Ya no sos igual. Sabemos que la sensación de incomodidad producida por determinadas películas suele estar condicionada por el sensacionalismo que persiguen sus realizadores. Cuando esta decisión no resulta impuesta según las estrategias del mercado, solo podemos considerar la voluntad de representar un contenido conceptual. El entramado de violencia que demuestra la austríaca Goodnight Mommy permite contemplar cuestiones moralistas, reproducidas a través de invariantes psicológicas, para hablarnos de la desatención paternal. Aunque debemos resaltar que este temperamento termina recurriendo a una perversidad que comparte matices directos con el trabajo del compatriota Michael Haneke. La historia comienza con dos hermanos gemelos jugando en una casa de las afueras, y la respectiva madre de ambos, que regresa al hogar con el rostro totalmente vendado después de realizarse una operación tras un accidente. Desde los primeros instantes, los menores comienzan a notar cambios abruptos en el carácter de su madre, algo que se refleja en maltratos físicos y verbales, sospechando que en realidad podría tratarse de una impostora. La apertura de esta escalofriante producción, escrita y dirigida en sociedad entre Veronika Franz y Severin Fiala, consigue desarrollar determinados atributos materiales. Su arquitectura aburguesada condensa un modelo familiar desprovisto de interacciones externas, haciendo que este aislamiento funcione como recurso para plantearnos un escenario angustiante; mientras la violencia desatada durante la primera instancia de la película se convierte en reflejo del deterioro que padecen los vínculos afectivos. Esta indiferencia entre los protagonistas transmite un dramatismo que sabe acompañar las imágenes pesadillescas que al mismo tiempo se van superponiendo. Lamentablemente las decisiones narrativas consideradas por Franz y Fiala terminan invirtiendo las posiciones que fortificaban la primera mitad del relato, de modo que los motivos del victimario son alternados para transitarnos por secuencias cargadas de una morbosidad sumamente inquietante. Durante estas instancias cercanas al desenlace, es cuando las reminiscencias al trabajo de Haneke se vuelven completamente evidentes (tómese como ejemplos El Video de Benny y Horas de Terror), pero los realizadores implementan una vuelta de tuerca inadecuada como despedida. Sepan que para incrustarse en la memoria del espectador, las películas de Haneke únicamente soportan el realismo como indirecta, evadiendo siempre resoluciones tramposas, una herramienta que a Goodnight Mommy le hubiera funcionado mejor para terminar de destacarse.
La multipremiada película austríaca llega a las pantallas locales con un cine de terror diferente, y que más terrorífico que dos mellizos y su madre en una casa en medio de la nada. En la soledad de una gran casa en el medio de la nada, entre el bosque y un sembradío de maíz, viven dos hermanos mellizos de nueve años quienes esperan que su madre regrese. Cuando ella lo hace, con el rostro cubierto por vendajes médicos por una cirugía plástica, nada vuelve a ser como antes. Los chicos empiezan a dudar de si esta persona es su verdadera madre, y ahí comenzará un verdadero desafío para encontrar la verdadera confianza e identidad.
Un brillante thriller dramático, turbio y sorprendente. Cuando me piden que recomiende una película de un festival, hojeo el catalogo siguiendo mi instinto, ya sea por la historia que ofrece o el fotograma que despliega como ejemplo suscita mi atención. Goodnight Mommy es una de esas felices coincidencias donde me atrajeron ambas cosas y el resultado final fue mucho mejor de lo que esperaba. A continuación lo que pienso sobre esta extraordinaria cinta austriaca. Mamita querida Marie Christine, una presentadora de televisión, ha sufrido un accidente y volvió a casa tras haber sido sometida a una reconstrucción facial. Ella vive en una casa remota junto a sus dos hijos, los gemelos Lukas y Elias. Los problemas surgirán cuando ciertas actitudes de Marie Christine hagan a los gemelos dudar de si esta mujer es su madre o se trata de una impostora. Goodnight Mommy tiene un guion solido como la roca, pero no solo en su construcción sino en su desarrollo. Este te agarra y no te suelta; esparce las pistas estrategicamente a lo largo de la trama para hacerte creer una cosa y encamina todo hacia un desenlace que, honestamente, no lo ves venir. Aparte, cabe aclarar, que los métodos de los que se valen los gemelos para conseguir su objetivo son de un sadismo tal, que no se veian infantes tan atemorizantes desde Damien en La Profecía. Los hermanos sean unidos… Goodnight Mommy tiene una fotografía impecable, en las que predominan unas meditadas composiciones de cuadro en Cinemascope. Parrafo aparte merece la aceitada dirección de arte que a simple vista parece ser solo una herramienta del verosímil, pero si uno mira mas de cerca, habla volúmenes de la intensa historia que vive esta familia. Ahora cabe decirlo, esta película alcanza la perfección por obra y gracia del apartado actoral. La película entera descansa en los hombros de los tres actores. Si bien la actriz que da vida a la madre entrega un trabajo decente, los que sorprenden son los gemelos Lukas y Elias Schwarz que entregan una interpretación escalofriante de estos hermanos que con muy pocos escrupulos, se valen de la travesura mas inocente hasta la tortura mas violenta para comprobar su teoría. Conclusión De la mano de un guion tan sólido como estratégicamente manipulador, sumado a unas actuaciones afiladísimas y un estilo visual de increíble pericia, Goodnight Mommy es una de las joyas de este BAFICI. Una película que merece un estreno comercial, porque es una experiencia cinematográfica como pocas, del primer encuadre al ultimo.
Culpa y locura. Más cerca del universo de David Cronemberg que de Michael Haneke con su Funny Games, esta perturbadora e hipnótica propuesta de Austria, nos sumerge en un opresivo retrato de alienación, culpa y vulnerabilidad afectiva, al tomar de pretexto la historia de dos hermanos gemelos, Elías y Lucas, quienes al recibir la llegada de su madre, con todo el rostro vendado, tras una intervención plástica debido a un accidente, comienzan a sospechar si no es una impostora.
Nenes de mamá Con una atmósfera angustiante y sórdida, Goodnight Mommy (Ichseh, ichseh, 2014) es una película rebosante de tensión que va in crescendo hacia un desenlace sorpresivo e inesperado. Muy de vez en cuando, llega una película que viene a romper un poco con la monotonía de estrenos donde los films de terror o de superhéroes, géneros que con el tiempo van a encontrar su inexorable fin, son el denominador común. Goodnight Mommy es una de esas joyitas que asoman y con fuerza logran imponerse ante tanta parafernalia marketinera. En los primeros minutos de la proyección vemos a los gemelos Lukas y Elias jugar en el campo. Corren de un lado a otro, juegan a las escondidas y se mezclan entre la naturaleza. El descanso se termina cuando su madre retorna de una clínica de estética para recuperarse de una operación. Pero los mellizos notan algo raro en ella y una idea va germinando en su interior: creen que se trata de una impostora. De ahí en adelante, la dupla que componen Veronika Franz y Severin Fiala se apoya en un guión sólido para construir una narración que como fin último tiene el de mantener la tensión hasta los últimos quince minutos. Las pistas están ahí, delante de nuestras narices, pero los directores nos mantienen engañados durante la mayor parte del tiempo y el desenlace nos sorprende como un cross de derecha directo a la mandíbula. Si bien hay varias secuencias de exteriores, la mayoría ocurre puertas adentro y se destaca una puesta en escena claustrofóbica y oscura. Otro de los aspectos a resaltar es el uso de la violencia que se encuentra más que justificada y tiene un obvio anclaje en El video de Benny (Benny´s Video, 1992) y Funny Games (1997), cintas imprescindibles del también austríaco Michael Haneke. A diferencia de las películas de Haneke, donde el realismo impera, Goodnight Mommy toma elementos de este director pero la resolución tiene un carácter totalmente opuesto. Los directores le dan un matiz sobrenatural para explicar la trama. Esto no es mejor o peor, es la diferencia respecto a la producción de su compatriota lo que hace que Goodnight Mommy sea también una historia angustiante y por momentos sádica.
