La Idea de un Lago es la nueva obra de Milagros Mumenthaler, directora de la aclamada Abrir Puertas y Ventanas, de 2011. Está basada, o tal vez habría que decir "inspirada", en un libro de fotos y poesías llamado "Pozo de Aire", de Guadalupe Gaona. La Idea de un Lago vendría a ser una película sobre el nacimiento de dicho libro. En el filme, la autora es Inés: treinta y cinco años, separada y embarazada. Su padre desapareció durante la dictadura militar, cuando ella tenía dos años. La única foto que tiene junto a él se la sacó en la cabaña familiar en Villa La Angostura. El libro funciona para Inés como una forma de acercarse a él, pero también para acercarse a su madre, quien nunca superó su desaparición. El relato se mueve a través del tiempo y el espacio. A veces encontramos a la protagonista en el presente y en la ciudad, mientras lidia con su familia y su ex y trata de publicar su libro antes de dar a luz. Otras veces la encontramos de niña, en la cabaña familiar, mientras su padre brilla por su ausencia. Estos flashbacks suelen ser intensamente oníricos: vemos a la pequeña Inés jugando en el lago con un Renault 4 verde, y también la vemos persiguiendo al fantasma de su padre que le canta canciones de luna. La Idea de un Lago es una de esas películas de festivales de cine internacionales, que parecen ser "a prueba de críticos", que quizás no te caben tanto pero es difícil explicar el por qué. Podríamos decir que es medio aburrida, pero eso sería irrelevante porque ahora todas las películas art house son así, más instalación de museo que otra cosa. Los cinéfilos mayores ven a las masas ir detrás de los superhéroes y se preguntan: "¿Cómo pueden preferir Capitán América a esto?". Bueno, cuando la mayoría de la personas se crían mirando Los Simpsons todos los días y leyendo únicamente libros con dibujos adentro, podemos preguntarnos, "¿Por qué ellos (los cinéfilos mayores) prefieren esto a Capitán América?". Después le preguntamos a un crítico importante qué tiene de bueno una película como La Idea de un Lago y te sale con una cháchara de boludeces que hay que estudiar diez años para entender. O sea, el público en general se queda afuera de estas películas básicamente porque no los quieren dejar entrar. O puede que lo que pase es que los directores que sí hacen películas para el público normal se fueron a la tele. En fin, volviendo a La Idea de un Lago, está buena pero no es válido decir que "podría haber sido mejor" porque seguro que la directora quería que fuera tal y como es ahora. ¿Qué más podía esperarse? Está basada en un libro de fotos y poemas. VEREDICTO: 6.0 - EL LIBRO ES MEJOR La Idea de un Lago es definitivamente cine anti-pochoclero, y sinceramente no sé por qué lo estamos mostrando en un sitio tan nerd como éste pero qué diablos. Es mejor que Belleza Inesperada, eso seguro
Vivirás en mi recuerdo Cinco años después de haberse alzado con el premio mayor en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata para su película Abrir puertas y ventanas (2011), Milagros Mumenthaler presenta en la Sección Autores su más reciente film, La idea de un lago (2016). A partir del libro de poemas y fotografía Pozo de aire de Guadalupe Gaona, Milagros Mumenthaler imaginó la historia de Inés (Carla Crespo), una fotógrafa que escribe un libro sobre su pasado mientras se aproxima el nacimiento de su primer hijo. Su presente parece una prolongación del pasado, un tiempo suspendido tras la desaparición del padre. La realizadora no se detiene en la cuestión política documental; su mirada se concentra en la decisión –promovida por Inés- de aportar los datos genéticos para que ese pasado, quizás, pueda ser esclarecido. Por su parte, su madre (interpretada por Rosario Bléfari) mantiene una postura reticente. Manteniendo el registro intimista de su ópera prima, Mumemthaler ofrece un relato disruptivo, que se corre un poco de ese eje para plasmar la mirada de la niña Inés sobre aquel hombre que devendría en su obsesión. Yendo y viniendo hacia distintos momentos del pasado (con una fluidez notable), la película muestra los diversos pliegues de sentido que implicó esa ausencia. De alguna forma, el foco está puesto en Inés pero las opiniones y resoluciones del hermano y de la madre sirven para contrastar sus “verdades subjetivas”; verdades que -de algún modo- la joven intenta pronunciar con la escritura de su libro. La fotografía no es aquí un elemento más. No sólo porque sirve para graficar distintas épocas, sino porque aporta una textura que construye –sobre todo- una imagen de la infancia. Aún en el pasado, el padre aparece como un registro fotográfico, como una “presencia pequeña”, casi como si esos momentos fueran la transpolación en la pantalla de las vivencias de la protagonista. Su búsqueda es también una búsqueda identitaria, una manera de indagar el pasado para poder construir desde allí. El espacio de la infancia parece enteramente consagrado a la casa del bosque en la que está el lago del título, lugar que le da una riqueza de sentidos enorme al film, sobre todo en cuanto al espíritu lúdico que aparece claramente marcado. El presente de Inés la muestra indecisa alrededor del vínculo con el padre de su hijo, del que se ha separado; una pista para entender cómo se vincula su actualidad con su biografía toda. La idea de un lago es una película profundamente dolorosa pero no necesariamente triste; funciona como un acercamiento a las consecuencias de la dictadura cívico militar de una forma pocas veces vista en el cine nacional; como un diario íntimo, oscilante entre lo verídico-fáctico y la pluma más poética.
La ausencia que brilla La búsqueda de la identidad siempre marca el rumbo hacia el pasado. Nos conecta con una historia que la construcción de la memoria recrea en el presente a modo de anécdota, relato, o tal vez en una imagen que lo explique todo. Una foto es ese pedazo de presencia y ausencia a la vez. Lo presente se plasma en el instante en que el ojo de la cámara coronó en un click un momento único e irrepetible. Quizás esa sonrisa cómplice de un padre con una hija o un atardecer arañado por el paso del tiempo pero que se conserva en algún rincón. A partir de un poemario ajeno, la directora Milagros Mumenthaler se dejó llevar por el fluir de las emociones para arribar a esa zona de la intimidad que solamente se comparte cuando la necesidad de recuperar una historia del pasado viene acompañada de un intento de sanar viejas heridas. Una de las peores es sin duda alguna la desaparición forzada de un ser querido y mucho más si se trata de un padre como es el caso de la fotógrafa Guadalupe Gaona desde la propuesta de fotos y poesías de su libro Pozo de aire. Ese es el detonador para que surja desde la propia mirada de la realizadora La idea de un lago, su segundo opus donde el registro documental se entremezcla con la ficción, para instalarse siempre desde el punto de vista de la protagonista Inés (Carla Crespo) en sus mundos. La premura por terminar un libro con fotografías ligado a su infancia y a la figura ausente de su padre se conjugan desde la necesidad de encontrarse con una historia del pasado que para ella representa un abanico de destellos agridulces. Es en ese lago del sur en donde el ritual de vacaciones se transmitía de generación en generación, el reflejo de una infancia repleta de aventuras, que de pronto escapó con el correr de los años, del hermetismo triste de su madre (Rosario Bléfari) y de un sinfín de silencios durante una larga procesión del duelo. Sin embargo Inés, tras el fracaso con su pareja, ahora espera que el hijo por venir cierre la historia de ella como madre con otro tipo de padre ausente. Dar a luz es barajar otra posibilidad para contar una nueva historia y concretar un libro a partir de una foto es reabrir una nueva interpretación de la identidad y encontrar en la ausencia un sentido menos triste que el de la realidad. La directora de Abrir puertas y ventanas (2011) da rienda suelta a la poesía visual para encontrar en la puesta en escena el espacio de los recuerdos solamente con una cámara que narra desde la distancia y se conecta directamente con esos momentos, que tranquilamente podrían completar un álbum de fotos o al menos abrir paso a la chance de poder completarlo.
Inés juega con su memoria. La explora, la bucea, intenta comprender hechos del pasado y en ese constante devenir la directora Milagros Mumenthaler, logra transmitir una idea potente sobre la identidad, las pérdidas y los recuerdos. Carla Crespo y Rosario Bléfari la acompañan con solvencia mientras “La idea de un lago” supera el constante ir y venir deteniéndose en el pasado, presente y la idea de un futuro en donde el dolor sea tan solo un recuerdo más allá de cualquier presunción sobre aquello que nos determina y conforma como seres humanos.
