Muros derribados Nicolas Pesce es la más reciente víctima de la tradición hollywoodense de incorporar a directores del circuito independiente de su país o importarlos desde geografías lejanas, no como una estrategia para oxigenar el sistema de estudios sino más bien como un “recurso” destinado a tratar con realizadores maleables dando sus primeros pasos en el mainstream, cobrando suculentos cheques y sobre todo aún no asqueados por cómo funciona el esquema marketinero y bobalicón de la industria cultural desde la década del 80 del siglo pasado hasta nuestros días. El neoyorquino había dirigido con anterioridad la maravillosa The Eyes of My Mother (2016) y la fallida aunque bastante interesante Piercing (2018), sin embargo para su tercer proyecto decidió apartarse de sus orígenes y sucumbir en una entrega de una franquicia que pasó a mejor vida desde hace muchísimo tiempo, la de The Grudge/ Ju-On. La Maldición Renace (The Grudge, 2020) es el producto deficitario de turno y -como tantos otros del Hollywood contemporáneo- nunca se decide del todo entre ser una continuación o un reboot de la saga que creó Takashi Shimizu con aquella andanada de películas que todos conocemos, hablamos de los dos directos a video del 2000, la dupla japonesa orientada a las salas de cine de 2002 y 2003 y la correspondiente remake norteamericana y su secuela, El Grito (The Grudge, 2004) y El Grito 2 (The Grudge 2, 2006). Pasando por alto a El Grito 3 (The Grudge 3, 2009) y adoptando lo que se dio en llamar el formato de “sidequel” con vistas a cubrir una historia paralela a la del film del 2004, ahora la trama nos vuelve a presentar una narración en mosaico con distintos grupos de personajes que se mueven entre ese año y el 2006 y quedan atrapados por una retahíla de circunstancias de lo más azarosas. El guión de Pesce se sostiene en jump scares poco inspirados, un tono taciturno y una estructura repleta de saltos innecesarios en el tiempo como si a esta altura del partido todavía se pudiese generar suspenso en torno a qué está sucediendo luego de nueve films nipones y cuatro estadounidenses: en esencia todo sigue igual en esta combinación entre los latiguillos de la casa embrujada, los fantasmas vengadores y esas posesiones que tienen mucho de ilusiones inducidas por los espíritus psicóticos en cuestión, no obstante Kayako Saeki -la señorita tenebrosa que acecha a quienes visitan determinada casa de Tokio- aquí es reemplazada casi por completo por los espectros de los que padecen esta maldición en cadena que se traslada a Estados Unidos y cobra víctimas entre la fauna de incautos que desconocen que los muros entre las tierras de los vivos y los muertos han sido derribados. Sin duda lo mejor de La Maldición Renace es su extraordinario elenco, con luminarias de la talla de Andrea Riseborough, Demián Bichir, Lin Shaye, John Cho, William Sadler y hasta Jacki Weaver, pero ni siquiera semejante seleccionado nos salva de una previsibilidad irreparable que llena a la propuesta de momentos soporíferos y/ o redundantes al extremo. Las evidentes buenas intenciones de fondo de Pesce y su cruzada bien ingenua en pos de construir algo valioso o profundo no derivan en una nueva pátina de vitalidad para la franquicia y -aún peor- caen por debajo de exploitations más autoconscientes y eficaces como Sadako vs. Kayako (2016), la mixtura deliciosamente ridícula entre los universos de The Grudge y The Ring/ Ringu. Hoy por hoy el cansancio claramente terminal de los sustos cronometrados se hace muy patente, las poses dramáticas no convencen a nadie y la falta de verdaderas sorpresas señala un estancamiento mortuorio porque las dos obras originales, Ju-On (2000) y Ju-On (2002), jamás pudieron ser superadas en términos artísticos por ninguna de las remakes o continuaciones dentro de un lote destinado al olvido inmediato…
El agotamiento de las franquicias de terror corre por dos caminos diferentes. Por un lado la repetición de una fórmula hasta destruirla y por el otro la confusión que representan estos films para los que no se han acercado anteriormente a los films de una serie. La maldición renace tiene suficiente material para entretener a los espectadores, excepto por el hecho de que los trucos para asustar repiten los peores lugares comunes del género. Golpes de efecto que van molestando escena tras escena. Al igual que las películas originales, la película se cuenta en un orden no cronológico a través de varias historias diferentes. Después de que una joven ama de casa asesina a su familia en su propia casa, una madre soltera y un joven detective intentan investigar y resolver el caso. Más tarde, descubre que la casa está maldita por un fantasma vengativo que condena a quienes entran con una muerte violenta. Ahora, ella corre para salvarse a sí misma y a su hijo de los espíritus demoníacos de la casa maldita en su vecindario. A pesar de las fallas constantes, algo de ambición no deja de percibirse en el proyecto. Buenos actores y un montaje un poco más complejo de lo habitual no alcanzan para justificar el acercarse a un título como este. El cine de terror ya puede ir cerrando esta franquicia y varias más, después de todos ya estamos en el 2020.
La maldición renace es una película que sigue los pasos de su predecesora más conocida como The Grudge (Traída aquí como El grito o la maldición) , que nos trae al espíritu de turno importado desde Japón. Este espíritu extranjero quiso alojarse en una casa de los estados unidos para atormentar a cualquiera que cruce sus puertas. Es así como somos presente de un film con muchos saltos temporales y no tantos sustos. En resumen, una maldición surge cuando alguien muere en una situación extrema de ira o pena, y está maldición persigue a quien se le atraviesa hasta la muerte. Es así como la maldición proveniente de Japón decide tomarse un viaje a los estados unidos con una mujer que escapa del país por el espíritu que la atormenta. Pero resulta que esta mujer trajo consigo al espíritu en el vuelo y sin declararlo en la aduana, así que cuando llega a su casa, ese lugar es testigo de un crímen que seguirá atormentando en el futuro. Y es en ese futuro o en el mismo presente, cuando una policía un poco pasada de curiosa entra en la casa por la investigación de un caso que aparentemente está conectado con el crimen de años atrás. Y de este modo, revivimos todos los hechos que sucedieron con la gente que puso los pies en esa casa y fueron maldecido , para tratar de entender lo que le pasa a la protagonista en el presente. El film es un conjunto de historias un poco enredadas y que al final no llega a dar muchas respuestas, si algunas dosis de sustos que no terminan de funcionar. El film tiene una ejecución interesante, al menos en la forma en que se narran los hechos, pero es tan lento y vacío el contenido que termina provocando algunos bostezos. Los añadidos que tiene la película para entrar en el género de terror parecen estar sacados de una guía para directores que quieren hacer películas de miedo, que van desde los recursos del espíritu que te persigue a paso lento, el truco de cerrar los ojos para no tener miedo, la visita al psiquiátrico para terminar de creer lo que pasa y demás. Así que no es una mala película, tal vez si bastante genérica, con un buen apartado técnico, pero que no termina sobresaliendo. La maldición renace es una película que nos trae la historia de personas perseguidas por una maldición, que tiene una forma interesante de narrar los hechos pero que no termina cumpliendo su función, mantener al espectador intrigado y dar algo de miedo. Una pena que Sam Raimi este detrás del proyecto en la producción, porque con algo de su influencia, esto quizá hubiese sido más interesante y menos genérico. Calificación 4/10
He aquí una película que desaprovecha oportunidades. Cuando le presenta al espectador su estructura de enorme puzzle en el que nada ni nadie es lo que parece, el climax logrado entre las idas y venidas en el tiempo, con algunos sobresaltos propios del género del cual proviene, suma, pero cuando decide mantenerse fiel al más irrisorio espectáculo de terror, sangre y vísceras, pierde fuerza y misterio. Así y todo, y gracias a las convincentes interpretaciones de un elenco potente, esta maldición renace de manera interesante.
El 2020 no empezó de la mejor manera para el género de terror, esperemos que remonte con propuestas más decentes en los próximos meses. La hora de tu muerte es bastante mala y cuesta muchísimo encontrar alguna virtud que permita justificar su recomendación. En este caso intentaron refritar el concepto de Destino final sin mucha inspiración y el espectáculo que ofrece la ópera prima de Justin Dec no hace el mínimo esfuerzo por darle una vuelta diferente al mismo concepto. Todos los supuestos momentos de horror son un compilado de clichés predecibles, centrados en el típico jump scare, y durante el desarrollo de la historia el director nunca consigue presentar alguna situación decente de horror y suspenso. Lo peor de todo es que después de la media hora se vuelve muy aburrida porque el contenido de terror brilla por su ausencia. En el medio del conflicto metieron también toda una subtrama relacionada con el acoso sexual, completamente forzada, con la burda intención que la película toque alguna temática relevante de la actualidad. La película está pensada para entretener a un público pre-adolescente que tal vez pueda encontrarla más atractiva como ocurrió con la última entrega de Annabelle. Se puede resaltar que el reparto al menos es bastante decente, donde brinda un trabajo muy digno Elizabeth Lail, recordada por su interpretación de Anna, de Frozen, en la serie Once Upon a Time. La actriz hace lo que puede con el material mediocre que tenía disponible y su labor consigue que el tedio sea un poco más llevadero. En resumen, una película mala de esas que podés encontrar en abundancia en la programación de Netflix.
