, durante las últimas décadas se fue dando de manera paulatina un cambio de paradigma en lo referido al armazón macro de los productos para exportar: los popes de la acción sobrecargada de los 80 y 90 de a poco fueron sustituidos por la fanfarria digital, la estética de los videojuegos y un clasicismo lavado que está exento de toda ideología que le escape a esa celebración ad infinitum de la cultura chatarra, vista ahora desde una nostalgia pop profundamente trasnochada. Una y otra vez nos topamos con films huecos que funcionan como una oda a opus de otras épocas con los que no tienen casi nada en común, así la cita al pasado se agota de inmediato cuando se reemplaza la testosterona por una andanada de CGI invasivo e historias demasiado pueriles. De este modo, los “héroes” de la derecha de Ronald Reagan y George H. W. Bush debieron conformarse con encabezar propuestas autofinanciadas en la línea de Los Indestructibles (The Expendables, 2010) o someterse al lugar que Hollywood les ha asignado en esta nueva etapa de la industria cultural, léase los thrillers de acción clase B y algún que otro cameo en películas multimillonarias (más allá de sus gustitos personales). La olvidable El Gran Golpe (Marauders, 2016), otra de esas heist movies que a partir de un asalto a un banco despliegan un entramado de secretos y venganzas, nos permite sopesar el caso de Bruce Willis, un señor cuya carrera ha sido un subibaja constante y que últimamente ha encontrado su nicho en obras de presupuesto limitado, a veces ofreciendo joyas símil Looper: Asesinos del Futuro (Looper, 2012) o rarezas sutiles como Un Reino bajo la Luna (Moonrise Kingdom, 2012). Se podría decir que hasta cierto punto pareciera que Willis se toma todo el asunto de manera más relajada y menos traumática que sus colegas/ compañeros de rubro (hablamos de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Jean-Claude Van Damme, Chuck Norris, Dolph Lundgren, etc.), ya que por lo general se nota que trabaja sólo por el cheque y que no tiene ningún prurito en seguir usufructuando -por ejemplo- una franquicia muerta por completo a nivel creativo como la iniciada con la extraordinaria Duro de Matar (Die Hard, 1988). Aquí lamentablemente se le concedió el papel de villano, lo que lo desplaza a un segundo plano frente al verdadero eje del relato, uno doble y bastante aburrido, centrado en la investigación conjunta del robo de turno y la “lucha de egos” entre las autoridades máximas del FBI y la policía (Christopher Meloni y Johnathon Schaech, respectivamente). Como en tantas otras epopeyas suburbiales de la clase B, la propuesta desvaría en extremo alrededor de las distintas subtramas y resulta muy deficitaria en materia del acabado formal del producto, lo que asimismo nos reenvía al desempeño del director Steven C. Miller y los guionistas Chris Sivertson y Michael Cody, todos profesionales sin demasiado talento ni imaginación. Sin ir más lejos, lo mejor que entregó Miller a la fecha sigue siendo la remake del 2012 de Sangriento Papá Noel (Silent Night, Deadly Night, 1984), aquel clásico de la edad de oro de los slashers. La película se siente muy larga en sus 107 minutos y el guión abusa de una verborragia atolondrada que lanza sin parar insultos y one-liners fallidas: si se hubiese aprovechado en serio el brío apacible del amigo Bruce, por más que hoy esté relegado en general, el film sí elevaría su posición y alcanzaría una cuota de efectividad…
¿Y dónde está Bruce? El Gran Golpe es un thriller de acción y crimen protagonizado por algunos actores menores como Christopher Meloni (de Law and Order: Special Victims), Adrian Grenier (Entourage), el ex luchador Dave Bautista (Drax en Guardianes de la Galaxia)… y Bruce Willis, quien parece que estaba corto de dinero y se sumó a esta producción para aparecer veinte minutos, filmar algunas escenas perdidas, brindar una de las actuaciones más desapasionadas de su carrera, y cobrar el cheque. Es una decepción tremenda ver que Willis es nada más que el gancho para promocionar la película. Su rol se reduce a algunas breves apariciones que no aportan demasiado. Un thriller saturado de sub-tramas: Por otro lado, El Gran Golpe es otro ejemplo de que nunca funciona una película sobresaturada de muchas historias diferentes. Acá tenemos no una, ni dos, ni tres, sino unas cinco o seis (quizás más) subtramas que generan confusión argumental. En series de televisión uno tiene tiempo para desarrollar cada una de ellas, pero en 1 hora y 40 minutos de duración, se convierte en una ensalada que desmotiva al espectador. El costado más técnico de la película está bien realizado, hay algunos momentos de suspenso y acción bien logrados, pero la narrativa es tan compleja, tan enredada, tan imprecisa, que termina por apagar el interés. Para cuando llega la sorpresa del final, ni siquiera entendemos bien las motivaciones de cada uno de los personajes. De hecho, hasta la última escena parece agregada en post-producción, como si fuera un intento desesperado de atar algunos cabos sueltos. Queda muy descolgada porque los mismos personajes se preguntan unos a otros por qué hicieron ciertas cosas que no tenían sentido. De pronto, un thriller supuestamente serio comenzó a darme risa por lo berreta de ese desenlace. Una para el olvido: Lo cierto es que El Gran Golpe probablemente pase desapercibida por los cines y se pierda en el olvido. Los malos diálogos y una terriblemente enredada historias no ayudan a que uno quiera hacer siquiera el esfuerzo de creerse este inverosímil thriller. Más cercano a una cinta clase B, o a un capítulo de una serie estirado, la película parece ser una excusa para que el director Steven C. Miller pudiera filmar coreografías locas de acción. De hecho, un vistazo rápido por IMDB.com señala que Miller aplicó la misma fórmula a cada una de sus producciones. Conclusión: Ni siquiera uno de los más legendarios héroes de acción como es Bruce Willis logra salvar a esta película del desastre. Lejos de ser una película monumental, algunas actuaciones son destacables y la acción es aceptable. Lamentablemente, el guión quiere ser mil cosas al mismo tiempo y no convence bajo ningún punto de vista. El Gran Golpe es una película tan genérica como el título que le encontraron.