Tras ganar en 2011 cinco premios (incluido el Leopardo de Oro) en el Festival de Locarno con su ópera prima Abrir puertas y ventanas, la directora argentina regresó a la Competencia Internacional de la última edición de la prestigiosa muestra suiza con un ensayo sobre la ausencia y la memoria construido con una belleza nunca ostentosa y una austeridad que no limita la creatividad ni la emoción. Rosario Bléfari y Carla Crespo se lucen en este film que se estrena en 7 salas de Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Inspirada muy libremente en Pozo de aire, de Guadalupe Gaona, La idea de un lago es un bello, delicado y melancólico relato que transcurre en distintas etapas en la vida de Inés (Carla Crespo), una fotógrafa que en el presente está por ser madre soltera, ya que está separada de su pareja (Juan Barberini). Mientras prepara un libro autobiográfico de imágenes y poemas, intenta encaminar las relaciones con su madre (Rosario Bléfari) y su hermano menor Tomás (Juan Greppi). Pero la ausencia (el fantasma) del padre, desaparecido en marzo de 1977, sigue siendo tan fuerte que la protagonista decide contactar al Equipo Argentino de Antropología Forense, más allá de los reparos (miedos) de su mamá. De todas maneras, buena parte de la película se desarrolla (en forma de flashbacks) en la zona de Villa La Angostura, donde varias generaciones de la familia han mantenido una casa. Allí transcurren varias escenas antológicas -con Malena Moiron como Inés de pequeña- que van desde unas escondidas nocturnas con linternas en un bosque junto a otros niños hasta una suerte de baile de a dos dentro de un lago entre Inés y... ¡un Renault 4 verde! Es que aquellos juegos, fantasías, sensaciones y recuerdos infantiles adquieren una dimensión especial para alguien que de adulto intenta seguir procesando la ausencia, la pérdida, el dolor. Las marcas, las heridas todavía abiertas de los tiempos más tenebrosos de la Argentina, están presentes en La idea de un lago, pero no desde lo político-ideológico sino desde el aspecto más íntimo. Es una mirada austera, pudorosa, pero no por eso menos poderosa. Y allí reside uno de los principales méritos del film: tener en claro qué mostrar, pero también qué escatimar o directamente evitar, dejar que el espectador complete su acercamiento a la problemática desde su propia percepción y sensibilidad. Así, entre el progresimo avance del embarazo, la inminente publicación del libro, la obsesión por la única foto que Inés conserva con su padre (hermosa la escena en la que la va ampliando en la computadora mientras de forma paralela mantiene un chat con su madre) y las cuentas pendientes en el seno de la familia, Mumenthaler -cuyo cine dialoga por momentos con el de Mia Hansen-Love- va construyendo una película fascinante y de múltiples implicancias emotivas. La apuesta visual (el film tiene por momentos un look opaco, como de viejas diapositivas, y un granulado como el de los viejos Súper 8 de las home-movies) elaborada en colaboración con el fotógrafo suizo Gabriel Sandru, el impecable trabajo con el sonido y el fuera de campo, el uso de la música (de New Order a Neil Diamond, pasando por un tema final de Daniel Melero), la credibilidad de las actrices y, sobre todo, la enorme capacidad para el detalle y la observación precisa de Mumenthaler convierten a La idea de un lago en una experiencia profunda, cautivante y duradera. Otro milagro de Milagros.
En ausencia de ti Inspirada en un libro de fotos y poesías llamado "Pozo de Aire", de Guadalupe Gaona, La idea de un lago se comporta como la película acerca del nacimiento de dicho libro, el cual para Inés (Carla Crespo) funciona como una forma de acercarse a su padre, y también a su madre, quien nunca superó su desaparición. Milagros Mumenthaler, su directora, nos presenta al film con un presente intentando todo el tiempo prolongar el pasado, no solo a partir de los movimientos que espacialmente y temporalmente nos relatan la historia, sino por ejemplo al encontrarnos con la decisión de Inés (quien también lleva a su hermano) de aportar los datos genéticos para que pueda ser esclarecido su pasado. La vemos a Inés de chica en la cabaña junto a su familia y sin su padre, de mucho más pequeña compartiendo un momento junto a él, en flashbacks como alucinados de Inés haciendo una coreografía en el lago junto a un Renault 4 verde... La vemos a Inés en todas esas situaciones y también en el presente, indecisa respecto a la relación con el padre de su hijo. Impecables las actuaciones de Rosario Bléfari como la madre y la joven Malena Moirón como Inés de pequeña. La idea de un lago no es una película que puedan disfrutar todos, justamente por el juego onírico que lleva adelante. Pero sin dudas es una película poética que funciona de principio a fin como tal con una fuerte idea sobre la identidad, las ausencias y la memoria, las cuales en definitiva son las que nos marcan como personas.
Luego de Abrir puertas y ventanas, con la que arrasó en varios festivales, y hasta consiguió el Leopardo de Oro en Locarno, el juego que se expone en La idea de un lago parece ideal para la realizadora, corriéndose mínimamente de su eje narrativo para otorgar mayor profundidad. El cine de la ausencia: Pozo de Aire se trata de un libro de fotografías y poemas publicado en 2009 por Gaona en el que recopila experiencias propias de unas vacaciones en el Sur de la Argentina cuando ella era una niña, antes de que su padre se convirtiera en uno de los 30000 desaparecidos. Guadalupe podría ser Inés (Carla Crespo) la protagonista del film. Inés se encuentra en estado de embarazo avanzado, separada del padre de su bebé (Juan Barberini), con quien no logra cortar. Ese momento movilizador la lleva a revisar su propia historia, su pasado, que se conecta permanente con el presente. Inés es fotógrafa y planea realizar un libro de fotografías y poemas – que expone a cámara como si se tratase de una sesión – que hablan de su familia, en especial de su padre. Todos estos recuerdos, más la necesidad de recurrir al Equipo Argentino de Antropología Forense la/nos conducen a una serie de flashback a modo de video hogareño de unas vacaciones en Villa La Angostura, que terminarían siendo el momento en que Inés (de niña interpretada por Malena Moiron) vea a su padre antes de ser secuestrado por la Dictadura Militar. Si ya vieron Abrir puertas y ventanas, sabrán que Mumenthaler rehúsa de las líneas narrativas tradicionales. Hay un cine, que algunas voces llaman festivalero, de qualité, o de elite (con menor o mayor desidia cargada en esas expresiones); y el de Milagros pareciera inscribirse en este. Puramente estético, con un guión fragmentado que se va construyendo más por lo que se ve en los detalles que por lo que se dice o se muestra en planos generales; la historia se irá contando paulatinamente sin una necesidad de avanzar hacia un rumbo fijo; más enfocado en sensaciones que en concreciones. Por si no captaron la indirecta, aclaremos, aquel que busque carriles tradicionales y básicos (en el buen uso del término), no los encontrará en La idea de un lago. Mumenthaler no necesita caracterizar sus personajes con líneas fuertes para que tengan personalidad. Los contrapuntos entre Carla Crespo y Rosario Bléfari como esa madre/esposa que sigue sufriendo la pérdida y espera, y se niega a realizar el estudio en el equipo de antropología, son lo mejor del film en cuanto al armado del guión. Las interpretaciones de ambas son precisas sin necesidad de sumar muchos matices. La idea de un lago se recuesta en una fotografía bellísima, plagada de detalles. Los flashbacks son presentados como reales videos hogareños en Súper 8, presentando una recreación de época exacta desde la imagen, el sonido y los diálogos; alejándose de lo sobrecargado. Hay escenas que juegan con lo onírico, como ese Renault 4 flotante, o las linternas en la noche, de gran impacto visual, aunque algo ajenas con el resto de la película, más sobria. Por último, hay que decir que sobrevuela una temática que ya ha sido transitada muchísimas veces por el cine argentino, sobre todo estos últimos años; pero lo hace alejado del ángulo histórico-político, casi como si fuese una excusa (aunque el tema siempre está, aún sin hablarse en esos gestos y miradas) para hablar de las sensaciones y emociones de los personajes presentes. Conclusión: La idea de un lago es un film intimista, de una historia mínima, quizás pequeña para su contexto; cargado de imágenes que llegan mucho más que los diálogos, e interpretaciones sutiles y logradas. El cine de Milagros Mumenthaler está formando a su público que puede que no sea el más amplio, pero siempre está deseoso de experiencias nuevas.
