Triángulo de amor bizarro En consonancia con la reincidencia de gran parte del cine actual sobre temas y mecanismos narrativos que se repiten en cada opus individual desde la lógica del marketing y casi nunca desde el ideario cultural/ creativo, en La Sirena (Rusalka: Ozero Myortvykh, 2018) el realizador Svyatoslav Podgaevskiy vuelve a hacer exactamente lo mismo que hizo en ocasión de su trabajo previo, la también floja La Novia (Nevesta, 2017), y por supuesto no es de extrañar que vuelva a desperdiciar el sustrato folklórico ruso que recorre la trama para adaptarlo a los criterios empobrecedores y los estereotipos de la versión estadounidense de la comarca de los sustos, a pesar de que una vez más haya rodado el film en la tierra de los cosacos. La anomalía de tener entre manos una película de género de tan distantes latitudes termina licuada por los facilismos de siempre del ya vetusto J-Horror modelo Hollywood. Así como antes el director y guionista nos informaba durante los primeros minutos del metraje de La Novia las características que tomó en Rusia la tradición global de la fotografía post mortem, con el detalle de dibujar ojos en los párpados de los difuntos y la idea de que el negativo condensaba el alma del fallecido como rasgos principales, ahora tenemos la variante local del antiquísimo mito de las sirenas, las cuales según el folklore ruso viven en lagos, arrastran a las profundidades a los hombres ingenuos que caen bajo sus encantos y conducen a la locura a todos aquellos que se resisten, con la aclaración adicional de que la única forma de esquivar el lastre de la obsesión romántica es ofreciéndole a la señorita en cuestión lo que uno más ama, léase algún pariente o allegado o pareja que funcionaría como un sustituto de ese condenado a muerte por un triángulo de amor bizarro. Nuevamente la historia arranca en el terreno de las leyendas vernáculas y pronto vira hacia la parafernalia estándar de los fantasmas vengadores/ furiosos, cuyo exponente de turno es la pobre Lisa Grigorieva (Sofia Shidlovskaya), una chica a la que -muchos años atrás- su prometido abandonó para casarse con otra mujer, lo que provocó que los maté a ambos y en plena huida de la turba popular reglamentaria se arroje a un lago para ahogarse y de golpe transformarse en un espíritu en pena con largos cabellos, capacidad de mutar su rostro en una criatura bien horrible y la esperable “destreza” de aparecerse donde quiera y cuando quiera para torturar a sus víctimas jugando con la percepción (de hecho, este sería el único punto que Grigorieva comparte en serio con las sirenas clásicas). Hoy el hombre encantado es Roma (Efim Petrunin) y los encargados de intentar salvarlo son su amigo Ilya (Nikita Elenev), su hermana Olga (Sesil Plezhe) y su prometida Marina (Viktoriya Agalakova). Podgaevskiy desparrama tantos jump scares muy poco originales y demuestra tan poca habilidad narrativa, acumulando durante los últimos 40 minutos una verdadera catarata de desenlaces falsos, que uno pasa de la curiosidad inicial al tedio por la sobreutilización de recursos que bien administrados podrían llegar a mantener alta la bandera de los motivos retóricos quemados aunque aún dando batalla, en línea con -por ejemplo- la reciente La Monja (The Nun, 2018). A pesar de que se agradece el regreso de la bella Agalakova, la protagonista excluyente de La Novia, y en general la atmósfera y el diseño de producción están bastante bien, lo cierto es que resulta demasiado frustrante que el realizador vuelva a desaprovechar la dinámica sexual/ erótica del tópico de base, las sirenas, y que no logre redondear un producto un poco menos remanido, naif y automático y con algún concepto novedoso o escena en verdad eficaz, que salga de la medianía deprimente de la propuesta…
Beso fatal. The Mermaid: Lake of the Dead es el nuevo trabajo de director de The bride, Svyatoslav Podgaevskiy. Marina (Viktoriya Agalakova) y Roma (Efim Petrunin), una joven pareja que está a punto de casarse, se ve envuelta en unos extraños sucesos. Marina investiga qué hay detrás del comportamiento sospechoso de Roma, y es entonces cuando descubre que ha conocido a una mujer cerca del lago en su despedida de soltero. Poco después, se da cuenta de que se trata de una sirena que trata de matarlo, arrebatándole su energía vital. La sirena es Lisa Grigorieva (Sofia Shidlovskaya), una joven que se ahogó hace unos siglos, luego de que el hombre que le prometiera amor eterno la engañara y, desde entonces, todo hombre que la rechace perderá a la mujer que ama. Marina no sabe nadar, debe superar su terror al agua para luchar contra la sirena y recuperar a su amado. La historia es entretenida, sin embargo, hay incoherencias en el guion, casualidades que son causalidades, sucesos innecesarios que dan la sensación de rellenar o dar volumen a un inconsistente relato; confunden, pero sin inteligencia y son predecibles. Además de que la supuesta sirena, jamás parece una sirena, más bien un fantasma que entra y sale del lago y aparece en cualquier lugar en donde esté presente el agua con muy buen manejo del suspenso y música como anticipo a un supuesto momento aterrador. La escenografía, fotografía y caracterizaciones del género acompañan de manera correcta y las actuaciones también. El film contiene todos los elementos del género terror y suspenso. Los efectos especiales son destacables. Si bien no se trata de un terror novedoso, sus pinceladas rusas marcan la diferencia y aunque cuenta con un notable despliegue de producción, se aleja de Hollywood.
