Realmente para mí fue una desilusión para donde terminó rumbeando el film, no porque estuviera mal la idea, sino porque desde la primera escena, tanto la historia como la actuación intrigante de Norton y de Jovovich, te lleva a pensar que lo que va a venir es...
El nuevo trabajo del director John Curran ("We Don't Live Here Anymore", "The Painted Veil") es un drama psicológico con trasfondo religioso/espiritual que no logra convertirse en un thriller como pretende. La historia (un oficial de libertad condicional y marido conservador es manipulado por un preso y su seductora esposa con el objetivo de conseguir su libertad) tiene un desarrollo lento y repetitivo que no consigue atrapar al espectador en ningún momento. Con una puesta en escena por momentos demasiado teatral, "Stone" se apoya en el duelo actoral que Edward Norton y Robert De Niro (ambos con buenas actuaciones) mantienen durante sus entrevistas, pero esto sólo no alcanza para transformarla en una propuesta interesante o recomendable.
Algunas personas dicen mentiras. Otras, las viven... Seguramente el público correrá a los cines al ver el afiche oficial de la película y el encabezamiento actoral de De Niro, Norton y Jovovich. No corran tanto a verla. La película que “intenta” ser un triller psicológico, el cual debería movilizar los cimientos de ideales y valores morales de los protagonistas, pero se queda en el intento fallido de serlo, permaneciendo inmóvil. La pelí hace agua por varias aristas, tiene descuidos de dirección, que se pierde reiterando travelling “injustificados” por detrás de la cabeza de De Niro, mostrando a Norton sin decir nada, absolutamente fuera de lugar y de situación dramática dentro de la escena. La banda por momentos parece querer contarnos algo, la emisora radial que suena intenta ponernos reiteradamente en climas que caen en una obviedad absoluta. La película no permite al público llegar a una conclusión personal, sino que fuerza a una reflexión ya manipulada, ya digerida. Desde el comienzo de la proyección algo me confundió, y me pregunte cómo el personaje de De Niro (un geniox en lo suyo) a punto de jubilarse, acostumbrado a tratar con pesados dentro de la cárcel, puede ser tan manipulado por el convicto Edward Norton?, algo me perdí, ¿qué frase le dijo que debilitó tanto al oficial de libertad condicional? Y sigo preguntándomelo… Respecto a los actores; De Niro es De Niro, pero me cansó un poco que su personaje sea tan trillado. Es el viejo gruñón, cascarrabias y tosco. Por otro lado, Norton no logra mantener el acento de barrio bajo con el que inicia la película y, es más, en un comienzo parece demasiado actuado, demasiado forzado, poco creíble. La bella Milla Jovovich soporta una carga dramática importante durante la película, tiene ese dejo de perversión, manipulación y manejo de su sexo que le cae muy bien al personaje. Frances Conroy, mi actriz preferida en la serie televisiva Six Feet Under, está correcta. No nos deslumbra pero tampoco deja un vació en su personaje. Por momentos parecía que la peli viraba hacia un lado, pero se mantenía estancada, inmóvil, no tenía desarrollo, no nos llevaba a ninguna parte. Espere a verla cómodamente en su casa, y si aparece el sueño aprovéchelo.
El evangelio según De Niro “El Bien y el Mal”, “El camino correcto y el incorrecto” son algunos de los tópicos que maneja La revelación (Stone, 2010) la nueva y evangelista película con Robert De Niro, cuya mayor virtud es el duelo actoral que compone el mencionado actor con Edward Norton del que se sacan chispas. También actúa Milla Jovovich interpretando el irresistible sabor del pecado en este thriller religioso. Jack Mabry (Robert De Niro) trabaja en la prisión del condado. Su trabajo consiste en revisar el comportamiento de los reclusos para darles o no la libertad condicional. Ya en edad de jubilarse recibe en su oficina a Gerard “Stone” Creeson (Edward Norton) un preso muy particular que hará lo imposible por quedar en libertad, incluso pedirle a su bella mujer Lucetta (Milla Jovovich) que influya en la decisión de Jack. John Curran –responsable de Adulterio (We Don't Live Here Anymore, 2004)- dirige este filme con tintes evangelistas escrito por Angus McLachlan, que pone el ojo en la línea moral que separa el bien y el mal. Y esto es interesante porque los simbolismos en el filme son varios (incluso demasiado obvios) para representar las escenas “de pureza” y “las infernales”. De esta forma, la iluminación es clave en la película. Las escenas en el hogar de Jack junto a su esposa brindan tonos claros, abundan los blancos. Contrariamente en las escenas de sexo (prácticamente todas en las que aparece Jovovich) son filmadas como la recreación del infierno en la tierra. Ella es la tentación en sí misma -y vaya si lo es- y su manipulación sobrelleva al personaje de De Niro a los más oscuros placeres, perdiendo todo eje sobre su vida. Los movimientos corporales de Lucetta inducen a la serpiente, animal bíblico y simbólico en cuanto al pecado se trate. Ella le da de probar un huevo a Jack (un ejemplo de metáfora previsible) y, a partir de ahí, inicia su camino al infierno. Stone, el personaje de Norton, viene a ser el pastor en esta fábula. El tipo habla incansablemente y trata de desestabilizar a Jack una y otra vez. ¿Y adivinen que? Lo hace. Es quien tiene la revelación, quien experimentó el milagro que lo conecta espiritualmente a otra dimensión. Tenemos entonces tres personajes perfectos para dar una lección acerca del Bien y el Mal. Un anciano que arrastra pecados de su juventud -ideal para recibir su castigo tardío- un preso que se “evangeliza” en prisión y su mujer, la encarnación del mal. Con este cuadro el director John Curran arma un thriller psicológico con contenido religioso que se sostiene gracias a las actuaciones de sus protagonistas. Algo es cierto, se pertenezca a la religión que se pertenezca si uno tiene a Milla Jovovich cerca seguramente entre en la locura de Norton o pierda el camino correcto como De Niro. De eso no hay dudas.
La nueva película protagonizada por el gran De Niro es un film hecho en base a claroscuros, sombras y contrapuntos. Jack (De Niro) tiene que sondear al convicto que se apoda Stone (Norton) para analizar si es posible otorgarle la libertad condicional. Stone tiene un temperamento particular y no descansará hasta que pueda salir en libertad cuanto antes. Su esposa Lucetta (Jovovich) tiene su propia manera de prestar ayuda. Son varias las entrevistas que se darán lugar en este despacho de la penitenciaría y, sin duda, se puede decir que se origina un verdadero duelo de titanes. Las actuaciones de estos actores son sumamente potentes con un guión ágil, absorbente y punzante, repleto de oportunidades para ver también las entrelíneas de las palabras. Es una delicia verlos desplegarse en las escenas, particularmente a Edward Norton, que construyó un personaje soberbio y conciso hasta en los más mínimos detalles, demostrando una gran versatilidad. El karma es uno de los pilares en los que se basa este film. Recordemos que “karma”, según las religiones dhármicas, es una energía invisible y totalitaria que se desprende de los actos de las personas. El bien y el mal son los protagonistas de la trama psicológica. Ambos hombres no solo representan uno el Bien y otro el Mal, los dos son ambos. Porque cuando el personaje de Jovovich comienza a jugar fuerte y Stone comienza a tener ciertas “situaciones”, Jack verá que no todo credo es indestructible, que la fe puede no mover montañas y que, tarde o temprano, todos cosechamos lo que sembramos. Al gran dúo estelar se le suma, como bien dijimos, Milla Jovovich, que encarna con sumo talento la sensualidad y sexualidad que su personaje requiere. Y le otorga a su papel una fuerza repleta de una seducción sobrenatural; hasta logra que sus ojos actúen transmitiendo esa fuerza fría que la convierte en una gran manipuladora. Se consolida y se coloca junto a los protagonistas masculinos y le da a la película un gran triángulo de presión y suspenso. La película es casi perfecta, se desliza con suma precisión y calidad. Pero en algún momento esto se interrumpe. El ritmo se pierde, se deja de profundizar en la psicología de los personajes, se pierde el clima, se superponen numerosos pasajes bíblicos que, para la altura del film, ya no le son útiles al lenguaje cinematográfico, ya son redundantes. Entonces la película se vuelve insípida, dudosa, tiembla y pierde credibilidad. La crisis ya no es tal, es como un gran viento que, cuando más fuerte debía soplar, se limitó a silbar. Afortunadamente, estos tropiezos no hacen mella en el producto final de la película, que consigue en una escena final breve y profunda, cerrar un certero círculo que comenzó con la primera secuencia de fotogramas al principio de la cinta. Demostrando que vivir es caminar una senda, percibir una línea de contrapuntos y opuestos. Hoy estás del lado visible de La vida, mañana podes representar su sombra.
