El 3D es el nuevo pretexto para extender estas sagas pedorras hasta el infinito (este mes se estrenan tres pelis en ese sistema). Creemos que a nadie le importa, pero es más de lo mismo: la mina, medio humana medio zombie, en un mundo postapocalíptico buscando no se qué. Si alguna vez nos gustó, ya no. Basta.
Yo no odio a Paul W. S. Anderson. Es un tipo prolijo y capaz. Hace películas que recaudan bien, la acción no es mareante y se puede seguir, y uno no sale renegando del cine después de haber visto 90 minutos de sus productos. Quizás sus libretos salen mejor cuando los toma otro director, como fue el caso de la excitante Resident Evil 2: Apocalipsis. Incluso disfruté Alien vs Depredador, aún cuando la mayoría del planeta quería linchar a Anderson por haberse metido de esa manera con dos franquicias más que veneradas. Pero yo ya desconfiaba cuando Anderson anunció que quería volver a dirigir otra entrega de la saga Resident Evil. No era necesario. ¿Acaso estaba celoso de que las críticas dijeran que los directores de las entregas intermedias, Alexander Witt y Russell Mulcahy, eran más talentosos que él?. El tema es que en Resident Evil 4: Ultratumba Anderson tiene todo el control creativo, dirigiendo y escribiendo, además de que la diosa Milla Jovovich (protagonista de la saga) es su esposa. O sea, un negocio familar redondo. El problema en una situación así es que nadie le puede decir si está haciendo algo malo, o si la está pifiando. Y aunque Resident Evil 4: Ultratumba no es el peor filme de la historia ni el peor de la saga (eso le corresponde al primer Resident Evil made by el mismo Anderson), termina siendo ruidoso y emocionalmente inerte. Acá aparece nuevamente la super Alice, decidida a arrasar los últimos cuarteles de la corporación Umbrella, lo que sirve para presentar el villano de esta entrega (el anónimo Shawn Roberts) y desactivar los poderes de la chica. Como si eso fuera a impedir que Jovovich no siguiera haciendo cosas humanamente imposibles!. De allí saltamos a una búsqueda cosmopolita de sobrevivientes, terminando con Ali Larter y los nuevos compañeros de este capítulo, todos sitiados por miles de zombies alrededor de una cárcel en Los Angeles. En realidad parece una versión épica de El Amanecer de los Muertos, sustituyendo al shopping del filme de George A. Romero por una prisión estatal. Ahora el objetivo es llegar al barco que está en el puerto, en el cual deberían estar los últimos sobrevivientes del planeta. Pero el buque no da señales de vida desde hace días... ¿acaso estarán todos muertos?. ofertas en programas y utilidades en Drivers Argentina - click aqui El problema con Resident Evil 4: Ultratumba es el mismo Paul W.S. Anderson. El tipo se despacha con dos toneladas de escenas de acción que son demasiado exageradas. Aún en los filmes de Indiana Jones hay un margen de derrota y sacrificio para el héroe, cosa que aquí no existe - a uno nunca le quedan dudas que Milla Jovovich va a poder vencer cualquier cosa que se le ponga enfrente, tenga superpoderes o no -. Excesivas piruetas, excesivas cámaras lentas y, lo que es peor de todo, no hay ni una sola secuencia de acción que haga algo memorable. Oh si, todas son espectaculares (quizás demasiado) pero ninguna es emocionante o perdurable en la retina del espectador. También es cierto de que el desarrollo de los personajes no acompaña como debe. Son todos cartón pintado, estereotipos que vomitan clisés a cada rato. No se salva siquiera la Jovovich - ídola oficial de esta sección - que se ve más rellena, madura y cansada del personaje. Esta mujer ha perdido la chispa de locura que tenía en sus ojos. Tampoco la reincorporada Ali Larter logra aportar algo interesante al filme, ya que parece en piloto automático, y el recién llegado Wentworth Miller aburre directamente con su expresión facial monotemática. Quizás el problema pase porque estas heroínas (y héroes) de acción carecen de remates o latiguillos (one-liners) propios de los heroes serie B. Simplemente despachan zombies y siguen con otros asuntos. Residentl Evil 4: Ultratumba es ruidosa y chata. Hay demasiadas exageraciones, demasiadas casualidades, cero desarrollo de personajes y cero clima de algo (de terror,de acción, de lo que sea). Las situaciones que engancha no son creíbles (bah, no precisan serlo, pero cuando el director falla en intentar venderte su idea, uno empieza a notarle todos los defectos). Para colmo se suma el hecho de que ésta es otra entrega con final abierto. ¿Era necesario el cliffhanger para enganchar a la gente hasta la próxima secuela, de aquí a dos años?. Lo que precisa la saga es que Anderson regrese a su rol de libretista y productor, y deje que otro director con más talento pula sus ideas... o quizás sea el momento de un recambio creativo radical. Nadie va a detener la inevitable Resident Evil 5, ya que este capítulo de la saga está recaudando bien. Pero podrían hacer algo un poquito mejor, y ponerle a la hamburguesa otro condimento aparte de la sal. Por lo menos la misma comida chatarra sabría un poco diferente.
Para aquellos que no hayan visto las anteriores entregas, de todas formas la van a pasar bien, porque se deja ver perfectamente, pero los seguidores pueden sentirse desilusionados de ver más de lo mismo, aunque a la vez...
Es-pec-ta-cu-lar Si sumamos los adelantos tecnológicos que incorporó el cine de acción desde Matrix (1997) hasta Avatar (2009) el resultado puede verse en Resident Evil 4: La resurrección (Resident Evil: Afterlife, 2010). Filmada íntegramente en 3D, la cuarta entrega de la saga basada en el popular videojuego es un espectáculo visual sin precedentes, con estética publicitaria y un ritmo arrollador. Alice (Milla Jovovich) pierde sus poderes en su último enfrentamiento con el líder de la Corporación Umbrella. Humana nuevamente, viaja a Arcadia, un paraíso donde los sobrevivientes del virus que convierte al mundo en muerto viviente intentan un nuevo comienzo. Pero al llegar descubre que tal lugar no existe y los pocos sobrevivientes deberán luchar junto a ella para seguir con vida. La película dirigida por Paul W. S. Anderson (director de la primera Resident Evil y escritor y productor de las secuelas) es espectacular por donde se la mire. El film explota al máximo sus tres dimensiones sumergiendo al espectador en un sorprendente espectáculo visual. El director se vale de todos los recursos para generar esta sensación. Planos con grúas, movimientos de cámara computarizados, ralentis, travellings hacia objetos, profundidad de campo y muchas pero muchas tomas aéreas, provocan la impresión de estar más dentro de un videojuego que de una película. El director Paul W. S. Anderson comenzó su carrera adaptando otro videojuego al celuloide con Mortal Kombat (1995), realizada justo después del film de bajo presupuesto Shopping (1994) con el cual debutó como realizador. Luego le siguieron en su carrera el film de culto Event Horizont (1997), Soldier (1998)con Kurt Rusell y la primera entrega de Resident Evil en 2002. El taquillero cineasta vuelve a la dirección para explorar el cine en 3D al que considera aún en vanguardia y que será el futuro de Hollywood. Resident Evil 4: La resurrección cuenta con una Milla Jovovich más sexy que nunca desparramando zombies por doquier, articulando a la perfección su imagen sensual con coreográficas escenas de acción. Algunas escenas quedarán en la memoria del espectador por su construcción publicitaria. Estamos frente al más puro entretenimiento. No existe aquí el pretencioso mensaje filosófico de Matrix, ni el chato mensaje ecologista de Avatar. La última -hasta ahora- entrega de Resident Evil es un filme de acción y se vale de eso al exponer todo su despliegue técnico. Recomendamos verla únicamente en el cine y con anteojitos para disfrutarla en todas sus dimensiones.
