Entre dos infiernos Ese infierno tan temido para el cine mainstream y el subgénero más rentable del terror no es otro que el de las posesiones demoníacas, a veces en pequeños pueblos rurales y otras en grandes urbes pero siempre bajo la misma fórmula que se reitera bajo distintos argumentos basados en hechos reales, novelas autobiográficas o recortes periodísticos de rara procedencia. En muchas ocasiones con más suerte que otra, desde diferentes propuestas cinematográficas, de calidad dudosa la mayoría de ellas, se pretende sorprender a un público ávido con alguna vuelta de tuerca aunque nunca lo suficientemente atractiva porque todos los lugares comunes de este tipo de argumentos se respetan. Líbranos del mal, dirigida por Paul Harris Boardman y Scott Derrickson (Sinister), no es la excepción a la regla a pesar de la música de los Doors para amenizar la velada o la apertura de una subtrama policial que se desliza detrás del entramado macabro que involucra una serie de personajes vinculados a un pasado que se remonta al conflicto de Irak en 2010. Allí, tres marines, luego retirados de la fuerza por conductas impropias, tomaron contacto con un mensaje del maligno por el cual se invoca (de ahí el título original luego descartado Invocamus) al demonio para que cruce un portal y así desate toda su furia en la Tierra. Como no podía ser de otra manera, el oficial encargado de resolver algunos asuntos domésticos menores que se entroncan en cierta medida con los soldados anteriormente mencionados (una madre arroja a su bebé a un río, unos pintores toman contacto con las escrituras en un sótano) lleva en sus espaldas la culpa de haberse excedido con un pederasta, además de su ateísmo militante que busca toda explicación racional a esa serie de eventos sobrenaturales que lo tienen por testigo privilegiado, incluso aquellas voces o imágenes que sólo se presentan ante él y que lo hacen acreedor de un don espiritual (escuchador de almas) que para el caso es una maldición. La correlación de los acontecimientos en la trama transcurre en un in crescendo acumulativo que aporta alguna dosis de susto por golpe de efecto o caprichos de la puesta en escena, la cual se vale de escenarios oscuros, lluviosos, callejones mugrientos para generar atmósferas propicias a los efectos decrépitos y lúgubres. Nada puede decirse del correcto trabajo en los rubros técnicos que incluyen efectos visuales o maquillaje sin dejar de mencionar el aporte del elenco encabezado por Eric Bana en su rol de policía atormentado y un simpático sacerdote latino que de a poco lo instruye y nos instruye sobre los pasos del exorcismo, demonología y la pronunciación de un español para reírse cinco minutos seguidos. Si el espectador no tiene reparos en encontrarse con la misma película de exorcismos de siempre y se dispone a disfrutar nuevamente de cuerpos que se contorsionan, un cóctel de dialectos antiguos con frases pronunciadas en latín –faltaba el guaraní- y la mirada perpleja de los no creyentes que siempre terminan más cerca de la senda del señor, este film no los defraudará aunque desde estas filas exclamamos a los cuatro vientos que por una vez nos libren del mal cine.
Las puertas del infierno El director Scott Derrickson muestra el mundo amenazado de un policía del Bronx y examina los orígenes del Mal a lo largo de un relato que juega con las posesiones y los exorcismos. Líbranos del mal, la nueva creación del director de El exorcismo de Emily Rose y Sinister, comienza con tres soldados que luchan en la guerra de Iraq, entran a una cueva y se topan con algo inesperado y maligno. A partir de allí la acción pasa a la actualidad en Nueva York, con el policía Ralph Sarchie (Eric Bana), quien vigila de cerca el Bronx e investiga un extraño caso de sucesos paranormales ocurridos en un zoológico. Con la ayuda del sacerdote jesuita Mendoza (Edgar Ramírez, de Furia de Titanes), Ralph irá ordenando las piezas de un caso que amenaza su vida y la de su familia cuando inesperadamente se abren los portales del mismísimo infierno. El film, que combina policial y terror, acumula escenas impactantes, sobresaltos, personas poseídas que deambulan en la jaula de los leones, una niña -hija del protagonista- amenazada por sonidos y presencias extrañas, rostros deformados y un exorcismo realizado en una comisaría, en medio de diálogos que ponen de manifiesto el enfrentamiento entre la razón y la fe. Los mejores momentos los alcanza cuando juega con los miedos infantiles y une las piezas del rompecabezas que explora el trillado tema de los exorcismos. Aún con sus desniveles, la experiencia resulta, al menos, inquietante en la creación de climas y la recomposición de la familia. En el elenco sobresale el venezolano Edgar Ramírez, que se carga la cruz y la pelìcula al hombro, y deja a Eric Bana en un segundo plano. A echar al demonio se ha dicho!.
Líbranos del mal es una pelicula que parte de una buena premisa, pero que lamentablemente ofrece una realización fallida en todos sus rubros. Los personajes principales no logran crear ningún tipo de empatía con el espectador y tampoco consigue atraparlo de manera contundente en ningún momento de la proyección. Las secuencias de exorcismo y de poseídos son...
Terror interno Líbranos del mal (Deliver Us From Evil, 2014) de Scott Derrickson, producida por Jerry Bruckheimer (no es un dato menor) habla no solo de una fuerza maligna que rodea y se apodera de seres vulnerables, sino también, de oscuros secretos que nunca terminan de ser aceptados y explicitados, que pueden arrastrar a una persona a los limites del entendimiento. Cuando el sargento Ralph Sarchie (Eric Bana) comienza a investigar un extraño caso que aparentemente conecta varios hechos sobrenaturales, en realidad lo único que hace es profundizar sobre su condición humana. Porque por más que cumpla con procedimientos e intente mostrarse como un hombre honrado y de familia, ni aun en la intimidad de su hogar puede escapar de sus otros fantasmas, los que en los momentos de soledad lo acosan y atormentan. En el camino de desatar y unir cabos se encontrará con el padre Mendoza (Édgar Ramírez), un especialista en exorcismos y otras maneras de espantar a los malos espíritus y quien también lucha constantemente contra si mismo por un pasado bastante oscuro que lo acercó a la fe. Entre ambos trataran de dilucidar las claves de extraños casos en los que se ven involucrados tres veteranos de la guerra de Irak, quienes aparentemente, trajeron a su país algo mas que las frecuentes y esperables pesadillas de alguien que estuvo en una contienda militar. Los polos se atraen y por una virtud de Sarchie, y que en realidad parece mas un tormento, no solo la relación con el padre se potenciara sino que en medio de su proceso de investigación escuchará voces que lo dejaran al borde de la locura y la sobre exposición a situaciones complicadas y límites. Si hay lugares comunes, muchos, y cierta chatura en la dirección de cámaras y puesta en escena, pero que se suplen con una solidez actoral, principalmente Bana, con una interpretación diferente a la que nos tiene acostumbrados, que hace que lo banal se sublime frente al subtexto que profundiza conflictos internos en su personaje. Hay muchas conexiones con algunas películas del género como Poseídos (Fallen, 1998) y El coleccionista de huesos (The Bone Collector, 1999), de las que rescata su espíritu lúdico y relación con la cultura popular, ya que una canción de The Doors será la clave principal del film y en cuya letra el mal deposita la exigencia de contemplación y culto. No esperen encontrar la obra cumbre del genero, pero Líbranos del mal es efectiva y cumple con sus premisas.
Géneros degenerados Scott Derrickson sorprendió hace casi dos años con Sinister, una de esas historias clásicas sobre una mansión poblada por fantasmas aquejados por un desenlace terrenal trágico, cuya falta de originalidad era suplida por la destreza del director para crear suspenso donde a priori no lo había y su capacidad para dosificar la información. El resultado, entonces, era una película pequeña, concentrada en una anécdota mínima, inquietante y que, por sobre todas las cosas, asustaba en serio. Parte de esos logros se repiten en Líbranos del mal. Acompañada del temible rótulo de “basada en una historia real”, la película narra la investigación de un policía neoyorquino (Eric Bana). Mejor dicho, de tres investigaciones cuyos puntos en común están en la presencia de tres involucrados en un mismo batallón durante la guerra de Irak. Involucrados que, tal como se ve en la primera escena, han entrado en un particular trance después de observar una inscripción en una pared. Derrickson muestra la inmersión del policía en los casos, el develamiento de sus puntos comunes y el progresivo enrarecimiento de la cotidianeidad, todo con un clasicismo poco presuroso y con buenas dosis de sustos asentadas principalmente en esa torsión rutinaria antes que en el golpe de efecto, al tiempo que la presencia de un cura experto en exorcismos (Edgar Ramírez) magnifica el carácter ominoso y oscuro del film. Hasta aquí, entonces, Líbranos…. es una propuesta sólida, eminentemente climática, filmada con el nervio de los mejores exponentes del género (de allí que El exorcista y la reciente El conjuro sean inevitables referencias). Pero Derrickson quiere más y muestra también el resquebrajamiento de las bases familiares generado por el descuido del policía para con su esposa (Olivia Munn, la hermosa morocha con pecas de The Newsroom) e hija, además de ensayar una crítica velada al sistema y esbozar una serie de traumas acarreados por los protagonistas. Son elementos que, bien trabajados, aportarían complejidad y sentido, pero que aquí, encajados con vaselina, operan como síntomas de un film demasiado ambicioso que yerra al no querer ser simplemente una buena película de terror. Ya sobre el final, Líbranos del mal se convierte en uno de los tantos exponentes del género, carente de la potencia inicial y con un guión con demasiados puntos irresueltos. Para colmo, se percibe un tufillo adoctrinador, como si todo lo anterior hubiera sido construido con el objetivo de mostrar la conversión religiosa de un agnóstico y no con el de contar una digna historia plena de buenos sustos.
