Una nueva y atrapante adaptación del clásico, con un elenco a la altura de una puesta que privilegia lo sensorial, la generación de atmósferas y el duelo entre los protagonistas para dilucidar quién cometió el crimen más inesperado en medio de las ancestrales aguas del río egipcio. Un espectáculo visual con una entrañable, una vez más, intepretación de Kenneth Branagh como Poirot.
La fórmula del crimen Fascinado por la fórmula literaria de la popular novelista inglesa Agatha Christie y con su icónico personaje, el inquieto realizador británico Kenneth Branagh regresa una vez más con una adaptación literaria de la autora de El Misterio de Sittaford (The Sittaford Mistery, 1928), Muerte en el Nilo (Death on the Nile, 2022), novela publicada en 1937 en base a las impresiones de la escritora durante su estadía en el hotel de primera clase Old Cataract en Egipto, donde se filmaron escenas de la primera adaptación de 1978 dirigida por John Guillermin en base a un guión de Anthony Shaffer, film protagonizado por Peter Ustinov como el sagaz detective Hercule Poirot que contó además con intérpretes de la talla de Angela Lansbury, Bette Davis, Maggie Smith, Mia Farrow, David Niven, Jack Warden y George Kennedy. A diferencia de la versión de Shaffer y Guillermin, la interpretación del talentoso guionista Michael Green, con Branagh en la dirección, se aleja en algunas cuestiones importantes de la novela de Christie ofreciendo una introducción diferente y cambiando el talante de algunos personajes y ciertas cuestiones difíciles de digerir para el delicado paladar actual de la enrevesada trama de Christie, pero sin alterar el núcleo del relato. Al igual que en Asesinato en el Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express, 2017), Branagh regresa como el implacable detective belga Hercule Poirot, protagonista de las novelas de la prolífica y reverenciada Christie, para adentrarse en la historia del personaje y agregarle algunas anécdotas a su vida que le sirven a Green para desarrollar la personalidad de Poirot, aquí un poco más melancólico que en las versiones de los setenta y los ochenta. El film comienza a principios de la Primera Guerra Mundial en las trincheras belgas con una anécdota sobre el curioso y extravagante bigote que Kenneth Branagh, para muchos un tanto ridículo, desarrolló para componer a Poirot, para saltar luego a 1937, año en que transcurre también la novela, donde en un prestigioso salón de baile londinense se presenta la famosa cantante de blues Salome Otterbourne (Sophie Okonedo), en el libro y en el film de 1978 una escritora de novelas románticas interpretada histriónicamente por Angela Lansbury. En el salón, un obcecado y compulsivo Poirot observa el concupiscente baile entre Simon Doyle (Armie Hammer) y su sensual novia, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). La llegada de la mejor amiga de Jacqueline, Linnet Ridgeway (Gal Gadot), una millonaria que le ofrece trabajo a Simon a instancias de Jackie, capta la atención del curioso Poirot, un detective narcisista y obsesionado patológicamente con la simetría, que vislumbra el comienzo del drama que se trasladará a Egipto poco después. La atracción entre ambos es inmediata y el compromiso de Simon con Jackie se rompe para abrirle paso al casamiento entre Simon y Linnet, seguido de una Luna de Miel en Egipto con la pareja rodeada de las ruinas del imperio de los faraones. Jacqueline decide seguir al dúo para atormentarlo en su idilio en un periplo en el que Poirot coincide con un viejo amigo, Bouc (Tom Bateman), que viaja con su madre, Euphemia (Annette Benning), personajes que no existen en la novela y que reemplazan a otros tantos. A diferencia de la novela, que presenta a un grupo heterogéneo que se encuentra en Egipto por diferentes razones, tan solo algunas involucradas con la dupla romántica, en el film de Branagh todos los personajes acompañan a la pareja en su Luna de Miel en el Hotel Cataratic en Asuán. Linnet invita Poirot a acompañarlos en su viaje para intentar alejar a la molesta Jacqueline, pero la despechada mujer mantiene su actitud y amenaza la paz de la pareja, que es a su vez acompañada por un grupo ecléctico que componen el antiguo prometido de Linnet, un abatido médico que quiere ayudar en regiones sin acceso a la medicina, Windlesham (Russell Brand), la cantante Salome Otterbourne junto a su hija y representante, Rosalie (Letitia Wright), la sirvienta de Linnet, Louise Bourget (Rose Leslie), una millonaria de ideas socialistas que acaba de donar toda su fortuna al Partico Comunista, Marie van Schuyler (Jennifer Saunders), que viaja junto a su acompañante, Bowers (Dawn French), y el primo de la familia, Katchadourian (Ali Fazal), quien maneja las finanzas de la fortuna del clan. Durante la convivencia Poirot descubre que todos tienen un motivo para odiar a la joven y rica Linnet, lo que lleva al detective a sospechar que la salud de la mujer corre peligro. Durante el viaje tres personas morirán y todos serán sospechosos en una trama criminal alrededor de los espectaculares paisajes desérticos y las ruinas del Antiguo Egipto faraónico. Los cambios de Green no introducen ninguna mejora en la narración, tan solo hay una actualización del relato alrededor de las temáticas actuales, completamente alejadas del espíritu de Agatha Christie, pero que no alteran la historia en su estructura y su núcleo. Una decisión polémica teniendo en cuenta la popularidad de Christie, pero acorde con las ideas actuales de eliminar cualquier elemento que pueda herir potencialmente a alguna minoría. En este sentido, el guión de Green deja de lado las cuestiones raciales y de clase que figuraban patentes en la novela y en la película de Guillermin, donde por ejemplo se ridiculizaba al capitán egipcio del barco, dejando a su vez tan solo una pisca bastante lavada del contenido político y de clase de la novela e introduciendo la igualdad racial y la diversidad sexual, cuestiones que no hubieran sido del agrado de la conservadora autora inglesa y que marcan los principales desvíos de la historia original hacia una mentalidad más actual de respeto y tolerancia que enfatizan hasta sus extremos lo políticamente correcto. En este sentido, la ideología marxista, de la que Christie se burlaba a través del personaje de Mr. Ferguson, aquí subsumido en el de Marie van Schuyler, es presentada como una visión política válida como cualquier otra, anulando así el conflicto y convirtiendo al pensamiento marxista en una farsa, una forma de anulación que ni siquiera hubiera cruzado la mente de Agatha Christie, suerte de burla siniestra del marxismo que ni siquiera la conservadora Christie podría haber imaginado en su época. Los cambios introducidos por Green se enfocan en la anulación de los guiños cínicos de Christie, como la parodia de la personalidad y la obra de la escritora de escandalosas novelas románticas, también guionista y directora de cine, Elinor Glyn, una celebridad durante la década del veinte del Siglo XX, por nombrar uno de los principales cambios que le dan un tono diferente al film de Branagh, más circunspecto y atemorizado por las barbaridades políticamente incorrectas del filo de la prosa de Christie que la adaptación original de Shaffer y Guillermin. Aunque la comparación con las actuaciones brillantes del espectacular elenco de la versión de fines de los setenta deja muy mal parada a la remake, el film de Branagh ofrece interpretaciones correctas, más cercanas a la idiosincrasia actual que a la visión del mundo, la vestimenta y el lujo de fines de la década del treinta. Annette Benning y Kenneth Branagh son los que salen mejor parados de la comparación y Tom Bateman es el que más desentona, un personaje completamente distinto al del Coronel Race de la novela, en el film anterior interpretado por el aristocrático David Niven. Con algunos efectos especiales, escenas sobre la violencia que anida en la naturaleza y mucho glamour, Muerte en el Nilo se enfoca en las panorámicas espectaculares del director de fotografía que acompaña a Branagh desde Sleuth (2007), Haris Zambarloukos, siempre distanciándose de cualquier elemento que pueda considerarse alejado del mundo de la clase alta que se presenta aquí, una burbuja sin relación alguna con la realidad de la alta burguesía de la década del treinta, época de contradicciones sociales en la que los ricos se rodeaban de un sinnúmero de sirvientes y ayudantes de distinta índole, cuestión bien retratada en la versión de Guillermin. La música de Patrick Doyle, otro colaborador asiduo del director desde sus inicios a fines de la década del ochenta con Enrique V (Henry V, 1989), realiza una gran labor nuevamente en una composición que acompaña con parsimonia el clima de misterio que Branagh propone. En esta versión más pulida y brillante, no exenta de problemas y que casi no se estrena en cines por cuestiones ajenas al film, que apela a un humor y un estilo muy distinto del de Christie y de la primera adaptación, hay un respeto muy marcado por la estructura de la novela de la escritora británica hasta la médula, tan solo cambiando elementos secundarios para crear una obra en la que Branagh no se destaca como director pero en la que tampoco destempla. A pesar de lo edulcorado de la propuesta, las historias de Agatha Christie y sus fórmulas narrativas siguen interpelando a los artistas de esta época y a un público que disfruta de una trama bien construida con un misterio que se resuelve mediante la inteligencia, elemento casi siempre ausente en muchas ficciones actuales.
