La excusa del asesino serial Michael Myers continúa con vida a pesar de creérselo muerto. En una cacería letal en busca de terminar con algunos asuntos familiares, Myers se carga a todo lo que tiene delante. Así, Halloween seguirá causando terror cada 31 de octubre. Por momentos, el film posa su mirada ante Laurie Strode (Scout Taylor-Compton), una joven de vida caótica y disfuncional, que hará las veces de protagonista incluso opacando –en minutos de pantalla, no en destreza visual- al mismísimo Michael Myers (Tyler Mane). Demasiado tiempo se pierde ahondando en psicológicas problemáticas de la fémina que poco hacen a la historia cuando lo que importan, en este tipo de películas, son las desventuras de los serial killers. Secuela de la remake de Rob Zombie acerca de uno de los personajes más terroríficos del slasher universal, esta película corresponde, en orden cronológico, pese a recordar bastante a la de 1981, a la continuación de la historia de Halloween (2007), también dirigida por el músico metalero y ocasional director. Además, según parece, será su última intervención dentro de la historia del asesino en serie ya que Patrick Lussier (el de la versión Hollywood de Sangriento San Valentín) será el encargado de hacer Halloween III para el 2011. Con un injustificado Malcolm Mc Dowell (dueño de una de las mejores interpretaciones en cine de la historia con su Alex de Large en La Naranja Mecánica), arrastrando un papel de Halloween (2007) que parece forzar el final de la secuela, y sin mucho que agregarle a la paradigmática saga de John Carpenter, Halloween II (2009) planea ser una vía alternativa de un personaje icono de los 80s pero cuyos mejores recuerdos han quedado en la memoria del nostálgico. El presente del film del director de La Casa de los 1000 Cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003) plantea una acción cinematográfica carente de peso argumental (más allá del disfrute del “terror ochentoso not dead”) que poco tiene que ver con el Myers de los años ’78 al ’86 y mucho con el de Halloween H20: Veinte años después (Halloween H20: 20 Years Later, 1998) para acá. Algunos de los personajes del largometraje (Sheri Moon Zombie, esposa de Rob, como Deborah Myers; Chase Wright Vanek como el joven Michael y Brad Dourif como el Sheriff Lee Brackett) mantienen el matiz oscuro, entre melancólico y diabólico, que plantea Rob Zombie en sus intervenciones. No es mucho, pero vale la pena mencionarlo. Pese a “mantener vivo” el espíritu de una leyenda, la película tiene un curioso criterio de vagabundeo y reiteración constante que no la hace más que apenas entretenida. Una lástima. ¡Párenla con los curros!
El regreso de los muertos vivos Convertido en uno de los "expertos" en reciclar el cine de terror de los años '70 (tanto hollywoodense como italiano), Rob Zombie concretó una remake de la secuela de Halloween que a su vez es secuela de su propia remake (¿se entendió? La cosa es así: John Carpenter rodó la película original en 1978 y coescribió su primera continuación en 1981. Zombie revivó la saga de cero en 2007 y dos años más tarde hizo esta nueva versión de la segunda entrega que retoma en su media hora inicial algunos aspectos de aquel film para luego darse muchas libertades y desatar eluniverso (desquiciado) de sus películas. Por supuesto, Michael Myers, el gigantón de más dos metros, no está muerto como todos creen sino listo para otro raid sangriento en una región rural con mucho de patetismo pueblerino misógino. Vuelven también la atribulada rubia Laurie (Scout Taylor-Compton), que está convencida de haber matado al asesino serial e intenta recuperarse de sus traumas con un tratamiento psicológico, y el psiquiatra que ha seguido el caso hoy convertido en un escritor best seller (un desbordado Malcolm McDowell). Y hasta tenemos una veta onírica con el protagonista volviendo de forma recurrente a un sueño infantil ligado a su madre (Sheri Moon Zombie) y a un caballo blanco. Sí, hay mucha sangre y vísceras. Sí, hay toques varios de humor negro. Sí, hay referencias a la cultura setentista. Sí, hay guiños cinéfilos para los cultores del terror. No, no hay nada demasiado novedoso en este discreto nuevo film del creador de 1000 cuerpos y Violencia diabólica.
Rob Zombie nunca quiso hacer esta película. El único motivo por el que aceptó hacer la secuela fue que no quería que otro director jodiera su visión personal de Halloween. El cheque que le dieron los hermanos Weinstein es anecdótico. Zombie no es un artista que tenga problemas para llegar a fin de mes. De hecho, estaba trabajando en otra película (Tyranossaurus Rex, que se conocerá en el 2013) cuando surgió el tema de la secuela. Esta segunda parte deja la sensación que el espíritu de Lucio Fulci estuvo visitando los sueños del director mientras laburaba en la pre producción. Halloween 2 es un film que se caracteriza por ser una propuesta mucho más brutal, morbosa y violenta que la primera entrega. Las acciones de Myers en esta película convierten a la última versión de Jason Voorhes en una princesa de Disney. Todo el aspecto introspectivo relacionado con el protagonista quedó afuera, acá el asesino no para de matar gente desde el momento en que aparece en la pantalla con escenas ultraviolentas. Es como si Zombie hubiera manifestado su bronca de tener que hacer una secuela que no había planificado en el modus operando del asesino. Michael ya no se contenta con apuñalar, sino que además hace una carnicería con los cuerpos. La visión personal de director con esta historia pasa por evocar el cine Grindhouse de los años ´70 y ´80 y en esta segunda parte me parece que esto está mucho más claro. La trama, como era de esperarse, tiene más huecos que un colador, porque el final de la primera parte no daba para una continuación. Pese a todo, Zombie se las arregló para generar buenos momentos de tensión y dramatismo. Hay una serie de secuencias de sueño relacionadas con un personaje que están magníficamente elaboradas. Algo que llama la atención es que los protagonistas presentan cambios radicales. Laurie Strode pasó de ser una adolescente ingenua a una groupie sucia que colecciona postres de Charles Manson, mientras que el Doctor Loomis ahora es un completo imbécil despreciable que no tiene nada que ver con el hombre que conocimos en el primer film. En el segundo caso principalmente, me parece que Zombie la pifió porque el cambio le jugó en contra al personaje que ahora no genera ningún tipo de simpatía. Un sorpresa en el reparto (y esto es loco porque no lo esperaba) resultaron Tyler Mane quien interpretó a un Myers absolutamente aterrador, especialmente cuando está sin la máscara, y Sheri Moon Zombie como el fantasma de la madre de Michael que está excelente en ese personaje. Lamentablemente en la continuación se quedó afuera Daeg Faerch, el chico que había brindado un gran trabajo como el pequeño Myers. Esto se debió a que en el último tiempo creció bastante y ya no daba para que repitiera el personaje. El nuevo actor a cargo de ese rol no tiene el talento de Faerch y es claro que el director evitó exponerlo demasiado. Lo mejor de la película es el increíble diseño de producción, donde hicieron un trabajo excelente en algunas secuencias surrealista de sueños y los efectos especiales. Hay algunos momentos de violencia que son duros de ver y están realizados con mucho realismo. Por supuesto no falta una banda sonido decente donde se escuchan temas de Lynyrd Skynyrd, Rod Stewart y Motorhead. Halloween 2 no es para nada una obra maestra, pero frente a otras porquerías que se estrenaron el año pasado como Destino Final 4 o Actividad Paranormal, es una propuesta decente dentro de este género.