Totalmente pochoclera, pero con un 3D que hará que más de uno salte de la butaca. Soy un admirador de la saga de Resident, me enganche desde la primer peli allá por el 2002, la cual me pareció una buena adaptación de lo que es el video juego. Paul W.S. Anderson el director de esta cuarta parte fue el director de la primera lo que me hacia suponer volver a ver algo que me asombre. El principio de la peli nos revela el inicio de la “plaga” en Japón con un bello y falso plano ralentizado para poder disfrutar de la tecnología en plena lluvia. Las gotas golpean paraguas y ayudan a recorrer los títulos de crédito mientras una japonesa gótica permanece parada en medio de un cruce de esquinas. Tras ese plano regresamos a la triste realidad apocalíptica del planeta tierra. En Resident abunda el mismo condimento, personajes en situación de encierro, corte de cabezas, y zombies por doquier. Para los que quieren disfrutar de la belleza de Milla, su marido y director de la peli Paul Anderson, no la dejo asomar ni un hombro, en el momento donde ella va a darse una ducha, apenas cuelga sus armas comienzan a aparecer zombies… dejando a Milla nuevamente a los tiros. La peli realmente esta filmada en 3D, y eso se nota, el espectador recibe, sesos, balas, mampostería, sangre, y agua por montones, y les aseguro a los aficionados a la acción que tendrán un buen rato de satisfacción. El trabajo de rodar en 3D ha sido verdaderamente bueno, y no ofrece una imagen borrosa ni impide disfrutar de la acción También se nota algo de abuso en las cámaras lentas y no se sabe bien si es un homenaje a Matrix, ya que en muchas partes existe una enorme similitud. Resident Evil Afterlife comparada con las tres entregas anteriores, es la peor de las cuatro a nivel argumental, pero merece la pena verla en cine, solo por el magnífico 3D que nos presenta. El final tan abierto deja claras las intenciones de la productora de perpetrar una quinta película. El argumento de “Resident Evil: Ultratumba”, se limita a continuar los acontecimientos de “Extinción” y dejándonos abiertos todo tipo de cabos sueltos para una quinta entrega. Mas allá de la belleza de Milla Jovovich y Ali Larter, la calidad interpretativa de los actores es malísima, tenemos al ya conocido Prision Brake, Wentworth Miller que parece que le sienta bien el personaje de estar en prisión pues en esta peli también arranca encerrado intentando escapar, y siempre con cara de póker. “Resident Evil: Ultratumba” es un producto totalmente pochoclero pero con un 3D que hará que más de uno salte de la butaca. Especial para quien guste de este tipo de acción.
Resident evil es una película que se originó en un videojuego, y que en su 4º entrega la hicieron 3D. Así de simple. Y por eso entré a la sala a ver un poco de movimiento y nada más. Si bien me sumé a la saga en la 3º la historia no necesita de mucho conocimiento para entenderla obviamente. Lo fundamental de esta entrega fue el paso a 3D, el cual es muy bueno conceptualmente y está bien aplicado. Las actuaciones secundarias son todas de madera, pero acá no estamos buscando artistas de teatro alternativo... son casi aptos para una propaganda de alimentos de perros realmente. Pero es un buen entretenimiento que estimo será disfrutado por la mayoría. Dura lo justo y entretiene, pero por sobre todas las cosas viene a cubrir un espacio 3D para adultos que estaba faltando, y ayuda a que esos que pedian algo en 3D que no sean dibujos, no salgan defraudados.
La cuarta entrega de la franquicia protagonizada por Milla Jovovich está basada nuevamente en la popular serie de vídeo juegos y se exhibe en 3-D En un mundo asolado por un virus infeccioso que convierte a sus víctimas en muertos vivientes, Alice (Jovovich, vista en Encuentros de cuarto tipo) continúa en su búsqueda por supervivientes para ponerlos a salvo. Su batalla a muerte con la Corporación Umbrella llega a alturas insospechadas, pero a la vez recibirá ayuda de una vieja amiga. La cinta muestra lo que los fanáticos de la saga esperan ver: mucha acción, incontable muertos vivientes que estallan y son destruidos por la protagonista y sus amigos. Con el agregado de las múltiples apariciones de Alice, las tomas aéreas de la ciudad y el beneficio de la tecnología 3D, que aporta bastante al film. En especial en los momentos de lucha o el reiterado pasar de un martillo-hacha gigantesco, que obligará a más de uno del público a agacharse. Como puntos más flojos, quizás, alguna similitud innecesaria con Matix, ya que sobre el comienzo del film hay ciertas conexiones que se podían haber evitado. Pues Resident Evil tiene un grupo importante de espectadores que merecían originalidad. Resident Evil 4: La resurrección (Resident Evil 4: Afterlife), como aseguró la protagonista y esposa del director, es "la primera en romper la marca del puesto número uno en todo el mundo y es la mayor película de la franquicia”. La película está dirigida por Paul W.S. Anderson y el reparto está conformado por Ali Larter, Kim Coates, Shawn Roberts, Sergio Peris-Mencheta Spencer Locke y Wentworth Miller (de Prison Break). Resident Evil 4: La resurrección cumple su cometido, entretiene con meritos a los no seguidores y dará una nueva batalla a los fans de la saga. La historia continua...
Detrás de la acción, nada Un filme de impacto visual, su único atributo. La cuarta entrega de la saga de Resident Evil da por tierra con la idea de que todo filme de acción, con imágenes impactantes, al menos entretiene. En esta película cualquier cosa es posible, menos encontrar una idea ingeniosa. Mucha libertad creativa, perfecto, pero que sólo sirve para destacar la falta de creatividad. Entonces, la módica diversión del espectador, que ni siquiera puede esperar suspenso, queda supeditada a la resolución visual en 3D. Y el cine, aun el pochoclero, debería aportar algo más. Para el mero deslumbramiento visual, mejor el videogame: al menos tiene un componente lúdico, aspecto que en este producto no aparece. Alice (Milla Jovovich), la protagonista, ha sobrevivido a la liberación del virus T, la siniestra Corporación Umbrella y el apocalipsis, y sigue buscando sobrevivientes en un mundo plagado de zombies y seres malignos. Nada más. Personajes sin dimensión, trama chata y previsible, peleas con mucho vuelo (no artístico sino físico) y una apuesta menor: impactar al espectador a través de ampulosas y violentas cabriolas en slow motion y lanzamientos de armas filosas hacia los ojos del espectador, a través del efecto tridimensional y la tecnología más sofisticada. Algunos hablan de “tecnoadrenalina”, aunque también sería pertinente hablar de “tecnoaburrimiento”. El realizador vuelve a ser el de la primera película, Paul W.S. Anderson, quien sólo se destaca en algunas alusiones a otros filmes de terror/acción/ciencia ficción, o en ciertos toques de humor, donde demuestra que ni él se toma en serio a la película (valga como atenuante). La línea narrativa es paupérrima. Los combates, que cansan por incesantes y repetitivos, ostentan que Resident es deudora (seamos benignos) de Matrix . Al margen de las escenas vistosas, y de las bromas -por ejemplo, a Hollywood y a los productores de cine-, la historia se centra en el rescate de Alice a un grupo de sobrevivientes atrapado en la terraza de un edificio. Ella debe aterrizar ahí con una avioneta. Después, ya no podrá volver a despegar. No, por lo menos, con todos los que le ruegan salvataje. Los sobrevivientes están atrincherados en una gran prisión. Desde ese bastión, lucharán por salir y alcanzar un barco libre de infectados: afuera los acecha una multitud de zombies. Así, a pura lucha, transcurrirá la película, que no provoca empatía ni demasiado temor. Perdón. Lo provoca: cuando en el final nos recuerda claramente que se viene la quinta. ¿Otros 100 minutos de agitada chatura?