La Sirena: La dama del agua. El año pasado el estreno de “La Novia (Невеста, 2017)” de Svyatoslav Podgayevskiy trajo una bocanada de aire fresco a una cartelera de cine de género que, en general, venía siendo floja. Desde ya, el cine europeo, muy alejado de los cánones de la gran industria de Hollywood, casi siempre propone nuevas historias y algún que otro nuevo recurso o forma. Eso alivia, es esperanzador y propone una renovación que los consumidores del terror siempre aprecian. “La Novia” – la tercera película del realizador –partía de una idea interesantísima: recurriendo a una escalofriante y milenaria tradición rusa (la de fotografiar a los muertos con los ojos pintados sobre los párpados, dando la ilusión de que seguían vivos y, mediante la cual se podía, según decían, capturar su alma para siempre), el film basaba su trama en posesiones y rituales oscuros del sigo pasado que persistían en la familia del co-protagonista hoy en día. La película contaba con muy buenos sustos, manejaba muy bien el misterio y el suspenso, y era por demás original. El mismo director ahora nos propone otro film de género también recurriendo al folclore eslavo: “La Sirena, La leyenda jamás contada (Mermaid, 2018)”; y hasta utiliza a la misma actriz protagonista: Viktoriya Agalakova. Aquí los personajes principales también están a punto de casarse y el novio recibe las llaves de una cabaña junto al lago que heredó de su familia. Allí conoce a una extraña mujer que se le aparece permanentemente y lo hipnotiza hasta enfermarlo. Esto desencadenará una pesadilla para todos los integrantes del grupo que tendrán que buscar la forma de poder salvarse de ella. La temática en torno a esta criatura mitológica resulta, en principio, atractiva; pero a medida que pasan los minutos la trama va decayendo de a poco y el miedo y la tensión nunca se hacen presentes. Qué distinta era “La Novia”, que ya desde el comienzo ponía los pelos de punta. “La Sirena…” no logra sostenerse y los personajes se vuelven insulsos y sin fuerza. La película no tiene potencia narrativa y el guión hace agua por varios frentes. Hay detalles que quedan truncos y los hechos se presentan confusos. Más allá de estos factores, el potencial del cine de Podgayevskiy se vislumbra en sus personajes femeninos: la mujer tiene un papel preponderante en las historias, tanto como heroína, víctima o villana; y hasta parecen como avejentados, sacados de la Edad Media, como una huella inequívoca del cineasta. En “La Sirena…” vemos repetición, sucesos forzados, efectos especiales cuestionables y hechos predecibles. Quizá vendría bien que Podgayevskiy vuelva a sus orígenes, repase sus primeras películas, reconozca sus falencias en ésta última, y así poder barajar y dar de nuevo.
A partir de este 20 de diciembre llega a Argentina la película dirigida por Svyatoslav Podgaevskiy, donde cuenta la historia de Marina y Roma, una pareja que se ve envuelta en unos extraños sucesos. Marina comienza a investigar lo que sucede, y es entonces cuando descubre que Roma ha conocido a una mujer cerca del lago. Poco después, se da cuenta de que se trata de una sirena que trata de matarlo, arrebatándole su energía vital. La sirena murió numerosos años atrás ahogada en ese mismo lago, y todo aquel hombre que ose rechazarla perderá a la mujer que ama. Es por eso que Marina deberá darse prisa si quiere salvar a su marido de la influencia de la Sirena. El director de ‘La novia’ se encarga de dirigir esta cinta de terror que está protagonizada por Viktoriya Agalakova, Igor Khripunov, Efim Petrunin, Nikita Elenev y Sesil Plezhe. Este filme ruso tiene sus momentos, pero desde mi perspectiva, solo se queda en eso: momentos. El género del terror es complicado y con un grado de dificultad muy alto porque busca aterrorizar a los espectadores y por ende cuando un individuo selecciona como opción a una película de este género, tiene esa intención: aterrorizarse. Es como subir a una montaña rusa. En líneas generales les puedo decir que esta cinta tiene sus momentos acertados (sonido, cinematografía), pero su guion le hace malas jugada a pesar de que su leyenda la hemos escuchado muchísimas veces. Eso desmenuzándola un poquito, me refiero a que el público juvenil que ama este género la disfrutará sin tantas exigencias. Cuenta con recursos utilizados en otros filmes, por lo tanto no trae nada de innovación. Si es tu opción para disfrutarla en una sala de cine, te aseguro que todo dependerá de lo exigente que seas como cinéfilo. No hay grandes cosas que resaltar en este filme.
Sirena, rusa y malvada No se le puede negar a La sirena (Rusalka: Ozero myortvykh, 2018) ser una película sumamente entretenida, quizás el mayor logro de esta producción de terror rusa sobre una sirena malvada que mata a cuanto hombre se le acerque. Dirigida por el impronunciable Svyatoslav Podgayevskiy, la película cuenta la historia de una sirena que, siglos atrás, fue traicionada por su amante. Esta tragedia la llevó a vivir debajo del agua acechando a cualquier integrante del género masculino con un resentimiento letal. Un día llega Marina junto a su novio Román, que caerá en los encantos de la subacuática rubia. Marina deberá deshacer la maldición para rescatar a su novio de las garras de la tenebrosa mujer. El director de La novia (Hebecta, 2017) le da al mito de la sirena el lugar que merece: el de una mujer peligrosa que sumerge en sus encantos a los hombres que la anhelan desde la orilla. Pero -y no es un dato menor- la mujer malvada de sirena no tiene nada, salvo que se encuentra debajo del agua. Agua dulce por cierto, porque no hay mar sino lago. No hay cola de pez ni reino marino detrás de esta mujer. Sólo la excusa de su condición acuática para estructurar una historia de terror con todos los condimentos archiconocidos. Porque La sirena transita todos los clichés del género: la casa embrujada junto al lado donde los jóvenes deciden pasar la noche, la maldición encubierta que data de una tragedia del pasado, y posesiones varias de una villana que tiene el don de camuflarse como método de engaño y manipulación. Sin embargo, y como decíamos al principio, la película es muy entretenida. Tiene el don del ritmo con situaciones que, aunque rocen lo inverosímil, se suceden unas tras otras sin dar respiro al espectador. El cine ruso entrega de esta manera otro correcto exponente del género que, sin brillar, cumple su objetivo al demostrar un buen manejo de los recursos y brindar un par de sustos. No le pidan más.