Dirigida por Milagros Mumenthaler, basada libremente en el libro “Pozo de aire” de Guadalupe Gaona. Un film interesante que pone el acento en la ausencia y sus consecuencias. En los recuerdos contados con los dedos de una mano, una sola fotografía con el padre desaparecido y la casa y el lago como lugar recurrente. Una mujer que esta por ser madre es llevada por la urgencia de los recuerdos y los agujeros de la memoria, la relación con su familia y la necesidad de cerrar una etapa de su vida. Con delicadeza y mucha intuición, con buena realización un tema siempre difícil y la supuesta levedad de las vivencias de la niñez. Una combinación muy bien lograda.
Publicada en edición impresa.
La idea de un lago: postales de la memoria El segundo largometraje de Milagros Mumenthaler llega con muy buena recepción en Locarno y en el circuito de festivales europeo Inés es una fotógrafa profesional que está decidida a terminar su nuevo libro antes de que nazca su hijo. Sin embargo, la memoria, los recuerdos y ese trabajo fotográfico la llevan, una y otra vez, a un mismo lugar: la casa familiar ubicada en el Sur. Se trata de un espacio que fue marcando la vida de esa mujer y forjando su personalidad a través de los años. La única foto que conserva de ella con su padre fue hecha allí, cuando tenía 2 años. Meses después de que esta foto fuese tomada, el padre de Inés desaparecería víctima de la dictadura militar. En medio de su matrimonio no del todo estable y de algunas desinteligencias con sus parientes, ella se propone investigar todo lo concerniente a su padre y para ello deberá recorrer diversos lugares. La directora Milagros Mumenthaler (Abrir puertas y ventanas) logró, sobre la base de calidez y de ternura, narrar esta historia que refleja una existencia marcada por el doloroso pasado inmerso en los trágicos días del horror y de la muerte en la Argentina. Hay en este film un clima cada vez más angustiante que refleja la existencia de su protagonista (una muy buena labor de Carla Crespo) en su largo camino para descubrir ese secreto que la martiriza y la obliga a enfrentarse con un micromundo poblado de incertidumbres y de preguntas sin respuestas. El resto del elenco, al igual que los rubros técnicos, apoya con calidad este entramado que habla de un pasado inquietante y de un presente ávido de nuevas sensaciones.
LA INTIMIDAD DEL PASADO Varias capas temáticas y formales se presentan en el relato de La idea de un lago, segunda película de Milagros Mumenthaler, después de Abrir puertas y ventanas (2011). Por un lado, la historia repara en el presente de Inés (Crespo), a punto de ser madre, su relación conflictiva y a base de pocas palabras con su progenitora (Bléfari) y los encuentros con su hermano. Pero hay una ausencia, un personaje fantasmal, una presencia que retorna a través de flashbacks. El padre de Inés (fotógrafa ella), secuestrado por la dictadura, quien vuelve desde los recuerdos visuales, íntimos y emocionales que atraviesan los ochenta minutos de La idea de un lago, casi desde un inicio pletórico en silencios hasta un devenir de potentes imágenes donde jamás se clausura el discurso. En ese sentido, Mumenthaler apunta a que el espectador construya su reflexión desde la contemplación y no basándose en la explicación y el subrayado, trazando un (des)orden narrativo que hasta puede provocar más de una sorpresa. Ocurre que La idea de un lago expresa su placer por el detalle y el impacto visual, por esas escenas bellas desde lo formal, exquisitas desde la pulcritud del diseño de producción, acaso ajenas a una transferencia inmediata desde lo afectivo y emocional. Son los válidos y personales riesgos que elige la cineasta para estructurar un relato extraño, sumergido en un distanciamiento que se propone desde el mismo comienzo, cuando Inés se dirige a cámara y describe parte de su historia. Así, ese mecanismo de lejanía y no identificación que recorre la película entra en contraste con aquellos impactos visuales y con algunas escenas que difícilmente pasen desapercibidas. Por ejemplo, cuando Inés está en su computadora y agranda y achica la única foto de su padre mientras establece un diálogo virtual con su madre. O al momento que transcurre en el espacio geográfico de un lago de Villa La Angostura, cuando la pequeña protagonista (Inés niña, protagonizada por Malena Moirón), observa desde su bote a un viejo Renault dando la impresión de bailar (ella y el rodado) en un instante pleno de juego lúdico y onírico. En ese contraste tan particular, la película de Mumenthaler también le exige al espectador una participación más dirigida hacia el intelecto que al corazón. LA IDEA DE UN LAGO La idea de un lago. Argentina/Suiza/Qatar, 2016. Dirección: Milagros Mumenthaler. Con: Rosario Bléfari, Carla Crespo, Juan Barberini, Malena Moiron, Juan Greppi, Joaquin Pok. Guión: M. Mumenthaler, basado en el libro Pozo de aire de Guadalupe Gaona. Fotografía: Gabriel Sandru. Edición: Gion-Reto Killias. Dirección de arte: Sebastián Orgambide. Sonido: Henri Maïkoff y Etienne Curchod. Duración: 82 minutos.
El libro de fotografías y poemas de Guadalupe Gaona, “Pozo de aire”, es la inspiración libre y punto de partida para Milagros Mumenthaler, quien en La idea de un lago narra la historia de Inés, una joven fotógrafa que tiene un gran vacío en su vida. Ese pozo de aire que da título al libro es la desaparición de su padre en ese episodio tan funesto de la historia argentina, y en ese detalle cronológico basa la película sus mejores y peores cartas. La sutileza con la que Mumenthaler hilvana su cuento es loable, adentrando al espectador en la vida de la protagonista, una chica de treinta y pico embarazada, con problemas de pareja y una relación tempestuosa con su madre. La raíz de todos sus conflictos, la apatía que genera en su persona y la pasión con la cual organiza el lanzamiento de su volumen autobiográfico, es la misma: la falta de la figura paterna, desaparecida en el aire durante la Dictadura Militar de 1976. Son incontables las veces que el cine argentino ha revoloteado por encima de esa cruenta mancha local, detalle que se puede volver cansino y repetitivo a más no poder. Pero la directora se basa en esa ausencia para construir una historia de cierre y crecimiento personal, de incertidumbre y sueños perdidos, una historia mínima que no se regodea en lo obvio sino que elige otro camino. La memoria, o la falta de ella, es un detalle clave para Inés, que se aferra a esos poquísimos recuerdos de su padre para salir adelante o para retenerse a sí misma en el tiempo. Su interpretación, a cargo de Carla Crespo, tiene todos los ingredientes necesarios para interesar al espectador por su personaje. Mayormente distraída y con un semblante triste y opaco, es en los pequeños momentos que Crespo la llena de sinceridad, dotándola de un vacío palpable que afecta a todo su alrededor y no le permite avanzar. En contrapunto, su madre (Rosario Bléfari) transita el mismo camino que Inés, pero ella ha perdido a un compañero y la incertidumbre la carcome: aún sabiendo que es una chance imposible, ¿volverá algún día? La ausencia pone en jaque la relación de las dos mujeres, generando situaciones incómodas cuando se buscan respuestas a preguntas que uno intuye, pero no quiere saber. Los flashbacks a la infancia de Inés son fundamentales para conceder vida a la película. Las locaciones espectaculares son acompañadas por una exquisita fotografía a cargo de Gabriel Sandru, que dota con una granulada paleta visual a las imágenes, casi viendo la acción como un video casero antiguo, una fotografía desgastada por el tiempo y los recuerdos. Estos momentos quitan el aliento, y duelen mucho más cuando se nota que es una situación clave en la vida de la protagonista. Para aquel que entienda o haya sentido una desaparición de este estilo, La idea de un lago tocará una fibra muy sensible y se sentirá identificado con la incertidumbre pasada, presente y futura con la que cargan Inés y su familia. Puede parecer una temática repetitiva por demás, pero el tratamiento sosegado e implícito de Mumenthaler hacen de la historia un plato mucho más tolerable y no tan subrayado.
