Tribulaciones de un hombre pequeño Más que una mirada aguda sobre la vida de los actores principiantes, Norberto apenas tarde, debut en la dirección del actor Daniel Hendler, es una sencilla y agradable tragedia existencial a la uruguaya que nos sumerge en el microcosmos de su protagonista (Fernando Amaral), un hombre gris y pequeño que se encuentra atravesando varias crisis y que gracias a la vía de escape del teatro vocacional avizora una luz al final del túnel. Este prototipo de antihéroe se queda sin trabajo y sus dilaciones y falta de iniciativa conspiran contra su relación de pareja hasta padecer el gradual abandono de su novia (Eugenia Guerty). En el interín de su búsqueda de nuevos horizontes, un esporádico trabajo como vendedor de inmobiliaria lo obliga a reflexionar sobre cómo se interrelaciona con el entorno. Es así como la irrupción del teatro vocacional le abre un puente con un mundo desconocido para el que no necesita nada más que actuar un personaje que no es. Y en esa disyuntiva de actuar para vivir o vivir para actuar se entrelaza este melancólico repaso por las zonas interiores de la psicología de Norberto. La sutileza y el humor brillan en este retrato intimista, bien elaborado por Hendler, en el que se puede encontrar alguna que otra influencia del estilo de Daniel Burman pero que no renuncia en lo más mínimo a un tono singular y propio de su autor.
Película sorpresa (y estreno sorpresa) Sin que mediara siquiera el envío de una gacetilla de prensa informando de su lanzamiento, aparece en la programación del cine Premier (habitual sala "de cruce" y con sólo tres funciones diarias esta más que interesante ópera prima como director del uruguayo Daniel Hendler, que no merecía este estreno "fantasma". Así, a las apuradas, reproducimos la reseña publicada tras su presentación en la Competencia Internacional del último BAFICI. Figura fundamental -desde lo actoral- del Nuevo Cine Argentino, Hendler debuta en la dirección de largometrajes con la historia de Norberto, un hombre en apariencia bastante mediocre, cuya existencia se conmueve por completo cuando pierde su trabajo y su pareja. Luego de conseguir un puesto decididamente precario en una inmobiliaria, se inscribe en un curso de teatro alternativo y esa decisión cambia su lugar en (y su relación con) el mundo. El film está al borde de caer en cierto patetismo y en reiterar algunos elementos de las películas de Rebella-Stoll (25 watts, Whisky), pero adquiere vuelo propio cuando se arriesga a sumergirse en la intimidad de su criatura, con todo lo de tragicómico, sensible, triste y angustiante que esa exploración conlleva. La relación con su jefe, con una compañera de trabajo y con sus colegas con los que monta una obra sirven para descubrir las contradicciones, las tensiones internas y la vulnerabilidad de un hombre gris que, en manos de Hendler, se convierte en un (anti)héroe de rasgos fascinantes. Con La vida útil conformaron un doble programa que ubicaron al nuevo cine uruguayo entre los grandes exponentes del BAFICI 2011.
Lo grande y lo pequeño Actor recurrente del denominado Nuevo Cine Argentino, Daniel Hendler da su primer paso como director en esta película sobre las segundas oportunidades. Norberto apenas tarde (2010) retrata a un personaje sumergido en una medianía que comienza a agotarse, explorando un nuevo vínculo con el mundo. En una Montevideo aletargada, gris, vive el Norberto del título, un treintañero que luego de perder su trabajo consigue un puesto en una inmobiliaria. Pero su andar cansino y su mirada abúlica señalan escaso entusiasmo, por la oficina y por la vida en pareja. Los dramas son “pequeños”, pero se han ido acumulando. Motivado por la recomendación de su nuevo jefe y una salida al teatro con amigos (que abandonaron la sala antes del fin de la obra), decide inscribirse en un taller de actuación. Mientras que en buena parte del reciente cine norteamericano se hubiera gestado una comedia sentimentalista a partir de aquel cambio de rumbo, Hendler opta por mantener el tono contemplativo. Nunca abandona el punto de vista de Norberto, al que podríamos conjeturar como un alter ego. Y no del realizador, sino de esa especie de “personaje reiterado” que –con sus matices y variaciones- aparecía en películas como El fondo del mar ( 2003) o Fase 7 (2010), siempre a un costado del mundo exterior que corría con velocidad. Norberto comienza a encontrar un nuevo vínculo con su entorno. Ello no implica la transformación en un hombre nuevo, pero sí al menos uno que se permite ir delimitando territorio. Tal vez por eso sobrellevará estoicamente su inminente separación, incluso invitando a su esposa a la muestra teatral, absorta ante tamaño pedido. Todos estos acontecimientos están retratados en una puesta en escena que, por momentos, se vuelve esquemática, pero que no desentona con el universo de Norberto. Una sub-trama en particular es eminentemente teatral: el hombre asiste en varias oportunidades al departamento de un matrimonio de ancianos con la finalidad de vendérselo a sus clientes. En esa espera se va tejiendo una red de sentido que anticipa el final, y que oscila entre la observación de lo que posiblemente no ocurra con él (una vida entera junto a otra persona) y el porvenir. Hendler elije –con inteligencia- al plano general para este momento, con la licencia de apuntar detalles que reaniman la comicidad que prima en el relato. Difícil imaginar una mejor máscara que la de Fernando Amaral para este Norberto excedido en peso, bonachón, “buenazo”, diríamos, capaz de generar una empatía con el espíritu de sus jóvenes compañeros de teatro y de no recriminarle nada a su (lógicamente disgustada) ex mujer. La obra que le toca en suerte para la muestra es La gaviota, de Anton Chejov, en donde –como en varias piezas del autor- un personaje señala que hay que trabajar y vivir, sabiendo que los logros llegarán miles de años más tarde. Al igual que en aquellos dramas, Norberto apenas tarde es un relato intimista, que aborda desde el humor las vivencias de un “ser pequeño” que se permitirá transitar el mundo que le ha tocado en suerte con moderadas expectativas pero sabiendo que ello lo hará un hombre mejor.
Norberto apenas tarde es la ópera prima del actor Daniel Hendler, que forma parte de la categoría Competencia Internacional en la 13º edición del Festival Internacional de Cine Independiente en Buenos Aires (BAFICI). Está centrada en el personaje que da título a la película, con una muy buena interpretación de Fernando Amaral, un hombre de mediana edad que descubre ciertos aspectos de sí mismo, como el amor por la actuación, cuando empieza a ver que su vida se desmorona. Se trata de un personaje similar a los que el mismo Hendler suele interpretar en la gran pantalla, con rasgos de antihéroe y la incertidumbre a flor de piel. Toda la historia pareciera tener algo de autobiográfico, quizás no lo sean los problemas financieros, laborales, de pareja o con amistades que aquejan a Norberto, pero sí la pasión por el arte dramático y el sueño de vivir dedicado a ello. En todos los ámbitos de su vida parece no tener respuestas, fracasa rotundamente y debe mentir, disfrazar sus verdades para no quedar en evidencia. Por el contrario, cuando su talento sobre las tablas se hace notar, descubre la posibilidad de poder ser respetado por otros y considerado uno más haciendo algo que le gusta. Se construye entonces la historia de una vida sencilla a base de situaciones simples, no por eso poco efectivas. Con un toque de categoría, sutil, Hendler construye escenas de la vida diaria cargadas de humor, pero no aquel de la ocasional risa estridente, sino el de la sonrisa constante, el que celebra la cotidianeidad y las historias mínimas. Entrada en su segunda mitad la película se estaciona lentamente, demorando en la llegada a conclusiones y perdiendo un poco las risas que generaba. No obstante se trata de un promisorio debut del actor uruguayo detrás de cámaras, algo que se refuerza por un gran manejo de los actores. Entretenida, simpática, con un personaje principal que transmite todo tipo de sensaciones y una galería de papeles secundarios que destilan simpatía, Norberto apenas tarde es una película que merece ser vista y augura un buen futuro como realizador para el conocido debutante.
Debut en el largometraje del actor fetiche de Daniel Burman, Norberto es una comedia dramática bastante lograda acerca de un hombre, que descubre (apenas tarde) que para ser feliz debe cambiar de vida: dejar su trabajo, dejar su casa, dejar a su esposa, dejar su auto...
Primera experiencia tras las cámaras de Daniel Hendler. Norberto es un hombre que no encaja en muchos preestablecidos que la sociedad impone, su pareja lo maltrata, no funciona en el ámbito sentimental ni siquiera en su trabajo donde lo pasan por encima sin darse cuenta, no tiene carácter, deja pasar, cede, íntimo amigo de Mr. Celofán.
