Sexualidad en el espacio A uno le encantaría decir que la nueva película de Claire Denis es una digna sucesora del mejor período de su carrera, aquel inicial de la década del 90 que finiquitó con su obra maestra Bella Tarea (Beau Travail, 1999), no obstante volvemos a estar frente a un trabajo de lo más frustrante -como todo lo que hizo a posteriori, con alguna que otra excepción- que articula un puñado de ideas interesantes y eventualmente termina perdiéndose en disquisiciones más visuales que narrativas o conceptuales, lo que genera un tanque arty de cadencia festivalera que combina elementos varios de 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), Solaris (Solyaris, 1972), Alien: El Octavo Pasajero (Alien, 1979), Sunshine: Alerta Solar (Sunshine, 2007) y En la Luna (Moon, 2009). El problema principal de fondo vuelve a ser el mismo de siempre de la francesa, uno doble, esa incapacidad para explicitar cuál sería el horizonte retórico del film y su tendencia al preciosismo algo vacuo. Utilizando una arquitectura dramática de ciencia ficción sutil tendiente al aislamiento y la locura, aquí la directora y guionista se propone contrarrestar las clásicas ridiculeces del rubro en su vertiente hollywoodense para construir una historia orientada a los adultos pensantes, sin embargo otra vez más pretende abarcar tanto a nivel temático que a fin de cuentas casi todo queda flotando en el aire de la imprecisión y de cierto nihilismo en piloto automático, curiosamente casi tan maquinal como el idealismo sonso de los yanquis: tópicos como los traumas, las prisiones, el delirio, la represión, los engaños masivos, la vida criminal, las condenas, la sexualidad más impulsiva, las fantasías, la incomunicación, las fuentes de energía, las obsesiones, la paternidad, la violencia, la angustia y hasta la muerte desfilan a lo largo del relato mediante esa estructura entre etérea y entrecortada que tanto le gusta a la realizadora, siempre proclive a las puestas en escena bien minimalistas. La trama se centra en una nave espacial donde un grupo de nueve criminales con cadena perpetua o sentencia de muerte comparten responsabilidades en lo que atañe a una misión semi suicida en busca de tratar de capturar la energía de rotación de un agujero negro, tremendo engaño estatal porque ninguno de ellos podrá regresar a la Tierra y el soporte vital de a bordo se renueva a diario a condición de que envíen religiosamente los informes de turno. El eje es Monte (Robert Pattinson), un hombre joven que pasó casi toda su vida encerrado en la cárcel por haber matado de niño a una amiga que aparentemente asesinó a su perro. Todos los reclusos en el espacio tienen prohibido el contacto sexual y se la pasan utilizando una máquina de masturbación símil aquella de El Dormilón (Sleeper, 1973), mientras son manipulados mediante drogas por la Doctora Dibs (Juliette Binoche), una mujer que mató a sus hijos y a su esposo y ahora está obsesionada con crear un niño vía inseminación artificial. Así las cosas, el relato nos presenta el descenso hacia la demencia de los personajes, periplo que incluye insultos entrecruzados constantes, arrebatos de histeria, decesos por enfermedades, golpes, violaciones, infantes fallecidos, asesinatos, venganzas, suicidios y hasta el nacimiento de una muchachita en la nave, Willow (Scarlett Lindsey de bebé, Jessie Ross de adolescente), cuando Dibs viola a un Monte hiper drogado y luego le inserta el semen en la vagina a Boyse (Mia Goth), otra fémina de la tripulación que termina con su estado mental un tanto colapsado producto del encierro y la batería química de la médica. La realización juega con la idea de que la perversión es intrínseca a hombres y mujeres y que la soledad no es más que el detonante de conductas exacerbadas. El desempeño del elenco es en verdad muy bueno y constituye el punto más alto de un film a cargo de la versión más volcada al autosabotaje de Denis, quien se entretiene en demasía con los momentos contemplativos, los soliloquios susurrados, el silencio y la serie de flashbacks y flashforwards que complican algo que en esencia es bastante sencillo; más tratándose de una propuesta que recupera dos de los grandes fetiches de las cineastas de ayer, hoy y siempre, léase la transformación corporal (todo el sustrato de la reproducción experimental en el cosmos es una excusa para desplegar cicatrices símil cesárea, sangre de menstruación, leche de madre lactante y algo de semen, amén de los embarazos en sí) y las fantasías masculinas de sometimiento (como casi siempre en el cine de directoras que se identifican con los hombres, el fantasma de la violación es doble e incluye a mujeres y varones y no se priva de una buena tanda de porrazos para sazonar el asunto). Todos los elementos previos son positivos y se agradece la vocación de la parisina de ir al choque con la doctrina del shock, sin embargo el tono narrativo lánguido y apesadumbrado se muerde la cola en varias ocasiones porque en esencia no lleva a ningún lado y hasta la retahíla de tragedias parece algo improvisada, además de que trabaja sobre personajes que nunca terminamos de conocer y por ello nos resultan indiferentes al punto de que se licúa el pesimismo fatalista de base. High Life (2018) posee algunas buenas escenas como la de la masturbación de Dibs, el intento de violación sobre Boyse y el bello abuso de la médica sobre Monte, pero todo se hunde en un lirismo anodino y esquizofrénico que podría haber constituido un estudio valioso sobre la tendencia del ser humano hacia la autodestrucción…
Un film que provocará reacciones bastante desparejas, ya que es para sentirse sumamente fascinado durante la proyección, o para quedarse casi dormido, a pesar de su temática sexual en el espacio. Para los que están siempre a la búsqueda de ideas nuevas podrán...
En la inclasificable High Life, Claire Denis desoye el clamor utópico de los cielos. Una luz amarilla resplandeciente, que se apoderará de toda la superficie de un plano, es la máxima expresión del asombro que prodiga el filme. La esperanza que se les suele adjudicar a las estrellas y al vasto cosmos brilla por su ausencia. No hay metafísica alguna en este cuento distópico desarrollado en una nave espacial en la que conviven reclusos que han aceptado sustituir la cárcel por ese vehículo. No se trata aquí de una máquina blanquecina que se desliza por el espacio con todo el glamour que puede desprenderse del imaginario castrense de la NASA. La pulcritud no es aquí una estética, como sí lo es la suciedad, los fluidos corporales, la sangre.
Desde la mítica “2001: Odisea del espacio” (1968) hasta metrajes de la actualidad como, la dentro de todo reciente, “Interestelar” (2014), las películas espaciales han significado un sector aparte en el mundo de la ciencia ficción, incluyendo una gran variedad de temáticas tales como la propia supervivencia, la exploración de lo desconocido o la salvación de la humanidad, entre otros asuntos. “High Life” no es la excepción. Sin embargo, este film incursiona en el género desde un ángulo diferente a lo familiar, rozando lo sombrío y ahondando en la psicología humana haciendo dudar al mismísimo espectador de si esto se trata de un sinsentido o de una obra de arte. En la profundidad del espacio, Monte (Robert Pattinson) y la pequeña bebé Willow viven aislados a bordo de una nave. No obstante, no siempre estuvieron solos: Monte formaba parte de un grupo de condenados a muerte que aceptaron formar parte de una misión científica que pretende investigar los agujeros negros. La primera ficción en inglés de la directora francesa Claire Denis significa también su debut en sci-fi, el cual realizó dándole un gran papel a la musicalización de Stuart Staples, con quien trabajó en la mayoría de su filmografía, pero poco uso, disminuyendo rotundamente el costo del film a la herramienta fundamental del género: los efectos especiales. El espacio, cargado de detalles, como si de un paisaje fantástico se tratara en la mayoría de las obras del género, se muestra en este caso como un insondable vacío oscuro que, al contrario de lo pensado, beneficia al mensaje otorgado por la trama. Ésta, vista como una retorcida crítica a la humanidad, se ve obstaculizada por una constante disrupción de las líneas temporales, planteadas en torno al pasado, presente y futuro del protagonista, Robert Pattinson, que, aunque se encuentra en un papel totalmente alejado del que lo hizo famoso en “Crepúsculo” (2009), mantiene la misma personalidad, carente de emoción, que dificulta el poder engancharse con la historia. Fuera de ello, “High Life” es peculiarmente explícita, tanto en la ambientación, teniendo que expresar el argumento verbalmente en algunos casos, como en contenido, otorgándonos escenas impactantes con simbologías que van de lo sexual a lo perturbador, especialmente en las que protagoniza Juliette Binoche. Claire Denis nos presenta una idea de desesperación y soledad en forma de un largometraje que no es fácil de ver, una producción independiente que significa un desafío audiovisual para el público que se verá dividido entre los que vean una película profunda, emocionante y, en momentos, conmovedora, y aquellos para los que represente un trago fuerte, rebuscado e incoherente.
Una película de ciencia ficción que no va a ningún lado.
En el espacio nadie puede escucharte hablar en francés ¿Es posible hacer una película en el espacio y que no sea tildada como Ciencia Ficción? Probablemente este fue el desafío que se autoimpuso la directora francesa Claire Denis con High Life (2018), su más reciente opus que causó polémica en el Festival de Toronto y tuvo su paso recientemente por el Festival de Cine de Nueva York. En un futuro no tan lejano, la tierra se torna un lugar inhabitable. Una nave es enviada al espacio, directamente hacia un agujero negro en el cual podrían encontrar una nueva fuente de energía alternativa. Pero esta nave posee una particularidad, su tripulación no son científicos ni cadetes especialmente preparados para la travesía, sino jóvenes criminales sacados de las calles y los reformatorios para formar parte del experimento, de forma un tanto involuntaria. Monte (Robert Pattinson) es el único sobreviviente de la nave junto a una pequeña bebé, y mientras el relato se reconstruye a través de flashbacks que detallan el destino fatídico del resto de la tripulación y los pormenores de su misión original, el hombre debe buscar un nuevo destino en la inmensidad de la galaxia donde la vida pueda subsistir. La propia Denis se encargó de aclarar que la suya no es una película de Ciencia Ficción. A pesar de la ambientación espacial, High Life es un relato que busca echar luz sobre los rincones más oscuros de la condición humana, el laberinto de su naturaleza sexual y su inclinación hacia la violencia. Incluso el diseño de arte se aleja de los parámetros de la Ciencia Ficción, con una nave en forma de paralelepípedo y una tecnología con inclinaciones retro futuristas. La idea de la directora siempre fue evitar los efectos especiales y el despilfarro visual tan fácilmente asociado con el género. La suya es una aproximación mucho más terrenal, valga la ironía, respecto de cómo sería una travesía espacial en un futuro distópico como este. Cada secuencia y cada escena van dando sentido a las múltiples capas de lectura que ofrece el relato. Su clima denso y ominoso no hace más que iluminar el camino que lleva hacia esa tragedia inevitable. Sin dudas es un film que pone toda su confianza en la perfomance de Pattinson, quien prácticamente se adueña de la pantalla. Sin muchas líneas de diálogo, la expresión de su cara y el trabajo de su corporalidad hablan cuando no hay palabras de por medio. De hecho, Denis vuelve a rodar un film hablado en inglés tras mucho tiempo, ya que según ella no se imaginaba personajes en el espacio hablando en francés. Denis tenía este proyecto en mente desde hace más de 15 años, inicialmente quería tener a Philip Seymour Hoffman en el papel de Monte, pero su muerte inesperada cambió los planes. No conocía el trabajo de Pattinson, pero este sí conocía y admiraba el trabajo de la directora, por lo que desde hacía tiempo le había trasmitido interés por trabajar en alguno de sus proyectos. El ambiente enrarecido, los personajes enigmámticos (como el de la doctora interpretada por Juliette Binoche) y la sensación de pesadez temática funcionan como sostenes para transmitir la idea de una problemática universal: cómo enfrentar lo desconocido.
