La pesadilla soñada. Su regreso era inminente, luego de tantas remakes, uno de los villanos más recordados de los ochenta está de vuelta. Su característica para el ataque también, Freddy Krueger cobra vida cada vez que una de sus víctimas duerme o simplemente pestañea por la somnolencia; un segundo puede ser mortal. Y esto queda bien plasmado en este interesante film del realizador Samuel Bayer, un realizador que viene del campo del video clip para banda como Metallica y The Smashing Pumpkins. Pero en este caso supo no solo generar el clima adecuado para este asesino de adolecentes, sino se encargo de narrar la historia para que las nuevas generaciones supieran de quien se habla cuando alguien nombra a Freddy Krueger. El actor Robert Englund, quién protagonizaba en el pasado al personaje, no se hace presente en este film. Es el turno de un nuevo Fredd, ya que debajo del chamuscado rostro se encuentra Jackie Earle Haley, conocido por su papel de Rorschach, en Watchmen. Jackie supo rendir homenaje a las anteriores pesadillas, trasladando gestos y movimientos del tradicional Freddy. La trama además de hacer saber sobre los comienzos de este letal protagonista, trata de develar que vinculo existe entre los jóvenes que padecen de estas mortales pesadillas, en una comunidad que parece desconocer sobre el pasado de sus propios hijos. Con el óptimo uso de los recursos de Las Pesadillas, el director Samuel Bayer supo aprovecharlas al máximo, cada parpadeo puede ser un nuevo lugar y cada puerta que se abre, una dimensión nueva a explorar. Sin excesos de efectos, muy bueno de sonidos y una excelente canción para el final de la cinta, esta Pesadilla sin duda, es el proyecto mejor soñado para este principiante realizador. Para todos aquellos que en los ochenta perdían el sueño con Krueger y que quieran volver a verlo o para aquellos que quieran conocerlo, este es el film indicado. Ya que logra sintetizar en 90 minutos el espíritu original del personaje y consigue dejar atrás el triste recuerdo de la serie televisiva.
Para quedarse dormido La remake del clásico de Wes Craven pone en evidencia la dificultad de potenciar las virtudes de un noble producto cinematográfico en una relectura. Al finalizar el film surge una pregunta espontánea: ¿para qué la hicieron? La respuesta no tarda en llegar: para ganar dinero. El mercado cita y fagocita, pero en las películas de terror sucede algo más. Las remakes suelen adherir a una tendencia del denominado “cine posmoderno”, consistente en el regodeo con la cita, el guiño, el homenaje. El costo a pagar es que muchas veces esta tendencia va en contra del horizonte de expectativas de este género, que es bien claro: asustar. Si hay algo saludable en esta Pesadillaes que esquiva esa senda, aunque tampoco consigue algo sustancial. Se diría que “actualiza” algunos elementos (la original es de 1984), pero esa actualización señala aún más su naturaleza mercantilista. No por nada el director debutante (Samuel Bayer) tiene una extensa carrera en la realización de video clips. Un antecedente que sirve para comprender los remates efectistas del sonido (voz de Freddy Krueger amplificada) y el montaje, que en la original eran verdaderos “efectos”. La anécdota señala a Krueger como un jardinero pedófilo (hay un capítulo de Los Simpsons que transpone esta figura siniestra en Willy el escocés). En determinado momento el relato asume la forma de flash-back para dar cuenta de su pasado, cuando atormentaba a los alumnos de un jardín de infantes. El hombre fue descubierto y los padres de las criaturas lo asesinaron prendiéndole fuego. Cuando estos crecieron, el monstruo mutó y devino figura pesadillezca, con la particularidad de que sus guantes con cuchillas lastiman en serio. Y no tardarán en amenazar a los otrora niños cuando se queden dormidos. El rostro del Krueger original (en la piel –maquillada- del actor Robert Englund) ha sido sustituido por Jackie Earle Haley, quien consigue ganar relevancia merced a unas facciones poco amistosas. Para quienes vieron las sietes películas de la saga, costará asumir ese cambio. Cuando la película copia con minucia a las escenas de terror de la original, consigue generar tensión. El sub-género al cual pertenece es el slasher, cimentado en litros y litros de sangre y pocas sutilezas. Lo genuino del producto es que a diferencia de ejemplos recientes (el caso de El juego del miedo es canónico) apunta directo al nervio, se olvida de la digitalización en pos de construir un espacio en donde lo que impera es el suspenso. En esta secuela las mejores secuencias se construyen a partir del silencio, umbral que denota la nada que antecede a las muertes. El crujir de las cuchillas del asesino, la posterior ausencia de sonidos, y el remate con un estruendo de procedencia desconocida demuestra que se puede hacer buen cine de terror con el uso apropiado del fuera de campo. La explicación de la naturaleza onírica y a la vez horrible del monstruo pudo haber sido más explícita hoy en día. En cambio, el guión opta por llenar de eufemismos los pasajes en donde se describe al Krueger-hombre como un enfermo sexual. Hay, entonces, una distancia pudorosa entre el mal terrenal y el mal fantástico que sí pudo haberse recreado de una manera más contundente. La capacidad de tener miedo muta, de nuevo está la relación entre texto y contexto señalando que el horror de los ’80 necesita cambiar para actualizarse y mantenerse activo. Si tenemos en cuenta a las escenas que sí generan tensión (las casi calcadas, como dijimos), queda más claro la naturaleza poco fértil de esta remake.
En 1984, dormir podía significar la muerte: se estrenaba Pesadilla en lo Profundo de la Noche. En pleno auge de las slasher movies (asesino enmascarado que mata adolescentes en celo, subgénero que empezó con Noche de Brujas y siguió con Martes 13 y miles de otros exponentes), Pesadilla hizo la diferencia. Si bien las víctimas seguían siendo adolescentes, ahora no eran personajes de cartón listos para ser carneados sino jóvenes que deben pagar por los crímenes cometidos por sus padres, quienes ahora no los pueden ayudar, ya que el asesino ataca en el mundo de los sueños, lejos de las leyes naturales, lejos de toda lógica. Y hablando del victimario, ya no lleva máscara y no usa cuchillos ni hachas para descuartizar. Freddy Krueger luce orgulloso su cara quemada antes de atravesarte con las cuchillas que lleva como garras en su mano derecha. El éxito comercial del film salvó a New Line Cinema de la quiebra (iba a ser la última película, de hecho); consagró a su director, Wes Craven, como un maestro del terror; generó seis secuelas (en las que el malvado engendro se volvía cada vez más jocoso, y las muertes, más imaginativas), una serie de televisión, un crossover (Freddy Vs. Jason) y toneladas de merchandising, siempre alrededor de la figura de Freddy. Pero ni el famoso Morfeo de la muerte pudo impedir la realización de una remake. Como en la mayoría de los refritos de clásicos del horror contemporáneos, los culpables se cuentan entre las filas de Platinum Dunes, empresa comandada por Michael Bay. Pesadilla en la Calle Elm conserva la premisa de la original: un grupo de jóvenes sueña que son acechados por ya-saben-quién e irán muriendo uno a uno, de las maneras más inusuales posibles. Nancy, la protagonista, descubrirá la horrible verdad: Freddy era un pedófilo que fue ajusticiado por padres furiosos. Y claro que el sádico personaje tiene no pocas ganas de vengarse, y de la manera más cruenta posible. Aunque el tono es trágico, otra vez, esta nueva versión presenta diferencias con respecto a la de Craven. La historia y los personajes no son los mismos, pero sí muy similares, lo que permite conservar gran parte de la esencia. Algunas escenas —la muerte de la rubia, que amenaza con ser la protagonista absoluta; las garras emergiendo de la bañera, listas para atacar a Nancy— son un claro guiño a los espectadores más veteranos. Pero la novedad mayor está en Mr. Krueger. Siempre fue Robert Englund quien soportó el horripilante maquillaje, el que lo convirtió en un icono del horror gracias a una interpretación escalofriante por el toque sarcástico e impredecible que le dio a su bestia. Pero su reemplazante no es menos talentoso: Jackie Earle Haley. A fines de los ’70, Haley era una estrella juvenil en films como La Pandilla de Pícaros (una de baseball) y Los Muchachos del Verano, junto al por entonces también ascendente Dennis Quaid. Con el tiempo, su promisoria carrera se fue apagando hasta casi desaparecer en producciones de muy bajo presupuesto. Pero hizo su regreso triunfal en Secretos Íntimos, por la que lo nominaron al Oscar por Mejor Actor de Reparto. La rompió haciendo de Rorschach en Watchmen: Los Vigilantes y ahora es uno de los actores secundarios más respetados de la industria. Pero a comienzos de los ’80, J. E. H. hizo un casting para actuar en la Pesadilla que dirigió Craven. Pretendía interpretar a Glen, el novio de Nancy. Él no quedó, pero el rol fue para un amigo suyo que lo acompañó: Johnny Depp. De hecho, fue el debut cinematográfico de Depp, quien moría tragado por una cama que luego escupía sangre hacia el techo. Así que ahora el bueno de Jackie pudo formar parte de la franquicia, y nada menos que como Freddy. Su actuación es más seca que la de Englund, pero igual de inquietante, sobre todo por cómo juega con las uñas-cuchillas. Además, aquí podemos ver a Freddy con su cara humana, antes de ser linchado. (Curiosamente, Haley también hizo de pederasta en Secretos Íntimos). La película es la ópera prima de Samuel Bayer, veterano de las publicidades y los videoclips, como el de “Smell Like Teen Spirit”, del tema de Nirvana. Y no lo hizo nada mal. Su imaginería visual sigue siendo muy interesante, aunque aquí se nota que todavía debe respetar ciertos tópicos de la saga ya conocida, y eso no le permite explotar su capacidad. Pero dan ganas de ver más largometrajes de Bayer. Sin estar a la altura de Pesadilla en lo Profundo de la Noche, esta remake es bastante digna, una de las mejorcitas de Platinum Dunes, y los golpes de efecto siguen siendo efectivos. Ah, en los primeros minutos hay una broma pesada para los fans de la saga de Crepúsculo. Divertido, el chiste, y además establece que estamos ante una película de terror nada light. Eso sí. Va siendo hora de no hacer más versiones de aquellos hits terroríficos de nuestra infancia y que inventen nuevas historias, nuevos monstruos, nuevos íconos.
