Brillante para el jugador empedernido, adorablemente repugnante para los amantes del gore, y bastante sosa para el resto de los mortales . Al ser acción en primera persona las víctimas quedan en primerísimo plano, por lo tanto van a ver....
Henry se despierta en un laboratorio, sin saber nada. Pero tiene poco tiempo para intentar saber cómo llego ahí, ya que de inmediato es perseguido por el misterioso y malvado Akan y su mini ejercito. Ahora Henry deberá escapar por su vida mientras intenta descifrar que es lo que le hicieron y porque ahora es un cyborg. Estamos ante un nuevo intento de hacer una película emulando el lenguaje de los videojuegos. En esta ocasión, se intentó imitar el estilo FPS (First Person Shooter), es decir, esos donde la cámara es la visión del personaje y vemos las manos empuñando el arma. Para ponerles un ejemplo, quizás recuerden cuando Hit Girl intenta rescatar a su padre en la primera parte de Kick Ass. Bueno, así, pero todo el film. ¿El resultado? Lo que se podía prever; algo que ya ha utilizado como herramienta en algunas películas de acción y queda interesante a la vista y le da un salto de originalidad al estilo de dirección, no tiene por qué funcionar durante todo el metraje. Más aun cuando parece que todos los esfuerzos fueron a parar en hacer que la cinta se vea así, olvidándose de algo tan importante como lo es la historia en si. No soy partidario de exigirle a todos los films lo mismo, y de hecho dentro del mismo género, trato de informarme para saber qué nivel de expectativas tener antes de ver cada película. Pero en este caso, aun habiendo visto la película con cierta vana esperanza, termina siendo aburrida y decepcionante. La historia no es más que una excusa para hacer constantes escenas de acción que se intercalan entre persecuciones y tiroteos, y breves momentos muertos con Sharlto Copley tirando información para darle un poco sentido a todo. Aun es mas graciosa la presencia del propio Sharlto Copley en el film, no solo por lo ya mencionado en el párrafo de arriba, con el literalmente diciendo qué está sucediendo para explicarles a Henry y a nosotros que está pasando; sino que además, con cada aparición de su personaje, lo vemos vestido de forma diferente, como si alguien cercano a la producción tuviera una tienda de disfraces y necesitaran usarlos para financiar la película. Poco queda para analizar en Hardcore: Misión Extrema, ya que de película tiene más bien poco y nada. Como experimento podría haber funcionado si se trataba de un cortometraje, como recurso para determinadas escenas de acción queda interesante (la ya citada Kick Ass, Kingsman: El Servicio Secreto o Doom: La Puerta del Infierno que tienen momentos así), ahora para un largometraje, la gran sensación que queda como espectador es “¿Cuando me dan el joystick para poder jugar?”
La ópera prima de Ilya Naishuller imprime acción y vértigo en un relato narrado íntegramente en primera persona. El recurso atrapa pero también resulta cansador. Luego de su paso por el Festival de Toronto, donde fue muy bien acogida, Hardcore: Misión Extrema, deja claro que se trata de una película de género como cualquier otra, a excepción de que ha sido filmada en primera persona. El espectador se colocará todo el tiempo en el punto de vista de Henry, una especie de cyborg, que recuerda a Robocop, reconstruído luego de su muerte en un laboratorio, y que se lanza tras los pasos de su esposa secuestrada -Haley Bennett-. Ambientada en una ciudad que el mismo personaje central desconoce, Moscú, y a merced de obstáculos y peligros varios que se acumulan a lo largo de la trama, el director Ilya Naishuller -conocido por los videoclips de la banda Biting Elbows- plasma un vertiginoso videogame llevado a la pantalla grande con la intención de colocar al espectador en el ojo de la tormenta. Con el recurso de las tomas subjetivas, muy utilizado en el género de terror de los últimos años, Hardcore: Misión Extrema tampoco pretende ser otra cosa, simplemente un relato plagado de tiroteos, caídas desde edificios y persecuciones en una carretera, además de aliados -un misterioso inglés encarnado por Sharlto Copley- y enemigos que se irán sumando en una travesía peligrosa. El film no incluye nombres reconocidos en su elenco, a excepción de Tim Roth en el rol del padre de Henry. Aunque como producto novedoso atrapa en los primeros minutos, también resulta agotador seguir los pasos de Henry, el héroe perseguido sin descanso, que deja un reguero sangriento a cada paso que da. Las únicas pausas visuales descansan en un trío de adolescentes que aparece al comienzo. El resto, es pura adrenalina para los fanáticos de los videojuegos.
Una adrenalínica propuesta para los amantes de la acción Ready Player One Vivimos en una época muy especial. Luego de muchas décadas de subestimación, los videojuegos por fin son tratados legítimamente como obras de arte. Hoy en día, nombres como Hideo Kojima (Metal Gear Solid) o Keiichiro Toyama (Silent Hill) pueden recibir la veneración que nunca han gozado cineastas como Spielberg o William Friedkin. Existe toda una generación que prefiere ver a un sueco reírse del DukeNukem en YouTube antes que soportar un nuevo bodrio explosivo de Gerard Butler; La industria del cine ha tardado mucho en darse cuenta de las posibilidades del “fichin”; no entienden la esencia de los juegos ni a sus jugadores (que hace tiempo han dejado de ser niños). Algo ha cambiado, hay un nuevo público, se necesita una nueva aproximación a los géneros y Hardcore: Misión Extrema entiende ésto a la perfección. La concepción del film mismo parte de las herramientas que nos ofrece la coyuntura de la Web 2.0.. El director, Illya Naishuller, obtuvo la oportunidad de realizar su largometraje gracias a YouTube. Su videoclip Bad Motherfucker de Biting Elbows, una salvajada filmada exclusivamente en un plano subjetivo con la popular GoPro (accesible a todo el público que pueda comprarla), impresionó al cineasta ruso Timur Bekmbambetov (Wanted) al punto de ofrecerse como productor ejecutivo. El mecenazgo de Bekmbambetov no fue suficiente y Naishuller optó por utilizar el crowdfunding (financiamiento de usuarios online a cambio de beneficios especiales) para terminar su obra. Es decir, por más que apele a un éxito masivo, la película no le va a agradar a todos ya que se hizo por y para sus fans. Don’t Stop Me Now La técnica de la cámara subjetiva no es nueva; desde hace años el porno – como siempre vanguardista – viene perfeccionando este arte y hasta ha establecido el género de P.O.V. (Point Of View – Punto de vista). En el cine “no pornográfico” tenemos algunos ejemplos como Enter The Void de Gaspar Noé y también podríamos incluir toda la secuencia inicial de Halloween de John Carpenter. La diferencia con los últimos dos ejemplos es que no hay ninguna construcción ni desarrollo del protagonista, porque la idea – al igual que el porno – es que el personaje principal, Henry, sea un envase vacío que el espectador pueda llenar. El objetivo es la identificación absoluta, la única distinción con un videojuego es que alguien más lo está jugando. La trama de la cinta es bastante genérica y una excusa para ver acción: luego de un evento mortal, un hombre es restaurado con partes cibernéticas (a lo Robocop) que le otorgan habilidades especiales, pero cuando su esposa es secuestrada por un villano extravagante, el protagonista debe rescatarla cueste lo que cueste. Sí, la historia no es lo que importa, la idea no es presenciar un relato deslumbrante sino atravesar una experiencia frenética, en otras palabras ponerlos en la piel de un súper John McClane. Cada punto y giro del guión está escrito con una semblanza a los “niveles” de los videojuegos; algo desacertado ya que el bienestar de Henry no parecer peligrar nunca por ser un experto que supera dificultades imposibles sistemáticamente. De todas maneras, se pueden hallar varios conceptos interesantes en el guión, sobre todo en el divertido rol de Sharlto Copley, “nuestro” mentor durante todo el metraje. Las secuencias de acción son espectaculares y exageradas hasta un punto casi satírico que funciona de manera similar a Shoot Em Up con Clive Owen. Una violencia explícita acompañada por una mala leche sólo comparable a los mejores momentos de Doom (el juego, no la película). El problema es que la inmensa cantidad de explosiones y peleas acompañada por el movimiento constante de la cámara puede culminar en una experiencia agotadora para el receptor. Una cosa son cinco minutos de este estilo y otra son noventa, ya para el último tramo se hace casi imposible no distraerse en el caos propuesto por Naishuller. Es más probable que la película se guste más al público gamer acostumbrado a ver tutoriales y reviews de juegos en Internet que al visitante ocasional de salas cinematográficas. Conclusión Hardcore: Misión Extrema ofrece espectáculo y diversión para gamers y fanáticos de las aventuras extremas pero bien puede desgastar la visión a más de un espectador desprevenido.
