A merced del azar. Si bien a primera vista La Ilusión de Estar Contigo (Gemma Bovery, 2014) puede ser confundida con cualquier otro ejercicio de Anne Fontaine en esa provocación light que la caracteriza desde el inicio de su carrera, a decir verdad estamos ante su obra más coherente y mejor delineada a la fecha, una pequeña sorpresa en la que se unifican con elegancia la potencialidad retórica del relato de base y los intereses de siempre de la directora. En sí la película es una suerte de reinterpretación colateral de Madame Bovary, la archiconocida novela de Gustave Flaubert, pero ahora volcada hacia una aproximación metadiscursiva que gusta de trasladar la posición simbólica del lector a un personaje dentro de la trama, Martin Joubert (Fabrice Luchini) en este caso, un parisino amante de la literatura que -buscando paz y tranquilidad- se hace cargo de la panadería de su padre en un pueblito de Normandía. Justo enfrente de su hogar se muda un matrimonio de ingleses con los llamativos nombres de Charlie (Jason Flemyng) y Gemma Bovery (Gemma Arterton), circunstancia que deja todo servido para que Martin comience a maquinar paralelismos entre la realidad y la ficción de Flaubert. El interesante guión de Pascal Bonitzer y la propia Fontaine, inspirado en una novela gráfica de Posy Simmonds, coquetea con varios estereotipos de lo que suele ser el régimen macro del cine francés, como por ejemplo las referencias costumbristas y una sensualidad más o menos explícita, para a posteriori -y de a poco- ir complejizando la progresión según un criterio más amplio. En esencia la primera media hora está dedicada a la contemplación de Martin para con Gemma, un cariño a la distancia que se transforma en obsesión cuando la señorita empieza un romance clandestino con un joven muy acaudalado. A partir de este punto la historia se mete de lleno en lo que se había insinuado en el prólogo del film, léase el penoso destino de Gemma y la posibilidad de que su infidelidad juegue un papel en el mismo. Corrigiendo por completo los problemas que aquejaban a sus opus anteriores, como por ejemplo Coco antes de Chanel (Coco avant Chanel, 2009), La Chica de Mónaco (La Fille de Monaco, 2008) y Nathalie X (2003), en esta oportunidad Fontaine logra sintetizar -con gracia y naturalidad- un tono tragicómico y un desempeño sutil por parte de todos los integrantes del elenco. En lo que respecta al primer ítem, de hecho uno de los grandes aciertos de La Ilusión de Estar Contigo pasa por su pulso narrativo, el cual no abusa de los infortunios sentimentales de los protagonistas ni tampoco se toma en solfa sus sueños y sus pretensiones, enfatizando siempre una inflexión intermedia y bastante cándida. Más allá de la eficacia de Luchini y su maravilloso rostro, enmarcado en un desconcierto de rasgos embelesados y/ o atónitos, sin lugar a dudas es la presencia de la despampanante Arterton el ingrediente fundamental de la propuesta: la británica impulsa lo que podría haber sido una simple anécdota acerca de la sequedad y el aburrimiento provincianos hacia regiones más placenteras, vinculadas al éxtasis erótico con cuentagotas y el arte de sucumbir a la tentación por la tentación en sí (la actriz magnetiza la pantalla con su belleza y un puñado de miradas al paso). Hoy la directora prorroga una buena racha iniciada con Madres Perfectas (Adore, 2013), otro trabajo delicado que se alejaba de la pomposidad de las pasiones sin freno, y vuelve a demostrar que ha pulido su registro cinematográfico en pos de balancear la atracción, el repliegue, la consumación y el saberse a merced del azar…
Citas literarias. El anteúltimo film de Anne Fontaine (Madres Prefectas, 2013) es una adaptación de la novela gráfica de la caricaturista inglesa Posy Simmonds, que se publicó durante la década del noventa en las páginas del diario británico The Guardian para finalmente editarse en forma de libro en 1999. La película respeta la historia y el tono tragicómico de la novela gráfica de Simmonds, comenzando con el relato del panadero Martin Joubert en un pueblo ficticio de la región de Normandía, al norte de Francia, sobre una tragedia en medio de la belleza natural del paisaje galo. A partir de la culpa de Martin por lo ocurrido, La Ilusión de Estar Contigo reconstruye la historia de Charlie y Gemma Bovery, una pareja inglesa que se muda a Francia para vivir en el campo y disfrutar de los placeres de la comida local. Apenas llegan a su nuevo hogar, una antigua casa rústica, conocen a su vecino Martin y su esposa Valérie. El panadero instantáneamente se obsesiona con la pareja por el parecido de sus nombres y apellidos con el de los protagonistas de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert, uno de los mejores exponentes del estilo realista romántico del siglo XIX. La similitud apelativa da lugar a una repetición de las andanzas amorosas de Emma Bovary por parte de la bella Gemma, interpretada por la actriz inglesa Gemma Arterton, que preocupa aún más al entrometido panadero. La labor de vigilancia en un principio da lugar a la intervención con el fin de impedir que la chica termine trágicamente como la protagonista de la novela de Flaubert. La película de Fontaine se centra en la relación platónica entre Gemma y Martin, ya sea a través de la coincidencia de los paseos de sus respectivos perros, en la predilección de la joven por las delicias de la panadería o en la amistad que ambos alimentan por motivos distintos. El resto de los personajes deambulan como satélites alrededor de estos dos planetas. La gracia y la calidez de los protagonistas sostienen esta simpática propuesta que juega con el relato de la tragedia de la extraordinaria novela de Flaubert para construir su propia historia con un tono cómico, romántico y por momentos cínico. La Ilusión de Estar Contigo funciona además como un paralelismo sobre el devenir de la burguesía y el rol de la mujer tras el paso del tiempo y los cambios sociales. Si en Madame Bovary la vida campestre era sinónimo de crudeza, en la actualidad es en el Primer Mundo una elección de retiro por parte de personas mayores que precisan descanso y jóvenes que prefieren vivir un tipo de vida menos agitada que la que ofrecen las grandes ciudades. La propuesta de la directora oriunda de Luxemburgo es interesante e ingeniosa y adapta respetuosamente la obra de Simmonds para ofrecer un film íntimo que se adentra en la banalidad de la burguesía, en sus temores y en su cultura en el contexto de la encantadora campiña francesa, creando una historia auténtica y sencilla.
Se desconoce si el veterano Fabrice Luchini es en verdad un aficionado a la literatura, pero en el último lustro fue convocado en dos oportunidades para interpretar a obstinados hombres de Letras. Primero fue En la casa (2012), de Francois Ozón, donde se ponía en la piel de un profesor obsesionado con los relatos de uno de sus alumnos, y ahora, en La ilusión de estar contigo -que en realidad es de 2014 y su título local no le hace justicia al original Gemma Bovery-, de Anne Fontaine, el personaje de Luchini es un fanático recalcitrante de Madame Bovary, la clásica novela de Gustave Flaubert. Pero el característico empecinamiento francés en conectar la literatura con el cine no tiene en esta oportunidad resultados auspiciosos.
Podría llamársela también “Meta adaptación irónica de Madame Bovary”. El Reino Unido y Francia llevan al cine este relato melodramático cumplidor con ciertos destellos nada despreciables. La raíz a partir de la cual la película se desprende, a priori, es el recurrente tópico del amor no correspondido. No obstante alrededor de este confluyen ciertos elementos tridemensionales como pueden ser la idealización, tragedia, lo banal y -por supuesto jamás podría faltar para deleite del ser humano amante del tradicionalismo- la conflictiva comunicación y prejuicios entre franceses e ingleses.
