De regreso a casa Contra todo pronóstico, La Noche del Demonio: La Última Llave (Insidious: The Last Key, 2018) en verdad mejora lo hecho por la francamente tediosa La Noche del Demonio 3 (Insidious: Chapter 3, 2015) y si bien continúa lejos de las dos primeras entregas de la franquicia, aquellas dirigidas por James Wan, podemos decir que funciona como un digno cierre de saga… o por lo menos eso es lo que parece (ya sabemos que cuando los productores de turno no encuentran una nueva mina de oro suelen echar mano a lo mismo de siempre, una y otra y otra vez). La película es bastante sosegada para los estándares contemporáneos y -por fin- está centrada casi de manera exclusiva en Elise Rainier, el personaje de la gran Lin Shaye, dos elementos que suman mucho a la propuesta porque permiten un interesante desarrollo narrativo que va de la mano de los clásicos sobresaltos. En términos de la cronología general, el film es otra precuela que ahora se sitúa entre el tercer capítulo y el primero, lo que significa que transcurre entre aquella historia acerca de la constitución del equipo antiespectros protagónico, el compuesto por Specs (Leigh Whannell, hoy también nuevamente guionista), Tucker (Angus Sampson) y la psíquica Elise, y el sufrimiento de la familia Lambert, aquella con su hijo Dalton (Ty Simpkins) atrapado en el “más allá”. En esta oportunidad todo gira en torno al clan de la propia Rainier a partir de una estructura que va y viene entre la infancia de la mujer en 1953 y el presente: en el pasado ella, su hermano Christian (Pierce Pope) y su madre Audrey (Tessa Ferrer) padecen la violencia del padre Gerald (Josh Stewart), a lo que se suma una entidad que embauca a la joven Elise para que la libere y que termina matando a la pobre Audrey. La excusa para que todo recomience una vez más en el presente es un llamado telefónico que recibe Elise por parte de Ted Garza (Kirk Acevedo), el nuevo morador de su antigua vivienda, quien le pide ayuda ante la recurrencia de incidentes extraños en el lugar. Así las cosas, la señora y sus dos compinches comenzarán una investigación que los llevará a descubrir la verdad. A diferencia de la película anterior, la cual en esencia traicionó en gran parte el espíritu paranormal de las precedentes en pos de un relato más cercano a las posesiones típicas del horror religioso, La Noche del Demonio: La Última Llave es una eficiente “clase B con presupuesto” que no ofrece nada particularmente nuevo, no obstante por lo menos recupera ese sustrato parapsicológico a lo Poltergeist (1982) pero llevándolo a un nivel más sentimental y apuntalándolo en un villano sutil obsesionado con los cerrojos. Como decíamos anteriormente, la obra permite el lucimiento de Shaye aunque asimismo logra complementar esos demonios de antaño vía la reaparición de un Christian ya adulto (Bruce Davison) y con dos hijas, Melissa (Spencer Locke) e Imogen (Caitlin Gerard), quienes en el segmento final de la trama aportan lo suyo al misterio y la desesperación características de la saga. Un inexperto Whannell en materia de dirección -como quedó demostrado en el capítulo previo- le pasó la posta a Adam Robitel, el de la tan amena como olvidable La Posesión de Deborah Logan (The Taking of Deborah Logan, 2014), lo que se nota en un fluir sencillo pero con corazón y siempre atento a los detalles. A pesar de que algunas escenas se alargan más de lo debido, el trabajo cumple con las expectativas y entrega un buen desenlace que respeta la idiosincrasia tétrica y melosa de la franquicia…
Los caza espíritus. La franquicia Insidious, respetable cuando estaba el nombre de James Wan involucrado y mediocre tras su segunda entrega, tiene por protagonista absoluta a la psíquica Eloise, seguida por un grupo de ayudantes que no aplican la idea de alivio cómico y nunca lo hicieron. La pregunta incómoda es si este personaje es rico y merece tanto respeto porque a rigor de verdad sus aventuras en el más allá no aguantan tantas películas y el catálogo de Insidious con esta nueva entrega, engendro de precuela entre la 1 y la 3, lo confirma con creces. El cambio de mano en la dirección, ahora a cargo de Adam Robitel, la exime de un rotundo aplazo pero eso no significa bajo ningún concepto que la propuesta ahonde otra temática más que la trillada desventura de la psíquica en los vericuetos de los malos espíritus que se alimentan de miedo de las víctimas que buscan poseer. La premisa aunque busca la complejidad es sencilla: el pasado y el presente de Eloise se conectan. De chica, con el don a cuestas, fue víctima junto a su madre y hermanos de un padre golpeador. Un hecho trágico familiar la lleva a la fuga ya adolescente con el sello de traidora impregnado y una incipiente culpa que con el correr de las décadas se hace insoportable. El presente de Eloise la tiene en la misma casa de la infancia llamada por su nuevo propietario al ser testigo de hechos paranormales. El resto ya lo sabemos de sobra: golpes de efecto, nada de susto y mucho para cortar del extenso largometraje que amenaza no ser el definitivo de la franquicia. El dato de color es que esa llave no abra precisamente el cofre de la felicidad.
De cómo una saga pierde totalmente la brújula. "La noche del demonio: La última llave", de Adam Robitel es otra precuela que se pierde en medio de excusas para intentar contar una historia que encaje dentro de algo mayor cerrado aunque lleno de agujeros. En 2010, James Wan, no tan conocido como ahora, estrenaba la sobrevalorada La noche del demonio. Una película que pasó algo desaperciba en su momento pero que ganó algo de fama a partir de su secuela estrenada el mismo año que "El Conjuro". Si bien en la tercera entrega de la saga el bastón de mano recayó en el socio de Wan, también guionista y actor, Leigh Whannell, el éxito y la continuidad de la saga ya estaban asegurados. Lo cierto es que, si bien la primera y segunda parte no son películas excelentes ni mucho menos, por lo menos mantienen cierta coherencia y personajes con algo de carisma. Síntoma que comenzó a perderse en "La noche del demonio: Capítulo 3". Así llegamos a esta cuarta entrega en la que Wan ya no es ni siquiera productor. Whannell ocupa ese lugar, el de guionista y actor secundario (como en las tres anteriores), y el puesto de director recae en Adam Robitel, “conocido” por dirigir La posesión de Deborah Logan (Otra de terror bastante sobrevalorada), y guionar la quinta e insufrible entrega de "Actividad Paranormal: La dimensión fantasma". Si algo hay que rescatar de la saga de La noche del demonio es que, como pocas, logró posicionar a un personaje que comenzó siendo secundario por sobre los protagonistas originales. Hablamos de Elise Rainier, interpretada por Lyn Shaye. Esta cuarta entrega, como punto positivo, termina cumpliendo lo que la tercera había prometido y esquivado, entregarle finalmente el protagónico y centro de la historia, a Elise, la psíquica que se encarga de liderar a ese grupo tan particular de cazafantasmas. En efecto, "La noche del demonio: La última llave", nos cuenta la historia de Elise, en el presente (en verdad casi porque se ubica en el medio de la tercera entrega y la primera), y en un flashback hacia su infancia. De pequeña, Elise (interpretada por Ava Kolker), sufre el maltrato de su padre Gerald (Josh Stewart) junto a su madre Audrey (Tessa Ferrer) y su hermano Christian (Pierce Pope). Como si fuese poco, un ente se encuentra en el hogar familiar, por error Elise lo termina liberando y se lleva la vida de mamá Audrey. Vuelta al “presente”, Elise recibe la llamada de Ted (Kirk Acevedo), el nuevo dueño de aquella casa, que la convoca junto a su equipo de cazadores paranormales, Tucker (Angus Sampson) y Specs (el mencionado Whannell), para que revise algunos extraños sucesos. También reaparece Christian (Bruce Davison) junto a sus hijas, y algo de los originales Lambert hay, porque no hay que olvidar que esto pertenece a una saga. No hace falta aclararlo. A "La noche del demonio: La última llave" le cuesta hacer pie. De primeras pareciera ser ese tipo de secuelas que hay que hacer porque se tiene que cabalgar el éxito, pero que no tienen demasiado idea qué contar. Saben que definitivamente Elise tenía tomar el protagónico, y alrededor de eso, vamos. El argumento se dispersa, se ramifica, y pareciera siempre estar narrando algo, aunque no se sepa bien qué. Elise Rainier es un personaje riquísimo, pero el gran aporte lo hace la actriz que le pone el cuerpo, Lyn Shaye, una veterana (en el mejor de los sentidos) del terror – por ejemplo, es la profesora de la "Pesadilla" original, y Sal en la saga de "Critters" – además de ser la hermana del mítico productor de género Bob Shaye. Ella le aporta todo lo necesario, con sus gestos, con sus posturas, con su decir, a un personaje que, en los papeles tampoco pareciera tan interesante. Aún admitiendo que las dos primeras entregas de la saga fueron correctas gracias a cierto desparpajo y una idea de terror más tradicional, a partir de la tercera entrega definitivamente se perdió el rumbo. Algo similar a lo que ocurrió con la saga de "El juego del miedo" luego de que su “protagonista” y razón de ser falleciera en la tercera entrega. Es querer remar contra algo que ya vio el fin anticipadamente. Si bien Whannell desde el guion y Robitel en la dirección parecieran querer retomar en este capítulo algo de lo que fue el espíritu original, restando algo de solemnidad, el desconcierto es mayor. Los seguidores de la saga, que los hay y varios, quizás encuentren algún gusto en los guiños, y sientan que se les ofrece cerrar un círculo. Ellos la pueden pasar algo mejor que un recién llegado – que también puede verla y comprenderla perfectamente –. "La noche del demonio: La última llave" pareciera querer darle un cierre a esta historia. Aunque ya se sabe, si algún productor sigue viendo la oportunidad de seguir exprimiendo, alguna vuelta siempre podrán encontrarle. Como prueba, esta entrega.