Goodnight mommy es un retrasado estreno que viene cosechando varios elogios alrededor del mundo pero a mí no me terminó de convencer. Su principal error es que se vende como una película de terror cuando no es así porque nos encontramos ante un thriller psicológico con un par de escenas de alto impacto visual. Hay que destacar que es una película austríaca y por lo tanto no es un cine al cual estemos acostumbrados. Puede llegar a resultar lento en comparación con Hollywood. Su historia es poco original pero con un par de vueltas de tuerca muy buenas (aunque previsibles) que llevan a un desenlace verdaderamente abrumador. No se puede decir mucho más porque sería un gran spoiler pero comparte una gran característica con una muy famosa película del mismo género de finales de la década del ´90. El director Severin Fiala y la directora Veronika Franz comparten ópera prima y crean una buena atmosfera (con estética de la película sueca Let the right one in, 2008) que promete mucho al principio pero que se cae rápidamente pese al excelente trabajo actoral, sobretodo el de los gemelos. Se tarda mucho en llegar al final, que por lejos es lo mejor y único elemento que vale verdaderamente la pena. Más que el misterio que se plantea en la premisa, póster y trailers, la verdadera incógnita es por qué este film dio tanto para hablar…
EL REVÉS DE LA TRAMA Tal vez el error más grave de Goodnight Mommy es querer decir en palabras lo que muy bien venía construyendo sólo con imágenes. Sobre la base de una estructura estética y narrativa que versan las características formales del género de terror, el filme propone una historia en la que no todo es lo que parece. Dos hermanos gemelos juegan en el extenso jardín de su casa situada en las afueras de la capital austríaca. Corren entre los espigales, nadan en el lago y juegan juntos a descubrir el mundo de su niñez, mientras esperan que regrese su madre, quien se ha sometido a una cirugía de rostro. Ella llega, pero según los gemelos, la que regresó no es su madre. Con el afán de comprobar la verdadera identidad de la que podría no ser su progenitora, Goodnight Mommy encuentra la forma para obligar a la audiencia a tomar un único punto de vista, posición que se revela al final del metraje. Y es justamente este punto el que le da nombre a mis palabras, porque es en el desenlace cuando todo lo mostrado se re significa. Pero no como consecuencia de un giro narrativo, sino más bien por la necesidad de cerrar una historia que hubiera sido interesante dejar con un final más abierto. Delicada en su puesta en escena, y con actuaciones que revelan la astucia de los dos cineastas que le dieron vida a este filme, la película es una obra bien inscripta en su género. Por eso se presenta prolija y aséptica. Es decir, cuidadosa de su apariencia y preocupada por los más mínimos detalles, como por ejemplo la decoración del interior de la casa de vidrio donde viven y la utilización del fuera de campo a la hora de construir el suspenso y la intriga. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
ENEMIGO ÍNTIMO Estrenada oficialmente en Agosto de 2014 en el Festival de Venecia, Goodnight Mommy (Ich seh ich seh) relata la historia de unos hermanos (Lukas y Elias Schwarz) que se mudan a nueva casa en el campo junto a su madre (Susanne Wuest), la cual al volver de una cirugía estética no es reconocida por sus hijos. Es el primer largometraje de la dupla austríaca, ya que habían trabajado anteriormente en el documental sobre el actor homónimo, Kern (2012) y en el corto Elephant Skin (Elefantenhaut, 2009). Goodnight Mommy se presenta en esa nueva oleada de películas de terror que sólo pueden encerrarse en dicho género a partir de la temática general que tocan, pero que pivotea entre diversos sub-géneros como el suspenso, el drama, lo sobrenatural y el thriller psicológico. Desde el comienzo, la propuesta de Fiala y Franz (sobre guión de ambos) muestra elementos que colaboran con el desarrollo de lo descripto anteriormente. Colores pálidos (transmisión de una cierta quietud depresiva), una casa en el medio del campo (la vastedad y la incapacidad de pedir ayuda), unos gemelos con un pasado particular y el agregado de la situación de la madre que sirve como disparador principal. Sin embargo, esto último es solo un puente para la resolución de una problemática familiar cuyos detalles no daremos aquí, aunque vale aclarar que son de fácil deducción. Lo que comienza como un drama familiar de traumas sin resolver, va mutando al horror sobrenatural para terminar con el terror psicológico del final. 1550745 Fiala y Franz desarrollan Goodnight Mommy con un ritmo que se toma el tiempo para construir climas y situaciones dando la sensación de que la verdad sospechada explotará en cualquier momento. Cuenta con elementos similares de otra contemporánea destacable como The Babadook (Jennifer Kent, 2014) que elogian ampliamente el tratamiento de las tragedias personales como base del terror psicológico. Aquí no hay sustos baratos ni giros arbitrarios del mainstream de terror hollywoodense, aquí hay paciencia y respeto por la narración. El dúo de cineastas austríacos logra un drama gris de tragedias irresolutas cuya superficie promete una cosa que su desarrollo no solo desmiente, sino que profundiza y es en ese viaje que Goodnight Mommy logra su cometido: no dejar de mirarla.
Mamita querida... El horror familiar austriaco que nos merecemos en todo festival llega esta vez de manos de estas dos directoras, producidas por Ulrich Seidl, en una película que podría entrar también en la competencia de género. Y si la crueldad y la violencia familiar son motivos ya recurrentes en el cine de ese país, aquí lo que lo vuelve más tolerable es el marco “genérico” que los contiene, a diferencia de otros connacionales de las realizadoras. Una madre regresa a su casa campestre tras un accidente que le requirió una operación estética en el rostro, por lo que lo tiene todo vendado. Allá la esperan, jugando como si nada pasara, sus dos hijos gemelos. Pero la alegría del regreso se interrumpe ya que mamá está muy cambiada y no sólo por los vendajes: agresiva, dura, intolerante, la mujer ha vuelto convertida en otra. Y los chicos empiezan a sospechar que ese cambio es literal: que no es su madre sino una impostora. Ese es sólo el comienzo de una serie de batallas psicológicas que se vuelven físicas y tortuosas en este film que cada vez va revelando más y más capas, si bien muchas se pueden adivinar de entrada si se presta un poco de atención a ciertos detalles. Promediando el relato la situación se pone casi al borde del género de terror puro, con escenas que harán a más de un espectador entrecerrar los ojos, pero aun con esos excesos la película logra transformarse en una experiencia enervante y tensa, con algunos momentos sorprendentes. Es fácil imaginar que esta historia tendrá su remake hollywoodense: los elementos narrativos están ahí, listos para ser transformados del tono gélido de la familia austriaca disfuncional que todos amamos odiar a algún pueblito del centro de los Estados Unidos… Si pasó con Funny Games –película con la que tiene algunos puntos de contacto– seguramente ocurrirá con esta.
La máscara como espejo del misterio. Como ocurría en La bruja, otra película reciente a la que el rótulo del terror no le hace justicia, acá es nuevamente el núcleo familiar la fuente desde la cual emerge lo extraño y a la vez ominoso. Un film siniestro, en el más freudiano sentido del término. No es raro que una película como Goodnight Mommy, de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala, haya generado tantos defensores como ofendidos. Tampoco sorprende que el motivo para que los primeros la ensalcen y los otros la detesten sea más o menos el mismo: que Goodnight Mommy no es una película de terror. Por suerte. Aunque una mirada general obligue muchas veces a la simplificación de etiquetarla dentro de ese género a falta de uno más apropiado. Es verdad que la película comparte determinadas herramientas con algunos subgéneros de dicha categoría –los climas ominosos, cierto sadismo explosivo y desatado, y un detalle final que no es prudente revelar– que la acercan bastante. Sin embargo el tratamiento general excede los límites del terror para avanzar sobre todo hacia el drama familiar, en donde lo sobrenatural funciona como un canal sobre el que sus protagonistas transitan como pueden su vínculo con la tragedia. Pero así como no hay ninguna duda de que no se trata de una película de terror, tampoco la hay respecto de que Goodnight Mommy puede y debe ser definida como un film inquietante. Siniestro, en el más freudiano sentido del término. El hecho de que sus protagonistas sean Lukas y Elías, un par de mellizos idénticos, no hace más que poner como punto de partida el tema del doble, un tópico tradicional en la obra del padre del psicoanálisis, tan austríaco como la película. Y, como ocurre en La bruja –otro título reciente al que el rótulo del terror no le hace justicia–, acá es nuevamente el núcleo familiar la fuente desde la cuál emerge lo extraño y a la vez ominoso. Goodnight Mommy comienza en una plantación en la que los dos chicos juegan a esconderse y a tomar al otro por sorpresa. Uno de ellos lleva una máscara. Como ocurre habitualmente con los mellizos, Lukas y Elías conforman una unidad bifronte en la que uno de ellos funciona como parte dominante de esa entidad. En este caso le corresponde a Lukas, el enmascarado, asumir el rol más activo y la película lo muestra siempre guiando los juegos y las incursiones por el campo que rodea la moderna y cómoda casa en la que viven. Toda la primera secuencia representa muy sutilmente ese juego de dobleces y reflejos. Luego de jugar en el campo los chicos se adentran en un bosquecito para terminar en la boca de un túnel oscuro en el que Lukas empuja a Elías, para recién entrar él mismo una vez que su hermano ha desaparecido en las sombras. Pero esta serie de escenas también tiene un doble final y la siguiente muestra a Elías flotando en un lago encima de una colchoneta inflable. Su reflejo invertido se extiende sobre el agua, debajo de él. Elías llama a Lukas, pero todo lo que ve son burbujas y la superficie levemente alborotada del agua. Recién después de eso la madre llega a la casa, tras haberse sometido a una operación que, pronto se sabrá, tiene su origen en un accidente de autos. Lleva el rostro vendado, como una momia, y esa máscara forzada pone distancia entre ella y sus hijos. Así como el título original de la película remite al tradicional juego infantil del Veo, veo, todo en la película es pasible de ser discriminado entre aquello que puede ser visto y aquello que no. Y en esa máscara que ella debe llevar (aunque a veces parece que en su uso hay más un deseo que una necesidad), los chicos encuentran un límite que les impide hallar a su madre. Y no se trata de una metáfora: encerrados en su propio mundo dual, Lukas y Elías se convencen de que la mujer bajo las vendas no es su madre. Una conclusión a la que la actitud poco maternal de ella con los chicos (y sobre todo con Lukas, a quien ignora de un modo cruel) le suma puntos. Aunque es cierto que no se trata de una película de terror, eso no significa que el horror no sea parte de la ecuación. Pero un horror doméstico e íntimo, al que los cinéfilos podrán encontrarle fácilmente un pariente en la obra de Michael Haneke, en películas terribles como Funny Games (1997) y sobre todo El video de Benny (1992), donde lo familiar es atravesado de modo literal por el espanto. La virtud de Franz y Fiala está en su capacidad para hacer que ese horror emerja sin traiciones, pero también sin piedad.