Hércules Poirot deberá resolver un nuevo misterio en “MUERTE EN EL NILO”. Tras demoras y escándalos llega de una vez por todas a la pantalla grande la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Agatha Christie. Las vacaciones del detective belga Hércules Poirot a bordo de un glamoroso barco de vapor en Egipto se convierten en una aterradora búsqueda de un asesino, mientras que la luna de miel idílica de una pareja perfecta se ve trágicamente interrumpida. Ambientada en un paisaje épico de amplias vistas del desierto y las majestuosas pirámides de Giza, esta historia de pasión desenfrenada y celos presenta un grupo cosmopolita de viajeros impecablemente vestidos, y los suficientes giros inesperados como para dejarnos inquietos y desconcertados hasta el impactante desenlace. Kenneth Branagh es un ávido realizador de cine que recientemente sumó a su ferviente pasión por Shakespeare, las aventuras de Agatha Christie. Se desempeña nuevamente como director y protagonista, interpretando al detective más famoso de la autora, como ya lo hizo en “Asesinato en el Expreso de Oriente” (2017). Branagh guía hábilmente, tanto desde la dirección como en su rol protagónico, a un elenco estelar que incluye a Gal Gadot, Armie Hammer, Emma Mackey, Russell Brand, Annette Bening, entre otros. Con sus tiempos en pantalla bien divididos, todos construyen personajes muy interesantes y ambiguos que nos hacen sospechar hasta el último minuto. Mención especial Emma Mackey (“Sex Education'') que sorprende con un papel complejo, alejado de los roles en los que la vimos. El guion es sólido y nos atrapa con giros interesantes. Más allá de la genialidad de la historia de Christie, la adaptación está muy bien lograda, con diálogos bien construidos y ‘gags’ que entran en los momentos justos. La fotografía de la película es hermosa y resalta la grandeza de Egipto. Hay un gran uso del lenguaje cinematográfico, que al espectador más cinéfilo le hará recordar a otras grandes películas. Por momentos, sentí alguna inspiración en la obra maestra de Francis Ford Coppola, "Apocalypse Now" (1979), con el barco avanzando por el río, los atardeceres naranjas, juegos de sombras, naturaleza y la gente local. La tranquilidad del paisaje contrasta con la vorágine de lo que sucede a bordo. Sin embargo, en algunas locaciones es muy notable el abuso de CGI, lo que hace tambalear la veracidad de los hechos y nos distancia un poco de la acción. A pesar de que en esta temporada de premios el ojo estará puesto en “Belfast”, el más reciente (y nominado al Oscar) largometraje del director; este film no merece ser pasado por alto. “MUERTE EN EL NILO” nos regala dos horas muy atrapantes y a puro misterio que merecen ser vistas en la oscuridad del cine. Por Matías Villanueva
En 2017 Kenneth Branagh dirigió y protagonizó como Hércules Poirot Asesinato en el Expreso de Oriente. La crítica no fue demasiado entusiasta, pero la película más que sextuplicó en taquilla su costo de 55 millones de dólares al recaudar 353 millones de dólares solo en su paso por los cines (340.000 espectadores en los de Argentina). Casi cinco años después (el lanzamiento se demoró varias veces por la pandemia) llega otra transposición de una célebre novela de la inglesa Agatha Christie con Branagh interpretando con acento francés al detectivo privado de origen belga. El resultado artístico, otra vez, es apenas correcto y -en medio de la crisis del theatrical- habrá que ver si el comercial se acerca al del film anterior. Sé que el siguiente concepto conlleva en sí mismo una absoluta contradicción, pero aquí va igual: Branagh se toma las cosas en serio, prescinde por completo de las canchereadas e ironías tan en boga en el cine cotemporáneo, es extremadamente fiel al espíritu de la novela, pero al mismo tiempo esa nobleza de intenciones, esa apuesta old-fashioned, convierten al relato en una experiencia algo esquemática y conservadora. Va otra idea: Muerte en el Nilo, nueva versión del whodunit publicado en 1937 que ya había sido llevado al cine por John Guillermin con un elenco encabezado por Peter Ustinov, Jane Birkin, Bette Davis, Mia Farrow, George Kennedy, Angela Lansbury, David Niven, Maggie Smith y Jack Warden, bien podría verse como un nuevo episodio dentro de una serie antológica. En efecto, Asesinato en el Expreso de Oriente -novela de 1934- tenía al mismo director, protagonista, guionista, director de fotografía (se rodó en 65mm) y músico. Si la fórmula sigue funcionando hay varios libros con el inefable Poirot listos para ser filmados como capítulo 3, 4... Si Asesinato en el Expreso de Oriente transcurría a bordo de un tren, buena parte de Muerte en el Nilo (salvo un prólogo ambientado durante la Primera Guerra Mundial en el que descubriremos el origen del particular bigote del protagonista) ocurre sobre un barco que, claro, surca las aguas del río del título, con las imponentes pirámides egipcias de fondo. Un entorno suntuoso y pintoresco para plantear, desarrollar y resolver un típico misterio con asesinatos incluidos en el que (casi) todos tienen motivos para ser el o la culplable en cuestión. Quedó dicho que la puesta en escena de Branagh es respetuosa y clásica al punto de resultar un poco demodé, pero las mayores fisuras se notan aquí en un elenco en el que conviven -no siempre con armonía- intérpretes de muy diversos orígenes, generaciones y estilos: más allá de la presencia de Branagh como director de orquesta detrás y delante de pantalla, el elenco incluye al “cancelado” Armie Hammer, Gal Gadot, Emma Mackey (la revelación de Sex Education), una desaprovechada Annette Bening, Tom Bateman, Ali Fazal, Russell Brand, Sophie Okonedo, Letitia Wright y Dawn French. Así, con sus apuntados altibajos, Muerte en el Nilo es tan convincente y limitado como ver un capítulo (doble y con más recursos de producción, claro) de la serie de turno.
Basada en la aclamada novela homónima de Agatha Christie, «Muerte en el Nilo» nos trae otra aventura del detective Hercules Poirot.
Muerte en el Nilo venía sufriendo sufriendo retrasos, no solamente por la pandemia sino que por la participación de Armie Hammer, que está cancelado por acusaciones de violencia de género…. y canibalismo (¿?). Lo cierto es que intentaron reemplazarlo pero ya se había filmado demasiado y la producción no estaba muy dispuesta a gastar más plata del presupuesto. Disney compró Fox y dicen que las películas que fueron encargadas por esa productora fueron descuidadas intencionadamente, según algunos de los que conocen las internas de Hollywood. Es la segunda película que Kenneth Branagh dirige sobre uno de los famosos libros de Agatha Christie, luego de Asesinato en el Expreso de Oriente. El director y actor británico dijo que su intención es generar un universo nuevo a partir de las historias que escribió la autora inglesa, en donde el detective belga Hércules Poirot es el protagonista exclusivo, con su habilidad infalible a la hora de descubrir los secretos de los crímenes que se le cruzan o que le proponen resolver. Sumido en esta idea de crear su propio universo sobre el personaje que ya ha tenido otras versiones -la más divertida fue sin dudas la de John Guillermin en 1978 con Peter Ustinov, aunque muchos crean que es mejor lo que hizo Albert Finney-, arranca con una historia en la Primera Guerra Mundial, donde se explican algunas cuestiones sobre el detective para pasar a continuación a la trama en sí de la novela. Muerte en el Nilo es una historia de amor, deseo, traiciones y una millonaria asesinada nada menos que durante su luna de miel. Linnet (Gal Gadot) es millonaria, vivaz, espléndida y soltera, pero una noche de verbena se encuentra con su mejor amiga que le presenta a su novio y Linnet cae a los pies del galán y meses después la vemos casarse con el galán de su ahora ex amiga. Brannagh es buen director y sabe lo que tiene que contar. Si bien la película tiene un buen elenco, esta segunda película de la nueva saga de Poirot no tiene tantas estrellas como la primera ni la trama tiene tanta tensión pero tenemos varios paisajes lujosos, un viaje en barco por el Nilo, intentos de asesinato en las pirámides. Al terminar la travesía se van a acumular una cantidad importante de cadáveres, porque el poder del amor puede ser devastador como ya lo anuncia el mismísimo Poirot en el prólogo. La película es lujosa y entretenida, no tendrá mucha tensión y la resolución es bastante anticipada por cualquiera que tenga algo de relato policial encima, pero no es culpa del director, porque en realidad en este caso la falla viene de origen. Si les gustan los policiales tradicionales y quieren pasar un rato en el cine, vayan, porque esta clase de películas es mejor verlas en pantalla grande. Si se van a poner exquisitos esta no es su película. Y hay que agregar sobre el Poirot de Brannagh, el personaje se encuentra en un punto medio entre el entusiasmo de Ustinov y la actitud de “ahora van a ver lo que hace un actor en serio” que se notaba detrás de la actuación de Finney. Si logran armar ese universo, quizás nos terminemos convenciendo de la nueva versión del sabueso infalible, pero por ahora a este Poirot le falta un golpe de horno y es un poco pomposo. Habrá que ver si la taquilla y Disney le dan un futuro o el intento no pasa de estas dos películas. MUERTE EN EL NILO Death on the Nile. Reino Unido/Estados Unidos, 2022. Dirección: Kenneth Branagh. Intérpretes: Kenneth Branagh, Gal Gadot, Armie Hammer, Emma Mackey, Annette Bening, Tom Bateman, Ali Fazal, Russell Brand, Sophie Okonedo, Letitia Wright y Dawn French. Guion: Michael Green, basado en la novela de Agatha Christie. Fotografía: Haris Zambarloukos. Edición: Úna Ni Dhonghaíle. Música: Patrick Doyle. Distribuidora: Disney (20th Century Studios). Duración: 127 minutos.
Kenneth Branagh, Gal Gadot y un elenco estelar Basada en la novela original de Agatha Christie, Kennet Branagh esta vez se redime con Muerte en el Nilo de lo que fue la adaptación endeble de la película anterior, Asesinato en el Expreso de Oriente (2017), en la que interpreta por primera vez al inefable detective Hercules Poirot. En esta ocasión, tal vez porque han afinado el lápiz del guion, porque han pensado en un elenco que no haga agua (a esta altura no es secreto que no me dejó conforme el primer acercamiento a las aventuras de Poirot), logran dar en la tecla en una película con buen ritmo, que no decae, que resulta entretenida en el buen sentido y logra mayor empatía emocional. En una época de guiones que parecen vacíos y que dejan de lado las emociones humanas primarias, esas que el cine necesita abordar antes que ningún otro punto para volverse interesante de cara al espectador, el director logra revertir el mal paso y valerse de ello. Aunque el inicio es un poco flojo en su explicación del personaje, levanta vuelo rápidamente. La novela fue publicada en 1937 y tuvo varias y diferentes versiones, por lo cual es imposible mencionar a todas, pero entre ellas se encuentran una obra de teatro de 1944 y otra para la pantalla grande (además de la serie británica protagonizada por David Suchet entre 1989 y 2013), con otro elenco perfecto y pleno de grandes nombres de la industria, a saber: Peter Ustinov, Jane Birkin, Bette Davis, Mia Farrow, George Kennedy, Angela Lansbury, David Niven, Maggie Smith y Jack Warden. Branagh captura en esta producción la esencia de Poirot y genera una clima clásico con ayuda de Gal Gadot, quien tiene un carisma y una posibilidad de adaptación prácticamente sin igual a lo que sea que se le pida, secundada en ello por otros nombres que cumplen su rol perfectamente, como Armie Hammer, Emma Mackey, Annette Bening, Tom Bateman, Ali Fazal, Russell Brand, Sophie Okonedo, Letitia Wright y Dawn French; y, por supuesto, el propio director en el papel del investigador belga.
En 2017 descubrimos a Kenneth Branagh con el traje, el enorme mostacho, los elegantes modales y la vanidad a toda prueba de Hércules Poirot resolviendo con su acostumbrada perspicacia un crimen en el Muro de los Lamentos de Jerusalén. Con ese simpático prólogo, Branagh inició su romance con el mundo de Agatha Christie y se puso al frente de la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente, dirigiendo (y desaprovechando) a un elenco de excepción en una aventura apenas correcta, resuelta con más oficio que pasión por el misterio. Por suerte las cosas mejoraron en el segundo intento, que por fin llega a los cines después de una larga postergación forzada por la pandemia. La película estaba lista para estrenarse a fines de 2019, cuando por ejemplo Armie Hammer (uno de los protagonistas) no atravesaba la delicada situación personal que amenaza con su “cancelación”. Tras el escándalo, Disney prefirió no reemplazarlo y optó por bajar el máximo perfil posible alrededor de su presencia en pantalla. Más allá de los reproches por su conducta hay que decir que la decisión fue acertada: Hammer cumple a la perfección con lo que se espera de su personaje, un playboy arrogante dispuesto a la vida fácil junto a una multimillonaria heredera. Si Muerte en el Nilo, otra remake que podría perfectamente funcionar como secuela de la aventura en el tren (el personaje de Tom Bateman, es la bisagra entre ambas), resulta más satisfactoria que su predecesora es porque entre otras cosas el Branagh director confía mucho más en el poder de sus actores (un grupo un poco menos estelar que el de la película anterior) para que la intriga resulte mucho más intensa, convincente y creíble. Y para que los personajes que rodean a Poirot le hagan mucho más difícil la tarea de resolver el enigma que tiene ante sus ojos y su infalible instinto detectivesco. Es imposible no colocar a Muerte en el Nilo frente al espejo de la versión original de 1981. Ella tenía a su favor la posibilidad de aprovechar los escenarios naturales de la acción y recorrer de verdad las maravillas de Egipto desde un imponente barco de vapor mientras, en la cubierta, una gran feria de vanidades ambientada en 1937 precedía el momento de la muerte y la intervención de Poirot. En la nueva versión, Branagh casi no pudo salir de los estudios británicos en donde se hizo la mayoría del rodaje, pero recupera desde una bienvenida nostalgia aquella idea de gran espectáculo y narración “a la antigua” con fastuosos decorados e imponente escenografía natural, aprovechando además al máximo las posibilidades de una tecnología digital capaz de presentar una panorámica de las pirámides de manera casi idéntica a las verdaderas. En el recorrido fluvial y en los tramos medulares del relato se aprecia una consistente fidelidad a la versión original. Lo que Branagh se permite es darle algunos toques más modernos a la descripción de los personajes, adaptando (por suerte sin subrayados ni declaraciones de principios) algunos de ellos a la diversidad que demandan estos tiempos. En 1981, por ejemplo, Salome Utterbourne era una fastidiosa escritora encarnada por Angela Lansbury y ahora el personaje se convierte en una cantante de blues a la que Sophie Okonedo (con la voz de la inolvidable Sister Rosetta Tharpe en las canciones) le aporta magnetismo, autoridad y distinción. El propio Poirot parece sucumbir a ese encantamiento y perder por momentos el impecable equilibrio que requiere su tarea. Aquí aparece otro punto a favor de la película frente a su antecesora y también a algunos de los anteriores retratos del sagaz detective belga. El Poirot de Muerte en el Nilo tiene sus propias emociones y no suele reaccionar todo el tiempo con la distancia y el desapego que a veces formaron parte de su retrato en el cine. Su condición de conoisseur nunca está puesta en duda, pero aquí aparece enriquecida por un retrato más cercano a su verdadera naturaleza, sobre todo a través de las claves aportadas por un prólogo (mucho más serio que el de la película anterior) ambientado en la Primera Guerra Mundial. Es también por todo esto que seguimos con más interés y entusiasmo la resolución del crimen que constituye el eje del relato. Es cierto que Poirot tiene la tendencia de acelerar más de lo aconsejable la enunciación de sus deducciones, pero cuando el culpable es descubierto sentimos la misma satisfacción que el detective. Sobra aquí intriga y el misterio perdura intacto hasta el final, también en buena medida gracias a la seductora fotogenia de Gal Gadot y a la jerarquía (poco aprovechada, por cierto) de Annette Bening.