El Gran Golpe, es una película pensada desde el marketing. Sin ninguna duda. Algunos empresarios se juntaron en una oficina, y se pusieron a tirar ideas hasta que alguno dijo “Hagamos una película sobre robar un banco, pongamos ladrones que recuerden a los de Fuego contra Fuego, y filmémosla en pocos días así abaratamos costos”. Genial dijeron todos, a lo que alguno seguramente dijo: “Mmmm, esta bien, pero la clave del éxito es: agreguémosle a Bruce Willis”. Y así nació Marauders, o El gran Golpe como se la conoce en Argentina. De no haber sido así, no se entiende. La trama de la película es una capitulo decente de La Ley y El Orden, o NCIS, pero nada mas. No tiene ni la intensidad, ni la acción que requiere el reparto y la promesa del póster y trailer. A esto se suma, que Bruce Willis aparece 5 minutos en total, 10 como mucho. Claramente filmo un par de días, y esta esparcido a través de la cinta para que “no nos demos cuenta”. Lo mismo pasa con las estrellas de segunda categoría, como Dave Bautista y Adrian Granier. De a poco aparecen, pero se nota que son secundarios a la trama, por más que estén puestos al frente en el póster. Sumado a todo esto, que en el intento de hacerla inteligente y sorpresiva, la película por momentos se torna confusa, y hasta disparatada, con cosas tan obvias que avergüenzan, y agujeros en la trama del tamaño de un Scania con acoplado. Sinceramente, no entiendo que paso con Bruce Willis, o porque acepto hacer esto, pero lo peor, es que ya filmo otra película de este estilo con el mismo director… ojala ambos logren borrarnos el sabor de esta de la boca.
Unos ladrones con bastante entrenamiento y organización se dedican a robar bancos, pero casualmente (o mejor dicho causalmente), todos estos establecimientos se relacionan con un mismo director. El encargado del caso, un agente del FBI, seguirá las pistas para tratar de descubrir qué ocurre detrás de estos asaltos. A simple vista e incluso si uno quiere pecar de prejuicioso, “El Gran Golpe” parecería ser de esas películas cuyo argumento no es tan relevante como la acción que presenta, de esos films pochocleros que solo busca entretener. Sin embargo, nos encontramos con un resultado totalmente distinto. La cinta de Steven C. Miller intenta abordar diversas subtramas en un mismo argumento. Si bien el arco narrativo central se basa en los asaltos de este grupo de ladrones, tenemos historias paralelas de los personajes (tanto personales como laborales), que terminan por generar confusión en el espectador más que ofrecer un guion inteligente. Es decir, que el film peca de ambicioso al querer abordar muchas aristas, quedándose a mitad de camino por su complejidad. En ciertos momentos tenemos buenas escenas de acción, pero “El Gran Golpe” tampoco se destaca por esto. Es más un vaivén de situaciones con muchos giros que desconcertará a la audiencia. Incluso podemos decir que existen varias resoluciones predecibles y otras innecesarias, como el final, que sirve más como un epílogo. En cuanto a las actuaciones, podemos destacar las interpretaciones de sus protagonistas, como Christopher Meloni, Dave Bautista y Adrian Grenier. Sin embargo, al tener a Bruce Willis en el elenco, uno espera que tenga un rol mucho más activo. En cambio, su lugar podría haber sido ocupado por cualquier otro. “El Gran Golpe” es un film que comienza de una manera poderosa y promete ser mucho más de lo que termina siendo su resultado final, debido a la complejidad de sus tramas. Peca de ambiciosa y no logra siquiera cautivar desde el entretenimiento. El elenco cumple correctamente, proporcionándonos algunas buenas escenas de acción. Puntaje: 2/5
Un exponente del subgénero de robo de bancos bastante básico, pero que entretiene con recursos nobles. Ni Bruce Willis ni el subgénero de “películas de robos” atraviesan sus mejores momentos. El actor de Duro de matar hace unos cuantos años que anda perdido en producciones menores (que incluso ni siquiera llegan a estrenarse aquí), mientras que los títulos centrados en grandes golpes delictivos perdieron terreno en la cartelera ante los tanques. El gran golpe une ambos elementos para una historia que difícilmente sorprenda a alguien, pero que al menos entretiene con mecanismos nobles y una sincera apropiación del espíritu del cine clase B, como si así reconociera su carácter de deudora directa. Willis es aquí Hubert, poderoso dueño de un banco que sufre el robo de dos sucursales en un par de días. La investigación recaerá en uno de esos típicos agentes del FBI abnegados y obsesivos que tanto gustan en Hollywood, secundado por un novato que esperar encontrar en este caso una oportunidad para ascender. La policía local también aportará lo suyo con un comisario cuya esposa agoniza en casa por un cáncer fulminante, en una de las varias subtramas que los guionistas abren sin que