Oh l’amour Lejos de las estandarizadas comedia románticas norteamericanas, La delicadeza (La délicatesse, 2012) propone una historia sobre la posibilidad de volver a enamorarse, y todo lo que ello implica. Cuando en aquellas todo está dicho de antemano, aquí nada parece claro ni predestinado. Nathalie (Audrey Tautou) es una joven treintañera que tras vivir la muerte de su amado esposo debe encontrar la manera de sobrevivir con el dolor y los recuerdos. Abocada a su vida laboral, de a poco empieza a salir de la tristeza. Pero la posibilidad de encontrar otro gran amor parece remota. A pesar de ello, Nathalie intenta salir con Markus (François Damiens), su compañero de trabajo, un joven sueco que difiere de cualquier hombre ideal de película y de quien además ella es jefa. Esta relación distinta a cualquiera estará llena de humor y ternura, pero también de vergüenza, temores e incertidumbres. Esta oportunidad que aparece para Nathalie la ayudará a comenzar una nueva vida. Es cierto que La delicadeza podría encajar dentro de la denominada comedia romántica. Sin embargo, el estilo de este film francés dista mucho de los típicos films de esta clase, a los que más acostumbrados estamos. Lo romántico aquí se presenta más puro, más simple, más humano. Y lo cómico aparece por los sentimientos de los protagonistas, y no de manera forzada desde el argumento. Para marcar la diferencia, algunas partes de la película están contadas con recursos novedosos y eficaces, que se producen mayormente al comienzo. Luego el film retoma las formas narrativas más comunes, lo cual es una pena, porque la estética propuesta en el inicio marcaba un estilo interesante. De todas formas, el film es muy elocuente, porque además de hablar sobre los sentimientos, propone el tema de los prejuicios en las relaciones. Esto está ligado al protagonista masculino quien está muy alejado del típico héroe romántico. Este tema parecería ser autorreferencial, pues las películas románticas casi siempre son protagonizadas por hombres y mujeres seductores o agradables para los espectadores. El film parece burlar entonces estos clásicos y absurdos clichés y transmite mayor sinceridad en el abordaje de las relaciones amorosas. Con este ingenioso propósito de salirse de los límites más transitados y elegir un sendero más auténtico, la película de David y Stéphane Foenkinos, permite conocer nuevas miradas sobre algunos temas que a veces están desgastados.
Una historia confusa Otro bestseller es llevado a la pantalla grande. El libro cuenta con más de 700.000 ejemplares vendidos solo en Francia y se ha llevado 10 premios literarios en el mismo país. Su autor, también auspicia de director en esta producción, él es escritor y músico; si bien su nombre no es muy familiar en nuestra región, David Foenkinos, es un personaje muy completo, ya que además es profesor de guitarra y especialista en jazz y actor en Un suceso feliz. Para la realización contó con la ayuda de Stéphane Foenkinos, quien fuera director del casting en el film de Woody Allen, Medianoche en París. la delicadeza pelicula El relato, literalmente es sencillo, pero la manera de narrarlo (al menos en el film) resulta complicado. La historia hace foco en Nathalie Kerr (interpretada por Audrey Tautou, la misma de Coco antes de Chanel y la recordada por su protagónico en Amélie), quien pierde en un trágico accidente al hombre de su vida. Entre acosos de su nuevo jefe y un luto abocado al trabajo, Nathalie conoce al empleado de la oficina 114, con el cual termina armando una tierna relación. La délicatesse cuenta con muchos diálogos realmente absurdos, momentos indescifrables, saltos inesperados en el tiempo que resultan confusos, comportamientos en los personajes llenos de inocencia (que no corresponden a las edades) y escenas por momentos bastante inverosímiles. Se destaca la buena estética y la banda de sonido con letras acordes a la circunstancias. La delicadeza podría haber sido mucho más que un pasaje de situaciones y lograr conmover, o al menos, narrar correctamente una historia.
Un film francés para románticos Nathalie ha encontrado al hombre de sui vida : François. Ella es joven, bella, feliz y totalmente enamorada. Un accidente fatal la deja viuda y su única manera de salir adelante es trabajando. Aunque no habla de otra relación y hasta aguanta los embates de su jefe, Charles, que está, aparentemente, enamorado de ella. Pero un día, sin saber porque, besa, como con un impulso, a Markus, un empleado suyo. A partir de allí empezara una relación especial donde el amor ira surgiendo poco a poco, con mucha delicadeza. “La delicadeza” esta basada en una novela (editada en nuestro país por Seix Barral) donde, justamente, la delicadeza, la inocencia y la pureza son los pilares donde soportar el dolor y el trampolín para ir en busca de la felicidad. Los directores tienen un gran acierto en lo que a la elección de los actores se refiere. El trabajo de François Damiens como Markus, es realimente maravilloso consiguiendo desde su primera aparición la simpatía del público. En cuanto a Audrey Tautou como Nathalie es un gran trabajo haciendo gala de su talento en cuanto a la parte más dramática pero siendo demasiado dulce en las otras, casi empalagosa. Salvo esto último, “La delicadeza” es una de esas películas que ningún romántico se debería perder.
Volver a empezar El matrimonio de Nathalie (Audrey Tautou) y Francois (Pio MarmaÏ) es idílico. Son jóvenes, se entienden con sólo mirarse, comparten todo, se aman profundamente. Como complemento, ella consigue trabajo en la filial francesa de una importante empresa sueca. Todo parece brillar de felicidad hasta que ocurre lo impensado: Francois muere en un accidente, y Nathalie debe replantearse su vida sin él. Basada en la novela homónima de David Foenkinos, y codirigida por él y su hermano, Stéphane, La delicadeza lleva al espectador en este viaje interno de Nathalie, que en un principio reacciona a la situación cual autómata. Justamente esta frialdad es lo que dificulta la conexión del espectador con el sufrimiento del personaje: ella se encierra en sí misma y casi no expresa sentimientos. Es clave en el filme la aparición del personaje de Markus (Francois Damiens), su compañero de trabajo. Su presencia funciona tanto en la ficción como bisagra en el duelo de Nathalie, como a nivel argumental como elemento fundamental para cambiar el ritmo de la historia e incorporarle también tímidos esbozos de humor. La historia en sí es simple, y no demasiado novedosa. No existen en ella factores del pasado del muerto que pudieran complicar la situación (como en "Bleu", de Kieslowski, por ejemplo), sino que apenas muestra el simple dolor de perder a alguien amado, en un camino llano, sin vueltas ni recovecos. Correctamente actuada, de factura sencilla y sin grandes pretensiones, esta película, como su nombre lo indica, trata sobre el dolor, las pérdidas y los encuentros, desde una distancia prudencial y sin golpes bajos.
