Insensatez y sentimientos La pareja protagónica (Adrián Suar y Valeria Bertuccelli), el guionista (Pablo Solarz) y también el director (Juan Taratuto) de Un novio para mi mujer, así como varios otros integrantes de aquella película se vuelven a reunir en Me casé con un boludo, película que fuera de eso no tiene conexión alguna con aquella. Sí, podríamos decir, que busca una forma de comedia romántica más parecida a las comedias de rematrimonio que al estándar de Hollywood de la comedia romántica actual. También es cierto que, en comparación al cine comercial actual, la pareja protagónica es adulta, no adolescente, lo que también cambia los temas a tratar y la perspectiva de los personajes. La película dirigida por Juan Taratuto cuenta la historia de una estrella de cine argentino, Fabián Brando y Florencia, una actriz cuyo novio dirige la película en la que trabajarán juntos. Pero como el título anuncia, Fabián y Florencia tienen un destino en común, como también lo indica el género al que pertenece la película. Lo más complicado para el espectador, que entra al cine ya riéndose debido al título del film, es entender donde colocarse con respecto a los personajes. Esa inseguridad es más de quien está mirando que de los que realizaron la película, como se irá viendo a medida que la trama avance. Es esa primera parte la más complicada porque no terminamos de decidir que nos parecen los personajes, que nos producen, al menos eso me pasó a mí. Si Un novio para mi mujer era más sólida en la comedia que en el drama, acá se podría decir que ocurre lo contrario. Claro que el film sigue siendo una comedia, y que el sentimentalismo jamás se apodera de las escenas, ni existe el más mínimo atisbo de golpe bajo para impactar el espectador. Cuando hablamos de drama en realidad hablamos de escenas sin gags concretos ni chistes para buscar la risa. Pero entonces, a medida que avanza la trama y el personaje toma una decisión disparatada para salvar su pareja, ocurre algo que ilumina a toda la película. Guionista, director y actores logran dotar a la historia de un inesperado corazón. Y así, sin que el título Me casé con boludo pudiera hacerlo sospechar, la película resulta emocionante. Como el Christian de Cyrano de Bergerac, Fabián recibe (en realidad sale a buscar) letra y personalidad afuera, aquella que él no tiene. La diferencia es que nosotros nos conmovemos con el hombre vacío que necesita ser mejor para no perder aquello que ama. Cuando la película no anuncia sus temas, cuando simplemente suceden las escenas, Me casé con un boludo está llena de buenos momentos y grandes escenas. Un par de elipsis brillantes nos hacen avanzar cuando el romance se concreta y también para resolver muy bien el desenlace. Los secundarios funcionan, combinando veteranos con estrellas del cine independiente, perfectamente equilibrados. Y, en algo que vale la pena destacar, la música de Darío Eskenazi resulta brillante. Cuando parece las banda de sonido de Bernard Herrmann en las escenas de cine dentro del cine pero también cuando busca el tono de la historia principal. Y tres versiones de Vivir así es morir de amor son un lujo y un placer extra que la película ofrece. Un atrevimiento más es decir que la escena del rodaje que se ve en un momento de la película parece un amable homenaje a La noche americana, lo sea finalmente o no, en algo la evoca. En las historias de amor, comedias o no tan comedias, los personajes hacen cosas absurdas y disparatadas para no perder lo que aman. En Me case con un boludo esta regla se cumple y aunque anuncia en un comienzo que lo hace en forma de comedia ridícula –como lo subraya el provocador y efectivo título- luego lo termina completando de forma emocionante. Cualquiera, hasta el más irrecuperable de los tontos, tiene una chance de luchar por su amor, si lo hace con verdadera convicción.
Menudo desafío tenían por delante el director Juan Taratuto, el guionista Pablo Solarz y los actores Adrián Suar y Valeria Bertuccelli (vale agregar, por caso, al productor Alejandro Cacetta, actual presidente del INCAA y ex gerente de Patagonik). Ellos habían sido el equipo base de la exitosísima Un novio para mi mujer (2008), por lo que el siguiente paso cinematográfico del reencontrado grupo imponía dar vuelta la página y dejar atrás las desventuras del Tenso y la Tana Ferro. Claro que estas nuevas búsquedas no están exentas de poner los ojos en la taquilla, como lo refleja el marketinero título del film. Previo a convocar nuevamente a la popular dupla protagónica, Taratuto había dejado descansar los conflictos de pareja con La reconstrucción (2013), acaso su mejor película, y Papeles en el viento (2014), adaptación de la novela de Eduardo Sacheri. En Me casé con un boludo, el director retoma las ideas de sus primeros films, pero las sitúa en un inédito escenario de ficción dentro de la ficción. Fabián Brando (Suar) es un egocéntrico y caprichoso actor con un currículum difícil de comprobar (alardea con haber sido dirigido por Roman Polanski y compartido elenco con Brad Pitt, entre otras celebridades) al que acompaña cual perro fiel su representante (Norman Briski). En tanto, Florencia Córmik (Bertuccelli) es una actriz mediocre cuyo único mérito parece ser convivir con un prestigioso director (Gerardo Romano). Ambos se cruzarán en un set de filmación y terminarán casándose. Él, por amor genuino; ella, sorprendida por ver en su flamante esposo cualidades que no imaginaba: Fabián es atento, buen compañero, sensible. Pero así es también el personaje que interpreta, entonces, ¿cuál es el verdadero Fabián? ¿El hombre ideal que muestra en su papel o el "boludo" del título? El velo no tardará en correrse. Los cameos de famosos y de periodistas del espectáculo buscan darle una cuota irónica a la idea de la doble faz de la farándula y las tilinguerías de su mundillo, juego al que Fabián (y acaso el propio Suar) conoce y sabe jugar y al que Florencia (y acaso la propia Bertuccelli) prefiere mirar de lejos. El problema es que, en su intento por tomar con sorna ese universo y sus respectivas miserias, Me casé con un boludo queda peligrosamente cerca de convertirse en el objeto parodiado. La faceta actoral de Suar suele estar opacada por su rol al frente de Pol Ka, pero las veces que le toca salir a escena responde como pocos comediantes locales lo hacen. Con tics devotos de la mejor neurosis woodyallenesca, el ex Golden Rocket se mueve como pez en el agua dentro de un personaje que parece diseñado a su medida. Es Bertuccelli, sin embargo, la que aparece en principio más desdibujada que otras veces, performance que acompaña el progresivo ritmo la película: cuando su Florencia gana intensidad, idéntica fuerza logra la trama. Pero las buenas interpretaciones (ni los rubros técnicos, otro mérito y una constante en el cine de Taratuto) no logran salvar una película que cae víctima de sus propios clichés
La película de Juan Taratuto, ambientada en el mundo del cine, permite el lucimiento de Adrián Suar y Valeria Bertucelli, y de los actores secundarios. El amor, el egocentrismo y la parodia están en primer plano. La misma dupla protagónica de Un novio para mi mujer, Adrián Suar yValeria Bertucelli, regresa a la comedia romántica de la mano del director de esa película, Juan Taratuto, quien tiene en su haberNo sos vos, soy yo y ¿Quién dice que es fácil? dentro del género. EnMe casé con un boludo, título directo si los hay, se sumerge en el mundo del estrellato, sus consecuencias y en las mentiras que llevan adelante los personajes.Adrián Suar es Fabián Brando, una estrella del cine que debe trabajar con una actriz de poca experiencia, Florencia -Bertucelli-, novia del director -Gerardo Romano- de la película de turno que están rodando -no sin dificultades- y ella se termina enamorada de su "salvador". Cuando deciden casarse -noticia informada a través de los medios-, Florencia se dará cuenta que en realidad ella se enamoró del personaje -un boludo- y no de la persona.Como un de juego de "ficción dentro de la ficción", Taratuto aprovecha la pareja de opuestos y los estilos de vida diferentes para instalar la parodia: Brando tiene un auto flamante, una casa gigante donde realiza fiestas, un representante que se duerme en todos lados -Norman Brisky- y una vida en la que las apariencias están a la orden del día. Ella es una chica insegura en su momento de estar frente a una cámara y vive en del departamento de su actual pareja.La película, pensada para el consumo mainstream -Suar conoce perfectamente el paño- permite el lucimiento de sus protagonistas y de los personajes secundarios como Marina Bellati en el rol de la hermana del campo a quien Florencia acude cada vez que tiene un problema y el cameo de figuras, periodistas famosos y hastaVicentico y Grisela Siciliani. Nadie quedó afuera.La historia de amor encuentra momentos disfrutables, escenas bien jugadas y un ritmo que no decae con un guión de Pablo Solarzque transforma el disparate de algunas situaciones y las encamina hacia la parodia pero donde también juega un papel importante la emoción. Brando toma una decisión impensada para salvar su pareja, y ahí la película ofrece nuevas aristas que se disfrutan sin demasiadas complicaciones. En definitiva, lo que ellos hacen es intentar conservar a quien aman pese a todas las dificultades que se presentan en un medio competitivo, donde el egocentrismo y las apariencias están en primer plano.La acertada música de Darío Eskenazi crea los climas adecuados, tanto en la ficción que se filma como en la historia que se cuenta, rindiendo homenajes. Suar utiliza sus probados -y reiterados -recursos en la audiencia -ahora habla en francés mientas maneja- y Bertucelli ofrece morisquetas y lloriqueos frente a cámara. Fueron a lo seguro con un producto entretenido gracias a la mano de una dirección eficaz.
Mentime que me gusta Si tendríamos que hacer un balance de las comedias románticas producidas y protagonizadas por Adrián Suar (a esta altura el Adam Sandler argentino), sin dudas diríamos que una de las mejores es Un novio para mi mujer (2008), la película donde compartía cartel con Valeria Bertuccelli en una química perfecta entre ambos, sostenidos por el guion del siempre efectivo Pablo Solarz y la dirección de Juan Taratuto, que destacaba los puntos fuertes del equipo técnico y artístico. Me casé con un boludo (2016) viene a reiterar ese dream team artístico en escena aunque vale aclarar que no es una continuación. La historia ubica a Adrián Suar en el rol del actor estrella Fabián Brando, un insoportable y egoísta ser humano que arrastra lo peor del éxito farandulero. Le toca compartir cartel con la desconocida Florencia (Valeria Bertuccelli), sólo en escena por ser la amante del director que interpreta Gerardo Romano. Se enamoran en escena y casan en público pero en la intimidad ella descubre haberse casado con el boludo del título. Al enterarse él antes que ella se lo diga, el tipo recurre al guionista de la película para que le escriba un personaje “acorde” al esperado por ella. Aunque, claro está, la mentira tiene patas cortas. Como tantas otras películas de la factoría Pol-ka, Me casé con un boludo es una comedia convencional. ¿Qué quiere decir esto? Que a nivel técnico es impecable, que no tiene sobre saltos formales y cuenta con un buen ritmo narrativo. Similar al de cualquier comedia romántica norteamericana ha la que emula concientemente (el plano inicial de los edificios para “abrir” el film es un ejemplo). Tampoco hay que esperar cuestionamientos existenciales profundos y mucho menos una crítica social que pueda molestar a nadie. En esos parámetros se edifica la película que funciona como producto de entretenimiento aunque no esté a la altura de Un novio para mi mujer. ¿Por qué? Porque Un novio para mi mujer giraba alrededor de Valeria Bertuccelli, la gran actriz para la comedia cuyos estallidos de angustia ocasionaban las carcajadas de la película. En Me casé con un boludo el personaje que cambia primero es el de Adrián Suar, con reconocible carisma para la comedia pero sin la versatilidad de su compañera de elenco. De hecho sobre el final es el personaje de ella el que cambia de actitud y la película crece exponencialmente. El tema a instalar es la hipocresía en las parejas: “hay que mentirse (actuar) para llevarse bien” y el juego entre la imagen ficticia del mundo del espectáculo contrapuesta a la real detrás de ella, marca el fuerte de los chistes del film acerca del show business con varios cameos de famosos haciendo de ellos mismos, y un final acorde que no adelantaremos. Pero y como en toda película de Suar, la crítica es tan superficial como para no herir susceptibilidades que termina por quedar en el aire (del mismo modo que ciertas chicanas al progresismo o confort de los famosos) redondeando un entretenimiento efectivo para pasar un rato ameno y no mucho mas.
