Psiquis y sangre. Nicolás Tuozzo se perfila como un director de énfasis ecléctico. A su ópera prima Próxima Salida, suerte de emblema del cine de denuncia social de principio de siglo, le siguió la experimental Horizontal/Vertical; y ahora, ocho años después, se atreve al cine de género desde la superproducción con Los Padecientes, un film bien diferente a sus anteriores trabajos. ¿Film por encargo? No sabemos. Los Padecientes pareciera tener más la impronta de su creador en las tintas novelescas, el psicoanalista Gabriel Rolón, famoso además de escritor por ser durante años el co-equiper de Alejandro Dolina en su clásico radial de medianoche. En efecto, tal como lo hacía Tesis sobre un homicidio con el derecho, Los Padecientes plantea un homicidio y un “encargado” de resolverlo que no pertenece al ámbito policial detectivesco, sino al del psicoanálisis. Pero esa no es la única similitud con el film de Hernán Goldfrid. Benjamín Vicuña es Pablo Rouviot, un reconocido psicoanalista, con varios libros escritos y fama popular, que perfectamente podría ser un alter ego del propio Rolón, aunque el personaje de ficción pareciera ser más académico. Por recomendación de su amigo y también psicoanalista José “El Gitano” Heredia (Pablo Rago), es visitado por Paula Vanussi (Eugenia “La China” Suarez), hija de Roberto Vanussi (Luís Machín), un hombre tan acaudalado como poderoso que recientemente fue asesinado. Paula no necesita de Pablo sesiones de terapia, lo necesita para que visite a su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado de ser el asesino de su padre, actualmente internado en una clínica psiquiátrica en un coma inducido, y firme su dictamen de inimputabilidad. Si ya de por sí el pedido es extraño, cuando Pablo investigue la historia de los Vanussi, visite a la hermana menor de trece años Camila (Ángela Torres) y descubra qué había detrás de Roberto, sospechará que Javier puede no ser el asesino. Todo se complicará aún más cuando comience a recibir amenazas para abandonar la investigación. Pablo Rouvier podría ser aquel Roberto Bermúdez que interpretó Ricardo Darín, ese hombre que se ve obligado por las circunstancias a cumplir un rol de detective que no es el suyo, y para ello utiliza sus dotes de eximio profesional, allá derecho, acá las ciencias de Lacan. También comparten el tener un director que no viene del mundo típico del cine de suspenso, la sospecha de que hay algo engañoso, y una elegancia –y cierta frialdad– en la puesta en escena. Pero hay otro film del cual Los Padecientes es aún más deudor, Testigo Silencioso de Bruce Beresford. Pero mejor será que eso lo descubran ustedes mismos viendo la película, aunque advertimos las similitudes abundan. Los Padecientes respeta la fórmula, no intenta innovar en el género y se limita a algunas escenas cargadas de tímida osadía sexual para apartarse del suspenso más “light”. También se anima a plantear un tema de constante actualidad, que puede servir para reabrir el debate de consciencias, aunque es cierto que el cine argentino no es la primera vez que habla de ello, y hasta se animó a hacerlo de modo más crudo y franco. La fórmula que aplica Los Padecientes más de una vez trastabilla. En su primera mitad hay algunas situaciones mal resueltas, inverosímiles, o demasiado anticipadas, hasta si uno es cruel puede ser inducido a la risa involuntaria; todo ello no hace más que apartarnos del clima. Luego, en su segunda mitad, cuando se adentre bien en el suspenso clásico, la propuesta se encarrilará y alcanzará el tono justo aunque en la resolución persistan detalles sin demasiada lógica. Por otro lado, hay en todo momento alguna dificultad en el traslado al mundo cinematográfico. Se sabe, las novelas y el cine no son el mismo lenguaje, y aquí más de una vez se recae en explicaciones, frases, y remarcados que en un escrito quedan bien, pero en el cine, con las imágenes y los personajes cobrando vida, suenan a reiterativo y superficial. Similar sucede con el ambiente psicoanalítico que a veces alcanza momentos didácticos como si los personajes le hablasen al espectador y no entre ellos. Si los que están hablando entre sí pertenecen al mundo psiquiátrico ¿para qué se repiten teorías, postulados, y prescripciones médicas que se supone ambos ya conocen? Otra vez, en el recurso literario puede quedar bien, en el cine suena extraño. A nivel interpretativo el film funciona entre un Benjamín Vicuña correcto sin más, Eugenia Suarez algo limitada en sus dotes interpretativas; pero mejora en los roles secundarios con Nicolás Francella apartándose lo suficiente de lo que comúnmente le vemos hacer (como ya lo demostró en la reciente Maracaibo), muy logradas composiciones de Luís Mchín (capaz de remontar cualquier barrilete) y sobre todo de Ángela Torres que alcanzará picos dramáticos muy fuertes. Pablo Rago en un rol más relajado es otro apunte de lo mejor del film. Conclusión: Con tropiezos narrativos parciales, una apuesta visual muy correcta y dinámica, e interpretaciones variadas y algunas muy logradas, Los Padecientes es un film de resultado aceptable, que se anima al cine de género desde la alta producción y no teme a exponer una temática dura con sexualidad parcial. Para aquellos que busquen un buen entretenimiento sin más, cumple sin que le sobre demasiado.
Tercer trabajo de un joven valor local, Nicolas Tuozzo, quien elige para este largo de género, adaptar el best seller del popular Gustavo Rolón y llevarlo a la pantalla grande con todos los cánones de una cuidada superproducción. "Los padecientes" presenta una historia tal vez ya transitada por otros títulos pero con un enfoque psicoanalítico didáctico y comprometido. Fiel al espíritu de su afamado autor. Tuozzo cuenta que se conectó con Rolón hace unos años y que juntos acordaron que iban a conducir mucho de la propuesta juntos. El escritor cedió los derechos con la condición de ser parte de la cocina íntima del film. Y esto se nota. Es un universo familiar para los lectores del afamado psicoanalista. El guión adaptado por Marcos Negri, el director y Rolón, propone una mirada a un mundo de elite particular y hermético donde habitan sujetos cuyas vidas no son siempre lo que aparentan... Ese el punto de partida para una construcción intensa (a veces despareja) de un universo asfixiante y áspero, en el cual un psicoanalista de renombre, Pablo (Benajmín Vicuña) recibe el pedido de Paula (Eugenia Suarez), hija de un acaudalado empresario asesinado hace poco tiempo, de ser perito de parte en un posible juicio a su hermano, presunto autor del hecho. La estrategia de Paula es que a Javier (Nicolás Francella, de sólido trabajo) no afronte la cárcel (el ha confesado ser el autor material de la muerte de su padre) si Pablo acepta firmar el informe de ininputabilidad que garantiza tratamiento y la libertad, pasado un tiempo. Pero Pablo no es un profesional sin moral. Al contrario, el comienza a avanzar en una suerte de investigación para descubrir que sucedió en realidad en relación a la muerte de Roberto Vanussi (un secundario tremendo de Luis Machín) y analizar en profundidad la relación entre los hermanos y su padre, situación que molestará a círculos muy encumbrados que intentarán obstaculizar su camino. Nuestro protagonista tendrá en su núcleo íntimo, el sostén para enfrentarse a esta compleja trama. Ahí se luce el "gitano", colega y amigo jugado por Pablo Rago, valor importante en esa construcción. Párrafo aparte para Angela Torres, cuyo rol de la hermana menor del clan Vanossi se vuelve consagratorio para la actriz, ofreciendo en su composición, un par de escenas que quedarán en la memoria emotiva de los espectadores, sin dudas. Lo cierto es que "Los Padecientes" posee un componente de alerta social importante, que enmarca el clima de la trama y potencia la fuerza de su mensaje. Probablemente pueda incluso decirse que es demasiada convencional en su tratamiento y sobre explicada en algunos tramos pero hay que reconocerle que es absorbente a partir de la segunda hora de metraje y en su clímax, define con efectividad el destino de la historia. Muy recomendable y con la intención explícita de generar debate y concientización sobre la problemática que aborda.
Buscando la verdad (o algo así). Siempre que creemos que por fin desaparecieron aquellos lamentables rasgos formales del cine argentino de antaño, contra los cuales se rebelaron los jóvenes directores de la década del 90, eventualmente terminan resurgiendo desde las cenizas para seguir atormentándonos a través de películas que atrasan -por lo menos- 30 años como Los Padecientes (2017), un opus que con la excusa de responder a los emblemas comerciales más clásicos adopta una serie de características narrativas e interpretativas demasiado vetustas. Aquí regresan con toda la fuerza el tono acartonado, los diálogos declamatorios e impostados, las metáforas tan evidentes como vacuas, la poca imaginación en el desarrollo general y para colmo un elenco trabajando bajo el mismo manto de pedantismo retórico un tanto devaluado, como si realmente los personajes nos estuvieran regalando soliloquios valientes o al menos lúcidos. La historia comienza con la típica disposición del film noir más tradicionalista, con una femme fatale, en este caso Paula Vanussi (Eugenia Suárez), encargándole a un perejil, hoy el psicólogo Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), que convalide/ “investigue” un asunto de lo más turbio. En términos concretos, la mujer le pide al susodicho que actúe de perito de parte en la acusación de homicidio que recae sobre su hermano Javier (Nicolás Francella) a raíz del hallazgo del cadáver del padre de ambos, Roberto (Luis Machín), un empresario poderoso al que todos temían y respetaban a la par. En vez de declarar inimputable a Javier luego de ver que en la clínica psiquiátrica de turno lo tienen bajo un coma farmacológico, Rouviot da rienda suelta a sus redundantes sospechas y se convence de que el joven no es el victimario y que detrás existe una incógnita que involucra a todo el clan Vanussi o algo así. Basada en una novela de Gabriel Rolón, quien participó en la escritura del guión junto a Marcos Negri y el también director Nicolás Tuozzo, la película acumula tantos problemas que uno no puede creer que se trate de un blockbuster argento, con perdón de otros tanques locales recientes que sí dignificaron a la industria nacional como por ejemplo las excelentes Kóblic (2016) y El Ciudadano Ilustre (2016). Desde el vamos la trama toma elementos varios de Barrio Chino (Chinatown, 1974) y nos aclara que Roberto, la figura mefistofélica del relato, era el jefe de una red de trata de personas que escondía sus bacanales -destinados al jet set de los capitalistas porteños- mediante una serie de negocios inmobiliarios, no obstante en vez de profundizar en ese entramado de poder la obra rápidamente se autolimita a una colección aburridísima de discursos que se exceden en su “dimensión explicativa”, por llamarla de alguna forma. Y mejor ni hablar de las referencias sin pies ni cabeza a Ojos Bien Cerrados (Eyes Wide Shut, 1999) en materia de la representación del infierno y a La Muerte y la Doncella (Death and the Maiden, 1994) vía un prólogo y un epílogo musicales. Salvo los honrosos casos de Pablo Rago, hoy personificando a un amigo de Rouviot, y de Ángela Torres, quien compone a Camila, la hija menor de la familia Vanussi, el elenco en su conjunto tampoco ayuda a revertir el marasmo general a través de la inserción de una dosis de naturalismo que nos rescate del tedio. Sin embargo la pobreza actoral de Vicuña y Suárez no constituye el mayor problema de Los Padecientes, ya que como señalábamos antes el verdadero dilema pasa por la reproducción mecánica de los engranajes del policial negro sin otorgarle un background convincente a cada personaje (es decir, un andamiaje psicológico que les permita escapar del cliché) y sin construir un desarrollo socialmente valioso (hay un intento por denunciar los abusos sexuales pero el asunto se licúa gracias a la torpeza de Tuozzo y compañía). Curiosamente aquí se afirma una y otra vez que la búsqueda de la verdad es la génesis y el final de la práctica profesional del protagonista, aunque todo termina en un triste punto muerto con pocas certezas de fondo más allá de esos estereotipos intragénero que se “anuncian” a los gritos desde el minuto cero del metraje…
Basada en el best seller de Gabriel Rolón, que participó en la elaboración de guión, en un personaje corto y en todo el proceso creativo junto a Nicolás Tuozzo, el film se interna en las aguas del thriller, en las profundidades de lo siniestro, en el horror del abuso de un padre con su familia. Con un lenguaje llano, entendible, que despierta el seguimiento de ese psicólogo que no puede detenerse hasta el descubrimiento de la verdad. El personaje es un verdadero hallazgo. Benjamin Vicuña cumple con justeza para darle carnadura a su “Rubiot”: un hombre en crisis que no puede permitirse el lujo de escapar por el camino fácil y se transforma en un héroe, simplemente porque no puede evitarlo. Los hijos de un depravado asesinado tratan de buscar una salida para calmar las aguas de la justicia, sin saber que también lo hacen para placer de altas capas del poder. Pero lo que queda de esa familia también necesita ayuda y la reclaman como pueden. Solo un hombre entrenado, involucrado por lo que pretende ser un trámite burocrático, advierte de inmediato que le piden que falte a la verdad. Y a través de los recuerdos mas dolorosos que salen a la luz se habla de un tema tabú pero que puebla diariamente las páginas de policiales todos los idas. El abuso de parte de quien debe protegernos abre la puerta de los peores infiernos del sufrimiento y la represión. Eugenia Suárez, se desafía en un rol que le exige entrega y riesgo. Nicolás Francella como ya ocurrió en “Maracaibo” le saca el jugo a sus pocas escenas. Ángela Torres es una verdadera revelación. Su trabajo en escenas claves es impecable. Un suspenso sostenido, que va adquiriendo fuerza a poco de andar el film, con un tema de impacto.
