¡Que agradable sorpresa! Hace cinco años, cuando vi por primera vez, el mediometraje Medianeras, la pasé bien, pero la ampliación a largometraje de la idea de Taretto me tenía un poco preocupado. Sin embargo, el resultado final, no solamente es satisfactorio sino que además, quizás sea la película más agradable del BAFICI, y no estaría muy lejos de afirmar que es el mejor film argentino con intenciones comerciales que he visto en años. Probablemente no sentía esto, desde Nueve Reinas. ¿Demasiado? Para nada. La concepción de Medianeras no es la típica de las películas argentinas. Estructuralmente hablando está concebido como una clásica comedia romántica estadounidense. Si extrañan las buenas obras que hacía a fines de los ’80 y principios de los ’90, Rob Reiner, Nora Ephron o Woody Allen, acá llega Taretto para refrescarnos la cabeza con una película que no parece haber sido filmada acá, pero que por otro lado parece una declaración de amor a la Ciudad de Buenos Aires. Dos personajes solitarios, herméticos, ermitaños, jóvenes viejos que buscan el amor de su vida, Mariana y Martín, encerrados en sus departamentos, unidos por medianeras. Las desilusiones amorosas en una ciudad cosmopolita. Acá no van a ver cine social, ni pobreza, ni robos. Se trata de una Buenos Aires burguesa, demasiado europea para ser real… e irónicamente así es. Porque Medianeras tiene como protagonista a la Ciudad y su arquitectura, sus edificios y sobretodo su gente. Una película rica en ideas, matices, donde la iluminación, el montaje, el diseño de arte demuestran una basta creatividad. Y es taaaan agradable además, tan contagiosa, empática. Sus personajes son tan patéticos como atractivos y queribles. Taretto juega con hacer guiños constantes con el espectador. Es cierto que no va con el espíritu “Indie” del BAFICI, pero también es verdad que sirve como trampolín al éxito, al boca en boca. Y no me quiero adelantar, pero con un boca en boca adecuado, este film podría tratarse del gran éxito del año, de nuestro representante en los Oscars 2012. Las actuaciones de los “desconocidos” Pilar López de Ayala y sobretodo Javier Drolas son sutiles, magníficas. La elección de poner protagonistas no demasiado glamorosos es jugada pero efectiva en el contexto del film. Antihéroes perfectos rodeados por un elenco de grandes figuras del cine y la televisión (no voy a quemar las sorpresas). El relato en off por momentos es redundante, pero está aplicado a la estética elegida, que adopta un tono a lo Manhattan, acaso principal referencia cinematográfica, con algunas cosas del mejor Burman, el de El Abrazo Partido y Derechos de Familia. Realmente deseo que a este film le vaya muy bien en la taquilla, porque ahí apunta. Se nota mucho esfuerzo detrás y sería una lástima que críticos malintencionados, prejuiciosos banalicen su estreno comercial. No hay rama artística ni aspecto comercial en que el film no funcione. Es probable que sea demasiado pensada, previsible a nivel estructural, obvia en los elementos narrativos, pero a veces es necesario. No molesta eso en Medianeras. El mayor problema que tiene es que es muy corta. Es tan bueno el ritmo, tan dinámica, tan cálido en su frialdad, que uno desea que no termine. No cansa seguir viendo el deambular de los personajes. Pero bueno, habrá que esperar a la secuela, o al próximo film de Taretto.
¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar? Una notable comedia romántica estrenada con éxito en varios países y construída con imaginación a través de buenos diálogos, dibujos y animación. El director es Gustavo Taretto (que hasta se permite un cameo en la escena del kiosco) y la trama responde a los interrogantes y dudas existenciales sobre las relaciones actuales en las grandes ciudades. Con un prólogo que muestra edificios de Buenos Aires (construídos a espaldas del Río de La Plata) y una ciudad que crece de manera despareja, se hace foco en criaturas que sobreviven como pueden. En ese marco, aparecen Martín (Javier Drogas), un diseñador gráfico bastante fóbico que vive con el perro de su ex, y Mariana (Pilar López de Ayala), una arquitecta que se dedica a decorar vidrieras. Ambos cargan con la mochila de relaciones que los frustraron, no se conocen y...viven en la misma cuadra!. Sus medianeras servirán para hacer el resto en un clima de neurosis, angustias y desencuentros. Medianeras es un claro ejemplo de cómo edificar una comedia romántica con los mejores recursos (la historia aparecen separada por las estaciones del año y con leyendas sobreimpresos en diferentes construcciones) y llegar a buen resultado. La incomunicación, el amor en los tiempos de Internet, el hecho de vivir en una "caja de zapatos" sin una ventana que comunique con el mundo exterior, impulsan a los personajes a buscar a sus "medias naranjas". Así desfilan una paseadora de perros (Inés Efrón), un médico (Jorge Lanata), un posible candidato (Rafael Ferro) para Mariana y otras criaturas que son eslabones de un sólido entramado (como los cables que cruzan la ciudad) en el que las relaciones interpersonales han perdido importancia. Todo se maneja desde la computadora. El humor y la metáfora (¿Dónde está Wally?) atraviesan este relato que radiografía a la perfección a seres solitarios fagocitados por la ciudad. Medianeras es una sorpresa gratificante en la cartelera cinematográfica por su efectividad a la hora de contar una historia y supera ampliamente el nivel de recientes produciones norteamericanas del género. Y le augura a su realizador un exitoso futuro cinematográfico.
Una comedia romántica, urbana y disfrutable. El amor nunca ha sido un tema sencillo. Lograr un acercamiento con un otro por sobre los obstáculos individuales y sociales y los conflictos propios y ajenos siempre resultó complicado. Por lo menos así parece cuando alguien está solo e intuye que la persona que imagina para estar a su lado puede estar ahí nomás, mezclada entre casi 3.000.000 de personas que conviven en Buenos Aires como en un hormiguero. Tal vez en el propio barrio, en la misma manzana y hasta compartiendo la misma medianera que los une y a la vez los separa. Medianeras, la película de Gustavo Taretto, desde el comienzo nos va mostrando junto a las voces en off de los personajes como es la ciudad que habitan. Imágenes y relatos, que como en un documental, dan cuenta del crecimiento de la ciudad con sus innumerables edificios que se levantan uno al lado del otro, caóticamente, sin lógica ni planificación, con departamentos cada vez más chicos como cajas de zapatos y en donde cada uno busca acomodarse como puede. Este es el escenario en donde Mariana y Martín son vecinos sin saberlo y sin conocerse. En un tiempo donde la tecnología ofrece una ficción de encuentro en donde la aparente comunicación suele ser la máscara de seres en realidad muy solos. Se pueden tener cientos de amigos virtuales en facebook y no conocer a los vecinos. “¿Hay algo más descorazonador en el siglo XXI que no tener mails en la bandeja de entrada?“ Mariana y Martín van relatando a lo largo del film quienes son, que hacen, como viven, que sienten, evidenciando similares neurosis urbanas y también parecidos sueños y necesidades. Pilar López de Ayala y Javier Drolas, en sólidas actuaciones, le dan vida a esos personajes con total naturalidad y simpleza acercando al espectador a situaciones y emociones en las que, más de una vez, se sentirá identificado. Ambos son el núcleo de la historia en la que participan además, en pequeños segmentos, Inés Efron, Rafael Ferro y Carla Peterson, entre otros. La ópera prima de Gustavo Taretto viene de proyectarse en el Festival de Berlín y en el Bafici con gran recibimiento del público y la crítica. Una comedia romántica en donde la ciudad ocupa un rol determinante, aportando otro punto de vista desde el cual observarnos y reconocernos. Entre tanta confusión y relaciones fallidas, la persona que buscamos puede estar más cerca de lo que creemos y el amor encontrarse en el momento menos pensado. Como en el juego de “Encontrar a Wally” nos desesperamos en su búsqueda y en todos lados nos parece verlo. Las apariencias nos confunden pero sabemos que en algún lugar está y esperamos el momento mágico de reconocerlo entre la multitud.
Medianeras es el primer largometraje de Gustavo Taretto, quien en la última década ha realizado cuatro cortometrajes de gran éxito, uno de ellos homónimo y generador de este largo. En este trabajo la anécdota está protagonizada por Mariana y Martín, quienes son vecinos pero no se conocen. Él, abandonado por su novia y en proceso de recuperación del padecimiento de diversos trastornos como ser problemas para comunicarse, falta de deseo, depresión, neurosis, ataques de pánico, contracturas, inseguridad, estrés y sedentarismo. Ella, luego de cuatro años de pareja, fue la que abandonó y en su angustia se cuelan la claustrofobia y una inseguridad que le impide ejercer su profesión. A través de los protagonistas nos adentramos en la soledad urbana. Miles de personas que a pesar de la inmediatez geográfica con el otro se sienten solas, viven encerradas en un muro de tecnología comunicacional que falsamente promete mayor contacto, pero son incapaces de vincularse cara a cara. Medianeras no es una historia de amor, es el intersticio entre una y otra. Es el proceso de angustia, desolación, recomposición, equivocación, prueba, desorientación, miedo, ánimo y vuelta a probar que a veces transitan los sujetos entre sus diferentes experiencias, entre la desilusión y el nuevo intento que nos caracteriza, fobias más fobias menos, suerte más, suerte menos. Es ese pasaje entre la desilusión total y la nueva perspectiva que nos hace revivir, y aunque golpeados volvamos a desear, lo que nos propone el novel director. Hasta aquí la historia, por demás interesante y contemporánea. Ahora pasemos a nuestro metier, hablemos del relato, porque es a través del lenguaje cinematográfico que Taretto expresa de manera profunda y delicada lo anteriormente planteado. Las imágenes fluyen, a través del dinamismo que les da el montaje por corte directo, del mismo modo que nuestros actos. Uno tras otro, casi sin pensar, sin entender por qué hacemos lo que hacemos en nuestras relaciones. La ciudad toma el lugar de expreso protagonista a través de una multiplicidad de planos generales y detalle; representada con una brillante fotografía e iluminación la redescubrimos mientras seguimos a Mariana y a Martín en su cotidianeidad, logrando un efecto de simbiosis entre ciudad y personas que habla por si solo. Las imágenes de la ciudad no ilustran el conflicto, lo desarrollan, se adhieren a él como las partes al todo. Personas y edificios parecieran establecer una danza, un constante movimientos ininterrumpido al compás de un vals (maravillosa elección musical) cuyos acordes parecieran persistir aún cuando no se los oye. Esto último refiere al ritmo del film que acompaña una progresión constante. Diversos recursos son utilizados para la construcción de la historia así como para crear los lugares en los que se mueven nuestros protagonistas; voces en off que luego se transformarán en voz over, animación, el juego con la música que aparenta no pertenecer a la diégesis y en un brillante gag se descubre parte de ella, animación, comicidad sutil, entre ellos; lejos de atentar contra la obra por la cantidad, colabora en la construcción narrativa, sumando nuevas posibilidades de expresión al relato. El juego de cruces sin saberse cerca, entre Mariana y Martín, la vida privada de cada uno, los encuentros eventuales que tienen con terceros, sus actividades, trabajos, se muestran a través de una cámara cuya ubicuidad se evidencia en los diferentes tamaños de planos utilizados, en la cercanía o distancia en que se coloca en relación a lo observado, en la presencia en cada momento por más trivial que parezca. Una evidencia en el sujeto de la enunciación que a través de un cuidadoso encuadre muestra un gran respeto y gusto por la imagen, pero no una imagen que inerte, sólo se distingue como bella postal; sino una imagen que es lenguaje, y que como parte del mismo es utilizada para comunicar. Párrafo aparte merece la dirección de actores. Javier Drolas y Pilar López de Ayala encarnan a Martín y Mariana; Rafael Ferro, Adrián Navarro, Inés Efrón y Carla Peterson acompañan. En la dupla central, Javier Drolas realiza una actuación impecable, tan medida como profunda: sencillas miradas, sutiles movimientos de cejas, y una sonrisa que intenta asomar pero que no llega a esbozarse transmite cada uno de sus estados a la perfección; su compañera trabaja desde la misma sencillez y así se desenvuelven en la misma sintonía. El resto del elenco se desempeña del mismo modo; permítaseme resaltar aquí la hermosa escena de la breve cita entre Lucas (Rafael Ferro) y Mariana. El lento acercamiento de él, su mirada, una mano que busca y otra que se deja acariciar provocan mucho más sentimiento que el beso más apasionado. En el plano detalle de aquellas manos y miradas se transmite, en silencio, el deseo tímido que arremete y se anima. Un sujeto que busca a otro, un encuentro posible. No hace falta más. En una ciudad (tal vez síntesis de un mundo) en la que pareciera casi imposible trabar relación, mirarse a los ojos, tocarse (los únicos encuentros sexuales concretados fallan, pues el sujeto falla ante la sencilla posibilidad de dar libertad a su deseo más genuino, el cuerpo del otro) Gustavo Taretto propone un universo fracturado, complejo pero con ansias de revivir. Tal vez la metáfora más elocuente de medianeras sea aquel momento en que Mariana y Martín se cruzan en un chat y ante el inminente intercambio telefónico, se produce un corte de luz total. A continuación, exterior, noche, kiosco. Se produce la gran contravención a cualquier código de comunicación actual, sin celulares ni notebook, se produce el encuentro. Así, frente a frente se cruzan bajo la penumbra del negocio al que llegan en busca de velas. Y no reparan en el otro. Pero bastará ese momento para que empiecen a abrir ese hueco en la vida que les permita obtener luz. Decía Won Kar Wai a través de 2046: “El amor es una cuestión de coordenadas”, tal vez sea simplemente cuestión de abandonar el GPS y dejar que el instinto nos empiece a llevar
¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar? Esta tragicomedia narra la gris cotidianeidad de dos jóvenes solitarios, fóbicos y desencantados de la vida (Javier Drolas y la bella española Pilar López de Ayala) que, aunque no lo saben, son vecinos de la zona de Santa Fe y Libertad. El es un diseñador de páginas web que se obsesiona con los videojuegos y la fotografía, y ella es una arquitecta frustrada que se gana la vida decorando vidrieras y lucha contra los ataques de pánico y la angustia existencial luego de fracasar en una relación afectiva de cuatro años. El film -moderno e ingenioso, trabajado en base a un relato en off lleno de ironía- tiene referencias claras al cine de Woody Allen, Paul Thomas Anderson y Jacques Tati, así como el aporte en pequeños papeles de figuras como Carla Peterson, Rafael Ferro, Inés Efron, Alan Pauls, Jorge Lanata y Adrián Navarro. Basada en el corto homónimo de 2005, esta multipremiada opera prima de Taretto está lejos de ser una obra maestra, pero es un producto bien diseñado y mejor construido. Un ensayo sobre la degradación urbana (en sus múltiples aspectos) matizado con placenteras pinceladas de comedia romántica.