“Animales nocturnos” En algún momento, el cine de Claire Denis abandonó los espacios atravesados por tensiones y conflictos apenas velados, como colonias francesas o una París cruzada por flujos migratorios, y empezó a interesarse por otra clase de lugares, sitios que pertenecían más al cine que al mundo. La película que anuncia el cambio seguramente sea 35 rums, que tiene como fuente a Primavera tardía, de Ozu. Les salauds, por su parte, funciona como un film noir que retrata a un puñado de hombres inescrupulosos que se mueven por una red de crimen y vicios brutales. Un bello sol interior transpone libremente Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, pero la película se parece más a una comedia romántica algo accidentada o a un drama amoroso. En todas, Denis conserva y perfecciona su etnografía discreta, cifra última de un estilo, de la empresa siempre renovada de aproximarse a un tema determinado despojándose de certezas, con un ánimo siempre dispuesto al asombro y a la belleza. La directora incorpora a su repertorio de ambientes habituales (la ciudad, el campo, la aldea, el desierto) emplazamientos fílmicos, como si el cine, con sus maestros y sus géneros, fueran para Denis un territorio virgen al que hay que dirigirse con cautela, como si se viajara a una isla desconocida con la voluntad de perderse, de fundirse con un ecosistema nuevo. En High Life, Denis continúa ese proyecto dentro de los entornos asfixiantes de la ciencia-ficción contemporánea. A un montón de condenados a muerte se les conmuta la pena a cambio de aceptar realizar un servicio a la ciencia que consiste en ser lanzados al espacio con el objetivo de acercarse a un agujero negro y realizar un estudio energético. Entre los pasajeros hay una médica encargada de cuidar de la salud del grupo y que está obsesionada con producir un embarazo a bordo, es decir, con generar vida humana a años luz de la Tierra. La comunicación con el planeta se pierde apenas se sale del sistema solar, aunque la nave todavía recibe ondas residuales de televisión que dibujan imágenes, fantasmas en movimiento transmitidos desde el pasado terrestre. La situación en la nave se vuelve cada vez más difícil de sostener hasta que el conflicto estalla y la sociedad improvisada por los reos estalla por los aires. La ciencia-ficción que le interesa a la directora a las películas que encuentran en los viajes espaciales menos una ocasión para la aventura que para la observación y la espera. A medida que avanza el relato, High Life se remite a un linaje o una tradición que incluye películas tan disímiles como Silent Running, 2001: Odisea del espacio, La fuente de la vida o Moon, pero también a otras más recientes (y más grises) como Pasajeros. Por supuesto, Denis se las arregla para instalarse en ese terreno y trazar en cuestión de segundos un territorio personal. La misión y el malestar de la nave pasan a un muy segundo plano y los torpes gestos de cariño, los acercamientos intempestivos, las amenazas y los repliegues ganan la escena. Los espacios cerrados no hacen más que intensificar la belleza y la inquietud de esos intercambios. Juliette Binoche hace de Dibs, una científica que adquiere los contornos de una hechicera, una sacerdotisa lúbrica que exige de sus súbditos cuantiosas ofrendas de semen que le permitan continuar con sus experimentos de inseminación. Dibs administra la circulación de fluidos de los habitantes así como la nave regula los niveles de los líquidos que posibilitan el reciclaje de desechos y garantizan la supervivencia. Ya se sabe que Binoche es una fuerza de la naturaleza: Denis la libera, la multiplica varias veces por sí misma hasta transformarla en una bruja insaciable, un monstruo que se desliza por los pasillos de la nave eligiendo compañeros sexuales. En un momento, Dibs se encierra en una habitación que tiene un dispositivo con un falo: el personaje se sienta encima, lo monta, y la película entra en shock, las imágenes ya no muestran a Binoche, lo que se ve es más bien un amasijo de carne y de miembros que se agitan y retuercen cada vez más rápido. La científica hechicera Dibs condensa la idea que se hace Denis de la nave y de la historia, pero también del cine en general: lo primitivo emerge y desgarra el presente, hace sentir sus pulsiones elementales, sus urgencias tensan una trama siempre débil de mandatos y prohibiciones. En otras películas ese conflicto se resuelve de manera silenciosa o permanece suspendido, como pasa con la fascinación que experimenta la esposa hacia el sirviente de su marido en Chocolate, o en la naturalidad con la que se entrega al asesinato brutal de ancianas la pareja indolente de No tengo sueño. Les salauds, por ejemplo, empieza con una de las imágenes más potentes del cine de la directora: una chica ensangrentada y fuera de así camina desnuda y sin rumbo por la calle. Después se sabrá que fue víctima de abusos terribles, pero su figura rota lleva los estigmas de algo todavía peor, como si hubiera sido escupida de las entrañas de algún inframundo. En cierto sentido, la ciencia-ficción le provee a la directora un escenario ideal para continuar con las mismas búsquedas de siempre: la tecnología de punta propia del género acá convive con restos técnicos de otra era; la nave es una gran caja cuadrada sin el más mínimo encanto. La asepsia y la frialdad del lugar no evitan que sus habitantes den rienda suelta a los mismos impulsos bestiales que los condenaron en la Tierra; el diseño impersonal y monótono de la nave no alcanza a contener las pasiones que bullen en los personajes. Esto tiene su corolario en la relación entre Monte y su hija, últimos humanos a bordo que sobrellevan la soledad absoluta que los rodea con una relación hecha de caricias e intimidad; una atracción no dicha pero evidente fluye naturalmente entre los dos. Como siempre en Denis, se trata de transformar el cine en un sismográfo del deseo que detecta las potencias sinuosas de la sensualidad ahí donde otra película vería apenas temblores confusos.
Marginales en el Espacio. Crítica de “High Life” de Claire Denis.InicioEstrenosMarginales en el Espacio. Crítica de “High Life” de Claire Denis. 3 septiembre, 2019 Bruno Calabrese Monte y su hija bebé son los últimos sobrevivientes de una peligrosa misión en el espacio exterior. El resto de la tripulación, liderada por una siniestra doctora, ha desaparecido. Mientras se devela el misterio de qué sucedió a bordo de la nave, Monte experimenta por primera vez el nacimiento de un amor todopoderoso. Por Bruno Calabrese. Claire Denis (“Trouble Every Day” y “Chocolat”) nos sorprende con su incursión al cine de ciencia ficción. Cualquier filme de la cineasta francesa despierta una expectativa importante, sobre todo cuando se mete de lleno en un proyecto de esta índole. Si a eso le sumamos la presencia de Robert Pattinson, con mucha prensa en los últimos meses desde que se anunció que será el nuevo Batman, las esperanzas aumentan. Pero nunca imaginamos lo que íbamos a ver, ni al más fanático de la obra de la francesa se le ocurriría pensar en algo parecido a High Life. Una película extrañamente retorcida, con un ritmo tedioso pero hipnótico a la vez. “High Life” comienza con el llanto de un bebé a bordo de una especie de vaina espacial lanzada hacia la abstracción de agujeros negros. El padre del niño, o al menos el tutor, ya que las relaciones entre los diferentes personajes no son aclaradas durante una parte de la película, es Monte (Pattinson), un joven que parece estar atrapado solo, haciendo todo lo posible para mantener al bebé y a el vivos. Pronto descubrimos que Monte está acompañado por una tripulación inanimada cuyos cuerpos se apilan sin vida en un almacén, hasta que los descarta al espacio. Después de esa secuencia de apertura extendida, la historia se cuenta principalmente a través de flashbacks, revelando cómo Monte llegó a ser el último prisionero de pie en un centro de detención futurista donde los reclusos son libres de deambular pero deben cumplir con una regla: los hombres deben donar sus espermatozoides y a la mujer sus óvulos y sus cuerpos, permitiendo que su nefasta supervisora y compañera de prisión, la Dra. Dibs (Juliette Binoche), realice pruebas de procreación, cuyos resultados se transmiten a casa. Denis nos muestra cómo funcionan las cosas con detalles: los hombres, interpretados por Andre Benjamin (Si, es Andre 3000, el cantante de OutKast creador del hit “Hey Ya!”), Lars Eidinger y Ewan Mitchell, se masturban en tazas a cambio de pastillas para dormir, mientras que las mujeres ( Mia Goth, Agata Buzek, Claire Tran y Gloria Obianyo) se impregnan y luego se les deja dar a luz a bebés que se les quitan rápidamente. El único prisionero que elige no participar en el proceso es Monte, que se ha volcado al celibato y vive prácticamente solo entre los demás. Pero su actitud finalmente resulta en lo que muchos considerarán la escena más problemática de la película, que involucra la violación y una forma altamente invasiva de inseminación artificial. La otra escena que probablemente causará revuelo es cuando el personaje de Binoche ingresa al “fuckbox” de la nave espacial, que es básicamente una cámara de masturbación repleta de poleas de esclavitud y un consolador plateado que puede operar con un asiento de cuero. Denis nos da una secuencia de erotismo dentro de la caja, con primeros planos de Binoche temblorosos llenos de una sensualidad violenta. A pesar de la presencia del espacio exterior, la directora decide centrar toda la acción dentro de ese departamento pequeño y claustrofóbico llamado nave espacial. Pero en una sola escena, donde vemos un disparo de estrellas girando alrededor de un agujero negro como un esperma nadando alrededor de un óvulo, Denis construye una memorable toma que sirve como metáfora perfecta de lo que estamos viendo. Algunos estallidos ocasionales de violencia animan la acción densa que caracteriza el film. Por momentos, la directora se preocupa en mostrarnos la belleza de Pattinson, con primeros planos inundados de luz roja, lo que hace que por momentos se sienta un producto inerte. Pero a pesar de esos abusos, la película es sensual y perturbadora; ligeramente tediosa, audaz y un poco forzada. En sintonía con “Solaris” y “Stalker” de Andrei Tarkovsky , es una atípica película de ciencia ficción, que utiliza la historia de una nave espacial poblada por conejillos de indias humanos simplemente como pretexto para explorar temas como el deseo y sus consecuencias fatales, la marginalidad y la relación cálida que los padres pueden tener con sus hijos. “High Life” es una apuesta arriesgada y complicada de la talentosa directora francesa, que no está a la altura de su prestigiosa filmografía, pero que igual vale la pena incursionara. Puntaje: 70/100.
“High Life” es la primera película hablada en inglés de la Directora francesa Claire Denis. Tiene algo de thriller erótico, pero es un film algo confuso, también conlleva violencia, desesperanza y ciencia ficción aunque no es la típica película del género. Una misión con nueve criminales condenados a cadena perpetua son llevados al espacio como “conejillos de Indias” para comprobar si es posible extraer energía de un agujero negro en rotación. El protagonista es Monte (Robert Pattinson) quien está privado de su libertad desde hace años por haber matado a una amiga, quien mató a su perro. Entre los condenados no hay contacto sexual pero la Dra. Dibs (Juliette Binoche) quien asesinó a su marido e hijos (nunca sabremos por qué) recoge en tubos el esperma de los hombres para hacer un bebé inseminando a una de las mujeres de la nave. El encierro provoca exasperación y peleas constantes entre el grupo. La demencia en los pasajeros se hace presente cada vez en mayor medida hasta el nacimiento de la bebé Willow (Scarlett Lindsay), lograda gracias a la violación que efectúa Dibs a Monte (estando drogado) y la posterior inseminación a Boyse (Mia Goth) también bajo los efectos de los calmantes. La Dra. Dibs mantiene al grupo bajo sus efectos para poder manejarlos. Lo que rescato como positivo es la manera en la que está filmada (la imagen de los cuerpos flotando es maravillosa) y la relación de Monte con su hija Willow, ambos viven en soledad, situación extremadamente difícil, aunque no siempre fue así. El resto dejó en mí más preguntas que respuestas y resultó un viaje algo decepcionante, no por las actuaciones, que son buenas, sino por el guión, poco atractivo. ---> https://www.youtube.com/watch?v=xKfYKUyJNdo DIRECCIÓN: Claire Denis. ACTORES: Robert Pattinson, Juliette Binoche. ACTORES SECUNDARIOS: Mia Goth, André Benjamin, Agata Buzek. GUION: Claire Denis. FOTOGRAFIA: Yorick Le Saux. MÚSICA: Stuart A. Staples. GENERO: Suspenso , Ciencia Ficción . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 110 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: Maco Cine FORMATOS: 2D. ESTRENO: 05 de Septiembre de 2019
Es difícil hablar de High Life en termino de si es una película mala o buena, claramente eso va a quedar en cada uno que vaya a ver la pelicula, pero podemos decir que veremos temas como la reflexión sobre lo humano como la soledad, la ausencia de un futuro, lo establecido. High Life es protagonizada por un correcto Robert Pattinson (nuestro futuro Batman), que interpreta a un convicto, Monte, que junto con un grupo de reos fue elegido para ir al espacio para comprobar si se puede utilizar la energía de un agujero negro de manera ilimitada. En la nave va la Dra. Dibs interpretada por Juliette Binoche, una especialista en reproducción y quiere probar si un bebé puede nacer en el espacio a pesar de la radiación, y esto ultimo será lo que guíe el avance de la historia. High LifeA medida que avanza la historia, sabremos todos los momentos que llevaron a Monte a estar en la situación en la que lo vemos al principio de la película, todo a traves de Flashbacks y Fastforwards. En algún momento la película se torna un tanto thriller sexual, a pesar de “el cuarto” con el que cuentan para liberar “tensiones”. Todo en la película es asombrosamente explícito y literal. Se nota en Claire Denis, la directora, una influencia de títulos como “Solaris”, pero no podemos catalogar del todo “Ciencia Ficcion” a High Life ya que estamos en un futuro nada especificado y con temas que podrían tratarse en lo actual, mas bien es algo experimental a mi entender la cinta. No hay despliegue de efectos especiales espectaculares, no se trata de deslumbrar visualmente, la cinta contó con un presupuesto moderado, cuyos escenarios, el interior de la nave resultan……de una serie de ciencia ficción antigua y alguno que otro mas adecuado.. Para ir finalizando, la película va a generar dos reacciones a mi entender, si sos amante de la ciencia ficción pura y clásica, esta historia no es para vos, si estas buscando algo fuera de lo normal o tal vez “fresco”, entonces tal vez “High Life” sea para vos.
