Por suerte, desde hace unos años se instaló en la sociedad el debate sobre la trata de personas, en especial, la esclavización y prostitución de adolescentes. Al hacerse público un tema tan atroz, nadie puede quedar indiferente. Y es por esto mismo que toda propuesta cinematográfica que nos llega sobre el tema, debe ser analizada. Larysa Kondracki hace su debut en la pantalla grande adaptando el libro escrito por la propia Kathryn Bolkovac, donde se denuncia los abusos cometidos por miembros diplomáticos, fuerzas especiales de la ONU, policías locales y empresas de seguridad contratadas para reconstruir la Bosnia post guerra. Bolkivac, policía en EE.UU, llega contratada por dicha empresa, y se enfrenta con una realidad donde las mujeres no solo son golpeadas por sus maridos, sino que son traficadas como mercancía para ejercer la prostitución y los deseos del sádico de turno. El estilo de filmar de Kondraki recuerda al Paul Greengrass más personal, con una cámara en mano estilo guerrilla, que en esta clase de películas enriquece aún más la propuesta, sobre todo para no darle un aire de cine tan clasicista a una historia muy visceral. Pero sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes del film es su historia, escrita por Eilis Kirwan y la propia Kondracki. Con una estructura simple y apenas usando algún golpe de efecto, nos cuentan el porqué de la decisión de Bolkovac para aceptar el trabajo, pasando por su llegada y conocimiento de los “códigos” del lugar, hasta llegar al final donde los hechos sucedidos en Bosnia tomaron estado público. Quizás a alguien le moleste que tanto al inicio y al final del film se recalque que el film está basado en hechos reales, pero no debería sorprender a nadie ya que es algo tremendamente habitual a la hora de adaptar sucesos reales. Otro gran punto a favor de la película es la actuación de la bella Rachel Weisz. Pese a tener un aspecto delicado y hasta frágil, la británica vuelve a mostrar que se siente cómoda en roles de mujeres de fuerte carácter moviéndose en mundos no solo de hombres, sino machistas. Algo así ya se vio con su Hipatya en Ágora, estrenada el año pasado. Algo a destacar también del film es el no centrar el antagonismo en un solo personaje, sino repartirlo, demostrando que la verdadera podredumbre proviene de un sistema corrupto y de una sociedad donde la mujer se encuentra en el último escalafón. Destacable también es la fotografía, a cargo de Kieran McGuigan, trabajando en función de la historia, logra plasmar la frialdad, tristeza y decadencia de la Europa Oriental post guerra, en este caso una Bosnia hecha pedazos. En conclusión, La Verdad Oculta es un film crudo, duro y realista, que no busca ser preciosista en su puesta en escena, sino mostrar una realidad que está ahí, pero que lamentablemente muchos están involucrados, o peor aún, haciendo la vista a otro lado.
El peor de los infiernos. Kathryn Bolkovac es una policía de Nebraska que viaja a Bosnia como parte de las fuerzas de paz de la ONU luego de la Guerra de los Balcanes. Allí descubre una red de tráfico sexual sostenida por sus propios compañeros. El tráfico de personas debe ser una de las realidades más espeluznantes, sino la más, del mundo actual, y toda película que aborde esta situación debería tener un efecto equivalente al de una piña en el medio del estómago del espectador, valiéndose exclusivamente de rasgos temáticos y jamás de otro tipo (a recordar sino el repudio de Rivette y Daney al travelling de Kapo, de Pontecorvo, apenas quince años después del Holocausto). Dicho esto, se puede afirmar que La Verdad Oculta pasa la prueba con creces. Con armas nobles e incuestionables, resulta todo lo angustiante, cruda y espantosa que debía ser. Kathryn Bolkovac es una agente de policía de Nebraska que intenta ahorrar un poco de dinero para mudarse cerca de su hija, cuya tenencia es del padre. Desesperada, acepta un puesto en las fuerzas de paz de la ONU en Bosnia. Una vez allí descubre una enorme red de trata de esclavas. Los clientes de dicha organización son los policías, militares y diplomáticos que, al igual que ella, fueron enviados con inmunidad para ayudar en la reconstrucción de posguerra. El film está basado en el libro de la propia Bolkovac, es decir, en hechos reales. Rachel Weisz entrega una performance notable en su encarnación de la autora. “Mucha gente supone que la historia es demasiado escandalosa para ser real. Cuando se enteran de que la tuvimos que minimizar, quedan impactadas”, explicó la directora Larysa Kondracki acerca de las acciones que se ven en pantalla. Su película resulta aterradora no sólo por aquello que muestra sino también por aquello que oculta. El contexto posmoderno que rodea a la Guerra de los Balcanes de los 90 alimenta todo tipo de sospechas acerca de los alcances de la conspiración. Funcionarios gubernamentales, empresas privadas que trascienden las fronteras de los Estados, corporaciones fantasmas. ¿Cuál es el límite de este monstruoso mecanismo que, desde el anonimato absoluto, parece regir las coordenadas del sistema mundial? De la intriga producida por estas cuestiones se vale La Verdad Oculta, cuyo título original es The Whisteblower. Kathryn es una “soplona” porque intenta establecer un nexo entre lo individual aberrante y lo colectivo sin rostro. En los oscuros prostíbulos de Bosnia, donde miles de jovencitas son sometidas a las humillaciones más execrables que se puedan imaginar, se percibe algo más. De repente, esos ambientes decorados con repugnantes fotos polaroid, profilácticos usados, jeringas, colillas de cigarrillo y manchas de sangre ya no parecen tan ajenos a las lujosas oficinas de la ONU en cuyo interior Estados Unidos y sus amigotes imponen el devenir de la humanidad. El film no concluye con declaraciones altisonantes ni discursos grandilocuentes. Cuando el escándalo se hace público, el universo posible de debate queda encerrado en la banalidad de un estudio televisivo. El testimonio acerca del infierno que se vive en Bosnia, así como sus consecuencias, no tendrán mayor impacto que el de un talk show. Televisión basura descartable en estado puro. La Verdad Oculta es una de esas historias bien contadas que quitan el aliento, que echan por tierra cualquier visión optimista del mundo por el sólo reflejo de su lado más horrendo. Lo que se muestra pasa en todo momento, en cualquier ciudad, está ocurriendo ahora mismo.
Un tema crudo, fuerte y estremecedor plasmado en una película de muy buena calidad. Rachel Weisz nos brinda una excelente actuación, destacándose sobre las muy buenas interpretaciones del resto del elenco. El guión, basado en una historia real, y la dirección no se regodean en escenas sexuales o...
El lado B de la paz Muy buen debut para el primer largometraje de Larysa Kondracki, luego de su corto: Viko, un film de 17 minutos con una temática similar, un joven de 17 años que deseaba salir de su ex Yugoslavia en 1997 y viajar a Londres. Pero termina en una red de de tráfico sexual. The Whistleblower es un thriller protagonizado por la ganadora del Oscar, Rachel Weisz, en el rol de Kathryn Bolkovac, una mujer policía, a quien le quitaron la tenencia de su hija y se siente muy unida a su trabajo. La Verdad Oculta Pero lo más relevante, es que narra la historia de la lucha que emprende esta agente de la policía de Nebraska, que acude a Bosnia tras la guerra en los Balcanes en calidad de observadora de las Naciones Unidas, como una posibilidad de que en su regreso, pueda tener más tiempo para su hija. Pero los descubrimientos en esta República de posguerra, la obligan a denunciar ante la ONU a una multinacional y muchos integrantes más, que habían encubierto varios casos de tráfico sexual. El guión está basado en la historia real de Kathryn Bolkovac, que viajó a Bosnia en el año 1999 en calidad de miembro del comité de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. Y al igual que la protagonista, no dudó, ni se detuvo, siguiendo las pistas hasta las últimas consecuencias. Con un reparto compuesto por Vanessa Redgrave, Monica Bellucci y David Strathairn, en correctas actuaciones, al igual que los secundarios, no impiden que se destaque Rachel Weisz (El Jardinero Fiel), en este rol donde coloca su personalidad y registro dramático. La Verdad Oculta es una muy buena propuesta para conocer el detrás de escena de los enviados de paz, además de cautivar durante los apasionantes 110 minutos que no dan tregua.