Grata sorpresa tendrán aquellos que se acerquen a ver Medianeras, la película de Gustavo Taretto. El comienzo amaga con ser una suerte de documental sobre los distintos edificios que proliferan en la ciudad de Buenos Aires, la ciudad que “le da la espalda al río”, sin embargo, encuentra relacionar la forma de estos edificios con el estilo de vida de sus habitantes. Todos los que vean esta película sabrán que luego de pensar en estos minutos iniciales, ya nunca más van a ver el edificio de enfrente de sus casas, o incluso al propio edificio donde vive, de la misma manera. Así en un departamento pequeño, sobre la Avenida Santa Fe, vive Martín. Un diseñador web, un poco fóbico, un poco hipocondríaco, bastante solitario. Pese a eso no vive solo, vive con Susú, una pequeña perra “eslabón perdido entre un perro y un peluche”. A los dos los abandonaron en el mismo momento en un aeropuerto. A unos pocos metros de ahí, en otro pequeño departamento sobre la Avenida Santa Fe vive Mariana. Separada, de profesión arquitecta, aunque aún no construyó ningún edificio. Vive armando vidrieras, por lo tanto su casa siempre está llena de maniquíes, como si se trataran de personas a los que les habla, los viste, los desnuda, los baña. Mariana también tiene sus cosas, odia los ascensores pese a vivir en un octavo piso y va por la vida buscando a su “Wally” (sí, el de Where's Wally?). Mariana y Martín tienen todo para estar juntos, sin embargo no es posible que puedan encontrarse. En el medio, pasan varias personas, con sus respectivas fobias e historias, sin embargo los dos siguen solos. Buenos Aires tiene eso, que dos personas que viven prácticamente al lado, puedan estar hechos el uno para el otro, pero la vorágine y la arquitectura de la ciudad hace que tal vez nunca lleguen a conocerse. Buena apuesta de Gustavo Taretto con la española Pilar López de Ayala, Javier Drolas, Carla Peterson, Inés Efrón , Rafael Ferro y Adrián Navarro. Además participan Alan Pauls y Jorge Lanata.
En la década pasada, el director Gustavo Taretto irrumpió en el panorama cinematográfico argentino con una serie de cortometrajes en los que se aprecia su particular visión del mundo: Las insoladas, Cien Pesos y, sobre todo, Medianeras. Este multipremiado trabajo —más mediometraje que corto, ya que dura 28 minutos— contaba la historia de Martín (Javier Drolas) y Mariana (Moro Anghileri), dos jóvenes solitarios en una ciudad cada vez más superpoblada. Al parecer, Taretto se quedó con ganas de decir mucho más: su ópera prima es una versión 2.0 de Medianeras. Martín (Drolas de nuevo) es un fóbico en recuperación. Trabaja como diseñador de sitios web y casi no necesita moverse de su monoambiente, pero trata de hacerlo. Vive con la mascota de su ex, una caniche. Mariana (ahora interpretada por Pilar López de Ayala), arquitecta recibida pero que no ejerce, trabaja en las vidrieras de los negocios de ropa. También vive en un pequeño departamento, sin más compañía que un montón de maniquíes a los que les cuenta de su patética vida. Martín y Mariana podrían congeniar. Son vecinos, incluso. Sin embargo, todo se hace difícil en una ciudad cada vez más enorme, compleja y alienante. La película tiene elementos cómicos (de un humor agridulce) y románticos (sin ser romántica en su totalidad o, por lo menos, no de la manera tradicional). Pero, ante todo, Medianeras es una historia sobre la soledad. Si bien los protagonistas dan vueltas, conocen a otras personas, incluso tienen sexo, no logran dar con el amor. ¡Y el amor está ahí nomás, donde uno menos se lo imagina! Y su hermetismo y desencanto y apatía y la dependencia de Internet tampoco son de mucha ayuda para poder encontrarlo. La estructura es original para lo que es el cine argentino, pero con influencias muy claras. Tiene el sabor al cine de Woody Allen y una dinámica digna de las comedias románticas escritas por Nora Ephron. Remite, en muchos aspectos, a la reciente 500 Días con Ella: enamorados antiheróicos (uno de ellos, arquitecto que no ejerce, como Joseph Gordon-Levitt en el film de Mark Webb), voz en off, secuencias animadas, observaciones agudas sobre la vida y las relaciones... También hay referencias a íconos de la cultura popular, como el juego ¿Dónde está Wally?, que tiene un peso importante en la trama. Taretto maneja con mano maestra tanto lo técnico como el trabajo con los actores. Cada aspecto parece calculado, desde los encuadres hasta los gestos de los interpretes. Claro que todos estos detalles empiezan desde el guión. Como buen alumno del gran José Martínez Suárez, sabe que buenos guiones hacen buenas películas. Javier Drolas sigue estando perfecto en el papel de Martín. Su actuación es invisible, como si estuviéramos espiando la vida de un solitario muchacho de Capital. La española Pilar López de Ayala también se luce. Su personaje tiene matices un tanto oscuros, ya que dialoga con maniquíes, ¡y hasta tiene sexo con ellos! Los protagonistas están secundados por un elenco de lujo: Carla Peterson (a quien Taretto filma igual que a una diva europea de los ’60), Rafael Ferro, Inés Efrón, Adrián Navarro, Romina Paula (de El Estudiante), Alan Pauls (quien viene de actuar en La Vida Nueva) y hasta el periodista Jorge Lanata. Cínica, tierna, contemporánea; a veces pesimista, a veces esperanzadora; Medianeras confirma que Gustavo Taretto es un talento a seguir y que el cine argentino está en un momento interesante... y que hay que estar siempre atento: nuestro gran amor puede estar más cerca de lo que pensamos.
Collage de seres urbanos Hace años que Martín (Javier Drolas) lucha por superar su agorafobia, que sobrevino luego de una ruptura amorosa. Si los departamentos porteños son, como él dice, una suerte de reflejo de quienes los habitan, su cabeza es un cajoncito atiborrado y desesperante. Pese a su relativa inmovilidad, Martín no deja de pensar, de intentar, de buscar... ¿qué? ¿La cura a su fobia? ¿Relacionarse con otras personas? ¿Cambiar su vida? Entre noches de insomnio y reflexiones existenciales, Martín encontrará la manera de ir superando esos miedos y retornar al paisaje urbano que actualmente lo espanta. Mariana (Pilar López de Ayala) acaba de separarse luego de cuatro años en pareja y recuerda esa parte de su vida como si le hubiera sucedido a una extraña. En tiempo récord, se instala en su viejo departamento de soltera, un caos en permanente transformación que se siente libre de llenar a placer. ¿Con qué? Por ejemplo, maniquíes: arquitecta frustrada, trabaja arreglando vidrieras en coquetos negocios del Bajo y del centro de Buenos Aires. La anarquía hogareña es su revancha contra la soledad y es en el interior de ese dúplex donde puede dar rienda suelta a sus angustias, sintetizadas en la imposibilidad de encontrar a la persona adecuada en medio de una ciudad atestada de gente. En su largometraje debut, Gustavo Taretto redobla una apuesta planteada en 2004: en aquel momento "Medianeras" era un cortometraje. Hoy, años después de la crisis que inspiró la propuesta original y si bien este nudo se retoma, el director se revela maduro, un trabajador a conciencia que consigue construir una historia sólida a partir de pocos personajes transitando el espacio enorme, anónimo, de la gran ciudad. Sin miedo a la mezcla, Taretto combina anécdotas de Buenos Aires con referencias a la cultura popular, se toma a la chacota los mitos que circundan a la era digital, ahonda en los prejuicios que jamás se verbalizan pero que se pueden palpar en la mirada esquiva de dos personajes y, en el medio, propone remansos visuales y musicales que complementan la historia de Martín y Mariana. Más allá de algunos devenires en el ritmo narrativo (por momentos la historia se ameseta, las líneas de diálogo bordean la literatura de autoayuda), se trata de una propuesta que atrapa desde el primer fotograma y lleva al espectador al territorio incierto de las relaciones humanas. Un ámbito que puede generar terror o esperanza, pero que es siempre el escenario de una de las mayores aventuras de la vida: el encuentro.
El amor (segunda parte) La ópera prima de Gustavo Taretto, Medianeras (2010), es en pocas palabras una obra de arte con mayúsculas. Una película resultante de la combinación de un guión solvente con todos los elementos visuales necesarios para que el cine sea cine. Medianeras tuvo su origen en el corto homónimo de 2004 que ganó más de cuarenta premios internacionales, marcando un hito dentro de la historia del cortometraje argentino. La historia y sus personajes son los mismos que hoy atraviesan el largo. Martín (Javier Drolas), un joven fóbico, hipocondríaco y adicto al trabajo que aprendió a relacionarse con el mundo a través de internet, y Mariana (Antes Moro Anghileri, ahora la española Pilar López de Ayala), una vidrierista que acaba de terminar una relación de hace tiempo. A ambos los atormenta la soledad y aunque ellos no lo saben parecen haber nacido el uno para el otro. ¿Podrán encontrarse dentro de esa jungla llamada Buenos Aires aunque sus vidas literalmente sólo estén separadas por una medianera? Taretto propone con Medianeras contar una historia de amor pero que habla del no amor, ese amor que buscamos como si fuera Wally y que tal vez pasa a diario frente a nuestros ojos enceguecidos sin poder verlo. Medianeras sigue las estructuras del cine clásico pero no por eso es una película antigua, aunque si generacional. La historia habla de la incomunicación y los miedos surgidos en el nuevo siglo y de cómo la tecnología es en parte responsable. Cada vez los medios de comunicación parecieran ser mayores, pero esto a su vez hacen que uno se autoimponga un aislamiento implícito. Hoy uno se puede comunicar por chat, por mail, por Facebook, por Twitter, pero ¿se puede comunicar con otra persona cara a cara? Este y otros dilemas están planteados desde una línea de acción secundaria mucho más fuerte de la historia de amores desencontrados que a priori puede leerse desde una visión mucho más básica o simplista. Espacialmente resulta imposible imaginar la trama en otra ciudad que no sea Buenos Aires, esa ciudad que como dice Martín le da la espalda al río. La Reina del Plata es el marco ideal para ubicar a estos dos personajes desencontrados, perdidos entre medianeras, pero a la vez se establece una crítica muy fuerte a la despiadada arquitectura y al código urbanístico de la ciudad en donde pareciera (y así lo es) que nada se respeta. Edificios que se erigen como monstruos en medio de la nada sin importarles lo más mínimo del otro, como sinónimos del egoísmo post moderno. La arquitectura tiene que ver con lo que les pasa a los personajes y puede que estos a la vez sean responsables (indirectamente) de por qué la arquitectura sea como es. Se podrían escribir párrafos y más párrafos de Medianeras, y cuando a uno como crítico una película lo inspira a escribir quiere decir que las cosas están muy bien logradas. Podría escribir sobre la maravillosa actuación de la española Pilar López de Ayala y ese porteñísimo acento que logró para su Mariana o de contradicción latente que Javier Drolas supo brindarle a su Martín. Podría escribir sobre la excelente dirección de arte de Luciana Quartaruolo y Romeo Fasce o de la utilización de claroscuros en la fotografía de Leandro Martínez. Podría escribir miles de caracteres sobre los personajes secundarios a cargo de Rafael Ferro, la irreconocible Inés Efron o la cada vez más glamorosa Carla Peterson, sin duda una diva de los años 50. Podría escribir sobre la formidable música de Gabriel Chwojnik, sobre la influencias de Woody Allen, sobre el clasicismo…. Podría compararlo con el corto, pero ¿es necesario?. Si seguro lo van hacer todos. Pero para que seguir escribiendo, al cine hay verlo y como mi profesión es la de recomendar películas. Recomiendo fervientemente ver Medianeras, el Wally de la cinematografía argentina. Excelente.
