Si tuviera que describir la película en una sola palabra, creo que esta sería PRECIOSA. La película es preciosa, desde su interior hasta su exterior. Desde sus mensajes, frases y diálogos, hasta la estética de su imagen. Lo que cuenta es duro, difícil, pero esta contado con poesía. Las palabras están en su justa medida, eso es un acierto; y con un lenguaje, también bello. Los silencios, las conversaciones a medias a distancia, la poca comunicación, esos diálogos entrecortados de la protagonista con el exterior, le dan tanto a la cinta, y al conflicto que esta tiene, que me parecen sencillamente maravillosos. La soledad, la angustia, la tenacidad, el gran paso del tiempo y lo que ello corroe en las personas, o bien lo que colabora a forjar el carácter (no por ello sin sufrir), esta manejado de una manera también exquisita. Cada vez que la peli dice “tantos años después”, la elipsis se nos hace enorme, y con ello, el drama. Una película en la que esos saltos narran por si solo, mucho. Las actuaciones todas están a la altura de la película, la protagonista sobresale, pero no es menos el papel del esposo que es un compañero de hierro. Y los hijos, que en su poco hablar, en sus gestos, comunican ese tiempo sin la madre, esa ausencia que se siente. Los malvados están quizá, más estereotipados, y no lucen tanto actuando, de hecho, no se los ve tanto en la película. No se centra en ellos, sino en la acción, callada y constante de la protagonista. Y en cada una de las trabas que se le han puesto a su andar, intentando carcomer su psicología, buscando el punto de quiebre. Para ponerlos un poquito más en tema, la película (basada en hechos reales) cuenta la historia de una figura muy importante en Birmania, Aung San Suu Kyi (Premio Nobel de la Paz en 1991), hija de otra figura muy importante para el país, y a partir de la cuál, ella parte en su carrera política, prácticamente reclamada por el pueblo, al que ella no da la espalda y del cuál acepta la responsabilidad del trabajo que se le pide. La peli retrata los últimos minutos de su padre, y salta luego, al momento en que ella, ya mayor, tiene contacto nuevamente con Birmania a raíz de la enfermedad de su madre. La llegada de ella al país, causa conmoción, para unos y para otros. Y es allí, donde comienza su lucha. Sin abusar de las escenas fuertes, ni del dramatismo desmedido, la película resulta aún más honda, y sobre todo le da mucho espacio a los planos, amplios o primeros planos, según la situación lo demande, y todo absolutamente con muchísima belleza. Los colores juegan un lugar importante, todo es muy vistoso, sin resultar chabacano. La sutileza de la femineidad, con su tenacidad incluida, está transmitida en cada escena. Y además, para ponerle un broche de otro, también cuenta una historia de amor, de esos pocos convencionales, abocados a una causa que les cambia la vida, se las desacomoda, y aún así manteniendo una lealtad envidiable. Se las recomiendo, y les recomiendo que amplíen las imágenes, porque ninguna tiene desperdicio. Eso se lo debemos al director de fotografía, Thierry Arbogast, que ya ha trabajado varias veces con el director. Ya me dirán que piensan, por lo pronto, estoy segura que más de una escena les parecerá maravillosa.
De la imagen intangible Luc Besson ama a la mujer, indiscutiblemente. Es un director que, a lo largo de su filmografía, se ha encargado de elevar la imagen femenina a un ideal inalcanzable, incorruptible, tanto en la ficción como en sus dos biopic: Juana de Arco y su último trabajo, La Fuerza del Amor. Sin embargo, su cine de estética estilizada (no quiero usar la palabra esteticismo porque no aplicaría del todo), con cierto aire kitsch -mucho más presente en trabajos anteriores-, funciona perfectamente en la primera, dada la distancia histórica que obliga el cine épico, pero en La Fuerza del Amor le juega en contra. Primero, porque estamos ante una historia que nos toca de cerca pese a las distancias. Birmania sufrió una dictadura que se prolongó durante 40 años y Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh, El Tigre y El Dragón) fue quien se enfrentó al poder dominante, trayéndoles la democracia. Salvando las obvias diferencias históricas, me atrevo a decir que estamos ante una suerte de Evita Birmana, algo que La Fuerza del Amor parece expresar con el plano de la salida de la líder al balcón para su primer discurso. Dicha escena es comparable con la del musical Evita de Alan Parker. El problema es que esta puesta en escena artificial atenta contra el film por la contemporaneidad del suceso que obliga a un realismo más tangible...
Entre la espada y la pared El director Luc Besson se destacó siempre en el género de acción (últimamente se lo ve más en su rol de productor) y con esta coproducción entre Francia y el Reino Unido hace foco en la activista de Birmania, Aung San Suu Kyi. La fuerza del amor (The Lady) aborda la faceta más íntima de esta mujer que luchó contra la tiranía de una dictadura, sufrió un eterno arresto domiciliario desde 1989 hasta el 2010 (justamente cuando se estaba rodando esta película), y recibió también el Premio Nobel de la Paz. Besson nunca se olvida del entretenimiento en esta historia de amor que combina política, intriga y drama familiar. Sobre ese trípode se sostiene esta realización de más de dos horas que puede pecar en algunos momentos de drama edulcorado, pero que pinta el universo de esta mujer que sufrió en carne propia la prohibición, la separación de su familia (el esposo y los dos hijos) y el exilio en su propio hogar a pesar del enorme apoyo popular con el que contó. Las convicciones, los ideales y el amor por los suyos la llevaron a estar entre la espada y la pared ("Si no esta lucha sería en vano") y siempre al borde de las agresiones de los militares, los verdaderos villanos del relato. La película cuenta con el protagónico de Michelle Yeoh (La Monia: La tumba del emperador Dragón) y David Thewlis (Caballo de guerra) en el rol de Michael Aris, su marido, un experto en temas tibetanos. Sus excelentes composiciones hacen creíbles las situaciones y transmiten el dolor que atraviesan sus personajes. Entre campos minados por los que caminan inocentes, la radio como vía de comunicación con el resto del mundo (cuando no le cortan la luz) y la envolvente banda sonora de Eric Serra (un habitual colaborador de Besson), la película es una biografía respetuosa que plantea un profundo dilema íntimo de una mujer que puso color a un país oscuro donde reina el terror.
Como todo cinéfilo veterano, me entusiasmé cuando supe de la llegada de "The lady" a salas. Si, ya se, los últimos trabajos como director de Luc Besson, no fueron auspiciosos, pero hay que respetar la historia (siempre pienso eso). Durante este tiempo, el hombre se dedicó a producir films de acción (y anoten esto, está preparando una serie televisiva de "The transporter", uno de sus mayores hits de taquilla) mayoritariamente hasta que llegó a sus manos este proyecto: filmar una biopic sobre la vida de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, apóstol de la no violencia y el respeto de los derechos humanos en la difícil Birmania de los 90. Se entusiasmó tanto con el trabajo de recopilación de material que le presentó la guionista (Rebecca Frayn) que rápidamente decidió que su regreso detrás de las cámaras, sería contar esta historia, fuerte, extensa, que describe la odisea que significó el arresto domiciliario y el acoso que la dictadura de su tierra hizo sobre la figura de Suu Kyi, máxima líder de la oposición desde 1988 hasta el 2010 (se estaba filmando la película y ella seguía presa!). La historia comienza cuando Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh), hija de la máxima autoridad en Birmania hacia 1947, muy pequeña, está en su hogar, con su madre, cuando recibe la noticia del asesinato de su padre (una escena fuerte la del crimen, dicho sea de paso, bien del estilo Besson). Las fuerzas opositoras lo emboscaron y la familia gobernante, debió salir del país ante la difícil coyuntura planteada en ese contexto. Ella creció y se casó con un catedrático de Oxford, Michael (David Thewlis) tuvo dos hijos y vivió, lejos de la suerte de su pueblo. Pero la salud de su madre, hacia fines de los 80' la obligó a regresar a su país, donde a poco de establecerse con su familia para atravesar el difícil trance (era la esposa de un hombre que el pueblo birmano amaba y finalmente falleció), se encontró con una situación política muy grave: los militares ejercían una violencia ilimitada en su afán de sostenerse en el poder, reprimiendo a la sociedad de manera feroz. Al ser hija de un símbolo de la democracia para su gente, Suu Kyi se pone a la cabeza de la lucha contra el régimen, dispuesta a enfrentar cualquier sacrificio que haga falta, para ayudar a la liberación de su pueblo. El gobierno intentó quebrarla de muchas maneras (la cinta describe minuciosamente cada una de ellas), y lo que veremos será cómo el matrimonio formado por Kyi y Michael, quedan separados, en países distintos y con sus recursos, luchan denodamente para lograr elecciones libres en aquella geografía. La historia está bien contada, tiene una fotografía bellísima y hay momentos muy intensos, dentro de la extensión del relato. Besson tiene su fuerte cuando encuadra movimiento, y quizás eso le juega en contra aquí, ya que la película tiene mucho de aislamiento de la protagonista, hecho que motiva climas con poco relieve y emoción contenida. Yeoh está correcta, aunque sentimos que le faltó vibrar junto al personaje, ya que en las escenas en que su familia se encuentra con ella, la vemos un poco perdida y poco expresiva (y son las que requieren mayor complejidad para su elaboración). En ese sentido, Thewlis hace un gran rol, ya que vemos la película desde su perspectiva (casi) y empatizamos con él de inmediato. La composición de la pareja central es un poco gélida, pero aceptable. "The lady" es un homenaje a una mujer de condiciones excepcionales. Quizás nos hubiese gustado que la mirada hubiese estado puesta, menos en la historia política del conflicto y más centrada en lo familiar. A pesar del esfuerzo de Besson por transmitirnos ese costado, el fuerte de esta cinta descansa en la reconstrucción histórica más que en el drama personal vivido, creemos. El objetivo, se logra (no se puede decir que no sea una buena película al final de la proyección), pero hay que decir que le lleva demasiado tiempo el recorrido y el resultado final nos hace extrañar el arte al que Besson nos tenía acostumbrados...
