Colocando productos No hay nada particularmente sorprendente en Emoji: La Película (The Emoji Movie, 2017), por lo menos en lo que respecta a la colocación descarada de productos del enclave digital en el sector infantil y/ o adolescente, o en lo referido al mismo hecho de intentar reforzar la obsesión contemporánea para con los celulares y toda esa bola de nieve de simplificación comunicacional que trae aparejada (aquí “simplificación” es por lo general sinónimo de pauperización, ya que una de sus consecuencias principales es la supremacía de la imagen más fugaz por sobre la riqueza del texto, al cual nunca complementa sino más bien reemplaza). Desde el nacimiento del séptimo arte, y la conformación de las dimensiones industriales del medio, el grueso del mainstream ha insertado publicidades de productos en films mucho peores y más huecos que el presente… aunque también en mejores películas. Ya el mismo título señala que hablamos de una gesta animada centrada en el universo de los emojis, esas versiones recargadas de los viejos emoticones: Gene (T.J. Miller) es un emoji de “meh” -léase indiferencia o aburrimiento- que vive en Textopolis, la ciudad digital del teléfono de un adolescente, Alex (Jake T. Austin), quien padece los problemillas funcionales que se desencadenan cuando Gene, de entre todos los emojis, es seleccionado para salir al ruedo en una conversación y entra en pánico, lo que deriva en un intento de borrado por parte de Smiler (Maya Rudolph), la líder “carita sonriente” del centro de texto, y una huida junto a Hi-5 (James Corden), el emoji de una mano, y la hacker Jailbreak (Anna Faris), quien promete reprogramar a Gene para corregirlo una vez que los tres logren subirse a la nube vía Dropbox, aplicación a la que deben llegar en un periplo por el celular. La realización no se anda con vueltas y decide “inspirarse” en obras similares -pero muy superiores- como Tron (1982), Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), La Gran Aventura Lego (The LEGO Movie, 2014) e Intensa Mente (Inside Out, 2015), y de paso incluye spots para nada sutiles de Dropbox, Candy Crush, YouTube, Just Dance, Instagram, Spotify, etc. El resultado final es bastante pobre aunque no llega a ser horrible porque por lo menos mantiene sin mayores modificaciones la estructura de la fábula del excluido que emprende un viaje de autodescubrimiento que termina homologándose a una reafirmación de los rasgos individuales, un sustrato narrativo que a su vez se remonta a El Patito Feo, el famoso cuento de 1843 de Hans Christian Andersen. Aquí Gene, en lugar de ser un emoji unidimensional como sus colegas, tiene la capacidad de cambiar sus expresiones a gusto. Si dejamos de lado las interpretaciones vinculadas a si la propuesta induce a la utilización de muchos emojis al mismo tiempo para “enriquecer” nuestros chats o si directamente nos invita a que tiremos todo el abecedario por la borda, lo que queda es un relato apenas amable que no se aparta ni un ápice de las fórmulas ya testeadas hasta el hartazgo, una estrategia que por cierto le encanta al segmento menos iluminado de Hollywood y a los mamertos de marketing que dominan los estudios hoy por hoy. Las representaciones animadas de las herramientas, funciones y aplicaciones que ofrece Emoji: La Película tampoco son particularmente interesantes ni consiguen crear un mundo propio en la línea de Intensa Mente, circunstancia que nos lleva a pensar que -de hecho- la dimensión artística no fue prioritaria en el armado general y que las máximas de turno pasaron por vender productos/ marcas y abogar por el viejo propósito de que los niños encuentren ellos solos su lugarcito en el mundo, consumiendo por supuesto esos productos y marcas sponsoreadas…
Dentro de tu celular existe un entramado de aplicaciones que plantean una nueva forma de comunicación virtual. Entre ellas se encuentra Textopolis, la tierra en donde habitan tus emoticones favoritos: Sonrisa, LLanto, Popó, Hi-5 y nuestro protagonista Gene, quien a pesar de ser hijo de una pareja de “Meh”, y ese parece ser su legado, se distingue porque nació sin filtro y su rostro puede adoptar múltiples formas. En este universo colorido y amigable, cada personaje es unidimensional, o sea tiene una sola expresión facial. Cada quien cumple su función en el móvil, y no hay lugar para alguien distinto y desestabilizante como Gene. Por lo que cuando este falle en su rol, la exitista Sonrisa (coordinadora del lugar) ordenará que lo eliminen a los antivirus. Es así que Gen escapará a hacia otras aplicaciones junto a un poco utilizado Hi-5, e irán en busca de la emoji hacker Jailbreak, para que lo reprograme y así pueda definir su gesto. La idea y los personajes de Emoji: La Película son atractivos, pero no conceden nada nuevo al mundo de la animación, por el contrario en cada escena hay una especie de deja vú de otras historias que ya vimos, como puede ser La Gran Aventura LEGO, Intensa-Mente o la propia Toy Story, donde la trama argumental giraba en torno a la vida privada de los juguetes, en este caso emojis. Perdiendo calidad y gracia ante las referencias citadas, esta cinta no provoca muy poco. La dupla principal, Gene y Hi-5, nunca logra el contrapunto cómico, más bien Hi-5 se torna pesado e inoportuno, y la química con la bella Jailbreak, oscila entre un casi pedido de convivencia y el tedioso sentimiento de culpa de Gene, por considerarse en la obligación de cumplir con el legado social impuesto. Como en una buena fábula, todos terminarán siendo aceptados con sus diferencias, pero siempre adaptándose al sistema. Por lo pronto, con Emoji: La Película, los más pequeños terminaran subyugados por la sola imagen de los emoticones, quienes brincan alterados de un lado al otro de la pantalla, mientras que los más grandes sabrán apreciar la poca dimensión artística de este producto marketinero carente de alma.
“Emoji, La película” Un comercial de 86 minutos. Una intrincada red comercial se tejen alrededor de las producciones, no es noticia. La habilidad para ocultarla tras una interesante premisa haciendo de ellas parte del espectaculo es hablididad que han demostrado más de un estudio con mucho éxito… Como en los filmes sobre figuras de reconocidas marcas de juguetes, la inteligencia está en hacer de ellos los depositarios de ideas que renueven el juego, que den una bocanada de aire fresco a un chiche que perdió el encanto. The Lego Movie (2014) y su spinoff The LEGO Batman Movie (2017) supieron redescubrir lo divertido de esos juguetes dándoles un auténtico baño de socarronería. Pues parece que muchos entendieron, o así pareció, que no era el personaje en cuestión sino más bien lo que haría con él. Eric Siegel y Anthony Leondis, los guionistas de este film lo hicieron sin la menor simpatía por esto. Porque si hay algo claro en el mensaje de esta historia no es otra que los almibarados tópicos con que se sigue sosteniendo que debe entretenerse a los infantes, con una falta total de respeto por su inteligencia o si quiera con lo que les produce placer. Sumado a un personaje que pudo ser interesante cuando fue novedad hace ya mucho tiempo, un emoji. Pero vayamos a la historia: Los protagonistas habitarán la tierra de Textopolis, donde todos los emojis favoritos de la gente cobran vida. Todos los personajes tienen una sola expresión facial a excepción de Gen, un emoji que nació sin filtro y se llena de múltiples expresiones. Para lograr ser normal, Gen se embarcará en una aventura o “app-ventura”, junto a sus amigos Hi-5 y Jailbreak. Hay sin embargo una intención y es innegable que se intenta exponer a los niños a una realidad actual que es el romper con los cánones establecidos y ser por propia decisión uno mismo, aceptar, comprender, lograr vincularse desde lo que sos y no lo que se espera que seas. Pero que se pierde en tanta cantidad de lugares comunes que abruma por lo plano con que son argumentados. Tanto el universo digital, por llamarlo de alguna manera, como el humano, aquel que utiliza estas aplicaciones, se los muestra sin más conflicto que un emoji mal enviado, una espantosa muestra de un White People Problems. Ni que hablar de ese horrible doblaje que debemos soportar en el que a los personajes les ponen acentos latinoamericanos, forzando aún más los chistes fáciles sobre dicción, un horror. En definitiva es un film olvidable, prácticamente realizado a las apuradas o como un largo comercial de venta de aplicaciones telefónicas, con personajes amontonados para lograr que el monto exprese tanta cantidad de referencias actuales que son insultantes. La hacker Jailbreak, princesa liberada de su condición que promete empoderamiento femenino o su amigo “Dame Cinco” que pretende ser el alivio cómico a una historia que se supone lo ha sido desde el principio. Sin un sentido visual atractivo, carente de emoción y poco arriesgada no es un film para niños porque los aburriría hasta el hartazgo, ni para adultos que no tendrán la mínima intriga de como termina todo, simplemente querrán que lo haga.