New Age para aficionados Hay películas que se ocultan detrás de un género para lanzar una ideología política, religiosa o moral. El ejemplo más burdo que se me viene a la memoria es Batalla Final: Tierra. Un desparpajo de ciencia ficción, con la cuál John Travolta quiso esparcir la cientología por el cine. Por supuesto, que hay forma y formas de dar un mensaje. Uno puede ser sutil o puede ser directo. Además la calidad del producto infiere un poco en la conclusión final que uno saque de la película. Si uno ve el clásico de Frank Capra, Horizontes Perdidos, acerca de un contingente de estadounidenses perdidos en el Tibet, que encuentran refugio en las místicas montañas y templo budista de Shangri-La, uno no puede dejar de admirar las bellezas de las imágenes que Capra supo imprimir. Él nunca dice directamente que está hablando de budismo, sino que es una religión generalizada. Comprendamos que era otra época, y la mente de los productores estadounidenses y con el Código Hays metiendo mano en todo, era muy difícil hablar de otras religiones en occidente. De esta forma, también podríamos interpretar a las películas del coreano Kim Ki Duk como cuentos morales que tratan de infundir un pensamiento ideológico. Lo mismo con Chan Park Woo. Pero sus obras son tan cinematográficas y atractivas, que el “mensaje” queda guardado y no hace falta desenterrarlo. En el extremo ideológico opuesto pero con intenciones similares podríamos interpretar que Woody Allen trata de imponer el ateismo a toda costa. Sin embargo, La Revelación viene con los zapatos en punta para imponer ideología New Age, sin anestesia, sin disfraces, sin concesiones y con tan escasos recursos cinematográficos, que más allá del mensaje, que los realizadores quieren difundir entre los espectadores, el producto final es tan poco atractivo, que todo queda a mitad de camino. Lo peor de todo es que se vende con dos premisas que no se terminan cumpliendo durante el desarrollo de la acción, o mejor dicho, quedan a mitad de camina: por un lado un duelo interpretativo entre Robert De Niro y Edward Norton, la segunda que se trata de un thriller “erótico”. Tenemos a un agente que debe decidir si los presos pueden salir en libertad condicional o no. A punto de retirarse y con un rostro de cansado de la vida, que no sé si estaba en el guión original de Angus Mcluhan o viene de fábrica o en el contrato de este Robert De Niro, del que ni siquiera queda la sombra de lo que era hasta mediados de los ’90, Jack solo quiere seguir la rutina: tomar meriendas con su esposa, con la que tiene poca comunicación (soberbia interpretación de Frances Conroy, una de las dos flores en medio del charco), ir a su iglesia episcopal y ver Baseball en TV. Del otro lado del escritorio tenemos a un preso arrepentido de su crimen, Stone, que desea su libertad en medio de una crisis existencial. Stone empieza a leer panfletos New Age y tiene largas (y aburridas) charlas sobre el bien, el mal, la vida, la muerte, la tierra que pretenden manipular a Jack para que lo libere. Pero en el medio se mete Lucetta, la atractiva novia de Stone (Milla Jovovich, sensual y carismática, por lejos lo mejor de la película), que seduce a Jack muy fácilmente (como dice Romina Gretter). Por allí pasa la mayor parte de la manipulación. Jack sospecha que todo se trata de una extorsión, que dentro suyo no hay culpa, que él es inocente de todo, y nada más hay un complot de ambos para que firme la ficha que libere a Stone. John Curran parece que estuvo demasiado tiempo en Asia cuando filmó Al Otro Lado del Mundo con Edward Norton, una obra con imágenes bellísimas, clásica y con un contexto político – social muy interesante. ¿Qué quedó de todo eso en La Revelación? Solamente la parte ideológica. Curran que tenía otro interesante antecedente como Adulterio en su haber, un drama independiente que remitía al cine de John Cassavetes o Paul Marzusky centrándose en la infidelidad de la pareja, con un elenco excelente, solo tomo el “tema” de la misma y también lo incluyó en esta, con cierta estética Indie. Al principio, el tratamiento de imagen granulada, la cámara en mano, la saturación de las radio religiosas de fondo son interesantes. Pero el abuso de todos estos recursos, terminan por exasperar. Lo mismo con el guión, lo mismo con las actuaciones. Si en la primera hora, se generaba un cierto clima de tensión entre los personajes, después de un largo monólogo de 15 minutos de Norton, todo se hace soporífero. El esperado enfrentamiento entre De Niro y el actor de Hulk se da en la medida de demostrar quien actúa peor cuando lo hacen solamente por la plata. Si alguna vez, Norton auguraba gran futuro como actor, en las últimas películas, eso se ha venido abajo. Ambos son una acumulación de muecas que ya nos mostraron en obras anteriores. No tienen nada nuevo bajo la manga. No sorprenden, e incluso resultan patéticos y provocan risa. Igualmente, De Niro gana el enfrentamiento. Al final, tanto él como el personaje son peores que Stone y Norton respectivamente. La Revelación no se puede encasillar en algún género. El suspenso que logra Curran es tan mentiroso como el que lograba Lucrecia Martel con La Niña Santa. Pero Martel filma mejor. Se trata de un pretencioso cuento moral New Age que no lleva a ningún puerto, y que si desea, acaso influir ideológicamente, en el final, es tan inescrupulosamente ambigua, que tampoco lo logra.
Dos peso pesado El duelo De Niro-Norton procura sostener el filme. No siempre lo logra. Ya lo decía John Curran: “Con actores como Robert De Niro y Edward Norton, uno no tiene más que ubicar la cámara y dejarlos hacer”. Esa sentencia deja en evidencia lo bueno y lo malo que tiene ésta, su cuarta película. Por un lado, es cierto: De Niro y Norton, enfrentándose en largos diálogos en una sala de una cárcel, pueden crear tensión donde no la hay, y sacarse chispas actorales por puro acto de presencia. Y, por otro, revela una cierta falta de control sobre el proceso: dos actores, por más potentes que sean, no hacen solos una película. Más allá de sus momentos, y de la algo extravagante historia que justifica esos duelos actorales, La revelación no sostiene la tensión ni la intriga a lo largo de su metraje. El comienzo es potente, con una escena cruda que deja en claro que, de joven, el personaje que luego encarnará De Niro, era capaz de actos bastante cruentos. Así que la sorpresa es mayor cuando la historia retoma en el presente y Jack se aparece convertido en una persona opaca, timorata y religiosa, trabajando con presos, a quienes entrevista para saber si están en condiciones de salir en libertad. Uno de esos presos es “Stone” (Norton), con el pelo trenzado, que entra en escena con intención de llevarse el mundo por delante y sin importarle si podrá o no salir de allí. Pero luego cambiará radicalmente, también se volverá religioso (más bien, místico) e intentará mostrar ese lado a su interlocutor. ¿Se trata de una conversión real o de un plan cuidadosamente preparado con su novia (Milla Jovovich), que persigue a Jack por su cuenta, para aprovecharse de este hombre, engañarlo y salir en libertad? ¿Y él se dará cuenta o no? La revelación es extraña, cuidada en sus detalles e intrigante. Nunca se sabe bien para dónde irá, y eso la torna atractiva. Pero, a la vez, Curran no sostiene esa tensión por mucho tiempo, llevándola a territorios narrativos pantanosos y dándoles a los actores demasiada cuerda cuando una mano más severa podría haber controlado mejor el asunto. De hecho, por momentos, la subtrama entre Lucetta (Jovovich), tratando de conquistar a Jack, resulta la más atractiva, y es la actriz, que parece llevar la historia hacia lugares impensados, la que la saca de su zona más gris.
