Contra la derecha psicótica A decir verdad deberíamos retrotraernos hasta la década del 90 para encontrar una película de Spike Lee tan certera y apasionante como Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018), una pequeña obra maestra que sintetiza no sólo el ideario de izquierda de siempre del realizador y guionista norteamericano sino también su militancia concreta en el ámbito del cine en pos de denunciar los diversos crímenes de la derecha en el poder y subrayar la necesidad de una toma de conciencia por parte de los marginados sociales para expulsar definitivamente a los monstruos neoliberales y sus amiguitos fascistas, conservadores, cristianos, racistas, hambreadores, antisemitas, corruptos, homofóbicos y misóginos de los enclaves económico, comunal, político, financiero y mediático. A través de una premisa muy simple, centrada en el caso verídico de un policía negro que en los 70 se infiltró -con la ayuda de un compañero judío- en la filial de Colorado Springs del Ku Klux Klan, el film pone de manifiesto los prejuicios y miserias hiper arraigados en la sociedad estadounidense. El protagonista es Ron Stallworth (John David Washington), quien fue el primer oficial de color del Departamento de Policía de Colorado y por ello tuvo que soportar agravios y vejaciones varias por parte de sus cofrades blancos. Asignado en primera instancia a la sala de registros, rápidamente pide trabajar de encubierto y así es destinado a colarse en un mitin en torno a Kwame Ture (Corey Hawkins), militante histórico del movimiento de derechos civiles y genial orador vinculado a las Panteras Negras, en el que conoce a Patrice Dumas (Laura Harrier), presidente de una organización universitaria de estudiantes negros y futura pareja de Stallworth. Luego es transferido por el Jefe Bridges (Robert John Burke) a Inteligencia y producto de un aviso en un diario en el que el Ku Klux Klan buscaba nuevos miembros, decide llamar por teléfono y hacerse pasar por un supremacista blanco/ neonazi en lo que será el inicio de una introducción de lo más bizarra encarada por el susodicho y Flip Zimmerman (Adam Driver), su compañero hebreo en toda la mascarada. La investigación por un lado permite descubrir que algunos integrantes pertenecen además a la milicia oficial norteamericana y que la rama local del clan estaba planeando un ataque, y por otro lado genera situaciones descabelladas como la estrecha relación que Stallworth construye con David Duke (Topher Grace), máxima autoridad del período dentro del cónclave fascista, que el negro sea considerado para encabezar la filial de Colorado Springs y el mismo hecho de que Zimmerman se la pase disparando armas e insultando a toda minoría habida y por haber rodeado de antisemitas que desconocen por completo su origen. A nivel general la propuesta funciona como una versión negociada/ intermedia entre la vertiente indie de la carrera de Lee, con escenas extensas que desparraman una verborragia florida y muy avasallante, y el costado más mainstream de su cine, vía secuencias más acordes con los engranajes del thriller de espionaje aunque con un fuerte dejo de comedia social e irónica tracción a un humor muy negro y planteos tan absurdos como verosímiles. Fiel a su estilo, aquí el director incluye detalles metadiscursivos maravillosos como ese comienzo con un tal Doctor Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin) -símil Donald Trump- en plena filmación de un corto propagandístico bien ridículo de extrema derecha, la conversación entre Stallworth y Dumas sobre clásicos del blaxploitation, y esa proyección de El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 1915), de D.W. Griffith, durante la ceremonia de inducción formal de Ron, con los muchachos y muchachas del Ku Klux Klan celebrando la andanada de delirios segregacionistas y mentirosos del opus. Infiltrado del KKKlan examina tópicos de ardiente actualidad como los abusos policiales de toda índole (violencia, agresiones sexuales, intimidación, etc.), la naturalización del odio disfrazado de vanidad u orgullo (el ultraje verbal permanente aparece siempre bajo el manto de la denigración de un enemigo caprichoso escogido a dedo) y el fetiche facilista de “seguir la corriente” a escala social (la pasividad es la principal cómplice en momentos de injusticia). Otro elemento a destacar -y uno muy importante, por cierto- es el excelente desempeño del elenco en general y los dos actores cruciales en particular, ya que Washington y Driver rankean como uno de los mejores dúos protagónicos en mucho tiempo del séptimo arte, ambos logrando un influjo interpretativo prodigioso que se balancea con gran eficacia entre la tragedia más irrefrenable y una carcajada apenas contenida, lo que de por sí constituye el tono macro del relato. La película es en simultáneo uno de los ejemplos más inteligentes y oportunos del cine reciente de izquierda, un neoclásico de Lee que de inmediato pasa a estar allá arriba en el podio con Haz lo Correcto (Do the Right Thing, 1989) y Malcolm X (1992), y finalmente una alegoría de los tiempos que corren haciendo foco sobre todo en la execrable manifestación “Unite the Right” de agosto de 2017 en la que engendros de la derecha psicótica del norte se juntaron en Charlottesville, en Virginia, dando por resultado aquel triste episodio en el que un burgués neoconfederado atropelló con su auto a un grupo de contramanifestantes matando a Heather Heyer, una militante de izquierda de 32 años…
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El año 2018 quedará marcado como el regreso triunfal de Spike Lee (“Malcolm X”, “Inside Man”) a la ficción tras su paso en falso en la vapuleada remake del clásico coreano “Oldboy” allá por 2013. Y la verdad es que vuelve en la mejor de sus formas con una historia hecha a su medida que le significó la obtención del Premio del Jurado en el Festival de Cannes de este año. El largometraje está basado en hechos reales y nos relata ciertos acontecimientos que tienen lugar a principios de los ’70 en EEUU, una época que se caracterizó por un revuelo en la sociedad norteamericana, con la lucha de los derechos civiles de los afroamericanos como telón de fondo. En ese convulsionado contexto, Ron Stallworth (John David Washington) se convierte en el primer oficial negro del departamento de policía de Colorado Springs. No obstante, a pesar de haber conseguido la aceptación en su institución, Stallworth es recibido con escepticismo y hostilidad por la mayoría de sus compañeros y dirigentes. Sin dejarse intimidar por sus colegas, Ron decide seguir adelante y hacer algo por la comunidad, llegando a la idea de infiltrarse en el Ku Klux Klan y exponer sus violentas actividades. Para ello, contará con la ayuda de Flip Zimmerman (Adam Driver), un agente encubierto de descendencia judía que será el encargado de ponerle el cuerpo al peligroso operativo, mientras él y Jimmy Creek (Michael Buscemi) se encargan de toda la logística y el desarrollo intelectual de la misión. La obra de Lee no solo tiene buenas intenciones y busca vapulear a la nefasta ultraderecha supremacista blanca norteamericana de aquella época, sino que también intenta denunciar a las resurgidas facciones modernas que ocasionaron actos racistas y violentos durante el 2017. Lo interesante de la visión de este cineasta es que busca construir una narrativa que mezcla drama con comedia negra y utiliza ciertos códigos de los films de Blaxploitation o filmes de explotación (películas como “Shaft”) que fueron tan populares en la década de los ’70 con la comunidad afroamericana como protagonista principal y que fue un boom por las tematicas retratadas y por las bandas sonoras de aquellas cintas. En esta oportunidad, se nos remite a esos largometrajes desde el vestuario de los personajes hasta la música que recurre al funk, al soul y al R&B. No obstante, en lo que respecta a música original, las composiciones de Terence Blanchard (habitual colaborador de Spike Lee) recurre a crear themes realmente innovadores y atractivos, que si bien tocan ciertos elementos de estos géneros que solían aparecer en los films de explotación, también busca correrse de esa norma y lograr algo totalmente fresco. “BlacKkKlansman”, título original de la obra, logra una interesante mixtura entre cine de género y cine político y/o de protesta. La meta de la denuncia a la injusticia racial está claramente erigida, pero en el fondo también se encuentran varias sutilezas que también buscan manifestarse en contra del gobierno de Donald Trump y de todo el aparato político de derecha mediante la ridiculización y otros recursos originales. Por otro lado, además de mostrar lo absurdo y estúpido del discurso segregacionista también se busca denunciar a los abusos de las autoridades (entre ellos, los de la policía) y demás muestras de odio encubiertas que lamentablemente siguen vigentes hoy en día. Desde los apartados técnicos, no hay nada que reprocharle a la obra, en las que no solo se destaca la banda sonora y el vestuario, antes mencionados, sino que también hay un excelente diseño de producción y una genial reconstrucción de época como es habitual en la industria cinematográfica norteamericana. Por el lado del elenco, es absolutamente magnífico el desempeño de todos, en especial en la pareja protagónica que demuestra tener la química necesaria para afrontar un relato de esta índole, donde predomina el drama pero siempre hay tiempo para algún que otro momento cómico bastante discreto y ácido. Secundan muy bien Corey Hawkins, Robert John Burke, Laura Harrier como la presidente de una organización universitaria de estudiantes negros, que será el interés romántico del personaje de Washington y una fuerte detractora de la fuerza policial, colocando al protagonista en un aprieto, y Topher Grace como David Duke, el líder de la agrupación xenófoba, antisemita y racista. “El Infiltrado del KKKlan” es un film que aglutina un montón de cuestiones. Un thriller policial sumamente entretenido que busca reivindicar el movimiento por los derechos civiles, una mirada irónica a la actualidad política de Estados Unidos, un homenaje a los films de blaxploitation y sus códigos, un tremendo trabajo actoral de John David Washington y Adam Driver, entre muchas otras cosas más. Estamos ante la obra más destacada de Spike Lee en muchos años y no solo refleja su mirada hacia los estereotipos del cine hollywoodense de antaño sino que busca punzar sobre la falta de diversidad actual de la industria. Una película intensa y atractiva que no dejará indiferente a ningún espectador, y una cinta que seguramente encuentre su lugar en la próxima temporada de premios.
De la mano de Spike Lee (“La última noche”, “Malcom X”), llega a la pantalla grande una historia basada en hechos reales. La misma se centra en Ron Stallworth, un joven afroamericano que entra a trabajar como policía en Colorado Springs, una comunidad bastante racista en los años ’70. Uno de sus primeros casos será infiltrarse en el grupo del Klu Klux Klan de la ciudad para lograr desmantelarlo. Para ello contará con la ayuda de su compañero Flip Zimmermann, detective de religión judía, que servirá como la cara visible de la operación, mientras que Ron será la voz de sus pensamientos. Con el Premio del Jurado del Festival de Cannes en su haber, Spike Lee nos presenta en “El Infiltrado en el KKKlan” una película poderosa en todos sus aspectos. Por un lado, nos trae una historia basada en hechos reales sobre la lucha de los afroamericanos en los años ’70 en el marco de una sociedad discriminadora y segregadora, pero no se queda únicamente en el pasado reciente, sino que también evoca ciertos hechos violentos que ocurrieron el año pasado bajo el mandato de Donald Trump, donde la “supremacía blanca” volvió a las calles. Acá vemos una lucha desde afuera (organizaciones de afroamericanos que combaten por su cuenta) y desde adentro (en las instituciones policiales también hay discriminación). La cinta mezcla de una gran manera el género dramático con momentos cómicos e irónicos, muchas veces a través del humor negro o del ridículo para marcar una crítica más profunda, y el suspenso. El espectador tiene tiempo para relajarse frente a los instantes de mayor tensión narrativa, pero sobre todo consigue ponerse en el lugar de los distintos personajes y desarrollar una mayor conciencia en cuanto a la temática tratada. Por otro lado, no sería posible poder llevar adelante esta historia sin sus protagonistas, John David Washington (el hijo del actor Denzel), quien si bien no es su debut actoral y tiene un papel importante en la serie “Ballers” de HBO, seguramente este será el mayor rol de su carrera hasta el momento, y Adam Driver, un actor que en el último tiempo se fue asentando cada vez más en la industria. Ambos actores encarnan a figuras marginadas, con su propia lucha interna, y que ponen su vida en riesgo por un bien mayor. Su sólida química hace que muchas veces la película tenga también tintes de una buddy movie, donde dos personajes bastante desiguales se complementan de una buena manera y generan una complicidad especial. Por último, queda destacar el gran despliegue de producción que se observa en el film, debido a su óptima recreación de época, a la correcta utilización del vestuario de los ’70 y a su banda sonora orientada a sonidos del funk o del soul. Esto provoca que la película no solo sea atractiva desde su relato, sino que esté muy bien acompañada por sus aspectos técnicos y le dé una mayor credibilidad. En síntesis, “El Infiltrado en el KKKlan” vuelve a poner a Spike Lee en lo mejor de su carrera, ya que nos proporciona una historia poderosa en cuanto a su temática, el abordaje que se hace de la misma a través de los distintos géneros, sus protagonistas y los aspectos técnicos que la rodea.