Todo el mundo conoce a Daniel Hendler. Actor emblema de la nueva generación del cine rioplatense, el uruguayo de mohínes simpáticos y plasticidad a prueba de bomba inicia con “Norberto apenas tarde”, una nueva etapa en su carrera detrás de las cámaras. Film con recorrido festivalero (en estas horas ganó en Tucumán a la mejor película y posee otro galardón internacional –estímulo- de Televisión Española en Locarno), su estreno en Buenos Aires fue sorpresivo. Cuando nadie lo anticipaba, algo adelantó su salida a la cartelera porteña en el cine Premier, que se caracteriza por no presentar cintas de primer semana. Esto, sumado a la falta de buenas gacetillas de prensa por parte de sus distribuidores (en la prensa norteña ayer no sabían incluso que ya tenía estreno comercial!) hizo que pocos espectadores descubrieran esta realización y se acercaran a verla. Sólo 3 horarios disponibles y en un solo cine. Dato a tener en cuenta. Volviendo a “Norberto apenas tarde”, tenemos sensaciones encontradas con ella. La historia es la de un perdedor nato (la especialidad de la casa),el famoso Norberto del título. El es uno de esos sujetos grises que pasan desapercibidos en la manada y cuya capacidad para modificar su vida y la de sus semejantes es limitada. Este gordito amable (a veces demasiado) vive en Montevideo, ha sido despedido de su trabajo y está en crisis con su circunstancia. Vive con su novia (Eugenia Guerty) y para conseguir reincorporarse al mercado laboral decide trabajar en una inmobiliaria, como vendedor a comisión. Su mundo es chiquito, algunos amigos, un auto cuya alarma se enciende todo el tiempo, muy poco dinero de resguardo…no mucho más… Norberto está en una etapa donde no sabe que hacer y eso le pesa. Ante el consejo de su nuevo jefe, nuestro protagonista decide empezar algo para afirmar su autoestima (necesaria para su flamante oficio) y termina descubriendo un curso de teatro para principiantes. Norberto se aferrará a este grupo y dedicará espacio y energía para acoplarse y capitalizar la experiencia con el objetivo de darle algo de sentido a su vida , aunque algunas cosas, desde ya, no saldrán como lo esperado… Primero, hay que decir que sentimos que es imposible despegarla del universo Hendler. Es decir, de esos roles que su director domina como nadie: un clásico loser, sin matices, apagado y sin gracia que conecta con el público empáticamente (genera una identificación inmediata) y transita por la trama de manera más cercana a la intrascendencia que otra cosa. Segundo, reconozco que el cast está bien elegido y la máscara de Norberto, jugada por Fernando Amaral, parecen ser movidas acertadas (son actores de pocas líneas que generan atmósferas interesantes potencialmente) aunque el ensamble de todos estos elementos no alcanzan a dar unidad a un relato que coquetea con el aburrimiento a cada paso del camino. El problema mayor de ”Norberto apenas tarde” es ese: la historia es demasiado simple, las escenas son demasiado largas y la construcción de las contradicciones que se generan en la interioridad del personaje central, no revisten mucho interés. Es decir, nos cae bien Norberto, pero nada nos pasa con él. El guión pregona la cotidianeidad y celebra su camino de autodescubrimiento, pero el “tempo” cinematográfico le pasa factura: hay demasiada artificiosidad en algunos tramos y el interés decae estrepitosamente hacia el climax de la película. Lo peor que puede decirse de un film es que no entretenga, supongo. “Norberto apenas tarde” camina por el borde del precipio todo el tiempo, aferrada a ese concepto y por momentos, no logra evitar que el espectador deje de prestar atención a lo que cuenta, perdiendo la batalla central para la que se preparó meticulosamente. Producto, en definitiva, desparejo, que se ubica por debajo de nuestras expectativas teniendo en cuenta el calibre del premiado actor. Otra vez será.
A tiempo de pegar un volantazo Otra agradable sorpresa del festival de Buenos Aires de este año. La ópera prima de Daniel Hendler, el actor fetiche de Daniel Burman, devenido hoy director. Una historia pequeña, la de un hombre cualquiera, que deja un trabajo, y luego lo despiden del próximo, mientras descubre, que disfruta de hacer teatro, lo que a modo de catarsis le permite ir descubriéndose a si mismo. Lo más interesante es el proceso de crecimiento de este personaje, que habla de una excelente dirección de actores. Un tipo que atraviesa sin estruendos una crisis y que de a poco va mutando, con los miedos normales, que impone todo cambio radical en la vida de las personas. Pero con la evolución que la personalidad particular de Norberto, quien parece rozar en ese “apenas tarde”, la posibilidad de sentirse fracasar, y no obstante seguir, muchas veces rozando lo patético. Actitud, que hace que se confunda con la idea de pensarlo como un espectador de su propia vida. Norberto es actor en el escenario y en su vida, sólo que a su modo. A un modo que tiene mucho que ver con el apenas, que es un poco, pero donde todabía se esta a tiempo. A tiempo de saber como y con quien queremos vivir nuestra vida. Y allí reside el trabajo excelente de Hendler. Dos escenas para disfrutar, Norberto tirado en un colchón en el piso mirando un móvil ( todabía apenas) y Norberto girando en la silla mirando lo que verá desde la ventana de su nueva casa ( ya otro y el mismo, pegando un giro con su cuerpo, como quien acaba de dar un “volantazo” en la forma de sentirse a sí mismo).
La vida de uno mismo Norberto no llegó tarde al reparto del éxito; llegó apenas tarde, un matiz que lo obliga a tomarse un poco más de tiempo que los demás para alcanzar sus metas. Eso sí: llegó más tarde al reparto de la decisión, pero él se da cuenta del asunto y trabaja duro para ser un hombre más decidido cada día. Por ejemplo esa mañana cuando empieza a trabajar en la inmobiliaria y Javier, el encargado, le propone que vaya a un curso de afirmación personal, Norberto comprenderá que hay otras formas de ayudarse; y lo pondrá en práctica cuando vaya de rebote al Teatro Circular a ver una obra de teatro con Silvia, su mujer, y sus amigos Ernesto y Tevenet y las mujeres de sus amigos, porque no quedaban entradas en el cine de enfrente, y cuando todos se quieran ir en el intervalo porque están aburridos él decida quedarse hasta el final. Algo ha descubierto durante la función, algo que lo motiva a volver y a anotarse en el curso de teatro que dicta Rafael. Así es que cuando los viejos del departamento que le endosaron para alquilar (un clavo lleno de fotos y el cuadrito de un chiquilín presuntuoso a falta del gurisito que llora) recurre al auxilio de Ernesto para que finja interés en alquilar la propiedad, le haga pagar el anticipo y lo ayude a ganar tiempo para que los viejos puedan festejar sus sesenta años de casados en ese lugar, y también la comisión a falta de sueldo fijo. Pero Silvia se fue unos días a casa de Laura; Norberto le dijo que renunció a la aerolínea donde antes trabajaba cuando en realidad lo habían echado, y, negligente, se olvidó el espermograma en la guantera del coche; y cuando Norberto la invite para que vaya a verlo a la muestra de cierre del primer trimestre del curso de teatro (será Shamráev, el capataz de la estancia de Irina Arkádina, la vieja actriz aburrida de La gaviota, de Anton Chejov), Silvia ya estará más lejos de lo que la esconde la persiana del departamento. Y al fin y al cabo Norberto pensará que la desilusión no es tan importante: Nelba está allí para salvarlo, o esa compañera de elenco, la de los ojos asombrados. NORBERTO APENAS TARDE es una gran película pequeña. Tiene una historia para contar, la historia de Norberto, un hombre poco importante, tan neurótico como cualquiera, que nunca acierta a desactivar correctamente la alarma del auto, y que pendula entre la conmiseración y la rabia aunque nunca se vaya a los extremos. Es una película filmada sin alardes ni virtuosismos y que tiene el ojo muy atento a los detalles en los rincones del cuadro y el oído presto a ciertos volúmenes del audio, y que utiliza algo que aunque no cayó en desuso cada vez se le presta menos atención: NORBERTO APENAS TARDE tiene un gran guión, un guión cuya estructura redimensiona constantemente las situaciones y profundiza los personajes hasta que les conocemos a todos cada una de sus mañas. Porque NORBERTO APENAS TARDE es una película que hace de la contradicción su mayor virtuosismo, pues se permite ser graciosa en sus momentos dramáticos y ser dramática en sus momentos graciosos; y si logra que el guión brille es también porque Daniel Hendler, su director, uno de los mejores actores de su generación, es mucho más que generoso dirigiendo a sus pares. Cada personaje tiene su gran momento, y si al salir del cine recordamos a la Silvia de Eugenia Guerty, al Javier de César Troncoso o a la Nelba de Silvina Sabater (esa compañera de la oficina que es una señora mayor por la mañana y una mujer hermosa por la noche) es porque Hendler supo medir en cada uno el alcance de su intensidad. Y como suele suceder en esta clase de retratos (y para no salir de Uruguay baste el ejemplo de Adrián Biniez y Horacio Camandulle, director y actor de Gigante) Hendler comparte el triunfo de su película con Fernando Amaral, el único Norberto posible. Hablando de Uruguay, durante un viaje en ferry a Colonia, Boris, el protagonista de Un mundo misterioso, escucha en un spot publicitario sobre el Uruguay que el Uruguay es uno de los países con una de las democracias más estables de toda América del Sur. A lo mejor esté equivocada esta apreciación que vamos a formular, pero a la luz de La vida útil (el otro ejemplo uruguayo de la Competencia Internacional de este año), es dable pensar que cuando lo colectivo está medianamente resuelto es lógico que en el cine se empiece a reflexionar sobre uno mismo y se saquen algunas conclusiones de provecho para todos.