se entienda muy bien para qué. El caso dejará de ser catalogado de “robo” cuando se descubra que hay vínculos muy estrechos entre los principales sospechosos, la policía local e incluso el propio Hubert. Vínculos presentes y también del pasado, ya que los distintos actores del caso tienen en común un paso por las fuerzas armadas norteamericanas. El director Steven C. Miller tiene una amplia experiencia en este tipo de producciones, y aquí lo demuestra filmando los robos con claridad y tensión. El relato avanzará por los carriles seguros de las historias de venganzas, acusadores que en realidad no lo son y traiciones de toda índole, que se develarán en una media hora bastante desordenada y a la que le sobran un par de “falsos” finales.
Hace 25 años atrás Bruce Willis se encontraba en el pináculo de su carrera. No sólo era uno de los mejores pagos de Hollywood, sino que tenía el poder de influencia para elegir a los guionistas, cineastas y actores con los que trabajaba. Hoy su vida profesional atraviesa una etapa muy diferente donde se dedica a brindar interpretaciones desapasionadas para películas de cable. Tal vez el director M. Night. Shyamalan logre resucitar pronto su carrera otra vez con la continuación de El protegido. La verdad que es raro ver a Willis en esta clase de película clase B porque es un artista carismático que sabemos puede brindar buenas actuaciones y está para más. Aunque los afiches promocionales y el tráiler de El gran golpe lo destacan como uno de los protagonistas, el actor aparece apenas 20 minutos. Las verdaderas figuras de esta producción son Christopher Meloni, protagonista de la serie La Ley y el Orden: Unidad de víctimas especiales, y Dave Bautista (Guardianes de la galaxia), que conforman una buena dupla. El gran golpe es un policial que se deja ver sin llegar a ser una propuesta que tenga grandes méritos artísticos. La trama es entretenida y tiene los suficientes giros argumentales para hacer llevadero el conflicto, cuenta con secuencias de acción decentes y los actores cumplen en sus papeles con oficio. El tema con este estreno es que se trata de una producción para ver un fin de semana en la televisión, más que para gastar una entrada al cine. Dentro de su género brinda un pasatiempo sin grandes pretensiones, pero no deja de ser una película de cable para ver un domingo a la tarde.
LOS BUENOS Y LOS MALOS DE LA PELÍCULA Muy posiblemente, El gran golpe esté entre lo más arriesgado y ambicioso que hizo en los últimos tiempos la compañía Emmett/Furla, dedicada principalmente a producir films que tienen como destino anunciado los formatos domésticos y que en general entrega productos que van de lo mediocre para abajo. Si además tomamos en cuenta que Bruce Willis viene barranca abajo, que su último trabajo con el director Steven C. Miller había sido la floja Extraction y que Christopher Meloni venía de la pobre I am Wrath, las expectativas no eran muy altas y podemos decir que estamos ante una pequeña sorpresa. Desde el comienzo, El gran golpe se plantea como una película sobre profesionales: hay un asalto bancario ejecutado con precisión militar (literalmente) y una muerte muy particular, y eso es sólo el principio. Los robos se suceden, pronto va quedando claro que esa banda de criminales no sólo se propone robar millones de dólares, sino también dejar expuesto al dueño de esos millones, un empresario bancario de esos acostumbrados a salirse siempre con la suya y al que Willis interpreta con una displicencia en este caso productiva. Miller no se anda con chiquitas y va configurando un relato que no sólo gira alrededor del enigma sobre quiénes están detrás de la ola de delitos y sus motivaciones específicas, sino también de los conflictos personales que atraviesan a los distintos personajes. Casi por decantación, la vertiente dramática es lo que menos funciona en la película: las subtramas del agente del FBI que carga con la mochila del brutal asesinato de su esposa y la del policía corrupto que no sabe cómo lidiar con el cáncer de su mujer, a pesar de poseer cierto interés, no llegan a encajar fluidamente dentro de la narración. Pero El gran golpe compensa estas flaquezas con un tono seco, duro y directo que acompaña una reflexión interesante sobre las distintas concepciones éticas y morales de lo que es correcto o incorrecto, cómo cada acción implica una reacción, lo que implica “el bien mayor” y los irremediables costos que se pagan con cada decisión. “Nadie piensa que es el malo” afirma en un momento el personaje de Meloni, evidenciando que algunas linealidades tranquilizadoras son en verdad insostenibles. A pesar de su flojo cierre y unas cuantas sentencias un tanto redundantes, El gran golpe consigue sostenerse a partir de sus ambigüedades y los grises que tiñen su historia, que son una expresión de los riesgos que toma.