La película de los Emoji ya se ganó un merecido puesto entre las peores producciones realizadas en la historia de la animación, junto con Delgo (2006), Las aventuras del Conejo Americano (1986), Doogal (2006) y esa inolvidable obra maestra de la mediocridad que fue Titanic 2: La leyenda continúa (2000). Aquel film del director italiano Camilo Tetti era un espanto pero al menos lograba hacerte reír por el contenido lisérgico de la historia. Nos referimos a una propuesta que se relacionaba con la tragedia del famoso barco e involucraba a un perro rapero y un ratón brasilero que jugaba al fútbol. Por el contrario, Emoji ni siquiera es graciosa y lo más triste de todo es que por esta basura el estudio Sony canceló el regreso de Popeye a los dibujos animados que iba a dirigir Genndy Tartakovsky (El laboratorio de Dexter, Samurai Jack). Cuando el objetivo es desarrollar una película desde la desesperación comercial sin cuidar el contenido artístico pasan estas cosas. El concepto de este estreno puede sonar estúpido pero con un grupo de artistas creativos tal vez podría haber surgido algo ameno y entretenido. En los años ´80 nadie daba un peso por la serie animada del video juego Pac-Man y después se convirtió en un clásico del estudio Hanna-Barbera. Lo mismo ocurrió hace poco con Lego que hasta el momento en que llegó a los cines no esperábamos que pudiera ser tan buena. En el caso de los Emoji el estudio Sony no tuvo un concepto sólido para desarrollar el film y los realizadores se limitaron a robar de manera burda elementos de Ralph, el demoledor, Intensamente y Toy Story. El director Tony Leondis, cuyos proyectos en Dreamworks nunca llegaron a buen puerto, ofrece un cínico relato sobre la importancia de aceptarse a uno mismo que no es otra cosa que un largo comercial de aplicaciones de teléfonos celulares. No ayudó tampoco que el protagonista sea Meh, el emoji desinteresado que resulta muy aburrido. La gran aventura que emprende para salvar a su mundo pasa por llegar a Dropbox y en el camino visita aplicaciones como You Tube, Spotify, Instagram y Candy Crush, entre otras. No hay más historia que eso. El tratamiento del humor es un desastre y todos los chistes suenan forzados porque los guionistas nunca tuvieron claro que querían hacer con los personajes. Emoji es una película que genera irritación por su pereza creativa y falta de corazón. No hubo un esfuerzo por construir una historia entretenida para el público infantil, ya que el foco de atención se centró en la venta de aplicaciones digitales que hoy saturan la cabeza de los chicos desde los tres años. La falta de imaginación y el humor malo además generan que el público adulto tampoco pueda conectarse con el espectáculo pobre que se ofrece. En definitiva Emoji es esa clase de niñera electrónica a la que muchos padres suelen acudir cuando necesitan que los chicos estén quietos mientras hacen otras cosas. No importa que el contenido les lime la cabeza con el incentivo a consumir aplicaciones como zombis descerebrados, mientras se queden callados frente al televisor la película funciona. Si bien desde los aspectos técnicos esta producción está bien lograda su contenido mediocre genera que se destaque entre las peores producciones animadas del último tiempo. Si la idea es llevar a los chicos al cine, cualquier film clase B del género tiene más mérito que esta bazofia mercenaria con la que no vale la pena perder el tiempo.
Una mala película hecha a las apuradas sin gracia ni ideas, y como si fuera poco, con una estética nada original y atractiva. Un fiasco. Hay mucho emoji al comienzo, pero luego durante el desarrollo nos...
Humanizar productos del mercado es una variante muy usada en las películas de animación. Aquí se meten con el mundo de los emojis que viven en el smartphone de una adolescente que no sabe como expresarse. Pero así como los films dedicados al mundo Lego estaban llenas de fantasía, humor corrosivo y delirios. Aquí solo se trata de una historia convencional del descubrimiento del valor de la amistad, la revalorización de los sentimientos de pareja y de amor filial y no mucho más. El protagonista que no encaja en su sociedad es porque es un emoji que no se resigna a un solo gesto y puede expresar sus emociones. Si ese es el error imaginen a los gendarmes del orden. Y el peor miedo que tiene ese mundo es que el dueño del celular se presente en el servicio técnico y borre toda la información. En fin, salvo algunos hallazgos y reflexiones sobre la fama, el deber ser exitoso o que el salvador sea el pajarito de twiter, el entretenimiento será para los mas chicos y pasara sin pena ni gloria.
Un mundo de emociones. Si faltaba algo era una película que toque la problemática de un emoji (ciclotímico?). Nuestro protagonista llamado Gene -hijo de dos emojis Meh- que en su “naturaleza” siempre debería estar casi triste/deprimido/aburrido casi nada… sufre un complicado trastorno que le impide mostrarse como debería y es capaz de hacer múltiples expresiones. Ellos viven en Textopolis una ciudad donde están todos y esperan por ser elegidos para mostrar su “mejor” cara. Todo esto ocurre dentro de un celular de un jovencito llamado Alex. El problema ocurre cuando llega el turno de Gene y es elegido, ubicándose en una especie de ciber cápsulas para ser escaneados y enviar en ese instante el estado, y el resultado fue este:
Mundo ágrafo. En Emoji: La película se dice que ya no es cool escribir y que ahora garpa más acertar un emoticón para que el interlocutor sepa exactamente qué está pasando. También que leer no tiene sentido, que para qué si ahora todo se puede ilustrar. Celebración de las patologías y de los vicios más dañinos de la era digital, Emoji olvida que quien no lee difícilmente pueda alguna vez articular un discurso propio que vaya más allá de la reiteración de ideas ajenas. Sus creadores tampoco parecen saberlo, dado que no hay prácticamente nada que no huela a refrito. Acá entran incluso sus lineamentos básicos: lo de meterse “dentro” de la tecnología informática es algo con lo que Hollywood viene fantaseando desde Tron (1982), y ya el año pasado Angry Birds le birló el rótulo de “Primera película basada en una aplicación”. Dueño de una estética que de tanto brillo obliga a entrecerrar los ojos para no encandilarse, el film de Tony Leondis tiene a las caritas conviviendo en un mundo llamado “Textópolis” mientras esperan el turno de salir a trabajar. Es decir, a que el pibe tímido y secretamente enamorado de su compañerita que comanda el celular abra el aparato y se disponga a mandar un emoticon. No a escribir, claro: parece que en la adolescencia ahora hay que ser ágrafo para levantar. Lo que sucede a partir de ahí es algo muy parecido a Intensa-mente: un control central desde donde se pulsa la figura elegida, y de allí al exterior mediante la pantalla. El tema es que todas las caritas tienen que tener ese único gesto, porque si no dejarían de servir para su misión ilustradora, e “Indiferencia”, que la llaman algo así como “Meh”, tiene muchas. Es una falla que un Triunvirato de emoticones, liderados por la malvada sonrisa dientuda y alertados de un pedido de cita del pibe con el servicio técnico, decide solucionar pidiendo su cabeza. Sin imaginación para crear un mundo metadigital, a Emoji no la ayuda ni siquiera el doblaje, que hace perder la potencia explosiva de la voz de T. J. Miller (el programador dueño de la casa de la serie Silicon Valley) en el idioma original. Otra cosa del doblaje: atención al icónico sorete con la sonrisa, porque por su voceo y su forma de conjugar verbos parece ser, mínimo, rioplatense. El buenudo de “Meh” escapa con la manito “Hi-5”, otro descastado, y se vuelven terceto cuando den con una hacker que sabe moverse por el sistema operativo, incluida la temida papelera de reciclaje. La mezcla entre fallados y descastados también estaba en Ralph El demoledor. La diferencia es que la película de Disney era autónoma de su contexto “real” y, por lo tanto, siempre vigente, y en ésta se habla con nombre propio de Spotify, Youtube, Dropbox, Facebook, Twitter y demás, lo que significa condenar a la película a envejecer de acá a cinco años, cuando el desarrollo informático haga que todas esas aplicaciones sean superadas por otras mejores. Otra diferencia es que Ralph era genuinamente emotiva a pesar de su moraleja. Ésta, en cambio, intenta que sea la moraleja el motivo de la emoción. Emoji es un pulgar abajo al lado de la carita roja de bronca.