Tras las películas de terror Ju-On, impulsadas por el cine japonés y que conocieron versiones estadounidenses, llega este “reboot” que toma una casa maldita como foco del terror. Y el grito gutural que fue una marca registrada casi veinte años atrás se impone con menor efectividad. La acción de La maldición renace se inicia en 2004, en Tokio, con Fiona Landers (Tara Westwood), una enfermera estadounidense que huye despavorida del lugar y vuelve a su hogar en Pensilvania. Una nueva casa. Un nuevo comienzo, y una maldición que parece no tener fin y se extiende a todo grupo familiar. El relato dirigido por Nicolas Pesce hereda el espíritu de la película original e imprime un clima de ribetes policiales que va y viene en el tiempo, e hilvana varias historias que parecen no tener conexión. Este rompecabezas fantasmagórico es investigado por la detective Muldoon (Andrea Riseborough), una madre soltera que cría sola a su pequeño hijo, vuelve a fumar mientras sigue una serie de extraños crímenes y cuenta con la ayuda del policía Goodman (Demian Bichir). De este modo, desfilan por la trama un matrimonio de agentes inmobiliarios que espera su primer hijo; una pareja de ancianos (ella con demencia senil y encarnada por Lin Shaye, el rostro emblemático de la saga La noche del demonio) que comienza a experimentar cambios de conducta, y los miembros de la familia Landers, que cayeron bajo la maldición del espíritu violento. La propuesta toma como punto de partida el filme escrito y dirigido por Takashi Shimizu en 2002 y dispara el terror hacia otras direcciones. Hay posesiones, un policía enloquecido (William Sadler) y, en ese sentido, se percibe el tono oscuro de Sam Raimi en su rol de productor, dentro del estilo de Posesión infernal. El terror diurno que se ve al comienzo deja lugar a los ambientes cerrados y amenazantes con presencias que se deslizan en la oscuridad, entre habitaciones de niños y cámaras de seguridad. Pero todo fue visto antes y mejor: desde la niña atemorizante que emerge de la bañera y monstruosidades varias que se mueven como “muertos vivos” a lo largo de una hora y media, en la que sólo se acumulan sobresaltos y pocos sustos. Una lástima porque la historia prometía más. Esta vez, el rencor de la casa queda ronco.
El fin de la franquicia En lo que va de este 2020, otro film supuestamente de terror sobrenatural que lejos de aterrorizarnos, apenas provoca algunos sustos aislados y algo de aburrimiento. El inicio de La maldición renace (The grudge, 2020) es interesante, sin embargo no siempre un caso criminal nos hace partícipes de una investigación e invita a sumergirnos en la trama. Nicolas Pesce (The Eyes of My Mother, 2016) es el realizador y además co guionista de este "semi-reinicio" de la serie de películas de The Grudge, que a su vez se basan en la película de terror La maldición renace (2004), escrita y dirigida por el japonés Takashi Shimizu. Una casa encantada por un espíritu vengativo maldice a todos aquellos que entran en el lugar, llevándolos a tener una muerte violenta. La detective y madre soltera, Muldoon (Andrea Riseborough) junto al detective Goodman, experto pero derrotado (Demián Bichir), llevarán a cabo la investigación del caso. Una puesta en escena insulsa desperdicia un reparto de renombre y experimentado, sumado al uso de la música, que parece ser solo un complemento, ambos recursos que aportan mucho en películas del género. Pero el verdadero defecto es un guion predecible, desordenado y pretencioso que confunde al espectador al saltar de un tiempo a otro de manera muy abrupta, desconectando a los personajes protagonistas -y al espectador- de la historia principal. El director Nicolas Pesce logró propuestas interesantes y atractivas, vislumbra su estilo en la manera de provocar repulsión más que terror. Algo positivo puede ser lo lúgubre de las locaciones y el trabajo del maquillaje que no alcanzan para logran un producto efectivo. Esta propuesta es tan solo otro intento más que subestima al espectador en búsqueda de terror. Hollywood tendría que considerar seriamente darle fin a esta franquicia. Por el bien de todos.
Entre fines de los 90 y principios del 2000 empezamos a escuchar del J-Horror, el cine de terror japonés que, al igual que el J-Pop, se transformó por aquel entonces en otro producto de exportación del país asiático. Japón tiene una larga tradición de cine del género, pero fue en el cambio de siglo que se hizo más popular en occidente de la mano de dos series de films y dos realizadores claves para entender ese fenómeno. Uno es Hideo Nakata con la serie Ringu (The Ring, en versión internacional), el otro es Takashi Shimizu con su respectiva serie Ju-On (The Grudge), cuyo primer largometraje está cumpliendo 20 años esta semana. El J-Horror fue en su momento una movida fresca e innovadora, con personalidad propia y el mérito de haber devuelto la genuina sensación de miedo a un género que en aquel entonces apenas podía acudir al gag y el refrito. Nakata y Shimizu con sus respectivas obras se convirtieron en referentes ineludibles y Hollywood, siempre desesperado por ideas nuevas, no tardó mucho en convocarlos y exportar sus creaciones. Es así como para el 2002 la serie The Ring lanzó su remake norteamericana y para el 2004 lo mismo sucedió con The Grudge, producida por un prócer del género como Sam Raimi y dirigida por el propio Shimizu quien reprodujo su historia y su estilo de manera bastante efectiva en una primera película y de manera más deslucida en una segunda. Hay además una tercera que solo produjo y de la que casi nadie se acuerda. Las entregas se reprodujeron como las víctimas de las respectivas maldiciones tanto en Estados Unidos como en Japón llegando a la apoteosis con Sadako vs. Kayako, film japonés de 2016, que enfrentaba a los dos principales fantasmas de ambas franquicias. Y así, mientras Hideo Nakata sigue tratando de ordeñar su criatura, de aggiornarla a los tiempos que corren con la reciente El aro (2019) que fue recibida con muy poco entusiasmo, Shimizu optó por soltarle la mano a la suya y dejar que otros se encarguen de exprimir el jugo que aún pueda quedarle. Raimi, productor de las primeras remakes, retomó la franquicia y convocó para dirigir una nueva entrega a Nicolas Pesce, un joven realizador que viene de hacer ruido con films que mostraron elementos de terror y de thriller retorcido. Aunque la idea original era hacer un reboot de la serie, La maldición renace, es una secuela de la primer remake de 2004 y, según Pesce se ubica entre la primera y la segunda. Hay un relato en cuatro tiempos repartidos en cuatro líneas de acontecimientos y personajes que transcurren entre 2004 y 2006. La primera comienza en el momento que una enfermera trae consigo la maldición desde Japón a Estados Unidos y termina matando a su familia después de ser visitada por los fantasmas que la acosan. La última (y que es de algún modo el presente del relato) muestra una detective policial investigando los hechos ocurridos en la casa que es nuevo hogar de la maldición y que desde entonces viene atormentando y cargándose a quienes tienen la pésima idea de entrar. Un relato en cuatro tiempos que se hace de manera alternada y en un orden no cronológico como para ir armando el rompecabezas. Esta estructura fragmentaria, que ya estaba de algún modo presente en la original japonesa de 2000, es una de las cosas que mejor funciona. En esta versión íntegramente norteamericana, los fantasmas protagónicos que vinieron recorriendo la saga, el niño Toshio y la temible Kayako, tienen una participación mínima, reemplazados por los de la familia de la enfermera, en particular su hija, la pequeña Melinda. Hay sin embargo algunos guiños a las predecesoras, como el perturbador sonido que Kayako hace con la garganta o la célebre escena de la ducha, pero el origen japonés es apenas citado. Del mismo modo el estilo y las atmósferas tan particulares de la saga y que hicieron bastante para darle forma al J-Horror tampoco son de la partida. A juzgar por las dos películas anteriores de Pesce (que no son tantas como para sacar conclusiones pero es lo que tenemos), el realizador pareciera estar más interesado en un horror más terrenal y corporal, con personajes perturbados de rasgos perversos o psicopáticos. En su película anterior, Piercing (2018) citaba directamente al Giallo incluso desde la banda sonora, mientras que su primer film The Eyes of my Mother (2016) podría pensarse como una versión refinada de The Texas Chainsaw Massacre. Será quizás por eso que muestra mayor cuidado en las reacciones que la maldición provoca en las víctimas, que incluyen diversas formas de locura, mutilaciones y asesinatos, mientras que las apariciones de lo sobrenatural son anodinas y deslucidas, resueltas con el típico y aburrido recurso del jumpscare que no apela más que al sobresalto. Se nota un intento del realizador de construir atmósferas que de algún modo funcionan, pero que se arruinan completamente cuando los fantasmas saltan desde la oscuridad de la manera más previsible y ruidosa, como si no se pudiera sostener la tensión y hubiera que sacarse el trámite rápidamente de encima. El gran ausente en La maldición renace es el miedo, aquello que el J-Horror originalmente había vuelto a traer y en una triste parábola volvió a quedarse afuera. Los films ahora clásicos de la movida seguramente resisten una nueva visión y posiblemente sigan produciendo escalofríos después de 20 años de estrenados, pero su legado está desdibujado y su influencia se volvió anecdótica. Sus imitadores repitieron sus recursos hasta volverlos lugares comunes y tomaron lo más superficial, como ese fantasma pelilargo y quebradizo que ahora vemos por todos lados. No es culpa de sus creadores y tampoco de realizadores como Pesce que para su versión no trata de reproducir aquel estilo. Quizás no sea una mala decisión, como por escapar de la repetición y el cliché, pero tampoco lo reemplaza por algo que sea más original, efectivo o inquietante. LA MALDICIÓN RENACE The Grudge. Estados Unidos, 2020. Dirección: Nicolas Pesce. Reparto: Andrea Riseborough, Demian Bichir, John Cho, Lin Shaye, Betty Gilpin, William Sadler, Jacki Weaver, Frankie Faison, Zoe Fish,Tara Westwood. Guión: Nicolas Pesce, historia de Nicolás Pesce y Jeff Buhler, sobre el film de Takashi Shimizu. Fotografía: Zack Galler. Música: The Newton Brothers. Montaje: Ken Blackwell, Gardner Gould. Dirección de arte. Bruce Cook. Producción: Takashige Ichise, Sam Raimi, Robert G. Tapert. Producción ejecutiva. Doug Davison, Joseph Drake, Nathan Kahane, Roy Lee, John Powers Middleton, Andrew Pfeffer, Schuyler Weiss. Diseño de producción: Jean-Andre Carriere. Distribuye: UIP – Sony. Duración: 94 minutos.