Los robos a bancos ya no son lo que eran. Ni siquiera el fanático más acérrimo puede negar que Bruce Willis ya no es la superestrella que supo ser. Y no hay subjetividad que valga: hace un buen rato que el héroe de Duro de matar viene encadenando, salvo contadas excepciones, papeles menores en películas ídem con cameos o participaciones secundarias en grandes producciones, ubicándose así bien lejos de las luces mediáticas que antes marcaban el surco de su carrera. Ancladas en un tiempo definitivamente más pródigo y venturoso para el cine de género volcado al relato antes que a la espectacularidad, las películas de robos a bancos también andan de capa caída, y se han vuelto cada vez más eventuales en la cartelera comercial. La principal sorpresa de El gran golpe –traducción de saldo del Marauders original– es que la unión de dos elementos venidos a menos da como resultado un film que no será muy bueno e incluso se olvida apenas se encienden las luces, pero que al menos entiende y sabe bien cómo contar –muchas veces con imágenes– lo que quiere. El problema en, en todo caso, es qué cuenta. El pelado no tiene el protagonismo que los trailers y afiches invitan a suponer. Un poco viejo para andar pisando vidrios descalzo, ahora le toca en suerte un trabajo actoral secundario, literalmente de escritorio, interpretando a un poderoso dueño de un banco llamado Hubert y que sufre el robo de dos sucursales en un par de días. Robos que este tal Steven C. Miller (con varios antecedentes de thrillers de bajo presupuesto, todos inéditos aquí) muestra con claridad y un montaje veloz pero no frenético, que permite que se entienda qué sucede y dónde se desarrollan los distintos focos de la acción, algo básico pero que nueve de cada diez grandes producciones suele olvidar. En ambos casos, los enmascarados dan el golpe exhibiendo armamentos y coordinación dignas de... los militares. Si a eso se le suma que antes de irse se cargan a un gerente y que van directo a una caja de seguridad con material “comprometedor” para un senador, la teoría de un grupo de ladrones comunes y corrientes cae por su propio peso. El caso será investigado por un agente del FBI viudo a raíz del crimen de su mujer a manos de un poderoso narcotraficante. Lo secundará un joven novato que, claro está, aspira a que el caso sea la plataforma para el despegue de su carrera dentro del Bureau. Por ahí también anda la policía local, con un comisario cuya esposa agoniza en casa por un cáncer terminal, como si a Miller le interesara conformar una cofradía de hombres aquejados por sus circunstancias que encuentran en el robo un motor para seguir adelante. La investigación los irá llevando hasta un pasado en común entre todos los potenciales sospechosos. Que son varios, dado que los guionistas se pasaron de rosca incluyendo varias subtramas a resolverse de forma algo desprolija, volviendo a la última media hora de metraje en un berenjenal de nombres, cargos y vínculos. Quizá Bruce, ya cansado pero con la cara inmutablemente fruncida e inclinada, ate los cabos sueltos en una próxima película.
Es una película que comienza con el robo a un banco, cronometrado perfectamente. Los asaltantes usan unas terroríficas máscaras de hierro, armados hasta los dientes, no hablan, dan instrucciones a través de teléfonos inteligentes que amenazan con hacerlo estallar todo, mas los tiros y muertes. De allí vienen los nombres atractivos: Bruce Willis como el banquero gélido cuyas sucursales son asaltadas. Christopher Meloni que durante años fue protagonista de “La ley y el orden. Unidad de victimas especiales” es un honesto representante del FBI. Lo curioso es que la única huella obtenida en el banco asaltado corresponde a un soldado muerto, hermano del banquero. Hasta ahí pinta mas o menos bien una intriga que sin embargo se complica porque si. Con problemas políticos, chantajes a figuras del poder, un operativo militar tramposo, un cuerpo del muerto que nunca apareció, policías corruptos, agentes dobles, un narco preso que mato a la esposa del agente del FBI en una historia paralela, y por si fuera poco, los ladrones que hacen importantes donaciones benéficas. ¿Se entiende? No del todo. La película resulta en principio entretenida pero luego avanza en tantos frentes, con una compaginación fragmentada que corre el riesgo de confundir al espectador. Es como si los guionistas no estuviesen conformes con un planteo inicial bastante bueno y creyeron que estaban construyendo una obra del policial de marca mayor pero sin lograrlo.