Entre la melancolía y la duda Estreno del Debut de Daniel Hendler como director, en el que Montevideo es un sujeto integrante del filme. El uruguayo Daniel Hendler es, hoy, en el prime time televisivo de Los únicos , el agente internacional Wilson Castro. Pero para determinada cinefilia que acompañó el resurgir del cine nacional en los últimos veinte años, Hendler es una figura clave. Ningún otro actor –ni siquiera Ricardo Darín- integra de forma tan radical como fundamental el ADN del alguna vez llamado nuevo cine argentino. Sin repetirse, pero creando un tono y una serie de recursos en la actuación reconocibles, Hendler potenció desde esos hendlerismos una especie de energía que definió, sin funcionar como ancla, varias de las búsquedas y ambiciones nuevas. Y lo demostró tanto en su trabajo junto a Daniel Burman ( Esperando al Mesías , El abrazo partido y Derecho de familia ) como hasta jugando al género en Fase 7 , pasando por colaboraciones con varios nombres del nuevo cine argentino. Esa impronta, esos hendlerismos , son los que generaban igual esperanza que desesperación a la hora de ver la coproducción uru guayo-argentina Norberto apenas tarde , la opera prima de Hendler. Pero Hendler, más por animal de cine que por diablo, logra sorprender incluso recurriendo a coordenadas emocionales y de tono ya visitadas por el cine uruguayo en películas como Whisky o 25 Watts . Norberto...narra la historia de Norberto (un genial Fernando Amaral), un tipo de 36 años que acaba de comenzar a trabajar en una inmobiliaria, que se encuentra en un momento clave de la convivencia con su novia y que, impulsivamente, comienza a estudiar teatro. Norberto, su melancolía, su distancia asombrada y falsamente dubitativa, viven en Montevideo. Montevideo es, en cierto sentido, Norberto, y Hendler logra que ciudad-sujeto se conjuguen. Tomando una distancia prudente, Hendler sabe crear situaciones que definen a su personaje y sus incertidumbres: los intercambios con su jefe en la inmobiliaria o esos instantes en que Norberto se detiene a ver a una pareja de ancianos poseen igual cantidad de comedia que de búsqueda emocional. Nunca abusando del momento, ni del absurdo creado por la cotidianidad de Norberto o de la melancolía montevideana (que se filtra, pero no inunda), Hendler apunta más a observar una vida que a narrar grandes momentos dramáticos. Desde una puesta en escena simple, que deja ver espacios semivacíos siempre, crea un filme gigante en su capacidad de capturar, como quien no quiere la cosa, la forma en que Norberto, además de llegar tarde, puede convertir el más común de los gestos en cine.
Norberto, como si nada hubiera sucedido Siempre resulta poco grato ver escenas de una obra de teatro adentro de una película. Da la sensación de que en esos momentos el cine se achatara, bajara la cabeza y se volviera culposo a favor de una actividad con mayor prestigio social, como si un arte no pudiera contener al otro sin rendirle una pleitesía automática. Pero mucho peor todavía es encontrarse con una película donde se muestran ensayos de una obra de teatro. Norberto apenas tarde tiene un poco de las dos cosas. O parece que las tuviera, porque el centro de la película con la que Daniel Hendler debuta en la dirección es un tipo que sale del pozo cuando decide inscribirse en un curso de teatro. La película describe el itinerario emocional de su protagonista desde su condición de apocado y oscuro empleado en una inmobiliaria de la ciudad de Montevideo hasta su inopinada conversión en actor de teatro vocacional igual de oscuro que antes. Hendler deja claro que la clave para Norberto es el reto que representa para él ese mundo nuevo del teatro en el que está incursionando, esta terra incognita a la que accede husmeando como un animal perdido y que termina proporcionándole el kit de anticuerpos para más o menos desenvolverse en la vida pertrechado con una razonable dignidad. Un cierto espíritu redentor sobrevuela todo el tiempo las imágenes neutras de Hendler, sus tonos ligeramente apagados, casi inertes (melancolía es una palabra demasiado grande para describirlas). Es decir, la película se cuida bien del menor énfasis a la hora de establecer el halo de grisura cósmica que rodea al protagonista –esto incluye a modo de concesión pequeños gags que se repiten o dilatan interminablemente, como la alarma del auto que suena a su antojo o el examen de esperma-, pero el caso es que no puede evitar los ribetes beatíficos que se desprenden de la nueva actividad del personaje. Por el teatro, Norberto aguanta imperturbable el abandono de su esposa, le deja de repente el departamento, renuncia al trabajo y, básicamente, comparte horas de su vida con una pandilla con la que por fin parece tener algo en común, esas chicas y muchachos sin excepción menores que él a los que se dirige llamándoles “chiquilines” (en lo que aparenta ser un simpático modismo uruguayo); pero, principalmente, deja de mentir y de inventar excusas para no tomar decisiones. La idea evidente es que el arte de la actuación le permite mostrarse ante el mundo tal cual es. De hecho, después de una exitosa función para invitados, el grupo de actores se va de festejo a un bar y Norberto termina borracho bailando un striptease arriba de una mesa para algarabía de todo el mundo. Sin embargo, esa escena no termina de constituir un momento auténticamente alegre. Hendler parece creer en el estatuto superior del teatro pero su personaje acaso resulte demasiado poco para hacerse transformar del todo por sus declaradas cualidades de excelencia. La última imagen lo encuentra en la soledad de un departamento vacío: Norberto está en una especie de tiempo indefinido, ya que el plano es poco explícito acerca de su situación y podría tanto augurar un futuro promisorio como señalar un presente desolador: Norberto apenas tarde no consigue en el final redimir cabalmente a su protagonista y esa ambigüedad esencial tal vez sea el principal atractivo de esta modesta y extraña película.
Norberto tiene 35 años y lo acaban de echar de su trabajo, aunque el diga que dejó la empresa para probar cosas nuevas, agotado de la rutina. Está probando suerte como agente inmobiliario con el único, y al parecer poco fácil de alquilar, departamento de una pareja de ancianos que necesitan mudarse con urgencia. Tímido y poco locuaz, su nuevo jefe le recomienda que se inscriba en algún curso de reafirmación personal. A partir de una obra de teatro que ve en el circuito off de Montevideo, Norberto se anota en un taller de teatro y allí comienza a descubrir una cara de su personalidad que hasta él mismo desconocía. En esta ópera prima del actor Daniel Hendler (de estreno independiente, limitado y casi sin haber sido anunciado de manera oficial), el personaje central es una típica composición que el protagonista de “Derecho de familia” podría haber resuelto sin dificultad si no hubiese decidido ponerse detrás de cámaras. Otros pequeños datos, como la obra “La gaviota” de Chejov, le dan un color autorreferencial a la película, que si bien no será de aquellas que permanecerán en la memoria a lo largo de mucho tiempo, si establece el tono y el rumbo con el que Hendler podrá sorprendernos en un futuro. Además de la correcta labor de Fernando Amaral y la actuación de Eugenia Guerty hay pequeñas participaciones de Arturo Goetz y Ana Katz.
Muy buen film sobre una historia sencilla Norberto acaba de perder el trabajo y consigue entrar a en una inmobiliaria pero a comisión. No le ha dicho nada a Silvia, su mujer. Tampoco le ha dicho que acaba de ingresar a un taller de teatro ni que le está pidiendo plata a sus amigos para que puedan vivir. Esta simple historia es la que toma Daniel Hendler para su primera película como director. Uno ve en algunas tomas e inclusive en la composición del protagonista algunas características del propio Hendler y de alguna de sus películas con Burman. Más allá de eso logra una muy buena película con actuaciones y muchos aciertos tanto en lo artístico como en lo técnico. “Norberto Apenas Tarde” es un buen paso para alguien que comienza en la dirección y uno de los mejores films en competencia vistos hasta ahora.
Casi igual, pero diferente. Daniel Hendler, actor que supo posicionar su nombre en la ultima década del cine argentino, incursiona ahora en la escritura y dirección cinematográfica con esta ópera prima donde traslada, todos sus matices y variaciones actorales así como las influencias estilísticas de Daniel Burman. Vale recordar aquellas películas en las que el uruguayo Daniel Hendler participó como actor (Esperando al Mesías, El abrazo partido, Derecho de familia y Fase 7, entre otras) y ciertas producciones cinematográficas uruguayas de referencia como Whisky o 25 Watts, para comprender cuáles fueron sus fuentes de inspiración. Así es como esta coproducción uruguayo-argentina narra una pequeña y sencilla historia sobre un joven treintañero cuya vida se desmorona y descubre casi a tiempo que puede modificarla. Un relato intimista centrado en un personaje medio perdedor y con cierta crisis existencial, pero muy semejante a la gente común, que logra generar cierta empatía con el espectador. Caracterizado con todos los matices que el mismo Hendler suele usar en sus interpretaciones, Norberto (Fernando Amaral) nos sumerge en la vida de un joven sin carácter, tímido, dominado por su pareja y fracasado en todos los ámbitos de su vida, que un día descubre en el teatro vocacional un costado de su personalidad que desconocía y le ayudará a tomar otro rumbo a su vida. Con una puesta en escena sencilla y una cámara siempre contemplativa Hendler logra retratar con mucha naturalidad la cotidianidad de Norberto, pero nunca logra entrar en la psicología del personaje y solo se limita a mostrar el discurrir de Norberto de una etapa a la otra. Una historia demasiado simple y pocas situaciones tracendentes, sumado a la mirada distante de la cámara y el ritmo pausado con el que su protagonista intenta resolver su problema existencial, hace que pequeños gags se repitan o dilaten interminablemente y algunos personajes se vuelvan reiterativos, estirando el final y decayendo el interés del espectador. Una película simpática al comienzo y agradable hacia al final que no logra entretener demasiado pero propone un cine diferente.
