Mario (Mike Amigorena) está en una situación complicada, con más de 40 aún no encuentra estabilidad en el plano laboral y sentimental. Se gana la vida haciendo degustaciones de alimentos y ocasionalmente cantando covers de Sandro en eventos privados. Hace tiempo está separado, su mujer (Leonora Balcarce) tiene una nueva pareja (Rafael Spregelburd) y su hijo adolescente Lucas (Roman Almaraz) ya no quiere verlo. Pero el destino parece ofrecerle una oportunidad única para encarrilar todo: justo en el día pactado para pasar con su hijo, su mejor amigo y manager “El Oso” (Iair Said) cierra una mini-gira de presentaciones durante todo un fin de semana que culmina en Santa Teresita con un show que promete ser trascendental para la carrera musical de Mario. De esta manera los tres inician el viaje hacia la Costa. Un viaje cargado de tensiones y reproches pero que se irá convirtiendo en una gran aventura. Mario On Tour es una comedia sobre relaciones humanas, es una road movie con los mejores elementos del cine indie americano (anti-heroes, familia disfuncional, adolescente en pleno coming of age) y también es un retrato sensible y emotivo sobre la paternidad y la persecución de todo aquello que nos apasiona. El guion, a cargo del director Pablo Stigliani tiene situaciones muy divertidas y un ritmo siempre entretenido sin abusar de gags ni remates disparatados. La película mantiene un tono más bien sentimental y tierno apoyado en un trabajo consagratorio (al menos, en cine) de Mike Amigorena, que logra transmitir toda su carga emocional solo con su mirada. Gran acierto de Stigliani en mantener en ese registro a Amigorena, que siempre encuentra grandes frutos en su histrionismo pero en este caso, con un trabajo absolutamente distinto llega a un resultado sublime. La otra gran sorpresa es el joven Roman Almaraz, su personaje es el que más mutaciones va sufriendo a lo largo del viaje y logra una performance estupenda, generando en el espectador desde bronca hasta lágrimas. Por último hay que destacar el trabajo de Iair Said, que es el generador de todas las risas. Quienes lo hayan visto en la serie web “Eléctrica” o en la joyita perdida “Acá Adentro” (creo que solo se vio en BAFICI) sabrán que es un maestro del humor, con su postura naif, gestos mínimos y una entonación pausada y profunda absolutamente todo lo que hace es desopilante. Técnicamente impecable, la película brilla gracias a tres pilares: un guión que encuentra un equilibrio perfecto entre humor y emoción, un elenco de lujo donde todos se lucen, incluyendo algún cameo inesperado y un trabajo fantástico en la composición de la música original a cargo de Patricio Alvarado y en la selección de temas interpretados con gran talento por Mike Amigorena (que canta mejor que Ryan Gosling en La La Land). Imperdible, una de las joyitas del último BAFICI y sin dudas una de las mejores películas nacionales de este año.
El hombre que perdió sus ilusiones Esta comedia de Pablo Stigliani logra cautivar al espectador a través de la relación padre-hijo que interpretan Mike Amigorena como Mario y Román Almaraz como Lucas. Además se suma Iair Said, como el amigo del protagonista. Un acierto implacable del director es haber centrado la historia en este trío y no en la música. Si bien el protagonista trabaja de cantar canciones de Sandro -y a partir de eso se envuelven en la aventura de un tour de fin de semana- la historia valiosa es la reconstrucción del vínculo entre un padre que estuvo ausente y un adolescente que tiene que aprender lecciones de vida. Aunque el film es algo predecible desde el principio, no deja de ser una historia con muchísimo humor, momentos de desencuentro y tensión. Como así también refleja con perfección el amor y el sufrimiento humano -más allá de la edad de cada personaje-. Punto a parte es el carisma de Mike Amigorena en todo momento, y la excelente voz que tiene para cantar. Hace falta destacar la comiquísima actuación de Iair Said y la empatía que genera Román Almaraz.
Seguir a pesar de todo Mike Amigorena protagoniza esta tragicomedia argentina para darle vida a Mario, otrora cantante de moderado éxito que ahora se da cuenta de que sus mejores años pasaron hace rato. La dirección y escritura del guion están a cargo de Pablo Stigliani quien, además del mencionado Amigorena, cuenta en su elenco con Iair Said, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd y la joven revelación que es Román Almaraz. La historia comienza cuando Mario, cuarentón que ha dedicado su vida a la música, recibe la noticia de la muerte de su madre. Y este suceso, si bien afecta al personaje con su cuota de tristeza, actúa en él como un aviso, una alarma que lo vuelve consciente del paso del tiempo y del provecho que hay que sacarle, sobre todo en términos familiares. Por eso decide retomar la relación con su hijo adolescente al que hace un largo tiempo que no frecuenta. En esta primera parte resulta ponderable el trabajo de dirección de Pablo Stigliani que, si esto fuera teatro, habría que referirse a las bondades de lo que se conoce como “puesta”. En términos cinematográficos, los climas, la estética que la película logra en este momento introductorio funcionan brillantemente para meter al espectador en la vida gris y melancólica de este cantante, que supo tener sus éxitos y que hoy apenas sobrevive cantando temas de Sandro en casamientos, cumpleaños y despedidas de soltera. Y las loas se las lleva el director porque este sentimiento de desesperanza aparece a todo nivel: musical, visual, dramático y narrativo (un breve paréntesis le corresponde a Mike Amigorena que también ayuda, y mucho, para lograr este efecto). Tanto el personaje de Mario como el de su mejor amigo, Damián, que también es su representante artístico, su hijo Lucas a quien quiere recuperar y que se reúsa a cooperar en esta empresa y su ex mujer, que rápidamente se ha vuelto a casar para dejar atrás su relación con Mario, son todos participantes en ese fragmento “dramático” de la historia. Y me permito ser reiterativo en el concepto de ese primer momento de la película porque, una vez hechas las presentaciones, los personajes de Mario, Damián y Lucas emprenderán un viaje de fin de semana que tiene el doble objetivo de retomar esa relación perdida entre padre e hijo y, a su vez, de cumplir con los compromisos laborales de Mario en una variopinta serie de eventos sociales, cuyo número principal será la presentación del “imitador de Sandro”. Y ahí la cosa cambia. Porque a partir de este punto, la película se convertirá en una road movie en escenarios que mantienen la melancolía del inicio pero esta vez tratada con una óptica mucho más esperanzadora. No es casual entonces que los momentos cómicos más jugosos aparezcan en esta parte, al tiempo que la historia se permite ir paulatinamente avanzando en la transformación que los tres personajes principales experimentarán a partir de este viaje. A estos efectos, la labor de guion es fundamental como así también el trabajo de los actores protagónicos y, en ambos casos, cada parte está a la altura. La química entre Mike Amigorena y Iair Said es fantástica y el elemento infiltrado que es el no tan pequeño Román Almaraz cuaja perfectamente para darle forma a un trinomio que afronta el desafío de contar una historia de segundas oportunidades desde una óptica cínica y de amor duro, que se despega de lo mucho que ya hemos visto en este campo. Y lo logra.