Llega por fin a salas Goodnight Mommy, película de género austríaca que logró destacarse desde festivales hasta estrenos comerciales a nivel mundial. Dirigida y escrita por Veronika Franz y Severin Fiala, Goodnight Mommy es una película no exactamente de terror, sino más bien de suspenso. Dos niños gemelos que viven en medio del campo ven regresar, mientras juegan inocentemente, a su madre a la casa tras un paso por el hospital, pero ésta llega vendada, sin posibilidad de verle el rostro. El problema es que de a poco los niños la van notando cada vez más cambiada hasta el punto de creer que quien regresó no es su verdadera madre. Detrás del curioso personaje de la madre está la actriz Susanne Wuest, quien sin necesidad de utilizar expresiones faciales logra impregnar a su personaje de oscuridad y misterio. Un personaje que se esconde de la luz y de la compañía, que prefiere encerrarse y mirarse al espejo, espejo, elemento clave de un relato sobre imágenes reflejadas. No obstante el plato fuerte está en la interpretación de los hermanos, hermanos gemelos también en la vida real. Ellos llevan esta historia retorcida y lúgubre a través de senderos donde reina el suspenso antes que el terror, o mejor dicho es un terror no surgido a través de sustos específicamente, sino más bien de cosas desagradables a la vista. Es que una de las cosas que mantiene entretenidos a estos niños es la obsesión que tienen con los insectos, a quienes encierran en frascos o incluso queman. El guión de las realizadoras es más que efectivo, cierra por todos lados pero también es cierto que, tal como podemos esperar de una película en la que no todo es como parece, su vuelta de tuerca es revelada un poco después de ya haber comenzado a insinuarla y pensarla como tal el espectador. Es así que la primera mitad peca de ser un poco más lenta, y es en la segunda cuando se pone más carne sobre la mesa. La fotografía apoyada en sombras y ciertos rincones de la casa, más bien en tonos oscuros, y la dirección de arte, sumado a una pesadillezca banda sonora con canciones alemanas, terminan de hacer de esta película algo aterrador. Goodnight Mommy no falla a la hora de crear y mantener estos climas perturbadores. Sin necesidad de recurrir a golpes de efectos, o de llevar lo desagradable a un fuera de plano, esta película es un relato macabro sobre lazos filiales que apuesta todo el tiempo al realismo para que todo se nos sienta aún más espeluznante.
Misterio, pesadillas y mucha truculencia Estrenada en el Festival de Venecia en 2015, esta provocadora película austríaca ha generado todo tipo de polémicas. No casualmente su productor es Ulrich Seidl, pareja de la directora Veronica Franz y responsable de la trilogía Paradies, que también desató virulentas discusiones en cada lugar donde fue exhibida -en la Argentina sólo se estrenó la primera parte, Paraíso: Amor (2013), protagonizada por una cincuentona enredada en una humillante historia de turismo sexual en África-. En este caso, los protagonistas son dos inquietantes gemelos que en el inicio de la historia aparecen extrañamente solos en una sofisticada casa en medio de la campiña. Hasta que llega su madre, una veleidosa conductora televisiva que se ausentó un tiempo para someterse a una cirugía estética y de inmediato empieza a tener serios problemas con ellos. Temperamental y neurótica, la mujer trata a los chicos con una frialdad y un desprecio -sobre todo dirigido a uno de ellos- que los transforma en inesperados enemigos. En algún momento, esa enemistad manifiesta muta en alarmante sospecha: ¿esa mujer con la cara cubierta es la misma que teóricamente entró al quirófano? Sometida a una serie de pequeñas pruebas por esos niños de comportamiento exótico que coleccionan insectos y parecen perturbados por algún trauma del pasado, la mamá definitivamente no logra convencerlos. Y de pronto queda convertida en su insólito rehén. Se desatará entonces un ominoso catálogo de perversidades con el que los directores se regodean en exceso. Esa insistencia en una detallada exhibición de crueldades quizás sea la principal flaqueza de la película, cuya referencia más visible es Funny Games, otro cuento perverso del también austríaco Michael Haneke, pero que también dialoga con Los ojos sin cara, de Georges Franju; Pacto de amor, de David Cronemberg, y La piel que habito, de Pedro Almodóvar. El riguroso trabajo de puesta en escena de la dupla de directores es fundamental para la creación de un clima espeso y oscuro que cubre por completo este estilizado thriller psicológico que combina misterio, pesadillas y truculencia con una malicia que estremece.
Madre, ¿hay una sola? Un filme de horror con pocos personajes, mamá, dos gemelos, una casa alejada y una trama macabra. Muy macabra. Una de las mejores cosas que ofrece el cine de horror, el que realmente logra ingresarnos en una historia y sentir verdadero miedo, es hacernos partícipes, aunque desde una lejana butaca. Pero vean Goodnight Mommy y sentirán que la pesadilla que se vive dentro de esa casa cerca de un lago es asfixiante. Agobia. Es, casi, eterna. Los elementos con que cuentan los austríacos Severin Fiala y Veronika Franz son los justos. Pocos personajes, pero bien relacionados, una casa moderna, pero alejada y una trama macabra. Pero bien macabra. Los gemelos Lukas y Elias (Lukas y Elias Schwarz) aguardan en su nueva casa a que llegue su madre (Susanne Wuest), luego de una operación a la que la sometieron por cuestiones estéticas. Así que mamá llega con el rostro vendado. El clima se va enrareciendo, al igual que las relaciones entre los hermanos, pero más que nada con la progenitora. Los hermanos, de 9 años, comienzan a desconfiar de su madre. Primero, de sus actitudes. Luego, están convencidos de que se trata de una impostora. ¿Quién está más indefenso, allí, en medio de un paraje paradisíaco? ¿Y a quién acudir si se trata de sobrevivir, en lucha entre conocidos? Las vueltas de tuercas maléficas, que por supuesto no adelantaremos, hace pensar que los personajes de Michael Haneke son como pequeños monstruitos al lado de lo que se ve aquí. A los realizadores les basta con contraponer las duras reglas que desea imponer la madre (que, con las vendas, parece más momia que mamá) para comenzar a desatar un infierno. Confianza, solidaridad, temor y amor, de todo hay entre esas cuatro paredes y los ventanales limpios. Por ahora. El tema del doble, tan querido en lo concerniente al género de horror, está muy presente y no sólo porque los protagonistas sean gemelos. Hay máscaras, y rostros que se ocultan, el de mamá y el de los niños. Hay una relación simbiótica y hasta tal vez perversa entre los hermanos, que a Brian De Palma y a David Cronenberg los haría poner colorados. Y hay una cuota de sadismo. Es el siglo XXI, en fin. Hacer cine de autor con el terror no es para cualquiera. Kubrick lo logró con El resplandor, y aunque la pareja detrás de Goodnight Mommy no está a la altura del realizador de La naranja mecánica, imprimen su marca y se alejan de tanto morbo que circunda ensuciando más que elevando al género. Al estar prácticamente cercada la narración a la casa, el lago y el bosque, el trabajo de cámara e iluminación de Martin Gschlacht es fundamental. Logra contrastes agudos, sombras y oscuridad inquietantes, lo mismo que la edición. El guión pasa de imágenes casi bucólicas a otras de violencia extrema, y los sobresaltos son bien llevados. Nada es porque sí. Una lección para aquéllos que dicen amar el género, que no deberían perderse esta película.