Hendler ofrece en su opera prima una comedia agridulce, protagonizada por esos personajitos medios, grises y chatos tan caros a la filmografía y a la literatura oriental. Norberto vive su vida como en piloto automático. Y menos también. Pierde su trabajo pero consigue otro y pasa a ser vendedor en una inmobiliaria. Un día en que con su esposa y parejas amigas decide ir al cine y no encuentran entradas, van al teatro para cumplir con la salida programada. En el entreacto todos se van y Norberto decide quedarse “para ver cómo termina”. Esa decisión, un cartel que anuncia clases de teatro y el consejo de su nuevo jefe serán clave para que su vida cambie. Todo lo que sucedía sin la intervención de uno, dejándose arrastrar por la corriente, entra en crisis o como respuesta a esa crisis invisible es que la irrupción del arte en la vida permite otra manera de ver. Claro que Norberto, para el promedio, está pasado de edad para estos cambios y además sólo empieza a cruzarse con jóvenes que tienen otras preocupaciones, otras inquietudes y otros ritmos. Hendler ofrece en su opera prima una comedia agridulce, protagonizada por esos personajitos medios, grises y chatos tan caros a la filmografía (Rebella, Stoll, Biniez) y a la literatura oriental (Onetti, Benedetti) que pueden traernos alguna risa pero a la corta nos dan tristeza y pena, y que tampoco son la mar de ejemplares y bondadosos sino que en su camino suelen herir más de la cuenta. Desde el clasicismo formal, y apoyándose en un guión muy cuidado y un elenco sobresaliente va avanzando esta película que apuesta por la elección personal sea cual sea el momento en que ésta surja. Animarse a ser aunque tengamos todo armado según corresponda a los mandatos sociales es lo único que importa y algo de esa esperanza se vislumbra en su desenlace.
Daniel Hendler debuta como director con una película que evita los lugares comunes Hay un tipo de comedia que aparece de vez en cuando en el cine argentino (aunque esta vez deberemos decir "rioplatense"). Hablamos de aquella que no apela a la obviedad y el lugar común para intentar ganarse la complicidad del espectador, sino que elige más bien un tipo de humor que podríamos calificar arbitrariamente con diferentes adjetivos que remiten más o menos a lo mismo: asordinado, leve, ¿bajas calorías? Llámelo como usted quiera. Lo que esas comedias evitan de plano es el trazo grueso, el remate cantado, los personajes prototípicos. Naturalmente, toda película espera la complicidad del público, lo que varía son los caminos para lograrla. En la tradición más noble y silenciosa se inscriben algunos filmes de Martín Rejtman y Juan Villegas, por citar apenas dos casos. Daniel Hendler -que trabajó con Villegas y parece haber nacido para encarnar cierto tipo de papeles que calzan a la perfección en estas películas- debuta como director con Norberto apenas tarde , la historia de un personaje taciturno y algo desangelado que tras ser despedido de una compañía aérea encuentra cobijo en una inmobiliaria, donde trabaja puramente a comisión. En algún momento alguien le sugerirá un curso de "reafirmación personal" para lograr mayor convicción frente a los clientes, y es allí donde Norberto descubrirá una faceta oculta de su personalidad que abrirá un nuevo panorama en su vida (lo que el propio Hendler definió, reflexionado sobre el proceso de la actuación en una entrevista reciente, como "ese monstruo que tenemos encerrado y que cuando aparece desequilibra un poco"). El argumento es sencillo, hasta un poco trillado, pero lo que pone las cosas en otro lugar es lo que justamente Hendler aporta como director: una puesta en escena completamente funcional a la trama, un trabajo de montaje que suma dinámica y hasta cierto vuelo poético y un estilo de actuación que evita el grotesco y los subrayados (no sólo se luce el protagonista, Fernando Amaral, sino que también es notable el trabajo de Silvina Sabater, actriz que suele ser elegida con frecuencia por Daniel Veronese para sus obras teatrales). Una vez que Norberto escapa transitoriamente del agobio de la rutina a fuerza de mentiras un tanto inofensivas y del impulso de una vocación posible, cae en la cuenta de que hay todo un universo para descubrir al que ha llegado, por suerte, apenas tarde. Inteligente y respetuosamente, Hendler nos propone que imaginemos el futuro de ese hombrecito entrañable como se nos antoje.
Comedia, pero con bajo perfil Una salida al teatro le empieza a cambiar la vida al protagonista. A partir de allí, la película sigue a ese “otro” Norberto, y lo hace con un humor tristón y un tono opaco. Hendler dirige como actúa, negándose a la emoción fácil y a la trampa de la transparencia. “Es bastante onírica la obra, ¿no?”, le comenta su amigo a Norberto mientras hacen pis en el baño. “Onírica: está para pegarse una siestita”, aclara el otro. Norberto, su mujer y unos amigos fueron al teatro porque ya no quedaban entradas para el cine. Embolados, los otros se van antes de que empiece la segunda parte. Norberto se queda. Nunca antes había ido al teatro, que se sepa, pero algo parece haberle pegado. Tanto que unos días más tarde empezará a tomar clases de actuación. Tanto que a partir de esa casualidad es como que algo en su vida se destapa. Si fuera una de Hollywood, Norberto apenas tarde sería la enésima versión del cuento del patito feo. Tal vez lo sea, pero sin épica de por medio, sin “tú puedes”. Sin que quede del todo claro, incluso, cómo va a seguir la vida de Norberto después del último plano. Opera prima como realizador y guionista del popular actor uruguayo Daniel Hendler (el de 25 watts, El abrazo partido, Derecho de familia, Mi primera boda), Norberto apenas tarde es como Hendler. Como actúa Hendler, al menos. Poniendo paños fríos donde otros arderían, negándose a la emoción fácil, a la trampa de la transparencia. Eso la hace ambigua, incierta, incómoda por momentos. Lo incómodo es Norberto: no es fácil hacerlo encajar donde uno creía. Hay algo ligeramente patético en él. Tal vez la combinación de campera beige con camisa y corbata, o la falta de desenvoltura con que muestra un departamento para la inmobiliaria para la que empezó a trabajar, o la alarma del auto que nunca le funciona, o que no se anime a contarle a su mujer que lo despidieron de Uruflights. Y, sin embargo, hay razones para todo eso: la culpa de la corbata la tiene el careteo de medio pelo de Castiglia Propiedades; la de la su turbación, su jefe, psicopatoncito culpógeno; la de la alarma del auto, el apriete económico por el que pasa; no contarle a la mujer... Para eso parece haber menos razones: Silvia (la argentina Eugenia Guerty) no da la impresión de ser la típica “bruja”. Aunque tampoco está muy justificado que lo trate de “hijo de puta”, cuando él le ofrece irse de casa en lugar de ella. Es que llega un punto en que Norberto ya es otro. Por eso tiene que irse, cambiar. ¿Pero qué clase de otro es ese otro Norberto? Eso ya es más difícil asegurarlo: en el curso de unas semanas lo vimos comportarse como un quedado, como un desubicado, como un tipo que tiene claro lo que quiere, como uno que se está descubriendo, como un mentiroso y así sucesivamente. Otra cosa: ¿Norberto actúa tan bien como le dicen sus compañeros, se lo dicen de buenos que son o es que son todos medio maletas y él uno más entre ellos? Cada uno sabrá. “Comedia triste”, caracteriza, preciso, el propio Hendler. Tal vez, más que triste sea tristona: lo de Norberto apenas tarde es la media agua, la transición, lo no definido. El no llegar tarde del todo: apenas tarde. Hay algo de las películas de Martín Rejtman o de Aki Kaurismäki en ese carácter, en el hieratismo cómico, en la opacidad de tono. Pero tal vez sea simple uruguayidad. Uruguayidad que la hace pasar de la grisura de oficinista benedettiano (con un aire de fatalismo a la Onetti flotando como nube cargada, pero sin descargarse jamás) al absurdo seco, a lo Leo Masliah, quien no por nada hace un cameo (otros están a cargo de Arturo Goetz y Ana Katz, realizadora de Los Marziano y mujer de Hendler). Así como Hendler mantiene ese tono absolutamente bajo control (o casi: hay un par de risas no del todo convincentes), parece imposible imaginar un Norberto más adecuado que el para noso-tros desconocido Fernando Amaral. Más conocido es César Troncoso (El baño del Papa, Matar a todos), que vuelve a lucirse como verdugueador de entrecasa o triste capanga de paisito.
