Aire fresco Coincidiendo en cartelera con la comedia argentina de Ariel Winograd Sin Hijos (2015), Mientras somos jóvenes (While We're Young, 2014), dirigida por Noah Baumbach (Frances Ha, Greenberg) profundiza sobre la decisión de no traer hijos al mundo, así como también la relación de una pareja que necesita buscar un cambio. Cruza de Bienvenido a los 40 (This is 40, 2012) con la película anteriormente mencionada, la trama deambulará entre la crónica superficial de las rutinas de un matrimonio que necesita de alguna manera “renovarse” para poder seguir juntos, y los impedimentos profesionales para conseguir alcanzar metas por parte de uno de ellos. Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) son una pareja de cuarenta y tantos que atraviesa una crisis cuando conocen a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), dos jóvenes que les harán conocer otra manera de relacionarse con el mundo y consigo mismo. Contraponiéndose a los intereses y maneras de disfrutar que hasta el momento tienen, Josh y Cornelia comenzarán a sentirse rejuvenecidos por la inyección de espontaneidad que Jamie y Darby les brindan. Y esto no sólo en el nivel social y afectivo, sino también en el profesional haciendo que, por ejemplo, Josh se replantee un documental que hace 10 años viene realizando y que nunca encuentra cierre a pesar que todos le indican que ya no tiene casi sentido terminarlo. Mientras Josh y Cornelia se muestran híper conectados, sometidos a la misma tecnología que suman a su cotidianeidad, Jamie y Darby se pondrán desde el lugar opuesto, recuperando espacios y momentos perdidos por los dispositivos. Lo nuevo y lo viejo se enfrenta. Josh y Cornelia buscan en lo más nuevo, aquello que –saben- nunca recuperarán, mientras que los jóvenes entre tragos y una impronta ecológica, los sorprenderán con su casi nula experiencia con la tecnología. Noah Baumbach hace que Mientras somos jóvenes se convierta en la expresión de la vida actual en la ciudad, un espacio retraído en el que todo se resume a “ME GUSTA” y “RT” sin buscar una experiencia real que termine completando la individualidad de las personas.
La ética del éxito Mientras somos Jóvenes es una película muy ambiciosa que pretende analizar la relación entre dos parejas de diferentes edades a través de sus valores éticos y sus particularidades culturales en medio del ambiente bohemio y hipster de los artistas que viven en Brooklyn, Nueva York.
Bienvenidos a los 40 ¿Por que las películas de Noah Baumbach no se estrenaban en su inmensa mayoría en los cines de nuestro país? Se conoció, como excepción Historias de familia (The Squid and the Whale), y algunas llegaron en su momento al mercado del video hogareño, pero Greenberg y Frances Ha, por citar las últimas, han pasado de largo de los cines comerciales argentinos en un fenómeno que resultaba inexplicable. Por suerte, con Mientras somos jóvenes se rompe con esa tendencia de obviar al cine de Baumbach. Dueño de un humor y una mirada sobre el microcosmos que retrata (Nueva York, cierta clase social, cierto grupo etario) que resultan personales pero en modo alguno de ghetto o para iniciados, sus films siempre nos llevan a un agridulce lugar que nos confronta con una realidad algo triste a través de la comedia. Ben Stiller y Naomi Watts pasan los 40, no tienen hijos y se resisten al paso del tiempo. Sus amigos están dedicados a sus vástagos y ellos se aferran a la ilusión de que la amistad con una pareja de veinteañeros será el salvoconducto para una nueva juventud. Claro que eso no sucede en los hechos en la vida real... Una muy buena forma de (re)descubrir a Baumbach en todo su esplendor.
El director estadounidense Noah Baumbach vuelve a trabajar con Ben Stiller luego de la comedia dramática Greenberg (de 2010), pero esta vez en una película mucho más convencional y accesible, que toca temas universales que abarcan varias generaciones. Con Stiller al frente y en las manos de otro director, esta comedia tranquilamente podría haber caído en los lugares comunes llena de chistes zarpados a los que tanto nos acostumbró el actor en los últimos años. Por suerte la película no cae por completo en esos momentos. Los tiene en pequeñas dosis y podría haber ido mucho más lejos, pero en cambio Baumbach opta restringir ese aspecto y volcarse por la comedia más adulta de verdades y situaciones honestas, dejándose llevar por los temas más profundos que encuentra en la entretenida Mientras Somos Jóvenes. (A lo mejor la propia crisis de mediana edad de Stiller lo está llevando por este tipo de cine un poco más maduro. Bien para nosotros). En la historia, una pareja de unos 45 años de edad y sin hijos empieza a entablar una relación de amistad con otra pareja, pero de unos veintipico. Y ambas, de alguna manera, en un principio se complementan: los personajes de Ben Stiller y Naomi Watts ve en la otra, interpretada por el actor en ascenso Adam Driver y Amanda Seyfried, parte de su pasado y comienzan a dejarse llevar por ese espíritu joven aventurero que creen perdido. La otra, ve en la pareja adulta algo de prestigio y admiración por el trabajo de Stiller. La película hace un muy buen trabajo en mostrar las diferencias de estas dos generaciones, y es particularmente interesante porque habla de la actualidad con una mirada muy afilada sobre los detalles de la vida cotidiana a medida que vamos creciendo. ¿Qué cosas perdemos, qué cosas ganamos? ¿Se pueden recuperar? Mientras Josh (Stiller) usa un iPhone con una cubierta que tiene la ilustración de un viejo cassette de música, Jamie (Driver) usa cassettes de verdad y también escucha vinilos. Josh apreta botones y botones para ver una película, y Jamie tiene una pila de VHS para elegir. Uno se deja llevar por la tecnología (aunque muy por dentro quizá no quiera), el otro parece preferir evitarla. Este juego de miradas y posiciones sobre el pasado, la nostalgia, la juventud y hasta la paternidad, son algunos de los temas que Mientras Somos Jóvenes muestra con impecable sinceridad: la película llega en un momento justo y funciona porque es relevante a los tiempos en que vivimos. Y hasta se da el lujo de incorporar también preguntas sobre la creatividad y qué significa hacer arte hoy en día. Algunas decisiones son algo exageradas y caen en el chiste fácil (el personaje de Naomi Watts bailando hip-hop), y una revelación del final que parece sacada de un manual de “finales típicos” que, si bien sirve para generar conflicto y para que la película fije sus propias posiciones, rebaja un poco el nivel de la comedia. Sin embargo, todo eso queda atrás y hasta puede llegar a perdonarse una vez que los últimos minutos y, en especial la toma final, devuelven el foco sobre la premisa inicial. Es interesante también pensar en cómo esta película será vista por las diferentes generaciones, cada una de ellas seguramente verá la película con otros ojos las realidades de estos personajes. Algunos se sentirán identificados con la vida suelta del joven hipster, otros con la pareja estable en busca de una familia. A lo mejor encontrarán puntos en común con pequeñas cosas de ambos. Y aunque uno no se sienta parte de ninguno de esos dos mundos, es innegable que de las preguntas que se hacen ellos, alguna versión de las mismas en algún momento siempre llegan. Incluso capaz lo hagan en nuestra vida diaria y sin darnos cuenta. Así como el stand-up suele examinar esos detalles de lo cotidiano, Noah Baumbach hace lo propio para hacernos pensar y reflexionar, aunque sea por una hora y media, sobre el lugar que ocupamos en nuestra vida.
Una comedia tierna e inteligente sobre la crisis de los 40, pero más profundamente trata sobre el miedo a envejecer, pero también a madurar, a convertirse en un adulto. Por eso, un cineasta frustrado (Ben Stiller) y su mujer (Naomi Watts), se prenden como garrapatas a una pareja joven con el sueño de convertirse en seres como ellos, que ya perdieron ese tren. Disfrutable.
Saltando al tren de otro No es que la vida en pareja que llevan Cornelia (Naomi Watts) y Josh (Ben Stiller) sea una maravilla, pero la llevan. Ya en sus cuarentas, todavía no tienen hijos mientras sus matrimonios amigos sí los tienen. Las reuniones entre amigos giran siempre sobre los mismos temas y la rutina los aliena poco a poco. Hasta que un día conocen a la pareja formada por Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), son jóvenes -andan por los 25 años-, reniegan del uso abusivo de la tecnología, escuchan discos de vinilo, ven películas en VHS y, especialmente, admiran el trabajo de Josh como documentalista, oficio en el que Jamie también desea destacarse. No pasa mucho tiempo para que suceda lo obvio, que la pareja de cuarentones pretendan adoptar algo del estilo de los más péndex, alejándose así de su círculo de amigos "adultos". El planteo del director funciona bien durante la primera mitad del filme, ya que es interesante ver a quienes se les pasó el tren tratar de subirse a otro, sin darse cuenta que no es el que les toca. Tratar de jugar partidos que ya pasaron, que no los jugaron a su debido tiempo, da como resultado algo inevitable, que también tiene sus consecuencias. Sin embargo el relato toma esta idea solo como base para acabar hablando de la ambición y la obtención de un logro a costa de lo que sea. Entre tanta cosa a mitad de camino Ben Stiller hace lo suyo, con sobriedad, como es su costumbre, bien acompañado por la siempre eficaz y atractiva Naomi Watts. Adam Driver compone a su hipster a tono con el ritmo del relato, con una sensibilidad impostada que logra evitar lo grotesco y en consonancia con la labor de sus compañeros de elenco; el equilibrio es bueno y en ese sentido, Amanda Seyfried completa el cuadro con una buena performance.