Reliquias del cine de acción Cómo llueve en Cincinnati, al menos en los días de acción de este thriller agobiante. Hay lluvia y también luz azul, y algunos ralentis que quieren dar aspecto cool, sombrío. El gran golpe -tal es el título local, que tiene poco sentido, entre otros motivos porque hay más de un golpe- es una propuesta que parece extrañar a los años noventa, cuando este tipo de policiales se hacían con más chances de éxito y formaban parte de los segmentos superiores de la industria. Ya no es el caso, y aparecen a veces estas propuestas aisladas, un tanto indefensas, que huelen a trama enrevesada, a refrito, con misterios que cuesta sostener o llevar a lugares satisfactorios, consistentes. Aquí se parte de una cruenta y cortante secuencia de asalto a un banco. Luego aparecen el FBI y la policía con sus enfrentamientos y sus historias de desconfianzas, y el empresario, la política y los asuntos turbios de incursiones militares, y los traumas previos y presentes (la mujer que se llora, por parte de dos de los protagonistas). Y la forma de lo adocenado, como esa presentación temprana de "una cocina de droga". Todo con los aditamentos hormonales masculinos ya no tan vendedores en el género, pero que se agitan para vender al protagonista Christopher Meloni y también a Bruce Willis, que actúa poco y no como héroe de acción. Más bien se lo exhibe como una reliquia de un cine que ya no es y, al menos con esta película, no se recuperará tan fácilmente.
Un policial que se toma muy en serio "El gran golpe" empieza con un impresionante robo a un banco por una banda de sofisticados asaltantes enmascarados y armados hasta los dientes. La película tiene fuertes escenas de acción, pero en la medida que luego describe más asaltos a distintas sucursales del mismo banco, presidido por un oscuro magnate encarnado por Bruce Willis, va quedando claro que el guión tiene pretensiones de algo más que un policial. Y aquí esta el problema: la película quiere ser más de lo razonable, y va del film negro al de acción, al melodrama y el thriller conspirativo, para colmo mezclando demasiados personajes, casi todos policías o agentes del FBI o exmilitares, todos con pasados trágicos y motivaciones revanchistas con la idea de confundir al espectador acerca de la identidad del jefe de la banda. Por momentos hay una mezcla de géneros un poco híbrida, pero la película no deja de tener sus partes buenas, sobre todo en la primera mitad, llena de acción y suspenso, que luego repunta hacia el final. Hay que aclarar que no es la típica película con Bruce Willis, que actúa poco, y que en realidad el verdadero protagonista, como el agente del FBI a cargo de la investigación, es el eficaz Christopher Meloni.
Este film cuenta con un elenco atractivo, más aún porque se encuentra el nombre de Bruce Willis quien seguramente atraerá una gran cantidad de fanáticos. Aquí el protagonista es Christopher Meloni (“El hombre de acero”), también esta Bruce Willis, que es el gancho, aunque actúe poco. Contiene todo lo que requiere el género acción y thriller, resulta entretenida y bien pochoclera. Le sobran algunos minutos.
Si una película no se estrena en cines en su país de origen, o lo hace de manera muy limitada y pasa directo a plataformas online, sabemos que estamos ante un problema. Una vez terminada Marauders, uno puede entender el porqué. Más parecida a un capítulo largo de una serie al estilo NCIS o afines, lo nuevo de Steven C. Miller tiene muchos pecados encima y sólo la estimable ayuda de su elenco subsana lo que de otra manera sería un policial olvidable.
Contra el cine de acción El Gran Golpe (Marauders, 2016),como título local es más genérico que específico del film al que remite, en primer lugar porque no hay un golpe sino varios, y en segundo, la grandeza está ausente en cada uno de ellos, los cuales representan, en la trama, una especie de conspiración para destruir a un magnate bancario de un pasado turbio, interpretado por Bruce Willis, en modo villano barato de cine clase ultra B. Actor relegado a un papel menor, como si ya no pudiera interpretar a un héroe de acción, ni siquiera se le da posibilidad de tener algunas escenas en la que despliegue esa habilidad, que en la década del ‘90 desparramó en muchas películas. Los que aquí ocupan esos lugares lejos se encuentran de relevarlo, pero no todo es culpa de los actores. Steven C. Miller (de un prontuario aterrador) dirige esta historia prefabricada de robos con subtramas poco interesantes, bajo un manto aspiracional conformado por el uso excesivo del azul y una lluvia constante que no cesa. Una combinación de recursos retóricos que pretender suplantar la falta de pericia del director en la estrategia visual, de nula incidencia dramática. Algunos pasajes parecen pertenecer a otras películas; la cocina de droga presentada con todos los clichés posibles (mujeres desnudas, hombre afroamericanos vestidos de raperos con armas largas y música en un volumen ensordecedor) como así también la operación militar en Costa Rica. Son retazos pertenecientes a diferentes personajes, a los cuales nunca se los ensambla más que por el forzamiento de una historia que debe desembocar en algún puerto después de ciento siete minutos, por cierto larguísimos. La sobrecarga de diálogos sin sentido resulta irritante; el súmmum es la metáfora de la araña, que sale de la boca del pobre Bruce acostumbrado a mejores parlamentos en un pasado lejano. El cine de acción y todos sus derivados ya no generan la misma atención que hace unas décadas. La industria solo le guarda una porción al borde de lo marginal, en las aguas caudalosas del on demand (que vino a suplantar el “directo a DVD”). Es llamativo que un producto de esta calidad haya sorteado las barreras de las salas de cine y se estrene comercialmente, sumándole a que es un film del año pasado y que se encuentra fácilmente en Internet. El futuro no es muy alentador porque Miller tiene como próximo proyecto la secuela de Escape Imposible (Escape Plan, 2013), aquella gran película de subgénero carcelario que fue increíblemente ignorada, lástima que una de las pocas esperanzas de un resurgimiento de la acción haya caído en las manos de un director mediocre.