Flaubert for dummies Una comedia contemporánea inspirada -de manera obvia y un poco torpe- por el clásico literario Madame Bovary. Alguna vez una artista provocativa, la realizadora de Cómo maté a mi padre y Nathalie X se dedicó en los últimos años a películas más mainstream y comerciales como Coco antes de Chanel o Madres perfectas. En el caso de La ilusión de estar contigo, dirige uno de los films más livianos y superficiales de toda su carrera: se trata de una comedia romántica basada en la novela gráfica Gemma Bovery (1999), de Posy Simmonds, e inspirada a su vez por el espíritu de Madame Bovary, el clásico de clásicos de Gustave Flaubert, pero con una ambientación y una impronta actual. El protagonista y dueño del punto de vista (y de la narración en off) es Martin Joubert (Fabrice Lucchini, algo exagerado), un intelectual renegado de París que abandona el mundo editorial para regresar al pueblo familiar en Normandia... ¡como panadero! Amante -claro- de Flaubert, se enamorará hasta la obsesión de Gemma (la bellísima Gemma Arterton, ex chica Bond y vista también en El regreso de Tamara Drewe, de Stephen Frears), una inglesa que se instala como vecina. Claro que tanto él como ella están casados y, para colmo, la chica empieza a visitar cada vez con mayor frecuencia a un joven amante (Niels Schneider). Ensayo sobre el voyeurismo, los amores imposibles, los engaños y las manipulaciones psicológicas, La ilusión de estar contigo está regada de similitudes, paralelismos, citas y referencias -a veces de forma un poco torpe- a Flaubert. Leve, ligera, con bellas imágenes y algunos momentos de gracia, la película no es para nada irritante, pero al mismo tiempo luce bastante caricaturesca, mecánica e insípida. Muy lejos de la intensidad de las grandes novelas románticas del siglo XIX.
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DESEOS DISFRAZADOS A LA FRANCESA Dirigida por Annie Fontaine, basada en una novela grafica Gemma Bovery encuentra su encanto su encanto en una supuesta comparación del mundo de “Madame Bovary” de Gustav Flaubert en nuestro tiempo, en un encantador pueblo francés. Allí un panadero (Febrice Luchini) se enamora de su nueva vecina (la bellísima Gemma Artenton). Y el envuelve su fascinación terrenal con su fanatismo literario y por momentos cree poder dirigir los destinos de esa mujer. Aunque la realidad se encargue de bajarlo al piso de un tirón. Un entretenimiento amable, artificioso, pero que tiene su atractivo. Leve romanticismo, deseos irrefrenables, accidentes caseros y cuidado estético. Un entretenimiento agradable.
En La ilusión de estar contigo hay una mirada tibia sobre Emma Bovary Adaptación de una novela gráfica de la británica Possy Simmonds publicada en capítulos en el periódico The Guardian, este film de Anne Fontaine intenta reproducir parte del espíritu de uno de los grandes clásicos de la literatura universal, Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Lo logra sólo por momentos, cuando el voyeurismo y la neurosis obsesiva de Martin Joubert, un intelectual que abandona su vida parisina para hacerse cargo de una pequeña y exquisita panadería familiar de la región de Normandía, están teñidos de cierta angustia existencial o el humor se filtra en la trama con agudeza y sofisticación. No siempre es así: en más de una oportunidad, la historia se vuelve obvia, redundante y apela al trazo grueso (la escena de la picadura de la avispa sintetiza acabadamente las discutibles decisiones de la directora nacida en Luxemburgo, tan capaz de ser arriesgada -el caso de Cómo mate a mi padre o Nathalie X- como banal -el de Cocó antes de Chanel-). El inglés Stephen Frears ya había llevado al cine otro trabajo de Simmonds (El regreso de Tamara Drewe, de 2010, también con la voluptuosa Gemma Arterton como protagonista). La voluntad lúdica de esta joven actriz combina muy bien con la eficacia del experimentado Fabrice Luchini para delinear su personaje, atrapado entre el deseo, la frustración y una torpe malicia provocada por la impotencia. Pero la película está lejos del poder de sugestión de la gran novela que, de algún modo, intenta homenajear. Es más pedestre y convencional, mucho menos perturbadora. El insólito final, de tono decididamente farsesco, no mejora las cosas. Son las remanidas teorías de la película -que la vida imita al arte, que no podemos controlar completamente nuestro destino- las que lo fuerzan y terminan por disolver su tenor más inquietante, el que consigue en sus mejores momentos, cuando podemos percibir que Joubert encuentra en la fantasía un antídoto vital contra la crueldad del paso del tiempo.
Bovery, no Bovary Reluce en el filme la sensualidad de Gemma Arterton, en un relato con varios claroscuros. Cuando la vida, o el cine en este caso, coquetea con la literatura, la literatura que es arte, el riesgo es grande. Son, por decirlo de algún modo, construcciones diferentes. La ilusión de estar contigo, cuyo título original Gemma Bovery dice mucho más que la traducción local, está libremente referenciada en el clásico de Gustave Flaubert. Charlie y Gemma son ingleses, acaban de mudarse a Normandía, justo enfrente de la casa de Martin, un francés obsesionado con Madame Bovary, panadero artesanal cuyo matrimonio se ha vuelto casi un compromiso burocrático. La belleza de Gemma y el parecido de los nombres (Emma y Charles en la novela) lo sumergen en el exuberante mundo de esa mujer que vive allí, cruzando la calle, en ese poblado en el que el escritor francés diera forma a su obra cumbre. Así se acaban, en un segundo, los diez años de tranquilidad sexual del panadero Martin. Una tensión que canaliza asociando la vida de esta pareja inglesa con Emma Bovary, “mujer banal que no soportaba la banalidad de su vida”. Todo lo que le pasa a Gemma, para él, está vinculado a Emma. La idea no es mala, sólo que su obsesión a veces se vuelve algo rebuscada, mientras los vínculos con la novela, un lado “b” omnipresente, señalan un rumbo previsible para esta historia que antes de ser película fue novela gráfica (de Posy Simmonds). En la película de Anne Fontaine reluce la sensualidad de Gemma (Gemma Arterton) en un relato con claroscuros que gana y pierde por igual cuando nos subimos a la ilusión de Martin. No hay en ella señales de ser una Bovary del siglo XXI, por más amantes, dudas y frustraciones que podamos crearle. No hay una vida de novela. Salvo en Martin, cuya obsesión literaria y esa necesidad mundana de revivir un amor lo hacen bordear la locura, disfrazándose de tipo solidario. Bovery no es Bovary, y del sobrevuelo de aquélla novela arquetípica que haga cada espectador lector, dependerá el resultado de la película.
Juegos y asociaciones alrededor de Flaubert. “No se puede hacer más lento”, desafiaba el fabuloso ilusionista René Lavand, cuando quería incrementar la participación del público en sus trucos. Así, como un moroso guiño hacia el espectador, se desenvuelve, de atrás hacia delante, el título original de La ilusión de estar contigo. Primero se lee “Bovery”, después “emma”, finalmente el título completo, Gemma Bovery. Gemma Bovery, qué manera de llamarse, para una mujer que va a parar justo a Normandía, donde un siglo y medio atrás vivió su casi tocaya Emma Bovary. Para más casualidad –imposible casualidad “de biógrafo”, guiño compartido de juego de salón–, el marido se llama Charles, igual que aquel médico de provincia junto a quien se aburría Emma. Cuánto se parecen Emma y Gemma y hasta qué punto un vecino que leyó la novela parece estar reescribiéndola en vivo, sin advertirlo, como un Pierre Menard en acción: de eso se trata La ilusión de estar contigo, desdichado título local, que en tren de adocenar barre con el fondo mismo de la cuestión, que el original expone con perfecta concisión. “Hace siete años que volví a mi pueblo, tras haber trabajado como editor en París”, cuenta Martin (el impagable Fabrice Luchini) desde el off, en la escena introductoria. Editor: conviene retener ese dato. Como todo film lúdico, La ilusión de estar contigo exige estar atento a los detalles, que como en los policiales pueden encerrar claves que permiten participar del juego. Martin ahora trabaja como panadero, la profesión del padre, y lleva una vida tranquila en un pueblo tranquilo, junto a su esposa e hijo adolescente. Tranquila hasta que a la casa de enfrente se mudan unos vecinos ingleses: los Bovery. Charles (Jason Flemyng) es restaurador de muebles, y su esposa Gemma (Gemma Arterton) se dedica al diseño de interiores. Joven y pecosa, sexy y atractiva, para Martin es verla y caer flechado. “En un segundo, con ese gesto insignificante, se acabaron para mí diez años de tranquilidad sexual”, piensa para sí cuando su nueva vecina se da vuelta para saludarlo. ¿Cuánto tiene que ver en ese flechazo que la chica se llame como se llama? Es una pregunta para hacerse, teniendo en cuenta que Martin es bibliófilo, flaubertiano y amante del opus magnum del autor de Bouvard y Pécuchet. Inteligentemente, la película dirigida y coescrita por Anne Fontaine (Cómo maté a mi padre, Coco antes de Chanel) junto a ese guionista siempre filoso que es Pascal Bonitzer (ex crítico de Cahiers du Cinéma, autor de conocidos libros sobre teoría cinematográfica y guionista de cantidad de películas de Jacques Rivette, André Téchiné y Raúl Ruiz), a partir de una novela gráfica de Posy Simmonds, plantea un juego de asociaciones y disociaciones. Gemma se comporta y no se comporta como su antecesora. Tiene un amante, el joven castellano Hervé (Niels Schneider, el chico rubio como El Principito de Yo maté a mi madre, de Xavier Dolan), pero no motivada por una necesidad de fuga romántica. Tampoco se trata de una trágica, y en este punto la novela de Simmonds guarda en la manga hasta último momento una ridiculización verdaderamente envenenada de la novela de Flaubert. Asociaciones, disociaciones y permutaciones: quien no distingue realidad de fantasía, como consecuencia de su excesiva frecuentación literaria, no es Gemma sino Martin, quien además, a partir de determinado momento, comenzará a intervenir como “editor” en la vida y, sobre todo, los amores de su amor imposible. “Me pasó algo curioso, me sentí un director de cine, dirigiendo desde lejos a ella y a Hervé”, dice otra vez Martin para sí. A partir de ese momento será imposible saber con certeza –deliciosas ambigüedades de la primera persona en el relato cinematográfico– cuánto de lo que se ve sucede en realidad y cuánto es imaginado o “editado” por el narrador. Que además –precioso detalle– le cuenta el cuento a su perro en el off. Una persona que tiene por interlocutor a quien no puede entenderle ni contestarle no está del todo bien. Así como están algo descuidados los personajes de Gemma y Charles (¿qué lleva a ella a serle infiel? ¿qué cosa del decadente Hervé la atrae? ¿cómo vive él la infidelidad de su esposa?), el de Martin no podría estar mejor atendido. Visto en mil películas y seguramente menos reconocido de lo que merece (entre ellas Las noches de la luna llena y El árbol, el intendente y la mediateca de Eric Rohmer, Potiche y En la casa de François Ozon), al genial Fabrice Luchini, maestro de la autorridiculización, le basta abrir un poco los ojos para dejarse ver como un niño grande, tan digno de piedad como de la más cómica de las tragedias.