Esta cinta de animación imagina cómo es la vida de los emoticones dentro de un smartphone En el interior del celular existe todo un mundo secreto nunca antes visto. Oculta tras la aplicación de mensajería instantánea, se encuentra una ciudad llamada Textópolis, donde viven y trabajan todos los emoticones. En este universo, cada emoji tiene una sola expresión facial, excepto Gene (un emoticón Meh) que nació con una falla técnica que le provoca cambiar su semblante de manera descontrolada. Determinado a convertirse en "normal" como el resto de emojis, comenzará una épica "app-ventura", en la que se sumergirá por las profundidades del teléfono y sus aplicaciones para encontrar el código que solucione su problema. Es imposible no emparentar esta cinta dirigida por Anthony Leondis con los argumentos de Intensamente o Ralph, el demoledor de Pixar y Disney respectivamente. Claro que a diferencia de aquellas dos, esta no tiene ni la profundidad argumental, ni personajes tan queribles y mucho menos, la belleza visual y artística. Esta excéntrica historia con emoticones parece una excusa para utilizar las "caritas" y objetos más populares de la cultura del chat actual. El doblaje al español de todos los personajes tampoco ayuda, los padres del protagonista hablando en un "mexicano cerrado" no facilitan en nada la comprensión del texto. La utilización de algunas apps como escenarios en donde se desarrolla la historia no deja de sonar a "chivo" encubierto: Spotify, Facebook, Instagram, Twitter son algunos de los parajes que recorren los protagonistas en secuencias hiladas sin mucha coherencia. Seguramente los niños muy pequeños podrán disfrutar el filme; los colores y la simpleza de rasgos la hace una cinta amigable para infantes, pero los mayores extrañarán las bromas, gags y diálogos de otras películas animadas que no olvidan al público adulto. 86 minutos de metraje que se hacen difícil de coronar con una "carita feliz" Descripción: Resultado de imagen para 😕
CARITA TRISTE No esperábamos nada bueno, pero tampoco semejante desastre. Con “Emoji: La Película” (The Emoji Movie, 2017) atestiguamos la verdadera debacle del cine norteamericano, al menos el de animación. Todo aquello que funciona a las mil maravillas en “La Gran Aventura Lego” (The Lego Movie, 2014) y sus derivados, incluso en películas como “Trolls” (2016) –o sea, historias que pudieron despegarse del ‘producto’ y ofrecer una narración original y entretenida, justamente, a pesar de ello y sólo como motor de la trama-, acá queda en evidencia y, encima, manda todos los mensajes incorrectos. Entendemos que es una película para los más chiquititos, llena de colores, formas y personajes ¿queribles?, pero existe cierta responsabilidad sobre lo que se expone en pantalla y, admitámoslo, en ese sentido “Emoji: La Película” mea fuera del tarro. El director y guionista Tony Leondis (“Igor”) tenía la oportunidad perfecta para hablar sobre las nuevas formas del lenguaje, nuestra alienación y rendición ante los dispositivos electrónicos, y la pérdida de comunicación personal, entre tantas cosas. En cambio, eligió sumergir su aventura animada en un mar de marcas, aplicaciones y jueguitos muy reconocibles, ponderando el uso de celulares a cada momento, incluso más allá de la resolución del conflicto. Ya perdimos a los adolescentes, ¿realmente quieren empezar con los más chicos? La nueva producción de Sony Pictures Animation –responsable de franquicias de éxito moderado como “Open Season”, “Lluvia de Hamburguesas” (Cloudy with a Chance of Meatballs), “Los Pitufos” (The Smurfs) y “Hotel Transylvania”- se ambienta en el interior del teléfono celular de Alex, adolescente que, como tantos otros, vive pendiente del aparato y, por todos los medios, busca la forma de comunicarse con la chica que le gusta. Entre las aplicaciones se encuentra Textópolis, ciudad donde viven los emojis a la espera de ser utilizados por el usuario. Todos sus habitantes tienen una sola expresión, y por ende un propósito, excepto por Gene, un “meh” que además nació con la capacidad de adoptar múltiples gestos, algo que no está bien visto entre sus pares. Tras fracasar en su primer día de trabajo, y quedar en evidencia que se trata de una “falla”, el joven Meh busca la ayuda de un hacker para arreglar esta anomalía y poder ser “normal”. Ahí comienza la típica aventura por diferentes escenarios (léase apps), peligros que sortear, moralejas y la clásica epifanía de “lo importante es lo que somos y blah, blah, blah”. Esto último no estaría tan mal, ya que es el núcleo de la mayoría de las películas animadas para los más chiquitos, el problema es el mensaje confuso que nos llega, casi siempre opacado por un sinfín de “chivos” (o sea, podían haber inventado sus propias aplicaciones con nombres divertidos, pero eligieron este product placement insoportable), más importantes que los propios protagonistas. Visualmente “Emoji” es una película correcta que fantasea por los recovecos de este universo digital, nada que no hayamos visto antes. Más injustificado es el uso de clásicos musicales de la década del ochenta (y dale con la “nostalgia” sin sentido), sobre todo si tenemos en cuenta que el teléfono en cuestión le pertenece a un adolescente que, créannos, no tiene la menor idea de qué o quién era Wham! Ok, si vio “Deadpool” (2016) se despabiló un poco. Sus referencias pop (algo que, al perecer, tampoco puede faltar) sólo sirven para recordarnos otros productos del estudio (¡hola Spider-Man!), y las similitudes con otras historias animadas se nos materializan en cada giro de la trama. No hay nada original en “Emoji: La Película”, muchos menos algo que funcione: ni el humor, ni el mensaje, ni siquiera la identificación con los personajes para lograr encajarnos todo ese merchandising que, seguramente, ahora está arrumbado en algún depósito de China. La cereza de este postre agrio es el doblaje que nos tocó en suerte, una desafortunada mezcla de acentos y modismos latinoamericanos (todavía no logro descifrar de qué país son los padres de Gene) que molestan mucho más que el irritante sonido de unos dientes rechinando o el de las uñas afiladas sobre un pizarrón. “Emoji” es todo lo que está mal con el cine y, encima, está enfocado a los más chicos. Un público menos exigente que, tal vez, disfrute más de esta aventura, pero por mi parte jamás los expondría a semejante mamarracho cinematográfico. ¿Un comentario final? Muchos emojis de caquita.
:( Finalmente llegó la película basada en los emojis, esas pequeñas figuras que arrancaron como complementos a los clásicos mensajes de texto y que se fue expandiendo con la llegada de los de los smartphones. En Textopolis viven todos los emojis del celular de un adolescente llamado Alex y uno de ellos es Gene (T.J Miller) quien es un “MEH” y no puede salir de esa expresión pero su falla hace que transmita muchas emociones por lo que en su primer día de trabajo ocasiona un desastre y junto con Hi-5 (James Corden) buscará a Lady Hacker (Anna Faris) para corregir ese error. Alex piensa que el teléfono está fallando y deberá salvar el dispositivo antes que sea borrado y se termine su existencia. Con un trama muy poco original que es un rejunte de los clichés de grandes películas de animación como Ralph el Demoledor (Wreck-It-Ralph, 2012), La gran película Lego (Lego Movie, 2014) e Intensamente (Inside Out, 2015), intenta dar un mensaje de “aceptarse a uno mismo” que ya está demasiado visto y ni siquiera logra hacerlo de una manera entretenida. En lo que no falla es en usar la no tan sutil forma de publicidad conocida como “product placement” o colocación de producto de las diversas apps que se pueden descargar en los celulares como Facebook, Spotify, YouTube, Dropbox , el juego Just Dance, entre otras. Es decir que intenta vender las miles de aplicaciones que los adolescentes y no tanto tienen en sus teléfonos. El doblaje es uno de los peores que se hayan escuchado en una película, mientras que el protagonista y la mayoría de los secundarios hablan en castellano neutro, los padres de Gene hablan en un centroamericano espantoso mientras que el emoji Popó tiene acento argentino en la voz del actor Darío Barassi. Emoji: La película es un burdo comercial extra largo de apps tan populares que ya están instaladas en la mayoría de los smartphones del público al que apunta, podría ser considerada la peor película animada del año pero es tan fácilmente olvidable que ni siquiera va a clasificar entre las peores de la historia.