En su segundo filme, Milagros Mumenthaler presenta un relato sobre las marcas de la última dictadura militar en la cotidianeidad de una familia, las cuales persisten luego de 10, 20, 30 y hasta 40 años después. Se trata de un drama familiar lleno de matices y sutilezas, aborda desde otro lugar el proceso genocida iniciado el 24 de marzo de 1976. En concreto, la realizadora de Abrir puertas y ventanas (2011) explora cómo la desaparición de un padre de familia, a manos del terrorismo de estado, repercute en su esposa e hijos, moldeando y modelando sus personalidades, sus acciones cotidianas y el modo en el que construyen sus vínculos. Basada libremente en el libro “Pozo de Agua”, de Guadalupe Gaona, "La idea de un lago" se centra en la vida de Inés (Carla Crespo), una fotógrafa de 35 años que se encuentra en un estado emocionalmente vulnerable. Recientemente separada, a la espera de su primer hijo y con un libro de fotografías y poemas personales a punto de publicarse, Inés sigue penando ante la ausencia de su padre, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar. El libro es tan sólo la puerta de entrada a los recuerdos de Inés. A partir de allí, el filme nos transporta a su niñez, los veranos en su casa de Villa La Angostura, el auto verde de la familia, etc. Pero claro, el denominador común de todos estos recuerdos (o ideas de recuerdos) es su padre, que está presente aún (y sobre todo) en su ausencia. Justamente, la relación de presencia-ausencia es el eje central de la obra. Mumenthaler no hace foco en los aspectos políticos o ideológicos de la dictadura. Todo lo contrario: se centra en las profundas consecuencias a largo plazo que tuvo ese nefasto proceso en las familias de los desaparecidos; consecuencias que se manifiestan a partir de la falta, de la ausencia, del dolor. En el caso de Inés (y también en el de su hermano y madre), ese vacío la acecha durante toda su vida, pero se hace carne más que nunca ante su inminente maternidad. El tratamiento de los recuerdos de Inés es fundamental. Su padre está en pequeños fragmentos de realidad a los que Inés se aferra con todas sus fuerzas: un auto viejo, una foto, el recuerdo de una canción de cuna. El resto son ideas, investiduras de significado y operaciones de reconstrucción que fantasean con lo que su padre podría haber sido, pero que nunca sabrá si fue. Las escenas con las que Mumenthaler retrata esto son deliciosas, en especial la que contempla a una pequeña Inés nadando en el lago de Villa La Angostura junto al viejo auto verde como personificación de su padre. Es interesante el hecho de que la película no nombra ni siquiera una vez la palabra “dictadura”, “militar”, o “desaparecido”. La directora (y guionista) entiende a la perfección que la potencia emotiva de su historia reside en el drama familiar que está contando, y elige con inteligencia no abarcar más de lo que puede. Sí, la dictadura es un sujeto omnipresente a lo largo de todo el relato, pero no hace falta nombrarlo para hacerlo presente. Como muchos dicen, a veces menos es más.
Resulta ingenuo a esta altura suponer que para hacer cine sólo se trata de contar una historia. Embarcarse en un producto audiovisual significa, por sobre todas las cosas, hacer testigo al espectador de algo a partir de imágenes y sonidos. Si tal disparador viene acompañado por una "buena" historia es otro tema. Desde los primeros instantes de La idea de un lago, Milagros Mumenthaler dejá más que claro que esta segunda premisa no es su prioridad. Su cine pasa más por la construcción de climas y la contemplación que por lo meramente narrativo. Sin embargo, pese a estas búsquedas y desafíos, da la impresión de que el objetivo escencial -interpelar a quien está del otro lado de la pantalla- no está logrado en su plenitud.
Inés (Carla Crespo), escribe un libro sobre su pasado mientras espera la llegada de su primer hijo. Separada recientemente, emprende en soledad el embarazo, aunque con su madre (Rosario Bléfari) y su ex pareja (Juan Barberini) presentes durante todo el proceso. Él pretende que la mujer recapacite y vuelva a elegirlo, pero ella tiene como prioridad editar su libro antes de que el niño llegue y donar sangre para el banco de datos del Cuerpo de Antropología Forense, con un mismo objetivo: lograr cerrar una historia que tiene a su padre como protagonista. La casa familiar en el Sur hace de excusa para que tres temporalidades -distintas etapas en la vida de Inés- se intercalen teniendo al lago como el escenario de fondo y a los recuerdos como tema. En ese lugar, lo que llega, lo que se va, la infancia, los fantasmas, los momentos más alegres y los más dolorosos se encuentran.
"La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira… ¿cómo dar cuenta del presente de esta experiencia, de la memoria que convoca, del porvenir que compromete?" (Georges Didi Huberman) El poemario Pozo de aire, de la escritora Guadalupe Gaona, fue el punto de partida para que la realizadora Milagros Mumenthaler comience a pensar y soñar en una transposición fílmica. El resultado es un poema hecho imágenes: La idea de un lago. La historia sigue a Inés, quien se encuentra embarazada y resolviendo los últimos detalles de su libro, el cual está a punto de ver la luz al igual que su hijo. Un libro que contiene las pocas imágenes que posee de su padre desaparecido en la última dictadura militar y sus impresiones sobre este suceso en relación con su sentir, con su familia y demás seres queridos. La casa familiar ubicada en el sur de Patagonia argentina, será el escenario ideal para desplegar un relato fragmentado, donde los recuerdos que se erigen en torno a unas pocas fotografías, serán los pilares principales para sostener esta narración tan emotiva como sensitiva. Realizando un ejercicio de reconstrucción de la memoria, la realizadora alterna su narración entre flashbacks y las bellísimas metáforas visuales. Con la lógica de un rompecabezas los recuerdos desorganizados advienen sin un orden temporal, solo se acomodan de manera orgánica e inconsciente tal como aparece en la mente de la protagonista. La secuencia más hermosa y conmovedora del film, es la de un ballet acuático entre la pequeña Inés y el automóvil de su padre en medio de las aguas cristalinas del lago, en la que se produce una complicidad de movimientos entre ella y el único objeto tangible que remite a la imagen de su papá. En esta fantasía, el antiguo Renault 4 ocupa la figura de su padre. De este modo, Inés crea la posibilidad de disfrutar un nuevo momento junto él. La idea de un lago es una película de una gran sensibilidad, en la que la ficción y la realidad se funden en imágenes tan distantes como cercanas, cargadas de ausencia, de perdida, de dolor… también de felicidad y de poesía. Un film que indudablemente delimita el sesgo autoral de Milagros Mumenthaler.
Como lucecitas en la oscuridad. El segundo largometraje de la argentina Milagros Mumenthaler vuelve a transitar senderos que ya estaban abiertos a la caminata en su ópera prima, Abrir puertas y ventanas: las relaciones entre los miembros de una familia –muy particularmente, entre las mujeres– y la ausencia de un ser querido. La realizadora partió en este caso de una adaptación muy libre de Pozo de aire, el libro de fotografías y poemas en el cual la autora, Guadalupe Gaona, recorre su propio pasado –el de unas vacaciones en la Patagonia, marco geográfico de la única fotografía que posee de su padre, desaparecido durante la última dictadura militar– y el presente que le da origen al volumen. “No sé cuándo las comí / Pero las uñas me dan vuelta en el estómago / Como lucecitas en la oscuridad”, escribe Gaona y Mumenthaler, sin citar literalmente la frase, recrea algo cercano a esa primera sensación y, literalmente, pone en pantalla una secuencia donde un juego nocturno con linternas se transforma en uno de los momentos más bellos y evocativos de la película. Inés (Carla Crespo) ultima detalles de la edición de su obra fotográfico-literaria mientras recorre los últimos meses de su embarazo, recientemente separada de su pareja (Juan Barberini). Desde ese presente no exento de conflictos y a partir del relato de la protagonista, el film viajará hacia un pasado con apariencia idílica, durante un descanso veraniego entre bosques y lagos y con gran parte de la familia, allegados y amigos participando de cenas, encuentros y juegos. En realidad, La idea de un lago irá alternado esas capas temporales (a ese presente y pasado se les sumará una tercera etapa, ligada a las primeras instancias de libertad post adolescente de Inés) para ir construyendo un tapiz de emociones. Pequeñas alegrías y grandes dolores que, de alguna manera, remiten a la estructura del libro de Gaona y, al mismo tiempo, al que puede suponerse ha construido el personaje en la ficción. La otra mujer esencial es la madre de Inés, interpretada por Rosario Bléfari, quien perdió a su marido en aquellos años y ahora se resiste a remover los vendajes de esas heridas, que nunca han cicatrizado del todo. Si la memoria es el tema central de su nueva película, Mumenthaler esquiva el tono discursivo y los excesos de verbalización emocional para edificar pacientemente una historia que se construye (en algunos casos se deduce) a partir de los pequeños gestos y acciones. Y, desde luego, las miradas: no es casual que Inés sea fotógrafa. Es la particularidad de sus “recuerdos” –presentados a partir de diversas texturas y formatos de fotografía: un presente digital, un pasado analógico, una reluciente cámara VHS con la cual una Inés niña registra un momento incómodo entre su madre y un amigo de visita– los que le dan un sentido a prácticamente la totalidad de las escenas. El punto de vista es entonces esencial, como terminará de demostrarlo una instancia decisiva cerca del final del relato: todo forma parte de una subjetividad, los hechos son inevitablemente tamizados por una mirada particular. “Somos acumulación de memorias”, podría afirmar Inés, mientras espera el nacimiento de su hijo y recuerda, aunque a veces la intrusión de lo onírico tome el lugar más relevante de ese bagaje de evocaciones personales. Sólo así puede reconstruir esa singular idea de un lago, a la que puede sumarse el más estrafalario de los botes: un Renault 4 que responde al nombre de Correcaminos.