Semillas de rencor. Según el dicho no hay mal que por bien no venga, algo que se puede aplicar a unos cuantos directores norteamericanos que en su día parieron obras maestras y que en los últimos años habían ido perdiendo fuelle. Pero hete aquí que llega esa pantomima disfrazada de presidente llamado Trump y el sentido arácnido de los otrora azotes de las injustícias patrias se han vuelto a poner las pilas para poner en tela de juicio la labor de quien se ha hecho con el poder a base de fomentar el miedo y el odio. Spike Lee es uno de esos cineastas, al que se puede unir el estreno aún no confirmado del último documental de Michael Moore, titulado Fahrenheit 11/9, sobre la nefasta política del líder del flequillo imposible. Lee entrega Infiltrado del KKKlan, un alegato en forma de intriga policíaca basada en un hecho real en la que un agente negro se las ingenia para meterse hasta la cocina de la que se ha venido llamando “la organización”, o sea el Ku Klux Klan. Estamos a principios de los años setenta, una época de gran agitación social con la encarnizada lucha por los derechos civiles como telón de fondo, y ahí el director de peliculones como La hora 25 o He Got Game se mueve como pez en el agua, labor reconocida con galardones importantes como el Gran Premio del Jurado en Cannes en 2018. Se nota que el guion, escrito por el propio Lee acompañado de Kevin Wilmott (quien conoció el éxito gracias a C.S.A.: The Confederate States of America) y el debutante David Rabinowitz, basado a su vez en el libro escrito por Ron Stallworth, el mismo policía que consiguió el rocambolesco hito histórico al que antes hacíamos referencia, destila rabia y mala leche en cada línea de diálogo. Y se nota que al que en otra época fuera uno de los cineastas más virulentos a la hora de denunciar los atropellos históricos a los que se han visto sometidos los ciudadanos de raza negra le ha venido muy bien ver como el retroceso de derechos se ha asentado en un país donde el sueño americano se ha convertido en pesadilla. Aunque no sea su mejor película, y su dilatada verborrea y exceso de discursos concienciadores puedan llegar a abrumar a algunos espectadores, se trata de una peripecia muy entretenida y divertida con una sólida base de compromiso de denuncia. El público europeo estamos más acostumbrados a ver multitud de trabajos de denuncia social (aunque cada vez menos), pero en los EEUU hay que explicar las cosas claritas, porque no suelen atender a segundas lecturas. Para ello el film se vale de un epílogo demoledor, donde pasado y presente se unen para que nos demos cuenta de que las barbaridades que se nos han contado más que historia siguen siendo realidad. Puntos fuertes de la propuesta son su magnífico elenco actoral, capitaneado por la excelente interpretación de su pareja protagonista, un Adam Driver que acumula parabienes en todas las producciones en las que participa y el emergente John David Washington, hasta la fecha conocido más que nada por su trabajo en la serie de TV Ballers. A ellos se les unen una pléyade de grandes secundarios, entre los que destacan Laura Harrier, Michael Buscemi (hermano de Steve), Jasper Pääkkönen (uno de los protagonistas de Vikingos) y Ryan Eggold (The Blacklist), e incluso un cameo introductorio delirante de Alec Baldwin, que aquí no destriparemos. Por supuesto la banda sonora, marca de la casa, es simplemente espectacular. El score viene firmado por por el reputado músico de jazz y compositor Terence Blanchard, quien ya ha trabajado para Spike Lee en muchas de sus películas (El plan perfecto, Malcolm X). Por otro lado, además de la música original del señor Blanchard, la película también ofrece la posibilidad de escuchar otras canciones de artistas como James Brown, Ray Ben Rue, The Temptations o incluso un tema inédito hasta hace bien poco por parte del fallecido Prince. Escenas como esos tontos del capirote relamiéndose en su recalcitrante racismo mientras ven cine mudo del bueno o el final maravilloso en el que la justicia se impone sobre todas las cosas hacen que pagar la entrada para ver esta gran película valga mucho la pena.
Imperdible. Entretenimiento garantizado. ¿Qué es verdad y qué es mentira? Por supuesto como es costumbre en Hollywood hay bastante fantasía, como por ejemplo: su compañero Flip no era judío, el personaje de la mujer de la cual se enamora (Patrice) es....
Las consignas de un presente fascista Spike Lee ha intentado en toda su filmografía desentrañar las claves de los argumentos del odio racista sobre la cultura afroamericana en la sociedad norteamericana. Films como Malcolm X (1992) o Haz lo Correcto (Do the Right Thing, 1989) desencadenan conflictos raciales que permiten adentrarse en la historia y la cultura de una construcción social basada en el miedo y en la opresión de un sector social sobre otro sin ninguna justificación coherente, pero que se perpetúa generación tras generación a través del odio racial y social como constante. Identificado el enemigo, negros, judíos, mujeres, etc., este discurso le atribuye todos los males y lo culpa por la supuesta decadencia de un país que en realidad entró en una espiral miserable cuando abandonó sus valores democráticos para abrazar su faceta más imperialista, autoritaria y represiva a través de sus estratos más conservadores. En Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) Lee adapta la novela autobiográfica del oficial de policía Ron Stallworth, Black Klansman, publicada en 2014, donde el protagonista narra su ingreso en la policía como el primer agente afroamericano de su destacamento, las humillaciones que recibe de parte de oficiales racistas y su labor como oficial encubierto en la organización criminal de extrema derecha Ku Klux Klan a finales de la década del setenta junto a otro oficial de familia judía. La película claramente arremete contra las acciones políticas y los discursos del gobierno de Donald Trump, trazando un paralelismo entre las absurdas ideas de los supremacistas blancos y las del ignominioso actual presidente norteamericano en una denuncia sobre la alianza actual entre el neoliberalismo y el fascismo antisemita y misógino que parece extenderse por el mundo como respuesta conservadora a los movimientos feministas. Para exponer sus ideas, Spike Lee comienza el film con un breve gag en forma de video documental con Alec Baldwin parodiando nuevamente a Trump vía una imitación desopilante del ridículo mandatario estadounidense, esta vez interpretando a un seudocientífico que sostiene un típico discurso de la superioridad racial desde la ignorancia absoluta mientras se exhiben escenas fanáticas -que estigmatizan a la población afroamericana- del film mudo en blanco y negro sobre la guerra civil norteamericana y sus consecuencias El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 1915), de D. W. Griffith, obra que presenta además al Ku Klux Klan como un ejército heroico desde un abordaje mitológico que era habitual en el cine de la época. Con una construcción narrativa que hace hincapié en la edición como creación de sentido, que se despliega alrededor de todo el largometraje y en el epílogo documental sobre el estado inusitado de violencia que se vive hoy en Estados Unidos, Infiltrado del KKKlan recrea la historia de Ron Stallworth desde su ingreso al cuerpo de policía de Colorado Springs hasta el desmantelamiento de su unidad debido a los recortes producto de la crisis económica y los cambios de paradigma tras el ascenso de Ronald Reagan a la presidencia. La exitosa infiltración de Stallworth en una conferencia estudiantil afroamericana de ideas radicales lo lleva a intentar infiltrarse en el Ku Klux Klan a través de una llamada a un número anónimo para unirse al grupo. El ingreso en la hermética organización es demasiado sencillo, lo que conduce a Stallworth a iniciar incluso un intercambio telefónico con el líder, David Duke, un demente ignorante al igual que el resto de los integrantes. Pero algunos miembros desconfían del reciente cofrade y lo ponen a prueba, lo que crea un divertido enredo más que un conflicto. En principio el film desenmascara la idea del Ku Klux Klan como un grupo organizado. Más bien lo presenta como una pandilla de inadaptados que se aprovecha de una estructura que les da cobijo pero que destruyen con gran ineptitud. De esta forma la película desentraña a través de la ironía las contradicciones de los discursos racistas para exponerlos al ridículo a la vez que reconstruye el camino del ascenso de las arengas de odio en la retórica patética de Donald Trump, un empresario megalómano lanzado a la política como representante de las organizaciones más fascistas y corporativas de Estados Unidos. La comparación entre los discursos de Trump y de los miembros del Ku Klux Klan, como el del infame David Duke, son obvios en su comparación del odio y la defensa de un país imaginario que fue creado gracias al sudor de la esclavitud y no con slogans baratos como “América Primero” (“America First”). Infiltrado del KKKlan recupera lo mejor del cine social de Lee con su costado más irreverente, su búsqueda por romper con los discursos estigmatizadores, su defensa de los derechos civiles y su propuesta de luchar en todos los frentes por la igualdad desde un personaje que le viene como anillo al dedo para exponer sus ideas. Lee crea de esta forma un policial sobre una investigación con un humor sardónico que se adentra en todos los poros del film a la vez que deja en claro que estas organizaciones que parecen inofensivas siempre tienen integrantes que traman algún atentado que es necesario prevenir para evitar muertes innecesarias.
Spike Lee tiene un modo de narración muy particular. Mezcla la comedia inverosímil con la realidad, y a su vez, hace denuncias. Ya desde su opus de 1992, Malcom X, e incluso con sus producciones anteriores, se convirtió en un abanderado sobre los derechos de la comunidad afroamericana en Estados Unidos. En este estreno, retoma aquella cruzada con un hecho real de la década del setenta, pero que tiene un correlato más que vigente con la actualidad. A lo mejor para disfrutar un poco más esta película, hay que tener un poco de idea y conocimiento histórico sobre el Ku Klux Klan y lo que significó. Más allá de eso, el film es llevadero y mezcla muy bien el humor con lo solemne. Tal vez son un poco difíciles los primeros minutos, pero una vez que entrás en sintonía, todo fluye muy bien y quedás enganchado con el universo que propone el director. A través de una muy buena reconstrucción histórica, locaciones y vestuario, seguimos al primer policía negro de un pueblo, y como éste se infiltra junto con su compañero en el KKK. Muy buenas las actuaciones de John David Washington y Adam Driver. Lo mismo con el resto del elenco. Los miembros del klan logran producir un gran repudio. Lo que habla muy bien sobre su labor actoral. En síntesis, Infiltrado del kkklan funciona como una comedia de acción, con tintes dramáticos y denuncia. El sello de su director, y el climax es lo mejor que tiene.
El color de la grieta El infiltrado del KKKlan (Blackkklandsman, 2018) es el mejor film de Spike Lee en años, sobre un grupo de policías que en la década del setenta se infiltra en las panteras negras y el Ku Kux Klan. Basada en la novela de Ron Stallworth, la historia traza sobre el final un paralelo con la actualidad estableciendo una continuidad preocupante. Spike Lee cuenta el cuento del racismo en Estados Unidos una vez más, mediante una narración clásica con toques de humor, personajes estereotipados y un engañoso happy end. El asunto comienza cuando el policía afroamericano Ron Stallworth (John David Washington), encuentra en los clasificados una solicitud de inscripción al Ku Kux Klan. Llama por teléfono y sin develar su color de piel, se pone en contacto con la organización racista. En una descabellada conversación, el personaje pone en evidencia los ridículos motivos del racismo. Su compañero de origen judío Flip Zimmerman (Adam Driver) se hace pasar por él para alistarse en la organización que planea un atentado a las panteras negras, la organización revolucionaria afroamericana en la que se infiltra Stallworth. El estilo descontracturado y cínico del director evita caer en la tragedia con el tema, tomando con humor las actitudes y conductas de la sociedad americana desde el gobernador que interpreta Alec Baldwin, pasando por los compañeros de la jefatura de policía de Stallworth. La época violenta y conflictiva se presenta con una estética vintage como si Spike Lee reviviera sus años dorados: música disco, peinados afro, y películas de explotación con Pam Grier. La tensión social se percibe en comentarios y actitudes de manera gratuita, como si emergiera de antaño. Vemos al grupo de amigos del Ku Kux Klan ver y festejar cada asesinato de un negro en el clásico de David W. Griffith El nacimiento de una Nación (1915), una película fundacional que marca la manera de ver y pensar la historia de Norteamérica, demostrando que el odio social está anclado en la cultura desde sus orígenes. La apertura de El infiltrado del KKKlan con Scarlett (Vivien Leigh) de Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939) caminando entre los cadáveres que dejó la guerra de secesión en Estados Unidos, funciona en la misma sintonía El carisma y rebeldía del personaje principal es fundamental para entrar en el clima planteado por el film. El tipo desafía la autoridad y sigue adelante a pesar de las negativa de sus superiores de quienes se termina ganando el respeto. Logra así convertirse en el héroe romántico de la película. Pero si el happy end no deja clara la tragedia, el director de Haz lo correcto (Do the Right Thing, 1989) abandona el cuento y se mete de lleno en la realidad con imágenes extraídas de la televisión sobre violencia cotidiana, mostrando los rastros de ese odio aún latente en la sociedad. Acto seguido Donald Trump minimiza los hechos sin tomar cartas en el asunto. La parodia de Alec Baldwin en el prólogo establece un paralelo directo con el epílogo. Spike Lee realiza su mejor película en mucho años, como si toda su carrera hubiera sido una preparación para El infiltrado del KKKlan. Vuelve sobre los mismos temas de siempre pero encuentra aquí su mejor expresión cinematográfica para exponerlos. Es ese epílogo, violento y trágico, aquel que le da carácter de denuncia al film y lo eleva a una categoría superior.
Basada en hechos reales, “Blackkklansman” (tal su verdadero título) es una genialidad del gran Spike Lee que se mete de lleno con un tema poderoso como la formación del KuKluxKlan. La historia viaja a principios de los 70 cuando Ron Stallworth (John David Washington, hijo de Denzel) ingresa como el primer Detective afroamericano en el Departamento de Policía de Colorado Springs. Al principio le dan una tarea menor, pero de a poco sus compañeros comienzan a valorarlo. Un día ve en los clasificados una solicitud para unirse al KKK y llama con su verdadero nombre, le hacen un par de preguntas y con total frialdad, contesta que odia a los negros, judíos, italianos, mexicanos, y a todos los que pertenezcan a la raza aria. Lo invitan a unirse, y como no puede presentarse personalmente, su compañero, el gran Adam Driver, va en su lugar, para así enterarse de sus próximos movimientos. La farsa sigue, hasta Ron logra hablar por teléfono con el “Fundador” del movimiento, David Duke (Topher Grace). El grupo de policías logra infiltrarse de tal manera y de forma tan inteligente que el KKK no sospecha nada, salvo por un integrante que tiene sus dudas y hace tambalear la operación. Tanto Ron como Adam son valientes y desafiantes y terminan siendo los héroes de la historia. El film tiene todo lo que necesita una buena película: un guión inteligente, suspenso, excelente banda de sonido, algún que otro comic-relief y a lo Spike Lee, denuncia: al final vemos que la intolerancia no se detiene, los sucesos del 2017 así lo demuestran. OJO. --->https://www.youtube.com/watch?v=MCwGA18t_5k --> TITULO ORIGINAL: BlacKkKlansman ACTORES: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace. Alec Baldwin, Laura Harrier. GENERO: Policial , Comedia , Biográfica . DIRECCION: Spike Lee. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 128 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 15 de Noviembre de 2018 FORMATOS: 2D.