Crítica emitida por radio.
Publicada en edición impresa.
¡Qué pareja(s)! Ben Stiller, neurótico o descabellado, siempre paga. Y aquí el humor es inteligente, incisivo y farsesco. Renovarse es salud, dicen, y eso correría a cualquier edad. El director Noah Bambauch anda por los 45, como los personajes que encarnan Ben Stiller y Naomi Watts -Josh y Cornelia-, y Jamie (Adam Driver: fans de Star Wars, estén atentos) y Darby (Amanda Seyfried), por los 25. Un encuentro casual hace que nazca una amistad entre las parejas. Y Cornelia acompaña a su nueva amiga a clases de hip hop, y él va a bicicletear por Nueva York, artritis mediante, y hasta a cambiar su look y comprarse un sombrero con Jamie. Como que se enganchan y empiezan a copiarse de ellos. O “les gustaría ser” como ellos. Y parece que la atracción es mutua. De a poco, Josh y Cornelia comienzan a alejarse de un matrimonio amigo, de su edad, que acaba de tener un bebé (ellos decidieron dejar de buscar luego de algunos inconvenientes). Y lo que parece una nueva amistad perfecta, que hasta podría reconectar a la pareja de los 40 con la energía que, ella siente, se perdió en el camino, está lejos de serlo. Tiene sus complicaciones y hacia allí se encamina, en sus 25 minutos finales, donde Bambauch apela más a la farsa que a la ironía. Bambauch (director de Historias de familia, Margot y la boda, guionista de Wes Anderson en más de una oportunidad) siempre supo poner el ojo sobre sus personajes, y con esa capacidad de observación, diseccionarlos desde actitudes o diálogos. O hasta miradas. El filme trata sobre el narcisismo y la generosidad, sobre seguir o no las convenciones sociales -más allá de ver VHS o escuchar vinilos, y compartir una ceremonia con ayahuasca-, pero también sobre el temor a ser estafado o pasado como alambre caído. Josh es un documentalista indeciso, que hace años no termina un filme que anda por las 6 horas y media, y Jamie parece, con su despreocupación y desprejuicio, comenzar a apoderarse de Jamie. Josh se siente como tironeado entre ser el (falso) mentor de Jamie, que demostraba admiración por su trabajo, y estar bajo la sombra de su suegro (gran regreso de Charles Grodin), algo así como el maestro del cinéma vérité. El tiempo perdido quizá no se recupere jamás, pero esta comedia neurótica, con el humor corporal que Stiller tan bien sabe ejecutar, reunido de nuevo con el director de Greenberg (aquí editada en DVD), no es tiempo que se malgasta o desperdicia. Aquí se gana.
Ni tan graciosa ni tan seria; la salvan sus buenos actores La crisis de la mediana edad atrapa a Ben Stiller en esta comedia dramática que no es demasiado cómica ni tampoco demasiado interesante en sus aspectos serios.| Stiller y Naomi Watts interpretan a una pareja de documentalistas neoyorquinos que podrían haber salido de algún film de Woody Allen. No tienen hijos y tampoco un presente demasiado prestigioso en lo artístico, y cuando la crisis aparece y está a punto de superarlos, se asombran con una pareja joven (Adam Driver y Amanda Seyfried) que los atrae profesionalmente con un interés sin precedentes. Los protagonistas adoptan un comportamiento algo absesivo al maravillarse con cada pequeño detalle de la vida de sus nuevos sujetos de estudio, que tienen una vida con puntos originales como no preocuparse por las redes sociales y otras cosas que, si se lo piensa bien, no resultarían tan extraordinarias. Obviamente, las cosas no van a ser tan fáciles ni van a terminar tan bien, dado que el personaje de Stiller se sentirá traicionado cuando su joven modelo decida hacer su propio documental. El director Noah Bambauch, conocido por guiones de Wes Anderson como "La vida acuática" y films propios como "Frances Ha", se queda un poco en el medio de distintos estilos, con escenas cómicas que perfectamente podrían pertenecer a una típica comedia hollywoodense de Ben Stiller, y otras que podrían ser de un auténtico film serio que intente analizar la crisis de la mediana edad. El elenco ayuda a que la película se vea con interés, a pesar de ciertas sobreactuaciones de Stiller quizá dominado por la neurosis de su personaje. Hay un actor de reparto que sobresale en un personaje antipático, Charles Grodin, convertido casi en el verdadero némesis creativo del protagonista.
Los primeros dos tercios de Mientras somos jóvenes están colgados de un pincel y hacia el final, cuando la película puede sobreponerse a sus problemas o desbarrancar para siempre, sucede algo peor: se transforma en otra cosa, se enreda en conflictos insulsos y ajenos a su esencia y ni siquiera muere con las botas puestas. Curiosamente la hecatombe final me hizo revalorizar por contraste aquellos dos primeros actos: no estaban tan mal, después de todo. La película empieza como un retrato generacional de una pareja de cuarenta y pico que se da cuenta de que ya no es joven. Josh (Ben Stiller) es un documentalista que vive de los restos del prestigio que le dio una película que filmó hace mucho y que está hace ocho años (¿o son doce, ya?) trabajando en su segunda película, imposible, caótica y aburrida. Su mujer es Cornelia (Naomi Watts), que intenta convencerse de que no quiere tener hijos porque tuvo un par de intentos fracasados. El conflicto empieza cuando conocen a una pareja de jóvenes de veintipico: Jamie (Adam Driver, insoportable) es alumno y admirador de Josh, y Darby (Amanda Seyfried) es su mujer (porque están casados con papeles y todo), una hermosa y despreocupada rubia, personaje insulso e inexistente. La pareja de cuarentones aburridos y frustrados (que hacen un esfuerzo consciente por no reconocerse ni frustrados ni aburridos) empieza a tener una relación de fascinación con la pareja de veinteañeros juguetones. En esos dos primeros tercios, la película es una comedia que brilla sobre todo gracias a unas situaciones que el autor y director Noah Baumbach exprime al máximo con la ayuda de Stiller y Watts, dos actores extraordinarios, pero además con la inteligencia de esquivar el humor generacional, esos chistes que funcionan a base de identificación. Ví la película en una función para “civiles” (no en una privada con periodistas) y se reían tanto los más jóvenes como los más viejos. Eso es lo mejor de la película, pero también es lo más efímero. Desde el principio la fibra dramática amenaza con imponerse y lo hace con torpeza. Baumbach quiere “decir cosas” y se nota demasiado. Ya en el primer diálogo entre Josh y Cornelia, cuando hablan sobre tener o no tener un hijo: son un matrimonio de muchos años y el diálogo arranca con un “che, no tengamos un hijo”. Baumbach nos quiere contar a los ponchazos el conflicto dramático que subyace la comedia, como si entre cada escena graciosa o situación divertida (todas muy logradas) nos tirara por la cabeza una línea de diálogo “seria” y nos dijera “ojo que esto no es una comedia tonta, acá hay drama”. Esto ocurre, como dije antes, en los dos primeros actos, y uno se divierte y se fastidia, aunque probablemente se divierte más de lo que se fastidia (o eso creo ahora). Pero después, cuando Baumbach cumple con la amenaza y desata el drama, lo hace de una manera no torpe sino totalmente absurda. Baumbach decide explotar la frustración de Josh (porque la película, imperceptiblemente, se va deslizando del drama de la pareja al drama exclusivo de Josh, y es una pena) por el lado de su trabajo como documentalista y su rivalidad laboral con Jamie. Por supuesto que estos conflictos en realidad están reflejando otros conflictos más profundos (los que importan), pero la trama se enreda con misterios y revelaciones que no le importan a nadie. Mientras somos jóvenes termina siendo tan confusa como el documental que nunca termina Josh pero, a diferencia de aquel, deja entrever la película que podía haber sido y no fue.