Los olores de la memoria Una joven desea reconstruir su pasado y el “fantasma de su padre desaparecido, en Villa La Angostura. Cómo una imagen puede dispararnos recuerdos, olores, sensaciones. Eso es La idea de un lago, más que sugerente, efectivo título del segundo largometraje de Milagros Mumenthaler (Abrir puertas y ventanas) . Inés (muy buen trabajo de Carla Crespo) es una fotógrafa que está por editar un libro con imágenes y poemas, y a punto de parir, también, como madre soltera. Y la casa familiar en Villa La Angostura le devolverá recuerdos de todo color. El filme se basa en el libro de poemas y fotos Pozo de aire, de Guadalupe Gaona, donde reconstruye su infancia y el recuerdo de su padre, Gustavo Gaona, secuestrado y desaparecido en marzo de 1977. Guadalupe tenía dos años, e Inés, en la ficción, atesora una foto, con él, poco antes de su desaparición. Es un doble juego sobre cómo reconstruimos la memoria. Rodada en la casa en que Guadalupe pasó su infancia y juventud, el filme no tiene la pátina ni el barniz de la nostalgia, como tampoco es un filme testimonial en sentido político. Lo que testimonio es el dolor y las heridas abiertas.
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Coinciden esta semana los estrenos de dos directoras nacionales, ambas con referencia directa o indirecta a los '70. Adaptación libre pero muy consustanciada del libro de fotos y poemas "Pozo de aire", de Guadalupe Gaona, la película de Mumenthaler "La idea de un lago" imagina los sentimientos de una joven embarazada que vuelve al lugar de sus vacaciones de infancia. Allí le tomaron la única foto donde ella está con su padre. Memorias difusas alternan ahora con reproches a la madre que no quiere reabrirse las heridas. Hay momentos singulares: niños jugando a la mancha en pleno bosque después de la cena, una nena y un auto (de los que la publicidad llamaba "correcaminos") nadando juntos en el lago, en simpático intermedio musical. Decisivo, sin bajar línea, un momento en oficinas del Equipo Argentino de Antropología Forense. Rodaje en Villa La Angostura.
Después de “Abrir puertas y ventanas”, Mumenthaler vuelve a apostar a la intimidad y la belleza para contar la crisis de una mujer joven. A punto de ser madre soltera, de publicar un libro, de encontrarse con la posibilidad de saber qué sucedió con su padre desaparecido y de hacer las paces con su madre, aparecen los recuerdos, la infancia, el cine querido y la reconstrucción consciente de una persona. Gran película, de las que no hay que dejar pasar.
DE NACIMIENTOS Y AUSENCIAS Tras su premiada ópera prima del 2011 Abrir puertas y ventanas, Milagros Mumenthaler realiza La idea de un lago, una película inspirada libremente en Pozo de aire, un libro de fotografía y poemas de Guadalupe Gaona. Este sensible relato atraviesa distintas etapas de la vida de Inés (Carla Crespo), una fotógrafa que está a punto de ser madre por primera vez y transita en soledad su embarazo, ya que ha dejado a su pareja (Juan Barberini). A medida que su embarazo avanza, Inés repasa su infancia, al tiempo que confecciona un libro autobiográfico de imágenes y poemas. Así es como Mumenthaler decide encarar la narración con dos líneas: la del tiempo presente y la de la infancia. Una de las diferencias más notorias es que mientras el presente es filmado de un modo sobrio, los recuerdos, en cambio, estarán atravesados por el imaginario de una niña. De este modo, por momentos será difícil diferenciar cuánto hay de fantasía y cuánto de verdad en esos flashbacks. No obstante, esto no impide que, conjugando los dos tiempos, Mumenthaler pueda explorar varios aspectos de la vida de Inés. Los vínculos de ella con su madre (grata reaparición cinematográfica de Rosario Bléfari), con su hermano menor, y sobre todo con la ausencia del padre de ambos (desaparecido en marzo de 1977). Esto último justamente empezará a cobrar un nuevo significado ante la inminencia de que la propia joven devenga madre. Hay otro elemento clave y es el hecho de que de su progenitor Inés sólo conserve una foto junto a ella en la casa familiar de veraneo. Justamente esta idea de limitar la figura de su padre a un recuerdo personal es lo que hace que La idea de un lago deje de lado el aspecto político-ideológico de la desaparición de su padre. También hay que agregar el hecho de que al abordar el relato desde la mirada de una niña no hay una noción del momento histórico, sino sólo una joven intentando comprender una ausencia de la que no puede dar cuenta. Desde este lugar, la película propone algo fascinante: partir de la base de que el espectador ya conoce la realidad histórica y los horrores políticos y sociales de la dictadura, para centrarse en otros aspectos más personales. A su vez, la película también ensaya la posibilidad de una recuperación a partir, por un lado, de una aceptación de la pérdida, y por otro, de una apuesta al futuro. La idea de un lago es, en suma, una película paradójica y fascinante: adulta, sin dejar de ser lúdica, melancólica, sin dejar de ser optimista, triste, sí, pero también esperanzada.
La directora Milagros Mumenthaler (Abrir puertas y ventanas) adapta libremente un libro autobiográfico de la fotógrafa Guadalupe Gaona, sobre la búsqueda de Inés (Carla Crespo), que transita soltera el último tramo de un embarazo. Un presente atravesado por los recuerdos de una infancia feliz, en la casa familiar de Villa la Angostura y sus imponentes paisajes naturales, hasta la desaparición de su padre. En una de las primeras escenas, Inés llama al equipo de antropología forense para averiguar sobre esa búsqueda, que requiere de su ADN, el de su hermano Tomás y el de su madre (Rosario Bléfari). Lo que Mumenthaler hace con esta historia de hijos de la violencia política es una delicada, sutil crónica de sus huellas en la intimidad de estos personajes. Entre las memorias, armadas con fragmentos de viejas fotografías y bellísimas secuencias que recrean, con la imagen blureada o con ese grano y color de las imágenes de antes, el tiempo pasado. El cine como herramienta para atrapar, y unir, los extremos del paso del tiempo, exponiendo sus huellas. Hay no pocos hallazgos en ese camino, por el que la acompañaron muy bien sus intérpretes. La escena en que Inés retoca la única foto que tiene sola con su papá mientras la madre, que recién ha aprendido a usar el chat, aparece sobre la imagen en forma de ventanitas de diálogo. O el baile que Inés niña baila en el lago con el renault cuatro verde de su padre, poética y emocionante. O la elegancia de su desenlace. En las antípodas de cualquier subrayado, entretenida y sólida, una película hecha con inteligencia y corazón.
La directora nos ofrece un relato interesante sobre lo que le fue pasando a sus personajes, donde la memoria, la fotografía, los silencios y las imágenes son un personaje más y son una pieza fundamental. Las actuaciones resultan flojas, hay conversaciones un tanto recitadas. Nuevamente nos enfrentamos con la búsqueda, la identidad y el pasado. Interesante propuesta que contiene un poco de poesía.