Panadero obsesionado con heroínas literarias. Martin Joubert (Fabrice Lucchini) dejó París hace unos años junto con su familia para instalarse en un pintoresco pueblito de Normandía, y hacerse cargo de la panadería que heredó de sus padres. Sus aspiraciones e ideologías quedaron en París, y ahora desencantado de la vida pasa sus horas entre la panadería y los libros. Hasta que el joven matrimonio Bovery, recién llegado de Londres, se instala en una casa cercana y Martin queda fascinado con la belleza de su nueva vecina llamada Gemma (Gemma Artenton). El encanto de su vecina y su literario apellido hacen que Martin se obsesione con ella, la siga, la espíe, y con su voz en off narranado la historia construya elucubraciones y teorías sobre lo que sucede en la mente de la joven, quien pronto se aburre de la vida campesina y no tarda en conseguir un par de amantes, lo que aumenta aun más el morbo y la obsesión del panadero. Basada en la novela gráfica de Posy Simmonds y dirigida por Anne Fontaine, bastante más contenida y accesible que en sus mejores filmes, tal el caso de "Nathalie X", "Cómo Maté a mi Padre" o incluso la reciente "Madres Perfectas". El filme está lleno de sensualidad e interesantes guiños literarios, bastante ironía y sobre todo en el final algún toque de comedia negra, pero siempre sin salirse del molde; esa explosión que el espectador espera nunca sucede y se pierde entre personajes secundarios poco interesantes, y reflexiones sobre la actual burguesía que tampoco aportan demasiado. Con buenas actuaciones, bien dirigida y con una hermosa fotografía, la película se queda en el camino y termina convirtiéndose en una interesante comedia con graciosas referencias literarias.
Lección sentimental, como sólo saben hacer los franceses Escrita y dirigida por Anne Fontaine, “La ilusión de estar contigo” tiene una buena pintura de grupos sociales y la habilidad de jugar con la literatura sin dejar a nadie afuera. A esta película, los españoles la rebautizaron "Primavera en Normandía". Cierto que transcurre en ese tiempo y lugar, y luce esos rincones, el orgullo por el calvados y otros deleites, etc., pero ésa es sólo la parte turística. Más acertado es el título que acá le pusieron: "La ilusión de estar contigo". Hace juego con el de otra película francesa de sentimientos igualmente delicados, "El placer de estar contigo", y señala precisamente la diferencia: acá estar contigo es sólo una ilusión. El protagonista sentirá hasta el perfume de la mujer que lo perturba, la tendrá a centímetros de su rostro y de sus manos, alcanzará a besar su espalda en una curiosa circunstancia, se ganará su confianza, pero sólo la tendrá de modo ilusorio. Mejor dicho, las tendrá. A ella, y a la que ella le recuerda. Y acá vamos al título original: "Gemma Bovery". El panadero del pueblo, devoto lector que dice tener alguna experiencia en el ambiente editorial parisino, relata la historia de una nueva vecina, una inglesa tiernita, esposa joven, que lo tuvo absorto por su belleza y por su nombre, tan parecido al de Emma Bovary. La casualidad lo hizo soñar, y tener miedo. Gemma, ingenua, insatisfecha y adúltera, parecía repetir los pasos de Emma. ¿Tendría también su mismo trágico destino? Había que prevenirla. Por ahí va la intriga. Escrita por la directora Anne Fontaine ("Cocó antes de Chanel") y el veterano Pascal Bonitzer, protagonizada por Fabrice Luchini, exacto y lleno de matices como siempre, y la pulposa y seductora Gemma Arterton, la obra tiene el encanto, la vuelta de tuerca y la sensible reflexión de las viejas "lecciones sentimentales", que los franceses saben hacer cada tanto. Y tiene también el juego chusco de amor y recelo entre ingleses y franceses, la advertencia sobre los mitómanos, y la habilidad de jugar con la literatura sin dejar a nadie afuera. Para verla, no es necesario haber leído "Madame Bovary" (aunque saber de qué se trata, ayuda un poco). La inspiración, en este caso, proviene de una buena novela gráfica de la inglesa Posy Simmonds, aparecida por capítulos en "The Guardian". Suyo es el título original, suyos son los méritos en la pintura de grupos sociales, varones prejuiciosos y mujeres molestas. A propósito, la anciana que aparece reclamando una porcelana de Sevres es Edith Scob, en su momento estrella de "Los ojos sin rostro" y otros films de terror poético del recordado Georges Franju. Todavía se conserva.
La prolífica realizadora Anne Fontaine vuelve al cine luego de incursionar en el biopic de Coco Chanel con “La ilusión de estar contigo” (Francia e Inglaterra, 2014), una película que toma elementos de la literatura para configurar un relato atractivo narrativamente por muchos puntos. Cuando Martin (Fabrice Luchini) conoce a su recién llegada vecina (Gemma Arterton), una inglesa casada y con una inocencia, aparente, que lo sorprende, toda la quietud de su estable y aburrida vida se trastoca. “En un segundo, con ese pequeño gesto, se terminaron 10 años de tranquilidad sexual” dice en off, en un juego entre el espectador y el narrador, que se impone desde el primer momento en el que arranca el filme. Además, y a partir de ese contacto irreversible, irrefrenable, pulsional, Martin verá cómo la coincidencia entre la joven Gemma (Arterton) y la obra Madame Bovary, a la que alude el título original del filme, esa historia de amor y locura pensada por Gustave Flaubert, lo obsesionará con su vecina hasta puntos insospechados. La mirada a cámara presente a lo largo del relato, quebrando la cuarta pared y sumando la dosis efectiva y necesaria para poder sobrellevar un guión ambicioso que reflexiona sobre el inesperado resurgimiento del deseo en un hombre gris y aburrido. Martin se inventará, para sobrellevar esa pasión, la tarea de perseguir a Gemma para poder conocer qué es lo que ella realiza en los horarios en los que su marido no se encuentra en la casa, desatendiendo a su familia y a su negocio, una pintoresca panadería artesanal heredada y a la que muy poca fe le pone diariamente. Fontaine mixa el relato clásico del recién llegado que conmociona a otro y suma la atractiva idea de relacionar la vida de su vecina con el destino de Madame Bovary, un destino trágico que él cree que se repetirá sin poder evitarlo. Adicionalmente, una serie de eventos que se suman, como la aparición de un misterioso joven millonario que seducirá a Gemma (Niels Schneider) y con la que compartirá momenos que Martin cree que le pertenecen a él, será otro de los giros de una historia simple que suma potencia por la sencillez de las imágenes con las que Fontaine plasma todo. La actuación de Luchini, verborrágica, exagerada, dramática, también es uno de los puntos sobresalientes de “La ilusión de estar contigo”, como así también el recorrido de la campiña francesa, con sus bellos paisajes y costumbres que la alejan de los estereotipos y que la posicionan como una agradable sorpresa en la cartelera.