La femme Gandhi Luc Besson nos trae, en “La Fuerzadel Amor”, la historia de Aung San Suu Kyi –tuve que hacer copy/paste porque no podía transcribirlo-, una mujer pacifista que lucha de una manera perseverante por la implementación de la democracia y los derechos humanos en Birmania ante el hostil régimen dictatorial que gobierna el país. Si bien podría definirse como una película biográfica sobre esta admirable mujer, se torna un tanto ambiguo ya que también seguimos la vida de su esposo, Michael Aris, un profesor británico con el que vivió en Londres hasta 1988, cuando decidió quedarse en Birmania a luchar por su país. Sí bien tenemos un buen director que lleva adelante una película prolija técnicamente, cabe destacar el aporte de la actuación de Michelle Yeoh (que fue nominada al Oscar por este papel) que hace una interpretación conmovedora, al igual que David Thewlis en el papel de su marido, Michael Aris. Biografías Made in Hollywood Si hay algo indiscutiblemente efectista es que las biografías completas, autorizadas o no, con el montaje y la estética hollywoodense quedan muy bien. Pero hay dos detalles fundamentales para que este sistema inventado hace casi cien años funcione correctamente para las bios: el biografiado tiene que haber fallecido o el leitmotiv por el cual se ganó que lo biografiaran debe tener un final. En esta película no se da ninguno de los dos casos, ni ella falleció, ni su lucha concluyó, por eso es que si bien es por momentos una biografía intensa y muy completa, falla como película porque es tan sólo un recorte de tiempo de la vida de Suu Kyi. Asimismo hay otros dos puntos que, a mi parecer, perjudican al film. Por un lado hay un trato casi beatificador sobre la figura de Suu Kyi, lo cual no me parece mal sino exagerado, ya que se sabe que es una persona digna de admiración, pero no sé si al grado en el que intentó colocarla Luc Besson, tal como ya lo realizó acertadamente con “Santa” Juana de Arco. El otro punto en contra es el afán por tratar de incluir la mayor cantidad de información posible sobre este personaje, asediar al espectador con datos y hechos concretos, pero lamentablemente las películas revisionistas suelen fracasar porque esto es cine, no un libro de Pacho O´Donnell. Conclusión “La Fuerza del Amor” es una película biográfica que no logra una construcción inspiradora sobre Aung San Suu Kyi, de la cual hay mucha tela para cortar, sino que trata de incluir la mayor cantidad de información posible apostando más por la exactitud histórica que por el conmover al espectador. Creo que si no fuera por las maravillosas actuaciones sería un film insulso, más allá de su prolijidad técnica, ya que el problema viene desde el guión. De todas formas, es una buena película para quien busca conocer más sobre esta luchadora birmana incansable, ganadora del Nobel de la Paz.
Más denuncia que cine Esta película sobre Aung San Suu Kyi -una política birmana que encabezó durante años la lucha contra la sangrienta dictadura militar de su país y ganó el Nobel de la Paz- cumple con el decálogo completo de las biopics épicas y políticamente correctas destinadas a despertar conciencias y salvar culpas. No puede decirse que Luc Besson filme mal (es un director virtuoso a la hora de los encuadres), ni tampoco cuestionarse las interpretaciones de la gran Michelle Yeoh y de David Thewlis (como su fiel y estoico marido), pero los 132 minutos del film están tan llenos de lugares comunes, de golpes bajos y de subrayados que el suplicio de una madre (ella no puede abandonar su país para reencontrare con su familia porque en ese caso no podría regresar a Birmania) se convierte en otro suplicio: el del espectador. Las escenas de los militares birmanos (cuando planean la represión y cuando la concretan, con matanzas de hasta 5.000 opositores) son tan ridículas que dan vergüenza ajena. En el terreno del drama más intimista, la cosa mejora un poco gracias a la solvencia de los dos protagonistas y porque las resoluciones no resulta tan torpes, obvias y maniqueas. El despliegue de recursos para las escenas de masas o las apelaciones bienintencionadas a la solidaridad internacional para luchar contra los abusos a los derechos humanos en un país como Birmania no alcanzan a compensar los desatinos y limitaciones de una película que resulta mucho más importante por lo que dice que por lo que muestra (lo que narra con genuinos recursos audiovisuales). Y eso, en cine, no es un buen augurio.
Una bayoneta y una flor La gestora de este proyecto que involucró al director y productor Luc Besson para reconstruir en esta biopic la épica y conmovedora historia de vida de Aung San Suu Kyi, es la actriz Michelle Yeoh (El tigre y el dragón). Suu Kyi es una activista y política birmana, quien tras muchos años de arresto domiciliario y penurias de todo tipo, que intentaron quebrar su espíritu, consiguió ser liberada por el régimen militar de Birmania en 2010. Para esa fecha importante, Besson y equipo seguían rodando en Tailandia (en Birmania es muy difícil conseguir permisos) principalmente con el objeto de que el film fuera un vehículo para lograr la liberación de esta parlamentaria, quien en 1991 fue condecorada con el premio Nobel de la Paz y no pudo recibirlo en persona dado que para ese entonces estaba detenida por la dictadura militar, que tampoco reconoció su abrumadora victoria por 82% de los votos en elecciones que se celebraron a partir de la presión internacional. Como biopic, La fuerza del amor repasa cronológicamente los hitos en la larga lucha política y social de Aung San Suu Kyi, quien a los dos años se quedó sin padre debido a que fue asesinado por el régimen militar por su lucha a favor de la democracia, la defensa de los derechos humanos y la independencia en los años 40. Legado paterno y materno también, ya que su madre trabajó como enfermera voluntaria asistiendo heridos producto de la cruel y sangrienta represión, la protagonista de este relato pudo terminar sus estudios de Filosofía y Letras; se casó con un profesor (David Thewlis, quien hace un doble papel porque también interpreta a su hermano gemelo), con quien tuvo dos hijos y al que tuvo que dejar –incluida su familia- por aceptar la defensa de la causa en Birmania y la insistente negativa de una visa para que pudieran visitarla con más frecuencia. Luc Besson, fiel a su línea de heroínas históricas como ya lo demostrara con Juana de Arco, impregna la trama de dramatismo y busca el equilibrio entre las vicisitudes políticas y el triste renunciamiento a la vida social y familiar de Aung San Suu Kyi, mostrándola siempre en su carácter de líder carismática y pacifista pero también poseedora de una voluntad inquebrantable. Sin embargo, no se puede alejar ni un segundo del esquematismo, de los lugares más comunes que se puedan imaginar pero las papas las salva la soberbia actuación de Michelle Yeoh –cuyo parecido con la real Suu Kyi es asombroso- quien además de estudiar cada gesto se preocupó por aprender el dialecto Birmano para hacer de su creación personal lo más verosímil posible, tratándose de una ficción. Lejos de sus anteriores actuaciones sin lugar a dudas esta es la mejor de su carrera internacional, al menos.