First person shooter Filmada con una cámara GoPro, Hardcore: Misión extrema (Hardcore Henry, 2015) se presenta como una película de acción que transcurre íntegramente en primera persona, desde la perspectiva del protagonista. El resultado es una intensa experiencia similar a la de un videojuego FPS (First Person Shooter) pero sin la amenaza de un Game Over. Esta es una película de acción con una graduación del 95%, colmada de una ultra-violencia que sería intolerable si no fuera por la sensibilidad pícara e irreverente (y algo infantil) que lleva la hipérbole violenta a un plano caricaturesco. Uno de sus chistes recurrentes son las numerosas muertes que sufre el personaje Jimmy (Sharlto Copley); una es más contundente que la otra, pero continúa reapareciendo misteriosamente como si nada. En tono la película se parece a Matar o morir (Shoot ‘Em Up, 2007) y Se busca (Wanted, 2008), cuyo director – Timur Bekmambetov – sirve de productor en Hardcore: Misión extrema. Lo que no tiene la película que sí tenían estas otras es un protagónico fuerte: alguien que no solo proyecte carisma y vulnerabilidad sino que sirva de una especie de cable a tierra entre el alocado mundo de la película y la audiencia. Henry no tiene rostro, voz o personalidad, ni recibe mucha más caracterización que su nombre. Interpretado por unos diez dobles de riesgo – incluyendo el propio director de la película, Ilya Naishuller – Henry es un punto de vista, un espacio en blanco, lo cual rinde inútiles los supuestos momentos de empatía y emotividad. La película tiene más personalidad que su protagonista. Honrando la tradición de los juegos de la vieja escuela, la historia es más que nada una excusa para que el juego comience y el protagonista salga a pelear contra enemigos, nivel por nivel, con una motivación monotemática tal como la de rescatar a una damisela en apuros (Haley Bennett) y poner a prueba todos sus conocimientos y habilidades contra el jefe final (Danila Kozlovsky). Estéticamente la película se parece mucho a Mirror’s Edge, por la ambientación y el parkour en primera persona; narrativamente se parece a los disparates de Metal Gear Solid (la trama involucra a un albino telequinético que quiere armar un ejército de cyborgs y dominar al mundo), aunque Hardcore: Misión extrema tiene el buen gusto de no tomárselos muy en serio. Otra cosa sacada del formato videojuego es el hecho de que la trama no se va desarrollando a medida que avanza la narración (porque lo único en que la narración consiste, básicamente, son piruetas y tiroteos) sino que los movimientos del jugador van develando una trama de fondo, algo que ocurrió hace mucho y posee potencial dramático, pero en lo que el protagonista es un partícipe accidental. En definitiva Hardcore: Misión extrema le da una vuelta de tuerca al género de acción con un “gimmick” novedoso y una coreografía práctica impresionante, pero se queda corta en todo lo que es drama, caracterización o interés humano. Es una película que mientras dura es supremamente entretenida pero en ningún momento llega a cobrar importancia.
Hardcore: Misión extrema es un curioso experimento del cine independiente ruso que tiene la particularidad de brindar una película de acción filmada íntegramente en primera persona. Es decir que la historia se narra únicamente desde la perspectiva del protagonista. Una producción que fue víctima de los elogios exagerados en los medios de comunicación, que generan expectativas elevadas que después no se terminar por cumplir. Si tengo que comparar este film con las secuencias de tiroteos que brindaron en el pasado Sam Peckinpah en La fuga, John Flynn en Rolling Thunder o John Woo en Hard Boiled, Hardcore la verdad que es una propuesta intrascendente. Pero bueno, en estos días cualquier película de la nada enseguida se la califica de obra maestra. Esta producción es un experimento que funciona muy bien en el formato de corto pero resulta más difícil de sostener en un largometraje. Algo que quedó demostrado en este estreno. Al principio el concepto de la cámara objetiva resulta intrigante. Sin embargo, con el desarrollo de la trama el recurso se vuelve monótono y no le aporta demasiado al género de acción. Durante gran parte del visionado de esta historia uno tiene la sensación de estar viendo a una persona que se divierte jugando un video juego de tiros en lugar de disfrutar una película. La ópera prima del director Ilya Naishuller por momentos trae al recuerdo la primera entrega de Crank, una producción que también estaba muy influenciada por los video juegos, y brindaba una propuesta grotesca y delirante. La diferencia es que en este caso la trama es más aburrida y no hay un protagonista carismático que haga llevadero el film. Henry, el personaje principal, es una especie de cyborg que únicamente se dedica a correr y matar gente y el director nunca llega a establecer una conexión emocional con su historia. Resulta un personaje insulso al que nos vemos obligados a seguir simplemente porque la cámara registra su punto de vista. De todos modos, es justo destacar también que el director Naishuller llega a brindar algunos buenos momentos en materia de acción. Sobresale especialmente una escena donde el protagonista escala un edificio que transmite con mucha precisión el vértigo que genera esa situación. El resto de los tiroteos y las persecuciones la verdad que son de medio pelo y el recurso de la cámara subjetiva no enriquece para nada la narración de la trama. Hardcore está plagada de acción pero es una película construida con escenas monótonas que sólo se limitan a brindar imágenes de violencia extrema. Después de 10 minutos de ver lo mismo el film se vuelve algo aburrido. Afortunadamente a lo largo de la historia aparece el actor (y productor del film) Sharlto Copley (Distrito 9), quien tiene un personaje divertido en esta historia y brinda buenos momentos con un rol especial. Reitero, Hardcore es un experimento curioso que se deja ver si te interesa el género pero la propuesta no va más allá de la anécdota de la cámara subjetiva. No está mal, aunque en lo personal prefiero ver una película de acción de verdad.
La ópera prima del ruso Ilya Naishuller tiene una premisa simpática y ganchera: contar una película de acción frenética y descontrolada en primera persona. A priori, podría suponerse, si se va a abordar Hardcore Henry con cierto cinismo, que lo único por lo que merece ser vista es por su artificio, que simula un videojuego. Pero sería un error.
Violencia sin sentido La ciencia-ficción permite a los guionistas y realizadores partir de la fantasía para contar una historia. Grandes maravillas han surgido de este estilo. Star Wars, 12 Monos y 2001: Una odisea del espacio, son sólo algunas de las más grandes películas que nos ha brindado este género. Sin embargo, muchas otras se han quedado en el camino, o han sido realmente malas. Este es el caso de Hardcore: misión extrema, un film del director ruso Ilya Naishuller, quien desde el primer minuto de la obra trata de innovar con un recurso ya explotado y carente de éxito. La cámara en primera persona. Toda la película está filmada desde los ojos del protagonista, Henry, un aparente soldado que despierta para ver cómo su esposa Estelle (interpretada por Haley Bennett) lo convierte en un hombre biónico. Mientras Henry trata de entender lo que está sucediendo e intentan colocarle un software para poder hablar un escuadrón armado liderado por Akan (interpretado por Danila Kozlovsky) irrumpe en el lugar y logra raptar a la esposa del protagonista. Este villano se dedicará incansablemente a perseguirlo con una única misión: matarlo. La película hace agua en varios puntos. El villano está bien interpretado pero el guión no ayuda a comprenderlo. El protagonista, quien carece de recuerdos, casi como Jackie Chan en ¿Quién soy?, sólo sigue las instrucciones que le da un aparente amigo. Quizás lo peor de la labor del director sean las escenas de acción, que son un calco del juego Call of Duty 4, en modo fácil. Los enemigos, exceptuando al líder supremo, no oponen resistencia real. Parecen tener papeles de extras por momentos. Gente que sólo espera recibir el disparo para irse a la mesa de lunch. El guión, salvando sus defectos, tiene vueltas muy interesantes. Sin embargo la violencia a mansalva nubla la periferia de la historia, enalteciendo al baño de sangre como protagonista implícito, en una historia que podría ser más enriquecedora. Pese a los varios defectos de explicación y realización, hay dos cosas maravillosas. El papel de Jimmy (interpretado por Sharlto Copley a quien hemos visto como el capitán Murdock en Brigada A) es realmente destacable. Es un personaje que para cortar un poco con tanta acción y sin ser netamente cómico, genera risas en varias ocasiones (un guiño para los espectadores). No esperen entender este personaje realmente atractivo, sólo disfruten de Jimmy. La trama junto con el correr de los minutos se encargará de develarles el resto. Siguiendo con el foco en las actuaciones, Haley Bennett realizó una estupenda labor al interpretar a Estelle. Por su apariencia muchos la confundirán con Jennifer Lawrence en Los juegos del hambre, pero no, es la misma Haley de Letra y música (aquella historia de amor entre Hugh Grant y Drew Barrymore). Estelle es un personaje por demás interesante que juega un rol fundamental, más que nada en un final que por sorpresas realza un poco la imagen del film.