La idea de un lago de Milagros Mumenthaler evoca una casa de verano familiar y un padre desaparecido para abordar los vínculos entre afecto, memoria y representación. Al contrario de lo que puede sugerir su sinopsis, el segundo largometraje de Milagros Mumenthaler no es tanto un filme sobre una desaparición como un filme sobre apariciones. Inés (Carla Crespo) prepara un libro de fotografías sobre el lago patagónico en el que vacacionó siempre su familia y en el que fue tomada la única foto con su padre cuando ella era niña, poco antes de que él desaparezca en dictadura (idea tomada del libro original Pozo de aire de Guadalupe Gaona). A su vez, Inés está embarazada en el contexto de una relación incierta, y ese doble alumbramiento (del libro de imágenes y el bebé que promete continuar la familia) abre inevitablemente la mirada al pasado, a ese lago que es también infancia e historia y archivo fílmico y padre y naturaleza: el lago es una totalidad, y como tal sólo se puede abordar a través de fragmentos, impresiones y ediciones. Por eso La idea de un lago hace literales las aberturas poéticas, naturalistas y arquitectónicas de Abrir puertas y ventanas, el primer filme de Mumenthaler, como una tentativa de agotar su lugar patagónico. Serán las puestas en abismo encadenadas en un sutil juego de contrapuntos las que harán avanzar La idea de un lago, en su dimensión más notoria a partir de saltos entre pasado y presente. Pero también se alternan registros analógicos y digitales; ficción y realidad (la directora incluyó elementos personales en el filme); magia y ciencia (la sangre extraída de los dedos con la que los niños juegan a un ritual fantástico deviene el acto de antropología forense para identificar la identidad del padre); recitados narrativos frente a cámara y representación actuada de las vivencias familiares; cámara fija y en movimiento; realismo y surrealismo (la escena en que la Inés niña, una conmovedora Malena Moirón, ensaya una coreografía acuática con los parabrisas del flotante Renault R4 que manejaba su padre es de una poética maravillosamente arriesgada y a la vez precisa, sin retórica, tono clave que se mantiene en todo el filme). Aun así Mumenthaler recurre a la narración naturalista como eje, el punto de partida constante para deslizar sus delicados desbordes y contrastes visuales: los juegos de espejos de La idea de un lago no son infinitos, no flotan en el vacío sino que confían en la contención doméstica y humana de interiores artificiales y exteriores naturales: allí subyace el lazo con Abrir puertas y ventanas. Los breves diálogos y encuentros entre Inés y su madre (Rosario Bléfari), su hermano Tomás (Juan Greppi) y su novio Pablo (Juan Barberini), que imponen el drama de la ausencia parental angustiante y del pronto nacimiento en una relación en crisis, son la base de La idea de un lago; si bien son los elementos en principio extraños a la película y a su posible tradición temática y estética lo que la hacen especial. Tratado secreto sobre la manera en que el afecto se enlaza con la tecnología y las formas de representación (y de cómo la ideología muta de la política a la metafísica), La idea de un lago evita la mera disección cerebral con que amenaza su título al entregar un par de momentos memorables: la niña que empaña la cámara que la filma en el lago, Inés haciendo zoom en los inasibles píxeles de la entrañable foto con su padre mientras chatea con su madre, una rama que cae sola en el bosque, un conjunto de linternas nocturnas que se transforman en pura abstracción y la epifanía fantasmagórica de un padre meciendo a su niña en la oscuridad: una evocación del cine y sus espectros ópticos y sonoros, ese abismo que cada tanto devuelve la mirada.
La idea de un lago desde el título nos proponen calma, pero ni bien nos animamos a mojarnos en sus aguas aparecen fantasmas, duelos, quiebres. La realizadora Milagros Mumenthaler (Sucesos intervenidos, Abriendo puertas y ventanas) apuesta por el ejercicio de la memoria y por recorrer el proceso personal que la protagonista de su relato atraviesa poniendo cuerpo y vísceras. Inés (impecable Carla Crespo) es fotógrafa y trabaja en un libro personal en el que parece jugarse mucho más que una edición, una firma o su nombre en el lomo. Su pareja (Juan Greppi), a punto de pasar a ser su ex, oficia de corrector y su madre (Rosario Bléfari), ocupa el lugar de sombra intermitente pero severa. En su derrotero de recuperación de una memoria que aparece en cuentagotas, Inés decide visitar el Banco Nacional de Datos Genéticos para dejar muestras de su sangre. Su madre parece inquieta con la idea, temerosa, lejana ante la puerta que podrían abrir esos datos científicos. En el medio de esa ola de inseguridades y dudas el film de Mumenthaler surfea con una solidez narrativa que además hace gala de un vuelo visual poco habitual para el cine ¿político? nacional. Porque el largo apuesta por las posibilidades visuales de una producción no precisamente millonaria, con imaginación e ideas que en pantalla aportan aire a una historia que se trasluce densa y más oscura que los reflejos del lago del título. Ahí es donde la película sorprende, donde aparece una puesta luminosa en medio de diálogos que denotan oscuridad, donde el trabajo formal se anima a ser rupturista y jugar con la poética del encuadre y la imaginería de su protagonista. Este marco permite a la directora animarse a plantear un diseño de producción vintage, al borde del pop retro y poniéndolo en un contexto actual de teléfonos celulares y laptops: otra de las jugadas que hacen de La idea de un lago una mirada necesaria sobre el último medio siglo argentino.
La nueva película de la realizadora de “Abrir puertas y ventanas” se centra en una mujer que, mientras trata de armar un libro fotográfico sobre su dura historia familiar (su padre desapareció durante la dictadura militar), recuerda momentos de su infancia en Villa La Angostura. Carla Crespo, Rosario Bléfari y la niña Malena Moirón protagonizan esta original y sensible propuesta. Inspirada en el libro de poemas y fotografías POZO DE AIRE, de Guadalupe Gaona, la nueva película de la directora de ABRIR PUERTAS Y VENTANAS es otra exploración acerca de los lazos familiares y la memoria, pero esta vez envuelta, si se quiere, en un ropaje un tanto más experimental en cuanto a la forma que en su opera prima. La película narra en varios tiempos la historia de Inés (Carla Crespo), una treintañera embarazada que ya está separada del padre del futuro bebé (Juan Barberini) y que prepara un libro autobiográfico sobre su historia familiar, uno que mezcla fotografías (ella es fotógrafa) y textos. El eje central de ese libro y de esa búsqueda es su padre, desaparecido durante la dictadura. Ese proceso de búsqueda –con el que su madre (Rosario Bléfari) no quiere tener mucho que ver– se traduce, en el filme, en una serie de flashbacks a su infancia, especialmente a sucesos que tuvieron lugar en Villa La Angostura, donde su familia tenía una casa. La película transcurre en buena parte allí, contando los juegos, aventuras y algunas situaciones que vivió Inés siendo pequeña, algunas de las cuales entran en el terreno de lo onírico (como la escena musical con una canción de Neil Diamond que tiene la niña con un auto en medio de agua), pero retorna siempre al presente, con la búsqueda casi metafísica de Inés, entre otras cosas a partir de una foto, la única que tiene con su padre. La ambiciosa película busca conectar emocionalmente con ese recorrido de la protagonista y, a la vez, plantea una distancia formal con esos mismos hechos, los que muchas veces se ven desde una perspectiva más analítica que sentimental. El gran logro de Mumenthaler es salir indemne de ese desafío tonal y temático, que implica mezclar estilos y formas (más distanciadas en ciertos momentos, más directas en otros) pero también encontrar la manera de volver sobre un tema (la identidad, la memoria, la desaparición de personas durante la dictadura) evitando los lugares comunes del caso. La niña narra a la niña y la adulta narra a la adulta y esas diferentes maneras de conectarse con la realidad (el juego y la canción de cuna frente al análisis y la construcción artística a partir de esos mismos recuerdos) conviven en LA IDEA DE UN LAGO: el pasado y la idea de un pasado, la memoria como una reconstrucción hecha de retazos, de magia y también de pesadillas.