La olla a presión que nunca llega a explotar A medio camino entre El custodio y Cabo de miedo, La revelación no se decide entre el estudio de un reprimido estilo olla a presión y el thriller de venganza post-carcelaria, autoanulando ambas opciones. La indecisión parecería caracterizar a su realizador, John Curran, que tras virar del soso indie coral de Adulterio (pasó casi inadvertida por la cartelera porteña) a la qualité british de El velo pintado, opta ahora por un duelo actoral-teatral, con Robert De Niro y el siempre sobrevalorado Edward Norton por contrincantes. Que el personaje de De Niro no es muy querible queda claro en el prólogo de la película, ubicada en los ’70. Allí, el tipo no sólo no le da la más mínima bolilla a su sufrida esposa (cuando ve béisbol por tele no admite interrupciones), sino que cuando ésta amaga irse, amenaza con tirar a la hija por la ventana. Ocasión para que una alegórica mosca zumbe y zumbe, hasta quedar simbólicamente aplastada por el marco. Por el marco que el guionista dio a la historia. Cuarenta años más tarde, Jack ocupa el cargo de parole officer carcelario: el encargado de bajar o subir el pulgar a los pedidos de libertad por buena conducta. Uno de los posibles candidatos, el interno que se hace llamar Stone (Norton), lleva ocho años de una condena a quince, por haber prendido fuego a sus abuelos, junto con un cómplice. No da la impresión de estar muy arrepentido, por lo cual Jack lo piensa dos veces, antes de satisfacer el pedido. Viendo que va a ser difícil lograr la libertad por derecha, el avispado Stone busca la forma de correr por izquierda al impoluto oficial, hombre de familia y chupacirios episcopal. Tiene con qué: su novia Lucetta, a quien encarna la siempre sexualmente agresiva Milla Jovovich. ¿Pisará el palito el veterano burócrata? Si no lo hiciera, ¿habría película acaso? A las pesadeces de sentido (la mosca alegórica vuelve a zumbar al final, la beatitud de De Niro se subraya con una multitud de sermones radiales), La revelación le suma toda la previsibilidad del mundo (desde el momento en que aparece Jovovich cualquiera adivina hacia dónde va la cosa) y, en ocasiones, buenas dosis de capricho y confusión. Que Lucetta cumpla las contrapuestas funciones de anzuelo sexual, maestra jardinera y pareja de un convicto peligroso no ayuda a hacer creíble su personaje. En cuanto a Stone, es imposible saber si el interés religioso que se le despierta de pronto es auténtico o sólo otra arma para manipular al officer. Componiendo con contención minimalista un personaje que es como la contracara del que tuvo en Cabo de miedo, De Niro invierte su tendencia histórica a la explosión, así como la más reciente a la caricatura cómica. Cuando todo parecería apuntar al crecimiento sanguíneo, La revelación opta sin embargo por la sordina y la implosión, corriendo el riesgo de perder en el camino al espectador de género, sin terminar de ganarse nunca al más sofisticado.
¿Es o se hace? (Creer o reventar) John Curran, director de films no demasiado trascendentes como Adulterio y Al otro lado del mundo, consiguió para este drama carcelario con envoltorio erótico y sustrato religioso sobre la manipulación, el deseo, la culpa y la redención a tres prominentes intérpretes: el veterano Robert De Niro (un oficial responsable de elevar los informes para decretar la libertad condicional en una cárcel de Detroit, que está a punto de jubilarse), Edward Norton (un preso que ya lleva 8 años encerrado por un crimen que terminó en la muerte de sus abuelos y que pretende obtener su permiso de salida) y Milla Jovovich (pareja del interno y vértice necesario para el triángulo sexual). El Jack Mabry de De Niro es un tipo tímido, reprimido y bastante ppatético que lleva 43 años casado con la ultra religiosa Madylyn (Frances Conroy). Sin embargo, a la hora de concretar su trabajo, es un tipo metódico, obsesivo, implacable, orgulloso de su pequeño lugar de poder en medio de una gris maquinaria burocrática. Su situación cambia por completo cuando tiene que lidiar con el cas de Gerald “Stone” Creeson (Norton) y, claro, con la insinuante, provocadora presencia de Lucetta (Jovovich). Lo que sigue es un thriller psicológico que alcanza sus mejores momentos cuando apuesta al “duelo” actoral y cae por debajo de la media cuando apela a momentos a-la-Atracción fatal o se regodea (y exagera) con las dimensiones morales/filosóficas/religiosas del dilema ético que plantea. Al fin de cuentas, La revelación es una película de gato y ratón, en la que no se sabe a ciencia cierta quién es el gato y quién el ratón, quién miente y quién dice la verdad, quién manipula a quién. El film logra sostener el suspenso y el interés más allá de algunos subrayados y de ciertos montajes paralelos y flashbacks un poco torpes. Es una película que no pasará a la historia grande del cine, pero que sus intérpretes la convierten en una digna propuesta.
El infierno tan temido Si el mundo carcelario representa para los ojos de cualquiera la postal del infierno, su contracara debería mostrar la paz y la tranquilidad siempre que las ovejas no se desvíen del camino de la rectitud y las leyes imperantes. Pero el que juzga del otro lado; el que está delante de las rejas y sentencia en realidad no es tan diferente al que se encuentra -por haber cometido algún acto punible- detrás de las rejas. Así las cosas, el universo moral de La revelación, film dirigido por John Curran (Adulterio) pone en tela de juicio las acciones de sus cuatro personajes, despojados de toda chance de redención para revelar los aspectos más oscuros de las personas, sea el rol que les toque cumplir en el juego de la vida. En términos de traducción, la palabra del título original Stone, más allá de tratarse del apodo del personaje interpretado por Edward Norton, también remite a una piedra. Esa piedra para cada personaje implica una carga; un peso imposible de liberar sin alterar el entorno. En el caso de Jack (Robert de Niro), un oficial de libertad condicional a punto de jubilarse, el peso de la religión episcopalista (ligada siempre a la ultra derecha norteamericana) y el de un matrimonio infeliz es el principal obstáculo para ceder a la tentación de Lucetta (Milla Jovovich), pareja del convicto Stone (Norton), quien está acusado de haber encubierto el crimen de sus abuelos con un incendio provocado. Ella intentará acercarse por medio de las artimañas de la seducción a Jack para persuadirlo de que su novio puede resocializarse, para lo cual necesita un informe positivo en su evaluación final. Sin embargo, a partir de una serie de entrevistas de Jack cara a cara con el convicto, éste comienza a revelarle aspectos ocultos de su personalidad que lo acercan peligrosamente a un brote místico y que con el correr de los días Jack no podrá discernir entre la manipulación y la transformación espiritual que el condenado transparenta. Esa ambigüedad comienza a hacer estragos en los propios conflictos internos de Jack, atravesando una profunda crisis de fe que se potencia con la llegada de la sensual y calculadora Luceta, su amante y factor detonante de su crisis conyugal. La virtud del film, sin duda, reside en la construcción de los personajes y en los meticulosos diálogos a cargo del guionista Angus MacLachlan, que van conformando una trama repleta de sutilezas y metáforas que se van complementando en este juego dialéctico entre lo moral y lo amoral; entre el libre albedrio y los determinismos, con una fuerte carga crítica sobre la religión y las instituciones penitenciarias. Robert de Niro y Edward Norton se cruzan en un duelo actoral intenso donde cada uno aporta a su personaje una impronta personal, que puede apreciarse y disfrutarse a lo largo del film, donde los papeles femeninos tanto de la mujer de Jack (Frances Conroy) como el de su amante (Milla Jovovich) no desentonan en lo más mínimo.