El secreto de sus ojos Un valioso film de acción, un ensayo sobre el punto de vista financiado vía crowdfunding y rodado casi íntegramente con cámaras Go-Pro. Una auténtica sorpresa, de esas que el “boca a boca” puede hacer agotar las entradas y las salas se pueblan de un público festivo dispuesto a disfrutar de una montaña rusa de acción atronadora. Confieso que la primera vez que intenté verla en el último Festival de Toronto me fui a los 15 minutos de la proyección, algo mareado (y con mucho hambre, por cierto). Es que Hardcore: Misión extrema propone una experiencia casi física, la de la subjetiva de un hombre-robot creado especialmente para la guerra, desde su punto de vista, como si se tratara de un juego de la PlayStation. El tono es el de irresponsable festejo de la violencia más cruda, los efectos son prodigiosos y (cuestión no tan habitual) nunca se deja de lado la consigna: en todo momento sólo vemos lo que observa el protagonista, en la pantalla asistimos a lo que ven sus ojos. Gran divertimento, especial para una trasnoche.
Un circo freak de superacción Para tener una muestra rápida de lo que propone Hardcore: Misión extrema basta con buscar el videoclip de la canción "Bad Motherfucker" de la banda rusa Biting Elbows, en el que el director Ilya Naishuller probó el modo de superacción cool sangrienta sarcástica irónica hiperbólica -todo hace sistema con el título de la canción- desde el punto de vista del personaje y con una cámara GoPro. La estética general de suma y multiplicación de gángsteres uniformados con trajes, valijas de metal, oficinas, asesinatos, tiros, cuchillos, golpes, edificios ruinosos, techos, caídas y chicas exuberantes pasa del videoclip a la película mediante una intensificación explosiva. En Hardcore todo es estilísticamente bestial, extremo, rockero, casi suicida. Ésta es una película que no cree en la quietud, y apenas en la pausa o en la respiración. Estamos situados en el punto de vista del protagonista Henry, casi que somos Henry, en una experiencia inmersiva y afortunadamente vicaria. Henry ha muerto, pero ha vuelto a la vida -o algo por el estilo- como un cíborg cercano a lo invencible, y busca a su esposa, secuestrada por una banda interminable de mercenarios al servicio de un líder malísimo y con poderes telequinéticos. La lógica es la de las pantallas de videojuegos POV (point of view, punto de vista) y la apuesta de la película es la del vértigo constante mediante inyecciones de adrenalina visual y sonora, el exceso de todo tipo, incluso en la lógica argumental, que se retuerce y entra en delirio. Las situaciones y la información se van apilando de forma carcajeante e irrisoria, violentamente festiva. Sangre, tiros, desnudos, payasada constante, acción que no teme al ridículo. Hardcore Henry se libera de cualquier atadura, de cualquier idea de elegancia, abandona las formas blandas y se tira de cabeza -a veces hueca- en la búsqueda de la acción imparable. Lejos estamos acá de una película "en subjetiva" como el no muy destacable noir La dama del lago de Robert Montgomery. Estamos en un circo freak de superacción, que incluye la que tal vez sea la mejor actuación del habitualmente chirriante actor sudafricano Sharlto Copley. No es que Copley haya vuelto más sutil, más bien todo lo contrario: hace muchos personajes en modo caricatura, pero ese tour de force actoral le calza perfectamente a esta película bombástica, loca, incendiaria, altamente virtuosa y prodigiosa en su movimiento demente, apto para ser devorado con fruición en la pantalla grande, pero no desde las primeras filas.
¿Ves lo que yo veo? En su afán por lo experimental, renuncia a un hilo narrativo que atrape al espectador. Henry mueve la cabeza y la cámara se mueve con él, incrustada en sus ojos. Ese es el primer experimento de Hardcore: misión extrema, la violenta opera prima del ruso Ilya Naishuller. El mismo director caracteriza su trabajo como un filme rodado “íntegramente en primera persona”. Es decir que todos vemos lo que Henry ve, pero jamás lo vemos a él. Henry mismo es un experimento, suerte de cyborg recién resucitado, con su memoria anulada es incapaz de articular palabra: su batalla comienza justo cuando están por instalarle la voz. Así transcurrirá ese día frenético para Henry en Moscú, tratando de salvar a la mujer que se identificó como su esposa, y que es perseguida, como él, por Akan, un rubio tirano con poderes telequinéticos que quiere conformar un ejército de cyborgs para dominar el mundo. Vemos todo desde la perspectiva de Henry, en un filme que apuesta a la forma, a los efectos y la violencia, por sobre cualquier intento narrativo. La forma es la narración en esta película donde cuesta distinguir amigos de enemigos. Podríamos exagerar que se trata de La naranja mecánica del siglo XXI, pero no están ni Anthony Burgess ni Stanley Kubrick, claro. Está Henry, y su historia fragmentaria, su estética de videojuego y su capacidad para matar en una película que apenas construye vínculos, del ambiente siempre difuso, atado a la necesidad de la violencia, un videojuego con el que no podemos interactuar. ¿Este es el mundo en 3D al que tanto le teme el cine? ¿Qué haremos con tanta perspectiva y cámaras testigo? Hardcore no da respiro. Y es cierto que experimenta, y que a partir de estos experimentos se abre un panorama amplio para la narración, pero falla justamente allí, en esa vieja fórmula del cine, la de contarnos una historia al menos para entretener.
SUPERACCIÓN EN PRIMERA PERSONA Una película de superacción, con lenguaje de video clip, filmada en primera persona con una cámara GoPro. Posee un ritmo enloquecido y es una experiencia distinta, con una vuelta de tuerca que le aporta ingenio a tanto vértigo. Un hombre se despierta siendo un cyborg, tiene un enemigo loco que secuestra a su esposa, que cuenta con un numeroso ejército propio. Pero el protagonista indestructible también tiene un aliado enajenado que lo ayuda hasta que llega a la verdad. Como un video juego en acción que dirige Illya Naishuller, que impactará a los amantes del género.
Hardcore Henry es una película muy extraña, que de seguro dividirá aguas entre la platea que se acerque a ella. Por un lado, es una fascinante entrega dentro del cine de acción, que innova técnicamente con su proeza en primera persona. Por el otro, es un fichín no interactivo, una cinemática de videojuego de hora y media que no le permite al espectador ser parte de la aventura, solo ver a través de los ojos del autómata protagonista. El novel director Ilya Naishuller, apadrinado por el a veces fascinante Timur Bekmambetov, hizo realidad su sueño de saltar a la pantalla grande con un proyecto mayormente fundado por una campaña Kickstarter y filmada, claro, con una cámara GoPro, para darle más gravidez a la acción en pantalla. Pero para darle rienda suelta a esta fantasía, Naishuller tuvo que armar una historia alrededor de la carnicería en suelo ruso que presenta su criatura de celuloide. Y en sus primeros momentos, funciona. El despertar del protagonista, mitad humano mitad cyborg, emula el prólogo de un videojuego, donde uno aprende a controlar al personaje. Llámenle chispa de ingenio o ahorro de energía, pero Henry no tiene voz, y la instalación de un módulo que le permite hablar se ve trunca por la grandiosa entrada del villano de turno, el Akan de Danila Kozlovsky, un psicópata con poderes telekinéticos que se viste como Andy Warhol. En menos de lo que canta un gallo, la acción está servida, y Henry no tiene otra opción que escapar. Sin voz, Henry actúa como el sustituto de la audiencia, empujado a defenderse por las peligrosas calles de Moscú. A patadas y piñas se abre camino por la horda de enemigos que llegan por todos lados, pero es un personaje vacío, carente de identidad -es algo obvio, porque no sabe nada de su pasado excepto algún que otro flashback- que apoya todo su peso en el resto del elenco que sí tiene voz para hacerse valer. La finalidad de Henry es hacer vivir al espectador su viaje, pero a menos que uno no sea un gamer asiduo, lo mínimo que tendrá es desinterés y hasta pueden producirse mareos por la velocidad de las imágenes. El hueco que deja el anodino Henry lo rellena Sharlto Copley en uno de sus mejores papeles al momento, con un desfile de personajes uno mas rutilante que el otro, que le permiten adueñarse de la pantalla en cada aparición suya. Sin él, Hardcore Henry caería en el olvido absoluto inmediatamente. Kozlovsky es un actor prácticamente desconocido, pero su Akan puede traerle un poco de estrellato por lo comprometido que se lo ve con su personaje y sus locuras. La damisela en peligro en esta ocasión es la Estelle de la hermosa Haley Bennett, una joven estrella que poco a poco se va acercando a la luz y este año la veremos no una ni dos, sino tres veces en la pantalla grande y en proyectos importantes. No es mucho lo que tiene que hacer acá, pero sirve lo suficiente. Naishuller tiene tiempo para pulir sus artes pero, como carta de presentación, se lo nota como un director fresco, mas no uno que pueda apoyarse en un guión de manufactura propia. El ruso se vale de todas las artimañas posibles que le permiten su acotado presupuesto, y en algunas escenas de acción destaca muchísimo su labor, inclusive durante un caótico escenario final donde se tira todo por la borda. Pero sin una historia convincente, las escenas de acción son niveles de un videojuego a superar, uno tras otro, subiendo de dificultad con cada obstáculo superado. Por ello, Hardcore Henry termina convertida en una cinemática larga, en donde el espectador/jugador no puede hacer más que observar como se suceden los hechos. Hoy en día, hay juegos que tienen historias fascinantes, y volver a la historia de arcade que presenta la película deja un regusto a poco en el paladar, a que se podría haber hecho mucho más con lo que tenían en las manos. Al final del día, Hardcore Henry se convierte en un muestrario de acción y muertes gratuitas que, cual juego de arcade, se olvida ni bien se aleja de la máquina de picar carne. Será novedad para el espectador común, pero para aquel que tenga un mínimo acercamiento a los videojuegos de acción, será un plato insípido.