Una comedia que intenta sintonizar con estos tiempos, pero que no quedará precisamente en la historia del género. Un poco de Tron, otro de Ralph, el demoledor, medio kilo de Intensa-mente, tres pizcas de Angry Birds y dos cucharadas de La gran aventura Lego. Mezclar esos componentes y poner al horno medio hora: el resultado será una película muy parecida a Emoji. El film de Tony Leondis es un refrito que nunca alcanza vuelo propio. Su idea principal ya a estas alturas está gastada es imaginar cómo sería el mundo “dentro” de la tecnología, en este caso a partir de una aplicación de celular. Aquí conviven todas las caritas mientras esperan que el chico tímido dueño del aparato se disponga a mandar un mensaje de texto. Mejor dicho, de emoticones, porque Emoji: La película desprecia abiertamente el lenguaje escrito. Como en Intensa-mente habrá un comando central desde donde se elige al emoticón de turno para mandarlo a la pantalla. Pero todas las caritas tienen que tener un único gesto, porque si no dejarían de servir para su misión ilustradora. Y Meh tiene varias, por lo que es una falla del sistema que la malvada Smiler intentará eliminar para evitar un formateo. Meh huirá con la manito Hi-5 y una hacker, desatando así un recorrido por distintas aplicaciones. En ese sentido, Emoji es el triunfo de product placement, con Facebook, Twitter, Instagram, Just Dance, Candy Crush, YouTube y Spotify convertidos en “locaciones”. Y ese parece ser el objetivo máximo. La gracia y los buenos chistes habrá que buscarlos, al menos en este caso, en otra plataforma.
Propuesta para clavarle el visto La trama del film está centrada en las aventuras de un emoji de meh ("cara de nada") que se da cuenta de que es capaz de expresar todo tipo de sentimientos y, con dos aliados, recorre las aplicaciones del celular de un adolescente tratando de revertir esta situación. Detrás de la sofisticación de la tecnología actual hay un film muy básico en cuanto a las características de los personajes, una estética copiada de las pantallas de celulares que no se traslada bien al cine y un humor poco ingenioso, basado en chistes sobre aplicaciones. Un detalle que desconcierta: en la versión doblada, los emojis hablan en castellano neutro excepto uno que tiene acento "argentino": Popó.
Para poner carita de disgusto La película cuenta qué sucede dentro de un celular, la disputa entre los emojis, pero lo que falta es humor. Como si ya de por sí los emojis no fueran lo suficientemente irritantes invadiendo mensajes de texto, ahora tenemos la posibilidad de sufrirlos en pantalla grande. A priori la idea suena ridícula, pero podía gozar del beneficio de la duda porque otras ocurrencias parecidas, como las películas de Lego, dieron resultados sorprendentes. No es el caso: Emoji: La película está construida sobre los cimientos de un guión débil, con animaciones pobres, feas, y un doblaje exasperante, plagado de mexicanismos. El héroe de esta historia es Gene, un emoticón que debería representar indiferencia (“meh” en inglés, algo así como nuestro “bah”) pero no puede hacer bien su papel: en lugar de mantener cara de póquer se le escapan todo tipo de expresiones. Cada emoji tiene una sola cara, salvo él, y por eso la supervisora de Textópolis -la ciudad de los emojis, que tiene un logo idéntico al de Telefe- quiere borrarlo, así que este pacman con patas se escapa junto a dos amigos (una hacker y una manito de “high five”, “chocá los cinco” en criollo antiguo). Todo suena a excusa para publicitar entre el público infantil teléfonos inteligentes (que la productora sea Sony no parece un dato menor) y algunas aplicaciones. Porque al abandonar Textópolis, el trío se desplaza por la pantalla del celular y va viviendo peripecias (“app-venturas”, como dice la sinopsis oficial) en aplicaciones como Facebook, YouTube, Spotify o Dropbox, además de juegos como el Candy Crush o el Just Dance. También hay referencias a otros clásicos del mundo digital, como los videos de gatitos, el spam o los trolls. Tal como está presentado, privado de acidez, esto tiene la misma gracia que contemplar a nuestro vecino de asiento en el subte embobado con su celular. Con el detalle de que aquí hay, además, intención evangelizadora: nos explican, por ejemplo, las reglas del Candy Crush. Como para compensar un poco la apología telefónica, también hay una crítica berreta a la dispersión, el aislamiento, el narcisismo y la falta de una comunicación “real” como efectos colaterales del uso de los celulares. Y un par de esas moralejas explícitas –“debes ser tú mismo”, etcétera- que tantas películas destinadas a los niños parecen sentirse obligadas a incluir, quizá como una forma de lavar culpas por tanta pavada.
No te preocupes Genndy Tartakovsky, el film es amarillo porque apesta a zorrillo. Gen, el emoji de múltiples expresión, sale de Textopolis (lugar donde las caritas de texto conviven) para volverse normal con la ayuda de su compañero Hi5, pero las cosas se salen de control cuando el dueño del celular decide hacer una cita para borrar todo el contenido dentro de ella y con ello peligra la existencia de los protagonistas. The Emoji Movie es una de las historias más desagradables en la animación. Pensemos en algunos puntos sobre ello. Buscando algo de originalidad. En la vigésima temporada de South Park podemos ver como uno de los personajes resuelve el caso de la búsqueda de un troll de internet utilizando a los emojis como identificador, algo así como una huella digital, para descubrir al internauta. La idea es ingeniosa, jocosa y divertida. Matt Stone y Trey Parker se las arreglan continuamente para insertar críticas sociales delirantes en su show. Justamente es todo lo contrario con la trama de este film. Robando conceptos de "Ralph, el demoledor " donde se saltean mundo virtuales, conceptos de "Intensamente" donde se juega lo que está dentro del móvil y lo que pasa con el adolescente en el mundo externo. La obra toma “prestado” todas esta ideas para recrear una sociedad estúpida, molesta y sin tensión alguna. El protagonista, Gen, está destinado a resolver su fallas y va pasando por todas las app del celular para encontrar a alguna solución a este pseudo malestar. Publicidad al palo. Un poco de Facebook por aquí, otro poco de Spotify, un poco de Instagram y algo de juegos de celular es como se va inflando la película para lograr meter sus “mundos” y crear de esta forma una de las obras más publicitarias por haber. En cada app, se destaca por proveer servicio de modo lineal. En ellas se emplea de tal forma que parece un largometraje dentro de un comercial. Y la participación de Twitter como pajarito mágico es una de las más estúpidas que verán en la pantalla grande. No apta para niños. Sony piensa que los chicos entenderán todos los chistes sobre internet solo porque se la pasan la mayor parte de su tiempo con los celulares. Ni siquiera los adolescentes podrán captar todas las indulgentes bromas hechas por un licenciado en marketing que se empeña con todas las fuerza hacer funcionar un guion sin carisma y coherencia. El actor Michael Fassbender confesó, cuando hizo Macbeth, que “Shakespeare es complicado, pero fue más duro hacer de Jobs. ¡Tuve que aprender tantas palabras..!”. Imagínense para el público general que no solo tendrá que identificarlas sino tolerarlas burdamente. Cara contradictoria. Todos los personajes no ayudan a desarrollar la trama, pero el emoji femenino, traducido acá como Lady Hacker (Jailbreak en inglés), es una representación misma de las contradicciones que contiene todo el film. Es en principio una chica que quiere alejarse de todo para no ser una clásica mujer que se conforma con un mundo de princesas. Su camino será entre la hipocresía y el absurdo para poder taparlo al final y que no queden clavos sueltos. Impensado. Copy paste. Son emojis, sin nada más que decir. No se empeñaron en dejarles alguna marca, en recrear un cambio en la fotografía, en descartar diferencias. Todo es igual, una estantería estética sin nada especial. El diseño es básico para poder vender lo mayor cantidad posible, al igual que un minions. Problemas adolescentes. Según esta propuesta, la pubertad es la etapa de la estupidez; sino no se explica porque los personajes que no son emojis son tan necios. Los chistes y las dificultades que se desarrollan en el colegio son lo más decadente del todo el film. El adolescente, quien contiene a Gen en su dispositivo, no tiene agallas para hablarle cara a cara a una de sus compañeras (quien está, literalmente, a metros suyos). Pero a pesar de esto, sí tiene valor para llamar a la compañía de su celular para que le hagan un arreglo porque estos fallos le generan bullying en la escuela. Sí, un móvil que suena en medio de clase provoca acoso escolar... Pero su inconveniente amoroso, al final, se soluciona al final con uno de los desenlaces más trillados de la animación en 3D. Sin voz para nadie. El doblaje es totalmente mexicano, y a excepción del emoji de popo que es realizado por el argentino Darío Barassi (en la versión original lo realiza Patrick Steward) para darle un toque de refinado; no tiene fluidez con el juego de palabra que puede tener en su versión original. Sin embargo, no importa en este caso, no imagino a T. J. Miller arreglando el guion solamente con su voz. Adiós Popeye. Sony canceló la versión 3D del marinero animado más famoso a cargo de Genndy Tartakovsky para financiar esta película. El creador de Samurai Jack dijo que ya no seguirá con el proyecto que recibió la negativa de la compañía. A pesar de esto, antes del largometraje podremos ver el corto “Puppy” realizado por el dibujante antes nombrado. Sirviendo como promoción para la tercera parte de Hotel Transilvania, la animación reluce honestidad, simpatía y risas. Atributos que la posterior proyección no logra ni de cerca brindarnos.