Michelle Yeoh vive un gran momento de su carrera. Hace poco volvió al género de artes marciales junto a John Woo con Reign of Assassins, donde demostró un gran desempeño físico en las secuencias de acción, además de una gran interpretación y ahora sorprendió con otra gran trabajo actoral en este film de Luc Besson. La fuerza del amor, originalmente The Lady, narra la espectacular e inspiradora historia de Aung San Suu Kyi, la activista que ganó el Premio Nobel de la Paz en 1991por su lucha por la democracia de Birmania Aang San, quien hoy es la heroína nacional de ese país y llegó a ser comparada con Ghandi, fue la principal figura opositora contra la terrible dictadura militar que sometió a ese país entre 1962 y el 2011. Su historia es un ejemplo tremendo de coraje, resistencia y militancia política que hoy tiene una enorme relevancia. Esta mujer recién pudo recoger el Premio Nobel que le otorgaron este año ya que los militares de su país la mantuvieron con arresto domiciliario durante 15 años en la que estuvo aislada del mundo. Con un discurso pacifista que abogaba por la compasión y el diálogo (cualidades imposibles de encontrar en los dirigentes políticos argentinos de la actualidad) logró una verdadera revolución en su país. Por eso esta película es tan importante de difundir, más allá que está muy lejos de ser perfecta y tiene sus fallas. Sin embargo, es una producción interesante que le va permitir conocer a mucha gente esta historia tremenda que no es tan popular. La realidad es que hay muchísimas personas en el mundo que no tienen ni idea sobre quién es y lo que hizo Aung Kyi y si la descubren a través de este film entonces bienvenido sea. Es probable que si el director hubiera contado con la protagonista real como asesora la película hubiera sido distinta, pero Kyi recién recuperó su libertad en el 2010 cuando Besson se encontraba terminando este film. Esto no es un dato menor porque es muy poca la información real que hay sobre la dictadura de Birmania y su militares y en el film trabajaron con el material que ofreció en su mayoría Amnesty Internacional. De haber tenido el asesoramiento de Kyi la película seguramente hubiera profundizado más algunas cuestiones, como la intimidad de su arresto domiciliario y el modo en que operaban los militares. Por más loco que suene es muy poco lo que se sabe sobre la historia de los últimos dictadores birmanos porque no hay libros ni documentos sobre ellos y ese un aspecto débil que presenta esta producción. Hace poco más de un año que se disolvió la junta militar que venía haciendo desastres en Birmania y hay un montón de cosas que se desconocen, por eso es un tema muy difícil para tratar en una película de ficción. Besson construyó la historia de esta mujer con la información que obtuvo de allegados y familiares de ella y la verdad que pese a todo presentó una biografía digna que describe los hechos más importantes que vivió la protagonista junto con su familia. David Thewlis (el profesor Lupin de Harry Potter) brinda un excelente trabajo como Michael Aris, el esposo de la activista birmana que tuvo un papel importante en todas las cosas que hizo esta mujer. El inconveniente que tiene este film, en términos cinematográficos, es el enfoque que le dio a la narración Besson, donde se va de mambo en algunos momentos con las situaciones melodramáticas. Sobre todo por la manera en que se manejó con la banda de sonido. Cada vez que aparecen los militares la música parece la marcha imperial de Star Wars y en los momentos emotivos las melodías cobran un protagonismo excesivo que se podrían haber equilibrado un poco más. Después, los hechos más importantes de esta historia están en el film Uno puede disentir con el enfoque que le dio el director a ciertas situaciones, pero la historia que narra es tremenda y mucho más apasionante que esas pajas pseudo intelectuales que hace Terrence Malick infladas por los críticos. La fuerza del amor no es un film perfecto pero brinda un relato muy interesante que vale la pena conocer.
Una mujer ejemplar Toda figura que protagoniza un hecho histórico relacionado a los derechos humanos merece reconocimiento. En el caso de la birmana Aung San Suu Kyi, parecía extraño que lo realizara Luc Besson, director que si se especializó en algo que tuviera balas en sus tramas era en exhibir los tiroteos con regodeos visuales (Nikita , El perfecto asesino , El quinto elemento), todos filmes de ficción. Aquí, las balas son reales, quienes las disparan son miembros de la dictadura militar en Birmania (hoy, Myanmar) y quienes las reciben son ciudadanos pacíficos. Pero Besson subdivide su relato. Por un lado, el costado político y social (con la detención de Suu Kyi, su prisión domiciliaria) y por otro, su relación con su esposo inglés y sus dos hijos. La diferenciación no es poca. Desde las actuaciones, con una siempre potente Michelle Yeoh, y un David Thewlis que, como su esposo, gana con oficio los momentos difíciles. Donde Besson refleja a los militares birmanos -tal vez para enfatizar la sinrazón de la violencia- termina parodiándolos y el efecto, en vez de ser dramáticamente eficaz, se desvanece. No muchos conocen la vida de Suu Kyi, quien de niña perdió asesinado a su padre. Sí se sabía que Suu Kyi no podía abandonar su país para estar con sus seres queridos. Y ese aspecto de la historia, en el que la líder de la oposición debe elegir entre su país y su familia, es el que Besson, amigo del blanco sobre negro, decide dejarlo en un tono gris. Que sea el espectador quien opine. Besson es un gran puestista, sabe dónde colocar la cámara, es en la cuestión dramática donde la narración se le dilata y extiende más de lo aconsejado. Las labores protagónicas balancean el resultado final.
"Soy irascible, impaciente, terca", exagera sus defectos Aung San Suu Kyi en diálogo con su marido durante una escena ya próxima al demorado final. Ninguna manifestación que avale tales rasgos se ha visto hasta entonces, ni se la verá, tal vez porque la película que Luc Besson dedica a la militante pacifista birmana (reconocida con el Premio Nobel de la Paz por su lucha a favor de la democracia y su tenaz oposición a la dictadura militar que gobernó su país entre 1962 y 2011), atiende sobre todo al ícono popular envuelto en un aire de santidad tras el sacrificio que padeció en sus largos años de forzado aislamiento. Se le escapa en cambio el complejo, apasionado ser humano que hay detrás. El film la retrata con la silenciosa elegancia de Michelle Yeoh, serenamente imperturbable, sin ceder jamás al abandono ni dejarse llevar por la ira. Por mucha que sea la perversidad (un poco caricaturesca) de los opresores. Suu, como la llaman entre los suyos, mantiene la esperanza. También se subraya su fortaleza, quizás heredada del padre, Auyng San, el líder nacionalista cuya actuación fue decisiva para asegurar la independencia de Birmania y que terminó asesinado por sus rivales del ejército en 1947. Precisamente en esa jornada aciaga se inicia el relato. La niña ha pedido a su padre un cuento y él, antes de partir para un compromiso político, le resume la historia de su país como una suerte de cuento de hadas donde hubo un paraíso hasta que llegaron los invasores, que se llevaron todo y multiplicaron la pobreza y la desdicha. Cuando se despide, le coloca en el pelo una orquídea, símbolo de la paz, que quizás ella interpreta como un legado. Así debe de ser porque el film poco habla de la evolución de la protagonista, ni del nacimiento de su vocación política. Y es muy sucinto a la hora de definir todo lo demás, desde su relación con Michael Aris, el universitario británico de Oxford con el que se casó y tuvo dos hijos, y el nacimiento de su vocación política, hasta la evolución de la historia birmana, en la que ella jugará un papel tan decisivo. El film, que confirma el oficio de Besson y su sensibilidad visual, también demuestra que en términos narrativos prefiere los clichés y los planteos esquemáticos, lo que puesto al servicio de una biopic despoja al film de verdad y de vibración humana. Cada escena sólo enuncia una situación. Héroes y malvados resultan tan unidimensionales que es difícil percibir progresión, tensiones, y mucho menos grandeza épica, a pesar de los esfuerzos del músico Eric Serra. Casi todo el relato luce monótono, impersonal, falto de emoción. Salvo tal vez en el único sector en que Besson parece comprometerse un poco más: el melodramático, en especial cuando el compromiso de la protagonista con la lucha por la democracia le impone elegir entre su amor por el marido enfermo y el abandono de la causa patriótica. Es algo.