De hombres y hombres. Hay palabras que se valoran más que otras y mucho más luego de asistir a la función de La Verdad Oculta, de la cual egresé con un extraño sentimiento de falta de gusto sobre lo cinematográfico que acontecía segundos antes en pantalla. “no me gustó… me parece abyecta” fue la reacción primaria ante tales acontecimientos y el motivo por el cual decidí esperar en la escritura y crítica de una obra como la que nos convoca. Pero hay palabras que cliquearon cognitivamente la percepción e hicieron razonar a este humilde servidor. La Verdad Oculta no trata de una temática que se subyuga a la central, ni de composición de subrelatos que enriquezcan contextualmente el entramado monocromático del horror. La Verdad Oculta, de Larysa Kondracki, no toca otro aspecto de la realidad que no sea la trata de personas como problemática social, desde un plano sociológico correspondiente al imaginario colectivo sobre el valor y principio sobre tales prácticas (del tráfico de personas), recurriendo a su vez a hechos reales para dar mayor poder y fuerza a su trabajo fílmico de denuncia. Claro y conciso. Hechos para ser contados. Una visión para ser enmarcada y lanzada al escenario como un reflector que ilumine aquello que debe verse, a aquellos a quienes debe verse y reflejar empáticamente un sentimiento que nos es propio, que no basta con un “sentarse y mirar el filme”, sino con toda una estructura mayor que condiciona la opinión y el silencio. La Verdad Oculta nos revela a través de la imagen (formando una temática multimedia por los ámbitos que abarcaron los sucesos narrados), una verdad ya conocida pero que no estamos dispuestos a ver. Nos ilumina un sendero trazado por personas que viven y mueren para controlar, abolir, luchar, y miles de verbos más contra el tráfico, trata, maltrato, ilegalidad, etcétera, sobre el cuerpo humano, sobre el ser humano, sobre uno, sobre todos. Es entonces preciso no solo analizar este filme como una película en sí misma y solo eso, sino que el tema da para más: habla de lugares concretos, de personas concretas, de entidades y organizaciones existentes que en las sombras manejan los hilos del títere que es el mundo y los agentes que intervienen maléficamente en él. La protesta como imagen y sonido transmutado en celuloide proporciona, afortunadamente para el estreno en el país, una formación de conciencia que no pasará por alto. La Verdad Oculta es de los pocos filmes “basados en” que proponen el disparador como causa y fin para una reflexión intensa y verdadera sobre lo cercano de la cuestión, lo real de lo que muestra, el compromiso como modo de vida, el pensamiento seguido de acción como única vía efectiva en el todo. Resulta ser un hecho que, en el contexto que se narra en la pieza (año 1999, Bosnia), “El Mundo” es una vía libre para todo acto criminal y para el oscurecimiento de los factores que permiten el horror, como así también de los participantes del delito. Entonces, no es que se verá un filme en La Verdad Oculta, sino una red discursiva no contingente, sino necesaria para el esclarecimiento. No hablamos de arte, hablamos de exposición de una verdad, de una porción de esa verdad y la afectación. Excelentemente expuesta por Kondracki sobre la pantalla, el relato se basa en la constante ascendente hacia el epicentro del terror, ilustrado en magistrales actuaciones que sobrepasan el lineamiento psicológico normal de la construcción de caracteres verídicos. Lo verídico esta allí, afuera, dentro, para escupir sobre el terreno silencioso, aquella voz que rezaba “El hombre es el lobo del hombre”. Desprovista de la primeridad de catálogo enunciada, la película no resulta propia “de la abyección”, sino que esto se manifiesta de cuerpo presente a nivel conciencia en cuanto no podemos ver aquello otro que dice sin hablar el filme, pero conocemos y ya no podremos olvidar. Un ojo que captura una esencia, una vida, un propósito, y reproduce lo grabado en su retina hacia una infinidad de retención es lisa y llanamente un ojo digno de ser visado, de ser disfrutado y más que nada, de ser pensado.
Rachel Weisz se destaca en esta desgarradora historia basada en hechos reales. Kathryn Bolkovac (Weisz) es una agente de policía de los Estados Unidos con bastantes problemas. Por un lado, su familia se quebró y no tiene tiempo para ver a su hija. Por otro, el trabajo la consume y es adicta a él, pero la rutina de escritorio no es lo suyo, e incansablemente, mes a mes, envía una solicitud de cambio de sector, que es sistemáticamente rechazada. Pero un día, sus superiores le ofrecen un trabajo que su espíritu justiciero no podrá rechazar: ser parte del cuerpo de paz que viajará a Bosnia para ayudar en ese país devastado por la guerra. Ella aceptará el viaje poniendo en jaque toda su vida tal cual la conoce, y alejándose de su hija posiblemente para siempre. Allí será parte de los cascos azules, manejados por la empresa Democro Corp, los contratistas militares que-en teoría-ayudarían en la reconstrucción de Bosnia. La realidad le dará un golpe cuando vea el lugar que ocupan las mujeres en esa sociedad, machista casi por naturaleza, pero todo su mundo se derrumbará cuando descubra toda una red de tráfico de personas obligadas a ejercer la prostitución que toca a las cúpulas más altas del ejército de los Estados Unidos, de Democro Corp y de las Naciones Unidas. Ella deberá luchar sola contra todas estas fuerzas para liberar a las mujeres que viven encerradas, con miedo y en condiciones infrahumanas. La verdad oculta (The Whistleblower, en inglés) es una de esas películas incómodas, indignantes y que hacen todo menos divertir. Saber que lo que estamos viendo es una interpretación de algo que sucedió (y, para peor, sucede) en el mundo nos pone en un lugar de espectador impotente que, lejos de hacernos disfrutar la película, nos la hace sufrir. Todo lo que dije, aunque no parezca, es un halago para los realizadores y para Rachel Weisz, que supieron transmitir la angustia de esas mujeres esclavizadas. El único problema que tiene la película es que llega demasiado rápido al conflicto, y todo lo que serviría de prólogo, para conocer a Bolkovac y su relación con su hija, pasa casi desapercibido. De hecho, en el momento que comienza a obsesionarse con este caso policial, ya no existe familia para Katherine, sino que solo ve su lucha privada y prohibida contra el poder. En definitiva, La verdad oculta es una película imperdible, pero no es para cualquiera ni para ver en cualquier momento. El espectador tiene que saber que no la pasará bien y que el sabor amargo que le dejará no se va a ir con el primer caramelo que coma al salir del cine.
Sin justicia para los débiles Cuando fue destinada a la zona de conflicto de la ex Yugoslavia como parte de la fuerza de paz de la ONU, la oficial Katryn Bolkovac (Rachel Weisz) jamás imaginó que terminaría envuelta en una sórdida trama de corrupción y violencia. Las angustias de la postguerra y la crisis humanitaria han servido de telón y soporte para encubrir un negociado atroz sustentado por una empresa multinacional, del que participan las propias fuerzas de paz por acción u omisión. La vida, la carrera y la estabilidad emocional de la agente peligra a medida que se adentra en un drama cuyas ramificaciones llegan a las esferas más altas del poder. Basada en una historia real, "La verdad oculta" (cuyo título original significa "La delatora" o "La soplona" en inglés) contiene en su trama central el perfecto resumen de un drama que parece tan difícil de erradicar de cualquier sociedad, justamente por las pocas personas que se atreven a hablar del tema. Resulta casi justicia poética que el personaje de Rachel Weisz, una agente de policía que ha perdido la tenencia de su hija, sea quien devela esta trama desgarradora de trata de personas que un conflicto como la guerra de los Balcanes volvió más monstruoso de lo que de por sí es. Su actuación es de alto impacto y a la vez convincente. No cuesta creer nada de lo que sucede en la pantalla, aunque podría pensarse que hay excesos; la propia autora y verdadera protagonista de la historia, la Katryn Bolkovac real, admitió no pocas veces que hubo que suavizar algunas situaciones para que no se vieran inverosímiles. Sin embargo, el ambiente de sordidez, angustia y terror que envuelve al espectador es un cachetazo ineludible y certero; el mérito del equipo de dirección y producción es haberlo logrado con acierto. En tiempos donde la trata de personas y la violencia de género son temas centrales de debate en el mundo (siendo la Argentina un país que ha demorado bastante en subirse al tren en ese sentido, si la encuadramos en el resto de Latinoamérica), un filme como el de la novata Larysa Kondracki es tan necesario como revelador. Por estos méritos, y salvando algún desacuerdo que podría tenerse respecto del guión y ciertos efectismos menores (justificables desde una necesidad de refuerzo dramático, aunque no sumen humanidad a la historia) es que merece verse en cine esta película. Quien entre buscando verdades, no saldrá decepcionado. Aunque es bueno recordar que la verdad es más incómoda que la mentira, y muchas veces, más dolorosa. Y que, salvando las distancias, puede haber una puerta cerrada frente a tu propia casa que esconde la misma realidad.
