Estamos en los años 30. Al salir de la cárcel, Mateo (Leonardo Sbaraglia) regresa a La Pampa. Ya nada es como era: sus camaradas anarquistas ya hicieron su vida, y le fue robado El Rey, su gallo preparado para la riña. En medio de su deambular conoce a Aurelia (Cumelen Sanz) y Carmelo (Santiago Saranite), dos hermanos en busca del padre, que trabaja en las Salinas Grandes de Jujuy. Mateo se dispone a llevarlos hasta allá arriba de su infatigable camioneta, que sirve tanto para transitar largos kilómetros como a la hora de hervir los huevos que ponen las gallinas que supo robar. Los tres emprenden la marcha, en un viaje que les permitirá conocerse más y entablar una relación de amistad. La ópera prima de Fernanda Ramondo es una road movie de época, con todos los ingredientes de este subgénero, empezando por la inclusión de personajes que deben aprender a confiar en sí mismos para llegar adonde se proponen. Sin caer en un estilo contemplativo, la directora se las ingenia para transmitir detalles de los tres viajeros haciendo uso de los gestos justos y de las palabras adecuadas. Leonardo Sbaraglia vuelve a mostrar su talento para transformarse en sus personajes. Su composición de Mateo, un español recio pero de buen corazón, es la enésima prueba de su capacidad interpretativa. Cumelen Sanz no se queda tras en su rol de una muchacha que esconde sus verdaderos sentimientos (por más positivos que sean), y el joven Santiago Saranite es toda una revelación. No te Olvides de Mí es un film entrañable, que permite descubrir a una cineasta promisoria.
Interesante opera prima que bucea en la relación entre un anarquista y dos jóvenes en busca de una figura paterna. Fernanda Ramondo logra, a través de una bella fotografía y una pequeña pero contundente historia, transmitir emociones en cada escena. La cuidada reconstrucción de época y la elección de la road movie como género para enmarcar el relato, potencian las ideas que se desprenden de una propuesta honesta y simple que llega, además, con otro protagónico antológico de Leonardo Sbaraglia.
La fuerza del silencio No te olvides de mí (2016), la ópera prima de Fernanda Ramondo, es una road movie que cumple con los requisitos del género y donde los personajes expresan más con la mirada que con la palabra. Mateo es un inmigrante italiano que sale de la cárcel en el verano de 1934. Con su pasado a cuestas, se dedica a robar gallinas y emprende la búsqueda de “El Rey”, un gallo que le permitirá ganar cualquier riña en la que participe. El azar pone en su camino a Aurelia y Carmelo, dos hermanos que van hacia el sur en busca de su padre. Fernanda Ramondo, guionista de El hijo buscado (2014), dirige su primera película y contó con Leonardo Sbaraglia en el rol de Mateo, un tipo que no deja las mañas pero que no será el mismo luego de emprender el viaje y cruzarse con los dos hermanos. Ramondo evita la vía fácil: no se deja seducir por la inmensidad de la llanura pampeana y deja a un lado los paisajes para centrarse en los personajes. En las miradas y, sobre todo, en los silencios. Se queda con aquello que no se dice pero que se expresa a través de una puesta en escena sobria y cargada de tensión por las relaciones del pasado que emergen de una breve conversación o de unas fotografías. En la crítica de Camino a La Paz (2015), la ópera prima Francisco Varone, Roger Koza definió a las road movies con precisión quirúrgica. Allí decía que la premisa de una película de este tipo es que los espectadores viajemos junto a los personajes y que, en el camino, aprendamos algo con ellos. Los protagonistas no serán los mismos al final del trayecto y nosotros tampoco. Esto se cumplía en aquel film y en No te olvides de mí sucede lo mismo. Ramondo se apega a las normas y el resultado es una película amena que discurre de forma natural.
Mi gallo y yo La arriesgada apuesta al desarrollo de una historia anclada en una época y contextos muy distante con la actualidad como es el caso de esta ópera prima dirigida por Fernanda Ramondo, No te olvides de mí, encuentra una explicación cuando detrás de la idea de reconstrucción predomina una historia troncal fuerte y arraigada en los vínculos de los personajes. A eso debe sumarse la inteligencia de apelar a una estructura narrativa acorde a las curvas de transformación, en clave de road movie, elemento para nada secundario y con características paisajistas, sino todo lo contrario porque a instancias del recorrido por distintos pueblos de la llanura Pampeana, a bordo de un camión destartalado que en un pasado fuera transporte de gallinas, se reafirma la contemplación de los cambios en las geografías interiores de cada personaje. La premisa es sencilla: corre el año 1934, Mateo, luego de estar preso por disturbios durante tres años, sale a recomponer lo que quedó de su vida. Sus amigos, con quienes perdió contacto al caer preso, son uno de los destinos posibles de su nueva aventura. El otro la recuperación de su gallo de riña, El Rey, único patrimonio que le queda para sacar unos pesos y mantener su ideal anarquista sin caer en las redes del sistema. El robo de gallinas para comer y la venta excedente de huevos a lo largo de su viaje es su único sustento. Sin embargo, el cruce azaroso con Aurelia y su hermano menor, Carmelo, trastoca sus planes al unirse y compartir la búsqueda del padre de ambos hacia las salinas en el Sur. La solidez del reparto, la soberbia actuación de Leonardo Sbaraglia en el rol de modelo sustituto de una figura paterna para Carmelo, interpretado por la gran revelación Santiago Saranite son claves en el film. Sin dejar de lado, la presencia de Cumelen Sanz para el personaje de Aurelia, quien crece a nivel dramático a la par del viaje y las distintas instancias que atraviesan el periplo por las rutas argentinas.