El amor en la era de la fobia social La vida moderna hipertecnologizada y los fracasos de pareja han hecho de Mariana y Martín dos jóvenes socialmente fóbicos. Mariana es arquitecta aunque trabaja de repositora de vidrieras en un local fashion. Su frustrado crecimiento profesional va de la mano del truncado desarrollo afectivo y personal. No ha podido –como ella misma dice- construir nada sólido o habitable, ni en lo urbanístico ni en el ámbito de las relaciones interpersonales. Martín es un diseñador de páginas web que se ha adecuado a la vida virtual y cómoda de las interacciones informáticas que le permiten prácticamente no tener contacto con el mundo exterior. El relato va desarrollando cada una de estas situaciones y mostrando los diversos entrecruzamientos entre los personajes, cuya función es mostrar al espectador la identidad en los caracteres y la tragedia de la vida de dos sujetos destinados a estar juntos pero existir por separado. La película responde correctamente a la estructura clásica del género de la comedia romántica: una unidad originaria, separada por la fatalidad, pero al mismo tiempo destinada a reunirse finalmente por medio de una serie de peripecias. Pese a reproducir un esquema tradicional, el relato presenta una interesante frescura en el tratamiento del contenido al tematizar como núcleo narrativo el contexto del aislamiento individual y el reemplazo de las relaciones personales por la tecnología. Al contrario de las comedias románticas norteamericanas del mismo género (Amigos con derechos, sólo por mencionar la más reciente) donde se enaltecen las relaciones mediadas por interfases tecnológicas, al mismo tiempo que se pone como único valor posible el desarrollo individual, el film argentino toma como núcleo conflictivo precisamente dichas mediaciones. Gustavo Taretto desarrolla inteligentemente las limitaciones patéticas de un mundo contemporáneo aislante, alienante, que por un lado permite incrementar el consumo de tecnologías que permitirían un mayor contacto con nuestros amigos y familiares, al tiempo que nos quita la posibilidad real de tomarnos ese tiempo para hacerlo. El film, sin embargo comete –a mi juicio- dos errores: en primer lugar, se redunda por demás en enfatizar los desencuentros entre los personajes. En segundo lugar, el desenlace resulta demasiado precipitado, lo cual termina dando la impresión de un final artificial a lo deus ex machina. No obstante, el argumento está plagado de monólogos en voz en off muy eficaces y bien resueltos, tanto en forma como en contenido. Cabe destacar además la excelente musicalización. Una buena oportunidad para ver una comedia romántica diferente.
Yo, simplemente te vi Usualmente tengo la costumbre de mirar hacia el cielo cuando viajo en colectivo. Con lo que uno se encuentra es con muchos obstáculos pero rara vez ve el firmamento. Esa parte de la ciudad, que está muy por encima de nuestras cabezas, es nuestro descuido, nuestra desprolijidad, nuestro lado más castigado. Gustavo Taretto filmó en el 2006 un corto llamado Medianeras. Cinco años más tarde estrena su ópera prima, la versión extendida de esa hermosa comedia romántica y lo más importante es que no pierde su esencia, la sensibilidad de su mirada continúa puesta en la ciudad. Buenos Aires através de Taretto es vulnerable, frágil y melancólica y éstas mismas sensaciones son las que sienten sus protagonistas, esos dos seres solos que buscan compañía detrás de una computadora o en la inanimación de un maniquí. Martín, por fobias, trabaja desde hace años encerrado en su departamento de un ambiente. Mariana, después de varios años de noviazgo, trata de reacomodarse en su duplex. Los dos padecen lo mismo: como encontrar a la persona indicada en una ciudad como Buenos Aires. Esta historia contada por los dos con voz en off transita por tres estaciones para llegar al encuentro. En la búsqueda por el ser indicado, los protagonistas se encuentran con otros personajes totalmente vacíos pero que son interpretados por grandes actores como Carla Peterson, Inés Efrón, Adrián Navarro, Rafael Ferro, Alan Pauls y una breve participación de Jorge Lanata. Es un apagón, no es internet, es una canción, no es un mensajito, es simplemente una ventana hecha en una medianera. Es la apertura, la búsqueda y las ganas de que lo encuentren, el momento indicado para mirar y encontrarse en la ciudad.
El amor en la ciudad de la furia Comedia romántica, sobre un premiado cortometraje, acerca de lo difícil que es conocer gente real en estos tiempos virtuales. Otro debut se suma hoy a la cartelera local. Un debut “tramposo”, en realidad. Gustavo Taretto es, a los 45 años, un experimentado director publicitario y premiado cortometrajista. Y Medianeras , de hecho, es la versión largometraje de un corto del mismo título que recorrió el mundo a partir de 2004. Al realizador le tomó casi siete años poder transformar esa historia (que coincide con la primera parte del largo) en un filme en el que esos mismos personajes pudieran tener mayor desarrollo. Y, pese a algunos deslices y excesos, logra un producto efectivo. Medianeras son tres películas en una. Por un lado, es una serie de reflexiones “woodyallenescas” del propio Taretto puestas en la boca de los dos protagonistas (una chica y un chico que viven a metros de distancia, pero jamás se encuentran) acerca de Buenos Aires, su arquitectura y cómo esta influye en el comportamiento de la gente, aislándolos en lugar de unirlos, generando espacios cerrados de conexión virtual en el que conocer gente “real” se vuelve difícil. Esas reflexiones “hipocondríaco/geográficas” son por momentos muy divertidas y, en otros, reiteran clisés vistos en decenas de películas. Lo mismo sucede con la trama. Por un lado está Martín (Javier Drolas), un fóbico que casi no sale de su “caja de zapatos” y se la pasa todo el día frente a la computadora desde que una novia (Romina Paula) lo dejó. Algo no tan distinto sucede con Mariana (la española Pilar López de Ayala), que se está recomponiendo de una relación que fracasó (con Alan Pauls) y que acarrea también sus miedos y obsesiones. Entre infinitas referencias a la cultura pop (algo bienvenido por lo inusual en el cine nacional: personajes que consumen películas, discos y programas de TV como el común de los mortales) y complicados intentos de “conocer gente nueva” (él, con Inés Efron y Carla Peterson; ella, con Adrián Navarro y Rafael Ferro), las historias se van desarrollando paralelamente con el modelo de la comedia romántica estadounidense de fondo. Con algo de Amélie , de 500 días con ella y hasta de Sintonía de amor , Medianeras se construye como un peculiar Buscando a Wally que toma situaciones de la realidad y las convierte en material de comedia pop. Como con las reflexiones, las situaciones pasan de graciosas a intrascendentes, pero con un gran acento puesto en una voz en off que construye esa otra película que no se puede contar en las imágenes y viñetas que dispone Taretto. Una voz que es más angustiada y angustiante que lo que el tono de la película parece hacernos creer.
Una acertada mirada al paisaje urbano y a sus entrañables personajes solitarios Gustavo Taretto sabe de arquitectura, y se nota. No es arquitecto, pero diseña sus obras para que funcionen al servicio no sólo de las historias sino también de los personajes que las construyen, y el resultado es sorprendente. Lo viene haciendo desde hace rato, con cortos como Las insoladas , Cie n pesos, Hoy no estoy, el excepcional Una vez más (del grupo 25 Miradas/200 Años, dedicado al Bicentenario) y Medianeras , el más premiado de todos ellos, que sirvió de primera versión de su ópera prima. Los personajes creados por Taretto son jóvenes de clase media, aburguesados a pesar de sus limitaciones (como él dice, de los que no necesitan levantarse a las cinco de la madrugada para ir a trabajar); son porteños y se mueven en un paisaje reconocible, a pesar de que el cineasta los encuadra sin caer en lugares comunes. Generan empatía más allá de su localismo y así, seguramente porque "pinta su aldea" desde una mirada que no es la habitual, y sin ser traicionada, esta misma historia podría tener como escenario cualquier otra ciudad como Buenos Aires. Martín y Mariana son tal para cual, pero no se conocen. Taretto transmite al espectador el deseo de que aparezca ese lugar que pueda reunirlos. Hay otras mujeres y otros hombres, pero no los conforman. Son, como Wally -el personaje delgado, con pulóver blanco con rayas rojas, anteojos y gorro de lana que hay que encontrar en los libros infantiles de Martin Handford-, difíciles de recortar en la gran multitud. Taretto explora las simetrías existentes entre Martín y Mariana, con la ciudad como una protagonista más. Ellos son interpretados a fondo por el debutante en cine Javier Drolas y la ya muy experimentada en su país -España- Pilar López de Ayala. De alguna forma también hace un proceso similar con las criaturas de Inés Efrón, Carla Peterson, Adrián Navarro y Rafael Ferro, todos alejados de sus composiciones habituales, y a través de los que genera subhistorias en las que ellos son protagonistas sin convertir el relato en un rutinario (entrelazado y previsible) retrato "coral". Incluso con los personajes que apenas asoman sus narices hacen lo suficiente para dejar su marca. Más acá de su exitosa trayectoria en cortos, Taretto se suma ahora al que parece ser un nuevo y sorpresivo capítulo de la historia del cine argentino de los últimos tiempos, una brisa necesaria, fresca y esperanzadora que, seguramente, será descubierta y agradecida por el público. Lo merece.
Amigos por internet Martin y Mariana se encontraron en internet y parecen ser "almas gemelas". En un aquelarre llamado Buenos Aires, descubren que tienen los mismos intereses y expectativas. Es que son muy jóvenes, tuvieron desengaños sentimentales, viven tan cerca como para no encontrarse y una ciudad multitudinaria y ansiosa hace todo lo posible para fagocitarlos. El es diseñador web, la profesión de moda y ella aunque hizo arquitectura, por ahora se gana la vida como vidrierista. Los dos son sobrevivientes de relaciones conflictivas y en este momento todavía de indefiniciones, no confían más que en una relación a distancia y aparentemente sin compromiso. La única compañía cercana de Mariana en su departamento son maniquíes, sus "socios" de emprendimientos comerciales, callados y obedientes. La de él, una "hija" de su frustrada relación, la perrita Susú. DEPRESIONES Y FOBIAS Si él tiene depresiones y fobias, ella padece ataques de pánico. Son dos almas afines, solos en la gran ciudad. A su alrededor, paseantes de perros, amigos circunstanciales, o novios en potencia. Filme de problemáticas actuales, moderno y con buen ritmo, algunos momentos recuerdan a ciertos relatos de Carver, o los de Paul Auster como "Cigarros". El joven director Gustavo Taretto se planta en forma original frente al problema de la comunicación, sabe interrelacionar intereses adolescentes con buen ritmo y onda videojuego, encuadrando la historia con un fondo de arquitecturas que no se relacionan y pugnan por tomar una homogeneidaed sin desentonar. Con ayuda de la narración en off, buenas dosis de humor, utilización de la ironía y un cierto escepticismo sonriente es capaz de tramar una sólida historia amorosa en base a fragmentos de sentimientos e ilusiones que Javier Drolas y Pilar López de Ayala desgranan con simpatía. Fotografía y arquitectura constituyen un universo propio y esencial.
“Medianeras”: comedia romántica inhabitual Esta comedia romántica bastante inhabitual transcurre en Buenos Aires, pero bien puede pasar en cualquier otra ciudad. Por algo ya la estrenaron hasta en Noruega, y en EE.UU. apenas la vean (ya está comprada) querrán hacerle una remake. Sus ejes son la vida virtual, los departamentitos modernos, las fobias y manías, la sensación de soledad en medio de las multitudes, las citas circunstanciales, la cultura de gadgets, actualizaciones, y cuanto cachivache pueda uno llevarse a la vizcachera. En ese mundito viven nuestros personajes, apenas separados por unos metros de distancia. Prácticamente hay tres protagonistas. Él, fóbico diseñador de páginas web, refugiado en internet y deliveries, que apenas sale de la cueva. Ella, arquitecta fóbica que trabaja como vidrierista solitaria, rodeada de maniquíes, que necesita encontrar a alguien, pero hasta ahora ni siquiera encontró dónde está Wally. Ambos vienen de fracasos amorosos, y están a la expectativa sin mayores expectativas. El tercer protagonista, víctima de variadas observaciones y reflexiones, es la ciudad, con sus enormes edificios, cables, y medianeras. ¿Y qué es una medianera? ¿Y qué puede hacerse con esa pared, aunque no esté permitido? «El hombre de al lado» tenía una respuesta. Aquí, el fóbico y la chica de enfrente tienen otra. Ah, nada de «chico encuentra chica, la pierde, y al final de la historia la reencuentra». Estos por poco no se encuentran nunca. Suelta, original, con lindas asociaciones visuales, personajes queribles (sobre todo la entusiasta políglota que hace Carla Peterson en una parte), y sólo algunos ocasionales huecos y deshilvanes en la trama (que se sobrellevan gracias a los personajes), éste es el primer largometraje del exitoso cortometrajista Gustavo Taretto. Y casualmente, su corto más famoso, ganador de casi 50 premios internacionales y germen del largo que ahora vemos, se llama «Medianeras». De él mantuvo tema urbano, estilo, fotógrafo, montajista, la imagen de Mariel Hemingway en «Manhattan», y el actor protagónico Javier Drolas, su probable alter ego. Pero cambió a la actriz: en vez de Moro Angheleri está la española Pilar López de Ayala, menos carnal, más virtual, y tan profesional que hasta supo anular su acento madrileño. En efecto, no está doblada.