Miserabilismo Progre *Agradecimiento especial a Laura Dal Poggetto por las ideas y conceptos que ayudaron a terminar esta crítica. Hay veces que se habla de películas "necesarias" porque tocan "temas importantes". Esta supuestamente es una de ellas. Basado en hechos reales descriptos por la propia protagonista (en su novela) sobre la trata de blancas en Bosnia este es uno de esos temas que "no dejará indiferente a nadie". Tantas argumentaciones se podrían seguir diciendo desde el lugar común que si continúo enumerándolas creo que voy a morir. Es cierto que el tema es importante, que hay que contarlo, y me parece de lo más aberrante la trata de blancas ¿Pero esto hace a una buena película? Paremos de contar. Tocar temas importantes no hace buena a una película (linkear a Gonzalez Iñarritu). ¿Por qué no es buena esta película? Porque es miserabilismo con ínfulas de conciencia social. Porque la directora cree que por desenfocar la cámara y agitarla de a ratos uno debe sentirse tocado por lo que sucede. Porque según esta especulación, Hostel esta buena si la hacés bajo un halo denuncista y con la excusa de hechos verídicos. La película nos ubica inicialmente en EEUU y Ucrania, dos destinos distantes y a priori, difíciles de unir. Ahí esta Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz) pidiendo un traslado porque el ex marido se lleva a la hija de ambos y necesita dinero para poder mudarse, y además, pagar sus deudas. Entonces le ofrecen ir a Bosnia post guerra de los Balcanes (en el año 1999) como fuerza de paz de las Naciones Unidas a través de una empresa contratista multinacional que paga más que bien. Una de las cuestiones por las que falla la película es que desea abarcar demasiado, haciendo aparecer numerosos personajes de llanas interpretaciones que no ayudan a la vinculación con la historia. Pero principalmente la desfavorece marcar morbosamente varias situaciones en su explicación (y sobre explicación) de la conspiración de tratas en la que están incluidas tanto las fuerzas de paz como funcionarios diplomáticos (todos ellos con inmunidad) ya sea como partícipes activos o como encubridores. Es innecesaria su reiteración en exponer las fotos de las torturas sexuales a las jóvenes secuestradas. Había quedado clara la situación de total ignominia de las que eran victimas con la imagen de las cadenas ensangrentadas, los preservativos diseminados por el suelo, el colchón sucio, la palangana para las necesidades. Resta también en su obviedad. ¿La ONU es una organización burocrática que responde a intereses particulares? La única que puede sorprenderse de eso es la inocente Rachel Weisz (quizás comparte la visión americana de lo que sus instituciones y empresas ejercen en el resto del mundo). ¿Los militares son machistas, despóticos y crueles? Pucha, esta película me abrió los ojos. Demasiado regodeo macabro para buscar impacto en donde ya sobraba crueldad e injusticia.
Toda película que se inicia con la advertencia de que está inspirada en hechos reales enfrenta dos riesgos ciertos: que se tense en exceso la cuerda sentimental del melodrama y que la noticia utilizada como punto de referencia imponga su propio peso. De esta manera, cualquier adaptación cinematográfica termina opacada y reducida a un segundo plano, cuando el objetivo buscado era precisamente el contrario: darle trascendencia y visibilidad a alguna "verdad oculta". Lo que sale a la luz con ese título -elegido seguramente por su explícita e inmediata carga testimonial- es la reconstrucción del calvario vivido en los Balcanes por Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz), una oficial de policía de Nebraska que aceptó en 1999 sumarse a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas con la esperanza de mitigar sus penurias económicas. Madre soltera y dos veces divorciada, Bolkovac imaginaba que esa holgura favorecería un reencuentro con una hija distante y cada vez más escéptica. Lo que encuentra, en cambio, es una posguerra tan cruenta como el conflicto que desangró a la región. Y que tiene como víctimas principales a jóvenes mujeres llegadas a Bosnia desde otras regiones (Ucrania, por ejemplo), reducidas a la esclavitud y obligadas a ejercer la prostitución por parte de una red de tráfico de personas. En Sarajevo, confía en que su tarea ayudará a desactivar ese comercio infame, pero no tarda en descubrir que integrantes de la propia ONU aparecen involucrados en los ilícitos. Al relato no le faltan ni intensidad ni convicción, pero tropieza casi todo el tiempo en la reiteración expresa y redundante del objeto de la denuncia, atrapada en frases hechas ("inmunidad no es impunidad", se dice en un momento) y el recurso del exceso melodramático. En este sentido, hay una escena de vejación que aparece al límite de lo tolerable en términos visuales. Por fortuna está Rachel Weisz, que con un enorme compromiso y un admirable despliegue de recursos expresivos aporta desde su personaje la complejidad y la riqueza interior que la historia no ofrece en su esquematismo. Gracias a ella y a la autoridad de sus compañeros de elenco (Redgrave y Strathairn, sobre todo) es posible hallar sutilezas en medio de un planteo sobrecargado de evidencias.
Explotación sexual con estilo ONU Los hechos, reales, sucedieron hace más de una década, a fines de los años ’90, pero gracias a esta película están volviendo a la superficie, después de haber sido pacientemente barridos debajo de la alfombra. A raíz del reciente estreno comercial en los Estados Unidos, la ex presidenta chilena Michelle Bachelet, ahora a cargo de la flamante agencia ONU Mujeres, que impulsa la igualdad de género a nivel mundial, acaba de organizar una serie de exhibiciones a puertas cerradas para los propios miembros de la Organización de las Naciones Unidas. ¿La razón? La ópera prima de Larysa Kondracki, protagonizada por Rachel Weisz, denuncia casos muy concretos de prostitución, tráfico de mujeres y explotación sexual a cargo de funcionarios de la propia ONU, cuando el organismo intervino en el conflicto de Bosnia. En su momento, el asunto lo dio a conocer Kathryn Bolcovac, una ex oficial de policía de Nebraska, Estados Unidos, reclutada por la ONU para tareas policiales en los suburbios de Sarajevo, cuando todavía había francotiradores en cada esquina. No duró mucho en el puesto. La misma corporación que la había contratado –DynCorp, una agencia que terceriza trabajos de seguridad para la ONU– la despidió cuando Bolcovac comenzó a investigar y denunciar la esclavitud sexual a que eran sometidas las mujeres jóvenes de la región, justo por aquellos que, paradójicamente, debían velar por su seguridad. La película de Kondracki se concentra en la odisea personal de Bolcovac, que debió enfrentarse sola a un ejército y una corporación constituida casi en su totalidad por hombres. En la piel de la protagonista, el trabajo de Rachel Weisz es creíble, sincero, y las intenciones del film –qué duda cabe– son meritorias. Pero en su afán de conmover al público de la manera que sea, La verdad oculta apela más de una vez a los mismos recursos que dice denunciar, regodeándose en escenas de tortura y explotación que debió haber evitado.