En la casa (de campo) No todas las películas basadas en cómics tienen que ser de superhéroes. Posy Simmonds, una ilustradora británica que conoció fama y prestigio dibujando novelas gráficas para The Guardian, ya ha conocido un par de adaptaciones cinematográficas de sus trabajos más adultos (también se han llevado a la pantalla algunas de sus novelas escritas para niños, caso de Mr. Frost). Y da la casualidad de que tanto El regreso de Tamara Drewe como La ilusión de estar contigo han sido interpretadas en cines por la misma actriz: Gemma Arterton, a la que por cierto le sienta muy bien el ambiente campestre donde se desarrollan las obras. Si ya en El regreso de Tamara Drewe su explosividad física campaba a sus anchas siendo con mucho lo mejor de una anodina película en esta Primavera en Normandía que ahora nos ocupa hallamos un poco más de lo mismo pero con un tono sensual un poquito más elevado (algunos críticos han utilizado directamente el término calientabraguetas, pero preferimos tirar por el lado más poético del asunto). Sus rotundas voluptuosidades y turgencias inundan la pantalla y permiten que el deseo y la pasión por poseerla se convierta en el epicentro de la acción. Y si encima la rodeas de otros placeres mundanos tan propios de la campiña francesa como son degustar el buen pan recién cocinado o beber un buen vino pues la fiesta de los sentidos está servida. En esta bucólica propuesta con título original evocador (Gemma Bovery) que juega al equívoco literario y que aquí, como siempre, han eliminado de un plumazo para pasar a titularla La ilusión de estar contigo (sic), Arterton da vida a una pizpireta inglesita que llega junto a su marido a un pueblecito de la provincia del noroeste de Francia para disfrutar de la tranquilidad y sosiego de la vida en naturaleza. Una vez instalados, enseguida se verá acompañada (y un poco asediada) por un vecino un tanto curioso que trabaja de panadero y que cree ver en ella la reencarnación de sus fantasías literarias. Y ocurre que como la mujer está de buen ver acabará despertando los instintos más primitivos de todo habitante masculino que la frecuente, incluido un joven querubín con el que acabará viviendo una historia pasional y un exnovio que aparece cuando menos se espera. Lo cierto es que la química que desprenden tanto Fabrice Luchini como Gemma Arterton es total. La segunda rezuma sensualidad, mientras que el primero, con esa cara de embelesado que pone representa a la perfección al hombre medio, ese tipo costumbrista que sobrevive a la rutina diaria gracias a sus devaneos fantasiosos y a sus ínfulas intelectuales (un tipo de rol que a Luchini ya le ha funcionado muy bien en otros títulos como En la casa o Moliere en bicicleta). Su rictus de incomprensión ante el paralelismo que descubre entre las aventuras de su vecina y el Madame Bovary de Flaubert va perfecto para ejercer como invitado de piedra de los trasuntos amorosos del objeto de deseo generalizado. Su torpeza a la hora de abordar a la diosa británica permite los momentos más divertidos y sugerentes del film. Hay escenas, como aquella en la que la protagonista aprende a amasar pan y se quita la camiseta y se recoge el pelo en las que la tensión sexual se puede llegar a palpar en cada fotograma. Y al panadero los perjúmenes de esa mujer le sulibellan, y de qué manera. Para el apocado lugareño el inicial elemento de curiosidad y de inspiración intelectual le trastoca y le lleva a confundirse entre la realidad y la ficción. Pero a partir de entonces se introduce en el relato una intriga romántica que le llevará a obsesionarse del todo. Todos estos detalles que podrían haber derivado en una dramática explosión pasional se ven salpicados de momentos descacharrantes que le hacen mucho bien al conjunto. La película funciona como uno de esos entremeses (en francés hors d´oeuvre) tan famosos en época cervantina, y no se toma nunca en serio a sí misma en su apuesta por la fina ironía y un cierto aire surrealista (esas conversaciones trascendentes con su impertérrita mascota) que harán esbozar una sonrisa en el espectador. Y cuando parece que la cosa no va a dar más de sí todavía hay un par de ases tragicómicos en la manga que nos dejarán con muy buen sabor de boca. En definitiva, una pieza ligera entretenida y a ratos divertida que satisfará a todos aquellos urbanitas que sueñan con trasladar su talante burgués a hermosas aldeas de fértiles prados y huertas frutales.
Se estrena La ilusión de estar contigo de Anne Fontaine protagonizada por Gemma Arterton y Fabrice Luchini, una reversión moderna sobre el clásico de Flaubert. Emma Bovary era una compleja mujer a la que Gustave Flaubert le dio vida en su obra más reconocida, “Madame Bovary”. Aburrida, inquieta, fantasiosa, ávida lectora de historias que la hacían soñar y anhelar mucho más que la vida de esposa que llevaba, Bovary era un personaje imposible de clasificar. En La ilusión de estar contigo, o Gemma Bovery en su título original, Anne Fontaine (directora de Coco Avant Chanel y Madres perfectas) adapta una novela gráfica escrita por Posy Simmonds que toma como punto de partida la novela de Flaubert. Martin Joubert es un hombre intelectual que actualmente es dueño de una panadería en un pueblo pequeño de Francia. Cuando llega Gemma al pueblo y se convierte en su nueva vecina, él no sólo queda cautivado por su belleza, sino que mientras en una primera instancia se queda impregnado a la idea de compartir casi el mismo nombre de uno de sus personajes literarios favoritos, de a poco va descubriendo, o se empecina en descubrir, que tienen en común mucho más que un nombre que suena casi igual. Joubert se obsesiona cada vez más con Gemma porque cada vez la ve más parecida a Emma y la observa cometer los mismos errores y teme entonces que el destino de ambas sea el mismo, lo que da comienzo a encuentros y desencuentros entre ellos. Acá entran en juego dos personalidades e interpretaciones bien distintas pero que en conjunto brindan una combinación fresca y atractiva. Él aporta principalmente el humor, con sus actitudes y pensamientos impulsivos y descabellados muchas veces, y ella es pura sensualidad desde un costado muy natural, porque es bella y sexy aunque ni lo intente. Si hay algo que sabe hacer Fontaine es retratar a complejos personajes femeninos con mucha naturalidad. Pero de a poco esta especie de comedia romántica (en realidad no hay entre ellos nunca una relación amorosa precisamente) va tomando tintes más serios (a la larga, Madame Bovary es una tragedia) sin dejar nunca de lado un tono amigable. Porque además, se percibe mucho cariño por sus protagonistas.