¿Queres ver una peli que te va a dejar totalmente transformado al salir del cine? Ok, "Goodnight Mommy" es tu única opción, pero ojo, no es para todo el mundo, es más, si sos impresionable, descartala ya mismo. Desde Australia, proyectándose en casi todo el mundo y con críticas sobresalientes, esta historia de seguro te va a dejar sin aliento. Sus realizadores se llevan el merito absoluto, desde la dirección de los dos hermanitos, quienes son brillantes como actores hasta la puesta de cámaras. Si hay algo que tiene la película es que no tiene miedo de seguir escarbando profundo en el dolor de los personajes, tanto físico como mental y eso es para aplaudir. Una real obra del horror que - como dije antes - no es para todo el mundo, pero que si lográs no taparte los ojos - casi - todo el tiempo, vas a recordar por mucho tiempo porque tiene todos los ingredientes necesarios para movilizarte del miedo.
Goodnight Mommy es una película austríaca -¿de terror?- que empieza con una imagen de archivo que muestra a una bellísima familia (compuesta por dos niños rubios y su madre) cantando una canción -infantil o de iglesia, da igual- filmada en Technicolor (un proceso técnico de cine en color que se usó hasta mediados de la década de 1950) que remite al imaginario nazi. Codirigida por Veronika Franz y Severin Fiala, es una de esas películas que no brinda mucho tiempo para pensar. No sabemos cómo, ni muy bien por qué, pero de repente todo ese mundo bucólico de campo y verano que se presentó al comienzo, se convierte en uno opresivo y cruel lleno de inexplicable sadismo y violencia. En el medio, aunque aparecen episodios que podrían explicar ciertos comportamientos, todo se parece a la locura. Y es que quizás de eso se trate Goodnight Mommy. Tras la acumulación de resentimiento, silencio y aislamiento deviene lo irracional, encarnado -cinematográficamente hablando- en la aparición de los recursos del género terror. La trama se compone de tres personajes: dos hermanos gemelos de 11 años y su madre. Ella vuelve a la casa de campo tras una operación, tiene la cara vendada y parece cambiada, distante. Uno de los gemelos -siempre alejado-, ocupa, como en el isósceles, el incómodo lugar del vértice desigual. El otro parece más dócil, resulta más tierno. Los dos tienen nombres de profetas bíblicos: Lucas el primero, Elías el segundo. La cosa es que de a poco los rubiecísimos gemelos que jugaban entre los campos austríacos bajo el sol de un caluroso verano empiezan a desconfiar. Esa mujer que volvió a casa y los reprende con crudeza cuando se portan mal ¿es su madre? Las sospechas se acrecientan mientras desaparece la compasión y se agudiza el encierro. Entonces, el terror lo va impregnando todo. Si en Casa tomada, de Julio Cortázar, lo que iba avanzando ocupaba el espacio físico y expulsaba a los hermanos, en Goodnight Mommy, en cambio, para lo que no queda espacio es para lo familiar y tampoco para esa esencia que lo sostiene: la compasión. Ya sin ella, todo es posible. De hecho, si las primeras escenas remitían al cine de otro austríaco, Michael Haneke, en cuyas películas se muestra a través del naturalismo la crueldad humana y la falta de conmiseración -por lejos el mejor de los sentimientos cristianos-; en su punto de giro el film de Veronika Franz y Severin Fiala da un vuelco hacia el tratamiento terrorífico, recordando cierto esoterismo y apelando a imágenes surrealistas de la magnitud de la navaja cortando el ojo en Un perro andaluz, el cortometraje que en 1929 rodó Luis Buñuel. Con la misma lógica que en Funny Games, de Haneke, lo que en principio es un juego -al que remite la película a través de su título original Veo veo, según su traducción literal del alemán- se vuelve un acto cuyas reglas atraviesan las de la sociabilidad. Ahí el espectador se estremece. Y lo que lo sacude es la culpa. A veces, lo obliga a no mirar, a taparse los ojos, a no querer ver lo que la historia demuestra que es posible. Porque ¿quiénes son estos tres personajes que dicen ser una familia? ¿Acaso el espejo de aquellos otros que cantaban felices bajo los radiantes colores del Technicolor? En Goodnight Mommy las huellas históricas se ven. No hace falta que nadie lo diga.
Elias & Lukas son dos hermanos gemelos que disfrutan del jugar y divertirse, de esta forma pasan así gran parte del día hasta la llegada de su madre, quien se encontraba internada en un hospital tras una operación de rostro, un tarde ella es dada de alta y vuelve a su hogar con la cara toda vendada y los niños con el correr de los días empiezan a notar un comportamiento extraño en su madre, llagando incluso a sospechar que es una intrusa la que ocupa su lugar, desde ese momento los hermanos comienzan a armar un cruel plan para sacar sus dudas y descubrir la verdad al precio que sea necesario. Goodnight Mommy puede ser una de las sorpresas dentro del género de terror en este año, la trama puede ser sencilla en su comienzo ya que la primera mitad de la misma nos muestra a los hermanos libres por la ausencia de su madre, saliendo a recorrer el bosque, nadar en el lago, mostrándonos cada lugar de la casa en la que se hospedan, puede ser molesto todo esto porque no se muestra como algo que asuste sino solo 2 niños robándose cada plano de la película, pero todo esto cambia a partir de la actitud de su madre, una mujer que se comunica poco y cuando lo hace es de manera seca y ausente de sí misma, totalmente distinta a la anterior madre que fue antes de ingresar al hospital, los infantes desde su inocencia no saben que mas hacer para que ella los tome en cuenta, ahí es cuando comienzan a sospechar que la mujer que esta ante ellos no es su madre, sino una persona distinta, ahí comienza un juego perverso para descubrir la verdad, un juego que supera a todo lo visto y que no tiene límites y que desencadena una tortura brutal llena de violencia. La dupla de directores supo manejar perfectamente cada ambientación del film, mostrándonos cada detalle de la casa en donde se dan todos los sucesos, también el gran aporte del trió que componen la película, pero los hermanos Elias y Lukas Schwarz se llevan todo el protagonismo del film haciendo en un primer momento a dos dulces niños que luego muestran el lado más perverso que esconden. Claramente “Goodnight Mommy” es una muy buena película de su primera mitad resulta densa pero que sirve para conocer a fondo a los jóvenes protagonistas y que en su segundo acto hace que nos tenga en vilo y querer descubrir pronto la conclusión de la película, que La tortura que sufre la madre se acabe. Lo bueno: El trio de actores que protagonizan el largometraje, en especial los niños. Los detalles y toda la fotografía. El guion por momentos es demasiado denso pero que llegando a los últimos 45 minutos valdrán la pena, la segunda mitad es totalmente sorprendente en donde la psicología de los niños y la tortura están muy presentes. Lo malo: La primera mitad puede resultar muy densa.
EL HORROR Y SUSPENSO Una muy interesante película austríaca dirigida y escrita por Verónica Franz y Severin Fialla, que buscan el horror que surge de la vida cotidiana y lo que ellos llaman el cine físico, transmitir al espectador lo que sienten y sufren los protagonistas. Una historia que recurre a dos gemelos y una madre con el rostro vendado que ellos no reconocen como tal, después de un accidente. Y todo el desarrollo del film deja rastros pero también indicios de la historia que termina por sorprender al espectador y que durante todo el transcurso, sin lugares comunes del género, en ambientes perfectos de diseño nos llevan del asco, a la sorpresa, del suspenso y la sospecha a la crueldad. Distinta, personal, muy bien hecha.
Fuera de Hollywood, el trabajo dentro del género del drama y el horror a veces puede resultar muy sugerente y diferente a todo lo que uno ha visto. La atmósfera opresiva y un elemento de peligro hogareño son los principales alicientes a la hora de enfrentar la tensa Goodnight Mommy, una íntima delicia austriaca que va asfixiando de a poco y no suelta hasta el final. La llegada al hogar de los padres cuando uno es chico es una especie de mini-festividad, donde el padre o la madre se recibe con los brazos abiertos. Pero para Lukas y Elias -los soberbios Lukas y Elizas Schwarz- este momento en pleno verano se ve trunco por el arribo de su madre, una mujer que dista mucho de la que ellos conocían. Con un semblante recio, poco cariñosa, llena de órdenes y lo que es peor, la cara oculta bajo varias vueltas de vendaje, los pequeños gemelos deben adecuarse a la nueva realidad en su hogar. Pero algo no está bien, algo los hace dudar y esa duda los llevará por caminos muy oscuros para pequeños de su edad. Los directores Severin Fiala y Veronika Franz se despachan con un thriller psicológico que se va tornando terrorífico conforme pasan los días en el hermoso hogar. Ambos tienen la capacidad de incomodar con un puñado de escenas y alguna que otra imagen desoladora y tétrica, sin contar los efectos de sonido que aumentan la presión en el espectador a cada segundo. El trabajo de Susanne Wuest como la Madre es tan desconcertante como su personaje, y a medida que las vendas van cayendo así mismo caen los velos de su persona, dando paso a algo tan siniestro como dramático. Goodnight Mommy tiene pasajes salidos del horror puro y duro, y hasta coquetea con la tortura, pero en el fondo es un drama familiar severo, que guarda un doloroso as bajo la manga revelado en el momento más crucial de la trama. Ojos atentos pueden dar cuenta de esta revelación mucho antes en la película, pero no le quita el peso a ese clímax rabioso en una de las imágenes más potentes que ha entregado el cine de género en años. Toma tiempo llegar al quid de la cuestión, pero cuando lo hace, Fiala y Franz están ahí para no dejarle perder momento alguno al espectador. Habrá tardado en llegar a las carteleras locales, pero se agradece que haya llegado para desplegar sus sombras oscuras por toda la sala.