Mike Amigorena es Mario, un músico con aspiraciones artísticas que van más allá de su inestable trabajo como tributo a Sandro, con un hijo que tras el divorcio cada vez ve menos y con una urna con las cenizas de su difunta madre. En un último intento por mantenerse en la vida del pobre pibe, decide llevarlo con él en la gira que organizó su mejor amigo y manager, el Oso. Un finde arriba de un auto en el que casi nadie quiere estar, yendo a trabajos que ninguno quiere hacer. Mario querría cantar sus temas ante otro público, el Oso preferiría ser músico y no manager, y el pequeño quisiera estar en su casa jugando a la Play. Por supuesto que al tratarse de un roadtrip, la maduración y la transición entre etapas de la vida sin dudas que juega un papel central en las temáticas de “Mario On Tour”. Se trata del segundo trabajo del director Pablo Stigliani, una propuesta mucho más íntima y personal que su anterior trabajo. Este tipo de película fácilmente podría perder al espectador en uno de los tantos planos largos y malos diálogos que son una plaga en el mediocre cine nacional, pero por suerte no es ese el caso. Hay unas pocas secuencias que se sienten estiradas desde la dirección y el guion, después de todo es imposible no tener ningún síntoma del cine de autor argentino moderno, pero más allá de eso nos encontramos ante una obra que mantiene la atención y cierto nivel de entretenimiento desde el momento en que se suben al auto. En una película de viaje sobre las relaciones de un grupo de personajes, el diálogo y las actuaciones son donde inevitablemente se apoya todo el proyecto. Hay unos cuantos momentos en los que las conversaciones y las interpretaciones no terminan de hacer click, pero la química y la producción detrás de cámara logran disminuir bastante el impacto que podría tener en el film. A pesar de cualquier detalle, uno terminaba cada escena esperando qué traería la siguiente en lugar de enganchado con los problemas que trajo la anterior. Termina siendo una grata, aunque medida sorpresa. La dirección y el montaje permiten esquivar todo posible bache y llevar una simple pero entretenida historia a buen puerto.
El canto paternal. Las relaciones de padre e hijo se encuentran entre los tópicos más visitados del cine; más si se trata de padres largamente ausentes. En Argentina, alcanza con mirar buena parte de la obra de Daniel Burman, como El Abrazo Partido y Derecho de Familia, para ver que tampoco le hemos sido ajenos. Pablo Stigliani había debutado en la silla de director hace cuatro años (aunque finalmente se estrenó hace dos) con Bolishopping, película que, si bien no tiene demasiada relación con Mario On Tour, sí comparten la estructura de un film independiente, chico, con una historia sencilla enriquecida por sus personajes. Además, de alguna manera, en aquel film había alguna relación cercana a lo paternal. Acá el protagonista es Mario (Mike Amigorena), un hombre que intenta subsistir con trabajos esporádicos (como la degustación de alimentos) y sueña con alguna vez poder ser un ídolo de la música. Mientras tanto, acompañado de su manager y amigo Damían “El Oso” (Iair Said), realiza shows tributos a Sandro. No imitándolo, sino en plan covers algo remozados. Mario tiene un hijo, Lucas (Román Almaraz), con el que por esas cosas de la vida hace rato no tiene conexión; pero una pérdida repentina hará un click en él. La madre de Lucas (Leonora Balcarce) no está muy convencida ni menos feliz de ese reencuentro con el chico, y teme que Mario vuelva a desilusionarlo. No obstante, no puede negarse a que pase un fin de semana con él. Querrán las vueltas del guion, que justo el fin de semana que Mario pensaba pasar tranquilo en su casa conectando con su hijo, surja una gira por el interior de Buenos Aires con destino final en Santa Teresita. Sin avisarle a la madre, los tres (Lucas, El Oso y Mario) emprenden camino. Mario On Tour es una road movie de esas muy simpáticas. Por momentos puede hacernos recordar a otra joyita de nuestro cine independiente que quizás pasó algo desapercibida: Road July. Como dice la regla de estas películas, Lucas al principio estará irascible, no querrá saber nada con Mario, con su gira como cantante, y tendrá una relación de lo más tirante con El Oso. Permanentemente les refregará que su padrastro Rodi (Rafael Spregelbud) es para él algo así como el padre que todo niño quisiera tener. Sí, Lucas pasa por esa etapa de puro conflicto llamada adolescencia. Pero poco a poco, aflojará. Stigliani creó una película con una historia muy sencilla y que más de una vez pasa por excusa para poner a sus personajes en escena; y es que en verdad eso es lo que le interesa: hablar de las personas y sus lazos. Mario, Lucas y El Oso son personajes queribles (bueno, Lucas al principio despierta algo de rabia), con personalidad y muchísima química entre ellos y con la propuesta. Para esto no solo cuenta que sean bien delineados, hay un elenco que les brinda el alma. Mike Amigorena se aparta bastante de los roles que le vemos hacer comúnmente. No parece ese hombre de pañuelo al cuello, actitud de clase media acomodada y mirada por encima del hombro; logra imprimirle a Mario mucha ternura y humanidad. Uno le cree que realmente quiere relacionarse con su hijo, que no tiene demasiados recursos para hacerlo, pero está dispuesto a darlo todo. A ello hay que sumarle dotes vocales cumplidoras. Iair Said tiene un decir particular, que acá le sirve muchísimo para componer a “El Oso”. A su talento natural para la comedia, le suma características de hermandad con Mario y un duelo muy particular con Lucas. Como si Mario fuese el padre permisivo, y él quien pone las reglas. Román Almaraz es una joven promesa que logra conectarse perfectamente con sus dos contrapartes y expresa con naturalidad los sentimientos de este chico conflictuado. Mario On Tour no necesita de estridencias. El tono medio y calmo que maneja es exacto, y -si bien no es permanente la carcajada- habrá momentos de mucha gracia. Conclusión: Mario On Tour no necesita ser un film demasiado original para cumplir con todo lo que promete y entregarnos una propuesta muy amable, bien realizada y con su punto fuerte en las actuaciones. Sencilla y enternecedora.
Cuando mercado libre te salva las papas del fuego. Porque Mario (Mike Amigorena) no está atravesando su mejor momento, se gana la vida haciendo encuestas/degustación de alimentos. Se lo ve poco motivado y con la música, su gran amor, no logra despegar como para poder vivir de ella. Su mejor amigo, sonidista y representante “El Oso” (Iair Said) logra cerrar una serie de presentaciones que tiene publicado a través del conocido sitio de compraventas. Mario tiene un repertorio musical amplio, pero lo que le demanda el mercado al que está dirigido -despedidas de solteras, casamientos, cumpleaños- son covers que hace tributo a Sandro. Ese disparador hace que comience lo que podría llamarse una road movie. Cargan los equipos de sonido en el viejo Renault 18 familiar, pasan a buscar a Lucas (Román Almaraz) el hijo adolescente (Mario está separado y tiene una relación distante con su ex y con Lucas) y emprenden esta aventura rutera con destino final en Santa Teresita. La historia se desarrolla en ese contexto, donde vemos la poca afinidad entre ellos, en el medio los compromisos asumidos, el Oso que parece malísimo (por como trata al joven o por como se queda con plata de los shows que no le corresponde) y no lo es tanto. Por el otro la madre y su actual pareja en la desesperada búsqueda de Lucas, ya que no habían autorizado una salida de estas características, más una desopilante escena en el hospital -para mi gusto lo mejor de la peli-
El viaje de un padre por reconquistar a su hijo y de un músico por ser escuchado. Un músico, Mario, yendo de un lado para otro cumpliendo con distintos shows, podría ser filmado desde la vertiginosidad de la cámara, o desde una edición clippera, pero no. Mario On Tour lleva un ritmo pausado y por momentos exageradamente lentos. Mike Amigorena, interpreta a Mario, un músico que con ayuda de su amigo (Iair Said), que comercializa sus shows por medio de un sitio de compra y ventas de artículos o servicios por internet; realiza presentaciones en casamientos, cumpleaños y otro tipo de eventos haciendo covers de Sandro. Pero Mario tiene su propio disco y siempre intenta, aunque su “manager” no se lo permite, meter una de sus canciones. En esta aventura de fin de semana, lo acompañará su hijo (Román Almaraz), con quien intenta recomponer su relación. Un film que pasa sin mayores sobresaltos, con momentos de música, aunque un poco reiterativos y una tierna actuación de Mike Amigorena, que es lo mejor de la película.