La traición de los garantes Desde siempre existen determinados tópicos que por su naturaleza alarmante anulan de lleno cualquier consideración cinematográfica eventual que pudiera esclarecer el nivel de calidad del trabajo en cuestión, aún así se agradecerán de sobremanera los proyectos que además de meterse con temas álgidos lo hagan con inteligencia y fundamentalmente sin descuidar la sensibilidad popular en lo referido a la “llegada” de los relatos (un clásico parecer del cine militante es que la difusión se ubica por delante de los criterios estéticos y todas las nimiedades burguesas). Mientras el vehículo pasa a segundo plano y el mensaje adquiere preponderancia los resortes del discurso dominan la estructura y enaltecen la obra. Ahora bien, en el triste contexto contemporáneo películas como La Verdad Oculta (The Whistleblower, 2010) constituyen la excepción porque unifican la eficacia conceptual con las necesarias disposiciones de género tendientes a captar el mayor número de espectadores posible: al respecto recordemos las actitudes patéticas y obsecuentes de la crítica narcisista frente a las bazofias soporíferas que suele producir el cine arty, tanto norteamericano como europeo, cuando le pica el “bichito de la conciencia”. Prescindiendo de la imbecilidad de aquellos lambiscones y de la torpeza hueca de los demagogos mainstream, segunda subespecie del escriba ocasional, sólo queda la urgencia de la coyuntura y su canalización. La opera prima de la realizadora canadiense Larysa Kondracki combina el pulso enérgico del thriller político símil Costa-Gavras y el tono furioso de las epopeyas testimoniales de la década del ´70 con vistas a denunciar la corrupción de los “cascos azules” durante el período inmediatamente posterior a la finalización de la Guerra de Bosnia: en términos concretos se narra la experiencia verídica de Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz), una oficial de policía de Nebraska que en 1999 llega a Sarajevo para desempeñarse como garante de la paz en territorios reducidos a escombros luego de cuatro años de genocidios metódicos, limpiezas étnicas y violaciones en masa a cargo de las falanges serbias, croatas y bosnias. Una vez allí, la protagonista descubre que las fuerzas enviadas por la ONU formaban parte de una red de trata de personas en la que no sólo recibían sobornos de las mafias de Europa del Este sino que además operaban en franca complicidad con los agentes autóctonos, ayudaban a transportar a las víctimas y hasta concurrían a burdeles en donde se obligaba a mujeres y niñas a prostituirse en situación de esclavitud. El detalle principal radica en que los involucrados gozaban de inmunidad diplomática y trabajaban para una contratista militar con la misión de supervisar la reconstrucción y evitar nuevos enfrentamientos, circunstancia que derivó en el mayor encubrimiento de la historia de las Naciones Unidas. Resulta sorprendente lo bien que se complementan el estilo seco de la directora, alejado de las sandeces de la edición posmoderna, y la extraordinaria labor de Weisz, quien vislumbra las exigencias de su personaje y va aumentando progresivamente la intensidad dramática. Con secundarios de lujo como Vanessa Redgrave, Monica Bellucci y David Strathairn, el film plantea un compromiso de divulgación que retrata la brutalidad y el alcance de los crímenes esquivando los atajos exploitation y asumiendo sin culpa sus rasgos misándricos, claves para comprender el accionar de excrementos sociales como la policía, el sistema judicial, las instituciones de control, los organismos internacionales y los gobiernos locales.
Rachel Weisz está al frente de un relato sobre un escándalo sexual. Para arrancar, digamos que lo que cuenta La verdad oculta no es una ficción que se le ocurrió a un guionista trasnochado. Aunque parezca increíble.Rachel Weisz encarna a Kathryn Bolkovac, una agente de policía de Nebraska que denunció la trata de blanca que tenía lugar en Bosnia y en la que participaron figuritas y figurones de las Naciones Unidas.Estará más o menos novelada la historia de vida de Kathryn -que decide ir como “pacificadora” a Bosnia tras la guerra para así poder ahorrar dinero y con ello poder mudarse más cerca de sus hijos, tras su separación-, pero se supone que el resto, no. Y el resto incluye escándalos sexuales que no sólo salpican a agentes de las Naciones Unidas, sino a jerarcas de todo tipo y color.Kathryn habrá arribado a Bosnia por el dinero, pero de a poco, en cuanto se empiece a enterar de cómo jóvenes llegan engañadas al lugar y terminan siendo esclavas de un prostíbulo, alertará a sus superiores. Como Bosnia no sólo es territorio arrasado sino también tierra de nadie, “los de arriba” intentan cajonear su investigación. Y cuando el escándalo sexual salta, la que está a punto de saltar por los aires es Kathryn.La verdad oculta es el típico filme de denuncia, con el que no puede haber espectador que no esté de acuerdo, más si ingresa al cine sabiendo que los vejámenes que va a ver están basados en hechos de la vida real de esas jóvenes engañadas.Kathryn tiene algo de Sérpico, el policía honesto al que todos en su destacamento veían con ojos torcidos porque se atrevía a denunciar lo que estaba mal.Las buenas intenciones -desnudar la corrupción, amén del maltrato de género- de la directora Larysa Kondracki se notan en ésta, su opera prima. Tanto que ha conseguido un elenco de primeras estrellas, ya que a la inglesa ganadora de un Oscar por El jardinero fiel se le suman Vanessa Redgrave, Monica Bellucci, David Strathairn y el danés Nikolaj Lie Kaas ( Hermanos ), entre otros.Algunas escenas shockeantes no hacen más que acrecentar el sentimiento de impunidad con que algunos personajes se manejaron en el conflicto bosnio. Weisz convence como la mujer que, tozuda como pocas, intenta resolver la situación a partir de la confianza de que la verdad debe salir a la luz, cueste lo que cueste.En otras manos (¿Costa-Gavras?) La verdad oculta sería un filme de aliento político. Aquí prima el sentimiento.
Explotación humana en Bosnia Un empleo ofrecido por el DPI (el Departamento Policial Internacional) coordinado por Naciones Unidas, lleva a una joven policía de Nebraska a ofrecer su experiencia en la Bosnia de posguerra. Su ascendencia eslava y la circunstancia de necesidad laboral que la apremia, ocupa un lugar especial en su decisión de incorporarse a esa suerte de embajada de paz que trata de ayudar a un país caotizado por una guerra reciente. En particulares situaciones de crisis, como ésta, la contratación de servicios a países en situación de necesidad, está en manos de empresas privadas, cuyos beneficios y responsabilidades en la población civil no son suficientemente supervisadas, dejando un blanco legal. Un caso similar sucede en el caso africano, también llevado al cine en filmes como "El jardinero fiel", que cuenta con la actuación de la misma Rachel Weisz, que en este filme personifica a la protagonista en la vida real de la tragedia, Kathryn Bolkovac). SUSPENSO Y ACCION La llegada de Kathryn a su destino la obligará a enfrentarse con situaciones de trata y explotación humana en la que, para sorpresa de la policía, se encuentran involucradas gente de la diplomacia, de organismos oficiales y de Naciones Unidas. "La verdad oculta" está basada en el libro de Kathryn Bolkovac "The Whistleblower", escrito hace doce años y que se convirtiera en un best seller. La directora canadiense Larysa Kondracki lleva el relato con eficacia narrativa, apoyada por el sólido guión y un manejo de las tensiones y el suspenso que se mantiene hasta el final y cuenta como aliada principal una actriz de primer nivel como Rachel Weisz y en un personaje secundario a Vanessa Redgrave, co-equiper imprescindible en la soledad que comienza a invadir a Kathryn, ante la paulatina investigación que va poniendo en evidencia una trama macabra, manejada por poderosos, difícilmente "tocables". Thriller político con un tema, la trata de personas, que ha adquirido en los últimos tiempos, un lugar especial en nuestro país, "La verdad oculta" es un filme fuerte, de visión necesaria. Su mirada directa, sin disfraces, obliga a reflexionar sobre un problema social en constante crecimiento.