Viejos son los trapos Una pareja de recientes cuarentones entabla amistad con una pareja de veinteañeros, que les dan una perspectiva distinta sobre la vida y las posibilidades de desarrollo personal y profesional. Todo comienza cuando Josh conoce a Jamie, uno de sus estudiantes que aspira a ser documentalista como él, y que le demuestra cierta admiración. Josh convence a su esposa para que salgan con la pareja de jóvenes y de esa manera de a poco sienten lo que es volver a tener esa edad. Ambos se involucran emocionalmente, especialmente Josh que ve en Jamie un colega más que un pupilo. A su vez se van distanciando de sus amigos de siempre, que los ven como inmaduros y atravesando una etapa en la que no conectan. Pero la cuestión va más allá, porque en realidad Josh y su esposa Cordelia decidieron no tener hijos, y eso es lo que en realidad los aliena de un círculo en que la reciente paternidad es el tema principal. De a poco se torna incluso un poco más complejo que eso cuando vamos descubriendo que pasaron por varias etapas previas a esta decisión y que pasarán por algunas más. Lo grandioso de esta pareja es que están siempre cuestionándose y abiertos a cualquier posibilidad, sin dejar de apoyarse mutuamente y ser quienes realmente son. Los matices de los personajes son cuanto menos interesantes, al igual que la premisa que promete muchísimo. Pero en algún momento la película se queda a mitad de camino y decide apuntar en otra dirección, dejando de lado los conflictos de la edad y la relación de ambas parejas para enfocarse en la crisis vocacional y existencial de Jamie, quien desde hace una década trabaja en el mismo documental sin poder terminarlo. Lo cual eventualmente desemboca en una vuelta de tuerca que poco tiene que ver con el conflicto original. Sin embargo, mientras tanto se puede disfrutar de ciertos diálogos muy bien logrados y situaciones dignas de una buena comedia dramática. Es una lástima que todo quede a medias y la película se tome tan poco en serio a sí misma, rozando la línea de lo absurdo en algunas escenas que podrían haberse aprovechado para darle más profundidad al conflicto principal. O para hacernos reir al menos, sin recurrir a ese humor burdo e infantiloide tan americano. “Mientras somos jóvenes” es una propuesta fresca con personajes geniales, que no termina de cumplir y queda en anécdota superficial, apenas logrando su propósito. Si algún mensaje nos deja, es el ya sabido y popular “El que duerme con niños, amanece mojado”.
Tiempos Modernos Mientras somos Jóvenes inicia presentándonos a Josh (Ben Stiller) un documentalista neoyorkino que hace casi ocho años trabaja en el mismo proyecto. Él está casado con Cornelia (Naomi Watts) una productora audiovisual, que mayormente se encarga de trabajar en la producción de los documentales de su padre. Está pareja de cuarenta y tantos años tiene una vida plácida, equilibrada y aparentemente alegre, sin embargo, la relación entra en crisis en el momento en que sus dos mejores amigos -encarnados aquí por Maria Dizzia y Adam Horovitz- se convierten en padres. A partir de tal situación, Josh y Cornelia empiezan a replantearse y reflexionar sobre ciertas cuestiones en su vida de pareja, y en la monotonía que ésta presenta. Esta crisis se agrava aún más, cuando en un seminario documental, Josh conoce a Jamie (Adam Driver) y a su esposa Darby (Amanda Seyfried), un matrimonio bastante más joven. Ambos hombres comparten la pasión por el documental, pero Jamie tiene una postura más fresca y espontánea sobre cuando y que filmar; dicha actitud despojada de preocupaciones y desapegada de ciertas costumbres consumistas tecnólogicas, se repite en varios aspectos de la vida de esta pareja. Cornelia y su esposo se maravillan ante esta conducta tan opuesta a ellos -que podría bien ser la "salvación" a su estancamiento y rutina-, por lo que la simpatía entre ambas parejas, surge casi instantáneamente, a pesar que, en cierto punto, lo viejo-natural y lo trendy, se enfrentan constantemente. Jamie y Darby recurren a lo natural, a disfrutar los momentos simples, mientras que nuestro protagonistas, están constantemente pendientes de las reglas y necesidades que la tecnología crea día a día. De esta forma, Noah Baumbach realiza una crítica a la sociedad de consumo actual, que vive sometida dentro de la burbuja virtual, y deja pasar lo importante en su camino por estar alerta a la nueva app, o a sumar un follow, pero olvidando absolutamente la importancia de los vínculos humanos. Mientras somos jóvenes cuenta con actuaciones maravillosas, encabezadas por la dupla protagónica, que son bien acompañadas por el resto del elenco; pero como punto flojo puede mencionarse un guión que cae constantemente en clichés y situaciones pseudo graciosas con resultados obvios. En contraposición, las escenas son perfectamente acompañadas por la gran banda sonora, encabezada por el virtuosismo de James Murphy, creador del proyecto de punk dance newyorkino LCD Soundsystem. En definitiva, Mientras somos jóvenes resulta, más allá de pequeños momentos fallidos, una película disfrutable y fresca.
Mientras somos jóvenes, con Ben Stiller y Naomi Watts. “Mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar”, cantaba Serú Girán. ¿Y si uno no es mar ni ola nueva? Si se ha quedado encabalgado en un tiempo del que se siente extraño, desfasado, fuera de tiempo. Algo así parece experimentar Josh (Ben Stiller), un director de documentales (o mejor dicho de un documental y de otro que le está llevando casi diez años terminar), cuarentón, profesor, casado con Cordelia (Naomi Watts), productora de cine e hija de un documentalista afamado a punto de recibir un reconocimiento a su trayectoria (quien otrora fuera el mentor de Josh). Pareja feliz o acostumbrada, sin hijos, mientras a su alrededor sus amigos son padres recientes y entonces sus gustos, sus encuentros, sus intereses parecen bifurcarse. Al conocer a los veinteañeros Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfrid) por un tiempo creerán que ese empuje juvenil los puede tomar por asalto. Pero al mejor estilo de La malvada, detrás de la candidez, la solidaridad, el desinterés, algo empieza a asomar que hace ruido en la joven, cool y libertaria pareja, especialmente en él. Noah Baumbach (un director indie más que interesante y del que sólo se ha estrenado en el país la maravillosa Historias de familia) construye un retrato generacional y de clase que trasciende fronteras y permite pensar a esos excéntricos que se sienten fuera de lugar , que no se creen capaces por miedo, que no se quieren reconocer en lo que no pueden y se enojan con el mundo y se disfrazan de lo que no son en busca del tiempo perdido cuando en verdad ganarían más en buscar lo que quieren ser. Pero a la vez reflexiona sobre el cine como industria, como pasión, como negocio, como arte y sobre la tecnología y sus aportes y la apropiación de esas herramientas para quien debió amoldarse a los cambios o la naturalidad que despliega el que nació con ellas. Mientras somos jóvenes es una comedia inteligente y amarga, de esas que nos hacen reír mientras pensamos de qué nos estamos riendo, donde nada se resuelve mágicamente y las paradojas siguen en tensión permanente, donde se reflexiona sobre la construcción de la verdad y el verosímil sin apoyar los discursos posmodernos de la multiplicidad de verdades. Pero especialmente donde importa el cuento más que la tesis y el mensaje. Todo acompañado de buena música y de un elenco que sabe lo que hace.
Demasiados detalles Ben Stiller y Naomi Watts son una pareja cuarentona que busca ser “otros” a través de nuevas y más jóvenes amistades: a pesar de un par de buenos gags, la historia se enreda demasiado. Compinche de Wes Anderson, con quien coescribió Vida acuática y El fantástico Mr. Fox, el guionista y realizador Noah Baumbach (Nueva York, 1969) hace girar su obra sobre el desajuste. Aquello que está o se pone fuera de lugar, sobre todo en las relaciones íntimas. En Historias de familia, lo que se desajustaba era una familia entera, a partir del momento en que los padres anunciaban su separación. En Margot y la boda y Greenberg, lanzadas aquí en DVD (2007 y 2010), las relaciones entre hermanas y hermanos. En Frances Ha, el desfase de la protagonista parecía ser con su propia vida. Cuarentones, los protagonistas de Mientras somos jóvenes se sienten incómodos con la edad, limitaciones y círculo de amigos, lanzándose a explorar la posibilidad de ser otros.Nada por lo que otros coetáneos no hayan pasado o vayan a pasar. El problema es que los otros que Josh y Cornelia quieren ser ya existen y tienen nombre. Se llaman Jamie y Darby y son una pareja de veinteañeros largos por la cual aquéllos sienten, a partir del momento mismo en que los conocen, lo que cabría definir como un flechazo. Documentalista, Josh (Ben Stiller) ganó fama y prestigio entre quienes conocen del tema con su primer largo. Pero en el segundo quiere abarcar tanto que no puede desarrollar nada. Josh está más insatisfecho, más conflictuado, más en crisis que Cornelia (Naomi Watts), con la que parecería haberse casado por ser la hija de un legmaestro del documental (el veterano comediante Charles Grodin).Josh está, en verdad, más todo que Cornelia, por la sencilla razón de que los personajes femeninos de Mientras somos jóvenes están tan subescritos como sobreescritos los masculinos. Es Josh el que se siente flechado por Jamie (Adam Driver), por el motivo por el cual un hombre suele rendirse ante otro: la admiración, cara luminosa de la envidia. Admiración sobreactuada de Jamie, documentalista en formación, por Josh. Admiración de Josh por la pasión, la exuberancia, la juventud de Jamie. Y sus mujeres, a la rastra de ellos. Josh empieza a usar sombreritos estilo Elvis Costello, Cornelia aprende a bailar hip hop (gran escena de Naomi Watts). A ninguno de los dos le despierta sospechas que Jamie sea adulón hasta el límite mismo de la náusea.Fábula de dislocación y crisis de identidad, pero también variante masculina de La malvada, Mientras somos jóvenes se disloca también entre demasiadas vertientes, como le sucede a Josh con su documental inabarcable. Baumbach se excede tanto en la(s) trama(s) como en la cantidad de detalles, diálogos y referencias que intenta meter por plano. Desde ya que su opus 7 no carece de grandes gags (toda la secuencia de los vómitos por ingestión de ayahuasca es divertidísima), observaciones lucidísimas (la secuencia de montaje que confronta el chic vintage de los hipster veinteañeros con la puesta al día tecno de los cuarentones) o perturbadoras (que Josh y Cornelia “rompan” con su anterior pareja de amigos para “meterse” con Jamie y Darby). Pero se pierde entre tanta minucia, cultivando el “no todo es lo que parece” de cualquier thriller paranoico y rellenando de información lo que en películas previas era pura, misteriosa inconclusión.