Reconectándose A los protagonistas de Mario on tour (2017), de Pablo Stigliani, les pasan cosas que al menos, por el momento, no las pueden resolver. En ocasiones no les pasa nada, y en ocasiones, el mínimo roce puede terminar en una guerra nuclear de la que nadie saldrá ileso. Así se puede leer la película: Por un lado Mario (Mike Amigorena) intenta sobrevivir a fuerza de participaciones en focus groups en los que debe absorber extraños brebajes mientras trata de posicionarse como artista e intérprete emulando a Sandro en despedidas de solteros y bares de mala muerte. Por otro lado Damián (Iair Said), mejor conocido como Oso, vive vendiendo DVDs truchos en el Parque Rivadavia, mientras espera que Mario logre trascender y así llenarse de dinero siendo su manager. Y por último está Lucas (Román Almaráz), un adolescente que aún no sabe qué quiere hacer de grande, excepto, estar cerca de Mario, su padre. Entre esos tres personajes, de tres generaciones diferentes, Mario on tour se posiciona como una roadmovie, elucubrando planes para cada uno, más allá de los impedimentos que justamente las diferencias de edad puedan llegar a plantearles. Pablo Stigliani también está detrás del guion, razón por la cual, su control sobre el producto será total. El argumento recupera cierto espíritu nostálgico que se impregna al film desde las primeras imágenes, apoyándose en una banda sonora conocida y popular con personajes honestos, los que inevitablemente, terminan de diferenciarse de todos los secundarios por el vínculo entre los tres. Por nostalgia no refiero a cierto estado en el cuasi perfecto sentimiento de recordar y extrañar, al contrario, hablo de costumbrismo, de lugares conocidos, de Santa Teresita como epicentro de la historia, balneario familiar por excelencia y al que llegan los personajes para encontrarse, transformarse y potenciar su identidad. Si el arranque de la película bucea en la comedia para presentar sus personajes, con algunos gags o líneas ácidas, es a medida que avanza la historia que el drama comienzan a tener más peso en el relato. Mike Amigorena compone de manera contundente a un Mario que va por la vida haciendo las cosas en automático, que sólo desea recuperar el afecto de su hijo -al que ve cada vez más lejos de él por decisión de su ex-mujer (Leonora Balcarce)- mientras que en el fondo quiere dejar de copiar a otros cantantes para lograr su propio nombre en el show business. Iair Said lo secunda en una de sus mejores interpretaciones, convirtiéndose en la mano derecha de Mario, pero también en un personaje con sus propias aspiraciones, deseos y metas por cumplir. En el viaje, forzado, para que Mario pueda tener continuidad laboral, no sólo está la posibilidad de transformación, sino principalmente, la idea de recuperar la mirada sobre el otro, de ser tolerante en la adversidad y también, en arriesgarse a dejar atrás el rencor para volver a ser fiel a sus propios ideales. Todo narrado con una naturalidad en la progresión y sucesión de las acciones que sorprende. Mario on tour es un emotivo viaje hacia el reencuentro de un padre con su hijo, una road movie dinámica que se apoya además en la música presente durante toda la narración, para configurar una reflexión sobre la vida actual en la que la desconexión entre los seres es absoluta, y en donde los vínculos sólo son virtuales.
Mario on Tour: El viaje sin destino. De la mano de una historia sencilla que siempre funciona y un brillante Mike Amigorena, “Mario on Tour” confirma las buenas críticas que traía del BAFICI y se posiciona como una de las mejores películas argentinas este año. Mario (Mike Amigorena) no tiene la vida más estable de todas; se mantiene con trabajos esporádicos como en degustaciones de comida o ayudando a su amigo el Oso (Iair Said) con su puesto de venta de juegos y películas. La verdadera pasión de Mario es cantar, aunque ahí tampoco le va de la mejor manera, teniendo que conformarse realizando homenajes a Sandro sin siquiera poder tocar sus propios temas mientras el Oso le hace de manager. Tras un suceso familiar que desequilibra la vida personal de Mario, este intenta recomponer su vínculo con su hijo Lucas (Román Almaraz) a quien no ve seguido, y quién a su vez, no tiene deseos de complacer a Mario ni a sus conflictos existenciales de mediana edad. Luego de recibir ayuda de su ex-esposa, Mario logra que Lucas acceda a pasar un fin de semana largo con él, claro que esto tampoco sale como Mario espera ya que el Oso le recuerda que tienen planeada una gira que culmina en Santa Teresita a la que no pueden faltar. De ahí en adelante nos subimos a un destartalado Renault 18 y tenemos en nuestras manos una divertida película de ruta, una gran historia de adolescente “coming of age” para Lucas y una relación padre/hijo cuya evolución durante el transcurso del film pasará por todos los estadíos posibles, desde una falsa amistad, cruda honestidad hasta aceptación mutua, lo cual la hace el punto más alto de la historia. Pablo Stigliani sabe exactamente como retratar a un protagonista como este, por momentos patético y derrotado, pero a veces también lo suficientemente determinado y comprometido como para redimirlo ante los ojos del espectador. Aunque Mario en ningún momento brilla más que cuando está en el escenario, y si bien tal vez esto se deba en parte a las enceguecedoras cortinas de los rústicos salones de fiesta o casinos ruteros, la soltura y carisma al que generalmente nos tiene acostumbrados Amigorena contrastan bien con su más bien temerosa representación de Mario durante el resto del film. Además, como varios jóvenes directores, Stigliani pareciera tener un punto débil por la costa Argentina, aunque podemos ver el porqué en las escenas que transcurren en la playa. En cuanto al elenco, ya dimos ciertos indicios de que Mike Amigorena se luce, genera empatía constantemente con una forma de interpretación a la que no estábamos tan acostumbrados. Iair Said se lleva la gran mayoría de las risas del film, con timing impecable y la dosis justa de acidez para seguir siendo entrañable. Finalmente tenemos a Román Almaraz, cuyo personaje comienza como un adolescente malhumorado imposible de soportar, y se va ganando al espectador con cada interacción con el Oso o momento de complicidad con Mario. Mario on Tour no necesita de explosiones de rabia contenida para ser emocionante, incesantes gags para ser divertida ni una superpoblación de cameos de famosos para ser uno de los mejores estrenos del cine nacional en todo el año.
Es una película que comienza como una comedia divertida pero a medida que avanza se transforma dando a conocer profundamente a sus personajes, un trío muy particular, pero también los avances y retrocesos de la relación de un padre y un hijo, que parece condenada al fracaso, como se lee la vida del personaje central. Ese Mario es un músico que tuvo su momento de gloria con un grupo adolescente que ahora se conforma con hacer actuaciones en fiestas particulares o lugares de mala muerte donde interpreta el repertorio de Sandro. Así de despersonalizado se lo ve, cumpliendo indolente sus rutinas, con la esperanza de retomar la relación con su hijo, aunque su ex mujer haga todo lo posible para que nunca pueda lograrlo. En un largo fin de semana, el cantante, que sueña con poder cantar su propio repertorio, su manager y el hijo adolescente se embarcan en un viaje que parece destinado al fracaso, pero que le ayudara a descubrir la verdad de los afectos, el significado de algunos juicios, la valoración de los vínculos. Un argumento sólido, bien ambientado, con buenas pinturas de ambientes reconocibles y especial lucimiento de los actores. Mike Amigorena tiene todos los matices de la seducción y la melancolía de los fracasados, Iair Almarza acierta con su manager que vende discos truchos y es un hallazgo Román Almaraz como el hijo que tiene tanto por conocer.