La sangre brota Violenta y disparatada secuela de la saga, dirigida por Rob Zombie. Sólo basta entrar a los foros de fanáticos de la saga para notar su furia con ésta, la segunda parte de esta nueva vida de Halloween. No le perdonan a Rob Zombie, su director, no respetar ciertos códigos, historias de personajes y "mitología" de la saga, y han declarado que el producto es un desperdicio total. Y no lo es... Para este crítico, que no es tan fiel a la saga más allá de la original de John Carpenter, las "libertades" no son un problema. Al contrario, refrescan una historia que parece repetirse hasta el hartazgo, con Michael Myers, el asesino enmascarado, destrozando criaturas sin poder ser liquidado. En realidad, la premisa no ha cambiado mucho. Para quienes los nombres del Dr. Loomis o de Laurie Strode no signifiquen demasiado, no verán muchos cambios: ahora Myers asesina con mejor sonido, el gore ha suplantado del todo a la sugestión y el medio en el que se mueve es más "clase obrera" que en otras películas. Pero el mecanismo sigue siendo similar. Lo que sucede es que Zombie agrega secuencias oníricas (no del todo logradas, con caballo blanco y todo), una más efectiva parodia sobre "el asesino como celebridad" (con Malcolm McDowell convirtiendo a Loomis en un payaso inaguantable que escribe un libro sobre su ex paciente) y un tono ramplón y "grasa" (bares nudistas, bandas de rockabilly, camioneros bigotudos y un aire ochentoso) que le agregan una cuota de entretenimiento que va casi en paralelo al recorrido de la máquina de matar. Myers sigue al acecho de su hermana, los traumas de ambos se apilan junto a los cadáveres y da la impresión de que Zombie se tomó el asunto de manera relajada y se despreocupó por la coherencia. Y más allá del grave error de no usar la célebre música creada por Carpenter (¿celos de músico, tal vez?), Rob ha hecho de Halloween una especie de berreta y cruenta payasada como para ver en un autocine, tomando cerveza y aullándole a la luna. Una película que le encantaría a Homero Simpson.
Michael Myers vuelve en un mar de alaridos Halloween II no logra asustar ni a los fanáticos No, el gigantón y perverso Michael Myers no ha muerto. Ni lo hará mientras haya quien se proponga seguir agregando versiones, secuelas o clones escasamente memorables a la historia del psicópata que John Carpenter inauguró en 1978. Hace un par de años, y bastante mejor pertrechado que otros cineastas que frecuentaron el tema, Rob Zombie decidió volver las cosas al principio y proponer una remake de aquel clásico con Jamie Lee Curtis y Donald Pleasence, pero dándole otro curso. Entusiasmado con los resultados, emprendió ahora esta secuela que reanuda su historia más o menos allí donde había quedado la de 2007, en una atmósfera cada vez más oscura y brumosa y con una especial dedicación a ilustrar las espantosas pesadillas que abruman a la protagonista. Que son demasiadas y van perdiendo sorpresa a medida que se repiten a lo largo del film. Los actores son los mismos (Scout Taylor-Compton, Tyler Mane, Malcolm McDowell); similar es la penumbra lluviosa que todo lo rodea, y por supuesto también las perversidades de Myers, aunque aquí la atormentada mente de la chica da para que delirios y realidades se superpongan y para que Zombie incorpore alguna variación sobrenatural más pretenciosa que eficaz. La banda sonora provee tormentas, rock atronador, estruendos varios y silencios inquietantes, pero a la historia -expuesta sin excesiva atención a la inteligibilidad- le faltan suspenso y verdadera tensión, así como le sobran imágenes chocantes, exacerbada violencia a contraluz, sangre, vísceras y bastante sexo. Los ingredientes habituales, en suma, apenas favorecidos por el sentido plástico de alguna composición. Hay (nunca faltan) guiños para los adictos al género, caricaturas en el dibujo de personajes (simpáticos como el de Margot Kidder; fastidiosos como el de Malcolm McDowell), y muchos, demasiados, alaridos. Lo malo es que salen de la pantalla, no de la platea.
Un derroche de hemoglobina en clave psi Con cuatro largometrajes en su apéndice curricular, ya no resulta válido tildar a Rob Zombie de “rockero metido a cineasta”, un director de películas en todo su derecho. No tanto cinéfilo como fan incondicional del cine de terror –particularmente el realizado en los dorados años ’70–, Zombie parece empeñado en abandonar algunas de las delicias de estilo y tono de sus dos primeros esfuerzos (los más que interesantes e incluso inquietantes 1000 cuerpos y Violencia diabólica) y en profundizar varios de los problemas que se insinuaban entre los pliegues de su anterior Halloween, el comienzo. ¿Era aquella una remake hecha y derecha del original de John Carpenter, la seminal Noche de brujas de 1978, o una versión “reimaginada”, como les gusta decir a tantos realizadores contratados para revisar obra ajena? De todo un poco: cal, arena y, por supuesto, mucha sangre. Lo indiscutible es que la intensidad y el suspenso de la original se perdían en gran medida por dos razones, evidentes desde el minuto uno: a) el exceso de explicaciones pseudo-psicológicas, con sus traumas familiares al por mayor, y b) un evidente gozo ante el detalle hemoglobínico que, sin dosificación de por medio, atentaba en varios pasajes contra la posibilidad de la imaginación y, como consecuencia, del miedo. En Halloween II esto último se mantiene y potencia. Son varias las escenas que tensan los límites de lo explícito en el terror mainstream, como el descabezamiento de un enfermero encargado de trasladar el supuesto cadáver de Michael Myers –el monstruo titular– y el asesinato a golpes contra un espejo de una stripper, por citar apenas un par de ejemplos. Pero a medida que el film avanza ocurre algo curioso. La mayor parte de los desmembramientos y mutilaciones se encuentra acumulada en los primeros dos tercios del relato, abandonando progresivamente los detalles sanguinolentos hasta llegar, incluso, a utilizar el fuera de campo para una muerte de suma importancia. Una de dos: o la imaginación morbosa se ha agotado para ese entonces o, lo que sería aún más atípico, Zombie cree que hay ciertas muertes que merecen más respeto pudoroso que otras, lo cual hablaría de una particular moral nunca antes evidenciada en el terreno del gore desembozado. En cuanto a la vertiente psi de este Halloween reloaded, la nueva entrega hace uso y abuso del didactismo freudiano e incluso se le anima a la vertiente más onírica del padre del análisis. Caballos blancos, pesadillas que semejan videoclips de alguna banda metalera (el pasado te persigue, Rob) y la presencia constante del fantasma –en el sentido más francés de la palabra– de la madre de Michael transforman al film, por momentos, en un pastiche kitsch un tanto indigesto. La película, lejos de la tensión creciente que intenta denodadamente conseguir, se empantana en subtramas irrelevantes que incluyen nuevamente al Dr. Loomis (Malcolm McDowell), ahora transformado en súper estrella del mercado editorial gracias a la fama de su perfecto asesino. Mientras tanto, Laurie, la protagonista adolescente y hermana de sangre de Michael, intenta resolver sus conflictos emocionales. Por momentos, Halloween II se asemeja a alguna novela teen de la televisión norteamericana, pletórica de crisis de identidad y estados alterados por el exceso de hormonas. Claro que rápidamente llega el 31 de octubre y con el “hombre de la bolsa” vivito y coleando todas esas cosas pasan a segundo plano. Al menos la película incluye un simpático gag generacional. Y es que para muchos jóvenes contemporáneos, el nombre de Michael Myers seguramente no remita al clásico slasher film creado por Carpenter, sino, diminutivo mediante, al comediante y creador de Austin Powers. Tarde o temprano, alguien tenía que hacer ese chiste, y es mejor que todo quede en familia.