De Francia con amor Quizá la mención de la novela La délicatesse, editada aquí por Seix Barrial, no diga demasiado en estos pagos, pero se trata de un auténtico éxito literario en Francia, con más de 700.000l ejemplares vendidos, y una decena de premios. Ni lento ni perezoso, el autor David Foenkinos vio la oportunidad y adaptó él mismo su texto a la pantalla grande, oficiando también como codirector junto a su hermano Stéphane (director de casting de Medianoche en París) y como productor. La protagonista del best seller devenido película es Nathalie (Audrey Tautou), que vive un idilio amoroso con su marido interrumpido abruptamente cuando él muera en un accidente. De ahí en más, ella se aboca a su trabajo, al tiempo que lentamente empieza a dejar atrás el duelo primero saliendo con su jefe (Bruno Todeschini) y luego con su compañero de trabajo Markus (François Damiens). A partir de esa anécdota pequeña, la dupla construye una comedia romántica tan previsible -no elude ningún lugar común de la supuesta magia parisina- como amena y disfrutable en su desarrollo, asentada sobre todo en el carisma de Tautou y Damiens y en bienvenidas dosis de chistes eficaces.
Acá nos encontramos con un caso similar a lo que fue La importancia de ser invisible, con Emma Watson, donde un escritor es el encargado de adaptar en el cine su propio libro. Se trata de la novela “La delicadeza”, de David Foekinos que fue editada en Argentina por Six Barral. La película brinda una historia de amor que es interesante pero cuenta con una narración aburridísima que genera que con el tiempo uno vaya perdiendo el interés por las cosas que les suceden a los personajes. La trama está buena y presenta un lindo cuento sobre las segundas oportunidades en el amor, pero el exceso de situaciones redundantes en el que cae la narración de la película hace que el conflicto en un momento se estanque y demore en desarrollarse. El autor de este libro realizó la adaptación para el cine junto a su hermana Stéphane y es probable que en manos de otro director La delicadeza hubiera resultado una propuesta mucho más atractiva. La buena noticia es que el film por lo menos tienen muy buenos actores donde se destacan Audrey Tautou (Amelie) y muy especialmente Francois Damien, quien es el responsable de evitar que esta producción se convirtiera en un bodrio. Desde el momento en que el actor aparece en la trama la película cambia por completo y se vuelve más interesante y entretenida. Damien interpreta un sueco de aspecto extraño con serios problemas para desenvolverse en las relaciones sociales que por esos misterios del amor encandila a la protagonista. Con la aparición de este personaje La delicadeza entra en el terreno de la comedia romántica y la película se vuelve mucho más llevadera. No representa lo mejor que vimos de Audrey Tatou pero es una propuesta romántica que zafa si uno le tiene paciencia a los baches narrativos de los directores
La suerte del feo La novela La Délicatesse fue publicada en Francia en 2011 con un éxito enorme: 700.000 ejemplares vendidos hablan a las claras de un boom editorial pocas veces visto en el mundillo literario. David Foenkinos, el autor del libro, tenía alguna experiencia en el campo audiovisual junto a su hermano Stéphane por haber realizado el cortometraje Une histoire de pieds (2006). Dada la popularidad de la obra muy pronto se le dio luz verde para la infaltable adaptación cinematográfica con la que los hermanos terminaron por concretar su ópera prima al compartir la dirección del filme. Por desgracia la lectura de la novela probablemente sea un requisito fundamental para una comprensión cabal del personaje principal, la joven animada por Audrey Tautou. Con esto quiero decir que hay algo en la historia que no funciona, que no cierra, al extraer la base del libro y trasladarla a la pantalla grande. La Delicadeza es una comedia romántica rarísima, casi hecha a contrapelo del género y con más elementos para criticar que para ensalzar. Y es realmente difícil imaginar que exista un público que la vaya a saber apreciar. En el primer acto de La Delicadeza nos presentan a la feliz pareja integrada por Nathalie (Tautou) y François (Pio Marmaï). Sus sueños y esperanzas quedan truncas al morir el hombre en un accidente de tránsito absurdo. Devastada por la pérdida, Nathalie se concentra en su trabajo -una empresa de origen sueco- y con el tiempo logra acceder a una posición de jerarquía. Pero en lo personal se vuelve distante, muy fría en el trato con sus compañeros y familiares. Hasta que aparece en escena un subalterno, el sueco Markus Lundl (François Damiens, uno de los protagonistas de la desopilante Rompecorazones), que al ser convocado a la oficina de la chica es recibido insólitamente, sin previo aviso, con un beso en la boca. Y aquí empiezan los problemas de la película. Esta situación desencadenante carece por completo de sentido. No se entiende a qué obedece semejante impulso, no está argumentado ni justificado desde el guión. Por otra parte tampoco es lógico que al volver a confrontarla ella no recuerde lo acontecido y por un buen rato incluso lo niegue. En el libro de Foenkinos quizás esto esté mejor desarrollado. En el filme sencillamente es algo inverosímil que impide engancharse con la historia. El “romance” extremadamente light que se da entre Nathalie y Markus bien avanzado el segundo acto degenera en un conflicto sobre la fealdad de él que no está mal pensado, pero no es suficiente para compensar las fallas de un libreto que se extiende mucho más de lo debido hasta llegar a un desenlace literario/metafórico francamente impresentable. La Delicadeza es una comedia romántica apta, quizás, para esos espectadores inconformistas que no gustan de los típicos exponentes del género. Es muy propio de los franceses este tipo de búsqueda pretenciosa. Pese a algunos pasajes graciosos el debut de los hermanos Foenkinos sólo puede ser categorizado como una propuesta “difícil”. Por la época del año en que se estrena en la Argentina es evidente que la distribuidora no sabía muy bien qué hacer con la película ni cómo venderla exceptuando la presencia de la siempre llamativa Audrey Tautou. Claro que la encantadora Amelie no podría estar más en las antípodas que esta rebuscada Delicadeza…