Quién no quisiera tener como amigo a Hércules Poirot, el detective deductivo, sagaz y seguramente con buen aliento que creó Agatha Christie. En esta Muerte en el Nilo, Kenneth Branagh, el director y también protagonista del filme, se permite explicarnos el por qué, sino el origen, de sus famosos bigotes puntiagudos. Ya sabíamos que Poirot era un obsesivo y que lo pierden los dulces. Todo eso está aquí. Pero de lo que muchos querrán hablar es de la presencia del personaje que interpreta Armie Hammer, acusado de abusos sexuales por varias mujeres. No Simon Doyle, sino Armie Hammer, el actor de Llámame por tu nombre y El Llanero solitario. Se rumoreaba que iban a cortar bastante de su parte, por las denuncias, y hasta se pensó en volver a rodar su parte. Nada de eso sucedió. Bueno, igual Simon es un tipo que hoy está con una mujer (Jacqueline de Bellefort, en la piel de la brillante Emma Mackey) y al otro día se casa con la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot). Es que el elenco, claro, es multitudinario, porque cada uno de los tripulantes del barco que recorrerá el río del título por Egipto puede ser el asesino. ¿De quién? Bueno, no vamos a spoilear ni siquiera eso. Muchos sospechosos Para quienes no estén familiarizados con la trama de la novela de 1937, o no hayan visto alguna de las varias adaptaciones anteriores -en cine, la de John Guillermin en 1978, con Peter Ustinov como Poirot-, casi todo transcurre en un barco a vapor con las pirámides de Giza de fondo, en el que la luna de miel de Simon y Linnet se va salvajemente interrumpida por la muerte del título. Por suerte abordo viajaba el detective belga, que mete tantos chistes como el guion de Michael Green se lo permite. Y tal vez haya que buscar por el lado del guion, la columna vertebral de la película. Obvio que el libro de Agatha Christie, con tantos sospechosos como le gustaba a la Dama del misterio, es suficiente base para no pifiarla. Michael Green fue candidato al Oscar por el libreto de Logan -fue la primera película que sale de Marvel en lograrlo- y también redactó los de Blade Runner 2049, Jungle Cruise y… Linterna verde (digámoslo todo), y vuelve a trabajar con Kenneth Branagh, porque el guion de Asesinato en el Expreso de Oriente también había sido adaptación suya. Suscribite HomeÚltimo MomentoPolíticaEconomíaSociedadOpiniónMundoDeportesEspectáculosCulturaHistoriasClimaHoróscopoLoterías y QuinielasRadio Mitre en VivoOtros ServiciosEdición impresaClaringrillaSudokuVideosFotogaleríasFamaInternacionalEstiloSuplementosNewslettersContactanosSuscribiteTemasEspectáculos Suscribite Buena Muerte en el Nilo: Cuando el río suena... Kenneth Branagh dirige e interpreta a Poirot, el personaje de Agatha Christie. No escondieron a Armie Hammer, acusado de abusos sexuales. Play Video Trailer de "Muerte en el Nilo" Pablo O. Scholz 0 10/02/2022 6:11 Clarín.comEspectáculosCineActualizado al 10/02/2022 6:11 Quién no quisiera tener como amigo a Hércules Poirot, el detective deductivo, sagaz y seguramente con buen aliento que creó Agatha Christie. En esta Muerte en el Nilo, Kenneth Branagh, el director y también protagonista del filme, se permite explicarnos el por qué, sino el origen, de sus famosos bigotes puntiagudos. Ya sabíamos que Poirot era un obsesivo y que lo pierden los dulces. Todo eso está aquí. Pero de lo que muchos querrán hablar es de la presencia del personaje que interpreta Armie Hammer, acusado de abusos sexuales por varias mujeres. No Simon Doyle, sino Armie Hammer, el actor de Llámame por tu nombre y El Llanero solitario. Se rumoreaba que iban a cortar bastante de su parte, por las denuncias, y hasta se pensó en volver a rodar su parte. Nada de eso sucedió. Kenneth Branagh. El actor y cineasta este martes fue nominado al Oscar por dirigir "Belfast". Foto Disney Bueno, igual Simon es un tipo que hoy está con una mujer (Jacqueline de Bellefort, en la piel de la brillante Emma Mackey) y al otro día se casa con la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot). Es que el elenco, claro, es multitudinario, porque cada uno de los tripulantes del barco que recorrerá el río del título por Egipto puede ser el asesino. Simon (Armie Hammer) y Linnet (Gal Gadot), los recién casados que viajarán por el Nilo y... Se les frustará la luna de miel. Foto Disney ¿De quién? Bueno, no vamos a spoilear ni siquiera eso. Muchos sospechosos Para quienes no estén familiarizados con la trama de la novela de 1937, o no hayan visto alguna de las varias adaptaciones anteriores -en cine, la de John Guillermin en 1978, con Peter Ustinov como Poirot-, casi todo transcurre en un barco a vapor con las pirámides de Giza de fondo, en el que la luna de miel de Simon y Linnet se va salvajemente interrumpida por la muerte del título. El trío. Gadot, Emma Mackey y Hammer. La película, como la novela de Agatha Christie, se ambienta a fines de los años '30. Foto Disney Por suerte abordo viajaba el detective belga, que mete tantos chistes como el guion de Michael Green se lo permite. Y tal vez haya que buscar por el lado del guion, la columna vertebral de la película. Obvio que el libro de Agatha Christie, con tantos sospechosos como le gustaba a la Dama del misterio, es suficiente base para no pifiarla. Michael Green fue candidato al Oscar por el libreto de Logan -fue la primera película que sale de Marvel en lograrlo- y también redactó los de Blade Runner 2049, Jungle Cruise y… Linterna verde (digámoslo todo), y vuelve a trabajar con Kenneth Branagh, porque el guion de Asesinato en el Expreso de Oriente también había sido adaptación suya. Entonces allí, a bordo, tenemos además de los nombrados a Annette Bening, a Tom Bateman como Bouc, el amigo joven de Poirot que ya estaba al lado de Branagh en Asesinato en el Expreso de Oriente, Sophie Okonedo, Letitia Wright, Ali Fazal, Dawn French, Rose Leslie, Jennifer Saunders y si llegan a reconocer a Russell Brand como el doctor Bessner, me avisan. El complot, tanto aquí como en Asesinato..., está bien aceitado. Y los manierismos de Poirot son toda una delicia. Compro más a Branagh como el protagonista que como el director, porque la película se deja ver, sí, las dos horas y minutos pasan volando. Pero cada vez que la cámara gira y descubre a Poirot, es, sí, para frotarse las manos. Por lo menos por un rato.
Llega un nuevo jueves y las carteleras nacionales se actualizan. En esta ocasión nos convoca «Muerte en el Nilo», la nueva cinta de Kenneth Branagh. Hablamos de novedad porque ahora desembarca en las salas, pero lo cierto es que la obra está lista desde hace más de 2 años. Tal vez sea una de las cintas más accidentadas de las que logró estrenar, solo por detrás de «The new mutants» (2020). ¿Por qué tanto retraso en viajar a la pantalla grande? Todo comenzó en el tramo final de «Asesinato en el Expreso Oriente» donde al director y protagonista (el mismo Branagh) se le ocurrió mencionar la muerte en el Nilo como enganche para una futura secuela. Como en aquella oportunidad le fue bien en taquilla, Fox aprobó la segunda aventura del detective Poirot, el personaje principal. Según el sitio Screenrant, el film se rodó sin problemas en 2018 y tenía su estreno programado para diciembre de 2019. Para mala suerte de su equipo de producción, Disney adquirió Fox y cambió su fecha por no considerarla rentable en épocas navideñas. Luego explotó la pandemia y se postergó para finales del 2020, pero el fracaso de superproducciones como «Tenet» (2020) hizo que la cinta desapareciera del mapa. Mientras tanto, estalló la polémica por las acusaciones de canibalismo contra Armie Hammer y la controversia en torno a Gal Gadot por su apoyo a Israel en redes sociales, ambos protagonistas de la obra. Siempre que llovió, paró. Y a pesar de los múltiples inconvenientes, la historia creada por Agatha Christie vuelve a vender entradas. La célebre escritora inventó a uno de los detectives más famosos de la literatura inglesa. Se trata de Hércules Poirot, un intelectual, meticuloso y obsesivo investigador belga que protagonizó 33 novelas y 50 relatos cortos publicados entre 1920 y 1975. La idea del bisnieto y heredero de los derechos de Christie fue impulsar una nueva serie de adaptaciones de los relatos más conocidos. Nadie mejor que Branagh para la tarea de adaptar novelas tan famosas. Él tuvo el privilegio de adaptar – satisfactoriamente – varias veces a Shakespeare, Mary Shelley e incluso a Mozart. Así llegó la ya nombrada «Asesinato en el Expreso Oriente» (2017) y aunque «Muerte en el Nilo» no se asuma como secuela desde el título, sí lo es en los hechos. De todas maneras, se puede disfrutar sin la necesidad de haber visto la primera entrega de esta saga que recién está en sus comienzos. En esta ocasión, Poirot debe investigar un crimen a bordo de un crucero que navega por el río Nilo. Además de Gadot y Hammer, el reparto lo completa Annette Bening, Russeell Brand, Emma Mackey, Letitia Wright y Sophie Okonedo, además del director quien interpreta a Hércules. La historia se desarrolla con la elegancia y sofisticación que el relato necesita. La esencia de cada personaje es trabajada en detalle y tanto su vestuario como su atrezo (conjunto de elementos que aparecen en escena) está cuidadosamente seleccionado. En este tipo de relatos, de perfil intelectual, donde los conceptos puestos sobre la mesa, los diálogos y el tono general del film es refinado, se necesita una producción que se encuentre acorde. En ese sentido, el director es un experto. Sabe adaptar sus recursos y su forma de filmar a lo que la producción requiere. El único detalle que puede opacar el producto final es la notoriedad de sus cromas. En esa área faltó trabajo, tal vez por escases de presupuesto. El largometraje cuenta con un primer acto bastante extenso que le solicita paciencia al espectador. Se toma el tiempo de presentar a cada personaje, plantear la ambición de cada uno y especialmente le dedica unos buenos minutos a introducir en escena a Hércules Poirot. Seguramente para que aquellos ajenos a las historias puedan meterse en tema. Una vez que pasa este segmento, aparece el crimen y se vuelve atrapante y llena de misterio. Tal vez, ese es el gran fuerte del film: trabajar en torno al misterio y guiar al espectador para que sospeche de todos y cada uno de los pasajeros del crucero. Cada uno apostará por un candidato desde el comienzo del visionado y deberá llegar al final si quiere descubrir su acierto o sorprenderse. La astucia y obsesiones del detective lo convierten en el personaje más carismático y, como tal, es quien se lleva los mejores momentos. Sin embargo, Emma Mackey brilla en sus breves, pero elocuentes, participaciones. Deslumbra con su compromiso actoral, su sensualidad y su maravillosa presencia. La joven actriz, que sobresale en su papel coprotagónico en la serie «Sex Education», se está haciendo su propio lugar dentro de la industria. Como dijimos anteriormente, la técnica cinematográfica es impecable y una vez iniciado el segundo acto, es adictiva. Es una tarea difícil de llevar a cabo en un ambiente tan acotado como el interior de un crucero. Pero Branagh, experimentado del ámbito teatral, se mueve como pez en el agua en esos contextos. El último rasgo digno de mención es su banda sonora, compuesta por piezas de jazz – la mayoría interpretadas en vivo – que terminan de sellar la exquisita atmósfera que destila la cinta en su conjunto. En conclusión, el metraje nos regala una buena pieza cinematográfica que cumple con su propuesta y adapta acertadamente la historia. Según el gusto de cada espectador, podrá satisfacer más o menos el visionado, pero no hay duda que el cineasta volvió a dar en el clavo con sus intenciones.