Allá por 1973, El Exorcista revolucionó el género de terror. Entre muchos logros, inauguró un subgénero: el de las películas con posesiones diabólicas. Uno de los exponentes más representativos es El Exorcismo de Emily Rose, de 2005, dirigida por Scott Derrickson, quién regresa a este terreno en Líbranos del Mal. El detective Ralph Sarchie (Eric Bana) sabe lo que es vivir entre la locura y el crimen. Tratar de hacer justicia en el Bronx siempre se hace cuesta arriba. Cuando parecía que ese contexto no podía ser más pesimista, comienzan a suceder extraños episodios: muertes inexplicables, personas que enloquecen de golpe, episodios sin explicación lógica, inscripciones en diferentes sectores de la ciudad. Sarchie, cada vez más perturbado por el caso -comienza a sufrir visiones y a escuchar voces que nadie más oye- recurre a Joe Mendoza (Edgar Ramírez), un sacerdote experto en demonología. Ambos descubrirán que la clave está en tres marines que volvieron de la guerra con algo más que traumas de guerra. Sarchie y Mendoza deberán usar la fuerza y la fe para detener a una feroz entidad maligna. Derrickson llamó la atención desde que fue anunciado como director de Doctor Strange, otro de los superhéroes icónicos de Marvel. Sin embargo, sus raíces están en el horror: debutó con Hellraiser: Infierno, cuarta secuela de la saga creada por Clive Barker, y dio más muestras de su cariño por estos films en Sinister. Al igual que en El Exorcismo…, retoma esa temática (también basada en un hecho real), pero ahora en clave de policial en la línea de Pecados Capitales… e incluso de la mismísima Hellraiser: Infierno, que es más interesante de lo que se puede recordar: climática, sórdida, en donde el caso va consumiendo al protagonista, con sangre y cadáveres en su medida justa. Las secuencias del principio -sobre todo, la que está ambientada en un zoológico, durante la noche- son estupendos ejercicios de suspenso y miedo. Las escenas que incluyen a personajes poseídos también logran inquietar. Sin embargo, luego cae en lugares comunes debido al uso de clichés como gatos que aparecen de golpe y muñecos y niños solos en su habitación. Recursos que no terminan empantanando una historia que, sin tener una estructura novedosa, avanza con firmeza. Eric Bana y Edgar Ramírez ayudan a darle credibilidad al relato. Ambos componen a dos antihéroes que, pese a cargar con un pasado que no deja de atormentarlos, se aferrarán a sus sentimientos más puros. Sean Harris encarna al marine más endemoniado. Este actor inglés ya se está especializando en papeles de villano o psicótico (hasta su desempeño como Ian Curtis, líder de Joy Division, en 24 Hour Party People, generaba cierta tensión). Por su parte, el comediante y presentador Joel McHale hace del compañero de Sarchie; un tipo duro, con salidas graciosas, sin entrar en la categoría de comic relief. Es difícil saber si Líbranos del Mal se convertirá en un clásico, pero al menos ofrece un combo de horror y policial irresistible para los espectadores. Además, tal vez por los casos que confirman su existencia, los exorcismos nunca dejan de asustar.
Líbranos del mal es un estreno que llega a los cines con una pequeña trampa. El estudio Sony y la gran mayoría de los medios la promocionan como una película de terror cuando en realidad se trata de un thriller policial que contiene elementos sobrenaturales. No es lo mismo. El film fue dirigido por Scott Derrickson, quien previamente había realizado El exorcismo de Emily Rose. Cuando se estrenó esa película recuerdo que mucha gente quedó algo decepcionada porque parecía más un thriller de abogados que una propuesta clásica de horror sobre posesiones satánicas. Con Líbranos del mal sucede algo similar y en un punto ese el elemento principal que hace interesante a este film El trabajo anterior de Derrickson, Siniestro, protagonizada por Ethan Hawke, fue una película que se centró más en el género de horror clásico. Con esta nueva propuesta, que lo tuvo como productor a Jerry Bruckheimer, el cineasta abordó el tema de las posesiones satánicas desde una óptica diferente. En materia de realización, Líbranos del mal está claramente influenciada por el cine policial e inclusive la estética del film remite en más de una ocasión a Pecados Capitales, de David Fincher. Derrickson hizo un gran trabajo con las ambientaciones de la historia y la manera en que construyó el suspenso a lo largo de la trama. No es un dato menor que en los roles protagónicos contó con dos excelentes actores como Eric Bana y Édgar Ramírez, quienes no suelen participar a menudo en este tipo de producciones. La dupla que forman juntos en esta historia es excelente y se destaca como otro de los puntos fuertes de la película. La historia se basa en las experiencias de Ralph Sarchie, un policía de Nueva York que se convirtió en un experto en Demonología y se hizo conocido con su libro "Beware of the night", donde relató varios hechos paranormales que vivió mientras trabajaba como detective de homicidios. La trama de esta película fusiona varias de esas experiencias en un mismo argumento. Entre tantas producciones parecidas que llegaron en el último tiempo y ofrecen más de lo mismo, Líbranos del mal por lo menos trabajó una temática desgastada desde un enfoque diferente. Reitero, no te vas a encontrar con el gran film de terror que genere sustos, porque esto va por otro lado, pero es una propuesta entretenida que se disfruta más desde el misterio policial.
Líbranos del mal retoma el tema que Scott Derrickson ya había abordado en El exorcismo de Emily Rose (2005), primer largometraje de este realizador estadounidense que lograría más tarde unos cuantos elogios con Sinister (2012), aquel film turbio y perturbador protagonizado por Ethan Hawke que presentaba una vez más al celuloide como superficie sensible a la influencia del mal (igual que la famosa El círculo, de Hideo Nakata, y que Imágenes del horror, de John Carpenter, por citar dos casos conocidos). Esta vez, la historia es protagonizada por un policía neoyorquino que recorre una ciudad plagada de crímenes y acechanzas. Luego de un traumático paso por Irak a las órdenes del ejército de su país, el sargento Ralph Sarchie -encarnado por Eric Bana- investiga una serie de crímenes que parecen tener una misteriosa vinculación. Cuenta para eso con la colaboración de un singular sacerdote, el padre Mendoza, un ex heroinómano que, recuperado de su adicción, ahora combina footing con una moderada pasión por el bourbon. Buscan a un par de asesinos, también soldados estadounidenses, aparentemente poseídos luego de enfrentarse a una críptica inscripción en un refugio subterráneo del desierto iraquí. La película -basada en un "hecho real", se informa- tiene un comienzo prometedor. Mientras la trama es puramente policial y está centrada en la investigación de violentos asesinatos que involucran a menores, Derrickson se mueve con soltura: filma con solidez, ritmo y eficacia. Pero la aparición de los primeros indicios vinculados con el terror, lo que en realidad le interesa al director, empieza a generar grietas. Derrickson consigue por momentos un tono amenazante con detalles clásicos: lluvia en las calles, interiores sombríos, transformación de amables objetos cotidianos en elementos inquietantes. Ese despliegue de pequeños recursos es cinematográficamente más valioso que el de los efectos destinados a impresionar, acumulados torpemente en el final de la película, cuando el sinsentido la absorbe por completo. A esta altura de la historia del cine de terror, parece obvio que la sugestión es un mejor camino que el efectismo, pero a los cultores del género les resulta difícil admitirlo. Para colmo de males, los breves arrestos de humor no tienen filo y algunos momentos pretendidamente tensos se tornan involuntariamente humorísticos, particularmente en el desquiciado exorcismo final. El sentido común obligaría a descartar la alegoría, pero lo cierto es que los soldados yanquis son poseídos por Satán en Irak y redimidos gracias a la intervención de un sacerdote cristiano. Y Derrickson se graduó en una universidad protestante. De terror.
