¿Qué tanto hubiese favorecido a “Los 33” (USA/Chile/Colombia, 2015) la interpretación de los actores en el propio idioma de los mineros? ¿Por qué siempre que una productora internacional decide tomar un hecho real y filmarlo para globalizar el producto se cuestiona su “habla” y su identidad? Cuando hace años Alan Parker estuvo en Argentina filmando la adaptación del musical Evita, con Madonna y Antonio Banderas, este punto luego fue discutido, también, luego del estreno. Y tampoco se llegó a una conclusión correcta ante la disparidad del producto final. En “Los 33” la realizadora Patricia Riggen desarrolla el guión apoyándose en el libro de uno de los sobrevivientes a una de las tragedias más impactantes de los últimos tiempos del país vecino, y que marcó un punto de inflexión dentro de la presidencia de Sebastián Piñera, quien veía con lejanía el hecho sucedido en la población de Copiapó. Allí, 33 mineros, vieron como su realidad se cambiaba de un momento al otro al quedar atrapados bajo tierra por el desplazamiento del centro de la montaña en la que estaban trabajando hace añares y pese a algunas denuncias previas sobre el estado de las cosas en el lugar de trabajo. “Los 33” toma el hecho como disparador, leve, de algunas historias personales, las de cada uno de los personajes que por más de dos meses estuvieron aguardando la posibilidad de una vía de escape a su presente de encierro, hambre y hacinamiento. La decisión de formar un cast internacional, encabezado por Antonio Banderas (Mario), Juliette Binoche (María, hermana de uno de los mineros), Kate Del Castillo (Katy, mujer de Mario), Mario Casas (Alex), Lou Diamond Phillips (Luis), etc., también habla del producto que desde la primera escena se intenta presentar, un híbrido en el que Binoche vende “empanadas”, Banderas habla en inglés con un tono castizo más pregnante que nunca y el resto de los actores hace lo que puede con la estigmatización de cada uno de los personajes de un guión que mantiene el suspenso como puede ante un hecho tan conocido y viralizado. Porque en “Los 33” el timing, el tono, el ritmo, la puesta, la dirección, es correcta, a la altura de la propuesta y con una tensión increscendo hacia la resolución bien sabida por todos, con el resultado favorable, pero hay algo relacionado al relato de la pobreza del lugar, de cómo se necesita la ayuda de otros países para lograr alcanzar el destino, y , principalmente, sobre la exageración del “folklore” (entendiéndolo en su sentido más amplio y abarcativo, que toma a la cultura de una región o zona y la expone) que termina resintiendo su narración. Hay otros puntos que terminan también golpeando la acción, como la falta de resolución de algunos conflictos centrales (la relación entre María y su hermano Darío, María y su acercamiento al Ministro de Minería, etc.) y la potenciación del surgimiento del líder natural del grupo, Mario, sin siquiera profundizar en las disputas y el infierno que muchas veces han manifestado los 33 que vivieron bajo tierra. “Los 33” es efectista, cae en lugares comunes, desaprovecha la oportunidad que se presenta, y en la negación de la realidad del otro que está contando, pasada por el tamiz norteamericano, es en donde más flaquea, por eso es que luego de su visionado el espectador se preguntará, ¿qué hubiese pasado si este film estuviese protagonizado por estrellas chilenas o más regionales, y hablada en el propio idioma de los mineros? ¿Sería diferente el resultado? El cuento ya está narrado, con sus reglas y en un idioma universalizador.
¡Viven! sin cine. Más allá de las interpretaciones del título de la nota (“vivir sin cine” no sería vivir), éste hace referencia al film ¡Viven!, que en 1993 dirigió Frank Marshall y que vamos a tomar como punto de partida para discutir sobre Los 33, la película coproducida entre Estados Unidos y Chile sobre los treinta y tres mineros chilenos enterrados setenta días en una mina en la ciudad de Copiapó. Dos de las gestas de supervivencia más grandes de las últimas décadas fueron muy cercanas. En 1972 un avión de la Fuerza Aérea uruguaya cayó con un equipo de rugby en la cordillera de Los Andes, justo en el límite entre Chile y Argentina. 16 de ellos regresaron con vida tras soportar 72 días en la montaña. El 5 de agosto de 2010, 33 mineros fueron enterrados a 720 metros de profundidad en la mina San Jose del desierto de Copiapó, y tras setenta días fueron rescatados tras un esfuerzo descomunal de los equipos de rescate. Estas historias suelen tener gran atractivo para el cine. Borges decía que el western había recuperado la épica a través del cine como herramienta, ya que en el siglo XX la literatura era anquilosada. El western como máxima expresión de conquista, así como todos los géneros del cine, aportaron una nueva épica estética, con un lenguaje propio. Y estas historias de supervivencia extrema están pintadas para ser fotografiadas y narradas en pantalla grande. Claro que hay maneras y modos, y en el cine lo único que nos interesa son las formas. Patricia Riggen elige una manera televisiva para narrar Los 33. No construye personajes ni enlaza ideas. Los liderazgos en la resistencia minera, Mario (Antonio Banderas) y Don Lucho (Lou Diamond Phillips), no se construyen mediante ejemplos, no se les da espesor a los personajes más allá de algunas frases que Banderas -una vez más- decide sobreactuar. Riggen descansa en la historia, en lo conocido, en lugar de construir cine. Lejos de Marshall en ¡Viven!, donde Parrado (Ethan Hawke) y Canessa (Josh Hamilton) se iban revelando como líderes con pensamientos opuestos sobre cómo resolver la situación, y llevaban la tensión casi a un duelo personal. Es claro que Frank Marshall entiende el clasicismo (se dio el lujo de incluir humor y aventuras en una película donde hay canibalismo) y que Patricia Riggen nunca pensó en procedimientos clásicos y sí decidió que el espectador conecte la película con su memoria emotiva sobre el hecho y no a través de ingeniar sentido cinematográfico. La subtrama de los familiares luchando por la vida de sus parientes contra la burocracia estatal es débil, sobreexplicada y sonsa. El discurso políticamente correcto de Riggen -en donde en el estado son todos buenos y no hay maldad, solo heroicidad patriótica- te lleva al lugar que te deja cualquier gesta nacionalista: ninguno. Sebastián Piñera (interpretado por Bob Gunton) se recibe de héroe de manera propagandística, sin matices ni ambigüedades. Solo los dueños de la mina, los privados, tienen la culpa de lo sucedido. La película exculpa cualquier tipo de responsabilidad estatal. Los 33 es una película oportunista, televisiva y que no le aporta nada al género. Solo busca hurgar en la memoria y relacionar con la noticia, pero sin lograr valor agregado a la maquinaria cinematográfica.
Rescate emotivo La historia de los mineros de Atacama es bastante más digna de lo que podía preverse, pero menos genuina (chilena) de lo deseable. La ya muy remanida figura del vaso medio lleno o medio vacío sirve, sin embargo, para analizar los pros y los contras de Los 33, una película que se ubica lejos de lo que desearíamos (una mirada 100% chilena concretada por talentos locales), pero -por suerte- también de lo que tanto temíamos (exotismo y pintoresquismo for export). Dirigida por una realizadora mexicana sin grandes antecedentes, hablada en inglés, rodada en parte en Colombia, producida en una buena proporción por capitales estadounidenses y protagonizada por un elenco multinacional, podía esperarse lo peor de Los 33. En ese sentido, hay que decir que resultó una película bastante digna. También es cierto que no tiene demasiado riesgo y que no difiere demasiado de lo que cualquier telefilm sobre el tema podría haber mostrado. En una de las primeras escenas vemos a Juliette Binoche vendiendo empanadas de pino y tememos lo peor ¿Por qué una notable actriz francesa se presta a una escena así? Luego veremos que ella es María Segovia, conocida como “la alcaldesa del campamento Esperanza” y una de las protagonistas “emocionales” del film junto con el brasileño Rodrigo Santoro, que interpreta al ministro de Minería Laurence Golborne. Mucho se ha hablado de que la película -coproducida por Carlos Eugenio Lavín, procesado por corrupción y fraude tributario por el caso Penta- es una “excusa” para el relanzamiento político del ex presidente Sebastián Piñera, pero en verdad su figura (encarnada en la ficción por Bob Gunton) no tiene demasiado vuelo. En todo caso, el gran beneficiario político podría ser Golborne, que sí es uno de los “héroes” del film. No tiene demasiado sentido volver sobre la historia de Los 33 mineros de Atacama porque la misma fue contada una y mil veces y su rescate, transmitido en vivo por todos los canales del planeta. El film reconstruye (muy bien) el derrumbe de la vieja mina de oro y cobre de San José en Copiapó en agosto del 2010 para luego concentrarse en la supervivencia en condiciones infrahumanas a más de 700 metros de profundidad y el “cinematográfico” rescate ocurrido 69 días después. Los que sostienen el relato son actores extranjeros. No sólo por los citados Santoro y Binoche sino también porque el líder “Súper Mario” Sepúlveda está a cargo de Antonio Banderas; Luis Urzúa, de Lou Diamond Phillips; y Alex Vega, de Mario Casas. Y el ingeniero André Sougarret -responsable de la parte técnica del rescate- está interpretado por el siempre noble Gabriel Byrne. Ninguno de ellos construye la actuación de sus vidas, pero -otra vez- la melange no es lo ridícula que podía esperarse. A esos papeles hay que sumarles los cameos de Mario “Don Francisco” Kreutzberger y Leonardo Farkas, entre otros. La dirección de Patricia Riggen (La misma luna, Girl in Progress), correcta más por lo que evita que por lo que hace, la cuidada fotografía del peruano Checco Varese (marido de la realizadora y DF de El aura) y hasta la música del fallecido James Horner (con toques latinoamericanistas que se mezclan con temas clásicos como Gracias a la vida) conforman un largometraje prolijo, simple y, a su manera, eficaz ¿Que la historia daba para mucho más? Es cierto, como también que Los 33 es un film efímero y superficial. Pero ante la catástrofe que se preanunciaba termina siendo incluso una pequeña sorpresa.
