Adiós familia, hola eternidad. Resulta muy divertido apreciar la reacción, tanto del público como de la crítica, frente a una película como Interestelar (Interstellar, 2014), ya que hablamos de una obra que nos obliga a poner de manifiesto nuestras expectativas y tabúes en función de su perfección intrínseca. Si estimamos que la dedicación puede transformarse en una de las mayores virtudes del trabajo cotidiano y que de la humildad casi nunca surge nada particularmente destacable, de seguro nos alegraremos de sobremanera por el grado de excelencia que Christopher Nolan ha desarrollado durante su última década en el mainstream norteamericano. Esta aventura formalmente impecable saca a relucir las ignominias y las potencialidades del ser humano, su idiosincrasia y las relaciones vinculares a las que gusta encadenarse a lo largo de su vida. La predilección del realizador por lo que podríamos denominar un minimalismo pomposo, cuyo adverso sería su tendencia hacia una limitación autoimpuesta de recursos y el carácter macrocéfalo de cada uno de ellos, parece encaminada a reconciliar un clasicismo ambicioso con los blockbusters a puro corazón de antaño. En esta coyuntura las coordenadas cinéfilas son bastante explícitas porque desde el vamos ocupan gran parte del andamiaje narrativo: el convite se inspira en la dinámica familiar/ existencial de El Árbol de la Vida (The Tree of Life, 2011) y los planteos teóricos/ visuales de 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), todo a su vez sazonado con referencias a Solaris (Solyaris, 1972), Los Elegidos de la Gloria (The Right Stuff, 1983) y la propia El Origen (Inception, 2010). Nuevamente estamos ante un pedazo gigante de mampostería que -ironía mediante- califica como su proyecto más “femenino”, si consideramos al acto inconsciente de fetichizar al amor como una característica típica de las mujeres. De hecho, aquí todas las disquisiciones tradicionales de la ciencia ficción acerca del tiempo, el espacio y la materia están al servicio del melodrama, un empirismo consuetudinario y la sociobiología. Ya desde la introducción se deja bien en claro el porfiar bucólico del protagonista y su contexto, enmarcado en un Apocalipsis natural determinado por la sequía y la hambruna causadas por la explotación desmedida del planeta. De este modo conocemos a Cooper (Matthew McConaughey), un ex piloto y hoy granjero que es reclutado para comandar un viaje más allá de nuestra galaxia. Una vez más el guión de los hermanos Jonathan y Christopher Nolan juega con la dialéctica de la reconstrucción personal, las fronteras del heroísmo, las ideologías contrapuestas, el punto de quiebre espiritual y los abismos en los que puede caer la noción de “verdad” cuando es sepultada bajo el egoísmo o su duplicado erudito, el cientificismo. El británico ofrece un retrato pormenorizado de los conflictos y vaivenes de Cooper, quien debe balancear las restricciones a la fecha del entendimiento topológico y la imperiosa necesidad de garantizar la supervivencia tanto de su estirpe como de la especie humana en general, con la distancia afectiva que implica dicha abstracción. El peregrinaje en pos de un nuevo hogar traza un horizonte que unifica la sensibilidad, los atajos cósmicos y la desesperación. Así las cosas, este ataque al evolucionismo facilista de la fantasía especulativa de nuestros días constituye la vedette del film, aun por sobre la extraordinaria fotografía de Hoyte Van Hoytema y el maravilloso desempeño del elenco en su conjunto. La valentía del director radica en su obsesión para con el sacrificio y el tensado al extremo de los pocos elementos, tanto estructurales como del orden del contenido, a los que echa mano para apuntalar una epopeya inconformista que recorre el universo sin jamás descuidar aspectos terrenales como la ética, el abandono filial y el temor a lo desconocido. En Interestelar Nolan reincide en una progresión vía capas narrativas y deja llorando a los palurdos que querían a otro encapotado justiciero, jugándose en cambio por la eternidad más franca e inaprehensible…
El miedo. Se podría establecer que desde El Origen en adelante, Christopher Nolan empezó un camino de descrédito sobre el poder del cine, especialmente del poder de las imágenes. En esa película se advertía desde el trailer, editado quirúrgicamente para generar una máxima atracción pero sin contar absolutamente nada de la historia; lástima que al ver la película completa se descubría que Nolan resguardaba toda su arquitectura visual con diálogos explicativos, un “por si las dudas no se entiende”. Esta sobrecarga de información se extendía a la última parte de su trilogía Batman, El Caballero de la Noche Asciende, en la que florecían innecesariamente personajes que traían consigo más datos para cerrar un rompecabezas y con eso justificaban su presencia. Interestelar cuenta la historia de Cooper (Matthew McConaughey, con algunos rastros de su actuación en True Detective), un ingeniero devenido en granjero, en un mundo que pasa por un período delicado, necesita comida desesperadamente y por ende prescinde de profesionales. Tal necesidad extrema se puede graficar con el ejemplo que del suelo solo crece con éxito el maíz. Murph (Mackenzie Foy en la niñez, Jessica Chastain en la adultez), su hija de diez años, tiene la certeza de que en la casa habita un fantasma, por desatarse una serie de situaciones extrañas (libros que caen solos y movimientos extraños), a partir de lo cual finalmente descubren, ella y su padre, una pista que los lleva hacia la NASA, organismo que se creía desaparecido en este mundo distópico mostrado de manera ambigua por Nolan. Por un lado se habla de la situación conflictiva del mundo pero nada hace pensar por las imágenes de la película que hay un panorama apocalíptico, todos se comportan civilizadamente y parecen seguir una vida normal. Cooper tiene un pasado, también, como piloto de la NASA y es allí donde se reencuentra con el Profesor Brand (Michael Caine), quien le cuenta su plan para salvar al mundo, el que implica viajar hasta la ubicación de un agujero de gusano para hallar una nueva galaxia que cobije a un nuevo planeta en el que la humanidad vivirá en un futuro cercano. El viaje planteará una de las obsesiones de la ciencia del siglo XX, la convergencia del espacio-tiempo y el desdoblamiento de ambas variables. Cooper no solo deberá enfrentar esta misión suicida sino despedirse de sus hijos, en especial de Murph, que se siente abandonada por su padre. En este punto en la película, además de la historia de la expedición, se materializa un correlato de redundancia: todo lo que se ve se describe con palabras y lo que no aparece representado en imágenes se expone con diálogos. Para colmo la construcción visual hace que sea inevitable su comparación con la reciente Gravedad, del año pasado: aquí Nolan no apuesta a lo inconmensurable -paradójicamente siendo este un film de ciencia ficción contra la película de Cuarón, que era más bien science fact- sino que se limita al control de sus imágenes al reducirlas a una presentación de la mirada subjetiva de los personajes (como si con las palabras no hubiera suficiente limitación imaginativa). Tan solo tenemos un par de momentos fugaces en los que la nave espacial es ubicada en el cuadro como si fuera un punto, una pequeña cosa dentro de un espacio inabarcable. Interestelar es ciencia ficción ultra seria pero aburrida, elegante pero sin imaginación, bien intencionada pero conservadora. El final al peor estilo M. Night Shyamalan hará olvidar, al menos por un rato, que en el medio se estuvo en una de Malick, en parte de Event Horizont y en las tomas descartadas de Gravedad.
Viaje a las estrellas (y a la trascendencia) Como suele ocurrir cuando uno sale de ver una película muy esperada, de alto impacto, dirigida por uno de los pocos creadores que, como Christopher Nolan, gozan de una llamativa libertad para hacer cine con enormes ambiciones y presupuestos dentro de la maquinaria de Hollywood, siempre con múltiples apuestas tanto desde lo formal como desde lo intelectual, hay una suerte de primera impresión vomitiva y catártica vía Twitter que considero valiosa en su visceralidad e inmediatez, pero -claro- inevitablemente incompleta y efímera. Por eso, me propuse como ejercicio (a ver qué queda) completar a continuación cada uno de los cinco tweets principales (luego escribí varios más en diferentes interacciones con otros usuarios) con una suerte de ampliación que “justifique” esos conceptos vertidos en menos de 140 caracteres pocos minutos después de haber disfrutado y padecido (sí, todo junto y así de contradictoria) la experiencia de ver Interestelar. Tweet Nº 1 En efecto, hay en Interestelar no pocas referencias a y similitudes con 2001, odisea del espacio, Encuentros cercanos del tercer tipo, Gravedad, El árbol de la vida y, sí, también con lo peor de Señales y El fin de los tiempos. Se podrían sumar a la lista El mago de Oz, Star Trek, Contacto, Frequency y varias más porque Nolan va por todo y… ¿contra todos? Antes de ir al segundo tweet una breve presentación sin spoilers (cualquier referencia a los personajes de Matt Damon, Jessica Chastain y Cassey Affleck, por ejemplo, sería contar de más). El protagonista del film es Cooper (Matthew McConaughey), un ex piloto de la NASA devenido granjero y ya viudo que vive con Tom (Timothée Chalamet), su hijo de 15 años, Murph (Mackenzie Foy), su hija de 11, y su suegro (John Lithgow). Con un planeta que marcha irremediablemente hacia el Apocalipsis (la plaga de la roya arrasa con las plantaciones y amenaza con una hambruna generalizada), Cooper retomará la carrera espacial con una misión secreta liderada por el profesor Brand (Michael Caine) que incluye la expedición por planetas que podrían albergar a la humanidad en el futuro (de este futuro), aprovechando un agujero negro que permite acceder a otras galaxias. Así, a los 45 minutos (sobre un total de casi tres horas), Cooper, la hija de Brand (Anne Hathaway), un par de astronautas más (Wes Bentley y David Gyasi) y un sarcástico robot llamado TARS (la voz de Bill Irwin y no pocas conexiones con el HAL 9000 de Clarke/Kubrick) se aventurarán hacia el espacio exterior en busca de un nuevo hogar. O, al menos, eso parece… Tweet Nº 2 Viajes intergalácticos en los que una hora de expedición significan siete años de vida en la Tierra, seres súper inteligentes que han concebido las cinco dimensiones… Interestelar está llena de intrigantes, fascinantes, provocadores planteos narrados con un generosísimo despliegue de recursos (se invirtieron 165 millones de dólares) y no menos de diez intérpretes de primera línea (varios de ellos completamente desaprovechados), pero la película pasa de lo genial a lo ridículo, de lo profundo a lo banal, con una facilidad que la convierten en un proyecto bastante fallido, aunque también en un OVNI cinematográfico que se sale de las normas, de las fórmulas, de los cánones del cine industrial contemporáneo. Tweet Nº 3 La música omnipresente, solemne e invasiva de Hans Zimmer y la tendencia a la frase “célebre” sobre el destino de la humanidad convierten a los hermanos Nolan en profetas antes que en cineastas. Es la búsqueda de esa trascendencia la que convierten a Interestelar en varios pasajes en un film intrascendente. Soy de los que creen que la inteligencia no se desprende de un concepto “genial” recitado por un personaje y de que en cine muchas veces menos es más (o que casi siempre mucho termina siendo demasiado). La sutileza y la austeridad no son sus fuertes… Tweets Nº 4 y 5 Del drama familiar al apocalíptico, de la ciencia ficción pretenciosa a la de aventuras, Interestelar cambia todo el tiempo de rumbo, de tono, convirtiéndose en un film por momentos realista, pero luego derivando hacia lo onírico e incluso hasta psicodélico, con una dosis no menor de sentimentalismo y una fuerte veta new-age a la hora de hablar de la fe y el sacrificio. En ese “vamos por todo” del que hablaba antes está la perdición y al mismo tiempo la principal virtud o audacia del film. Por momentos, el director de Memento, recuerdos de un crimen, Noches blancas (Insomnia), El gran truco, la trilogía de Batman y El origen es víctima de su propia ambición y en otros sí surge como un cineasta visionario capaz de concebir algunos momentos de esplendor visual y narrativo (con su habitual y notable uso del montaje paralelo), ya sea cuando trabaja un viaje por las estrellas o cuando apela a una biblioteca de libros como metáfora de los saberes acumulados durante siglos por el hombre. Es precisamente cuando se despoja de su discurso frío y pretencioso, cuando se calza el buzo de ese talentoso narrador que indudablemente es, que el film alcanza esos momentos de GRAN cine que salvan a su noveno largometraje de la ridiculez GRANDILOCUENTE.
Flotando entre la nada Nolan lo hizo de nuevo: con todo el poder que le confiere su aparente estatuto de “gran nombre” en la industria de Hollywood, vuelve a entregar uno de esos absurdos, complicados y pretenciosos aparatos que quiere hacer pasar por películas. Cargada de grandes nombres (una enorme colección de actores enormes en los que probablemente sean sus peores papeles de sus carreras colectivas), cargada de arbitrariedades y leyes argumentales que deben explicarse cada 15 minutos, ahogada en música grandilocuente y en frases disqueprofundas, Interestelar se mueve como elefante marino fuera del agua, sacudiendo sus carnes sobredesarrolladas para intentar avanzar. La pantalla lo sufre, el espectador lo sufre, a juzgar por la expresión que tiene a lo largo de toda la película, Matthew McConahey también lo sufre. Tres horas (que parecen 15) para que la nena resuelva los problemas de su relación con papi y para que nosotros aprendamos cuál es el sentido de la vida. Casi como si se tratara de una remake punto por punto de El origen (habría que probar proyectar las dos películas una sobre la otra, a ver qué pasa), esta vez en Interestelar el grupo de aventureros no se adentra en las profundidades profundas de la mente humana, sino que se lanzan al espacio, un lugar que al parecer se parece bastante a la mente humana (sobre todo en sus arbitrariedades y en la facilidad con la que el tiempo y el espacio se acomodan para que los personajes puedan manifestar y solucionar todos y cada uno de sus conflictos emocionales). Hay una misión que al principio parece clara, una vez que el grupo se embarca surge el primer conflicto inesperado que cambia todos los parámetros de la misión, el grupo decide seguir adelante y cuando parece que todo se va a resolver viene el giro de tuerca, todo parece haberse arruinado pero es entonces donde interviene la fortaleza del espíritu humano y el grupo decide seguir adelante, arriesgarse, sacrificarse para intentar lograr su objetivo a pesar de los peligros que conlleva. Entonces aparece una nueva vuelta de tuerca que permite que todo lo que parecía que iba a salir mal se resuelva de forma tersa y absurda (este es el punto en el que las arbitrariedades del guión de Nolan se explican y atan todas juntas en una motivación única y llena de fuegos artificiales, para que el espectador termine de comprender el mensaje de vida), y al final todo termina bien o, por lo menos, de forma consoladora. En el medio, exploramos el universo y el universo de los sentimientos, y vimos un despliegue gigantesco de efectos especiales (enormes, detallados, aunque sin demasiada fantasía, la verdad sea dicha). La película, por supuesto, está cargada de referencias a los hitos más importantes y más pretenciosos de la ciencia ficción y del cine en general: desde 2001, odisea en el espacio (con naves que giran al son de la música clásica) hasta El árbol de la vida (Malick en el despliegue de lo peor de sí), solo que esta vez las computadoras parlanchinas, tan posmodernas ellas, vienen con sentido del humor. Un sentido del humor que molesta y que los personajes de la película se preocupan por ir disminuyendo (de forma explícita) a lo largo de la película, casi como si el humor le molestara a Nolan (por más limitado que sea). Es que probablemente un aparato tan aceitado, trágico y trascendental como Interestelar no podría sobrevivir a la inclusión de elementos ligeros, circunstanciales, humanos; en definitiva: vivos. Nada puede entrar en Interestelar que no sea una pieza del engranaje tan compleja y cuidadosamente construido para asombrar al espectador con todas sus implicaciones filosóficas y para arrastrarlo al mismo tiempo a un supuesto viaje emocionante, que entretiene y educa al mismo tiempo. El resultado es una maquinaria estéril, un juego de astucia desplegado a expensas del espectador para que se sienta pequeño y emocionado a la vez con tanto sentimiento acompañado de violines, con tanto plano de estrella, universo y agujero negro. El verdadero agujero negro, por supuesto, es la propia Interestelar: un punto del que no escapa ni la luz, un (supuesto) secreto insondable que esconde las respuestas a todas nuestras preguntas. Incluso si esas respuestas son lo más banal que podríamos esperar.
"No hay vuelta atrás" Una carrera desesperada contra el tiempo en búsqueda de la supervivencia humana y un viaje a la profundidad del espacio eran los tópicos que prometía desarrollar Christopher Nolan en su última película. Sin embargo, “Interestelar” es mucho más que todo eso. Trascendencia, amor y tiempo se convierten no solo en los verdaderos pilares sobre los que se apoya una de las películas más ambiciosas de los últimos años, sino también en los verdaderos aspectos humanos sobre los que reflexiona de forma abrumadora ese tremendo artista moderno llamado Christopher Nolan en su más reciente trabajo. Obnubilados por su faceta más comercial y popular, compuesta por la trilogía de Batman más lograda del séptimo arte y sus proyectos intermedios (entre ellos la vertiginosa “El Origen”), nos olvidamos de la verdadera cara de este grandioso realizador. Aquella que, sin tapujos e impulsada por el afán de cautivar al espectador, se animaba a contar historias profundas de forma poco convencional. Con “Interestelar” Nolan vuelve a regalarnos esa clase de experiencias cinematográficas que nos cautivan a primera vista y nos avasallan con todo su esplendor durante un largo tiempo una vez finalizado su visionado. Y lo más importante es que finalmente lo hace a través de un complejo y elaborado film de ciencia ficción, una deuda pendiente para un realizador que es comparado constantemente con Stanley Kubrick, responsable de una de las películas más emblemáticas del género. El gran acierto de “Interestelar” reposa en que logra atrapar al espectador durante casi tres horas de metraje ofreciendo un relato que combina de forma eficaz dos géneros muy compatibles (cuando están bien trabajados) como lo son el drama y la ciencia ficción. Gracias a un afilado y recargado guión del que se despliegan tantas aristas interesantes y profundas durante toda la trama, la película no recurre en ningún momento a las grandes escenas de acción a las que Nolan nos tenía acostumbrado. Aquí no hay espectaculares persecuciones como las que presumía “El Caballero de la noche asciende” ni peleas en pasillos sin gravedad como en “El Origen”. La riqueza técnica de esta propuesta “solo” radica en una excelente fotografía del sueco Hoyte Van Hoytema (“Let me In”), una dinámica edición de Lee Smith (“El Caballero de la Noche”) y una emotiva banda sonora compuesta por Hans Zimmer, una pieza cada vez más fundamental en los trabajos de Nolan. Párrafo aparte para el trabajo de Matthew McConaughey, quien se desenvuelve de gran forma en el papel más importante de esta superproducción y logra traspasar la pantalla en más de una ocasión. No obstante, la escena que lo tiene solo a él como protagonista, sentado frente a un monitor luego de una misión fallida, es por lejos la más apabullante y deja en evidencia el gran momento profesional que atraviesa este actor. No quedan dudas de que “Interestelar” dividirá aguas entre aquellos que buscaban solo entretenimiento y aquellos que están dispuestos a dedicarle su tiempo a una historia cuya mayor riqueza se encuentra después de minuciosa lectura entre líneas. Pese a esto resulta imposible dejar de celebrar, más allá de las conclusiones personales, el auspicioso camino que recorrió Christopher Nolan para convertirse en uno de los realizadores cinematográficos más importantes de los últimos tiempos dentro de la industria hollywoodense y que encuentra aquí el punto consagratorio de su carrera: la verdadera obra de arte. “Interestelar” se erige de forma inamovible como su obra más elaborada y el verdadero antes y después dentro de su filmografía (pese a que con la salida de sus últimos trabajos nos vimos obligados a decir lo mismo). Por eso hay que saber valorar y apreciar en ella no solo la intención y el resultado, sino también ese fantástico impulso que tuvo Nolan como director y guionista a la hora de concretar una película que representa un verdadero salto al vacío. Así como a “Memento” le tomó unos años dejar de ser un thriller para convertirse en un verdadero rompecabezas inoxidable frente al paso del tiempo, “Interestelar” es hoy una de las películas más grandilocuentes jamás filmadas dentro de la industria del cine. ¿Qué destino le tienen reservado el correr de los próximos años? Quizás convertirse en un hito generacional de la misma talla que “2001: Odisea en el espacio”. Solo el tiempo lo dirá. La cuenta regresiva ya comenzó.
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Interstellar es una película enorme y muy abarcativa, pero que lamentablemente será más polarizante aún que Inception, el anterior film original de Christopher Nolan. Si pensaban que por momentos aquella era difícil de seguir por su enrevesada narrativa, prueben suerte con los tratados cuánticos y relativos que propone la gargantuesca odisea espacial de Nolan, que expone las mejores y peores cualidades de un director único en Hollywood. Así como los personajes dentro del film, como espectador hay que hacer un sacrificio, un pacto para con Interstellar: ya que las nociones de los viajes espaciales, agujeros negros y diversas dimensiones son muy densas, el guión de Jonathan Nolan intenta simplificar mucho y el resultado es un viaje intergaláctico que asombra al mismo tiempo que abruma. Lo que alguna vez fue un vehículo directorial para Steven Spielberg -hay grandes rasgos de sus historias presentes aquí- es una mezcla y homenaje a Stanley Kubrick y al cine de Terrence Malick, pasando por viajes más convencionales y cercanos como Sunshine de Danny Boyle o Contacto de Robert Zemeckis, y todo lo que se les ocurra que sea pertinente al tema. Por eso, es ideal tener la mente muy abierta y sobrevivir a algunos diálogos demasiado expositorios y nociones técnicas que confunden. Una vez que la trama se ponga en marcha tras un primer acto que presenta la angustiante vida en la Tierra, la mente de Nolan tiene carta blanca para presentar una maravillosa y a la vez escalofriante inmersión hacia el espacio exterior, más allá de todo lo conocido por el ser humano. A diferencia de pinceladas más coloridas y agradables del espacio como suelen aparecer en series de ciencia ficción estilo Star Trek, la aproximación realista pura y dura del director en Interstellar está plasmada con fiereza. Estos planetas desconocidos son territorios completamente hostiles, que podrían o no permitir la perpetuidad de la especie humana. Por eso, cuando Nolan está en el espacio es cuando su capacidad como narrador transciende toda línea, y sus personajes se cuestionan todo lo conocido, mientras se enfrentan a sus peores miedos y esperanzas. Si nos remitimos a los efectos prácticos y especiales, la novena película de Nolan es una proeza técnica que seguro estará nominada a los próximos premios de la Academia. Visualmente, es el film más enorme en lo que va del año, acompañado con un equipo técnico de lujo calibrado hasta el más mínimo detalle -mucha atención al detalle en el espacio- y una banda sonora del siempre dramático Hans Zimmer, que en un cine de buena calidad sonora -es requisito verla en una pantalla IMAX en lo posible- genera una amalgama con las imágenes en pantalla difíciles de superar. Hay un gran trabajo de parte de Matthew McConaughey al crear un protagonista convincente tanto como ingeniero y piloto aeronáutico, como también actuando de granjero y padre angustiado por dejar a sus hijos atrás, a su suerte. Hay rasgos parecidos a su Rust Cohle de True Detective pero están bien medidos, y se apoyan en los secundarios de la creíble Anne Hathaway como la única mujer de la misión, y la presencia impoluta de un Michael Caine algo desaprovechado, pero que nunca sobra. Jessica Chastain es otra gran figura sumada que tiene un papel interesante pero que no termina de hacer mella, aún cuando las escenas dramáticas en las que se encuentra son pivotales a la trama. Al hacer un viaje espacial tan arduo como azaroso, uno espera una respuesta contundente y calculada. Sin embargo, Interstellar llega a su clímax y lo que los viajeros encuentran es una verdad que se percibe demasiado sentimentalista en manos de un director algo frío como Nolan. La revelación del último acto es el salto final que debe afrontar el espectador para decir si valió la pena tanto esfuerzo. Es un concepto arriesgado, que tiene no pocas falencias, pero que se agradece que el director haya logrado llevar a cabo.