Una película con escenas muy fuertes, que intenta además de ser un thriller dar un mensaje sobre el abuso y la violencia de género. Cuando Gabriel Rolón escribió la novela hace unos años, no sólo no imaginó que se convertiría en una película, sino que tampoco pensó que la historia podría relacionarse muchísimo con casos actuales de violencia y abuso. En cierta forma, Los Padecientes tocará también esa fibra y nos hará pensar en mucha gente que es abusada por su propia familia. Mujeres y niños que viven verdaderos infiernos. Así es la vida de Paula Vanussi (Eugenia Suárez), Javier Vanussi (Nicolás Francella) y Camila Vanussi (Ángela Torres), un infierno que hace posible su padre Roberto Vanussi (Luis Machín). Hasta que un día Roberto Vanussi es asesinado, presuntamente por su hijo Javier que tiene algunos desórdenes psicológicos, y su hermana Paula, busca a Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña) para que defienda al asesino de su padre. Con una premisa muy tentadora, la historia avanza lentamente, y si bien podría haber giros inesperados, no los hay. No hay grandes misterios, la verdad tan buscada por su protagonista Pablo, se intuye antes de la mitad de la película y se va confirmando con “guiños” que se hacen más adelante. La historia, se basa por un lado en la investigación que realiza el personaje de Vicuña; una investigación liviana en donde va descubriendo cosas simplemente por una palabra que le dicen, casi mágicamente; y por otro el lado más turbio y fuerte del film, que es el abuso que ese padre ejercía sobre sus hijos: golpeador, violador, violento, y muchos más adjetivos que distan de lo bonito. Esa parte del film es más convincente, aunque en ciertas partes, muy difícil de ver. Hay una escena que da náuseas y es bastante extensa para mi gusto. Destacable la actuación suprema de Ángela Torres, quien encarna a una nena de 12 años que toca el violín. La hermana menor de la familia Vanussi. Sus gestos y su mirada hacen todo. En ella aplica la frase de “menos es más”. Sublime trabajo para este joven talento. Los Padecientes, va atrapando lentamente. Hay dos escenas al comienzo que descolocan por completo, para luego sí avanzar en la historia y enganchar. Nos inquieta, nos hace dar asco y rechazo. Moviliza y eso es bastante para una ficción que se cuenta en pantalla grande.
Basada en una exitosa novela del psicoanalista Gabriel Rolón, que también se encargó de la adaptación y el casting, este tercer largometraje de Nicolás Tuozzo -hijo de Leonor Benedetto- es un ambicioso drama familiar y otro film argentino que, detrás de El hilo rojo, vuelve a sacar partido promocional de la reunión entre China Suárez y su pareja, Benjamín Vicuña, aunque esta vez se quedarán con las ganas los que esperen desnudos y sensualidad. Él lleva anteojos y cuaderno porque es Rouviot, un analista que recibe la visita de bella Paula Vanussi -Suárez- con un pedido curioso: que sea testigo de parte para "proteger al asesino de mi padre", declarando la inimputabilidad de su hermano esquizoide (Nicolás Francella). Intrigado y seducido por los encantos de la joven, el tipo decide investigar el asunto en plan detectivesco, lo que lo irá llevando a una serie de encuentros con los otros integrantes de la familia, el hermano y la hermana menor (Ángela Torres), una adolescente callada que toca el violín. Además, Rouviot cuenta con un grupo de amigos que lo acompañan y que son de lo más folclóricos, como el Gitano (Pablo Rago), ex abogado que canta flamenco, o algo similar, y es canchero y gracioso. Además hay otros personajes que aprecen y desaparecen pero que, en honor a la trama, podrían ni haber estado, como la secretaria de la clínica que interpreta la bella Justina Bustos. El asunto de la familia Vanussi se va revelando cada vez más oscuro, según el psicólogo va -por gracia de su agudo encanto y capacidad para escuchar- revelando capas de información sobre el perverso y malísimo padre de familia (Luis Machín). No conviene revelar de qué perversiones hablamos, pero el lector, como el espectador, seguro adivina o imagina bien: Los padecientes es un verdadero catálogo que no deja patología, neurosis, histeria y trauma sin exponer. Y padece las heridas causadas por una artillería de clichés de ambos géneros -la tragedia familiar y el drama psi-, atravesando algunas secuencias absurdas, guiños torpes -a Hitchcock, a Kubrick- tomas caprichosas y resoluciones tiradas de los pelos. La narración se traba desde el inicio, además, por sus parlamentos declamatorios y unos diálogos tan estancados en la letra escrita que no hay actor capaz de hacerlos creíbles. Un ambicioso, pero fallido, thriller psicológico made in Argentina.
Los Padecientes Hace unos meses, en una presentación del estudio que produce la película, Gabriel Rolón comentó cómo se había acercado a él Nicolás Tuozzo, para proponerle llevar a la pantalla grande su novela “Los padecientes”, un best seller que atrapaba a cuanto lector se pusiera delante de él. Al parecer, la transposición terminó por generar algún mecanismo por el cual la originalidad del texto se quedó en medio del viaje al llevarlo a la pantalla. Thriller de gran presupuesto, “Los Padecientes” tenía todo para poder triunfar en todos los aspectos, un elenco protagónico convocante, un gran despliegue poco visto en el cine nacional, pero a diferencia de otro blockbuster comercial como “Nieve Negra”, con una búsqueda personal y una mirada de autor, acá todo suena a ya visto y a forzado, a exigido y poco natural, a sobreactuado y deslucido. Será tal vez que en vez de seguir mirando hacia afuera, es hora que los realizadores y productores puedan imponer una identidad local, dejando de lado aquellos manierismos que emulan cinematografías de otras latitudes, y que, como en este caso, configuran un híbrido sin pasión por aquello que cuenta.
(También emitida por AM 630, Radio Rivadavia) Esa es la sensación que deja este fallido film de Nicolás Tuozzo (Horizontal Vertical) que se toma de una de las parejitas del momento (Vicuña-Suárez) para (intentar) hacer un éxito cinematográfico. Fox produce este largo basado en una novela de Gabriel Rolón -que también actúa- en el que los clichés, el dudoso verosímil y la trama previsible le roban el protagonismo a todo integrante del elenco, incluso a los dos notables actores que trabajan: Osmar Núñez y Luis Machín. Vicuña no parece poder salir del susurro en toda la película; él y su bella novia podrán ser atractivos para los flashes pero no convencen en sus labores. Un film que termina por transformar en padeciente al espectador, porque con buenos recursos técnicos y marketing basado en el chimento no se hace cine: todo lo contrario.
Una suma sin buen resultado. El cine no es matemática. Es decir, no siempre de la suma de sus potenciales se obtiene el resultado esperado y Los padecientes, tercer largo de Nicolás Tuozzo, puede ser un ejemplo de ese hecho. La película está basada en la novela policial homónima del psicólogo mediático Gabriel Rolón, el mismo que durante años supo hacerle muy bien la segunda a Alejandro Dolina en su programa de la medianoche, cuya carrera luego se disparó y diversificó, convirtiéndose en invitado frecuente en programas de televisión de todo tipo y en un superventas de la industria editorial. Todos estos elementos no representan datos menores a la hora de imaginar los motivos que llevan hasta esta adaptación cinematográfica. Para dicha tarea se reclutó a un equipo de especialistas que incluye a un gran director de fotografía como Félix Monti; a Sebastián Escofet, experimentado músico de películas; un elenco que combina calidad con alta exposición, y a un director como Tuozzo, con oficio para encarar la tarea. Pero como se dijo, el cine no es sumar y listo el pollo, sino que hasta el mejor equipo necesita de un corazón que le permita moverse de manera vital y no por puro reflejo mecánico. Ese músculo se llama guión y la película muestra enseguida sus problemas cardíacos. Los primeros indicios llegan a través de los diálogos, que suenan artificiales durante casi toda la proyección y no existen muchos actores capaces de hacer sonar natural lo que no lo es. Osmar Núñez, que interpreta a un comisario, es uno de ellos. El resto del reparto debe lidiar no pocas veces con el problema de decir y hablar como se espera que lo haga un personaje de novela policial (de determinado tipo de novela policial) y así se pierde la oportunidad de creer aunque sea por un rato que esas criaturas son algo más que meros engranajes de la ficción. De eso se trata el cine.
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Un thriller poco convincente Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), exitoso psicoanalista y escritor, recibe en su consultorio a Paula Vanussi (Eugenia Suárez). Ella le hace de inmediato un pedido incómodo: que sea el perito que declare a su hermano menor Javier (Nicolás Francella) "inimputable". ¿De qué? De haber asesinado al padre de ellos, Roberto (Luis Machín), un poderoso empresario. Como coinciden con su amigo y colega José "el Gitano" Heredia (Pablo Rago), los psicoanalistas tienen la habilidad de escuchar lo que no todos quieren decir y de buscar siempre la verdad. Rouviot comenzará a obsesionarse con el caso, se encontrará con los tres hermanos (a Paula y Javier se le suma la joven Camila que interpreta Ángela Torres) y no tardará en descubrir secretos y mentiras de una familia dominada por los abusos y las perversiones. Todo resultaría sencillo si él firmara -como muchos le aconsejan, algunos incluso con amenazas- el escrito judicial, pero el dilema moral crece en su interior. Los padecientes funciona mejor en sus ideas, en sus planteos, que en su concreción. Este thriller con elementos hitchcockianos resulta en varias de sus situaciones y en algunos de sus diálogos demasiado forzado y subrayado. El director Nicolás Tuozzo (Próxima salida y Horizontal/Vertical) no alcanza a dotar al relato de la fluidez narrativa y la tensión psicológica necesaria, y así la película resulta una sumatoria de excesos y vueltas de tuerca no del todo convincentes.
Entre Freud y Sherlock Holmes Basada en la novela homónima de Gabriel Rolón, esta película tiene a Benjamín Vicuña como un improbable psicólogo que deviene investigador, y a la China Suárez como su cliente. En los últimos años, el cine industrial argentino acentuó su tendencia a adoptar fórmulas narrativas importadas, generalmente de Hollywood. Son producciones sin anclaje local, que podrían suceder tanto aquí como en Estados Unidos o Europa, y que cumplen obedientemente ciertas pautas convencionales. Los padecientes está dentro de esta clase de películas, ya vistas cientos de veces tanto en forma como en contenido. Aquí se siguen las reglas del policial clásico: hubo un asesinato y hay que descubrir quién lo cometió. Por la pantalla desfilará una galería de personajes, entre los que está el culpable. Por supuesto, al final llegará la dilucidación y esa respuesta al enigma resultará, en teoría, toda una sorpresa para los espectadores. El toque distintivo es que el investigador esta vez es un psicólogo, Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña). El licenciado parece salido de una novela negra, sólo que en lugar de aparecer en su oficina de detective privado, la rubia hermosa (la China Suárez) que le pide ayuda acude a su consultorio. Ella, una rica heredera, sólo le encarga una pericia, pero él está obsesionado con la búsqueda de “la verdad”, así que abandona el diván y se pone a husmear en el caso, intercalando interpretaciones freudianas con deducciones lógicas a lo Sherlock Holmes. Un cóctel rayano en la parodia. Pero el mayor problema es que se notan los hilos del dispositivo: los personajes son esquemáticos, y no tienen otra entidad más que cumplir la función de ir aportando pistas para resolver el misterio. Así, la película se vuelve tediosa porque se excede en diálogos explicativos, a los que hay que sumar un par de parrafadas pretendidamente profundas sobre “la verdad” y “el amor” con el sello de Gabriel Rolón (esta es una adaptación de su novela homónima). Quienes vayan al cine más atraídos por el morbo de ver en acción a la pareja Vicuña-Suárez que por la marca Rolón o la historia, probablemente tampoco queden satisfechos: estos papeles no los favorecen en ningún sentido posible.