Lo que siempre hago al momento de analizar un film es juzgarlo por lo que pretende ser. Lo mismo hacen mis compañeros en esta web y un ejemplo clarísimo para explicar este concepto es Me casé con un boludo. Si la analizo de forma minuciosa tendría que señalar unas cuantas cosas pero no correspondería porque dentro del mundo que se plantea hay validez para tomarse ciertas licencias que alejan de la realidad. La comedia (y la comedia romántica) se encuentra muy bien construida a través de los dos protagonistas en su actuar. Hacen reír y eso es lo que importa porque es lo que el espectador va a buscar. Asimismo, cinematográficamente está muy bien y Juan Taratuto se consagra como uno de los mejores directores de comedia argentinos. Es un género que sabe manejar a la perfección. De todos modos también me gusta cuando incursiona en otro tipo de films tales como La reconstrucción (2013). El único problema que tiene aquí es la inevitable comparación con Un novio para mi mujer (2008): mismo género y mismo dúo protagónico. Aquel film es una joya absoluta e indiscutida y ante la comparativa Me casé con un boludo va a salir perdiendo porque no tiene frases ni escenas que quedarán para el recuerdo tales como la de los signos. Aquí no hay una Tana Ferro. Ahora bien, eso no significa que no podamos disfrutar del papel que compone Valeria Bertuccelli. De hecho es muy bueno y su química con Suar es la de siempre. Pasa que en este film se luce más él que ella. El papel de actor exitoso, desconectado de la realidad, egocéntrico y muy tonto le sienta a la perfección. Realmente logra hacerte reír. Más allá de las obviedades, hay un par de giros argumentales buenos e interesantes. Esto le permite al film estar siempre en ritmo y al espectador a que o baje la guardia. Me casé con un boludo es una gran comedia argentina que hará reír a cualquiera que la vaya a ver. Y es lo que muchos están buscando.
Cine dentro del cine. Cuando las películas se meten de lleno con un mundo que conocen en demasía el resultado, generalmente, es positivo. Y en esta oportunidad “Me casé con un boludo” (Argentina, 2015) del consagrado realizador Juan Taratuto, buceará, además del mundo del cine, en una relación espontánea, instantánea, imposible, entre dos personajes que recién se conocen, Fabián (Adrián Suar) y Florencia (Valeria Bertuccelli), que terminará en una mentira de dimensiones insospechadas. El megalómano actor Fabián (Suar) acepta realizar una película con una novel actriz llamada Florencia (Bertuccelli) luego de saber que algunos temas económicos podrían resolverse con la considerable suma que le pagarán por hacerla. Su representante (Norman Briski), un personaje que intenta recuperar todos los tics y estereotipos de los agentes que intentan vivir a toda costa de los representados, le enumera las chances que tendrá de nuevamente conseguir prestigio con la película. Un tanto desganado, pero sabiendo que es necesaria su intervención, Fabián ingresará al set y se topará con una actriz que no puede lograr, en una toma, interpretar la angustia con la que su personaje debe continuar la narración. Florencia además es la mujer del director (Gerardo Romano), un déspota que sólo quiere terminar a tiempo el rodaje y exige con gritos e insultos a la mujer la continuidad de trabajo sin nuevas interrupciones. Pero cuando Florencia comienza a titubear, y cada vez se le complica más llorar en una de las escenas más importantes del filme, Fabián, son sus ganas, como siempre, de sumar protagonismo, verá cómo de intentar ayudar a su compañera con tips innecesarios e inútiles, terminará envuelto en una historia inesperada de amor y compromiso. Después de decidir casarse con Fabian, por impulso, por necedad, por dejarse llevar, Florencia verá cómo ese carismático y particular hombre que conoció en el set del rodaje terminará por evanescerse para dejar su lugar a un despreciable, tonto y egoísta personaje, completamente alejado del que se enamoró. Y cuando por accidente, Fabián escucha a Florencia indicar la desesperación en la que se encuentra por estar casada con alguien a quien considera un ser despreciable, decidirá poner en marcha un plan junto a un guionista para convencerla que él no es quién ella cree sino que es una persona entretenida, preocupada por los demás, inteligente, o al menos en apariencia. “Me casé con un boludo” estructura su relato a partir del engaño, de la confusión, como tantas comedias francesas o europeas en las que los actores brillan por un guión sólido y sin fisuras, caso que se repite aquí y que gracias a la espontaneidad de los protagonistas y la frescura con la que construyen sus personajaes terminan por consolidar una propuesta que, en primera instancia, podría haber sido algo completamente opuesto. Este es un cine de fórmula, industrial, pro en el que Taratuto se da la licencia de narrar, como en películas anteriores, las escenas como si estuviéramos husmeando en la vida de Fabián y Florencia al destacar planos por detrás de objetos y personas siguiendo con la línea de “espiar” sus vidas. Adrián Suar se potencia al lado de Valeria Bertuccelli, saben ambos que la química entre ellos, intacta desde “Un novio para mi mujer”, potencia una historia que con solidez y particularidad avanza sin fisuras. La reconstrucción de un Buenos Aires atemporal (a través de planos y tomas aéreos), la utilización de la farándula vernácula para reforzar la fama de los personajes, y, principalmente, la exposición de las miserias de un actor que vive para sí mismo, son los puntos más fuertes de una película que divierte y entretiene y que a la vez destila buen humor durante toda la proyección.
Vuelven Suar y Bertuccelli de la mano de Juan Taratuto con la comedia Me casé con un boludo. Adrián Suar es Fabián Brando, un actor con un ego inconmensurable, que se enamora de la coprotagonista de una película que él ha aceptado hacer sólo por dinero . Ella es Florencia (Valeria Bertuccelli) una actriz inexperta, que está allí por tener un romance con el director (Gerardo Romano). Se casan y al poco tiempo ella se dará cuenta que en realidad, se enamoró del personaje de su compañero en la ficción, pero que en la realidad, el es un tipo insoportable. Enterado él de esto, sin que ella lo sepa, recurrirá al guionista de la película para recuperar el amor de la actriz. Sobrevuela un aire a lo Cyrano de Bergerac. Esto es, pedir ayuda de otro para conquistar a alguien, tema que ya ha sido visitado por el cine en diferentes versiones de Cyrano, fieles a la original o adaptaciones como Roxanne, con Steve Martin, situada en un cuartel de bomberos o una variación sobre el tema en La verdad acerca de perros y gatos, con Uma Thurman, que sustituye a una veterinaria que conduce un programa de radio, en una cita a ciegas. El mismo equipo de la exitosa (en término de espectadores) Un novio para mi mujer, es decir, pareja protagónica mas director (Juan Taratuto) mas guionista (Pablo Solarz) intentan repetir la proeza de aquella, con un título que con su sola mención es un golpe a la mandíbula y cuyo poster tiene destino de photo booth. Quizás por eso, sus intenciones están colocadas mas en el marketing que los resultados artísticos. Me casé con un boludo tiene una lujosa puesta en escena. Es ambiciosa en cuanto a inventar fastuosos estudios de cine, escenografías y despliegues dignos de la época de oro del cine nacional, que hoy en día son más visibles en la televisión que en lo producido para la pantalla grande. Así como también en lo relativo a las fiestas y a las casas de las celebridades. Y es ahí donde pone el acento, en el deseo de convertir al cine en una industria con la pompa que hoy en día tiene la pequeña pantalla. ¿Acaso no tienen las ceremonias de premiación televisiva un brillo que las del cine nacional no logran? Para ello, el tema de la ficción dentro de la ficción le viene como anillo al dedo, pero desaprovecha situaciones de rodaje que podrían tener más potencial cómico. Limitándose a un par de momentos graciosos que tienen que ver con el ego del personaje de Adrian Suar, especialmente en lo relacionado con el trabajo con grandes realizadores, entre los cuales, la mención de haber trabajado con Polanski, es a todas luces absurda. Con evocar películas y directores extranjeros que filmaron en Argentina, alcanzaba. Una de las virtudes del film es Valeria Bertuccelli, tratando de despegarse de su personaje más famoso en el cine (la Tana de Un novio para mi mujer). En este caso, su Florencia tiene vulnerabilidad pero también brillo propio. Si en su anterior trabajo con Suar le bastó un monólogo para quedar en la mente de los espectadores, en esta ocasión, el guionista optó por repetir la fórmula de otorgarle pequeñas islas de lucimiento en una comedia que transcurre por carriles convencionales y que proporciona mínimas dosis de sonrisas. Adrian Suar es un comediante eficaz, pero de tics televisivos que en el cine no son necesarios. Por el lado de los actores secundarios, se lucen en pequeñas intervenciones Alan Sabbagh y Marina Belatti. El género está más cercano al romance, a como reconquistar un amor que a la carcajada. Y cuando elije el tono paródico, especialmente relacionado con el mundo de la televisión (Me casé con un boludo está plagado de celebridades de la pequeña pantalla haciendo de sí mismas) la cosa no pasa de la tontería.
Como si desconfiara de sus propios méritos De a poco, Adrián Suar se ha convertido en lo más parecido que hay en el cine argentino a un comediante estrella. Si hubiera que compararlo con los paradigmas del omnipresente cine estadounidense, se diría que uno tirando a clásico, para nada en la línea descontrolada de la Nueva Comedia Americana. Lejos de las altisonancias de Ben Stiller, Adam Sandler o Seth Rogen y mucho más todavía del híper histrionismo de Jim Carrey o Jack Black, lo de Suar está más ligado al humor de situaciones, a los enredos de alcoba o la comedia romántica vintage, pero con un enfoque aggiornado, adaptado a las costumbres locales. Su último trabajo es todo eso. Me casé con un boludo, tal el poco ortodoxo título de la película, representa además una nueva colaboración con el equipo de Un novio para mi mujer, uno de sus trabajos más exitosos, incluyendo a Valeria Bertuccelli, Juan Taratuto y Pablo Solarz, coprotagonista, director y guionista por orden de aparición.Más allá de las coincidencias generales, Me casé con un boludo es, de sus películas, la que menos apunta a la carcajada, al gag con remate, sino que se concentra más en la construcción del vínculo entre su pareja protagónica. Por eso llama la atención el efectismo del título, que remite a un tipo de humor que no es, en líneas generales, el que utiliza la película en su desarrollo. La sinopsis es sencilla: Fabián Brando es una estrella de cine que comienza a filmar una película cuya coprotagonista es una actriz con poca experiencia. La pareja comienza un romance inesperado y, un poco apurados por Fabián, acaban casándose enseguida. No pasará mucho tiempo para que ella se arrepienta, convencida de que no se enamoró del hombre sino del personaje que el actor interpretaba en la película que rodaron juntos.Como la mayoría de los films de Suar, Me casé con un boludo está construido sobre una estructura de guión clásica, con los tres actos, los puntos de quiebre y de giro, el clímax y todas esas cosas perfectamente marcadas. El largo primer acto, en el que se desarrolla el vínculo inicial de la pareja, está más preocupado por crear el clima que por causar gracia. La comedia en el sentido más estricto, aunque siempre dentro de un tono moderado, abarca gran parte del segundo acto. Ahí, cuando Fabián trata de actuar como lo haría el personaje del cual se enamoró su mujer, para reconquistarla, se concentra lo más atractivo del film.Pero llegando al final hay un extraño cambio en el tono del humor y, sobre todo, en la actuación de Bertuccelli. Sin mayores avisos, la historia entra en una fase de humor físico recargado (morisquetas de manual incluidas), que de algún modo resquebraja el verosímil que se venía construyendo con paciencia. Aunque se trata de apenas un par de se secuencias, esa irrupción/interrupción fuera de registro que marca el comienzo del desenlace resulta un poco tirada de los pelos y hasta puede incomodar al espectador que venía disfrutando de una historia de amor bien contada. Justo antes de eso, la película se demora en un par de escenas en las que, a partir de una serie de cameos de figuritas famosas de la televisión, se entrega al juego torpe de enhebrar una sucesión de chistes demasiado internos y elementales. En ese momento la película abandona el cine para ponerse a dialogar con la industria del chimento, otra intrusión inoportuna, y lo hace sin necesidad, como si desconfiara de sus propios méritos. Porque más allá de estos dos momentos y de su título, que parecen recortados y pegados de lo peor del costumbrismo local, Me casé con un boludo representa un aporte válido al amplio abanico del cine argentino.