Las vueltas de la vida y de las giras. El opus dos del director de Bolishopping es una película correcta a la que le falta algo más de pimienta. Asordinada, reacia a todo exceso dramático, tiene actuaciones sobrias y contenidas, con un Amigorena justísimo y un gran debut del adolescente Román Almaraz. Opus 2 de Pablo Stigliani, de quien un par de años atrás se había visto Bolishopping, Mario on tour es la clase de película que, por partir de una premisa sumamente transitada, necesita hallar su fortaleza en los detalles, en las particularidades, en aquello que la diferencie de otras películas con premisas semejantes. La manía de un personaje, la mirada de un actor, un encadenamiento inusual de las acciones. En este caso, la premisa es: “padre que no vio a su hijo por largo tiempo vuelve en su busca e intenta sobrellevar el rechazo del chico”. Habrá que ver de qué forma se manifiesta ese rechazo, cómo “le entra” Mario a Lucas y cómo se las arregla también Mike Amigorena, gran comediante televisivo, poco o nada aprovechado en cine, en un papel enteramente “serio”. Mario (Amigorena) es uno de esos tipos que viven ahí, con lo justo. Canta. Tiene algunos temas propios y un CD de edición propia, en el que interpreta temas de Sandro. Un amigo al que le dicen El Oso (Iair Said, un grandote de barba, frecuente secundario en las películas de Ariel Winograd) le hace de manager, y le consigue presentaciones. El Oso es como él, en versión menos glamorosa (Mario no será un ganador, pero no se puede negar que pinta tiene). El Oso tiene un puesto de CD, DVD y juegos piratas en el Parque Rivadavia, pero mucho no vende. “Películas porno, chicas”, invita a unas chicas que pasan, y las chicas obviamente siguen de largo. Mario lo mira. Mario pasa por casa de su ex (Leonora Balcarce), que por lo visto vive muy bien junto a su nueva pareja, un arquitecto que encima es, según dicen, un tipo genial (Rafael Spregelburd), a preguntarle si puede ver a Lucas. Hay un problema: Lucas (el debutante Román Almaraz) no quiere verlo. Al final la madre lo convence y Mario y El Oso se lo llevan de gira por Santa Teresita y pueblos aledaños. Lucas no habla, escucha reggaetón en su celu y lo que canta Mario le parece una mierda. ¿Habrá fumata blanca? Mario on tour es una película chiquita, asordinada, reacia a todo exceso dramático. Las actuaciones son sobrias, contenidas, de medio tono. El más sacado es El Oso, que hace ese personaje más tiro al aire, como el Kramer de Seinfeld (pero infinitamente menos loco), que toda comedia necesita. Se enoja con Lucas y le ordena que lo llame Damián, porque no son amigos. El chico Román Almaraz está notable, pasando de la sequedad total a ciertas miradas cómplices a su padre, cuando éste cancherea en escena, que son las de todo adolescente en tren de admiración. Amigorena está justísimo, aunque no le sobre carisma haciendo de Sandro (pero, bueno, se supone que esa es la idea). A la dirección musical tampoco le sobran temas: sólo dos, “Trigal” y “Dame fuego”, que se repiten varias veces. De decurso previsible, Mario on tour es una película correcta a la que le falta algo más de pimienta. Básicamente en su protagonista, del que se sabe demasiado poco. ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Por qué dejó de ver a su hijo? ¿Cómo fue que decidió verlo ahora? No se trata de psicologismo ni de largos discursos, sino de una verdad interior que a lo largo de 103 excesivos minutos debería aflorar, para que acompañarlo en el viaje nos despierte un poco más de interés.
Tras su paso por el último BAFICI, se estrena esta película que mixtura el musical y la road-movie para abordar una conflictiva relación padre-hijo. Mario Canes (Mike Amigorena) es un auténtico perdedor. Más allá de su pinta y su talento artístico, se ha convertido en un alma en pena. Divorciado, con un hijo adolescente (Román Almaraz) que no quiere verlo, con una ex esposa Alejandra (Leonora Balcarce) que lo basurea mientras se muestra feliz con su nueva pareja Rodi (un ingeniero “perfecto” interpretado por Rafael Spregelburd), con la reciente muerte de su madre todavía en carne viva, nuestro torpe antihéroe acumula frustración, angustia y una soledad de la que solo su amigo y socio Damíán, más conocido como el Oso (Iair Said), se encarga de limitarla. Gracias a los arreglos que su improvisado pero fiel “manager” concreta vía Internet, Mario se gana la vida cantando covers de Sandro en despedidas de solteras, casamientos y cumpleaños. Mientras se dilata la posibilidad de terminar la grabación de un disco con canciones originales suyas, surge la posibilidad de una gira con destino final en Santa Teresita. Tras múltiples intentos fallidos, Mario convence a Alejandra para que Lucas lo acompañe. Este, por supuesto, lo hará a regañadientes, más interesado en su celular que en compartir experiencias con su padre y el Oso. El guionista y director Pablo Stigliani combina elementos del musical de shows pueblerinos (por momentos hay una mirada a-la-El ciudadano ilustre), la road-movie llena de enredos y el despertar sexual adolescente, aunque el corazón del film es una sensible mirada a la redención de un padre ausente frente a un hijo que empieza a verlo de otra manera. Por suerte, el director de Bolishopping apela al tono medio, sin forzar ni subrayar demasiado las situaciones, evitando así el sentimentalismo y haciendo gala de bastante pudor y recato. Algo previsible en su desarrollo, pero siempre sensible y querible, Mario on tour es de esas pequeñas películas hechas con nobleza que se disfrutan incluso cuando están al borde del costumbrismo y el patetismo. Pero no: Stigliani encuentra un tono justo y encuentra en Amigorena y sus versiones de Trigal y Dame fuego un aliado inmejorable.
Un viaje de regreso al corazón Como cantante profesional, Mario tiene una carrera discreta: su circuito de trabajo se limita a despedidas de solteras, casamientos y cumpleaños. Como padre, las cosas no van mucho mejor: su hijo lo desprecia, notoriamente contrariado por la ausencia de un canal de comunicación fluido que los vincule afectivamente. Pero las cosas empiezan a cambiar cuando ese papá desaprensivo tiene la idea de invitar al chico a una modesta gira que tiene como sede más importante un balneario más bien desangelado de la costa atlántica. La película pone el foco entonces en el proceso de reconstrucción de una relación que en principio parecía destinada inevitablemente al fracaso. Y lo hace con ternura, candidez y un humor de baja intensidad que casi siempre descansa en las ajustadas intervenciones de El Oso, un manager obstinado que interpreta con gracia y soltura Iair Said. El trabajo de Mike Amigorena, sobrio, equilibrado, en completo control de su personaje -un errático, pero tenaz imitador de Sandro-, es otro de los fuertes del film, que en más de una oportunidad queda al borde de sumergirse en un sentimentalismo muy propio de las tiras televisivas, pero termina esquivándolo con una prudencia que se agradece. En ese tour cortito y atado con alambre no es la carrera del cantante lo que importa de veras. Mario lo sabe y a su manera, con paciencia y dedicación, busca dar vuelta un partido que venía perdiendo por goleada.
Gira iniciática y suburbana Mike Amigorena hace de un imitador de Sandro que sale a la ruta con su hijo adolescente y su mánager. Las comparaciones son odiosas, pero es imposible ver Mario on tour sin recordar El último Elvis, de Armando Bo (nieto). Porque aquí el personaje del título también es un cantante fracasado, que apenas sobrevive rindiéndole tributo a una leyenda -Sandro, en este caso- en fiestas pobretonas: casamientos, despedidas de soltera, clubes de barrio. Mario (Mike Amigorena) tiene, además, una exmujer que no le perdona su forma de vida y un hijo al que conoce poco y al que se irá acercando a lo largo de la película. Hasta ahí, las coincidencias. Las diferencias: el cantante de barrio no está obsesionado con su homenajeado; esta es una road movie; a Mario on tour le faltan cinco pa’l peso. En su segunda película, Pablo Stigliani (de prometedor debut con Bolishopping, de 2013) se propone narrar una historia sencilla, sobre el acercamiento entre Mario y el adolescente Lucas (Román Almaraz). Que es el verdadero protagonista: el vínculo padre-hijo es casi una excusa para desarrollar un cuento de iniciación. Hay un tercero en el medio: el Oso (Iair Said), el mánager de Mario, que viaja junto ellos en la minigira por localidades de la provincia de Buenos Aires. Una presencia fundamental para sostener los pasajes humorísticos, los más logrados de la historia. Por momentos, sobre todo en la primera mitad de la película, funciona bien este triángulo masculino hecho de desencuentros y complicidad. Pero a medida que la travesía avanza, la trama se deshilacha. Porque más allá del conflicto inicial -el distanciamiento entre Mario y Lucas- los otros obstáculos dramáticos que aparecen se notan forzados. Y, en lugar de servir de apoyo, las actuaciones no siempre están a la altura. Amigorena se luce sobre el escenario, mostrando su experiencia como cantante, primero de los grupos Ambulancia y Mox, y luego como solista (además de un par de temas de Sandro, canta uno de su disco Amántico). Cuesta, en cambio, verlo como un antihéroe perdedor: es difícil despojarlo de la imagen de galán glamoroso que supo construir.