Relato limitado y con clichés Resident Evil 4 trae de regreso a su director original, pero ya no alcanza Con cuatro películas en ocho años, la saga de Resident Evil -basada en los personajes del popular videojuego de Capcom- se ha convertido en un exponente paradigmático del cine high-tech . En este nuevo episodio, al ya habitual despliegue de sofisticados efectos visuales, elementos propios de la ciencia ficción posapocalíptica, explosiones, zombies, estilizadas imágenes en cámara ultra lenta y la música electrónica del dúo tomandandy, se le suma -claro- la espectacularidad del diseño 3D para la creciente oferta de salas digitales en todo el mundo. Sin embargo, aun con semejante esfuerzo pirotécnico y con el regreso del guionista y director Paul W. S. Anderson (responsable del film original), Resident Evil 4 no alcanza a constituirse en un producto con vuelo propio: la trama y casi todas sus escenas son derivativas (por ser generosos) del cine de John Carpenter y George A. Romero, mientras que la estética tiene demasiados puntos en común con la franquicia de Matrix . El problema, de todas maneras, no es su falta de originalidad sino que la película -especialmente durante su segunda mitad- es una acumulación de golpes de efecto que buscan el impacto a cualquier precio y no logran siquiera sostener la tensión y el suspenso. Referencias El arranque -bastante promisorio- es con una ambiciosa secuencia ambientada en una Tokio futurista y ya devastada por el virus T que la poderosa corporación Umbrella ha diseminado por todo el mundo convirtiendo a casi toda la población en zombies. En la custodiada sede del holding irrumpe con todo su arsenal de recursos la heroína Alice (Milla Jovovich) para intentar detener las ansias de expansión y destrucción del despiadado Albert Wesker (Shawn Roberts). Lamentablemente, tras ese interesante inicio, el relato se traslada a Alaska -donde la protagonista se reúne con su por entonces amnésica compañera Claire Redfield (Ali Larter)- y luego a una vieja cárcel de Los Angeles rodeada por miles de hambrientos zombis (son múltiples las referencias a Asalto al precinto 13 , de Carpenter). Allí, Alice y Claire se sumarán a un basquetbolista hot (Boris Kodjoe), a un duro militar (Chris Redfield), a un latino, a un asiático y a un par de sobrevivientes más en la búsqueda de una "tierra prometida" llamada Arcadia, a la que se convoca a través de constantes transmisiones de radio. Más allá de las evidentes limitaciones de una historia llena de lugares comunes y de actuaciones no del todo convincentes, los seguidores del videojuego y de esta vistosa franquicia cinematográfica probablemente encontrarán motivos suficientes para su regocijo. Al final de cuentas, estamos ante una exitosa maquinaria que ha invadido y seguirá invadiendo computadoras, consolas de juegos y cines. Por si hacía falta aclararlo, la producción de la quinta parte ya está en marcha.
La saga interminable de un videogame Tal vez porque las leyes del mercado difieren de las de la vida, para la serie Resident Evil después de la extinción viene la resurrección. “La última de la serie”, mentía la frase publicitaria de Resident Evil: La extinción, tercera parte de una saga que empezó como única entrega ocho años atrás y ante la recepción de los fans fue cobrando sobrevida. Como la relación entre la publicidad y la verdad se parece a la que hay entre la verdad y las promesas políticas, después de “la última de la serie” acá está la siguiente. Total, nadie les va a andar reclamando a los especialistas de marketing que cumplan su palabra. Como los viejos seriales, Resident Evil 4 termina con un virtual “continuará”, que deja por la mitad una acción que la quinta parte sin duda completará. En verdad, la idea de continuum es pertinente, en tanto todas estas películas no difieren demasiado unas de otras. Producida, escrita y dirigida por el especialista en acción Paul W. S. Anderson, Resident Evil hace honor a su origen, que es un videojuego. Como en esa forma de entretenimiento, los saltos de un nivel a otro parecen determinados por una lógica mecánica, antes que dramática. Cambian los decorados, que son un mero fondo para la acción, y se suman peripecias. Pero los personajes y las acciones se mantienen iguales. Recuérdese: Alice (Milla Jovovich, en amazona sobreactuadamente dura) es de los pocos sobrevivientes de una gigantesca epidemia viral, ocasionada por negligencia de la corporación para la que ella trabajaba. La epidemia convirtió la Tierra en tierra de zombis, sólo en apariencia los peores enemigos. La globalifobia de la época impone que los representantes de la corporación sean infinitamente más letales que los bamboleantes muertos vivos. Dando el salto al 3D, Afterlife se abre en una Tokio de estudio, con Alice clonada por varias, disparando a cuatro manos contra el robótico dueño de la corporación y sus esbirros. Continúa con un breve exilio en Alaska, donde la heroína se reencuentra con un puñado de viejos amigos. Todos marchan a una Los Angeles devastada, donde los zombis pululan casi tanto como las starlettes, y finalmente van a parar a un barco de nombre engañosamente bucólico (Arcadia), cuya obvia condición de trampa moral sólo ellos parecen ignorar. Más allá de mínimas variantes, todo se reduce a lo que importa en un videogame: armarse hasta los dientes y tirarle con lo que se tenga a quien se cruce. Trátese de un asqueroso zombi, un asqueroso directivo de la corporación Umbrella o uno de los asquerosos mastines mutantes que en la última escena pela el más malo de los malos. El resto son “préstamos” de películas de John Carpenter (planeadores de Fuga de Nueva York, perros que se parten al medio como en El enigma de otro mundo), que incluyen también cuotas de cine de zombis, decorados futuristas, actores de segunda y mucho Matrix tardío, con artes marciales, congelados, efectos líquidos y esas balas que tienen la costumbre de viajar siempre agigantadas y en ralenti.
El 3D salvó a esta entrega de Resident Evil que ya entró con esta secuela en su ocaso. Creo que los espectadores como Chandler que recién se sumaron a la serie con la última película son quienes más la van a disfrutar porque tienen fresco a los personajes y la trama. Para los que seguimos la saga desde la primera me parece que el panorama es distinto. La ya eterna lucha entre Alice (Milla Jovovich) y la corporación Umbrella se volvió absolutamente tediosa. El problema es que Resident Evil se convirtió en el cuento de la buena pipa. Los personajes enfrentan peligros muy similares a los filmes anteriores y cuando todo parecía que la conclusión llegaba de una vez por todas con una batalla final, en los últimos minutos le dan un giro para extender la trama en otra secuela y los protagonistas otra vez quedan atascados en punto muerto. A ver si lo ponemos claro. A Milla ya no le queda más gente para matar de la corporación Umbrella!! Ya se cargó a todos los jefes, gerentes y directivos de la empresa que gestó el virus letal. ¿Hasta dónde van a extender la historia? Encima en este caso los zombies son prácticamente extras, ya que los protagonistas enfrentan todo tipo de monstruos y los clásicos muertos vivos están casi de relleno. En un momento inclusive aparece un gigante con un hacha, que nunca se explica de donde salió, y carece por completo de sentido su presencia, pero sirve para justificar una secuencia de acción. Tal vez sea un guiño a los jugadores del video, aunque en el film quedó totalmente colgado. Me quedó la sensación que el propio director Paul W. S. Anderson ya no sabe que carajo hacer con la trama y los personajes y en esta entrega los abandonó por completo para centrase en las cuestiones visuales. Hace poco Milla Jovovich anunció en su cuenta de Twitter que los fans van a poder aportar ideas para la próxima película y ahora le encuentro sentido a su mensaje después de ver Resident Evil 4, porque se nota que no tienen idea como seguir con esto. Reitero, el sistema 3D en este caso hizo llevadera la propuesta. Desde el punto de vista visual la película es espectacular y se percibe claramente que el director aplicó toda su atención en este aspecto. Las secuencias de acción, que en más de una ocasión nos recuerdan lo groso que hubiera sido ver la primera Matrix en 3D, son fabulosas y se ven espectaculares. En materia de acción a Anderson no se le puede objetar nada, pero después de tres películas la trama y los personajes comienzan a aburrir y esta nueva entrega sufrió inevitablemente el desgaste de los episodios previos. Anderson es un director que se maneja bien con las secuencias de acción y Milla siempre es un placer de ver en este género. Estaría buenísimo que trabajaran en una historia distinta.