Cuando terminé de ver Interestelar me acordé de su teaser trailer. Y creo que es una excelente forma de resumir la película: Nolan quería contar una historia sobre el espacio y la fascinación que a el le generaba. Verlo no está de más y sigo con la crítica abajo del mismo Debo confesar que toda la previa de Nolan con esta película, luchando contra los sistemas digitales, exigiendo que la pasen en fílmico y estos trailers que no decían nada... me restaron mucho. Entré con pocas ganas a verla y ese desinterés aumentó cuando supe que duraba casi tres horas y que además algunos comparaban con "Shyam#lan"... Pero finalmente fueron tres horas que me tuvieron enganchado, intrigado, maravillado una vez por la técnica y el estilo de este director distinto que tiene Hollywood (y no como el trastornado de Sh#amalan) Quizás la historia tenga algunos puntos poco claros, pero yo quería ver como seguía todo. Este director ya nos engaño bastante con sus películas "no Batman". Desde Memento, pasando por El gran truco hasta El origen (Inception) y por ahí uno ya sabe que no está en algo lineal y tradicional. Quizás Noches blancas no siguió esa línea o no la mantengo tanto en mi memoria. Tiene un elenco maravilloso en todas las líneas. Un Matthew McConaughey que se banca el protagonismo sin ningún problema, que se quiebra, que emociona y que transmite todo eso al espectador. Su hija está genialmente interpretada por la niña Mackenzie Foy (que se libera de ser la hija de los Cullen) y luego Jessica Chastain sigue emocionando. Pero festejo la apareción de grandes actores en papeles menores, que no menciono porque para mi fueron sorpresa y creo que vale la pena que así sean descubiertos. Estas películas de viajes físicos y mentales, de cosas fantásticas, no puedo dejar de asociarlas con mi descubrimiento de Julio Verne. Y cuando veo una película así me imagino si el gran Julio la hubiera aprobado, y con Interestelar no me queda ninguna duda. Y entiendo que por ser padre aun me llegó y golpeó más. Se que no será una película del agrado de muchos, pero yo la disfruté, me emocioné y me quedé quieto casi tres horas en una sala de cine, y eso no es algo que me pase muy seguido últimamente. Gracias Nolan, una vez más. Sir Chandler PUNTO APARTE VERSION IMAX: la película se proyecta en el Imax Theatre Showcase en el sistema digital. La película tiene escenas ampliadas que ocupan casi toda la pantalla durante muchas escenas. Las transiciones no se notan, pero es muy disfrutable que una toma en el campo o en el espacio se pueda ver de esa manera. Pero sin lugar a dudas el sonido es impresionante, provocando vibraciones en la sala en general en varias escenas. Entiendo que esto también se puede notar en una sala con Dolby Atmos con las de Village Neuquén y Pilar
Dentro del cine de ciencia ficción la exploración del espacio ha sido la temática más trabajada de este género. El productor George Pal fue el pionero en presentar la primera película que incluyó contenidos científicos reales en Destination Moon (1950). La historia de unos astronautas que llegaban a instalarse en la Luna y luego descubrían que no tenían el combustible necesario para volver a la Tierra. Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick más tarde se encargaron de levantar la apuesta y brindaron una de las grandes obras maestras del cine como fue 2001: Odisea en el espacio (1968). Desde entonces surgieron centenares de producciones que se refieren a los esfuerzos del hombre por investigar y descubrir otro mundos. El director Christopher Nolan ofrece un gran aporte a este tema con Interestelar, la película más ambiciosa y sentimental de su filmografía. Un proyecto que fue concebido originalmente por el físico Kip Thorne, quien fue colaborador de Robert Zemeckis en Contacto (1997). La trama trabaja todos los tópicos que siempre apasionaron a Thorne como la relatividad, la gravitación y los agujeros negros. Una de las grandes virtudes de esta producción es que transmite conceptos científicos complejos con mucha simplicidad, algo que es muy difícil de hacer. Este es un enorme mérito de los hermanos Nolan como guionistas. Si bien Interestelar tiene referencias a 2001 de Kubrick y Solaris (1972), de Andrei Tarkovsky, el espíritu de la película está más en sintonía con "Las crónicas marcianas" de Ray Bradbury. Hay misiones espaciales, peligros y debates científicos, pero el corazón de la trama reside en la relación padre e hija que se desarrolla entre los personajes principales. Ningún otro proyecto de este realizador le había dado tanta prioridad a los vínculos sentimentales en el argumento y esto contribuyó a que el film se destaque como una propuesta especial dentro de su filmografía. El primer acto de la película es genial y Nolan hizo un gran trabajo con la presentación del futuro distópico donde se desarrolla la historia y la vida familiar del protagonista. Durante la primera media hora se establece el tono emocional que tendrá la trama hasta el final. Cuando comienza la misión espacial, Interestelar se vuelve fascinante desde los aspectos visuales. Finalmente llega el momento donde nos encontramos con todos esos elementos que muchos espectadores adoramos del cine de Nolan. La fotografía de Hoyte van Hoytema (Her), el sonido, la música de Hans Zimmer, esas tomas imponentes del director que retratan la inmensidad del espacio, los diseños de la naves; una auténtica celebración del cine de ciencia ficción. Matthew McConaughey se carga la película al hombro y es el actor más destacado del reparto junto con Jessica Chastain. Por otra parte, Anne Hathaway y el resto del elenco brindan interpretaciones correctas dentro de las limitaciones que presentaban sus personajes. La película viene bárbara hasta que los protagonistas llegan a otro planeta. No voy adelantar cosas de la historia pero me parece que ahí se produce la bisagra. A partir de ese momento esta producción se vuelve más extraña. El giro con espíritu Shyamalan que tiene la trama en los últimos 15 minutos ya dividió a la prensa en todo el mundo y seguramente ocurrirá con los espectadores. En lo personal no me disgustó el clímax de conflicto, pero sentí que pertenecía a otra película y no estaba en sintonía con el relato que se había construido durante dos horas y media. Ahora bien, esta objeción que se le puede hacer al final no tira abajo todo el gran trabajo que hizo Nolan. Algunas ideas tal vez funcionaron mejor que otras, pero en general logró brindar una historia épica de ciencia ficción que sobresale por la humanidad de sus personajes y los temas que aborda. Después vendrán las discusiones a la salida del cine. Mientras tanto tenemos disponible en la cartelera una muy buena película que merece su recomendación.
2014: Otra Odisea del Espacio Interestelar (Interstellar, 2014) es la película más grande, larga y épica de Christopher Nolan, lo cual es mucho decir teniendo en cuenta que el hombre dirigió El Origen (Inception, 2010). Pero como su antecesora, a pesar de un increíble potencial heurístico, Interestelar carece de verdadera ambición. Empuja los límites de la imaginación pero no está interesada en explorarlos ni desarrollarlos más allá del confort del espectáculo. La Tierra está muriendo. Una plaga de hongos parasíticos ha contaminado las plantaciones del mundo, y las tormentas de polvo azotan regularmente, enfermando a la gente de silicosis. Cooper (Matthew McConaughey) es uno de los miles de ciudadanos de Texas que se ha volcado a la agricultura en un fútil intento por combatir la hambruna. Lo hace con reticencia: solía ser piloto para la NASA, y ahora que ha enviudado le desea a sus hijos Tom (Timothée Chalamet) y Murph (Mackenzie Foy) otro futuro que la raída granja familiar. Por una serie de coincidencias extraordinarias (e improbables), Cooper llega a las puertas de su viejo mentor de la NASA, el profesor Brand (Michael Caine), quien le implora que comande – sin ningún tipo de entrenamiento o preparación – una expedición intergaláctica a través de un agujero negro en busca de un nuevo mundo para colonizar y así salvar a la humanidad de su extinción. Plan A: encontrar uno y regresar con la noticia. Plan B: en vez de regresar, quedarse y engendrar la continuación de la raza humana in vitro. Cooper accede a comandar misión, conformada por la hija de Brand, Amelia (Anne Hathaway), los científicos Doyle (Wes Bentley) y Romilly (David Gyasi), y un extrañísimo dúo robótico que parece la cruza entre el monótono HAL 9000 y el diligente R2-D2. Es imposible para una película de ciencia ficción hecha luego de 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) soslayar la influencia del colosal opus de Stanley Kubrick a la hora de retratar “la última frontera del espacio”. Pero Interestelar hace poco para evitar las comparaciones, y directamente calca sobre 2001: Odisea del espacio: el crescendo sinfónico al final de “Así habló Zaratustra”, la fuga psicodélica del viaje a través del continuo espacio-tiempo, los intensos primeros planos que retratan la reacción de nuestro protagonista, los sarcófagos criogénicos de la tripulación e incluso uno o dos pseudo monolitos. La película ostenta un método científico en su planteo de colonizar nuevos mundos, el funcionamiento hipotético de un agujero negro y la posibilidad de una quinta dimensión que trasciende el espacio-tiempo. Todo ello acompañado por los soliloquios expositivos de siempre. Algo que Nolan logra excelentemente y resulta un elemento fundamental para el éxito de la película es lidiar con la relatividad del tiempo. “El tiempo es un recurso como cualquier otro,” dice Brand. Hay que racionarlo. Una hora en un planeta equivale a siete años en la Tierra. Las aventuras de la tripulación del Endurance poseen muy poco margen de error. En el espacio, el tiempo se pierde a una velocidad aceleradísima en relación a la Tierra. Nolan, fanático de los artificios y malabares narrativos, utiliza este desdoblamiento temporal para crear tensión, drama y suspenso a lo largo de una multiplicidad de espacios y líneas temporales. Esto lleva a la mejor secuencia de la película, que toma sitio entre unos seis personajes distribuidos en dos planetas distintos a lo largo de dos líneas temporales, de las cuales una contiene un flashback. Nolan alterna prolijamente con la elegancia de D. W. Griffith; jamás confunde o pierde el ritmo, y siempre consigue exactamente el efecto que está buscando. Y sin embargo, el tercer acto cae en un sentimentalismo Spielbergiano que defrauda cualquier intento de pretensión científica. “El poder del amor” se convierte en la parte integral de la ecuación que salvará o no a la humanidad. Volver al futuro (Back to the Future, 1985) termina poseyendo un planteo científico más verosímil (a pesar de que la banda sonora nos hable reiteradamente del poder del amor). Y la conclusión es tan débil que resulta decepcionante. En particular decepciona la forma en que se resuelve la relación entre Coop (Matthew McConaughey) y su hija Murph (Foy de niña, Jessica Chastain de adulta). La película pasa una buena hora ilustrando la íntima relación que Coop tiene con su hija en la Tierra. Los conocemos, los entendemos, los queremos. Ambos personajes proveen el eje dramático de la película y representan la cúspide humana del cine típicamente despersonalizado de Christopher Nolan. Y su resolución es menos que satisfactoria. Parece más una ocurrencia tardía que otra cosa. A pesar de su ínfula cerebral, y el indiscutible talento de su director a la hora de labrar momentos de “cine puro” de la nada, Interestelar termina siendo un poco decepcionante. No es tan inteligente como pretende ni tan ambiciosa como se cree. Lo que hace es reunir momentos e ideas preciosas: la primera hora que Coop y sus hijos comparten en la moribunda Tierra, los desencuentros que sufren a medida que el tiempo se acelera para unos mientras se congela para otros, la forma en que Nolan monta ambas historias en paralelo… También cabe señalar la hermosa fotografía en 70 mm y los efectos especiales. Quizás gane el Oscar a Mejores Efectos Especiales. Como 2001: Odisea del espacio.
Generando amores y odios en el camino, Christopher Nolan se consagró como uno los cineastas más importantes del momento. De sus comienzos más independientes, con Following, pasó a superproducciones hollywoodenses, como la trilogía de El Caballero de la Noche, sin perder jamás sus preocupaciones de la primera hora. Uno de los pocos autores capaces de demostrar que, incluso hoy en día, es posible combinar calidad y gran espectáculo. Pero ninguno de sus trabajos anteriores llega al nivel de ambición que propone en Interestelar. La Tierra se aproxima a su fin. La escasez de alimentos provoca una terrible crisis alimenticia. Las nubes de polvo se vuelven constantes, como si pretendieran sepultar a todo ser vivo. Entre quienes padecen este inminente Apocalipsis está Cooper (Matthew McConaughey), granjero con pasado de piloto aeroespacial. En un paraje campestre, se las arregla para mantener a su familia, compuesta por su suegro (John Lithgow), su hijo (Timothée Chalamet) y Murph (Mackenzie Foy), su pequeña hija, con quien tiene una especial afinidad. Una misteriosa señal lo lleva a la NASA, que se creía inactiva, y allí será reclutado para una misión crucial: encontrar nuevos mundos que las personas puedan habitar. No otros planetas de la Vía Láctea, sino en galaxias vecinas, a las que podrán acceder mediante agujeros de gusano. Cooper y un grupo de valientes emprenderán un viaje a través del tiempo y del espacio. Pero, ¿qué serán capaces de sacrificar nuestros héroes con tal de conseguir un futuro para la raza humana? En El Origen, Nolan ya había dado muestras de una muñeca interesante para el cine de ciencia ficción, en el que abundaban realidades paralelas relacionadas entre sí (de hecho, los saltos temporales siempre fueron una de sus marcas de fábrica). Ahora la apuesta es mucho más grande, pero desde un punto de vista distinto: hay obsesión, como en toda la obra nolaniana, y personajes atormentados, pero aquí el accionar es por una cuestión positiva, humana. Cooper acepta salvar a la humanidad, pero no soporta separarse de los suyos, principalmente de Murph. Por esta razón, más allá de los viajes espaciales y las peripecias en planetas acuáticos o helados, el film es acerca de la separación entre padres e hijos, y de cómo los sentimientos cruzan toda barrera. Debajo de un caparazón de teorías y fórmulas matemáticas (muy densas, por momentos), debajo de las cuestiones científicas, hay un corazón que late amor puro y verdadero. No es casual que durante años el proyecto estuviera en mano de Steven Spielberg, especialista en asuntos familiares. Es cierto que el director de E.T. hubiera manejado con más soltura las escenas dramáticas y conmovedoras, pero Nolan deja de lado su frialdad característica y se las arregla para darle sentimiento a las escenas que lo requieren. Y justamente el sentimiento, la humanidad de la historia, reside en el trabajo de los actores, empezando por un consagradísimo Matthew McConaughey; un actor capaz de darle carnadura y complejidad a su personaje, de manera que el público nunca deje de sentir empatía por él. Anne Hathaway y, en especial, Michael Caine, repiten con el director. En tanto la estupenda Jessica Chastain es la otra debutante, pero contar más sobre este y otros personajes que se van sumando sería incurrir en spoilers. Sin alcanzar la altura de sus obras cumbres, y pese a que algunos de sus vicios estilísticos a veces resulten excesivos, Interestelar es la película más emocional de Christopher Nolan. Transita por el sendero de la ciencia-ficción cinematográfica más seria, representada por Solaris y 2001: Odisea del Espacio, pero tiene una personalidad y un corazón propios. Una experiencia digna de ser vivida.
Un éxodo cósmico con la originalidad y la audacia de Nolan La salvación de la raza humana mediante algún tipo de éxodo espacial es un subgénero de la ciencia ficción que inevitablemente debe incluir un alto nivel de emotividad y melodrama, algo evidente desde los lejanos tiempos de clásicos como "Cuando los mundos chocan" de Rudolph Maté. Pero en este segundo decenio del siglo XXI está claro que hay un nuevo estilo de odiseas espaciales, luego de un hito como la exitosa "Gravedad" (palabra clave que aparece a cada rato en "Interestelar"). Claro que un director como Christopher Nolan, capaz de darle un toque autoral y existencialista a un superhéroe como Batman, no podría abordar una historia sobre la salvación de la humanidad mediante un éxodo cósmico sin potenciar al máximo nivel todo elemento dramático, técnico o metafísico. El énfasis en algunos de estos aspectos no siempre funciona igual, pero cada innovación y giro personal de "Interestelar" aporta al género algo original y audaz, digno de ver. Esto a pesar de sus imperfecciones argumentales, delirios cósmicos y ñoñerías emotivas a granel. O tal vez gracias a ellas. La trama aporta originalidad ya desde que explica un apocalipsis mucho más gradual y mucho menos espectacular que cualquier otra especulación conocida. El ex piloto de pruebas y casi astronauta Matthew McConaughey, ahora es un granjero, ya que desde que la hambruna diezma a la raza humana, hasta la NASA ha sido cerrada, porque el mundo necesita más máquinas cosechadoras que cohetes. Pero éste es un granjero demasiado tecnificado y nostálgico del pasado cada vez más lejano, casi tanto como su hija, una niña prodigio suspendida en la escuela por negarse a aceptar los nuevos libros de historia que niegan la llegada del hombre a la luna, evento explicado como un truco de propaganda policial antisoviética (todo un guiño en un film con muchos homenajes a "2001, odisea del espacio", ya que según las teorías conspirativas, Kubrick habría estado relacionado con la puesta en escena del viaje a la luna). Pero de un modo más sobrenatural que científico, el agricultor recibe un llamado para una misión al espacio más importante y arriesgada que cualquier otra que se haya intentado previamente. Un posible fantasma, espíritu o ser extraterreste o de otra dimensión le manda mensajes sutiles que sólo pueden ser descifrados y tomados en serio por su hija, que debe insistir mucho antes de exhibir evidencia innegable que conduce a una nueva y supersecreta NASA que, basándose en ese tipo de mensajes extraños del espacio exterior, prepara una nueva clase de viaje espacial a través de "huecos de gusanos" que pueden llevar una nave hacia otras galaxias donde podría existir un planeta habitable, potable para una migración terrícola. "Interestelar", como toda odisea cósmica que se precie, dura más de dos horas y media, y a partir de la premisa básica la trama no deja de volverse más y más compleja, con giros dramáticos inesperados algunos más que otros-, incluyendo un especial respeto por la teoría de la relatividad que implica que, mientras el protagonista, que apenas pasada la mitad de proyección ya tiene unos 120 años de edad, siempre pueda ser interpretado por McConaughey, y que su hija necesite ser personificada por tres actrices, incluyendo a Jessica Chastain y Ellen Burstyn. Hay que destacar que el elenco es formidable, incluyendo a un extraordinario Michael Caine empecinado en recitar a Dylan Thomas. Hay películas de viajes espaciales con detalles que son aceptados en el cine, pero no resisten el menor análisis terminada la proyección, por ejemplo la velocidad warp o la teletransportación. "Interestelar" tiene la gran cualidad de describir al máximo este tipo de detalles logrando que parezcan exagerados mientras se está viendo el film, pero que resultan realmente interesantes si se los piensa una vez fuera del cine. Hay imágenes increíbles que seguramente deben lucir especialmente bien en IMAX, ya que nunca se filmó tanto metraje en este formato para ninguna producción. La música con extraños sonidos de teclados de todo tipo es de lo mejor en toda la carrera del prolífico Hans Zimmer.
Un universo donde todo es explicado En una nueva muestra de lo que puede definirse como “ciencia ficción crepuscular”, el director de Memento y la última trilogía de Batman subestima la inteligencia del espectador con una trama apocalíptica que abusa de subrayados y largos parlamentos. Es un mal síntoma que Christopher Nolan sea, desde la trilogía de Batman en adelante, una de las voces autorales más reconocidas del Hollywood moderno y, por ende, uno de los pocos realizadores de su sistema de estudios con libertad creativa absoluta y luz verde para disponer a voluntad de presupuestos multimillonarios. Especialista en dotar a sus proyectos de una trascendencia por momentos insoportable, fanático irredento de la puesta en palabras de todos y cada uno de los mecanismos narrativos de sus films, y con la subestimación de la inteligencia del espectador promedio como norte innegociable, el realizador británico muestra en Interestelar una nueva recaída en todos los vicios adquiridos, sumándole además una ambición desmedida incluso para sus parámetros habituales. El paseíto psicológico-onírico de El origen y la superposición de tramas de El caballero de la noche asciende son juegos de niños al lado de Interestelar. El opus nueve del británico no sólo es un menjunje temático (viajes espaciales, cruces y choques temporales, atisbos de filosofía new age, física cuántica) y referencial (Kubrick, Malick, Shyamalan y siguen las firmas); también es la elevación a la enésima potencia de la obsesión de Nolan por las distintas formas de control y manipulación, aplicándola ya no a la esfera social (Batman) o mental (El origen), sino a esa materia prima del cine que es, como bien marcó la reciente Boyhoood, el tiempo. Claro que todo es cuestión de forma e intención: si Richard Linklater acepta su avance irrefrenable registrándolo con un naturalismo ejemplar, el director de Memento imagina las mil y una formas de deconstruirlo y someterlo al arbitrio humano. El punto de partida de Interestelar es propio de los exponentes de un subgénero que podría denominarse ciencia ficción crepuscular. Esto es: películas que relatan la supervivencia de pequeños grupos humanos dentro de un mundo inhóspito y devastado por una circunstancia reciente, siempre con la reinstalación de un orden social como meta. Las razones del Apocalipsis están generalmente asociadas a una guerra total, una invasión extraterrestre o la expansión de un virus a raíz de un caso de mala praxis médica, pero Nolan es un tipo muy progre y tiene una conciencia ecológica obvia y bienpensante digna de las peores épocas de M. Night Shyamalan, así que el presente imaginado es producto de una plaga que amenaza el abastecimiento de recursos alimenticios naturales. Al igual que varios films de esa tendencia, como Oblivion: El tiempo del olvido, Elysium o Después de la Tierra, la solución consiste en emigrar la humanidad a otro planeta. ¿Marte? ¿Júpiter? No, la Vía Láctea es demasiado próxima para un megalómano como Nolan, por lo que las potenciales locaciones están a varios años luz y a un agujero negro de distancia, tal como le explica –porque aquí todo, pero todo, se explica– el profesor Brand (Michael Caine) a un Cooper (Matthew McConaughey) atónito. Aunque su sorpresa es improcedente: al fin y al cabo, él es un ex piloto de la NASA devenido granjero que llegó hasta esa base súper secreta gracias a un mensaje que la gravedad (!) le envió a su hija. A no preocuparse por la incoherencia de lo anterior: Nolan se egresó con honores de la escuela Shyamalan y jamás dejará un hueco para la interpretación del espectador. Dos o tres planos después, Cooper está sentado en una nave espacial encabezando un grupo de astronautas dispuestos a todo con tal de salvar el mundo, incluso a internarse en una galaxia en la que una hora de viaje equivalen a siete años terrestres. Como Armage-ddon, la lejanía y el sacrificio latente encarnan la excusa perfecta para un sinfín de videos familiares y confesiones, hasta desembocar en un desenlace digno del Malick más metafísico y trascendente, todo musicalizado por una partitura de Hans Zimmer siempre lista para subrayar emociones. Porque Interestelar no sólo se explicita a sí misma mediante los largos parlamentos de sus protagonistas, sino que también puntea qué sentir y en qué momento, confirmando a Nolan como un director anómalo, quizás el único trabajador de las imágenes que, paradójicamente, descree de su poder subjetivo.
Una película que son muchas Entre la ciencia ficción, el new age y la acción y el suspenso, el filme es un caldo espeso en el que hay que creer. O no. Es (¿era?) la película más esperada de esta parte de la temporada. La nueva creación de Christopher Nolan, uno de los pocos grandes talentos que le quedan al cine mainstream, el cerebro que realizó la última trilogía de Batman. El hombre que no tolera que las compañías le impongan condiciones en sus producciones. El que no acepta el 3D. El que se lanzó al espacio, o a la pileta, con todo. Con todo su ingenio y también su egocentrismo. ¿Qué es Interestelar? ¿Una fábula new age? ¿Un filme sobre quiénes somos? ¿Una película de ciencia ficción? ¿Una de acción y suspenso? ¿Una producción en la que, si el espectador no acepta ciertas convenciones, se queda definitivamente afuera? En el cine de Nolan las tramas importan, pero más sus ideas, sus disparadores, que gatillan lo suficientemente atractivos como para atraparnos de inmediato. Piensen en Memento. Recuerden Noches blancas. Evoquen cómo presenta a Bane en la última Batman. Interestelar comienza en un futuro no preciso, pero no muy lejano, en una granja donde insistentes tormentas de polvo lo cubren todo. Hay indicios de que el orden global cambió. Se suelta por allí que ya no hay ejércitos. Y que lo que necesita el mundo es, además de amor, comida. Cooper (Matthew McConaughey recuperado de la falta de peso de El club de los desahuciados por la que ganó este año el Oscar) es un granjero que en el pasado fue piloto de la NASA. Sin haber visto el trailer, pero con ese título, o simplemente observando el afiche, sabemos que Cooper viajará al espacio exterior. La cuestión pasa a ser, no para qué -para salvar a la humanidad-, sino la manera. La forma. Cooper, y otros astronautas, viajan a través de un agujero negro. Nolan había sido muy erudito en El origen, película que muchoa amamos y que otros tantos aborrecen, porque decían que el director parecía creérsela. Como si le endilgara en el rostro al espectador miren lo ingenioso e inteligente que soy. Pero en El origen las vueltas del relato lo justificaban plenamente. Aquí… Aquí hay que creer. Creer en las cinco dimensiones, creer en “ellos”, en que alguien posibilita a los humanos ese camino a la salvación, para que envíen naves a través de ese agujero negro, a ver si es posible colonizar otro planeta y que sea habitable. Crer que “la gravedad puede al tiempo” y al espacio. Hay que creer mucho para entregarse a Interestelar. Cuánto lo decidirá cada espectador. Dentro de la inventiva de los Nolan (Jonathan, su hermano, es el coguionista) hay mucho homenaje. El H.A.L. de 2001 está corporizado en una inteligencia artificial que camina. Hay algo de Inteligencia artificial, de Spielberg. Hay mucho de mucho, y cuando uno encuentra similitudes, ¿será que le resulta más atractivo buscarlas que zambullirse en lo que le ofrecen? Visualmente impactante, con un elenco impresionante -no conviene ni siquiera nombrarlo, para reservarle las sorpresas a los espectadores-, las estrellas que hacen este viaje a las estrellas terminan siendo lo de menos. Para disfrutar de Interestelar hay que confiar, casi ciegamente, en lo que le están contando.