Muerte en el Nilo trae de regreso al Kenneth Branagh inspirado que resucitó con Belfast el año pasado y brilló por su ausencia en el desastre de Artemis Fowl, la peor obra de su carrera, dentro de las propuestas más comerciales de su filmografía. Ya desde la secuencia inicial ambientada en la Primer Guerra Mundial, que expande los orígenes de Hércules Poirot, se puede percibir que Branagh le puso más onda a este proyecto y como actor disfruta encarnar al famoso detective. La adaptación de esta novela de Agatha Christie contaba con la gran desventaja de pertenecer a los misterios más célebres del personaje que encima ofreció un clásico del cine. La versión de 1978, dirigida por John Guillermin tuvo en el reparto un Dream Team de estrellas de Hollywood de ese momento, donde se lucieron Peter Ustinov (como Poirot), Maggie Smith, Bette Davis, David Niven, Angela Landsbury, Jack Warden y George Kennedy. El film de Branagh no contó con esa ventaja e inclusive el peso de las figuras es menos atractivo que el elenco reunido en Asesinato en el Oriente Express del 2017. Esta vez hay que conformarse con Gal Gadot, Annete Benning, Armie Hammer, Letitia Wright (la hermana de Black Panther), Russell Brand, y caras conocidas de series de televisión, como Rose Leslie (Dowtown Abbey) y Emma Mackey (Sex Education), que son artistas estupendas pero no forman parte de las estrellas famosas del cine norteamericano.Tal vez faltó una Lady Gaga o Nicole Kidman para mantener la tradición de las grandes figuras en las adaptaciones de Christie. Pese a todo, el director consigue que el espectáculo no sólo sea entretenido para el público que descubrirá esta historia por primera vez, sino también para los fans de Christie que inevitablemente conocen la resolución del misterio. Un detalle notable de esta versión es que continúa por expandir los orígenes de Poirot al mismo tiempo que adapta el material para el público del siglo 21 con un acento notable en el tema de la diversidad y la representación de las minorías. Lo interesante del caso es que Branagh acerca la historia a las sensibilidades culturales de la actualidad pero no le toca una coma al texto original de Christie que mantiene su premisa intacta. Con un gran dominio del suspenso en la narración la trama resulta atrapante y se disfruta por la labor del reparto, donde se destacan especialmente Kenneth como Poirot y Emma Mackey. Desde los aspectos técnicos Muerte en el Nilo sobresale por la puesta en escena de las locaciones que evoca el tipo de cine lujoso que solía ofrecer Hollywood en décadas pasadas. Si disfrutaron la entrega previa en el nuevo film encontrarán la misma clase de entretenimiento con un Kenneth Branagh que le aporta su propia personalidad a la adaptación a la vez que le hace justicia al material original.
Recupera el encanto de la fantástica novela de Agatha Christie Parece que Kenneth Branagh entendió todos los errores de su penosa adaptación de Asesinato en el Orient Express (2017) y en esta nueva aventura de Hércules Poirot, mucho más entretenida y sólida de lo que aparentaba ser, salda deudas con los fanáticos de Agatha Christie. En el 2017 el director, guionista y actor Kenneth Branagh anunció que volvería a adaptar al cine la clásica novela de Agatha Christie Asesinato en el Orient Express. La expectativa inicial fue grande -sobre todo teniendo en cuenta la brillante película que se había hecho en 1974- y la respuesta de la crítica y la taquilla no fue la esperada. Si bien la historia podría haber terminado ahí, Branagh volvió a apostar por otro clásico de la autora, Muerte en el Nilo. ¿El resultado? Una entretenida aventura en barco, con más aciertos que desajustes. Las vacaciones del detective belga Hércules Poirot a bordo de un glamoroso barco de vapor en Egipto se convierten en una aterradora búsqueda de un asesino, mientras que la luna de miel idílica de una pareja perfecta se ve trágicamente interrumpida. Ambientada en un paisaje épico de amplias vistas del desierto y las majestuosas pirámides de Giza, Muerte en el Nilo propone una historia de pasión desenfrenada y celos, a la par que presenta un grupo cosmopolita de viajeros-sospechosos. Un enigma que solo Poirot puede descifrar y una carrera contrarreloj para saber quién es el asesino. Si bien en la obvia comparación con la versión de 1978 -que cuenta con estrellas de la talla de Bette Davis, Mia Farrow, Angela Lansbury y Maggie Smith en el reparto- la obra reciente sale perdiendo, la nueva Muerte en el Nilo tiene los suficientes giros narrativos para dejar inquietos y pegados a la butaca a los espectadores. A su vez, toma la atrevida decisión de indagar más en la psicología del detective con flashbacks de sus orígenes (que podrían haber sido un desastre, pero están resueltos de la forma más hábil posible, sin faltar el respeto al material original). Un acierto que enriquece la interpretación de Kenneth Branagh, quien se siente totalmente a gusto en el rol del eficaz personaje. Del reparto sobresalen las actrices Jennifer Saunders y Dawn French, en roles soportes, y para sorpresa de muchos Gal Gadot no desentona y se amolda al clima de la trama con frescura. Distinto es el caso de Annette Bening, un tanto desaprovechada. Si se trata de ponerse quisquillosos, ciertas tomas hechas con CGI resultan un tanto ridículas y los ojos más entrenados en la materia podrán apreciar el hilo de fallas en la ejecución técnica de los efectos especiales y el montaje de locaciones. Aún así, Muerte en el Nilo da más de lo que promete, divierte y recupera la nostalgia que solo se siente con los grandes clásicos.
La ingeniosa intriga policial de Agatha Christie, la buena labor de Kenneth Branagh como actor y director, los atractivos del lujo, la elegancia y el glamour de los ’30 revividos en la pantalla, también el atractivo de un paseo virtual en gran pantalla por algunas ruinas egipcias, y, por supuesto, la muy atractiva Gal Gadot luciendo los diseños de Paco Delgado y ganándose el favor de los espectadores en su papel de víctima de un amor y posible victimaria, esos son los principales puntos a favor de esta nueva versión de “Muerte en el Nilo”. Podría agregarse, también, la duración. Dura menos que la versión anterior, y eso que le pusieron un prólogo inesperado, medio discutible. El mismo sirve a una caracterización más profunda del detective Poirot, y un poco también al fondo filosófico de la trama, que no todos los seguidores de Christie habrán de compartir. Pero los tiempos cambian, y las relecturas se imponen. Aclaración: no se traiciona el texto original, solo se agregan algunos detalles, miradas nuevas para un público nuevo, ajeno a las mentalidades de otras épocas. Es lo que hizo Branagh, por ejemplo, con “La flauta mágica”, que él mismo presentó en 2007 en el recordado Pantalla Pinamar. Ahora, ¿esta película es mejor que la de John Guillermin, de 1978? No, simplemente es distinta (¡pero cómo se extraña a los inefables Peter Ustinov y David Niven en los papeles de Poirot y su amigo el coronel Race!). Pequeña historia: en Pinamar Branagh resultó ser un tipo sencillo y agradable, armado solo con sus palos de golf, capaz de aceptar las excesivas muestras de afecto, agacharse a acariciar los perros callejeros, y hablar de las Malvinas con conocimiento de causa. Decía Malvinas, nunca Falklands (se entiende, es nacido en Belfast, Irlanda del Norte).
Al igual que sucede con los trucos de magia, lo fascinante no es lo que sucede al final, sino tratar de descubrir cómo lo hizo. El género de películas de detectives, donde se intenta descubrir al asesino (¿Quien lo hizo?), jamás pasa de moda. Kenneth Branagh lo sabe muy bien y por esto realizo la secuela de su película “Asesinato en el Oriente Express” del 2017. “Muerte en el Nilo” es su segunda adaptación de un libro de Agatha Christie y ya se puede ver en todos los cines del país. Cabe resaltar al enorme elenco que integra la película, entre ellos el director que hace a su vez del icónico detective Hercule Poirot. Además lo acompañan: Gal Gadot, Letitia Wright, Armie Hammer, Annette Bening, Ali Fazal, Sophie Okonedo, Tom Bateman, Emma Mackey, Dawn French, Rose Leslie, Jennifer Saunders, Russell Brand, Nikkita Chadha.