La verdad está oculta. Esta es la premisa de Los Padecientes, el esperado estreno basado en la novela del analista Gabriel Rolón. Una premisa a priori clásica de las historias de suspenso, pero que con el contexto piscoanalítico obliga a otra lectura, a un minucioso trabajo sobre la palabra y las acciones que requieren de constante atención; a un viaje dentro de la perversión y la psicosis en forma de thriller.
“Los padecientes”: cuando el detective del caso es psi Con elenco atractivo, interesantes recursos de puesta, cuidadosa factura general y trasfondo de actualidad, esta película tiene sus buenos méritos y algunas falencias, así como méritos y defectos propios de la novela de Gabriel Rolón en que se basa. Por ejemplo, parrafadas que sólo son verosímiles en el libro o personajes y situaciones inconducentes, aunque la adaptación intentó darles mejor empleo. La historia entremezcla géneros. Una joven y misteriosa mujer acude a un investigador para salvar a un ser querido acusado de un crimen. Sólo que el investigador no es un detective sino un psicólogo, experto en escarbar en el fondo de las almas en busca de la verdad que las atormenta. Lo que en este caso podría salpicar a ciertas figuras de peso. Será amenazado. Enfrentará las angustias derivadas de los abusos sexuales. Expondrá los modos en que la verdad puede surgir, mezquinarse o desviarse para mejor uso. Y, en fin, excederá un poquito sus normas profesionales. Digamos que es un psicólogo "abracero", como decía el cómico y como quieren las espectadoras. Para contar esto, el director Nicolás Tuozzo aplicó varios recursos propios del melodrama, el cine de detectives y el cine de terror, y unas sesiones de psicología bastante cinematográficas. Contó con buenos técnicos y la taquillera dupla Vicuña-China, respaldada por Pablo Rago, Francella hijo, Luis Machín, Osmar Núñez, Justina Bustos, injustamente desperdiciada, y Angela Torres, que se luce a pleno en destacada composición. Pero quizás habría convenido algo más de tensión, y una escena de orgía menos aburrida.
Los padecientes es un thriller psicológico de alto vuelo y por lo tanto es motivo de orgullo porque se suma un soldado importante al cine de género nacional. Pero no todo lo que brilla es oro ya que el film falla en varios aspectos, siendo el principal la falta de verosímil. Es muy difícil creerles a los actores sus líneas de diálogo y por lo tanto no se produce una conexión con el espectador. Salvo por Ángela Torres, Pablo Rago y Luis Machín (que son secundarios) el resto del elenco se encuentra un tanto perdido pese a sus renombres. La China Suarez no llega a demostrar lo que había hecho en Abzurdah (2015) y lo mismo sucede con Benjamín Vicuña, cuyo rol en La memoria del agua (2015) fue muy superior. El film está basado en la novela homónima del psicólogo Gabriel Rolón y es un gran best seller, motivo por el cual sus lectores y fans lo están esperando. Serán ellos los que sentenciarán si la película está a la altura o no. El director Nicolás Tuozzo, cuyo último film se estrenó en 2009 (Horizontal/Vertical) le puso mucha pasión a este proyecto y se nota. Logró muy bien la presentación de todos los personajes y mantener a intriga mediante una puesta de gran producción. El resultado final es entretenido pero no mucho más. Es un film para pasar el rato y suma que sea argentino.
La verdad se padece "Ser o no ser igual al libro… esa es la cuestión”. Las adaptaciones de libros en la pantalla grande se enfrentan a diversos desafíos, sobre todo al de retratar de manera fiel el relato presente en formato gráfico para satisfacer las expectativas de los lectores que siguieron atentamente lo que allí se narraba. A lo largo de la historia cinematográfica nacional se han trasladado varias novelas destacadas al séptimo arte como es el caso de Las viudas de los jueves (2009) dirigida por Marcelo Piñeyro y fundada en el libro de Claudia Piñeiro o El Secreto de sus Ojos (2009) de Juan José Campanella, apoyada en el texto de Eduardo Sacheri titulado "La pregunta de sus ojos". En este caso, llega a los cines la adaptación de la aclamada novela "Los Padecientes", escrita por el psicoanalista Gabriel Rolón. La versión cinematográfica es dirigida por Nicolás Tuozzo, quien regresa a las salas a cargo de un proyecto mainstream luego de sus films independientes Próxima Salida (2004) y Horizontal / Vertical (2009).“ La verdad no deja de existir porque no se la conozca”, afirma Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un reconocido psicoanalista obsesionado por hallar la verdad, por más dolorosa que ésta resulte. Todo comienza cuando el profesional recibe la visita de la bella y misteriosa joven Paula Vanussi (Eugenia Suárez) en su consultorio, quien le cuenta que el cuerpo de su padre, el poderoso empresario Roberto Vanussi (Luis Machín), apareció acuchillado y se acusa al hijo del mismo, Javier (Nicolás Francella) por haber cometido el asesinato. Paula le pide a Rouviot que la ayude a demostrar que su hermano es inimputable, ya que padece serios trastornos psiquiátricos y sería incapaz de comprender el peligro de sus acciones. Pablo se involucra en el caso, medio como psicoanalista y medio como detective, para recomponer la siniestra historia familiar de los Vanussi, llena de violencia y zonas oscuras, y busca revelar la verdad sobre quién mató al empresario y los motivos del hecho. Los padecientes (2017) es un thriller psicológico que ya como novela permitía al lector sumergirse de lleno en la historia a través de una narración cautivante de los hechos y con detalladas descripciones de los espacios y personajes que hacían inevitable la recreación audiovisual en las mentes de quienes leían el libro. Casi siete años después de su publicación, llega a las salas de cine y cumple (aunque con ciertas dificultades) trasladar de forma bastante fiel lo contado en el relato. Si bien hay detalles que fueron modificados para su versión cinematográfica, la esencia de la historia se mantiene en varios aspectos. Esto se debe al trabajo en conjunto del director Nicolás Tuozzo, quien además de ejecutar dicho rol, estuvo a cargo del guión, acompañado por Gabriel Rolón y Marcos Acerbi, lo que permitió la articulación entre el aspecto literario y el cinematográfico. Un asunto que “hace ruido” es el lenguaje utilizado en varios diálogos, que no es el “común y corriente” que maneja la gente día a día, sino que más bien corresponde con un formato literario. Otra cuestión que no termina de cerrar es la mención acelerada de ciertos detalles importantes para la historia y que si bien el libro se toma sus páginas para desarrollarlos, la duración del film es más acotada por lo que es probable que espectadores que no hayan leído previamente la novela, no lleguen a procesarlos completamente y ciertos puntos no les cuadren. Respecto a los roles protagónicos, Benjamín Vicuña encarna de forma adecuada al psicoanalista Pablo Rouviot, quien también oficia de detective, y Eugenia Suárez compone con compromiso a Paula Vanussi. Las revelaciones del film aparecen con Ángela Torres y Nicolás Francella, quienes interpretan a los hermanos Vanussi restantes, Camila y Javier. Ambos artistas brindan actuaciones firmes, con una carga dramática exacta en sus interpretaciones. Luis Machín resalta con un personaje siniestro que traspasa la pantalla y genera el sentimiento de odio a flor de piel. Por otra parte, Pablo Rago está a cargo del Gitano, quien agrega una pequeña cuota de humor entre los perversos acontecimientos. La parte técnica del film es un aspecto a destacar, ya que cuenta con una banda sonora generadora de los diferentes climas del largometraje. Resalta la fotografía, a través de los escenarios acordes a los acontecimientos presentados. El cuidado estético del director se observa en cada escena, incluso en aquellas en las que se plasman situaciones crudas y perversas. “La verdad nunca puede ser dicha totalmente por alguien, y en esta historia, cada uno de los protagonistas puede aportar algo que el otro ha reprimido o decidido ocultar”, expresa un fragmento de la novela escrita por Gabriel Rolón, la cual genera el mismo efecto en su versión cinematográfica: la búsqueda de la verdad en esta historia. Los padecientes es un correcto thriller psicológico, que a pesar de ciertas fallas, cuenta con todos los componentes necesarios para entretener a los espectadores y además invitarlos a ser testigos partícipes de un caso en constante suspenso, por lo que el público no querrá despegar sus ojos de la pantalla hasta descifrar el enigma.
Una muerte, demasiadas explicaciones En el año 2010 se publicó el libro de ficción que se convertiría en el más vendido de las últimas tres décadas en nuestro país: “Los padecientes”. Escrito por el psicoanalista Gabriel Rolón, viejo conocido nuestro por haber trabajado más de una década en el emblemático programa de radio “La venganza será terrible”, de Alejandro Dolina, esta obra quiso en más de una oportunidad ser llevada a la pantalla grande. Por una u otra cosa, su autor declinó las ofertas. Hasta ahora. Junto al director Nicolás Tuozzo y su habitual colaborador, el guionista Marcos Negri, Rolón se encargó de adaptar a la pantalla grande su novela, e incluso se guardó para sí la chance de actuar en un papel. En el filme, Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña) es un reconocido psicoanalista, autor de un par de libros, que no está pasando un buen momento en su vida personal. Acaba de separarse de la mujer que amaba y sus días son una sucesión de sinsentidos, hasta que algo despierta su interés. Una mujer muy hermosa llamada Paula Vanussi (Eugenia Suárez) llega a verlo a su consultorio por recomendación de su amigo y también psicoanalista, El Gitano (Pablo Rago). Lo que quiere es su ayuda para actuar como perito de parte y que visite a su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado de asesinar a su padre, y que firme que es inimputable aunque sea el autor del hecho. El psicoanalista acepta este extraño pedido y visita al joven en la clínica psiquiátrica en donde lo tienen internado, pero poco a poco se dará cuenta que hay algo extraño y que Javier, con todos los trastornos psicológicos que acarrea hace años, es imposible que haya matado a su padre. Rouviot comienza a adentrarse más y más en la historia de una familia en la que el patriarca, Roberto Vanussi (Luis Machín), era un poderoso empresario metido en negocios bastante turbios y con gente demasiado importante y pesada. Así, comienza a recomponer la trama siniestra de una historia familiar cargada de violencia y zonas oscuras. Nada es lo que parece entre médicos, policías, abogados y amantes. Pablo se jugará todo obsesionado en revelar la verdad sobre quién es el culpable del asesinato y porqué. Cueste lo que cueste. Lo primero que se puede decir de “Los padecientes” es que es un filme quebrado. Claramente se puede dividir en dos partes: por un lado la presentación de los personajes y por el otro la cuestión detectivesca. Esto, por lo general, se desarrolla de forma continua y fluida, pero en este largometraje resalta demasiado esa división. Hay una sobre explicación de lo que le sucede a esta gente, lo que hizo, lo que hará, sus conversaciones, sus debates, que resultan un tanto frías y que alejan un poco bastante al espectador de la trama principal. La segunda –por suerte mejora– nos va llevando de una manera interesante a la resolución del conflicto y la búsqueda de esa tan ansiada verdad. Con el tema de las interpretaciones no hay mucho para decir, salvo destacar –y bastante– el trabajo de Luis Machín, un actor que siempre demuestra que con pocos minutos en pantalla destaca; el siempre correcto y efectivo Pablo Rago; y Ángela Torres, que interpreta a la tercera hermana de este clan y que tenía un trabajo bastante pesado entre manos y lo supo resolver muy bien. El problema de “Los padecientes” es que tiene algunas torpezas de guión, de narrativa, que de haberlas pulido y trabajado un poco más podrían haber convertido al filme en mucho más. No está mal, pero no es esa joyita que podría haber sido. Una lástima.