Misión: Salvar la tierra Christopher Nolan ha vuelto. Cada estreno del director de El Gran Truco (The Prestige), desde la salida y el posterior suceso de la brillante Batman: El Caballero de la Noche (The Dark Knight) hasta acá, cuenta con un hype a su alrededor digno de emparentarse con las superproducciones de superhéroes de la actualidad. Cada nueva película de Nolan es uno de los acontecimientos cinematográficos del año e Interestelar (Interstellar) no iba a ser la excepción. Interestelar básicamente nos va a contar como la Tierra está para atrás. La crisis alimenticia causada por unas nubes de polvo amenaza con exterminar a las generaciones futuras de la población. Por esto la NASA manda una expedición al espacio para investigar unos planetas que podrían albergar a la humanidad luego de que la Tierra sea inhabitable. Obviamente que esa misión va a ser una verdadera odisea para sus tripulantes. A grandes rasgos esa es la historia del film y no conviene adelantar mucho más para no arruinar con posibles spoilers. Banco a muerte a Christopher Nolan, pero acá viene jodida la cosa para aguantar los trapos. El realizador de Memento (obra muy sobrevalorada) es un director complejo de encuadrar. En sus últimas películas ha sabido forjar algunas cuestiones que atañen a su cine que, si bien no lo definen como un autor cinematográfico con todas las letras, tampoco se lo podría encasillar en un director de cine mainstream. Interestelar posee todos los atributos destacables de su cine pero a la vez también tiene la mayoría de esos condimentos de feo sabor con el que suelen venir sus películas y que con el pasar de sus obras se ha ido acrecentando. Nolan no es un gran narrador, puede tener escenas brillantes de una potencia extraordinaria pero a la vez existen innumerables momentos donde le tiembla demasiado el timming narrativo de sus opus. En Interestelar da claramente un paso atrás en este apartado. Hay elipsis poco claras, escenas inentendibles, una música terriblemente invasiva a cargo de Hans Zimmer, diálogos subrayados por doquier, momentos torpemente discursivos y hasta algunos golpes bajos innecesarios. Su ambición por transmitir y dejar en claro un mensaje trascendental le empantana la película. Esa obsesión por querer hacer algo único e imponente, se valora mucho pero el camino para transmitirla es tan importante como sentirla. Christopher Nolan no escatima en tocar temas significativos en Interestelar. En Interestelar se toma todo demasiado en serio. Pero demasiado de verdad, más que en sus anteriores films. Acá Nolan no escatima en tocar temas importantes (el posible fin de la humanidad, el abandono de un padre a sus hijos y viceversa en plan sacrificial, etc) con esa pretensión y solemnidad que a medida que pasan sus obras se acrecienta más y más. En vez de volverse un director con mesura y sapiencia para trasladar sus obsesiones se vuelve un realizador que sube la apuesta en mensajes grandilocuentes (lo cual no está mal en absoluto) pero no en la transmisión de los mismos. Más allá de todas las cuestiones mencionadas en esta crítica, el comienzo de Interestelar embelesa por su complejidad y por su potencia sentimental. La secuencia contada en montaje alterno donde Cooper (un solvente y moderadamente intenso Matthew McConaughey) se va de la granja y despega hacía el espacio posee un vigor y un sentimiento hermosamente desgarrador. Este es uno de los muchos ejemplos donde la película funciona. Incluso en sus últimos 30 minutos donde se va al carajo con secuencias oníricas y reflexivas Interestelar logra cerrar, a medio camino entre la torpeza y la audacia, los enigmas abiertos en su interesante comienzo. Interestelar se columpia pendularmente entre el brío de sus logradas escenas y la ridiculez de sus secuencias más fallidas. Está en cada uno apreciar el vértigo de su ambición cuando vamos hacia adelante o detestar la torpeza en la transmisión de su grandilocuente mensaje al viajar hacia atrás en la hamaca.
El espacio, la última frontera Si existen directores polémicos que generan tanta veneración como odio Nolan es sin lugar a dudas uno de ellos. Y luego de ver Interestelar la discusión (poco conducente si las hay) será aún más encarnizada entre ambos bandos porque el carácter de la propuesta de este film es tan ecléctico que dificilmente conforme a las diversas posturas. Para los detractores del realizador la excesiva sobreexplicación (lindante casi con la subestimación al espectador), la impostada solemnidad implantada a través de diálogos dramáticos, son elementos constantes en su obra que llegan a convertir a sus films en perfectas realizaciones carentes de visceralidad. Tan perfectamente calculadas que se asemejan más a una operación quirúrgica que a un hecho artístico. Para los seguidores la filmografía del director no es otra cosa que una purga de sus demonios e intrigas mas intensas : la relatividad del tiempo, la fugacidad del hombre, los vínculos sociales , el universo onírico.Los que son retratados con una mirada tan cuidadosa como refléxiva. Sin lugar a dudas el espectador promedio requiere de un esfuerzo extra para conectar con sus creaciones, no es un producto de fácil consumo, sino que requiere de un otro despierto que entienda e incorpore la propuesta que se propone. Interestelar no es la excepción a esta polémica y como el mismo Nolan expresó, se trata del espejo de su film “El Origen”,solo que aquí el mundo en lugar de implosionar termina explotando y expandiéndose hacia el exterior. Jonathan Nolan basó el guion del film en los trabajos científicos de Kip Thorne (importante físico que trabajó con nombres tales como Carl Sagan y Stephen Hawkins).En un futuro distópico el planeta tierra afronta una de las peores crisis que haya conocido debido a la falta de alimentos, pocas esperanzas quedan para la humanidad tal cual la entendemos hoy. Es así como Cooper (Matthew McConaughey) un ingeniero tristemente devenido en granjero debe emprender una misión para ver posibles caminos a la supervivencia de la especie en otros universos. El mundo ha llegado a un grado de involución tal que las escuelas desalientan la educación formal de los niños dado que la prioridad es el cultivo para poder producir el bien más escaso: el maíz. Cooper será parte de una misión secreta de la NASA(que en este nuevo orden mundial trabaja como una organización encubierta) a cargo del Profesor Brand (Michael Caine) acompañado de su hija y otros astronautas más. Así comienzan a recorrer el camino de lo que podríamos llamar el héroe intergaláctico. Para poder iniciar este viaje deberá alejarse de sus afectos ,siendo la más afectada con su partida su hija Murph quien comparte con el la pasión por las ciencias. De hecho será un concepto de física el que le permitirá llegar donde nadie ha llegado por medio de lo que se conoce como agujero de gusano (una fisura hipotética en el Universo a través del espacio y del tiempo). Nolan trabajó la realización visual de este agujero de gusano de forma conjunta entre científicos y realizadores de efectos especiales logrando la representación más fiel hasta el día de hoy se haya obtenido, merito para nada menor. De esta forma el relato se convierte en, además de una increíble aventura, un eterno devenir entre conceptos que nos son familiares y conceptos totalmente ajenos que obligan a referenciarlos de alguna forma. Y tal vez en este punto del film sea donde más se hace manifiesto un viejo vicio de Nolan: la sobreexplicación. Aunque es necesario admitir que los conceptos que se manejan son tan complejos para el espectador promedio que es entendible esta postura tal vez demasiado pedagógica. Las actuaciones sustentan un guión por momentos demasiado solemne que, acompañado por la música de su eterno compañero Hans Zimmer, termina por abrumar al espectador.Los leves toques de humor (con los que la obra del director no suele estar muy a gusto) están a cargo de los robots especialmente diseñados para evitar su caracter antropomórfico y basados en la arquitectura de Mies Van der Rohe. Interestelar es el resultado de un arduo trabajo de muchos años, sin embargo nunca termina de definir su impronta.Por momentos totalmente científica con una absoluta asepsia sentimental, por otros lacrimogena y rozando el melodrama.La tremenda obsesión de Nolan por la perfección acaba desdibujando a sus criaturas y privándolas de toda humanidad.Su film es grandilocuente por donde se lo mire: desde las estrellas que lo protagonizan, los efectos visuales, la musicalización abrumadora. El problema, justamente, radica en que en esa grandilocuencia el espectador se pierde y con él todo dejo de empatía con el relato. Los cuidados excesivos de los aspectos científicos han logrado que la factura del film sea impecable desde lo técnico, obteniéndose imagenes de una belleza increíble (sin llegar al nivel de Gravedad nuestro inmediato antecesor en el tema).La gran debilidad de su narrativa es el aspecto humano, donde Nolan no parece moverse con soltura presentándonos dialogos forzados y sentimentaloides de una forma torpe y poco convincente. Interestelar es un film con sus falencias, pero en el que Nolan asume el riesgo de mostrarnos un universo inexplorado que sin lugar a dudas debe ser disfrutado en la gran pantalla.
Inquietud Spielberg con estilo Nolan El director C. Nolan deja atrás la saga del superhéroe del comic (pero no a los héroes) y vuelve a la ciencia ficción con temas que sustentaron al genero en sus inicios, tiempo en el que las teorías de la evolución, las leyes de gravedad y viajes en el tiempo fundamentaban un género apasionante con el cual el cine intentaba buscar respuestas a lo desconocido e inexplicable. El relato se ubica en un escenario futuro y apocalípticos, pero sumamente verosímil, en el que la Tierra está llegando a su fin. Allí, un ingeniero y ex piloto de la Nasa que trabaja como granjero descubre junto a su hija un grupo de científicos y astronautas que lo invitan a embarcarse en la que puede ser la misión más importante de la historia de la humanidad, un viaje interestelar más allá de nuestra galaxia para descubrir un planeta que pueda albergar el futuro de la especie humana. Dicho padre deberá abandonar su familia en pos de la humanidad. Un viaje que para el cual deberá dejar a su familia en la tierra. Basado en las teorías sobre la relatividad del científico Kip Thorne (productor ejecutivo de la película), que afirma que los agujeros negros o de gusano no solo existen si no que se pueden usar como portales para viajar en el tiempo y en el espacio, Nolan desarrolla un relato ambicioso sentimental, dramático y visualmente imponente que indaga sobre el futuro de la humanidad en los confines del universo pero reflexionando sobre todo aquello que nos hace humanos. En su ambición temática mixtura conceptos científicos convincentes con temas tan eternos como la fe, el poder del amor, el instinto de supervivencia y el mundo que dejaremos a la próxima generación. Y lo hace a través de personajes mundanos interpretados por un elenco de lujo, como Matthew McConaughey (reconocida por su trabajo en True Detective), Anne Hathaway, Michael Cain y Jessica Chastain que vuelve verosímiles situaciones extremas y logra la empatía del espectador hasta absorberlo en la historia. Aunque inobjetable, en la perfección de sus rubros técnicos, la fotografía y puesta en escena de Interstellar es referencia obligada de la ganadora de varios Oscar Gravedad, de Alfonso Cuarón, sobre todo en el entorno galáctico, así como 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, del cual Nolan es ferviente admirador y rinde homenaje a través guiños como los robots de forma rectangular que completan la tripulación. Tal vez por eso, sea visualmente cautivante pero no sorprenda ni tenga el impacto que si tuvo El origen, para el cual también se guardó una cita sobre el final cuando vemos la nueva ciudad instalada sobre los anillos de saturno desafiando las leyes de gravedad. La sublime banda sonora, del consagrado Hans Zimmer, generando espacios sonoros que alternan melodías épicas con momentos de silencio, es determinante para crear la atmósfera de tensión y cautivar al espectador a lo largo del relato. Interestellar es audaz como los anteriores trabajos de Nolan, que cobra fuerza en los momentos dramáticos y las situaciones limites, con una vuelta de tuerca sobre el final con un futuro esperanzador para la raza humana que lo acerca de cierto modo al legado de Spielberg, cuya creatividad visual sirvió siempre para exponer sus mayores inquietudes sobre la fe, la familia y el futuro de la especie humana.
La fórmula del amor. Eso es lo que viene buscando Christopher Nolan en sus películas “personales” como la reciente EL ORIGEN y la actual, INTERESTELAR. No, el hombre no se dedica secretamente a las comedias románticas disfrazándolas de ciencia ficción. Lo que el británico busca en sus películas parece ser encontrar esa fórmula literalmente: la ecuación matemática, la que requiere de pizarrones, cálculos, conocimiento de física cuántica, teoría de la relatividad y diversas otras áreas de los altos estudios. Debe haber, supone Nolan, un número mágico que solucione todos estos asuntos aparentemente tan complicados: el pasado, el futuro, porqué los hijos se pelean con los padres, los padres con los hijos, las esposas suelen morirse antes de tiempo y Michael Caine no envejece nunca. Nolan está obsesionado con eso y, lamentablemente para todos nosotros, no parece que su búsqueda vaya a terminar pronto. INTERESTELAR, más que cualquier otra cosa, es una película de ciencia ficción en la que el más cerebral de los cineastas trata de explicarnos cuestiones como el amor y los sentimientos, y cómo nos alteran la vida –y las decisiones que tomamos– más allá de lo imaginable. Y no, no puede. Lo intenta de mil maneras: mezclando Isaac Newton con Dylan Thomas, los descubrimientos de Albert Einstein con textos que parecen sacados de canciones románticas de los ’80, una granja de película de los ’30 (o de la versión Shyamalan/Spielberg de la “América profunda”) con la visión futurista más enrevesada desde que a Stanley Kubrick se le dio por meterse con los malogrados “starchilds”. Impacta, por momentos, pero no mueve un pelo. interstelarEl modelo del director de EL CABALLERO DE LA NOCHE es Kubrick, sí, pero también Spielberg, EL MAGO DE OZ, el citado Shyamalan y toda la bibliografía que su hermano guionista encontró acerca de cómo la humanidad sobrevivirá el día que el planeta termine por partirse en mil pedazos. Pero los Nolan saben –aseguran que saben– que las películas sobre complejas soluciones científicas a asuntos humanos deben tener un eje, digamos, humano. El problema es que ése suele ser el lugar donde se les presentan todos los conflictos: cómo “bajar” una serie de ideas propias de una clase universitaria sobre Agujeros Negros, Fuerzas Gravitacionales y el Teorema de la Singularidad de Penrose-Hawking, y hacer un con eso un drama entre personas. Y no lo consiguen. El problema es que tampoco consiguen lo otro: transformar esas ideas en imágenes que funcionen por sí mismas. Asumamos que, como el propio Kubrick, Nolan es un cineasta frío que tiene dificultades para manejarse con las emociones humanas más clásicas y tratemos de disfrutar la película como una fascinante exploración interespacial pura y dura. Pero tampoco logra envolvernos en eso porque se ve obligado todo el tiempo a hacer algo que podríamos denominar techposition. En la jerga cinematográfica “exposition” es el término que se usa cuando los personajes más que dialogar se explican el uno al otro (y, fundamentalmente, a la audiencia) qué es lo que está sucediendo en la trama. En GAME OF THRONES, de hecho, inventaron un hermoso término que es la “sexposition” que no tiene que ver con posiciones sexuales sino con la cantidad de escenas en las que, mientras tienen sexo con bellas prostitutas que hacían dietas fibrosas en Westeros, los personajes se (y nos) explican lo que está pasando entre los Lannister, los Stark y la amenazante Daenerys Targaryen y su trío de díscolos dragones. interstelar4El techposition de los filmes de los Nolan es decididamente irritante y saca a cualquier espectador de la posibilidad de meterse de lleno en sus películas (salvo en las de Batman que, por suerte, casi que se explican solas). Un astronauta le cuenta a otro qué es lo que está haciendo cuando es obvio que es algo que deberían haber hablado antes, una escena dramática tiene que arruinarse con frases como “descubrieron cómo hacer nuestras tres dimensiones dentro de sus cinco dimensiones” (no pregunten, ya la escucharán) y sienten la necesidad de que todos los movimientos interplanetarios que los protagonistas hacen para salvar, ya no a la Tierra sino a sus habitantes, sean entendidos y puedan ser explicados en clase y aprobados por un profesor. No hace falta. La ciencia ficción tiene algo de magia y esa “fórmula” del amor debería tenerlo también. Solo basta mirar GRAVEDAD, la película de Alfonso Cuarón que con mínimas explicaciones técnicas nos ponía en cuerpo y alma allí con Sandra Bullock, su casco y sus cables, y no nos importaba demasiado si los chinos manejaban sus naves para la derecha o para la izquierda. O cualquier película hollywoodense en la que la “química” entre dos protagonistas no se explica en un pizarrón sino en las miradas entre un actor y otro, la forma de entenderse cuando hablan, en su sentido del humor compartido. Nolan no entiende qué quiere decir todo eso y tal vez no le importe. Quizás en el futuro descubra un brebaje que permita salvar a la humanidad del desastre –o al menos que Huracán logre volver a jugar en Primera de una vez por todas–, pero lo cierto que por ahora solo logra arruinar sus propias películas. interstelar3Y lo digo de una manera, si se quiere, dolorosa, porque es claro que Nolan es talentoso, es inteligente y hasta puede ser brillante. Pero no tiene sensibilidad alguna para tratar con personas. Se nos dice que INTERESTELAR es la historia de un grupo de astronautas que viaja a otras galaxias con la intención de encontrar un mundo habitable para la raza humana y se nos plantea, como conflicto principal, las dificultades de los protagonistas (Matthew McConaughey, especialmente) de separarse de sus seres queridos (sus hijos, ya que aquí también, mamá murió) en pos de un potencial bien a la humanidad –salvar a todos aún a costa de perder a los propios– o perecer en el intento. Pero en la película casi nunca se siente, emocionalmente, esa dualidad. Se habla (todos lo hacen, varias veces, hasta repitiendo un clásico poema de Thomas) y los personajes se plantean a sí mismos si deben hacer lo que les dicta la lógica o el corazón, pero casi nunca eso vibra como emoción real. No lo logra el talentoso Matthew ni la fácilmente lacrimógena Anne Hathaway, ni tampoco Jessica Chastain, que encarna a la hija de McConaughey (ya entenderán cómo) ni otros actores que aparecen “sorpresivamente” más adelante en la historia. La película puede tener imágenes fascinantes, pero así como al principio un personaje declara que la llegada a la Luna fue falsa –un invento para quebrar económicamente a la entonces Unión Soviética–, uno siente exactamente lo mismo viendo INTERESTELAR. Se le notan los hilos, los cables, la construcción. Es una película tragada por su propio guión, atorada por él, como si Christopher no pudiera decirle a su hermano Jonathan que no hace falta un chart que explique las paradojas espacio-temporales de los agujeros negros (al final, más que entenderlas nos confunden, aunque sería spoilear hablar de eso) y que si la película conecta y los personajes nos interesan, nos da igual cómo funciona el Campeonato Mundial de Galaxias y lo que tarda cada una en dar una vuelta sobre sí misma y ganar la Medalla de Oro… interstellar-6Spielberg lo sabe hacer como nadie –vean sino INTELIGENCIA ARTIFICIAL, que nos hace llorar a moco tendido y no recordamos los trucos que unieron a los personajes al final, y ni hablar de ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO que la entendí perfecto a los nueve años–, Cuarón está demostrando ser un maestro en este terreno y en algún momento hasta lo supo hacer Shyamalan. Pero Nolan no puede. Tal vez teme que el Ejército de Geeks con Anotadores y a la Armada de Ingenieros Espaciales vengan con sus propios PowerPoints a discutirles la relación entre un minuto en un agujero negro y un año en la Tierra, y entonces se ve obligado a mostrarnos que hizo los deberes. Los Nolan seguramente haya sido los mejores alumnos de todas las clases a las que concurrieron, de eso estoy convencido. Y seguramente también impresionaron a sus profesores con sus conocimientos. Lo que no creo es que hayan logrado interesar demasiado a sus compañeros “no especializados” con sus 500 páginas para explicar cómo funciona un ventilador de techo, digamos. Y ni hablar de su relación con el sexo opuesto: tan nerds y obsesionados con los detalles son que cualquier cosa que se parezca a una mujer o bien está muerta, o queda varada en el espacio, o es una madre o una hija, con quienes las relaciones son utópicas o conflictivas, pero que no incluyen nada parecido a lo sexual. El amor, para los Nolan, es una cosa que se pasa de padres a hijos, como los tomos de la Enciclopedia Británica o la Breve Historia del Tiempo, de Stephen Hawking. Estrechándoles las manos, claro, como buenos caballeros británicos que son.
La Tierra no da para más En un futuro aparentemente no muy lejano, el planeta se ha visto afectado por enormes plagas que no solo han destruido cosechas sino que ademas regaron la superficie del planeta con un polvo nocivo, por lo que la humanidad sufre de escasez de alimentos y de problemas respiratorios. La mayoría de los pobladores se limitan tan solo a sobrevivir, por lo que muchos han dejado de lado sus profesiones, como en el caso de Cooper (Matthew McConaughey) quien era un ingeniero y piloto de la NASA y forzosamente se convirtió en granjero. Cooper es viudo, vive con su suegro y sus dos hijos en una granja, hasta que es llamado nuevamente a su antiguo trabajo para integrar una misión que saldrá a explorar otras galaxias para encontrar un lugar habitable para el hombre. Lo interesante de esta misión, es que para recorrer esas enormes distancias utilizarán un agujero gusano recientemente descubierto que les permitirá no solo atravesar el espacio, sino también el tiempo. Cooper toma la difícil decisión de dejar a su familia, sin saber si volverá a verlos, con la esperanza de que encontrará un lugar donde podrán volver a reunirse. La historia es compleja y atraviesa varios temas: las calamidades sufridas por la humanidad, el drama familiar del protagonista, el de su hija a quien le cuesta perdonar que su padre se haya ido, el sacrificio de quienes integran la misión que han abandonado todo en pos de un bien mayor, y un secreto muy bien guardado durante mucho tiempo. Como si todo eso fuera poco, la trama se complica tratando de entender difíciles, pero interesantísimas teorías sobre viajes en el tiempo y dimensiones paralelas. Siguiendo la línea de Nolan, la de poner como protagonistas a héroes que sufren por su condición de tal y que no pueden disfrutar plenamente de sus logros porque siempre tienen una tragedia a cuestas, Cooper no es la excepción y es un hombre tan valiente como sufrido. El hecho de que se traten tantos temas marea un poco y nos desenfoca de la cuestión más interesante, que tiene que ver con la teoría de Kip S. Thorne, un físico que sostiene que los agujeros gusano existen y que a través de ellos se puede viajar en el tiempo. Visual y técnicamente la película es excelente, las imágenes del espacio son hermosas, y logran que por momentos el espectador pueda sumergirse en otra realidad. El elenco es un desfile casi interminable de estrellas que no paran de aparecer durante las casi tres horas que dura la historia: Michael Caine, Anne Hathaway, Wes Bentley, Matt Damon, Topher Grace, y Ellen Burstin, entre otros, donde se destacan Casey Affleck y Jessica Chastain como los hijos ya mayores de Cooper, que sufren en un mundo que se está extinguiendo y guardan la esperanza de volver a ver a su padre. Con un despliegue visual típico de un tanque Hollywoodense la película es impactante, aunque el guión falla un poco a la hora de mantener la tensión y si bien el final tiene una vuelta tan inesperada como interesante, es inevitable que la historia nos resulte un poco densa.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Muchas explicaciones y poca acción Interestelar plantea un futuro en el que la humanidad se enfrenta al probable colapso de la Tierra como lugar habitable. Las cosechas cada vez funcionan peor y el viento arrastra un polvo que daña de forma creciente. El futuro de la especie -si lo hay- debería estar más allá del planeta, más allá de la galaxia. A explorar el espacio, entonces. Para más detalles argumentales, la película. Christopher Nolan vuelve aquí a jugar con la idea de doblar el tiempo (y el espacio). Pero en realidad no juega: su cine de tonos graves y supuestamente cerebral expulsa incluso la idea de diversión. En Interestelar también expulsa la acción, aunque no se note a primera vista: es que la agrega de forma innecesaria, como un adorno superficial para que su film simule tener algo de suspenso o brío. Es que desde el principio, la película revela que sí habrá futuro para la humanidad. En los siguientes 169 minutos se suceden situaciones rimbombantes que escenifican "el inminente fin de la Tierra", "el sacrificio de padres por hijos y viceversa", "el altruismo", "el poder del amor" y otros temas gigantes (Nolan no se priva de golpear bajo), así como alambicadas explicaciones sobre física cuántica, Einstein, la relatividad, el tiempo, el espacio, la gravedad, los agujeros negros y las cinco dimensiones, todo al compás de la música a máximo volumen de Hans Zimmer. Antes que narrar, Nolan muestra imágenes que pretende explicar previamente, como si el cine fuera un manual de instrucciones. Así, a pesar del abuso de aforismos sobre las emociones, la familia y el amor, su relato permanece helado y mayormente paralizado. El riesgo del ridículo asoma con frecuencia (el grito doble de "Eureka"), e incluso en la estructura: el montaje alterno entre "el planeta helado" y el conflicto en la casa-granja apuesta por un suspenso extremadamente forzado. Nolan logra con esto que tropiecen actores normalmente eficientes o incluso brillantes: McConaughey está demasiado enfático en su acento sureño y Michael Caine, demasiado reiterativo en su predicación de Dylan Thomas. Diversas situaciones mal resueltas, como por ejemplo el efecto sobre un personaje de la ola del primer planeta explorado, prueban que al director se le dificulta la progresión narrativa, por más imágenes gigantes, libertad y presupuesto que tenga. Nolan apuesta fuerte, y en esa apuesta por contar una historia enorme seduce al principio, pero su sustento no va mucho más allá del tono solemne y del gigantismo. Lo más preocupante es que el éxito de propuestas como las de Nolan y las de sus acólitos empuja al cine hacia un modelo estéril y vacío, un cine cuyos mayores méritos pasan por la grandilocuencia, el alto presupuesto y las meras piruetas argumentales que intentan venderse como vehículos de sofisticación y profundidad.