Como en La novia, el director Svyatoslav Podgaevskiy vuelve a recurrir al folclore ruso para usarlo de punto de partida de una película de terror actual. Esta vez toma una leyenda que presenta a las sirenas como mujeres despechadas que cobran vidas por su amor perdido. Con ese trasfondo, la película cuenta la historia de una joven pareja que está a punto de casarse, cuando él va a la casa de verano de su familia, que está prácticamente abandonada, y cae bajo el influjo de la sirena que acecha en el lago ubicado en la propiedad. El protagonista es nadador y le intenta enseñar a nadar a su novia, que le tiene terror al agua. Ese temor se transforma en algo mucho peor para la joven, que tiene que salvar a su futuro esposo del influjo de la sirena, ayudada por la hermana y el mejor amigo de él. Más allá de algunas secuencias bien logradas, La sirena no consigue construir un suspenso que atrape al espectador, ni asustarlo. El desarrollo del misterio alrededor de la familia del protagonista y la búsqueda de cómo neutralizar el peligro de la sirena resulta tedioso. El problema no es la falta de acción o sustos, hay grandes ejemplos del cine de terror valiosos que no dependen de esos recursos; sino una construcción de personajes y trama esquemáticos y superficiales. La versión que llegó a la Argentina no está en el idioma ruso original sino doblada al inglés, lo cual afecta de forma negativa a las actuaciones.
Del mismo director de “La novia”, Svyatoslav Podgaevskiy, también coguionista, que vuelve a abrevar en el folklore ruso para contar una historia de terror, que comienza bien pero luego cae en los estereotipos clásicos y trillados del género. Comienza con la tradición que ubica a las sirenas en los lagos, seres que pueden ser bellísimos u horripilantes, que seducen y se apoderan de los hombres, y solo pueden ser salvados si la victima entrega lo que mas quiere, otro ser amado en su lugar, para el sacrificio. Después de una sugestiva introducción se pasa a la historia de una pareja a punto de casarse. El padre del novio, un nadador de competición, enloqueció cuando su madre se ahogó. Pero el protagonista ignora que fue por la “terrible” sirena, y que su madre fue el sacrificio que liberó a su progenitor. Por eso los prometidos planean vivir en la casa paterna, cercana al lago donde ocurrió la tragedia. Y por supuesto se le aparece ese ser legendario que resulta ser una novia abandonada en el altar, que clama venganza. Un dato adicional que poco aporta, igual que la desgracia familiar, para un argumento que se resuelve con seducciones húmedas, efectos conocidos y una resolución no muy feliz ni creativa. Una pena porque la ambientación, la luz y la primera parte de la historia daban para más. Todo quedó a mitad de camino con una sucesión de posibles finales, sótano inundado incluido y pocos sustos. (##)
Terror doblado y estandarizado Varias curiosidades surgen del estreno de la película de terror rusa La sirena. La primera es justamente esa: la llegada de un título de origen poco frecuente para la cartelera local. Una rareza que la película misma se encarga de depreciar a medida que la proyección avanza, incapaz de entregar algo distinto de lo que cada semana ofrece el cine de terror horneado en el molde de la pereza. Más allá de algún detalle que intenta darle a la historia una pincelada de color local, este trabajo de Svyatoslav Podgaevskiy, especialista en películas de terror seriadas, La sirena podría haber sido filmada en Ohio, Idaho o cualquier otro sitio de los EE.UU. y nada cambiaría. Ya no se trata de usar los recursos aprendidos a través de los clásicos del género, sino de lisa y llanamente copiarlos, repetirlos hasta que el miedo se vuelva una experiencia vacía y por completo ajena para el espectador de películas como esta. Una curiosidad adicional se desprende de lo anterior. Aunque se trata de una película rusa, quienes paguen la entrada para verla no podrán disfrutar de la lengua de Chéjov, Dostoievski y Tolstoi. Pero ya no porque el ingrato vicio del doblaje al castellano neutro se haya extendido entre los estrenos, sino porque en este caso la versión subtitulada también está doblada… al inglés. Un detalle que subraya la dificultad de los espectadores contemporáneos para vincularse con un cine producido más allá de Hollywood, incluso en casos como este, en los que sus responsables han tratado de borrar toda marca de origen en aras de la estandarización. La tercera curiosidad es que en La sirena no hay sirenas y quienes quieran ver una deberán buscarla en otra parte. Es cierto que el ente maligno de turno es el espectro de una mujer que habita en las aguas de un lago y que busca vengar en cada hombre el desengaño que la llevó al suicidio en la Rusia rural del siglo XIX. Pero eso no la convierte en sirena. Ante esa falta de precisión uno puede elegir sentirse engañado por la falsa promesa de una criatura mitológica que resulta ser otro fantasma diseñado a reglamento. Pero también se puede ir en busca de otras películas que garanticen la posibilidad de encontrarse en la pantalla con estos seres mitad mujer y mitad pez. Para ello se aconseja recurrir a los catálogos de los últimos Bafici, en cuyas competencias se presentaron dos buenas películas de sirenas. En su edición de 2016 pudo verse The Lure, de la directora polaca Agnieszka Smoczynska, en la que dos de estas criaturas funcionan como extraño canal para recorrer los sórdidos años ‘80 en Varsovia, que marcan la caída del mundo soviético. Más acá en el tiempo, la Competencia Internacional de este año incluyó a Blue my Mind, de la suiza Lisa Brühlmann, cuya protagonista es una adolescente que va convirtiéndose en sirena, en una historia que aborda el extraño proceso de la pubertad de forma similar a como lo trabajó la escritora argentina Samanta Schweblin en su cuento Pájaros en la boca.