Splash rojo shocking Esta secuela empieza exactamente donde terminó la anterior, remake de aquel film de 1978 en el que John Carpenter creó al legendario asesino Michael Myers. Porque la máquina de matar supuestamente acabada se escapa de la ambulancia que lo transporta al comienzo de Halloween 2, asesina a los paramédicos y camina por la ruta hasta la heroína hospitalizada Laurie Strode (Taylor-Compton), que otra vez debe defenderse. Así, en los primeros diez minutos, el director pone otra vez a la bestia a seguir el rastro de su víctima predilecta, en un inicio perfecto de suspenso y salpicaduras de sangre. Sin embargo, ese potencia inicial se desdibuja rápido, si puede decirse eso de una película que justamente se apoya en la ilustración por la ilustración misma. Porque lo lindo de la sangre y las imaginativas formas de asesinar encuentran su cauce un poco en detrimento del relato que las contienen. Y porque Zombie encandila con tanto splash rojo shocking, algo que nunca es suficiente en este género, a menos que sólo eso constituya el atractivo del film. De todos modos, hay que decir a favor de este film que se encuentra más cerca de Carpenter que de El juego del miedo. Por otro lado, hay un detalle más que distrae: Myers nunca fue mayormente “explicado” en las originales; se lo retrató como un psicópata producto de un trauma, nada más. Y ante la culpa de dejar a un hombre clavando un cuchillo, el director lo “contiene” con imágenes sobrecargadas de sentido: flashbacks y visiones extrañas de su madre o de un caballo blanco. Después de la primera media hora, Zombie descuida los puntos fuertes de la historia. Hay tres líneas paralelas: el regreso del asesino al pueblo y las víctimas que va acumulando en su camino; el deterioro mental de la chica, que sufre espantosas pesadillas; y el desarrollo del antiguo psicólogo de Myers, el doctor Samuel Loomis (McDowell), que se ha convertido en un autor que aprovecha la figura de su ex paciente para vender su best-seller. Tres líneas que, otra vez, convergen en un final recargado de sentido.
El enmascarado no se rinde Cuentan las reseñas que Rob Zombie no quería filmar esta secuela. La muy interesante remake del clásico de John Carpenter que Zombie dirigió en 2007 dio buenas cifras, así que el estudio estaba dispuesto a continuar la serie de todos modos, y parece que Zombie aceptó escribirla y dirigirla “para que nadie le arruine su visión”. Parece un poco ingenuo por parte de Rob suponer que a los estudios de Hollywood les importe preservar la visión de nadie. En cualquier caso a Carpenter no pareció importarle en su momento dejar su creación a merced de manos no muy idóneas que convirtieron a la serie, gracias las secuelas cada vez más decadentes, en un chiste malo, hasta que Zombie vino a dignificar un poco el asunto. Y si uno se pusiera pragmático podría decir que es preferible que la arruine otro y no uno mismo. Pero esto también sería injusto, porque esta Halloween II es una remake bastante digna y efectiva, aunque está unos cuantos escalones por debajo de su predecesora y de los otros dos films del propio Zombie. Técnicamente se trata de una secuela de la remake pero una remake a medias de la secuela. Es decir, existe una Halloween II, estrenada en 1981, de la que Carpenter co-escribió el guión pero dejó la dirección en otras manos. Al igual que aquella, esta Halloween II arranca en el exacto momento en que concluyó su predecesora y continúa esa noche ambientada en el hospital donde internan a Laurie, la hermana del asesino Michael Myers y su principal objetivo. Pero a la media hora, el film da un vuelco, pega un salto temporal y continúa el relato por su propio camino. Y el camino que Zombie elige es el de seguir la evolución de sus personajes principales, o más bien su caída: Laurie quedó completamente traumada después de los episodios que le tocaron vivir en la primera parte, victima de pesadillas recurrentes, alterada, medicada, con una psicoterapia que no da mucho resultado y una actitud resentida e irascible. El Doctor Loomis se ha convertido, ahora sí, en un mercachifle carroñero, inescrupuloso, vanidoso y dispuesto a cualquier canallada con tal de auto-promocionarse. Y mientras los otros protagónicos van cayendo, conscientemente o no, en su espiral decadente, Michael Myers permanece inmutable, nada en el ha cambiado, ni la pulsión asesina ni la obsesión por encontrar a su hermana. En esto parece recobrar el carácter casi sobrenatural que parecía detentar previamente en la serie. Pero Zombie, trata de ser coherente con su visión. Y si en el film previo se ocupó de mostrar la historia y las motivaciones de Myers, en este film se trata de ver que pasa por su mente, un vistazo al mundo interior del asesino. Lo cual da la oportunidad para escenas oníricas y alucinatorias donde Zombie puede desplegar su particular universo visual. En este escenario la madre de Michel y su propia imagen de niño lo van guiando para lo que se propone como una reunión familiar definitiva. Rob Zombie sigue fiel a su estética y aquí también se encontrarán sus habituales referencias a la cultura pop, las citas cinéfilas, el soundtrack rockero y el retrato del mundo White Trash. Además, sigue demostrando que tiene una visión personal y un dominio del relato cinematográfico que lo sitúan entre los mejores del cine terror actual. Pero si en su film anterior el guión era sólido, riguroso y no daba lugar a cabos sueltos, acá el relato aparece más errático, dando lugar a arbitrariedades y alguna que otra trampa (como cierto sueño engañoso que se diferencia totalmente de los que aparecen después). Se podría decir que a los Slashers jamás le importó mucho la rigurosidad o la coherencia, pero Zombie ya marcó previamente la cancha y por eso cuando hay agujeros se notan. En cualquier caso, con la tercera parte en marcha y no siendo ya de la partida, Rob habrá aprendido lo mismo que el maestro Carpenter en su momento: que ciertas cosas sencillamente no pueden evitarse ni vale la pena hacerse mala sangre por ello. Porque la industria es un asesino en serie tan despiadado e inmutable como el temible Michael Myers.