Otro triunfo del cine uruguayo En su debut cinematográfico como director, Daniel Hendler construye en Norberto un personaje rico en matices e indescifrable en sus motivaciones. Sincera y memorable. La opera prima como cineasta de Daniel Hendler no disimula las influencias del cine argentino que surgió a mediados de los ’90, pero también refiere al tono asordinado, melancólico y realista que proviene de las calles de Montevideo. Ahí están los bienvenidos antecedentes: de 25 watts y Whisky, la pequeña historia de amor que cuenta Gigante, el minimalismo sonoro que describe Hiroshima y el culto a la cinefilia que ofrece La vida útil. Sin embargo, si Norberto apenas tarde es otro film auténticamente uruguayo debido a su atmósfera teñida de un humor agrio y gris, la mirada de Hendler reposa en un personaje particular, carismático a su manera, indeciso y atractivo al mismo tiempo. Norberto (gran trabajo de Fernando Amaral) no está pasando su mejor momento afectivo y laboral pero serán unas clases de teatro las que le servirán para ir conformando una vida útil. En pequeñas escenas que no necesitan de la euforia catártica, en mínimas charlas con la novia, los amigos y el jefe de la inmobiliaria, Hendler construye un personaje rico en matices, austero en sus acciones, indescifrable en sus acotadas motivaciones. Y la mirada del director se mimetiza con su criatura, seguida por la cámara en forma pudorosa, respetuosa de esos pequeños gestos que se conjugan a un paisaje único e intransferible. Por eso Norberto, con su tibieza a cuestas, está feliz en las clases de actuación y hasta tendrá la oportunidad, con una borrachera encima, de sentirse atraído por su compañera de trabajo. Norberto apenas tarde puede entenderse como la adaptación de un texto de Mario Benedetti en versión siglo XXI, pero Hendler va más allá de las grises historias de oficina del escritor. Su mirada es ambigua y oblicua, como la de su personaje, quien disecciona el paso del tiempo en el casual encuentro con una pareja de viejos. Allí, como en todo su desarrollo, Norberto apenas tarde manifiesta una apabullante sinceridad, a tono con su divagante y recordable personaje. Un pequeño y gran personaje, como la película misma.
Un personaje para la ternura Norberto tiene más de treinta y menos de cuarenta. No está casado, pero vive en pareja. No se lleva muy bien, pero tampoco mal. Aunque su mujer parece "torearlo" a veces por su abulia, él sigue indiferente. No le molesta o "casi" le molesta. Si hablamos de personalidades, Norberto no es "blanco", no es "negro". Es gris. Si le ponemos un adverbio para identificarlo, Norberto es "casi". Norberto es "apenas". Y el adjetivo que le va a corresponder a esos adverbios, Norberto lo está buscando. Por suerte lo conocemos cuando un hecho bien concreto se le cayó en la cabeza. Lo despidieron. Aunque a su chica el asunto parece que la impactó más que a él. Pero como Norberto no es un tipo con mala suerte, aparece un trabajo nuevo, claro que "a comisión", vendedor de una inmobiliaria. Norberto intenta vender el departamento de una pareja anciana que ya no puede castigarse subiendo escaleras. La pareja ¿le hará pensar en el futuro ? ¿Querrá una venta rápida para cobrar? O llegará a acostumbrase a los viejitos y a ese limbo, esa rutina que no le desagrada. Es entonces cuando ve un aviso, después que el jefe lo incentivó para que haga un curso que lo despierte un poco. El aviso habla de un taller de teatro. Norberto se anota y el "casi" y el "apenas" van a quedar en el camino. EL "PAISITO"Daniel Hendler es el preferido del director Daniel Burman. Las actuaciones de Hendler como los Arieles de "Esperando al Mesias", "El abrazo partido" y "Derecho de familia" tienen un poco de la atmósfera psicológica de este Norberto. Hendler consigue diseñar un espacio, el "paisito" montevideano de las novelas de Onetti, un presente con mucho de la bohemia del pasado de Buenos Aires (ese profesor de teatro setentista, ese grupo de estudiantes de teatro). Y un personaje, el "buenazo" de Norberto, que, a pesar de su falta de ambición, su casi abulia, encuentra su verdad, al menos en este tramo de su vida y se entrega a ella como suele hacerlo con todo, austeramente, de forma minimalista, pero, quién sabe, con sabiduría. Filme pequeño, austero, aburrido para algunos, con ciertos tiempos muertos, pero absolutamente auténtico, con escenas quizás un poco largas, un actor ideal, Fernando Amaral y un equipo actoral sin fisuras entre los que figuran en pequeños papeles, Roberto Jones, el gran director y actor uruguayo, Arturo Goetz, Leo Masliah y la directora Ana Katz. Interesante inicio en la dirección de Daniel Hendler.
Una historia atonal con buenos actores Así como otras películas superan records de asistencia de público, es muy probable que ésta supere records de inasistencia. El mérito pertenece a Daniel Hendler, y decimos mérito porque parece que ésa es la intención. Un humorismo abúlico, en sordina, una historia atonal, donde pasa poco y nada, o, dicho de otra forma, donde nada de lo poco que pasa nos despierta y conmueve, todo eso es deliberado. Y sin embargo, superado el natural amodorramiento, cabe apreciar no sólo la coherencia de estilo de cierto sector artístico montevideano, afecto a ese tipo de obra, sino también, y sobre todo, el espíritu de Hendler en su primera película como realizador. Hay una discreta ternura en su relato, y buen sentido de observación sobre el ambiente en que se formó. No se trata de una historia autobiográfica, como podría pensarse, pero ahí está el mundo de su adolescencia y primera juventud en la Gran Aldea Cisplatina: el Teatro Circular y el de La Gaviota, los bares de aspirantes a bohemios, las ansias de los jóvenes y su aspecto indolente y fastidiado, la mirada de los otros, la exigencia laboral (la alienación que le dicen), las calles simples, la irónica distancia entre lo que se es lo que se podría ser con suerte y con esfuerzo, las mentiras que alguien se inventa mientras espera que le llueva un día mejor, los pobres triunfos pasajeros de una noche de estreno, pero qué hermoso, para cada uno, es ese pequeño triunfo de una noche. Eso es lo que hay, a través de la pequeñísima historia de un gordito que entra casi de casualidad en un grupo vocacional donde, lógicamente, se siente mejor que en su empleo, pero no maravillosamente mejor. Una película estadounidense hubiera culminado con la aparición de un productor ofreciéndole al gordito un contrato suculento luego de un exitoso debut escénico, y así el tipo cambia formidablemente de vida y pum para arriba. Aquí la cosa es bastante distinta, y se agradece, por más que, cuando llega el final, uno se diga «¿y eso es todo?» A señalar, el trabajo del protagonista Fernando Amaral en su primera labor para el cine. La presencia del director teatral Roberto Suárez como profesor del grupo aficionado (dicho sea de paso, acaba de dirigir su propia película, «Ojos de madera»). Y, en particular, la aparición del octogenario maestro Roberto Fontana, que aún mantiene la estampa y la voz profunda que lo caracterizaron a ambos lados del Plata. No podía faltar, él fue quien impulsó a Hendler a dedicarse profesionalmente a la actuación.
El hombre del traje gris Premiada en diferentes festivales y reconocida en el BAFICI de este año, Norberto apenas tarde es la ópera prima como director del actor Daniel Hendler, una comedia bastante sardónica que mantiene cierta línea humorística que ha construido el actor uruguayo con sus personajes habituales. Con los tonos grises típicos, la película encuentra cierta solidez en su elenco integrado por Fernando Amarral, Eugenia Guerty, César Troncoso, entre otros. El protagonista, Norberto, es un tipo bastante introvertido que trabaja en una inmobiliaria pero sin demasiada convicción. Por eso, su jefe le recomienda que haga un curso de actuación para ver si se suelta un poco y, de paso, mejora en su empleo ya que gana por comisiones de venta. Norberto vendría a ser una especie de alter ego de los personajes que usualmente interpreta Hendler: es el típico tipo desencajado, que nunca se adapta al lugar en el que está, al que la realidad le llega a destiempo, pero tampoco le afecta demasiado. Hay que reconocer varios aciertos en esta película por parte del director debutante, especialmente en lo que tiene que ver con la construcción de su personaje. Evidentemente Hendler saber crear el mundo del tipo gris y por eso, a pesar de ser esta una ópera prima, se lo nota muy suelto y seguro porque uno sospecha que entiende a la perfección el estereotipo: por eso, si bien muchas veces Norberto está a punto de caer en el patetismo más peligroso, no lo hace porque el director siempre está a la altura de sus personajes y nunca los juzga. En ese sentido la mano del director de nota considerablemente, y es él quien encuentra el tono adecuado que requiere Norberto apenas tarde para convertirse en la película pequeña pero interesante que es. Hay futuro para Hendler tras las cámaras.
Debut como director cinematográfico de Daniel Hendler, este film parte de una situación que podría ser patética (un hombre que pierde su trabajo) y la deriva hacia otro lado, hacia el costado casi fantástico de la invención de uno mismo. Con justo equilibrio entre drama y humor, el film descubre que dentro de cualquier persona se esconde lo extraordinario, que todos somos, en el fondo, artistas.