Vuelve el hombre de la cara llena de cicatrices que acecha en los sueños; otra vez quedarse dormido puede llevar a la peor de las muertes; regresan las peores pesadillas muchos años después de la primera de la saga iniciada en 1984 y que marcó una época del cine de terror. De la mano del director Samuel Bayer (más conocido por dirigir video clips musicales y spots publicitarios de importantes marcas), el famoso personaje de los dedos terminados en cuchillas regresa en una remake bien lograda, en la que los efectos especiales y el derramamiento de sangre abundan. Esta vez es Jackie Earley Haley (Secretos Íntimos)- quien se pone en la quemada y desfigurada piel de Freddie Krueger, que persigue y aterroriza a un grupo de adolescentes. Sus víctimas son los hijos de aquellos que años antes lo quemaron vivo, en venganza por los abusos que aquél cometió contra los entonces niños. Esta vez, el film está enfocado en mostrar quién es Freddy, qué pasó con él, por qué tiene ese aspecto y finalmente, qué busca. Para ello lleva a sus víctimas a través de sus sueños al lugar en donde ocurrieron los hechos. El film es un constante ir y venir al pasado y presente, en donde lo real y lo onírico se mezclan, traspasando todos los límites. Así, ya no hay sueño ni realidad; el sueño es lo real. Con buenos efectos especiales, en donde los avances digitales marcan presencia, el film evoca tomas y escenas que recuerdan a la primera de las Pesadillas. El sonido de las cuchillas y la voz de ultratumba de Krueger hacen lo suyo y aportan terror. Los sobresaltos y sustos son más fuertes al principio; en algunos momentos son bien previsibles, pero aún así logra mantener el suspenso. Pesadilla en la Calle Elm es una buena oportunidad para que los fanáticos de aquella saga de los ochenta revivan el terror en una película con acción y una buena dosis de sangre.
Uno, dos, aquí vengo otra vez más... Esta remake de la original "Pesadilla en lo profundo de la noche", de 1984, tiene a un nuevo actor en el papel de Freddie Krueger y pocos cambios más. En el avance cronológico de las remakes -y agotadas casi todas las de los '70-, era obvio que tarde o temprano iba a tocarle a Pesadilla en lo profundo de la noche, aquel perturbador filme de Wes Craven de 1984 sobre los crímenes de un tal Freddie Krueger, que durante años llevó el rostro (severamente quemado, es decir, maquillado) de Robert Englund. Lo mejor que hicieron los productores de la remake (entre los que se cuenta Michael Bay) fue elegir a un actor que genuinamente causa miedo para reemplazarlo. Se trata de Jackie Earl Haley, el pedófilo de Secretos íntimos o el mismísimo Rorschach de Watchmen. Pero los esfuerzos del enjuto Haley no alcanzan. La trama no se ha modificado demasiado de la original. Krueger aparece en los sueños de un grupo de adolescentes y es allí donde puede matarlos. Ellos, en tanto, intentan permanecer despiertos la mayor cantidad de tiempo posible y así tratan de descubrir quién es el sujeto que los tortura en sus pesadillas y porqué. Y así irán cayendo, amigo tras amigo, todos conectados a un hecho del pasado que desconocen y que, claro, los une al misterioso y "afilado" Freddie. Los recursos son los mismos de antaño y más allá de algunas mejoras obvias en los efectos especiales, no hay muchas sorpresas en un filme que trata sustos de 26 años atrás (el ya típico ruido de las cuchillas de Krueger sobre la pared o su perversa cancioncita de una) como si fueran novedades. Tomando en cuenta el éxito de su estreno en los Estados Unidos, es obvio que hay un mercado dispuesto a consumir refritos de éxitos del pasado, especialmente si no vieron los otros ocho capítulos de la saga. Para los que pasamos por todos (o casi todos) ellos, esta nueva pesadilla (el título local, Pesadilla en la calle Elm, esta vez sí respeta el original), no es otra cosa que un "cover" hecho por una banda menor de un tema que, en algún momento, fue original.
Devaluado regreso de la pesadilla En 1984, Wes Craven -uno de los guionistas y directores más talentosos e influyentes que incursionaron en el cine de terror- estrenó Pesadilla , película de bajo presupuesto sobre un sádico asesino serial con el cuerpo quemado y filosas extremidades. El film se convirtió en objeto de culto para varias generaciones y el personaje de Freddy Krueger (y el actor Robert Englund) ingresó de lleno en el imaginario popular. Luego de varias secuelas -la gran mayoría de ellas olvidables-, Hollywood preparó un nuevo reciclaje con un generoso presupuesto (27 millones de dólares, casi 20 veces el del film original) y un amplio despliegue de efectos especiales para desarrollar en términos visuales las pesadillas de los jóvenes y carilindos protagonistas en las que irrumpe el siempre sanguinario y vengativo Freddy. El problema (uno de los tantos) es que ya no están Craven ni Englund (reemplazado aquí por Jackie Earle Haley, otro actor que ha construido su carrera a partir de inquietantes personajes de perversos y despiadados en films como Secretos íntimos, Watchmen o La isla siniestra ), que el guión de Wesley Strick y Eric Heisserer es un cúmulo de estereotipos y lugares comunes, que la narración del director Samuel Bayer es elemental incluso dentro de un género basado en convenciones, golpes de efecto y guiños como el terror, y que los veinteañeros de esta remake resultan inexpresivos? hasta cuando gritan perseguidos por las filosas garras de Freddy (hace 25 años aparecía en el film original nada menos que un jovencísimo Johnny Depp). Sí, hay cuerpos mutilados, vísceras y baños de sangre. Sí, hay sórdidas escenas en un colegio, en una cárcel, en una cafetería o en un depósito. Sí, hay vistosas imágenes generadas por computadora que construyen un universo alucinatorio y pesadillesco para estos jóvenes que deben luchar como pueden para mantenerse despiertos y evitar enfrentarse en sus sueños con el omnipresente Freddy. Puede que esa oferta resulte suficiente para que algunos miles de adolescentes decidan compartir el ritual de someterse al festival de sensaciones primarias que ofrece esta Pesadilla resucitada. De cine, lamentablemente, esta vez hay poco y nada.