Una comedia romántica sobre el matrimonio a la argentina Con algo más de 1.400.000 espectadores, Un novio para mi mujer fue la película más vista de 2008. Ocho años después, el mismo equipo (el director Juan Taratuto, el guionista Pablo Solarz y la pareja protagónica de Adrián Suar y Valeria Bertuccelli) regresa con una propuesta algo más despareja y menos eficaz, pero que tiene los atributos, la solvencia y el ingenio suficientes como para repetir aquel éxito. Combinación entre varios esquemas de comedia (cine dentro del cine, el mentiroso que hace todo por amor, cazador-cazado, rematrimonio), Me casé con un boludo apela a cada una de las fórmulas y luego se va corriendo de ellas. El resultado es desparejo, no siempre convincente, pero con un profesionalismo técnico, narrativo y actoral, y ciertos momentos de humor absurdo y hasta de lograda sensibilidad y emoción que finalmente terminan rescatándola de sus sucesivas recaídas. Suar -en plan Daniel Auteuil- interpreta a Fabián Brando, una estrella egocéntrica y demagógica que acepta hacer una película con Florencia Córmik (Bertuccelli), una actriz poco conocida y sin demasiado talento a la que empieza despreciando, pero de la que se terminará enamorando en pleno set. De allí a la boda, a la luna de miel y al súbito descubrimiento por parte de ella de aquello que sostiene el poco sutil título del film. Pero, justo cuando ella le confiesa a sus amigos el error cometido, él está del otro lado de la pared escuchando y, claro, como buen actor "del método", nuestro divo superficial y machista se dedicará día y noche -¡con la ayuda de un guionista!- a interpretar lo que no es: un tipo sensible, atento, humilde, abierto y servicial. No vale la pena adelantar nada más allá de este arranque, pero la película habla de la fabulación, aunque también de los sentimientos sinceros y genuinos que afloran dentro de esa puesta en escena y esa falsedad. Me casé con un boludo es bastante desconcertante y pendular. Va de la comedia leve y pura al melodrama, del subrayado torpe a varios buenos personajes secundarios, de la fluidez a la superpoblación de cameos (ahí aparecen desde Griselda Siciliani y Vicentico, parejas de los protagonistas en la vida real, hasta decenas de figuras como Lali Espósito, Mariana Fabbiani, Gonzalo Heredia, Luciano Castro, Julieta Díaz o la Bruja Verón, pasando por varios noteros de programas de chismes haciendo de sí mismos). Si este juego de zapping cómico, de sumas y restas, termina luego de las casi dos horas dando positivo es algo que cada espectador podrá dilucidar a la hora de su balance personal cuando se enciendan las luces de la sala. Lo concreto es que, sin llegar a la altura de su predecesora y quedando incluso un poco por debajo de las expectativas, se trata de un digno regreso de este dream team de la comedia vernácula.
Las apariencias engañan Comedia romántica con más amor que carcajadas, Suar y Bertuccelli están en su salsa. Me casé con un boludo reúne, ocho años después, a la misma pareja protagónica, director, guionista y productores de Un novio para mi mujer. Bueno, lo único que tienen en común ambas películas es eso. También comparten el género de la comedia romántica, pero Un novio... era decididamente más comedia que romántica, y Me casé con un boludo, pese a lo que uno puede intuir desde lo gráfico y directo del título, aprisiona, contiene una veta tierna y de amor decididamente puro. Fabián Brando y Florencia se conocen en un set de filmación. El es una estrella egocéntrica, ella una mala actriz, pero es la novia del director. Cuando éste maltrate a Florencia en el rodaje, Fabián la defenderá. Y Florencia quedará como prendida de ese hombre. En realidad de ese personaje, porque Fabián, como indica el título… La película pega un giro rápido cuando Fabián, que vive para sí mismo, escucha a su flamante esposa confiar a sus amigos que siente que se casó con un “pelotudo irrecuperable”. Fabián ama tanto a Florencia que pide ayuda al guionista, para que le arme un personaje, para recuperarla, porque si la pierde, siente que se muere. Sin dejar de lado el costado humorístico, que es el motor de la película, el guión de Pablo Solarz y la dirección de Juan Taratuto empieza a balancear las cosas. El filme tiene diálogos realmente ocurrentes y han sabido -todos- aprovechar el gancho y lo que mejor sabe hacer Suar, y las enormes dotes de comediante de Bertuccelli. Tal vez haya sido innecesario hacer pie en la nueva comedia americana -el momento semiescatológico de Florencia en lo del psicólogo-, pero eso entra en cuestión de gustos. Hay, sí, mucho humor a partir de referencias cinematográficas -mientras filman la película; en el estreno de la misma- y salidas ingeniosas, que demuestran que el timing para el gag del que -todos- hicieran uso en Un novio para mi mujer- no fue obra de la casualidad. Como tampoco que los personajes secundarios -los compinches, los sidekicks de la comedia hollywoodense- no sólo están bien escritos y tienen su pequeña elaboración, sino que están muy bien interpretados por un séquito de actores del teatro o el cine independiente. En síntesis, que Me casé con un boludo está armada para cumplir con su cometido de entretener, con risas y alguna carcajada, que no es tan redonda como Un novio para mi mujer, pero que bien vale la pena esperar por una tercera película de -todos- ellos juntos.
Crítica emitida por radio.
Publicada en edición impresa.
Las cosas son así: él es un actor famoso; ella, una actriz desconocida. Ella se enamora durante un rodaje, se casan y, como suele suceder, recién ahí se conocen. Ella se da cuenta de que él no es lo que parece; y él, para recuperarla, empieza a fingir ser lo que ella desea. Hasta aquí, lo que seguramente sabe. Después, el asunto se invierte y es ella la que toma las riendas del asunto (no, eso lo ve en el cine). Este film argentino “grande”, el primer “tanque” nacional del año, tiene todo lo que una película “de Adrián Suar” (actor, sí, pero sobre todo productor) suele tener: la búsqueda de una narrativa de tradición hollywoodense (eso está bien), el lenguaje llano argentino -más bien porteño- y las frases cómicas. Pero hay algo de apresuramiento, de cosa sin terminar que deja situaciones flotando e irresueltas. En medio de todo esto, el film se sostiene en dos elementos: la química entre los protagonistas (que ya funcionaba bien en Un novio para mi mujer) y Valeria Bertuccelli. Bertuccelli es la gran comediante que no teníamos y tiene derecho a ser considerada una estrella. Sea al lado de Suar, de Daniel Hendler, de Graciela Borges o trabajando en el extraño mundo de Martín Rejtman, siempre “engrana”, siempre comprende el juego que está jugando sin fallar una sola vez. Aunque Suar está simpático, es Bertuccelli la que pone la pimienta y el picante en este plato de comedia romántica y lo que permite tolerar algunos lugares comunes más bien molestos.
En el póster sobra una persona 1) Y la persona que sobra es, obvio, la pobre Valeria Bertucelli, porque todo se trata de Adrián Suar, quien a medida que pasó el tiempo fue incorporando a directores de mayor sapiencia, lo que derivó en films indudablemente más sólidos en sus construcciones formales, pero que no dejan de ser envases vacíos para los deseos del productor/actor, quien inevitablemente debe ser el centro de todo. En este caso, lo que busca Suar aquí es satirizar a esos actores que son divos totales, se la pasan hablando de sí mismos y tienen unos egos gigantescos. La apuesta, que a primera vista puede parecer un tanto disruptiva y arriesgada, se revela como bastante cómoda cuando pensamos quién lleva a cabo la performance: alguien que desde su productora y como máxima autoridad de uno de las emisoras televisivas más populares se dedicó a cimentar muchos egos y que encima siempre, desde sus diversas creaciones, ha evidenciado una necesidad enorme de demostrar que es un capo total. Pronto, muy pronto, Me casé con un boludo -donde Suar utiliza el nombre “Fabián” de su personaje como un escudo muy conveniente- revela que está muy pero muy lejos del nivel de ácida lucidez de una película como Este es el fin, donde gente como Seth Rogen, James Franco y Jonah Hill ponían sus cuerpos, y principalmente sus nombres, a lo que tenían para decir. 2) Me casé con un boludo es una comedia romántica, y como tal, debería necesitar de por lo menos dos personajes que sean el foco del conflicto principal. En este caso, lo que tenemos es a Florencia Córmik (Bertucelli), una actriz que liga un protagónico en una película importante gracias a su noviazgo con el director (Gerardo Romano) y que se enamora casi a primera vista de su coprotagonista, ese personaje intenso que construye para sí mismo y los demás la estrella Fabián Brando que encarna Suar. Luego, claro, se dará cuenta que lo que había visto era apenas la superficie y que tras eso sólo queda un ser hueco y vacuo. Todo este proceso, que debería ser narrado desde el punto de vista de Florencia, para luego ir revelando las capas que componen a Fabián, es desbaratado porque desde el mismo comienzo se nos presenta a Fabián como ese ser impostado, creído y ególatra. ¿Cómo entender desde ahí que Florencia se enamore? Esta pregunta queda flotando a pesar de que el film tarda una eternidad en delinear el conflicto, agotando en el medio al personaje de Fabián, que acumula una enorme cantidad de chistes y guiños para la platea ya en los primeros diez minutos (y luego hay que soportarlo otros noventa). 3) Pero no se alarmen, porque lo que viene es peor, mucho peor, porque Fabián se entera que Florencia está totalmente desilusionada y piensa que es un total imbécil, y a partir de ahí no tiene mejor idea que montar toda una simulación, otra actuación pero esta vez de alguien que no es para así poder ganar de vuelta el amor de su mujer. Es decir, la mentira como método y forma constitutiva en la pareja. Hay un momento donde el film amaga con criticar este accionar, pero es sólo un suspiro, porque al final eso no termina siendo realmente conflictivo, lo que lo emparenta con las decisiones de fondo de Un novio para mi mujer. Todo se justifica en el hecho de que “bueno, en la pareja uno siempre finge un poco y pretende ser la persona que no es”. Ajá. No gente, lo que uno puede llegar a aprender en la pareja (y ese aprendizaje no se trata de verter las palabras en el aire, sino que implica todo un proceso personal) es que cada uno tiene diferentes capas en su persona, que no somos seres lineales, y que cada uno tiene espacios y tiempos propios que no necesariamente debe compartir con el otro, aunque se pueden encontrar puntos de encuentro. Pero no, lo que nos indica Me casé con un boludo es que no está mal mentir, manipular o engañar, en tanto uno lo haga “por amor”. Diablos, ahora sí que me dan ganas de salir a buscar pareja urgente, así puedo ejercitar a diario mi habilidad para fingir, manipular o engañar en nombre del “amor”. 4) Hay una secuencia que resume en cierta medida el conjunto de arbitrariedades que es Me casé con un boludo: allí, Fabián y Florencia asisten a una gran fiesta gran, repleta de famosos, que termina en la típica foto de conjunto al estilo “los personajes del año” de la revista Gente. Se puede ver a una multitud de estrellas, como Lali Espósito, Eugenia Suárez, Mariana Fabbiani, Luciano Castro, Gonzalo Heredia, Julieta Díaz -básicamente toda la troupe de Canal 13-, Guillermo Coppola, Juan Sebastián Verón y los nombres siguen. Es una escena en la que casi no sucede nada relevante, que apenas si sirve para mostrar el estado alterado de Florencia, algo que se podía informar de mil maneras distintas, mucho más económicas narrativamente. Da para pensar el esfuerzo que demandó esa secuencia: juntar toda esa gente en un horario específico, maquillarlos, vestirlos, ensayar mínimamente, finalmente rodar aunque sea un par de tomas. Un montón de tiempo y dinero sólo para dejar en claro que Suar conoce y tiene a muchas figuras a su disposición. Y todo eso en una película que supuestamente mira socarronamente al mundo del espectáculo y los divismos que imperan allí. Lo que se dice un film que se muerde su propia cola. 5) Si todo termina girando alrededor de los deseos y motivaciones de Fabián/Suar, si Florencia/Bertucelli queda absolutamente desdibujada, sin chance de asentar una mirada propia dentro del relato -afectando también el desempeño de la actriz, quien nunca encuentro el tono requerido y entrega la que posiblemente sea su peor actuación-, el resto no la pasa mejor: Me casé con un boludo es un film tan vacío, tan exclusivamente dedicado a lo que quiere Suar, que no desarrolla un universo mínimamente sólido a su alrededor. Todos los personajes de reparto -incluso el que encarna Alan Sabbagh, que quizás sea el que alcanza mayor lucimiento- quedan borrosos, como meras figuras decorativas, sin oportunidad de enriquecer la trama, perdidos en la isla de edición. La comedia romántica necesita como el agua de secundarios que interroguen la mirada de los protagonistas y de un montaje que sepa cómo darles los espacios adecuados, sin que por eso la narración pierda fluidez. En Me casé con un boludo se nota mucho -principalmente en la segunda mitad- que todo se terminó haciendo a las apuradas, que en la postproducción quedó claro que el metraje era muy extenso y que se recurrieron a cortes muy torpes que dejaron múltiples cabos sin atar. En el medio, hay un reparto repleto de nombres fuertes -otra vez Suar coleccionando figuritas- totalmente desperdiciado. 