Casi al pasar, en uno de los encuentros que comparte con el cuarentón Josh (Ben Stiller), Jamie (Adam Driver), que anda por los veintipico, le dice a su nuevo amigo que tiene rigurosamente estudiada y comprobada la certeza de que nunca va a morirse. La afirmación eleva los niveles de perplejidad en la cara de Josh y confirma, a esas alturas, que la vía de escape que él y su esposa Cornelia (Naomi Watts) eligieron para ahuyentar las frustraciones y enfrentar el irreversible paso del tiempo no funcionará como antídoto. Por el contrario, hará más visibles las neurosis y las fobias de la pareja central del relato, cuyas marcas personales remiten de inmediato a los protagonistas de todas las películas previas de Baumbach. De todas ellas, Mientras somos jóvenes es la más accesible y directa. Sus temas (a los citados pueden agregarse preguntas sobre los vínculos intergeneracionales, las responsabilidades que entraña la madurez, la pérdida de certezas y los dilemas creativos que afrontan los artistas) fluyen a través de diálogos veloces y filosos, además de situaciones que descolocan e incomodan constantemente las elecciones de Josh y Cornelia, llevados por su decisión de no tener hijos y sus tambaleantes proyectos a conectarse de cerca con una pareja mucho menor. Esa sensación de vacío y desconcierto que los personajes transmiten le ponen un toque agridulce a un relato que confía ante todo en la notable capacidad de Baumbach para captar al vuelo reacciones (sobre todo de parte de la extraordinaria Watts) y conductas que van del optimismo a la conciencia de la desventura. Todo ocurre en una Nueva York retratada desde ángulos muy distintos a los acostumbrados.
Noah Baumbach vuelve a dirigir a Ben Stiller, esta vez en una cínica comedia sobre un matrimonio en plena crisis de la mediana edad. Fuera lo viejo, adentro lo nuevo El guionista y director Noah Baumbach regresa a los cines de Argentina después de mucho tiempo. Parece una mentira que la primera y última película suya que se estrenara fuera Historias de Familia allá por el lejano 2006. Sus siguientes trabajos no corrieron la misma suerte. Las críticas divididas logradas por Margot at the Wedding terminaron de sellar su destino y aquí fue directo a dvd. Lo mismo sucedió con Greenberg, a pesar de lograr una mejor recepción y hasta contar con la presencia de Ben Stiller en una actuación sobresaliente. La misma historia se aplica para su anterior film, Frances Ha. Pero la racha se corta con Mientras Somos Jóvenes, su nuevo opus, en el cual vuelve a apuntar la cámara a un educado y sofisticado matrimonio, que en esta oportunidad atraviesa por la famosa crisis de los cuarenta. Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) son un matrimonio de mediana edad que vive en Nueva York y no tiene hijos. El es un documentalista que se encuentra trabajando en el mismo proyecto desde hace casi una década y ella es productora de las películas de su padre (Charles Grodin), también documentalista y antiguo mentor de Josh con el que ahora no mantiene una buena relación. La vida de ambos toma un giro cuando conocen a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), una pareja muchos años más joven. La lógica indica que cuando matrimonio Josh/Cornelia comienza a frecuentar a Jamie/Darby se verán reflejados, y vivirán un intento de recuperar su juventud perdida. Y así será. Pero al rededor de esta relación se construye una historia que va mucho más allá de la crisis de los cuarenta. Como un Woody Allen más crítico, cínico y satírico, Baumbach logra su obra más accesible hasta el momento, pero no por eso menos compleja. Aquí la crisis es tan solo el catalizador. Una excusa para que Baumbach vomite todos sus pensamientos (quizás demasiado para contener en un solo guión), pero en especial sobre la brecha generacional que nos divide y hoy en día parece ser más grande que nunca. Mientras Somos Jóvenes se siente, por momentos, como la obra de un director que está atravesando la misma crisis que sus personajes y que mira con desconfianza a las generaciones venideras. Pero más allá de su cinismo, es una comedia llevadera, inteligente y con diálogos afilados. Acompañada de precisas actuaciones de Ben Stiller, Naomi Watts y Adam Driver, este último componiendo uno de esos personajes perfectos, a los que nos gustaría darle un puñetazo en la cara. Conclusión Si todo lo que viste de Noah Baumbach hasta hoy no hizo demasiado por captar tu atención, no hay nada en Mientras Somos Jóvenes que te vaya a hacer cambiar de opinión. Pero si no viste nada de el hasta ahora, es la mejor forma de empezar. Es Baumbach en estado puro, y aunque definitivamente no es su mejor trabajo (ese honor lo sigue manteniendo Historias de Familia), es quizás su película más accesible hasta el momento, al contar con personajes con los cuales de una u otra manera todos nos podemos relacionar y conflictos que tarde o temprano todos estamos enfrentando. Es una buena razón para ver a Ben Stiller alejarse un poco de su zona de confort (un poco nomas, tampoco esperen demasiado), o a Adam Driver demostrando porqué está catalogado como una de las grandes promesas de Hollywood, o simplemente para volver ver a Charles Grodin en la pantalla, algo que (desgraciadamente) ya no sucede tanto como debería.
Aquellos años maravillosos Hoy en día podemos diferenciar dos estilos de parejas post 40: por un lado, aquellos que conviven en un matrimonio con hijos y por otro, quienes aún vagan por las aguas de la incertidumbre acerca de dicho tema. Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) están ubicados en el segundo de estos grupos. Viven una vida bastante confortable en la ciudad de Nueva York. Él es un documentalista apenas reconocido en el medio, mientras que ella, la hija de otro experto en el séptimo arte, famoso en todo el país. Como a toda pareja perteneciente al segundo grupo, comienza a incomodarle la relación con las del primer grupo, y la principal causa serán, claramente, los bebés. Josh y Cornelia conocen a Jamie (Adam Driver) –documentalista aficionado- y Darby (Amanda Seyfried), una pareja joven con demasiada energía y libertad. Tal será la esencia de la pareja que los protagonistas se contagiarán de ellos y comenzarán a vivir de manera más suelta su vida, despertando, entre otras cosas, la carrera trunca de Josh. Noah Baumbach viene de regalarnos una película hermosa como Frances Ha (2012), por lo cual, tal vez, hayamos puesto la vara un poco alta en esta ocasión. Mientras seamos jóvenes es una comedia que aborda dos cuestiones bien remarcadas: la sociedad y la industria cinematográfica. Con un guion bastante completo, tal vez lo mejor de la película junto a las actuaciones de Stiller y Driver (Girls, Frances Ha, Star Wars TFA), nos promete un viaje en el cual vamos a reírnos de nuestros propios estereotipos sociales, como por ejemplo: una pareja de edad media sin niños es una pareja totalmente incompleta y no tiene nada por lo cual seguir adelante. A lo largo de la película vamos a descubrir cómo es posible que una pareja entrada en edad pueda encontrar su salvavidas en otra de corta edad, llena de vida y proyectos a realizar, como si fuese una utopía propia de la vida de todos los espectadores. El papel de Ben Stiller es por demás sobrio, interpretando a la perfección a un documentalista varado en la mitad de su carrera, ya sin ideas, con un proyecto a medio terminar el cual según él, será su opera definitiva como realizador audiovisual. Pero este personaje es aún más completo, es arrogante, orgulloso y no permite que el triunfo en su carrera sea responsabilidad pura y únicamente suya, por lo que conocer y establecer una amistad con Jamie será más que un desafío. Adam Driver por otra parte, como nos tiene acostumbrados a quienes lo seguimos de cerca hace tiempo ya, no da pie a decepciones en sus papeles. En Frances Ha tuvo su corta pero contundente aparición, con la cual supo llamar la atención en la pantalla grande. Esta vez interpretando a un joven cineasta lleno de sueños y proyectos, con su vida amorosa ya armada y toda la ambición del mundo en su oficio. Lo último es lo que dará pie a complementar los proyectos de Josh, quien de a poco junto a su esposa comenzará a emparejar su energía con la del joven matrimonio. En cuanto a Naomi Watts, interpreta un papel sobrio, no sobresale del resto pero se mantiene en una línea decente. Una esposa que ayuda a su marido director y que lucha constantemente contra los prejuicios -internos y externos- por no haber formado una familia, en busca de un ambiente que le asegure armonía constante sin tener que forzar encuentros o mismo las relaciones. Por otra parte Amanda Seyfried, si bien no tiene una participación destacada, presenta un personaje que va de mayor a menor, con un autoestima el cual se presenta como el más alto jamás conocido, aunque con el correr de las escenas nos irá demostrando la verdadera cara de la relación que lleva con su esposo. Mientras Seamos Jovenes es una linda comedia que crítica a la sociedad, no es la primera vez que el bueno de Noah Baumbach se sumerge en estas cuestiones, The Squid & The Whale (2005), nos presenta la historia de dos hermanos que viven las primeras etapas de un divorcio; Frances Ha (2012) relata la historia de una joven muchacha en busca del sentido de su vida, Greenberg (2010) un adulto con problemas psiquiátricos encuentra el amor y sus consecuencias; entre otras. Habrá que empezar a seguir más de cerca su carrera, dado que es un director que viene cumpliendo una buena tarea en sus últimos proyectos, además de que siempre cuenta con actores más que talentosos.