Amable film sobre los sentimientos Ningún otro título le cabría mejor a esta historia tomada de una novela que su propio autor se encargó de adaptar rescatando lo esencial del original literario, que es justamente lo más difícil de transferir a un cuento contado en imágenes: el tono. Aquí hay delicadeza en los personajes finamente cincelados y concebidos lejos de cualquier estereotipo, en la descripción de pequeñas situaciones a través de las cuales se adivina el proceso por el cual atraviesan los callados sentimientos que ligan a un ser humano con otro, en el análisis de esos sentimientos confusos, contradictorios, desconcertantes, que los vaivenes de la propia vida se encargan de generar en el interior de un ser humano casi siempre incapaz de percibirlos claramente, de entenderlos, de asumirlos. Sean los que embargan a una muchacha que debe asimilar la repentina muerte del ser amado y recomponer su mundo cuando todo alrededor es puro vacío; los que hacen que una palabra cualquiera suene graciosa si la pronuncia alguien y tonta o hasta ofensiva si quien la dice es otro. Conexiones invisibles; intermitencias del corazón que, a juzgar por las reseñas críticas de su libro, David Foenkinos ha logrado sugerir con la mayor delicadeza y que parece haber logrado trasladar en buena medida al film dirigido a medias con su hermano Stéphane. La delicadeza habla de sentimientos, pero nada tiene que ver con el formato habitual de las comedias románticas. Empieza con un romance juvenil expuesto en una serie de pantallazos livianos y simpáticos, no necesariamente dulzones, que termina en boda y en una breve muestra de la vida conyugal. Fugaz, como es fugaz la felicidad porque enseguida la trunca el azar en la forma de un accidente. Sigue el largo período en que Nathalie, la encantadora protagonista, vive silenciosamente su dolor, se aísla de todo y se consagra exclusivamente al trabajo, esquivando como puede el acoso de su jefe (Bruno Todeschini) en una empresa sueca. Hasta que un día, fruto de un acto impensado y repentino, se vincula con Markus, uno de sus subalternos, un sueco tímido, no muy agraciado ni demasiado elegante y además algo atolondrado, que es la delicadeza misma. Delicadeza que se manifiesta en sus actitudes y que Nathalie irá percibiendo, como su gracia, casi insensiblemente. Aquí son decisivos los aportes de Audrey Tautou, toda encanto, y François Damiens, verdadero hallazgo en su sutil composición de ese grandote buenazo y gentil que tiene el espíritu y la sensibilidad de un poeta. Más allá de alguna apelación emotiva en la música de Emilie Simon, el film evita el azúcar: para emocionar -delicadamente, claro-, le basta con su tono ligero y tierno y con la naturalidad de todos sus intérpretes.
Un tono medio donde la sorpresa es la excepción “Una comedia romántica diferente”, reza el afiche local de La delicadeza, flotando por encima de una imagen de perfil de su protagonista absoluta, la actriz Audrey Tautou. En realidad, poco de delicado hay en el film, a excepción tal vez de la belleza ingenua y algo aniñada de la estrella de Amélie (karma tautouesco, bendición y maldición perenne en la carrera de la actriz). Tampoco encontrará el espectador nada demasiado diferente al universo de otras comedias románticas pasadas y por venir. El debut como realizadores de los hermanos David y Stéphane Foenkinos –el primero es también el autor del bestseller en el cual se basa el guión– regurgita, sin demasiada digestión de por medio, varios de los lugares comunes de los relatos de tragedias seguidos de segundas oportunidades. Eso sí, con un timbre ligero, que nunca abandona la amabilidad y el buen gusto, un tono medio donde la sorpresa es la excepción y la cursilería asoma su nariz en más de una escena. Tautou es Natalie, una treintañera iniciando su carrera profesional y un matrimonio que el film describe como poco menos que ideal (un travelling circular trucado por CGI genera escalofríos con su estética de productora de videos para eventos sociales). Luego de la desgracia y la viudez, los hermanos Foenkinos no piden demasiado de su musa, apenas que esté allí, en pantalla, manifestando con sus tristes y grandes ojos la pesadumbre de la pérdida, la falta de compromiso emocional con el mundo que la rodea. Entra en juego el comediante François Damiens en la piel de un sueco enorme, torpe y desaliñado, suerte de antítesis del galán romántico que, en gran medida, se transforma en la tabla salvadora de la película. La historia de amor (en apariencia) imposible entre el tozudo hombre nórdico y la atribulada parisina sigue su derrotero con ligeros desvíos narrativos: la vida cotidiana en una empresa multinacional, con sus pequeñas y grandes miserias y alegrías, el contacto con amigos y familia, la relación con un jefe algo sexista. Y, por supuesto, las postales de París diurnas y nocturnas –plano Eiffel incluido– como trasfondo de un relato que se encamina derechito y sin chistar hacia el final feliz, previo portazo y regreso a las fuentes de Natalie, otra recurrencia presentada aquí como el más novedoso de los recursos.
La princesa y el sapo En esta oportunidad, Audrey Tautou interpreta a Nathalie, una joven recién casada que pierde trágicamente a su esposo. Lo que había comenzado como una hermosa historia de amor adornada con puestas coloridas y musicales, el film cambia para darle un entorno más frío y gris. Después de tres años de duelo y avocada a su empleo, Nathalie besa sorpresivamente a Markus, un asistente de su misma compañía que poca suerte ha tenido con las mujeres. Y desde este momento, la película cobra nuevamente el ritmo aportado por este personaje robusto, pelado y de aspecto desprolijo que admira la nuca de su amada pero poco tiene en común con la viuda, caracterizado por el actor Francois Damiens. Nathalie, de movimientos suaves, indumentaria sutil y voz dulce, lentamente comienza a relajarse. Sus gestos se vuelven más suaves, su pelo ahora acompaña los movimientos de su cabeza y París se convierte en el paisaje más romántico para los primeros suspiros de una nueva historia de amor entre dos niños indefensos. Quien quiera erradicar a Audrey Tautou de su personaje más conocido será imposible si ven La Delicadeza. Esta comedia dramática, pareciera que fuera la continuación de la vida adulta de Amélie. Pero por más que sea viuda y con diez, quince años más, la actriz no puede despegarse de aquella jovencita de pelo corto que vivía momentos increíbles colmados de picardías. Como si los directores David y Stéphane Foenkinos hayan prolongado la vida de Amélie, ahora más madura y con tacones.