6) El último eslabón en la cadena de fallidos que es Me casé con un boludo es su director Juan Taratuto, que suele ser un artesano competente pero que acá está desaparecido en acción, lo cual no deja de guardar cierta lógica, porque estamos ante un film que es irrevocablemente de Suar, por más que no dirija. Ese realizador que supo hacer films muy interesantes como No sos vos, soy yo y La reconstrucción acá ni siquiera consigue darle los espacios de lucimiento adecuados a Bertucelli, no hilvana secuencias en las que pese la comicidad ni da en la tecla de lo romántico. Y cuando tiene que arribar a una resolución, recae en decisiones definitivamente facilistas y hasta cobardes, donde privilegia ciertos gestos de elegancia en la puesta en escena (referencias genéricas incluidas) y una falsa ambigüedad por sobre la coherencia y la honestidad respecto a los personajes. El resultado es predecible: Me casé con un boludo es una cáscara vacía, un producto diseñado en base a un par de ideas -o directamente ocurrencias-, que jamás le da entidad a sus personajes y sus conflictos y que avanza a los tropezones hacia un final que sólo busca el aplauso fácil de la platea, no sea cosa de indagar a fondo en las dinámicas del amor y la pareja. ¿Cuál es su sentido más allá del autoelogio de Suar? Difícil saberlo. 7) Si pudiera llegar a hacerle una entrevista a Suar -cosa que dudo llegue a suceder- le preguntaría por qué o para qué hace cine. Porque da la sensación de que hace cine no por razones artísticas, estéticas o incluso ideológicas, sino para algo que no tiene nada que ver con eso. Su cine es el puro capricho y el único enigma que plantea es cuál es el deseo que lo impulsa. Millones de pesos, toda clase de estrellas y una gran parafernalia publicitaria al servicio del antojo de un tipo con un ego gigantesco al que inevitablemente la gran mayoría adula con sentido acrítico. Diablos, qué envidia.
Realizada por el mismo equipo de aquella excelente comedia nacional de exportación que fue "Un novio para mi mujer", es como salir a jugar con un team ganador, que ya se conoce, con química y éxito comprobado. Suar trabaja muchos tics y recursos que conoce de taquito; Bertuccelli siempre brilla como mujer al borde de un ataque de nervios, y el tandem de dirección y guión maneja la comedia romántica mainstream, muy yanqui en su dinámica y estilo, pero nuestra en su lenguaje, en un film que cumple lo que propone y te termina comprando.
Astuta, lograda comedia nacional He aquí la feliz demostración de cómo hacer una comedia romántica nacional mejor que las americanas. Tomando, claro, algunas de sus características formales, para que el público se sienta cómodo, pero revirtiendo o alterando otras, para disfrutar de nuestra propia salsa, y, en especial, para llegar más hondo (algo que las comedias románticas americanas casi nunca buscan). Por supuesto, los primeros elementos de atracción son enteramente nuestros: un título sincero y soez, y la proclamada reunión del mismo cuarteto de "Busco novio para mi mujer": Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, Juan Taratuto, director, y Pablo Solarz, guionista. Sólo que, como decía el poeta, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Taratuto se ha probado en el drama y en la comedia de perdedores ("La reconstrucción", "Papeles en el viento"), y Pablo Solarz hizo "Juntos para siempre", inquietante historia de amores que se vuelven cada vez más dolorosos. Dolorosa también es la decepción de Florencia, una actriz del montón, cuando descubre que se ha casado con un tonto farolero, pura apariencia. Ese es el planteo de la película que ahora vemos. Lo interesante es que él percibe esa decepción, y busca cómo enamorarla de nuevo. El tipo es un actor, entonces busca la solución según su leal saber y entender, o sea, con un libretista que le arme un personaje. Puede suponerse una nueva apariencia. O no. Fabián Brando se llama el sujeto, encima mitómano. En el fondo es como Christian de Neuvilette, el carilindo que le pide ayuda a Cyrano de Bergerac para conquistar a la hermosa. Pero atención: el cuento no va exactamente por ese lado. Hay otros enredos, algún giro argumental, y cambios de tono y de actitud que sorprenden gratamente. Así, de a poco, las risas van dando paso a la emoción. Dejemos al lector que se entere por sí mismo de los detalles, y del desenlace. Baste agregar que los protagonistas se lucen debidamente, hay un buen reparto (Briski, Sabbagh, etc.), unos cuantos cameos de famosos/as y cronistas del espectáculo dentro de un esquema argumental de "cine dentro del cine" que alienta varias ironías y algunos homenajes, buena música original (Darío Eskenazi) y buen uso de una vieja balada, ritmo mantenido, momentos memorables. Si es mejor que "Busco novio para mi mujer", eso lo dirá el tiempo. Pero tiene la estatura.
“Me case con un boludo” es uno de los estrenos más esperados y fuertes de este 2016 en materia de cine nacional. Suar, Bertuccelli, Solarz y Taratuto repiten equipo (son los mismos que hicieron “Un novio para mi mujer”) y el resultado es excelente. Con una premisa muy divertida, la historia va tomando profundidad a medida que pasan los minutos y la risa se va apoderando de las grandes escenas que comparten Adrián Suar y Valeria Bertuccelli, dos gigantes que demuestran lo que mejor saben hacer y porque hoy son quienes son. Valeria interpreta a Florencia, una actriz que consigue un personaje protagónico gracias a su noviazgo con el director de la película… Plagada de momentos de inseguridad, honestidad y romanticismo es que se desarrolla el trabajo de Bertuccelli. Por su parte, Adrián Suar, quien interpreta a Fabián Brando, explota el egocentrismo en su máxima expresión, tomando elementos del medio televisivo de una forma muy simpática y real. La combinación de ambos, sumada al trabajo de Juan Taratuto, un director que viene de entregarnos todas películas super taquilleras e interesantes a la hora de analizarlas, es un obligado a la hora de sacar una entrada. Gags bien resueltos, un guión que no aburre en ningún momento, personajes secundarios que funcionan a la perfección y un momento plagado de estrellas muy reconocibles es lo que vas a poder disfrutar en “Me case con un boludo”… cine nacional de esos que te dan orgullo recomendar.
“Me casé con un boludo”, la peli protagonizada por Adrián Suar y Valeria Bertucelli, no sólo es lo que nos podemos imaginar por el título sino también una forma de ejemplificar que muchas veces uno no sabe realmente quien está a su lado. Adrián Suar y Valeria Bertucelli vuelven a trabajar juntos en una comedia romántica. La anterior había sido “Un novio para mi mujer”, dirigida por el mismo director: Juan Taratuto. Es díficil no comparar o pensar en la antecesora aunque nada tengan que ver. Bertucelli hace un personaje muy diferente a la Tana Ferro, ella está muy bien pero claro, no es la Tana. Adrían Suar, no está mal en su personaje, como siempre, cumple y a mi gusto es divertido y causa gracia. Es ideal para comedia? Sí. Hace un poco siempre lo mismo? También. “Me casé con un boludo”, puede sonar medio duro en cuanto a título pero en definitiva, más que un boludo, Fabián Brando (Suar) es un pobre tipo egocéntrico que desde chico trabajó en la TV, entonces poca idea tiene de la vida real. La peli está llena de frases y planteos filosóficos sobre la vida que te pueden dejar pensando, como si todos actuamos un poco frente a nuestras parejas o los otros, o si en realidad nos mostramos como somos… “Me casé…” tiene momentos muy divertidos y líneas interesantes. Para ver en el cine si sos fana de las románticas, para ver en casa si lo que te copa son las de acción.
Había un banco que tenía el eslogan “un nombre es lo más importante que uno puede tener” y es cierto, aunque si llevamos esa idea a las películas o a los libros es más discutible: ¿cuánta importancia puede tener un título? Las mejores películas tienen títulos más o menos genéricos, descriptivos. Quizás sea porque un título singular ya predispone en cierta forma. Eso pasa con Me casé con un boludo, título que sin dudas ha dado que hablar y que yo -antes de ver la película- defendí con pasión. La palabra “boludo” es extraordinaria, polisémica y musical; “Me casé con un boludo” es un octosílabo perfecto; si ese boludo es Adrián Suar, nada podía salir mal. Pero el título tiene demasiada fuerza y se clava como una estaca en el primer punto de giro de la película, ese que está en el trailer (Valeria Bertucelli gritando entre llantos “¡Me casé con un boludo!”) y hace que toda la película gire en torno a ese momento, se vea absorbida por él. El argumento es interesante. Adrián Suar es un actor famoso y egocéntrico que está filmando una película con una actriz debutante e inexperta que es Valeria Bertucelli. Ella sale, a su vez, con el director de la película (Gerardo Romano), que la maltrata. Se enamoran y se casan un poco apresuradamente. En la vida cotidiana, ya lejos de las luces de los flashes de las revistas del corazón, Bertucelli descubre que Suar es un boludo. La película es una comedia romántica bien clásica, de formulita. Pero como pasa con las películas de fórmula, tienen que estar construidas sobre cimientos fuertes. Más allá de varias escenas de humor muy logradas (Suar me parece un extraordinario actor de comedia y a Bertucelli ya no hace falta elogiarla), conceptualmente lo que ocurre es bastante confuso. Sabemos que Suar es un boludo desde el principio, no sabemos por qué ella se enamora de él, tampoco sabemos por qué él se enamora de ella ni tampoco en qué momento él deja de ser tan boludo. Los tres actos de la película, como es lógico, están bien diferenciados. El primero (previo al “me casé con un boludo”) es entretenido pero un poco empalidecido porque ya conocemos de qué va el primer punto de giro. El segundo acto es el que venimos esperando desde que conocimos el título de la película y es el más prolijo, por decirlo de alguna manera. Y el tercero desbarranca definitivamente: como sucede cuando una película no está bien construida, esto adquiere notoriedad en la resolución. Así, el intento por hacer reir pasa más por cameos disparatados que por gags del guión (están Vicentico y Griselda Siciliani, parejas en la vida real de Bertucelli y de Suar), o por muecas de Bertucelli que por más buena actriz que sea necesita -como todas- una materia prima decente sobre la que pararse. Sin adelantar demasiado qué es lo que pasa, el golpe de timón del último punto de giro es tan arbitrario y tan obviamente destinado al lucimiento de la actriz, que me hizo rezongar. Sobre todo porque Juan Taratuto y Pablo Solarz (director y guionista) no son ningunos improvisados y tienen resto para hacer mejores cosas. En definitiva, Me casé con un boludo es una comedia que no debería ser desechada con displicencia como hacen con pereza los que no ven el talento de Suar ni la gracia de ese título. Pero lo cierto es que Taratuto y Solarz no pudieron, esta vez, construir una historia a la altura del material con el que contaron.