Todos los caballos blancos En un principio Rob Zombie había dicho que no estaba interesado en realizar una secuela de la ambiciosa Halloween, el comienzo (Halloween, 2007), su particular remake del film original de 1978 a cargo de John Carpenter. Pero el cansancio que le generó aquel proyecto pronto se disipó y el resultado final es Halloween II (2009), nueva reinterpretación de la vastísima “mitología Michael Myers”. Aquí el énfasis está puesto en el dinamismo de la caza y las motivaciones onírico- familiares- alucinatorias que dan sentido a lo ocurrido. De hecho, Halloween II es a su antecesora lo que Violencia Diabólica (The Devil’s Rejects, 2005) fue a 1000 Cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003): estamos hablando de una obra que traza distancia a fuerza de acotar la estética sobrecargada, reducir las citas cinéfilas e intensificar la crudeza formal. Más que el fetichismo dark, la carnicería psicologista domina el registro. Aún así Zombie mantiene la coherencia del desparpajo continuo combinando dosis exactas de hemoglobina, humor negro, traumas de todo orden y amor por el slasher. Mientras que Laurie Strode (Scout Taylor-Compton) trata de recomponer su estado mental luego de un año de terapia inconducente, el bueno de Michael (Tyler Mane) llegando la noche de brujas padece el acecho de extrañas pesadillas en las que su madre, un caballo blanco y él mismo de niño lo incitan a reencontrarse con su hermanita perdida... El cineasta utiliza esta excusa para entregarnos una nutrida serie de mini- secuencias surrealistas de una esplendorosa imaginería visual (en especial se destaca la cena con la “gente calabaza”). En esta ocasión el inefable Dr. Samuel Loomis (Malcolm McDowell) ha escrito un libro explotando los sucesos del pasado y la propia Laurie ha mutado de cándida adolescente a sobreviviente extrema. El relato no titubea en su brutalidad primordial, casi ingenua por momentos, y se juega de lleno por el enfoque más dramático de la violencia, el vinculado a las horrendas consecuencias que subsisten a través del tiempo. Con una macabra eficacia, la película trabaja la estupidez mediática y la angustia producida por los asuntos irresueltos...
Como director Rob Zombie demostró poseer una capacidad fuera de lo común para fusionar su amor por el cine slasher con la estética fílmica de los setentas. Funcionó a la perfección en Halloween, el comienzo porque había una historia por contar y un background tan importante como la mítica Noche de brujas de John Carpenter que le sirvió de inspiración. En esta nueva Halloween II, Zombie decididamente perdió la brújula. Psicología barata, visiones oníricas propias de una telenovela hiper berreta y los personajes sobrevivientes de la precuela que ahora son insoportables configuran una obra muy floja en su primera mitad que sólo despierta interés de a ratos y apenas provoca alguna tibia reacción cuando llega el intenso final. La menos odiable del elenco es Danielle Harris (Annie, la hermana de la protagonista): esta joven veterana viene transpirando la camiseta desde la saga original dado que era la sobrina de Michael Myers en Noche de brujas 4 y 5. Lamentablemente, la primera decepción del año...
Como si no bastara con haber reinventado la mitología de Michael Myers en la remake de Halloween hace un par de años, Rob Zombie ahora reelabora su propio trabajo y ofrece una secuela que puede que tome por sorpresa a más de un despistado… En el mundo rancio y amargo en el que Zombie teje las historias –totalmente subvertidas- de Laurie Strode, Sam Loomis y Michael Myers, hasta el mismo asesino de la máscara tiene su espacio dramático y podría ser considerada la mayor víctima de la historia. Mientras John Carpenter veía en Michael la representación del Mal absoluto, Zombie hace una pausa y muestra, en cambio, a un ser humano producto de un mal específico, afín a cualquiera, que rodeó a Myers desde su infancia y deja entrever una historia donde hasta el momento todo lo que se tenía en el prontuario de la saga eran anécdotas. Y esta carnadura emocional que subyace a lo largo de Halloween II, convierte al trabajo de Zombie en mucho más que un vehículo para el deleite morbo de los amantes del slasher. Y aunque el filme no repare mucho a la hora de prorratear brutalidad, gore y caos en la pantalla, hay mucho más de fondo, incluso ideas e instancias de extraña belleza surrealista que son todo un hallazgo en esta propuesta en particular. Halloween II se palpa áspera, se respira hedionda y se sufre con dolor como ninguna película de terror de la actualidad; y a la vez, se siente emotiva: el momento que Laurie toca la cara –careta- de Michael y le dice -Te quiero, hermano…- es de una anómala tristeza.
White Horse. Volvió Halloween de Rob Zombie: secuela que cumple durante los primeros minutos pero que decae estrepitosamente llegado el desenlace, el último film del otrora cantante del grupo White Zombie y portador de una figura que goza de cierto estatuto de autor dentro del cine de terror (título que actualmente puede ser adjudicado a cualquiera que más o menos reitere con coherencia una visión de mundo específica) supera a su predecesora en cuanto a escenas de shock se refiere, pero sin abandonar (nunca) el psicologismo y algún que otro pasaje de estética videoclipera que tanto afectaban a la primera parte. A saber: si en la remake Michael Myers devino fuerza asesina imparable todo se debió a la desgracia de haber sido criado por una familia bastante pavorosa. Como si esos conflictos psicológicos ya planteados no alcanzaran para provocar el espanto dentro de este slasher film, Zombie suma al regreso del hombre de la máscara de rostro pálido un condimento naturalista del posible mal que aqueja a aquel hijo imaginado originariamente por John Carpenter en 1978 mezlcado con instancias oníricas que parecen querer cubrirse de importancia con su simbolismo y que con el correr de los minutos se tornan vergonzosas: se recomienda tener en cuenta el significado del caballo blanco propuesto por el director apenas iniciado el film, para así intentar hacer de esta experiencia intrascendente un ejercicio mucho más lúdico y llevadero (una vez terminada la película, nada mejor que resignificar constantemente ciertas imágenes cuando no haya nada que valga la pena recordar). Es que en Halloween II la maldad no se dispara únicamente desde los problemas de crianza, sino que se potencia por el orden natural impuesto a partir de la descendencia, de la sangre, del parentesco: la madre fallecida, espíritu de venganza, es el nexo entre los protagonistas, y su imagen que destella pureza un mero espejismo. Así, a los prolongados discursos entre personajes que debatían el posible origen del mal en Michael y que eran un lastre en la primera parte de la historia recreada por el director (ahora ciertas escenas con el parlanchín y psicólogo estrella interpretado por Malcolm McDowell rozan lo tragicómico), se le suma el agregado de una especie de furia compartida entre el asesino serial y su hermana: Michael y Laurie conllevan una existencia brutal, y mientras el primero comienza a retornar en una prolongada caminata al mejor estilo Kwai Chang Caine, aunque masacrando gente horrenda a diestra y siniestra (es notable la impronta nauseabunda que acarrean los personajes con los que se cruza Myers, todos susceptibles, según la mirada de Zombie, de ser ajusticiados de la peor manera), la segunda se debate entre numerosas rabietas que escapan a la efectividad de los medicamentos y los deseos cada vez más enérgicos por cometer asesinatos: los lazos de sangre son sumamente efectivos, como el destino de la muchacha dejará en claro. . Para presenciar esa suerte definitiva de la hermana menor del en esta versión no tan etéreo Michael (¿dónde habrán quedado esas maravillosas tomas subjetivas finales del Halloween original que hacían de la cámara flotante el lugar predilecto para que el espíritu de Myers se refugie?), el director Rob Zombie hace que el espectador sea conducido a través de un relato que se convierte en un pastiche poco digerible. A las escenas de tensión que se resuelven con nervio mediante el gore expuesto en primeros planos, y siendo impulsado a través de la brutalidad del cuerpo del gigante en acción, Zombie elige la provocación del shock de imágenes realistas que parecen extraídas del canal Discovery Health (vean, por ejemplo, la escena en la que Laurie está siendo operada) o momentos que se resuelven a través del montaje paralelo sin otro objetivo más que el de generar desagrado (cena familiar en donde el plato principal son las salchichas homologada con el banquete de índole primitivo que se da Michael con un perro). Este último caso sirve también para establecer el sentido de la conexión entre hermanos, aunque después de presenciar el acto perpetrado por el serial de turno poco interesa que Laurie vomite en el inodoro. . Y si de inodoros hablamos, por allí se despide la película: con imágenes que se zambullen en los tiempos de la cámara lenta para ilustrar el dolor, con música extradiegética que parece haber sido concebida para otro tipo de historia, con una balacera que repite el abatimiento glorioso de la figura del mal (vean el destino del trío en The Devil´s Rejects: toda una obsesión autoral, evidentemente) y con una escena de cierre que implica volver a las palabras escritas en el inicio del film: Zombie busca el punto de vista de Laurie y muestra al caballo blanco y a la madre. En una especie de acto de autoconciencia irrefrenable se escucha una voz femenina cantar Love Hurts. Sí, no hay duda: Halloween II es una experiencia dolorosa en más de un sentido.