La detective Muldoon se muda a un nuevo poblado con su pequeño hijo, tras la dolorosa muerte de su esposo debida a un cáncer. Mientras se adecua a su nuevo trabajo, de a poco se ira interesando e involucrando en unas misteriosas muertes ocurridas varios años atrás. Lo que no sabe es que su curiosidad será su perdición. Luego de varios años desde la última entrega occidental de El grito, nos llega este intento de reboot/secuela donde pretenden re lanzar la franquicia, ahora centrándose netamente en una historia norteamericana. Y acá es cuando empieza el desastre de La maldición renace. Lo primero que salta a la vista, es que quieren relanzar la franquicia desde cero, y, por ende, respetan poco y nada el lore (la mitología) de las películas originales (ya sea la nipona o el primer remake norteamericano). Esto saldrá a la luz cuando expliquen el porqué de las muertes y el ente vengativo. Pero La maldición renace no solo es mala por eso. La historia está segmentada en cuatro sub tramas que son contadas de forma alterna: así es como vemos el “origen” en Norteamérica de la maldición, dos donde solo tendremos victimas para engrosar el número de fantasmas, y la supuesta historia principal donde veremos a la Detective Muldoon y su compañero (que tiene conexión con los eventos antes mencionados). El problema de esto, es que, al tener tantos arcos argumentales, no logramos empatizar con ninguno de los personajes, porque apenas conocemos sus motivaciones y miedos. A esto debemos sumarle la cantidad ya irrisoria que tiene la película de jumpscares. A esta altura, ya todos saben lo que son, y cualquiera que sea afín al cine de terror, va a ver venir los sustos con subidón de volumen incluidos, así que, si son asustadizos, van a poder prever los momentos de horror para desviar los ojos de la pantalla. De todas formas, no todo es malo en La maldición renace. Por suerte la película está bien actuada; por todo su elenco, desde el personaje más terciario, hasta el principal. Gracias a esto, y pese a la casi nula construcción de personaje, podemos sentir un mínimo de empatía por ellos y preocuparnos para ver si salen vivos o no. La maldición renace es un pobre intento de volver a traer a la actualidad una franquicia que ya en su tiempo no había terminado de cuajar en el público masivo. Viendo que ya van varios fiascos que pecan del mismo error, seria hora de replantearse si vale la pena intentar revivir viejas glorias, o pensar nuevos proyectos.
Nicholas Pesce retoma una nueva versión estadounidense de la larga serie japonesa “Ju-On” que nació para ser éxito en 1998. En el 2004 como “The Grudge” llegó la versión norteamericana, con un elenco encabezado por Sarah Michelle Guelar, fue dirigida por Takashi Shimizu, director de la serie original. A esa película le siguen tres secuelas. Ahora con la producción de Sam Raimi se plantea un nuevo comienzo, con referencias temporales, y toma varias historias que transcurren conjuntamente para observar un mal inmortal que vincula el fin de muchos humanos con una casa embrujada. Este film también comienza en el 2004 con una mujer que decide regresar a su casa, asustada, para caer en acontecimientos peores. Dos años después sigue con el trabajo de dos detectives, cercados por la muerte y muchas obsesiones. Luego aparecen otras historias, un matrimonio que esperan un hijo y son agentes inmobiliarios. Un anciano que cuida a su esposa demente y contrata a una experta para “ayudarla a morir”. Y finalmente una policía que investiga el tema a partir de un encuentro macabro y es compañera de uno de esos detectives mencionados. Todos esos destinos estarán conectados hacia el final con más o menos eficacia, en un film con sustos, suspenso y poco terror. Fantasmas conocidos, ruidos familiares, manos huesudas que ascienden al borde de una bañera y una sensación de un horror que nunca va terminar, simplemente hay que evitar esa casa a toda costa. Grandes actores veteranos como William Sandler, Jacki Weaver y Demian Bichir, esta maldición renace con defectos y virtudes para dejarnos sin esperanza.
"La maldición renace": ¿para qué? Con su mudanza a los Estados Unidos, la saga pierde lo mejor que tenía: la estética anclada en la tradición japonesa de fantasmas. No hace tanto el terror venido de oriente estaba de moda. En especial el de Japón, que fue donde la tendencia surgió en 1998 con el estreno de Ringu, segundo trabajo de Hideo Nakata, recibiendo el rótulo colectivo de J-Horror. El éxito del film no solo trajo dos secuelas y dos remakes bajo el título local de La llamada (The Ring), sino también decenas de “Salieris”. Entre ellos destacan Pulse (Kairo, 2001), de Kiyoshi Kurosawa, que ganó el Premio Fipresci en Cannes; Dark Water(Nakata, 2002) y Ju-On: The Grudge(2002), dirigida y escrita por Takashi Shimizu. Se trata de historias fantasmas de la tradición japonesa, como los Yūrei o los Onryō, y elementos tomados de disciplinas como el teatro kabuki, en las que los protagonistas son acosados por espíritus vengativos de mujeres que murieron torturadas o asesinadas de forma violenta. Todas tuvieron remakes Made in Hollywood, pero solo The Grudge se convirtió en una saga que hasta ahora acumulaba 13 episodios, diez en Japón y tres en Estados Unidos. Esta trilogía, conocida acá como El grito, hoy suma su cuarta secuela bajo el distraído título local de La maldición renace. El punto de partida es el mismo: cada persona que entra en esa casa de Tokyo en la que un hombre mató a su mujer, a su hijo y al gato negro de la familia, de inmediato comienza a ser perseguido por los fantasmas de las tres víctimas. Pero la saga americana aprovechó la capacidad de estos espectros de adherirse a los desafortunados intrusos, para desplazar la acción de forma progresiva de Japón a Estados Unidos con el correr de las secuelas. De modo que La maldición renace solo una breve escena inicial se desarrolla en la capital japonesa y luego el relato viaja a un pueblo del interior estadounidense, a donde una mujer llega trayendo la condena desde oriente. Que el estreno tenga lugar en medio de la histeria colectiva causada por el brote de coronavirus no es más que una casualidad sugestiva. La consecuencia de esa mudanza a los “States” es que la saga pierde lo mejor que tenía: la estética anclada en la tradición japonesa de fantasmas. Con ella se va la poca gracia que le quedaba. Ya no está ni la temible Kayako, con su piel blanca, los ojos enormes y el pelo larguísimo ocultándole la cara, ni su hijo siniestro. Ni siquiera queda el gato negro, cuyo maullido era una marca registrada en la creación de Shimizu. Ahora los fantasmas son como los de las peores películas de terror y sus apariciones siguen el ritmo burocrático de un guión que no exhibe ninguna idea atractiva e incluso se regodea en detalles estériles, como darle a la dirección de la comisaría del pueblo el número 999. Es decir: un 666 invertido. Una idea occidental y cristiana que traiciona al universo profundamente oriental de la saga. Pero ahí está el número, no una sino dos veces en la pantalla, sin que a nadie se le haya ocurrido decir: “Che, mejor saquemos esa pavada”. Lo único que acá se conserva del original es el funesto gruñido de Kayako, detalle que de todas formas carece de sentido, porque en La maldición renace nadie muere con el cuello roto como ella.
La maldición renace difícilmente marque el comienzo de una nueva etapa de películas inspiradas en el terror japonés, como sucedió a principios de la década de 2000. El film escrito y dirigido por Nicolas Pesce es un intento fallido de darles nuevos aires a las historias de espíritus que acechan a quien se atreva a entrar en la casa que habitan. La espina dorsal del relato es la historia de una policía que luego de enviudar se muda con su hijito a un pueblo en el que hubo una serie de muertes ligadas a una casa. A medida que va descubriendo datos de los distintos hechos, se muestra lo sucedido a través de flashbacks. Esta estructura que busca la originalidad tiene un efecto anticlimático, por la forma en la que cada una de las historias está cortada y retomada varias veces. Además, el rompecabezas no encierra un misterio atrapante para resolver. Tampoco se construye en la película un verdadero clima de terror y tampoco se profundiza en el origen de la maldición. Depende completamente de los sobresaltos (sonidos, apariciones repentinas) y de las imágenes repulsivas para asustar. El espíritu de pelo oscuro y largo que sale de una bañadera, típico de estas historias, no es suficiente para causar miedo. Lo más decepcionante de La maldición renace es que desperdicia a un elenco muy talentoso, encabezado por Andrea Riseborough, cuya presencia enigmática no logra salvar el film.
Texto publicado en edición impresa.
18 años después de la película original (y dieciséis de su remake hollywoodense) llega esta secuela/reboot de un clásico del cine de terror japonés: Ju-On. Todo comienza en Tokio en el año 2004 cuando Fiona decide regresar a Estados Unidos y se lleva con ella el fantasma de Kayako. Dos años más tarde, una nueva detective llega hasta el pueblo de Cross River. El primer caso que le asignan a Muldoon parece tener conexiones con uno inexplicable de tiempo atrás. Su compañero, Goodman, no cree en las casualidad. Para Muldoon el vínculo entre ambas series de muertes es demasiado claro, aunque no comprende qué ocurrió con las personas involucradas, qué los llevó a la locura.
En los 2000s las remakes del cine de terror japonés por parte de Hollywood fue furor. Siendo los máximos exponentes las sagas The ring y The grudge. Ahora llega una nueva entrega de esta última que a su vez es una especie de reboot/secuela de la original. Se hace cargo (de manera muy suelta) de los hechos ocurridos en el film de 2002 para lanzar la nueva historia. La premisa es la misma: quien entra a la casa se lleva consigo la maldición y tarde o temprano termina brutalmente asesinado. El director y guionista Nicolas Pesce no logra nada nuevo y ni intenta recrear la atmósfera japonesa. La película está plagada de jump scares (saltos de miedo) muy previsibles y por lo tanto no asustan por más que alguno te agarre medio desprevenido. Otro de los puntos flojos es los personajes. El elenco principal es bueno, pero no se luce. Tanto Andrea Riseborough como Damián Bichir están desperdiciados. Sus roles no tienen personalidad y deambulan por ahí porque sí y a los tumbos de un guión lleno de refritos. La maldición renace solo podrá ser disfrutada por un público inexperto que haya visto poco terror.