Ciencia ficción para la gran pantalla La nueva película de Christopher Nolan propone una buena historia con un guión poco pretencioso que evita los lugares comunes del género. Un elenco de grandes actores acompaña el objetivo narrativo del director. Nueve largometrajes le alcanzan a Christopher Nolan para estar instalado como uno de los grandes referentes del cine actual. Amado de forma incondicional pero también odiado, Nolan sin duda deja su marca en cada película que hace. Prestigioso por el original film noir Memento, pero realmente popular por su inolvidable trilogía de Batman El caballero de la noche, la obra de Nolan siempre ha suscitado fascinación, admiración y, porque no decirlo, una gran cantidad de parodias, en particular con su película El origen. Muchos films y directores de ciencia ficción pueden aparecer cuando uno ve Interestelar (Steven Spielberg, Stanley Kubrick, Robert Zemeckis, Alfonso Cuarón), pero para ser justo con Nolan, hay que dejar que la película hable por sí misma y no en comparación con otras. Sí, es ciencia ficción y sí, es ambiciosa. No tiene prácticamente nada de humor y la película propone una narración importante. La buena noticia es que el guión no es confuso ni pretende dejar significados abiertos o de dudosa profundidad. También evita varios lugares comunes del género. La película está ambientada en un mundo cuyo cambio climático amenaza definitivamente con terminar con la humanidad. El protagonista vive en el campo con su hija, su hijo y su suegro. Ser agricultores es lo único que parece posible como trabajo, pero el único cultivo posible que queda es el maíz, y aun este parece tener los días contados. No parece haber esperanzas para la humanidad, hasta que la hija del protagonista lleva a su padre hasta las coordenadas que parecen haberle dictados unos seres misteriosos. Una nueva aventura a través del espacio parece ser la última chance para el mundo. Sería injusto con el espectador anticipar más cosas de la trama, pero si hay que destacar que Nolan prefiere la narración a cualquier otra tentación y que sostiene con muy buena mano todo el relato, lleno de misterio y suspenso. Los actores son un lujo, Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, John Lithgow son un elenco importante de verdad, algo que también le ha importado siempre a Nolan. Sí, la película no es post moderna ni auto paródica, pero eso no debería ser considerado un defecto, al contrario.La habilidad de narrador del director queda evidente en cada escena y por supuesto que el largometraje está llena de escenas deslumbrantes. Si hay que ver películas en el cine para apreciarlas en toda su magnitud, sin duda Interestelar es una de las que nació para la pantalla grande.
Un director que nos sorprendió con "Memento" y luego nos hizo disfrutar de la trilogía de Batman o inclusive fascinarnos con "El Origen" no nos iba a defraudar con su peli post murciélago. "Interestelar" es lo nuevo de Christopher Nolan, que a mi parecer, no es para todo el mundo... Una peli de trayecto lento, con diálogos y tonos de voz, que si no dormiste bien, te van a hacer pegar una regia siesta. Debo destacar que los últimos minutos de la historia me fascinaron. Ojo, el despliegue visual, la dirección, los efectos, y sobre todo la música, son para aplaudir de pie... Una peli que plantea ideas sobre la gravedad, el amor, la familia y las promesas en el tiempo, todo junto en 2 horas 45 (¿mucho no?). Igual, si sos fan de Nolan, te va a gustar, aunque tiene un mix de otros directores, como Shyamalan, Cuaron y Kubrick... En mi opinión (solo la mía), no es una película bien balanceada, pero se deja ver.
Un film donde Christopher Nolan rinde homenaje a las grandes películas del espacio. Por momentos resulta pretenciosa y grandilocuente, pero también tiene interés, intensidad y un reparto de estrellas más que llamativo. El argumento va desde el drama individual a la sentencia sobre la vida en la tierra. Pero además aborda la posibilidad de un túnel de gusano, para realizar saltos temporales hacia otra galaxia, un agujero negro, la teoría de las cuerdas, la materialización de más dimensiones de las que podemos percibir. Teorías fascinantes que se materializan con belleza y un costo increíble. Es cierto que por momentos se alarga sin necesidad, que tarda en entrar, que se le ven las intenciones de hacer una película trascendente, pero no se le puede negar calidad y entretenimiento. Con estos reparos y estas certezas,
Interestelar: el viaje imperdible Cada tanto en la historia del Séptimo Arte suelen aparecer individuos que parecen estar tocados por una varita mágica. Personajes que no tardan en "encantar" a la gente -por el motivo que sea- y que rápidamente despiertan un interés sobre su persona. El director Christopher Nolan es uno de ellos. Mientras muchos de sus colegas tardan décadas y varias películas en ser reconocidos, al inglés le bastó sólo con dos películas hacerlo. En 1997 su corto Doodlebug llamó bastante la atención, y un año más tarde, mientras todavía cursaba en la universidad, terminó su primer largometraje, Following, que se hizo de varios premios. Esto le valió empezar a jugar en las grandes ligas y se despachó con Memento - Recuerdos de un Crimen, que tuvo dos nominaciones al Oscar y, básicamente, le explotó la cabeza a todos. Su tercer film, Noches Blancas (Insomnia, 2002), remake de una película noruega de 1997, tuvo muy buena recepción, lo que hizo que Warner Bros. confiara en él para relanzar la franquicia de Batman (que venía de capa caída), apuesta que tuvo sus formidables ganancias. De ahí para adelante, empezó a filmar lo que quiso -El gran Truco", "El Origen"- y cada obra suya fue recibida con los brazos abiertos. Hay que decir que lo bueno de Chris es que viene con el combo completo, ya que dirige, escribe y produce; y trata casi siempre de rodearse de la misma gente para rodar sus películas: su hermano Jontahan para escribir historias, su esposa Emma para producir, Wally Pfister como director de fotografía, Hans Zimmer como compositor, Michael Caine actuando, y así. Ahora Nolan y sus compañeros nos llevan a pasear por el espacio con "Interestelar", 2014), un largometraje imperdible. Por culpa del hombre, en el futuro el cambio climático hace estragos en la Tierra. La agricultura fue afectada, lo único que se puede cosechar es maíz y tormentas de polvo azotan el planeta. Lentamente, la humanidad va camino a su extinción. Pero la aparición de un agujero de gusano, que permite llevar a cabo viajes sin las limitaciones del tiempo y la distancia, traerá una nueva esperanza. Un equipo de exploradores liderados por el piloto Cooper (Matthew McConaughey) se adentrará en él para poder encontrar un lugar en donde los seres humanos puedan sobrevivir. Hay que ser bastante claro con este film, este largometraje es más un drama que una película de ciencia ficción. Como en toda su filmografía, Nolan centraliza el foco en las relaciones humanas, en el comportamiento de los protagonistas de acuerdo a sus acciones. En este caso, entre un padre y su hija. Cooper debe emprender un viaje, del que no sabe si volverá, dejando a sus hijos atrás. ¿Serías capaz de tremendo sacrifico por el bien de la humanidad? ¿Dejarías de lado tu egoísmo y a los tuyos por un bien mayor? ¿Tomarías decisiones que te harían perder absolutamente todo? Estas son las cuestiones morales que se plantean y a las que cada uno de los personajes, a su modo, debe enfrentarse. Para remarcar: todo lo que tiene que ver con el espacio o cuestiones técnicas es impecable, y el elenco de lujo: McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine y Matt Damon, entre otros. Presten atención a la música de Hans Zimmer que nos lleva por todas las sensaciones y sentimientos posibles a lo largo del filme Christopher Nolan logró un film del que no se puede salir indemne, para bien o para mal. Interestelar te propone un viaje introspectivo del que no te podés bajar. Está en uno disfrutarlo y aprender de la experiencia.
CHRISTOPHER NOLAN nos lleva en un viaje fílmico impactante. Una poderosa experiencia visual y sonora, audaz desde su concepción, un paso más allá a la ciencia ficción tradicional. Un elenco de notables actores, se unen en esta emocionante aventura cinematográfica, que se presenta como "un clásico de culto instantáneo" El filme épico de ciencia ficción más grande e impactante de los últimos tiempos. Un antes y un después del género. Tan inteligente como emocional, es una película que no dejará indiferentes a ningún espectador.
En el mundo Nolan no existe la fantasía. Todo debe tener su razón realista y científicamente comprobada. Y si aparece algo fantasioso, lo hace para justificar aquellas cosas que todavía no poseen alguna explicación. Nolan es un gran director e "Interstellar" es la exteriorización más profunda del nerd que lleva adentro. Una propuesta tan desconcertante como apasionante, pero, sobre todas las cosas, un poema cinematográfico sobre el amor.
Nolan lucha contra sí mismo En su artículo de opinión Ninguna obra maestra, Mex Faliero había dejado bien explícito uno de los problemas más graves de El origen, probablemente la obra más emblemática, representativa y respetada -junto a Batman: el caballero de la noche- de Christopher Nolan, además de la más sobrevalorada: era notable la falsedad que denotaba al querer disfrazarse de thriller sofisticado, intelectual e ingenioso, cuando en verdad era básicamente la historia de un tipo tratando de dejar atrás el fantasma de su esposa. En Interestelar se detecta algo parecido, aunque no de manera tan molesta y pedante: cuando vamos retirando las capas de pesada reflexión sobre el tiempo, el espacio, el concepto de humanidad, la ética, la moral y un largo etcétera, a través de ese viaje que rompe las reglas espacio-temporales para encontrar un nuevo hogar para la humanidad -en vías de extinción debido al deterioro de la Tierra-, lo que queda es simplemente el relato de un padre (Matthew McConaughey) buscando regresar junto a su hija luego de una larga aventura. En entrevistas previas al estreno, Nolan parecía consciente del fondo del asunto, explicando que Interestelar era en su raíz una historia de amor paterno-filial. Pero claro, el inconveniente es que Nolan es Nolan, entonces no puede ser simple ni lineal; tiene que ser “complejo” y cargar a su film de todo un ensamblaje de teorías científicas, de varios apuntes filosóficos, de una multitud de personajes con sus respectivas subtramas, de diálogos que explican lo que ya se ve o que en vez de aclarar determinadas cuestiones las enredan aún más. Ahí tenemos, por ejemplo, el debate entre los personajes de McConaughey y Anne Hathaway sobre las implicancias científicas y filosóficas referidas al amor y su influencia a la hora de tomar decisiones, que dan ganas de gritarle a la pantalla “¡por favor, dejen de hablar y hagan algo!”. En cierto modo, Nolan es como Michael Bay: mientras el realizador de Transformers te aturde -y hasta te insensibiliza- con explosiones, el de El gran truco lo hace a base de reflexiones intelectualoides de segunda mano. Hay un tópico, un factor en común que ha atravesado toda la filmografía de Nolan y es el de la culpa: los protagonistas de sus diversas películas son gente que toman decisiones importantes -para bien o para mal- y que deben hacerse cargo de las consecuencias, porque siempre a cada acción hay una reacción. La cuestión en su cine ha sido siempre cómo trasladar a la pantalla, a los dispositivos narrativos y estéticos, esos relatos de aprendizaje, donde cada personaje va construyendo, reafirmando y modificando su identidad a partir de sus acciones. En Batman: el caballero de la noche, por ejemplo, los personajes crecen en complejidad a partir de la forma en que accionan, la imprevisibilidad y/o ambigüedad con que se desempeñan, y eso se contagia a la puesta en escena, con una Ciudad Gótica repleta de matices, en la que el paisaje urbano se transforma en un campo de batalla. Por el contrario, durante dos tercios de su metraje, Interestelar no termina de funcionar ni como drama familiar ni como aventura de ciencia ficción: para ambos géneros carece de genuina emoción y vitalidad, y eso se traslada a su aspecto visual. De hecho, los mundos que va presentando -otra vez el director recurre a la acumulación de superficies, como en El origen- son chatos, poco imaginativos y el uso de los planos generales no alcanza para impactar en el espectador. Nolan queda en consecuencia lejos de la arriesgada sensibilidad de Danny Boyle en Sunshine – alerta solar o la magnificencia audiovisual de los planos secuencia de Alfonso Cuarón en Gravedad. Por suerte, cuando Interestelar parecía condenada a enredarse en improductivos giros en sus tramas situadas en diferentes ejes espacio-temporales (lo del personaje de Matt Damon es la cima de la arbitrariedad), Nolan se da cuenta de manera cabal hacia dónde tiene que apuntar el relato, despreocupándose por disfrazar con citas a la Teoría de la Relatividad o a la labor teórica de Kip Thorne lo que casi desde el comienzo es un final previsible. Allí aparece, un poco a cuentagotas, aún con bastantes tropiezos -el guión sigue empeñándose en explicar casi todo, hasta las emociones, corriendo el riesgo de precisamente anular esas emociones-, un mayor compromiso con lo que les pasa a los personajes, con sus deseos, sus frustraciones y contradicciones. Ahí la película demuestra tener un alma, algo real y tangible que contar, un deseo por conectar con el espectador más allá de lo discursivo y eso se contagia a su estética, que cobra algo más de riesgo e inventiva, sin que por eso sea realmente innovadora. Film desparejo, con varios tramos aburridos, Interestelar termina redondeando su anécdota a puro empuje y hasta la favorece el hecho de que crece en los tramos finales, que son los que terminan quedando en la memoria del espectador. Es también una obra donde Nolan evidencia sus dilemas internos, su necesidad casi ególatra de parecer importante e inteligente, siempre desde la más absoluta frialdad, en contraposición a su capacidad para contagiar al público a través de la narración. Da para preguntarse si resiste una segunda visión, si se sostiene realmente como espectáculo y como relato, y cómo puede ser recibida por el público. No hay que dejar de tener en cuenta que Nolan ha sabido interpretar muy bien la demanda de un amplio rango de espectadores por ver films “importantes”, despreciando la herencia de Steven Spielberg y avalando la dejada por Stanley Kubrick. Viendo Interestelar, a pesar de las declaraciones de Nolan -quien afirmó tener como referencia a películas como Tiburón o Encuentros cercanos de tercer tipo-, uno no puede dejar de pensar que el realizador tuvo más en cuenta a 2001: odisea del espacio. No son extraños entonces sus problemas para lograr emociones reales y tangibles.
Planeta equivocado El inglés Christopher Nolan movió una serie de hilos en el cine contemporáneo sin conseguir algo así como un sello definitivo. ¿Cuál es el verdadero Nolan? ¿El de la calculada paranoia en Memento e Insomnia? ¿El de la trilogía Batman? ¿El de la ambiciosa Inception? La odisea espacial (otra y van) Interestelar debe un poco a las tres categorías, con preguntas esencialmente humanas que muestran la huella (sí, también en Nolan) del reciente cine de Terrence Malick. El giro se resalta con el protagónico de Matthew McConaughey, quizás el más “humano” de los actores que cotizan en Hollywood; pero el refuerzo no hace más que abonar confusión. Como relato de ciencia ficción, Interestelar deja gusto a poco; como espectáculo para la pantalla, excede el antecedente de Inception. En un planeta Tierra que se tornó inhabitable, Cooper (McConaughey), un astronauta retirado, llega accidentalmente a un laboratorio de la NASA donde un antiguo colega, el profesor Brand (Michael Caine), estudia un agujero negro a través del cual, mediante ayuda supuestamente extraterrestre, se persigue el estudio de planetas habitables en otras galaxias. Cooper lidera una misión que recala en una serie de colonias; la más similar a la Tierra tiene un desfasaje considerable: una hora allí equivale a siete terrestres. Habitar ese planeta supone el desarraigo de sus hijos. En el diálogo más memorable, Cooper le dice a su hija (a quien verá en distintas etapas como niña, como Jessica Chastain y como Ellen Burstyn) que ser padre es saber que algún día los hijos llorarán a un fantasma. La frase es clave, una idea tan fuerte que Nolan desaprovecha con un despilfarro de situaciones al borde del ridículo. Visualmente impactante, con escenas rodadas en locaciones de Islandia que bien podrían pasar por escenarios de otra galaxia, Interestelar falla a nivel narrativo, ya sea por un guión que no fluye o por las dificultades del director para inyectarles nervio a sus pretensiones.
Un film paradójico: es un bodrio, pero tiene tres o cuatro secuencias muy buenas y una es memorable. Al igual que en la tardía secuencia en la que una nave espacial tiene que acoplarse a la estación espacial Endurance en una galaxia lejana y no lo logra (un estéril pasaje de suspenso), Interestelar, fantasía científica filtrada por una reivindicación clásica de la institución familiar, tampoco consigue acoplar coherentemente su curiosidad por la astrofísica con el amor filial, fallida conexión a veces matizada sin gran eficacia por la poesía de Dylan Thomas. Si, como se dice aquí, en ciertas circunstancias la especie importa más que el individuo, las grandes ideas también parecen tener aquí prioridad respecto del cine. Un travelling lateral de izquierda a derecha sobre una biblioteca. Ese es el plano inicial, del que nadie podrá inferir la importancia cósmica de esos estantes. Lo mismo sucederá con el significado (metafórico) de la palabra “fantasma”, que obsesiona a Murph, la inquieta hija preadolescente del ingeniero y astronauta Cooper, devenido en granjero, que idolatra aún el conocimiento científico en una época posapocalíptica del mundo. En estas coordenadas históricas y materiales, la agricultura se impone por la fuerza: producir alimento es infinitamente más necesario que explorar el espacio. Aparentemente, la tierra está exhausta, y sobrevivir es un imperativo. En verdad, los sobrevivientes de una catástrofe que permanece en fuera de campo no lo saben: a la biosfera le quedan pocos años. Ya sea un fantasma o una entidad inteligente de otro mundo, no hay duda de que Murph recibe mensajes, y cuando Cooper descifre uno de ellos terminará liderando una misión a otra galaxia para salvar a la humanidad. Es un viaje en el espacio, pero también un viaje en el tiempo. Durante la misión, sus dos hijos en la Tierra envejecerán mientras él y tres miembros más de la NASA viajen por las estrellas en búsqueda de un planeta habitable. Por cierto: el pasaje en el que Cooper deja su casa y, elipsis mediante, aparece sentado en la nave despegando rumbo al infinito es uno de los buenos momentos del film. Habrá algunos más, en especial aquel en el que Cooper visitará el interior de un agujero negro, instante glorioso en el que se puede verificar el poder del cine posfotográfico de nuestro tiempo. Con un buen software, cualquier evento especulativo es susceptible de representarse. En efecto, Cooper moviéndose a través de la misteriosa estructura geométrica de un hoyo negro resulta una poesía visual abstracta difícil de olvidar. ¡Esa secuencia es la película! La percepción y su distorsión es el tema común a casi todas las películas de Christopher Nolan: el problema de la memoria en Memento, la modificación perceptiva incitada por el clima en el protagonista de Noches blancas, la perspectiva paranoica y psicotizante, respectivamente, de las dos primeras películas sobre Batman, el arte de la ilusión óptica en El truco final y el dilema epistemológico en El origen, en donde establecer un criterio de demarcación entre la conciencia onírica y la conciencia de vigilia es (cartesianamente) imposible. Interestelar no es la excepción, pues aquí directamente se trata de la adaptación a una mutación visual del espacio-tiempo. La normalización de otro sistema de organización del espacio se insinúa al final. Como en El origen, ya no como producto de un sueño sino como una forma concreta de la percepción, aquí el espacio se vuelve a plegar y curvar hacia arriba, una inquietud topológica reiterada en Nolan. En la poética de Nolan, el montaje cruzado es una marca autoral, lo que no significa que estemos frente a un discípulo aplicado de Griffith. Aquí, como en otros de sus films, el ida y vuelta se vuelve esquemático. Cooper batallando en el cielo mientras su hija (ya de grande) intenta descifrar un acertijo cósmico en la habitación de su casa paterna en la Tierra es indirectamente una demostración física de que cada película suya son varias películas diseminadas, reunidas, a menudo, sin la menor elegancia. El paralelismo que establece entre las explosiones cósmicas y el incendio en la Tierra no solamente es forzoso (y en la estructura narrativa, asimétrico), sino que prepara paulatinamente (y por un mandato del guión) tanto la intersección entre dos universos distanciados por una escala de espacio-tiempo inconmensurable (que articula filosóficamente la trama) como la reunión afectiva de sus dos personajes más importantes, en la que la película ordena su fuerza melodramática. Lo mejor de Interestelar reside en el placer de jugar narrativamente con la astrofísica gravitacional relativista de Kip Thorne: toda la especulación sobre la posibilidad de viajar en el tiempo, como también la incorporación en ciertos diálogos de conceptos como “agujero de gusanos”, “singularidad desnuda” y la afirmación de que “es imposible viajar hacia atrás en el tiempo” remiten al notable físico estadounidense, tópicos que pueden aburrir soberanamente a algunos sin predisposición a los misterios físicos del cosmos. Para alivianar esa exigencia teorética, como es de esperar, se apelará a la sensiblería hollywoodense. El amor (paterno) es aquí una fuerza mayor que la gravedad y no faltarán las protocolares escenas familiares, siempre acompañadas por los acordes musicales de Hans Zimmer, para recordarnos que la institución familiar es tan universal como la bandera de Estados Unidos flameando en una galaxia desconocida.