Todo comenzó en un motorhome... "Me casé con un boludo" cuenta la historia de dos actores que inician un fogoso romance que termina en casamiento. Durante la luna de miel Florencia se da cuenta de que se casó con un idiota irrecuperable. Gran labor de la dupla Suar/Bertuccelli, exagerando los clichés del, por un lado, exacerbado egocéntrico y, por el otro, la insoportable inseguridad. La historia de estos dos actores, que se conocen en un set de filmación, tiene su primer momento en el motorhome de Fabián Brando (Adrián Suar), convenciendo a Florencia Cormik (Valeria Bertuccelli), su coprotagonista, de que existe una gran conexión entre ellos. Al salir del tráiler, el director (Gerardo Romano) y pareja de Flor, los increpa. Demasiado familiar a nuestros ojos y oídos, al relacionarlo directamente con el episodio que pasaron la China, el chileno y la modelo. Es que Brando, famoso desde los seis años, vivió dentro de una burbuja siempre. Pero se enamora de Flor, y se casan apresuradamente. Poco tiempo después, ella descubre que él es un “pelotudo irrecuperable” y se lo cuenta a sus amigos, con la suerte que Fabián escucha toda la conversación y decide “recrear” su personaje del filme que realizaron juntos, para mantener viva su relación. Todo comenzará a marchar bien desde ese entonces, hasta que ella se entera de la farsa y las decisiones que tomará hará que ambos se replanteen su amor, su carrera y su propia existencia. “Me casé con un boludo” es una película exacta: comienza en clave de plena comedia, gran labor de la dupla Suar/Bertuccelli, exagerando los clichés del, por un lado, exacerbado egocéntrico y, por el otro, la insoportable inseguridad. La cinta avanza y los personajes ingenuos se vuelven más complejos, ya sea por su incapacidad de manejar la situación de farsa/descubrimiento de la mentira, o por la situación romántica que los hace chocar y amarse al mismo tiempo. A fin de cuentas, el tema principal es el miedo a defraudar en la vida y a nuestros seres queridos y cómo nos deshacemos de ese complejo. ¿Mentir? ¿Y hasta cuándo? Sin llegar a ser un drama, posee gratos momentos de ese género y le da la vuelta que se necesita para que no pase inadvertida entre cualquier otra comedia nacional. ¿La tana Ferro, quién era?
Taratuto vuelve a trabajar con Bertuccelli-Suar, los mismos protagonistas de “Un novio para mi mujer” (2008), casi con el mismo humor, pero ahora con un toque Hollywoodense y la buena música de Darío Eskenazi. Bertuccelli estupenda, sabe muy bien aprovechar la cámara, Suar es simpático y carismático, sigue siendo más de lo mismo: los mismos gestos y tics, ambos tienen buena química. Aparecen en pocas escenas: Briski, Sabbagh y Romano que se lucen. En algunos momentos el film evoca a "La noche americana" (La nuit américaine, 1973) de François Truffaut, como así también alguna alusión de lo que puede suceder durante una filmación en un motor home, entre otras situaciones. Contiene varios clichés y cameos de famosos y periodistas del espectáculo de la TV local. Contiene buenos mensajes, muestra el mundillo de los medios, es puro entretenimiento para aquellos que busquen este tipo de propuestas. Se lanza en 275 salas del todo el país.
Persona y personaje. Existe una enorme confianza para jugarse por un título que tiene mucho más que ver con lo argentino que con otra cosa. La pregunta es ¿en España como se podría llamar, Me casé con un gilipollas?, lo cierto es que la nueva unión entre la pareja protagónica Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, bajo la batuta de Juan Taratuto, como ya ocurriera en Un novio para mi mujer -2008- y el guión nuevamente a cargo de Pablo Solarz, merece en primera instancia la atención por sumar ideas a una fórmula como la comedia romántica desde el apartado dramático. Podríamos decir que Me casé con un boludo -2016- es una dramedia, más que lo contrario aunque no escatima en momentos hilarantes y muy bien resueltos, tanto por Suar en autoparodia asumida y Valeria Bertuccelli entregada en cuerpo y alma al gag.
La era de la boludez Me casé con un boludo o esa nueva tendencia del cine nacional de mirar con lupa las grietas del matrimonio heterosexual y monógamo. Es una rara coincidencia el estreno, con pocas semanas de diferencia, de dos comedias románticas argentinas que tienen al matrimonio como centro: Una noche de amor, de Hernán Gerschuny, fue la primera, y apostó a la identificación fuerte con la comedia norteamericana para contar los encuentros y desencuentros de dos (Carla Peterson y Sebastián Wainraich) a los que la rutina familiar y laboral tiene un poco alejados, enamorados sin romanticismo. Me casé con un boludo es por su parte la séptima película de Juan Taratuto, un director que representa un fenómeno extraño dentro del cine argentino porque apostó desde su primera película al cine industrial y a trabajar con una serie de actores que mayormente venían de la tele (Diego Peretti, Pablo Rago, Pablo Echarri), y tratando de capitalizar esa popularidad para ofrecer productos atractivos al gran público. La pareja de Valeria Bertucelli y Adrián Suar en Un novio para mi mujer (2008) fue el gran hit de Taratuto, sobre todo por ese personaje memorable de La Tana con el que Bertucelli se instaló como una actriz de comedia conocida. Y son varios los rasgos que estaban presentes en esa película –como el costumbrismo en el personaje del Puma Goity, chanta, un galán de barrio, o la italianidad calentona de Bertucelli- los que aparecen también en Me casé con un boludo y revelan un vínculo con una tradición muy diferente a la de Gerschuny, la de la comedia argentina de los ochenta y hasta programas como Matrimonios y algo más, que desde los sesenta hasta fines del menemismo exprimieron la risa con imágenes de las personas casadas que eran más propias de otra época. Una de esas uniones estereotípicas, la del salame con la mujer más avivada, está en la base de Me casé con un boludo y es con toda probabilidad la responsable de su centro profundamente anacrónico, que intenta mezclarse con una versión más contemporánea del amor de pareja pero al mismo tiempo la repele y excluye. Acá, Fabián Brando (Adrián Suar) es un actor conocido, tiene una modernísima casa vidriada con pileta y un antiquísimo representante (Norman Brisky) que viste pantalón con tiradores, piloto y sombrero, como una especie de parodia local de un agente del cine clásico de Hollywood. Brando es egocéntrico, se desvive por figurar, se palpa los músculos para comprobar que la flacidez no le está ganando una batalla que él vive como una épica, pero cuando conoce a Flor (Valeria Bertucelli) en un rodaje, algo cambia. Ese personaje de Suar al comienzo de la película es lo mejor de Me casé con un boludo: un boludo real y caricaturesco, pero que no sobrevive más de media hora antes de que Suar lo abandone casi por completo y empiece a actuar de lo que siempre supo hacer: de Suar. Sucede que al poco tiempo de casarse Flor, horrorizada al descubrir que le pasó lo que anuncia el título, les cuenta a lxs amigxs que está desesperada por el error que cometió, y Fabián la escucha. A partir de ahí todo es comedia de enredos, con pedido de ayuda por parte de él a un guionista para que le pase letra, y otros intentos absurdos por armar un personaje que pueda enamorar a su mujer basados, todos ellos, en cierta idea del matrimonio como puesta en escena, como arte de fingir ante el otro: Fabián hace de cuenta que no es un idiota, esconde la Playstation, regala joyas, hace terapia, y Flor sonríe con muecas de felicidad impostada. Esa noción anticuada y el repertorio de engaños y malentendidos que convoca (algunos muy buenos, pero que la película va dejando atrás casi como si los olvidara, lo mismo que a sus personajes como el guionista o el falso psicólogo) se combina sin embargo con un giro hacia la idea de pareja más moderna fundada en la comunicación y la confianza mutuas, que se consigue al precio de una inconsistencia feroz, y deja la impresión de haber visto no una sino varios retazos de películas.
Mintiendo llegó el amor Retorna el equipo completo de la muy festejada “Un novio para mu mujer”. Y el resultado es por demás auspicioso. “Me casé con…” es una comedia menos graciosa, pero más trabajada argumentalmente y con algunas puntas emotivas que le dan otra perspectivas a las idas y vueltas del amor. Fabián es un actorcito famoso y farolero, una estrellita arrogante y vacía. Y Florencia es una actriz primeriza, amante del director del film que están rodando. Se conocen, él se enamora, ella se presta al juego y se casan. Y allí empieza la cosa. Porque Florencia se dará cuenta que ella ama al personaje y no a ese marido insoportable y egocéntrico. Cuando Fabián descubre que Flor está desilusionada y a punto de marcharse, decide dejar de ser quién es para empezar a ser el personaje. Está enamorado y el amor siempre da piedra libre para poder conseguir lo que se quiere. Fabián sólo aprendió a mentir. Y ahora necesitará ser otro para retenerla. En el camino, el film va encontrando apuntes risueños, enredos, buenos momentos y un ritmo que no decae. Florencia se presta al juego y decide construir ella misma otro personaje. Es una pareja de fingidores que desde la impostación van encontrando al amor que buscan. La historia deja ver entre enredos y revelaciones que al final todos a la hora de la seducción jugamos a ser otros. Como dice Lacan, el amor no tiene nada que ver con la verdad. Comedia simpática y llevadera, ágil, bien escrita y bien armada, con ideas y chispa. Un par de notas falsas no llegan a estropear el puntaje final. Está por encima del estándar de un género que a falta de ideas derivó en notas de mal gusto y tonterías. Y aquí funcionan muy bien todos los resortes. Suar está en lo suyo y le saca buen rédito a su criatura de siempre, simple, chanta, agrandado y vulnerable. Y Valeria Bertucelli brilla otra vez con luz propia. Incluso cuando se pone seria (que es donde menos rinde) su imagen atrapa por su sinceridad, su presencia y su frescura. Hay buenos secundarios (Brisky, Romano), caras famosas, un final inspirado y hasta un banda sonora que le suma puntos. Empieza jugando a la exageración, va virando hacia el costumbrismo hogareño y termina apostando a la comedia romántica, entradora y emotiva. Este boludo nos recuerda que un poco de ficción y unas mentiras no le vienen mal a las parejas.