Joven, viuda y tan sincera La historia de Nathalie, cuando estuvo impresa en papel en formato novela, fue finalista de importantes premios literarios franceses, como el Gouncurt. La delicadeza saltó rápidamente de la tinta a la imagen, adaptada por su propio autor, David Foenkinos, y dirigida por él y su hermano Stéphane, y con Audrey Tautou, la heroína de Amélie , como protagonista excluyente. Tautou está habituada a los personajes frágiles, sensibles y solitarios, y Nathalie se suma a su colección. La soledad de la protagonista surge cuando, a los 15 minutos de la proyección, ya se queda viuda. Pierde a Francois, su marido, su alma gemela, en un accidente en la calle, y se refugia en su trabajo. Cada uno sabe cuánto tiempo necesita de duelo cuando pierde por algún motivo al amor de su vida. A Nathalie parece que le toma tres años, ya que sin previo aviso le estampa un beso en la boca a Markus (Francois Damiens), el empleado sueco que trabaja con ella. Que sí, que no, que los compañeros se enteren o que no, Nathalie es un manojo de nervios, pero dice las cosas como son. “No sé cómo se hace bien, hago lo que me sale”, palabras más, palabras menos, dice el personaje de Tautou. La comedia tiene sus momentos más románticos que humorísticos, y está claro que si el espectador es fan de Tautou y se banca sus mohínes, la pasará bárbaro. Si no, tal vez se pregunte por el carácter extraño de esta joven, viuda y tan sincera, capaz de estallar como un volcán.
Sobre las perplejidades del amor No se detendrá el mundo por esta pequeña película, pero bien puede uno detenerse ante ella. Lo que cuenta, aunque tiene sus vueltas, es sencillo y en parte previsible. No el final, que en vez de previsible solo podríamos calificar, precisamente, de delicado. Se entiende: los sentimientos de los personajes son delicados, y así los percibimos, aunque el esquema sea tan viejo como las historias de amor según las cuenta habitualmente el cine: chico encuentra chica, chica pierde al chico, chica encuentra otro chico. El detalle, es que en esta historia el primer paso se da como parte de un juego de enamorados, y el segundo se vive realmente como un drama, expuesto con cuidado pero triste de veras, con la angustia de lo que se perdió para siempre demasiado pronto. Y el tercer paso, bueno, cuando empieza a desarrollarse el tercero la chica ya es una mujer, que se ha refugiado en el trabajo, pero no puede refugiar, en un lugar donde se pierdan de vista, las penas ni los temores que la acompañan más tiempo que ninguna pareja. Ahí es donde aparece el otro. Extranjero en todo sentido, del país donde vive, del mundo femenino, y hasta del simple concepto de elegancia. El no está triste. Sólo está desconcertado, asustado. En circunstancias normales una joven fina y profesionalmente bien establecida no le daría ni la primera oportunidad. Pero la vida casi nunca nos ofrece circunstancias normales, y esta película tiene varias situaciones muy parecidas a la vida. Y otras, que son de película, lo cual también se agradece. Todo, bien expuesto, con buen uso de saltos y sugerencias en la descripción del paso del tiempo y los cambios de pareceres, sensible captación del dolor y de las perplejidades que causa el amor, incluso el temor de una amiga que no sabe cómo compartir una alegría, y, para la exacta interpretación de la historia, el grandote tierno de François Damiens, y los ojos enormes y negros, el cuerpito de junco, el sencillo encanto de Audrey Tautou. Realizadores, los hermanos David y Stéphane Foenkinos. Este último tiene larga trayectoria como director de casting, lo que garantiza un reparto bien armado. Y el otro, es novelista. Y en este caso, primero escribió la novela, la publicó con éxito, y luego, por suerte, supo adaptarla con criterios de cine (a propósito, para quien esté interesado, hace un año salió la edición en castellano).
Una historias para almas románticas. Sobre una exitosa novela del mismo nombre de David Foekinos, el autor y su hermano se encargaron de la dirección del film. Una joven mujer queda viuda y su historia, la reconstrucción de su vida en soledad y dolor, hasta el descubrimiento de un nuevo amor es lo que cuenta con delicadeza este film. Con el encanto de Audrey Tautou (Amélie) y Francois Damiens. Aunque por momentos se alarga demasiado, igual vale.
VIUDA ENAMORADA La novela de David ha sido un éxito. Y a partir de allí su autor decidió llevarla al cine junto a su hermano Stephen. Es una historia sobre la segunda oportunidad. En la vida y en el amor. Pero su resultado es desalentador: una estampa mal dialogada, liviana y absurda, más cerca de la cursilería que de la comedia romántica. Al comienzo aparece una pareja. Muy enamorada y muy feliz. Demasiado perfecta para que dure, al menos en el cine. El muere en un accidente y la viuda no sabe qué hacer. Pero bueno, tiene buen trabajo un jefe que la persigue y un par de amigas. Pero un día le agarra un brote de no sé qué y le da un largo beso, sin aviso, a un empleado sueco, oscuro, amargo, sin gracia, el más perdedor de la oficina. Y allí empezará a desarrollarse una historia que se toma demasiado tiempo para decir tan poco. Porque el sueco, además, es inseguro, lento y aburridón. Como la peli.
Lejos de las típicas comedias románticas de Hollywood, esta exponente del cine Galo, apela a las situaciones cotidianas para generar un clima de humor natural. Aquí no hay situaciones forzadas ni gags elaborados, por el contrario se apela a los sentimientos para abordar el tema de "las segundas oportunidades" que no por recurrente deja de ser atrápante.
Son como niños La Delicadeza es una propuesta francesa protagonizada por Audrey “Amelie” Tautou, pero también es una adaptación de una de las novelas boom de ese país en los últimos años. El autor, David Fonenkinos y su hermano Stephane (que estaba ligado de antemano al mundo del cine, aunque nunca había dirigido) se ponen tras las cámaras para contar esta exótica comedia romántica, entre sobria y absurda, por momentos dramática, por momentos sorpresivamente disparatada...