El sutil y peligroso encanto de las analogías… La vida de Martin Jouvert (Fabrice Luchini), un pacífico panadero de un pueblo normandés, se verá golpeada por fuertes sucesos cuando Gemma Tate de Bovery (Gemma Artenton) y su marido Charles (Jason Flemyng) se muden justo al lado de su casa. Los nombres de la feliz pareja causarán en Jeubert, también conocido por ser un ávido lector, una atracción casi inmediata hacia la bella dama, viendo con asombro las similitudes entre la vida de ésta y la clásica novela ‘Madamme Bovary’, de Gustave Flabert. Con estas nuevas personas en su vida, el protagonista se verá atrapado en un tornado literario de celos y confusiones que lo llevará a querer salvar a su amor platónico de un fatídico destino. El cine francés es conocido por ser poseedor de grandes clásicos, debido a que Francia es una de las tierras con mayor influencia en el arte que existen. Sin mas preámbulos, paso a hablarles de “La Ilusión de estar contigo”, también conocida como “Gemma Bovery”. La aclamada cineasta Anne Fontaine dirige esta adaptación de la novela gráfica de Posy Simmonds que homenajea, de una manera respetuosa y fresca, a la novela mencionada en la sinopsis. El reparto de actores secundarios no es, para serles honesto, la joya de corona en este proyecto. Si bien hacen un buen trabajo decorando la historia, todos se ven opacados con el magnífico trabajo de Artenton y Luchini. La química de estos es magnífica, en especial las miradas del actor, al ver como Gemma (curioso que se llame igual que su interprete) irradia esa poderosa sensualidad captada a la perfección por la actriz. Otro punto muy a favor es la narrativa. La historia está contada desde el punto de vista de Jouvert, haciendo que el espectador sienta la desesperación, celos y consternación del panadero con un gran poder empático hacia el mismo. Esto no sucede con los demás personajes de la historia, que si bien algunos tienen un gran peso, no crean en uno esas ganas de saber que les pasa o que les pasara a lo largo de la historia. Si quieren saber un poco mas de “Madamme Bovary” y no tienen suficiente tiempo de leerse la novela, pueden ver una de sus muchas adaptaciones cinematográficas. Sin ir mas lejos, hay una que salió hace dos años atrás, protagonizada por Mia Wasikowska y Ezra Miller. “La Ilusión de estar contigo” es un interesante film. Con unos protagonistas atractivos y una cinematografía simple pero concisa, la película promete ser una de las mas aclamadas por aquellos amantes de la literatura y/o del cine francés en general.
Basada en una novela gráfica, Gemma Bovery, que a su vez se basa, claro, en la obra maestra de Flaubert, Madame Bovary. Una Gemma sensual que llega a revolucionar el bello pueblito de Normandía, sobre todo las fantasías dormidas del panadero, que no puede sacarle los ojos de encima. La directora propone un juego en el que la despampanante Gemma es encarnación de la insatisfecha Emma, y producto de la ensoñación de este señor leído. Un juego ingenioso, que se sigue como comedia placentera y soleada, aunque muestre sus cartas con una evidencia demasiado insistente.
Es una agradable comedia romántica francesa, una historia sencilla, con toques de enredo, rodeada de bellas imágenes, lindas canciones, la fotografía es impecable, excelente la actuación del actor nacionalizado francés de origen italiano Fabrice Luchini, también se destaca Gemma Aterton. Uno de los problemas que tiene: algunos personajes decaen, resulta repetitiva y se abusa un poco de tanta voz en off del protagonista.
Light approach to Flaubert’s masterpiece plays the humour card with effective results Points: 7 Adapted from Posy Simmond’s graphic novel, Gemma Bovery, the new release directed by Anne Fontaine (Coco Before Cha-nel, Adore) and coscripted with Pascal Bonitzer, takes a modern day approach to Gustave Flaubert’s masterpiece, yet not to faithfully retell it but to render it in a more lightweight manner, without much of the original existential malaise. Believe it or not, it actually works on its own terms. Set in the Gallic countryside, Gemma Bovery first focuses on Martin Joubert (Fabrice Luchini) a middle-aged man who moves back to his hometown in Normandy to take over the family bakery. He’s married to Valérie (Isabelle Candelier), a whining, discontented woman, and he has a son, Julien (Kacey Mottet Klein), an ordinary teen with no interest in school whatsoever. Life in the village is uneventful and boring, and so Martin feels life is passing him by. That is until a recently married couple moves into the cosy country house across the street. He is Charlie Bovery (Jason Flemyng), a British expat, and she is Gemma (Gemma Arterton), his sexy, stunning young wife. Guess who’s going to be smitten by her arresting charms? More to the point, not only will the baker fall for Gemma, but he’ll also do everything in his power to have her for himself — even if that involves foul play. After all, he’s fixated on Flaubert’s novel in the first place, so it should come as no surprise that he sees it unfolding in real life right in front of his eyes. Whether that’s actually true remains to be seen. Gemma Bovery is narrated from Joubert’s point of view, which makes perfect sense, as this loose adaptation is more about the obsessed man than his elusive object of desire. At times, Joubert may remind viewers of Monsieur Hire, the title character played by Michel Blanc in Patrice Leconte’s alluring film, a man who constantly watches and spies on a woman he’s fallen for. In both cases, the women partly function as excuses for the development of the male characters. In Gemma Bovery, Arterton’s main responsibility is to be as gorgeous as possible throughout. Considering the actress’s good looks, that’s an easy task. Another change from Flaubert’s novel is that though Gemma does have a series of lovers, there are a few unforeseen twists concerning them, and, even more importantly, there’s also room for laughs in Fontaine’s film — which, for the most part, work fine too. Not that this is a comedy of manners, but rather one that subtly resorts to humour, sometimes in dramatic circumstances. As the film revolves around Martin, Luchini’s performance is of extreme importance, and it’s great to see that this seasoned actor embodies desire, anguish, and occasional bliss in a believably restrained way. His sentiments show in his gaze and his sometimes trembling voice, but also in his shy body language almost always afraid to do the wrong thing. The cinematography is particularly well achieved to create moods as well as a sense of sensuality, and it depicts the French countryside with eye-catching shades that are never too saturated or imposing. And while Gemma Bovery is no masterpiece, it’ also true that is an unpretentious film, very clear about its intentions, which are accomplished for the most part. Production notes Gemma Bovery (France, 2014) Directed by Anne Fontaine. Written by Pascal Bonitzer and Anne Fontaine, based on the graphic novel by Posy Simmonds. With Fabrice Luchini, Gemma Arterton, Jason Flemyng, Isabelle Candelier, Niels Schneider, Mel Raido, Elsa Zylberstein. Cinematography: Christophe Beaucarne. Editing by Annette Dutertre. Running time: 99 minutes. @pablsuarez
El sexo pica, el amor ahoga y los panaderos fastidian Si algo caracteriza a las últimas incursiones del cine francés en la comedia romántica, es la falta de intensidad y de gracia. Y este es un nuevo ejemplo. Los personajes orillan el ridículo: un panadero parisino, que espía más a las vecinas que al horno y que, a falta de mejores estímulos caseros, anda obsesionado con la novela de Flaubert; un amante que en pleno siglo veinte permite que su madre elija mujeres y destino; un marido insignificante que le deja hacer todo a su linda señora (Pérez Reverte ha dicho que no hay cornudos más discretos y elegantes que los franceses). Pero además, la trama es tan caprichosa como insustancial, con mucha caminata y mucha panificación, con brotes alérgicos y ataques de remordimientos. Y las actuaciones por supuesto pasan de la exageración al desgano. Por supuesto, decepciona este producto tan liviano, tan desprovisto de interés, pese a que aborda temas como la muerte, el engaño, el perdón, las obsesiones, el desinterés amoroso, las manipulaciones de las relaciones afectivas, el azar y algunas cositas más. Está el paisaje de la Normandía, chistes tontos entre franceses e ingleses, paseos por la campiña con perritos obedientes y casualidades seguidoras, personajes secundarios desteñidos y en el centro, por supuesto, el drama de una linda señora, que se aburre y saborea medialunas y amantes y que para superar aquel desengaño que la dejó doliendo, apela a un viejo y probado remedio: ponerse en el lugar del otro, engañar a su ingenuo marido, y apostar a la venganza y a la curiosidad para darle aliento juguetón a su vida y aspirar a un futuro menos penoso. Pero bueno, la tragedia llega, se quiebra un adorno (alegoría pueril), reaparece el engañador, el marido, pobre, tiene un reconocimiento, el panadero amasa nuevas obsesiones y los malentendidos seguirán hasta el final. El film lleva la firma de Anne Fontaine, que alguna vez hizo cosas mejores o por lo menos más serias (“Cómo maté a mi padre”) y que aquí nos plantea una intriga médica-sentimental: el sexo pica (la abeja del bosque) y el engaño ahoga (la atragantada escena final). ¿Será así la cosa?