Sin preámbulos, el nuevo film de Spike Lee arremete en sus primeros minutos con su poder de fuerza discursiva. El doctor Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin) se presenta como un símbolo de amenaza irónico, mientras expresa toda la base del nefasto pensamiento racista y el director se encarga de volverlo una caricatura. De esta manera, no solo establece parte del tono y la fuerza del film (esa dualidad entre lo cómico de su forma y la seriedad de su mensaje) sino también que más allá de toda ironía, estas personas existieron, existen y son tan peligrosas como ridículo es su discurso y manera de pensar. Basada en una historia real, o “basada en una real, real mierda” en palabras de su director, el film se centra en la figura de Ron Stallworth (John David Washington), el primer policía afroamericano de Colorado Springs (más por un intento del departamento de policía de ser “progre”), que a pesar de tener todo en contra dentro de su oficio y el contexto histórico, supo liderar la lucha por la libertad y los derechos de su gente en la década del 70. Es así como en un marcado tono de thriller, el director aprovecha la estructura del género para depositar a su protagonista en un estado de conflicto interno, de una situación y sensación de dualidad donde el trabajar como agente infiltrado dentro de la organización del Ku Klux Klan es un reflejo de la situación vivida por generaciones para muchos de los miembros de la comunidad afroamericana. Una falta de pertenencia dentro de la sociedad, con un pie en cada lado, que lo puede llevar a la aceptación completa de lucha por su identidad o a la pérdida de la misma. Algo similar ocurre con Flip Zimmerman (Adam Driver), un agente judío que debe adoptar las costumbres y líneas de pensamiento discriminatorias de la organización (al ser afroamericano, su compañero solo puede hacer lo suyo a través de llamadas telefónicas, por lo que es Zimmerman quien asume la identidad de Ron para infiltrarse). Con todo el riesgo que esto conlleva y que brinda tanto comicidad como tensión a medida que los dos agentes se encuentran cada vez más familiarizados con los integrantes del KKK, estas situaciones ofrecen un entendimiento desde dentro, lo que hace que el camino tomado por el dúo protagónico sea combatir todo el mal invasivo de su propia sociedad, de entenderlo y por ende de terminar de entenderse a sí mismos. La primera misión como agente infiltrado es asistir a una de las reuniones de los Panteras Negras, la famosa organización política revolucionaria afroamericana: así como antes se veía el poder de la indignante oratoria de la supremacía blanca, aquí Ron y el público son testigos de la fuerza de lucha en las palabras inspiradoras de su propia comunidad. Spike Lee deposita el foco en el discurso, acompañado por los rostros de quienes acudieron a la reunión; discurso que provoca reacciones de una intensidad tal que conmueven a quien las ve y que, borrando toda distancia, logran hacernos parte de su causa. Si bien en su desarrollo llega a tener momentos que caen un poco en el letargo, el film resulta sumamente inspirador en forma y contenido, sabiendo capturar en sus imágenes la necesidad e importancia de la relectura de la historia a través del cine, observando dicha historia desde el presente. La situación política actual de Estados Unidos y la cada vez mayor presencia de la derecha en gran parte del mapa, se ve reflejada en los hechos narrados. Los paralelismos manejados en el film, la forma en que el narrar algo sucedido décadas atrás resignifica la realidad del presente es lo que termina de brindarle el poder absoluto y la importante razón de su existir. Lee se permite jugar con los géneros sin nunca olvidar el tan necesario llamado de conciencia, el hacer recordar y visibilizar lo ocurrido y lo que ocurre. Y lo hace poniéndolo en la piel y las palabras de quienes deben contarlo. Es así que logra momentos hermosos como el montaje paralelo que realiza comparando y diferenciando una reunión del KKK, quienes alaban su lugar de superioridad racial y se reúnen para gozar del mensaje atroz del film mudo El nacimiento de una nación, y el de los Panteras Negras que oyen atentamente el relato de un anciano Harry Belafonte que rememora las aberraciones sufridas en el pasado invitando a todos a luchar por el presente. Así, Infiltrado del KKKlan realiza un cuantioso salto temporal que traslada la lucha de los 70 a los terroríficos actos de represión desatados a partir de la presidencia de Trump. Las imágenes de archivo de manifestaciones que terminan en violencia y muerte son el golpe final al que acude Spike Lee para producir un despertar de conciencia, volviéndolo un recordatorio no de lo que alguna vez sucedió sino de lo que está regresando. De esta manera, allí donde lo que en otros films significa un punto final, aquí el director lo vuelve un punto suspensivo, porque esta historia, su historia y la de muchos, continúa fuera de la pantalla.
“El infiltrado del KKKlan”, de Spike Lee Por Hugo F. Sanchez A comienzos de los ’90 Spike Lee estrenó Malcolm X, Fiebre de amor y locura y Haz lo correcto, tres películas que daban cuenta que la agenda política del director, centrada principalmente en retratar el racismo en su país. Si bien la carrera del director estadounidense siguió con otros títulos que no alcanzaron la profundidad de aquellos relatos, aun así siempre fue un cineasta a tener en cuenta y ahora, casi 30 años después, vuelve a validar su trayectoria con un furibundo alegato contra la discriminación que incluye un recorrido histórico para explicitar el estado de las cosas en el presente, encauzado sobre un impecable trhiller con un topo en el corazón del KKK. Es decir Spike Lee demuestra que tiene tanta o más energía que antaño, a la que le suma la experiencia. A partir del libro Black Klansman, escrito por Ron Stallworth que en 1972 fue el primer policía afroamericano en Colorado Springs, en donde contó su experiencia y la curiosa, arriesgada y descabellada misión de infiltrarse en el Ku Klux Klan (¿?), entablando una relación telefónica con los responsables de la organización racista y cuando hizo falta, la presencia de otro agente, Flip Zimmerman (de ascendencia judía, otro disparate), que adoptaba su nombre con el objetivo central de llegar al Gran Maestro. El infiltrado del KKKlan abre con un fragmento de El nacimiento de una nación (1915), de David W. Griffith, película seminal del cine moderno por su extraordinaria calidad y a la vez, un instrumento de propaganda racista que contribuyó de manera decisoria a la estigmatización de la raza negra. Este film sienta las bases del discurso de Spike Lee sobre la lucha por los derechos civiles y el retroceso que advierte en estos últimos años. Pero Spike Lee y actúa con libertad, recurriendo al falso documental, perfila a Stallworth (gran trabajo de John David Washington, hijo de Denzel) como un personaje de las populares blaxploitation (Shaft a la cabeza), utiliza fragmentos de noticieros con el momento donde un supremacista blanco embistió el año pasado a un multitud en una ciudad sureña, ensucia la imagen recreando el cine de los ’70, recuerda que en una conferencia de prensa que el presidente Donald Trump avaló a la derecha racista de su país. Y sin embargo, a pesar de la gravedad de los temas que toca, la película atenúa el maniqueísmo que sobrevuela casi toda la obra de Lee con cierto aire juguetón, sobre todo en la relación de Stallworth con Zimmerman (el siempre eficaz Adam Driver) en plan buddy movie y sobre todo, poniendo en evidencia la ignorancia y estupidez de los integrantes de KKK. Spike Lee nunca dejó de producir, pero sin ninguna duda la potencia, la inteligencia y la madurez de El infiltrado del KKKlan puede considerarse un gran regreso. EL INFILTRADO DEL KKKLAN BlacKkKlansman. Estados Unidos, 2018. Dirección: Spike Lee. Intérpretes: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace, Corey Hawkins, Laura Harrier, Ryan Eggold, Jaspar Pääkkönen y Ashlie Atkinson. Guión: Charlie Wachtel, David Rabinowitz, Kevin Willmott y Spike Lee. Fotografía: Chayse Irvin. Música: Terence Blanchard. Edición: Barry Brown. Diseño de producción: Curt Beech. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 135 minutos.
on pocos los cineastas que pueden dialogar con el presente a partir de la reflexión, y desde la ficción, de aquello que está emergiendo o se ha enquistado en la sociedad. Spike Lee es uno de ellos y en “El infiltrado del KKKLan”, a partir de la simple premisa de un “novato” de la policía que aspira a ser más, pero su color se lo impide, cuenta cómo el racismo extremo ha impedido que las igualdades surjan. Al ímpetu y pasión del personaje principal, se le adiciona un sólido guión (basado en la novela del propio Ron Stallworth), que sólo por la habilidad de Lee para contar desde el humor, cinismo y dolor, nos permite saber más de ese odio desde el centro de la creencia de superioridad pisotea derechos y vulnera aún al más fuerte. El final tras la ficción, con la angustiante actualidad de imágenes reales de un movimiento que se creía descartado, da un cachetazo fuerte al espectador, que saldrá de la sala con la inevitable sensación de saber que en la historia todo se repite. (Rolando Gallego)
La de Ron Stallworth es una historia increíble, digna de un paso a la pantalla grande. En las manos de Spike Lee, estos hechos ocurridos hace exactamente 40 años son un contundente golpe hacia la actualidad política norteamericana y a lo que es ser una minoría en Estados Unidos, un país que adolece de los mismos problemas que buena parte de su población creía superados.
BlacKkKlansman es: 1- Un impecable policial sobre agentes infiltrados lleno de suspenso y tensión. 2- Un ensayo cinéfilo sobre los estereotipos con que Hollywood despreció a los negros desde El nacimiento de una nación y Lo que el viento se llevó en adelante. 3- Una comedia negra, una buddy movie interracial y una historia de amor latente narradas con fluidez y mucha onda. 4- Una reivindicación del movimiento por los derechos civiles. 5- La reconstrucción de una historia real ligada al Klu Klux Klan en la Colorado Springs de los '70. 6- Un homenaje a las películas blaxploitation y a héroes clásicos como Shaft. 7- Un film político con múltiples referencias a la Estados Unidos de hoy y un epílogo descomunal que incluye imágenes de la matanza de Charlottesville y las justificaciones de Donald Trump para avalar a los grupos supremacistas. 8- Una película intensa, entretenida y necesaria. 9- Lo mejor que Spike Lee filmó desde La hora 25 y El plan perfecto. 10- Una temprana candidata a los Oscar. Ron Stallworth (John David Washington, protagonista de Ballers) es el primer afroamericano en ingresar a la policía de Colorado Springs (“Sos nuestro Jackie Robinson”, le dicen) en una comunidad predominantemente racista en plenos años '70. Y, tras realizar unas tareas burocráticas, convence a sus jefes de infiltrarse junto a Flip Zimmerman (Adam Driver), su compañero judío (¡un negro y un judío!), en las huestes del Klu Klux Klan de la zona. Spike Lee narra de forma simultánea (por momentos con un excelente uso del montaje paralelo) la lucha de un grupo derivado de los Panteras Negras (liderado por la magnética Laura Harrier en plan Angela Davis, y con una aparición breve y extraordinaria del gran Harry Belafonte), la interna del KKK (cuyo principal referente está interpretado por Topher Grace), las disputas en la policía del lugar por la llegada de Ron y un atentado que es mejor no adelantar, aunque todo parte de crónicas de la historia real. Imágenes, música, actuaciones y citas políticas se combinan en para una película pletórica de capas e ideas, potente y demoledora, una auténtica “bomba” cinematográfica que el insoslayable creador de Fiebre de amor y locura y Malcolm X hizo estallar en plena Croisette de Cannes. A Donald Trump, con rencor.
La historia real de un policía negro que logró infiltrarse en el Ku Klux Klan da lugar a una de las mejores películas de Spike Lee. John David Washington (hijo de Denzel) interpreta al primer policía afroamericano de Colorado Springs, una ciudad que a comienzos de la década de 1970 empieza a verse convulsionada por conflictos raciales, justo en el momento en el que Richard Nixon se postula para presidente. El joven oficial, con formación universitaria, no cumple una función demasiada clara dentro del reaccionario cuerpo de policía, hasta que un día tiene la idea de chequear las actividades de la filial local del KKK. Como cerebro de la operación, idea un plan en el que el habla telefónicamente con distintos líderes de la organización racista por excelencia, adiestrando a su colega Adam Driver -un policía judío- sobre cómo debería comportarse en el momento de ver a los encapuchados cara a cara. El plan, por delirante que parezca, sale bien, pero lógicamente implica riesgos cada vez mas temerarios. La historia tiene la estructura de un policial de suspenso, pero con los ingredientes sociales que caracterizaron desde siempre el cine de Spike Lee, quien juega en los límites del humor macabro y la incorrección política en escenas como el festejo del Klan, que tiene como momento culminante una función de su película favorita, "El nacimiento de una nación" de David W. Griffith. Sin dejar de incluir explosiones emotivas, como un intenso monólogo del venerable Harry Belafonte contándole a los jóvenes cómo era vivir en una sociedad racista. Las actuaciones, la ambientación de época, y el actual mensaje final no tienen desperdicio.