Robocop moderno arruinado por una cámara insoportable La importancia de "Robocop" de Paul Verhoeven en el cine fantástico no puede ser subestimada. Sin ir más lejos, esta nueva "Hardcore Henry" está filmada enteramente como una subjetiva del pobre Robocop mientras lo iban ensamblando. Claro que pasó mucho tiempo, y lo que era original en un momento puede ser excesivo y totalmente ordinario en una época donde en todas las redes sociales e incluso en la TV se muestran videos grabados con una camarita GoPro en la cabeza, generando infinitas e insoportables imágenes subjetivas de gente realizando las más distintas actividades. O incluso una película como ésta, que retoma el experimento de Robert Montgomery en 1947, adaptando "La dama del lago" de Chandler usando sólo una cámara subjetiva, pero llevando el asunto a una ultraviolencia frenética y descerebrada que sería más divertida si no estuviera basada en un solo truco formal. El Henry del título original es un tipo recauchutado al estilo ciborg por el que todos los maleantes de Rusia se pelean matándose unos a otros sin piedad. El protagonista no puede hablar, y por eso se limita a escuchar a un montón de tipos que se le aparecen en medio de masacres y le dan alguna instrucción antes de ser liquidados casi instantáneamente. Hay escenas muy divertidas, por ejemplo, una en un burdel de lujo, y ni hablar de que la superacción y el gore abundan, pero el problema de la película es que después de un rato el recurso de la cámara subjetiva se vuelve totalmente insoportable. Eso sí, la banda sonora, con mucho tecno y bastante rock'n'roll clásico, es buenísima.
Hardcore: misión extrema es una película contada en primera persona desde el punto de vista de un hombre que no recuerda nada, básicamente porque estuvo a punto de morir. Lo despierta su esposa, Estelle (Haley Bennett), y le dice que su nombre es Henry. Minutos más tarde, invaden el laboratorio y ambos se encuentran escapando de un grupo de soldados y su temible líder, Akan (Danila Kozlovsky). Entre idas y vueltas, Estelle es capturada y Henry se encuentra con Jimmy (Sharlto Copley), un hombre que alguna vez trabajó para Akan, pero que ahora quiere ayudar a Henry a recuperar a su novia y cobrar venganza. Hardcore: misión extrema es un buen experimento cinematográfico. Después del éxito del corto que se hizo viral hace unos años en YouTube, se caía de maduro que esta adaptación iba a suceder. Pero que sea un buen experimento, no significa que sea una buena película. Para empezar, no tiene historia. O si la tiene, pero es muy básica, lineal. No hay altibajos. La película son 1 hr 30 de pura acción, sin detenerse, y muchas veces sin sentido. No es divertido, cansa la vista, y cansa la paciencia del espectador. Pero lo que más me decepcionó fue que no encontré una escena o secuencia de acción con la misma potencia visual e intensidad que la que tiene el corto original.
Se presenta, ajustadamente, como una experiencia. La invitación a subirse a una especie de videogame y vivir, con el cyborg Henry, un sinfín de peleas ultraviolentas para recuperar a su esposa. Todo desde una cámara subjetiva, con efecto mareante: nunca dejamos de ver desde la mirada del protagonista. Una propuesta extravagante, y agotadora, filmada con camaritas GoPro y financiada vía crowdfounding.
Una fusión interesantísima entre videojuego y narración se hace un lugar en las pantallas argentinas a fuerza de explosiones y comedia violenta. La estética de los videojuegos es muy específica. Está compuesta por elementos más bien orientados a la función: poco y nada va a estar ahí porque sí. El diseño y la creatividad se explayan sólo dentro del marco de lo útil y siempre están limitadas por la tecnología del momento de producción. Todas estas condiciones han gestado un amplio abanico de géneros que están siempre presentes en la vida de los que juegan: más que haciendo mejoras en las funciones clásicas, no cambian en esencia y la violencia que caracteriza a los First Person Shooters (juegos de tiros en primera persona) sigue tan presente como en el primer día. Es por esto que todos pueden reconocer las influencias del FPS en Hardcore Henry, no sólo por la estética elegida sino por el tema en el que con tanta vehemencia se apoya: la violencia. Henry se despierta dentro de un tanque, no recuerda qué pasó ni cómo perdió un brazo, una pierna y el habla. La científica que lo analiza, Estelle, es también su esposa, aunque él no tiene memorias de ella. En el medio de su tratamiento, un villano muy llamativo y atrevido invade el laboratorio y secuestra a Estelle. Quiere robar la tecnología con la que curaron a Henry y usarla para su propio beneficio. Comienza entonces una persecución plagada de acción y sangre que durará hasta el final de la película. La banda rusa Biting Elbows y sus videos ‘Bad Motherfucker’ y ‘The Stampede’ fueron lo que probó que la idea podía realizarse. El director de Hardcore Henry, Ilya Naishuller, es también el frontman de Biting Elbows. El casco con el que se filmaron los videos, que lleva dos cámaras GoPro instaladas, y el sistema de estabilización que permite ver lo grabado claramente, fueron invención de él. Aparte de su participación en estas producciones, Naishuller no tenía ninguna experiencia previa creando obras audiovisuales. Los más conservadores dirán que al no ser una película típica en tercera persona, el trabajo de este joven no es realmente ‘dirección de cine’. Como es algo verdaderamente nuevo, todavía no tiene reglas, pero tal vez esté en manos de Naishuller allanar el camino para que otros puedan también explorar este potencial género. El equipo de dobles de riesgo, coreógrafos y coordinadores de acción de Hardcore Henry es una de las bases más importantes para desarrollar la historia y la experiencia en general. Es por esto que su trabajo se nota cuidado y creativo incluso frente a un proyecto tan atípico. El equipo es internacional y está compuesto por jóvenes con nada de experiencia junto a otros grandes como Eddie Perez y Martin Ivanov, que trabajaron en Age of Ultron (2015), Spectre (2015), Capitán América: The Winter Soldier (2014) y Star Trek (2009), entre otros. Alrededor de 10 personas hicieron el papel de Henry a lo largo de la filmación. La banda sonora está casi exclusivamente pensada para acompañar las proezas físicas de estos muchachos, con un tono sumamente explosivo y enérgico. La presencia de Don’t Stop Me Now de Queen ya en el trailer anticipa la actitud del resto de los temas que incluyen. A pesar de su trama, temas y filmación en primera persona, Hardcore Henry no tiene manera de ser una experiencia de videojuego. Es muy distinto jugar en primera persona un juego en el que el que controla al personaje es el personaje y ver una película en la que constantemente a uno lo llaman ‘Henry’. Se genera una experiencia indirecta y bastante contraintuitiva, en la que el espectador puede ver la acción como si fuera él el protagonista, pero no lo es. Los personajes de Being John Malkovich (1999), por ejemplo, sí contaban con capacidad de controlar el cuerpo de Malkovich, que es lo que el espectador no puede hacer con Henry. Con la tecnología de Realidad Virtual desarrollándose cada vez más y la popularidad que cobraron los dating sims y novelas visuales en este último tiempo, no sería extraño que las experiencias cinematográfica y gamer se fusionen pronto. Si la tecnología lo permite, alguien lo va a llevar adelante.
Henry despierta y nota que se encuentra en una cápsula. Lo primero que intenta hacer es hablar pero no puede articular palabra alguna, es entonces cuando ve a una hermosa mujer frente a él diciendo que es su esposa y que él es un cyborg. Desde ese momento comienza un frenesí de constantes escenas de acción a través de la perspectiva de nuestro protagonista, huyendo de Akan un hombre rubio con poderes telequinéticos. Hardcore: Misión extrema es una película filmada totalmente en primera persona para sentirnos parte de la película y vivir todo en carne propia. Ese fue el principal motivo para el director Ilya Naishuller, que tuvo un ajustado presupuesto de 2 millones de dólares para la película, además de eso decidió filmarla con cámaras GoPro Hero 3 y de buena forma cumplieron con su cometido. La película funciona dándonos buenas dosis de acción, tiroteos y sangre, pero que en el último tramo decae con las personalidades múltiples de Jimmy interpretado por Sharlto Copley ( Distrito 9, Elysium, Chappie). Más allá de eso Hardcore: Mision Extrema culple con su fin, entretener con una nueva manera de ver el cine. Lo bueno: Los créditos iniciales, escenas de acción constantes y con algunas escenas no aptas para personas sensibles, la banda sonora compuesta por Dasha Charusha, la innovación de las cámaras GoPro Hero 3 y la pequeñas escenas en la que aparece Tim Roth. Lo malo: Se toma muy a modo de chiste el papel de Sharlto Copley. Pero más allá de eso el resto funciona bastante bien.