Un amor lunático Contra todos los pronósticos (y los prejuicios), La delicadeza de David y Stéphane Foenkinos, adaptación de una exitosa novela del primero, resulta una comedia romántica simpática, que se ve con agrado. Y eso que sumado a la medianía habitual de las comedias francesas que tienen estreno por estas costas, la siempre inexpresiva participación de Audrey Tautou, y un prólogo inconveniente, plagado de elipsis incómodas y un odioso trabajo publicitario de la imagen, se había generado un combo indigesto que condenaba al film al más infernal de los olvidos. Pero, y siempre hay un pero, de repente un beso subrepticio, el que le da Nathalie (Tautou) a Markus (François Damiens), pone las cosas patas para arriba. Ese beso, una acción inesperada tanto narrativamente como desde la lógica del personaje que interpreta Tautou, motiva no sólo el ingreso del personaje del sueco Markus sino además la posibilidad de lo lunático en una película que parecía ser otra de esas comedias románticas lavadas en las que un personaje aprende a amar por sobre todas las cosas. Algo de eso hay, es cierto, y por eso que La delicadeza no pasa del “buena”, pero también sería injusto no valorar la interesante dosis de locura asordinada con la que se construye parte del film. Nathalie es ejecutiva en una de esas firmas importantes y tiene que tolerar a un jefe algo sexista que le echa los galgos cuando puede (hay una escena en la que ella lo rechaza, que debería estar en la cumbre de la honestidad sentimental hecha cine): antes de eso, habíamos tolerado el prólogo mencionado, un recorte veloz de cómo la joven pasa de estar felizmente casada a tristemente viuda y negada al amor. Ese arranque cuenta con escenas los suficientemente feas como para dudar de lo que se está viendo, pero también algo intencionadas para generar un contrapunto con lo que viene luego (claro que uno adivina eso después; mientras lo ve, lo sufre). Y que tiene que ver con la aparición de Markus, uno de esos empelados grises que nunca sobresalen y que de la noche a la mañana se convierte en el raro interés romántico de la mujer. El personaje de Markus es fundamental aquí, porque es su psicología la que se apodera de la lógica del relato: el tipo es capaz de salir corriendo ante una posible declaración de amor o de esperar duro a que se haga el horario fijado para golpear a la puerta, y además su mezcla de robustez y melancolía lo hace parecer un personaje de Kaurismaki, aunque aquí atravesado por el mainstream. Al ritmo de su torpeza y de su indecisión es que La delicadeza avanza, evitando y la vez disfrutando de los lugares comunes del género. Buena parte de eso hay que agradecérselo a la actuación de Damiens, que choca constantemente con la gelidez naif de Tautou: hay que reconocer que por momentos la película parece exageradamente naif, pero se trata de una búsqueda por medio del exceso para hacer más enrarecida la relación de amor. Es que precisamente la película se balancea entre un humor absurdo e imprevisible, y la cuerda más tradicional: la de los amantes que se atraen, se separan y se vuelven a atraer. En ese viaje al que ya estamos acostumbrados es que surgen situaciones divertidas y originales. Digamos que es en esos instantes que comparten ambos personajes donde está lo mejor de una película que comete el pecado, sobre el final, de volverse demasiado literaria. Si durante buena parte de la narración no se evidencia su fuente original, es en el desenlace donde aparece esa necesidad intelectual de psicologizar a los personajes y de explicarlos: con final metafórico y todo. Como si de repente los hermanos Faonkinos se sintieran avergonzados de ser simplemente una comedia romántica y quisieran volar más alto. En todo caso siempre tendremos al sueco Markus, quien con su ternura a prueba de todo, convertirá esta historia convencional en la más imprevisible de las aventuras del corazón.
Lo más cercano a la delicadeza en cuestión en este filme es la belleza y solvencia interpretativa de Audrey Tautou. La delicadeza es una comedia dramática que se centra en el universo de Nathalie (Audrey Tautou), una joven que se enamora y vive un intenso idilio con su marido hasta que este fallece y ella deba superar el duelo y rearmar su vida centrándose en su trabajo. Lo más cercano a la delicadeza en cuestión en este filme es la belleza y solvencia interpretativa de Tautou, que debe llevar el peso del relato a lo largo de todo el filme. Ya en la segunda mitad de la película empieza a tomar fuerza otro personaje, el de Markus (François Damiens), un empleado a cargo de Nathalie que se enamora de ella sin creer nunca que ese romance pudiera concretarse. Si bien la película está llena de lugares comunes, ese no es su peor defecto. El problema de la ópera prima de los hermanos Foenkinos es que este trabajo zigzagueante desde lo formal y narrativo nunca encuentra una fluidez natural. El relato hace de la elipsis su principal recurso para evitar profundizar demasiado sobre lo que le pasa a los personajes o de qué manera enfrentan aquello que les sucede. Por momentos son erráticas las decisiones estéticas referidas a la utilización de la banda sonora; y el videoclip pop que resume el amor y casamiento de Nathalie y François es francamente desafortunado. Lo que permite que La delicadeza sea un filme que, por momentos, se pueda disfrutar es su excelente dirección de actores. SI bien hay que destacar especialmente la labor de Audrey Tautou, François Damiens y Bruno Todeschini, en el rol de jefe, todos los secundarios consiguen hacer un trabajo igualmente efectivo y logran dar cierta frescura a la historia.
Si alguien sabe de amor, ellos son los franceses, saben contarlo, saben sentirlo. Quizás porque tienen como escenario esa ciudad tan bella, ideal para los enamorados. “La Delicadeza” es una comedia romántica agradable, delicada debo decir, y exquisita. Situada en París, es una linda historia de amor que en ningún momento peca de ser empalagosa y sabe escaparle a los clichés. Cuenta la historia de una mujer, desde el lado del amor. Empieza con el conocer al hombre de tu vida, perfecto y con quien se tiene una perfecta relación. Pero claro, la perfección no existe, o la felicidad no es algo más que pasajero, y dura poco. Y la vida, que puede ser tan generosa como mezquina, se encarga de demostrarlo cuando tras contar la historia de esta relación en unos pocos minutos (con un estilo audiovisual muy interesante que lamentablemente después se va perdiendo para derivar en un relato más clásico) él muere y ella no encuentra consuelo alguno más que aferrarse a su trabajo. Pero otra vez vuelve a aparecer el amor, se toma su tiempo pero aparece. Lejos de parecer perfecto, lo hace en la figura de un sueco “feo” y medio torpe, pero totalmente querible. Y otra vez vuelve a suceder aquello que le sucede a cualquier persona cuando se enamora: el miedo a sufrir (como cuando pensamos en ‘tengo miedo de enamorarme de…’ y en realidad es porque ya caímos en sus redes), las inseguridades, el hecho de que el tiempo vuele junto a esa otra persona… Hasta antes que aparezca este peculiar personaje, la película se centra sólo en el interpretado con elegancia y frescura por la linda de Audrey Tautou (alejada desde hace rato de Hollywood) pero después se permite por momentos separarse de ella para seguirlo a él, que sin duda es el punto más alto del film. "Ella me permite ser la mejor versión de mí mismo”, define el sueco bonachón (François Damiens) esta relación que nace con un beso que parece salir de la nada. Con una cuidada fotografía y la banda sonora de Emilie Simon, David Foenkinos adapta junto a su hermano su propia novela y el resultado es un film pequeño, pero que representa al amor como lo que es: lindo, misterioso, loco y extraño, algo con lo que cualquiera puede sentirse identificado. Quizás a lo último sí parezca sobrarle unos minutos y hay algún personaje secundario que, quizás porque no está construido sólidamente, no termina de cumplir su función pero no deja de ser una opción agradable.