¿Dónde está nuestra madre? Antes de desasnarse acerca de la película de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala, el espectador no debe olvidar que estamos muy lejos de la industria hollywoodense. Teniendo en claro esto, somos conscientes de que Goodnight Mommy no es pretensiosa en su afán y se toma su tiempo para contar las cosas, hecho que puede densificar el relato de alguna u otra manera. Dos hermanos gemelos (Lukas y Elias Schwarz) aguardan la llegada de su madre (Susanne Wuest), recién sometida a una intervención quirúrgica estética. Todo se vuelve misterioso cuando la mujer llega al lugar con su rostro totalmente vendado, como si fuera una momia, en una secuencia que realmente inquieta. Este contexto se irá enrareciendo cada vez más cuando los hermanos comiencen a sospechar que la mujer no es su madre. Siempre recordaré una película de terror francesa muy interesante llamada Ellos (Ils, 2006), en la que una pareja joven se mudaba a una gran mansión. El lugar, totalmente alejado de todo y de todos, encerraba un misterio e incertidumbre que la película transmitía de excelente manera. Es válido recordar este ejemplo para entender que las buenas historias no necesitan de la grandilocuencia, y que el cine europeo tiene otras formas de contarnos las cosas. Dicho esto, no queda más que disfrutar de un film lento en su relato, con climas sórdidos y claustrofóbicos bien logrados y con una mística que se renueva plano tras plano (los ambientes de la casa plagados de cuadros fotográficos de una mujer que, inferimos, es la madre en cuestión, totalmente desfigurados). La película de Franz y Fiala aprovecha bien sus recursos y en ningún momento se vuelve predecible, elemento que actualmente vemos hasta el hartazgo repetirse en el género. Es por ello que en esta época nos viene bien que aparezcan films como Goodnight Mommy, que se sostiene bastante bien aunque uno de sus desaciertos haya sido no incorporarle algún componente más vertiginoso al relato.
Fuerte ejemplo de cine de la crueldad Más que una pelíicula de terror, esto es cine de la crueldad a la enésima potencia. "Goodnight Mommy" está concebida más como cine de arte que como de género, y por lo tanto demora un tanto en arrancar. Pero cuando arranca, hay que agarrarse. Hay pocos personajes y un decorado casi único, la superfashion casa al lado de un lago donde dos hermanos gemelos de unos diez años viven con su madre. El problema empieza casi desde el vamos, cuando la madre regresa a la casa con la cara toda vendada al mejor estilo "hombre invisible". Ella se acaba de someter a una cirugía, y sería comprensible que esté un poco alterada, especialmente porque los gemelos pueden volver loco a cualquiera, con hábitos como que sólo uno de ellos habla con los demás mientras el otro sólo le susurra sugerencias a su hermano al oído. Pero hay algo más que la alteración materna que provoca que los chicos estén convencidos de que esta mujer no es su madre. Lo que por supuesto altera aún más a la protagonista, que empieza a actuar con crueldad, al punto de que los chicos tratan de escapar y avisar a la policía, aunque obviamente nadie les hace caso,por lo que desde su óptica tienen que pensar en otra opción. La película empieza un poco lenta y pretenciosamente, con algunas escenas que de a poco logran armar un clima terrorífico, sobre todo cuando los chicos se dedican a jugar con unos bichos espantosos. Pero hacia la mitad el asunto se pone más fuerte, culminando en una media hora final increíblemente cruel Perturbadora como pocas, la película funciona de verdad en su segunda mitad, donde igual que con Mary Lambert y su adaptación de "Cementerio de animales" de Stephen King deja clara la contundencia de una mujer dirigiendo una historia de terror familiar.
Goodnight Mommy es una cinta de horror distinta. Dos niños sospechan que la mujer que ha regresado del hospital tras ser intervenida en el rostro, no es su madre. Si esta duda es real ¿quién se esconde tras el inquietante vendaje? Narrada desde los ojos de los niños protagonistas, esta fábula oscura y minimalista, apela a los climas para generar una atmósfera de tensión y terror que hiela la sangre. Horror psicológico, suspenso extremo, una sensación constante de locura y de que cualquier cosa puede ocurrir. Notablemente "europea", es una verdadera gema de horror moderno que no necesita de imágenes explícitas para calar hondo en el ánimo de los espectadores. Terror de autor. Una experiencia fílmica surrealista y escalofriante.
El mito del doble, del otro, ha alimentado la imaginación de escritores y cineastas a lo largo del tiempo. Los austríacos Verónika Franz y Severin Fiala lo toman para esta inquietante pieza de cámara en la que tres personajes, en una casa increíble en medio de la nada, exploran los límites del suspenso, y luego, del horror. La madre vuelve a casa después de una operación que dejó su cara totalmente vendada, como una momia. Sus traviesos gemelos la reciben con recelo animal: ¿esta es realmente mamá?, ¿y si no es? Una familia es un grupo en pugna por el poder, parece también decirnos este refinado, preciso y contundente film de terror, físico y psicológico. ¡Cuidado con esos chicos!
"Goodnight Mommy", terror demasiado anticipado No muchas veces se tiene la chance de que se estrenen películas oriundas de países como Austria. Tal vez sea por su exitoso paso por diferentes festivales de cine del mundo o por venir con la chapa de que fue la seleccionada por ese país para representarlo en la entrega de los Oscar de este año a Mejor Película Extranjera (no quedó en la selección final), lo cierto es que a las pantallas argentinas llega "Goodnight Mommy" (Ich seh ich seh, 2014), que ofrece la rara oportunidad de ver y que se conozca un poco el cine austríaco. Pleno verano, una casa de campo aislada de todo, rodeada de bosques y cultivos de maíz, allí Lukas y Elías (Lukas y Elias Schwarz), dos hermanos gemelos, pasan su tiempo jugando y divirtiéndose. Ellos esperan pacientemente la llegada a casa de su madre (Susanne Wuest), que regresa tras una operación de cirugía plástica a la que se sometió. Cuando lo hace aparece con su rostro completamente vendado y su comportamiento es frío y distante. Además, exige tranquilidad y no ser molestada para que su recuperación sea más rápida. Este cambio de personalidad drástico, muy diferente a lo que los niños recordaban, hará que ellos comiencen a preguntarse si la mujer con la que está conviviendo es su verdadera madre o una impostora. Ópera prima para Severin Fiala y Veronika Franz, quienes además escribieron el guión, es un filme que va construyendo climas a lo largo de su recorrido. Capa tras capa los realizadores van cimentando esta obra que, a medida que se va desarrollando, va generando cada vez más preguntas en el espectador. Lo cierto es que puede parecer que lo hace de manera demasiado lenta y que tarda demasiado en llegar al clímax. Clímax que, por cierto, para un espectador avezado y que tiene mucho largometraje de género encima verá venir con bastante anticipación (sí, este periodista se imaginó el final a los 20 minutos de verla y sufrió con ese karma hasta que terminó). No se trata de arrogancia ni nada por el estilo, es que este filme remite a otros dos en particular por su similitud en contenido o porque comparte varias cosas con ellos: "El otro" (The Other, 1972) y "Dos hermanas" (Janghwa, Hongryeon, 2003). No vamos a contar cuáles son esos parecidos para no estropearle el filme al que no las haya visto. Vale decir que estos dos largometrajes sí son más de terror que "Goodnight Mommy", que vaya uno a saber por qué la "venden" así por estas pampas. Es más una película de suspenso con un par de escenas "de miedo" que otra cosa. Los chicos que eligieron -seleccionados entre 240 gemelos- participan por primera vez en un filme, y llevan bastante bien el peso protagónico que les da el relato. Un acierto puede haber sido que nunca les dieron el guión y que se filmó cronológicamente, logrando así el efecto deseado. Por su lado, Susanne Wuest es conocida y ya demostró en pantalla lo que puede dar. Su papel, que requiere de una ambigüedad casi exasperante, está muy bien logrado. Pero a la película le falta fuerza, espontaneidad y un poco más de sangre. Se pierde mucho en sensaciones y climas y va perdiendo fuerza en vez de ganarla. Para cuando llega la resolución el espectador está avispado de lo que pasa o ya no le interesa tanto saber qué ocurre. La apuesta es interesante, cómo se llevó a cabo tal vez decepcione un poco, pero es una gran oportunidad para ver cine de un país europeo diferente al que estamos acostumbrados. La ganancia puede llegar a ser esa. Y, a veces, no es poca cosa.