High Life: Sensual thriller espacial Solo hace falta un espacio cerrado y un hombre para entender a toda la humanidad. High Life se centra en los comportamientos de una persona y como se deja llevar por esos. Encerrados en el espacio, un grupo de prisioneros deciden ser parte de un experimento donde buscan la reproducción y el estudio de los agujeros negros. Esto mientras que enfrentan quizás los 2 mayores obstáculos del ser humano. La soledad y la incertidumbre. La francesa Claire Denis es la mente detrás de la cinta, su primera en inglés. Ella aclara que la idea de High Life la tiene hace 15 años y que siempre estuvo en ingles. “En el espacio deberán hablar inglés, ruso o chino, pero definitivamente no francés”. También estuvo el físico y experto en agujeros negros Aurélien Barrau, quien le dio solidez a la temática. El reparto lo lidera Robert Pattinson junto a Juliette Binoche, Mia Goth, Jessie Ross, entre otros. Opinión: Buena. A simple viste es impactante visualmente. Combina muy bien una gama de colores arenosos y rústicos con algunos más fuertes. Bajo un recuadro 4:3 High Life termina ilusionado pero también sofocando. Se siente como un viaje neurótico lento, donde la trama se mueve por flashbacks y están ambientados en espacios muy cerrados que llegan a molestar. Pero a eso va Denis con su historia, reunir a un grupo de extraños que siempre están ahogandose con la poca esperanza de volver a la tierra. Cada uno tiene su historia, pero no es importante para la trama porque morirán en el olvido. Robert Pattinson – que cada vez hace mejor- hizo un gran salto con Good Time (2017) y en esta cinta reafirmó su versatilidad actoral. Julitte Bichone es la doctora encargada del viaje que manipula a los convictos para que le den su esperma y así, reproducir vida bajo la inseminación artificial. Por su puesto con la radiación que hay en el espacio esto es muy complicado. Por ello el grupo siente que no tiene mucho que ofrecer y están destinado a morir, pero mientras tanto deben cubrir sus necesidades, como la sexuales. Esta cinta debe tener una de las mejores escena eróticas del cine con Bichone masturbándose de una manera muy intensa con un dildo gigante llamado The Fuckbox. Y de eso esta repleta la película. Al mismo tiempo tocan temáticas sociales, racistas y familiares. Demostrando que no importa lo oscuro que sea el panorama, si hay amor siempre habrá razón para mantenerse vivo. Lo mejor de High Life es que con ella puedes entender a toda la humanidad. Sus comportamientos y pensamiento. ¿Es una obra maestra? La verdad no, es un cine de autor muy exploratorio. Sin embargo es una historia que te desafía y eso es mucho más que el 98% de la cintas que se estrenan comercialmente en Argentina. Solo queda agradecer que se sigan haciendo cosas así.
La crueldad del ser humano High Life (2018) es una película de ciencia ficción y horror dirigida y co-escrita por Claire Denis, siendo ésta su primera incursión en el género. Coproducida entre Estados Unidos, Polonia, Alemania, Francia y Reino Unido, el filme cuenta con los protagónicos de Robert Pattinson (Crepúsculo, Good Time) y Juliette Binoche (Clouds of Sils Maria). Completan el reparto Mia Goth (La Cura Siniestra, Suspiria), André Benjamin, Agata Buzek, Claire Tran, Ewan Mitchell, Lars Eidinger, entre otros. La cinta recibió el premio FIPRESCI de la crítica internacional en el Festival de San Sebastián y se presentó en la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Toronto. La trama gira en torno a Monte (Robert Pattinson), un individuo que forma parte de una tripulación espacial de criminales que está liderada por la doctora Dibs (Juliette Binoche). La misión consiste en meterse dentro de un agujero negro para conseguir la energía necesaria que beneficiará al resto de la humanidad. No obstante, en esos largos meses dentro de la nave las personas serán usadas como conejillos de indias para la experimentación genética y la inseminación artificial. Completamente rara, fuerte y turbia, High Life transmite la sensación de que se está viendo algo indebido, prohibido y sucio. A su vez, el filme consigue que el espectador bajo ningún término quiera apartar la mirada de la pantalla. Con una iluminación que realza los planos rojizos y azulados, la película crea una atmósfera claustrofóbica en la que hasta la situación más inimaginable puede llegar a darse. Sin contar con demasiadas explicaciones de lo que va ocurriendo, a la nueva cinta de Claire Denis no se le puede negar su originalidad. Combinar un viaje intergaláctico con tópicos tales como la ciencia, la violencia, el placer, la soledad y la autodestrucción era una apuesta demasiado audaz. Es por eso que esta mezcla convertida en película resulta muy difícil de recomendar. No apta para el público general, ni siquiera los que disfruten de la ciencia ficción tradicional se sentirán satisfechos ya que esta propuesta se toma sus propios tiempos y no está estructurada en una narrativa lineal. Con un guión que utiliza varios términos incómodos y perturbadores, la película cuenta con notables actuaciones a pesar de que nunca llegamos a conocer en profundidad a los personajes. Juliette Binoche es protagonista de una secuencia sexual que será muy difícil de olvidar y Robert Pattinson continúa demostrando lo buen actor que es luego de su pasado vampírico. Además, la actriz británica Mia Goth reafirma que los filmes de suspenso y terror son lo suyo. Tan visceral como atrapante, High Life puede interpretarse de varias maneras. La paternidad, el rol de la mujer y el creerse lo suficientemente superior como para decidir por sobre otro ser humano se hacen presentes en esta película que, en especial, retrata la crueldad más salvaje que habita dentro nuestro.
¿Y si el Estado decidiera que el mejor lugar para los presos condenados a cadena perpetua o que esperan en el corredor de la muerte fuera una nave a la deriva en el espacio? Con esta premisa se acerca Claire Denis al cine de ciencia ficción. Tras probar suerte con la comedia dramática sobre el amor en Un bello sol interior (2017), la esencial cineasta francesa continúa explorando nuevos territorios, viajando a lugares desconocidos en su filmografía –que cumple ahora 30 años– como muchas veces lo hacen los personajes en sus películas. Pero esta vez el trayecto es más largo y sitúa la acción en los límites del sistema solar, en la que es la primera obra rodada en inglés. La cineasta presenta su nueva y portentosa película a partir del propio núcleo del relato, para luego, a través de las elipsis y de la narración fragmentada y no cronológica, tan habituales en su cine, proponer al espectador un estimulante ejercicio de reconstrucción narrativa. En este caso, encontramos dos personajes, el astronauta Monte (un muy convincente, creíble y atormentado Robert Pattinson) y su hija pequeña. Ambos están solos en la nave espacial y su única comunicación con el exterior desde hace años son los mensajes que ellos envían (y de los que desconocen su destino) para confirmar que cumplen su misión, así como las imágenes en modo ‘random’ que desde la Tierra emite un televisor. Son parte de un grupo de exconvictos –como se encarga de subrayar Denis con un flashback– obligados a vagar por el espacio en busca de nuevos recursos para la humanidad. En el viaje también participa una doctora, con un propósito supuestamente científico, a la que interpreta Juliette Binoche en un registro novedoso y estimulante en su impresionante carrera. El pasado de los miembros de la tripulación se reduce a su expediente delictivo. Son cuerpos en el espacio, despojados de identidad (solo conservan su nombre), y como tales Denis los filma en los distintos espacios que componen la nave. Un lugar recreado, en una audaz aunque arriesgada decisión de dirección artística, de una manera tan elemental que recuerda por momentos a los interiores de una casa. La directora no se permite alardes, tampoco existe el gran trabajo de postproducción digital que se le supone al género, y apuesta por la esencia de los espacios. Porque lo que interesa es contextualizar y encajonar esos cuerpos olvidados (expulsados) por las autoridades, que, sin embargo, sí conservan la pulsión sexual irrefrenable, el deseo y la pasión, claves del cine de la directora, y también el instinto de violencia. Por ahí se cuela el componente político en la narración, que en realidad es el detonante de toda la trama. En el apartado técnico, no encontramos en esta ocasión a la directora de fotografía Agnès Godard, a la que sustituyen Yorick Le Saux y Tomasz Naumiuk, pero Denis sí regresa a la escritura junto con su habitual coguionista Jean-Pol Fargeau, tras la interrupción en su trabajo conjunto que supuso Un bello sol interior. Y la banda sonora la firma Stuart A. Staples, colaborador desde hace años de la cineasta junto a su grupo Tinderstiks. Su trabajo en la película se materializa en una composición rítmica y atmosférica, compuesta por texturas inquietantes, que puntúa los momentos más extremos y acompaña el devenir de esa nave por el espacio junto con un diseño del sonido que acentúa el silencio. El silencio del espacio y el que separa a esos personajes que gravitan, incluso llegan a flotar en una memorable secuencia, en una discusiva y, a la vez, emocionante película de ciencia ficción que, sin embargo, está muy bien asentada sobre la tierra firme que supone la filmografía de su creadora.
Autora relevante y singular, Claire Denis es también versátil. Con observar solo tres de sus películas como Bella tarea, Trouble Every Day y Vendredi Soir notaremos su capacidad para pasear por variantes bélicas, caníbales y románticas, y siempre evidenciar su estilo. A sus entradas oblicuas, de tiempos enrarecidos, a los diversos géneros, Denis suma la preponderancia de los humores -en sentido amplio del término- de los cuerpos, sus movimientos enérgicos, sus explosiones. Denis sabe filmar peleas brutales, y en los (muy pocos) minutos en los que acontecen, High Life es impactante y conmovedora. Pero este paseo autoral y letárgico de Denis por la ciencia ficción es varias otras cosas, y se asume bajo el padrinazgo de Solaris y Stalker, de Tarkovski. La permanencia en el espacio de un puñado de seres condenados, y explotados genéticamente, tiende a no evidenciar el movimiento. Lo estático de los espacios no se refleja -a priori- con los cambios temporales de la película, que explican de forma fragmentaria y arenosa cómo se llegó a que Monte (Robert Pattinson) arregle una nave mientras llora una bebé. Hay otros nombres importantes, como Juliette Binoche, que, según una crítica de The Guardian, interpreta "la mejor escena de sexo unipersonal de la historia del cine". La estética de la representación sexual y sus humores, y las elecciones estilísticas y de ritmo al abordar la ciencia ficción nos interpelan de formas muy distintas.
Claire Denis, cineasta por suerte inclasificable, tiene una filmografía audaz y perturbadora. Y así como puede ir de Bella tarea a Trouble Every Day (que no es sólo sobre caníbales), también de una comedia romántica como Un bello sol interior, con Juliette Binoche y darle un papelito a Gérard Depardieu, a inmediatamente hacer un filme de ciencia ficción, con Robert Pattinson (Crepúsculo) y Binoche. Lo de ciencia ficción es, también, una manera de decir. Porque a High Life habrá que entenderla como una metáfora. Y habrá quienes se apasionen -los denisianos fanáticos- y quienes la aborrezcan. Ni tanto ni tan poco, el hilo conductor, la trama presenta a Monte (Pattinson), que está en una estación espacial. De a poco iremos descubriendo por qué, y a sus comportamientos. Tiene una bebita, su hija. Pero no estuvo solo. En una serie de raccontos sabremos que Monte, como otros tripulantes, han sido condenados por distintos crímenes y delitos, y estuvieron allí, en el espacio exterior, buscando nuevas fuentes de energía. Todos están supervisados por una siniestra doctora, Dibs (Binoche), que se arregla la extensa cabellera una y otra vez, y tendría una finalidad científica. Manipuladora y pérfida, la actriz de El paciente inglés pone todas las miradas que ya le conocemos, sea cuando trata cuerpos adormecidos o cuando se masturba desaforadamente. Binoche y Pattinson se han prestado, en sus carreras, a dejarse llevar por cineastas de los más disímiles, confiando a ciegas en ellos. Por eso sus trabajos tampoco son tipificables. Para Denis son arcilla. Aquellos que se acerquen a High Life por el afiche y la publicidad y algún “tagline” seguramente se van a sentir defraudados. Es un filme de interiores, pero no como 2001 de Kubrick ni como Stalker: la zona, de Andrei Tarkovski. Es, sí, ambicioso. La producción no ha sido onerosa, y Denis parece rodar como en el interior de una casa de varios cuartos. High Life es un filme que incomoda, que puede resultar tedioso. Su estructura tampoco es clásica. Y es hasta una rareza dentro de la filmografía de Denis, que comenzó asistiendo a Rivette, Costa-Gavras, Jarmusch y Wenders hasta construir un universo propio. Tómelo o déjelo.