Volver a empezar El único miedo de las películas de miedo actuales es el de perder plata, que tienen los que las hacen. Por eso van a lo seguro, a lo conocido, sin darse cuenta de que si hay algo con lo que es imposible asustarse, es justamente con eso. A lo largo de ocho películas la audiencia llegó a familiarizarse hasta tal punto con Freddy Krueger, que sus hacedores terminaron, en las dos últimas de la saga, tomándoselo a la chacota y parafraseándolo. Quince años más tarde todo vuelve a empezar de cero, como si nada, con lo que apunta a inaugurar una modalidad temible: la remake no de una película, sino de una saga cinematográfica entera. Bienvenidos al imperio de lo familiar, con Pesadilla en la calle Elm, remake de la primera de todas. ¿Primera de la nueva serie? La recaudación de la semana de estreno en Estados Unidos indica que así será. Así que a prepararse para no asustarse. Lo mismo que antes, pero para una nueva generación (la original es de 1984, prehistoria pura para los chicos de 20), la nueva Pesadilla es básicamente un calco de la vieja, con Freddy luciendo los mismos dedos de cuchilla, el mismo sombrero, el mismo pulóver a rayas, el mismo rostro de prepi-zza. La premisa sigue siendo la misma: el tipo te persigue en sueños, así que más vale no te vayas a quedar dormido. El café no alcanza, razón por la cual uno de los chicos aporta las anfetas que le recetó el médico (ya se sabe: los médicos yanquis curan los trastornos de personalidad con pastillas). Uno se duerme y es atravesado, a otra le va mal en la cama (no en sentido sexual sino mortal; todo es aquí tan casto como en la saga Crepúsculo) y finalmente queda una parejita, que se prepara a resistir con pastillas y una espada. Las escenas de mayor espectacularidad están clonadas de la original: la pared blanda que se adapta a la forma del monstruo, una chica que se revuelve en el aire como Linda Blair, la escena del baño de inmersión con las manitos asomando. Una pregunta: ¿Cómo puede ser que una de las víctimas grite en sueños, y sin embargo no se despierte? Efecto de las pastillas, tal vez. Consecuencia de la repetición, todo es mucho más mecánico y rutinario, todo asusta menos. Con la excepción de un par de degüellos (uno al comienzo, otro al final), el gore está tan expurgado como el sexo. Hablando de sexo y en consonancia con los terrores de la época, además de vengador (culpa de los padres de los chicos), Freddy es aquí abusador infantil. Al monstruo lo encarna Jackie Earle Haley, un tipo que a cara descubierta mete miedo (ver Watchmen, La isla siniestra) y con máscara de Freddy, paradójicamente no.
La verdad que el regreso de Freddy recibió palos exagerados en los Estados Unidos No es una joya del género pero tampoco es una película desastrosa. De hecho, dentro de lo que produjo Michael Bay en los últimos años en este estilo es de lo más presentable que hizo junto la nueva versión de La masacre de Texas. Las remakes de Está vivo, La niebla, Prom Night, La profecía del no nacido, Miedo al amanecer y Alone in the dark, de Uwe Boll, fueron películas realmente malas. Pesadilla trae de regreso desde una óptica diferente a uno de los íconos del terror. En este caso cambiaron la historia del origen de Krueger, quien ahora es un pedófilo y la relación que tiene con las víctimas que ataca en los sueños es totalmente distinta a lo que vimos en la saga original. Es interesante este punto porque hicieron al personaje más ambiguo, ya que durante la historia se pone en duda si realmente cometió los hechos por los que resultó luego asesinado y sus motivaciones para atacar a los jóvenes son más oscuras. Como aspecto positivo se puede destacar el trabajo de los actores que no es un dato menor. Comparada con la lamentable remake de Martes 13 el reparto es totalmente superior donde se destacan Rooney Mara (la nueva Nancy Hoolbrock), Kyle Gallner (Evocando espíritus) y Jackie Earle Haley. A diferencia de Jason Voorhes que puede interpretarlo cualquier tipo robusto con una máscara, Freddy fue una creación de Robert Englund. Me refiero a la interpretación. Más allá del maquillaje el actor le dio vida al personaje con su trabajo y tratar de superar eso es imposible. Haley interpreta a otro Krueger que algunos les gustará más o menos, pero me pareció bien que no fuera una copia del original. En este caso la labor de Jackie está más relacionada con el Freddy de la primera película de Wes Craven que el Freddy Seinfeld que vino después donde siempre tenía un comentario gracioso para hacer. El problema que tiene la nueva Pesadilla para mi es la dirección. El director Samuel Bayer es un realizador de video clips que debutó en el cine con esto y se nota. Bayer no conoce la sutileza y no pasaron cinco minutos de la historia cuando lo ves a Freddy en primer plano matando gente, algo que destruye por completo el misterio del personaje. Me quedó la sensación que hicieron mucho hincapié en el gore pero no hay demasiada creatividad en el film que es bastante predecible. En las secuelas viejas por lo menos te sorprendían con asesinatos surrealistas muy creativos y nunca sabías cómo iba a atacar Freddy porque justamente era un personaje impredecible. No es el caso de la remake. La película zafa pero con esta primera entrega es difícil imaginar una saga duradera de Pesadilla en los próximos años.
Un sopor insoportable La industria debe mantenerse en movimiento y sin ideas nuevas echa mano a lo que sea, aún cuando desde el vamos se trate de una pésima decisión. Un remake del filme creado por Wes Craven en 1984 definitivamente entra en la categoría "mala idea". Porque el personaje de Freddy Krueger tiene una imagen asociada al actor Robert Englund , quien más allá de asustar también divertía, y una actualización exige una creatividad y osadía que no están presentes en esta versión 2010. Jóvenes que deben mantenerse despiertos porque si no, un sujeto quemado con sombrero, sweater a rayas y cuchillas en sus dedos los matará para saciar su sed de venganza. Una torpe puesta en escena que sugiere el abuso infantil de manera más abierta que en la original, no hace más que evidenciar la incapacidad del director Samuel Bayer para provocar algo parecido a una inquietud. Sólo consigue algún sobresalto gracias al remanido efecto de sonido asociado a un corte brusco en el montaje. La trama no presenta ninguna sorpresa, el espectador ya sabe de antemano lo que sucederá y sólo le queda luchar para no quedarse dormido, no por temor a Freddy sino por el aburrimiento que provoca la visión de este bodrio. La nueva imagen de Freddy no es superadora de la anterior, por el contrario carece del carisma necesario para plantarse como un personaje tan emblemático como el precedente. La factura cinematográfica es mediocre y a menudo ofrece desprolijidades en la continuidad y doblaje. Ni hablar de las pésimas actuaciones, entre las cuales apenas consigue zafar el reconocido Jackie Earle Haley, quien con esta elección laboral retrocede varias casillas en su hasta ahora destacable carrera.
Freddy te deja frío Presentar a esta nueva entrega de la ya larguísima saga de Freddy Krueger como una remake de la original de Wes Craven no es más que una excusa para seguir haciendo lo mismo otra vez desde el principio. Si se chequean las cifras de venta de entradas en los Estados Unidos, resulta obvio que la estrategia dio resultado positivo. Fue la más vista de la semana, con una recaudación de 32 millones de dólares. Sin embargo, el producto que entrega Samuel Bayer no tiene ni siquiera la calidad sentimental de un homenaje al clásico de clase B que filmó Craven en 1984. Tan previsible en sus efectos como en sus defectos, esta (¿nueva?) Pesadilla en la calle Elm no hace más que reproducir los sucesivos asesinatos del pedófilo quemado vivo. Sólo el actor que hace de Krueger ha cambiado y no para mejor. Desde cierto punto de vista, esta saga es un producto perfecto. Combina la lógica de los sueños con la de la producción en serie. Su potencial de repetición es infinito. Pero al revés de lo que les sucede a los personajes, uno preferiría cerrar los ojos.