La arquitectura de la soledad Hay muchas maneras de estar solo en una multitud y Medianeras muestra dos de ellas, que a la vez replican las miles que se viven en las ciudades modernas. En este caso, la ciudad es Buenos Aires, superpoblada de personas y edificios irregulares que esconden a Martín y Mariana. Él, un fóbico social, cuya vida parece un videojuego gris que empieza y termina en la virtualidad. Ella, una arquitecta que vive aislada y cuyo mayor contacto vital es con un maniquí. La arquitectura de esa ciudad caótica, despojada de sus habitantes, es la otra protagonista de esta historia, que comienza con un bello prólogo sobre cómo esos paisajes urbanos son un síntoma de nuestras soledades. Así, la imagen de fachadas de edificios, puertas, ventanas y terrazas, acompañada por música y texto, abren el camino de la historia que se contará. Que en realidad son dos historias paralelas, las de estos personajes que intentan hacer algo en esa multitud: nada menos que encontrarse, cosa difícil en estos tiempos. Sus vidas cotidianas son relatadas por sus monólogos, con observaciones agudas, precisas y a veces reiterativas sobre lo difícil que es comunicarse en la era de la comunicación. Los protagonistas, Pilar López de Ayala (increíble su parecido con Madeleine Stowe) y Javier Drolas retratan a estos dos seres con sutileza y ternura, que a veces contrastan con el tono monocorde de sus voces en off. Hay pequeños papeles de Jorge Lanata y Alan Pauls, y otros de Inés Efrón, Rafael Ferro o Carla Peterson, seres que se cruzan en la vida de ambos y dan aire a su encierro aunque no logren alterarlo. Medianeras es, en realidad, una especie de auto-remake del director Gustavo Taretto, inspirada en su premiado mediometraje de igual nombre, con homenajes a Jaques Tati y a Woody Allen. En una película sobre la soledad, las escenas más conmovedoras y poéticas son las de las medianeras deshabitadas.
Otra destacada comedia argentina Desde los primeros planos generales de Buenos Aires en su ópera prima Medianeras, Gustavo Taretto emula a Manhattan de Woody Allen y a como este comenzaba a filosofar sobre la ciudad de Nueva York. A partir de esto, el realizador argentino narrará la historia de Martín (Javier Drolas) y Mariana (Pilar López de Ayala), dos jóvenes aquejados por la soledad que sin saberlo están destinados el uno para el otro. Entre sus temores y angustias, ambos protagonistas irán experimentando diversas situaciones que harán que sus vidas se encuentren vacías, se amparen en el encierro de sus respectivos departamentos y sufran por amores pasados. Como en 500 Días Con Ella de Marc Webb, film bisagra en el género de la comedia en los últimos años, Medianeras es una obra que juega constantemente con la intertextualidad, manteniendo una conexión permanente con otros discursos, ya sea el cine, como con diversas ramas de la cultura, por ejemplo en una hermosa escena se podrá apreciar un montaje paralelo en donde los protagonistas se emocionan al ver Manhattan en sus respectivos televisores. Los inteligentes diálogos y el enmarcado prototipo de antihéroe que mantienen los protagonistas dejan en claro que Taretto se encuentra influenciado por el cine de Allen, y como a partir de la lectura de su cine pudo concretar una historia concisa y sumamente cálida. También se puede ver una posible conexión con las realizaciones de otro de los próceres de la comedia moderna: Jacques Tati, ya que Medianeras propone una importante crítica a lo que es el uso de la tecnología y como esta puede llegar a deteriorar la vida humana, algo que vendría por una corriente similar a la que expresaba el director francés en films como Mi Tío. La cuestión es que Taretto define tan bien a los personajes como al encadenamiento de las acciones que el film resulta totalmente llevadero. Desde el acierto en las interpretaciones de Drolas y López de Ayala, hasta las divertidas participaciones de personajes secundarios que irán apareciendo en la historia, entre otros interpretados por Inés Efron, Jorge Lanata y Carla Peterson, harán que la obra sea de las propuestas más interesantes del cine argentino en los últimos años. Medianeras no solo expone el gran trabajo de Taretto como realizador, sino que con un film mas que destacado deja en claro que la comedia nacional se encuentra en pleno crecimiento, desde los últimos trabajos de Daniel Burman hasta la reciente Mi Primera Boda de Ariel Winograd.
Anexo de crítica: Por fortuna la operación de extender lo que en sus orígenes era un cortometraje allá por el 2004 que recorrió festivales y ganó premios tuvo su continuidad en este debut en el largometraje de Gustavo Taretto con Medianeras, film que explora a conciencia la soledad urbana y la alienación en el contexto de una ciudad irregular, improvisada y poco ordenada como Buenos Aires bajo el pretexto de la era de la virtualización con su faz menos visible que no es otra que la artificiosidad, la enajenación y la incomunicación entre seres humanos. De búsquedas y desencuentros se compone el universo de Medianeras; necesidades de encontrar a otro para encontrarse en definitiva a uno mismo cuando las máscaras sociales y virtuales se rompen, se descascaran como las paredes de los edificios que nos rodean y nos encierran en un mundo sin cielo visible y con cables que lo atraviesan y no van a ninguna parte...
Hace poco más de un año la revista Variety votó a Buenos Aires como una de las mejores locaciones del mundo para rodar una película, gracias a que se la puede hacer pasar como doble de cualquier otra ciudad. Al convivir distintos tipos de arquitectura, se dijo que la capital argentina fácilmente podía recrear a Roma, París o hasta Bombay. Respecto a esto Gustavo Taretto tiene una opinión formada. "Buenos aires crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un país desierto, una ciudad en la que se yerguen miles y miles y miles y miles de edificios sin ningún criterio". De esta forma abre Medianeras, con un gran monólogo para cada protagonista, en los cuales se tiende a equiparar la falta de unidad estética de la ciudad con las fallas personales de cada individuo. El film tiene su origen en el 2004, con el multipremiado corto homónimo del director que por sus 28 minutos casi es un mediometraje. El debut cinematográfico de este consistió entonces en extender esta historia, que comenzó algunos años atrás y aún exigía mayor tiempo de pantalla. Al igual que la producción inicial, se trata de un trabajo original, divertido y ocurrente, que explora las fobias y las formas del amor en tiempos de actualizar estados online. Javier Drolas y la española Pilar López de Ayala ponen muy bien el cuerpo a Martín y Mariana, dos jóvenes que son ideales el uno para el otro, pero que lo desconocen ya que la enorme Buenos Aires conspira en su contra. La película de Taretto funciona muy bien porque ya se partía de la base de un gran trabajo que había dejado muchas puertas abiertas sobre las cuales extender la historia. Sin que resulte repetitivo o molesto, el realizador permite que sus protagonistas entablen relaciones con otros que no existían en el corto. Con ello logra un mayor desarrollo y profundidad sobre sus personajes, especialmente en Mariana, generando así una mayor fluidez y un final menos arrebatado. Estos encuentros no obstante, tienden a resolverse en forma demasiado abrupta, contribuyendo a producir, para aquel que haya visto la versión original, una sensación de relleno que no se da en el resto del film. Medianeras es una gran comedia disfrutable por cualquiera, escrita con inteligencia y llevada adelante con oficio. Es recomendable dejar que Martín y Mariana se busquen por primera vez ahora y no tratar de revisar el archivo para ver si se encontraron en el 2004. El viaje será más lindo si no se conoce el destino.
Gustavo Taretto debuta en la cartelera con la adaptación de su multipremiado corto. Medianeras traza una relación estrecha entre el ridículo planeamiento urbano porteño y los problemas afectivos de sus habitantes. A partir de las historias paralelas de un chico y una chica que viven en la misma cuadra pero no se conocen, Taretto construye una comedia romántica que homenajea tanto a Jacques Tati como a Woody Allen. Y eso no es poco para una ópera prima, más allá de que Taretto por momentos sobrecargue Medianeras, algo de lo que el cineasta habla mucho en su debut.
Esta semana se estrena una (otra) película argentina. Sin embargo, atención, no es una película más: es una comedia romántica urbana argentina, y recomendable. Esto escribí sobre ella para el catálogo del Bafici: “La identidad de las grandes ciudades descansa, en buena medida, en sus edificios. Buenos Aires tiene una caótica variedad de estilos, que conviven a veces bien conectados y a veces en conflicto. Medianeras comienza observando, clasificando edificios. Y luego pasa a centrarse en dos habitantes de esos edificios: chica y chico. Ella es Mariana (Pilar López de Ayala) y él es Martín (Javier Drolas). Taretto juega con la comedia romántica, y la película no descansa sobre el menú habitual del género que indica responder a la pregunta ¿serán estos dos el uno para el otro? Medianeras nos hace saber que Mariana y Martín efectivamente lo son, y la pregunta será ¿cómo harán para encontrarse? En este breve texto se ha usado un par de veces el verbo descansar, que no es nada apropiado para hablar de Medianeras, una película alejada de cualquier idea de descanso o de piloto automático, una película trabajada con mil ideas, mil detalles, mil recovecos de placer cinematográfico.”
Medianeras es una comedia romántica. Es más que eso: es una comedia romántica en un lugar llamado Buenos Aires (que tiene aquí la misma carnadura cinematográfica que Nueva York o París, algo que cuesta demasiado a nuestro cine) y con gente en la que podemos creer. La risa surge de la ridiculez cotidiana, de nuestras taras vistas con distancia y con cariño. La emoción, de reconocernos en esas criaturas. El ritmo es constante, el poder de observación, preciso y la gracia, completa. Si quiere ver una gran película y salir sonriendo, no se encierre y salga a ver Medianeras.
Encerrados en el monoambiente Fóbicas, solitarias y peleadas con la vida dos almas se encuentran, medianera de por medio, después de varios vínculos en falso. Un gran cortometraje excedido en sus pretensiones que divaga en una medianía sin salida. Años atrás hubo un gran corto-mediometraje que contaba una historia de amor, concisa y de detalles mínimos, de aspectos supuestamente irrelevantes que describían a dos personajes solitarios en medio de la gran ciudad. Como otros trabajos breves previos al largo, Gustavo Taretto ganó premios por Medianeras, algo menos de media hora a puro talento. Ahora, aquella historia de sólo dos personajes, junto al cemento y las medianeras de la ciudad, se expande y narra subtramas con ocasionales parejas de los protagonistas. Pero no sólo se extiende la trama desde otras voces, sino que la voz en off, precisa y necesaria en el corto, cobra un protagonismo relevante, revelando otros secretos, más detalles ocultos, dejando casi todo resuelto y sin enigmas a descubrir. Esa catarata de voces en off, contradictoras o seguras de sí mismas, paradójicas y afirmativas al mismo tiempo, opinan en exceso y se alejan de la ambigüedad y de la duda. Revelan la psiquis solitaria de sus personajes: husmean, olfatean, investigan, desentrañan todos los problemas. La historia es parecida a la del corto: fóbicos, solitarios y peleados con la vida, Martín y Mariana cargan con sus pesares a cuestas encerrados en monoambientes. Él aferrado a su compu, y ella, rodeada de maniquíes y viviendo una ruptura de pareja luego de cuatro años. Se comunicarán con el mundo exterior de manera azarosa o casual y tendrán la posibilidad de salir de esas cuatro paredes conociendo a otras personas, acaso parejas a futuro. Y es en ese punto donde Medianeras prolonga su ambición, bienvenida que la tenga, pero que resuena refractaria, excedida en sus pretensiones. En esas múltiples subtramas donde surgen los personajes satelitales jugados por Navarro, Peterson, Ferro e Inés Efrón como probables parejas o vías comunicantes con el mundo para Martín y Mariana, la película divaga en una medianía sin salida, estrangulando al relato central, el de los dos protagonistas, sometiéndose a la apostilla y a la anécdota, al excesivo pie de página, al love bonus story. Por allí anda Jorge Lanata como actor, interpretando un rol secundario, casi un cameo, que tampoco tiene demasiada importancia.
Anexo de crítica: Tuve la oportunidad de ver el cortometraje Medianeras en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2005 y aún recuerdo la grata impresión que me llevé por la originalidad de su planteo y la frescura de su humor. Es uno de los cortos más impactantes que se hayan filmado jamás en la Argentina y es una pena que no se consiga con buena calidad de imagen (ni siquiera en internet). Cuando leí que Gustavo Taretto estaba expandiendo la historia para convertirla en un largometraje, por un lado la idea me gustó ya que posiblemente recibiría una difusión que el corto, por su exhibición restringida, jamás podría. Los riesgos, no obstante, eran grandes: ¿sería Taretto capaz de superar o inclusive igualar un trabajo tan bueno? Lamento decir que ni el uno ni el otro: Medianeras, la película, pierde fuerza al estirar aquellas situaciones que fueran tan ágilmente hilvanadas en el original. Los momentos de inspiración son exactamente los mismos que hicieron del corto algo digno de ser mencionado. Los protagonistas son correctos, los secundarios concebidos para la ocasión también pero hay un problema de ritmo muy serio que cosnpira contra la eficacia del producto. Medianeras, el corto, me pareció una creación genial; Medianeras, el filme, apenas una comedia urbana fallida; de a ratos hasta tediosa. ¡Y quería tanto que me guste!...