Lo esencial es invisible a los ojos Para su segundo largometraje, La Idea de un Lago (2016), la directora Milagros Mumenthaler retoma el contexto histórico del Golpe de Estado que sufrió Argentina en 1976. El film es un guiño, subliminal, a la memoria colectiva y apela como llamado a la reflexión a casi 41 años del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional. A grandes rasgos, Mumenthaler suma su granito de arena a la enorme lista de producciones nacionales que mejor interpelan la psiquis del espectador y abordan, exprimiendo al máximo, este capítulo sangriento de la historia nacional, tales como La Historia Oficial (1985), dirigida por Luis Puenzo. La génesis del largometraje nace con el libro de poesía y fotos Pozo de Aire, de Guadalupe Gaona. Mumenthaler se sirve del libro como elemento de inspiración para construir una visión propia. Una ficción audiovisual, de tinte dramático y documentalista. Busca, a partir de una foto, contar la de una joven treinteañera, Inés Acevedo (encarnada por Carla Crespo), que está embarazada y precisa urgente descifrar la muerte de su padre -militante peronista- desaparecido el 21 de marzo de 1977. Inés es escritora y su objetivo es reconstruir la vida de su padre -y con ella, su memoria- mediante un libro autobiográfico donde ilustra cómo siente esta ausencia. Para ello se vale de fragmentos que le cuenta su madre Julia Novillo Quiroga, también militante (Interpretada por Rosario Bléfari). Estas palabras, junto a las fotos que recopila del álbum familiar, le permitirán rearmar el pasado. Así, la trama gira en torno a su fuerte deseo de conocer qué sucedió y curar esa herida abierta para llevar adelante el nuevo desafío de la maternidad. La Idea de un Lago es un largometraje de narrativa retórica, marcada por los militantes que desaparecieron sin dejar rastro durante el proceso de la dictadura militar, y que vuelven como fantasmas a reclamar justicia mediante la voz de sus familiares que no los olvidan y buscan reconstruir este capítulo, incierto, mediante escasos recuerdos fotográficos para valerse de ellos como pruebas en post de un sano juicio. Esta premisa es atravesada por una constante postura política a favor de la Juventud Universitaria Peronista. Sin embargo, la directora abandona este nicho partidista y se mete de lleno desde el plano poético que mejor la caracteriza desde su ópera prima, la multipremiada Abrir Puertas y Ventanas (2011). Aquí no sólo es interesante cómo la fotografía sirve de instrumento para registrar la realidad sino también la directora contrapone la vida versus la muerte en la vida de la protagonista. Pareciera que para que Inés pueda avanzar en el primer plano y darle vida a su hijo, necesariamente, debe realizar el duelo y cerrar esa herida abierta que transformó el presente de esta familia compuesta por Inés, su madre y su hermano, Tomás. Este homenaje real al padre de Guadalupe -la escritora del libro que origina esta ficción- es lo que le da impronta al film. El hecho de que Guadalupe sea la fuente del caso y retrate los sucesos en primera persona ayuda a construir a la perfección los personajes, quienes manejan sus emociones y, a su vez, acallan sus convicciones políticas por miedo a lo que pueda suceder. Párrafo aparte para la artística del film, que fusiona a la perfección lo visual de la fotografía con el cine. Aquí abundan las locaciones rodadas en los paisajes sureños de la Patagonia argentina -más precisamente, Neuquén-, que aportan su toque mágico. En esta historia nada es casualidad sino causalidad; todo elemento que Milagros incorpora esta perfectamente pensado, incuso la música, que entremezcla las escenas en un perfecto ensueño e ilustra lo incierto de lo real. Esta conjunción de elementos visuales y sonoros son los que intervienen la psiquis del espectador, a través del ojo de la joven Inés, los recuerdos con lo real. Cabe destacar la escena en el lago donde Inés protagoniza una danza acuática con el auto de su padre, un Renault 4 celeste, que se torna caricaturesco frente a la mirada de una niña que percibe las luces frontales como los ojos del auto que cuando prenden y apagan pareciera un parpadeo. En un flash danza y ríe con él. Se la ve feliz, como si estuviese realmente bailando con su padre al ritmo del tema “Sound sound blue… laralaralalaaaaa”. Esta espléndida utilización de la música –vista también en Abrir Puertas y Ventanas– convierten en mágicas escenas de la vida cotidiana, como la que Inés, durante unos 30 segundos, mira una foto que tiene colgada en la pared de su habitación, a modo de cuadro, y pasa a una elipsis que muta de la foto a una escena en tiempo “real”, en clave de flashbacks, donde ella se recuerda de niña con el padre. Así, a pura emoción, avanza La Idea de un Lago de manera unirideccional con el objetivo de retratar esa ausencia del peor capítulo de la historia nacional como una obsesión. En buena hora aterriza en la cartelera porteña tras su exitoso recorrido por el BAFICI y festivales internacionales de San Sebastián y Locarno. Elogios y aplausos más que merecidos y no sólo a Milagros y Guadalupe sino también al excelente equipo de producción y arte escénico cuya utilería, arte y vestuario con los entrañables objetos ochentosos –hoy vintage- como el teléfono con cable, la radio, entre otros. Aquí, sin duda, estamos ante el universo de lo abstracto, producto de una laguna mental. Estamos ante un drama excepcional, y una infaltable en la lista del 2017 que mucho tiene por ofrecer.
Se estrena lo nuevo de la directora de Abrir puertas y ventanas, Milagros Mumenthaler. La idea de un lago es una película sobre la ausencia, la memoria y la identidad. Inés (Carla Crespo) está terminando de editar un libro que funciona como diario personal y archivo de una parte importante e imprescindible de su vida. También está embarazada y en una especie de ir y venir con el padre de ese bebé. Pero ese libro funciona como uno de los nexos necesarios con ese pasado que la sigue acosando a través de una ausencia: la de su padre, desaparecido durante la Dictadura. Sin ahondar en lo político, la película de Mumenthaler, inspirada libremente en Pozo de aire de Guadalupe Gaona, la muestra a Inés en esa especie de tiempo suspendido que parece ser su vida. En este presente, esta vez con la sensibilidad y todo lo que genera su incipiente embarazo, ella necesita alguna respuesta y acude a un banco genético aun ante la negativa de su madre, quien enfrentó esa misma ausencia de otro modo, uno más calmado, desde la negación. Al pasado, a esa infancia de Inés, acudimos a través de flashbacks con un tono onírico, a veces más alegre y surrealista (como con el auto que juega con ella) y otras más oscuro, como si proviniera de una película de terror. Ese cambio de registro tiene que ver siempre con la percepción desde la niñez, donde vemos las cosas de otro modo. La ausencia, ese vacío imposible de llenar, marca el relato de Mumenthaler. Entre esos flashbacks que funcionan como recuerdos, y ese presente en el necesita dar cierto cierre, a través de un libro que registre todo eso para la eternidad, o una respuesta tras lo inconcluso de una desaparición. Con una bella fotografía que además utiliza diferentes texturas para retratar las diferentes épocas, La idea de un lago es una película intimista, de tiempos aletargados y muchos silencios. Poética, delicada y melancólica.
El sentido de la memoria Una realidad de contornos difusos, un sinfín de pequeños fragmentos: recuerdos, sensaciones, fantasmas y anhelos. La narración se deja llevar por las corrientes de la memoria de Inés: desde su casa en el lago hasta su departamento en la ciudad, desde su infancia hasta su inminente maternidad. La necesidad visceral de llenar un vacío doloroso invade la pantalla, la belleza de los colores es el antídoto contra la desesperación. Un libro reúne las imágenes que mezclan una niñez idílica con los vestigios de una vida destrozada. Una vida que se desvanece lentamente por la desaparición del padre poco después de una última fotografía tomada al borde del lago. La orilla que se abisma: un pasado recurrente con el perfume de un misterio sin resolver. La memoria es un gran rompecabezas que se alimenta de la realidad y del ensueño en constante movimiento. La película nos permite componer nuestra propia melodía en una multitud de espirales que se entrecruzan. Inés recuerda una escena jugando a las escondidas de noche en un bosque cerca de la casa. Cuando el juego avanza, el ambiente iluminado por las linternas de los chicos se torna inquietante. El peligro acecha, pero de pronto las pequeñas lucecitas se funden en un universo imaginario, onírico, abstracto. En otra escena en el marco bucólico que rodea al chalet familiar, una rama se desprende de un árbol con un ruido fuerte y aterrador. La memoria también tiene que ver con los sonidos: una sensación, un crujido, el bosque. La idea de un lago es una exploración poética y emocional, una inmersión en la intimidad de una ausencia, una lúcida reflexión sobre el sentido de la memoria.