La Noche del Demonio 4: La llave que debería cerrar la franquicia. Luego de dos magistrales filmes y una olvidable precuela, finalmente el personaje más emblemático tiene su protagónico en La Noche del Demonio: La Última Llave. En 2010 el director James Wan retrató de forma que solo un conocedor de lo paranormal podría, los Viajes Astrales y el peligro que se cierne sobre ellos en La Noche del Demonio (Insidious, 2010); luego vino una secuela que estrenó en 2013, lamentablemente en el mismo año que Wan estrenaba el opus que lo puso finalmente en la mira de todos los amantes del género y el cine en general, EL Conjuro (The Conjuring, 2013), aún así, la secuela de Insidious nos presentaba no solo un cierre con broche de oro a los sucesos paranormales que aquejaban a la familia Lambert, sino también habría la puerta a la duda y conocer más sobre ese grupo de cazafantasmas con una señora mayor a la cabeza: Elise Rainier ( Lin Shaye). Una heroína en el campo de lo paranormal que no duda en enfrentarse a los más aterradores seres del Inframundo. En 2015 llegó Insidious: Chapter 3 pero con un ritmo y un guión bastante flojo en el que Elise se enfrentaba a una entidad paranormal y pudimos conocer un poco más de su vida, pero aún así nos faltaba el gérmen, lo que la hizo esa luchadora capaz de todo en el comienzo de la saga. Ahí entra La Noche del Demonio: La Última Llave. Elise recibe un llamado de un hombre aquejado por un fantasma que no lo deja vivir en su nuevo hogar. Ella está dispuesta a ayudar, luego de los sucesos que le precedieron en el Capítulo 3 (ahora con Specs y Tucker, los blogueros como nuevos asistentes), pero algo hace que desista: la casa donde vive este potencial cliente es nada más ni nada menos que la casa donde nuestra medium vivió toda su infancia. Al escuchar la dirección, corta el teléfono, pero luego de meditar un rato, decide que debe ir a ayudar a esta persona. Specs y Tucker la acompañarán en esta aventura (con nuevo equipo electrónico y nueva camioneta) en el que el pasado de Elise se mezcla con el presente, afectando directamente a gente querida que quedó en el pasado pero no en el olvido, al mismo tiempo que las entidades sobrenaturales que aparecerán serán algunas de gran ayuda y, las otras, un obstáculo en su misión. La Noche del Demonio: La Última Llave finalmente nos cuenta el origen de los poderes de Elise y nos da un marco de referencia de su vida, poniéndola como protagonista absoluta: su sufrimiento de niña, su relación con sus padres y su hermano menor y, sobre todo, la lucha interna que sufre cada vez que debe enfrentarse a un ente maligno. En lo que falla, quizás, sea en tratar de asustarnos con abusos de jumpscares, algo cliché en el mundo del cine de terror y de esta saga, pero que en anteriores entregas (y sobre todo en la mano de James Wan) tienen su razón y encajan perfectamente en la trama, cosas que acá no pasa. También hay una sobresaturación de chistes malos que no terminan cuajando en las escenas y que le quitan seriedad al producto final y a los personajes Specs y Tucker que, si bien son el alivio cómico, no deben ser dos payasos todo el tiempo. Sin embargo La Noche del Demonio: La Última Llave termina siendo un entretenimiento correcto, del que te llevarás no solo varios sustos, sino también conocerás más en profundidad los miedos y el heroísmo que tanto caracteriza a la medium/parapsicológa y heroína de la saga, Elise Rainier. Eso es más que justo y, esperemos que esta cinta sea la última llave que cierra la puerta de la saga.
La noche del Demonio: La última llave, de Adam Robitel Por Ricardo Ottone En estos tiempos de sagas o franquicias en el mundo del cine, el terror no solo no es ajeno a esta tendencia serial sino que desde hace décadas viene marcando el camino sinuoso de las secuelas como chorizos. Claro, no todo es lo mismo y, aunque dentro del género abunda el material de segunda selección, algunos de los exponentes más interesantes e influyentes de los últimos años vinieron de esta manera. Es el caso de El conjuro, con dos films que muestran los casos paranormales del matrimonio Warren y dos spin offs que se desprenden del arco principal (Anabelle y la próxima a estrenarse The Nun). El responsable allí es el realizador australiano James Wan, también director del primer film de El juego del miedo (no tiene la culpa de la debacle que le siguió) y de las dos primeras películas de La noche del Demonio, cuya cuarta entrega hoy nos ocupa. La noche del demonio ocupa un lugar quizás menos relevante pero también exitoso en términos de franquicia. Para la tercera entrega, ya sin Wan, la serie quedó en manos de su creador, Leigh Whannel. Hasta entonces Whannel tenía la responsabilidad de guionista y actor (interpreta a Specs, uno de los secundarios que aparece en todos los films) y allí debutó como director. La noche del demonio: capitulo 3 vino en forma de precuela, y también como suerte de spin off ya que contaba uno de los primeros casos de la psíquica Elise Rainier (Lin Shaye), uno de los personajes más ricos de las dos primeras películas. Para esta cuarta entrega Wahnnel dejó el puesto de director en manos del casi desconocido Adam Robitel, aunque conservó sus cargos históricos de actor y escritor. El film, a la vez secuela de la 3 y precuela de las dos primeras, se ubicaría como segunda en la línea temporal, donde Lyn Shaye vuelve a ser protagonista en el papel de Elise Rainer. Un protagonismo que es reforzado porque ahora es su historia personal y familiar la que aparece en primer plano ya que el caso que le toca atender ocurre en la fue la casa de su infancia, donde empezó a experimentar sus primeros contactos con el más allá y de la cual guarda más traumas que recuerdos felices. Precisamente lo más interesante de La noche del Demonio: la última llave es la exploración de la historia personal del personaje de Elise, su relación traumática con su padre violento que reprime las manifestaciones de su don, el refugio en su madre y hermano menor y las primeras y aterradoras muestras de su capacidad de comunicarse con el mundo de lo sobrenatural. Este pasado está contado en gran parte por medio de flashbacks que muestran una Elise niña y adolescente, mientras Lyn Shaye, en una actuación que se carga el film al hombro, se pone en la piel de la Elise adulta y va develando la relación de este pasado con los horrores del presente. Donde el film naufraga es precisamente en lo que conforma su razón de ser como film de terror. La ultima llave falla a la hora de provocar miedo y acude a los trucos más básicos y baratos para forzar un efecto que no puede conseguir por medios más refinados. Se nota sin embargo que el realizador intenta por momentos construir un cierto clima, una atmósfera ominosa. Pero en todos los casos, aún cuando incluso parece que va a conseguirlo, pierde la paciencia y opta por la fácil que es sacarse el asunto de encima por medio de algún sobresalto con monstruo salido de la nada y sonido chirriante (el típico y remanido “jump scare”) para liquidar la cuestión sin mayor trámite. Una muestra de pereza creativa que es aún más triste en una saga que había arrancado de una manera más digna. LA NOCHE DEL DEMONIO: LA ÚLTIMA LLAVE La noche del Demonio: la última llave. Estados Unidos. 2018 Dirección: Adam Robitel. Intérpretes: Lin Shaye, Angus Sampson, Leigh Whannell, Josh Stewart, Caitlin Gerard, Bruce Davison, Kirk Acevedo, Javier Botet . Guión: Leigh Whannell. Fotografía: Toby Oliver. Música: Joseph Bishara. Edición: Timothy Alverson. Duración: 103 minutos.