La vida (no siempre) imita al arte Basada en la novela gráfica Gemma Bovery, La ilusión de estar contigo (Gemma Bobary, 2014), de Anne Fontaine, narra la historia de un panadero que cree ver en su nueva vecina una Emma Bovary contemporánea. Por más que Martin (Fabrice Luchini) haya dejado su labor editorial para tener una apacible vida como panadero, la profesión de su padre, hay algo que aún lo incomoda. Es el tedio de la vida cotidiana, aquel que Flaubert plasmó en su obra maestra Madame Bovary. Y lo hizo tan magistralmente, que hoy en día se habla de “bovarismo” para dar cuenta de esa insatisfacción con lo mundano y la urgente necesidad de vivir en la fantasía. Cuando en el barrio de Martin se instalan Gemma Bovery y su marido Charles (ambos ingleses), la conexión es inevitable: ¿hay, en ese matrimonio, y más específicamente en esa mujer, algo de la novela que marcó un hito en el realismo del siglo XIX? Anne Fontaine (dedicada a filmar historias de inconformismo que hoy en día escandalizan poco y nada; tal es el caso de la reciente Madres perfectas, 2012) construye un film “ameno”, bastante obvio, que indaga en los tópicos esenciales de la novela sobre la que vuelve una y otra vez, sobre todo a partir de las analogías que encuentra Martin. Pocas veces se hizo un uso tan pobre de la voz en off, tanto que por momentos genera fastidio la escasa confianza que pone el guión en la propia interpretación del espectador. Gemma se convierte en la obsesión de Martin, más aún cuando comienza a tener una relación clandestina con un bello joven que también vive cerca. Así, las conexiones se harán cada vez más obvias (como la película), y ese “bovarismo” al que aludíamos será más que de ella, del panadero voyeur. La ilusión de estar contigo se pretende una comedia pero no genera mucha gracia, aspira a la profundidad de tópicos transitados por la literatura pero sólo consigue parodiarlos, apela al erotismo pero termina siendo pudorosa… Estimado cinéfilo, por una vez desde estas páginas le recomendamos que lea una novela. Es Madame Bovary y supera holgadamente al visionado de este film.
Al cine industrial francés le encanta trasladar clásicos de la literatura universal en un contexto diferente con el propósito de aggiornar argumentos, historias y relatos a estos días. Ejemplos hay de sobra, válidos e inválidos, pero hasta en los más rescatables prevalece esa mirada dietética, livianita, tendiente a la popularización de aquellos clásicos al espectador actual. A Madame Bovary la adaptaron, mataron y resucitaron un montón de veces y se desconoce si Flaubert descansa en paz en su tumba o de vez en cuando se mueve con alguna inquietud frente a un despropósito estético. El recuerdo aprueba las versiones de Jean Renoir (en los 30), del argentino Carlos Schlieper (a fines de los 40) y de la particular visión sobre el tema que le diera Vincente Minnelli (en los 50). Más cerca en el tiempo, Isabelle Huppert se mimetizó con el célebre personaje en la adaptación fría y cerebral de Claude Chabrol. Pero La ilusión de estar contigo mira, se separa y vuelve a acomodarse al prestigio literario desde un lugar riesgoso. Se parte de la novela gráfica de Possy Simmonds y se alude en forma continua al texto de Flaubert, ocasionalmente a través de buenos momentos y en gran parte con resultados menos que alentadores. El registro paisajístico es de inmediato reconocimiento: una zona de la campiña de Normandía, adonde llega Gemma (Gemma Arterton) como vecina, decisión que sacude al panadero lugareño Martin Jaubert (Fabrice Lucchini), un ermitaño y enojado intelectual que se mudó de París a la mansedumbre bucólica del lugar. De allí en más, la directora Anne Fontaine establece un juego de ida y vuelta hacia Flaubert, descansando por momentos en Madame Bovary como núcleo argumental, y en otros, replegándose en un tono de comedia costumbrista sin demasiado vuelo. Fontaine, en ese sentido, no se decide por respetar o boicotear el texto original para que su película adquiera una vida propia, tal vez temerosa de caer en aquello tan fagocitado de la infidelidad o no a un referente literario. Jaubert, personificado por un Lucchini a un paso de la sobreactuación, mira y estimula su voyerurismo pueblerino desde la cáscara del asunto, sin demasiados riesgos argumentales, inclinándose desde la torpeza de sus movimientos antes que a sus decisiones morales. Allí surge el recuerdo feliz e irrepetible de algunos de los cuentos morales de Eric Rohmer, con especial énfasis en La rodilla de Clara, momentos en que La ilusión de estar contigo pierda la batalla y por varios puntos. Film liviano e inofensivo, complaciente hacia un espectador de manual poco exigente, el nuevo opus de Fontaine no resulta tan descartable como sus anteriores Cocó, antes de Chanel y Madres perfectas pero queda muy lejos de sus iniciales obras Nathalie X y Cómo maté a mi padre, acaso su mejor film hasta hoy. LA ILUSIÓN DE ESTAR CONTIGO Gemma Bovery. Francia, 2014. Dirección: Anne Fontaine. Intérpretes: Fabrice Luchini, Gemma Arterton, Jason Flemyng, Isabelle Candelier, Niels Schneider. Guión: Pascal Bonitzer y Anne Fontaine. Fotografía: Christophe Beaucarne. Edición: Annette Dutertre. Música: Bruno Coulais. Duración: 99 minutos.
GEMMA, NO EMMA La premisa de La ilusión de estar contigo es una bastante conocida: hay veces en que la vida supera a la ficción, o al menos eso cree Martin Joubert -un ex editor parisino devenido panadero en la campiña normanda- al descubrir que los nombres de sus nuevos vecinos hacen eco de la novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary. Un matrimonio de ingleses se muda frente a la casa de Martin, quien enseguida se asombra por sus nombres: Charlie (Jason Flemyng) y Gemma Bovery (Gemma Arterton). Esta circunstancia, y su trasfondo como amante de la literatura, obligan a Martin a ver analogías entre la realidad y la ficción. A lo largo del film, Martin nota en Gemma Bovery comportamientos similares a los de la protagonista de la novela, e intenta intervenir para evitar que corra el mismo y trágico destino, en una serie de situaciones que rozan lo tragicómico de una manera sutil y natural. Otra de las particularidades del film es que está narrado a modo de flashback, reforzando la idea de que la mayor parte de los eventos están mostrados desde la óptica de Martin, y por ende, desde su idea de que Gemma Bovery actúa de la misma forma que Emma Bovary. Sin embargo, él no tiene en cuenta la diferencia de esas dos letras -la g, la e- que, al fin y al cabo, indican que Gemma no es Emma, por mucho que se le parezca. En este sentido, las actuaciones de Gemma Arterton y Fabrice Luchini como Martin son impecables, ya que lo que podría haber sido una típica historia sobre el aburrimiento en la provincia se transforma gracias a la presencia de la actriz, quien sabe hacer uso de pequeñas dosis de erotismo -todas brillantemente enfocadas a partir de la cámara de Anne Fontaine, la directora-, mientras Luchini no puede más que observarla con desconcierto. Es enorme el mérito de Fontaine, que de una sencilla pero contundente forma funde el relato y los pensamientos de Martin con las escenas de Gemma, como si el verdadero director del film fuera él. Incluso a partir de la decisión de romper la cuarta pared indica que el narrador omnisciente es él, y que la historia estará teñida de su obsesión con la novela de Flaubert, lo cual le impide ver a sus vecinos como otra cosa que no sean personajes.