De Piedra Hace una década, Robert DeNiro y Edward Norton hicieron una película que no rompió ningún molde, pero fue bastante entretenida. The Score, adonde hacían de dos ladrones profesionales que derrochaban química en sus escenas juntos. Se ve que alguien quizo intentar recuperar parte de esa electricidad en escena al volver a reunirlos en un nuevo en este film La Revelación (Stone). En este caso, tenemos a Robert DeNiro como un oficial de libertad condicional a punto de retirarse. Uno de sus últimos casos, es el de Stone, un recluso (Edward Norton) que tiene la chance de ser liberado si Robert DeNiro lo aprueba para volver a la sociedad. El centro del film son las conversaciones de estos dos personajes dentro de una oficina. Norton mantiene algo de energía debajo de un acento y un peinado que solamente distraen. Mientras DeNiro empieza dormido y al final del film roza un pequeño fuego interno que nos recuerda por mínimos momentos el actor que supo ser. La otra ecuación del film es Milla Jovovich quien interpreta a la esposa de Stone que lo espera fuera de prisión y haría literalmente cualquier cosa para ayudar a su liberación. Ella se encargara de intentar seducir al personaje de Robert DeNiro para intentar lograr favores de su parte. Y demostrara una inestabilidad psicológica que traerá un infierno a la familia ultra religiosa que intenta vivir Robert. Con eso ya se imaginan un poco como viene la película y las cosas que pasaran. El problema de el film es que nunca realmente toma vuelo o se convierte en algo interesante. El director no logra explotar la química de los actores ni la trama. Hasta se intenta meter una "Revelación" del estilo religioso que nunca termina de tener sentido o ser clara y una gran primera escena que planteaba una película completamente distinta se siente completamente gastada y fuera de lugar. Stone nunca logra levantar vuelo de la mediocridad y los actores no logran brillar ni elevarse ante un guion y dirección confuso y sin mucho empuje. Todos los involucrados pueden hacer algo mejor que esto. Todos deberían.
Un guión con demasiadas palabras y simplificaciones, muy disperso y poco convincente Hay un joven incendiario convicto que ha cumplido buena parte de su condena y aspira desesperadamente a obtener la libertad bajo palabra; un veterano oficial de justicia, de moral no tan intachable como aparenta, a cargo de la redacción del informe que será decisivo para que el juez se expida por sí o por no; una mujer endiabladamente sexy y poco escrupulosa dispuesta a todo para influir en la pronta liberación de su marido. Aparte del hecho de que un hombre tiene en sus manos el destino de otro, hay varios motivos para que la tensión sea creciente a medida que se suceden las entrevistas que determinarán el contenido del informe, y la sensación de que semejante triángulo (cuarteto, si se añade a la otra esposa que ha soportado años de maltrato e indiferencia refugiándose en la Biblia), no puede sino conducir al terreno del thriller. Pero no. Como en Al otro lado del mundo (su versión de El velo pintado conocida aquí hace tres años) al director John Curran no le interesan tanto las acciones como los personajes y en especial las batallas que cada uno libra con su conciencia. Lo malo es que no halla mejor modo de exponerlas que en forma verbal. De tal modo, su film se puebla de palabras: las que (quizá a manera de comentario del autor) alguien difunde sin parar por la emisora cristiana siempre sintonizada en la radio del auto, y las que se ponen en boca de los personajes (el film es una sucesión de conversaciones de a dos) y que hablan una y otra vez sobre el pecado, el perdón, el castigo, la expiación, la ética, la responsabilidad y el renacimiento espiritual. Tema éste al que contribuye el estado de pseudomisticismo a que arriba el recluso gracias a una estrafalaria religión basada en las ondas sonoras. La verbosidad es un problema que a fuerza de oficio Robert De Niro y Edward Norton ayudan a sobrellevar, a pesar de que el personaje de uno responde al clásico estereotipo del hipócrita que pasa por creyente de moral intachable, y el del otro carece de la peligrosidad que habría enriquecido el enfrentamiento dramático. Claro que ni ellos ni la seductora Milla Jovovich ni la mesurada Frances Conroy pueden disimular ciertas simplificaciones poco creíbles del guión, como la facilidad con que el oficial (veterano y a punto del retiro) cae en la primera trampa que le tienden, o como el prólogo que ilustra sobre la calaña del falso moralista. Pero el problema mayor es que, más allá de sus aciertos formales, el film no puede evitar la dispersión y parece seguir hasta el final en busca de un centro que siempre le resulta esquivo.
La revelación es un claro ejemplo de que a veces tener importantes actores en un elenco no asegura necesariamente una gran película. Había mucha expectativa por este estreno debido a la reunión en el cine de Robert De Niro y Edward Norton que ya habían trabajado juntos en Cuenta final, que representó además el último trabajo de Marlon Brando. Sin embargo es un film que en otras partes del mundo, especialmente en Estados Unidos, pasó sin pena ni gloria por los cines. La película tiene buenos momentos con De Niro y Norton en un par de escenas donde es un placer verlos participar de un duelo psicológico, pero la historia en general es sumamente aburrida Para la clase de figuras que tenía el reparto uno hubiera esperado ver algo más interesante. La revelación comienza como una especie de thriller pero cuando el director John Curran se pone a explorar las personalidades de los personajes y se centra en el terreno del drama intimista la historia se pone totalmente tediosa. Especialmente en los momentos que Curran satura con los simbolismos religiosos que no hacen otra cosa que convertir a esta historia en una propuesta pretenciosa. Stone (Norton), que es un psicópata que en la vida real nunca tendría acceso a la libertad condicional, dentro de todo es el personaje más simpático del film. El resto son seres miserables cuyas tribulaciones en la trama no despiertan el mínimo interés. Milla Jovovich como la chica sexy adicta al sexo apenas puede levantar una historia que comienza bien pero luego cae en picada. Si se tiene en cuenta las figuras que reunió este film, La revelación fue una oportunidad desperdiciada.
Thriller de oficina con dilemas religiosos El peligroso piromaníaco Stone (Norton) implora por su libertad condicional pero depende de la parsimonia y astucia de Jack (De Niro), a punto de jubilarse y de vivir junto a su creyente esposa (Conroy) con el rezo previsible antes de cada comida. Pero Stone tiene su chica (Jovovich), seductora y atractiva, que cobrará protagonismo acercándose de a poco (y mucho más) al conflictuado Jack. Ya está. Este es el argumento de La revelación, un policial de oficina donde se establece el combate actoral entre Norton (de pocos matices) y De Niro (acaso extrañando a Scorsese) que terminará resultando uno de los puntos fuertes de la película. Pero el téte-a-téte entre los actores, con frases que parecen sacadas de un film de Tarkovsky o de Bergman pero en una oficina con canas y custodios, dispara para otro lado cuando aparece Milla Jovovich y su metro ochenta, erotizando la pantalla y llevando a la privacidad, y a la infidelidad claro, al atolondrado fiscal que encarna De Niro. Y ya está. Pero hay algo más. Da la impresión que determinadas películas estadounidenses de los últimos años (Río místico de Clint Eastwood; El sueño de Cassandra de Woody Allen) inauguraron esta extraña mezcla de género policial más un poquito de erotismo más un tanto (o bastante) de encrucijadas religiosas que se explayan en textos altisonantes y diálogos donde Dios está por encima de todas las cosas, las buenas y malas decisiones, el destino que le corresponde a cada uno, el reparto de culpas y responsabilidades, el pasado que corroe y preocupa a los personajes. No está mal que así sea, pero el interés cinematográfico se diluye cuando surge la sentencia, el aforismo evangélico, el interrogante expresado con la más insufrible de las solemnidades. Parece que el cineasta Curran, que filma en plano-contraplano como en una tevé movie de los ’70, nunca vio películas de Scorsese, Coppola, De Palma o Abel Ferrara, que hablaban de lo mismo pero desde otro lugar, con menos explicaciones y didactismo de estampita. Amén. <
Anexo de crítica: John Curran regresa con una propuesta irreprochable que continúa la línea de Adulterio (We Don´t Live Here Anymore, 2004) y Al Otro Lado del Mundo (The Painted Veil, 2006) llevando los cuestionamientos existenciales del pasado hacia recovecos aún más profundos y con una mayor eficacia. Mezcla de thriller psicológico y melodrama de tono grave, La Revelación (Stone, 2010) se caracteriza por un pulso narrativo austero que nunca pierde el rumbo ni cae en la tentación de convertirse en una mera excusa para el lucimiento del dúo protagónico. Sin dudas estamos ante otro trabajo notable de Edward Norton y ante la primera película decente de Robert De Niro en más de una década…