Por nuestra culpa Película de denuncia basada en una historia real con todos los "condimentos" para la bajada de línea políticamente correcta, La verdad oculta es de esos films que toda crítica debería calificar como "valiente" (de hecho lo es), pero también -al menos según mi opinión- resulta demasiado explícita y obvia. Así, el énfasis puesto en la exposición de los abusos de militares, corporaciones del Primer Mundo y funcionarios de las Naciones Unidas en la devastada Bosnia (y su vinculación directa con la prostitución y la trata de personas) es bastante mayor que el cuidado por la forma en que se muestran la tortura o la corrupción. Este tipo de películas del género "admitamos nuestra culpa" suele tener una vertiente dentro del documental (como la notable Standard Operating Procedure) y otra en la ficción. En este caso, necesita de una estrella al frente del elenco como para garantizar financiación y estreno internacional. Lo hizo Julia Roberts con la ecologista Erin Brockovich, una mujer audaz o la propia Rachel Weisz en El jardinero fiel (negociados de corporaciones medicinales en Africa). Aquí, Weisz es Kathryn Bolkovac, una policía de Nebraska con una dura realidad (dos divorcios a cuestas y sin la custodia de su hija) que acepta la propuesta de integrar una fuerza de paz de las Naciones Unidas en la zona de Sarajevo. Allí, pronto descubrirá el odio racial, el machismo y pasará de "monitorear" a involucrarse en la situación, tratando de denunciar las vejaciones, de salvar a chicas esclavizadas y de denunciar a los responsables locales y a quienes los avalan. El film se sigue con cierto interés, pero aquí todo es mostrado y explicado hasta el hartazgo. La directora y coguionista debutante Larysa Kondracki comete también el pecado de desaprovechar las presencias de muy buenos intérpretes secundarios como los veteranos David Stratharin y Vanessa Redgrave, relegados a figuras cuasi decorativas. Es Rachel Weisz quien monopoliza la película y lo hace con una gran dignidad. Ella se carga la historia sobre su espalda (y vaya que es pesada) y lo suyo resulta encomiable, digno de elogio. Lástima que el resto no está a su altura.
Yo contra todos La verdad oculta (The whistleblower, 2011) tiene varios de los defectos en los que las películas basadas en casos reales y de connotaciones políticas suelen caer. Pese a ello, la actuación de Rachel Weisz consigue elevar la medianía de la trama. El eterno debate entre la forma y el contenido: ¿hasta qué punto una búsqueda “noble” desde lo temático puede atenuar la construcción del objeto artístico? El cine, se sabe, es un arte. Y, como tal, adquiere su singularidad a partir de lo formal. Un hecho que no se discutirá aquí (por pertinencia y por falta de extensión), pero que sirve para pensar películas como La verdad oculta. Kathryn Bolkovac (Weisz) es una policía norteamericana que se une a las fuerzas de paz de la ONU para trabajar en Bosnia. Su primer incentivo es conseguir el dinero (le pagan más de lo que cobra en Nebraska) para mudarse cerca de su hija, que vive con su padre y su novia. Alejada inicialmente de todo propósito altruista, poco a poco irá descubriendo que las miserias no sólo responden a un escenario post-bélico, sino a la trata de mujeres. Actividad en la que los mismos americanos tienen mucho que ver. A partir de allí, la película muestra la toma de conciencia de Kathryn respecto de lo que sucede a su alrededor y su desgarradora búsqueda por interrumpir el mercado de mujeres. De la sorpresa inicial a la acción no habrá ningún tipo de obstáculo. En ese sentido, La verdad oculta se encarga de agotar las posibilidades de ayuda para el personaje principal, traduciendo esta situación hacia un clima cada vez más claustrofóbico. Sobre todo cuando el andamiaje de la investigación (primero oficial, luego clandestina) comience a estar centralizada en el caso de una joven secuestrada y explotada. La realizadora elige con rigor narrativo en qué situaciones enfatizar el tránsito de Kathryn mediante planos secuencia, y cuándo es necesario detenerse en su rostro. De esta manera, el relato opera espacialmente en consonancia con los vaivenes burocráticos a los que se ve sometida, generando una opresiva circularidad imposible de romper. Son vaivenes que desnudan la indiferencia americana y de la mismísima ONU. Pero el esbozo maniqueo que el film hace de su cara más visible (una desangelada Monica Bellucci) le resta credibilidad y consistencia a la trama. El principal problema está en el formato del film, tan visto y a esta altura un tanto rancio. Más allá a la apelación al “basado en una historia real”, ciertos modelos argumentales exigen algo más que una construcción verista (ya no “verosímil”). Modelos que el cine mainstream conoce bien: americana blanca que, en la búsqueda de la verdad, rompe con las barreras institucionales y no sólo logra que el mundo sea mejor, sino que además se transforma a sí misma. Lo irritante es la voluntad de la película de “disfrazarse” de independiente, como si necesitara expiarse de lo ya repetido. El principal atractivo termina siendo el trabajo de Weisz, una actriz capaz de modificar su máscara para expresar el espanto y la misericordia con economía gestual y pura emoción. El resto, es corrección política y técnica.
La verdad oculta es un muy buen thriller político que se destaca por presentar otro gran trabajo actoral de Rachel Weisz y un tema que es de máxima actualidad como el tráfico de personas y la explotación sexual. La historia es muy interesante porque está basado en un hecho real que debería haber tenido mayor repercusión en los medios y en las Naciones Unidas. Kathryn Bolkov, es una ex policía de Nebraska que trabajó en Bosnia en 1999 en el Destacamento Policial Internacional (DPI), que en coordinación con las Naciones Unidas se encargaron de mantener la paz luego de la guerra civil que se produjo en esa región. Bolkov, que en la película es interpretada por Rachel Weisz, denunció el lado oscuro de las misiones internacionales de paz relacionado con la trata de blancas y la explotación sexual que cuenta con la complicidad del DPI, la OTAN y la ONU. La película es muy interesante porque se enfoca también en las empresas privadas norteamericanas que contratan gente para colaborar en las misiones de paz. A diferencia de otros países que cuentan con cuerpos de seguridad nacional como la gendarmería, en Estados Unidos el personal reclutado para el DPI proviene de contratistas privados que ganan una licitación y envían al personal a las misiones de paz. Al no tener ningún tipo de control la corrupción en estas compañías está a la orden del día. Se hicieron varias películas sobre el tráfico de personas, pero en este caso abordaron un aspecto que no es tan conocido y sigue vigente. Este estreno es un film duro que retrata esta temática con mucho realismo y se apoya en el talento de la protagonista para narrar la historia de esta policía que reveló un tema oculto por el simple hecho de hacer lo correcto. Otra buena película con Rachel Weisz.