Las películas de terror parecen destinadas a transformarse en sagas, cómo esta de la serie ” Insidious” que es la cuarta y que tiene como singular atractivo a la protagonista, la encantadora Lin Shaye como la valiente y sufriente luchadora contra los poderes del demonio y sus aliados. Lo mejor del argumento, es que tiene que ver con la historia personal de su Elise Rainier, con la casa que habitó en su infancia, con su violento padre y su sacrificada (literalmente) madre. Además de una continuidad con el film anterior. Para los amantes de los sobresaltos acá tienen un festín con apariciones, efectos especiales y música perfecta para preparar los momentos de miedito. Nada de otro mundo, nada que hará q esta película se recuerde en la posteridad como un hito del género. Pero entretiene y al lado de muchas otras….. Eso si, en el final ya se preanuncia el esperado “continuará” para los fanáticos.
Vas a entrar sin pedirme la llave... Si hay algo que sucede los últimos años en el género del terror es que suele muy a menudo repetirse y saturar a las sagas. Y este fenómeno ocurre en La noche del demonio: La última llave. Esta es la cuarta película de la franquicia y los recursos parecen haberse acabado: el jump-scare con música bien aguda, los niños con poderes (nunca confíes en un chico en estas películas), la visita a “el otro lado” con la niebla y demás, ya está, ya entendimos que funciona, ahora hagan algo nuevo, innoven. En esta cuarta entrega se cuenta la historia previa a las otras tres. En este caso la protagonista es la Dra. Elise Rainer, la mujer mayor que ayuda a pasar humanos “al otro lado”. Con esta película se termina de confirmar quién es la verdadera protagonista de la saga, siendo ella el único personaje que aparece en todas las películas. Pero muy a pesar de ser parecida esta con la otras, Adam Robitel, el director, logra hacer entretenida la película, aún sin dar tanto miedo y siendo la más floja de las cuatro. Y si sos fanático del terror te va entretener, porque tiene todos los recursos clásicos y además te vas a entrar sobre el pasado y el origen.
Lugares comunes bien aprovechados Cuarto capítulo de esta popular saga de terror que ya desde el anterior dejó de contar con el exitoso director James Wan al mando, La noche del Demonio: La última llave vuelve a sorprender por su capacidad para contrabandear subtextos interesantes en medio de una pléyade de lugares comunes. Algo que ya debería considerarse como la marca de agua que identifica a la serie. Aunque cuatro partes podrían sonar a demasiado (y más si se atiende a que el final la deja picando para meter el quinto), lo cierto es que el guionista Leigh Whannell se las arregla para surfear con ingenio sobre las convenciones del género. Además es uno de los actores fijos del elenco y en 2015 también se hizo cargo de dirigir La noche del Demonio 3. Como Wan, Whannell es australiano y compartió con él la escuela de arte en Melbourne, además de ser el creador y guionista de las tres primeras películas de otra saga exitosa, El juego del miedo. Como se ve, el tipo tiene el pedigree a favor. Esta vez la poderosa parapsíquica Elise debe resolver un caso que la lleva de regreso a la casa donde creció y descubrió su don para contactarse con los muertos y otras entidades del más allá. Pero el asunto se complica porque conlleva el riesgo de enfrentar sus miedos y traumas infantiles. Clásico relato de casa embrujada construido a puros golpes de efecto, tanto visuales como sonoros, más oportunas capas de maquillaje y látex, La noche del Demonio: La última llave es además una historia de aprendizaje y redención en la que los lazos familiares pueden convertirse en una red de contención para enfrentar incluso a los seres más abominables del inframundo. Con interesantes pinceladas de humor que cumplen la función de descomprimir las continuas tensiones que la película acumula, La última llave logra hacer verosímil la superposición que se produce entre las monstruosidades domésticas a las que estuvo expuesta la pequeña Elise durante su infancia y adolescencia, con las diabólicas presencias que vuelven a acosarla en aquella tétrica casa familiar. Y también el modo reparador en que el pasado regresa para curar las heridas que han quedado abiertas en algún lugar del inconsciente, territorio en el que la protagonista se suele mover para enfrentar a los fantasmas que esta vez son los suyos. Aun cuando maneja de forma convencional los recursos básicos del género, lo anteriormente mencionado le permite a La última llave trascender el pelotón de películas de terror fabricadas en serie que suelen desfilar cada jueves por la cartelera local. Aún así dichos convencionalismos, por obvios, no pueden dejar de mencionarse. Entre ellos hay uno que llama la atención: la presencia del actor español Javier Botet, especialista en interpretar monstruos en películas del palo. Tantos son los que ha personificado, de la saga Rec a la reciente IT, la película–evento de 2017, y de El Conjuro 2 a Alien: Covenant, que él mismo ya puede ser considerado un lugar común del cine de terror.
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El inicio El último lustro, y un poco más también, ha ofrecido en materia de cine de género, la posibilidad de reinventar narrativas apoyándose en viejas estructuras, demostrando el buen momento en la taquilla y consolidando la preferencia del público por este tipo de películas. Así, la carrera iniciada con Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), y luego con la saga de El conjuro (The Conjuring, 2013) y sus spin offs, como así también con La noche del demonio (Insidious, 2011), permitieron el regreso de la calidad y autoría a la producción industrial de películas de terror, pero también fueron el vehículo para que James Wan, Oren Peli y Jason Blum se consagraran como sinónimo del género. En el caso de La noche del demonio, además, abrió el juego para que la vieja historia del niño poseído en una casa embrujada devolviera una mirada ontológica sobre el miedo y sus orígenes, construyendo un microuniverso cada vez más grande que terminó por expulsar a uno de sus protagonistas, en este caso a Elise (Lin Shaye), no sin antes ofrecerle un protagónico absoluto y una película para ella sola como La noche del demonio: La última llave (Insidious: The Last Key, 2018). Adam Robitel es el encargado de dirigir esta precuela de la saga en la que el personaje de Shaye será revelado como un ser frágil y vulnerable, todo lo contrario a la construcción anterior, expuesto a sus propios temores originados en un pasado, hasta el momento, inédito para los espectadores. Desandando sus propios pasos, Elise llevará a su familia hasta el origen de sus problemas cuando sea convocada por un hombre atormentado por fantasmas en la misma casa que habitaba de pequeña y a la que nunca más ha regresado. Acompañada por el grupo de “cazafantasmas” con el que suele trabajar en sus casos paranormales, el relato abre el juego en dos líneas paralelas que terminan por completar la totalidad de la trama argumental. Por un lado el pasado de la niña/adolescente Elise, en donde la película se detiene para asustar con un estilo bastante “torpe” y convencional y por el otro la actualidad de la mujer madura que desea conocer la verdad detrás de las recurrentes pesadillas, malos sueños que la conectan, a diario, con el más allá. Si bien el guion apela a lugares comunes y a estereotipos de género, la habilidad de Robitel radica en mantener la tensión y el misterio sobre la mujer que supo ayudar a la familia Lambert a resolver sus cuestiones, pero también en cómo esta entrega se conecta con la saga a partir de elementos en común o breves raccontos que se colocan en la superficie del discurso. La noche del demonio: La última llave se detiene en Elise porque sabe de la riqueza e iconicidad del personaje, pero decide ir mucho más allá, permitiendo el avance de los demonios que la acechan sobre su entorno familiar, un grupo hasta el momento ignoto, pero que escena a escena, comienza a tener más partido en la trama, generando un vínculo inevitable para la resolución final. Los amantes de la saga estarán de parabienes con esta nueva entrega de una historia clásica, sin estridencias, tal vez la que permitió a los estudios Blumhouse y a sus hacedores consolidarse como los maestros del terror del nuevo siglo, algo que no contentará a aquellos que busquen algo nuevo en la pantalla, quienes deberán contentarse con algunos sustos y participaciones de grandes actores como Bruce Davison, que potencian, con sus interpretaciones, una trama simple y débil.