Le sientan mejor los cortos Después de algunos años de haber realizado el corto Medianeras, Gustavo Taretto retoma su idea con un largometraje. Aunque la propuesta del director resulta llamativa e interesante, es imposible dejar de contrastar el largometraje con el corto. La película por momentos resulta aburrida y abre puertas que no llevan a nada, pero claramente quedan opacados esos momentos por la calidad del planteo y cómo se lo lleva adelante. Resulta todo un desafío generar un largometraje con la misma idea que un corto: ¿si se puede decir con menos tiempo lo mismo, por qué alargarlo? Obviamente la difusión que tienen los cortos no es la misma que los largometrajes y es, sin duda, un error que los directores se tengan que adaptar a ese requisito. El director encara la problemática de vivir en la ciudad, desde la visión de dos personas que no se conocen, Mariana (Pilar López de Ayala) y Martín (Javier Drolas). Ambos, con actividades e intereses distintos, van mostrando con sus monólogos a la ciudad y sus interrogantes. Los protagonistas cuentan cada uno su experiencia y quedan planteados varios dilemas posmodernos en sus comentarios. Martín es diseñador de páginas web, trabajo lo ha hecho o ha fomentado su introversión. Pero él da cuenta de cómo la sociedad moderna le otorga todo lo necesario para vivir encerrado y no tener que salir. Su novia lo dejó y va perdido por la web buscando alguna cita favorable. Mariana, por su parte, sufre de la sobrepoblación de profesionales. Ella es arquitecta pero trabaja en el diseño de vidrieras. Trata de reponerse de cuatro años de noviazgo tirados al tacho. Taretto plantea un análisis de la estructura de la cuidad, en cuanto a lo arquitectónico, y de cómo termina recayendo en la calidad de vida de la gente. A su vez, el film refleja una ciudad cargada de cosas y es coincidente con la saturación de ideas e imágenes que aparecen en la película. Asimismo, resultan efectivos los recursos que utiliza el director para sacar al espectador del automatismo que vive día a día en su rutina. El análisis minucioso de algunos detalles de la ciudad es muy atractivo, así como también los interrogantes y las afirmaciones que cada uno de los protagonistas exponen. Si hablamos de desaciertos podemos decir que es, quizás, un poco descolocado el planteo que realiza de la falta de publicidad por la crisis del país, pero ha quedado esa parte del guión igual que el corto, que corresponde a una fecha más cercana al 2001. A su vez, la actuación de Jorge Lanata como médico, no tiene mucho fundamento más que poner una figura conocida en el reparto. Cumple la función de ser un médico “piola”, pero no es necesario para el guión, que tiene con qué sostenerse solo sin recurrir a un famoso. Los actores principales encaran muy bien su rol reflexivo, resultan naturales y llevaderos sus monólogos. En cuanto a Carla Peterson e Inés Efrón cumplen estereotipos de mujer moderna: la primera representa la saturación de saber y la pedantería; la segunda una vividora del instante, sin pensar mucho en el mañana. Ambas realizan buenas actuaciones, quizás Peterson resulta un poco más llamativa, pero debido al papel que le toca. La calidad de la propuesta no está en duda. Pero algunas ideas quedan viejas; hay escenas que se alargan sin sentido; la intervención de Lanata y algunas ideas que se abren y no llevan a nada, dejan ver que se puede decir lo mismo con menos.
TODO LLEGA "Las Medianeras", en el 2005, fue el título con el que Gustavo Taretto llamó a uno de sus cortometrajes, el cual se pudo ver en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de dicho año y que, con una idea muy buena y una ejecución interesante y original, se convirtió en una de las mejores realizaciones de su género del año. El director eligió extender la misma idea de dicha película y transformarla, desde cero, en un largometraje y, pese a que la fuerza concentrada en el cortometraje no es la misma, sorprende con una propuesta inteligente, distinta, divertida y realista. Martín es un joven que es fóbico y que no encuentra la manera de poder salir del mundo cibernético en el que trabaja, vive y sueña. Su vida se resume a los pocos metros cuadrados de su departamento y a un perrito que un amor pasado le dejó. Por otro lado, se presenta a Mariana, una mujer que acaba de separarse de su novio, que sueña con convertirse en una gran arquitecta, pero que mientras tanto se las arregla armando vidrieras. Ella está sola, también en su pequeño departamento, tratando de buscar al hombre que la complemente. La ciudad de Buenos Aires es muy amplia y poblada, ¿Qué tienen que hacer dos personas en particular para conocerse? La solución está mucho más cerca de lo que pensaban. La cinta comienza con dos situaciones que presentan un juego audiovisual impecable, un aprovecho de la fotografía muy bueno y una narración que tiene algunos toques de humor, otros de reflexión y tantos otros de realidad. Los dos protagonistas empiezan la historia relatando, en primera persona, sus vidas, sus creencias, sus miedos, sus deseos, su relación con la ciudad y la imposibilidad de encontrar a esa persona que los entiendan y que los disfruten tal y como son. Aquí se puede apreciar un trabajo impecable de guión, como así actoral y de dirección. Muy buena introducción. Luego de esto, la película se centra en describir, mucho más tranquila y pausadamente, los presentes de los personajes, mostrando algunos intentos por encontrar una pareja y haciendo hincapié en las similitudes que los dos ritmos de vida poseen. Los roles se cruzan, se miran de pasada y hasta se hablan en algunas oportunidades, pero ambos son invisibles a las necesidades del otro, y el espectador, desde que la cinta comienza, se mantiene expectante por conocer cuándo será el momento en el que esas situaciones pasen a ser más que un involuntario y desapercibido cruce por la calle. La propuesta juega con esta cuestión e, invocando un humor muy particular, basado casi siempre en la comparación de dos situaciones o en la descripción de algunos aspectos de la ciudad, se logra crear un relato divertido y auténtico. El guión es inteligente y los planteos argumentales son verosímiles. El trabajo actoral es bueno. Pilar López de Ayala (Mariana) está muy bien, en especial en esos momentos de crisis en los que todo le sale mal, donde le aporta expresión y profundidad a los sentimientos de su rol. Javier Drolas (Martín), también esta correcto, sobre todo cuando las personas que rodean a su personaje no logran entenderlo y él mimetiza muy bien las expresiones faciales para dejar entender sus emociones. Aquí se pueden apreciar varios cameos, o participaciones cortas de personalidades argentinas, tales como Jorge Lanata, Inés Efron, Adrián Navarro, Rafael Ferro y Carla Peterson, cada uno aprovechando una característica física o actitudinal de su papel para crear una identidad diferente y bien lograda. "Medianeras" es una buena película, basada en el cortometraje del mismo director y con una introducción sobre la vida y la arquitectura de Buenos Aires, excelente. El film se precipita un poco al final, en especial al presentar falsas conclusiones que estiran un poco la llegada del esperado encuentro, pero es una propuesta interesante, bien escrita y fresca. Un sólido, distinto e inteligente film sobre el amor en los tiempos del auge de la tecnología. UNA ESCENA A DESTACAR: introducción.
No hay costumbrismo ni paisajes con íconos urbanos, pero tampoco el clima denso de la periferia de Buenos Aires que suelen reflejar con insistencia algunas películas porteñas. “Medianeras” es una comedia romántica, pero que no sucumbe a la los clichés del género. Su humor radica en la ironía, antes que en el gag. Los personajes generan empatía a partir de sus obsesiones, neurosis y secretos un poco vergonzantes. Se trata de la historia de una arquitecta que trabaja como decoradora de vidrieras, mientras espera algo mejor, y un diseñador de páginas web, fóbico a casi todo. Son solitarios, viven en la misma cuadra y tienen gustos parecidos, pero la ciudad, que el director describe como la gran enemiga de la salud mental, amenaza con evitar el encuentro. Lo narra con un humor desasosegado, sensibilidad, buenas actuaciones y ritmo parejo.
La película tiene un planteo que, aun cuando reiterado en la narrativa, sabe encontrar su lugar en el mundo. Su principal mérito está en comprender el rol de la ciudad en la determinación de las condiciones de vida (como espacio vital y como límite). Por si el lector no lo supiera, este largometraje se basa en el excelente y premiado cortometraje homónimo del mismo director. Asumiendo la dificultad de llevar un guión sólido para una película de 28 minutos hasta los 95 de este largometraje recientemente estrenado, Taretto toma aquella historia de soledades, de espacios urbanos determinantes, de obsesiones y destinos amorosos y vuelve a presentar la historia Martín y Mariana. Martín es un diseñador de páginas web, obsesivo y fóbico, que vive encerrado en su pequeño monoambiente en pleno centro porteño. Mariana una arquitecta que se gana la vida diseñando vidrieras y sobrevive a una dolorosa ruptura amorosa manteniendo una intensa relación con los maniquíes que utiliza en su trabajo. Ella también vive en un pequeño departamento, próximo al del Martín. Ambos desean pero no buscan, ambos quieren pero se conforman con aquellos con quienes se encuentran (o con aquellos que los encuentran). Y así la vida pasa, sin prestarles mucha atención a estos anónimos porteños. La película tiene un planteo que, aun cuando reiterado en las narrativas cinematográficas, sabe encontrar su lugar en el mundo. Su principal mérito está en comprender el rol de la ciudad en la determinación de las condiciones de vida (como espacio vital y como límite). En instalar a la arquitectura como práctica cultural que impone sentido, orden, que ejerce poder sobre los cuerpos, que instala modos de circular, de mirar, de respirar, de relacionarse. Esta definición original y originaria es la marca que distingue a Medianeras de muchas películas con tramas similares. Lamentablemente el problema es que una vez presentado este inteligente planteo, para poder hacer circular la historia de Martín y Mariana hacia su destino amoroso Taretto propone pequeñas secuencias estancas (el momento de Martín y la paseadora de perros, Mariana y el comerciante que la invita a cenar, Martín y la rubia tonta que habla francés, Mariana y el nadador insomne), donde el realizador confronta neurosis, obsesiones y fobias diversas de personajes urbanos, por momentos ingenuos ante tamaños padecimientos. Esta estructuración hace que la película sea más una sucesión de situaciones de comedia, algo inconexas dramáticamente, carentes de ritmo interno y, especialmente en el caso de Martín, absolutamente inconsistentes en tanto las características con las que el personaje fue presentado. A favor de la película se sostiene la presencia de las paredes, los cables, los cielos ocultos, el gris urbano, las actuaciones de sus protagonistas y el modo de mirar la circulación de los miles seres anónimos. Sumado a eso cierta frescura en el tono de comedia y algunos hallazgos visuales, hace que Medianeras esté lejos de resultar aburrida. Sin embargo, a la luz de los antecedentes del cortometraje que le dio origen, el largometraje claramente desaprovecha la potencia de la idea original.
Para derribar los muros y fobias No es posible no referir al cortometraje que Gustavo Taretto realizara en 2005 y con mismo título, que le sirviera de estímulo a la realización de su primer largo. Entre aquella fecha y la presente hay rasgos que han cambiado, momentos políticos distintos, aún cuando fobias iguales. Desde este lugar último, Medianeras, el largometraje, encuentra su mejor sostén, a partir de la no?relación (dadas las historias paralelas) entre Martín (Javier Drolas) y Mariana (Pilar López de Ayala). Las medianeras, en tal sentido, entre ellos. Rozándose sin verse, tratando de hacer y de resistir desde tanta ciudad viciada, Martín y Mariana casi no se encuentran. A la manera de buscando a Wally, pero sin remera con rayas que ver. Aspectos que ya estaban presentes en el corto original, a la vez que constituían un relato justo y condensado, sin ramificaciones inoportunas. Pero acá se trata de un largometraje, y es por eso que entrarán y saldrán muchos otros personajes, algunos con el aval de la interpretación de rostros conocidos (suerte de guiño que no lleva más que a la sorpresa del espectador). Mariana y Martín van y vienen, y una voz en off, que parece estar por fuera y por dentro de la cabeza de los protagonistas, guía un relato que, por momentos, se empantana y no termina por encontrar su solución de página. Voz en off que, a veces, moraliza al decir, mientras sentencia, por ejemplo, que el mensaje de texto vía celular ha reducido lamentablemente el uso del idioma. Alegato que, en verdad, parece un juzgamiento de cara al espectador, más que una veracidad cuanto menos dudable. Lo cierto es que el tema de Medianeras es atractivo, pero allí cuando no se habla para declamar ni explicar. También algo del encanto que el cortometraje supo tener queda fuera de época, con referencias a aquél 2001 tan nefasto. Allí aparecía el encuentro azaroso -quizás no- entre dos personas como manera de resolver, por qué no, el mundo. Acá también, aunque se demora mucho en su resolución, con situaciones que ya no resultan tan espontáneas como sí lo eran en su ejemplo previo. Sí queda clara la manera impersonal desde la que tantas personas se miran y cruzan entre sí, alelados entre medianeras de tanto cemento absurdo: estéticamente mixturadas, sin nociones previas, inundadas de prédicas publicitarias. Allí y entre tanta maraña habrán de abrirse pequeños recuadros de oxígeno. Cuando las señales por fin encuentren correlato, desaparecerán todas y cualquiera de las medianeras posibles. Ese es el momento desde donde el film de Taretto mejor se disfruta.
La ópera prima del realizador Gustavo Taretto, protagonizada por Javier Drolas y Pilar López de Ayala, es una comedia romántica efectiva sobre dos jóvenes que tienen todo en común, pero no se conocen, con la ciudad de Buenos Aires como escenario. Martín y Mariana nunca se vieron, aunque viven en edificios enfrentados. Cada uno vive en su mundo, absorbidos por sus trabajos y por sus propias fobias. Él es diseñador web, uno de los primeros que empezó, y trabaja todo el día con su computadora. Martín hace todo por internet, desde las compras del supermercado hasta sexo por la web. Está empezando a salir a la calle con la excusa de pasear al perro de su ex pareja, que lo dejó a su cuidado antes de partir al exterior. Mariana se recibió de arquitecta, pero hasta que pueda dedicarse a su profesión decora las vidrieras de un local de indumentaria femenina. "Pienso que si alguien se detiene a mirar la vidriera, en algún punto es como si se interesara en mí", confiesa en un relato íntimo a los espectadores, que verán como Martín camina por la calle y se detiene a ver la vitrina armada por la joven. Este será solo uno de los varios momentos en los que ambos se crucen sin mirarse. Ellos parecen el uno para el otro, pero en una ciudad de más de tres millones de habitantes, encontrar lo que se busca parece algo difícil de lograr. La película expone muchas temáticas actuales, como la falta de comunicación, las manías y temores adquiridos por desilusiones previas, el desarrollo de relaciones en la época de internet 2.0, y la posibilidad del encuentro con esa media naranja que cada uno tiene en algún lugar. EL film cuenta con importantes figuras de reparto como Carla Peterson, Inés Efrón, Adrián Navarro y Rafael Ferro, que interpretan a distintos personajes que se encuentran en la misma situación: la búsqueda de un amor que mitigue la soledad desesperante en la que se ven inmersos. Uno de los momentos más destacados es la abertura de un hueco en la medianera de cada uno de los monoambientes en que Mariana y Martín viven, que liberará las tensiones acumuladas y los acercará a encontrar lo que tanto están buscando. Además la cinta rinde homenaje a la Ciudad de Buenos Aires, a través de múltiples planos que exhiben su arquitectura, sus plazas, sus edificios y calles, y el caos imperante, todo con una impecable dirección de fotografía. También hay que resaltar el guión escrito por Taretto, que es una bocanada de aire fresco para el cine argentino actual, original y preciso, que entretiene a lo largo de la película. Medianeras obtuvo el premio de público en la última edición del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse y en el Festival de Berlín.