Corrección política Desde pocos años después de su invención, una de las funciones a las que se dedicó el cine fue a la denuncia política o la reivindicación de grandes figuras, históricas o contemporáneas, cuya obra mereciera rescatarse y compartirse como ejemplo para la humanidad. De más está decir que, también desde siempre, las buenas intenciones no necesariamente redundaron en calidad narrativa o cinematográfica. Y no es que La fuerza del amor, último trabajo del famoso director y productor francés Luc Besson, carezca de méritos formales ni de un personaje valioso y atractivo al que reivindicar. Pero aun así hay en la película un elemento, más teórico que práctico, que de algún modo la impugna, tanto en lo referente a lo cinematográfico como en su labor reivindicativa: su corrección. La película cuenta la historia de la activista birmana Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz 1991 e hija de un héroe de la independencia de su país que hasta poco después de la Segunda Guerra fue colonia británica. Justamente su padre, el general Aung San, estaba llamado a ser el líder de la nación recién nacida, pero fue asesinado en 1947 por un grupo de militares rebeldes que, por lo que se ve, gobierna desde entonces a la ex Birmania, hoy Myanmar. Esa escena abre la película y signa la línea política del relato, pero no es la única línea dentro de él. Enseguida la acción se traslada a Londres, hace unos pocos años, cuando el profesor Michael Aris recibe el diagnóstico de un cáncer avanzado que le deja poco tiempo de vida. Aris es el esposo de Suu Kyi, a quien no ve desde hace tres años. La narración volverá a saltar en el tiempo, esta vez hasta 1988, cuando Suu Kyi recibe la noticia de que su madre se encuentra gravemente enferma. A pesar de las dificultades políticas para regresar a Birmania, ella decide viajar. Allá se encontrará con un país sumido en la violencia que destila un Estado opresor y represor y será testigo de una terrible matanza de manifestantes pro democracia que llevan como estandarte las fotos de su padre. Ante la súplica de diferentes grupos de intelectuales, activistas y estudiantes, Suu Kyi acepta quedarse en Birmania para ser la cabeza de un movimiento político que luche por el cambio democrático. A partir de ahí, la película seguirá por un lado el crecimiento político de Suu Kyi en su tierra, donde será sometida a amenazas, al encierro de sus colaboradores y a una prisión domiciliaria que recién acabó en 2010. Por el otro, a la lucha de Michael por acompañar a su mujer en Birmania; o desde Londres, donde comienza a trabajar para que sea mencionada como candidata al Nobel de la Paz. Cargada de escenas de calculados efectos dramáticos y personajes estereotipados (sobre todo los que ocupan el lugar de “malos de la película”), ya se ha dicho que lo mejor y a la vez lo peor que puede decirse de La fuerza del amor es que se trata de una película correcta. Son correctas sus actuaciones; es correcta su puesta en escena; son formalmente correctos su relato y su rigor histórico; y sobre todo es políticamente correcta. Demasiado. Tanto que los malos son muy malos y los buenos muy buenos pero, más allá de los graves excesos de unos sobre otros, nunca se sabrá cuáles son las diferencias políticas que los separa y enfrenta tan radicalmente. Y eso equivale a quedarse en la superficie o sumergirse muy poco en la sustancia del relato, jugando a darle una pátina política a lo que en realidad no es más que un melodrama. En ese sentido, aunque disparatado, el título local pone en evidencia ese detalle e intenta conseguir de él un rédito comercial que el título original (The lady, la dama: demasiado “correcto”) jamás le permitiría.
La orquídea de acero En principio, corresponde hacer un par de aclaraciones: si lo que los atrae como espectadores es ver "la nueva de Luc Besson", basados en otros films anteriores de este director francés como "Nikita", "El Quinto Elemento" o incluso otra biografía como "Juana de Arco", posiblemente se encuentren con una película que no es lo que esperaban ver. Y es que, sin ser algo malo, no se nota su firma personal. Si en cambio lo que les atrae es el título local, esperando ver una película romántica, bueno tampoco es el caso. "The Lady" (La dama, tal su título original) es la biografía de Aung San Siu Kyi, una activista política birmana que luchó en forma pacifista por la democracia en su país (actualmente, República de Myanmar). Ella (excelentemente interpretada por Michelle Yeoh) es la hija de un general demócrata asesinado en 1954 por partidarios del régimen que gobernaría ese país desde 1962. Por eso vivió mucho tiempo fuera de Birmania, en Inglaterra, y se casó con un inglés con quien tuvo dos hijos. La enfermedad de su madre la lleva a regresar a su país de origen en 1988, al que encuentra convulsionado por la violenta (asesinatos incluidos) represión a los estudiantes que manifestaban en contra del gobierno. Desde allí parte Besson para contarnos la historia de esta mujer (si algo hay en común con el resto de su cine es que la protagonista sea una mujer de extraordinaria fortaleza espiritual), su lucha, y el enorme sacrificio que hace, como su familia, para sobrellevar la forzosa separación de su esposo, Michael Aris (el gran David Thewlis, en un doble papel), y sus hijos. Si bien la película está narrada teniendo a la familia y los afectos como epicentro, Besson se cuida de mostrar muy bien el nivel de represión que padecen los habitantes birmanos, y, si bien no lo hace de forma dura, también señala cómo los países occidentales dan la espalda al pedido de ayuda, porque no les conviene económicamente. La película es emotiva y está realizada con una gran calidad. Las locaciones birmanas son bellísimas, al punto que el prolongado arresto domiciliario de Siu, como la llaman todos, no resulta tan opresivo, aunque hay que reconocer que al total del film le sobran unos minutos que provocan la pérdida de algo de atención. El resultado es un filme bien realizado, sobre una temática poco conocida y debatida en general en Occidente. Hacia el final, los carteles con las leyendas sobre lo que ocurrió luego de que se terminara de filmar, entre ellos el que reclama por los prisioneros políticos aún en cautiverio, manifiestan el nivel de compromiso de Besson con la causa de Siu y los suyos.
De la mano de Luc Besson, conocemos la historia de la militante pacifista Aung San Suu Kyi, interpretada por Michelle Yeoh. Existe un tipo de situaciones que la industria del cine adora llevar a sus campos y sin lugar a dudas se trata de las biopics (aunque en este caso podemos hablar de una obra algo mas compleja dado que muestra el desarrollo de todo el grupo familiar, no solo de ella) de personajes que tengan un tinte heroico y combativo con basamento en hechos reales. En este caso Aung San SuuKyi es una fiel oponente a la dictadura imperante en la lejana Birmania, quien sufrirá en carne propia las injusticias de un sistema opresor que la separará de su familia (madre , esposo e hijos ) sometiéndola al presidio por la mayor parte de su vida y poniendo a prueba su temple. En la vida real Aung permaneció cautiva del gobierno dictatorial hasta el año 2010, casi al mismo tiempo que el rodaje se llevaba a cabo. Sumida en el aislamiento mas absoluto que suele minar las temples mas férreas Aung San SuuKyi logra comunicarse con el mundo exterior a través de la radio y asi llevar su mirada y su militancia a los miles de oprimidos que a pesar de contar con un libertad ambulatoria se encuentran presos de un modo de vida impuesto por el mas fuerte. Con una cuidada fotografía acompañada con excelentes interpretaciones (se destaca la composición de Michelle Yeoh y David Thewlis) y una banda de sonido contundente a cargo Eric Serra, La fuerza del amor se erige como un drama intimista y aleccionador que para algunos podrá ser tildado de maniqueista y con lugares comunes del genero que tal vez debiliten la fortaleza de un potencial guión mas jugado. Tal vez el único pecado del film resida en tener el perfil ideal que poseen aquellas producciones realizadas para complacer al gran público y arrasar en las premiaciones de festivales de cine con un superfluo mea culpa realizado con excesiva corrección política. Pero por otro lado si un film puede servir para que el mundo entero enfoque su mirada en injusticias que de otra forma tal vez serian ignoradas tal vez el cine haya cumplido su cometido, aunque se manera tibia. La polémica esta planteada y como siempre los espectadores serán los encargados de definir los tantos.
Sentida biografía de una mujer admirable El título original de esta producción francesa es «The Lady», como muchos birmanos llaman a su líder Aung San Suu Kyi. En algunas partes del mercado hispanohablante se la bautizó «Amor, honor y libertad», lo que dice bastante sobre su contenido, pero acá en el Cono Sur se la rebautizó de una forma todavía más adecuada: «La fuerza del amor». Y es que se trata de una historia de amor. Bastante distinta a las habituales, eso sí. Para quien esté algo olvidado, Aung San Suu Kyi (o Yi) ha sido ejemplo de fortaleza y paciencia bajo una de las peores dictaduras del mundo. Su padre fue el hombre que, sin un solo tiro, le impuso al imperio británico la independencia birmana, por lo cual es considerado padre de la patria. Pero él, en cambio, recibió varios tiros a manos de un grupo de izquierda. Años después, una troika de generales impuso un duro régimen de «socialismo de Estado». A esa altura la hija del héroe se había ido a vivir a Occidente, era una graduada en Oxford con trabajo en la ONU y familia británica, pero, durante una visita a su madre, no tuvo más remedio que asumir el legado. La gente se lo pedía. Y la dictadura, que hubiera querido matarla, no tuvo más remedio que ponerla bajo arresto domiciliario durante 15 años, someterla después a otras presiones, y esperar que se doblegara. La hostigaron, le impidieron recibir personalmente el Nobel de la Paz, asistir a su esposo enfermo de cáncer en Londres, ver crecer a sus hijos. Pero no se doblegó. Admirada y apoyada por grandes estadistas, desde Nelson Mandela para abajo, recién en mayo último recobró la plena libertad. Hoy es diputada , los grandes líderes la invitan, su partido se está afirmando como una esperanza de futuro. Como la película se hizo el año pasado, no cuenta ese final, sino que se detiene en 2007, durante la llamada Rebelión de los Monjes. La verdad, un final como para salir del paso, lo más flojo junto a un par de lugares comunes propios de cualquier película biográfica similar. Pero el grueso de la obra es interesante, de buen ritmo, y resalta adecuadamente la admiración del marido por su esposa, el amor de ambos, obligados a quererse y ayudarse a distancia durante largos años, y, un poco menos, el amor de ella por su tierra. Excelentes, Michelle Yeoh y David Thewlis. Muy buena la producción de Luc Besson, y de oficio la dirección del mismo Besson, supeditado a un libro de anécdotas más que de espíritu. Rodaje en Tailandia, Oxford y Londres.