La noche del demonio: la última llave. Otro viaje al más allá Todavía resulta increíble que la saga de demonios nocturnos y casas embrujadas que inventaron el director James Wan (aquí como productor) y el guionista Leigh Whanell siga funcionando. La noche del demonio: La última llave vuelve por cuarta vez a la casa del misterio, a los viajes al más allá y a la aparición de Elise (Lin Shaye), la médium que revela ahora el origen de su propia historia. La película comienza una noche de 1953 -la misma en la que se anuncia la muerte de Stalin con la sugestiva frase: "Los fantasmas del pasado invadirán nuestro presente si no los enfrentamos"- mientras se celebran ejecuciones en una oscura prisión de Nuevo México. En una casa lindante a ese territorio de sombras, es una Elise todavía niña quien batalla con una infancia minada por su inquietante habilidad de contactarse con espíritus y quien se enfrenta a un padre abusivo y violento. La película consigue sus mejores momentos cuando sabe indagar en los secretos que agitan su vida y en el verdadero sentido detrás de su don sobrenatural. El director Adam Robitel aprovecha el aura de la saga con guiños a las aventuras pasadas (la mención del niño Dalton, los "cazafantasmas" Specs y Tucker), abusa un poco de los chistes tontos, logra escenificar algunas apariciones y potencia la presencia de Lin Shaye, una septuagenaria que nada tiene que envidiarles a las adolescentes emblema del género.
La peor de la saga "La última llave" repite trucos de sus antecesoras y muestra que la franquicia se está agotando. “Algunos les temen a las personas especiales” le dice su madre a la pequeña Elise Rainier, quien tiene un don especial para comunicarse con los espíritus que habitan su tenebrosa casa de Nueva México, en 1953. La acción pasa a California de 2010, cuando Elise ya es una conocida parapsicóloga que afronta los casos sobrenaturales más terroríficos y está acostumbrada a convivir con el “más allá” hasta que un nuevo llamado la lleva, junto a sus habituales colaboradores, al lugar que habitó durante su infancia. Este es el punto de partida de La noche del demonio: La última llave, la cuarta entrega de la saga iniciada en 2010 con la dirección del exitoso James Wan en sus dos primeras películas y que colocó a Lin Shaye como el nuevo rostro del terror. El filme funciona como una precuela en la que se cuentan los orígenes de Elise y de su familia, una punta argumental atrapante y bien explotada durante los primeros minutos (la escena del sótano) en manos del director Adam Robitel, quien juega de manera siniestra con la realidad y los mundos paralelos, y no disimula parecidos con Poltergeist. Desde el inicio se abordan los miedos infantiles (Elise y su hermanito advierten que alguien más está en la habitación a la hora de dormir), con la presencia de un padre maltratador y una madre que permite la violencia hacia su hija, creando la atmósfera ideal para este tipo de propuestas que conectan el mundo cotidiano con el espiritual y demoníaco. Lo que sigue es un ejercicio más de suspenso que abre la puerta (no siempre con la llave correcta) a una dimensión paralela registrada en video y entre apariciones monstruosas y escurridizas que sobresaltan pero no aportan novedades al género de terror. Leigh Whannell encarna a Specs, el ayudante de Elise (es además el guionista y responsable del eslabón anterior), pero el peso dramático descansa en Shaye, quien logra transmitir su intención de desmarañar su propio pasado y lograr la recomposición familiar, más allá de los sustos que tiene que atravesar en esta nueva historia. Esta es la más endeble de todas las entregas ya que repite situaciones, con el recurso de la neblina sobre el suelo, fantasmas, encierro, tortura y dos sobrinas adolescentes que también traen lo suyo.
Para los seguidores de esta franquicia, es una cita obligada de ver, cerrando un gran circulo que inició en la primera entrega y sentando bases para una posible continuación de la saga. ¿Cómo hacer para finalizar una franquicia cuando sus ganancias son muy superiores al presupuesto inicial? Quizás ese sea el problema de los últimos tiempos en la industria del cine. No importa si la historia es repetitiva, carente de alma o ideas, solo interesa recaudar la mayor cantidad de dinero posible y producir hasta el hartazgo. En medio de esto, se encuentra la saga Insidious o mejor conocida como La noche del demonio, una franquicia que comenzó en 2010 de la mano de James Wan (Aquaman, 2018) y que consta en su haber, contando esta nueva entrega, con cuatro películas. Haciendo un poco de memoria, en las dos primeras películas de Insidious se puede seguir la historia de Josh (Patrick Wilson) y Renai Lambert (Rose Byrne), quienes empiezan a experimentar extrañas visiones tras el coma sufrido por su pequeño hijo Dalton (Ty Simpkins) y se ven obligados a contratar a la experimentada medium Elise Rainer (Lin Shaye). A los largo de estas dos primeras entregas, James Wan logró afinazar, dentro de todo, un argumento sólido y verídico que solo sufría problemas en el desarrollo del tercer acto de ambos films. La tercera, estrenada en 2015 y bajo la dirección de Leigh Whannell, fue una precuela que narró los orígenes sobre la presencia sobrenatural que asoló a la familia Lambert, donde el protagonismo recayó en Elise Rainier. Luego de una recaudación final que multiplicó por diez su presupuesto inicial, la productora Blumhouse decidió lanzar un nuevo capítulo de la saga. De esta manera, La Noche del demonio: La llave final, llega a los cines de todo el mundo ¿por última vez? En esta oportunidad, este cuarto film funciona como una secuela directa de la precuela estrenada en 2015. Elisse se enfrentará a aterradoras apariciones que tienen lugar en Nuevo México, lugar de su antigua casa. Con el objetivo de ayudar a una familia recién instalada, que sufre escalofriantes incidentes paranormales, Elise tendrá que enfrentarse a los seres del inframundo que habitan el hogar de su infancia y como si fuera poco, también enfrentará, de esta forma, a los fantasmas de su pasado. Insidious 4, es dirigida por Adam Robitel y cuenta nuevamente con un guion a cargo de Leigh Whannell, el mismo de todas las películas y director de Insidious 3. En esta nueva historia se aprecia un paso hacía atrás respecto a su cinta anterior. Robitel es bastante adepto a los efectos especiales y genera varias secuencias de gran tensión, siempre desarrolladas en el pasado en donde la ambientación le brinda un plus a la puesta en escena. No tiene el mismo toque con las del presente, siendo mucho más predecibles y cargadas de los tipicos sustos de las películas de terror actuales. El guion no termina de ser algo sólido y por eso no logra escapar del déficit que tuvieron los terceros actos de las entregas anteriores. Una de sus cosas positivas es la conexión que lleva con las demás películas, tapando huecos, cerrando puertas y generando algo de ganas para ver más del universo paranormal. En cuanto a las actuaciones, solo la protagonista y sus dos ayudantes se salvan. La experimentada Lin Shaye le pone el pecho a las balas y se banca todo con lo que le tiren. Hablando de sus compañeros, estos héroes al estilo Scooby Doo cumplen con su papel de sidekicks a la perfección. El resto del elenco apenas cumple, muchos personajes secundarios solo están para el típico relleno. A pesar de ser una cinta en la que prevalece el género del terror con mayor o menor fortuna, Insidious: La última llave tiene un gran contenido dramático, y en este sentido sorprende bastante.