El cine nacional ya nos tiene acostumbrados a entregar pequeñas películas de producciones menores pero de gran calidad, en donde el género road movie se vuelve la forma por excelencia para retratar las relaciones entre personajes y su evolución, como Historias mínimas (2002) de Carlos Sorín o uno de los últimos clásicos contemporáneos, Cómo funcionan todas las cosas (2015) de Fernando Salem. Mario on tour, de Pablo Stigliani (Bolishopping), se suma a esa lista, para recorrer con calma y distensión el vínculo de un padre divorciado, ansioso por recuperar a su reticente hijo adolescente.
De viaje con un Sandro de segunda mano Alguien dijo que en esta película Mike Amigorena canta mejor que Ryan Gosling en "La La Land". Eso, cualquiera lo hace. Pero, además de cantar bien, el hombre desarrolla con sutil precisión todo el arco emocional de un personaje desolado y querible. A veces, muchas veces, le basta la riqueza expresiva de su sola mirada. Eso es lo interesante. Ese personaje es un fracasado con talento, que hoy se gana la vida haciendo covers de canciones de Sandro en despedidas de soltera, fiestas de segunda y locales de tercera. La ex mujer lo repele, su hijo ya adolescente lo rechaza. Un fin de semana en que ambos están juntos, empiezan un viaje y todo promete salir mal, pero quizá justo ese fin de semana las cosas empiecen a mejorar. Por ahí va la mano, junto con la sonrisa, la simpatía y la emoción. Se trata de una comedia sentimental sin lloriqueos, bien escrita, bien llevada, y debidamente actuada por Amigorena, Román Almaraz y, como el amigo fiel, Iair Said, que aporta el lado gracioso de la historia. Autor, Pablo Stigliani, ya valorado codirector del drama "Bolishopping" y productor del documental "Vidas privadas", de Anahí Farfán, sobre tres imitadores de cantantes famosos, entre ellos el conocido Oscar Torlucci, casualmente especializado en el Gitano. Música, Patricio Alvarado. Rodaje en Santa Teresita y otros rincones del Partido de la Costa.
Mario es padre austente, que se gana la vida como imitador de sandro en fiestas y eventos, quiere recomponer la relación con su hijo pre adolescente. es el corazón de esta película argentina que con esquema de road movie, sigue el tambaleante reencuentro de los dos, a los que se suma el Oso (Iair Said), suerte de manager de Mario. Una película que sin grandes sorpresas, evita caer en el sentimentalismo y con el aporte esencial de Mike Amigorena, acompaña, con ternura, a sus personajes.
Un cantante venido a menos, que pudo tener fama y terminó siendo casi imitador de Sandro en fiestas y eventos, tiene la posibilidad de una revancha. El film tiene como núcleo el trabajo de Mike Amigorena, que está muy bien, y si la historia de redención no es del todo original y deriva al melodrama –como corresponde–, no deja de tener aciertos en el uso de los personajes secundarios y la manera como transmite ese periplo por los entresijos del espectáculo.
Con un poco de road movie, otro poco de drama familiar, algo de camaradería entre hombres, humor sutil apto para casi todo público y un homenaje musical a Sandro, el director Pablo Stigliani construye una película local que fue rodada en locaciones de nuestra costanera y que visual y estéticamente no defrauda, aunque no puedo decir lo mismo del resto de los aspectos. Mario (Mike Amigorena) es un padre soltero con una carrera frustrada (en todo sentido) que decide relanzarse como solista intentando grabar un disco. Para ello, su mejor amigo –interpretado por Lair Said– lo está ayudando con cuestiones técnicas y logísticas, lo que significa acompañarlo a cada presentación nocturna y vender su material para juntar el dinero necesario. En ese contexto, el único hijo del protagonista pasa un fin de semana con ellos, el cual acaba siendo un viaje de redescubrimiento para los tres en el que el más pequeño del grupo vivirá sus primeras experiencias adultas fuera de casa, mal que le pese a su madre que lo espera ansiosa en la ciudad. La premisa del film está interesante, pero al ser llevada a la práctica, la falta de encanto de los actores hace que pierda un poco esa magia que debería tener. No es que esté mal, pero por momentos se siente bastante acartonada, en especial en las escenas de humor. Es verdad que tiene ese no sé qué de humildad, de pueblo, de sencillez… que le da mayor encanto a la historia, sin embargo, no saca provecho al 100% de tener a tres intérpretes masculinos de variadas edades solos en la ruta. No es que pretenda desviar este Tour hacia un camino poco sano, porque sé que no era la idea, pero el potencial estaba y nunca terminó de despegar, haciéndose notable sobre todo en algunos personajes de relleno que no aportan nada. Mario on Tour es una película chica y aceptable, pero no tiene mucho para destacarse en la cartelera de la semana.
Una historia mínima que despierta mucho de ternura, melancolía, búsquedas que no pueden completarse por el miedo o la vergüenza a no ser querido. Mario está separado de su mujer hace un tiempo, ambos tuvieron un hijo que ya es adolescente y con el que él hace tiempo perdió contacto. La película nos introduce al universo de Mario, que para ganarse la vida realiza degustaciones de productos, vende cómics y películas en Parque Rivadavia con su amigo casi hermano, El Oso y lo más importante… la música, que lo lleva a ganarse la vida en despedidas de solteros, casamientos, shows varios como solista tributo de Sandro. El reencuentro con Lucas, su hijo, se producirá luego de la muerte de la mamá de Mario y en un fin de semana largo en el que El Oso planea llevar al artista a varias performances en el camino a Santa Teresita. Mario está un poco cansado de vivir del tributo, de que su vida sea una imitación y no un conjunto de actos auténticos. Además, quiere lucirse frente al jovencito que pone distancia y desafía al papá desconocido. Allí es donde esta road movie levanta vuelo y comienza a relatarnos con una buena dosis de música, paisajes carreteros y la interacción entre los tres protagonistas interpretados con mucha química por el excéntrico Mike Amigorena, que acá vuelve a ser un muchacho de barrio que por momentos brilla en el escenario como Mario; Iair Said, Damian,- El Oso, que es un gigante con códigos propios, manager que cuida su producto y no admite transgresiones en su plan comercial, ni siquiera a pedido de Román Almaraz, el hijo que no se separa de su celular hasta que lo humano derrita su indiferencia y su burbuja de niño mimado se rompa frente a la vida misma. Pablo Stigliani, productor de Guido Models, el documental que cuenta la historia de la primera agencia de modelos real ubicada en un barrio humilde que no tendría nada que envidiar a las consagradas y director de Bolishopping, un drama que apunta a la trata de personas, la inmigración ilegal y el trabajo esclavo, se mete en esta ocasión con una historia amable que al mismo tiempo no hace la vista gorda a las relaciones entre padres e hijos, la crianza en hogares divididos y las familias ensambladas. Muy acertado el casting que también cuenta con una pequeña aparición del cantante de Miranda, Ale Sergi, los consagrados, Rafael Spregelburd y Leonora Balcarce. E insisto con el talento de Román, que va transformándose, siendo niño y a la vez creciendo en un fin de semana, entre travesuras, picardías y algún que otro dolor. Mike Amigorena, aquel Martín Pells que presentaba las noticias en la tira de Sebastián Ortega, aquí conjuga en su persona lo actoral y sus dotes de cantante. Es una historia querible, con personajes encantadores y para ver en familia. Vale decir que el debut de esta peli, como otras del director, fue en Festivales, porque se trata de filmes independientes que necesitan no sólo del apoyo del público una vez que estrenan sino que la cuesta arriba empieza con la filmación, la producción, sigue con la postproducción y finalmente, saber cuándo verá la luz en los circuitos comerciales, si es que llega a salas. Un poco como el caso de ese Mario de la peli que está escondido en el tributo para jugar a lo seguro y que de golpe se da cuenta de que él está para más, para arriesgarse y recuperar lo que más ama y extraña: su hijo.