La aparición de Leonardo Sbaraglia entre estos últimos años es avasallante, luego de su participación en “Relatos Salvajes”, el actor ha tomado más rienda suelta al mundo del cine, y es así que de tantas obras en su haber, toma el impulso de una nueva generación de actores. Durante los años ’30, un hombre solitario llamado Mateo (Sbaraglia) está en medio de un viaje. Pero no de un punto a otro. Es un camino personal para descubrir dónde está parado y si puede lograr tener su vida anterior, la que tuvo antes de entrar a prisión por ser anarquista. Todos sus amigos y (ex) pareja se asomarán para construirle una calle ya borrada para él. Este recorrido será llevado a través de dos nuevas relaciones, los dos hermanos Aurelio (Santiago Saranite) y Carmela (Cumulén Sanz), a quien encuentra en el medio de la ruta y buscan, al igual que él, su propia recuperación familiar del pasado. Una reconstrucción de lo ya perdido. La directora retrata un road movie pampero donde las relaciones que se van creando entre los tres protagonistas ponen en juego su concepto de familia. Cada uno de los hermanos tendrá un diferente cruce de palabras y afectos con el conductor de este melodrama. Entre lo ambiguo y lo efectivo. Y es así como Mateo sabe que les es más necesario sus presencias para él que la ayuda que les brinda a ellos para encontrar a su padre. Dividida en episodios, el relato no solamente nos permite ver el autodescubrimiento de los personajes. Vamos acompañando a estos seres perdidos en las calles de tierra con claros objetivos de mantener su pasado como destino. Son voceros de un devenir no previsto, las cosas que ellos no logran planear, o mejor dicho las que no poseen control, son las que recobran un impulso importante. Yendo más allá de la búsqueda de los lazos cercanos, el protagonista tiene una obsesión con su gallo de pelea a quien llama “El rey”. Su mundo se pinta de alcohol y peleas clandestinas, un conductor empeñado en la vida nocturna, donde los dos chicos verán la otra cara de la realidad, esa que se niegan a creer, esa que todavía no comprenden. La puesta en escena y el vestuario del film son puntos a destacar en una realización que pone por delante los gestos emocionales antes que lo dicho. Acompañado con la eficaz tarea del director de fotografía, Lucio Bonelli, la construcción de las escenas pone en relieve la mejor estética. La propuesta es un debut fantástico para la directora, una obra que nos llevará a la expedición personal, intrincado más por el mañana que por el ayer.
Viaje por los caminos de la vida Cuenta una historia sencilla con sensibilidad, logrado marco de época y buenas actuaciones. Una road movie de época, argentina, es toda una curiosidad. Y más si cuenta una historia sencilla, con sensibilidad y nobleza, sin pretensiones grandilocuentes, golpes de efecto o heroísmos artificiales: al ritmo del viejo auto inglés modelo ‘28 en el que se desplazan los personajes, No te olvides de mí es una de esas películas que se paladean lentamente y dejan un sabor agradable. Corren los años ’30, plena Década Infame: Mateo, un anarquista de origen italiano, acaba de quedar en libertad luego de tres años de cárcel y quiere tanto reencontrar a sus compañeros de andanzas como a El Rey, su gallo de riña. Con ese fin se pone en marcha por los caminos del sur de la provincia de Buenos Aires, pero en el camino se encuentra con Aurelia y Carmelo, dos hermanos que andan tras los pasos de su padre, conchabado en las Salinas Grandes, y les ofrece viajar con él. En ese viaje con escala en poblaciones rurales -con una reconstrucción de época que gambetea hábilmente las limitaciones presupuestarias- iremos conociendo a los personajes más por sus acciones que por sus palabras. Leonardo Sbaraglia vuelve a mostrar la madurez interpretativa de sus últimas películas, con una notable presencia física y una naturalidad casi darinesca. Cumelén Sanz y Santiago Saranite nos hacen olvidar que son debutantes en papeles de semejante importancia: lo acompañan con solvencia, transmitiendo sentimientos con gestos y actitudes que dicen más que los diálogos. El anarquismo y la inmigración son el telón de fondo para una aventura que tiene a los vínculos humanos en primer plano. Ocurren, como en todos los viajes, peripecias, con el paisaje estival de la pampa húmeda como testigo. Pero no se recurre a epifanías ni situaciones forzadas como para construir la complicidad entre esas tres almas errantes. El adulto, la joven y el chico van forjando una relación de una solidez que trasciende las declamaciones: lo que los une es ni más ni menos que la vida.
Cuando escuches esa canción… solo recuérdame. Mateo (Leonardo Sbaraglia) recién salido de la cárcel va en búsqueda de su antigua camioneta para luego ir tras su gallo “el rey” ganador de riñas. Él es un ladrón de gallinas, un buscavida. En su recorrido por la llanura pampeana se encontrará de forma casual con Aurelia y Carmelo (adorable trabajo de Cumelen Sanz y Santiago Saranite) dos hermanos que están tras los rastros de su padre abandónico. Deciden entonces ir los tres juntos hacia el sur. Todo sucede en ese recorrido. La historia es sencilla, encantadora, con pinturas fotográficas. Una propuesta atractiva por la forma que nosotros -los espectadores- nos subimos en ese viaje. Más que una película es como un bello poema. La forma de contarse, la música, esos rostros que hablan poco, pero lo dicen todo. Precioso primer trabajo, cargado de sensibilidad, de su directora Fernanda Ramondo.