Peor imposible Desde su primera escena uno puede reconocer en Los 33 (The 33, 2015), una especie de pastiche cinematográfico con una mirada sesgada sobre los hechos y con el claro propósito de la construcción heroica de la presidencia de Piñera. La historia es bien conocida por todos debido al impacto mediático que tuvo en su momento. 33 mineros quedan atrapados en una mina en el desierto de Atacama tras un derrumbe ocurrido el 5 de agosto de 2010. Luego de dos meses de incertidumbre logran rescatar a todos con vida. La película relata el periplo vivido por los mineros y como se dieron las tareas rescatistas impulsadas por el Ministro de Minería. Con un elenco heterogéneo y multinacional compuesto por cuanta estrella latina tiene peso en Hollywood (Antonio Banderas, Rodrigo Santoro, Cote de Pablo, Adriana Barraza, Mario Casas, Kate del Castillo) sumando algún que otro anglosajón (Juliette Binoche, James Brolin, Lou Diamond Phillips, Gabriel Byrne), Los 33 es un engendro desde el casting. Pero este pasa a ser un problema menor cuando uno debe enfrentarse a la visión que la película ofrece de la región chilena donde suceden los hechos, presentada como si estuvieran en México (aunque fue filmada en Colombia), que no es otro que el país de origen de Patricia Riggen, perfecta elección de una directora mediocre para un film oportunista. Con la estructura de un culebrón (¿mexicano?), Los 33 tiene un solo objetivo que no es otro que la construcción del héroe. Pero no la de los mineros, sino la de figuras políticas como el Ministro de Minería, Golborne, y el propio Sebastián Piñera, a los que la situación no les habría podido venir mejor. La película deja en claro que fue su decisión política la que salvo a los mineros de morir aplastados. Hay una clara intensión publicitaria de ensalzar la figura de Piñera y elevarlo a un rango heroico por sobre la de los mineros, más allá que por momentos intenta colocarlo en otro lujar o mostrarlo oportunista. Basta con prestar atención desde que lugar lo toma la cámara y en cuales momentos aparece para que su imagen quede por la del encima del resto. Es claro que la película es parte de una campaña publicitaria en posicionarlo para las próximas elecciones presidenciales chilenas. Pero Los 33 no solo omite detalles como los verdaderos nombres de los empresarios, tergiversa algunos hechos, manipula situaciones políticas conflictivas, es xenófoba (el lugar en el que se ubica al boliviano es lamentable) y machista (las mujeres parecen todas tontas), pero además tiene problemas formales y narrativos al no haberle podido encontrar una vuelta de tuerca a una historia, con un desenlace conocido por todos, para que sea atractiva y genere suspenso. Todos saben el final de Titanic (1997) o como terminaron los Puccio, pero tanto James Cameron como Pablo Trapero en El Clan (2015) enriquecieron ambas realidades con otros elementos generadores de intriga. Algo que en Los 33 no ocurre y donde lo previsible hace que las dos horas de metraje se vuelvan soporíferas. La música de James Horner no solo es insoportable sino que de influencias chilenas tiene poco y nada. Que la película esté hablada en inglés no molesta tanto como todo lo demás. Lo que si resulta insostenible es el mensaje que quiere dejar. Y por sobre todas las cosas no ser honesta en su finalidad: ser parte del reposicionamiento político de la derecha chilena con Sebastián Piñera como su principal figura.
Mario trabaja en la empresa minera San José, que está explotando una excavación en Copiapó, cerca del desierto de Atacama. Lo que parece un día más de duro trabajo, termina en una odisea cuando la mina colapsa y deja atrapados a treinta y tres obreros a mas de quinientos metros bajo tierra. Ahora quedará en las autoridades del gobierno rescatar a los mineros, mientras estos luchan por subsistir con los escasos recursos que tienen. Estamos ante la adaptación norteamericana del libro escrito por el guatemalteco Héctor Tobar, quien hizo una investigación de tres años y se entrevistó con varios de los involucrados en este incidente ultra conocido por todos. Sinceramente no leí el libro, pero quiero creer que el film que tenemos en frente lo adaptó mal, porque sino no se entiende como llegó a ser best seller. Los 33 El error garrafal que tiene esta película es el elenco armado para llevar la historia de Los 33 a la gran pantalla. Con repasar un par de nombres, veremos una mezcla bastante incoherente de actores españoles, norteamericanos, un brasilero e incluso UNA FRANCESA; en lugar de usar intérpretes chilenos, o al menos de Sudamérica. Y digo que esto tira la película totalmente abajo porque cuesta compenetrarse en una historia (que además ya conocemos) cuando por un lado tenemos a Antonio Banderas intentando hablar en inglés medio latino sabiendo pronunciar bien las palabras en castellano; pero a la vez actores de la trayectoria de Bob Gunton hablando en “espanglish” y no pudiendo pronunciar palabras en castellano debido a su poco léxico en español. De todas formas, si uno hace el esfuerzo de dejar estos desfases de lado, a nivel actoral se puede rescatar a algunos intérpretes, caso la siempre rendidora Juliette Binoche (aunque la ropa que usa durante gran parte del metraje no la ayuda) y a Lou Diamond Phillips como el capataz Lucho. Pero la película no sólo no se sostiene por la desafortunada e inverosímil selección para el elenco principal, sino que también la trama en sí tampoco engancha. Obviamente veremos lugares comunes, escenas que rozan el golpe bajo para conmover al espectador, el político honesto que quiere hacer las cosas bien, el que es medio “chantún” y se quiere sacar el problema de encima o se colgará del rescate atribuyéndoselo como una victoria personal. Y todo esto lo veremos en la superficie, sacándoles tiempo a los verdaderos protagonistas de la película, que obviamente son Los 33. Pero cuando la acción pasa a los mineros, la cosa tampoco cambia demasiado. Temas que seguramente tocaron estando literalmente enterrados vivos, como ser el canibalismo o el egoísmo personal antes del bienestar grupal; y que acá son tocados muy por encima, con nada más que una línea de diálogo y ya, desperdiciando situaciones que realmente podrían haber mostrado el heroísmo de alguno de los involucrados, pero que todo se limita en un “fan service” para el personaje de Antonio Banderas. Los 33 33-DK_00608.CR2 Los 33 seguramente funcione en Estados Unidos y el mercado fuera de Latinoamérica, en especial por el reparto plagado de caras conocidas que tiene y porque la historia no les fue tan cercana en el momento que ocurrió (recordemos que sólo pasaron cinco años). Pero para los espectadores provenientes de países limítrofes a Chile, la película estoy casi seguro que no generará demasiado interés. Ya sea por la cercanía en el tiempo o porque vivimos el día a día (quien les escribe es de Argentina) con las noticias de los mineros, o simplemente porque nos es irreal ver a una francesa hablando forzado el acento como latinoamericana. Los 33 debería pasar sin pena ni gloria por los cines, porque poco tiene para ofrecer.
Un rescate milagroso narrado con los requisitos de las coproducciones Estructurada en los días en que los 33 mineros de Copiapó estuvieron atrapados a la espera de su rescate, la película aprovecha al comienzo los resortes del cine catástrofe mezclados con el drama personal y el suspenso. El film tiene puntos flojos y buenos momentos. La directora mexicana Patricia Riggen -La misma luna- fue la encargada de trasladar a la pantalla grande esta historia real ocurrida en el 2010 y que mantuvo en vilo al mundo entero hasta su feliz desenlace. Este film es una coproducción entre Estados Unidos, Chile y Colombia, lo que a priori tiene sus exigencias en cuanto a la manera de contar la historia y en idioma inglés, separando al público de la autenticidad que exigía el relato. Estructurada en los días en que los 33 mineros de Copiapó estuvieron atrapados a la espera de su rescate, la película aprovecha al comienzo los resortes del cine catástrofe mezclados con el drama personal y el suspenso, y es fiel a los hechos ocurridos hace cinco años. La acción del film pivotea entre la oscuridad del refugio donde la supervivencia y la falta de alimentos genera tensión entre las víctimas y la bulliciosa espera de los familiares en la superficie. Resulta extraña la mezcla de actores de tantas nacionalidades: Juliette Binoche vende empanadas y espera el regreso de su hermano; Bob Gunton es el Presidente chileno Sebastián Piñera; Rodrigo Santoro da vida al Ministro de Minería y Lou Diamond Phillips es Don Lucho, el jefe de los infortunados. En el medio Antonio Banderas, convertido en Mario Sepúlveda, es el líder de "los 33", quien administra el alimento y trata a toda costa de mantener el equilibrio y la esperanza del grupo. La irrupción del taladro en esa trampa mortal encuentra un buen momento de tensión y la realizadora elige el tono festivo y onírico para una cena imaginaria que tienen los mineros con cada uno de sus afectos. El alcohólico y desesperanzado, el chico boliviano que tiene su primer día de trabajo, el hombre al que esperan su amante y su mujer -Adriana Barraza-, que de no haber sido cierto sería inverosímil, son algunos de los estereotipos sobre los que se construye una historia que apela a la emoción. La música del desaparecido James Horner se mezcla con ritmos folklóricos y cantos populares en esta película que tiene lo mejor y lo más flojo del género pero que sostiene el interés a lo largo de casi dos horas. En el final se verá a los verdaderos protagonistas de la historia.