Cuando pase el temblor “A veces ignorar la verdad es la única manera de sobrevivir”, sostiene el director Nicolás Tuozzo desde el banner publicitario de su último largometraje, Los Padecientes (2017), basado en el best-seller del psicoanalista Gabriel Rolón. Con esta frase, para nada casual, el cineasta explica y justifica desde el inicio la génesis de su proyecto, marcando a las claras una nueva etapa en su carrera, alejándose del cine independiente que lo vio nacer en Próxima Salida (2004) y Horizontal/Vertical (2008). Estamos ante un drama comercial, oscuro, llevado a la ficción por Fox Internacional en coproducción a Telefé con la intención de abordarlo como thriller psicológico empapado de suspenso. Sin embargo, este género se anula desde el primer minuto con las decisiones artísticas de los guionistas Marco Negri, Rolón y Tuozzo al sugerirle constantemente al espectador dónde debe hacer foco para descifrar de antemano la trama. La película es fiel al libro: centra su eje en esclarecer el asesinato del poderoso empresario Roberto Vanussi (Luis Machín), que fue encontrado acuchillado en un descampado cercano a su domicilio, y gira en torno a cómo sus hijos buscan sacar la verdad a la luz, a contrarreloj de la justicia, que quiere cerrar el caso lo más pronto posible. Para ello, la mayor de los hermanos Vanussi, Paula (Eugenia Suárez), acude al reconocido psicoanalista Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña) y le pide ayuda para demostrar la inocencia de su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado del crimen por padecer graves trastornos psiquiátricos. Pablo, atónito ante la situación, y firme a su juramento profesional y filosofía descarteana de “Pienso, luego existo”, pone en duda los hechos y emprende la investigación junto a los policías y abogados, enfrentándose a los médicos que mantenían al joven aislado de la sociedad, inducido a un coma farmacológico. Pasan los días y Pablo, cual pesadilla, descubre que nada es lo que parece. En esta dirección, con ritmo lento, avanza el guión, que minuto a minuto incorpora zonas oscuras detrás de la imagen del “Padre de familia”, tales como su relación con la red de trata de mujeres menores, el abuso sexual sobre ellas y la violación de sus derechos. Aquí hubiese sido interesante ver un quiebre argumentativo que desarrolle los escabrosos temas que propone; pero los pasa con liviandad, más teniendo en cuenta que el guión fue escrito junto a un psicoanalista. Por otro lado, como adaptación la falta de giros está a la orden del día; Tuozzo se limita al texto de la novela y no ahonda el conflicto, y sólo muestra mediante flashbacks los oscuros negocios de Vanussi, haciendo constantes planos detalle acompañados por diálogos explícitos y la voz en off de Rolón, que remarca, aún más, la seriedad del asunto que atraviesan sus personajes y pide a gritos un desenlace, totalmente ausente. Quizás podría pensarse que el eje fue puesto en el elenco, encabezado por la dupla Vicuña-Suárez, actual pareja en la vida real desde El Hilo Rojo (2016), de Daniela Goggi. Sin embargo, no resultan convincentes en sus respectivos papeles porque, paradójicamente, a la película -que contiene escenas carnales puestas al servicio de la trama-, se convoca a una actriz que no creció desde su protagónico en Abzurdah (2015) y que además decidió no filmar más escenas que contengan desnudos. Este detalle le resta a su caracterización. Pero al igual que el Yin-Yang, se divide en dos planos el elenco también y la historia logra transmitir el horror de esa familia atípica, que por momentos recuerda el exitoso policial El Clan (2015) gracias a la impecable actuación de Luis Machín, quien interpreta a la perfección la figura monstruosa de Vanussi y recuerda por momentos a Anthony Hopkins cuando encarnaba a Hannibal Lecter. Ángela Torres se luce en su rol de hija menor que evade la realidad a través de la música, cuyo look recuerda las pequeñas de El Resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick, mientras que Nicolás Francella se pone en la piel del lunático Javier. Sin duda, ellos dirigen la batuta actoral, pero los personajes en su conjunto desconciertan, más aún cuando aparece en medio de las escenas dramáticas con algo más de color, de la mano de Pablo Rago, quien compone al amigo “gracioso” de Rouviot, “El Gitano”, y aporta humor en momentos que no amerita. A grandes rasgos, Los Padecientes es una historia que si bien cumple en términos artísticos, narrativamente daba para más y deja sabor a poco. Tuozzo, en pos de difundir su postura frente al efecto sanador de la psicoterapia ante hechos de extrema violencia –lo que necesariamente deben salir a la luz para hacer justicia-, descuida el guión. Si bien el argumento es coherente y correcto, esto no se refleja en el resultado final. Todo lo contrario, el director transmite inseguridad y falta de compromiso frente al tema central que propone, la trata de mujeres, al manejarlo de forma trivial y remarcar hasta el cansancio que “A veces ignorar la verdad es la única manera de sobrevivir”.
CRIMEN Y EXPLICACION No hace mucho el mainstream nacional descubrió que la literatura policial podía ser un reservorio de historias desde donde alimentar el cine de género criollo, especialmente con novelas que lograron alguna repercusión en el mercado editorial. Claro que el fenómeno estaba asociado, hasta el momento, a las adaptaciones de las novelas de Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves, Betibú) y hacía falta otra pluma que tuviera la capacidad de producir algún tipo de evento similar: sin dudas que Los padecientes, la exitosa novela de Gabriel Rolón, tenía todos los componentes ideales para ser trasladada al cine, empezando por su público cautivo. Pero en un juego de cajas chinas marketineras, la película de Nicolás Tuozzo tenía otro truquito bajo la manga: la pareja de Benjamín Vicuña y Eugenia Suárez, para seguir estirando el éxito del morbo amarillo que ambos alimentan desde El hilo rojo. Hasta el momento no hemos dicho nada de cine, y es que precisamente la película es nada más que -y está pensada como- un objeto puramente de consumo. Un producto flaco, flojísimo, escasamente gratificante, pero puesto en la vidriera para ser devorado por el apetito de moda. Los padecientes se pretende un film de misterio, pero es poco el suspenso. Es de esas películas en las que las situaciones de tensión están construidas desde voces en off que nos explican cosas que pasaron hace un rato, y los flashbacks ilustran sin mayor gracia. Nada, o muy poco del relato, genera la tensión necesaria. Hay sí, una escena, que más allá de recursos gastados (una nena atormentada mientras juega a las escondidas) permite vislumbrar las posibilidades de la historia si se hubiera aceptado al texto como una base y no como un límite. Tampoco el film logra el verosímil adecuado para hacernos creer la investigación que lleva adelante el protagonista, o siquiera la velocidad y el nivel de obsesión con el que se involucra en un asunto que evidentemente lo supera: la hija de un tipo de guita se presenta ante un psicólogo exitoso (al menos tiene reputación, por lo que se dice) para pedirle que haga las pericias necesarias y declare a su hermano como inimputable en la causa que investiga la muerte del padre. El psicólogo, entonces, se embarca en el asunto seguro de que el acusado no sólo no es inimputable, sino que ni siquiera es el asesino. ¿Qué pasa? ¿Cuál es el entramado familiar? ¿Qué esconden? Esos son los detalles que Pablo Rouviot -el psicólogo en cuestión- investiga, con la claridad de un Robert Langdon de la psicología: es que todo le resulta tan fácil de decodificar que termina dando un poco de pereza. La sobreexplicación es un mal del cine contemporáneo, no sólo el argentino. Y en Los padecientes así como el suspenso se explica, también se nos explican aquellos detalles del argumento que las imágenes no saben cómo poner en escena, lo que incluye algunas chácharas banales sobre psicología, psiquiatría y demás rubros que Rolón conoce (en ocasiones se adivinan pases de factura del escritor y guionista para sus colegas) y el guión pone en boca de los personajes de modo didáctico y para que se (sobre)entienda. Por ejemplo, toda una larga perorata que el personaje de Pablo Rago tiene acerca de los medicamentos que toma el supuesto victimario sólo se salva por la solvencia del actor para contarnos algo que parece la lectura de un prospecto farmacológico. La torpeza es regla en este thriller, lo que incluye a las actuaciones (exceptuando al mencionado Rago con una suerte de comic relief y a Angela Torres como la niña atormentada) que se la pasan tirando líneas de diálogo que se creen astutas y no pueden más que evidenciar constantemente la herencia de la letra escrita: en serio, ¿alguien tira en una charla cotidiana el término “superchería”? Los padecientes es ese tipo de películas que se mueren en el respeto supremo a la fuente original. Hay también una creencia acerca de que sólo importan los temas. Y Los padecientes tira temas importantes a ritmo de corredor olímpico: que los entretelones de la psicología y la psiquiatría, que las teorías psicológicas, que los padres abusadores y la violencia doméstica, que los sectores de poder vinculados con la prostitución, que la búsqueda de justicia y verdad, que los hijos marcados por pasados tortuosos…. Y todo esto, que puede ser interesante en letra escrita, no importa si no hay una narración que lo sostenga con virtud. E incluso podemos ver aquí cómo la historia bordea una mirada sobre los sectores de poder y sus perversiones, para quedarse en la orilla y contentarse con los giros y las vueltas de tuerca sobre quién mató a quién. Sólo para el anecdotario, decir que no deja de ser atractivo (si sumamos a la reciente Nieve negra) cómo el mainstream nacional comienza a tener una mirada bastante retorcida sobre la familia, otrora bastión del cine clasemediero. Nada más que eso, un gesto, un aire de su tiempo, que Los padecientes asimila inconscientemente. Por suerte es inconsciente, si no se hubieran puesto a explicarlo hasta el hartazgo.
Pablo Rouviot es un psicoanalista exitoso que se ve envuelto en una trama policial cuando es contratado por Paula, para que oficie como perito de parte y declare inimputable a su hermano, que está acusado de asesinar a su padre. Lo que debía ser una pericia psiquiátrica corriente se transforma en una investigación en donde nada es lo que parece. Benjamín Vicuña se pone en la piel del analista (alter ego inconfundible del propio Gabriel Rolón) en una trama de suspenso, con altas dosis de perversión y truculencia. Su personaje, de tono monocorde, funciona a la perfección (aunque algunos diálogos que parecen poco adaptados suenen demasiado literarios). Maria Eugenia Suárez, en el papel de la hija mayor de una familia "muy particular", se vale más de la mirada que del texto para transmitir la carga emocional que su personaje conlleva. Bella, bien fotografiada, juega algunas de las escenas más provocadoras del filme (incluida una con un "Bestial" Luis Machin). Mas allá del carisma de la pareja protagónica, la fuerza del resto del elenco se ve potenciada por las secuencias que a cada uno de ellos les toca jugar; Nicolas Francella tiene sus momentos de esquizofrenia bien resueltos y Ángela Torres logra meterse en el cuerpo de una nena de 13 para secuencias jugadas, tanto en lo físico como en lo emocional. Ambos jóvenes actores, junto al sólido Osmar Nuñez son los pilares de un filme de género, que nunca reniega del clasicismo. Nicolas Tuozo dota al filme de colores fríos para acentuar la experiencia depresiva y oscura de los personajes. A la vez, se da tiempo de homenajear a algunos clásicos como Ojos Bien Cerrados de Kubrick, en una secuencia orgiástica que combina pasado y presente con gran pericia. Para aquellos amantes de la intriga y del misterio, Los Padecientes puede ser una experiencia cautivante y lograda, sin perder el toque autóctono ni el espíritu de la obra seminal de Rolón.