El exorcismo más estrafalario de la historia Mezcla mitad y mitad de policial de investigación y película de terror demoníaco, Líbranos del mal, del “especialista” Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose), es algo así como una mesa de saldos y retazos de un imaginario local de venta de guiones. Lo cual, a priori, podría no ser tanto un problema como un punto de partida para dejar volar la imaginación. Al fin y al cabo, El exorcista, Se7en-Pecados capitales y Poltergeist (entre otros films regurgitados aquí frontal y tangencialmente) han sido poderosamente influyentes –de una u otra manera, para bien y para mal– y se han transformado en consejeros de más de un título interesante. En Líbranos... la cosa no arranca del todo mal, con un Eric Bana metido en la piel del oficial Sarchie, un policía neoyorquino que cae en la cuenta, sin menosprecio de un escepticismo inicial a prueba de balas, de que algunas cosas locas andan sucediendo en el Bronx. Una madre que revolea a su pequeño hijo a un foso del zoológico es el disparador de una pesquisa que lo pondrá en la pista de un plan literalmente diabólico. Más allá de los lugares comunes que comienzan a acumularse y de una construcción del famoso “verosímil” que cuelga de un hilo muy delgado, la primera hora de proyección logra mantener cierto nivel de tensión y suspenso, lo mínimo que puede pedírsele a una producción de este tipo (cortesía de Jerry Bruckheimer, usualmente afecto a súper películas de mayor perfil). De allí en más, la cosa comienza a desbarrancar a alta velocidad, acumulando golpes de efecto, líneas melodramáticas de dudoso gusto narrativo y culpas traumáticas del pasado, incluido un flashback que transmuta al protagonista de tipo duro a maldito policía sin demasiada justificación (ni condena judicial). Por cierto, Sarchie está casado, tiene una nena de seis años y espera un segundo hijo, elementos que, previsiblemente, pasarán de los márgenes al centro del conflicto cuando las papas comiencen a quemar. En algún momento aparece en escena el Padre Mendoza (Edgar Ramírez, el Che de Soderbergh y el Carlos de Assayas), un sacerdote con prontuario de pecador dedicado a perseguir y combatir al Diablo en cualquiera de sus manifestaciones terrenas. Así las cosas, Líbranos del mal avanza con su pesada carga –primeros planos como único recurso para transmitir emociones, al menos una docena de escenas con diálogos explicativos– hacia el inevitable desenlace. Final que incluye la escena de exorcismo más estrafalaria de los últimos años, suerte de versión explicada y dividida en capítulos de la famosa escena de confrontación final entre el padre Karras y la poseída Regan. Como en todo film de horrores católicos que se precie, el equilibrio volverá a recomponerse en el epílogo, aunque para los guionistas la tranquilidad del espectador pesa más que la idea de entrega, sacrificio y expiación cristiana. De fondo suena The Doors, no una o dos, sino muchas veces, particular caso de mal chiste transformado en fastidiosa recurrencia sonora.
Nueva visita a las puertas del infierno La película dirigida por Scott Derrickson presenta a un oficial que será el encargado de resolver las señales demoníacas. Durante el transcurso del film, la historia adquiere tantas ambigüedades que pierde seriedad. Los antecedentes eran alentadores ya que Scott Derrickson, a través de El exorcismo de Emily Rose (2005) y Sinister (2012) había encontrado algunas zonas originales al bastardeado género de terror de las últimas décadas. Se tratara de casas habitadas por ánimas o de una inquietante posesión diabólica en el cuerpo de una mujer, el combo anterior a Líbranos del mal preveía una vuelta de tuerca a un tema que desde El exorcista (1973), un clásico imbatible, trajo pocas novedades. No es que el último opus de Derrickson sea una acumulación de lugares comunes sobre el género pero, en el desarrollo de la trama, acumulativa y al mismo tiempo dispersa, algún engranaje quedó suelto en el camino. La nueva presencia del Mal se anuncia en Irak donde tres marines reciben una señal demoníaca.Más tarde ciertos acontecimientos límites prevén lo peor, y luego, la película presenta a un oficial (Eric Bana), confeso ateo, quien será el encargado de resolver los enigmas. Pero claro, para completar la planilla falta el Bien, o en todo caso, la palabra evangélica, ahora encarnada por un cura latinoamericano (Eric Ramírez), quien conformará una dupla desigual con el oficial de policía para pegarle una pegada en el trasero a los enviados de Satanás. Esta nueva visita al infierno no es más que otra película que trabaja sobre los efectos inmediatos: apariciones súbitas que provocan miedo, calles resbaladizas, noches de lluvia, música atronadora para causar pánico y algún que otro capricho de los rubros técnicos que sólo suman desde el énfasis descartando cualquier sutileza. Como no ocurría en Sinistery su trama que se manifestaba desde el fuera de campo, en Líbranos del mal cada movimiento de cámara anuncia un efecto y cada frase que expresan los personajes prevé una concreción efectista del asunto. Mientras tanto, la combinación de policial y terror tiene sus buenos momentos, sin llegar a la cáscara híbrida de otras películas sobre el tema del exorcismo. Pero se agrega un plus: las discusiones teológicas entre el oficial y el cura, a través de un debate dialéctico sobre el ateísmo y la religión que, en medio del horror que entregan ciertas secuencias intimidatorias, resuenan como simpáticas y hasta delirantes. En esas dos o tres escenas verbalizadas, la historia de Líbranos del mal adquiere cierta inesperada ambigüedad: uno no sabe si tomarse la película en serio o todo lo contrario.
Crítica emitida por radio.
Alejada de las convenciones del horror moderno, con cámaras y puestas que simulan una estética documental, esta cinta vuelve a las fuentes del género: excelentes climas, escenarios lluviosos y oscuros y una New York aterradora como fondo. Excelente montaje, edición al ritmo de una banda de sonido atronadora y la presencia perturbadora de EDGAR RAMÍREZ, son los puntos más altos, de un filme que nunca deja su halo inquietante. Buena performance terrorífica.
Cruzar al otro lado De Scott Derrickson. Un policía de Nueva York (Eric Bana) busca desentrañar una serie de muertes ligadas a lo demoníaco. Las regalías que habrán recibido Robby Krieger, John Densmore y los deudos de Ray Manzarek y Jim Morrison por Líbranos del mal, lo nuevo de Scott Derrickson, creador de Sinister. The Doors, con el tema Break on Through (To the Other Side), se vuelve la llave de una película que combina varios mundos: el policial, el drama, el suspenso y -con mucha sangre- el terror. Este filme, basado en los "relatos reales" del sargento Ralph Sarchie de la policía neoyorquina, comienza con tres marines que entran a unas cuevas en plena Guerra de Irak (abril de 2010). Allí una presencia maléfica le cambiará la vida a uno de ellos. El filme salta, sin pedir permiso, a los suburbios del Bronx en 2013, donde dos policías -el citado Sarchie (Eric Bana) y un colega- hacen cumplir la ley arrestando a hombres golpeadores. Pero tropiezan con un incidente en un zoológico: una presunta enferma mental arroja a su bebé al foso de los leones. Líbranos del mal en la primera media hora se torna indescifrable, no se sabrá hacia dónde virará (y encajarán) tantos componentes, sumándole el grado de la posesión demoníaca. El nexo será el informal padre Mendoza (Edgar Ramírez), que toma whisky como agua, fuma y tiene un superado pasado narcótico. Y, como buen demonólogo, advierte a los uniformados sobre la presencia de un ser maléfico en el ex marine Santino (¿justo ese apellido?), uno de los mejores posesos desde El exorcismo de Emily Rose. La figura del búho (símbolo de la clarividencia, la noche, el frío y la muerte en el Antiguo Egipto) se repite tanto en murales como en muñecos. Y también la conjunción idiomática, de latín a español pasando por lenguas muertas, un clásico ya desgastado. Pero acá todo se verá en las paredes y en el tajeado cuerpo de Santino. Bien. Si un logrado y prolongado exorcismo puede ir de la mano de un hombre colapsado por el trabajo, que deja a su mujer e hija a la buena de ¿Dios?, Líbranos del mal cumplió su misión: la de no perder la fe y luchar por los tuyos.
"Líbranos del Mal" es la película de terror de esta semana... y bien digna que es. Uno, acostumbrado a ver estrenos y estrenos de terror, que son casi todos de la media para abajo, se lleva una grata sorpresa con una peli bien realizada, con buenas actuaciones y con un exorcismo tan bien realizado que te mantiene más que alerta durante varios minutos. Eric Bana y Edgar Ramirez conforman un muy buen dúo en esta historia que está basada en archivos de casos reales (sí sí, miedo). Buenos momentos para asustarse, un par de escenas con la hija de Ralph (protagonista) que te van a generar malestar y un cierre que está bien. Ya sabes... Colgate una cruz, lleva agua bendita y después sí, metete en el cine.