Una siestita en el infierno Si el buenazo de Michael Bay dejase de dirigir y en cambio se dedicase sólo a producir el mundo sería un lugar mucho mejor, pero lamentablemente ya tiene planeada la segunda secuela de Transformers (2007). Ahora se aparece con una remake del clásico de Wes Craven Pesadilla en lo profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street, 1984) que duplica al pie de la letra la trayectoria estilística a la que ya nos tiene acostumbrados: estamos ante un producto ameno aunque muy redundante dirigido al mercado adolescente. Al igual que en La masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003), Terror en Amityville (The Amityville Horror, 2005), Carretera al infierno (The Hitcher, 2007) y Viernes 13 (Friday the 13th, 2009), el californiano aquí contrata a un realizador con amplia experiencia en el campo de los video clips y la publicidad para construir un relato discreto enmarcado en tonos ocres a puro preciosismo visual. De hecho, este es el debut cinematográfico de Samuel Bayer, un verdadero especialista con dos décadas en el ruedo. Los resultados vuelven a ser los mismos: sin logros que destacar la película por lo menos no pasa vergüenza refritando la historia del legendario Freddy Krueger, aquel pederasta que regresa desde la tumba bajo la forma de un fantasma onírico para aterrorizar a todos los jóvenes que lo han denunciado y no tanto (el señor siempre se toma algunas licencias…). Por supuesto que Jackie Earle Haley ni siquiera le llega a los talones a Robert Englund, aunque aclaremos que tampoco ayuda el guión insípido de Wesley Strick y Eric Heisserer. Precisamente este es el problema del aluvión de remakes mainstream de los últimos años: si bien no traicionan el espíritu primordial y entretienen sin demasiadas pretensiones, en términos prácticos se quedan en una medianía tan poco imaginativa como estimulante. Lejos de los numerosos aciertos de los originales, estos films generan gran frustración en el espectador a raíz de que una y otra vez amenazan con despegar sin nunca cumplir la promesa de asustar por derecho propio, sin el por hoy demacrado recurso del “bus effect”. Acerca del horror se suele formular un sinfín de estupideces debido a que la enorme mayoría del público y crítica están muy limitados en el área, sus “comentarios” no pasan de ser un puñado de prejuicios no reconocidos. Los fans saben que en la actualidad lo mejor del género lo descubrimos en anomalías absolutas como La Huérfana (Orphan, 2009) y Los Extraños (The Strangers, 2008), o propuestas que nos llegan desde los márgenes como El Descenso (The Descent, 2005) y Criatura de la noche (Låt den rätte komma in, 2008). A favor de la película podríamos decir que el protagonista ha sido explotado en exceso: sin contar la serie de TV y el desatino de Craven del ’94, fueron en total cinco secuelas siendo la más interesante la de 1987. Así nos reencontramos con las nenas saltando la soga, el inefable guante acariciando vaginas en la bañera y la táctica de traer a Freddy a nuestro mundo para liquidarlo. Los hombres disfrutarán de la belleza y ellas revivirán su fantasía de ser violentadas. Esto más que una “pesadilla” es una siestita dominical en el infierno…
Signo de la decadencia del género, parece que la búsqueda de viejas franquicias con la idea del remake es la única estrategia posible para la industria en nuestros días. Y eso se confirma al vapulear a este ícono al cual hace bastante tiempo deberían haberlo dejado dormir. La película, en su conjunto, ni siquiera funciona como ejercicio de nostalgia para los amantes de Freddy K, que en esta nueva piel asusta mucho menos(añorando a Robert Englund para recuperar la mística de la creación de Wes Craven). Alguna que otra escena lograda harán que evitemos el bostezo o quizá jugar a descubrir cuántas escenas fueron calcadas de la original. Innecesaria y por momentos torpe narrativamente hablando...
Cuando hay que evitar dormirse. Freddy ha vuelto una vez más, pero con un nuevo rostro. El resto, básicamente, sigue siendo igual. Otra secuela (perdón: reinicio) que no está a la altura del original. Por suerte, está varios escalones más arriba que el resto de remakes (o no) de terror. Piensen en Halloween de Rob Zombie, y esta Pesadilla en la Calle Elm es casi El ciudadano Kane. No habla tan bien de la película, como habla mal del resto. La cosa es más o menos así (para los que no vieron esa divertida película del director de El despertar del diablo... de nuevo, la original, claro): un grupo de adolescentes sufre el acoso de un hombre desfigurado. Tiene el rostro quemado y un guante con filosas y mortales garras. El maquillaje del nuevo Freddy no tiene ni la mitad de la onda del primero, pero bueno, sigamos: este psicópata ataca cuando los jovenes sueñan. O mejor dicho, cuando duermen, transforma sus sueños en pesadillas. Agradecidos aquellos que tengan la oportunidad de contarlo. Esta película copia varias secuencias de la original: desde el momento de la garra en la bañera, hasta la desesperación de los protagonistas por mantenerse despiertos. Incluso, todo el entramado policial que en la original (quizás por eso, porque era original) era más interesante. La copia la cumple dentro de lo aceptable, agilizando las cosas y yendo directo a los asesinatos. Lo que realmente aleja a esta película de la recomendación segura, es que no termina ni de asustar ni de ser cómica. Sus intenciones, claramante están enfocadas a lo primero, pero... ¿por qué no hacer ambas? En USA fue muy mal recibida. Las críticas se ensañaron con el producto. Creo que Sam Raimi demostró que una buena película de terror hoy en día debe combinar una buena dosis de sustos y toques cómicos. De hecho, la primera Pesadilla tenía varias secuencias surrealistas, imposibles, y sí: oníricas. Esta tiene poca inventiva. Y cuando la tiene tropieza increiblemente consigo misma. Y vamos a dar un spoiler (si usted, querido lector, está leyendo hasta acá, o tiene mucho interés en la nueva de Freddy, o ya la vió): Fred Krueger ahora tiene un nuevo trasfondo. No es que su personaje necesite un respaldo dramático digno de Shakespeare, pero cuando se insinúa que el tipo es un pedófilo, las cosas se ponen más interesantes y espeluznantes. El problema es que sus víctimas, acosadas también en la vida real, no guardan el menor recuerdo. Si eso es un mecanismo para dar un giro "inesperado" en la trama, es patético. Además, si intenta ser una película de terror, debería por lo menos, tener un poco de ritmo para dar los golpes de efecto. Chica escondida en el placard y ¡zas! Freddy aparece al lado, entre la oscuridad. Chica que se agacha un par de veces adelante de un espejo y ¡zas! no pasa nada. Pero en unos pocos segundos, sí. Plano general de un pasillo y ¡zas! alguien pasa delante de la cámara. Hasta ahora, la enumeración pareciera que apunta a la originalidad, pero no: vean la película, y se darán cuenta que todos estos momentos están desfazados. Dan demasiado tiempo para pensar, y cuando el golpe llega, no tiene efecto. Lo que rescato del film, pese a sus numerosas y reiteradas fallas, es que por lo menos, la estética está algo cuidada. Principalmente la fotografía, que tampoco es ninguna maravilla: sólo digo que con respecto a la media de este subgénero de remakes de films de horror está bastante bien. Hay una pequeña referencia: tenemos por unos segundos una imagen de Saturno devorando a sus hijos, del Goya. Hay talento en la producción, aunque sin dudas el director no supo aprovechar al máximo todas sus posibilidades. Una mala elección sin dudas fue el diseño de la cara de Freddy. Jackie Earl Haley (el pedófilo de Secretos íntimos, Rorschach de Watchmen) también prueba ser una elección fallida. El actor resulta más interesante sin la cara quemada y la voz tenebrosa. De hecho, resulta más inquietante sonriendo y acariciando a los chiquitos del jardín de infantes que haciendo ruidos con las garras. Para odio general, todo termina sepultado cuando la película opta por el slasher puro y duro. Freddy achura a los adolescentes que son estereotipos como para atraer a la posible repelida platea femenina (de ahí que deambule con cara de zombie el clon de Robert Pattinson que hace unos meses vimos en Invocando espíritus) acaso alejada por el derrame de sangre. Repito: mucho mejor que la media, lamentablemente. Debería estar más enojado, pero entre tanta remake berreta, trato de ver el vaso medio lleno. Aunque quizás, ni siquiera esté por la mitad.
Una remake que suma escasas novedades Las remakes no siempre suman. La correcta recreación de la primera entrega de aquel fabuloso éxito que fue “Pesadilla” seguramente sorprenderá a las nuevas generaciones, pero no tanto a quienes pretendan superar el terror que generaba Robert Englund en el filme de Wes Craven de 1984. Allí vuelven los efectos que apuntan a generar espanto y hasta Freddy saliendo de la pared. Tampoco faltan los viejos recursos como las garras frotando paredes y metales y saliendo del agua. El recurso del sueño en este regreso ya no sorprende. Y aunque las razones de las cuales depende la supervivencia de los personajes o la profundización sobre la historia del nefasto protagonista son de las pocas cosas que tienen algunas variantes, no siempre alcanzan para superar el horror original. Lo cual no impide que los adolescentes de hoy la pueda disfrutar.