La esperanza es lo último en morir... Para juzgar una película de las características de Resident Evil 4: La Resurrección (Resident Evil: Afterlife, 2010) resulta fundamental tener presente uno de esos principios que la crítica afirma conocer pero que casi nunca subraya: a diferencia de lo que ocurre en el cine, en el universo de los videos juegos las secuelas suelen ser bienvenidas porque en ellas es común encontrar una multiplicación de protagonistas, una mejora considerable en el motor gráfico y un macro apuntalamiento en lo que respecta a los controles del usuario. Lamentablemente la pantalla grande reclama además una narración que sustente el periplo. Así las cosas, la franquicia cinematográfica en cuestión comenzó bajo la batuta de Paul W.S. Anderson y en buena medida a posteriori no hubo modificaciones significativas: todos los films de la saga fueron escritos en solitario por el inglés y sólo Resident Evil 3: La extinción (Resident Evil: Extinction, 2007) se alejó a consciencia de la pauta a fuerza de introducir un cierto espíritu de “western apocalíptico” cercano a Mad Max (1979) y Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), cortesía del veterano Russell Mulcahy. La propuesta retoma el final del eslabón previo y se adentra en la búsqueda de supervivientes. En la primera escena presenciamos cómo los clones de Alice (Milla Jovovich) destruyen las instalaciones en Tokio de la Corporación Umbrella: por supuesto que el villano de turno escapa sin dejar rastros aunque no sin antes inyectarle un suero que neutraliza los efectos del “Virus T” y la convierte en un ser humano normal. Cuando nuestra heroína llega a Arcadia, en Alaska, con la esperanza de reunirse con sus compañeros del pasado, descubre que el lugar está desierto y no hay ninguna ayuda a la vista. Pronto la señorita se marcha y eventualmente termina atrapada en otro torbellino infernal de zombies malhumorados. Si bien aún estamos ante una obra en extremo derivativa y con un desarrollo de personajes mínimo, a nadie le importan estos detalles debido a que la historia funciona apenas como una excusa para compaginar una serie de secuencias de acción en cámara lenta; basadas sobre todo en coreografías rimbombantes, muchísimos disparos y esa prototípica esencia de las consolas. Con más garra que intelecto y participaciones de Ali Larter de Heroes y Wentworth Miller de Prison Break, Anderson se las arregla para construir un cóctel industrial standard que lo continúa situando como una versión corregida de Michael Bay…
La epidemia de nunca acabar Alice (Milla Jovovich) está de vuelta y decidida a llegar al corazón de la corporación Umbrella. La superficie de la tierra fue devastada y los zombis pugnan por encontrar un cuerpo virgen de virus para comer. La corporación se refugió tierra adentro, literalmente, y nuestra heroína usa sus súper poderes para alcanzar el objetivo deseado. Pero alguien más listo la espera. Despojada de sus habiliades sobrehumanas, Alice ahora va en busca de un lugar libre de virus y en el camino se encuentra con viejos camaradas de antiguas batallas con quienes librará la que ahora se presenta. Sin el ritmo de su predecesora y con la mira puesta en los efectos especiales para la versión 3D, sobreabundantes y nada originales; esta nueva entrega de la saga basada en el popular video juego de Capcom no ofrece nada demasiado interesante a nivel argumental, sólo se justifica en la necesidad de mantener la franquicia y seguir facturando con la próxima entrega que ya está asegurada. Jovovich está muy cómoda en su rol y junto a Ali Larter, quien vuelve a interpretar a Claire, prueban que el combate constante contra zombis, en las peores condiciones climáticas y los días sin el aseo deseado no es óbice para lucir siempre espléndidas, con sus ojos bien delineados y sus labios pintados, suponemos con rouge indeleble de excelente calidad. Por lo demás, se trata de un filme sólo para fanáticos y espectadores poco exigentes.
Tirar todo hacia la cámara La saga de Resident Evil fue primero un éxito en el mundo del videojuego, y sus ramificaciones no tardaron en llegar al cine. En el año 2002, se estrenó la primera de las películas y, aunque en la Argentina no llegó a los cines, las siguientes sí lo hicieron, consiguiendo un éxito notable que hoy alcanza la cuarta parte y promete una quinta –y última– entrega. La protagonista de todas las películas es Milla Jovovich, cuyo personaje, Alice, es la heroína en batalla contra la siniestra corporación Umbrella. La actriz es, sin duda, el centro de los films, su figura delgada, alta y enigmática funciona muy bien para este personaje que lucha contra toda clase de zombies y criaturas derivadas de los experimentos de la corporación. Jovovich da perfecto con el perfil de heroína de acción, a la vez que busca explotar su lado de sex symbol, aun cuando esta cuarta entrega no tenga espacio para ninguna interacción sexual o romántica entre los personajes. La novedad de esta cuarta parte es, dentro de la historia de la saga, la inclusión del 3D. El director es Paul W. S. Anderson, un experto en cine de acción –no siempre de primera calidad–, y realizador de la primera película de la saga. Su regreso no podría ser mejor, ya que Anderson, que brilló con sus efectismos en aquel film, no pierde aquí ni una sola oportunidad de lanzar cosas hacia la pantalla para explotar al máximo el 3D. Así, a los méritos mencionados de la actriz, hay que sumarle la manera en que todo el tiempo buscan crear escenas para revolear objetos contra los espectadores. Pero para ser sinceros, todos los films de la saga poseían los mismos golpes de efecto y uno no puede decir que aquí se traicione el espíritu de la serie. Sin aportar, entonces, nada nuevo a la saga y sin resultar muy interesante para posibles nuevos espectadores, Resident Evil 4: La resurrección entretiene y genera simpatía en su afán de provocar que el espectador intente esquivar balas, cuchillos, hachas gigantes y algunos zombies que se lanzan a cámara como entablando un juego con el espectador. Quienes hayan seguido toda la serie, se merecen, tan sólo por esto, disfrutar de este fugaz juego cinematográfico.
VideoComentario (ver link).