Tibios Pensaba en el trío Edward Norton – Milla Jojovich – Robert De Niro antes de empezar a ver La Revelación. Inmediatamente comenzó el intenso prólogo, a todo trapo dramático (alegoría con insecto aplastado incluida), e intenté sacarme de la cabeza al divertido De Niro que aparece en Machete, al Norton de El increíble Hulk y a la Jojovich asesina de zombies de Resident Evil. Poco a poco se empieza a dibujar la historia con el pulso tambaleante de John Curran, que finalmente se queda a medias con todo lo que propone, que tampoco es tanto. La cosa es así: Jack Mabry (Robert De Niro), un burócrata oficial de libertad condicional, comienza a tener audiencias con el convicto Gerald “Stone” Creeson (Edward Norton), para tramitar su libertad por buena conducta. La mujer de Stone, Lucetta (Milla Jovovich), intentará manipular a Mabry para conseguir la libertad de su marido. En fin, interesante o no, la sinopsis es lo más sólido que se desprende de un guión que tironea entre el thriller y el drama, y en donde ambos se quedan sin fuerza. Porque, por un lado se genera misterio y tensión, a veces sin sentido y casi siempre inconducente; por el otro no hay un desarrollo claro de ninguno de los personajes, ni siquiera de Jack Mabry, cuyo transcurso en el film es previsible y sólo se subraya que es un chupacirios dubitativo (transmisiones de radios religiosas incluidas) y patético a varios niveles (la mueca de la boca torcida hacia abajo de Robert también viene con el combo). Qué decir de las interpretaciones, por un lado el exagerado de Norton que compone a un Stone divertido al principio, que se expresa diciendo “fucking” cada dos sílabas y que luego, tras cierto interés religioso, se vuelve tranquilo, aburrido, y no estallará nunca más, aunque por suerte no deja de decir “fucking”. Milla Jojovich hace las veces de Lucetta, la novia de Stone, sobre la cual Curran se encarga de subrayar que lo suyo es el sexo, cuando los demás personajes o ella misma dicen: “Lucetta consigue lo que quiere”, “Luceta hace lo que quiere” están diciendo: “Lucetta te garcha para conseguir lo que quiere”. Su aparición es el catalizador de la historia, sin ella no habría película, o si la habría pero mucho peor, y Jojovich hace más o menos lo que le sale, como todo lo que aquí sucede, nunca se termina de definir bien que es lo que quiere Lucetta, tampoco ayuda su perfil de maestra jardinera- novia de convicto – semi-ninfómana, en fin la verosimilitud tampoco es una virtud que haya importado demasiado a los responsables de esta cosa. Y que mas, De Niro, como muchas veces, a media máquina, con un personaje odiable como Mabry que termina como debe terminar, pero que nunca se va de mambo como debería, ni con Stone, ni con Lucetta ni con su esposa Madylyn (hecha con la cara tensa de Frances Conroy). Como a medida que escribo me voy enojando más, sólo decir que la mejor palabra para describir a La revelación es: fallida. Sí, un lugar común de la crítica pero que se inventó para este tipo de situaciones, películas burocráticas que se basan en nombres de estrellas, eslóganes, lugares comunes y que no sólo no cumplen con lo que prometen, no queman ni congelan, son tibios.
El realizador no resuelve correctamente ninguno de los posibles juegos de atracciones con los que cuenta: ni el “duelo actoral” De Niro / Norton, ni la tensión del juego del gato y el ratón. Tal vez lo más logrado de esta película sea la primera secuencia – ubicada temporalmente en el pasado -, que funciona de secreto personal del protagonista, aun cuando el público lo conoce, que tiene cierto sentido explicativo a la compleja relación familiar que Jack (De Niro) enfrenta en el presente. No faltará el chabacano y burdo que diga que lo mejor de la película son las escenas eróticas de Milla Jovovich, aun cuando su delgadez extrema pueda darle cierto look andrógino. Discusión esta, que sería inútil al referirse a otras películas, parece consistente ante el poco interés que reviste esta “Revelación”. Jack, religioso, casto, austero, está a punto de jubilarse en su trabajo en el servicio penitenciario. Su tarea consiste en analizar a los presos a quienes se les puede conceder la libertad condicional, y elaborar un informe que define su futuro. Frente a él se presenta el que será su último caso, Stone (Norton), quien lo perturbará desde el comienzo de sus sesiones. El principal elemento utilizado por él es la referencia a la relación fuertemente erótica con su amada esposa, Lucetta (Jovovich). Ella será quien socave en la entereza del agente penitenciario y revele la falla, la fisura, la inconsistencia en la historia personal de Jack. Y al hacerlo pondrá en conflicto todas sus certezas, todas las endebles afirmaciones sobre las que construyó su vida. El realizador no resuelve correctamente ninguno de los posibles juegos de atracciones con los que cuenta: ni el “duelo actoral” entre De Niro y Norton, ni la tensión probable del juego del gato y el ratón, que se desnuda acá sin ningún misterio, sin sorpresas, como tampoco la angustia propia de la lógica implosión del mundo de Jack y su matrimonio. Hasta el fuego – sagrado - que todo lo consume, parece acá una vela apagada por el viento.
Lo primero que se puede decir de esta producción es que es realmente irrelevante, ya desde el titulo original “Stone” (piedra) que, más allá de las alegorías, es el nombre del personaje encarnado por Edward Norton, aunque en realidad la construcción del film esta encarada más por el lado del personaje asumido por Robert de Niro (Jack) o, al menos, parece estarlo al principio. La historia se ubica en los años ´70. Jack esta mirando por tv un partido de béisbol, algo sagrado en el país del Norte, cuya esposa es despreciada él, sujeto misógino por actitud y definición, que ante el menor intento realizado por la pobre mujer de “revelarse”, e intentar un abandono del hogar conyugal, Jack amenaza con tirar a la pequeña hija por la ventana. Primero de los traspiés, en este caso atribuible al guión, es que cuando se parece perfilar un drama psicológico nos presenta un salto temporal de 40 años, para encontramos con que Jack es uno de los encargados de discernir si algún preso del establecimiento donde él cumple con sus funciones de servidor público es merecedor de la libertad condicional. El drama psicológico, sustentado en el miedo y en el abuso, presentado en los primeros minutos del relato, se esfumo gracias a esa elipsis temporal. Sólo Dios sabrá que pasó en esos años, ni los espectadores lo sabrán jamás, ni los personajes, ni tampoco el guionista. Ahora conocemos a Stone, quien esta cumpliendo una condena de 15 años, de los cuales cumplió 8, por asesinar a sus abuelos, en pos de un beneficio económico. Su agente de libertad condicional es, por supuesto, Jack, quien duda del cambio que se produjo en el presidiario, cambio de hábitos alimenticios, religiosos, y, por supuesto, conductuales. En ciernes tenemos una disputa entre dos fuerzas antagónicas, una lucha de poder por así decirlo, un juego de gato y de ratón. ¿Qué es verdad y que es mentira? Esto construido a través de códigos narrativos cinematográficos cercanos al thriller. Pero esto también se diluye rápidamente con el sólo fin de presentar al tercer personaje en cuestión, la hermosa Lucetta (Milla Jovovich), novia de Stone. Entonces la realización, además de estar aburriendo por no definirse como algo especifico sino que navega a la deriva, apostando sólo a sostenerse por grandes actores, se vuelve inexorablemente previsible. Amaga con que algo esta por suceder, presentado como barril de pólvora, pero el contenido está mojado por lo que nunca hará explosión. Para colmo, Lucetta es el personaje peor construido, inverosímil desde casi todo punto de vista, a menos que estemos en presencia de una psicosis esquizofrénica con múltiples personalidades, pero entonces estaríamos hablando de otros errores de personaje. Lucetta quiere a su novio de regreso a la casa mientras se procura el sustento como una dulce maestra jardinera, que en las noches de luna llena, y en las otras también, se transforma en una agresiva y sexy come hombres. Ella tratará de seducir a Jack con el único propósito de que liberen a su media naranja, un Jack que ahora es un devoto “esposo”, practicante religioso y receloso servidor de la justicia.¿? El texto fílmico gira. Ahora estamos frente a la disyuntiva interior de Jack, si sabiendo que es una trampa se deja caer en la tentación, mire que la Jovovich es nada más y nada menos que “El Quinto Elemento”. Luego viene la frutilla del postre: el duelo final que nunca sucede.