No son buenas Estamos ante un filme con actores españoles, mexicanos, brasileños y franceses que hacen de chilenos, pero que hablan en inglés. Es decir, todo muy latino pero a la hora de hablar se usa el lenguaje del patrón. Esto es un inconveniente enorme al momento de adentrarse en el relato, se dificulta aceptar el verosímil planteado desde la geografía del desierto de Atacama, con personajes bien chilenos, y también un boliviano, todos hablando en inglés. Sencillamente se rompe algo fundamental, lo que tiene que ver con la cultura propia, algo claramente despreciado por la producción de esta película, tal como históricamente ha hecho Hollywood. La escena en la que se presenta a la francesa Juliette Binoche es tan ridícula que se nos hizo imposible no reir a coro en la privada de prensa. Binoche, tan francesa ella, disfrazada de vendedora de empanadas caminando por las calles de Copiapó al grito de "empanadas, empanadas!", en un acento más que dudoso, dice todo respecto a lo expuesto en el párrafo anterior. Bien, como sabrá toda persona que no haya vivido en un subte durante los últimos años, en el año 2010 un grupo de mineros chilenos quedó atrapado a 700 metros bajo tierra. Sin víveres suficientes, y a fuerza de fé y unidad, los trabajadores lograron sobrevivir 69 días, el tiempo que los equipos de rescate tardaron en llegar con enormes máquinas perforadoras haste el refugio donde estaban los 33 hombres. La directora mexicana Patricia Riggen procura marcar el contraste entre la profundidad donde sobreviven los hombres, y la superficie donde sus mujeres, madres y hermanas acampan a la espera de alguna novedad. Con la esperanza como un hilo invisible que une un extremo con el otro, Riggen logra algunos buenos y emotivos momentos a pesar de la mamarrachesca decisión idiomática. Apenas una líneas antes de comenzar la película hacen saber al espectador que son muchos los mineros que mueren por año alrededor del mundo, debido a la pésimas condiciones de seguridad en las que trabajan, algo que en el caso puntual de esta película apenas de muestra, al pasar. No hay subrayado alguno sobre la corrupción ni sobre la impiedad que las compañías mineras tienen sobre estos hombres a los que consideran descartables. La directora eligió otro rumbo. Vale destacar las labores del español Mario Casas ("Las Brujas de Zugarramurdi"), el filipino Lou Diamond Phillips ("La Bamba") y la mexicana Cote de Pablo. Antonio Banderas, por su parte, ejerce su conocido y eficaz repertorio, válido para un filme en el que debe ser un líder en condiciones difíciles. Es el veterano Don Francisco el que completa la paradoja;. un veterano conductor chileno que migró a Miami donde hizo su mayor éxito televisivo. En el filme, Don Francisco es el único que no habla en inglés. Impuso su chileno nativo y debieron subtitularlo.
La historia de los mineros que concentraron la atención mundial, inevitablemente terminó en película. Pero no chilena, directora mexicana, actores de todas las nacionalidades y una sospecha de tono teleteatrero que parece inevitable por momentos. Pero hay que reconocer que la película tiene buenos momentos de emotividad, en los que se lucen algunos actores, y escenas obvias. Hay una cuidada imagen, se sigue de largo la utilización política que hubo, pero en el balance no deja de ser digna.
Mucho más pequeña que la realidad La producción hollywoodense del padecer y el rescate de los 33 mineros chilenos que estuvieron 69 días bajo tierra apenas parece una pálida ilustración de los hechos reales. Los 33 era película desde el momento en el cual los 33 mineros fueron rescatados en Chile. Con esa inocencia propia de los que no saben de cine, muchos decían ¡Esto es para una película! Y con el ojo puesto en la repercusión mundial del caso otros creyeron que tal vez podían tener en sus manos un éxito comercial asegurado. Es posible que ninguna de las dos cosas haya sido realmente una buena idea. No todo es soplar y hacer botellas en el mundo de las películas basadas en hechos reales. Pero es que en aquel momento los más de dos meses que ellos pasaron a más de 700 mts. bajo tierra eran una historia que mantuvo en vilo al planeta y el rescate fue récord de audiencia. Las producciones alrededor de este evento se aceleraron y en el mismo 2010 se realizó el primer film. Para llegar a esta nueva película hubo que esperar más, pero la espera no valió la pena, porque no hay nada en la película que pueda compararse con la grandeza de la historia en la que se inspira. No es lo más importante, y no debería distraernos, el inglés raro que el elenco internacional utiliza. Siendo una producción que quiere venderse en todo el mundo no es raro que se elija ese idioma. Esto genera un ilimitado número de matices, ya que para muchos o el castellano o el inglés no es su idioma original, y todo se mezcla un poco. Pero lo que parecía una historia imposible de arruinar, era obvio que si la producción no buscaba una vuelta de tuerca, podía transformarse en la pálida ilustración de una historia verdadera. Antonio Banderas pone emoción, como casi siempre, en exceso, pero pone pasión. Juliette Binoche es la más perjudicada en su afán de hacer un papel que no tiene nada que ver con ella y que termina causando más sonrisas que emociones por lo mal elegida –a último momento, además- en el casting. Como en los telefilms, la posibilidad de emoción depende exclusivamente de un esfuerzo por parte de los espectadores, que deberán pasar por alto los lugares comunes y los momentos un poco cursis de poesía cinematográfica. No hay que condenar tampoco las libertades que se toma el guión ni las simplificaciones, esto era inevitable. La historia de los 33 mineros creo que por ahora es mejor material para un documental que para un film de ficción. Y si en algún momento llega a ser una buena película de ficción, dependerá exclusivamente de que alguien logre darle vuelo cinematográfico.
Doloroso despilfarro de una gran historia Dos horas de un doloroso despilfarro de un material de base extraordinario: la historia de los 33 mineros atrapados más de dos meses 700 metros bajo la tierra en la mina de San José en Copiapó, Atacama, Chile, que en 2010 conmovió al mundo. Los 33, la película dirigida por la mexicana Patricia Riggen, es uno de esos productos ridículos que cuesta entender cómo han logrado atravesar los múltiples controles de calidad que suele tener Hollywood, incluso para estos cruces latinoamericanos. Actores y actrices multinacionales hablan un inglés deficiente en diversos grados (para "dar" latinos), Juliette Binoche hace de vendedora de empanadas y nos prodiga un cocoliche con terminología chilena para describir el relleno, de repente una actriz canta en castellano. Pero ésos y otros son problemas menores, convenciones y hasta torpezas que podrían pasarse por alto. El problema basal de este film es su incapacidad para narrar, su imposibilidad de armar secuencias que tengan tensión interna, que acierten en el tono, que no abusen de modos de telenovelas vetustas. Si había una posible línea argumental sobre la camaradería entre los políticos y los excavadores del afuera se da por sentada, no se construye y queda una pura carcasa, actores actuando la camaradería, pero sin sustento en los personajes. Si había posibles situaciones de tensión entre los mineros, lo que vemos y oímos es básico y anodino. El minero principal es interpretado por Antonio Banderas, quien puede ser un intérprete temible, y que aquí aterra en su descontrol gestual y de tonos al borde de la autoparodia. La película cuenta con música de James Horner, que supo musicalizar con gloria Titanic. Por su parte, la fotografía es de Checco Varese, el mismo de El aura. Pero aquí no están ni James Cameron ni Fabián Bielinsky en la dirección y nadie brilla, nada se potencia. Riggen rejunta, pegotea, se dedica a mostrar al presidente -Piñera, interpretado por Bob Gunton- incluso antes de contarnos cómo les llegará la comida a los mineros: venía contando el hambre y pone eso en pausa para un momento de evidente propaganda. Este abandono de la escasa tensión narrativa conseguida se da porque Riggen y su equipo parecen no confiar en el cine, sino en la mera ilustración audiovisual artera y chapucera. Que a pesar de todo esto sobre el final haya algún rastro de emoción no es responsabilidad de este film, sino de la magnífica historia real. Da ganas de imaginar cómo habría sido el relato en manos de alguien como Frank Marshall, que en ¡Viven! supo muy bien cómo narrar otra historia real increíble, ubicada en la cordillera de los Andes.
Los 33 es el retrato Hollywoodense del milagro en la mina de Copiapo, Chile, en donde un grupo de mineros logró sobrevivir y ser rescatados tras meses sepultados cientos de metros bajo tierra. El elenco internacional, encabezado por Antonio Banderas, Juliette Binoche, Rodrigo Santoro y Lou Diamond Phillips, entre muchos otros, no parece encajar con una historia netamente sudamericana. Escuchar al elenco decir sus párrafos en ingles resulta difícil de digerir. Probablemente las versiones dobladas al castellano funcionen mejor. Si dejamos de lado este detalle, no menor, la película esta lograda, estéticamente es impecable, el desarrollo del argumento es firme y contiene momentos de emoción profunda. Una historia de superación, de la hermandad ent los hombres que calara fondo en el corazón de los espectadores.