La respuesta negra a la mentira blanca El director de Haz lo correcto vuelve a demostrar que la política y la farsa pueden ir muy bien juntas de la mano. Algún ironista podría postular que la mejor escena de El infiltrado del KKKlan (título local que inventa una nueva denominación para el Ku Klux Klan, que no es ésta ni tampoco KKK) es la de apertura. Esa en la que una mujer camina desolada entre cientos de cuerpos de soldados confederados, filmada por una cámara que, llevada parecería que por el pintor argentino Cándido López, se va alejando con un cadencioso movimiento de grúa, dejándola a ella, y a los cuerpos de los caídos, cada vez más pequeña, mientras una bandera del Sur se deshace en pedazos. Se trata, claro, del momento más célebre de Lo que el viento se llevó, en el que Scarlett O’Hara pisa los restos de la catastrófica batalla de Atlanta, y Spìke Lee lo usa como inicio de una larga secuencia dedicada a resumir el ninguneo, el odio, el desprecio y la muerte ejercidos durante más de un siglo por la cultura estadounidense. Incluido su cine. Por eso Lee inserta en seguida los fragmentos más racistas de El nacimiento de una nación (1915). Como quien dice “Hay una batalla para dar fuera del cine, pero también adentro, y esa batalla ya empezó”. Siguiendo esa línea podría considerarse a El infiltrado del KKKlan –cuyo título original es el juguetón BlacKkKlansman– el nacimiento de otra nación. La respuesta negra a la mentira blanca. Dis joint is based upon fo’real, fo’real shit, aclara un cartel antes del título. Algo así como “esta peli se basa en unas cagadas muy, muy jodidas”, pero escrito en idioma “negro callejero”. Una suerte de “basado en hechos reales”, pero en joda, y además de negros y para negros. Más allá de excursiones temporarias al mainstream, en las que se decolora un poco en modo ganapán (Clockers, Ella me odia, Un golpe perfecto) el realizador de Haz lo correcto, Malcolm X y La marcha del millón de hombres siempre tuvo claro desde dónde y para qué filmaba. Y con alguna excepción (Malcolm X), jamás pensó que política y farsa no pudieran llevarse de la mano. El infiltrado del KKKlan profundiza esa convicción, con una historia difícil de creer por lo disparatada, que, según dicen, es estrictamente real. Así lo certifica su protagonista, Ron Stallworth, autor de la crónica en la que la película se basa. “Las minorías son bien recibidas”, dice la placa en la puerta del cuartel de policía de Colorado Spings. Son los años 70, y la guerra de Vietnam está en su apogeo. Como el protagonista de una comedia musical a punto de ingresar a una escuela de baile, el morocho Ron Stallworth (John David Washington, hijo de Denzel y tan bueno como cualquier actor afroamericano) sonríe confiado, se alisa el afro y cruza la puerta. Sus jefes, uno de ellos afroamericano, lo reciben más o menos como la familia blanca al prometido negro en ¡Huye! Pero el aparentemente ingenuo Stallworth no sólo se muestra coriáceo al rechazo, sino que además quiere trabajar en operaciones especiales. Respuesta: al archivo. Allí, al bueno de Ron no se le ocurre nada mejor que hacer de un Tangalanga de riesgo. Averigua el teléfono del Ku Klux Klan y lo marca. El tipo ofrece unirse a “La Organización” (nada de andar diciendo KKK por ahí) y resulta suficientemente convincente como para que lo acepten. Ahora bien, ¿cómo hacer para disimular su color de piel? Tiempo de convertirse en Michael Jackson no tiene, pero tal vez alguno de sus compañeros quiera pasar por él. ¿Por qué no Flip Zimerman, que es judío? ¿Acaso los del Clan no son también antisemitas? ¿Por qué no?, coincide Flip (Adam Driver, más como en su casa que nunca), y la maquinaria de infiltración se pone en funcionamiento, con aprobación de la superioridad. Como toda película de Lee, El infiltrado del KKKlan es un enorme pastiche. Pastiche genérico –un poco de película de infiltrados, bastante de comedia, apelaciones directas a la actualidad, una escena musical por acá, una del más crudo film de denuncia por allá–, tonal (una escena para reír, otra para llorar, la de más allá para querer prenderle fuego a América toda) y de registros: la ficción más descabellada y el fragmento documental, los 70 y el presente, el falso documental y el fragmento de archivo. Es justamente esa condición de pastiche lo que la mantiene viva y abierta: cualquier cosa puede suceder en cualquier momento. La intriga en sí, que incluye al mismísimo líder del Klan, David Duke (Topher Grace, de That 70’s Show) y al ex líder de los Panteras Negras, Stokely Carmichael (todo es en blanco y negro, si se permite el comentario), es una especie de divertido y salvaje mcguffin para poder llegar a donde Lee quiere: a señalar, como advertencia a sus hermanos, la continuidad histórica entre el Klan y Donald Trump. Duke dice “América para sí misma”, como el presidente actual, y después del cierre ficcional con el último chiste Lee usa el montaje como una trompada a la cara, empalmando con escenas documentales de América hoy. Manifestaciones supremacistas, la presencia del propio Duke hoy en día, la imagen de Trump, miembros del Klan apoyando al presidente, afroamericanos asesinados por un extremista. Los argentinos podemos hacer, a su vez, nuestras propias vinculaciones locales, demostrando hasta qué punto esta película “para negros” es para todos. Y por todos debería ser vista.
Da tanto placer la visión de El infiltrado del KKKlan, que se le pueden permitir los salpicones de brocha gruesa que, de tanto en tanto, pega Spike Lee sobre el racismo. Porque qué es esta película sino una comedia, una parodia, un homenaje a cierto cine de los ’70, la blackxplotation, un thriller, una historia de amor y una manifestación vociferante contra la desigualdad y, de nuevo, el racismo. Pero lo más increíble es que lo que cuenta está basado en hechos reales. En los ’70, un policía negro -el primero en Colorado Springs- va ascendiendo de actividades burocráticas y administrativas hasta conseguir algo más que un ascenso. Se infiltrará, junto a otro agente -¡un judío!- en la filial local del Ku Klux Klan. Los supremacistas blancos seguramente se enfurecerían si supieran que un afroamericano está entre sus miembros. ¿O no? Para llevar a cabo el engaño, su colega Flip Zimmerman (Adam Driver) es su cuerpo visible en las reuniones con “la Organización”, mientras él maneja la mayoría de la investigación por teléfono, donde pasa por blanco. Imaginen lo que sucederá si Ron es designado para servir como miembro de seguridad del supremacista Duke (Topher Grace, genial) en su visita a Colorado Springs… Spike Lee aviva la memoria como si fuese el fuego que quiere mantener prendido, hablando del pasado pero como si fuese un espejo en el que la sociedad estadounidense, en términos sociales y políticos, se encuentra hoy con Trump en el poder. Para ello está la escena en la que el mismísimo Harry Belafonte cuenta cómo lincharon a Jesse Washington, e, igualmente sutil, le dio a Alec Baldwin, quien suele parodiar a Trump en el programa de TV Saturday Night Live, el rol de un agitador de extrema derecha. No es nuevo esto, porque Lee no se ha caracterizado por las sutilezas. El director de Haz lo correcto y Malcolm X es un extremista, en tanto y en cuanto le gusta radicalizar. Para él no hay híbridos. El infiltrado del KKKlan no sería lo que es sin los dos actores protagónicos. John David Washington -hijo de Denzel, habitual actor de Lee- está estupendo, se come la película y tiene un carisma que prueba en cada escena en que se luce. Y Adam Driver hasta se cuida de no hacerle sombra, pero ya ha dado muestras, en Paterson, de Jim Jarmusch, por ejemplo, de que no hay género ni registro que no pueda interpretar y ser creíble y distinto en cada papel.
Una de esas películas que son necesarias, que se necesitan ver en los cines y que los espectadores van a recordar por muchos años haberla visto. En septiembre del 2017, Spike Lee firmó para dirigir una película biográfica basada en la memoria escrita por Ron Stallworth y su experiencia con el Ku Klux Klan. El proyecto se presumía que sería sumamente ambicioso ya que traía entre muchas otras cosas, el esperado regreso de Lee a la silla de director. En esta obra, Spike encontró la pieza que le faltaba para hacer una carta de amor a la libre expresión, a la igualdad de derechos y al famoso “black power”, entonado en la década de los 70 por entre otros, el grupo activista afroamericano de los Panteras Negras. Ahora después de más de un año de trabajo silencioso, el estreno de la nueva película de Spike Lee llega a nuestros cines, luego de haber sido premiada a lo largo del mundo entero en diferentes festivales y habiendo generado uno de los boca en boca más grandes de los últimos tiempos. Con ustedes, Infiltrado en el KKKlan (BlackKklansman), una verdadera obra de arte. La película cuenta la historia de Ron Stallworth (John David Washington), un joven afroamericano que toda su vida soñó con ser detective y ahora, recién recibido de la academia de policía de Colorado Springs, se convierte en el primer hombre negro en ejercer la profesión de policía en esa parte del estado de Colorado. Obviamente por la coyuntura que lo envuelve, Ron deberá convivir con el mal trato constante de sus pares y sus superiores. Pero sus ganas de cumplir su sueño son tan grandes, que decidirá plantarse de igual a igual ante su jefe para poder trabajar como agente encubierto. Para demostrar que él tiene lo que se necesita para ocupar el puesto, no tiene mejor idea que hacerse pasar por un hombre blanco antisemita y enlistarse en el Ku Klux Klan local y desmantelarlo desde sus entrañas. Como no puede hacerlo solo, Ron deberá pedirle ayuda a su compañero judío, Flip (Adam Driver), quién se hará pasar por él cuando los integrantes de “La Organización” lo quieran conocer. Ron y Flip deberán ingeniárselas para hacer el plan perfecto y así derribar al Ku Klux Klan desde sus entrañas, en una misión suicida. No hay dudas de que a Spike Lee el rotulo de director le queda chico. Lee, es uno de los tantos grandes autores que han sabido expresar sus ideales y sus diferentes visiones sobre el mundo, la historia y la sociedad en una película y este es su nuevo ejemplo. BlackKklansman es un lujo total y completo, que logra entrelazar el dramatismo y la sátira de una forma totalmente orgánica y perfecta. La estructura de la peli logra generar un ambiente incómodo pero adictivo al mismo tiempo. Entre todas sus virtudes el film juega permanentemente al cambio de tono. Se genera suspenso, se genera tensión, hay humor, hay concientización social, hay discurso político, hay romance, hay de todo. Y todo construido de una forma tan verídica que realmente da placer. Por otro lado, Spike Lee brinda una lección de cómo se tienen que manejar los tiempos de una cámara, lo fundamental del montaje en una narración y como la fotografía puede enamorar desde el primer plano de una película. Las actuaciones están al mismo nivel que la obra y esto se da gracias a la gran capacidad de sus protagonistas. La dificultad de encarar papeles tan profundos y a la vez tan simpáticos por parte de John David Washington y Adam Driver convencen desde el primer momento que entran en escena. También los personajes secundarios están maravillosamente construidos e interpretados. Se puede generar odio, empatía, cariño y hasta camaradería con ellos y es por eso que en papeles generales, todos cumplen con su trabajo a la perfección. Infiltrado en el KKKlan, es una de esas películas que son necesarias, que se necesitan ver en los cines y que los espectadores van a recordar por muchos años haberla visto. La peli tiene un mensaje político bastante explícito y lo que quiere decir es bastante claro, transmitido de una manera muy intensa,y es que después de más de 40 años, y de tanta agua que ha pasado bajo el puente, ese mensaje es el mismo pero impulsado cada vez por más voces. Todo el poder, para todo el pueblo. No importa el color de la piel, la religión o la orientación sexual. Todos somos personas y nuestros derechos deben ser cumplidos y nuestras vidas, respetadas.
Cuenta la leyenda que en la segunda mitad de la década del 70', el primer policía de color del departamento de Colorado Springs, Ron Stallworth, comenzaba una investigación fuera de lo común. Arriesgada. A niveles, inimaginables. El, desde ya, era un oficial bastante particular. Transgresor, sin dudas. Tanto, como para encontrar en el diario un aviso del KKK y llamar para contactarlos!! Con ese disparador, todo puede esperarse en un relato. Y mucho más cuando quien lo moldea, es Spike Lee. Sí, el equipo que adaptó el libro de 2014 que cuenta esta historia (porque como ya dijimos es un caso real), está integrado por Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott. Pero quien corta el bacalao (como diría mi abuela), es el viejo Lee (mete mano en el guión y recrea con potencia visual). Su estética, la forma en que registra las conexiones y miradas, el desparpajo y la lectura política que propone, le da a esta material otra relevancia. Su forma de conectar este "episodio" con lo que sucede en Estados Unidos hoy, en tiempos de Trump, también. Y eso es lo que hace que "El infiltrado del KKK" tenga un nivel fuera de lo común. Lo crean o no, Spike Lee volvió, un día, retomó su carrera de gran cineasta. Le tomó su tiempo, pero está de vuelta. Y eso, amigos, no es poco. Tenemos aquí una construcción de escenario que presenta dos personajes fundamentales, el polícia rookie de look afro (John David Washington quien hace de Ron), y su colega blanco que será su alter ego, cuando le toque interactuar con los amigos del clan, Flip Zimmerman (Adam Driver). Ellos dos componen el equipo que tratará de destruir la cédula del KKK de su zona y tal vez, sus ramificaciones más encumbradas. Comienzan a trabajar juntos, ante la atenta mirada de sus jefes, pero eso no les dará todas las protecciones del caso. Básicamente, los dos conformarán un equipo que funcionará de una extraña manera: uno habla por teléfono con el KKK y el otro pondrá el rostro y será el encargado de interactuar con los racistas blancos en el campo. Ellos irán haciendo una infiltración singular, contada de manera divertida, llena de idas y vueltas que mantendrán al público interesado y entretenido. Muchos de los tópicos que presenta, tienen gran actualidad, como verán en el desarrollo de la cinta. Pero Spike Lee no sólo se ocupa de la persecusión blanca sino que mira también del otro lado de la acerca. Ron se acerca a ver cómo funcionan las Panteras Negras y adentrarse en su lógica para entender la relación de fuerzas. Allí se topará con Patrice (Laura Harrier), con quien abrirá una pequeña subtrama amorosa. Spike Lee juega a varios niveles y cuando creemos que estamos disfrutando una "buddy movie" (porque esto sucede), cambia de frecuencia y se pone a tiro con la sátira política o hasta se permite un tiempo corto para el romance y las grandes "definiciones" en la vida. Es quizás... difícil de explicar porqué deben ver "El infiltrado del KKK" pero en pocas palabras, creo que es una cinta divertida, política, bien contada y con una ambientación y una OST excelente. Puede parecer en algunos tramos lenta (y larga, ya que supera las dos horas de proyección), pero está justificada en toda su extensión. Es una agradable sorpresa en tiempos de pocas ideas.