Esto ya le había pasado a Christopher Nolan en “El Origen”, lo de contar una historia que ponía en evidencia sus limitaciones como autor y por lo tanto, como director. Sus ideas de guión, cuando superan el nivel de ambición promedio que maneja, necesitan de un acompañamiento visual y técnico total y su película se empasta. Todo se muestra mientras se cuenta, no hay lugar para el misterio y lo que está sucediendo debe ‘cerrarle’ al espectador, a quien Nolan no le deja escapatoria, amplificándoselo en la cara: con la música, con la emoción, con el trabajo de los actores (es sorprendente ver actores medidos y de perfil bajo como Matthew McConaughey y Jessica Chastain en una cruzada sentimental que, den tan premeditada, termina por amputar sus dotes interpretativos). Esta debilidad encuentra en “Interestelar” su punto máximo en un momento -llamémoslo ‘el de la biblioteca sobre el final’- que precisa inevitablemente de la comprensión del público, y lo que hace el director es servírselo en bandeja, sin consideración de lo anteriormente acontecido y revelando la arbitrariedad de gran parte de la trama. “Interestelar” no tiene en principio nada que ver con las temáticas que Nolan filmó antes, pero sí comparte con “El Origen” la sensación de que estamos ante algo importante. Y si esa sensación ya la percibíamos antes de ingresar a la sala, la película se asegura de que no dejemos de tenerla en el cuerpo. Se trata de otro film revestido, cargado de sentido desde afuera (de la expectativa ante algo nuevo de un tipo como Nolan, siempre en la fina línea entre el lugar de ‘autor’ y el de un realizador más) y desde adentro, con todo lo que la historia nos quiere contar y cómo lo hace. ¿Viaje al espacio? ¿Abandonar la tierra para no morir en ella? ¿Una nueva vida en una nueva galaxia? ¿Data cuántica? De todo esto nos está hablando “Interestelar”, con la familia y el sacrificio por amor como telón de fondo. ¿No debería ser al revés? El tema de una película, sobretodo en los grandes entretenimientos, se halla adecuadamente en los dominios del corazón y de los valores universales, y aunque nadie lo subraya, siempre sale a flote. Es el centro no declarado. Sin embargo, en “Interestelar” (como en “El Origen”) lo central, de repente indisimulable, ocupa una posición indiscutible, dejando mal parada a la temática de fondo, volviéndola incluso risible, como sucede con todo el tratamiento emotivo de esta película que no llega a ganar un lugar porque lo otro es más pesado; porque a Nolan le importa más y nos lo quiere decir aunque se le escape de las manos, diciéndolo mal o sin gracia. Se podrá argumentar que se trata de un entretenimiento y que así hay que analizarlo, sin darle tanta vuelta. Pero me parece una salida fácil porque hay un director que no puede admitir estas cuestiones como algo menor; como una excusa para contar otra cosa. Ya lo hacía “Gravedad”, cuyos planos más cuestionados –aunque poéticos al fin- no hacían otra cosa que recalcar su innegable centro emocional, que Cuarón supo acompañar dándonos una aventura espacial con pulso y tensión humana. ¿Eso es poca cosa? En “Interestelar” ni siquiera se siente la adrenalina de viajar al espacio. Es más, tampoco le interesa a Nolan que técnicamente eso sea verosímil, cuando hoy el cine y en una producción de esta envergadura le otorgaban lugar para mayor espectacularidad en este punto –de nuevo “Gravedad”, que nos mostró el espacio como jamás lo vimos-. La película, interesada porque nos enteremos de ‘otra cosa’, deja de lado ese momento cabal de entretenimiento. Entonces no: no puedo ver el film únicamente desde esa óptica porque no me parece que haya sido construido así y no califica del todo para ese tipo de análisis. Vayamos por un segundo a “2001: Odisea en el espacio”, que fue y será todo lo que se nos ocurra pero, ¿entretenida? En este lugar se la puede emparentar con lo último de Nolan, puesto que Kubrick jamás escondió sus raíces filosóficas, pero la película daba herramientas como para disparar y analizar después si uno tomaba esa decisión. No así “Interestelar”, que lo tiene a Michael Caine desglosando ecuaciones –al igual que en “El Origen”- que a fin de cuentas son un gran engaño. Todo lo que Nolan quiere decir, aunque atado con moño en una primera impresión, baja hacia este lado de la pantalla con dudas. Y si vos dudás Christopher, nosotros desconfiamos y no nos generás un interés genuino. Incluso me pregunto hoy algo que es peor: si Nolan realmente quiere que discutamos estos temas. La ciencia ficción siempre invita a pensar. Me pregunto sinceramente si, como hacía con el trompo en “El Origen”, su intención es que no salgamos de su cabeza; que veamos y sepamos sólo lo que él pretende y que creamos, entusiasmados, que con eso alcanza. Porque si hay algo que Nolan hace bien es meternos en una montaña rusa. Su manera de acumular información sin bajar el ritmo ni un segundo, volviéndose imparable sobre el final, ni siquiera nos deja procesar lo que acabamos de ver. Su proceder es ingenioso y el impacto es fuerte. Deberíamos probar no sucumbir ante ese impacto; no dejarnos avasallar por toda esa ametralladora temático-visual y dejar reposar “Interestelar” para preguntarnos: 1-¿Qué nos está diciendo?; 2-¿Cuán interesante es?; 3-¿Quiero saber más? 1-Un cúmulo de barrabasadas que se posan como fundamentales y hacen quedar a “Avatar” como obra maestra. 2-Poco. 3-No, y temo no encontrar mucho en el fondo. Veamos más. Se te puede ir todo a la cabeza, pasándote de rosca y dando un paso en falso. Ni más ni menos lo que podría decirse que le pasó a Aronofsky con “Noé” (“The Fountain” fue un fracaso comercial pero su ambición temática y de género era mucho más noble y despertaba genuino interés). La cuestión es que Nolan ya lo hizo dos veces…descaradamente. Hay que tener cuidado (nosotros desde la crítica y el público por su parte) con el lugar en el que ponemos a lo directores. Cuando Todd Phillips venía infladísimo de “Qué paso ayer”, se estrenó “Todo un parto”. Se dijeron cosas excesivas de la película y se pudo comprobar con el cierre de aquella trilogía que quizá la celebración no era para tanto. No voy a decir que no hay discusiones tras este estreno: podemos hablar sobe el género de ciencia ficción, la sobrevaloración de un realizador, el peligro de la expectativa a la hora de evaluar un film. Quiero creer que el cine también es toda esta posibilidad de debate, y en eso Nolan nos volvió a sacudir un poquito. Le damos un punto por eso.
Endurance Test En un momento de la divertidísima Starcrash, de Luigi Cozzi (léase, el rip-off italiano de Star Wars), Akton, el Han Solo de cabotaje interpretado por Marjoe Gotner, quien porta una porra ricitos-de-oro tan increíble como la historia de vida de ese actor, debidamente documentada en la excelente Marjoe, demuestra que sabía que uno de los personajes era en realidad un traidor. A esto, la low-budget Leia, llamada Stella Star (!), le responde: “Entonces, ¡podés ver el futuro!”. Esa elucubración por parte de Stella, que no tiene ningún tipo de razón de ser, se convierte en otro elemento involuntariamente gracioso de una película hermosamente berreta y llena de efectos especiales truncos, escenografías de cartón pintado y muchas luces de colores, pero con un espíritu festivo que se contagia en todo momento (el Luke Skywalker de esta película está interpretado por ¡David Hasselhoff!). Incoherencias de ese tipo hay a montones en Interestelar. El problema es que acá no resultan adorables porque están impregnadas, como cada segundo de la película, de la autoimportancia y pedantería de un director como Christopher Nolan, quien goza de una legión de fanáticos a los que el hecho de que a uno no le guste su obra les parece algo inconcebible y digno del peor de los escarnios. Sí, el fanático nolanista medio es de llenar de comments agresivos las notas en contra de películas de Nolan (la gran crítica estadounidense Stephanie Zacharek sigue recibiendo insultos vía comment en casi todos los artículos que escribe en medios que incluyen comentarios de usuarios porque osó hablar mal de El origen cuando se estrenó, y ahora anduvo recibiendo una buena cuota de ellos porque tampoco le gustó Interestelar). Y este fanatismo desatado también es compartido por varios críticos: con motivo del estreno de Interestelar, pudimos ver disparates tales como reconocer las montones de fallas que tiene la película pero sugerir hacer la vista gorda y terminar poniéndole un puntaje de cuatro estrellitas y media sobre cinco (la cual se puede leer acá) o hablar de la “perfección intrínseca” de la película y tratar de “palurdos” a quienes optan por ver otro tipo de películas pertenecientes a una cultura supuestamente más baja (ver aquí) que aquella a la que Nolan pertenece. Y esto último está en perfecta concordancia con el cine de Nolan en general y con Interestelar en particular. Aquí Nolan hace todo tipo de esfuerzos como para quedar como un erudito; como un tipo instruido que hace un cine intelectualmente superior a la media. Ahí tenemos su supuesto “realismo”, porque no vaya a ser cosa que nos rebajemos a la aventura. Ahí lo tenemos citando TRES VECES a Dylan Thomas y una a Joseph Conrad (“Esto es un ‘corazón de las tinieblas’ literal”, dice un personaje). Ahí tenemos esa arrogancia supina que lo hace, por ejemplo, renunciar completamente (e incluso explicitándolo con aquello de la programación en los robots) a cualquier atisbo de humor, porque el humor, según pareciera creer Nolan, está reservado a aquellas películas “para la gilada” que ponen escenas post-créditos y que, según dijo hace unos días para seguir manteniendo su tan mentada pedantería, “no son verdaderas películas” (estoy completamente convencido de que hay muchísimo más cine en la escena post-créditos de Guardianes en la galaxia que en toda Interestelar). Todo en la película es pesado, moroso, importante, grandote: Nolan nos machaca en todo momento con imágenes enormes e imponentes (lo cual no significa que Nolan filme bien; la escena del planeta con agua, por ejemplo, está pésimamente resuelta y todo lo que sucede en ella es confuso), con música (y silencios) grandilocuente(s), con actuaciones que son el colmo de la afectación (a McConaughey, quien aquí está pésimo, no se le entiende nada de lo que dice), con (supuestas) emociones desbordadas en forma de líneas de diálogo (de parrafadas, más bien) que, si aparecieran en una película de Eliseo Subiela, a todos los que las celebran en esta película seguramente les resultarían ridículas. Y aquí está una de las falencias más grandes de Nolan: el tipo no narra bien. Lo siento, muchachos, pero alguien que necesite explicar en diálogos absolutamente todo lo que pasa para que se entienda -esto ya estaba en El origen, una película que bien podría haber existido solo en audiolibro- y que desconfíe totalmente del poder narrativo de las imágenes, los gestos y las miradas no es un buen narrador. Además, Interestelar está construida en base a una serie de caprichos de guión: aquel montaje paralelo que se come buena parte de la película pareciera estar ahí como para demostrar una supuesta maestría narrativa por parte de los Nolan, pero es pura ostentación, y todo está forzado. Y Nolan y su hermano y coguionista Jonathan siempre fueron maestros de la trampa guionística, pero en Interestelar llevan todo esto hasta límites canallescos, especialmente en los últimos cincuenta minutos, que son el colmo de la arbitrariedad (pero no una arbitrariedad hitchockeana, es decir, juguetona; lo lúdico es ajeno al universo Nolan) y el Nolan ex machina; una sucesión de coincidencias que, nuevamente, resultarían inaceptables en cualquier otra película. Nada de lo que sucede en la película pareciera darse de forma natural, sino más bien “porque lo dice el guión”, pero el último acto de Interestelar es el colmo de la chantada.
Para muchos, Christopher Nolan es un genio del cine. Quien esto escribe cree que tiene algunas buenas películas (la segunda de sus “Batman”, por ejemplo, la subvalorada “El gran truco”), y considera que Nolan ha sido deglutido por las palabras y las vueltas de tuerca. En efecto: “Interestelar”, una especie de aventura épico-ecológico-moral-trascendente y que lleva al plano del espacio exterior el ingenio solemne de “El origen”, muestra a tal punto las falencias del realizador que el asunto se torna alarmante. Más allá de su absoluta falta de humor, de su pretensión profética –se puede tener y hacer al mismo tiempo un film atractivo, véase “The Matrix”–, el problema de Nolan es que no tiene la menor idea de cómo transformar las palabras que le vienen a la cabeza en imágenes. Así, para que entendamos qué va a pasar en una escena, aparecen cinco o seis explicaciones. Y, como en “El origen” –pero ya en el paroxismo de la estulticia–, cuando algo es ilógico saca una nueva regla para que cuaje. El problema es que todo se dice y nada se muestra, que no somos nosotros quienes entendemos sino él quien nos expone (a la abulia). Incluso la fallida “Trascendence”, que Nolan produjo, es más concisa e interesante que este film. No diga que no le avisamos.
La Tierra sigue en peligro Larga y grandilocuente, a esta incursión de Christopher Nolan en la ciencia ficción le sobran palabras y zona oscuras. Estamos en la Tierra, en un futuro cercano. Como siempre, todo mal. Los alimentos están por extinguirse. Un chacarero, que fue piloto de la Nasa, es convocado para una misión extrema: deberá encontrar a un planeta para poder mudarnos. Viento y polvo invaden todo y hay que salir al espacio a buscar nuevas casas. Y sale. Como el tiempo transcurre a distinta velocidad aquí y allá lejos, los juegos y las sorpresas son muchas. Los momentos en tierra muestran la mano firme de un director que sabe contar. Pero en el espacio las escenas se alargan, las explicaciones científicas abruman, todo se estira. Nolan aprovecha la historia para ir y volver del presente. “Estamos aquí para ser recuerdo de nuestros hijos”, dice el protagonista. Y el film salta entre los géneros para darnos otra fabula bien pensante sobre el amor paternal, la familia, el poder destructivo del hombre y el misterio del universo. “Interestelar” plantea muchas preguntas, pero las respuestas que aportan son confusas y antojadizas. ¿Saben cómo se salvará el planeta”. Gracias a una nena y un fantasma.
Pasará lo que tenga que pasar Christopher Nolan vuelve al ruedo tras dos años para sumergirnos en una odisea visual de las que fascinan y de las que además dan que hablar. Su cine viene dividiendo aguas, y esta no es la excepción, incluso es factible que se trate de su obra más compleja y audaz. Interstellar para muchos representa una pericia impresionante e inolvidable; para otros (probablemente los que se agrupen en la minoría), una cinta discutible. Dentro de este último bando, existen quienes se jactan de que el director apela a un lenguaje demasiado científico, acusándolo de rebuscado. Si bien es cierto que en determinados pasajes da la sensación de que cuesta un poco asimilar tanta información, es atinado remarcar que este modo de presentar los acontecimientos, con sus explicaciones y con todo lo que concierna a la teoría cuántica, es el más serio y correcto para enfocar el tipo de cuestiones que el relato aborda. Lo que los hermanos Nolan exhiben en pantalla suena convincente, creíble, serio y a la vez apasiona. La Tierra está llegando a su fin y se recurre a una arriesgada misión que se encuentra encabezada por el ingeniero-granjero Cooper (Matthew McConaughey) junto a Amelia (Anne Hatthaway), quienes emprenden un viaje hacia más allá de nuestra galaxia con el fin de hallar respuestas que permitan salvar a la humanidad. Lo que el espectador más espera es el momento del gran despegue, ese que lo interiorice y lo haga suspenderse más allá de las estrellas a la par de los protagonistas. Pero al contrario de lo que dice el dicho, esta vez lo bueno no tarda en llegar, dado que el prólogo también forma parte de lo atractivo; resulta fundamental la presentación de los personajes, sus vivencias, inquietudes y los dilemas que deben enfrentar. Todo esto se hace manifiesto en lo que opera como introducción a lo que viene después. Tiempo sobra para que quedemos boyando en el espacio, puesto que Interstellar se extiende a una duración de 169 minutos que, pese a lo fuerte que retumba ese número de primera impresión, no abruman en densidades que nos desconecten con la narración. En este aspecto es importante destacar el cómo, en referencia a lo que se cuenta, y qué mejor que la mano de Nolan para dotar a la cinta de una inmensa cantidad de instancias memorables, con diálogos que conservan el eco en la mente del público incluso minutos después de terminada la función. Pero el trabajo superlativo del realizador de entregas como Memento o The Prestige no queda aislado de todo lo que lo rodea y acompaña con la misma vibra, con el mismo poder de enlace. Es aquí donde interviene la banda sonora, a cargo de Hans Zimmer, casi omnipresente y fortaleciendo aún más la potencia de las imágenes y la profundidad de los eventos. Interstellar funciona como un bombardeo apabullante (haciendo uso de la palabra en un sentido positivo) de secuencias que halagan y estimulan lo sensorial. Es difícil no caer en la comparación con 2001: A Space Odyssey, aquella película de culto de Stanley Kubrick, puesto que una y otra proyección tienen puntos en común, pero también resulta válido encontrar similitudes o guiños de Interstellar con obras precedentes de su director. Esto podría explicarse en tramos en los que Nolan juega con la correlación del tiempo entre una fase y otra (en el espacio y en la Tierra), así como lo hacía en Inception, en la que marcaba la diferencia entre el pasaje de las horas entre el mundo onírico y el real. Este elemento que tan bien maneja el nacido en Londres sirve para acrecentar el grado de rigidez y de nervio de la historia en sí, y dotarla de opresión. El film no se limita únicamente a la ciencia ficción “hard”, con lo técnico de sus explicaciones y sus postulados, además excava en lo afectivo y adquiere un valor emocional significativo cada vez que se vuelca a lo dramático. El vínculo paterno-filial pisa fuerte, cala hondo y ejerce como empuje o motor de las acciones de nuestra figura central. Es entonces donde se luce Matthew McConaughey, con una interpretación nuevamente soberbia, dando muestra una vez más de lo que puede llegar a dar a base de una admirable capacidad gestual y una presencia sólida. Cuando la aventura espacial da inicio y el observador finalmente se mete de lleno en esa odisea, las sensaciones y la postura cambian. A partir de allí todo va mutando hacia lo que podría denominarse cine-experiencia, algo que le cabe asimismo a Gravity. El viaje es único, excitante y a la vez claustrofóbico. Existen escenas en que todo se percibe sofocante, asfixiante y angustiante, siendo éstas unas impresiones que no se viven de forma seguida en el cine. Nolan se da el gusto de añadirle giros argumentales que le otorguen un poco más de tensión al asunto, y nos exaspera a través de un recorrido incierto por el orden de lo cósmico, insertándonos en diferentes planetas, agujeros de gusano, agujeros negros y momentos en los que lo psicodélico y lo tétrico también encuentran su espacio para presentarse. Interstellar es tan abarcadora que escribir sobre ella se hace complicado. Representa la fusión del drama con la ficción, el brote de los sentimientos con el refuerzo de lo que comprende el apartado técnico de imágenes y sonido. Es una experiencia gratificante, pero sobre todo apasionante y con corazón. LO MEJOR: el modo en que se cuenta la historia. Lo emotivo, el viaje espacial intenso y la experiencia única en la que se sumerge al espectador. La banda sonora. Las actuaciones y la mano de los hermanos Nolan para combinar el cine de autor con una producción enorme. LO PEOR: cuesta un poco acostumbrarse a las primeras explicaciones técnicas. PUNTAJE: 10
Si no quieres pensar, no veas esta película. Con esa premisa debes entrar con cautela a ver Interstellar, de Christopher Nolan, porque es un filme de proporciones épicas, de esos que no dejan indiferente a cualquiera. He leído diferentes críticas acusando al filme de pretencioso, lleno de fantasía y de irse por la salida fácil para reconciliar un guión muy familiar para lo que nos tiene acostumbrado el cineasta. Hay que aclarar que en un principio este filme iba a ser dirigido por Spielberg, cuyas películas son moralistas y familiares, y acá abunda eso en el guión al establecer las relaciones filiales (padre-hija principalmente) como uno de los puntos fuertes en la historia y detonante de muchos de los giros de los que hablamos. Y sin embargo, no deja de ser reconocible la mano del director de joyas como El Orígen o Memento. Es un hecho que al terminar la función o la amas por lo magistral que es, o la odias por lo insoportable y pesada que puede ponerse si nunca en tu vida te has acercado a un libro de ciencias. Porque básicamente eso es: ciencia al servicio de una historia. Cobb (Matthew McConaughey) es un ingeniero retirado que vive en el campo con su familia. Una familia unida que sufre las inclemencias del tiempo que suceden en la tierra a raíz de sobre explotar los recursos. Es por eso que deben buscar un nuevo hogar para la especie humana, y en compañía de la doctora Brand (Anne Hathaway), deberá emprender una misión interestelar en la búsqueda de un nuevo planeta capaz de albergar a la humanidad. Ahora bien, aunque desde un principio intenta explicar de la manera más básica posible conceptos pesados de física cuántica, resulta un poco imposible seguir la historia si no se entienden bien los conceptos de agujeros de gusano, hoyos negros, gravedad y demás física espacial. Ya no digamos las diferencias de tiempo, la teoría de la relatividad y hasta temas de filosofía. Y lo ponemos de este modo: si ni los más grandes adeptos de la física han logrado ponerse de acuerdo sobre la verdad de la realidad que nos rodea, ¿cómo esperan que la gente “normal” pueda entenderlo? Sencillo: siguen una misma línea de investigación, respaldada por Kip Thorne, científico de renombre, que puede justificar cada giro por muy fantástico que parezca. Cabe aclarar que TODO es parte de conjeturas, pues en realidad, nadie ha logrado comprobar que los agujeros de gusano, la teoría de cuerdas, y ni los mismos átomos, sean reales. Entonces, aclarado esto, y aunque parezca de cuentos de hadas, solo piensen que cualquier cosa es posible a nivel interestelar. Así, sólo queda disfrutar lo más posible la maravillosa epopeya que se ha atrevido a regalarnos Nolan. Porque no es una adaptación de un libro juvenil, ni el remake ni la segunda parte de una historia. No son efectos especiales ni explosiones al por mayor, ni risas o sustos fáciles que la audiencia ama. Es cine inteligente, de ese que nos hace mucha falta, ágil, ávido, intrigante, pensante, y sobre todo arriesgado. Pero las obras maestras siempre fueron arriesgadas y esta es, sin duda, una de ellas.