El arte de la adultez La última comedia de Noah Baumbach propone una deliciosa mirada sobre la crisis de los 40, con Naomi Watts y Ben Stiller como baluartes. "Por qué dejamos de hacer cosas?” se pregunta en tono reflexivo un personaje de Mientras somos jóvenes (While we're young), en un interrogante que apela a toda una generación de cuarentones en busca de (nuevo) sentido para sus vidas. Los encargados de darle forma a esta comedia de Noah Baumbach son Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) un matrimonio de creativos neoyorquinos que se encuentra en desfasaje con sus pares: no tienen hijos, por lo tanto, se descubren con pocos temas en común con sus amigos. Pero, ¿quieren hijos? ¿Es muy tarde para tenerlos? Es allí cuando conocen a una pareja de veinteañeros compuesta por Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), amantes de lo retro, espontáneos e intensos, que alteran su rutina burguesa y, en consecuencia, los hacen cuestionar su realidad y recuperar el valor por lo instintivo, propio de la juventud. De repente, se encuentran invitados a participar de programas como barbacoas en plena calle, clases de hip hop con coreografías, compra de ropa vintage o rituales de ayahuasca para exorcizar malas ondas. Así, cómo quien no quiere la cosa, Josh y Cornelia empiezan a alejarse de sus amistades y vuelven a sentirse de 20, aunque con artrosis en la rodilla, lentes para leer y una serie de inconvenientes que vienen, por supuesto, con la edad. Simultáneamente, se abre una historia paralela, al principio también sutil, sobre el proceso de hacer películas. Tras diez años de trabajo, Josh no puede concluir su documental (un probable perno sobre algo que ni él mismo puede explicar), mientras que Jamie se declara fan de sus obras y se lanza al proceso de contar sus propios filmes a partir de una idea sobre Facebook que resulta ser reveladora. Esta subtrama también dejará al descubierto los cambios de paradigmas entre generaciones, el costado ético del cineasta, la lucha de egos en el mundo laboral. Programación versus originalidad. Viejo versus nuevo. Resignación versus anhelo. A partir de ese choque generacional (lo que unos desdeñan otros revalorizan), con mucha inteligencia, Baumbach propone una bella interpretación de la crisis de los 40 y el paso hacia la adultez. Todo ello ejecutado con humor sutil y actuaciones a tono, en la que Stiller despliega su costado más sereno sin dejar de lado sus gestos más reconocibles, mientras que Watts contribuye con una cuota de elegancia y armonía. Como bonus track se destaca también la participación del ex-Beastie Boy, Adam Horovitz, en el rol de un padre que abandona el trabajo para cuidar a su bebé recién nacida (toda una declaración). ¿Se puede volver a ser joven? ¿Hay alguna forma “cool” de envejecer? Son las preguntas que quedan picando.
Cuesta mucho volver atrás, en el tiempo y en la pareja Comedia dramática sobre una pareja de cuarentones que no define su rumbo. Los desencuentros familiares es un tema que recorre la obra de este guionista y realizador. Josh (Ben Stiller) y Cordelia (Naomi Watts) son dos artistas con temas pendientes. No tienen hijos ni quieren tenerlos y se aburren con esos amigos que sólo hablan del crío. Viven en medio de un desconcierto que no los deja crecer. Sus proyectos y su matrimonio no avanzan. Por eso se deslumbran (él más que ella) cuando conocen a una pareja de jóvenes lanzados, frescos, sin ataduras, llenos de ilusiones. Ven allí la chance de recuperar el fuego que han perdido. Pero cuesta revivir el amor. Y asumen los trazos superficiales de sus nuevos amigos. Se comportan como ellos. Pero no todo es como parece. Jamie, el muchacho, no es tan desinteresado y sincero. Y bueno detrás de la desilusión surgirá la chance de recrear la pareja desde otro lugar. El amor –nos dice- necesita mirar hacia adentro y no hacia afuera. La crisis los obligó a sincerarse. Es una comedia agridulce sobre manipuladores y hombres ambiciosos (ellas son más simple sy prácticas) que van ocupando lugares que no les pertenecen: Josh se mimetiza con Jamie, su amigo joven; pero Jamie usurpa ideas y lugares en su trepada. Hay toques de humor, otra buena labor de Naomi Watts, y algunas jugosas réplicas. Todos alguna vez soñamos son ser otros, nos recuerda Baumbach. Pero detrás de esos falsos espejos suelen surgir las grietas que no queremos ver. La identidad, el paso del tiempo, el desgaste del amor y las dudas del artista colorean esta fábula simpática.
Sin hijos ni resquemores El estreno de Sin hijos aprovechó el conflicto de los de cuarenta y tantos (los middle-aged para la sociedad norteamericana) sobre la decisión de la paternidad. Noah Baumbach (Historias de familia, Greenberg, Frances Ha) muestra el tema con otros ribetes. No se trata sólo de cuestionar el tabú sociocultural sino de ubicar a Josh y Cornelia Shrebnick (Ben Stiller y Naomi Campbell) en el fluctuante presente 2.0. Como los directores de la escena neoyorquina mumblecore, Baumbach aborda temas de comedia con la seriedad de Woody Allen y el criterio de un amante de la cultura pop. Y Mientras somos jóvenes es el mejor pespunte de su liaison con ese género. En el inicio, Josh y Cornelia miran entre incómodos y envidiosos a la beba de Fletcher y Marina, mientras suena en vibráfono “Golden Years” de David Bowie. Seguidamente Josh, documentalista, conoce a su futuro colega Jamie y su esposa. Los cuatro van a cenar y hablan de grandes documentalistas como de talk shows. El ingenio de Baumbach hace posible tal mezcolanza, lo cool y lo no tanto, para que los Shrebnick se reafirmen como hipsters y olviden a sus otros amigos. Jamie tiene un búnker de VHS y vinilos comprados en eBay; a Josh lo obnubila eso pero continúa, como todos, escuchando música en su smartphone. ¿Cuál de las dos parejas, los padres o los veinteañeros, les está mostrando el camino? Una de las mejores cosas de un film es mostrar distintas variantes sin decidirse por ninguna. Calculadas al detalle, Baumbach hace múltiples referencias cool (a Los Kinks y los lisérgicos sesenta, a Noam Chomsky y hasta a Criterion, la etiqueta Premium de video hogareño), sin saber si se elogia o se burla, pero con la convicción de que hoy, como nunca antes, asumir el cambio generacional se volvió complicado.