No te olvides de mí: Un Sbaraglia de época ganándole a las memorias. Una opera prima nacional que recorre la llanura pampeana con una peculiar road movie, moderna a pesar de estar ubicada en 1930. Leonardo Sbaraglia es lo único que atraerá algo de audiencia para No te olvides de mí. Bueno, Sbaraglia y un póster bastante interesante e intrigante. Entonces rápidamente nos vamos a sacar de encima decir que Sbaraglia realiza una gran labor actoral, creando un personaje de igual manera misterioso, sugestivo, reprochable y aún así rescatable. Pero Sbaraglia es sólo uno de los muchos elementos que en conjunto hacen que esta película funcione. En esta ocasión, más incluso que muchas otras veces, la verdadera protagonista no es sólo la historia, sino la forma que eligió la directora de contar la misma. Un relato sobre los lazos humanos, la familia, los finales y la voluntad de elegir el camino. En su opera prima, la directora Fernanda Ramondo decidió zambullirse en un relato de época, retos de producción si los hay, que relata el viaje de un encarcelado criminal decidido a reencontrarse con su antigua vida una vez se lo libera de prisión. Pero lo que destaca inmediatamente a No te olvides de mí de otros esfuerzos de época, es la formula que propone combinándolo con una estructura de road movie. Usualmente el género de películas de carretera tienen como foco el autodescubrimiento personal despertado en uno o más personajes tras los cambios a los que se enfrentan en nuevas locaciones y, aún cuando lo hace en la Argentina de 1930, esta no es la excepción. Nuestro protagonista empezara a compartir su camino con unos jóvenes viajeros, ofreciéndonos la chance de ver no sólo la realidad del país en la década del ’30, sino también entender mejor que él como su propia realidad cambio para siempre. El film cuenta con un excelente nivel de producción, no sólo en el vestuario de época sino también incluyendo el buen nivel de fotografía, guion y montaje. Todo logra conspirar para que termine siendo fácil meterse de lleno en la realidad planteada, acortando distancias entre la sala de cine con olor a pochoclo y la llanura pampeana de antaño. Lo único que queda por hacer es adentrarse en un grupo de personajes simpáticos que de a poco irán encontrándose mutuamente mientras se encuentran con pequeñas victorias y grandes derrotas en su búsqueda por lo que alguna vez fue. No te olvides de mí redondea una muy grata experiencia que se eleva por encima de la media del cine nacional, ofreciendo un relato de época que combina convenciones modernas con una producción que nos traslada temporal, geográfica y mentalmente para situarnos en medio de aquellos que intentan encontrar su lugar en el mundo. Siendo una propuesta nacional lo único que queda es esperar que la misma le gane a los brillos y colores de las extranjeras, si lo logra les espera una aventura que aunque lenta termina siendo más que gratificante si uno logra adentrarse lo suficiente.
No te olvides de mi es la ópera prima de la directora Fernanda Ramondo, quien ya tenía una larga carrera en distintos aéreas cinematográficas (entre ellas guionista y supervisora de guión). Esta película es también una original road movie. La historia que transcurre en la década del ’30 demuestra el talento y la inteligencia de Ramondo, quien logra mucho con muy poco. Con sólo usar un vehículo, un vestuario y sabiendo dónde poner la cámara, la directora logra meternos en aquella época. No hay adornos para reforzar la idea de época, y tampoco hacen falta. Esta economía de recursos se ve también en las actuaciones, que dicen mucho sin necesidad de diálogo, confiando en que la imagen hable por sí misma. Una vez más, Leonardo Sbaraglia vuelve a demostrar que es uno de los mejores y mas versátiles actores argentinos. Mateo, su personaje, es alguien castigado por la vida, que no conoce otra forma de sobrevivir y Sbaraglia le da cuerpo a ese hombre lastimado. Pero quienes se roban cada escena son sus co-protagonista; Cumelen Sanz, quien con sus grandes ojos y con muy pocos diálogos (de los tres personajes principales es quien menos habla) logra una fuerte e inolvidable presencia. Mientras que Santiago Saraneti con su inocencia es el nexo entre los dos personajes con mayor personalidad. Ambos debutan en este largometraje y demuestran ser un talento a tener en cuenta para el futuro. La dirección de fotografía a cargo de Lucia Bonelli es el otro gran hallazgo. Aprovechando los bellos paisajes de La Pampa, logra transmitir el clima de aquel lugar Los vínculos, el lugar de la mujer y la política son temas que también se presentan sutilmente a través de las acciones de los personajes. Que cada personaje tenga su motivo por el cual viajar es sólo un McGuffin para el propósito principal, aquel que se ve en el último plano y que es un gran final. Alejada de las explosivas road movies americanas y con carteles que muestran dónde se encuentran los personajes, la humildad y minimalismo de esta propuesta ayudan a que una simple historia sea una gran aventura, una por la cual terminamos simpatizando con los protagonistas a los cuales queremos ver juntos y seguir por el camino con un futuro incierto.
Escrita y dirigida por Fernanda Ramondo, esta es su opera prima, utiliza toda su experiencia como guionista, y supo esperar mucho para concretar esta película de caminos, y de época (1930). Nacida según sus declaraciones de un eco de historia de abuelos, se transforma en una entrañable, emotiva y muy bien armada historia sobre los afectos que la memoria comienza a borrar irremediablemente y el nacimientos de otros nuevos, inesperados, fuertes aun con futuro incierto. Mateo, interpretado por Leonardo Sbaraglia, que una vez mas reafirma sus dotes de muy buen actor, es un anarquista, apresado por “alteración del orden público” y “desacato a la autoridad”, las definiciones que se usaban para la persecución ideológica de la época, que sale libre. No tiene nada, no encuentra a sus amigos, su familia sustituta, ni a su gallo de riña. Solo puede rescatar un furgón destartalado que le permite huir de problemas cuando roba gallinas, subsistir y salir a los caminos con algunas ocasionales aventura amorosas. No encontrará lo que busca, en esa subtrama de la historia, pero se apiadara de dos hermanos que viajan con cadi con lo puesto para encontrar a su padre. La directora elige la sutileza, la observación de los pequeños detalles, de las miradas, con un ritmo lento pero intenso, con un desarrollo impecable. Contó con el talento de Sbaraglia y las muy buenas elecciones de Cumelén Sanz y Santiago Saranite.