Crowd-pleasing romcom builds on generic formula, good chemistry between stars POINTS: 6 Starring Adrián Suar and Valeria Bertuccelli, written by Pablo Solarz and directed by Juan Taratuto, the eloquent Me casé con un boludo (I Married an Idiot, roughly translated) is first and foremost an unapologetic crowd-pleaser, a conventional mainstream romantic comedy that goes for easy laughs and guarantees even easier audience involvement. Suar, Bertuccelli, Solarz and Taratuto previously teamed up in Un novio para mi mujer (2008), which became the most seen film of the year with some 1.4 million viewers. Unpretentious and somewhat effective, both Me casé con un boludo and Un novio para mi mujer follow a predetermined, generic formula and don’t come up with anything new at all. Which is not necessarily a bad thing. In Me casé con un boludo, Fabián Brando (Suar) is an extroverted, narcissistic film star who’s shooting a movie with Florencia (Bertuccelli), an actress with virtually no experience, and worse, no talent to speak of. So at first their collaboration is rather difficult because of Florencia’s repeated mistakes. Fabián tries to support her and she tries to do her best, and but the results are not good. However, what you can see almost from the moment they meet is that Fabián is infatuated with Florencia, and while she doesn’t open up to him, the truth is she’s into him too. Day after day and while the film is being shot, Fabián and Florencia fall for each other. Not only that, she also moves in with him. Sooner rather than later, Fabián asks her to marry him. Since she’s so in love, she says yes. But Fabián and Florencia spend more and more time together and their everyday life begins to lose the spark. At least for her, as she discovers many not-so-nice things about him that turn him into an idiot (hence the title). Since she is no fool, it’s not long before she realizes that she had actually fallen in love with the character Fabián played in life — as opposed to the real Fabián. Of course, we all play out characters in our private and public lives, but Fabián is a consummate actor who just can’t stop acting. What is Florencia to do now that she realizes she sees the character and hardly knows the man? The first part of the film, its general setup, flows easily as it hinges around reliable stereotypes, building up the story at a good pace, with good comic timing and some insights. Characters are introduced, their goals and motivations are stated, and a sense of time and space is ensured. Then there’s the second part, in which Fabián’s tricks to get Florencia to love him back, and here romantic comedy gives way to situation comedy, with some amusing scenes. But at the same time you are bound to realize that you’re watching yet another mainstream comedy offering nothing new. And the third act, basically the ending, is the worst part. It feels forced, predictable, and too long. On the plus side, Bertuccelli does a very good job as Florencia and you will identify with her right away. She has perfect comic timing, very helpful when the gags are not that funny. In fact, the gags are effective and they make people laugh, but they are hardly memorable. Suar is Suar, as usual, and you could say he’s good being that one more time. What works very well is the chemistry between the two leads, and that’s a large part of the film’s success. Production notes Me casé con un boludo (Argentina, 2016). Directed by: Juan Taratuto. Written by: Pablo Solarz. With: Adrián Suar, Valeria Bertuccelli. Cinematography: Julián Apezteguia. Running time: 110 minutes. @PablSuarez
Una comedia que funciona pero no sorprende Tiene una fórmula efectiva, pero corre el riesgo de parecerse demasiado a otras. Desde su título, Me casé con un boludo apela al efecto para llegar al público más amplio posible con una fórmula que reencuentra a Adrián Suar y Valeria Bertuccelli, con guion de Pablo Solarz y dirección de Juan Taratuto, el mismo equipo de Un novio para mi mujer. El filme llegó a los cines apoyado por una campaña novedosa, con acciones en redes y fotos hasta con el presidente Macri y su esposa en la première. Me casé con un boludo cuenta cómo Fabián Brando (Suar) y Florencia Córmik (Bertuccelli) se enamoran durante el rodaje del filme que protagonizan, se casan sin conocerse y cómo a los pocos días ella descubre que su príncipe azul es en realidad un perfecto estúpido. Él escucha cuando Flor relata entre amigas su decepción y decide actuar como el de la ficción. Además de un eficaz comediante, Adrián Suar es desde hace dos décadas uno de los productores más prolíficos de la TV local, con algunas incursiones en cine. Su desembarco en el detrás de cámara, o detrás de los escritorios, coincide con el nacimiento de lo que se conoce como la Nueva Comedia Americana (NCA), que reunió interpretes novatos con otros consagrados, directores respetados y libros en los que todo puede ser objeto de un chiste y en los que hasta los comentarios escatológicos se integran sin ofender a nadie. A Bertuccelli se le ocurrió la idea, Suar convocó a Solarz para que redondeara el guion y más tarde a Taratuto para dirigirlo con esos detalles que buscan respetar el canon que instaló la NCA en Hollywood. También incorporaron guiños burlones al cine de las décadas de 1970 y 1980, clips musicales al estilo de las películas de Palito Ortega y con eje en un protagonista masculino que repite una y otra vez “Yo”, “Yo”, “Yo”. Un ególatra que maneja un auto deslumbrante y viste camperas llamativas que remiten al Johnny Tolengo de Calabró, grita como Daniel Tinayre a Mirtha Legrand, o tira frases como “Subí que te llevo”, igual que Sandro a María del Carmen Valenzuela en la película que llevó ese nombre. Así como en Un novio para mi mujer, “el Tenso” contrataba al Cuervo Flores para seducir a su mujer y sacársela de encima, en Me casé con un boludo, Brando recurre al guionista, un Cyrano de Bergerac moderno para que le ayude a ser quien no es. Los carriles van en dirección opuesta pero la ruta es la misma, se repite, o se copia y eso conspira contra la posibilidad de sorprender. Los gags divierten y el resto del elenco (Norman Brisky, Gerardo Romano, Marina Bellati) no decepciona, pero las versiones argentinas de la NCA muestran signos de agotamiento y la tentación del conservadurismo está a la vuelta de la esquina.
Ese loco y tonto amor El exitoso equipo de “Un novio para mi mujer” (Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, el director Juan Taratuto y el guionista Pablo Solarz) volvió a reunirse para “Me casé como un boludo”, una comedia que no alcanza el nivel de aquel taquillazo de 2008, pero que se las arregla para aprovechar la química de la pareja protagonista y arrancar un puñado de carcajadas. Suar y Bertuccelli encarnan a dos arquetipos: el es un actor famoso, una especie de Darín (en términos de popularidad y gracia), pero trucho y engreído: un egocéntrico superficial que se hace el canchero y presume haberse codeado con Brad Pitt y haber estudiado en el Actors Studio. Ella es una actriz mediocre y poco conocida, algo despistada y aniñada, que está en pareja con el insoportable director de la película en la cual los dos están actuando. Como ya anticipa el título, la estrella y la recién llegada se terminan enamorando en plena filmación y se casan al mejor estilo de la farándula argentina: de un día para el otro y casi sin conocerse. Los enredos surgen cuando ella va descubriendo la verdadera personalidad de su marido, y él decide actuar un personaje muy distinto a su esencia egoísta para salvar a la pareja. “Me casé...” va variando de tono entre la comedia romántica más afilada y el melodrama light, y en su eje está desbalanceada. Por momentos desconcierta al espectador, sobre todo cuando intenta emocionar, porque suena forzada y desde ese ángulo los personajes no convencen. Sin embargo es efectiva cuando explota su costado más ácido y disparatado, y ahí sí logra arrancar la sonrisa. No siempre divierte con los mejores recursos y cae en lugares comunes, sí, pero termina encontrándole la vuelta a fórmulas de manual que en otras manos serían puro aburrimiento.
En Me casé con un boludo, Valeria Bertuccelli es una actriz debutante que se enamora de su compañero de reparto, un actor "muy creído" encarnado por Adrián Suar. Tras un romance fugaz y una boda vertiginosa, la flamante esposa se da cuenta que se ha enamorado del personaje y no la persona, y que su concubino es un verdadero "boludo" Apelando a la comedia de fórmula, Juan Taratuto, enmarca esta historia romántica plagada de gags en el universo del cine dentro del cine, permitiendo esto un sin número de guiños, cameos y situaciones auto-paródicas. Está claro que la pareja protagonista tiene una química increíble. Sus diálogos y escenas en conjunto funcionan por más ridículas e irrisorias que parezcan. Juntos Vertuccelli y Suar son el Yin y el Yang del género vernáculo, y esto es aprovechado al máximo en una cinta 100% entretenida y popular. La historia sencilla funciona y Suar se luce como un gran comediante, un personaje que a pesar de sus mañas y egocentrismo, logra ser empático. No busquen los planos elaborados, ni los mensajes subliminales, ni la moraleja, ni la crítica social, el filme es un producto de entretenimiento que va directo al grano. Sin sutilezas pero con enorme respeto por el espectador. No es poca cosa.
Boludo a medida. Dentro de los géneros musicales aparecen las subcategorías, tantas que a veces podríamos pasarnos horas en el intento de dilucidarlas e identificarlas, como en el caso del rock. Algo similar está ocurriendo con los géneros cinematográficos, en especial con la comedia y sus derivaciones: tenemos la bromedy, slapstick, screwball y eventualmente la comedia romántica. La nueva propuesta del director Juan Taratuto es una comedia romántica clásica con estructura de tres actos en la que se vuelve a aplicar la fórmula de Un Novio para mi Mujer, film que logró convertirse en un rotundo éxito comercial dentro de la taquilla nacional e inclusive generó la realización de tres remakes internacionales. Las variables de la expresión matemática están conformadas por dirección- Taratuto, guión- Solarz, intérpretes- Suar y Bertuccelli. Como género transita la incorporación de varios elementos del slapstick y la screwball, nos referimos a bromas de humor crudo sobre características físicas, orientación sexual, el matrimonio per se y enredos, con el fin de generar un efecto cómico… no siempre logrado. Argumentalmente, Fabián (Suar) es un famoso actor que conoce a Flor (Bertuccelli) en un set de filmación tras defenderla frente a su novio del momento (Gerardo Romano), el director del film para el que están trabajando. Entre idas y vueltas, Flor accede al amor de Fabián de manera un tanto forzada, y ante la presión de las cámaras y los paparazzis, finalmente contraen matrimonio. La premisa se reduce a una mujer que se enamora de un personaje y eventualmente se da cuenta que es un “boludo”. A modo de coincidencia con Un Novio para mi Mujer, donde el personaje de Suar no soporta más a su esposa, en Me Casé con un Boludo es Bertuccelli quien no soporta más a la persona con la que tempranamente contrajo matrimonio. Aquí Suar recurre a un guionista para poder mantener su matrimonio y en Un Novio para mi Mujer a un gigoló para deshacerse del mismo. Hay tres momentos realmente graciosos en el film (uno es al que hace referencia el título) y en su totalidad se deben a la gran e indiscutida calidad actoral de Valeria Bertuccelli, quien compone nuevamente un delicado personaje en clave de comedia. A diferencia de su antológica escena en Un Novio para mi Mujer, que la encasilló como la Tana Ferro, con Me Casé con un Boludo no sucederá algo similar ya que el film constantemente ronda sobre el personaje de Suar, como si estuviese realizado en gran parte a su medida. La dicotomía actoral entre Suar y Bertuccelli, química incluida, ya estaba presente en el anterior trabajo conjunto y de hecho uno la deja pasar como espectador. Suar es querido por todos debido a su rol dentro del medio televisivo y gerencial, y es por eso que le perdonamos unas cuantas, en especial sus canchereadas y gags que terminan dejando descolocada a una actriz magistral frente a un actor que tan solo acompaña y hace de él mismo. Esto está muy expuesto en lo que pretende ser una de las escenas de aggiornamiento del film, donde se ven a varios integrantes de la farándula en un lobby previo a la concreción de una foto para una revista. Muchas escenas y situaciones terminan quedando descolocadas o sin remate, como por ejemplo la confesión de Flor en una sesión de terapia o la relación con su grupo de amigos, que terminan resultando decorativos. La premisa de Me Casé con un Boludo es atractiva, se vende sola, como nos vendieron un trailer de escasos minutos. Lástima que en la estructura general de comedia romántica se pierdan tantos elementos como por ejemplo la metamorfosis de Fabián de ser un “boludo” a dejar de serlo, en tono naif y mágico, sin explicación: como si el índice de referencia del “boludómetro” no disminuyera gradualmente -como el mercurio en un termómetro- sino de manera abrupta, a medida.