Psicoanalista y detective El psicoanalista que lleva adelante la trama de Los padecientes funciona como el detective privado de una novela negra. Le ofrecen que ayude en un caso, pero ese caso se transforma luego en algo mucho más complejo que lo supera. Lo que su “clienta” le pide es que evalúe la salud mental de su hermano. El padre de ambos ha sido asesinado y de encontrarse inimputable al joven, todo terminará ahí. Pero no es una sorpresa que el psicoanalista descubre que tal vez haya algo más que eso. La primera parte de la película muestra prolijidad estética, actuaciones algo acartonadas y diálogos poco verosímiles. No es el policial negro un género que se caracterice por el realismo, así que no tiene que ser este conjunto de detalles algo molestos lo que afecte a la película. La falta de humor y falta de chispa en diálogos y situaciones sí que es algo que va volviendo a cada minuto más pesado el relato. No es necesario ser solemne para contar una historia muy dramática. Tampoco es obligatorio serlo, pero cuando el espectador tiene tiempo para pensar en diálogos, verosimilitud y demás elementos de una película, entonces algo no está funcionando. La pesadez y la solemnidad crecen en la segunda parte del relato. La trama policial no ofrece sorpresa alguna, si hay algo que se puede decir de dicha trama es que es absolutamente previsible. Cuando el drama crece las actuaciones, casi todas ellas, muestras sus limitaciones y pasan de ser acartonadas a ser imposibles. Son los diálogos los que comienzan a tomar un protagonismo que no ayuda. Las frases que dicen los personajes no suenan a cine, son imposibles por lo desubicadas, por lo carentes de autenticidad cinematográfica. Todo empieza a hacer ruido. Entonces los actores, llevados a un esfuerzo más allá de sus posibilidades, deben cargar el peso de un guión poco inspirado como policial y unos diálogos que no ayudan a nadie. Se necesita mucha paciencia y una gran complicidad para hacer caso omiso de todo lo que Los padecientes hace mal. Ni con la mejor buena voluntad se logra sobrellevar la vergüenza ajena no intencional que se produce hacia el final. Las películas no empiezan en el rodaje, empiezan mucho antes, con la realización del guión. Una vez que eso no funciona, no hay director o montajista que pueda hacer algo por salvarlas. Este es un claro ejemplo de ello.
Los padecientes es un thriller, basado en un best seller, que sólo busca el éxito y nada de lo que hace lo hace bien. El cine argentino con ansias evidentes de masividad (por producción, marketing, reparto), de un tiempo a esta parte, se está convirtiendo en una vergüenza. Ajena. Porque todos los involucrados siguen apostando a él (aunque a veces los números no los acompañen como esperaban) y aseguran que están haciendo bien su trabajo. Claramente: ciegos que no pueden hacer sino estos engendros. Los padecientes llega al cine, basado en la novela homónima de Gabriel Rolón (también coguionista y actor del filme), con gran elenco, los productores de éxito, una distribuidora internacional y dirección de Nicolás Tuozzo (Próxima salida, Horizontal/Vertical). Roberto Vanussi (Luis Machín) fue asesinado y su hija mayor Paula (Eugenia “la China” Suárez) se acerca a un psicoanalista exitoso y gran vendedor de libros, Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), para que sea perito de parte y firme la inimputabilidad de su hermano, Javier (Nicolás Francella) -un joven con evidentes problemas psiquiátricos-, acusado del crimen. Vanussi era un empresario millonario que hizo su fortuna merced a negocios sucios e ilegales (una red de prostitución de lujo) cuyos clientes poderosos lo sostienen y encubren. Rouviot, mientras juega a ser un detective de macchietta con todo el saber omnisciente al alcance de sus palabras (porque si hay algo que se hace en esta película es hablar y sobreexplicar todo), se involucra con la familia -especialmente con Camila (Angela Torres), la hija menor-, en procura de hallar la verdad que a la larga desanudará un entramado de secretos tan morbosos como previsibles. A la película no le interesa desarrollar una trama interesante ni personajes complejos y ambiguos ni reflexionar sobre nada. Todo está masticado y predigerido. Y recurre a los clisés y lugares comunes del thriller y del drama familiar tocando” temas importantes” (incesto, abuso, poder y delito, traumas, etc. etc.) y pretendiendo que las escenas sexuales son un signo de adultez cuando en verdad son pura búsqueda de venta de entradas. Expuesto desde la primera escena quién es culpable (la misma puesta lo “descubre”) del asesinato -porque tampoco importa saber qué paso con ese ser despreciable así descripto desde el comienzo y sin un solo matiz-, el resto es tratar de entender por qué se filmó este producto y no sonreír ante la mayoría de las actuaciones endebles (Osmar Nuñez sale airoso con su oficio, Pablo Rago se defiende y Angela Torres demuestra solidez) o ciertas resoluciones de guion o puestas en escena que sólo buscan demostrar el dinero que se usó. Escenarios grandilocuentes (mansiones, departamentos, clínicas, estudios) que exudan supuesto buen gusto y son cache, música clásica en conciertos en teatros importantes que son una tilinguería, parrafadas de discursos que pretenden ser profundos y literarios -lo que igual sería un error porque es cine y nadie habla como en los libros- y son falsos, artificiales, con una erudición de resumen de Wikipedia e imposibles de decir, menos de actuarlos y muchísimo menos de creerlos para un espectador que se tenga un poco de respeto. Todo es berreta. Increíble. Insufrible. Sin alma, sin corazón, pero con billetera. El cine argentino que no nos merecemos. Aunque haga millones.
Los Padecientes, adaptación homónima de la novela de Gabriel Rolón, es uno de esos thrillers en los cuales a los cuarenta minutos de avanzado el film ya sabemos cómo terminará, y aun así la trama sigue avanzando. O, en este caso, tropezando con los mismos errores que arrastra desde un principio: a la obviedad de lo que vemos en pantalla se suma, además y siempre de manera constante, una interminable sucesión de diálogos expositivos, que resaltan lo que no hace falta volver a interpretar. Como si esto fuera poco, cada tanto, una voz en off meditativa traza conclusiones y celebra su propia lucidez a la hora de comprender un poco mejor el mundo. Y tanto se celebra a sí misma la obra de Rolón que, claro, termina con un aplauso masivo en cámara. La trama es sencilla y responde a todos los clichés del thriller policial: hay un asesinato misterioso, un detective (bueno, un psicoanalista, que en la práctica de esta película resulta más o menos la misma cosa), una femme fatale que esconde algo en su historia, y una serie de personajes secundarios que resultan a menudo más interesantes que los protagonistas. La historia se activa desde un principio, cuando sin perder demasiado tiempo se presenta ante la clínica del protagonista (Benjamín Vicuña) una joven mujer (Eugenia Suárez) desesperada por cerrar –a su manera- el crimen de su padre, pidiéndole la firma al Licenciado, para que declare inimputable a su hermano (Nicolás Francella), presunto autor del siniestro. Pero, claro, nuestro protagonista juró buscar siempre la verdad, y nada más que la verdad (aparentemente, “La Verdad” es una cátedra en la carrera de psicología donde estudió nuestro protagonista), y por ello se pone inmediatamente a investigar. No pasará demasiado tiempo hasta que comiencen a aparecer los problemas. Los Padecientes es uno de esos casos típicos de este nuevo “cine industria” nacional que, al mejor estilo Hollywood, posa su mirada en los bestsellers para convertirlos en blockbusters, y obtiene así lo mejor y lo peor del cine norteamericano. Lo mejor, es que la factura técnica es impecable (resaltan la fotografía y los efectos digitales). Lo peor, es todo el resto.
Los Padecientes: Las mentiras que esconde la verdad. La película Los Padecientes llega a todos los cines nacionales este jueves 27 de abril con una historia atrapante y cautivadora de principio a fin, que persigue el arduo deseo de saber la verdad y los macabros secretos que se esconden detrás. El director de “Próxima salida” y “Horizontal/Vertical”, Nicolás Tuozzo, presenta este año “Los Padecientes”, película basada en el libro homónimo de Gabriel Rolón y que llegará mañana a todos los cines nacionales con una historia que encierra dolor, calvario y angustia. “La verdad late silenciosa”… con esa frase comienza el film, expresada en voz en off por Benjamín Vicuña, quien interpreta a Pablo Rouviot, un reconocido psicoanalista que recibe a Paula Vanussi; la joven, perteneciente a una familia de clase social alta, sorprende al doctor con el pedido de ayuda para demostrar que su hermano Javier es inocente frente al delito al que se lo acusa: haber matado a su padre Roberto, un exitoso empresario. Al momento de tomar una decisión, el especialista cruza con sospechosas personas que buscan convencerlo de que no acepte el caso. Lo que parecía fácil se convierte en un misterio; ¿Quién es realmente Vanussi? ¿Por qué ayudarlos?, son alguno de los interrogantes que atraviesan al doctor. Entonces, poco a poco, Rouviot va descubriendo una historia repleta de secretos, muerte y mentiras. Justamente, la mansión de la familia Vanussi demostraba todo eso y más: un espacio tan grande y frío para sólo tres hijos refleja la angustia y dolor que podía sentirse en el hogar. Por un lado estaba Javier; el joven que sufría de delirios psicológicos y trastorno de personalidad que lo hacían sospechoso del crimen. Sin embargo, lo primero que expresó para referirse a Roberto fue: “Yo lo amaba”. Por otro lado, también estaba Camila, la más pequeña de la familia, y quien nunca quería hablar de su padre ni de su muerte. Por último estaba Paula, la joven que quería terminar el caso lo más rápido posible para no saber nada más del tema. Ante este panorama, en una mezcla de sospechosos, sólo podía verse víctimas. Desde la mirada externa eran “los ricos”, “los lindos”. Pero de las puertas para adentro su vida era totalmente diferente. Cada vez que Rouviot investigaba y se acercaba al hecho, más riesgo significaba: las amenazas, la paranoia y el miedo comenzaron a ser protagonistas de su día a día. Y no sólo a él, sino que su entorno comenzó a correr peligro, por lo cual reiteradas veces tuvo que preguntarse si debía seguir. A pesar de las dudas, no pudo dejarlo: llegar a la verdad era lo más importante para él, por lo que siguió hasta el final. En todo este proceso, hubo un eje fundamental en los que se encontraba reflejado la angustia de la familia: las obras de arte. Con preponderancia de tonos rojos, negros, marrones, representaban imágenes sombrías que daban idea de la terrible situación que el caso escondía detrás. “La verdad, tan deseada y tan temida”, finaliza diciendo Vicuña nuevamente en voz en off, una frase que resume gran parte de la trama que concentra encubrimientos y mentiras. Con un gran trabajo de música, montaje y fotografía, la producción del film permitió dar el tinte justo de suspenso a la historia macabra, hasta con rasgos terroríficos que generaban que el espectador acompañe el dolor de los protagonistas. Sin embargo, el único detalle que generó dudas fue el guión, el cual estuvo al límite de lo real, ya que por momentos pecaba de ser demasiado literario y llegaba a parecer inverosímil, en el sentido de estar lejos de la forma usual de hablar de las personas. Más allá de eso, la película tuvo todos los condimentos bien combinados para ser un gran film, con buen nivel de actuación e incluso trabajos destacados, como fue el caso de Ángela Torres o Nicolás Francella, dos actores que, aunque recién están comenzando su camino cinematográfico, prometen y mucho. Como si fuera poco, el film va mucho más allá, ya que el caso representa una cuestión sociológica y psicológica que puede apreciarse en la realidad. Desde el aspecto social, los asesinatos y la perversión inundan las ciudades con horror y temor. Pero también, la duda de confesar, de revelar secretos, el miedo, es un hecho psicológico que ocurre con muchas personas, según confesó el autor del libro Gabriel Rolón. La realidad es que Los Padecientes presentará este jueves una impactante historia bien realizada que demuestra el enorme potencial del cine nacional.