Una película de caminos y de gallos. Hay momentos de cine purísimo y muy poco frecuentes en la actualidad en este primer largometraje de Ramondo, una egresada de la FUC que parece haber visto y aprendido del cine de John Ford, por su respeto a los tiempos y reservas de sus personajes. Parece tiempo de gallos de riña para el cine y la televisión argentinos. Cuando el Nelson de Peter Lanzani anda con el suyo en brazos en la notable serie de Bruno Stagnaro Un gallo para Esculapio (que parece la continuación de Okupas, treinta años más tarde), el Mateo de Leonardo Sbaraglia sale de la cárcel y va en busca de El Rey, su gallo. El año es 1934, tiempos de dictadura militar, y a Mateo lo han encerrado tres años en Punta Alta, nos enteraremos más tarde, por disturbios al orden público, que es la fórmula que solía usarse con los anarquistas, los subversivos de su tiempo. Cada paso de Mateo parece un paso hacia atrás: en busca de El Rey, de su viejo camión, de su compañero de andanzas, que ya no quiere saber nada con aquello, de su novia, que tiene un bebé, ayuda en la iglesia (¡en la iglesia, una ex anarquista!) y parece sorprendida con su regreso. Pero la busqueda lleva a la vez a Mateo hacia adelante, yendo de Trenque Lauquen a Guaminí y de Guaminí a Tres Arroyos, subido al viejo camión: No te olvides de mí es una película de caminos que anda en camión. Arriba del camión van tres, porque Mateo vio, en una estancia, que los dos hijos de un peón buscaban a su padre, y se ofreció a llevarlos. Su mirada deja claro que los lleva por la chica, Aurelia, campesina veinteañera, arisca y desconfiada (Cumelén Sanz), que igual que la gente de su pasado no quiere saber nada con él. Su nerviosismo hace pensar que no quiere saber nada no por él, sino por ella. Falto de padre, su hermano menor, Carmelo (Santiago Saranite), no tardará en simpatizar con este hombre que le enseña, entre otras cosas, cómo es un motor y cómo se maneja. Corresponde señalar que mientras Sbaraglia confirma su crecimiento de la última década, los debutantes Sanz y Saranite no ofrecen ni un resquicio de duda. Camión + camionero + pasajera + chico puede hacer pensar en Las acacias, la premiadísima película argentina donde la convivencia ablandaba durezas y todos terminaban abrazados, para deleite del público. Por suerte acá no. Egresada de la FUC, la realizadora y guionista debutante Fernanda Ramondo parece tener clarísimo que si a algún punto no quiere llegar es al de “fueron felices y comieron perdices”. Aunque tampoco le dé por andar desbarrancando camiones ni nada por el estilo. Simplemente respeta los tiempos, reservas y resquemores de sus personajes, sin forzarlos a nada conclusivo y dejando abierta la posibilidad de que unos kilómetros más adelante vaya a saber. Así como en el terreno interpersonal Ramondo maneja con tino y discreción las acciones y reacciones de sus personajes, no ocurre lo mismo en el terreno político. No se comprende muy bien qué es lo que hace de Mateo un anarquista, más allá de que su camión es su casa (pero eso no hace de nadie un anarquista). No hay a lo largo de los 87 minutos ninguna rebelión contra la autoridad, ni contra la iglesia, ni contra los patrones, hasta el punto que uno se pregunta qué necesidad había de hacer del personaje un seguidor de Bakunin o Kropotkin. A cambio de esa debilidad, en los últimos minutos Ramondo suma dos grandes momentos, cuya emotividad exclusivamente basada en la minuciosa observación de la conducta, en un caso, y en la recuperación de un motivo introducido previamente, en el otro, hacen pensar, salvando todas las distancias que correspondan, en el arte de John Ford, que dominaba ambos recursos con maestría definitiva. Por un lado, el momento en que Aurelia sube al camión de Mateo, por primera vez con una morosidad que denota el gusto con que lo hace, mientras observa cada detalle con una atención nueva, como si a partir de ahora ese camión-casa fuera también de ella. Enseguida, un silbido muy lejano, el mismo con el que en la primera escena se había introducido al personaje de Mateo, y que anuncia ahora su regreso. Son dos momentos de cine purísimo, muy poco frecuentes en el cine contemporáneo, que sirven como premio final a quienes vayan a ver esta película y a la vez le indican al crítico la conveniencia de prestar atención a los próximos pasos de Fernanda Ramondo
Publicada en edición impresa.
Road movie del anarquista Matteo Popolano (Leonardo Sbaraglia ) es un anarquista cuarentón de origen italiano que acaba de salir en libertad tras pasar tres años en la cárcel por alteración del orden público y desacato a la autoridad. Estamos en 1934 y el protagonista intenta recuperar primero su vieja camioneta y luego el gallo de riña que le robaron. En medio de su periplo por distintos pueblos bonaerenses como Trenque Lauquen, Guaminí, Tres Arroyos, Bajo Hondo y Villarino (cada localidad da título a distintos episodios) conocerá al pequeño Carmelo (Santiago Saranite) y a la joven Aurelia (Cumelen Sanz), dos hermanos que viajan con lo puesto hacia unas salinas del Sur en busca de su padre. El niño no tardará en empatizar con Matteo, mientras que su hermana veinteañera pasará del recelo inicial a la tentación. En su ópera prima Fernanda Ramondo apuesta a un género como la road movie, pero sin forzar la acción y concentrándose con sutileza en los pequeños detalles para retratar los matices y las dimensiones psicológicas de cada uno de los integrantes de esta suerte de familia ensamblada que se va constituyendo en medio de contratiempos y penurias. El relato es clásico y prolijo, con un destacado aporte del fotógrafo Lucio Bonelli y una inteligente dirección de arte a cargo de Julieta Dolinsky, que exalta los escasos recursos disponibles y disimula bien las dificultades para esta reconstrucción de la vida pueblerina en la década de 1930.