Exorcizando el pasado. No es casual que la cuarta entrega de la popular saga La Noche del Demonio comience situándose en el año 1953. No solo la época en que nuestra parapsicóloga estrella, Elise Rainier (Lin Shaye), es apenas una niña que toma conciencia de sus poderes, sino también en la que cae Stalin y comienza la Guerra Fría, situación que bien se refleja en la cinta en una escena en la que el dictatorial padre de Elise, mira en la televisión como acontece este suceso. La secuencia inicial hace alusión al primer contacto de Elise con un demonio poderoso que habita en otra dimensión (con un portal de entrada en el sótano de su casa). Casa que se encuentra al lado de una prisión, en Nuevo México, en la que todos los días mueren reos condenados a la silla eléctrica. Evidentemente un lugar con una energía densa y oscura, rodeada de muerte y hechos trágicos. De allí el salto temporal hacia el presente, hacia una Elise que supo usar sus poderes psíquicos para ayudar a los demás, acompañada de su equipo cazafantasma compuesto por Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson). Pero la situación se complicará cuando la señora reciba un pedido de ayuda del hombre que habita el hogar de su infancia. Sin preámbulos, ella decidirá hacer frente a su pasado pesado, del cual escapó de muy joven. Una vez instalados en la casa del demonio, se abrirá la famosa puerta que contiene historias de horror y drama, las peores pesadillas. Si bien la película comienza con un hilo narrativo sencillo, a medida que el relato avanza se va “abarrocando”, se van sumando historias donde la realidad y lo fantasmal se funde y confunde. Recurso que tornará un tanto forzada la narración. Es cierto que formalmente esta entrega no trae nada nuevo bajo el sol, es un relato remanido y cliché, pero cabe destacar su potencia dramática. El pasado con un padre abusivo y golpeador, que el hogar de Elise haya servido como lugar de tortura, sobre todo de mujeres, sumadas las referencias históricas de la época, no solo alude a las presencias sobrenaturales, también manifiestan los horrores que sucedieron en la realidad. Como un todo orgánico, ambas dimensiones se ligarán a través del temor y la fatalidad, y la única forma de superarlo será exorcizando estos hechos turbios y traumáticos.
Es sabido que James Wan tiene el toque de Midas, capaz de convertir en franquicia cualquier proyecto que toca. Saw dio pie a otras siete películas, The Conjuring a una suerte de universo cinematográfico e Insidious no fue la excepción, bajo el paraguas de una Blumhouse que en forma continua entrega producciones de calidad con presupuestos ínfimos, que se transforman en verdaderos éxitos de taquilla. Pero como la serie de películas de El Juego del Miedo y tantas otras han dejado bien en claro, cada entrada en la saga corre el riesgo de palidecer en relación a la original, con un rápido agotamiento de recursos por su reiteración y con cada vez menos sorpresas. Insidious: The Last Key no es la excepción.
La fidelidad de los seguidores en el género de terror sólo rivaliza con las grandes masas que siguen las franquicias del estilo Star wars o Avengers. Y James Wan supo posicionarse como un gran cultor del género en el nuevo siglo. Con la saga El juego del miedo y El conjuro alimentó a la platea con sed de sangre. El asesino slasher que persigue a la víctima ya es cosa del pasado, ahora la truculencia es macabra, con más matices, cuanto más enferma y retorcida mejor (siempre sin desbordar los cánones del cine mainstream). En La noche del demonio: la última llave (Insidious: The last key, 2018) Wan sólo aparece como productor del film (junto a Oren Peli, un señor que la pegó con Actividad Paranormal). En esta ocasión, la historia presenta la traumática infancia de Elise (Lin Shaye), la parapsicóloga de la saga, quien recibe un llamado desde su viejo hogar y debe regresar para ver de qué se trata. Con la compañía de sus dos secuaces, Tucker (Angus Sampson) y Specs (Leigh Whanell, quien también oficia de guionista), se adentran en otro caso paranormal con flashbacks y entes paranormales. Esta cuarta entrega sigue con la tonalidad de la saga: escenas en modo visión nocturna, demonios deformes y screamers para que el espectador pegue un buen salto. También con un uso acertado del humor. La narración es mucho más concisa cuando se remite a la infancia de Elise; hay verdadero terror en ese aspecto y se debe en parte a la buena ambientación de una casa destartalada (en un piso contiguo se ejecutaban a presos condenados a la silla eléctrica) y la buena perfomance de la pequeña que personifica a Elise de niña (Ava Kolker). Como en muchas familias del siglo pasado, la educación tendía al machismo extremo y el padre de la pequeña Elise le propinaba golpes porque creía que era lo correcto para “enderezarla” cada vez que ella veía, sentía y contaba sus encuentros con seres no tangibles. El terror no lo generan los fantasmas o demonios, lo hace el propio padre desde su salvajismo. En cambio, cuando volvemos al presente, Insidious se asemeja más a las entregas anteriores, no es un paso en falso, pero no hay innovación. Y demonios hay, y muchos, que ninguno cause tanto miedo como el padre de Elise es el pequeño triunfo de Insidious: la última llave.
El equipo detrás de Actividad Paranormal y El Conjuro continúa otra de sus míticas sagas de terror llamada Insidious, titulada en Argentina La noche del demonio. Llega al cine la cuarta parte que funciona como precuela de los eventos de las primeras dos. La historia comienza cuando Elise (Lin Shaye) es una joven que vive con su pequeño hermano y sus padres en una casa cercana a una prisión estatal. El extraño comportamiento de la niña frente a las sucesivas apariciones de fantasmas ponen en contra a su padre que no le cree y la castiga continuamente. Ya en la actualidad, la Dra. Elise Rainier recibe un llamado de un hombre que está viviendo en su antigua casa de la infancia y que pide ayuda después de sufrir diversos encuentros paranormales. Ella accede y va con su equipo a desentrañar el misterio. Aunque de manera menor a El Conjuro, la saga de La noche del demonio supo encontrar un espacio frente a los fanáticos del género. Y mientras que la primera cuenta con dos partes, un spin-off y otras películas por venir, la saga de La noche del demonio llega a su cuarta película manteniendo el elenco original y cediendo la dirección (que siempre estuvo a cargo de James Wan y Leigh Whannell) al primerizo Adam Robitel (La posesión de Deborah Logan). El resultado es de alguna manera un cierre de la saga, que termina uniendo esta última con la primera película. En primer lugar vemos a una Elise frágil y lejos de la construcción de un personaje que no tiene miedo a lo que se enfrenta. Los recuerdos de su infancia la ponen cara a cara con un padre golpeador y a la culpa por los eventos que se fueron desarrollando con su madre y su hermano. La película sirve como excusa para complejizar y dar más relieve a la figura de la protagonista, aunque es verdad que no atrapa tanto como la pareja de los Warren de la saga de El Conjuro. Los compañeros de Elise (Specs y Tucker) se mantienen fiel a su origen, llevando humor a los momentos previos a la tensión, por ocasiones un poco forzado y sin la respuesta buscada. Con respecto al terror, La noche del demonio: la última llave juega todo el tiempo con engañar el susto. Cuando el espectador sabe que algo va a pasar y al final ese momento pasa y nada ocurre, pero segundos después sí. Este estilo, aunque eficaz, puede resultar negativo después de reiteradas veces que ya se entiende el juego. Finalmente uno de los aspectos originales de la saga, la inclusión del más allá como un plano paralelo al terrenal y sus repercusiones en las lineas temporales, queda rezagado para el final del relato y no tiene tanto peso como en las anteriores entregas. Sí hay que destacar que esta vez los escritores no apuntaron sólo a los demonios espirituales sino a los reales que esconden cada uno de los seres humanos.