En el filme de Steve Miller, el robo a un banco deriva en una trama complicadísima de revanchas, ajustes de cuentas, venganzas y supuestas redenciones. ¿De dónde vendrá la idea de que para contar cualquier tipo de conspiración es necesario un relato complicado? Lo más conveniente sería exactamente lo opuesto. Lo cierto es que El gran golpe comparte ese prejuicio narrativo y expone su historia en la forma de un enorme rompecabezas. En buena parte de la película, no se sabe cuál es el sentido de lo que se nos están mostrando. Pero la confusión no se debe a ese efecto que describen tan bien los versos de Shakespeare "un cuento contado por un idiota lleno de ruido y de furia" sino a que los guionistas parecen jugar a las escondidas con los espectadores y suministran la información de manera arbitraria y desordenada. Todo empieza con un robo multimillonario a un banco cuyo dueño y principales clientes no son precisamente ejemplos de honestidad financiera. Los ladrones están enmascarados y exhiben un grado de profesionalismo y un tipo de equipamiento tecnológico que hacen pensar en un objetivo mayor que los dólares. Pero ya en las primeras escenas hay una afectación –visible en el abuso de la cámara lenta– que marcará el tono del resto: grandilocuente, ambicioso e incapaz de cumplir ninguna de sus promesas. El robo al banco deriva en una trama complicadísima de revanchas, ajustes de cuentas, venganzas y supuestas redenciones sostenidas en personajes cuyas mentes parecen calcadas de una manual de introducción a la psicología. Todo agravado por el hecho de que el director, Steven Miller, no encuentra nunca la forma más apta para mostrar el pasado oscuro de donde proviene esa maraña conspirativa. La abundancia de protagonistas también aporta piezas que no encajan en el rompecabezas. Aun cuando el agente del FBI interpretado por Christopher Meloni (en un papel calcado de sus 20 años de detective en La ley y el orden) ocupe de modo intermitente el centro de la acción, hay que sumarle el banquero (que encarna un Bruce Willis impasible hasta la apatía), un policía con ínfulas de Robin Hood (Johnathon Schaech) y otro oficial del FBI de comportamiento ambiguo(Adrian Grenier). Tal vez la figura del rompecabezas fallida no sea la que mejor se aplique a El gran golpe, porque la verdad es que en determinado momento uno tiene la sensación mucho menos intelectual de estar asistiendo a esos números de circo donde el malabarista es reemplazado por un payaso que no sabe qué hacer con los palos, los anillos y las bolas que le arrojan desde todos lados.
EL BUEN SAMARITANO El sub género de atracos está desgastado y esta no es la excepción. “El Gran Golpe” (Marauders, 2016) llega un poquito bastante retrasada a las salas locales y, en parte, se entiende por qué. Este thriller criminal dirigido por el ignoto Steven C. Miller tiene un gran elenco encabezado por Bruce Willis y Christopher Meloni, pero se parece demasiado al resto de películas de “atracos” violentos que hemos vistos en los últimos años. Piensen en “The Town”, “Inside Man” o “Triple 9”, sólo para nombrar algunas, y todas tienen algún punto en común: grupos dedicados a robar millones, aunque sus actos encubren algo mucho mayor. El agente especial del FBI Jonathan Montgomery (Meloni) tiene que lidiar con el asesinato del gerente de una sucursal bancaria durante un robo millonario. Los perpetradores dan indicio de ser algo más que simples delincuentes, y las primeras pistas los conectan con un militar fallecido en 2011 que, además, fue acusado del secuestro y asesinato del hermano menor de Jeffrey Hubert (Willis), dueño del conglomerado financiero que termina siendo el objetivo de estos delincuentes, aunque después se les da por donar el botín. Los robos se siguen sucediendo en la ciudad de Cincinnati, mientras los agentes buscan pistas que liguen a los sospechosos con Hubert y sus adinerados clientes. Senadores, ex militares, policías corruptos, todo se mezcla en un relato que podría ser más interesante si no tuviera tantas subtramas y recovecos. “El Gran Golpe” (Marauders, 2016) es una película correcta, bien filmada y actuada con Meloni a la cabeza, porque el agente honesto y conflictuado le queda como anillo al dedo. Lo secundan Dave Bautista (que cada día actúa mejor), Adrian Grenier y Johnathon Schaech, cada uno con sus problemas y motivaciones, como ya dijimos, demasiadas, para una historia que ya está sobrecargada. Miller comienza dándole protagonismo a la ciudad de Ohio, pero pronto se desprende de la idea. Llueve mucho, todo el tiempo (ni que fuera Seattle), pero esta decisión “visual” no pasa más que por un mero adorno, como el resto de los escenarios de la metrópoli. Esto ocurre también con varios personajes y situaciones, que pueden agregar un poco de contexto, pero no suman demasiado, estirando una historia que podría resolverse en menos tiempo. Al final, la trama de corrupción se desvía para otro lado y el argumento, de por sí desprolijo, ya no encuentra donde decantar sin que la verosimilitud pague las consecuencias. Claro que esto es ficción y no está basado en hechos reales, pero hablamos del FBI y cuesta creer que una agencia tan “renombrada” pase tantas cosas por alto a la hora de una investigación tan importante. Lo que más le juega en contra a “El Gran Golpe” son las comparaciones y su similitud con películas de mejor calidad. Bruce Willis ya se prende para cualquier cosa, y acá se nota que cobró por un par de horas de trabajo para poner la cara y el nombre en una producción que podría haber sumado un poco al género de acción, pero nunca llega a encontrar su verdadero camino.