El amor después del amor. En 2009, el escritor francés David Foenkinos escribió la obra La Délicatesse, el bestseller que lo hizo famoso. En 2012, junto a su hermano Stephane decidieron llevar esa historia a la pantalla grande. No es la primera vez que ambos hacen cine, pero sí la primera que trabajan juntos. Bajo la dirección de éstos, la bella Andrey Tatou (Amelie) asume el papel de una viuda joven que debe afrontar el duelo y salir adelante, hasta que un compañero de trabajo de origen sueco, le permite pensar en la posibilidad de renacer detrás de las cenizas. Nathalie Kerr, es una bella joven muy enamorada de Francois (Pío Marmai) hasta que una vez casados, él fallece en un accidente de tránsito. La vida de ella comienza a transformarse, su paso por el camino del duelo es sombrío, distante y focalizado en eso que ella mejor sabe hacer: trabajar. Sus sentimientos quedan retenidos en último fotograma de ellos juntos y desde ahí, nos toparemos con una Nathalie que el dolor la consume. Con el paso del tiempo, un día como cualquier otro, en sus momentos de distracción pensando en el pasado, entra a su oficina su empleado sueco de nombre Markus (François Damiens) y lo besa. Ese beso para él, es el signo de una posibilidad que antes ni habría imaginado (aunque ella no recuerde ese acto de arrebato). Ese beso será el inicio de una mezcla de amistad y amor, que podrá a la bella protagonista en inicio de una nueva vida. Las actuaciones son más que acertadas. Andrey Tatou es una actriz que captura la pantalla y nada de lo que pase si no está ella, no parece tener sentido. Salvo que en este filme, nos encontramos con François Damiens, quien hace un papel excelente. Una mezcla perfecta de ingenuidad, humor e inteligencia. ¿Cómo un tipo tan simple puede conquistar a tan hermosa mujer? – esa será una gran pregunta dentro de la historia – y la respuesta será mucho más profunda y simple, como lo es él. Con planos abiertos que nos permiten descubrir la vulnerabilidad de ella, y planos más cerrados para focalizar la seguridad de él. La Delicadeza es una película triste que pone el tono de comedia justo para salir del cine con la sensación de que la muerte es solo un paso más de esta vida, que podemos quedarnos ahí esperando que todo pase o, tratar de descubrir que detrás de lo que menos esperábamos, está la felicidad.
Esta comedia fresca a la vez que políticamente incorrecta es una opción recomendable. Se estrena mañana. Hay varias razones que hacen de “La delicadeza” una atractiva comedia dramática. Entre ellas, podemos mencionar las excelentes actuaciones de Audrey Tautou -precisa y encantadora lejos de la veinteañera romántica de Amelie- y de François Damiens -que logra dar forma a un personaje tan vulnerable como querible-. La potencia reside en la simpleza narrativa, en la manera de entrar en contacto con la tragedia sin caer en el dramatismo rimbombante o en lugares comunes, y de producir risa a partir de situaciones cotidianas. “La delicadeza” quizás sin proponérselo toca fibras profundas en los espectadores y es así porque ésta es básicamente una película acerca de los sentimientos, sobre todo acerca de uno de los más sublimes: la entrega, sin la cual el amor verdadero es imposible. A pesar de ser una película esperanzadora no por ello deja de introducirse en temas algo oscuros generalmente evitados por las comedias; así bucea, aunque no en profundidad, en la relación amor-odio entre amigas -sobre todo en la envidia producida por la felicidad de un ser querido-, en el horror que provoca la pérdida irreparable, en el miedo paralizante al rechazo y en la belleza física como una garantía del éxito o fracaso en el amor. En síntesis, esta comedia fresca a la vez que políticamente incorrecta es una opción recomendable.
Amor a la europea "La Delicadeza" es una comedia romántica francesa que aborda la temática de las segundas oportunidades y la superación cuando la tragedia cubre con su manto lo que uno podría denominar una relación amorosa ideal. La película da vida a la novela del escritor David Foenkinos, que en esta ocasión también cumple la función de director junto a su hermana Stéphane. Para comenzar quisiera hacer hincapié en la cuestión de que la trama no trata sobre algo que no hayamos visto ya en el cine, ya que películas como "P.S. I love you" de LaGravenese y "Diario de una Pasión" de Casssvetes, también han abordado este tema con bastante éxito. El sello distintivo está en la impronta inconfundiblemente europea, con esas narraciones que fluyen con naturalidad y que dejan bien en claro que a ellas nadie las corre. Los momentos suelen ser más detallistas y lentos que en el cine americano, algo que a muchos espectadores podrá resultarle pesado. A mí particularmente, la narración europea y la puntualmente francesa no suele molestarme si la historia es interesante y me involucra. En el caso de "La Delicadeza", la situación amorosa de Nathalie (Audrey Tautou) nos mete en un sube y baja que asciende y desciende de manera irregular, algunas veces con brusquedad y otras con una suavidad reconfortante. Gran parte del equilibrio y suavidad lo aporta el coprotagonista Markus, un carismático François Damiens ("Los Rompecorazones") que se roba el film y opaca de cierta manera la presencia de Audrey Tautou ("Amélie", "El Código Da Vinci"). Como dije anteriormente, debe haber 2 cuestiones para que la película europea me gane totalmente, una de ellas es la relevancia de la historia, cuestión que esta comedia romántica logra en gran parte, mientras que la segunda cuestión tiene que ver con el involucramiento que genera. Aquí es donde esta cinta no me convenció del todo. Veo la trama, me resulta interesante, creo que maneja cuestiones de profundidad, pero más allá de esto me siento un poco ajeno, no logro conectar del todo con los personajes. Aquí es donde cobra mucha importancia la intervención de François Damiens, que haciendo un muy buen trabajo cómico e interpretativo logra relajarme y hacerme sentir más cercano a lo que están viviendo los personajes. La decisión de incorporarlo fue muy acertada, ya que creo que sin su presencia, este film habría bajado algunos puntos por la falta de involucramiento que se produce entre espectador y protagonistas. Sin más, una historia de amor con momentos divertidos y algunos dramáticos que está bien elaborada aunque por momentos no logra conectar del todo lo que sucede en pantalla con las sensaciones del público. Una de amor para los seguidores del cine europeo.