Buscando la manera de monetizar cualquier cosa que parece tener algo de popularidad, a alguien se le ocurrió hacer una película sobre emojis. Pues bien, nada tenemos contra el hecho de intentar un film sobre iconitos. Pero si no hay una idea detrás que lo sostenga, es lo mismo que la nada. Aquí, de todos modos, la idea está: hacer un mango. Y aparece un esquema parecido a “Intensa Mente” (dentro del celular en lugar de dentro de un cerebro), cosas que parecen provenir de la excelente “Ralph, el demoledor”, chistes de pis y caca porque llenan, entre otras cosas. El resultado es de una mediocridad tanto cómica como creativa que llevan a preguntarnos si el sistema de “hagamos algo con esto ya mismo” y rejuntar lo ya probado no está haciendo agua definitivamente. Creemos que sí, y que esta película muestra el estado “fondo de olla” de cierto cine de gran espectáculo.
La aventura de un grupo de emoticones que vive en el smartphone de un chico tímido parece casi excusa para un desfile de product placement de apps conocidas -Spotify, Twitter, Instagram-, en esta película de animación que los transforma en personajes. Con un argumento deudor de ideas de films anteriores -desde Toy Story a Intensamente o Ralph, el demoledor- se centra en el emoji que quiere dejar de ser sólo un gesto y, en esa rebeldía, se convierte en una falla: un problema. Para evitar que se apague el sistema, deberá viajar al interior del chip acompañado por un grupo de colegas emojis. Entre los personajes está Popó, el de la caquita, con la voz del argentino Darío Barassi en la versión doblada al castellano -James Corden en la original-, una participación demasiado chiquita. Los chicos a los que está dirigida van a querer verla. Lo que no está tan claro es que se diviertan con una "aventura" tan poco imaginativa, en la que la historia es pretexto. Además, para salvar culpas, Emoji: la película suma bajadas de línea en pro de la lectoescritura por sobre el idioma de las caritas. Y críticas a los chicos que viven pendientes del celular en las escuelas. Una especie de mensaje -¿a los padres?- que sería algo así como: "comprenles este producto, pero quédense tranquilos, que les vamos a decir lo malo que es".
*carita triste => ENVIAR* La Gran Aventura LEGO (The LEGO Movie, 2014) fue una película animada que produjo un quiebre, probando de manera exitosa que una producción inicialmente percibida como una excusa para posicionar uno o varios productos puede tener en realidad méritos cinematográficos. Al mismo tiempo, también es por cuestiones como esta que películas como Emoji: La Película (The Emoji Movie, 2017) tienen la desafortunada posibilidad de existir dentro del universo cinematográfico. Sony Pictures Animation se las ingenió para llevar a la pantalla grande una película sobre los emojis. Si, los emojis, esos pictogramas con los que nos comunicamos diariamente desde nuestro smartphone. El relato cuenta la historia de Gene, el emoji meh (sic), que se muere por trabajar y poder llevar su expresión de desconcierto a las pantallas de millones de millenials que no tienen ganas de escribir. Pero Gene tiene la particularidad de no ser simplemente la cara de meh, él puede hacer infinidad de caras, y eso es algo que no cae del todo bien en la rígida comunidad de Textópolis, la urbe que vive dentro del celular de Alex, un jovencito que no sabe como comunicarse con la chica que le gusta y busca el emoji adecuado para hacerlo. Al elegir a Gene se desata un pandemonium debido a su volatilidad, convirtiéndolo en un paria del sistema que se da a la fuga. Mientras tanto, Alex cree que todo esto se debe a un problema de funcionamiento de su celular y su plan es llevarlo al servicio técnico para que sea formateado, amenazando con destruir a todo Textópolis. Emoji: La Película es un híbrido extraño entre la mencionada aventura Lego, Intensamente (Inside Out, 2016), Ralph el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012) y cualquier otra producción animada de los últimos años que involucre una mirada dentro de la vida de ciertas cosas que en la realidad no la tienen, pero despojada de cualquier lectura emocional que deje una suerte de mensaje o moraleja y una sola línea de interpretación bastante derivativa y pueril. En esta ocasión todo se percive como una enorme publicidad y colocación de producto para la apps del momento (Spotify, Instagram, Twitter) y otras que incluso ya se sienten bastante añejas como Just Dance o Drop Box, esta última encima volviéndose un parte fundamental de la trama. Aquellos que vean la versión en castellano seguramente se sentirán algo perdidos ante la diversidad de “acentos” de los distintos personajes. Los papás de Gene hablan un castellano muy centroamericano, Gene habla español neutro y el emoji del popó habla en un clarísimo tono porteño gracias a la voz de Daría Barassi. Preferimos no analizar por qué se eligió a un argentino para darle voz a un personaje que es literalmente un excremento, lo dejamos a criterio del lector. Varias alarmas deberían encenderse cuando una de las primeras líneas de un film sentencia: “Los emojis son la forma de comunicación más importante jamás inventada…”. En tu cara, Graham Bell. Presa de una historia poco inspirada que toma prestadas ideas de otros éxitos dentro del género pero sin añadir un plus ni valor agregado, Emoji: La Película es la remanida historia del chico -o emoji, en este caso- que se sabe diferente y quiere probar que puede hacerlo, pero debido a una narración sin frescura y personajes que hacen poco por atraer al espectador -el protagonista es un meh en sentido literal y figurado- no cuenta ni con lo mínimo e indispensable para ser una producción al menos pasatista.*Carita Enojada*
Cada app es un mundo. En el universo de Emoji la película, cada aplicación instalada en un celular es una caja donde cabe un mundo. Dentro de la aplicación de mensajería existe Textópolis, una ciudad donde viven y trabajan todos los Emoji, siempre listos para pararse frente al escáner cada vez que el usuario los necesite. Cada emoji tiene una función única y específica, excepto Gene, el hijo de dos Meh! que es incapaz de mantener el gesto desinteresado para el que se supone que ha nacido. El primer día de trabajo de este atípico emoji termina en desastre, cuando un ataque de pánico le hace expresar varias emociones a la vez, haciendo quedar mal al usuario con la compañera de escuela que le gusta. Al descubrir que Gene es un glitch, ordenan al sistema de seguridad eliminarlo, pero él logra darse a la fuga y conseguir la ayuda de HiFive, un emoji con forma de mano que cayó en desgracia desde que lo sacaron de la lista de favoritos. Es justamente este nuevo amigo quien le sugiere reclutar la ayuda de un hacker para reparar su código fuente y poder hacer su trabajo como corresponde, iniciando una serie de aventuras a través de las diferentes aplicaciones del teléfono. Las palabras no son cool: Cuando se anunció que estaban trabajando en Emoji la película, se produjo bastante desconcierto y se especuló con que era una película planeada exclusivamente para explotar algo que está de moda. Después de verla, además de confirmar la especulación, queda la sensación de que es -esencialmente- la visión que tienen unos ejecutivos de estudio sobre el mundo de esos nietos que ven solo para navidad y cumpleaños. Sobre la trama no hay mucho para decir más allá de la sinopsis, no resiste un análisis aunque tampoco pretende hacerlo: un protagonista acompañado de un amigo algo tonto y cómico, consiguen la ayuda de un tercero que conoce el camino hasta donde cada uno por sus propios motivos quiere llegar, apremiados por la doble amenaza del antivirus y un usuario que se cansa de las fallas de su teléfono y planea formatearlo. El camino hasta la utópica “nube” donde todos sus problemas se arreglarán, los lleva a través de distintas aplicaciones, sin mucha más lógica que incluir a todas las que consiguieron negociar el product placement. Si suena parecido a Ralph el Demoledor es porque la sensación de cercanía está ahí latente, aunque sin nada de ese carisma que tuvo Ralph. Las reglas de ese mundo no son fijas y se acomodan a lo que necesitan a cada paso sin mucha coherencia, por lo que ni siquiera deberíamos meternos en ese tema; en estos casos una historia simple suele ser perdonada porque el público para el que están apuntadas no requiere nada complejo, algo que se compensa con personajes carismáticos y una propuesta visual atractiva. Esto tampoco sucede en Emoji la película, donde los personajes son tan chatos como un celular último modelo y nunca nos importa mucho lo que pueda sucederles, ni siquiera durante una escena que recuerda sospechosamente a ese momento de Intensamente donde hasta Chuck Norris soltó una lágrima. Casi todo el humor, punto que pretende ser relevante en la película, recae en juegos de palabras sobre la forma de cada emoji. Puede ser simpático si sorprende, pero a la quinta vez que HiFive hace un chiste con manos o Popó tira alguna frase del tipo de “Yo siempre salgo con estilo”, ya se vuelva bastante poco tolerable y confuso, porque si bien toca temáticas de los pre-adolescentes, lo hace pareciendo apuntar a gente mucho más joven. Por el lado de la animación tampoco hay mucho para destacar, y visualmente está muy por detrás de otras películas animadas recientes tanto en diseño como en ejecución, completando la sensación de ser una película hecha sin ganas, para cumplir con una cuota más que para intentar proponer algo interesante. El amplio universo de emojis pone en bandeja montones de personajes ya diseñados para aprovechar, pero en cambio se conformaron con simplemente tirarlos ahí sin agregarles nada. “No es fácil ser aburrido” dijo el póster. “Hold my beer” dijo la película. Conclusión: Difícilmente Emoji la película resulte de interés para alguien mayor a diez años, y ni siquiera en esos casos espero que se convierta en una película que pidan volver a ver.