Escrita y dirigida por Pablo Stigliani, Mario on tour es una de esas pequeñas grandes películas que hace bien verlas, que se disfrutan durante el metraje pero sobre todo al terminar, cuando uno además no puede evitar salir de la sala de cine tarareando canciones como Trigal o Dame fuego. Mike Amigorena interpreta al Mario del título, un cantante que en su carrera no puede pasar de las versiones de Sandro que interpreta en fiestas y casamientos. Cuando se muere su madre, eso lo lleva a querer conectarse como no pudo antes con su hijo Lucas. Separado de su mujer, una Leonora Balcarce que rehízo su vida junto a otro hombre, interpretado éste por Rafael Spregelburd, y que si bien tuvo muchas decepciones con el padre de su hijo decide que se merece brindarle una nueva oportunidad. Así, ese hijo que no encontró mejor forma de protegerse de su abandono que cerrándose ante su padre acepta a regañadientes ir a pasar un fin de semana con él. No obstante, el representante y amigo incondicional, “El Oso” en la piel de Iair Said, le dice que tiene varios trabajos para ese fin de semana en diferentes lugares y no los puede dejar pasar, porque de eso vive y subsiste. Sin proponérselo es que se embarcan los tres, padre, hijo y amigo, en un viaje a través de la ruta, de fiestas, coqueteos con desconocidas y desencuentros poco amigables. Así, Mario on tour es una amable road movie que no se enfoca sólo en lo sentimental y lo conmovedor, sino que sus buenas y genuinas dosis de humor, producto mayormente de un Mike Amigorena que derrocha ternura, en su mejor faceta y mucho más contenido que la imagen que uno suele tener del actor, y la buena química que tiene con ambos actores. Stigliani expone diferentes personajes sin demonizar ninguno, sino como humanos que a veces cometen errores, que pueden equivocarse. Por ejemplo, la figura de la nueva pareja de la mujer es cierto que está presentado como alguien poco agradable a primera vista, pero en realidad es otro personaje lleno de buenas intenciones. O esa ex mujer que bien podría haber sido presentada como una bruja o despechada, y no es más que una madre que entiende que quizás sí este padre se merezca una oportunidad más para conectarse con su hijo. Alejado de la crudeza que el director exponía en su película anterior, Bolishopping, este nuevo trabajo no deja de sentirse auténtico. Porque el amor hacia el film y sobre todo a esos personajes, esos queribles perdedores que no dejan de intentarlo, se percibe desde cada escena. Chiquita y enorme al mismo tiempo, con una trama predecible quizás pero siempre efectiva en su sencillez, y un tono adecuado entre la comedia y el drama, es que Mario On Tour no sólo se convierte en una película agradable de ver, sino que es de aquellas que se van con uno y que logran conmover sin sentirnos forzados a hacerlo.
Su trama va girando en torno a Mario (Mike Amigorena, cuenta con un gran carisma y su interpretación resulta entrañable), un ser solitario que está divorciado de Alejandra (Leonora Balcarce, “Paco”, “Cordero de Dios”) con quien tiene un hijo adolescente Lucas (Román Almaraz) ahora ellos han formado otro hogar junto a Rodi (Rafael Spregelburd, “El fútbol o yo”, “Casi leyendas”) y consiguieron vivir en armonía. Pero Mario a raíz de una situación dolorosa comienza a sentir las pérdidas, se replantea su vida y comienza a considerar la necesidad de reencontrarse con su hijo del cual desconoce varias cosas porque estuvo ausente. Damián “Oso” (Iair Said, “Mi primera boda”, “Vino para robar”) es el manager y amigo de Mario, consigue varios shows en la costa atlántica argentina, entre discusiones y disconformidades Mario, Lucas y Damián emprenden dicho viaje que será por unos días, aunque Alejandra desconozca esto. El director nos va metiendo en una aventura llena de sentimientos, en esa relación de padre e hijo, de amistad, complicidad, de encuentro y desencuentros, las primeras experiencias, hay tensión y toques de mucho humor. Pasando por los momentos de reproches, de las segundas oportunidades, donde vemos una vez más que son complejas las relaciones humanas. Este es una road movie que aunque resulte previsible, llega al corazón, entretiene, cuenta con las estupendas actuaciones de Mike Amigorena, Iair Said y Román Almaraz, este último con apenas 15 años ya ha actuado en varias tiras de televisión y ahora hace su debut cinematográfico y luce de maravilla. Dentro de los créditos finales hay una escena extra.
Los días más felices Tras su exitoso debut en el 19º BAFICI, llega a cartelera nacional Mario on Tour (2017), dirigida por Pablo Stigliani. La trama se acerca a la mística de su ópera prima, Bolishopping (2013), drama que pone en escena la metodología de trabajo esclavo a la que se someten los bolivianos en los talleres clandestinos incrustados, ilegalmente, en los suburbios bonaerenses para ganarse una limosna y sobrevivir al sistema capitalista. En esta ocasión, el eje se centra en el sueño frustrado de un músico que trabaja haciendo tributo del emblemático Sandro para ganarse unos pesos y así cumplir su sueño de cantar temas propios con su banda de rock. Esta premisa rememora a la película El Último Elvis (2011), de Armando Bo, cuando el protagonista se aleja de su familia en busca del camino al éxito. Sin embargo, Stigliani rompe este esquema con una historia que pivotea entre comedia y drama, fusionando a la perfección la buddy movie con la road movie. El carismático Mike Amigorena interpreta a Mario Canes, imitador que, lejos de admirar la figura popular de Roberto Sánchez, lo aborrece y considera causal de su divorcio. Este giro narrativo explica estilísticamente la génesis del título y establece un juego semiótico entre Mario y el concepto “on tour”, cuyo mix de orígenes permiten un tercer significado: el leitmotiv del viaje introspectivo que vivirá Mario en aras de restablecer el vínculo perdido con su hijo Lucas (Román Almaráz) mediante la ayuda incondicional de su amigo y manager Damián, El Oso (Iair Said). El hilo conductor se centra en este triángulo masculino, en los procesos internos que viven sus personajes y la importancia de encontrar en sus vidas el equilibrio de los pilares esenciales, como el valor de la amistad, la familia y la incansable pero necesaria constancia para conseguir el éxito profesional sin resignar los sueños. Stigliani reúne estas aristas mediante la historia de vida de Mario, al que presenta como un loser en los primeros minutos: no supo aprovechar durante su juventud su gracia, talento artístico, pasión e impulso para componer temas propios; jamás produjo un EP y (sobre)vive gracias a los tributos y ventas de un CD con covers de Sandro que El Oso le consigue por Internet, mientras trabaja en su puesto de CD, DVD y juegos piratas en el Parque Rivadavia, y advierte que si no cumple con esas presentaciones lo van a “calificar negativo” en su cuenta de Internet. Entretanto, hay un quiebre: muere la madre de Mario y, cual efecto dominó, se obsesiona por recuperar la relación con su hijo adolescente al que no ve desde hace años. Sin embargo, Lucas está levemente influenciado por su madre, Alejandra (Leonora Balcarce) que tras el divorcio con Mario estableció pareja con un arquitecto cool, Rodi (Rafael Spregelburd), que económicamente le da un buen pasar a ella y al joven. No obstante, convence a Lucas a irse de gira con el padre un fin de semana a Santa Teresita. Así comienza esta aventura que, minuto a minuto, le irá revelando al espectador lo más profundo del ser humano, sin mayores pretensiones que lograr que empatice y se encariñe con ellos. Párrafo aparte para el elenco, en especial para la performance impecable de Román Almaráz, que trasluce la diversión de su personaje que no quiere compartir momentos con su padre, menos con El Oso, ni escuchar esa música a la que define como “mersa”. Román, al mismo tiempo, enternece mediante las miradas cómplices, de adolescente, mientras reconstruye la emotiva figura del vínculo padre-hijo. Su contrapartida y figura central, el simpático actor mendocino Mike Amigorena, también se luce en su faceta de cantante; cabe destacar que la puesta en escena final de la grabación de sus temas es producto fiel de la grabación en vivo, sin retoques ni playback. A la dupla se suma como broche de oro el brillante Iair Said: director, guionista y actor frecuente actor en films de Ariel Winograd, cuyo protagónico aquí es crucial para aportar comicidad. Mario on Tour cumple su objetivo: encuentra el éxito esperado al final del camino. Es una caricia al alma que ahonda los errores y aciertos de los procesos de transformación del ser. Stigliani establece a la perfección un híbrido entre lo “popular” y lo “naif” desde una mirada que oscila entre apocalíptica y risueña a través del contraste de las escenas. La artística de las versiones musicales de “Trigal” y “Dame Fuego”, interpretadas por Amigorena; los planos detalle del uso de la remera de Led Zeppelin que Mario usa de entrecasa y denota su gusto por otra música; el hincapié en rol del celular según el estereotipo de los personajes; junto a las locaciones pueblerinas donde transcurre la gira (Pipinas y Santa Teresita) y el barrio privado donde vive Lucas; y la excesiva pregunta retórica del guión del padre al hijo (“¿Queres un caramelo?”), no sólo son los elementos que le dan vida al relato sino que, al mismo tiempo, mantiene activo al espectador y lo traspola al clima pasatista que propone la película.