La Maldición Renace: La pesadilla continúa. ¿Recuerdan esa película japonesa sobre una casa maldita en la que habían asesinado a una mujer y a su hijo con profunda ira? De esa leyenda y de esa película hubo varias versiones. La que llega hoy a los cines haciéndole homenaje dista mucho de aquella. Para hablar sobre La maldición renace (2020), primero es necesario hacer una distinción fundamental. No es una remake y definitivamente no es una reboot. Para quienes no estén en tema, esta película de Nicolas Pesce (director de «Los ojos de mi madre» – 2016, una fábula de terror rural filmada en blanco y negro) no hace más que incorporar una nueva entrega al universo Ju-On que empezó construyendo Takashi Shimizu en 1998 con dos supuestas precuelas, para seguir en 2002 con dos películas estrenadas comercialmente, que se convirtieron en clásicos del género. Una remake hubiera supuesto una película idéntica a la original. Una reboot implicaría una versión totalmente diferente de la misma historia. Por lo tanto, La maldición renace no es ni una cosa ni la otra. Partiendo de los hechos, lo concreto es que esta nueva entrega comienza en el 2004 en la emblemática e inolvidable casa «embrujada» de Tokio, cuando una enfermera sale espantada alegando que algo raro ocurre dentro del lugar. Luego la vemos volviendo a su casa, con su familia, pero el momento en que realmente empieza esta nueva película es cuando una serie de extrañas muertes se conectan cada vez más con el paso de los minutos. Pero esta conexión ni siquiera será con la casa de Tokio, sino con la de la enfermera, en Pensilvania. Lo que La maldición renace nos muestra es que la mujer «arrastró» consigo toda esa oscuridad y maldad hacia su propio hogar, condenándose a ella misma y a toda su familia. Aquí es donde entran en juego dos detectives que investigan el caso que lleva años – el film va y viene en el tiempo, digamos, no es lineal, justamente para adentrarse en cada uno – hasta las muertes actuales. Los detectives son Maldoon (Andrea Riseborough, ni más ni menos que la protagonista femenina de «Mandy» – 2018) y Goodman (Demián Bichir, visto recientemente en «La Monja» – 2018, como el Padre Burke). Como dijimos, la trama se va tejiendo con flashbacks para reconstruir cada subtrama: la de un matrimonio de agentes inmobiliarios que espera su primer hijo, la de una pareja de ancianos que tiene a Lin Shaye, cuyo rostro ya es familiar en los films de terror; y la de la propia familia Landers, epicentro del horror y anfitriona de la «nueva» maldición. Una gran variedad de personajes desfilan y se conectan entre sí en un relato un tanto forzado, que deja de lado lo terrorífico de la primera Ju-On para dar lugar a lo detectivesco y darle preponderancia a la historia de Andrea Riseborough, que interpreta a una mujer viuda y sola con su hijo pequeño, que acaba de atravesar un hecho traumático: la reciente muerte de su marido debido a un cáncer fulminante. Aunque producida por Sam Raimi – también productor estrella de No Respires (2016) y Posesión Infernal (2013), entre otras del género – cuesta catalogar a La maldición renace como una película de terror. Sí tiene pequeños momentos de sobresaltos pero no deja de parecerse a las demás producciones que desembarcan en nuestro país. Lo único que provoca este factor es que extrañemos aún más a la original y que, incluso, pensemos que ningún intento por seguir contando la misma historia podrá ser igual a la primera jamás.
Una mujer sale asustada de una casa en Japón, llama por teléfono y dice que se vuelve a Estados Unidos, que sabe que debía quedarse más tiempo pero que hay algo malo en esa casa. The Grudge es la última entrega en esta franquicia, que intenta adaptar las películas orientales. Sin éxito alguno, este esfuerzo más reciente no sólo no da miedo, sino que aburre, se enreda en la trama y no ofrece nada nuevo.
La casa del rencor “La maldición renace” (The grudge, 2020) es una película de terror dirigida y escrita por Nicolas Pesce (Piercing). Producida por Sam Raimi, la cinta funciona como continuación y semi-reinicio de la saga norteamericana del mismo nombre (remake de la franquicia japonesa “Ju-On”). El reparto está compuesto por Andrea Riseborough (W.E., Black Mirror), Demián Bichir, John Cho, Betty Gilpin (A dog’s journey), Lin Shaye (La noche del demonio, Ouija), Tara Westwood, John J. Hansen, Jacki Weaver (El lado luminoso de la vida, The disaster artist), William Sadler, Zoe Fish, Frankie Faison, entre otros. En 2006, luego del fallecimiento de su esposo, la detective Muldoon (Andrea Riseborough) decide mudarse a Pensilvania junto a su pequeño hijo y su perro. Junto a su nuevo socio Goodman (Demián Bichir), Muldoon deberá descubrir cuáles fueron los motivos de la muerte de Lorna Moody (Jacki Weaver), la cual aparece dentro de su coche en el bosque, en muy raras circunstancias. Pronto, Muldoon se dará cuenta que ésta pérdida tiene conexión con la casa número 44 de Reyburn Drive, lugar maldito ya que cada persona que entra allí se termina topando con la muerte. Sintiendo que se está volviendo loca, la detective buscará la forma de que la maldición no llegue a afectarle a su hijo. Las películas de terror malas siguen llegando a nuestra cartelera. Con una clara falta de ideas nuevas, “La maldición renace” gira en torno a una casa embrujada, por lo que ya desde el vamos estaremos en presencia de una historia colmada de clichés. No solo eso, sino que también el filme presenta el mayor abuso de jump scares mal logrados. Cada escena tiene un momento “de miedo” que pretende hacernos saltar de la butaca, lo cual no se consigue salvo que ésta sea la primera película de terror que veas. De esta manera, en su hora y media de duración la obra de Nicolas Pesce, en vez de generar algún impacto, se vuelve cansadora por la utilización del mismo recurso una y otra vez. Por otro lado, la estructura narrativa falla estrepitosamente al conectar diferentes casos que ocurrieron en la casa de Reyburn Drive. Tenemos a Fiona Landers (Tara Westwood), la culpable de traer la maldición de Tokio a Estados Unidos, después hay un ex policía confinado a una institución psiquiátrica, luego viene el agente de bienes raíces Peter Spencer (John Cho) con una historia alrededor de su mujer embarazada; más tarde pasamos a la anciana loca Faith Matheson (Lin Shaye), la cual su marido cree conveniente que lo mejor para ella es la muerte asistida; por último, la detective Muldoon, que no tiene mejor idea que entrar a la casa de los fantasmas. Al pasar de trama en trama así porque sí, tanto el guión como el montaje no logran generar interés por ningún relato. Mediocre e insulsa, “La maldición renace” es una pérdida de tiempo de la que es mejor mantenerse alejado. Sin aportar nada nuevo, es hora de que los estudios dejen de hacer remakes o secuelas que nadie pidió y pasen a centrarse en desarrollar conceptos que por lo menos presenten una pizca de frescura.
Proveniente de versiones anteriores, basadas en “The Grudge”, “La Maldición Renace” nos ingresa a un mundo de terror y algunos sobresaltos. Básicamente, la leyenda cuenta que toda persona que muere presa de ira, genera una maldición, que va traspasándose en el tiempo de persona a persona. La película nos inmiscuye en la realidad de la detective Muldoon (Andrea Riseborough), recién mudada al pueblo luego de haber enviudado hace poco tiempo y con un hijo pequeño. Ella es quien pretende conocer los secretos la historia, a partir de un caso que se le asigna. Esto, le trae aparejadas nefastas consecuencias que no revelaremos siendo la pregunta puntual que se hacen los espectadores: “la maldición se extinguió o aún permanece en la casa”? La acompaña y ayuda su colega, el Detective Goodman (Demián Bichir), quien trata de no meter demasiado su cabeza en el tema, cosa que aumenta la curiosidad de su compañera. Dirigida por Nicolas Pesce, y con Sam Raimi en la producción, el film logra una estructura de rompecabezas al contar la trama que resulta atrapante, con constantes flashbacks que relatan los distintos casos, como el de John Cho (Peter Spencer) o el de Faith Matheson (Lin Shaye). Si bien es cierto que el film tiene momentos de intensidad, no es menos cierto, que sólo es un entretenimiento con buenas actuaciones y buena recreación de época. https://www.youtube.com/watch?v=sMzc0my_tlk ---> TITULO ORIGINAL: The Grudge ACTORES: Andrea Riseborough, William Sadler, John Cho, Betty Gilpin. Jacki Weaver, Demián Bichir. GENERO: Terror . DIRECCION: Nicolas Pesce. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 94 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 13 de Febrero de 2020 FORMATOS: 2D.