"Muerte en el Nilo", dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh La película es una adaptación respetuosa del texto de Agatha Christie, con espíritu old-fashioned, casi demodé. ¡Qué semanita para Kenneth Branagh! Arrancó a todo trapo el martes, colocando bien arriba entre las ternadas al Oscar –con Mejor Película, Director y Guion Original como los rubros más importantes– a Belfast, su film autobiográfico centrado en las vicisitudes de un chico y su familia de laburantes en la capital de Irlanda del Norte durante la agitada década de 1960, que llegará a la cartelera comercial argentina el 10 de marzo. Con ello, además, se convirtió en la primera persona en la historia de la estatuilla de la Academia de Hollywood en conseguir nominaciones para siete categorías distintas a lo largo de su carrera. Y continúa con el lanzamiento mundial –varias veces postergado por la pandemia– de Muerte en el Nilo, que lo tiene ocupando la silla plegable e interpretando con acento francés al detective privado de origen belga Hércules Poirot, un doble rol que ya había realizado cinco años atrás en Asesinato en el Expreso de Oriente. Formado en las tablas británicas bajo el influjo de grandes obras clásicas, con las de Shakespeare a la cabeza, Branagh –cuya ductilidad lo lleva a alternar proyectos más personales con otros de la factoría Disney, como Thor o la remake live-action de La cenicienta– se toma las cosas en serio, entendiéndose por “seriedad” no la ausencia de un espíritu lúdico –casi todo whodunit tiene una pátina juguetona entre sus pliegues-, sino el hecho de apostar por un relato vaciado de esas canchereadas o guiños tan de moda en el cine contemporáneo. Lo que hay aquí es una adaptación respetuosa del texto de Agatha Christie y de espíritu old-fashioned, casi demodé. De hecho, si no fuera por los ultradigitales y un tanto ridículos planos generales que sobrevuelan el río que atraviesa Egipto –donde trascurre la acción, a excepción de un prólogo ambientado en la Primera Guerra Mundial que explica el origen del voluminoso bigote rizado de Poirot–, Muerte en el Nilo podría ser una película fechada varias décadas atrás. La cuestión aquí pasa, como en Asesinato…, por descubrir un asesinato en un vehículo en movimiento y aislado del exterior, por lo que la nómina de sospechosos es pequeña. El problema es que todos parecen tener algún motivo para haber matado a Linnet Ridgeway (Gal Gadot), futura heredera de una fortuna que aparece con un tiro en la cabeza en su camarote. Desde una ex pareja que todavía siente cosas por ella (Russell Brand) hasta su futuro marido (Armie Hammer), pasando por la ex de él (Emma Mackey, doppelgänger inglesa de la australiana Margot Robbie). Buen momento, entonces, para que el detective interrumpa sus vacaciones náuticas para aplicar su inteligencia deductiva interrogando a todos los pasajeros y la tripulación. Poirot –y Branagh– parece divertirse escrutando los múltiples cauces que pudieron haber recorrido los hechos durante aquella noche. El problema es que esa diversión, aun cuando esté envuelta en un atractivo manto de misterio, se vuelve algo esquemática y circular: todo indica que el asesinato es A, hasta que A cuenta algo que conduce a B, éste algo que apunta a C, y así hasta casi el final. Muerte en el Nilo es, entonces, un predecible y nostálgico ejercicio de la vieja escuela. Con orgullo.
Parece repetitivo, pero nos volvemos a encontrar con una película que debió salir hace casi dos años, pero por el motivo que ya todos conocemos, se tuvo que posponer. Y al menos quien les habla, la tenía en su lista de las más esperadas. Por eso cuando anunciaron su estreno el hype volvió, y hoy les cuento que me pareció Muerte en el Nilo. La trama sigue a Hercule Poirot, que esta vez, es invitado a la luna de miel de una acaudalada mujer que se acaba de casar con el ex pretendiente de su amiga. Lo que parecía una semana paradisiaca en el Nilo, se vuelve una pesadilla para todos cuando la ex prometida, ahora despechada, empieza a acosar no solo a la pareja de recién casados, sino a todos en el barco. Luego del buen film que nos dio Kenneth Branagh hace unos años, no éramos pocos los que queríamos ver la siguiente aventura de Poirot. Y pese a que quien les habla es lector acérrimo, nunca se adentró en la saga he dicho detective. Quizás por eso tenía las expectativas tan altas con este proyecto, ya que desconocía que el material original estaba por debajo de Asesinato en el expreso; algo que la película que hoy nos compete, Muerte en el Nilo, confirma como tal. Lo primero a destacar entre las cosas flojas o malas, es que, si bien volvemos a tener bastantes personajes interesantes, varios del casting se sienten que están para hacer bulto y ya (caso de Rose Leslie). Y esto no es problema de los actores, que la verdad, ninguno lo hace mal en su rol; sino que algunos no tienen el suficiente tiempo en pantalla como para mostrar sus dotes, o no tuvieron mucho con lo que trabajar. Pero quizás lo peor de Muerte en el Nilo sean sus efectos especiales. Sabemos que no estamos ante un tanque de superhéroes, pero igual seguimos siendo testigos de una gran película grande. Y el mal cgi se nota porque esta vez el grueso de la historia pasa a bordo de un barco, que está en el Nilo y que, por obvias razones, da a partes de Egipto. Y estos fondos se ven horribles, notándose que los actores estaban pegados sobre dichos paisajes. Pero habiendo dicho esto, la película tiene varias cosas buenas. Una de ellas son las actuaciones. Como dijimos, todos en mayor o en menor medida, dan lo mejor de sí, destacándose por sobre los demás, obviamente Kenneth Branagh, pero sorprendiendo Emma Mackey. La actriz de Sex Education logra superar actoralmente al resto, y con este film dan ganas de verla en más proyectos En conclusión, Muerte en el Nilo es una buena película, sean fans o no de Agatha Christie. Pero deben saber, que se encuentra por debajo de su predecesora.
Los memoriosos y cinéfilos recuerdan la versión de 1978 de esta novela de Agatha Christie y un elenco de luminarias (Bette Davies, Angela Lansbury, David Niven, por nombrar algunas leyendas) y con la posibilidad de filmar en los verdaderos escenarios de Egipto. ¿Esta versión es mejor que la de Juan Guillermin?: No. Pero aquí nos encontramos con otros atractivos, algunas actualizaciones y ciertos y fascinantes prodigios técnicos que permiten gozar de las pirámides de Guiza, la gran esfinge, y la fachada del templo Abu Simbel con visiones muy corpóreas. La mirada hacia el Hércules Poirot que le otorga el actor y protagonista Kenneth Branagh lo humaniza, cuenta algunos secretos, como el origen de su doble bigote, sus penas de amor. También si bien sigue siendo ególatra, infalible y temible en sus deducciones, aquí se vuelve vulnerable, emocional y más atractivo como personaje. Con menos cantidad de celebridades que en “Crimen en el expreso de Oriente”, esta segunda versión de Branagh y el guionista Michel Green, es más entretenida, mucho más fastuosa y pasional. Las dos horas y siete minutos se pasan volando. En el argumento una mujer muy rica y poderosa le quita el novio a su amiga e invita a familiares y amigos a un crucero por el Nilo, que es su luna de miel. Claro que a poco de pasear entre lujos y vestuarios exquisitos, se empiezan a acumular los cadáveres y Poirot está al borde del ataque de nervios y después muy dolido aunque no contaremos porque. Hay momentos especialmente logrados como la entrada de Gal Gadot con un modelo de Paco Delgado que parece metal liquido sobre su cuerpo y el baile donde fascina a su próximo marido, y la resolución del enigma. Algunos toques actualizan las relaciones con una mirada contemporánea y nada sobre los rumores sobre Armie Hammer (múltiples denuncias por abuso sexual) que seria borrado del film, nunca sucedió. Se lucen especialmente además de Branagh, Annette Bening (aunque uno quisiera verla más), Emma Mackey (estrella de Sex Education), Laetitia Wright y Sophie Okonendo, con la voz de Sister Rosetta Tharpe que es simplemente fascinante y única. Asesinatos y crueldades varias entre tanto glamour acumulado, un grupo de invitados donde todos pueden ser culpables, sello de doña Aghata, conforman un entretenimiento agradable y atractivo, un policial a la vieja usanza, para verlo en un buen cine.
Muerte en el Nilo es una nueva adaptación del clásico escrito por Agatha Christie en 1937. Kenneth Branagh vuelve a dirigir y protagonizar una adaptación de la escritora británica luego del gran éxito alcanzado por Asesinato en el Expreso de Oriente (2017). Este renacimiento de las adaptaciones de Christie emula aquel ocurrido en la década del setenta, cuando el detective Hércules Poirot se convirtió en la estrella de varios títulos taquilleros. Kenneth Branagh sabe que mientras que Asesinato en el Expreso de Oriente era un libro perfecto, Muerte en el Nilo es un texto que requiere un poco más de paciencia del espectador para perdonarle algunos detalles que en el libro funcionan pero en la pantalla resultan algo inverosímiles. Por eso esta vez se toma más libertades con el texto original y realiza todos los cambios necesarios para que la historia funcione adecuadamente. Esta vez el célebre detective Hércules Poirot (Kenneth Branagh) participa de un crucero de lujo por el Nilo, donde está de luna de miel la millonaria heredera Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y su flamante marido Simon Doyle (Armie Hammer). Los acompañan un grupo de personajes vinculados con ella que tienen más motivos para odiarla que para quererla. Estamos en una historia pensada por Agatha Christie, así será la joven rica la que aparezca muerta en ese entorno aislado del mundo y todos serán sospechosos de haber cometido el crimen. Cuando Branagh hizo Asesinato en el Expreso de Oriente dejó en ridícula a la fea y superficial versión de 1974, pero además le dio a Poirot un aire de héroe melancólico que elevó al personaje a un nivel inesperado. Aquí su versión compite contra la que en 1978 protagonizara Peter Ustinov y en la comparación la situación es más pareja. El Poirot de Ustinov era una verdadera joya y la película era casi exclusivamente su actuación y la del elenco sublime que lo acompañaba. Es muy recomendable y hasta aquí llegan las comparación, pasemos directamente al año 2022 y esta nueva adaptación. Branagh está mucho más en solitario esta vez, no hay estrellas de su calidad como sí ocurría la última vez que adaptó a Agatha Christie. Lo actoral no define la nueva versión de Muerte en el Nilo. Branagh repite los recursos estéticos que van de lo magnífico a lo gratuito y la película es más despareja en todos los aspectos. Pero el director apuesta a sorprender a quienes conocen la historia tanto como aquellos que no. Fuertes cambios en el guión ayudan a que todos disfruten de la trama. Aquella melancolía de su anterior película se repite pero en otro tono. Sigue siendo un apasionado lector de Charles Dickens y sigue preocupado por su bigote, aunque con una explicación. Lo que sí aprovecha Branagh es el humor para burlarse de él mismo. Ese detective pedante y coqueto parece ser el propio Kenneth, cuyo ego ha sido expuesto varias veces en su ecléctica y sorprendente carrera. Se deja en ridículo a sí mismo, aun cuando sigue siendo el brillante Poirot, y se reserva algunas vueltas de tuerca más allá del crimen y el sentido del humor. Pero su principal fuente de inspiración es encontrarle un tema a la historia. El amor es el hilo conductor de todos los personajes. Más que el dinero, más que el poder, incluso más que la venganza, todos están animados por el romanticismo, todos son esclavos de sus pasiones. Ya había insinuado Branagh que no todo podía ser racional en la película anterior, pero acá esto queda en primer plano. Tal vez demasiado, porque con más sutileza también se entendía. Kenneth Branagh, quien adaptó muchas veces William Shakespeare y dirigió un film de Marvel, mostró este año que sigue su plan de no ser encasillado. Muchas salas del mundo tendrán al mismo tiempo Muerte en el Nilo y Belfast, una película autobiográfica en blanco y negro. Su energía y su amor por hacer películas sigue tan vivo como hace treinta y tres años cuando estrenó Enrique V. Ojalá en el futuro vuelva a Shakespeare y a Agatha Christie, mientras siga buscando otros proyectos que sorprendan a todos.