Love, actually Medianeras cuenta una historia de amor de dos que desde el vamos, se sabe, tienen que estar juntos. Nos damos cuenta por pequeñas cosas que la película nos va haciendo conocer de uno y del otro, nada demasiado grande ni evidente: canciones que los dos sienten la necesidad de cantar, Manhattan de Woody Allen, chistes y cierta ingenuidad que desentona con el ritmo incomodo y acelerado de los que los rodean. Pero esta también es la historia de dos personas que viven en una ciudad que, en algún punto se les puso en contra. Con departamentos construidos sin la mínima posibilidad de que entre un rayo de sol, y con miedos que les impiden enfrentar esas pesadillas que son los colectivos, ascensores y demás hacinamientos nuestros de cada día. La fuerza de Medianeras, o el porqué de que sea una película sumamente querible, es que Mariana y Martín (los dos a quererse) nos importan. Los vemos pasarla mal, sufrir citas con tipos y minas, que si bien no tienen nada terriblemente malo (Carla Peterson en un cameo como una tilinga medio snob que no para de hablar en francés es lo más grave de la galería de fracasos amorosos), simplemente no son los adecuados para ellos. Acá, al igual que en Sintonía de amor, no vemos idas y venidas, histeriqueos típicos o malos entendidos que lleven a que el-chico-conoce-chica tenga un momento de separación, sino que el único obstáculo a sortear es que todavía no se conozcan, porque una vez que lo hagan, llamémoslo arbitrariedad, género o destino, ya va a estar todo dicho. Con una estructura parecida a la de 500 días con ella, fragmentada en las estaciones del año y con las voces en off de ellos contando quiénes son, Medianeras tiene mucho de cuento para chicos que, con la dulzura de la voz de Pilar Lopez de Ayala y Javier Drolas, nos va llevando a un estado de ensoñación en el que siempre queremos escuchar un poco más. Pero que también demanda nuestra entrega, que por un rato creamos que la vida es más fácil, y como le dice Tracy a Woody Allen en Manhattan, que confiemos un poco más en la gente.
La arquitectura del amor 2.0 Muchas de las ideas mostradas en el laurado corto del mismo nombre de 2005, Gustavo Taretto las recrea y profundiza en ésta, su ópera prima. El film en cuestión pareciera ser una comedia romántica, pero detrás de esa etiqueta hay una estampa que remite a un cine de experimentación más centrado en lo literario, que pareciera regocijarse en los planos y reflejarse en las fotografías grises que propone de nuestra amada Buenos Aires. Podremos decir muchas cosas de "Medianeras", lo que no vamos a negarle a Taretto es que es original. Su inicio, con su ampulosa y lírica descripción de la arquitectura porteña y las complejas condiciones de vida e interacción que dichos edificios provocan en sus habitantes, desconcierta un poco al espectador. Lo desestructura, para ponerle palabras claras. La protagonista femenina es arquitecta, y en ella se apoya el guión del mismo director para poner en palabras buenos textos reflexivos sobre los lugares donde vivimos los habitantes de esta urbe. Es más, se permite descarnadamente informarnos que nuestras deficientes condiciones de vida, muchas veces se debe a la naturaleza de los espacios que habitamos y a la forma que tienen los escenarios donde nos movemos. Podemos estar o no de acuerdo, pero si le aceptamos que "encuadra" su historia bien el hombre. Mariana (Pilar Lopez de Ayala) es una joven a la deriva. Recién separada, nos la presentan viviendo en un pequeño departamento de la calle Santa Fe. Es, como ya dijimos, una mujer de estructuras duras, ejem ejem, (arquitecta) pero una que no ejerce la profesión: nunca pudo construir nada (ni siquiera, en sus palabras, apuntalar su ya pasada relación). Hace de vidrierista y profesa una extraña relación con los maniquíes que la rodean en el trabajo, y el hogar... Marín (Javier Drolas) vendría a ser una especie de nerd, pero depre. También vive solo, aislado. Sufre de ataques de pánico, va al psicólogo, se medica mucho y es medio paranoico. Es un buen tipo, como Mariana, pero parece que no sabe moverse en el mundo exterior, el que todos vivimos. Domina la informática (es diseñador web) pero sufre su soledad y viene de un fracaso amoroso que le dejó huella. Su ex novia se fue al exterior con la promesa de volver, nunca regresó y le dejó un caniche a cargo, que es su mascota oficial. Los dos están MUY solos. No tienen amigos (ojo a ese detalle), sus familias brillan por su ausencia y Taretto subraya mucho este aspecto, cosa discutible pero, en cierto punto, entendible... Ambos intentan salir adelante con sus enormes limitaciones y abrirse hacia el afuera para buscar el amor que tanto se les niega en esta etapa de su vida. La película es muy 2.0, hay mucha información (innecesaria, en mi opinión), sobre cómo funcionan los mecanismos actuales para conocer gente y vincularse en este mundo posmoderno. A los protagonistas les va mal, como en toda comedia romántica que se precia de tal. El tema es que en "Medianeras" nunca me reí, porque tiene un registro pseudo documental, reflexivo que le da un tono... solemne? que desnaturaliza el devenir de la historia. Hay muchas imágenes de ellos solos, extensas que no creo que aporten el ritmo que una película así necesite. Respeto la visión del director, pero como público, la siento demasiado hablada desde la voz en off (esta que describe la arquitectura y las características de Buenos Aires) y poco diálectica en la de los protagonistas. Cuando ellos logran ponerle palabras a lo que les sucede, el film brilla, pero eso, no pasa todo el tiempo. Hay secundarios que amagan volverse importantes (Inés Efrón, Rafael Ferro, Carla Peterson) y quedan ahí, sin relieve. Creo que la manera en que se estructuró la narración es personal y en ese recorte, "Medianeras" alterna momentos muy buenos con otros casi anodinos. Hay un buen trabajo desde lo musical y una cuidada química en estos dos grandes actores que son López de Ayala y Drolas. Se vuelven queribles y ellos dos solitos sostienen el metraje por la poderosa empatía que movilizan en nosotros. Nos venden muy bien su soledad y desde la butaca remamos con ellos buscando la salvadora orilla que significa encontrarse con la buscada alma gemela, que es la imagen central del film. "Medianeras" es un correcto film hecho por gente talentosa que elige un registro y una manera de contar su historia, que lo aleja de la masividad deseada por los productores. Taretto sabe mucho de este tema y si bien no acordamos con la arquitectura de esta propuesta, si apoyamos su arriesgada visión y su convicción en lo que quiso transmitir. Estreno nacional que profundiza la consolidación de nuevos y prometedores cineastas.
Porque detrás de tanto concreto, siempre hay algo más. Mariana y Martín, Martín o Mariana, dos M cercanas y/o perdidas entre Medianeras. ¿Cómo encontrar el amor si no sabés donde está? Es la gran pregunta que nos abre Gustavo Taretto en su filme. Después de su corto, el director siguió curso a esta historia de amor desencontrado en la ciudad, donde es tan difícil buscar a alguien como saber dónde uno está parado. Él (Javier Doblas) es fóbico y su mejor manera de no salir de su casa es la excusa perfecta de la maravillosa vida que nos brinda Internet, donde todo se puede realizar desde ahí. Desde comprar comida, pagar impuestos, mirar películas, escuchar música o sociabilizar a través del chat. Ella (una hermosa Pilar López Ayala) que es arquitecta pero trabaja de diseñadora de vidrieras mientras intenta superar su último fracaso amoroso. Ellos están ahí cerca, quizás sean el uno para el otro, porque frecuentan iguales lugares, pisan las mismas veredas cada día, porque admiran la ciudad de igual manera y porque están, quizás tan solos en un mundo que no sienten propio. Esa famosa frase de que el amor está a la vuelta de la esquina, en Medianeras es tan cierta como real, salvo que a ellos no los separa una esquina, sino una medianera o una probable medianera porque finalmente lo que importa es que detrás de tanto concreto en una ciudad, siempre hay algo más. Un filme que transmite en cada fotograma una frescura pocas veces vista en el cine argentino, acompañada por unos diálogos inteligentes, reflexivos y anecdóticos. Una muestra viva de lo que es nuestra hermosa ciudad de Buenos Aires, tan heterogéneaque da gusto vivir en ella. Así con ese mix irresistible de toda gran metrópoli. Su mensaje esperanzador sobre que siempre hay detrás de una ventana un poco de luz que nos permite ver más allá es contado de manera simple, con voces en off que nos da un toque intimista y hacen de esta cinta una obra cálida, sensible y con un toques de humor que permiten mantener el ritmo e involucramiento en la historia. Realmente si el corto fue un gran acierto, el largometraje ha sido un gran comienzo para Taretto en este mundo de la industria cinematografía en mayor escala. Ojala siga por este tan buen camino. Ganadora del Festival de Gramado como mejor película y mejor director, de obtener el segundo premio del público en 62do. Festival de Berlín, entre otros galardones. Una obra que realmente merece ser vista, logra el punto justo de una obra simple muy bien contada. Una obra a lo Woody Allen sobre New York pero a lo Taretto en Buenos Aires.
Lo primero que uno se pregunta cuando empieza a ver “Medianeras” es qué le vieron los franceses a esta película para que permanezca más de 15 semanas en cartel en los cines de París. La respuesta es que la historia que nos cuenta es universal. Martín (Javier Drolas) y Mariana (Pilar López de Ayala) son dos seres que están hechos el uno para el otro, pero nunca lo van a saber. Son dos seres desangelados que están en esta gran ciudad todo el tiempo muy cerca (apenas los separa una medianera) y no lo saben. Los primeros quince minutos de película son brillantes. Diálogos y observaciones a lo Woody Allen, comparaciones mordaces y ácidas que nos hacen ver el reflejo de lo que somos. A pesar de las computadoras, el chateo, los twitter y los aparatos de comunicación, en el fondo, estos personajes están muy solos. “Medianeras” tiene muy buenas actuaciones, si bien son participaciones chicas merecen destacarse las apariciones de Carla Peterson, Inés Efron, con su voz aniñada, y Rafael Ferro. Hay en cada uno de ellos un halo de ser mejores y una gran preocupación por tratar de relacionarse. Se trata de una realización que no sólo tiene ficción, también plantea en el medio un documental que hace que se desvanezca la historia por momentos. Sin embargo, la excelente fotografía, la música, y esas buenas actuaciones logran una interesante historia. Para muchos podrá ser una película histérica, irritante y abúlica. En el fondo refleja nuestro hábitat. El vivir rodeado de gente sin saber quien vive al lado
Con un talento expresivo poco usual, el cineasta Gustavo Taretto arriba a su primer largometraje con un film que transita por el terreno de la comedia romántica con puntos de vista tan personales como originales. Sin internarse en grandes reflexiones, Medianeras analiza leve y divertidamente el amor, el desencuentro y la soledad en las grandes urbes. Dos jóvenes de mediana edad viven en edificios linderos y acaban de salir –mal- de sendas relaciones amorosas que les dejan como recuerdo un perrito lanudo, por ejemplo. Ella sublimará a través de la natación o erotizando a maniquíes, él conociendo dispares mujeres a través de sitios de Internet; irremediablemente semejantes en sus neurosis, angustias, gustos, pequeños placeres y grandes frustraciones. Sin embargo los une una misma medianera que a la vez los separa y algo de luz surgirá de ella a través de piquetes, martillos y nuevas ventanas. Textos que se escuchan en off o aparecen sobreimpresos colaboran acertadamente con la continuidad estética y narrativa de un film moderno que a la vez parece registrar el pasado (cortes de luz, teléfonos antiguos, gente que chatea por primera vez…). Dos nuevos y estupendos protagonistas como Pilar López Ayala y Javier Drolas se ven bien rodeados por un elenco de caras conocidas que con sus caracterizaciones colaboran eficazmente en la oferta audiovisual.