High Life es esa clase de películas que cada vez llegan con menos frecuencia a las salas de cine debido a que encuentran su nicho de distribución en las plataformas de streaming. El problema con esta cuestión es que después terminan perdidas en la programación frente a la enorme variedad de alternativas disponibles. Esta producción representa la nueva obra de Claire Denis, una realizadora francesa que suele ser muy mimada por la crítica. A menudo sus trabajos son aclamados por la prensa y en Argentina algunos de sus últimos filmes como 35 Rhums (2012) y Un bello sol interior (2017), con Juliette Binoche, también fueron bien recibidas por el público. En lo personal las películas convencionales de esta directora siempre me aburrieron bastante, ya sea por su narrativa pausada o las temáticas que trabajan. Me gusta más la otra Claire Denis, esa directora que cada tanto desconcierta a sus propios seguidores con alguna bizarrada donde sale de su zona de confort. Un claro ejemplo fue Trouble Every Day (2001), donde incursionó en el género de terror que evocaba también esos filmes eróticos europeos de los años ´70. High Life ofrece una experiencia similar a través de una película que fusiona la ciencia ficción con el thriller psicológico. Denis utiliza esta combinación de géneros a través de un relato muy interesante que explora el lado más oscuro y macabro de la sexualidad humana. Si el espectador tiene paciencia y supera los tediosos 20 minutos iniciales luego la recompensa resulta gratificante. Un tema con esta realizadora es que a menudo le lleva una eternidad establecer conceptos sencillos. Ejemplo, un hombre se encuentra aislado en el espacio con una bebé. En los códigos narrativos de Denis esta idea simple puede resultar una tortura, sin embargo una vez que se presenta al personaje de Robert Pattinson el conflicto se dispara y comienza un film diferente. A través de un relato no lineal se construye un misterio extravagante sobre el destino que tuvo la tripulación de una nave en la que se desarrollaban experimentos extraños. A medida que empiezan a encajar las piezas de la intriga la trama se vuelve cada vez más brutal y escabrosa. A Denis no le interesa tanto el espacio o la ciencia en esta propuesta sino que utiliza el contexto futurista para indagar en la compleja sexualidad humana. Juliette Binoche y Mia Goth tienen grandes momentos dentro del reparto secundario pero es Robert Pattinson quien se roba esta película con una labor dramática estupenda. Un actor que en los últimos años hizo un esfuerzo descomunal por enterrar en el olvido los vestigios del vampiro Edward Cullen para demostrar que tiene talento y está para otras cosas. El diverso rango de emociones que explora en este personaje demuestra un histrionismo notable que no pudo expresar en las producciones hollywoodenses. Después de verlo en High Life deja una intriga enorme por lo que podría ser su versión de Bruce Wayne (Batman lo interpreta cualquiera) en la próxima película de Matt Reeves. Para quienes estén con ganas de ver una propuesta oscura, repulsiva y diferente a todo lo que hay en la cartelera en este momento, el nuevo film de Claire Denis es una cita obligada en el cine.
Una pesadilla tan real que duele. Un hombre en el espacio se enfrenta a su humanidad, y en el describir esas impresiones es en donde Claire Denis termina por configurar una épica sobre nuestra condición, miedos, deseos y expectativas, sin dejar de lado su firma y su ingeniosa manera de presentar los hechos.
Confieso que High Life es mi primera película de la directora francesa Claire Denis, y me ha dejado marcado. En su debut de habla inglesa y en la ciencia ficción, la afamada creadora de Bella Tarea, 35 rhums y Un bello sol interior se embarca en un oscuro viaje hacia el infinito de la mano de Robert Pattinson y su bebé, en unos de los exponentes de género más intrigantes y macabros de los últimos años. Todo aquel -como yo- que piense que el film sea una mirada directa hacia la condición humana en el vacío existencial del espacio estará más que equivocado y complacido con esta propuesta, que les escapa a los cánones previamente explorados.
Película de ciencia ficción que nos muestra la vida de varios astronautas enviados al espacio a cumplir una misión que sin pensarlo termina bifurcándose y cambiando el destino de todo lo que creían. Al inicio comienzan relatando los hechos en tiempo presente enseñándonos pequeños fragmentos del personaje protagonizado por Pattinson, siendo la única persona que se encuentra allí nada más que acompañado de un bebe a bordo en una nave en medio del espacio sin contar con ninguno de los otros tripulantes que en su momento se encontraban junto a él. Y es en donde el espectador no tiene idea que fue lo que realmente sucedió, solamente se nos muestra la relación entre estas dos personas durante aproximadamente 20 minutos manteniéndonos en vilo de lo ocurrido. A partir de este momento, luego de ver ese extenso comienzo, el cual fue llevado de manera muy lenta y minuciosa creando silencios en las cuales se permiten formar e idealizar el único y posible vínculo entre estos dos protagonistas, la historia finalmente empieza a cobrar un poco de sentido explicando que todo se basaba en un estudio acerca de los agujeros negros. Pero es cuando el tiempo sigue su curso que la verdad de la situación sale a la luz demostrando que nada es lo que parece. Una vez revelado el experimento al que estas personas están expuestas, la película logra plasmar las consecuencias que este nuevo golpe de realidad genera en todos y cada uno de ellos, mostrándonos la locura que sufren y padecen también a causa del encierro que viven día a día dentro de una nave en medio del espacio sin ninguna vía de escape. Y tomándose su tiempo para explicar lo que sea que ocurrió y lo que está sucediendo, primero nos ubica en el tiempo actual, acoplándonos a la única relación existente entre un adulto y un infante, para luego volver al pasado y desde ese punto comenzar a esclarecer poco a poco nuestras dudas llegando al inicio del film. Desde el principio del relato se mantiene el mismo ritmo paulatino sin generar demasiada acción, contando con diálogos precisos expresados en forma justa y clara, como de igual manera los acontecimientos y acciones que ocurren a medida que la historia avanza los cuales también son relatados de manera pausada y prolongada. Mientras el verdadero motivo es revelado mostrando quienes tienen el control total manipulando y extorsionando a los demás bajo ese estado de suspenso y misterio presente durante toda la historia. Pero también esa forma de dirigir el camino es bastante arriesgada al abusar de la tranquilidad y la toma de tiempo que se adopta durante toda la explicación de los hechos, que por más que el objetivo es manifestar el comportamiento humano bajo la presión, aprovechamiento y soledad de las circunstancias, por momentos se vuelve un poco tediosa y extensa. Aunque no se puede negar que jamás pierde su esencia, manteniéndola todo el tiempo y el resultado final es acorde a lo que se esperaba.
Es la primera vez en ingles de la talentosa directora francesa Claire Denis, una película que formalmente se inscribe en la ciencia ficción, pero que es mucho más rica, perturbadora, e inquietante que lo habitual en el género. Es una mirada a la raza humana cuando el futuro apocalíptico probablemente ya pasó y la sociedad decide que una buena posibilidad de investigación en el exterior es mandar a los presos para experimentar con ellos, sin posibilidad de retorno, transmitiendo progresos que en la tierra se recibirán muchísimos años después. En naves extrañas y distintas, fuera del sistema solar. Una doctora experimentará con ellos, les pide su esperma que ellos cambian por pastillas para dormir y ellas serán inseminadas hasta que se obtenga la criatura perfecta. Nada es tan simple, habrá estallidos de violencia, crueldades acumuladas, una violación que sufre un hombre de parte de una mujer, una sala roja de masturbación. Escenas y experimentaciones que quedaran en la mente del espectador. Con una Juliette Binoche increíblemente sensual en jugadísimas escenas, pero fría y calculadora, fanática en su búsqueda de lo bello sin fallas. Impiadosa siempre. Robert Pattinson demuestra sus progresos y acierta con este hombre despojado, al que no le tiembla el pulso, intercambiando con ternura con su hija. La fotografía de Yorick Le Saux (Habitual colaborador de Olivier Assayas) le otorga al film momentos inolvidables. No es una película fácil. Pero resulta fascinante y experimentadora de extremos interesantes. De reflexiones sobre la raza humana pesimistas e inquietantes.
High Life: desechos En un punto indefinido del tiempo y el espacio, una caja flota camino a un agujero negro. Monte (Robert Pattinson) es su único pasajero. O casi, porque lo acompaña una bebé a la que cuida con más apatía que cariño. No fue así como empezó este viaje de destino y finalidad inciertos, sino con una tripulación entera de rechazados por la sociedad, condenados por los peores crímenes, a quienes se les dio una alternativa de supuesta redención al participar en una misión de la que no se espera que vean el final ni siquiera si tienen éxito. Encerrados en un nada elegante contenedor disparado al vacío, sin disciplina ni liderazgo claro más que el que parece ejercer la médica del grupo (Juliette Binoche), todo se presenta más como un experimento social al estilo de Das Experiment, y no tanto como una misión científica buscando -al mismo tiempo- estudiar un agujero negro y las posibilidades de llevar a buen término un embarazo, dejando como fruto un bebé saludable que sobreviva a las extremas condiciones de vivir en el espacio. Abandonados a su suerte, desconectados de la Tierra, y sin muchos motivos para siquiera esforzarse en la supervivencia, la rutina de este grupo de cobayos solo tiene las drogas y el uso de una máquina sexual para hacer más llevadera su existencia. Distracciones que postergan el inevitable espiral hacia la violencia y la desesperación al que parecen destinados, sabiendo desde un principio que solo queda un superviviente. No hay mayores complementos a la narración de High Life, dedicada más que nada a la construcción de climas para explorar las distintas variantes de miedo, culpa y locura que acarrea consigo cada personaje, a quienes presenta pero de los que no sabremos prácticamente nada, ni de su pasado ni de su presente, en este limbo de lata. Todo lo que vemos en High Life se ve barato, como solía ser el cine de ciencia ficción en los 60s o 70s, y que a la distancia nos causa un poco de gracia. Puede tomarse como una excusa para ahorrarse efectos especiales, pero también es parte de una propuesta que remarca todo el tiempo que a nadie le interesa mucho esta tripulación, no se merecen ni siquiera las mínimas comodidades para sobrellevar un viaje que no deja de ser parte de su condena por los crímenes cometidos. Hasta que alguien encontró una forma de sacarles mejor utilidad que mantenerlos en una jaula por el resto de sus vidas, condenándolos a muerte pero con fecha diferida y disimuladamente. El problema es que nosotros como público no tenemos incentivos para no pensar lo mismo. Salvo por Monte, y unos pasos más atrás la doctora que los somete a experimentos reproductivos de muy dudosa ética, son todos tan cuadrados como la nave que habitan. Apenas están para comportarse erráticamente yprotagonizar abusos varios sin especial relevancia, sin provocar incomodidad con la dudosa pretensión de dotar al asesinato y la violación de algún valor reflexivo.
Cobayos humanos rumbo a un agujero negro Un grupo de criminales son prisioneros a bordo de una suerte de container volador que atraviesa la inmensidad del espacio exterior. Un invernadero con algunas pocas frutas y hortalizas, una inquietante bota suelta semienterrada en esa tierra artificialmente fértil, los pasillos vacíos de una nave espacial, el llanto de un… ¿bebé? Los momentos iniciales de High Life, la primera película hablada en inglés de la gran cineasta francesa Claire Denis, son tan perturbadores como misteriosos y despiertan inmediatamente la curiosidad. ¿Qué es exactamente esa nave? ¿Cuál es su propósito? ¿Quiénes están a bordo? ¿Desde cuándo? ¿Qué pasó allí adentro? El primero de los muchos méritos de la nueva realización de la directora de Bella tarea es el modo en el que va dosificando la información. No se trata simplemente de generar suspenso (que lo hay) sino de ir introduciendo paulatinamente al espectador en ese micromundo tan lejano a la Tierra que se desplaza solitario en el más inconmensurable universo exterior. De hacerlo partícipe de ese viaje incierto hacia un agujero negro, sin tiempo ni destino conocidos. Cineasta siempre áspera y muchas veces incluso extremadamente violenta, como recordarán quienes vieron Trouble Every Day, Claire Denis es también capaz de hacer films de una rara calidez y ternura, ajena a todo sentimentalismo, como era el caso de su obra maestra, 35 rhums. En High Life se diría que están todas las facetas de su obra juntas, como si hubiera conseguido que esta coproducción internacional con estrellas de la magnitud de Robert Pattinson y Juliette Binoche sea tan personal e intransigente como cualquiera de sus films previos. El amor en el cine de Denis siempre es una cuestión de piel. Y aquí lo es más que nunca, en el modo en el que filma a su protagonista, Monte (Pattinson), apretando cariñosamente contra su cuerpo el de una beba de apenas unos meses de edad. El contraste de esa masa de masculinidad, acentuada por los rasgos filosos del actor, con la mullida y frágil redondez de la beba, produce un singular efecto estético y emotivo. Hay allí un lazo extremadamente fuerte, que pareciera exceder incluso al de padre e hija. Hay una inmensa soledad compartida, que no siempre fue tal. No conviene revelar mayores detalles de la trama de High Life, que la directora irá descubriendo poco a poco en una serie de flashbacks que nunca son explicativos sino más bien evocativos, en la medida en que son recuerdos dispersos de lo que fue la vida en esa nave, y de lo que fue incluso la vida en la Tierra. En ese sentido, se diría que así como 35 rhums estaba imbuida del espíritu de Primavera tardía (1949), del director japonés Yasujiro Ozu, High Life parece tomar su inspiración del cine de Andrei Tarkovski en general y de Solaris (1972) y Stalker (1979) en particular. El espíritu del genial director ruso parece sobrevolar a High Life -en las imágenes de esa nave desierta poblada de fantasmas, en esos perros difusos que parecen escapados de una catástrofe- pero son apenas sombras de un mundo anterior que Claire Denis incorpora al suyo propio. Un mundo capaz de albergar proscriptos de toda laya, como la temible Dra. Dibs, que Juliette Binoche -con una melena negra que le llega hasta la cintura- convierte en una suerte de Medea interespacial, una filicida desterrada, mezcla de sacerdotisa y bruja, que da rienda suelta a su sexualidad de la manera más brutal. No es la única criminal a bordo de esa suerte de container volador -una nave “proletaria” como el Nostromo de Alien- que se aleja del sistema solar con su cargamento de cobayos humanos. Todos fueron prisioneros y allí, en la inmensidad del espacio exterior, lo siguen siendo. Pero la luz cegadora de un agujero negro no deja de ser una promesa de libertad.