Las víctimas de la post-guerra La historia en la que se basa "The whistleblower" es dolorosamente real. El tráfico de personas es una industria en crecimiento en todo el mundo y este film denuncia con firmeza una situación que amenaza cobrar mayor escala si no se arbitran los medios para detenerla. Pasa en la devastada Europa del Este, pero también sucede en América Latina y en particular, en nuestra tierra. El guión de esta producción se sustenta en la investigación que Kathryn Bolkovac, policía de Nebraska que integraba una fuerza de control de la UN, hizo sobre el tema en Bosnia, hacia el año 1999. Ella denunció connivencias entre los mafiosos que traficaban personas, los mandos policiales locales y los funcionarios y diplomáticos puestos por los organismos internacionales. El resultado es un thriller inquietante cuyos valores superan la media a la que estamos acostumbrados. Bolkovac (Rachel Weisz) es una mujer polícia que ama lo que hace. Su vida personal es complicada, viene de dos divorcios y le cuesta nivelar la pasión por su actividad con sus relaciones. Tanto es así que el juez que actúa en su última separación le da la tenencia de su única hija a su ex esposo. Para peor, él decide irse a vivir a otra ciudad (Atlanta) y llevarse a la niña, lo que hará que Bolkovac deje de verla. Ante esta perspectiva, la oficial buscará el traslado laboral pero éste le será denegado. Sin embargo, el superior que le da la noticia, le ofrecerá algo tentador: unirse a las fuerzas de control (paz) de Bosnia, bajo la órbita de las Naciones Unidas y recibir un salario de 100000 dólares semestrales. Con ese dinero, ella podría mudarse en un tiempo corto cerca de su hija. Ella acepta y viaja a hacer el trabajo con la convicción de que volverá pronto. Sin embargo en tierras europeas, se destacará por su laboriosidad y entrega profesional rápidamente, lo cual llamará la atención de Madeleine Rees (Vanessa Redgrave), jefa de la oficina de Asuntos de Género de la UN. Esta mujer le propondrá otra tarea, de mayor sueldo y jerarquía, pero sobre todo, la posibilidad de hacer algo con la desprotección que viven las mujeres de la post-guerra: abuso, tráfico y violencia doméstica. Bolkovac se pondrá a trabajar con su habitual entrega al tema y se topará con un bar donde hay trata de personas: usan a las jóvenes (en el libro original, cuenta la autora que son mucho más chicas que lo que vemos en el film) como prostitutas para entretener a todo extranjero y local que lo solicite. De ahí es más, veremos como la investigadora se va enfrentando con distintos niveles de protección (recordemos que los extranjeros en ese contexto tienen inmunidad) y un visible quite de colaboración sobre su accionar. En esa red hay muchas conexiones poderosas que reaccionan frente al ataque y quieren separarla de su búsqueda...Pero a pesar de ello, Bolkovac tratará de rescatar a las sufridas adolescentes que claman por su liberación. Tarea, que como ya se imaginarán, no será nada fácil. La canadiense Larysa Kondracki hizo, sin dudas ,un sorprendente debut con este relato coescrito por ella y Eilis Kirwan sobre el testimonio original de Bolkovac (pueden buscar, si el tema les interesa, el que la ex-policía escribió junto a Cari Lynn: "The whistleblower: Sex trafficking, Military Contractors and One Woman's Fight For Justice", de este año). La película tiene mucho clima de documental (lo cual le da mucha credibilidad a cada escena) y se potencia con la sorprendente actuación de Rachel Weisz en el rol principal. La ganadora del Oscar hace todo bien. Usa los registros adecuados, vibra ante cada conflicto y abre su humanidad como nunca antes, lo cual hace que la audiencia se identifique de inmediato con su lucha. No es una heroína clásica, sólo es una mujer con problemas, que se compromete con el trabajo que hace e intenta mitigar el dolor de sus semejantes. Sí, ya se, son los papeles que mejor le sientan a Weisz ("The Constant Gardener", por ejemplo) asi que eso era, en cierta manera, previsible. Enorme tarea. El resto del cast no se queda atrás. A pesar de la fuerza que concentra todas las miradas (la protagonista), los secundarios se lucen en sus roles. Sólo le basta aparecer un rato a David Strathairn para dejar en claro su jerarquía (en el rol de Peter Ward, analista y jefe de Bolkovac). También aportan luz a la sordidez del relato, dos actrices prácticamente desconocidas para mí. Por un lado, la sufrida Raya (joven ucraniana que es el eje del relato estrictamente policial), jugada con acierto por Roxana Condurache y su mejor amiga, Irka, en la que se luce la hermana misma de la directora, Rayisa Kondracki. Ambas están muy bien y se destacan con las pocas líneas que les toca traer: hay mucho trabajo corporal en estas composiciones y se nota. "La verdad oculta" tiene reminicencias muy lejanas a " Sérpico", "All the President's Men" y "Erin Brokovich". En todas ellas se habla del tema de las conspiraciones políticas y cómo los intereses económicos prevalecen sobre las buenas intenciones, siempre. No es éste un thriller de escritorio, debo advertirles. Hay mucha violencia y escenas jugadas que conmoverán a la platea. Sí hay que saludar su estreno y acompañarlo, porque la temática que aborda (el tráfico de personas es la industria de mayor crecimiento delictivo en los últimos años) es muy serio. No debería dejarla pasar, un gran estreno.
Film sostenido por el valor de su testimonio A fines del siglo pasado, una mujer policía de Nebraska es contratada por una empresa privada con tratos con el gobierno para viajar a Bosnia y trabajar como observadora en la difícil tarea de mantener la paz y ayudar a desarrollar la democracia. Lamentablemente, pronto la protagonista descubre que sus tareas lindan con no hacer nada y mucho menos animarse a hacer algo cuando algunos crímenes involucran a otros integrantes de la misma fuerza, especialmente en todo lo relacionado a un delito top en ese momento y lugar: el tráfico de personas. Justamente, el tráfico de mujeres es el tema de este film que más que un thriller es un drama testimonial, aunque por momentos pretende unir estos dos géneros en uno, sin gran éxito. Es que al principio, la historia se centra en los problemas personales de la policía que interpreta Rachel Weisz, y poco a poco va avanzando hacia el punto cuando ella ya está en Bosnia. La directora debutante Larysa Kondraki intenta dibujar primero historias paralelas de laa víctimas mientras va contando las experiencias de la policía. Pero aquí también le falta garra narrativa, y el resultado es sólo un relato un poco confuso que recién empieza a cerrar de verdad cuando la investigadora ya tiene todas las pistas necesarias sobre la red de tráfico de mujeres, y entonces trata de hacer algo al respecto. Rachel Weisz no es demasiado creíble como la policía dura que lucha contra oficiales corruptos de las fuerzas de paz. Hay algunos interesantes personajes secundarios que no toman vuelo y algunas escenas violentas propias del thriller que por momentos este film podría haber llegado a ser. Sintetizando, por más importante que sea el tema a denunciar, la película no lo hace demasiado bien.
Anexo de crítica: Por tratarse de un tema tan escabroso y por lo general proclive desde el cine al enfoque morboso y especulativo del golpe de efecto, es justo reconocer en su directora gran sensatez a la hora de encarar la película evitando caer en cualquier exceso pero sin descuidar un minuto la terrible realidad que decidió explorar con un lenguaje cinematográfico de una contundencia y eficacia irreprochables.
Mentiras verdaderas Basada en la novela autobiográfica de Kathryn Bolkovac, una mujer policía de Nebraska, quien vivió las experiencias que narra, cuando por motivos personales acepta ser parte de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en la Bosnia de posguerra. Si bien el filme abre con secuencias en paralelo. Una en EEUU presentando al personaje principal, Kathryn (Rachel Weisz), y su presente que determina la aceptación del puesto antes mencionado, en tanto por otro lado nos presenta a la adolescente Raya, (Roxana Condurache) que sólo desea salir de su mundo opresor en Ucrania, subsumido en la miseria provocada por las guerras, con el firme deseo de cambiar su historia en la tierra prometida del primer mundo, en este caso léase Londres. Estamos ante una realización que se puede considerar como necesaria, esclarecedora, de esas a los que hay que apoyar, sobre todo por el tema que desarrolla como texto de denuncia. Transcurre el año 1999, si, ya se, se tomaron su tiempo para producir la película, pero eso le da más vitalidad por haber sido una verdad que el poder de turno quiso callar, ocultar, negar. Al poco tiempo de llegar a Sarajevo, Kathryn descubre casi por casualidad una red de trata de personas, prostitución y drogas. Enarbolando el estandarte de la justicia comienza una investigación que encuentra más escollos que apoyos. Pero no se rinde, busca aliados. En su camino se encuentra con una delegada de los derechos de la mujer, Laura Leviani (Mónica Bellucci), quien no sólo le presenta a la directora de la oficina de derechos humanos en Sarajevo, Madeleine Rees, (Vanessa Redgrave), sino que también la enfrenta a la realidad que incluye además la sospecha fundada de que esa red esta apañada no sólo por algunos de los agentes de las Naciones Unidas, sino que varios de ellos son parte de la misma. Situación harto evidente durante la proyección del filme que no desmerece al mismo, ya que no estamos en presencia de una obra del género de suspenso. Por determinismo de construcción de una producción audiovisual que además debe rendir sus dividendos económicos, primera razón por la cual se convoca a actores que “vendan”, y por traslación de la literatura al cine, es que todo esta desarrollado en la relación que se establece entre la mujer policía y la joven Raya, quien cayo en poder de estos explotadores. Una como victima y la otra como su posible salvadora; una como representante de todas las mujeres, hombres y niños explotados en el mundo; la otra, sin ser presentada como una santa, una de las pocas gotas de agua limpia dentro de tanta podredumbre. La directora debutante, Larysa Kondracki, que se había dado ha conocer por su cortometraje “Viko” (2009) en el que trabaja un tema similar, maneja con mano firme todo lo referente a las formas de contar la historia, posiblemente respetando demasiado al guión sobre todo al técnico, de su propia co-autoría, muy bien construido, pero que con afán de sensibilizar a la platea, por la designación de qué mostrar, por la elección de la estética, termina por momentos cruzando la línea del buen gusto. El cine se sostiene por ser el arte de la insinuación, no es necesario mostrar todo, a menos que sea un filme pornográfico, ni tampoco es imprescindible regodearse en imágenes que poco aportan a la intención y al interés del filme. Es de destacar las actuaciones por sobre todas las otras variables que constituyen a la producción, sobresaliendo Rachel Weisz, quien carga sobre sus espaldas toda la responsabilidad de hacer creíble no sólo su personaje, sino la historia en particular, tal cual sucediera con aquella otra película de la que era protagonista y que también circulaba por el tema de las denuncias, en ese caso con el trafico de medicamentos en Africa “El Jardinero Fiel” (2005). Aquí, del mismo modo, demuestra una incierta e innumerable cantidad de técnicas interpretativas, expresivas, con todas y cada una de las partes de su cuerpo, que otros actores no saben ni que existen.