El cuchillo bajo el agua Como olvidar esa épica secuencia final con el Dr. Samuel Loomis (Donald Pleasence) inmolándose y haciendo volar el hospital en el que Michael Myers y Laurie Strode habían transitado la más digna secuela del clásico de John Carpenter. Con esa última imagen como referencia casi obligada, pero con la ventaja de haber comenzado de nuevo y pudiendo dejar atrás todo lo recorrido, Rob Zombie propone una Halloween II que ya no es remake, sino secuela de su punto de vista sobre la saga. Es decir, otra película con el mismo título pero con vida propia, borrón y cuenta nueva. Y ahí está el problema. Porque Zombie, que ya en 1000 Corpses demostró que sabe manejar la estética del género del terror e imprimirle cierto vértigo posmoderno y crueldad para consumo masivo, optó por una mirada que mezcla dosificadas y certeras cuotas de ultraviolencia con escenas que parecen salidas de un cuento de hadas bizarro y rematadamente tontuelo. El relato da inicio en los momentos inmediatamente posteriores a donde finalizó el film anterior, con el retardado Michael saliendo de la ambulancia que llevaba su supuesto cadáver a la morgue. Un mar de asesinatos sanguinarios y el muchachote de más de dos metros llega a su pueblo natal. Pero hay un componente extra, fantasmagórico, una realidad paralela que transcurre en la perturbada mente de nuestro personaje excluyente y que tiene que ver con su madre muerta y con él mismo, como el fantasma de su niñez. Además, claro, tenemos a Laurie en versión Scout Taylor-Compton, perseguida y traumatizada por una revelación que no depara sorpresa alguna para quienes conocemos la saga original. El film presenta buenas secuencias de terror slasher, de violencia cruda, las cuales, por las malas artes de una vuelta de tuerca indefendible, el amigo Rob Zombie las transforma en el breve nexo entre esperpénticas apariciones con visos paranormales y un caballo blanco como metáfora berreta. Otra que Eliseo Subiela. Por otro lado, lo peor del asunto llega con el final, remanido y de obvia puerta abierta a una continuación, además de que incluye la ruptura de la magia que implica el desenmascarar a un villano que guarda(ba) su mayor atractivo, precisamente, en el anonimato y el misterio de su rostro insondable. Bonus Track -La participación de Malcom McDowell como el psiquiatra Loomis le suma al film, más allá de lo sobreimpreso de su perfil freak. Hasta resulta una forma simpática de guiño a su torturado e icónico papel en Clockwork Orange, donde era maltratado, precisamente, por esta rama de la medicina. -Rob Zombie ya está trabajando en otra secuela de la saga, pero en formato 3-D, con miras a ser estrenada en 2011.
La primer gran decepción del año. Cuando Rob Zombie anunció que iba a hacer una nueva versión de Halloween muchos dijimos "¿para que?", pero como el tipo ya había realizado dos muy buenos films choreo-homenaje (House of 1000 Corpses y The Devil's Rejects) le dimos el voto de confianza. Y no desilusiono. Lo que a la Halloween de Zombie le faltaba en suspenso y tensión, lo compensaba con violencia, humor negro y un retrato psicológico de Michael Myers que lo seguía desde su infancia, algo que Carpenter nunca mostró en la versión original -y que tampoco estaba mal porque John jugaba con el miedo a lo desconocido, en cambio Rob tiró para otro lado-. Sea como sea, la primer "nueva versión" de la saga zafó muy bien con méritos propios. En esta segunda remake, directamente se olvidan de todo. Myers es un descontrolado salvaje que mata sin importarle nada ni entenderse muy bien su motivación; ah, es cierto, a cada rato aparece el fantasma de la madre con un caballo diciéndole que "reuna a la familia". Perdón pero mas que un giro argumental, me parece que son cosas que Zombie metió para darle tiempo en pantalla a su esposa, Sheri Moon. Y menos se entiende porque catzo Laurie (Scout Taylor-Compton haciendo lo que puede para zafar, pero solo grita mucho y hace extrañar a Jamie Lee Curtis) tiene las mismas visiones. Igual el personaje que más salio perdiendo con esta secuela innecesaria es el doctor Loomis interpretado por Malcolm McDowell. Ojo, el viejo es un groso, pero debería quejarse un poco de que le cambien la caracterización de un tipo responsable y complejo del primer film al idiota mediatico que es ahora. Al lado suyo Richard Fort parece inteligente. El resto del elenco bien, con muchos de los típicos actores clase B que lo buscan a Zombie para que les de papelitos. El mejor sin duda, Brad Douriff. En conclusión, una peli olvidable y para ver solo si se es muy fan del personaje. Sino ignorenla y piensen que la primera fue el final de la historia. O esperen a la inevitable Halloween III que los productores ya anunciaron que no va a tener nada que ver con Myers o familia.
No es tan difícil. La original (la de la musiquita) es de 1978, fue dirigida por John Carpenter e inauguró lo que luego se llamó cine slasher, donde hay un maníaco que mata todo lo que se le cruza. De 1981 es la segunda parte y de ésta es la remake que inaugura la cartelera de terror de 2010 en Rosario. Aquí Mike Myers no se murió nada y persigue a sus víctimas guiado por el blanco fantasma de su madre. El filme pretende dar explicaciones lógicas a la locura de un monstruo que mientras tanto rompe y corta en pedazos a sus perseguidos. Así, abunda la sangre y un coro de gritos por momentos atronador en un marco argumental archiultraconocido y donde todos saben quiénes serán los próximos muertos. Entonces, ¿cuál es el objetivo de hacer una película de nuevo? ¿Será uno más de los ya vilipendiados tributos? ¿O faltarán ideas? Habrá que preguntarle a Zombie.