Resident Evil 4: Siempre hay salida Maneja los códigos del cine de acción, tiene momentos donde asoma el terror, es un cuento de ciencia ficción. Esos podrían ser los secretos del funcionamiento de ese combo de géneros de “segunda” clase (los de “primera” serían el drama y la comedia, por ejemplo) que es, en tanto película, Resident evil 4: la resurrección, que de un simple filme “clase b” rodado en 2002, pasó a ser una exitosa franquicia, en lo que para más de uno de sus hacedores debe ser un recorrido profesional soñado. En la ficción que propone el relato, pasaron varios años desde que un experimento fallido liberó un virus que convierte a las personas en caníbales. Entre tantos zombis quedan pocos seres vivos y uno de ellos es Alicia, una bella y entrenada chica que recorre los espacios en busca de alguna esperanza. Aunque cuando se encuentra con personas, comprende que sus sueños de lograr la resurrección de la raza recién comienzan. Para ser libres deben escapar de un edificio rodeado por millares de sonámbulos hambrientos, y llegar a un barco anclado en la bahía de Los Ángeles. Preguntados por el éxito de esta saga, varios de los actores y el director dijeron sentir un alto grado de compromiso y mucha pasión por lo que hicieron. Por su promedio de edad son contemporáneos pero además seguidores de muchos años del videojuego original. La productora Sony comparte ese entusiasmo, al menos por lo que expresa la cifra invertida en esta entrega, más alta que todas las anteriores dadas a la saga. Resident evil 4 llegó a los cines cordobeses y del mundo también en versión 3D e IMAX (este formato en Argentina sólo se proyecta en Buenos Aires) y ello es un hito que los fans anotarán en sus cuadernos, pues es la primera vez que un largometraje inspirado en un videojuego accede a estas condiciones de proyección. Pasajes con un uso tal vez ineficaz de los efectos digitales, cierto descuido para resolver algunas situaciones, no alteran la energía positiva de esta película bien hecha por lo menos para pasar el rato.
La cuarta parte de la saga cinematográfica "Resident Evil" es un desperdicio de ideas, donde no se desarrolla nada más interesante que lo visto en los pocos minutos que dura el avance, argumentalmente hablando, ni mucho menos se hace justicia invocando una trama que respete y capte el espíritu del videojuego.
Por esas cosas insólitas que a veces tiene la distribución, la saga Resident Evil llegó a las salas locales puntualmente con la insólita excepción de la primera parte (la mejor de la tetralogía por lejos). Los avatares que rodearon a la economía post corralito imposibilitó el estreno correspondiente en el 2002: se vieron los avances de la película en los cortos publicitarios y se exhibieron los afiches en los halls de los cines pero todo quedó allí… Para ser sinceros se trata de una franquicia sumamente despareja: Resident Evil – El huésped maldito (Paul W.S. Anderson, 2002) contó con el elemento sorpresa -sobre todo para los que estamos ajenos al mundillo de los videojuegos- y un impecable nivel técnico; Resident Evil 2: Apocalipsis (Alexander Witt, 2004) tocó fondo con una historia chata y mal narrada; Resident Evil 3: La extinción (Russell Mulcahy, 2007) cobró nuevos bríos con elementos “sustraídos” de la ambientación retro-futurista y apocalíptica de Mad Max y ahora la flamante Resident Evil 4: La Resurrección vuelve a dejar en tablas a la saga con un relato inconsistente, previsible, mal actuado en general y sólo tolerable para los más fanáticos defensores del subgénero zombie. La “actuación” de Wentworth Miller (el “genial” Michael Scofield de la desopilante serie Prison Break) y la presencia del subvalorado Kim Coates en un rol secundario –y siempre encasillado como villano, ¡pobre!- son motivos contrapuestos de interés para quien esto escribe. No obstante, está claro que el fuerte de esta flojita secuela de Anderson pasa por las escenas de acción y violencia –con un excesivo uso de la cámara lenta a lo Matrix- y la novedad del 3D que es razonablemente bueno. Lo demás –argumental, narrativa, y estilísticamente- no supera la rutina más elemental...
Un film sin razón de ser La saga de Resident Evil ha aportado bastante poco a géneros como el terror, la acción o la ciencia ficción. Pero tenía algunos méritos, basados en la construcción de una heroína fuerte y decidida, tramas hilvanadas con fluidez, ritmo sostenido y escenas de acción apropiadamente coreografiadas. Bueno, en Resident Evil: la resurrección, que en buena parte gracias al 3D va camino a duplicar la recaudación de su predecesora, dejó de lado todas sus virtudes y multiplicó sus defectos. A saber, Milla Jovovich y su personaje lucen totalmente desdibujados, sin espesor, una mera caricatura de sí misma. El relato, asimismo, no tiene razón de ser: uno se pregunta para qué demonios pasa lo que pasa, cuál es su sentido dentro de la saga, qué progresión aporta, de la misma forma en que surgían los mismos interrogantes con respecto a Terminator – la salvación. Y las escenas de acción abusan tanto del ralenti (la película termina acumulando como veinte minutos de más) y de la vocación por tirar todo encima de los espectadores para aprovechar el impacto del 3D, que al final pierden toda coherencia. A la vez, si en sus tres partes anteriores los villanos que aparecían no tenían peso y no generaban la atracción apropiada, el Albert Wesker interpretado por Shawn Roberts definitivamente no interesa: no asusta, no enoja, no divierte, no produce empatía… nada. Algo similar sucede con el resto de los personajes, que no aportan en absoluto al mundo construido por el filme. Entonces no queda mucho de lo que hablar. Se podría hacer un paralelismo entre los zombies y el público yendo en masa a ver la cuarta entrega de Resident Evil. O nos podríamos inclinar por la metáfora política, con los zombies representando a las masas oprimidas y Alice como una eventual líder política absolutamente utópica. Pero no, claro, eso da para George Romero, no para Paul W. Anderson, quien pasó de la cumbre de su pericia con La carrera de la muerte a la cima de su ineficacia con este filme.
Esta secuela de la zaga que convirtió a la hermosa Milla Jovovich en una heroína que salvara a la especie humana, con poderes sobrenaturales otorgados por un virus, que si no te mata, te fortalece. Alice continúa con su búsqueda de sobrevivientes, para ponerlos a salvo de posibles infecciones, prolonga su lucha contra la corporación Umbrela”, se reencuentra con viejos amigos, (¿resucitados?) que la ayudaran en su guerra casi personal a estas alturas. Pero esta nueva producción se distancia aún más de la primera, camino ya iniciado por las dos anteriores: deja de asombrar, nada hay de original y para colmo hace abuso de copiar personajes, actos, estética, elementos, e historias de tantas otras películas incluidas en el genero de ciencia ficción, mezclada con terror y acción. Es verdad, como se dice por ahí, que nada ya es original, lo importante es copiar bien de cosas buenas. Esto no sucede, todo es remanido, burdo, ya visto y sólo dirigido a los fanáticos tanto de los filmes como del video juego que dio origen a estas producciones cinematográficas. Construida a partir de un muy pobre guión, tanto desde lo que quiere contar como en los diálogos, en la cimentación de los personajes y en desarrollo de los mismos, no hay en ningún momento algún tipo de progresión dramática que pueda subyugar al espectador salvo lo mencionado con anterioridad. Sí es rescatable, el hecho de estar filmada íntegramente en 3D, y ser un espectáculo visual en si mismo, haciendo de “Avatar” (2009) un film tecnológicamente perimido. Otro dato no menor esta relacionado con el lenguaje del cine y sus reglas, estas son quebradas constantemente, no son respetadas, pero su ruptura no esta justificada, sólo son ocultadas por la velocidad del montaje, planos temporalmente muy cortos permite éste tipo de desagravio. En otros momentos hay un abuso estético del ralentado de las imágenes, con el unico fin de excitar al espectador con violencia seductora, como también de la digitalización de las representaciones visuales. Dentro de los otros rubros, se destaca gratamente el diseño sonoro incluyendo el tema central de la música compuesto por Marco Beltrami. Demasiado poco. El realizador Paul W. S. Anderson se hace cargo del filme y vuelve a decepcionar, ello no quita que vaya a tener una buena recaudación en las boleterías.