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Recuerdo cuando ocurrió la gran aventura de los mineros que ya se hablaba de que iban a hacer películas al respecto, jamás pensé que la primera sobre el tema pudiera ser tan mala. Sé que suena categórico pero no hay otra manera de describirla. Cada uno de sus elementos están mal planteados, desde el enfoque, los diálogos, la dirección y las actuaciones. En la primera escena vemos a quien es tal vez la actriz europea más emblemática de la actualidad, Juliette Binoche, vestida de coya vendiendo empanadas. Ahí es cuando el verosímil se va al demonio y esto sucede en el minuto uno. Si bien es verdad que a lo largo de la historia del cine se han hecho películas basadas en hechos reales cuyos diálogos fueron adaptados al inglés por tratarse de una película de Estados Unidos, en este caso en particular desconcierta un poco. Un factor que se repite a lo largo de la cinta en varios detalles tales como noticieros con graphs en español y periodistas hablando en inglés, gente con pancartas en español y gritando en ingles o diálogos enteros en inglés que mechan frases chilenas (mal pronunciadas). Sin embargo esto puede resultar un detalle para muchos y no molestar. El problema de la película no radica ahí sino en su enfoque. Primero y principal se trata de una historia muy reciente y muy conocida, motivo por el cual todos saben su final. Todos sabemos que los 33 mineros sobrevivieron. Eso le resta muchísimo porque no se puede crear suspenso ni siquiera en las escenas de derrumbes. No hay tensión al saber que el peligro pasó sin mayores consecuencias. Por ello se torna más interesante ver la historia de afuera, la de los familiares y los políticos. Pero lamentablemente no se ahonda mucho y apenas se toca la superficie del gran conflicto que tuvo en ese momento la administración de Piñera con la minería. El trabajo de la directora Patricia Riggen es mediocre, no logra crear ni tensión y utiliza recursos burdos y todos los clichés del mundo para que el espectador conecte con la historia y no solo no lo logra sino que hasta hay una escena onírica totalmente ridícula. ¿Y ese gran elenco? La respuesta no es fácil porque el cast es muy bueno pero individualmente, el ensamble de personalidades de diferentes naciones no funcionó. Muchos parecen que están en otra película. Banderas está bien, pero no deja de ser Banderas y a Binoche no se le cree nada. El que zafa con dignidad es Rodrigo Santoro en muy buena dupla con Gabriel Byrne, lo mejor de la película sin dudas. Golpes bajos que no funcionan y sentimientos de esperanza que no pueden transmitirse enmarcan una historia que no logra llegar porque su noticia y popularidad es su mayor enemigo. Los 33 es un drama mal logrado que solo puede encontrar eco y resonancia en el pueblo chileno. Una magnífica y apasionante historia convertida en una mediocre película.
Expectativa por ver "Los 33", al menos yo, la tenía... Luego de verla, se me borró toda emoción que podría haber tenido al salir de la proyección. Una película que transcurre en Chile y que en sus dos primeros minutos abre con un grito de una mujer diciendo "empanadas, empanadas" y seguido a eso, el diálogo continua en inglés, con una Juliette Binoche (actriz francesa hermosa y super talentosa) que entra a plano casi vestida de coya... a ver, seamos sinceros, empezamos un poco raros. Sí sí, lo dije antes, todo transcurre en un Chile hablado en ingles, cuando el elenco es absolutamente tooodo latino (salvo algunos). Lo interesante de la peli es que todo lo que sucede en la superficie es mucho más atractivo que lo que pasa en el interior de la mina, igualmente el trayecto es super tedioso y aburrido. A mi parecer le faltó un poco más de los problemas políticos, que casi ni se tocan. "Los 33" es una historia que todos conocemos, pero que cinematográficamente no aporta nada y que hace que uno se desconecte todo el tiempo... ¿Por qué una persona, viviendo en Chile, que está leyendo un diario "en español" va a comentarle a sus compañeros el título de una nota (que la directora muestra en primer plano) en inglés? En fin, todo eso pasa en "Los 33", que en mi mundo de pelis, ya me olvidé que la vi.
Vivir para contarlo, según Hollywood Un grupo de mineros chilenos sepultados a 700 metros de profundidad, una historia de sobrevivencia en condiciones extremas, solidaridad interna en el grupo, esfuerzos de rescate desde el exterior, final feliz. La Meca del Cine no se rinde. Cuando en agosto de 2010 los treinta y tres mineros atrapados en una mina del norte chileno salieron a la superficie con vida, tras setenta días de angustia, el mundo supo que más tarde o más temprano Hollywood filmaría esa odisea. La historia parecía escrita, en verdad, por algún guionista de aquellas colinas. Un grupo de hombres comunes, un accidente más grande que la vida (herméticamente sellados, a 700 metros de profundidad), una historia de sobrevivencia en condiciones extremas, solidaridad interna en el grupo, esfuerzos de rescate desde el exterior, final feliz. Pues bien, aquí está la película. La novedad es en tal caso que, más allá de que no falte algún consabido roce con el ridículo –como cada vez que la Meca del Cine invade Latinoamérica–, Los 33 confirma (ya había pasado con Viven, sobre la tragedia de los Andes) que las historias de sobrevivencia basadas en casos reales nunca le sientan del todo mal al cine estadounidense.Desde ya que se requiere hacer la vista gorda ante unos cuantos detalles. Uno de los mineros anónimos tiene el rostro y el gesto fiero del muy poco anónimo Antonio Banderas. Los mineros hablan en inglés (¡en algún caso, como en el de Banderas, sobreactuando acento “latino”!). Juliette Binoche hace de vendedora de empanadas (¡!). Superados esos escollos, así como la llamativa solidaridad y bondad a toda prueba del ministro de Minería, que es amigo del productor de la película (ver más abajo), el corazón del relato funciona. Identificados un puñado de mineros de acuerdo con ciertas funciones básicas (el capataz algo concesivo de Lou Diamond Philips, el veterano en su última misión, un fan de Elvis y un bígamo que aportan color, un alcohólico que cubre la cuota de “drama personal”, un boliviano que será objeto de dosis “tolerables” de racismo y, claro, el líder “con huevos” de Banderas), la realizadora mexicana Patricia Riggen narra el adentro con tensión sostenida, sin desbordes ni distracciones.Afuera, mientras tanto, el ministro bueno –que en 2013 sería precandidato presidencial por el oficialismo– y un ingeniero especializado en minas (el dublinés Gabriel Byrne) se ponen al frente de las obras de rescate (que incluyen la famosa cápsula-ascensor), vigilados, en el campamento Esperanza, por mujeres bravas (una Binoche sobreintensificada baja la guardia, ay, ante el ministro de Minas, interpretado por el apuesto Rodrigo Santoro) y con el presidente Piñera (el notable secundario Bob Gunton, especializado en villanos) manejando la exposición mediática, tema que a la película parece interesarle poco y nada. Coproducida por el empresario chileno Carlos Lavín –actualmente en prisión preventiva, por aportes irregulares realizados al propio Golborne durante la última campaña presidencial–, la responsabilidad empresaria en el accidente queda insinuada apenas de refilón (el más guacho es el encargado de la mina; los dueños no aparecen), completando el cuadro de indulgencia y/o glorificación para con los poderes fácticos. Pero bueno, nadie dijo que ésta no fuera una típica película de Hollywood. Típica pero –con todas las salvedades expresadas– eficaz. Lo cual en estos tiempos no es cosa de todos los días.
Hollywood glamorizes saga of Chilean miners in sanitized version which doesn’t ring true On August 5, 2010, the San José copper-gold mine partly collapsed in Chile’s northern Atacama Desert and left 33 miners trapped 700 metres underground for 69 days. For a story that captivated the whole world, the Hollywood film didn’t bother with real flesh-and-blood characters here. What you have, instead, are heroic figures who only occasionally weaken; families and relatives who are nothing but sketchy figures with no personal traits of any kind; and one-dimensional public officials who have incredible willpower and strength. Several unsuccessful rescue efforts followed until on the 17th day rescuers found a note attached on a drill head that had reached the depths of the mine, which read: “The 33 of us in the shelter are well”. So the Chilean administration implemented a US$20-million large scale plan which included international drilling rig teams and the know-how of NASA to rescue the miners. After 69 days, the 33 men were brought to the surface safely on 13 October 2010 with a TV and internet audience of over one billion viewers worldwide. Those were the facts the world learned about then. But then other facts stained such a triumph. For starters, a further investigation into the Copiapó mining accident said that the owners of the obsolete mine shouldn’t be criminally charged, and so Alejandro Bohn and Marcelo Kemeny were never put on trial. Needless to say, that ruling met public criticism. “Most mine owners are afraid to hire us because they think that if there’s ever a problem everyone will immediately find out about it since we get a lot press. We’re well known,” Omar Reygadas, one one of the 33 miners, told reporters. Of course they are well known. They were the stuff media operations are made of back then and now they are the protagonists of Los 33 (The 33), a movie version of their story, or better said a romanticized Hollywood tale directed by Mexican Patricia Riggen and starring Antonio Banderas, Juliette Binoche, Gabriel Byrne, Rodrigo Santoro and James Brolin. And Los 33 also comes with its own share of controversy. Because while still trapped in the mine, the 33 miners had collectively signed a contract with Héctor Tobar, a Pulitzer Prize winning writer at the Los Angeles Times, to write an authorized version of their story. That, and the movie. But according to miner Víctor Zamora, they were cheated because the lawyers pressed them to sign the contracts to waive the rights to their story to make a movie right after they left the mine while being heavily medicated and not fully aware of what they were agreeing to. Six other miners also said they didn’t understand what the contracts meant. Another case of censorship took place with film critic Leopoldo Muñoz, who on August 6 quit his position as leading film critic of the daily Las Últimas Noticias because his editors published his film review of Los 33 with his by line, but also with changes he was unaware of. According to Muñoz, Los 33 is a propaganda vehicle connected with former president Sebastián Piñera, and he also stressed the role of the main local producer of the film, businessman Carlos Eugenio Lavín, who’s currently accused of having illegally financed the candidacies of several politicians during the last presidential elections in Chile. So there you have a nice social and political backdrop. Of course, the movie only comprises the story of the mining accident and nothing but. As such, it basically tells three stories at once: that of the miners trapped in the mine, that of their loved ones in the makeshift camp by the mine, and that of the public officials in charge of the rescue. Most of the screen time goes to the miners, then to the rescuers, and last to the families. And all three stories run into the same huge, unsolvable problems. Not a single character is developed in a realistic vein, not a single line of dialogue comes across as something you’d hear out of any of these individual’s lips in this angst-ridden context, and not a single performance feels real. So you have an obstacle twice the size of the megatonne boulder beneath which the miners are buried alive — which, in turn, is twice the size of the Empire State Building. Los 33 was shot in real working mines in Colombia and Chile, and you’d think that being trapped in a mine would make you feel claustrophobic, but that doesn’t happen here either. It’s as if you were inside any somewhat small space, but not particularly trapped, not particularly fearful, and definitely not particularly dangerous. Come to think of it, maybe the idea was not to make viewers feel fear, which would explain the meaning of the moronic scene of the last supper where the miners imagine their loved ones coming with fresh meals to comfort them. Maybe viewers are not meant to be anguished. It’s very clear that, in stark contrast with reality, Los 33 is a naïve, romanticized Hollywood version of a traumatic event that on the big screen is simplified and sanitized. It’s very clear too that there’s a notion of a country to be hammered into viewers’ heads: Chile as a brave warrior that won’t succumb to any tragedy, an administration that will do the right thing, and miners who will be free and happy at last — as the images of the smiling real life miners in the ending intend to prove. That would explain the abuse of the incidental music, the vignettes of the campers who never give up hope — a relative at the camp Esperanza (Hope) singing Gracias a la vida, que me ha dado tanto (I give thanks to life, which has given me so much), seems a bit of an excess, the miners who may at times confront one another but soon enough are the best of friends again, the lack of genuine dramatic situations, of pain, of a feeling of impending doom. And, of course, there are also the clichés of what Latin Americans are like, but don’t get me started on that. You’d expect all of this coming from Hollywood. But you’d expect in the shape of a great epic, a monumental ordeal, a tale of huge proportions, if you will. With splendour, out-of-this-world visual effects, a majestic and larger than life mise-en-scene. It has none of that. Los 33 doesn’t even get close to be a great Hollywood epic. And it’s certainly not a realistic drama. It rings too false. Production notes Los 33 (Chile/US, 2015). Directed by Patricia Riggen. Based on the novel Deep Down Dark, by Héctor Tobar. Written by Mikko Alanne, Michael Thomas, Craig Borten, José Rivera. With Antonio Banderas, Juliette Binoche, Gabriel Byrne, Rodrigo Santoro, James Brolin, Bob Gunton. Cinematography: Checco Varese. Editing: Michael Tronick. Running time: 122 minutes.