Secuela del film de 2007 dirigido por Rob Zombie, que a su vez se basa en la película original de John Carpenter. Todo funcionaba mejor en la anterior. Vamos por partes, como los cuerpos que deja desparramados el temible (aunque aquí no tanto) asesino de máscara blanca llamado Michael Myers (Tyler Mane). Esta continuación es más brutal y violenta que la anterior, pero débil en su atmósfera de terror. Las escenas más logradas se ven durante los primeros veinte minutos y tienen lugar en el hospital (que en la saga original jugaba la atormentada Jamie Lee Curtis). El personaje de Malcolm McDowell como el Dr. Loomis (antes Donald Pleasence) ya no es lo que era, pasó de ser el profesional que atendía a la Bestia a un autor exitoso que relata los hechos vistos en la primera parte. Y en esta secuela aparecen Danielle Harris, actriz que ya sufrió el acoso del asesino en la cuarta y quinta parte de la saga original; y un cameo de una irreconocible Margot Kidder, otrora la novia de Superman. Y también cobra más peso la figura del sheriff (Brad Dourif, el que le puso la voz a Chucky). Con todo esto, Rob Zombie intenta crear tensión, pero no siempre lo consigue. El toque onírico perjudica el clima pesadillesco de la trama: Sheri Moon Zombie como el fantasma de la madre; y el cineasta cambia al actor que hacia de Myers niño en el film anterior (Daeg Faerch) por otro menos expresivo. El tema identificatorio de Halloween aparece aggiornado en los créditos finales y acá se apuesta a sonidos ensordecedores, temas de Motorhead y Rod Stewart, para generar miedo. En tanto, al villano (verdadera estrella del film), ícono del cine de terror de los años ochenta, se lo ve demasiado y quizás algo cansado para este regreso. Una pena.
Han pasado numerosas secuelas y ahora remakes de la convertida franquicia de Halloween de John Carpenter, uno de los films del genero terror/horror denominados de “culto”, con un personaje “serial killer” ubicado entre los mas destacados de la historia del cine. Ahora, en ésta continuación a la remake del propio Rob Zombie, músico devenido en director de cine, quien ha entregado obras como Mil Cuerpos y Violencia Diaólica, reivindicando su pasión por el género, con una narrativa audaz y a su vez provocadora. Con Halloween: El Comienzo, su tercer opus, logró dividir las aguas entre el público promedio y los mayores seguidores del guión de John Carpenter, uno de los mejores ejemplos de directores que ha sabido entregar el cine norteamericano en las ultimas dos decadas. Halloween (la remake) revitalizó la saga, la reinventó, se notó una gran admiración sobre el trabajo de Carpenter y siguió una linea argumental sin caer en en tonos opacos, una historia que cierra perfectamente un círculo, con tintes metafísicos, interiorizándonos en la infancia del protagonista y en secuencias que incorporaron información vital a la narración. La saga revivió. Halloween 2, en sus primeros minutos, parte del final de la anterior remake, abordando un tema místico, una especie de fábula y una vinculación aun mayor del personaje principal (y sí, ya es hora de nombrarlo: Michael Myers) con su madre. El film inicia con una sobredosis de gore imparable, persecusión en un hospital, al igual que continuación de la original de Carpenter, el drama es duro, cruel, demasiado fuerte para impresionables y uno de los aciertos de Zombie. Pasados los minutos iniciales, donde esperamos la trama avance sobre el riel en que comenzó a moverse, el film se detiene en argumentos que, al menos según mi apreciacion, despertaron inquietud hacia el mal camino que tomó Zombie para continuar esta nueva historia. No reniego de sus herramientas narrativas ni de su extrema violencia en escenas, sino su evidente desinterés hacia los personajes originarios, contrario a lo que había logrado (o aparentó lograr) en la primera parte. Loomis, aquel doctor en quien Myers se apiada, la única persona donde Myers ve alcanzar la redención, el confrontar y psicológicamente ser “¿controlado?”, en esta secuela se ha convertido en un hazmerreír televisivo: la historia de Myers fue llevada a un escrito, un libro que Loomis ha elaborado para su propia fama, ridiculizado a un nivel astronómico. Una decepción en este sentido. El único personaje del relato original que lograba tener vinculación fuera del salvajismo con Myers, aquí se ve disminuido, fuera del contexto original. ¿Es Halloween 2 una digna continuación? A esta pregunta debemos añadirle contra qué la comparamos, con la obra de Carpenter o con la remake de Zombie. En cualquiera de los dos casos, no logra conformar una historia con el peso e interes que han logrado captar las dos mencionadas. Halloween 2, es simplemente distinta, revierte en gran medida temas ya consolidados, vuelve a la historia del perseguido y el perseguidor, un asesino serial que no piensa, sólo eleva su machete, cuchilla o elemento que tenga al alcance de la mano y mata.
La noche de Halloween, donde los chicos se disfrazan y van de hogar en hogar pidiendo golosinas, dejó de ser un evento puramente norteamericano a partir de 1978, cuando se estrenó Noche de Brujas. La historia contaba las andanzas de Michael Myers, un asesino que escapa del manicomio con el fin de acuchillar adolescentes excitados durante el 31 de octubre, además de querer reunirse con Laurie (Jamie Lee Curtis en su debut cinematográfico), su virginal hermanita. Filmada con 300.000 dólares, recaudó millones —al punto de convertirse en la producción independiente más redituable de su tiempo—, consagró a John Carpenter como uno de los grandes directores contemporáneos, y generó secuelas, copias y parodias. En 2007, Robert Bartleh Cummings (Rob Zombie, bah) tuvo el coraje suficiente como para filmar y estrenar una remake de aquel clasicazo. Si bien respeta la esencia de la original, el tono de Halloween: El Comienzo es menos sugestivo, menos misterioso, y más crudo y realista, al punto de profundizar más en los orígenes de Myers y su conducta homicida. Una gran jugada por parte del otrora líder de White Zombie, pero que dio sus beneficios. El éxito del film hizo que los ejecutivos de Dimension Films consideraran preparar una secuela, provisoriamente titulada H2. Pero el bueno de Rob no había quedado muy contento con la experiencia. Confesó que, a