Comienza con un cortometraje de Hotel transylvania titulado “Puppy” de Genndy Tartakovsky. Este film “Emoji” está relacionado con los celulares, los smartphones, son elementos que forman parte de la vida diaria de muchos usuarios, como así también su lenguaje. Sus personajes están representados por distintos iconos, el conflicto surge tras un error por parte de uno de los protagonistas, van recorriendo varias aplicaciones como Youtube, Facebook, Instagram, Hacker, spam, la nube, virus informáticos y juegos como Candy Crush, entre otros. Contiene un claro mensaje sobre el peligro del mal uso de las redes social, el valor de la amistad, critica cuando le das mayor importancia a lo que es virtual. Es colorida, tiene buenos números musicales, un humor ligero, en algún momento podes llegar a mirar el reloj, una cinta ideal para niños a partir de los siete años, para comer pochoclos y divertirse en familia. Comparte con algunos clichés de otras historias que ya vimos en pantalla, caso “Ralph, el Demoledor”, “La Gran Aventura Lego”, entre otras. Recorda que dentro de los créditos finales hay una escena extra.
Mirar emojis para no mirar el smartphone El concepto, ya desde el titulo, suena realmente mal. Pero, en la práctica, esta odisea emoticona al menos tiene un par de ideas argumentales divertidas, pensadas para dar rienda suelta a imágenes delirantes que se elevan por sobre las obvias limitaciones de los personajes. Justamente, para lidiar con la necesaria ausencia de matices de caritas sonrientes o lloronas destinadas a mantener esa actitud en toda situación, la historia se enfoca en un emoji problemático que no puede dejar de expresar la más amplia variedad de emociones incontenibles. El diseño de estos jeroglificos del mundo moderno se queda un poco corto en varios niveles, especialmente al dotar a las caritas y manitos con unas terribles patitas. Pero hay que reconocer que el demente universo en el que se mueven está lleno de detalles imaginativos, equilibrando lo desparejo del asunto. La dura vida del emoji, destinado a esperar estoicamente a ser elegido por el usuario, deriva en situaciones kafkianas, y la progresión pesadillesca siempre está acompañada por desaforadas explosiones multicolores que casi logran lo imposible: distraer al espectador de la pantalla de su smartphone.
Fruto del más puro aprovechamiento, Emoji: La Película presenta otro mundo invisible para los humanos, esta vez la vida interna de los celulares ¿? En su momento fueron los electrodomésticos abandonados en una mudanza, los juguetes cuando nadie los ve, los personajes de los libros de una biblioteca, los virus y bacterias de nuestro cuerpo, los logos de las publicidades, los caracteres que forman parte de los videojuegos, o los sentimientos que abundan en nuestra mente… y estoy seguro que me estoy olvidando de algunos. El mundo de la animación se encargó de demostrarnos que aquello que nosotros vemos como algo inanimado puede tener vida en un universo imperceptible para nuestros ojos. Los celulares también, y Emoji: La Película corre ese velo. Alex es un adolescente (o pre adolescente) concurre a la escuela – es el único ámbito en el que se lo ve –, tiene amigos, y aparentemente un interés romántico representado en una compañera de aula. Como todo los chicos – según esta película – la vida de Alex gira en torno a su celular ¿Y entonces? Que, Emoji: La Película nos va a mostrar la vida en el interior del celular de Alex. No, no son puros códigos, placas y filamentos, ahí hay vida. Cada aplicación es un mundo propio, y la más utilizada es aquella que remplazo a los mensajes de texto. Emoji: La Película parece que haber conseguido el sponsor de WhatsApp, la lógica aplicación a la que hace referencia, y la remplaza por una idéntica pero con un ícono muy similar al de nuestro canal de aire Telefé. En esta aplicación conviven todos los emojis, los simbolitos que remplazan palabras o frases enteras para expresar determinada idea o sentimiento que queremos expresar. Cada emoji tiene un único propósito en la vida, ubicarse en cubículo y ser elegido por Alex para escribir un mensaje. Por lo que cada emoji tiene también una sola expresión, salvo Gene, un emoji que debería expresar un sentimiento de “Meh” (Desgano, desprecio, desinterés), pero por aquellas cosas de los guiones, tiene una falla o glitch, que le permite poder expresar varios sentimientos. Además Gene no quiere encasillarse, y además es un personaje muy feliz como para que le salga un “Meh”, y además… en fin. Sigamos, cuando Alex quiera utilizar su “Meh” ocurrirá un problema, y Gene quedará en la mira de la organizadora del mundo desea aplicación, la perversa carita feliz. Ante la amenaza de ser desrogramado, se une al “Hi-5” (Choque los cinco) y a una hacker, Lady Hacker, con algún secreto, para escapar de ese mundo, recorrer otras aplicaciones (porque no consiguieron sponsor de WhatsApp, pero si de decenas de otras que no tienen mucha razón de ser en esta historia, como DropBox), y encontrar una solución al problema. Es evidente, Emoji: La Película viene a aprovechar el éxito obtenido por otras películas animadas que explotaron la posición alcanzada de sus personajes en otros productos previos de mercadotecnia, llámense las Lego Movie, Trolls, Barbie, y más evidentemente Angry Birds. Personajes que representan un símbolo en la cultura pop pero que no poseen una historia propia, por lo cual la película en cuestión debe crearla. Por si no se dieron cuenta en estas líneas, la historia de Emoji: La Película hace recordar bastante a Intensa mente, Ralph: El Demoledor, y un poco a Antz. Nada de lo que se nos presenta en los ochenta y seis minutos de duración es ni remotamente original, todo lo contrario. El problema con “las inspiraciones” es cuando el resultado termina siendo infinitamente menor a los originales, casi al punto de no haber punto de comparación. Emoji: La Película es aburrida, presenta una animación plana, un ritmo desparejo, un abuso de chistes conocidos y que de tan repetidos pierden su escasa gracia (prepárense para una catarata de chistes sobre la caca), hay poco que despierte nuestro interés; y lo remata con un par de mensajes que hasta pueden ser considerados perversos. Ni siquiera alcanza el nivel de culto de obras como Foodfight, o el cuarteto de las Titanic animadas/Tentacolino. Aquellas son pésimos exponentes de animación, con muchísimos problemas, mal renderizadas, y con argumentos risibles en el mal sentido. Pero la clave está ahí, son risibles, Emoji: La película no. Ni siquiera es que tenga problemas de animación, es de por más estándar, tampoco presenta un sinfín de escenas ridículas; pareciera ser una película a las apuradas y sin el más mínimo esmero que el rápido aprovechamiento. Su director, Tony Leondis tiene experiencia en esto de los aprovechamientos, dirigió dos olvidables secuelas directo a video para Disney, y lo único estrenado en salas fue Igor, otro aprovechamiento post Shrek y su cruzada contra el almíbar en los cuentos de hadas. Para remate, por estos lares, sólo llega una copia con un doblaje bastante defectuoso. Plana, aburrida, y poco original, en Emoji: La película podemos escuchar cosas tales como que lo más importante es ser popular, que si no se tiene amigos – de chat – no se es nadie, y que sí o sí hay que poseer determinadas cosas (obviamente un celular) para pertenecer y poder alcanzar los dos ítems anteriores… y nada de entre líneas, son frases dichas a viva voz en la NO historia de Alex, un personaje totalmente desaprovechado. Por suerte el mercado del cine de animación creció a grandes pasos en cantidad y calidad durante la última década. Hay opciones varias como para ver además de Emoji: La Película.