Un hombre a la deriva, encerrado en una nave espacial. En medio de la nada y enviando información a la Tierra, tan lejana. No se sabe muy bien cuál es su misión. Sólo lo seguimos lentamente en esa suerte de hospital desolado, apartando viejos elementos o apretando botones en un ritual interminable. "Monte" tiene también otras tareas, como ir tirando al espacio, cuidadosamente embalados, a los compañeros muertos durante la travesía. Como Miriam (Catherine Deneuve), la vampira de Manhattan de "El Ansia", su tarea necrófila no tiene fin. Sin embargo, el llanto de un bebé parece sostenerlo en pie, suspendido ante el misterio de la vida. Monte intercambia gestos corporales con su balbuceante compañero, no sonríe, simplemente parece esperar alguna señal. Así, con esos pocos elementos, se inicia la odisea espacial de una de las grandes realizadoras de nuestro tiempo, Claire Denis ("Bella tarea"), esa que como Bergman o Tarkovski indaga en la esencia de la especie humana. Con mínimos diálogos y esbozos de situaciones, el espectador conocerá a Dibbs (Juliette Binoche), una médica más cerca de Mengele que de Schweitzer, condenada a experimentar con la tropa mixta del navío. Por eso, quién sabe, su venganza es violentar los cuerpos que la acompañan, para su propia satisfacción. Y Monte, el más solitario de todos, puede convertirse para ella en una obsesión, y su soledad, en un desafío. Transporte espacial salido hace años de la Tierra, su carga de condenados a muerte va perdiendo la esperanza de ganar la libertad en alguna otra galaxia. Ya están comprendiendo que el engaño es la única realidad. DIARIO INTERIOR El filme de Claire Denis, con su estructura de diario interior, replantea el tema de las relaciones de poder, la desigualdad de los seres, la inhumanidad de una sociedad tecnológicamente avanzada, capaz de violentar a unos para que sobrevivan otros. Pero también, en una concepción desesperanzada, parece rescatar la necesidad de celebrar lo corporal a pesar de todo (rituales de Dibbs con sus pacientes), de mantener la vida hasta el momento final y observar a nuevos seres, naturales o de probeta, como una posibilidad de que lo conflictivo de la esencia humana vaya mutando con el tiempo. Como ese huerto de luces artificiales que crece en un rincón de la nave en medio de la incógnita del futuro. Hipnótica y angustiante, "High Life" revitaliza el género de la ciencia ficción y lo catapulta, como "Solaris", aquella creación que unió a Tarkovski y al polaco Stanislaw Lem, hacia un campo creativo inagotable. En el centro de todo, el cimbreante acompañamiento sonoro de los Tindersticks y dos actores inolvidables, Robert Pattinson y Juliette Binoche.
High life, space junk. High Life la última película de la reconocida directora francesa Claire Denis (Chocolat, Us go home, Beau Travail) divide a la crítica y no son pocos los motivos. El film propone un argumento, aparentemente de ciencia ficción, varias veces explorado y explotado: delincuentes de diversa calaña, parias de la sociedad o, podríamos decir, “inadaptados” de un futuro no muy lejano, que son enviados al espacio en cárceles como grandes containers de basura, a redimirse poniéndose al servicio de la ciencia en una supuesta investigación de agujeros negros. Agudamente, la directora elabora una línea de tensión y convergencia entre el ser desechado y la posibilidad de ser reciclado por esta misión científica, que realmente consiste en la reproducción forzada de la especie a años luz de la Tierra. La trama de High Life se desarrolla mediante dos tipos de flashbacks, uno a un pasado reciente que orienta la acción con la que comienza la película, y otro a un pasado más remoto que nos da alguna información sobre los personajes principales —Monte (Robert Pattinson), la doctora (Juliette Binoche) y el resto de los convictos— para comprender el armado conflictivo y perturbador de la misión. Enfocando en el contacto corporal, la libido, los comportamientos compulsivos y reprimidos, Denis da una vuelta más de tuerca a la narrativa interpelando sobre los complejos tópicos que orbitan en torno a la reproducción y las posibilidades de vida en el espacio exterior. Será la forma de filmar, contundente, explícita y hasta con algunos planos innecesarios, la manera de indagar sobre temas bien terrenales: el erotismo y la sexualidad, la violencia, el delito, el deseo, las funciones corporales y los afectos anulados. De modo que, haciendo un juego con la idea de high (alto), las alturas morales no son el lente para dar con la punzante propuesta de mostrar la fragilidad de la vida, las normas y normalizaciones biológicas y culturales que gobiernan la perpetuación de eso que denominamos “lo humano”. En un contexto de supervivencia miserable, donde se disminuye y equipara la vida a “la misión”, es decir, entendida como mero experimento o artificio reproductivo, la tripulación de la nave queda reducida a seres fundamentalmente desechables. Por momentos lento, y otros demasiado violento, el film transcurre entre el agobio del encierro sideral y la mecánica del comportamiento de subsistencia respecto a un simulacro constante de entorno vital (una huerta, ventanas para mirar, procedimientos de higiene). El encuadre fílmico que busca insistir a través de preguntas implícitas por esas condiciones que nos colocan en la más alta jerarquía de las especies, nos reubica con un sutil guiño antiespecista que atraviesa de cabo a rabo esta historia. High Life no cuenta con grandes efectos especiales ni espaciales, sino con una mirada que interpela sobre aquello que llamamos vida.
Viaje a las estrellas High Life, la película dirigida por Claire Denis, y protagonizada por Robert Pattinson y Juliette Binoche, es una muestra de lo que eventualmente puede haber sido un muy buen relato sobre la humanidad y un probable futuro luego de un viaje cuya duración no es posible determinar. Podría haber sido la mejor manera de describirlo, porque al final no es posible ver ello en pantalla. Llenar de simbolismos en algunos casos, en otros brindar imágenes que se pretenden crudas y desafiantes aunque nada más son golpes de efecto que tratan de pasar desapercibidos como un truco de magia, es algo que ya se ha visto; tal vez demasiado. Planos detalles y erotismo con intención artística pero que no cuentan nada terminan siendo confusos. Parece más bien una performance erótico visual (en el contexto de algunos eventos de este tipo tendrían bastante más sentido) sin mucho vuelo. Hay escenas que carecen de sentido en el flujo de las situaciones y parecen salidas de una película porno soft. Ni siquiera Juliette Binoche llega a alcanzar a salvar esta nave que vaga por el espacio a la espera de poder seguir su rumbo tomando fuerza gravitatoria de un agujero negro. El relato se la pasa jugando con emociones que parecen desprenderse de la pantalla pero se mantienen allí, como en un juego de luces intermitentes, mostrando y quitando, referenciando sutilmente ideas que parecen copias de copias, procurando ser un cine que tiene algo de mérito pero no convence del todo, porque no llega a alcanzar a lo que remite. Este tipo de películas que pretenden ser y suelen hacer sentir que interpelan a los espectadores, en realidad pecan de pretensión y ya son un lugar demasiado común, que parece realizado para encantar jurados de festivales más que para tener real entidad narrativa. Al final se siente que están tratando de incapaz al público. Pero parece que de eso no se habla.
Claire Denis a lo largo de su filmografía se dedicó a examinar la masculinidad (Beau Travail – 1999) y la femineidad (White Material – 2009) desde un punto de vista novedoso y audaz. Las relaciones amorosas fueron también materia de un análisis pormenorizado en Vendredi soir (2002) o la inolvidable 35 rhums (2008). En High Life incursiona por primera vez en el género de ciencia ficción, lo hace con un tono narrativo lánguido al estilo Tarkovski, con una estructura etérea que además, en la media hora inicial, adormece. En el comienzo vemos a un padre que cuida a su beba. Claro que no es un padre cualquiera, Monte (Robert Pattinson) es un astronauta que está reparando su nave en el exterior mientras su hija en el interior desde un corralito, se distrae con distintas pantallas. El espectador observa las detalladas rutinas de esos dos únicos habitantes del vehículo espacial. Más adelante a través de sucesivos flash backs se desenreda el hilo de la trama. Un grupo de nueve criminales condenados a muerte son enviados al espacio sideral en una misión suicida sin retorno, en la cual deben capturar energía de rotación de un agujero negro. Día a día deben pasar informes para poder subsistir. Si bien Chandra (Lars Eidinger) es el comandante de la nave, la doctora Dibs a cargo de Juliette Binoche es la que ejerce el poder. A bordo, las relaciones sexuales están prohibidas, en su reemplazo existe una máquina sexual donde se practica el onanismo, mientras la doctora recoge esperma de los integrantes masculinos para una inseminación artificial. La suspensión de las reglas que gobiernan la vida, el hecho de castigar la pasión amorosa, conducen a una espiral de violencia, un descenso a los infiernos a través de conductas exacerbadas, arrebatos, insultos, histeria, violaciones y asesinatos. El confinamiento en el espacio, las prohibiciones, las manipulaciones de Dibs y la soledad son los detonantes del descontrol entre los miembros de la tripulación. En medio del caos, Monte se comporta como un monje en materia sexual, busca redimirse y a su vez es objeto del deseo de la doctora. En medio de cielos estrellados enmarcados en una pátina de azules profundos y líneas doradas, la directora, más que hablar del futuro para interrogarse sobre el presente, aborda tal vez demasiados temas: la represión, la sexualidad impulsiva, la incomunicación, la paternidad, la angustia, la violencia. Dirigido a un público pensante que rechaza ciertas coordenadas del cine de Hollywood, Denis abusa de los saltos temporales como también del despacioso ritmo que imprime a la trama. Por último vale destacar la actuación de Robert Pattinson, un actor que desde hace un tiempo no le teme a los desafíos, al dejar de lado producciones comerciales para involucrarse en proyectos arriesgados con personajes más complejos. Un film con altibajos donde el panorama desolador sobre la condición humana y los movimientos en cámara lenta por efectos de la gravedad se transforman en morosidad. Valoración: Regular
La nueva película de Claire Denis, High Life, encuentra a la realizadora con sus obsesiones usuales en un marco de ciencia ficción que decae al no querer encuadrarse en el género y optar por un ritmo desconcertante A Claire Denis la conocemos desde la taciturna Chocolat (1988) – en estas tierras recién en 1999 con Nenette & Boni de 1996 y estrenada localmente en 1999 – , y su filmografía pegó un vuelco definitivo desde Bella Tarea (1999), acaso su obra cumbre. Desde entonces, aunque ya había vestigios en obras como J'ai pas sommeil (1994), se convirtió en una realizadora ecléctica, que a veces gusta de provocar entregando títulos como la sanguinolenta Trouble Every Day, y a veces se conforma con historias simples, trilladas, de mediana edad, como la soleada, y algo anodina, Un bello sol interior. Denis puede poner el foco en el deseo femenino, o en sus crisis existenciales de burguesas de 40 y largos años; crea imágenes explícitas, interpela al espectador sobre cuestiones morales, y plantea diferentes juegos disruptivos; o se conforma con la postal y los diálogos banales. Yendo más a fondo, algo que sucede con muchos realizadores provocadores (caso Lars Von Trier o Gaspar Noé) es que generan esas expectativas, un acostumbramiento. El espectador ya se predispone delante de la pantalla a ver algo que desafía sus principios, a observar algo que va más allá; y por lo tanto, se pierde el efecto impacto. La pregunta sería ¿ahora qué? ¿cómo vuelvo a generar sorpresa? En el capítulo de El debilitador social de Los simuladores, Mario Santos le dice a un joven punk/trash “hoy por hoy, si te querés rebelar, tenés que usar saco y corbata” algo de eso hay. En High Life Claire Denis vuelve al cine de género, como lo hizo en White Material, esta vez dentro de la ciencia ficción, y como era de esperarse, no, no es una típica película de sci-fi. Denis lo hace de modo disruptivo, utiliza un marco de ciencia ficción, pero vuelve a sus asuntos usuales, separa el género de la aventura, y crea algo más cercano a lo poético, al lirismo de sus dramas más cerrados. El resultado es un híbrido capaz de dejar afuera a sus espectadores de historias tradicionales, y más aún al seguidor del género. ¿Se acuerdan de Los Simpsons en el corto de La casita del horror que llega el apocalipsis y crean dos naves hacia el espacio una con gente valiosa y otra con escoria social directa al sol? En High Life partimos de una tarea especial dictada por el Estado, en el que nueve tripulantes, criminales con prisión perpetua, deben capturar la energía proveniente de un agujero negro. Por supuesto, la misión no tiene punto de regreso, se sabe que no hay escapatoria de ese acto kamikaze. Como modo de dependencia absoluta, se les otorga medios de subsistencia por cada día, a condición de presentar informes. High Life habla de la alienación, una doctora, Dibbs (Juliette Binoche), que también tiene un pasado muy turbio, manipula al resto de los tripulantes y los droga severamente, llevándolos a un grado de alucinación que se acrecienta por el encierro y aislamiento constante. El protagonista es Robert Pattinson, en la piel de Monte, uno de los tripulantes/reclusos, que paso casi toda su vida preso luego de haber asesinado de pequeño a otra niña que liquidó a su perro, o algo así. Él es el único sobreviviente de la misión, y recuerda todo a través de flashbacks en el que recordaremos como todo fue locura hasta el grado de la extinción, pero no, no como en Event Horizon. Mientras trata de encontrar un nuevo destino donde aterrizar y anclar su existencia, se suceden los flashbacks y se nos presenta una maquina para masturbar, y un experimento de inseminación que incluye una violación a cargo de la doctora y una niña nacida de esa aberración. Denis juega a mostrar grados de conducta humana fuera de lo aceptable, nos habla de las consecuencias del aislamiento y cómo lleva a comportarse fuera de toda regla. Presenta provocaciones varias (casi) todas sexuales. Pero en los hechos, nada llega a impactar, porque desde el vamos, ya se suponía que la realizadora de Trouble Every Day haría eso, y el marco en el que contextualiza no ayuda. Provocación con lirismo; dramas existenciales, a través de un hombre imposibilitado de comunicarse; la falta de sexo tradicional; y también asuntos relacionados con las edades y generaciones, y con la paternidad obligada. High Life se queda en el envoltorio, en la capa crujiente, para entregar un relleno vacío, insustancioso, que no profundiza, y vuelve sobre problemáticas burguesas respecto de la soledad. Denis le teme a hacer una película de Ciencia ficción y hace todo lo posible por romperla, entorpece su ritmo, le agrega elementos extraños, y le aporta un empalago visual más cercano a lo pictórico que a lo funcional. En definitiva, como en sus dramas en los que se pierda con postales de praderas. Pero tampoco funciona como drama, porque sus planteos nunca llegan a interesar, tienen un buen puntapié pero se pierden en un abordaje inocuo, ramplón. La realizadora parece más preocupada por escandalizar festivales mostrando como Binoche se mete cosas en la vagina (y escarceando bastante, obvio) que en realizar una propuesta que provoque desde el contenido. Yendo a los hechos, los juegos de poder de Bella tarea eran mucho más provocadores que la sangre a chorros de Trouble Every Day, pero Denis hace rato dejó de ser la de aquella obra perfecta de 1999. Binoche compra el juego de la perversión elegante, y ofrece una actuación correcta, aunque lejos de lo que sabemos puede dar si está bien dirigida. Pattinson mejora respecto a otras películas, pero aún le queda pendiente darle movimiento a una cara que invita al sueño. Sueño, ese es el problema de High Life. Tanto lirismo, tanto escaparle a la ciencia ficción, tanto querer ser y no ser Alien 3; tanto creerse superior a películas mucho más concretas y mejores como Moon; tantas vueltas para hablar de dramas simplones con postulados básicos; High Life cae en lo que ningún provocador debería lograr, aburrir por la falta de sorpresa y genuina transgresión. Todavía tenemos esperanzas de que a la directora de 35 Rhums le quede algo del talento que hace veinte años le sobraba.