A partir del jueves 5 de enero puede verse en las salas de los cines el largometraje que lo tiene por primera vez como director a Daniel Hendler. El actor uruguayo que ha desarrollado una exitosa carrera cinematográfica en Argentina (El abrazo partido, Fase 7, Los Marciano, Mi primera boda y otras) y en teatro y televisión, también ha escrito el guión de Norberto apenas tarde. Rodada en su ciudad natal, Montevideo, con técnicos y actores argentinos y uruguayos, el film ha sido seleccionado para participar en numerosos festivales y fue exhibido en el último festival internacional de cine independiente de Buenos Aires realizado en abril del año pasado. La historia hace eje en Norberto, una persona que a sus 36 años lleva una vida que lejos de estar definida o encausada se maneja entre la inmadurez y la duda. Se sabe tímido y eso se le nota a pesar suyo, desde la forma de vestir hasta en el modo de encarar las relaciones y resolver los problemas. Con sus tiempos y a su manera intenta llevar su vida pero las cosas no le salen del todo bien. Acaba de perder su trabajo y aunque le dice a su novia que ha decidido irse de la empresa en busca de un cambio todo parece indicar que lo han despedido. Las cosas le resultan difíciles de manejar, desde no perder las llaves de su casa hasta lograr que la alarma de su auto le haga caso. Cercano ya a los 40 años los cambios para mejorar su situación no parecen ser simples. No faltará quien le recomiende hacer un curso de “reafirmación personal”. Algo parece que debería hacer para dejar de perder y comenzar a crecer, pero enfrentar la realidad, poder hablar de los problemas y dejar de justificarse no parece tarea sencilla. Descubrirá su interés por el teatro y se anotará en un curso. Experiencia que tal vez constituya una forma de expresión o búsqueda interior o termine transformándose en otra manera de llenar el tiempo y seguir postergando. Con compañeros más jóvenes que él podrá encauzar su vocación representando a Chejov o comprobar, una vez más, que sigue llegando tarde aunque sea un poco. Fernando Amarral se destaca en el rol de Norberto aportando elementos interesantes en la composición del personaje que en pequeñas dosis se va construyendo a lo largo del film. Con espacios para el humor a partir de su propia torpeza o inocencia, constituirá para algunos un ser tierno y para otros simplemente un perdedor. Los demás personajes se sustentan en buenos trabajos actorales en general, destacándose en particular Silvina Sabater, César Troncoso y Eugenia Guerty. Daniel Hendler, en su primer trabajo como director, hace lo que se espera de su rol. Dirigir, guiar, orientar acertadamente el trabajo para obtener los mejores resultados en técnicos y actores. Todos los elementos, desde la música y la fotografía hasta el arte y el vestuario, parecen responder a una coherente textura. Cualquiera que conozca a Hendler o lo haya visto actuar reconoce en él un estilo que le es propio vinculado con su personalidad y forma de ver la vida. Esa mirada particular es la que podemos reconocer en esta película aunque se trate de su ópera prima. Su gran mérito de dirección es mostrarse como es. Por eso se advierte una coherencia entre lo que muestra como actor o en un reportaje y lo que trasmite al espectador a partir de las imágenes. No necesita un guión pretendidamente original como tampoco copiar el estilo de nadie. Tiene la tecnología a su alcance pero lo suyo no son los efectos especiales ni la artificialidad. Bastan acertadas decisiones técnicas y la cámara en el lugar adecuado para mostrar lo que él intuye que la imagen transmitirá al espectador. Las situaciones que plantea el guión son reconocidas en lo cotidiano y las características de los personajes pueden verse en ambos lados del Río de la plata. El punto desde el cual observa su cámara es lo original. Esa es la forma de llegar al espectador sin excesos ni estereotipos. Con la melancolía y la naturalidad de lo cotidiano permite que se filtren esos estados de ánimo que parecen imperceptibles. En una ciudad en la que no siempre es fácil abrirse paso, más de uno encontrará puntos en común con los personajes. Norberto apenas tarde, escasamente tarde, casi a tiempo, pero tarde. Daniel en el momento justo comenzando a desarrollar su camino como director que seguramente será muy gratificante para él y para los espectadores.
Película que tuvo prácticamente dos estrenos (se dio a conocer hace dos meses de manera casi fantasmal y ahora se relanza), Norberto apenas tarde es una comedia costumbrista uruguayaargentina que cuenta también con la particularidad de haber sido escrita y dirigida por el actor Daniel Hendler, un intérprete muy personal que en los últimos años se ha transformado en un emblema del cine alternativo nacional. Otro elemento interesante en es esa descripción visual y ritual de Montevideo, dentro de una cuidada manufactura formal. El actor de El abrazo partido y Fase 7 describe minuciosamente un personaje de bajo perfil, poco vuelo y hasta levemente patético, pero aún así capaz de patear el tablero y de marcar un sendero nuevo en su vida, pese a tener que toparse con otros tipos humanos autoritarios como su nuevo jefe o el profesor de teatro. El film parece incluir toques autobiográficos, especialmente referidos al giro que da la actuación en la existencia de Norberto, que no terminan de producirle una satisfacción absoluta, quizás porque Hendler se cuida demasiado que el personaje no genere empatía en el espectador. Por eso apela en todo momento, aún en el humor, a tonos neutros y ambiguos, que se mantienen incluso en una escena final de cierto optimismo y redención. En ese mismo registro se mueve el buen elenco del film, destacándose el protagónico de Fernando Amaral.
No me gusta hacer comparaciones, pero a veces podemos hacer una referencia, y comentar cuando Woody Allen tenía 31 años de edad estrenaba “What's up, Tiger Lily?” o “Lily, la Tigresa”; tal vez quien siga sus pasos sea el actor de cine, teatro y televisión Daniel Hendler, uruguayo que desarrolló gran parte de su carrera en Argentina, (donde vive). Cuenta con una importante filmografía como: “El fondo del mar”, “Los suicidas”, “Los paranoicos”, “Mi primera boda”, “El abrazo partido”, entre otras; y a los 34 años de edad debuta como guionista y director con esta película “Norberto apenas tarde”; y su lugar ahora es estar detrás de cámara. Cuando veo el personaje del protagonista de esta historia Norberto (Fernando Amaral), muchas de las situaciones resultan familiares a los personajes compuestos por Hendler; este hombre es despedido de su empleo e intenta probar suerte como vendedor en la inmobiliaria “Castiglia Propiedades” trabaja sin sueldo solo a comisión, su nuevo jefe es Javier (César Troncoso) le recomienda un curso de autoayuda para resolver su extrema timidez, de esta forma puede vender más. Este hombre vive fuera de tiempo, tarda en todo hasta en contarle a su mujer Silvia (Eugenia Guerty) la pérdida de su empleo, aunque con su esposa habla muy poco y tal punto son sus demoras que deja en la guantera de su auto un frasco para una análisis para realizar un espermograma; aunque esto en psicología está dando la pauta de algo. Una noche sale con su esposa y amigos para ir al cine como se quedaron sin entradas, deciden ir a ver una obra de teatro, en el intervalo quienes lo acompañaban deciden irse, pero él decide quedarse hasta el final porque algo lo moviliza. Es cuando decide estudiar actuación en un taller de principiantes, toma clases de teatro con Rafa (Roberto Suárez), de esta forma podrá vencer su timidez, comenzar a sentirse valorado, admirado e integrarse un espacio que nunca conoció. Y sacar un poco todo lo que de alguna forma u otro todo ser humano tiene escondido. Es cuando comienza a sentirse movilizado, su personalidad cambia, comienza a salir otro Norberto cuando intenta ayudar a la pareja de Berta (Nelly Notari) y Aldo (Juan Carlos Urta) quiere festejar sus 60 años de casados y necesitan otro departamento. La historia es cotidiana le puede pasar a cualquiera, su fotografía es prolija, la cámara trabaja mucho con los gestos y lo expresivo, habla de un hombre de unos treinta y pico, que se encuentra en una crisis laboral y social. Aquí se le rinde un homenaje al teatro no es casual que en su narración este presente parte del texto de “La gaviota” de Anton Chejov (tragedia amorosa de seres a la deriva, acosados por la decadencia y un tiempo que se va); pero a pesar de todo cae en situaciones reiterativas, su ritmo es desparejo, planos largos y logra entretener a media.