Después de colaborar en Cuenta Final -que significó el último trabajo del gran Marlon Brando- John Curran decidió volver a juntar a Robert De Niro y Edward Norton, y casi diez años después de aquella película, ahora ha llegado a nuestras carteleras La Revelación. La Revelación gira en torno a Jack Mabry que es un oficial de libertad condicional que se encuentra viviendo sus últimos días en su cargo debido a su inminente jubilación. Dentro de sus casos se encuentra con el manipulador Gerarld Creeson, un preso que quiere ganarse la libertad condicional luego de pasar más de 8 años en la cárcel por participar en el homicidio de sus abuelos. Creeson -apodado Stone- necesita convencer a Jack para poder salir de prisión anticipadamente y para ello intentará demostrarle que ha cambiado de actitud, que ya se ha rehabilitado y que ha pagado por el crimen que cometió. Lamentablemente para él, Jack no cree demasiado en las palabras de Stone, pero esto comenzará a cambiar cuando la mujer del reo entre en acción para seducirlo y finalmente lograr la aprobación del oficial para sacar a su marido del aislamiento. La historia al comienzo se plantea como un thriller donde las acciones de los protagonistas definirán el futuro de la película, aunque lamentablemente con el pasar de los minutos la trama se volverá terriblemente cansina y carente de emoción, debido al empesinamiento de Curran en contarnos las situaciones dramáticas de los protagonistas. Es como si la cinta nunca terminara de arrancar. El quiebre de la película se da cuando Jack se acuesta con Lucetta. Allí se espera que el film comience a desarrollar las cuestiones abiertas en la primera parte -como la ríspida y tirante relación de Norton y De Niro- algo que jamás sucede, inclinando a la obra hacia un insoportable drama que nos contará las cuestiones psicológicas de los personajes principales, dejando de lado muchos de los conflictos que se conocieron en la primera hora y que resultan los momentos más interesantes. A pesar de plantear una interesante trama del bien contra el mal que con el pasar de los minutos se verá teñida de grises en ambos protagonistas, la película nunca logrará transmitir la tensión necesaria para que podamos meternos dentro de la historia. Curran se enreda en su propia telaraña de simbolos y pasajes bíblicos que al comienzo son interesantes, pero que luego terminan siendo una insoportable redundancia sobre los diálogos y lo mostrado en las escenas. Hasta termina siendo pretenciosa. Quizás lo único rescatable en este bodrio llamado originalmente Stone son algunas escenas que llevan adelante el trío protagonista. Robert De Niro tiene una actuación creíble matizada con sus gestos y caras habituales. Su contrapunto en la película es Edward Norton destacándose con una labor interesante, que en la segunda parte del film desbarranca por completo con una caracterización carente de expresión. Por último tenemos a Milla Jovovich con una sensual caracterización que roza permanentemente la sobre actuación, pero que en el resultado final es la que mejor cumple con su papel. La Revelación es un intento pretencioso de John Curran donde solo se pueden destacar algunos momentos de la primer hora a cargo de las actuaciones de sus principales protagonistas.
Corren los años 70. Un joven con cara de De Niro mira la tele. Luego de acostar a la hija de ambos, su esposa le anuncia que deja el hogar. Se escucha el zumbido de una abeja. Por un par de segundos, él no se inmuta y sigue concentrado en el juego de béisbol. Acto seguido sale disparado hacia la escalera. Una vez en la habitación, agarra a la nena dormida y amenaza con tirarla al vacío. La mujer retrocede en su decisión y accede a quedarse mientras cierra la ventana con prisa, aplastando de esta manera al insecto, cuya presencia pasó desapercibida. Así comienza La revelación. En los papeles tenía todo para ser, cuando menos, un éxito comercial. Pero no. No le fue bien con el público ni con la crítica. Allí está el actor scorsesiano por excelencia con su personaje duro de siempre, el que nunca nos cansamos de ver. Allí está Edward Norton, esa eterna promesa que cada vez brilla menos. Ya se conocen: hace una década protagonizaron La cuenta final, una efectiva y predecible aventura heist dirigida por Frank Oz que además contaba con la última actuación de Marlon Brando. Lamentablemente, si de algo carece el film de John Curran (Adulterio, Al otro lado del mundo) es de efectividad. Pasada la tremenda escena introductoria saltamos al presente. Jack Mabry (De Niro) se convirtió en un impasible oficial de libertad condicional. A su lado sigue la pobre Madylyn (Frances Conroy), demente luego de tantos años de aguantarlo. Un día Mabry se topa con un tal Stone (Norton), acusado de incinerar a sus abuelos. Ante la inflexible postura del entrevistador, gorila y santurrón como pocos, el reo hace que su novia, la irresistible Lucetta (Milla Jovovich) lo seduzca. Cuando aquel sucumbe ante la tentación los papeles se invierten, ya que ahora Stone encontró la senda de Dios en una de esas típicas religiones de folleto cuyos postulados acerca de la predestinación terminarán siendo los del relato mismo. Así, La revelación abandona su fachada de thriller y se presenta como lo que realmente es: una fábula pretenciosa y berretona con tufillo a new age, algo que venía insinuándose en los interminables divagues místicos de Norton. Es necesario prescindir de la experiencia religiosa y el simbolismo torpe para poder apreciar el puñado de momentos en que la película acierta y se vuelve asfixiante, pesadillesca. Mucho tiene que ver con esto el personaje de Jovovich, una femme fatale trash cuyo erotismo venenoso constituye, en el clima de incertidumbre reinante, una amenaza de sangre, de fuego, de muerte, que siempre parece estar a punto de materializarse. El final marca una evolución tardía pero segura con respecto a la situación inicial. En todo caso, el problema no es el qué sino el cómo. Curran podría haber dejado el asunto como estaba o resolverlo de otra manera. Si La revelación, cuyo título original es Stone, hubiera entregado menos motivos argumentales para esa traducción, indudablemente estaríamos hablando de una obra mucho más lograda.
La revelación es una película que habla sobre muchas cosas, todas relacionadas con la religión. Fundamentalmente es acerca de la dicotomía entre el Bien y el Mal y cómo el camino hacia ambos está determinado por el libre albedrío. Robert de Niro interpreta a Jack Mabry, un hombre odioso –especialmente con su esposa, interpretada por la genial Frances Conroy (Flores rotas, 2005)- quien tiene por trabajo evaluar psicológicamente a los presos antes de que les den su libertad condicional. Cuando está a punto de jubilarse toma un último caso: Gerard ‘Stone’ Creeson (Edward Norton). Para salir de la cárcel, Creeson apela a los encantos de su esposa Lucetta (Milla Jovovich), para que seduzca a Jack y lo convenza de dar un buen reporte. Jack sucumbe a los encantos de esta mujer, quien de manera bastante burda está asociada al diablo (viste de rojo, ofrece a Jack un huevo (¿manzana?) que se convierte en la ofrenda del fruto prohibido, al hacer el amor se la muestra de espaldas y su columna asemeja el corcoveo de una serpiente). El film está atravesado por los diez mandamientos, y mientras el personaje de De Niro va descendiendo por la espiral de la perdición (codicia a la mujer de su prójimo, es adúltero y va perdiendo la fe en su dios) Norton tiene una revelación al presenciar el asesinato de un convicto y se siente cada vez más cercano a Dios. John Curran va construyendo el relato de manera meticulosa, llevando a cada personaje al punto máximo de tensión. El cuadro general del film se completa con pequeños situaciones donde no hay diálogo, pero la carga simbólica es fundamental: como la radio siempre prendida en una estación que habla sobre los evangelios, o las cenas entre Jack y su esposa, o la meditación de Creeson. Un film que por momentos marea al espectador con tanta parábola religiosa, pero que básicamente habla de que la diferencia entre el bien y el mal es un asunto de elecciones. Dios nos ha abandonado a todos y es cuestión de cada uno dónde lo encuentra.
Los dilemas de un oscuro funcionario La presencia en el elenco de Robert de Niro y Edward Norton garantiza desde antes de sentarse en la platea un grado de excelencia en el nivel actoral. El director John Curran no lo ignora y hace descansar gran parte del peso dramático de su película en la tensión que generan los encuentros de los dos personajes. Apela también a recursos narrativos muy interesantes para describir las personalidades del oficial de libertad condicional a punto de jubilarse (De Niro), del cambiante y desconcertante criminal que espera su oportunidad de abandonar la prisión (Norton), su desprejuiciada esposa (Milla Jovovich, correcta aunque algo esquemática) y la mujer del funcionario, silenciosa y extremadamente religiosa, cuyo drama queda claramente expresado en los primeros minutos del relato (un excelente trabajo actoral de Frances Conroy). El filme de Curran alcanza sus mejores momentos en los largos y tensos enfrentamientos de los dos protagonistas; las transformaciones que van sufriendo estos personajes conducen el hilo de la trama; así, mientras el recluso parece encontrar cierta paz espiritual a través de una búsqueda interna, el funcionario se interna en una maraña de sospechas, engaños y traiciones que conmueven sus convicciones más íntimas. Mucho incide en esa mutación la mujer del preso, que pulveriza las barreras de control que el veterano oficial intenta imponer sobre sus más oscuros impulsos. Otro de los atractivos de la narración reside en lo imprevisible de la trama; cuando el preso empieza a dejar atrás al despreocupado delincuente de las primeras escenas y a transformarse en un ser iluminado y casi místico, el espectador no logra despejar las dudas sobre si la mutación es real o sólo se trata de una cuidadosa maniobra urdida entre el penado y su mujer para lograr la libertad. A pesar de ciertas lagunas en el ritmo del relato, la película logra el objetivo de entretener al público y de mantener la tensión dramática hasta el final.