Devuélveme al amado “La Sirena: La Leyenda Jamás Contada” (Rusalka: Ozero myortvykh) es una película de terror rusa dirigida por Svyatoslav Podgaevskiy (La Novia), que también se encargó del guión junto a Natalya Dubovaya e Ivan Kapitonov. Protagonizada por Viktoriya Agalakova y Efim Petrunin, el reparto se completa con Nikita Elenev, Sesil Plezhe, Sofía Shidlovskaya e Igor Khripunov. La historia gira en torno a Marina (Viktoriya Agalakova) y Roma Kitaev (Efim Petrunin), una joven pareja comprometida a la que le falta poco para ir al altar. Antes de dar ese gran paso, Ilya (Nikita Elenev), mejor amigo de Roma, convence a Kit de hacer una despedida de soltero en la casa de verano abandonada del padre de éste último. Roma va pero, como no se está divirtiendo mucho, decide alejarse y pasar tiempo en el lago cercano. Allí tiene un encuentro con una mujer misteriosa, que lo besa y le deja su peine. Desde ese momento, Roma se sentirá extraño en su propia piel y, junto a Marina, deberá resolver qué es lo que debe hacer para que el espectro los deje en paz. Victoriya Agalakova vuelve a trabajar para Svyatoslav Podgaevskiy en esta nueva cinta de horror en la que otra vez el director decide ponerla en el rol de una chica que está próxima a casarse. Con el agregado de un ser maligno en el agua, la cinta se conforma por un sinfín de momentos que, más que dar miedo, producen risa en el espectador. Y es que el abuso extremo de jump scares, donde se pretende generar miedo haciendo que una persona aparezca bruscamente en pantalla o que los personajes tarden tiempo en abrir una puerta, lo que menos hace es transmitirnos temor, en especial porque ya nos damos una idea de lo que ocurrirá. Grifos que no funcionan, un sótano inundado, duchas que tiran agua a su antojo, bastantes pesadillas, un ritual que se debe hacer dentro de un baño y casualmente una joven que no sabe nadar constituyen un film que se hace eterno a pesar de sus 90 minutos. Por otro lado, el guión es tan pobre que utiliza el típico cliché de un hombre raro que se la pasa dibujando figuras oscuras; obviamente éste es el padre de Roma y vivió una experiencia trágica en su pasado, la cual está relacionada con lo que le sucede ahora a su hijo. No obstante el peor error de la cinta consiste en su título ya que es completamente engañoso: durante toda la trama esperamos ver a la vengativa sirena sin embargo no hay rastro en ninguna parte del ser mitológico. Así es como Lisa Grigorieva (Sofia Shidlovskaya), la mujer que habita en el lago, no es más que una humana que a veces adquiere aspecto “tenebroso” (los efectos no están bien logrados). “La Sirena: La Leyenda Jamás Contada” se suma a la lista de películas de terror ultra olvidables que pasará sin pena ni gloria por los cines. Con una repetición tediosa de frases tales como “¿Me amas?” y “Toma lo que es tuyo y devuélveme al amado”, el nuevo filme ruso llega a ser incluso peor que “La Novia”, otra de las producciones del director.
El director ruso Svyatoslav Podgaevskiy consiguió cruzar fronteras con su película anterior “La Novia”. Si bien en ella utilizaba como premisa una antigua práctica (la de fotografiar muertos) en un contexto rural ruso, luego devenía en una de terror más bien al estilo hollywoodense. “La sirena” parte de un mito conocido (todos sabemos qué son las sirenas y cuál era su función) pero lo combina con el terror sobrenatural y crea algo distinto que pretende ser novedoso. Viktoriya Agalakova (la misma protagonista de “La novia”) vuelve a interpretar a una joven que está por casarse. Dos estudiantes que justo antes de la boda reciben de parte del padre de él las llaves de una vieja casa al lado de un lago. Cuando el novio visita la casa, una noche en que se junta con amigos, es sorprendido por una mujer que le provoca un magnetismo tal que llega a besarla. Ese atisbo de infidelidad será el menor de los problemas para la joven muchacha ya que pronto descubren que es el fantasma de una chica que fue abandonada por su enamorado y ahora busca constantemente reemplazarlo. Si no se le da lo que quiere, se lleva a tu amado. La película se sucede entre un sinfín de escenas reiterativas y explicaciones a las que los protagonistas muchas veces llegan porque sí. Incluso en la resolución todo parece azaroso, con una construcción pobrísima tanto de personajes como del conflicto. Tampoco, hay que decirlo, hay mucho de sirenas. Si bien la película apunta más al subtítulo de la película (“El lago de los muertos”), acá la figura de esta “sirena” ni siquiera aparece como algo seductor que pretenda confundir (mucho menos con cola de pescado). Es un fantasma, no más que eso, y de esos vemos todo el tiempo en el cine de terror y generalmente de maneras mil veces más interesantes. Como sucedía con la película anterior del director, aquella al menos un poco más entretenida y lograda, no estamos ante un exponente de cine de terror ruso propiamente dicho. Bebe tanto del cine mainstream estadounidense que incluso se distribuye doblada al inglés (acá hay dos opciones: verla doblada al inglés y subtitulada, o verla doblada al español, pero no en su idioma original). El resultado es una película de terror que ni asusta ni entretiene, se torna reiterativa y aburre, al mismo tiempo que no tiene mucho sentido. Poco inspirada y lograda, ni siquiera sus actores, su protagonista que aporta todo lo que está a su alcance, parecen creer en ella. A la larga, lo más aterrador que tiene la película es la pregunta que su protagonista recibe a cada rato: ¿Me amás?