Las secuelas de la guerra en los escombros de Sarajevo y la trata de personas con fines de explotación sexual en un buen film sin golpes bajos. La guerra, sus secuelas, daños colaterales que le dicen los que dirigen los misiles contra los inocentes y muchas otras cuestiones inherentes a este horror son materiales que el cine utiliza no siempre con el mejor resultado. No sólo porque amar una épica no es para todos sino porque las tentaciones de dramatizar estos espantos muchas veces tienen que ver con cierto marketing que dice: si está en los diarios y preocupa, hagamos de cuenta que nos importa. Hacer la lista sería extenuante para el lector y para esta cronista pero baste recordar algunos falsos mea culpa sobre Vietnam y en el tema de violencia de género el film que protagonizaron Jennifer López y Antonio Banderas sobre los asesinatos en Juárez, México, La ciudad del silencio o Bordertown (2005). En La Verdad Oculta (The Whistleblower, 2010) se narra la historia del desastre post guerra en Sarajevo y cómo Kathryn Bolkovac construida por Rachel Weisz, es enviada allí como garante de paz. Ella es una agente de policía estadounidense y a poco de llegar descubrirá un red de trata con fines de explotación sexual que si no fuera siniestra por el sólo hecho de su existencia es además difícil de desarmar ya que de ella participan los mismos garantes de paz: funcionarios de la ONU que por ser diplomáticos son inmunes, es decir, impunes. Por estas tierras y en otras varias se conoce el resultado de lo que acontece cuando quien debe cuidarte es quien viola tus derechos. Así, la tarea de restablecer un orden quebrado por uno o varios delincuentes es más ardua ya que si quién viola es el Estado o la propia ley, no hay modo de darle su merecido, o al menos o hay modo sencillo de castigar y restablecer un orden El film que transita escenas de crudeza pero la dirección de Larysa Kondracki, la buena labor dramática de Weisz y sus acompañantes Vanesa Redgrave y David Strathairn, entre otros, logran un film sin más pretensión que la exhibición de un estado de cosas y no chocan contra muros imposibles como muchas veces ocurre cuando leemos la advertencia “basada en hechos reales”. Complots de alta jerarquía seguirán existiendo siempre y el cine al menos tomará el recaudo de retratarlos, en este caso logradamente, para que el arte también sea vehículo de conciencia.
¿Y quién nos cuida de los cuidadores? Larysa Kondracki prefiere correr el riesgo de caminar al filo del golpe bajo antes que el de la estetización de la violencia. Hollywood suele tener un gran aprecio por colgar el cartelito de “basado en hechos reales” en el comienzo de sus producciones. Siempre manipula estos hechos reales para que encajen en el molde del entertainment. La mayoría de las veces los espectaculariza y en otras los utiliza para ayudar a crear conciencia o aliviarla. Una historia de vida fuerte, con el protagonismo de un ser humano común y corriente que consigue derribar sistemas o derrotar poderes en las sombras, es una receta imbatible y una ocasión para sumar sino público al menos premios y reconocimiento y como vehículo para el lucimiento de alguna estrella. La verdad oculta cumple con todos los pasos descriptos. Una policía de Nebraska se incorpora a los cuerpos de paz de la ONU en Bosnia después de la guerra de los Balcanes, con el único fin de obtener una buena remuneración que le permita recuperar la tenencia de sus hijos, perdida luego del divorcio. Pero eso cambiará a medida que el tiempo pase y ella se inmiscuya en su labor humanitaria porque descubrirá cosas que no pueden salir a la luz. Una red de tráfico y trata de personas involucra a los Cascos Azules, las mafias de Europa del Este, policías de la zona y la misma ONU y somete a las jóvenes del lugar al abuso y la degradación sexual, psicológica y física, cuando no a su asesinato. Entre el thriller, el suspenso y el melodrama navega la película que se apoya en los lugares comunes y las obviedades para desplegar la narración. Pero donde a pesar de las explicitaciones hay que reconocer que la crudeza de las imágenes (en su puesta en escena y en el uso de una fotografía oscura, nocturnal y de tonos fríos) que la directora Larysa Kondracki elige es devastadora y prefiere correr el riesgo de caminar siempre al filo del golpe bajo antes que en la estetización de la violencia. Lo que balancea al filme con sus secuencias de diálogos políticamente correctos y buenas intenciones. Un elenco que uno sabe militante de causas sociales en la vida real (Bellucci, Redgrave, Strathairn) acepta papeles secundarios y Rachel Weisz se pone la película al hombro en un rol que le permite conjugar actuación y compromiso.
La trama oscura de un negocio ruin “La verdad oculta” (The Whistleblower) es la opera prima de la canadiense Larysa Kondracki, basada en una novela escrita por Kathryn Bolkovac, que refiere a sucesos reales que le tocó protagonizar luego de la guerra de los Balcanes. El papel en la película está a cargo de Rachel Weisz, quien interpreta a una oficial de policía de Nebraska que atraviesa conflictos familiares a la vez que busca nuevos horizontes en su carrera. En ese interín, recibe la propuesta de viajar a Sarajevo para integrar las fuerzas de paz de los Cascos Azules de la ONU, con vistas a una reconstrucción de los territorios devastados por los enfrentamientos étnicos. El relato está presentado a la manera del cine de denuncia característico de los años ‘70, ya que al referirse a hechos reales, la trama dramática está encorsetada en el interés documental, y más que tratarse de una historia individual, pretende destapar aspectos que se mantienen ocultos a los ojos de la opinión pública y ausentes en los discursos del poder. La oficial Bolkovac, de aspecto frágil y vulnerable, se encontrará con un escenario complejo, violento y perverso, pero, en el marco de su crisis personal, lo ve como una posibilidad de juntar dinero para mejorar su situación y tal vez recuperar a su hija, al volver a los Estados Unidos. Sin embargo, la realidad en Bosnia la sumirá pronto en un remolino de circunstancias oscuras y dolorosas, que ella pretenderá esclarecer, no sólo para cumplir con su misión, sino también para darle un sentido trascendente a su propio sacrificio. En el escenario de posguerra se encontrará con escombros, estallidos de minas que todavía subsisten en algún lugar del territorio, y los estragos de un negocio truculento: la trata de personas, un flagelo que parece acompañar a todas las contiendas bélicas, especialmente cuando la víctima mayoritaria es la población civil. Así, poco a poco, Cathryn irá desenredando una maraña de complicidades, traiciones y encubrimiento de una organización que lucra con mujeres jóvenes que son atraídas desde sus pueblos de origen con falsas promesas y luego sometidas a la esclavitud sexual y a un trato inhumano. Mal alimentadas, hacinadas en antros sucios y oscuros, las jóvenes deben entretener a militares, policías y funcionarios de organismos internacionales, que están ahí supuestamente para garantizar la paz y volver a la zona a la normalidad. Hay una empresa privada que se encarga de manejar esos negocios, bajo pantallas diversas: Democra Corp, la que se aprovecha muy bien de la inmunidad que otorga el paraguas de la ONU en estos casos. Kathryn se compromete mucho con su trabajo, pretende ir a fondo, desbaratar la trama de corrupción y salvar a las muchachas de tremenda explotación, que incluye palizas y torturas, además de todo tipo de vejaciones e incluso, la muerte. Sin embargo, tropezará con la resistencia de sus propios compañeros, muchos de ellos involucrados en el oscuro negocio; no obstante, con la ayuda de algunos colegas leales y sensibles, a pesar de perder su cargo y su inmunidad, logrará hacerse de pruebas que ventilará a través de la cadena BBC de Londres, y luego, mediante su libro. Sacudir conciencias La película es amarga, dura, violenta, y sacude las conciencias, puesto que no se trata de la violencia grandilocuente típica de los escenarios de Hollywood, abundante en trucos hipnóticos, sino una violencia inspirada en la más cruda realidad, ésa que a veces uno preferiría ignorar. Weisz se luce en el papel protagónico, lleno de furia y de sed de justicia, acompañada por un elenco de buenos profesionales en el que se destacan especialmente Vanessa Redgrave, Monica Bellucci y David Strathairn.