El poder de la culpa La película de John Curran, La revelación, comienza con la promesa de un drama sólido, pero lentamente va entrando en el terreno de la lección moral con tantos datos complementarios que el tema carcelario queda en el esqueleto. Robert De Niro, Edward Norton, Milla Jovovich y Frances Conroy sostienen el guión que plantea un dilema moral, entre diálogos psicologistas y filosofía New Age. Jack Mabry (De Niro) tiene la difícil tarea de firmar la libertad condicional de los presos, para lo cual, los entrevista y revisa cada caso meticulosamente. “Stone” Creeson (Edward Norton) será su dolor de cabeza, justo antes de jubilarse. Para obtener la tan ansiada libertad, el preso arma una estrategia infalible. Su esposa Lucetta (Milla Jovovich) debe hacer lo imposible para que Jack firme el expediente. El prólogo al drama es rico en detalles que describen la personalidad de Jack, su matrimonio junto a Madylyn (Frances Conroy), las cuentas pendientes y la represión que ejerce sobre sus deseos y pensamientos. La vida de Jack está signada por la ley, de los hombres y la de Dios. Hasta ahí, el montaje avanza a paso firme con paralelismos y saltos en el tiempo. También queda claro que ese hombre callado y sin fe es muy vulnerable. Pero el guión que parecía concentrado en la relación policía-presidiario, va abriendo conflictos, siempre con la voz en off del programa radial que escucha Jack, “Las voces de Dios”. Milla Jovovich compone un personaje manipulador, “una extraterrestre”, dice Stone, por el registro inclasificable de Lucetta, mientras Edward Norton logra con el rostro y la voz cuestionar las certezas del policía. De Niro transmite el descalabro existencial a manos de un preso acusado de haber prendido fuego a sus abuelos. El hombre que dice al comienzo, “Ahora eres mío”, “Yo soy la puerta”, se debate entre el deseo, la transgresión a los mandatos de su iglesia y la culpa. Frances Conroy, como la esposa de Jack, agrega oscuridad a la relación en la que nadie se expresa honestamente. La película pretende ampliar el drama individual, por lo que el director abre demasiado la perspectiva para que el relato se vea aleccionador. La revelación desaprovecha los buenos climas que logran Norton y De Niro. Mientras tanto, la voz en off del predicador radial pretende golpear duro en el estómago al espectador, pero sólo cansa.
A Stone (Edward Norton), un presidiario que purga una larga condena, se le presenta la oportunidad de salir anticipadamente de la cárcel. Pero para ello debe convencer al viejo Jack Mabry (Robert De Niro), un oficial de libertad condicional que está a punto de jubilarse. El funcionario judicial es un hombre aferrado a la religión pero con un pasado no tan virtuoso. La interesante propuesta del director John Curran incluye a la inquietante Milla Jovovich, encarnando a la esposa de Stone, que se suma a la historia iniciando un peligroso juego de seducción destinado a capturar la atención de quien tiene en sus manos la libertad de su esposo. Interminables diálogos desinflan una prometedora tensión inicial apoyada en el contrapunto de los personajes centrales y la historia decae sin posibilidades de remontar vuelo.
El comienzo de esta película es fuerte. La esposa enfrenta a un joven Jack Mabry que descansa frente a un televisor para avisarle que lo abandonará. Él, que está relajado mirando un juego de golf, corre frenéticamente hasta el cuarto donde duerme su hija pequeña, la levanta y amenaza con arrojarla por la ventana en caso de que ella se marche. El tono ocre y la apacibilidad del hogar contrastan con esta inusitada violencia, tanto a nivel físico como psíquico, y se anticipa la posibilidad de estar en presencia de un buen film, duro y brutal. Lamentablemente, al igual que la mujer que anuncia su partida para luego quedarse, Stone plantea una propuesta interesante que se desarma rápidamente, y se pierde en un confuso desarrollo argumental con delirios místicos. Creeson ingresa al despacho de Mabry, con su pelo trenzado y sus insultos, sabiendo que su destino es volver tras las rejas y que debe hacer algo rápido para inclinar la balanza a su favor. Es interesante el duelo que se produce entonces entre ambos actores. Por un lado Robert De Niro, un hombre experimentado que ha escuchado las historias de los presos cientos de veces por lo que no cede con facilidad, y por otro un Edward Norton frío y calculador, un lobo vestido de cordero. A 10 años del estreno de The Score / La cuenta final, film que protagonizaron juntos, los roles que interpretaron parecen repetirse pero con un agregado que en esta oportunidad le da ventaja al más joven. Lucetta (Milla Jovovich) es la novia dispuesta a hacer todo para lograr la libertad de su pareja, lo que incluye seducir al oficial para que este le tenga mayor consideración. Este detalle le permite al convicto ir un paso por delante de quien lo evalúa, y se valdrá de ello para forzar su salida. El film comienza a tomar un rumbo inexplicable en el momento en que los autores se obsesionan con la religión y permiten que esta se apodere por completo de la historia. Como si la enorme cantidad de viajes en auto que realiza Mabry al ritmo del mensaje de las Sagradas Escrituras no fuese suficiente, se suma Zukangor, un método espiritual para acercarse a Dios mediante el sonido inventado por el guionista Angus MacLachlan. Si esto ya parece exagerado, el punto más alto del ridículo se alcanza cuando los protagonistas tienen, en momentos paralelos, una epifanía. Hay vida y muerte, ambos alcanzan un instante de iluminación, uno mientras tiene sexo, otro cuando ve como un compañero muere acuchillado. Los elementos con los que se contaba para hacer un buen thriller se ven desaprovechados, la película se pierde, la historia se vuelve confusa. Se demuestra que lo que en un principio tenía de interesante no eran más que medios con fines puramente ilustrativos. Que Norton llevara el pelo trenzado y hablara mal era sólo una excusa para poder mostrarlo más tarde, Zukangor mediante, como un hombre totalmente transformado, es decir con el cabello suelto y sin insultos. Así la escena inicial, probablemente lo mejor de la película, no es más que un agregado cuyo objetivo es demostrar que, después de todo, oficial y convicto no son tan diferentes. Con un guión pobre y una dirección fallida por parte de John Curran, que sólo logra hacer más notorias las fallas del primero, lo que se tendría que haber destacado son las actuaciones, y sin embargo no logran ser creíbles por los grandes problemas de la película. Así se permite que Creeson se vuelva “fuerte de espíritu”, dejando a un lado todo el interés que podía crear su presencia en pantalla, o se deja sin justificación la violencia doméstica de Mabry. El film llega entonces a los golpes hasta un final a la vez confuso y trillado, y deja abierta una pregunta que quizás no tenga respuesta: ¿en qué estaban pensando Edward Norton y Robert De Niro cuando decidieron hacer Stone?
Luego de ver a John Curran dirigir un romance melodramático y con sustento como fue El velo pintado, lo mínimo que esperábamos de su última película era un thriller con las mismas condiciones. Sobre todo teniendo en cuenta el perfecto reparto con el que contaba; De Niro y Norton son una dupla que prometen. Sin embargo el film se queda en la mediocridad. La historia de La revelación se centra en la relación entre Stone Creeson, un convicto buscando la libertad condicional, y el oficial que puede otorgársela, Jack Mabry. En su búsqueda persistente de la libertad, Stone no tiene escrúpulos y decide usar a su mujer Lucetta como jugada fuerte; ella es en parte el cerebro de la operación y está decidida a hacer lo que sea necesario para ver a su marido lejos de la cárcel. Si bien la primera escena de la película promete mucho, a medida que se entiende mejor el conflicto y se ve hacia dónde van los personajes el film cae totalmente. La película se torna repetitiva y densa, en un sinfín de vueltas que no dirigen a ningún lado nuevo; el final es predecible y no repunta la historia en ningún momento. Claramente, hay momentos lucidos de juegos psicológicos entre De Niro y Norton que hasta nos ilusionan con creer que el film mejora, pero no. El guión de la película es completamente reprochable y lo único que nos muestra Curran es como desperdiciar dos grandes actores.