"Al caer la noche" Acorde al muy buen momento profesional que está atravesando, el realizador Scott Derrickson ofrece en su último trabajo un oscuro, realista y sobre todo dinámico thriller con acertadas dosis de terror y suspenso. Inspirada en la historia real de Ralph Searchie (un ex oficial de la policía de New York que terminó convirtiéndose en un experto en demonología luego de una serie de extraños sucesos), “Líbranos del mal” es una propuesta que se destaca principalmente por combinar de forma perfecta dos géneros que parecen incompatibles: el policial y el terror. No existen muchos antecedentes de películas que confronten, a través de sus protagonistas, realidades tan opuestas como las que le tocan vivir a los policías y a los sacerdotes. Pese a que cualquiera de nosotros podría trazar la delgada línea gris que separa el accionar frío que deben llevar adelante los primeros y la estricta moral que define por completo el oficio de los segundos, dentro del cine esto es algo que no supo explotarse hasta el momento. Derrickson, a quien todos los fanáticos del género conocen por “El exorcismo de Emily Rose” y “Siniester”, logró aprovechar al máximo ese contraste y construyó una muy buena película apoyándose sobre todo en el gran trabajo de los actores Eric Bana y Édgar Ramírez. Con una marcada fascinación por los personajes obsesivos, turbios y de dudoso accionar (están presentes en todas sus películas, incluso en la remake de “El día que la tierra se detuvo”), Derrickson no escapa al desafío de superarse y nos regala a través de “Líbranos del mal” uno de las mejores duplas de antihéroes de este 2014. Desde sus primeras apariciones ambos personajes logran traspasar la pantalla y ahí radica el buen sabor de boca que deja el film a medida que avanza el metraje ya que, cuando finamente nuestros protagonistas decidan unificar sus caminos, el espectador se ve atrapado en el medio de dos perspectivas tan antagónicas como atractivas. El único aspecto negativo que puede adjudicársele a “Líbranos del mal” parece inherente a otra combinación que tampoco es muy común en la industria cinematográfica de estos días : grandes producciones al servicio de géneros que, como el terror, juegan siempre con los límites y por este motivo en algún momento tienen la obligación de caer en ciertos lugares comunes o clichés. Si bien este aspecto está presente en varios momentos de la película, recién hacia el final se vuelve realmente obstructivo y perjudica en menor medida el andar de un relato que sin pelos en la lengua nos regala algunas secuencias impactantes (la primera aparición de Searchie y el video del zoológico) y diálogos que tranquilamente pueden aumentar las páginas de un libro dedicado exclusivamente al humor negro (la escena del bar protagonizada por Searchie y Mendoza). Pese a esto, “Líbranos del mal” es una propuesta que si se consume de forma correcta tranquilamente puede ubicarse entre lo mejor que pasó este año por las carteleras en materia de terror y suspenso. Lo cual, obviamente, se agradece.
Deliver Us From Evil es un film que dice mucho sobre el estado actual del cine de terror y poco en términos positivos, no por su calidad particular sino por lo que significa como parte de un todo. Las expectativas en torno a él eran especialmente altas, no solo por tratarse de un nuevo trabajo de una de las caras más frescas del género como es Scott Derrickson, quien además contaba con un importante equipo delante de cámaras, sino porque Sony Pictures le tenía mucha confianza. Tanta que había cambiado su fecha de estreno –originalmente saldría a principios del 2015- hacia el feriado norteamericano del 4 de Julio, con una salida fuerte en cines y en un fin de semana sin lanzamientos importantes. El no acercarse ni por asomo a las cifras de Transformers: Age of Extinction en su segunda semana, condena aún más la suerte del género. Porque los estudios se han refugiado en films de presupuestos mínimos y ganancias exponenciales –Paranormal Activity, The Purge, Insidious o Sinister, para el caso de este realizador- y un fracaso de taquilla que costó 30 millones en ser producido, sin contar los crecientes gastos de marketing, orientan a las compañías en la dirección segura. Analizado el panorama que deja esta película a su paso, es momento de hablar de ella en sí. Inspirada en la vida del policía y demonólogo Ralph Sarchie, autor de Beware the Night –el título original-, Deliver Us From Evil es una buena entrega de Derrickson, aunque no presente su mejor faceta. Se puede decir que, en un sentido similar a Sinister, transita senderos familiares y en más de una ocasión prefiere el susto sencillo, pero al igual que en la otra da cuenta del talento del realizador a la hora de generar suspenso y crear atmósferas. Otra vez hay un mal antiguo conocido por pocos y el protagonista es un investigador no creyente, perseguido por su pasado, que se refugia en el trabajo aún a riesgo de descuidar a su familia y ponerla en riesgo. Si Ethan Hawke cargaba todo el peso en la anterior, esta vez Eric Bana –que hace un buen trabajo como un escéptico policía neoyorquino repleto de estereotipos- tiene compañeros con quien repartirlo. En menor medida con Joel McHale, humorista que asume un papel completamente ajeno a su carrera aunque rinde como comic relief, pero de forma principal con Edgar Ramírez, como un cura poco corriente, cuya vida y vicios lo ponen en un camino de Dios como solo se puede encontrar en la ficción. En los términos de un thriller sobrenatural, el film funciona. Si bien se maneja dentro de las líneas del terror y no presenta nada novedoso, Derrickson tiene buen pulso como para sostener la tensión durante la totalidad de la película y para hacer su narrativa bien fluida, sin perder intensidad a lo largo de sus casi dos horas. El problema es que, con esta producción, el realizador parecería haber llegado a una suerte de techo creativo. No como cineasta, dado que en camino tiene Doctor Strange y va a ser muy interesante ver una colaboración más oscura dentro del Universo Cinematográfico de Marvel con todos los recursos del estudio a disposición, pero sí dentro del género. El hombre supo dar una gran carta de presentación con The Exorcism of Emily Rose (2005), su mejor película a la fecha, y recuperó los movimientos de contorsionista para los casos de posesión, algo que se ha hecho hasta el hartazgo a lo largo de esta década. No querer repetir esos espasmos físicos lo lleva a buscar alternativas, como el rasgar el piso o una inexplicable afición demoníaca por The Doors, lo cual es francamente ridículo. Como el personaje de Hawke en Sinister, parece estar esforzándose demasiado para conseguir un nuevo éxito dentro del género que lo hizo famoso, y quizás lo único que tenga que hacer es dejar de jugar sobre seguro y abrirse hacia otros terrenos donde pueda realmente destacarse.
Original film de terror La fiebre de películas de terror que siguió a la obra maestra de William Friedkin basada en la novela de William Peter Blatty, "El exorcista", generó algo que podríamos llamar horror religioso, mayormente católico, aunque las historias con sacerdotes y anticristos varios terminaron aplicándose a todos los credos. Scott Dickerson es un director y guionista especializado específicamente en este tipo de terror religioso, como se vio en su film más conocido, "El exorcismo de Emily Rose", que intentaba algo tan difícil como lograr combinar el género tribunalicio con una historia de posesión diabólica. Lo que pasa es que, más allá del talento superlativo de directores como Friedkin y otros, estas historias funcionan sobre todo cuando parten de un concepto básico y directo, lo que tiende naturalmente a hacer una película poco original o arriesgarse a intentar cosas nuevas sabiendo que terminan luciendo rebuscadas y ridículas. En "Líbranos del mal", Dickerson logra un punto intermedio para contar una historia de exorcismo con un planteo diferente, también basado en una historila real surgida de las memorias de un policía del Bronx. Eric Bana vuelve realmente intenso su personaje de un sargento durísimo e implacable a la hora de combatir el mal que hacen los hombres, pero totalmente incrédulo de cualquier inspiración demoníaca que alguien pueda atribuir a estas tremendas malas acciones que enfrenta a diario en su trabajo. Sólo que su rutina ya de por sí horrible, de golpe empieza a volverse más y más cruel e inexplicable cuando está claro que hay una especie de epidemia de gente que de forma totalmente abrupta comete los crímenes mas infernales, incluso contra sus propios hijos. Para enfrentar esta situación, el protagonista termina requiriendo la ayuda de un especialista, lo que nos lleva al personaje del cura experto en exorcismos del caso, sólo que con matices originales e interesantes que se vuelven creíbles gracias a la excelente interpretación de Edgar Ramirez El film empieza de manera contundente, con escenas realmente terroríficas e imágenes aterradoras llenas de ideas nuevas, como la antológica secuencia nocturna en un zoológico. Durante una hora logra asustar mezclando conceptos inteligentes con los típicos golpes de efecto del género muy bien aplicados para mantener el clima ominoso y la tensión. Lamentablemente, Dickerson no logra mantener el nivel hasta un final que se le va yendo poco a poco de las manos, pero que no impide recomendar el film a los fans del género.
Un oficial de la policía de Nueva York, se encuentra luchando con sus problemas personales cuando comienza a investigar una serie de crímenes inexplicables y perturbadores. Él une sus fuerzas con un sacerdote poco convencional, experto en los rituales del exorcismo, para combatir las espantosas y demoníacas posesiones que han aterrorizado a la ciudad. Inspirada en el libro del oficial Sarchie que detalla escalofriantes casos de la vida real. Un filme que espantará a los espectadores con imagenes fuertes y perturbadoras. Horror psicológico de primer nivel. Solo para fanáticos del género. Dirigida por Scott Derrickson, el mismo de "El Exorcismo de Emily Rose" y "Siniestro", el filme es protagonizado por Eric Bana y Edgar Ramirez.