La mítica realizadora francesa, Claire Denis, continúa experimentando y probando nuevos géneros a sus ya 73 años. Con “High Life”, su último film, se mete de lleno en la ciencia ficción, un terreno que para muchos autores sigue siendo interesante de abordar. La directora de “Chocolat”, “Trouble Every Day” y “Un bello sol interior”, vuelve a reunirse con su habitual colaborador Jean-Pol Fargeau y suma a Geoff Cox, en la elaboración de un guión complejo. Protagonizan “High Life”, Robert Pattinson, que con Claire Denis sigue alimentando el muy buen curriculum de estos últimos años (ya filmó con Cronenberg, Herzog, los hermanos Safdie, entre otros). También está la extraordinaria Juliette Binoche, en su segunda colaboración con la directora. “High Life” comienza ya en el espacio, con Monte y su hija bebé, a bordo de una nave espacial que antes supo estar ocupada por muchos tripulantes. A lo largo del film nos iremos enterando que paso con cada uno de ellos.¿Cómo seguir narrando la vida y la soledad en el espacio después de Kubrick y Tarkovski? Bueno, Claire Denis encuentra una bonita forma de hacerlo en “High Life”. Por esto sigue siendo un campo de interés para el cine con ínfulas intelectuales, porque el espacio es un escenario que permite abordar el existencialismo de la humanidad. El optimismo de los primeros minutos muta rápidamente a una ciencia ficción oscura, retorcida y muy arriesgada, incluso para una directora valiente como Claire Denis. El sexo y la violencia se van adueñando de la densa atmósfera, al punto de que nos hace pensar una cosa: si David Cronenberg hubiese filmado una cinta en el espacio, sin dudas sería algo similar a esta. No todo funciona bien en “High Life”: Hay algo en la relación de los personajes que es fallido, con no tanta profundidad para comprender comportamientos o actitudes, pero la película lo gana en belleza visual (una excelente fotografía de Yorick Le Saux y Tomasz Naumiuk), hermosos encuadres de Denis, y una simbología plena en cada escena. El punto de vista inicia con un Robert Pattinson aportando sensibilidad como padre en cada una de las escenas. Luego de esa introducción, el film va adquiriendo una complejidad estructural desprendiendo diversas líneas temporales. Primero a modo de brevísimos flashbacks, nos enteramos a cuentagotas la infancia del personaje de Pattinson y el motivo por el que estuvieron esos tripulantes en el espacio. Este tiempo esta diferenciado por la textura de la imagen, un claro fílmico y una paleta de colores grisáceas. Finalmente “High Life” vuelve a romper ese presente para mostrarnos casi hasta el final de la cinta el pasado, cuando estuvieron todas las otras personas en la nave. Claire Denis no nos regala casi nada de información, y el acceso que tenemos a ella es a través de los saltos temporales. Allí comienza a tomar el timón del punto de vista, Juliette Binoche, quien con sus años de experiencia sigue arriesgándose en cada nuevo papel. Una actriz que se renueva y se aleja de cualquier posible zona de confort. Más que interesante. “High Life” está lejos de ser una cinta tranquilizadora y fácil de digerir. Ciencia ficción retorcida, por momentos escalofriante, y un drama sobre la soledad, los lazos humanos, el sexo y la muerte
Milagro: una película de Claire Denis en cartelera. Más milagro: una película de ciencia ficción (de ciencia ficción real, de especulación sobre la ciencia, la ética y el futuro) que obliga al espectador a involucrarse en la reconstrucción de su trama (donde hay agujeros negros, el sexo como fuerza vital y también destructora, muertes extrañas en el espacio) y a mirar el propio mundo de otra manera. Denis es de las pocas cineastas libres que quedan, y eso también es un milagro.
Tinieblas humanas en el espacio. Los significados que dispara esta historia de ciencia ficción y la leve tensión que rige sus coordenadas tal vez no deberían importar tanto como su desafío lúdico, el afán de la realizadora Claire Denis por mover los hilos de la ficción recurriendo a los ardides audiovisuales que ofrece el cine. Casi toda High life transcurre en el interior de una nave espacial que funciona como una cárcel o un hospital, donde un pequeño grupo de hombres y mujeres son utilizados para experimentos genéticos. Allí pasan sus días, condenados por diferentes delitos. Un jardín artificial es el único contacto con lo terreno, aunque están también los recuerdos, los miedos e incluso la cercanía física de los acompañantes, lo que (más allá de las restricciones y el control) puede derivar en algún ataque inesperado. También confinada y sometiendo a sus compañeros a turbias prácticas científicas, una doctora –con algo de bruja o hechicera ganada por el rencor– ejerce su dominio, rondando por los pasillos con su blanco guardapolvo y sus largos cabellos oscuros. Desde un principio un joven llamado Monte (Robert Pattinson), que se resiste como puede a la tortuosa doctora, lleva adelante la acción, incluso con evocaciones y pensamientos en off, aunque no siempre el film adopta su punto de vista. Se agregan ciertas particularidades, como el hecho de que en la nave el tiempo parece transcurrir de manera diferente al planeta de donde provienen. Sostenido en una banda sonora cargada de ecos enigmáticos, el film se mece entre el peso dramático de la convivencia forzosa entre personas atormentadas por su pasado y el terror, que no procede de la existencia de nada monstruoso sino, en todo caso, de lo monstruoso que anida en el interior de esos mismos seres humanos. La malicia se cruza con la amenaza y los sentimientos nobles que ocasionalmente afloran, por ejemplo en el amor de Monte hacia su hija (hasta llegar a un desenlace que abre la posibilidad de una aventura peligrosa pero también de una esperanza), mientras que, dentro de ese universo de manipulación clínica, fríos espacios y silencioso paisaje sideral, irrumpen rastros de sangre, orina, semen, leche materna, sudor. Se presiente el hedor del encierro y si alguien, en un momento, acaricia la tierra del restringido invernadero –una de las varias ráfagas tarkovskianas–, es porque parece extrañar al lejano planeta que dejó atrás. La realizadora de Bella tarea (1999) y 35 ruhms (2008) procuró, claramente, la reflexión provocadora: “Tabú” le hace deletrear Monte a su pequeña hija. La vida puesta en juego, el aprendizaje dado por la contemplación de antiguas películas en una pantalla, los ligeros flashbacks con recuerdos y el encuentro con una nave no ocupada por seres humanos, estimulan interpretaciones y pensamientos. Todo el tiempo High life corre el peligro de caer en el absurdo, más aún teniendo en cuenta que no hay fulgurantes efectos especiales detrás. Precisamente por ello, vale la pena ver cómo la directora francesa logra convertir un acto de autosatisfacción sexual en una suerte de danza temible y visualmente arrebatadora, cómo articula la secuencia de un ataque violento con admirable precisión, y cómo sabe aprovechar, en beneficio de los efectos buscados, la expresividad de Juliette Binoche (notable el momento en que alguien le recuerda los crímenes por los que fue castigada) y la disposición de Robert Pattinson para ponerse a las órdenes de realizadores audaces, como lo hizo recientemente con los hermanos Safdie (en Good time) o David Cronenberg (en Cosmópolis y Polvo de estrellas). Por Fernando G. Varea
“High Life”, de Claire Denis Por Ricardo Ottone La primera película de Claire Denis completamente en idioma inglés no es su primera incursión en el cine de género (ya había probado con el Terror en Trouble Every Day, de 2001) pero sí en el de la ciencia ficción. No siendo una directora “del palo” e identificada con el cine de autor y festivalero, podría hacer arquear las cejas en desconfianza de algún sci-fi boy línea hardcore, pero de la visión de High Life se desprende que Denis conoce el género y sabe de qué fuentes beber. En este caso de la ciencia ficción introspectiva e intimista que podemos rastrear hacia los 60 y 70 y cuya estela llega hasta más acá. La acción transcurre en una nave espacial en misión prácticamente suicida aproximándose a un agujero negro para buscar nuevas fuentes de energía. La tripulación está compuesta por condenados a muerte que aceptaron esta alternativa ya que la de quedarse en casa no era mucho mejor. Algunos tienen alguna especialidad o conocimiento técnico, pero todos comparten un pasado criminal y la experiencia de espera en el pasillo de la muerte. La convivencia es tensa y difícil como podría esperarse y la disciplina débil aunque razonable para que la cosa se mantenga en funcionamiento y la misión avance hacia su destino incierto. La doctora Dibs (Juliette Binoche) es una médica investigadora que tiene en el resto de los tripulantes a los sujetos de sus experimentos en el ámbito de la reproducción y el intento de conseguir un nacimiento en el espacio. Entre estos tripulantes está Monte (Robert Pattinson), un tipo seco, ascético, que se impuso a sí mismo una disciplina férrea que incluye la castidad y que hace que los otros lo comparen con un monje. Las primeras imágenes del huerto de la nave nos hacen acordar a Naves Misteriosas (1972), al igual que la obsesión de su protagonista con la vida vegetal se asemeja a la de Dibs por la perpetuación de la vida humana, llegando incluso a decir de a sí misma que está “consagrada a la reproducción”. Hay aquí también destellos de 2001 (1968) y Solaris (1972), la idea de un fenómeno del espacio exterior que confronta a los personajes con su espacio interior. Y también hay algo de Alien (1979), sobre todo Alien 3 (1992) en su propuesta de prisioneros aislados en el espacio y, en el caso de Monte, su carácter cuasi monástico. High Life es una propuesta que tiene además sus propias e interesantes ideas. En particular es una película donde lo corporal tiene un rol fundamental: el placer, el dolor, el goce, las heridas, la enfermedad. Corren los fluidos corporales, el sudor, la sangre, el semen, la leche materna. El sexo es protagonista tanto en lo que refiere al proceso reproductivo como en el goce más desenfrenado. Una de las escenas más fascinantes muestra a Dibs en una máquina sexual, mezcla de consolador y toro mecánico, abandonada a un éxtasis orgásmico en un revoleo de pelos y carnes que recuerda algún capricho de Goya. “Sé que parezco una bruja” dirá en son de burla y desafío. A esta corporalidad extraviada también se le contraponen los intentos de controlar y someter los cuerpos. Como puede ser el control del propio en el caso de Monte, pero sobre todo los intentos de someter el cuerpo del otro, sea por la violencia, el asesinato o la violación. El sexo puede incluir la autosatisfacción tanto como diversas formas de relación no consentida. Hasta la experimentación científica funciona de esta forma. Dibs experimenta con los cuerpos de los otros, los ordena, clasifica y regula a veces sin decirles toda la verdad y en algunos casos engañándolos directamente. Las autoridades de la Tierra, también con verdades a medias y ocultamiento flagrante disponen de los cuerpos de sus tripulantes desde la condena a muerte hasta su destino de cobayos. El relato se despliega en varias líneas temporales, va y viene y pasa alternativamente de uno a otro. Son además esenciales los climas, por momentos de un discurrir adormilado, por otros de una vigilia tensa o una atmósfera de irrealidad , y en esto cumple un papel clave la fotografía de Yorick Le Saux (Personal Shopper, Only Lovers Left Alive) y el polaco Tomasz Naumiuk. En su incursión en el universo de la ciencia ficción, Claire Denis se nutre de algunos de los clásicos más desafiantes del género y a su vez despliega su propia y original visión, y esta experiencia da como resultado un film a que es por momentos perturbador u opresivo, a veces cálido, a veces brutal y, sobre todo, provocador e hipnótico. HIGH LIFE High Life. Coproducción Francia-Alemania-Reino Unido-Polonia-Estados Unidos. 2018 Dirección: Claire Denis. Intérpretes: Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, André Benjamin, Agata Buzek, Victor Banerjee, Jessie Ross. Guión: Claire Denis, Jean-Pol Fargeau, Geoff Cox. Fotografía: Yorick Le Saux, Tomasz Naumiuk. Música: Stuart Staples, Tindersticks. Edición: Guy Lecorne. Dirección de Arte: Bertram Strauß. Distribuye: Maco Cine. Duración: 113 minutos. Compartir Facebook Twitter Ricardo Ottone Artículos relacionadosMás del autor San Sebastián 2019: Martín Rejtman dará una clase magistral en la Nest Film Students San Sebastián 2019: Ricardo Darín, Penélope Cruz, Tim Roth y Kristen Stewart, son algunas de las figuras que participarán de esta edición video “El silencio de otros”, de Robert Bahar y Almudena Carracedo Dejar una respuesta Logged in as admin. Log out? Comentar: Twitter No Access Tokens have been set. Please retrieve Twitter API tokens on the Twitter Options page of Feed Them Social. Facebook