Noventa y seis minutos de subjetivas. Hay muchas, muchísimas películas basadas en videojuegos, otras tantas que apuestan por una apropiación estética de sus mundos e incluso algunas que, aun cuando sus universos dramáticos se ubiquen bien lejos de los ceros y unos, hacen del reseteo y las vidas infinitas –normas gamer si las hay– dos elementos fundamentales de la narración: allí están los encierros temporales de Bill Murray y Tom Cruise en Hechizo del tiempo y Al filo del mañana, respectivamente, para comprobarlo. Pero lo de Hardcore: Misión extrema es, con perdón de la redundancia, extremo. Dirigido por el ruso Ilya Naishuller y producido por su compatriota Timur Bekmambetov (realizador de Guardianes de la noche, Se busca y esa grasada llamada Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), el film es anunciado con bombos y platillos como el primero de acción filmado íntegramente en primera persona y con cámaras Go-Pro, lo que en términos formales significan noventa y pico de minutos de tomas subjetivas desde la óptica del protagonista. La novedad, en todo caso, no va mucho más allá de eso, ya que lo que él ve –y, por ende, también los espectadores– no es muy distinto a lo que ofrece cualquier exponente promedio del género. Es interesante notar como, a medida que la tecnología digital avanzó hasta permitir niveles de realismo escalofriantes, los videojuegos le vampirizaron al cine gran parte de sus características constitutivas, desde la división entre grandes estudios e independientes –con toda las diferencias económicas, de alcance y de desarrollo técnico que esto implica– hasta elementos germinales de su lenguaje, arco dramático incluido. No por nada los adelantos de los títulos 2.0 más importantes hoy son auténticos trailers que tranquilamente podrían exhibirse en la previa a una proyección comercial en sala. Hardcore sería, entonces, una suerte de retribución de los primeros al segundo, el síntoma inequívoco de que esa relación durante años unilateral ahora alcanza el estatus de simbiótica. El film arranca con un personaje desmemoriado en busca de su identidad, situación que lo obliga a desovillar las circunstancias de su pasado reciente, tal como ocurría en Max Payne o Hitman, nada casualmente dos de los tantos títulos concebidos para distintas plataformas devenidos en películas. El del tal Henry incluye, entre otras cosas, una corporación dispuesta a crear cyborgs y un conocimiento absoluto a la hora de manejar cuanta arma exista, desde pistolas y cuchillos hasta ametralladoras y bazookas, que aplicará a intervalos regulares durante todo el metraje. En los interines, escenas de transición operan como descansos ante tanto ajetreo, a la vez que preludio de una nueva balacera. Así, encerrada en ese loop estructural, las sensaciones que produce Hardcore van de la sorpresa por su forma, de ahí al hastío ante la reiteración y concluyen con la certeza de que el de Naishuller es un ejercicio de estilo. Adrenalínico, violentísimo, autoconsciente e incluso, en sus mejores momentos, entretenido, pero ejercicio al fin. En ese sentido, es lo más parecido a pararse en la vidriera de un Garbarino para ver a un tercero ganando una partida de Counter-Strike.
Un historia diferente, de un video juego llevado a la pantalla grande, bastante novedoso, con una estética diferente a la que estamos acostumbrados a ver en cine, contiene mucha acción, vértigo, adrenalina y violencia. La música bien elegida y toques gore. Ideal para los fanáticos de los videojuegos.
Los cibersoldados están al repalazo. La desquiciada Hardcore: Misión Extrema (Hardcore Henry, 2015) se sustenta en dos premisas, la primera a nivel del contexto industrial cinematográfico y la segunda en lo que respecta al ideario y el engranaje del relato: partiendo del hecho de que el mainstream contemporáneo es francamente patético e insípido (lleno de películas ATP, caretas, lavadas y de poco vuelo conceptual, como los bodrios de superhéroes y las épicas tracción a CGI), en segunda instancia -y como consecuencia de lo anterior- el film eleva la experiencia cinéfila hasta horizontes insospechados (en dos tópicos siempre candentes, la violencia y el sexo, los cuales nos ayudan a medir la eficacia del porrazo que se le pretende propinar al espectador incauto). Para aquellos que todavía no lo sepan, vale aclarar que estamos ante una epopeya de acción furiosa rodada en un 100% desde el punto de vista del protagonista. Ahora bien, los resultados son dispares pero levemente volcados hacia el saldo positivo, en especial debido a que la propuesta efectivamente revitaliza en parte los resortes narrativos de la testosterona del séptimo arte a través de la arquitectura general de los videojuegos de disparos en primera persona (como Wolfenstein, Doom, Quake, Duke Nukem o el Unreal, todos verdaderos clásicos entre el público adolescente masculino de la década del 90), no obstante no se puede pasar por alto que el recurso ya ha sido muy explotado durante los últimos años en otro género, el terror, y bajo otra colección de artilugios formales, los englobados en el “found footage” (es decir, en esencia somos testigos de una andanada de tomas subjetivas non stop -un mecanismo tan antiguo como el cine mismo- alrededor de una subdivisión por niveles/ tareas símil aquellos gloriosos first person shooters de antaño). Como cabía esperar ante este panorama, la ópera prima del ruso Ilya Naishuller está repleta de asesinatos extremadamente gratuitos, sangre a borbotones, delirios argumentales de variada índole y una misoginia caricaturesca apenas solapada, en consonancia con una falta de prejuicios que celebra cada muerte -sin importar credo, edad o raza- con una carcajada. La historia casi no existe y se limita a girar en torno al despertar del personaje del título original, un cibersoldado amnésico y mudo que debe escapar de un ejército de mercenarios y fuerzas de seguridad a cargo del villano de turno, Akan (Danila Kozlovsky), todo a su vez con la ayuda del “saber experto” de un asistente que lo va guiando de masacre en masacre, Jimmy (Sharlto Copley). Entre la telequinesis homicida del primero y la infinidad de avatares del segundo, la obra hace gala de un ritmo vertiginoso que se lleva puesto a todos. A Naishuller hay que darle el crédito que se merece porque lo que podría haber sido un recurso que se agota en los minutos iniciales, el realizador logra estirarlo/ exprimirlo con inteligencia hasta por lo menos la orilla de la primera mitad del metraje (sobre un total de 96 minutos). A partir de ese margen, cuando las subjetivas comienzan a cansar un poco, el director se decide a volcar el tono del opus hacia el campo de una comedia con elementos absurdos e irónicos, consiguiendo en el trajín rescatar a la película del tedio de la repetición y conduciendo este experimento a un final rimbombante en el que se termina de aniquilar lo poco que quedaba por aniquilar. Los otros dos grandes responsables de que Hardcore: Misión Extrema llegue a buen puerto son Timur Bekmambetov, quien “descubrió” a Naishuller, y el inefable Copley, una vez más aportando la esquizofrenia que hacía falta. Si tenemos en cuenta que el Hollywood de nuestros días falla olímpicamente hasta cuando desea romper el ciclo de esa monotonía inofensiva que entronizan los representantes de la industria y sus testaferros en la crítica y algunos sectores del público, descubriremos que la propuesta cumple dignamente con su doble objetivo, respetando la dinámica lúdica retro (a decir verdad, los videojuegos de disparos en primera persona condensan muchas de las “inquietudes” de una masculinidad feroz y vitalizante que se opone a la bazofia pasiva de los jueguitos deportivos hoy en boga) e incorporando una visión alternativa a un género como la acción, que también había caído en la sonsera y el arte higiénico para burgueses conservadores (por más que sea rapiñando, como se comentó anteriormente, uno de los cimientos de los mockumentaries). Basta recordar obras recientes como Deadpool (2016), la cual desparramaba gore digital y no podía mostrar ni una sola teta: aquí Naishuller, en cambio, recurre a los “practical effects” durante la mayoría del metraje y nos regala una de las mejores secuencias del film en un prostíbulo, muy cerca de asignar un puntaje por bajas, esquivar prostitutas y lograr que muera el menor número posible de avatares de Copley…