Hollywood malogra la odisea de “Los 33” Treinta y tres fueron los Orientales, 11 de los cuales nacieron de este lado del Plata. Treinta y tres los cantos del "Martín Fierro", "que es la mesma edad de Cristo". Treinta y tres, un grito de gloria en el juego del truco. Treinta y tres, los mineros que lograron sobrevivir 69 días en un refugio a 720 metros de la superficie, y salieron gracias a un formidable trabajo de rescate. Treinta y tres, la edad de la mexicana Patricia Riggen cuando debutó en el cine con un corto bastante atendible. Poco después hizo su mejor largo, "La misma luna": un niño en México, su madre en EE.UU., y el desafío del viaje, como "De los Apeninos a los Andes" en versión actual. Ahora, pobre Riggen, frente mismo a los Andes, todos se la agarran con ella. Entretenida, pero de emoción limitada, elaboración básica y condimentos involuntariamente risibles, esta versión hollywoodense del maravilloso episodio de los mineros lleva su firma como directora. Pero hay que repartir bien las culpas. El guión no es suyo, sino de cuatro tipos que hasta ahora nunca se destacaron por escribir maravillas. Tampoco es culpa de la directora, sino de los productores, la elección de los intérpretes, salvo quizá Kate del Castillo, actriz de "La misma luna", que acá hace de embarazada. Con eso vaya y pase, pero ¿quién puede creer, por ejemplo, que Juliette Binoche sea una vendedora chilena de empanadas? Tampoco fue ella quien impuso una versión con los actores hablando un inglés de pretendida entonación chilena, y una versión doblada al castellano tan mala que terminamos prefiriendo la versión en inglés. Es una convención. En Chile el público se rió de sólo escucharlos, acá también nos reímos, pero en el resto del mundo eso pasa inadvertido. Lo mismo, la participación como productor ejecutivo del empresario chileno Carlos Eugenio Lavin. Él financió la carrera política de Laurence Golborne, el entonces ministro de Minería, que acá aparece como el héroe del rescate. ¿Pero qué culpa tiene, si en ese aspecto el ministro realmente se portó como un héroe? Resumiendo: con el guión, las pautas de producción y el elenco variopinto que le dieron, y su falta de experiencia en esa clase de películas, Riggen hizo lo que pudo. Culpas tiene: haber aceptado el trabajo, y, más que nada, haber dejado que Antonio Banderas sobreactúe a lo loco en el papel del líder minero Mario Sepúlveda. El único que puede estar contento con la elección de Banderas es el propio Sepúlveda, un hombre más bien petiso y gordito. Así es Hollywood, y no hay reclamo.
Desgraciados “Estamos bien en el refugio los 33”, mostró sonriente el presidente Sebastián Piñera mientras fotografiaban un deteriorado papel y las imágenes comenzaban a transmitirse en directo en medio de un despliegue mediático colosal. El derrumbe en la mina San José comenzaba a convertirse de tragedia a epopeya en el seno del gobierno chileno, algunos ya empezaron ahí mismo a hablar de una historia cinematográfica sin importarles realmente mucho el destino de los trabajadores que recién pudieron reencontrarse con sus familias después de dos meses. Llegó a Hollywood, el gestor fue Mike Medavoy (productor de El cisne negro y Robocop, entre otras) que vivió un decenio en Chile y conoció a los damnificados, aunque quedó encallado en la vacuidad. En sintonía con El clan, este film parte de una historia que todos conocemos de principio a fin y no sabe contarla bien, menos generar interrogantes o aportar datos hasta el momento desconocidos. El reparto es injustificable (ingleses, españoles, chilenos, mexicanos, norteamericanos y un filipino), increíblemente fue filmada en Colombia y termina convirtiéndose en una película descabellada en el afán de un patriotismo exacerbado. Mario Sepúlveda (Antonio Banderas) es el líder de los mineros y a pesar de los 700 metros de profundidad, la escasez de comida y una temperatura que no baja de los 35º, nunca intenta desanudarse un pañuelo que no cumple un fin más que estético. La iluminación es de las pocas herramientas bien utilizadas: siempre en penumbras, transmite la claustrofobia y la opresión alcanzando el clímax cuando la inanición genera alucinaciones. El presupuesto abultado y la multiplicidad de recursos son la otra cara de películas de encierro como Enterrado que en la austeridad llegaron a reflejar de forma exitosa argumentos escabrosos en espacios incluso más reducidos. En el desierto de Atacama no hay mucho para ver, bajo la tierra hay yacimientos mineros y por sobre ella las empresas que los explotan; van y vienen mineros. Ellos trabajan entre 8 a 12 horas diariamente en las minas subterráneas, la jurisdicción no lo señala como trabajo insalubre aunque es de sentido común el riesgo al que se ven expuestos. Parecía un día como cualquier otro cuando el jueves 5 de agosto de 2010 un derrumbe sepultó vivos a 33 empleados de San Esteban Primera. Lejos de utilizar la exposición para denunciar las condiciones laborales de estas personas que de un tiempo a esta parte no vieron grandes mejorías, aquí se termina reivindicando la figura de un presidente que vio en esta tragedia un manotazo de ahogado en un gobierno que se precipitaba en la caída de su imagen positiva. Piñera (Bob Gunton) no aparece mucho en cámara pero está en los momentos claves para connotar las intenciones. El papel del Estado está representado por Laurence Golborne (Rodrigo Santoro), el ministro de Minería y jefe del operativo de rescate que es también el mediador entre las familias de los mineros que rápidamente armaron un acampe en la entrada al yacimiento de oro. Golborne simboliza la persistencia en un caso que en su génesis ya estaba perdido, y la actuación de Santoro es aceptable aunque la que se lleva los aplausos (si los hay) es la chilena Cote de Pablo, encargada de personificar a la novia embarazada de un joven minero e interpretar -con creces- Gracias a la vida, fundamental en el cancionero sudamericano y leitmotiv de las 33 historias que se cruzan dentro y fuera de la mina. La alcaldesa del “Campamento esperanza” es la hermana de un minero, María Segovia (regular pero magnética Juliette Binoche), quien pone el cuerpo al pedido por una búsqueda exhaustiva que todo el tiempo parece flaquear. Completan los mineros protagonistas: Luis Urzúa “Don Lucho” (Lou Diamond Phillips), Darío Segovia (Juan Pablo Raba), Edison “Elvis” Peña (Jacob Vargas), Alex Vega (Mario Casas), Yonni Barrios (Oscar Núñez) y José Henriquez (Marco Treviño). Estábamos bien sin Los 33, película a veces lenta y vacía de contenido, que no termina de convencer ni por el peso de la narrativa o la historia en sí misma. Como último golpe bajo se intercalan con los créditos imágenes de los mineros mirando fijo uno por uno a la cámara; después comparten una comida cerca de la orilla del mar. Algunos parecen con sus gestos pedir perdón porque seguro la habían visto en pre-estreno y no deben recordar que entre sus compañeros estaba el gladiador que interpreta Antonio Banderas.