LA DENSA EXCLUSIVIDAD High life usa como excusa el género de la ciencia ficción futurista para, en verdad, mostrarnos algo inclasificable -y que dejará a más de uno indiferente-, muy típico en la filmografía de la francesa Claire Denis, ganadora del premio FIPRESCI en el pasado festival de San Sebastián por este film. Si bien la película cuenta con un escenario de nave espacial con algún que otro agujero negro a sortear por parte de la tripulación, es sólo una alegoría o una visión pesimista/apocalíptica de la humanidad contada desde el punto de vista de un convicto interpretado por el inexpresivo Robert Pattison, que se debate en su solitaria paternidad y los quehaceres técnicos de aquel sitio inmerso en la absoluta soledad y escasez de recursos. También a modo de flashback se explica cómo un grupo de presos condenados -incluido el mencionado anteriormente- a perpetua o a pena de muerte son reclutados por el Gobierno para convivir en esa nave junto a una fría y calculadora doctora, papel actuado a reglamento por Juliette Binoche, quien tiene un objetivo oscuro a cumplir. De más está mencionar la innecesaria e incómoda escena de masturbación con un importante objeto fálico, pero no por una acusación puritana sino apuntando a la capacidad de provocación y “poesía” que busca Denis en sus films. Es decir, provocar a través de la imagen sólo como una continuidad visual sin contenido narrativo y lógico de peso alguno. Muchos dirán que Denis es audaz e incomprendida, ya en A trouble every day manifestaba algo más que la relación de una mujer caníbal con su entorno. Está claro que sus films buscan la reacción directa y van al choque con el público, pero también busca ofrecer un manifiesto de belleza y expresión artística. Y tienen razón, no son productos para cualquier espectador que se encuentra a veces confundido y defraudado por haber comprado otro estilo de producto, sin por ello limitarse sólo al consumismo de un cine comercial y superficial. Sólo que High life se trata de una experimentación incongruente en su lenguaje (no en su forma), a la vez que puede resultar tediosa y poco fluida. Parece una creación sólo limitada a fanáticos y algún que otro que guste de su filosofía utópica/extremista. Lo claro es que Denis puede utilizar esos mismos espacios de encierro con otros contextos y hacer que este producto continúe por la misma línea densa, soporífera, sin cambiar un mínimo ápice. Por eso dista años luz de esa sutileza alcanzada entre género y creación en películas como 2001 de Kubrick o Stalker: la zona del maestro Tarkovski, donde también hay hombres en soledad que se enfrentan a las nuevas reglas de juego dentro de un contexto futuro, con una experimentación oportuna a la trama y al producto en sí.
La exageradamente reconocida directora Claire Denis (“Bella tarea”, 1999) hace una apuesta fuerte y deja de lado el terreno bien conocido por ella. Tanto que se traslada al espacio exterior para contarnos una historia que nunca se termina por definir cuál sería el tema que quiere abordar. Eso si, el género queda explicito, ciencia ficción, con elementos que quieren acercarlo al drama pero queda a mitad de camino. Toda una mezcla pretenciosa de otras películas, algunas excelentes como “2001, Odisea del espacio” (1968) del genial Stanley Kubrick), pasando por la sobrevalorada “Gravity” (2013) de Alfonso Cuaron, hasta llegar a poder intuirse algún tipo de homenaje, malogrado claro, a “Solaris” (1971) de Andrei Tarkovsky, para terminar dándole forma, desde la idea y construcción con esa maravilla de “Los doce del patíbulo” (1967) de Robert Aldrich. El resultado es un pastiche insoportable, pretencioso por donde se la mire, sólo rescatado, en algunos momentos, por la presencia siempre bienvenida de la actriz francesa Juliette Binoche. De estructura clásica, salvo la primera secuencia, todo es un gran flash back, y es en esa apertura que la película muestra sus primeros fallos. Nos encontramos con Monte (Robert Pattinson) afuera de una nave espacial, tratando de reparar algo, comunicado con una beba de alrededor de los 2 años, sólo para que lo escuche cuando en un momento se le resbala una herramienta y la misma cae al vacío y desparece…… Si esto no alcanzaba, sobre el final del filme esta situación se da de bruces con una escena que la resignifica para contradecirla. Demasiado. Después de esta introducción, en la que sabemos que sólo son ellos dos los tripulantes de la nave, el filme vuelve a casi el principio de la historia donde nos encontramos con un número de personajes que han sido escogidos para un experimento, el pago por participar es lograr la libertad cuando regresen a la tierra. Todos los tripulantes seleccionados fueron condenados por distinto tipo de delitos, de lo que sólo sabremos el de los dos protagonistas, el mencionado Monte y el de Dibs (Juliette Binoche), algo así como una médica caída en desgracia, que mucho no se explica. El filme se pierde en establecer algo del discurso de muy deficiente forma, pues en realidad la directora considera más importante el proceso degenerativo de los cuerpos de los humanos, de los fluidos corporales de los mismos, que el desarrollo de alguna estructura narrativa coherente, de una historia que ya fue contada en otras oportunidades dentro de la historia del cine, para sustentarlo debe recurrir a saltos en su desarrollo que se sienten caprichosos. Esto deriva, más allá de la posibilidad de interpretaciones que el espectador pueda realizar, a partir de lo que no está o sólo aparece mínimamente sugerido, en una realización que cansa, aburre. Sólo la presencia en pantalla de la reconocida actriz eleva un poco por encima de la media a esta producción. Del intérprete principal, quien es realmente el narrador presente a veces en off, fuera de cuadro, no se puede decir que no sea buena su actuación, tampoco mala, pues lo impenetrable afectivamente del personaje hace que su falta de sensaciones vaya de la mano de la falta de recursos expresivos ya demostrado por el actor en otras tantas películas, en esto hay que darle la derecha a la directora, supo elegir al actor adecuado.
Un ¿astronauta? vive en una nave que parece abandonada y obsoleta con la única compañía de una bebé de meses. Se llama Monte (Robert Pattinson) y su rutina consiste básicamente en sobrevivir. La directora francesa Claire Denis, en su primera película hablada en inglés, propone desde el principio lo que parece ir más allá del género, la ciencia ficción. Una visión despojada, y pretendidamente profunda, sobre la condición humana. En la línea de los films espaciales que, con excepción de la extraordinaria Gravedad, siguen la tradición de 2001, o de Stalker, para usar el espacio exterior como metáfora. Del vacío, del pasado, del mundo interior, de la locura o de lo que venga. La idea argumental de High Life es interesante: Monte pertenece a un grupo de convictos -delincuentes, drogadictos- que se utilizó para experimentar en el espacio. Pero además de la compañía que tuvo, como sabemos muy al principio, hubo también una extraña médica bruja (Juliette Binoche). Una mujer de largo pelo negro que ejercía el poder y a la que, por algún motivo, estaban sometidos. Una mujer que tomaba muestras de su semen para probar si era posible llevar a término una gestación en esas condiciones, por algún motivo, mediante inseminación. Y una mujer que tenía sexo con una máquina, una especie de consolador mecánico, Fuckbox. Con tramos incómodos, bizarros y otros directamente de mal gusto, High Life quiere acaso subvertir las convenciones de la épica espacial, y en buena parte lo consigue. Si uno es capaz de aceptar los azarosos caprichos de su argumento, resignar la comprensión o jugar a escandalizarse, como el burgués confortable al que parece destinada la pataleta. Eso sí, ciertamente podemos enamorarnos, como la cámara de Denis, de ese actor bello y siempre interesante que es Pattinson, lo mejor de la película.
La directora francesa Claire Denis vuelve a la cartelera con una historia singular. Esta vez la responsable de películas tan dispares como “Chocolat”, “Un bello sol interior” y “35 Rhums” se interna en un terreno espinoso como la ciencia ficción. En “High Life”, Denis pone en órbita a un grupo de delincuentes condenados a muerte o a cadena perpetua en una misión posiblemente suicida y probablemente inverosímil como es llegar hasta un agujero negro para captar su energía y poner las investigaciones al servicio de la vida en la Tierra. El largo viaje tiene una jefa siniestra, personaje a cargo de Juliette Binoche, que se proclama la “única criminal de ser llamada así en medio de tantos fracasados”. Las casi dos horas de película transcurren entre los textos ronroneados por Robert Pattinson y frases sueltas del resto de los pasajeros, flashbacks que explican a medias las causas de las condenas, la búsqueda de la procreación sin sexo y un viaje ambicioso pero con una errática hoja de ruta.
Este es un thriller de ciencia ficción en el cual la cámara sigue a los personajes, sus rostros, sus acciones, el sonido, el universo, el interior y el exterior de la nave. Desde su inicio distintos acontecimientos le irán sucediendo a una tripulación que se encuentra supervisada por una siniestra doctora, Dibs (Binoche, estupenda interpretación) que domina a todos en esa nave espacial que es una cárcel. El film cuenta con una fotografía impresionante y escenas claustrofóbicas, tiene sus toques: gore, de locura y terror, cuenta con actuaciones correctas, un vestuario pobre (trajes de astronautas) y varias situaciones se conocen a través del flashback. Una trama sin sorpresas que deja algunos puntos sin resolver y termina siendo poco atractiva a partir de un flojo guión. Tiene cierta similitud al cine de: Tarkovski y Kubrick, algo de Alien, pero termina sabiendo a poco. Regular.