Incomunicados Hace algunos años hubiese sido impensada una película, live action o de animación, que tomara una aplicación, sistema, o tecnología, como disparador narrativo y mucho menos que ese punto sirviera para construir un producto cinematográfico. Emoji: La Película (Emoji the movie, 2017) de Tony Leondis tiene la difícil función de hacerlo y se queda a medio camino entre la literalidad de la traducción y la simple y banal transposición sin fundamentos en sí misma. Si de incomunicación y dependencia hablamos, los teléfonos móviles han logrado imponer en la cotidianeidad un modo de relacionarnos en ausencia que va muchísimo más allá de una simple llamada. Dentro de esas “utilidades” el teclado de emoticones o emojis ha permitido con una imagen o dibujo, reforzando eso de “una imagen vale más que mil palabras”, transmitir una idea o un concepto de manera rápida. Pero eso no quita que en muchas oportunidades ese mecanismo icónico, cercano a la metonimia, termine por configurar otro universo completamente diferente, alienando el proceso comunicacional y discursivo, aún sabiendo que los emojis configuran posibilidades diferentes a las letras o palabras. Con una historia inspirada entonces los pequeños dibujos, que ya han trascendido al propio teclado, y tomando como base las cientos de miles de propuestas en las que un ser se rebela ante el orden establecido (Ants, Bichos, etc.), Emoji: La Película intenta, desde su protagonista, una pequeña cara emoticón que no desea ser igual a sus padres (porque no lo puede), y busca impartir una lección sobre la diferencia y cómo desde ella se pueden lograr objetivos. Claro que en la “normalidad” de esa distinción va a encontrarse con enemigos que impidan que su felicidad sea completa, por lo que al ser detectada su disfuncionalidad, terminará por vincularse con una misteriosa hacker que lo ayuda a salirse de las normas. Hay muchas canciones, mucho humor, y a la vez no hay nada, porque el guion prefiere la estridencia por la narración, el efecto por sobre la construcción, y un misterioso laberinto de sinsentido para implementar una historia sincopada, a partir de personajes inspirados en justamente la eliminación del lenguaje, pero lamentablemente todo es aburrido. Porque además, para completar el cuadro, mientras el protagonista busca cumplir su sueño, aparece el iconito de la caca, de animales, del baile, etc., que encima, en la versión que se estrena, doblada al castellano, pierden las voces originales de actores como Patrick Stewart, James Corden, Maya Rudolph, Anna Faris, Sofía Vergara o Sean Hayes. Tal vez los niños más pequeños, aquellos nativos en la utilización de este tipo de comunicación, puedan llegar a conectarse con la propuesta de Emoji: La Película desde su costado más cercano y familiar. Pero aquellos que no conformen ese rango etario e intenten empatizar con el protagonista y sus desventuras, van a descubrir un catálogo de situaciones que no conforman un corpus unificado y que solo intenta, tal vez como lo efímero de los mensajes que contienen emojis, su rápido olvido.
Tienen un guion imaginativo, sin un hilo conductor. Este curioso filme animado llamado Emoji es un buen ejemplo de guion imaginativo sin hilo conductor: la gracia de mostrar el mundo de los emojis impacta con alegría pero se agota de inmediato, como una naranja turgente con su pulpa seca. La idea es efectiva, graciosa, sociológicamente atinada, salvo que en absoluto alcanza para estructurar un relato de 80 minutos. Los arrebatos de ingenio quedan dislocados de la historia, son ocurrencias que nos sacan una sonrisa usando al filme como excusa. La creatividad está en la periferia, en detalles sigilosos o en escenas que poco tienen que ver con la cadena dramática, como el paso por Candy Crush o Just Dance. Cuando se hace un zoom out para contemplar el conjunto, Emoji: la película se revela como una ejecución fallida, ni clásica ni esquizofrénica, como si la misma película se quedase a medio camino entre el lenguaje escrito y el pictográfico. Hay algo posmodernamente irresistible en el argumento: Gene es un emoji “meh”, ése que no expresa nada, pero al rodearse de otros emojis, se hiperexcita y gesticula en demasía. Su incontinencia facial lo hace un emoji defectuoso y por ello será desterrado de la app de texto. Esta sinopsis tiene el nivel de delirio suficiente para convencer a cualquier productor ejecutivo cansado de financiar proyectos mediocres. Ahora bien, el problema es que el guionista y director, Tony Leondis, intenta darle rigor lógico a su ímpetu cool. La imaginación desaforada choca con un orden narrativo convencional y el encanto absurdo se ve licuado por la necesidad de que todos los componentes del guion encajen. El recorrido del emoji Gene pierde en disparate para ganar en heroicidad, y el desarrollo de los personajes secundarios opaca la magia inaugural con la que habían sido presentados (un spam, un troll, un virus, todos antropomorfizados con exquisita obviedad). Sin embargo, en una película de corte surreal, el psicologismo es un intruso; Tony Leondis no debía justificar nada, sólo entregarse a la parodia. Las comparaciones con Intensa-Mente son inevitables por las historias en segundo grado: la cabeza de una niña en la obra de Pixar, el celular de un adolescente aquí. Pero si en Intensa-Mente el destino de la chica tenía un correlato con el destino de las emociones que habitaban en su cabeza, en Emoji el “mundo real” es un injerto para sumar capas narrativas y darle complejidad (o longitud). Si hubiese sido un cortometraje, esta rareza posmoderna se convertía en el video más visto de YouTube.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-21hs.
APLICACIONES Y EXPLICACIONES Tras los aciertos evidentes de Angry Birds: la película, los prejuicios podían quedar a un lado de cara a Emoji: la película, básicamente la misma idea (explorar un fenómeno posmoderno y construir un universo allí donde sólo hay un concepto) pensada por la misma compañía (Columbia) y con un desarrollo y diseño similares: al poco imaginativo “the movie” que acompaña al título, se suman pósters casi calcados y un germen igual para desandar lo narrativo. Otra vez la idea del diferente, el que se sale de la norma que gobierna la lógica del mundo que habita, y cómo su influencia terminará generando cambios en el entorno. Todo, claro está, sobre la base del film de aventuras con pinceladas de humor constantes. Básicamente, el molde de la animación mainstream de Pixar a la fecha. Como decíamos, nada hay de malo en estas fórmulas probadas si las mismas son ejecutadas con inteligencia. Además, las formas de la animación permiten que el espíritu lunático aporte su toque de imprevisibilidad. Ahora bien, que los autores hagan uso de una serie de lugares comunes para transitar un terreno conocido en el marco de un cine industrial que no se permite el ensayo y error es comprensible, pero que encima esto carezca de cualquier tipo de gracia ya es un problema mayor que la película no puede disimular. Porque Emoji: la película es una de las producciones animadas más desangeladas vistas en mucho tiempo: a personajes sin gracia se suman situaciones rutinarias y amontonadas sin la mayor organicidad narrativa y un diseño visual bastante feo. El director Tony Leondis tiene como antecedente la interesante Igor, que si bien perdía mucho en su humor apagado y poco efectivo, tenía una sensibilidad y un desarrollo de personajes que aquí brilla por su ausencia. Es como si Leondis no se sintiera cómodo trabajando en el mainstream animado y teniendo que competir con propuestas similares. Sin embargo, en Emoji: la película hay más que falta de gracia y aburguesamiento narrativo, porque además de ideas de producción similares la película hace uso de una serie de recursos argumentales que son refritos de otras películas recientes. Por ejemplo, el universo de emojis intenta parecerse al universo lisérgico de legos, incluso el film también avanza sobre el mundo laboral del protagonista y cómo se convierte en una suerte de falla en el sistema. Pero fundamentalmente a la que más se parece Emoji: la película es a Intensa-Mente, aunque -claro- sin la pretensión formal y reflexiva de la película de Pixar, lo cual no es un desmérito: si aquel film que se metía en las emociones de una niña construía una universo tan complejo que precisaba ser explicado a cada instante (lo que le pasaba a El origen de Nolan, por ejemplo), la película se volvía explícita en sus metáforas, perdiendo todo tipo de fluidez. Era -a pesar del consenso que hubo a su alrededor- una película que se pasaba de sofisticada y terminaba siendo demasiado obvia. Con Emoji: la película pasa lo mismo. Ese tránsito de los personajes entre las aplicaciones del Smartphone genera que se construya sobre un dispositivo que merece ser clarificado a cada segundo, como para que el espectador comprenda algo de lo que está pasando: “ahora ingresamos en Spotify, entonces pasa esto”. El recurso se repite varias veces y el film se vuelve rutinario y repetitivo, además de excesivamente fragmentado (con segmentos injustificados como ese del Candy Crush sólo a los fines del chivo grosero) como para que la aventura de esos personajes nos importe un poco. Es entonces la falta de confianza en la imagen (curioso para una película animada, donde la imagen se puede crear desde cero) la que impide que la película se explique por otros medios y resulte mínimamente atractiva.