Crítica emitida el sábado 26/8 de 20-21hs en Cartelera 1030-Radio Del Plata (AM 1030)
La segunda película del director de Bolishopping toma un camino riesgoso: volver la conversación sobre un tema y una perspectiva bastante visitadas. La relación entre un padre y un hijo adolescente que se van de viaje y, forzosamente para el teenager, deben compartir 72 horas juntos. Mike Amigorena brilla y despliega sus varios talentos interpretando a Mario, quien vive de hacer shows en eventos sociales interpretando a Sandro. Cantante un poco sedado por los fracasos y una pérdida reciente, Mario despliega talento en cada presentación y no lleva demasiado tiempo reconocerlo. En un estilo de vida que bordea lo patético, Mario encuentra en sus performance pequeños pero concretos espacios de triunfo. Lo mejor es que es amable y sus canciones son momentos de expresión de su talento y no de su ego. Se echan un poco en falta escenas más cercanas a la comedia para aprovechar la expresividad de Amigorena, gran actor de formato televisivo y que demuestra ser, también, un prometedor actor de la pantalla grande. Pareciera como si el director buscara evitar el exceso en todas sus formas y eso se nota. Mal no le vendría un poco más de temperamento al filme. Sobre todo a los personajes y al protagonista en particular. Una vehemencia que no derive solamente de la insistencia paciente de hacer lo que ama. Demasiado medido por momentos, este drama es una road movie que no sale a la búsqueda sino que se encuentra con situaciones que van transformando la relación entre Mario y su hijo, relación que siempre esta mediada por un tercero: a veces la madre del chico, otras el mejor amigo y mánager de Mario que hace de contraparte en una especie de padre “malo.” Mario on tour tiene planos hermosos y muy bien elegidos. Contraluces y momentos íntimos, como cuando lo vemos interpretar una canción de su autoría, cercana al vocabulario de Sandro, como un fiel heredero. Es en ese momento cuando toma sentido su profesión y entendemos que su talento es real y que no podría hacer otra cosa en esta vida. En el final llega lo mejor, con Mario interpretando Dame fuego, después de haber recorrido todo un viaje con él. Corolario hermoso para una película que vale la pena ver.
El tiempo recobrado ¡Sorpresas que te da la vida! Éste filme del director y guionista Pablo Stigliani se articula como una muy buena comedia dramática, en clara estructura de “roadmovie” en doble sentido. Si bien todas lo son, en este punto “Mario on tour” se evidencia en un recorrido de tres personajes durante un fin de semana hacia ningún lugar y muchos otros simultáneamente. En ese viaje al exterior de sus lugares físicos se vera influenciado en el viaje interior de cada uno con los cambios que implica una introspección influenciada por las modificaciones en las relaciones humanas de a dos o de a tres. Relación de reconstrucción entre un padre y un hijo adolescente alejados por situaciones de la vida, relación de amistad y necesidad entre un representante fracasado y un músico-cantante que perdió el horizonte, y con ello de vista a su propio sueño. ¿De qué va la historia? Mario (Mike Amigorena) está saliendo de un cuadro depresivo, la enfermedad y muerte de su madre pudo más que él. Situación que le llevo a perder todo, la familia que había construido, la carrera que iba desarrollando, el ver crecer a su propio hijo. Hasta que Damian “El Oso” (Iair Said) le consigue un fin de semana donde desplegar su arte, el arte de cantar canciones de un ídolo popular como lo fue Sandro, por momentos imitando, nunca en broma. A ese largo fin de semana donde actuará en fiestas de todo tipo, casamientos, de 15 años, hasta despedidas de soltera, en la que quedará incluido, por momentos arrastrado, su hijo Lucas (Roman Almaraz). Esto ultimo en contra de los deseos de Alejandra (Leonora Balcarce), la ex de Mario, madre de Lucas, pareja de Rodi (Rafael Spregelburd). Con buen pulso narrativo, un guión sencillo pero muy eficiente, diálogos exactos, casi nunca cruzando la línea del buen gusto, personajes bien construidos y desarrollados, sin demasiadas búsquedas estéticas, un buen apoyo desde la banda de sonido, que si bien es de suma importancia no invade ni inunda el relato principal. Todo ello sostenido por las muy buenas actuaciones sobresaliendo Roman Almaraz, pues su personaje es el que más cambios produce, Iair Said, sostiene desde un personaje que carga con la parte de comedia, Leonora Balcarce cumple, Rafael Spregelburd vio luz y entro, casi un bolo del actor, o debe ser amigo del director más allá de las especulaciones, tiene tiempo para mostrar lo ya Lo que verdaderamente sorprende es la actuación de Mike Amigorena en su primer protagónico cinematográfico, quien se pone el texto fílmico al hombro, lo mantiene, y lo eleva con su performance. Posiblemente el único defecto importante del filme sea su titulo, que si bien da cuenta del relato, tiene poco impacto de convocatoria. (*) Producción de Raúl Ruiz, en el 2000).
Mario On Tour, segundo metraje del joven director Pablo Stigliani, es una película absolutamente nostálgica: Mario (Mike Amigorena) es un kidults un tanto inestable y con poca suerte: su madre acaba de morir, trabaja de “hacer” covers de Sandro, su hijo preadolescente no lo quiere ver, su ex mujer (Leonora Balcarse) es una lluvia de reclamos. Su único amigo, el Oso (Iair Said), le propone hacer una gira de fin de semana a la costa argenta para remontar y hacer unos “pesitos”. Mario -Amigorena realiza una labor sobria y bellamente modulada- acepta con la condición de llevar a Lucas (Román Almaraz), su hijo, para recomponer el vínculo, tarea que no le será fácil. La road movie, se apodera de Mario On tour, los dos amigos y el niño encararan, a bordo de un Renault 18 break, un viaje que les cambiará la vida. Mario hace sus shows, se mueve al ritmo de Trigal -mi tema favorito de Sandro- , la cámara lo ama, la empatía hacia él es inevitable. Iair Said (uno de los mejores actores de a Nueva Comedia Argentina) es Damián, alias “El Oso”, el compinche, quien sostiene los parlamentos con naturalidad, es gracioso y tierno y le suma a la película el tono de comedia. El trio debe llegar a Santa Teresita, aunque las cosas no saldran como ellos quisieran. Los enredos y los malos entendidos le daran gracia a una película que nunca pierde la esponeidad. Los acordes de las cancioncitas de Sandro y los bailecitos pélvicos de Amigorena, se vuelven pegadizos y resultan atractivos para el espectador. Con unos créditos finales que siguen homenajeando al “Gitano”, Mario On Tour es una comedia que muestra, sin volverse moralina, los vínculos de familia, el valor de la amistad y la pérdida de la inocencia.