Agatha Christie dejó un enorme legado de libros de suspenso y crímenes. Algunos fueron llevados a la pantalla grande como el título que nos ocupa: "Muerte en el Nilo" (1937). El film, en su tercera versión en el cine, fue dirigido por Kenneth Branagh, quien interpreta al gran detective Hércules Poirot, y sirve como secuela de "Murder on the Orient Express (2017). La historia se desarrolla casi en su totalidad en un barco que navega por el Nilo mientras se suceden una serie de asesinatos que tienen a Poirot a bordo para desentrañar el misterio, aunque esté de vacaciones. Mezcla de historia de amor con traiciones varias, la película tiene ciertos giros como para sospechar de cada uno de los pasajeros. La versión de 1978, en cuyo elenco brillaban Peter Ustinov (Poirot), Bette Davis, Mia Farrow, Maggie Smith, Angela Lansbury, George Kennedy, Jane Birkin, Jack Warden y David Niven opaca a la actual, aunque el elenco actual es de renombre: el mencionado Brannagh, Gal Gadot como la millonaria Linnet Ridgeway de luna de miel con Simon Doyle (Armie Hammer), y siguiéndole los pasos a la flamante pareja: Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey), despechada al ser abandonada por Simon cuando conoce a Linnet, seis meses atrás. Completan el elenco, Tom Bateman, Annette Bening, Russell Brand, Ali Fazal, Dawn French, Rose Leslie, Emma Mackey, Sophie Okonedo, y Letitia Wright. Con grandiosas locaciones y buenas actuaciones, el film logra entretener pero no llega a ser ni por asomo algo comparable a la original. Y sabemos que las comparaciones son odiosas pero... A veces son inevitables.
Fue inesperado que en 2017, «Asesinato en el Expreso de Oriente» concitara la atención del gran público. Fue tal el éxito (quizás no lo recuerden así), que multiplicó las ganancias de los estudios de tal manera que estaba confirmada una secuela, poco tiempo después de su estreno. La misma fue programada para 2019, pero por problemas de producción se retrasó y con la pandemia, fue puesta en modo «espera» con todo lo sucedido en este tiempo. Pero al parecer, le ha llegado el momento. «Muerte en el Nilo» arriba a cartelera en forma global con varios puntos en común con su predecedora: un director y protagonista central veterano y confiable (Kenneth Branagh), un gran elenco, la idea de generar una franquicia y por supuesto, un libro ya probado y exitoso. No vamos a hablar de las versiones previas de este relato, que las hay, porque sabemos que el director las ha visto varias veces y dicha influencia se hace presente en la cinta. De hecho, Kenneth parece convencido que hay que ser un purista de ideas y diálogos, muy artificioso y teatral y quizás eso no sea tan «mainstream» en estos días. Creo que no todo el público ha retornado a las salas y el sector más reticente a volver, quizás sea al que esta cinta va dirigida. A ver, los jóvenes y adultos de hasta 40, han regresado a los cines. Los espectadores de mayor edad, no lo han hecho en forma masiva. Ergo, los estudios no arriesgan tanto en este tiempo con este tipo de producciones ni lanzamientos. Prefieren esperar. Pero como «Death in the Nile» ya estaba lista a fines de 2019… no cambiaba demasiado la ecuación. Lo que si se ve, es que pensar en una tercera entrega para la pantalla grande, no sería demasiado posible con el poco público adulto que transita salas hoy en día. Y si bien analizo lo comercial en función de la pandemia (que quizás no sea la idea de esta entrada pero… «el contexto es el texto»), hago la salvedad porque creo que Kenneth se pasa de estructurado. Es probable que con un guión menos restrictivo y más abierto (responsabilidad de Michael Green), que jugara con otros elementos, podría pensarse en un producto de más llegada. La historia vuelve a traer al clásico Poirot, detective belga nacido de la imaginación de Agatha Christie (exitosísima autora de novelas de suspenso y policiales), quien esta vez llegará a un crucero para ser testigo de una conspiración… intrincada. Sabemos que en «El expreso de Oriente» todo sucedía en un tren, aquí, la mayor parte transcurrirá dentro de un fastuoso barco. Como siempre (o en la mayoría de los casos), Poirot se muestra sagaz e incisivo y trata de seguir la pista del asesino bajo condiciones particulares, todas más literarias que cinematográficas (en mi visión). El elenco de sospechosos y sospechosas se completa con una larga y variada lista de personajes secundarios que tienen su rato de lucimiento personal en interrogatorios y diálogos fugaces e intensos (desde Tom Bateman hasta Russel Brand, de Annette Bening hasta Gal Gadot y más, mucho más). Si la pregunta es… ¿es fiel al libro original? La respuesta es «bastante». Incluso, «demasiado» para mí, en este tiempo atribulado. Pero es también cierto decir que Branagh tiene bastante carisma para el rol y si bien todo el relato me parece esquemático, los casi 130 millones de dólares que costó, la hacen dinámica y certera. El film luce elegante por en el diseño de arte, el vestuario y la banda de sonido propuesta. Además, toda la ambientación en Egipto… (que era esperable), está muy bien fotografiada. En pocas palabras, si entraste a la sala y lo tuyo es descubrir el misterio y disfrutar de giros y engaños en una trama sólida, esto te va a gustar. Si por el contrario, sos un espectador más propenso a ser sorprendido o te gustan las versiones que rompen más la propuesta original en la que están basadas, es probable que te sientas un poco defraudado, como yo. En líneas generales, se deja ver y a la vez, es también fácilmente olvidable. Demasiado diría. Veremos si la «saga» logra afirmarse o no. La tiene difícil, anticipamos.
Todo es paz y tranquilidad en el buque S.S. Karnak hasta que uno de los pasajeros es asesinado. El reconocido detective Hércules Poirot debe resolver el caso antes de que el asesino vuelva a atacar. “Muerte en el Nilo” es una película de suspenso y misterio estrenada el 10 de febrero de 2022. Está basada en la novela homónima de 1937 escrita por Agatha Christie. Este largometraje sirve como secuela de “Asesinato en el Orient Express” 2017. Con poco más de 2 horas de duración estamos ante un film muy entretenido que no se hace largo en ningún momento. Cuenta con escenarios espectaculares, una música que acompaña a las escenas de una manera sumamente natural y un cast estelar. Un elemento a favor es que el suspenso se mantiene hasta el final y es casi imposible no sospechar de todas las personas que están a bordo del S.S. Karnak. Se destacan las actuaciones de Kenneth Branagh (Hércules Poirot), Gal Gadot (Linnet Ridgeway-Doyle), Letitia Wright (Rosalie Otterbourne) Armie Hammer (Simon Doyle) y Emma Mackey (Jacqueline de Bellefort) Si son fanáticos de las obras de Agatha Christie entonces no se pueden perder esta gran adaptación a la gran pantalla. Actualmente se encuentra disponible en cines.
Ya se encuentra en cartelera MUERTE EN EL NILO, una nueva transposición de la novela homónima policial de Agatha Christie perteneciente al subgénero de detectives. Es la segunda vez que #kennethbranagh dirige y protagoniza cinematograficamente un texto literario de Christie, en el 2017 se estrenó Asesinato en el expreso de oriente en donde también interpretó al célebre detective Hercule Poirot, personaje que figuró en 33 novelas y que tuvo su primera aparición en 1920. Si bien se recuerda otra adaptación cinematográfica de #muerteenelnilo (1978, John Guillermin) cuyo elenco coral incluía desde Mia Farrow a Bette Davis -a diferencia de Asesinato en el expreso de oriente (1974, Sidney Lumet)- ésta no presentaba un gran reto para Branagh quien logra un relato más dinámico y entretenido que dicha versión. Respecto al texto realiza algunos cambios respecto al esquema actancial, modificando ciertos roles para adicionar también problematicas raciales y de orientación sexual, a tono con las ideologías actuales. Asimismo, esta entrega adiciona un prólogo y epílogo que indagan más en los aspectos de la vida íntima de Poirot. #deathonthenile se ubica principalmente a fines de la década del '30, en donde una joven heredera de un rico imperio empresarial (Gal Gadot) contrae matrimonio con un joven seductor (Armie Hammer), el ex novio de su amiga (Emma Mackey), quien resentidamente los sigue a todas partes. En la luna de miel que se desarrolla en Egipto, ocurre un asesinato. Una vez más Poirot se encuentra en un grandilocuente medio de transporte en dónde deberá responder ¿quién cometió el crimen y por qué? conviviendo con el círculo íntimo de la novia, y por ende con varios sospechosos. Como es típico en este género, el público jugará mentalmente en conjunto con el detective para resolver el crimen. Sin embargo, el espectador no es un testigo omnisciente es decir, no tiene más información que Poirot, por ende sólo él puede dar los detalles en la brillante resolución que lo caracterizan. En conclusión, es un film agradablemente pasatista, con un gran despliegue de ambientación, cumplidor pero no sorprendente.