No son el “Tenso” ni la “Tana”, pero igual divierten La combinación de un guión de Pablo Solarz actuado por Valeria Bertuccelli y Adrián Suar con dirección de Juan Taratuto dio por resultado un gran éxito nacional como fue Un novio para mi mujer. Sucedió hace ocho años, al cabo de los cuales, el cuarteto redobla la apuesta con Me casé con un boludo. El título reproduce la expresión desesperada de una joven actriz que se ve arrastrada al matrimonio por la estrella que secunda en una cinta independiente. Apenas superada la luna de miel, Florencia Córmik confirma lo que su intuición le alertaba: Fabián Brando, actor desde los 6 años, es a sus 44 un bobo egocéntrico y banal, que mantiene su buen pasar a base de la exposición mediática y relatos poco comprobables de su contacto con “enormes” del espectáculo internacional. Suar, productor inteligente si los hay en el medio argento, sabe hacerse en cada comedia de parejas femeninas carismáticas y permite que ellas luzcan su talento, mientras él se pliega con una habilidad natural para hacer reír, a su modo, a una platea que ya lo adoptó. Claro que si existe una falla en este filme, es el de haberse confiado en demasía en la mentada “química” y dejar al azar o al hacer de otros un resultado menos sólido que el de la recordada Un novio para mi mujer. Sería de perogrullo mencionar “la excelente actuación” de Norman Briski, aunque la verdad obliga a señalar que los años de intérprete y maestro de intérpretes se notan en una presencia que, además de hacer su buena parte, aglutina allí donde alguna desconexión atenta con desbarrancar la escena. Gerardo Romano hace el personaje prepotente que tan bien le sienta y aquí funciona como el --en principio-- tercero en discordia. Y también ofrece la oportunidad de que el espectador juegue a un “Dónde está Wally (versión pantalla)” con los cameos de parejas, amigos y empleados televisivos y cinematográficos, incluido personal técnico. Hay muchos para prestar atención. Queda claro que Me casé… no es la película que Bertucelli y Suar filmaron hace ocho años. Tampoco sería bueno que lo fuera. De allí que vale “tirar un centro”, olvidando al “Tenso” Poslky y la "Tana” Ferro para divertirse con Florencia y Fabián. Bertucelli, Suar y los suyos así lo hicieron.
Un boludo para mi mujer Adrián Suar, Valeria Bertuccelli y el director Juan Taratuto vuelven a unir fuerzas luego del éxito que resultó Un Novio para mi Mujer, allá lejos por el año 2008. Nuevamente con un matrimonio en jaque por un dilema bastante especial en el foco de la escena, es tan solo una de las tantas las similitudes que podemos trazar entre Me Casé con un Boludo y Un Novio para mi Mujer, aunque en esta oportunidad los roles de Suar y Bertuccelli se invierten. Ahora es ella quien se quiere separar, mientras que el personaje insoportable de la pareja recae sobre los hombros de él: Adrian Suar, quien sería algo así como la Tana Ferro de esta historia, solo que en lugar de tener un carácter bastante difícil como en aquella oportunidad, aquí es lisa y llanamente un boludo. Fabián Brando (Suar) es el actor argentino por excelencia, el mejor de su generación, un interprete tan talentoso que es capaz de hacernos derramar un río de lágrimas con tan solo una mirada. Fabián Brando es también lo que conocemos comúnmente como un boludo. Altanero, creído y egocéntrico, Brando es el cliché del actor exitoso que dejó que la fama se le suba a la cabeza. Convencido por Groisman (Norman Briski), su representante desde que tiene seis años, Fabián acepta trabajar en una película junto a Florencia Córmik (Bertuccelli), una nueva actriz, algo limitada, que consiguió co-protagonizar dicho film gracia a la relación que mantiene con su director (Gerardo Romano). En una escena clave, la falta de talento de Florencia se hace evidente y luego de una buena cantidad de tomas fallidas el director estalla y la humilla frente a todo el equipo. Brando no duda en defender a su compañera de elenco, así comienza a crecer un sentimiento entre ellos y nace una relación que va más allá de lo profesional. Presionados por el escándalo de este affaire y con los periodistas acechando a cada paso, Fabián convence a Florencia de casarse a pesar del poco tiempo que llevan de relación. Aun con sus reparos Florencia acepta la propuesta, ya que con ella Fabián es tierno y comprensivo, todo lo contrario a lo que se dice de él. Pero hay un problema, Fabián es un actor de método y todo este tiempo estuvo viviendo en la piel de su personaje, y Florencia, sin saberlo, se enamoró de este. Cuando por fin logra darse cuenta del error que acaba de cometer ya será demasiado tarde. Ahora intentará separarse del actor a toda costa, pero Fabián descubre sus intenciones y mediante un plan descabellado hará todo lo posible para salvar la relación. Con la excepción quizás de Un Amor en Tiempos de Selfies, Me Casé con un Boludo es uno de los peores títulos de los que tenga recolección dentro de la historia del cine argentino. Pero, se debe reconocer, es por lo menos un título honesto. Que cumple con lo que promete, resumiendo de la forma más literal posible la trama del film. Si sumamos eso la presencia de Suar y Bertuccelli, no hace falta más que ver el poster para darnos una idea general de la comedia que estamos a punto de ver. Eso ya debería ser suficiente para decidir si le daremos o no una oportunidad a este film, ya que por los próximos 100 minutos no habrá demasiadas sorpresas ni sobresaltos en el camino. El primer acto es prometedor. Taratuto nos presenta el mundo de los personajes y nos introduce a la historia de manera efectiva, logrando momentos verdaderamente cómicos gracias a una ácida mirada al mundo del espectáculo, la guerra de egos y la prensa. Pero los problemas aparecen una vez que queda planteado el conflicto de esta historia. Brando escucha a Florencia contándole a sus amigos el error que acaba de cometer, y con ayuda del guionista del film en el que trabaja, termina ideando un plan que se resume en aparentar ser alguien que no es y así salvar la pareja. Pero más allá de algunas acertadas reflexiones sobre el matrimonio (todos aparentamos un poco), la película pierde lentamente la gracia que supo tener durante sus primeros minutos. El guión se vuelve repetitivo y previsible, llegando incluso a incorporar momentos de comedia física que en lugar de sumar, le restan. Con Suar y Bertuccelli (en mi opinión una buena actriz pero una mala elección de casting para este proyecto) en un constante tira y afloje, el elenco secundario es quien tiene mayor oportunidad de brillar. A las buenas interpretaciones de Gerardo Romano y Norman Briski se suma una excelente participación de Alan Sabbagh (El Rey de Once) en un rol pequeño, y juzgando por la única escena en la aparece (por lejos la mejor de toda la película), es una verdadera lástima que su personaje no haya tenido una mayor participación. Conclusión Hay un dicho en fútbol que reza: equipo que gana no se toca. Y eso mismo sucede con Me Casé con un Boludo. Repite jugadores y el mismo sistema de juego que Un Novio para mi Mujer. Es una comedia sin demasiadas pretensiones que se apoya fuertemente en la labor y química entre sus protagonistas, aunque esta vez el resultado no es igual de efectivo. De todas maneras, si les gustó el anterior film de la dupla Suar/Bertuccelli es difícil que vayan a pasarla mal con este. Pero si van en busca de algo diferente, olvídenlo. Más allá de un comienzo prometedor, unas acertadas reflexiones sobre el ego o el matrimonio y algunas escenas divertidas desparramadas a lo largo de sus 100 minutos de duración, Me Casé con un Boludo es más de lo mismo. Si eso es algo malo o no, dependerá enteramente de las expectativas de cada espectador.
Con un equipo que sabe lo que quiere, que vienen del éxito de “Un novio para mi mujer” con los inolvidables Tana Ferro y Tenso, escapándole a la secuela, una comedia de éxito seguro y eficacia. Dirigidos por Juan Taratuto, guionados por Pableo Solarz, Adrian Suar y Valeria Bertuccelli (que colaboraron activamente en el proceso creativo) nos brindan una comedia con toques dramáticos agradable y efectiva. La química de la pareja protagonista funciona perfecta y las situaciones creíbles y reconocibles. Entretenimiento masivo garantizado.
Baile de máscaras No es la primera vez que la palabra “boludo” es empleada en el cine nacional: en 1993 se estrenó Las boludas, sobre la novela de Dalmiro Sáenz. Ahora la palabra casi ha dejado de ser un agravio, y es probable que colabore en el suceso casi asegurado del nuevo producto del incansable Adrián Suar. Aquí el productor y actor reitera su saludable y exitosa colaboración con el director Juan Taratuto y con Valeria Bertuccelli, con la que el trío –cuarteto, si sumamos al lúcido guionista Pablo Solarz– entregó una de las mejores comedias del cine nacional contemporáneo: Un novio para mi mujer. El equipo no buscó exactamente repetir una fórmula: esta peculiar comedia presenta sus riesgos y ese es uno de sus atractivos, más allá de que eso provoque algunos baches narrativos. Porque permite algunos replanteos acerca de las forzadas máscaras de una pareja, pero más que nada sobre la “tontería” o la “agudeza” de una persona, y los delicados límites en los que ambos conceptos se pueden ver entreverados y hasta desmitificados. La trama concebida por Solarz contiene alternativas humorísticas y paródicas pero también momentos muy interesantes que pasan por otros planos. Luego de la excelente La reconstrucción y la emotiva Papeles en el viento, Taratuto vuelve a un concepto de comedia más puro pero con detalles propios. Lo mejor de Me casé… son las actuaciones, en las que Bertuccelli muestra una paleta emotiva y expresiva realmente fenomenal, y Suar, en un personaje con cierta complejidad, ofrece los matices suficientes como para lograr una de sus mejores performances. Un elenco completado por nombres reconocidos (Gerardo Romano y Norman Briski, entre otros) se muestra impecable.