Los Padecientes: Una verdad sin remedio. La pareja Benjamín Vicuña y María Eugenia “La China“ Suarez vuelven a compartir protagónico en una película, esta vez, de tinte psicológico. Una de las apuestas nacionales más fuertes del año, con producción de 20th Century Fox. La nueva película del director Nicolás Tuozzo (“Próxima Salida“, “Horizontal Vertical“) basada en la novela homónima de Gabriel Rolón, intenta definirse como un thriller psicológico. Aquí, encontramos la primera falla de la película, ya desde su pretensión de categorizarse dentro de un género que no puede sostenerse a lo largo del film. Cuando hablamos de thriller, damos por supuesto una historia que nos mantendrá atrapados y nos generará una expectativa que irá en modo creciente, bueno, esto no sucede en ningún momento con Los Padecientes, ya que desde el inicio si el espectador presta atención a mínimos detalles, es posible que descubra el desenlace de la historia en la primera parte de la película. La trama presenta al psicólogo Pablo Rouviot (Bejamín Vicuña) quien es contratado por Paula Vanussi (María Eugenia “China Suarez) para que firme un documento, donde debe calificar de inimputable a su hermano Javier (Nicolás Francella), quien sufre distintos desórdenes mentales, y es culpado por el asesinato de su padre. El trío de hermanos se completa con Camila (Angela Torres) quien también será parte de un misterio a develar en una familia completamente disfuncional, con una madre muerta hace varios años y un padre con negocios demasiado sucios y perversos. Todo gira en torno a la investigación que lleva a cabo Rouviot (perfectamente pensable como un alter ego del analista Gabriel Rolón, ambos comparten en ficción y realidad una fama literaria y algunos Best Seller en su haber). Mientras intenta descifrar si realmente Javier ha sido el asesino de su padre, deberá enfrentar amenazas de todo tipo, una investigación policial truncada por presiones de gente poderosa e influyente, y por supuesto historias amorosas del pasado y el presente. El peor crimen del film, entre varios que comete, es tomar un tema como el abuso y el maltrato de una manera demasiado tibia, las escenas que implican el sexo en relación a abuso y poder, no apuestan por una carnadura fílmica, si no que se dejan ver con una liviandad que el tema en cuestión no necesita (si la apuesta es mostrar la cruda realidad de fiestas salvajes con abusos de menores, la decisión de ciertos planos y detalles de esas escenas oscilan en un híbrido entre mostrar algo sutil o exponerlo de manera concreta). Otro punto que resta mucho es la necesidad de todo aquello que pasa, piensan y sienten sus protagonistas expresarlo a través de un discurso, el cual en varias situaciones lejos de provocar empatía en el espectador, lo alejan, dando lugar a una sensación de risa incómoda, ante diálogos acartonados y filosóficos que nada tienen que ver con la construcción del verosímil. Las actuaciones de Angela Torres, cada vez más establecida como un joven talento del cine nacional, y el siempre preciso Luis Machín (un trabajo de hombre convertido en bestia excepcional), son los puntos más destacados de esta propuesta. La dupla protagonista no logra convencer, Benjamín Acuña sigue esa línea acartonada, donde pareciera un personaje más literario que cinematográfico, y la “China” Suárez no tiene escenas que demanden un trabajo superlativo como le hemos visto en Abzurdah. El resto del elenco acompaña sin desentonar, Pablo Rago (como el gitano, amigo de Rouviot), le pone la cuota de humor, a una película que pide a gritos ser rescatada de un vacío narrativo poco feliz. Imposible no hacer mención al personaje de Rolón en una aparición casi caricaturesca, no solo por su caracterización sino por estos diálogos que mencionábamos antes carentes de fluidez. Los Padecientes, podría haber sido mucho más de lo que finalmente es, una película acertada en su estructura, visualmente correcta y prolija pero falta de alma, carente de verosimilitud y demasiado predecible desde sus primeros minutos.
FAMILIA QUE PADECE Perversiones hogareñas al por mayor en un film noir enredado, que apuesta al impacto y la sorpresa. El relato es de Gabriel Rolón: Pablo (Benjamín Vicuña ), exitoso psicoanalista y escritor, recibe a Paula Vanussi (Eugenia Suárez ). Ella le pide que sea el perito que declare a su hermano menor Javier (Nicolás Francella) “inimputable”. ¿De qué? De haber asesinado al padre de ellos, Roberto (Luis Machín), un empresario, tan poderoso como deleznable. Pero el terapeuta, buen hombre, se lanzará en busca la verdad y se acabará convirtiendo a pura deducción en el abanderado de una investigación que deja al descubierto un mundo familiar poblado de secretos y abusos. Todo es muy flojo. Hay tanta retórica libresca en esos diálogos imposibles que los actores, pobres, no saben cómo hacer creíbles esos parlamentos sentenciosos y declamatorios. El film atrasa treinta años. Le sobra énfasis, lugares comunes y explicaciones. La trama avanza con muchos tropezones hacia un final anunciado. Sólo Pablo Rago parece natural entre un Luis Machín muy remarcado (el gran perverso del cine nacional) y una pareja -Vicuña y la China Suárez- que a la hora de repasar estos retóricos y acartonados diálogos, habrá extrañado los dulces susurros del motorhome.
La nueva película protagonizada por la China Suárez y Benjamín Vicuña lleva a la pantalla el libro homónimo de Gabriel Rolón. Y lo hace al pie de la letra. Los padecientes es un thriller basado en un best seller de Gabriel Rolón, quien además participó en el guion de la película y estuvo al lado del director Nicolas Tuozzo en todo el proceso. "Estuve en el rodaje desde el primero al último día, y también en el trabajo de color, sonido, doblaje y musicalización. De modo que cuidé que la película conservara el espíritu de la novela”, dijo el psicoanalista en una entrevista con VOS. La mano de Rolón en el resultado se nota: los diálogos son como en el libro y los personajes responden a lo descripto por el autor. Pablo Rouviot es un famoso psicoanalista, resistido por la Academia, que todavía sufre por un amor perdido y que está obsesionado por la verdad. Un día se presenta en su consultorio la bella Paula Vanussi, hija de un empresario de dudosa reputación que aparece muerto y por cuyo asesinato culpan a un hijo con problemas mentales. Paula le pide a Rouviot que firme un documento en el que conste la inimputabilidad de su hermano, internado en un lujoso neuropsiquiátrico. Dispuesto a encontrar la verdad, el psicoanalista se verá enredado en una trama de violencia, abuso y secretos que trastocará su vida. Luego de El hilo rojo, Benjamín Vicuña y la China Suárez vuelven a protagonizar un filme juntos. Ella en el papel de Paula está correcta y él suena de a ratos impostado, quizá más por las exigencias del guion que por una cuestión netamente actoral. Ángela Torres y Nicolás Francella se destacan como los hermanos de Paula y Luis Machín es puro oficio. La crudeza de algunas imágenes de la película, que incluye una violación y violencia, están muy bien resueltas. La cinta se vale de algunos recursos típicos del policial y hay escenas con encuadres y movimientos de cámara que sorprenden. Los padecientes tiene un guion con diálogos que parecen quedar mejor en las páginas de un libro que en boca de los actores. Pero el manejo del suspenso y la intriga es notable y la película mantiene las expectativas hasta el final.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Todo en nombre de la verdad "Los padecientes", protagonizada por Benjamín Vicuña y la "China" Suárez y basada en el libro de Gabriel Rolón, trata sobre la relación de un reconocido psicoanalista y su paciente, quien desesperadamente le pide que ayude a su hermano acusado de un homicidio. Hoy se estrena en los cines de todo el país “Los padecientes”, film que protagonizan China Suárez y Benjamín Vicuña, una de las parejas del momento. Repitiendo la fórmula de “El hilo rojo”, en el cual se encontraron como pareja en ficción y detrás de cámara, en esta ocasión los actores se la juegan con un thriller psicológico en el que nada es lo que parece. La historia comienza cuando a Pablo Rouviot (Vicuña), un reconocido psicoanalista, lo visita la bella Paula Vanussi (Eugenia “China” Suárez) para que ayude a su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado del homicidio de su padre (Luis Machín). El pedido es para que declaren inimputable al joven, que padece problemas mentales. Sin embargo, Rouviot es un obsesivo buscador de la verdad, y parece apasionarse cuando más enterrada está, por lo que, más allá de caer rendido ante la belleza de Paula, comienza una investigación para saber qué sucedió en la casa de los Vanussi, pues el muerto era un empresario con muchos negocios oscuros. En un laberinto de ocultamientos y abusos, Paula, Javier y su hermana menor Camila (Ángela Torres) deberán conducir a Pablo en su búsqueda, incluso cuando todo se complique con amenazas a él y sus seres queridos. Ya estamos acostumbrados a ver adaptaciones cinematográficas de best sellers, pues la idea de que un éxito literario se transforme en hit de taquilla, a través de una obra que ya funcionó, es tentadora. “Los padecientes” desembarca en las salas argentinas desde ese sitio, basado en la novela del psicoanalista y escritor Gabriel Rolón, y aunque las intenciones y el suspenso se mantienen, el film se malogra al mantener un estilo demasiado literario. Si bien era lógico que sucediera, pues Rolón dio los derechos para el film con la condición de ser parte del equipo de guionistas. Traducido a lenguaje cinematográfico, la narración literaria peca de exagerada y demasiado personal. Hay varias escenas plagadas de vicios de autor, que recuerdan más a un analista describiendo en papel que al desarrollo de la historia audiovisual, y por ello todo está demasiado digerido en la primera mitad del metraje. Este es un error garrafal en un thriller, ya que el principal entretenimiento en el género, para el espectador, es jugar a ser detective a la par del protagonista. En cuanto a las actuaciones, hay que destacar a Nicolás Francella y Ángela Torres, que desde sus roles secundarios son imprescindibles no sólo en la fundamentación del relato, sino en la oscura estética del director Nicolás Tuozzo. Sin embargo, Vicuña suena, con sus pensamientos y formas de hablar, demasiado arraigado a la filosofía y narrativa de Rolón, por lo que no puede descollar. Suárez, en tanto, es perfilada en un papel protagónico pero no aparece en tantas escenas como debería para demostrar desde su posición.
Psicología y misterio Basada en el best seller del mediático Gabriel Rolón, y con una pareja protagonista (Benjamín Acuña y la China Suárez), más mediática todavía, "Los padecientes" es la típica película que aspira a ser un tanque en la taquilla. Y es muy probable que lo consiga. El resultado cinematográfico, sin embargo, es un policial de lo más endeble y que encima, por momentos, llega a irritar con sus pretensiones. La historia empieza cuando Paula Vanussi (Suárez), una joven de clase acomodada, le pide al prestigioso psicólogo Pablo Rouviot (Vicuña) que actúe de perito de parte para declarar inimputable a su hermano, que está acusado de haber matado a su padre, un empresario involucrado en negocios turbios. Pero Rouviot —que escribió libros sobre Lacan pero él se cree que es Sherlock Holmes— sospecha que el acusado no es el culpable y así empieza a investigar a toda la familia Vanussi. La naturalidad no existe en "Los padecientes": los personajes son esquemáticos, son sólo títeres al servicio de la trama. En el mismo tono, los diálogos son acartonados y declamatorios, y además incluyen "reflexiones" pretendidamente profundas. Sobre el final la película se vuelve morosa y previsible, y termina por derrapar cuando apela al morbo con escenas que intentan hacer referencia a "Ojos bien cerrados".