Esta comedia romántica de Gustavo Taretto (Buenos Aires 1965) reflexiona sobre la arquitectura de Buenos Aires y la soledad de sus habitantes a través de la vida de dos personajes Mariana (Pilar López de Ayala) y Martín (Javier Drolas); fue recibida con éxitos en los países donde se proyectó. Todo comienza con un relato en off como si fuera un documental sobre los distintos edificios que se encuentran en la ciudad de Buenos Aires, una ciudad que le da la espalda al río, relacionando la forma de estos edificios con el estilo de vida de sus habitantes. A través de una interesante narración vamos viendo diferentes construcciones, entre edificios, paredes, medianeras y una ciudad que crece de manera despareja; y el director al mejor estilo Woody Allen se permite aparecer en una escena, la del kiosco. En medio de esta gran ciudad viven dos vecinos de la zona de Santa Fe y Libertad, aunque están cerca nunca se prestaron atención; Martín es un diseñador de páginas web que se obsesiona con los videojuegos y la fotografía, es un poco fóbico, hipocondríaco, bastante solitario, aunque vive con Susu la perra de su ex, hace siete años viajó a Nueva Jersey y decidió quedarse (Romina Paula). Mariana es una arquitecta frustrada que se gana la vida decorando vidrieras, por lo tanto vive rodeada de maniquíes, a los cuales les habla, los viste y los baña, además lucha contra los ataques de pánico, como la claustrofobia, lleva la angustia de haber fracasado en una relación afectiva de cuatro años y desde los catorce años en un libro vive buscando a su “Wally en la ciudad” (Where's Wally?) dice que ahí esta clave de su vida. Todo se va desarrollando a través de cada una de estas situaciones con los distintos cruces entre los personajes, la historia se sustenta con buenos planos, una fotografía destacable, solidez narrativa, buen ritmo y muy buena musicalización. Expresando la neurosis colectiva, la tecnología, la incomunicación, los encuentros y desencuentros, ese amor que no llega a chocarse y pensar que solo está separado por una medianera. Con un buen aporte de los personajes secundarios de: un médico (Jorge Lanata), un posible novio Lucas (Adrián Navarro), una paseadora de perros, Ana (Inés Efron),Marcela habla muchos idiomas pero no se puede comunicar en ninguno (Carla Peterson), Rafa (Rafael Ferro), y podemos decir que es comedia romántica diferente.
Con una estética muy personal, el director Gustavo Taretto nos entrega un cuento freso, directo, espontáneo donde los personajes son de lo más empáticos para la audiencia. Es un pequeño gran film generacional que aquellos entre los veinte y treinta años sabrán disfrutar al máximo. Para los diseñadores y arquitectos, los bellos planos dedicados a importantes obras de la ciudad sumados a los relatos de su construcción, serán un plus adicional. Excelentes trabajos de Pilar López de Ayala y Javier Drolas, quienes contaron con las participaciones de Inés Efrón, Carla Peterson, Adrián Navarro y Rafael Ferro.
Detrás de las paredes Imposibilitados a causa de sus taras y manías de relacionarse con los demás y de circular con libertad por la ciudad en la que viven, el chico y la chica que protagonizan Medianeras se doblan y repliegan sobre la enunciación resignada de la propia soledad. El esquema de dos almas gemelas que no pueden encontrarse luce aquí casi como una novedad por el amor que el director y guionista Gustavo Taretto parece profesar por su material. Mediante el recurso de disponer las voces de los dos protagonistas en off, animadas ambas por la fuerza de una comicidad disparada en sordina, la película despliega bien pronto el orgulloso muestrario de heridas que ese par tiene para ofrecer: en los dos parece haber algo de un solipsismo militante, el canto tribal de una estirpe de desesperados en cuyo fondo se esconde, como una maldición, la vergüenza de la bestia aislada bajo el calor de su propia piel. Promediando la película se les regala, sin embargo, un encuentro que podría ser el síntoma de un destino de fábula. En las penumbras de una ciudad con corte de luz, se tocan las manos sin querer y les da un chispazo de electricidad estática. Más tarde, sin saber nada el uno del otro, se ponen a cantar al mismo tiempo una canción de Daniel Johnston en un rapto de súbita gloria, como si se tratara de un santo y seña de los desamparados. Medianeras se acerca al género de la comedia romántica para trastocarlo, cambiando sus tonos y su ritmo con una convicción que no parece afectada por el menor énfasis, una serena autoridad que fluye con naturalidad perfecta por sus planos, musicalizados además de un modo tan extraordinario que termina convirtiendo prácticamente cada escena en un acontecimiento. La sofisticación nunca del todo asumida de la película se encarga a su vez de dotarla de ese aire de felicidad modesta, casi pudorosa, que resulta tan inesperada y original. Los planos frontales pueden insinuar algún parentesco emocional con las viñetas veleidosas de Wes Anderson pero Taretto se desentiende pronto de todo alarde y floritura para concentrarse en el recorrido interno de sus criaturas –a las que acompaña con un cariño inusual que parece forjado en un juego de distancias y aproximaciones simétricas–, que intentan sortear sus desdichas con fallidos desvíos existenciales y encuentros de ocasión. Medianeras es pródiga en ráfagas constantes de amabilidad (no hay en la película un solo personaje que sea del todo desagradable), pero también en la exhibición de la textura del desamor como una de las formas más elocuentes y menos publicitadas de la locura. El desdén casi aristocrático con el que se rehúsa a asumir como suyos ciertos argentinismos de exportación no le impiden a la película esbozar una vocación de universalidad construida a partir de un contundente conjunto de rasgos locales particulares. El director muestra calles con su numeración, vidrieras y kioskos reconocibles para extirparlos del realismo y erigir una ciudad que se pertenece solo a sí misma. Medianeras se ahorra el descalabro social, el oportunismo político y la superstición nacionalista, pero también el miserabilismo de la clase media, la picaresca, el chantaje emocional, la oda familiar, la sordidez, la nostalgia, y hasta el sexismo, el desprecio y la estupidez. A cambio de todo eso y de parecidas lacras igualmente extendidas, Taretto hace algo insólito: entrega un universo entero en estado de levitación. Ese universo es nada menos que el del cine, y allí habitan ánimas perdidas pero también la sensación genuinamente liberadora de que en algún lugar la felicidad no es del todo imposible. En el cine argentino muy pocas veces –o ninguna, en rigor de verdad– el azar del catastro y la urbanización encuentra con semejante precisión sus réplicas y ecos secretos en la arquitectura anímica de los personajes. Con pertinentes alusiones cinematográficas a Tati, breves como parpadeos, evidente en esos momentos en los que los personajes atraviesan solitariamente el plano de una punta a la otra, Medianeras se presenta menos como una máquina de resistencia frente a una vida deshumanizada –a la manera del tótem francés–, que como una constatación ligeramente agridulce, el postulado melancólico de que el cine no modifica el mundo que nos toca pero puede, acaso, concebir uno paralelo capaz de transformar al espectador.
El Amor en los tiempos de la Incomunicación Vivir es un arte difícil, hallar el amor genuino otro tanto, encima de ser habitante de gran urbe con fobias, estados de ánimos cambiantes, abrumados por el trabajo e inmersos en cierta soledad social, bueno es cosa corriente hoy día, y eso es lo que rodea a los personajes protagónicos de este filme -basado en un primer corto- del director Gustavo Taretto. Martín (Javier Drolas) asoma solamente por los mundos virtuales de la red, vive en su monoambiente y tiene por compañía un perrito heredado de su ex, en cambio Mariana( una sólida Pilar Löpez de Ayala, actriz española en ascendente carrera), vive en un dpto tan desordenado como lo está su cabeza. Y ya sabe uno como sutil espectador de esta comedia romántica y con mucho humor, con una notable puesta fotográfica, que algo ocurrirá para que ellos se conozcan. Pero lo destacable de esta propuesta fílmica es que lo rico del guión será precisamente esto, que ambos irán a través del relato y de las cuatro estaciones del año, vinculándose o transcurriendo con otra gente y/o personajes secundarios, para ensalzar la historia, que observa claras influencias del cine de Woody Allen -de hecho en un momento aparecen escenas de "Manhattan", que uno de los personajes ve en su DVD-, en unos curiosos secundarios están Carla Peterson, Adrian Navarro, Rafael Ferro, Inés Efron y hasta un inexplicable cameo de Jorge Lanata. El resultado del amor aquí es el muy buen, casi óptimo que surge de un realizador personal e inquieto por narrar esas historias que nos gustan ver en esto áridos tiempos de la incomunicación que nos rodea.
ENTRE EL 1 Y EL 10 Una película desaprovechada irrita más que otra decididamente mala. Medianeras es intermitencia pura. Si esta cualidad mutante fue usada a conciencia porque la posmodernidad está de moda, no me importa, quedó horrible. Medianeras tiene la incómoda habilidad de ser un garabato de obra maestra. Excelente sin pulir, tirada a la calle como un cascote. Grandiosa en potencia, de una inestabilidad insoportable. A climas brillantes le suceden escenas de chatura indignante. A latigazos de humor perverso y sutil le suceden chistes berretas sacados del testamento de Rodolfo Ledo. Esta película la vi con P., amigo tan neurótico como yo, y nuestras risas jamás coincidieron con las risas de la sala. Ése fue un buen sensor humorístico. ¿Medianeras quiere hacer reír a viejas, a snobs o a ambos públicos? Me cago en la indecisión, que se las juegue y tome partido. Me contaron que es la extensión de un cortometraje. No lo vi pero si en menos de media hora el corto reúne lo mejor de Medianeras, debe ser una pieza arrasadora. Quiero creer que este relleno para convertirlo en largo pudrió la dignidad de la idea. No sólo la idea, también esa valentía estética que cada tanto se deja entrever pero acaba perdiéndose en una arquitectura torpe y barroca. ¿Por qué estoy tan enojado? Porque los encuadres son zarpados y algunas puestas tienen la originalidad suficiente para replantear códigos narrativos. La dirección de arte te enseña lo que es un criterio y el poder de síntesis. Pero de pronto estas armas apuntan a cualquier lado, la narración se estanca en un sinsentido de personajes secundarios, escenas prescindibles o moral de catequesis. Derroche impune de munición artística. Pero sin dudas en donde más pifia Medianeras es en el uso de la voz en off. La peor de la historia del cine argentino. Oposición absoluta a Llinás; esta voz en off no sólo tiene una sensibilidad indie patética, sino que es sucia y redundante. Mal recitada, anula el encanto de las imágenes y deja en ridículo la poesía del montaje. Sobreexplica hasta lo imposible. Un ejemplo entre varios: la protagonista es inexpresiva y decora maniquíes. Listo, chica = maniquí. Después esta chica se sienta en una vidriera y pierde la mirada por horas. Si a un imbécil se le escapó la metáfora, ya no tiene excusa. Entonces sucede algo sonoramente siniestro: la voz en off de la chica dice: “soy un maniquí”. Más grave aún es que Medianeras pretende ser ideológicamente conciliatoria pero termina absurda y confundida. Jamás distinguí si la película rechaza la deshumanización digital o busca repensar positivamente la era de la hiperconexión. Apología a la monogamia y apología a youtube, les juro que así termina Medianeras y no sé qué me quisieron decir. Supongo que por eso Gustavo Taretto deja en los créditos su dirección de e-mail.
Publicada en la edición impresa de la revista.
El amor en las redes incomunicantes “Medianeras” es una historia de amor aunque habla sobre todo de su ausencia, en tiempos de fobias sociales y en el marco de una sociedad progresivamente deshumanizada, tanto en su arquitectura como en su sofisticada tecnología. El problema que plantea es universal: en las macrociudades actuales todos se cruzan sin conocerse. Como dice Martín, el protagonista: “Buenos Aires es una ciudad superpoblada en un país desierto”, subrayando lo ilógico de una tendencia donde la comunicación se desvía hacia la virtualidad y se habla con extraños lo que no se dice cara a cara. Hay por lo menos dos películas en esta agradable ópera prima de Gustavo Taretto: una comedia romántica con pinceladas tragicómicas y un relato documental sobre la arquitectura arbitraria, hecha más para separar que comunicar. También se habla de la resistencia literal y simbólica de algunos que, buscando unos rayos de sol abren sus pequeñas ventanas en las medianeras, desafiando lo legislado y reglamentado en la supuesta planificación urbana. Amores antiheroicos La comedia nos presenta a dos jóvenes solitarios y desencantados de la vida (Javier Drolas y la española Pilar López de Ayala) que sin saberlo, son vecinos y atraviesan por situaciones semejantes. Él es un diseñador de páginas web y ella una arquitecta que se gana la vida decorando vidrieras. Ambos vienen de fracasar en sus anteriores relaciones afectivas y luchan contra fobias y neurosis: ella es claustrofóbica, él hipocondríaco. Martín vive con la mascota de su ex, una caniche que se parece a un osito de peluche y ella, con los maniquíes de las vidrieras que ornamenta. El casting no podría ser mejor para esta película en torno de dos seres que se buscan sin conocerse: la española Pilar López de Ayala es quien interpretó a la deliciosa Angélica del penúltimo film del director portugués Manoel de Oliveira. Drolas es argentino y más conocido por sus actuaciones teatrales y en cortos publicitarios. Las acciones encadenadas avanzan con un correlato en off lleno de ironía -tiene referencias claras al cine de Woody Allen y de Jacques Tati (el protagonista lleva en su mochila siempre alguna película suya) pero también lo homenajea en los originales planos dinámicos de la ciudad. La estructura es original para lo que es el cine argentino donde Allen y Tati no son influencias habituales, aunque también tiene una dinámica similar a las románticas comedias taquilleras escritas por Nora Ephron. La historia, contada a dos voces en off y montaje paralelo, transita por tres estaciones en la búsqueda del objeto de deseo. Mientras tanto, los protagonistas se encuentran con otros personajes en experiencias cómicamente frustrantes. Estos papeles están interpretados por grandes actores como Inés Efrón, Carla Peterson, Adrián Navarro, Rafael Ferro, Alan Pauls y una breve participación de Jorge Lanata. Imperdible, la polifacética Efron como una excéntrica cuidadora de perros, con un look similar al personaje de Lisbeth de la saga nórdica Millenium. O Ferro, como un extraño nadador o Carla Petersen, interpretando a una chica almodovariana, tan histéricamente seductora que le hace pensar al protagonista que esas situaciones son como los avisos de MacDonald que lucen mucho más brillantes y apetitosos en la publicidad que cara a cara. ritmos y estaciones La película peca de exceso en los relatos en off, algo que pesa cuando el audio y la dicción no son perfectos, pero sin embargo el film avanza y convence, con ingenio, buenas actuaciones y buen gusto. Se suma a las recientes comedias de amor antiheroico como “500 días juntos” o “Amigos con derechos” pero tiene observaciones más agudas y cercanas sobre la vida cotidiana y las relaciones humanas en los tiempos que corren. El film se mueve como pez en el agua con íconos de la cultura popular, como el juego ¿Dónde está Wally? y alterna ágilmente con soportes web y animaciones que se introducen en la historia lineal, trasluciéndose un solvente manejo en los aspectos técnicos tanto como en la dirección de actores. Desde los encuadres hasta los gestos de los intérpretes todo fluye con mucha espontaneidad, un humor fresco y una mirada sabia. “Medianeras” tiene distintos ritmos porque tiene distintas estaciones; inicialmente lenta para dar lugar a los discursos en off y luego llegar a crescendos vertiginosos hacia el final. Bien construido, su interesante retrato sociológico y psicológico se matiza con gags que nos hacen sonreír e identificar.