“Insidious: La Última Llave” es la cuarta parte de una saga que a muchos seguidores ha sobresaltado con varias escenas y fue obteniendo buenos resultados en la taquilla, algo similar paso con: “Saw, el juego del miedo” o “El conjuro”. En esta oportunidad podríamos decir que es una precuela de la precuela, nos lleva a 1953 a la niñez de la doctora Elise Rainier (Lin Shaye) vamos viendo como nacieron sus visiones, los sufrimientos de su infancia y porque se dedicó después a la parapsicóloga. Pasaron 57 años y para ayudar a una familia debe regresar a su casa embrujada de la infancia, allí se encontrará con los demonios del pasado y los recuerdos más penosos. La esperan nuevos desafíos, conocimientos, misterios y para ofrecernos más información se recurre en varias escenas a los flashbacks donde hay personajes del pasado que aparecen. Se manejan los tiempos con tensión, silencios, atmosferas lúgubres, una buena paleta de colores acordes a su desarrollo, momentos aterradores, generando varios sobresaltos, tiene algún toque de humor y de sátira y una buena ambientación. Su trama está un tanto trillada en este género, con situaciones paranormales, algo de poltergeist, espíritus malos que vienen a buscar o llevarse algo. Pero resulta ideal para los apasionados del terror convencional.
Si todavía no te aburriste con la extensión innecesaria de ese gran film que hizo el director James Wan en el 2010, seguramente podrás disfrutar más la nueva entrega de la saga que explora los orígenes de la investigadora paranormal, Elise Rainer. El rol de la veterana scream queen, Lin Shaye, que ya se había destacado en las entregas previas, acá cobra un protagonismo absoluto y la labor de la actriz es lo mejor de esta propuesta. La trama desarrolla la historia del personaje al mismo tiempo que describe los eventos previos al film original que inició la franquicia. El director Gregory Plotkin, responsable de la entrega final de Actividad paranormal, abre la película con un gran prólogo relacionado con la infancia de la investigadora que probablemente ofrece los momentos más sólidos de esta producción en materia de terror. Luego su narración se encamina en un terreno más mundano con escenas de susto y recursos técnicos que estamos acostumbrados a ver en todas las películas de esta temática. No ayudó tampoco el aumento del contenido humorístico que aleja a esta producción del tono que supo darle Wan a la película original Aunque la realización de los momentos de horror están bien hechos en la película se hace evidente el desgaste de la franquicia y los temas que aborda. Es decir, si ya te aburriste con la tercera entrega, la nueva historia no te va a hacer cambiar de opinión. La última producción de la productora Blumhouse no es mala pero está destinada a entretener únicamente a los fans de esta franquicia.
Innecesaria secuela de una floja precuela La primera "Insidous", es decir "La noche del demonio" era un excelente film de terror con un nene poseído lleno de escenas realmente aterrorizantes. Pero los siguientes films de esta franquicia no terminaban de dar en la tecla, especialmente dado que su punto débil estaba en lo narrativo por empecinarse en continuar el asunto a través de la excusa de la precuela , es decir la historia previa a los acontecimientos que el espectador había visto en la original. En esta presunta última parte (el título original es "la última llave") la franquicia tiene a un nuevo director, Adam Robitel, que hace lo que puede con un material que viene a ser la secuela de la precuela, y tiene como protagonista a la parapsicóloga que había muerto en un film anterior, muy bien interpretada por la talentosa Lin Shaye. Aquí esta vidente sensible tiene que ir directo al corazón del conflicto sobrenatural que empezó en su propia familia. Obviamente el resultado no está a la altura de la primera "Insidous", y si bien hay un clima razonable de terror y buenos efectos especiales, no es un gran programa para los fans del género. A favor del director aunque sea se puede decir que mantuvo a la perfección la continuidad con la estética de las otras tres películas de esta franquicia que probablemente sea dada por terminada luego de esta floja entrada.
Otra mentirita de Wan y sus amigos James Wan nos mintió. Ya lo dijimos en algún texto por acá. Dirigió algunas películas mediocres pero relativamente buenas -tres: Saw (2004), Insidious (2010) y The Conjuring (2013)- dada la pésima relación cantidad/ calidad del horror americano siglo XXI (de todos modos, la cantidad y la heterogeneidad del género en USA, sobre todo en la segunda década de este siglo, pueden ser signos de su buena salud). Nos mintió porque no habla de nada a pesar de que se nutre de cierto horror que sí tenía algo para decir. Por ejemplo, en esta saga, de Poltergeist (1982). Película de Spielberg -con la candidatura testimonial de Hooper- que podemos verla como una de horror infantil, precursora de este género PG-13 que impulsó más la industria que los realizadores, pero que era mucho más compleja que casi todas las de terror filo-ATP actuales. Política, sobre todo, por su interesante alegoría de la América reaganiana y por su constitución feminista. La saga Insidious, por el contrario, es pura cáscara; incluso la primera, la única relativamente buena de las cuatro (y que seguramente no aguanta una revisión al igual que El Conjuro), más allá de sus ribetes metafísicos, prácticamente carece de conceptos que aporten capas de sentido a su puesta en escena. Wan es un continuador del horror Spielbergiano sólo desde sus aspectos técnicos. Es un tecnócrata del arte, un administrativo, que supo dominar gran parte del género estadounidense contemporáneo. Los herederos de sus productos (Leig Whannell o Adam Robitell) apuntan a lo mismo, un cuidado trabajo técnico, una construcción precisa de los jump scares (la prolijidad y efectividad del efectismo no lo consideramos algo negativo) y una notoria predisposición al marketing como faro o complemento. De todos modos, hay acá un intento de trasfondo político sobre todo en el inicio, en el que la TV, al igual que en Poltergeist, también cobra protagonismo. El tubo de rayos catódicos anuncia la muerte de Stalin y los peligros del comunismo mientras las ejecuciones de una cárcel lindera a la casa protagonista hacen que las luces parpadeen. Aclaremos que en esta ocasión, asistimos a otra precuela de la Insidious original y estamos situados, al comienzo de la película, en la década del 50. La historia central vuelve a hacer foco en la dinámica familiar como en las anteriores; esta vez, en la familia de la psíquica Elise, protagonista de esta entrega junto a los Ghosthunters (el dúo Whannell y Sampson) que ya no son el comic relief sino parte de la identidad de la película: con el nerdismo de moda ya no están sólo para descomprimir el terror sino que tienen su propio camión para la aventura adolescente. El ente maligno de ocasión en el plano terrenal es el padre de Elise, uno de los tantos garantes de la paz americana, que, en este caso, somete a su hija y quién sabe a cuántas otras chicas. ¿Otra fábula de enemigo interno? No termina de serlo. Lo político y otras líneas de subtexto parecen ser abandonadas y reemplazadas por los lugares comunes de la saga, el horror perezoso, y las atmósferas prefabricadas que no contienen ni producen terror. Vemos esta cuarta parte de Insidious y sentimos que ya vimos lo mismo una y otra y otra vez. La repetición como norte, la técnica como soporte.