PRISON BREAK RELOADED CON ZOMBIES EN 3D En el mundo del cine hay varios casos en los que la segunda parte de una saga supera a la primera. Sin embargo, la tercera casi nunca es mejor que las dos anteriores. ¿Y la cuarta? Nadie habla nunca de las cuartas partes, quizás porque no son muchas las franquicias que llegan a sumar tantas continuaciones. En el caso de RESIDENT EVIL, la saga de films basados en videojuegos más longeva (y posiblemente la única exitosa), la cuarta parte es la mejor de todas. ¿Por qué? Veamos… A RESIDENT EVIL: LA RESURRECCIÓN (o AFTERLIFE para los loquitos que detestan los títulos traducidos… como nosotros) el 3D le sienta bastante bien. Esta fue la segunda película en usar las cámaras creadas por James Cameron para filmar AVATAR. Pero el uso que el director (y guionista) Paul W.S. Anderson le dio a esta tecnología fue totalmente diferente. En RESIDENT EVIL todo vuela hacia el espectador: las balas, las estrellas ninjas, un hacha gigante, los cuchillos, los aviones, los anteojos, las gotas de sangre… Vamos, seamos sinceros, el uso de la “profundidad” en películas como UP y AVATAR es muy lindo y todo lo que quieran, pero lo que verdaderamente hace que valga la pena esta huevada del 3D es sentir que no están apuntando con una pistola directamente a la cara o que Milla Jovovich vuela hacia nosotros como si saliera de la pantalla. La película arranca tratando de solucionar el quilombo que Anderson armó solito en el film anterior al escribir el guión, con Alice (Jovovich) despertando a sus clones y preparándose para ir a destruir a la compañía Umbrella (responsable del T-Virus, que convierte a la gente en zombies) en Japón. Sí, Anderson se había hecho el canchero y ahora tenía que enmendar algo que se le había ido de las manos, principalmente los poderes psíquicos de Alice, que al final de la tercera parte parecía invencible. En una secuencia que roba a lo loco de MATRIX pero llevando todo a un nivel de bizarrez impresionante (que roza peligrosamente la truchada), Alice y sus clones (que podrían interpretarse como las vidas o continues en un video-juego, ¿no?) se meten en el cuartel central de la compañía Umbrella. Vencen a los soldados y la Alice original llega a enfrentarse cara a cara con Wesker, el capo máximo de la empresa, que es tan grosso que puede manejar un helicóptero de noche con anteojos de sol puestos. El malo malísimo le clava una jeringa y listo, problema resuelto, muajajajá, explicación científica sin sentido, bla bla bla, Alice ya no tiene más poderes así que podemos seguir más tranquilos. Ah, y todos los clones mueren en una explosión nuclear que arrasa con Tokio. Bien. Después Alice viaja en avión hasta Alaska, donde supuestamente habían ido los sobrevivientes de la película anterior porque allí no había infección. Ahí se encuentra con Claire (Ali Larter), que ahora perdió la memoria (¿?) por una especie de bicho mecánico (¿???) que tiene el pecho y que parece algo salido de la pedorra película G.I. JOE. Juntas llegan a Hollywood y ahí conocen a los nuevos personajes, que están aguantando en una prisión rodeada por millones y millones de zombies (se fueron al carajo con el “Copiar-Pegar”), pero la situación no da para más y deciden que deben escapar hasta un barco que ofrece refugio. En la cárcel hay un negro basquetbolista (Boris Kodjoe), un productor de cine mala onda (el típico personaje malo que merece morir) y otros más que mucho no importan. Bah, hay uno más que sí importa. Encerrado en una celda igual que Hannibal caníbal en EL SILENCIO DELOS INOCENTES, está Chris Redfield (Wentworth Miller, protagonista de la serie “Prison Break”), de quien los demás sobrevivientes desconfían. Ver a Wentworth de nuevo tratando de escapar de una prisión es algo que seguramente no fue hecho sin querer y traerá buenos recuerdos a los fans de Michael Scofield, porque hasta conserva el mismo corte de pelo y la actuación le “sale” prácticamente igual. Pero del personaje del videogame hay poco y nada: podría haber tenido cualquier otro nombre y daba lo mismo. Aquí en la prisión, llama la atención como la onda de la película cambia bastante en el aspecto visual con respecto al principio y al final: la historia se desarrolla en ambientes más “sucios” que los futurísticos y artificiales entornos de las instalaciones de Umbrella, con lo que el nivel de “truchada” baja un poco. Aunque en la cárcel hay algunas escenas que se destacan (como la pelea contra el Executioner), lamentablemente se desaprovechan otras, como la parte en que tienen que bajar por el hueco de un ascensor inundado. En vez de hacer algo con la onda de ALIEN: LA RESURRECCIÓN, donde a los sobrevivientes tenían que nadar perseguidos por los bichos, en una secuencia de muchísima tensión, aquí Alice y sus amigos se sumergen un poco y listo. Tampoco se aprovecha el escape por los túneles debajo de la prisión, donde el 3D es ideal para hacer sentir a los espectadores la claustrofobia (como pasaba en la mina de SANGRIENTO SAN VALENTÍN). Hay que decirlo: con cada nueva entrega, la saga se aleja cada vez más de los videojuegos en que se basa, de los que ya sólo conserva el título, los nombres de algunos personajes y alguna que otra minúscula referencia de vez en cuando. La acción y sobre todo la ciencia ficción reemplazan al terror. Los muertos vivos van siendo sustituidos por nuevos modelos de monstruos deformes. Y aunque el 3D sume bastante, ahí están para restarle algunos puntos los lugares comunes en el guión y un estilo visual que “homenajea” demasiado a otros productos ya vistos. Pero tampoco hay que enojarse por esto: los juegos de RESIDENT EVIL son bastante cinematográficos. Fans, pónganse a pensar, y se darán cuenta que los homenajes a Hollywood ya estaban en el material original. La saga de juegos no existiría sin el cine de zombies: es un círculo, el círculo de la (no) vida. RESIDENT EVIL: AFTERLIFE es una pelotudez, pero está buena. Es simpática y es la mejor de la saga porque es la que más conciencia tiene del tipo de producto que es: una gansada en 3D creada para entretener, con lo cual deja de lado cualquier resto de pretendida seriedad, algo que la saga (por suerte) fue perdiendo progresivamente, como los zombies van perdiendo pedazos cuando caminan. Y como si fuera poco, Anderson termina la película con otra guapeada (y otra vez se zarpa con el “Copiar-Pegar”, esta vez de helicópteros) y la promesa segura de una nueva continuación. Si es en 3D, ahí estaremos. Y si no, bueno, seguro que también.