Una road movie interior Daniel Hendler es uruguayo, pero en la última década se ha convertido en el actor emblemático del llamado nuevo cine argentino. La renovación generacional que atravesó el cine local desde mediados de los 90 lo tuvo como uno de los protagonistas principales. Hendler le puso el cuerpo a varios de los personajes del cine de Daniel Burman, Juan Villegas, Damián Szifrón, Ana Katz (su mujer) y Ariel Winograd, entre otros directores. Además, trabajó en las películas de sus compatriotas Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, que marcaron la reciente renovación del cine uruguayo: 25 watts y Whisky. Pero aunque la mayor parte del público lo conoce como actor –este año que termina se lució junto con Natalia Oreiro en la comedia Mi primera boda, por ejemplo- Hendler siempre supo que quería dirigir, y después de casi una década de trabajo, finalmente pudo concretar el proyecto. Su ópera prima, Norberto apenas tarde, se presentó en la edición 2011 del Bafici y el jueves 5 de enero se estrena en los cines Malba y Gaumont. La primera película de Hendler detrás de cámara cuenta la historia de Norberto, un hombre que atraviesa cambios sustanciales en su vida: pierde su trabajo, entra en crisis con su pareja y descubre su vocación teatral, todo casi al mismo tiempo. La película narra con sutileza el periplo interior de Norberto que, como dice el título, llega a todo “apenas tarde”, pero a tiempo para volver a empezar. Sobre su ópera prima, Hendler señala: “La película cuenta la dificultad que le supone a un tipo determinado atravesar un cambio que llega un poco desde afuera y empieza a movilizar mucho de adentro. Un evento, que es que lo despiden del trabajo, provoca un efecto dominó en su vida y lo hace darse cuenta que la vida que lleva quizás no es la que esta eligiendo, que está alejado de sus deseos. El recorrido que hace es quizás como una road movie interior del tipo en busca de sus deseos. Y en ese camino, Norberto hace bastante lío a su alrededor, porque no esta muy preparado para transitar ese cambio”. Con un tono que combina de manera única humor y melancolía, Norberto apenas tarde remite a otras películas uruguayas en las que el propio Hendler participó como actor, como Whisky. Gracias a una puesta en escena despojada y precisa y una mirada tierna que no se burla de sus personajes, Hendler logra crear una verdadera intimidad entre el protagonista (Fernando Amaral, en un debut cinematográfico prometedor) y la cámara, y transmite, sin subrayar, los matices del viaje interior que emprende el personaje. A punto de iniciar las grabaciones de Los graduados, la ficción que ocupará el horario central de Telefé a partir de marzo, Hendler conversó con El Guardián sobe su primera experiencia como director de cine. ¿Cómo fue que decidió pasar de la actuación a la dirección? En realidad empecé a dirigir al mismo tiempo que a actuar. Cuando estudiaba teatro armamos un grupo que se llamaba Acapara el 522 y yo escribía y dirigía las obras de teatro, y también con amigos hacíamos cortos en los que dirigíamos y actuábamos todos. Con Veiroj, Rebella y Stoll, que son directores conocidos de la cinematografía uruguaya. Después acá me expuse como actor, pero en realidad ganas de dirigir un largometraje tenía desde siempre. Empece a escribir este guión hace unos ocho años, era una cosa coral, de muchos personajes, y uno de ellos era Norberto. Y en un momento me di cuenta que me interesaba la historia de él, eso fue hace cuatro años, que empecé a escribir esta película en concreto, y después de que ganamos algunos premios con el guión ya no me quedaba otra opción que filmarla. ¿Cómo fue la experiencia del rodaje? Me gustó mucho la experiencia y me gustaría repetirla. Estoy contento con la película y la verdad es que fluyó todo bastante bien. Incluso muy pocas veces me obnubilé, que era un temor que tenía porque a veces cuando algo no me sale puede ser que me empaque, me pongo testarudo y las cosas empiezan a trabarse, pero hicimos un muy buen trabajo previo y llegué muy preparado al rodaje y las cosas como que encontraron su química. Para mí es más divertido dirigir porque actuando uno no maneja los tiempos y tiene que estar siempre un poco a disposición y tener una estabilidad emocional durante todo el rodaje que te permita trabajar sobre la continuidad dramática de tu personaje, como tenés que filmar en desorden tenés que tener una estabilidad que, como director, si un día estás más oscuro, eso puede beneficiar a la película, vas buscando la película en cada plano y si un momento estás desconcentrado te rascás un poco la cabeza y fruncís el ceño y piensan que estas pensando y te dejan pensar. O te vas a tomar un café y está permitido que te tomes esos tiempos, entonces la película un poco se desprende de eso, creo que el director básicamente es eso, el estado anímico que va moldeando la película. ¿Siente que implica menos exposición que actuar? En algún sentido implica más, porque uno cuando actúa está incorporando un texto y una guía que le pertenece a otra persona, puede ser colectivo, pero nunca la autoría es del actor. En el caso del director, uno se hace responsable por todo, si bien una película es algo de creación colectiva, el director es el responsable. En ese sentido, cuando como actor me sale bien un trabajo, el mérito es compartido con el director, y cuando me sale mal es única responsabilidad del director porque ningún actor es malo. Bien dirigido y bien elegido para el personaje, todo actor puede brindar vida ante la cámara y el director es el encargado de saber usarla. Como director me hago responsable. Y si algo está mal en algún actor, soy el único responsable y también me enorgullezco cuando siento que está muy bien el trabajo de los actores. ¿Por qué no protagonizó usted mismo la película? Siento que el personaje no era para mí, siento que elegí un actor que podía hacerlo mucho mejor que yo. Pero además me parece que no disfrutaría tanto dirigir si me pusiera a actuar, son distintos tipos de nervios y prefiero concentrarme en uno solo. En todo caso, había un personaje que me tentaba para hacer, que era el del profesor de teatro, pero encontré un actor mucho mejor y ahora de hecho me encanta. Estoy muy conforme con el casting. El teatro cumple un rol esencial en la búsqueda que emprende Norberto. ¿Eso tiene que ver con tu propia experiencia con el teatro? No me basé en mi experiencia porque a mi me pasaron cosas bien diferentes con el teatro. En todo caso, eso le podría haber pasado a Norberto también en otro ámbito. El espacio del teatro en la película es el espacio donde el conecta con su poder de seducción, descubre su habilidad, su humor que estaba adormecido, y un impulso vital que estaba como apagado, y eso podría haber pasado en cualquier ámbito, pero elegí el del teatro porque es el que más conozco y donde mas podía jugar y divertirme, y además es verdad que el teatro propone un juego entre la verdad y la mentira que es también lo que se esta jugando en el personaje: es un tipo bastante mentiroso y el teatro lo ayuda también a encontrar su verdad, como pregona también el afiche que él ve en el teatro y que lo lleva a la escuela de teatro, que dice que actuar no es mentir sino encontrar la verdad, algo con lo que yo no necesariamente estoy de acuerdo, pero es un poco lo que le pasa al personaje al detectar su habilidad para mentir, su potencial de seducción. Desciende una capa en ese camino interior. ¿Por qué eligió situar la historia en Montevideo? Porque empecé a escribirla allá y mientras escribía me imaginaba las locaciones de Montevideo, muchas en las que yo había estado, como por ejemplo los lugares vinculados al teatro, entonces naturalmente para mi la película se desarrollaba en Montevideo, si bien es una película que tiene algo de fábula o de cuento que podría funcionar en cualquier otro lugar. Pero también fue un privilegio poder filmar en los lugares que imaginé mientras escribía. Con respecto al tono de la película, ¿siente que está emparentada con otras películas uruguayas de los últimos años? Puede ser que haya algo de Montevideo que probablemente se imprima en las películas. Hay algo de humor o un tipo de tono que compartimos con algunos amigos. Los cineastas uruguayos somos todos medio amigos y hemos perdido mucho tiempo viendo películas o televisión juntos, y es probable que se filtren gustos en común. Pero también pienso que la película tiene conexiones con estéticas distintas. ¿Cómo fue el trabajo con Fernando Amaral (el protagonista)? Este era su primer trabajo ante una cámara, él era esencialmente un actor de teatro con mucha experiencia en teatro infantil, así que fue un desafío lindo y creo que acerté porque el tipo es muy cinematográfico, es muy íntimo el trabajo que hizo. Yo le pedí que viera algunas películas de (el director francés Eric) Rohmer porque en realidad me interesaba que él se posara desde ese lugar, que fuera hacia ese tipo de verdad y no que tuviera una conciencia de comedia. La película oculta una comedia, y yo también traté de que no se le notara la comedia a la película, incluso escribí una versión del guión de trabajo para los actores donde se ocultaba un poco el humor que había por detrás porque no quería que estuvieran juzgando a los personajes ni riéndose de ellos. Y con Fernando traté de que fuéramos hacia un tipo de verdad más seca, menos mostrada, y en todo caso que la cámara se ocupara de revelarnos o de delatar algunas cosas de las que el actor no fuera tan consciente. La película tuvo un estreno muy poco difundido en octubre pasado y ahora se vuelve a estrenar. ¿Qué fue lo que pasó? En realidad, hubo un estreno administrativo o burocrático. Ese mismo día también se estrenaron otras películas en salas alejadas, que no salieron a la luz, con el mismo motivo: ésa era una fecha límite para que las películas figuraran (ante el INCAA) como estrenadas en 2011. Como está muy difícil el tema de la exhibición, hay muchas películas esperando estrenarse, pocas salas para distribuir cine argentino y pocos distribuidores que puedan inyectar cine argentino en las salas. Uno proyecta una fecha de estreno según un plan de producción, pero si las salas no están, ya es una decisión del productor si posponerlo indefinidamente o, como se hace en algunos casos, hacer un estreno que podemos llamar administrativo, porque finalmente la película se va a estrenar para el público. Este lapso entre el estreno testimonial y el estreno de ahora no benefició a la película porque salieron algunas reseñas en ese momento. Si se hubiera podido estrenar ese mismo día en varias salas hubiera sido mucho mejor. En cuanto a esta dificultad de las películas argentinas