Una de horror con tradición japonesa. En los años 90’, en Japón, surgía un movimiento relacionado al cine de horror, el J-Horror. Un movimiento que más allá del golpe de efecto se centraba en el terror psicológico, en leyendas urbanas y fantasmas; más específicamente en los Onryō, espíritus que nunca partieron del mundo físico, y están motivados por un sentimiento de venganza. ¿Se acuerdan de La llamada y El Grito? ¿De la temible Kayako tomando una casa y martirizando a todos los que allí viven? Bueno, debido al éxito y a este modo novedoso de abarcar el terror, Estados Unidos puso el ojo (y el dinero) para realizar varios remakes. La Maldición Renace sería la cuarta entrega de esta serie de cintas norteamericanas, que forma parte de esta saga de tradición nipona. Por lo que el argumento es similar a sus antecesoras, todo surge cuando una mujer y su hijo son asesinados por un esposo celoso; este espíritu en pena se cobrará venganza con todos los que habiten en su antigua casa, y también arrastrarán su maldición quienes allí entren. Es el caso de una enfermera estadounidense, que trabaja en el país de Oriente, justo en esta casa con fantasmas rencorosos, y se lleva la maldición consigo cuando regresa a Norteamérica. El director, Nicolas Pesce, juega con los flashbacks para viajar en el tiempo y narrar los asesinatos y tragedias causadas por los espectros, para vincularlo en el presente con la protagonista, una investigadora policial que se muda a un pequeño pueblito para rehacer su vida junto a su hijito, después de sufrir la pérdida de su esposo. La historia tiene un dejo dramático como aporta el horror japonés, son todos seres que han sufrido y sufren mucho… los vivos y los muertos. Pero un guion algo fallido, sumado que no hay una vuelta de tuerca a este tipo de folclore, hacen que la cinta sea una más del motón. Es una pena porque el relato tiene potencial y buenos actores, Andrea Riseborough es muy creíble en su angustia, hasta llega a tener un dejo a la madre de Dark Water de Hideo Nakata. Entre tanta coralidad de personajes, no se profundiza ninguno de ellos, por lo que también se desdibuja la función narrativa de los fantasmas. Los amantes de la saga no saldrán decepcionados, pero sin dudas es hora de revitalizar este subgénero que tantas satisfacciones nos ha dado.
Espíritus que dan pena En estos tiempos en que casi todo se trata de ser o no ser hater, en una vorágine medio tarambana de motes simplistas que tratan de ser irónicos e ingeniosos usualmente sin lograrlo, me pregunto qué lleva a hacer producciones como La maldición renace, de Nicolás Pesce, una película que procura ser un cierre (o un renacimiento para exprimir nuevamente la historia hasta que no sea posible sacarle más jugo) pasando por todos los casos diferentes que se han sucedido a través de las diferentes entregas. La película no tiene ni pies ni cabeza, es aburrida, no aporta nada más que malos sustos sumamente obvios, cae en recursos remanidos y de tan mala calidad que realmente no puede creerse que alguien con experiencia haya pensado que esta idea era una buena posibilidad comercial. Pero bueno, donde manda capitán no manda marinero y se lanzaron a filmar esta película absolutamente olvidable que si pasa a la historia por algo seguramente va a ser por no aportar nada nuevo ni a la franquicia ni a la historia del terror mundial. No hay mucho más que decir que parece que se olvidan que no solamente funciona el boca en boca como siempre lo ha hecho, además es posible acceder muy rápidamente a material previo o complementario, de modo que una producción tan pobre no tiene posibilidades de pasa, con suerte y presión, de una a dos semanas en sala, sobre todo en una época en que si bien ciertas entregas de terror son más pobres que antaño, más público se acerca a opciones del género y no acepta cualquier material mal estructurado o de pésima factura, como es este el caso. Para resumir (y que puedan ahorrarse el mal trago), el tiempo es demasiado valioso para perderlo viendo esta pobre, pobrísima pretensión de terror que nada más provoca risas. Y preguntas. Muchas preguntas.
La maldición renace es una secuela de la franquicia de películas de El grito, que tanto su versión original japonesa como en su remake estadounidense fueron dirigidas por Takashi Shimizu. Y en esta ocasión está dirigida por Nicolas Pesce y protagonizada por Andrea Riseborough, Demian Bichir, John Cho, Betty Gilpin, Lin Shaye, Frankie Faison y la actriz nominada dos veces al premio Oscar Jacki Weaver, entre otros. La historia, a cargo también de Nicolas Pesce, cuenta la historia de un fantasma que habita en una casa y les causa una muerte violenta a todos aquellos que ingresan en ella. Por eso la detective Muldoon (Andrea Riseborough) decide investigar las muertes mientras por medio de flashbacks vamos reconstruyendo la historia de lo ocurrido con los dueños anteriores y el agente inmobiliario que les vendió la casa. Y esta estructura no lineal utilizada también en la franquicia de “El juego del miedo” hace que resulte interesante la historia, porque generan suspenso al conocer en muchos casos las consecuencias antes que las causas. Lo más importante que vale la pena destacar de La maldición renace es el buen uso del fuera de campo, lo que con un montaje eficaz logra que funcionen los jump scares mostrando lo justo y necesario. Es por eso que vemos a este fantasma únicamente en momentos clave y por un breve lapso de tiempo, continuando la tradición del cine clásico en la que el espectador reconstruye los hechos en su cabeza, lo que los vuelve aterradores. Pero lo que le juega en contra a esta película es la falta de desarrollo de sus personajes, que utilizan todos los clichés del género y no generan la empatía necesaria con el espectador para que se preocupe por si se van a convertir en víctimas o sobrevivientes. Y la única excepción se encuentra en Faith Matheson, la anciana interpretada por Lin Saye, cuya demencia la convierte en el vínculo entre este fantasma maldito y el resto de los personajes. En conclusión, La maldición renace es una película que funciona por utilizar con eficacia los mecanismos del cine de terror, tanto desde su estructura narrativa como desde el montaje. Pero se ve perjudicada por la falta de desarrollo de sus personajes, que los convierte en excusas para que funcionen los jump scares.
Entre los magrísimos tres estrenos de esta semana, y sin películas argentinas a la vista dado el sorpresivo anuncio del cierre del Cine Gaumont hasta Abril, el público deberá conformarse (?) con algunas propuestas más que desaconsejables como la repetitiva La Maldición Renace de Nicolas Pesce que traicionando su original espíritu y sentido japonés, ya va en Estados Unidos por la cuarta parte de esta saga incomprensible que no conduce a ningún lugar. El de terror es un género muy respetable que ha generado productos de altísima calidad a lo largo de la historia del cine y no puede constituirse en una excusa de franquicia sólo para vender entradas. Se traiciona así al género y a los espectadores. Retomando la historia original (¿cuál es el sentido de contar tantas veces lo mismo?) la acción se traslada de Japón a Estados Unidos centrando la misma en una policía (Andrea Riseborough) que acaba de enviudar y prueba suerte por estos lares y, a poco de llegar, mete las narices en esta suerte de crímenes irresueltos y en la casa que contiene estos lavados espíritus otrora japoneses. Pesce intenta armar un puzzle con historias paralelas que fueron transcurriendo en distintos momentos temporales y las va intercalando a lo largo del relato para insuflar un poco de aire a esta temática monocorde y liviana, pero ello no basta para armar una historia contundente y los escalofríos tal vez sean producidos por el aire acondicionado elevado. Asoman por el film además de Riseborugh, Demian Bichir como el detective, las talentosas Jacki Weaver y la habitual en este tipo de films Lin Shaye (La Noche del Demonio; Ouija) dando sustento a una nueva tradición en Hollywood que este tipo de propuestas deben contar con figuras de cierto cartel. Pero el terror te lo debo. POR QUE NO: » La cuarta parte de esta saga incomprensible que no conduce a ningún lugar «
Desde que empezaron los 2000 varias películas se crearon sin saber que se convertirían un clásico del cine. Una de ellas es "The Grudge’’ o como la conocemos la mayoría ’’El Grito’’, película de terror Estadounidense estrenada en 2004 basada en la saga japonesa Ju-on e iniciada por el director Takashi Shimizu. Pero hoy casi 20 años después el director Nicolas Pesce nos trae una nueva remake adaptada del terror asiático. A pesar de tratarse de un reboot de la franquicia que comenzó protagonizada por Sarah Michelle Gellar en 2004, esta versión logra despegarse de las todas las anteriores pero no necesariamente de la mejor manera. Está protagonizada por Andrea Riseborough, Demián Bichir, John Cho, Betty Gilpin, con Lin Shaye y Jacki Weaver, el guión es de Nicolas Pesce. Todos los que vimos la primer película sabemos como uno de los recursos muy bien explotados fue el miedo psicológico, no tenía exceso de golpes visuales y recurría al miedo clásico. Este género es, inevitablemente, un océano de producciones en donde no todas pueden salir a flote y terminan hundiéndose. ‘’La Maldición Renace’’ tiene cosas buenas, como por ejemplo el arte y los fx, están bien planteados y plasmados a la perfección. Si del guión hablamos podemos decir que es pobre y aunque quiera seguir con el espíritu de la original poco lo logra, la escencia se mantiene pero no más que eso, dentro de la misma tendremos otras tres historias más que no agregan mucho y definitivamente se podía contar todo con menos historias enmarcadas. Los saltos en el tiempo marcados por el montaje dinamitan toda posibilidad de mantener el foco en el eje central del film. Otro punto muy favorable de la cinta es la fotografía, entre el DF y el Director crearon una atmósfera mitad policiaca mitad terrorífica que logra unir ambos mundos muy bien. Generaron climas típicos de un policial logrando que el espectador se meta de lleno en ese mundo y cuando menos lo esperes el terror te golpeé (y de la mejor manera). Podría seguir hablando mucho más pero es mejor que la vayan a ver y juzguen ustedes mismos. Lo que sí les puedo decir es que si buscás películas de terror dirigidas al público adulto y no solo adolescente, ‘’La Maldición Renace’’ es para vos. Por Keila Ayala
Hollywood no agota jamás su capacidad para recurrir a viejos y queridos éxitos que reciclen por enésima vez la fórmula de la efectividad en taquilla. Hollywood clasifica, encasilla y selecciona de acuerdo a firmes características temáticas y narrativas. Una mirada a la cartelera veraniega nos ayuda a comprobar una serie de films cuyo target destinatario está más que claro. Tomemos como ejemplo el mentado recurso del remanido spin off, evidente en la recientemente estrenada “Aves de Presa”. Esta película retoma la senda del famoso personaje de Harley Quinn luego de “Escuadrón Suicida” (aquel mediocre pastiche de David Ayer), recurriendo a la cada vez más frecuente moda en donde personajes secundarios de ven evolucionar su importancia de determinada manera que acaban convirtiéndose en fenómenos de culto y gran arraigue popular, liderando historias independientes y propias. Este fenómeno ocurre muy a menudo en el cine de super héroes, como sucediera con Wolverine de “X-Men” (para “Logan”) o más recientemente con “Guasón”, la premiada cinta de Todd Philips. Tampoco excluye al ámbito de las series y “Breaking Bad” resulta su epítome: “Better Call Saul” y “El Camino” son los hijos directos de una franquicia con excelente marketing. De igual forma sucede con las eternas remakes, otra forma organizativa que codifica intereses para un público sectorizado, como sucede aquí con el género del terror. “La Maldición Renace” nos presenta la historia de un vendedor inmobiliario, que tiene a su cargo la venta de una casa embrujada acechada por la presencia de un fantasma que lanza una maldición a quienes deciden ingresar en ella, causándoles una violenta muerte. Con tan predecible argumento se presenta esta película que inaugura de modo mediocre el 2020 para el siempre transitado género de terror, cada vez más lejos del esplendor que viviera hacia los años ’70 y ‘80. Este ejercicio dirigido por Nicolas Pesce está pobremente concebida y escasean sus valores, a pesar de estar producida por un especialista en el género como Sam Raimi, quien durante los primeros tramos de su trayectoria se especializara en el cine de terror de posesiones infernales como lo demuestran películas de su autoría como la saga “The Evil Dead”. Aquí, se vuelve por enésima vez a recurrir narrativamente a la casa encantada y el fantasma vengativo que se presenta como una concreta amenaza. Bebiendo de las fuentes de películas comerciales como “Destino Final” y el tan mentado j-horror (la vertiente de terror oriental que causara furor a comienzos de los 2000). “La Maldición Renace” se construye de un compendio de clichés anticipables y repetidos infinitas veces, que persiguen el susto fácil para la rápida consumición de público mayormente adolescente, están lejos de la decencia y originalidad de la que hacían gala auténticos ejemplares del j-horror, como “The Ring” de Hideo Nakata, también llevado a Hollywood por Gore Verbinski en el año 2002. Burda, pretenciosa y endeble, pretende ser una segunda remake de “The Grudge” de Takashi Shumizu (ya apropiada por Hollywood en 2004) que dista en novedad y riesgo con su original. Solo recomendable para fieles incondicionales del género.