La saga de Resident Evil (videojuegos y películas) siempre se distanció de los zombies de George Romero en varios puntos, pero fundamentalmente lo hizo en uno: las catástrofes que ponen en crisis a la humanidad y sus cimientos son obra de una gran corporación sin escrúpulos que cuenta con poderes inagotables. Si la metáfora zombie en el cine de Romero se jugaba en el terreno de la ambigüedad (porque no se sabía cómo se había originado la pandemia) en Resident Evil la operación se asemeja más a una denuncia con nombre y apellido: la empresa Umbrella es el mal encarnado en el mundo y las víctimas del virus pergeñado en sus laboratorios ya no funcionan como sátira política sino que aparecen como el daño de un capitalismo exacerbado. En esa diferencia se juega la ética de cada propuesta: los personajes de Romero no tienen a quién culpar por sus miserias por lo que, para hacerle frente a la catástrofe, tienen que aprender a convivir desde cero y probar que el género humano puede salvarse. Mientras que los personajes de Resident Evil (las películas) están liberados del peso de esa responsabilidad porque luchan contra el villano sin cara más representativo del siglo XX y del nuevo milenio: una corporación. Así, el terreno de Romero termina siendo el de la crítica política, y el de Resident Evil el del cine con sus géneros y convenciones. Al revés de Romero, que arranca a su público de la sala para llevarlo al campo de la actualidad mundial, Resident Evil se reconcentra cada vez más en el cine. La cuarta entrega de la saga logra algo notable: que una película cuya historia habla de la deshumanización del mundo consiga trasladar ese tema a la puesta en escena. La cámara lenta, el bullet time, las acrobacias imposibles, los recorridos por el espacio de la acción, todo da cuenta de una manipulación y un cálculo que acaban por despojar la imagen de cualquier vitalidad posible. Las escenas con tiroteos son totalmente anticlimáticas, y el regodeo en los efectos especiales y el ralenti se vuelven el signo más evidente de la falta de una búsqueda de impacto, al menos en términos de acción. Y es que, si hay un verdadero impacto en Resident Evil 4: la resurrección, es el de encontrarse frente a frente con una película espejo que pone de relieve un cierto estado de cosas del cine (la referencia ineludible es Matrix, película bisagra que habría de cambiar la forma de hacer y de ver películas, aunque también hay algunas citas en calidad de homenaje al cine de John Carpenter). Pero esta vez los recursos no están para construir vértigo y asombro, todo lo contrario, cada escena con bullet time (el invento inaugurado por Matrix) es excesivamente larga, compleja y enrevesada, por lo que se hace muy difícil no pensar en otra cosa que no sea el cine mismo y sus posibilidades y hasta qué punto las películas de ahora pueden forzar y tensar la relación que entablan con el mundo. También los lugares y la fotografía están en función de construir esa deshumanización. No por nada los personajes recorren ciudades en ruinas, paisajes congelados (Alaska) y espacios caracterizados por un blanco frío y aséptico, muchas veces realizados en digital y con un aire de artificialidad muy marcado. Paul W. S. Anderson nunca fue un director exquisito, pero sí un gran creador de climas: en sus mejores momentos, Resident Evil 4 toma la forma de una pesadilla cercana e inquietante, que incluso con todo su arsenal de recursos cinematográficos y ficcionales habla de un escenario mundial verosímil, de una debacle inminente. Esos momentos muchas veces aparecen en las escenas más simples, como cuando Alice habla a su cámara portátil (el registro de la imagen en un mundo destruido es un tema que ya había abordado Romero en El diario de los muertos) o en algún plano de la cárcel devenida fortaleza que habitan los protagonistas sobrevivientes. Como las películas de Romero, Resident Evil 4 tiene el mérito y el encanto de estar atravesada por su época. Solamente que, más allá de las debilidades que muestra el guión, de personajes unidimensionales o de hazañas forzadas y exageradas, en la película de Anderson constantemente se respira el tiempo, nuestro tiempo, sin necesidad de interpretar grandes metáforas o alegorías políticas. Prácticamente todo está en la superficie, o mejor dicho, en las superficies frías, artificiales y vacías de un mundo en descomposición que ni siquiera les permite a sus personajes dudar acerca de su futuro: Alice y sus compañeros saben que van a ser perseguidos sin tregua por un villano invencible, la corporación Umbrella. No importa en qué lugar del planeta se encuentre Alice, porque Umbrella, como un Google Earth perseguidor, la rastrea en cualquier parte, siempre. Ese es el mundo de Resident Evil 4, el de los individuos vigilados y acosados por los poderes económicos, donde el peligro último no es la muerte sino la pérdida de la humanidad: el virus-T creado por Umbrella deforma los cuerpos y las mentes, hace monstruos horribles de las personas. En el cine de Romero, los personajes al menos pueden darse el lujo de no saber qué los amenaza, de escapar sin conocer del todo la magnitud del peligro del que huyen. Pero Romero es un cineasta curtido en los 60, cuando todavía, aunque incierto, había un horizonte de esperanza posible. Resident Evil, en cambio, pertenece a los 90, y las películas (que respetan poco y nada la historia del videojuego) tienen el desencanto triste de la posmodernidad, la amargura del final de la Historia y de las ideologías. Ese quizás sea el punto en que más se distancian las películas de zombies del director de La noche de los muertos vivos de las Resident Evil: el de Romero, incluso en sus momentos más finos, es un cine con una fuerte carga ideológica; en cambio, en Resident Evil no hay lugar para los sistemas de pensamiento ni para las creencias políticas. La ideología romeriana es un faro que, aunque débil, se convierte en la brújula moral de los personajes que se encuentran perdidos en un mundo devastado. Esa brújula, esa guía última, no existe en el universo de Resident Evil. Después de todo, si una corporación puede engañar a los ciudadanos para realizar experimentos con ellos y sus cuerpos (y hacer de las personas criaturas terribles, sin conciencia) estamos ubicados en un mundo donde la política y las ideologías ya fracasaron. El gran mérito (sí, gran mérito) poco visto en una época donde las películas con discursos grandilocuentes se llevan con facilidad el aplauso complaciente del público y la crítica, es que Anderson habla de todo esto sin proponer interpretaciones complicadas ni disparar mensajes aleccionadores. A pesar de toda su torpeza narrativa y su falta de trazo fino argumentativo, Resident Evil es cine que habla del presente (y del cine del presente) de manera lúcida, entablando con su público un diálogo de igual a igual, sin discurseos, sin metáforas servidas en bandeja. El respeto por la inteligencia de los espectadores y la apuesta por un relato que mantenga su atención siempre en la superficie de la historia son cosas que también pueden estar dando cuenta de un cine político, de una película que habla una lengua apocalíptica pero lo hace de manera traslúcida, accesible, renunciando a la solemnidad.
Con la fugacidad de un producto de vidriera Un personaje es aplastado por hacha, blandida por un gigante de casi tres metros de altura. Los otros, sorprendidos, empiezan el tiroteo contra el coloso. Cuando un monstruo así se acerca sigilosamente, y tiene tiempo para aplastar a un personaje sin que los otros lo vean, eso no habla muy bien de la película. Lo sé: es Resident Evil y no tengo que exigirle demasiada coherencia. Pero este monstruo que parece uno ejecutor de guillotina, hace temblar el suelo cuando camina. Y es el colmo de lo gratuito. Algún nerd dirá "claro, es porque es un villano del juego". El que escribe es más nerd y eso lo sabe. Eso no quita que (casi) todo en la película sea tirado de los pelos, ridículo y aburrido. Al momento siguiente, quizás el más espectacular, una de las atractivas chicas (porque cuando hay un apocalipsis causado por muertos vivos, las chicas lindas son las que quedan vivas) empieza a dispararle a la abominación. Nada tiene lógica. La acción por lo menos se entiende, aunque a decir verdad, no importa demasiado eso. Hay una unas cuantas goteras en esa secuencia, y en menos de un minuto, estaba pensando cuál era la verdadera funcionalidad de todo eso. Y llegué a la conclusión: exhibirse en un televisor LCD (o LED, o lo que usted quiera) en Alta Definición en un shopping. Nada más. Hay otros momentos que tratan de ser ampulosos en el aspecto visual, pero son lamentables. Uno es un choque en un helicóptero contra una montaña. La cámara lenta, no sé, se supone que trata de hacer más cool (¿o dramático?) el momento. Sólo demuestra que los efectos visuales estaban mejor en el jueguito que acá. Uno podría esperar algo de diversión en una película con zombies, pero ni eso. Los zombies existen, básicamente, para ser asesinados. Así lo prueba la gran película de Romero, El amanecer de los muertos. ¿Cuántas formas hay de matar zombies? Piensen la más original y divertida y después vean Zombieland. Ahora, en esta película (con una fotografía donde abunda el gris, para más datos), todo es aburrido. Hasta la manera en que matan a los zombies (ah, cierto que se puede matar a los no-muertos). Les disparan. ¿En la cabeza? No, solo les disparan. Bang, bang, y listo. Así de simple, así de aburrido, así de gris. Y ahi está Milla Jovovich, la mujer del director, con cara de mala toda la película, incapaz de transmitir alguna emoción. Y es muy flaquita. Así que cuando la vemos triplicada, con una katana y una uzi, lo que menos inspira es respeto.Todo un autor de bodrios este W.S.Anderson (a no confundir con Paul Thomas, que está en las antípodas). Llena la película de referencias a Matrix: recargado y como para justificar el 3D, le lanza al espectador algunos objetos. Salvo algunas excepciones, el 3D sigue probando que es una atracción de feria, y una película seria (con perdón de Up, Avatar y alguna otra) no lo necesita. Sí lo necesita esta agotada serie (a propósito: ¿no es molesto el cliché crítico "una adhesión innecesaria a la franquicia" como dice Rottentomatoes?) cuya vida útil se reduce a un instante. Ese donde alguien pasa por una vidriera, y pensando en comprarlo para ver deportes o alguna película buena, ve un televisor de alta definición y sigue su camino.