Familia siniestra Una película austríaca reproduce el espíritu de los mejores filmes del género de terror y captura al espectador merced a una intriga que se mantiene intacta hasta el último fotograma. Las mejores películas de terror suelen llegar en los últimos tiempos de los países más inesperados. En diciembre se estrenó "Los Hijos del Diablo", de Irlanda, y poco después llegó "La Cabaña del Diablo" de Colombia; para luego dar pie a la local "Resurrección", que terminó de demostrar que el género ya no es patrimonio del cine anglosajón. En esta ocasión llega a las salas argentinas "Goodnigh Mommy", cuyo origen se sitúa en Austria y que cuenta con el protagónico de tan sólo tres actores. La historia se centra en los gemelos Lukas y Elías, que esperan el regreso de su madre, quien sufrió un accidente que dejó su cara muy lastimada, por lo que tuvo que ser sometida a una cirugía estética. Sin embargo, el aparente extraño comportamiento que muestra la mujer a su regreso, y la imposibilidad de ver su rostro al completo debido a un vendaje que utiliza casi permanentemente, hacen suponer a los niños que ella no es su progenitora sino una impostora. Debido a esto, los dos pequeños idearán un plan para desenmascararla (literalmente) y descubrir qué ha pasado con su mamá. El título, retocado el mercado anglosajón, hace referencia a un juego de palabras entre "mamá" y "momia" pero el filme encara para otro lado, el del terror sugestivo, incentivado apenas por pequeños planos y pistas que los directores Verónica Franz y Severin Fiala que van indicando un camino de salida que termina yendo en una dirección totalmente inesperada. Con una producción por demás modesta, la película está filmada casi totalmente en una casa de dos plantas pero los climas que genera se expanden como un globo que de repente explota y sorprende. Quizá no sea "la mejor película de terror de los últimos tiempos" como reza la promoción, y quizá ni siquiera es terror lo que produce sino intriga y misterio permanente, pero de lo que sí puede estar seguro el espectador es que "Goodnight Mommy" no defrauda.
Su desarrollo va generando tensión, suspenso y un toque de terror psicológico, con momentos escalofriantes. Con momentos asfixiantes, su relato va generando lo que propone, con pocos personajes, buenas locaciones, un buen trabajo de cámara, la iluminación apropiada y todo va generando buenos climas dentro del género.
No sé qué tendrá Austria, pero un país que ha dado a Adolf Hitler, a Josef Fritzl y a Michael Haneke es de temer. Hay algo oscuro, una desviación mental que llega a límites que uno no puede imaginar. No sé si se puede analizar psicológicamente a todo un pueblo (tiendo a creer que no), pero no son pocas las películas austríacas perturbadoras y enfermas. Está también Ulrich Seidl, director de la trilogía Paradise, de Dog Days y de Import Export, todas películas en las que el sexo, digamos, no convencional, hace avanzar la trama. Y es el nombre de Ulrich Seidl el que vemos primero en los títulos de Goodnight Mommy, película que se estrenó hace dos años en el Festival de Venecia, pasó el año pasado por nuestro BAFICI y recién hoy llega a los cines. Tarde pero seguro, porque aunque está disponible en buena calidad para bajar, es recomendable verla en pantalla grande, a oscuras, dejándose absorber por las imágenes. Decía que aparece Seidl porque es el productor de esta ópera prima de ficción de Severin Fiala y Veronika Franz. Dos chicos, hermanos gemelos (interpretados con una madurez impactante por Lukas y Elias Schwarz), juegan en los alrededores de una casa de campo. Esa primera secuencia, previa a los títulos, dicta el tono de lo que vendrá: una puesta en escena rigurosa -con mucho cuidado de cuándo y cómo los personajes entran y salen del plano- y una música y sonido que contribuyen al ambiente de terror. Intuimos que algo les va a pasar a esos chicos indefensos. Cuando entran a la casa vemos que viven solos con su madre (Susanne Wuest) que tiene toda la cabeza vendada. No sabemos bien por qué: una operación o un accidente; tampoco sabemos qué hay debajo del vendaje. Pero los hermanos pronto empiezan a sospechar que esa mujer no es su madre. Goodnight Mommy es una película de terror bastante clásica desde lo estructural -hay un par de vueltas de tuerca muy inteligentes- pero que tiene el toque austríaco justo de perversión para resultar más terrorífica que la media. Fiala y Franz tienen un dominio perfecto de la historia y de la puesta en escena, saben adónde quieren ir y pasean de las narices al espectador. No es casualidad que se destaque también el director de fotografía Martin Gschlacht: Goodnight Mommy nos da miedo con unas imágenes precisas, cuidadosamente planeadas. Jugadas de pizarrón. Esto es, claro, hasta la última parte, que… bueno, mejor no decir nada. Vienen estrenándose últimamente grandes películas de terror. A La bruja y Avenida Cloverfield 10 ahora se le suma Goodnight Mommy. Quizás sea la mejor, aunque eso se puede discutir. Lo que no se puede negar es que es, por lejos, la más aterradora de las tres.
Dos gemelos sospechan que la mujer con quien viven no es su madre y empiezan a acosarla. Como si estos pibes (icónicamente bellos) fueran una suerte de Hansel y Gretel maltratando a su madre-bruja, inocencia y perversión se interponen, con el marco de una moderna casa rodeada de un bosque casi de cuento. El film es prolijo y divertido, aunque su salvajismo in crescendo es atenuado por la fría elegancia de la morada en cuestión y las formas mismas elegidas para desarrollar el relato. Hacia el final, el sadismo va convirtiendo el misterio en un estado de locura algo desproporcionada, haciendo suyos gestos del cine gore.
Inquietud y ambigüedad Buenas noches, mamá, la película de terror de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala, se sostiene en sus atmósferas y la aparición de sus datos. La palabra es inquietud. Inquietud y ambigüedad. No es misterio, ni suspenso, ni terror. Si bien todos estos elementos estén presentes en Buenas noches, mamá (Good night, mommy) la película de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala se sostiene más en la sutil gradación de las atmósferas y en la inteligente dosificación de los datos que en el estricto respeto de las reglas de un género cinematográfico particular. Una mujer que acaba de someterse a una cirugía facial vuelve a su casa en las afueras de Viena, donde la esperan sus hijos gemelos. Tiene la cara tapada por las vendas. Sólo se le ven los ojos y la boca. Los niños la reciben con frialdad. No la abrazan, la miran con recelo. No la reconocen. La tensión entre ellos se instala desde ese primer momento como un enorme bloque de hielo que les impide comunicarse del modo en que se supone que una madre se comunica con sus hijos. Ella está perturbada, cansada, irritable, y no es mucho lo que se nos dice sobre las causas de su estado anímico. Una conversación telefónica permite deducir que la mujer sufrió un terrible accidente y que se separó del padre de los chicos. La escasez de información, sumada a la máscara de la ella, induce a que el espectador comparta con los gemelos la sensación de que su madre fue sustituida por una extraña. Ese clima opresivo contrasta con los juegos al aire libre de los chicos. Sin dudas las mejores escenas se desarrollan en los paisajes que rodean a la casa, un bosque, un lago, un campo sembrado, un cementerio abandonado. La belleza que Franz y Fiala extraen de esos lugares está impregnada por una profunda sensibilidad acerca de lo que significa jugar para los niños: una serie de actividades que pueden ir desde saltar en una cama elástica hasta quemar un insecto con una lupa. La inocencia y la crueldad en la misma longitud de onda. Si hubiera que clasificar la película en un género específico, tal vez lo más correcto sería decir que se trata de un drama psicológico. Mejor dicho, un drama psicopatológico. No hay que olvidar que Austria tiene todo el derecho del mundo a exigir el título no tan honorífico de capital mundial de la psicopatología. Allí nació el mayor psicopatólogo de la historia, Sigmund Freud, y también el mayor psicópata, Adolf Hitler. La primera escena hecha con material de archivo, antes de los títulos, es una sutil alusión a esa triste tradición de delirios personales y colectivos. Sería un error suponer que la película Buenas noches, mamá tiene una teoría sobre la locura, aunque deja servida la idea de que la locura es una madre sin rostro. Esa sospecha sobre la identidad del otro, por muy cercano que sea, ese enigma por el cual lo familiar se vuelve extraño, es la materia prima de esta muy buena película cuyo único defecto son dos escenas oníricas, bellísimas y perturbadoras pero innecesarias.