Presentada como una película de terror, "La Sirena" enseña cuán peligroso puede ser el agua, no importa dónde estés. La película de origen ruso, pisa fuerte en las salas latinoamericanas y sumerge al espectador en una suerte de thriller místico.
Debajo del mar No todo es lo que parece. Si hacen una lista de películas donde intervienen criaturas que viven debajo del mar, la gran mayoría se sentirán a gusto o atraídos por esos personajes como, por ejemplo, una sirena. Porque la intención siempre fue mostrar una imagen divertida o, en su defecto, atractiva. Pero acá, el director Svyatoslav Podgaevsky (La novia, 2017) quiso demostrar lo contrario: toma a un personaje que ya conocían y lo lleva hacia el lado oscuro, le pone su toque terrorífico. La sirena (Mermeid) es la nueva película del director ruso, que ya incursionó en este género hace un tiempo. La historia comienza con una voz en off, acompañada de imágenes que ayudan a la construcción del relato. Esta sirena tiene como objetivo destruir cualquier relación donde haya un hombre de por medio. Una vez que llegan al lugar indicado, cruzan el muelle y se sumergen en el lago, ella los encandila, los besa y ahí comienza el calvario que deben enfrentar antes de su muerte. Marina (Viktorya Agalakova) y Roma (Efim Petrunin) son una pareja que están a punto de casarse y conviven hace rato. Él es nadador y compite en torneos. Ella no sabe nadar y su prometido hará lo posible para ayudarla con eso. Una noche uno de sus amigos (Nikita Elenev) lo lleva a la casa de Roma, donde vivía cuando era niño, para festejar su último día de soltero. Lo que parecía ser una fiesta entre amigos, mujeres y alcohol, termina de una manera distinta con la llegada de la sirena, una criatura que enamora a los chicos con la intención de llevarlos al Reino de Muerte debajo del agua. La historia está bien y va al punto. No tiene demasiadas vueltas, ni utiliza escenas de relleno. Desde el comienzo de la película se van a dar cuenta cuál es su enfoque y para llegar a eso no genera contradicciones. Si bien no es una de las mejores de este género y, seguramente, pase desapercibida luego de su estreno, cumple con lo que promete en el trailer (y eso que casi siempre pasa lo contrario), pero tampoco el director busca que sea uno de esos films que quedará en la retina de los espectadores. ¿Ojos que no ven corazón que no siente? Lo que busca es entretenerlos durante hora y cuarenta y también asustarlos un poco, sobre todo a esos que se dejan llevar por un impulso. Eso si da más miedo.
Parece que el terror ruso está de moda. O al menos eso quieren hacer parecer las distribuidoras. El año pasado llegó La Novia, dirigida por Svyatoslav Podgaevskiy, y el 2018 del género se cierra con otra película del mismo director, La Sirena, cuyos problemas destilan más allá de la sugerente criatura folclórica de su título.
En muchos casos, nos lamentamos porque una película es demasiado larga. Hay escenas descartables o argumentos secundarios que aportan poco. Pero en La sirena, el problema es el contrario. Dura menos de 90 minutos y podría -no, debería- extenderse media hora más. Desconozco si el guión original contemplaba otro desarrollo y otra extensión. Lo que terminó en pantalla parece incompleto, casi un borrador. Para el argentino promedio el título puede ser confuso. Hay una sirena, sí, pero no de las que tienen aletas y cantan con los peces. Tampoco estamos ante una criatura del mar salida de Aquaman. No, es una sirena rusa que reclama amor y que, cuando no lo consigue, busca su venganza. Está instalada en un lago rural, pero puede aparecer en cualquier sitio con agua, en una bañera o una pileta de natación. La sirena es rusa porque también lo es la película (aunque acá se estrene doblada al inglés). Y ella no es exactamente una sirena sino una rusalka, una entidad de la mitología eslava que, en sus orígenes, era un espíritu de la naturaleza. Con los siglos, su figura fue mutando hasta convertirse en lo que vemos en este film, un espectro vengativo y seductor que lleva a los hombres a su ruina. Es una leyenda transparentemente misógina y la película lo sabe. Por eso intenta equilibrar la ecuación al darle a una segunda mujer el rol de heroína. Al principio, el protagonista parece ser Roma, un joven nadador que rechaza los repetidos avances de la sirena. Pero su novia, Marina, no tarda en volverse el personaje más resolutivo y relevante de la trama. La acompañan el mejor amigo y la hermana de Roma, y juntos intentan resolver quién es la sirena, de dónde viene y cómo se la puede lastimar. Descubren pistas y llegan a sus respectivas epifanías con una velocidad pasmosa, porque la película está siempre apurada. No se detiene ni para profundizar personajes ni para construir su propia mitología. Hay exceso de ritmo, conflictos entre personajes que se abren y clausuran en pocos minutos. Es como si solo viéramos el mapa conceptual del argumento, dibujado en un pizarrón en el cuarto de los guionistas. Distinguimos datos, conexiones, nombres y relaciones. Pero de repente se borra el pizarrón y solo queda la impresión de que algo hubo ahí. No ayuda, por otro lado, que cada intervención de la sirena sea un baldazo de agua fría. Todo el buen trabajo de cámara e iluminación, todo el suspenso, se disuelve cuando ella aparece. Siempre de la misma manera: primero se acerca lentamente, luego chilla y pega un salto, y su rostro se distorsiona digitalmente. Un recurso tan común que ya perdió toda efectividad (¿Alguna vez fue efectivo?). La película termina abruptamente. Hay un twist o guiño, pero estamos tan mareados que no nos interesa. Es cierto, La sirena no aburre. ¿Cómo podría? No tenemos tiempo para bostezar, como tampoco para que nos importe algún personaje o nos involucremos con la historia. Apenas confirmamos que la película sucede, un hecho en la pantalla. No muy memorable, por cierto.