Es sabido que el mayor aporte que ha recibido el arte cinematográfico históricamente ha sido desde la literatura, por lo que nunca sería mal vista una nueva revisión de los grandes clásicos. Razón que debería ser muy bienvenida ésta nueva mirada sobre “Madame Bovary”, la obra más conocida de Gustave Flaubert, uno de los más importantes exponentes de la novelística occidental del siglo XIX. Este acercamiento desde la mirada del siglo XXI se pierde no tanto por el recorrido de la historia en si misma, sino por lo inverosímil del tono propuesto desde los personajes, sobre todo de los secundarios, bien llamados, aunque en este caso no funcionen, de soporte. La directora Anne Fontaine se inspira en la novela para relatarnos en tono de comedia amable el drama, en principio de la sugestión intrusita de Martin Joubert (Fabrice Luchini), un panadero normando, por una bella mujer en la que, a partir de su belleza, y constituida por su nombre, cree reconocer el destino fatal de la heroína trágica de Flaubert, y todo se sostiene pues en realidad es profesor de literatura y editor frustrado, Recién llegada desde Londres con su marido Charlie Bovery (Jason Flemyng) al pueblo en Normandía, Gemma, nombrada Madame Bovery (Gemma Arterton), que de ahí en adelante se instala la mirada obnubilada de Martin. El filme en realidad es un gran flash back en el recuerdo de nuestro panadero, a partir del hurto del diario íntimo de la heroína, sin que el espectador deba saber que sucedió, sólo la angustia por la ausencia de ella en el rostro de su marido En todo momento da la sensación de no dar en la tecla correcta, como si de escritura se tratara, del Emma original de la novela de Flaubert al Gemma hay una letra que sobra, del Charlie actual al Charles, o la modificación en el apellido de la pareja, podría pensarse como un error de teclado. Dicho de otro modo, toda la realización carece del tono necesario para terminar de ser consistente, creíble y definirse. Por supuesto que las referencias literarias no se agotan en los nombres, tenemos el arsénico, elemento fatal de la novela, el descubrimiento de la infidelidad de Gemma, o hasta una mención a Oscar Wilde con “la vida imita al arte”. Sólo la equidad entre Emma y la Gemma de Fontaine es lo que dudan de sí mismas, casi proclives a la baja autoestima en referencia al amor, frágil al extremo, viviendo de manera constante en la incertidumbre sentimental. Si bien la construcción de sus personajes principales, con la carnadura expuesta por el siempre eficiente Fabrice Luchini, así como la presencia de la actriz inglesa, llena de gracia y sensualidad, desde la pantalla produce en la platea masculina lo mismo que al pobre panadero. El problema es que desde la posición voyerista de Martin cobran mucha importancia aquellos que se establecen en el lugar de la envidia, razón que le da el titulo establecido al filme para su estreno local. Pero todos, y cada uno de estos personajes, aparecen difusos, mal construidos, el nombrado Charlie Bovery, otros además con muy mala performance de sus actores que no los hacen admisibles, tal el caso de Hervé de Bressigny (Niels Schneider). El punto más alto de la inverosimilitud está dado en el final de la historia que no es coincidente con el final del relato cinematográfico. La galanura expuesta desde la proposición fluctúa de la celotipia del personaje por fuera de lo literario, el erotismo vacuo, mal entendido en un tono de drama que no termina por desarrollarse, y la utilización mal aplicada de los resortes de la estructura típicamente de comedia sólo el final surte el efecto esperado. Lo mejor: las actuaciones, el rostro y los ojos del personaje masculino y la sensualidad establecida en el rostro y el cuerpo de ella.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Directamente desde Francia llega La ilusión de estar contigo, historia inspirada en la obra maestra de Gustave Flaubert. La tranquila vida de Martin, un panadero de pueblo, cambia por completo el día que conoce a su nuevos vecinos, los británicos Gemma y Charles Bovery. Del realismo literario al cine La Ilusión de Estar Contigo –cuyo título original es Gemma Bovery– es una adaptación de la novela gráfica de Posy Simmonds, quien en clave de humor aprovecha una de las obras máximas de la literatura realista (Madame Bovery, de Gustave Flaubert) para narrar una trama de deseos insatisfechos y obsesiones poco saludables. Si bien gran parte del peso existencial de la novela se pierde en esta película, hay suficientes referencias a Madame Bovary como para mantener un puente entre la literatura y el cine que los fans literarios pueden llegar a disfrutar. Madame Bovary fue un éxito absoluto cuando salió en 1856, y era tan sexy como estaba permitido en el mundo del siglo XIX, y hasta un poco más. La historia se publicaba por entregas y las mujeres se morían por leer los íntimos encuentros sexuales de la protagonista, Emma Bovary Hice una nota completa de la novela en mi blog. Lo cierto es que no es preciso conocer nada de literatura para disfrutar de esta sensual y gratificante película. A pesar de ser una película menor, reservada, cumple en entretener y presenta un gran final que va a tomar desprevenido a más de uno. Un paseo por el bovarismo La vida de Martin –un ex profesor, apasionado de Flaubert, que agotado de Paris se puso una panadería en Normandía– da un vuelco el día que sus nuevos vecinos llegan al pueblo. Su nueva vecina, Gemma, está aburrida, ociosa, sin obligaciones, y Martin logra ser testigo de cómo ella se deja llevar por un laberinto de pasiones y amantes. La relación entre Gemma Bovery (la hermosa actriz británica Gemma Arterton) y el panadero (un impecable Fabrice Luchini) es el aspecto más interesante de la obra. Martin, preocupado de que su vecina sufra el mismo trágico final de la heroína literaria, comienza a obsesionarse con la vida de ella, a espiarla y hasta a involucrarse en sus asuntos más íntimos. La ilusión de estar contigo tiene un matiz de comedia (con tintes irónicos) pero no es una película de risas fuertes. Es tranquila, tiene una muy bella ambientación y una propuesta musical que resultó acertadísima. La directora francesa Anne Fontaine hizo un buen trabajo al hacer que el espectador se preocupe genuinamente por el destino de los personajes. Conclusiones La mirada fascinada y perturbadora de Fabrice Luchini, la incuestionable sensualidad de Gemma Arterton y un guión que juguetea sutilmente con la obra literaria de Gustave Flaubert son motivos para darle una oportunidad a La ilusión de estar contigo. Especialmente se aprecia un final sorprendente donde todos los puntos argumentales se unen para dar un cierre perfecto. Si bien no se trata de una película especialmente memorable, es una linda y pequeña historia que se disfruta de principio a fin.
El primer largometraje de ficción de Claudio Remedi fue grabado con mayoría de intérpretes no profesionales en Berisso y sus alrededores , siguiendo los ultimos días de clase de dos niños y sus familias. Niñez sin internet Noemí y Sergio tienen carácteres distintos pero se apoyan mutuamente para llenar los huecos que dejan sus familias desmembradas; son compañeros de escuela, juegos y aventuras en un suburbio industrial que dejó atrás hace tiempo sus tiempos de esplendor. Entre escuela y juegos se enteran a medias de las dificultades que enfrentan los adultos porque como en la realidad, su vida viaja en paralelo a la de los niños sólo para cruzarse en algunos momentos convenientes. La madre de Sergio resiste el maltrato y el acoso en su trabajo para sostener su hogar. El padre de Noemí debe soportar a la religiosa hermana de su difunta esposa porque sabe que sin su ayuda su hija no comería todos los días. Aunque es un militante obrero acostumbrado a la lucha, al mismo tiempo se lo siente resignado y prefiere ver a su hija al cuidado de alguien que lo desprecia antes que verla desatendida. Quizás por saber que cuando termine la escuela su tía la llevará lejos, Noemí insiste en cavar en un rincón de su jardín donde afirma haber soñado que su madre enterró algo y Sergio, que la seguiría en cualquier aventura, se une al juego imitando a los arquélogos como le enseñaron en una excursión al museo. No saben lo que va a encontrar pero el único recuerdo que ella tiene de su madre son algunas pocas fotos que su tía atesora y ansía descubrir el secreto enterrado para reclamarlo como propio esperando que sea algo que la conecte con su ausencia. Aunque tiene un par de detalles para ser un retrato interesante de un entorno que no se suele ver mucho en la pantalla, La Ilusión de Noemí tiene muchas dificultades para contar una historia, un poco por las complicaciones que agrega el trabajar una mayoría de intérpretes vocacionales y especialmente con chicos, pero principalmente porque no parece tener mucha intención de contar algo más allá de mostrar un entorno social de carencias y solidaridad entre vecinos que hacen lo que pueden para mantenerse a flote y darle a sus niños una infancia lo mas digna que puedan. Pero no hay un relato atado a eso, la película podría empezar a seguir los personajes dias antes o terminar días después sin que el conjunto se vea afectado de forma que por momentos sigue pareciendo un documental antes que una obra de ficción por más que tiene algunas secuencias visualmente prometedoras y una banda de sonido bastante interesante. Conclusión La Ilusión de Noemí deja un par de indicios que insinúan una búsqueda por el camino del realismo mágico pero nunca logra estructurar una historia y no va mas allá de un retrato social que apenas mira de lejos los conflictos de una clase obrera en desaparición.