para llegar a las salas, hay quienes señalan que el problema es que se hacen demasiadas películas en relación al interés del público. ¿Qué opiná sobre eso? Eso es como decir que se forman más jugadores de fútbol que los que pueden jugar ante los ojos del público. La formación y la producción no tienen necesariamente que ver con lo que llega a veces al público. La industria es una cosa muy vasta y necesita una retroalimentación. Si el cine argentino ha tenido un boom y un crecimiento importante a nivel nacional e internacional es justamente gracias a que se pueden hacer muchas películas. Las que llegan al publico no son necesariamente las mejores, si todo estuviera en manos del mercado sería bastante serio el problema de la cultura. El cine tiene un aspecto cultural y otro industrial y hay mucha gente en la industria del cine que vive y trabaja de eso. Me parece que sería bueno que haya más espacios de exhibición de cine de autor, más allá de que sea nacional o extranjero. Creo que decir que el problema es que se hacen muchas películas es una mirada tergiversada, es dar vuelta el problema. El cine independiente ha abierto muchas puertas al cine no independiente en el exterior, las películas independientes a veces son las primeras películas de gente que después va a hacer cine no independiente, por eso es un poco tramposa la idea de que el cine independiente que ve poca gente no sirve para nada, porque es parte de la rueda de la industria también. Y por dios que no se deje de hacer cine independiente, porque pasaría lo que pasa en algunas cinematografías que son de mentira y terminan imitando el cine norteamericano o el cine de fórmula y ahí vamos hacia la pérdida de una cinematografía con rasgos de identidad. Usted ha trabajado en cine y televisión. ¿Cómo vive el paso de un medio al otro?¿En cuál se siente más cómodo? Me gusta variar en los ámbitos de trabajo. En la tele el trabajo es más estable, uno tiene horarios, y también tiene el problema de que es más expuesto, después cuesta ir al McDonald’s con los nenes porque te reconocen de la tele. Todo depende de cada caso, pero a mí me gusta variar un poco. ¿Está por empezar a trabajar en la nueva ficción de Telefé, Los graduados? Sí, en enero arranco a grabar y en marzo empieza. Ahí soy un paseador de perros que se reencuentra con algunos de su generación de graduados y se revive una historia de amor del pasado y algunos líos entre gente de esa generación y es un paseador de perros que vive con los padres a los 38 años por opción, tiene un grupo de amigos con los que habían prometido llevar adelante una vida al costado del sistema y más allá de que la edad no lo favorece mucho, se mantiene firme. ¿Y tiene también algún proyecto para cine? Alguna cosa, pero sería para después de lo de la tele, que no sé cuánto va a durar, porque los tiempos de la tele tampoco me permitirían filmar. Una película en Chile tal vez, eso sería lo mas confirmado. ¿Piensa volver a dirigir? Sí, estoy escribiendo un guión pero sin apuro, para cuando esté listo. La idea es que la película en algún momento me tome y no forzar para hacerla porque, como hablamos, no hay urgencia porque se hagan mas películas. La idea es que se hagan en la medida en que tengan algún sentido, y yo estoy tratando de que tenga algún sentido. Con que uno le encuentre algún sentido, bueno, después el tema es que la película consiga los fondos y se logre hacer, pero quiero darle su tiempo de maduración. (Publicado en El Guardián el 29 de diciembre de 2011)
La rebeldía del hombrecito gris Norberto es un antihéroe más cómico que trágico, al estilo del Antoine Doinel de Truffaut, que a los treinta y pico no ha encontrado aún su lugar en el mundo. Sin trabajo estable y con una mala relación de pareja, la que encima le exige explicaciones sobre cómo gasta su dinero y su tiempo. Así, en crisis múltiple pero en búsqueda -en principio laboral- devenido a empleado sin sueldo, trabajando a comisión en una inmobiliaria de poca jerarquía, luego de algunas experiencias infructuosas le recomiendan un curso de autoafirmación que lo lleva a cruzarse con una escuela de teatro, donde descubrirá su vocación escondida y un ambiente que realmente lo aprecia y lo contiene. Este proceso no estará exento de situaciones que bordean lo ridículo o la tristeza pero sin caer nunca en ello. Desde la sensación de lo cotidiano, la acción se reduce al mínimo; los golpes de efecto brillan por su ausencia y la trama se entreteje en diálogos aparentemente desprovistos de mayor significado aunque reveladores de las características de los personajes y sus motivaciones. Con sustrato teatral La película es también un homenaje al teatro chéjoviano, que desdramatiza la tragicidad (sin excluirla), para poner en primer plano a la banalidad cotidiana y la rutina. No es casual que los personajes del elenco estudiantil al que se incorpora Norberto, ensayan escenas de “La Gaviota”, un canto a la libertad y una incitación a levantar vuelo hacia el propio rumbo, a pesar de las frustraciones. La aparente farsa de tono ligero encubre su propia tragedia en sordina, tras bastidores, como cuando Norberto cuenta el chiste del aspirante a cantante de ópera, exorcizando su timidez y sus miedos, burlándose de sí mismo en un relato muy festejado, que ridiculiza la torpeza de un aprendiz de actor. Los personajes tienden a hablar en circunloquios alrededor de un tema, en lugar de discutirlos expresamente, un concepto conocido como “subtexto” en el teatro de Chèjov y que formalmente se expresa aquí en una forma de filmar con mucho acento en la profundidad de campo: cuando Norberto entra al espacio nuevo donde descubrirá su vocación, un cartel sobre una pared reza una afirmación-espejo de lo que sucede al protagonista: “Actuar no es fingir, es encontrar una verdad”. Moderación y Modestia “Norberto Apenas Tarde” es una comedia uruguayo-argentina que cuenta también con la particularidad de haber sido escrita y dirigida por el actor Daniel Hendler, un intérprete muy personal que en los últimos años se ha transformado en un emblema del cine alternativo rioplatense. Muchas de las situaciones por las que atraviesa el personaje de esta historia y las características del protagonista interpretado convincentemente por Fernando Amaral, resultan familiares a los personajes compuestos por Hendler en comedias anteriores: un prototipo de bajo perfil y levemente patético, pero aún así capaz de patear el tablero para imprimir una nueva orientación a su vida. La película apela en todo momento a tonos neutros y ambiguos, que se mantienen incluso en un final de cierto optimismo. En ese mismo registro se mueve el buen elenco del film. Aunque la comedia fluye con aceptable naturalidad y un humor ligero (no de carcajada sino de sonrisas insinuadas), su ritmo es desparejo, cae en situaciones reiterativas, y logra entretener y emocionar a medias, moderadamente. Esto la define como una película modesta y no pretenciosa, con planos personales muy bien acompañados por una música agridulce, como cuando el personaje se desliza por las callecitas de Montevideo. Probablemente gustará a quienes disfrutan con las películas de la nouvelle vague y sus atmósferas sutilmente poéticas, donde el eje no pasa por lo estrictamente dramático.
La ópera prima de Daniel Hendler, que tuvo un breve estreno cuasi fantasma en año pasado, al fin se estrena como se debe. Una interesante película de un querible protagonista que se miente a sí mismo con una habilidad digna de grandes obejtivos. Perdido en su laberinto, tierno, desarmado. Buen debut de este buen actor como guionista y director.
LA DEMORA Ópera prima consistente de un actor cuya cinefilia lo lleva ahora a estar detrás de cámara El plano inicial es un indicio: Norberto, sin saberlo, está siendo examinado. Su futuro jefe “interpreta” a un cliente y él le enseña un departamento para alquilar. El reconocido actor uruguayo Daniel Hendler, aquí detrás de cámara, elige una puesta precisa para la escena: un plano general fijo espera por la aparición de sus intérpretes. La composición visual indica un idea, una mirada. Un director de cine, antes de contar una historia, instituye y presenta un mundo y un tiempo. El título de filme es genial. El “apenas tarde” indica una condición existencial: Norberto está demorado. No sólo llega tarde a su nuevo trabajo en una inmobiliaria sino a su propia vida. En una escena clave, después de que Norberto compruebe que tiene talento para el teatro, otro descubrimiento tardío (o, simplemente, una vocación demorada), un maestro teatral dará su devolución al grupo de principiantes, entre ellos Norberto, que acaban de representar La gaviota. Dice: “Lo que necesita Chéjov es precisamente juventud”. El movimiento de cámara es justo: el especialista da su dictamen mientras un paneo lento de izquierda a derecha pasa por todos los jóvenes del elenco hasta que la cámara se detiene en Norberto. El plano habla: nuestro héroe hace rato que no es joven. Hendler cuenta una historia reconocible: un treintañero de clase media, cansado de su trabajo y en crisis con su mujer, incómodo con la totalidad de su vida y mucho más solo de lo que es consciente, descubre azarosamente el teatro, en una salida con su futura ex mujer y sus tal vez próximos ex amigos. No es casual que todos ellos se retiren en el intermedio y que él elija quedarse hasta el final: después de todo, la obra que su futuro profesor representa se llama “La insatisfacción humana”. Si bien el filme de Hendler es un retrato preciso de la desolación y la desorientación de una generación, la comicidad está presente en dosis homeopáticas. Como en el caso de su esposa Ana Katz, el humor de Hendler se predica del absurdo inmiscuido en la cotidianidad: el CD que salta y se corta mientras Norberto maneja, el gag repetitivo de la alarma del auto, los métodos teatrales del “Rafa”, el asombro del protagonista al aprender que un número de celular queda registrado después de una llamada, lo que dice una enfermera sobre un test de esperma son buenos ejemplos; lo absurdo es una fuerza que se despliega discretamente en el orden social y tiene un costado cómico y patético. El trabajo de Fernando Amaral es sobresaliente. Sus gestos, el movimiento de su cuerpo, las inflexiones de su voz, el tiempo que elige para reaccionar frente a la interpelación de los otros personajes posibilitan entender que Norberto es un sujeto universal y concreto: es el joven tardío, distraído y secretamente alienado que sin saberlo actúa como un alienado en una pieza teatral sin público ni crítica. Es un sujeto histórico, un modelo. Hendler debería estar satisfecho con su paso a la dirección. Norberto apenas tarde es un debut más que promisorio.