Infiltrado del KKKlan no sólo es uno de los estrenos más destacados del año, sino que además califica como la mejor película que brindó la filmografía de Spike Lee desde La hora 25. Su nueva labor fue inspirada por la increíble historia real de Ron Stallworth, el primer policía negro de Colorado Springs que llegó a infiltrarse en los rangos más altos de la organización racista Ku Klux Klan. Uno lee la sinopsis de este film y parece una comedia concebida por los hermanos Coen, pero los hechos ocurrieron en 1978 y recién se hicieron públicos en el 2014, cuando Stallworth publicó el libro “Black Klansman”, donde reveló los detalles de la curiosa investigación que lideró. Spike Lee no presenta una crónica rigurosa de esos hechos, sino que toma el caso real como un disparador para reflexionar sobre los eternos conflictos raciales en Estados Unidos que no cambiaron en absoluto en más de 40 años. El director desarrolla el conflicto a través del género policial y una narración muy amena que tiene numerosos momentos graciosos por las situaciones disparatadas que presenta la trama. Una particularidad muy interesante de esta propuesta es que Lee toma al personaje del detective Stallworth como un vehículo para explorar las tensiones raciales y la intolerancia desde diferentes perspectivas. Por un lado se retrata la desquiciada ideología que profesan los miembros del Ku Klux Klan, pero la película tampoco ignora la intolerancia que existía también en las agrupaciones revolucionarias como el Partido Pantera Negra de la que el cineasta es claramente crítico. En el medio del caos social y político se encuentra este detective que busca combatir a los supremacistas blancos pero tampoco comulga con el hecho que los ciudadanos negros deban armarse para una nueva guerra civil. El director vuelve a analizar la segregación racial y la brutalidad policial en su país en una trama que tiene como escenario los años ´70 pero trabaja problemas que tienen vigencia en los Estados Unidos de la actualidad. Un detalle que me pareció fascinante de este film es el modo en que el director insertó numerosas referencias a la cultura popular del cine. Desde aquellas producciones que incentivaron el racismo como El nacimiento de una nación, de David Griffith a los clásicos del Blaxploitation (el cine de la comunidad negra de los años ´70) que tenía sus personajes positivos, como las heroínas encarnadas por Pam Griem y Shaft, y otros como Superfly que se movían en los ambientes de la prostitución y las drogas. Dentro del reparto la gran sorpresa la brinda el hijo de Denzel Washington, John David Wasghington, quien heredó el carisma y talento de su padre y se destaca con un gran trabajo en el rol principal. Después de este film seguramente lo encontraremos más seguido en el cine. En papeles secundarios sobresalen también Adam Driver, Thoper Grace, como el líder del Ku Klu Klan y el cantante Harry Belafonte en una gran participación especial. El relato del director se alarga más de lo necesario en el tramo final y como suele ocurrir con sus obras el mensaje político que expresa no se destaca precisamente por la sutileza con las que comunica sus ideas, pero la verdad que resulta efectivo. Infiltrado en KKKlan es una película necesaria que te hace vivir diversas emociones. Te roba varias carcajadas durante el desarrollo de la trama para dejarte en silencio frente a la pantalla en los últimos dos minutos. Una de mis películas favoritas del año que recomiendo no dejar pasar en el cine.
Crítica emitida por radio.
El odio exacerbado “El Infiltrado del KKKlan” (BlacKkKlansman, 2018) es una comedia dramática dirigida por Spike Lee, que la co-escribió junto a Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott. Producida por Lee y Jordan Peele (Get Out), la película está basada en el libro autobiográfico “Black Klansman” de Ron Stallworth, el cual fue publicado en 2014. Protagonizada por John David Washington, el reparto se completa con Adam Driver (What If, Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza), Laura Harrier (Spider-Man: de regreso a casa), Corey Hawkins, Jasper Pääkkönen, Topher Grace, Ashlie Atkinson, Ryan Eggold, Robert John Burke (Bart Bass en Gossip Girl), entre otros. La cinta tuvo su debut en el Festival de Cannes, donde compitió por la Palma de Oro y ganó el Gran Premio del Jurado, siendo ovacionada de pie luego de su presentación. En la década de 1970, muchísimos años después de la Guerra de Secesión, Ron Stallworth (John David Washington) es el primer oficial negro al que aceptan para trabajar en el Departamento de Policía de Colorado Springs, Colorado. Aunque es un novato allí, Ron le insiste a su jefe para desenvolverse siendo un agente encubierto. Su primera misión consiste en infiltrarse en un evento donde Kwame Ture (Corey Hawkins) dará un discurso a favor de la igualdad de derechos civiles de la población afroamericana. Antes de ingresar, Ron conoce a Patrice (Laura Harrier), líder activista que forma parte del Partido Pantera Negra y luego se convertirá en su novia. Gracias a un aviso en el periódico que invita a unirse al Ku Klux Klan, por teléfono Ron se hará pasar por un hombre blanco no judío al que le interesa unirse a la organización. Con la ayuda de su compañero Flip Zimmerman (Adam Driver), que será el encargado de presentarse a las reuniones presenciales, Stallworth irá conociendo desde adentro cómo se manejan los racistas comandados por David Duke (Topher Grace). El regreso de Spike Lee no pudo haber sido mejor. Filoso, claro e ingenioso, el director sabe cómo agregar la pizca de comedia justa para tan pesada temática. A la vez, la parte dramática pegará duro en el espectador no tanto por la violencia física sino por la manera súper realista en la que están retratados los integrantes del Ku Klux Klan. Ser testigos de su extremismo y convicciones, para ellos irrefutables, sobre la supremacía de la piel blanca por sobre la negra, la discriminación a los inmigrantes y homosexuales así como el odio a los judíos no hace más que sorprendernos y provocarnos un asco que permanecerá con nosotros mucho tiempo después de que terminen los créditos. John David Washington, hijo de Denzel Washington, tiene lo que se necesita para un rol protagónico complejo en el que la mayoría del tiempo debe hacer creer a los demás que la gente negra (su propia piel) le produce repulsión. Por otro lado, Adam Driver funciona a la perfección como su socio en un plan tan descabellado como único, donde el mínimo desliz puede traer consecuencias irreparables. Pero por sobre todo, la cinta quedará para el recuerdo por su tremendo desenlace, un llamado de atención inmenso a lo que sucede hoy en día en Estados Unidos. Como una cachetada a la realidad, Spike Lee construyó una película ultra necesaria, crítica de un país donde el rechazo al distinto pareciera que no tiene final.
CUENTOS QUE NO SON CUENTO Justo en la coyuntura. Más de una vez escuchamos eso de que “la realidad supera a la ficción” y esta película viene a corroborarlo con creces. En cualquier otro contexto pensaríamos que Spike Lee es un exagerado e inventa relatos bizarrísimos, pero el argumento de “Infiltrado del KKKlan” (BlacKkKlansman, 2018) es una historia demasiado real, una que se conecta a la perfección con el escenario sociopolítico que se vive en el país del Norte, y en varios otros a lo largo y ancho del planeta. Podríamos definirla como una dramedia biográfica, pero es mucho más. Entre sus momentos humorísticos –momentos que se desprenden de la historia y nunca tienen la intención de ser graciosos per se- y la violencia (física y psicológica) que desprende, “Infiltrado del KKKlan” se convierte en un documento de la xenofobia que impera en los Estados Unidos, odios exacerbados por las políticas de un presidente que no esconde, para nada, sus propios prejuicios. Las memorias de Ron Stallworth, “Black Klansman” (2014), son el punto de partida de Lee y sus coguionistas, Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott, para contar las peripecias del mismísimo Stallworth, acá interpretado por John David Washington –hijo de Denzel, por si preguntan-, el primer detective afroamericano del departamento de policía de Colorado Springs (en Colorado). Estamos a finales de la década del setenta, después de la muerte de Martin Luther King y, supuestamente, del final de la segregación racial en USA (¿alguna vez terminó?). La policía de Colorado alienta a los afroamericanos a sumarse a la fuerza y ahí es donde Stallworth quiere hacer una diferencia, pero en seguida va a chocar con los odios de algunos compañeros, y los prejuicios de tantos otros. Ron es un novato que, de momento, trabaja en los archivos aguantando las burlas y el desdén de sus superiores pero, ambicioso como es, pretende trabajar como oficial encubierto, aunque su primera misión lo obliga a replantearse muchísimas cosas sobre su naturaleza y su oficio. A Stallworth le toca infiltrarse en una reunión patrocinada por la Unión de Estudiantes Negros, cuyo orador es Kwame Ture (Corey Hawkins), líder de la lucha por los derechos civiles, considerado una amenaza por las autoridades. Ahí conoce a Patrice Dumas (Laura Harrier), una chica 100% comprometida con la causa, que le va a mover un poquito más el felpudo. (No sean mal pensados, hablamos de moral y convicciones). Stallworth es reasignado a la división de inteligencia donde decide seguir una pista que le llama la atención: una anuncio en el diario local que busca miembros para el Ku Klux Klan, sí, así como lo leen. Ron llama, y pretendiendo ser un blanquito bastante racista, charla largo y tendido con Walter Breachway (Ryan Eggold), presidente de la “organización” en la rama de Colorado. Haciéndola corta, consigue entrevistarse cara a cara con Breachway para ver qué anda tramando el grupete de odiadores, pero el color de su piel podría ser un problema a la hora de la reunión. Así es como el oficial Flip Zimmerman (Adam Driver) se hace pasar por él ante los miembros del Klan, mientras Stallworth sigue juntando data a través de sus conversaciones telefónicas. Lee y compañía consiguen un relato tan impensadamente gracioso como escalofriante. Las situaciones que se dan son hilarantes y los mensajes entre líneas contundentes, pero no se puede dejar pasar que el odio que desprenden muchos de estos personajes es real, sobre todo el de los miembros más extremos, dispuestos a todo para hacer valer su mensaje. Ante los ojos de las autoridades, los integrantes del KKK son unos fantoches inofensivos, pero con la visita de David Duke (Topher Grace), el “Gran Hechicero” de la organización, las cosas se ponen más peligrosas para Zimmerman y para Patrice, el blanco más relevante. “Infiltrado del KKKlan” es una lección intensiva de historia: la del racismo en los Estados Unidos (por sobre todo); la de la comunidad afroamericana y cómo son percibidos (por los demás y por ellos mismos); y la del cine, que se encargó de crear estereotipos falsos y dañinos que, a la larga, repercutieron en el inconsciente colectivo. Todo esto por el mismo precio, gracias a la mano maestra de Lee tras las cámaras, que muchas veces se autorreferencia o toma prestado el estilo blaxploitation, justamente, para remarcar lo contrario. “Infiltrado del KKKlan” estará ambientada en la década del setenta, con sus afros y pantalones anchos, pero se siente más actual que nunca porque estos temas, lamentablemente, siguen en vigencia. Washington y Driver son el centro interpretativo de esta historia, pero sobre Harrier recaen muchas de las reflexiones más categóricas y directas de la película. A diferencia de Stallworth, Dumas no es un personaje real, pero sí está inspirado en esas incansables luchadoras del Black Power. Lee decide empoderarla un poco más y sumar coyuntura desde diferentes frentes: a la lucha de los derechos civiles, el acoso sexual y la discriminación, hay que sumarle el abuso policial y el descreimiento de las autoridades, algo que Patrice no puede dejar de ratificar. Al final ya no hay risas que valgan porque la ficción de Lee tiene demasiado de realidad. El argumento de “Infiltrado del KKKlan” nos resulta simpático y anecdótico, pero nada que hayan hecho Stallworth o Zimmerman logra cambiar la mentalidad social, mucho menos evitar que la xenofobia se propague o llegue a su fin. Los diarios, gente como Trump o Bolsonaro, le dan la razón al realizador que, a pesar de entretenernos por más de dos horas con esta “fábula”, no puede permitir que nos quedemos en nuestra zona de confort. Claro que como director se toma sus licencias dramáticas, y suma personajes y acontecimientos que nunca existieron, aunque su idea es clara: el peligro más grande que representan individuos como Duke, es alcanzar cargos de poder en las instituciones, desde donde pueden ejercer una influencia aún más negativa. Sí, son unos fantoches, pero unos fantoches con una ideología extremista y peligrosa tan contagiosa como el sarampión. Lee no propone tomar las armas ni mucho menos –demuestra que la violencia nunca es la solución-, pero sí neutralizarlos a través de la empatía, la educación y el respeto. “Infiltrado del KKKlan” es una película disfrutable como tal, pero también de esas que hay que ver para no olvidarnos que la realidad siempre, SIEMPRE, supera a la ficción. LO MEJOR: - Spike Lee vuelve con todo y a pura coyuntura. - Poder ser contundente desde sus temas y entretenida desde la narración. - Qué lindo rejunte de personajes. LO PEOR: - Ya van a saltar los racistas. - De esta no vamos a tener secuela.
Cuando un director como Spike Lee vuelve a su mejor forma es imbatible. Y eso pasa en "Infiltrado del KKKlan", su última película. Lee logra acá una equilibrada síntesis entre su ideario político y su estilo narrativo, con una combinación prodigiosa de policial, comedia y cine militante. El realizador de joyitas como "Haz lo correcto" y "Malcolm X" vuelve sobre los mismos temas de siempre, pero con un telón de fondo (el presente de EEUU) que los potencia. La historia se desarrolla en los años 70 en el estado de Colorado. El policía afroamericano Ron Stallworth se pone en contacto por teléfono con el Ku Kux Klan sin revelar su color de piel. Su intención es infiltrarse en la organización racista, pero para eso necesita a un compañero blanco que se haga pasar por él. La tarea recae en Flip Zimmerman, un judío que niega su origen y que va a descubrir que el nefasto Klan planea un atentado. A partir de ahí se desarrollan situaciones tan tensas como desopilantes, donde quedan bajo la lupa la sinrazón del racismo y la naturalización del odio. Spike Lee te empuja a la sonrisa cómplice y al rato te golpea y te pone la piel de gallina, y encima abrocha un final que no admite reproches. La dupla protagónica también tiene que ver con el triunfo de la película: John David Washington (hijo de Denzel Washington, con escasa experiencia en la actuación) y Adam Driver ("Star Wars: El despertar de la fuerza", "Paterson") resultan un hallazgo.