Fantasías novelescas o remedando a Flaubert El paisaje rural de Normandía inspiró a Gustave Flaubert para escribir la novela por la cual trascendió y se consagró como un gran escritor: Madame Bovary. Eso ocurrió a mediados del siglo XIX. Desde entonces, el libro es considerado un clásico de lectura ineludible para los amantes de la literatura, en todo el mundo. Martin, el protagonista de “La ilusión de estar contigo” o Gemma Bovery (su título original) es un hombre de mediana edad que luego de vivir un tiempo en París, regresa a la región de Normandía a hacerse cargo de la panadería que era de su padre, en un pueblo ubicado en ese lugar privilegiado de la campiña francesa. Mientras amasa el pan y los croissants, su mente divaga. Se siente un poco desmotivado y algo decepcionado, porque pensó que allí iba a encontrar un refugio donde desarrollar sus inquietudes espirituales, en un ambiente alejado del vértigo y el materialismo voraz de la gran urbe. Martin tiene una esposa, que trabaja con él en el negocio familiar, y un hijo adolescente. Tiene un buen pasar, pero... se aburre. Siente que su vida es rutinaria y carente de emoción. Hasta que un día, observa que llegan vecinos nuevos a instalarse en una vieja casona, justo enfrente de su vivienda. Impulsado por la curiosidad, va a recibirlos para darles la bienvenida al barrio. Así se entera de que se trata de un matrimonio británico que eligió ese lugar para vivir. Son Gemma y Charles Bovery. Al escuchar sus nombres, Martin da un respingo, ya que le recuerdan los personajes de su novela preferida: precisamente Madame Bovary. Y la belleza y sensualidad de Gemma actúan sobre él como un potente despertador de todos sus sentidos, encontrando en ella un interés sexual que le pone un nuevo y apreciable condimento a su monótona vida. Picado por la curiosidad, no resiste la tentación de espiar a sus nuevos vecinos y trata de cruzarse con ellos cada vez que puede. Algo que ocurre con frecuencia, dado que Gemma se hace cliente de la panadería. El caso es que Martin vive entre la realidad y la fantasía. Es un voyeurista consuetudinario y de alguna manera quiere intervenir en la intimidad de la mujer, hablándole incluso de su parecido con el personaje de la novela. El matrimonio de Gemma y Charles pasa por algunos momentos de conflicto, debido a algunas infidelidades de ella y cierta desatención de parte de él. Todos sucesos que tienen sumamente intrigado a Martin, que cada vez encuentra más semejanza entre los personajes inventados por Flaubert y lo que está ocurriendo, justo ante sus ojos. La mente de Martin se va impregnando de ideas novelescas y fantasías un tanto supersticiosas. Como si se tratara de una especie de jugada del destino, o algo así. La película tiene un tono de comedia melancólica, con un protagonista afectado por un spleen baudelairiano, en un mundo que va perdiendo el contacto con sus raíces y que se va globalizando cada vez más. El relato de Anne Fontaine, cuyo guión escribió junto a Pascal Bonitzer, está basado en una novela gráfica de Posy Simmonds, y tal vez por eso semeja una maqueta, que si bien es visualmente vistosa y la historia es amena, carece de la profundidad psicológica y dramática de la novela de Flaubert, a la que pretende rendir homenaje.
Noemí nos lleva de la mano a su mundo, por momentos toma el control de la historia y nos deja ver que su madre murió en el parto, casi sin conocerla y que es criada (con mucho sacrificio) por su padre y su tenebrosa y religiosa tía abuela (quien vive a metros de su casa) que representará una sombra oscura que solo quiere alejarla de sus afectos. Noemí se expande y este film nos muestra más de su mirada sin concentrarse en su propia vida: nos señala la amistad con un varón, su mejor amigo Sergio, quien lucha con la presencia de un padre ausente que casi no aporta ni social ni económicamente, y una madre decidida a conseguir trabajo y a tomar el rol paterno de aquel que falta. Esta niña, por momentos misteriosa y por momentos muy adulta nos conduce por el colegio, por las vivencias de las peleas entre varones, por las lecciones de escuela, por el cine de barrio, por la soledad y por su nueva actividad favorita: la arqueología. Siguiendo este gusto recientemente adquirido, descubre tras una excavación en su jardín junto a su amigo Sergio una caja sellada con candado y se aferra a ella fuertemente hasta poder dar con su combinación y poder librar sus secretos al mundo. Lejos de la tecnología que tanto nos abruma, que apabulla a los más pequeños con dispositivos y que anima a la eterna permanencia en las comodidades de un hogar, esta historia se basa en todo lo contrario: los protagonistas salen a la calle, sus experiencias serán su divertimento y su combustible y las situaciones diarias su mundo. El director de esta película, Claudio Remedi, nos muestra junto a la mirada de una niña y de forma absolutamente fiel las desavenencias de la clase trabajadora, las diferencias entre subalternos y jefes, la miseria de un sueldo en un astillero, las ganas de comer bien y no poder, los desacuerdos familiares y la poca familia que queda luego de una separación o de una viudez. Este director especialista en documentales, escribió el guión de La ilusión de Noemí para poder mostrar esta mirada de la vida en el conurbano bonaerense junto a la vivencia de una estrecha amistad entre una nena y un nene (prestos a ingresar a la adolescencia). En este film se haya mucha impronta a lo religioso, el personaje de la tía abuela de Noemí dará muestras fieles a este aspecto tan particular. En esta realización hay muchísima relevancia a lo visual, los planos son limpios y abiertos, aún en escenografías pequeñas que necesitan mostrar la humildad de un hogar o el día a día en un aula de escuela. La fotografía cuenta de forma poética las dificultades del entorno y mezcla la magia de su indómito paisaje que nos da una vista desconocida de Berisso, La Plata y del recreo de la Isla Paulino. Las tomas surgen con mucho punto de fuga, picados y contrapicados muy pocas veces vistos en el cine y bien colocados y un carácter estático muy recurrente en las tomas ya que las escenas con travelling son pocas y contadas. El sonido y la música son conocidos... son los ruidos del verano, las chicharras, las bocinas de algunos buques, el tic tac de un viejo reloj de pared y los latidos de un corazón. Sólo al aproximarse el final, surge una canción con letra, la cual fue escrita por el director de este film y revela de forma tierna el pasaje de las tomas finales. La ilusión de Noemí cuenta con un factor en contra: no hay conexión entre el estado anímico de los actores y la historia de sus vidas. El guión es acotado, no hay diálogos que inviten a la reflexión, solo imágenes que nos llevan por las vivencias propias y externas. Faltó este componente. Por lo demás, este film es un sueño, es una experiencia surrealista que nos devuelve a los tiempos de una vida más simple.
Gemma Bovery busca jugar con la idea de que la literatura es más amplia que la vida con esta propuesta de una (pos)moderna Madame Emma Bovary al cambiarle una vocal al apellido, añadirle una consonante al nombre y, por supuesto, emulando algunos episodios de la famosa novela de Gustave Flaubert. Todo esto resulta muy simpático e, incluso, tontamente gracioso por la ligereza en el tono de la película. Luchini y Arterton lideran la película por caminos paralelos pero distantes. Mientras que Luchini nos previene con sensatez sobre los tropiezos de Bovary para que Bovery no caiga en ellos, Arterton va tentando a los hombres que encuentra a caer con ella en sus errores. Y probablemente sea las relaciones entre hombres y mujeres en la película lo más fascinante de ésta. Los hombres caen entrampados ante sus mujeres y, eventualmente, ante Gemma Bovery. Cometen los mayores tropiezos que revelan, más que inmadurez, una capacidad terrible de ser tentados por una "mujer banal", como lo dice la esposa de Martin. Los hombres casi son reducidos a objetos sexuales, particularmente Hervé (Niels Schneider), que se pelean por la atención de Gemma. Las mujeres son, al menos, más precavidas. Incluso Wizzy (Elsa Zylberstein), quien es la más banal y sólo atiende a su físico, se reservan a preocuparse por sus maridos y atender sus casas y sus trabajos. El ritmo de la película termina por decaer con un final apresurado que reúne los tres puntos de vista de una muerte. Es aquí donde el guión intenta condensar fallidamente tres miradas de la muerte, pero resulta un mero artificio que nada resuelve sobre la historia. Al segundo intento, lo que puede ser una novedad sobre lo que ocurrió, resulta risible. Sin duda, la otra fortaleza del filme es su humor ligero pero puntual. En particular, la relación de Martin con su hijo nos recuerda que todo esto es un chiste, una ilusión de Martin por mantener el interés dentro y fuera de su panadería; una ilusión que lo trae un poco más hacia la literatura y un poco menos hacia la realidad, como en un vaivén parecido al final donde nuestra mirada se pierde poco a poco entre el paisaje y la nieve, entre una conversación equivocadamente graciosa entre un vecino y una nueva vecina. Puede que a fin de cuentas la vida no replique el arte esta vez, pero otras muchas veces sí lo ha hecho.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030