Clásica comedia neoyorquina, en la que parejas se encuentran y conversan sin cesar, esta película propone la conexión intergeneracional de dos parejas: Josh (Ben Stiller), quien ha dirigido un documental y hace 10 años que trabaja en un turbio emprendimiento, y Cornelia (Naomi Watts), productora pero básicamente hija de un famoso documentalista (el excelente veterano Charles Grodin) que ha sido el maestro de su marido; y, por otro lado, Jamie (Alan Driver) y Darby (Amanda Seyfried), quince años más jóvenes. Los menores se acercan a los mayores desde la admiración por su trabajo, y la pareja más veterana, sin hijos ni rumbo, ve en los otros la posibilidad de reencontrar ideales perdidos. Los más chicos son bohemios, lucen distendidos, aman todo lo retro, viajan en bicicleta, coleccionan vinilos, escriben en una vieja máquina y no están pendientes del éxito ni del dinero, ni de los adelantos tecnológicos, y juegan juegos de salón (oh, qué viejo suena esto). En una suerte de intercambio energético, Jamie y Darby toman de la experiencia de Josh y Cornelia y éstos ven la posibilidad de recuperar con ellos algo de la vitalidad perdida (¿por miedo a la muerte, quizás?). Mientras somos jóvenes es una screwball-comedy que -más allá de una reflexión sobre la edad, la toma de conciencia de todo aquello que ya no podrá ser- propone una variedad de temas sobre los cambios que se viven en el siglo XXI. Desde lo más banal, pasando por la maternidad, la ambición y el arribismo, hasta debatir la ética del documentalista, el film pasa revista con gracia y cinismo al estado actual, aunque adolece de cierto esquematismo y lugares comunes. Y sin ocultar la parodia que realiza de Woody Allen y sus personajes neuróticos y verborrágicos. Baumbach va llevando la narración de manera vertiginosa con un montaje excelente, hasta darnos cuenta de que nada es lo que parece. Ben Stiller (tan bien como el resto del elenco) funciona como una suerte de alter ego de Baumbach, como lo había sido en su anterior Greenberg. Josh, centrado en su egocentrismo y autosuficiencia, lucha contra su edad, rechaza a sus contemporáneos y se resiste a ver las cosas como son, hasta una notable, significativa escena en el Lincoln Center, en la que la realidad se desnuda poniendo en evidencia la relatividad de la moral. Con un segundo final demasiado convencional cierra esta mirada de amargo humor hacia la actualidad, donde la juventud inescrupulosa queda en el peor lugar.
Una pareja en sus cuarenta (brillantes Ben Stiller y Naomi Watts) se cruza y relaciona con una pareja en sus veinte (Adam Driver y Amanda Seyfried). Ese cruce revigoriza a quienes creen que el tiempo se les ha pasado demasiado rápido, y el realizador Noah Baumbach usa el contraste para ejercer la sátira social con tono amable y un Stiller que sabe cómo sacarle partido a cada elemento cómico. Aún cuando el final parece de otro film, una obra amable que le habla al espectador como a un amigo.
La incomodidad Como artista el buen comediante representa, además de un estilo cómico preciso e identificable, una especie de conceptualización de las taras de la sociedad. Ben Stiller, en este caso, ha trabajado -y lo ha hecho a través de su cuerpo y de un rostro que es un nervio tensionado- en sus mejores intervenciones la incomodidad como un síntoma del individuo involucrado en un contexto adverso. Junto a Noah Baumbach colaboró en Greenberg, una película que se movía alrededor de un personaje tenso e incómodo. Y vuelven a colaborar aquí en una película que lleva la incomodidad a la dupla, a un matrimonio de cuarentones que se encuentra en un momento de la vida en el que no conectan con los de su generación. Y a una pareja de veiteañeros que progresivamente va revelando su verdadera esencia. Pero Mientras somos jóvenes es también una película que emula el concepto de comedia a lo Woody Allen, donde Nueva York, la neurosis, el arte y la intelectualidad son elementos ineludibles. Ahí tenemos a Stiller, director de documentales -o de un documental para ser precisos-, que no puede terminar su segundo film y que se encuentra en una especie de bloqueo creativo que no es otra cosa que una extensión de su crisis generacional: junto a su esposa (excepcional, también, Naomi Watts) empiezan a distanciarse de sus amigos, que tienen hijos y hacen esas cosas que hacen las personas cuando se vuelven grandes. Y por eso encuentran una suerte de auxilio en una pareja de veinteañeros, con la que no comparten rituales pero a los que se acoplan de forma cuasi antropológica. Por eso, la reflexión sobre el documental como un género flexible o inflexible según la mirada personal resulta totalmente pertinente y justificada, aún cuando la película parece estar dividida en partes que no terminan de ensamblarse. Es que el film de Baumbach reflexiona sobre el paso del tiempo y aquello que nosotros hacemos con él, a la vez que mira de reojo cierta intelectualidad detenida en poses snobs y rituales culturales. El director utiliza una serie de recursos muy interesantes para plantear esta dicotomía entre generaciones, nunca dejando de lado el humor, que puede ser irónico o directamente sarcástico llegada la ocasión, y que se va asordinando a medida que pasan los minutos porque sostiene con bastante inteligencia el punto de vista de sus protagonistas adultos. Es verdad, no obstante, que tanto en la pareja de cuarentones como en la de veinteañeros los personajes mejor trazados son los masculinos, y eso desbalancea un poco el relato porque el interés en las partes no tiene el mismo peso. Hablamos de partes y de duplas, también de símbolos duplicados. Es que Mientras somos jóvenes es una película que reflexiona sobre aquello que, por inevitable, no puede terminar de ensamblarse (como las generaciones que entran en conflicto dentro del relato), y en ese sentido cierta falta de fluidez (especialmente hacia su última media hora) está justificada en la propia esencia del relato. Aquello que no cuaja, en definitiva, conduce a la incomodidad, concepto reforzado con la presencia de Stiller: primero cómico en situaciones cómicas, luego cómico en situaciones trágicas, apelando al patetismo y a recursos que remedan a los orígenes de la comedia (el golpe, el porrazo, la torpeza, la fisicidad). Más allá de lo desparejo que resulta el conjunto (a todo esto hay que sumar una mirada virulenta a la industria del cine -y ya son como demasiados temas que terminan involucrándose-), Mientras somos jóvenes termina ofreciendo una visión para nada piadosa sobre la juventud (“no era el Diablo, sólo era joven”, dirá alguien) y su búsqueda de un camino personal, y tiene la capacidad para no caer en poses bienpensantes donde todas las ideas son válidas. Más bien todas las ideas son cuestionadas y puestas en crisis. Como buena comedia que es, Mientras somos jóvenes no puede ser otra cosa que incómoda.
Los mejores años de nuestra vida Posiblemente lo más interesante de éste filme se encuentre en aquellas ideas que transitan por detrás de las escenas narradas, de manera subyacente, dichas, mostradas, de manera muy sutil, y tiene que ver con las distintas miradas generacionales sobre aspectos típicamente y universalmente humanos. El amor, la envidia, la amistad, las relaciones familiares, la paternidad bien asumida, la adopción bien entendida, pero por sobre todas las cosas habla de aquello que parece haberse extraviado, la cultura del trabajo, del esfuerzo, de los logros, la confianza en el otro, la moral como guía del pensamiento y la ética como la puesta en acto de esa moral, y esto no se cierra sobre si mismo sino que se despliega a partir de unos cuantos personajes, como un Atlas universal humano. Si bien puede al mismo tiempo ser leída como la historia de una pareja que circula por los cuarenta años, sin saberlo en tiempo de crisis. Josh (Ben Stiller) y Cornelia Srebnick (Naomi Watts), dichosamente casados, ambos artistas audiovisuales, él director, ella productora, de mediana, edad en Nueva York. Ellos han formado una familia, pero no han podido tener hijos, aunque muestren que esto no los ha afectado. Josh, un veterano director de documentales, está pasando por una etapa profesional en suspensión, sin nuevas ideas. Mientras trabaja en el montaje de una película cultural, desde hace casi una década, queda claro que está bloqueado, pero se sustenta dando clases en la universidad.. En una de esas jornadas educativas conoce a Jamie (Adam Driver) y a Darby (Amanda Seyfried), una pareja de jóvenes que rompen con todos los cánones, de hálitos libres, espontáneos, y sin ataduras. Josh ve en ellos aquello que parece haber perdido, queda subyugado por el accionar intempestivo de Jamie, igualmente es seducida Cornelia por Darby, ambos por la pareja de jóvenes para lo que nada es del orden de lo imposible. Esta situación derivará en que Josh y Cornelia se vayan alejando de las amistades que fueron conformando durante sus vidas. Es como si se les hubieran abierto una puerta de regreso a su juventud. Pero la naturaleza es sabia, y como dice el refrán “si después de los cuarenta no te duele nada, es porque estas muerto”, entonces los rebeldes cuarentones Josh y Cornelia dejan de lado a los amigos de su misma edad, que están transitando otro espacio en sus vidas construyendo otros roles, la paternidad puesta en juego. Para ir corriendo junto a estos nuevos amigos jóvenes, parecen estar tan conectados, ser tan cool y desinhibidos, pero nada es lo que parece y la presencia del patriarca mayor, otro renombrado documentalista Leslie Breitbar (Charles Grodin), al mismo tiempo ser el padre de Cornelia, hace que todos los esfuerzos de seducción de Jamie se dirijan a Leslie y abandone a Josh. Leslie ya está de retorno, por lo que nada le es más importante que estar tranquilo y sin demasiados sobresaltos, digamos que ya todo le da lo mismo, mientras a él no lo perjudique, las adulaciones de Jamie lo ponen como en el limbo. Esto motivará en Josh, primero celos, luego decepción, y despertará suspicacias construidas desde el tercero excluido, poniendo en tela de juicio todo aquello que creían estar descubriendo, no era un descubrimiento sino otra cosa, como dijo Leonardo da Vinci, “nada nos engaña más que nuestro propio juicio”. El filme, estructurado y narrado en tono de comedia dramática, tiene además de un guión muy inteligente, un muy buen montaje, buena dirección de arte, y una sustentación increíble en las actuaciones de la pareja protagónica. Como cantaba John Lennon, “la vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes”.