Se trata de uno de esos filmes que se destacan por su contundencia y no por su originalidad, con un tema tan desagradable como importante. Encima, basado en un hecho real. Kathryn Bolkovac es una policía de Nebraska que sirvió en las fuerzas de pacificación en la posguerra de Bosnia, a cargo del adiestramiento de las fuerzas de seguridad locales. Pronto se entera de oscuras prácticas que salpican a altos funcionarios de las Naciones Unidas y que tienen que ver no sólo con un caso de tráfico sexual sino también la historia de un grupo de jovencitas reducido a un estado de esclavitud lacerante que avergüenza a la especie humana. Una gran actuación de Rachel Weisz y un minúsculo rol de la sensual Monica Bellucci, Lejos del morbo, un relato duro que no decae en ningún momento.
La heroína del sistema ¿Se puede ser indiferente ante la organización difusa del negocio de la prostitución global? No, claro que no. ¿Se puede filmar la esclavitud sexual, la brutalidad de los machos y el cinismo corporativo? Posiblemente, sí. Tal vez, un buen documental bastaría para hacer visible e interrogar la explotación del cuerpo femenino, aunque, si se trata de globalizar una denuncia sobre la trata de blancas, el thriller parece ser un camino más eficaz y estruendoso. ¿Lo es? La ópera prima de Larysa Kondracki arranca con un desenfoque y un intertítulo que indica que la película está basada en hechos reales. Poco a poco, se clarifica la imagen, acompañada de una banda musical sucia. Es 1999, la juventud ucraniana baila y las jóvenes que parecen sólo divertirse en un boliche discuten si deben aceptar una propuesta sospechosa. Un poco después, Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz), una obsesiva oficial de policía de Nebraska cuya hija vive con su padre en otro estado, necesita más dinero y un ascenso. Un superior le ofrecerá una oportunidad extraña: trabajar en una fuerza de paz en Bosnia. La guerra ha terminado, pero no del todo. Bolkovac viajará a Bosnia, y se involucrará con las calamidades de la región, la mayoría vinculada al maltrato de mujeres, hasta que esta heroína, una “Colombo” femenina, descubra cómo funciona el tráfico de mujeres. La corrupción excede a los bosnios, y la inmunidad diplomática, como dirá un personaje interpretado por Vanessa Redgrave, es mera impunidad para extranjeros. Soldados, funcionarios, proxenetas y matones constituyen una cooperativa siniestra. Como sucedía en Erin Brockovich o en El informante , dos películas más sólidas que La verdad oculta , lo que importa no es tanto la denuncia sino aquel que la formula. Las prostituidas serán retratadas casi como un rebaño clandestino, y todo pasará por ver cómo en el corazón de la policía palpita una madre, ya no sólo de su hija. En efecto, destacar las cualidades del héroe y su compromiso con la verdad constituye un imperativo de este tipo de thriller. Es que Bolkovac, secretamente, redime el sistema, pues todavía existen agentes fieles a la naturaleza de este sistema. No es sencillo: imponer la lógica de un thriller a una práctica aciaga en la que más de dos millones y medio de personas son la fuerza de trabajo esclavo de una economía ilícita parece demasiado. El riesgo de usar el cine como un megáfono magnífico para decir verdades sin renunciar a la lógica del entretenimiento es banalizar el sufrimiento como motor del relato. A veces, la voluntad de ficción no es inmune a lo pornográfico.
La Privatización de la Libertad The Whistleblower o La Verdad Oculta es un thriller político basado en hechos reales, que descubre las grandes redes de trata de personas en las que están involucrados hasta los organismos, que se suponen, deben velar por la integridad de los seres humanos. Lamentablemente esta película tuvo un paso fugaz por las carteleras argentinas, pero eso no es casualidad, ya que a nivel mundial también tuvo una distribución muy limitada... ¿alguna mano negra por detrás? no lo sabremos nunca. La cuestión es que de una manera bastante dura se pone en pantalla esta realidad que nos atañe a todos, que a priori uno ve con ojos de espectador, cuando en realidad somos protagonistas y cómplices de esa situación de esclavitud sexual. Creo que esto es lo que más me incomodó de ver este film, aunque también produjo en mi persona esa necesidad de ser parte de esta denuncia que es un "secreto a voces". La trata de personas no sucede sólo en Bosnia, o los países del este europeo... sucede acá la vuelta, delante de nuestras narices. Todos conocemos donde están los prostíbulos, muchos conocemos gente que consume sus servicios, e incluso hasta sabemos cuales son las zonas donde más se secuestran jóvenes para ser vendidas como esclavas sexuales. La cosa está es ponerle un freno a este infierno que pensamos que no nos toca, que nunca nos puede pasar. Hecha la denuncia política, paso al film, que me pareció en 1er lugar que conjuga muy bien la historia dramática con el thriller de calidad, ofreciendo una actuación de la protagonista Rachel Weisz, que junto con la labor del cast de reparto, convierten a esta cinta en 112 minutos de disfrute cinematográfico. Participan en la historia artistas de la talla como la inglesa Vanessa Redgrave ("Venus", "Misión Imposible"), David Strathairn ("L.A. Confidencial", "Good Night and Good Luck") y Mónica Bellucci (Irreversible, Malena), conformando un equipo de talentos que le da seriedad y credibilidad a la película. La temática es super actual, el suspenso y la tensión que le imprime la directora debutante Larysa Kondracki es impecable, las actuaciones son muy respetables y la forma de mostrar el infierno que viven las esclavas sexuales día a día incomoda, pero resulta fundamental para la fuerza del film. Quizás su pecado más grande es redundar sobre algunas obviedades del mundo de la prostitución y su ritmo por momentos algo lento. Fuera de eso, es totalmente recomendable a aquellos espectadores que disfrutan de los thrillers políticos en los que se ven involucrados hasta los más santitos de todos. También ofrece una mirada sobre los jugosos contratos que se cierran con empresas privadas para supuestamente "ayudar a los más necesitados y ofrecerles la libertad e independencia de los regímenes que los esclavizan", cuando en realidad no tenemos idea de lo que realmente pasa y por detrás hay una gran movida de costos y beneficios. Recomendable.
Descarnado testimonio en torno de la corrupción de los Cascos Azules en la posguerra bosnia. Basado en el libro de Kathryn Bolkovac, es un registro fiel de la experiencia vivida por la autora en un itinerario que corta el aliento. Nacida en Cracovia, en 1999 la vemos en Sarajevo, trabajando para una compañía privada contratada por los Estados Unidos para supervisar el proceso de reconstrucción de Bosnia. En su momento, la autora fue policía en el Estado de Nebraska, y sostiene que las fuerzas internacionales enviadas por las Naciones Unidas, con la complicidad de diplomáticos con inmunidad, permitían que las mafias de Europa del Este llevaran adelante la trata de personas con total impunidad, Así, el personal acudía con frecuencia a locales donde se obligaba a mujeres a prostituirse. Relato potente, conmovedor, con un protagónico formidable de Rachel Weisz, secundada por Monica Bellucci y Vanessa Regrave.