En el inicio de El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman) se podría haber leído el típico aviso de que el filme está basado en hechos reales. Ron Stallworth existe, fue el primer oficial y detective del Departamento de Policía de Colorado Springs que se infiltró en “La organización” y llevó adelante la increíble investigación que Spike Lee reconstruye. ¿Por qué falta esa aclaración? He aquí una hipótesis: si Spike Lee prescinde del protocolo de los “hechos reales” es porque cree en la ficción, la cual no pretende ser verdad pero trabaja con los presupuestos con los que una comunidad discute y disputa por esta. Es que la caridad y el poder de la ficción consisten en poder desmontar lúdicamente los resortes de cualquier discurso y el efecto de verdad sobre los usuarios. En el filme, Lee desmonta la ideología que gobierna en Estados Unidos con una parodia inicial interpretada por Alec Baldwin, luego trabaja laboriosamente sobre su genealogía y remata en el final con la inserción de imágenes tomada en una manifestación en el verano de 2017, donde los supremacistas blancos maldicen a los judíos y repiten la consigna “sangre y petróleo”, mientras otros ciudadanos defienden a los negros. La tensión se resuelve a los golpes. Si bien El infiltrado del KKKlan gira en torno al racismo, el relato se sostiene casi siempre en un tono liviano, porque Lee sitúa gran parte de este en los códigos de un género (buddy movies) y asimismo debido a que emplea desvergonzadamente estereotipos en la construcción de los personajes que rozan a menudo el ridículo. Es una táctica arriesgada, pero aquí eficiente y justificada: solamente así pueden entenderse la heteronomía de los personajes y la ciega fe que profesan a las creencias que asumen, como también la falsedad que las sustenta. La ligereza del tono de la trama es matizada por pausas líricas y didácticas. Este juego de contrastes se desenvuelve a menudo gracias a la apropiación irónica del montaje paralelo. En una secuencia gloriosa, Lee reúne dos situaciones antagónicas: por un lado, un viejo activista interpretado por Harry Belafonte retoma el linchamiento de Jesse Washigton en 1916 y lo transmite a un grupo de jóvenes asociado con simpatizantes de los Panteras Negras; por el otro, se puede ver toda la ceremonia de coronación del policía blanco que se hizo pasar por Ron Stallwoth para infiltrarse entre los partidarios del KKK, la que culmina con la proyección de El nacimiento de una nación, el filme de D. W. Griffith en el que se humillan y asesinan negros y que popularizó el montaje paralelo para enfatizar el dramatismo de una escena en la que suceden situaciones en espacios distintos pero en un mismo tiempo. El filme de Lee llega en el momento justo. Las pasiones del resentimiento y el delirio colectivo respecto a razas que supuestamente ponen en peligro la estabilidad de una nación no es prerrogativa del país conducido por el señor Trump. La serpiente ha esparcido huevos por diversas regiones, y el fascismo está casi de moda. Nada mejor que el humor y el lirismo de Lee para combatir la insensibilidad y el odio de los necios.
La historia transcurre en 1979, donde Ron Stallworth se convierte en el primer policía negro de Colorado Springs. Ron y su compañero Flip Zimmerman, encaran una misión completamente inusual, infiltrarse en el Ku Klux Klan. Utilizando a Ron al teléfono y a Flip en persona, armar un plan bastante absurdo pero real para conseguir su objetivo. Eso es lo que cuenta BlacKkKlansman, la nueva película del realizador Spike Lee, protagonizada por John David Washington y Adam Driver. En 1989 Spike Lee realizó la película Do the Right Thing (Haz lo correcto fue su título en Argentina donde, increíblemente, primero se estrenó en video y luego en cine). No era su primera película, pero fue el titulo que di o a conocer su cine en todo el mundo. Y otra rareza: no fue nominada al Oscar ni a mejor película ni a mejor director, Lee se conformó con la nominación a guión original y Danny Aiello mejor actor secundario. ¿Qué película ganó el Oscar ese año? Conduciendo a Miss Daisy, un verdadero disparate y casi una provocación para Spike Lee. Hablamos de cine, no de contenido ideológico, por supuesto. Si de ideología se trata y, más aun, de corrección política, la Academia se ha ido desesperando por cumplir con todos y hoy en día Spike Lee pasó de ser un paria a tener todas las chances del mundo para ganar el Oscar a mejor director y, tal vez, también mejor película. Hoy, faltando algunos meses para las nominaciones, es casi seguro que la película tendrá por lo menos un puñado de ellas. Spike Lee no tiene la culpa, seamos sinceros. Él ha hecho un cine preocupado por el racismo, la tensión social, las injusticias con los afroamericanos en Estados Unidos y también como estos han sido representados en la cultura de su país desde siempre. Pero Spike Lee tampoco es aquel cineasta revulsivo e incluso intolerante de sus comienzos. Infiltrado del KKKlan tiene del realizador de Malcolm X su destreza narrativa y sus trucos visuales que son una marca de fábrica. Pero su revulsión se perdió en el camino. Antes su cine era incómodo, ahora está perfectamente instalado en lo que los premiadores culposos necesitan. Y se nota, no es especulación, se nota que se volvió manso, que en lugar de criticar la coyuntura que lo beneficia de forma forzada, se dedica a la barricada de criticar al presidente que toda la Academia odia y que por lo tanto lo tendrá a Spike Lee como perfecto abanderado en la temporada de premios. En el festival de Cannes la aplaudieron de pie. Sí, el mismo festival que premió a Michael Moore años atrás, a los franceses les encanta cuando los cineastas norteamericanos hacen panfletos contra su propio país. Dicen que Infiltrado del KKKlan es una comedia. No es cierto. No es comedia porque apenas si hace reír en un par de momentos (cualquier drama del Hollywood clásico tiene diez veces más momentos de humor) y porque además cualquier simpatía del final -que sí es simpático- es destruida y arruinada con un agregado anti Trump que ni Pino Solanas en Argentina se hubiera atrevido a hacer. Spike Lee no se da cuenta que ha ganado la batalla ideológica y rompe sus logros con ese final. Lo que pudo ser una película atemporal, trascendente, que combina el gran oficio de Spike con su fuerza política, se deshace para obtener el favor del público y los premios. La lucha de Spike Lee contra el racismo a través de buenas películas ha tenido un enorme valor cultural, pero siempre y cuando se tratara de buenas películas. Ha tenido mejores y peores momentos, incluso algunos de sus films parecen abiertamente racistas, no solo sus personajes. Tal vez le llegó la hora de ser reconocido por su trayectoria, ojalá pudiéramos entender que se trata de una época de premios forzados, no siempre vinculados con los méritos artísticos. Esto no anula su carrera ni lo convierte en un mal cineasta, aunque esta vez haya hecho una para la tribuna.
Reír y no llorar Infiltrado del KKKlan es un gran regreso para Spike Lee y una muestra de sus capacidades (de las que, claramente, nadie duda) y posibilidades a la hora de presentar un relato cinematográfico, sin perder el hilo narrativo y situacional. Se trata de una narración interesante, con un muy bien logrado tono de comedia; estos son algunos más que valorables elementos que tiene la película, basada en la historia real del primer policía negro en la ciudad de Colorado Springs, y su infiltración en el seno del KKK, ayudado por uno de sus compañeros. Spike Lee demuestra de qué madera está hecho en esta tragicomedia en que refresca los temas de interés en su filmografía. Un guion a la altura de las circunstancias, el que se mezcla en dosis muy bien balanceadas el humor y el drama (este último representado por el seguimiento de la recreación de situaciones de violencia relacionadas con el accionar del KKK y sus seguidores, tanto como la respuesta del colectivo afroamericano organizado para repelerlas) Un elenco, a menos en lo que a mí respecta, sorpresivo, claramente de manera más que agradable. El talento que los intérpretes poseen para un tipo de comedia inusual, que se libera en ligeros detalles para que el transcurrir de los sucesos no tenga un peso dramático cargado por demás, y, podemos decir, logrando una química marcada, logran un acercamiento con la pareja principal casi inmediato. Como un excelente dibujo social, Infiltrado del KKKlan grafica con mano firme una sociedad llena de odios y rencores que coloca en el otro, en el diferente, el origen de sus problemas, cargando así contra ellos toda la violencia de la que es capaz. Remarcando de ese modo los privilegios de algunos ciudadanos por sobre otros, y la falsa creencia de su propio poder. Vemos que este sigue siendo una realidad hoy en día; basta ver un noticiero cualquiera o el final del film y las imágenes de archivo que acompañan y en las que podemos ver a David Duke, conocido como el mago del KUKuxKlan, en acción, además de los incidentes ocurridos en Charlottesville en 2017. Spike Lee demuestra de qué madera está hecho en esta tragicomedia en que refresca los temas de interés en su filmografía.
Teatro del poder Como un fantasma escondido en la baulera que cada tanto necesita salir a tomar aire, el racismo en los Estados Unidos siempre vuelve en el cine de Spike Lee. Desde que irrumpiera a la consideración mundial con Malcolm X, la cuestión negra es para el director tanto el hilo que cose su obra como una de las columnas sobre la que se apoya buena parte de la historia de su país, desde los días de la colonia hasta la actualidad. Que la acción en El infiltrado del KKKlan adopte rasgos de comedia y que se ubique en la década del setenta responde en buena medida a cierto apego para con la historia real que sirve de disparadora. Pero Lee es también un cineasta de su tiempo y como tal le interesa la política, por lo que nunca deja de preocuparle la Nueva América de Trump, horizonte al que apunta dejando varias señales a lo largo de la película, de manera cada vez más explícita. Si en el final algún distraído todavía no terminó de darse cuenta, el cierre con imágenes documentales de diversas manifestaciones de supremacistas blancos avalados por el actual presidente de los Estados Unidos termina de confirmarlo. A Lee no le preocupa el trazo grueso. Los hechos que narra El infiltrado del KKKlan son verídicos, aunque a priori suenen tan poco creíbles que parecen confirmar aquello de que la vida imita al arte. Son también, gracias a su sesgo disparatado, el pasto con el que Lee alimenta el costado cómico. Ron Stallworth fue el primer negro miembro de la policía de Colorado. Agente encubierto, un anuncio en el diario le permite introducirse en la estructura local del Ku Klux Klan. Cuando de las conversaciones telefónicas es necesario pasar a las reuniones físicas, la dificultad se hace evidente. Flip, un policía judío compañero de Stallworth, es el elegido para hacerse pasar por él. A partir de allí, Stallworth es uno y son dos: el policía negro que habla por teléfono; el blanco que asiste a las reuniones y le pone el cuerpo al asunto. La treta logra llegar hasta David Duke, el Gran Mago e histórico líder del KKK. Duke, encantado de sus conversaciones al teléfono con Stallworth, acepta ser el oficiante en su ceremonia de ingreso a “la Organización”, como ellos mismos la llaman. La de Lee es una película de seres desdoblados, de apropiación de identidades ajenas, de gente que aparenta ser lo que no es. Ese tópico del ocultamiento y el cambio de la identidad son usados de manera permanente. Apenas ingresado a la policía, Stallworth, cansado de su puesto en el archivo del destacamento, solicita ser destinado como agente encubierto. Es un hombre de acción, decidido y con valores. Es también un negro que cree al mismo tiempo en la policía y en la liberación de su raza, que reniega de la violencia como método. Reacio en un primer momento a aceptar el requerimiento, el jefe finalmente lo envía como infiltrado a un acto en el que hablará Stokely Carmichael, uno de los líderes de las Panteras Negras, hombre de oratoria inflamatoria e inflamada. Se sospecha que su discurso puede ser la piedra de toque que dispare la guerra racial en la ciudad. Stallworth asiste al mitin y escucha al líder hablar desde el atrio, que parece ir convenciéndolo de a poco, o al menos eso sugiere la alternancia entre el discurso del líder y su rostro, cuando una mención a los “puercos” policías rompe el hechizo. Todo ese segmento exhibe un refinamiento visual que parece llegar desde un meteorito, sorpresivo y luminoso. Siempre con el fondo del discurso de Carmichael, los rostros negros de algunos de los miembros de la multitud se aíslan, solo ellos dentro de un cono de sombras. Es la imagen que encarna el orgullo de tener “labios gruesos, nariz ancha, pelo moteado”, como señala el orador. La secuencia tendrá su corolario en la hermosa escena siguiente, cuando Stallworth y Patrice, la estudiante negra a la que intenta seducir, vayan a bailar a algún pub cercano, en una auténtica celebración de la cultura negra. A Lee puede no preocuparle el trazo grueso, pero imprevistamente demuestra que además de picar como una abeja también puede volar como una mariposa. Dobles aquí y allá, intercambios, manipulación: El infiltrado del KKKlan es de manera bastante obvia una película sobre el racismo en la cultura estadounidense, pero también, y no en menor medida, es una película sobre el poder y sus disfraces. Lo que Lee muestra es que el poder es siempre una disputa sobre un escenario y frente a un público, y que aquellos que son capaces de llevarla adelante de la mejor manera son los que finalmente ejercen el comando. Ron Stallworth camufla su voz en el teléfono y habla “como un blanco” para infiltrarse. Flip cambia de nombre; es judío y aun así sobreactúa el odio hacia su propia raza; tiene la inventiva suficiente como para salir del paso con inteligencia cuando algo en la coartada falla y debe corregirse sobre la marcha; incluso ejerce su papel con tanta habilidad que a pesar de ser un novato logra la consideración de su jefe cuando hay que elegir un nuevo líder para la sección local del KKK. Ese rasgo ya aparece de manera notable en la escena inicial, una humorada a la que luego, sabiamente, Lee decide no regresar pero que le permite introducir el tema general con rapidez y concisión. En ella Alec Baldwin representa a algún político supremacista, con su esperable diatriba acerca del dominio de la raza aria y su rechazo a los negros, los amarillos, al sionismo, al comunismo o a lo que fuere que no cuaje en la cultura blanca, anglosajona y protestante. Las imágenes en las que Baldwin transmite correctamente el mensaje se alternan con las tomas descartadas, momentos en los que el personaje tartamudea, o interrumpe el discurso porque se olvida lo que tiene que decir. El momento es hilarante, pero el contraste entre una versión y otra, entre el Baldwin que recita su parte con eficacia y el que no puede hacerlo muestra ya desde el comienzo el poder de la actuación y de quien puede sostenerla. Pero tal vez ningún personaje sea tan inquietante como el de Duke, capaz de desplegar sus ideas infames y hacerlo siempre con un tono mesurado y convincente. Duke es a su manera el caballero de una plantación sureña, y en su elegancia algo distante, en su elocuencia, se asienta su dominio, lo que vuelve aun mayor el contraste con sus seguidores, trabajadores de cerveza en mano y armas siempre humeantes, un poco como el estereotipo del norteamericano medio: aquellos que no actúan, que se comportan siempre como son. Si Stallworth y Flip finalmente triunfan, es porque son capaces de llevar sus disfraces más lejos y de mejor manera, porque a diferencia del personaje de Baldwin nunca tartamudean. Me detengo nuevamente en el elemento cómico y en el peso que aquí adquiere. La comedia es siempre un corrimiento en el funcionamiento esperable de las cosas, es aquello que se desplaza hacia un costado y al hacerlo atrae hacia sí las miradas. Mientras el drama parece avanzar con sus propias leyes, con esa rara alquimia en la que al mismo tiempo fagocita algo del mundo y puede prescindir de él (o dicho de otro modo: el dolor, si aparece, no necesita de un espectador), la comedia lo es solo y cuando hay una escena, alguien en ella llamando la atención y alguien observando. Solo hay comedia si hay un otro. No es casual entonces que un Lee tal vez más maduro haya optado por ella para hablar de la segregación en un momento histórico en que reaparece con fuerza. Pero como sus personajes, El infiltrado del KKKlan también se duplica, o más aún, se vuelve múltiple: puede ser comedia, thriller de denuncia política, drama o suspense, y puede hacerlo siempre con fluidez, con los excesos propios de quien expresa una alegría por y con el cine que logra transmitirse de manera permanente. Como toda buena obra de arte, cada uno tomará aquello que le interese. Pero con esa suma, la película parece querer decir algo más. “Basada en hechos reales” puede ser un latiguillo siempre eficiente para engrosar la taquilla, pero las menciones a El nacimiento de una Nación, de Griffith, o a las películas de blacksploitation de los setenta son a su manera una declaración de principios, la evidencia que funde la ficción del poder con el poder de la ficción. Lee pertenece a Hollywood, y si algún secreto fue descubierto allí desde siempre es ese.