Tres solitarios en el camino La historia es sencilla y transcurre allá por 1934 en la pampa bonaerense. Un hombre todavía joven, medio pícaro, que viene de pasar tres años en la cárcel, recupera su camioncito (una chatita, se decía entonces) y busca su gallo de riña. Los compañeros de ideales ya no están. Aparecen por ahí una muchacha y un chico, medio desconfiados. Más adelante sabremos que han perdido a la madre y ahora caminan los kilómetros bajo el sol, a ver si encuentran al padre. Con esos tres personajes de pocas palabras, solos en el mundo, con el polvo del camino, los pueblitos perdidos y unas gallinas robadas, la debutante Fernanda Ramondo pinta lo que puede ser el comienzo de una familia. De a poco y de forma bastante natural vemos cómo ellos van desarrollando sus sentimientos, siempre manteniendo las distancias, como era antes. De a poco se irán haciendo queribles. No contaremos el final, donde alguna sorpresa permite barajar de nuevo, quizá para bien, y donde cabe una pequeña emoción. Intérpretes, Leo Sbaraglia, Cumelen Sanz y el chico Santiago Saranite. Fotografía, Lucio Bonelli. Dirección de arte, Julieta Dolinsky. Música, Blas Alberti. Rodaje en Patricios, French, 9 de Julio, La Niña, las salinas de Villarino, esos lugares que también nos dicen, como dice el título, "No te olvides de mi".
Un logrado ejercicio de prolijidad narrativa. Están esas películas que destacan por tener un profundo desarrollo temático. Están también aquellas que destacan por mantenerte al borde de la butaca durante toda la duración del film. No obstante, están esas películas, al menos dentro de lo que nuestro país puede ofrecer, que destacan simplemente por contar una historia lo mejor que se puede sin más fanfarrias. No te olvides de mí se inscribe dentro de este último grupo. Crónica de un Ladrón de Gallinas: Corre el año 1934 y Mateo Popolano acaba de salir de la cárcel. Busca reencontrarse con sus compañeros anarquistas, no sin antes recuperar a su gallo de pelea en el proceso. Durante su viaje se cruza con Aurelia y su hermano menor Carmelo, que acaban de perder a su madre y buscan a su verdadero padre que se encuentra trabajando en unas minas de sal. Durante el trayecto, los tres no tardarán en desarrollar un lazo muy cercano al de una familia. No te olvides de mí parte de un guión prolijo y concreto, con objetivos claros, pero que hace un énfasis en el viaje emocional de los protagonistas. Aunque esto último es la gran prioridad del guion, la película no descuida cuales fueron los motores que pusieron este viaje en marcha. En materia actoral, si bien Leonardo Sbaraglia se muestra a la altura del desafío dando vida a Mateo con sus luces y sus sombras, no se quedan atrás Cumelén Sanz y Santiago Saranite como los hermanos que poco a poco se vuelven su familia sustituta. Por el costado técnico se destacan las solidas composiciones de cuadro hechas en Cinemascope. La distribución de los elementos en el encuadre es impecable y sus movimientos responden orgánicamente a la puesta en escena. A esto se le debe sumar una dirección de arte que estuvo atenta a cada detalle. Conclusión: No te olvides de mí es una obra prolija sin ninguna otra pretensión que la de contar una buena historia. Valida de un guión con sus elementos en orden, una rica propuesta visual y correctas labores interpretativas, la directora Fernanda Ramondo entra con el pie derecho a la arena del largometraje.
Crítica emitida el sábado 2 de septiembre de 20-21hs. en "Cartelera 1030" Radio Del Plata (AM 1030)
Una peli simple con un gran trabajo de Sbaraglia Cuatro estrellas para No te olvides de mí, película argentina que significó un gran debut para Fernanda Ramondo. La historia es mínima: son los años ’30 y un anarquista recién salido de prisión busca recuperar algunas cosas que él considera suyas, como unos gallos de riña. En este deambular tibiamente delictivo, conoce a dos hermanos que recorren Buenos Aires en busca del padre. Los elementos bastan para tejer un relato entrañable y dinámico: un hombre maduro que escapa de la ley se junta con un par de huérfanos que reclaman sus orígenes. Todo arriba de un Rastrojero repleto de gallinas. El mayor logro de Fernanda Ramondo en su ópera prima es crear entre estos personajes lazos que no excedan el sentimentalismo ni el enrosque psicológico. No te olvides de mí es una película simple en un sentido agraciado: goza de espontaneidad y es rústica con orgullo. Los encuadres son tan humildes como elocuentes, y las escenas están trabajadas tanto desde la cámara como desde las actuaciones con una emoción transparente. En esa transparencia la película convence y cautiva. Puestas como la de Sbaraglia cenando huevos cocidos con el chico mientras la hermana duerme al fondo del encuadre es de una belleza sintética que demuestra en Ramondo una poderosa intuición audiovisual. Como sucede en las mejores road movies, la linealidad del relato favorece a que los personajes vayan sumando capas de complejidad y se retroalimenten. El anarquista interpretado por Sbaraglia se irá cargando de nostalgia tras descubrir el destino de sus compañeros, mientras el hermano menor gana admiración por esta suplencia paterna y la hermana mayor baja las defensas, asumiendo los grises del mundo. Desde su pequeñez, No te olvides de mí habla sobre el desmoronamiento de un pasado idealizado y la necesidad de reinventar los vínculos familiares en base a un cariño primitivo. Tesis que Fernanda Ramondo ejecuta cinematográficamente con la misma modestia de sus personajes. Un relato que se detiene a contemplar paisajes ora cómicos o melancólicos sin extraviar un rumbo noble.