Emulando el éxito de “La Novia” esta producción de origen ruso recupera un emblemático ícono que supo tener versiones animadas y ficcionales en las que la representación ideal del mito acompañaba la narración con gestos y rasgos amigables. Aquí sucede lo contrario, y un grupo de jóvenes verá cómo un secreto del pasado emerge y amenaza de muerte a todos. Original revisión para construir un texto fílmico diferente.
Una joven pareja pronta a casarse, decide pasar los días previos a la boda en una casa cercana a un lago, propiedad del futuro marido. Luego de que la despedida de soltero se pusiera un poco tensa, él decide ir al muelle a pensar en su futuro, momento en el que se aparece una extraña mujer, que le deja una vieja peineta. Lo que parecía un extraño encuentro, termina en una pesadilla, cuando un antiguo ser quiere apropiarse del novio, mientras el resto de la familia deberá buscar la forma de deshacerse de dicha criatura. Desde Rusia nos llega una película de terror, que lo más interesante que tiene para ofrecer; es precisamente su país de origen y el género en si (estamos acostumbrados a que todo el cine europeo que nos llega se limita a los dramas). Y eso es todo. Si, sonamos lapidarios al extremo, pero es que La sirena: la leyenda jamás contada, hace todo lo posible para situarse entre lo peor del año, ya que falla en casi todos los apartados en los que una película no debería. Y más si estamos hablando del horror. Lo primero que no logramos entender de La sirena: la leyenda jamás contada es su nombre. Nunca vemos a la mitológica criatura en pantalla. Y si por sirena, se referían de forma metafórica al espíritu de una mujer ahogada, que busca atraer a su víctima al agua; la verdad es que ese mote se siente bastante rebuscado. Pero sacando el detalle del nombre; el film nunca logra asustar. No solo porque la historia es súper conocida (persona que muere de forma trágica y su espíritu se queda en el lecho de muerte, acechando futuras víctimas). Sino que todos los intentos de sustos, son en base a jumpscares que ni siquiera están trabajados en los momentos previos. Mientras vemos el film, podemos adivinar cuando vamos a sufrir el subidón de volumen que intentará sobresaltarnos. Los valores de producción tampoco destacan demasiado; notándose el bajo presupuesto y la poca imaginación para disimularlo, casi a cada momento. Desde escenarios reciclados donde se nota que solo cambio el tratamiento lumínico; así como el aspecto de la supuesta sirena; dejan una sensación de que estamos ante un proyecto amateur de estudiantes de cine, y no de una película hecha por un realizador que ya tiene varias cintas en su haber. La sirena: la leyenda jamás contada termina cerrando el año de mala forma para el género del horror, que en este 2018 nos dejó varias buenas entregas. Estamos ante el claro ejemplo de película que termina dándole la razón a aquellos que aseguran que el terror es un género menor y en caída libre.
El género de terror ruso casi siempre suele traer ideas nuevas, y por esa razón “La sirena” es una de las grandes sorpresas de este año para los fans del cien fantástico. Aparentemente, según el folklore ruso las sirenas no son marinas sino que viven en los lagos y tienen la costumbre de sonsacarle palabras de amor a los pobres hombres con los que se encuentran. Y una vez que estas sirenas de agua dulce consideran que han recibido un juramento no vuelven a soltar más a su amado, ni siquiera si puede obtener a cambio sus seres queridos. Luego de explicar esto y sintetizarlo en un prólogo aterrador, la película avanza con una parejita a punto de casarse que recibe, como regalo de un padre ausente al que nadie ve hace veinte años, una casa de fin de semana al lado de un lago. Obviamente, es fácil adivinar que el prometido se encontrará con la sirena, pero lo que resulta imprevisible es la progresión siniestra que va tomando esta historia que asusta. El director logra darle tonos siniestros al agua en cualquiera de sus formas, ya sea en una pileta de natación, una gotera o simplemente en algunas de las numerosas escenas con lluvia de este film imaginativo. La única pena es que la copia local sea la versión doblada al inglés y no la original en ruso.
Hasta la fecha esta producción rusa cosechó más cariño de la prensa en Latinomérica que en su país de origen donde los críticos la aniquilaron. Probablemente esto se deba a que en esta región del mundo estamos acostumbrados a ver mensualmente muchas más bazofias que esta propuesta que tampoco es tan terrible. Si bien como película de terror resulta un producto fallido (luego explico por qué) como thriller sobrenatural tiene algunos elementos interesantes. La historia tiene como protagonista a un clásico de la mitología eslava como es la Rusalka. Un ser demoníaco que suele ser descripto como una sirena que habita generalmente en lagos o ríos. En la mayoría de los relatos son villanas que seducen hombres en los embarcaderos para luego matarlos. No sería un error calificarlas como la versión psicópata de la clásica sirenita de Hans Christian Andersen. La película de Svyatoslav Podgaevskiy encuentra sus puntos más fuertes cuando se concentra en el misticismo de estos personajes que es realmente muy atractivo. Todo el misterio y la historia romántica que se construye no está mal y por momentos llega a ser intrigante. Sobre todo porque se trata de un personaje que no es popular en nuestra cultura. El reparto es decente y cuenta una fotografía cuidada que en ocasiones sobresale en algunas ambientaciones tétricas. El problema con La sirena es que pierde todo su atractivo cuando se encamina en el terreno del terror, donde el director ruso emula lo peor del cine norteamericano actual dentro de este género. La película se convierte literalmente en un catálogo de jump scares trillados que ya vimos infinidades de veces en otras producciones mediocres. De ese modo, el mínimo atractivo que podía despertar la figura de la Rusalka, con el desarrollo de la trama se desvirtúa en el clásico ser sobrenatural vengativo de manual que arruina una premisa argumental que tenía un buen comienzo. En lo personal recomendaría su visión en el cable más que en el cine donde se pueden encontrar otras propuestas superiores.