Acción en primera persona El desarrollo exponencial de los videojuegos en los últimos veinte años ha cautivado la atención de muchas industrias; la del cine entre ellas. En este sentido, muchísimas películas –Street Fighter (1994), Mortal Kombat (1995), Tomb Raider (2001), Resident Evil (2002), Silent Hill (2006), Hitman (2007), Max Payne (2008), Prince of Persia (2010) o Need For Speed (2014)- ya han probado suerte en la gran pantalla con resultados dispares. También podríamos incluir otros títulos, como Gamer (2009) o la genial Scott Pilgrim vs the world (2010), que aún sin estar basados en videojuegos, nos siguen remitiendo a ese universo, por su estética, temática y puesta en escena. Hardcore: Misión extrema (Hardcore Henry, 2015) se inscribe en este género pero al mismo tiempo pretende ir un paso más allá: ¿Cómo? llevando toda la experiencia inmersiva de los videojuegos a la pantalla grande para que los espectadores sientan en carne propia todas las vivencias del protagonista. Para ello, el debutante ruso Ilya Naishuller utiliza la cámara subjetiva como único punto de vista narrativo, emulando de esta forma a los juegos de disparos en primera persona (First Person Shooters). El resultado, en parte, es el esperado: 96 minutos de acción vertiginosa, caos, múltiples asesinatos y mucho gore. Sin embargo, luego de los primeros minutos, el recurso se vuelve monótono, aburrido y anecdótico; como el guión, al que evidentemente no le pusieron mucho empeño. Hardcore_Henry_trailer_debut Desde el comienzo, la trama es un delirio absoluto: Henry es una especie de cyborg estilo Rocobop que huye sistemáticamente de Akan, un malvado multimillonario ruso que cuenta con poderes telepáticos y una hueste de mercenarios a su servicio. El objetivo de Akan es simple: capturar a Henry, diseccionarlo y crear un ejército de robots-humanos invencibles para –literalmente- conquistar el mundo. En el medio, Henry debe rescatar a su esposa -secuestrada por el mismo villano- abriéndose paso a los golpes, tiros, cuchillazos y explosiones varias, en una Moscú testigo de la masacre sin pausa que allí acontece. Algunas escenas de acción están muy bien logradas. La estética gamer y el ritmo furioso constante nos recuerdan mucho a Crank (2006), con un montaje igual de frenético y una banda sonora tan al palo como en aquella cinta. La diferencia, acaso, es que Hardcore Henry carece de esa dosis de ironía y humor negro que hacía tan efectivo y original al film de Statham. Sin eso, la película parecería tomarse todo el asunto demasiado en serio, generando la sensación de que el grotesco y el ridículo alcanzado en ciertos momentos son más producto de falencias narrativas propias que de una decisión artística consciente por parte del director. En este sentido, la acción pronto se vuelve monótona y, a la larga, la experiencia de la cámara subjetiva termina resultando agotadora e injustificada. Sumado a esto, la simpleza de la historia hace que nunca podamos vincularnos afectivamente con el protagonista. Es decir: sí, estamos dentro de la cabeza de Henry, pero en definitiva es como ocupar una carcasa vacía, pues el personaje no piensa, no siente, no reacciona; sólo hace lo que tiene que hacer: cumplir con la misión. Exactamente como en un videojuego. HardcoreHenry_trailer Esto supone un problema, porque la transposición directa olvida que ambos medios poseen lenguajes y reglas de funcionamiento diferentes. En el cine uno se entrega al punto de vista del director y a lo que éste nos quiere mostrar, mientras que en el videojuego lo divertido es justamente lo contrario, véase: tomar decisiones, elegir qué camino tomar, a quien disparar, cuándo, cómo, dónde, etc. Con Hardcore: Misión Extrema, la sensación es la de estar presos dentro del protagonista. Algo casi tan frustrante como ver a un amigo pasar todos los niveles de un jueguito sin perder ni una vez. Frenesí rítmico, excesos de todo tipo, carnicerías humanas por doquier, acción sin sentido, ausencia de verosimilitud y coherencia interna; el film de Naishuller es la viva muestra de que en el cine, más que experimentos bizarros de renovación, lo que hace falta son los buenos guiones.
Violencia en primera persona Hardcore: misión extrema mezcla el mundo de los videojuegos, la ciencia ficción y la acción extrema. ¿Por qué Hardcore: misión extrema es muy buena? Porque patea el tablero del aburrido convencionalismo mainstream para inyectarle adrenalina y desenfado; porque hace lo que quiere, lo que se propone; porque es concisa; porque deja de lado la trama y se centra en la acción; porque elude las pausas y los descansos; porque se da el lujo de poner en la pantalla grande un videojuego y hacer que eso sea cine; porque es la primera vez que se hace algo así; porque es un mazazo orgásmico para el público gamer; porque en el futuro será recordada como una película alegremente demencial; y porque funciona a la perfección dentro de su propia lógica. La ópera prima de Ilya Naishuller es una apuesta de puesta en escena. Está filmada con cámara GoPro para que todo se vea en primera persona y el espectador adopte la mirada de Henry, el personaje principal, como si se tratara de un videojuego perteneciente al subgénero POV (point of view, punto de vista). Henry se despierta en un laboratorio convertido en un cyborg. A su lado está Estelle (Haley Bennett), una rubia arquetípica que dice ser la esposa, y que es también la científica que lo acaba de volver a la vida (la belleza estereotipada de la mujer es un chiste). Cuando Estelle quiere hacerle los últimos ajustes de sonido, entra en escena el villano megalómano con poderes telequinéticos llamado Akan (Danila Kozlovsky), quien quiere formar un ejército de cyborgs. Henry y Estelle consiguen escapar y los mercenarios de Akan intentarán atraparlos por toda la ciudad de Moscú. También está Tim Roth, que aparece dos minutos y hace del padre que le repite una frase memorable a Henry. Y sin dudas el que se luce mal actuando (“mal actuando” porque no hay que olvidar que todo es un chiste, y todo tiene que ser sobreactuado para que sea auténtico, para ir en contra del realismo del cine de primera) es el sudafricano Sharlto Copley, quien interpreta al otro personaje importante, un tal Jimmy, un freak desconocido que adopta distintas facetas. Hardcore: misión extrema es una comedia atolondrada que va al palo; es violencia pornográfica hardcore con muchos momentos de epifanía gore; es una perfecta fusión entre el mundo de los videojuegos en primera persona, la ciencia ficción y la acción más extrema, en la que la técnica POV es la principal protagonista. Es una película para verla con joysticks imaginarios. Es escandalosamente anárquica. Es pura actitud punk.
Antes que nada, tenga cuidado porque puede marearse. Esta película es al mismo tiempo una de acción y ciencia ficción desaforada y un film experimental de primer orden que desarma -con humor, inteligencia y exuberancia- los films de acción y ciencia ficción desaforada (y de paso, los videojuegos). Es la historia de un hombre transformado en un cyborg -algo así como El Hombre Nuclear siglo XXI- que enfrenta peligros gigantescos, poderes tremebundos, explosiones, tiros, persecuciones y todo lo que se pueda imaginar. Ahora bien: el personaje es la cámara y la película produce un estad de inmersión casi absoluto. Es decir, estamos todo el tiempo mirando desde los ojos del protagonista, nos movemos con él. El resultado es asombroso y en su gigantismo, pone al descubierto el costado absurdo de cierto tipo de cine. Pero también nos permite verlo desde otro lado, desde la emoción del peligro. Nos permite entender casi sin palabras qué siente un personaje en esas situaciones terribles y demasiado veloces. En ese punto, se trata de un verdadero ejercicio experimental que abre una perspectiva de reflexión sobre cómo se construye un género. Que al mismo tiempo sea inmensamente divertida es un logro impresionante. La idea es simple -como todas las grandes ideas- y la ejecución, brillante y hábil. Hay que animarse porque no hay películas así.