Duerman tranquilos, jóvenes La primera versión de Pesadilla en la calle Elm, dirigida por Wes Craven en 1984, dio nacimiento a uno de los grandes villanos del cine de terror de los últimos treinta años: Freddy Kruger. Este asesino, concebido originalmente para ser un homicida silencioso -al estilo Michael Myers (Halloween) o Jason Voorhees (Viernes 13)- finalmente se convirtió en el más charlatán de todos. Un ser siniestro, que en medio de la euforia de la era Reagan venía a transformar el sueño americano en pesadilla, escarbando en el subconsciente de la clase media de los suburbios, lista para a la primera de cambio aplicar la justicia por mano propia. Los adolescentes eran sus víctimas: una forma de perturbar el futuro, obligando a los padres y adultos a recordar el pasado, mientras disfrutaba de una dulce venganza por su asesinato. Tuvieron lugar seis secuelas (de un nivel cuando menos desparejo), una serie de televisión y hasta un choque de sagas con Freddy versus Jason, donde el cinismo del villano encarnado por Robert Englund alcanzaba niveles hilarantes. En verdad, el personaje nunca perdió atractivo entre los fanáticos del horror. De ahí que Platinum Dunes, la productora de Michael Bay -ese maldito que nos regaló Armaggedon, Pearl Harbor o Bad boys-, posara sus ojos en esta franquicia con la intención de revivirla, como ya había hecho con otras. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que de las remakes realizadas por Platinum Dunes, sólo La masacre de Texas es realmente rescatable, gracias a su alejamiento de la estetización de la violencia, y concentración en causar perturbación e inquietud, junto con algunos hallazgos narrativos de La profecía del no nacido. El resto -Terror en Amityville, The hitcher, Viernes 13, entre otras- fueron descartables, sin nada para aportar. Asimismo, algo parecido sucede con la actualización de Pesadilla en la calle Elm. A lo largo del metraje, una de las preguntas más fuertes que surgen es para qué demonios hicieron este filme, cuál es el sentido de repetir exactamente los mismos mecanismos que se desplegaban hace casi treinta años, pero con la mitad de la audacia. El único aspecto donde la versión 2010 dirigida por Samuel Bayer se distingue del original es en los crímenes de Kruger antes de que fuera asesinado por una turba furiosa de padres sedientos de su sangre: era un abusador, en vez de un asesino de niños (Craven había pensado efectivamente al personaje como un pedófilo, pero por cuestiones de contexto se lo terminó presentando de acuerdo a la segunda opción). Jackie Earle Haley está correcto, soporta sin problemas la mochila que había dejado Englund, pero el Freddy que le toca en suerte no tiene peso ni desde lo dramático de su historia, ni desde su humor negro. Para colmo, lo ideológicamente revulsivo del filme de Craven queda aquí lavado y masticado en pos de una justificación de la justicia por mano propia. Si el objetivo era causar miedo, hacer que nos cueste ir a dormir, el resultado es exactamente el contrario. Un motivo fuerte para ponerse nostálgico de los ochenta, descreer de las remakes o considerar agotado al cine de terror actual.
Arrancó con la que sí conozco la versión original y que por cierto más fé le tenia a la nueva versión. Ojo, no me gustaron casi ninguna de las remakes hechas por esta productora nefasta llamada 'Platinum Dunes' que se dedica a agarrar grandes franquicias del genero ('La masacre de Texas', 'Martes 13', 'Museo de cera', 'The Hitcher', etc.) y rehacerlas con malos actores, guiones casi fotocopiados y efectitos especiales con mucho CGI para dejar en claro que son "nuevitas"; pero cuando anunciaron una nueva "Pesadilla..." protagonizada por Jackie Earle Haley (que la rompió como Rorscharch en 'Watchmen') y dirigida por un especialista en vídeos musicales decidí al menos darle una oportunidad. ¡¡¿Para quéeeee?!! La nueva versión no aporta nada interesante desde la historia. Podrían haber hecho como Rob Zombie con Michael Myers en 'Halloween' y mostrar algo del pasado de Krueger pero excepto ver como lo queman y agregarle una vuelta un poquito mas retorcida (e innecesaria) no hacen nada que valga la pena. También agregaron una explicación de los "microsueños" que en vez de darle más jugo a la trama la vuelve una historia de fantasmas común y corriente. Antes para que Freddy pueda matar si o si había que dormirse, ahora es como que puede atacar en cualquier momento y ya no tiene gracia. Las actuaciones de los jovenes son de regulares para abajo y los guionistas hacen el truquito de enfocar el protagonismo en un personaje para después cambiar a otro... hubiera sido piola sino fuera porque la protagonista termina siendo... la misma de la 'Pesadilla..." original!! Otro giro más al pe** que bocina de bicicleta. Y en cuanto a Haley como Krueger, el pobre hace lo que puede y le pone onda por el lado de la voz, bastante diferente al estilo que usaba Robert Englund en las pelis originales (que hay que reconocerlo, el tipo en las ultimas entregas ya se tomaba el personaje en joda); pero entre el maquillaje horrendo (Freddy parece un tipo quemado en serio, lo que no da miedo sino repugnancia) y que repite casi los mismos chistes y diálogos de Englund, el asunto va para atrás. Y por ultimo, la dirección de Samuel Bayer es correcta pero nada más; la verdad que esperaba un poco de clima siniestro o algo más logrado en los momentos "oníricos" pero esta todo filmado tan chato y con poca pasión que aburre. En conclusión, pasen de largo y bajen al menos las primeras cuatro pelis originales que a veces es mejor recordar lo bueno viejo que ver los nuevos refritos con sabor a nada.
No existe tal cosa como un manual de ética cinematográfica, pero de escribirse algún día, tendría necesariamente que condenar el recurso sobre el que gravitan muchas de las últimas películas de terror mediocres y sin ideas: la búsqueda traicionera del susto mediante un golpe de sonido y la inclusión repentina de una imagen shockeante (aunque la mayor parte del trabajo siempre lo lleva a cabo la banda sonora). El terror es más que el generar sustos fáciles, automáticos; también es crear climas, atmósferas que inviten al miedo, a sumergirse en un mundo terrible, con reglas diferentes a las de la vida cotidiana. Cuando una película de terror echa mano en más de una ocasión a ese tipo de recurso, claramente se está ante un director que es incapaz de construir un universo personal consistente (es el caso de Samuel Bayer, que proviene de la realización de videoclips y tiene en su haber Until It Sleeps de Metallica y Bullet with Buterfly Wings de Smashing Pumpkins, entre otros), que solamente busca una respuesta inmediata, un sobresalto calibrado, confundiendo así el miedo más genuino con el impacto cinematográfico de la peor calaña. De igual manera, tampoco son lo mismo el shock típico del gore y el alarde técnico que permite la tecnología digital: si todavía hoy los viejos zombies de George Romero de la década del 70 y 80 impresionan mucho más cuando devoran vivo a alguien que todas las volteretas y cortes que recibe una de las víctimas de Freddy Krueger en la remake de Pesadilla en la calle Elm, es porque hoy el cine de terror mainstream, salvo contadas excepciones (Rob Zombie, por ejemplo), apuesta más al despliegue de toda una batería de efectos digitales y se olvida de la plasticidad que fue marca registrada del gore desde sus inicios en la clase B; la visión de un montón de zombies arrancando y devorando las vísceras de una persona en El día de los muertos es impresionante por el componente increíblemente físico de la escena, mientras que la chica asesinada en sus sueños por Freddy, bañada en sangre y con heridas puramente digitales, sufre una muerte limpia, aséptica, que está lejos de conmocionar con la fuerza del gore más tradicional. Esa falta de decisión, ese no arriesgarse a contar una historia de manera firme, segura, también se puede apreciar en otros pasajes de Pesadilla en la calle Elm, remake del clásico de Wes Craven e intento tardío de reflotar la franquicia de Freddy. Adolescentes impolutos que duermen juntos pero no tienen sexo, un asesino de chicos (Krueger) que en esta remake es oportunamente convertido en abusador (¿será que en estos tiempos signados por la corrección política un pedófilo resulta más perturbador que un asesino de niños?), un chico emo que se pasa la película con cara de deprimido (hace acordar al emo de Capusotto) y que en lugar de drogarse, como hacían los jóvenes del género en otras décadas, toma pastillas con receta que compra en la farmacia (si es que el farmacéutico decide vendérselas, claro), un villano que es puro one-liner y pose cool impostada pero carece absolutamente del carisma y la presencia actoral de su antecesor, una chica que se mete en la bañera pero oculta prudentemente sus encantos a la cámara, etc. Todo en la película de Bayer es medianía, pobreza, corrección; no hay nada que escape a la mediocridad aburrida del film. La remake de Pesadilla en la calle Elm es un recorrido mecánico e insulso por una historia que tiene poco para contar, y en el que casi nada alcanza a disfrutarse fuera de alguna muerte con un poco de nervio y un par de frases simpáticas de Freddy.