pesar del giro radical del tono, se había sentido muy atado a la obra de Carpenter, y que el rodaje fue uno de los más difíciles de su carrera en el cine. Como posibles reemplazantes sonó la dupla francesa Julien Maury-Alexandre Bustillo, culpables de la tremebunda Inside: La Venganza, pero todo quedó en la nada. Así que R. Z. lo pensó otra vez y regresó al proyecto, pero con otra actitud: sería una película más descontracturada y audaz. En una entrevistó contó lo siguiente: “Me di cuenta de que lo mejor de hacer esto (Halloween 2) era que, con la última hubo cierto sentido de la obligación de retener el espíritu de Carpenter en general. Y ahora eso no va a ocurrir. Esta película es 100% lo que yo quiero hacer. Y en ningún momento hemos discutido sobre Halloween o Michael Myers. De hecho, cada vez que hacemos algo es como ‘esto no parece Halloween’. Podemos hacer lo que queramos y eso es muy liberador. Y creo que será una película mucho mejor porque no estamos intentando cumplir las expectativas de nadie. Esta vez he querido reinventar al personaje”. Y vaya si lo logró. No es la primera vez que Rob Zombie filmaba una continuación: en 2005 nos dio Violencia Diabólica, segunda parte de su ópera prima, Mil Cuerpos. Aquella vez, el director convirtió a Violencia... en una road movie salvaje e impredecible, para diferenciarla del estilo El Loco de la Motosierra que tenía Mil... Como para no repetirse. En la Parte 2 de Halloween hizo algo similar. La historia comienza en donde terminó la anterior, pero expande las ideas insinuadas aquella vez. Antes de seguir en este tema, vale detenerse y aclarar algo: H2 no es la remake de la secuela del film de Carpenter, aunque al principio pareciera que sí, ya que los primeros minutos transcurren mayormente en un hospital. Volviendo a la idea de la expansión, Rob cumple con su palabra y nos da un largometraje más sangriento y brutal que la primera entrega, pero no sólo eso: también se permite altas dosis de experimentación y delirio visual. Por ejemplo, Michael Myers —quien sigue vivo y dispuesto a reencontrarse con su hermanita en un nuevo aniversario de Noche de Brujas, amén de masacrar a quien se le ponga en el camino—, tiene visiones de su madre muerta (interpretada por Sheri Moon, esposa y actriz fetiche del dire), de sí mismo en su niñez y hasta de un caballo blanco. Sí, muy extraño, pero funciona. Lo mismo se aplicó al enfoque de los personajes. El querido serial killer usa barba pero no abandona la máscara de siempre, aunque ahora se ve más destrozada y mugrienta. Laurie ya no es una mojigata sino una especie de punk con el carácter endurecido por haber sobrevivido a tan terrible experiencia. El Dr. Sam Loomis (Malcolm McDowell), devino en un inescrupuloso psiquiatra empecinado en lucrar con Michael y sus víctimas gracias a un libro suyo demasiado revelador. Rob Zombie es un cinéfilo, melómano y un adicto a todo lo relacionado con la cultura pop más trash, y eso se nota en cada una de sus obras. Abundan referencias a películas como The Rocky Horror Picture Show: Orgía de Horror y Locura, a músicos como Alice Cooper... Además, R. Zombie suele poner delante de cámara a leyendas vivientes del cine de terror y el género fantástico en general. Esta vez se destaca Margot Kidder, la otrora Lois Lane de las pelis de Superman protagonizadas por Christopher Reeve. Aquí interpreta a la psicóloga de Laurie (el chiste es que la Kidder pasó un tiempo largo en instituciones de salud mental). En esta época en la que priman los films serios que competirán por el Oscar, nada mejor que un poco de sangre, sexo y asesinatos, y de la mano de Mike Myers (no, no hablo del actor que hace de Austin Powers).
La primera escena muestra a un Michael de diez años, tierno y afectuoso, hablando con su madre en el psiquiátrico en el que fue internado después de masacrar a su familia. Aquí ya se introduce la figura del caballo blanco, que estará presente toda la película como un ícono que aparece siempre junto al fantasma de su madre. Luego el filme salta 15 años y enlaza con el final del primero: Laurie Strode camina shockeada y ensangrentada por una calle desierta, minutos después de su batalla con Myers. Quien la encuentra es el Sheriff, su futuro padre adoptivo. La ambulancia que transporta el cuerpo de Michael choca, y éste se pone en pie y comienza a hacer de las suyas. Llega al hospital donde está Laurie y empieza la persecución. Justo cuando está por darle con el hacha descubrímos que estábamos viendo un sueño de nuestra poco afortunada pero valiente protagonista. La narración vuelve a viajar dos años hacia adelante y muestra la cotideaneidad de Laurie unos días antes de la noche de Halloween: la convivencia con su hermana es difícil y va a una psicóloga para sobrellevar el trauma de su "encuentro" con Michael, quien de hecho es su hermano, pero ella todavía no lo sabe. Se entera cuando el Dr. Loomis, devenido en un exitoso escritor sin escrúpulos, publica su libro sobre la tragedia de la que él también fue partícipe. Con una toma aérea reaparece Michael caminando por el prado, y al llegar al pueblo, primero se topa con fugaces personajes secundarios, para luego abordar a los protagonistas. Él, Laurie y Loomis, de nuevo, son el centro de la escena final. Un poco de historia En 1978 John Carpenter estrenaba una película de terror, independiente y de bajo presupuesto. Halloween llegaba, por ejemplo, una década después de "The night of the living dead", de George A. Romero, y solo un año después de "Suspiria", de Darío Argento; otros exponentes del género de aquella época. En 1981 llegaría la secuela, esta vez dirigida por Rick Rosenthal pero también protagonizada por Jamie Lee Curtis. Rob Zombie El músico devenido en director tuvo su debut con "1000 cuerpos" (2003), donde ya dejaba ver su estética, su estilo y a su actriz fetiche y esposa. En pocas palabras: mugre, gore extremo y Sheri Moon Zombie. En 2005 estrenaria la secuela, con mejores resultados en lo que a crítica y taquilla se refiere. En 2007 participó en "Grindhouse", el homenaje de Tarantino y Rodriguez al cine B de terror de los '70, con la realización de un trailer alternativo. "Halloween: el Origen" (2007), la nueva versión del filme de Carpenter, marcó su ingreso en la historia de Michael Myers.