Basada en la historia japonesa “Ju-On” del año 2002, The Grudge como se la conoció en Estados Unidos en el 2004 contó con la actuación de Sarah Michelle Gellar y podemos decir que esta película sucede en paralelo con esa cinta del 2004 ya que en tiempo suceden en los mismos años, y hay una conexión directa ya que se menciona a la enfermera Yoko y veremos a Kayako para que comiencen los hechos de la pelicula. Una cosa a saber de ” La maldición renace ” es que la entidad vengativa no te va a condenar con una muerte violenta, si puedo decir que te va a condenar a 94 minutos de……….nada. Como sus antecesoras la historia se sitúa en diferentes años y diferentes familias o personas pero que todos terminan teniendo algo en común, la casa donde está esta entidad malvada. Andrea Riseborough es la detective Muldoon y nuestra protagonista. Podemos decir que la protagonista es la Detective Muldoon quien se interesa en un asesinato que sucedió en la casa de la familia Landers. Lamentablemente la historia no es interesante y no atrapa en ninguno de todos los tiempos en los que sucede, va de atrás a adelante y vice versa para poder presentarte a los personajes y sus finales fatales pero se toma demasiado tiempo para hacerlo y termina perdiendo interés el espectador ya que te dispersas. Algo que me llamo la atencion, pero asumo que es algo intencional, ¿por que si estamos en el año 2002 / 2004 / 2006 todos los autos parecen de los años 80?, detalle que no podía dejar de notar. Las actuaciones son normales por decirlo de alguna manera, no te generan nada, no te transmiten lo que están padeciendo los protagonistas en cada etapa, salvo John Cho que sobre sale al resto. Andrea Riseborough (Muldoon) se la ve agobiada todo el tiempo, desde que empieza la cinta, pero no cambia esa actitud, no empeora por lo que va viviendo, no se nota la falta de sueño y eso no ayuda a sentir que la están pasando mal. Tenes un elenco conocido en el ambiente y no son bien aprovechados como William Sadler que tiene un engorroso maquillaje protésico y una espiral descendente a la locura cómica. Los efectos de la pelicula son buenos, pero son pocos ya que pasamos todo el tiempo viendo a los otros personajes y uno quiere asustarse mas, ver a la entidad hacer de las suyas y eso no sucede. Todo se siente como un relleno entre secuencias, supuestamente espeluznantes, que se apoyan en gran medida en las sangrientas muertes y en los saltos predecibles (un vistazo de un fantasma en el reflejo del espejo, Un espectro deslumbrante que desaparece una vez que se encienden las luces). No hay nada nuevo, emocionante o algo único en esta versión del director Nicolas Pesce. cuenta con un elenco increíble de actores y un ícono de terror bien establecido pero la forma en la que se los utiliza mas una historia lenta, diálogos secos y sin inspiración no ayudan en nada. No hay vida en este rencor y el terror de la muerte se siente redundante.
Cuando parecía que ya se habían calmado con los refritos de películas de terror japonesas (también denominadas J-Horror), llega una nueva versión de El grito (The Grudge) para sumar un título más a esa lista de fiascos injustificados. Más que otra prueba de la escasez de ideas en Hollywood, La maldición renace es la triste constatación de una manía incomprensible: hacer reboots, remakes y continuaciones innecesarias de películas con un relativo éxito en el pasado. El filme dirigido por Nicolas Pesce y producido por Sam Raimi intenta ser un reinicio de la popular cinta de Takashi Shimuzu, Ju-on, estrenada en video en 2000 y reactualizada en 2002 por el mismo Shimuzu, para luego dar lugar a una interminable saga con varias versiones norteamericanas, la primera de ellas de 2004, dirigida también por el director japonés. Lo que hace interesantes y buenas a las Ju-on es que trabajan con mucha imaginación la tradición nipona de fantasmas irascibles, que penan en casas donde ocurrieron hechos atroces y violentos. La otra clave es la acertada representación de los fantasmas, con esa blancura escalofriante y sus pelos negros tupidos y ojos saltones, que meten miedo en serio. Y, por último, la puesta en escena, pensada con un presupuesto modesto y filmada con cámaras caseras, como para que el realismo impacte más en el inconsciente del espectador y lo sugestione por varios días. Sin embargo, ninguna de las virtudes de las primeras son aplicadas en esta nueva versión descafeinada de Pesce, quien solo se queda en los sustos predecibles y en una fórmula trillada, que no suma nada y a la que se le nota la falta de ideas. La maldición renace comete todos los errores e incurre en todos los vicios. Es una película impotente, que no sabe cómo hacer asustar, no sabe cómo meter miedo. La construcción de las escenas son todas iguales y terminan de la manera que ya sabemos. El mecanismo del jumpscare es tan aburrido como ir a hacer un trámite en la Afip. El filme de Pesce es el último ejemplo de la degradación de la saga El grito. Eso sí, tiene una fotografía bonita y las actuaciones son aceptables, sobre todo la de la protagonista Andrea Riseborough. Y, una vez más, aparece Lin Shaye haciendo de la viejita que asusta con muecas. Todos sabemos que la actriz vive de eso, pero háganle hacer otro papel porque ya no estaría metiendo miedo ni haciendo gracia.
Reinicio de una saga de terror que pretende acercarla a nuevos públicos. Primero fue la película japonesa Ju-on (2002) y sus secuelas. Luego la adaptación norteamericana, The Grudge y las suyas. Once años después todo vuelve a comenzar. Los carteles en el comienzo nos cuentan de esa ira que queda flotando en el aire tras una muerte violenta y que necesita un cuerpo donde instalarse. El prólogo ya nos plantea que el terror se trasladará de Oriente a Occidente con esa mujer que ve cosas en el callejón de la casa que está dejando atrás para volver a su hogar en EE.UU. Cuando lo haga se desatará la tragedia. La película sucede en 2004 cuando una mujer policía con su hijo pequeño se mude a un pueblo del interior para mitigar el dolor tras la pérdida de su esposo por un cáncer. Como recién llegada, será su mirada la que le permita al filme “contar(nos)” lo que fue ocurriendo en esa casa ahora endemoniada. La maldición renace cumple con todos los clisés del género. Lo que al principio llama la atención, comienza a perder fuerza al desarrollar varias historias saltando en el tiempo y utilizando los flashabcks anticlimáticamente. Golpes de efecto, música anticipatoria, personajes estereotipados, gore, son los recursos a los que se echa mano, mientras desaprovecha a un elenco (Andrea Riseborough, Demián Bichir, Lin Shaye, Jacki Weaver, William Sadler) que hace lo que puede, y no le alcanza, con el guion. Nada atrapa y todo se vuelve aburrido y, a veces, hasta irrisorio. Y por si fuera poco, el film apuesta a dejar puertas abiertas para que haya secuelas.