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La última entrada en el subgénero de terror religioso, ese que para asustarnos saca lo peor de sus demonios, es un film mediocre que transita entre dos géneros (el policial y el horror), pero exponiendo lo peor de cada uno de ellos. La frase inicial que reza “inspirada en hechos reales” intenta generar curiosidad, pero es fácil olvidarla cuando lo que se ve en pantalla, por más que nos insistan es verídico, resulta absurdo desde su planteo y mala ejecución. Sargie (Eric Bana) es un policía con un sentido extra para oler el crimen que, como buen sabueso, busca su objetivo y no descansa hasta apresarlo. Lo ampara la ley, aún si haciendo la vista gorda para con un antecedente claro de abuso policial. No importa, el hombre parece arrepentido, y con los años carga el peso de la culpa y busca redención a través de la prevención de crímenes. El mundo es un lugar horrible pero, afortunamante, ahí está la religión para relativizarlo. Y ese es precisamente el rol que le cabe al Padre Mendoza (Édgar Ramírez), oveja alguna vez descarriada que, como tantas otras, decide pasarse al lado luminoso de la vida, sin olvidar que en el fondo el alma humana alberga oscuridades varias. Scott Derrickson, quien supo dirigir mejores exponentes del género con El Exorcismo de Emily Rose (2006) y especialmente, Sinister (2011), resulta poco convincente en una trama que por momentos cae en ridículos abismales (es notable la escena donde una pequeña sufre las travesuras del demonio, quien juega con un búho de peluche que hace un sonido muy poco “terrorífico”). Las caracterizaciones no son tampoco el fuerte de esta película: entre el policía italiano, que habla inglés como un australiano, interpretado por Bana, y el Sacerdote increíblemente perdonado por la Iglesia Católica tras cuestionables episodios que encarna Ramírez, uno concluye que al final Harry El Sucio la tenía bastante fácil a la hora de sufrir compañeros de trabajo. El Padre Mendoza bebe, fuma, guarda en su historial más de un buen pecado, pero al final del día se confiesa y, claro, obtiene la absolución para eventualmente tener una “recaída” y seguir pecando. La Iglesia, aparentemente, lo perdona y eso se debe a que en el fondo evidentemente es el ser humano el que obra de maneras misteriosas. No es ésto lo peor del personaje: a la hora de practicar el anticipado exorcismo parece olvidar las instrucciones, y el propio Sargie le dice “¡estás haciendo todo lo que me dijiste que no haga!”. Un grave problema para la narración de la película, que lo incorpora al relato apenas con la excusa de ese trabajo. Líbranos del Mal es una película de terror del montón, con más de un tropiezo, que sin embargo tiene una sola virtud: se ve bien, con puestas de cámara profesionales, y una fotografía oscura acorde a lo que pide el género. Despierta, lamentablemente, demonios que no puede controlar, como quizás el de Jim Morrison, cuya inclusión en la banda sonora a través de sus Doors es tan injustificada como el clímax abrupto de la película.
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Manual de exorcismo para principiantes Líbranos del mal es la tercera película de terror que dirige Scott Derrickson tras El exorcismo de Emily Rose y Sinister. Todas evidencian la misma preocupación por las pruebas documentales de la presencia del demonio en el mundo. Más allá de que los hechos de posesión sean verdaderos o falsos, lo que importa es el tiempo narrativo que el director invierte para consolidar el peso específico de los fenómenos sobrenaturales. Mientras que la mayoría de los directores del género tratan de cumplir el cada vez más difícil objetivo de asustar a los espectadores, Derrickson parece más interesado en los procedimientos con que los hombres se relacionan con las fuerzas malignas, para aliarse a ellas o para enfrentarlas. Esos procedimientos se vinculan con una historia, una tecnología y un sistema de creencias particulares, todo lo cual ocupa espacio y tiempo en la trama. De allí que las tres películas superen largamente los 90 minutos que suelen durar estos productos. Derrickson entiende el mal como una incubación, como la lenta configuración de una enfermedad contagiosa en el cuerpo de la sociedad. Claro que las buenas intenciones no garantizan la calidad de una ficción. Lo que en Sinister era una tensa exposición de las relaciones entre lo siniestro y lo familiar, en Líbranos del mal se convierte en una tediosa disertación sobre la razón, la fe y la salvación del alma, algo que queda patente en la escena de exorcismo. Antes de practicarlo, el sacerdote explica las seis fases del acto de expulsión del demonio, lo que obviamente elimina buena parte del dramatismo de la ceremonia. Incluso, esta vez, el panorama de por sí amplio en el que Derrickson inscribe el fenómeno de las posesiones se abre todavía más. Arranca con un episodio de la guerra de Irak, y así por el precio de una obtiene una doble carga simbólica: el trauma de los tres soldados implicados y el misterio del esoterismo oriental. En esos términos generales, el planteo es parecido al de la novela Voces que susurran, de John Connolly. Al igual que ese libro, Líbranos del mal es un thriller sobrenatural, protagonizado por un detective escéptico pero "sensitivo" (Erica Banna), a quien su compañero (Joel McHale) le dice "radar". Guiado por el instinto, empieza a seguir la pista de unos extraños crímenes que involucran a niños y mujeres en Nueva York. En un momento de la pesquisa se cruza con un sacerdote con pinta de dark musculoso (Edgar Ramírez), quien desviará la investigación desde el terreno sociopatológico inicial hacia una zona más oscura. A todos los elementos mencionados, hay que sumarles algunas obviedades del género, como que el detective tiene una mujer y una hijita que le reclaman presencia y afecto, y que también desempeñarán una función esencial en el desarrollo de la trama. Pero esa abundancia de componentes, supuestamente al servicio de la complejidad del fenómeno del mal, no disimula la torpeza expositiva de Derrickson, que no consigue ensamblar los pensamientos y las acciones de sus personajes en una narración sólida y contundente desde el principio hasta el final.
Demonios como entretenimiento Podríamos decir que Scott Derrickson es un director sólido, alguien con cierto criterio que ha obtenido sus mejores resultados en el género de terror. Sinister ha recibido buenas críticas y El exorcismo de Emily Rose, en su momento, fue una buena actualización de las películas de poseídos que llenaba el vacío que habían dejado las horribles precuelas de El exorcista. Estamos filtrando su horrible versión de El día que la tierra se detuvo y preferimos no saber nada de Hellraizer V. Sin embargo, Líbranos del mal lo deja bien parado porque, aún con sus fallas e incongruencias, no olvida nunca el objetivo de entretener. No es ninguna novedad que Líbranos del mal es en principio una mezcla de géneros, concretamente un policial con elementos sobrenaturales, y más concretamente aún, es la historia de un policía que investiga un crimen cuyos sospechosos están poseídos por algún demonio. Sarchie (Eric Bana) es ese policía que por supuesto tiene un pasado oscuro, tiene un gracioso compañero, Butler que es interpretado por el bueno de Joel McHale (Jeff Winger de Community) y Edgar Ramírez interpreta al exorcista de turno llamado Mendoza (nombre que debería ser abolido desde el chiste clásico de Los Simpson), una especie de lugar común mezclado con John Constantine y cuyo rol principal es explicar todo lo relativo a demonología a Eric Bana y a nosotros. Derrickson encuentra el tono de Líbranos del mal en la exageración, aplica un ritmo trepidante al relato (por momentos apurado) que no deja procesar del todo lo que está pasando, y que -sin embargo- nos introduce toda la información necesaria de manera bastante ordenada. En el momento de presentar lo sobrenatural, este director no se anda con sutilezas, desde El exorcismo de Emily Rose que maneja bastante bien el combo suspenso-susto y debe ser de los que más comprende cuándo asustar y cuándo dejar pasar la oportunidad. Además siempre utiliza sustos sustanciales, no vamos a ver acá una sombra mal interpretada subrayada por música exageradísima; cuando Derrickson asusta apela directamente a mostrar algo horroroso y contundente. Los problemas de Líbranos del mal empiezan luego de la mitad cuando Derrickson no se decide en cómo dosificar las subtramas y desarrolla los conflictos apelando a puros lugares comunes y cayendo en ciertas lagunas. Por ejemplo: Joel McHale desaparece un rato largo sin demasiadas explicaciones, Edgar Ramírez pasa a ser, de repente, un coprotagonista, los convencionales problemas familiares del personaje de Bana toman un protagonismo dentro del relato principal demasiado forzado. Pero Derrickson no deja escapar la tortuga, y acomoda todas las piezas hacia el final para cerrar con un exorcismo guarango y memorable que nos salva del mal y del tedio a la vez.
El terror teológico parece ir desplazando, poco a poco, al horror visceral que nos atosigó una década gracias a engendros como las secuelas de El juego del miedo (después el director de la original, James Wan, inventó grandes cosas, dicho sea de paso). Scott Derrickson es el responsable de dos películas de terror que tienen el fantasma, la muerte y (o) la teología como centro: la muy interesante El exorcismo de Emily Rose y la tensa Sinister. En Líbranos... se combina un policía rudo con “problemas personales” (cliché) con un sacerdote idiosincrático experto en exorcismos (cliché) en medio de una ola de espantosos crímenes (cliché). La suma de los tres clichés crea un relato tenso, interesante y entretenido que combina el policial negro duro con el terror teológico. Digamos que la lucha entre ambos géneros termina en empate y que el espectador accede a momentos buenos y, sobre todo, a una buena porción de dudas e inestabilidades que vuelven el relato aún más interesante. Están muy bien los protagonistas, Eric Bana y Edgard Ramírez, como estos Watson y Sherlock posmodernos.