NO ACLAREN QUE OSCURECEN Pesadilla en la calle Elm es el regreso a la pantalla de uno de los personajes más emblemáticos del cine de terror de los 80. La total falta de estilo y algunas decisiones poco afortunadas en la historia hacen de este film una experiencia efímera destinada al olvido. Como sabe cualquier admirador del cine de terror, Pesadilla en la calle Elm es la remake de Pesadilla en lo profundo de la noche, el film de Wes Craven que generó un gran éxito y una serie de films en los 80 y los 90. El maestro del cine de terror creó en aquel film a un villano llamado Freddy Krueger, personaje que, sin buscarlo, se convertiría en el eslabón perdido entre los viejos monstruos del cine de terror y los asesinos seriales sangrientos de la nueva generación. Las diversas secuelas de aquel film –una de las cuales dirigió nuevamente Craven- y la serie de televisión marcaron el interés genuino por un personaje que, veintiséis años más tarde, vuelve para los fieles seguidores y para toda una generación que no pudo disfrutar del film anterior. Las comparaciones son siempre odiosas y, en este caso, irrelevantes, por lo tanto, lo más razonable es analizar el film que ahora se estrena sin juzgarlo por su vínculo con el otro título. Resta sí recordar que la premisa que le dio todo su encanto a Freddy consiste en que el villano habita en las pesadillas de los jóvenes y en ese estado es capaz de matarlos. Este nuevo film, dirigido por Samuel Bayer, es pequeño, sencillo y sin un concepto estético definido, lo que que lo convierte en una experiencia más bien neutra. Pesadilla en la calle Elm comienza con un tono no demasiado sangriento, con una escena que define las limitaciones del film. En general, todo el largometraje busca más el golpe de efecto y sorpresivo que el shock de situaciones truculentas o el desarrollo complejo de las escenas para crear suspenso. La versión anterior devino poco a poco en una saga cada vez menos adulta y oscura; acá el punto de partida parece evitar el exceso propio de los films de terror actuales, como indicando un camino hacia el público más joven. Hacia la mitad de la película, la trama comienza a cobrar un poco más de fuerza para después volver a apagarse en el último tercio. El motivo del descenso del interés es una necesidad ridícula de querer ponerle al personaje y a la historia un sentido psicológico que no hace más que enterrar a la película en una serie de contradicciones ideológicas pero también cinematográficas. En un film y un género donde la psicología debe sí o sí quedar metaforizada –y suele ser su mayor encanto-, los creadores de Pesadilla en la calle Elm creyeron que dándole a Freddy un pasado, podrían darle algo novedoso a la remake. Se equivocaron, porque al hacer de Freddy un pedófilo que abusó de la protagonista del film en la infancia, lo convierte en un personaje sin ninguna posibilidad de simpatía o humor tolerable para el espectador. Imaginen hacer un cambio así con Drácula o Frankenstein… Indudablemente lo que expone un film como este es que los que lo crearon no creen ni confían en los aspectos más esenciales y puros del cine de terror. ¿Por qué entonces perder el tiempo viendo esta película habiendo tantos otros grandes exponentes del género disponibles?
FREDDY'S BACK AGAIN “One, two, Freddy's coming for you. Three, four, better lock your door. Five, six, grab your crucifix. Seven, eight, better stay awake. Nine, ten, never sleep again”. Si ves nenitas vestidas de blanco saltando la cuerda y cantando esta canción, estás en problemas. Primero, porque Freddy Krueger anda cerca. Segundo, porque estás dormido y él puede convertir tus sueños en las más horrorosas pesadillas. Así lo hizo durante diez años, desde 1984 con el clásico de horror de Wes Craven A NIGHTMARE ON ELM STREET, hasta 1994 con la aterradora e inventiva NEW NIGHTMARE. Nada ni nadie podía detenerlo. Intentaron quemarlo, matarlo en los sueños y en la vida real, intentaron enterrar sus restos, hacerle frente y hasta pedirle ayuda a su difunta madre y a su hijo bastardo en A NIGHTMARE ON ELM STREET 5: THE DREAM CHILD (1989). Pero Freddy siempre regresaba por los niños de la calle Elm. ¿Cómo? ¿Por qué? El cómo nunca importó, porque en el mundo de Freddy no había reglas - y si las había él podía romperlas o cambiarlas a gusto -. El porqué es simple. En A NIGHTMARE ON ELM STREET 4: THE DREAM MASTER (1988) él lo explicó claramente: “I... am... eternal” dijo. Sí, Freddy Krueger es eterno y nada ni nadie puede detenerlo. Ni un grupo de adolescentes, ni el paso del tiempo, ni las más extravagantes y malas ideas de Hollywood (FREDDY VS. JASON) y, mucho menos, la ya cansina tendencia de renovar clásicos. Así, varios años después de la última pesadilla, unas dulces voces infantiles en nuestros sueños y en salas de cine, anuncian cantando: “Nine, ten, he’s back again”. Si pensabas que se había marchado para siempre, estabas soñando. En este caso no hablamos de Freddy, sino de Michael Bay y su productora Platinum Dunes. Luego de fallar desastrosamente con las nuevas versiones de THE TEXAS CHAINSAW MASSACRE (2003), THE AMITYVILLE HORROR (2005) y la pésima FRIDAY THE 13TH (2009), arriesgaron todo una vez más y se animaron a lo impensable: Concebir un remake de A NIGHTMARE ON ELM STREET (1984) sin Robert Englund. Este, tras ocho entregas (contando FREDDY VS. JASON) interpretando magistralmente al deforme, sádico y pedófilo asesino que lo lanzó al estrellato, pasó a formar parte de esos actores de la “old school” y así como si nada, fue descartado de la nueva versión. La excusa es conocida: Una nueva pesadilla requiere de un nuevo Freddy Krueger que el espectador actual pueda digerir: Más cruel, serio, oscuro y “realista”, pero igual de peligroso. Aquí entran en escena el excelente actor Jackie Earle Haley (LITTLE CHILDREN, Rorschach en WATCHMEN) y el director debutante Samuel Bayer. Juntos desafiaron una de las reglas de la cinefilia: Los clásicos son intocables. Y juntos jugaron con fuego, pero milagrosamente - y a diferencia del pobre de Freddy-, no se quemaron, y es interesante ver como lo hicieron. La historia de esta A NIGHTMARE ON ELM STREET es similar a la primera pero también tiene cambios que la vuelven algo más que un simple remake. La premisa es la de siempre. Sin saber porqué, varios adolescentes empiezan a soñar con mismo hombre: Freddy Krueger. Este tiene el rostro quemado y usa sombrero, buso a rallas y un guante con filosas cuchillas. Pero no solo los atormenta. También los mata. Y si los mata en el sueño, mueren en la vida real. Por eso, intentando mantenerse despiertos, Nancy (Rooney Mara) y sus amigos se unirán para ponerle un fin a estas pesadillas descubriendo un terrible secreto del pasado que los conecta a todos. Hasta aquí tenemos casi la misma historia que propuso Wes Craven hace veintiséis años. Pero los tiempos cambian y los films también, y este remake - uno de los mejores de los últimos años - es la prueba viviente de eso. El film de Bayer no tiene la genialidad de la excelente versión original, pero sí es más seria, sombría, y se anima a cruzar límites que la narrativa de los ochenta no consideraba como aceptable. Desde la posibilidad de que Freddy Krueger sea inocente y que los verdaderos malos del film sean los padres, hasta tocar de manera más explícita temas fuertes como el abuso infantil. Incluso la estructura de la narración está más elaborada. El origen del Amo de los Sueños no se presenta burdamente al principio de la película o como meros flashbacks, y el film no se estructura de acuerdo a las pesadillas/muertes de los protagonistas, a diferencia de casi todas las entregas anteriores de la saga. Es decir, hay diálogos, una historia y personajes que no son los típicos adolescentes norteamericanos. Tal vez los únicos puntos flojos de la película sean la poca participación de la calle Elm, el abrupto cambio del papel protagónico de la rubia Kriss (Katie Cassidy) a la protagonista original Nancy, y el inconsistente final del film. Pero como dijimos antes, sí hay un guión y no solo una excusa para mostrar minas buenas y escenas violentas ¿Escuchaste, Jason Voorhes? A esta altura, y después de presenciar desfiles de clásicos reinventados, ya es más que obvio que el objetivo principal de los remakes NO es enaltecer a los clásicos, sino atraer al público que no estuvo presente en el primer estreno o no se interesó lo suficiente como para ver las versiones originales. Aún así, PESADILLA EN LA CALLE ELM (2010) tiene también las puertas abiertas para los fanáticos de la franquicia. Desde escenas y planos calcados de films anteriores hasta diálogos que nos recuerdan esas entrañables pesadillas. - ¿Quién no sonrió al escuchar de nuevo “How's this for a wet dream”? Okey, solo los que vieron A NIGHTMARE ON ELM STREET 4: THE DREAM