Reciclaje yanqui para dejar pasar "La maldición renace" se convierte en una nueva decepción del genero terror en Estados Unidos al ser un filme con muchas fallas y pocos aciertos. El cine oriental está nuevamente de moda, gracias al histórico Oscar como "Mejor película" que ganó “Parasite”, estrenada en nuestro país hace algunas semanas. Si bien se trata sólo de un largometraje, la idea de que hay vida más allá de Hollywood nos posiciona de una forma más permeable para acercarnos a otros tipos de cine, porque es lógico pensar que un gran filme es consecuencia de una industria y no sólo un caso aislado. Si bien el cine asiático entregó grandes títulos a lo largo de la historia y especialmente en los últimos años, es un buen momento para conocer un poco más de ese mundo que parece tan diferente al nuestro. Es por ello que, si bien Estados Unidos realiza un incansable y caprichoso trabajo de adaptar filmes originales a la cultura occidental, muchas veces no salen como lo planeado, y, además de reciclar un buen trabajo con malos resultados, termina ocultando un buen filme. Es lo que ocurre con “La maldición renace”, parte de la saga de “La maldición” que muchos conocen con su título original “The grudge”. Esta secuela, también adaptada de la versión japonesa, intenta mantener el espíritu mipón, pero sólo lo desfavorece. La historia comienza tras un asesinato terrible en una casa, cuando una mujer mata a toda su familia. Un policía y una madre soltera deciden investigar, pero descubren que la casa está habitada por un espíritu que maldice a quienes entran con una muerte violenta. Por ello, la mujer junto a sus hijos deberán encontrar la forma de deshacerse de la maldición para no correr con la misma suerte que los demás. La narración nos lleva a que revivamos todos los hechos que sucedieron en la casa, pero lo que debería hacer que entendamos más sobre lo que sucede en el lugar, dando pistas sobre la maldición, vuelve al largometraje muy desprolijo. Todo se enreda y la película sólo se vuelve una seguidilla de sustos que poco lugar dejan para la reflexión. La única moraleja que puede dejar “La maldición renace” es que las adaptaciones no son sinónimos de réplica de éxito y mucho menos cuando las buenas ideas de los largometrajes originales son absorbidos de la peor forma para escupir una obra que sólo busca recaudar en taquilla con un par de sobresaltos y una historia sin sentido.
No es que sea una obligación, ni un compromiso tomado de antemano con el editor ni nada de eso pero se siente como un deber casi moral el de contar un poco lo que pasa aquí con esta interminable seguidilla de películas sobre fantasmitas que andan sin ganas de morirse de una vez. Hace veinte años empezó todo esto y aquí estamos: de vuelta al principio para contar todo de nuevo como si no hubiese pasado nada o como si al público lo tratasen de idiota, o las dos cosas a la vez. Allá por el año en el que supuestamente íbamos a estar unidos o dominados, un director de cine japonés que se llama Takashi Shimizu encontró su gallina de los huevos de oro al salir con una producción que se llamaba Ju-on, basada en un par de cortometrajes de su propia autoría del año 1999. ¿Qué era? Una producción en formato episódico o viñetas si se quiere que contaba la historia de una familia masacrada por el propio padre, estableciendo así los parámetros de la propuesta. Si alguien muere o es asesinado en estado de ira total, el lugar donde esta alma en pena habitaba quedará maldito y se cobrará como víctima a cualquiera que ose entrar ahí. Fue un éxito total por la originalidad, la economía de recursos y sobre todo porque de verdad asustaba este terror urbano japonés que ya había originado otros productos de éxito. Claro, hizo otra en 2000 con más plata. Luego la secuela en 2002 y otra en 2003. Por si no se acuerda, es la de estos fantasmas de cuerpos con mucho maquillaje blanco, pelo muy negro tapando un poco la cara y que como particular forma de presentarse emiten un sonido gutural mezcla de eructo con puerta de madera sin WD40 En Estados unidos la rompió en la taquilla así que pronto llamaron al nipón para que haga la remake de su propio trabajo así el público norteamericano (que no lee subtítulos a pesar de lo que pasó con el Oscar este año) podía “entenderla”. Para 2009 ya estaban: los dos cortometrajes, las cuatro japonesas y las tres norteamericanas. ¿Les alcanzó? Que va. Ese mismo año se estrenan dos más (mismo argumento y forma pero con familias distintas). Es decir dos remakes de lo ya visto antes. Vaya contando eh? 2014. Al señor Shimizu (también conocido como ladri di bicicleti) se le acabó la guita y volvió a dirigir otra más. Se llamaba: Ju-on: el principio del fin. Contaba todo otra vez pero con más plata para los efectos especiales, catering, etc. Esta tuvo su continuación en 2015 Ju-on: la maldición final. Final es una forma de decir porque al año siguiente el director decidió producir un híbrido entre esta maldición y la de aquella otra dirigida por Hideo Nakata (que tiene una historia de remakes muy similar), o sea la del fantasmita del aljibe que salía del televisor siete días después de ver un video horrible. Hasta acá la historia. Se suponía que en esa última estafa cinematográfica las maldiciones debían destruirse entre sí. Por el contrario, se potenciaron. Así que esta semana se estrena, proveniente de la sucursal norteamericana de la franquicia, sin eufemismos ni anestesia: La maldición renace. Curioso título local porque ¿cómo puede “renacer” algo que nunca murió? pero no estamos de humor para la semántica en este momento. Peor es el título original que se llama igual que el título original, o sea The grudge, así a secas. Como si fuesen pocos veinte años de lo mismo esta remake de remake de remake está narrada en tres tiempos distintos. La señora Landers (Tara Westwood) sale de una casa en una ciudad de Japón, no la pudo vender y se quiere ir porque pasan cosas raras a juzgar por bultos que se mueven en una bolsa de basura. Si, se le pegó la famosa maldición y ahora de vuelta en casa en Estados Unidos se trajo su Coronavirus propio porque la familia termina hecha crema. De ahí al presente. La detective Muldoon (Andrea Riseborough), viuda y con un hijo, entra a su nuevo puesto en el destacamento policial y conoce a su nuevo partenaire (Demian Bichir) quien está reticente a que la novata profundice la investigación sobre una mujer en estado de putrefacción hallada en un auto a la vera de una ruta interna. En la comisaría le dicen que no joda con los archivos de Goodman, que ese caso se cerró y que su antiguo compañero se volvió loco y veía cosas raras. Tarde, porque de motu proprio ella ya había entrado en la casa maldita y conocido a la señora Matheson (Lin Shaye ), amable pero con faltante de dedos en una mano y un marido literalmente pudriéndose en el sillón con la tele prendida. Sigue investigando y así se encuentra con la historia catastral de la casa que fue vendida a los Lancers en 2004 y luego a esta pareja de ancianos en 2006. El tratamiento narrativo será un montaje tipo fliper entre los dos pasados y el presente, no sólo mal contado y confuso, sino innecesario para entender el argumento. Nada de lo contado en el pasado aporta en rigor. Podría estar narrado en off, da igual. Por supuesto que en medio de cada secuencia en donde vemos lo que surge de la imaginación de Muldoon producto de su investigación y los flashbacks (de alguna manera hay que llamar a eso que hace el director), habrá una buena dosis de exabruptos sonoros que supuestamente deberían asustar, varios errores de continuidad como para darse una panzada y diálogos cuya obviedad e insustancialidad aumentarán el sopor. Un párrafo aparte para el único momento de regocijo dedicado a los fanáticos del género. La escena entre Jackie Weaver y Lin Shaye es deliciosa. Dos actrices emblemáticas del cine de terror que ya merecen largamente el aplauso de pie. Ellas dos construyen con sus miradas, sus sonrisas ambiguas y sus tonos de voz, todo lo que el equipo entero de esta producción fue incapaz de generar: tensión, incertidumbre, dualidad de estado de los personajes, en fin. A estas dos geniales actrices La maldición renace les queda chiquita como escarpines. El resto del elenco cumple hasta ahí. Hacen lo que pueden con un libreto que no se molesta en construir sus personajes. En especial el de Demian Bichir que se confía demasiado en su phisyque du rol y termina siendo una caricatura del policía depresivo y sórdido. A veces llueve, en otra toma no, luego hay sol, todo transcurre en pocos días pero pasan todas las estaciones del año y así por el estilo. La suma de incoherencias en el producto final tiene como responsable al casi novato Nicolas Pesce, joven que jamás logra mantener el relato en tensión merced a un mal manejo de ritmo de transiciones y una llamativa pobreza de ideas para resolver los momentos de clímax. Dicen que veinte años no es nada. Mentira. Es una eternidad.
“The Grudge” es una conocida franquicia del horror japonés aunque alguna vez cruzada con lo americano. Este es el relanzamiento del asunto, en suelo de búfalos y popcorn. Hay un crimen horrible (madre mata a toda la familia) y una casa dominada por un fantasma malvado con ganas de vengarse de lo que fuere. Y policías, e inocentes que hacen la taradez que no deben hacer para que el monstruo los persiga, y sustos. Muchos sustos dispuestos como elementos musicales que transforman nuestro cuerpo en una batería... cuando funcionan. Esos sustos son efectos de montaje y de sonido, y a veces representan una modesta artesanía. Pero no hay más que eso: sustos. El terror, el miedo a lo terrible e innombrable, bien, gracias, para eso busque “El Exorcista” en plataformas. Por ahí colado hay algún temita contemporáneo como para que no creamos que perdimos el tiempo. Desgraciadamente, ni eso.