Las hinchadas del fútbol argentino, los fanáticos, tienen la particularidad de arrogarse logros propios que son incomprobables en la mayoría de los casos, o intrascendentes como para tener "algo" que los diferencie. Como ejemplos podría citarse esto de ser "la mitad más uno", eslogan autoimpuesto por la parcialidad boquense. ¿Sirve de algo para el pasado, presente o futuro del equipo y sus conquistas? Nada. Espejitos de colores que, por otra parte, son claramente refutables. En el caso del cine “Hardcore: misión extrema” se promociona como la primera película filmada íntegramente en primera persona, cámara subjetiva, de la historia. ¿Serán simpatizantes de Boca Juniors los productores? Hubo una película del período mudo sobre Napoleón que usaba el recurso, y ni hablar de “La senda tenebrosa” (1947) que durante más de una hora de los 90 y pico que duraba tenía la subjetiva de Humphrey Bogart. O K. Los productores del estreno de ésta semana dicen “íntegramente”. Pues bien, el clásico de Robert Montgomery “La dama del lago” (también de 1947), estaba filmada totalmente en subjetiva del protagonista con todas las dificultades de la época y, más acá en el tiempo, el alma de un drogadicto que muere asesinado en el baño en “Enter the void” (Gaspar Noé, 2010) deambulaba durante dos horas con cámara subjetiva. Por último, si vamos al concepto estético de este estreno, también “Doom” (2005), basada en el videojuego homónimo, utilizaba el recurso en los momentos de acción. Ahora bien, más allá de los antecedentes que pueden refutar la afirmación de un afiche... ¿está bien hecha “Hardcore: misión extrema”? ¿Se cuenta el cuento sólidamente? En definitiva es lo que importa. Hay dos posturas claras para ver éste estreno por su forma de contarla. Una es vivenciarla como si al que le sucede todo esto es a uno mismo, y por ende todo lo que nos dicen y las acciones en consecuencia le pertenecen al espectador. La otra es la tradicional, la de sentarse a ver una historia. Si se opta por lo primero, el discurso raya lo nefasto pues todo lo que sucede es lo que el ideólogo del producto pretende imponer como manera de accionar. De elegir lo segundo, el espectáculo se sostiene por el vértigo generado en casi todas las tomas de tiros y piñas con momentos para nada claros y otros muy bien logrados. Al comienzo del filme tenemos a un tipo tratando de entender (nosotros también) por qué, para qué y cómo ha sido reconstruido por su novia (nada menos) a lo Robocop. Ni bien esto ocurre arranca la odisea porque toda la ciudad parece querer reventarlo a balazos, trompadas, granadazos o cualquier objeto que utilizado en su contra le provoque ponerse el pijama de madera. Todos excepto un ocasional ayudante (Sharlto Coplay) que en realidad utiliza varios avatares a los efectos de poder salvarlo y darle las respuestas que él y todos esperamos. Tal cual como en un videojuego, las explicaciones llegan a medida que el “jugador” va superando distintas etapas cada vez con mayor grado de dificultad. Este no es un personaje racional como tampoco lo es el guionista. La idea es dejarse llevar por la acción. En este sentido, “Hardcore: misión extrema” es adrenalina pura. La falla del libreto está en la construcción del héroe. O mejor dicho, en la NO construcción, es decir, si hasta los 30 primeros minutos todavía no sabemos bien qué pasa, nos puede dar exactamente igual que el protagonista sobreviva o vuele en pedazos. Básicamente porque la falta de información impide el compromiso emocional. Con tan poco de dónde agarrarse (aunque hay momentos de humor negro notables), el disfrute estaría en lo técnico. Aquí sí podemos afirmar que ver esta película es como subirse a la cabeza de un experto en parkour, artes marciales y destreza física provista por su parte robótica y el remanente humano. Esta película es como ver el cine de Michael Bay: Mucho ruido, mucho efecto, mucha patada biónica, pero diez minutos posteriores a salir de la sala sobran para olvidar el argumento inmediatamente. ¿Alcanza? No. No alcanza.
No es otra película de acción Cada día que pasa algunos intentamos comprender el por qué del Oscar a mejor película que consagró a Birdman el pasado año, y de ahí empezamos a falsar algunas premisas como si “¿son más importantes las historias o cómo están contadas?” o “¿premiaron realmente la triste quijotería de Iñárritu o su plano secuencia?”. Entonces aparecen películas como Hardcore: misión extrema y de puros prejuicios podemos anularlas, decir que es en vano apostar por la primera persona, si de videojuegos se hicieron películas buenas y viceversa. Además, hay un hombre robótico que sabe usar las armas pero no se trata de Robocop y la megaproducción rusa con actores yanquis a priori no atrae teniendo otros fracasos próximos como Hitman: Agente 47 (protagonistas estadounidenses, director polaco y fracaso mundial). Pero con Hardcore: misión extrema nos equivocamos. La ópera prima de Ilya Naishuller invita a cada espectador a ser el director de su propia película y termina concretando una maravilla visual. Digna de esas películas que se recomiendan “para verlas en el cine”, el trabajo de filmación, sonido y post producción es magnífico. La sed de venganza va creciendo durante la hora y media del film, en la medida que el verdadero protagonista vacía cientos de cargadores y hace explotar casi todo lo que se cruza en su camino. La damisela en apuros es Haley Bennet y se encarga de presentarnos a Henry, su esposo, al que con total normalidad saca de una especie de incubadora gigante y comienza a ensamblarle las diferentes partes de su cuerpo. Cuando llega la parte de las manos y comienza a adquirir la motricidad, le coloca un anillo que confirma el dato filiatorio. Con el Frankenstein ya consumado y dispuesto a adquirir el habla, se produce una explosión en el laboratorio y un enemigo con una similitud asombrosa con Kurt Cobain rapta a la chica en cuestión y asesina a sus laderos. Ahí comienza la búsqueda y por nuestra parte nos terminamos de calzar el traje de héroe sin memoria, con habilidades supernaturales y, para colmo de males, mudo. El director no dejó nada librado al azar cuando se puso detrás del lente de la cámara y supo condensar los recursos escena tras escena, no quemó todos los trucos. La prueba piloto de esta película seguramente haya sido cuando se tuvo que hacer cargo de un video de la banda rusa Biting Elbows y resolvió una historia en cinco minutos con el visto bueno de una generación signada por el videoclip y las tomas rápidas. En dicho video nos apresuramos para saltar por un techo o curar una herida infectada pero tenemos el tiempo suficiente para posar los ojos en un escote. Los personajes de Naishuller son por génesis camaleónicos, saben cuándo pasar desapercibidos y cuándo irrumpir a los tiros como talibanes. Siempre cuida la estética y sobretodo el vestuario, aunque no tarde en llenarse de sangre. Cualquiera puede ser doble de riesgo también, al no contemplar nunca los rasgos más importantes de un personaje, los de su cara; las coreografías y saltos por los aires pudieron estar hechos por cualquier hijo de vecino. La música es primordial para lo que se ve tras los ojos de Henry, cuando llega el súmmum de la batalla y el horror comienzan los acordes de Don´t stop me now (gancherísimo haberlo incluido en el tráiler) y con la música de Queen empezamos a balear a las personas que nos separan del falso Cobain. Y recuperar a la chica, claro. La multiplicidad de personajes de Sharlto Copley es frenética y calza bien con los tonos marcados en el guión, regalándonos también un momento musical buenísimo con un clásico de Sinatra. Aunque Hardcore: misión extrema cae en algunos clichés propios del género y las referencias de tiempo-espacio a veces nos hacen perder cierto sentido en la cronología, termina dejando un buen sabor. Sabe entretener, asombrar e innovar.
Hadcore Misión Extrema nació gracias a un vídeo hecho para Youtube en el que lo nuevo era que estaba filmado en primera persona. Ahora tenemos una película, completa, filmada desde el punto de vista de un hombre llamado Henry que despierta sin recuerdos, medio robot, medio persona y a partir de ese momento empieza a escapar de hombres que lo quieren matar.
Una puerta a nuevas narrativas “Hardcore: Misión extrema” quizás pase a los manuales de historia del cine por varias razones vinculadas a sus nuevas formas de realización audiovisual. A los viejos les dirá algo que sea una cinta pensada y realizada por un ruso (Ilya Naishuller) con intereses y locaciones tanto rusas como estadounidenses, algo que hubiese sido raro antaño (ojo con la geopolítica, que se viene, también), con la aparición de un sudafricano de cierta relevancia como Sharlto Copley, el fetiche de Neill Blomkamp con proyección hollywoodense, que figura como productor ejecutivo además de quedarse con el papel más destacado. También es novedoso que haya realizado una campaña de crowdfunding para ayudar a financiarla, tal como lo destacan las gacetillas: se trata de una pujante forma de producción de diversos proyectos, a través de pequeñas colaboraciones a cambio de alguna gentileza. Pero lo que más se “vende” en los corrillos es la consigna que la disparó: hacer la primera película “en primera persona”, es decir, desde los mismos ojos del protagonista. Esto no es gratuito: hace bastante que entre el repertorio de nuevos lenguajes audiovisuales se encuentran los videojuegos, y por lo menos hace 15 años que han explotado los juegos en primera persona donde se ve la manito de uno mismo sosteniendo algún bufoso con el que hay que exterminar una serie de enemigos que explotan y sangran, con la opción de jugar en red y que esos personajes sean otras personas. “Quake”, “Duke Nukem”, “Counter Strike” (juego que inauguró la moda de torneos internacionales) y por estas épocas “Last of Us” son parte de ese linaje (algunos nostálgicos recordarán un ancestro en el arcade de “Terminator 2”, así que el cine vuelve en un bucle). Si las novedades en las formas expresivas surgen de los cruces con nuevos lenguajes audiovisuales, también pasa eso con algún recurso