La repetición no hace la diferencia Birmania padeció un gobierno brutal y autoritario desde 1964; allí, entre quienes se opusieron a ese régimen, está Aung San Suu Kyi (Premio Nobel de la Pazy líder pacifista), a quien se supone se consagra La fuerza del amor, intentando reconstruir parte de su historia familiar y política. Todos sabemos que las dictaduras son horribles, que la tortura es deleznable y que hay países que atentan permanentemente contra los derechos humanos. También sabemos que existen diversas variantes estéticas a la hora de mostrar un tema con mucha tela para cortar, ya sea por el trasfondo político como por el personaje en cuestión. No obstante, Besson elige la forma más empalagosa, convencional e industrial posible para suplir la falta de rigor histórico y eliminar cualquier atisbo documental que enriquezca la narración cinematográfica. De este modo, la película es una sumatoria de imágenes prestadas de tarjetas postales cuando consagra tiempo a los planos generales y una invitación a caer en las garras de la manipulación emocional con una omnipresencia musical que se instala como remedo de la insuficiencia de contenido ideológico. No hay matices en esta historia: los malos son muy malos y los buenos, muy buenos. El dolor aparece estilizado constantemente y hasta los insectos deambulando por el piso son bellos ante el preciosismo formal que Besson (gran trabajador de la estética publicitaria) nos regala con sus prolijos encuadres de gente llorando y colores chillones sabiamente distribuidos según lo requieran las circunstancias. Hace rato que el francés fotografía seres antes que filmarlos (sólo recuerdo con estima El perfecto asesino) y esta no es la excepción. Nunca se ocupa de su humanidad sino de una planificación estética gratuita de sus entornos, aún los más humillantes (es así que hasta un personaje torturado en una cárcel puede recrearse con fines estéticos soportables a la vista). El hecho político y la acción militante de la protagonista se pierden en el abandono de la óptica occidentalizada y etnocentrista que retrata un modelo muy débil de personaje, extraviado incluso ante la figura de su marido (poco soportable David Thewlis, en una doble interpretación). La heroína es insulsa como la película misma. El relato obedece al imperativo veloz que rige este tipo de superproducciones, correctas pero vacuas, pasajeras, al igual que las dos horas y pico que dura la historia. No hay tiempo para pensar y todo ocurre a una velocidad alarmante; los hechos son “tocados” muy por arriba porque el drama explotable desde la ficción en su faceta más sensiblera se impone sin concesiones ante la fuente documental. El único atisbo de “realidad” lo constituye el cartel aclaratorio del final, más cercano a una entrada de enciclopedia que a una impronta autoral. En definitiva, la misma intrascendencia a la que nos tienen acostumbrados los estrenos de cada jueves.
La conmovedora historia de una pacifista a ultranza que lucha contra un gobierno totalitario .Hablamos de Aung San Suu Kyi, menuda e inquebrantable, hija de un militar que luchó por la independencia de Birmania, hoy Republica de Myanmar. Luc Besson es más importante por lo políticamente correcto que por sus valores cinematográficos, aunque tenga momentos muy logrados, y Michelle Yeoh hace un conmovedor trabajo
Historia de Dos Ciudades “Habiendo tantos personajes interesantes a lo largo de la historia, siempre filman a los mismos”. Es una frase que se he oído decir numerosas veces a mi padre, que siendo tan cinéfilo como yo y un apasionado de la historia, se siente decepcionado cada vez que escucha que en Hollywood deciden contar siempre las mismas historias sobre los mismos personajes. No hay que irse muy lejos. Este es EL año de Lincoln. Primero, cazador de vampiros, y después se viene la biografía de Spielberg. Sin embargo, existen héroes anónimos, que luchan por sus causas e ideales que son olvidados por la industria, quizás porque sienten que no van a ser marketineros. ¿A que estudio le podría interesar la biografía de Aung San Suu Kyi? Hija de un lider pacífico de Burmania, Suu Kyi es un personaje contemporáneo que lleva más de 20 años luchando contra el gobierno dictatorial de Birmania, para conseguir las primeras elecciones democráticas en 50 años. La clave de la lucha de Suu Kyi fue su propósito netamente pacífico inspirado por el idealismo de Mahatma Gandhi. Sin embargo, el mayor apoyo que tuvo fue el de su esposo, un doctor y profesor universitario británico, que pese a arriesgarse a perder a su mujer, emplea todo su tiempo, en incentivarla para que siga adelante con su lucha. El idealismo sobre el cuerpo y el amor. Luc Besson ya no busca impactar desde el contenido visual ni revolucionar en sus narraciones. Tiene suficiente filmografía para demostrar que es un realizador arriesgado que puede cambiar su punto de vista y expectativas audiovisuales película tras película. Le interesa el entretenimiento, pero le preocupa contar algo. Es un narrador. Con La Fuerza del Amor demuestra oficio y prolijidad. Bien podría tratarse de un film para televisión, pero realmente la tensión es efectiva, y la relación entre la protagonista y su marido, Michael Aris es el pilar de la película. Así como en Los Gritos del Silencio, más allá de la crítica y el alegato social, Roland Joffé priorizaba la relación entre el periodista y su asistente, aún estando a la distancia, cada uno en su país, Besson muestra como vive cada personaje la soledad y la injusticia en su tierra. Aung San tratando de demostrarle a los guardias que rodearon su prisión domiciliaria, que la revolución puede realizarse con fines pacíficos, mientras que en Gran Bretaña, Aris entabla una lucha diplomática donde queda en relieve la frialdad de los altos ejecutivos ingleses. La solidez y emotividad sutil, nunca forzada ni llevada a la sobreactuación de Michelle Yeoh y David Thewlis se imponen sobre la historia. Los personajes son fuertes y están muy bien escritos, mostrando las contradicciones de sus comportamientos, o mejor dicho su fragilidad y humanidad. Si bien no toda la película es llevada con la misma intensificación, Besson consigue un relato ameno y agradable, crítico con las dictaduras y las naciones que deciden dar una mirada al costado, pasar la vista gorda. A pesar de lo que dicen otros críticos, no es una obra golpebajista, porque los momentos más fuertes los anticipa desde el principio. Sí, es triste y sentimental. Tiene un par de escenas demagógicas que buscan el llanto fácil, la emoción. Pero no se siente trillado ni algo impositivo. Simplemente Besson cumple una función de narrar de la forma más transparente posible, dejando afuera las pretensiones. Pretensiones que darían posiblemente una película aún más solemne y ampulosa de lo que es. Besson adopta un tono seco por momentos y no se regodea en el sufrimiento de sus protagonistas. Trata de tener una mirada objetiva. No llega a ser una obra épica como la epopeya de Richard Attemborough ni tampoco una biopic tradicional (porque decide contar solamente un parte de su vida) , pero tiene una factor tensionante, relacionado con el paso del tiempo. Dicho tono se parece más al que realizara 20 años atrás con su mejor película , Azul Profundo. Una excelente reproducción, meticulosa puesta en escena, sobrias actuaciones y momentos emocionales genuinos, conforman La Fuerza del Amor, que si bien tiene algunas deficiencias, al menos nos permiten conocer a los espectadores, una historia diferente, de un personaje real y luchadora de los derechos humanos.
UNA LUCHADORA Convencional aproximación a la intensa vida de Aung San Suu Kyi, una política birmana que encabezó durante años la lucha contra la violenta dictadura militar de su país y ganó el Nobel de la Paz. El filme tiene todos los condimentos y todas las limitaciones de esas propuestas melosas y edificantes. Hay gruesas simplificaciones a la hora de hablar de malos y buenos y al retratar la lucha pública de esta mujer valiente y también la lucha interior de esta esposa y madre que dejó a un lado su hogar para pelear por su país. Es superficial, sensiblero y pocas veces logra emocionar. Luc Besson, un hombre de buena caligrafía, confirma que la fuerza y la sugerencia no son su fuerte. Los lugares comunes y el desgano colorean tanto las luchas violentas en las calle como las luchas íntimas que se libra en el hogar de Aung. Un film quiere ser un homenaje, pero no hay caso.