EL BALLET CÓSMICO HA EMPEZADO Creo que Christopher Nolan puede ver cosas que otros no ven. El futuro, por ejemplo. Antes que nadie supo hacia donde tenía que dirigirse el cine de superhéroes para ser tomado en serio, fue capaz de lograr éxitos en taquilla sin venderse a ideas convencionales y contrató a Matthew McConaughey en su etapa pre Oscar por DALLAS BUYERS CLUB (2013) y “True Detective”. Por eso me da un poquito de cagazo ver que, para su nueva película, este elegante realizador presentó un futuro que se ve tan nefasto como real, un futuro polvoriento en que la Tierra se ha quedado sin comida y sin esperanzas. En ese escenario comienza INTERESTELAR (INTERSTELLAR, 2014), el siguiente film de ciencia ficción del responsable de EL ORIGEN (INCEPTION, 2010), quien vuelve a impactarnos con esta obra cinematográfica épica, profunda y ambiciosa ¿Es perfecta? ¿Es todo lo que esperábamos que sería? ¿Es la nueva 2001: ODISEA DEL ESPACIO (1968) como prometían algunos? No, no y no, pero eso no le quita que sea un brillante film que impactará y emocionará al adicto a las buenas historias que llevás dentro. Y apuesto a que Nolan vio venir eso. La historia de INTERESTELAR sigue los pasos de Cooper (McConaughey), un piloto convertido en agricultor que lucha por mantener a su familia a salvo en un mañana poco alentador. Cuando se cruza en el camino del Dr. Brand (Michael Caine) y su hija (Anne Hathaway), se le presenta la oportunidad de pilotear una expedición espacial que podría salvar a su familia y a la humanidad, aunque para hacerlo deberá abandonar a sus hijos Murph y Tom. Su misión consiste en cruzar un agujero de gusano para ir en busca de un nuevo planeta que la raza humana pueda habitar. La premisa de la historia ya es lo suficientemente interesante como para cautivar de principio a fin. Si a eso le sumamos las impecables actuaciones de su elenco y fotogramas que nunca antes habían sido vistos en un blockbuster de este calibre, estamos ante una película que definitivamente quedará impregnada en la mente del espectador. Al ritmo de otra espectacular banda sonora de Hans Zimmer –y de momentos de completo silencio–, Nolan nos muestra su propia visión del espacio exterior y no defrauda. Todo lo que vemos allí arriba es cautivador y hermoso, o estruendoso y atemorizante. Haciéndome olvidar por un momento lo que GRAVEDAD (GRAVITY, 2013) le hizo a mi presión arterial, INTERESTELAR es la definición más literal de ópera espacial. Como director de orquesta, Nolan mueve la batuta y hace un asombroso uso del sonido y de la cámara para crear momentos de suspenso, adrenalina y misterio que llevan al espectador más allá de lo conocido o de las fronteras de su imaginación, rodeándolo con imágenes demasiado únicas o demasiado bellas como para no afectarlo –el cruce a través del agujero de gusano o algunas escenas llegando al final, por ejemplo–. Pero no solo por los bonitos planos se lleva las palmas. Los momentos de acción y tensión espacial son fabulosos y probablemente también dejarán satisfechos a aquellos que solo querían ser entretenidos con naves y explosiones. Pero INTERESTELAR es muchísimo más que eso. Entrando a la sala, sabía que no me encontraría solamente con cine de entretenimiento. Tratándose de Nolan, la mayoría de sus films siempre empujan los límites de Hollywood para dejarnos con algo más que solo un buen rato dentro de la sala, e INTERESTELAR no es la excepción. Los temas que Nolan plantea –o intenta plantear– son algunos asombrosos, otros ambiciosos y uno o dos algo descabellados. No todas esas ideas encajan a la perfección o son planteadas de la manera más correcta o sutil, pero no hay dudas de que saldrán del cine hablando sobre ellas, frotándose la cabeza intentando entender la Teoría de la Relatividad implicada a viajes interestelares y quedándose perplejos ante los homenajes a 2001: ODISEA DEL ESPACIO y otros clásicos de la ciencia ficción que dan paso a personajes (¡Un capo el robot TARS!) y secuencias que posiblemente dividirá al público en dos, entre los que alaben su osadía narrativa y originalidad visual, y aquellos que la desaprueben haciendo uso del “¡¿Qué carajo acabo de ver?!” repetidas veces. Pero lo curioso es que, aunque INTERESTELAR está llena de conocimientos científicos, no es en realidad una película sobre ciencia. Todo lo contrario. En una movida muy madura, Nolan habla sobre temas mucho más complejos y universales: Todo aquello que nos hace humanos. Así que, si no captaron del todo la Ley de Murphy o la razón que hace que un agujero de gusano se vea esférico, no desesperen. INTERESTELAR es en realidad un emotivo y poderoso relato sobre la supervivencia, la esperanza, los ideales pioneros que llevaron a nuestra especie a evolucionar y, más que nada, sobre la única fuerza en el universo que trasciende el espacio y el tiempo: El amor. Siendo consciente de esto, Nolan abarca el primer acto de su film (el mejor de los tres) construyendo personajes y relaciones (en especial la de Cooper y Murph), logrando que nos involucremos mucho más en esta odisea que emprende el protagonista. Apoyado por excelentes interpretaciones de McConaughey, Hathaway, Caine, la pequeña Mackenzie Foy y Jessica Chastain, el relato adquiere una fuerza emocional y una calidad que sobrepasa su etiqueta de aventura cósmica. Sin embargo, dije antes que INTERESTELAR no es perfecta y lo decía en serio. Aquí no voy a hablar de actores desaprovechados, de pequeños clichés del cine de astronautas en los que cae o de ciertos diálogos que no suenan como una persona normal hablaría. Me pondré mucho más quisquilloso. La disfruté muchísimo –y la alabaré eternamente por su calidad técnica y sus actuaciones–, pero sí noté ciertas fallas en la narración. La nueva película de Nolan no es como BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE (THE DARK KNIGHT, 2008), MEMENTO (2000), EL GRAN TRUCO (THE PRESTIGE, 2006) o EL ORIGEN. Aunque sí lo intenta, INTERESTELAR no se siente como un complejo rompecabezas pensado de principio a fin, en el que cada pieza encaja en su lugar hasta revelar una imagen mayor, imposible de ver hasta un segundo antes de que empiecen a correr los créditos. El ritmo es inconsistente, disparejo y da la sensación de ser una historia trazada al azar, al punto que a veces olvida cuál es su foco e introduce conflictos nuevos sin previo aviso. Varía, avanza y se ralentiza mientras nos lleva de la Tierra al espacio, para luego mostrarnos paralelamente ambos escenarios. A veces despierta mi curiosidad porque no puedo predecir que va a pasar, otras me distrae o no me atrapa lo suficiente debido a que lo que vemos en nuestro mundo no es tan interesante como lo que vemos en los mundos que Cooper visita. Como resultado, los tres actos del film no parecen estar tan unidos o equilibrados, y esto hace que INTERESTELAR flaquee. Sin embargo, es en el final cuando los problemas se vuelven más evidentes. Los giros inesperados que va construyendo de a poco –aunque son algo rebuscados si lo piensan en profundidad– me parecen interesantes, visualmente únicos y muy arriesgados, por lo que me saco el sombrero ante Nolan. Pero es en esas escenas cuando el director saca lo peor de sí mismo. A Nolan no le gusta dejar nada abierto o para la interpretación del público, pero atar cada hilo y explicar cada incógnita antes de que la historia llegue a su fin puede resultar difícil. Es entonces cuando el realizador hace uso de un recurso bastante barato: Explicar casi todo por medio de los personajes hablando solos o entendiendo cosas por su cuenta. Son salidas fáciles para hacerle entender al espectador qué está pasando, cuando muchas veces es la sensación de lo desconocido o de misterio no resuelto lo que vuelve a un film incluso más interesante. Si bien quedan algunos cabos sueltos, Nolan decide cerrar cada puerta que abrió por su cuenta, sin darnos lugar a que nosotros llenemos esos espacios vacíos. Cuando un guión hace eso, es mejor que tenga bajo la manga un final digno. Y el de INTERESTELAR tal vez no sea el más coherente, el más emocionante o el más satisfactorio. Pero por más crítico que pueda ponerme, nada puede sacarle a Nolan el mérito de lograr algo distinto dentro de un cine que cada vez muestra más ambiciones monetarias que creativas. Contar historias originales sigue siendo lo que este director mejor hace. Tal vez para algunos INTERESTELAR sea demasiado absurda, demasiado cursi o demasiada paja visual, pero en el fondo de ella encuentro algo puro: Una historia sobre el amor entre un padre y su hija, y sobre cómo en ese amor probablemente se encuentre la clave para responder una de las preguntas más importantes de la humanidad: ¿Por qué estamos en el universo? Nolan, con su visión de ambicioso contador de historias y de premonitor, propone que tal vez estamos aquí para amar y nada más. Amar a nuestras familias, amar a nuestro planeta y amar al cine.
Entre las muchas exageraciones y mentiras que orbitan alrededor del mundo del cine (muchas, es cierto, infladas por la prensa y el marketing) hay una que dice que Cristopher Nolan es uno de los mejores directores del momento. Hay, después de todo, al menos buena parte de su filmografía como para sostenerlo: Memento (2000), la remake de Noches Blancas (2002) y El Caballero de la Noche (2008) son claros ejemplos de ello. Pero también hay otra parte de su obra que, si bien no parece contradecirlo del todo, sí presenta serias dudas acerca de esa afirmación: la tercera parte de la saga de Batman fue un producto bastante flojo, con inconsistencias de guión y desarrollos penosos, y una interesante pelicula como El Origen (Inception) presentó indiscutida espectacularidad y belleza cinematográfica, pero no resistió demasiado bien el paso de tiempo, así como las mil parodias y analisis que terminaron por demostrar que su pretendida intelectualidad le quedaba realmente grande. Interstellar, la película más anunciada del año, lamentablemente continúa esta línea de grandilocuencias injustificadas y profundiza los problemas que sitúan al realizador más cerca de un M. Night Shyamalan que de un Andrei Tarkovsky. La premisa -revelada con lujo de detalle desde el trailer- tiene a Matthew McConaughey como un granjero que supo volar para la NASA y un buen día, años después de una hecatombe mundial provocada por la escasez de alimentos, se ve moralmente obligado a volver a dar una mano en una misión secreta que, indefectiblemente, lo alejará de su familia. La esperanza de la humanidad dependerá de dicha misión pero, claro, las cosas no serán lo que parecen a medida que sucesivas vueltas de tuerca irán revelando la verdadera naturaleza de la misma. Es justamente en éste último punto en donde comienzan los problemas: pese a contar con un metraje que supera las dos horas cuarenta, Nolan olvida fragmentos importantes de caracterización necesarios para empatizar con sus personajes, y se concentra en giros inesperados que no tienen impacto porque, justamente, es difícil darle importancia a lo desconocido. Así, en un abrupto cambio de tono, una científica se debate entre la racionalidad y el amor escogiendo el último (¡¿?!), por una pasión desenfrenada que siente por un personaje anónimo cuya existencia era desconocida hasta hace unos segundos de lo enunciado. Hay contradicciones, incongruencias, promesas quebradas y múltiples idas y vueltas que llevan a ningún lado, junto con apariciones estelares sorpresa que no aportan más que curiosidad e inmediatamente después, olvido. Interstellar es una película con reminiscencias a Kubrick (2001: Odisea al Espacio), Terrence Malick (El Árbol de la Vida o su filmografía entera, acaso), Robert Zemeckis (Contacto) Tarkovsky (Solaris) y Spielberg (Encuentros Cercanos, Inteligencia Artificial). En comparación a todas ellas palidece tristemente y, lo que es peor, tampoco logra siquiera empatar al mejor -y más cercano- exponente sci-fi de los últimos tiempos, Gravedad (Alfonso Cuarón). Hay críticos cinematográficos que elaboraron una interesante comparación al mencionar que el presupuesto del film, cercano a los US$165 millones, podría ser capaz de financiar decenas de miles de películas como la ópera prima del director, The Following. Quizás sería una buena idea que Nolan empiece a considerarlo.
Interstellar es un filme donde Christopher Nolan quiere hacer su filme más emotivo, pero no puede evitar ser un frío inglés tomador de te. No le sale del alma la emotividad y se nota, es un filme calculado(r), frío, que se le notan las costuras, los recursos cinematográficos empleados. Nolan por momentos pareciera querer emular a Spielberg, pero no le sale, porque no está dentro suyo. La espectacularidad está, la ambición está, los efectos están; pero entre la pretendida solemnidad del filme (que puede aburrir a algunos), las costuras que se ven en la trama narrativa, y los huecos del guion, hacen que quizás sea el más fallido filme de Nolan. Aun así, en partes emociona, tiene algunos momentos sublimes, y a nadie que sepa que está por ir a verla le diría que no lo haga. Recomendada, pero no para todos. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
ETERNO RETORNO Luego de coescribir El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013), de Zack Snyder, y a más de dos años del flojo final de la saga de Batman con El Caballero de la Noche Asciende (The Dark Knight Rises, 2012), Christopher Nolan encara con Interstellar su película más ambiciosa en todos los sentidos cinéfilos posibles. Situada en un futuro distopico, donde los recursos terrestres se acercan a su fin, el piloto Cooper (Matthew McConaughey) encara una misión espacial liderada por el profesor Brand (Michael Caine), dejando a su suegro (John Lithgow) y sus hijos (Mackenzie Foy y Timothée Chalamet) en la Tierra. En el viaje lo acompañarán la doctora Brand (Anne Hathaway), Doyle (Wes Bentley) y otro científico (David Oyelowo) para descubrir un planeta similar a la Tierra donde vivir y salvar a la especie humana. Las películas de Nolan nunca se han caracterizado por su simplicidad, nunca ha creído en esto de que la distancia más corta entre un punto (desarrollo) y otro (desenlace) es una línea recta. De hecho, todo lo contrario, es casi una condición sine qua non de sus obras. Siempre ha elogiado implícita e indirectamente la complejidad argumentativa, que en la gran mayoría de sus películas no hacen más que enmarañar la comprensión de sus ejecuciones atentando de forma directa en la narración, comprensión y fluidez de la trama. Solo por nombrar dos casos, el prodigio visual que resultó ser El Origen (Inception, 2010) escondía en toda esa red onírica del inconsciente la obsesión de Cobb (Leonardo di Caprio) por su esposa. De alguna manera fallida por la falta de desarrollo en la relación, el Batman de Christian Bale, y el Guasón de Heath Ledger de The Dark Knight se autodefinían por su antagonismo, una necesidad mutua de la existencia del otro para justificar su enemistad (retratada con excelencia en La Broma Asesina, la novela gráfica de Alan Moore y Dave Bolland, precisamente por todo el trasfondo de décadas del comic). Encubierta en una cascara grandilocuente y ambiciosa, llenas de frases profundas y sobre-explicaciones pomposas, Interstellar es un Nolan en estado puro, con los aciertos y defectos arriba mencionados. Aquí no hay medias tintas. Nolan irrita y desconcierta en la misma medida que provoca admiración y asombro, puede realizar tanto proezas visuales (como los planetas visitados y lo que en ellos pasa) como cometer torpezas argumentales y narrativas (¿era necesario el desenlace explicativo?), todo en un marco discursivo solemne y serio del que nunca quiere escapar, que le sirve por momentos y le juega en contra en tantos otros. La clave con Interstellar es decidir que priorizar: el eterno dilema del vaso medio lleno o medio vacío. Sin embargo, Interstellar es lo suficientemente hábil o contundente para hacer creer que bajo toda esa estela pretenciosa que coquetea con la mecánica cuántica, la física y la poesía clásica, hay algo sentimental que produce una empatía (en el caso de quien escribe) inevitable en esa relación padre-hija. Alguna señal (tan cursi como cierta) que demuestra la trascendencia del amor a través del tiempo y el espacio. Alguna significación en esa relación que hace olvidar por un segundo todas las torpezas en las que Nolan abundó. Y ahí es donde el vaso de Interstellar se ve medio lleno. Por Pablo S. Pons
¿Qué le queda a un director una vez que logró que su nombre por sí solo venda una película, una vez que se consagró en el panteón – aunque sea momentáneo – del olimpo hollywoodense? El próximo paso será hacer una película enorme, una especie de declaración cinematográfica para la posteridad. Algo de eso es Interestelar, el opus más reciente de Christopher Nolan. Film de ciencia ficción, apocalíptico, de viajes a lo espacio, existencial, y por qué no algo metafísico también. El director junto a su hermano Jonathan vuelven a escribir un guión en el que sobresalen ante todo el accionar humano y su desarrollo psicológico. La historia comienza en un futuro cercano, el Planeta Tierra está a punto de colapsar debido a determinadas condiciones meteorológicas y la escasez de recursos de todo tipo; todo está punto de ser convertido polvo y llevárselo el viento. El protagonista es Cooper (Matthew McConaughey) un ingeniero espacial que vive con sus hijos y su padre (John Lithgow) en una granja. El hombre pasa sus días entre sembrar y recolectar maíz y hacer investigaciones espaciales de aficionado junto a sus pequeños hijos. Pero durante esas investigaciones, terminará descubriendo un proyecto secreto de la NASA que descubrió agujeros espaciales que le permitirán viajar más allá de nuestro sistema solar en busca de un planeta para lo que será el futuro de la civilización terrestre. Cooper será convocado a integrar esta misión como astronauta, y junto con él viajará una tripulación comandada por la Dra. Amelia Brand (Anne Hathaway). Por supuesto, las cosas no saldrán tal cual lo previsto, se complicará más de lo previsto, y de ahí en más todo tomará un destino incierto; dejando Cooper a muchos de sus seres queridos desamparados. Interestelar es ante todo un drama sobre las relaciones humanas y las reacciones ante la pérdida, algo a la manera de Impacto profundo. Pero con el correr del extenso metraje de dos horas cincuenta minutos, la historia se irá ramificando y tomará otros ribetes que la agigantarán, demasiado. ¿Puede un film ser más que un film y convertirse en un manifiesto sobre posturas existencialistas? No lo sabemos, pero el nuevo film del director de Memento lo intenta. Hay cuestiones que implican las idas y venidas en el tiempo, la visión del pasado mezclada con el futuro, la posibilidad de conocer algo superior, de ir a lo desconocido y cómo afrontar lo incierto y las situaciones adversas. Todo esto es demasiado para un solo argumento, aún uno que casi dura tres horas. De tono lento acrecentado por la omnipresente melodía de Hanz Zimmer para remarcarlo todo, Interestelar es efectivamente un film enorme, pero de consistencia blanda. La excelente fotografía que nos recuerda a 2001 Odisea en el Espacio a la Solaris de Sodherberg, las interpretaciones correctísimas generales a las que hay que sumar a Jessica Chastain, Michael Caine, Ellen Burstyn, Casey Affleck, Matt Damon, y Wes Bentley en una película que no termina jamás de incorporar personajes que tiene algo para decir. Todo esto suma, y mucho, pero se opaca ante el ralentismo que ocupa la escena pasada la primera media hora del film. Visualmente si bien no será novedosa, sí resulta impactante, y hasta algunos puedan hallar ciertos aciertos en los distintos manejos temporales. A la manera de Carl Sagan el film hace postulados teóricos sobre la física espacial de modo serio y catedrático, arrojados al espectador supuestamente para que entienda y se le dé un marco de verosimilitud a lo demostrado; postulados que en verdad se refieren a hechos erráticamente incomprobables y debilitados por ciertas inconsistencias en la continuidad de las escenas. De este modo, Interestelar se erige como varios films en uno, sobre todo, como uno que pudo ser, y por las grandilocuencias del hecho quedó a mitad de camino, el de la gran aventura interespacial.
Pocos directores han logrado una meteórica carrera como Christopher Nolan, conjugando cine comercial y de exploración personal y, al mismo tiempo, sumando adhesiones y odios por igual. En su nuevo filme "Interestelar" (USA, 2014) además se anima a la ciencia ficción más reflexiva y cuenta con el esperado regreso al cine de Mathew McConaughey, luego del espaldarazo que "El club de los desahuciados" y "True Detective" han significado para su trayectoria. La película es una épica sobre las relaciones humanas, enmarcadas dentro de un contexto hostil, que bien puede ser o el espacio o la tierra en vías de una inmediata e irreversible extinción. McConaughey es Cooper un ingeniero espacial con dos hijos, que relegó su espacio de crecimiento profesional en post de ellos y dedicándose a la agricultura como posibilidad de economía para subsistir, sus conocimientos le han posibilitado trascender su rutina chata y vacía, y a su vez transmitir a sus hijos el amor por la ciencia (más a su hija que a su hijo). Cuando por una misteriosa serie de acontecimientos que pueden catalogarse como "paranormales" descubre un viejo taller de la Nasa, Cooper es convocado a una secreta misión al espacio, en la que, la imperiosa búsqueda de nuevos planetas habitables guíen el destino de su nave. En el viaje el ingeniero intentará aplicar sus conocimientos sobre “agujeros del espacio” para poder así realizar la misión en el menor tiempo “espacial” posible, sin medir las verdaderas consecuencias de asumir ese riesgo. Paralelamente y a medida que el viaje avanza, con una tripulación compuesta por Anne Hataway, Wes Bentley y David Gyasi, los hijos de Cooper crecen y sobreviven en territorio hostil sin la figura de su padre y tal como se esperaba, Murph (Jessica Chastain) sigue los pasos de él, mientras que Tom (Casey Affleck) resiste en la vieja y deteriorada granja con la familia que formó. No hay que dejar de reconocerle a Nolan su capacidad para crear escenarios e imágenes visuales impactantes, pero lamentablemente con eso no alcanza, y menos cuando se construye un discurso que deambula entre un intento de película de género y la posibilidad de una reflexión filosófica vacía sobre el ser y el tiempo. Al no definir específicamente su discurso, la película solo se muestra como un ambicioso proyecto con buena facturación, pero que se queda en el intento de construir algo épico que termina jugándole en contra y cayéndosele encima. "Interestelar" tiene momentos bellos y algunas imágenes que apelan a la nostalgia basándose en decisiones estéticas acertadas y la utilización de planos específicos que realzan esto. El espacio y la nada están, pero al no terminar de encuadrar allí su historia, solo se produce una evocación que en la pretensión de ser algo que ya no es, se pierde en el propio laberinto de ideas (apuntaladas con el flashback como figura preponderante que va desperdigando en la pantalla. Nolan es Nolan y cualquier odiosa comparación con otros filmes ("2001", "Gravedad", etc.) es innecesaria, aun sabiendo que en su ambición de superar a estas películas justamente está su principal falencia. Menos es más dice un viejo y acertado refrán, algo que quizás el director desconoce y en su afán de construir una épica sobre las relaciones, la familia, la amistad, el trabajo y demás, dentro de un filme de ciencia ficción, solo termina siendo una demostración de poderío económico más importante para él que para sus espectadores. Fallida.
Nolan nos trae su última película, escrita y dirigida por él mismo, muy esperada, plagada de buenos actores y despliegue técnico… Pero ¿es suficiente para llevar a buen puerto esta historia de mas de 160 minutos? Un Futuro Redneck La historia transcurre en un futuro donde la tierra es asolada por una sequía de años y años, las especies animales y vegetales se extinguen una a una. No hay lugar ni para la tecnología, ni para los ejércitos, ni para las universidades. El mundo solo se aboca en formar granjeros, y nada más. El personaje de Matthew McConaughey se llama Cooper y solía ser piloto de NASA, y ahora esta devenido en un frustrado granjero, que utiliza como todos, viejas maquinas de guerra para sembrar y cosechar. Su hija Murph es brillante y curiosa, y se la ve completamente incómoda con la formación escolar, únicamente volcada a la agricultura. La tierra se acaba. Así de simple. Sin embargo, algo en la habitación de Murph intenta comunicarse con ella, algo o “alguien”, intenta dejar pistas o mensajes,que finalmente llevaran a Cooper a iniciar un viaje interestelar como última esperanza no de la tierra, sino de la humanidad toda. Allí es donde empezaran los dos viajes de esta película, el interestelar y el otro, hacia el corazón y el alma humana. Rudo y Cursi Esta es sin duda la película más singular de Nolan, es una especie de proyecto en solitario, en el cual hizo lo que quiso y como quiso, y se nota mucho. Visualmente es realmente increíble, la fotografía (si se le puede decir así a ambientes generados por computadora), es asombrosa. También lo son las actuaciones de toda la plétora de actores que habitan este singular mundo. Todos están muy bien, incluso quienes dan vida a los robots que acompañan a los astronautas en su viaje, quienes poseen inteligencia artificial. (Tranquilos, casi no se le da bola al tema). El guión si bien algo simplón, no esta nada mal. Sobretodo porque a pesar de “pedir cosas prestadas” de películas como 2001, El Árbol de la Vida, La Fuente de la Vida, La Delgada Linea Roja, y demás, esta bien. El tema que va a dividir aguas realmente es el amor, y su poder como fuerza principal en la trama de la película. Alguien me pregunto si Interestellar era para Nolan lo que La Dama del Agua fue para Shyamalan. A lo que dije un rotundo SI. (cabe aclarar que ADORO La Dama del Agua). Interestellar es una aventura en el tiempo, el espacio y la naturaleza de la fuerza del amor. Asi de simple. Como en The Forgotten, pero mucho, mucho mas cursi. El Corazón de las tinieblas El amor juega un papel más que predominante en la historia, ya que es el motor que mueve a Cooper hacia adelante y lo impulsa a sobrevivir. Pero también es donde más se le puede pegar, sobre todo aquellos detractores de Nolan que tanto le vienen pegando después de The Dark Knight Rises y aquellos otros que no se bancaron no ver si el trompo se cae o no (gente de poquita imaginación, bah, que quiere todo servido, regurgitado y digerido). Igualmente puedo entender a quienes van a seguramente defenestrar esta película por su parte sensible y cursi, la cual yo veo como uno de sus puntos altos. Este viaje al corazón humano, al centro de lo que más amamos. A nuestras promesas incumplidas, a aquellas decisiones de las cuales nos vamos arrepentir toda nuestras vidas. A lo que fue y no debería haber sido, a lo que nunca fue y daríamos todo por que sea. De eso se trata Interstellar, de como el amor lo une, lo llena y lo conecta todo. De como una fuerza tan poderosa es capaz incluso de salvar al mundo. Aunque suene muy muy cursi. Conclusión Interstellar es una película única en la filmografía de Nolan. Bellísima y espectacular a nivel visual. Con sus majestuosos efectos especiales. Con actuaciones sólidas y por momentos descollantes, como las de Michael Caine, Matthew McConaughey y Jessica Chastain. Un viaje a los confines del universo y del corazón, donde el tiempo y el espacio van de la mano al momento de confundirnos, y hacernos preguntar cuan profundo es el agujero del conejo. Interstellar es una película imperdible que debe ser disfrutada con todos los sentidos.
Interestelar es una aventura de ciencia ficción con una propuesta muy diferente a lo que habitualmente se ofrece dentro del género que merece su visión en pantalla grande. Si no sos un gran fan de los viajes en la galaxia o los agujeros espacio-temporales es posible que su duración de casi tres horas te...