Una historia de amor que habla acerca de si la segunda posibilidad puede ser factible. Todo comienza con un tono muy romántico por las calles de Paris, un tema musical acorde al momento, en una cafetería ubicada en una esquina, Nathalie (Audrey Tautou), se encuentra con su gran amor de una forma muy especial. Él es divertido, deportista, y no falta la propuesta de casamiento de rodilla, el anillo que afirma el, más tarde los vemos a ella vestida de blanco y al novio envueltos en una gran felicidad. Aparecen las comidas en familia y amigos, la pregunta y el pedido cuando van afianzar mas ese amor con un hijo. Todo se ve demasiado meloso, hasta que, para darle un tono agridulce la tragedia François (Pio Marmaï, actor francés de la recientemente estrenada “Un suceso feliz”) quien muere en un accidente. Nathalie queda inmóvil de pie ante la tumba de su gran amor, regresa a su departamento donde pasaron bellos momentos, se mantiene en silencio, se encierra en todos los sentidos. Con el tiempo decide trabajar su jefe Charles (Bruno Todeschini) se siente atraído por ella, la acosa un poco y en la oficina 114 se encuentra su compañero el sueco Markus (François Damiens), algo extraño, torpe, tímido, no conoce mucho el país, sus compañeros lo ignoran, pero tiene una mirada tierna, no se sabe porque ella lo besa, y a raíz de ese hecho sus encuentros son más frecuentes, y la historia comienza a caerse en pedacitos. Este melodrama romántico, desde el rostro hasta el nombre Nathalie está lleno de dulzura, (la actriz Audrey Tautou tiene una carita muy tierna, recordada por el film “Amelie”), contiene varias metáforas, diálogos absurdos, se relato es lento, naïf-naïf, finaliza con voz en off con frases poética y filosóficas, parece un cuento de hadas romántico.
Cruzarse con una novela de David Foenkinos es dejarse arrastrar a un universo donde pueden conjugarse una historia de amor, una narrativa plena de humor -es dificil realmente escribir en tono de comedia y que el relato no pierda el interés ni decaiga en su nivel literario-, con una mirada realista, intensa y profunda al mundo de las relaciones personales y sobre todo, afinar la puntería en el complejo abordaje al tema de la pareja. Tanto en las novelas "Nos séparations" como en "La Délicatesse", Foenkinos traza una radiografía perfecta de cuarentones con problemas del corazón. Particularmente esta última, "La Delicadeza" ha sido multipremiada en todos los circuitos literarios -ganadora de diez premios- y debido a su notable éxito, seguramente habrá surgido la idea de trasladar esta historia a la pantalla grande. Es asi como el mismo autor se pone detras de las cámaras y junto con su hermano Stéphane, afamado director de casting, se lanzan a la aventura de un debut compartido en el terreno de la dirección cinematográfica. La historia es sumamente sencilla y está presentada con una hermosa introducción en la primer parte del film, en donde Nathalie (Audrey Tautou) y François (Pio Marmaï, a quien vimos recientemente en la notable "Un suceso feliz" Critica aquí) construyen una dulce y tierna historia de amor que se verá abruptamente interrumpida cuando el drama se precipite sobre ellos, cuando él muera en un accidente. Nathalie transita incómodamente su viudez, este duelo completamente inesperado. Pero aún cuando rechaza propuestas amorosas -por ejemplo la de su jefe- y se niegue a la posibilidad de recomponerse en ese plano, el amor vuelve a hacerse presente en su vida en la figura de un compañero de trabajo, Markus (François Damiens, quien tiene una disparatada participación en la comedia "El rompecorazones") quien es el vivo retrato de un perdedor, un "looser" en el terreno sentimental. La simpatía que despierta el film se construye a partir del encuentro de dos corazones solitarios, quienes inesperadamente se animan a darse una oportunidad, aún cuando desde afuera a todo el mundo le parece completamente imposible o impensado dado que claramente él no parece ser el hombre ideal para ella. Si bien la narración no tiene la brillantez que tiene su original literario, dado que Foenkinos opta por un guión que recorre los caminos más convencionales del género, algunos momentos son contados con originalidad y el tono del film no pierde en ningún momento la simpatía con que intenta contarse la historia. Pero lamentablemente una vez pasado el planteo inicial, el desarrollo de la historia no acierta al plantear un tono indefinido que tiene además una cierta morosidad que impide que se dé preponderancia y se desarrolle la veta de comedia que sólo aparece en algunas contadas ocasiones. Tampoco opta por el camino de la comedia romántica liviana, sino que al intentar huir de algunas convenciones, comienza a sumergirse en terreno pantanoso. Algunas idas y vueltas de los protagonistas que demoran la concreción de la historia de amor, lentifica el ritmo en perjuicio del interés del espectador y la historia solamente gana cuerpo en algunos momentos de voz en off (más literarios que cinematográficos) y sobre todo en la escena final donde realmente se rescata el espíritu original de la novela. François Damiens dota de todo su potencial actoral a este Markus indeciso, tímido, inseguro, casi infantil al que se le presenta la oportunidad de enamorarse y se siente perdido en estas nuevas sensaciones alcanzando quizás a una mujer "demasiado ideal para él". Del otro lado, Audrey Tautou pasea su lánguida figura, llena de mohines y del indiscutible sello "à la Amélie" -que quizás no logre sacarse de por vida-, sin encontrar la verdadera máscara que un personaje tan interesante y complejo como Nathalie, necesitaba. Tautou en cambio, parece quedarse sólo en la superficie de su criatura, y hasta aparece como distante del sentimiento que debiera despertar esta heroína de Foenkinos descripta como una mujer que despierta pasiones amorosas y que además es exitosa y se desarrolla como una excelente profesional en su trabajo. Aunque correcta, la química entre Damiens y Tautou no llega a impactar tan fuertemente como para que la historia de amor tenga la profundidad esperada para que uno logre meterse de lleno dentro de la película. La falta de empatía de Tautou con su personaje hace que toda la historia parezca narrada con un dejo de distancia, con un tono gélido e impostado y desde el exterior, cae nuevamente en sus conocidos fruncidos de labios y revoleos de ojos que ya confirmamos que Tautou usa para la mayoría de sus papeles. Como compensación, los roles secundarios a cargo de Joséphine de Meaux (quien aparece en el estreno cinematográfico "Amigos Intocables" y que vimos en "Melanie, la fea"), Bruno Todeschini y el citado Pio Marmaï enriquecen y complementan a la pareja principal. Lejos, muy lejos de la versión literaria, "La delicadeza" logra parcialmente contar una historia de amor que pretende estar por momentos alejada de las convenciones y en otro, aparece sumergida totalmente en ellas. Con el paisaje de París de fondo y como marco para dos enamorados que han pasado los cuarenta, Foenkinos logra de todos modos un relato interesante aunque algo sinuoso y demorado, que es sinceramente auspicioso tratándose de su debut como director y que no pierde totalmente su espíritu liviano pero no ligero.