En nombre de la democracia Luc Besson realiza La fuerza del amor (The Lady, 2011), una biopic sobre Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh), la líder birmana que hizo frente a la sangrienta dictadura del país oriental, como si se tratara de una película de acción: representando el bien y el mal de forma unidimensional, de uno y otro lado del conflicto. La película trae la historia de la líder birmana desde que es pequeña y recibe la triste noticia de la muerte de su padre, un funcionario político muy querido en Birmania, en manos del golpe de Estado que instala la dictadura, hasta su vuelta al país tras la muerte de su madre, para hacerse símbolo de la resistencia. Su estadía será tortuosa, pasando por el maltrato, la censura y prohibición de su libertad, y paralelamente, la distancia que su accionar le impone para con su familia, sobre todo con su marido (David Thewlis), un inglés progresista que la apoya incondicionalmente. Quien haya visto la última de Rambo (Rambo: regreso al infierno), en la que el personaje ideado por Sylvester Stallone peleaba contra los birmanos, descubrirá que la representación de los orientales hecha por Besson es muy similar: esquemática, estereotipada y sin matices. Los militares que comandan la feroz dictadura son malísimos, tipos sin alma ni escrúpulos, despojados de toda piedad, como en cualquier película de acción. Hay algo noble en esa representación que Luc Besson hace en la película, y es que Besson es director de muy buenos films del género, y no de dramas históricos. El francés responsable de El perfecto asesino (Leon, 1994) no intenta hacer lo que no sabe (Gandhi por ejemplo), y plantea La fuerza del amor como uno de los relatos que acostumbra construir. El problema es que ésta película está basada en un personaje real con toda la complejidad que requiere. Y ahí es donde hace agua. Que quede claro, La fuerza del amor está muy bien narrada, muy bien manejadas las escenas de tensión y logra una fluidez narrativa y técnica impecable. El problema es que no transmite nada a nivel emocional. Y si hablamos de un drama histórico basado en un personaje real, se espera cierta emoción más allá de la impotencia producida por las injusticias representadas. Besson logra que el resto del mundo sepa de la situación en Birmania, conozca la lucha de Aung San Suu Kyi por los derechos humanos y el conflicto que esta mujer atravesó, que es bastante. Pero no logra significar sus dilemas humanos, sus problemas internos y existenciales más allá del nivel narrativo. Y para filmar la historia de un personaje tan grande a nivel humano, hace falta algo más que oficio.
Qué raro es este Luc Besson: hizo El perfecto asesino o Juana de Arco pensando que todo cine es entretenimiento (lo que no está mal), y toma prestado de cuanto film le gusta. Aquí narra la historia real de la principal activista por la democracia en Myanmar (y Premio Nobel) Aung Saa Suu Kyi y su marido, el periodista y escritor Michael Aris. El film no es malo ni bueno: a dos grandes actores (Michelle Yeoh y David Thewlis) los contrapesa una apuesta por el espectáculo melodramático sin profundidad, como si Besson tomara la excusa “real” para jugar al melodrama.
La actriz Michelle Yeoh leyó el guión sobre la vida de la activista birmana Aung San Suu Kyi e inmediatamente buscó la manera de filmarlo, por lo que acudió al director francés Luc Besson pidiéndole que dirigiera la película una vez que se consiguiera la financiación correspondiente. La realización pudo ser rodada como una producción francesa en locaciones de Thailandia y lleva por título “The lady”, aunque en Latinoamérica fue cambiado por “La fuerza del amor”, mucho más apropiado para el mensaje de la historia que cuenta. Sinopsis de “La fuerza del amor” Aung San Suu Kyi regresa a Birmania, su país natal, para asistir a su madre que yace moribunda en un hospital de Rangún. Durante su estadía en el establecimiento sanitario donde su progenitora está internada presencia una de las tantas represiones de la dictadura militar contra el pueblo manifestante. Las brutales represiones provocan que ella les de protección a algunos de los activistas, y por ser hija de Aung San, impulsor y héroe de la independencia del país, es tomada como estandarte por los partidarios para instalar la democracia. Emprender la actividad política significa estar alejada de su familia, que reside en Londres, y enfrentar a un régimen militar despiadado y aferrado al poder. Su esposo y sus hijos continuamente la respaldarán y justificarán su vida. Suu Kyi a pesar de los arrestos domiciliarios y de ser continuamente presionada por los dictadores logrará imponer sus ideas, mientras su marido hace conocer la situación que vive Birmania a los medios periodísticos internacionales y organismos de Derechos Humanos de todo el mundo, logrando con su actividad de difusión que a su esposa le sea otorgado en 1991 el Premio Nobel de la Paz. Crítica a La fuerza del amor Luc Besson al modificar el guión de Rebecca Frayn para sacarle el estilo del documental político que contenía, lo transformó en una biopic sobre la vida de la activista birmana dejando en la trama principal su relación matrimonial con Michael Aris, un inglés que alguna vez fue tutor de los príncipes de la familia real de Bhutan. El guión está basado en hechos reales, pero debió agregársele algunas escenas de ficción por no tener un registro preciso de lo sucedido, y esa fusión de base logró escenas con ritmo y agilidad que no siempre se mantienen pero captan la atención del espectador todo el tiempo. El personaje de Michael tiene tanto peso en la trama principal como el de Suu Kyi, y fue asumido por David Thewlis (que también cubre el rol del hermano de Michael) con una energía que trasciende la pantalla y lo perfila completamente. Michelle Yeoh, actriz originaria de Malasia, logró en 2011, por esta película, ser la primera asiática en estar nominada para el premio Oscar como Mejor Actriz. Su composición es rigurosa, demuestra un gran poder de observación y hace que el espectador crea por momento estar viendo a la auténtica activista. Dentro de una cuidada y meticulosa producción, Besson logró en esta realización darle importancia al hecho de que Suu Kyi siempre contó con el firme respaldo de su marido basado en el amor. Esta forma de encarar las escenas minimizó la historia sobre la política birmana al fragmentarla en varias subtramas, a las que les da el nivel de ámbito necesario para contar la trama principal, por lo que el espectador recibe un mensaje subliminal que puede hacerlo pensar que “detrás de toda gran mujer hay un gran hombre” como variación de un refrán popular. La película entretiene a todo el público con su trama principal que reproduce situaciones reales, aunque quizá a un sector del público que tenga un espíritu politizado le atraigan más las subtramas, aunque éstas hayan sido ficcionadas para servir de soporte al nudo del conflicto que se vive en un país del que se conoce muy poco en la Argentina, y seguramente el análisis de los cinéfilos le encontrará algunas reiteraciones y cierta densidad narrativa
La historia de amor de una mujer que luchó por su país e intentó pese a la distancia mantenerse unida con su familia. Esta película está basada en la verdadera historia de una mujer que luchó por su país y sus principios en Birmania (hoy Myanmar) Aung San Suu Kyi nacida el 19 de junio de 1945 hoy tiene 67 años, peleó contra la dictadura militar que ocupó el poder entre 1962 y 2011. Resultó electa parlamentaria por la casa de representantes en 2012. En 1991 recibió el premio Nobel de la Paz pero la Junta Militar birmana no le dejó salir del país, mantenía arresto domiciliario y tuvo que esperar a junio de 2012 para poder recogerlo en Oslo. Cuenta con las actuaciones protagónicas de Michelle Yeoh (“La Momia: La tumba del emperador Dragón”, “El maña nunca muere”) quien interpreta muy bien a Aung San Suu Kyi y David Thewlis (“Caballo de guerra”, "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 2") en el rol de Michael Aris, su marido, un académico británico y ellos tienen dos hijos. El director francés Luc Besson (53) en los últimos se tiempos se ocupo por realizar otro tipo de historias como: "Juana de Arco", "Angel-A", entre otras, ahora relata la vida y la lucha de Aung San Suu Kyi, en 1947 solo tenía dos años, le asesinan a su padre Aung San en el Consejo de Ministros, antes de este hecho había firmado el tratado de independencia con el Gobierno británico. Ella se crió en la India y estudió en Oxford, su vida se ve perturbada cuando en 1988, debe viajar a Birmania porque su madre se encuentra enferma y luego muere, debido a que los acontecimientos en su país no son los mejores, en 1989 soportó arresto domiciliario en Rangún y asumió la dirección de la Liga Nacional para la Democracia, ganando las elecciones en 1990 por mayoría y padeció todo tipo de injusticias. La narración tiene suspenso e intriga, además logra transmitir el dolor que sufrió esta mujer increíble. La guionista es Rebecca Frayn (nacida el 6 de mayo de 1962), por lo tanto el guión tiene ese toque de mujer. Las composiciones de los personajes que hacen Michelle Yeoh y David Thewlis son creíbles, además transmiten una fuerza interpretativa de esas que no se ven muy a menudo. Uno a veces no entiende muy bien como funcionan los mecanismos por los cuales se seleccionan las películas que participan en las premiaciones internacionales, por supuesto incluido el Oscar, pero es una gran injusticia en opinión de quien escribe, que esta película no haya recibido premios de importancia, sobre todo para los actores principales.