Nos encontramos frente a la ópera prima de Fernanda Ramondo en una road movie de época, de un hombre solitario Matteo Popolano (Leonardo Sbaraglia, una gran interpretación, se luce) de 41 años y que es un inmigrante italiano, anarquista, que estuvo preso, acaba de salir en libertad condicional y comienza a recuperar no solo el tiempo pasado sino también algunas pertenencias como su camioneta y sus aves. En esa aventura logra recuperar a su gallo “El Rey” empieza a competir en la riña de estas aves, se gana la vida con esto, entre otras actividades. Todo se va dividiendo en episodios en los distintos lugares a los que van llegando como: Trenque Lauquen, Guaminí y Tres Arroyos, entre otros. Se va cruzando con distintos personajes, termina entablando una relación muy especial con dos hermanos que encuentra en ese trayecto Aurelia (Cumelen Sanz) y Carmelo (Santiago Saranite), ellos buscan del padre. Los tres entablan un lindo vinculo, se rencuentran y aprenden de ellos mismos. Cuenta con un buen montaje, ambientación y locaciones, ese paisaje desértico, vacio, desolado, triste y disfrutable forma parte un poco de cómo se sienten estos personajes, tiene situaciones conmovedoras, tensas y mucho se dice con los silencios, las miradas y los sonidos.
La ópera prima de Fernanda Ramondo, "No te olvides de mí", es un correcto drama de tono sensible, con el foco puesto en los personajes, aunque algo resentido en el ritmo de su relato. Tres personajes con diferentes búsquedas y un camino en común, de eso se trata No te olvides de mí, una propuesta en la que el ambiente y el contexto lo son todo. No es cualquier contexto, es 1934, un país Argentina atravesado por fuertes corrientes inmigratorias y un territorio vasto todavía por descubrir y poblar. Mateo (Leonardo Sbaraglia) sale de la cárcel sin un rumbo fijo pero con un destino claro, abandonado por sus compañeros anarquistas busca a un gallo, El Rey, que supo darle buenas alegrías económicas en las riñas. Cruzando la llanura pampeana se encontrará con Aurelia (Cumelen Sanz) y Carmelo (Santiago Saranite), dos hermanos, jóvenes, aunque con bastante diferencia de edad, que buscan a un hombre por la zona, su padre. Las pistas indican que este hombre actualmente trabaja en las grandes salinas de Jujuy, y hacia allá deben ir, sumándose al itinerario de Mateo. "No te olvides de m" es una road movie de época, y como toda road movie, los personajes son el foco principal, tomando al escenario como un personaje más. Ramondo aprovecha esos espacios abiertos para transmitirnos el desierto, un desierto que también atraviesan los personajes. Mateo, Aurelia y Carmelo son seres solitarios, que guardan consigo dolores que quizás no pueden expresar con palabras. Por eso, "No te olvides de mí" se construye también de silencios, esos silencios expresivos. El paisaje se funde con sus personalidades. El exquisito trabajo de fotografía no sólo aprovecha el naturalismo del lugar, aprovecha las tonalidades de esos seres que poseen un brillo opaco, una luz sucia que se va apagando. También habrá que decir que esos silencios narrativos no provocan una pausa en el relato, siendo acompañados por una envolvente y cálida banda sonora. Ramondo construye un film simple y cálido. Una historia pequeña plagada de buenos sentimientos y emociones, en el que no importa el destino final tanto como el trayecto a recorrer en el que los tres deberán aprender a abrirse. Esa simpleza que la convierte en una propuesta cálida, por otro lado, resiente su ritmo que no siempre se mantiene con la misma tónica. En sus cortos 88 minutos, su historia queda algo chica, y el peso permanente recae en estos tres personajes, principalmente en Mateo y Aurelia, sin el apoyo de fuertes secundarios. En determinadas ocasiones el film pide algo más, una vuelta que lo reactive, y llegará, pero promediando el final. No obstante, para quienes no busquen relatos ágiles ni menos vertiginosos (está claro que no es el público al que se apunta), este ritmo con algunos baches será un simple detalle frente al escenario amplio conseguido. Como buen film de personajes, las interpretaciones serán fundamentales. El pequeño Santiago Saranite posee el carisma para comprarse a la pantalla. Cumelen Sanz le otorga a Aurelia el rostro y el decir necesario, una mezcla entre el dolor, la inocencia, y esa mirada de deseo oculta, propia de quien pasa de la adolescencia a la adultez. Nuevamente, quien se lleva las palmas y conquista la propuesta es Leonardo Sbaraglia como Mateo, con un tono castizo no exageradamente marcado, una postura rea, pero mirada de buen corazón. Mateo no podría tener otro rostro que el suyo, volviendo a demostrar que estamos frente a uno de nuestros mejores y más versátiles actores. "No te olvides de mí" es una propuesta que apunta a la calidez y a la emoción desde un armado simple pero correcto. Algunos problemas de ritmo no opacan el resultado de una directora a la que habrá que tener en cuenta de aquí en más luego de este primer paso firme.
Ex convicto, anarquista, solitario, Mateo recorre los caminos polvorientos de la pampa robando gallinas y buscando su gallo de riña. En esos caminos conoce a una mujer que camina con su pequeño hermano buscando a un padre, y decide acompañarlos. Austera y quizá no demasiado entretenida, aprovecha el encanto, siempre poderoso, del personaje hosco pero capaz de ternura, bien interpretado por Leo Sbaraglia.