El corazón de las tinieblas Los 33, la película de Hollywood sobre la tragedia de los mineros chilenos, aspira a llegar al corazón del espectador. El 5 de agosto de 2010, 33 mineros de la empresa San Esteban Primera S.A. quedaron atrapados durante 69 días en las profundidades de una montaña tras derrumbarse la mina San José, en el desierto de Atacama, al norte de la ciudad de Copiapó, Chile. La noticia tuvo un despliegue mediático de escala global y su transmisión en vivo y en directo puso al país trasandino en el centro de la atención. Recién el 13 de octubre salió a la luz el primero de los 33 en una cápsula construida especialmente para el rescate, a la que llamaron Fénix. El drama tenía claros ribetes cinematográficos y Hollywood no desaprovechó el terrible acontecimiento y lo convirtió en película. El enviado especial de La Voz del Interior al rescate de los mineros opina sobre la recreación del caso. Dirigida por la mejicana Patricia Riggen, Los 33 cuenta sólo algunos días de la desgracia con suerte de estos trabajadores que quedaron a unos 700 metros bajo tierra, enterrados vivos en el corazón de las tinieblas. La película arranca con un soberbio travelling hacia adelante que se introduce en la boca del túnel de la mina para luego ubicarnos en una suerte de fiesta entre los protagonistas y sus familiares, días antes de entrar al infierno, como excusa para presentarlos. Ahí nomás sale el carismático Mario Sepúlveda (Antonio Banderas), haciendo sus bromas y jugando con su mujer y su hija adolescente. También están el jefe (responsable del grupo), el más joven (con su mujer embarazada), los hermanos separados (una vendedora de empandas y su hermano rencoroso), el más veterano, el más discriminado (“el boliviano”), el más payaso (“Elvis Presley”), entre otros. Aciertos y desaciertos Uno de los aciertos de Riggen es la decisión de poner el foco en el personaje de Banderas, quien se convertirá rápidamente en el verdadero líder. Banderas sabe actuar, sabe dejar el espacio justo entre la persona y el personaje y compone un Sepúlveda entrañable, lleno de energía y convicción y, sobre todo, de fe. Es él quien se va a poner a todo el equipo (y a la película) al hombro. En el mundo de arriba, donde está el circo del espectáculo y los negocios mezclado con las expectativas de los familiares, se destacan las actuaciones precisas de Rodrigo Santoro, Juliette Binoche y Gabriel Byrne. Otro acierto de la directora es la atmósfera de película de terror que logra por momentos, en los que el mal a temer es la montaña que amenaza a cada minuto con venirse abajo. También hay que destacar cómo filma el terremoto que los sepulta, con una cámara que nunca pierde de vista a los personajes y que logra que la acción se entienda. A Patricia Riggen no le interesan tanto los hechos tal cual sucedieron, ni señalar con el dedo a los responsables, sino contar una historia que llegue al corazón del espectador. Y es cierto que huele a propaganda de la presidencia de Sebastián Piñera, pero muchas películas son propagandísticas sin que esto sea algo negativo a nivel cinematográfico. Riggen asume una posición y las decisiones que toma no sólo son expresivas y estéticas sino también morales. Se podrá estar de acuerdo o no con la forma, pero lo que no se puede discutir es que el producto está bien hecho, al menos en los términos de Hollywood.
Desde un primer momento sabíamos que la increíble historia de supervivencia de los 33 mineros chilenos que en el año 2010 quedaron atrapados durante 69 días en la mina San José (un yacimiento ubicado en Copiapó, en el Desierto de Atacama), iba a transformarse en una película. Lamentablemente, en una que desperdicia la riqueza de un hecho que fue seguido, en vivo y en directo, en todo el mundo y cuyo rescate, a través de la cápsula Fénix 1, fue record de audiencia. Dirigida por la poco conocida realizadora mexicana Patricia Riggen (“La Misma Luna”, “Girl in Progress”), “Los 33” -rodada en gran parte en Colombia- está basada en el libro “Deep Down Dark: La Historia no Contada de los 33 Hombres Enterrados en una Mina Chilena y el Milagro que los Liberó”, escrito por el periodista Héctor Tobar, quien acordó un contrato colectivo para que éste escribiera su historia oficial y que ninguno de los 33 pudiera lucrar de manera individual de las experiencias de los demás. Abarcar todo este relato en una producción cinematográfica no debe haber sido fácil; por eso está compactado, demasiado, con una ficcionalización poco dramática que, si bien tiene sus momentos bien logrados, sobre todo en lo visual y emotivo, es un tanto extraña porque hay cosas que no encajan. Ni siquiera se logra transmitir la sensación de claustrofobia. Sabemos que Hollywood es así y que con la intención de vender el film a otros mercados, el idioma principal en esta historia puramente de la región sudamericana es el inglés. Hay actores de todas las nacionalidades latinas (de España, Chile, México, Brasil y Cuba), pero que hablan en inglés, y cada tanto tiran una línea en castellano. Punto en contra. También hay anglosajones. Es imposible negar que la película reconstruye muy bien el derrumbe de la mina de oro y cobre que no estaba en condiciones para el trabajo seguro de estos hombres pertenecientes a la clase obrera y que en su encierro estuvieron liderados por Mario Sepúlveda, encarnado por un Antonio Banderas que se excede bastante, por no decir sobreactúa, en la composición de este personaje demasiado optimista y que no genera ningún tipo de conflicto ni con sus compañeros, ni con su jefe, Luis “Don Lucho” Urzúa (Lou Diamond Phillips). La trama se divide entre el drama vivido a 700 metros bajo tierra como así también en el de sus esposas, madres y hermanas, quienes se instalaron en las afueras del lugar que fue bautizado “Campamento Esperanza”. Estos personajes están interpretados por Juliette Binoche (totalmente desaprovechada. Su trabajo se resume al grito de “Empanadas!”); Kate del Castillo; Adriana Barraza y Cote de Pablo. La chilena conocida por su trabajo en la serie nortemericana “N.C.I.S.” (¿se acuerdan de Ziva David?) se anima a cantar “Gracias a la Vida” de Violeta Parra). Las escenas del proceso de rescate dejan como únicos héroes al Ministro de Minería Laurence Golborne (Rodrigo Santoro) y al presidente Sebastián Piñera (Bob Gunton), quienes en vez de estar tratando de rescatar a esta gente (porque gracias a ellos es que salieron) y utilizarlo como propaganda política, deberían haber evitado la tragedia garantizando los derechos de los trabajadores explotados. El Estado nunca tuvo la culpa. Sólo los dueños de la mina, los privados, que ni siquiera fueron demandados por los mineros. En esta producción que se acerca más a un telefilme o a una telenovela, ninguno actúa de maravilla, sólo el irlandés Gabriel Byrne como el Ingeniero André Sougarret, responsable de la parte técnica de la perforación con taladros. Otros, se prestan más para el ridículo. A ésto, hay que añadir la penosa aparición del presentador televisivo Mario Luis Kreutzberger Blumenfeld, más conocido como “Don Francisco”, a quien se utilizó como “gancho” para acercar -más bien- al público chileno que creo no se sentirá identificado con esta narración de los hechos.
La historia de los 33 mineros atrapados en Chile era ya una película cuando todavía no los habían rescatado. La versión que tenemos hoy frente a los ojos tiene sus defectos (estrellas del Hemisferio Norte pasando por humildes trasandinos) pero mantiene de todos modos el interés cuando deja de lado el melodrama para concentrarse en los aspectos más reales -que son los más increíbles- de este cuento de supervivencia.
Para ser honesto, disfruto poco de las películas que tratan temas históricos, pues ya conocemos el desenlace. Sean hechos muy antiguos o recientes como el que trata esta película, al no tener la posibilidad de introducir cliffhangers -giros de trama- dramáticos, si el guión no se maneja adecuadamente, terminará por ser un desastre que se cuelga del sentimentalismo para llegar a la gente. Y desafortunadamente, es lo que pasa con esta película, dirigida por la mexicana Patricia Riggen (Bajo La Misma Luna), y con un elenco multicultural que incluye mexicanos (Kate Del Castillo), españoles (Antonio Banderas), franceses (Juliette Binoche) o filipinos (Lou Diamond Phillips) interpretando a chilenos, nos cuenta la historia de los 33 mineros chilenos que quedaron atrapados en una mina en el desierto de Atacama durante 69 días, siendo una historia de supervivencia, de amistad y de unidad ante la posibilidad de una tragedia -de las que, por cierto, suceden cientos en todo el mundo-. El gran acierto de la película consiste en enfocarse en la tragedia y manejar sólo dos líneas argumentales, la de los mineros que quedaron atrapados, en donde Banderas -obviamente- es el protagonista como "líder" de los trabajadores, y los intentos del exterior por rescatarlos, enfocado el el ministro de Minería. Obviamente para resumir 69 días y 33 personas en dos horas, hay que cortar todo lo que no sirva, poner lo que más venda, que en este caso son las historias buenas y uno que otro pequeño problema y sacar la lágrima fácil. Hay pequeños atisbos de la oscuridad a la que se enfrentaron estas personas, pero no se desarrollan, no hay profundidad. Es un filme 100% hollywoodense para generar empatía con el espectador ante la situación y sacar una conclusión favorable ante los sentimientos de tristeza, valor, coraje y orgullo ante la unidad como humanidad. Si eres de aquellos que disfruta este tipo de películas, seguramente encontrarás un buen producto.