Los padecientes, de Nicolás Tuozzo Alguna vez la escritora la escritora Claudia Piñeiro, hablando sobre la experiencia de vender los derechos de sus novelas para el cine, confesó que cuando lo hace se olvida de cualquier pretensión de influir a la hora de escribir el guión. La razón de esa actitud, terminó de explicar la escritora, es que siendo ella guionista profesional había intervenido demasiadas veces en el proceso de destrucción de novelas de otros y que prefería no sufrir en carne propia ese proceso. Gabriel Rolón es el autor de la novela base de Los padecientes y en una de sus múltiples presentaciones de estos días en los medios para hablar de la película, se encargó de hacer saber que él metió mano en la escritura del guión y que le dijo al director Nicolas Tuozzo (Próxima salida, Horizontal/Vertical) que estaba interesado en participar en todo el proyecto. Quizás la participación de Rolón fue más allá de lo razonable y terminó ahogando a la película. Los problemas del relato son de todo tipo, pero los más evidentes son los del guión, que peca de excesivamente literario y poco cinematográfico. Todo está dicho en Los dolientes, incluso lo que es mostrado, es además de mostrado y remarcado con palabras graves, llenas de importancia. Los actores se ven en la obligación de actuar situaciones complejas, mientras lanzan frases llenas de grandes palabras y eso en el cine termina siendo agobiante. El elenco es realidad muy sólido y efectivo pero tiene que lidiar con situaciones que bordean la vergüenza. Dentro de ese panorama, lo mejor de Los padecientes termina siendo Pablo Rago en su papel casi de comedia, aunque no participa lo suficiente puesto para aligerar la gravedad de lo que intenta contar la película. Para más, teniendo en el elenco a la China Suarez, alguien decidió que era negocio mostrar el trasero de Luís Machín y mostrar poco y nada la anatomía de ella. Así las cosas si algo hay verdaderamente padeciente es el espectador. Se hacen cada cosas en su nombre… LOS PADECIENTES Los padecientes. Argentina, 2017. Dirección: Nicolás Tuozzo. Intérpretes: Benjamín Vicuña, Eugenia Suárez, Pablo Rago, Nicolás Francella, Luis Machín, Angela Torres, Osmar Núñez y Justina Bustos. Guión: Marcos Negri, Gabriel Rolón y Nicolás Tuozzo, basado en la novela homónima de Rolón. Fotografía: Félix Monti. Música: Sebastián Escofet. Dirección de arte: Federico Mayol. Sonido: José Luis Díaz. Duración: 116 minutos
Dirigida por Nicolás Tuozzo y basada en el libro de Gabriel Rolón, Los Padecientes adapta más de un caso que ha pasado por el diván del psicoanalista en su vida real, aunque con el condimento del asesinato. Para sorpresa de muchos, la dupla Eugenia Suárez/Benjamín Vicuña no está en esta película para expresar su amor tan polemizado en los medios locales, sino que ambos ofrecen actuaciones muy respetables adaptando personajes con un perfil bien definido desde las páginas de una novela. Este nuevo film argentino es el horror en su máxima expresión, y es lamentablemente también un resumen de los titulares que vemos y leemos en los informativos diarios: femicidio, abuso, crimen, y más. La historia nos llega en un momento por demás de sensible, donde la impunidad con la que se cometen cientos de casos aberrantes nos quita el apetito. A diferencia de la realidad, acá la justicia queda bien parada en todo sentido; tanto por mano propia como por el lado de la ley de leyes. La trama se inicia con el cuerpo sin vida de un famoso empresario multimillonario que ha sido asesinado y arrojado en un lago. Todas las pistas conducen a su único hijo varón -interpretado por Nicolás Francella-, quien ahora está internado en un centro psiquiátrico con un coma inducido. En ese contexto, su hermana mayor (la china Suárez), llega al consultorio del reconocido psicoanalista al que interpreta el actor chileno, pidiéndole por favor que firme un papeleo donde declare que el joven y presunto culpable no está en condiciones salubres como para ser juzgado, es decir, un inimputable. Así comienza una investigación que el protagonista se tomará como muy personal, intentando descubrir los secretos que se esconden detrás de semejante escenario, abriendo un expediente que antes nadie se animó a explorar y aprovechando su capacidad de razonamiento para descubrir una verdad que hacia el final de la película hasta nos hará cubrirnos los ojos de tanto rechazo. A nivel visual, Los Padecientes está perfectamente lograda, pues incluso presenta escenas con efectos colocados en postproducción. Quizás el único elemento que criticaría es ese tono un poco “almidonado” que suelen tener los intérpretes a la hora de actuar sus guiones, como si lo estuviesen recitando de memoria en lugar de entregarse al papel; ni hablar de los secundarios o de reparto. Más allá del detalle que puede ser muy personal, este thriller merece la pena ser visto y seguramente se posicione entre las ficciones más destacadas del año. Ángela Torres ofrece una performance para aplaudir, no sólo por su juventud, sino también porque su personaje es una niña de apenas 13 años, experta en violín y atormentada por un fantasma que descubriremos con el correr de los minutos. Otra de las actuaciones destacadas es la de Pablo Rago, quien nos trae a el Gitano, ese mejor amigo que todos necesitaríamos tener para que nos salve en los peores apuros; una especie de compañero de aventuras al estilo superhéroes. Finalmente, y aunque cueste aceptarlo, el rol de Luis Machín. Es el más jugado de todos, ya que básicamente es un cerdo imperdonable. Recomiendo Los Padecientes como recomendé en su momento Betibú (2014) o Gato Negro (2014)… Son películas diferentes que se animan a traspasar algunas líneas extra y que le hacen muy bien a nuestro cine. Paso a paso, las producciones argentinas se vuelven cada vez más interesantes y enriquecedoras, alimentando las ganas del espectador de apostar a ellas por encima del resto de los países.
UN PSICÓLOGO A LA DERECHA Crímenes, partuzas y muchos quilombos psicológicos. La exitosa novela de Gabriel Rolón llega a la pantalla grande de la mano del director Nicolás Tuozzo (“Próxima Salida”). Marcos Negri, Tuozzo y el mismísimo Rolón se encargan de adaptar este thriller psicológico protagonizado por Benjamín Vicuña, Eugenia Suárez, Pablo Rago, Nicolás Francella, Ángela Torres y Justina Bustos, entre otros. Pablo Rouviot (Vicuña) es un prestigioso psicólogo al que le cae un caso muy particular. Paula Vanussi (Suárez) le pide que declare inimputable a su hermano Javier (Francella), aparentemente, causante del asesinato de su papá, un poderoso empresario. El joven se encuentra internado en una institución mental, bastante confundido sobre los hechos de la noche en cuestión. A medida que avanza en su análisis, y la investigación, Rouviot comienza a sospechar de su culpabilidad y los verdaderos secretos que se esconden en la familia Vanussi. “Los Padecientes” es un thriller hecho y derecho que nos va mostrando diferentes puntos de vista, pero se siente demasiado inverosímil (y claro, predecible por momentos) desde las actuaciones y modismos de los personajes. Rouviot es más Sherlock que psicólogo, capaz de analizar a una persona con sólo observar su ambiente de trabajo. Un profesional que decide buscar la verdad a toda costa, y ni siquiera sabemos por qué. Tuozzo va y viene en el tiempo, mostrándonos la sordidez de la familia Vanussi, metiendo algunos personajes que se desvanecen en la historia, ya que no les dedica pantalla suficiente para desarrollarlos o darles la debida importancia. Esto va obstaculizando una narración, de por sí densa, que todo el tiempo amaga con cruzar sentimentalmente a los protagonistas; un juego que puede funcionar para los tabliodes, pero no para la trama de esta película. Ojo, “Los Padecientes” tiene una premisa interesante, aunque nada que no hayamos visto en clásicos del film noir o películas más recientes como “La Dalia Negra” o “Los Hombres que no Amaban a las Mujeres”, pero la historia sería más eficaz en manos de intérpretes más capaces, carismáticos y verosímiles, lo siento. Los realizadores impregnan su historia con personajes machistas y misóginos. Las mujeres sólo pueden ser “lindas”, “hermosas” y “preciosas” pero, al parecer, nunca son tildadas de “inteligentes”, ¿en serio? Claro que son todas lindas, pero no hace falta recalcar esto cada cinco minutos. Casi desde el primer momento, intuimos por dónde viene el problema y ya no queda mucho a la imaginación del espectador. Las situaciones y personajes se ven tan forzados que la trama no fluye como debería, y si vamos a ser sinceros, la única actuación que no apesta es la Pablo Rago. Tuozzo tiene buenas intenciones, pero se preocupa mucho más por lucir a su pareja protagonista que por crear un verdadero clima de misterio para este policial que nos llena la cabeza de análisis psicológicos, pero muy poco, poquísimo, peso narrativo.
La persona más o menos entrenada en policiales rápidamente descubrirá qué es lo que se oculta detrás de esa familia adinerada cuyo padre (Machín) ha sido asesinado por un hijo (Nicolás Francella) al que se busca declarar insano. La persona más o menos entrenada, además, sabrá que el psicólogo interpretado por Vicuña que tiene a su cargo el asunto va a tener sus idas y vueltas con la chica –un poco víctima, un poco mujer fatal– que interpreta Suárez (Suárez, digámoslo ahora, es una actriz con gran potencial, aunque quizás nació en la época equivocada para alcanzar el estrellato). Ahora bien: el problema de este film no consiste en su previsibilidad sino en que, visualmente, carece de toda fuerza. Los elementos clásicos del thriller o el policial negro (que el psicólogo sea el detective también es algo a lo que, con los años y desde los setenta, nos hemos acostumbrado) están allí pero imitados, sin que sean totalmente comprendidos. Y eso es lo que resiente en todo momento la tensión que debería sostener la trama para capturar nuestro interés. Que la factura técnica sea impecable es lo de menos: la misma prolijidad hace que al guión le falten honduras o riesgos. La fórmula está desnuda y no como sostén de una puesta en escena que nos lleve a otro mundo. Por supuesto: no hay historias nuevas desde los griegos, el secreto es mostrarlas como si no las conociéramos y convencernos de su novedad. No es este el caso.
Basada en libro homónimo de Gabriel Rolón se estrena este intento de superproducción vernácula. El mismo director de “Próxima salida” (2004) y “Horizontal vertical” (2009), Nicolás Tuozzo, se introduce en el género del thriller, con ingredientes de denuncias. El problema principal es que ningún golpe da en el clavo, siempre todo está un poco corrido, el suspenso se anticipa para luego licuarse. Ergo no hay suspenso. La narración se abre con la presentación de una orquesta “sinfónica” interpretando un concierto para violín, mientras una voz en off nos habla acerca de lo etéreo que puede ser la verdad. La historia se centra en Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un psicoanalista famoso que es contratado por una joven hermosa, Paula Vanussi (Eugenia Suárez) como perito de parte para que declare como inimputable a Javier Vanussi, (Nicolas Francella), su hermano, quien confesó ser el asesino del padre de ambos. Javier está internado en una clínica psiquiátrica en estado de coma inducido, el diagnostico Trastorno Limite de la Personalidad (TLP), que no es diagnostico suficiente para inimputabilidad, no puede ser homologado por el psicoanalista hasta tanto no haga contacto fehaciente. En una solo sesión el facultativo contratado cambia de diagnostico, psicosis mixta, una gnoseología psiquiátrica acorde para declarar incompetente al acusado, pero ya casi dejada de lado como estructura por la psiquiatría. El bueno de Pablo no está convencido que Javier sea el verdadero asesino, y comienza a investigar en busca de la verdad. En esa búsqueda que no le compete se irá introduciendo en un mundo que no le corresponde, primero conocerá a la menor de los Vanucci, Camila (Angela Torres) y a Roberto Vanussi (Luis Machi), el padre de la horda (perdón la familia), en apariencia un acaudalado empresario de bienes raíces. En realidad un personaje siniestro de la alta sociedad burguesa porteña, en su mansión se realizan fiestas “non sanctas”, para jugar de anfitrión y proveedor de las ninfas demasiado jóvenes, para el placer de dinosaurios demasiado viejos. Esto mostrado en una de las peores escenas del filme, en el que se nota el intento de imitar, copiar, asaltar al filme “Ojos bien cerrados” (1999), obra póstuma de Stanley Kubrick Demasiadas son las fallas que se van presentando. Los actores principales (Vicuña y Suárez) no dan nunca con sus personajes, no son creíbles, el resto del elenco circula por la misma desazón de no saber hacia dónde deben inclinar, y sólo se salvan del incendio Pablo Rago (el gitano), como el amigo intimo del psicoanalista devenido en detective, y Angela Torres. Otros elementos se postulan como responsables directos del fracaso, respecto de los personajes, no hay una buena construcción ni justificación de su desarrollo, pero el peor pecado en este sentido es que todos hablan igual, hay una sola vos. Ninguno de los personajes tiene voz propia. El subcomisario habla como el psicoanalista que se expresa de igual manera que su amigo el “Gitano” cantaor flamenco, que lo hace casi imitando al guardaespaldas del asesinado, y todo así. Estaría muy bueno si fuese el narrador de manera permanente, pero no lo es. Todos están sometido a partir de diálogos pomposos, reforzados, vacuos. Nada es lo que parece, o así debería ser, a los intentos de vueltas de sisa se les nota la costura y los dobleces. El verdadero conflicto pasa porque en una producción policial la trama debería ser el impulsora del relato, esto no sucede. Lo que si ocurre es la utilización automática y de manual de los elementos clásicos del policial negro Sí es de destacar el diseño de arte, de sonido, las locaciones, y la fotografía, el montaje clásico, pero nada más. En realidad todo, y a partir de la publicidad con la que anticipan el estreno, se podría decir que va de la mano de la popularidad de la pareja protagónica, que lo son en la vida real. Lo mismo se podría aplicar a Gabriel Rolón, quien se hiciera famoso como partenaire de Alejandro Dolina en un programa de radio, actúa en el filme como un psiquiatra, es también el responsable del guión cinematográfico, junto al director Nicolás Tuozzo y a Marcos Negri. Lo cual nada significa.