La clave del amor Más que delicada, la película de los debutantes David y Stéphane Foenkinos quiere ser simpática, distinta, "pop": de allí los acentuados contrastes drámaticos y sentimentales de La delicadeza, las irrupciones abruptas de ciertas escenas teñidas de irrealismo, la música de fondo que suena a una caja musical (por ahí también se escucha It´s a wonderful life de Sparklehorse, siguiendo la moda de las bandas de sonido indie chic), y, por encima de todo, el rostro y la figura icónica de Audrey "Amelie" Tatou, ideal para películas que, como ésta, se pasean en la cornisa entre lo cursi y lo encantador. Tatou es Nathalie, una joven que, a la vez que consigue un trabajo fijo de tintes burocráticos y parece encauzar su vida hacia el matrimonio y la maternidad, pierde a su prometido de repente en un accidente. Su soledad y angustia durarán más de tres años, en los que se convertirá en una férrea trabajadora y hasta conseguirá su ascenso; todo ante el acecho intermitente de su jefe, Charles (Bruno Todeschini), quien se fijó en Nathalie desde la primerísima entrevista laboral, aunque las negativas de ella son terminantes. Ya bien avanzado el filme, sucede algo inexplicable, insólito: Nathalie besa de la nada en la boca a un subalterno suyo, un sueco grandote, bonachón y torpe llamado Markus (François Damiens), quien no entiende nada, pero, de a poco, con temor, comienza a enamorarse de su jefa. Y a ella le pasa lo mismo con él, aunque los obstáculos molestos sean un jefe celoso y un ex novio muerto (Nathalie no borra al amante fallecido de sus contactos del celular, y con ello evidencia su negativa al duelo). La delicadeza, claro, será la del paradójicamente grandulón Markus, quien puede abrirse paso en la historia y el pasado trágico de Nathalie y conmoverla de nuevo, aunque su impronta "natural" no sea la del típico galán. "Sos su tipo, sos delicado", le dice el desesperado, ebrio y cínico Charles al tierno Markus en una conversación de bar entre rivales, y tal vez tenga razón. Tal parece ser la noble concepción del amor de esta comedia romántica francesa que, por cierto, no tiene nada de distinto, y que por otra parte hace agua de a ratos al ostentar una trama demasiado extensa y desordenada, a la que le hubiera hecho falta una buena y delicada pulida.
Una cinta modesta sobre segundas oportunidades Sin ninguna experiencia previa en el cine, David Foenkinos adaptó y filmó su propia novela, titulada La delicatesse , que fue un éxito de librería. Trabajó con la ayuda de su hermano Stéphane, que tenía antecedentes como guionista y en selección de actores. Sin complejos ni titubeos, Foenkinos abrevó en filmes de François Truffaut (por caso, Domicilio conyugal , 1970) y del más reciente Michel Gondry. El resultado es una comedia romántica, llena de optimismo, sobre el meneado tema de las segundas oportunidades. La protagonista es la treintañera Nathalie Kerr, interpretada por la aniñada e insulsa Audrey Tautou, a quien sus detractores llaman Amélie. En el inicio del relato afirma con vehemencia que odia a las actrices y con una amiga de burla de ellas. Nathalie se enamora y se casa con François, pero el matrimonio tendrá poca vida, porque los autores sacan al marido del ruedo por vía de un accidente, para observar la viudez de la protagonista y proporcionarle la ya mencionada segunda oportunidad de enamorarse. ¿Por cuánto tiempo debe extenderse el duelo? ¿Un mes, un año, dos, cinco? No hay nada establecido y si a alguien se le ocurriera realizar una encuesta, se llevaría más de una sorpresa. A Nathalie le alcanzan tres años. En el ínterin comienza a trabajar en una empresa multinacional de origen sueco, donde esquiva como puede el acoso de su jefe, un hombre casado que se ha enamorado de su empleada y no admite la derrota. Cierto día y sin previo aviso, Nathalie le estampa un fogoso beso en la boca de su subalterno Markus Lundell que, sorprendido, se queda atolondrado, patitieso y con muchos pajaritos revoloteando alrededor de su cabeza. Markus es sueco, algo tímido, torpe, desaliñado y físicamente poco agraciado. Los compañeros de trabajo de Nathalie lo consideran "demasiado poco" para una mujer tan atractiva como es ella. Pero contrariando a propios y extraños, Nathalie y Marcus comienzan una relación, inicialmente precaria, con muchos obstáculos, pero destinada a demostrar la falsedad o hipocresía de algunos clisés, y que el amor puede ser ciego, pero no tanto. Además, todo depende del cristal con que se mira. Los Foenkinos evitan los excesos y los golpes bajos (la película es apta para todo público), procuran que la historia discurra por caminos clásicos y logran que los personajes se muevan con la discreción que sugiere el título. Aunque para los directores, que fallan en el ritmo narrativo, la "delicadeza" sería, según su propia confesión, "lo opuesto a las prisas groseras del mundo tecnológico". La historia se desarrolla en París y los Foenkinos no ahorran postales de la ciudad --incluida la Torre Eiffel--, que pueden despertar, quizás, algunas nostalgias.
Publicada en la edición digital #247 de la revista.