Por amor al policial El cine de acción protagonizado por Bruce Willis es un clásico. Las tramas en las que el actor se involucraba en la década del 90 eran muy parecidas a "El gran golpe": complicadas y sorprendentes hasta acercarse al disparate. Y desde el inicio queda claro que no habrá paz para ninguno de los bandos incriminados en este "gran golpe" cuyo título original, "Merodeadores", es más acertado porque estos personajes dan vueltas alrededor de un crimen más grande que ellos. En el inicio hay un violento y muy tecnológico robo a un banco. El dueño del lugar es Hubert, el personaje de Willis, quien mantiene intacta la mirada impasible y el gesto duro de su época de gloria. Pero el que lleva la historia adelante es Christopher Meloni como un muy convincente oficial del FBI duro y honesto, pero tampoco demasiado alejado de su trabajo en "La ley y el orden". La complejidad de la historia tiene un origen que se remonta hasta la Guerra del Golfo, llega a Cincinatti y pasa por México. En ese viaje se teje un relato que a pesar de los esfuerzos del guión y la dirección por darle y un clima tenso y oscuro, terminan siendo tedioso, no por el equipo técnico o artístico sino por una historia que huele a vista demasiadas veces.
Si vas al cine sin grandes pretensiones, la vas a pasar bien, sino, mejor olvidarla. Quizás si no estuviera entre su elenco Bruce Willis, el film no decepcionaría del todo, ya que no es que sea malo o aburrido, el problema está en que...
Mediocre y complicado El jefe de operaciones especiales del FBI Montgomery (Christopher Meloni) sigue las pistas de un grupo comando de ladrones que se empeña en robar los bancos de un director famoso y multimillonario Hubert (Bruce Willis), quien, a medida que se esclarece el caso, quedará expuesto a a una red de conspiraciones y corrupción. El gran golpe es un film que expone la corrupción, conspiraciones e intereses que se manifiestan entre las entidades de seguridad, como la policía, el FBI o las propias fuerzas armadas. El film, dirigido por Steven C. Miller (Extraction /2015), comienza por un gran pulso narrativo donde presencia intimidante del grupo comando encargado de robar los bancos, marcando el ambiente y tono de la película. Sin embargo, demasiadas conspiraciones, historias paralelas sin un desarrollo claro ni acertado terminaron por descender la intensidad y atención que propuso desde sus primeros minutos. El guion nunca puede mantener el grado de complejidad que propone con varias historias en distintos ejes temporales, mientras que se toma recaudo de indagar por el desarrollo de personajes que no le hacen falta al argumento. Esa inconsistencia se siente en toda la gestación del film, con una narrativa lenta, giros irrelevantes y diálogos mediocres entre los personajes. El único momento en el cual el film sale de esa parsimonia mediocre es cuando este grupo comando de ladrones aparecen en esa y acaparan la pantalla. La acción, mínima pero contundente, hacen de estas escenas lo más entretenido y disfrutable de toda la película, en la cual, curiosamente, los protagonistas no emiten diálogos. Christopher Meloni es el único con interpretación aceptable como jefe de policía, aunque la resolución de la película no le hace honor a la construcción de su personaje. El resto del elenco, conformado por Dave Bautista, Adrian Grenier, Lydia Hull, Tyler Jon Olson, Christopher Rob Bowen, Chris Hill comprenden personajes cliché, banales y mal desarrollados, en una trama que no los necesita ni les otorga algo más para ofrecer. Otro que no ayuda a El gran golpe es el papel de Bruce Willis, sin brillo ni color, mediocre, lineal y poco destacable. Nunca llega a cumplir el papel del director perverso que de una corporación multimillonaria que antepuso su dinero por encima de cualquier cosa. Steven C. Miller, en su afán por realizar una película que exponga las conexiones corruptas entre los organismos de seguridad y las grandes organizaciones, comprendió un film demasiado rebuscado y poco prolijo en su tramado para llegar un final resolutivo y concluyente. El gran golpe, de 107 minutos de duración, no se toma el tiempo necesario para procesar toda la información, teorías y personajes que presentan una atrás de otra, sin llegar a focalizar en un lugar concreto hacia donde debería apuntar el espectador.