A meticulously filmed Austrian spellbinding piece of psychological horror POINTS: 9 After a somewhat long delay, the striking Austrian psychological horror Goodnight Mommy — which received the Cinematography Award at last year's BAFICI and at the European Film Awards, as well as the Grand Prize at Sitges — has finally been released. However, before discussing the movie, let’s make clear that Goodnight Mommy is being advertised as “a chilling horror masterpiece that won’t let you sleep,” which in my view is a mistake for it may raise wrong expectations. For this Austrian small gem it’s certainly not a scary shocker that will keep you on the edge of your seat. Instead, it’s a meticulously filmed, anguish-ridden slow-burner that gets more and more frightening as its many layers begin to unfold, with a great set up in the first act, a very well developed second act and a third act with quite a bit of graphic violence. Plus a final twist that in hindsight veers the story into deep human trauma. So let’s call it a spellbinding piece of psychological horror. So having said that there’s nothing supernatural in Goodnight Mommy, it’s neither a truly original work as regards its storyline. To die hard horror fans, Robert Mulligan’s remarkably creepy The Other (1972) will surely come to mind while watching Goodnight Mommy. Best known for directing To Kill a Mockingbird and Summer of ‘42, in The Other Mulligan and writer Thomas Tryon adapted Tryon’s novel of the same name, which is set in the US farm country in the 1930’s and tells the story of two twins boys — one of them good, the other one rather evil — who upon certain circumstances make their family and neighbours go through living hell — with some kills included. And while Veronika Franz and Severin Fiala, writers and directors of Goodnight Mommy, have claimed that they’ve never seen Mulligan’s often forgotten classic, the truth is that the two films have almost the same blueprint and deal very skillfully with deceiving points of view in the narrative. In fact, the original Austrian title of Goodnight Mommy is Ich Seh Ich Seh, which translates as “I see, I see”, so who sees and what is seen is of outmost importance. Now, enough said about that. Set nowadays in a posh house in the Austrian countryside, Goodnight Mommy concerns twin boys Elias and Lukas (Elias and Lukas Schwarz) who share a close-knit bond and enjoy playing together in and around the house, and swimming at a nearby lake. Nature is revealed in its full splendor, a bucolic environment that feels like heaven on earth. On a given afternoon, their mother (Susanne Wuest) returns from a hospital with her head covered in bandages and gauze — which you can also take as a nod to another great classic, Georges Franju’s Eyes Without a Face (1960). What happened to her is never revealed, but since later, it’s made clear she’s a famous hostess on Austrian quite likely obsessed with her looks, then you can gather she had the mandatory cosmetic surgery all stars undergo at one time or another. For no apparent reason, while she treats Elias with a certain degree of kindness, she totally ignores Lukas. To be honest, she exhibits an overall spiteful temper and says new rules regarding their behaviour are to be followed from then on. Sooner rather than later, you learn that she’s separated from her husband and that some kind of accident took place in a not too remote past. The icing in the cake is the fact that, perhaps because of her callous behaviour, the twins claim she’s not like their mom. And it’s not a figure of speech. They truly mean she’s not their mother at all, but some kind of impostor. So picture what these kids, who by the way are not that affectionate either, can do to a stranger that mistreats them after having invaded their home. Cinematographer Martin Gschlacht creates disturbingly atmospheric environments and settings: exteriors are uncannily idyllic, sunbathed in yellows and oranges, and yet too perfect to be real (like those in The Other), whereas interiors are cold, dark and aseptic, with grey, blue and black shades that paint asphyxiating geometric spaces. A great architect and interior designer must have created this luxurious house, but you certainly don’t want to live in there. It’s so devoid of life. Such a feeling is largely conveyed through the director’s precise control of tone in all the other regards. Actors are often sort of inert, their movements are sluggish if not rigid, as though they were in an early Haneke film. Editing is most leisured yet it never drags for being a slow burner. And an ominous score punctuates the drama, both in exteriors and interiors. Silences and pauses contribute to a general sensation of uneasiness, just like ambiguity and intrigue add up to a very particular type of suspense. But the time you are about to reach the ending, an unforeseen dose of evil doings will erupt. Not that you haven’t seen this stuff before for torture porn has come a long way now, but the realistic manner in which it’s executed makes it profoundly unsettling — once again, you may think of Haneke, i.e. Funny Games. Leaving aside the overt story of Goodnight Mommy, what may actually be more terrifying is its underlying commentary on today’s fixation with exterior beauty, with lustrous facades, with futile cosmetic surgery. And, of course, with what results from it. In this case, a mother presumably abandoned by her husband who in turn mistreats and abandons her children. An accident that leaves permanent emotional scars which adults cannot deal with. And a mommy about to pay for so much neglect. Production Notes Goodnight Mommy / Ich Seh Ich Seh (Austria, 2014) Written and directed by Veronika Franz, Severin Fiala. With Susanne Wuest, Lukas Schwarz, Elias Schwarz. Cinematography: Martin Gschlacht. Music: Olga Neuwirth. Editing: Michael Palm. Running time: 99 minutes.
Después de La Bruja, otro gran ejemplo de cómo hacer cine de terror sin caer en el baldazo de sangre digital. Una mujer que ha tenido una operación en su rostro, completamente vendada, vuelve a su hogar con sus dos hijos, gemelos. Pero ellos sospechan que, quizás, no sea realmente “mamá” y el suspenso, lo extraño y el miedo, crecen cada minuto. La sugestión, el recorrido del espacio y un guión de acero inoxidable generan un estado de miedo perfecto y puramente cinematográfico.
Todo sobre mi madre Sin ánimos de caer en la comparación simplona o de quitarle mérito a la tarea de los realizadores, al terminar de ver Goodnight mommy a uno se le viene a la mente el nombre de M. Night Shyamalan. Su estructura, ritmo y golpe de efecto se asemeja bastante a las formas que hicieron famoso al director de origen indio. El film dirigido por Severin Fiala y Veronika Franz narra la historia de dos hermanos gemelos que esperan pacientemente a que su madre regrese a casa tras una operación de cirugía plástica. Pero cuando esta llega con la cara completamente vendada, se muestra fría, distante y obsesiva, causando que los niños se pregunten si la mujer es realmente su madre o se trata de una impostora. Este será el punto de partida para una trama que irá creciendo hasta alcanzar su clímax en los minutos finales. Pero en el durante, la producción presentará momentos de gran tensión, manejados brillantemente a través de planos perfectamente estudiados, que logran transmitir la incertidumbre de cada situación y que, a su vez, llevan a plantear la duda en el espectador sobre si cualquiera de los actos que se presentan se encuentran justificados por el contexto. Existe un gran logro también en la optimización de los recursos, ya que hablamos de un elenco de tres protagonistas que llevan adelante el film, pero sus roles son tan potentes y bien realizados que le agregan un plus a la película. Además, la acertada elección de los ambientes en los cuales se desarrolla la trama resulta ser perfecta para transmitir ese entorno claustrofóbico en el cual la historia se desenvuelve con energía y vigor. Quizás, a algún que otro espectador el final lo decepcione en vez de sorprenderlo. Pero si se deja atrapar, metiéndose de lleno en la narración, el desenlace tendrá el efecto que buscaba su director. En definitiva, Goodnight mommy representa una gran producción dentro del cine de suspenso, que sin lugar a dudas podría llamar la atención de Shyamalan para llevarla a Hollywood. Es una atractiva trama que mediante una brillante utilización de planos y una acertada fotografía permite conocer una historia trágica en un lugar poco común para el cine comercial como las cercanías de Praga.
Los hermanos sean unidos por el espanto En "Goodnight mommy" dos gemelos esperan que su madre regrese a casa tras una cirugía plástica. Pero a su vuelta, completamente vendada, la mujer se muestra fría y hará que los niños se pregunten si se trata de una impostora. Se ofrecerán pistas reales de lo que sucede, pero difícilmente se noten hasta que sea demasiado tarde. Dos hermanos gemelos esperan solos en su casa a que su madre regrese, tras una cirugía plástica. Por el vendaje que cubre toda su cabeza, a los niños les resulta extraño tratar con ella. Lukas y Elías no comprenden muy bien la situación, y sienten que está distante en el trato con ellos, creando una distancia que difiere de la relación que los nenes solían tener con ella. La primera noche surge el tema: “Ya no es nuestra mamá”. Desde un comienzo todo huele mal. Y no es sólo el parecer de los hermanos, sino varias pistas van confirmando cada vez más que esa mujer momia, que vive con ellos no es la misma que dio a luz a ambos. Con el correr de los días todo irá empeorando, la incertidumbre de los nenes aumentará acorde a la frialdad de su mamá. Y, a cargo del hogar, porque la adulta debe guardar reposo, los niños irán tomando posesión de todo y comenzarán la oscura investigación para desenmascararla. Los aciertos El recuadro campestre, lejos de todo, abierto a miles de posibilidades, pero despojando de cualquier tipo de ayuda al trío, genera una tensión constante. El silencio no tranquiliza, sino que amplifica la distancia, como si un eco invisible se repitiera hasta el infinito, recordándoles cuán solos están y allí toman cartas en el asunto. Varias personas entran en la casa, pero ellos aparentan que nada raro sucede. Luego, intentarán escapar pero un sacerdote los devuelve a la casa, pensando que se trata de una travesura. Se nos ofrecerán pistas reales de lo que sucede, pero difícilmente las notemos hasta que sea demasiado tarde, creando un desarrollo perfecto del filme, que con pocas líneas de guión nos hace mantener en vilo hasta el último minuto. Grata sorpresa desde Alemania, con dirección de Veronika Franz y Severin Fiala, y grandes actuaciones de Susanne Wuest y los hermanos Elías y Lukas Schwarz, será una gran opción en cartelera y en general para los estrenos de terror y suspenso del año.