Se encuentra basada en hechos reales, Spike Lee (“Malcolm X”), filma como los dioses. Nos encontramos con las fuertes declaraciones del Dr. Kenneth Beauregard (Alec Baldwin) en un violento primer plano. El espectador rápidamente se va metiendo en la historia: el Detective afroamericano en el Departamento de Policía de Colorado Springs Ron Stallworth (John David Washington, el hijo de Denzel) logró infiltrarse en “la Organización” con el fin de investigar al Ku Klux Klan y contará con la ayuda del detective judío Flip Zimmerman (el KKK también odia a los judíos porque “mataron a Cristo”) interpretado por Adam Driver, (“Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi”), este una vez allí deberá averiguar todo, asistiendo a las distintas reuniones. Es increíble ver cómo se maneja esta organización, las influencias que tienen con el poder político y económico. Está presente la hipocresía y el odio, tiene toques de sátira, se encuentra muy bien narrado, con momentos de suspenso, tensión, acción e intriga, una banda sonora apropiada, con varios mensajes entre ellos está el racismo de los años 70 y las situaciones que se suceden en pleno siglo XXI, incluyendo imágenes del actual presidente de Estados Unidos (Donald Trump), un film de denuncias, para pensar y analizar.
Estamos ante una explosión de narrativa, nada menos: cuando Spike Lee conecta con la historia que tiene para contar sus relatos se encienden, y de esto hay varias pruebas en una carrera de más de 30 años: Haz lo correcto, Summer of Sam, La hora 25, El plan perfecto. En cambio, la remake de Oldboy se sentía displicente, ajena, abandonada. Infiltrado del KKKlan es una de esas películas de Lee que canalizan bien las energías, que exhiben convicción, incluso en algunos pasajes hasta el exceso. La increíble -pero real- historia de Ron Stallworth en los años 70 es presentada en forma intensamente seductora: un detective negro -el primero de Colorado Springs- se hace pasar por blanco y racista en conversaciones telefónicas con un referente máximo del Ku Klux Klan, y para la investigación cara a cara su rol será jugado por un policía blanco judío. Doble disfraz, o disfraces cambiantes, para una película que sabe jugar esos juegos, que se permite el humor y la tensión sin un programa ideológico que la achate. Están claros los villanos y los héroes, no hay que argumentar de forma tosca. Y en ese sentido, Lee se permite la presentación de policías con limitaciones y buenas intenciones, personajes secundarios casi fordianos y no meramente encarnaciones de ideas prefijadas: Infiltrado del KKKlan es una película con humanos con defectos, brillos, revelaciones a veces tardías y no una exposición sobradora y demagoga de posiciones políticas. Este es un relato que -otra vez- viene a negar esa idea un tanto acomodaticia de que menos es más: aquí, con toda lógica, más es más. El humor se construye con decisión, en algunas breves ocasiones en modo de prueba y error (pero el humor y sus excesos deberían ser perdonados más que tantas represiones solemnes demasiado frecuentes); con tensión armada en función de una empatía evidente, con una banda sonora que define la época y la biografía de los personajes. Esos personajes no necesitan decir a cada rato que creen en las cosas que está bien creer: son algo así como profesionales hawksianos, convencidos de que van a cambiar el mundo mediante un trabajo osado, tan osado como el modo de Lee cuando está convencido: esta es una película que cree que seducir al espectador es la receta más noble, mucho más noble que exigirle esfuerzos inviables para adorar estilos o poses lánguidas sin sustento. A Spike Lee le sigue gustando el cine, y nos lo recuerda sin quietismos ni minimalismos. Más es más.
BLACK POWER No resulta extraño que un film de Spike Lee aborde la temática del racismo en los Estados Unidos, ya que es una característica que corresponde al director, no sólo en su faceta artística sino personal también. Infiltrado del KKKlan toma la historia real de Ron Stallworth, quien a principios de los años setenta se convirtió en el primer detective negro del departamento de policía de Colorado Springs, y quien además decidió hacer algo por su comunidad llevando a cabo una misión muy peligrosa: infiltrarse en el Ku Klux Klan y exponerlo ante la población. Con una producción de enorme potencia, de gran ritmo, con mucha mordacidad y sarcasmo, Lee exhibe lo sucedido en aquel momento durante una época de gran agitación social con la encarnizada lucha por los derechos civiles como telón de fondo, pero haciendo un paralelismo preciso sobre lo que pasa en la actualidad con las minorías que viven en el país del norte. Tomándose el tiempo necesario para la creación de personajes y para presentar en forma precisa cada situación, la película quizás pueda resultar demasiado extensa para algunos; sin embargo, esto se debe a que Lee no quiere presentar los hechos a la ligera, sino que pretende mostrar cada situación de la manera más clara posible. Al buen trabajo del director se suma una brillante labor actoral por parte de un elenco multifacético que representa al dedillo las diferentes características de cada personaje, algo que resulta vital para imprimirle la potencia narrativa que posee el film. Infiltrado del KKKlan va creciendo gradualmente pero en forma vigorosa hasta cerrar la trama principal, pero dejando entrever que la verdadera historia continúa, no sólo en la época en la que se ambienta si no en la actualidad, donde los afroamericanos deben seguir luchando por sus derechos como si no merecieran tenerlos.
Publicado en EL PORTAL DE CATALINA Son pocos los cineastas que pueden dialogar con el presente a partir de la reflexión, y desde la ficción, de aquello que está emergiendo o se ha enquistado en la sociedad. Spike Lee es uno de ellos y en “El infiltrado del KKKLan”, a partir de la simple premisa de un “novato” de la policía que aspira a ser más, pero su color se lo impide, cuenta cómo el racismo extremo ha impedido que las igualdades surjan. Al ímpetu y pasión del personaje principal, se le adiciona un sólido guión (basado en la novela del propio Ron Stallworth), que sólo por la habilidad de Lee para contar desde el humor, cinismo y dolor, nos permite saber más de ese odio desde el centro de la creencia de superioridad pisotea derechos y vulnera aún al más fuerte. El final tras la ficción, con la angustiante actualidad de imágenes reales de un movimiento que se creía descartado, da un cachetazo fuerte al espectador, que saldrá de la sala con la inevitable sensación de saber que en la historia todo se repite.
A pesar de Spike Lee Las bases narrativas y artísticas de Blackkklansman son muy promisorias, porque no sólo se trata de una historia verídica increíble, sino que el encargado de contarla es nada menos que Spike Lee, un gran director. Sin embargo, todo ese potencial termina siendo apenas una buena demostración actoral por parte de sus protagonistas y no mucho más que eso. Blackkklansman está mal guionada y fracasa en la construcción del relato de principio a fin. Es aburrida, anodina y por momentos inverosímil, lo que evita que el espectador genere empatía con su sensible trama, por cualquiera de sus fallidas vías: el humor o el drama. Está muy lejos de lo mejor de Lee. Lo bueno: las actuaciones de Washington y Driver Lo malo: el guion
Sólido guión que transita con delicado equilibrio una historia muy singular Desde tiempos inmemoriales un ser humano tolera y acepta a otro, si es afín con sus pensamientos o comparten la misma religión, como así también la raza o la belleza física, entre tantos otros ítems. Pero cuando nada de esto sucede, la intolerancia y el deprecio mandan. Como en esta nueva película del director negro Spike Lee, quien trae un curioso y verdadero caso a las pantallas cinematográfica sobre un policía afroamericano llamado Ron (John David Washington), hijo mayor del afamado Denzel, que en 1978 logró infiltrarse y conseguir ser socio y miembro activo, con credencial incluida, del Ku Klux Klan. Si, aunque suene increíble, fue una historia real. Ambientada excelentemente en esos años ‘70, con autos, ropa, música y los llamativos peinados afro, se desarrolla este film ubicado en Colorado Springs. La pelea entre los negros y blancos continúa como hace décadas. Nada parece haber cambiado con los siglos. El blanco se cree superior y, como mínimo, discrimina a los que no profesan su misma ideología ni tienen el mismo color de piel. Desde el comienzo, para generar una ruptura, Ron logra entrar y egresa como policía en un territorio dominado por los blancos. Después se convierte en un agente infiltrado en ese Klan. Pero ello, y para presentarse personalmente y que no lo rechacen, necesita de un doble suyo por lo que le pide colaboración a un compañero blanco de la policía, Flip (Adam Driver), que cumple con el aspecto físico necesario para ser parte del Klan, aunque con unos detalles, él no es racista y es judío. La trama gira en torno al intento por parte de la fuerza policial de desbaratar a éste brazo local de dicha asociación, liderada a nivel nacional por David Duke (Topher Grace). El relato avanza entre la lucha y militancia por igualdad de oportunidades para todos, donde se destaca por su activismo Patrice (Laura Harrier), quien se enamora de Ron. El director maneja con un delicado equilibrio, los momentos en que deben transitar cada secuencia de los dos bandos, como así también cuando se entrecruzan, para recrudecer la segregación, el odio, y la violencia extrema. Con un sólido guión y una dirección, que no sólo se dedica a narrar el arriesgado trabajo de un policía que realizó hace 40 años, sino también a tomar este hecho y transformarlo en una denuncia de carácter político y social, para que, como está escrito renglones arriba, demostrar que nada cambia y, para eso, quédese mirando hasta el final de la proyección.
Decía Hitchcock que hay muchas cosas de la vida real que no se pueden filmar porque nadie las va a creer. A Spike Lee, parece, eso no le importa: aquí narra la increíble, muchas veces cómica historia de un detective que decidió ser famoso y se infiltró en el Ku Klux Klan junto con un compañero judío. Sucede en los años setenta, tiene un filo bastante interesante porque Lee conoce los mecanismos de la sátira y dirige actores como pocos realizadores. Todo es vivaz, en tensión, vertiginoso, lo que hace que olvidemos el absurdo de base y aceptemos lo que va sucediendo en la pantalla. Es curioso ese efecto, porque por un momento olvidamos el asunto “negro en el Klan” y empezamos a oír esos discursos disparatados del racismo, algo que se logra porque el director entiende perfectamente dónde nos está llevando y sabe cómo llegar a destino.
Basada en el libro Black Klansman (memorias de Ron Stallworth, primer detective afroamericano de Colorado Spring), la trama reconstruye cómo Stallworth logra infiltrarse en el mismísimo Ku Klux Klan. La gran particularida de esta misión es que el doble agente es negro y pincha de modo efectivo los recursos de la organización racista más grande y nefasta en la historia de los Estados Unidos. Con una minuciosa ambientación en la década del setenta, Lee nos propone un recorrido a través de los dos bandos: los blancos defensores de la supremacía aria y los defensores del poder negro. La tensión entre ambos bandos está presente a lo largo de las más de dos horas de película y desemboca en un epílogo completamente desalentador sobre el mundo contemporáneo. El humor está a la orden del día y juega en absoluta coherencia con la premisa de la trama: a través de los contrastes. Logra mostrarnos que la tensión racial es tan absurda como extrema, y es una especie de caza de brujas que, lejos de desaparecer, se encuentra cada vez más en auge, de la mano de los cada vez mas gobiernos de derecha a lo largo y lo ancho del mundo. Además sabe generar un espacio para mostrar cierta emergencia de preocupaciones de género que, más allá de las raciales, trazan otra brecha de desigualdad: los arios y los afroamericanos, los hombres y las mujeres.Y desnuda también los entramados de abuso de poder que se dan dentro de las fuerzas policiales. LO MEJOR: El ritmo para la comedia y las actuaciones, sobre todo de Adam Driver, quien interpreta a un detective judío que debe fingir odio hacia su colectividad para hacer que la investigación avance. LO PEOR: Algunos movimientos d e cámara te hacen salir de la película para pensar en su plan de rodaje. La cámara va y viene en un travelling lateral en algunas oportunidades, y uno se distrae de la historia para pensar “aaah, esto lo grabaron después de lo anterior”.