Sin hijos Después de 9 años, Noah Baumbach vuelve a los cines nacionales con Mientras Somos Jóvenes (While We’re Young). Desde Historias de Familia (The Squid and the Whale), estrenada en marzo de 2006, las películas de este director/escritor/productor no pasaban por las salas argentinas. Margot at the Wedding, Greenberg (también con Ben Stiller como protagonista) y Frances Ha fueron ignoradas por las distribuidoras y enviadas directo a DVD. Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) no fueron muy bienvenidos a los 40. Sin hijos (no por elección sino por imposibilidad), y con una vida sumida en el aburrimiento y sin rumbo preciso, ven cómo sus amigos se dedican a la educación de sus retoños y los van excluyendo de su cotidianeidad. Ambos se niegan al paso del tiempo (tanto física como psicológicamente) hasta que un día conocen y entablan una amistad con Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), una pareja de veinteañeros que les contagia su juventud, les mueve un poco el avispero y los saca de la rutina en la cual estaban inmersos. Noah Baumbach no se anda con vueltas y expone desde el primer minuto la infelicidad que atraviesan Stiller y Watts. En la escena que abre la película,Watts no puede terminar de contar el cuento de los tres chanchitos al bebe de su amiga y Josh la mira como alguien que quiere ayudar pero no sabe bien cómo hacerlo. La incomodidad de la secuencia demuestra que algo no anda bien, que el camino que transitan juntos es operado en un piloto demasiado automático. Esa escena agridulce es la encargada de resumir magistralmente el tono cómico y amargo que se mantendrá durante toda la película. La neurosis, el cine y la literatura son referencias continuas que contornean de forma subliminal a los protagonistas. Baumbach pone de telón a la ciudad de Nueva York y, al igual que el mejor Woody Allen, la utiliza para moldear a sus personajes. La neurosis, la música, el cine y la literatura de la metrópolis son referencias continuas que sirven para contornear subliminalmente a los protagonistas. Resulta irónica la mirada de Baumbach sobre cómo la pareja interpretada por Driver y Seyfried lee libros, no usa Facebook, se viste con una estética vintage y escucha música en discos, mientras que la pareja encarnada magníficamente por Stiller y Watts tiene casi todos los productos de Mac, se viste con ropa “normal y funcional a la moda” y consume formatos de música digital. Ahí es donde el escritor que colaboró con Wes Anderson en Vida Acuática (The Life Aquatic with Steve Zissou) y El Fantástico Sr. Zorro (Fantastic Mr. Fox) nos demuestra que en la moda o en el arte lo viejo de ayer puede ser lo nuevo de hoy, pero que en nosotros el paso del tiempo es incómodo, negador, con artritis y con sombreros que a determinada edad resultan algo ridículos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Surfeando la crisis de los cuarenta y pico El encuentro con una pareja de veinteañeros les mueve la estantería a Josh y a Cornelia. Casados, sin hijos mientras sus amigos asumen la paternidad, ambos se aferran a esos retazos de juventud que aparecen en una vida que se les dibujaba monótona, flaca en emociones. Antes de entrar en materia, Noah Baumbach reproduce un certero fragmento, extraído de una pieza de Henrik Ibsen. La apostilla, a modo de prólogo, implica una promesa al espectador. Baumbach fija una vara muy alta (Ibsen) y se propone saltarla empleando el mayor de los esfuerzos. Eso requiere mucha fluidez en la narración, un respeto reverencial por el lenguaje y, por sobre todo, la máxima precisión en la construcción de los personajes. Sobre esos pilares Baumbach cuenta su historia y lo hace admirablemente. Josh (Ben Stiller) es un documentalista empantanado desde hace años con una película. Su suegro (Charles Grodin, notable) es toda una figura del género y ese es un nudo que Josh no logra resolver. En el medio está Cornelia (Naomi Watts), herida por los embarazos que perdió y espantada por la maternidad que disfrutan sus amigas. A ese escenario se asoman Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried). Ellos son jóvenes, apasionados, generosos. Irresistiblemente cool. Espejos en los que Josh y Cornelia necesitan reflejarse. Está claro que nada es lo que parece. Jaime y Darby son, ante todo humanos, y por ende imperfectos. Descubrirlo será imprescindible para que Josh y Cornelia comprueben, además del paso del tiempo, qué es lo que realmente los moviliza. “¡Dejemos de lado la ética!”, clama Josh, desesperado por desenmascarar a Jamie. Baumbach es un habilísimo escritor de diálogos y filma muy bien. “Mientras seamos jóvenes” lo muestra en un óptimo grado de madurez, fino para captar el pulso de la calle y la vida interior de una época -los cuarenta y tantos- en la que cuesta salir del atolladero cultural. Desde lo actoral, la película es de Adam Driver, un comediante de brillante expresividad corporal.
Seré claro: tengo casi la misma edad que Noah Baumbach y su alter-ego/protagonista en la ficción, Josh (Ben Stiller) y trabajo en el mundo del cine. Hace años ya que tengo en mi cabeza un documental que no es del todo documental pero sí es personal y –como el propio Josh– no consigo ni explicarlo bien ni nadie a quien le interese financiarlo. Tengo socios más jóvenes en ese proyecto y muchas de las discusiones sobre el status del documental y de la ficción, la objetividad, la “verdad” en el cine, la ambición, los contactos (y la búsqueda descarada de su dinero) y las idas y vueltas que circulan en la problemática producción de su película (o de la mía) me tocan muy de cerca. MIENTRAS SOMOS JOVENES está hecha claramente para mí. O alguien parecido. Lo mismo me pasa con las diferencias generacionales, que se parecen bastante a las que describe el director de GREENBERG en el filme. Tengo amigos más jóvenes a los que trato de seguirles el ritmo y no siempre puedo y dolores de rodilla que no debería tener a mi edad. Intentan convencerme de circular en bicicleta por la ciudad y siempre me da una pereza y pánico extraordinarios, lo mismo que armar un mueble en vez de comprarlo hecho. Tratar de ser cool después de los 40 es un trabajo que debería ser remunerado. while-were-young.nocrop.w529.h270Más allá de algunas diferencias (tengo hijos y él no), en el filme Stiller soy yo, judío y todo, y hasta con “suegro” cineasta. Jamie (el extraordinario y bizarro Adam Driver) es el nuevo amigo joven de Josh, también un documentalista quien se acerca a él profesándole su admiración pero quizás buscando otras cosas (me ha pasado) e invitándolo a ser, como él, una suerte de hipster de Brooklyn: vinilos, máquinas de escribir, sombrerito, restaurantes que el tiempo olvidó, pilas de VHS, posters de ROCKY 3 y cartoons. Josh, en cambio, tiene una casa prolija llena de los últimos adelantos tecnológicos y con su mujer Cornelia (Naomi Watts) leen noticias políticas, escuchan dad rock (la escena en la que Adam Horowitz, de los Beastie Boys, busca el CD de Wilco es una gloria) y se acuestan casi siempre a las 11 de la noche. No tienen hijos, los que les da la libertad de hacer lo que quieren con su tiempo y no hacen prácticamente nada. Su encuentro con Jamie y su esposa Darby (Amanda Seyfried), que hace helados artesanales, les llega a Josh y a Cornelia en un momento justo. Sus mejores amigos (el mencionado Horowitz y Maria Dizzia) acaban de tener un bebé y, previsiblemente para una pareja sin hijos, se transforman en un plomazo infernal que no habla de otra cosa que del niño en cuestión en todos los detalles posibles (he estado ahí también), por lo cual resulta más divertido salir con los de veintipico, ir a caminar por las vías del subte a la noche, participar en ceremonias de ayahuasca, ir a bailar o a tomar clases de hip-hop o, finalmente, colaborar en sus proyectos cinematográficos. while3La película del varias veces coguionista de Wes Anderson y director de la maravillosa HISTORIAS DE FAMILIA cruza dos ejes complicados como para ser parte de una misma película. Por un lado se presenta como una comedia más liviana y accesible acerca del choque generacional (eso era lo que quería ver el público que estaba en la sala del Abasto anoche conmigo, tratando de divertirse en una “comedia de Ben Stiller”) y, por otro, una que intenta hacer una disertación/debate sobre el mundo del cine, la ética profesional, el status del documental y el enfrentamiento entre la verdad y el entretenimiento. Y si bien estos dos ejes están muy bien conectados (las actitudes de los jóvenes y de los cuarentones al respecto también siguien líneas casi opuestas), este universo en el que se cita a Godard (y a Maysles, a Pennebaker y Wiseman) no siempre se lleva del todo bien con el otro. Lo mejor del filme de Baumbach es la manera en la que logra mostrar las mejores y peores facetas de cada uno de los personajes sin juzgarlos del todo. Si bien por momentos da la impresión que el filme se pondrá del lado de Stiller en una controversia que surge en el documental que empiezan a dirigir juntos (sí, Jamie trampea con la verdad, es ambicioso y despiadado, pero también es joven, quiere triunfar y