Llega de la mano del director y guionista Svyatoslav Podgaevsky ("La novia", "La reina de las espadas: Rito negro") este, su cuarto trabajo "La sirena”. La cinta gira en torno a Marina (Victoria Agalakova, "The Bride", la serie de televisión "The Great") quien se encuentra enamorada de Roman (Efim Petrunin, "Walk, Vasya!", "Ghost"), ganador de varias competencias y un excelente nadador. Antes de su boda, Los amigos de Roman le organizan una despedida de soltero en una casa de campo junto al lago. Pero allí ronda una historia secreta y el padre de Roman allí vivió momentos traumáticos. Obviamente, este tendrá una situación muy similar a la de su padre. Algunos personajes que complementan son: Olga (Cecile Plezhe), un amigo Ilya (Nikita Yelenev, Leto, la serie), Lisa Grigorieva / The Mermaid (Sofia Shidlovskaya), entre otros. La historia cuenta con un guión convencional que se relaciona con lo mitológico y resulta atractivo, ofreciendo algunos sustos y toques de horror, clips psicológicos, mucho se explica a través del flashback, hay posesiones, rituales, muy buena la imagen visual, realizada por Anton Zenkovich, va rondando más por la investigación sobre lo oculto y lo esotérico intentando sorprender.
Bueno, realmente con tanta importación de productos cinematográficos de toda índole, género, calidad y país, ¿por qué no recibir una de terror oriunda de Rusia? Total, la peor de éste género que traigan igual va a ser negocio para las distribuidoras en desmedro de la cuota de pantalla de cine argentino así que ¿por qué no probar? Más allá de estas cuestiones de políticas culturales, hay algo insoslayable: la globalización vuelve acerbas las ideas. Cinematográficamente hablando, el deseo de hacer algo medianamente aceptable pero que sobre todo haga fluir el dinero como objetivo principal, termina por generar fórmulas que se repiten hasta el hartazgo (porque funcionan bien), pero le quitan identidad cultural a su forma según la aldea donde se pinte. A veces anda la cosa. A los tumbos, pero anda. Así es “La Sirena” que se estrena esta semana. Según la leyenda del comienzo, narrada por una voz femenina casi infantil, hace unos años una mujer (Sofia Shidlovskaya), despechada porque su prometido la abandonó para casarse con otra, mató a los amantes y luego se ahogó en un lago mientras huía de la gente que la quería linchar. Presa del dolor su fantasma anda separando parejas literalmente. Secuestra novios y prometidos y sólo a cambio de algo que la novia de marras ame mucho procederá a la liberación. En nuestros días el problema lo van a tener Roma (Efim Petrunin) y Marina (Viktoriya Agalakova). En una noche de fiesta estilo despedida de soltero, organizada en la cabaña del lago por un grupo de amigos del colegio muy bien entrenados en natación, el agraciado novio es encantado por la fantasma y de ahí en adelante sufrirá el derrotero habitual hasta que todos empiezan a entender qué demonios (o sirenas mejor dicho) está pasando. Todo el desarrollo es convencional, pero hay algo que el director Svyatoslav Podgaevskiy maneja bien como director: la tensión dramática y la pulsión narrativa, y aunque no esté inventando la pólvora, se las arregla para pegar un par de buenos sustos a la platea, especialmente por el diseño de arte y maquillaje que juegan un papel fundamental. Aplausos a los responsables porque la fantasma es realmente espeluznante potenciado por un diseño sonoro estridente, pero efectivo. El guión de Natalya Dubovaya, Ivan Kapitonov y Svyatoslav Podgaevskiy nunca levantará el vuelo de la originalidad. Es simplemente tan efectivo como predecible tanto en la historia como en el la construcción de los personajes que son salvados por un elenco que cumple bien con el trabajo. Tal vez aquellos acérrimos fanáticos de la saga “El conjuro” y “La monja” (estrenada hace unos meses) encuentren una razón medianamente aceptable para ir confiados, aunque (y en esto sí uno puede estar agradecido) no se instale ninguna posibilidad de secuela. De Rusia nos llega “La sirena”, pero lo único ruso es el idioma original de esta película. Veremos que nada, absolutamente nada, aquí parece ruso o tiene siquiera la más mínima influencia o referencia al cine de ese país. Es más, probablemente esta sea la producción más yanqui de todas las rusas de la historia, de manera tal que desde el punto de vista cinéfilo vaya buscando por otro lado. Ahora bien, para los amantes del género del terror se van a encontrar con la sensación de un buen producto. Repetido, pero bien hecho.