La nueva película del director de “Haz lo correcto” lo muestra retornando a su mejor forma, con un relato basado en un hecho real que combina policial, comedia y manifiesto político contra el racismo. John David Washington encarna a un policía negro que, con la ayuda de un colega (Adam Driver), logró infiltrarse en el Ku Klux Klan de Colorado en los años ‘70. La nueva película del realizador de HAZ LO CORRECTO lo muestra combinando varias vertientes de su cine para entregar uno de sus mejores títulos en mucho tiempo. Por un lado, es una película militante. Por otro, es un thriller policial. Y, a la vez, una comedia de formato casi clásico. Todo eso, como en sus mejores filmes, fluye a la perfección, logrando a la vez funcionar como relato de género y como manifiesto político por los derechos de los afroamericanos. INFILTRADO DEL KKKLAN (BLACKKKLANSMAN) se centra en una historia real que sucedió en Colorado a principios de los años ‘70 cuando la policía de la ciudad de Colorado Springs decidió aceptar candidatos negros a su fuerza. Allí se sumó Ron (John David Washington), un joven con un enorme afro en el pelo y una actitud un tanto militante para ese lugar tan conservator y tradicionalista. Maltratado por sus propios compañeros, el hombre enfrentaba todo tipo de bromas y agresiones como podía hasta que un día decidió ofrecerle a su jefe hacer algo que él podía realizar mejor que nadie: infiltrarse en la comunidad negra. Es así que conoce a militantes ex Panteras Negras sobre los que tiene que reportar para su fuerza. Y es así que termina enredado románticamente con Patrice (Laura Harrier), una militante del “black power”. Pero lo mejor vendría después ya que, buscando nuevas oportunidades para trabajos de infiltración policial, Ron ve un aviso del Ku Klux Klan en un diario y no tiene mejor idea que llamar por teléfono. Modificando su voz y acomodando su dicción (un chiste recurrente del filme), logra convencer al que lo atiende de su genuino interés de ingresar al tristemente famoso grupo racista. Consigue una reunión para aplicar pero por obvios motivos no puede presentarse él mismo por lo que otro agente especializado en trabajar “undercover” se hace pasar por él. O algo así. Es de ese modo que Flip Zimerman (Adam Driver) se hace llamar Ron y logra convencer a los muchachos del KKK de que es uno más de ellos aunque en realidad es judío, algo que los de la túnica blanca tampoco ven nada bien. La película seguirá los enredos que se producen en el intento de infiltración de ambos en el KKK. El verdadero Ron sigue trabajando en el caso haciéndose cargo de las comunicaciones telefónicas (por motivos que nunca se entienden bien, ya que es un riesgo un tanto inútil que corren pero que parecen hacer para divertirse) y siguiendo de cerca a Flip, por si surge algún problema. Y es obvio que puede surgir porque el test de aplicación lleva a que ambos tengan que usar sus más groseros y terribles epítetos contra negros y judíos imaginables. Todo esto llevará al descubrimiento de un posible atentado contra los estudiantes universitarios militantes negros como víctimas. Como acostumbra, pero de manera más orgánica y con menos ruido que en otros filmes suyos, Lee mete momentos documentales, ironías políticas actuales, chistes varios y escenas (como una con Harry Belafonte, otra con Alec Baldwin, entre otras) que tienen su acostumbrada marca de estilo, con los racistas blancos de entonces y de ahora como eje de lo que está históricamente mal en su país. Y tanto los apuntes más sutiles de humor como algunos de los más gruesos (no todos) aportan para que BLACKKKLANSMAN sea a la vez un efectivo filme de género con dupla policial de por medio (una inversión de roles del formato ARMA MORTAL) que funciona como tal y una película sobre los prejuicios raciales en la vida, en la cultura y en el cine. Como en las películas que lo posicionaron como una de las grandes voces del cine afroamericano de todos los tiempos, Spike Lee vuelve aquí a aportar a dos causas conjuntas: la política y la cinematográfica.
Cine y racismo en Estados Unidos: el regreso de Spike Lee Corren los años 70 y Ron Stallworth (John David Washington) es el primer afroamericano en entrar a la Policía de Colorado Springs, Estados Unidos. Para vencer el recelo de sus compañeros y ganarse un lugar en la fuerza, le propone al jefe hacer alguna tarea como agente encubierto. Entonces lo envían a hacer tareas de espionaje en los Panteras Negras. Al mismo tiempo, Stallworth decide infiltrarse en el KKKlan para obtener información de sus actividades y para ello se hace pasar por un blanco, vía telefónica, y apela a un compañero suyo, judío, Flip Zimmerman (Adam Driver), ya que por obvias razones él no puede hacerlo. Basada en una historia real, Lee, (Haz lo correcto, Malcom X, Hora 25) vuelve al cine con un policial político. Con un lenguaje crudo, de trazo grueso, híper racista y chocante, el director narra la historia de este policía negro que se infiltra en el Klan para denunciarlo. Alejado del dramatismo de Malcom X, Lee elige el sarcasmo, el tono irónico para evidenciar el racismo. Con diálogos y escenas cómicas, se toma la licencia de contar una historia trágica de forma humorística. Desde la escena en que Ron se presenta como candidato para entrar a la fuerza, la película es una comedia. El cineasta expone los personajes del Klan con un estilo grotesco, caricaturesco y esto quizás le quita el peligro que esta organización significó y significa para las personas afroamericanas en los Estados Unidos. Con referencias al Blaxploitation, film de explotación negra, un movimiento cinematográfico de los años 70 que tuvo como protagonista a la comunidad afroamericana, el film indaga en cuestionamientos morales, en las contradicciones de ser negro y estadounidense y sobre la identidad. Está presente también el caso de Flip que entra en crisis y reconoce que siempre ha ocultado ser judío, algo que Ron no ha podido hacer, o la interpelación que Patrice (Laura Harris), activista del Black Power, le hace al protagonista por el hecho de ser negro y policía . Como si no le alcanzara, Lee va por más y avanza sobre los mitos fundacionales del cine norteamericano que, a través de Hollywood, aportará lo suyo a la segregación y lo plasma a través de la escena en la que el Klan se reúne para ver la proyección de El nacimiento de una nación, 1916, película pionera en el desarrollo del lenguaje cinematográfico como también de un racismo feroz o cuando critican Lo que el viento se llevó, haciendo referencia a que los negros siempre sirven a los blancos. Hasta aquí el gran Lee mantiene la tensión típica de un policial y denuncia en cada escena el racismo y la supremacía blanca. Pero también hay otra lectura. Las escenas en el Departamento de Policía delinean a los agentes como si fuera un grupo de amigos que se ríen del Klan y que intentarán, sobre el final, salvar a la activista del Black Power, Patrice, con la que el protagonista ha entablado una relación. Algo poco creíble en el Estados Unidos de los 70 (y ahora) donde la policía era (y es) el brazo armado del poder político híper racista y que salía (y sale) a cazar activistas afroamericanos. En este punto Lee entra en contradicción, le lava la cara a la policía, la salva como institución, la decora y embellece. Según un estudio elaborado por el diario británico The Guardian, los jóvenes negros tienen nueve veces más probabilidades de ser asesinados a manos de la Policía más que cualquier otro estadounidense. La comunidad negra cuenta con la tasa de mortalidad más alta, uno de cada 65 jóvenes negros muere asesinado por la policía. Es aquí donde la historia contrasta con la realidad. En este sentido voces críticas se expresaron en Estados Unidos cuestionando la película. El cineasta Boots Riley, que recientemente estrenó Sorry to Bother You, una gran comedia anticapitalista con jóvenes negros como protagonistas, publicó un ensayo de tres carillas criticando el tratamiento de El infiltrado.... En éste plantea, por un lado, que la historia está manipulada ya que el verdadero Ron Stallworth se habría infiltrado por años en organizaciones negras radicales y lo del KKKlan sería una anécdota menor. Riley planteó: Es una historia inventada en la que sus partes falsas tratan de hacer de un policía, el protagonista, un luchador contra la opresión racista. Se está exhibiendo mientras el tema de Black Lives Matter sigue en discusión, y eso no es una coincidencia. Hay un punto de vista detrás de esto. Más allá de las críticas, la película está conquistando una amplia audiencia. Sin embargo, para cerrar su film Lee escoge violentas escenas documentales que muestran claramente el accionar de la fuerza policial al servicio del poder de turno en la brutal intervención de la policía en Charlottesville en agosto de 2017, y donde se puede ver la presencia de David Duke, quien fuera el Gran Mago del KKKlan y que aparece en la película. El director advierte sobre el estado real de la supremacía blanca, la violencia racista y la opresión sobre la comunidad afroamericana, recargado ahora con Trump en el poder. Las imágenes del final, hielan la sangre, sacan la risa que minutos antes se había instalado en la boca. Las escenas más delirantes se vuelven siniestras y Lee logra poner el foco en la situación actual, golpeando sin piedad al espectador que hasta ese momento había logrado relajarse.
Critica emitida por radio
Valiéndose de una notable recreación de época y echando mano a su habitual potencia visual y precisión narrativa, Spike Lee ejercita un notable ejercicio de cine de género mainstream con abundante contenido político, que refleja en los ecos presentes las condenables prácticas de segregación y anulación racial provenientes de una época cercana (el relato se emplaza en 1978), que destilaba odio e intolerancia. Una temática que es indisociable desde los comienzos mismos del séptimo arte: podemos mencionar icónicas producciones que, bajo su excelso manejo del lenguaje narrativo, incentivaron el racismo como “El Nacimiento de una Nación” (1915). Un autor comprometido, el cineasta afroamericano, cuya obra entera posee un alto grado de pertenencia social, deja ver su mirada crítica acerca de una latente intolerancia en las clases gobernantes que aún validan (desde la impunidad más cruel) la violencia racial, inclusive amparados en el relato que los medios de comunicación masivos deciden ‘tejer’ como verdad consensuada. Si una década atrás, Lee arremetía contra las responsabilidades que no asumió el gobierno estadounidense en el momento del desastre provocado por el imprevisto meteorológico del huracán Katrina (en el telefilm documental de HBO “Una Tragedia Americana”), aquí el realizador de “Haz lo Correcto” (1989), se hermana con la causa social de su pueblo, bajo la necesidad de documentar la raíz de un mal endémico, que desnuda las falencias de una sociedad que produjo semejantes hecho de opresión, discriminación y maltrato racial. Regresando a las bases del género policial, que explorara por última vez en “Un plan perfecto” (2006), Lee adapta a la gran pantalla el libro “Black Klansman”, editado en 2014, con miras a reflexionar sobre dilemas raciales que no han cambiado en absoluto, en más de medio siglo desde el auge de las protestas civiles encabezadas por los líderes negros Malcolm X (cuya vida Lee llevara al celuloide, en 1992) y Martin Luther King. Lo valioso del film de Lee radica en su carácter auténtico: nos alerta sobre un peligroso espejo de la realidad actual, desnudando la omnipresente farsa del poder bajo un crudo alegato que resuena en nuestros tiempos de manera suspicaz. El tristemente célebre Ku Klux Klan (KKK), fue una organización de extrema derecha, creada durante el siglo XIX, en tiempos posteriores a la Guerra de Secesión (1861-1865), y que promovía de modo temerario la supremacía de la raza blanca. Racistas, xenófobos, antisemitas y homofóbicos, estos condenables grupos recurrían a la intimidación y la persecución (como la quema de cruces y actos varios de terrorismo) como mecanismos violentos para la imposición de sus ideas. Dentro de este hervidero de intolerancia, inserto en la Estados Unidos post Richard Nixon, es que se adentra nuestro héroe encubierto. John David Washington, epicentro absoluto del relato, porta el carisma en la sangre. El hijo del inigualable Denzel se roba la pantalla en cada escena que aparece, convirtiéndose en el nervio emotivo de la película, a medida que se aventura en adentrarse en esta peligrosa célula extremista. Asimismo, como estudio social, resulta vita el análisis que provee sobre el rol político que cumplieron las ‘panteras negras’, desde fines de los años ’60. Las ‘Black Panthers’, formadas en California, ocuparon un fundamental rol en el movimiento por los derechos civiles. Oponiéndose a las luchas pacíficas de King y descreyendo de cualquier cambio proveniente de los derechos civiles ‘tradicionales’, optaron por una postura pública tan arriesgada como violenta. Sus dos fundadores fueron Huey Percy Newton y Bobby Seale (autor del libro “Power To The People. The World Of The Black”), predicantes de una guerra revolucionaria, dispuestos a tomar la voz de todos aquellos oprimidos, sea cual fuere el grupo minoritario al que perteneciesen. Luego de interesantes incursiones como “Oldboy” (2013) y “Chi-raq” (2015), Lee confirma su vigencia firmando su mejor film en más de una década. Corroborando tales pergaminos, “Infiltrado en el KKKlan” arrasó en la temporada de premiaciones, obteniendo un Premio Oscar (a Mejor guion adaptado), destacado en el Festival de Cannes (Gran Premio del Jurado) y adjudicándose cuatro nominaciones en categorías principales para los Globos de Oro (Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Actor de Reparto y Mejor Director). Practicando un vibrante cine de denuncia sobre un accionar repudiable, la sutileza de un autor como Lee no lo priva de recurrir a la comicidad, bajo la necesidad de no volverse solemne. El perfecto equilibrio otorgado por un cineasta inteligente que conjuga su jugada maestra valiéndose de la mentada noción que ‘la venganza es un plato que se sirve frío’.