Crítica emitida por radio.
Creo que el mayor logro que puede anhelar la adaptación cinematográfica de una obra literaria es lograr atrapar tanto a la audiencia que ya disfrutó del material original como a aquella que no leyó ni tres páginas. Siendo uno de los que se ubica en el segundo grupo, pienso que Los Padecientes sale airosa en ambos sentidos. Como muchos sabrán, el film dirigido por Nicolás Tuozzo (en su primer largometraje desde Horizontal/Vertical, de 2009) es una adaptación de la exitosísima novela escrita por Gabriel Rolón y publicada en 2010: "Los Padecientes" es el libro de ficción más vendido de los últimos 30 años en nuestro país, por lo cual había bastante expectativa sobre su traslado a la pantalla grande. De hecho, el guión fue adaptado en conjunto entre Rolón, Tuozzo y Marcos Negri. La historia comienza con Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un psicólogo muy reconocido en su materia, quien viene de una ruptura sentimental algo dolorosa aunque en ningún momento es trascendental en la trama, así que ni sé por qué la menciono acá (¿tendré que volver a mi psicóloga?). Por medio de su mejor amigo, "El Gitano" (Pablo Rago), Rouviot es contactado por Paula Vanussi (Eugenia "la China" Suárez), hija mayor de un poderoso empresario recientemente asesinado. Paula requiere que, como profesional calificado, Rouviot realice una pericia y certifique la inimputabilidad de su hermano Javier (Nicolás Francella), el único acusado en el crimen de su padre, Roberto Vanussi. Pero el psicólogo, ahora devenido en investigador, rápidamente se percata que es casi imposible que Javier haya sido el autor del cruel asesinato debido a sus serios trastornos psiquiátricos. A medida que comienza a indagar y a escarbar el núcleo familiar, poco a poco van surgiendo los oscuros secretos de Vanussi, tanto en sus negocios como en la relación con sus tres hijos. Pero Rouviot está decidido (¿u obsesionado?) a encontrar "la verdad" del crimen, o lo que más se parezca a ella, lo cual provoca que cierto entorno se ponga nervioso y amenace a sus seres más cercanos. Y ahí paro de contar. Voy a comenzar siendo absolutamente sincero: durante los primeros minutos de Los Padecientes, sentí que los diálogos y las actuaciones estaban muy forzadas, muy "duras", como si Vicuña y Suárez estuvieran leyendo párrafos directamente del libro en lugar de actuar el texto (el breve monólogo inicial es un claro ejemplo). Afortunadamente, con el correr de los minutos, y en especial luego de la introducción de un genial Pablo Rago, todos se distienden y los diálogos comienzan a sentirse menos expositivos y fluyen con mayor naturalidad. Más tarde, promediando la película, me di cuenta que realmente estaba muy metido en la trama (¡recuerden que no leí el libro!). A esa altura, como espectador, ya conocía parte de la verdad pero estaba ansioso por conocer el resto. ¿Quién es esta gente que comienza a apretar a Pablo para que desestime su investigación? ¿En qué chanchullos estaba realmente metido Vanussi? ¿Cuáles son los secretos que esconden celosamente los tres huérfanos? Como todo buen thriller psicológico, Los Padecientes logra captar nuestra atención y provocar que, en simultáneo con el protagonista y con los datos que tenemos a mano, comencemos a hilvanar teorías sobre quién lo mató y por qué. Toda esta teorización de nuestra parte se ve incrementada por un par de escenas, realizadas con destreza por el director y el director de fotografía, donde Rouviot va recreando los testimonios in situ, como si él mismo estuviera presente en ese momento, cual fusión de Sherlock Holmes y Freud. Desde el lado del elenco, todos cumplen un papel más que correcto. No obstante, sin lugar a dudas las mejores interpretaciones provienen de una fabulosa Ángela Torres como Camila, la menor de los tres hermanos, y Luis Machín en el breve pero intenso papel de Roberto Vanussi, el padre asesinado. Desde su participación en Gilda: No me arrepiento de este amor que nos dimos cuenta que la joven actriz tenía pasta para roles más rigurosos que los que puede brindar una tira diaria televisiva: su Camila inicia su travesía emocional como una niña algo introvertida, avocada por completo a sus clases de violín, casi adormecida internamente. Pero a medida que los secretos se revelan y las piezas caen en su lugar, Camila logra liberarse y salir de su escondite, y afortunadamente Angela Torres resuelve con holgura dramática las escenas más exigentes. Por otra parte, lo de Luis Machín es sencillamente genial. No tiene tantos minutos en pantalla, y tiene aún menos diálogos. Pero no importa. Machín se apoya en las miradas, en los gestos, en las muecas socarronas para construir en cuestión de segundos un personaje totalmente perverso y detestable, que te genera un profundo rechazo con sólo verle el bigote. Pablo Rago es otro que cumple con creces: su "Gitano" es uno de esos amigos que están en las buenas y especialmente en las malas, los que te bancan aún cuando saben perfectamente que estás cometiendo un error. Con niveles de producción, fotografía y dirección más que satisfactorios, el film transita por senderos ya recorridos pero no por ello menos interesantes y bien ejecutados. En definitiva, Los Padecientes no va a romper el molde en el cine de género nacional. Pero tampoco hace falta que nadie rompa nada, sino que lo que se hace, se haga bien. Quienes desconocen por completo la trama, van a sentirse cautivados por ella. Quizás la mayor dificultad esté con convencer a quienes ya leyeron el libro en estos siete años desde su publicación, y que suelen formar "su versión" de los personajes en su mente. Para ellos, me tomo el atrevimiento de parafrasear a Pablo Rouviot y darles un consejo: "El libro no deja de existir porque se lo coloque en la repisa". VEREDICTO: 6.5 - DIVÁN CON POCHOCLOS La adaptación de la novela de Gabriel Rolón logra superar algunos obstáculos iniciales (principalmente desde lo actoral) para llegar a un segundo acto atrapante y convincente. Quizás no resulte tan exitosa como el libro original pero, como thriller psicológico cinematográfico, Los Padecientes se vale por sus propios medios (en especial gracias a las interpretaciones de Ángela Torres y Luis Machín) para mantenernos atentos a la pantalla buscando desentrañar la oscura trama de la familia Vanussi.
Fallido relato del horror. Llega al cine el best seller Los padecientes, de Gabriel Rolón. Benjamín Vicuña, China Suárez, Nicolás Francella y Ángela Torres se ponen en la piel de los protagonistas. ¿De qué se trata Los Padecientes? Paula (China Suárez) recurre al reconocido psicólogo Pablo (Benjamín Vicuña) para que ayude a su hermano enfermo (Nicolás Francella), quien sería el responsable del asesinato de su padre. Los problemas de Los padecientes Empecemos por los defectos, para después rescatar lo bueno. La principal falla de la historia es algo que quizás no juzguemos en una película extranjera: los diálogos. Las palabras no se liberan de la solemnidad literaria y se nota que no son orgánicas, que no fluyen… la gente no habla así en la vida real. Eso le resta credibilidad a un relato que, sin embargo, logra hacer funcionar mejor sus engranajes en la segunda mitad del metraje. Aún con las explicaciones que dieron durante la conferencia de prensa el elenco, el director Nicolás Tuozzo y el propio Rolón (más abajo te la comparto), el personaje de Benjamín Vicuña no termina de convencer. Eso de tener que actuar “con cara de nada” porque como psicólogo no puede expresarse, no consigue el sano equilibrio de decir sin decir. No empatizamos con él, nuestro protagonista, y eso es un problema. Los logros de Los padecientes Vamos a lo bueno. Grandes actuaciones de -curiosamente- los menos experimentados. Por un lado, Nicolás Francella demuestra que no está ahí por portación de apellido sino porque sabe actuar. Su personaje, el del hermano con problemas psiquiátricos que habría matado a su padre, es de los más interesantes: engancha y genera intriga. Ángela Torres es la otra pata fuerte de la película. Haciendo de la hermana menor de la familia, compone a una niña que detrás del violín que toca, oculta un mundo aterrador y no dicho. Pablo Rago y Luis Machín aportan oficio y son pura naturalidad. Tan simple y tan bueno como eso. ¿Y la China? Cumple con su rol y no hace de linda (bien por eso). Eso sí: no es tan protagonista como indica el afiche. Más allá del resultado final de la película, vale decir que es bienvenida la historia, si aporta a que distintos horrores individuales sean dichos. ¿Conclusión? “Los Padecientes” se quede a mitad de camino y no llegue a explotar su potencial. Aún proponiendo una historia interesante, con un tema que bien vale ser tocado y la estructura del género a su favor, resulta una thriller regular, que mejora en su relato cuando ya es demasiado tarde. Puntaje: 4/10 Duración: 110 minutos País: Argentina Año: 2017
La cruda verdad Gabriel Rolón, el célebre analista argentino, desde hace tiempo también se desempeña como escritor. Su tercer libro, Los Padecientes, fue publicado en el 2010 y hoy a 7 años de su lanzamiento, llega al cine en una adaptación protagonizada por Benjamín Vicuña y Eugenia Suárez. Pablo Rouviot (Vicuña) es un reconocido psicoanalista que recién llegado de un viaje recibe en su consultorio a Paula Vanussi (Suarez). Paula ha quedado huérfana luego del asesinato de su padre, y contrario al pensamiento de Rouviot, no está buscando un psicólogo que la ayude a superar dicha perdida; lo que necesita es un perito que declare que su hermano Javier (Nicolás Francella) es inimputable aún siendo el principal sospechoso del crimen. Los problemas para Rouviot y la familia surgen cuando el analista indaga en los detalles del episodio. Se comienzan a develar oscuros secretos de la familia, y principalmente, que no todo es lo que parece en relación al asesinato de Roberto Vanussi (Luis Machín). A Los Padecientes le cuesta arrancar. Nicolás Tuozzo, director del film, no consigue ensamblar la maquinaria cinematográfica en la primera parte de la película. Por momentos la presentación de los personajes resulta torpe, lánguida. Incluso la motivación de los mismos son exhibidos de manera demasiado explícita y subrayada. No hay sutilezas. A modo de ejemplo, encontramos la reiteración de Vicuña en sus diálogos respecto a su obsesión por la verdad. El guión también resulta desmedidamente solemne en muchos momentos. Solo con las apariciones de Pablo Rago se aliviana un poco la gravedad con la que Rolón y compañía adaptaron la novela. Los Padecientes es una película irregular con un guión demasiado solemne. Cuando Los Padecientes deja atrás el lastre de la introducción del clan Vanussi, la película avanza con fuerza. El relato deviene en un policial negro donde claramente la figura del psicoanalista hace las veces de detective privado. Ahí Los Padecientes fluye, empezando a desenredar la historia con destreza, respetando las fórmulas del querido género que encontró en Humphrey Bogart su mayor exponente. Por lejos esos son los mejores momentos de la película, que con ese viento a favor y un rumbo más claro, transita dignamente hacia su desenlace a pesar de algunos baches en el camino. Si en la narración no hay efectividad absoluta, en las actuaciones tampoco. Encontramos a un buen Vicuña, ajustado e impasible, se involucra con pasión en la historia sin sobreactuar. También están los laburos de Luis Machín, Nicolás Francella y Angela Torres (revelación en la película), cumplen bien en su cuota de pantalla. Por otro lado tenemos a la China Suarez, de muy buen debut con Abzurdah pero que aquí transita la mayoría del film sin destacarse demasiado. De hecho, cuando el dramatismo de Los Padecientes empieza a subir, acude a su figura en búsqueda de afianzar el peso dramático, encontrando una interpretación que hace agua. Los Padecientes es una película anómala. Por momentos, cuando puede plasmar sus ideas en la pantalla, resulta un entretenimiento de interés en clave de policial negro. Pero lamentablemente la irregularidad de sus actuaciones, la solemnidad de su historia y el grosero subrayado de muchos de sus diálogos terminan por menoscabar sus posibilidades de ser una muy buena película.