El poder de la paz "The Lady" o "La fuerza del amor" (traducción cursi si las hay) es una biopic sobre la figura de Aung San Suu Kyi, una política birmana que representa la lucha moderna por la paz usando únicamente métodos pacíficos como lo hizo en su momento el gran Mahatma Gandhi. Lamentablemente no es tan conocida como lo fue el pensador indio, lo que seguramente derivará en que su historia sea menos tenida en cuenta y siga en el anonimato para mucha gente. La Señora, como suelen llamarla en su país, es una mujer que ha pasado más de 15 años privada de la libertad luchando por el cambio en la política birmana y los derechos humanos de sus compatriotas, teniendo que renunciar a su cómoda vida familiar en Inglaterra e incluso estar ausente durante la muerte de su esposo, el escritor Michael Aris que falleció en 1999 como consecuencia de un cáncer de próstata. Este es uno de esos casos en los que la realidad es mucho más interesante que la ficción, mucho más emotiva e inspiradora. El director francés Luc Besson logra captar maravillosamente la esencia de esta figura contemporánea, ofreciendo una puesta completísima sin olvidar que el espectador además de estar aprendiendo sobre la vida de Aung San Suu Kyi, está asistiendo a ver un entretenimiento cinematográfico. El comienzo del film es vigorizante, épico y atractivo, bien al estilo Besson, pero luego se calma y se dedica a construir una trama que a pesar de haber quedado un poco larga para mi gusto, narra con mucha pericia los momentos más importantes de la vida de Aung San. Tiene momentos de tensión fuerte, emotivos y hasta históricos, en los que se puede disfrutar de una Michelle Yeoh impecable en rol protagónico y un siempre creíble David Thewlis (Michael Aris). Una muy buena historia contada por un talentoso, que más allá de sus altibajos siempre puede sorprender como lo hizo en este caso. Si la peli no llega a salas comerciales y sos de los que disfrutan de un buen biopic, no dudes en alquilarla y aprender un poco más sobre una mujer que venció al miedo y la angustia para lograr un hito importantísimo en la historia política del mundo.
Una orquídea de acero en la lucha El director francés narra la historia desde el amor de su esposo inglés, que entiende el rol clave de esta política birmana. Ella fue la figura emblemática de la oposición contra la dictadura militar que ocupó el poder entre 1962 y 2011. No es este el tipo de films que la Academia tiene en cuenta a la hora de la premiación. Y lo cierto es que hoy, a la hora de su estreno, sólo una sala lo recibe de manera silenciosa, ya que el mismo no cuenta con toda esa plataforma, con todo ese andamiaje publicitario de los films más taquilleros. Y si bien su título original es The Lady, no este el caso de The Iron Lady, conocido aquí, en los días de la entrega de los Oscars, como La Dama de Hierro, film en el que la brillante realizadora de comedias musicales Philippa Lloyd nos ofrece un benévolo y complaciente, por momentos intolerable retrato de aquella mujer que comenzó a postrar de rodillas a gran parte de la sociedad de su tiempo, ante su devastadora política económica en los primeros años de la globalización y continuada hoy por los nuevos mercaderes del dios Euro. Por lo menos así, yo lo pienso. Hollywood prefirió premiar desde ese escenario de alfombras rojas y falsas estatuillas los acuerdos extracinematográficos de los Reagan y los Bush; e igualmente los parecidos físicos, las caracterizaciones que pueden la labor de los maquilladores y los comportamientos miméticos entre la eximia Meryl Streep y la despótica Margaret Thatcher. Si aquella mandataria aún hoy sigue siendo definida como "La Dama de Hierro", el personaje del film de Luc Besson, La fuerza del amor, que finalmente pudimos conocer esta semana, se la identifica, antitéticamente, como La orquidea de acero; epíteto que en el film se va modelando desde su accionar, desde los días tempranos en el que se siente movida a continuar el ideario de su padre, el de aquel hombre que tanto había luchado por la independencia de Birmania. Alejado ya de toda una filmografía en la que reconocemos una franca exposición y explosión de la violencia, el director Luc Besson coloca una vez más, como en tantos otros films, (pensemos en su particular y controvertida versión de Juana de Arco), a la mujer como centro y móvil de un relato épico y al mismo tiempo, no por ello, ajeno a ciertos pliegues del melodrama; marcado, señalizado en este film que sí, hoy nos conmueve, y por momentos nos arrebata, desde ciertas situaciones en las que basta tal vez un gesto, una mirada, ciertos arrebatos, algunas expresiones, un fraseo musical, la escritura de una carta o las palabras dichas por un hijo a su madre a miles kilómetros de distancia, estando ella en su arresto domiciliario, cuando le entregan el Premio Nobel de la Paz en 1991. De esta mujer llamada Aung San Suu Kyi, estamos hablando. Y entonces me di cuenta de lo poco que conozco de las problemáticas de otras culturas, del mismo Oriente. A ella sí, me estoy refiriendo. Y una vez más debemos agradecer al cine por abrirnos los horizontes a otras miradas. Y en este caso, es un director francés, que desplazó su mirada eurocéntrica hacia un espacio clausurado por el miedo y el autoritarismo, hacia la lucha y la militancia que lleva adelante, de manera pacífica una mujer, sin asumir ningún carácter mesiánico desde su condición de guía; motivando, empujando a resistir, para que frente a un orden dictatorial se restablezca un auténtico sistema democrático. En su lucha por los Derechos Humanos, nuestra protagonista, recibirá el nombre de Orquidea de Acero. Y en esa lucha se va planteando un continuo debate entre esa acción continua, desde su lugar, allí, en Birmania, y el amor por su familia, su marido, el profesor Michael Aris, estudioso de los temas de estas culturales, y sus dos hijos. Debate permanente, conflicto y dilema ético, zona de interrogantes; todo se lee en el rostro de esta mujer interpretada admirablemente por Michelle Yeoh, tan notable en el campo de la actuación, tan sorprendente en sus registros; considerada por igual en el cine de géneros, créase o no, "la reina de las artes marciales", una de las actrices principales de El tigre y el dragon. Si bien la lucha de esta mujer es la que pasa a primer plano, para su director, lo que lo movió a realizar el film fue el amor de su marido hacia ella. En declaraciones cuando la presentación del film en la apertura del Festival de Roma hacia fines del 2011, Luc Besson comentaba: "El manifiesta todo su amor hacia ella, comprende ese alejamiento hasta el final y se entrega a sí mismo en esa vocación militante. Es entonces que podemos igualar ambos destinos, independientemente de las fronteras geográficas que separan a Inglaterra de Birmania". Y fue entonces cuando comencé a pensar en aquel sublime film de Bernardo Bertolucci, de mediados de los años 90. Lo conocimos aquí como Cautivos del amor. Y su título original es L`ASssedio. En él, el mismo actor, David Thewlis es un compositor que vive en un caserón muy cerca de Piazza Spagna, quien un día contrata a una joven africana, exiliada, estudiante de Medicina, cuyo compañero está encarcelado por motivos políticos en Sudáfrica, para los servicios domésticos. Entre ambos, tras ciertas tensiones se iniciará un cierto diálogo, una mayor comprensión a través de la música y una entrega ante una causa libertaria. Tras films como Subway, El perfecto asesino, en el que vimos debutar a Natalie Portman, Le grand bleu, un viaje a otras profundidades, Luc Besson, a sus cincuenta y dos años, redefine aspectos de su obra anterior y nos ofrece un retrato de una mujer y su tiempo, de una mujer en el seno de una familia y de su tradición; de voces que se van abriendo desde una ética insobornable ante la fuerza prepotente de los que violentan el orden institucional, de los que avasallan los principios de la dignidad humana.
Conmovedora historia de la activista por los Derechos Humanos Aung San Suu Kyi dirigida por Luc BessonLa Orquídea de Acero La película sobre la Nobel de la Paz y activista por los Derechos Humanos Aung San Suu Kyi es una conmovedora historia que recorre los hechos biográficos más relevantes de este ícono contemporáneo de la democracia. Dirigida nada menos que por Luc Besson y protagonizada por Michelle Yeoh, La Fuerza del Amor se basa en los sucesos que marcaron la increíble vida de Aung San Suu Kyi centrándose en su construcción como referente de la paz y los Derechos Humanos desde 1988 hasta la actualidad. El relato muestra cómo Suu Kyi pasa de ser una persona común a convertirse en una líder carismática a partir de un viaje que emprende a Birmania para cuidar a su madre enferma, que a la vez significará un reencuentro de con sus raíces y el origen político de su familia: su padre fue un líder popular asesinado poco tiempo antes de poder instaurar la democracia en Birmania, cuando ella tenía dos años. Besson refleja a lo largo del film el horror y opresión política que atravesó el país durante esos años, sin ahorro de imágenes de extrema violencia y que pueden resultar chocantes para espectadores sensibles. Y logra ensamblar con claridad como el colapso histórico del país coincidió con el reclamo de libertad del pueblo expresado en la voz de la ascendente Suu Kyi. La Fuerza del Amor también destaca el rol de la protagonista como madre y esposa, en especial la particular relación que mantuvo con quien fuera su marido, Michael Aris, (interpretado por David Thewlis) que también jugó su papel en la lucha por la independencia de Birmania (actual República de Myanmar) en las tareas de asistencia que brindó a Suu Kyi para la Liga Nacional para la Democracia y el apoyo que consiguió a nivel internacional. Por supuesto la película aborda la confrontación de Suu Kyi con la milicia birmana, las repercusiones mediáticas de su caso, la obtención del Premio Nóbel de la Paz en 1991 y la prisión domiciliaria que padeció durante casi 15 años, estando algunos momentos de ese período totalmente incomunicada. Michelle Yeoh, que estudió el idioma birmano durante meses para componer el personaje, logra una sentida interpretación de Suu Kyi y se mete de lleno en la piel de la activista, consiguiendo importantes destellos en pantalla. Cabe destacar que gran parte del relato construido y las imágenes proyectadas han sido posibles gracias a la colaboración de periodistas internacionales y personas cercanas a Suu Kyi que brindaron la información para el guión y material de archivo para la película, a pesar de recibir presiones y amenazas. La Fuerza del Amor es la épica historia de una mujer que luchó por la democracia con la paz como bandera distintiva y que en base al esfuerzo, la perseverancia y grandes sacrificios personales logró cambiar la realidad de un país entero que se alineó detrás de su figura.