ENTRE LOS MUROS DEL ORIGINAL Lo mejor es enemigo de lo bueno Partamos de la base de que hacer un largometraje utilizando exactamente la misma trama de un cortometraje previo habla de muchas cosas. Y por sobre todas las cosas, de un error conceptual: creer que lo único que hace diferente a un cortometraje de un largometraje es la duración. Porque hay varios casos ejemplares de esto (un muy claro exponente de esto es Jim Jarmusch, con sus dos películas Extraños en el Paraíso (1984) y Coffee and Cigarettes (2003), ambas adaptaciones de cortometrajes previos suyos) en los que, justamente, se apunta a enriquecer la temática planteada, a profundizar en los personajes, a contar más de lo ya contado mediante cambios estructurales y narrativos. Gustavo Taretto escribió y dirigió en el 2005 un cortometraje (casi mediometraje) de algo más 25 minutos titulado Medianeras, el cual cosechó numerosos premios en diversos festivales. En el 2011, Taretto tomó su exitoso guión y se las ingenió para realizar con el mismo un largometraje de 95 minutos. Si vemos ambas piezas, el original y la nueva versión, comprendemos las razones y a su vez las mismas se nos escapan. Porque esa acción de retomar algo previo y ampliarlo debería estar, justamente, fundada en una ampliación del mundo diegético propuesto en un principio, debería enriquecer el texto original y proponer, en definitiva, algo nuevo. Y este no es el caso. Los personajes deambulan por Buenos Aires, cruzándose sin buscarse. Javier Drolas y Pilar López de Ayala (en vez de la gran Moro Anghileri que protagoniza el cortometraje del 2005) personifican de manera correcta a estos dos solitarios personajes (Martín y Mariana, respectivamente), seres incomprendidos de la sociedad que viven en un mundo del tamaño de un tapper y que creen que nunca encontrarán a nadie que comparta algo con ellos. Él es un diseñador de páginas web que vive sumergido en la red virtual, casi sin levantarse de su silla ni ver la luz del sol. Ella, una arquitecta frustrada que trabaja de diseñadora de vidrieras. A partir de ahí, un juego de (des)encuentros sostiene el film, el cual tiene su raíz en la idea de que la persona perfecta para cada uno puede vivir a la vuelta, pasar por al lado de uno en la calle e incluso pararse a centímetros de distancia en algún kiosco sin que uno se de cuenta. Sólo hay que levantar la mirada y encontrar a Wally entre la multitud, en medio de la gran ciudad. El problema con esta película no es esta trama. De hecho, como dije anteriormente, funciona a la perfección en la versión cortometraje. El problema es que la hora adicional con relación a su predecesora no aporta absolutamente nada y hasta embarra todo lo logrado con la primera pieza. Si en el cortometraje, la voz over de los personajes funcionaba a la perfección, dándole a todo una unidad y un aire de "fábula" urbana, en esta película se convierte en una suerte de facilismo, en un recurso mediante el cual se nos impone la psicología de los personajes, se explicita todo una y otra vez (casi un arte del subrayado). Y a su vez, la voz en over resulta en este caso (y en muchos otros) un arma de doble filo: forzosamente le brinda un ritmo más ágil a la narración, pero esto hace que los pasajes en los que no está se vuelvan estáticos y carentes de interés. Es decir, la presencia de la misma sirve como motor del accionar (una notable incompetencia para demostrar en vez de mostrar) y al mismo tiempo lo estanca. El excesivo abuso de la casualidad no funciona al momento de sostener una trama durante 90 minutos, porque por más que estemos viendo una comedia romántica de esas "simpáticas" (soy el primero en afirmar que en la vida hay muchas casualidades), esto que estamos viendo ya no es una fábula que nos quiere contar una pequeña historia, porque para eso vimos el corto y allí, lo repito, funciona. Un muy buen trabajo de fotografía logra captar los detalles de la ciudad. Pero dejemos de lado por un momento que sea un calco exacto del cortometraje. Se puede decir que lo mejor del film se encuentra al comienzo, con la visión de las contradicciones arquitectónicas de la ciudad de Buenos Aires, sostenida por excelentes planos, un montaje ágil y una música de cuerdas que favorece a la secuencia. Incluso la voz over presente allí está muy bien. Pero la película se queda a mitad de camino. Nunca se entiende si la postura del director es a favor de la excesiva conectividad de hoy en día o en contra de la misma, la critica arduamente y al mismo tiempo depende de la misma para el desarrollo de su trama. Y esta contradicción, si es algo premeditado, no está bien lograda. Las subtramas son completamente descartables, la historia entre el nadador interpretado por Rafael Ferro y Mariana es un cero a la izquierda; quizás la relación entre la paseadora de perros interpretada por Inés Efron y el personaje de Javier Drolas sea más rescatable, pero aún así consta de pasajes dignos del olvido (el resaltaje del lesbianismo de Efron mediante la reiteración de varios planos de los sms que manda con su celular es insoportable). El problema de Taretto (con todo respeto) es que piensa que una película es un guión filmado. Que para contar algo, hay que explicárselo al espectador y luego mostrárselo, una suerte de montaje tautológico, "como para que se entienda": no es suficiente con que veamos a Mariana parada en la vidriera decorando los maniquíes, no es suficiente con que la veamos tener sexo (y en esta escena el resaltador se quedó sin tinta) con un maniquí, no es suficiente con que la veamos sentada en un asiento en la vidriera mirando hacia la calle, hace falta que se nos diga la brillante frase "Soy un maniquí". Y a pesar de todo esto, quiero que quede algo claro: Medianeras no me parece una mala película. Sólo intento expresar mi desconcierto ante el por qué de esta obra, y la verdad que como única respuesta obtengo que Taretto quiso reproducir el mismo éxito que tuvo con el cortometraje pero a mayor escala, y definitivamente le salió mal. En este caso, el reciclaje es lo que me molesta, porque es un reciclaje cobarde, que se aferra a una buena idea y a, en definitiva, un buen corto, y lo estira, lo hace un chicle como para poder estrenarse en cines como una "película" y no propone nada nuevo. Es el corto calcado, con algunas dilataciones de tiempo y un par de personajes secundarios que no suman nada. ¿Para qué? Lo único que veo en esta película es que a Taretto no se le cae una idea que dure noventa hojas, y que su búsqueda es la del reconocimiento. Y mejor ni hablo de la escena de los créditos, la cual es la destrucción de todo el aire y la música que había logrado con su cortometraje previo.
Desde la primer frase de Martín (Javier Drolas) no pude evitar pensar en “Manhattan” película que para muchos es la cumbre de la carrera de Woody Allen. En ella logra plasmar como nadie el poder de una ciudad como creadora y mediadora de situaciones, como una fuerza autónoma que tiene el poder de decidir. Probablemente mi valoración hacia Medianeras (Gustavo Taretto, 2011) hubiese sido menor si no hubiese estado ese pequeño homenaje hacia el final de la misma, ya que es poco sincero y nada original ocultar las influencias que se tuvieron al momento de escribir. ¿Se puede hablar de un personaje hipocondríaco e inseguro en el cine sin pensar en Woody Allen? Se sacan a relucir estas influencias con orgullo (como la escena en el armado de la mochila en la cual hay DVD’s de Jacques Tatí, que mostraba como nadie las peripecias de la vida urbana). En este film creo necesario diferenciar forma de contenido. La forma es el vehículo por el cual llega el contenido. Aquí veo que es trillada la forma, llena de clichés: Collages, voz en off que guía constantemente, iconografía indie hasta el hartazgo (Computadoras Mac, Palermo, Star Wars, el look estereotípico del protagonista) y las citas cool (“la película de la marmota” que menciona el ex de Mariana, refiriéndose a la GRAN película de Bill Murray, devenido en deidad hipster). Pero si logramos apartar todo eso, la película trae aire fresco en cuanto a películas de amor, no una visión totalmente innovadora, pero si original. Tambien trae a discusión temáticas interesantes. Se habla sobre la modernidad, lo frío de las computadoras, y lo inútil también. Se habla de la ciudad, del ánimo de sus habitantes y cuál es su relación con la arquitectura. También nos deja un lindo relato sobre la soledad, y esperanza. Es imposible dejar de compararla con 500 Days of Summer, la película de amor de nuestra generación, faro de las que vendrán. En las dos hay dos jóvenes en una ciudad que los desencuentra constantemente. Hay collages, arquitectura y mucha dulzura y empatía hacia los muy bellos protagonistas. Pero aquí cabe destacar un enfoque superior: la mayoría de las películas indie está sumida en una liviandad que hace que verdaderamente no nos podamos sumergir en la tristeza, de manera real (Ejemplo: En “50/50“, con la noticia del cáncer de Gordon Levitt, escuchamos “High and Dry” de Radiohead en una especie de videoclip adentro del film. Puedo ver ahí una banalización del dolor. El cáncer no es cool, esa canción sí lo era. No se tomaron riesgos en pos de que no sea chocante ni la escena ni la película. De ninguna manera se puede llegar a comprender la muerte con una canción pop de tres minutos de fondo. No en una película indie). Pero en cambio Taretto lograr hacer caer bajo a Mariana (en escenas bastante incómodas) en uno de los grandes aciertos de la película. Se diferencia de las películas de su género en que logra humanizar a los personajes. No son simples marionetas de un guión aceitado, sino que logran autonomía y verosimilitud. Una película que recuerda a Manhattan, pero con la dulzura de 500 Days of Summer no puede ser mala. Nos deleita con escenas magníficas, como la de la compra de las velas, o cuando ambos cantan “True Love Will Find You In the End” mirando a través de sus flamantes nuevas ventanas. Con ingenio y escapando, a veces con éxito, de los clichés del indie, se configura un gran film de amor que retrata como pocas la vida urbana.
Para su primer largometraje, Gustavo Taretto eligió una historia de desencuentros urbanos, protagonizada por Pilar López de Ayala y Javier Drolas. Paredes que se levantan y giran y se vuelven los muros entre dos personas, ventanas que se abren hacía la nada para expulsar el encierro, noches de tanta tanta soledad en medio de tanto, tanto desencuentro en una ciudad que se mira desde arriba hacia abajo, desde el cielo y las calles, las plazas y la medianera, como un símbolo cotidiano de lo lejos que estamos estando cerca. Medianeras, la primera película de Gustavo Taretto, habla de la soledad visceral de dos personas comunes, pero lo bastante lúcidas como para entender que las relaciones con los otros siempre son problemáticas, habla de la angustia y la necesidad de conectar con alguien, sin solemnidad ni tragedia, con un humor ingenioso que se detiene en la ridiculez de la vida urbana en una ciudad enorme, repleta de gente todo el tiempo, en todas partes. La película tiene una simplicidad que puede llegar a molestar, pero que nunca cae en la obviedad porque transita esos lugares, esas actitudes humanas, ese ser en el mundo más íntimo de lo que nos pasa a todos, pero que no decimos porque resulta demasiado sencillo o natural o hasta frustrante, mandar a la papelera todas las fotos de un ex novio que terminó en desilusión, jugar con un muñeco, chatear de madrugada con extraños, llorar a escondidas ante los nuevos desencantos. Mariana (Pilar López de Ayala) es una arquitecta que trabaja intentando hacer arte con las vidrieras; Martín (Javier Drolas) diseña sitios web y casi ni sale de su casa, salvo para pasear a su perrita blanca que le dejó su ex novia cuando se fue a vivir a Estados Unidos. No parece ser un buen momento para ninguno de los dos, las cosas no se dan, aunque pongan todo el empeño, tienen vidas similares, gustos en común, se cruzan por la calle sin mirarse, viven en la misma cuadra pero no se ven, porque Medianeras es ante todo una película sobre el desencuentro y sobre la posibilidad de encontrarse, de cruzar la calle corriendo para alcanzarlo cuando creemos que ahí está, es sólo cuestión de pasar la medianera antes de que sea tarde. Al trabajo de los dos actores protagonistas se agregan participaciones secundarias y correctas de Rafael Ferro, Adrián Navarro, Inés Efrón y Carla Peterson. El tono de comedia romántica se asemeja al de 500 días con ella y está acompañado por un gran trabajo de fotografía registrando esos edificios que miran desde arriba, que están siempre en la ciudad pero que no nos detenemos a mirar aunque formen parte del entorno de la vida diaria. Medianeras da cuenta de la importancia del espacio, tanto externo como interno, y de cómo se cruzan y se interrelacionan. La fluidez del relato se construye con una voz en off que como pocas veces no resulta redundante ni una estrategia narrativa equívoca al decir lo que el realizador no sabe cómo mostrar, en Medianeras esta voz suma a la totalidad de la trama y se vuelve necesaria para dar vida una historia común, atravesada por el más puro cine.