Una vez más objeto de transposición a la gran pantalla, el genio británico de la palabra escrita pervive en la lenta de Kenneth Branagh. El actor y realizador británico, recientemente premiado por su brillante “Belfast” continúa explorando, delante y detrás de cámaras, aquellos mundos de ficción por los que ya se interesara en su previa adaptación sobre Agatha Christie, “Asesinato en el Orient Express” (2017). Branagh vuelve a calzarse las ropas del emblemático detective Poirot, emérita creación literaria de Christie, especializada en el género policial, autora de sesenta y seis novelas policiales y catorce historias cortas. Nacida en una familia de clase media alta, trabajó como enfermera durante la Primera Guerra Mundial; creadora de argumentos como auténticos rompecabezas, su nombre comenzó a ser reconocido en los círculos literarios cuando fuera contratada por la imprenta Collins Crime Club. Dueña de una personalidad tan enigmática como fascinante, en múltiples ocasiones, su obra ha sido llevada a la gran pantalla y a la TV. Editada en cien países, Christie publicó un libro al año desde 1920 hasta su muerte, en 1976. Con absoluto dominio de la técnica, la precursora del subgénero ‘whodunit’ -variedad de trama criminal compleja en donde la principal característica de interés es el enigma a resolver- emparenta su obra a la de su coterráneo Arthur Conan Doyle. Su proliferación en el séptimo arte nos lleva a rastrear una obra primigenia como “Mortal Sugestión” (Rowland V. Lee, 1937). La lograda “Diez Negritos” (René Clair, 1945) seguiría la huella de un furor que se desataría, merced a una tríada de títulos, entrados los años ’70: “Asesinato en el Orient Express” (Sidney Lumet, 1974), “Muerte en el Nilo” (John Guillermin, 1978) y “Muerte Bajo el Sol” (Guy Hamilton, 1982). La perenne obra de Christie bebía de los frutos de su éxito cinematográfico, sin embargo, incurriría en un hiato de décadas hasta el creciente atractivo explorado por el artista irlandés. Un lustro después, regresa Branagh a indagar los recovecos de la novela policial británica. La ambientación de época nos convida de una atmósfera que no tarda en envolvernos. No obstante la inclusión de ciertos anacronismos musicales y un número de pista de baile que deja bastante que desear, la mesa está servida para consumar el crimen perfecto. ¿O no? Los asesinatos no tardan en acumularse. Hay pistas certeras, humeantes elementos del crimen, fina joyería y sospechosos con más de una motivación para consumar el crimen pasional que replica la inagotable fórmula cinematográfica del misterio del cuarto cerrado. Despecho, celos y envidias aportan condimentos nada despreciables. Más allá de la duda razonable acerca del sentimiento posesivo que incrimina al círculo de tripulantes, la resolución acecha la conciencia del atribulado hombre de ley, sopesando los efectos de una pérdida amorosa irreparable. Un laberinto de pasiones en rojo sangre alumbra indicios del perspicaz y metódico Poirot. Branagh emula a los inolvidables Peter Ustinov y David Suchet, en la piel de uno de los personajes más excéntricos y reconocidos de la literatura policial. Allí está su capacidad de análisis cerebral para resolver los más intrincados enigmas criminales. Cumpliendo la siempre difícil tarea de dirigirse a sí mismo, el reconocido intérprete de vertiente shakesperiana acomete su labor con solidez, para los estandartes que suele ofrecernos el género en la actualidad. Inclusive cuando el verosímil narrativo pueda resentirse en determinados tramos -el suspenso literario no siempre se traduce en iguales términos de efectividad al cine-, Branagh dirige con estilo visual y buen gusto estético. Una exquisita fotografía captura bellos parajes a la vera del Nilo. Su cámara no se conforma con el exotismo de las imágenes, persiguiendo cierto simbolismo en la vida salvaje que habita las profundidades del río. Se trata de presas y cazadores, víctimas y victimarios. La sospecha pulula por doquier. Indaga la película en los traumas psicológicos sufridos por este en pleno conflicto bélico, tanto como en los oscuros intereses del grupo humano a bordo del lujoso barco, a quienes dan vida un variopinto elenco en donde destacan nombres como Gal Gadot, Annette Benning, Sophie Okonedo y Armie Hammer. Ensaya Branagh la enésima inspiración literaria sobre la obra de Christie, en la búsqueda de una reflexión acerca del amor, aún desde un costado en absoluto luminoso, acaso en la más imperfecta y pérfida de sus formulaciones. Hasta que la muerte los separe y las evidencias delaten a los culpables. Sigue su corazonada, inmortal Hércules…
Vuelve el bigote belga más bello El nominado al Oscar, Kenneth Branagh, dirige esta secuela de Murder on the Orient Express. ¿De qué va? Disfrutando de sus verdaderas vacaciones en Egipto, Hercule Poirot se encuentra, nuevamente, en el medio de un homicidio que despierta a la sospecha de todos los participantes que viajan a través del tranquilo Nilo. Desde el primer film, allá por 2017, Kenneth Branagh (Henry V, Hamlet) nos presentaba un Whodunnit que no se corría de lo tradicional. Elenco de primera (con actores como Johnny Depp, Judi Dench, Willem Dafoe, Michelle Pfeiffer y más), un asesinato impecable y un detective tan perspicaz como resolutivo. A pesar de que varios de los actores terminaban desaprovechando su verdadero potencial por quedar relegados a ser “un sospechoso más”, y a que la resolución del caso, por más espectacular y sorpresiva que sea, no generaba un verdadero cambio en el espectador, ya que tanto el asesinado como los perpetradores del hecho no lograban hacernos empatizar ni un poco, si fue la figura del enorme Hercule Poirot la que sostuvo a flote esta remake y/o nueva reinterpretación de la obra de Agatha Christie. Con una simpatía que abraza a cada uno de sus conocidos, pero con una profesionalidad que emana una seriedad galopante, Poirot es el verdadero protagonista del film, iniciando como un detective que cree en que está el “bien” y el “mal”, y que termina dudando de qué hay en el medio de estas dos fuerzas que traen equilibrio a un mundo roto. Es, con los vestigios que se vieron en el primer film, que Branagh arranca esta secuela, logrando tomar las falencias de su predecesora para presentarnos a un Hercule aún más complejo y, por ende, más rico y entrañable. En esta oportunidad, nuestro héroe detectivesco, que arrastra desde hace años una herida de guerra que no solo lo marcó superficialmente sino también en su más privado interior, se encuentra vacacionando en el árido Egipto. Topándose con su errante amigo Bouc (Tom Bateman) y contemplando lujosas fiestas que traen consigo personajes cargados de pasión y éxtasis, Hercule se reencuentra con ese símbolo del amor que descansaba, tímido y soñador, en lo más profundo de su ser. De esta forma, Poirot es testigo de cómo este sentimiento tan traicionero como avallasante es el justificativo para llevar a cabo un plan malicioso, que esconde las intenciones más escabrosas y desesperadas. Apoyándose en el símbolo del amor como venganza, salvamento y justificación moral, Branagh nos sumerge tanto en la introspección de nuestro protagonista como en las historias de dolor y desesperación de los sospechosos que navegan por un Nilo calmo pero turbulento. Con un casting que no solo hace brillar a la cara de póker de Gal Gadot, sino que explota a fondo a estrellas como Annette Bening, Sophie Okonedo y Letitia Wright, esta entrega corrige el curso errático de la primera, colocando a cada personaje en lugares estratégicos no solo para que la trama funcione, sino para que estos tengan más de un justificativo para estar allí y así desplegar su poderío actoral. Aún así, el verdadero poderío de la película descansa, una vez más, en la transformación de Poirot ante semejante caso. Es importante remarcar que personajes como él o Sherlock Holmes son nacidos a partir de una idea de que a lo largo de su vida deberán descubrir un sinfín de misterios, por lo que la transformación tanto interna como externa será mínima, ya que necesitamos que estos actuantes no cambien drásticamente para que así puedan seguir con su labor en sus diversas aventuras. Una vez aclarado esto, es reconfortante ver como nuestro protagonista logra, por más mínimo que sea, un cambio tanto moral como sentimental, en dónde debe dejar de lado su pensamiento estructurado y deductivo para zambullirse en esta resignificación de la pasión, despertando así fantasmas del pasado que lo convirtieron en el detective que es hoy, pero que aún tienen más cosas por decirle. Muerte en el Nilo es una carta de amor al amor y hacia cómo puede perpetrar tanto al más débil como al más fuerte. Con un arco narrativo que evoluciona pausada y sutilmente, esta poderosa secuela decide correrse del asombro al espectador para brindarnos una mirada más profunda a los motivos que llevaron a cada uno de los participantes a esa escena del crimen en la que, por más que solo un par son los culpables, todos están involucrados por este símbolo romántico que ronda por todo el barco y crece minuto a minuto.
LOS JUEGOS (TRÁGICOS) DEL AMOR Si en Asesinato en el Orient Express Kenneth Branagh se apropiaba de la estructura de misterio y suspenso creada originalmente por Agatha Christie para crear un relato centrado en la moralidad alrededor de las decisiones que consideramos ilegales y criminales, Muerte en el Nilo es casi la continuación lógica de esa operación. Si en la primera película veíamos cómo la escala de valores de Hércules Poirot era puesta en crisis por los sucesos que iba descubriendo, en este nuevo film contemplamos cómo el caso interpela su propio pasado a un nivel íntimo y personal. Ese vínculo con la historia previa -y oculta tras su gigantesco e inverosímil bigote- de Poirot ya queda claro desde la primera secuencia, una especie de prólogo situado durante la Primera Guerra Mundial, cuando el protagonista todavía no era el famoso detective, sino apenas un joven soldado tratando de sobrevivir a fuerza de momentos de astucia. Luego nos vamos adentrando en el conflicto central, una historia amores, traiciones y celos que arranca en un bar de Londres y sigue al borde de las pirámides de Egipto. Y que termina de explotar durante un crucero en las aguas del Nilo, en el que una pareja de recién casados (Armie Hammer y Gal Gadot) ha armado una fiesta para celebrar su luna de miel, pero también para huir del acoso de una mujer despechada (Emma Mackey). Lo que empieza con el asesinato de una joven heredera de una gran fortuna, continúa con una serie de crímenes y Poirot deberá emprender una carrera contra el tiempo para encontrar al homicida, que se revela como más elusivo de lo esperado. Si Muerte en el Nilo es un relato de investigación, también incorpora en ese ensamblaje la observación, con el punto de vista de Poirot compenetrándose en buena medida con el del espectador. Desde ahí es que el film se convierte en un retrato coral donde confluyen unas cuantas subtramas con un eje en común: el amor frente a diversos obstáculos, entre ellos, los mismos sentimientos amorosos. Y eso incluye al mismo Poirot, que ha sabido construir un muro contra los sentimientos donde los cimientos son su notoria soledad y su indudable profesionalismo, pero también su introversión y su resistencia a establecer vínculos que lo desestabilicen. Es ese componente dramático el que finalmente le interesa más a Branagh, y por eso quizás se toma un tiempo considerable para presentar y desarrollar a los personajes y sus conflictos con los demás y consigo mismos. Si por momentos hay un intento un tanto forzado de introducir la agenda del presente en un relato situado antes de la Segunda Guerra Mundial, además de algunos diálogos y monólogos que redundan en explicaciones, también hay que decir que Branagh sabe cuándo poner distancia y evidenciar el artificio melodramático, otorgando mayor ligereza cuando todo amenaza con ponerse demasiado solemne. En Muerte en el Nilo, queda ratificado que el realizador y protagonista se siente cómodo con el material a su disposición, que entiende ciertas demandas del público adulto contemporáneo, pero que también conoce algunas herramientas del cine clásico -e incluso de la propia literatura de Christie- a las cuales se aferra con convicción. Eso le permite jugar con diferentes tonalidades de lo romántico, pasando de lo trágico a lo lúdico, de lo sexual a lo púdico, con transiciones sustentadas en observaciones puntuales de Poirot. Y, al mismo tiempo, hilvanar un nuevo conflicto ético y afectivo para el famoso detective, al que le encuentra nuevas capas de interés, sin dejar de usar su iconicidad a su favor. Al fin y al cabo, quizás ese sea el objetivo final de la revisión de Poirot por parte de Branagh: revisitar, desplegar y exhibir a ese ícono del trabajo detectivesco, pero también encontrarle nuevos rasgos de humanidad, aunque eso implique que la labor deductiva quede en un segundo plano.
Muerte en el Nilo: Star System en Croma Poirot lo hizo de nuevo Kenneth Branagh vuelve a duplicarse como director y protagonista, en otra historia basada en los escritos de Agatha Christie. Con un conjunto de estrellas (Tom Bateman, Annette Bening, Russell Brand, Ali Fazal, Dawn French, Gal Gadot, Armie Hammer, Rose Leslie, Emma Mackey, Sophie Okonedo, Jennifer Saunders y Letitia Wright) y un misterio sin resolver, esto es Muerte en el Nilo. ¿De qué va? Las vacaciones del detective belga Hércules Poirot a bordo de un glamoroso barco de vapor en Egipto se convierten en una aterradora búsqueda de un asesino, mientras que la luna de miel idílica de una pareja perfecta se ve trágicamente interrumpida. Ambientada en un paisaje épico de amplias vistas del desierto y las majestuosas pirámides de Giza, esta historia de pasión desenfrenada y celos presenta un grupo cosmopolita de viajeros impecablemente vestidos, y los suficientes giros inesperados como para dejar al público inquieto y desconcertado hasta el impactante desenlace. Un barco, un asesinato, muchas dudas y algunos Deus Ex Machina son las características de este estreno que se mece en la gran cantidad de estrellas que lo habitan. El poder corrompe, lo saben Saruman, Anakin Skywalker y Cruella… cuanto más dinero se tenga, más poder se ostenta, y cuándo eso sucede uno tiene que vivir mirando sobre sus hombros por miedo a la traición. Algo así le sucede a Linnet Ridgeway (Gadot), que tiene una actitud muy poco sorora y se termina quedando con el futuro marido de una amiga. Organiza la boda, mientras la despechada Jacqueline de Bellefort (Mackey) los persigue en cada ciudad donde van. En el medio de todo eso aparece Hercule Poirot (Branagh) que mueve su mostacho mágico cuando siente que algo no está bien. Y vaya que no lo está. Como todas las obras de este tipo, el protagonismo es más coral. Con personajes con características marcadas y exageradas, para no perder tanto tiempo con sus backstories y que todo se pueda concentrar en el misterio en sí. El tema en este caso es que el primer acto se estira muchísimo, y la muerte en el Nilo se da pasando la mitad del metraje… lo que hace que nos preguntemos para que sirvió tanto de lo que se contó antes. Porque el guion tiene un gran problema: los pocos indicios que se dejan para adivinar el final son muy obvios, están contados de tal manera que uno no puede no verlos, y luego la explicación de Poirot al resolver el entuerto casi ni los utiliza. Toda la resolución se dio en su cabeza, a través de situaciones que ni él ni nosotros observamos. La premisa es simple y concisa (como en la mayoría de textos de Agatha Christie): todos y todas pueden ser culpables. En este caso eso está medio diluido entre problemas del corazón, recelos, dinero, e investigaciones secundarias sorpresivas. No termina de cerrar nadie como responsable a simple vista, pero tampoco sentimos que importe quien fue. La estética parece querer llamar al cine primigenio, con una historia que se desarrolla en los primeros años de la década del 30. Algunas imágenes son espectaculares, aunque (como siempre) se abusa del uso de CGI y pantalla verde para los fondos. No obstante, el trabajo de arte, vestuario y peinado es maravilloso. Muerte en el Nilo es un whodunit de manual, que aprovecha al máximo el Star System, con actores y actrices consagrados y consagradas haciendo papeles más pequeños. Nos invita a descubrir en conjunto quien es el responsable, pero olvida que para eso es necesario un guion sutil que pueda dejarnos pensando al final y con ganas de volver a ver la película para decir “estuvo ahí todo el tiempo, ¿cómo no lo vi?”. No es este el caso.