Una historia real fascinante no garantiza de ninguna manera una gran película. Y “Los 33” es un buen ejemplo. Con su elenco internacional de estrellas y sus aires de superproducción, la película que narra la odisea de los 33 mineros que en 2010 quedaron atrapados dos meses bajo tierra en una mina de Chile desperdicia el potencial de un drama que tuvo en vilo al mundo entero. Todo es cuestión de cómo se cuenta. Y ahí está el problema. La directora mexicana Patricia Riggen eligió un tono más cercano a una telenovela que a una producción de Hollywood. Más allá de un esquematismo previsible y ciertas torpezas, la película resulta plana, ilustra la historia tipo “Billiken” y no tiene tensión en la narración ni belleza cinematográfica. Con este planteo, que redunda en conflictos previsibles, las dos horas de metraje se vuelven pesadas. Las caras conocidas del reparto tampoco alcanzan para dar verdadero carácter a los personajes. Antonio Banderas hace lo que puede (que nunca es mucho) en su papel de minero líder, pero se pasa de registro y por momentos cae en la caricatura. Y Juliette Binoche trata de remontar un personaje que le queda definitivamente incómodo. La paradoja es que “Los 33” sólo logra un golpe de emoción al final, cuando los mineros “reales” sonríen en una playa mientras suena de fondo el clásico de Silvio Rodríguez “Al final de este viaje”. Ese pequeño y modesto “clip” tiene más valor que toda la película.
Los 33 merecían algo mucho mejor La película cuenta lo ocurrido en la mina San José, en pleno desierto chileno, cuando 33 mineros quedaron atrapados a causa de un derrumbe. Mientras bajo tierra las víctimas se organizan para sobrevivir, en la superficie se desarrolla una carrera contra el tiempo para salvarlos. La de los mineros chilenos es “la” historia. Siempre la realidad de lo que vivieron -y de lo ocurrido sobre sus cabezas- estará por encima de la ficción. Cualquier expresión artística motivada por el tema corre con desventaja; es un riesgo que asumen los creadores. Esa no es una carta abierta a la superficialidad, el trazo folclórico “for export” y la banalización, elementos que nutren “Los 33” y hacen de la película un gigantesco paso en falso. Los mineros le contaron sus experiencias al escritor estadounidense Héctor Tobar y él les dio forma de libro. Es el texto que tomó Patricia Riggen (la directora de “La misma luna”) para desplegar su versión del drama que mantuvo en vilo al mundo en 2010. “Los 33” está hablada en un inglés plagado de inflexiones latinas y cruzado por chilenismos de toda laya. Esa ensalada lingüistíca es tan artificial como chocante. Según los productores, de otro modo el filme no funcionaría en el mercado internacional. En Estados Unidos huyen de las películas subtituladas como de la peste bubónica. La que pierde, a fin de cuentas, es “Los 33”. Es notable que una directora mexicana como Riggen no mire a Chile con ojos latinoamericanos. “Los 33” obedece a la concepción que de la región mantienen al norte del río Grande: color local, ceremonias indígenas y un fogón en el que cantan “Gracias a la vida”. Una sucesión de estereotipos y lugares comunes. Es, además, una película rara, heterogénea como el reparto. Banderas hace de Banderas, Juliette Binoche es una empanadera de Copiapó, a Rodrigo Santoro lo abandonó la gestualidad y Gabriel Byrne no entiende bien qué está haciendo ahí. A James Brolin lo tajearon en la mesa de edición, porque no dice ni una palabra. Y también hay pinceladas de humor, inoportuno claro. Pero el pecado mayor de “Los 33” es que, con semejante historión a mano, sea incapaz de emocionar.
Una historia de supervivencia apenas adecuada. La tragedia de la mina San José en 2010, en la que 33 mineros sobrevivieron 69 dias enterrados bajo miles de metros de roca, fue una tragedia que se hizo escuchar en todo el mundo. Creo que desde la tragedia de Los Andes en 1972 (que resultó en la película Viven) ninguna otra catástrofe en territorio latinoamericano ha atraído la atención de los estudios de Hollywood. Ahora, ¿se sostiene como narración? Veremos. Los mineros de San Juan Los 33 cuenta la historia de un grupo de mineros, liderados por Mario Sepúlveda, que tras un derrumbe quedan encerrados en la mina donde trabajan. Mientras el encierro y la falta de alimentación los pone al borde de la muerte, el Ministro de Minería con la ayuda del ingeniero Andres Sougarret, harán hasta lo imposible para sacar con vida a los mineros. El guión de Los 33 se divide en tres claras líneas narrativas: La de los mineros, la de sus familias lidiando con la posibilidad de que no vuelvan, y los esfuerzos de los especialistas por sacarlos de allí. Si bien la película tiene un grave problema de verosímil al oscilar entre el idioma inglés o el español, su gran problema reside en que pretende ocupar mucho terreno y al querer desarrollar todas las historias termina abarcándolas solo superficialmente, pero poniendo el acento mayoritario en la historia principal de los mineros para que el espectador no olvide de lo que se está hablando. Hay escenas alucinatorias que están completamente de mas, y diálogos que son demasiado melosos y “en tu cara” incluso para una intensa historia de supervivencia como lo fue esta. De un lado y del otro Por el costado técnico, la película tiene una fotografía espectacular, sobre todo en los segmentos de la mina. Donde cualquier otro realizador, que para acentuar el realismo se hubieran limitado a usar fuentes de iluminación que se suelen encontrar en una mina, se valen de un riquísimo uso del Chiaroscuro para acentuar la calidez y la turbiedad de donde se encuentran. Párrafo aparte merece la música de James Horner (en su labor póstuma) que subraya apropiadamente la trama, combinando la tradicional partitura orquestal con los instrumentos autóctonos chilenos. Por el costado actoral tenemos a un Antonio Banderas demasiado histérico, exagerado incluso para los parámetros del personaje que le toca interpretar. Mario Casas hace una labor adecuada. Juliette Binoche es lo más logrado de la película a nivel interpretativo; completamente creíble como Chilena. Gabriel Byrne dota de una intensa humanidad a su ingeniero. Rodrigo Santoro, también por los mismos motivos que Byrne, pero sorprendiéndome gratamente. Conclusión Los 33 es una película que ofrece adecuados trabajos actorales y una impecable factura técnica, pero que a nivel dramático-narrativo no ofrece nada nuevo que no hayamos visto, o sentido ya por la verdadera historia que todos conocemos. Un testimonio de los verdaderos mineros tiene más chance de conmover, a lo mejor el libro en el que se basa sea una narrativa más adecuada.
El 5 de agosto del 2010 tras el derrumbe producido en la mina San José, en Copiapó, en el desierto de Atacama, Chile, 33 mineros quedaron atrapados a más de 700 metros de profundidad, sin la menor posibilidad de poder salir por sus propios medios, con la única, y débil, esperanza de que las operaciones de rescate se realice desde el exterior. El mayor problema del filme se encuentra al principio. Abre con la leyenda de que por año mueren miles de mineros en el mundo por derrumbes en las mimas; luego, y bastante más grave por ya entrar de lleno en la narración, nos encontramos con la presentación de los personajes el día anterior a la catástrofe, hasta punto tal que la performance actoral de la genial Juliette Binoche en esos minutos mueve a risa, en lo que se presenta como un drama épico tanto que, hasta luego de eso, se puede perdonar que la actriz aparezca maquillada como haciendo una publicidad de Lancombe. Posteriormente la realización mejora sustancialmente, ya desde el conflicto entre el capataz de la obra y el responsable dentro de la mina, pasando por las escenas del derrumbe muy bien producidas, y dando lugar a los distintos conflictos que se presentaran, con dos subtramas menores en relación a lo vivido por los mineros en esos 69 días de encierro. De factura hollywoodense clásica, logrando estructurar más que aceptablemente la honestidad del filme respecto a la historia, la dirección, la producción, y en menor medida el guión, sobre todo en los diálogos. Un elemento acertado en cuanto a su diseño y su realización son su banda sonora compuesta por el fallecido músico James Horner (ganador del Óscar por “Titanic”, 1997), para ello, según consta, realizó un meticuloso estudio de la música del altiplano chileno y sus acordes empatizan constantemente con las imágenes en pantalla. Entre los tres espacios del relato, el principal conflicto bajo tierra esta puesto en juego por Mario Sepúlveda (Antonio Bandera), quien se hace cargo de la seguridad del grupo, en tanto y en cuanto relaciones entre ellos, conjuntamente con Alex Vega (Mario Casas) y Luis Urzúa (Lou Diamond Phillips), siendo ellos las que mantendrán unido al grupo, influyendo esperanza donde no la había. La segunda esta compuesta por los familiares de los mineros que constituyen un campamento en las inmediaciones del derrumbe siendo su vocera María Segovia (Juliette Binoche), quien se enfrenta al que luego quedará como casi héroe de la historia, el ministro de minería de Chile Laurence Golborne (Rodrigo Santoro), responsable de llevara el esfuerzo hasta lograr el fin por todos conocidos. “Los 33” termina por ser un filme épico, que narra la supervivencia de un grupo de hombres en las condiciones más adversas, e intenta contar una historia real que conmociono al mundo y logra el mismo cometido con herramientas leales.
Crítica emitida por radio.