La original Halloween de 1978 dirigida por John Carpenter es un enorme clásico que dictó las normas por las que se guiaría todo el género slasher desde entonces y hasta nuestros días. Pero como las ideas escasean en Hollywood, de unos años a esta parte alguien comenzó la moda de las remakes - fundamentalmente, de los hits de terror de los años 80 -, y Halloween cayó en la volteada. El dudoso honor de recrear semejante hit cayó en manos del músico, guionista y director Rob Zombie, el que terminó por hacer un trabajo bastante pasable. Zombie agregó de su pecunio un largo prólogo - sobre el origen de Michael Myers - que es por lejos lo mejor de la película; pero a la hora de rendir homenaje al original (y recrear escenas), Halloween 2007 resultaba muy blanda. Sin embargo a los estudios le gustó el filme y, aunque Zombie se negó a rodar la obligatoria secuela, dos años más tarde terminó por ceder ante la presión de los ejecutivos. Y lo cierto es que, si Halloween II 2009 no es el mejor filme de terror que haya rodado Rob Zombie en su carrera, por lo menos le pega en el palo. Este es un filme notablemente superior a la entrega anterior. Ahora sí resulta obvio que a Zombie lo incomodaba la obligación de seguir fielmente al original - con personajes que al director no le gustaban y regurgitando escenas sin poder agregarle nada nuevo - y, ahora que cumplió las formalidades de la remake, se puede despachar con los lineamientos que más le placen. Zombie lleva los personajes al terreno que le gusta: ahora Laurie Strode ha dejado de ser pulcra y virginal chica de clase media para convertirse en otra "white trash", como lo eran su madre y el resto de su familia. A diferencia de lo que podría esperarse de una secuela de Halloween, aquí hay una exploración sobre las secuelas emocionales y mentales de alguien que ha sobrevivido a una experiencia shockeante y cuya vida ha cambiado radicalmente. Eso no significa que este desarrollo dramático tenga la profundidad de un libreto merecedor del Oscar, pero está bien construído y de manera creíble. Mientras que en Halloween 2007 lo de Scout Taylor - Compton era prácticamente un cameo extendido, ahora tiene todo el protagonismo y se ve obligada a hacer un agotador tour de force. Es notable como Zombie se las ingenia para salirse de los clichés del slasher (o de caer en la repetición de rutinas de otras secuelas de Halloween), manteniendo la identidad del asesino y de la saga. En cualquier otra entrega hubiera bastado poner a un montón de chicas semidesnudas en una casona, y dejar que el asesino enmascarado empezara a despacharlas una a una. Pero Zombie se toma la molestia de expandir la construcción mitológica que había comenzado en esa media hora inicial del filme del 2007. Ahora vemos mucho tiempo al asesino en pantalla, sin matar y teniendo visiones tanto de su madre como de sí mismo cuando era niño (y a veces, él mismo de adulto sumándose a la imagen). El Michael Myers niño razona con el fantasma de su madre y le da la voz que precisa el personaje para expresar sus motivaciones. Reitero: Zombie no es Ingmar Bergman, pero resuelve algunas cuestiones con bastante vuelo y una elegancia inusual para un filme exploitation como es este. Hay una primera media hora realmente intensa, que prácticamente homenajea a la versión anterior de Halloween 2 (1981) de Rick Rosenthal, con Laurie Strode siendo perseguida por Michael por todo un hospital; pero ahora todo resulta ser una pesadilla, y saltamos a la época presente. El Dr. Loomis es otro de esos parásitos de los medios, un explotador de tragedias que las convierte en best sellers para su fortuna personal. Laurie es una adolescente a punto de perder la cordura. Y Michael se recupera en una granja en la que se esconde, ya que no es precisamente el asesino inmortal que uno supone. Zombie coreografía cuidadosamente los ataques de Michael como para mostrar que no recibe heridas de gravedad o que hace cosas imposibles. Ok, en la versión 2007 le pegaban varios disparos y aún sigue vivo - el cliché más idiota que tiene el género slasher -, y uno tiene que perdonar esa estupidez inicial porque, si no, no habría secuela. Pero una vez que empieza Halloween II 2009, todo sigue por unos carriles sorprendentemente coherentes. Y ahora los caminos de los tres personajes van en trayectoria de colisión directa hacia un final incierto. No sólo Zombie hace un desarrollo dramático con mucho mayor vuelo, sino que además se supera a sí mismo a la hora de filmar los asesinatos. Son sangrientos y en primerísimo plano. La mayoría de las apariciones de Michael Myers shockean o, al menos, provocan algún salto. Por fin se siente como una auténtica película slasher. Zombie quizás no sepa crear suspenso, pero maneja muy bien la sorpresa. No me gusta el género slasher; no soy fan de Rob Zombie; y considerando todas las reviews que he leído sobre el filme, me siento como un profeta en medio del desierto al alabar Halloween II 2009. Ni a la crítica standard ni a los especializados en el género les ha gustado el filme, pero yo le he encontrado una enorme cantidad de virtudes. Zombie toma un montón de decisiones valientes e inusuales, le da profundidad a la historia, e incluso se anima a mostrar a Michael Myers sin máscara... y sin desvirtuar a la saga. Sinceramente creo que en el futuro Halloween II 2009 será revalorada como corresponde. Enriquece el mito, es satisfactoria en el rubro shock, y se da el lujo de despacharse con un final sorprendente. No sería muy osado compararla con el equivalente a The Dark Knight de la saga Halloween. Las versiones de Noche de Brujas son: Halloween (1978) de John Carpenter, y la remake Halloween (2007) de Rob Zombie. Halloween II (2009) es una secuela dirigida por Rob Zombie, basada en una historia original del director.
Nueva entrega de la remake de la vieja Halloween de Carpenter, en manos del músico y, creo que más destacable, cineasta Rob Zombie, quien también dirigió esta segunda parte de la historia del niño loco Michael Myers, en busca de más sangre para su mamita (Deborah Myers, interpretada por Sheri Moon Zombie). Como los fanáticos sabrán, no hay mucho de fantástico en los tremendos crímenes del grandote, esta vez interpretado por el wrestler Tyler Mane, sino que, a excepción de la particular constitución de su persona (tradicional máscara incluida), y las apariciones oníricas que en realidad no son más que reflejo de su locura. Llegando a mi casa tarde el otro día, viendo el panel de vidrio que divide mi cocina del jardín, me di cuenta de las implicancias de este tipo de género de "asesino serial". Me estremecí al ver mi silueta, más alta de lo normal, como si ésta se situara por detrás de ese frágil cristal. Volteé inmediatamente: no era sino en Mike Myers en quien estaba pensando. El efecto de un "terror posible", a la vez que presentado como la peor de las pesadillas imanginables, es el que logra Halloween II. En consecuencia, los crímenes de Myers son investigados por la policía como el de cualquier otro psicópata, aun cuando éste fuera el más grande y peligroso. En esta segunda parte, la investigación policial ha menguado bastante, debido a las declaraciones de Laurie Strode (Scout Taylor-Compton) de haber matado al asesino. Qué mal para esta joven, que deberá revivir su trauma (pobrecita, protagoniza esta segunda entrega), a través de recurrentes pesadillas -que el director se encarga de presentar al espectador con suspenso y morbo- y a través de la industria editorial. Ahora que todo parece haber pasado, el legado de más de quince muertos pasa a ser objeto de la comercialización del capital y el amarillismo. El Dr. Samuel Loomis (Malcom McDowell) escribe un libro sobre el Mike Myers en cuya mente tuvo la posibilidad de hurgar, revelando datos otrora desconocidos al público en general, sin mencionar lo mucho que le atrae a éste enterarse de todo tipo de detalles. La consecuencia: Loomis jugará con las vidas de los protagonistas de los horrores de Myers sólo por dinero y fama, aunque no tanto como lo hará Myers, en la noche de este sangriento Halloween. Como suelo decir, para los fanáticos, no vale ninguna crítica, de seguro asistirán con entusiasmo a las salas, aun cuando yo pueda advertirles que no estamos frente a un hito cinematográfico en absoluto. Para el resto de los mortales, es necesario informar cuánto ama Rob Zombie la sangre y el sufrimiento ajeno, expresado tanto con destreza como con éxito en la primera parte del film, para menguar en una segunda parte más cercana al thriller, el ketchup y las tetas. Quizá a algunos les interese la influencia psicoanalítica de todo el asunto, pero expuesta de un modo tan grosero que sólo causará pavor a los seguidores de Freud, siendo esta una de las mayores suertes que puede llegar a obtener una película de este género. Los films de terror son para ver en el cine, y no me cabe la menor duda de que con la "sensación de inseguridad" que los medios argentinos promueven, este verano Rob Zombie tendrá un éxito inusitado. Se tomará como patrón las puertas blindadas y los permisos otorgados a los adolescentes. ¿Algo que decir de la obra? No, no mucho más. Rob Zombie ya paga demasiado caro los baches y agregados innecesarios a esta secuela.