Esta desagradable obra animada unidimensional fue una especie de manotazo de ahogado que Sony aplicó muy violentamente con el objetivo de no fundirse. Y sabiéndolo de antemano, estaba predestinado que UNA PELÍCULA PROTAGONIZADA POR UN CONCEPTO TAN SIMPLISTA COMO UNA P*** CARITA iba a ser una porquería de proporciones colosales. ¿De qué va la historia? Un emoji indefinido se embarca en un viaje a través de las aplicaciones móviles para descubrir quién es en realidad. En su travesía, se encontrará con toda la oferta de emoticones que usamos en WhatsApp para todo tipo de conversación. El concepto está muy copiado y pegado de la espectacular Ralph, el demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), sólo que en lugar de adentrarnos de una forma creativa en el mundo de los videojuegos, nos vemos asfixiados en una serie de chistes malos dentro de las aplicaciones que solemos usar en nuestros celulares. Y a esto no ayudan en nada los personajes, ya que son aburridos, infantiles y toman a los nenes por tontos. Visualmente la película no se destaca en nada, la música pop mezclada con esos escenarios poco creativos y chillones hace del proyecto algo digno de levantarse del cine e irse a tomar una cerveza con Los Increíbles de fondo para sacar el mal gusto. Emoji: la película (The Emoji Movie, 2017) es uno de los peores films animados de la historia. El plagio a otras empresas de animación es demasiado obvio; mejor mantener distancia.
Video Review
Finalmente estamos frente a la exponencial contundencia de la ambigüedad existente entre una buena idea y su forma de ejecutarla. “Emoji: la película” es precisamente eso. Una gran contradicción. La tarea más fácil estaba hecha, porque los emoticones son esos dibujos que se utilizaban al principio en las computadoras personales y hoy en prácticamente todas las aplicaciones y programas relacionados con las redes sociales. Si usted toma su celular y escribe a un amigo “estoy yendo para allá”, es probable que reciba una mano con el pulgar hacia arriba como toda respuesta. Si alguien le cuenta un chiste por Whatsap y usted se ríe mucho, probablemente conteste con un logo redondo de gran sonrisa y lágrimas saliendo de los ojos. Si su equipo perdió 4 a 0 y tiene un amigo fanático del mismo, es posible que en su conversación o chat reciba una cara roja y de ceño fruncido. En definitiva, si los celulares y las redes sociales han reemplazado el contacto cara a cara entre las personas, estos dibujos han reemplazado las palabras para expresar lo que sentimos. Al estar los emoticones tan culturalmente aceptados y arraigados en el mundo actual, los guionistas Tony Leondis, Eric Siegel y Mike White tenían un desafío serio, porque antes de sentarse a escribir la primera palabra sabían que todo el mundo conoce que las características principales de cada uno de los personajes son sus estados de ánimo ya preestablecidos de fábrica. O sea, el enojado, el alegre, el triste, el escéptico, y así por el estilo. Algo parecido sucedía con Los Pitufos, pero hubo varias temporadas de la serie para escribir y delinear el contenido de todos en la aldea. Parece una ventaja si se la sabe aprovechar, pero este no es el caso. El exceso de confianza en que el estado de ánimo alcanza para desarrollar un personaje lleva indefectiblemente a lo obvio y predecible. ¿De qué se trata “Emoji: La película? De uno de estos estados anímicos que pretende ofrecer algo más que un gesto. Diversificarse dentro de un programa para celulares que lo tiene encasillado y por carácter transitivo rebelarse contra el sistema. Sentirse útil. Los tres libretistas caen en un facilismo tan inconveniente que ni siquiera los gags apuntados a generaciones anteriores funcionan. La trama no solamente carece de sentido, sino de verosímil porque a esta altura, también la mayoría sabe cómo funciona el software de un celular, y cuánto de lo que se plantea es posible. Para peor, algunos cheques debajo de la mesa habrán influenciado en la aparición de otras aplicaciones populares como instagram, twitter y Facebook, pero ninguna de estas es aprovechada tampoco. Es más, el personaje antagónico está tan agarrado de los pelos que dan ganas de levantarse. Sólo estos guionistas logran que los antivirus sean soldados despiadados cuando en realidad se construyeron justamente para proteger los sistemas operativos de anomalías. Si eso no es contradictorio... Muerto el guión, se podría haber aprovechado el diseño, la estética y los efectos visuales. No hay demasiado en este campo. La empatía por la familiaridad que la mayoría del público tiene por este universo no necesariamente significa que funcione para una película. Y no, no funciona. Ni dentro del celular ni afuera. Todo muy convencional y casi sin inventiva. La música que acompaña parece haber sido seleccionada al azar, y el doblaje, que muchas veces salva la impronta dibujada, tampoco es gran cosa. Un producto tan olvidable como la moda que ostenta tener. Está precedida por un corto de “Hotel Transilvania”, que es más entretenido. Debería haber estado al final.
Crítica emitida por radio.
“Y eso es lo que importa en esta vida. Popularidad”. “Un amigo de verdad no te llevará a ningún lado, lo que necesitas son admiradores”. Es increíble que frases como estas sean pronunciadas durante “The Emoji Movie”. Si bien intenta hacerse el alegato desde un costado irónico, no olvidemos que la película animada apunta a los más chicos y por momentos los mensajes pueden ser confusos para ellos. Dicho esto, cabe destacar que no solo se los confunde sino que, además y como es habitual, se los subestima como espectadores. Y es que el film animado dirigido por Tony Leondis (“Lilo y Stitch 2”) y escrito por el mismo director junto a Eric Siegel y Mike White es una obra audiovisual solo con fines publicitarios y económicos que carece de alma y originalidad. Los protagonistas habitan la misteriosa tierra de Textopolis, donde todos los emojis favoritos de la gente cobran vida, mientras esperan ser seleccionados por el usuario del teléfono. Todos los personajes tienen una sola expresión facial a excepción de Gen (TJ Miller), un emoji que nació sin filtro y se llena de múltiples expresiones. Para lograr ser “normal”, Gen se embarcará en una aventura junto a sus amigos Hi-5 y Jailbreak. Pero pronto, una gran amenaza hará que el destino de estos personajes dependa de los tres amigos, teniendo que salvar su mundo antes de que sea borrado por completo. La película por momentos parece una mezcla de “Wreck It Ralph” e “Inside Out”, donde los emojis van pasando de mundo en mundo, de aplicación en aplicación, como pasaba con los distintos juegos en la película de Disney, cuya originalidad pasaba por ofrecer una historia bien narrada más que una excusa publicitaria donde se busque establecer aplicaciones o jueguitos en la cabeza del espectador. En Textopolis se harán menciones a Facebook, Crackle, Shazam, WeChat, Candy Crush, Just Dance, Dropbox, Youtube, Spotify, Instagram, Twitter, Snapchat, entre otros. Por otro lado, en el mundo real hay un preadolescente conflictuado que intenta conquistar a la chica que le gusta y pasa por cuestiones psicológicas y hormonales que nos recuerdan a los sentimientos en la película de Pixar. Las situaciones por las cuales atraviesan los chicos en la escuela carecen de la profundidad con la que “Inside Out” trató las respuestas emocionales y el accionar de los individuos. “The Emoji Movie” hace ver a los chicos como seres completamente alienados y esclavizados por la tecnología y una tendencia a ser histéricos y estúpidos. Volviendo un poco a los mensajes confusos, en un momento del relato, Jailbreak nos informa sobre su deseo de ser libre y gozar del libre albedrío. Sin embargo, al enamorarse de Gen, todos esos planes quedan relegados a un segundo plano para volver a esa imagen antigua de su pasado donde era una princesa (por cierto bastante estereotipada). Por más que la película cuente con una buena animación y un variopinto grupo actoral (T. J. Miller, James Corden, Anna Faris, Maya Rudolph, Steven Wright, Jennifer Coolidge, Christina Aguilera, Sofía Vergara, Sean Hayes, Patrick Stewart) que hace un gran trabajo con un pobre guion, no podemos considerar a “The Emoji Movie” como un film original y/o recomendable por los detalles mencionados anteriormente. En otras palabras, el film resulta ser una excusa comercial que termina siendo una llamada perdida.