MASTER (1988) - . Inclusive el nuevo Freddy Krueger tiene características del de Robert Englund, pero lamentablemente Freddy Krueger hay uno solo. Aunque la intención del actor Jackie Earl Haley fue buena, su presencia en pantalla justa y su interpretación más que magnífica, la nueva versión de este personaje no termina de convencer. Lo bueno es que, como dije antes, es más serio, sádico, oscuro y “realista” - un poco sexópata, también-, asusta y sigue teniendo frases escalofriantes y momentos inolvidables. Lo malo es el maquillaje (repugnante pero demasiado deforme aún para ser Krueger) y la voz (perturbadora pero de a momentos te distrae, así como la de Batman en THE DARK KNIGHT). Usando todo eso, Jackie construye al Freddy Krueger de una nueva generación que, aunque no logra ni logrará superar nunca a Englund, tiene potencial para superarse a si mismo en las inevitables próximas secuelas. Desde el punto de vista de la dirección del film, Bayer no se arriesgó demasiado. Todo encaja de manera justa, no hay un sello del director ni elementos ajenos a la franquicia. Simplemente está bien filmada y muy bien editada. Esto, mas el manejo de las luces y sombras en los lúgubres decorados (que juegan un papel importantísimo tanto en lo narrativo como en lo visual), y los efectos especiales, alimentan las escenas de suspense del film. Pero que estén bien hechas no quiere decir que las disfrutemos del todo. Aunque tiene numerosos y sobresalientes momentos gore, A NIGHTMARE ON ELM STREET (2010) abusa más que nada del terror por medio del elemento sorpresa, las apariciones inesperadas acompañadas por abrumadores sonidos. Es decir, el susto fácil al que tan acostumbrado está el espectador promedio. Estos momentos lamentablemente abundan en el film y le hacen perder fuerza dramática. Pero por suerte los protagonistas siempre vuelven a quedarse dormidos y es hora de otra sangrienta pesadilla, una más violenta que la anterior y todas con Freddy Krueger como anfitrión. Pero algo ha cambiado. Estamos en una era en el cine de terror en que el asesino debe mantener un perfil bajo y ha de ser, mas que “en serie”, “en serio”. La extravagancia de las originales (y para algunos, absurdas) pesadillas pasadas, quedaron atrás. Freddy ya no es el ícono del terror que solía convertirse en televisor, marioneta, bruja, teléfono o auto, como lo hizo a lo largo de toda la saga. Tampoco transforma a sus jóvenes victimas en cucaracha o personajes de comics o videojuegos. Las pesadillas perdieron la frescura y la gracia, pero el realismo y la seriedad que ganaron no solo hace estas escenas más aterradoras, sino que también se ajustan a las exigencias del espectador moderno que no quieren ver al asesino usando anteojos de sol en una playa (como pasa en la cuarta parte) ni mucho menos disfrazado de superhéroe (como en la quinta entrega). Freddy Krueger tuvo que sacrificar muchas cosas para ser recibido por una nueva generación. A Robert Englund, su característico humor negro, su historia original y sus alocadas pesadillas. Pero tuvo que hacerlo para volver a engendrar el terror en las salas. Ahora vuelve a dar miedo, ese miedo que sentimos antes en la película que lo inició todo, en su primera secuela y en la séptima pesadilla. A NIGHTMARE ON ELM STREET (2010) no es el sueño de todos los fanáticos y no supera a la original, pero tampoco defrauda. Y si hay cosas que no nos terminan de convencer de esta nueva versión, ya sabemos porque es. Este es un nuevo comienzo, un nuevo Freddy Krueger y una nueva pesadilla. Lo que pasa es que, cada día, estamos más y más viejos.
VideoComentario (ver link).
La evolución del cine de terror en los últimos 10 años ha sido lamentable. Dejando de lado algunas joyas indiscutibles del género, tras el gran deterioro del horror como fuente de ideas cinematográficas y de fracasos respecto a historias nuevas y diferentes, Hollywood se ha tomado el atrevimiento de retomar el éxito de sagas y películas pasadas con el fin de cubrir gastos y mantener una ganancia económica que justifique el empobrecimiento de ideas y buenas historias.
Esta realización responde a fórmulas archiconocidas y está destinada expresamente a un sector muy específico de espectadores, aquel que encuentra en la cinematografía un entretenimiento genuino para incentivar la adrenalina (efecto que producen hormonas entre cuyas funciones se encuentran aumentar la acción estimulante sobre el sistema nervioso simpático, acelerar el ritmo y la fuerza del corazón y elevar la presión arterial), provocado por un cóctel elaborado sobre la base de ingredientes que, según las proporciones utilizadas, activa psíquica y subjetivamente a la persona de que se trate. Concurren a ese cóctel el temor (pasión del ánimo que hace huir o rehusar lo que considera dañoso), el miedo (perturbación angustiosa del ánimo por algún riesgo, peligro o mal, real o imaginario), el terror (espanto, amenaza o demostración con que se infunde pavor), y el horror (repulsión en el ánimo causada por algo terrible y espantoso, generalmente acompañado de estremecimiento). Inconscientemente ese espectador encuentran en la temática de terror un desafío del que considera saldrá ileso sin riesgo alguno pues, en última instancia, sólo se trata de sombras que reflejan acciones de ficción proyectadas sobre una pantalla y acompañadas por sonidos artificiales. Rara vez las ideas narrativas aportan algo distinto, puesto que responden a un esqueleto casi inamovible, incluso en aquellos proyectos que en los primeros minutos la propuesta puede insinuar un sendero medianamente distinto. A medida que avanza el tiempo de la proyección la trama decrece en su interés por caer la historia, con sus incidentes y acciones, indefectiblemente en lo trillado. Técnicamente la producción se sustenta, en términos generales, en efectos especiales y visuales, sucesivos golpes de efecto, algunos golpes bajos, sonido que satura el ambiente y una música estridente y efectista. Los personajes protagónicos padecen de algunas alteraciones psicológicas, respondiendo a un canon universal respecto a su tratamiento a partir de perfiles emanados del eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, sumergidos en una sucesión de acciones, por lo general acompañados por componentes químicos que en gran cantidad simulan sangre, o prótesis simulando órganos humanos en tomas desagradables, buscando en el espectador una reacción a lo espeluznante o macabro. Por la buena respuesta que alcanzan estas realizaciones en boletería es que todos los años se suceden estrenos dentro de esta temática, con preponderancia de las procedentes de Hollywood, que con un común denominador pasan a integrar una serie (1), por ejemplo a partir de Hallowyn, Chuky, o Freddy Krueger, cuando no sucesivas remakes con el mismo títulos conocidos por generaciones anteriores de espectadores, o rebautizados con otro similar. “La pesadilla en la calle Elm” responde plenamente a las características y propósitos enunciados para ser un producto satisfactorio a los fanáticos de la cinematografía de terror, más allá de todas las deficiencias que presente la obra, para incrementar su adrenalina y descubrir empatía con los conflictos y/o los personajes que la protagonizan La aparición del espeluznante de la saga de Frederick “Freddy” Charles Krueger se debe a la imaginación de Wess Craver (ver al pie la información complementaria), nacido cinematográficamente en 1984 y vigente desde hace 26 años con esta remake incluida. Para refrescar la memoria de sus seguidores vale referir la trama de esta vuelta al comienzo de su historia. Nancy, Kris, Quentin, Jesse y Dean liven en Elm Street, por la noche, comparten el mismo sueño del mismo personaje. Un hombre vestido con una rasgada camisa a rayas rojas y verdes, un raído fefora que esconde una cara desfigurada y un guante de jardinero con navajas en vez de dedos. Y todos escuchan la misma y aterradora voz... Uno a uno, los aterroriza en las curvas paredes de los sueños, donde las reglas son las suyas y la única manera de salir es despertarse. Pero cuando uno de ellos muere brutalmente, pronto se dan cuenta de que lo que ocurre en sus sueños traspasa el velo de la realidad. La única manera de sobrevivir será permanecer despiertos. Turnándose entre ellos, los cuatro supervivientes tratan de descubrir cómo se han metido en este oscuro cuento de hadas, cazados por este tenebroso hombre. Intentando sobrevivir sin sueño, lucharán por descubrir porqué ellos, porqué ahora y qué les están ocultando sus padres sobre el asunto. Enterrada en su pasado, hay una deuda pendiente de ser saldada. Y para salvarse, tendrá que sumergirse en la peor pesadilla imaginable... Freddy Krueger. Queda dicho de qué se trata, y se suministra información complementaria. La decisión es, como siempre, suya.