Un grupo de enmascarados realiza golpes rápidos, eficientes, precisos, robando bancos, y también asesinando a alguna persona. Se podría pensar que es otra de las tantas película de asaltantes de la factoría hollywoodense que se ven todos los años, pero en este caso todo lo que ocurre tiene un por qué. El director Steven C. Miller nos cuenta la historia de unos asaltantes que roban bancos, pero no cualquier banco, sólo los que son de Jeffrey Hubert (Bruce Willis), el propietario de casi 3.000 sucursales, donde lo importante no son los millones de dólares que logran llevarse de allí, sino la trama oculta y compleja que se esconde bajo la fachada de un hecho delictivo que llama la atención pública e incluso la del periodísmo. Desarrollado en Cincinnati, casi siempre bajo la lluvia, el film sigue los pasos del agente especial Montgomery (Christopher Meloni), y en menor medida de su ayudante Wells (Adrian Grenier), quien está obsesionado por descubrir el caso. El trasfondo de la venganza está latente, hay una gran cadena de traiciones y muchos personajes que tienen sus conflictos personales. Cada uno de ellos tiene algo que esconder y no puede confiar en nadie. El pasado los condena y los martiriza. El intricado relato tiene un gran ritmo, una gran producción, con la tecnología al servicio de la historia. Pero hay que estar muy atento para entender y saber qué es lo que pasa. A medida que avanza la narración todo se vuelve más confuso, las víctimas son victimarios, o viceversa, el perfil de los personajes es de manual, todo está modelado para que funcione como un mecanismo, no hay espacio para nada más. Hay tantos sobreentendidos y caos narrativo, que desconcierta al espectador porque ya no se sabe quién está del lado de los buenos o del lado de los malos, aunque, tal vez, sólo haya un único bando.
“El gran golpe” (2016) es el caso de una producción que, recuperando un cine de género específico “robo de bancos”, podría haber constituido un producto ejemplar y sólido, pero termina por desvanecerse y alargarse al apuntar demasiado alto en su débil proceso narrativo. Steven C. Miller es un prolífico realizador de películas de acción y de terror, que sabe a dónde ir cuando las pautas de trabajo le marcan el tempo preciso para avanzar en personajes y atmósferas particulares. Ha trabajado con grandes actores de Hollywood y en esta oportunidad cuenta con un cast increíble que podría haber potenciado alguna de las ideas que dispara el material, pero que, en el camino, termina por generar confusión y dobles mensajes que no atrapan la atención del espectador. La trama principal de “El gran golpe” descansa en el detrás del robo a un banco y cómo se comienza a vislumbrar un tejido de corrupción que salpica a una de las instituciones financieras más importantes. Bruce Willis encarna al gerente de este poderoso conglomerado, con todos los estereotipos habidos y por haber relacionados al poder, el liderazgo y la autoridad, un rol que le queda un tanto grande, ya que todo el tiempo estamos esperando poder verlo en acción más que dialogar. Así, mientras la policía y el FBI descubren un plan más allá de los robos, el guion comienza a tejer lazos entre los personajes, y entre tantas hilvanadas y el ir y venir en la acción, la multiplicidad de frentes abiertos termina por generar un pastiche de varias producciones predecesoras. Así y todo, cuando la película se detiene en las particularidades de los personajes, es cuando comienza a tener más vuelo, pero lamentablemente la profusión de escenas, y su excesiva duración (podemos decir a ciencia cierta que a la película le sobran al menos 30 minutos) van generando tedio y resintiendo la tensión necesaria para mantener atenta a la audiencia. Si Miller hubiese preferido por quedarse con la trama policial más que la de corrupción que empaña todo, el resultado, tal vez, hubiese sido un producto mucho más organizado, internamente, porque justamente en la desorganización es en donde radica el principal problema de esta propuesta. El elenco, encabezado por Willis, pero con actores de la talla de Christopher Meloni y Dave Bautista y Adrian Grenier, hacen lo que pueden con sus personajes, pero terminan por perderse en el abigarrado laberinto del guion. Las películas de robo siempre deben respetar las reglas del género, y saber también que el público espera tiros, escenas de tensión y de persecuciones, pero cuando se intenta eludir las convenciones para construir otro discurso, y en este confluyen temas militares, de corrupción, de Estado, por mencionar sólo algunos, entonces nada tiene sentido y se pierde el verdadero espectáculo cinematográfico que se quería contar.