"No te olvides de mí": la familia ausente Hay búsquedas que son tan intensas que a veces desnaturalizan el objeto del deseo. Y aparece otra cosa, quizá algo mejor. "No te olvides de mí" parte de esa consigna: todos los personajes tienen un vacío familiar y exponen la necesidad de llenarlo, como pueden, claro. Ambientada en 1934 en una zona pampeana (en realidad se filmó mayormente en la localidad bonaerense 9 de julio), la película cuenta la historia de Carmela y el pequeño Aurelio, quienes caminan en medio de una ruta perdida en el campo en busca de su padre. Arriba de un camión desvencijado irá Mateo, un anarquista renegado y osco, que los invitará a llevarlos a destino. El vínculo que se logra entre los tres es lo más maravilloso del filme, porque sin apelar al golpe bajo ni a la lágrima fácil, la directora Fernanda Ramondo se las ingenia para mostrar las diferencias y complicidades. Y también para exponer todos los costados vulnerables y cuánto se necesitan entre ellos. Mateo (otra impecable composición de Sbaraglia) es un tipo solitario, recién salido de prisión, con amores inconclusos y capaz de confesar que "hace mucho sí tenía" una casa. Su obsesión es encontrar el gallo Rey, un animal al que se aferra como quien apaña a un hijo, aunque le dio más de un dolor de cabeza debido al ilegal juego de la riña. Contada a la manera de una road movie, "No te olvides de mí", que participó en la competencia argentina del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tiene algún guiño al neorrealismo italiano y también al western. Pero más allá de los géneros, la realizadora apuntó a la profundidad de los personajes. A mostrar corazones solitarios en busca de amor en una Argentina de los años 30, pero no tan lejana en el reflejo de los vínculos afectivos.
Precisión narrativa y firme dirección actoral jerarquizan una historia humanamente densa Ser libre por convicción teniendo lo mínimo y necesario para subsistir. Donde las posesiones no son necesarias, sino las ideologías. El no deberle nada a nadie, sino a uno mismo. Las pérdidas no se lamentan, son inconvenientes momentáneos que no impiden seguir adelante. Acercarse a personas que aunque no tengan lazos de sangre son más importantes y afectuosas que sus familiares. Estas frases no son simples ideas a seguir, sino reglas de vida adoptadas a la fuerza, por transitar momentos ingratos que sirven para preservarse ante la adversidad. Con estos conceptos en sus cabezas transitan los desolados campos de la llanura bonaerense, abordo de una camioneta de 1928 los protagonistas de esta historia, producida como una road movie ambientada en la década del ´30. Porque el protagonista de esta narración, el que carga sobre sus hombros con el peso de llevar adelante el relato, es Mateo (Leonardo Sbaraglia), un anarquista recientemente excarcelado cuyos objetivos inmediatos son recuperar su vehículo, que no sólo es su medio de transporte sino también, su vivienda, y el gallo de riña llamado “El Rey”. Pero, en los polvorientos caminos de un poblado se cruza con una pareja de hermanos, la adolescente Aurelia (Cumelén Sanz) y el niño, que está creciendo de golpe, Carmelo (Santiago Saranite), quienes también están en la búsqueda, pero en este caso del padre que se fue de la casa cuando el chico todavía no había nacido y sólo cuentan con un antiguo dato. Planteado este panorama la directora Fernanda Ramondo, en su ópera prima, nos traslada a una época, y a un territorio donde hay muy poca gente, con pueblitos rurales semi habitados, bajo un calor y un sol sofocante que es un protagonista más de la película. Cuando Mateo se decide a ayudar a los hermanos se establece un vínculo que, a medida que pasan los días, se va estrechando cada vez más. Ellos salieron a la aventura para buscar lo que necesitaban para seguir viviendo, y el destino los sorprendió encontrándose entre ellos mismos para forjar una nueva relación. La precisión de la estructura del guión, sumada a la buena dirección de actores, que hacen lo justo y necesario aportan credibilidad y exactitud a cada escena sin prolongarlas innecesariamente. Las miradas de Aurelia, la confianza inmediata que Carmelo deposita en Mateo, quien transmite su tranquilidad y bondad, son momentos que potencian a la obra. La idea clara de lo que la directora quiere contar y el cómo hacerlo, donde la austeridad y la escasez de presupuesto es notoria, no hacen mella en la realización del film sino que eleva su valor y lo jerarquiza.
UN VIAJE QUE FORMA LAZOS Muchas veces el destino nos cruza con personas que quizás en un primer momento las creemos como pasajeras, pero que después terminan siendo fundamentales para ese momento de nuestras vidas y que quizás lo sean para el resto de nuestra existencia. No te olvides de mí, de Fernando Ramondo, plantea esa cuestión presentando el viaje de un hombre solitario que en su recorrido recoge a dos hermanos que van a buscar a su padre, llevando a que las circunstancias que viven formen un lazo afectivo que los una para siempre. Más que una road movie, esta producción es un western local, con el típico ritmo aletargado pero potente de este género, donde se apela al desarraigo, al poco respeto de lo establecido y al vínculo de grupo como elementos base de la ficción. Una destacada labor de dirección con hermosos planos, donde Ramondo no sólo se centra en la cuestión estética sino que “escolta” a los protagonistas haciéndolos lucir más aún. Donde se prioriza la narración sobre el virtuosismo visual, pero sin abandonar lo artístico, sobresaliendo una bella fotografía. Otro punto destacable se encuentra en la tarea de Leonardo Sbaraglia, medida y precisa, aportándole la dosis justa de solvencia para que todo el relato nunca se desbarranque y se mantenga sólido. En definitiva, No te olvides de mí resulta una correcta producción, que sin ser descollante, es honesta y noble con lo que quiere contar. Demasiado para estos tiempos.