Está inspirada en hechos reales y con algunas situaciones ficcionadas. Narra los terribles momentos que vivieron 33 mineros a unos 720 metros de profundidad por unos 70 días en la mina San José en el desierto de Atacama. El film se encuentra dirigido por la mexicana Patricia Rigge. Recordemos que cuando sucedieron los hechos se encontraba como presidente de Chile Sebastián Piñera aquí interpretado por Bob Gunton (“Argo”). Su desarrollo comienza presentando a algunos de los mineros dentro del yacimiento, se hace una referencia al lugar resaltando que tiene una única entrada y salida, las cargadas a uno de los integrantes “El boliviano”, una vez allí todos preparados para realizar su rutina diaria, sufren un fuerte colapso. Estas tomas visualmente resultan impactantes especialmente en el derrumbe, como se van generando los climas de: incertidumbre, angustia, locura, duda, desazón, momentos claustrofóbicos y tensión en diferentes situaciones. Se inicia la convivencia pueblo, Estado y los mineros bajo tierra. Los distintos estados de ánimo, nerviosismos que fueron pasando cada uno de ellos, algunos se destacan más que otros, todos no tienen el mismo protagonismo. Allí alguno tenía que tomar las riendas para logar la armonía y liberar tensiones, para ello está Mario Sepúlveda, apodado “el súper Mario” (interpretado por Antoni Banderas, algo sobreactuado), quien instauraba un poco de orden dentro de la mina. Mientras fuera de la mina los familiares luchan para que sean rescatados sus seres queridos ante el desinterés de quienes tienen la responsabilidad, nace el campamento Esperanza y una de las medidas inteligentes que toman es llamar a los medios siendo la única manera que se los tome en cuenta, rescaten a los 33 mineros atrapados bajo tierra y por la gran magnitud que tuvieron los hechos en 2010 generó muchas expectativas en el resto del mundo. Su desarrollo resulta ser algo televisivo, aunque tiene momentos de tensión, emoción y suspenso, más aun cuando el espectador conoce parte de lo sucedió. Dentro de la historia se hace una referencia al enfrentamiento que tuvieron: Marta (Adriana Barraza, “Thor”) la esposa del minero Johnny Barrios (Oscar Nuñez, "La propuesta") y Susana, la amante de dicho minero (Elizabeth De Razzo, "Southland"-TV Series), como una forma de descomprimir tanta nerviosismo. La película pone algunos personajes como héroes como el caso del ministro de Minería Laurence Golborne (interpretado por el actor brasileño Rodrigo Santoro), el filipino Lou Diamond Phillips es Luis Urzua “Don Lucho”, ingeniero rescatista Andre Sougarret (el irlandés Gabriel Byrne), cada uno desarrolla sus problemas pero le falta fuerza interpretativa. La actriz francesa Juliette Binoche (interpreta a María Segovia hermana del minero Darío), la que no se rinde, la cámara intenta captar en su rostro la bronca y angustia, solo eso, su presencia no fue del todo aprovechada. Tiene algunos toques políticos y algo hollywoodenses. Hay escenas mágicas como cuando los familiares les traen alimentos a estos mineros y momentos fuertes, no genera demasiado suspenso porque uno ya conoce su desenlace. El pueblo chileno no se encontraba a gusto con esta película, por lo tanto fue filmada en Chile y en una mina en Colombia. Tiene una buena fotografía de Checco Varese (“El aura”, “Ice Scream”) y la banda sonora de James Horner “Titanic”, “Avatar”). Dentro de los créditos finales hay una escena con los verdaderos mineros.
HEROICO RESCATE Uno se había preparado para otra crónica exultante y calculadora sobre la epopeya de estos 33 mineros chilenos que durante sesenta días estuvieron enterrados 700 metros bajo tierra. El proyecto ofrecía algún riesgo. El principal, ver a los chilenos hablar inglés. Después, rodaje en Colombia y elenco internacional. Y observar al comienzo a Juliette Binoche vendiendo empanadas, nos puso en guardia. Pero el resultado es más que digno. Evita los golpes bajos y sabe conmover. La historia es tan enorme, que sólo con recordarla, estremece. Tras una presentación apurada de media docena de mineros, el film reconstruye (buena secuencia) el derrumbe de la vieja mina de oro y cobre de San José en Copiapó en agosto del 2010. Y a partir de allí alterna lo que pasa allá abajo, en condiciones infra humanas, con lo que sucede en la superficie, donde esas familias encerradas en su desesperación exigen que las tareas de rescate no se detengan, pese a que todo indicaba que no habría sobrevivientes. El film recoge con buenos recursos los grandes instantes de ese increíble rescate: la explosión, las dudas, las pujas inevitables, los enredos políticos y al final el milagros de sacarlos del vientre de la montaña y traerlos otra vez a la vida.
Cadenas de roca El cine en general, y el comercial en particular, sabe muy bien cómo nutrirse de buenas historias. Un productor dotado de mínima perspicacia, es consciente de los elementos que debe contener aquello que se piensa contar si se quiere atraer al público. Pero no es menos cierto que una historia interesante no es garantía de una buena película. Es lo que ocurre con “Los 33”, que dramatiza los hechos ocurridos entre agosto y octubre de 2010 en un apartado punto de la geografía chilena, donde un grupo de mineros logró el milagro: sobrevivir casi 70 días en las profundidades tras un accidente. El suceso es conocido: a principios de agosto de ese año, la cuadrilla quedó atrapada debido a un derrumbe, a unos 700 metros bajo tierra en la mina San José, en Copiapó. Sus integrantes debieron sobrevivir en un refugio precario, con una reducida partida de víveres y un calor agobiante, durante más de dos semanas hasta que las autoridades lograron hallarlos con vida. Y esperar casi dos meses más, en condiciones adversas, hasta que al promediar octubre pudieron llevarlos de nuevo a la superficie. Millones de personas en el mundo siguieron casi al unísono la evolución de los hechos y el rescate se convirtió en una especie de cruzada para el pueblo chileno. Actores sin brillo El reparto internacional elegido para llevar a la pantalla estos acontecimientos contiene nombres famosos, pero su presencia no alcanza a dar gravitación a un producto que se queda a mitad de camino en casi todo. Antonio Banderas es el actor seleccionado para interpretar a Mario Sepúlveda, carismático líder del grupo, que impuso la disciplina para organizar la estrategia de sobrevivencia. De probado talento y ductilidad bajo la conducción de directores como Pedro Almodóvar, Fernando Trueba o Robert Rodríguez, aquí sobreactúa y no otorga al personaje la hondura que reclama. El drama íntimo de ese caudillo involuntario, ungido por sus compañeros pero sin buscarlo, obligado a soportar sobre sus hombros una gran responsabilidad, no está reflejado en toda su dimensión por el actor de “La piel que habito” y “Átame!”. Algo parecido ocurre con Juliette Binoche, que protagoniza a una improbable vendedora de empanadas, hermana de uno de los hombres atrapados, y con Rodrigo Santoro (Jerjes en la recordada traslación al cine del cómic “300”, en 2007) quien encarna sin mucha convicción al idealista ministro de Minería de Chile, Laurence Golborne, que asume como personal el desafío de salvar a los 33. Gabriel Byrne en la piel de un curtido experto en excavaciones y Bob Gunton en una solvente recreación del presidente Sebastián Piñera, completan un elenco irregular. Hay que destacar que el guión tampoco les sirve de mucha ayuda a los actores: los diálogos por momentos se tornan poco plausibles y forzados. Ejemplos: los mineros, en la instancia crucial de su drama, al adquirir la certeza de que están atrapados sin salida, articulan frases como: “He aquí el corazón de la montaña”. O el ministro Golborne asegura, pomposo, que “lo imposible sólo lleva más tiempo” cuando enfrenta los primeros reveses en el proceso de excavación que trata de llegar hasta el refugio. Es evidente también que la necesidad de mantener abiertas muchas líneas argumentales (algunas supérfluas) conspira con el ritmo de la narración, que por momentos se ralentiza. Paradoja En los apartados técnicos, “Los 33” no es un mal producto. Hay esmero en los detalles, los efectos visuales están logrados, la reconstrucción de los escenarios es prolija, creíble.Y la caracterización de los actores, minuciosa. Pero nada de esto aparece genuino. La sensación es que los realizadores, todos ellos buenos artesanos, se limitan a cumplir con la mera crónica de los hechos, sin lograr reflejar la huella honda que la hazaña vital de “los 33” dejó en la población. Aunque dedica una parte (pequeña, pero muy significativa) de su metraje a invocar a la clásica canción popular “Gracias a la vida” de Violeta Parra, la paradoja central del film es que narra una historia sobre la supervivencia que carece de vida.
Lo real mata a la ficción Hacia falta un vasto elenco actoral, provenientes todos de distintos países latinos, desarrollar una amplia y potente coproducción al mejor estilo "Hollywood", y dotarla de buenos efectos, suficiente carga emotiva y algo de sorpresa para el espectador. Pero al verla, parece que en algo falla, en cierto punto hace agua -tanto su argumento como los recursos de narración-, el tema es casi todos conocemos las circunstancias, algunos personajes y demás situaciones acaecidas en la mina chilena en el 2010. Y esto parece decirle a la pelicula: "Esta vez la realidad si superó a la ficción!!". Porque los hechos fueron verdaderamente increíbles, impensables de resultado en cierto modo (falta de agua y comida, 70 días en lo profundo y oscuro, etc etc), a media carrera entre el relato testimonial, la historia de situaciones, algo coral, su toque de intriga y suspenso, y una meritoria fotografía e iluminación, este filme no logra redondear algo más que un correcto y sobrio estreno. Sobre los actores: Banderas está aceptable como el carismático líder, pero de a ratos exagera su convicción, Juliette Binoche resulta desaprovechada y poco agraciada con su papel, y son más discretos: Rodrigo Santoro como el ministro de minería chileno, y Lou Diamond Phillips (de origen filipino) como el capataz de la cuadrilla minera. Gabriel Byrne, que como se sabe es de origen irlandés compone a un francés, y así todo, tal que aparece el famoso animador chileno "Don Francisco" que en verdad se llama....Mario Kreutzberger...!
Los 33 es una película que logra contar con respeto un dramático suceso de la vida real En esta producción la historia tira más hacia el lado del rescate, mostrando sólo lo mínimo indispensable de lo que sintieron y padecieron estos 33 hombres, algo que en sí es positivo ya que se podría haber caído...