Un exorcismo demasiado previsible y moralista Que un cura invite a tomar un trago, fume y mire sin disimulo a la "camarera", no es más que una actualización del catolicismo convencional -como afirma Román Gubern- del que se vale el cine norteamericano. La imagen de exorcista "cool" que compone Édgar Ramírez en Líbranos del mal está en sintonía, dado el caso, con la que propone Paul Bettany en Priest: El vengador (2011). Ambos, un disparate. La raíz ejemplar, se sabe, es una obra maestra: El exorcista, de William Friedkin. A partir de allí, varios vaivenes similares, que alcanzan a un film reciente, moralista: El conjuro (2013). Con un afán de sustento desde el presunto "hecho real", El conjuro enhebra una lectura sin fisura, maniquea. Otro tanto sucede con Líbranos del mal, en donde la gracia divina aparece para pelear contra el demonio que persigue, desde Irak, a unos marines malditos. La "contaminación" llegará a casa, entre situaciones escabrosas -la madre que arroja a su hijo a los animales del zoológico-, pistas en latín y mordidas caníbales. Serán dos los personajes que traben fuerzas, cual buddy movie. Por un lado, el sacerdote referido; por el otro, un policía atribulado (Eric Bana). Este último, con una familia que proteger. Los dos son peso y contrapeso, razón y fe, disparos y cruces. Acá lo raro o curioso. Cuando finalmente se llegue a la escena exorcista, entre ecos que invariablemente dialogan con el film pionero (dialoga mejor, por ejemplo, ¿Y dónde está el exorcista?, con Leslie Nielsen y la mismísima Linda Blair), la situación sucederá dentro de un destacamento policial, en la sala de interrogatorios. La escena recuerda una sesión de tortura. Lo llamativo es que el poseído -o torturado- sería, irónicamente, el marine. En este sentido, la operación simbólica del film es doble. Por un lado, la legitimación de la tortura a través de la cruz y los salmos (no hay que cejar en lo que se está haciendo, se trata del demonio); por el otro, el salvataje espiritual del soldado norteamericano (la tortura no es sobre él, sino cifrada en él, dirigida al Otro). De esta manera, Líbranos del mal es un film siniestro. No por exponer un juego malsano, que incomode, perturbe; sino por legitimar un ejercicio ideológico de manifestación bélica. Un plano detalle, final, sobre la medalla bendita dice como conclusión todo lo que el film es. La película anterior del mismo director, Scott Derrickson, había sido la notable Sinister. Allí había casa embrujada, secreto raro, películas en Súper 8 con muertes, mucho fuera de campo. Un film sorprendente. Bien lejos de esta puesta en escena conciliadora, homogénea, reaccionaria, atenta a los clichés del cine cristiano más tosco.
El camino del exorcista Desde que El exorcista inventara, para el bien o el mal del cine, el subgénero de horror eucarístico, todas las películas sobre posesiones siguieron un rumbo más o menos parecido, crecidas a la sombra de un hit difícil de superar. Líbranos del mal es una variación de la posesión original y eso la hace interesante. Mientras en el clásico de William Friedkin el detective juega un rol marginal, en este film la investigación tiene un rol predominante, a punto que el director Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose) alterna con buen pulso entre ambos géneros. El oficial Sarchie (Eric Bana) sigue una serie de hechos violentos vinculados a ex marines (el diablo, como en El exorcista, proviene de Medio Oriente; en este caso, de Irak). Hay un operativo en un zoológico a oscuras, luces infrarrojas y una mujer enloquecida que recita “Break On Through” de The Doors. Es lo mejor de la película. Después surge, inevitable, el cura católico, para explicarle a Sarchie que los líos provienen del más allá. El venezolano Edgar Ramírez representa a un exorcista atípico, rockero, un Lou Reed católico, cuyo estilo es forzado y va a contrapelo del drama. Pese a todo, Líbranos del mal tiene suficiente para complacer a los fans del género.
Líbranos del mal (cine) ¿Cuántas películas de espíritus malignos, posesiones infernales y exorcismos habremos visto a esta altura del partido? No tengo un número en mente, pero me animo a decir que bocha. Bueno, Líbranos del Mal (Deliver Us From Evil) no sólo es una película más del montón sino que “toma prestados” muchos elementos de otros films del género con 0 carpa. Más o menos lo que pasa es esto: Un policía (Eric Bana) comienza a investigar una serie de crímenes y encuentra una conexión entre ellos: un espíritu maligno está poseyendo gente para entrar a nuestro mundo y hacer cagadas. En algún momento aparece un cura fuerte (Édgar Ramírez) que mira culos, fuma y toma whisky, y juntos combaten este mal demoníaco que culmina con un exorcismo. Scott Derrickson, tu película ya la vimos mil veces y mejor hecha, ¿es necesario hacer una más? No sólo no sumás, si no que restás. Restás tiempo de mi vida. Dos horas te tomás para construir un relato medriocre, poco eficaz y minado de clichés. Líbranos del Mal es una película que ya vimos mil veces y encima mejor hecha. El protagonista workaholic que pone a su familia en segundo plano y se fuma reclamos de su mujer porque no le da bola: checked. Policía que alguna vez fue creyente pero que por las desgracias que le tocan ver de este mundo se cuestiona “¿dónde está Dios?”: checked. Cura rebelde y medio fuerte que mira culos, fuma y chupa: checked. –El padre Karras (El Exorcista) no estaba fuerte ni miraba culos pero empinaba el vaso de lo lindo–. Musiquita de suspenso onda Inception, Godzilla, Pacific Rim (y, al parecer, cualquier otra película hollywoodense que tenga una secuencia de suspenso): checked. Auto-choreo y choreo de make up style del espíritu maligno de Sinister y The Purge: checked. Sumémosle a toda esta seguidilla de “préstamos hipotecarios” y clichés a los amigos de The Doors (Las puertas en castellano) y su canción Break on Through (To the Other Side) (Atraviesa -al otro lado-). Porque, claro, Bana empieza a notar una conexión entre caso y caso gracias a que el espíritu maligno le manda mensajitos vía letras de The Doors. OOOK. Bueno, claramente no es una película recomendable. De hecho, no sólo es mala si no que ni siquiera asusta. Muy mal hecho, Derrickson, y mal toda la gente que leyó el guión. Por favor Dios, Alá, Geová, Balá (Carlitos)… Líbranos del mal cine.
Esta no es una crítica de LIBRANOS DEL MAL. En realidad, sí lo es, pero no en el sentido convencional. No me preocupa mucho darles detalles de la trama: hay un policía que descubre crímenes raros que hacen pensar en la apariencia de algo oculto y siniestro, hay una serie de personajes vinculados con ese algo oculto y siniestro y un pastor religioso que intentará ayudar al policía en cuestión a resolver el horrorífico entuerto. De la película se puede decir que arranca provocando cierto interés pero de a poco lo va perdiendo en una serie de vueltas de guión que solo están puestas para llegar a un enfrentamiento sangriento/religioso sobre el final. No es realmente buena, no es realmente mala. Es lo que es, discretamente competente. Lo que me despertó pensar el estreno de una película así tiene más que ver con el mercado del cine actual. Se trata de un filme de un presupuesto bajo para los estándares de Hollywood (unos 30 millones de dólares) y con un elenco de nombres reconocidos como Eric Bana, Joel McHale, Olivia Munn y Edgar Ramírez, entre otros, producido po Jerry Bruckheimer para Sony. Lleva recaudados 40 millones de dólares y cuando se siga estrenando en el resto del mundo seguramente terminará en una cifra digna y redituable, si bien no espectacular. Películas como LIBRANOS DEL MAL se han convertido en los últimos tiempos en lo que antes se llamaban “programmers”, esas películas medianas o chicas que los estudios sacaban al mercado entre los grandes tanques de mediados y fines de año. No se convertirán –salvo curiosos casos– en grandes tanques taquilleros y difícilmente peleen por premios Oscars. No, son las películas que salen, una tras otra, entre enero y marzo/abril y entre agosto y octubre, dejando las “butacas calientes” de las salas mientras esperan al próximo superhéroe de Marvel. deliver-us-from-evil2Con sus bastantes dignos niveles de producción, son las películas clase B de la actualidad. Y como en ese género se mezclan grandes películas, otras impresentables, y una gran mayoría –como ésta– a las que solo cabe calificar como aceptable: trucos vistos, personajes vistos, situaciones vistas, pero combinadas de manera tal que pueden resultar medianamente novedosas. El público que las consume con devoción (generalmente durante el primer fin de semana, luego caen raudamente) las acepta, las recomienda en mayor y menor medida, y el ciclo laboral sigue su curso. En otros años esos “programmers” solían ser policiales o dramas femeninos o comedias románticas, pero cada vez esos géneros son menos previsibles. Pueden producir un gran éxito pero también pueden ser víctimas del escarnio y el olvido. Los “programmers” hoy son, básicamente, el terror y la comedia-comedia. Algo como BUENOS VECINOS, digamos… A diferencia de esos otros dos géneros, las películas de terror viajan, tienen mercado internacional, trasladan sus sustos sin grandes complicaciones de comprensión. Y eso las hace más apetecibles a la hora de producirlas. No es casual que el elenco de LIBRANOS DEL MAL lo integren un latino, un australiano y dos celebridades televisivas como Munn y McHale, conocidos internacionalmente gracias a NEWSROOM y COMMUNITY, respectivamente. Producida por Jerry Bruckheimer, es el modelo de la película de terror que debería funcionar hoy. deliver-us-from-evil-eric-banaTras el éxito, en los últimos dos o tres años, de EL CONJURO, MAMA, la remake de POSESION INFERNAL, las dos partes de LA NOCHE DEL DEMONIO, las persistentemente exitosas secuelas de ACTIVIDAD