La más pequeña e independiente de las películas de la “maratón Leo Sbaraglia” de estos últimos meses es un cuento simple y discretamente emotivo acerca de Mateo, un hombre que sale de la cárcel y se pone como objetivo recuperar sus gallos de riña con los que se gana la vida. Corre el año 1934 y este sujeto un tanto hosco e individualista se topa con su total opuesto: Aurelio y Carmela, dos hermanos (ella bastante mayor que él) que van en busca de su padre hacia el sur de la llanura pampeana, pero que, desconfiando de todo y todos, prefieren caminar aunque sean cientos de kilómetros. Mateo se ofrece reticentemente a llevarlos. Ella no quiere, pero el chico entabla una amistad con él, quien funciona de algún modo como padre sustituto. Un poco a la manera de LUNA DE PAPEL, los tres terminan juntos en la camioneta de Mateo, viviendo algunas aventuras y conformando algo parecido a una familia mientras buscan otras que acaso ya no existan o sean parte del pasado. La película no ofrece mayores sobresaltos ni sorpresas y se sigue con interés, más que nada por la química que de a poco va creciendo entre los personajes y porque Sbaraglia es un actor que sabe dotar de muchas aristas ambiguas a su Mateo, un anarquista y ladrón, un tipo tramposo y vivillo que de a poco se va abriendo a estos dos seres perdidos en el medio de la pampa. Y algo parecido pasa con ellos, que pasan de la desconfianza al afecto poco a poco. Ese movimiento mutuo (además de la muy buena fotografía de época de Lucio Bonelli) es lo más rico e interesante que este filme, cuyo universo temático tiene puntos en común con LAS ACACIAS, tiene para ofrecer. Una nobleza asordinada, sin estridencias.
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Un afecto de gestos pequeños Un anarquista, en viaje con otros tres personajes, dispara este film. La fricción social y ciertos desafíos los esperan. Hay un dejo emotivo que No te olvides de mí construye de manera paulatina, y que finalmente se siente. Es una sensación que se delinea de a poco, entre los silencios y las miradas. Cuando los diálogos dicen, lo hacen de manera sesgada, siempre guardando puntos suspensivos: a partir de un guión evidentemente premeditado y sin embargo transgredido. Es casi raro, los diálogos se actúan pero no se nota, parecen "bressonianamente" dichos. Un equilibrio formal que resulta admirable. Todo esto, a partir del periplo de viaje que emprende un anarquista (Leonardo Sbaraglia) en los años '30, luego de salir de la cárcel, en busca de ese gallo de riña, el Rey, que dice suyo. En el camino se cruza con dos hermanos (Cumelen Sanz y Santiago Saranite), que buscan a su padre. El camión con gallinas de Mateo oficia entonces de reducto a compartir, entre las historias de estos personajes que apenas evidencian lo que les pasa, y eso es más que suficiente. La llanura pampeana ofrece un escenario de aire, de tierra, y ‑en palabras justas de Mateo‑ con "olor a bosta". Las vacas desfilan ante la vista de los hermanos, el cerco que las contiene también. El gesto ceñudo de Cumelen Sanz aporta, en este sentido, una cerrazón de la que su hermanito habla, pero poco entiende. Tanto como lo suponen los gestos amigables y perspicaces de Sbaraglia. En el trío comienza entonces a tejerse algo que tal vez transgreda lo que cargan, entre gallinas sin gallo y huevos para vender. Ese gallo, Mac Guffin al fin y al cabo, se llama Rey. Curioso sobrenombre elegido por un anarquista. Semántica que a su vez rebota con la supuesta por la iglesia de la que sale su alguna vez novia, también anarquista. La superposición de detalles provoca matices que contradicen, que señalan no sólo de cara a personajes con facetas cambiantes, sino a una sociedad que se transforma desde la asimilación y limado de asperezas. La anarquista ahora es una madre que prefiere hablar del "destino". Mateo, en cambio, rumbea hacia otros lados. Pero, visto el horizonte, todo parecería más o menos cerrado. El antiguo amigo de andanzas de Mateo, así como su gallo de riña fuerte, ahora son algo diferente. Hay que ver la película para descubrir estas mutaciones. Progresivamente, Mateo parece asemejarse más y más a un caballero de armadura oxidada, solitario, que deambulará siempre y cuando su camioncito aguante, sin saber muy bien hacia dónde. Lo que en el camino aparece ‑como se decía, de a poco‑ es el vínculo naciente entre estos tres personajes desarraigados y sonámbulos, cuyas miradas alteradas recuerdan al cine italiano de posguerra: a través de ellos, el mundo circundante pasa a ser algo más, misterioso, atractivo. No sólo eso, hay una sensación de felicidad casi perdida que la película de Fernanda Ramondo logra comunicar. Se encuentra, así, espiritualmente cercana a Luna de papel, de Peter Bogdanovich: la década es la misma que la del film norteamericano, las desgracias también, tanto como el afecto naciente entre los personajes. Puesto que el film no se dedica a subrayar lo que se propone, sino que permite que sea la asociación figurativa y los vacíos premeditados los que prevalezcan, la consecuencia es la construcción de un espacio que excede a la época ‑brillantemente resuelta, desde planos cerrados y travellings en donde el cielo barre junto al verde del campo‑. De esto modo, las cercanías no dichas son más fuertes.Por eso, cuando la distancia entre los personajes crezca, cuando la lejanía surja como el "destino", será cuando más cercanos sientaa los personajes el espectador. Al respecto, la resolución que promueve la película es ejemplar. Apenas se sugiere, pero es muy posible que el vestido ‑que es regalo de Mateo‑ que Aurelia utiliza como almohada tenga que ver más con un desenlace en forma de sueño que con otra cosa. Eso sí, el sueño en tanto mirada que desnivela lo habitual, así como esos "pequeños" decires de Mateo, en los cuales se manifiesta desentendido del trabajo, seducido por el andar, y desafiante a la autoridad. Si el camioncito se para, habrá que pedir ayuda. Y seguir. De eso se trata.