Un ejercicio poético sobre la memoria En La idea de un lago, Milagros Mumenthaler da un considerable salto hacia delante respecto de la premiadísima Abrir puertas y ventanas, ya que eéste es un proyecto mucho más ambicioso y por ende jugado, donde su directora retorna a hablar de la ausencia. Un tema presente en toda su filmografía. Basado en una libre adaptación de “Pozo de Aire”, (2009) -un emotivo libro de fotografía y poemas de Guadalupe Gaona-, un trabajo autobiográfico, a modo de un viaje introspectivo, que tiene como eje la desaparición de su padre. Inés está embarazada de su primer hijo y la necesidad de encontrarse al menos con el cuerpo de su padre -desaparecido en la dictadura- se exacerba con la proximidad de ser madre. Por lo que se plantea la necesidad de terminar ese libro antes de que nazca su bebe. Esta decisión hace de bisagra en su vida de pareja en crisis. La estructura narrativa comienza con un monólogo -en primer plano- donde su protagonista le habla al espectador presentando los hechos y luego mediante el uso continuo del flashback, va y viene del pasado al presente. Esta estrategia de hablarle a la cámara, se repite a lo largo de todo el relato. De este modo cada una de esas etapas cobra su valor por lo que significa, y claro, por su comparación con la etapa anterior y la siguiente. Los lagos patagónicos, más precisamente Villa la Angostura es el lugar donde toda la familia se encuentra durante las vacaciones de verano. Y el espacio donde la memoria flota a la sombra de esos paisajes. Que tienen tanto de atemporal, como de grandioso y naturalmente de poético. Y esta cuestión esta muy bien aprovechada para narrar la historia, Que de hecho es a su vez un correlato de la primera, y así siguiendo. Y que también entrecruza tanto la figura de la poeta, como la de la cineasta. Lo que permite a su vez que exista una fidelidad hacia lo documental, sin hacer del film un documento. Allí tiene Inés la única foto que le han tomado con su padre, y ese es una especie de tesoro en su vida, lo que dispara más que nada su deseo de saber. Milagros retoma ese tema que es medular en su obra desde El Patio (2003), su primer corto que ganara el primer premio en el BAFICI, para hacer una poética representación del universo de los recuerdos… y del trabajo con la memoria. Sabemos que inevitablemente hay algo de inconcluso en la figura del desaparecido, que hace que el dolor nunca desaparezca del todo. Se puede por momentos estar bien, pero esa herida siempre permanece abierta. De eso se trata este film, de mostrar como una madre puede criar a sus hijos intentado dar lo mejor de sí misma, dejando de lado su dolor. Por esto es que el universo de la niñez es quizás, el que por momentos nos deja como suspendidos en esa magia propia de los niños y de sus juegos. Porque esa mirada es la más relevante sin duda. Y sobre la que se sostiene a posteriori la decisión de encontrar el cuerpo de su padre. La idea de un lago es un film luminoso y profundamente poético, y en varios sentidos. Y parte de esa luminosidad reside en esa mirada intimista, austera y a la vez poderosa, que nos ofrece el relato de la cotidianeidad. Que está tan bien contado… sobre todo ese mundo donde la femineidad se muestra en las pequeñas cosas, las que comparte la madre con su hija, a pesar de disentir…el diseño de un broderie, que no se sabe si alcanzará, las manos acariciando la telas, la mano de la abuela sobre la de su hija. Hay como una necesidad de hacer visibles los saberes de las mujeres, las relaciones con los hermanos, los primos, los amigos de los padres, y los hijos de los amigos de los padres. Inés niña e Inés adulta con una mirada maternal hacia su hermano. Sabemos que el concepto de dignidad humana es una expresión eminentemente ética, tanto en el ámbito filosófico, como en el político, el jurídico y el bio médico, por lo que la figura del desaparecido es muy problemática y dolorosa. Y en este sentido se vuelve necesario fundamentar su validez, de allí la idea de su protagonista de acercarse al Equipo Argentino de Antropología Forense, para poder realizar esa investigación genética, que es la imagen de la representación de la esperanza, que se diferencia de la que siente su madre, que sigue pensando que en cualquier momento, así y de pronto se puede regresar. Milagros Mumenthaler sigue demostrando que es una gran cineasta, que sabe donde poner la cámara. Porque hay una potente dirección de actores, porque confía en sus instintos, y en lo quiere obtener en cada escena. Porque tiene un equipo que la apoya incondicionalmente, tanto en la Argentina, como en Suiza. Porque la fotografía es excelente. Porque la elección de la música expresa sentimientos que nos conmueven, y deviene en un elemento tan narrativo como poético. Estas son algunas de las razones que hacen de La idea de un lago, un film que sin ninguna duda va a emocionar al espectador, y ¿qué es el cine sino esto?
TEXTURAS INASIBLES Un paisaje casi de ensueño: algunos arbustos, el lago y un sol brillante. Inés se va a caminar pero antes se acerca a la cámara, arquea las manos sobre ella y cubre con su aliento el lente. La pantalla queda nublada, como una suerte de cortina vaporosa y se vuelve inevitable asociarla con el tono y el formato de la película que es el del recuerdo. La directora Milagros Mumenthaler se vale de la idea del fragmento de la memoria para jugar con la temporalidad, con las sensaciones, lo onírico y con las texturas tanto de los videos caseros como de las fotos de la infancia; sobre todo, de la única imagen de Inés con su padre antes de ser un desaparecido. Pero en La idea de un lago también ejerce un rol central el concepto de libro. No sólo porque la película está basada en Pozo de aire, una recopilación de fotos y poemas de Guadalupe Gaona, sino también porque el filme se ve/lee como tal. Es decir, se construye en una combinatoria de la discontinuidad o distorsión de los recuerdos, la variación de las emociones o el detenimiento en ciertas percepciones para disponerlas en la puesta en escena no cronológica, eventual y semejante al recorrido por las hojas del libro. Porque se trata de recortes de distintos materiales: las fotos, los videos, el salto constante en el tiempo, lo fantasioso, la individualidad. Incluso, la Inés adulta aparece en dos o tres ocasiones en un plano pecho contando algunas experiencias, como si Mumenthaler planteara aquellos mini discursos en tanto cierres o aperturas de capítulos de un libro subyacente, su libro audiovisual. Por lo tanto, si bien hay un punto de vista guiado por la cámara y la selección de ciertos momentos, La idea de un lago también habilita un camino propio de cada espectador frente a esa diversidad de elementos. Inés arquea las manos y cubre con su aliento el lente. La cortina de vapor se extiende frente a esa evocación, frente a aquello que pudo haber pasado. Por Brenda Caletti @117Brenn
Tenía mucha expectativa por el nuevo trabajo de Milagros Mumenthaler, amé "Abrir puertas y ventanas" (2011) ganadora en Locarno y sabía del enorme trabajo de producción detrás de "La idea de un lago", ya presentada en Mar del Plata y San Sebastián, entre varios festivales prestigiosos. El elemento interesante de esta realizadora es encontrar el equilibrio entre el retrato intimista y la narrativa familiar de manera de generar universos sutiles donde sus personajes resuelven cuestiones delicadas y movilizantes, desde un ritmo propio alejado de las estridencias. "La idea de un lago", está basada en forma libre en "Pozo de Agua" de Guadalupe Gaona. La historia es la de una mujer llamada Inés (Carla Crespo), fotógrafa de profesión, en un momento crucial de su vida: está embarazada, esperando su primer hijo, en crisis con el padre del mismo y con un libro de fotografías y texto listo para salir a publicación. Pero Inés además, tiene una ausencia que evoca en esta coyuntura: la de su padre, desaparecido durante la luctuosa dictadura militar que tuvo lugar del 76 al 82. Mumenthaler busca conectar angustias, ansiedades y recuerdos, de forma pausada e intuitiva. Su Inés transita por paisajes hermosos (gran trabajo de la fotografía), vive su momento de zozobra emocional, siempre con tono medido y reflexivo. La memoria aparece para hacer su juego y trae a su padre y a momentos donde todo era armonía, a la distancia. Se funden esas sensaciones de manera de evidenciar la construcción dolorosa de este presente que Inés vive. Esa estructura de secuencias que conectan con la ausencia, las formas y gestos que el personaje principal propone, son ya marca registrada dentro del repertorio de esta cineasta. No hay un pasaje donde todo lo que sucede tenga nombre, o entidad de muerte, pero esa percepción, atraviesa el film de principio a fin. Creada como cuadro de evocación y presencia, "La idea de un lago" es claramente, una realización que apreciarán quienes aman en cine indie local y las películas en las que la emoción está contenida y el tiempo cinematográfico deviene, sin prisa ni apuro.