Verborragia y filosofía cósmica Quizá sea el comienzo de una moda, y dentro de cinco años estemos absolutamente hartos de la última película de ciencia ficción espacial aderezada con pretensiones alegóricas o filosóficas, con humanos abocados a emprendimientos heroicos en confines siderales. Seguramente Interestelar* no existiría si antes no se hubiera hecho Gravedad, y es de suponer que no falte mucho para que surjan otros proyectos cinematográficos de este tenor, quizá manteniendo un buen nivel, quizá peores. El punto es que muchas veces lo que sorprende y parece novedoso al momento de su estreno (en el sitio IMDb esta película ya cuenta con un promedio de 9.1, situándose en el puesto número once de películas de todos los tiempos mejor votadas por los usuarios), con los años pierde su brillo aparente en contraste con el resto. Por esto, no convendría dejarse llevar por euforias masivas ni entusiasmos fanáticos, y observar qué méritos concretos puede tener. Al director Christopher Nolan (Memento, El origen, las nuevas Batman) hay que reconocerle unos cuantos atributos, y que haya sabido depurar su estilo acabando con buena parte de sus carencias. Su tendencia al montaje hiper-veloz y atropellado en varias de sus anteriores películas volvía confusa algunas de sus secuencias, pero aquí esta falencia parece resuelta, con una trama que además se da tiempo para presentar a los personajes, sus vínculos afectivos y sus inconvenientes circunstanciales. Los problemas surgen cuando empiezan el viaje al espacio y a sucederse los cambios de planes, que requieren largas y cansinas explicaciones por parte de los personajes. No contentándose con plantear reflexiones trascendentales sobre el amor, las paradojas temporales y los diversos grados de sacrificio humano, Christopher Dolan y su hermano Jonathan decidieron desplegar en el libreto una verborragia para fundamentar todos y cada uno de los giros que se suceden, algo que no es necesario si se confía realmente en las herramientas expresivas del medio; Kubrick en 2001: odisea del espacio lo comprobaba con un mutismo ejemplar. Los méritos emergen de a ratos: hay varias notables escenas de acción, como cuando el equipo debe escapar de una ola gigante en un planeta hostil o en la escena en que la nave debe acoplarse a una estación espacial que gira descontroladamente en el vacío, lanzando residuos en todas direcciones (y eso que Gravedad nos enseñó muy gráficamente que de estos fragmentos conviene huir despavorido). El vínculo padre-hija es el sustento emotivo de la película, y provee una tensión constante que pesa como un lastre considerable con cada traspié de la misión. Un error le cuesta a los astronautas 23 años de vida y el protagonista debe abrumarse en un instante con los videos que le grabaron sus hijos durante todo ese intervalo, en una escena brillante y sobrecogedora. Lo que contrasta brutalmente es lo dolorosamente honesta y verosímil que es Interestelar cuando habla de apocalipsis, de errores humanos, de engaños, egoísmos, traiciones, soledades y tristezas inconmensurables, y lo forzada y hasta delirante que se torna cuando plantea una visión idílica sobre la fuerza milagrosa del amor, salvatajes inconcebibles, interconexiones espacio-temporales cósmicas y revoluciones científicas y tecnológicas que superan todas las expectativas y toda frontera imaginable. Quizá el desenlace satisfaga a algunos espíritus optimistas, pero quienes somos más bien escépticos a que las grandes adversidades y calamidades de mundo se salvan con amor, fortaleza de espíritu y fórmulas mágicas, no podemos evitar salir del cine con el ceño fruncido.
De Nolan y otros demonios Interestelar nos presenta un futuro distópico que poco a poco comienza a quedarse sin recursos, donde a partir de una serie de anomalías y por algunos mensajes que a primera vista parecen fantasmagóricos , el ingeniero, granjero y piloto Cooper (Matthew McConaughey) da con las coordenadas de una de las estaciones de investigación de la NASA. Sí todo muy creíble Nolan. Una vez allí conoce a la doctora Brand (Anne Hathaway), y a su padre (el siempre joven Michael Caine) quienes le informan acerca de una misión espacial que él deberá pilotear cuyo objetivo es encontrar algún planeta que tenga características habitables y permita trasladar o bien poblarlo con óvulos humanos congelados. Cooper y Brand emprenden la misión junto a Doyle (Wes Bentley) y otro científico (David Oyelowo) para en primer lugar, visitar los planetas que antiguos compañeros han investigado y de los cuales aún reciben señales y reportes. A partir de ese momento se plantea como conflicto principal la dificultad de Cooper de separarse de sus seres queridos (su hija de diez años, y su hijo de unos quince) tal vez para siempre, por un potencial bien para salvar a la raza humana, o bien morir en el intento. Sin embargo este dilema o momento de encrucijada jamás se percibe. Se habla y se escucha sobre esa dualidad, pero el perfectamente calculado -y congelado- guión se encarga de volver técnico un hecho sentimental, por lo que es difícil que el espectador llegue a sumergirse en la historia, y mucho menos probable que genere empatía con los personajes y sus padecimientos. Allí reside uno de los principales problemas de Interestellar: se aborda desde la lógica, una cuestión puramente pasional o visceral (tal vez el único intento de emoción real lo brinde la insípida Hathaway al querer ignorar los datos favorables, e intentar dirigirse a un planeta sólo para buscar a quien una vez fue su amor). Una vez más Nolan disfraza una drama romántico como ciencia ficción, pero no porque quiera conscientemente esto, sino porque pareciera que apunta a encontrar – o intentar esbozar- una respuesta a la cuestión humana del amor. Jacques Lacan retomando a Platón utiliza en sus seminarios el concepto de metáfora del amor (El amor surgirá con la transformación del erómenos en erastés), a diferencia de él, Cristopher Nolan quiere responder a una cuestión irracional, hormonal y natural como es el amor desde un teorema o bien a través de una ecuación matemática, y tampoco lo logra. Como si esto fuera poco, este fallido resolutorio también trae aparejados distintos elementos típicos del cine de Nolan: las sobre-explicaciones pretenciosas (entre personajes, y desde los personajes al espectador) que se suceden durante todo el film, la reiterada enunciación de un poema con varios clichés de Dylan Thomas, o bien la música exagerada y excesiva. Sí, definitivamente lo más irritable de esta nueva producción del director de The Dark Knight (la única película de Batman hecha por Nolan que merece volver a ser vista) es la música a cargo de Hans Zimmer. ¿Por qué? Porque la música esta presente en todo momento, de forma avasallante que pareciera indicarnos “viene la emoción”, “va a explotar algo”, “en este momento deberías llorar”, etc, etc, etc; para así volver a indicarnos que el único que sabe lo que pasa, como y porqué pasa es Nolan. Nosotros como espectadores sólo tenemos la opción de mantenernos pasivos ante las esclarecedoras explicaciones que los perfectos y grandilocuentes -pero vacíos- planos y diálogos nos brindarán. ¿Imaginación o libre interpretación? Si pretendemos eso, tal vez seamos muy hippies para ver el cine de Nolan. Una pena.
Una aventura fascinante de ¿ciencia ficción? Esta historia se encuentra basada en una teoría del experto en relatividad Kip S. Thorne, que afirma que los agujeros de gusano no solo existen si no que se pueden usar como portales para viajar en el tiempo. Una vez más Christopher Nolan nos introduce en una gran aventura de ciencia ficción, original, cuyo contenido no es ni simple, ni sencillo. El film nos va ofreciendo diferentes mensajes, hay que abrir bien la mente y verlo con la idea de que nada de lo que suceda puede pasar desapercibido. Cuenta con una impresionante belleza visual y dentro del relato se combina el pasado y el presente, con un gran dinamismo y ritmo, que se sostiene a lo largo de 2 horas 49 minutos, Nos cuenta la historia de Cooper (Matthew McConaughey), ex piloto de la NASA, viudo y que ahora es granjero, pero se pasa mirando el cielo con cierto tono nostálgico. Padre de dos hijos: Tom (Timothée Chalamet, de adulto Casey Affleck), su hijo de 15 años, Murph (Mackenzie Foy, y de adulta interpretada por Jessica Chastain y de anciana Ellen Burstyn), su hija de 11, y su suegro (John Lithgow). Algo comienza a suceder en el planeta debido a situaciones ambientales actuales y la Tierra se encuentra en peligro junto a la especie humana. Cooper se ve obligado a retornar a su profesión, hay que salvar a la humanidad y buscar un nuevo hogar. Una misión secreta organizada por el profesor Brand (Michael Caine), la hija de Brand, Amelia (Anne Hathaway), los astronautas Doyle (Wes Bentley), Romilly (David Gyasi) y el robot llamado TARS (la voz de Bill Irwin), entre otros. La cinta narra las aventuras de este grupo de exploradores, que muestran también los sentimientos, el amor de los padres con sus hijos y viceversa, el misterio y el suspenso y dentro de estos temas se mezcla la biología, la física cuántica, Einstein, la relatividad, el tiempo, el espacio y la gravedad. No es casual que la hija de Cooper se llame Murph, ni que se hable de los agujeros negros y de una cuarta y quinta dimensión. Si te resultó impactante el film “Gravedad”, este aun te va a llenar más, es impactante, inteligente, lleno de mensajes, visualmente alucinante, todos los rubros técnicos y la banda sonora de Hans Zimmer aplicada a las secuencias que la requieren son esplendidos. Un gran elenco con un McConaughey que maneja bien los tiempos, se emociona y logra una buena interpretación resultando creíble sin perder su carisma. Contiene referencias a "2001: Una Odisea del Espacio", un homenaje a Kubrick, como así también alguna reseña a “El árbol de la vida, “El origen”, entre otras. Un film que no pasará desapercibido y que sabrán apreciar aquellos que se atrevan a viajar.
Búsqueda cósmica Es una película donde la ciencia ficción y los grandes planteos de la humanidad se conjugan, con un viaje hacia los confines del universo. Hablar de Christopher Nolan es referirse a un tipo que en el marco de la industria del cine mundial es palabra mayor. Se pueden discutir su talento y sus formas, pero lo que no puede discutirse es el hecho comprobado de que varios de los últimos grandes tanques exitosos, acompañados por una estética distinguible, salieron de su cabeza. Las tres de Batman, El origen o la recordada Memento sostienen tal afirmación. Todo este prólogo viene a colación porque su última película, Interestelar, puede gustar o no, pero si hay algo que no genera, es indiferencia. El filme es una apuesta arriesgada que recuerda por momentos a Gravedad y que no dejará a ningún espectador sin opinión formada. La Tierra parece haber agotado sus recursos y la debacle natural pone en riesgo la humanidad. En ese contexto de final anunciado, Cooper (interpretado por Matthew McConaughey) un ex piloto de la Nasa retirado en una granja, se embarca en un viaje a través del espacio en la búsqueda de un lugar que sea accesible para que la vida pueda continuar en mejores condiciones. Eso será posible ante la existencia de los denominados agujeros de gusano, especies de “ventanas” a través de las cuales se pueden hacer saltos en el espacio. A pensar. Este viaje es la excusa que el guión y los Nolan (el hermano de Christopher tiene mucho que ver con el libro) utilizan para plantear una importante cantidad de temas, y ninguno de ellos es livianito. Para empezar, el runrún ambiental, la degradación de los recursos naturales y el comportamiento ambicioso del hombre; después, el interrogante sobre el futuro que le estamos dejando a las próximas generaciones; y por si fuera poco, las encrucijadas intimistas de los sacrificios que uno está dispuesto a llevar adelante en pos de la salvación de los seres queridos, amén de lo complicado que suelen ser las relaciones familiares y las luchas internas de cada uno. Más de uno seguramente tildará a Interestelar de pretenciosa, y tendrá razón. Pero eso no quita que a los planteos los hace. Descriptiva y con muchas palabras que acompañan el excelente trabajo de fotografía, la peli se extiende casi hasta las tres horas, y a McConaughey lo acompaña un elenco de grandes figuras (Michael Cane, Anne Hathawy, John Lithgow y Jessica Chastain, entre otros). Si ponemos sobre la mesa su extensión, su guión que mete inquietudes para reflexionar a cada rato, una estética cuidada y un final con peso, el resultado da un película de esas que a gran parte del público no le deja muchas opciones en cuanto a recepción: blanco o negro.
Hay una constante en el cine de Christopher Nolan: Todo lo espectacular que logra crear mediante las imágenes lo arruina con palabras, explicaciones, y argumentaciones que pone en boca de los personajes. Particularmente no me gustan las producciones en las que los personajes se ven obligados a explicar lo que pasa en la narración. Nadie duda de la capacidad visual de Nolan para generar imágenes impactantes, pero esto no quita que objetemos la verbosidad que despliega mediante quienes protagonizan las acciones. Esta particularidad no sólo se aprecia en “Interestelar”, pues ya en “Memento” (2000), “El gran truco” (2006), “El origen” (2010), o la última Batman, se lo observaba, como si desconfiara de la inteligencia del espectador, por ende no narrar a través de lo que se ve sino mediante lo que se dice. Sumémosle a ello que Nolan recarga los diálogos con una trascendencia demasiado solemne, buscando transmitir ideas importantes con tono grave y enfático, para lo que se vale de elementos de la puesta en escena que hacen resaltar lo “importante”. Con sólo escuchar los acordes de la música compuesta por Hans Zimmer nos damos cuenta qué es lo que busca expresarnos. Pasando a la historia. “Interestelar” narra las vivencias de un grupo de científicos que tiene la misión de hallar un planeta que reúna las condiciones necesarias para que sea habitable por “nosotros” ante el inminente colapso del planeta Tierra. El nudo central gira en torno al personaje interpretado por Matthew McConaughey, que encabeza dicha misión, quien se enfrenta con la resistencia de su hija, quien no acepta que su padre emprenda semejante aventura. Sin duda lo emocional del relato va atado al sacrifico que el protagonista debe afrontar, de esta manera surgen preguntas sobre qué es más importante: salvar la raza humana o quedarse con su familia. Por otra parte, aplicando una dosis de benevolencia hacia Nolan, vale reconocer que la primera parte es bastante entretenida, al menos hasta el momento del despegue. Casi como algo paradójico, cuando la nave inicia la misión a otras galaxias parece que la narración no despega, sino que derrapa. En “Interestelar”, Nolan tiene una necesidad abarcativa tan grande como la mismísima galaxia que los tripulantes de la nave Endurance atraviesan. Ya en “El origen” nos introducía en un laberinto no espacial y temporal con giros narrativos caprichosos. En esta realización es aún más ambicioso y aparecen elementos new age, filosóficos, e incluso introduce espacios atemporales con ¡cinco dimensiones!!! Lo más significante es que todo este menjunge debe explicarse casi como una enciclopedia. “Interestelar” debería proyectarse con la pista de audio del comentario del director que viene en los extras de las ediciones en dvd o bluray, ya que sería una buena manera de reforzar todo aquello que Nolan quiere remarcarnos.
Interestelar: una experiencia cinematográfica de otro mundo "No entres dócilmente en esa buena noche, que al final del día debería la vejez arder y delirar; enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz", recita Michael Caine mientras Matthew McConaughey se adentra cada vez más en los cofines más recónditos del espacio no explorado. Y mientras resuenan del poema de Dylan Thomas "Do Not Go Gentle Into That Good Night", a uno no le queda nada más que estremecerse y sonreír: el blockbuster todavía no murió. Christopher Nolan logró con Interestelar su segunda película más brillante –Memento quedará invicta por mucho tiempo- y es una obra maestra a la que se le perdonan sus pequeñas faltas fácilmente, ya que sus virtudes son mucho más apabullantes y arrasadoras de lo que uno podría llegar a imaginarse al principio. Interestelar muestra un futuro cercano, en el que el planeta Tierra ya no da abasto: los niveles de oxígeno son cada vez más bajos mientras que el nitrógeno aumenta cada vez más; la comida escasea y gran parte de las ciudades están cubiertas por polvo que parece filtrarse por todos lados: se mete en los pulmones de la gente y recubre casi todas las superficies. Y en el medio de este pre-Apocalipsis, Cooper, un ingeniero devenido granjero interpretado por el ganador del Oscar Matthew McConaughey, es reclutado por la NASA –o lo que queda de ella- para una misión que potencialmente podría llegar a salvar a la humanidad. Junto con un grupo de científicos y exploradores entre los que se encuentra la doctora Amelia Brand –encarnada por Anne Hathaway-, Cooper deberá abandonar a sus dos hijos para una odisea intergaláctica en la todo puede llegar a fallar en cualquier momento, pero que, en el caso de que sea un éxito, será la salvación de toda una especie. Filmado sin pantallas verdes, el filme de Nolan es más que una experiencia cinematográfica visual: reúne todas las grandes ideas del siglo XX y XXI y las entremezcla con la concepción del ser humano como criatura exploradora, cuya ambición e intelecto no tienen límites terrenales sino que se enfocan más allá de las supuestas fronteras de lo posible. Interestelar es sin lugar a dudas una de las películas de ciencia ficción más innovadoras desde 2001: Odisea del espacio.
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No es coincidencia que el ‘working title’ de la nueva película de Christopher Nolan -esa denominación que suele elegir el director para despistar a los curiosos durante la etapa de producción de sus films- sea “Flora’s Letter”. Flora es la hija mayor del realizador inglés (la única entre cuatro hermanos) y no cabe ninguna duda de que, esta odisea espacial que mezcla una posible realidad no muy lejana, ciencia ficción anclada en teorías de un respetado físico, cierta crítica sociopolítica y lo más simple y primigenio que atañe al ser humano, es una carta de amor de un padre que sólo quiere lo mejor para el futuro de sus retoños. Antes de continuar analizando la última obra de uno de los realizadores más interesantes que nos regaló el nuevo milenio -más allá de las críticas que uno tenga (y los detractores acérrimos) no se puede negar su gran pericia a la hora de narrar una historia-, debo aclarar que se me hace complicadísimo dejar mi subjetividad de lado, aunque voy a tratar de hacer mi mejor esfuerzo. “Interestelar” (Interstellar, 2014) no es la mejor película de Nolan hasta la fecha -para mí, Memento, Recuerdos de un Crimen (Memento, 2000) sigue ocupando ese primer puesto indiscutido-, pero es la más personal, emotiva y optimista, sin discusión alguna, y la que más debates y críticas opuestas va a generar durante los próximos meses. Teniendo en cuenta la obsesión del director por plasmar cierta hiperrealidad en sus films, el gran interrogante que surge es: ¿cómo puede triunfar llevando adelante un relato de ciencia ficción que roza lo fantástico, que debe despegar nuestra imaginación y fascinarnos, más allá de las complicadísimas teorías científicas que plantea? Sí, “Interestelar” no es para cualquiera. Es ciencia ficción hecha y derecha, basada en un escenario que, posiblemente, esté a la vuelta de la esquina. Acá, los procedimientos se explican minuciosamente, así como las teorías. Las naves espaciales y los robots son realistas rayando un minimalismo práctico, incluso los planetas que se muestran nos resultan bastante familiares, pero no por ello dejan de tener una belleza austera, pocas veces vista en la pantalla grande. Nolan nos lleva a explorar los confines del espacio y el viaje es tan intenso y variable como un recorrido en montaña rusa. Como ya dije, habrá gente que perderá el hilo con la infinidad de datos que nos tiran por segundo y otros quedarán embobados por las hipótesis que presenta. A pesar de que el director no subestima a la audiencia, en los últimos años adquirió la “mala” costumbre de sobre explicar las cosas. Lo que molestaba en “El Origen” (Inception, 2010) acá se repite, pero la complejidad de esa partecita de la trama, tal vez, lo necesite. Nolan tiene miedo de que el público no llegue a entender la “teoría” y ese miedo puede generar algo de densidad narrativa en la “práctica”. La película tiene tres actos bien diferenciados entre sí, no voy a entrar en detalles para no spoilear nada, pero resultan tres experiencias totalmente diferentes que le dan sentido a un todo. Nolan rescata esos relatos cinematográficos clásicos de la ciencia ficción con los que creció y las influencias y homenajes se notan (supongo que adrede). Desde “Alien – El Octavo Pasajero” (Alien, 1979) y “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”, hasta sus favoritas: “Blade Runner” (1982) y “2001, Una Odisea del Espacio” (2001: A Space Odyssey, 1968), la idea principal es volver a esa magia del puro entretenimiento familiar (esta es la menos violenta de sus películas) y la fascinación por las estrellas, emblema de la década del setenta, gracias a la carrera espacial, el programa Apollo de la NASA y aventuras más fantásticas como “La Guerra de las Galaxias” (Star Wars, 1977). A pesar de que “Interestelar” es la película más personal del director, no es un proyecto que haya salido completamente de su mente y su corazoncito, Nolan se lo apropió y lo hizo suyo, impregnándolo de todos sus guiños y recursos conocidos. El proyecto llevaba unos cuantos años en desarrollo cuando Chris decidió hacerse cargo. Las ideas principales le corresponden al físico teórico Kip Thorne, que en 2006 tuvo ganas de llevar sus propias hipótesis a la pantalla grande, más específicamente, como las “grietas” espacio-temporales, también conocidas como agujeros de gusano o puentes de Einstein-Rosen, pueden utilizarse para viajar de un punto A al B del universo, atravesando distancias infinitas. Paramount Pictures se copó con la idea y le encargó a Jonathan Nolan (hermano y colaborador habitual de Christopher) que escribiera un primer borrador, para lo cual el pibe se pasó casi cuatro años estudiando física en Caltech. La película estaba “diseñada” para que la dirigiera Steven Spielberg, pero cuando se apartó por falta de tiempo, provocó que el proyecto quedara encajonado por varios años. Ahí es cuando entra Chris que, tras terminar con la trilogía del Caballero Oscuro, sintió que “Interestelar” podría convertirse en su próximo gran emprendimiento, la oportunidad de sacar a relucir su maldito nerd, pero también el ser humano optimista que siempre parece enmascararse tras los oscuros thrillers psicológicos con mil interpretaciones. Tratemos de explicar un poquito de que viene la cosa, sin tirar spoilers, obvio. Estamos en la Tierra, en un futuro no muy lejano, donde los ejércitos fueron desmantelados porque los seres humanos no tienen tiempo para hacer la guerra y deben concentrar todas sus fuerzas en sobrevivir a un clima bastante hostil y a la falta de comida. La poca tecnología que queda disponible está puesta al servicio de la agricultura, o sea que los granjeros son mucho más importante que un ingeniero o un piloto de naves espaciales. Ese es Cooper (Matthew McConaughey), un viudo con dos hijos adolescentes que tuvo que dejar de soñar con el cosmos y ponerse a cosechar maíz, uno de los últimos recursos alimenticios que quedan. El tipo se siente fuera de lugar, es un explorador nato, un aventurero que, a pesar de amar a su familia, decide sumarse a un proyecto ultra secreto que busca salvar a la población buscando algún planeta habitable donde puedan hacer rancho. Pero la salvación no está en nuestro sistema solar. Cooper, experimentadísimo piloto, se unirá a un grupo de científicos encabezado por la doctora Amelia Brand (Anne Hathaway), para adentrarse más allá de las fronteras del espacio y, por qué no, del tiempo, cuando se aproximen a otra galaxia a través de este extraño fenómeno físico, conocido como agujero de gusano. Y allá van los posibles salvadores de la humanidad abandonando todo sobre la Tierra, menos la esperanza, en una misión que, no sólo podría fracasar, sino que no garantiza su retorno. El tiempo marca el pulso de “Interestelar”, pero también los sentimientos que, constantemente, se interponen en las decisiones “racionales” que debe tomar la tripulación. Hay acción de la buena, unos cuantos mensajes para no dejar pasar y efectos especiales que la transforman en una experiencia visual para caerse de tujes. Pero sobre todo es una historia de padres e hijos (o mejor dicho, de hijas), de distancias literales y emocionales que deben ser cubiertas. Nolan se vuelve a rodear de un elenco de lujo donde nadie queda fuera de lugar, pero hay que admitir que McC se carga la película al hombro y concluye un año espectacular lleno de grandes interpretaciones. La Hathaway no se queda atrás, Michael Caine podría hacer de baldosa y seguirnos conmoviendo, y así podría seguir con cada actor que aparece a lo largo de casi tres horas de película que, créanme, se pasan volando. Hablar de los aspectos técnicos de una película de Christopher Nolan, parece redundante. A pesar de la “simplicidad” de los aspectos tecnológicos que se muestran, el equipo técnico se esmeró para que la verosimilitud nunca quede de lado: nadie sabe como es atravesar un agujero negro, pero después de ver “Interestelar”, podríamos jurar y re jurar que son como aparecen en la pantalla. Las escenas espaciales son un manjar para cualquier paladar cinéfilo, o para cualquiera que aprecie lo estético por encima de lo meramente efectista. Es espectacular en el mejor sentido de la palabra, mucho más si tenemos en cuenta el esfuerzo por no utilizar grandes cantidades de CGI o pantalla verde. La ironía y el sarcasmo que suelen aparecer en las obras de Nolan, sigue presente, y muchas veces nos llega de la mano de los personajes menos humanos, todo un hallazgo de la película que deben apreciar por ustedes mismos. No voy a ocultar mi devoción por el IMAX, un formato de la más alta calidad que, no sólo enaltece la historia, si no que nos sumerge un poco más en ese universo maravilloso que plantea. Si quieren vivir una experiencia completa y están dispuestos a pagar el costo, no se pierdan de disfrutar con cada uno de los sentidos. Lo que menos me gustó, y habrás gente que no concuerde conmigo, es la banda sonora compuesta por Hans Zimmer que, a pesar de marcar la intensidad cuando se lo necesita, resulta anticlimática y sentimentaloide la mayoría de las veces. Creo que NOlan confió demasiado en su músico de cabecera que, esta vez, quiso alejarse de lo que ya nos tiene acostumbrados y probar algo nuevo y “retro”, pero para mí no funciona. Lo que si conmueve son los silencios que se desparraman a lo largo del film. Momentos que nos hacen sentir menos que un granito de arena en la inmensidad del espacio y esa pantalla que nos absorbe y no nos deja parpadear ni por un momento. Tras mostrarnos -varias veces a lo largo de su obra- lo destructivo que puede resultar el ser humano, Nolan se sincera, se pone optimista (tal vez le agarró el viejazo) y resalta nuestras mejores cualidades. Somos animalitos de (malas) costumbres, pero en el fondo siempre encontramos la manera de salir adelante, nos da motivos para no bajar los brazos y nos arranca unos cuantos lagrimones en el proceso.