Podríamos hablar de la saga menos pensada, del gran video game transformado en una película menor, en una saga olvidable, en un largometraje regular y una serie de secuelas pobres de toda pobreza. Ahí la sorpresa de esta cuarta parte de Resident Evil, que logra tomar lo mejor del juego original y gana en los momentos que apelan a lo más bizarro de sus posibilidades estéticas. El relato continúa la historia comenzada ya hace ocho años, con la heroína protagonizada por Milla Jovovich y su porte de femme fatale armada hasta los dientes. Claro que con dientes no tan potentes como los de los zombies, siempre listos para hincar el colmillo en el cuello (pierna, brazo, cabeza, culo) ajeno. De ahí la cantidad de armas filosas y llenas de balas que la buena de Alice y compañía tienen para ofrecer a los muertos vivos que se les pongan delante. En esta ocasión el quid pasa por el objetivo que se plantea Alice: llegar hasta el corazón de la corporación y aniquilar a sus integrantes, causantes de la plaga zombie que se apoderó del planeta. Además, de paso, rescatar a algunos sobrevivientes perdidos en medio del ataque de los no-muertos. El film cumple y mejora a medida que avanza la trama, con una Jovovich afilada en su rol de justiciera, recargando sus armas al paso y jugando a la terminator con efectividad del ciento por ciento. A su vez, Paul W.S. Anderson, un director del montón dentro del panorama de Hollywood, cumple con oficio su lugar de correcto técnico encargado del proyecto, sin mucho más, aunque tambén sin nada menos. Vale.
El peor capítulo El término anglosajón spin-off refiere a un proyecto nacido como extensión de otro anterior, y suele aplicarse al cine para nombrar una película que surge tomando ideas o personajes existentes. El director Paul W. S. Anderson desde hace años que se dedica a filmar casi exclusivamente spin-offs, ya sea en la resurrección de sagas existentes (Alien vs depredador), la remake (Death race) o haciendo películas basadas en videojuegos (Mortal Kombat, Resident evil y esta Resident evil: la resurrección). Siempre hizo películas parecidas: de acción que oscila entre la ciencia ficción y el terror, con variadas dosis de gore, y casi siempre inmersas en entornos futuristas, con tecnologías de punta, estructuras arquitectónicas compactas, espejadas y posmodernas. Sus personajes, muy vistosos, lucen armas sofisticadas y están perfectamente peinados y nutridos a pesar de las adversas circunstancias que supuestamente atraviesan. Anderson es un artesano bastante mediocre que supo construirse un perfil definido, y dentro de todo, algunas de sus películas se dejaban ver y funcionaban como entretenimiento fugaz: La nave de la muerte, Resident evil, y Alien vs. Depredador. Por su parte la saga de Resident evil tuvo algún momento de dignidad. La primera tenía buenos climas y transmitía cierta sensación de enclaustramiento al estilo Alien, pero la segunda era un producto totalmente rutinario e insulso, de consumo rápido y olvido inmediato; la tercera volvía a levantar un poco el nivel y supo ofrecer su cuota de zombies hambrientos de tripas y matanzas masivas, más algún sobresalto, buenas atmósferas, alguna buena escena de acción, un enfrentamiento final contra un monstruo grandote y desagradable y por supuesto, a Milla Jovovich desmembrando a unos cuantos fiambres ambulantes. Lo curioso de esta nueva entrega es que ni siquiera parece cumplir los requisitos básicos que los consumidores habituales suelen exigir al género: aquí los zombies son sólo una impersonal y circunstancial amenaza que ni siquiera se ve muy seguido, y cuando aparecen son bajados a balazos sin ninguna sorpresa ni dificultad; no se logra generar tensión ni miedo en ningún momento, básicamente porque no existe un conflicto bien definido ni personajes con los que valga la pena identificarse; tampoco hay una trama sólida que seguir, la cinta empieza abruptamente continuando el irrecordable final de la anterior entrega y termina de la misma manera, en un corte a créditos que parece tan arbitrario como el comienzo. Es muy difícil establecer dónde está la presentación, el nudo y el desenlace, y eso que la película parecería pretender una linealidad clásica. Aunque más que una película parece un extracto, un mal capítulo de una serie que quizá tenga algo que ofrecer, en próximas entregas.
Cada vez que Alice (M. Jovovich) abre los ojos, el futuro luce más y más negro. Encarado como aventura retrofuturista, a la manera de “Mad Max”, “Resident Evil” se constituyó de inmediato en un referente para fanáticos del género. Mezclaba con habilidad elementos de ciencia ficción con la más pura acción y el horror, en un paisaje apocalíptico. En ese contexto, Alice aparece como una heroína poco frecuente. En este cuarto capítulo de la saga, le toca nuevamente enfrentar a la Corporación Umbrella con su ejército de muertos vivientes. Convertida en guerrera involuntaria, Alice recorre bien pertrechada ese desolado espacio de un futuro sin esperanzas, en procura de sobrevivientes. Se une a un grupo que sigue a un líder que les ha prometido un seguro refugio, conocido como Arcadia. Acaso, una manera de recomenzar de cero. El personaje de Mila Jovovich está marcado por la más pura desesperación. No hay espacio para el amor.
En este cuarto episodio de la saga de filmes basados en el popular videogame, el mundo continúa devastado por un virus que convierte a sus víctimas en zombies asesinos y Alice -la sobreviviente de los experimentos de la sustancia T- prosigue su búsqueda de humanos no infectados. Con las esperanzas cada vez menores de encontrar un rincón del mundo sin contaminar, Alice termina atrapada en la ciudad de Los Ángeles, ahora consumida por el fuego e invadido por miles de no muertos. Escrita, dirigida y producida por Paul W. S. Anderson, y con Milla Jovovich nuevamente a la cabeza del reparto, la banda sonora y los efectos visuales se llevan los pocos méritos de estos poco más de noventa minutos. Lo prometedor que se vislumbraba en la introducción poco a poco va dejando paso a las incongruencias más frecuentes del cine de acción. Más allá de esto, cabe destacar que “Resident Evil 4: La Resurrección” es la película que hasta ahora mejor ha sabido aprovechar los recursos que la tecnología 3D brinda a la nueva cinematografía.