El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad. Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones. Buscar Alta Peli CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW) Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto. por Matías Seoane publicada el 13/02/2022 Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación. El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad. Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones. Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena. El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. Buscar Alta Peli CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW) Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto. por Matías Seoane publicada el 13/02/2022 Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación. El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad. Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones. Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena. El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. Aunque hay excepciones que oscilan entre la chatura y un verosímil débil, en Muerte en el Nilo los personajes son mucho más interesantes y están mejor trabajados que en la película anterior; tanto la víctima como la mayoría de los sospechosos tienen facetas y se mueven en zonas grises. Incluso la sospechosa preferida recibe algo de empatía y es retratada como algo más que una villana desalmada que solo quiere ver sufrir a los recién casados, si hasta parece estar torturándose a sí misma al perseguirlos en su luna de miel. Esto resulta en que ir reconstruyendo sus historias y sus vínculos -todos conectados con la víctima y los motivos que podrían haber tenido para cometer el crimen- resulta más atractivo que saber realmente quién lo hizo en última instancia. Y en el contexto de Muerte en el Nilo parece un acierto más que un error. Buscar Alta Peli CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW) Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto. por Matías Seoane publicada el 13/02/2022 Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación. El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad. Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones. Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena. El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. Aunque hay excepciones que oscilan entre la chatura y un verosímil débil, en Muerte en el Nilo los personajes son mucho más interesantes y están mejor trabajados que en la película anterior; tanto la víctima como la mayoría de los sospechosos tienen facetas y se mueven en zonas grises. Incluso la sospechosa preferida recibe algo de empatía y es retratada como algo más que una villana desalmada que solo quiere ver sufrir a los recién casados, si hasta parece estar torturándose a sí misma al perseguirlos en su luna de miel. Esto resulta en que ir reconstruyendo sus historias y sus vínculos -todos conectados con la víctima y los motivos que podrían haber tenido para cometer el crimen- resulta más atractivo que saber realmente quién lo hizo en última instancia. Y en el contexto de Muerte en el Nilo parece un acierto más que un error. Tal como sucedía en la entrega anterior, es en la propuesta visual donde Muerte en el Nilo deja lugar a mayor crítica al proponer un estilo que corre en un borde difuso entre el realismo y una versión cercana a la ilustración, algo que no siempre resulta efectivo, especialmente en exteriores. Es evidente que la reconstrucción de época no pretende ser exacta, sino una versión estilizada que se toma todas las libertades que quiere para acompañar ese aire de irrealidad fundamental de este universo, donde parece que solo habita la alta sociedad y el resto de la humanidad es apenas parte del decorado de fondo. Para el ojo de la cámara, todo es tan pulcro, brillante y refinado como la mirada de sus protagonistas lo indica, lo que sería una decisión artística aceptable. El problema es cuando queda la sensación de que algo se ve de determinada manera por falencias de la realización antes que por intencionalidad real, lo cual sucede más de una vez en Muerte en el Nilo. Ello, junto a algunas actuaciones acartonadas, son los puntos más flojos de la película como conjunto.
Muerte en el Nilo es dinámica y sostiene eficientemente el misterio hasta el final, lo que logra mantenernos atentos a la resolución del caso sin aburrir. Aunque resulte algo previsible y apresurado en su desenlace, logra que el relato cobre fuerza gracias a las subtramas que se suceden alrededor del crimen, casi todas matizadas con historias de amores obsesivos y codicia.
Reseña emitida al aire en la radio.
El amor, convertido en un arma letal en medio del desierto Los verdaderos protagonistas de “Muerte en el Nilo” no son ni Kenneth Branagh, en su efectivo rol del detective Hércules Poirot, ni el trío de tensión sexual que componen Gal Gadot, Armie Hammer y Emma Mackey. No, nada de eso, las estrellas de esta película basada en la poderosa novela de Agatha Christie son el amor y la muerte. Branagh dirige y se vuelve a poner en la piel de Poirot, como lo hizo en la anterior historia de la escritora británica “Asesinato en el Expreso de Oriente”, en un personaje hecho a medida. Aquí Poirot vuelve a presentarse como un personaje tan sufrido como exótico. Un bigote exhuberante pudo disimular su cicatriz de guerra pero las llagas del dolor por la muerte de su amada esposa son irreparables. Esa pérdida acentuó más su personalidad y lo convirtió en un investigador famoso, que sedujo a varias damas de su entorno pero principalmente a los más poderosos. La multimillonaria Linnet (Gal Gadot) lo contrata justamente para que la cuide en una luna de miel plena de derroches en un barco a bordo del Nilo. Ella teme que su ex amiga Jacqueline (Emma Mackey) se cobre venganza porque le quitó a su prometido Simon Doyle (Armie Hammer) y lo convirtió en su esposo. Poirot aparece como el convidado de piedra en medio de esa festichola, en la que se tira el champagne caro al mar pero de pronto en el fondo de las aguas comenzarán a caer las evidencias de múltiples asesinatos. Agatha Christie es una experta en crear suspenso y compartir con los lectores las sospechas sobre los asesinos. Y Branagh respetó ese pulso y lo tradujo a la perfección en una suerte de cajas chinas cada vez más oscura. Pero lo más atrapante es que detrás de cada una de las muertes que se van sucediendo aparece la pasión como nave insignia. Quien asesina lo hará por amor y también para ocultar algo. Y es ahí donde el espectador empieza a jugar su propio juego. Porque cada vez que Poirot pone el ojo en un villano aparecerá otra villana para sustituirlo, o bien una sospechosa impensada o un amigo que no es tan amigo. “No me siento segura con ninguno de ellos”, le dice Linnet al detective pidiendo protección al borde de la desesperación. Mientras tanto, esa tensión contrasta con los paisajes desérticos de Egipto, en un logrado trabajo digital, y las excentricidades de un barco lujoso en donde parece que nada peligroso podría suceder. La actuación de Kenneth Branagh es de un registro notable. Porque compone a un Hércules Poirot tan seguro y perspicaz como vulnerable. Y en esa encarnadura se corre del rol de superhéroe para convertirse en alguien tan cercano con quien es muy simple tener empatía, sobre todo por el inicio de la historia cuando se muestra un incidente en su juventud que lo marcará de por vida. “Muerte en el Nilo” también se destaca por una dirección muy inteligente. Porque la mayor parte de la película sucede a bordo de un barco y Branagh logra combinar escenas casi teatrales e intimistas con otras tan ampulosas al estilo de “Titanic”, de James Cameron. En el medio, nunca se pierde la tensión dramática. No se sabe quién o quiénes son los culpables de tantas muertes hasta el último respiro. Por eso dan ganas de ver este policial hasta la página final, como leyendo el epílogo de Agatha Christie.
Muerte en el Nilo es una efectiva película de misterio que también tiene suspenso, donde Kenneth Branagh dirige e interpreta al protagonista y eso garantiza la calidad del filme; que es entretenido, tiene un buen reparto y funciona de principio a fin. Quizás su peor pecado se algunos efectos especiales para lograr rejuvenecimiento, o para lograr vistas del Egipto de hace varias décadas, que quizás no tienen el presupuesto para que queden perfectos; aun así eso no arruina la película, que tiene buenas interpretaciones, buen corazón y vale la pena verla. La crítica radial completa en el link.
Los grandes maestros de la ficción de misterio, como Arthur Conan Doyle o Alfred Hitchcock, solían construir sus historias sin pasarse por alto ningún detalle. En los relatos que involucran acontecimientos policiales, estaba todo medido y casi fríamente calculado. La mano creadora exponía una narrativa que se centraba en la construcción de un misterio lo suficientemente dramático como para que su desenlace sea un claro ejemplo de espectacularidad. A día de hoy, sin embargo, se pueden econtrar tantas producciones descuidadas, que pecan de insulsas. Como lo es el caso de ‘Death on the Nile’. La continuación de Kenneth Branagh al papel del famoso detective Hércule Poirot presenta un relato que carece de la sustancia de una historia policial y de misterio. Basándose en la reconocida novela de Agatha Christie, Branagh intenta superarse a sí mismo como intérprete y como director. ‘Death on the Nile’ retrata la típica narrativa de una historia de misterio. Uno de los personajes es asesinado, mientras que el resto son los sospechosos bajo la única mirada de un perspicaz detective. Dicha figura es interpretada por Kenneth Branagh. Se trata de Hércule Poirot, el quisquilloso héroe nacido en la mente de Agatha Christie, una de las mejores autoras de ficción policial de la historia. Será ese personaje el encargado de desenmarañar la trama. Tal y como lo había hecho años atrás, en la adaptación de ‘Murder on the Orient Express’. En esta ocasión, el espectador es testigo de una luna de miel especial. El lugar es el Río Nilo, en Egipto. Allí se celebra el matrimonio entre el humilde Simon Doyle (Hammer) y la adinerada Linnet Ridgeway (Gadot), presentados a través de Jacquelline de Bellefort (Mackey), anterior prometida de Doyle. El filme ya va a partir con la participación de un trío amoroso donde solo quedan rencores. De Bellefort intentará en todo momento interceptar la luna de miel de este matrimonio, con grandes amenazas. Sin embargo, la presencia de otros personajes será una pieza fundamental para el desarrollo de los hechos. Al ser asesinado el personaje de Gal Gadot, ‘Death on the Nile’ recurre a todos los elementos ya conocidos de un clásico filme de misterio. Todos los personajes, excepto el detective, son sospechosos del crimen. Partiendo de esa premisa, la investigación de Poirot reúne lo típico: coartadas, recuerdos, mentiras y sospechas. Cada personaje forma parte de un relato más grande, que se revela en su totalidad al final, mediante una explicación desabrida y un desenlace que puede resultar insultante para el espectador. En todo momento se está al frente de un largometraje de misterio policial clásico. El filme comete el error de descuidar a sus personajes para centrarse en una trama cuyo desenlace no es más que un previsible final. Con su extensa carrera, no es un error ilusionarse con una producción comandada por Kenneth Branagh. Pero el cineasta ya tiene acostumbrado a las audiencias a generar esa ilusión que recae en una enorme decepción. Así son las películas de Branagh y así es ‘Death on the Nile’.