La madre muerta La opera prima de la pareja Veronika Franz y Severin Fiala es de esas que hacen transpolar la experiencia cinematográfica al cuerpo del espectador. El título original es “Ich seh Ich seh”, literalmente "veo veo", la sutileza del mismo está en relación directa con el guión, el tratamiento, la puesta en escena, y la construcción de un verosímil que luego, al final, como en un maravilloso juegos de espejos, produce un giro que dará cuenta que su nombre no tiene nada de inocuo y/o ingenuo. Todo transcurre en pleno verano. Dos gemelos reciben a su madre que regresa a casa tras una operación de cirugía plástica, sin que nosotros, los espectadores, sepamos los motivos. Operación compleja ya que llega con la cara íntegramente vendada, sólo se perciben sus ojos fríos, distantes, lo mismo ocurre con su actitud para con sus hijos, gélida, alejada y perturbadora. Estos cambios en su personalidad sólo puesta a través de la mirada de los chicos, estos no reconocen ciertas actitudes de ella y el mismo motivo los interroga sobre la verdadera identidad de la madre. ¿Es ella o una impostora? Un filme difícil de encuadrar, posee elementos que la acercan al género del terror, del habitual y del psicológico, al mismo tiempo que se desarrolla con los tiempos y los climas del suspenso, el thriller, sin embargo en ningún momento deja de dar la sensación que estamos frente a un drama, casi tragedia, muy bien contada Una magnífica forma de mostrar al cine como atravesando los géneros, desdibujando los límites, a partir de un muy buen trabajo actoral apoyados en la dirección de actores, el trio perfecto. La iluminación, la fotografía, en realidad todo el diseño de arte en general, la elección de los planos, el montaje, la música, en función narrativa, los silencios en función de creación de climas y viceversa. Los tres tercios que conforman el filme, tienen como valor agregado el estar muy definidos en cuanto a estructura: el primero abre con imágenes sosegadas y melancólicas, nos presenta a dos niños idénticos jugando a las escondidas en una moderna casa inserta en una bella campiña, inmensos bosques, lagos de aguas claras, grutas misteriosas; Durante el segundo tercio desarrolla el conflicto, al mismo tiempo que utilizando sutilezas varias nos van guiando sin saberlo al genial giro del final que por anticipado, de manera tenue, aleatoria, fue dando información que si bien el giro y resolución de la trama, en el tercer acto, es sorpresivo ha sido construido delante de nuestros ojos sin que lo percibiéramos certeramente. Miradas, ausencia, cruces, todo lo fueron edificando con talento Podríamos hasta identificar desde algo de cine de Haneke y algo de Hitchcock, hasta del mejor Dario Argento, pero en éste caso parecería ser injusto tanto para los “homenajeados” como para los directores de éste filme.
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La austríaca Goodnight Mommy tarda en mostrar sus cartas y, cuando lo hace, sorprende con una mano inesperada. El tono austero con el que Fiala y Franza narran la historia hace acordar a Haneke, en especial a Funny Games: los planos, prolijos y cuidados, serenos, no sugieren la crueldad que habrá de estallar cerca de la mitad del metraje. Incluso esa crueldad muestra una evidente marca hanekiana: la violencia a veces es gratuita, los personajes infligen dolor sin demasiado esfuerzo, el cuerpo se destroza de a poco y en las zonas menos esperadas. El relato comienza contando la vida más o menos bucólica que dos pequeños hermanos gemelos llevan junto a su madre en una casa de campo. La arquitectura, moderna y gélida, en completo desfase con el paisaje, informa del carácter extraordinario del lugar y sus habitantes. Los chicos se divierten solos y la madre regresa no se sabe de dónde, distante y con la cara vendada. Los hijos comienzan a rondarla en silencio por los pasillos de la casa a la caza de alguna explicación, pero lo único que obtienen son retos y gritos. La madre, cada vez más una extranjera, se transforma en una amenaza: Luke y Elias la acechan, hacen planes de escape, construyen armas para defenderse de la eventual impostora. Pero es allí, justo cuando el conflicto se presenta diáfano y la maquinaria del horror está a punto de echarse a andar, que la película modifica las reglas de juego: ahora el relato ya no estará centrado en los chicos sino en el calvario de la mujer, de la que poco a poco se irá conociendo el pasado. Del terror psicológico del comienzo se pasa sin escalas a una película de tortura: Fiala y Franza mantienen la fotografía brillante de la primera parte y los planos siguen igual de cuidados que al principio. Es como si los directores tomaran parte en un desafío: generar un miedo profundo a través de una luz cegadora y de una singular armonía visual, sin nada parecido a los sobresaltos, el abuso de la oscuridad o las persecuciones que abundan en las versiones menos pulidas del género. El guion parece tan seguro de sí mismo que uno de los momentos de mayor tensión (cuando llegan a la casa dos enviados de la Cruz Roja a pedir una donación) se resuelve apelando a un humor discreto, casi simpático. El final depara una vuelta de tuerca bastante menos interesante que el giro que se da sobre la mitad, y el cierre se hace a las apuradas, como si la película fuera consciente de su propio desgaste y tratara de terminar las cosas rápido, para no darse la oportunidad de arruinar el clima logrado hasta esa parte.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Los rostros de la violencia Casi no hay sustos en esta cinta austríaca, pero eso no le impide ser una de las propuestas más sugestivas y siniestras de los últimos tiempos. Aunque se la promocione como una película de terror (quizás para atraer al público adolescente adscrito a propuestas volcadas al gore, en la línea de “El juego del miedo”) es ante todo un profundo drama emocional que bucea en las relaciones filiales, la crisis de la preadolescencia, la configuración de la identidad y las imprevisibles fisonomías que pueden adquirir la locura, el sufrimiento, el miedo y el dolor. “Goodnight mommy”, al igual que las mejores obras de Michael Haneke (“Caché - Escondido”, “Juegos sádicos”) y David Cronenberg (“Una historia violenta”, “Videodrome”), no es fácilmente digerible: más que enunciar, impone dolorosas reflexiones. Y las respuestas son siempre áridas. No ofrece concesiones, pero tampoco es tramposa. Climas Los entornos góticos ya no encuentran buena sintonía con el terror. Aquí la ambientación es una casa moderna enclavada en un idílico entorno ribereño. Allí Lukas y Elías, gemelos de unos diez años de edad, aguardan en soledad el regreso de su madre que (en apariencia, ya que en rigor nunca se aclara del todo) se ha realizado una cirugía estética. Luego de que la mujer aparezca con el rostro vendado, ciertos cambios en su conducta y en especial la inesperada frialdad en el trato provocan una sospecha en los niños: ¿es mamá? Comienza a crecer la intriga y mientras el chocante comportamiento de la supuesta madre va asumiendo giros cada vez más sorprendentes, los gemelos tratan de hallar la respuesta al enigma. “Goodnight mommy” es una película pausada, que envuelve de a poco en su extrañeza. Con gran solvencia, los directores y escritores Severin Fiala y Veronika Franz se riden al predominio de la imagen por sobre los diálogos, que son apenas los justos y necesarios para urdir la trama. Y se toman el debido tiempo para cargar de varios sentidos a las largas tomas. Así, la asfixia, el agobio de los tres personajes centrales se transmite a través de metáforas insólitamente bellas como la de las cucarachas encerradas en un frasco, el gato preservado en formol o las vendas. El guión está tan bien construido y calibrado (a pesar de algún exceso de truculencia sobre el final) que la imprevisible resolución del acertijo emerge con naturalidad, casi como un resultado lógico e inevitable. Como en “Sexto sentido” (1999), de la cual es deudora, todos los indicios estaban ahí, sólo era necesario saber descubrirlos. Simbiosis La permanente sensación de desasosiego que provoca esta pequeña joya del cine austríaco tiene mucho que ver con el trabajo de fotografía, pero también con las actuaciones de los gemelos Elias y Lukas Schwarz: la simbiótica complicidad que cimentan determina que el crescendo de violencia que propone la historia se produzca con fluidez, sin apelar a estridencias. La treintañera Susanne Wuest encarna a la distante “madre” con despersonalizado aplomo, una decisión acorde con la modulación general oscura y opresiva de la historia. Pero inteligentemente, la actriz cede todo protagonismo a los gemelos, que al principio reclutan simpatías, pero en cuentagotas revelan su escamoteada perversidad. Hay que aclarar que, como ocurría por ejemplo con la sueca “Criatura de la noche” (2008), no es un tipo de cine —no por lo que narra, sino más bien por la forma que elige- para ser disfrutado por cualquier paladar. Requiere de una predisposición muy especial. Pero introducirse en su laberinto vale la pena.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030