Existencialismo detrás de las rejas Ultimamente los trabajos de Edward Norton y Robert De Niro venían siendo erráticos. Son dos intérpretes de peso, actores de manual y figuras en cualquier film que elijan ver, pero a veces prefieren trabajos más livianos que no aportan mucho a sus carreras pero si a sus billeteras... Norton hizo "The invention of lying" -mediocre- y "Leaves of grass" no estrenada en Argentina; De Niro, "Everybody's fine" -refrito de un film italiano y "Little Fockers" (sin palabras!). "Stone" es una oportunidad entonces, de verlos juntos, tomandose en serio un guión. Desgraciadamente, el resultado es bastante desparejo. John Curran fue el responsable de dirigirlos, de antecedentes prolijos (me gustó "The painted vail", también junto a Edward Norton) pero de estilo pausado y extremadamente discursivo. Aquí, hace equipo sobre el guión de una de las promesas de la industria, Angus MacLachlan (el escritor de "Junebug" (que tampoco fue distribuída aquí, si mal no recuerdo) para traernos un pseudo thriller de suspenso. En realidad, "Stone" es un estudio sobre el encierro, la religión, el matrimonio, las prohibiciones y los límites, pero si la presentamos así pocos se animarán a verla. Aunque suene extraño, es un drama filosófico, o algo así (intenta), un fresco que profundiza en la conciencia de sujetos que se encuentran unidos por una circunstancia que los atraviesa, y que genera resquebrajamiento de estructuras muy arraigadas en cada uno... En otras palabras, un film de mucho texto y subtexto. Mucho diálogo profundo, mucho encierro, casi podría ser una obra de teatro.. Pero bien, veamos de que se trata... La trama es simple. Jack (De Niro) es un oficial del servicio penitenciario encargado de revisar y evaluar libertades condicionales. Está a punto de jubilarse, y sospechamos por la secuencia de entrada, que hay mucho que lo agobia...Su superiores le piden que vaya cerrando algunos casos que tiene pendientes y preparando el terreno para dejar el trabajo. Uno de esos casos resulta ser el de Gerald "Stone" Creeson (Norton), pirómano que lleva bastantes años en prisión y que espera con ansias abandonar la prisión. Stone está casado con Luccetta (Milla Jovovich) y cuando empieza a tratar con Jack, se da cuenta que si no logra torcer la impresión que el oficial tiene hacia él, está perdido y su caso naufragará. Recurre entonces a su esposa, para pedirle que se acerque a Jack, trate de seducirlo y colaborar con su liberación. Si Jack hace un buen informe y presenta el caso al comité, Stone tendrá serias chances de salir de la cárcel... Hasta ahí uno se imagina un clásico triángulo amoroso, violencia, sexo y crimen. Pero no. Ahí es donde MacLachlan nos sorprende (y no para bien, precisamente), elige salirse del camino tradicional y comenzar a trabajar las emociones y motivaciones que cada personaje tiene en esa maraña de relaciones peligrosas que los atraviesan (a la que se unirá, a su tiempo, la esposa de Jack)... Esto se potencia cuando Curran ralentiza los tiempos de cada secuencia al límite de lo tolerable y deja que los protagonistas se explayen a fondo, desde lo verbal y lo que no lo es, sobre sus miedos y posiciones en la vida. La religión empieza a cobrar importancia, y las creencias de cada uno de ellas se ven desafiadas al extremo, al ver que la manera en que resuelven los conflictos es equivocada. Los planteos morales aparecen y oprimen desde la pantalla y no son de fácil digestión. Para colmo, dentro de la prisión, Stone es testigo de un intento de fuga sangriento y eso termina por detonar su débil lazo con la realidad. Lo que era una película de seducción en apariencia termina en otra dirección, la del drama psicológico carcelario en clave filosófica! Insisto, mucho texto para escuchar que intenta ser atractivo, por la potencia de los actores en cámara pero que no alcanza niveles dramáticos de fuste por su extensión. Cuidado, Norton y De Niro están sólidos y juegan las mejores escenas de la película. Milla Jovovich se pone el traje de femme fatale y enciende todas las mechas a su alrededor: deja las armas (últimamente era siempre noticia por Resident Evil) y muestra su ductilidad y su cuerpo, en dosis paralelas. Hasta Frances Conroy (la esposa de Jack en el film), se luce en sus pocas secuencias. Pero a pesar de que todos ponen lo mejor, el problema es que "Stone" no termina de revestir interés. Es demasiado pasiva, lenta y discursiva. Es es el problema. Y es serio, me atrevo a pensar. Será que el tema no me pareció a priori demasiado interesante, o es que el abordaje no me terminó de cerrar. Si se que entré dispuesto a ver un gran film, y cuando salí, la sensación que me quedó en el cuerpo es haber sido testigo de una buena clase de actuación con un guión aburrido, extenso y hasta innecesario... Si son de seguir los trabajos del dúo masculino de protagonistas, quizás mi opinión no cuente, (van a ir igual a verlo, es como explicar el éxito de "The Rite" cuando la película es mala, los seguidores de Anthony Hopkins revientan la taquilla) pero sino, evaluar seriamente si están dispuestos a adentrarse a "La revelación", en mi opinión un film muy denso que psicoanaliza demasiado una historia que podría ser mas directa y digerible. No es de las películas detrás de las rejas que quedarán en mi memoria por mucho tiempo...
Conceptualización pasada de rosca Stone o La Revelación en nuestro país, es un film que cuenta la historia de Jack Mabry (Robert De Niro), un oficial de libertad condicional que se verá envuelto en un juego peligroso manejado por un convicto piromaníaco que el trata (Edward Norton) y la esposa de este, Lucetta Creeson (Milla Jovovich). El objetivo de la manipulación es utilizar las vulnerabilidades de Mabry para quebrar su coraza de oficial honesto y estructurado, para lograr que de su visto bueno y Stone pueda salir en libertad. La historia toca temas interesantes de la psiquis humana, como son la culpa, el engañarse a uno mismo, la religión como fuerza de opresión, en fin, varios tópicos que en general resultan atractivos para explorar. Más allá de la temática, casi lo único que se puede resaltar es la nueva reunión de 2 grandes actores como lo son Norton y De Niro, junto al acompañamiento de Jovovich que creo lo hace muy bien, en un papel enfermizo pero a la vez inevitablemente sexy. Lo demás produce un resultado que no logra encantar del todo al espectador, con una profundidad que se pasa de rosca y una oscuridad que desagrada, pero no de la manera que lo hace una buena experiencia artística, sino desagrado por sí solo. El director responsable de la película es John Curran, que también ha dirigido a Norton en The Painted Veil, única cinta de su filmografía digna de nombrar. Un problema claro del film es la falta de pericia para llevar a cabo las distintas escenas, que terminan resultando algunas veces pesadas y sin sentido. Si hemos visto algunas de sus obras anteriores, se puede ver que es un tipo que se obsesiona de más con los aspectos oscuros que quiere mostrar y definitivamente eso le juega en contra. Con respecto a la labor de sus 3 protagonistas, las actuaciones son bastante buenas, resaltando el rol de Milla Jovovich, que creo yo, le aporta un poco de frescura a la película, sobre todo la parte sexy y emocionante sin descuidar una buena interpretación. De Niro y Norton son ya veteranos de la pantalla de los que no se podría esperar menos que una actuación digna y que atraiga, y justamente esto es lo que termina siendo el punto fuerte del film, grandes estrellas del cine que saben bien como hacer su trabajo, pero como todos los que amamos el cine sabemos, con sólo actuaciones el espectador no se conforma, al menos no del todo. Es por esto que recomiendo tener cuidado a la hora de elegir, porque de seguro no es el tipo de película que muchos se estarán imaginando antes de entrar a la sala.