LA NOCHE DEL DEMONIO: LA ÚLTIMA LLAVE Aunque no lo crean, siguen encontrando historias para intentar asustarnos. “La Noche del Demonio” (Insidious, 2010) logró despegar una nueva franquicia terrorífica de bajo presupuesto de la mano de James Wan. Las críticas fueron desparejas, pero logró ganarse a su público y generar unas cuantas secuelas, que fueron perdiendo atractivo (y calidad) a medida que perdieron a Wan detrás de las cámaras. Por algún motivo (económico, seguramente) llega esta cuarta parte que nos lleva un poquito atrás en el tiempo, incluso antes de los acontecimientos de 2010, para centrarse en la historia particular de Elise Rainier (Lin Shaye), la psíquica que se volvió casi protagonistas y el hilo conductor a lo largo de estas películas. Arrancamos en 1953 con una joven Elise que debe lidiar con su “don” y un padre irascible y violento que no lo entiende. En cambio, decide castigar a su hija y encerrarla en el sótano tras ver un fantasma, donde la nena descubre una puerta y libera un demonio que desata la tragedia familiar. Durante su adolescencia, Rainier termina abandonando su hogar, y a su pequeño hermano que quedó al cuidado de papá. Muchos años después, la señora recibe uno de esos tantos llamados de auxilio de un hombre (Kirk Acevedo) que asegura que su casa de Nuevo México está invadida por un ente maligno. Curiosamente, es aquella casa de su infancia y, aunque un tanto renuente en un principio, Elise decide ayudarlo, en parte, para expiar sus propios fantasmas del pasado. Hasta allí se dirige con sus compañeros de aventuras paranormales, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), sabiendo que el hogar está infectado de espíritus. Pero lo que descubre es algo más espeluznante, y un secreto familiar que, en última instancia, termina poniendo en riesgo a sus propias sobrinas. “La Noche del Demonio: La Última Llave” (Insidious: The Last Key, 2018) no suma nada nuevo a esta franquicia que sólo repite la fórmula y, en este caso, también agrega un poco (bastante) de drama familiar y una trama policial que se enreda con los sucesos sobrenaturales. Adam Robitel es el director designado, un casi debutante tras las cámaras que ya se paseó por el género con “La Posesión de Deborah Logan” (The Taking, 2014), y si bien hace un gran esfuerzo con la puesta en escena del pasado –una estética muy parecida a la de Wan, aunque alejado de su maestría estética-, nos entrega esos sustos de manual y unas cuantas actuaciones exageradas. El interés se va perdiendo entre varias tramas y personajes que entran y salen de la historia sin mucho peso. Está claro que la clave de todo es Elise y el argumento se esfuerza por conectar puntos con el resto de la franquicia, pero nunca nos terminan de contar en profundidad de qué la va este demonio (Key Face) que sale de la nada -o, suponemos, como resultado de la prisión que se encontraba cerca de la casa, donde muchos de los condenados murieron en la silla eléctrica, una de las tareas de papá Rainier- para crear caos. “La Noche del Demonio: La Última Llave”, como muchas de sus antecesoras y compañeras de Blumhouse Productions, saca provecho de su relación bajo presupuesto/buena taquilla, pero se queda muy corta a la hora de influenciar en un género que, durante 2017, demostró que todavía tiene tela para cortar y la manera de reinventarse a sí mismo. Claro que este no es el caso, pero tampoco esperábamos algo distinto. La película de Robitel cumple con sus propias expectativas y ambiciones, suma sustos fáciles y una opción dentro de todo entretenida, aunque demasiado genérica para que nos sacuda un poco.
El nuevo capítulo de la saga de La Noche del Demonio, pensada por James Wan y Leigh Whannell (la misma dupla que creó El Juego del Miedo), se centra en Elise Rainier (Lin Shaye) la especialista en lo paranormal que surgió como personaje de reparto en la primera parte de la serie y que luego, de maneras diversas, apareció en entregas siguientes. Con el inesperado éxito de la película original, en este presente plagado de franquicias fue necesario generar las entregas sucesivas dado el éxito de cada una de las secuelas. Al final de La Noche del Demonio la historia para una continuación era bastante obvia, por lo cual se siguió esa opción con buenos resultados (aunque inferiores a los de la primera), manteniendo a la dupla Wan-Whannell y al elenco. Para la tercera parte esa línea de relato ya se había terminado y ello motivó una rotación de protagonistas, quedando como nexo a la historia original el personaje de Rainier. El resultado fue incluso inferior, ya sin Wan como director y con el guionista Whannell tomando su puesto. Ahora llegamos a la cuarta parte y la opción es relatar la historia de Elise Rainier y el origen de sus poderes perceptivos. La película se ubica temporalmente en dos periodos anteriores a La Noche del Demonio: primero un prólogo en 1953 durante la infancia de Elise y luego en 2010, casi en simultáneo con el comienzo del desarrollo de los hechos de esa entrega original. El primer segmento, más corto y compacto, está narrado con un buen sentido de la tensión dramática, más allá de que Adam Robitel no es James Wan (como tampoco lo era Whannell) y no posee la capacidad de provocar verdadero terror sin tener que recurrir a las típicas trampas como el golpe inesperado junto con la música estridente o el primerísimo primer plano con un personaje arremetiendo de repente sobre el protagonista, generando de esa manera el estremecimiento del espectador. Olvídense, salvo contadísimas excepciones, del plano abierto que revele algo de a poco, aquí la cámara se posiciona bien encima y lo que esta fuera de campo no tarda en irrumpir en el plano con fines de susto. La primera parte deja establecido que Elise Rainier ya tenía desde su infancia la capacidad para entrar en “The Further“, ese limbo donde van los espiritus. La joven muestra, además, una persistencia casi mística ante la presión de su padre para que reniegue de tal capacidad, motivo por el que la entidad maléfica que habita su casa familiar la elige para contactarla y usarla como medio. En el presente, ese pasado que quedo atrás en el tiempo pero no en su inconsciente deja la forma de sueño, hecho que motiva el retorno a la casa de su niñez y la confrontación de miedos originarios. El viaje a su ciudad natal lo hace con Specs (Whannell) y Tucker (Sampson), la dupla de asistentes que la sigue desde el comienzo de la saga y que oficia como necesario –aunque no muy efectivo- comic relief. El problema con ellos no es que no sean muy inteligentes, sino que sus comentarios cómicos suelen llegar fuera de tiempo, diluyendo cualquier impacto. Igualmente es bienvenido que existan para aliviar un poco la gravedad del relato. Ya en la casa natal, el caso paranormal para el cual fue convocada Rainier toma un cariz policial mas terrenal, aunque luego quede claro que lo policial también se encuentra signado por lo paranormal. De ello se puede rescatar una línea común con otras películas de esta temática: muchas veces los comportamientos humanos aberrantes están marcados por la influencia de poderes inhumanos, generándose una exculpación de los seres de carne y hueso que los cometen. Idea peligrosa que, por cierto, dejaría a las personas sin libre albedrío y reducidas a vehículos para cometer atrocidades. Resulta paradójico porque quizás sería mucho más terrorífico pensar que dentro del hombre habitan el bien y el mal, y que ambos son capaces de obrar sin necesidad de influencias sobrenaturales. La película no termina de explorar explícitamente esa línea. Por el contrario, plantea en la elección de Rainier de no ejercer la violencia que sufrió en su infancia la posibilidad de triunfar frente al espíritu maligno que enfrenta. Esta última parte, que revela la causa de tantos espíritus en la casa, otorga algunas secuencias de buena resolución visual. Sin embargo, el enfrentamiento final se resuelve de forma menos imaginativa. La ayuda de sus sobrinas, que Rainier reencuentra en su vuelta al pueblo natal junto a un hermano del cual se separó prematuramente, permite alcanzar un final tranquilizador y de reconciliación. En una de esas sobrinas está precisamente una clave o llave (key en inglés tiene ambos significados) para la continuación de la franquicia, posiblemente sin la participación de Elaine Rainier y con un personaje joven que pueda erigirse en el rol protagónico. Puede que así se nos deje vislumbrar un más allá más estimulante.
En la línea de El Conjuro, una veterana especialista en actividad paranormal que ha visto mil demonios, es convocada a una casa que no es otra que la de su infancia. Ahora tendrá que enfrentarse a un mal que toma las formas más terroríficas, trampeando la tecnología y la fe para registrarlo y destruirlo. Hay una buena cantidad de sustos en esta nueva entrega de la saga Insidious, dirigida por Adam Robitel, de esos que hacen que te tapes los ojos y pegues buenos saltos. No será terror profundo, ni es la más imaginativa de las películas de casa encantada, pero se beneficia, y mucho, con la presencia de la gran Lin Shaye, reina del género.