PARANORMAL, POSESION SATANICA y SINISTER, por citar solo las más taquilleras, es claro que hay un público fiel que responderá a estos productos siempre y cuando se mantengan dentro de un presupuesto acotado y mantengan una calidad técnica profesional. El furor del cine de terror es cíclico y en estos años parece haber encontrado una meseta llamativa. Ya no son los grandes sucesos que llamaban la atención de un público no especializado a la manera de EL EXORCISTA o EL SEXTO SENTIDO, sino más bien un género, como las telenovelas televisivas, que tienen un público más o menos cautivo y que, salvo en algunos pocos casos trascienden a loa espectadores que no participan de ese circuito. Deliver-Us-From-Evil-Movie-2014-Eric-Bana-Joel-McHaleLIBRANOS DEL MAL, película que seguramente no saldrá de ese circuito, cumple con todos los requisitos del “programmer” de los estudios (incluyendo la última moda de supuestamente basarse en “casos reales”. Ocupar pantallas un par de semanas hasta que el próximo tanque ocupe su lugar. Como en el fútbol, dentro del mercado cinematográfico, cumple la función de ese jugador que no se destaca casi nunca pero siempre cumple. Aunque son etapas, claro. En unos años más volverán a agazaparse hasta tener a una nueva generación para sorprender con sus viejos trucos aplicados a nuevas tecnologías. La revista Forbes analizó el tema y concluyó que las películas de terror, como promedio, devuelven seis veces la inversión en el mercado norteamericano, cifra que asciende a 12 si se toma el mercado internacional. Y que en la relación costo/beneficio (ROI: Return On Investment) son las más exitosas de la industria hollywoodense. Así que habrá terror para rato. Esperemos que en medio del furor económico algunos recuerden hacer mejores películas…
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¡Qué valor viejo! Digámoslo como es. Después de lo hecho por William Friedkin en “El exorcista” (1973), hay que tener cojones para hacer una de terror con exorcismos pretendiendo originalidad y sorpresa. Linda Blair abría un baúl (previo antecedente brillantemente instalado), un vientito le daba en el rostro y ya estaba con el diablo en el cuerpo. Sólo quedaba ver el agravamiento de la nena a través de la cual Satanás escupía las miserias, debilidades y otros productos de la digestión humana. Estaba todo tan excelentemente contado que la secuela fue un verdadero plomazo insoportable. Ojo, nadie en el mundo lo entendió porque italianos, franceses, alemanes y hasta japoneses, quisieron su versión de gente poseída... No hubo caso. Una peor que la otra, ya sea por imitación de la original o por no saber manejar la línea divisoria del ridículo. Imposible acordarse de tantas imitaciones vanas. porque además ninguno pudo tampoco proponer nada nuevo a la hora de mostrar el poder diabólico: vientitos, portazos, objetos que se mueven solos, pasajes bíblicos reinterpretados, etc. En cuanto a la víctima poseída, acá sí que hay necesidad de felicitar a Satanás por la hegemonía estética lograda en cuarenta años ininterrumpidos de posesiones: ojos vidriosos o blancos, dientes bien amarillos, pelo despeinado, escritura con sangre en alguna parte del cuerpo, risa de motor de Rastrojero y, por supuesto; una tremenda voz que se escucha como un coro integrado por una soprano disfónica, el “coco” Basile y “mostaza” Merlo. Es así. No le demos más vueltas. Puede haber más, pero ahora sólo recuerdo un par de estrenos que pudieron (sin salirse de estos códigos) ofrecer una variable. Una era “Constantine” (2005). Estaba basada en un comic, es cierto, pero proponía un universo propio de lucha del bien contra el mal. La otra era “El exorcismo de Emily Rose” (2005) cuya apuesta iba hacia la sutileza más que al gore, pero principalmente focalizaba la atención en el juicio a un sacerdote que había practicado un exorcismo trazando un paralelo entre la justicia humana y la divina, mientras los flashbacks reconstruían el hecho per se (aprovechando esos momentos para generar tensión visual). Justamente el director de la última mencionada, Scott Derrickson, vuelve sobre la misma variable con “Líbranos del mal”, pero en lugar de un juicio tenemos una investigación policial bien condimentada. Luego de una introducción en la cual tres soldados norteamericanos en Irak bajan a una cueva donde pasa “algo”, la historia nos traslada a la ciudad de Nueva York. El sargento Sarchie (Eric Bana) anda muy ocupado combatiendo el crimen, casi sin tiempo para la familia. Su turno no comienza bien cuando a la noche encuentra un bebé muerto y abandonado. La cosa se va poniendo espesa con una serie de muertes que poco a poco van teniendo algún tipo de conexión. El comportamiento humano se oscurece. Llama la atención, por ejemplo, la denuncia a una señora que en plena visita al zoológico toma a su bebé y lo arroja a la jaula de los leones. Pronto, este tipo de manifestaciones llevan a Sarchie, y a su partenaire Butler (Joel McHale), a conocer al cura Mendoza (Edgar Ramírez), un ex--adicto devenido en ayudante de Dios. Lo demás debe averiguarlo el espectador. El realizador hace bien en confiar en su capacidad para narrar una investigación. En definitiva, “Líbranos del mal” es eso. Un policial con elementos sobrenaturales que actúan en forma secundaria a la trama, generando una buena dosis de intriga. Hay un buen acompañamiento de la banda sonora, no sólo por su aporte al subrayado, sino por la evasión al exceso dejando que el silencio también tenga su protagonismo. Además, también se logra una buena construcción de personajes en función de los antecedentes que los llevan al punto de cuestionar su propia fe en Dios o la futilidad de la misma. Por eso se refuerza el concepto de familia, ya que esta investigación aleja al protagonista de la propia sin reparar en que eso es precisamente lo pretendido por el enemigo. Será mejor no entrar a debatir el discurso, porque “Líbranos del mal” lo tiene sin eufemismos.: El diablo está en Irak, y ahora en casa amenazando a la forma de vida estadounidense. No somos tan tontos a la hora de ver una propaganda. Si nos detenemos allí toda la película resulta insoportable, aunque el mensaje sea un enunciado más que un desarrollo. Mejor quedémonos con un entretenimiento bien contado. En definitiva, es lo que el espectador va a ir a buscar al cine con esta película, y por cierto que lo va a encontrar.
Cuando los demonios acechan El estadounidense Scott Derrickson se está especializando en el cine de terror psicológico, vinculado con hechos paranormales, atribuidos a fuerzas oscuras, posesiones diabólicas y fenómenos inexplicables. Antes de “Líbranos del mal”, exhibió sus inclinaciones con “El exorcismo de Emily Rose” (basado en una historia real ocurrida en la década de los '70) y “Sinister”. Según afirma el director, “Líbranos del mal” también está inspirada en hechos reales y tiene que ver con las experiencias vividas y narradas por el sargento Ralph Sarchie (Eric Bana), oficial de la policía de Nueva York, en días no muy lejanos al presente. Sarchie es integrante de una fuerza especial que se encarga de investigar crímenes que tienen características diferentes y que se salen de la lógica habitual. Al parecer, tiene un don que le advierte cuando está ante un caso de ésos y, como un sabueso, no descansa hasta resolverlo. En esta oportunidad, su olfato lo lleva tras un par de situaciones de lo que parecen ser casos de violencia familiar: un hombre que maltrata a su esposa y una madre que casi mata a su propio hijo, de dos años, al arrojarlo a un foso en un zoológico. Sarchie observa que no son hechos de violencia común y empieza a tomar nota de una serie de indicios extraños que acompañan a sus protagonistas. Para colmo, se topa con un sacerdote, el padre Mendoza (Edgar Ramírez), experto en exorcismos, quien, como es de imaginar, anda tras la pista de algunos endemoniados. Curiosamente, se trata de los mismos criminales que está persiguiendo el sargento. Por lo tanto, el film es una combinación de thriller psicológico, con connotaciones religiosas, implicancias policiales y también con situaciones paranormales de algún modo vinculadas con el consumo de drogas pesadas. Resulta que los casos que están investigando se relacionan todos entre sí y tienen como protagonistas a un grupo de veteranos ex combatientes en la Guerra de Irak. Los ex marines han tenido una experiencia extraña en el desierto que les ha provocado una serie de desajustes en la conducta. Aparentemente, se encontraron ante uno de los portales del Demonio, a través de los cuales el Maléfico capta a sus víctimas, a las que posee con el fin de llevar a cabo sus macabros planes. Es así que los crímenes adquieren características rituales y los asesinos ofrecen una resistencia que pone en jaque a los más avezados policías de la ciudad de Nueva York. No solamente poseen una fuerza física extraordinaria sino que pueden mover objetos a distancia, meterse en la mente de otras personas e influir sobre sus actos y planificar estratégicamente sus acciones. Paralelamente, el sargento Sarchie enfrenta una crisis personal que pone en riesgo su matrimonio y afecta a su pequeña hija. El trabajo lo absorbe demasiado y para colmo, los malvados se empiezan a aprovechar de ese punto débil de su enemigo y acechan a su familia, complicando las cosas de tal manera que la vida del guardián de la ley se convierte en un verdadero infierno. Pero allí está el padre Mendoza para rescatar también a esta alma confundida y juntos luchan contra los demonios hasta vencerlos. “Líbranos del mal” combina varios clichés bastante trajinados en distintas versiones del género terror, por lo que el resultado es un plato que no se caracteriza por su originalidad, moraleja incluida, pero no carece de eficacia al momento de mantener el suspenso y erizar la piel en las escenas más inquietantes.