Dame Espacio Nolan, el mismo realizador de "Memento" como de la trilogía última de Batman, ha regresado para tener su propia aventura espacial. Se puede suponer y bien, que iba obtener mucho dinero para su producción, elegir actores taquilleros y estelares, y si..también lo consigue, pero sigue pecando de cierta frialdad que no termina de cerrar en un todo. Obvio: Nolan no es Hitchcock, ni Kubrick ni John Ford. Es decir un mayúsculo director, pero zafa en mucho. Aqui la cosa va de el sueño propio de un astronauta que desea volver al espacio y la relación afectiva con una hija suya, es viudo, y no lo convence seguir siendo granjero, encima en el planeta tierra ciertas cosas básicas se han extinguido y seguirá todo de mal en peor. O sea: se acaba el mundo, ergo hay que buscar colonizar otros planetas. Dada una misión interestelar, vendrá el viaje misterioso, la utilización de un agujero denominado "gusano", y es aqui donde hay bastante concomitancia de escenas con "2001, Odisea del Espacio". La búsqueda de tripulantes y contactos de (otra) misión anterior, y por sobre todo costosos efectos especiales y "espaciales" para un filme que en su totalidad de 169 minutos, se llega a hacer eterno, tanto como un viaje al infinito y más allá. Las actuaciones de Matthew McConaughey y Jessica Chastain son sobrias la de la niña Mackenzie Foy (Crepusculo, El Conjuro) es en cambio superlativa, y Michael Caine y John Lithgow aportan su oficio maduro. Sin dudas no es una mala peli pero si peca mucho de pretenciosa -por su cantidad de tiempos débiles en reflexiones absurdas- un poco más de acción, de adrenalina, menos muchos menos metraje, y sería de altísimo valor.
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El amor, en tiempos de la Teoría de la Relatividad. Interestelar es la última incursión en el cine fantástico de Christopher Nolan, un tipo que a esta altura ya se ha hecho un merecido lugar entre los directores mas grandes de la historia. Desde Memento hasta El Origen - sin olvidar esa joya que fue Batman: El Caballero de la Noche, y toda la trilogía del encapotado -, Nolan ha dado muestras de sobra de ser un tipo inteligente y talentoso, creando obras originales e innovadoras. Ahora es el turno de Nolan de imitar a Kubrick, creando su propio propio 2001, Odisea del Espacio - un fetichismo que ha obsesionado (y han querido emular) tipos del calibre de Danny Boyle, Darren Aronofsky e, incluso, Steven Soderbergh -, generando una obra de ciencia ficción pensante y con aspiraciones metafísicas. El problema es que, después de un buen comienzo y un gran desarrollo, Interestelar termina metiéndose en un terreno tremendamente extraño en el tercer acto, el cual podrá ser aplaudido por la comunidad científica - después de todo, Nolan es un entusiasta del ensayo científico y sus obras están construídas con el asesoramiento de un ejército de especialistas - pero, para la plebe, tiene el sabor de un Deus Ex Machina tremendamente traído de los pelos. El inicio del filme tiene su cuota de desprolijidades narrativas. A cuentagotas vamos descubriendo lo que pasó, pero uno nunca termina de entender el todo. Al parecer los recursos se agotaron, los gobiernos entraron en crisis, los ejércitos se disolvieron (¿cómo?; si se trata de una crisis terminal, ¿cómo van a mantener el control de las masas, devenidas en un seguro caos?; si el hambre prospera, ¿por qué no iniciar invasiones y genocidios para apoderarse de los terrenos mas prósperos?). En esa carestía de recursos y energía, Matthew McConaughey maneja una Ford F100 con un motor enorme, y opera un ejército de cosechadoras guiadas por GPS. El tipo cultiva maíz - aunque era un astronauta! - y lo debe vender en algún mercado local, el cual no ha sido arrasado por las turbas hambrientas de milagro. La frutilla del postre es el funcionamiento de las escuelas a nivel nacional, las cuales van a sacar libros de historia corregidos diciendo que nunca llegaron a la Luna y que todo fue una operación publicitaria montada en los medios para combatir a los malditos comunistas de la Unión Soviética - otra que "el relato" - , una barrabasada urdida para desalentar a la gente a ser cientificos y formarse como granjeros. Es un futuro plagado de inconsistencias y cosas traídas de los pelos, demasiado prolijo para ser un escenario pre-apocaliptico. Las cosas no mejoran con la aparición de una serie de fenómenos en la casa de McConaughey, en donde los libros de la biblioteca se caen al piso y, al ver los huecos dejados en los anaqueles, uno - con demasiado tiempo libre - puede percibir una especie de mensaje en código binario. Las cosas se ponen mas absurdas cuando la tierra del piso forma una serie de rayas, las cuales presuponen ser la latitud y la longitud de una locación a la cual - esta fuerza sobrenatural que mueve libros - quiere que McConaughey vaya. El tipo se encarama a su pickup devoradora de combustible junto con su avispada hija y termina en una base oculta del gobierno en donde yace los restos de la NASA. Ahi se topa con un antiguo amigo y su apetecible hija, y se entera de que están preparando una misión interestelar para salvar la humanidad... y quieren que él la pilotee. ¿No era mas fácil llamar por teléfono? ¿Nadie sabía donde vivía McConaughey?. Si McConaughey no aparecía,¿la humanidad estaba condenada a la extinción, simplemente porque no encontraron un maldito piloto para comandar la nave?. Las cosas se ponen mucho mejor en el Acto II, cuando la historia se mete en la exploración espacial y en el terreno de la teoría científica. Entre los trajes, los efectos visuales y la temática, hay momentos en donde Interestelar se aproxima a la visión de la ciencia ficción rusa de los años 50 y 60, ésa en donde los astronautas eran émulos de Cristobal Colón y formaban un puñado de temerarios adentrándose en lo desconocido, un terreno tan vasto como aterrador. Las cosas salen mal porque las naves no son mas que latitas de gaseosa algo mas sofisticadas, y sometidas a gigantescas presiones producidas por el vacío, las ráfagas gravitacionales y las presencia de todo tipo de amenazas subyacentes en el cosmos. Como dicen un personaje en un momento: "es estremecedor pensar que solo un par de milimetros de aluminio me separan de morir en el gélido vacío del espacio". Ciertamente los temas que toca el Acto II son fascinantes. La idea del arca de Noé embrionaria - llevar esperatozoides y óvulos para montar una colonia en algún lugar remoto del Universo, pensando en la superviviencia de la especie mas que en la supervivencia de los humanos actuales - es formidable (aunque, pregunto: ¿quien es la mujer que se quiere ofrecer como voluntaria para actuar como incubadora serial de colonizadores?). El tránsito por el agujero de gusano es estremecedor - una versión aggiornada del viaje estelar del climax de 2001, Odisea del Espacio -, lo mismo que la aventura alrededor del masivo agujero negro. Es como una versión de la serie Cosmos de Carl Sagan pero con actores de primera categoría. Y desde ya está el drama humano, con la hija que se niega a aceptar el abandono de su padre por una causa mucho mas heroica y humanitaria, como es adentrarse en el espacio para hallar el nuevo refugio que precisa nuestra especie. Mientras que el Acto II está plagado de momentos brillantes - el planeta de las mareas gigantes; el gélido paraíso donde mora Matt Damon; el rescate de la nave interestelar a último momento de incinerarse en el reingreso a la atmósfera -, donde Interestelar mete la pata es en el Acto III. (alerta spoilers) Lo que uno asumía como angeles guardianes - seres extraterrestres que mandaban mensajes y pistas para que la humanidad encuentre una vía de salida -, se transforma en una solución tan absurda como insatisfactoria. Ok, el espacio se puede doblar, y puede que uno entre en una dimensión en donde pueda materializar sus pensamientos, e incluso viajar en el tiempo / espacio pero... ¿mandar mensajes tirando libros y esperando que alguien los descifre?. ¿Mandar un código Morse mediante el segundero loco de un reloj pulsera archivado desde hace décadas?. Es un momento en donde Nolan exige demasiado a la audiencia, un salto de fe que mi juicio, no lo amerita. Incluso el tema de recopilar información mediante el robot parlanchin, pensando en mandarla afuera... ¿cómo?. ¿Cómo pensaban mandar a a Tierra esos datos si no sale información mas allá del agujero de gusano (y mucho menos, de un agujero negro)?. Es como que el agujero negro es una gigantesca caja de Pandora que Nolan utiliza para atar el nudo a las diversas tramas argumentales, pero no deja de ser un recurso tremendamente rebuscado. Después le sigue el tema de recoger al sobreviviente en el espacio, el cual es llevado a bordo de una masiva nave interestellar que, en vez de llevar mas gente a bordo, prefiere gastar inútiles (y masivas) cantidades de espacio recreando granjas - museo o estadios de baseball. Es un climax estirado e insatisfactorio. Era mejor que los alienígenas existieran (después de todo la aparición del agujero de gusano es inexplicable), y que los héroes murieran mandando la data en vez de una retorcida reconciliacion en la recta final del filme (fin spoilers). No creo que Interestelar sea la obra maestra de Nolan que todos proclaman. Es una pelicula épica, inteligente e intensa, pero tiene su cuota de cosas atadas con alambre que no me terminan de cerrar. Olviden el espectáculo visual, dejen de lado las excelentes actuaciones, vean la lógica de la trama. Yo creo que Inception, aún con todos sus defectos, es superior a Interestelar y, en especial, su final era mucho mas mistico y satisfactorio. Como suele pasarle a los genios, a veces su inteligencia los acerca tanto al Sol que el procedimiento termina por incendiarle las alas... y aquí algo de ello ocurre, en donde hubiera sido preferible modelar otro final menos excéntrico para culminar con éxito lo que debería haber sido una segura obra maestra.
La dimensión Nolan Nuevo y esperado trabajo del director Christopher Nolan ("Inception", "The Dark Knight") que llegó con mucha fuerza a las pantallas del mundo y la verdad es que no defraudó ni un poco a sus seguidores. A modo de sinopsis les puedo decir que trata sobre un grupo de humanos (y algunos robots que se comen varias escenas) que forma parte de los últimos recursos de la NASA para salvar a la humanidad de extinguirse junto con el planeta Tierra, que de a poco está perdiendo su habitabilidad. En su intento por salvar a la población (parte de ella) viajarán interestelarmente a 3 destinos en distintas dimensiones para decidir cual es la mejor opción. Por supuesto en esos viajes pasarán algunos acontecimientos que no estaban previstos y deberán sortear los grandes obstáculos físicos y humanos que la empresa les requiere. Si algo caracteriza a Nolan es su talento para ofrecernos historias distintas, originales, con una complejidad tan atractiva como cercana a la vida real. Por ejemplo con el Caballero de la Noche nos regaló un Batman bien bajado a tierra, sombrío y humano, con conflictos, un superhéroe que si bien nunca pierde su aura nos deja sentirnos un poco identificados con él. Lo mismo nos sucedía en "El gran truco" y "El Origen", donde se exploraba la psiquis humana en toda su complejidad, las cosas más lindas y las más feas que podemos tener. Con "Interestelar" nos sumerge en el vasto espacio exterior a través de la ciencia ficción, tocando temas como la física y la biología, por supuesto sin dejar de lado su constante exploración de la naturaleza humana. Todo lo que sucede es interesante y original, testeando la naturaleza humana bajo presión, conectando a todos los protagonistas de la trama en relaciones complejas y presentando un clima constante de acción y aventura, todo con el tono adulto y oscuro que suele imprimir Nolan a sus trabajos. Hay quienes critican la factibilidad de algunos acontecimientos mostrados en el film y en algunas pocas ocasiones realmente se nota el descuido, pero en general, diría el 90% del metraje, todo está muy cuidado y no es totalmente factible si lo enfrentamos a leyes de la física y la astronomía, lo cual en realidad no es relevante para este tipo de entretenimiento. Estamos frente a una película, no un documental de la NASA. Los actores están fantásticos, sobre todo McConaughey, Caine, Chastain y Damon. Nolan no sólo ensambla un elenco estelar, sino que también los dirige de manera magistral para funcionar como un verdadero equipo. Una de las mejores propuestas cinematográficas del año sin dudas. Para disfrutar de una trama diferente, con vueltas de tuerca interesantes y actuaciones emotivas. Muy recomendable.
"Drama del tiempo y el espacio" Olvidate todo lo que creías saber sobre ciencia ficción porque lo último de Christopher Nolan rompe con todos los moldes del género. Para la mayoría de nosotros cuando pensamos en el espacio, pensamos en máquinas y teoría pero nunca en drama. En la ciencia ficción tradicional no hay emociones ni lágrimas, de hecho los personajes ni siquiera se molestan en tener una familia. Pero este caso es diferente. Una nueva ciencia ficción nos muestra el costado humano que jamás habíamos visto y se convierte en una obra de arte sublime. El protagónico del ganador del Oscar Matthew McConaughey es sin duda uno de los platos fuertes. Empezó como prácticamente un modelo, pero hoy en día es uno de los mejores actores de Hollywood; como si fuera por arte de magia. Probó que sabía hacerlo en “Dallas Buyers Club”; y aquí una vez más, nos conmueve. ¿Van a llorar? Probablemente. Nadie esperaba eso de la ciencia ficción. Por otro lado, Anne Hathaway, otra ganadora del Oscar, es la contraparte de Cooper, el personaje de McConaughey. Está a la altura. Para ellos el corazón manda, y realmente emociona. Por otro lado, Wes Bentley (quizá lo tengan de “Los Juegos del Hambre“), David Gyasi y un cameo de Matt Damon completan el equipo del espacio exterior. Una de las cosas baprendemos pronto de la ciencia ficción normal (y el cine en general) es que el actor que más vende siempre es el último en morir, o sobrevive. Bueno, no. Aquí nadie está seguro, otra de las grandes transgresiones que el guión de los hermanos Nolan hace al género. Entre el drama familiar y el peligro de que tengamos que despedirnos de los personajes que llegamos a amar en más de dos horas y media, nos tiene al borde del asiento de suspenso. Por otro lado, el equipo terrestre está conformado por Michael Caine, que vuelve a trabajar con Nolan después de encarnar a Alfred en la trilogía de Batman; y Jessica Chastain, una actriz que recién aparece alrededor de la mitad de la película. ¿Raro, verdad? Estamos acostumbrados a tener a las estrellas de principio a fin, en definitiva es el mismo caso que antes. Otro molde roto para un director que desafía las reglas implícitas del séptimo arte. Lo mismo ocurre con Matt Damon, que tiene un tiempo prudencialmente corto en pantalla y ni siquiera está en los créditos. Si viniera un director a decirme “Hey, hice una película con Matt Damon pero no puedo decir que es Matt Damon”, me preguntaría si está mal de la cabeza. Probablemente antes de ver esta película quieran leer “Breve Historia del Tiempo y el Espacio“, de Stephen Hawking (sí, soy nerd, ya sé), porque Christopher Nolan también lo leyó. El espacio de Nolan no es imaginario, es la teoría de Hawking; que en algunas de sus partes no están probadas sino que son pura teoría. Sin embargo, todo es científicamente posible de ocurrir, y eso es lo que hace el guión tan fascinante y espeluznante a la vez. El gran ejemplo de esto es el tema del tiempo. Es afectado por el magnetismo, por eso transcurre más lento cuanto más cerca de los centros magnéticos. Eso no se le ocurrió a Nolan, sino a Hawking, y está de hecho comprobado. Es así, y por eso es tan desconocido y aterrador. ¿Además querés basar tu película en las teorías de Hawking pero jamás mencionarlo? Ok. Romper tantas reglas de esta manera es un salto de fe. Seguramente no habrá faltado quien le dijera a Nolan que estaba mal de la cabeza. Y este salto de fe le iba a costar 165 millones de dólares, según IMDb. Lo primero que diría es, con su permiso, que tiene unos huevos impresionantes. ¿Loco o genio? Genio. Es sublime. Denle a este director el Oscar. A Matthew McConaughey y Anne Hathaway denles más Oscars. Es todo hermoso, las actuaciones nos conmueven, los efectos son impresionantes pero no excesivos, la historia de ciencia ficción-drama es una genialidad. No esperaba algo tan excepcional, tan superior. En cincuenta años los estudiantes de cine van a estudiar con esta película cómo se hacen las cosas. Sencillamente es perfecta. Agustina Tajtelbaum
Más historias y menos autores Luego de ver Interestelar, creo que el problema de Christopher Nolan son los guiones. Cierto enrevesamiento constitutivo de las historias que se propone contar. Historias que muchas veces escribe junto a su hermano Jonathan Nolan. A los grandes directores la autosuficiencia puede jugarles en contra. Hitchcock no escribía sus guiones sino que los mandaba a hacer sobre la base de novelas que le interesaban y luego, por supuesto, con estos terminados, obraba sobre ellos con total libertad, introduciendo ese importante concepto de la teoría cinematográfica que es “el corte del director”. Rohmer, que antes de dedicarse a la dirección hacía crítica de cine, señalaba que el hecho de que el director inglés no escribiera los guiones había servido a los críticos franceses para fundamentar su teoría de que el cine era una cuestión de autores principalmente, y no de guiones. La libertad al momento de filmar, sostenían los cahieristas, es un aspecto crucial del cine, mucho más importante que la instancia previa de escritura de la historia en papel. El hecho de que un mismo guión pueda contarse bien o mal, según la capacidad autoral, parecía demostrar ese punto de vista. Pero volvamos a Nolan. Como muchas otras películas del director, Interestelar empieza de un modo enrevesado y termina todavía peor. Se describe un mundo atacado por inmensas humaredas que tarde o temprano aniquilarán las extendidas cosechas de maíz. Se cuenta la historia de un granjero inmerso en esa realidad, que no sabemos bien por qué pero además es astronauta, y que descubre las coordenadas en que se ubica una instalación de la NASA desde la que se planea una misión para buscar planetas habitables para la especie humana en un futuro cercano. No sabemos muy bien por qué pero este granjero-astronauta se convierte en el piloto de la tripulación que saldrá en busca de la salvación para la humanidad. Todo este comienzo resulta enrevesado, como decía, básicamente porque el director no apuesta a una fórmula convencional, mostrando claramente y desde el inicio los componentes de la historia, sino que propone un juego permanente de ocultamiento de intenciones. No sabemos bien qué sucede en ese planeta tierra enrarecido, no entendemos ciertos hechos sobrenaturales que tienen lugar, a lo que debe sumarse la construcción precaria de un personaje que cosecha maíz y es astronauta al mismo tiempo. El enrarecimiento parece ser la estrategia para hablar de un mundo diferente al que conocemos, pero se cae en un enrarecimiento de la propuesta cinematográfica misma. Intenta recrearse un mundo distópico apelando a la idea de que las profesiones humanas se dividirán en el futuro entre granjeros e ingenieros espaciales. Pero esta idea está resumida en una única escena en que el granjero-astronauta se enoja con las autoridades de la escuela de sus hijos, porque por las notas que tiene uno de ellos no podrá aspirar a otra cosa que granjero. Fuera de esta escena, que parece sacada de contexto, prácticamente no se vuelve a tratar el tema. Se podría hablar de toda la teoría científica planteada, que también es insoportablemente enrevesada. Se mezclan una multiplicidad de temas, como la gravedad, los agujeros negros, las condiciones medioambientales de supervivencia del ser humano, entre otros, para culminar con una teoría basada en que existen puntos perdidos en el cosmos desde los que pueden operarse perforaciones de la espacio-temporalidad terrestre. No hace falta ser experto en estos temas para darse cuenta que la base teórico-científica de la película no constituye un fundamento claro y sólido para la construcción de la historia. La película Memento, que hizo a Nolan famoso por ser una obra audaz del cine independiente, posee este mismo carácter enrevesado que puede rastrearse en otras obras posteriores del director: gran parte de la saga de Batman, Inception y ahora también Interestelar. Más allá de la fascinación que suelen producirme sus películas (Memento la vi varias veces queriendo comprenderla mejor y Batman el caballero de la noche me parece una obra maestra sobre todo por la síntesis de época expresada en el genial personaje del guasón), debo confesar que las historias escritas por Nolan tienen una tendencia a complicarse más de lo necesario. En mi opinión, se trata de un gran autor cinematográfico, con innegable capacidad de construir poderosas escenas, pero con menor capacidad de producir un buen texto cinematográfico. Un hecho que demuestra esta hipótesis es su remake de la noruega Insomnio. La primera vez que Nolan trabaja con un guión ajeno y ya probado. Una película visual y argumentativamente bien ejecutada, principalmente porque narra una historia que ya había sido contada con éxito por el cine policial nórdico. Moraleja: el cine no lo hacen solo los autores, también los buenos guiones. Hay directores más cautelosos, que saben cuándo dejar la tarea del guión a los guionistas, y otros más omnipotentes, que caen con más facilidad en el error. Y los debe haber, aunque no se me ocurre ninguno en este momento, que escriben y dirigen magistralmente, pero estos son casi inexistentes dado que somos humanos, y algunas cosas siempre nos saldrán mejor que otras.
Nolan y su obsesión con el tiempo una vez más. Con cada film sus preguntas se vuelven más grandes y ambiciosas. Aquí usa la teoría de los agujeros de gusano para hablar del núcleo familiar y el sentido de la existencia. La ciencia del film puede ser correcta o incorrecta pero le sirve para contar la historia a su manera. A Nolan se le ven los hilos cada vez mas nítidamente pero hay que valorizar el hecho que busca crear historias originales desde los estudios de Hollywood en una era de refritos.
(Nolan x 2 + Einstein)2. Los hermanos Nolan han revolucionado la narrativa del cine contemporáneo, probablemente convirtiéndose en dos de los mejores guionistas de la historia. Interstellar continúa esa tradición fraternal de entregar una historia sorprendente, profunda y elaborada, y si bien quizás no esté a la altura de sus mejores trabajos, es una propuesta imperdible en su género. Quienes no tuvieron paciencia con Memento e Inception, no debieran siquiera intentar mirar Interstellar. Las películas de Christopher Nolan suelen ser experiencias cautivantes, pero exigen un alto esfuerzo intelectivo por parte del espectador, quien debe estar dispuesto a someterse a un proceso sináptico más largo de lo habitual; son como rompecabezas cuyas piezas deben continuar encastrándose hasta incluso luego de terminado el filme. Ésta no sólo no es la excepción, sino que tal vez sea su proyecto más ambicioso, al tratarse de una historia que aborda uno de los fenómenos más abstractos y apasionantes del universo: la relatividad del tiempo. Sobre esa premisa, se construye una trama trascendental, sorpresiva e inteligente, fiel al estilo del director. Con cinematografía perfecta, la película se desarrolla a través de una trama compleja y elaborada que mantiene en vilo al espectador hasta el minuto final. Como siempre es el caso en los proyectos del director, lo más interesante de la propuesta radica en su guión, que ahonda en múltiples conflictos que van desde causas personales hasta lo estrictamente antropológico. En el trámite hay drama, suspenso y una importante cuota de ficción argumentada por leyes y especulaciones de la física moderna. Es quizás, en la vuelta de tuerca final, donde Nolan tal vez no llegue igualar sus mejores trabajos en cuanto a la consistencia absoluta del filme. En esta oportunidad queda un cierto sinsabor, una sensación de que el resultado es relativamente vago, o al menos paradójico en términos temporales. Puede que Interstellar no cierre en todos sus ángulos, pero incluso así, es una película de ciencia ficción que succiona la mente del espectador y lo invita a volar por un universo amplio y fascinante. Es sin dudas una propuesta maravillosa, que merece verse múltiples veces y pensarse muchas veces más.