CERRAR Y TIRAR LA LLAVE Las sagas de La noche del demonio y El conjuro, tan promisorias en sus primeras versiones, no sólo han ido desarrollándose en paralelo y generando spin-off´s como Annabelle, merced a la combinación de productores, guionistas y equipo creativo en general, sino que también han podido mantener una criteriosa calidad en sus historias. Inevitable fue, sin embargo, la caída en el interés ante la obvia redundancia de recursos, a pesar de que siguen siendo convocantes. En el caso de La noche del demonio: la última llave, el giro en cuanto a la continuidad de la historia se hace un tanto predecible. Recordemos que en las primeras dos entregas el tema fue el acoso de fuerzas sobrenaturales a la familia Lambert y las visiones de uno de sus hijos que era capaz de tener algo así como “viajes astrales” y ver los demonios que los acechaban, y en la tercera, filmada a modo de precuela, se centraba el argumento en cómo se conocían, antes del caso Lambert, la psíquica Elise (Lin Shaye) y sus ayudantes (Angus Sampson y Leigh Whannell, director de esta entrega) en otro caso de acoso sobrenatural por parte de la madre fallecida de una adolescente. Con estos antecedentes, no quedaba más que irse más atrás y explorar en el pasado lejano, llegando a la infancia de Elise para dar origen a una nueva historia de espíritus atormentados que no se resisten a permanecer en su plano sin molestar a los moradores humanos a su alcance. Elise recibe el llamado de un desconocido que habita en la casa en la que ella pasó su infancia junto a su padre abusivo, madre oprimida y hermano menor. El hombre dice sentir el acecho de una presencia fantasmal aterradora y convoca a la mujer, que no duda en regresar al pueblo que la vio nacer, Seven Keys, en Nuevo México. Los ayudantes habituales de Elise se suman a la travesía y todos terminan inmersos en el pasado de la psíquica a quien su hermano (Bruce Dickinson) le niega el saludo por lo sucedido en el turbio pasado de ambos. No obstante una de sus sobrinas decide ayudarlos a desentrañar el misterio. Es notable cómo La noche del demonio: la última llave intenta conectar forzadamente con las dos primeras entregas, aunque sea incluyendo en breve cameo a Patrick Wilson y a Rose Byrne en sus personaje del matrimonio Lambert. Un recurso que resulta innecesario, ya que todo pasa a partir de lo que suceda con Elise y el enfrentamiento con su pasado. De todos modos, no estaría mal que la franquicia termine siendo una serie sobre las aventuras de la investigadora paranormal y sus secuaces, para no andar tirando más cables que intenten unir lo que ya está fuera del plano y está bien que así sea. La secuencia inicial cumple con lo que pueda esperarse en una producción del género, una familia con un padre abusivo y violento, una niña que ve presencias y que por esa misma razón es hostigada y castigada por el hombre, lo cual genera una situación que termina en tragedia. Luego de esto, el presente llega para introducirnos una vez más en la puesta en marcha del equipo hacia donde radica el problema. En el desarrollo, el director intenta crear cierta tensión entre los hermanos al tiempo que incorpora a una de las sobrinas de Elise como nexo, lo cual no sólo no es poco efectivo sino que no aporta solidez argumental. El fuerte sigue siendo el aspecto creativo por cuyo despliegue la entidad maligna principal hace sus apariciones y luego, muy por debajo aunque no debiera ser así, la historia real con sus vueltas de tuerca que tratan de sorprender a fuerza de clichés. Pero a pesar de todo esto, La noche del demonio: la última llave logra el cometido de entretener discretamente con una nueva historia del “Team Elise” quien, como ya dijera antes, merece más una serie al estilo Scooby-Doo que un número indeterminado de nuevas secuelas que pueden llegar a atentar contra la franquicia completa.
La cuarta entrega de La noche del demonio le hace honor a Elisa Reiner, el personaje de la vidente de la saga. Y no defrauda. Como era previsible, Elisa Reiner, la vidente de la saga La noche del demonio (o Insidious) iba a tener su propia película, y por fin se cumplió el sueño de los fanáticos de ese personaje que ya ocupa por derecho propio un lugar destacado en la mitología del cine del terror. Encarnada por la sutil Lin Shaye, Elisa constituye una heroína extraña de estos tiempos: una mujer de más de 70 años, con cara de abuela buena, que sin embargo se ha transformado en un ícono menor de un género casi exclusivamente adolescente. Se supone, al menos en las leyendas populares y en los relatos sobrenaturales, que los niños y los viejos tienen un contacto más fluido con el mundo de los muertos. Precisamente, en La noche del demonio, la última llave, Elisa se enfrenta con los recuerdos y los traumas de su infancia, y así el espectador tiene la posibilidad de acceder al origen de su poder. Para la pequeña Elisa, la videncia es a la vez un don y un castigo. Esa doble concepción antinómica divide a su madre y a su padre. La primera la apoya; el segundo la castiga. Las dos dimensiones temporales de la historia conviven y confluyen en una misma dimensión. El presente y el pasado se confunden de forma similar a como se confunden el mundo de los vivos y el de los espíritus. Esa permeabilidad tal vez sea lo más interesante que propone tanto narrativa como visualmente toda la saga de La noche del demonio. Algo que se mantuvo y fue creciendo pese al cambio de directores y a la evolución del personaje de la vidente y de sus dos amigos nerds cazafantasmas. Claro que los negocios son negocios, y una franquicia tan exitosa no puede evitarse los sustos innecesarios, los subrayados gruesos que atentan contra el coeficiente intelectual de un espectador promedio y algunas complicaciones en la trama, más manieristas que útiles a la historia que se pretende contar.
Sur de los EE. UU, Nueva México. En 1953 una típica familia vive en una casa habitada por ciertas “presencias” que las detecta únicamente la hija mayor. Las noches son perturbadoras y la tragedia sobrevuela a sus integrantes. Cuando la chica era adolescente, huyó de allí. Con un planteo sencillo y atrapante el rompecabezas de la historia de Elise (Lin Shaye) se va construyendo en base a sus sueños y recuerdos. Porque ahora estamos en 2010. Ella se dedica a hacer avistajes espectrales en compañía de dos ayudantes, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), quienes intentan hacerse los inteligentes y galanes pero terminan quedando como tontos, aunque son buenos en sus trabajos. El film dirigido por Adam Robitel, que continúa con la cuarta entrega de esta saga, tiene una vuelta de tuerca interesante para tratar una vez más el trillado tema de los fantasmas que defienden y custodian su territorio. En esta ocasión, ante el llamado telefónico de un interesado en contar con sus servicios, la pone ante su mayor desafío porque el lugar donde tiene que hacer la “limpieza” es su casa de la infancia. Pese a que la narración está plagada de buenas intenciones, y cuenta con todos los elementos necesarios para desarrollar una película de terror, no es del todo convincente. Porque quien contrata a Elise no quiere que vaya a fondo con su investigación. El monstruo tiene cautiva a una chica zombie, actitud que repite no sólo el dueño actual de la propiedad, sino que también hacía lo mismo el padre de la protagonista. Situaciones injustificadas que desvían el foco de atención. La utilización de los lugares ocultos tras la puerta roja son demasiado grandes e intrincados. La desproporción del tamaño es notable con respecto a las imágenes desde el exterior, o de los sitios comunes internos. Por lo demás, el realizador maneja bien las dosis de suspenso y tensión, las actuaciones conservan un parejo nivel, los vínculos familiares de la mujer, tanto cuando era chica, como en su adultez, están bien logrados. El Don que tiene Elise no la mortifica, le sirve para ayudar a otros que pasan por las mismas situaciones que ella. Nunca le provocó miedo sino curiosidad por saber que había más allá de lo habitual, pero la actitud y, sobre todo, la motivación para hacer lo que hace el monstruo que le tocó combatir en esta ocasión, no es del todo verosímil.