UN RELATO DE HORROR QUE SE ESCAPA ENTRE LAS MANOS El énfasis que tiene por parte del público la aparición de nuevas películas del género de terror es siempre grande. Esto es observado claramente desde lo comercial y por ende todas las semanas se presenta una nueva propuesta. Lo cierto es que la mayoría parece repetir recetas y La sirena no está muy lejos de esto. Si bien podemos rescatar algunos aspectos en cuanto al guión, estamos ante un film que vuelve a retomar recursos muy utilizados. En principio, es necesario remarcar cómo se vende una estética que luego no se aprecia en el film. Ese póster tan atractivo, que juega con los contrastes, genera una expectativa que luego no se cumplen. Hay una expectativa alta sobre la estética que puede darse a través de una figura tan contradictoria, tal como la literatura sabe aprovechar. Sin embargo, el personaje de la sirena se desperdicia desde el comienzo por mostrarse monstruoso y a medida que avanza la película, la figura de la sirena se estropea totalmente, pudiendo vincular su aspecto y movimientos a otras tantas películas del género. De ahí que la película pierda la oportunidad de hacer algo distinto. Al comienzo, el film presenta la leyenda de la sirena que contacta visualmente y captura a las personas enamoradas. Si bien se trabaja esto literalmente, pero con una “alma en pena” de las profundidades, la película logra darle también otro sentido a la leyenda. Aquel enamorado que captura es casualmente un amante del agua, un nadador que se prepara para competir, logrando mostrar en él esa contradicción que vive en el agua entre la belleza y el terror. Es ahí donde sí hay un punto fuerte: el agua, para él, pasa de ser un lugar de satisfacción para convertirse en un calvario. Se aprovecha ese contraste que convive con el agua, remarcándose el hecho de no ser nuestro hábitat y por lo cual debemos tenerle respeto. Durante el comienzo, el agua funciona como portal, funcionando como interesante recurso porque genera una cierta expectativa por la aparición. Pero luego este aspecto se va perdiendo y el ingreso de esta mujer monstruosa va llevando a una disminución del potencial del relato. En consecuencia, la propuesta de, que inicialmente es atractiva, se va desinflando hasta quedarse en recursos carentes de originalidad.
El director ruso Svyatoslav Podgaevskiy (La novia) apuesta nuevamente al terror con La sirena, pero cae en lugares comunes, leyendas o cuentos de pueblos que no tienen impacto. Basada en una antigua leyenda rusa, La sirena cuenta la historia de una joven que se ahogó en un lago muchos años atrás y que ahora busca el amor de aquellas parejas que se acercan. Marina y Roman están comprometidos y enamorados. La sirena seduce a Roman para atraerlo a las profundidades y Marina debe superar su miedo al agua para rescatarlo y no caer en la maldición. La sirena es la excusa del cierre de año para tener un estreno de terror en cartelera. La película rusa llega a los cines hablada en inglés, algo que ya había ocurrido con La novia y, dejando de lado los problemas de sincronización en las voces y la imagen, la credibilidad del film pierde mucho peso con este cambio de idioma. El miedo al agua puede ser un gran incentivo para construir una película de terror y las sirenas se han usado en varias películas de manera similar pero, mientras que en films como The Lure, las bellezas del mar y su concepto pueden generar una reflexión sobre la bestialidad del hombre, en La sirena de Svyatoslav Podgaevskiy no hay reflexión, ni grandes cuestiones que intente desarrollar. En lo que respecta al terror, hay uno o dos sustos bien logrados que buscan el impacto y el salto de la butaca en el espectador, pero nada más. Hay muchas posibilidades de construir un terror psicológico o profundizar esta idea del amor eterno y el abandono pero por lo contrario usa los mismos clichés vistos en decenas de películas del género como la pareja joven y víctima de la situación, la casa abandonada, el lago embrujado, etc.
Una sirena enamorada que trata de separar a un joven de su novia por medios truculentos, genera una interesante confluencia de mitologías. Definamos: el cine de terror y el cuento de hadas difieren sólo en grados y en el obligatorio final feliz del segundo. Esta curiosa película de horror rusa tiene defectos, por cierto, y también tiene el problema de, en muchas secuencias, concentrarse en el puro susto. Pero también tiene cierta originalidad, dado que se trata de algo así como una sirena enamorada que trata de separar a un joven de su novia por medios truculentos, que genera una interesante confluencia de mitologías. También hay momentos donde el color y la luz hacen maravillas para “vestir” situaciones que tienden al cliché. No sólo vemos poquísimo cine ruso, sino que, además, hay excelentes autores en ese país que nos llegan sólo cuando tenemos la suerte de asistir a un festival, y por casualidades rarísimas encontramos estos productos de explotación. Pero igual cabe darle una oportunidad.
Las sirenas no son criaturas muy revisitadas por el cine de género. Sus apariciones cinematográficas, de hecho, se sitúan mayormente en el campo de la comedia, representadas como criaturas benévolas que sufren por amor. La sirena, del director ruso Svyatoslav Podgaevskiy, quien nos había traído La novia en 2017, se sitúa en la vereda de enfrente pero, a pesar de esta vuelta de tuerca, no logra un producto destacable. Roman está en la víspera de su boda. Lo conocemos en un entrenamiento de natación y enseguida tenemos la información fundamental para seguir el curso de la trama: su padre le cedió una casa del lago, donde festejará su despedida de soltero. Y si, en medio del jolgorio una jovencita se aparece en el muelle, pidiéndole que lo bese. Este acto, que luego no recuerda si en efecto sucedió, deriva en la obsesión de la sirena con él, intentando arrastrarlo al fondo del lago y provocando alucinaciones, visiones y terror en su Marina, su prometida. La trama deja de lado la causalidad para dedicarse a sumar hechos arbitrarios que tampoco se molesta en explicar demasiado y, como si esto fuera poco, cada vez que tiene que explayarse en algo recurre al cliché: vínculos llenos de recelo, secretos familiares y revelaciones que funcionarían como tal si no fueran previsibles. En el apartado visual no aporta nada nuevo, igual en este punto no se le puede exigir nada: el 98% de las películas tampoco lo hace. Si es cierto (no seamos haters) que el hecho de incluir las prácticas de natación al comienzo y algunas secuencias donde el agua es central en otros ámbitos dan cuenta de una especie de búsqueda simbólica en referencia al elemento…pero eso, que termina diluyéndose, ya lo hemos visto, con mejores resultados, en Mortal Kombat. Si quieren ver una película que no deja mucho, no se preocupa en construirse con coherencia ni en generar climas pero intenta indagar, de alguna manera, en el poco explorado mundo de las sirenas, a modo de curiosidad, véanla. Capaz con pochoclo se les pasa rápido.