El retrato de una dama La película The Lady, titulada aquí como “La fuerza del amor”, me dejó la sensación de que la combinación entre el guión de Rebecca Frain, la dirección de Luc Besson y el personaje protagónico fue una buena elección. El producto resulta un encuentro de estilos que parecen compatibles. Más si se tiene en cuenta que el film trata de hacer un relato biográfico de una persona de la vida real contemporánea de los realizadores. Aung San Suu Kyi es líder de la oposición de Birmania, pacifista, Premio Nobel de la paz 1991, hija de un militar que luchaba por la república y fue muerto por las fuerzas dictatoriales cuando ella era una niña. Suu Kyi creció y se educó en Inglaterra, donde se casó con un médico, Michael Aris, y tuvo dos hijos. La historia que cuenta Besson se concentra en los años en que Suu Kyi regresa circunstancialmente a su tierra para ver a su madre enferma y ya no puede regresar a Inglaterra, porque su país está sumergido en luchas sociales entre la cruel dictadura y fuerzas populares que quieren una democracia, entre las que juegan un papel relevante los grupos estudiantiles. El retrato de la protagonista que ofrece el film, encarnado por la actriz Michelle Yeoh, parece fiel y respetuoso, y muestra a grandes rasgos las características de esta mujer que tiene que afrontar desafíos ineludibles. Siendo la hija de un líder de la oposición asesinado por el régimen opresor, es vista por unos como un referente para encabezar las protestas y por otros, como un serio peligro, una amenaza. Suu Kyi no vacila en asumir el legado espiritual de su padre y, bajo la inspiración de Gandhi, pregona la resistencia pacífica. Pero tiene que elegir entre sus dos amores: su marido y sus hijos británicos o su patria. Su esposo, un médico y profesor universitario, es su compañero perfecto, la apoya, la cuida, la protege, aunque deban estar separados, ya que a él le restringen el ingreso a Birmania y ella, si llegara a salir, ya no podría volver a ingresar. El país oriental vive tiempos convulsionados, de mucha violencia y opresión, y el caso de Suu Kyi, bajo arresto domiciliario, llega a los estrados internacionales, y pronto la Organización de las Naciones Unidas asume que debe intervenir. El Premio Nobel de la paz, que la mujer no pudo recibir personalmente, fue entregado a su marido y sus hijos, y fue la manera con que el organismo dejó claro que había tomado nota del problema en Birmania y también una firme señal de su posición al respecto. Hoy, Suu Kyi ya puede moverse libremente por el mundo, y sigue llevando adelante su trabajo promoviendo la democracia, la paz y la tolerancia. Besson, con su estilo ni muy duro ni muy blando, y con ese lenguaje que busca una síntesis entre la mirada estética, el entretenimiento y la narración de hechos que merecen conocerse, logra acercar al espectador al aspecto humano e íntimo de una figura pública, influyente, respetada y controversial. ¿Es ficción? ¿Es documental? ¿Es propaganda? Es un poco de todo eso y resulta interesante.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
El altruismo y sus riesgos Equiparable a la reciente Historias cruzadas por su correctismo político y de género (histórico), La fuerza del amor (incomprensible traducción del más modesto título The Lady, “la dama”) gravita en el limbo de aquellos filmes que no arriesgan ni desbarrancan, ideales para una siesta de cable. Antecedido del aviso “basado en una historia real” que, claro, implica tras el cierre la revelación de lo que le pasó a sus protagonistas años más tarde en el “mundo real”, el filme de Luc Besson cuenta la vida de la activista birmana Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh) y la de su marido británico, el escritor Michael Aris (David Thewlis), a lo largo de años angustiosos. Hija de un político birmano asesinado, Aung San vuelve de su exilio inglés a fines de la década de 1980 para convertirse en un ícono internacional del movimiento democrático de su país, el cual se enfrentaba de manera pacífica a una brutal dictadura militar que ya se extendía dos décadas (y que duraría dos décadas más). La altruista misión le valió a Aung San 15 años de arresto domiciliario en los que se separó del paciente Aris, quien muere antes que la liberen. La excusa que da la anécdota para retratar al exótico universo birmano lleva a Besson a armonizar las escenas apaciblemente costumbristas con una pintoresca música étnica así como a exaltar los instantes en los que la multitud popular celebra sus logros con estruendos épicos que fuerzan la emoción. Los militares asiáticos son retratados de manera caricaturesca, acentuándose sus rasgos grotescos, violentos y decadentes en las secuencias más cruentas, mientras que la bandera de la embajada británica flamea en lo alto como símbolo de libertad. Tal simpleza en cuanto a la caracterización de un bien y un mal tan definibles (y la reivindicación, sólo en apariencia ingenua, de un multiculturalismo global para nada triunfante en el “mundo real”) sumergen al filme en un clasicismo vacuo, amable, inofensivo: La fuerza del amor es tan progresista en su contenido como reaccionaria en su forma (una vía opuesta y radical de narrar episodios similares puede atisbarse en La chica del sur, de José Luis García). Al final, la segunda historia (la de amor, entre Aung San y Michael Aris) es la que arroja la moraleja más paradójica: el pacifismo puede unir al pueblo, pero también separar matrimonios.
Emotivo canto a la libertad y al amor "No se nace mujer: se llega a serlo". Esta máxima de la escritora francesa Simone de Beauvoir es aplicable a la activista birmana Aung San Suu Kyi, una figura emblemática de la oposición a la opresora y represiva dictadura militar que ocupó el poder entre 1962 y 2011. Sobre esta mujer fuerte, serena y audaz se ocupa este filme del cineasta Luc Besson, quien abandonó los filmes policiales para realizar una biografía cargada de emoción y rigor histórico, a partir de un guión escrito por Rebecca Frayn. Y como lo señala el título impuesto en nuestro país, Besson también rescata el valor familiar, tan degradado en estos tiempos, al mostrar el profundo amor conyugal, la fidelidad y el compromiso que existió entre Suu Kyi y su marido, el académico inglés Michael Aris, quien falleció de cáncer en marzo de 1999. Y de ambos por sus hijos Alexander y Kim. Suu Kyi nació en Rangún, Birmania (hoy Myanmar), el 19 de julio de 1945. En 1947 su padre, el general Aung San, líder de la lucha por la independencia de su país, fue asesinado por un grupo de militares rebeldes que se identificaban con un pañuelo rojo al cuello. Siendo joven, Suu Kyi se radicó en Londres y estudió en la Universidad de Oxford. Allí conoció a Michael Aris, con quien se casó en 1972. En 1988 Suu Kyi regresó a Birmania para asistir a su madre enferma y desde entonces no pudo salir de su país. Apenas arribada, fue testigo de las sangrientas represiones ejecutadas contra manifestantes que enarbolaban como estandarte la imagen de su padre. A pedido de intelectuales y estudiantes, Suu Kyi asumió la conducción de un movimiento opositor y en 1990 fundó la Liga Nacional para la Democracia. Basó su lucha en "los principios sagrados de la moral", en el ejemplo de Ghandi y en un apotegma que dice: "Sigue esperando lo mejor, mientras te preparas para lo peor". El 14 de octubre de 1991 la Academia de Suecia le concedió el Premio Nobel de la Paz, que ella pudo retirar recién el 16 de junio de 2012, lo mismo que el doctorado honoris causa que en 1993 le había conferido la Universidad de Oxford. Quince de los últimos veintiún años, Suu Kyi vivió privada de libertad, ya sea en presión o con arresto domiciliario. El régimen dictatorial pretendió utilizar la enfermedad de su marido para que se fuera del país y así deshacerse de ella, pero no lograron doblegarla. Por eso y por su denodada lucha a favor de la libertad, la dignidad, los derechos humanos y la reconciliación de las etnias de su país, recibió el hermoso apodo de "La orquídea de acero". Estas son algunas de las muchas cuestiones presentes en este filme, que reconoce dos actuaciones brillantes: la de Michelle Yeoh, de recordada intervención en El tigre y el dragón , como Suu Kyi, y la del inglés David Thewlis como Aris. Hoy que tanto se habla de amor, libertad y derechos humanos, resulta recomendable que este filme se vea en todos los colegios secundarios.