Same old shit Hace veintiséis años la anécdota básica de la primer Pesadilla era sumamente original y efectiva: un difunto psicópata se dedicaba a martirizar a un grupo de adolescentes, inmiscuyéndose en sus sueños. Allí tenía poderes ilimitados, y si sus víctimas eran asesinadas en sueños, también morían de verdad. Freddy Krueger jugaba con sus presas como con ratones en un laberinto, regocijándose en su desesperación. No debe existir adulto en el mundo que cuando niño no haya tenido miedo de soñar alguna vez, y en su esfuerzo por no dormirse, somnolientos y exhaustos, tomando compulsivamente café y otros estimulantes, los protagonistas de la franquicia han servido como atávicos vehículos de identificación. La idea fue explotada hasta el cansancio, en siete películas de estructura similar y calidad cambiante. Las hubo muy malas, regulares y hasta alguna buena, dependiendo ante todo de la imaginación para idear universos oníricos del director de turno. La primera estuvo muy bien, y supuso la introducción al personaje y la historia. En la tercera y mejor de las entregas, los sueños tenían una relación con los perfiles de los personajes, levantando cierto vuelo de a ratos. Cabe preguntarse qué agrega esta remake y esta pretensión de nuevo comienzo a las entregas anteriores, y la respuesta es tan simple como inmediata: nada. Otra vez varios adolescentes se dan cuenta de que sueñan con el mismo tipo y que los está matando uno a uno, otra vez descubren que sus padres tienen un pasado en común con él. Una vez más comienzan a hacer guardias para vigilar el sueño del otro, y despertarlo ante cualquier indicio de agitación. Otra vez Freddy busca meter miedo raspando su garra de metal contra las paredes. Otra vez aparecen las niñas saltando a la cuerda y cantando ese infaltable "Freddy viene por ti". Hay escenas calcadas de la Pesadilla original, y los pequeños matices no aportan mucho: hoy Freddy está encarnado por Jackie Earle Haley (el pedófilo en Little children y el superhéroe Roschach en Watchmen) y el personaje gana en repulsión gracias a sus rasgos de marciano libidinoso, pero en cambio perdió presencia -Earle Haley nunca tendrá una mirada intensa como la de Robert Englund- En lugar de haber sido un infanticida, ahora Freddy tiene un ilustre pasado como pederasta, por lo que el actor continúa arriesgándose a ser lapidado en la vía pública. Como la película no es un desastre de concepción ni de ritmo, se lleva bien y hasta logra dar unos buenos sobresaltos. Pero está claro que fue ideada para una nueva generación que nunca experimentó la franquicia anterior, o para espectadores sumamente desmemoriados.
Sangre en el pijama Es cierto -y ha sido demostrado en innumerables oportunidades- que para un director/guionista, meter mano en historias o personajes icónicos puede resultar un fiasco de proporciones. La decisión de rehacer películas como “Halloween”, “Friday the 13th” y ahora “Nightmare on Elm Street”, implica el riesgo de ser destrozados por una crítica y una audiencia que inevitablemente caerá en la enojosa comparación con la cintas originales, esas mismas que representaron el punto de partida para el género “slasher”, creando monstruos que obligaron a más de uno a dormir con la luz prendida durante su infancia. Y es que más allá de la interminable sucesión de secuelas de dudosa calidad que procedieron a las primeras partes, estos trabajos renovaron los aires del género gracias al pulso de muy buenos directores como John Carpenter o Wes Craven. Asesinos siniestros como Freddy Krueger, Mike Myers o Jason Voorhees, se han convertido en estandartes de un género con muchos seguidores, cuyo ojo avezado no tolerará el mínimo traspié, ni obviará el detalle más ínfimo en lo que a la nueva composición del personaje se refiere. Y en esta versión 2010 de Pesadilla, es Jackie Earle Haley (elegido por los propios fanáticos en diferentes encuestas, como el actor ideal para interpretar al psicópata onírico) el encargado de cortar en fetas a los adolescentes acosados por este nuevo Freddy. Un villano que sonríe menos, rictus macabro tan característico en Robert Englund que no sólo lo hace más sombrío, macabro y perverso, sino también lo transforma en una máquina cuyo único combustible es la venganza. Freddy viene por ti. El guante con cuchillas vuelve a mancharse de sangre Freddy viene por ti. El guante con cuchillas vuelve a mancharse de sangre Este Freddy no parece regodearse en el sufrimiento de sus víctimas, con el sadismo tan característico de su anterior interpretación, sino más bien haber trazado una hoja de ruta sangrienta para conseguir una revancha que opera en perjuicio de un personaje otrora mucho más divertido. Los gags de la inolvidable película original, brillan por su ausencia y dejan en su lugar una sucesión de escenas sin demasiadas luces que, paradójicamente, tienen sus puntos más altos cuando recrean -con exactitud carbónica- los mejores pasajes de la cinta de 1985, y cuando recrea a través de muy bien logrados flashbacks el origen del personaje. Justamente son esas retrospectivas la que nos permiten adentrarnos en la génesis del monstruo, poniendo en la pantalla a un perturbador Freddy Krueger humano. En esa vorágine de abusos infantiles y linchamientos públicos, están las verdaderas escenas de terror de la historia. El monstruo humano que precedió al monstruo sobrenatural es mucho más perturbador, pero lamentablemente, no es eso lo que uno va a buscar. Uno quiere bañarse en sangre y tripas. Sobresaltarse en la butaca para reírse después de que el asesino de turno corte en tiritas a la siempre predecible víctima de la manera más dolorosa e inverosímil posible. Por eso la remake de Samuel Bayer hace agua. La película no es aburrida, pero tampoco garantiza los buenos momentos de la cinta original. Este Freddy sediento de venganza, con demasiados vericuetos psicológicos (que recuerdan al triste experimento que Rob Zombie hizo con la segunda parte de su versión de Halloween) se aleja demasiado de la concepción que durante los 80 se hizo del personaje, y esa ausencia es notoria. Uno sale del cine con una perspectiva pesimista para lo que se viene, porque si, la segunda parte ya está en marcha y una interminable sucesión de “pesadillas” promete llegar con esta nueva concepción del asesino del guante con cuchillas. Aunque claro, esperar algo mejor a lo ya visto, pareciera ser un sueño demasiado optimista, si se me permite la ironía.
Nunca dormirás La remake Pesadilla en la calle Elm vuelve a los manuscritos del mal que allá por 1984, el guionista y director Wes Craven craneó para aterrorizar en lo profundo de la noche. La saga onírica más famosa, donde el afiladísimo Freddy Krueger se alimenta de los miedos nocturnos, está dirigida por Samuel Bayer quien tiene la misión de resolver una reproducción fidedigna de la primera parte creada 26 años atrás. ¿Qué logró? Un film correcto que sostiene la historia y responde la pregunta: ¿faltan ideas frescas en el género del miedo para recurrir constantemente al universo remake? Parece que si. Por citar algunos ejemplos, el año pasado se estrenó la adaptación de Martes 13 y parece que se hará una reversión de Los Pájaros (pobre Hitchcock). También se rumoreó la cancelación de la adaptación de La semilla del Diablo, apiadándose de Roman Polanski. En algunos (y contados) ejemplos, la recreación supera a su versión original, fruto de los adelantos sonoros y visuales del cine de hoy, como ocurrió en Terror en Amytiville (2005) que respetó en miedo y suspenso a la versión de 1979. Pero las ideas son inmortales. Y por más que se las refresque, las adaptaciones tienen mayor toque tecnológico y efectos especiales que homenaje o tributo. Algo así ocurre con Pesadilla.... donde el desafío mayor estuvo centrado en la caracterización del serial killer más expresivo del cine de horror. A diferencia de los enmascarados ochentosos como Jason Voorhees o Michael Myers (Halloween), Krueger -por más carbonizado que esté- ganó su fama por la actuación de Robert Englund, quien asomó en 1983 con la exitosa serie V Invasión Extraterrestre -como el buenazo del lagarto Willy-, otra víctima del efecto remake. Pero, para temor de los fanáticos de la saga, en Pesadilla en la calle Elm el Freddy versión 2010 no estuvo a cargo de su histórico intérprete. El papel cayó en manos de Jackie Earle Haley (Watchmen, Juegos Secretos) quien con una voz potente y tenebrosa (aunque de aspecto algo ñato a diferencia de Robert) representa bastante bien al asesino brutal y despiadado que, a veces, es difícil predecir su próximo ataque. Las mamushkas oníricas son los puntos fuertes del desfigurado: aún cuando muchos despiertan (o creen hacerlo) los ataques siguen. Y ahí el susto está garantizado. El carbonizado Freddy, que le dio batalla hasta al mismísimo asesino de Martes 13 en Freddy vs Jason, mantiene su chamuscado sueter a rayas y marcará el destino de los adolescentes Quentin, Kris y Dean que caerán en las garras del implacable asesino. La pregunta es ¿qué los une a tan macabro destino?. Familiares silenciados, recuerdos de la infancia y un personaje puntual hilvana el futuro de la dibujante Nancy Hoolbrook (en la piel de Ronnie Mara) y Jesse Braun, hijo del director de un colegio secundario, quienes lucharán contra el cansancio, los recuerdos y un pasado oscuro. Viajes temporales imaginarios, como los de Nancy viéndose reflejada de pequeña, o al entrar a su habitación donde nieva, se conjugan con las espectrales apariciones de víctimas de Freddy. No falta el grupo de niñas que saltan la soga mientras entonan el estremecedor (1,2 Ya viene por tí, 3, 4 cierra la puerta, etc...): la firma de una saga que recobra el miedo de antaño y viaja a la génesis del horror onírico. ¡No te duermas!