High Life: En el espacio como en la Tierra. En lo nuevo de la directora francesa Claire Denis la humanidad decidió investigar el espacio con misiones tripuladas por presos, por lo que no hace falta que Robert Pattinson se encuentre con algún alien para estar en peligro. No sabemos si será saludable que el cine moderno dependa de directores que estén rondando las siete décadas para traer algo de frescura, pero si tenemos bien en claro que siempre que ellos decidan tomar esa batuta van a ser más que bienvenidos. En esta oportunidad tomó la palabra la directora francesa Claire Denis, cuyo trabajo moldeo en buena parte el carácter del cine europeo contemporáneo de las últimas décadas. No es extraño tampoco que evidencie una fogacidad adolescente a pesar de la edad, siendo que realizó su ópera prima pasados sus cuarenta. Esa chispa sigue más viva que nunca en sus proyectos y definitivamente es lo que atrae nombres con sensibilidades similares como los de la siempre excelente Juliette Binoche o el ex-vampiro adolescente y actual padrino de cine festivalero que es Robert Pattinson. Aunque los nombres dicen mucho de la cinta, también da lugar a uno de esos conceptos que resultan inmediatamente interesantes. Un futuro relativamente cercano en el que la humanidad decidió mandar al espacio a presos seleccionados para llevar a cabo distintas misiones de investigación. En la práctica ellos terminan evitando la pena capital a cambio de donar su vida a la ciencia, sabiendo muy bien que probablemente nunca vuelvan a pisar nuestro planeta. Esta historia en particular tiene lugar completamente dentro de una de estas naves, enviada con varios jóvenes reos y una profesional médica bastante cuestionable a acercarse demasiado a un agujero negro. Seria a la vez muy amplio y vago decir que el film es un microcosmos de la humanidad representada por criminales volviéndose locos mientras flotan en el espacio, pero también bastante acertado. Como siempre en la buena ciencia ficción, todo el artificio resulta más que nada como excusa para explorar cuestiones de forma mucho más cercanas a las dolencias terrenales de su época desde la seguridad que brindan realidades tan lejanas a las propias. Sin cavar demasiado ya puede verse una exploración no sólo del sistema de cárceles, sino también de la potencial rehabilitación de criminales al igual que la siempre polémica pena capital. Usualmente la pena de muerte es lo único que puede generar conversación de vez en cuando, y la verdad no hace falta mandar presos al espacio exterior para que todos nos preguntemos si realmente el que está en marcha es el mejor sistema posible para tratar criminales de todo tipo. Pero vale la pena decir de todas maneras que si uno busca en esta película no pensar para nada en nuestro planeta más que real, va a hacérsele fácil. En parte por el siempre hipnótico protagónico a manos de Pattinson, como una suerte de monje granjero espacial que la película nos presenta primero cuidando de un bebé y luego rechazando los insistentes pedidos del personaje de Binoche, una suerte de chamán conjurando el poder de una rama particularmente psicosexual de las ciencias. Saltos en el tiempo, intriga y hormonas disparatadas son la norma en High Life. Para destacar especialmente en la realización que todo el proyecto tenga un aire teatral, desde la humilde pero efectiva labor de producción hasta los espacios simples y reducidos que envuelven a un elenco corto en números pero con bastante para hincar los dientes. Es una película que afortunadamente parece obtener un poco de la atención que merece gracias a los nombres que atrae la visión de su autora, y que verdaderamente se siente como el resultado de la pasión cinematográfica que sólo un alma adolescente podría generar. Recomendable para cualquiera, es una experiencia controlada para liberar un poco la imaginación (o sea un éxito de la ciencia ficción) que además logra condimentar de forma refrescante el género con un espacio exterior de menos espectáculo y más «Fuckboxes«.
AL INFINITO Y MÁS ALLÁ: High Life es ciencia ficción contemplativa De la mano de la directora francesa Claire Denis, Robert Pattinson se va al espacio para descubrir unas cuantas cuestiones sobre la naturaleza humana. La realizadora francesa Claire Denis (“Bella Tarea”) decidió que esta ópera espacial se convertiría en su primera película en inglés porque en su imaginario los astronautas nunca hablarían en su idioma natal. Tal vez en ruso o en chino pero, definitivamente, no con acento galo. Igual, y a pesar de esta licencia que decide tomarse, “High Life” (2018) tiene todas las pinceladas del cine europeo y hasta de la ciencia ficción comiquera venida del viejo continente -pensemos en “Los Náufragos del Tiempo” (Les Naufragés du temps), por ejemplo-, mucho más contemplativa y existencialista que la norteamericana, un poco más propensa a los efectismos. No estamos descalificando la una por debajo de la otra, pero está bueno aclararlo para los desprevenidos que caigan sólo en busca de aventuras intergalácticas. Como muchas de estas películas de bajo perfil, el estreno de “High Life” se hizo desear, pero finalmente llega a las salas locales para que podamos descubrir la particular visión de la realizadora y de su coguionista Jean-Pol Fargeau que, de paso, nos dejan disfrutar de otra muestra de la dotes actorales de Robert Pattinson, cada vez más alejado de sus papeles de ídolo young adult. Los realizadores deciden contar esta historia de forma no linear para que vayamos descubriendo qué pasó dentro de esta nave (marcada con el número 7) que, ahora, deambula por el espacio infinito. En el presente tenemos a Monte (Pattinson), un joven que intenta seguir la rutina de supervivencia mientras se encarga de cuidar a la pequeña Wilow. Un alma que lucha, más que nada, contra la soledad y sus propios instintos que poco tienen de paternales. Antes de convertirse en aventureros espaciales, Monte y sus compañeros de viaje eran jóvenes criminales cumpliendo sus condenas. Ante la posibilidad de la pena de muerte, deciden convertirse en conejillos de Indias y aceptar esta travesía hacia un agujero negro que puede esconder una fuente de energía ilimitada necesaria para la supervivencia del planeta Tierra. Dentro de la nave son sometidos a otros experimentos llevados a cabo por la doctora Dibs (Juliette Binoche), una mujer que carga con sus propios fantasmas, obsesionada por crear una vida perfecta a través de la inseminación artificial. Los métodos de la científica son bastante deshumanizantes y retorcidos, lo que provoca más de un conflicto entre los prisioneros/pasajeros de este viaje. Por su parte, Monte decide no participar y mantener un estricto celibato, algo que choca constantemente con los avances sexuales de Dibs, y sus anhelos de transformar al joven en el sujeto ideal para sus pruebas. En el espacio nadie te escuchará cantar Denis no tiene la necesidad de darnos todos los truculentos detalles del pasado de los protagonistas y cada una de las circunstancias que nos llevan a este presente. Es trabajo del espectador recolectar cada una de los indicios y reconstruir este relato tan hipnótico y atrayente como repulsivo, en ambos casos, siempre ligado a la naturaleza humana que, a pesar del paso del tiempo y los avances tecnológicos, no deja de estar arraigada a los impulsos más primitivos. La puesta en escena de Denis es menos llamativa y espectacular que la de muchas de sus compañeras de género (sobre todo venidas de Hollywood), pero dentro de su minimalismo y sordidez hay naturalidad, verosimilitud y cierta belleza, ya que la realizadora tomó buena nota del experto en agujeros negros Aurélien Barrau y la consultoría de la Agencia Espacial Europea con base en Colonia (Alemania), además de los diseños del artista Olafur Eliasson. Imposible no hacer paralelismos con “Interestelar” (Interstellar, 2024), pero las similitudes solo pasan por algunas cuestiones científicas, y no tanto por la moralidad de los personajes. “High Life” es de ese tipo de experiencias cinematográficas que hay que contemplar para sacar nuestras propias conclusiones. De entrada, requiere de nuestra atención y compromiso, tanto con la historia como con sus protagonistas. No es entretenimiento “liviano”, pero tampoco es inaccesible, ya que habla de nosotros como seres humanos. El espacio, la frontera final Pattinson se carga la película al hombro, aunque comparte con Binoche y las grandes intervenciones de André Benjamin y Mia Goth (“Suspiria”), entre otros. Monte es el motor de esta historia y, a pesar de su apatía superficial, emana una ternura pocas veces vista en este tipo de película fantástica, demostrando que la visión femenina detrás de la cámara, sí tiene influencia sobre el relato.
Monte (Robert Pattinson) y su hija bebé son los últimos sobrevivientes de una peligrosa misión en el espacio exterior. El resto de la tripulación, liderada por una siniestra doctora (Juliette Binoche), ha desaparecido. Mientras se devela el misterio de qué sucedió a bordo de la nave, Monte va empezando a descubrir algo inesperado y definitivo sobre él y el universo. La prestigiosa directora Claire Denis dirige este film de ciencia ficción que supera por mucho la pretenciosidad que cualquier otro director haya querido otorgarle a la ciencia ficción. Con un fuerte contenido sexual y enorme violencia, la película se salva solo por estos dos elementos de ser una parodia del cine intelectual y vacío. No es que hayan querido hacer una película, sino que simplemente le dan un aura de obra maestra a lugares que el género recorrió varias veces de forma más inteligente y entretenida. No está mal la osadía, pero a veces simplemente fracasa fuerte, como es en este caso. Más cerca de la risa que del aplauso, High Life es otra visita pretenciosa a un género que ha sabido dar mejores películas.
La nueva película de la realizadora de “Beau Travail” la encuentra explorando el género de ciencia ficción con Robert Pattinson y Juliette Binoche como parte de una extraña colonia penal en el espacio en una misión suicida. Fascinante y confusa, mágica y a la vez agobiante, no se trata de una de sus mejores películas pero la muestra explorando nuevos caminos narrativos. Uno sabe que no está viendo una película convencional de ciencia ficción cuando la primera secuencia, que se extiende casi 20 minutos, consiste en un hombre en el espacio arreglando algún desperfecto de una máquina mientras se comunica con balbuceos con un bebé que se ha quedado dentro de la nave. No se trata de la espectacularidad silenciosa de GRAVEDAD sino de una curiosa serie de escenas de apariencia bastante domésticas que transcurren en el espacio. De todos modos, pese a la extrañeza del tono de esas escenas paterno-filiales, tal vez sí sea la parte más “convencional” de HIGH LIFE, la primera incursión en algo parecido a la ciencia ficción de parte de la gran directora francesa Claire Denis. Robert Pattinson encarna a Monte, este hombre que, por motivos que no sabemos, cuida a una beba en espacio. Solo. La nave en sí parece bastante frágil —toda la tecnología que suele ser central al género aquí es parte del decorado y poco más—, pero recién el asunto empezará a complicarse cuando veamos a Monte acercarse a un sector de la nave lleno de lo que parecen ser otros astronautas muertos. Y los va lanzando, de a uno, al “gran agujero en el Cielo”. De ahí en adelante la película tomará una forma de largo flashback (o algo que se parece a eso, ya que el tiempo y los “agujeros negros” no se llevan del todo bien) en la que nos enteraremos cómo llegamos hasta esa situación. Y es ahí donde la película se vuelve verdaderamente extraña, única, más cerca de otros filmes de Denis que de ALIEN o cualquier otra película sobre un grupo de personas que surcan el espacio en una nave. La particular forma de relacionarse y los curiosos personajes que allí aparecen será mejor que los descubran al verla. En principio vale adelantar que se trata (o trataba) de una especie de colonia penal en una misión espacial más que peligrosa a la que no podían negarse a ir ya que, bueno, la otra opción era la condena a muerte. Pero a Denis no le preocupa mucho la lógica de la misión en términos de trama sino, más bien, en lo que va provocando en los pasajeros. Hay una doctora, encarnada por una intensa Juliette Binoche, que parece manejar a los demás tripulantes y pasajeros. Y el principal eje de la mayoría de ellos parece estar relacionado con el deseo, el sexo (de varias maneras posibles), la reproducción de la especie y cómo combatir el aburrimiento en el espacio. HIGH LIFE logra transmitir muy bien ambas cosas. Por un lado es un film denso y silencioso, con pocos giros dramáticos clásicos. Y, por otro lado, la tensión sexual —y las peculiares formas de manejarla— está entre las actividades más buscadas por los viajeros, con momentos entre bizarros, eróticos y algunos más cercanos al cine de terror y violencia. Denis incluye momentos de volátil intensidad sexual, un poco a la manera de TROUBLE EVERY DAY, pero el tono del filme es aún más denso y por momentos un tanto asfixiantes, cercanos a los de SOLARIS, de Tarkovsky, por citar un ejemplo. Las relaciones entre los personajes no se terminan de definir bien nunca, más allá de la tensión existente entre la doctora y Monte, que prefiere ser célibe y no participar demasiado de los planes reproductivos. Y en esa parte de la película da la impresión que no todas las escenas funcionan del todo bien. Luego, por motivos que ya verán, las cosas volverán a jugarse en un tono más directo, pero siempre con la directora prefiriendo poner el acento en las sensaciones y extrañas emociones que se pueden llegar a vivir en el espacio. La soledad, el sexo, la incomunicación y el deseo son los temas de un film que casi podría transcurrir en una casa y en el que queda claro que la nave espacial es más una excusa/metáfora que eleva los desafíos personales que otra cosa. Binoche, con pelo largo y actitud bastante salvaje, se roba las escenas en las que aparece, pero el peso de la película lo carga, de manera bastante silenciosa Robert Pattinson, que sigue demostrando aquí no sólo su deseo de trabajar más y más en películas indies sino sus variados recursos interpretativos, ya que este personaje es casi opuesto al muchacho frenético que hacía en GOOD TIME, de los hermanos Safdie. La combinación del actor con Denis marca un punto más de inflexión en una carrera sorprendente.