Hay fuerzas diabólicas entre nosotros De Linda Blair y William Friedkin a esta parte no vamos a descubrir nada nuevo en materia de exorcismos. Y eso que detrás de esta película está Scott Derrickson, responsable de una de las mejores vueltas de tuerca sobre el tema (“El exorcismo de Emily Rose”). Las fortalezas de “Líbranos del mal” marchan por otro lado. La relación que establecida entre el policía Sarchie (Eric Bana) y el sacerdote Mendoza (Édgar Ramírez) sugiere un enfoque distinto que se anima a dotar de cierta complejidad a los personajes. A fin de cuentas, el filme está basado en un libro que escribió Sarchie a partir de sus investigaciones sobre demonología. Se supone que son hechos reales. También hay un conflicto con la fe que alimenta el escepticismo de Sarchie. Mendoza será el encargado de derrumbarlo. Es, vale apuntarlo, un jesuita muy particular: ex adicto a la heroína, fumador y bebedor empedernido, sin sotana y con pinta de sex symbol. Por algo lo interpreta el venezolano Ramírez, un latin lover tan irresistible como ascendente es su carrera en Hollywood. “Líbranos del mal” pierde consistencia cuando Derrickson apela a lugares comunes (sí, hay una caja de música que funciona sola). También cuando a Mendoza lo asaltan las dudas en pleno exorcismo, a sabiendas de que el demonio de marras es un mentiroso consuetudinario. ¿En qué quedamos? La película está bien contada y algún pasaje no deja de inquietar. El problema es que de a ratos se pone moralista y pretende bajar algunas líneas que, en plena posesión diabólica, quedan flotando como pura retórica. No es lo que fuimos a ver. ¿Habrás más aventuras de la dupla Sarchie-Mendoza? Sospechamos que sí.
Este filme está dentro del grupo de películas de terror clase A, con guiones cuidados, buenas producciones y buenos actores que están saliendo en los últimos años; en la línea de El Conjuro, pero sin la enorme calidad y efectividad de ese filme; aun así un filme que mantiene el suspenso, que asusta en varias ocasiones y que tiene al menos en la primera parte, una mirada un tanto refrescante al tener una estructura policial. Cumple, aunque no con creces. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
“¿Si hay algo extraño, en tu vecindario, a quien llamaras? A los cazafantasmas, ¿Si hay algo extraño, y no se ve bien, a quien llamaras? A los cazafantasmas…” reza la famosísima canción de Ray Parker Jr. en alusión al film de Ivan Reitman. Muchos años después, debería agregársele una estrofa “¿Si alguien actúa y habla raro, escupe, se lastima y blasfema, a quién llamarás? A Scott Derrickson” por lo menos para que tome apuntes para su próxima película. Este joven director, con tan sólo cinco películas, se convirtió en algo así como un referente moderno en films de exorcismos y/o asuntos demoníacos; salvo la faliida remake de El día que la tierra se detuvo, en sus otras cuatro producciones intervienen demonios ancestrales que perturban la vida de ciudadanos apacibles; y viendo los resultados podríamos decir que mal no le ha ido.Basándose, según nos avisa el típico cartelito, en los relatos reales del Oficial Ralph Sarchie, Derrickson mezcla un poco de su filmografía desde Hellraiser: Inferno hasta Sinister para entregarnos un coctel entretenido que no ahorra unos cuantos sustos. Todo comienza en Irak 2010, guerra, y uno soldados de los cuales desconoceremos su futuro. Ya en la actualidad, Sarchie (Eric Bana) recorre las calles del Bronx junto a su compañero Butler (Joel McHale en plan comic relief que funciona de a ratos) buscando sobretodo casos que comprometan a personas al límite, lo que sería la escoria de la sociedad; Sarchie los “huele” con lo que Butler llama su radar. Pero se topan con un caso extraño, una mujer que arroja a su hijo al pozo de un zoológico, y anteriormente un hombre totalmente fuera de sí que ha golpeado a su mujer ¿tendrán ambos casos alguna conexión?. Paralelamente, aparece un policía jesuita Mendoza (Edgar Ramirez) que sigue de cerca el caso de la mujer… el círculo comenzará a cerrarse y Sarchie y Mendoza deberán unirse. Lo primero que uno nota en Líbranos del mal, es cierta idea de querer refrescarnos que todo está basado en hechos reales, no hay found footage, no hay falso documental, ni testimonios a cámara, pero el clima cuidadosamente busca lo verídico; que se note la visión del protagonista como narrador, sin necesidad de voz en off, más aun en los momentos en que lo veremos con su familia. En el medio del policial de barrios bajos y el film de terror, Derrickson se encarga de plagar la escena de los golpes de efecto típicos de todo film de exorcismo, una lengua malintencionada diría que no esquiva ni un solo cliché ¿pero acaso no es eso lo que esperan quienes se adentran en estas películas, que se respete una fórmula que se aplica desde El exorcista hasta ahora?. También nos cruzaremos en la escena con varios sustos falsos, lo cual, como suele suceder en acumulación, terminan jugando en contra ya que dejan de sorprender. Hay guiños, hay un buen soundtrack con canciones de The Doors en una complicidad con el satanismo, buen clima, interpretaciones que si bien no descollan convencen, y un aire de que pudo ser mejor pero funciona. Líbranos del mal no sorprende por su originalidad, se ubica cómodamente en el medio de lo que ya vimos varias veces, aun dentro de la filmografía de un director de quien su nombre ya empieza a sonar como sinónimo.
Y de los exorcismos cinematográficos "Deliver us from evil" es un decepción más en el género de terror. Más allá de que tiene una calidad interpretativa mucho mayor a los últimos bodrios del subgénero de las posesiones que hemos visto en pantalla, su trama cae en muchos lugares comunes y nos termina ofreciendo un entretenimiento que hemos visto hasta el hartazgo más vomitivo, sólo que subiendo un poco el nivel estético e interpretativo de la propuesta. El trailer es engañoso, ya que en ningún momento da a entender que se tratará de otro film más de posesiones demoníacas y exorcismos. Claramente se puede ver que trata de presencias malignas, pero nunca nos muestra ni una sola secuencia del exorcismo. ¿Quizás lo ocultaron a propósito para no dejar en evidencia la falta de creatividad? Yo creo que sí. Por otro lado, repite la fórmula de "película basada en hechos reales" que tanto nos han vendido en los últimos años y le agrega el elemento, supuestamente distintivo, de contar los relatos de un policía de Nueva York, como si eso le fuera a dar un vuelo mayor a la historia. Marketing mal aplicado. Algo que suma a mi decepción, es el hecho de que esté dirigida por Scott Derrickson, quien estuvo a cargo de la muy buena "Sinister" y la exitosa "El exorcismo de Emily Rose", que si bien abordaba la posesión, lo hacía en un marco más original. Acá termina dirigiendo un trabajo que no levanta vuelo, que se queda parado sobre la presencia de Eric Bana ("Munich", "Troya") esperando que éste lo salve del fracaso. Bana hace el esfuerzo y sin duda le sube el nivel, pero no alcanza para entregar algo distinto y de buena calidad. Lo de Edgar Ramirez queda medio flojo, sobre todo cuando le quiere imprimir más misticismo a su personaje hablando en español (?). ¿El problema donde está? Donde se suscita casi siempre, en el guión. Se me ocurre que las historias originales del sargento de la fuerza policíaca de Nueva York deben haber sido terroríficas en su momento y en el contexto laboral, pero llevadas al cine donde hemos visto todo tipo de exorcismos, se quedan cortas y parecen cuentos para niños. Si van a poner exorcismos, muestren algo distinto, que no hayamos visto, que sea inédito. Hacer los mismos rituales de siempre, con las mismas autoflagelaciones, las mismas revelaciones, los mismos resultados... ya cansó. Sólo para aquellos fans acérrimos de las posesiones y el género de terror liviano.
Terror policial. Deliver us from evil es una de esas típicas películas que anuncian estar inspiradas en hechos reales, con todas las libertadas que la palabra “inspirada” permite tomarse. La realidad es que se trata de una historia de ficción con algunos personajes de la vida real y sólo eso, lo que no le quitaría mérito a la propuesta si la misma fuera interesante. La realidad, sin embargo, es que no lo es. Concebido originalmente como un policial, el filme va incluyendo elementos del género terror a medida que avanza la investigación de los hechos, pero nunca con verdadero impacto sobre el espectador. Más allá de una cinematografía correcta y algún que otro personaje prometedor, la película falla por completo en generar cualquiera de los dos, interés por la historia, o simplemente clima de tensión. Deliver us from evil es una propuesta que pretende generar impacto con el vago mensaje de que algunos de sus personajes son reales, pero se olvida de todo lo demás que es importante en el cine. La historia es vaga y carece de desarrollo y profundidad, mientras que los personajes no logran generar empatía en absoluto con la audiencia. Fácilmente olvidable.