LA CASITA DEL HORROR Una secuela que no aporta a la mitología de la saga Las leyendas japonesas vuelven a invadir las pantallas de Hollywood con una nueva entrega de esta historia de casas embrujadas y fantasmas vengativos. Palabras como “recuela” (mezcla de remake y secuela) o “sidequel” -continuación que retrata eventos que ocurren al mismo tiempo que la obra original, pero con diferentes personajes en un entorno distinto- se inventaron para intentar definir “La Maldición Renace” (The Grudge, 2020), una nueva entrega dentro de esta terrorífica saga norteamericana que arrancó en el año 2004, a su vez, una remake de la japonesa “Ju-on” (2002). ¿Queda más o menos claro? La producción de Sam Raimi, dirigida por Nicolas Pesce, iba a funcionar como un nuevo reinicio (o reboot) de este relato fantasmagórico, pero siguiendo un poco el estilo de “Halloween” (2018), los realizadores decidieron tomar elementos ya establecidos dentro de la franquicia y construir a partir de ahí, con nuevos personajes y tormentos. Como ocurre en la entrgas anteriores, la narración de “La Maldición Renace” se nos presenta de manera fragmentada, saltando a través de diferentes historias y líneas temporales que se van entrelazando. Todo arranca en Japón en el año 2004, más precisamente en una reconocida casa de Tokio al cuidado de Fiona Landers (Tara Westwood). Perturbada por lo que allí ocurrió, y por la presencia fantasmal de Kayako Saeki, la señora decide regresar a su hogar en Pennsylvania, junto a su marido y su pequeña hija Melinda. Pero la maldición de Ju-On no reconoce fronteras y Fiona convierte la vivienda del 44 de Reyburn Drive en la escena de uno de los crímenes más recordados de la ciudad. Dos años después, y tras la muerte de su esposo a causa del cáncer, la detective Muldoon (Andrea Riseborough) se muda con su pequeño hijo Burke a la ciudad, tratando de empezar de nuevo. Uno de sus primeros casos junto a su compañero, el detective Goodman (Demián Bichir), es el hallazgo de un cuerpo en el bosque ligado a los Matheson, la pareja que ahora habita en el 44 de Reyburn Drive. El entusiasmo de la oficial la obliga a seguir investigando, a pesar de que su colega no guarda buenos recuerdos y se niega a poner un pie en dicha casa. A partir de ahí, Muldoon tratará de desenmarañar los misterios que rodean el lugar y a todos los que se vieron afectados -el compañero de Goodman, un agente de bienes raíces que intentó vender la vivienda, la parejita que llegó después de los asesinatos y Lorna Moody (Jacki Weaver), el cadáver que apareció en el bosque-, mientras empieza a experimentar el acoso de Saeki y esas otras almas en pena que arrastra su maldición. Una serie de eventos más que desafortunados La película tiene nombres de peso delante y detrás de las cámaras -sumemos a John Cho, Betty Gilpin y Lin Shaye, a esta altura, una abanderada del cine de terror independiente-, buenos climas de suspenso y el gore necesario, pero poco hace por la franquicia y el género, plagando sus escenas con los típicos lugares comunes y los jump scares, y desordenando la narración para que todo parezca más “interesante” y truculento. Esto último, y la forma en cómo se van develando los hechos, puede resultar un recurso molesto que nos desvía de una trama repetitiva que no parece tener solución, más si pensamos que seguimos lidiando con el mismo ente imparable. Ahí reside el mayor problema de “La Maldición Renace”, una historia sin mucho propósito ni originalidad, que refuerza todos los tropos negativos del horror y hasta se olvida del fantasma vengativo original (onryō), acá reemplazado por las víctimas del 44 de Reyburn Drive. Claro que tiene sentido, pero alejado de la leyenda japonesa también pierde fuerza, convirtiéndose en una película de “casa embrujada” del montón, más que una nueva entrega dentro de esta saga que, en su debut, sumó más elogios que el original asiático. Lin se confundió de franquicia terrorífica En “La Maldición Renace” los personajes padecen sin poder hacer absolutamente nada al respecto. Nadie busca respuestas ni la forma de detener las horribles muertes que se suceden, justamente, porque no están conscientes de esta “maldición” que lo salpica todo. Sin este incentivo -ni conflictos, ni puntos de quiebre- la trama no se sostiene y sólo se traduce en una serie de eventos sangrientos repartidos en diferentes líneas temporales. Si no son muy exigentes y sólo buscan asustarse por un rato, los momentos de suspenso los van a mantener en vilo, pero no mucho más. Este cuarto capítulo de la franquicia no suma al conjunto, aunque tampoco es una perdida monetaria total para el estudio debido a su escueto presupuesto. Esta es una de las razones por las cuales este tipo de películas siguen apareciendo: siempre hay una ganancia mínima y un grupo específico dentro de la audiencia (los adolescentes) que disfrutan del terror sin importar su calidad narrativa.
“Remake innecesario” En 2011 se anunció una continuación para la película The Grudge 3 (2009), película basada en la saga japonesa de terror, Ju-on, en donde se hablaba de un posible reinicio. finalmente se llevó a cabo la producción para 2018 y se lanza en febrero de 2020. Bajo la dirección de Nicolas Pesce (Piercing, 2018) y escrita por él mismo. The Grudge (2020), se centra en la investigación de un caso que se relaciona con una casa en donde habita una maldición para todo aquel que ingrese. En este contexto, la detective Muldoon (Andrea Riseborough), lleva a cabo una investigación sobre diversos hechos ocurridos allí. Siendo luego, perseguidos junto a su hijo, por la maldición que recae de esta misma. Lo que se puede destacar de esta película es la fotografía de Zack Galler, que realiza un trabajo digno en cuanto a iluminación y como interactúa con los escenarios, luego la dirección por ciertos momentos trabaja bien con los planos y nos deja con algunas secuencias y escenas destacadas. Pero luego esto recae por un guión tirado de los pelos que busca centrar una cierta conexión de historias del pasado y presente, pero esto es algo que no concuerda con el ritmo de la película, haciendo que al cabo de pocos minutos, la película se torne aburrida y densa. Abusando del relleno de terror, como son los jumpscares o las escenas de “tensión” donde no pasa nada. "En fin, otro film de terror en lo que va del año que no puede destacar en la taquilla ni en calidad, dejando buenas intenciones al contar las historias dentro de la casa y un uso un tanto adecuado del gore, pero que recae en el cliché terror continuamente y nos ofrece una resolución de lo más vulgar. La película que tiene a cargo de la producción a nada más ni nada menos que Sam Raimi termina haciendo otro film más del montón que pasarán a ser olvidados rápidamente al no ofrecer nada entretenido en su propuesta." Puntaje: 4/10
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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¿Una nueva de The Grudge? ¿Era necesario? ¿Aporta algo interesante? Allá a a finales de los noventa, principios del 2000 un director japonés irrumpió en el cine con una peliculita para la televisión que luego pasaría al formato de cine. Takashi Shimizu dio muestras de cómo generar miedo a base de una historia simple, contada de forma no cronológica y explotando cada espacio, muchas veces a la luz del dia y con gente alrededor, para lograr este efecto. Ju-On se llamó y en sus dos formatos fueron un éxito. Sam Raimi, productor de Ghosthouse junto a su amigo desde tiempos de Evil dead, Robert Taper, en encargaron de la remake. ¿Para qué traer esa maldición hacia los Estados Unidos si lo mejor era quedarse en el país donde transcurre? La versión americana de Ju-On paso a llamarse, lógicamente, The grudge y fue dirigida por Shimizu y protagonizada por Sarah Michelle Gellar y Bill Pullman. Esa primera versión, era una remake de la primera película para cine y fue un exitazo en una época en que la moda por el j-horror (por lo general remakes americanas de títulos orientales) estaba explotando, algo similar de lo que pasaba con el extremismo francés que también estaba dando que hablar. Habría que pensar si ese éxito no fue un síntoma de lo que pasaba en Estados unidos en aquel entonces, recordemos que salieran post 11/9 y había una paranoia a respecto. The grudge funcionaba en una época en donde no era fácil conseguir las versiones originales. No se trata de una mala adaptación. El problema es que pierde el impacto si se compara a la anterior y también que dio pie a dos secuelas que son pésimas. No solo las americanas, la saga Ju-On, cuenta con once películas, entre spinn offs, versus y reboots, y tampoco corre con mejor suerte. ¿Por qué tantas? Porque su historia se instaló en la cabeza de muchos, y aunque ya no aparezcan sus personajes principales, la forma de crear miedo sigue funcionando. Entonces a las preguntas del primer párrafo, la respuesta seria que no, no era necesario y que lo que aporta no es interesante. Esto no quiere decir que se merezca el ataque que está recibiendo de todos lados, ataques que parecen no recordar lo que eran sus secuelas, tanto americanas como orientales. Esta nueva The grudge es inofensiva para el género. La historia pasa de Japón a Estados Unidos, como si se tratara de pasarse una pelota. Ya no pertenece a un solo país, sino que se vuelve internacional. En una entrevista su director Nicolas Pesce dijo que le gustaría ver la maldición en distintas partes del mundo. Algo llamativo, ya que el terror se expande y no conoce límites. A partir de ahí es lo mismo de siempre. Sigue con la misma estructura narrativa y los mismos sustos. Esta estructura que suele ser el acierto de esta saga, acá por momentos le juega en contra ya que atenta contra el ritmo y hace que se estanque la acción principal. Por otro lado las subtramas son lo más conseguido y eclipsan a la principal que pierde por culpa de la actriz principal Andrea Riseborough (protagonista de Mandy y Oblivion entre otras) que no puede darle nada a un personaje que de por si es el menos interesante de la película. Lo contrario ocurre con su compañero Demien Bichir, que le da patetismo a un personaje rodeado por la religión, y que es el único inteligente. Es dentro de las dos subtramas en donde está el punto fuerte y en donde se tenía que enfocar el guion escrito por el mismo director. Tanto John Cho, como Lin Shaye son actores mucho más profesionales Riseborough y logran dotarles de algo más a sus personajes. Sobrevuela sobre ellos una especie de tristeza ya que son malas personas, simplemente entraron a la casa equivocada. En esas dos subtramas el cruce entre colores naranjas y negros se intensifica creando un clima de terror que termina de manera trágica y hasta maliciosa. Acá no hay finales felices pareciera querer decir Pesce, no importa que tan optimista es un personaje, o que resuelvan un conflicto, todos están condenados. Siendo esta película la primera aventura de Pesce en el mainstream (sus anteriores trabajos son las indies The eyes of my mother y Piercing) tuvo que sufrir que haya tenido poca injerencia en varias cuestiones cinematográficas. Hay sustos que no tienen coherencia dentro de la historia y que salen de la nada para mantener atento al espectador, errores de montaje, situaciones que no llevan a nada. Es lógico pero a la vez injusto para un director como Pesce que sabe crear un clima. Ojala la próxima tenga mejor suerte.Valoracion: 70