Con las mejores intenciones no se hace necesariamente una buena película. Mario On Tour, de Pablo Stigliani, recurre a un campo trillado de temas y situaciones desde el momento en que nos internamos en la historia del protagonista: un padre que intenta recomponer el vínculo con su hijo en medio de una desordenada vida como músico. Apenas tiene par de canciones propias y suele ser contratado para hacer un número en el que imita a Sandro. Frente a este cuadro de lugares comunes, y luego de una secuencia inicial descriptiva (bastante esquemática en la continuidad de los planos), la esperanza se refugia en algunos toques distintivos y simpáticos. El hecho de ver en una película argentina en la que un personaje se sienta en un bar de barrio a tomar una cerveza y no transita esas zonas de confort burgués de jóvenes angustiados, ya es un aliciente. Por ello, si hay que destacar méritos, son esos instantes fugaces en los que ciertos espacios y actitudes (gestuales como verbales) se potencian, sobre todo, cuando Mike Amigorena no hace de sí mismo. Es fácil tener empatía con Mario. El tipo no desborda, no grita, tiene buenos sentimientos y hace lo que puede. Stigliani acierta en no recurrir a los excesos dramáticos, pero cae en una pose televisiva que le resta fuerza a la construcción de su (anti)héroe. Me refiero a la imperiosa necesidad de que deba imitar a Sandro como si eso sumara puntos y aplausos. El efecto de las canciones y de los movimientos de Amigorena no son ni siquiera bizarros, sino anodinos. Todo parece indicar que el objetivo era meter esa canción final, propia de su repertorio, una maniobra de tinte publicitario. A propósito de la música, y más allá de ser agradable, nunca se desprende de una omnipresencia que deriva en exceso. Salvando el trío de hombres (los dos amigos y el hijo), la figura femenina de la madre deja bastante que desear, ya que obedece a un estereotipo narrativo de bruja cotidiana más propio de una novela que de una historia sencilla y modesta como la que se nos ofrece. De igual manera, el tránsito por el interior será una oportunidad para repetir miradas uniformes y prejuiciosas en torno a sus habitantes. El Oso dirá “Yo pensaba que la gente de pueblo era buena gente”. Hay situaciones propias de la comedia que van por buen camino, incluso cuando incurren en un genuino costumbrismo, sin embargo, la falta de ritmo y una extensión temporal poco propicia del filme, atentan contra los pequeños logros. De este modo, Mario On Tour, sin hacer ruido, corre el peligro de que la modestia se transforme en indiferencia. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
En su nuevo film, Mario on Tour, el director Pablo Stigliani reflexiona sobre las relaciones humanas haciendo foco en el vínculo padre e hijo, con un perfecto equilibrio entre comedia y drama. Mario (Mike Amigorena) es uno de los tantos artistas que se quedaron en el camino. En su juventud dedicó su tiempo a la música para poder triunfar, pero no alcanzó a cumplir sus ilusiones. Lejos quedaron sus años de gloria y ahora le toca aceptar su destino: un hombre que sobrevive haciendo degustaciones de alimentos y que sólo utiliza su voz para hacer covers de Sandro en eventos privados. Su inestabilidad en el plano laboral también resuena en lo sentimental: la reciente muerte de su madre lo lleva a replantearse su rol de padre frente a su hijo preadolescente, Lucas (Román Almaráz) -fruto de una relación con su ex mujer (Leonora Balcarce)-, ya que, debido a su constante ausencia, el vínculo entre ellos no existe. En su intento por recomponerlo, Mario logra que Lucas acceda a pasar el fin de semana con él. Al mismo tiempo su mejor amigo y manager “El Oso” (Iair Said) le propone hacer una mini gira ese fin de semana por la costa argentina para remontar su carrera musical. Frente a esta nueva situación, los dos amigos y el joven emprenden un tour hacia la costa. Un viaje lleno de reclamos, tensiones, encuentros y desencuentros que les va a permitir fortalecer las relaciones e incluso cambiar su forma de percibir la vida. Si bien el argumento es previsible, lo valioso del film es cómo logra captar la reparación del vínculo entre un padre ausente y su hijo. Como así también refleja las frustraciones y el dolor que atraviesa el ser humano, sin importar la edad de los personajes. Sin nunca dejar de lado la comedia, a medida que el film avanza va tomando peso la melancolía y se convierte en una emotiva reflexión sobre los afectos y cómo influyen en la vida de cada uno. Mike Amigorena crea un protagonista carismático que no sólo hipnotiza por sus capacidades musicales sino por cómo con una mirada muestra toda su carga emocional. Iair Said y Román Almaráz sorprenden por la naturalidad de sus actuaciones y sus personajes son la cuota de humor necesaria en la mayoría de las escenas.
Mario on tour, de Pablo Stigliani Por Paula Caffaro Mario on tour es una road movie local en la que las rutas balnearias son testigo de la recomposición de la relación entre un padre y su hijo pre adolecente. En clave dramática, pero con la comicidad medida (y característica) de Amigorena y Said, el film de Pablo Stigliani pone en pantalla una historia sencilla que se va construyendo a su propio tiempo. Si bien, la estructura narrativa parece decaer en ciertos momentos, la fuerza del relato logra recuperar el ritmo, que por momentos se vuelve algo cansino. Mario (Mike Amigorena) es un tipo separado cuyo hijo Lucas (Román Almaraz) vive con la madre y su nueva pareja. Atrapado en un sueño de triunfo de la mano de su propia banda solista, el protagonista hipoteca su objetivo a fuerza de tener que ganarse la vida haciendo shows privados en los que interpreta temas de Sandro. Además, debe recuperar la relación con Lucas, y tras varios intentos fallidos, surge la posibilidad de hacer un viaje juntos. Así comienza el tour de Mario, un viaje en el que no sólo tendrá que cantar temas de otros a cambio de dinero, sino que deberá re encontrarse con su hijo, un personaje entrañable quien pronto se llevará todos los aplausos. Con gran sorpresa el film muestra un Amigorena superando las expectativas. Lejos del papel al que nos tiene acostumbrados, en Mario on Tour parece haber algo de maduración actoral que lo aleja de la voz impuesta y el estereotipo, para dar a conocer un aspecto más humano, menos prefabricado. Incluso su llanto en primerísmo primer plano logra traspasar la pantalla ofreciendo una escena llena de sensibilidad y empatía. Lo de Román Almaraz ya todos lo sabemos, su carisma es contundente, y es este un personaje que le sienta muy bien, incorporándose a la historia con gran protagonismo. Si de cuestiones técnica se trata, se puede destacar el trabajo fotográfico con una cámara en mano amable y una composición cinematográfica que regala, por momentos, imágenes estilísticamente fotogénicas. La ruta cuando se pone o sale el Sol son esos momentos privilegiados de luz que el director de fotografía supo cómo capitalizar, aportando a la historia belleza cinematográfica. Sin embargo, sucede algo con el montaje y es la sensación de que los cortes llegan con retraso. Si bien podríamos hablar de un rasgo de estilo, la sensación general provoca escenas de tiempos muy dilatados que se extienden hasta más no poder. Cómo si la cámara ya no pudiera exprimir más la acción del cuadro y le costara finalizar la toma. El resultado es agotador, y lamentablemente, diluye las emociones y gags que motorizan el hilo narrativo del film. Mario on tour es una historia sencilla apta para toda la familia, y, sobre todo, abuelas sensibles. Con sorpresas en las actuaciones y una fotografía para destacar, es otro producto nacional que alegrará a más de un espectador cansado de las soap operas de Suar. MARIO ON TOUR Mario on tour. Argentina, 2017. Guión y dirección: Pablo Stigliani. Intérpretes: Mike Amigorena, Iair Said, Román Almaraz, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd y Ale Sergi. Fotografía: Javier Guevara. Edición: Sebastián Polze. Sonido: Bernardo Francese. Duración: 105 minutos.