técnico que permita mostrar lo que antes no se podía. Ya cuando comentamos “Terror en el bosque”, la reciente película de found footage de Eduardo Sánchez (uno de los creadores de “The Blair Witch Project”), marcábamos la irrupción en el cine de ficción de las cámaras deportivas, cuya cúspide es la GoPro Hero 3. Estos aparatitos ya estaban en la filmación de conciertos y en documentales, y sólo era cuestión de tiempo su llegada a la ficción. En el caso de la película de Naishuller, las GoPro se montaron en un casco, permitiendo que un intérprete/camarógrafo sea parte de la acción. Esas cámaras deforman la imagen hacia los lados, pero los creadores cuentan con que el público está acostumbrado a ver videos de aventureros tirándose en bicicleta por un puente y pegándose un porrazo que lo vuelva todo confuso. Así que ese lenguaje visual es parte de la partida. A cuetazo limpio En cuanto al argumento, Naishuller se divierte con un recurso que sólo puede servir para una sola vez: armar una trama que parezca la que motoriza a los citados juegos. Entonces tenemos un planteo inicial, misiones intermedias, un personaje “facilitador” (dirían los viejos formalistas, también rusos) y un crescendo hasta una batalla final. En el medio, hay que sobrevivir el acoso de decenas de enemigos en distintos escenarios (calles, interiores, naturaleza), algunos reconocibles y otros insospechados, abatiéndolos de las formas más violentas. La historia arranca con un tal Henry viendo su despertar en un ambiente líquido (la escena inicial de “Ghost in the Shell” de Mamoru Oshii, con la música de Kenji Kawaii, era mucho más bonita). Descubrimos que está siendo resucitado como ciborg por su esposa, una rubia llamada Estelle. Antes de que le instalen el módulo de voz, el lugar donde están (que resulta ser una plataforma flotante sobre el cielo de Moscú) es atacada por un tal Akan, un villano de cómic de superhéroes, de pelo platinado e inexplicada telequinesis, que parece ser el que casi destruyó a Henry. También tiene intenciones de tener un ejército de ciborgs reanimados, dice Estelle, que (para hacerla corta) es secuestrada por el malandrín. Ahí, Henry empezará una odisea para rescatarla, guiado por un misterioso personaje llamado Jimmy, que se le aparece en diferentes encarnaciones (linyera, cliente de burdel, hippie), volviendo de más de un balazo. Hasta acá todo parece apuntar a algo aburrido. Pero la trama guarda varias sorpresas, y no podemos dejar de pensar aquí en Phillip K. Dick. Porque el escritor más pesimista de la ciencia ficción le transmitió al cine (entre varias de sus preocupaciones) la de las memorias implantadas y las dudas sobre todo aquello que creemos que somos: “El vengador del futuro”, “El pago” e “Impostor” sean algunas de las mejores adaptaciones de esas ideas. Digamos que por ahí va la picardía que meten Naishuller y el coguionista Will Stewart. Y lo dejamos ahí, para dar intriga y no quemar el relato. Un loco lindo Como se supondrá, no es una película para el lucimiento actoral. Y sin embargo Copley logra que su Jimmy sea un personaje tan bizarro (y en algún punto querible) como los que suele realizar en las cintas de Blomkamp, con su característico acento afrikaaner. El resto acompaña: Danila Kozlovsky como el esquemático Akan, Haley Bennett (estadounidense con varios secundarios en el cine de su país) como Estelle, Andrei Dementiev como el villano Slick Dmitry (aparentemente es uno de los que hizo de Henry), junto con una aparición de Tim Roth como para dar un poco de corte. Por ahí, también aparecen dos beldades de la Madre Rusia, como Svetlana Ustinova y Darya Charusha, que además es la compositora de la música y la esposa del director (y bueno, todo queda en familia). El resultado de todo esto puede gustar a algunos y parecer una pavada violenta para otros. Lo que no podrán negar es que Naishuller abrió las puertas a nuevas narrativas, en un “arte industria” que desde hace un tiempo peca de acuartelarse en las seguridades de lo conocido.
Hardcore Henry viene de la factoría de Timur Bekmambetov, el capo detrás de Guardianes de la Noche y Wanted - Se Busca. Al ruso le encanta experimentar con lo visual y lograr lo imposible, y esa clase de delirios está presente en Hardcore Henry. Imaginen una versión hiperadrenalinizada de El Hombre Nuclear rodada en primnera persona, desbordante de gore y humor negro, y matizada con unas cuantas gotas del videojuego de culto Duke Nukem 3D (incluyendo un sangriento tiroteo en medio de un club de strip tease). La gracia de la anécdota es que todo está rodado en primera persona, con lo cual el espectador es el protagonista. La gente te habla, te mira, te golpea y sentis prácticamente en carne propia cuando corres, saltás o te caes de un avión (!). Es ciertamente un enfoque audaz y que debe haber demandado una logística infernal - un ejército de corredores de parkour dotados de cámaras GoPro montadas en sus cascos, miles de viñetas de storyboard para poder ir empardando una escena tras otra (como, por ejemplo, la escena en donde se cae de un avión, se recupera, pelea, sale corriendo, lo tiran de un puente de autopista al otro, etc, etc) - ya que la acción nunca se detiene y está rodada de manera hiperkinética. Si uno se quejaba de la cámara movediza y vomitiva de Cloverfield, esperen a ver lo que les ofrece Hardcore Henry. oferta software de sueldos Ciertamente la trama es un delirio que sirve de excusa para rodar de esta manera el filme - no es el primera pelicula que rueda con la cámara como protagonista; La Dama del Lago (una adaptación de 1947 de una novela policial de Raymond Chandler protagonizada por el detective Philip Marlowe) habia usado dicho enfoque, pero nunca de la manera maniaca que lo hace Hardcore Henry -. Hay huecos argumentales por todos lados, problemas de continuidad (a veces el protagonista aparece en sitios que uno ni imaginaba 10 segundos antes; el personaje de Sharlto Copley es omnisciente y le da servido en bandeja al protagonista qué es lo que tiene que hacer y dónde tiene que presentarse) y la película no es tan excitante como debiera (al menos en video, que pierde esa sensación de inmersión). El enfoque novedoso pasa a ser confuso y hay momentos en el filme en que uno no tiene idea de lo que está ocurriendo en pantalla. Si la trama es complicada y el método de cámara en primera persona resulta mareante, al menos el filme entretiene por su energía desbordante. En muchas secuencias se siente como una sesión grabada de un videojuego en primera persona - en especial cuando dispara con pistolas; falta que aparezca la barra de energía en la parte inferior de la pantalla - , lo cual sería aburrido y frustrante si no fuera porque el director Ilya Naishuller vomita disparates uno tras otro - el tipo piensa que está en una clinica, abre una puerta, y descubre que es un avión; salta del mismo y abre el paracaídas a ultimo momento; se saca un ojo biónico y lo usa para estrangular a alguien; vemos como salta de un piso a otro o como se desliza por el costado de un rascacielos; y todo esto sin contar al delirante personaje de Sharlto Copley, al que siempre matan y vuelve a reaparecer en la escena siguiente para darle armas e informacion al protagonista -. Aún con todo ello, Hardcore Henry no terminó de impresionarme demasiado: me parece recontranovedosa y divertida, pero es mas lo que me mareé que lo que me entretuve, y nunca terminé de comprar la historia. En todo caso es un experimento bastante divertido, cuyo enfoque delirante termina por atentar contra la efectividad del filme como aventura.
Gracias a un corto en primera persona que se virilizó llamado Bad Motherfucker y a la ayuda de sus fanáticos en crowfunding, el director, Ilya Naishuller, juntó todo su conocimiento, tecnología y su legión de dobles de riesgos para dar origen a su opera prima. ¿De qué trata Hardcore: Misión Extrema? Muy fácil, es una montaña rusa de balas, explosiones y muertes estilizadas, también en primera persona y con mucho, pero mucho Shaky Cam. El protagonista de la película se llama Henry, un cyborg mudo que tiene un objetivo: rescatar a su esposa de las garras de un albino con poderes telequinéticos llamado Akan. ¿Parece que estoy contado la trama de Super Mario con algún toque extra?, pero es así, Hardcore tiene una historia nula, no tiene un guion estelar, ni ningún Twist final que deje al espectador impactado, es un espectáculo bizarro desde el primer momento, con personajes secundarios coloridos por doquier. Interpretados por Sharlto Copley – pongan atención al “interpretados”- los pintorescos aliados del protagonista se apoderan de cada escena y se despide literalmente con un Boom cuando deja la pantalla. Pero eso no es lo más importante en la película… Lo que importa es la acción, y esta, se da desde el primer momento en que los créditos iniciales se hacen presentes. En Hardcore: Misión Extrema no hay respiro, es un viaje sin retorno; con una banda sonora genial que se hace presente en todo momento, desde Queen hasta The Temptations, hacen que la experiencia sea aún más intensa. Hay decapitaciones, muertes por heridas de bala, muertes por caída, gente atropellada, lo que nombren, en Hardcore lo van a tener acompañado de un ritmo desenfrenado. Aun así, con lo que ofrece en pantalla, llega un momento en que todo se vuelve repetitivo y no genera ningún efecto, varias veces me quedé esperando ver algo más, aún en los casos más extremos, -por dar un ejemplo: en el momento que Henry tira a uno de sus ilimitados enemigos hacia una hélice y se dirige hacia otro para romperle todas las extremidades-. A pesar de ser testigo de todo esto, uno se queda con ganas de más, y el factor sorpresa, lamentablemente se pierden en los primeros 20 minutos de esta aventura. Este tipo de género puede ser realmente efectivo en un corto de 5-15 minutos, pero al estar 1 hora y media presenciando las mismas cosas una y otra vez, cansa y mucho. Hardcore: Misión extrema es original, bizarra y entretenida, pero es el claro ejemplo que a veces es mejor las pequeñas dosis que tener una y otra vez lo mismo en grandes cantidades.