Los límites del artificio Cuando en 2004 Juan Taratuto estrenó “No sos vos, soy yo”, se puso a la cabeza de una movida que podríamos calificar de “tercera vía” (eso sonó muy peronista; los sandinistas hablarían de “vía tercerista”). Por un lado estaba el cine “profundo” encarnado en ese momento por el “nuevo cine argentino” que sería parodiado por “UPA! Una Película Argentina” (Santiago Giralt, Camila Toker y Tamae Garateguy, 2006), con su reverso en el cine lumpen postnoventista acaudillado por “Pizza, birra, faso” (Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano, 1998). En otro extremo, el concepto de “cine comercial” estaba muy asociado a una tradición de comedia más o menos berreta, descendiente del linaje de Hugo Moser y los hermanos Sofovich. En ese contexto, Taratuto escribió junto a su esposa Cecilia Dopazo un guión para una comedia romántica al estilo hollywoodense: en “No sos vos, soy yo”, si el espectador entrecierra los ojos, puede ver a Diego Peretti como Ben Stiller y a la propia Dopazo como una Jennifer Aniston. Por su parte, Adrián Suar venía trabajando desde hacía diez años con su productora Pol-Ka para renovar los contenidos televisivos, en un terreno que anduvo entre la serie romática-aventurera y la tira costumbrista, dando un salto de calidad en los contenidos audiovisuales de su tiempo. “En esa época Adrián estaba muy conectado con el sentir popular”, dijo hace poco Dady Brieva. Al mismo tiempo, siempre se permitió la autoparodia: desde su pertenencia a la generación de “Pelito” y “La banda del Golden Rocket”, sus siempre criticadas dotes actorales, y el hecho de que aquel chico judío, petiso y chueco de Villa Crespo podía convertirse ante las cámaras en un ladrón convertido en agente de la DEA, en un policía aguerrido, el padre del niño que revelará el verdadero nombre de Dios o un director de seguridad privada. Hace casi ocho años, “Un novio para mi mujer” reunió a Taratuto y Suar detrás de cámaras, y a este último con Valeria Bertucelli en la dupla protagónica, y la química explotó, entre la picardía de él y los recursos interpretativos de ella: un logro que se reflejó en la taquilla. Apariencias “Me casé con un boludo” es el hijo de todo lo antedicho. Por un lado, reflotar un equipo ganador de protagonistas, director y guionista (Pablo Solarz); por otro, mantener alta la bandera de la comedia romántica clásica; y por el otro, que el toque “localista” esté dado en un contexto de autoparodia del propio Suar y “el medio” artístico argentino. Como el actor que lo interpreta, Fabián Brando es una celebridad desde los seis años, se pasó la vida entre sets y no conoce otra vida, y tiene un nombre artístico que arrastra desde siempre. Se creyó que era (Marlon) Brando, y se pasa la vida contando improbables anécdotas con celebridades de Hollywood. Todos lo consideran un gran intérprete y un soltero codiciado, pero básicamente es un careta que se pasa la vida construyendo su personaje público. Rodando “Tres días, tres meses” (el título parece un chiste a lo “UPA!”) conoce a Florencia Córmik, que está ahí de coprotagonista medio porque es la novia del director José Leika, el primero en considerarla pésima. Él sale a defenderla, medio en personaje de héroe, y a ella se le mueve algo. Después a él también, cosa rara: que ella que es transparente se enamore no llama la atención, pero el rey del chamuyo se enamora en serio. Y después se casan, y ella descubre que se casó con un boludo, y él la escucha decirlo. Ahí vendrá el nudo de la historia, donde Fabián trata de no perderla de la única manera que sabe: con más actuación y careteada. Luces y sombras La cinta tiene sus altos y sus bajos. Gana cuando se ríe del mundo de los técnicos de cine y de los actores (los “pobres” trabajan en el Cervantes, o manejan sus propias salitas), de los divismos, del gusto por la plata y la figuración; y en el juego especular donde él es el gran actor y ella la mala, cuando la experiencia nos dice lo contrario. Pero Taratuto explota eso, haciendo que el “Chueco” (queda bien decirle “Chueco” en “el medio”) exagere su repertorio de mohínes para construir a Fabián, una macchietta caminante. Y Bertucelli aprovecha sus buenas herramientas de comediante para darle combustible a los diálogos (de lo mejor del guión) y en sintonizar con su partenaire (es muy buena para eso: ella en 2004 estaba en “Extraño” de Santiago Loza, y también podía extraer una química única con un Julio Chávez en plan maestro zen). ¿Cuáles son los puntos flacos? Que el “costumbrista barrial” Suar termina produciendo una película un poco “de teléfonos blancos”, como se decía antaño en el cine argentino: entre mansiones, fiestas, sets y clínicas privadas que parecen la UCA de Puerto Madero. Y el condimento local lo aportan los “famosos” locales: “la gente del medio”, que incluye a los respectivos cónyuges de los protagonistas y artistas que trabajan usualmente para Pol-Ka o El Trece, los feudos artísticos del “Chueco”. Es habitual que figuras como Larry King aparezcan en cintas de política, o que Jimmy Lennon Jr. sea el announcer en filmes de box; pero acá tenemos a... Ángel de Brito. Otra cosa que no suma es la presencia de Norman Briski, un gran actor que acá interpreta a Groisman, el histórico representante de Brando: inexplicablemente narcoléptico y vestido con piloto de detective de la serie negra, su presencia es forzada. Compañeros El resto del elenco acompaña: Gerardo Romano como el irascible Leika, el abandonado, que también explota la capacidad del actor a la hora de enojarse y decir groserías (algo que le nace espontáneamente). Marcelo Subiotto hace lo suyo como el guionista de “Tres días, tres meses”, que tendrá que ayudar a Fabián en su alocado plan, y Alan Sabbagh (“El rey del Once”) compone a un gracioso comparsa en la farsa. María Alché (alguna vez una “niña santa”) y la celebrada Analía Couceyro están entre las amigas de Florencia, y Marina Bellati compone una hermana campesina y antisistema, a la que le falta un poquito de intensidad (o también es medio forzada, habría que evaluarlo). El comediante Sebastián Presta también tiene sus cameos como el compañero de Playstation de la estrella, “otro boludo importante”, como dirían en el barrio. En definitiva, una fórmula justa como para ser el fenómeno de taquilla que es. Y una advertencia de que todos actuamos un poco al menos, y que para saber cuándo termina la ficción sólo es necesario abrir el plano.
Si vas al cine esperando ver cine, “Me casé con un boludo” te va a hacer salir sintiéndote un boludo. Y no es porque la película sea terriblemente mala, porque no es así, sino porque el argumento daba más para una mini serie de Canal 13 o una tira diaria que para una película. Sin embargo, el esfuerzo por estirar la trama se nota y se vuelve repetitiva y hasta burlesca. La pareja protagónica de Adrián Suar y Valeria Bertuccelli, vuelven a trabajar con el director Juan Taratuto y el guionista Pablo Solarz, como en “Un novio para mi mujer”. A pesar de esto, carece de la efectividad narrativa de su antecesora y no cuenta con tantos personajes secundarios entrañables (Como lo fue el Puma Goity en su momento). Suar interpreta a Fabián Brando, un egocéntrico actor que trabajó en TV desde que era niño y que vive totalmente alejado de la realidad. Bertucelli es una actriz poco talentosa que consigue un papel en una gran película gracias a que tiene un amorío con el director. Durante el rodaje, los protagonistas se “enamoran” y el mismo día que se dan su primer beso se van a vivir juntos. La luna de miel es ideal, pero cuando arranca la convivencia ella se da cuenta que se enamoró del personaje de su marido y no de su “yo” real y admite que se casó con un boludo “irrecuperable”. Al escuchar esto, Fabián Brando (quien se supone que es el Marlon Brando argentino) se siente tan expuesto que decide reinterpretar a su personaje en la vida real para volver a enamorarla. A partir de allí, la historia tiene muchos altos y bajos, pasando de gags cómicos payasescos (Como Bertucelli golpeándose la cara repetidas veces contra la pared cuando se queda ciega) a momentos dramáticos como cuando Suar admite entre sollozos que “todos actuamos un poco en la vida”. Con esta combinación de elementos de comedia romántica y situaciones salidas de contexto, el filme termina por ser a lo sumo “simpático”, e ideal para aquellos que entran a una sala a “despejar la cabeza”. Lo mejorcito es el personaje de Norman Briski, quien interpreta al veterano representante de Suar que padece narcolepsia.
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Cuando hace unos meses comenzó a circular la información de que el tándem creador de Un novio para mi mujer, integrado por el guionista Pablo Solarz, el director Juan Taratuto, y los protagonistas Adrián Suar y Valeria Bertuccelli; se habían reunido para filmar una nueva comedia juntos, muchos presagiaron un éxito comercial acompañado por calurosos elogios de la crítica. Ahora, ya estrenada la película, con un recibimiento tibiamente favorable por parte de la prensa, cabe la duda sobre los verdaderos logros de esta apuesta que seguramente será una de las protagonistas de la taquilla de este fin de semana. Antes de ingresar a la sala, el film se cruza con el primer prejuicio en su contra: su título. Me casé con un boludo nos hace suponer de antemano, que estamos frente a una comedia romántica de intenciones poco sutiles. La historia que desarrolla tiene un punto de partida sencillo y eficaz. Fabián Brando (Adrián Suar), es el prototipo de astro de cine guiado por un caricaturizado exceso de ego. Florencia Córmik (Valeria Bertuccelli), es una actriz de dudoso talento que accede a protagonizar una película con Brando por ser la amante del director. En medio de la marea de exigencias y emociones del rodaje, la dupla se enamora y rápidamente se casa. Muy pronto, Florencia descubre que en realidad fue cautivada por el personaje que interpretó su pareja, y se siente decepcionada por un hombre al que considera "un pelotudo irrecuperable". Fabián escucha tras una pared la catarsis de su mujer, y apremiado por la situación pone un plan en marcha: contactar al guionista de la película que hicieron juntos y pedirle que le arme un personaje para reconquistar a su amor. Me casé con un boludo es ante todo una propuesta oscilante. Con algunos momentos en que el relato cobra cierta sensibilidad, gracias a la química y confidencia entre los protagonistas; mezclados con otros repletos de gags que aparecen de un modo forzado en plan "hay que arrancarle un par de carcajadas a la platea". Para sorpresa de muchos, el primer tramo de la historia está dominado por un tono de sobriedad y contención. Allí es cuando los protagonistas se muestran más convincentes, y por ende los esporádicos giros de humor resultan más eficaces. Luego el asunto intenta cobrar un ritmo vertiginoso, y allí la trama cobra un rumbo automatizado. Los personajes secundarios, que tanto suelen aportarle a toda comedia, aquí aparecen sólo para adornar una que otra escena y jamás llegan a cobrar entidad propia. A su vez, la gran comediante Valeria Bertuccelli cae en una vorágine de acciones y gestos pasados de rosca. Algo no termina de encajar entre un bloque y otro. Pareciera que a mitad de camino, el guionista hubiera dado un brusco volantazo para salir de la ternura inicial, hacia un resolución que intenta combinar "gracia" y "mensaje". En esa curva sobrecargada que ensaya Me casé con un boludo, hay espacio para una escena con múltiples cameos, en la que desfilan íconos de variada calaña como Gonzalo Heredia, Nicolás Vázquez, Luciano Castro, Lali Espósito, Mariana Fabbiani, Julieta Díaz, la "Bruja" Verón y Vicky Xipolitakis. En ese momento, la aparición de Vicentico y Griselda Siciliani, parejas verdaderas de Bertuccelli y Suar, termina por saturar todo intento de guiño sobre el mundo de la farándula. A modo de reflexión, el film de Juan Taratuto pone de manera explícita en boca de algunos de sus personajes, que el amor es una suerte de puesta en escena en la que todos jugamos un personaje. Sabemos que toda relación perdurable depende de mucho más que un puñado de convenciones de comedia romántica. Pero en esa fase inicial de enamoramiento, de la que esta película no pretende despegarse, muchas veces decimos lo que el otro quiere escuchar y simplemente anhelamos alguien que nos contenga. Lo que postula Me casé con un boludo es que el amor es una nube de pedo. Estamos seguros de que no es así. Pero tampoco queremos pagar una entrada para que nos demuestren lo contrario. Me casé con un boludo / Argentina / 2016 / 110 minutos / Apta para todo público / Dirección: Juan Taratuto / Con: Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, Norman Briski, Gerardo Romano, María Alché, Alan Sabbagh y Analía Couceyro.
Juan Taratuto en el 2008 dirigió “Un Novio Para Mi Mujer“, con Adrián Suar y Valeria Bertuccelli. La comedia se convirtió en una de las mejores películas de su carrera, por lo que el anuncio de una nueva propuesta con la misma pareja protagonista levantó muchas expectativas. “Me Casé con un Boludo” está muy lejos de lo logrado en el anterior filme, es una película que presenta algunos buenos momentos para divertirse, pero que nunca encuentra su rumbo. Fabián es un actor egocéntrico que siempre cuenta sus aventuras con grandes figuras de la historia del cine. Florencia es una muchacha que consigue el papel femenino de la película protagonizada por el soberbio hombre. Con velocidad ellos se enamoran y se casan, pero la felicidad dura poco, ya que ella se da cuenta que en realidad no se enamoró de la persona, sino del personaje que él interpretaba en el filme.