tiene menos traumas de corrección política/ética que Josh), también es claro que su colega es un frustrado realizador, incapaz de salir de su enrevesado proceso ético/intelectual para terminar de hacer una película que ni él sabe ya de qué trata. while-were-young.10352267.87Veo estas cuestiones a diario. Me enojo todo el tiempo con colegas (periodistas o cineastas) que, siento, se manejan sin códigos éticos que yo consideros prioritarios en mi escala de valores, pero también admito que me cuesta “ponerme en su lugar”. Y de eso se trata, básicamente, MIENTRAS SOMOS JOVENES, de la complejidad de asumir la propia edad y de no juzgar de acuerdo a nuestro igualmente generacional modo de entender las cosas. A Josh le llama la atención que Jamie escuche “Eye of the Tiger”, el tema de ROCKY 3, sin ironía alguna (“ellos no diferencian esas cosas como lo hacemos nosotros”, le dice a su mujer) o que use referencias de los ’70 que no conoce y que para él forman parte central de su vida “real” de la misma manera que a mí a veces me fastidia la fascinación por los ’80 que tienen personas que no estuvieron ahí para ver cuanta mierda había dando vueltas. Pero también admira esa capacidad de aglutinar todo sin culpas ni categorías. Creo, sí, que la película tiene algunos problemas. Stiller actúa y piensa como alguien que debería tener unos años más de los que tiene, casi un baby boomer. Nuestra generación (sí, la llamada X) ya era bastante inclusiva y posmoderna en el sentido de no hacer tantas diferencias entre alta y baja cultura, a diferencia de la del “disco sucks” , cine de autor vs. Lucas/Spielberg (“cine o cine de entretenimiento”, como decía la cartelera de un diario) o la de música comercial vs. música progresiva, controversias tan caras a los ’70. Eso, se siente, está un poco sobredimensionado para hacer chocar a las dos generaciones más de lo necesario. También se podría pensar que este grupo de veintipico a los que la tecnología les importa poco y nada representa más bien a un sector hipster de grandes ciudades que al verdadero comportamiento gadgetiano de esa generación. while5Hay otro problema aún más grande en el filme y que se nota, a veces, en el cine de Baumbach: tengo la sensación que es mejor guionista que cineasta, que no siempre tiene el ojo y el tempo como para manejar las situaciones, que no tiene un don natural para la puesta en escena y por momentos depende pura y exclusivamente de su ingenio para los diálogos. No siempre pasa (varios chistes visuales son buenísimos), pero hay ciertos momentos en los que a la película parecería faltarle aire, como si su respiración fuera errática, entrecortada. Algo que no pasaba en FRANCES HA, pero sí en GREENBERG, de la que esta película es una suerte de secuela emocional y temática. Pero, más allá de los reparos, es inevitable que la película nos golpee una y otra vez con sus dardos, mitad tiernos, mitad maliciosos. En ese estilo Woody Allen/Paul Mazursky/Louis CK que Baumbach maneja hay espacio para criticar a los personajes y que ellos mismos se castiguen pero, claramente, hay un cariño hacia ellos que trasciende esa suerte de bronca. Hasta la parejita casada y con bebé, que parece ser el símbolo de la aburrida mediana edad, son queribles y, finalmente, revelan que no todo es tan rosa a la hora de ser padres de niños pequeños. La de MIENTRAS SOMOS JOVENES es honestidad brutal, a veces, pero hecha por alguien que les desea lo mejor a todas y a cada una de sus criaturas.
La felicidad y cómo lograrla. Al margen de la colaboración en la escritura de guiones para las películas de Wes Anderson, y aunque contaba en su haber con tres largometrajes anteriores, la primera noticia más o menos consistente de Noah Baumbach la tuvimos en la Argentina con The Squid and the Whale; una auténtica película de familia, una historia de adolescencia aturdida y un esmerado repertorio de balbuceos con el que el director pretendía inyectarle dosis de glamour y novedad a la evidentemente poco confiable etiqueta “familia disfuncional”. Baumbach arrojaba a sus protagonistas a un vacío que parecía devorarlos en cada escena, y la película consistía en una especie de carrera de obstáculos cómica y estremecedora, en la que de lo que se trataba era de observar –pertrechados con todo el morbo que fuéramos capaces de acopiar como espectadores privilegiados – a qué nueva vuelta de perplejidad y desconcierto se verían sometidos los personajes de una escena a otra. El humor elusivo, la brillantez instantánea de los diálogos concebida como una de las formas menos publicitadas de la malevolencia; el tono “ladrillo a la vista” de la ciudad de Nueva York –de una melancolía desdeñosa, creada en un laboratorio, pero de todos modos efectiva–, hacían de la película una experiencia singular de bajo perfil, capaz de arrancar tímidamente al director de su papel de compinche inveterado de Anderson para investirlo de un insospechado peso propio. En Mientras somos jóvenes, su anteúltima película hasta la fecha (en los últimos años el director parece haber puesto un pie en el acelerador y obtenido una inesperada regularidad), Baumbach se ha vuelto un poco más discreto, acaso más sobrio, aparentemente menos dispuesto a tratar de sorprender al espectador con algún truco de último minuto todo el tiempo, pero también con toda la pinta de haber perdido algo de su sensibilidad para el retrato impiadoso y de la elegancia con la que sus personajes alcanzaban un relumbre de humanidad salvador a pesar de sus defectos. Los protagonistas son una pareja de cuarentones relacionados con la producción de documentales. Baumbach los muestra razonablemente felices aunque un poco resignados, quizá acostumbrados sin darse cuenta a vivir una clase de vida que no se ajusta con exactitud a la que hubieran deseado pero que tampoco parece calzarles mal del todo. Los personajes conocen entonces a otra pareja mucho más joven, que parece funcionar por oposición respecto de esa satisfacción improbable que se insinúa en un pasar cómodo y en el repertorio de pequeñas rutinas domésticas que se desprenden de una existencia poco rumbosa pero apacible. Estos nuevos amigos, especialmente el varón, resultan ser unos vivillos de campeonato, que solo buscan introducirse en el mundo del documental (el suegro del protagonista es un director famoso), pero la película deja entrever que su energía y su pasión son auténticas, precisamente la clase de cosas que los protagonistas tuvieron en sus años dorados y ahora admiten con perplejidad haber perdido. Mientras somos jóvenes es tal vez la película más trabajosa y menos fluida de Baumbach; el corazón de la trama amagaba con ser el descubrimiento doloroso de un vacío sin nombre disponible, que los personajes padecen prácticamente sin saberlo mientras se convencen de las bondades de una vida carente de ataduras, sin hijos ni trabajos demasiado demandantes. Pero el director se distrae inexplicablemente con algunas contorsiones de guion que dan lugar al despliegue de una serie de gags no siempre inspirados, que parecen diseñados para proporcionarle a Stiller una situación cómica donde pueda ofrecer sus piruetas más pedestres. Para decirlo rápidamente: la película no tiene la gracia estilizada y vanidosa de The Squid and the Whale, pero tampoco es Greenberg, ese ejercicio sentimental genuino, donde la mirada dolorida del descastado era el modo en el que la añoranza por lo que pudo haber sido adquiría los ribetes de una tragedia expresada en susurros. Dicho esto, hay que agregar que Mientras somos jóvenes es una película más bien disfrutable, que se puede ver con el entusiasmo moderado con el que sus personajes descubren que, pese a todo, todavía están a tiempo para alcanzar cuotas dudosas de felicidad.
Crítica emitida por radio.
Mientras somos jóvenes es una película pasatista y bastante original en cuanto a su premisa y desarrollo. Tiene un muy buen arranque ya que aparenta ser una divertida comedia sobre la crisis de la mediana edad, pero luego pega un giro brusco donde la diversión queda relegada...
Mancebocracia Josh y Cornelia acaban de pasar los 40 y están ahí, al filo de una crisis, viendo como algunas oportunidades se les empiezan a escapar. Afrontan conflictuados esa edad aún temprana en que empieza a ser tarde pero no tanto para ciertas cosas. La paternidad es el dilema mayor que se multiplica en otros menores. Entablar amistad con una pareja mucho más joven y despreocupada parece ser la salvación, pero el Divino Tesoro de la juventud esconde su propia oscuridad. El encantamiento por el desprejuicio deviene en alarma. Los jóvenes saben como manipular, la ingenuidad está en otro lado. La brecha generacional se degenera. Noah Baumach, que empezó como co-guionista de las mejores películas de Wes Anderson y siguió con una interesante carrera como director, sabe a donde apuntar, y acierta en la mayoría de los casos. La levedad inicial y la acumulación de neurosis que emparentan su trabajo con el Woody Allen más efectivo de los 80 están ahí pero van cediendo lugar a una mirada irónica sobre el lugar privilegiado que se le da a la juventud como valor en estos tiempos.